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10. ¿Cómo creó Dios al hombre?

R.-Dios creó al hombre, varón y hembra, según su propia imagen, en ciencia, justicia y santidad, con
dominio sobre todas las criaturas. Gen. 1; 27.; Col. 3:10; Efesios 4:24; Gen. 1:28

Después de que Dios hubo creado todas las cosas, creó al hombre. Cuán patente se ve el amor que
Dios demostró a esta su última creación, pues primero preparó por decirlo así, la casa con todas sus
comodidades, y después ya todo preparado, creó al hombre para habitar y disfrutar de su casa.
(Gen. 1:27). Cosa notable es, la forma especial de que hizo uso Dios para crear al hombre; no lo creó
como a todo lo demás por el solo mandato de su voz, sino que formó su cuerpo del polvo de la tierra
y sopló en él aliento de vida y fue el hombre en alma viviente. (Génesis 2:7). Ninguna otra cosa de
su vastísima creación fue así creada: sólo al hombre le fue dada un alma. Notamos también que lo
creó con el propósito definido de constituido en señor de todo lo creado. (Génesis 1:26-28).
Notamos en seguida que lo creó varón y hembra. Como había comunión entre el Padre el Hijo y el
Espíritu Santo quiso Dios que también la hubiera entre dos seres a cuyo cargo correría por su
mandato la multiplicación de la familia humana.
Ahora, en cuanto a las cualidades morales de esta criatura, corona de toda la creación, vemos que
fue creada a la imagen de Dios mismo en tres aspectos.
a) Primero, en ciencia o conocimiento; naturalmente no en un conocimiento en la amplitud
infinita de su Creador, pero sí lo bastante para conocer la voluntad de Dios, para contemplar
y comprender sus obras, para entender qué clase de relaciones lo ligaban con su Hacedor y
sus deberes para con El. En suma, el hombre fue dotado de todo el conocimiento necesario
para llenar el fin para que fue creado: glorificar a Dios y gozar de El para siempre.
b) En segundo lugar, fue creado a la imagen de Dios en justicia-; es- decir en posibilidad de
discernir lo recto y practicarlo; prepararlo así para obrar de conformidad con la justicia de
su Creador, en una posición que lo capacitaba para caminar de acuerdo con su Dios.
c) En tercer lugar. Fue creado a la imagen de Dios en santidad, a fin de que sus deseos
estuviesen siempre puestos en Dios y en toda cosa buena, de acuerdo con la santidad de
Dios mismo.
Bien sabemos que el primer hombre no permaneció en esta condición de vida tan preciosa, y ya
estudiaremos en detalle su caída; pero por el momento no poder más dejar de meditar que es
posible para el hombre recobrar esta semejanza, la misma semejanza que tuvo con Dios en el Edén,
por el cambio que puede el Espíritu Santo operar en el corazón de todo aquel que acepta a Cristo
como su Salvador y cuya vida queda nuevamente en manos de Dios para ser transformada. (Col.
3:10; Efesios 4:24). A esta obra del Espíritu Santo, se llama regeneración. Y constituye una de las
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humanidad caída. La semejanza a Dios que fue perdida en la caída, será la misma a que seremos
restablecidos por la regeneración, que no es otra cosa que el nuevo nacimiento espiritual a que se
refirió el Señor Jesús en su interesante plática con Nicodemo. (Juan 3:5~6). Quiera Dios que cada
uno de los hombres y mujeres que estudien esto sean restablecidos a la semejanza de su Creador,
sin lo cual no podrán entrar en el reino de los cielos. Sea la oración permanente de cada cristiano,
la de David conservada en el Salmo 51.

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