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Los sistemas clasificatorios.

Para comenzar este ensayo, creo que es pertinente definir qué es el clasificar. Según el
Diccionario de la Real Academia Española, clasificar es “Ordenar o disponer por clases
algo”, concibiendo el clasificar por “dividir un conjunto de cosas en clases o grupos”.
El ser humano históricamente ha agrupado y clasificado lo que le rodea, y el área de la Salud
mental no está exenta de estas clasificaciones. En salud mental es necesario clasificar y ordenar
los distintos trastornos y patologías que pueden llegar a sufrir las personas, para poder
diagnosticar de manera correcta.
Actualmente los sistemas clasificatorios más usados por los profesionales de la salud mental
son el sistema de clasificación de la Organización Mundial de la Salud, el CIE-10
(Clasificación internacional de las enfermedades) y el sistema de clasificación de la American
Psychiatric Association, el DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders).
Ambos sistemas clasificatorios, pese a haber sufrido transformaciones, siguen siendo objetos
de polémicas como lo son la patologización de conductas normales y los sesgos de los grupos
de trabajo que lo elaboraron.
Me referiré primero a los sesgos de los grupos que han elaborado los sistemas clasificatorios.
Poco tiempo antes de que se lanzara el DSM-5, Thomas Insel, quien es el actual director del
mayor instituto de investigación en el mundo, el National Institute of Mental Health (NIMH),
expresó que la principal falla del DSM-5 es su falta de validez. La isquemia cardíaca, el linfoma
o el SIDA, se diferencian de los diagnósticos del DSM, en que estos últimos se basan en los
consensos sobre la agrupación de los síntomas clínicos, sin la presencia de ninguna medición
de laboratorio objetiva (Jerez y Silva, 2014).
Según lo anterior, podemos decir que una de las más grandes fallas en los sistemas
clasificatorios, es que los trastornos mentales clasificados y descritos en ellos, son solo
producto de un mero consenso entre profesionales de la salud mental, sin tomar en cuenta la
objetividad de una medición en laboratorio sobre los trastornos o incluso la subjetividad de las
personas, con esto último me refiero a que los trastornos no se pueden diagnosticar para todas
las personas del mundo, de la misma manera, ya que en todas las personas influye su cultura,
nacionalidad, infancia, experiencias de vida, nivel socio-económico, etc.
Por otro lado existe la patologización de conductas normales, con esto quiero decir que según
los síntomas de una persona se puede diagnosticar con algún trastorno, sin tomar en
consideración otros factores. Por ejemplo una persona que está pasando por una etapa de luto,
fácilmente podría ser diagnosticada con depresión. Esto podría producir que finalmente se le
pierda el sentido a los diagnósticos, ya que según los sistemas clasificatorios, todas las personas
estarían sufriendo algún trastorno mental.
Para finalizar y a modo de reflexión, considero que los sistemas clasificatorios deberían ser
más objetivos en su agrupación de síntomas clínicos, mediante la medición en laboratorios y
la experimentación, por otro lado deberían tomar en consideración los aspectos de la vida de
las personas, ya que no podemos evaluar de la misma manera a personas con distintas culturas,
nacionalidades, niveles socio-económicos, experiencias de vida, traumas, etc.

Referencias.

Jerez, S. y Silva, H. (2014). DSM-5. Análisis y controversias. Revista Chilena de


Neuro-Psiquiatría. 52 (1), 55-61.

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