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ENTRE

HERMANOS
UNA RELACIÓN EDIFICANTE

Pedro Fuentes

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Entre hermanos : una relacion edificante . - 1a ed.
Buenos Aires : Sembrar Ediciones Cristianas, 2011.
128 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-987-24864-4-0
1. Espiritualidad Cristiana. I. Título.
CDD 248.5
Fecha de catalogación: 04/07/2011

© 2011 Pedro Fuentes


Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción parcial
o total de esta obra sin autorización previa de los editores.

Editorial
Sembrar Ediciones Cristianas
www.sembrarediciones.com.ar

Impreso en Argentina
Diseño de cubierta e interior: Lucas Fuentes
www.lucasfuentes.com.ar

Impreso en Julio de 2011


por Grancharoff impresores
Tapalqué 5868, Ciudad Autónoma de Buenos Aires
impresores@grancharoff.com

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ENTRE
HERMANOS
UNA RELACIÓN EDIFICANTE

Prólogo p.5

Una Relacion de Armonía p.13


¿Envidia o Cuidado? p.19
Hermanos pero Diferentes p.27
Preocupación Real p.35
¿Qué es la tarea Pastoral? p.41
Ocupándonos de las Personas p.45
Pastoral desde una silla p.55
Pastoral desde la Acción p.65
Trabajo Pastoral p.73
Ternura y Firmeza p.87
Decálogo de la Pastoral p.93
La Pastoral por Excelencia p.105
Guía de Estudio p.117

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Prólogo
por Carlos Morris

La comunión, en su dimensión práctica de la relación entre


hermanos, debiera ser materia de estudio obligado de todo cre-
yente. Esto e evidencia al comprobar que la historia de la Igle-
sia documenta muchas más divisiones producidas por proble-
mas de relación fraternal que por cuestiones de doctrina. Sin
embargo, qué poca importancia se le ha dado a este tema. Este
libro viene a llenar ese vacío y por tanto resulta muy oportuno.

Hace más de 40 años entré en contacto con el tema de Rela-


ciones Humanas por primera vez, llegando a dar cursos en lo
secular sobre el mismo, y charlas a docentes y por Radio Na-
cional. Esto me llevó a investigar a fondo lo que la Biblia tenía
que decir al respecto, y volví a comprobar que es el mejor y más
completo Manual de Relaciones Humanas jamás escrito. Por

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eso me ha interesado en forma especial este manuscrito que
mi dilecto amigo y compañero de servicio, Pedro Fuentes, me
ha enviado, con el sugestivo título de “Entre Hermanos”, para
que tenga el privilegio de escribir el prólogo.

Llama la atención que la primera pregunta que Dios formuló


luego de la expulsión del Edén tenía que ver precisamente con
este tema: “¿Dónde está Abel tu hermano?” Demuestra así el
interés personal de Dios mismo en las relaciones entre her-
manos, y la preocupación y cuidado mutuo que deben tener.
Sin embargo, recibió como respuesta aquella fatídica pregunta:
“¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”, como expresión del
egocentrismo y egoísmo culpable que lamentablemente ha ca-
racterizado a tantos a través de la historia.

Aquí Pedro no sólo analiza magistralmente, esa desgraciada


relación entre esos primeros hermanos de la historia, sino que
va desgranando la relación entre otros hermanos a través del
resto de la Biblia, y sus lecciones prácticas. Luego, en particu-
lar al llegar al Nuevo Testamento, nos muestra cómo se exige
de cada creyente una preocupación e interés “pastoral” en los
demás hermanos.

Se trata pues de un estudio meticuloso y enjundioso de una


verdad bíblica fundamental, expresado no obstante con toda
claridad, y bien documentado e ilustrado. Más importante aún,
lo escrito aquí procede de un corazón lleno, una mente ilumi-
nada por el Espíritu Santo, y una vida dedicada al cumplimien-
to de la voluntad divina.

No obstante tener un cargo docente de cierta relevancia, que


demanda y consume muchas horas, porque Pedro nunca ha

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sido de aquellos que trabajan a medio fuelle, él ha dedicado
mucho del escaso tiempo que le queda al estudio y análisis mi-
nucioso de la Palabra de Dios, y eso se deja ver aquí.

Algunos libros nos brindan una satisfacción temporal, pues


los abrimos, leemos, y luego dejamos. Este libro, escueto pero
igualmente completo, no permitirá ese proceso. Demanda
atención más allá de la lectura. No nos dejará meramente leer-
lo, encogernos de hombros y seguir adelante. Exigirá que lo
llevemos a la práctica porque no se trata de una consideración
sólo teórica del tema, sino que va aplicando cada verdad que va
descubriendo a nuestra vida y servicio diario.

Por todo ello, gracias Pedro Fuentes por esta contribución tan
valiosa en un área de gran necesidad. Puedo asegurar al lector
del mismo que se verá enriquecido espiritualmente por el con-
tenido de este libro. Recomiendo pues su lectura a todos aque-
llos que aspiran a seguir creciendo espiritualmente, buscan ser
más efectivos en su vida y servicio cristiano, y en especial de-
sean mejorar su relación tanto con su Padre Celestial, como
con los demás miembros de la “Familia de la fe”.

Carlos A. Morris
Sevilla, España

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Dedicatoria

A mi familia con quienes tuve el privilegio de orar y compartir


el proceso de la preparación del libro y su reedición.

A los hermanos que nos acompañaron en oración en este tiem-


po para que Sembrar Ediciones siga produciendo material de
evangelismo y edificación para el pueblo de Dios.

Y un reconocimiento especial para quien dedico este libro:

Al Buen Pastor, al Gran Pastor, al Príncipe de los Pastores, al


Señor Jesucristo, quien es digno de toda honra y a quien le
debemos toda nuestra vida, a él y sólo a él sea toda la Gloria.

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Introducción

En los últimos años se ha trabajado mucho en las empresas


sobre las relaciones humanas y se ha llegado a la conclusión de
que las personas responden mejor y logran alcanzar una ma-
yor producción cuando se sienten valoradas y son bien tratadas.
Para el buen funcionamiento de la iglesia, Jesús dejó estable-
cido principios muy claros sobre el trato que nos debemos dar
unos a otros, por ello nos habló de “amarnos unos a otros” y el
apóstol Pablo nos dijo que somos “miembros de la familia de
Dios”.

Si de verdad deseamos que la iglesia funcione tan bien como el


Señor desea, debemos cuidar nuestras relaciones interpersona-
les y cuidarnos unos a otros de manera que podamos ser muy
efectivos en la obra que Dios nos encomendó hacer. Los no cris-

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tianos van a aceptar el mensaje que les predicamos y desearán
formar parte de esta familia si ven que funcionamos bien.

El propósito de este libro es animarnos a que revisemos la ma-


nera de relacionarnos con nuestros hermanos, reflexionar so-
bre nuestra manera de tratarnos y buscar las formas de pasto-
rearnos unos a otros.

El libro consta de dos partes; la primera parte presenta una se-


rie de ejemplos de hermanos que aparecen en el relato bíblico
y de cómo se trataron. En ellos buscaremos los principios de la
Palabra sobre cómo debe ser nuestra forma de caminar juntos.
En la segunda parte del libro procuraremos ver principios y
metodologías de cómo se debe hacer una tarea pastoral perso-
nalizada.

El texto de consulta para nuestras reflexiones será la eterna


Palabra de Dios, única guía para el pueblo de Dios, por lo que
estaremos recorriendo sus páginas en búsqueda de los relatos
y verdades que procuraremos aplicar a cada caso. Para las citas
bíblicas tomaremos la versión Reina Valera 1960. Lo invito a
compartir la lectura de este libro deseando que pueda ser de
bendición para su vida y motivo de edificación de la gloriosa
Iglesia de Jesucristo.

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CAPITULO 1

Una Relación de Armonía


¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!
... porque allí envía Jehová bendición y vida eterna”.
SALMOS 133:1

Quienes tuvimos el privilegio de ser criados en una familia nu-


merosa, conocemos bien las ventajas (y desventajas, aunque no
tantas como algunos creen) de haber compartido nuestra niñez
con muchos hermanos.

Compartir la vida con otros es bueno. Dios dijo, en el principio,


que no era bueno que el hombre estuviera solo y por ello creó
el matrimonio y la familia. Cuando Dios dice que algo es bue-
no sabe por qué lo dice, de la misma manera que cuando dice
que algo no lo es.

Compartir la vida con otros es delicioso; es en el otro que en-


cuentro mi realización y sin el otro perdería significado casi
todo lo que tengo para disfrutar. Por ello se dice que el hombre

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es un ser social y si no preguntémosle al famoso marinero Ro-
binson Crusoe, qué sintió durante esos largos años en aquella
solitaria isla.

Por ello cuando se trata de las relaciones entre los hermanos,


éstas deben estar definidas por los parámetros que nos indica el
salmista, aunque no sea fácil conjugarlos, puesto que bueno y
delicioso no siempre concuerdan.

Cuando nuestros hijos eran pequeños debíamos llevarlos perió-


dicamente a vacunar. Mi esposa y yo sabíamos perfectamente
que era bueno para ellos, porque esto les evitaría contraer en-
fermedades futuras y los mantendría sanos.

Pero para ellos no era delicioso, les causaba dolor y molestia.


Sin embargo, era necesario superar lo desagradable que les re-
sultaba en procura de alcanzar el resultado de la aplicación de
las vacunas. La relación de armonía con los hermanos, dice
Dios, “es buena y deliciosa”. Posiblemente en algunas ocasio-
nes tendremos que renunciar a algún derecho o comodidad por
mantener la armonía, y puede ser que nos cause algún dolor
(como las inyecciones), sin embargo será bueno para nosotros y
para la comunidad. Siempre debemos recordar que lo que hace
que la relación sea deliciosa en la comunión, no es que seamos
amigos o que tengamos una gran simpatía, lo que nos permi-
te mantenernos en armonía, aún cuando somos diferentes, es
la acción del Espíritu Santo en medio nuestro; así lo define el
apóstol Pablo:

Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.


EFESIOS 4: 3

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Habitar los hermanos juntos en armonía es el segundo pará-
metro para la comunión. La idea de la frase en el idioma he-
breo (como nos enseñaba un profesor) es “juntos y también en
armonía”, es decir que juntos no incluye armonía. Esto suele
verse con frecuencia en la relación de muchas familias: viven
juntos, comparten la misma casa, duermen bajo el mismo te-
cho y sin embargo no hay ni una pizca de armonía, su relación
es como “perro y gato”. Dios espera que la relación entre her-
manos no tenga ese tinte, sino que estemos juntos “no dejando
de congregarnos”, pero que ese congregarnos para estar juntos
incluya una relación de armonía.

El texto del Salmo 133 concluye hablándonos de que como re-


sultado de esta relación de armonía, Dios va a enviar “ben-
dición y vida eterna”. Es decir que nuestras vidas van a ser
enriquecidas, llenas de toda cosa buena, nuestro corazón va a
rebosar de gozo cuando vivamos esta experiencia en la relación
con nuestros hermanos.

Así fue como sucedió con Abram. Es muy ilustrativo el rela-


to del capítulo 13 de Génesis. Lot, el sobrino de Abram había
querido acompañar a su tío, pero aunque recorrían el mismo
camino de llanuras y montañas, no recorrían el mismo camino
de fe. Lot siempre se guiaba por lo que sus ojos físicos veían,
Abram en cambio miraba con los ojos de la fe y veía lo mismo
que Dios. El relato nos dice que en el andar juntos hubo algu-
nos problemas entre los pastores que cada uno tenía para el
cuidado del ganado.

También Lot, que andaba con Abram, tenía ovejas, va-


cas y tiendas. Y la tierra no era suficiente para que habitasen
juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían mo-

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rar en un mismo lugar. Y hubo contienda entre los pasto-
res del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot;
y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en la tierra.
GENESIS 13:5-7

Si tuviéramos que arbitrar nosotros frente a este conflicto, se-


guramente nos inclinaríamos por decir que Lot debería haber
dejado tranquilo a Abram y tomado otro camino. Abram no era
responsable de este problema ni debía hacerse cargo de buscar
una solución. Si Lot estaba preocupado por el altercado que
sus pastores tenían con los de Abram se debía ocupar él mismo
del asunto. Y si había que elegir en qué lugar se quedaría cada
uno, era Abram el que debía tener la prioridad en la elección.
Todo esto y mucho más argumentaríamos en favor de Abram,
y seguramente con “justa razón”.

Pero no es así como un hombre como Abram resolvió el alter-


cado. No es así como un creyente que de verdad ama a Dios re-
suelve sus diferencias con sus hermanos. Abram no buscó una
salida diplomática, porque no era un político. No buscó una
salida ventajosa, porque no utilizó su relación de hermandad
con Lot como un comercio, en el que hay que ganar espacios.
Tampoco recurrió a un tercero para que definiese quién tenía
razón y quién no. ¿Sabe por qué? Porque a Abram no le intere-
saba quien tenía la razón, le interesaba otra cosa; observe qué es
lo que le preocupaba a este hombre a quien se lo llama “amigo
de Dios”

Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre noso-


tros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos.
GENESIS 13:8

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Esta es la manera como los hermanos debemos resolver nues-
tras diferencias. Lo primero que debemos recordar es nuestra
condición: “somos hermanos”. Por ello no importa quién tiene
razón y ni siquiera importa mucho si debemos separarnos el
uno del otro, porque aunque lo tuviéramos que hacer lo ha-
ríamos en paz. Porque siempre será más importante el lazo de
hermandad que nos une a cualquier diferencia que podamos
tener. Abram dice “no haya altercado”, la versión de las Amé-
ricas traduce “te ruego que no haya contienda entre nosotros”
es decir, como solemos decir a veces “te ruego por lo que más
quieras” esa es la idea que transmite el texto.

En definitiva Lot eligió primero a dónde iba a llevar su ganado


y dónde se instalaría. Por supuesto, Lot eligió la mejor parte,
porque vio “toda la llanura del Jordán, que toda ella era de
riego, como el huerto de Jehová”. A primera vista pareciera
ser que Lot sacaba mayores beneficios y el que se perjudicaba
era Abram. No, Dios es justo, y déjeme que le diga con mucha
fuerza, que El es justo en serio, y cuando nosotros guardamos
sus principios por sobre nuestros intereses, él se encarga de lo
nuestro, y como dice el salmista “envía bendición y vida eter-
na”. Mire cómo termina el relato donde se muestra que Abram
guardó por sobre todas las cosas la armonía con su hermano:

Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza


ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y
el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la
daré a ti y a tu descendencia para siempre.
GENESIS 13:14-15

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CAPITULO 2

¿Envídia o Cuidado?

Cuando a uno de nuestros hermanos le va bien en algo lo co-


rrecto sería que nos alegrásemos. Pero esto generalmente se
da sólo cuando la persona que está prosperando es de nuestra
simpatía. Pero si esta persona no nos agrada por algún motivo,
seguramente encontraremos razones para descalificar o des-
prestigiar su éxito.

En los primeros capítulos del Génesis ya aparece este serio pro-


blema de relación entre los hermanos, el éxito de uno con el
fracaso del otro, la aprobación por parte de Dios sobre la con-
ducta de uno y la envidia del otro. Así comenzó la historia de
la vida de relación entre los dos primeros hermanos que pisa-
ron nuestro planeta. El registro bíblico nos muestra que Dios
no estaba aprobando la manera en que se conducían Caín y

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Abel. Ambos se estaban criando juntos, sus padres habían vivi-
do muchas experiencias que podríamos llamar extraordinarias
en todo sentido. Seguramente les contarían cómo ellos fueron
los primeros humanos que aparecieron en el planeta, siendo
los únicos sobre la faz de la tierra que vivieron la experiencia
de una comunión directa con Dios, y de la felicidad que esto
significaba. Adán y Eva deben haberles contado a sus dos hijos
la tragedia que significó desobedecer a Dios y les deben haber
advertido de las consecuencias tremendas que les ocasionó el
pecado. Pero parece que esto no fue suficiente para Caín, él no
tomó debida nota de esas advertencias. Leamos el relato bíbli-
co para detenernos unos momentos en la relación de estos dos
hermanos:

Después dio a luz a su hermano. Y Abel fue pastor de ovejas, y


Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo,
que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y
Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más
gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofren-
da; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se
ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces
Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha de-
caído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si
no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti
será su deseo, y tú te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su her-
mano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos
en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.
GENESIS 4:1- 8

La mala relación con su hermano no comenzó cuando Caín


dijo a Abel “salgamos al campo”. No, esto fue algo que se es-
tuvo gestando en el corazón y en la mente de este resentido

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hermano. En lugar de mirar lo que había en su conducta que
no le agradaba a Dios, prefirió descalificar a su hermano y pro-
curar su destrucción, como si esto hubiese podido mejorar su
situación. Por el contrario, esto sólo empeora la vida de una
persona. El descalificar al hermano es algo que Dios no aprue-
ba y siempre termina en un homicidio, aún cuando no llegue
a ser físico (Mt. 5:21).

Nos preguntamos qué llevó a Caín a cometer este horrible ase-


sinato, nada menos que contra su propio hermano, su único
hermano hasta el momento. La respuesta la encontramos aquí;

Porque este es el mensaje que habéis oído desde el princi-


pio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín, que era
del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató?
Porque sus obras eran malas y las de su hermano justas.
1° JUAN 3:11-12.

Nos parece estar viendo una película de terror al leer la frase


que explica la razón por la que Caín mató a Abel: “porque sus
obras eran malas y las de su hermano justas”, es esa compara-
ción la que le despierta el odio por su hermano. ¿No diríamos
nosotros que debería haberse alegrado por las buenas obras
de su hermano, que debería haber sentido satisfacción por la
aprobación que Dios tenía sobre la conducta de su hermano?
Por el contrario, Caín sintió celo, envidia y un profundo y ma-
ligno deseo de hacer desaparecer a su hermano. En la obra de
Matthew Henry aparece un comentario de este texto por el
reconocido escritor J. Stott: “Los celos asechaban detrás de su
odio, no la emulación que codicia los dones superiores de otro,
sino la envidia que se resiente de la superior rectitud de otro, la
“envidia” que incitó a los sacerdotes judíos a pedir la muerte

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de Jesús”. Matthew Henry, Comentario Bíblico, 1 Juan (obra
completa sin abreviar) pag.1889.

La envidia que sintió por el éxito de la ofrenda de su hermano


lo consumió y lo llevó a cometer el homicidio. Una buena defi-
nición de envidia puede ser esta: es un sentimiento de disgusto
al oír de la prosperidad de otros; siempre es un mal sentimiento
porque es el deseo de privar a otro de lo que tiene.

El apóstol Pablo al escribir a los creyentes de Galacia les ad-


vierte sobre conductas pecaminosas que deben dejar, entre
ellas les habla de la envidia como una conducta carnal y en el
mismo nivel de cualquier otro pecado.

Y manifiestas son las obras de la carne que son: adulterio, fornicación,


inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, plei-
tos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias...
GÁLATAS 5:19-21

Una persona envidiosa manifiesta un espíritu que no soporta


que otro posea cosas. No es que las quiera sino que sencillamen-
te desea que el otro no las tenga. Es alguien que manifiesta la
actitud de una persona amargada.

Los estoicos definían la envidia como “pesadumbre por razón


de algún bien ajeno”, y otro griego llamado Basillio decía que
envidia era: “pesadumbre por la buena suerte del prójimo”.
¡Cuánto cuidado debemos tener para que esta actitud carnal no
nos sorprenda y terminemos como Caín! Sigamos leyendo el
dramático relato bíblico:

Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él res-

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pondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y él le dijo:
¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí
desde la tierra. GENESIS 4:9.

Al responder Caín a la pregunta de Dios sobre ¿dónde está Abel


tu hermano? contestó “No sé”. En realidad sabía perfectamen-
te donde estaba pues él mismo lo había abandonado sin vida en
una traicionera muerte.

Y para justificarse agrega otra pregunta que lo deja aún más


atrapado en su falta. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Sí,
eso es exactamente lo que Dios esperaba de Caín, y lo que es-
pera de nosotros; que nos cuidemos unos a otros, que vigilemos
unos por otros, que nos ayudemos.

Cuando nos damos cuenta que en nuestras vidas surgen con-


ductas parecidas a las de Caín, aún sin llegar al extremo que él
llegó, sentimos cierta vergüenza y deseos de cambiar, por ello
la pregunta que nos hacemos es ¿qué hacer cuando nos damos
cuenta que tenemos una actitud de envidia? ¿Cómo evitar con-
ductas pecaminosas, que son consecuencia de nuestras envidias
y celos? La respuesta la encontramos en el mismo texto de Gá-
latas al que hicimos referencia anteriormente. El apóstol Pablo
nos instruye:

Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la


carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del
Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no
hagáis lo que quisiereis. GÁLATAS 5:16-17

A primera vista pareciera que la indicación es que elijamos


“andar en el Espíritu” y también que “no satisfagamos los de-

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seos de la carne” dando la posibilidad de seguir una de las dos
alternativas sin tomar la otra. Para que se nos clarifique mejor
la idea y veamos como el Señor desea que superemos nuestra
conducta carnal, miremos este texto en otras versiones.

La Versión de las Américas traduce: “Andad por el Espíritu, y


no cumpliréis el deseo de la carne...” en la Versión Sencilla del
Nuevo Testamento de la Sociedad Bíblica Argentina se puede
leer: “Por esto les digo: Obedezcan a Dios y así no desearán
hacer lo malo”

La idea más bien es que si el cristiano camina con el poder del


Esríritu no podrá estar bajo el dominio de la carne y de igual
manera si se somete a sus deseos carnales no podrá ser guiado
por el Espíritu. Porque la “carne” y el Espíritu se oponen entre
sí.

El comentario de Matthew Henry sobre este texto nos clarifica


un poco más la idea: “La lucha entre lo que en nosotros hay del
nuevo hombre y del viejo es tremenda, pero mientras camine-
mos por el espíritu, la carne no prevalecerá: no haremos lo que
nuestras malas inclinaciones quisiean”. (Henry, M. Comenta-
rio Bíblico, pág.1667).

Es por esta razón que si queremos vencer nuestras conductas


de envidia, el camino que debemos seguir es someternos a la
dirección del Espíritu Santo, y la única manera de hacerlo es
obedeciendo a las instrucciones de la Palabra. Esto ayudará
grandemente a mejorar nuestras relaciones interpersonales.

El cómo cuidar al hermano será un tema que trataremos am-


pliamente en la segunda parte del libro. Por ahora recordemos

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que la relación entre hermanos no debe ser de envidia de sus
logros, ya que esto conduce a tragedias en la relación herma-
nable, sino de cuidado unos por otros. Cuando escribe Judas su
breve pero significativa carta, al hablar de los falsos maestros a
quienes el Señor condena nos advierte:

¡Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín. JUDAS 11

Que el Señor nos ayude para seguir en nuestras relaciones in-


terpersonales la instrucción del apóstol Juan

Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que


nos amemos unos a otros. 1° JUAN 3:11.

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