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Introducción
Para sustentar las actividades que permiten la vida, las células necesitan recibir un
continuo aporte de nutrientes, que son utilizados y transformados en las células.
Además, el metabolismo celular genera desechos que deben ser eliminados.
En los organismos unicelulares o pluricelulares muy sencillos, cada célula tiene un
contacto directo con el medio exterior que le facilita los intercambios mencionados.
Pero en los organismos pluricelulares complejos, como es el caso del organismo
humano, la mayoría de las células no tiene contacto con el exterior; sólo
determinados sistemas realizan intercambios con el medio. Así, el aparato
digestivo absorbe los nutrientes provenientes del alimento, el aparato respiratorio
toma oxígeno y elimina dióxido de carbono y el sistema excretor lleva otros
desechos metabólicos hacia el medio externo. Las demás células del organismo,
que carecen de contacto directo con el medio externo, realizan intercambios con el
medio interno, formado por el líquido intersticial y la sangre.
El sistema circulatorio es el encargado de mantener la continua circulación de la
sangre, asegurando así el transporte de sustancias de una célula a otra y entre
éstas y las superficies de intercambio con el exterior.
El aparato circulatorio está formado por el corazón, que actúa como bomba,
impulsando la sangre, y los vasos sanguíneos, conductos por los cuales circula la
sangre.
El aparato circulatorio permite, a través de la sangre, el transporte de:
. Nutrientes: desde el aparato digestivo y los tejidos de reserva hacia todas las
células.
. Desechos: desde cada célula del cuerpo hasta el riñón, que se encargará de
eliminarlos bajo la forma de orina.
. Gases: desde el aparato respiratorio hacia el resto de las células y viceversa.
. Hormonas: desde las glándulas endócrinas hasta sus órganos blanco.
. La sangre también transporta anticuerpos o inmunoglobulinas, proteínas de
defensa secretadas por los glóbulos blancos.
Corazón
Las arterias transportan sangre desde el corazón hacia otros órganos. Poseen una
pared relativamente gruesa con respecto a su luz y se caracterizan por su
elasticidad. Es posible reconocer una arteria en forma práctica, puesto que no se
colapsa fácilmente, su luz tiende a permanecer abierta y se recupera rápidamente
después de una compresión.
Las arterias poseen tres túnicas; desde la luz a la periferia éstas son:
- el endotelio, tejido epitelial plano uniestratificado;
- la túnica muscular, formada por músculo liso y fibras elásticas, y
- la túnica adventicia, formada por tejido conectivo.
Las grandes arterias que nacen en los ventrículos, la aorta y la pulmonar, dan
ramas que se distribuyen en todo el organismo. Las ramas de la arteria pulmonar
llevan sangre hacia los pulmones, mientras que las ramas de la arteria aorta
irrigan la cabeza, el cuello, el tronco y las extremidades. A medida que las ramas
arteriales ingresan a los distintos órganos, las ramificaciones son cada vez más
numerosas y de menor calibre. Las ramificaciones más pequeñas de las arterias
son las arteriolas, vasos de paredes muy contráctiles cuya luz se regula para
aumentar o disminuir el flujo sanguíneo de un órgano, según las necesidades. Las
arteriolas se continúan con otro tipo de vasos: los capilares.
Los capilares son los vasos más delgados (el nombre de capilar obedece a que se
los compara con un cabello). La pared de los capilares consta tan sólo de una capa
endotelial apoyada sobre una membrana basal. Dentro de cada órgano, los
capilares forman una red interpuesta entre las arterias y las venas.
Los capilares sanguíneos son los únicos vasos permeables. A través de ellos se
produce el intercambio de sustancias entre la sangre y las células.
Existen tres clases de capilares: continuos, fenestrados y sinusoides. En los
capilares continuos, los bordes de las células epiteliales presentan uniones
oclusivas y adherentes, formando una membrana continua. En los capilares
fenestrados, las células epiteliales están atravesadas por poros. Los sinusoides son
capilares de mayor calibre, de recorrido tortuoso, cuyas membranas basales
pueden presentar discontinuidades. Son los capilares más permeables, ubicados en
órganos donde se requiere un intenso intercambio, por ejemplo en el hígado.
Las venas son las encargadas de transportar la sangre de retorno, desde los
distintos órganos hacia el corazón. Al confluir varios capilares se forman las
vénulas y éstas se unen para formar venas de mayor calibre. Las venas de mayor
calibre confluyen finalmente en los dos sistemas venosos que llegan al corazón: las
venas pulmonares, que desembocan en la aurícula izquierda y las venas cavas,
que lo hacen en la aurícula derecha.
Las paredes de las venas resultan delgadas en proporción a su amplia luz. Al igual
que las paredes arteriales, constan de tres túnicas. Sin embargo, en las venas
alcanza un mayor desarrollo la túnica adventicia que la muscular, por lo que sus
paredes son menos elásticas y contráctiles que las de las arterias y tienen una
mayor tendencia a colapsar. Esta menor elasticidad se hace evidente al comprimir
una vena, ya que su luz permanece cerrada aun después de cesar la presión.
Otra característica de las venas es la presencia de válvulas. Se trata de repliegues
de las paredes internas que impiden el retroceso de la sangre. Las válvulas se
encuentran en el trayecto de las venas que transportan sangre en contra de la
fuerza de gravedad.
Circuitos pulmonar y sistémico
1. Sístole auricular
2. Sístole ventricular
Cuando se extrae con cuidado del cuerpo, el corazón sigue latiendo por muchas
horas si se mantiene en un líquido nutritivo oxigenado. Esto es posible porque, a
diferencia de lo que ocurre con los músculos esqueléticos, que se contraen cuando
son estimulados por un nervio, el impulso que inicia la contracción del miocardio
se dispara en el mismo corazón, independientemente de cualquier inervación. Esta
propiedad del músculo cardíaco se denomina automatismo.
El sistema de conducción cardíaco es el tejido especializado, formado por fibras
musculares modificadas, que genera y propaga el impulso, marcando el ritmo con
el cual se contrae el corazón. Este sistema comprende a los nódulos sinusal (de
Keith y Flack) y aurículoventricular (de Aschoff-Tawara), a los tractos internodales,
al Haz de His y a las fibras de Purkinje.
El impulso que desencadena el latido se inicia en el nódulo sinusal, situado en las
paredes de la aurícula derecha. Este nódulo funciona como “marcapaso”, pues
determina el ritmo de contracción. Desde allí el impulso es transmitido al resto del
miocardio.
Por un lado, un grupo de fibras propaga el impulso desde el nódulo sinusal hacia
ambas aurículas, produciendo su contracción al unísono durante la sístole
auricular.
Las fibras internodales conducen el impulso directamente desde el marcapaso
hasta un segundo nódulo, el aurículoventricular, situado en el tabique
interauricular. Allí el impulso es demorado unos instantes para dar tiempo a la
sístole auricular. Luego, el impulso es conducido por el haz de His, ubicado en el
tabique interventricular, y sus ramas. Éstas se continúan con las fibras de
Purkinje, las cuales propagan el potencial de acción hacia las fibras musculares
del miocardio ventricular. El resultado es la sístole ventricular.
Las fibras musculares cardíacas producen un rápido acoplamiento eléctrico debido
a las uniones de tipo comunicante o nexus que las conectan entre sí.
No obstante su automatismo, el ritmo del corazón es controlado por el sistema
nervioso central, a través de los nervios autónomos simpáticos y parasimpáticos.
Éstos actúan sobre el nódulo sinusal, aumentando o disminuyendo su frecuencia y
fuerza contráctil según la situación lo requiera.
Presión sanguínea