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Capítulo 4

EL SILENCIO EN LA LITERATURA

CARMEN BOYES NAVES


(Universidad de Oviedo. Faéultad de Letras)

\
1
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j I. Tipos de silencio <<literario»


1

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a) 1!1 silencio como contrapuneto textual
1
'
Es posible que sea, o al menos que lo parezca, un tanto
desmesurado hablar del <<silencia» en la literatura o en teoría literaria i"'
y, sin embargo, desde mediados de los años setenta se va perfilando
una <<poética del silencio» para explicar el lenguaje de algunos poetas
(Amparo Amorós, 1982, 18); una <<estilística del silencim> sobre lo
que no dice A. Machado en el poema «A José María Palacio» (CL
Guillén, 1979); una «mística de! silencio» sobre la actitud de M.
., Molinos (]. A. Valente, 1974), y hasta una <<retórica del silencio»
(L. Bloch, 1984) .
Parece que en un uso estándar del lenguaje no suele denominar-
se <<silencio» al que guardan los que no están en el espacio del habla;
se considera «silencio» el de aquel que está presente en un diálogo,
en una conversación, en un intercambio sémico, y no participa más
que con1o oyente, y quien dice en estas circunstancias, en cualquier
otra actividad humana que admite o exige participación verbal o
sémica: se puede estar de oyentes, y por tanto guardar silencio, en
un consejo de administración, en una junta de facultad, y hasta en
el gobierno de la nación ... Sin embargo, insisto en que parece difícil
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100 C::~rmen Boves Naves El silencio en la literatura 101

admitir la posibilidad de un silencio en literatura o en teoría de la decentemente amueblada» y a levantarse y a sentarse, con unos
literatura, porque parece que el silencio es la negación de lo personajes que:se cuentan episodios que suceden fuera del escenario,
literario: si la creación literaria es el arte de la palabra, ¿cómo puede se produce una reacción en contra de la palabra que lleva a
haber un silencio literario? y ¿cómo puede la teoría literaria hablar potenciar otros signos que, a la vez que consideran más específicos
de lo que no está en el texto literario? del teatro, alejan a la realización escénica de la literatura; escenógra-
Por otra parte, resulta que en este siglo, también la escultura ha fos y directores como A. Appia, G. Craig, A. Artaud, J. Grotowski,
descubierto el «vacío» como elemento estructurante de sus creacio- etcétera, tratan de centrar el sentido dramático en sistemas no
nes y lo utiliza en concordancia o discordancia con el volumen. verbales que se apoyan en la luz, los volúmenes y su distribución
Pablo Gargallo ·construye El Profeta dando luz interior a los en el escenario, en el cuerpo del actor, en efectos de todo tipo ...
volúmenes por medio de vacíos y consigue sombras interiores P. Brook considera el escenario como «el espacio vaCÍO» que se
jugando con huecos: la chapa de hierro recortada perfila formas llenará con el espectáculo dramático, lo mismo que la tela en blanco
cóncavas y convexas en contrastes de luz y sombra logrando lo que se llenará con la pintura y el folio se cubrirá con el poema. El
el mismo Gargallo denomina «volumen virtual», en cuya delimita- director de teatro llenará el teatro con signos y colmará, con mayor
ción colabora el espectador, de la misma manera que el lector o menor densidad, ese espacio vacío con los signos de la representa-
contribuye en la llamada <<novela abierta>> a cerrar la fábula, apoyán- ción, y señalará unos límites y un marco que separe el teatro y la
dose en los datos que le ofrece el texto.
También la pintura ha potenciado el «blancO>> (el muro, dirá
\ vida.
Y si del campo de la creación artística pasamos al mundo de la
Tapies) como el fondo expectante que acogerá las unidades formales reflexión y de la teoría, utilizando un eslabón poético, diremos que
de la pintura: el punto, la línea, la mancha, la tlgura. Si observamos
telas como Todo en blanco con arcos (Tapies, 1960), podremos compro- El giro se ha cumplido en sentido inverso, y así la música establece
bar cómo la superficie vacía está dispuesta a acoger formas -·-dos el silencio y la pintura el vacío, y la palabra el espacio en blanco.

pequeños semicírculos se sitúan en la parte inferior del cuadro- (P. Gimferrer, Els miralls, 1970).
para constituirse en espacio pintado. El blanco, propuesto como
fondo de la figura, acaba teniendo un valor pictórico y convirtién- La teoría de la literatura que, como toda reflexión, camina
dose en tema central del cuadro que atrae la atención del espectador siempre a la zaga de su objeto, .se ha planteado a lo largo de los
que busca los contrastes y los sitúa en relación con los motivos o años setenta la necesidad de interpretar los silencios como signos,
formas expresadas. puesto que su presencia confiere sentido al texto, y también porque
El vacío, el silencio, el blanco, que tomah su ser de lo lleno, el acceso a la pragmática ha hecho posible la lectura de los silencios
, de la palabra, de la figura, y son volumen virtual, palabra latente, como signos literarios.
figura inminente y acechante, se disponen a tener sentido no sólo Se ha cumplido, como dice el poeta, el giro: se ha utilizado el
por el contrapunto en que están siwados de un modo inmediato, signo lingüístico y el silencio, el volumen y el vacío, la figura y el
sino en el conjunto de un texto escultórico, literario, pictórico. blanco, el relato de palabras y el espectáculo mudo. No obstante,
En el límite del arte literario, el espectáculo dramático se recrea la teoría literaria no puede olvidar que estamos en el mismo espacio,
en Acto sin palabras (Beckett, 1957, 1962) y procura prescindir, hasta en un campo semántico de oposición binaria: el vacío está presente
donde sea posible, del lenguaje verbal en la representación, porque en la escultura con concurrencia con el volumen, el blanco está en
se piensa que la palabra es ajena al teatro. Después de una etapa de la pintura en simultaneidad con la figura, el silencio está en la
triunfo de la llamada «comedia burguesa», o «comedia de salón», música y entra a formar parte del proceso semiósico literario, en
que había aproximado en exceso el arte teatral al narrativo y que contraste con el sonido y con el signo verbal.
había reducido el espacio y el movimiento escénico a una «sala Pero, además, la teoría literaria no puede perder de vista que el
Carmen Boves Na ves El silencio en la literatura !03
102
!
i!
1 ;1 silencio, aparte de ser un posible signo linguístico, es también un ponden estrictamente a la fábula, a la arquitectura del texto. Es un
signo literario, y si como contraste de las expresiones verbales tipo de silencio que ha descubierto la teoría literaria al analizar el
,j 1
, adquiere un sentido más o menos preciso, como parte de una texto, pero cuya vinculación con la filosofía actual es reconocida.
:j creación artístico-literaria no ·es nunca sistemático y se presenta Por extensión se busca también este tipo de silencio en la pintura
'1
invariablemente en concurrencia con otros signos literarios, también y en la escultura, y en todas las actividades semiósicas del hombre.
1
1 circunstanciales, no sistemáticos, cuyas relaciones y cuyo sentido es Derrida y sus seguidores de la escuela de Y ale, los deconstructi-
1 diverso en cada texto: el silencio literario ha de ser interpretado en vistas, han polarizado el interés de la crítica literaria hacia los temas
1 el espacio que ocupa en el texto que lo acoge y lo crea. Aislado, marginales del texto, porque han descubierto gue en ciertos supues-
¡ fuera de contexto, el silencio no existe, porque carece de límites y tos la marginalidad se convierte en tema central de una lectura
no es perceptible para el hombre. determinada. Como los silencios en contrapunto, los espacios mar-
El silencio se presenta co1no la parte negativa de un campo de ginales de un texto pueden rcda1nar un orden nuevo de lectura y
oposición binaria cuya parte positiva es la palabra, y desde esta organizar una interpretación en la que los temas periféricos pasen
perspectiva se opone a todo texto verbal. En la obra literaria el a ocupar el centro semántico. Los márgenes, los comentarios, las
'ilencio adquiere una categoría de signo cuyas formas, distribución, notas a pie de página, los excursos, acogen a veces los ten1as
relaciones y sentido son variables de un texto a otro, como es típico centrales del poeta, aunque de hecho en la distribución formal que
del signo literario. No podemos hacer una serie de tipos de se ofrece al público no ocupen más que un lugar secundario. Lo
silencios, o un esquema de sus relaciones con otros signos en el excluido del cuerpo central, lo relegado a zonas periféricas, deja
texto literario; tampoco podemos hablar del sentido que puede entrever temas que pueden constituir un discurso importante cuan-
llegar a tener el silencio en el discurso literario, y únicamente do se relee una obra literaria desde la perspectiva deconstructivist;:t
podemos afirmar que el silencio aparece por contraste en el discurso y más allá de la anécdota referencial que se presenta en un primer
lingüístico paralelamente al vacío en la escultura, al blanco en la plano.
i
Igualmente, la crítica y la teoría de la pintura han dirigido su
1
pintura, por ejemplo, y que se convierte en un signo literario en la \ atención hacia las escenas secundarias desviando el interés reflexivo
creación literaria, en cualquiera de sus géneros.
del tema central a los planos del fondo, a las zonas laterales de la
j tela. El crítico lee en esos espacios no destacados distribucionalmen-

il !
b) El silencio espacial te, y por contraste con los primeros planos y zonas centrales, los
blancos y los silencios que la expansión pictórica o el discurso
Hasta ahora nos hemos referido al silencio como negación del literario se ven obligados a incluir.
''• signo verbal en el uso del lenguaje estándar y también como signo La consideración del conjunto de lo tratado, lo insinuado, lo
literario paralelo al vacío y al blanco. Si nos situamos en otra omitido; la distribución relativa en el marco de la pintura o de la
perspectiva, podremos hablar de contenidos que se introducen en literatura por relación a los códigos personales, familiares, sociales
,j' '."
1· '
¡'i el texto de una forma indirecta por medio de signos que son y, en general, culturales, que sirven de marco, señala expresiones
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1

testimonio de temas latentes, de motivos silenciados en el discurso. y silencios en concordancia o discondancia y abre nuevos caminos
11! No es ya el silencio literario como blanco constitutivo de la obra para la interpretación social, psicocrítica y semiótica del arte.
: jf,¡ El interdicto personal o social al que un autor somete su obra
en concurrencia con la palabra, como el vacío colabora con el
' 1
volumen real para conseguir volúmenes virtuales, es el silencio de en sus forri1as centrales, deja escapar indicios en zonas perjféricas
.lj un texto literario por relación a su propio marco de referencias que que por compar~ción se convierten en silencios clamorosos al
u se omiten en parte. El lector colabora con el texto induciendo de consldcrar el conjunto. En ocasiones son otras causas más su pcrfl-
1
los signos presentes aquellos que están silenciados y que no corres- ciales las que relegan al silencio parcial, espacial, determinados
i

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104 Carmen Boves Na\'t:s El silencio en la literatura 105

motivos: los retratos, o en general los cuadros por encargo, obligan determinado. Sin negar la libertad de creación, de elección de los
al pintor a situar en primer plano la figura del que paga o el tema temas, de distribución de la materia, etc., en la obra de arte,
que propone, y obligan al autor a utilizar formas de éxito en una pensamos que constituyen «silencios espaciales>> aquellos indicios
obra destinada a la competenc1a editorial. No obstante, el artista que nos hablan de las preferencias del autor y que quizá si la obra
suele dejar testimonio de su propia visión, de sus propios temas y, hubiese sido libre totalmente, y no por encargo, hubiesen ocupado
aunque sea marginalmente, introduce en el cuadro,c"alguf!_a escena un lugar central y un desarrollo más amplio.
«elegida"; j¡ el esc'"-'i~.~ deij@.~liini"'ci!it,'~'ii>to';si.g'!jr0:S.i;ói\linR;l;il(j~@ls(;\"'0'l>tllm,ta.cios (f
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- Y-.~~o;.~~:§:.,l:};. __ e) El silencio "estructura/!!
La temática. carnavalesca, silenciada en las grandes obras escultó-
ricas, al menos en los espacios centrales, da testimonio de su La teoría del arte atendió tradicionalmente a las zonas centrales
pervivencia en lugares marginales o disimulados, como los asientos de las obras, que son por lo general zonas llenas de palabras, de
de socorro de los coros o algunos capiteles de los claustros. El figuras, de material; atiende desde no hace mucho tiempo a las
humor, la temática popular, los gustos personales del artista que zonas marginales y al subtexto, porque el silencio, en contrapunto
labra la madera y talla la piedra, afloran parcialmente en espacios con la palabra, o relegado en el espacio textual, se ha dejado sentir
marginales, a pesar del silencio de los espacios centrales. con clamor cuando la teoría adopta perspectivas nuevas.
Es éste un silencio que podemos calificar de relativo, porque si Es un hecho que las teorías inn;anentistas -incluida en este
no hubiese dejado testirnnnio de alguna manera, estaría fuera del aspecto la de construcción·- analizan lo que hay, o lo que se omite
riro del texto y no se echaría de menos en sus temas. Deducimos por relación a lo que hay en el texto, es decir, el «producto», la
por' homologla con los espacios sociales que sirven de base a los obra objetivada, en expresión de Dilthey; la pragmática puede ir
códigos que fueron válidos en el tiempo del artista, que tales o todavía más allá y, situando la obra como parte de un proceso,
';: cuales· temas deberian haber alcanzado un determinado lugar, que establecer las relaciones externas del «producto» con otros sistemas
no se les da en la obra y, en cambio, se les relega a un espacio envolventes y llegar asi a descubrir, por contraste exterior, «lo que
menos relevante del que les corresponde, condenándolos a un silen- no hay». En esta dirección es posible descubrir lo que hemos
cio, que no es total. denominado <<silencio estructural».
Por otra parte, el reconocimiento de estos silencios relativos es La teoría literaria ha alcanzado a vislumbrar los códigos del silencio
el espacio de un discurso o de: un conjunto pictórico o escultórico, (L. Terracini, 1988), es decir, el conjunto de signos que se introdu-
, sólo es posible en una consideración pragmática de la obra de arte. cen en un texto para expresar en forma indirecta un contenido
Un análisis inmanentista, tanto estructural como estilistico,. no determinado que se silencia (C. Guillén, 1988). Y también ha
puede dar cuenta más que de lo que hay en el texto; cuando el llegado la teoría literaria, por este camino, a contrastar el silencio de
análisis se verifica desde una perspectiva de trascendencia del texto los códigos (y parece un contrasentido) cuando descubre que las
y desde una consideración pragmática, bien sea por relación al formas de expresión utilizadas en una época, por un artista, son
sujeto emisor del mensaje, bien sea por relación a los sistemas incapaces de expresar, comunicar o establecer el diálogo, y obligan
culturales envolventes, se pueden advertir discordancias que son la a determinados interlocutores a callarse, a guardar silen~io.
expresión de silencios e~pacialcs. Planteado desde un ámbito personal (y admite otros, sin duda),
Es preciso hacer notar que no implica esta consideración prag- formulamos como ejemplo las preguntas: ¿por qué después de haber
mática de la obra de arte un determinismo social o individual, es escrito Fedra, su tragedia más hermosa, aunque no más perfecta, no
decir, no echamos de menos tal o cual terna en una obra porque sigue escribiendo Racine'; ¿por qué J. Rulfo no escribió más
debiera estar en ella al ser ésta reflejo de un estado social o personal novelas, a pesar de las urgencias que le comunicaban algunas
Carmen Bovcs Naves 1·~1 ;;ilcnci<, en la litcratur;\ \07
lOó

entrevistas que se lo plantearon directamente, cuando disponía de \- al lector en el subtexto a través de un exceso verbal del texto.
una forma de expresión tan perfecta como demuestra en Pedro Estamos apte un silencio que percibe el lector, pero que en ningún
Páramo?; ¿por qué el silencio narrativo de Pérez de Ayala después modo introduce el autor en la obra ni como tema ni como recurso.
de las novelas de Tigre Juan? 1 Vamos a explicarlo.
Los códigos pueden callarse, los autores pueden guardar silen-
1 Ningún personaje literario nos ha parecido más silenciado -no
cio, pero lo que no se evitará, y por tanto nunca se ha silenciado,
! más silencioso--- que la Sra. Smith en la primera escena de La
es la interpretación de los silencios. Por relación a la palabra con 1 cantante calva, de Ionesco (1950). Esta señora, después de comer,
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la que concurre en la obra; por relación entre el espacio de la obra coge la palabra y habla incansablemente ante su marido, que lee el
y el espacio que socialmente o pereonalmente le corresponde a un periódico y chasquea la lengua de vez en cuando. El espectador
tema; por relación a los códigos de expresión que dejan de usarse, comprende que esta pobre Sra. Smith, satisfecha de ser inglesa, tan
el silencio asoma para presentar y formular interrogaciones e inter- satisfec:h~ de su nivel de vida inglés, usa el lenguaje para indicar

pretaciones. que está presente en el espacio y en el tiempo como observadora de


Luego volveremos sobre la realización textual de estos silencios. lo que está pasando y reproduce lo que ve y lo que vive con un
lenguaje perfectamente <<representativO>> para un oyente que ya
conoce todo lo que puede decirle. Lo mismo da que la Sra Smith
d) El silencio del subtexto hable o calle, no añade ninguna información para su oyente. El
Sr. Smith guarda silencio total (fuera de los chasquidos de la
Después de exponer la paradoja de los <<silencios literarioS>> y lengua) y la Sra Smith haría mejor callándose. El silencio es el
del intento de clasificarlos, tenemos que advertir que el silencio subtexto de su discurso.
constituye uno de los ¡remas recurrentes en la literatura: como tema Aparte de que nadie escucha lo que dice la señora, es perfecta-
y como artificio. mente ocioso que lo diga, porque trata en situación escénica de
Muchos poetas hablaron del silencio y amenazaron con el infamar de lo que ya se sabe. Sólo la calcomanía burguesa, que tan
silencio ante la limitación de la palabra; el teatro utilizó silencios cruelmente había sido rechazada por el expresionismo en los años
como contrapunto a las garrulerías de la comedia de salón, o como veinte y que ahora reduce al absurdo el teatro de Ionesco, de
signo concurrente con la palabra para expresar tensión, enfrenta- Beckctt o de Adamov, puede explicar en el texto artístico esta
miento, rebeldía; el relato, desde su uso privilegiado de las voces, actitud parlante de una señora que debería guardar silencio, entre
describe silencios o los adopta, propone dialogas en los que algún otras, por las tres razones siguientes: 1) porque nadie la escucha; 2)
:-; personaje actúa de oyente, o se limita a un discurso interior y porque no tiene nada que decir; 3) porque el silencio sería más
permanece mudo; y llega estructuralmente al silencio cuando la expresivo que la palabra en la escena concreta en la que está
palabra deja de generar sentidos y, _a través del balbuceo, se calla, hablando.
como ocurre en El Innombrable, de Beckett (1953). Y .si del teatro pasamos a la novela, encontramos en nuestra
A poco que se repase la historia literaria, se descubren silencios literatura reciente el mismo caso patético del silencio en el subtexto
por todas partes: no es típica de la década de los setenta la poética ele un texto lleno de palabras: personajes que no callan y no dicen
del silencio, o la estilística del silencio, aunque se hayan enunciado nada. Nadie tan silenciado como Carmen Sotillo hablando cinco

i:l y formulado por esos años. Para aclarar los hechos y su interpreta-
ción, es necesario señalar el silencio en la creación literaria y en la
horas seguidas con el cadáver de su marido. El marido muerto (no
está más vivo, a estos efectos de intercambio verbal, el Sr. Smith
1, ciencia literaria, y matizar en uno y otro casos. chasqueando la lengua) no puede escucharla, pero sería igual,
11
1
¡, Por otra parte, a la serie de silencios internos y externos que porque lo qne ella repite una v otra vez, él ya ]o sabía en su casi
i hemos anunciado hasta aquí, hemos de añadir un silencio que llega totalidad. Si Carmen Sotillo habla para el lector o para el público
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liiK Carrncn Bove:; Naves El silencio en la literatura 109
;

i (ese «actuante envolvente>>), ese oyente general de la obra, no se El silencio en el texto como contraste; el silencio relativo de los
temas relegados a zonas marginales; el silencio de un texto que no
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trasciende la impresión primera de que mejor se callaba, porque
muestra una visión tan chata de la vida, de los hombres, de sí refleja códigos y marcos exteriores como cabe esperar de sus par:es
1
misma, que el silencio la infamaría menos como ser humano. Pocas y disposición, son silencios literarios textuales. Hay que añadir a
,,
l,', _veces la palabra creó un silencio tan eficaz como esta obra de- estos silencios el que hemos llamado silencio del subtexto. Lo que
i se dice y lo que no se dice puede ser interpretado de varias maneras,
,,
~- Delibes. Esos personajes a los que cabe decir, «si no sabes, no
puedes o no quieres hablar de otro modo, es mejor que te calles>>, en lecturas diversas, según el horizonte de expectativas en que
r: son las figuras más patéticas de la literatura actual. pueda situarse el lector. Lo que se dice tiene siempre una referencia
r Nunca, antes del teatro del Absurdo, se había utilizado la orientadora de la lectura; lo que no se dice puede integrarse como
1: ;palabra para evocar tan intensamente el silencio. Es cierto que en signo literario en contraste con lo que se dice. El texto sin silencios,
tr muchos casos la palabra se ponía al servicio de la fábula tradicional; el discurso pleno de palabras, puede remitir, según hemos visto, a
es cierto que en otros muchos la palabra era simple agudeza, un subtexto de silencio, posiblemente el más clan1oroso de los
ingenio, entretenimiento, vanidad, incluso camino indirecto hacia el silencios, para el que sepa leerlo.
inconsciente ... , pero en pocas ocasiones la palabra se usó para nada, Si éstas son las clases de silencios literarios que hemos podido

1
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para reclamar el silencio, para poner ante la vista y el oído del
espectador esos personajes que no alcanzan la humanidad en el decir
determinar en una taxonomía rápida, vamos a comprobar cómo se
manifiestan en el texto, es decir, vamos a pasar del qué son los
'
~;
y en el no decir.
En este caso límite lo indecible se reviste de palabra, que no es
silencios al cómo son los silencios literarios.
Como resumen de lo expuesto, podemos decir que el criterio
más que vo;o;, que es sólo cosa material. La voz es palabra sin básico para identificar y clasificar los silencios es de tipo «espacial»,
palabra., es la acción mínima del hombre reducido a «cuerpo con y a él responde el esquema:
voz», cuya imagen pertenece a des sources antropologiques de
l'imaginaire>> (Durand, 1960) y cuya finalidad consiste en evitar la 1. Silencio distribuido en alternancia con la palabra en el
soledad apoyándose en la convención de que se dirige a alguien. discurso de todo el texto.
Nada más falso en este caso que la tesis de Benveniste de que el 2. Silencio parcial de los temas relegados a un lugar secundario
Y o crea el Tú: el Yo no crea nada, se imagina que crea a alguien del texto.
mientras su voz resuena en el vacío. 3. Silencio estructural que se advierte desde un esquema con
Y ahora sí hemos llegado a completar el giro que anuncia el que se pone en relación el texto (silencio emitido o recibido).
Gimferrer. Si el vacío crea volumen, si el blanco acoge a la figura, 4. Silencio del subtexto, situado bajo la palabra utilizada como
si el silencio se llena de sentidos, en otros momentos la palabra voz.
reclama el silencio con ayuda del lector, o como reacción del lector.
Quizá sea exagerado decir que esta reacc10n, desde luego impresio-
nista, procede del patetismo radical, antropológico del personaje
que usa la palabra y se le niega el acceso al sentido, que está en II. Formas del silencio literario
presencia de un ser humano, vivo o muerto, y se encuentra sólo
con los ecos de su propia voz que le dan testimonio de su ser: la El D.R.A.E., siempre sabio, y reconocido buen punto de partirla
imagen de la voz <<hace vibrar algo en nosotros que nos dice que cu"ndo las cosas no están claras y tenemos que acudir a conceptos
no estamos solos>> (J ung). contrastados socialmente (no científicos), recoge tres acepciones
. Creemos que la palabra que se reduce sólo a voz constituye en generales del término Silencio, y añade otras dos en lenguajes de
el discurso literario el más denso de los silencios. grupo, aparte de algunas frases hechas en las que es palabra clave:

~ .,
El silencio en la literatura 111
1 1() Carmen Bovcs Naves

Abstención de hablar.'
1.
indicio se deja ver en la experiencia mística individual, la palabra
2. Falta de ruidos: <<el silencio de los bosques, de la noche ... >> se hace insuficiente. El tema del silencio de Dios enlaza así con el
de la insuficiencia del lenguaje humano para tratar temas divinos.
3. Fig. efecto de no hablar por escrito: <<el silencio de los 1 '

historiadores, el silencio de la ley.>> La falta de un interlocutor lingüístico y la pobreza de la


expresión humana son los dos tópicos entre los que se mueve la
Las tres acepciones tienen en común su carácter negativo: no literatura mística del silencio. A la falta de interlocutor añade la
hablar, no haber ruido, no escribir; lo mismo ocurre en Jos literatura existencial una rebeldía que desemboca en el escepticismo
lenguajes de grupo: el silencio administrativo, en el lenguaje jurídi- de forma inevitable.
La ausencia de Dios en el proceso semiósico produce la angustia
co, el silencio o pausa musical si no hay sonido.
En todos Jos casos el silencio se presenta y se define como algo del místico o la rebeldía del poeta existencial.
Opuesto a una actividad y se constituye, por tanto, en objeto de una
Las primeras estrofas (hasta la doce) del Cántico espiritual son la
poética del No (Bachelard). angustia de la búsqueda de un Amado escondido, que no habla, y
Este rasgo del <<silenciO>> nos impone como punto de partida en recogen la situación límite de peticiones reiteradas y urgentes de
todo análisis sobre él una oposición: léxica, sintáctica, semántica una palabra clara, de una presencia deseada que acabe con el
pragmática o estructural, tal como habíamos afirmado en las prime: balbuceo de las criaturas:
ras páginas; y, como es lógico, siempre en un n1arco de referencias
y déjame muriendo
concreto, bien sea el texto, bien sea el contexto en toda su magnitud un no sé qué que quedan balbuciendo.
(co-texto, intertexto, in texto).
La angustia de la ausencia no puede sobrepasarse sino con la
presencia y de ahí que se reclame el diálogo directo, porque todos
1. El silencio como tema (hablar del silencio). Su retórica los indicios resultan confusos y son insuficientes:

Se habla del silencio en oposición a todos Jos demás temas Acaba de entregarte ya de vero
posibles en la obra literaria, y puede referirse al silencio de Dios no c¡uieras enviarme
de hoy ya más mensajero
(por imposibilidad de establecer un diálogo, en ausencia), al silencio que no saben decirme Jo c¡uc c¡uiero.
de los temas que no encuentran expresión, o al silencio intencional
de los hombres que prefieren callarse, por las razones que sean. Hay Y cuando en la estrofa número trece se produce el encuentro y
ad,emás un posible silencio de fondo que, como el pictórico, acoge se rompe el silencio a la vez que la estrofa, la palabra de la Esposa
el somdo: <<y en el silencio sólo se escuchaba/un susurro de abejas se manifiesta con uno de los más notables silencios de nuestra lírica.
qtie sonaba>>. El ·bellísimo Epitalamio que canta la Esposa se inicia con un verso,
El silencio de Dios aparece con frecuencia como tema en la que da paso a una enumeración caótica, en el que el Esposo puede
literatura existencial (hasta en títulos de novela: l'.l silencio de Dios, aparecer gramaticalmente como una tercera persona, como una
J. L. Martín Descalzo); fue tema aludido o incluido de modos segunda persona presente que escucha el Cántico, o como un
diversos en la literatura mística, y se encuentra en la poesía actual vocativo que retóricamente evoca.
por motivaciones muy diversas. En cada caso el tratamiento es Otro poeta, J. Guillén, ha advertido la presencia de un profun-
diverso. do silencio en una frase que altera las normas gramaticales de la
. El hombre se debate en un diálogo imposible en el que un Tú, lengua española:
Dws, es creado por la fe, pero guarda permanente silencio y no
Mi Amado las montaña5 ..
asume su turno en el intercambio sémico. Y si algún síntoma o
1 1.~ Carmen H{n'cS Nan~s Fl silcncJO en la literatura !13

Es un verso métricamente perfecto (acento segunda y sexta; axis Digo vivir, vivir como si n-ada
métrico en décima) que puede ser leído con pausa o sin ella tras Hubiese de quedar de lo que escribo.
Amado. La presencia o ausencia de la coma convierte a Mi Amado Porque escribir es viento fugitivo,
en vocativo y al discurso en exclamación, o bien a Mi Amado en Y publicar, columna arrinconada.
sujeto de un verbo elidido y d discurso en enunciación. Y en el Digo vivir, vivir a pulso, airada-
mente morir, citar desde el estribo.
primer supuesto, la presencia de la coma exige también un verbo
latente en segunda personas, o en primera del plural: Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro
abominando cuanto he escritO: escombro
* Mi Amado (tú eres, tú has hecho, miremos) las montañas. del hombre ayuel que fui cuando callaba.
* Mi Amado (es, ha hecho ... ) las montañas ..
Ahora vuelvo a mi ser, ·torno a mi obra
más inmortal: aquella fiesta brava
La palabra es insuficiente para expresar el deseo de la Esposa y del vivir y el morir. Lo demás sobra. (Redoble de conciencia.)
silencia un contenido que debe suplir con una construcción imagi-
naria d lector como una relación, un entusiasmo, una reflexión. La
palabra insuficiente genera sentidos con la ayuda del lector y genera TU, QUE HIERES
virtuales expresiones que no son rechazables.
El silencio de Dios y la lucha por la palabra se expresa Arrebatadamente te persigo,
arrebatadamente desgarrando
textualmente en un diálogo imposible, en silencios sobrecogedores, mi soledad mortal, te voy llammdo
en elipsis continuadas gue repican en el oído del lector con más a golpes de silencio. Ven, te digo
. fuerza que ]a palabra directa. Las posibilidades de unas y otras
.J como un muerto furioso. Ven, Conmigo
forma~ de expresión se superponen frecuentemente en el texto y no. has de morir. Contigo estoy creando
encontrarnos los tipos puros de silencio que hcrnos enLm1erado en mi eternidad. (¿De gué? ¿De quién?) De cuando
la primera parte de est1 conferencia. Los pasos se con1plican al arrebatadamente esté contigo.
concurrir misticismo y existcncialismO en los versos de uno de .y sigo, muerto, en pie. Pero te llamo
nuestros m?.s trágicos y eficaces líricos actuales, Bias de Otero. a golpes de agonía. Ven. No quieres.
Hemos seleccionado tres de sus sonetos más intensos para ilustrar Y sigo, muerto;' en pie. Pero re amo.
su forma de tratar el tema del silencio de Dios y de los hombres, A besos de ansiedad y de agoní:i.
y a la vez la lucha contra una palabra insuficiente que retóricamente No quieres. Tú, que vives, tú, c¡ue hieres
'~ exige elipsis, oxiornorones continuados, movimiento tonal hirsuto arrebatadamente el ansia mía. (Angel fieramente humano.)
l
de puntos, comas, interrogaciones, monosílabos urgentes, recurren-
..l, .
í cías, etc., aparte de un tratamiento de Jos campos semánticos y del
i PODEROSO SILENCIO
¡ .1
léxico}gue van1os a anali'Zar, aunque sólo sea someramente en cada
'1
\: uno de los sonetos: Oh, cállate, Señor, calla tu boca
cerrada. no me digas tu palabra
de silencio: oh, Seiior, tu voz se abra,
Sonetos de Bias de Otero estalle como un mar, como una roca

1 DIGO VIVIR gigante. Ay, tu sikncio vuelve loc:t


el alma: ella ve el mar, mas nunca el abra
;f Poryuc viv'¡r se ha puesto al rojo vivo. abierta; ve el cantil, y allí se labra
i' (Siempre la sangre, oh Dios, fuE colorada.) una espuma de fe c¡ue no se toca.
1
1
114 Carmen Bovcs Naves El sikociu en la literatura 115

jPoderoso silencio, poderoso furioso>>, «muerto, en ple>>. La palabra pierde sus límites de sentido
silencio! Sube el mar hasta ya ahogarnos y se convi~rte en la punta de un iceberg grandioso, o se disuelve
en su terrible estruendo silencioso.
en el conjunto sin sentido.
Poderoso silencio con quien lucho Finalmente el tercer soneto se organiza de una forma directa
a voz en grito: ¡grita hasta· arrancarnos
sobre el «silencio>> y el léxico más inmediato:
la lengua, mudo Dios al que yo escucho! (Todos mis sonetos.)
cállate
La retórica del silencio en el estilo literario de Blas de Otero da calla tu boca
lugar a expresiones diversas en cada soneto. En el primero no tu boca cerrada
aparece el término «silencio», pero su sentido está· latente en no digas tu palabra
palabra de silencio
unidades del campo semántico de la expresión, variadas en la parte
tu silencio
positiva (escribir, publicar, citar) y única en la parte negativ::~ clel poderoso silencio
campo (callar). La habilidad del poeta convierte en negativos los poderoso silencio
términos primeros: poderoso silencio poderoso
terrible estruendo silencioso
poderoso silencio
escribir es viento fugitivo/abominando cuanto he escrito
arranca la lengua
publicar (es) columna arrinconada mudo Dios
citar desde el estribo (con las resonancias cervantinas: (<puesto ya el pie en el
estribo, y con las ansias de la muerte .. escribo»)
sobre la metáfora que sitúa en interacción semántica «voz de Dios»
con «mar» o con «roca gigante» se va-n desgranando en metáfora
El ca1npo semántico del decir (decirfcallar) se pone en relación
continuada la interacción del <<alma humana» con el «abra abierta»
con el del vivir (vivir/morir) de un modo cruzado y ambiguo y no
y con el «cantil» que se prolonga en la idea de lucha y de «espuma
se sabe si el morir es callar, o el vivir es callar:
de fe» que se deshace.
vuelvo a la vida con mi muerte al hombro
Oposiciones como «palabra/silencio», «el abra abierta/el cantib>,
abominando cuanto he escrito: escombro «poderoso silencio/terrible estruendo»; los sin-sentidos como «calla
del hombre ague! gue fui cuando callaba. tu boca cerrada», «palabra de silencio», «estruendo silencioso»,
«mudo Dios al que yo escucho», se suceden en la expresión poética.
Ocho veces se usa el término «vivir» (o variantes léxicas: vida, El silencio de Dios, la ausencia de diálogo, el ansia y la agonía
vivo, dejando aparte variantes isotópicas como inmortal), frente a del hombre por disipar la duda y acceder a la conmunicación, son
tres solamente de <<morir», pero la lucha por la vida, que es la lucha temas que no admiten una retórica descriptiva, ni tampoco una
' por la palabra, traspasa los versos continuamente. retórica discursiva; la retórica de este silencio es la palabra en
El segundo soneto se organiza como un enfrentamiento a golpes oposiciones violentas, a veces radicales, en oxímoron, los sin-
(de silencio, de agonía) de un muerto furioso, de un muerto en pie, sentidos incardinados en una rebeldía que sabe que no ha de tener
que recurrentemente insiste en posiciones extremosas de arrebato, logros.
persecución, soledad mortal, furia, heridas, ansias. Gramaticalmente En pocos poemas se repite una y otra vez el tema del silencio
el enfrentamiento se manifiesta en oposiciones indéxicas: «COn- como en este tercer soneto que hemos analizado: trece expresiones
migo/contigo>>, «yo/tú», «mio/tuyo», bajo formas y variantes repe- Jirectas o elípticas sobre el silencio, con una adjetivación no muy
tidas. abundante --dada la esencialidad del tema y la mayor pertinencia
La lucha traspasa la lógica y a las oposiciones gramaticales se de nombre y verbos-, pero m u y marcada: «gigante, poderoso
suman los sin-sentidos: «llamar a golpes de silencio», «muerto terrible», que remite a una actitud de temor y de angustia.
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11 () Carmen Boves Naves E! silencio en la literatura 117

2. El silfncio Jp los códigos tica y en toda la lírica moderna. Valle-Inclán habla de vivencias casi
místicas en las: que su identificación con la naturaleza se producía
Hablar del silencio es situarse en el centro mismo de los por una vía intuitiva no sensorial o discursiva, y le- impide la
problemas de la comunicación. Porque el silencio se encuentra expresi6n, la comunicación: «cuando nos asomamos más allá de los
precisarn.:::ate en la comunicación, y sólo parcialmente en otros sentidos, experimentamos la angustia de ser mudos>> (Valle-Inclán,
procesos sém1co~. (expresión, significación, interpretación). 1987, 38).
Si pudiéramos saber con claridad Jo que queremos decir, y Tanto las experiencias místicas como las vivencias e intuiciones
pudiésemos comunicarlo con un sistema unívoco y suflciente, no que tienen una percepción global no encuentran expresión en un
podría hablarse de silencios. Pero como es frecuente que no se logre sistema sémico lineal, como es el lenguaje, porque no pueden ser
la comunicación, aun pretendiéndola, hay que reconocer pragmáti- analizadas por partes.
camente el silencio y buscar sus causas más allá, en ocasiones de la Kierkegaard habla en su Diario sobre sus propias experiencias
voluntad de los hablantes, y de sus silencios intencionales. inefables: <<Después de mí, no se hallará en mis papeles (éste es mi
El silencio como tema, o la aparición del silencio que alterna consuelo) ni una sola aclaración sobre lo que en el fondo ha llenado ,,i!
con otros temas, son hechos del proceso semiósico; pero hay otros 1 mi vida; no se hallará el trasfondo de ese texto que todo lo explica. H
1
silencios que proceden del mismo si~~cma sémico: el lenguaje no A menudo, eso gue el mundo considera nimiedades, constituyen
puede reproducir todo lo que el hombre ve, siente o discurre, y su 1 para mí acontecimientos de suma importancia ... », y es gue «sobre
valor representativo no lo abarca todo, hay una parte de las lo que constituye tvtal y esencialmente, del modo más intimo, ml
vivencia~ humanas, de aspectos de la naturaleza o de la sobrenatu- existencia, no puedo hablar». «Todos los que saben callarse llegan
raleza1 para la (jUC el lenguaje no dispone de expresión. _Es lo a ser hijos de los dioses, pues es callándose como nace la conciencia
inefable, lo c¡ue no puede ser dicho, lo que queda fuera de la palabra de nuestro origen divino. Los charlatanes nunca serán más que
y es intuido por el honlbre --o captado de otro nlodo-·, pues si hombres. Pero ¿cuántos saben callarse? ¿Cuántos disciernen sola-
no fuese así nos faltaría hasta e1 concepto. mente lo que significa callarse'»
Stdner rnantiene que lo inefable no es el silencio. Este se Y ten en 10s que acudir de nuevo a la aclaración que hemos hecho .¡
produce en les modalidades del habla (querer, poder o saber hablar) ya: es difícil encontrar plasmado en un texto un tipo puro de
o en el proceso semiósico por omi~ié>n, y tiene su razón de ser en silencio. Lo inefable, como valor fuera ele la palabra, se confunde,
los sujetos del habla: el emisor no dice lo que puede o debe ser o se solapa, al menos con el sentimiento de que la palabra es
dicho, o el receptor echa de menos partes textuales que, según el insuficiente y el"l~tor lucha por ella para dar forma, hasta donde
esquema que sigue en su lectura, debieran estar en el discurso, y alcanza, a los propios mensajes, pero también se solapa con el
quizá de un modo determinado, y sin embargo no están: es el sentimiento de que la renuncia a la palabra es una conducta
silencio emitido o percibido. voluntaria y se realiza, por tanto, con el sujeto del proceso semiósi-
Lo inefable es lo que queda más allá ele! lenguaje y se opone co si bien las razones de esa renuncia se encontrarian en una
'
tanto al decir cun10 al ndlar, pues no es algo que se diga o se calle, característica de. la lengua: su insuficiencia.
es algo que fl',J se puede decir. Lo ~ue se dice es porque se puede En este extremo habría que situar el silencio de autores que se
decir, y lo que se calla es porqlle se puede decir; por el contrario, han callado cuando su palabra era suficiente, rica y adecuada al
<<lo jnefablc está más allá de las fronteras de la palabra» (Steiner, discurso dramático, al relato, a la expresión lírica (Racine, Pérez de
1982, 34). Ayala, Rulfo). Quizá arribaron a experiencias inefables; quizá apren-
Lo inefable místico produce silencios en el texto literario (no es dieron a callarse, como antes habían aprendido a expresarse literaria-
el silencio, pero produce silencios, como hemos visto), lo inefable mente; quizá decidieron callarse; quizá no pudieron hablar más allá
en otras experiencias humanas produce silencios en la poesía román- de donde habían llegado. «El que Fedra es la tragedia del silencio
110 Carmen Hoves Naves El silencio en la literatura 119

debe ser recordado a los que se asombran del silencio de Racine lenguaje-comunicación queda aligerada y los sujetos del proceso
después de Fedra; no es necesario buscar una explicación a este semiósico más próximos.
silencio, pero si se opina lo contrario, es perfectamente lícito aludir Aparte de estos aspectos gramaticales y comunicacionales que
a los escrúpulos religiosos, las susceptibilidades literarias o las fati- ha puesto de relieve la teoría lingüística, hemos de advertir otra
gas de la vida amorosa ( ... ). Fedra recuerda la significación del silen- propiedad del silencio que se logra con la elisión de algunos
cio confesado, junto a su propia ruina, la anulación del espíritu ... » términos: la colaboración del lector no se limita a sustituir unos
(Blanchot, 1977: 79). elementos elididos, porque nunca queda claro en el discurso literario
Son frecuentes los casos de abandono de la expresión, bien sea que sean unos determinados y fijos; la falta de un elemento que
por la impotencia derivada de una lucha desigual, bien sea porque hacen sentir los esquemas gramaticales, abren unas posibilidades de
se accede a una valoración nueva del silencio. Steiner ha repasado interpretación variadas, no unívocas, y de aquí parte la posibilidad
J1gunos de los casos m:ás notables en la historia, sobre todo en de varias lecturas. No es solan1ente una determinada palabra ausen-
nuestro tiempo, en los artículos que titula «El abandono de la te, es un silencio que, a partir de la lectura de un receptor, se llena
palabra>> (1961) y «El silencio de poeta>> (1966), a los que remitimos de una forma o de otra.
para completar este apartado (Steiner, 1982, 34-64, 65-85). Hay otros silencios textuales que se hacen perceptibles al con-
trastar el discurso con esquemas de distribución, como puede ser el
diálogo, que es el más destacado y ofrece una serie de modalidades
3. El silencio esquemático que nos limitaremos a insinuar.
La estructura formal del diálogo exige una intervención alterna-
El silencio se hace «estéticamente perceptible>> (Guillén, 1979) tiva de los sujetos, tanto en su rol de hablantes como en el de
por medio de figuras retóricas de elisión o por contraste del oyentes. El diálogo avanza con la intervención de los dos sujetos,
discurso con esquemas formales de tipo gramatical, es decir, direc- y ambos aportan su propia contextualización, su propia codifica-
tamente normativos de la forma, o de tipo lingüístico en general, ción, su propia verbalización.
corno pueden ser las leyes de turnos y distribución del diálogo o Bajo una apariencia de diálogo puede haber silencios al fallar
de tipo ideológico. una de las condiciones del diálogo. El caso más extremo es que uno
Las elipsis «consiste en dibujar un silencio sobre el murmullo de Jos sujetos se niegue a escuchar e intente cambiar la conversación
del decir>> (Peñalver, 1989), y según el D.R.A.E. «consiste en omitir hacia otros temas; hemos analizado un caso notable en el comienzo
en la oración una o más palabras, necesarias para la recta construc- de la pieza de Valle-Inclán, Ligazón (incluida en el Retablo de la
ción gramatical, pero no para que resulte claro el sentido». La teoría avaricia, la lujuria y la JtJuerte): una Vieja Raposa llega con una
riteraria suele hablar de latencia, más que de elipsis, en el discurso embajada celestinesca a una Mozuela, que se niega a entrar en
fiterario. Se considera que hay unidades latentes cuando no figuran diálogo; no guarda silencio. total (Tía, deje esos belenes/ A mí, el
en el discurso de la obra, pero se inducen a partir de Jos elementos aire ... ), pero sí impone silencio sobre el tema que propone la Vieja.
textuales. Bajo una apariencia de diálogo formal, puede fallar el oyente,
Fontanier da una definición más amplia de la elipsis: <da supre- y desviar el tema por falta de atención: interviene con vulgaridad_e_,s,
sión de palabras que serían necesarias para la plenitud de la con apostillas, pero no sigue los turnos correspondientes (pregunta-
construcción, pero que las expresadas hacen comprender suficiente- respuesta/hipótesis, confirmación, etc.). No quiere oír y puede
mente de modo que no resulte oscuridad ni incertidumbre» (Fonta- adoptar dos actitudes respecto al interlocutor: hacérselo ver, o tratar
nier, 1968). Esta definición indica que la comunicación que se de disimular su falta de atención con la respuesta de tipo general y
pretende se consigue con menos términos de los que podrían no comprometida. El teatro, sobre todo la comedia, ha explotado
ponerse en el discurso y, por tanto, la distancia entre pensamiento- estas situaciones con fines cómicos. Encontramos un caso muy

1!
PI
i20 Carmen Boves Naves El :silencio_ en la literatura 121

patente en Rinconete y Cortadillo cuando el estudiante, al que le Uno de los interlocutores no participa dialógicamente en la
han robado una bolsa con dinero, llega sudando a ver si saben algo expresión, sólo asiente, sólo está de receptor de un discurso.
de ello, y lo dejan hablar cuanto. quiere haciendo apostillar que Pero en esta misma tesitura pueden darse otras formas de
no viene a cuento: si era grande o pequeña, si era de tal color dominio, no ya intelectual, sino de voluntad (no se deja hablar al
la bolsa, etc., hasta que él advierte el juego y contesta con un otro y se les reduce al silencio: Fortuna la _y Jacinta presenta diálogos
exabrupto. de Barbarita con su hijo Juanito en los que éste no despega los
Bajo una apariencia de diálogo puede esconderse un discurso, labios, y si acaso para iniciar palabras que nunca pasan de una sílaba
de modo que uno de los interlocutores argumenta y el otro asiente inicial, y sorprendentemente ella termina diciendo: «Y cállate>>) .
.de vez en cuando. El silencio dialogal puede proceder del exceso de conocimiento
En este grupo encajan buena parte de los diálogos platónicos, de los dos interlocutores, que se limitan entonces a insinuar los
en los que se ejerce un dominio intelectual claro. El diálogo no es remas. Veamos un ejemplo de La Regenta:
solamente una forma de discurso que se elige entre otras: la forma
Una tarde, tal ve7. creyendo c¡ue dormía la sobrinilla o sin recordar
no es nunca inocente en la literatura. El uso del diálogo responde
c¡ue estaba cerca, en el gabinete contiguo a su alcoba, hablaron las dos
a un modo de pensar que quiere ·presentarse (y a veces lo es) como hermanas de un a:mnto muy importante. ·
no dogmático, y a un modo de proceder dialéctico. Pero esto no --Estoy temblando, ¿a que no sabes por ljué? -decía doña Anuncia.
1 puede ser simple apariencia y el diálogo ser monólogo. El tema, --Si será por lo mismo c¡ue a mí me preocupa.
·'1 que ha interesado a la filosofía actual, ha sido tratado con acierto --¿Qué es?
' por Martín Buber (Dialogiscben Leben, 1947) que ha reconocido un
---Si esa chica ..
----Si aquella vergüenza ..
diálogo falso y un diálogo vivo o auténtico. Sin entrar en ·uetalles, --·¡Es()] (cap. V).
lo que sí advertimos en torno al tema del silencio es que erdiálogo
filosófico cae con frecuencia en un monólogo en el que alguien L. Terracini presenta como caso extremo de silencio dialogal el
expone una teoría y sitúa al otro interlocutor en el caso de asentir que imponen los españoles en la conquista de América, que se
solamente. Si repasamos El Banquete (Platón, El Banquete, Fedón y traduce «como agresión no solo política, sino también semióticm.
Fedro, Madrid, Guadarrama, 1974, 206 A-C) podemos comprob~r Afirma esta autora que «sabemos que los códigos pueden ser usadus
que Sócrates establece un diálogo con una sabia mujer, Diotima, de modo que pueden hacer callarse al destinatario; es obvio que los
sobre el tema del amor. Los preliminares y presentación de este códigos no callan nunca, so pena de la anulación de la comunica-
diálogo siguiendo una técnica de caja china nos lleva, por ejemplo, ción. El destinatario puede ser anulado, el emitente, no ( ... ). J.oe,
1
al intercambio siguiente: códigos del silencio son aquellos que el dominador utiliza de modo
so!isista para reducir al otro al silencio precisamente porque no
-¿Entonces -dijo ella- se puede decir así, sin más c¡ue los hombres los c.onoct:>t (Terracini, i 988). Son los mismos supuestos en los que
aman lo bueno?
-Sí -respondí. el latín sometió a silencio a toda la Europa románica, aunque lu:~
-¿Y c¡ué? ¿No ha de añadirse -dijo-- que aman también poseer lo grados de silencio son diversos; de las lenguas prerromanas quedan
bueno? pocos vestigios, de las lenguas americanas hay muchos. Conviene
-Ha de añadirse. distinguir entre códigos del silencio y códigos del dominio: d
--¿Y no sólo poseerlo, sino también poseerlo siempre?
-También ha de añadirse eso.
español no impuso silencio, pero fue b lengua del dominio.
--Luego, en r<::SLJmidas cuentas, el objeto dd amor es la posesión Si de los esquemas dialógicos y dialogados posamos a los códigm
constante de lo bueno. soci;des y culturales dc!->de los que puede interpretarse el discursu
-Es completamente cierto --·respondí-- lo que dices ... literario, encontramos también silencios. Es probable que el estudin
(206, A-C). más interesante en este punto sea el que ha rcaiizado C Guilb:

,,
122 Carmen Boves Naves l d silencio en la literatura 12l

sobre <<Los silencios de Lázaro de TormeS>> (Guillén, 1988). Partien- Bibliografía


do de la tesis pragmática de que la interpretación de la novela va
AMORÓS MoLtó, Amparo: «La retórica del silencio», Cuadernos del J\Torte,
más allá de lo textual, idea que ya hemos repetido, la perspectiva
1, noviembre-diciembre 19S2 (18-27).
de lectura puede descubrir silencios. Una lectura realista se limita
BLANCJIOT, M.: Falsos pasos. Valencia, Pretextos, 1977 (París, Gallimard,
a ver la representatividad del lenguaje y, en todo caso, aplicando
1943). L <<El diario de Kierkegaard" (23-27).
tesis hermenéuticas puede situar esa capacidad represeritativa de DELCLAUX, F.: El silencio creador. Madrid, Rialp, 1987.
forma que sea adecuada al momento de la emisión: una lectura OOUGHERTY, 0.: «El lenguaje del silencio en el teatro de García Lorca)},
literaria de tipo ficcional o simbólico puede proponer interpretacio- Actas del coloquio celebrado en la Casa de Velázquez, IIL Madrid,
nes de lo que hay en la obra y de lo elidido o de lo que se piensa 19H6 .
. que se ha suprimido al cotejarlo con un esquema determinado. Los DURAND, G.: Structures antropologiques de l'imaginaire. París, Bordas, 1969 (La
··silencios del Lazarillo nos convierten a todos sus lectores en nove- ed. 1960).
listas (Guillén), o al menos en rematadores de sentidos: <<es perfec- FONTANIER, J.: Les figures du Discours. París, Flammarion, 1968.
tamen.te hacedero que un lector, y hasta toda una generación de GIMFERRER, P.: Els miralls (1970). Incluido en Poesía 1970-77. Madrid, A.
estudiosos, partiendo de su propia sensibilidad y de la curva de su Corazón, 1978.
GUII.Lf·:N, C.: «La estilística del silcncim>, en Antonio Machado, ed, de R.
experiencia histórica, capten y den vida y presten su voz a tinos 1
1
Gullón y A. W. Phillipe. Madrid, Taurus, 1979 (445-490).
valores que permanecían así latentes, en el texto, pero yacían inertes, GUíLu:~N, C.: «Los silencios de Lázaro de Tormes}), en El primer Siglo de
mudos o silenciados>> (Guillén, 1988: 68). Oro. Estudios sobre géneros y modelos. Barcelona, Crítica, 1988.
Uno de los silencios más destacados del Lazarillo es el referente
al autor; hay silencios que sirven de transición entre capítulo y
} Gun.Lf~N, J.: «Lenguaje insuficiente: San Juan de la Cruz o lo inefable
místico)}, en Lenguct}e _y poe.da. Madrid, Alianza, 1969.
capítulo (de éstos sabe mucho el teatro y toda la novela, por tanto NICOLÁS, C.: «José Luis Jovcr: el lenguaje del silencio», en Letras,
no son típicos del Lazarillo, aunque se den en su novela también), 1, Valencia, junio 1980.
hay resúmenes que dejan mucha materia sin palabra, por ejemplo PEÑALVER, M., «Derrida, la clipsis necesaria», en Antropos, 93, 1989
la referente al fraile de la Merced, el capellán de callada estirpe judía: (44-47). Número dedicado a Derrida. Uno de los epígrafes del artículo
en general, el argumento del Lazarillo es mucho más comprimido se titula precisamente «Silcncim>.
RESINA, J. R.: «La reforma del silencio en la obra de Kafka» en su obra
que la fábula, por lo que el discurso está lleno de alusiones,
Un sueño de püdra. Ensqyos sobre la literatura del modernismo europeo.
elisiones, sugerencias, etc.
Barcelona, Antropos, 1990.
Guillén analiza con agudeza una alusión <<el negro de mi STEINER, G.: Lenguaje y silencio. Emayos sobre la literatura, el lengu~je y lo
padrastrm> que intepreta como un silencio de índole sociohistórica, inhumano. Barcelona, Gedisa, 1982.
difícil de advertir para un lector actual, y que tiene relación con la TERRACINI, L.: I codici del silenzio. Torino, L'Orso, 1988.
queja del anónimo autor de Lázaro acerca del desprecio que la V ALEN'rE, J. A.: Ensayo sobre Miguel Molinos. Barcelona, Barra], 1974.
sociedad del siglo XVI tenía para los moriscos: si el autor es un V t\LLS/0, ·P.: Asco/tare el silenzio (la retorüa come teoria). Bologna, I,
morisco, quizá un fraile (fray Juan de Ortega) converso, tenía Moulino, 1980.
mucho interés en mostrar que <do que se ve no es la el a ve de la V ALLE-INCLÁN, R., «Normas para una estética>>, en Ddclaux, F., El silencio
conducta de ninguno. El color, como cualquier signo que perciban creador. Madrid, Rialp, 1987 (36-40).
\X/ATZLAW1CK, P., y otros: Teoría de la comunicación humana. Barcelona,
los sentidos, no revela la individualidad, la experiencia y el rumbo
Herder, 1987.
de una vida>> (Guillén, 1988: 93). ZUM'J'JIOR, P.: Introduction á la poé.rie ora/e. París, Seuil, 1983.
En resumen, y para terminar, podemos decir que el silencio en
literatura tiene tipos diversos y se manifiesta de forma diversa.

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