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CRONOLOGÍACRÓNICASPERSONAJESCONTACTO
El tema «duelos y duelistas» trata de aportar algo de luz para que se comprenda la esencia de
una costumbre que fue de rigurosos cumplimiento por parte de algunas personalidades de
nuestro pasado y comenzaremos recordando que la palabra “duelo” deriva del latín “duellum”,
término que a su vez derivaría de “bellum” que significa “guerra”. Tenemos entonces que un
“duelo” vendría a ser una guerra: personal, pero guerra al fin, librada entre dos personas que
habiendo considerado que se ha lesionado su honor, consideran que es necesario “lavar con
sangre” la ofensa recibida. Los “duelos” o “lances caballerescos” tienen un origen tan remoto
que quizás comenzaron con la misma humanidad. El combate cuerpo a cuerpo de dos
trogloditas armados con sus cachiporras hechas con huesos de algún animal, para dirimir la
propiedad de alguna de las mujeres del clan, puede haber sido el inicio de algo que luego, ya
en tiempos de la Edad Media, se hizo costumbre entre los caballeros que lanza en ristre,
montados en acorazados caballos, rompían sus lanzas tratando de romper, más que sus lanzas,
la anatomía de un adversario que había osado mirar a su dama, dudado de su valentía o
insultado en un momento de furia.
Más tarde, ya en el siglo XIII, a pesar que la Iglesia católica prohibió estos lances como medio
legal para resolver disputas personales, su práctica se potenció y así tenemos que el auge de
los duelos llegó a su máximo esplendor durante el Renacmiento, época durante la cual, hasta
se reglmentaron el derecho a duelo y su metodología. También reconocido como “Juicio de
Dios”, se consideraba que a través de él, el Ser Supremo (cualesquiera fuera el Dios al que se
adorara), disponía sabiamente el resultado que debía tener el encuentro entre los duelistas,
dejando en sus manos la decisión de quien era el que debía morir en el lance, exculpando así
de toda culpa al vencedor, poniéndolo a salvo de cualquier consecuencia legal que tuviera su
participación en esa muerte. Porque para la justicia, eso era “justicia por mano propia”, lo que
configuraba una rebelión inaceptable contra la majestad de las leyes y de los monarcas.
Los caballeros españoles no quedaron afuera de esta moda de los “duelos” y como es lógico, la
trajeron con ellos cuando llegaron a las tierras de América, aunque no hay muchos registros
acerca de “duelos” realizados aquí. Pero de lo que han quedado numerosas constancias, es de
una costumbre que parece ser una derivación vernácula de aquellos duelos a espada o a
caballo de los antigüos caballeros: el “duelo criollo”, un enfrentamiento que se producía entre
dos hombres armados con cuchillo, que confiaban en su destreza para mostrar su coraje o
lavar una ofensa. Pero esta costumbre, como tantas otras de nuestra identidad, desapareció
con el tiempo (ver “El duelo criollo” http://elarcondelahistoria.com/el-duelo-criollo/).
Pero lo que no desapareció hasta bien entrado el siglo XX, fue el duelo como “lance
caballeresco” a espada, sable o pistola, evento que continuó siendo una costumbre arraigada,
especialmente entre nuestros militares, hombres públicos o miembros de las clase alta, a
pesar que desde el 1º de febrero de 1887, comenzó a aplicarse el Código Penal Argentino,
donde se incluye al duelo entre los delitos punibles por la Ley.
No es posible dar una lista de los duelos que se realizaron en la República Argentina desde el
siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX, porque ello es imposible. Primero porque sería
interminable y segundo porque muchos de ellos no fueron rubricados mediante el Acta que se
estilaba labrar al término del incidente, por temor a la acción de la Justicia, pero puede
consultarse «Jurisprudencia caballeresca argentina», una obra del Juez en lo Correccional,
doctor CÉSAR VIALE, editada en 1914, donde se han volcado numerosas actas labradas
después de dados por finalizados tanto los incidentes que terminaron sin combatir, como los
enfrentamientos a espada, sable y pistola. No obstante lo expresado, a continuación
exponemos algunos de estos casos que por lo trágico, o violento de su desarrollo, se hicieron
famosos:
Un duelo trágico.
En la mañana del 28 de diciembre de 1894 el doctor LUCIO VICENTE LÓPEZ dejó su casa, sita en
la avenida Callao 1852 y tomó el camino de Belgrano para llegar al Hipódromo Nacional,
ubicado sobre la actual avenida del Libertador, entre las calles Monroe y Congreso, en cuyas
arenas caerá abatido por un certero disparo del coronel CARLOS DOMINGO SARMIENTO, con
quien había concertado un duelo “a primera sangre”. Quien años después sería gobernador de
San Juan, distinguido militar y cabeza de un partido político, el coronel CARLOS SARMIENTO,
fue uno de los protagonistas de este drama. LUCIO VICENTE LÓPEZ, nieto del autor del Himno
Nacional, hijo de un historiador destacado y él mismo un escritor y hombre público de gran
prestigio era el otro. Ambos se enfrentaban como era costumbre en aquella época, entre los
integrantes de las altas clases sociales, en un duelo para dirimir fuera de los estrados judiciales,
las custiones que afectaban el honor de los involucrados. VICENTE LÓPEZ se desempeñaba
como interventor de la provincia de Buenos Aires y se propuso investigar ciertos hechos que le
habían sido denunciados como actos de corrupción y en tal tarea, dio con los documentos
vinculados con la venta de unas tierras públicas, con las concesiones otorgadas para la
explotación de ferrocarriles y gestiones bancarias poco claras. Como resultado de sus
investigaciones, denunció que la compra de un campo que estaba destinado al ensanche del
municipio de Chacabuco, en la provincia de Buenos Aires, había sido efectuada a nombre de
una sola persona, a pesar de que eso estaba taxativamente prohibido por Ley. Esa persona,
resultó ser el coronel CARLOS DOMINGO SARMIENTO, Secretario privado del Ministro de
Guerra, LUÍS MARÍA CAMPOS, contra quien LÓPEZ promovió una denuncia penal. Se produjo
entonces un gran escándalo potenciado por importantes editoriales y notas periodísticas que
conmocionaron a la ciudadanía, que vio con asombro, que el coronel SARMIENTO era detenido
y enviado a prisión. Estuvo preso durante tres meses alojado en el Departamento de Policía de
la provincia de Buenos Aires hasta que fue absuelto de los cargos que se le imputaban. Fue
agasajado por sus amigos en el restaurante “Flobet” de la ciudad de La Plata y allí, entre copas
(quizás demasiadas), brindis y risotadas etílicas, SARMIENTO tuvo duras y desagradables
expresiones en contra de su acusador. Enterado de ello, LÓPEZ, primero ratificó y amplió los
contenidos de su denuncia en la prensa y luego hizo lo que se estilaba en aquella época: retó a
duelo al coronel SARMIENTO y nombró como padrinos para que lo representen a FRANCISCO
BEAZLEY y al general LUCIO VALENTÍN MANSILLA. El coronel SARMIENTO acepó el lance y
nombró como padrinos al contralmirante DANIEL SOLER y al general FRANCISCO BOSCH.
Efectuadas las primeras reuniones entre los cuatro representantes de los duelistas, llegaron a
la conclusión de que no había lugar a duelo, pero parece ser que López insistía con vehemencia
en que éste debía realizarse y no se sabe cómo, el caso es que se decidió realizar el lance y “a
muerte”. Sólo le restó a los padrinos establecer las armas y las reglas que acotarán este duelo
y elegir el lugar de realización del mismo. Será en el Hipódromo Nacional, a pistola, a doce
pasos, el fuego a la voz de mando y a muerte. “El 28 de diciembre a la mañana los carruajes
conduciendo a los protagonistas, familiares y algunos curiosos, se detuvieron cerca del
Hipódromo Nacional (Hoy Avenida Luis Maria Campos) y a las diez de la mañana, ya estaban
todos en el escenario elegido para vivir este drama. Ambos contendientes, sus padrinos, el
director del lance, LUIS NAVARRO y los médicos DECOUD y PADILLA. Los padrinos se unieron
en un último intento de parar esa locura. Hubo murmullos, idas y venidas, cabezas gachas y
una negativa por ambas partes. A las once y diez, los doctores Padilla y Decaud, vestidos de
negro, se miraban circunspectos. El general Bosch medía los doce pasos reglamentarios.
Mansilla y Soler revisaban las pistolas Arzon elegidas para esta circunstancia y Sarmiento y
López se midieron a la distancia. Era la primera vez que se veían cara a cara. Se escucharon los
dos primeros disparos y los contrincantes estaban aron ilesos. Ahí podría haber terminado
todo. Pero el duelo era a muerte. Se volvieron a cargar las pistolas. Nuevamente la cuenta
regresiva. Resonaron los disparos y se vió a López caer tomándose el abdomen. Bañado en
sangre, es sostenido por varios brazos que presurosos acudieron hacia él, mientras se le
escuchó decir: “¡Esto que me ocurre es una injusticia!. ¡Una injusticia!. Llevado a su domicilio,
varios médicos trataron de salvar su vida, aunque todo fue en vano. La bala, antes de salir
rozando la última costilla del lado izquierdo, en su tránsito había lesionado el hígado,
perforado los intestinos e interesado el bazo. Mientras los médicos libraban una dura lucha,
para salvarle la vida, muchos compatriotas llegaron hasta la casa para interesarse por el
paciente. Entre ellos, MITRE, ROCA, ARISTÓBULO DEL VALLE, PELLEGRINI, MANUEL QUINTANA
y DARDO ROCHA. A las 11 de la noche, llegó O’GORMAN para administrarle la Extremaunción y
a medianoche ya no se sentiría latir el pulso y el deceso se produjo en la primera hora del día
29, en el dormitorio de su casa de Callao1852. El sepelio de los restos de la ilustre víctima se
realizó en la Recoleta, en el atardecer del sábado 29. Mientras con recatado dolor el viejo
VICENTE FIDEL LÓPEZ, lloraba al hijo perdido, el coronel SARMIENTO y sus padrinos se
presentaban ante el juez de Instrucción. El coronel Sarmiento fue sometido a juicio sumario
con la intervención de un Juez llamado NAVARRO y un fiscal llamado ASTIGUETA y al término
del juicio, se produjo un dictamen diciendo que:
Primero: El duelo verificado entre los señores doctor LUCIO VICENTE LÓPEZ y coronel CARLOS
DOMINGO SARMIENTO, ha sido llevado a cabo sin la condición expresa de que debía
efectuarse a muerte, lo que exime al procesado de las responsabilidades determinadas en el
artículo 117 del código Penal, por cuanto para la aplicación del citado artículo, sería menester
la condición expresa mencionada. Segundo: Que por el contrario, de los términos del acta
resulta que el propósito de los padrinos ha sido disminuir las probabilidades de un desenlace
fatal , pues figura en el citado documento una cláusula clara y terminante que estatuye que
solo se cambiarían dos balas entre los combatientes. Tercero: Que el hecho de haber tenido el
lance el resultado de que instruye el presente sumario, no da ni puede dar lugar a presumir
que el propósito de los padrinos ha sido concertar un duelo a muerte.
LUCIO VICTORIO MANSILLA guardó, por años, la bala mortal que había recogido en el
Hipódromo de Belgrano y los misterios que rodean a este duelo, siguen en las sombras, porque
aún hoy se discute si fue López o Sarmiento el que retó a duelo al otro. No se sabe porqué fue
un duelo a muerte, cuando ya estaba decidido que fuera a primera sangre, ni porqué Lavalle y
Pellegrini, que fueron los primeros solicitados para representarlo a López como padrinos, se
negaron a ello. Se dice que fue López el que más insistía para que el duelo se realizase y se
atribuye esta actitud a que con él, pretendía beneficiar sus aspiraciones políticas (quería ser
gobernador de Buenos Aires), teoría desmentida por Miguel Cané y Carlos Pellegrini, cuando al
despedir sus restos en el Cementerio de la Recoleta, el primero de ellos dice que López
“rechazaba la exigencia social del duelo”, al que, según Carlos Pellegrini “consideraba un
atavismo de barbarie”. Muchas dudas, como siempre, oscurecen nuevamente las páginas de
nuestra Historia. En el cementerio de la Recoleta una escultura del francés Jean ALEXANDER
FALGUIÈRE, recuerda a Lucio Vicente López sobre un sarcófago de mármol. Tenía 44 años
cuando murió (ver “Artillero y Gobernador. Vida del coronel Carlos Domingo Sarmiento”, obra
de Rafael Sarmiento, Editorial Dunken, octubre de 2008, Buenos Aires y las páginas web “A la
tercera palmada” y “Duelo López-Sarmiento” en Gotitas varias páginas web, dedicadas a este
tema).
El poeta Belisario Roldán se enfrentó en 1907 con Teodoro de Bary, porque éste había hecho
reparos a su noviazgo con ARNOLDA BRINKMANN, su parienta política, lo que determinó que
se distanciaran. ROLDÁN fue herido, pero volvió a ganar el corazón de Arnolda gracias a la
literatura. La conmovió que publicase en «Caras y Caretas» un poema cuyos últimos versos
decían: «Pues sabes que de pie sobre mis penas,/ ya en las angustias donde tiembla el paso,/
por disfrazar de aurora aquel ocaso,/ lo teñí con la sangre de mis venas»…
Se batieron en Palermo los jóvenes OSCAR POSSE y CARLOS JUÁREZ CELMAN, resultando el
primero con una leve herida en el antebrazo. Acababa de firmarse el acta que terminaba el
asunto, cuando llegó enfurecido FRANCISCO POSSE, padre del herido. Nadie le había
informado sobre la escasa importancia de la lesión de su hijo Oscar y fuera de sí, preguntó
quién era JUÁREZ CELMAN y, al identificarse éste, extrajo un revólver con el que le hizo dos
disparos. Uno lo rozó y el otro hizo impacto en el brazo de uno de los médicos, mientras los
aterrados asistentes buscaban refugio. Como POSSE se disponía a repetir los disparos, JUÁREZ
CELMAN, tomando uno de los revólveres que había quedado cargado luego del duelo, efectuó
dos disparos contra don Francisco: uno le dio en el codo y el otro, atravesándole el corqzón, le
causó la muerte inmediata.
El doctor Alfredo Palacios fue expulsado del Partido Socialista (que él había fundado), debido a
su inveterada afisión a batirse a duelo. Hasta se batió una vez con sus propios padrinos.
MARIANO BEASCOCHEA y FERMÍN RODRÍGUEZ lo habían representado en una de esas
ocasiones que el fogoso diputado había exigido una reparación por las armas a ESTANISLAO
ZEBALLOS en 1912 y disgustado por la forma en que habían solucionado el desafío planteado,
los retó a duelo a ambos.
En épocas más próximas tuvieron especial repercusión periodística, por ejemplo, los duelos
que enfrentaron a los entonces diputados nacionales ARTURO FRONDIZI y JOHN WILLIAM
COOKE en 1949; al ex vicepresidente de la Nación, contralmirante ISAAC ROJAS, con el
diputado ROBERTO GALEANO en 1959; al diputado ERNESTO SANMARTINO con su colega
ÁLVARO MONTE, en 1960; al general RODOLFO LARCHER con el diputado nacional AGUSTÍN
RODRÍGUEZ ARAYA en 1965; al almirante BENIGNO VARELA con el periodista YOLIBÁN
BIGLIERI, director del periódico “La Autonomía”, memorable por el encarnizamiento de los
duelistas. Tuvo lugar el 3 de noviembre de 1968 a causa de una publicación que el marino
juzgó injuriosa. Ambos eran esgrimistas y se enfrentaron a sable «de filo, contrafilo y punta»
en una quinta de Monte Chingolo. Al fin del tercer asalto el duelo fue suspendido: Varela y
Biglieri tenían tajos en la cara y en los brazos, y estaban cubiertos de sangre. Los médicos
resolvieron dar por terminado el encuentro, por el cansancio de los duelistas y por ser «las
heridas parejas en cuanto a seriedad». Los entendidos consideraron singular este encuentro
por la furia de los protagonistas: se registraron alrededor de 14 embestidas «cuerpo a
cuerpo», que son las que representan el riesgo mayor. Finalmente, quizás el último duelo que
se llevó a cabo en la República Argentina, enfrentó al escritor ARTURO JAURETCHE con el
general OSCAR COLOMBO, en 1971;
Andando el siglo XIX, los duelos siguieron en auge entre la clase “afortunada” argentina. A
pesar de que la ley los prohibía, era evidente la tolerancia de jueces y policías a su respecto. A
veces, los duelistas viajaban al Uruguay para estar tranquilos, ya que en ese país batirse estuvo
permitido hasta 1992. El que siempre se mostraba dispuesto a apadrinar y a cobijar lances
caballerescos era el culto esgrimista CARLOS DELCASSE. Decenas de lances se llevaron a cabo
en su quinta porteña de Belgrano: tantos, que se la conocía como “La quinta de los duelos”.
Prohibido batirse a duelo. Siempre que hubo hombres dispuestos a jugarse la vida “en defensa
de su honor”, hubo duelos y fueron tantas las oportunidades que se recurría a este arbitrio,
que ya desde los albores de nuestra nacionalidad, en los primeros años posteriores a la
Revolución de Mayo, fue necesario que el Directorio prohibiera los duelos bajo pena de
muerte, luego de que dos oficiales chilenos, JUAN MACKENNA y LUIS CARRERA, se batieran a
sable en el actual parque Lezama (Buenos Aires), y Carrera quedara muerto en el “campo del
honor”.
Un decreto del Gobierno con fecha 30 de diciembre de 1814, que lleva las firmas deL Director
Supremo, GERVASIO ANTONIO POSADAS y de MANUEL MORENO (éste firma por ausencia del
Secretario), ratifica la prohibición de batirse a duelo, “estableciendo la irremisible aplicación
de la pena de muerte a quienes se desafíen a un duelo o asistan a duelos en calidad de
padrinos, considerándoselos a aquellos “como a verdaderos asesinos”, no obstante que un
falso y criminal sentido del honor, se esfuerce en disculparlos”. La costumbre de dirimir
cuestiones personales por medio de las armas tenía ya una larga y cuestionada tradición
porque había sido traída por los conquistadores españoles, duchos en el arte de dirimir sus
entuertos por las armas. En “La Gazeta” del día siguiente, pudo leerse que en su Editorial,
expresaba: “Aplaudimos la firme decisión de nuestros gobernantes que nos pone a la altura
de las naciones más civilizadas: las que han anatematizado esta desdichada costumbre que
cobra anualmente tantas víctimas. En efecto: si las vidas de los ciudadanos deben exponerse
por el bien de la patria, no es lícito que en graves momentos se desperdicien existencias
valiosas por falsos puntillos de honra o mezquinos deseos de venganza. Los duelos, cuando no
finalizan en ridículos simulacros, suelen tener trágico corolario, no sólo para el energúmeno
que desafía y para el que acepta por furor o compromiso, sino también para sus familias,
amigos y la sociedad toda. No hablemos de los hermosos ojos de nuestras madres, esposas,
novias y hermanas, que pueden quedar llorando para siempre por algún malogrado duelista.
Inútil abundar en luctuosas anécdotas, algunas de fresco recuerdo, cuando a esta altura de la
civilización, poseemos tribunales que zanjan las querellas personales sin necesidad de las
venganzas de sangre cuyo carácter interminable, nos remite a los tiempos de los Atridas”. El
mencionado decreto fue girado a los Jefes de Provincia y a los Tribunales competentes,
recomendando la aplicación inmediata de las penas que en él se establecían: “que a cuantos
salgan con bien de esta aventura se les aplicará sin más, la pena de muerte, lo mismo que a los
padrinos que neciamente alienten este tipo de episodios”. Los intentos por prohibirlos se
repitieron larga e inútilmente a través de la historia y también la Iglesia levantó repetidas
veces su voz para condenar como asesinos al que desafía, al que acepta o al que coopera a un
duelo, pues el crimen no puede paliarse con la excusa del honor.
Pero tan arraigada parece ser que estaba esta costumbre, que a pesar de esta prohibición, de
los esfuerzos de las autoridades policiales y las voces de la Iglesia, los duelos se siguieron
efectuando por muchos años y eran bien vistos por gran parte de la sociedad. El General SAN
MARTÍN, por ejemplo, dispuso en el Código de Honor de los Granaderos que un oficial podía
ser expulsado del cuerpo por no aceptar un desafío. Los duelos estaban rodeados de un
ceremonioso ritual que incluía una larga jurisprudencia para reglamentarlos y la presencia
ineludible de testigos y padrinos. Y para ser más justos no conviene olvidar que la costumbre
no fue privativa del “sexo fuerte”. En el siglo pasado algunas damas no vacilaron en empuñar
la espada para saldar algún problemático entuerto, difícil de resolver por métodos menos
agresivos. El general JOSÉ MARÍA PAZ cuenta, en sus «Memorias» que horas después de la
batalla de Tucumán (1812) desenvainaron sus sables para batirse el teniente JUAN CARRETO y
el coronel JOSÉ MOLDES, cuando éste trató de «ratero» a Carreto, pero las cosas no llegaron a
mayores porque el general MANUEL BELGRANO que estaba presente, los detuvo
recriminándoles semejante «insubordinación». Es sabido también que en 1818, poco antes de
la batalla de Maipú, se enfrentaron en duelo en el Campamento de Chimbarongo, dos oficiales
del Ejército de los Andes, PEDRO RAMOS y FEDERICO BRANDSEN, quedando ambos heridos.
Antes todavía, en Mendoza, otros oficiales de SAN MARTÍN, JUAN LAVALLE y JUAN O’BRIEN, se
habrían batido a sablazos y como resultado de lo cual O’Brien recibió una profunda herida en
la muñeca derecha.
Los duelos en el Código Penal Argentino
El Código Penal argentino trata el delito de duelo entre los delitos contra la vida, aunque parte
de la doctrina sostiene que se trata de un delito contra la administración de justicia, pues es un
modo de hacer justicia y cobrarse deudas de honor, de modo privado, a través de un combate
bajo formas preestablecidas. Instituido como costumbre y receptado por el Derecho a partir
del siglo XV, la mayoría de las legislaciones del mundo lo consideran un delito desde el siglo XX.
En Argentina se consideraron delitos desde el siglo XIX, y en Uruguay el duelo fue prohibido
recién en 1992 (Extraído de “La guía de Derecho”)
La opinión de un Juez.
“Existen normas de convivencia universal de las que derivan relaciones de hombre a hombre,
de grupo a grupo, de nación a nación, sin las cuales regiría el desorden, imponiendo su cetro la
brutalidad Y aquellos, principios, que cuentan en su favor con arraigos seculares — se llamen
costumbres o pragmáticas—, fundan modalidades generales que es fuerza considerar pero que
no deberán ser idénticamente adaptadas sin antes estudiar los aspectos etnográfico y
atnológico. Aplicar literalmente en un hemisferio prácticas o leyes del otro, es consumar
derechamente, el desprestigio de las mismas que se pretende auspiciar. Todos los países
poseen, más o menos, tradiciones consagradas a resolver los conflictos de varón a varón, que
no incumben o no se estila plantear en el ambiente de la discusión forense. Los más cultos
han llegado a codificarlas, acentuándose la tendencia que, para realizarse, ha menester de una
abundante y propia fuente de experiencia, punto a que no hemos arribado aún, a pesar de lo
muy desarrollado que está el sentimiento del pundonor en el alma nacional.
Es nuestra viva y real “Jurisprudencia caballeresca”, la que algún día servirá de índice para la
conformación de un código de honor propio. El caballero conocerá así, precedentes nacionales
para tomar un rumbo, dentro y fuera del duelo reglamentado, como padrino, testigo o
adversario. Están lejanos los días en que las cuestiones del honor sean encaradas en otro
terreno. Bárbaro y todo, su procedimiento sólo las minorías lo repudian.
El reciente lance Brum-Herrera, celebrado en medio de la expectativa general en ambas orillas
del Plata, hace reflexionar sobre la conveniencia de que se impla cuanto antes, en nuestro
país, la atinada reglamentación uruguaya, que fija las funciones de un tribunal de honor
público, en el que sólo caben personas de competencia reconocida y el cual estudia los
conflictos, dictaminando si hay o no caso de duelo. El presidente Brum ha podido, pues,
batirse, sin que legalmente pueda nadie objetar su acción.
Lejos estamos de pretender hacer aquí la apología del duelo. Queremos, eso sí, expresar la
opinión de que siendo ésta una costumbre impuesta por la sociedad como manera de salvar el
decoro en determinados momentos, mejor que castigarlo, sin excepción, a ojos cerrados, es
contemplar la realidad tomando medidas que a la vez que satisfacen exigencias ambientes,
evitan que se menoscaben disposiciones penales.
Por cierto que en la actualidad, cuando las circunstancias se presentan, no quedan muy bien
paradas las autoridades policiales y judiciales, precisamente en virtud de ser poco amplias las
sanciones legales pertinentes que nos rigen. Pues en lances que se ven venir y en otros ya
consumados, la intervención preventiva y represiva de funcionarios es sencillamente nula.
Entre nosotros existen precedentes de miembros P. E. que renunciaron a sus cargos para
batirse. La opinión corriente encontró que los ministros que de tal suerte se conducían tenían,
tenían las mismas razones individuales que un simple particular para considerarse agraviados,
para sentirse molestos, si no exigían una reparación enérgica. Y hubo duelos, es decir, se holló,
sin duda, ley, y la autoridad no supo nada
Hay que evitar que sea letra muerta la letra de la ley, si no se quiere ver deprimida la autoridad
de las entidades que le dan su voto y su sanción, como también la de los encargados de
aplicarlas. Sostenemos la urgencia de una reforma legal que remedie la situación de hoy, que
además, al incorporar a nuestros usos el “Tribunal de Honor”, se podrá valla a lances,
realizados tantas veces, por haber sido tramitados entre legos en la materia, o entre quienes
tienen en escasa cuenta “el pellejo ajeno”.
Arturo Jauretche: los recuerdos de infancia en el cenit del proceso de peronización de las
clases medias articulado a partir del revisionismo históric
Obra.
[1] Escuela de Historia. Universidad Nacional de Rosario.[2] Habrá una tercera edición de la
que no tenemos mayores datos, y en Octubre de 1984 se editará una cuarta, que es la utilizada
para este trabajo.[3] Luego le añadirá “ la Yapa ”, esto es el análisis sobre la colonización
pedagógica.[4] Jauretche opinaba que Ezequiel Martínez Estrada había degradado de
radiógrafo pampeano a fotógrafo de barrio.[5] Términos tales como “fubista” o “Flor de
Romero”, serán feliz creación de Jauretche para referirse a la ceguera ideológica y a la postura
antipopular del estudiantado agrupado en la Federación Universitaria de Buenos Aires, o al
entorno intelectual del interventor delegado por la Revolución Libertadora en la U.B .A., José
Luis Romero.[6] “-Perón, ¡es el hombre ideal para que yo lo maneje!”, expresó Jauretche en
1944 a sus compañeros de FORJA, tras entrevistarse con el Secretario de Trabajo y Previsión.
Ciertamente, el entonces coronel, resultó muy poco "manejable”.[7] Varios candidatos
peronistas se presentaron a esa elección. Sin embargo la bendición de Perón fue para un
antiguo antiperonista, Raúl Damonte Taborda, que en los años 30 fuera considerado
irónicamente “diputado por la China ” (por la China Botana , su esposa, hija del magnate
periodístico Natalio Botana). La elección la ganó un arquetipo de la intelligentsia, el socialista
Alfredo Palacios, a quién Jauretche definiera como “figurón” y cabal representante del batallón
de “animémonos y vayan.”[8] Su corbata de lazo pasa a ser un “icono jautcheano”[9] Jauretche
tendrá amores y odios que mediarán su relación con alguno de éstos. Así, pese a las
diferencias respetará, y lo hará público, a Ernesto Sábato y Victoria Ocampo. En cambio, una
mezcla de odio y desprecio, lo llevará a calificar a Jorge Luis Borges: “-en la ciudad al tipo de
hombre como Borges cuando adolescente le dan libros, en el campo en cambio, de puro
brutos que somos, les atamos las manos”. A otros los ridiculizará y subestimará
intelectualmente, tal el caso de Beatriz Guido a quien le dedica un capítulo de El Medio Pelo en
la Sociedad Argentina. [10] El de 1955. Lamentablemente hay una tradición golpista que desde
1930 hace de Setiembre un mes paradigmático al respecto.[11] “- No me traiga problemas,
aquí somos todos urquicistas”, dicen que le dijo Eva Duarte al diputado Eduardo Colom cuando
este le pidió apoyo para organizar un homenaje a la figura del Restaurador.[12]
Reiteradamente Jauretche insiste que reivindicar a los caudillos del Interior de debe implicar
una subestimación de la figura de Rosas.[13] Cuyo referente indiscutido es Jorge Abelardo
Ramos.[14] Un cuarto de siglo después esto resulta imposible. La visión de la clase media
acerca de Rosas se acomoda mejor a una novela histórica como “El Farmer” de Andrés Rivera.
Tras una visión primaria de la misma, donde una excelente prosa de alto contenido erótico
subyuga al lector, el verdadero éxito de este libro está en haber aplicado la misma axiología
propugnada por el revisionismo de los 60, pero en sentido negativo: Rosas es Perón (o el
peronismo, o el menemismo) a partir de representar ambos el lado oscuro de la dicotomía
sarmientina. Este fenómeno va de la mano con el de la revalorización de la figura de Sarmiento
por, entre otros, los gremios docentes, típicos clivajes de clase media baja.[15] “mal pisáo”,
“léido”… A.J. tuvo una propensión a salpicar su prosa con términos con sabor criollo.
Recordemos que su primer obra, “El Paso de los Libres”, está construido literariamente en
forma de poema gauchesco.[16] Como una rémora, hasta 1973 un texto de un ignoto profesor
Alexandre de la Materia de 2do año Educación Democrática, tenía un capitulo llamado
textualmente “ La Segunda Tiranía ”.