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El arcón de la historia Argentina

CRONOLOGÍA HISTÓRICA ARGENTINA (1492-1930)

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DUELOS Y DUELISTAS (1591)

El tema «duelos y duelistas» trata de aportar algo de luz para que se comprenda la esencia de
una costumbre que fue de rigurosos cumplimiento por parte de algunas personalidades de
nuestro pasado y comenzaremos recordando que la palabra “duelo” deriva del latín “duellum”,
término que a su vez derivaría de “bellum” que significa “guerra”. Tenemos entonces que un
“duelo” vendría a ser una guerra: personal, pero guerra al fin, librada entre dos personas que
habiendo considerado que se ha lesionado su honor, consideran que es necesario “lavar con
sangre” la ofensa recibida. Los “duelos” o “lances caballerescos” tienen un origen tan remoto
que quizás comenzaron con la misma humanidad. El combate cuerpo a cuerpo de dos
trogloditas armados con sus cachiporras hechas con huesos de algún animal, para dirimir la
propiedad de alguna de las mujeres del clan, puede haber sido el inicio de algo que luego, ya
en tiempos de la Edad Media, se hizo costumbre entre los caballeros que lanza en ristre,
montados en acorazados caballos, rompían sus lanzas tratando de romper, más que sus lanzas,
la anatomía de un adversario que había osado mirar a su dama, dudado de su valentía o
insultado en un momento de furia.

El duelo, como “lance caballeresco”, no se practicó en la antiguedad clásica. No existió en


Grecia ni en Roma. Fueron los bárbaros germanos quienes lo introdujeron en Europa, donde
fue rápidamente adoptado por la aristocracia, cuyos miembros encontraron en él, un medio,
no sólo apropiado para zanjar cuestiones de honor, sino que también fue un medio para
adquirir celebridad ante los miembros de las cortes, atraer la atención de alguna dama esquiva
o como simple competencia deportiva para llenarse de adrenalina y calmar ardores
combativos.

Más tarde, ya en el siglo XIII, a pesar que la Iglesia católica prohibió estos lances como medio
legal para resolver disputas personales, su práctica se potenció y así tenemos que el auge de
los duelos llegó a su máximo esplendor durante el Renacmiento, época durante la cual, hasta
se reglmentaron el derecho a duelo y su metodología. También reconocido como “Juicio de
Dios”, se consideraba que a través de él, el Ser Supremo (cualesquiera fuera el Dios al que se
adorara), disponía sabiamente el resultado que debía tener el encuentro entre los duelistas,
dejando en sus manos la decisión de quien era el que debía morir en el lance, exculpando así
de toda culpa al vencedor, poniéndolo a salvo de cualquier consecuencia legal que tuviera su
participación en esa muerte. Porque para la justicia, eso era “justicia por mano propia”, lo que
configuraba una rebelión inaceptable contra la majestad de las leyes y de los monarcas.

Los duelos en la Argentina

Los caballeros españoles no quedaron afuera de esta moda de los “duelos” y como es lógico, la
trajeron con ellos cuando llegaron a las tierras de América, aunque no hay muchos registros
acerca de “duelos” realizados aquí. Pero de lo que han quedado numerosas constancias, es de
una costumbre que parece ser una derivación vernácula de aquellos duelos a espada o a
caballo de los antigüos caballeros: el “duelo criollo”, un enfrentamiento que se producía entre
dos hombres armados con cuchillo, que confiaban en su destreza para mostrar su coraje o
lavar una ofensa. Pero esta costumbre, como tantas otras de nuestra identidad, desapareció
con el tiempo (ver “El duelo criollo” http://elarcondelahistoria.com/el-duelo-criollo/).

Pero lo que no desapareció hasta bien entrado el siglo XX, fue el duelo como “lance
caballeresco” a espada, sable o pistola, evento que continuó siendo una costumbre arraigada,
especialmente entre nuestros militares, hombres públicos o miembros de las clase alta, a
pesar que desde el 1º de febrero de 1887, comenzó a aplicarse el Código Penal Argentino,
donde se incluye al duelo entre los delitos punibles por la Ley.

Ya en 1814, el Director Supremo, GERVASIO ANTONIO DE POSADAS por Decreto. prohibió la


realización de duelos en todo el territorio de las Provincias Unidas, pero a pesar de esta
prohibición, los duelos se siguieron realizando, principalmente por los hombre de armas, que
heridos en su honor, preferían sanjar sus diferencias por este medio, aceptando los riesgos que
implicaba su desobediencia a la Ley. Uno de los más decididos en apoyar este camino, fue el
general San Martín y hasta redactó un Reglamento Interno para aplicar a sus granaderos,
disponiendo además que los oficiales serán expulsados de la fuerza, en caso de no admitir un
desafío, sea justo o injusto o “no exigir una satisfacción por las armas, cuando se halle
insultado”. Un hecho que se registró en el Campamento de El Plumerillo, en la provincia de
Mendoza en 1816, confirma esta actitud del general San Martín, porque, según lo registran las
crónicas, : e teniente JUAN GALO DE LAVALLE y el alférez JUAN O’BRIEN, se batieron a duelo
para dirimir por las armas un desgraciado comentario que O’BRIEN había hecho sobre una
dama conocida de LAVALLE y el lance fue presidido por el propio jefe de ambos, el general
JOSÉ DE SAN MARTÍN. El duelo se efectuó a sable y se dio por finalizado cuando LAVALLE hirió
profundamente la muñeca derecha de su oponente, dejándolo en inferioridad de condiciones.

El primer duelo en estas tierras.


Se dice que el primero en batirse a duelo en estas tierras fue el gobernador HERNANDARIAS,
que en 1591 desafió en un jefe indio, lo venció y logró que su tribu se rindiera. Después,
seguramente habrá habido otros lances que ni siquiera fueron consignados en reporte alguno,
porque la ley seguía penando a los duelistas o porque tales lances no eran considerados dignos
de mención. Durante la conquista de América hubo duelos entre los españoles y entre éstos y
los criollos; durante las guerras de la Independencia, hubo duelos entre caudillos y también los
hubo entre unitarios y federales, entre políticos, entre fortineros y aborígenes.

Algunos duelos que se hicieron famosos.

No es posible dar una lista de los duelos que se realizaron en la República Argentina desde el
siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX, porque ello es imposible. Primero porque sería
interminable y segundo porque muchos de ellos no fueron rubricados mediante el Acta que se
estilaba labrar al término del incidente, por temor a la acción de la Justicia, pero puede
consultarse «Jurisprudencia caballeresca argentina», una obra del Juez en lo Correccional,
doctor CÉSAR VIALE, editada en 1914, donde se han volcado numerosas actas labradas
después de dados por finalizados tanto los incidentes que terminaron sin combatir, como los
enfrentamientos a espada, sable y pistola. No obstante lo expresado, a continuación
exponemos algunos de estos casos que por lo trágico, o violento de su desarrollo, se hicieron
famosos:

Un duelo trágico.

El 21 de noviembre de 1814, un duelo trágico (MACKENA-CARRERA) fue el que provocó la


prohibición del Directorio proclamada ese año. Después de sufrir varias derrotas en manos de
los realistas, muchos patriotas chilenos se refugiaron en nuestro país. Entre ellos llegó el
general LUIS CARRERA (hermano del ex dictador de Chile). Se instaló en Mendoza donde ya
vivía el general JUAN MACKENA, con quien estaba enfrentado por antigüos resentimientos. El
irlandés MACKENA había abrazado el partido de la independencia, desempeñando
importantes cargos militares y políticos. Fue herido en el campo de batalla y era enemigo
declarado de los hermanos CARRERA, posición que le valió ser desterrado a Cuyo. Ya antes,
estando ambos en Chile, MACKENA se había batido con LUIS CARRERA y el encuentro estuvo a
punto de repetirse en Mendoza, pero la enérgica intervención del general SAN MARTÍN
impidió que se concretara. Pero un día, CARRERA le envió a su enemigo un mensaje que decía:
“Usted ha ofendido el honor de mi familia con suposiciones falsas. Tendrá que retractarse
públicamente y por las armas”. Y MACKENA le contestó: “La verdad siempre he dicho y
sostendré. Elija el día, lugar y hora y hágamelo saber con tiempo para preparar las armas”. Se
batieron el 21 de noviembre de 1814 a las doce de la noche, en el parque Lezama (en el bajo
de la Residencia). Fue padrino de CARRERAS el almirante GUILLERMO BROWN y de MACKENA,
el comandante TAYLOR. En el silencio de la noche sonaron los disparos y lo único que cayó fue
el sombrero de CARRERA, mientras el irlandés gritaba «¡No me desdiré nunca, antes de
hacerlo me batiré todo un día!», siendo respondido por CARRERA que gritaba»¡Y yo me batiré
dos!». No fue necesario que pasara tanto tiempo. Ambos dispararon nuevamente y uno de los
segundos disparos dio en el blanco: MACKENA cayó herido de muerte. El disparo le atravesó la
garganta y cayó muerto. Años más tarde un pariente hizo enterrar sus restos en la iglesia de
Santo Domingo.

El general Mansilla se bate a duelo (07/02/1880).

El cultísimo y elegante LUCIO VÍCTOR MANSILLA, militar, escritor, explorador y ministro,


participó en un duelo que terminó en tragedia. Mansilla fue uno de los personajes más
fascinantes de la historia argentina. Hijo de una familia rica e influyente, a los l7 años,
hastiado del campo y del saladero familiar, se embarcó con rumbo a la India con la idea de
explorar esas lejanas tierras. Volvió a su patria y en 1865 se enroló para combatir en la guerra
del Paraguay. Convivió con los indígenas del Chaco. Tradujo obras del francés, se codeo con
reyes y gobernantes de Europa y sus obras, entre las que se destaca “Una excursión a los
indios ranqueles”, se tradujeron a muchos idiomas. En la época de su mayor esplendor, las
costumbres imponían el duelo como la forma más aceptada de dirimir problemas suscitados
entre caballeros y MANSILLA, que era un humorista con un genio provocador, se vio envuelto
repetidamente en lances de honor. Un día, el diario “El Nacional”, publicó una nota en la que
se afirmaba que su figura era más apta para un escenario, que para el Ejército Argentino. El
hombre se sintió ofendido y mandó sus padrinos al Director del diario, que era PANTALEÓN
GÓMEZ y aunque la nota no había sido escrita por él, Gómez aceptó el desafío. El duelo se
arregló para el 7 de febrero de 1880 a realizarse en el “Paseo de la Alameda”. A pesar de la
seriedad del momento, había un cierto aire distendido entre los dos duelistas, que habían sido
amigos hasta ese momento. Mientras Gómez anunciaba divertido que iba a apuntar al
“ridículo penacho del quepi de Mansilla, éste afirmaba que haría blanco en el botón de la
chaqueta de Gómez. En el momento en que debieron disparar, GÓMEZ bajó la pistola y la
descargó en el suelo, mientras MANSILLA apuntaba y casi sin pensarlo, apretó el gatillo. En ese
instante tomó conciencia de lo ocurrido y llorando desesperadamente corrió hacia GÓMEZ,
que caía herido en el pecho. MANSILLA lo sostuvo mientras agonizaba y transido de dolor por
la muerte que le había provocado a su amigo, escuchó que éste le decía: «Yo no mato a un
hombre de talento”. Más tarde, estando en París en 1883, a causa de «un incidente personal»,
Mansilla también mató en duelo a Pierre Mayence.

Duelo LÓPEZ-SARMIENTO (28/12/1894).

En la mañana del 28 de diciembre de 1894 el doctor LUCIO VICENTE LÓPEZ dejó su casa, sita en
la avenida Callao 1852 y tomó el camino de Belgrano para llegar al Hipódromo Nacional,
ubicado sobre la actual avenida del Libertador, entre las calles Monroe y Congreso, en cuyas
arenas caerá abatido por un certero disparo del coronel CARLOS DOMINGO SARMIENTO, con
quien había concertado un duelo “a primera sangre”. Quien años después sería gobernador de
San Juan, distinguido militar y cabeza de un partido político, el coronel CARLOS SARMIENTO,
fue uno de los protagonistas de este drama. LUCIO VICENTE LÓPEZ, nieto del autor del Himno
Nacional, hijo de un historiador destacado y él mismo un escritor y hombre público de gran
prestigio era el otro. Ambos se enfrentaban como era costumbre en aquella época, entre los
integrantes de las altas clases sociales, en un duelo para dirimir fuera de los estrados judiciales,
las custiones que afectaban el honor de los involucrados. VICENTE LÓPEZ se desempeñaba
como interventor de la provincia de Buenos Aires y se propuso investigar ciertos hechos que le
habían sido denunciados como actos de corrupción y en tal tarea, dio con los documentos
vinculados con la venta de unas tierras públicas, con las concesiones otorgadas para la
explotación de ferrocarriles y gestiones bancarias poco claras. Como resultado de sus
investigaciones, denunció que la compra de un campo que estaba destinado al ensanche del
municipio de Chacabuco, en la provincia de Buenos Aires, había sido efectuada a nombre de
una sola persona, a pesar de que eso estaba taxativamente prohibido por Ley. Esa persona,
resultó ser el coronel CARLOS DOMINGO SARMIENTO, Secretario privado del Ministro de
Guerra, LUÍS MARÍA CAMPOS, contra quien LÓPEZ promovió una denuncia penal. Se produjo
entonces un gran escándalo potenciado por importantes editoriales y notas periodísticas que
conmocionaron a la ciudadanía, que vio con asombro, que el coronel SARMIENTO era detenido
y enviado a prisión. Estuvo preso durante tres meses alojado en el Departamento de Policía de
la provincia de Buenos Aires hasta que fue absuelto de los cargos que se le imputaban. Fue
agasajado por sus amigos en el restaurante “Flobet” de la ciudad de La Plata y allí, entre copas
(quizás demasiadas), brindis y risotadas etílicas, SARMIENTO tuvo duras y desagradables
expresiones en contra de su acusador. Enterado de ello, LÓPEZ, primero ratificó y amplió los
contenidos de su denuncia en la prensa y luego hizo lo que se estilaba en aquella época: retó a
duelo al coronel SARMIENTO y nombró como padrinos para que lo representen a FRANCISCO
BEAZLEY y al general LUCIO VALENTÍN MANSILLA. El coronel SARMIENTO acepó el lance y
nombró como padrinos al contralmirante DANIEL SOLER y al general FRANCISCO BOSCH.
Efectuadas las primeras reuniones entre los cuatro representantes de los duelistas, llegaron a
la conclusión de que no había lugar a duelo, pero parece ser que López insistía con vehemencia
en que éste debía realizarse y no se sabe cómo, el caso es que se decidió realizar el lance y “a
muerte”. Sólo le restó a los padrinos establecer las armas y las reglas que acotarán este duelo
y elegir el lugar de realización del mismo. Será en el Hipódromo Nacional, a pistola, a doce
pasos, el fuego a la voz de mando y a muerte. “El 28 de diciembre a la mañana los carruajes
conduciendo a los protagonistas, familiares y algunos curiosos, se detuvieron cerca del
Hipódromo Nacional (Hoy Avenida Luis Maria Campos) y a las diez de la mañana, ya estaban
todos en el escenario elegido para vivir este drama. Ambos contendientes, sus padrinos, el
director del lance, LUIS NAVARRO y los médicos DECOUD y PADILLA. Los padrinos se unieron
en un último intento de parar esa locura. Hubo murmullos, idas y venidas, cabezas gachas y
una negativa por ambas partes. A las once y diez, los doctores Padilla y Decaud, vestidos de
negro, se miraban circunspectos. El general Bosch medía los doce pasos reglamentarios.
Mansilla y Soler revisaban las pistolas Arzon elegidas para esta circunstancia y Sarmiento y
López se midieron a la distancia. Era la primera vez que se veían cara a cara. Se escucharon los
dos primeros disparos y los contrincantes estaban aron ilesos. Ahí podría haber terminado
todo. Pero el duelo era a muerte. Se volvieron a cargar las pistolas. Nuevamente la cuenta
regresiva. Resonaron los disparos y se vió a López caer tomándose el abdomen. Bañado en
sangre, es sostenido por varios brazos que presurosos acudieron hacia él, mientras se le
escuchó decir: “¡Esto que me ocurre es una injusticia!. ¡Una injusticia!. Llevado a su domicilio,
varios médicos trataron de salvar su vida, aunque todo fue en vano. La bala, antes de salir
rozando la última costilla del lado izquierdo, en su tránsito había lesionado el hígado,
perforado los intestinos e interesado el bazo. Mientras los médicos libraban una dura lucha,
para salvarle la vida, muchos compatriotas llegaron hasta la casa para interesarse por el
paciente. Entre ellos, MITRE, ROCA, ARISTÓBULO DEL VALLE, PELLEGRINI, MANUEL QUINTANA
y DARDO ROCHA. A las 11 de la noche, llegó O’GORMAN para administrarle la Extremaunción y
a medianoche ya no se sentiría latir el pulso y el deceso se produjo en la primera hora del día
29, en el dormitorio de su casa de Callao1852. El sepelio de los restos de la ilustre víctima se
realizó en la Recoleta, en el atardecer del sábado 29. Mientras con recatado dolor el viejo
VICENTE FIDEL LÓPEZ, lloraba al hijo perdido, el coronel SARMIENTO y sus padrinos se
presentaban ante el juez de Instrucción. El coronel Sarmiento fue sometido a juicio sumario
con la intervención de un Juez llamado NAVARRO y un fiscal llamado ASTIGUETA y al término
del juicio, se produjo un dictamen diciendo que:

Primero: El duelo verificado entre los señores doctor LUCIO VICENTE LÓPEZ y coronel CARLOS
DOMINGO SARMIENTO, ha sido llevado a cabo sin la condición expresa de que debía
efectuarse a muerte, lo que exime al procesado de las responsabilidades determinadas en el
artículo 117 del código Penal, por cuanto para la aplicación del citado artículo, sería menester
la condición expresa mencionada. Segundo: Que por el contrario, de los términos del acta
resulta que el propósito de los padrinos ha sido disminuir las probabilidades de un desenlace
fatal , pues figura en el citado documento una cláusula clara y terminante que estatuye que
solo se cambiarían dos balas entre los combatientes. Tercero: Que el hecho de haber tenido el
lance el resultado de que instruye el presente sumario, no da ni puede dar lugar a presumir
que el propósito de los padrinos ha sido concertar un duelo a muerte.

Los inculpados se presentaron al Juez y en el término de cuatro horas quedaron todos en


libertad, incluso el mismo coronel SARMIENTO, quien, como ninguno de los que participaron
en el duelo, sufrió sanción alguna. Su vida siguió dentro del ejército donde siempre fue
valorado como un eficaz artillero y topógrafo. En 1905 abandonó el servicio activo y tuvo
participación en la política provincial. Fue el jefe del Partido Popular y en 1907 encabezó una
revolución en San Juan en la que derrocó al Gobernador GODOY y fue gobernador de esa
provincia desde 1908 a 1911. Posteriormente se radicó en Zarate de donde fue Intendente.
Dejó de existir en esa ciudad a los 54 años en 1915 (recomendamos leer «A LA TERCERA
PALMADA» OBRA DEL JUEZ FEDERAL RETIRADO DR RAFAEL SARMIENTO FERNANDEZ DE ORO.

LUCIO VICTORIO MANSILLA guardó, por años, la bala mortal que había recogido en el
Hipódromo de Belgrano y los misterios que rodean a este duelo, siguen en las sombras, porque
aún hoy se discute si fue López o Sarmiento el que retó a duelo al otro. No se sabe porqué fue
un duelo a muerte, cuando ya estaba decidido que fuera a primera sangre, ni porqué Lavalle y
Pellegrini, que fueron los primeros solicitados para representarlo a López como padrinos, se
negaron a ello. Se dice que fue López el que más insistía para que el duelo se realizase y se
atribuye esta actitud a que con él, pretendía beneficiar sus aspiraciones políticas (quería ser
gobernador de Buenos Aires), teoría desmentida por Miguel Cané y Carlos Pellegrini, cuando al
despedir sus restos en el Cementerio de la Recoleta, el primero de ellos dice que López
“rechazaba la exigencia social del duelo”, al que, según Carlos Pellegrini “consideraba un
atavismo de barbarie”. Muchas dudas, como siempre, oscurecen nuevamente las páginas de
nuestra Historia. En el cementerio de la Recoleta una escultura del francés Jean ALEXANDER
FALGUIÈRE, recuerda a Lucio Vicente López sobre un sarcófago de mármol. Tenía 44 años
cuando murió (ver “Artillero y Gobernador. Vida del coronel Carlos Domingo Sarmiento”, obra
de Rafael Sarmiento, Editorial Dunken, octubre de 2008, Buenos Aires y las páginas web “A la
tercera palmada” y “Duelo López-Sarmiento” en Gotitas varias páginas web, dedicadas a este
tema).

Duelo HIPÓLITO YRIGOYEN- LISANDRO DE LA TORRE (06/09/1897).

El doctor HIPÓLITO YRIGOYEN y el doctor LISANDRO DE LA TORRE protagonizaron un histórico


duelo. El lugar elegido era uno de los galpones de “Las Catalinas”, cerca del puerto de Buenos
Aires. La hora: el amanecer. Las causas del enfrentamiento eran políticas. DE LA TORRE, que
entonces tenía 28 años, decidido partidario de las «políticas paralelas», rompió con Yrigoyen y
presentó su renuncia como Convencional. Anunció su separación definitiva de la Unión Cívica
Radical y acusó a Yrigoyen de egoísmo malsano y paternalismo y decía que su influencia era
hostil y perturbadora. En la renuncia al partido que DE LA TORRE había hecho pública, decía
«El Partido Radical, ha tenido en su seno una inluencia hostil y perturbadora, la del señor
Hipólito Yrigoyen. Influencia oculta y perseverante que ha operado lo mismo antes y después
de la muerte del doctor Alem, que destruye en estos instantes, la gran política de coalición,
anteponiendo a los intereses del país y a los intereses del partido, sentimientos pequeños e
inconfesables». Ante esta declaración, YRIGOYEN, de 45 años, lo retó a duelo. El jefe radical no
sabía nada de esgrima pero con una calma absoluta se preparó para el duelo en pocas horas.
Nombró como padrinos a MARCELO T. DE ALVEAR y al coronel TOMÁS VALLÉE. En cambio, De
la Torre era un experto esgrimista y eligió para representarlo a CARLOS RODRÍGUEZ LARRETA y
a CARLOS F. GÓMEZ. Las condiciones pactadas para el duelo eran severísimas: debía realizarse
con sable a filo, contrafilo y punta. El lance duró media hora y uno de los padrinos, Carlos F.
Gómez, narraría que fue un encuentro de enorme violencia, donde los duelistas se asestaron
sablazos furibundos y sin factura técnica alguna. El lance debió detenerse por las heridas que
tenía DE LA TORRE en su cabeza, mejillas, nariz y uno de sus antebrazos (para tapar la cicatriz
que le quedó en la cara, tuvo que usar barba a partir de entonces), mientras que Yrigoyen
estaba ileso. No hubo reconciliación. Desde entonces cada uno continuó su camino mientras
crecía su influencia en la política nacional. En 1912 volvieron a encontrarse en una reunión
concertada en el hotel España. Se acercaban las elecciones y los radicales de Santa Fe querían
que DE LA TORRE volviera al partido para representarlos. Yrigoyen estuvo de acuerdo y así se
lo pidió. Pero DE LA TORRE se excusó por una cuestión de principios y procedimientos. Más
tarde, YRIGOYEN sería por dos veces elegido presidente de la Nación, mientras que DE LA
TORRE llevaría adelante las investigaciones en el sucio negocio del comercio de las carnes.

Duelo ERNESTO DE MARINIS- EUGENIO PINI (01/05/1899).


Se realizó en Barracas al Sur un duelo a espada, entre los maestros de esgrima ERNESTO DE
MARINIS, Director de armas de “La Prensa”, y EUGENIO PINI, de la Escuela Militar de Esgrima.
Ambos campeones, maestros consumados, disputaron 13 asaltos, con gran violencia y
decisión. En el primero y quinto, el director del lance, marqués de MORRA, secundado por
MARCELO T. DE ALVEAR, suspendió el combate, comprobándose perforaciones en la pechera
de la camisa de MARINIS, pero sin herida. En el último asalto, PINI, “con la rapidez del rayo”,
ligó la espada del rival para intentar una “flanconada”; pero de MARINIS paró y contestó,
hiriéndolo en el muslo. Entonces se dio por terminado el duelo, que había provocado gran
expectativa en toda la ciudad.

Duelo BELISARIO ROLDÁN- TEODORO DE BARY (1907).

El poeta Belisario Roldán se enfrentó en 1907 con Teodoro de Bary, porque éste había hecho
reparos a su noviazgo con ARNOLDA BRINKMANN, su parienta política, lo que determinó que
se distanciaran. ROLDÁN fue herido, pero volvió a ganar el corazón de Arnolda gracias a la
literatura. La conmovió que publicase en «Caras y Caretas» un poema cuyos últimos versos
decían: «Pues sabes que de pie sobre mis penas,/ ya en las angustias donde tiembla el paso,/
por disfrazar de aurora aquel ocaso,/ lo teñí con la sangre de mis venas»…

Duelo OSCAR POSE-CARLOS JUAREZ CELMAN (1913).

Se batieron en Palermo los jóvenes OSCAR POSSE y CARLOS JUÁREZ CELMAN, resultando el
primero con una leve herida en el antebrazo. Acababa de firmarse el acta que terminaba el
asunto, cuando llegó enfurecido FRANCISCO POSSE, padre del herido. Nadie le había
informado sobre la escasa importancia de la lesión de su hijo Oscar y fuera de sí, preguntó
quién era JUÁREZ CELMAN y, al identificarse éste, extrajo un revólver con el que le hizo dos
disparos. Uno lo rozó y el otro hizo impacto en el brazo de uno de los médicos, mientras los
aterrados asistentes buscaban refugio. Como POSSE se disponía a repetir los disparos, JUÁREZ
CELMAN, tomando uno de los revólveres que había quedado cargado luego del duelo, efectuó
dos disparos contra don Francisco: uno le dio en el codo y el otro, atravesándole el corqzón, le
causó la muerte inmediata.

ALFREDO PALACIOS reta a sus Padrinos (1915).

El doctor Alfredo Palacios fue expulsado del Partido Socialista (que él había fundado), debido a
su inveterada afisión a batirse a duelo. Hasta se batió una vez con sus propios padrinos.
MARIANO BEASCOCHEA y FERMÍN RODRÍGUEZ lo habían representado en una de esas
ocasiones que el fogoso diputado había exigido una reparación por las armas a ESTANISLAO
ZEBALLOS en 1912 y disgustado por la forma en que habían solucionado el desafío planteado,
los retó a duelo a ambos.
En épocas más próximas tuvieron especial repercusión periodística, por ejemplo, los duelos
que enfrentaron a los entonces diputados nacionales ARTURO FRONDIZI y JOHN WILLIAM
COOKE en 1949; al ex vicepresidente de la Nación, contralmirante ISAAC ROJAS, con el
diputado ROBERTO GALEANO en 1959; al diputado ERNESTO SANMARTINO con su colega
ÁLVARO MONTE, en 1960; al general RODOLFO LARCHER con el diputado nacional AGUSTÍN
RODRÍGUEZ ARAYA en 1965; al almirante BENIGNO VARELA con el periodista YOLIBÁN
BIGLIERI, director del periódico “La Autonomía”, memorable por el encarnizamiento de los
duelistas. Tuvo lugar el 3 de noviembre de 1968 a causa de una publicación que el marino
juzgó injuriosa. Ambos eran esgrimistas y se enfrentaron a sable «de filo, contrafilo y punta»
en una quinta de Monte Chingolo. Al fin del tercer asalto el duelo fue suspendido: Varela y
Biglieri tenían tajos en la cara y en los brazos, y estaban cubiertos de sangre. Los médicos
resolvieron dar por terminado el encuentro, por el cansancio de los duelistas y por ser «las
heridas parejas en cuanto a seriedad». Los entendidos consideraron singular este encuentro
por la furia de los protagonistas: se registraron alrededor de 14 embestidas «cuerpo a
cuerpo», que son las que representan el riesgo mayor. Finalmente, quizás el último duelo que
se llevó a cabo en la República Argentina, enfrentó al escritor ARTURO JAURETCHE con el
general OSCAR COLOMBO, en 1971;

La quinta de los duelos

Andando el siglo XIX, los duelos siguieron en auge entre la clase “afortunada” argentina. A
pesar de que la ley los prohibía, era evidente la tolerancia de jueces y policías a su respecto. A
veces, los duelistas viajaban al Uruguay para estar tranquilos, ya que en ese país batirse estuvo
permitido hasta 1992. El que siempre se mostraba dispuesto a apadrinar y a cobijar lances
caballerescos era el culto esgrimista CARLOS DELCASSE. Decenas de lances se llevaron a cabo
en su quinta porteña de Belgrano: tantos, que se la conocía como “La quinta de los duelos”.

Los duelos y la Ley

Prohibido batirse a duelo. Siempre que hubo hombres dispuestos a jugarse la vida “en defensa
de su honor”, hubo duelos y fueron tantas las oportunidades que se recurría a este arbitrio,
que ya desde los albores de nuestra nacionalidad, en los primeros años posteriores a la
Revolución de Mayo, fue necesario que el Directorio prohibiera los duelos bajo pena de
muerte, luego de que dos oficiales chilenos, JUAN MACKENNA y LUIS CARRERA, se batieran a
sable en el actual parque Lezama (Buenos Aires), y Carrera quedara muerto en el “campo del
honor”.

Un decreto del Gobierno con fecha 30 de diciembre de 1814, que lleva las firmas deL Director
Supremo, GERVASIO ANTONIO POSADAS y de MANUEL MORENO (éste firma por ausencia del
Secretario), ratifica la prohibición de batirse a duelo, “estableciendo la irremisible aplicación
de la pena de muerte a quienes se desafíen a un duelo o asistan a duelos en calidad de
padrinos, considerándoselos a aquellos “como a verdaderos asesinos”, no obstante que un
falso y criminal sentido del honor, se esfuerce en disculparlos”. La costumbre de dirimir
cuestiones personales por medio de las armas tenía ya una larga y cuestionada tradición
porque había sido traída por los conquistadores españoles, duchos en el arte de dirimir sus
entuertos por las armas. En “La Gazeta” del día siguiente, pudo leerse que en su Editorial,
expresaba: “Aplaudimos la firme decisión de nuestros gobernantes que nos pone a la altura
de las naciones más civilizadas: las que han anatematizado esta desdichada costumbre que
cobra anualmente tantas víctimas. En efecto: si las vidas de los ciudadanos deben exponerse
por el bien de la patria, no es lícito que en graves momentos se desperdicien existencias
valiosas por falsos puntillos de honra o mezquinos deseos de venganza. Los duelos, cuando no
finalizan en ridículos simulacros, suelen tener trágico corolario, no sólo para el energúmeno
que desafía y para el que acepta por furor o compromiso, sino también para sus familias,
amigos y la sociedad toda. No hablemos de los hermosos ojos de nuestras madres, esposas,
novias y hermanas, que pueden quedar llorando para siempre por algún malogrado duelista.
Inútil abundar en luctuosas anécdotas, algunas de fresco recuerdo, cuando a esta altura de la
civilización, poseemos tribunales que zanjan las querellas personales sin necesidad de las
venganzas de sangre cuyo carácter interminable, nos remite a los tiempos de los Atridas”. El
mencionado decreto fue girado a los Jefes de Provincia y a los Tribunales competentes,
recomendando la aplicación inmediata de las penas que en él se establecían: “que a cuantos
salgan con bien de esta aventura se les aplicará sin más, la pena de muerte, lo mismo que a los
padrinos que neciamente alienten este tipo de episodios”. Los intentos por prohibirlos se
repitieron larga e inútilmente a través de la historia y también la Iglesia levantó repetidas
veces su voz para condenar como asesinos al que desafía, al que acepta o al que coopera a un
duelo, pues el crimen no puede paliarse con la excusa del honor.

Pero tan arraigada parece ser que estaba esta costumbre, que a pesar de esta prohibición, de
los esfuerzos de las autoridades policiales y las voces de la Iglesia, los duelos se siguieron
efectuando por muchos años y eran bien vistos por gran parte de la sociedad. El General SAN
MARTÍN, por ejemplo, dispuso en el Código de Honor de los Granaderos que un oficial podía
ser expulsado del cuerpo por no aceptar un desafío. Los duelos estaban rodeados de un
ceremonioso ritual que incluía una larga jurisprudencia para reglamentarlos y la presencia
ineludible de testigos y padrinos. Y para ser más justos no conviene olvidar que la costumbre
no fue privativa del “sexo fuerte”. En el siglo pasado algunas damas no vacilaron en empuñar
la espada para saldar algún problemático entuerto, difícil de resolver por métodos menos
agresivos. El general JOSÉ MARÍA PAZ cuenta, en sus «Memorias» que horas después de la
batalla de Tucumán (1812) desenvainaron sus sables para batirse el teniente JUAN CARRETO y
el coronel JOSÉ MOLDES, cuando éste trató de «ratero» a Carreto, pero las cosas no llegaron a
mayores porque el general MANUEL BELGRANO que estaba presente, los detuvo
recriminándoles semejante «insubordinación». Es sabido también que en 1818, poco antes de
la batalla de Maipú, se enfrentaron en duelo en el Campamento de Chimbarongo, dos oficiales
del Ejército de los Andes, PEDRO RAMOS y FEDERICO BRANDSEN, quedando ambos heridos.
Antes todavía, en Mendoza, otros oficiales de SAN MARTÍN, JUAN LAVALLE y JUAN O’BRIEN, se
habrían batido a sablazos y como resultado de lo cual O’Brien recibió una profunda herida en
la muñeca derecha.
Los duelos en el Código Penal Argentino

El Código Penal argentino trata el delito de duelo entre los delitos contra la vida, aunque parte
de la doctrina sostiene que se trata de un delito contra la administración de justicia, pues es un
modo de hacer justicia y cobrarse deudas de honor, de modo privado, a través de un combate
bajo formas preestablecidas. Instituido como costumbre y receptado por el Derecho a partir
del siglo XV, la mayoría de las legislaciones del mundo lo consideran un delito desde el siglo XX.
En Argentina se consideraron delitos desde el siglo XIX, y en Uruguay el duelo fue prohibido
recién en 1992 (Extraído de “La guía de Derecho”)

La opinión de un Juez.

En 1914, el Juez en lo Correccional CÉSAR VIALE, publicó “Jurisprudencia caballeresca


argentina”, una obra donde enumera todos los duelos que se realizaron en el Río de la Plata,
durante el peródo 1914/1934. Son en total 297 “incidentes sin combate”, 21 “duelos a espad”,
63 duelos a sable y 41 duelos a pistola, consignando las condiciones de cada evento, quienes
fueron sus protagonistas, sus testigos y sus médicos personales. Quienes actuaron con
“Directores del lance” y resultados de los mismos. En esa obra reclama por la sanción de leyes
que esatablezcan su legalidad, por considerar que el “duelo” es un evento que no merece ser
mantenido en la clandestinidad y si reglamentado y normado para que la autoridad no quede
(como lo era en esa época) burlada y a tal efecto dice:

“Existen normas de convivencia universal de las que derivan relaciones de hombre a hombre,
de grupo a grupo, de nación a nación, sin las cuales regiría el desorden, imponiendo su cetro la
brutalidad Y aquellos, principios, que cuentan en su favor con arraigos seculares — se llamen
costumbres o pragmáticas—, fundan modalidades generales que es fuerza considerar pero que
no deberán ser idénticamente adaptadas sin antes estudiar los aspectos etnográfico y
atnológico. Aplicar literalmente en un hemisferio prácticas o leyes del otro, es consumar
derechamente, el desprestigio de las mismas que se pretende auspiciar. Todos los países
poseen, más o menos, tradiciones consagradas a resolver los conflictos de varón a varón, que
no incumben o no se estila plantear en el ambiente de la discusión forense. Los más cultos
han llegado a codificarlas, acentuándose la tendencia que, para realizarse, ha menester de una
abundante y propia fuente de experiencia, punto a que no hemos arribado aún, a pesar de lo
muy desarrollado que está el sentimiento del pundonor en el alma nacional.

Es nuestra viva y real “Jurisprudencia caballeresca”, la que algún día servirá de índice para la
conformación de un código de honor propio. El caballero conocerá así, precedentes nacionales
para tomar un rumbo, dentro y fuera del duelo reglamentado, como padrino, testigo o
adversario. Están lejanos los días en que las cuestiones del honor sean encaradas en otro
terreno. Bárbaro y todo, su procedimiento sólo las minorías lo repudian.
El reciente lance Brum-Herrera, celebrado en medio de la expectativa general en ambas orillas
del Plata, hace reflexionar sobre la conveniencia de que se impla cuanto antes, en nuestro
país, la atinada reglamentación uruguaya, que fija las funciones de un tribunal de honor
público, en el que sólo caben personas de competencia reconocida y el cual estudia los
conflictos, dictaminando si hay o no caso de duelo. El presidente Brum ha podido, pues,
batirse, sin que legalmente pueda nadie objetar su acción.

Lejos estamos de pretender hacer aquí la apología del duelo. Queremos, eso sí, expresar la
opinión de que siendo ésta una costumbre impuesta por la sociedad como manera de salvar el
decoro en determinados momentos, mejor que castigarlo, sin excepción, a ojos cerrados, es
contemplar la realidad tomando medidas que a la vez que satisfacen exigencias ambientes,
evitan que se menoscaben disposiciones penales.

Por cierto que en la actualidad, cuando las circunstancias se presentan, no quedan muy bien
paradas las autoridades policiales y judiciales, precisamente en virtud de ser poco amplias las
sanciones legales pertinentes que nos rigen. Pues en lances que se ven venir y en otros ya
consumados, la intervención preventiva y represiva de funcionarios es sencillamente nula.
Entre nosotros existen precedentes de miembros P. E. que renunciaron a sus cargos para
batirse. La opinión corriente encontró que los ministros que de tal suerte se conducían tenían,
tenían las mismas razones individuales que un simple particular para considerarse agraviados,
para sentirse molestos, si no exigían una reparación enérgica. Y hubo duelos, es decir, se holló,
sin duda, ley, y la autoridad no supo nada

Hay que evitar que sea letra muerta la letra de la ley, si no se quiere ver deprimida la autoridad
de las entidades que le dan su voto y su sanción, como también la de los encargados de
aplicarlas. Sostenemos la urgencia de una reforma legal que remedie la situación de hoy, que
además, al incorporar a nuestros usos el “Tribunal de Honor”, se podrá valla a lances,
realizados tantas veces, por haber sido tramitados entre legos en la materia, o entre quienes
tienen en escasa cuenta “el pellejo ajeno”.

Arturo Jauretche: los recuerdos de infancia en el cenit del proceso de peronización de las
clases medias articulado a partir del revisionismo históric

Por /Fernando Cesaretti y Florencia Pagni [1]

Obra.

A lo largo de 1972 Arturo Jauretche se aboca a la preparación de sus memorias. El primer (y


finalmente único) tomo es publicado por la Editorial Peña Lillo en Diciembre de ese año,
tirándose una segunda edición en Junio de 1973[2]. Titulado De Memorias. Pantalones cortos,
no es el primer libro de Jauretche. Por el contrario, es la culminación de una obra que registra
en orden cronológico los siguientes títulos: 1934: El Paso de los Libres. Edición prologada por
Jorge Luis Borges. Una segunda edición en 1960 llevará el prólogo de Jorge Abelardo Ramos.
1956: El Plan Prebisch: retorno al coloniaje. 1957: Los profetas del Odio y la Yapa. 1958:
Ejército y Política. 1959: Política Nacional y Revisionismo Histórico. 1960: Prosas de Hacha y
Tiza. 1962: Forja y la Década Infame. 1964: Filo, Contrafilo y Punta. 1966: El Medio Pelo en la
Sociedad Argentina. 1968: Manual de Zonceras Argentinas. 1969: Mano a Mano entre
Nosotros.

Y vida. A estos títulos se le suman innumerables artículos periodísticos y colaboraciones de


distinto tipo a lo largo de varias décadas de activa militancia como ensayista, escritor y político.
Una larga vida que comienza el 13 de Noviembre de 1901 en Lincoln, en el noroeste
bonaerense. En 1920 se instala definitivamente en la ciudad de Buenos Aires. Militante
conservador por tradición familiar en su juventud, su maduración intelectual lo lleva
progresivamente a enrolarse en el radicalismo. Ya decidido yrigoyenista, Juaretche ocupará
algunos cargos partidarios en el segundo gobierno de Yrigoyen, y caído éste, combatirá
decididamente al régimen triunfante. En 1933 participa en Corrientes en el levantamiento
radical de los coroneles Bosch y Pomar contra el gobierno de Justo. Vencido el alzamiento,
Jauretche es detenido. En prisión escribe sobre estos episodios. Lo hace en forma de poema
gauchesco. Titulado “El Paso de los Libres” será prologado por Jorge Luis Borges, algo que se
torna cuasi increíble en retrospectiva, dado los caminos divergentes que siguieron ambos
personajes. A su vez sus graves divergencias con el sector alvearista que conduce el
radicalismo hacen crisis en 1935. Frente al levantamiento de la abstención electoral por el
Comité Nacional de la UCR , Jauretche junto a, entre otros, Gabriel del Mazo, Homero Manzi,
Luis Dellepiane y Raúl Scalabrini Ortiz, fundan FORJA: Fuerza de Orientación Radical de la
Nueva Argentina. Esta agrupación tendrá gran influencia en los sectores del nacionalismo
democrático. Su posición neutralista durante la Guerra , llevará a Jauretche a apartarse del
radicalismo definitivamente y adherir críticamente al emergente peronismo. Cercano a los
lineamientos del equipo económico liderado por Miguel Miranda, y con el apoyo del
gobernador bonaerense Domingo Mercante, Jauretche será Presidente del Banco de la
Provincia de Buenos Aires desde 1946 hasta 1951. La caída en desgracia de sus mentores, lo
llevan al ostracismo. Pese a esto se mantiene fiel al peronismo y al producirse el golpe de
1955, Jauretche abandona su silencio y retorna a la lucha política “en defensa de los diez años
de gobierno popular” Nace entonces un nuevo Jauretche. Mientras la mayor parte de los
jerarcas del régimen depuesto se desbandan, desertan cobardemente o cambian de camiseta,
Jauretche, que había estado ausente de las responsabilidades del gobierno en los últimos años
y por lo tanto no es perseguido ni procesado, abandona la comodidad de esta posición y se
lanza al combate, convencido según sus propias palabras “que el ataque a los caídos era sólo el
pretexto para un ataque más profundo, dirigido al pensamiento que servía de base a la
Revolución Nacional ”. El periódico El Líder, el semanario El 45 y la publicación a principios de
1956 de El Plan Prebisch: retorno al coloniaje, marcan los primeros jalones de esa lucha
Perseguido, se exilia en Montevideo. En 1957 publica allí Los profetas del Odio[3]. Escrito con
tono y espíritu panfletario, a través de sus páginas Jauretche polemiza en tono amable con
Ernesto Sábato y ataca a Ezequiel Martínez Estrada, refutando las argumentaciones
claramente discriminatorias y hasta racistas del “radiógrafo de la pampa[4]” sobre la clase
obrera peronista. Jauretche ve estas argumentaciones como expresión del prejuicio de la clase
media. Sector particularmente irritado con el peronismo en tanto este –entendía- había
logrado a través de la industrialización, la independencia económica y la prosperidad de los
trabajadores. Esta prosperidad ciertamente no había irritado “a los de muy arriba, porque el
empresario sabe que esa prosperidad general es condición necesaria de las buenas ventas, es
mercado comprador para sus productos.” La irritación se había dado, y profundamente, en los
sectores intermedios para los que los cambios producidos por el peronismo actuaron como un
revulsivo, el mundo de “los pequeños propietarios y rentistas, los funcionarios, los
profesionales, los educadores, los intelectuales, los políticos de segundo y tercer orden,
elementos activos o parasitarios de esa sociedad”. Sectores donde los prejuicios de clase se
habían impuesto a los intereses de clase “pues si hay un sector destinado a beneficiarse de la
grandeza nacional lograda por la liberación económica, es este intermedio…” Sin embargo para
Jauretche no es este intermedio su enemigo. Propugna por un movimiento nacional en el que
se integren los elementos de clase media y burguesía junto a los proletarios. Entiende que una
política que aísle a los trabajadores de la clase media y de lo que entiende por burguesía
nacional, perjudicaría de modo irremediable al movimiento nacional. El verdadero enemigo es
aquel que rotula como intelligentsia, vasto contubernio político e intelectual caracterizado
tanto por su cosmopolitismo como por su elitismo. Es en el campo universitario donde,
desvirtuado el espíritu reformista, la intelligentsia hace estragos.[5] Lo esencial entonces de la
lucha que emprende Jauretche en esos años pasa por terminar con el largo equívoco que ha
llevado al divorcio entre doctores y pueblo, o dicho en otro términos, sumar al “campo
nacional” a vastos sectores de la clase media, en especial el estudiantado universitario. Para
ello utilizará la técnica maniquea de la complicidad. Crear el antagonista, en este caso la
intelligentsia, para dar por sentado que su lector potencial, pese a hallarse en los difusos
límites del campo en que su mueve aquella, pertenece sin embargo al otro lado, el “nacional”.
Esa línea nacional excede para Jauretche los límites del peronismo. Es una causa que
trasciende a hombres y partidos, a los que se puede adherir en tanto estos y aquellos sirvan
como instrumento de esa causa. Esta postura explica en gran medida la esencia de la relación
ambivalente que se da a lo largo de tres décadas entre Jauretche y Perón.[6]Así en el proceso
electoral de 1958 se opone a las directivas de Perón que postulan el voto en blanco, abogando
por sufragar a favor del frondizismo para impedir la continuidad de la Revolución Libertadora
con el triunfo del radicalismo balbinista. En 1961 se postula como candidato a Senador por la
Capital Federal , obteniendo una contundente derrota.[7] Después de esta desafortunada
experiencia retorna al periodismo combativo. Publica en Democracia y en diarios y periódicos
del interior. Y se van sumando nuevas obras. Forja y la Década Infame en 1962, Filo, Contrafilo
y Punta en 1964. En 1965 colabora en periódicos de efímera vida: Marcha y Palabra Argentina.
En 1966 en medio de los estertores agónicos del gobierno radical publica El Medio Pelo en la
Sociedad Argentina que junto al Manual de Zonceras Argentinas de 1968, constituyen dos
éxitos editoriales por su inmediata repercusión. Por entonces la paz de los cementerios
propuesta como modelo social por el onganiato está a punto de estallar y Jauretche se suma a
la CGT de los Argentinos, integrando la “Comisión de Afirmación Nacional” de esa central
obrera. En ese 1969 publica una recopilación de distintas notas periodísticas que titula Mano a
Mano entre Nosotros. Por esos años y cada vez más asiduamente, participa activamente de los
debates de la época, siendo frecuentemente invitado a los programas de televisión, donde un
Jauretche ya septuagenario, vestido anacrónicamente[8] no elude la polémica, enfrentando
con estilo cáustico a la intelligentsia, y a sus representantes. Esta frontalidad le traerá
problemas, al extremo que en Junio de 1971 llega a batirse a duelo con el general Oscar
Colombo. El lance fue a pistola, y según testigos del mismo, ambos contendientes tiraron a
matar, fallando ambos. Con menos dramatismo se enfrenta dialécticamente con otros
personeros de esa intelligentsia, a algunos de los cuales considera meros “idiotas útiles”[9]. No
rehuye tampoco asistir a mesas redondas y encuentro ante los más disímiles auditorios, con
una variedad ideológica que va del nacionalismo al marxismo.

Revisionismo y Peronismo. La historia como arma de combate político. Esta polisemia de


públicos no es extraña. Ex profeso no hemos citado por orden cronológico a una de las obras
de Jauretche: Política Nacional y Revisionismo Histórico, que si bien escrita en 1959, sintetiza
en su título un fenómeno que alcanza el cenit en 1973 durante la “primavera camporista”,
cuando los historiadores revisionistas intentan ocupar las posiciones centrales en las
instituciones académicas y el aparato burocrático oficial relacionado con la historia. Los finales
de los años 60 y principios de los 70 fueron sin duda la época de oro del revisionismo (con un
avance notable de la corriente nacionalista popular, acompañada por la ‘izquierda nacional’ y
las vertientes más radicalizadas del peronismo). Por todo ello, no se puede comprender el
debate historiográfico argentino sin entender en profundidad al revisionismo, más allá de la
valoración que se tenga de esa producción. Este explicitó la “politización” de la visión
dominante hasta ese momento de la historia argentina, y le opuso otra no menos “politizada”
(con la diferencia que asumía esa politización de modo público), que en gran parte se plegó
activamente (y contribuyó a producir) a la profunda radicalización política y cultural de esos
años. Todo en un contexto social en el cual la historia del país era un campo del combate
político más general. Es un largo proceso, pero que tiene un punto de inflexión a partir del
golpe setembrino[10]. Antes del mismo, Perón, guiado por un criterio pragmático, prefirió no
incorporar el debate sobre el pasado a los conflictos que atravesaban el presente de la
sociedad argentina, por lo que eludía pronunciarse públicamente sobre la problemática
planteada por el revisionismo.[11] Vasta el ejemplo de los ferrocarriles nacionalizados, cuya
nueva nominatividad respondía a la visión tradicional. Esto cambia a partir de las “épicas
lluvias borgeanas”. Si bien la tríada San Martín-Rosas-Perón ya había sido preconizada por
autores revisionistas durante el gobierno de este último, será después de 1955 que a la línea
Mayo-Caseros-Septiembre propuesta por la Revolución Libertadora , se le responderá con la
mencionada tríada desde los más diversos círculos del peronismo, incluyendo al propio ex
presidente, desde el exilio. Jauretche señalará cáusticamente al respecto: “ La Línea Mayo-
Caseros ha sido el mejor instrumento para provocar las analogías que establecen entre el
pasado y el presente la comprensión histórica…!Flor de revisionistas estos Libertadores! Para
perjudicar a Perón lo identificaron con Rosas y Rosas salió beneficiado en la comprensión
popular. Caseros se identificó con setiembre de 1955 y los vencedores con los gorilas…” Es
entonces que el nacionalismo aristocrático pierde el peso que tuviera en las décadas del 30 y
40 como sustento ideológico del revisionismo, a favor de la tradición forjista y de nuevas
corrientes provenientes de la izquierda. El revisionismo se despoja de sus elementos más
reaccionarios y tradicionalistas, posibilitando la incorporación de estos nuevos sectores
intelectuales. Así en los 60 y primeros 70 el revisionismo de izquierda ya será una forma muy
difundida para pensar el presente del país desde el pasado y viceversa. El auge de masas de
esos años será tributario en parte de la simbología federal y revisionista, interpretando la
historia del país como un combate prolongado entre una elite extranjerizante y clases
populares poseedoras de un verdadero sentimiento nacional, en un enfoque que combinaba el
enfrentamiento “nación-imperialismo” con la visión de la lucha de clases. La “historia oficial”
formaba parte, en el plano ideológico, del reiterado triunfo de la minoría pro-imperialista
sobre las mayorías oprimidas. La imposición de otra visión de la historia sería parte
insoslayable y necesaria del triunfo final del “pueblo” sobre la “oligarquía”. La iconografía de
los caudillos, encabezada por el propio Rosas formaría parte de los símbolos de Montoneros y
grupos afines (si bien historiadores ligados a esa tendencia o al peronismo de base, como
Puiggrós y Ortega Peña tenían una visión más reticente de Rosas).[12] Con todo, muchos
hombres de esta nueva tendencia no dejarán de sentirse identificados en cierta medida con el
revisionismo anterior, en una ‘transversalidad’ izquierda-derecha, que se proyectaba, de modo
reflejo, en un repudio a todos los no revisionistas (asimilados como “liberales”) hecha
asimismo sin distinguir entre izquierdas y derechas. El propio J. W. Cooke, representante
máximo del peronismo en trance de radicalización hacia la izquierda, no consiguió apartarse
nunca por completo de la cosmovisión nacionalista-revisionista de la historia argentina. De
todos modos hay fuertes polémicas, especialmente en torno a la figura del Restaurador. Para
Juaretche, Rosas constituye “la síntesis posible” mientras que para los sectores de Izquierda
Nacional[13] no es más que la versión conciliadora y pactista del Puerto, más favorable para el
Interior que la política rivadaviana pero menos popular y nacional que la propuesta de los
caudillos interiores. Resulta interesante el hecho que estos debates se dan con el objetivo de
llegar a un destinatario amplio y preciso a la vez: la clase media. El fenómeno de ese sector
social (especialmente los que han accedido a mayor nivel de instrucción) acometiendo la tarea
de borrar el “pecado” de la generación anterior de haberse apartado del “pueblo”, pasa
también por aceptar, con mayor o menor grado de sentido crítico, la iconografía
revisionista.[14] Jauretche es a fines de los años 60 un mimado de ese público. Ya señalamos
que El Medio Pelo en la Sociedad Argentina y Manual de Zonceras Argentinas, han constituido
formidables éxitos editoriales. Ambos textos analizan a la clase media y a su vez tienen como
destinatario a la misma. Jauretche juega entonces con una complicidad sobreentendida con su
lector. Sabe que este teme al fantasma de ser en realidad parte de lo que Jauretche critica:
esto es ser “una señora gorda”, un “señoro”, un idiota útil a la intelligentsia liberal, en
definitiva. Una forma de apartar ese espectro, de sumarse al campo “nacional y popular”, es
hace propia la crítica jauretcheana a esos estereotipos. En un sentido más amplio, aquí
podemos hallar una de las claves del fenómeno de creciente peronización de los sectores
medios. Es en este tiempo de compromiso y militancia de esos sectores medios, en que
Jauretche escribe (con ellos como destinatarios) la primera parte de su autobiografía, donde
los recuerdos de infancia le servirán como excusa para desarrollar un planteo del revisionismo:
el cambio en la apreciación de los sujetos de la historia. De hijos de empleados y maestras.

Hacia 1972 el revisionismo (especialmente en su ala izquierda) ha terminado de elaborar ese


cambio de apreciación. El pueblo anónimo, los “descamisados” eran reivindicados desde el
fondo de nuestra trayectoria nacional como portadores de valores positivos, el hombre común
era elevado a protagonista de la historia, una suerte de “héroe colectivo”. Seis décadas antes
“el hijo de un empleado público y una maestra” está encontrando a tientas a ese protagonista,
enmascarado en la alteridad a su persona y su medio. “Tuve -en mi primera infancia- una idea
de los grupos sociales, que no es muy parecida a la que tengo ahora pues su signo
fundamental no era el económico sino la “cultura”. No parecía que la riqueza o la pobreza
fueran los cartabones. El mundo se dividía entre los paisanos y “los otros”; mis padres, mis
hermanos y yo éramos de “los otros”. También lo era toda la gente importante del pueblo, y
también muchos no importantes…” No lo eran ciertamente los boyeritos y los chiquilines de
las orillas que abandonaban tempranamente las aulas para acompañar a sus padres a la
“junta” del maíz. Ni los despojos de los veteranos de la Guerra del Paraguay, mendigando en la
plaza de su pueblo. Sabe Jauretche que se está dirigiendo a un lector que si pertenece al
mundo de los “otros”. A ese vasto mundo de la genéricamente denominada clase media
argentina, pasible de múltiples sectorizaciones a partir de lo económico, pero bastante
homogénea desde lo cultural. Y sabe que en estos nuevos “hijos de empleados y maestras”
encontrará una receptividad y una mirada cómplice construida al calor de su lucha en
particular y de la del revisionismo en general durante los últimos años. Sabe que el lector de
Pantalones Cortos, al revés que él, que desde un punto de vista cultural entró a este mundo
“mal pisao”, como casi todos mis contemporáneos medio “leídos[15]”, está advertido acerca
de lo que llamó “colonización pedagógica”, término bajo el que engloba los instrumentos que
utilizó el liberalismo hegemónico del modelo agro exportador para construir un país
europeizado y colonial, conveniente a ese modelo. Esa superestructura cultural de carácter
antinacional se apoya tanto en el sistema escolar como en la falsificación del pasado. Así el
primero planteaba una dicotomía: “La escuela no continuaba la vida sino que abría un
paréntesis diario. La empiria del niño, su conocimiento vital recogido en el hogar y en su
contorno, todo eso era aporte despreciable. La escuela daba la imagen de lo científico, todo lo
empírico no lo era y no podía ser aceptado por ella…La escuela nos enseñó una botánica y una
zoología técnica con criptógamas y fanerógamas, vertebrados e invertebrados, pero nada nos
dijo de la botánica y la zoología que teníamos por delante. Sabíamos del ornitorrinco por la
escuela y del baobab por Salgari, pero nada de baguales, ni de vacunos guampudos e
ignorábamos el chañar, que fue la primera designación del pueblo hasta que le pusieron el
nombre suficientemente culto de Lincoln…Nunca se nos habló de la laguna del Chancho,
donde íbamos a bañarnos y a pescar en nuestras rabonas, como tampoco de la laguna de
Gómez o Mar Chiquita, más cerca de Junín, que nunca supimos que se llamó Federación.” Esas
omisiones no son gratuitas y forman parte de “la falsificación de la historia”. “El pueblo había
sido treinta años antes territorio ranquelino, pero la escuela ignoraba oficialmente a los
ranqueles. Debo a Búfalo Hill y a las primeras películas de cowboys mi primera noticia de los
indios norteamericanos. Esos eran indios y no esos ranqueles indignos de la enseñanza
normalista.”. Juaretche explica esa operación señalando que la incomprensión de lo
preexistente al modelo liberal que se intenta imponer, termina entendiéndose como hecho
anticultural, dando por resultado que todo hecho propio, por serlo es bárbaro, y todo hecho
importado, por serlo era civilizado. Civilizar consistió entonces para el liberalismo, en
desnacionalizar. Y una herramienta válida para lograr esto consistió en la divulgación, ajena a
toda tradición oral de una “historia con héroes de cerería actuando en batallas sin barro,
polvo, ni sangre…¿Es que ningún héroe argentino ha tenido dolores de muela, ni se ha
calentado con una china, ni ha jugado una onza a una carta?... La historia extranjera terminaba
por gustarnos más que la nacional porque esta última había sido escrita “para el Delfín” y
partiendo del supuesto que el Delfín era un idiota. Seguro de encontrar en su lector la misma
comunión nacional y popular, Jauretche expresa taxativamente esa certeza en las páginas
finales del libro, al opinar que las nuevas generaciones”se han liberado de la enseñanza de la
historia falsificada. Porque aunque muchos profesores y los programas escolares persistan, el
maestro se encuentra ante la imposibilidad de repetirla frente a la indiferencia burlona con
que los niños y jovencitos afrontan la “Educación Democrática”.[16] Mérito no menor del
revisionismo el de haber logrado la caída de las anteojeras ideológicas de los sectores medios.
Atrás parecen haber quedado los exponentes de la Línea Mayo-Caseros - Revolución
Libertadora. Las nuevas camadas universitarias parecen estar inmunizadas de “fubismo”,
liberadas las aulas y claustros de la maraña liberal conocida como “Flor de Romero”. La unión
de los trabajadores, las clases medias y la burguesía nacional, tras un proyecto común de
liberación, alianza por la que Jauretche viene abogando desde los tiempos de la derrota de
1955, parece estar cerca a principios de este 1973 en que Pantalones Cortos se vende como
pan caliente. Se avizora en ese otoño que el mismo puede trasmutarse en primavera. Sin
embargo… Tras cartón está la muerte

En el epílogo de Pantalones Cortos anuncia su continuación en dos libros más. El primero


abarcará su biografía entre 1914 y 1943, llevando por título Verde, pintón y maduro y el otro,
Los altos años, desde esa última fecha hasta “donde le dé el cuero”. Comienza a esbozar
borradores. En Mayo de 1973 el triunfo del Frejuli lleva a este viejo militante de la causa
popular a ocupar la dirección de EUDEBA, la Editorial de la Universidad de Buenos Aires.
Puiggros asume el rectorado y Taiana la titularidad de la cartera de Educación. Elabora planes
de largo alcance, tales como la edición de manuales y textos primarios y secundarios a bajo
costo, para arrebatarles el monopolio editorial a Estrada y Kapelusz. Pero esto sobrepasa las
posibilidades de la endeudada EUDEBA. A lo cual se suma la creciente derechización del
gobierno peronista. Jauretche, con 72 años a cuestas, obeso, diabético e impertérrito fumador,
ve día a día debilitarse su salud. Ideológicamente, opera simétricamente opuesto al
corrimiento a la derecha del gobierno del FREJULI. Se acerca cada vez más a la llamada
Tendencia Revolucionaria. Influye sobre su espíritu su sobrino Ernesto, militante destacado de
ese sector radicalizado del peronismo. Finalmente en la madrugada del 25 de Mayo de 1974, a
un año exacto de la alborada de esperanza que se ensombreció rápidamente, el viejo luchador
abandona el combate. No creemos que el destino de un Jauretche superviviente lo hubiera
hecho seguir el desdibujado camino del otro gran referente del revisionismo, en este caso de
la Izquierda Nacional , Jorge Abelardo Ramos, que en su pertinaz búsqueda de “la burguesía
nacional progresista”, o de algún remedo militar de aquella, terminó proponiendo un total
seguidismo de corrientes burguesas reaccionarias, ya con el dictador Galtieri, ya con el
presidente Menem. Aunque meramente conjetural, vista en retrospectiva la muerte por
causas naturales de Arturo Martín Jauretche, le ahorró un crimen a la triple A o a los grupos de
tareas de la dictadura militar.

Fernando Cesaretti Florencia Pagni Grupo Efefe

BIBLIOGRAFIA. CAMPIONE, Daniel. 2002. Argentina: la escritura de su historia. Bs. As. :


Prometeo GALASSO, Norberto.1983. Las polémicas de Jauretche. Bs. As.: Los Nacionales
_______. 1985. Jauretche y su Epoca. De Yrigoyen a Perón. Bs.As.: Peña Lillo. _______. 2000.
Jauretche. Biografía de un argentino. Rosario: Homo Sapiens. JAURETCHE, Arturo.1974. Política
Nacional y Revisionismo Histórico. Bs. As.: Peña Lillo. _______. 1974. Manual de Zonceras
Argentinas. Bs. As.: Peña Lillo. _______. 1975. Los profetas del odio y la yapa (la colonización
pedagógica). Bs. As.: Peña Lillo. _______.1984. De Memoria. Pantalones Cortos. Bs. As.: Peña
Lillo. SARLO, Beatriz. 2001. La batalla de las ideas. 1943-1973. Bs. As.: Ariel.

[1] Escuela de Historia. Universidad Nacional de Rosario.[2] Habrá una tercera edición de la
que no tenemos mayores datos, y en Octubre de 1984 se editará una cuarta, que es la utilizada
para este trabajo.[3] Luego le añadirá “ la Yapa ”, esto es el análisis sobre la colonización
pedagógica.[4] Jauretche opinaba que Ezequiel Martínez Estrada había degradado de
radiógrafo pampeano a fotógrafo de barrio.[5] Términos tales como “fubista” o “Flor de
Romero”, serán feliz creación de Jauretche para referirse a la ceguera ideológica y a la postura
antipopular del estudiantado agrupado en la Federación Universitaria de Buenos Aires, o al
entorno intelectual del interventor delegado por la Revolución Libertadora en la U.B .A., José
Luis Romero.[6] “-Perón, ¡es el hombre ideal para que yo lo maneje!”, expresó Jauretche en
1944 a sus compañeros de FORJA, tras entrevistarse con el Secretario de Trabajo y Previsión.
Ciertamente, el entonces coronel, resultó muy poco "manejable”.[7] Varios candidatos
peronistas se presentaron a esa elección. Sin embargo la bendición de Perón fue para un
antiguo antiperonista, Raúl Damonte Taborda, que en los años 30 fuera considerado
irónicamente “diputado por la China ” (por la China Botana , su esposa, hija del magnate
periodístico Natalio Botana). La elección la ganó un arquetipo de la intelligentsia, el socialista
Alfredo Palacios, a quién Jauretche definiera como “figurón” y cabal representante del batallón
de “animémonos y vayan.”[8] Su corbata de lazo pasa a ser un “icono jautcheano”[9] Jauretche
tendrá amores y odios que mediarán su relación con alguno de éstos. Así, pese a las
diferencias respetará, y lo hará público, a Ernesto Sábato y Victoria Ocampo. En cambio, una
mezcla de odio y desprecio, lo llevará a calificar a Jorge Luis Borges: “-en la ciudad al tipo de
hombre como Borges cuando adolescente le dan libros, en el campo en cambio, de puro
brutos que somos, les atamos las manos”. A otros los ridiculizará y subestimará
intelectualmente, tal el caso de Beatriz Guido a quien le dedica un capítulo de El Medio Pelo en
la Sociedad Argentina. [10] El de 1955. Lamentablemente hay una tradición golpista que desde
1930 hace de Setiembre un mes paradigmático al respecto.[11] “- No me traiga problemas,
aquí somos todos urquicistas”, dicen que le dijo Eva Duarte al diputado Eduardo Colom cuando
este le pidió apoyo para organizar un homenaje a la figura del Restaurador.[12]
Reiteradamente Jauretche insiste que reivindicar a los caudillos del Interior de debe implicar
una subestimación de la figura de Rosas.[13] Cuyo referente indiscutido es Jorge Abelardo
Ramos.[14] Un cuarto de siglo después esto resulta imposible. La visión de la clase media
acerca de Rosas se acomoda mejor a una novela histórica como “El Farmer” de Andrés Rivera.
Tras una visión primaria de la misma, donde una excelente prosa de alto contenido erótico
subyuga al lector, el verdadero éxito de este libro está en haber aplicado la misma axiología
propugnada por el revisionismo de los 60, pero en sentido negativo: Rosas es Perón (o el
peronismo, o el menemismo) a partir de representar ambos el lado oscuro de la dicotomía
sarmientina. Este fenómeno va de la mano con el de la revalorización de la figura de Sarmiento
por, entre otros, los gremios docentes, típicos clivajes de clase media baja.[15] “mal pisáo”,
“léido”… A.J. tuvo una propensión a salpicar su prosa con términos con sabor criollo.
Recordemos que su primer obra, “El Paso de los Libres”, está construido literariamente en
forma de poema gauchesco.[16] Como una rémora, hasta 1973 un texto de un ignoto profesor
Alexandre de la Materia de 2do año Educación Democrática, tenía un capitulo llamado
textualmente “ La Segunda Tiranía ”.

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