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La vida del hombre proviene de Dios y, por tanto, Dios es el único señor de
la vida, y de este señorío divino se derivan la sacralidad e inviolabilidad de
la vida humana, que comprende tanto el no al homicidio, como el sí al amor
al prójimo.
La vida es siempre un bien, incluso cuando está amenazada, ya que el hombre ha sido
creado por Dios a su imagen y semejanza, y destinado a la comunión con Él, en su
conocimiento y amor. Pero es en el Hijo encarnado donde encuentra plena respuesta
la razón de que la vida humana es un bien. ¡Realmente es grande el valor de la vida
humana si el Hijo de Dios la asumió y la convirtió en lugar en el que la salvación se
realiza para toda la Humanidad! El Papa invita a todos a contemplar al que
traspasaron, a mirar el espectáculo de la Cruz, para poder descubrir en ese árbol
glorioso la realización plena de todo el Evangelio de la vida.