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Segunda Edición:
BAEZA, A., 2020. Cordillera. Santiago de Chile: Editorial Bestia.
Primera Edición:
BAEZA, A., 2019. Cordillera. Santiago de Chile: Editorial Bestia
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons AtribuciónCompartirIgual
4.0 Internacional.
CORDILLERA
BAEZA, ESCRITOR BESTIA
2019
PREFACIO Y PRÓLOGOS
PREFACIO
Por Antonio Baeza Henríquez, escritor bestia,
autor de la presente obra
Al finalizar Culto al Perro, tal hito coincidió muy de cerca con el inicio de mi
ejercicio en el trabajo de psicólogo en distintas escuelas de la capital chilena, casi
siempre en la periferia marginada. La lectura de El Maestro Ignorante de Jacques
Ranciére, recomendada por mi amigo y colega de música y psicología Sebastián
Rueda Matus, me inspiró a iniciar, en los viajes en micro y metro, la escritura de La
Apropiación del Intelecto, ensayo literariofilosófico que fue carne del primer libro
que lanzara de manera algo más oficial en 2015. Terminar esa obra fue bastante
tedioso. Bien lo indica Nietzsche en El Viajero y su Sombra en el aforismo acerca de
“la eclíptica de la idea”, aquella que nace en entusiasmo y que tiene su timing
preciso para ser desarrollada antes de que empiece a morir porfiadamente. Me
tocó, a inicios de 2015, trabajar durante enero y febrero en un centro de atención a
niñas, niños y jóvenes con socialización callejera. No había mucho que hacer gran
parte del tiempo y eso era oro para quien gusta de escribir. Terminé a duras penas
en esa oficina La Apropiación del Intelecto y comencé, con todo el ímpetu de la
inspiración, a tirar las primeras líneas de Juan Soto y los Arrieros del Espacio. Allí
confluyeron dos proyectos de libros, a saber: Uno acerca de Filosofía del
Conocimiento, que había tratado de componer antes sin mucho avance ni
entusiasmo; y una historia sin final definido acerca de un viajero espacial al que se
le acaba el espacio mismo, vestigios de una serie imaginaria que había creado, con
pósters y todo, durante mi niñez en Pitrufquén. El protagonista se llamaba,
originalmente, John Scott. Para estos efectos, decidí latinizarlo a “Juan Soto”.
Paralelamente, en 2015 preparaba la diagramación y lanzamiento de La
Apropiación… e iba escribiendo Juan Soto… en mis viajes de metro y micro al
Colegio Carlos Oviedo Cavada de Maipú, lugar donde un día se me acerca quien
se convertiría en mi amigo y maestro de literatura, Gastón Gómez, a presentarse y
a contarme que también es escritor, así como para consultarme acerca de algunos
detalles necesarios para la producción de su primer libro, Notas Parias, lanzado a
fines de ese año y cuyos manuscritos tuve el gusto de leer quizás antes que
cualquier otra persona salvo su autor. Nos hicimos amigos con Gastón y le pasé
Culto al Perro para que lo leyera. Le gustó y, en una de tantas reuniones en su
antiguo departamento de Barrio Brasil, a partir de una cita seleccionada por él
desde la obra de Henry Miller, se dio fundación a lo que llamaríamos Movimiento
de Escritores Bestia de Habla Hispana. Su tercer miembro, el poeta yumbelino José
Ángel Hogas, fue para mí una leyenda hasta el año 2017, momento en que nos
conocimos y también nos hicimos amigos. Producto de la interacción con estos dos
personajes y con Juan Francisco Sotomayor, amigo y colega en la psicología,
comencé a escribir poesía, más allá de que hacía más de diez años que creaba letras
de canciones en mi actividad con la banda de heavy metal rural Trueno Austral.
En 2016, año de muchos cambios en mi vida, terminé de escribir Juan Soto y los
Arrieros del Espacio. El proceso fue incluso más tedioso que el de La Apropiación…,
también con una idea nueva y fresca empujando desde abajo. Se trataba de Walter
Millapán, historia que nace de una fantasía elaboradísima que fue materializada
años antes en el videojuego de fútbol Pro Evolution Soccer 2012, tremenda entrega
que contaba con una función de creación de equipos camiseta y todo y jugadores.
Allí desplegué los detalles de un plantel soñado para un equipo imaginario de
Villarrica que la rompería a nivel mundial. Años después, el desarrollo detallado
de esta idea fue financiado por el Fondo del Libro del Gobierno de Chile, proceso
que, a la fecha de la escritura de este prefacio, aún no es cerrado en sus aspectos
legales, ya habiendo sido finalizada la novela Walter Millapán. Esta última obra
demoró casi tres años en ser escrita, sin muchas pausas, con tiempos de dificultad
económica y laboral como escenario. Iniciada en el primer semestre de 2016, no
vería punto final hasta enero de 2019.
Cada una de las tres obras resulta de la ampliación no planificada de una idea
inicial que quizás va perdiéndose en su ramificación. El objetivo fue siempre
meterse en los intersticios de la complejidad. La creatividad y la inspiración
fueron empujando, permanentemente, a agujeros negros en que todo podía
volverse más enredado, bizarro e impactante. La creación va ramificándose a
medida que avanzan las palabras y las páginas; se trata de una descontrolada
proliferación fractal de psicodelia, poesía, tragedia, comedia, filosofía y descriterio
que traspasa límites. Es posible notar que Cordillera contiene, dentro de sus tres
novelas, un sistema y argumento filosófico que explora atípicamente lo relativo a la
mente, el universo y la existencia. Asimismo, hay una serie de poemas atribuidos a
personajes que también constituyen un eje particular de la obra. Se trata, en
definitiva, de la depuración de una década de divagación creativa, filosófica,
experiencial, emocional y existencial. Hoy, a mis 30 años de edad, entrego mi
reporte acerca de la intensa década que acabo de vivir, tiempo en que traté de
equilibrar la entrega de lo mejor de mí hacia afuera con los intensos fenómenos que
se presentaron en mi clima interior, incluyendo primaveras, tormentas, aguaceros,
sequías y auroras boreales.
Dejo atrás mis locos años 20. Ahora le toca a este siglo XXI entrar a aquel vórtice.
Buena suerte. Personalmente, intuyo que algo me iré repitiendo de este plato.
Antonio Baeza Henríquez
07II2019
Santiago de Chile
POEMA: CULTO AL PERRO
Por Gastón Gómez, escritor bestia
Poema presente en su obra Hábitat (2018)
Como un perro de raza que recoge el periódico
en hogar de película burguesa
tomé la novela que es un Corán de nuestros tiempos
con los dientes de mi hocico;
oriné una esquina de mi pieza
y salí. Ofrenda.
Salí como los perros suelen llegar al mundo:
del vientre de una perra a la vereda de un zaguán. Motivo.
Los vientos de Canasia
disipaban la bruma
que se opone entre nariz y pensamiento. Metáfora.
Vista sur, aliento a muerto
como Tío Piche y sus historias de fogatas y entuertos. Mito.
Pisé. Pisé como los perros suelen pisar el mundo:
masticando todo lo que el camino ofrece. Albedrío.
Merkén en mis pupilas
inhalando cucumelo
cual Juanito Peña, el profeta
siendo Maestro de Ceremonias
nos recibe en su templo
edificado a punta de caca. Abyecto. Arquitectura. Rococó.
Pues bien
¡alerta con las tropas Diocesanas!
No falta el verde sin cerebro
que a punta de lumazo
demuestra lo que ocurre cuando no se tiene sexo. Luchito.
De seguro las cuncunas que fermentan dadivosas
se hacen con saliva y con vinagre, vino tinto
la sangre de los mares y los ríos de Canasia. Brebaje.
¡Oh Santa Marmota!
¡Oh mis marsupiales!
¡Conténtenme el perro para que al fin mueva su cola! Cola que mataste a mi padre,
cola que mataste a mi madre, a mí no me vay’ a matar, mejor abúrrete, da lo mismo
si es en sepia, a color o blanco y negro, pero: ¡abúrrete! De lo contrario, las uñas
que sembraron tus abuelos NO germinarán. Canción.
¡Culto al perro y a la creación!
¡Culto al perro y a la incoherencia!
Que si usted se compró lo de las costillas y las cenizas
todavía creerá en los bonos del gobierno
y en el Viejito Pascuero
y en la fidelidad justificada
en la poesía
y en la equidad. Democracia.
Brisa Andrea
Lluvia Margarita
Háganme vestidos y collares de alambre púa. Tecnología.
Que en Canasia sí que es válida la permacultura. Salvación.
Todo lo que sube tiene que seguir subiendo.
Suenan los programas del RTVD
Marihuana con durazno
Quiero vivir más de cien años
Y los duendes de mi imaginación
ya estos versos van cerrando.
¡Canasia nunca ha muerto
recién se está empezando! Arenga.
El Rana
En gerundio: Luchando.
ANTONIO J. BAEZA, EL SEXTO ARRIERO
Por Gastón Gómez, escritor bestia
Prólogo para Juan Soto y los Arrieros del Espacio
EL PRÓLOGO, CUANDO SON PROPICIOS LOS ASTROS,
NO ES UNA FORMA SUBALTERNA DEL BRINDIS;
ES UNA ESPECIE LATERAL DE LA CRÍTICA.
JORGE LUIS BORGES.
Resulta paradójico tomarse el tiempo para escribir el prólogo de una obra mayor,
sublime e inclasificable, en donde, efectivamente, el factor “tiempo” es tan baladí
como fundamental. ¿Y qué es la Literatura si no una paradoja del tiempo en sí
misma?
Cito a Parménides de Elea ya que la similitud estética e intelectual comparada con
Antonio y Juan Soto y Los Arrieros del Espacio es análoga en cuanto a filosofía, poesía
y épica en un solo pensamiento que les caracteriza, a pesar de los miles de años de
distancia entre ambos autores, pero como lo dije en un comienzo, el factor
tiempo… ya saben. Y bueno, con esto también se cumple aquella premisa
inescrutable de que todas las literaturas son literaturas de literaturas.
Por otra parte, Antonio J. Baeza Henríquez alias “Galgo”, villarricense, psicólogo,
músico y escritor, artista, perro por antonomasia, integrante, alma y fundador del
“Movimiento de Escritores Bestia en Literatura de Habla Hispana”, juega y trabaja
a la vez. Juega y trabaja en todo momento cual artista en el trapecio de Kafka, allá
arriba en las alturas, maniobrando las letras como clavas que se lanzan al vacío
inverso de nuestra gravedad, hacia arriba, con el fin de que esas letras inagotables
aterricen en aquel suelo árido, pantanoso, florido y abismal del texto, anhelando
un choque, un accidente incoherente y poético que formen palabras tecnología
base cuya sensibilidad trascienda en el lector espectador ese que no presencia la
obra del saltimbanqui de manera voyeurista, sino más bien, como la etimología de
su palabra lo acusa: de expectante. Y es así como una vez que lees alguna obra de
Baeza te vuelves un espectador: te quedas totalmente expectante, atento de lo que
vendrá en la próxima letra, en la próxima palabra, en la próxima página, en el
próximo libro, en la próxima conversación, en lo próximo de Antonio que,
tratándose de pensamiento, creatividad y arte, nunca se sabe qué será.
Juan Soto, pintor, artista extrafutura; el arquetipo del ocio y la contemplación; el
hijo probeta que a Huxley se le olvidó, es el protagonista de esta saga metafísica
que trasciende todo parámetro lógico – racional. Es en sí mismo su propia versión
del Quijote que al decidir cabalgar su Rocinante, bautizado como “Módulo –
Huevo”, motivado por el bendito aburrimiento, en su trayecto distraído de belleza
se pierde y sin querer, en la más absoluta soledad (mentira, ¡totalmente falso!) llega
por casualidad (otra infame mentira más) a lo que más adelante conocerá como La
Cordillera del Espacio: un conjunto montañas rocallosas conectadas, abstractas e
inasibles, flotando en medio de la magnitud de aquella hierofanía que significa la
nada. Como todo buen Quijote precisa de un noble escudero, la mente de nuestro
protagonista será su más fiel y perturbador Sancho, bastará con leer sus bitácoras
de viaje, como para comprender e hilvanar las problemáticas de ser, espacio y
tiempo, que en el tiempo histórico de Juan Soto, miles de millones de años atrás un
tal Heidegger también se planteó, pero que miles de millones de años después, un
pintor de probeta, entre bocanadas de habanos de luz y borracheras con quantum,
energía, reflexión, aporía, existencia, experiencia, luz, súpercuerdas, dimensiones,
cambios, objetos matemáticos, metáforas, conceptos y, sobre todo, Materia Oscura,
vino a descuartizar con su experiencia al otro lado del universo.
Y cómo no ha de ser una cordillera lo que efectivamente Juan Soto se encontraría al
traspasar el universo si Antonio Baeza es hijo de la misma. Primogénito de un
volcán guardián que en Villarrica eructa lava y en su mente ideas diamante.
Juan Soto y los Arrieros de Espacio tiene una génesis humana que radica en
divergencias políticas entre aseguristas y perturbistas, una metáfora de las
inquietudes inherentes políticas de Antonio que, en su obra literaria, denuncia
haciendo espejo de las catástrofes actuales de nuestra realidad social, haciendo
arcadas a la literatura idiota que ronda y abunda en el establishment editorial
universal (“universal” digo, para no particularizar con la mafia editorial
paupérrima de nuestro continente Hispanohablante), aquella de escritorio de
mármol y whiskey a las rocas, que desdeña e ignora una condición umbilical de
toda literatura real, la verdadera, la que vale, aquella que como bien dice Nicanor
Parra “arde”. Y me refiero a literatura “idiota” utilizando la acepción prístina de la
palabra en sí en donde idiota es aquel que ignora a sabiendas las problemáticas
políticosociales de su pueblo.
Por otra parte, el humor. Bendito humor. Nietzsche afirma que la vida sin música
sería un error, enunciado que por lo demás alabo y comparto, pero pensemos por
un instante en la vida sin humor, lo más probable es que sería lo que para nuestra
era actual es. En Juan Soto y los Arrieros del Espacio el humor es una vértebra
esencial, en donde el sin sentido, el absurdo, las hipérboles y otros aliños sazonan
ese magnetismo que desde la primera página mantiene al lector en una especie de
transe del cual es inevitable escapar. Baeza hace uso magistral de una amalgama
entre inteligencia y fluir de la conciencia que lo caracteriza y que encasilla a su
literatura dentro de un estilo único de escritura dotada de reflexiones y suspenso,
de trabajoso parlamento seductivo, de signos y acertijos que ayudan a conjeturar la
complejidad del existir. Y eso. No sé qué más escribir. En realidad, sí, pero todo es
demasiado basto, todo es demasiado profundo y confuso, y pienso que cada
palabra mal puesta en el texto puede afectar irremediablemente la genialidad que
le acontece en alma; la genialidad que le da su carácter de obra de arte mayor.
Disculpen la digresión; soy un poco melancólico y en este cuarto oscuro ubicado
en un rincón popular del lado sur (¡siempre sur!) de Santiago, mientras fumo y
escribo, suena de fondo una canción, un susurro del viento en carrera al oído que
dice: “Nosotros cruzamos hoy /con un rebaño del bueno /arriba en la
Cordillera /no nos vio pasar ni el viento”; y pienso en los personajes claves al otro
lado de la Cordillera del Espacio: un extraterrestre bohemio, un científico loco a
quien el tiempo nunca le dio la razón y a la vez se le dio toda ya que en la
Cordillera del Espacio no existe el tiempo, un dios azul que no es hombre sino una
sublime y magna figura femenina, y otros dos arrieros imprescindibles que, en
honor a vuestras lecturas y curiosidad, acá no develaré; e insisto en escribir una
tesis, un mamotreto eterno respecto de esta obra maestra, pero no, como dice
Borges y aconseja mi mujer “a veces menos es más”.
Quisiera finalizar con la figura omnipresente del sexto Arriero: Antonio J. Baeza
Henríquez, aquel ser maravilloso, maestro, amigo y hermano, que no se sabe si es
persona o personaje, si es escritor o consecuencia de su escritura, si es mamífero o
probeta, si es perturbista o asegurista, si es santo o demonio, si es Villarrica,
Santiago o Futura 4. De lo único que se debe tener certeza absoluta es que no es de
acá. No pertenece a esta tierra vulgar y retrograda. Su raigambre no es el suelo, ni
el cielo, ni la tierra, ni el universo, sino que es de allá, del otro lado del muro
cósmico que ofrece un libro: es el sexto Arriero de la Cordillera del Espacio.
Gastón Gómez, E.B.
Santiago de Chile
20X2017
GLOSARIO AFORÍSTICO PRELIMINAR
Creación. Siempre es provechoso indagar en maneras alternativas de contar algo y armar,
a partir de ello, estructuras narrativas que cobran vida y fluyen solas tal como una hebra
de ARN de virus se aloja en alguna célula huésped. Las palabras devienen autómatas.
Asimismo, la escritura echa a campo afuera a gusanos indagadores de los intersticios de
los misterios de la existencia. Ante un signo de interrogación sin pregunta, el impulso es
dejarse caer. Así, la creación se permite a sí misma un flujo en tensión continua entre la
continuidad y la discontinuidad. Así, la creación puede superarse a sí misma mediante el
divorcio con los axiomas de lo mezquino. Así, la creación puede descansar tanto en la falta
como en la sobra de palabras.
Tiempo. El tiempo es un elástico bastante flexible y puede durar mucho un segundo como
ser fugaz un milenio. Su linealidad es una ilusión ideológica, huella de Occidente en
nuestros sistemas nerviosos. Tal como declararan el bávaro Heidegger o el pintanino Arce,
el tiempo aparece como una especie de consecuencia de la existencia. Se abre desde allí
cuando las continuidades se ensombrecen y se necesita medir el vacío que aparece entre
nosotros para primero soportarlo, luego asimilarlo y luego revolcarse obscenamente en él.
Puede una línea de tiempo en la que vivo bifurcarse para dar lugar a dos experiencias
vitales simultáneas. Incluso puede haber líneas temporales que sean afluentes de otras tal
como el río Allipén se funde en azul verdoso con el Toltén cerca de la zona de Coipúe.
Pueden observarse incluso líneas temporales abiertas y cerradas, con posibilidad de
afluencia, nacimiento o encuentro entre ellas. Los relojes sirven más de accesorio de ropa
que para algo más.
Existencia. Se trata de lo irreparablemente inevitable que resulta la posibilidad de estar.
Referido a conjuntos, existir es aparecer dentro de algún específico. Referido al ser o a lo
que subyace a su argumento, no existir es mucho más que morir. Morir es una
transformación. No existir es salir del dominio de las transformaciones y no llegar a lo
permanente, sino que a lo que no permanece. En rigor, lo que existió ya no puede dejar de
existir pues su desaparición sólo le transforma en ausencia y ella nutre la memoria. Ni lo
olvidado deja de existir, pues sigue siendo posible de contener en la locución “lo
olvidado” y su vestigio indistinguible en el ruido de fondo no deja de rugir. Sólo lo que no
existe puede aspirar a no existir si la actitud lógica es amable y legitima la autoridad del
“no”, pero “lo que no existe” es también una locución que soporta contener lo que no
existe como sujeto de su enunciación; podemos referirnos a lo que no existe y, en ello,
aniquilamos la posibilidad de su noexistencia. La existencia, por todo esto, puede sólo ser
relativa y no absoluta; puede aplicarse a conjuntos finitos o infinitos, pero no a la totalidad
ni a lo que contiene a la totalidad. Aquella inmensidad que imaginamos al nombrar la
“existencia” pareciera no ser posible de contener en tal palabra.
Narración. Quien narra goza de una libertad fatal o vital cuando va tejiendo el texto. Hace
siglos que ya la teoría literaria reconoció la independencia de la voz que narra respecto a
quien escribe. La creación autómata toma forma de narración tal como el T1000 de
Terminator II toma la forma de un policía o, en realidad, de quien quiera. Puede
desdoblarse, desintegrarse y volver a converger incluso en un punto de infinita pequeñez
si así su capricho, pasión o misión lo dictara. Narrando se distribuye la fuerza entre las
palabras, entre los trozos de palabras, entre los párrafos y entre unidades de sentido.
Narrando es posible acceder, además, a darle sentido a lo que no tiene y a quitarle sentido
a lo que ostente de tal. La narración es la reforma agraria del significado. La voz que narra
tiene el poder de la insolencia y gestiona las aduanas en la frontera con el silencio.
Forma. Es la distribución de los límites de un elemento respecto al resto de lo que existe.
Se da de manera dinámica incluso cuando ante nuestros ojos la cosa parece ser fija. Las
formas fijas creadas mediante la repetición de experiencias que da lugar a la reiteración de
características que insisten en presentarse ante nosotros de maneras un tanto parecidas
entre sí son un asunto que ya al viejo Heráclito interesó de sobremanera. Dada la
repetición, asimos la forma. Se trata de omitir los detalles que hicieron que Borges
escondiera a Ireneo Funes en un cuarto oscuro; las formas resultan de la poda de la
avalancha de continuidad que nos baña durante cada instante e incluso durante los
intersticios infinitesimales entre ellos. Miro una pelota una vez y retiro mis ojos de allí; la
miro de nuevo y reconozco allí la misma pelota, el mismo objeto de la vez anterior.
Muchas cosas se han transformado pero la omisión de ello permite la ilusión de
permanencia del objeto y de la representación, fenómeno que ya desde los escritos de
Piaget aparece como ladrillo de la formación de las estructuras cognitivas, sistemas de
transformaciones. La forma, aditivo de la mente humana que es filtro respecto a las
transformaciones que ocurren constantemente en lo observado, resulta no obstante ser vía
necesaria para poder experimentarles encarnadamente.
LIBRO PRIMERO
CULTO AL PERRO
I.
Democracia. En eso estaba el país cuando comenzó a revelarse la nueva religión.
Quizás sería mejor llamarla “secta”. O mejor, motivo. Motivo, porque no se trataba
de nada dogmático ni mucho menos; el perro se emancipó de Don Chito. “La vida
es triste, y más la de perro” solía gritarle suavemente a su perro mientras le pegaba
patadas con sus sandalias de papiro. Pero el animal el con olfato mojado un día
arrancó. Democracia. Motivo.
El perro anduvo 54,3 kilómetros en dirección hacia el volcán durante el curso de
algunos días, parando sólo en los canales para embriagarse de las vertientes y en
algunos campos con cercos con el alambre de púa abierto, con la finalidad célebre
en su especie de comer gallinas que algunos humanos se autoasignaron. Recordaba
momentos alegres con Don Chito. Eran pocos, y siempre relacionados con comida
nueva. No tardaban en venir los malos recuerdos, como el ganso envenenado que
casi le costó la vida de no haber sido porque, en la búsqueda de pasto para
sanarse, ingirió marihuana –llamada tuana por algunos que había plantada cerca
del manzanar de Agustín Lobos, terrateniente y asesino de nativos o la forma en
que le gritaba agudamente la amante tercera de su, hasta hace poco, supuesto
dueño. Pero prefería saborear largamente los tutos de las gallinas, pensando en
una palabra: Democracia. Y dirigiéndose, sin saberlo, hacia otro concepto: Motivo.
Cerca de uno de esos tantos cercos caídos, el tío Piche corría en círculos invocando
la verdad de la vida. No cantaba, sólo gritaba muy fuerte: “¡Verdad, Verdad, mis
chanchos han vaticinado la llegada de tus carruajes! ¡Verdad, no hagas caso de las señales
del camino!”. Y llegó el perro, jadeando. Los tiuques cantaban esperando el
crepúsculo, y el Tío Piche dejó de gritar, porque empezó a llover y el perro, a cada
momento, le parecía más brillante.
Caminaron, un largo rato, juntos hacia el volcán y, ya cerca de la base, el perro se
sentó en un alerce talado. Se acaba de instituir el templo de la Iglesia. El Tío Piche
decidió ser mesías, y anotó en su camisa la posición del sol para recordarla en el
momento de la propagación de la verdad que había encontrado en el perro. Lo dijo
ante el precipicio, con ecos de piedra: “Uníos todos a la Iglesia (Vol)cánica”. Nadie le
escuchó. Bueno, nadie humano en realidad sí. Sólo algunos pájaros y un puma
que paseaba disfrutando la ausencia de los guardabosques. Un país en democracia,
pero sólo para los hombres y mujeres adecuados. Ellos parecían no contar. Motivo.
Juanito Peña comía dihueñes. Estaba encaramado a un hualle, puesto que lo habían
expulsado de su casa hacía 31 horas, después de haber sido sorprendido aspirando
apio molido. En su casa eran bastante diocesanos, tanto que hasta tenían su propio
altar y vivían muy cerca de la capilla del fundo de Amaro Urrutia, líder en
producción de grosellas. Bueno, y aparte de eso, eran poco tolerantes al apio
aspirado. O más bien, eran tan diferenciales con los tratos de los 14 hermanos, que
a Juanito le tocó la peor parte y el apio pasa a ser, más bien, un detalle. Nunca
hubo dinero para drogas, y Juanito Peña había visto aquella opción por los canales
policiales de su TV blanco y negro; decidió hacerse adicto a los hongos. Todas las
tardes, luego de trabajar como campanero para la religión dominante, se internaba
en los lugares más recónditos y con menos vigilancia de los extensos predios de
Lobos y Urrutia, buscando setas. Algunas eran alucinógenas, y otras simplemente
eran setas. Algunos, ni siquiera eso, como los dihueñes. La cosa es que se hizo
adicto a la idea: “Hongo” ¿Cómo llegó al apio? No se sabe. La cosa es que un ganso
se pasó de listo y le fue a avisar a la madre de Juanito Peña lo que había
presenciado. Y como en aquel hogar las aves de corral estaban socialmente dos
peldaños más arriba que Juanito, pasó lo que todos sabemos.
Cierto día, los matones se ensañaron con Catrilaf, y le pegaron tantos palazos como
manzanas tenía Lobos. Su hermana se acercó al humo de un brasero para
disimular el llanto amargo y reprimidamente silencioso luego de verlo bañado en
sangre e inconsciente. Lobos mandó botar el bulto de Catrilaf a la montaña, para
que muriera donde los pumas comieran su cadáver y no hubiera evidencia de
hecho alguno. Y así se hizo. Los pájaros cercanos volaron con la caída del humano
inconsciente. Y el perro se levantó de su tronco cortado de alerce, luego de una
larga y silenciosa conversación con el tío Piche. Democracia.
Cayendo ya el sol, llegó Juanito Peña, embetunado en la fragancia de sus coipos
acompañantes y de su abrigo de vaca muerta. Venía cantando en una secuencia de
saltillos de negra, repitiendo en un ciclo de Do, Mi, Fa# y Si, algo como: “Establo,
establo, háblame de Pablo, dame rábano, dame rábano, mirada de mirada de ojo”. Venía
alegre de haber escuchado el llamado de la religión, de la verdadera y sabia
religión. Y se inclinó ante la voz cantante del Tío Piche, la misma voz que había
escuchado desde las alturas. Y le habló a Catrilaf cuando éste recién había vuelto
en sí: “¿Qué pasa, washo?”. En aquel momento, el perro movió la cola y ladró muy
alegre, y el tío Piche comprendió que era hora de nombrar al primer sacerdote.
Juanito Peña se consagró bañando su cara en barro. No le gustaban las mujeres ni
tampoco era gay. Ni siquiera era zoófilo ni nada por el estilo. Simplemente, su
sexualidad no era prioridad para él. Vivió bastantes años comiendo las sobras de la
comida del gallinero; no iba a estar pensando en pololear o algo así. Por eso, optó
por el celibato aunque el perro, con 3 ladridos, le indicó al tío Piche que no era
necesario. Pero Juanito Peña, digámoslo así, fue llevado al celibato casi por inercia.
Sabía hablar porque había aprendido a repetir los retos y los insultos de sus padres
y sus hermanos, así como había entablado largas conversaciones de 4 minutos con
Reinaldo, el único de sus familiares que le trataba con un poco más de
consideración; le daba un poco más de trigo, y lo concebía como algo al mismo
nivel que los pollos, no más bajo. Y sobre todo, le hablaba con más cariño. Cariño
de amo a ganado avícola. Qué lindo.
Juanito cantaba en Re y Do# algo como “Uuuuaaah, Uuuuaaah, Gorogoro, Gorogoro,
Pai, Pai, Pai, Pupupu, Pupupu, Uuuuaaah”, al momento en que el tío Piche cantaba
abiertamente lo mismo pero en Sol y La#, creando una armonía bastante rara con la
que el perro aullaba en trance, y Catrilaf, ya sintiéndose bastante recuperado,
miraba atónito y lleno de su nueva fe al primer clérigo de su nueva religión, en
pleno ordenamiento. El tío Piche, luego de la música, le dijo a Juanito Peña que
debería usar para siempre, hasta el día de su muerte o hasta que un chancho le
diga lo contrario, un collar de higos ensartados en un alambre de púa. Ese collar
simbolizaría la unión de Juanito Peña con el alma del perro que le dio un futuro. Y
en aquel sublime momento, se escuchó una avalancha en un sector lejano del
volcán, al mismo tiempo que unos pudúes pasaron e hicieron reverencia al perro,
al mesías tío Piche y al sacerdote, así como regalaron algunos lengüetazos de
apoyo a Catrilaf.
El malherido Catrilaf, en cambio, no tenía en sus planes ni en sus intuiciones ser
sacerdote. El prefería ser un humilde fiel. Aparte, él quería dedicar su vida a la
Negra. No la habría de olvidar jamás. Recordaba, mientras escuchaba cantar a
Juanito Peña y al Tío Piche, aquellas danzas y expresiones que la Negra hacía en
casa de Lobos, cuando éste ofrecía su predio como casa de veraneo para la
compañía de teatro que dirigía su hermana, Alejandra Lobos. Ella era una buena
mujer, aunque le faltaba coraje para decirle a su hermano lo cruel que encontraba
su forma de proceder. Y la Negra era la actriz estrella de aquel elenco, era la
protagonista de todas las obras, y era quien salía a bailar en la tarde por los
manzanares, brindándole un momento de belleza a Catrilaf antes de la diaria
paliza. Recordaba que, una vez, la Negra se le acercó, le miró con lástima y le pidió
una manzana de regalo. Y para él esa palabra significó una vida, un llanto, muchos
cantos y un trance, para soportar los golpes. Ahora, con la Iglesia (Vol)cánica, tenía
la oportunidad de convertir a tal hermosa mujer a la religión verdadera.
La noche llegó, y todos tenían razón para dormir luego. Y así fue. Motivo.
II.
El sol salió y se puso durante cuatro días, mientras el perro, Catrilaf, Juanito Peña y
el Tío Piche dormían plácidamente sobre un montón de meca de caballo. Luego de
despertar, el perro ladró 5 veces, lo que significó que debía servirse el desayuno de
iniciación en la Iglesia (Vol)cánica. Demoraron un poco en levantarse, puesto que
la vida les pesaba un montón sobre sus cuerpos. Luego de 43 minutos, el primero
en ponerse de pie fue el Tío Piche, quien corrió deformemente a buscar un colihue
para activar mediante la violencia a los nuevos apóstoles. Catrilaf se paró
apoyándose en una roca, mientras Juanito Peña se resistía a despegarse del suelo;
se dice que estaba aspirando tierra.
Aquel día llovía mucho. Los chapes se escondían bajo las hojas inferiores de los
arbustos al pie de los coihues, al mismo tiempo que 32.454 hormigas arrancaban
gritando hacia un hoyo bajo las rocas. Para muchas comunidades animales, ese fue
el día del juicio. Pero para el tío Piche no; más bien, para él ese fue el día de comer
pudú. De alguna forma, el cielo le indicó las señales mediante un juego raro de
nubes en forma de coipo y brisas con olor a abono, todo eso sumado a los
movimientos de cabeza del perro que jadeaba y mordía el tronco que daba
materialidad a su trono. Escupió flema y procedió a indicar a los nuevos
mensajeros de la religión naciente que aquél sería el alimento del día, para luego
cantar algunos versos en Do# y Mi que decían algo como “larva, larva, espacio
sideral, debo partir así que cállate”. No fue un canto muy largo, puesto que el hambre
llegaba a niveles astronómicos. Eso sí, había un detalle importante: había que ir a
buscar los pudúes. Catrilaf empezó a sangrar de nariz con solo imaginarse el sabor
de un pudú asado, y ofreció llevar al hombro a Juanito Peña a lo largo de 2,3
kilómetros en dirección a los parques nacionales. Y se fueron, pero no sin antes
orinar en una planta de nalca.
Los pudúes se encontraban, como se dijo, en los parques nacionales. Pero tocó la
mala suerte de que había un guardabosque haciendo ronda justo en el sector por
donde los nuevos profetas entrarían. Catrilaf sabía tirar piedras, pero tenía muy
mala puntería. Hacía algunos años, su pasatiempo durante las tardes de verano era
cazar gaviotas a piedrazos en las lagunas cercanas a su aldea. Pero nunca le pegó
voluntariamente con éxito a algún ave, sino que libraba verdaderas lluvias de
piedras, rondando el número de éstas entre 133 y 202, matando hasta 4 gaviotas
por tarde. La técnica era buena, y ahora Catrilaf propuso utilizarla, pero con
humanos guardabosques. Se buscaron piedras que fueran más grandes que sus
puños, se pidió el respectivo permiso al tío Piche, jefe de la expedición, se le pidió a
Juanito Peña bajar de la espalda de Catrilaf y preparar pasto con meca para la once,
y se dio el ‘vamos’ a la ofensiva. El tío Piche comenzó a gritarle al guardabosque
“paja molida”. La primera vez, el guardabosque se paró de la piedra en donde
estaba sentado y miró hacia todos los lados, incluida la ladera donde se escondían
los profetas de la Iglesia (Vol)cánica. La segunda vez, cargó su rifle. La tercera vez,
disparó en todas posiciones. Los balazos no les llegaron a los profetas, puesto que
éstos estaban escondidos tras una gran roca volcánica con musgo, permitiendo éste
que las balas resbalaran. Luego de haber gritado “paja molida” 44 veces, comenzó el
ataque con lluvia de guijarros, frente a lo que el guardabosque salió corriendo a
buscar ayuda. El tío Piche no consideró conveniente avanzar sino hasta asegurarse
de que la vigilancia terminaría. No tardaron más de 34 minutos en llegar los otros
guardabosques, quienes empezaron a disparar continuamente hacia la roca dónde
ya se había detectado el origen de las piedras. Cuando las municiones comenzaron
a agotarse, los funcionarios forestales decidieron acercarse a la piedra. Lentamente,
avanzaron hacia el sitio, hasta que por fin dieron con el escondite. El único detalle
es que no había nadie: sólo un hoyo que parecía dar a una especie de madriguera
muy estrecho de 56 cm. promedio de diámetro. Prendieron un par de ramas,
ahumaron el agujero y luego lo taparon con tierra y rocas. Luego de eso, mataron
un cóndor e hicieron un asado en la oficina forestal con el intendente. Provecho.
La estrategia del tío Piche era notable. La supuesta madriguera sólo tenía 2,5
metros de largo, suficiente para albergar a los tres profetas en posición fetal. El
humo nunca fue problema, pues Juanito Peña se lo fumó todo e incluso quedó
pidiendo más. Las piedras y la tierra no fueron impedimento para las manos
cavadoras y, luego de tres horas respirando las partículas de aire que se quedaban
entre los pliegues de sus ropas, salieron del hoyo y corrieron hacia territorio
protegido por el gobierno. El tío Piche sabía de este tipo de situaciones; varias
veces, cuando trabajaba de peón en el fundo de Urrutia, se le castigó enterrándolo
vivo por 3 días como castigo por fingir que leía revistas sindicalistas –el tío Piche
era analfabeto hasta nuevo aviso–, lo que permitió que desarrollara extraordinarias
habilidades de supervivencia bajo tierra. Incluso, varios años trabajó como
rescatista de topos.
Luego de entrar al parque nacional, se optó por seguir la senda oficial, siempre
listos para esconderse tras algún arbusto. Demoraron 32 minutos hasta llegar a un
estero en donde se encontraba, al fin, el ansiado pudú. Juanito Peña, que venía en
un notable episodio psicodélico gracias a los hongos presentes en las faldas de los
coihues, se ofreció para cazar al pudú, pero la negativa del tío Piche no tardó en
manifestarse debido a que Juanito Peña no podía caminar y Catrilaf lo traía
arrastrando. Catrilaf, por tanto, se ofreció para la misma tarea. El tío Piche lo pensó
durante una hora y luego accedió. Para ello, se hacían necesarios ciertos rituales. El
tío Piche metió su dedo meñique en su nariz y sacó un moco duro y largo, lo llenó
de arena, se lo metió a la boca y lo escupió en una hoja de nalca. Luego, hizo una
bolsa con tal hoja y pidió a Catrilaf que la comiera luego de cantar 5 veces, en Re y
Si, la siguiente consigna: “Es que no me digas que me amas, porque la vida es una rana”.
Catrilaf se orinó al oír el requerimiento y procedió. Luego de ello, se desnudó y
espació arenilla de río por todo su cuerpo, se sumergió en el agua y golpeó 4 veces
su pecho. En ese momento, y sólo recién ahí, estaba listo para cazar al pudú. Cruzó
el estero hacia donde se encontraba el pequeño animal, lo acechó con la mirada, le
gritó y se abalanzó sobre él, perdiendo el pudú toda posibilidad de escapar. El
pudú, en realidad, se murió del susto. Catrilaf cargó como pudo al animal y cruzó
el río para vestirse. El tío Piche lo felicitó con una cachetada.
Caminaron dos horas más y llegaron a altas horas de la noche al templo donde les
esperaba el perro. Al llegar, los miró y les ladró 2 veces y media, lo que era signo
de que era hora de faenar al pudú. Juanito Peña era bravo para carnear animales,
por lo que fue el elegido para utilizar el cuchillo. Luego de unos minutos, los
trozos del pequeño animal ya estaban repartidos para ser servidos asados en la
llama de una fogata de hongos, cuyo humo aliñó la carne. Comieron, en una noche,
toda la carne extraída del pobre pudú. El tío Piche frecuentaba cazar pudúes con
sus familiares –que murieron cuando él era muy niño, tanto que llegó a poner a
esa especie en el peligro de conservación en que se encuentra actualmente. De
hecho, hacía 32 años que se encontraba prófugo por violaciones a las leyes
ambientales. Vivió muchos años en una cueva al lado de una cascada comiendo
gran variedad de árboles y plantas nativas y, por cierto, fumando coihue podrido
seco. Varias veces, la fuerza policial se acercó a su hogar; sin embargo, la belleza de
la cascada los distraía y pronto armaban fiesta. El tío Piche los veía bañarse en la
poza de la cascada durante horas, mientras los policías simplemente se desligaban
un rato de su posición represiva. Luego se iban, y el tío Piche se lavaba el pelo con
musgo.
Luego de tal banquete, los profetas lloraron algunas horas junto a los aullidos del
perro. Luego se pusieron a bailar alrededor del fuego y a poner las manos en las
brasas, aguantando 2 minutos, como homenaje al perro, su nueva razón para creer
en ellos mismos y en algo más. La fe estaba creciendo.
III.
Esa noche no durmieron, porque pasaron haciendo dibujos en la tierra, mientras
Juanito Peña, de a poco, recobraba la capacidad de caminar, lo cual no deja de ser
curioso, puesto que fue Catrilaf el que llegó en calidad de bulto al templo,
recuperándose a medida que el perro fue ladrando mientras el tío Piche lo bañaba
en jugo de plantas silvestres mezclado con arena volcánica, todo aliñado con orina
de puma. El tío Piche, esa mañana, les sirvió de desayuno a los profetas un coipo al
jugo, acompañado de un exquisito jugo de nalca. El día que les esperaba a Catrilaf
y a Juanito Peña era duro: comenzaba el entrenamiento.
Catrilaf recordó a la Negra al momento de estrujar la nalca, pues recordó cómo
vertía el líquido de las manzanas en el predio de Agustín Lobos. La Negra bailaba
al son de las guitarras y el arpa de la banda de la compañía de teatro, vestida con
una pollera blanca y un pañuelo verde en su largo y ondulado pelo. Desde cerca, la
contemplaban muchos jóvenes de buena familia; entre ellos, se encontraba Ricardo
Lobos, hijo de Agustín y un muy especial amigo de la Negra, quien la miraba con
aquella típica sonrisa de algunos, gesto que a Catrilaf le producía ganas de patearlo
en el suelo. Si pudiera. La Negra bailaba y sonreía coquetamente a Ricardo,
mientras Agustín Lobos tomaba un fuerte enguindado y reía viendo cómo su hijo
reproducía su estirpe de galanes ganadores. La vida era justa para ellos, mientras
Catrilaf saboreaba un cuesco de cereza. Algunas veces, sólo algunas veces, los ojos
de la Negra apuntaban hacia él; era cuando daba lástima, o bien, cuando Ricardo
una vez lo apuntó para señalar uno de los humanos de carga que figuraba en el
patrimonio de la familia Lobos. La Negra se reía y le pedía una manzana. Catrilaf,
encandilado, le pasó la más bonita que encontró, no siendo capaz de acompañar la
transacción con alguna palabra. Sólo se limitó a mirarla. Y en pensar que no era un
peón, sino que mucho menos. Era Catrilaf, la escoria de la escoria en los
manzanares, aquello cuya estirpe estaba más abajo que la meca que recogía
diariamente con su pala. Pensando en todo ello, comenzó a pegar piedrazos a un
roble. No duró mucho haciendo eso, porque el tío Piche le pegó un varillazo en la
mano; le dijo que la tierra no tiene culpa de nada, sino que se le debe mucho y que,
por eso, había que buscar piñones. Por eso, aparte de que se necesitaban víveres
pequeños y contundentes para los duros días que se acercaban.
Con un canto agrio y sublime, siguiendo un ciclo de Re#, La y Do, diciendo la
frase: “Perro de hule, perro de caña, recuerda mis arañas, dame Honduras que yo necesito
tu infamia”, el tío Piche hizo reverencia al perro, quien ladró 8 veces, indicando que
el entrenamiento había empezado. Trotaron haciendo gárgaras con agua con resina
constantemente, recorriendo 6,57 Km. Durante el trayecto, se escupieron entre ellos
para refrescarse, prendieron fogatas en distintos arbustos para honrar al perro,
contaron hasta 54 todo el rato –sólo sabía contar hasta allí el Tío Piche, el más
erudito de los tres, patearon liebres que cruzaban el sendero, anduvieron para
atrás un tramo con el fin de herirse el talón con las piedras filosas que apuntaban
casi siempre hacia atrás, vomitaron luego de comerse las nalcas a pedazos de 11
cm. 34 veces vomitó Catrilaf, 44 Juanito Peña y como 6 veces el Tío Piche, el más
entrenado de los tres, fumaron hoja de alerce, se comieron los tábanos que se
cruzaban a la altura de sus bocas, se cabecearon a propósito en uno de cada 23
árboles, gritaron “hoja de rana, hoja de rana, hojahojahohoho” cada vez que les
dolían los pies con las piedras filosas, derribaron madrigueras de coipos cada vez
que cruzaban esteros, pelearon con un jabalí justo antes de la bifurcación del
camino, mataron al jabalí, se lo comieron a medias, el resto se lo dejaron a algún
puma que apareciera, se olieron los ombligos mutuamente como signo de
progresismo, le hicieron reverencias al viento, lanzaron mecas de buey, orinaron
las murras metiendo sus miembros a las espinas, se lanzaron por un risco de 5,4
metros de alto para seguir el camino y miraron el sol fijamente durante 2 minutos,
4 veces. Y terminó el trote inicial. Luego, estiraron sus músculos sobre lomos de
vacunos muertos.
El tío Piche comenzó a dar las primeras indicaciones. Le pegó una cachetada a cada
uno y luego besó sus pies en forma de bendición. “La vida es triste” dijo
melancólicamente tres veces, mientras miraba aquellos vacunos muertos que
habían servido a sus discípulos como soporte para estirarse. La misión a cumplir
ahora era difícil. Era dura. Y dolorosa. El cielo comenzó a perder brillo, mientras la
brisa cordillerana aumentaba su intensidad. Los pequeños ratones de campo
comenzaron a esconderse, augurando el comienzo de actividades realmente
perturbadoras. Catrilaf preguntó que debía hacerse luego, ganándose una
cachetada extra por impaciente y por tener un loro en el bigote.
Las miradas de los profetas apuntaron hacia aquellos animales muertos de hambre
o de frío en el recién retirado invierno; la misión era ocuparlos para matar a tres
ejemplares, uno de cada una de las siguientes especies: liebre, tiuque y rana de
Darwin. Juanito Peña gozó mucho al escuchar eso, pues cuando niño, bajo el efecto
que le produjo haber aspirado changle, había avistado vacas volantes aplastando
varios seres vivos, incluyendo al ser humano. Se había imaginado, también, a sí
mismo comiéndose algunas de esas vacas aéreas, con el fin de aprender a volar y
sacarle pica a sus amigas, las gallinas. Las alucinaciones de Juanito Peña, por lo
menos hasta la edad de 17 años, tenían una temática recurrente: la aniquilación de
la especie humana por parte de otra actualmente sometida; a los 13 años, luego de
que saliera su primer pelo en su pera, comió 2,2 kilos de hongos alucinógenos que
crecían en un tranque cerca de su casa, llegando a alucinar corderos matando a
cabezazos a su madre y a sus hermanos, seres que, como bien ya sabemos, le
trataban con bastante odio y desprecio. Como Juanito Peña nunca desarrolló
sexualidad –por lo menos sexualidad referida a lo genital o a lo reproductivo, sino
que una sexualidad que viró hacia el goce sexual con el consumo de hongos, sus
alucinaciones nunca se refirieron a maltrato sexual y ni siquiera tocaron el tema.
Se acercaron a los cadáveres, los cuales alojaban varias comunidades de distintos
insectos y hongos descomponedores, de los cuales se encargó gustosamente
Juanito Peña. Hicieron fuerza haciendo palanca con sus pies y unas rocas
volcánicas, gritando de una forma parecida a los bramidos de un novillo en plena
castración. Catrilaf tomó el primer animal por el cuello, mientras que Juanito Peña
lo hizo por la cavidad entre sus dos patas traseras. Para el mundo común, era
“viernes santo”; para ellos, era la hora de ir por la primera presa: la liebre. Siempre
con la supervisión del tío Piche, fueron con el animal a cuestas a buscar lugares
donde pudiera haber madrigueras. Catrilaf comenzó a gritar “Gu lu gu lu gu lu gu
lu” en Fa, mientras varias cuncunas protestaban por la destrucción de varios de sus
predios agrícolas por acción de las pisadas. Encontraron una primera cueva, por la
cual no asomaba ningún roedor. Catrilaf hizo un gesto a Juanito Peña con la nariz
para que se moviera hacia el lado para que él pudiera agacharse. Así se procedió,
permitiéndose que Catrilaf, agachado, metiera la cabeza en la cueva. Todo esto se
realizó sin soltar el cadáver del animal, pues eso tonificaba su sistema muscular y
su alma –aunque ninguno de los dos sabía lo que era el alma ni lo que era un
músculo, así como evitaba que algún puma se avivara con tan colosal pedazo de
carne. Y eso sí que conocían los dos profetas: el concepto de “carne”. En fin, no
había ninguna liebre en aquella madriguera. La búsqueda se dio con los mismos
procedimientos, revisándose 46 cuevas. Luego de la última cueva, Juanito Peña
sintió un ruido: algo sonaba a lo lejos. Trataron de captar de dónde provenía tal
señal. Se volteaban hacia un lado y hacia el otro, pero el sonido era igual de
potente desde todos lados. Eso sí, Catrilaf sentía que el origen de tal sonido estaba
más cerca de su compañero, y éste creía lo propio respecto a Catrilaf. Luego de 22
minutos, se dieron cuenta de que el sonido no provenía desde algún punto
cardinal en el horizonte sino que de algún punto visceral del vacuno muerto.
Escarbaron dentro de las menudencias hasta que ahí, comiendo hierbas que el
difunto bovino no había digerido aún, se encontraba una liebre. Catrilaf comenzó a
comerse su propio cerumen de la pura felicidad, mientras que Juanito Peña,
fumándose unas amanitas envueltas en hoja de roble, planeó la forma más simple
de matar a la liebre: quemando el vacuno. Le planteó la idea al tío Piche, que
observaba todo, pero éste le negó el permiso debido a dos motivos: a) la misión es
matar a la liebre y a los otros dos animales directamente con el vacuno –si se
prende al animal, lo que mataría al roedor sería el fuego y no el bovino; y b)
claramente había un conflicto de intereses, puesto que el humo iba a ser fumado
por Juanito Peña.
Luego de que se le acabara el cerumen, Catrilaf ideó una estrategia interesante:
darle de comer a la liebre algún componente del organismo del vacuno que fuera
lo suficientemente “venenoso” o “dañino” para ella. El tío Piche consideró buena
esa proposición y dio el “vamos”. Comenzaron dándole pana a la liebre dentro de
las hierbas no digeridas. Sin embargo, la liebre rechazó con un “Pato Yáñez” tal
parte del cuerpo bovino. Probaron con páncreas, cerebro, lengua, líquido
cefalorraquídeo e incluso restos de meca, pero sólo consiguieron un cariñoso
“conchetumare” de la liebre, quien sí se bebió el líquido cefalorraquídeo para pasar
las hierbas. Juanito Peña, ya bastante ofuscado, tomó a la liebre, la metió al hocico
del vacuno, movió las mandíbulas muertas para que masticaran, empujó a la liebre
por el esófago con el brazo, pidió ayuda a Catrilaf para que éste empujara desde
fuera del tubo digestivo a la liebre hacia el estómago y finalmente sostuvo el bulto
para que los jugos gástricos lo deshicieran. Y así se hizo. El tío Piche les felicitó,
mas no declaró cumplida la primera parte de la misión hasta que mostraran el
cadáver de la liebre. Así, luego de 6 minutos y 44 segundos, abrieron el estómago
del vacuno y sacaron a la liebre deshecha. El tío Piche les dio una mandarina a
cada uno por el logro, así como permitió a Juanito Peña fumarse una oreja de la
liebre, mas no el cuerpo entero, el cual debía llevarse hacia donde estaba el perro y
dejarse como objeto de veneración. La misión recién empezaba.
IV.
Las brisas de la tarde hacían un ruido muy acogedor, cuando Catrilaf aún
celebraba aplaudiendo el alcance del primer objetivo del entrenamiento. Ahora
sólo quedan dos, y el que venía entonces era algo más complejo de lograr. Bastante
complejo, pensándolo bien, puesto que se trata de matar, con el mismo vacuno
muerto, a un tiuque. El tío Piche lo sabía, pero no por eso iba a dejar de fumar
hualle.
Los tiuques se encontraban cerca de donde estaban. Sólo bastaba cantar un salmo
de hule, una forma de alabanza al perro inventada por el tío Piche mientras
observaba un guarén comiendo gatos a un costado del camino. Inspiración. El
salmo de hule ayudaría a atraer a los tiuques para su posterior sacrificio y
conversión a la Iglesia (Vol)cánica, y así lo entendió muy bien Juanito Peña, quien
se ofreció para interpretar tan bella y absurda manifestación de la demencia.
Siguiendo una secuencia de Re#, Si y Sol, y con una mano en las amígdalas,
comenzó a entonar: “Vengaaaaaaanza, Vengaaaaaanza, GarbanzoComidaCuchara
CasinoComarca, Vengaaaaanza, Sin Alabaaaaanzas, PerritoBarritoPeritoForense
TarritoJuguete, Nooooo, Nooooo, Maldad es tu infancia, Noooo, Noooo, Ramón y la
Pitanza, Siiiii, Siiiii, Quieres pan con Pinochet, Siiiii, Siiiiii, CiprianoAldeanoMengano
ZamoranoButanoPropanoHiphop”. No sucedía nada. El tío Piche aplicó pedagogía
y le pegó con una tabla con clavos a Juanito Peña por blasfemo. Y por fungiadicto.
El canto no era así. Bueno, en realidad sí. Casi. Sólo había un error, uno referido a
la palabra “Cipriano”, que en realidad debía ser “Adriano”. Un pequeño error,
pero que de todos modos atrasaba el designio del perro, del gran perro que les
esperaba en el volcán y que les había dado una excusa para vivir y para buscar una
razón para lo mismo. El tío Piche se echó pasto a la boca y lo escupió en sus pies,
inspiró 33 veces y expiró 15, puso su mano en las amígdalas –en señal de
socialismo para luego cantar bien el salmo de hule: “Vengaaaaaaanza,
Vengaaaaaanza, GarbanzoComidaCucharaCasinoComarca, Vengaaaaanza, Sin
Alabaaaaanzas, PerritoBarritoPeritoForenseTarritoJuguete, Nooooo, Nooooo, Maldad
es tu infancia, Noooo, Noooo, Ramón y la Pitanza, Siiiii, Siiiii, Quieres pan con Pinochet,
Siiiii, Siiiiii, AdrianoAldeanoMenganoZamoranoButanoPropanoHiphop”. Como era
de imaginar, al segundo empezaron a llegar muchos tiuques. Eran 43.
La etapa de buscar el blanco se había cumplido con relativa facilidad. Catrilaf y
Juanito Peña se lamieron las axilas mutuamente y procedieron a tomar en sus
hombros al vacuno muerto que ya tenía una víctima a su haber: una liebre.
Rápidamente y siguiendo una iluminación de Catrilaf, Juanito Peña tomó en su
hombro al vacuno por el abdomen, mientras el otro tomó su boca y comenzó a
manipular sus mandíbulas. La finalidad era morder y matar algún tiuque con los
colmillos del animal. No corrieron, sino que fueron avanzando muy lentamente,
pues la idea es no ahuyentar a los tiuques, quienes estaban en asamblea para ver
temas relativos a la migración hacia la cordillera. Una de las aves se apartó un poco
del grupo, tomó una piedra con su pico y fue a golpearla junto a otra más grande.
Lo hizo repetidamente hasta que, luego de 322 golpes muy seguidos, comenzaron
a saltar muchas chispas, las suficientes para prender un cigarro botado a medio
fumar en ese sector. El cigarro prendió con la ayuda de las viciosas brisas que
ventilaban el lugar e, inmediatamente, comenzó a ser fumado por el tiuque.
Catrilaf vomitó de la impresión y se puso muy alegre, aunque decidió asesinar a
mordiscos –de vacuno al ave inmediatamente. Acercó el hocico de bovino a la
víctima, pero antes de proceder de cualquier forma, el escuadrón de tiuques se
percató de la amenaza a uno de sus efectivos y, casi instantáneamente, comenzaron
a picotear a los dos profetas de la Iglesia (Vol)cánica. Y no fue un simple picoteo;
de la misma forma en que aquella ave hiciera fuego para su cigarro, ellos
encendieron una gran fogata donde cada uno calentó una piedra hasta el rojo vivo
y la puso en su pico –la tomaron con algunas hojas de marihuana para no
quemarse y para inspirarse, para hacer un ataque caliente. Y lo lograron, pues
dejaron a Catrilaf con muchas manchas negras en calidad de dálmata, pero sin
raza y a Juanito Peña con un dedo menos. El tío Piche se sentó a reírse mientras
defecaba.
Era la primera vez que Juanito Peña vivía un momento hostil con aves. Durante
toda su vida, las gallinas y los gansos habían sido sus compañeros, camaradas y
amigos. El día en que nació, el pueblo se encontraba en una notable y lujuriosa
fiesta ranchera. Su madre tomó ese embarazo como si fuera un resfrío, una fiebre o
cualquier tipo de enfermedad pasajera. Y tal como la gente de la ciudad solía ir a
ponerse inyecciones, ella fue a dar a luz. O mejor dicho, dar a gallinero. Parió en el
lugar donde las gallinas dormían y dijo a las aves: “Cómanselo o críenlo”. La
comunidad avícola, no obstante, no cayó en el juego discriminatorio del ganado
humano, no demorando un minuto en armar un gran nido con el tamaño
adecuado para el nuevo compañero de crianza. Las aves les reservaron los mejores
pajares y palos de los gallineros, le brindaron una cuota extra de alimento –para la
cual, cada una aportaba con un poco de la propia ración y hasta le celebraban los
cumpleaños con pasteles de pan mojado y considerables cantidades de hongos
alucinógenos y no alucinógenos 78632 durante los 23 años en que vivió allí; 29421
eran alucinógenos –amanita y cucumelo, fundamentalmente y 49211 eran no
alucinógenos. Y de hecho, fue en aquellos días tempranos de jarana con las aves de
corral cuando se cultivó el gusto adictivo por toda especie perteneciente al reino
fungi. Durante los 23 años siguientes, como ya se dijo, no fue sino Reinaldo, su tío,
el único que sobrepasó los cinco minutos hablando con él. Reinaldo era un peón
del fundo de la dinastía LópezHerrera, allá por los lagos que están en el camino
hacia el extremo sur, que trabajaba matando pollos y tordos, para echarlos al disco
y, posteriormente, darlos de comer a los salmones que allí se producían. Fue
expulsado de allí, eso sí, 2 años y 3 meses después del nacimiento y abandono de
Juanito Peña, debido a una ética reducción de personal –se estaba cortando las
extremidades a los malos trabajadores, para luego ser tirados al medio del lago,
sobreviviendo sólo por esconderse en un camión que extraía la meca de las fosas,
pudiendo respirar, dentro del estiércol, sólo mediante el uso de una serie de 37
bombillas que habían quedado botadas del cumpleaños de uno de los herederos
LópezHerrera, dispuestas de modo que un extremo estuviera en la tapa de la
válvula de la fosa del camión y, el otro, en su boca. Así, llegó donde su hermana, la
madre –más que mal, lo dio a luz de Juanito Peña. Es posible que su sobrino le
haya generado cierto nivel de mínima empatía, quizás parecida a la que se le llega
a tener a la gallina o al pavo más gordo. Pero empatía al fin, aunque sea sólo por
compartir experiencias respecto a largos episodios entre la caca. Episodios que, en
el caso de Juanito Peña, fue uno sólo, de aproximadamente 23 años, 5 meses, 4 días
y 21 horas.
V.
Luego de la ansiada ducha de meca, y en el descanso merecido antes de ir a cazar
la última y camuflada presa, el tío Piche se atrevió a definir el infierno. Hacía 4
días, el perro había ladrado en dirección suroeste, signo indiscutible de la
correspondencia entre infierno y disciplina. El tío Piche procedió. A ver.
Catrilaf y Juanito Peña oyeron atentamente y fumando piñones el relato que su
mesías y maestro contaba acerca de un episodio ecuménico pero lamentable: hacía
ya 34 años, él había asistido a una misa en responso de su patrón recién fallecido,
don José Manuel Urrutia, a realizarse un sábado por la tarde luego de la faena y de
las golpizas de rutina. Ese día, al tío Piche le había tocado ser maltratado con un
rastrillo, por lo que decidió odiar el crepúsculo hasta hacerlo explotar. Sin
embargo, cuando estaba en proceso de lo anterior, fue invitado mediante la vía
armada a los funerales. No se hizo mucho de rogar, pero al entrar a la capilla del
fundo, empezó a repetir “las biblias se comen” en voz baja. Se le puso junto a sus
colegas y compañeros de dolor detrás de los últimos bancos, mientras el obispo de
la zona, Mons. René Villaseca, hablaba del amor de Dios a los pobres: “Dios no se
olvida del que sufre. Dios, en su infinita bondad, quiere a ricos y pobres por igual. Dios no
necesita que un pobre deje de ser pobre para amarlo; Dios nos ama en nuestra pobreza –ese
obispo era dueño de un fundo ganadero y quiere que tengamos alma de pobre para
que nos deje entrar junto a Él en el Reino de los Cielos. No adoremos ídolos falsos que nos
vienen a ofrecer la felicidad, pues en este mundo terrenal nunca la encontraremos. Y mucho
menos, la encontraremos en quienes no reconocen a Jesucristo como su Señor”. Mientras
las honorables esposas de los invitados lloran el féretro adelante, atrás el joven tío
Piche vomitaba en el confesionario. Luego de eso, y sin dejar de repetir “Las biblias
se comen” en ningún momento, se paró, miró frente y directo al sacerdote, y
empezó a decir la misma frase cada vez más fuerte, hasta terminar gritándola. Lo
hizo 32 veces, y luego vino un silencio. Inmediatamente, el tío Piche se pegó en la
panza y aseveró con voz firme y orinándose ante los presentes: “Las biblias se
comen, se comen con mostaza, se comen con mostaza cuando mi casa se bota en el suelo de
tus lábiles situaciones de pitonisa, no importa que venga a misa, buey almizclero, igual
seguiré siendo mierda de tu potrero, canales enteros de comida para llaneros y tu biblia se
esparce en mis entrañas recubiertas de asco por tu lasaña, y tu perro no”. En ese mismo
instante, los invitados comenzaron a vomitar bajo los bancos del templo, las más
viejitas a llorar, los niños a gritar y los trabajadores a bramar, mientras el sacerdote
abrazó al tío Piche y lo invitó a ser feliz. O mejor dicho, a ser redimido. Los
capataces de Amaro Urrutia, hijo del muertito, prepararon un conjunto de piedras
que calentaron hasta el rojo, para luego botar al tío Piche ahí dentro y quemarlo
hasta que pidiera perdón. El tío Piche aguantó ahí cerca de 12 minutos, gritando
sin arrepentirse “Las biblias se comen”. Sólo pararon cuando ya Urrutia consideró
que era suficiente. Se le preguntó si debía asesinarse a tal peón hereje, pero él
respondió que no, argumentando que “no hay que ser inhumanos tampoco”. Bondad.
Infierno.
Catrilaf y Juanito Peña, al escuchar tal narración, decidieron sacar el corazón del
vacuno usado para las misiones, dárselo de olfatear al perro a modo de bendición
y regalárselo al tío Piche. Él se los agradeció mucho pero, luego de mostrarles su
espalda negra como vestigio de tales eventos contados, prefirió partirlo, cocinarlo
sobre una piedra y aliñarlo con marihuana para el almuerzo. Era lo necesario para
emprender la caza de la rana de Darwin, confirmándolo el perro, a la distancia, con
5 aullidos y la ingesta de un bollo de vaca. Se reanuda la misión. Ya.
La verdad, el tío Piche había pasado por 7 fundos en su trayectoria como peón
golpeado. Tuvo familia sólo hasta los 6 años, ya que un incendio forestal quemó a
sus padres, sus hermanos, sus mascotas –un pudú y un huillín, salvándose sólo
por estar buceando en un barrial. No lloró a su familia, sino que inmediatamente
comenzó a trabajar. Caminó varios días, juntando las palabras que conocía de tal
forma que le hicieran sentir bien, hasta encontrar un sitio donde plantar grosellas,
de las cuales había guardado semillas en sus bolsillos, para luego venderlas en el
caserío más cercano. Puesto que era un niño, nunca supo con qué cobrar, y la gente
le pagó de muchas formas diversas: pan, tomates, agua, pastillas, piedras, astillas,
fósforos, calzoncillos, autos de juguete rotos, perros de ropa, tornillos, uñas, lápices
grafito, aspirinas, globos terráqueos, encendedores, vasos de plástico, condones,
neumáticos, tapas de baño, vino, cigarros e incluso marihuana. Eso último fue
gracias a un viejo llamado Ganado Azul, barbón, de ropas teñidas por el pasto y
las flores, artesano y cantor de coplas. Este personaje sólo andaba vestido entre las
6:30 PM y las 01:05 AM, excluyendo sábados, domingos y festivos, y fue en pelota
justamente como lo conoció el entonces niño tío Piche. Ganado Azul le enseñó a
fumar cigarros y marihuana –porque el tío Piche se las comía, aunque se las siguió
comiendo siempre y a levitar piedras con el poder de su hambre. Le regaló
también una pala para que surgiera el negocio de las grosellas, y luego lo echó de
su casa y lo amenazó con matarle si volvía a verlo.
Ganado Azul murió solo 3 meses y 21 días después, debido a una sobredosis de
floripondio con pan. El niño tío Piche supo y lo fue a buscar para enterrarlo en su
huerto. Luego de eso, la tierra se drogó y se puso tan contenta que hizo florecer
impensablemente las grosellas, anunciando tiempos de bonanza para el huérfano
agricultor. Sin embargo, el cura del caserío se compadeció de aquel niño y llamó a
don Juan Manuel Urrutia, agricultor y político de la zona, para que se hiciera cargo
de tal huerto y dejara al tío Piche conservarse con alma infantil y de pobre para que
entrara al Cielo. Urrutia aceptó e hizo posesión legal y armada de la plantación de
grosellas, dejando al niño como su peón y su fuente de desahogo. Desarraigo. La
madre tierra no se opuso a esto pues fue asesinada vía herbicidas y todo tipo de
químicos. Parricidio.
El tío Piche trabajó hasta los 19 años con Urrutia, escapando una noche luego de
percatarse de una serie sistemática de violaciones sexuales que algunos miembros
de la aristocracia diocesana aplicaban a los peones, y de enterarse de que él sería el
siguiente. Caminó 5 meses comiendo sólo tierra de hoja hasta la ribera de un lago,
en el cual encontró un buen patrón en una pequeña caleta pesquera. Fueron los
únicos 4 años de su vida en que recibió buenos tratos, mas nunca hubo luz de
futuro desarrollo. Nunca se le dio oportunidad de aprender a leer ni de ir a la
escuela. Pero al tío Piche no le preocupaba mayormente, pues conoció los
dihueñes. Un día, ese patrón murió y su hija cedió el mando a su esposo, José
Alberto PérezCotapos, quien expulsó al tío Piche y prefirió contratar
profesionales. Le dio una bolsa se dihueñes y le cerró las puertas de su caleta.
Luego de eso, el que sería mesías en el futuro pasó por 5 fundos más, hasta volver,
a los 44 años, a su antigua plantación de grosellas por equivocación; había visto
ahora arándanos, pues el fundo creció groseramente y aumentó la variedad de
cultivos. Y estuvo ahí 23 años más, retenido con pacíficas amenazas de muerte,
hasta aquel incidente que narró a Catrilaf y Juanito Peña mientras éstos aspiraban
el sagrado humo del piñón y comían cuncunas con merquén. Ese día decidió
escapar. Vagó 14 años más, comiendo tierra de hoja nuevamente –pero ahora
aliñada con químicos, trabajando ocasionalmente de rescatista de topos, martillero
en remates de pan duro y de guardia de una torre de alta tensión, hasta encontrar
al perro. Pensaba en toda su vida el tío Piche cuando, de repente, Juanito Peña se
tropieza con un alambre de púas que indicaba el fin del parque nacional y el
comienzo de otro fundo. Hubo que cambiar de sentido, pero no sin antes botarse al
suelo, escupir, mojar la cara en la saliva y darse besos en la mejilla mutuamente,
ritual necesario cada vez que se giraba la ruta en 43,6º. Coseno.
Catrilaf llevaba el vacuno muerto ahora por atrás, siendo ahora Juanito Peña quien
guiaba la dupla bovina. No había aparecido una sola rana de Darwin en las 4 horas
y 6 minutos que llevaban buscando entre los pantanos. Catrilaf bostezó, lo que le
valió un golpe de hualle por parte del tío Piche, mientras que Juanito Peña tiritaba
inmerso en un terrible episodio de abstinencia, pues llevaba ya 43 minutos sin
ingresar alguna sustancia no nutritiva a su torrente narcosanguíneo. No obstante,
no era algo difícil de solucionar. Hongos. El sol comenzó a ponerse y nada daba
esperanzas de un éxito antes del fin del día. Los grillos comenzaron a bajar el tono
de sus cantos gregorianos, las larvas de los chanchos de tierra fueron guardadas
por sus padres y los saltamontes, grandes acróbatas, instalaban un circo al lado de
un canal. Y como todo circo, llamaron la lluvia. Era la primera vez, desde la
institución de la Iglesia (Vol)cánica, que llovía. Y esto había que celebrarlo, sin
duda. No paró la búsqueda de la rana de Darwin, pero ahora los profetas tomaron
con los hombros al vacuno para poder aplaudir acompañando al coro que entre los
tres hicieron –el tío Piche en Fa# y Re, Catrilaf en La y Fa y Juanito Peña en
repetidos Do cantando el siguiente salmo de grasa –que, a diferencia del ya
mencionado salmo de hule, es un canto de agradecimiento al perro: “Bau, Bau,
Bop, Bop, Perrito Malo, Bop, Bop Bop, Encera mi vida con tu pus, raciona mi sangre por
socios de Ramón, Aluvión, Weón, Tu raza es igual a yo”. Los tres seres danzaron
joviales bajo la influencia de su fe y de los hongos con cabeza negra y puntos rojos.
Al llegar la noche en su plenitud, el tío Piche se comió una uña del pie y le pidió a
un árbol que inclinara sus hojas para darles cobijo bajo la lluvia. Dormir era lo
necesario. Encontrar la rana de Darwin, lo imperante. Matar a la rana de Darwin
con el bovino muerto, lo salvador. Motivo.
VI.
Caminaron tanto con el vacuno a cuestas, que los pies comenzaron a generar
protuberancias duras y estéticas, así como sus almas derramaban sudor convertido
en gritos. De hecho, tales gritos eran tan fuertes que rompían las telarañas y todos
los planes habitacionales habidos y por haber en ese superpoblado mundo
invertebrado. Las cuncunas alegaron por daños en 34 capullos, preocupadas por la
frustración de 34 mariposas que irían a buscar nuevos horizontes con menos sapos,
ranas y todo ese tipo de bestias. Sin embargo, el tío Piche se detuvo a conversar con
las masas enardecidas. Con mucho cuidado para no pisar más individuos –había
desintegrado ya a 49 manifestantes, sin querer, se les acercó, pidió silencio y les
dedicó una plegaria: “Cuncuna, Cuncuna, vámonos a la una, Cuncunita, Cuncunita,
pequeña bellecita, No osen matar conejos en santo matrimonio, Suban a las copas y canten
sobre José, Entiendan la vida del perro, Entiendan el perro de la vida, Vivan el entender al
perro, Perreen el entender la vida, Cuncunas, Osasuna, No mueran, sino que rajen, No
salten, sino que vuelen, vuelen, vuélense con alguna seta, Cuncuna, Cuncuna, vámonos a
la una”. Las cuncunas ni siquiera dejaron pasar 0,32 segundos antes de ponerse a
aplaudir, haciendo chocar sus colas y sus cabezas, el notable acto de fe y de
demencia que el nuevo mesías acababa de ejecutar ante sus antenas. Catrilaf pidió
permiso para vomitar de alegría, mientras Juanito Peña, en virtud de sus aciertos y
sus errores, y en honor a los caídos en su gallinero de crianza 3425 víctimas de
violaciones a los derechos avícolas en un espacio de 26 años, comenzó a guardar
las cuncunas asesinadas sin querer por el tío Piche para hacer licores. Igual se fumó
una que otra cuncuna. De las 49, se fumó 13.
La perdieron de vista por algunas horas, pero habían observado una rara ruta en
forma de A. Tenían una especie de plan. O más que plan, inspiración. Caminaron
cantando en Si y en Re lo siguiente: “Siéntete como yo, pez de campo, vuela como tu
hermana, come como tu estudiosa carga de llamados posesivos, pez de campo, dios de la
cloaca, pez de campo, papa sin raza”. La vieron, luego de 4 horas y 32 minutos desde
su última e insolente aparición. Corrieron e hicieron lo pensado y meditado: le
tiraron el vacuno encima. Todo bien, excepto que la rana de Darwin había saltado
4 segundos antes. El páncreas, la vesícula biliar, las glándulas suprarrenales y parte
del buche del bovino saltaron parabólicamente manchando las caras y las ilusiones
de los dos profetas. El tío Piche observaba comiendo nalca con chaquetas amarillas,
y les dio el vamos para intentar la misma estrategia de nuevo. Consideró que la
idea era buena, pero que les faltaba lavarse con barro. Lo hicieron gustosos,
gritando como chanchos –recordando o, más bien dicho, invocando infancias que
nunca vinieron, y luego de secarse revolcándose en piedras volcánicas –la sangre
era el regalo a la tierra y de gritar 3 veces “Pájaro dos, Pájaro cuatro, Espacio”,
tomaron nuevamente el vacuno muerto sobre sus hombros.
Se detuvieron para tomar once. O mejor dicho, para tomar vino de cuncuna.
Juanito Peña tuvo fermentando las cuncunas en su boca llena de residuos
narcóticos, y luego las mezcló con agua e hizo la vendimia, pero no con los pies,
sino que con su inconsciente. El vino resultó sabroso y con sabor a LSD, y les
ayudó a recuperar toda esa fe que se les había escapado escurriendo por los
canales del parque nacional. Luego de ello, y con notorios efectos del licor –veían
todo en 7 dimensiones, volvieron a la carga y, casi milagrosamente –en realidad
milagrosamente sin duda, por efecto del perro, volvieron a ver a la rana de
Darwin, esta vez saltando en forma de espejismo y de gato. La siguieron corriendo
y, nuevamente, le lanzaron el vacuno. Fracaso. La rana los miraba y les gritaba
“Perdedores” al mismo tiempo que cazaba 2 moscas al mismo tiempo y se tiraba a
los charcos a flotar como una hoja. Catrilaf cambió su color de ojos a rojo, mientras
Juanito Peña comenzó a hacer flexiones de brazos. En eso estaban cuando una voz
les dice, desde algún lugar, “Intoxicar”. Miraron hacia el cielo, dedicándole
improperios al sol, y no vieron mucho más que pájaros, chapes en cópula y
cuncunas rodando –hacia la mano de Juanito Peña alegremente, haciendo música
indie con el ruido de la corteza de los ganchos. Nuevamente, la voz les dijo
“Intoxicar. Intoxicar y comer”. Miraron ahora hacia abajo, y no había nada raro entre
los chanchos de tierra jugando un partido de pool ofreciéndose ellos mismos como
bolas y autogolpeándose con pequeños tacos de astillas. Nada raro. Nada, excepto
una nariz. Catrilaf metió dos dedos en los hoyos de aquella nariz, para luego
olerlos. Gracias a eso, se dio cuenta de que tal individuo era de cerca. El tío Piche lo
vio y comenzó a cantarle: “Gominola, Aureola, tus encantos me presentan caballos, tu
vino blanco me posee en verdes campos de amapolas porcinas, derrámame, derrámame,
come de mi costa y regálate”. Los dos profetas se le unieron, y ese canto, entonado
bajo hojas de nalca, logró que la tierra les regalara a ese ser que estaba acoplado a
ella. Fue levantándose, mostrando su boca partida, sus ojos enrojecidos por el
llanto vital que les lubricaba, su cara marcada por los cortos pero intensos años, y
finalmente un cuerpo de un joven de sólo 16 años vestido por un roto y antiguo
uniforme militar. Catrilaf comenzó a llorar y a pegarse palmadas en sus nalgas.
Juanito Peña lo levantó y, como debe ser, le ofreció hongos alucinógenos y vino de
cuncuna. Cortesía. Democracia.
Se sentaron en unas rocas a compartir los viscosos licores, mientras el joven les
mostraba un pequeño rifle que le acompañaba desde que lo expulsaron de su casa,
a los 4 años. No había hecho nada malo. Sólo fue que su abuelo no era capaz de
cuidarlo y manejar una red de prostitución al mismo tiempo. Incluso, muchos de
los amigos de su extutor trataron de abusar de su niñez, pero él supo usar
fortuitamente un rifle que se encontraba cargado la primera vez, y que luego
aprendió a cargar no por necesidad, sino que por su supervivencia y la de su
integridad. Sólo hablaba con verbos pues su vida siempre se basó en la acción
contra las amenazas y no en la definición de figuras como "padres" o algo así y en
ese momento sólo decía todo el día “Escapar”. Lo hizo, no sin antes matar unos
cuantos “guardias” de su abuelo, para escapar al parque nacional. Vive ahí, desde
entonces, sólo alimentándose de los animales que allí se encuentran, y nutriéndose,
por cierto, de la soledad y la tranquilidad. Sin embargo, había estado varios años
con la costumbre de enterrarse horas y horas a pensar en algún futuro. Pero ese
lapso había terminado, porque las palabras del tío Piche lo animaron a buscar el
futuro de pie y no enterrado. Este chiquillo creía en la naturaleza como religión,
pero ahora había notado la máxima evolución de su fe. Fue el primer convertido a
la Iglesia (Vol)cánica.
En tanto compartir licores y cantarle al joven, en Do#, un salmo de hule como éste:
“Tímido, Tímido, este rojo es peral, esta raza de calle es presa de tus ojos fecales, cómete
una Suecia entera pero déjame el rato para brillar en las parras, Tímido, Tímido, Híbrido,
Guanina”, los profetas recordaron que debían atrapar a la rana de Darwin. El joven,
hacía rato, se había dado cuenta de la misión, y decidió asesorarlos. Les ayudó a
fabricar toldos de hoja de nalca unidos con colas de lagartija, y los llevó hasta un
lugar donde el río hacía una poza cuya única entrada y salida eran de un grosor de
43 y 32 cm. respectivamente. Él había observado durante 12 años las trayectorias
de la rana de Darwin, y había descubierto que se movían en una secuencia de 23
rutas en forma de A, tres en forma de espejismo y de gato, 24 en forma de H y 2 en
forma de flauta de pan, para luego repetir el ciclo 3 veces y después invertirlo 5,
para volver finalmente al sentido normal. Puede percibirse complejo, pero el joven
sabía eso mejor que comer. Calculó que dentro de 37 minutos y 3 segundos la rana
caería justo en aquella poza, por lo que les dijo que depositaran el vacuno muerto
en el agua y taparan completamente con los toldos construidos, dejando sólo un
espacio por debajo para que la rana entrara. Luego de eso, con ramas y piedras era
preciso crear pequeñas represas para que el agua no fluyera por ahí, obviamente
desviando el caudal por otro lado para no afectar mayormente el curso del paisaje
y el suministro de agua de los huillines. Ingeniería analfabeta. No.
El tío Piche, asombrado por lo inteligente del muchacho y por su habilidad para
cortar las uñas de los pies con cartuchos gastados, entabló una amena e
incoherente conversación con él. Le contó de lo que estaban haciendo, de lo que
habían vivido, pero siempre interrumpiendo, entre cada dos palabras, con las
frases “Me rompen tus infamias de calzón francés, estúpido alabardero de tiendas celulares
y ya” y “Olvido, papiro, cilantro y encendedor; los siete guardianes de mi meca”,
causando episodios de alucinación en el joven, y llamándolo también a contar de
su vida. Sin interrupciones como las del tío Piche, y sólo en verbos, dijo: “Sufrir.
Escapar. Ensuciar. Comer. Vivir. Mirar. Enterrar. Conocer. Hablar”. Resumió toda su
vida en ello, dejando al tío Piche con nauseas de alegría y pena a la vez por lo
ambivalente de lo contado. Aunque no por eso dejaría de fumar cuncuna estrujada.
En eso, interrumpieron la amena y etílica conversación tres treiles. Gritaban
demasiado, sin razón alguna sino que por amor al arte, por lo que el joven decidió
tomar su rifle y disparar. La bala pegó en un panal de chaquetas amarillas que
descansaba cerca. Lo que primero pudo haberse entendido como mala puntería,
luego se comprendió como agitación de masas. Y efectivamente, el sindicato del
panal decidió manifestarse en contra de los treiles, los seres que estaban más cerca
y que podían ser culpados. Su lucha era contra el capitalismo voraz de los monitos
del monte, pero hoy los unía su resistencia a otra cosa, vale decir, el arte vacío y
siútico de las aves esas. Mientras ocurría todo eso, Catrilaf y Juanito Peña miraban
estáticamente el invento para cazar a la rana de Darwin. Incluso, Juanito Peña llegó
a considerar el momento como una droga.
Pasó el tiempo, y con sólo 2 segundos de error, la rana de Darwin entró a tal cueva
letal flotando cínicamente como una hoja. El joven conversaba verbos con el tío
Piche, y durante 6 horas sólo se miraron a los ojos y se traspasaron penas,
pérdidas, decepciones, soledades y autonomías vividas en esas dos vidas de
ermitaños. Catrilaf y Juanito Peña seguían pegados en los toldos, dejando caer la
noche sobre ellos. De repente, el tío Piche decidió hacer una pregunta central: el
nombre del joven. Éste pensó mucho rato mirando hacia abajo a los chapes
vagabundos y, prendiendo un cigarro de tierra y hongos, sólo respondió “Carecer”.
En vista de esto, Juanito Peña, ya fuera del trance pero aún ebrio con el vino de
cuncuna, propuso bautizar a tal joven como “El Rana”. Tenía el toldo en sus
manos, mientras la rana yacía colgando de los dedos de Catrilaf. Su última palabra
había sido “A” y había muerto bebiendo agua sazonada con bovino en
descomposición. En vista de ello, y llenando un árbol seco de hongos para luego
quemarlo y celebrar en estado hongonarcofelicidadetílico por el cumplimiento
total de la misión de sus profetas, el tío Piche aceptó el bautizo del nuevo miembro
de la religión, el Rana.
Dos días después, y luego de 3 noches y 6 días –matemática alternativa de correr
en pelota sobre los cardos y de matar jabalís a palmetazos, Catrilaf, Juanito Peña, el
Rana y el tío Piche volvieron a ver al perro, al templo, a las faldas sagradas de un
volcán majestuoso. Volvieron a la cuna de su futuro y a la redención de su pasado.
Perro. Motivo.
VII.
Eran las 6 de la mañana y la Ciudad de los Robles despierta bajo una nube de
buena cultura y de algo de smog. Los edificios con enchapados de alerce y oro se
erigen sobre los 12 pisos, las casas de araucaria y piedra tallada, inmersas en
quintas y campos lisos, y las calles anchas y pulidas dirigían las rutas de los seres
amablemente esclavizadores a sus puestos de mando. Al otro lado de la ciudad, la
gran máquina engrasaba perfectamente a cada uno de sus tornillos con el líquido
de los diarios, la televisión y la radio, mientras los bloques guardapersonas y las
casas sin pintura se vaciaban y daban paso al riesgo de los saqueos y todo ese tipo
de cosas. Era una ciudad donde cada individuo era dueño de lo que las otras
personas querían pero no de sus propios anhelos. Era la ciudad capital. Ciudad de
los Robles. La capital del reino de Dios en la Tierra, por así decirlo. Paraíso.
Infierno. No.
La cultura se encuentra regida por códigos de la Iglesia Diocesana. Los obispos han
dictado las bases de la ley en todo el país y los políticos afines han ayudado,
remunerados suculentamente –casas de araucaria y todo eso por los verdaderos
depositarios del poder: los terratenientes y patrones agrícolas. El país se sostiene
en el trabajo de los campesinos, pero la Iglesia Diocesana y los terratenientes no
consideran que les corresponda dinero por eso. El arzobispo Gómez ha dicho en la
homilía de hoy: “El dinero es sucio, el dinero no es de nuestros pobres. Ellos han de
pagarse con la pobreza, la verdadera puerta que tienen al Reino de Nuestro Señor”. Qué
considerado de su parte. El régimen de sueldos no corre para los campesinos. Más
bien, se les paga con violencia –purificadora de almas y comida concentrada. El
presidente José Alberto PérezCotapos, salido de las escuelas diocesanas y de élite,
graduado en los Establos Militares Diocesanos y en la Universidad de los Robles,
fue uno de los grandes protagonistas de la expansión de los grandes predios
agrícolas y pesqueros, dirigiendo varias matanzas solidarias en comunidades
nativas –adelantándoles el viaje al paraíso y gestionando brillantemente las
alianzas entre terratenientes. Mérito suyo –y del arzobispado de la ciudad, que
siempre le apoyó fue la promulgación de la Ley de Peones, que establece
básicamente que “el patrón es quien mantiene económicamente y socialmente al peón y
por ello tiene poder para definir los derechos y deberes de éste, subentendiéndose que el
trabajador no tiene derecho a exigir tratos o beneficios y tiene el deber de someterse a él y a
la Ley de Dios, de la cual el patrón es portador”. Redención. El mandatario, además de
militar, empresario pesquero, destructor civil, diácono, dueño del Diario El
Evangelista –único medio de prensa escrito legal y gerente de varios colegios
pudientes, fue estrella pornográfica en su juventud y fue capaz de conseguir el
voto de las mujeres ricas –y de algunos hombres adinerados con el apoyo de los
curas que, más allá de condenarle tal pasado, eran sus camarógrafos y sus
productores. Sacro. La vida es bella.
Entre los grandes, admirados y adulados patrones agrícolas, los líderes eran:
Rogelio Rocafuerte, dueño de las Fuerzas Armadas Diocesanas y padre del
Teniente Alberto Rocafuerte, temido y entrenado jefe de las Fuerzas Diocesanas
contra la Subversión; Agustín Lobos, respetado megaproductor de manzanas; su
hijo Ricardo, heredero del imperio de las manzanas y la gran figura joven de la
televisión y la radio, protagonista de series pornográficas –sucesor y alumno de
PérezCotapos y de reality shows de exterminio de nativos; Amaro Urrutia, el
“pionero” de las grosellas y dueño de las redes de Radio Televisión Diocesana
(RTVD); y el clan RojasHerrera liderados por el viejo Samuel RojasHerrera,
quienes compraron la pesquera de PérezCotapos y son dueños de casi todas las
“chozas de enseñanza” de los barrios pobres. Son los íconos del desarrollo, dueños
de las portadas y las páginas de reportajes del diario El Evangelista, y son los
ejemplos que todo niño es llamado a seguir en los Colegios Diocesanos. Distinto es
en las ya mencionadas chozas de enseñanza, al otro lado de la ciudad, donde
simplemente se enseña a cosechar rápido, prostituirse, callarse, obedecer y a no
leer. Las letras no son necesarias pues “no darán de comer al campesino” y,
generalmente, los docentes se ayudan con garrochas con clavos para acelerar el
aprendizaje. O bien, preparan braseros para hincar allí a quienes hagan desorden.
Educativo. Es el orden de la ciudad, la coherencia hecha Estado. La entretención, la
educación y la vida de la población en manos de los elegidos por Dios. La injusticia
básica en la que viven los hombres del pueblo de Dios. Barro.
Sin embargo, en la Universidad de Los Robles, la paz armada de la ciudad se ve
amenazada por los disturbios causados por los estudiantes; los dos frentes en que
se han agrupado, a saber, la Misión Universitaria Robledal (MUR) y el Frente
Campesino. El primero, a favor del régimen de PérezCotapos, de usar hombres
nativos para probar el avance en armas y defensa, de usar mujeres nativas como
prostitutas públicas –“en el Cielo las tratarán mejor, así que no habría problema” es el
argumento, del toque de queda de 26 horas al día, la demolición de casas
campesinas para construir catedrales, así como de aplicar un modelo de
monasterioregimientoempresa a la casa de estudio. El segundo, contrario al
gobierno y que propone la creación de granjas comunitarias, la repartición de
marihuana y vino a todos los universitarios, el ingreso de animales a las aulas y el
fin de la Ley de Peones, peleados a muerte en la elección de Centro de
Estudiantes. Daniela Maturana, una linda joven de pelo negro, es la candidata del
Frente Campesino. Es hija de un vendedor independiente de gallinas; es poeta,
pintora, cantante y actriz. Una de las promesas actorales más destacadas del país,
junto a la Negra. Rivales desde siempre –en las tablas y en la vida, como si hubiera
diferencia y distintas hasta la médula; una es pareja sexual de Ricardo Lobos, la
otra ha perdido a su novio en enfrentamientos contra la policía. Siempre ha creído
en una sociedad más abierta y surrealista. Para ella, el exceso de lógica en el país
mantiene el orden rígido que existe y que aprisiona a su gente. Están leyendo los
votos, y su cara no es precisamente de alegría; los choripanes se han acabado, los
pitos de 40 cm. también y, por cierto, está perdiendo por 430 votos contra 1022 que
lleva Renato Urrutia, hijo de Amaro, animador del matinal en RTVD y candidato
de la Misión. Obviamente, el resultado tiene mucho que ver con que sólo se le
permite el voto sólo a quienes tengan piel blanca y que no sean empleados directos
de cualquier fundo asociado a la Iglesia Diocesana. A pocos metros, los
enfrentamientos entre el Frente Campesino y la policía ya llevan 43 muertos y
medio –la mitad de uno de los cadáveres se ha perdido y la sede del movimiento
ha sido quemada, mientras que la capilla general de la MUR ha sido rayada con
poemas no dedicados a Dios. Delito.
Finalmente, han sido asesinados 133 miembros del Frente Campesino y Daniela
Maturana ha sido llevada a un cuartel militar. El Teniente Rocafuerte va a visitarla,
le pega dos cachetadas y le dice “Dios te perdonará”. Daniela llora
desconsoladamente mientras escucha los pasos metálicos del teniente que se retira.
Miedo. Los militares que la vigilan han cerrado las persianas, han prendido la
ampolleta de interrogación y han comenzado a desnudar a la líder de la oposición.
Su cuerpo es de una belleza sólo comparable a un amanecer cordillerano y su
aroma tan confortable como el de la tierra regada en primavera. Sin embargo, las
manos sucias de los guardianes de la Ley de Dios han roto sus pantalones, su
polera, su ropa interior. Tocan sin delicadeza sus pechos y ultrajan los sectores más
íntimos de su piel en llanto. La vida ya no es dulce ni promete mejores tiempos. El
sueño ya no es libertad. Sólo quiere salir de ahí. El guardia más alto comienza a
violarle sobre una silla, mientras los otros 4 se autobrindan placer viendo la
diocesana escena. Ella sólo mira una ventana, en donde ve un pájaro comiendo
abejas. Trata de imaginar que es una de tantas obras de teatro en las que ha
actuado. Bebe sus lágrimas, muerde sus gritos de dolor en sus cabellos. Piedad. Un
acólito graba un vídeo del episodio, para generar algunas copias. Una para el
presidente, una para el Teniente Rocafuerte. Y una para el padre de Daniela, don
Luchito Maturana, a quien se le devuelve a su tesoro bañado en sangre y envuelto
en la bandera del país, diciendo en voz baja y acabada “Peones arriba”. Se le obligó,
con perros de ropa en los párpados y fusiles en los oídos, a ver la cinta. Son los
soldados de Dios. Los protectores de la Patria.
El tío Piche ha preparado un cigarro de dihueñes con orégano en forma de cruz
para fumar al mismo tiempo con Catrilaf, Juanito Peña y el Rana. El perro ha
ladrado sólo una vez, con amargos toques de aullido. Motivo. Cada vez más.
Democracia. Motivo.
VIII.
Los bailes en trance y las cachetadas con vino de cuncuna abundaban alrededor del
templo del perro. Los chapes danzaban moviendo sus babas alrededor de las
múltiples fogatas, mientras un puma miraba desde el bosque con cara de envidia
frente a tamaña dicha. No podía ir a compartir, pues tenía una misión secreta
asustando turistas. Catrilaf era el que cantaba más fuerte, vomitando entre cada 6
palabras: “Go, go, Fa, Ga, Hooo, Ga, Perro, Perro, Chan, Chan, Boleta”. Juanito Peña lo
acompañaba cantando más despacio en La y Sol# y tocando cacho de vacuno –las
entrañas del cadáver de entrenamiento se ofrecieron en honor al perro y el Rana
aprendía a bailar al estilo del tío Piche: corriendo hacia atrás en círculos y
pegándose en las nalgas en secuencias de corchea, negra, corchea y 6 semifusas.
Era el primer jubileo y no eran tiempos de caridad, sino que de peyote.
AL momento de sentarse, como 43 horas después, el perro ladró 3 veces mirando
hacia el norte y contra el viento. Llegó la hora de la verdad. La hora de que el fuego
del perro se propague hasta incendiar la sociedad de la (in)coherencia y la razón.
El tío Piche, en vista de esto, vio que era necesario contarle de ciertas revelaciones a
los profetas y al Rana. Hacía 6 años y 44 días, el tío Piche había tenido una
alucinación mientras vagaba comiendo pinatras; luego de haberse botado él y sus
años en un prado a la vera del camino, a 6 km. de llegar a la lujuriosa villa de
Puma Bueno, él divisó –con sus ojos inclinados junto a su cabeza a dos niños que
volaban a ras del suelo siguiendo un perro que caminaba dos metros más adelante,
cual si les hubiera estado tirando. Los niños cantaban en Re y Fa# un verso como:
“San Juan, San Juan, No hay pan para Roldán”. De sus bocas saltaban risas y sangre, y
sus ropas iban rotas en la parte de los hombros y del apéndice. Se dirigían hacia el
este, alejándose de Puma Bueno, con sus pies flotantes descalzos y heridos, mas no
había llanto. No había lamentos ni rabias. Sólo canto. El tío Piche no tomó tanta
atención al contenido como a la forma de la escena que ocurría (o no): la vida le
había dado una señal de agudas contradicciones. Y fue justamente por eso que
decidió, en aquel momento y al instante, ir a orinar sobre una piedra pómez.
Más tarde, 22 minutos luego del fin de su odiado crepúsculo, comenzó a caminar
bailando hacia Puma Bueno para invocar a la comida. Tímido. Una guitarra yacía
en el camino y activaba sus alegrías. No hizo un concierto ni la afinó. Sólo le sacó
las cuerdas para hacerse un cinturón y llevó la madera para hacer una fogata en el
momento en que la noche decidiera encender su refrigerador. Llegó luego de 3
horas, 2 minutos y 24 heridas en los pies, y el pueblo entero salió a recibirle con su
ausencia. Siguió caminando, gritando “Dominó, Dominó” y aplaudiendo en saltillos
de corchea, hasta una pequeña plazuela que parecía ser central, la cual tomó como
un hospedaje. Se desnudó, se baño con la llovizna nocturna, se secó con el cemento
de unas bancas y procedió a dormir tapado con meca de caballo y temperado por
algunos ratones ardiendo en el puente de la guitarra infernal. Scaldasonno.
En todo aquel operativo, nadie lo vio. Bueno, casi nadie. En verdad, nadie lo vio,
pues las únicas que lo vieron eran nadie. Se trataba de 5 niñas cuyas edades eran
14, 15, 14, 14 y 12, vestidas con sábanas transformadas en polleras y sus labios
pintados con sangre. Con una actitud de sensualidad que rayaba en lo bizarro y lo
grotesco, mostraban sus rasgadas piernas adornadas con hojas de ligustrina
pegadas a los transeúntes que pasaran. Uno que otro aceptaba vulnerar lo que ya
no podía estar más vulnerado, pagándoles con pan añejo, con bolsas de té las
cuales disolvían todas las mañanas, antes de dormirse, en las pozas de la calle de
ripio o con higos. Esa noche, vieron al tío Piche y no dudaron en ir a ofrecerle
gustosamente sus servicios. Sin embargo, el ahora mesías estaba, en aquellos ratos,
en un universo totalmente distinto y fuera del espacio habiendo llegado allí
haciéndole dedo a los hongos y no escuchó absolutamente nada. En la noche. Eso,
porque cuando el sol se despertó y salió a trabajar antes de que amaneciera, las
gentiles y desgarradas niñas volvieron a ofrecerle sus servicios. El tío Piche aceptó,
pero con una condición: el no quería tener sexo, sino que sólo conversar sobre el
cielo y fumarse unos gramos de merquén acompañado. Ellas, cansadas de una
noche de ajetreo y placer fingido, aceptaron. Se recostaron sobre su panza y se
taparon con algunas frazadas que ellas traían, mientras el tío Piche comenzaba a
acariciar sus cabezas. Era la primera vez que alguien les hacía cariño en el pelo por
más de 2 minutos, sin después pasar a las zonas que, a menudo, eran más
apetecidas. Ahora era distinto. Este viejo no tenía más intención que conversar
sobre el espacio. Les habló de que las estrellas eran artistas por vocación, pues
todas las noches se agrupaban en distintas figuras para que los seres imaginaran
cuántos mundos fueran posibles; les habló, de hecho, de que cada vez que cenaba
chapes al pilpil con ensalada de floripondio –lo solía hacer todos los martes, él se
levantaba del suelo y encendía un cigarro de boldo con las mismas estrellas, y que
su humo se enamoraba de las nubes hasta confundirse con ellas. Les dijo que,
cuando llovía, las estrellas caían a la tierra para brillar a su llegada al suelo; y que
la luna era un gran dihueñe, el cual había mordido cuando la chicha de fósforo le
puso también alas. El tío Piche conocía el cielo, y no fue gracias a los curas ni a los
rezos, sino que simplemente por aquellos sublimes cortocircuitos entre el cuerpo
humano y el resto de la naturaleza. Voltaje.
Las chicas escucharon llorando atentamente cada frase, cada palabra. El tío Piche
les cantó en Fa y Si: “Independencia de mis ranas, comida de buey altruista, me baso en
tus coletazos para ir a Conchalí, hasta que la muerte me derroche en simios metálicos y
situaciones umbilicales”. Les repitió ese verso 32 veces, parando sólo cuando notó
que dormían. Se sacó cerilla, se las esparció por la cara como signo de ternura, para
finalmente volverse a dormir. Cuando despertó, 7 horas y 34 minutos más tarde,
abrió los ojos tanto como pudo para expresar su sorpresa: sus Cinco Amigas, como
él les llamó, le habían reparado cada pieza de su ropa, habiendo incluso arreglado
detalles y diseñado varias hermosas y locas terminaciones. Sus pantalones ahora
terminaban en triángulo, y su antes maltrecha camisa a cuadros ahora tenía forma
de liebre. El tío Piche, con tanta felicidad en sí que llegaba a desbordarla en forma
de sangre de nariz, decidió pagarles construyéndoles una pequeña choza de
troncos de hualle, dándoles la siguiente instrucción: “Hagan ropa bonita, y siempre
con caracoles”. Luego, tomó una piedra del suelo, se golpeó la boca y se sacó un
diente, para pasárselo a las chicas. Era la señal de que no sería el último encuentro.
No pasaron más de 3 segundos cuando el tío Piche salió corriendo hacia un cerro.
Catrilaf, Juanito Peña y el Rana escucharon atentamente el relato, sólo distraídos
por las estrellas fugaces que pasan saludando al perro y al volcán. Al terminar el
relato, el tío Piche le echó barro en la cara a cada uno y los envió a ensuciarse con
arenilla a un pozo lastre cercano. Fueron corriendo hacia atrás en señal de reforma,
gritando “Oro en el infierno” cada 43 segundos. Seductor. Llegaron al pozo lastre
luego de 3.232 pasos cada uno, se echaron arenilla en el barro, se besaron las
manos entre sí y volvieron con una carga de 2,2 kg. de arenilla en ofrenda al perro,
con un resto de 34 gramos para el tío Piche. Al momento de llegar al templo del
perro, Juanito Peña venía tan drogado con la tierra de hoja, que se cayó y se pegó
en la frente con una roca. Murmuró de dolor al instante, tocándose la herida
sangrante. De pronto, mientras tapaba su cara con sus manos, sintió una lengua
divina que le lamía la zona dañada. El tío Piche no dejó pasar más de 3,1 segundos
luego de ver aquello para tocar el cacho de vacuno muerto; el perro ha elegido al
albacea del mesías. La herida se curó sin más, recibiendo aire sólo 4 minutos hasta
cerrarse completamente y sin un solo dolor de réplica. Juanito Peña, ahora albacea
de la Iglesia (Vol)cánica, le cantó, a gritos, un salmo de grasa al perro en Re, Fa,
Do# y Si: “Temblores de carne, multitudes, tapabarros de choclo, raíz de mutante, Coco,
Coco, Coco de Pájaro, levanta el comunismo ardiente de tu polera, dame sarro en cuaderno
para hacer pan, y siéntate sin rana de pala”. Tan sublime fue el momento, que Catrilaf
se puso a bailar alrededor de la fogata y sobre ella, quemándose sólo un pedazo de
sus antiquísimos y cortos pantalones.
El perro, 15 minutos más tarde, se paró en el templo, se quedó mirando la luna y
comenzó a aullar pero moviendo la cola. El viento puelche comenzaba a soplar las
heridas de una tierra abusada por el ser humano, mientras que el volcán comenzó
a fumar para matar la ansiedad que le produce ver, desde lo alto, la inmensa
máquina suicida que los hombres y mujeres han regalado a los seres vivos. El tío
Piche pensó un rato en zanahorias para luego dar la indicación precisa: Catrilaf y el
albacea Juanito Peña deberán partir a Puma Bueno, cercano hacia el norte del
templo, a buscar a las Cinco Amigas. Motivo.
IX.
Juanito Peña y Catrilaf dejaron al tío Piche hablándole al Rana sobre la violencia
entre los castores, emprendiendo rumbo a la villa donde las chicas estaban.
Caminaron cantando en Do y Do#: “Remera de dos, remera de pan, Hoy no tengo
Dinamarca para lavarme, y longaniza tampoco”. No obstante, el canto se interrumpió
justo en la palabra “lavarme”, en el momento en que se percataron de la presencia
de un caballo solo en un potrero al lado del camino. Juanito Peña pensó en fumarse
la crin, pero la idea era otra. Saltaron el cerco inmediatamente, se sacaron toda la
ropa –Juanito Peña sólo quedó con su collar de higos, se la amarraron en el cuello
y se acercaron en punta y codo al animal. Llegaron a él y la estrategia planeada
entre los dos, sin necesidad de hablar sino que sólo de compartir un cigarro de
cardo, comenzó a hacerse acción. Juanito Peña comenzó a bailar –en pelota en
frente de los ojos del caballo. Saltaba de izquierda a derecha, arrancando una
champa de pasto en cada aterrizaje. Luego lo miró y, con fines claramente
pedagógicos, comenzó a comer pasto lenta y gesticulosamente frente a él.
Didáctica. Mientras tanto, Catrilaf comenzó a hacer lazos con las ropas y a pasarlas
desordenadamente por entre las patas, el cuello y alrededor del lomo y la guata del
caballo. Le dio la señal clave a Juanito Peña –quien alimentaba al animal para
terminar el plan; tomó un pedazo de alambre de púas y se lo colocó en el pie, para
luego pegarle fuerte en la cola al caballo y agarrarse los dos como puedan para
partir a destino. El caballo se levantó, relinchó cual bramido de novillo
carneándose y dijo “conchemimadre”. De inmediato, salió corriendo con los dos
profetas montados a la rápida a sus costados. No se subieron al lomo tanto por la
velocidad que tomó el animal 71 Km/h como porque nunca habían subido a un
caballo; lo más cercano a eso que vivió Catrilaf fue trabajar, a los 6 años, de animal
de tiro para unos colosos llenos de manzanas en el fundo de Lobos.
Luego de irradiar asco y fe por 6 cuadras, sin explicación alguna –salvo el amparo
del perro, los profetas llegaron a la plaza que otrora fuera hotel del tío Piche.
Todos los árboles estaban en su mismo lugar. El paisaje era básicamente el mismo,
excepto por la choza que construyó el ahora mesías, la que ese día lucía
transformada en una bella casa con un negocio de sastrería al frente. Catrilaf se
pegó en su miembro y en su cara, en señal de respeto, y decidió entrar a tal casa
mientras el albacea se quedó aspirando polen afuera. Tocó el timbre y se quedó
ahí, desnudo, esperando a que alguien llegue. Recordó cuando, en esa misma
posición y también desnudo, aguardaba la llegada de Heriberto Lobos, padre de
Agustín y su padre biológico, para recibir las que fueron sus primeras golpizas
diarias. Comenzó a sudar tal como lo hacía en aquellos interminables minutos de
espera, preparando la textura de su espalda para resistir mejor a los golpes con
látigo y a los fierros calientes. El peso de un campesinado completo bajo la
dominación de la Iglesia Diocesana había dejado marcas a fuego en la piel de
Catrilaf, tanto o más potentes que los mismos metales al rojo. Su madre mucho no
podía hacer, pues se encontraba haciendo aseo u otras funciones –como lavar las
sábanas y, en una época posterior, botar los preservativos ocupados por Ricardo
Lobos y la Negra, su asidua visitante, generalmente, lejos de él. No así su
hermana, que estaba obligada a hacerse la desentendida frente a esto, pues, de lo
contrario, la respuesta patronal habría radicado en la muerte de quien era
golpeado. Y Catrilaf sobrevivió, muchas veces, sólo gracias al silencio amargo de
su hermana, Anita Catrilaf.
Pensando en todo su sangriento y mordido pasado, sudando como toro, Catrilaf
esperó 3 minutos y medio hasta que bajó una joven algo gorda pero de bonitas
facciones. Iba a preguntar el típico “¿Qué desea?”, pero antes divisó, cruzando el
tronco del desnudo visitante, una camisa a cuadros hecha de harapos. El tío Piche
la había recibido embellecida por ellas aquella mañana en que desapareció de
Puma Bueno. Y él se la había pasado a Catrilaf luego de una jornada de
alucinógenos y vino de cuncuna. La joven empezó a llorar, le dio un abrazo a
Catrilaf y sólo le dijo que se llamaba Brisa Andrea.
Catrilaf y Juanito Peña –uno con calzoncillos y el otro, desnudo aún salen junto a
las Cuatro Amigas del negocio. Nieve Romina pone un candado verde a la puerta,
lo cual indica que nunca volverán. El pueblo de Puma Bueno las ve avanzar
siguiendo a estos individuos proféticos; algunos aún no terminan de vomitar
cuando ya deben hacerlo nuevamente, mientras otros aplauden. Un tipo que
mantenía relaciones sexuales con 3 de sus amigas las ve desde su casa de colihue
con vidrios polarizados. Se le conoce como Lucho Sexual, hombre que es padre de
un cuarto del pueblo, pero que no ha reconocido siquiera a uno de sus vástagos. Se
estima que, en 25 años más, será el padre de todo Puma Bueno. Si no muere antes,
obvio. Sin terminar los actos sexuales simultáneos, se pone una bata y les grita a los
profetas que paren su camino. Se presenta frente a ellos, se inclina y les ofrece una
reverencia. Sus recientes compañeras sexuales se enfurecen ante aquello, pero
tratan de esconder su ira; sólo le tiraron piedras. Posterior a eso, se vistieron con
sus hábitos y volvieron a su convento, aunque no sin antes dar aviso de lo
sucedido a la Policía Diocesana, cuyos efectivos sólo se rieron. Lucho Sexual que
nunca contrató los servicios de las Cinco Cuatro Amigas durante sus años de
vida callejera decidió seguir a Catrilaf y Juanito Peña. Otro convertido más. La
caravana del perro, en júbilo y demencia, va cantando, en Si y Fa, mientras aplaude
en saltillos de negra: "Margarina, Margarina, la parentela de cadenas no ha percibido
salario de asesinato, cómete la rana, cómete el jabón y explícame, por qué no me amas tanto
como una frazada de hocico de buey". Alegría. Democracia.
Los perros del pueblo empezaron a ladrar todos al unísono, en La, Sol y Re# en
dirección al volcán donde se encontraba el perro, el divino. Era señal de que no
sólo quería reencuentro. Necesitaban a las Cinco Amigas allá arriba, junto al tío
Piche y el Rana, junto al baluarte de la naturaleza, el monumento al perro por parte
de la Madre Tierra. Necesitaban a las Cinco. Y parten con Catrilaf y Juanito Peña.
Parten las Cuatro. Motivo. Democracia.
X.
El hombre descubrió su rostro, dando a conocer una notoria e impactante cara de
perro. Su nombre, según dijo a Juanito Peña –que venía aspirando gravilla, era el
de Ramón Gato. Se trata de un expolicía, exdiocesano y exacólito, proveniente de
la ciudad de San Josemaría. Fue expulsado de todas las instituciones por
pronunciar mal el nombre de Dios –dijo “Dio” durante una festividad donde se
acostumbra a carnear a los campesinos menos productivos. Júbilo. Fue golpeado y
condenado, de por vida, a pasear gatos rabiosos, a pesar de su cara de perro.
Frecuentemente, es abusado sexualmente por los policías que pasan patrullando
las rutas, orinado, golpeado y electrocutado. En vivo y en directo por la televisión.
De hecho, en RTVD, el programa llamado “El Show de Ramón Gato” es uno de los
éxitos de audiencia, transmitido justo después de la Santa Liturgia Nocturna.
Todos los miembros de la caravana se afirmaron, como pudieron, de los bidones.
Del primer bidón se tomó Lucho Sexual; del segundo, Brisa Andrea y Nieve
Romina; del tercero, Lluvia María y Sol Amanda; y del cuarto, los profetas, quienes
iban aplaudiendo en tresillos de negra. Ramón Gato se ofreció de jinete; durante
sus años en la Policía Diocesana, se destacó por su habilidad en la caballería,
siendo capaz de hacer equitación inversa –el caballo se sube sobre el jinete y lo
maneja, de correr agarrado desde abajo, de ganar el rally equino y de jugar polo
con un caballo muerto. Se subió y, simplemente aplaudiendo, hizo galopar al
caballo incluso más rápido que los profetas. El tren de equino y bidones surcó
raudamente el camino hacia el volcán, con alegres cánticos de su tripulación y la
percusión de los vagones de plástico golpeando artísticamente el suelo, en una
sucesión repetida de 2 blancas, un tresillo, un saltillo de negra y dos cuartinas.
Tanta era la adrenalina, que Juanito Peña chifló estridente y delicadamente durante
el trayecto entero, en señal de emancipación. Así, en 3 horas y 24 minutos, llegaron
al templo del perro, cargados de júbilo y de los hongos alucinógenos que el albacea
del mesías recogió.
El tío Piche se encontraba entrenando y educando al Rana, en una ladera cercana al
templo del perro. Estaban aprendiendo a cavar hoyos y fosas a mordiscos, así
como a hacer tuberías de madera. Durante las 17 horas que estuvieron los dos
solos, el Rana mostró al mesías sus habilidades con el fusil. Desde el día en que se
acabaron las municiones –luego de un disparo que mató a un tiuque y cuatro
cuncunas, el arma era cargada con piedras y semillas duras. 4 horas antes, el Rana,
mediante verbos –“Contar, Cuatrear, Piñonear, Enguatar, Disparar, Sacar, Confiar”,
pidió al tío Piche que pusiera cuatro piñones en su panza descubierta, para que él
luego pudiera sacarlas de ahí con municiones naturales. El tío Piche sólo le tiene
miedo a la cobardía. Se acostó y se sacó su sucia y experimentada camisa, para
luego pedarse, en señal de buena suerte. El Rana se dio vuelta, escupió el espacio
donde se cargan las municiones, le vertió arena, le puso 6 piedras seguidas y lo
cerró. Luego, mató un moscardón y lo puso en la salida del cañón; posteriormente,
apuntó hacia un panal de chaquetas amarillas. Luego del disparo, los insectos
salieron a la intemperie y, en un acto de serio republicanismo, fueron a sacar los
cuatro piñones. Talento.
Llevaban ya 12,2 metros de tubería construida –merito tanto de la inspiración del
tío Piche como de los cálculos sin saber sumar ni restar, por parte del Rana cuando
divisaron la llegada de los profetas junto a los nuevos miembros de la Iglesia
(Vol)cánica. El tío Piche comenzó a bailar en forma de amanecer, gritando y
vomitando de alegría, cantando lo siguiente en Si y Do: “Gritos de canario, espejo de
tus celulosas, demuestra que el arte de crecer glóbulos rojos duros y Parinacotas de mate
azul, mejor tráete unos reptiles con asedio, de cuando tus emociones me sigan advirtiendo
que eres un damasco”. El Rana agitó los brazos hacia todos lados bailando hacia
delante y detrás, mientras Catrilaf saludaba con un llanto y defecándose. Los
nuevos seguidores del perro simplemente atinaron a aplaudir frente al fervor que
presenciaban, mientras el perro movía, alegremente, su cola. El viento comenzó a
soplar más fuerte desde el norte, trayendo las partículas de la buena onda.
El encuentro fue festejado, sin lugar a dudas. Sin lugar a cordura. Juanito Peña
preparó un exquisito combinado de nalca molida con tierra y merquén, el cual fue
aspirado por todos los presentes, salvo Lucho Sexual y Sol Amanda, que
decidieron copular en un canal que había a 233,2 metros al suroeste del templo del
perro, sobre unas murras y bajo un panal donde 6.438 chaquetas amarillas
voyeristas aplaudían y hacían negocio con el espectáculo (de Lucho) sexual. El tío
Piche se lució con el ya tradicional vino de cuncuna, aunque esta vez lo
condimentó con llanto y con viento, con el fin de darle un mayor sabor a
democracia. Democracia. Algunos breves cánticos comenzaron a entonarse
mirando al perro: “Respetar, respetar el perro sin bata, espacio de tus millones de ratones
almizcleros, si puede que los nativos hasta me abracen con pan y con tu cabeza de ganado
social”. Fue una fiesta que no tuvo final definido; más bien, se fue difuminando en
el trabajo. Un trabajo creciente, aunque gustoso. El tío Piche dijo a todos los
feligreses del perro que comenzaran a construir más tuberías de madera –de
coihue, específicamente, para luego instalarlas desde tres puntos equidistantes a
766,8 metros del templo del perro, para luego formar una red en forma de M, otra
de R y 4 grandes tuberías que, dibujando una forma parecida a un perro, surquen
de norte a sur y, en dirección hacia el volcán, el territorio. El territorio del perro. La
Tierra No Santa de la Iglesia (Vol)cánica. Y así se hizo, primero sin terminar
bruscamente las festividades, luego en lo que se transformó en una ardua faena de
descriterio urbanizado.
En medio de un trance provocado por la ingesta de polvo de moscardón, el tío
Piche fue abordado por Nieve Romina, quien llevaba un pañuelo de cuero de color
azul terracota. Le miró a los ojos y, casi instantáneamente, comenzó a llorar. El
mesías, en tanto, la acompañó en tal llanto. Él sabía que su diente estaba allí,
dentro del pañuelo. El cuerpo de la niña hoy está sano, sin rasgaduras ni manchas
de sangre. Con algo más de grasa acumulada, pero sin aquella obesidad espiritual
con la que cargaba en aquellos años de amor falso. Hoy viste un hermoso traje
hecho de una pasta que une resina con esencia de boldo y jazmín, muy distinto a
aquellas ropas rotas y tan vulneradas como lo que tapaban. El tío Piche la recostó –
a fumar castañas sobre su panza, tal como aquella madrugada, regalándole las
mismas caricias que hacía tanto tiempo guardaba. Los gatos de Ramón Gato –que
se vinieron montados en las patas del caballo acudieron a acurrucarse a tal fuente
de calor inhumano, de cariño verdadero y desinteresado, de una muestra sublime
de lo que el perro puede lograr. El tío Piche recuperó su diente, el cual devolvió a
sus experimentadas, heridas y podridas encías. Encías que, durante los 81 años que
llevaba ofreciendo asco por el mundo, habían probado prácticamente todos los
comestibles –y no comestibles habidos y por haber: Manzanas, duraznos,
grosellas, pan blando, pan duro, pan podrido, pan mordido, pizza, cáscara de
sandía, cáscara de pájaro, tapas de baño con merquén, cucumelo, amanita,
dihueñes al pilpil, fósforos, paella, ropa de hombre, ropa de mujer, seres humanos,
plástico, perros, gatos, vacas, vaquillas, novillos, un toro –en un episodio
desafortunado en que el animal se quedó dormido en la línea del tren, caballos,
noticias, tierra, meca, televisores, completos, charquicán de entrañas, huachalomo
de mosca, tapabarriga de saltamontes, vino de cuncuna, pisco de cuncuna, blues,
madera nativa, madera de pino, madera de eucalipto, lana, ovejas, ovejeros,
tomates, lechugas, pasto, rocas ígneas, rocas sedimentarias, rocas metamórficas,
arena de mar, arena de lago, pancoras, mariscales, conchas, autos, motos, botes,
lanchones, lanchas, baterías de auto, lasaña, papas rellenas y mucha hambre, si se
quiere nombrar el 0,34% de la lista completa. Banquete.
El perro se ha bajado de su trono de tronco para comenzar a pasar su lengua por
las cañerías. Es la señal de que se debe fundar la ciudad no santa, la ciudad canina.
El tío Piche ordena comenzar a construir chozas de coligües pegados con pasta de
resina y chape, amarradas con pastos duros. Ha nombrado la nueva ciudad como
Canasia. Ha de ser el pueblo en el cual los humanos, los inhumanos, los animales y
todo ser vivo, muerto e inerte, encontrarán la redención inmediata, la excusa para
seguir viviendo y el motivo para hacerlo. Pero las tareas han de dividirse. El perro
ha ladrado 6 veces en dirección al volcán y 2 mirando al noroeste; es el momento
de la investidura de los profetas. Las Cuatro Amigas –que eran cinco, cuando las
conoció el tío Piche sacaron de su equipaje dos gruesas sábanas de un color blanco
inmaculado, hechas de telaraña y vino blanco. Los feligreses han empezado a saltar
y a pegarse patadas de alegría, repitiendo el siguiente canto en Do, La y Fa: “El
volcán no parece pan”. Ramón Gato ha donado su pantalón café a Catrilaf, mientras
Lucho Sexual le ha regalado su chaqueta de mezclilla –nunca ha usado pantalones
y un apretado abrazo. En tanto, el mismísimo tío Piche le hereda a su albacea,
Juanito Peña, sus pantalones en forma de triángulo –los cuales recibió de regalo en
Puma Bueno, mientras las Amigas le regalan una hermosa camisa hecha de
acelgas, la cual se suma a la chaqueta de militar que le dona el Rana. El perro se
pone en frente de los profetas, quienes se agachan en reverencia para recibir la
bendición desde la lengua del grandioso can. Luego, de pie nuevamente, el tío
Piche les da una fuerte cachetada, un beso en la mejilla a cada uno y el siguiente
mensaje: “Nada que el perro corrija con tomates, todo lo que la vida entregue a cambio de
descriterio”. Las Cuatro Amigas –que eran cinco cuando el tío Piche las conoció
proceden a ponerle aquellas sábanas blancas a Catrilaf y Juanito Peña, mientras el
sol entrega su último rayo de luz.
La misión debe seguir. Los profetas no irán solos; llevarán, tras ellos, el tremendo y
sanguinario respaldo de la ingeniería analfabeta del Rana, quien ahora es el
Comandante de la Milicia por el Can, la cual está conformada por un numeroso
contingente de 4 personas: El Rana, Ramón Gato, Lucho Sexual y Sol Amanda, más
un caballo. Van armados con palos, piedras e incoherencia. Van armados con su
propia vida, sus propios instintos, con la animalidad que, de a poco, van
aprendiendo a dejar brotar. En Canasia, en tanto, quedarán el tío Piche, Nieve
Romina, Brisa Andrea y Lluvia María, siguiendo con la construcción de las chozas
y de la ciudad. Motivo.
La nueva caravana deja Canasia, en dirección al noroeste, al camino. A encontrar
pueblos, a encontrar el mundo que se ha negado a encontrarlos a ellos. No.
XI.
El camino parece una vienesa. Largo, embutido, lleno de meca –en última
instancia, sudoroso y con una apariencia levemente comestible. Bueno, quizás no
tan levemente para Juanito Peña, quien iba comiendo gravilla –aspirando otro
poco mientras Catrilaf cantaba, en sucesión de redonda, saltillo de semicorchea y
dos blancas con punto, lo siguiente, en Re y Do: “Enajenado estoy, por lo menos desde
que la luz me sale del ano, Enajenado sigo cuando me miras y yo no sé cuántas espaldas
quieres bajo tu mantequilla de razón”. Arte. Lucho Sexual, a caballo, lleva en brazos a
Sol Amanda, quien viste una tela azul con forma de pudú: Ramón Gato, en tanto,
dirige el caballo caminando hacia atrás, con los ojos vendados y ebrio con vino de
cuncuna –el Tío Piche les llenó aquellos bidones de combustible que habían traído
a la llegada a lo que luego iba a ser Canasia, lo cual, gracias a la mediación de los
profetas, resulta mejor para el avance de la Milicia por el Can. El Rana, en tanto,
camina adelante, a una distancia constante de 7,2 metros, fluctuando en un ángulo
de 15 grados, con su fusil ahora cargado de piedrilla volcánica bañada en sangre
de coipo. Seis personas. Seis no personas. Seis seres buscando su persona. Relato.
Motivo.
La caravana de la Milicia por el Can acaba de pasar los límites urbanos de Puma
Bueno, dirigiéndose, sin planificación significativa, hacia San Josemaría, ciudad de
origen de Ramón Gato, que se encuentra 48,3 Km. al poniente, por el mismo
camino de gravilla. Durante el trayecto, se encuentran con 68 carrozas de
manzanas, grosellas, trigo y pescado, cuyos jinetes y caballos se orinan con tan sólo
divisar a la Milicia por el Can por el horizonte. No obstante, 2 de aquellas carretas,
gracias a la magia del perro esparcida al territorio circundante por acción del
generoso y cálido viento puelche, deciden cambiar el rumbo de sus ruedas y de su
vida, uniéndose a la caravana del descriterio. Se trata de Eleuterio Rivas, un
anciano transportador de grosellas, su esposa Yolanda y su hijo, Eleuterio Rivas
Hijo, conocido simplemente como Rivas.
La otra carreta que se ha unido no va comandada. O al menos, no comandada por
una persona. Las riendas las lleva un perro. Sí, un perro, acompañado de un saco
de trigo. Si bien no se trata del perro al que se le rinde culto, se trata del perro del
perro. Un perro que ofrece lealtad al otro perro. Perro. Catrilaf da la bienvenida a
los nuevos seres vivos que se han unido –incluidos los microorganismos,
procediendo a desnudarse, bailarles en forma de R y de paraguas, repitiendo este
hermoso verso en Si y Sol#: “Escucha, Pancracio. Escucha, Horacio. Escucha la chucha,
no hagan panqueques porque el comunismo nunca llegará. Se le ha vencido la estufa, y
cuando te duela la micro, avísame, pues yo sí se cómo se canta a una langosta, en verano y
en invierno, en pelota y también con tu madre”. El perro del perro, quien ha adquirido
cierta carga simbólica, aúlla en dirección al perro, indicando el amor por las
vienesas y su conversión a la Iglesia (Vol)cánica. Rivas, en tanto, hace una
reverencia a los profetas y se talla, en el pecho, con su corvo de combate, la palabra
“Perro”. Conversión. Motivo. Sí.
Brisa Andrea y Lluvia María han avanzado, en aquellos 31 minutos, cerca de 1,2
km., llegando a una especie de camping improvisado donde 3 jóvenes acampan
con pobres carpas, hechas de trapos cosidos, viejos y sucios. Tienen una olla
pequeña, la cual está hirviendo agua de río y una gallina robada y mal pelada.
Redundancia. Se trata de Pedro, José y Lientur, 3 exobreros de la Ciudad de los
Robles que perdieron su trabajo y una oreja cada uno, por persignarse mal luego
de la oración al final de la jornada, que termina cuando la siguiente ya empezó
hace 2 horas. La verdad es que ellos se persignaron tocando, en una de las fases del
rito, un pie. Brisa Andrea les sonríe y le regala un ejemplar de cucumelo a cada
uno. El tío Piche nunca se enojaría porque sus Amigas quisieran compartir el
descriterio, así que no había de qué preocuparse. Los exobreros, muy
amablemente, invitan a las Amigas a sentarse. Lluvia María terminó de cocer mejor
la gallina, aliñándola con hojas de boldo ahumadas con el cigarro de Lientur, con
cáscara de algunas bellotas y con algunas gotas de deseo sexual.
Cerca de 25,4 minutos después, Lluvia María se encontraba teniendo sexo con
Lientur dentro de la carpa, mientras Pedro está a punto de imitarlos con Brisa
Andrea, justo bajo un hermoso y voyeurista sauce. José, en tanto, es el único que ha
comido su cucumelo. El agua, para él, se ha vuelto morada, mientras que los rayos
de energía erótica son ahora visibles en un naranjo pálido que brota desde las dos
parejas de homo non sapiens que están apareándose. Documental. José está
viviendo, al igual que sus amigos, el mejor momento de su vida, ya sea con
orgasmos sexuales como orgasmos del alma.
La Milicia por el Can está solo a 2,2 Km. de San Josemaría. El perro del perro ha
sentido el olor del odio, avisando con 2 ladridos que se van, gracias a la buena
voluntad del viento travesía, hacia el templo del perro en Canasia. Catrilaf y
Juanito Peña han interpretado al perro del perro: Habrá combate. Los tres caballos
con los que ahora cuentan están siendo bendecidos por Juanito Peña, quien les
esparce aceite de chape en sus lomos, en el costado derecho de sus pezuñas y en
sus dientes, mientras entona lo siguiente, en Mi y Sol: “El avíon nunca vino a cocinar,
y menos si la república se porta como Horacio. Estamos viajando en la lengua de tu jarabe,
no, mejor tráeme el tobogán que me muero de pena, protesta por el teclado y el edificio ya
no será intruso de almas, ándate”. Catrilaf, en tanto, se ha dirigido a la vera izquierda
del camino para recoger 7 barriles vacíos y rotos de aceite para motor de camión.
Luego de defecarlos encima repitiendo 56 veces “Jamón de melón, Augusto y
Ramón”, los lavó con agua de un canal también vecino a la ruta de gravilla y se los
pasó al albacea del mesías para que también los bendijera. Sacro. Rivas y sus
padres están siendo advertidos por el Rana: “Atacar, cuidar, convertir, vivir”. Don
Eleuterio no quiere que su hijo, nuevamente, vaya en combate contra la Policía
Diocesana. Su madre, aunque, por dentro, tampoco lo quiere, lo apoya y le da su
bendición. En nombre del perro.
Rivas abraza fuertemente a sus padres y los llama a estar tranquilos, a confiar en él
y a esconderse donde puedan. Rivas no quería, por ningún motivo, que su familia
volviera a la casa donde, por motivos de trabajo, han debido arrendar en El
Progreso, segunda ciudad del país. Tanto allí como en la misma Ciudad de los
Robles, corrían serio peligro de ser arrestados, mutilados e, incluso, asesinados por
las Fuerzas Diocesanas contra la Subversión, los “matacampesinos” del teniente
Rocafuerte. Tampoco en su hogar del campo, pues Rivas había sido rastreado. Es
que Rivas fue parte del Frente Campesino, por lo menos hasta una pelea de copas
que tuvo con uno de sus dirigentes, Prometeo Ñancupán –quien luego fuera
ejecutado en la cárcel. Por todo ello, de hecho, los tres habían acordado encontrar
un buen lugar en el bosque, lejos de la vigilancia diocesana, para construir un
humilde pero seguro nuevo hogar. Motivo.
Cuando la Milicia por el Can ya ha comenzado a dar los últimos pasos hacia San
Josemaría y, luego de divisar una mamá pata caminando seguida de sus 6 patitos
hacia el oriente, Juanito Peña ha decidido contarle al Rana acerca de los episodios
más felices de su vida. Cuando estaba a punto de cumplir 6 años de vida, las aves
de corral le celebraron su cumpleaños: Muchos granos de trigo sirvieron para que
los gansos armaran, sobre un cerro de avena, una imagen de un hongo. No se sabe
si realmente se estaba celebrando un cumpleaños –las aves no se rigen por ritos
como esos, pero sí se sabe que ningún humano habría hecho eso por el pequeño
Juanito Peña; de hecho, el día antes, su madre le había golpeado con un rastrillo,
pues su hijo no querido le había robado 35 ml. de leche a Sebastián, el adorado
gato de los Peña. De hecho, Juanito Peña sólo obtuvo el apellido Peña porque a su
madre le llegaría un bono en comida para chanchos y en folletos con mensajes
diocesanos, gracias a la agenda social del gobierno de PérezCotapos, al que ella,
por cierto, apoyaba férreamente. De hecho, su cooperación para que Rocafuerte
padre pudiera lograr llegar al paradero de peones rebeldes durante los Cinco Días
de Rebelión Pacífica –cuando Juanito Peña tenía 10 años fue crucial y sirvió de
base para entablar una cordial relación de intercambio –información por trigo con
el gobierno Diocesano.
Pues bien, Juanito Peña también recordó el momento más maternal que había
vivido: Cierto día lluvioso, cuando tenía 8 años, estaba aprendiendo a cazar
mariposas alucinadas con amanita, la cual era traficada por algunos gallos. Sin
embargo, no podía atrapar ninguna, lo cual le causaba bastante decepción y pena.
En la casa, en tanto, estaban celebrando los 10 años de matrimonio diocesano, con
asado de jabalí, la visita de uno de los diáconos de la capilla del fundo de Urrutia y
mucha algarabía. Juanito Peña, quizás por primera vez, se sintió excluido,
desplazado y humillado. Ni siquiera por ser campanero de la capilla de Urrutia,
fue invitado. Ni hablar de ser invitado como alguien de la familia. Con suerte, no
fue carneado. Sus lágrimas ya no eran por emoción ante experiencias narcóticas,
sino que por algo mucho más liberal: La pena. Su trance disminuyó y su desazón
aumentó junto con la lluvia. Parecía ser que las estrellas compartían su pena, al
igual que una gansa que lo miraba y que, amablemente, corrió hacia él para comer
sus lágrimas, taparlo con sus alas de la lluvia y brindarle de su calor avícola, cual
los humanos suelen hacerlo con los humanos. Signo de interrogación. Así, Juanito
Peña se arrastró junto a la gansa al corral, donde durmieron juntos escuchando el
triste pero acogedor sonido de la lluvia que moja y da vida a la tierra. La pena fue
durmiéndose junto con Juanito Peña, abrazado de una gansa, sintiéndose el niño
que era.
Brisa Andrea y Lluvia María deben volver a Canasia con los cucumelos, las
bellotas y los dihueñes. No obstante, invitan a sus nuevos amigos a irse con ellas.
Lientur y José, sin pensarlo más de 6,2 segundos, aceptan sin problemas. Pedro, en
tanto, también cree que es una excelente idea, pero necesita primero viajar a la
Ciudad de los Robles para traer su pequeño y querido charango, su otro mejor
amigo, al que olvidó al arrancar junto a Lientur y José de la capital, luego de robar
4 kilos de pan de un supermercado diocesano. Hambre. Pedro le promete a Brisa
Andrea volver en un tiempo más, mientras ella, llorando, le indica por dónde tiene
que llegar a Canasia cuando regrese y le deja un beso como provisión para su viaje.
Luego de eso, Pedro se despide de Lluvia María, de Lientur y de José, para
emprender, rauda e inmediatamente, su viaje, con el fin de regresar lo más luego
posible. Lluvia María sube el río de la mano de Lientur, mientras José va
contándole chistes sobre el gobierno a Brisa Andrea, quien logra reírse, pero no de
los chistes, sino de que José camina orinándose. Aprendiz.
El perro del perro ha ladrado nuevamente al viento travesía, para pedir al perro su
protección. Bastará que uno de los dos profetas comience a hablar para que los
guardianes de la coherencia y el orden comiencen a atacar. Ha de empezar la
primera batalla de la Milicia por el Can. Y es que, por algo, el tío Piche pensó que
debía llamársele “Milicia”, aunque haya sido una idea concebida bajo el influjo del
opio con huevo a la paila. Vida. Muerte. Democracia.
XII.
Las gotas de saliva aún no pueden lograr el quórum suficiente para lograr que
Catrilaf lance la primera palabra. La gente ya ha puesto sus ojos, sus oídos y su
asco en ellos, cuando la Milicia por el Can aún se encuentra, apenas, a una cuadra
dentro del límite urbano. Los mendigos del pueblo se reúnen formando un cúmulo
de dañadas sonrisas, mientras los locatarios cierran sus negocios de naranjas,
teléfonos y felicidad en conserva. Los escudos de los policías diocesanos brillan
reflejando el inicio del crepúsculo odiado por el tío Piche, cual espejo retrovisor de
quienes escapan del sol.
“No han de existir pantallas en nuestra lengua. Por lo menos no si me das palta. Más bien,
las preguntas acerca de la distancia entre tú y el gato azul son asadas en puntas de platos
mal nacidos. Ah, Ah, Ah, Cuidado, que el inglés no me ha llamado a los ribosomas, y menos
cuando llegue a Quillota, Pelota”
“Los computadores me hacen caca. Claro, así eres tú. Siempre que Luis viene a cenar patos,
más veces los zapatos de la infancia cocinan decadencia, al cuadrado. Las mamas de la
nostalgia son de cuero, algo como la reincidencia doble, pero con olor a goma, y la novedad
es buena y clara cuando el huevo moleste tu neutrón; de esta forma, existen más libros
digeribles y menos rock falso. Poto. A veces pasa que la vanguardia huele a sarro. O por lo
menos, el psiquiatra simpatiza con tus guarenes anarquistas, en tanto nos enfrentemos a lo
que habla el lobo de cabeza cuadrada. Tele. Dame la mano y danzaremos. Remos.”
El Rana ha empezado a combatir mano a mano con dos efectivos policiales. Ellos le
han pegado un lumazo en el cuello, mientras la nube de gas tóxico ha sido liberada
por orden del jefe del batallón diocesano. El Rana trata de cargar su rifle con
piedras, las cuales unta con sangre de sus frescas heridas en el cuello y con
venganza. Vendetta. En tanto, Sol Amanda retrocede para recoger algunas piedras,
al mismo tiempo que Lucho Sexual logra reducir a un policía que no había sido
bien entrenado. El Rana se escabulle entre los efectivos, murmurando: “Fumar,
ganar, fumar, ganar”.
Los transeúntes empiezan a arrancar a sus casas, haciendo caso omiso al viento,
quien trata de ayudar a limpiar la atmósfera de las calles y de susurrar el nombre
del perro en los oídos de quienes son oprimidos solapadamente. Los gases tóxicos
policiales cada vez son más potentes, aunque no por ello son un problema para
Juanito Peña, quien comienza a aspirarlos y a alucinar con enanos guerreros,
quienes ayudarán a combatir. Física. Catrilaf tose y tose, aunque decide continuar
con la prédica:
“Sin embargo, te quiero. No existen razones para que Willy ponga una corbata en nuestro
citoplasma. Fome. La redundancia no planeada es constitutiva de la mejor alternativa que
tenemos para comer sangre, tu nombre de mentira y tu solución más simpática para el
mercado de bastones y picos de tiuque. Tierra Santa. Las asesoras son comestibles, las que
saludan a la familia cuando el tornado te come la llegada, al pan, pan, y al vino, tu raja.
Alcohol. Gol. Maradona es el Estado. Tú eres muerte y violín a la vez, al detalle y a la
visión. Salvador.”
El Rana ha encontrado 46 colillas de cigarro, cuyo tabaco ha sido insertado en el
compartimiento de las municiones. Ingeniería. El Rana, cada vez que dispara una
piedra, aprovecha de fumar el humo generado por el gatillo para mitigar los gases
tóxicos, mientras sólo la primera piedra expulsada por el arma del joven fiel al
perro ha rebotado, siguiendo una trayectoria en forma de K, en los globos oculares
derechos de 6 policías, quienes caen reducidos a la calle. Los perros y gatos del
pueblo celebran –al igual que el perro a la distancia y el perro del perro, mientras
le muerde el glúteo derecho a una policía, cual se tratara de un gol. En tanto,
Lucho Sexual ha desnudado ya a 17 policías, ofreciéndoles sexo luego de
golpearlos, dejarlos estáticos y amarrarlos, con ayuda del caballo y de Sol Amanda,
quien ha cambiado su cara de susto por un rostro lleno de colores; la batalla es
favorable.
Juanito Peña y Catrilaf observan cómo los mendigos, mientras tratan de escuchar,
sin éxito, la prédica del sufrido profeta, están siendo golpeados por una división
particular del batallón diocesano. Catrilaf, mientras junta más saliva, mira las
puertas, ventanas y oídos cerrados de un pueblo ausente e indiferente. No
obstante, el mensaje a San Josemaría no ha acabado:
“Las huellas del mendigo son prejuiciosas, al menos cuando tu pato me canta. China. Lo
viejo de los gitanos es la sensualidad de la lechuga, en cuanto tu automático es terrible
aunque Allende. Resistencia. El contexto y los dientes falsos son tiranos, mientras el pájaro
loco no engaña ni sorprende. Fangoso. Trae sopa y protones.”
El tío Piche está terminando de construir la choza número 58 de Canasia, cuando
desde el bajo se avistan Brisa Andrea, Lluvia María, Lientur y José, junto con el
abundante y fungi cargamento que el mesías había encargado a sus Amigas. El
perro les ladró seis veces en saltillo de corchea, lo cual hizo llorar al tío Piche.
Mística. Se ha comunicado la voluntad del perro de la conversión inmediata de los
nuevos habitantes de la, cada día, más populosa Canasia. Para ello, el tío Piche ha
preparado aceite de cerilla con conejo, para luego esparcirlo por el pecho de
Lientur y José, quienes, eso sí, antes deberán hacer el preámbulo natural a esta
ceremonia; ambos se dibujaron, usando una piedra filosa untada en sangre de gato,
un pico de ganso abierto en 72,2° mirando hacia la tetilla izquierda. Obvio. El perro
había estado ladrando toda la tarde al puelche, quien se ofreció, una vez más,
como mensajero de la Iglesia (Vol)cánica. No obstante, cuando la noche viene
llegando casi con propiedad, su semblante derrocha tranquilidad, la cual parece
mezclarse con los rayos de luna que rebotan en sus ojos.
La batalla en San Josemaría ha tomado el color amarillo orina de los faroles de sus
tristes calles, mientras ya han sido asesinados, con palos y balas, 13 mendigos y 2
gatos. Los 4 mendigos que quedan vivos están siendo igualmente masacrados a
lumazos o han ido arrancando, dejando el pueblo vacío –en realidad no, porque la
gente está dentro de sus casas viendo “El Late del Humor” en RTVD y a la voz de
Catrilaf haciendo eco con el latón de las casas. Longitud de onda. El Rana se ha
escudado en Lucho Sexual y Rivas para poder cargar su rifle, mientras Sol Amanda
ha logrado arrebatarle sus lumas a 2 policías, apropiándose de ellas y golpeando
en los genitales a quienes traten de atacar a los profetas. El Lago Josemaría, que
baña San Josemaría y recoge la sangre de los caídos bajo la represión diocesana en
este pueblo, sintiendo una profunda impotencia por no poder estirar más sus
húmedos brazos para intervenir, ruge como un puma nocturno, haciendo un
acorde en tercera mayor con una cada vez más solitaria prédica del profeta:
“Claramente, las latas de la célula se llaman Alfredo, y tú no, porque la raja de las pestañas
estatales podría acercarme a tu gato. Plegaria. No te comas la boleta, mejor dibuja a Elvis
comiendo guerra, simula las papas del analfabetismo y tráe a la América quemada que sale
de tu uña. Marcelo. Dime cuántas veces la pregunta por el celular demostró tu querida
nacionalización de saliva, según los hongos que te enseñen a sumar, a restar y a violar.
Eres un coipo mal llamado progresista.”
Dos mendigos cuyas cabezas sangran han acudido a la vieja lechería del pueblo
para refugiarse en los bidones y baldes disponibles. Rivas, en tanto, ha matado a 4
efectivos con su corvo, gritando durante toda la pelea y rayando una línea con su
cuchillo en su brazo izquierdo cada vez que cobraba una víctima. Contabilidad. El
Rana, en tanto, ha acudido en ayuda de los mendigos, disparando piedras que, en
dos disparos, han reducido a 2 y 5 policías respectivamente, siguiendo los
proyectiles trayectorias en forma de Q y de democracia. Democracia. Al llegar a la
lechera, la genialidad informal del Rana comienza a generar nuevas aberraciones;
pidió a Rivas encender un neumático en plena calle –su especialidad y sustrajo un
contenedor de leche junto al gran embudo que se utiliza para llenarlos cada vez
que la buena leche de vaca viaja hacia los supermarket para líderes diocesanos y la
leche cortada se diluye en agua y es enviada a las chozas de enseñanza. Agenda
social. Juanito Peña combate con un viejo palo, con su collar de alambre de púas e
higos y fumando tierra y colillas, cuyos residuos son donados a los que ya había
juntado el Rana y que, en ese momento, ya se encontraba introduciendo en la llave
que los contenedores de leche tenían en su parte inferior. Rivas, por su parte, donó
los revólveres de los policías muertos. Cinta roja.
Sol Amanda y Lucho Sexual resistían como podían a los policías que aún atacaban,
aunque el perro del perro cooperaba con ladridos y desconcentración. Aún son 9
los policías en condición activa. El Rana puso el contenedor metálico de leche sobre
el neumático ardiendo, lo llenó de 14 piedras de tamaño considerable 22 cm. en
promedio, puso el embudo en la boca superior, vertió en la llave la pólvora de los
cartuchos de los policías finados, sacó un pelo de la axila derecha de Juanito Peña y
la prendió, poniéndose las balas de los revólveres como tapones de oídos.
Autocuidado. Se bajó los pantalones para medir la velocidad y la dirección del
viento con sus genitales, para luego pedirle a Juanito Peña que le diera un hongo
de su reserva personal, ante lo cual el albacea del mesías accedió. Sacó dos, de
hecho, porque también quería. Catrilaf seguía perseverando en su discurso,
acompañado de fondo por los insultos de los policías, los palos, los balazos y los
gritos de dolor. Sinfónico.
“No, mujer, cuántas veces hemos destruido neutrones, cuántas veces tu hámster me llevó a
la farmacia, aunque mi tío fuera miel de taza. Carro. Los pitufos juegan a la moto y a Dios,
en brócoli”.
Disparo. Estruendo. Sonido de las olas. Silencio. Miradas.
“Brócoli, como se dice.”
El número de policías activos en ese momento es igual a cero.
“Brócoli, como se dice. El pato del circuito viene de París, y el espacio no funciona. El
antiguo agente no pensado de prensa es un llanto de chistes de petróleo con olor a aserrín,
mientras paso y veo los antiguos barros del volantín. Dame meca, porque eres bastante
amargo. No”
El puelche ha avisado a Catrilaf el consejo del perro: Ya no tendría que hablar más
a ese pueblo. En realidad, la ingeniería analfabeta del Rana ahora había dado lugar
a una verdadera obra de arte artillero. Las 14 piedras, luego de ser disparadas,
golpearon las nucas de los 9 policías que aún quedaban en pie, rebotando y
dibujando en el sangriento aire formas similares a la de un lobo, un logaritmo, la
forma del mismísimo tío Piche y de H, en esa secuencia, 12 veces en ese sentido y 2
en el contrario, para repetirse 2,2 veces. Precisión. Es lo que había hecho una vez,
cuando tenía 9 años, para salvar a su amigo liebre de una pandilla de 13 pumas
mafiosos. Aprendizaje. Sol Amanda recoge las ropas de los policías para ocuparlos
de insumos en la sastrería con sus Amigas, mientras Lucho Sexual, Rivas, el Rana y
los dos profetas, frente a la evidente victoria bélica –pero fallida conversión recién
obtenida, roban todos los utensilios de lechería –contenedores, bidones, embudos,
vacas, etc. que tienen a corto alcance y los llevan corriendo hacia los carruajes,
mientras el perro del perro orina las gorras de 5 policías. Remate.
La Milicia por el Can avanza bordeando el Lago Josemaría hacia el surponiente,
luego de que el albacea del mesías envió a Ramón Gato –que recién se
reacostumbraba a respirar luego de pasar 7,2 horas encerrado en aquel saco a
avisar a Canasia acerca de esta primera batalla. Catrilaf, en tanto, baja del carruaje
y se acerca a la costa del lago a beber agua, ya que su garganta quedó muy seca
luego de tan colosal prédica entre gases tóxicos policiales. En el reflejo de su cara
que le regala el agua, ve, por primera vez, una cara sin heridas. Una cara digna,
orgullosa. Una boca que ya no grita por dolor, sino que grita por honor. El perro le
regaló, incluso, un nuevo reflejo. El otrora humillado extractor de manzanas ahora
era productor de redención, un profeta que, en ese momento, al ver su cara, vio la
de su madre y su hermana, deseando volver a verlas alguna vez y, sobre todo,
verlas libres y felices. Rogó, por tanto, al perro, por ellas. Y el perro, allá en su
trono de alerce talado, le dio un lengüetazo al viento noroeste, aquel que pasaría
por la casa patronal de Lobos en 5,1 horas más. Plegaria.
Ramón Gato cabalga hacia Canasia en un caballo sin riendas que avanza de lado,
mientras un locatario vendedor de kiwi de las afueras de San Josemaría, que ha
decidido reabrir su puesto, lo divisa y reconoce. Es uno de los fanáticos de “El
Show de Ramón Gato”, e incluso una vez había llamado para participar en el
concurso “Elige la tortura y gana”. Un policía despierta de la monumental paliza
que le había propinado, en su caso, Lucho Sexual, y es asistido por aquel locatario,
quien le comenta lo que ha visto, en parte como curiosidad, en parte como
denuncia. Y es que el show estaba suspendido hacía ya un mes y 2 días. Demanda.
No.
En Canasia, las flores están poblando los jardines de las nacientes calles, mientras
el tío Piche les habla a los animales –humanos y no humanos habitantes del
pueblo acerca de la importancia de consumir hongos alucinógenos cuando llueve.
La Milicia por el Can avanza hacia la ciudad más importante de la precordillera,
Pino Drogado, golpeando en secuencias de blanca, negra y tresillo los bidones,
barriles, carretas y utensilios varios, acompañando el salmo de grasa que Juanito
Peña ofrece al perro en Sol: “Mata, Mata, Lucas, Mata, Mata, Pan, Dominemos el sol, la
cuncuna me habló”. Ramón Gato viaja a Canasia, sin sospechar que va escoltado. A
negro. No.
XIII.
Los árboles del bello camino que bordea el Lago Josemaría van mostrándose, a
medida que la Milicia por el Can avanza, más coloridos. Y no es por sus flores. En
realidad sí, pero no brotan de sus tallos, sino que son parte de los llamativos
collares multicolor que los vanidosos gigantes vegetales visten. El olor que el aire
reparte a domicilio se tiñe de marihuana, de tabaco de chocolate y de sexo libre.
Lucho Sexual comienza a sentirse como en casa, mientras Sol Amanda se empieza
a arreglar pasándose caracoles por la cara y aplicándose rimel de vino y base de
cuncuna, finalizando con un cautivante perfume de copihue que ella descubrió,
hacía 2 años y 11 meses, junto a sus Cinco Amigas –eran 4 cuando las fueron a
buscar los profetas en viajes a los cerros aledaños a Puma Bueno. Aquella vez, las
chicas habían ido a fumar coihue –uno de los tantos consejos que les dio el Tío
Piche y a tomar una caja de vino barato de uva, pues aún no conocían el vino
gratuito, el de cuncuna. Economía. Habían ido a buscar consuelo, junto al aire del
monte, para sucesivas penas y quebraduras de corazón, las cuales fueron producto
de la interacción con hombres poco sensibles y que aún no se acostumbraban a la
noprostitución de las ahora Amigas en el perro. Hoy, Sol Amanda luce radiante,
radiante como las embarradas túnicas blancas que ella misma, junto a sus Amigas,
confeccionó y regaló a los profetas, casi tan radiante como el sol, con toda aquella
antigua pena convertida en templanza y en humo de cigarro de merkén.
Catrilaf, quien avanza sobre la carreta del perro del perro, logra divisar en el
horizonte, luego de 2 horas y 34 minutos de viaje, las casas, los hoteles y los
edificios de Pino Drogado. Los árboles cada vez muestran más collares de flores,
mientras algunos lienzos cuelgan de algunas de sus copas con mensajes como
éstos: “No a la opresión moral. Tenemos sexo cuando queremos”; “Marihuana si, Ley de
Peones No”; o “Animales a la Universidad”. De a poco, a ambos lados de la calzada
que llega al pueblo, una multitud de 68 jóvenes se dedica a arrojar flores a todo
visitante que entre a la ciudad, incluso a las milicias que rindan culto a algún
perro. Juanito Peña recibió gustoso aquellos simples regalos, para luego molerlos
con una piedra y aspirarlos en su mezcla con harina tostada. Delicatesse. El olor a
flores, marihuana, alcohol y buena onda ya invade el 98,57% del aire, justo en el
momento en que la Milicia por el Can, con carretas y muchos baldes de leche a la
carga, ya ha entrado a la zona urbana de este gran pueblo. Democracia.
Pino Drogado es, como se dijo anteriormente, la ciudad más importante de la pre
cordillera. También junto al Lago Josemaría, la alta presencia de extranjeros buena
onda que vienen a pasarla bien ha devenido en un desarrollo cultural distinto al
resto del país. Se le considera, quizás, la zona más liberal, donde la Iglesia
Diocesana y el gobierno de PérezCotapos realizan incansables esfuerzos por
acallar a una juventud cada vez menos sumisa. Sin embargo, los extranjeros, de
alto poder adquisitivo y con importante participación en la economía nacional, no
gustan de violencia en las calles y prefieren ver los carnavales de desenfreno, por
considerarlos pintorescos. Turismo. Por ello, la represión aquí se da de una forma
distinta: Mediante la desaparición de personas de carácter subversivo y no
diocesano. De hecho, ya han desaparecido 1344 personas desde que empezaron los
aires de libertad en lo que, anteriormente, se llamó Pino Dorado –en honor a un
pino de oro que se construyó en la mansión de verano de LópezHerrera, pero que
luego fue renombrado como Pino Drogado por un cantor popular que deleitaba a
la costanera de la ciudad mientras tomaba té de floripondio. Inspiración.
Aún no puede recuperar la saliva gastada en el sermón al ingrato pueblo de San
Josemaría, por lo que pide a toda la Milicia por el Can algo bastante simple y
obvio: Donación de saliva. El profeta se hincó en el suelo junto a su sucia pero no
menos brillante túnica blanca, inclinó hacia arriba la cara en 51,1° y comenzó a
recibir fluidos de sus compañeros en el perro. Lo hizo primero Sol Amanda, frente
a la atónita e inspirada audiencia de la gente de la ciudad, liberando un pequeño
chorro de saliva que se alarga lentamente hasta encontrar aterrizaje en el paladar
de Catrilaf. Luego sigue Lucho Sexual, quien, de primera, iba a aportar con líquido
seminal, desistiendo luego por orden de la misma Sol Amanda, exigiendo
exclusividad. Tiró, finalmente, saliva, en una forma algo más brusca: Escupió. De
forma similar siguieron aportando Rivas, sus padres y el Rana. Luego vino el turno
del perro del perro, quien insertó su lengua en la cavidad bucal de Catrilaf dejando
caer babas en señal de transmisión remota del apoyo del perro a través de él.
Finalmente, Juanito Peña también aportó con su propia saliva, la cual, en este caso,
tenía un ingrediente adicional especial: Trozos de cucumelo. Catrilaf enjuagó e
hizo gárgaras con los 388,3 ml. de saliva recibidos en total, pataleando en una
secuencia alternada de blanca y tresillo. El perro del perro comenzó a prepararle
lamiendo sus pantorrillas, mientras el Rana acomodó el contenedor de leche que
trajeron de San Josemaría para que funcionara de megáfono: Lo apoyó en dos
piedras grandes, posicionándolo en forma inclinada, a 48,2° de la vertical en
dirección a la multitud que, en 13 minutos, había aumentado desde 1517 a 1890.
Sonidista.
Catrilaf, antes de empezar a hablar, miró sonriente a todos los presentes. Él y su
megáfono se encontraban en un pequeño montículo de la plaza de Pino Drogado,
superando en altura a la gente en 70 cm. promedio. Por segunda vez en su vida, se
sintió escuchado e interesante. Empezó diciendo:
“No hagan que las radios bauticen a sus paredes. Yo no pretendo pegarles. Dicho de otro
modo, Cuasimodo, varias veces mi raja te enseñó a sumar, a restar y a hacer completos. No.
Ya, ya me baño, paño. Heriberto me pasea en planeta y tú eres una cuchara”
La gente empezó a convulsionar y a gritar. Los animales, quienes caminaban libres
por la calle en esa ciudad, mantuvieron la compostura y demostraron un serio
interés por el discurso. El profeta prosiguió, cada vez en un estado de mayor
éxtasis:
“Entonces hagan que la cocina llore ¡Hagan que la cocina llore! Yo ya sé prender el
computador, pero eso no me da derecho a zapatear en chancho. Pancho. Cumbre de abejas
malnacidas, dime que sí, dime que ya, dime que té. Recursos. Remendar, el número es
absolutamente nuevo, pero viejo, pero ese día fue de sabor ratón. No me digas que el pino de
conejo ya no osa poner peones sonriendo, mientras el Titanic es pasado y hoy sólo ranas
resienten tu azadón. No se debe, de todos modos, mejor pégame un tomate en mi
democracia. Democracia ¡Democracia, con papas! Regocíjame ahora que ya lo sabes, ahora
que un tigre poto me asusta con imágenes de urcos y cuando lo inesperado de tu muñeca
cara de salmón deje de significarme teatros. Y entonces ¿Qué hago con tu caca? Puedo
venderla o, si quieres, puedo escribir un pato en tu pasado. O mejor, pongo una radio sin
dientes para que Messi venga y te facilite un cubo”.
Así, a la Milicia por el Can, además de los animales de lago nombrados más arriba,
se unieron 22 perros –los cuales son los ‘perros perreros’ 3 caballos, 4 ovejas, 28
gatos, 533 ratones, 8 vacas, 7 novillos, 3 toros, 4 cabras, 79 gallinas, 7 gallos, 81
patos, 55 gansos, 12 chanchos, 101 dálmatas, 9 llamas, 7 alpacas, 11 pavos, 48
tiuques, 224 gorriones, 388 palomas, 78 urcos, 57 zorzales, 2 pumas, 2 cóndores, 8
monitos del monte, 9 pudúes, 9 nutrias, 2344 escarabajos, 566 arañas de rincón, 555
arañas tigre, 54 arañas del trigo, 1877 arañas no determinadas, 7834 moscas, 9
ciervos, 7 jabalíes, 5 ñandúes, 897 abejas, 1577 chaquetas amarillas, 812 tábanos, 9
zorros culpeos, 6 zorros chilla, 31 conejos, 30 liebres, 1231 lombrices, 229 cuncunas,
20000 leguas de viaje submarino, 903 zancudos, 872 pilmes, 8 güiñas, 3 ranas de
Darwin, 1446 caracoles, 650 chapes, 17 topos, 31 minutos, 8 canarios, 45 bandurrias,
67 treiles, 8 coipos, 156 sapos, 5631 chanchitos de tierra, 4 tortugas y 43 hámsters,
de los cuales 8 eran chinos, 1 era albino, 13 eran rusos –preparados para el
combate y el resto, dorados. Todos, habiendo encontrado un nuevo sentido al
existir y, por cierto, decididos a marchar, a vivir y a morir por el perro. Sentido. El
perro del perro mojó su colmillo izquierdo con saliva y salsa de fósforo preparada
por Juanito Peña, se acercó a cada uno de los nuevos integrantes de la Milicia y los
bautizó. Para validar aquello frente al perro por medio del viento oeste, Catrilaf
comenzó ahora a pregonar, en Fa# y Mi, para la generosa, receptiva y bella masa
de Pino Drogado:
“Poner a bailar la hoja del Luigi, en tanto me domine tu escozor profesional y tus ganas de
comer capitalismo a la paila. Escuchen lo que el oráculo de mi hígado propone para la era
del ratón amarillo: No dejar, en momento alguno, que la rabia de los espirales me convierta
en pato yerbero, o bien, si el aguatero de la vida social de los gurúes te vuelve proclive a las
pampas y a la pereza fortachona de tus yucas, bien puede ser entonces que los pacos me den
postre. Sí, el lápiz es tu mente, o no, si bien la mujer gorila no es lo que se refiere el poste
sobrevalorado pero con razón aunque sin ser tan así. Cartera.”
Una mujer, desde el público, gritó: “No más obispos, no más obispos, prefiero al perro,
prefiero al perro, del cerro”. Luego, dos hombres nativos comenzaron a acompañarle
en ese grito, seguidos por una anciana de 145 años que fumaba marihuana con
durazno. Fitness. En 43,2 segundos, la totalidad de las personas parlantes –había 3
mudos que agitaban los brazos gritaban “No más obispos, no más obispos, prefiero al
perro, prefiero al perro, del cerro”. El Rana, ya con mucha menos desconfianza,
descargó las municiones de su rifle y las remplazó por flores, de las cuales realizó
45 disparos sucesivos al aire, creando fuegos artificiales que no queman. Color. La
gente comienza a saltar de alegría, mientras los animales se forman en el camino
que los llevará ahora de vuelta a la naciente Canasia. El júbilo es tan desbordante
que el lago comienza a realizar un oleaje que suena en sucesión de negra y dos
corcheas, mientras los dos profetas comienzan a gritar con el 104% de la potencia
de sus voces y a saltar golpeando alternadamente el suelo con sus pies 3 veces por
segundo. El pueblo danza en armonía. El pueblo ha sido convertido a la Iglesia
(Vol)cánica. Motivo.
La Milicia por el Can, luego de 34 horas de celebración, las cuales incluyeron baño
en 8000 litros de cerveza de eucaliptus, orgías interespecies, banquetes “tenedor
libre” de hongos alucinógenos y cantos interminables al perro, comenzó a dirigirse
hacia Canasia por donde mismo llegó, pero ahora notablemente aumentada con
población animal. También se unieron 7 humanos, a saber: Johnny Romero y
Bastián Romero, hermanos dueños de un expendio de hongos alucinógenos y que
ofrecieron a Juanito Peña poner un bello puesto en Canasia; Paula Quilodrán,
nativa aficionada a la fotografía, cuya cámara fue regalada como propina por un
extranjero mientras fue atendido por ella en un restobar de peyote; Juan Trucha,
pescador empedernido que vivía en una caseta junto al lago, que pescaba
alrededor de 744 truchas a la hora y que solía defenderse y luchar usando un
salmón como bate; William Sanders, un turista extranjero ciego que siguió el olor a
amanita de la Milicia; Roja Lava, una prostituta violinista que se enamoró del Rana
al verlo disparar flores con los mocos colgando y con una herida abierta en la
pantorrilla izquierda; y Rosita Huenulaf, profesora nativa de lenguaje, quien había
sido la fundadora, hacía 9 años, de una escuela no convencional donde se enseña a
leer a animales. No obstante la partida de la Milicia por el Can, era justo y
necesario que, en primer lugar, se creara un memorial en la ciudad de esta tarde
tan épica y, en segundo lugar, se erigiera un Templo donde personas y animales
pudieran reunirse para rendir culto al perro. Ambas cosas se reunirían en el Primer
Templo de Caca de la Iglesia Vol(cánica), formado por heces fecales de cada uno
de los convertidos en la ciudad y destinado a ser reparado, en el futuro, por las
cacas futuras. Juanito Peña, el albacea del mesías, sería quien tendría el honor de
poner el primer surullo, antes de partir. Con vítores y mucha marihuana, flores y
sentido, Pino Drogado despide a los visitantes más honorables en su historia, una
caravana de 433 metros de largo que se dirige a conocer a quien les reúne consigo
mismos, con los otros y con el futuro: El perro.
El tío Piche ya ha logrado terminar la primera etapa del alcantarillado de madera,
pudiendo lograr que Canasia ya opere como un pueblo en plena función. Con la
ayuda de Brisa Andrea, Lluvia María, Nieve Romina, Lientur y José, junto con la
de 3 chanchos, 4 coipos, 78 seres alucinados y, por supuesto, el amparo del perro,
se ha logrado establecer el que será el lugar de peregrinación para todo quien se
convierta a este nuevo motivo. Motivo.
XIV.
Ramón Gato ha llegado a Canasia con las noticias sobre la Milicia por el Can. Viene
cansado y drogado. En la ciudad del perro le esperan con pudúes asados, charqui
de tiuque y amanitas con vinagre de cuncuna –que salió del vino que sobró de
aquel tiempo en que se conoció al Rana, al mismo tiempo que Lluvia María cura
sus heridas, las cuales son, principalmente, raspones de ripio. Hace tiempo que ya
no se trata de partiduras de cráneo ni moretones por golpes de luma; la sangre
ahora corre por motivos dulces. El tío Piche le da besos en cada una de las plantas
de sus pies, en señal de hospitalidad y de estado de derecho. Derecho. Ramón Gato
junta saliva para comenzar a contar todo, pero el tío Piche no lo considera
necesario; más bien, opta por invitarle a beber floripondio con huevo de tordo.
Ramón Gato no aguanta las ganas de narrar a los habitantes de Canasia lo que, en
los últimos tiempos, ha sucedido con la Milicia por el Can: Se ha pregonado en
distintos pueblos y se ha convertido una ciudad al credo del perro. Se ha
combatido contra la Policía Diocesana y se le ha derrotado, así como se han unido
una gran cantidad de animales, humanos y no humanos. La ingeniería analfabeta
ha superado a la burguesa estrategia militar y las palabras y actos de los profetas
han calado hondo en los cerebros, corazones, estómagos e hígados de seres que,
antes de ello, vivían un profundo extravío de sentido y motivo. Sentido.
El tío Piche, orinándose en sus pies de alegría, invita a todos los habitantes de
Canasia a realizar un espontáneo carnaval recorriendo las terrosas calles de la
ciudad. 5 Flautistas con cabeza de gallo han sido alucinados colectivamente y, con
una jubilosa melodía en Re mayor y Fa menor, van guiando una caravana
zigzagueante en la que José, Lientur, Brisa Andrea, Lluvia María y Nieve Romina
visten con largos collares colectivos hechos de flores, sueños, hongos y piedras de
colores y sus ojos brillan en tonos turquesa, rosado y amarillo. El mesías, por su
parte, corre como satélite alrededor de la marcha y los rocía con polvo de meca de
chungungo, mientras lanza besos al aire, dedicando un acto de amor al viento,
mensajero por excelencia de los designios del perro. Van recorriendo las distintas
vías de Canasia, recorriendo la fragua –que funciona con carbón de nalca, la casa
del horno construido con guano de bandurria, los distintos grupos de chozas, el
Huerto del Perro, con sus cultivos de hongos, plantas y animales –el tío Piche había
estado capacitando a José en la siembra y cosecha de lombrices y tijeretas para
fabricar ron, las bodegas de almacenamiento, las mesas comunitarias construidas
para compartir palabras y sustancias y, finalmente, el sector alrededor del tronco
donde descansa el perro, quien ladra 3 veces hacia el sur en señal de que ha
comido cucumelo. Dog Chow.
Juan Trucha y el tío Piche enfrentaron situaciones similares 7 veces; la última vez,
cuando el Tío Piche –junto a varios pescadores y otros trabajadores fue expulsado
por PérezCotapos y reemplazado por profesionales del sector pesquero y
alimentario, se armó una gran barricada en la entrada a la caleta, por acción de 34
pescadores. Se armó una gran batalla y como el ahora mesías manejaba el arte del
salmonismo con algo de fluidez, lograron destruir incluso uno de los botes de los
capataces, así como a dos de ellos. Sin embargo, esta vez PérezCotapos solicitó
ayuda de la Policía Diocesana, la cual ya venía en camino. Al enterarse de que se
acercaban fuerzas capaces de matarles a ellos y a sus familias, 25 de los
manifestantes levantaron ambas manos y comunicaron su rendición, mientras 4
huyeron, 2 fueron asesinados y 1 se cambió de bando. Fácil. Frente a eso, Juan
Trucha y el tío Piche lloraron 2 minutos, para luego comenzar a construir una balsa
y huir. No ocuparon colihues ni madera, ni tampoco barro. La construyeron de
salmones. Los ataron por sus colas y se ayudaron con las mismas redes de pesca.
Ocuparon dos peces largos como remos y, ayudados por las sucesivas sacudidas
de cada uno de los 455 salmones, las cuales funcionaron como motor, huyeron
rápidamente a la costa del otro lado del Lago Nacional que ahora es llamado
LópezHerrera, desembarcando y acampando allí durante 2 días. Luego de eso y
de fumar mucha marihuana con pan y, frente al riesgo de que la Policía los buscara
por toda la orilla, decidieron escapar hacia las sierras cercanas. Se perdieron el uno
al otro en el bosque, ya sea por las drogas, ya sea porque el amor de Juan Trucha a
los salmones –a su sabor, más bien y al agua lo llevó casi flotando hacia el vecino
Lago Josemaría.
El mesías contó a sus compañeros en el humo que Juan Trucha que era capaz de
pescar 78 salmones por minuto –el tío Piche no sabía de minutos y que bajaba más
de 200 metros bajo el agua buceando sólo con los pulmones como tanque de
oxígeno. Incluso, una vez cazó 190 salmones sólo con sus pies, aguantando 14
minutos en el agua y manteniendo humo de tabaco en su boca y sus pulmones,
mientras afilaba un cuchillo bajo el agua. Deporte.
En eso estaban los habitantes de la ciudad del perro, alrededor de una fogata de
piedras y lagartijas ardiendo, cuando se escucha un fuerte y repetido estruendo.
Por los cinco senderos principales de Canasia comienzan a avanzar, protegidos por
escudos e insultos, 22 efectivos de la Policía Diocesana.
Miedo.
Lientur y José saltan desde el suelo y, como pueden, tratan de escabullirse entre los
lumazos, mientras las Tres Amigas allí presentes son agarradas y empujadas al
suelo por los policías. Ramón Gato, en tanto, corre hacia un caballo; sólo montado
en uno podría hacer frente en combate a los mercenarios diocesanos. Sin embargo,
los policías, que lo conocen por su show en RTVD, le bloquean el paso y lo
golpean, de pasada. Yapa. Lientur ha cogido varias piedras, mientras José busca un
cuchillo de cocina que guardaba en su vieja y desteñida mochila. Extrañaban a
Pedro, quien maneja el cuchillo con excelencia y que, en su viaje a la Ciudad de los
Robles, difícilmente se enteraría de ello. También le extrañaba Brisa Andrea, que
espera el reencuentro y temía no verle nunca más. Sin embargo, no había mucho
tiempo para echar de menos, pues ante cada recuerdo un lumazo aparecía.
Lientur comienza a tirar grandes guijarros a los policías. Uno cayó aturdido,
mientras otro se ha quejado muy fuerte. A los que se van acercando, los ha
golpeado directamente con piedras en las manos, aunque su acción se ha visto
truncada; tres policías le han inmovilizado por atrás. Mientras los tratan de
“peliento conchetumadre” y de “perro culiao”, lo han tirado hacia el suelo para
propinarle cerca de 177 patadas, mientras el obrero hacía lo posible por sacudirse y
soltarse de las manos que les sostenían las extremidades. José ha llegado en auxilio,
luego de haber acuchillado a un efectivo que yace con el cuello sangrando en el
suelo, junto a la fogata ya a medio apagar; comienza a atacar, sin mucho éxito;
rápidamente es reducido por las Fuerzas Diocesanas, para ser amarrado en un
árbol y golpeado con las cachas de los fusiles.
Nieve Romina está siendo desvestida, mientras un tajo de 7 centímetros recorre su
cara, haciendo converger los caminos de la lágrima y la sangre. Dos policías se han
bajado los pantalones para luego comenzar a ultrajarla. La Amiga se resiste, se
resiste con todas sus fuerzas aunque sin mucho resultado. Brisa Andrea y Lluvia
María han sido intensamente golpeadas y también violadas; sus piernas se han
llenado de sangre y el silencio las envuelve en un manto, cual les fuera a envolver
durante el resto de sus vidas. El pasado ha vuelto, las tocaciones bruscas y el sexo
sin amor han vuelto, pero ahora con toda su energía. Por un instante, han vuelto a
ver las pozas en las que tomaban té. Aunque ahora, las pozas son de sangre.
Mientras todo ello ocurre, ya habiendo reducido la posible resistencia, los policías
sacaron sus encendedores marca Urrutia y comenzaron a prender fuego a las
chozas, al Huerto del Perro, al sistema de regadío y a todas las construcciones que
otrora brillaban como un regalo al perro y a quienes le siguen. Canasia ahora es,
sin duda, lo más parecido al infierno. Y entre las envolventes llamas, el humo, los
gritos de dolor y los golpes, el perro ladra, aúlla y corre a prestar ayuda a los
heridos.
El tío Piche ha perdido el control de su imaginación, su arma más potente; ya no
hay duendes ni drogas que lo ayuden a superar el profundo sentimiento de miedo.
Esto es peor que haber ardido junto a las piedras calientes, mucho peor que los
fierrazos de los guardias de la caleta. Es peor, incluso, que haber perdido la
plantación de grosellas. Es ahora el momento en que las luces se apagan y los
hongos de la vida ya no crecen, pues se anuncia el fin de las lluvias. Sus ojos se han
perdido en el fuego, así como su cuerpo que se ha quedado arrodillado frente a la
última fogata. El aire se deforma por el calor, se distorsiona tal como las caras de
sus Amigas, tal como las formas que la sangre corriente va dibujando en el suelo.
El mesías clama, aunque su boca se ha agotado: “No, no, herradura, no, sandías,
herradura. No, herradura”
El tío Piche ha mirado al perro, con más devoción y amor que en cualquier ocasión
anterior. El perro se escabulle entre la mirada de la Policía Diocesana y las llamas
para lamer las quemaduras y heridas de los ciudadanos de Canasia. Lo ha hecho
ya con José, quien puede respirar un poco más lento y con algo menos de dolor; lo
ha hecho con Lluvia María, que ha sentido algo de alivio pero se ha quedado
silente para no llamar la atención de los mercenarios; está ahora entregando
salvación y remedio a Nieve Romina, que llora aunque acaricia agradecidamente la
pequeña y gloriosa cabeza de quien le asiste. El dolor en su entrepierna es intenso,
así como el reflujo que en su alma ha protagonizado lo más amargo de su historia.
Los efectivos, por su parte, comienzan incluso a saquear comida: Tomates,
espárragos, champiñones y carne de cóndor. El fuego incluso comienza a
extinguirse de tanto que viene ardiendo, mientras se escucha a uno de los
uniformados comunicar por un radio: “Controlado, cambio”. Protocolo.
Lientur ha podido incluso ponerse de rodillas para luego ser puesto a rodar y ser
escondido en unos arbustos cercanos por el perro; ello es permitido por el alivio
momentáneo y parcial a sus heridas por medio de la humedad de la nariz y de la
lengua de quien ha inspirado lo mismo por lo que ahora le han castigado. Es turno
de Brisa Andrea, quien está bañada en sangre y sólo vestida con la mitad de una
polera rasgada. El perro pasa su lengua por la boca de la Amiga, mientras su cola
roza su brazo. La mira, esperando respuesta, aunque no obtiene. La olfatea entera
y la rasguña por todos lados, para luego volver a pasar la lengua por sus ojos,
orejas, nariz, boca y cuello. Nada. Sólo una lágrima rezagada recorre el sector tras
la oreja, tratando de alcanzar a sus compañeras a residir eternamente en la tierra.
Es la lágrima que ha apagado la luz y cerrado la puerta de los ojos de Brisa
Andrea. La última lágrima. Y es así como se convierte en la primera alma
convertida a la Iglesia (Vol)cánica que ha abandonado no su cárcel, sino su dulce
hogar carnal. Viaje.
El perro se ha echado junto a Brisa Andrea, deseando por un momento poder botar
lágrimas. No aúlla, para no poner en peligro a los sobrevivientes. El tío Piche, en
tanto, ha llenado sus ojos de sangre y sus venas se marcan profundamente en su
terrosa, herida y experimentada piel. Se ha echado el resto de merquén que ha
quedado del compartir a la boca y, utilizando el ardor en su paladar para encender
su alma, se ha parado, ha gritado estridentemente y ha tomado, directamente, con
sus manos sin ningún tipo de protección burguesa, las brasas que aún arden de la
fogata para arrojárselas furiosamente a la Policía Diocesana. Los lanza sin apenas
sentir dolor, pues ya no le queda espacio para más sufrimiento. 5 policías han
recibido quemaduras en su cara y en sus ropas, pero ello no impidió que lo otro
ocurriera. El tío Piche, con brasas ardientes en sus manos, se encuentra frente a un
pelotón de 4 ametralladoras.
Pareciera que alguien teclea una máquina de escribir, pero no es eso lo que ha
sonado. 122 impactos de bala en su pecho.
El dolor ha cesado, aunque el perro no ha pasado su lengua por allí. Ha mirado
hacia arriba, y allí está ella, mirándole, llorando pero bien parada. Brisa Andrea le
ha tendido la mano para ayudarle a pararse. Se ve hermosa, como en aquel día en
que Catrilaf y Juanito Peña fue a buscarla a ella y a sus Amigas a Puma Bueno.
Esplendor. El mesías se ha parado, ha mirado a su alrededor y, luego de romper en
llanto, comienza a pulverizarse armoniosamente junto a su querida Amiga,
volviéndose ambos uno con el viento. Y es así como el perro perdió a su mesías.
El perro se ha levantado con sus dientes descubiertos, saliva cayendo y los ojos
rojos. Mira amenazantemente a un policía, al cual comienza a ladrar cual si
contuviera toda la furia que el volcán a sus espaldas acumula. Un policía lo mira,
se ríe y lo apunta para dispararle. Sin embargo, es incapaz de jalar el gatillo, por
más que el odio lo impulse a ello. Una mezcla de miedo, inmovilidad y
desconcierto le invade en el segundo mismo, mientras el perro ha dejado de ladrar
y lo mira con toda la calma de una flor de cardo volante. Poder. Sí. Con la mano
temblando, el efectivo ha guardado su arma y se retira del lugar junto a la tropa
que, con su honorable misión ya cumplida, se retira satisfecha y pensando en las
Olimpiadas Policiales del fin de semana. Honor.
Catrilaf y Juanito Peña vienen danzando junto a los chanchos y los tiuques,
mientras la Milicia por el Can viene cantando, en Do y Sol#: “Martínez, Martínez,
los cachos del billete, González, Zorzales, no hay gato que fiscalice”. Y en eso, ha
comenzado a llover gotas grises.
XV.
Sol Amanda arroja semillas de marihuana mientras viene montada en un buey
pintado de verde y naranjo, mientras Catrilaf avanza saltando dibujando en el aire
figuras en forma de R, de cable coaxial, de un mapa de Corea del Norte, de círculo
cuadrado, de sello, de G, de 9 y de Jesús. Sí. La Milicia por el Can ha decidido, en
un golpe de ánimo y deseo de improvisación, desviar la ruta hacia el noroeste, en
dirección hacia la gran ciudad de El Progreso, segunda del país en crecimiento
económico, población, hacinamiento, asesinato de obreros y prostitución forzada
de mujeres. Urbanidad. Sin embargo, lo que se encuentra en el trayecto no es digno
de ignorar: Se trata de las tierras y predios del mismísimo Agustín Lobos, el otrora
patrón y verdugo de su medio hermano, Catrilaf. Son varios kilómetros y, pese a la
notable conversión de Pino Drogado, el cansancio es muy grande y el pasto verde
y largo de los potreros externos de tales grandes terrenos de Lobos se ven
demasiado atractivos para dormir y compartir historias de fantasía y de insectos
mientras se comen lombrices con merkén. Delicia.
Para Catrilaf, el olor de estos campos ya le comenzaba a causar algunos molestos
dolores en el estómago, así como amargos recuerdos que se transformaban en
agujas pinchando toda su piel y su mente. La felicidad por la conversión reciente
era grande, pero, por un momento, su vivir personal, su secreto imperturbable que
es la mente misma, se ensombreció. Comenzó a recordar sobre un día lluvioso,
cuando tenía 6 años, en que su madre y su hermana fueron obligadas a ser parte de
un extravagante y avasallador espectáculo sexual en el salón de honor de la casona
de Heriberto Lobos. El olor del pasto era casi el mismo; el viento, por su parte,
daba una impresión similar al tacto, anunciando lluvias que no se disfrutarían.
Fueron 13 mujeres trabajadoras de la manzana las que fueron seleccionadas por
Lobos y sus capataces, invitadas mediante distinguidos allanamientos y golpes a
ellas, sus maridos y sus hijos y trasladadas en una vieja y dura camioneta. Ya en
una bodega de la casona, fueron desnudadas a la fuerza, se aceitaron sus cuerpos y
se les maquilló de manera poco estética. Todo esto ocurría mientras Catrilaf, con su
espalda sangrante –desde que cumplió 5, se le golpeó por orden de Heriberto
Lobos, su padre biológico recogía los últimos restos de manzana botados por
agrónomos de la Universidad de Los Robles que, durante aquella semana, se
encontraban planeando métodos de control de calidad y supervisando el sabor de
las manzanas y de las trabajadoras. Profesionalismo. Las mujeres, incluidas niñas
de 12 años como Anita Catrilaf, fueron expuestas frente a honorables invitados,
entre ellos curas, importantes parlamentarios de la zona y el mismísimo Amaro
Urrutia. Posteriormente, un grupo de apuestos y rubios seminaristas y de
estudiantes de la Universidad de Los Robles –en el tiempo en que la subversión no
era tema allí procedieron, también con sus cuerpos aceitados, a mantener forzosas
relaciones sexuales con las mujeres cautivas, frente a los destellos de los flashes de
las cámaras fotográficas, los aplausos y las masturbaciones de los distinguidos
asistentes. Arte. Los llantos ya no era posibles de disimular. Catrilaf, con la ayuda
de un viejo perro que, en ese entonces, era su amigo, logró acercarse a la casa
patronal y espiar el motivo por el cual su madre y su hermana fueron llevadas allí.
Mojado por la lluvia y con ese llanto del cielo como sonido de fondo, vio a su
madre siendo ultrajada por un tipo enorme y musculoso, quien derramaba cerveza
sobre ella y le daba fuertes palmadas en la cara. El ahora profeta, por aquellos
años, no conocía la existencia del acto sexual; sin embargo, la expresión y notorio
sufrimiento de quienes eran su familia le hicieron romper en un agudo llanto.
Catrilaf empezó a golpear la ventana con rabia, pues quería que dejaran tranquila a
su madre y a su hermana. No podía entender cómo alguien pudiera gozar
haciendo mal a ellas, siendo que él las amaba hasta sentir hinchado su pecho. Los
primeros invitados que lo vieron, lo ignoraron para seguir bebiendo vino de uva.
Conservadurismo. Luego, lo encontraron los capataces, quienes lo golpearon con
palos de leña y le gritaron que se fuera. Frente a la oposición de Catrilaf, los
matones lo llevaron a un árbol cercano y lo amarraron allí. Llorando, gritando y
siendo consolado sólo por la triste lluvia, el niño se quedó dormido. Fue soltado al
día siguiente, luego de lo cual se fue, inmediatamente, corriendo hacia su casa. Su
madre estaba preparando el almuerzo, mientras su hermana miraba la lluvia que
aún no cesaba. No era un día distinto a otros. Con la misma sonrisa de siempre,
aunque con moretones en sus ojos y sus globos oculares rojos por no haber
dormido, le sirvió a su pequeño varón una sopa de trigo.
Se escuchan agitados pasos de caballo galopante. Sol Amanda observa hacia atrás
y ve a Ramón Gato casi en el suelo, dirigiendo al corcel del modo más compacto e
horizontal posible, para reducir la resistencia del aire y llegar lo más rápido
posible. Técnica. Ha llegado frente a Catrilaf muy agitado, asustado y amargado.
Aparte, ha debido guiarse por el olor a hongos para descubrir el cambio de ruta
tomado por la Milicia por el Can.
Catrilaf, inmóvil, pone todo su espíritu en atención al recién llegado. El silencio
sería total, salvo por el choque de las gotas de lluvia en las hojas de los árboles. La
Milicia por el Can escucha. Ramón Gato les cuenta que Canasia ha sido atacada.
Les cuenta que Canasia ha sido destruida casi en su totalidad. Les cuenta que, por
suerte, pudo recoger un caballo para salir corriendo hacia donde ellos estarían e
informarles.
Ramón Gato tiembla y Catrilaf sabe que ambos están sintonizados con el temple de
la triste lluvia. Luego, Ramón Gato les cuenta que el perro está bien. Los
integrantes de la Milicia por el Can sienten una leve mitad de segundo de alivio,
para luego comprender que si quien relata destacó eso, es porque algo más ha de
ser narrado y no ha de ser disfrutado. La impaciencia comienza a carcomer los
oídos y el pecho de animales humanos y nohumanos, aunque nadie reclama.
Ramón Gato les cuenta que Brisa Andrea ha muerto.
Silencio.
Sol Amanda escucha ello y siente que sus pómulos empiezan a elevarse hacia el
cielo, mientras trata de mantener sus ojos muy abiertos. Desde el vientre comienza
a propagarse una pena que es como lava interna, invadiendo de a poco su cuerpo,
saturando su pecho. En dos segundos, ya ha llegado a su cara y sus ojos. Ha
llegado a su boca, haciéndole comenzar a gritar suavemente, mientras comienzan
sus ojos a llorar. No se trata de esas penas azules que se viven sin que el cuerpo o
el alma sobresalten; se trata, en cambio, de una pena ardiente que hace que el
cuerpo se queme, sintiéndose de modo insoportable. Con Brisa Andrea sufrió, se
resignó, lloró, bebió té en las pozas de agua, se liberó y encontró un motivo.
Motivo. Tenía muchas ganas de contarle las hazañas vividas. Pero, sobre todo,
tenía muchos deseos de abrazarle nuevamente.
Todos quienes componen la Milicia por el Can se encuentran cabizbajos, mirando a
la madre tierra en busca de consuelo. Catrilaf le dirige una mirada llena de miedo a
Ramón Gato, mientras algunos de los convertidos en caravana levantan un poco
sus ojos con amargura, como esperando el martillazo que terminaría por enterrar
su moral en el suelo, lo cual ya presentían.
Ramón Gato solloza, mirando hacia arriba buscando el origen de la lluvia. Les
cuenta que el tío Piche ha muerto.
Silencio.
Catrilaf cae de rodillas. Sin cambiar su cara petrificada, mira la gravilla del camino,
toma un puñado con su maltratada mano y comienza a frotarse la cara, respirando
rápido aunque sin escándalo. Juanito Peña, por su parte, ha comenzado a llorar,
esta vez sin posibilidad alguna de consuelo en los hongos –ellos también lloran la
partida del mesías, con el color de la rabia tiñendo sus ojos aunque sin energía.
Mientras Sol Amanda es consolada en el regazo de los padres de Rivas, éste se
enfurece con Ramón Gato, condenándole por haber huido y desenfundando su
corvo. Sin embargo, es detenido por el Rana, quien se ve acongojado pero
compuesto. El arcoíris desaparece, las nubes se retiran cual visitante se dirige triste
a su casa luego de un funeral. La Milicia por el Can decide, por designio de tres
tristes ladridos del perro del perro, volver a la destruida Canasia, llevando a
cuestas un nuevo y tremendo peso bajo sus espaldas. Dolor.
En Ciudad de Los Robles, el general Rocafuerte fue informado de la emergencia de
un nuevo movimiento peligrosamente subversivo. Se le comunicó, por parte de un
efectivo policial diácono y adicto a la pornografía sadomasoquista, el siguiente
texto:
“Se trata de un grupo de personas de aspecto detestable, que gustan de hablar cosas sin
sentido y que, sin embargo, cuentan con una rara efectividad a la hora de combatir, usando
elementos improvisadamente y sin muestra alguna de conocimiento de la táctica militar.
Salvo uno que manejaba un rifle sin balas y que disparaba piedras y otro que ocupaba un
corvo, no usaban armas convencionales. Se ha visto a Ramón Gato, el que salía por
televisión, en sus filas. En San Josemaría asesinaron a varios de nuestros colegas y
aturdieron a todos los otros, lo cual demuestra su alto riesgo. Seguimos a Ramón Gato por
la cordillera y, para sorpresa, logramos encontrar una villa muy bien mantenida, una
especie de campamento con arsenales de prácticamente todas las sustancias prohibidas en el
país para los peones. Pudimos reducirla en su totalidad, desaparecer las chozas y
plantaciones, así como ejecutar a su, aparentemente, líder, un anciano con claros problemas
mentales. Ramón Gato ha huido del lugar. Cinco efectivos le rastrean, pues puede
ayudarnos a encontrar al resto de los miembros, al parecer los de mayor riesgo. Son de
carácter parecido, aunque algo más aguerrido, que el del grupo de locos que acompaña a
Tiuque Claudio en los bosques del noroeste del país, de quienes sabemos que están
absolutamente desquiciados y que son inofensivos, haciendo incluso un favor al aislarse de
la gente de bien. No se sabe ni se sospecha de asociaciones entre ambos grupos, para
tranquilidad de mi General”.
El General Rocafuerte presenta un leve grado de preocupación al leer ello, pero
confía en el poder de fuego de las Fuerzas Diocesanas contra la Subversión, lo cual
le hace minimizar la consideración respecto a aquella desconocida especie de secta.
En la capital, en tanto, los disturbios han tenido un considerable aumento durante
las últimas semanas, aunque las fuerzas del Frente Campesino son fácilmente
vencidas y acribilladas por el gobierno de PérezCotapos, que vive ya sus últimos
meses antes de la elección.
Luego de 5,2 días de caminata lánguida, la Milicia por el Can ha llegado a las
ruinas de Canasia. El viento sopla con ternura la faz de cada uno de los
convertidos a la Iglesia (Vol)cánica, mientras la lluvia comienza a caer
nuevamente, esta vez más gris que antes. Se escuchan truenos bajo la tierra; al
volcán no le ha sido indiferente lo ocurrido. Catrilaf ha visto de lejos las chozas
quemadas, frente a lo cual decide coger un montón de tierra del camino y
comérselo, con el fin de comprender mejor el testimonio y el lamento de la tierra
que le redimió gracias a la bendición del perro. Empatía. Juanito Peña, en tanto, ha
podido volver a comer gravilla con merquén, lo cual sobresalta su corazón y le
permite mantener su temple sin caer vencido por la tristeza. Sol Amanda baja del
caballo de Ramón Gato en los brazos de Lucho Sexual, quien incluso ya no siente
deseo por nadie ni nada. El Rana es quien mantiene mayor energía, sirviendo de
apoyo moral al grupo y ayudando a cargar, en sus espaldas, el peso de la muerte.
En tanto, quienes por primera vez visitan Canasia no pueden creer lo que yace ante
su mirada, pues escucharon sólo relatos de prosperidad, esperanza y descriterio.
Rivas, sus padres, Johnny Romero, Bastián Romero, Rosita Huenulaf, Roja Lava,
Juan Trucha, Paula Quilodrán, William Sanders, el perro del perro, los perros
perreros y todos los animales que se unieron. Su cabeza baja y su pecho hinchado
permiten reflejar tanto el profundo dolor como, ante todo, el infinito orgullo que
sienten por ser parte de tan honorable misión y camino. Motivo.
Los profetas y la Milicia por el Can se encuentran ya dentro del pueblo y frente a
los sobrevivientes. Lientur y José les estaban esperando erguidos, moreteados y
vendados con sus propias ropas. Junto a ellos, Nieve Romina acariciando al perro,
quien mira a la milicia que vive y muere por su nombre con la plenitud máxima de
la comprensión. Cada uno de los que han llegado sabe que el perro entiende, a
totalidad e infinitamente, lo que cada uno ha vivido, lo que cada uno está sintiendo
y lo que piden con su simple conducta de estarahí. Santidad. El perro, al mirarles,
les abraza, les besa, les aconseja y les da ánimos. Su hálito de bondad y amor
universal les permite levantar la mirada, sin abandonar la pena, pero con la
posibilidad de vivirla con absoluto honor. Juanito Peña se acerca a Lientur con
mucha calma, le desabotona la camisa a la altura del pecho, toma un hongo y lo
destruye, esparciéndolo sobre la piel del exobrero. Luego le besa la frente y cada
una de sus heridas, comunicándole que su presencia en Canasia es un honor y que
cada una de esas heridas, sufridas por fe al perro, equivalen a un millón de
milenios de respeto. Lo mismo hace con José, dándoles una triste pero calurosa
bienvenida. Luego, abraza a Nieve Romina, quien se abalanza a llorar en el
hombro del albacea del difunto mesías. Luego de ello, Catrilaf se inclina a besar los
pies de Lientur, José y Nieve Romina, a quien regala una sonrisa de ánimo,
probablemente la más difícil en la vida del profeta. Luego, con un abrazo, los tres
personajes que esperaban en pie a la Milicia por el Can saludan con un afectuoso
abrazo a los nuevos convertidos, quienes al fin pueden cumplir con el hermoso
anhelo de compartir caricias y jugar con el perro que salva sus vidas, no
importando que la pierdan terrenalmente.
El perro se ha encontrado con el perro del perro. Perro. Se han olfateado los
traseros y se han mirado. Luego, el perro del perro corre hacia la entrada del
bosque, coge 4 copihues con su hocico y los deposita en frente del perro, justo en el
momento en que una fuerte y cálida ráfaga de viento puelche visita Canasia.
Moviendo vertiginosamente ambas colas, comparten un breve juego de ladridos y
posturas que dura 44,61 segundos. Un episodio bello y que, aunque simple, sólo
deja una opción a los convertidos: Una sentida reverencia. Los miembros animales
nohumanos se han reunido rodeando y protegiendo los límites de la ciudad. Por
su parte, los perros perreros, de distintos tamaños, colores y fuerza –aunque con
una fuente compartida de vigor se han ubicado 47,7 metros avanzando por el
camino hacia fuera del volcán, con una tácita voluntad de proteger a sus
compañeros de motivo. Lealtad. Nieve Romina invita a los demás a pasar a una
choza construida recientemente y con precariedad –dada la urgencia, donde se
recupera lentamente Lluvia María, quien resultó más dañada en el ataque policial.
Está siendo tratada con lengüetazos del perro y con infusiones de cucumelo, ruda,
corteza de boldo y azúcar de tábano. Farmacia. Luego de ello, pasan hacia un
espacio a la entrada del bosque, donde, en dos maderos viejos y adornados con
miles de flores, frutos, hongos y piedras distintas, descansan los cuerpos de Brisa
Andrea y el Tío Piche.
Silencio.
Sol Amanda se abalanza sobre el cuerpo de su hermana en el alma, a lo cual asiste
Nieve Romina a contener. Ambas liberan un llanto que pasa de amargo a dulce,
fundamentalmente debido al inmenso alivio que significaba para ambas llorar
juntas. Las Dos Amigas –eran cinco cuando el Tío Piche las conoció se fundieron
en el consuelo con la tierra, quedándose dormidas luego de llorar y siendo
bendecido su sueño por la lengua del perro. Serenidad. Por su parte, Catrilaf y
Juanito Peña se acercan tomados de la mano y acongojados, aunque sin deseos de
llorar, al féretro del mesías. El albacea saca de los pliegues de sus túnicas un
cigarro que contiene marihuana, pasto seco, lluvia, polvo de mosca y pétalos de
rosa triturados. Ambos prepararon ello durante el camino, casi sin conciencia
aunque siguiendo a sus sabios cuerpos. Lo encendieron, lo dejaron liberar su
aromático humo y, antes de proceder a fumarlo, cantaron un sentido salmo de
barro en Do# y La:
“No sabía cuándo el celular te castraría, ni cuándo las lentejas fueran cambiadas por
luciérnagas. Has recorrido el hardware de mi mantra, has colocado pájaros en una antena
para lobos violinistas. Yo sé que ya no cocino, sé que su collar de pan dispara cationes, sé
que el casco de las nubes ni siquiera llama a la cordura a los cordones de las musarañas
siamesas”
Silencio. El perro ladra 2 veces.
“Yo ya sé preparar palta, ya conozco el barrio en puerta de manteles capuchinos y la boleta
auténtica de la rabia mal parida de la guagua amada que brota en calcetines rayados.
Aunque ya me cansé de las pelotas azules, de los rayados interminables en el computador
de Pancracio, de franceses a la paila y me lavo con 57 tambores de economía. Autito feo. He
de comprender que la vuelta a la jarana ha de esperar al menos hasta que el toro recuerde
sus más amargos tecleos en llave de Fa, llave de Si y llave de ganso. Yo no sé si lo
horizontal es lo pleno, aunque lo tuyo es claramente fruto de la seda y de la abeja que
medita”.
Los animales –humanos y nohumanos lanzan un estruendoso rugido, gritando
cada uno 1,2 veces más fuerte que lo que su anatomía les permite. Las piedras
tiemblan, los árboles miran, las nubes siguen llorando gris y el volcán sigue
rugiendo, esta vez con algo más de furia. Luego, ambos profetas miraron a Brisa
Andrea, liberando el siguiente pregón en Re plano:
“Aún me gusta el cuaderno antiguo en negra tarde, cuando el león viajaba en bus hacia un
cigarro. Recuerdo la bebida hecha monstruo simpático y en triángulo, recuerdo rajas al
viento y segunderos al pilpil en un globo siempre amado y denostado en la noche sin
planilla y ya bajo el petróleo que ha cimentado la difusión”
Silencio. El perro ladra 9 veces.
Todos los asistentes comienzan a aplaudir en una secuencia de blanca, tresillo y
negra, aumentando de a poco el pulso. Ello ocurre con la compañía de caras que,
sin abandonar aún la tristeza, se ven ahora sumidas en un tránsito por los
recuerdos –en tanto huellas que marcaron tanto Brisa Andrea como el tío Piche en
quienes le conocieron, o bien, paseando por coloridos cuadros en la imaginación de
quienes sólo oyeron sus historias y les hicieron residencia en su fantasía. Memoria.
Motivo. En ese momento, Juan Trucha avanza al centro del conglomerado para ver
la cara de su amigo, el pescador Piche. Toma una pequeña trucha y la lanza sobre
su cuerpo, resbalando ésta para quedar alojada en su maltratada y abatida panza.
El legendario luchador de los salmones ve al mesías y reconoce el mismo rostro de
siempre, impasible, invencible en temple y honor, capaz de mantenerse sereno
comiendo los chapes más amargos y jugosos o pisando los cardos más punzantes.
Capaz de resistir los fierrazos más aliñados con odio policial y de fumar el humo
del merkén más picante de toda una montaña. Juan Trucha no llora, porque su
cuota de lágrimas se le acabó en la niñez. Sin embargo, no duda en dedicarle un
estruendoso grito y un asombroso golpe de salmón en el pecho. Despedida.
La secuencia de golpes sigue, ahora acompañando la excavación de dos tumbas en
una pendiente, la cual es sombreada durante el día entero por un inmenso roble. El
fondo de cada una de ellas se ha llenado de agua, pétalos de amancay, marihuana
y una pequeña gotita de sangre de cada uno de los animales –humanos y no
humanos que siguen la Iglesia (Vol)cánica y despiden a su mesías y a la Amiga.
En un lánguido y plano La, Juanito Peña pregona el salmo fúnebre de resina: “Pala,
Pala, Zanahoria, Tractor, Rábano politécnico que eres raro y tragas llave, eres viento,
somos viento”. Con los pocos hilos de pasto que quedaron de la masacre, bajan los
cuerpos a la cuna eterna en la tierra, lentamente, con la velocidad que la leve brisa
travesía indica. Cuando ya todo eso se ha realizado y sólo queda depositar la fértil
tierra encima, aquella tierra que otrora fuera fértil origen de sustancias conectadas
con la fantasía residente en el bosque, los seres convertidos a la Iglesia (Vol)cánica
forman un círculo imperfecto alrededor del responso, mientras el perro, con sus
ojos más brillantes que nunca, se apresta a devolver a sus amados fieles a su madre
eterna. Y es así como el perro, con el batir de sus sagradas y pequeñas patitas,
enterró a Brisa Andrea y al Tío Piche.
Durante las siguientes 7,3 horas, el silencio fue el color en las ruinas de Canasia. A
lo largo y ancho del terreno quemado, aunque con el infatigable abrazo de la garúa
matinal y el baile de los árboles que recuerdan la imposibilidad que la vida tiene
para detenerse, varios grupos de fieles al perro descansan abrazándose,
sirviéndose de almohada, acariciándose o conversando y conociéndose mediante
un silencioso y cálido diálogo. Fue así como Lucho Sexual pudo mantenerse cerca
de Roja Lava toda una noche sin sentir deseos de mantener relaciones sexuales con
ella, abandonándose al deseo carnal del abrazo y la ternura. Fue así, también, como
Rivas conoce más a Rosita Huenulaf, sintiendo ahora una atracción distinta y más
cercana a lo único. Es así, además, como Paula Quilodrán prueba su cámara
retratando al perro del perro lamer los dormidos ojos de Juanito Peña, quien
duerme sobre la hierba. Es así, sobre todo, cómo Catrilaf, quien cuida de la salud
de Lluvia María, el sueño de Nieve Romina, el de Lientur y el de José, reflexiona
sobre lo que en Canasia ocurre y se impregna de un auténtico y divino olor a
comunidad, a aquella suprema y magnífica capacidad de los seres vivos de
asociarse para vivir mejor. Motivo.
El volcán ha empezado a rugir, esta vez con una rabia que ya no parará. Se había
encariñado con la linda Canasia a sus pies, había entendido y apreciado a su amigo
perro y humeó de la risa con el tío Piche. Estuvo feliz de que Brisa Andrea y sus
hermanas aprovecharan el legado de tierra fértil que él depositó en su jardín
durante millones de años, que fueran los fieles al perro quienes dieran sentido al
andisol que él regaló a cambio de nada. Hoy está furioso, lo suficiente como para
volver grisácea la lluvia, como para hacer temblar el suelo, como para reventar el
aire con golpes y para liberar su ardiente rabia fundida al rojo hacia el valle. La
erupción ha comenzado, pero los miembros de la Iglesia (Vol)cánica no se
inmutan, sino que deciden comer pasto.
El perro observa todo y se recuesta sobre sí mismo, enrollándose. Pronto regresará
el sol.
XVI.
La vida vuelve de a poco. El trabajo dura 4 horas, siendo ello efectivo como 13
horas debido a que son vividas y percibidas como 13 horas, gracias a la compleja
acción de los manjares psicotrópicos en la elasticidad del tiempo. Optimización. En
las piedras dejadas por la erupción producto de la impotencia del volcán por no
haberse podido mover antes, se instalan nuevos asentamientos. De a poco toma
forma –de octágono triangular la tienda de hongos que soñaban los hermanos
Romero, quienes ahora pueden pedirle las setas a la tierra directamente para ser
luego entregadas a quienes se las pidan. Sí, es una tienda Johnny y Bastián
Romero viven de ello, pero no se enriquecen –en realidad sí, pero en el alma ni
cobran dinero. En su lugar, venden a cambio de vino de cuncuna el cual se vuelve
día a día más abundante en la nueva Canasia y de abrazos. Economía. No.
Juanito Peña reparte flores y agua por toda la faena, saltando y cantando en La y
Fa: “Perú si que quiero en plato, aunque las velas ya llaman el fantasma falso que vivía en
la caja de aquellos naranjos poco amables en la memoria y dedicados a guarenes militares,
sin puente pascuense, sin tanto pan blanco de vergüenza y tinturas recalcitrantes, el
chancho de aceite me paga en humo”. Catrilaf, por su parte, ha delegado el trabajo de
transporte en el resto de su cuadrilla, pues fue convocado por el Comité de
Invertebrados de Canasia, fundado por el tío Piche y la abeja reina de un panal en
forma de cubo –gracias a la adición de polvo de dihueñe y azúcar de tábano
enriquecido con San Pedro en los pistilos de las amancay durante uno de tantos
carnavales multitudinarios que realizó el mesías junto a Nieve Romina, Brisa
Andrea y Lluvia María bajo la guía del cigarro de piedra y cáscara de plátano seca.
Diplomacia. Para ello, invitó al albacea del mesías y, con el fin de poder escuchar
genuinamente a las otras especies, comieron 6,2 kilos de amanita con choclo cada
uno.
Luego de haberse dormido producto de la ingesta preparatoria para la reunión y
despertado luego de 2,34 horas, ambos profetas comenzaron a sentir una muy
agradable sensación de cosquilla en toda su piel y, particularmente, en las plantas
de sus pies. Luego, de a poco, comenzaron a encogerse lentamente. Los arbustos,
los pastos y las piedras parecen cada vez más grandes y de colores menos
definidos; se ven cual si fueran dibujos animados, tales como los que Juanito Peña,
encaramado intrusamente en la ventana de su familia, veía en una rara caja
llamada “tele” por sus hermanos que no le reconocen como familia y como
humano, tales como los que Catrilaf observó y escuchó de un modo similar por los
grandiosos ventanales de la casona de Lobos, aquellas veces en que el hijo de
Agustín seguía, con el volumen al máximo, los dibujos animados diocesanos de un
superhéroe militar que mataba campesinos zombies. Infancia. Sí, los profetas ahora
se encontraban inmersos en un bosque de inmersos pastos, los cuales ahora
aparecen dibujados ante sus maravillados globos oculares. Ellos mismos se ven del
mismo modo, trazados por el lápiz de la magia, animados por el río de descriterio
que hace fluir la vida misma y que no sabe de convenciones.
Los profetas caminan descubriendo piedrecillas de colores que jamás habían visto,
subiéndose a ellas y tirándose a rebotar en los gruesos pastos, quienes ahora
muestran una agradable y sencilla cara sonriente. Luego de ello, escuchan una
bocina similar a la de un bus urbano y miran hacia atrás. Sí, se trataba de un bus
urbano, pero que no estaba hecho de metal ni fibra, sin vidrios ni conductor. Se
trataba, en cambio, de un bus multicolor también sonriente que, básicamente, era
una lombriz buena onda. La escena animada provoca que ambos profetas se
defequen de alegría y canten en Do menor: “Chan, Chan, Perro de Aro, Chan
Chan, los ojos del cajón del sueño pequeño, Chan Chun Chin, el gato que también
es cuadro en desvío de un globo de pata y candelabros de chancho imperial”.
Inmediatamente después, se suben al bus de lombriz multicolor, pagan el pasaje en
besos –vale 48 y comienzan un recorrido que les lleva, en modo expreso, al lugar
de la reunión a la que han sido convocados. Claro, todo esto ocurre en modo de
dibujos animados, pues el perro, en su eterna y bella bondad, le ha conferido unas
breves pero merecidas vacaciones al realismo. Democracia.
El recorrido al encuentro era más hermoso aún, destacándose hermosas lagunas en
evaporación que se formaban y se desvanecían en muy pocos segundos, sonriendo
cada una de ellas. Los pilmes interrumpían el avance del bus, al mismo tiempo que
cada colisión de ellos con la lombriz velocista y con las piedrecillas gigantes en
ambos lados de la carretera de insectos producía un estallido de nubes puntudas
naranjas. En un tramo, la suave pero repentina caída de pelos gigantes cortaron el
camino, obligando a la alegre lombriz a frenar bruscamente y a virar encontrando
una vía alternativa. Los profetas debieron agarrarse, luego de lo cual observaron y
descifraron que se trataba de los estragos provocados por el cambio de pelo de uno
de los gatos de Ramón Gato. Posteriormente, la descomunal nariz de uno de los
perros perreros –que buscaba el rastro de un ratón que le robó una galleta de
harina de dihueñe fabricada por Bastián Romero se convirtió en el agujero negro
que tragó a varios pequeños ácaros cuyas caras de angustia eran perfectamente
perceptibles para los animados profetas.
Luego de 34,56 minutos de viaje, llegaron a destino. Las especies se reunieron en el
camino al valle del riachuelo, en una especie de bóveda de piedra con butacas de
hoja de nalca. Teatro. Asistieron 34 chapes, 442 moscas de la fruta, 34 moscas del
cuerno, 344 moscas genéricas –proletarias, 600 escarabajos –los de Canasia son un
poco obsesivos con los números redondeados, debido a un gobierno muy rígido
que mantienen hace 6 largas horas, 31 caracoles, 78 lombrices, 2 almejas –que, con
mucho esfuerzo, nadaron desde el mar, escapando de las redes de la caleta de
Puerto No, ubicada a pocos kilómetros de Ciudad de los Robles, 988 hormigas, 57
chaquetas amarillas, 81 abejas, 44 tábanos –todos pertenecientes al Sindicato de
Azucareras, 13 zancudos, 39 pilmes, 77 cuncunas, 12 chanchitos de tierra y un
topo infiltrado que se disfrazó de chape, aunque sin mucho éxito.
El líder de las lombrices tomó la palabra en primer lugar, contando el desastre que
dejó el ataque policial en 22 de sus colonias en Canasia. 8 madrigueras fueron
alcanzadas por balas –una de ellas, de modo directo y otras 31 fueron asfixiadas
por el humo de las chozas ardientes. Murieron 80 lombrices y se mantienen 43 en
estado de extrema gravedad. De ellas, no se conoce cuántas murieron aplastadas
por los torpes y atropelladores pasos de la Policía Diocesana e incluso, por la
maligna intención de un efectivo que tenía una obsesión por pisar y reventar lo que
él llamaba “bichos asquerosos”. Fascismo.
Luego vino el turno de los voceros de los chapes, quienes, aparte de levantar una
exigencia de impuesto por el uso indiscriminado de baba por parte de Canasia –
ante lo cual, Catrilaf accedió, pidió disculpas y ofreció reparación histórica,
contaron que 78 de ellos fueron víctimas fatales del humo de las chozas y que otros
3 fueron aplastados por caballos policiales –uno fue Ramón Gato al huir de
Canasia e ir a informar a la Milicia por el Can, habiendo aún 12 heridos de
gravedad y un trauma generalizado en la población de la generosa baba. Catrilaf
tomó detallados apuntes de cada alocución dibujando las emociones de los
hablantes –no sabe escribir, mientras Juanito Peña preparaba un nuevo vino, el
vino de ácaro, el cual compartió con todos los asistentes, quienes disfrutaron en
pleno. En pleno, excepto los escarabajos, seres de espíritu oprimido.
Posteriormente, habló a todos la reina de las hormigas, quien criticó la interrupción
de 477 –cifra aún inexacta caminos de transporte de carga desde y hacia las
colonias por el derramamiento de sangre, así como la denuncia de la muerte por
asfixia por inmersión –en la misma sangre de 7619 hormigas. Frente a ello, las
moscas de todo tipo, las abejas y los chanchitos de tierra gritaron explosivamente,
identificándose absolutamente con la denuncia de la hormiga reina y gritando en
recuerdo de sus compañeras y compañeros que también murieron ahogados. La
sesión se alborota y Catrilaf pide calma, lo cual no es tan fácil de obtener sino hasta
pasados 14 minutos de acalorados gritos y vítores incesantes.
Pasó un rato en que la risa pareció encantarse con el fluir del riachuelo –un
auténtico río dibujado, para el albacea del mesías, yéndose viajando con él hacia el
mar. De hecho, se escucharon progresivas carcajadas de salmón, cuyo sonido se iba
alejando. La calma llegó a Juanito Peña, quien se encontró en un bosque de
inmensos helechos sonrientes que algo tapaban el impresionante fulgor del amigo
sol. Descansó 3 minutos tirado de espaldas, sintiendo el calor en la cara, hasta que
un divino e intenso ruido le interrumpió y le hizo levantarse del suelo, adoptando
ahora una activa postura corporal. Giró su mirada en 133,4° hacia la izquierda y
vio quien le llamaba. Era el perro. No se veía menos maravilloso en su forma
dibujada, pero esta vez el ambiente comenzó a transformarse para la mirada de
Juanito Peña. Los dibujos se tornaron algo más difusos y mucho más brillantes,
disparando planas ráfagas de colores hacia el universo. Enfocar al perro exigía
vivir un sacudido de enfoque considerable, el cual seguía un pentágono no regular
hacia la izquierda dos veces y hacia la derecha una. La sensación que el albacea del
mesías vivía no era mala, pero era más exigente que la anterior. Más desafiante,
quizás. Comenzó a acercarse al perro, cuyos ojos le abrazaban con la suma de la
ternura y la inspiración de los universos conocidos por la luz. A medida que subía
y se balanceaba por aquellos inmensos pastos de sobrecargados destellos
rectangulares, imaginando una vertiginosa melodía en violín –pues lo conoció con
Roja Lava durante el triste camino a Canasia luego de saber de la tragedia y
riéndose de nerviosismo y ansiedad. Motivo.
Cuando estuvo ya junto al perro, adalid de sus sueños y del sentido, el albacea del
mesías se botó en el suelo un pequeño instante para calmar su sed con una
pequeña poza y mediante el aspirar gravilla. El perro le ladró 3 veces y miró hacia
el sureste, con lo cual le indica al profeta que se escupa en los pies –para lavárselos
y que se suba a su espalda. Claro, el perro ahora era inmenso, lo suficiente como
para que tuviera que agachar su cabeza y cuello, formando una peluda y divina
escalera hacia el lomo. El asiento era muy suave, así como el leve, corto e
intermitente saltito del caminar del perro, delicado como un conjunto de gotas que
avanza, pero con una velocidad considerable, no comúnmente observada
acompañada de aquel temple de calma. Las luces nacientes desde todos los objetos
seguían siendo fuertes, un tanto punzantes y planas, pero Juanito Peña ya se había
aclimatado a ello. Se sentía a gusto en el mar de luces y en el cóctel de sensaciones.
Así, en un espacio de 2,9 horas de placentero viaje, el perro llevó en su lomo al
pequeño profeta. Lo llevó hacia lo alto. Lo llevó hacia las paredes del gruñón pero
fiel amigo volcán.
Catrilaf, luego de 7 discursos de voceros de otras especies y con los ánimos más
calmos, se encuentra elevando una locución frente al Consejo de Invertebrados,
frente a los cuales declara:
“Nada que la pizza ocurra en los mesías del audífono, el tsunami cree en el giro de tus
gallinas, tus remates y la nación. Nabo. La costura no verborreica en claras relaciones de
chanchos y edificios es buena. Me gusta, pero me duerme. Me duerme y me marca en
orificios de hule, pásame el pato. Zapato. Pato. Hombro bueno y chato. La internacional es
tu cara, la onda sionista es tu plaza, carroza es la caca, en droga y sin nebulosas. De corte
me como panes lúdicos. No”.
Los escarabajos y las chaquetas amarillas asienten, levantando una de sus 6 patas
cada uno de sus delegados. Civismo. Salvo los chapes, deseosos aún de un acuerdo
concreto –son muy poco imaginativos respecto al uso de la baba, todos los
asistentes dan crédito a la intervención de Catrilaf, mostrando una buena opinión
de la actitud que, mediante uno de sus profetas, Canasia comunica a sus habitantes
invertebrados. Democracia. Cada uno de los insectos y moluscos se acerca al
animal humano para recibir un beso de parte de él, quien se ha aceitado la boca
con barro, resina y marihuana. La alianza se ha fortalecido, tanto que incluso
ocurre un fenómeno extremadamente diplomático: Los insectos se han lanzado en
masa hacia Catrilaf, cubriendo la totalidad de la superficie de su cuerpo y
bañándole en bellas babas, azúcares y otros químicos. Catrilaf sólo está capacitado
para disfrutar al máximo el momento, pues el asco ha viajado hacia otros planetas
y ha dejado libre la ruta de unión entre los cuerpos de los seres vivos. Motivo.
Democracia.
Catrilaf se encuentra con Juanito Peña justo en la bifurcación entre el sendero que
viene del riachuelo y el que viene desde el volcán. Ambos han recuperado su
tamaño habitual y, compartiendo un cigarro de coihue rociado con orégano, se
dirigen hacia Canasia, donde los fieles al perro les esperan con expectación e
intemperancia –el vino de cuncuna ha sido abundante y donde el perro del perro
ha anunciado, con 6 ladridos, el advenimiento de importantes noticias.
Los profetas se han parado en un pequeño montículo de silo, paja de marihuana y
meca. Estrado. Por primera vez, los miembros de la Iglesia (Vol)cánica ven
coordinarse las miradas del perro, del perro del perro y de los perros perreros en
una misma orientación, el este. Juanito Peña interpreta ello y cuenta a todos que
una nueva misión ha de empezar. La Milicia del Can saldrá nuevamente a las rutas
pero, esta vez, para protegerse de ataques, se dividirá en dos comitivas. El perro se
ha dirigido hacia donde se encuentra Sol Amanda, a quien le pasa la lengua por
sus pies. Una fuerte ráfaga de viento fuerte desde el norte ha elevado la cabellera
de la Amiga, otorgándole un aspecto supremo similar al de un pavo real. Es así
como el perro ha investido a la ahora Sacerdotisa del Maqui, quien liderará la
comitiva que viajará al sur del país y que será la más numerosa. Por su parte, las
otras Amigas se quedarán junto a Lucho Sexual, Lientur, José y los padres de Rivas
reconstruyendo Canasia. Y hacia el noreste avanzarán los profetas, acompañados
sólo por Ramón Gato, un caballo comandado por él y un escuadrón de 20 gansos.
Motivo. Sí.
El camino vuelve a saludar a los profetas. La despedida se traduce en un fuerte
abrazo grupal y en el inmediato abordaje del avance. El perro les despide con una
silenciosa y cálida bendición. Democracia. Liberación. Sí.
LIBRO SEGUNDO
JUAN SOTO Y LOS ARRIEROS DEL ESPACIO
REPORTE DE EXPLORACION N° 34482930
Remite:
Juan Soto Morales, 773BH449300GH2
Pintor Nave Futura4.
Ubicación espacial (x,y,z) = No disponible. Día y hora de envío (ddmmaaaa, hhmmss) = No
disponible
Estimada Capitana Escobedo:
Quisiera que sepa muchas cosas, pero que ignore muchas más, así como yo lo he
hecho durante este tiempo que sólo es "tiempo" para mi ser que es "ser" sólo desde
mí, en este lugar que sólo es "lugar" a partir mis ojos. Para facilitar la comunicación
y aprovechar la humanidad que compartimos, permítame hablar propiamente de
"tiempo", "espacio" y "ser", lo que en mi vivir aparece y, por cierto, lo único de lo
que puedo hablar.
No recuerdo de qué le estaba escribiendo. La verdad, he dejado de someterme a la
dictadura de la concentración para expandir y abrir mis infinitos modos de
conocer. Digamos que estoy aquí, pero no hay un aquí. Veo colores sin luz e,
incluso, llevo 7 nuevos descubiertos. He aprendido a imaginar colores que nunca
he visto antes. Dije 7, pero no hay cantidad donde yo estoy, aunque no hay un
"donde" ni un "estar" si me pongo más específico. Ahora recordé: Le hablaba de lo
sublime que es ignorar. Los mensajes que le pedí que transmitiera por mí parecen
querer compartir un "saber" y, en cierta medida, lo hacen. Pero sepa que mi
intención con estos "saberes" es instrumentalizarlos para promover la ignorancia.
En unos escritos de mis antepasados que habitaron la Tierra, los cuales he
descubierto en este viaje, Ramón Soto, tataraabuelo mío si repitiéramos el prefijo
"tatara" demoraríamos 6,4 millones de años, aproximadamente contaba que el
profesor que más le enseñó fue uno que no hacía clases, sino que se sentaba a
esperar que pase la hora y vigilaba que sus estudiantes no se maten entre ellos.
Eso, por dos motivos. El primero era la oportunidad que la ausencia de clase daba
para la creación, la cual él ejercía dibujando personajes de un videojuego de pelea
imaginario, en el milenio en que recién empezó la humanidad a fabricarlos. El
segundo fue, precisamente, la eterna duda que mi antepasado llevó hasta su lecho
de muerte. Siempre se preguntó cuál era la clase que debía ir ahí y que nunca se
dictó, perdiéndose en el tiempo. Era una duda que él cuenta haber vivido con
placer, finalizando incluso así el escrito: "Gracias a Dios por lo poco que supe y lo
mucho que ignoré". A propósito, Dios me dijo que él no tuvo nada que ver con eso,
que Ramón se equivocó de divinidad y que la que correspondía residía en él
mismo.
La belleza, Capitana. Tenemos filtros que dosifican la entrada de belleza a nuestro
percibir. Eso es porque todo está lleno de belleza. Todo. Incluso, si soy más
riguroso, podemos vivir la belleza sin fin. Porque la belleza aparece en mucho más
que el todo y decir que la belleza "llena" todo es subordinarla al tiempoespacio
que ustedes podrían animarse a abandonar, al menos por un rato, para conocer
algo distinto. Por mi parte, puedo decir que he contemplado belleza en un nivel de
plenitud absoluto. Los filtros los perdí y, si de algo sirve la analogía, me encuentro
como un bebé buceando en un útero que es mar azul verdoso infinito, escuchando
desde todos lados el canto de la madre y revoloteando junto a peces multicolores
que ríen a su paso. Sí, me siento totalmente protegido en la inmensidad.
La mentira, Capitana. Ella se vuelve engaño y estafa cuando se usa con mala
intención y para aprovecharse de los demás. Pero cuando la mentira es para
enriquecer la conversación, para contar una historia que se equipare a la que los
otros han narrado, para volver más divertida la vida misma, por puro amor a la
mentira o, en su modo supremo, sin sentido, es un fenómeno que hemos de
agradecer profundamente. La mentira es creación y magia, una forma irreverente
de la belleza. Crea identidades y sociedades en torno a relatos dudosos. Da lugar a
la fantasía misma. Autoriza historias atractivas que marcan a quien las cuenta y las
escucha, llevándoles a contarla de nuevo y otra vez, permitiendo a las palabras
aspirar al infinito. Créame que si yo le mintiera sobre lo que he vivido, lo
comprendería de manera muy fiel. La mentira da lugar a la ignorancia de la
verdad, la cual es casillero vacío sin la historia que no fue. Y todo lo que nos regala
ignorancia es sagrado.
La verdad es que los extraño, a usted, a mis dos compatriotas chilenos Hugo Ruiz
y Francisca Ñancupil –aunque ella diga que es mapuche y no chilena, a la
comunidad habla hispana y, en realidad, a todo Futura4. Sé que no me tomaban
mucho en cuenta salvo Hugo, amigo de toda la vida, pero confío en que ahora
aprecian que me haya comunicado con ustedes. Les extraño, en cuanto especie,
pero disfruto el ignorar qué es de ustedes. No intento imaginar qué hacen "ahora",
porque no compartimos el estareneltiempo. Sólo espero que estén bien y que mi
mensaje logre ser comprendido por ustedes. A propósito, no pienso contarles nada
más de lo que he vivido, para que comiencen a cultivar y a disfrutar la ignorancia.
Olvidaba pedirle rendir honores a Mark Tellenbach y Paula Parreira, Secretarios
Últimos de la Confederación de Asambleas en los Pueblos, así como a Inra
Madesh, su jefecita, Comandante de Vuelo del Futura4. Usted sabe que nunca me
han gustado las jerarquías y que podríamos haber abandonado ese aspecto de la
Antigua Humanidad. Me tranquiliza saber, eso sí, que en los suprasectores 2, 3, 6,
7, 11 y 17 se discute ello. Por eso, vayan mis saludos de modo absolutamente
horizontal. Bueno, a usted le concederé un trato de subalterno a jefa, sólo porque la
estimo mucho.
Llevo muchas ideas para volver a mi querido trabajo y seguir pintando la nave. Sé
que les gusta mi estilo, a pesar de que les parezca raro.
Volveré, lo prometo. Bueno, ya he vuelto 4 veces, pero no me han visto. Algún día
avisaré. Espérenme con una cervecita y un pan al menos.
Fin del mensaje.
BREVE HISTORIA DE LA HUMANIDAD EN FUTURA4
Artículo publicado en la revista FuturaComunikati el 14 de Abril de N2706, en virtud
de la próxima finalización de la centenaria reparación de nuestra nave Futura4
Escribe:
Alexandre Tapati, micronesiana, escritora dedicada al estudio de la Historia y la Filosofía.
Idioma original: inglés
Traducido al español por:
Dagoberto Zapata Callejas, cronista peruano.
Comienzo señalando y advirtiendo que nada salió como se planeó.
Durante el tiempo en que la Humanidad residía únicamente en el planeta Tierra,
Futura4 es una de las 5 naves Futura que fueron fabricadas mediante cooperación
rusochina en tecnología aeroespacial entre los años 2172 y 2187 después de Cristo.
La idea de este proyecto, liderado por el astrofísico Benjamin Sarkyzov, consistía
en enviar al espacio exterior, en dirección a la galaxia de Andrómeda, un
cargamento que resumiera todo lo relativo a la especie humana y cómo ella ha
observado e interactuado con el planeta y el sistema solar. El contenido incluyó un
súpercomputador conectado a una cápsula de memoria de 512 yottabytes que
contiene el total de datos de Internet durante sus 2 siglos de existencia, 70
toneladas de semillas de distintas plantas, 8 embriones de perros y 6 de gatos
eliminando la idea de criar ganado en el espacio, promoviendo la idea del animal
como compañía, a esperas del futuro proyecto Asimov, que pretendía ser un Arca
de Noé espacial, planeado para 2190 y que nunca fue corroborado por la
Humanidad en esta nave, así como 32 embriones humanos 16 machos y 16
hembras de distintas razas que, mediante ingeniería genética, se desarrollarían
como humanos corrientes –incluyendo actos culturales como aprender a leer
dentro de la nave después de los 750 millones de años que tardaría el vehículo en
llegar a su destino, el planeta CF343HJ, posible hábitat adecuado para la vida tal
como se conocía, de acuerdo a los estudios de la Agencia Cosmonáutica Euro
Asiática. La nave, lujo de la tecnología de punta de la época, contaba con
mecanismos de producción infinita de oxígeno, electricidad gracias a la
socialización de las investigaciones de Nikola Tesla, escondidas durante siglos y
combustible a base de hidrógeno, elemento de mayor abundancia en el Universo.
La primera nave, llamada Futura a secas, se lanzó en 2177. Viajó durante 3 meses y,
al cruzar por el Cinturón de Asteroides, fue totalmente destruida. Fue polémica la
relación entre Sarkyzov y los ingenieros aeronáuticos militares durante años por el
error que el astrofísico había advertido, antes de que la nave zarpara, en la
planificación de la trayectoria. No obstante, con estos problemas a la espalda, se
logró lanzar a Futura2 en 2179, siguiendo ahora la trayectoria que Sarkyzov
indicara. La misión de Futura2 duró 15 meses, ya que un cometa furioso,
desconocido para la investigación espacial, desintegró la nave en la Nube de Oort.
Luego de peleas muy agudas, Sarkyzov, de 51 años, viudo y sin hijos, famoso por
genio y huraño, logró reconciliar ánimos con el equipo global del proyecto y, esta
vez, trabajar en armonía para Futura3. Lanzado en 2183, esta nave al fin logró
entablar un viaje sideral. Las celebraciones fueron abundantes y pomposas, con
fiestas que duraron meses y mares de vodka en los hielos festivos de Siberia.
Sarkyzov era muy curioso e investigativo de vastas áreas de la ciencia y el conocer
humano en general. En una de sus investigaciones autónomas y sin oficialidad,
leyó en 2185, con Futura3 ya fuera del sistema solar, un artículo académico en que
biólogos de Moscú comprobaron que los avances en control de desarrollo de
características culturales en humanos mediante modificación genética estaban
basados en datos erróneos, por lo que se consideraron obsoletos. Se intentó, en
específico, interviniendo un embrión humano de 8 semanas de gestación, que el
posterior niño aprendiera a tocar piano sin haber visto jamás a otra persona
haciéndolo y sin acceso a lecturas, videos ni internet. No resultó, en lo absoluto. El
astrofísico a cargo del proyecto Futura estalló en un ataque de nervios, dándose
cuenta que, por confiar en los ingenieros genéticos que buscó durante 2 años,
mandó al espacio a un grupo de seres humanos cuyo vivir social será un absoluto
misterio e, incluso, con alta posibilidad de un destino trágico y caótico. No
aprenderían a leer ni a hablar allí sin modelos. Menos a manejar la nave.
Sin esposa ni hijos, sin haber tenido jamás hermanos y con sus padres ya fallecidos,
Sarkyzov tomó la decisión más radical de su vida. Probablemente, una de las
decisiones más radicales de la historia de la Humanidad hasta entonces. Dado que
el financiamiento ya era escaso y con el equipo de trabajo nuevamente dividido,
con pérdida de la confianza que en él se había depositado luego del fiasco de la
genética, se decidió construir dos naves más, Futura4 y Futura5. Futura4 estaría
a cargo de él y la otra, controlada por Li XiaoHung, cosmólogo chino, su principal
disidente. El equipo a cargo del chino decidió retrasar el lanzamiento de Futura5
con el fin de preparar y entrenar a 150 humanos jóvenes de todas las razas para
garantizar una continuidad de la Humanidad tal como se conocía. Sarkyzov
desconfiaba profundamente de ese plan, vaticinando para sí mismo que a los dos
años de viaje no quedaría nadie vivo. El ruso, en cambio, emprendió un esfuerzo
que inició con visitar a cada una de las personas a las que le debía una fuerte
descarga de insultos y recriminaciones, saciando todas sus broncas pendientes.
Luego, preparó la nave Futura4 de modo similar a las tres anteriores, con un
pequeño agregado: Tres cámaras de hibernación. Una para él y las otras dos, más
pequeñas, para Mili y Pini, sus dos queridos perros.
Cuando el viaje llevaba 2 meses, próximo a la órbita de un planeta vecino a la
Tierra, conocido como “Marte”, ocurrió el hito fundamental. No fue algo pomposo
sino que, en cambio, se trató de una casualidad que ni siquiera merece llamarse
accidente. Mili y Pini estaban muy bien alimentados, con su pelaje brillante y
sedoso, desbordados de energía para juguetear y correr, lo cual despertaba en
Sarkyzov toda la ternura que jamás le produjo humano alguno. El astrofísico
dormía en la cámara de hibernación, en la cual programaba el tiempo que
dormiría. Comúnmente, descansaba 15 horas por 8 en vigilia. Cuando estaba
despierto, aprovechaba el Internet total almacenado para ver distintas películas,
series, juegos, documentales y eventos deportivos clásicos. Veía abundante
pornografía. Dos veces por semana, se dedicaba a revisar aspectos del viaje y de la
mecánica y electrónica de la brillante y excelente nave que construyó. Pensaba
comenzar, en 3 meses más, la incubación de los primeros 4 embriones humanos, a
los cuales el educaría. Su ritmo de vida era relajado. Lo que ocurrió fue que
Sarkyzov, cierta vez, programó la cámara de hibernación ingresando en el teclado
54000 segundos de cuenta regresiva, equivalentes a 15 horas. Deseó las buenas
“noches” a sus perros e ingresó a cumplir con su sueño. Cuando la cuenta
regresiva iba en 37000 segundos, aconteció que, según lo registrado por las
cámaras de la nave, Pini seguía a Mili jugando a morderse, trepando por varios
recovecos de la nave, haciendo que Mili apretara, por 3 segundos, el “0” del
teclado de la cámara de hibernación, una tecla algo más grande que las otras. En
esos dos segundos, se marcaron 27 ceros. Sarkyzov finalmente descanso 15 horas.
15 horas con, aproximadamente, 394 trillones de años. Si, trillones. 394 millones de
millones de millones de años. El salto más radical de la historia de la Humanidad
fue causado por un perro.
Sarkyzov despertó y busco por horas a los perros, a quienes no encontró. Cuando
vio el número que había sido ingresado en la cámara de hibernación, comprendió
todo.
En su bitácora escribió: “Por primera vez, me da miedo la soledad”. Revisó la
memoria del sistema de cámaras internas de Futura4, pero sólo había registro de
hasta 780 millones de años atrás –más el inicio de la cinta dada la “limitada”
capacidad de 256 yottabytes de almacenamiento, calculada sólo para el viaje a
Andrómeda. No había rastro de sus perros. Intuyó, no obstante, que murieron y se
descompusieron mediante el contacto con el oxígeno circulante en la nave
mediante mecanismos, lo que les llevó a desaparecer o, en específico, a fundirse
totalmente con el Universo. La oxidación, sin embargo, no afectó nada más en la
nave, que contaba con un sistema de cuidado de material automático e infinito. La
creación de Sarkyzov era realmente impresionante, increíble, seria aspirante a un
operar eterno. El oxígeno seguía produciéndose a la misma calidad, el suministro
eléctrico estaba en orden, los computadores estaban intactos, los embriones
humanos, caninos y felinos, así como las semillas vegetales, en un estado de
conservación muy bueno dada la extrema cercanía al cero absoluto en la
temperatura lograda por Sarkyzov en la criogenia, se encontraban como si
hubieran pasado 35 minutos a 20º Celsius y el combustible seguía produciéndose
en la misma cantidad, aunque pudiendo impulsar la nave a una velocidad mucho
menor. Ello, debido a lo que Sarkyzov, entre maravillado y atónito, presenció al
revisar el registro de cámaras externas de la nave, de las cuales 6 tomaban 1 foto
por mes. Gracias a ese lapso, el astrofísico ruso accedió a material obtenido durante
cerca de 4000 millones de años. El Universo mostraba signos de una expansión
prolongada y, ya a esas alturas, extremadamente lenta. Los espacios entre las
partículas subatómicas son mucho más vastos, lo cual incluye Futura4, que se
mantiene cohesionada gracias a que, pese a todo, Sarkyzov pensó a 750 millones de
años, considerando, aunque fuera en un grado mucho menor, este aspecto. La
temperatura basal del espacio estaba apenas 0,0003 grados kelvin sobre el cero
absoluto, con un Universo casi inmovilizado y estrellas apagadas, convertidas en
gigantescos planetas de superficies de hidrógeno y helio sólido, con océanos de los
mismos elementos en estado líquido en su interior. En la cinta se ven numerosos
objetos extraños, posiblemente naves, que viajan más rápido que cualquier astro.
Sarkyzov incluso sospecha que sean objetos viajeros como la misma Futura4 los
que vienen aportando considerablemente a que el Universo no se detenga
absolutamente. Inútilmente, el astrofísico busca definir su ubicación en el espacio.
Las cámaras muestran que, sólo en los últimos 2000 millones de años, la nave
cruzó 74 agujeros de gusano. Sin complicarse demasiado, decidió, luego, que
definiría un nuevo mapa tridimensional del Universo con referencia central a
Futura4 y que, asimismo, contaría los años como si siguiera en el siglo XXII,
anteponiendo una “N” y un guión al número, indicando que se trata simplemente
de una “nueva” cuenta.
En N2197, varios años después de notar su salto sideral, Sarkyzov, algo más viejo
y más sabio, luego de haber investigado mucho más de lo que había visto en toda
su carrera en la Tierra y de seguir cultivando su gusto por el buen cine y la
literatura filosófica, decide poner a la mitad de los embriones en gestación, pero el
frío del espacio no se lo permitió. Creó un sistema de calentamiento a base a fusión
de helio en cantidades microscópicas, logrando un considerable aumento en la
temperatura de la cámara de gestación. Sin embargo, tampoco lo fue logrando.
Con mucho esfuerzo y los años en contra, el astrofísico fue intentando aumentos en
la temperatura de gestación debía llegar al menos a los 20 º C, sobre cero y otros
ajustes, con sucesivos y repetitivos fracasos. Nunca más quiso dormir en la cámara
de hibernación, por lo que decidió envejecer en tiempo real. Finalmente, en N2215,
luego de 18 años de trabajo, logró que sus primeros dos embriones de 4 que
quedaban se transformaran en fetos y luego en bebés. Ya no estaba solo. Un
hombre y una mujer sin vínculo sanguíneo cercano, además. Llamó Pat al hombre,
de rasgos caucásicos, así como Aki a la mujer, de raza japonesa. Los crió con amor
inmenso, incluso dándoles un sucedáneo de leche desde una mama de goma
colgada a su pecho real. Les enseñó a hablar y a leer pero sin presiones. Les habló
del valor del arte, del buen trato entre las personas, de la prioridad máxima de
seguir las pasiones y de la belleza de la curiosidad. Les mostró vídeos de la
violencia humana que no quería volver a ver, las consecuencias trágicas de no
saber controlar las rabias y lo bonito del vivir en fraternidad. Pat se interesó por el
piano a los 7 años, mientras Aki se volvió experta en cine arte y en el cultivo
hidropónico a base de nitrógeno líquido. Entre los tres jugaban, entre otras cosas,
pingpong, ajedrez, Catán, NintendoOmnium, Google PlayStationSuite 77, Blue
Dream Mirror, palín y ojo seco. A los 13 años de edad de la niña y el niño, en N
2228, un ancianísimo Sarkyzov comenzó a enseñar a Aki biología, física, mecánica,
electrónica y manipulación de elementos de laboratorio. Pat, por su parte, que
también aprendió mecánica, decidió dividir su vida entre el mantenimiento de
Futura4 y su carrera ya lanzada de concertista de piano. Obra material suya fue el
sistema de extracción de minerales de cuerpos espaciales, necesario para construir
ropa, herramientas, módulos de reparación y muchas otras cosas.
El día 27 de Octubre de N2231, a las 16 horas, muere Benjamin Sarkyzov, el ser
humano más longevo de la historia que, en su juventud en la Tierra, jamás pensó
vivir millones de veces más que la edad que tenía el propio Universo que le
apasionaba cuando niño. Presintió esa mañana que sería su último día con vida,
por lo que preparó una cena de tomates con pepino para despedirse de Pat y Aki.
Luego, pidió a la japonesa que adoptó esa nacionalidad luego de considerar
similitudes con los japoneses que salían en el Internet almacenado que le pusiera
su traje de astronauta, conectara su sistema de audio a los micrófonos de la nave y
lo lanzara al espacio. Por su parte, solicitó al sudanés Pat se identificó con ese
pueblo sin considerar la raza que, cuando ya estuviera él flotando lentamente por
el frío espacio, él interpretara cualquier pieza larga de Frank Liszt. Y mientras
sonaba Années de Pèlerinage, Aki miraba pacientemente cómo, luego de 2 horas, su
mentor y casi padre se perdió en la negritud máxima del Espacio.
Entre N2240 y N2248, Aki Shizumoto eligió apellido trabaja construyendo un
sistema definitivo para dar vida a los dos embriones aún almacenados, logrando
buenos resultados y dando a luz desde un útero externo a Palu, hombre de raza
negra, y a Rayén, mujer de rasgos sudamericanos, cercanos al mapuche. Pat
Buonomatu también eligió apellido compuso, en ese tiempo, su Sinfonía del Barco
Jamás Recuperado, en referencia a su “sensación agridulce” de vivir en Futura4.
Además del ruso original que Aki y Pat aprendieron, enseñaron inglés y chino a
Palu y Rayén. A medida que fueron creciendo, ambos niños se interesaron en
aprender todos los idiomas que pudieran gracias a los datos del Internet
almacenado. Palu se nacionalizó angoleño, tomando el apellido Achuda, mientras
que Rayén decidió llamarse Rayén Ignacia Millacura, argentina. Luego Palu se
cambió el nombre a Nalu, lo cual instaló la idea en Futura4 de elegir nombres a los
futuros niños cuando nazcan y que, luego, cuando tengan cierta edad en que se
despierte la inquietud, confirmen su nombre o elijan uno nuevo. La moral fraterna
que, paradójicamente, el huraño Sarkyzov inculcó en Pat y Aki fue consolidándose
en el modo en que los cuatro habitantes de Futura4 vivían su pequeña
colectividad. Las decisiones se tomaron siempre en conjunto y luego de conversar
bien cada tema. A tal punto llegó la fraternidad que, cierta vez, luego de que Nalu,
a sus 17 años, golpeara e insultara a Rayén por desacuerdos en la repartición de
una piña, fuera llamado a un círculo donde no se le juzgó ni condenó, sino que se
le recitó el poema que, siguiendo una historia que Sarkyzov contó a Pat, le
escribieron a Nalu al nacer. Con ello, Nalu prometió no volver a olvidar quién es y
con quiénes es. El poema de Nalu, el primero compuesto de los que todos tenemos,
no era demasiado brillante, pero sí bello: Eres negro, como muchos lo fueron / Pero no
sufrirás como ninguno de ellos / Tu nuevo hogar será refugio de tu alma / Y tu alma será
refugio nuestro.
Aki, Pat, Rayén y Nalu donaron óvulos y espermios para reproducirse mediante
laboratorio. Optaron por no forzar una relación carnal por ello. Sin embargo, en N
2269, un maduro pero jovial Pat se enamora de Rayén, llevando a cabo sucesivos
coitos y dando a luz, el año siguiente, a Julio Lafarge, el primer ser humano
concebido de modo natural en Futura4. A esa fecha, ya 15 niños nuevos poblaban
la nave. En N2300 ya eran 140 los habitantes. Aki y Pat mueren en N2314 y N
2317, respectivamente. Ambos son cremados mediante un proceso ideado por la
propia Aki Shizumoto, que los convierte en abono.
La Era de la Consolidación (N2320 – N2477)
Ami AlBahktar, libio, publica su primer texto político en N2401, a la edad de 25
años, en momentos en que Futura4 ya ha logrado vegetar el 70% de su superficie
interna habitable, su población total supera las 2000 personas. Su notoriedad como
líder de opinión y administrador de la distribución de bienes, en la cual logra
mantener la equidad como definición fundamental del abastecimiento, aumenta
cuando propone la formación de una Confederación de Asambleas, ya que el
sistema de asamblea única ya no daba abasto para la cantidad de población y,
además, el Compromiso de Pluralidad se ve afectado al delegar en un sólo espacio
la discusión sobre temáticas de pueblos muy distintos. Mientras quienes vivían en
la parte delantera de la nave sufrían por la dureza del suelo y la dificultad de
trasladar tierra fértil hacia allá, los de la parte trasera vivían las inclemencias de la
sobrepoblación. Con un estilo muy persuasivo y calmo, Ami AlBahktar propuso la
división de la nave Futura4 en 18 suprasectores, numerados del 1 al 18. A su vez,
cada suprasector se dividiría en sectores designados por las letras del alfabeto
latino. Esta división administrativa permitió definir los espacios de jurisdicción de
las nuevas asambleas locales y, con ello, la gestión más justa de los recursos. Al
Bahktar era querido por toda Futura4, siendo investido como Secretario Último de
la Confederación de Asambleas. La idea de “Secretario Último” se encontraba en
los cuadernos de apuntes del propio John Roberts, quien compartía la idea de que
“quien representaba al pueblo no era sino lo más profundo y humilde en la base de
su organización social”, rechazando toda existencia de cúpulas.
En N2438, AlBahktar informa a Futura4 la propuesta surgida desde el sector 4D
de ampliar, en un 200%, el volumen de la nave usando rocas de asteroides cercanos
y replicando los planes de ingeniería del archivo de Sarkyzov. El 87% de la
población de Futura4 que, en su total, ya alcanzaba las 4500 personas, se muestra
de acuerdo con la medida, por lo que se decide iniciar las obras e iniciar
Conversatorios de Compensación con la minoría disidente en tal aspecto,
negociando de manera muy amable la entrega de fondos adicionales en
investigación para tales sectores, además de la celebración del primer
Reconocimiento Público a la Disidencia, idea también presente en los apuntes de
Roberts, que implica que “la mayoría agradece a la minoría la posibilidad de
discutir con pasión y respeto”. Luego de acuciosos y extensos estudios realizados
por todos los habitantes interesados, se comenzó la construcción de los nuevos
módulos en N2444, proceso que se extiende por 14 años.
Guerra y PostGuerra (N2477 – N2534)
En N2477, cuando Ami AlBahktar, anciano, seguía aún como Secretario Último,
se encendieron las alarmas de Futura4. Siete impactos de objetos desconocidos
dañaron la parte inferior de las cabinas delanteras. Nada parecido a lo que se
conocía como vida incluyendo los archivos sobre “extraterrestres” que figuraban
en Internet estaba implicado en esto que, sin embargo, sí respondía a lo que se
conoce como “ataque militar”. 560 habitantes murieron por impacto, ya sea
intentando pelear inútilmente o, incluso, por trágica casualidad. AlBahktar
demoró en aceptarlo, pero su hijo Achmed, fanático del antiguo cine bélico
estadounidense aunque niega rotundamente ser fascista, le convence a él y al 62%
de Futura4 de la necesidad de formar, en un espacio de 7 años, un ejército. La
invasión comienza a recrudecer en N2480, con un aumento de los objetos
invasores y una focalización de los ataques al motor de la nave, el cual sufrió
considerables daños que, de todos modos, no comprometieron su funcionamiento.
Resistiendo mediante el esquivar, Futura4 hizo lo que pudo para hacer frente a la
hostil invasión por parte de estos seres que asemejaban piedras muy lisas y de
pliegues cuadrados que fueron llamados “Square Aliens” por los cronistas de la
época. Cuando el ejército estuvo listo, se envió un primer batallón de 60
combatientes a atacar lo que parecía una nave nodriza, alojada a cerca de 1700
kilómetros de Futura4. Achmed AlBahktar, además, logró que científicos
franceses del suprasector 3 construyeran bombas de hidrógeno, las cuales fueron
usadas en aquel enfrentamiento que todos conocemos como el Primer Asalto, que
logra disminuir a la mitad la potencia de los Square Aliens.
La destacada cronista paraguaya Serafina Cordera nos entrega en su escrito En
tiempos de reparación (N2528) un panorama ácido que describe, entre muchos
detalles, un progresivo aumento del rechazo al estilo impositivo y potencialmente
violento de la gestión de Achmed AlBahktar, quien ha llegado a denominarse
como ‘gobernante’ durante casi 3 décadas de cargo. Bajo su tutela, los trabajos de
reconstrucción de Futura4 han avanzado con una adecuada velocidad, aunque
mediante la instalación de una marcada jerarquía en la que se ha autorizado a
algunas personas a “mandar” a otros sin deber soportar réplica. Más de la mitad
de los sectores de la nave han denunciado el abandono del Compromiso de
Pluralidad y la deshonra del nombre del apacible Ami AlBahktar y de la filosofía
de John Roberts. Achmed AlBahktar se defiende con el argumento de la eficiencia,
señalando que sus modos son necesarios para el "avance” de Futura4. Frente a ello
fue, justamente, que la asambleísta italiana Paola Bolognesi pronunció su célebre
cuña: “Futura4 avanza con hidrógeno, no con autoritarismo”.
Así es como en N2533, luego de una acumulación de descontento, comienza la
Huelga Dura. Con una reducción del 85% del total de trabajadores de reparación,
la insurrección de más de la mitad del Ejército Popular y la masificación del apoyo
a la figura de Paola Bolognesi, seguidora del pensamiento del propio Sarkyzov,
Achmed AlBahktar ve gravemente amenazada su posición y la doctrina que él
hizo aparecer. El autoproclamado “gobernante” demora en ceder, llegando a
presionar con carencia de alimento a las personas sublevadas. Sin embargo, luego
de 4 meses de resistirse a dialogar con la mayoría de Futura4, Achmed AlBahktar
pierde el apoyo de la Comandante de Vuelo congolesa Sara Mbabu luego de la
expulsión de 14 combatientes militares que se negaron a quitar el suministro de
agua al suprasector 12. Este hito termina por lograr que el Secretario Último
renuncie a su puesto y huya hacia el sector 2C a esconderse, lo cual no le resulta.
AlBahktar es detenido por el Ejército Popular y llevado al centro de la nave,
donde una silenciosa turba lo espera. El exgobernante cierra los ojos esperando su
ejecución, la primera en la historia de Futura4. Sin embargo, como él mismo
cuenta en sus Memorias y Agradecimientos (N2551), “esperaba balas”, pero escuchó
“la canción aquella”, la que le cantaron desde niño, “coreada por miles de voces
compasivas”.
La Era de la Convergencia (N2534 – N2626)
Después de la muerte de Bolognesi en N2550 y de su festivo funeral bajo ritos
católicos que ella misma solicitó como última voluntad, las Asambleas eligen a
Lars Gotsbürg, hombre sueco, y a Hi Fuan, mujer vietnamita, como nuevos
Secretarios Últimos. Ambos eran muy amigos, con experiencia trabajando juntos
en el cultivo de sandías y en la lectura conjunta de literatura anarquista
almacenada en el antiguo Internet. Ambos cultivaron un bajo perfil como crítica y
abandono del culto a la personalidad en los cargos de servicio al pueblo.
Decidieron, entre otras cosas, delegar los anuncios públicos de nuevos logros, hitos
o sucesos a los propios implicados. Se focalizaron, en cambio, en el riguroso trabajo
de gestión y articulación de las actividades humanas para instalar, en N2561, un
Plan Sostenido de Bienestar que, entre muchas otras medidas, incluye un código
que contribuye a facilitar el intercambio de bienes y servicios mediante el informar
oportunamente a cada sector las carencias y bonanzas de los otros. Ello permitió
consolidar la justicia del sistema de intercambios que hasta hoy persiste en Futura
4 y que ha favorecido la diversidad de recursos disponibles en los distintos lugares
de la nave, la naturalización aún mayor de la solidaridad en los hábitos humanos
y, por cierto, la abundancia en las oportunidades de viaje interno, antes poco
común. La reconstrucción, por su parte, sigue avanzando y ahora a mayor
velocidad, puesto que las personas dispuestas a trabajar allí ya eran muchas más a
la altura de N2570; a esa altura, la población de Futura4 ya superaba las 9000
personas.
Otros estudios, como Sobre la Nave de la Verdad (N2604), del noruegojaponés Jani
Matzuro, relevan el gran valor que la sociedad en Futura4 daba –y sigue dándole,
según muchos a la certeza científica y a la certidumbre en la vida en general,
habiéndose constituido “una Nueva Humanidad fundada en estipulaciones claras,
directas y sin segundas lecturas, adoptando la exactitud y la certeza durante siglos
como núcleo del modo en cómo se aspira a conocer y a hacer”. Señalan que incluso
el Arte, aunque libre de una inexistente “academia”, suele ser apreciado buscando
significados ocultos y definidos, rastreando un sentido último e, incluso, su
“razón”, en contraste con los “ambiguos” y “poco definidos” modos de la Antigua
Humanidad.
En N2615, los Secretarios Últimos Hi Fuan y Lars Götsburg, ya de edad
algo avanzada, proponen a Futura4 la limitación de los períodos en que las
personas puedan asumir tal cargo que, hasta ese momento, era vitalicio. Con un
89% de apoyo popular, se determinó que el período de secretariado duraría 4 años.
Así, en N2619, luego de los públicos vítores a los modestos Fuan y Götsburg,
asumen como Secretarios Últimos el argelino Xavier Rahumad y la mexicana Anita
Friedman, iniciando una larga lista que se extiende hasta nuestros días. En esa
época, la población ya bordea los 12000 habitantes y se sondea que ese número
podría mantenerse estable por varios siglos. Las Asambleas de cada sector han
complejizado sus orgánicas, con encargados por área y cancilleres que llevan a
cabo la labor diplomática directa con otros lugares de la nave, aunque sólo hayan
tenido que sortearse entre ellos desencuentros relativamente menores y triviales,
como la nodevolución de herramientas o desacuerdos en la portada de un libro de
floristería editado en conjunto por 2 sectores, como ocurrió en N2621 en 3C.
Problemas triviales, claro está, si se revisa las graves y violentas pugnas que la
diplomacia debía contener en la Antigua Humanidad.
La Era de la Divergencia (N2626 – N2689)
En N2626 aparece en las bibliotecas el histórico libro Crítica de la Crítica a la Crítica,
de John Francisco Mbabuni, sudanés. Contrariando el espíritu “conformista” de la
época, el controvertido estudioso de la filosofía y las artes postula que Futura4 “se
sumerge letargosamente en una vida estacionaria que, de consolidarse, daría lugar
a una revolución que podría, incluso, implicar asesinatos y graves enfrentamientos
entre humanos (…) Es un caldo de cultivo para la peor insurrección de la Antigua
Humanidad en desmedro de la Nueva que hemos construido y que quedaría
bañada en sangre”. Ante eso, junto a la joven canadiense Melanie Nicholls, figura
del clima de la nueva época, menos cómoda que la anterior, fundan el Movimiento
Perturbador, iniciativa artística de tinte político que declaró promover “la suprema
incomodidad noviolenta” mediante el uso de lo grotesco en el espacio público –
muy usado en la Antigua Humanidad a partir de 1900 y, sobre todo, entre 2080 y
2120 y en la promoción de nuevas investigaciones en alimentos, combustible y
defensa espacial, lo cual es rechazado por un amplio sector de la nave cuyo
argumento principal refiere al “alto riesgo que implica innovar lo que ya funciona
de manera óptima”, en palabras de Carl Stapavic, serbio, representante del sector
4A durante aquellos años. Uno de los números históricos que presentaron fue la
recordada Masacre Futura de Futura (N2630), dirigida por Melanie Nicholls, que
consistía en una instalación montada en la plaza central de la nave y en la que
podía observarse a 20 actores emulando estar muertos por balas y 2 “soldados
victoriosos” gritando “Fascismo, fascismo”. El baño de sangre falsa que cubría el
fondo del montaje hizo vomitar a más de 150 personas.
El Movimiento Perturbador se amplió de manera impensada durante la siguiente
década, llegando a representar, de acuerdo a sondeos de N2639, al 46% de la
población, la mayor disidencia jamás registrada desde que el mismo Sarkyzov
abordó Futura4 en el planeta Tierra. Se vivieron inusuales hostilidades entre los
grupos partidarios del Movimiento y los contrarios más apegados a la tradición,
las cuales incluyeron fuertes discusiones y, lo que fue más delicado, la supresión
de intercambio de víveres entre los sectores 4A y 9A (iniciada en N2640), así
como entre 4B y 9C y entre 10A y 1B (iniciadas a fines de N2641). En N2642,
los Secretarios Últimos de la época, la neozelandesa Katie McDouglas y el chileno
Luis Parra, quienes habían decidido anteriormente restarse de las decisiones en
honor a la autonomía de los sectores en cuanto a los acuerdos, dan un vuelco y
convocan a una Gran Asamblea Extraordinaria que, durante 14 horas continuas,
dio espacio para la exposición y contraposición de los argumentos de ambas
facciones, las cuales fueron llamadas por el cronista laosiano Ahi Nguyong como
“asegurismo” y “perturbismo”. En tal ocasión, se revocaron las suspensiones de
intercambio de bienes y se conciliaron los malos tratos por parte de ambos lados.
Sin embargo, McDouglas reconoce ante el pleno: “La diferencia en el modo de
pensar el futuro de Futura4 ya no volverá a desaparecer (…) hemos de
responsabilizarnos de que nuestras discusiones no diezmen nuestra tradición
pacífica y fraterna”.
Carl Stapavic continuó una álgida lucha por el asegurismo, defendiendo “el arte
amable y de corte abstracto”, así como la dedicación de la comunidad científica a
conjeturas teóricas y creación literaria, “abandonando esfuerzos y dolores inútiles
de cabeza persiguiendo progresos que no necesitamos”. Fundó en N2652 la Casa
del Asegurismo en su sector de nacimiento, lugar donde realizó cursos acerca de
su concepto de “Pleno Equilibrio Social” que habría sido logrado, según él, por
Futura4. Stapavic dirigió también el Movimiento Asegurista –declarado como tal
en 2642 hasta su muerte, en N2674. Por su parte, Melanie Nicholls comenzó a
publicar numerosos libros de texto y de imágenes de arte perturbista, alzándose
como referente de su Movimiento luego de la muerte de John Francisco Mbabuni,
en N2650. Consiguió, mediante conversaciones con distintos sectores, fondos para
investigación que llevaron a, por ejemplo, la creación de un método que aumenta
considerablemente la proliferación de la papa en huertos hidropónicos (N2655), el
descubrimiento del HardCarbono, resistente y moldeable material de construcción
usado hasta el día de hoy en la pared externa de la nave (N2667) y la invención
del carro de víveres Rob34 que permitió, en una década, reducir en un 31% las
demoras en el traslado de bienes entre sectores. Nicholls formó una fuerte pero
pacífica rivalidad con Stapavic, la cual dio el pie para el uso y creación de formas
lúdicas de confrontación. Lo que comenzó con debates públicos se transformó,
luego, en un conjunto de auténticos deportes nuevos, inventados exclusivamente
para esta pugna. Así fue como en N2661 se jugó el primer partido de FootPool,
nuestro amado deporte popular que fue ideado por el uruguayo Diego Marchesi, a
partir de la propuesta de un híbrido entre los arcaicos juegos del fútbol y el pool,
populares en la Antigua Humanidad. El partido lo ganaron los perturbistas 3022.
Otros deportes creados entonces y jugados hasta nuestros días fueron el basket
horse y el pingpongpoker.
Fiestas de la Reparación (N2689 – N2726)
En N2689 se declara el inicio del período de preparación de las celebraciones por
la ya cercana finalización de los trabajos de reparación de la nave postguerra, cuya
finalización fue fechada por la mismísima Paola Bolognesi, luego de los ajustes
antiautoritarios, para N2730. Las tensiones entre aseguristas y perturbistas se
atenúan temporalmente con los aires de fiesta, los cuales se inspiran en la
propuesta del costarricense Fabio Balbontín, senador asegurista moderado
conocido por una vida dedicada a la organización de fiestas. En un consenso
inesperado, recibiendo el apoyo moral de tres cuartos de los senadores perturbistas
–incluyendo a Melanie Nicholls, en silla de ruedas y con una votación popular de
un 95%, Futura4 aprueba su ambiciosa idea de “50 años de celebración”, las cuales
sostuvo en el argumento presente en su histórico discurso: “No tenemos por qué
aguantar vivir tantas décadas de guerra y, sin embargo, limitar nuestros tiempos
de fiesta (…) reparemos nuestra alma colectiva, embriaguémonos, encontrémonos
y dediquemos los horizontes de las próximas 5 décadas a celebrar que el perro de
Sarkyzov apretó el botón que nos trajo aquí, que sobrevivimos a los Square Aliens
y que aprendimos a vivir con nuestras diferencias”.
Uno de los primeros consensos en que se sintetizaron las posturas asegurista y
perturbista fue la investigación para crear nuevos licores y lograr recrear otros de
la Antigua Humanidad que habían sido muy esquivos. El pisco, por ejemplo, fue
logrado por primera vez en trillones de años por trabajadores en genética del
sector 1A. El vino jerez, por su parte, fue sintetizado en N2695 por Luton Baren,
mongol. Los aseguristas crearon su vino llamado “Cava del Perturbista”, el cual
definieron, en una humorada, como “amargo, molesto, pero sabroso”. Los
aludidos, por su parte, respondieron con una botella de ron a la cual llamaron
“Caña Segura”. El ron fue el primer licor sintetizado en Futura4 hacía ya 180 años
y el ejemplar presentado por los perturbistas no era distinto, en absoluto, al que se
había fabricado durante siglos. También se volvieron a crear nuevas plantas y
hongos de propiedades alucinógenas. Entre ellos, el híbrido entre psilocybe
mexicana y amanita muscaria, “Johnny Chinese”, logrado por el mismísimo Quentin
Jones, aspirante a líder máximo del perturbismo, se volvió especialmente popular
para quienes trabajaban fuera de la nave en tareas de limpieza o embellecimiento.
Casi como fundando este siglo, en una coincidencia que no ha pasado al olvido,
Melanie Nicholls muere el 1 de Enero de N2700 a los 97 años de edad. En el
ambiente festivo que aún comienza a gestarse en el diálogo y la investigación en
licores, su último deseo fue un funeral enmascarado, con banda de música y
comida para toda la nave. Jan Voormort, holandés, Secretario Último para el
cambio de siglo, propone la prácticamente unánime idea de velar las cenizas de la
legendaria líder política en el centro de la nave. Más de 8000 personas se reunieron
a cantar, entre todos, la canción de la difunta. Como dijera el poeta cubano Jaime
Mosquera, “ese día, en la multitud / los aseguristas danzaron por los cambios / y
los perturbistas cantaron a la tradición / el resto se entregó al aire / a las brisas de
orgullo colectivo / a la sensación de ser humanos / porque, sobre todo, somos
hermanos”. Incluso Björn Rupert Lacroix –BRL, de aquí en adelante leyó un
discurso e interpretó Sinfonía del Barco Jamás Recuperado en piano. Las cenizas de
Melanie Nicholls fueron arrojadas al frío y lento espacio, siguiendo su voluntad.
En N2706, con un ánimo festivo creciente, habitantes de los suprasectores 5 y 6
decidieron organizar, en conjunto, el primer Campeonato Oficial de FootPool. Se
construyó el mítico Estadio Popular Benjamin Sarkyzov durante los 3 años
siguientes, aprovechando excedentes de minerales espaciales provenientes de las
faenas de la ya casi lista reparación.
Autor: Hugo Ruiz, chileno, sector 8A
Documento escrito en el marco de las actividades del Taller de Crónica Contemporánea en
Español, coordinado por Matilde Amatista y Josefa Claudia Malbán.
Fecha: 13 de Octubre de N2731
Se dice que cuando se habla, se escribe, se canta o se pinta sobre lo cercano y lo
querido, un brillo distinto se percibe en la obra que se entrega al mundo. Por eso
he querido investigar, aplicando ciertas artes que nutren la crónica que pretendo
practicar, una actividad muy interesante a partir del vínculo más directo que tengo
con ella y que, por cierto, me llevó a interesarme por ella y valorarla. Agradezco no
estar en la Antigua Humanidad en estos momentos, pues vivo ahora mismo la
plenitud de redactar sabiendo que mi huella emocional es reconocida como valor
racional y no quita valor, ante los ojos de ustedes, respetables lectores, al
compromiso y la seriedad con que llevo a cabo esto. Digo “seriedad”,
pretendiendo que pueda pensarse como seriedad alegre y nunca como amargura.
La entrevista que se detallará a continuación aborda el excéntrico, arriesgado y no
siempre considerado trabajo de los artistas extraFutura, aquellas y aquellos que
embellecen las paredes externas de Futura4 pintando diversas y atractivas
imágenes, algunas más entendibles que otras. Personas acostumbradas al traje de
cosmonauta, a pequeñas derivas espaciales resguardadas por sus lazos de
seguridad, al silencio –o a la música de los parlantes internos de sus trajes y a la
contemplación de sus obras que, con la nave como bastidor, contrastan con el frío e
inmóvil fondo del universo. Juan Soto, chileno, 31 años de edad, fecundado y
gestado en laboratorio, es uno de ellos. Haciendo gala de un jopo desordenado
pero definido, unos lentes de sol inútiles en la Nueva Humanidad aunque
nostálgicos de pasados trillonarios, de barba bien definida, gusto por la lectura de
ciencias y un humor muy particular, Juan conversa conmigo con la naturalidad,
confianza e irrepetibilidad que sólo entre amigos de infancia tiene lugar.
Leyenda: Juan Soto en texto normal. El entrevistador en cursivas.
Juan, nos conocimos en el sector 8A. Tú eres originario de una probeta y yo tuve, en
cambio, padre y madre clásicamente biológicos, que te quieren mucho hasta el día de hoy. Te
conozco bastante, creo, pero siempre este tipo de conversaciones nos cuenta algo nuevo
tuyo, mío y de la amistad.
Sí, tienes razón, cronista principiante (risas). Mira… Yo considero que esta
entrevista no tiene mayor sentido que cooperarte con tu tarea para el taller. Pero
debo reconocer que me entusiasma un poco. Soy medio egocéntrico, lo sabes.
Bueno ¿Qué puedo partir diciendo antes de tu batallón de preguntas? Primero, que
sí, somos grandes amigos y lo seremos hasta que nos fundamos con el Universo y
nos encontremos con los perros de Sarkyzov, como dicen los viejos. Hemos pasado
miles de aventuras juntos que no viene al caso contar ahora, a menos de que las
hayas incluido en la pauta de la entrevista. ¿Las incluiste?
No. La entrevista es sobre tu trabajo, no sobre nuestras vidas. No será necesario contar
cuando te disfrazaste de monja en tu adolescencia y mis papás te pillaron.
Claro, claro (Me mira fijamente y guarda silencio unos segundos). Es como si nos
dedicáramos a contar cuando comiste caca porque Lucius (amigo portugués
nuestro) te dijo que era comida para perros (risas estruendosas). Es que más
encima, ibas a comer comida para perros. Ya, mejor te ayudo a concentrarte, como
siempre. Haga sus preguntas, señor cronista.
Sí, es verdad. Bueno. Comencemos con un panorama general del trabajo de artista extra
Futura. Cuéntanos en qué consiste, de modo más específico.
Bueno, es una bonita pega. Muy bonita. No es tan dura como se pinta, porque
muevo los puros brazos. Para desplazarme de un lugar a otro allá afuera, sólo uso
un control remoto. Tú sabes, emiten ondas que no necesitan la materia para
propagarse. El trabajo no es muy complejo de explicar; consiste en pintar la nave
por fuera. Usamos Xeno2Polipol al 2% mezclado con tinturas vegetales, un
material que jamás nos serviría dentro de la nave porque el roce con el oxígeno lo
descompone de inmediato. Acá afuera lo preferimos por lo ligero que resulta para
el pincel. Eh, qué más. Sí, tenemos libertad creativa absoluta y así ha sido desde
que existe esta actividad, por lo que tengo entendido. Puedo pintar lo que me dé la
gana y eso creo que es de lo mejor de esta pega. La gente, cuando hace esos tours
guiados por fuera, mira obras que salieron de ti y sólo de ti, sin mediación de un
supervisor ni nada de eso. Creo que es algo invaluable.
Me imagino. La libertad creativa es algo que yo conozco, aunque con pequeños límites que
remiten a la supervisión amable de quienes guían el taller y que, no obstante, respetan en
profundidad mi criterio. Pero sí, no conozco eso en plenitud, como tú si dices conocerlo.
Cuéntanos sobre los aspectos cotidianos de tu ocupación. Me refiero a los horarios, las
colaciones, los plazos, las jefaturas, todo eso.
Respondiendo a tu pregunta y relacionándolo un poco con lo anterior, te cuento
que mis jefes de repente tienen la idea de decirme lo que tengo que pintar y cómo
hacerlo. No siempre son tan buena onda; algunos creen que son los mejores artistas
porque llevan pintando 20 años más que uno y te tiran su pretensión de
superioridad sin mucha delicadeza. Hay otras compañeras y compañeros que les
hacen caso, pero yo no. Y no me pueden forzar a hacerles caso porque no tienen
base legal alguna para ello, así que simplemente miran y fanfarronean. Bueno,
tampoco eso es siempre; es común que luego igual reconozcan el valor de mi obra.
Muchas veces no les gusta, pero aceptan que es su apreciación y que eso no implica
que, universal u objetivamente, puedan saltar de ahí a decir que mis pinturas “son
malas”. Los militares, de repente, con su herencia media fascistoide que viene de
Achmed e incluso de los humanos antiguos, me dicen que pinto “cosas raras” y
“poco útiles”. Bueno, quizás decir “fascistoide” es mucho, porque siempre han
sido súper respetuosos e intachables en su trato a los habitantes de la nave. Hay
como “gotitas” de fascismo que sólo viven en sus mentes a la hora de evaluar
ideas. Una postura que jamás han pensado llevar al análisis de las acciones.
Son en total 17 escotillas, donde comemos todos los artistas extraFutura que, en
total, somos 44. Se me había olvidado contarte eso, que es dato esencial. Sí, somos
44 y nos dividimos en 2 grupos: Pintores, que somos 31, la mayoría; y Escultores,
que son 13 y que son los que han hecho todas esas texturas bien atractivas que uno
observa, por ejemplo, en las paredes contiguas al suprasector 11, donde Maurice
Bernard talló, hace como 20 años, la historia de la nave. Ahora, por ejemplo, una
notable escultora llamada Ahoa Nataratu está haciendo un tallado de formas
abstractas en el exterior de 8C, muy cerca de nuestra zona de origen.
Sí, si la he visto por ahí, por la ventana. Se ve interesante…
Totalmente, muy interesante. Y te cuento porque estoy con ella poniéndome de
acuerdo para luego colorear la cosa. Va a quedar impresionante, te lo doy firmado.
Hay 3 pintores más que están interesados y, de hecho, este vinito que ando
trayendo lo llevo para allá al terminar la entrevista, para negociar que se unan a la
faena. Imagínate la mezcla.
Va a ser muy bueno. Esa obra que decías, de la historia de Futura4, parece que la talló y la
pintó el mismo tipo.
Sí, es cierto. Un genio, la verdad. Bueno, nosotros tenemos algo que enriquecerá la
obra, de todos modos: La incertidumbre del trabajo compartido. Uno no sabe qué
saldrá de la mezcla, como ya te contaba.
Claramente. Bueno, pasando a otro tema: ¿Cuál es el concepto de arte que está presente en
tus pinturas fuera de la nave? ¿Cómo podríamos hablar, de modo más profundo, de tu
propuesta?
Eso me gustó. Bueno, parto contándote que, dado el gusto que he cultivado por la
ciencia y, combinando eso con mis divagaciones raras y algunas cositas que se
comparten en el trabajo allá afuera (risas), he ido plasmando ideas bastante
surrealistas. No hago mucho arte abstracto salvo ciertos espacios; en cambio,
ofrezco mi pintura como medio para homenajear a la ciencia, a sus símbolos, sus
héroes, sus contradicciones y tensiones, sus tragedias y sus grandes fiestas. Voy
superponiendo imágenes a medida que voy pensando en relaciones lo más
rebuscadas posibles entre elementos. Puede que dibuje un planeta con anillos y,
bailando en sus anillos, un androide japonés del siglo XXI de la era terrestre.
Dibujé hace poco a Sarkyzov comiendo la manzana luego de que rebotara en la
cabeza de Isaac Newton, escena que luego cubrí con un manto de polvo rosa y
morado, con destellos brillantes que son alegorías de los electrones. La obra que yo
considero mi acto fundamental fue el dibujo de una galaxia alrededor de un
módulo de reparación, en la que hombrecillos verdes vencen a los Square Aliens
pegándoles con tubos de ensayo y sacando chispas en forma de ecuaciones desde
cada impacto. “Square Aliens”, qué expresión más rara. Usando términos en
inglés, como en la Antigua Humanidad.
Mi arte, por tanto, es reivindicativo. Es un arte de justicia. Mi pasión por la ciencia
es tan profunda que he llegado a convertirme, incluso, en un activista por los
derechos de los conceptos científicos. Por eso, busco conocer sus relaciones fuera
de la teoría. Pintando hago eso, siguiendo el curso de mi mente. Siempre se me
ocurren formas de asociar conceptos que rara vez oímos juntos.
Sin embargo, nunca dibujo algo al azar. Ni siquiera las imágenes abstractas,
porque siempre les encuentro algo, aunque sea una secuencia o serie que sólo yo
conozco. Siempre hay un modo posible de explicar y lo que presento es explicable.
Hé ahí también otro elemento que constituye mi homenaje a la ciencia. No soy
partidario de relajarme y dibujar cosas sin sentido, como varios otros colegas que sí
lo hacen y cuya idea es totalmente respetada por mí. Lo que yo dibujo explica y, a
la vez, es explicable. Considero que lo que yo hago sí es abordable por la ciencia,
en tanto puede ser descubierto. Pero no por una ciencia explotadora, sino que una
que ocurra sin violar los tiempos de ocio de los conceptos.
Me asalta una duda con todo esto. Desde tu visión ¿Entonces los conceptos no se refieren a
algo que esté “allí dado” sino que los ponemos a “trabajar” en ese lugar en un momento
determinado? ¿Existen los átomos sólo cuando los hablamos? ¿No es eso una forma de
desmentir la razón científica que tanto amas?
No, para nada. Es que los conceptos son formas de referirse a los fenómenos. Y con
eso juego yo cuando pinto. Los átomos sí existen y, en sí mismos, siempre están
ahí, con sus protones, neutrones A, neutrones B, neutrones X, electrones, proto
electrones, joulones, espacio interparticular irradiado, espacio interparticular no
irradiado y espacio interjoulones. Pero el concepto de “átomo” es puesto ahí por
nosotros en nuestro trabajo científico que es, también, el trabajo de los conceptos
científicos. Suena raro, suena medio contradictorio. Es que, para ser preciso, sólo
puedo referirme al “átomo” en sí mismo, “lo que está ahí”, llamándolo justamente
“átomo”, usando el concepto. Para mostrarte “eso que está ahí” y no decirte “eso”,
que resulta muy vago, tengo que señalarte lo que pretendo que veas y,
precisamente, ese acto de señalar lo hago, sí o sí, con el concepto. Los conceptos
nacen trabajando, pero eso no significa que deban trabajar siempre. Los
descubrimos trabajando en sus faenas teóricas, pero cuando el investigador deja de
pensar en ciencia y empieza a buscar algo para comer, los nuevos conceptos son
presentados a los antiguos en una gran fiesta.
Me gusta resaltar y sacarle provecho a la idea de ‘descubrimiento’ en la ciencia.
Los mantos abstractos que figuran en mi obra, por detrás, delante o acompañando
elementos más reconocibles, tienen que ver con eso; les pinto para señalar que aún
hay mucho por descubrir. Son mantos bellos, irregulares, tal como el Universo
mismo. Hay una técnica especial que uso para pintarlos: Suelto el pincel y formo
una cueva de barreras con mis dedos. El pincel, flotando brevemente en el espacio,
siendo contenido por mi mano y su movimiento perturbado por la misma y por la
textura del Xeno2Polipol, va dando imagen a estos matos a partir de una
trayectoria indeterminada, tendiente al caos. Por eso, tanto al momento de agregar
colores como de mezclarlos, aparecen estos patrones irreconocibles. Pero es caos.
Es ciencia, al fin y al cabo. Y está expresa en un arte de riesgo, en un ejercicio de
pintura que juega con el constante peligro del escape del pincel al espacio. Por
suerte, no se me ha soltado ninguno.
Pero ¿No estás explotando al caos ahí, privándolo de su derecho al ocio? Porque, en tanto
concepto, supongo que el caos tiene derechos.
Esto se puso bueno. No, no lo exploto. Sé que es más difícil entenderlo con el caos,
así que trataré de ser claro y hablar modulado para que no sea tan duro transcribir
después. No es que me crea un erudito sino que, por el contrario, soy un tipo muy
enredado para decir sus cosas, probablemente porque las pienso así. Te pido unos
segundos para ordenar la idea.
(37 segundos de silencio)
Ya, ahora sí. Mira, así como la química de la pintura trabaja durante la mezcla de
colores y la adherencia a la superficie exterior de la nave, el caos como concepto
también trabaja mientras pinto. Pero el proceso de pintar es apenas un momento
en la historia de vida de la obra. Es allí donde los conceptos se toman vacaciones y
el caos también, de hecho.
Ahora, en cuanto al contenido de mis obras, que puede ser considerado también
caótico: El caos se toma vacaciones cuando las obras que pinto representan
consecuencias fuera del marco de lo que la ciencia puede y quiere explicar. No
confundimos la idea de caos con lo incoherente, porque no se corresponden. Por
muy caos que sea, éste es consecuencia de fenómenos físicos. Tiene que ver con lo
impredecible. Un planeta con anillos dentro de un tubo de ensayo no es una
consecuencia esperable en términos de caos. Ni siquiera a nivel de estados
mentales, de ideas que ocurren en la mente, porque lo que se piensa sí tiene
bastante margen de ser predecible, al menos en cuanto a lo que pinto. Las pinturas
sí me sorprenden, en todo caso. Sí resultan impredecibles en cuanto a sus
resultados en belleza. Hay una experiencia de belleza que se desencadena sin
posibilidad alguna de ser calculada, intuida o imaginada antes del momento
mismo de la contemplación. Y he allí un lugar de ocio para el caos, cuando los
aspectos del contenido de la obra que se contempla son lo que pasa a primer plano.
Ello, porque hay allí una belleza que está ocurriendo sin posibilidad alguna de
haber sido predicha y que corresponde, al menos en ese momento, a fenómenos
que no han de suceder dentro de lo científicamente comprensible.
Bueno, soy un niñoprobeta, para empezar (risas). Soy un orgulloso de haber sido
gestado en laboratorio. Bueno, me han contado que soy uno de los 200 humanos
que fueron concebidos in vitro para el inicio de las grandes celebraciones. Mis
primeros recuerdos son de fiesta, de alegría. Me críe en el Jardín de Pat llamado
así en honor al antiguo pianista junto a 23 niñas y niños más, a quienes considero
mis hermanos. Siempre criado como parte de un grupo grande, de chico fui
participando de episodios colectivos y, a su vez, buscando mi espacio individual,
tanto dentro del sector 8B como dentro de mi mente. De hecho, mi primer hogar
independiente lo tuve a los 9 años, en un cubículo bajo la escalera que da a la sala
de sistemas, en el límite entre 8B y 8C. Bueno, cuando estábamos todos juntos, el
footpool nos tenía 5 horas jugando en la cancha del jardín. Me gustaba ser
esquinero en ese entonces, porque la remataba y listo. Hoy sabes que prefiero ser
taquero, jugar de 3, partiendo el desparramar bolas. Soy de mediano desempeño,
como sabes.
Si igual eres bueno. No un crack, como Eliseo Larry, pero te defiendes harto.
Es que Eliseo Larry es un dios. Nadie más echa 8 bolas de zurda. Bueno, volviendo
al tema: No quisiera dejar de mencionar a quienes nos criaban y cuidaban en el
jardín, Jean Dugarry y Louise Patiño, un marfileño y una portorriqueña que
fallecieron hace más de 10 años. Nuestros queridos viejitos. Para mí fueron papá y
mamá, abuelo y abuela, profesor y profesora, amigo y amiga ¿Te he contado cómo
es el ritual de incubación de los que fuimos concebidos en probeta? Porque ellos lo
hicieron con nosotros.
Sí, como miles de veces (risas). Pero cuenta, con toda libertad.
Bueno, desde el primer día hasta los 18 meses es esto. Hace un tiempo hubo un
médico nigeriano, cuyo nombre no recuerdo, que propuso que los bebés recién
nacidos fecundados en probeta fueran incubados en grupos rotativos de 7
personas, con amplio contacto de piel entre ellos. Por eso, siempre hay tanto de
nosotros y nosotras que teníamos la misma edad; así se permite este ritual. Bueno,
salvo el contacto de lactancia con las nodrizas –en su mayoría, activistas
perturbistas, el tiempo de desarrollo de apego se da, fundamentalmente, entre
bebés. Y no con uno u otro bebé, sino que con tantos que, en suma, nuestro apego
es a la Humanidad. Aprendí a sentir a los humanos como yo en lo más profundo,
desde el primer momento. El dolor de otros de mi especie me llega a doler a mí, así
como la distancia y los desencuentros. Al sentirme amenazado o abatido, tengo
comportamientos “regresivos” como todos, que intentan llevarme a una época
anterior de mi vida donde hallo cobijo, al igual que ustedes. Pero yo no vuelvo a la
posición fetal, sino que busco a otros humanos para acurrucarme con ellos. Tú
sabes que soy bien cariñoso, sin ser cargante.
A veces, me cuestiono si esa humanidad, esa condición de humano, ese vínculo
que te describo, ha de alcanzarse con un retorno a lo natural. Mucha gente lo dice.
Monseñor Knabu Diogo lo dijo, de hecho, en su homilía la semana pasada.
¿Vas a misa?
Adelante, no hay problema. Lo que hablas son temas muy interesantes y que dicen mucho
de ti también.
Lo dices porque eres mi amigo (risas). Bueno, tuve numerosas relaciones con
mujeres. Un par con hombres, pero me cargó. No me gustó sentir otra barba en mi
cara. Soy igual bien “hetero”, me gustan mucho las mujeres. Practiqué el coito por
primera vez a los 19 años, porque recién ahí conocí a alguien que no me
considerara un tipo raro. Eso me permitió serle atractivo. Antes, harto besito y esas
cosas, pero no llegamos al coito porque mi perfil era demasiado romántico,
arrastrado. Hugo Ruiz era el ganador, el canchero, el rematador de footpool
(risas). Tuve 3 grandes relaciones amorosas. La última terminó hace como 2 años.
Sé que fue, sobre todo, mi responsabilidad. Me gusta tanto mi trabajo de pintor
extraFutura que me quedaba los días enteros allí afuera. Ella trabajaba
transportando fruta y gustaba mucho del cine de Andy Marzhenko; siempre le
gustaron las obras teatrales de vaqueros y del tiempo de la Guerra. Le gustaba
compartir conmigo eso y yo, en cambio, me cegué pintando. Creo que haber
perdido tal relación fue un error garrafal. Pero, bueno, ya fue. Desde entonces he
mantenido relaciones pasajeras con muchas mujeres. Me invitaron a participar una
vez de un poliamor, pero no me agradó mucho. No fue porque haya sido entre
varias personas –que quede claro, sino que no me gustaban todas las chicas
implicadas. No había hombres, por cierto. En otros casos si hay.
Me declaro, igual, un poco conservador. He estado con humanos solamente. No
me atraen mucho los androides sexuales, esos que inventaron los libaneses,
aunque, obviamente, reconozco sus niveles superiores en rendimiento físico y todo
eso. Pero me gusta regalonear igual; no me gusta que esta cosa del sexo sea tan
tecnificada. En Futura4 el sexo es bastante diverso igual. Me gusta eso, porque
antes de Melanie Nicholls la cosa era hasta más tabú que en la Antigua
Humanidad. La viejita se la jugó por la liberación sexual, hay que reconocérselo.
Dicen por ahí que era ninfómana y que con el gringo de los hongos tenían
“reuniones políticas” en la cama y sin ropa (risas). Y la señora ya arrastraba sus
años, pero las malas lenguas dicen que fundió una vez un androide (risas).
Totalmente agradecido de su gestión, independiente del perturbismo y
asegurismo. Bueno, supongo que después me preguntarás sobre eso.
Obvio.
Me parece bien. Pero sigamos hablando de nuestros vínculos amorosos o sexuales.
Te lo digo porque, el otro día, un tipo en el pasillo entre 3C y 4A se puso a hablar
en público algo bien interesante: Empezó a contar experiencias sexuales de “un
amigo” –después dijo que eran de él mismo (risas) y a mostrar fotos artísticas de
los coitos. Y las fotos eran hermosas. Eran en dos dimensiones, al estilo clásico,
blanco y negro. Bello espectáculo. Hablaba de la antiquísima reivindicación del
sexo como amor, un amor tan sublime como lo romántico, que podía derivar de él
y viceversa por estar formados “de la misma sustancia” y cosas así. Yo, que soy
medio extremista de la ciencia, omití esa metáfora porque luego se vino lo bueno:
El hombre, de piel blanquísima, empezó a llorar mientras contaba que esa mujer lo
dejó por un androide. No fue un discurso de odio contra el robot ni la mujer, en lo
absoluto. Sólo un lamento por lo que él llamó “pérdida de un vínculo amado”.
Pero ¿Por qué hace eso?
Es que aún no te cuento lo sustancial. El tema es que esa persona luego habló de
cómo ha superado esta pérdida. Contaba que jamás dejaría de llorar al recordar a
la mujer, que no habíamos de esperar eso al repararnos y que, en cambio, logró
recuperar el eje y los ojos para seguir viviendo. Contaba que le tocó ver de la mano
a la mujer con el androide sexual. Y tiró la siguiente frase: “Masturbarse con el
corazón”. Defendió la masturbación física, claramente ignorando un poco los
estudios de la supuesta artritis derivada, y agregó ese concepto; en otras palabras,
al menos yo entendí que se refería a aprender a “estar consigo mismo”, que es muy
distinto a “estar solo”. Y también creo que tiene que ver con el aprender a
encontrar distintas experiencias de placer en la vida a partir de ese “estarconsigo
mismo”.
Lo que te acabo de contar pasó hace como 3 semanas y no ha habido día en que no
haya pensado en eso en la pega. Me llega directo porque, precisamente, yo trabajo
solo. Y si bien cuento con tu amistad y la de todos nuestros compañeros de alma,
así como con la compañía temporal de mujeres y hombres –más mujeres, el
tiempo en el trabajo me ha pedido aprender a “estar conmigo mismo”. Suerte,
porque gracias a eso no sufrí tanto la partida de mi ex, aunque lamento que ella sí.
Allá afuera, solitario con mis pinturas, tomé conciencia primero de mi propia
presencia allí, en el lugar en el cual percibo. Palpé mi mano izquierda con la
derecha y viceversa, por dentro del traje. Escuché mi respiración dentro del casco.
Me miré en una de las ventanas y observé por horas mi reflejo, reconociéndome
ahí más consciente que nunca. Es que, quizás, estaba un poco aburrido (risas). Lo
digo más allá del chiste: El aburrimiento de algo me ha servido. Tomé conciencia
de “estar” y de “percibir mi estar”. No sólo sentí que “estaba”, sino que mire mi
entorno próximo y a mí y percibí también que “había algo” en ese lugar. Y esa
conjunción entre el “estoy aquí” y el “aquí hay algo” fue el momento capital en que
pude decir “estoy conmigo mismo”.
Ahora que escuché a este tipo te lo cuento con estas palabras, pero esto me pasó
antes, como te digo. Lo viví y, luego, ese simpático exhibicionista encontró las
palabras precisas para describir ello. Me gustó, al final, acompañarme. Me caí bien.
Me conté las cosas y logré comprenderme. De hecho, me fue muchísimo más fácil
que comprender a otros. Todo esto me hizo mirar a la gente de manera distinta. A
ti, a todos. Dejé de “necesitar a” las personas y comencé a “disfrutar con” las
personas, no basando en ellas mi compañía, sino que compartiendo el sabor de
aquello que no es obligado, como aquello que se come por placer y no por hambre.
Ojo: No quiero aquí restarle importancia a compartir con otros.
Sí, explícame eso (risas).
Es que igual es simple: Hay que saber llevar lo social, aquel carácter de compartir
que nos funda como humanos, a los momentos en que estamos solos. Somos seres
tan sociales que necesitamos estar acompañados y acompañar incluso cuando no
hay otro cerca que no sea uno mismo.
Entiendo. Bueno, hablemos de política. Disculpa el abrupto cambio de tema, pero es parte
de la tendencia que quiero ir marcando en mi oficio de cronista. Una de las ideas de esta
entrevista es demostrar que los temas del vivir no presentan claros límites. Creo que una
forma muy sensata de aplicar eso a las artes del cronismo es el tránsito brusco entre
ámbitos, porque no implica el cruce de una frontera, sino que un traslado dentro de una
misma superficie que, quizás, si miramos ligeramente, parece tener distintos lados pero que
se trata, esencialmente, de una banda con un solo lado y con muchos pliegues, que exigen
una contemplación lógica, no empírica. Eso, háblame de política.
A ver, Hugo. Te hablaré de política pero creo que es muy buena introducción lo
que acabas de decir y quisiera comentarlo. La contemplación lógica es necesaria en
la política ¿Planeaste hilar así el tema?
No, tiré la idea no más (risas).
Ah, ya. Bueno, creo que la contemplación lógica es lo que nos permite contar con
una mirada amplia hacia el mundo. Lo lógico no es lo cuadrado, para nada. Es un
lenguaje orientado a ampliar la mente, de hecho. Y claro, sistematizar o controlar el
análisis de la vida como si fuera un experimento químico no es muy atractivo ni
tampoco fructífero. Para que una contemplación ocurra lógicamente, es
estrictamente necesario violar los cursos establecidos para observar, porque esos
cursos se establecieron a partir de lo que ya ha sido visto y registrado. “Si quiere
ver una reacción nuclear, bombardee un núcleo”; “Si quiere ver el cuerpo calloso,
realice un corte en el cerebro”. A eso respondo: No queremos contemplar con base
empírica. Ni siquiera con “base”. Queremos contemplar con sustancia, con
sensibilidad y con infinitud. Y eso lo podemos hacer mediante la lógica. Me agrada
mucho tu postura y me sorprende, porque jamás habíamos hablado de esto.
Antes de hablarte de política, quisiera seguir con este tema. La banda de muchos
pliegues y de un solo lado, como definición de los temas humanos, es una buena
idea. Y sí, exige una contemplación lógica, pues es el complemento de una
experiencia que puede resultar confusa. Quisiera, con esto, desmentir la
correspondencia entre lo empírico y los sentidos. No son ellos los guardianes de la
experiencia ni de la tradición, sino que son vías que sirven tanto para confirmar
como para proponer. La lógica ocurre igual a través de ellos. Ello, porque los
sentidos no son sólo lo biológico o el acto concreto de percibir, sino que también
implican imaginar una sensación. Para escuchar una pieza de piano no necesito,
estrictamente, el disco que la reproduzca. Quizás necesito haber escuchado un
piano antes –sólo quizás, pero claramente sí puedo oír esa pieza mentalmente,
recordándola. Puedo, incluso, mediante mi oído, escuchar una melodía que nadie
más conoce. Mientras no la toque o cante, no puedo asegurarle a nadie que existe.
Pero nadie puede, tampoco, refutar su existencia. Dado que contemplo
lógicamente esa melodía, puedo afirmar que mi oído no es policía de lo ya visto,
sino que profeta de lo oscuro.
Bueno, son los mismos sentidos los que nos permiten tener una idea de aquella
banda de muchos pliegues y un solo lado. Por medio de ellos podemos pasar la
barrera de la confusión, esa que nos causa esa banda enredada y enmarañada, tan
molesta de observar; los sentidos nos permiten imaginar de nuevo esa banda, pero
a partir de su idea, su principio, su proposición lógica. Decimos que tiene un solo
lado y muchos pliegues y, con la tranquilidad de esas palabras, imaginamos la
misma cinta enredada pero sin el dolor de cabeza de “asegurarnos” de que sus
condiciones se cumplen. Bueno, he allí la contemplación lógica. He allí esa mirada
que nos invita a no perdernos en comprobar empíricamente las relaciones entre
dos aspectos de la vida, sino que a saltar entre uno y otro con confianza; ¿Por qué
temer pisa otro sector de la banda, si ya nuestros pies conocen ese suelo, ese lado,
ese único lado? ¿Por qué temer la exploración atípica de la vida, si cualquier
aspecto que observemos está relacionado con el otro? Las mesas tienen patas, como
los perros. Los perros tienen cola, como los pianos. Los pianos tienen cuerdas,
como los zapatos. Los zapatos son distintos para cada pie, como las piernas. Las
piernas tienen hueso, como el marfil. El marfil tiene blanco, como la luz. La luz
tiene ondas, como los rizos. Los rizos tienen volumen, como todo lo que tiene
espacio. Y todo lo que tiene espacio, tiene tiempo. El tiempo tiene medida, como
una huincha. Y mira, si no fuera porque me aburro, podría seguir ¿Quieres que
siga?
¡No! (explosión de risa)
Bueno, aquí se llega a la política. Dado que podemos entender ese concepto como
el abordaje de un asunto en común entre dos o más seres, no podemos encerrarnos
en un análisis empírico de los hechos políticos humanos y pasados. Nos incumbe
la política humana, pero su contemplación incluso histórica tiene que ser lógica.
Tiene que comprenderse en un nivel mucho más abstracto para poder ver mejor su
manifestación concreta. Y bueno, partiré de ahí.
Como ya dije: La política es el abordaje de un asunto en común entre dos o más
seres. Dado que tales seres son irrepetibles y, por tanto, distintos, y que siendo
distintos vienen compartiendo una historia en que han vivido uno u otro asunto, se
entiende que el papel que ha cumplido cada uno es distinto al del otro. La
trayectoria individual no ha sido la misma. Luego, pensando en que el asunto en
común tiene lugar en un escenario, en una situación, hemos de entender que esta
situación no puede ser igual de favorable para ambos individuos, dado que la
diferencia entre ellos es inevitable. Entonces una relación entre dos seres es
siempre asimétrica. En la observación de cualquier momento dado de esa relación,
veremos que hay uno más favorecido que el otro. Nunca habrá un momento o
estado de igualdad absoluta y plena entre ambos seres. Ahora, esta asimetría
puede entenderse de dos modos: Uno es el que recién mencionamos,
correspondiente a la observación de un momento determinado. Otro es de carácter
histórico, que implica la observación de una trayectoria, de una relación, cadena o
red de cadenas de momentos. Ah, de hecho: Por todo lo anterior, toda relación
entre dos seres es una relación de poder. Sin excepción.
Creo que en la Humanidad actual estamos bastante más conscientes de ello. Lejos
de la plenitud, pero con un notorio aprendizaje como especie. Hemos vuelto a la
política de los asuntos comunes. Hemos abandonado aquella política arcaica de los
asuntos particulares, el defensismo de grupos, el gremialismo, el sectarismo y todo
eso. Asumimos la autonomía como posibilidad de acción más holgada, no como
alejamiento o desinterés. No movemos en pequeñas asambleas para cooperarnos
entre sectores, no para desprendernos de ellos. Vivimos en un profundo y
constante desacuerdo, pero lo manejamos sin agredirnos y con pasión, con belleza,
con argumentos. Aseguristas y perturbistas discuten por diferencias respecto a qué
hacer en conjunto, pero sin interés de llegar a ocupar y acaparar los cargos de
confianza popular, como el Secretariado Último. Cuando se quiso hacer, Björn
RupertLacroix fue maestro en recordarnos que no era la idea; como especie lo
aceptamos. Bueno, el asegurismo y el perturbismo son posiciones respecto a un
interés global, no parcelado. No se trata de facciones, sino que de opiniones. Sí, se
trata de fuerzas, pero no de la eliminación de un adversario. Son fuerzas históricas
en tanto posiciones, opiniones.
Ahora, es en el momento de observación y creación de fuerzas políticas donde hay
que meter la contemplación lógica al juego. Allí está el riesgo de entramparnos en
el empirismo, en la necesidad de ‘comprobar’ cada pliegue de la banda de un solo
lado, cada detalle de la maraña política. Ahí es donde algunos pensamos, por
ejemplo, en un ‘perturbismo simbólico’ como etapa siguiente al asegurismo y
contrapuesto al ‘perturbismo clásico’ que propone avances simbólicos basados en
conquistas materiales. La idea del perturbismo simbólico es, en cambio, enriquecer
el ojo que observa, que contempla durante un tiempo y expande sus diagnósticos,
sus valoraciones, sus juicios. Ello permite que, luego, los avances materiales
provengan de ideas novedosas y de consideraciones más frescas, no de réplicas
eternas de discursos acerca de “lo que necesitamos”. El perturbismo simbólico es
partidario de muestras artísticas sin sentido, de modas bizarras y faenas
rebuscadas de investigación, pasos necesarios como primera fase y seguidos,
luego, de abordajes materiales surgidos de las ideas que nacieron en aquella bella
vorágine de manifestaciones de la mente humana.
Todas estas ideas no tienen base empírica alguna, pero sí lógica. Eso no significa
que se abandone la observación histórica. Pero deja de ser la Historia su
plataforma o base; ahora constituye uno de muchos elementos de análisis. Nadie
antes habló de ‘perturbismo simbólico’ ni mucho menos lo aplicó. Quizás hubo
sucesos históricos similares a lo esperable de esta visión política, pero ello no es
garantía, no es respaldo para ella. No es lo que la valida.
Interesante. Es como una física cuántica pero de la historia de la política, que usa
imaginación y creatividad para explicar y proponer. Ya, cuéntame: ¿Qué se siente
consumir hongos afuera de la nave?
(7 segundos de silencio. Luego, risas)
Bueno, se trata de experiencias inigualables, de todos los tonos. Aunque nunca ha
dejado de ser agradable, más allá de que, de repente, se mezclen sensaciones
menos gratas. Se trata de un embutido raro de sentimientos, medio melancólico,
pero que toma como plataforma lo bonito, lo que se siente bien. Como que los
hongos hacen que tú mismo te recuerdes que todo el vivir se funda en buenas
experiencias, en el goce de ser y estar. Incluso, las sensaciones desagradables son
parte de la diversidad que nutre eso tan bello que aparece como tal cuando
miramos mejor, cuando nuestro ángulo de visión es más amplio. Bueno, además,
creo que los hongos son esenciales en el momento actual del Universo, donde
domina la quietud y el frío, porque permiten darte cuenta de que somos seres
cruciales y necesarios para mantener en movimiento toda la existencia. De hecho,
también ese estado te recuerda que la quietud no es absoluta y que, mientras las
cosas se mantengan así, la cantidad de movimiento en el Universo seguirá siendo
imposible de medir o cuantificar.
Al consumir Johnny Chinese, por ejemplo –mi preferido, lo sabes, el Universo te
habla. Y no estoy haciendo metáfora; de verdad te habla. Usa una voz media ronca
y lenta, pero extrañamente alegre. Mientras te habla, te acaricia con algo semejante
a un peluche muy frío, capaz de enderezar cada hueso mal puesto. Son caricias
inmensas, como el Universo, a las que cuesta acostumbrarse de primera. Se sienten
como shock eléctricos inofensivos. Pero luego, con los minutos, la costumbre y la
calma vuelven a la piel. Ahí uno siente la suavidad infinita. La percepción visual se
vuelve más lenta y minuciosa. Yo calculo que al menos 2000 veces. Se amplía, de
hecho. Los ojos adquieren una lupa que le permite acercar el foco más o menos 10 35
veces. De primera es una locura ver más chico y más grande de modo intermitente,
irregular e involuntario. Parece un zamarreo. Pero luego, lo mismo que con las
caricias: Te acostumbras y, en este caso, tomas el control del enfoque de tus ojos.
Así, junto al Universo hemos conversado de los átomos mientras revisamos y
limpiamos electrones con un pañito. Es raro, porque la voz se abstrae, se
desentiende del hecho de que, al revisar una partícula subatómica, lo estamos
revisando a él mismo. De hecho, por un momento me extrañó que el Universo no
sintiera pudor por estar observando sus partes elementales. Bueno, todo esto, claro
está, está acompañado por una infinidad de seres brillantes y coloridos que
aparecen de cierto tamaño frente a tus ojos cuando el enfoque no está alterado –
digámosle 1x a ese estado, como las cámaras antiguas sin reconstrucción
holográfica y que, a medida que vamos incrementando el aumento de la lupa,
permanecen invariables. Esos seres, de variadas formas y noformas –dentro de las
‘formas’, aparecen caballos, ardillas, rectángulos, cubos redondos, limones, tazas,
camellos, loicas, bustos de yeso, alfombras, pinos, perros, mosquitos multicolores,
monedas, OVNIs, libros con dientes, patinetas, pantallas que muestran todas estas
cosas y más, tijeras con ojos, personas taladrando, alas delta, lazos, espadas, bolas
de acero con moluscos encrustados, policías abriendo puertas, ladrillos eléctricos,
árboles moviéndose en círculos, pastillas anticonceptivas guardadas en baúles,
flores gaseosas, camiones de bomberos repletos de pingüinos, gatos con armadura
y, en realidad, miles de cosas más que no viene al caso mencionar se retiran o
llegan a la visión desde la pequeñez o la inmensidad, usando los círculos
concéntricos que definen mi viaje por las magnitudes cual si fueran carreteras.
Lo anterior, la verdad, es una experiencia tradicional al consumir Johnny Chinese.
Al menos yo la considero así. Te puedo contar, en cambio, algo más extremo:
Cuando compartí con Ho Hyunguei, ese coreano que realiza grabados afuera de la
nave, un honguito de variedad Blue Material Shangri, claramente más nuevo que
el insigne Johnny Chinese. El vértigo fue inmediato y brusco, pero no violento.
Comenzaron a aparecer, luego de 5 minutos de invariabilidad, caras verdes felices
como destellos dirigidos directamente hacia nuestros ojos. Algunas caras sonreían
y otras transportaban carcajadas. Algunas pasaban dando besos y otras pegaban
lengüetazos. De a poco, a medida que esto aumentaba y el río de caras tomó un
caudal majestuoso, miramos hacia arriba y vimos la clásica imagen cristiana de las
puertas del Cielo brillando sobre una plataforma de nubes. Pero, ojo, los colores
eran otros. Bajaron algunos ángeles con cara de gato y nos convidaron especias en
cucharadas. Eran especias comunes: Clavos de olor, paprika, nuez moscada y
comino. Pero sus sabores eran distintos y, la verdad, la experiencia fue sinestésica.
Sabores azules, rojos, amarillos. Todo clásico, nada fuera de lo común hasta ese
momento. El tema es que, luego, esos ángeles cambiaron su cara de gato por una
cabeza de algo semejante a un martillo y comenzaron a sacudirnos a mí y al
coreano, haciéndonos girar con ellos como eje, cada vez más rápido. Tomamos
velocidades galácticas. Vimos los astros como líneas y el Universo entero como un
conjunto de rayas. Empezamos a arder en fuego, sintiendo cómo nos quemábamos
pero sin desagrado, sino que como si fuera agua que nos incineraba. Era como una
ducha caliente, si se quiere. Mientras, el Universo de rayas comenzó a ponerse más
liso y brillante, con un aspecto más sabroso. La sinestesia en ese momento ya era
total, pero no era lo importante. El tema es que comencé a comerme las galaxias y
las estrellas. Unos pocos asteroides con una cajita de leche que los mismos ángeles
me guardaron en el bolsillo. Sentí como empecé a engordar, de hecho, de manera
exorbitante. Me inflaba como un globo y comencé a brillar con una luz azul
eléctrica. Mientras, mi colega Ho se estiró como una gran guirnalda espacial y fue
envolviéndome, rodeado de pequeñas versiones de mí mismo, infladas al igual
que yo pero con infinidad de diversos colores, que se lo iban comiendo de a poco.
Ho se reía mucho, gritándome que sentía cosquillas como nunca antes. Me empezó
a pasar lo mismo, pero quienes me comían eran las mismas galaxias y estrellas que
estaban dentro de mí. Antes me las comía yo y ahora ellas me comen a mí. No era
venganza, sino que una devuelta de mano, más bien. Sentí las mismas cosquillas
mientras sonaba una música muy aguda. El mismo Universo que me hablaba con
voz ronca cuando comí Johnny Chinese ahora se reía con la voz de un anciano,
cuya cara apenas divisé en el borde de mi ojo mientras toda mi visión se cubría de
seres comiéndome. Fue especial cuando se comieron mis ojos, porque seguí
viendo, pero ahora en varios lugares a la vez. Veía muchos estómagos de astros.
Los escuchaba, los palpaba, los olía, los saboreaba, los reflexionaba. Me
desintegraron pero sin quitarme el vivir y el sentir. Luego, después de hacer una
ronda, estos mismos seres se transformaron en caballos, adornados con una
indumentaria similar a las que ocupaban en los tiempos de la Edad Media en la
Europa Terrestre, comenzaron a correr en todas direcciones y sobre plataformas
situadas en todos lados del espacio, colisionando entre ellos y agrupándose, luego,
para vomitar. Nos vomitaron a mí y al coreano. Por un buen rato, ambos flotamos
por un espacio blanco, convertidos en un líquido algo asqueroso, desintegrado
aún, sintiendo el frío colosal del Universo en cada una de nuestras superficies.
Cada gota mía sintió caricias del Universo. Estas caricias, inicialmente heladísimas,
fluctuaron luego entre cálidas y frías, tomando, finalmente, una temperatura muy
agradable al cuerpo humano: Calculo unos 18° C. Empecé a sentir placer sexual
con la interacción con el Universo. Ho es gay y sintió a un gran ser masculino. Yo,
heterosexual, sentí a una musa colosal. Todavía siendo vómito multicolor,
mantuve un contacto sexual irrepetible con ella, la Universo. Ella se manifestó
como es, un ser colectivo. Yo, desmembrado en gotas, también fui colectivo por un
rato. Ella me hizo sentir que, como es claro, yo también soy parte de ella y, por
cierto, me enseñó que la unión sexual es uno de tantos modos para vivir nuestra
naturaleza colectiva, olvidada a veces por lo instrumental que, muchas veces,
resulta dividirse en individuos. Tocaba su piel –sacando manitos de cada gota,
suave y viva, llena de agua, bañada de aromas únicos. Escuchaba gemidos
estelares, que parecían venir desde el fondo de un agujero negro y, a la vez, de una
deseosa garganta seca y tensa. Tuve miles de orgasmos con ella. Ella también
conmigo; lo constaté al ver sacudirse a los astros y al presenciar supernovas
repentinas y colosales. Luego de todo esto, fumamos un cigarro de polvo estelar y,
de un momento a otro, desapareció, dejándonos a mí y a Ho, desmembrados como
vómito, en un lugar blanco y cuadriculado. Un lápiz con cara de perro comenzó a
anotar mis características y las de Ho. A medida que iba ampliándose la lista,
empecé a sentirme más sólido y estable, más compacto, más unido. Nuestras
identidades volvieron a hablarse y, por tanto, volvimos a nuestros estados
iniciales: Dos humanos extremadamente entregados al efecto de Blue Material
Shangri. Luego de eso, fuimos a almorzar. Habíamos pintado algo increíble.
He escuchado esto como doscientas veces y no me deja de maravillar. De hecho, fuiste breve,
porque siempre estamos mucho rato hablando de esto. O bien ¿Te dio vergüenza hablar de
tu coito con la Universo?
(Risas; Juan Soto se sonroja). Sí, un poco. Entiéndeme. Un día hablo con él y es un
tipo de voz ronca. En la misma experiencia de hongos, era un anciano que se reía y
de repente era una mujer. No es que lo encuentre malo, pero me da un poco de
vergüenza, no más. Aunque debo señalar que el Universo o la Universo,
claramente, tiene todos los sexos. No es un ser asexuado, sino que “pansexual”, si
se quiere. Eso, por lo mismo que hablaba recién: El sexo es uno de los modos en
que las partes del Universo se unen y viven esa naturaleza, ese origen colectivo.
¿Por qué será –y lo digo por experiencia también que los hongos te conectan sin excepción
con el Universo? No conozco relato alguno en que el Universo no sea protagonista. Lo digo
porque he leído algunos documentos sobre experiencias psicodélicas con hongos en la
Antigua Humanidad y no siempre aparecía el tema. Era importante, presente, pero no
como ahora en Futura4, donde todos cuentan encuentros o cualquier cosa con el Universo
y sólo con el Universo.
Es que esta humanidad, Hugo, toma por “Tierra” el Universo, sin más. Para los
antiguos humanos, la Tierra era un elemento que mediaba entre ellos y el Universo
o, dicho de otro modo, era la materialización de ese contenedor etéreo y oscuro, si
queremos verlo así. La Tierra era visible, colorida, sólida, un planeta rocoso. Un
crisol de manifestaciones de vida y muerte, de orden y caos. La Tierra era, en rigor,
Universo, parte de él; sus elementos eran los principales jugadores de esas bellas
olimpiadas de percepciones implicadas en la experiencia de hongos. Además, el
humano se debía a la Tierra. En todo el Universo, era ese su hogar.
Nosotros, en cambio, residimos en el vacío negro del espacio. Vivimos, de hecho,
en una época indeterminada y en un lugar misterioso, definido sólo teniendo a la
nave misma como punto de referencia. Salvo una cinta de fotogramas separados
por meses, no conocemos mucho del curso que llevó a Futura4 a llegar aquí.
Sabemos lo del perro, el gran salto y eso. Es, de hecho, un gran salto, un vacío
estremecedor sobre el cual ignoramos todo. Nuestros antepasados, guardados en
sus probetas, viajaron por millones de millones de millones de años. Trillones. Hay
algo de nuestra historia como especie que es profundamente oscuro e incierto.
Incluso, el legado de la Antigua Humanidad: Al final, lo único material es la nave,
ciertos implementos de laboratorio y la genética misma, lo que nos permite hacer
nacido acá, porque ellos trajeron nuestros genes en cada célula. El resto son puros
datos almacenados en computador. Me pregunto ¿Cómo esta negritud profunda
competiría con la posibilidad de correr en una pradera sintiendo el viento y
tomando agua de un estero que baja de una montaña? ¿Cómo una experiencia de
hongos no iba a preferir darle vida a un paisaje de bosque en vez de ponerte a
hablar con el Universo?
Es raro lo que vivimos hoy, en esta época. La sociedad está con caña, con resaca.
Estamos en los tiempos posteriores a una fiesta que duró más de 30 años. Nos ha
venido, creo, una especial angustia respecto a vivir en una plataforma negra y fría.
Los sectores políticos están confundidos. Muchos tratamos de innovar pero algo en
el ánimo nos frena, nos detiene. Comparo esto, nuevamente, con la resaca: Un
dolor colectivo nos aqueja y las ganas de dormirnos abundan. Veo el reciente
ascenso de la adhesión al asegurismo y noto cómo la necesidad de innovar se
duerme en una mezcla rara de nostalgia de la fiesta y aburrimiento respecto a la
misma. Hoy, Futura4 recoge sus brazos quebrados, limpia el licor derramado y se
encandila con los débiles destellos de luz que sobreviven en un Universo igual de
decadente. Es raro porque, aunque lo parezca, no me siento triste ni acongojado.
Sólo noto eso en nuestro ser colectivo, igual de noble que siempre, sólo cansado de
los excesos en lo dionisíaco.
Veo un peligro capital en el triunfo definitivo del asegurismo, hoy posible a partir
de la resaca de nuestra sociedad. Ello, porque somos de los agentes más activos en
el Universo. Contribuimos enormemente a moverlo, a agitar las partículas que, en
sopor, se duermen lentamente hasta morir en la quietud. Me asusta estar tan cerca
del cero absoluto y más aún si la Humanidad piensa en no moverse y acomodarse.
El doctor Hans Helme es amigo mío y me ha enseñado hartas cosas. Entre ellas, me
dijo que calcula apenas 27000 de años más de vida para el Universo con nuestra
actividad actual. Me mostró que la influencia del movimiento de esta nave atrasa,
considerablemente, la llegada al cero absoluto y que, aunque no lo creamos, la
guerra con los Square Aliens fue una verdadera bendición para la esperanza de
vida del Universo. Bueno, hoy me preocupo de sobremanera porque con el
perturbismo simbólico no hemos llegado lo suficiente a las convicciones y las
voluntades de los habitantes de Futura4.
Como ves, no estoy triste, sino que preocupado. Claramente, tengo esperanzas de
llegar a viejo, así como mis posibles hijos, nietos, bisnietos o ser querido que tenga.
No veo comprometida la continuidad de mi vida ni imagino mi propia sangre
congelándose junto a toda la existencia. Pero sí me preocupo porque la
Humanidad, mi ser amplio, sí lo vivirá. Quizás lo vivirá. Podría vivirlo y eso crea
en mí un pensamiento inquietante pero claro y sereno. Mi especie y, más en amplio
aún, mi Universo, mi querida Universo, aquella que me hizo el amor y me cobija
desde el mismo Big Bang, sufrirá la peor de las muertes: Esa que es lenta y
anunciada.
Es un tanto amargo lo que dices, Juan. Lo digo porque, tristemente, me hace sentido. Pero,
aprovechando de terminar esta grata entrevista, te pregunto: ¿Cuál es el mensaje que
deseas declarar hoy? ¿Qué es lo que debe escuchar de ti Futura4?
Me siento como un predicador medio apocalíptico (risas) ¡Quiero darle ánimo a mi
pueblo, al gran pueblo de Futura 4! No es que me crea una gran personalidad, pero
me atreveré a ser grandilocuente por pura inspiración. ¡Pinten! ¡Canten! Escriban o
digan lo que crean necesario o bello. ¡Movámonos! ¡Movamos el Universo! Somos
el brillante último destello de una humilde especie nacida en un pequeño planeta
rocoso hace un montón de años. ¡Aquí estamos, sobreviviendo, dándonos el lujo de
pintar una nave psicodélica cuando otras tantas posibles especies, consideradas
“superiores”, hoy yacen y flotan siendo parte de frías partículas en un espacio casi
convertido en fiambre! Nosotros, calentitos con leña de hidrógeno, miramos por
nuestros vitrales y contemplamos disfrutando de un té extraído de los últimos
vegetales que te aseguro se cultivan en todo el grandioso y viejo Universo.
¡Somos nada menos que la Humanidad! No podemos desperdiciar la oportunidad
de ser quienes mantienen vivo el mismo Universo.
NOTA DE PRENSA N° 45785572
Publicada en el periódico FuturaComunikati el 23 de Noviembre de N2740.
Autor: Inra Madesh, india, Comandante de Vuelo Futura4.
He solicitado a este honorable medio redactar yo misma esta noticia:
FUTURA4 SE ENCUENTRA PRÓXIMA AL LÍMITE EXTERIOR DEL UNIVERSO
Capitanes de Vuelo han informado a las 07:35 AM del día de hoy que, a partir del
rutinario envío de ondas magnéticas para detección de objetos y fuerzas, ha
constatado la recepción de un rebote implacable a 31 millones de kilómetros, que
indica la presencia de una colosal “barrera” de curvatura similar al del espacio
tiempo en expansión. Más allá de esa barrera, las ondas emitidas por nuestra nave
no han logrado ni penetrar ni avistar elemento alguno. Las dimensiones y el
estudio de la velocidad de expansión “hacia afuera” de las partículas han llevado a
Florentino Rashmajnati, físico tunecino, junto a un equipo de 47 estudiosos, a
afirmar, con abundante base, que estamos en presencia de la pared interior del
Universo. Más allá, no existe espacio ni tiempo.
A modo de brevísima reseña, es preciso contar que el hecho de que Futura4 haya
pasado, durante los trillones de años de hibernación de Sarkyzov, por un número
indeterminado de agujeros de gusano, es lo que posibilita estar hoy a esta distancia
tan pequeña de un hito tan radicalmente importante. Salvo que nuestra nave
superara la velocidad de la luz, ello tendría nula posibilidad de ocurrir sin el paso
por tales agujeros.
Se trata, sin duda, de un descubrimiento histórico, fascinante, que será investigado
a fondo. Se abrirá, por ello, una convocatoria abierta a presentar proyectos de viaje
hacia el fin del Universo. Se aprobarán los dos mejores proyectos presentados.
Interesados presentarse en cabinas de vuelo desde mañana 24 a las 14:00 hrs.
NOTA DE PRENSA N° 45785661
Publicada en el periódico FuturaComunikati el 18 de Diciembre de N2740
Escribe: Inra Madesh, Comandante de Vuelo Futura4
Se informa a la población los resultados de la convocatoria a proyectos de viaje
hacia el fin del Universo. Las postulaciones fueron, en total, 2 (dos), de las cuales
fueron aprobadas un total de dos (dos) proyectos.
Proyectos adjudicados:
1. Teniente Terik Papalopoulos, M.M.A, griego, especialista en aeronáutica espacial
y exploración de terrenos vírgenes espaciales. Piloto en Futura4 desde N2727.
Acreedor de la Medalla al Mérito Astronómico (M.M.A.) en N2737.
2. Juan Soto, chileno, pintor extraFutura.
Proyecto: “Exploración estética del fin del Universo”
MÓDULOHUEVO
Por Juan Soto Morales, artista extraFutura
Me pasaron la nave más ridícula jamás creada por la Humanidad. Un módulo
huevo, como ese de la película antigua, 2001: Una Odisea en el Espacio. Sólo eso me
conforta al respecto. Buena esa película.
Llevo, no sé, 3 días viajando. No me han llamado de la cabina de Futura4. No creo
que lo hagan en un buen rato. Les da lo mismo; no me tienen fe alguna. Nunca fue
así: Me aceptaron el proyecto por curiosidad, pero no aquella curiosidad
respetuosa que tan bien viene sino que con unas ganas innegables de reírse a
carcajadas de mí. ¡Malditos perturbistas materiales! Por algo la gente opta por el
asegurismo; estos pelmazos agarraron lo peor del absurdo pragmatismo de la
Antigua Humanidad y lo reeditaron en una versión espacial. ¡Más encima,
fascistoides! Se dan el lujo de relucir jerarquías y aplastar la moral de quienes no
aspiramos a ello. ¡Cómo deben reírse, entonces, de sus “subordinados”, quienes sí
persiguen tales vítores de superioridad! Es griego de mierda me miró con el rabillo
de su ojo, puliendo su súpernave Sarkyzov, mientras yo parecía juguete con
envoltorio, una figurita dentro de su empaque –como los AstroHeroes Vapulatu
que mi generación disfrutó en la niñez, un embrión en su huevo, esperando nacer.
Pretendo, de todos modos, disfrutar el viaje. No niego que seguiré puteando a esos
que me hicieron sentir menospreciado. Lo contaré aquí: Se dice que a nadie le
interesó la investigación propuesta por Inra Madesh, que tuvo poco impacto en la
población. Creo que el letargo postfiesta es claramente responsable; es explicación
para una apatía generalizada por los nuevos desafíos. Yo, tipo inquieto desde la
probeta, quise postular de manera liviana, sin mayores expectativas de ser elegido,
pero con absoluta curiosidad pues ¡Se trata de conocer el fin del Universo! El fin de
toda existencia, de todos los segundos y los centímetros. Me intriga ardientemente
la paradoja de saber qué hay “afuera”, en un lugar donde esa palabra, referida a un
espacio, pierde sentido. De hecho, pierden sentido las palabas “lugar” y “donde”.
Bueno, la apatía generalizada jugó a mi favor, pues fui el único que postuló. El
único aparte de Terik Papalopoulos, un milico grandote, griego, con delirio de
espartano espacial y objeto sexual de Inra Madesh. Me aceptaron sólo porque la
Asamblea de los Pueblos determinó que si postulaban 5 o menos proyectos debían
ser todos seleccionados. Pero Inra Madesh no me habría aceptado, salvo para la
burla. Me preguntaron por mi trabajo: Respondí y se rieron. Me preguntaron por el
traje espacial que utilizo: Respondí y se rieron. Me preguntaron por mi motivación
para el viaje: Respondí y se cagaron de la risa. El griego dijo que era un disperso
simpático, que me rescataría cuando quedara botado en el espacio, que le agradaba
que los ignorantes quisieran tratar de investigar, que el módulohuevo es todo un
reto, siempre y cuando no tengas medallas.
Destaco la actitud de la Capitana Yorleny Escobedo, venezolana, buena gente. Me
dijo que era valiente, que el viaje sería alucinante y que le parecía interesante mi
idea de explorar estéticamente el fin del Universo. Me ofreció ayuda por cualquier
problema y, ante todo, me dio el mejor cocaví: Un abrazo y una mirada tierna. Una
caricia de sus pupilas a las mías.
Quise venir a esto porque, en mi amor por la ciencia y lo desconocido, me pareció
una oportunidad imperdible. Además, veo que soy el único representante de las
bases y que nadie más se inscribió con objetivos de contemplación de belleza.
Creo que pintaré mi módulohuevo por fuera. Traje como tres tarritos: Negro,
verde, celeste.
COMPILACIÓN DE REPORTES DE EXPLORACIÓN
Acopio de algunos mensajes enviados por Papalopoulos y Soto a la cabina de vuelo de
Futura4, entre el 7 y el 22 de enero de N2741.
Gentileza del periódico FuturaComunikati.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 0801, 08:51. Leído 2357 veces.
Juan Soto, 0801, 10:30. Leído 2 veces.
Estoy mezclando pintura para pintar mi nave. Creo que, también, le haré unos
tallados. Me estoy encariñando con mi modulo huevo. He descubierto pequeños
hilos delgados de materia luminosa, que cambian de color. También veo una
nebulosa de profundo verde, cual piedra preciosa arrojada en la periferia del negro
espacio.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 0901, 09:00. Leído 854 veces.
Juan Soto, 0901, 16:31. Leído 1 vez.
Estoy pintando mi módulohuevo mientras observo, desde mi traje de cosmonauta,
el panorama sideral más bello que me ha tocado vivir. Los hilos de materia
brillante, que parecen telarañas, se han multiplicado y parecen moverse por viento
estelar irradiado de gigantes sólidos cercanos, como nuestro conocido yacimiento
de combustible B332Nguyong. Me intriga saber por qué resplandecen estos hilos,
como pocas cosas en el Universo actual lo hacen: Encandilando el ojo humano.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 1001, 07:30. Leído 1026 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de Cuerpos de Baker. La velocidad ha llegado
a su rango ideal crucero de 87000 km/h. La cristalización de hexágonos de carbono
ocurre a 39,2 kJ/s bajo 3,3 psi en Cámara de Staffi. Quiero enviar a la tripulación y
a la población general un mensaje de éxito: El método y su seguimiento riguroso
nos tiene aquí hoy, orientados y en línea recta hacia la victoria, hacia el
engrandecimiento de nuestros sistemas de organización. La disciplina militar
quizás no es tan mala, como se suele pensar.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 1301, 06:51. Leído 2031 veces.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 1801, 13:05. Leído 2544 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. La velocidad se mantiene
alrededor del crucero, 87000 km/h. La cristalización de hexágonos de carbono
ocurre a 38 kJ/s bajo 3,3 psi en Cámara de Staffi.
Juan Soto, 2001, 18:31. Leído 0 veces.
La telaraña cósmica, probablemente de hidrógeno, es cada vez más densa y más
hermosa. La veo rodear planetas abandonados, pueblos fantasmas del tiempo de la
bonanza del Universo, de los años mozos de la existencia. Raramente, son planetas
lisos, relucientes, bolas de billar. He decidido doblar siguiendo uno de los hilos
principales de la telaraña, descubriendo una sucesión de luces y de colores que se
repite. Me recuerda mi infancia, cuando envolvíamos el sector 8 de guirnaldas
multicolores, nadando en mares de dulces y chocolates, en los tiempos en que
todos celebrábamos sin cuartel.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2101. Leído 3181 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. La velocidad ha sido
disminuida a menos de 200 km/h. Estoy a 30 km del fin del Universo. Permítame
expresar, a modo de excepción, un sentimiento: Tengo profundo orgullo por un
logro que es muy importante para mí, para mi carrera ardua, por el esfuerzo que
he puesto para llegar a ser el mejor piloto en Futura4. Haré lo posible por honrar a
la Humanidad y la ciencia, actuando y logrando acorde a lo que se espera de un
hombre con trayectoria y excelencia. La cristalización de hexágonos de carbono
ocurre a 24 kJ/s bajo 3,2 psi en Cámara de Staffi.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2101, 05:31, Leído 3305 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. Se acaba de intentar una
entrada, de resultado: Fallido. La nave ha colisionado con la barrera y ha rebotado
en ella. No se registran daños. Método de colado de JohnsonGálvez: Descartado.
Se intentará en 27 minutos más con Colado Simple, de mayor riesgo para la
estructura de la nave. Correré ese riesgo por la ciencia. De no haber resultados
satisfactorios, se realizara Procedimiento de Mburutisi.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2101. 07:48. Leído 5538 veces.
Juan Soto, 2101, 08:05. Leído 1 vez.
He pintado ahora el módulohuevo imaginando un planeta primitivo. Quizás la
Tierra misma. Durante este tiempo me desvié siguiendo un cometa: Pensé que no
existían ya. Este cometa era verde, de cola muy larga y lisa, con una trayectoria en
espiral que me parece rara, pero esperable de acuerdo a la condición de periferia
del lugar del Universo en que estamos, de acuerdo a la Ley de Parrágués. Algo me
acuerdo de las enseñanzas del profesor Hans Helme, quien me inculcó el amor por
la ciencia y su complemento con la introspección. Eso enseñan los profesores:
Amar u odiar algo.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2101, 12:15. Leído 5815 veces.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2101, 15:38. Leído 6500 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. No hay novedades.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2101, 17:42. Leído 6780 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. No hay novedades.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2101, 19:01 Leído 6797 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. No hay novedades.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2101, 22:15. Leído 6799 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. No hay novedades.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2101, 23:44. Leído 6802 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. No hay novedades.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2201, 03:41. Leído 6805 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. No hay novedades.
Juan Soto, 2201, 05:27. Leído 1 vez.
¡No puedo con tanta belleza! ¡Es increíble! Dentro de estas nebulosas, apenas se
pueden ver los astros con la neblina densísima de polvo estelar, fino como nieve,
abundante como hidrógeno. Algunas veces, las partículas se unen formando
mantos o sábanas. El módulohuevo se mueve entre telas de luces. El negro del
fondo del Universo se pierde; me olvido de él. ¡Qué bien le haría a cada habitante
de Futura4 venir acá!
Ahora, hace poco, avisté o que me parece un asteroide de cristal. Iré a explorar.
Nunca pensé que el fin del Universo o, al menos, su zona cercana, fuera un crisol
que me causara sensaciones tan amplias y distintas. Nunca pensé verme tocando
cometas diminutos. Nunca pensé dibujar moviendo polvo estelar. Querida y
sensual Universo: No me dejas de sorprender.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2201, 08:30. Leído 6750 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. No hay novedades.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2201, 10:15. Leído 6680 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. No hay novedades.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2201, 11:40. Leído 3702 veces.
¡Buen día, Futura! No hay filtración de cuerpos de Baker. No hay novedades.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2201, 13:07. Leído 1002 veces.
No hay novedades.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2201, 18:15. Leído 231 veces.
No hay novedades.
Juan Soto, 2201, 19:12. Leído 0 veces.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2201, 20:15. Leído 30 veces.
No hay novedades.
Tte. Terik Papalopoulos, M. M. A., 2201, 22:22. Leído 6 veces.
No hay novedades.
MÁS ALLÁ DE LA BARRERA:
LA CORDILLERA DEL ESPACIO, ZONA DE FRONTERA
Bitácora II
LÁZARO EN EL ÁGORA BLANCO
Por Juan Soto Morales, artista extraFutura
He llegado a una plataforma. Una superficie. Después de un largo e indeterminado
tiempo flotando entre colores, mis pies se depositan en piso firme. Una explanada
abierta, ante mis ojos infinita. Un ágora.
No puedo ocultarlo: Estoy desorientado. Es raro, porque no lo estuve cuando fui
un cosmonauta errante, pero ahora sí, que estoy quieto. ¿Salgo del módulohuevo a
explorar o me quedo aquí?
Haré lo contrario a un asegurista.
He salido, he pisado y no hay problemas.
Avanzaré un poco.
Sacudiéndome, veo que me puedo ir zafando. Me muevo hacia la derecha y luego
hacia atrás con el fin de retomar mi posición anterior. Acaso ¿Hay una diferencia
de gravedad entre los dos sitios? No creo; sería demasiado. No es posible. Esto
debe ser un planeta y, por lo mismo, no hay modo en que dos sitios tan cercanos
tengan un contraste tan brusco de gravedad. Pero en el borde del Universo nunca
se sabe.
Creo que tengo un dado en mi bolsillo. Lo tiraré y comprobaré si es gravedad, mi
cuerpo o alguna misteriosa, alucinante, magnánima, desconocida, oscura, divina,
extraña fuerza.
He lanzado el dado.
Todo se comporta como si se tratara de una diferencia de gravedad. El dado cayó
mucho más liviano en la zona donde está mi mano. Pero, ahora que lo tiré al lado
de mi cuerpo, apenas lo puedo levantar. Entiendo. Trataré de zafarme
moviéndome hacia atrás, a la posición original. Tendré que hacerlo mediante
tiritones y sacudidas.
Eso planeo, al menos.
Sigo sacudiéndome y nada. Como esto no tiene mucha lógica, ya que los lugares
con menos gravedad cambian, de repente, a verdaderos agujeros negros, sospecho
que algún ser desconocido me está jugando una broma que, digámoslo, igual sería
divertida. Busco cámaras indiscretas alienígenas, pero nada. O, en una de esas, son
invisibles, de aire, construidas por una civilización ultraavanzada que ha logrado
objetos de aire, tecnología de aire y cámaras indiscretas. Sea como sea, no tengo
salida. Zafarme de esto está más allá de las posibilidades actuales de mi conciencia.
Entonces, simplemente, seguiré buscando cómo salir de acá.
¡Oh!
No lo creo: Alguien me está mirando.
Es un sujeto muy raro, verde, al parecer pequeño, con nariz de trompeta, con un
cráneo similar al de un pterodáctilo. Está montado en un rectángulo, al parecer. Un
rectángulo azul claro; es como si fuera su caballo.
Me mira atónito.
¿Quién es? Aparte de ser raro en sí mismo –bastante feo, de hecho, está montado
en un rectángulo. Corrijo: En un paralelepípedo. Algo de rigor no viene mal. Creo,
en fin, que me intriga demasiado saber de ese ser que, claramente, me está
mirando fijamente. Se parece a los humanos en su cuerpo: Dos pies, dos manos,
una organización similar. Muy extraño; ¿Cómo, dentro de las innumerables
posibilidades de formas que pueda tener un ser del espacio, justo me haya
encontrado con uno que se parece al humano? ¿Es, acaso, una broma? ¿Seguimos
con las cámaras indiscretas? ¿Será acaso el griego de mierda ese que no siente
cansancio alguno de burlarse de mí, cosmonauta independiente, orgulloso piloto
de un módulohuevo?
El tipo verde me mira atónito.
Debe ser una broma, claramente. El color verde: Cliché, repetido, clásico de los
“extraterrestres” imaginados por la Antigua Humanidad. Poco original,
tendiendo al aseguramiento o, digámoslo, al asegurismo. Claramente, fueron los
militares. Pero, ahora que lo pienso: No creo que hayan sido ellos, que sea una
broma. Son demasiado aseguristas como para darse el trabajo de elaborar algo así.
El tipo verde montado en un rectángulo me mira atónito.
El tipo verde con nariz de trompeta y montado en un paralelepípedo me mira,
atónito.
El tipo verde se está acercando. Ante eso ¿Cómo llamar a esa sensación de misterio
que no se confunde con el miedo? Me mira atónito, aunque con el cuerpo más
suelto. Está parado al lado mío, pero no se cae, no sucumbe ante la gravedad. ¿De
qué tipo de demonio, dios o bestia se trata? ¿Cómo un ser tan bajo, cercano al 1,30
m., se mantiene firme e imperturbable en el mismo lugar en que yo no pude
levantar la pelvis ni un mísero milímetro?
El tipo verde se ha bajado de su rectángulo y me ha hablado:
Qué personaje tan increíbleinconmesurablemagníficaapoteósicasupremaabsolutamente
estúpido.
Luego declara:
Eres humano, al parecer. Hace tiempo que no veía uno, salvo el Segundo Arriero, al cual
veo siempre en el Bar del Muón.
Le dije que sí, que era humano, que no puedo evitarlo. Me mira y lanza una leve
sonrisa. Es raro, porque se ve un tanto alterado, lento. Medio borracho, para ser
sincero. Le pedí ayuda luego, porque estaba aburrido de estar en el suelo. Me
contesta:
Es simple. Párate.
Alien de mierda. Seguramente no traté de hacerlo todo este rato. A veces siento
que han pasado 20 minutos y, en otro momento, 2 meses o 6 años. He buscado
todas las alternativas posibles para levantarme. He pensado, intentado, tanteado y
hasta intuido. Mi ciencia, mi técnica, mi arte: No es suficiente. Le dije,
precisamente, todo esto. Me responde:
No planees pararte. Párate.
No pienses como pararte. Párate.
Estoy de pie.
Camino de modo normal por la plataforma blanca. El alien me da la mano en un
gesto muy humano, sospechosamente humano, presentándose:
Zancotte, para servirle.
Bitácora III
HABANOS DE LUZ, ORIGEN DE LA MATERIA Y LA NADA
Por Juan Soto Morales, artista extraFutura
Voy caminando por esta vasta y ahora amable plataforma blanca. Voy junto a
Zancotte, quien avanza considerablemente más rápido que yo, pese a su baja
estatura. Es extraño: Cada vez que oso hipotetizar sobre alguna ley o regularidad
que explique esto que me pasó, me tropiezo suavemente y pierdo, un poco, el
equilibrio. Dejo de pensar en eso y, automáticamente, recupero una marcha
normal. Zancotte me mira y se ríe, un poco burlesco. Luego, enciende un cigarro
multicolor, opaco. Me dice:
Le sacaría el puro amarillo a este habanito; ahí quedaría como me gusta: Con toques de
asteroide, nostalgia y besos de puta azul.
¿Qué es esto? ¿Se trata, en serio, de una broma? Veo lo elaborado y me calmo.
Igual, esos sabores suenan atractivos. Manjares desconocidos.
¡Ya sé! Dejaré de preguntarme sobre esta duda que me fastidia como mosca
hambrienta y, lisa y llanamente, le preguntaré a este pequeño alienígena. Puede ser
algo entretenido, porque está en manifiesto estado de intemperancia. Bueno,
partiré con mis dudas más fuertes –sobre este lugar, para empezar, pero luego, sin
duda mínima, lo interrogaré acerca de qué mierda bebe y fuma en una plataforma
que, al menos por ahora, no da luces de plantaciones de tabaco, cáñamo, uvas ni
nada. Ni siquiera hay agua. Menos mal que no he sentido sed. ¡Oh, qué raro!
¿Cómo no he sentido sed en tanto rato?
Le pregunto sobre el lugar en el que estamos y por la causa de mis caídas y mis
ridículas contorsiones en el suelo albo. Ante mis oídos y ojos anonadados, me
responde lo siguiente:
Amigo humano, amigazo. Trataré de explicarle de modo bueno, de modo bonito, como un
pajarito, como un pequeño perrito, la duda que en este momento mueve su mente hacia el
crecimiento. Este lugar es, señor mío, la Cordillera del Espacio. Es la zona de frontera entre
su Universo de origen y lo que no está ni existe en él. ¿Acaso usted pensaba que cruzar la
barrera implicaba una salida inmediata hacia la inmensidad, hacia el eterno infinito? Esos
límites ideales, inmediatos, rectos, lisos, sólo viven en su mente humana colectiva. Siempre
me dio mucha risa que ustedes, raza pintoresca, piensen que todo es o debiera ser recto, liso,
exacto o definido.
Esta es la Cordillera del Espacio. Hay montañas y otras diferencias considerables de relieve,
pero ello no tiene lugar en la roca o alguna tierra, como en los planetas rocosos, mugrosos,
pastosos, chistosos y, por cierto, sabrosos. Estas diferencias de relieve se presentan en
fenómenos más elementales como la racionalidad, la psicodelia, la palabra o, incluso, el
cambio. Por eso te pasó lo que pasó ahí (risas). Te caíste en unos ‘hoyos de razón’. Te
pusiste a buscar explicaciones coherentes y te tumbaste, como quien busca caminar plano
en una superficie con desniveles. Amigo humano, hermano, no seas chabacano y préndete
este habano, un habano de luz fabricado y con hojas de quantum enrolado; te ayudará a
entender que para andar por aquí debes aceptar el desnivel, la sinrazón, lo que puede
describirse y no explicarse.
Zancotte fuma. He quedado paralizado por minutos.
¡He salido del Universo!
¡Já! Ese griego debe estar cabeceándose con la forma de salir. Con lo que me cuenta
Zancotte, lo imagino incapaz de llegar a un lugar como este. Me lo imagino esclavo
de la razón, de todo aquello que aquí pierde jurisdicción. Pero a mí también me
cuesta; no lo niego. Mi amor por la ciencia me lleva, casi sin mediación, a elaborar
argumentos que den coherencia a lo observado. ¡Oh! ¿Deberé abstenerme,
entonces, del placer de hacer ciencia, para no caer en esos ‘hoyos de razón’?
Zancotte sigue hablándome, sin que yo le pregunte cosa alguna:
Hace tiempo no veía humanos como tú, salvo el Segundo Arriero, a quien te presentaré.
Pero he conocido varios. Antes, mucho antes, solían venir para acá, aparecerse y hasta
conversar.
Le comenté, de inmediato, mi absoluta curiosidad de saber cómo habían llegado
acá esos humanos: En qué naves, con qué tecnología. Le pregunté qué le parecía el
avance tecnológico humano en aeronáutica espacial de acuerdo a lo que vio en
aquellas expediciones que aquí arribaron. ¿Fueron acaso los de Futura3 o Futura
5? ¿Fueron, quizá, los humanos que permanecieron en la Tierra? Me responde, no
sin antes ponerse 4 habanos de luz en su horrible boca:
¿De qué me estás hablando? ¿Qué pasa por tu cabeza – mente – alma – aparato psíquico –
espíritufenómeno subjetivo? Jamás llegaron aquí tales expediciones. Yo te hablo de que
conocí algunos monjes, pero eran aburridos. Conocí un par de tipos y tipas de poleras de
muchos colores y de ojos rojos que eran más buena onda. Aparecían de la nada, fumando
cáñamo. Otros parecían artistas o poetas. Llegaban un rato, hablábamos, bebíamos y se
iban. Venían, a veces, niños que, simplemente, llegaban acá imaginando. Bueno, con los
humanos conocí los fenómenos metafísicos fundamentales como el beber y el fumar. Conocí
el cáñamo y la absenta, así como el peyote y los hongos alucinógenos, todas sustancias
etéreas y abstractas que me maravillaron. Vi como enrolaban y cómo producían sus
alcoholes y, junto con otros seres y noseres de acá de la Cordillera, tratamos de imitar eso
pero con materiales comunes de este lugar, como quantum, energía, reflexión, aporía,
existencia, experiencia, luz, súpercuerdas, dimensiones, cambios, objetos matemáticos,
metáforas, conceptos y, sobre todo, Materia Oscura. Puras cosas concretas, mundanas.
Bien ahí los humanos. Creo que su descriterio ha sido el mayor aporte que han traído.
Bueno, además de su particular forma de reflexión que ha enriquecido la de acá. Sí, he
sabido de los científicos: El Segundo Arriero es uno de ellos. Pero, salvo él, muy pocos se
han visto por acá y, además, duran un par de instantes. Ojo: Hablo de “tiempo”, de
“instantes” y de “espacio” para facilitarte las cosas, para que comprendas, entiendas. Pero
aquí no hay mucho de eso. Hay pedazos, no más.
Luego de decirme eso, Zancotte empezó a vomitar. Por mi parte, las entrañas de mi
mente también se revuelven, pero no por algún alcohol rancio extraestelar, sino
que por el desengaño propio de quien, al fin, sale de su paradigma clásico; siento
una especie de asco de seguir mirando las cosas en el modo en que lo hacía hacen,
no sé, 5 minutos. Le pedí un habano de luz a Zancotte y lo probé: El asco terminó
inmediatamente. Sentí cómo los fotones entraban a mi paladar y me daban una
cosquilla delgada, fina como arenilla, casi como agua de gotas sólidas acariciando
mis torpes cuerdas vocales que, ahora, se llenaron de luz. Exclamé “Qué rico” y las
letras que conforman la frase salieron de mí como bocanadas brillantes de energía.
Comprendí, ahí, que acá puedo palpar lo inasible cual si fueran frutos terrenales y
vivos de un jardín lleno de árboles conceptuales.
Me pregunto ¿Qué me permitió salir del Universo? ¿Por qué yo, pintor extra
Futura, basureado por los militares, ignorado por mi propia especie, he sido el
afortunado de llegar a esos “parajes” que, en un lugar más allá del tiempo y del
espacio, no son parajes? ¿Por qué yo, ser criado en la lógica, he sido admitido en
esta selva de contradicción? Mi habano de luz se consume, tirando como ceniza un
polvo de materia, corpúsculos que, siendo luz, se extinguen para ir formando
átomos. Claro, puede que la masa no sea algo más que polvo muerto que alguna
vez fue luz. Le comenté todo esto a Zancotte, quien, luego de escupir el último
pedazo de vómito, me dice:
Bueno, creo que tendré que extenderme en el tema. Ojalá no te aburras.
Le pegué por decir eso. Se rio y comenzó a hablar, ahora en un estado mucho
mayor de embriaguez:
Mira. Me sorprende tu hipótesis. Efectivamente, la materia es algo que, alguna vez, ardió
en energía. Mucha atención a todos los participantes: No es energía enfriada, como alguno
de ustedes propuso. El Segundo Arriero llegó con esa idea al bar del Muón y todos nos
cagamos de la risa. Dijo algo de que “la materia no se crea ni se destruye; sólo se
transforma” y un poema similar usando la palabra “energía”. Incluso aquellos monjes,
hippies y locos que pasaron aquí temporadas enteras con nosotros andaban con esa creencia.
Déjame decirte, humanoidehumanohumanistahumanizado: La materia sí se crea, al igual
que la energía. No se destruyen, es verdad; pero la energía se consume y, en ese acto, se
fuga, se escapa. No le gusta sentirse utilizada. Le gusta fluir, no arder. Y bueno, la energía
no se comporta como “corpúsculo”, como también dicen ustedes –yo creo que con el afán de
decir “culo”, sino que se aloja en cuerpos que luego, a su vez, van a formar parte de la
Materia Oscura, de la cual te hablaré en otra ocasión. Por ejemplo: El habano de luz se
consume y su ceniza es la materia, precisamente.
Bueno. Te cuento, humanoidehumanohumanistahumanizado, que con cenizas de luz se
creó la materia que, por ejemplo, se ve en tu Universo. Hubo una eternidad finita –
contradictoria, como todo en que hubo sólo cuerpos ardiendo en energía. En algún
momento, sin más explicación que el silencio, unos pocos cuerpos se consumieron, se
apagaron, se desprendieron eran ahora cenizas y, en el acto mismo de caer, dieron origen a
la Nada, en la cual aterrizaron. Así, checarnalchaval, nacieron la Materia y la Nada. Un
poco de esto abordó el conglomerado humano en varios de sus hermosos mitos de la
creación. Veo que tu cultura de origen es la misma que la del Segundo Arriero, quien,
cuando lo conocí, creía fervientemente en un bonito cuento llamado “Big Bang” o algo así.
Pero esa historia está inevitablemente sesgada, en cuanto no se basa en lo que nació
entonces –la Materia y la Nada sino que en lo que nació después, mucho después, ya con el
espaciotiempo consolidado: El “Universo”. Vale decir: Su experiencia. Su palabra. Su ojo
¡Sí, su ojo! El siempre controvertido ojo humano. Bueno, de hecho: Ustedes hablan del
nacimiento del “Universo”, no de “la Materia y la Nada”, como se usa acá.
Le pregunté a Zancotte, de inmediato, si acaso no era lo mismo lo uno y lo otro,
aun con mi sospecha de que había diferencia sustancial. Me miró, se rio, se irritó
un poco, se le pasó, sacó otro habano de luz y lo roció con polvos amarillos que él
llamó “azúcar de crítica”. Lo encendió con su ojo izquierdo y me lo pasó, diciendo:
No es lo mismo, para nada. ¡No es lo mismo! –bebe un sorbo de un alcohol maloliente
que aún no identifico. ¡El Universo nace del ojo del sucio humano, cabrón! ¡Chúpame la
vergüenza!
El viaje del Universo es el viaje del ojo humano. El ojo es el que vigila el acto de imaginar y
lo juzga como ‘correcto’ o ‘incorrecto’, como ‘confiable’ o ‘peligroso’. El Universo, amigazo
amigableamigo, corresponde a los alcances del consenso intelectual humano como marco de
explicación y de sentido, para ustedes mismos (risas). Es lo que ustedes pueden explicar a
partir de lo que ya saben de forma más o menos definida. Lo que sus sistemas explicativos
pueden dotar de sentido. Lo que pueden ajustar a lo humano. Por eso, el Universo se va
expandiendo. Algunos de ustedes –cada vez menos durante los trillones de años piensan
que empezará a contraerse en algún momento. El Universo es la razón científica, técnica,
estándar, sistematizante. Es el decreto colectivo del límite donde la imaginación humana
deja de ser “hipótesis” para convertirse en “divagación” o, incluso, “delirio”. Escúchame
bien, sucio e ingenuo humano: El Universo es una cárcel disfrazada de inmensidad.
Zancotte acaba su habano y prende rápidamente otro con el fuego de las mismas
palabras que pronuncia. Continúa:
El viaje del ojo humano, el viaje del Universo, es bajo supervisión. Claro, porque es un ojo
que vigila. Este modo de viaje bajo supervisión es el preferido, por costumbre, por el
colectivo. Pero es el medio más lento. Te digo: Viajar fuera del alcance del ojo, no
esperándolo, es dejarlo atrás y zambullirse en surco genuino de lo que jamás antes hemos
visitado. Salir del Universo es contribuir, claro, a la velocidad de su expansión, pero
asumiendo perder su control. Eso no significa que vayamos a destruirnos o a ponernos en
peligro ¡No seas miedoso! Mira: Para el ojo humano, la luz es sinónimo de rapidez y
confían en su velocidad para observar “adecuadamente” el Universo. Pero la oscuridad es
más rápida que la luz. Ya está ahí.
Estas son ráfagas de ideas que hacen volar, cual huracanes, los techos de las casas
donde mis certezas se guarecían de la lluvia de inmensidad. ¿Cómo no entendí
antes lo exquisito que es mojarse en un aguacero así? Bueno: Jamás llovió en
Futura4, pero más de una vez jugué a ser un Antiguo Humano que disfruta de la
lluvia terrestre, la cual imitábamos con manguera con Hugo. Qué recuerdos.
Veo, para privilegio de mis inquietos sentidos, varias esferas rojas al final del
horizonte. Zancotte no tarda en cumplir su etílica labor de guía turístico:
Mira, humanitohabanito ¡El bar 37173,2! Vamos a beber rayos gamma con conjeturas.
Conozcamos algunas preciosuras. Espero no me condenes por ir a putas.
No lo condeno, en absoluto. Yo también he ido. Durante los tiempos de fiesta,
conocí a Viruska, una moldava hermosa que ejercía el arte bello de la prostitución.
No entiendo mucho por qué Zancotte se siente juzgado. O quizás sí: Todo indica
que conoció a los Antiguos Humanos. Me pregunto si las putas que este tipo verde
frecuenta se parecen a las que yo conozco, mujeres admiradas, o a las de antes, con
su cuerpo vuelto objeto, juzgadas como brujas por los mismos que bebieron sus
extasiantes brebajes. Bueno, revisaré si me quedan habanitos de luz. Si no ¿Dónde
se conseguirán?
Las esferas rojas son inmensas. Sin embargo, las puedo tomar sobre la yema de mi
dedo mientras estoy dentro de ellas.
Bitácora IV
SÓLO UN VASO DE CONJETURA
Por Juan Soto Morales, pintor extraFutura y extraUniverso
El bar 37173,2 es –digámoslo un tugurio. Recuerdo La Casa de Wilhelm, donde el
Johnny Chinese era mezclado con vino y todos gritábamos como animales
mientras veíamos pelear en barro a los guatones chinos, en aquellas celebraciones
en 3B donde no recuerdo 5 semanas de mi vida y desperté en una caja de comida
de gato, en pelota, con un tronco de eucaliptus. Algo moderado. Este bar extra
espacial en que estoy ahora es, en realidad –en ‘irrealidad’, para ser preciso, una
espiral en la que el piso sube al techo y luego baja, para luego subir y,
sucesivamente, lo mismo. En sus paredes, ventanas redondas dejan entrar rayos de
luz color naranja que llegan a unas jarras cuadradas con llaves de paso, cual
barriles cerveceros. Bajo algunas de esas llaves, veo una serie de seres que pareen
extraídos de dibujos de niños, absorbiendo esa luz y embriagándose de distintas
maneras:
- Gritando estridentemente, como un tipo de 7 manos, 6 caras de 2 cabezas
con autos –¡Sí, autos! dibujados en su cuerpo que parece de plástico;
- Mirando a la luz embriagante, siguiéndola de modo algo ridículo y atónito,
como un triángulo de goma con 70 bocas y un ojo que, además, tiene 7 pares
de manos que aplauden desordenadamente o en un patrón que no logro
distinguir. Veo que la búsqueda de patrones es herencia demasiado
profunda en mí;
- Emitiendo una luz intermitente desde distintas zonas del cuerpo, como un
ser cuya estructura irregular apenas es descriptible como una mole o una
aglomeración de poliedros –irregulares, también en una masa opaca y
porosa;
Me cuestiono constantemente acerca de lo sospechoso que resulta el carácter tan
humano o animal de todos estos seres. Ya he descartado la tesis de las cámaras
indiscretas; los humanos no hemos dominado la violación de la física pero no por
incapacidad, sino que por persistente tozudez, tendiente al infinito. Pero, de todos
modos, me inquieta: ¿Cómo, incluso fuera del Universo, aparecen criaturas que
beben, que van a prostíbulos, que hablan el mismo idioma que yo? Zancotte, casi
adivinando lo que yo pensaba, me dice:
HumanoideHumanoHumanistaHumanizado: Si te fijas, este es el único lugar donde tú,
quizás, “extranjero”, no eres forastero. Dado que no hay aquí “lugar”, tú, no obstante, lo
creas ante tu percepción. Lo que ocurre aquí lo presentas ante ti mismo en términos de
‘espacios’, ‘cuerpos’, ‘acciones’. Por eso, luego de que abandonaste el ideal de no
contradicción, logras ya tu propia ‘visión’ de este lugar. Todo esto lo percibes por tus vías y
tus modos particulares, así como el perro huele más de lo que ve y el árbol se nutre por
raíces y no por bocas. Sí, el Segundo Arriero me habló de su tan querida “ciencia”, que me
parece igual interesante. Pero ¡Vuelvo al tema! Aquí no hay “espacio”, salvo el que tú
percibes y, por lo mismo, no hay un territorio ante el cual seas nativo o forastero. Nadie
aquí es ni lo uno ni lo otro. Por eso tu percepción se siente tan cómoda y apropiada aquí ¡Y
venga un vaso de conjetura!
Zancotte me pidió un vaso de conjetura que, digámoslo, es como un vino muy rojo
y transparente, medio aguado. Ante las risas del barman, un gato con corona de
espinas y una corbata de humita, Zancotte me pide que me tome un vaso de ese
alcohol en un solo gran sorbo, “al seco”. Desafío irresistible. Debo reconocer que
no puedo soportar, en absoluto, reto o duelo alguno donde el alcohol sea el
revólver. No me considero un alcohólico; no me controla. Yo lo domo, como si
fuera caballo terco, líquido y transparente. Pensé esto en voz alta y el músico del
bar, un ser largo y espigado que parecía de jabón, lanzó una carcajada que
armonizó con un breve solo de lo que parecía el sonido de un oboe, aunque un
poco más grave. En fin: Tomé el vaso y me lo empiné. Durante la cascada del
líquido, saboreaba y pensaba en lo sorprendentemente exquisito que era. Su sabor
lo sentí en el paladar, así como en los pies y en la nuca. Un vaso de conjetura, “un
manjar”, como decía un Antiguo Humano en el Internet.
El vaso de conjetura está resultando un poco largo.
Demasiado largo.
¿Por qué no se acaba el vaso, mierda? Si era un poco, apenas, pero bebo y bebo y
esta miel del árbol de la vida no anticipa fin alguno ¿Es que, acaso, estaré toda la
eternidad bebiendo? ¿Será acaso una trampa de estas raras criaturas? ¿Me habrá
reclutado Zancotte solamente para ser sujeto de prueba de un nuevo producto? No
sé qué podrá decirse de mí en el libro de la Historia: ¿El hombre que fue atrapado
por la bebida? ¿El ser mitológico que bebe durante toda la eternidad? No es que
me desagrade totalmente; este manjar califica, en su bello sabor, para ser tomado
hasta más allá del fin de la existencia. Pero quiero seguir explorando un ratito más
¡Suéltame, bendito alcohol! Si he de vivir y morir en tus brazos, dame un tiempo
para abrazar cada aspecto de este escenario llamado vida.
He soltado el vaso. La verdad, nunca estuve atrapado.
Las carcajadas son lo suficientemente efusivas como para que caigan 3 mesas del
bar. Zancotte no puede parar de reír mientras bebe 3 tragos distintos y el barman,
más calmo, me apunta el vaso, aún con un poco de conjetura, diciéndome:
Es un vaso de conjetura. Nunca se acaba, pero llega el momento en que ya no se puede
seguir bebiendo. O sea, se puede, frente al abismo de lava de la eternidad.
No alcanzo aún a digerir esto cuando veo a Zancotte corriendo eufórico sobre las
mesas, cantando en un idioma indescriptible. Los otros seres presentes –y algunos
ausentes lo increpan y lo miran con esa expresión que reza, claramente: “De
nuevo, lo mismo”. De hecho unos cuantos no le prestaron mayor atención y
siguieron bebiendo, fumando habanos de luz y otros de muerte –que eran más
parecidos a los cigarrillos humanos, así como una extraña flor brillante que
presentaba una secuencia de amarillo, rojo, café y un nuevo color que jamás había
visto, sustancia que les convierte en seres transparentes y relajados. Al lado mío,
de hecho, un gordo blanco sin cabeza fumó esa flor y, casi de inmediato,
desvaneció su cuerpo a tal punto que pude botar la ceniza de mi habano de luz
pasando mi brazo a través de él hacia un cenicero que había más allá. Un cenicero
de materia, de hecho. Que recibe materia.
Zancotte está ya fuera de foco. De un lugar cerca de su entrepierna –parece que
algo como un pene comienza a emitir un líquido atomizado, como de spray, de
color dorado. Dada la similitud de este tipo verde con lo humano, consideraré ese
líquido verde como ‘orina’ ¡Estaba meando a la gente! ¡Y seguía cantando! Vomitó
un par de veces algo que parecía un agujero negro, que tragó a dos de los
asistentes al bar. El siempre criterioso barman me explicaba que, cuando eso
ocurre, quien es absorbido vuelve en forma de luz por los rayos que llenan los
dispensadores de alcohol, los que vi a la entrada. Allí, debajo de la llave, beben con
desenfreno los entes que han perdido su identidad y que deambulan, errantes,
buscando volver a vivir como “algo” –palabra que sí es válida “acá”, dada su
vaguedad y definición a la vez. En ese beber, esa necesidad se sacia mutuamente
con el anhelo de estos otros seres absorbidos y vueltos luz, que tienen identidad
pero no corporalidad; cuando uno bebe al otro, se unen en un nuevo ser completo
que no es mezcla de ambos sino que es los dos a la vez. Y remata:
¿No es a eso que va tanta gente a los bares? ¿A recuperar un alma perdida con una esencia
nueva, desconocida, que busca hogar en los extraviados?
Hemos salido del bar.
Me llevé a Zancotte sobre mis hombros. No responde, pero ronca como los truenos
en la casa del diablo. Por alguna razón –o mejor dicho, sinrazón, no me pesa.
¡Claro! Aquí no hay masa ni peso. No me acostumbro aún a este lugar que no es
lugar, en este tiempo que no es tiempo. Pero yo sigo percibiendo todo con espacio
y tiempo, probablemente por lo que me dijo este borracho antes de llegar al bar.
Pero me asalta una duda: ¿Por qué las explicaciones me parecen lógicas o, al
menos, convincentes? Porque, aunque no pueda comprenderlas con la ciencia o la
lógica formal, mediante el lenguaje sí tienen sentido para mí. Si este es el reino de
la ilógica, de la ausencia total de razón ¿Por qué algunas cosas sí la tienen? Le
preguntaré a Zancotte cuando despierte.
He entrado al túnel. Sigo un rumbo a la deriva; los cilindros me van empujando en
todas direcciones. Algunos de ellos tienen caras, en su mayoría planas, sin mayor
expresión. Algunas estructuras parecidas a serpientes recorren de lado a lado
algunos de los cilindros, dejando estelas de algo parecido a harina que se deposita
en lo que sugiero llamar, lisa y llanamente, “aire”. De hecho, si bien aquí no hay
aire, sigo respirando. Y si aguanto la respiración, siento el impulso vital a inspirar
nuevamente. En eso, despierta Zancotte y me dice:
Te metiste por la vía más difícil. Así me gusta: Irse por lo simple. Mira: Descansemos en
una pequeñapequeñita cueva que está un poco más allá. Como agradecimiento por no
haberme dejado botadito allá en ese tugurio bonitomalditobonito, te contaré algunas cosas
que pueden interesarte. Sácate unos habanitos de luz.
Bitácora V
LOS BOVINOS ETÉREOS QUE SANAN LA INSUFICIENCIA DE LO
CONCRETO
Por Juan Soto Morales, artista extraFutura y extraUniverso
Hemos llegado a la cueva. En realidad –o ‘irrealidad’, mejor dicho, más que
una curva, es un pedazo de terreno fuera del túnel donde podemos estar sin
arrastrarnos por los cilindros. Zancotte mira hacia el centro del sitio que
compartimos y provoca, con su mirada, una fogata. Luego, me observa y vuelve
sus pequeños oídos, similares a caracoles, hacia mí. No pude más que empezar a
contarle sobre mí: Juan Soto, chileno, 29 o 30 años –a esta altura, no lo sé, humano,
habitante de Futura4, que salió a explorar estéticamente el fin de Universo y que,
luego de perderse en la belleza, traspasó su límite, no sé cómo. Le conté que trabajo
como pintor de la parte exterior de mi nave, de mi gusto por la ciencia y la
introspección, de mi postura política perturbistasimbólica y de mi océano
galáctico de dudas acerca de este lugar. Me siguió mirando luego de que finalicé
mi discurso y, luego de un buen rato, me dice:
Precisamente; así saliste del Universo, perdiéndote en la belleza. Dejaste de analizar para
contemplar; dejaste de esperar respuestas para las preguntas; dejaste de pensar en el
“dónde” para zambullirte en el aquí; alcanzaste, por un rato, ese supremo estado de
desconfiar de lo explicado y confiar en lo inexplicable. Así, viejojovenniñoser: Así se llega
acá, a la Cordillera del Espacio. Un gusto, Juan Soto.
No puedo negar que me emocionó escuchar mi nombre. Hacía mucho que nadie lo
pronunciaba. Zancotte lanzó un repentino, severo y ronco gruñido, grueso como el
de un oso. Eso causó que el movimiento de los cilindros se acelerara y que
comenzara, con ello, a sonar una música muy grave y agradable, como de un
conjunto de contrabajos con las cuerdas lo suficientemente sueltas como para
apenas emitir una música audible por el humano. De hecho, me atrevería a decir
que fue una frecuencia menor a ese límite la que, aquí, con mis sentidos
desencadenados, oí. Aproveché de preguntarle, en este mismo momento y sin
rodeos, sobre la duda que antes mencioné: ¿Por qué hay cosas que parecen lógicas
en el imperio de la sinrazón? Me dijo lo siguiente, echándose gotas en el ojo de
algo que llamó “inspiración”:
Bueno, es justo esa pregunta la que abre el tema del que te quería contar. En primer lugar,
aquí no somos pocos los que conocemos a los humanos, que hemos tratado con ustedes, que
los hemos apreciado y hasta les hemos considerado nuestros amigos. Algo comprendemos
acerca de cómo ustedes le encuentran y le dan sentido a distintos sucesos o cosas. Por eso,
las explicaciones que hemos compartido contigo han sido pensadas, precisamente, teniendo
en cuenta tu condición humana. Sin embargo, humanoide humano humanista
humanizado, yo no sólo entiendo tu mente sino que también comparto mucho de ella.
También conozco la lógica y la he vivido y eso es, te cuento, porque mi trabajo, mi sustento
del día a día, es el transporte de ganado entre el Universo, esta Cordillera y aquello que está
más allá. Pero no se trata de cualquier ganado, sino que de ganado abstracto, vacas de ideas,
res de conceptos, los bovinos etéreos que sanan la insuficiencia de lo concreto. Querido Juan
Soto: Yo soy un Arriero del Espacio.
Sin poder reaccionar mucho ante esta esencial revelación, vi ante mis ojos lo que
parecía un bus. Sí, un bus. Como el InterSectores en Futura4. Como los que se
usaba frecuentemente en la Tierra. Este que vi yo era de fondo negro con rombos
amarillos distribuidos de manera desigual sobre él, tortura segura para quienes
aplican obsesión a todo lo que observan. Zancotte me dice, un poco agitado y aún
con hálito alcohólico:
Sube rápido, es un bus pirata ¡Sube luego, sube luego! ¡Subesubesubesubeasciende!
Ante esta duda, Zancotte no me responde.
En el bus pirata, los siete conductores son similares a gansos rociados con pintura
gris, pero cuyo cuerpo es medianamente volátil. Compartían el volante
empujándolo y eyectándolo hacia adelante en la dirección en que se avanza.
Luego, nace otro volante donde estaba el anterior, con muy rico aroma y llorando
como guagua. Este sonido luego cambia a un silencio estridente que emite rayos
zigzag de múltiples colores –tres de los cuales jamás había visto, lo cual indica que
ese volante está preparado para su eyección. Más atrás, los primeros pasajeros eran
dos gordos invisibles, perceptibles para el humano sólo mediante el sentido de la
tristeza; si se encuentran en tu ángulo de visión, te invade la melancolía. Si,
además, topas su cuerpo, el llanto es automático. Más atrás, otros pasajeros viajan
con sombrillas que Zancotte llamó “parasol topológico” y que se abrían cuando se
cerraban. Muchos alienígenas, algunos de forma algo comestible y otros más
similares a insectos –de los que no se comen y a sistemas de cañería, siguen en los
asientos beige de este expreso. Encontramos, al final del pasillo, al lado del baño –
donde mucho rato estuvo un ser de caca defecando bollos de cloro, asiento para
ambos.
El bus pirata es, en realidad –en ‘irrealidad’, mejor dicho, bastante cómodo.
Hemos avanzado por el túnel de cilindros que, de a poco, se va convirtiendo en un
pantano de gelatina amarilla sobre la cual nuestro bus avanza entre saltos y
ruedas. En mi ventana chocan óvalos transparentes, tímidamente teñidos de
naranjo. Sobrevuelan el pantano en bandadas, sacando a picotazos unas raras
piedras cúbicas. Zancotte observa mi rostro de contemplación, prende tres ya
clásicos habanos de luz –esta vez sazonados con lo que el alien llama “esmalte de
aporía” y me dice:
Siempre salen aquí estos bichos. Lo único que hacen es hablarte de artes, picotearte las
manos y cagar ideas en la mente. Ni siquiera sé cómo se llaman. No quiero saberlo. Ojalá ni
tengan nombre; así no ocupan la boca de nadie y permanecen olvidados. Me cargan. O bien,
sí, pónganles nombre, para que mueran.
Estos pájaros de mierda, amigo Juan Soto, viven robándome el ganado abstracto o
dañándolo. Picotean mis vacas y les quitan significados. Pero no puedo negar que este
paisaje no es lo mismo sin ellas. De hecho, durante mucho tiempo –digamos “tiempo”
para… tú sabes (risas) no hubo nada de esto por acá. Este suelo era lo único que había y
era mucho menos gelatinoso que ahora. Yo venía aquí a beber existencia batida y a escribir
poemas.
Claramente, le pido de inmediato que me muestre o me recite sus poemas. Es un
placer para mí esta sorpresa, aunque debí suponerlo: Su alcoholismo, su
irreverencia, su sentida palabra. Saco un cuadernos de tapa blanda, de 40 hojas
fabricada de lo que él denomina “papel inconsciente”, superficie que, según él, es
ideal para la liberación lírica. Con lápiz fluorescente, me leyó, con un recitado algo
fome y monótono, el siguiente poema:
Debo ser el primero
Que besa tu curtosis
Debo ser el segundo
Al que miras desde el bus
Debo, acaso, ser tercero
Junto a las ancianitas y unos cuantos perros
Debo ser el enésimo
Porque soy indefinido, aspirante a infinito
He pensado seriamente
En ponerme a cabalgar
Viajar al negro profundo
La cárcel de la oscuridad
“Universo” le llamaron
Mirándose las propias córneas
Desierto de la abstracta materia
Cementerio de dioses
,
Zancotte me mira un tanto desorbitado, con una mezcla de orgullo y vergüenza.
Pareciera que soy de los primeros que lee este bello poema. Al mirar sus negros
ojos de alien vislumbro, en la profundidad de su horizonte interno, aquella
melancolía que yo, claramente, conozco. Son las huellas de la soledad de esos
momentos en que incluso uno mismo deja de acompañarse. Tardamos en aprender
a hacernos compañía a nosotros mismos; ese limbo, el que precede a eso, te expone
desnudo como pollo desplumado ante las brasas de la existencia. Hojeo el
cuaderno y leo otro poema, con una tinta que va cambiando de colores y que
acaricia el sentido del lector que se aloja en el ojo, escondido en lo inmaterial, al
menos en el humano:
¿Dónde estabas, ciencia de los débiles?
Que estallas en pedazos de ilusión
¿Por qué sigues aquí, ciencia de los débiles?
Si no tenemos manos para amasarte?
¿Qué opinas de mí, ciencia de los débiles?
Habla tú y nadie más de mis fábulas
¿Por qué esa máscara, ciencia de los débiles?
Dime si es castigo o nuestra arma
No tengo más opción que una hipérbola
Rozando las caderas del infierno
Puedo ser, quizás, quien sopla el hálito de vida
Pero eso no convence a la piedra
El animus se esconde allá en las rocas
Pero sólo se cubre con ellas
La lluvia verde y el habanito amante
De la mirada que deposita color en las cosas
¿Dónde estabas, ciencia de los débiles?
Mientras llegabas, la luz nos asesinó
¿Por qué sigues aquí, ciencia de los débiles?
El pan ajeno de cada día nos dan hoy
¿Qué opinas de nosotros, ciencia de los débiles?
Al menos, nuestra figura es algo líquida
Sácate la máscara, ciencia de los débiles
No somos bufones ni en el sueño ni en la muerte
Zancotte me revela, poco después de que yo leyera tal magno poema, que este bus
se dirige a la colina de frío donde se ubica el siempre bien nombrado Bar del
Muón. Me imagino que podré, quizás, encontrarme con aquel a quien él llama
“Segundo Arriero”, del cual yo sé que es humano y que, por cierto, es científico.
Espero llevarme bien con él. ¿Será un Antiguo Humano llegado aquí a partir de la
violación del tiempo? ¿Será, acaso, alguien surgido de las otras naves Futura o de
la descendencia de sus tripulaciones? El bus pirata sigue avanzando, cada vez más
saltarín debido a que el camino, ahora de tonos turquesa brillantes, es ahora en
extremo viscoso y gelatinoso; el bus corre el riesgo de quedarse pegado,
embetunado, por lo cual hace un esfuerzo especial por despegarse del suelo.
Menos mal que su combustible es la esperanza, al parecer inagotable.
Sacando unas láminas delgadísimas de lo que llamó “dietilamida de conciencia”,
Zancotte me muestra unos papeles que están guardados dentro de su cuaderno.
Deposita su lámina bajo su tercera lengua y me convida, aunque no acepto por
dolor de estómago. Sí, de eso no me salvé fuera del Universo. Me pega una
cachetada, se ríe y me dice:
Estos son manuscritos hechos por humanos. Con documentos así empecé yo a dedicarme a
escribir poesías. Los pillé, los hallé, los encontré en una cabaña de sal que fue levantada por
la providencia en un valle cerca de acá, allá por ninguna parte pero en un lugar muy
específico.
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El título del documento me intriga y golpea profundamente: “El Mapa de la Mente
Humana”. Ahora que Zancotte ha vuelto a dormir, lo leeré.
EL MAPA DE LA MENTE HUMANA
Anónimo
Este dibujo, transformado en letra por los griegos, busca representar una mariposa.
Al igual que la mente, la mariposa sigue una trayectoria histórica desde la cuncuna
al ser alado; la línea vertical, que simboliza el núcleo, la raíz, la cuncuna, avanza
hacia arriba naciendo del suelo y elevándose al cielo hasta que, en algún momento,
se despliegan las alas para seguir subiendo, Así, en el ícono de la mariposa que es,
a su vez, gráfico de su historia, encuentra especial y adecuada descripción la mente
humana, que revolotea en la existencia y se posa en las variadas flores de la
experiencia.
El alcance de la acumulación y organización de vestigios a ambos lados de la línea
vertical es infinito o, al menos, indefinido. No obstante, en un momento
determinado de la historia de la línea que sube, el humano se da cuenta de sí mismo,
fundando la “conciencia”, aquello que será visible a sí de aquí en adelante. La
mariposa ahora deberá abrir sus alas para que, al mismo tiempo, amplíe su alcance
y proteja lo que ahora ha nacido en ella, en el humano: la Cultura, por el lado de la
Realidad; y la Imaginación, por el lado de la Materia Oscura. Se trata, por cierto, de
una línea curva, parabólica, que cruza la historia –línea central y separa lo
consciente, lo que se mantiene visible, de lo inconsciente, lo que se evita hacer visible
o que, quizás, simplemente jamás se ha visto. A esta línea parabólica le llamaremos
Umbral y no ha de considerarse muro ni fortaleza, sino que un límite, un indicador.
No es el cerco ni la frontera que separa los territorios, sino que es la vía que
permite transitar por y entre ellos. Como es una línea parabólica que jamás se
cerrará en óvalo o circunferencia, indica la apertura infinita de este umbral que
acompañará a la historia en su transcurrir, implicando una constante ampliación
de la cultura y la imaginación, caras de lo consciente, envueltas por el manto
siempre mayor de lo inconsciente.
Así como la Cultura y la Imaginación se encuentran sobre la parábola del umbral,
bajo él se halla, al lado de la realidad, la bodega simbólica, antes conocida como
“inconsciente colectivo” y que corresponde al conjunto de elementos a los que
históricamente se ha referido el ser humano sin conciencia de ello. Viven ahí los
arquetipos y, también, los hábitos y la alienación. Al otro lado, en la Materia
Oscura, habita lo desconocido en lo humano, el inmenso potrero donde se
encontraría –quizás lo que no se ha encontrado, aquello que el humano ignora
radicalmente sobre sí mismo. Es la parte más oscura de la Materia Oscura y de la
mente en su globalidad, siendo, quizás, el depósito principal de elementos para
armar un futuro o varios futuros humanos.
Este mapa se aplica tanto en la mente colectiva, nivel fundamental de la existencia
de la misma, como en su manifestación individual, que cumple con características
y organización similar.
Entre las zonas delimitadas ocurren tránsitos o movimientos que han de detallarse
así:
- Desde lo real consciente –Cultura a la Materia Oscura consciente ocurre la
reflexión. En el sentido contrario, tiene lugar la realización.
- Desde lo real inconsciente a lo real consciente aparece la bestia, que hace
primar el placer y pone en tensión constante a la cultura. En el sentido
contrario, ocurre la introyección, donde se hace propio lo que aparece en la
cancha de lo real.
- Desde la Materia Oscura inconsciente a la Materia Oscura consciente o,
dicho de otro modo, desde lo desconocido en lo humano hacia la
imaginación, fluye la inspiración. A la inversa, ocurre la curiosidad.
- Ambos sentidos del tránsito entre lo real inconsciente y la Materia Oscura
inconsciente –entre la bodega simbólica y lo desconocido en lo humano
corresponde a la deriva de lo humano, lo que va a influir en el devenir de la
especie sin posibilidad de explicación, constatación ni, mucho menos,
previsión. Ocurre fuera de la conciencia, más allá de la luz, siendo
inabordable por definición y elemento que introduce lo impredecible en lo
humano de modo inevitable e imperturbable.
- El flujo entre lo inconsciente real, bodega simbólica, y la Materia Oscura
consciente, imaginación, puede ser nombrado como la bestia en la caverna. Es
similar a la bestia que transita entre lo inconsciente real y lo consciente real
o cultura, pero ahora sin pasar por esta última. La bestia en la caverna no se
manifiesta en el espacio compartido de la cultura sino que se refiere a
contenidos de la bodega simbólica que se presentan en el espacio secreto del
pensamiento y que no son puestos en juego junto al colectivo. Se trata de la
bestia escondida, guarecida de la cultura que se resiste a ella, como el tigre
que se esconde de los esclavos del Coliseo, que teme muerte en su aparición
pública, temblando ante los gladiadores del buen criterio. En el sentido
opuesto, desde la Materia Oscura consciente –imaginación hacia la bodega
simbólica, que es lo inconsciente real, ocurre lo que llamaremos sutileza. Será
sutileza total cuando algo proveniente de la imaginación logre alojarse en lo
real inconsciente o, dicho de otro modo, cuando algo consciente que no es
compartido con el colectivo logra influir en otros o en la Humanidad misma
sin que alguien se dé cuenta. La línea de la sutileza total es la que pasa justo
por el vértice que comparten la parábola y la recta ascendente. No entra a la
Cultura, a lo real consciente: El acto alcanza la máxima sutileza cuando no
es compartido o “pillado” y, además, logra influir en el otro sin que éste se
haga consciente. La sutileza será parcial, en tanto, cuando esta línea si pasa
por lo real consciente; cuando el acto sí ha sido constatado, al menos
mínimamente, por el otro.
- El flujo entre lo desconocido en lo humano –Materia Oscura inconsciente y
la Cultura es lo que puede llamarse Trance. En el sentido contrario
transcurre la ignorancia, tan poco valorada históricamente y tan sublime
como acto humano.
Bitácora VI
EL SEGUNDO ARRIERO
Por Juan Soto Morales, artista extraFutura y extraUniverso
El bus pirata, luego de una trayectoria sinusoidal, ha visto por sus ventanas un
cambio repentino y radical en el paisaje. De repente, fue todo muy verde y azul:
Islas separadas por ríos desordenados e hilos delgados y volátiles que parecen
vivos y que van desde el suelo al cielo, en el cual se observa una inmensa cara de
lince dibujada, quizás, con algo similar a lápices pastel. Un viento que movía
aquellos hilos emitía una música muy bonita, sonando como glockenspiel; luego, me
percato de que esta brisa trae triángulos negros que, al chocar con los hilos,
producen las notas musicales. Zancotte despierta y me dice:
Hemos llegado, parece. Esta no es, sí es, no es, sí es la República Insular, zona que da la
denominación de origen a la música. Bajemos.
Cruzamos, cual fantasmas, las paredes del bus. No pagamos. Yo, que nunca me
interesé mucho en la música, siento ahora su caricia, su gloria, su sentido absoluto
de la sutileza. Parece en ella tener especial sentido eso que leí acerca de la línea que
cruza directo de la Materia Oscura consciente a la bodega simbólica. Cruzamos las
islas a saltos, grandes saltos. A medida que nos acercamos a un lejano punto azul
en un horizonte cóncavo –que se ve hacia arriba luego de un valle perfectamente
curvo, aparecen flotando innumerables partículas brillantes que emiten azarosas
notas musicales al colisionar con nuestros cuerpos. Bueno, ni tan azarosas, porque
su melodía era bella y parecía seguir escalas precisas, aunque con considerable
grado de libertad. Zancotte gira y salta provocando armonías y melodías altamente
psicodélicas, raras, bellas aunque proponiéndome cruzar mis límites de
apreciación musical. Bueno, a traspasar fronteras he sido llamado.
El tipo verde ha dejado de jugar con las partículas musicales. A pesar de que
hemos caminado mucho y saltado entre un montón de islas que lucen
intermitentes como “agua” y “tierra”, alternándose –más de alguna vez caímos en
suelo líquido que era, hacía “segundos”, sólido, pareciera que tengo energía
infinita mientras juego incontrolablemente con estas diminutas teclas flotantes del
Piano Mayor, origen de la música. Me percato de que Zancotte ha parado y lo
miro. Luego, sigo su mirada, viendo que va dirigida hacia una pequeña letrina. Sí,
como aquellos lugares en que se defecaba en la Antigua Humanidad. Bueno,
nosotros también teníamos una letrina fuera de la nave. Zancotte me dice:
Humanoidehumanohumanistahumanizado: Hemos llegado al Bar del Muón. Esperemos
para entrar.
A esta altura, ni siquiera dudaré de que esta letrina, depósito de mierda, sea el
legendario bar. Debe ser un tugurio asqueroso, como el otro. En ese mismo
instante, Zancotte me dice:
Mira esos huevos grandes de color verde, como yo. Métete en uno de ellos.
Alien de mierda. Con suerte, los huevos que me indica miden un metro. Ya lo sé,
ya lo sé: Estamos fuera del Universo. Con algo más de agobio, me vuelve a hablar.
¡Métete rápido! ¡Queda poco! ¡Apúrate!
Comencé a tratar de meterme. Repentinamente, una cosquilla eléctrica invadió mi
pie, primera parte del cuerpo que introducía al huevo, para luego conquistar mi ser
entero, volviéndolo algo gelatinoso y maleable. El dolor es inexistente, en todo
caso. En pocos instantes, estaba dentro del huevo, un lugar extremadamente
caluroso e incómodo. Por suerte, algunas partículas musicales se entraron conmigo
y suenan bellamente chocando con las paredes de esa cosa, incluso más encerrada
que mi módulohuevo que quedó estacionado en la plataforma blanca. Ojalá esté
ahí todavía.
¡Oh! Siento pasos que son como de un gigante descomunal.
A través de algunas zonas medianamente transparentes de la cáscara del huevo,
observo que un gran ente gordo, luso, húmedo, amarillento y gritón ha llegado.
Ha tomado mi huevo. Quizás también el de Zancotte.
No tengo miedo.
¿Qué significa esto? ¡Zancotte! ¿Dónde me has traído?
Silencio.
Sólo siento el sonido de la boca de este monstruo. Parece que me ha engullido. No
tiene dientes, menos mal.
Silencio.
Estoy flotando, aún dentro de este huevo, en lo que intuyo son los “jugos
gástricos” o algo similar en la panza del monstruo gigante. Diviso, apenas, a
Zancotte, quien se ríe de mí estridentemente en su propia cápsula.
Siento un rugido estruendoso, largo, que no para salvo pequeñas pausas, luego de
las cuales se vuelve más intenso. Algo nos ha empezado a absorber hacia abajo, en
una suerte de remolino.
El monstruo se ha sentado en la letrina –pequeñísima para su tamaño ante mis
ojos, pero extremadamente inmensa para él y nos ha expulsado de su cuerpo que,
la verdad, no era muy estético por dentro. O quizás sí y no me di cuenta. No lo sé.
Vamos cayendo por el pozo negro. Hacía rato no me encontraba con mi familiar
negritud máxima, otrora del Universo, hoy de un baño de letrina en los dominios
de la sinrazón. Siento algo similar a la gravedad, ilusión que es indicio único de
nuestra caída dentro del huevo junto a estas notitas musicales. Me imagino el
terror que deben haber sentido los Antiguos Humanos al caer en la Tierra, lugar
con tanta gravedad y con precipicios tan grandes como para morir de una caída
¡Morir de una caída! Algo tan inconcebible en Futura4, Menos mal me tocó vivir
luego de los trillones de años de silencio.
Silencio.
Luego de un indeterminado tiempo, que pueden haber sido segundos o milenios –
no lo recuerdo, hemos llegado a una piscina de agua cristalina, aunque la caída no
ha causado salpicón alguno. Zancotte me dice que rompa, con golpes y rasgados
fuertes, la cáscara del huevo. Así lo he hecho. Nadamos siguiendo a 8 seres más, en
un cardumen de sedientos fanáticos de la cerveza estelar y el alcohol místico.
He prendido un habano de luz. No se apaga con el agua.
Al salir del líquido, se observa que la piscina onírica conduce a una especie de
búnker alojado en una caverna llena de puntas que emiten proyecciones de luz de
figuras similares a argollas formadas de hurones vueltos anillo. Esto ocurre, eso sí,
sólo en dos colores: Gris y verde. La verdad, se trataba de un bar, uno bastante más
pequeño que el otro que visitamos con Zancotte y que él orinó. Diviso no más de
siete asistentes, con una música de fondo relajada, mezcla de balada afrohúngara
y son cubano, agradable telón melódico que proviene de la boca derecha del
barman, algo parecido al del otro tugurio, pero más alto y, por cierto, sin uso
alguno del habla, al parecer. El tipo verde me dice:
Amigo SotoJuan: Aquí estamos, aquí somos –si puede decirse que “somos”, al menos por
retórica, este es el Bar del Muón.
Quiero explotar de risa ¿Es aquí, en este antro caóticamente rancio, donde se
encuentra al mítico Segundo Arriero, humano como yo, bebiendo y compartiendo
su humanidad con estos seres ausentes en el sentido? Todos os que aquí beben
están con su frente apoyada en las mesas, irremediablemente ebrios, mientras
imágenes algo más transparentes salen de sus cuerpos e interaccionan con las otras
que brotan a sus lados, armando un bullicio silencioso que sólo escucho cuando yo
mismo empiezo a gritar. Es como si el gritar fuera el boleto de entrada a esas
dimensiones, planos etéreos del descriterio cuyos derrames de alcohol y vómito
llegan acá, sin embargo. El visitante recién llegado cuenta con una hermosa vista
gracias a ello. Zancotte me dice:
Vamos luego donde el Segundo Arriero. Hay que ir a otro plano. Huyamos alegremente de
este dominio del noexistir.
Tomamos una mesa –tuvimos que limpiarla de un vómito de paradoja mezclada
con visión, pedimos unos vasitos de conjetura y comenzamos a beber como
demonios. Una tras otra, las botellas vaciaban en mí su espíritu. Repentinamente,
Zancotte se saca una oreja y me pidió que la comiera. Fui prudente: Me comí esa
oreja a la paila. Le convidé a él, por supuesto, a quien vive en el organismo
original, a la cantera de donde se extrajo esa especia, a quien la donó. Como
engulló cerca de un tercio de su antes oreja, le brotó otra más chica.
Quedé ebrio como nunca antes. Sí, ahora yo vomité. Yo oriné. Bailé en pelota sobre
el mesón del bar. Hasta me puse a pelear con un pingüino de mierda, rojo, de tres
cabezas y radiactivo, que comenzó a fastidiarme. Zancotte se reía y celebraba mi
show, mientras el barman, llamando al orden, me preparó un barril de vino de
agujero negro. Lo probé y ¡Magia! Me he convertido en un ser verde, fosforescente,
aunque manteniendo mi forma de humano. Comprendí algo del principio activo
del agujero negro, materia prima de este brebaje: Mis amarras morales fueron
absorbidas.
En esto, un ser me observa. Tiene aspecto humano.
Dejaré de rendir culto al frenesí un rato. Me acercaré.
Efectivamente. Se trata de un ser humano. Seguiré acercándome.
No puede ser.
Y yo hablando mal de los ojos, probando ahora refregarlos para ver si estoy
viendo. ¡Ver si estoy viendo! ¡Cómo nos revolcamos en ese barro circular!
No, mentira.
Yo conozco a este humano. Lo he visto muchas veces. Crecí con su imagen. Me
pregunto ¿Qué ocurre en este lugar que no es lugar? ¿Es acaso una gran broma del
griego de mierda, dándome drogas raras para reírse de mí? ¿Es acaso todo un
sueño, toda esta hermosa travesía? Sí, la mente humana puede imaginar esto y
más. Pero de algo estoy seguro: ¡Lo que he vivido ha sido en vigilia, en conciencia
y en plenitud, nadando en la deriva y no simplemente arrojado en ella! Aparte, los
aseguristas no se darían el trabajo siquiera de pensar una broma.
El Segundo Arriero es Benjamin Sarkyzov y es el fundador de mi cultura. Es el
eslabón entre la Antigua y la Nueva Humanidad.
No sé qué decir ni hacer. Él me mira riéndose, viejísimo, aunque con actitud ágil,
con su bata blanca de científico pero pintada con imágenes en nueve dimensiones.
Sarkyzov mira al Primer Arriero, Zancotte, y le dice, apuntándome:
¡Mira! Cuando yo tenía esa edad, vivía en Vladivostok, en Rusia, investigando sobre
exobiología, confinado en un departamento del Gobierno, cuando apenas sospechaba que
existieran aberraciones como tú (risas generales)
Zancotte lo mira, se ríe y sigue orinando su propio trago. Sarkyzov me mira y me
propone:
Vamos a afuera a hablar sin tanto ruido.
En menos de medio “segundo”, aparecemos “afuera”. Es una especie de caverna
transparente donde, más allá, se divisa un fondo verde con manchas rojas móviles
y volátiles, cual si fuera lámpara de lava. Esta esfera que nos contiene no se cierra
completamente. Se une, en cambio, con otras bóvedas de formas que no puedo
determinar desde acá pero que sospecho son huevos. El Segundo Arriero saca dos
cigarros de tabaco, clásicos, de los que tenemos en Futura4. Me cuenta:
Aquí, en estos lados que no son lados, se vuelven locos por uno de estos.
Consumimos unos cuantos cigarros, de hecho, mirando los 73 horizontes que nos
ofrecía ese sitio en que estamos en un silencio cómodo, lleno de paz. Supongo que
ambos extrañábamos demasiado el compartir con humanos. Por mi parte, puedo
decir que las tertulias con mi especie son uno de mis caramelos preferidos. No hay
hongo ni brebaje que reemplace la risa de un amigo, el choque entre dos copas o el
vital y nutritivo arte de la conversación.
Le pregunté a Sarkyzov algo sin mucha articulación pero que es duda desbordada,
tsunami de inquietud: ¿Por qué? Él me entendió con una exactitud sobrecogedora
y comienza:
Muy bien. Entiendo. No te preocupes, te contaré todo.
Antes de irme de Vladivostok en el 2158 de la era terrestre, comencé algunos estudios sobre
las propiedades de la materia. En específico, busqué si era posible volver reversibles las
reacciones químicas irreversibles. Lo hice bastante en secreto; algunos de mis amigos
supieron y no pocos me tildaron de “ridículo” o de “iluso” por querer violar una ley
consolidada de la física, de querer “dar rienda suelta a la arrogancia de los genios” –en
palabras de un tal Julius Mancini, químico francoitaliano que laboraba conmigo en la
Agencia Cosmonáutica RusoChina. Muchos me dijeron que eran “tiempos de trabajo en
equipo” y “no de cruzadas solitarias de falsos Da Vinci”. Bueno, hice todo en secreto y
siempre, antes de dormir, durante cerca de 9 años, realicé cálculos y divagaciones al
respecto. Sí, divagaciones, inspiraciones, buscando algo más allá del método. A todo esto
¿Sabes a qué me refiero con “reacciones reversibles” e “irreversibles”?
Le respondí que “sí”. Me arrepiento; podría haberle dicho que “no” para ver cómo
el mismísimo Benjamin Sarkyzov me enseña eso. Bueno, en el “sí” que le dije, se
incluye el hecho de que sus estudios sobre reacciones químicas son ampliamente
conocidos dentro de la población de Futura4, Son claves en el operar de la misma
nave, de hecho. Pero me deleitaré escuchando. Continúa:
¿Cierto que no es tan difícil? Una reacción reversible, una que puede volver a su estado
anterior, como el dióxido de carbono que reacciona con el agua produciendo ácido carbónico
en cualquier bebida gaseosa, o ese mismo ácido carbónico que, al destaparse la botella y
sonar el “tsss”, vuelve a ser agua y dióxido de carbono. Una reacción irreversible, la que no
puede volver a su estado anterior, como el palo que se quema o el fierro que se oxida. Bueno,
te cuento que, un día, al fin, logré quemar un leño dos veces. Ardió, le apliqué un líquido,
volvió a su estado anterior y lo volví a quemar. Ese líquido es el Invertón, que modifica los
nferones que rodean los electrones, suprimiendo su configuración electrónica, sus orbitales
y todo eso, mediante el uso de radiación eta. Eso permite que los enlaces entre átomos
vuelvan a su estado anterior.
Bueno, las naves Futura están hechas de material bañado en Invertón. Sí, es un mecanismo
que permite a la materia tender al infinito. Ahora, antes de seguir, te explico de qué hablo
con “Futura” y todo eso.
Asentí con el cabeza, dispuesto a poner atención. Reconozco que me da un poco de
temor lo que pueda escuchar. Me convidó dos cigarros, me pidió que los
encendiera al mismo tiempo y, además, yo coroné el acto con un tercer humeante,
un habano de luz con denominación de origen en ningún lugar. Prosiguió:
Mira, preferiré no saber cosa alguna sobre ti y contarte esto sin rodeos. Yo estuve a cargo,
en la Tierra, de un proyecto que implicaba enviar una nave a la galaxia de Andrómeda con
distintas muestras de vida y de información envasadas para ser activadas dentro de 750
millones de años. Para que la nave aguantara tripulación, necesitaba oxígeno. Y para que la
nave produjera oxígeno infinito y, a la vez, no se oxidara, se necesitó Invertón. Bueno,
amigo, yo me embarqué en una de esas naves desde la Tierra. Estaba tan aburrido y
desesperanzado de la Humanidad que ni me dolió no verles nunca más. Mandé a la mierda
a todos los que me fastidiaban y me subí con mis dos perros, Mili y Pini, en dirección a
Andrómeda.
Es emocionante escuchar esto. A la vez, cada instante da más miedo. Prendí otro
habano de luz mientras Sarkyzov narraba:
Mi plan era educar los embriones y posteriores humanos que viajaban en la nave para ver si
era posible una mejor Humanidad. Eso sí, no tenía apuro. Disfruté mucho las primeras
semanas solo. Hacía lo que me daba la gana. Pero, un día, dormí mucho. Había cámaras de
hibernación que reducían el pulso cardíaco a 1, conservando los cuerpos casi sin variación.
Era necesario para un viaje de millones de años. Yo programaba 54000 segundos en la
cámara para dormir 15 horas en las que descansaba, no te miento, lo equivalente a un mes.
Pero olvidé diseñar un método de bloqueo del teclado donde uno digitaba la cantidad de
segundos. Mis perros eran muy juguetones, tanto que se subían a cualquier lado. Y esa vez
–de acuerdo al registro de vídeo, se subieron a la cámara donde yo dormía y uno de ellos
apoyó la pata en la tecla 0, por dos segundos. Dormí 54000000000000000000000000000
segundos gracias a eso. Extrañamente, los sentí como un sueño corto. Cuando desperté, mis
perros no estaban, claramente. Se fundieron en el Universo. Habían pasado trillones de
años. Escribí: “Por primera vez, me da miedo la soledad”. Pasé días pellizcándome y
tirándome agua para despertar de lo que esperaba que fuera un sueño.
De a poco, fui aceptando haber sido arrojado a esto.
Oye, pero no te veo sorprendido.
Sarkyzov me quedó mirando con los ojos más abiertos que jamás había visto. Me
preguntó, algo tembloroso:
¿Tú vienes de Futura4?
Dije que “sí”. Silencio.
Sarkyzov estalló en una risa de profunda alegría frente a mi nerviosa y menos
intensa sonrisa. Hasta un par de lágrimas le salieron. Me dice:
Entonces ¿Tú sabías de mi historia? ¿Qué sabes de mí? ¿Cómo vivió Futura4 en los
siguientes años? ¿Qué edad tiene Futura4? ¿Cómo mierda llegaste acá?
Es lo mismo que yo me pregunto. Pero bueno, le respondo. Me presento de este
modo: “Juan Soto, artista y explorador extrauniversal”. Le cuento que,
afirmativamente, provengo de tal nave. No sé cómo irle contando de a poco tantas
cosas. Partí tranquilizándolo y diciéndole que en Futura4 hoy hay una población
cercana a las 12500 personas que han sabido organizarse, en un proceso de más de
500 años, manteniendo como horizonte y como medio el bien común, el buen trato
y la transparencia. Le agradecí, de hecho, el esfuerzo que hizo por educar a Pat y
Aki mediante la sensatez y el reconocimiento íntegro de su humanidad, lo cual fue
semilla para los bellos valores que hoy subyacen a la que hemos llamado “Nueva
Humanidad”. No le oculté que hubo una guerra con alienígenas, que sólo ahí
debimos usar armas –y jamás entre nosotros y que ha habido tensiones políticas
importantes, como en el tiempo de Achmed AlBakhtar o la del asegurismo versus
perturbismo, que algo sobrevive hasta hoy. Le hablé del triunfo relativo del
asegurismo y del peligro que, según este humilde servidor, tiene ello en este
momento de letargo casi terminal del Universo.
Con algo de insidia, le conté acerca de mi fascinación por la historia de su propio
funeral, histórico, cuando le tiraron muy anciano dentro de un traje mientras
escuchaba la pieza de Liszt, perdiéndose luego flotando en el Espacio. Nunca fue
algo que me quitara el sueño; es una pieza de la Historia, así como muchas otras.
Pero lancé esta carta a la mesa como cuestionamiento; ¿Acaso no había muerto? Se
rio durante 4 minutos, haciéndome señas con su mano como queriendo
garantizarme que me explicará muy bien. Estoy nervioso. Pero estoy bien; Es una
montaña rusa mental. Habla el Segundo Arriero:
Bueno, amigo, la cosa es que hay ciertos descubrimientos que son como rifle, que al caer en
los brazos del criterio equivocado pueden causar fácilmente catástrofes. No quiero con esto
ser soberbio; de hecho, rechazo enérgicamente la pretensión de saber de los que, en la Tierra
al menos, se hacen llamar “comunidad científica”, un montón de pedantes que no sólo
creen saberlo todo sino que, sobre todo, profesan una única vía hacia el saber y se
autoerigieron como los únicos e ideales portadores o guardadores de la información. Pero,
en mi caso, me defiendo diciendo que, de verdad –te lo juro, lo que evité comunicar a Pat y
Aki luego de mis años ermitaños en el frío y absolutamente desolado futuro es algo que no
corresponde a un posible “daño”, sino que a una pérdida de la definición misma del ser
humano. En este caso, no protegí la información por considerar incapaces a los humanos de
gestionarla, sino que la guardé conmigo por lo irracional y loco que fue mi acto. Bueno, esto
tiene que ver con las propiedades cancerígenas y antiinmunes del Invertón en el tejido
orgánico.
Miedo.
Inventé eso. Nunca ha dado cáncer. Es un poco ilógico que una sustancia que regenera un
palo que ha sido quemado no pueda regenerar tejido humano. Pero usé la poco pulcra
“autoridad científica” para confundir a los curiosos de la lógica dentro de las marañas de
“la palabra del maestro” o “magister dixit”. Aunque no lo creas, así era en la Tierra: La
palabra del supuesto saber pesaba más que el argumento mismo. Por eso les iba tan bien
(risas). Aplicarse Invertón mediante la ingesta de agua durante 3 años no produce otra
cosa sino la cancelación de los procesos de degradación de cada tejido, de cada célula.
Estamos hablando, querido viajero, de lograr fácilmente la vida biológica eterna.
Claramente, socializar eso en un planeta de comunicaciones globalizadas y de un cruel
capitalismo venido a menos, pero aún muy masivo, habría causado el canibalismo en 150
años y el fin de la especie humana en 180 años. Como el único cofre totalmente seguro es la
Materia Oscura, mantuve el secreto. Pero no resistí la tentación de aquello oculto que es
prohibido y, 7 años después de haber despertado de la trillonaria hibernación, comencé a
beber agua con Invertón.
Por alguna razón, Pat y Aki jamás notaron que yo no envejecía. De hecho, más de alguna
vez me comentaron que me veía “más viejo”, lo cual sólo asocio a ciertos días en que dormía
mal –porque jamás volví a meterme a una cámara de hibernación o en los que,
simplemente, no me acompañaba el despertar. De hecho, no es fácil asumir el vivir para
siempre y el despedirse de la muerte ¡Despedirse de la muerte! ¿Lo habías imaginado?
Cuando ya lo acepté, ¡Carajo, que lo celebré! Me dio, un rato, tristeza por pensar en que,
claramente obligado a fingir mi muerte para no causar canibalismo en los futuros
habitantes de Futura4, no vería más a Pat y Aki, mis queridos niños, promesa de una
Humanidad íntegra. Pero le recibí eso a la providencia, administradora de los futuros que
buscamos y de los que nos buscan. Quise violar el misterio y asumí. Decidí, un día, actuar
mi agonía y pedir que me lanzaran en un traje a flotar al espacio escuchando el piano de
Pat. Eso fue puro placer. Bueno, cuando me alejé lo suficiente, contando aproximadamente
6 años y 3 meses, comencé una sutil ruta impulsada por un diminuto motor que no
permitiera a los radares más potentes de Futura4 detectar una trayectoria distinta al de un
objeto inerte. Me dirigía a 5Beta46H8Lorenz, un pequeño agujero de gusano que
descubrí años antes en la cinta que almacenó la ruta de la nave desde algunos millones de
años antes de que yo despertara. La nave había pasado por ahí y por muchos similares. Era
la forma de desaparecer de todo alcance posible de los sistemas de rastreo humano ¿Sabes lo
que es un “agujero de gusano”, cierto? Olvidé preguntarte; un atajo por el tiempoespacio,
similar a hacer un túnel por un asteroide en vez de recorrerlo por la superficie ¿Se
entiende? Es burdo mi ejemplo pero espero que útil.
La verdad, burdo el ejemplo. Bueno, Sarkyzov era famoso por huraño y burdo.
Dicen que contaba que la Tierra era como “una bola de billar” o que los átomos
eran como “pelotitas”. Pero en lo burdo vive la magia de la explicación que es
como pieza de rompecabezas, que espera al interlocutor atento y propositivo, que
lo libera de su cartel de invalidez intelectual. Prosigue:
Cuando me fui acercando al agujero de gusano, tuve miedo de sentir el dolor de quemarme
con los rayos emitidos por esa zona; Futura4 sobrevivió gracias a su tecnología de blindaje
frío de nitrógeno, pero yo no cuento con eso en este traje. Mi opción siempre fue dormirme
con una dosis irracional de opio y, aunque me temblaba todo el cuerpo en ese momento,
proseguí con el plan. Me dormí, soñé con el infierno mismo, con el diablo devorándome
durante un tiempo que viví como meses, con una piscina tropical similar a Venezuela
repleta de mujeres desnudas que reventaban como burbujas inalcanzables, así como
también aparecieron todos mis enemigos escupiéndome y riéndose de mí, quemando escritos
míos y pegándole a mis perros. Tanto la rabia, el deseo o el mismo diablo fueron mis
colchones oníricos a las quemaduras colosales que debo haber recibido durante el tránsito
por esta puerta por el Universo doblado. Te apuesto por esta cajetilla de cigarros de tabaco,
amigo, que cuando desperté vi el agujero de gusano, en sus colores apenas perceptibles
sobre el lienzo negro, atrás mío. Dolor en mi cuerpo no había, así como quemaduras
tampoco. El Invertón había funcionado incluso mejor de lo que yo pensaba.
Mi reloj atómico integrado al computador del traje llegó a marcar 37502 años de vagancia
por el Universo. En esos años, vi apenas 3 asteroides. 2 de ellos eran horriblemente
aburridos. Estuve parado en uno de ellos durante 715 años y las novedades fueron igual a
cero. Bueno ¡Estuve 18859 años sin ver nada! ¡Nada! ¡Sólo el negro inmaculado! Hablé
conmigo mismo los primeros 273 años. Después, se me acabaron los temas y las ganas.
Hubo un momento en que no soporté ni siquiera mi propia presencia. En otros, en cambio,
me abracé durante siglos, con un miedo profundo a la soledad.
Este viejo me está mintiendo. Apenas habían pasado 500 años desde que despertó
de la cámara de hibernación. Aunque, a esta altura, no cuestiono que la medida del
tiempo se haya pulverizado en esa telaraña cósmica que me atrajo hasta acá,
promoviendo mi descriterio, atrayendo mi búsqueda sedienta de belleza. Ya, lo
seguiré escuchando.
Imagínate lo que es estar así de aburrido. Estuve varias veces arrepentido de haberme
aplicado Invertón ¡Malditas religiones que nos promovieron la idea de la “vida eterna” allá
en la Tierra! Comprendí que me había engolosinado con algo que no es gran cosa. La vida
eterna era para mí, en ese momento, sólo un lugar aburrido eterno. No era triste ni
irritante. Aburría, lo que es peor. Pero todo cambió cuando llegué al tercero de los
asteroides. Había un bar. Me abofeteé la cara durante los meses en que avistaba ese cuerpo
espacial antes de aterrizar en él, incrédulo de lo absolutamente absurdo que resultaba
encontrar un bar allí. Traté de apurar como pude el curso de mi traje y, finalmente, logré
agarrarme de una de sus protuberancias. Aún estaba dentro del Universo, por cierto; la
gravedad era poca allí, de acuerdo a lo esperable.
Entré al bar y allí cambió mi vida para siempre. El Tercer Arriero allí estaba bebiendo
conjetura en barriles. Es una interesante mujer que te presentaré después. No te preguntaré
si has bebido conjetura porque te vi desabasteciendo el Bar del Muón hace un rato. Ella
conversaba acerca de unos experimentos raros que había hecho hacía mucho tiempo y que le
intrigaba profundamente encontrar un mínimo vestigio de ellos. Junto a ella, 8 seres
alienígenas –no veía uno desde mi visita a la República Spenceriana de Arizona en 2164,
en un museo donde vivían protegidos unos especímenes cruelmente secuestrados y
maltratados por los entonces ya desaparecidos Estados Unidos de América la escuchaban
con empatía y preocupación; ella se veía algo desesperanzada. De todos modos, el barman,
que tenía 9 cabezas, puso un wurlitzer con una música tan animosa que hasta el mismo
Universo parecía moverse un poquito más. Yo miraba sigilosamente desde la puerta,
pasando desapercibido gracias a la bruma abundante resultante de la juerga. Me extrañó
que, al momento mismo en que pisé la entrada del bar, me desplomara en el suelo. Mis
manos no recibían la misma exigencia de la gravedad que la que tenía que soportar mi
tronco. Traté de moverme como pescado para ir hacia el lugar de “menos gravedad”, pero
fue peor. Estuve algunos minutos tratando de abordar lógicamente el problema hasta que
un ser se cagaba de la risa a mi costado. Era Zancotte.
Comenzamos a caminar despacio, alejándonos del Bar del Muón, mientras en los
nueve cielos que se observan se despliegan texturas que Sarkyzov me invita a tocar
estirando mis brazos hacia allá. Lo intenté dos veces haciendo un esfuerzo físico, lo
cual fue infructuoso. Luego, a la usanza de estos lugares que no son lugares,
simplemente me abandoné a imaginar. Mi brazo, causándome cosquillas intensas,
se alargó hacia uno de los tantos horizontes avistados. Con la yema de mis dedos,
palpé un rugoso cielo que de aquí se ve verde con morado y otro color que jamás
había visto, entre rojo y crema, pero más tirado hacia el negro y un tanto turquesa.
Es lo más cercano a lo que antes conocía dentro de lo que se puede llamar “color”
Luego, el Segundo Arriero me invitó a saborear los cielos Ya entendiendo un poco
de la actitud que permite este tipo de experiencias, estiré mi lengua
irracionalmente y, de hecho, ahora pude dividirla en 5, cual monstruo mitológico.
Había un cielo que me gustó demasiado, con sabor a arándano y con toques de
limón. Otro tenía sabor a vodka puro, una bóveda de alcohol que, digámoslo,
volvió a embriagarme un poco. Otro era pura conjetura, lo cual fue peor para mis
esfuerzos por mantener la sobriedad. Para ser riguroso, diré que era conjetura con
damasco y un toque de melancolía. Vi cómo cambió el rostro del Segundo Arriero
luego de eso y supuse que mis expresiones también tuvieron un pequeño vuelco.
Le propuse presentarme, pero me dijo que primero emprendiéramos viaje, porque
tenía que ir a buscar “ganado de dudas”, como buen Arriero del Espacio. Me dijo:
Lo que ahora has degustado es apenas una pizca de lo que percibiremos en el tramo de la
Cordillera del Espacio que conoceremos ahora. Eso, si quieres acompañarme, claro. Allí
cuéntame todo de ti. Ni siquiera el tiempo limitará nuestra conversación, así que podremos
hablar de muchas cosas. También podremos guardar silencio y comer un poco de él.
Me encantó la idea. Sin equipaje ni peso, lo acompaño. Nos alejamos caminando
hacia uno de aquellos cielos que saboreamos. Miré hacia atrás con algo de intuición
y ¡Claro! Venía Zancotte corriendo. Nos detuvimos para esperarlo. Cuando llega
acá, me pasa un papel con un poema y me dice:
Terminando tales palabras, se desvaneció como genio de lámpara, como fantasma.
Con Sarkyzov retomamos el andar y, cuando aún la velocidad es de despegue, abrí
el escrito para leerlo:
Pensar un árbol es más complejo / Que explicar sus hojas
Cortar un árbol es menos cruel / Que quitarle su agua
¡Ámame, gigante de bosques extintos! / No existes salvo en mí
Ve si las preguntas y los versos / Suben por tus capilares
Ya no puedes marchitarte / como las pequeñas flores
Cuando creas tronco y palabra / Ya no te permites caer
Eres manzana y tierra de hoja / Cuando te caes de ti mismo
Ya no bajas tu cabeza / Sino que pierdes materia
¿Es tu ruta la misma mía? / ¿Te diriges también a la nada?
Bitácora VII
SENSORIAL
Por Juan Soto Morales, artista extraFutura y extraUniverso
Veo que me alejo de un primer tramo que era más geométrico para internarme en
algo que es mucho más intenso sensorialmente. Hay vientos que transportan
gritos, canciones, sabores, vómitos, orgasmos, colores, encuentros, escalofríos,
sustos, asombros y, además, harta luz tal como la de los habanos. El Segundo
Arriero me cuenta que es en esta ventolera donde se extrae la materia prima de tal
preciada sustancia:
Nuestros amados habanitos de luz se producen aquí. Para producir hojas de quantum, lo
suficientemente delgadas como para atrapar la luz dentro, muchos alegres cosechadores –
aquí no se conoce la explotación, porque esto no es siquiera un trabajo se sientan a pensar.
Con rayos de imaginación que se vierten de sus ojos concentrados, van armando de a poco
las delgadísimas hojas, las cuales nosotros, humanos miopes, no podemos ver. Ellos, seres
compuestos en un 58% de esperanza y el resto de trozos de silicio de asteroide –son
mestizos del Universo y del acá que no es acá, al juntar suficientes papeles –pueden crear
hasta 3 veces infinito en un largo período equivalente a 5 minutos espaciales, buscan en
estos vientos remolinos que enrolen y, en la misma acción, llenen los habanos de luz o de
otras sustancias. Supongo que aún no has probado habanos de paciencia, por ejemplo. O
habanos de creación, que me gustan mucho. Incluso, hay habanos de identidad, algo más
escasos pero impactantes al fumarse. Comprendo: Zancotte es bravo para los habanos de luz
y no consume nada más. Así son esos alienígenas gasusos.
Dos pies, dos manos, las estrictas proporciones entre cabeza, tronco y extremidades. ¿Por
qué no tener cabezas inmensas, un solo brazo y 96 orejas? ¿Por qué debemos tener ojos
para ver, en vez de apreciar espacios con nuestras uñas y olores mediante el álgebra? ¿Por
qué no caminamos con canciones ni calculamos haciendo sonar los dientes? ¿Por qué, de
hecho, masticamos con los dientes, cuando podríamos ser membranas que planean en estos
vientos extrauniversales?
Debido a que su gracia se distribuye en el olor, no queda mucha de ella para su argumento
o su valor cómico. No todos los chistes han de ser buenos; la mayoría son muy aburridos y
hasta incomprensibles. El humano tiende a inventar chistes casi sin darse cuenta. La
mayoría no llegan a puerto y se quedan en la Materia Oscura, provocando algo similar a
una risa pero que no es tal, sino que corresponde a un goce profundo, que apenas regala
burbujas que ascienden revoloteando desde un mar que aún no logro definir bien. Es como
un sentido, una vía sensorial, parecida a la del humor y asociada a ella, pero que se refiere a
chispas de un bienestar fuera del sensacionalismo incrustado en todo acto que intente ser
cómico.
Cada una de esas palabras adquiere total y legítimo sentido en este momento en
que viajamos como tubos fulminantes. Los chistes acarician, sean cómicos o no.
Algunos queman, eso sí. Provocan un dolor leve pero considerable. Miro alrededor
y considero injusto centrarme solamente en los chistes, siendo que hay triángulos
esféricos que danzan frente a mí, así como nebulosas formadas de hambre que
parecen flores y que se marchitan a mi paso mientras engullo el sabroso éter de la
nada, un éter que no es éter, que no existe, que sólo es nombrado y saboreado.
Suena por ahí un violín, o algo parecido, cuyas notas duelen un poco, cual si
fuéramos cruzando un alambre de púas que, en este momento que no es momento,
aparece como pentagrama. Caras de teatro con distintas expresiones también veo
atrás mío, persiguiéndome pero apareciendo ante mi vista cual si vinieran hacia
adelante. En el Universo, lo que se deja atrás se aleja; acá, estas caras se agrandan,
están más cerca y, por eso mismo, ilógicamente, se difuminan y alejan. Sarkyzov
me mira y me dice:
Cuidado. Vamos a atravesar un lago de sospechas.
De hecho, vamos arribando a un sitio que, de a poco, va tomando una clásica
estructura de tres dimensiones. De un conjunto de cielos en 18 dimensiones, donde
la sensación perceptiva es similar a sentirse quebrado mirando hacia todos lados
con atención en un eje que atraviesa al observador en su entraña, los tubos
humanos ahora llegamos a algo parecido a un arenal, como una playa pero sin
agua, sino que con sospechas. Fotografiar esto es imposible; la intuición es ahora la
vía principal para enfrentarlo. Recuerdo la Playa Bolognesi, en el sector 1C. Varios
kilómetros de extensión dentro de la nave, con una profundidad máxima de 89
metros –a los que Hugo llegó, puesto que fue a una expedición con los militares y
en estado de intemperancia y lleno de tranquilidad y agradables sensaciones;
músicos, pintores, grupos grandes de baile y, por cierto, mucho silencio. Me
gustaba nadar hasta las boyas más cercanas; nunca fui muy atlético. Sobre todo en
mis tiempos de sequía creativa, cuando pintar la nave por fuera era sólo retocar y
retocar, la Playa Bolognesi me limpiaba del hastío y me envolvía con la frescura de
la incontinencia creativa. Salía del agua con ganas de mear y de pintar. Ahora, esto
es muy distinto. Las sensaciones no son buenas.
El Segundo Arriero me ha mirado raro.
Trataré de entender la idea: Me estoy sintiendo algo paranoico y espero que sea
simplemente por estar cruzando ese famoso “lago de sospechas”. Igual es raro que
te avisen algo así; es como predisponer a alguien a que desconfíe para que,
paradójicamente, comience a desconfiar de su propio criterio, ese que le lleva a
desconfiar. Es un círculo bien raro que no me parece bien intencionado. “Vamos a
pasar por un lago de sospechas. Si desconfías, es por eso. No desconfíes”. Y resulta
que, de hecho, todo me parece sospechoso. Insoportablemente sospechoso.
El Segundo Arriero me ha mirado raro.
¿Cómo sé si ya entramos al lago de sospechas o si, en cambio, mi amiga percepción
me invita a cuidarme de alguna mala intención? Este tipo es humano. Este tipo es
famoso por ser huraño. Este tipo engañó a Pat y Aki, para quienes él era todo. No
debo confiar en él. No debo siquiera dar un ápice de concesiones a eso del “lago de
sospechas”. No lo soporto. Quiero matarlo, pero no me arriesgaré, porque
probablemente hay cómplices. Quizás Zancotte, maldito alien burlón de mierda, es
el secuaz en todo esto.
El Segundo Arriero no me quita la vista. Se ve muy tranquilo. Me mira raro.
Bueno, quizás sí estamos en un lago de sospechas y me estoy poniendo
estúpidamente paranoico. Por algo Sarkyzov me dijo “Cuidado”.
Silencio.
El Segundo Arriero me ha mirado y se ríe de mí.
Tengo demasiado miedo. Esto es una emboscada, estoy casi seguro. ¡Qué cruel es
la sospecha, que ni siquiera te deja descansar un segundo en la certeza! No se sí la
tortura mayor es la tensión de la incertidumbre o el peligro que se anuncia. Se ríe
de mí. Acepté, ilusamente, acompañarlo en un viaje sin rumbo definido. Me vio
borracho en el bar, me metió conversa y me trajo engañado para acá. Es humano.
Me podría querer violar este viejo decrépito, asqueroso. Me inventó el “lago de
sospechas” y quizás qué maldita droga me dio para creer que existe algo así, que
puedo viajar como tubo, que puedo oler los chistes. Desconfío de todos aquellos
que estaban en ese bar de mala muerte. Desconfío de la Humanidad misma,
aquella que te hace sospechar, aquella que ha definido la sospecha. Desconfío de
mí mismo, de Juan Soto, de aquel que es capaz de conspirar contra su propia
seguridad siguiendo a seres desquiciados, que tuvo el descorazón de llevarse a sí
mismo en una casi suicida misión de “exploración estética del fin del Universo”,
arriesgando su honra frente a su especie y su nave. Desconfío del Universo, de la
Universo, aquella que me hizo el amor, que me cobijó y que me abandonó,
poniéndose celosa de una telaraña cósmica que decretó mi expulsión del paraíso.
Silencio. Miedo.
El Segundo Arriero me mira y se ríe a carcajadas.
Seguramente lo que le causa tanta gracia es la mala suerte que tuve de ser humano
en probeta. Claro. Al parecer mi existencia es un plan de laboratorio. Ni siquiera
puedo gozar con la idea de que, en algún ínfimo momento, mi ser haya estado
libre de los planes, de la voluntad o de las expectativas de otros. Soy un
instrumento. Me trajeron a existir porque me necesitaban, porque había que seguir
poblando la nave Futura4. ¡Si tan sólo hubiera saboreado el mínimo de azar! ¡Si
hasta este viaje es una farsa, un engaño, una burla, una lamentable y decepcionante
artimaña de estos creadores de drogas, probablemente aseguristas, que quisieron
burlarse de este perturbista simbólico que ellos –estoy seguro consideran un
patético iluso!. Como deben bañarse en champaña y burla los malditos, viéndome
por quizás qué pantalla holográfica, contemplando la ruina y ridículo de este
hombreprobeta utilizado desde su concepción, desde el inicio de su existencia
material, desde que apenas se diferenció del Universo.
Desconfío de mi condición de humano. ¿Por qué no fui un planeta, una estrella
congelada, sin más asunto que entregar hidrógeno a naves errantes? ¿Por qué no
fui un gatito de aquellos que descansan sin ser aseguristas y que crean caos sin ser
perturbistas? ¿Por qué mierda existo? ¿Por qué debo enfrentarme al abismo
indescriptible de lo que no existe, caminando siempre en la cuerda floja en la que
me equilibro “existiendo”, con el siempre latente peligro de caer y, simplemente,
desaparecer incluso de los dominios de la nada? ¿Por qué la conciencia? ¿Por qué
me perjudican gratuitamente dándome la posibilidad de darme cuenta de mi
paupérrima condición? ¿Cuál es la idea? ¿Torturarme? ¿No les basta con obligarme
a existir y a exponerme ante el abismo, sino que, además, me obligan a ser
consciente de ello, para repetírmelo eternamente en la cárcel de mi mente? ¿Por
qué hablo, por la mierda? ¿A quién le hablo? ¿Es que, más encima, ante la evidente
nada, igual he sido amarrado a la sospecha de una mano superior a la cual he de
referirme? ¿Me obligan a la nada y más encima me torturan con la sospecha de lo
contrario?
Silencio.
¡Uf! Hace rato que no podía respirar. Qué refrescante aire golpea mi cuerpo hecho
tubo.
Silencio.
Qué manera de pensar estupideces estos últimos instantes que bien podrían hacer
sido segundos, años, milenios o, simplemente, sospechas. Me avergüenzo. Me
avergüenzo profundamente. Fui advertido e, incluso así, caí. El Segundo Arriero,
ahora apareciendo frente a mí como el buen hombre y Arriero del Espacio que es,
me soba la espalda, termina de reírse, se toca la barba y comienza a hablarme, con
una paz infinita:
Tranquilo, Juan Soto. Eres humano y primerizo en este trayecto. Estaba claro que te iba a
pasar. Las sospechas de a poco se aprenden a manejar mejor, sin miedo, sin paranoia, sino
que como ventajas frente al telón de fondo de la buena fe. Te cuento, Juan Soto: Puedes
confiar en mí plenamente. Nada malo te puedo hacer en este lugar que no es lugar, donde la
muerte no es muerte y todo lo desagradable se muestra en lo que burdamente llamaría “su
esencia”, como sustancias inocuas que sólo producen “desagrado”, una sensación de la que
podemos escapar. Aquí no estás atrapado ni recluido. Aquí no corres peligro alguno. Era
allá, en el Universo, en esa cárcel, donde los gendarmes de la física, los llamados “fuerzas
fundamentales” por la servil ciencia terrestre, pueden dañarte y matarte si osas violar sus
autoritarias y antojadizas leyes. Si luchas contra la gravedad, te caes. Si luchas contra la
gravedad en altura, mueres. Si te quedas sin oxígeno, mueres. Si la electricidad te elige
como camino, si la presión es mucha, que esto, que lo otro. Aquí, ese estado policial físico no
tiene jurisdicción. En este momento que no es momento, gozas de asilo político en los
dominios de la sinrazón.
Silencio. Un largo silencio.
Bitácora VIII
EL SOL ES UN SOL
Por Juan Soto Morales, artista extraFutura y extraUniverso
Puedo dar fe de eso. He estado desorientado desde antes de cruzar acá. Prosigue:
Cuando viajábamos por el mar de Siberia en barcos rompehielos, nos gustaba usar algo
similar a esto. Un sextante, a la usanza de los marineros de la Edad Moderna europea. Las
estrellas eran demasiado brillantes en ese entonces. ¡Podíamos verlas desde la Tierra! La
estrella Polar era el punto de referencia, como tú sabrás. Verla en la bóveda celeste ya era
un alivio, porque ya no estabas perdido. Podías estar errante o, incluso, acabado. Pero no
perdido. Observando el Cielo, haciendo ventana hacia el Universo, nos movíamos en
nuestros humildes y no por ello menos inmensosocéanos. Estaban tan cerca las estrellas
entre ellas que podías armar figuras con ellas. Las constelaciones; supongo que has leído
sobre ellas. Podías ver los puntos brillantes derramados como la leche de la teta de una
diosa. Tan complejo era el comportamiento de esas luces que su color era distinto de
acuerdo a la edad de las estrellas o de la distancia a la que estaban. Sí, Juan Soto. Las
estrellas brillaban.
Como sabrás, el sol era la estrella que estaba cerca de la Tierra y que proporcionaba la
energía necesaria para los procesos que sostenían la vida allí. Bueno, de hecho, era el astro
que mantenía más o menos estable la órbita de la Tierra. Pero, te lo digo con decisión: Para
mí, el sol no era una estrella. Una vez vi un archivo histórico que databa de inicios del siglo
XXI, cuando la Antigua Humanidad se volvió loca con las redes sociales que se formaban
por la World Wide Web. En una de esas redes, llamada “Facebook” –que después quebró
junto con la descomposición de los Estados Unidos de América, algunos de esos típicos
fans religiosos de la racionalidad científica, feligreses del pensamiento del siempre
honorable aunque soberbio Carl Sagan, que solían tirar mierda a la religión mediante un
comportamiento religioso, se reían de una joven cristiana que, en un acto de pretensión de
saber propia de ciertas religiones alienantes y cobijadas en el capitalismo, aseguraba que “la
obra de Dios es perfecta” y su respaldo era que “si la Tierra estuviera 10 metros más cerca
del sol moriríamos quemados y, si estuviera 10 metros más lejos, pereceríamos congelados”.
Los sabelotodos la humillaron con el correcto argumento científico referido a la órbita
elíptica de la Tierra, que implica variaciones anuales de millones de kilómetros en su
distancia al sol. Además, indicaron que “las estrellas como el sol tienen un rango que
podría considerarse habitable”, lo cual no tiene mucho de incorrecto, desde la ciencia. Pero
¡Cómo vamos a estar mirando siempre con el lente de científico! Bueno, lo que me asombró
fue la respuesta de la joven: “Estúpido, el sol no es una estrella, el sol es un sol”. Y sí,
querido Juan Soto, esa es la respuesta que podría haber acuñado cualquier humano terrestre
que haya vivido más allá de su computador personal y de los fríos laboratorios y
universidades. Sólo ante la ciencia, en los libros, en los computadores y en la tecnificada
mente del humano globalizado, el sol era una estrella. Pero bastaba salir a un parque para
darse cuenta cómo el sol no se define por sí solo ni menos por sus características físicas,
sino que en relación con los árboles, los animales, las personas, los objetos físicos, la Tierra
misma. Sirio era más brillante que el Sol, pero su luz no hacía girar a las maravillas ni
abrirse a las rosas. La estrella Betelgeuse no hacía que usáramos ropa liviana en verano ni
que nos dieran ganas de ir a tirarnos a un lago. Sólo el disco solar fue erigido como Dios,
como padre, como guerrero. Y por muy cerca que estuviera de la Tierra, permitía la licencia
a los árboles de hacerle sombra. Los amargos te habrían dicho: “¿Qué es un árbol para una
estrella?” Una vez, de hecho, me lo dijeron. Respondí, con bastante agresividad: “¿Qué es
tu mente para el sol y quién eres tú siquiera ante un árbol?”.
Mi experiencia con las estrellas fue muy distinta que la que tuve con el sol, Juan Soto. En
la fría Rusia apenas se sentía calor. Pero cuando don Sol se dignaba a aparecer por
Kaliningrado, allá por 2143, cuando viajé a ver a la última mujer que me causó dicha, sus
débiles rayos eran suficientes para subir la cabeza a las flores y a los humanos. También
recuerdo su cara más tórrida, aquella que mostró cuando visité Túnez apenas un año antes
de venirme en una nave hacia el insospechado y abandonado futuro. No sé si ustedes
habrán creado después algo que tratara de emular esa sensación, pero sentir al que
llamábamos “Astro Rey” quemando tu espalda sin causarte dolor era simplemente mágico.
Claro, hacía mal exponerse mucho a eso. Pero hacerlo con prudencia era un manjar. La
forma en que ese gran horno esférico te cocinaba era ya una obra maestra de la sutileza.
Recuerdo, también, haber caminado por carreteras de Kazajstán bajo un sol poderoso, que
deformaba el camino que te esperaba y creaba espejismos, causando alucinaciones a la
Tierra misma, mostrando agua donde había seco, mostrando frescura donde, en cambio,
caían decididos rayos ultravioleta.
Sin embargo, mis experiencias favoritas con el sol tenían que ver con el momento en que se
escondía en el horizonte. No sé si haya habido instante que extrañara más que las simples y
gratuitas puestas de sol. Menos mal que el capitalismo jamás pudo robar ese placer. Los
colores que allí se percibían eran simplemente divinos, inigualables. ¿Puedes imaginar la
dicha que se sentía tener una seguridad bastante estable de que, al día siguiente, volvería a
salir el sol para ponerse de nuevo, regalando sin descanso tal experiencia visual? Los
colores empezaban a difuminarse de a poco cuando el sol ya podía ser visto de frente. Y
desde un azul despejado o un gris nublado, la paleta de tonalidades que iba a ser
presenciada era simplemente impredecible. A veces el morado se bañaba en el naranjo. A
veces, el loco rojo dibujaba texturas rugosas sobre tímidos mantos amarillos esparcidos
sobre el cielo cual si fuera la última pintura del pincel. No sólo la bóveda celeste se teñía,
sino que todo. Uno mismo se teñía. Las otras personas. Los perros se volvían esculturas.
Los árboles eran amortiguadores que aportaban con lo húmedo que contrarrestaba lo volátil
e, incluso, lo textil que se podía contemplar arriba. Durante el crepúsculo, todas las
ciudades eran bellas.
Yo no sé si vale la pena estar resguardado en este lugar que no es lugar, donde las
fuerzas fundamentales no te amenazan de muerte, si ello implica ahorrarse este
tipo de sensaciones. No quiero ni siquiera preguntar ni imaginar el nivel infinito de
nostalgia que debe tener Sarkyzov. Ni siquiera yo, que la he pasado excelente
descubriendo esta selva ilógica, puedo evitar la nostalgia de una reciente nave
pintada, de fondo blanco y gris, con presión y temperatura controlada mediante
dispositivos electrónicos y pluselectrónicos. Ese sol debe haber sido increíble,
majestuoso. Los humanos no se atrevían a mirarlo y, además, no eran capaces sin
ponerse ciegos. Quizá por eso lo erigieron como divinidad, a partir de la
imposibilidad de dirigir el ojo a él. Y claro, imagino que los científicos sólo podían
aproximarse a él protegiéndose con una serie de lentes y de métodos que
permitieran percibir su carácter de astro, aunque renunciando, sin saberlo ni
lamentarlo, a abordar como objeto de estudio su presentación en bruto,
enceguecedora, la misma que daba vida a todo ser que la presentara allí. Abordarle
como “sol”, no como “estrella”. El Segundo Arriero siguió hablando:
Era fabuloso vivir en la Tierra, Juan Soto. Discúlpame si ello es egoísta o presumido de mi
parte ante ti, humano nacido en Futura4. No quiero destacar el planeta azul para hacerte
sentir desfavorecido, sino que para manifestarte la dicha que tuve en nacer ahí y, sobre todo,
de haber tenido un mínimo de conciencia como para valorarlo, aunque no en un nivel
suficiente. Lo impredecible del tiempo atmosférico, tan rechazado por la mayoría de la
población de entonces, era una bendición. Además de ser un objeto científico de estudio
muy interesante y vasto, era un factor que hacía mucho más entretenido el juego de ser
terrícola. Había tantos climas distintos y tantos eventos impredecibles en cada uno de ellos,
que jamás podía definirse con mucha seguridad las características de la vida atmosférica de
alguna zona en específico. Esa era la idea: Salir a jugar con lo impredecible. La gente no lo
entendía. Sí, es verdad, hay que asegurarse, muchas veces. Pero no siempre. Menos si se
trata del cielo, de algo más allá del control humano –porque jamás logramos controlar el
clima, sino q apenas influir en el calentamiento global por siglos de contaminación y que
era regalo en cuanto era sorpresa. De todos modos, en Siberia el hielo era dominante todo el
año y el paisaje, la verdad, cambiaba bastante poco. Y eso era maravilloso. La postal
permanente era alucinante, Juan Soto: Salir con el cuerpo y el espíritu abrigado para
temperaturas bajo 35 grados Celsius que, por motivos que jamás me explicó la física,
lograban romper tanto la fibra sintética como penetrar la tela misma con el que se ha tejido
el mundo material, porque, te lo juro, hasta el alma se te helaba. Eran los momentos más
furibundos del hermoso viento, similar a los que aquí hemos sentido, pero hecho
íntegramente de aire. Era un ser caprichoso e invisible que armaba vórtices destruyendo
provincias enteras en algunos lugares del planeta Tierra y, al mismo tiempo, acariciaba tu
rostro, sacudía tu pelo o visitaba los descansos en otra coordenada.
A pesar de que avanza a velocidad sideral convertido en tubo, reconozco en el
rostro de Sarkyzov la marca de la melancolía. Sus ojos parecen piscinas guardadas
en cápsulas gelatinosas que relucen y proporcionan difracción a los rayos de
sabores, de deseos, de luz –a la manera clásica, de honor y de sonidos. Todo brilla
ante mí cuando pasa por la mirada quieta del Segundo Arriero hacia el camino que
le espera justo delante. No tiene los ojos llorosos. Aún. Presiento que podría ocurrir
eso en un tiempo más. Y aunque no puedo vivirlo a ciencia cierta, agradezco que
mi imaginación se haya fortalecido lo suficiente como para entender, de verdad, el
sentimiento de duelo absoluto que ha de cargar alguien cuyo planeta quedó en un
pasado tan lejano e inaccesible. Allá mismo donde dejó su infancia, donde dejó los
restos de su esposa –de la cual jamás ha hablado, ni a mí, ni en Futura, ni a nadie,
al parecer; lo busqué en toda Internet, donde quedó su carrera científica la cual
imagino que era excitante, donde quedó su época, al final. Sentirse separado del
sustrato de tu historia por un abismo de tiempo al cual ni los “océanos de tiempo”
cruzados por el conde Drácula se comparan. ¿No duele el tiempo acaso? ¿Qué
cantidad de sufrimiento ha ido experimentando el viejo Sarkyzov con tantas
potencias de diez en años que han pasado por su cuerpo, período en que jamás su
corazón se rindió ni su materialidad se pudrió? ¿Cómo es el tránsito por el túnel de
la vida durante una época irremediablemente larga, apenas más breve que lo
eterno? Le quise preguntar, de hecho, pero su semblante me invita al silencio. Y de
hecho, callarme permite observar lo que está ocurriendo alrededor, espectáculo
sensorial que sólo fui capaz de ignorar por un rato a partir de mi inevitable,
bendita y a ratos insoportable impronta humana.
Comenzó a llover, desde izquierda hacia arriba y desde adelante hacia mi alma,
gotitas de finas hierbas que no pude reconocer, ya que sonidos muy luminosos
tendieron a encandilarme levemente, sin causarme dolor pero entorpeciendo las
labores más fascistas del ojo, relacionadas con la identificación y la vigilancia. Estos
chapuzones de hierbas que eran de distintos verdes y unos cuantos amarillos
transcurrían en suaves remolinos que mojaban la punta de mis dedos. Me di
cuenta porque sentí levemente más helado allí, en esa región de mi geografía
tubular y sensible. Claro, estoy totalmente estirado, panqueque que vuela sin
manjar en hornos más allá de lo cósmico, pero recuerdo aquella zona donde están
las yemas de mis dedos. Siento en ellas el recuerdo de cuando esparcía el grafito
por la hoja de papel cuando retrataba gente en 9C, o cuando tocaba a Skonja, mi
primera novia. O cuando acaricié por última vez el rostro frío de mi querida
criadora, aquel día en que su hígado ya no quiso trabajar más. Y bueno, de mi piel
comienzan a brotar, inesperadamente –¿existe algo esperable en este lugar que no
es lugar?, una multitud de seres color crema, sonrientes y en forma de gota,
quienes cargan algo parecido a cepillos de dientes pero con una cola curva y
puntuda. Comienzan a hacer una especie de “snowboard”, como el que se hacía en
las montañas terrestres, aunque ahora yo mismo soy una cordillera fugaz. Se suben
y montan, cual si fueran caballos medio adragonados, esos cepillos, agarrándose
de sus cerdas. Aparecieron cabezas de chivos incrustadas de autobuses en el cielo,
mientras tanto, lanzando un ambiguo olor a parafina mezclada con madera de
caucho que, apilándose frente nuestro, armó una especie de túnel en espiral, con
vigas olfativas entrelazadas entre ellas y rayos de color azul, verde y naranjo
pálido que nacen de sus conjunciones para formar otras marañas hacia distintas
direcciones, terminando varias de ellas en explosiones de lo que parece ser fuego
mezclado con agua y con furia y otras, en tanto, con pequeños estallidos de besos,
de los cuales algunos me llegaron a mí. Al entrar al túnel, letreros formados de
asco te indicaban caminos indefinidos, siendo estas construcciones totalmente
inútiles pero, al mismo tiempo, inevitables de seguir. Nos quemamos con ácido, sin
morir, pero sufriendo demasiado, sintiendo incluso, algunos segundos, ganas de
no seguir percibiendo nada nunca más. Pero luego hicimos nuestro el dolor; nos
esparcimos los residuos de ese ácido frotándonos en las paredes del túnel que ya
no es de olor, sino que de fuerza, invisible, impalpable, aún un poco oloroso y
demasiado sonoro. Ladridos de perro empiezan a construir cerros de una sustancia
que Sarkyzov llamó “guardia”, viéndose hurones cantando bajo nuestro, además
de agujeros negros que nadan como piduyes hacia un atornillador que gira con
velocidades intermitentes.
Cada vez volamos más y más rápido. El Segundo Arriero apenas me habla.
Recuerdo tantas cosas que investigaba en el Internet desde chico. Por ejemplo, la
alocución de Sarkyzov me recuerda cuando, a eso de los 7 años, me emocionaba
viendo, una y otra vez, videos de distintas expediciones humanas al Monte
Everest. ¡Tan cerca que iban y tanto riesgo que asumían! Las expediciones que en
Futura4 se hacen en búsqueda de estrellas sólidas para extracción de hidrógeno
eran de millones y millones de kilómetros, durando a veces años. Pero eran muy
seguras, sin peligro alguno, con un dominio técnico del Universo tan vasto que
suprimió casi todo vértigo. Digo “casi” porque jamás –menos mal se alcanzó
siquiera a tocar la nodriza de todos los vértigos, el que es referido a lo desconocido.
Pero, siendo sinceros, lo erradicaron de lo cotidiano a tal punto que el asegurismo
durmió los impulsos aventureros en un conformismo absoluto, en la seguridad que
los habitantes de la nave tienen de que viven en la mejor sociedad humana jamás
concebible e imaginable y que, simplemente, lo que queda es arrojarse a vivir de
los beneficios y la comodidad que esto brinda. Y durante mi tránsito de niño a
adolescente y desde ahí a adulto, mientras la sociedad vivía también un tránsito
entre una fiesta de 30 años y un tiempo de resaca colectiva bastante letargoso,
pegajoso y deprimente, mi desconsuelo encontraba apenas alivio en estas imágenes
de montañistas que estaban simplemente arrojándose al riesgo con el fin de llegar a
la que era la cumbre del planeta. Pasaban por un hilo delgado de monte que se
acompañaba de un precipicio de miles de metros a cada lado, con poco oxígeno.
Acampaban a veces varias semanas en sectores medianamente seguros, porque el
clima en altura no decepcionaba como centinela de la cúspide del globo, de la
deidad que vive allí, de aquello sagrado que se logra conocer sin profanar, cual si
se diera un beso a los dioses sin que ellos despertaran de su siesta. ¿De qué mierda
de “evolución” me hablaban los adultos aseguristas, cuando rebosaban de orgullo
por haber despojado al humano del riesgo, su pareja de baile en el tango del
sentirse vivo, su antagonista en el sabroso combate, aquel que no se hace por matar
o matarse, sino que por desafiar y desafiarse? ¿Acaso las garantías nos humanizan?
¿Acaso el aire acondicionado que mantiene la temperatura invariable es mayor
aporte al futuro humano que la impredecibilidad de un clima artista, nunca
repetido y siempre desconcertante?
Sarkyzov me mira y comienza a hablarme de manera pausada:
No es fácil echar de menos, amigo Juan Soto. A mí me da por milenios y, en este momento,
siento que empiezo un ciclo de extrañar. Pero es soportable. No hay más premio a la pelea
por el escape que la posibilidad cierta de soledad. Y digamos que mis perros son, lejos, a
quienes más duele no ver nunca más. De vez en cuando, en mi trabajo de Arriero,
aprovecho de hacer bien lento la parte de la faena que ocurre dentro del Universo. No puedo
allí ver, ni palpar, ni escuchar ni apenas sentir a mis perros. Aunque, en mi ánimo, en lo
que sin tapujos ni prejuicios cientificistas llamaré “alma”, en mi mente o en mi existir
inmaterial, puedo encontrarme allí con ellos, que están incluso materialmente allí, metidos,
fundidos, difuminados, indiferenciados. Pero están ahí. Por eso te cuento, viajero honorable:
Aprendí a respirar a mis perros.
Mientras varios rombos de ocho dimensiones comienzan a llover bajo nuestro y
atrás de nuestras narices, volví al ahora ya clásico vicio o manjar del habano de luz.
En eso, el Segundo Arriero se detiene y, lentamente, se ilumina para volver a su
forma humana original o, al menos, convencional. Yo lo sigo en eso. Soy,
nuevamente, un clásico hombre. Sus ojos están un tanto lacrimosos. Me dice:
Hasta aquí no más le acompaño.
Me dio un abrazo muy apretado, como esos que sólo nos damos entre humanos.
Estuve a punto de llorar. Digo a punto porque, en realidad –o irrealidad, para ser
precisos, no lloré. Ni una sola lágrima. Pero las gotas de mi alma se remecieron al
estrechar el que, pese a todo, era un viejo y frágil cuerpo de un viejito que, sin
duda, tiene muchos, pero muchos años.
Bitácora IX
LA DIOSA SUFRIENTE
Por Juan Soto Morales, humano, artista extraFutura, extraUniverso y, también, extra
Terrestre
A mis espaldas, apenas sentí el sonido del fulminante escape del Segundo Arriero.
No obstante, lo que de verdad me dejó atónito fue lo que apareció frente a mí: El
auténtico paraíso. Pareciera que todo se calmó en mi experiencia y, luego de estos
tiempos que no son tiempos, tan psicodélicos y recargados, ahora el paisaje
muestra llanuras donde predomina el amarillo, cubiertas todas de cortos
pastizales, un cielo celeste que brilla hasta penetrar cada poro y muchos objetos
raros incrustados como joyas en aquel prometedor suelo. Por ejemplo, hacia
adelante e izquierda, observo un dado incompleto gigante. Algo más lejos se divisa
dos cabezas de un ave desconocida, parecida a un gallipavo. De todos modos, se
trata de una experiencia bastante tranquila. Por primera vez, se trata de un lugar
que me llama a caminar con seguridad absoluta.
He emprendido camino. Todo se siente demasiado bien. Me parece raro, curioso,
eso sí, observar que algunos pastos tienen inscripciones diminutas en signos que
no logro decodificar. Si aquí estuviera Ronaldo HyugensMartí, mi querido amigo
gasfíter guayanés, podría aplicar su pasión en el estudio de alfabetos exóticos. Yo
no conozco mucho de eso, aunque los signos, sin duda, me parecen más que
atípicos. Otras hojas del césped muestran patrones geométricos muy humanoides,
probablemente humanizados por mi percepción pero consciente de que algo hay
en ellos que me dona ese sentido, ese carácter de haber sido plasmado allí por
algún ser o noser que implique, aunque sea en aspectos ilimitadamente mínimos,
lo humano en algo de sí.
A medida que sigo abriendo y creando camino por medio de estos bellos páramos,
el sentimiento de estar en contacto con lo sagrado aumenta. Es como cuando iba a
la ceremonia de Cristo Gay, en noviembre –lo que en la Antigüedad se llamaba
“Cristo Rey”, a la capilla de la nave, donde los festivos y agradables católicos
celebraban, entre otras cosas, un aniversario más de la caída de El Vaticano y la
ratificación del Acuerdo Ecuménico de Eliminación de la Doctrina Moral, que
ocurrió, parece, en la Tierra durante inicios del siglo XXII. En Cristo Gay,
agitábamos todo tipo de hierbas para contribuir a un éxtasis creciente que
provocábamos en colectivo, viviendo una verdadera experiencia de fe. Era raro,
porque mi creencia genuina en la existencia de lo divino en otro plano no era lo
más firme en mi persona. Además, siempre he negado de plano la presencia física
de Dios. Bueno, aquel éxtasis del que hablo es muy similar a lo que comienzo a
sentir aquí, de a poco, acercándome a un horizonte algo rojizo, que parece
crepúsculo pero al mediodía.
Ante mi vista, ha aparecido un pequeño y frondoso bosque de lo que parecen ser
robles americanos. Sus hojas presentan distintas tonalidades verdes, unas cuantas
de color naranjo y otras, infiltradas, de un suave azul. Pareciera que, si decido
adentrarme en él, llegaré a una especie de cueva: Lo pienso, quizá con ilusa y
absurda fe en la lógica, pues el conjunto de árboles duerme a la falda de un cerro
que, más allá de la diferencia de altura visual –no sé si física, no se distancia de ser
una prolongación del vasto y hermoso desierto de corto pasto y largo viento. Sí,
había olvidado mencionar el viento: Es continuo y suave, aunque se jacta de tener
una fuerza contenida colosal.
He decidido entrar.
Observo innumerables vertientes que mueren en una larga y escalonada cascada
compuesta de hojas que actúan de embudos. Como nunca antes, veo algunos
animales pequeños, parecidos a insectos, revoloteando de los bellos chorros de
agua. Me acerco y miro detenida y detalladamente a uno: Tiene cabeza de caballo y
cuerpo de hormiga, con pequeñas alas de colibrí. Simplemente sobrecogedor. Así
debe haber sido meterse a bosques en la Tierra, en aquellas afortunadas épocas en
que la Humanidad se cobijaba allí y sólo allí, contando ya con un infinito universo
sin necesidad incluso del universo que estaba más allá de su atmósfera, por
ejemplo. Sigo avanzando entre las ramas, las cuales se convierten en látigos al
momento que las pase a llevar y las tensiono. No me he golpeado, menos mal. Sí,
no faltan las incrustaciones de descriterio, como una botella sin fondo –parecida a
la famosa “Botella de Klein”, que vi por última vez en el Bar del Muón, en las
manos de un alienígena asqueroso que fermentaba botado con olor a gula que ha
encontrado hogar entre arbustos y casas de lo que parecen castores amarillos con
ojos de flor.
Al fondo del bosque, con sospechosa apariencia de película inspiradora o religiosa,
pero con indudable belleza, se observa una luz que viene desde arriba. Parece la
salida de un túnel, aunque dudo que sea ese una especie de “final” de camino,
menos en estos lugares que no son lugares y que están fuera de la razón. En mi
incontinencia curiosa, camino hacia allá, aprovechando de ir golpeando y
palpando, casi acariciando, las hojas y las diminutas cascadas con las yemas de mis
dedos. Decido prender un habano de contemplación, regalo del Segundo Arriero.
He llegado al final del túnel. La luz que venía de arriba era un foco. Un foco
jaspeado con figuras de hurones.
Sin embargo, hay aquí una colorida escalera que aborda una colina tapada de
enredadera. Más arriba, una espesa niebla impide ver más allá. No sé si es una
escalera al cielo o a un siguiente nivel del bosque. Subiré.
¿Qué mierda?
Veo mis pisadas –como siempre me ha gustado hacerlo, contemplando mi huella o
imaginando que dejé una invisible y los escalones están formados por cuerpos
humanos. Cuerpos humanos vestidos. Con uniforme militar. De hecho, se trata de
lo que se ven como réplicas de un solo cuerpo particular, el del mismísimo Adolf
Hitler. Sí, esta escalera está formada de una aglomeración de cuerpos de Adolf
Hitler, vestido de nazi, con la cinta con esvástica. Están aglutinados, algunos más
deformes que otros, pero manteniendo claramente su imagen identificable. Esto sí
que es demasiado sospechoso. Ya no estoy en ese horrible lago de sospechas, así
que confío más en mi olfato de supervivencia. La mano humana ha estado acá, sin
duda alguna. Dejo de creer en el bonito cuento del viaje fuera del tiempo y espacio.
Debo estar en algún set de la Televisión Humanizada Futura (THF), cuyas
transmisiones holográficas y multisensoriales –no evolucionaron nada respecto a lo
logrado en la Tierra en materia de televisión están controladas por los mojigatos
pelmazos aseguristas, secuaces de Rojak Henstein, el petulante checo. Debo ser
parte del show más visto, actuando como hazmerreír de la nave.
Ha empezado a llover. ¡Ha empezado a llover fuerte!
Las gotas que caen, al parecer de agua, al estilo convencional, desprenden ríos de
colores, cual derrame de tinta, de los cuerpos hitlerianos del suelo. Se siente
realmente agradable, como una ducha de inmensidad. La neblina aumenta
levemente y los distintos verdes que conviven y pelean en las enredaderas ahora
brillan y se resaltan ante la retirada temporal de la luz tórrida, que es algo amarilla.
¡Qué! Hacia adelante y mi derecha, veo un escritorio. Hay alguien sentado allí.
Silencio. Sonido de unas gotas que chocan con el suelo y de otras que aplauden de
manera pegajosa al amortiguarse en las hojas vegetales. Pero, predominantemente,
silencio.
¿De qué se trata todo esto? La verdad, nuevamente descarto la posibilidad de las
cámaras indiscretas. Me aburro de desconfiar tanto, siendo que la primera
invitación o desafío que me presentó Zancotte fue el arrojarse sin miedo a la
confianza. Me lo recalcó Sarkyzov cuando me mostró que había salido de la
dictadura de las fuerzas fundamentales. Y yo, humano criado en la doctrina de lo
racional, sigo replicando mi opresión, la cual permanece pegada como chicle en el
pelo en la frondosidad de mis juicios. La verdad, no he sentido pasar el tiempo ni,
tampoco, he percibido la distancia. He caminado más que todos los metros juntos
caminados por la Humanidad en su historia –exceptuando al Segundo Arriero,
claramente y, sin embargo, mis pies se sienten como nuevos, como quien ha sido
llevado en brazos durante infinitas eternidades.
Ha dejado de llover.
Me sigo aproximando al escritorio donde el pelado azul trabaja. Estoy circundando
su sitio mientras él ni siquiera se inmuta, secuestrado de felicidad en su faena, al
parecer. Veo en su cara, en la parte superior izquierda de un aparentemente
delicado rostro, una mancha blanca irregular, como las que tienen algunos
mamíferos como vacas o perros. Avanzo unos metros y logro distinguir que, sobre
esa mesa, manipula unos palillos muy delgados. Con ellos toma algo que parece
una mariposa quizás con cabeza de alguna otra cosa; no logro mirar bien y lo
examina, lo pincha, lo sacude, lo barre. El pelado azul comienza a emitir brillo
amarillo por sus ojos. Mientras, la neblina disminuye bastante y, al mismo tiempo,
las enredaderas comienzan a moverse, envolviendo el área de trabajo, creando una
especie de oficina a este hacendoso y quizá trabajólico relojero de mariposas de la
Cordillera del Espacio.
Mentira.
Luego de un par de golpes finales, la mariposa ha empezado a agitar sus alas. El
pelado azul con mancha blanca sonríe.
Ha volado hacia mí. Se ha posado en mi nariz. Ahora que la veo desde una
cercanía extrema, su cabeza es de espejo. Es, en rigor, de una serie de espejos. Y la
mariposa se posa conociendo el ángulo exacto para mostrarme la cara del pelado.
Es un rostro hermoso. De hecho, me gusta mucho.
Sí, lo confirmo. Es un rostro de mujer.
Silencio. Contemplación.
Me he quedado un largo rato mirando a esta bella y calva mujer azul que, al
parecer, trabaja dando vida. Ella también me observa, con una leve sonrisa, entre
burlesca y enternecida por mi absoluto estupor. Me habla:
Supongo que llegaste aquí gracias al Segundo Arriero. Me alegro. Por favor, sé bienvenido.
Pero te aviso que debo seguir trabajando. Si lo deseas, me puedes hacer preguntas mientras
yo cumplo con mi faena. Yo te voy respondiendo.
Ahora que la observo mejor, veo cómo su sonrisa es más valiosa que otras debido a
que es más difícil. Es como si reír le costara mucho más que a la mayoría de los
seres y noseres. La caída de sus ojos es fuerte, cual si de verdad la poca cuota de
gravedad física presente en esta Cordillera del Espacio fuera la que los hace caer.
Sonríe por gentileza y quizás por atisbos de felicidad, pero su semblante es
particularmente triste. Bueno, quizás “triste” no es la palabra; tampoco echaría
mano a la “melancolía”. Más bien, se le ve de ánimo reposado y levemente oscuro,
aunque no maligno –asociación antojadiza milenaria, sino que simplemente
acongojado. Sí, mis camiones de expresión han llegado al terminal de la palabra.
Piensan que soy todopoderosa. Piensan que soy hombre. Piensan que todo lo puedo
arreglar. Me siento atrapada por un deber que he hecho mío sin querer, amigo.
La miro con los ojos más fijos que puedo.
Piensan que soy un ser todopoderoso, déspota e impredecible. Me han confundido con el
caos. Piensan que están a mi merced, cual si fuera un titiritero que, sobre un telón negro
que es límite, mueve a destajo y sin mayor ética sus hilos. Tú tienes la apariencia de ellos,
de ellas y ellos, los que me hablan y escriben y adoran siempre y constantemente.
¿Se trata, acaso, de Dios? Su sugerencia es como obvia. Y aquí no dudaré mucho,
porque la he visto crear vida. De hecho, se lo mencioné. Le dije lo maravillado que
quedé al verla animar –“dotar de alma” esa mariposa con cabeza de espejos. No se
trata de robots ni de trucos de luz: Sé distinguir la vida de lo que parece vida. Ni
siquiera es una distinción racional, sino que se trata de la suposición más incierta y
visceral, la única vía a la total seguridad. Le pregunté si alguien le ha llamado
“Dios”, “Jehová”, “Alá” u de otro modo similar, frente a lo que me contesta, un
tanto agitada frente a la irrupción de la comprensión, fruta madura en matorral
seco:
¡Sí, sí! ¡Me dicen todo eso! Y entiendo que son nombres que me han dado y los acepto. Son
entretenidos. Son como apodos. Pero yo no tengo nombre, amigo mío. No soy algo que
pueda siquiera ser apuntado y definido. Si los ves por ahí, diles, por favor, diles que no soy
un ser todopoderoso. Que entre la contradicción entre ser buena y todopoderosa, opté por lo
primero. No puedo controlar el avance de la pobreza. No puedo curar el cáncer. No puedo
siquiera volver correspondido un amor que no lo es. Me desespera, porque mucha gente me
putea gratuitamente, me dice que soy una mierda, que soy un dictador celestial. Me tratan
de “Él”, incluso con mayúscula. Me atribuyen doctrinas extremadamente abusivas,
absurdas, violentas, fuera de toda humanidad, como si yo fuera a condenar al que se suicida
o a la mujer que aborta o al que toma café o a la niña que decide estudiar pese a que su
religión no se lo permite. ¡Y dicen que soy yo quien no se lo permite! ¡Estoy muy aburrida,
quiero mandar todo esto a la mierda, pero no puedo, porque elegí ser buena!
Se está desesperando. Su discurso me perturba un poco; es como esos mensajes de
catecismo que te mandan a los dispositivos de comunicación. Es como ver esos
miles de archivos del programa PowerPoint que usaban los antiguos humanos,
unas formas bastante abyectas de enviar mensajes con intención espiritual, aunque
alienadamente religioso, en tiempos en que los credos eran opresión, antes de la
famosa Insurrección de 2081. No la culpo, pues imagino que su experiencia amerita
que use un lenguaje un tanto pechoño. Aunque, si lo pienso bien, es simplemente
un habla inspirado, quizás injustamente juzgado por mi inconformista mente que,
de verdad, a veces debiera abrirse un poco más a las propuestas con buenas
intenciones, aunque de repente aburran un poco. Es que, en realidad, lo aburrido
en lo repetido reside más en uno, observador con memoria a veces saturada,
contemplador sibarita que se vuelve impaciente frente a la aparición de lo
novedoso, algo más esquivo a medida que a cinta de contemplación avanza. Los
tallarines con salsa no dejan de ser sabrosos, ni siquiera luego de trescientas
porciones, una al día. De repente, nuestro relativismo como humanos es
demasiado. Hay una exquisitez que reside allí, en lo bello, en lo sabroso, lo cual es
extraído desde allá, de los yacimientos de belleza.
En fin; debe ser muy difícil vivir lo que vive esta Diosa. La imagino demandada
por lo que no puede entregar, sumando ello a la infinita inquietud o angustia que
su infinita bondad le hace sentir al constatar que no es capaz de hacer el bien a
todos a la vez. De hecho, siendo Diosa, no debe ser muy bonito sentir el asedio de
tantas definiciones de “bien”, de “mal” y, sobre todo, de “Dios”. Cómo debe doler
el sentirse como telón de proyección de las fantasías de grandeza y aniquilación de
mi especie humana, cuando lo que genuinamente puede aportarse son gotas de
alma, gérmenes de una experiencia tan rara y especial como lo es “sentirse vivo”. Y
no lo digo con la cursilería que ha manoseado la expresión, sino que tratando de
relevar su acepción más simple y precisa: El darse cuenta de que se vive. Imagino,
de hecho, que es ése, sólo ése, el regalo que la Diosa ha hecho al Universo y quizás
a qué otra existencia o inexistencia.
Bitácora X
VIDA = DESEQUILIBRIO = MIGRACIÓN
Por Juan Soto Morales, humano, artista extraFutura, extraUniverso y extraTerrestre
Le he preguntado a la Diosa si acaso ella es el Tercer Arriero y sobre cómo logra
dar vida a las cosas. Ante lo primero, me confirma que sí, que ella es quien yo digo.
Ante lo segundo, en tanto, se extiende, con extrañeza ante la duda, simpatía ante la
misma y un respiro pequeño, inicial y sabroso, de aquellos que realiza alguien
cuando hablará de algo que le apasiona y que a nadie antes parecía interesarle:
Bueno, esto tiene algunas similitudes y algunas diferencias respecto a las formas con las
cuales crean ustedes. No se trata de algo muy cierto, de hecho. Probé durante varias
eternidades distintas maniobras, observando qué efectos o qué regalos, mejor dicho, traerían
a mi experiencia. De hecho, en un principio que no recuerdo, creé mi propia experiencia, mi
propio sentir. Sí lo recuerdo. No lo recuerdo. Mira, es complicado, pero lo recuerdo sin
recordarlo. Creé varios otros fenómenos, de hecho. La mayoría no tienen nombre, pues no lo
necesitan ni le competen tampoco al lenguaje y a quienes participan en él. Dentro de los
que sí pueden interesarte, está la bruma. Un día, manipulando ciertos ladrillos rotos de
conjetura, surgió la bruma. Ella ha tomado miles de manifestaciones. Digo “miles” y no
“millones” para no ser exagerada porque, de hecho, no ha mutado tanto. Y bueno, uno de
esos inventos es la Vida. Sí, querido amigo, yo soy quien inventó la Vida. Y es ese todo,
pero de verdad, todo mi aporte a la existencia y la noexistencia. En tu Universo, en otros
planos y noplanos, así como en esta misma Cordillera del Espacio, se me conoce
precisamente por eso. Bueno, menos en tu especie humana, que cree que soy un déspota sin
límites. Y se debaten entre que existo y que no existo, cuando está claro que no tengo ni
una pizca de existencia. Otra cosa es que ellos sólo consideren lo que existe dentro de su
experiencia, lo cual me parece miope y aburrido, de hecho. Buscar soluciones, cobijo,
plenitud o realización sólo considerando lo que existe te condena a encontrar sólo elementos
que ya están ahí, que ya han sido creados. Y de verdad, puede que sea eso suficiente para
algunos casos. Pero he escuchado y atendido, de verdad, un número de plegarias humanas
que tiende al infinito, plegarias conscientes y, sobre todo, inconscientes, pudiendo observar
que la gran mayoría de ellas requieren una solución que no existe, que se debe buscar en la
noexistencia, aquella en la que muy pocos de tus congéneres se atreven a incursionar y
apenas mirar. Veo que eres distinto. Me alegro mucho, de verdad, por ti.
Saqué un habano de luz de los muchos que me pasó el Primer Arriero. La Diosa se
abalanzó ante mi mano cuando se lo entregué. Parece que le gustaban. Lo prendió
con un chasquido de dedos y, al expirar la primera bocanada de humo de plasma,
me miró con agradecimiento y con unos ojos muy brillosos, casi seductores. Me
puse un poco nervioso; primera mujer que me encuentro en este lugar que no es
lugar. No es que me guste ni sienta mayor deseo por ella. Sólo me parece muy
simpática y, en ciertos instantes –que no son segundos, pero sí instantes, me
provoca un escalofrío que no puede llamarse “atracción” ni, mucho menos,
“enamoramiento”. Es algo más sutil, menos comprometedor, menos incómodo
incluso, algo que no tiene nombre conocido, o conocido por mí al menos. Era lo
que me pasaba cuando conversábamos con la Capitana Escobedo, la única militar a
la que algo le preocupaba mi persona, que mostró interés en mi proyecto y no se
burló de mí como ese otro griego de mierda. El Tercer Arriero me hace sentir cual
si flotara en una piscina de sal, como si esta amena conversación ocurriera en una
confortable suspensión, perdiéndonos en una almohada cósmica, acurrucados en
las telas de la reflexión.
Inmediatamente después de contarme esta tremenda hazaña de ingeniería extra
espacial –y de seguir revolviéndome las entrañas con sus vibras agradablemente
raras la Diosa se queda mirando fijamente, entre estupefacta y entusiasmada, mi
bolsillo. Algo brilla en él. Me pregunta qué tengo ahí y yo saco el objeto al cual se
refiere: Es un CD. Sí, un CD, un compact disc, como los que se usaban cerca del año
2000 después de Cristo allá en la Tierra. Me gustan mucho las tecnologías antiguas.
En él tenía grabadas unas canciones de Pearl Jam, una banda de la misma época,
que se formó en Seattle, en la que después fue la Confederación del Pacífico Norte
y que, en aquellos tiempos, se encontraba dentro del territorio que vivía el apogeo
mismo de los Estados Unidos de América. Bueno, me gustan mucho estos tipos. Su
música es increíble. No son mis favoritos, pues siempre he preferido el afrometal,
sobre todo Singugutinati, los mejores músicos que jamás conoció el mundo físico.
La Diosa me pide el CD y se lo entrego. No sé qué hará con él. No veo
reproductores de CD en este lugar.
¡No! ¡No, por la mierda! ¡No!
¡La Diosa rompió en cuatro partes mi CD!
¡No, no, no, no! ¿Qué mierda le pasa!
Rabia. Impotencia. No sé qué hacer.
Antes de que pueda putearla por lo que acaba de hacer, toma los pedazos, los pone
sobre el suelo y comienza a manipularlos con la punta de sus dedos, muy
suavemente. De inmediato, el material quebrado empieza a brillar. Espero que
repare lo que hizo.
Los pedazos de plástico se están deformando, brillando cada vez más.
Mentira.
No lo puedo creer. Los pedazos de plástico se están moviendo. Parece como si
estuvieran vivos.
Sí, de hecho están vivos. Además, están tomando una forma de músicos, como si
estuvieran con guitarra.
Efectivamente. Los cuatro pedazos de mi CD han sido dotados de vida por el
Tercer Arriero. La Diosa les ha conferido un alma. Ahora son cuatro músicos.
Cuatro músicos plateados con reflejos de arcoíris, con piel de CD. Están afinando
sus guitarras. El del bajo está cambiando una cuerda, parece. La Diosa me mira con
una leve expresión de burla que no resulta humillante, sino que aliviante. Yo poco
entiendo de lo que está pasando, aunque debo reconocer que me gusta un poquito.
Bueno, me gusta harto.
Mentira.
¡No, mentira! Estos pequeños músicos empezaron a tocar Even Flow.
¡Empezaron a tocar Even Flow! ¡No lo puedo creer! ¡No puedo creerlo!
Tanto que fantaseábamos ser antiguos humanos para poder tener una ínfima
oportunidad de verlos, de escucharlos en vivo, de sentir esa sensación de estar
cerca de un ser admirado. Yo, separado de Pearl Jam por colosales abismos de
tiempo, ni siquiera habría imaginado escuchar su música tocada en vivo ¡Si al
menos hubiera existido una sola banda tributo a ellos en Futura4! Pero no
importa: La Diosa me ha regalado lo imposible. Y yo que estaba a punto de
putearla.
Qué buena canción.
Los pequeños músicos plateados con reflejos de arcoíris han terminado de tocar.
Ahora se suben a mi hombro y me saludan. Quería decirles muchas cosas pero no
alcancé, porque se guardaron rápidamente en mi pequeña mochila, como si
tuvieran que resolver algún asunto urgente. Quizás van a ensayar. Adelante.
La Diosa me llama hacia un lugar algo más alto en la escalera. Las enredaderas
siguen creciendo pero parece que ahora ella no se acongoja tanto; parece que le
faltaba una visita, nada más. Alguien que la escuchara. De hecho, imagino que
debe sentirse ofendida o, al menos, incómoda cuando los humanos dicen que
“hablaron con ella”. No le preguntaré; la veo más interesada de contarme acerca
del fenómeno mismo de la vida, de su creación, cual el poeta muestra con orgullo
sus escritos en su libreta:
Esto se trata de desequilibrio, querido amigo. De imperfección. De un desbalance, al igual
que la electricidad, que fluye gracias a diferencias de potencial. El Segundo Arriero me
ayudó a entender ese concepto de “diferencia”, pues yo sólo sentía una sensación rara, una
bocanada que es quiebre. Pero se trata de eso: de desequilibrio. Puedes hacer que una pelota
se mueva sin tocarla, inclinando la superficie que la sostiene. Puedes crear viento con
diferencias de presión. Puedes crear liberación con contrastes entre opresión y utopía.
Muchas veces escuché argumentos humanos que hablaban del “equilibrio” como “base de la
vida” y creo que simplemente estaban viendo la materia del ser vivo y tratando de
encontrar el sustrato de la vida allí. Se trata de los que pensaron que yo englobaba todo lo
inmaterial y lo no constatable en la experiencia, suprimiendo su relación con todo ello sólo
para dejar de contar conmigo como factor. Y, la verdad, ellos pueden hacer eso y no me
molesta. Me gusta, de hecho, que digan que “he muerto” –lo he hecho muchas veces y no
me afecta mucho y que planteen sus modos autónomos de explicarse las cosas, con criterios
humanos que argumenten frente a criterios humanos. Pero si van a suprimirme, que me
supriman a mí, a nada más. Yo no soy “todo”. Yo no soy “lo desconocido” o “lo
inmaterial”. Soy una humilde artesana que tuvo el privilegio de crear la Vida. Nada más.
Que se me elimine de sus explicaciones, pero no a todo lo que no conocen. Que no sean
miopes.
Por eso insisto te cuento: Es la primera vez que logro esbozar estas palabras: Las pistas o
las posibles comprensiones del fenómeno de la vida, al menos de cómo yo lo creé, están en lo
inmaterial y no en los átomos o las moléculas. Una pista es que lo entiendan en base a lo
que ya dije, el desequilibrio, la diferencia, la incomodidad. Si te quemas, sacas la mano: Te
mueves. Si tienes hambre, comes: te mueves. Te mueves porque hay algo distinto a lo que
hoy vives, que te atrae más, que te invita a la migración. Sí, amigo. Eso es. La vida se trata
de migraciones, de pequeñas y grandes migraciones.
Salimos a caminar por un sendero que parece hecho de tierra, por arriba de su
escritorio, entrando a un jardín de flores azules y muy pocas enredaderas. Me dan
ganas de hablarle. Voy reflexionando respecto a esto: Cuando la Diosa habla de
“migraciones”, pienso inmediatamente en la incertidumbre que siente quien migra.
Le comento que no es lo mismo “viajar” que “migrar”, que la segunda trae una
incierta eternidad alojada entre sus letras. Cuando migras, no sabes bien por
cuánto te vas, más allá de un sentido fuera de la palabra o la definición. Los patos
que migraban en la Tierra no tenían una alarma ni una ley ni siquiera una nota
donde estuviera estipulada la fecha de inicio de sus migraciones. Era algo
fisiológico, visceral, innato e inconsciente lo que les empujaba a hacer eso y,
simplemente, hacerlo. Migrar es aceptar irse sin pensar en el retorno, es un “para
siempre” del cual se sabe que no es categórico. Por eso me hizo tanto sentido lo
que el Tercer Arriero me dijo. La Diosa me escuchaba con mucha atención, más
que la que me otorgaba, incluso, mi amigo Hugo. Pareciera que saborea y huele
cada palabra que le digo, atrapando en experiencia estética lo que le cuento, como
si estuviera cantándole o dibujándole. Me pone un poco nervioso, en el buen
sentido. Me dice:
Sí, conozco los patos de los que me hablas, así como otras aves migratorias. Ahora, puedo
contarte que, aunque sé que su movimiento a la migración es visceral, ellos sí reflexionan
sobre lo que viven. Profundamente. Los humanos no lo entienden. Uno que otro, que es
visto como rareza o como desquiciado, logra acceder a eso. Pero sí, querido amigo: Migrar
es vivir, vivir es migrar; cada una es imagen, metáfora e identidad de la otra. Cada una es
complejización y simplificación de la otra.
No sabía que los patos reflexionaban. Quiero que me cuente más. En mi bolso, los
pequeños Pearl Jam de piel plateada y reflejos de arcoíris tocan “Alive”.
Bitácora XI
TARDÍGRADOS
Por Juan Soto Morales, migrante, viviente, humano, artista extraFutura, extraUniverso
y extraTerrestre
Pedí a la Diosa un pequeño lugar para dormir. Sonriendo, me destapó una especie
de mancha de goma, de mucho grosor, cual si un pintor gigante hubiera
derramado desde su pincel una gota de pintura suave. Nada más placentero que
lanzarse como perro ensimismado en esta superficie tan cobijadoramente blanda.
Sentí que me hundí en plumas hechas de puro descanso, cerrándose mis ojos de
manera paulatina y alegre, lanzando los primeros ronquidos como quien se avisa a
sí mismo que la durma será legendaria. No fue necesario que el Tercer Arriero me
hiciera dormir ni me cantara una canción de cuna: Sólo respirar cerca de ella era
una sonata somnífera, no con el sabor escarlatesco del mal adormecimiento, sino
que arrojado en el brillo encandilador de la ausencia total de peligro.
Desperté repuesto, cual si hubiera dormido para siempre y recuperado la vigilia
por mera suerte. Recuerdo, en la vaga memoria de lo que acabo de soñar, haber
sentido que dormiría para siempre y haber, de hecho, descansado una eternidad
entera. Imposible no volver a pensar en aquel pasaje del libro de Herman Hesse en
que Siddhartha se quedaba dormido en la naturaleza y no sabía si había dormido
10 minutos o 100 años. En mi caso, tenía claridad de que no dormí ni un segundo
ni apenas milisegundos. Pero descansé. La Diosa me tiene preparado, de
desayuno, una paila de ideas que quiere compartir conmigo a palazos. Me invita a
sentarme en una pequeña mesa que da a un hermoso cielo morado, con toques
rosados y naranjos, parecido a lo que podría haber sido un crepúsculo terrestre. Vi
muchas fotos sobre ellos y lo que Sarkyzov me contó me confirmó ese olor a
belleza que tienen. La Diosa comienza a hablarme, mientras yo me echo sobre mi
silla hecha de una especie de mimbre fosforescente, preparado para engullir un
bocado de buenas palabras:
No he preguntado tu nombre porque no me gusta mucho eso. Prefiero compartir contigo
así, sin conocerte, sin hacerte mío en mi mente, sino que dejando que la sagrada ignorancia
mantenga ese bello abismo que me permite ver, en plenitud, lo maravilloso que eres.
Prenderé un habano de paciencia.
Te contaré eso de que los patos reflexionan. Ustedes, humanoideshumanoshumanistas
humanizados, han hecho que la idea de que “el ser humano es el más evolucionado que
existió sobre la Tierra” se defienda y se establezca como verdad, estacionaria, “respaldada
por hechos” –como si no dependiera de quién observa y relaciona los hechos y correcta, que
debe ser respetada. Creen tener más influencia sobre el Universo que cualquier otra especie
viva que hayan conocido. Porque veían sus edificios, sus máquinas, sus carreteras y sus
libros, constataron que los otros seres vivos no lo hacían, concluyendo que “no podían” y
que, por tanto, eran “de inferior evolución”, cual si la evolución no fuera “cambiar para
adaptarse al medio” sino que “cambiar para parecerse al ser humano”. Todo lo ven con su
lente y, aun reconociendo que usan tal lente, siguen pensando que las cosas, más allá,
siguen siendo tal y como la ven por ese cristal. Todo está referido a ustedes, de acuerdo a su
observación. Y buscaron tanto tiempo vida más allá de la Tierra, cuando hay al menos siete
billones de otros inventos o fenómenos igual de similares. Jamás se dieron cuenta de que
cometas o púlsares tienen conciencia, tienen lenguaje e incluso hacen teatro, y eso fue
porque, buscando vida, los ignoraron, tratándoles como meras piedras que vagan en el
espacio, cual si ser nómade por tantos millones de años no acumulara el contenido
suficiente para una agradable conversación. Buscaron seres que fueran como ustedes;
enviaron un mensaje de radiofrecuencia desde Arecibo a otros “extraterrestres” que
deberían haber entendido el código binario, cual si la matemática fuera una especie de
“idioma universal”, como si de cualquier “nave espacial” salieran seres parecidos a
humanos pelados o a caricaturas de monstruos y que, además, supieran matemática. De
hecho, ustedes imaginan “civilizaciones más avanzadas” y hacen esfuerzos “científicos”
por comunicarse con ellas, asumiendo como supuestos extremadamente “racionales” lo
siguiente: 1) Tienen vida; 2) Tienen un sistema sensorial similar al del humano; 3)
Manejan conceptos como lenguaje o matemática, inventados por pueblos humanos; 4)
Tienen algo cercano a la racionalidad científica; y 5) Comprenden que se espera que los
mensajes deban responderse. De verdad, me impresiona que tengan el lente humano tan
atornillado a la sien.
Piensa en un perro, amigo mío. Ustedes adoraban los perros. Los adoran aún, tengo
entendido. Los perros tienen un olfato considerablemente más complejo que el de ustedes.
Pero eso no importa tanto. Hablo de “Complejo” refiriéndome a los estados posibles que
puede tomar el sistema nervioso, como la comunidad científica humana podría aceptarlo,
quizás. Sí es más relevante, amigo, que el olfato canino sea más complejo respecto a sus
otros sentidos, porque influye en el mundo sensorial que vivirá. La experiencia de un perro
es predominantemente olfativa, así como la de ustedes lo es en lo visual y lo auditivo. Es
esperable que las vivencias más complejas que sienta un perro sean en lo olfativo. Y bueno,
ahora sí: Miren sus edificios, miren sus carreteras, miren sus máquinas, sus libros. Los
perros no han hecho nada de eso, porque son estímulos que poco podrían ser relevantes en
su experiencia, en cuanto se trata de, por ejemplo, estimulantes logros visuales. No sería
descabellado suponer que, para ellos, un edificio no se distingue de la geografía del lugar.
En cambio, lo que para ustedes son simples meadas de perro u olfateadas de culo puede ser,
sin problemas, una interacción tan compleja como un debate sobre álgebra, el armado de un
circuito electrónico, la escritura de un documento periodístico o la transacción de dinero.
No pueden siquiera atreverse a negar, de acuerdo a la lógica, aquella que tanto predican y
que sólo a veces practican, que los perros puedan haber construido una cultura olfativa,
una civilización de olores donde somos mero ganado sin la agudeza ni conciencia olfativa
suficiente como para apenas pensar en participar en las decisiones que allí se toman, en
comprender los peligros que se viven en aquel planeta hecho de aromas y hedores –y quizás
de qué más; apenas ustedes pueden imaginarlo, más allá de interpretarlo válida pero
limitadamente con la etología u otros instrumentos que el humano pretende usar para
comprender una comprensión que no es humana y, sobre todo, de gozar de la discusión que
se vive allí, entre esquinas orinadas y lengüetazos. De hecho, es muy probable que para
ellos, dentro de su posible civilización olfativa, ustedes no sean más que amebas olfativas.
Amebas a las que, por cierto, quieren mucho.
Entiendo ahora, quizás, de un modo que no comprendo pero que siento muy
fuerte, las palabras del Segundo Arriero: “Aprendí a respirar a mis perros”. La
Diosa toma algo parecido a yerba mate, lo que ella llama “infusión de síntesis”,
pausando un discurso muy ágil y verborreico, pero que llega a mi mente como
gotitas de rocío de pensamiento. Por alguna sinrazón, las enredaderas crecen a una
velocidad mucho más lenta y la Tercera Arriera, por su parte, se ve levemente más
relajada. El desahogo se nota en sus ojeras menos abultadas, en su respiración
menos entrecortada y en su expresión que ha disminuido el color tristeza. No deja
de parecerme raro, sobre todo después de lo que me acaba de decir, que ella tenga
una figura tan humanoide. Quizás soy yo el que transforma todo a humano, sin
sacarme las gafas que ella mencionaba. O bien, quizás es el simple azar que hace
que, justo, me encuentre en este lugar que no es lugar con este noser que parece
tan humano. ¿O será una propiedad de lo que no existe el tomar formas
antojadizas ante un observador que sí existe? ¿Es, acaso, la existencia un poder
darforma a las cosas, de cierto modo? O sea, que entre quienes existimos no
podamos darnosforma pero sí cuando nos enfrentamos a algo que no existe ¿Y
entonces qué he hecho todo este rato? ¿Imaginar que veo? ¿Imaginar toda esta
hermosa historia, reduciéndola a un capricho de mi mente? No acabo de pensar
esto cuando la Diosa me responde:
Perdón. Fue inevitable no meterme en tus pensamientos. Sentí un poquito de curiosidad.
Te vi con cara de afligido y quise saber cómo ayudarte.
Imposible molestarme por algo así.
Tú me ves de acuerdo a lo que te permite ver, amigo. Pero yo no soy una creación de tu
mente. Yo estoy más allá de tu experiencia y es ella la que te permite aproximarte a mí. Eres
humano y no dejas de serlo. Un mamífero, un animal, un ser dotado de sistema nervioso.
Pero te lo aclaro: No soy una alucinación. No soy una mera creación de tu imaginación. Sí,
es uno de nuestros puentes pero, por favor, sácate el cristal que te hace creer que todo lo que
vives es construido por ti. Hay algo “Otro” y, en este caso, esa Otra soy yo.
La Diosa comenzó a frotarse su calva cabeza, sacudiéndose una cabellera invisible,
impalpable aunque imaginable. Me he dado cuenta que me he enamorado, pero no
de ella. Podría cualquiera sentir eso por ella, la Diosa, encantadora como nadie en
vastos infinitos de infinitos pueda encontrarse. Pero, en mi caso, me he enamorado
de la historia que vivo. Me asombro de sentir una especie de dulce cautiverio en la
que me he vuelto adicto a esta travesía que vivo en un eterno presente. Pienso, a
veces, en lo mucho que podría extrañar estos tiempos que no son tiempos, estos
lugares que no son lugares. Imagino la futura nostalgia de la nada, la que no
existió pero que viví. Me imagino de regreso en la nave, acostado en mi cubículo,
nuevamente encarcelado en el tiempoespacio, mirando el reloj avanzar y comerse
los segundos que aquí, en cambio, pastan libres. Me imagino explorando un
universo en el que cualquier cosa que me encuentre, por muy rara o fabulosa que
fuera, no trascenderá de las leyes de la física ¿O son los humanos, en su fantasía de
legisladores del todo, los que me han hecho pensar eso? ¿Es posible acaso
encontrar estos fenómenos incluso dentro del Universo, ese que Zancotte llamó
“cárcel disfrazada de inmensidad”? Quizás, más bien, sea posible crear burbujas
de irracionalidad que permitan a las mentes liberadas respirar. Bueno, eso lo sabré
a mi regreso.
Regreso. Sí, regreso.
El crepúsculo tras de nosotros nos susurra sus colores transformados en viento. El
Tercer Arriero ha sacado un pan. Hace mucho tiempo que no veía uno. Ella lo
llama “pan de misticismo” y, en un gesto sospechosamente cristiano, lo partió y se
lo dio a cada uno diciendo:
Tomad y bebed todos de él. Porque este es Mi Cuerpo, que será entregado por vosotros y por
todos los hombres para el perdón de los pecados.
No entiendo nada.
Haced esto en conmemoración mía.
Dicho eso, la Diosa se caga de la risa. Yo, instantes después, también. Comienza a
darme palmadas en mis mejillas, palmadas leves y sucesivas, propias de quien
celebra una exitosa obra de teatro cotidiano. Sin darme mucho tiempo para pensar,
se lanza a hablarme:
Supongo que has oído hablar de los tardígrados. Unos seres que también vivían en la
Tierra, como ustedes. Organismos diminutos, imperceptibles para ojos humanos, en
primera oportunidad. O sea, con el microscopio, amplificador de su ojo, logran contemplar
su rostro, el cual daba alojamiento a una belleza también dura de digestión para sus
costumbres estéticas. Una hermosa cara de ventosa que bien puede haberles enternecido es
vista, en cambio, por ustedes, como la manifestación diminuta de la abominación, de la
bestialidad, de aquello “horrendo” que contrasta con “lo que sí tiene rostro”, lo que cuenta
con “la faz de lo que ha evolucionado”. Sí, ese era su problema, queridos: Armaron una
ideología consistente en distinguir distintos niveles o castas de evolución biológica, con
ustedes, claramente, reinando en la cúspide como cabezas de serie. La burla es rociada, por
tanto, sobre los monstruos vivientes, sobre los que asustan o infligen asco sobre el ávido
vigilante del microscopio. ¿Ellos daban asco o es el asco el que se deposita sobre ellos, cual
manta de miopía y desprecio? Sin embargo, amigo, compartían todos el vivir en un mismo
momento y situación de la biósfera en la Tierra. Bien o mal, amebas, gatos y humanos se
encontraban pisando ese rocoso y temperamental planeta. Bien o mal, dura o blandamente,
resistían, continuaban erguidos, ya sea comiendo razón o sudando bestialidad. ¿Por qué
seres extremadamente limitados en apertura de vías perceptivas por pura tozudez, se auto
proclamaban “la especie más evolucionada de la Tierra”? Su legado, su cultura, su
producto y su derrotero se limitan a lo que es perceptible por ustedes mismos, artistas de
una obra que sólo ven ustedes.
Bebe tres sorbos de mate. Yo la escucho sin mirarla, adornando sus alocuciones con
los caprichosos y audaces dibujos que el cielo pinta usándose a sí mismo como
lienzo, sobre ese horizonte que sí es horizonte en un lugar que, en cambio, no es
lugar.
Mientras ustedes mueren al bajar sin tecnología más de 100 metros bajo el agua, los
tardígrados son capaces de soportar 6000 veces la presión atmosférica que había al nivel del
mar.
Mientras ustedes se sofocan con un rato en que no entre aire a una habitación, los
tardígrados pueden vivir en el vacío del espacio.
Mientras ustedes comienzan a sentirse como pasas luego de unas horas sin agua disponible,
los tardígrados pueden llevar su humilde vida sin beber ese líquido durante cerca de 10
años.
Mientras ustedes perecen de frío con 8 grados Celsius de temperatura –el Segundo Arriero
me ha enseñado de sus cosas (risas) y se derriten en languidez con 40 en la misma medida,
los tardígrados soportan desde 200 y 150, también bajo tal escala.
Nunca supe de un humano que fuera y volviera vivo a la Tierra alojado en la parte exterior
de un cohete desde el Espacio. Los tardígrados cuentan con esa medalla.
Sí, había escuchado de los tardígrados y –lo reconozco más de una vez los traté de
“insignificantes”, con una frialdad que recién ahora hago consciente. Bueno, era
información que no sabía y, la verdad, nunca pensé que fueran tan duros, tan
cabronazos. Recuerdo, mientras no paro de deleitarme con los crepúsculos que
ahora yo dibujo, cuando jugaba con Horacio, el perro de mi vecina Aitana Spuri, la
tunecina. Nunca me sentí tan explorado. Nunca un humano puso tanto detalle en
mi olor, mi sabor, mi tacto o mi calor. En los momentos en que jugaba con él,
corriendo por los pasillos intersector, había episodios en que Horacio se lanzaba
encima de mío y me convertía en un mapa, una colina, un terreno a conquistar.
Quizás, en clave olfativa, yo era objeto de estudio suyo. Puede haberse construido
un monumento histórico olfativo sobre mi cuerpo, con ladrillos de olores tan finos
y sutiles que mi nariz no es digna de percibirles. Te recuerdo, Horacio. El misterio
de tu percepción era la tierra fértil de mi imaginación. Te pido disculpas, Horacio,
por haberte mirado con aires de superioridad, por muy bien intencionados que
ellos hayan sido; fui asistencialista. Te agradezco, Horacio, por dejarme dormir en
tu panza cuando quizás qué olores discutías con los otros perros del pasadizo. Te
doy infinitas y eternas gracias, Horacio, por reflejar en tu honesto ser los pedazos
de espejo que constituyeron mi identidad y mi humanidad.
UNA VOZ QUE NO ES VOZ
Por Juan Soto Morales
Luego de instantes de relajo y deriva, propios de los pasajes más cómodos que
componen el vivir, las trompetas de mi mente anuncian el momento de partir.
Hemos pasado horas –podría escribirlo entre comillas, pero prefiero decirlo a
secas, pues así lo he sentido mirando crepúsculos táctiles, sonoros, clásicamente
visuales y, por cierto, térmicos. Hilos de frío que corren por una superficie tibia allá
lejos, muy cerca.
La Diosa decide encaminarme. Comenzamos a andar por la escalera formada de
führers hacia arriba. En la medida que subimos, mis pies se cansan menos. No
hablamos. Sólo la miro. Me extraño un poco, pues siento que se vuelve borrosa con
cada paso que damos. A las enredaderas les ocurre algo similar, como a la escalera,
al horizonte y hasta a mi propio cuerpo. No siento dolor, pero sí algo de miedo.
Creo que el temor está tan entusiasmado con este viaje como yo mismo.
Me torno, de a poco, más borroso. La Diosa es apenas una mancha de luz en una
bruma infinita de algo que no sé qué es ni sé, tampoco, si acaso “es”. Escucho su
silencio, veo su ausencia, siento aquello que no es indiferencia pero sí cariñoso
abandono, probablemente aquel que implica que dejes una gota de tu sangre en lo
que dejas. Bueno, no sé si la Diosa use sangre en su noexistencia, aunque pareciera
que, por la humanidad que puede olerse en ella, incluso inmersos en el sinrazón y
lo extrafísico, algo de ñache corre por alguna vena, arteria o divino vaso. Ante mi
experiencia, contemplo cómo este mundo sensorial empieza a desvanecerse. Se
retiran los sonidos; apagan la luz y su luz las propias luces; los aromas se van
perdiendo en el excusado de lo inmaterial y los sabores ya han renunciado a
lenguas, sibaritas y placeres. Apenas el tacto demora un poco en despedirse de su
compañero de tantas cruzadas palpables; fue mi mediador en mi relación o
interacción con cada ser humano que abracé, con cada mujer que toqué
lascivamente, con cada animal que compartió sus ajenos calores conmigo. Me
siento como Ikki, el Caballero de la Armadura del Fénix dibujo animado que
trascendió el viaje trillonario de Sarkyzov y que gozamos en Futura4 así como lo
hicieron en la Tierra, cuando se enfrenta al siempre misterioso y armónico Shaka,
guardián de la casa de Virgo y portador de la armadura dorada correspondiente a
la misma constelación. Aquella ocasión, Ikki llegó a experimentar el Séptimo
Sentido sólo luego de perder los otros y quedarse ahí, desconectado, abandonado
al sinsentir, cual gato ciego colgando de un pie sobre una piscina corrosiva de
vacío.
Me despido de ti, mundo sensorial. Me despido de ti, experiencia sensorial. ¿Existe
algo más allá de ti? ¿Seguiré sintiendo sin mi sensorio? ¿Reside en la sensación
física lo sensible? ¿Se ha decretado en alguna de las Creaciones, que sólo puede
sentirse lo que se siente con el cuerpo? ¿Es lo inmaterial sólo un resabio engañoso
de lo material?
Una membrana brillante es lo último que, en mi cercano horizonte, percibo. Ya
nada más hay. Sólo un vacío que no puedo constatar. La membrana parece hecha
de electricidad, de luz o de algo que quema. Pero no siento frío ni calor. No siento.
Temo, pero no por la sensación que imagino, sino que por el destino que no puedo
pensar. Ya no está la Diosa. Se ha difuminado como las brisas que alegran el día,
que parecen no estar cuando todavía soplan y que, luego, simulan un soplido
cuando ya han desaparecido. No la extraño, pues me llenó. No me ha hastiado,
pues me despido lleno y vacío de ella, quien se ha alojado sin alojarse en la
memoria, el único dispositivo inmaterial para almacenar contenido inmaterial que
ha conocido el ser humano.
He atravesado la membrana. Nada ha dolido. Nada ha causado placer.
Silencio.
Vacío.
Comienza la travesía por este túnel de ideas, inmaterial como una piedra, verídico
como animal mítico. Aparece un cilindro hacia delante de mi visión, pero no como
espacio ni como algo perceptible, sino que como escrito, como caldo de palabras
que no existen pero que se dicen. Sí, las palabras son burbujas de corta vida que
dicen lo que fueron enviadas a decir, dan segundos irradiando minúsculas gotitas
de jabón de malentendido –que son muy bien aprovechadas por los
minuciosamente torpes hablantes y luego explotan en sí mismas, colisionan con
algún duro silencio o son reventadas por algún juguetón e impaciente acto. Las
hipérboles dan una profundidad inexistente a estas hebras de dichos que se
extienden creando una ilusión hablada. Sí, una ilusión hablada. Las palabras,
claramente, son herramientas de ilusión, ya que no sólo permiten señalar algo que
no está “ahí” sino que, por cierto, están condenadas a hacer eso y sólo eso. Estas
palabras no tienen asidero alguno en algo que podamos llamar “realidad” o
“irrealidad”. Se trata de un túnel abstracto, inexistente, que tampoco ´”es” y que
apenas “dice”. Las palabras y frases, burbujas de nada, crean lo falso y lo ficticio,
tal como esto que vivo, que bien puede ser mentira y ser verdad en un mismo
instante. ¿Acaso la mentira envilece los sucesos y no forma parte de la historia?
¿Hay seguridad de que la mentira no sea sino una forma de verdad, de suceso y de
experiencia, no distinguible de la vaca sagrada y bañada en oro de la verdad?
Un momento.
No estoy solo.
¿Quién eres?
Silencio.
¿Quién eres? No te haré daño. No hay aquí forma ni posibilidad que permitiera
que pudiera hacerlo. Y si así fuera, nunca ha pasado por mi mente, esta humilde y
caótica mente que jamás me ha abandonado, causarte perjuicio alguno. Sean mis
sinceros y buenos deseos para ti, presencia desconocida.
Hola.
Hola.
Agradezco tus palabras. Yo tampoco te haré daño. No puedo ni quiero. Mucho gusto.
Qué alivio siento. Mejor que esta misteriosa voz que no es voz no haya sabido que
le tuve miedo. Por un lado, ello me volvería más que vulnerable, pues nada más
débil que sugestionarse frente a la ausencia de peligro, cual si incluso en el mismo
baúl mental, secreto entre secretos, hayamos dejado entrar las amenazas de lo
visible. Por otro lado, me da mucho malestar pensar en dañar con mi desconfianza
a un ser que no puede causarme mal a mí en modo alguno.
Ya que somos sólo texto, amigo Juan Soto, te informo que sé todo lo que dices. Se acabó la
época del diálogo interno. ¿Qué posibilidad de “adentro” y “afuera” hay en una hebra de
texto como tú o como yo?
(risas; esta vez, mi risa es, precisamente, este paréntesis. No me nace reírme del
modo “Jajajá”). Entiendo. Sin embargo –y de verdad, discúlpame por esto, me
siento en clara desventaja pues tú acabas de decir mi nombre y yo no tengo idea
acerca de tu identidad. Entenderás que alguien con impronta humana como yo,
aunque convertido en palabras, se sentirá, casi inevitablemente, tenso en esta
desigualdad que, aunque sea abstracta, es todo lo que tenemos.
Amigo Juan Soto: Siempre, en cada momento, hasta el ser y noser hablante más parecido a
una concreta roca es alguien que cuenta sólo con lo abstracto. Nada más es nuestro. Nada
más está a nuestro alcance. Un inmenso muro, inquebrantable como invierno polar, separa
a las mentes de lo concreto. Podemos seguir hablando más de esto, querido amigo. Pero,
primero, déjame presentarme. Efectivamente, soy el Cuarto Arriero. Soy el Escritor. Y no te
confundas. No soy “un” escritor. Menos puedo ser un tipo que dará su nombre acá, un
posible humano escritor de novelas que quiera maravillarnos con hablar de su vida
mediante un diálogo contigo en esta Cordillera del Espacio. Admiro a quien, con
conmovedora y preciosa transparencia, decide sincerar su historia mediante la palabra y el
papel. Pero no es mi caso. No soy “un” escritor. Soy “El” Escritor. Y me presento ante ti,
con esta mayúscula inicial que puede leerse soberbia, sin afán alguno de considerarme una
especie de deidad de lo escrito, sino que, simplemente, recalcando mi condición de
“concepto”. En el momento en que uso esa mayúscula, ella ha de entenderse como la sotana
que define mi sacerdocio por lo abstracto. Soy El Escritor, ninguno y todos a la vez.
Entiendo. Bueno, mucho gusto, Escritor. Soy Juan Soto, aunque creo que lo sabes.
Quizás sabes todo de mí y yo aquí, convertido en un conjunto desnudo de datos.
No lo sé todo de ti. La omnisciencia es una opción, siempre. Bueno, la verdad es que, si
quisiera, sí podría saberlo. Pero no es el caso.
Es que, si lo vemos de ese modo, puedes despedazarme y volverme a despedazar
con sólo decir. Soy, en este momento, plasticina inmaterial sometida a los
caprichos posibles de tu condición, situación o delirio de escritor, amigo Cuarto
Arriero. Puedo dejar de ser Juan Soto, puedes despojarme de mi pertenencia a
Futura4 –porque, sí, yo me siento perteneciente a allá en cuanto aún soy
conciencia, puedes incluso jugar a rajadiablos con mi historia, algo cuyo código
base puede hallarse, precisamente, en este fenómeno textual al cual me he
reducido.
¿Te sientes “reducido” en este instante? ¿De verdad ser texto te hace sentir tan
vulnerable? Amigo mío: Grábate, por favor, esta frase en tu conciencia. Que desde mi
discurso se replique en el tuyo lo siguiente:
Lo abstracto
Nuestra esperanza más concreta.
Repítelo tú.
Lo abstracto
Nuestra esperanza más concreta.
Repítelo nuevamente.
Lo abstracto
Nuestra esperanza más concreta.
Otra vez.
Ya, listo (risas).
¿Te das cuenta como la risa y la oposición a lo que te pedí te desmienten, en tu propia
prosa, eso de tu supuesta “vulnerabilidad”?
Silencio.
Ahora, querido Juan Soto desde ahora el Arriero Cero, es cuando más fuerte eres. Sólo
ahora, recién ahora, has entrado a un dominio de invencibilidad. Nadie destruye lo
abstracto. Además, ahora eres unidad con lo inmaterial. Digámoslo de este modo: Tienes
acceso a una infinita biblioteca inexistente donde, sin embargo, existen todas las palabras
disponibles para armar lo que necesites, siempre y cuando entiendas que ellas jamás
crearán realidad. Sin embargo, no sólo de lo real se vive, amigo. Por otro lado, las palabras
son atemporales: Cuando dices o escribes algo, pareciera que ello ya estaba allí, esperando a
ser articulado como discurso, cual si el decir fuera una pala que excava en canteras etéreas
de sentido. Asimismo, las palabras se permiten perdurar cuando son dichas o escritas, pues
se almacenan en la memoria, así, burdamente, como un archivo se guarda en un
computador. E incluso, cuando son olvidadas, se quedan allí, en un libro abstracto
destruido por la humedad, vagando en la deriva del desaire de quien no escucha,
volviéndose, nuevamente, una suerte de objetos arqueológicos noreales que esperan, sin
necesidad de paciencia ni silla de playa, una posible repetición del ciclo recién descrito. Así,
son eternas. Y el humano suele cerrar su visión de lo “eterno” a lo que “permanece visible
eternamente”, convirtiéndolo antojadizamente en una utopía cuando, de hecho, es algo más
que cotidiano, más que rutinario. Es densamente eterno, no solamente en extensión de
tiempo sino que, también, minuciosamente penetrante entre las partículas infinitamente
pequeñas y elementales que constituyen el tiempo mismo. Eso es porque, precisamente, el
texto es Materia Oscura permeable, detergente que hace que el sentido penetre por las telas
más hiladas de la vida y del tiempo. Por tanto –y siendo conservadoramente lógicos, el
texto está fuera del tiempo. Y su misterio reside en sí mismo. Dejemos afuera eso que
llaman “hipertexto”, porque son sólo vacíos valiosos llenados con pasta muro, como quien
mezcla vino de reserva con bebida gaseosa.
A propósito: Tú tienes el mismo poder que yo en este momento. Somos escritos. Somos
escritores.
¿En serio?
Sí. De hecho, quisiera demostrártelo con un juego. Tratemos de llevar la escritura a un
límite de contraposición entre sentido y sinsentido. Hagamos chispear e humear las letras
con sumas máximas de descriterio y sensibilidad, dando a nuestras palabras la mayor de las
majestuosidades y, a la vez, el más sucio y satírico de los infiernos.
Bueno, hagámoslo. Pero parte tú.
Acepto. Empiezo. Siempre me dice lo mismo este conchesumadre vestido de bufón, a veces
hablando del Cabo de Hornos y otras veces, simplemente, creyendo que el mate es porquería
asfixiada de cuadernos sin rellenar. Uso la insolencia porque creo en ella. Y aún no puedo
despegar del sitio en que se habla de cosas relacionadas con el escribir. Y claro, se sigue
escribiendo pero se olvida uno de que escribe. Sobre todo si el Anticristo llega a quitarte la
paciencia con foto de autos tiernos, con ojos y relaciones causales sin sentido, con el mismo
sentido y con otro a la vez que traduzca lo que nuestro tímido y brutal inconsciente quiere
mostrar en esa obra de teatro de mierda, mala, mal actuada y que da la espalda al público.
Sí, me refiero a la vida. Y claro, mientras sigo escribiendo te doy el ejemplo, Juan Soto, de
que se puede ser más o menos sensato mientras se disparan suavemente puras estupideces
que no lo son tanto pero que, por eso mismo, lo son en su totalidad, esa totalidad que apenas
existe pero que sostiene planchas de cholguán en un sistema binario de ranas de cloro que,
de repente, se dignan en realizar cualidades de formas reticentes al aspecto más enfermo,
sano y desquiciadamente cuerdo de estas, que son contradicciones asquerosamente obvias.
Uf. Esto no salió muy bien. Pero creo que me entendiste. Dale tú.
Bueno. Y he practicado la escritura haciendo bitácoras, haciendo diarios de vida,
haciendo muchas, demasiadas, ninguna cosa. ¿Voy bien, Cuarto Arriero?
Buen inicio, Arriero Cero.
Continúo entonces dando bofetadas, cual rapero que empieza a improvisar pero en
ausencia de un beat box que, quizás, sí resuena en los bajos de los parlantes del
silencio que une las conciencias, mierda. Sí, digo mierda para darle la bienvenida al
inconsciente que también quiere pronunciarse. ¿Y qué pasa si lo dejo? No lo dejaré,
porque es él quien me da permiso o autorización para ejercer la identidad que he
construido con tanto esfuerzo y tantos pedazos de espejos rotos. Chancho, perro,
gallina, vacuna. Y puedo decir siguiendo, seguir diciendo, seguir siguiendo, decir
diciendo y también, por cierto, según, cual, be, no, cu, si, la, ya, decir diciendo. Y
me pregunto, sin usar signos de interrogación, si acaso se puede decir sin estar
diciendo, si es posible estar diciendo sin decir, si es posible estar diciendo sin estar
diciendo cosa o palabra o almanaque alguno o si, en cambio y a la vez, si está a
nuestro alcance decir sin decir. Y creo que con eso del signo de interrogación me
respondí solo.
Vas bien, querido Juan Soto, pero te falta la irrupción directa como el locatario azul de las
verdulerías ansiosas de la estancia de ovejas nacionales, internacionales y a veces sonoras
en un espacio poco pulcro, a veces inexistente y a veces vinilo automático que se nutre del
sonido de la aguja del silencio que suena. Y no se trata tanto de incoherencias, amigo. Se
trata de que, conscientemente y con cierta maestría alojada en la pluma, lleves las palabras
a su límite, hasta que se les cansen las rodillas. Puedo decirte, por ejemplo, que las
ecuaciones hablan de Dios cuando dejan de mencionarlo y, en eso, ellas son maestras, pues
no mencionan nada. Sólo se refieren a variables raras. Y aquí puedo meter el balde de jugos
de silla comunista, cuando hastían los cortos pasajes de supuesta racionalidad, aquella de la
cual se burlarán las pechoñas mentes que viven en la comarca conservadora del buen
idioma. A la norma hay que acariciarla y después acuchillarla.
Escribir se refiere a lo que permanece para esperar, gozar sin saberlo y para
siempre y ser guardado para dormir en el polvo. Somos libros y allí dejamos
nuestra vida depositada en pedacitos o gérmenes. Dejamos allí una impronta de
nuestra misma conciencia, incluso después de la muerte física y la desaparición de
nuestra identidad como objeto a partir del proceso de descomposición. Cervantes
muere en cuerpo, pero vive en prosa. Y no me refiero a clichés hediondos a toro,
sino que a una auténtica expansión de la experiencia, cual si Garcilaso de la Vega
se duerme como cuerpo y luego despierta, después de un descanso indefinido,
como texto. Y entonces pienso en las situaciones posibles y, simplemente, se
agradece toda sensación, todo juego de ajedrez que se jaspee, en los lienzos de
nuestra imaginación, en alguna superficie de carácter digital, consenso de
electrones que se disfrazan de datos y crean lo virtual. Y me refiero a la acepción
electrónica de lo virtual, que no sé si existe. Y si existe, no la conozco. Ven,
entonces, castor maleducado. Sácame de este pantano al que yo mismo me he
metido escribiendo, lleno de negros y viscosos barros de memorias. Es que el agua
también se mezcla con lo vivo, quizás formando lo asqueroso, quizás formando lo
vital. Quizás invitando a jugar con la puntuación.
Sí, amigo Escritor. Cuarto Arriero. Jugaré ahora con las comas, los puntos y todo
tipo de signos que introduzcan el arte del tiempo en la partitura literaria. Sí. Sí, sí,
sí; si sí, si. No. Sí. Indicar el tiempo en la narración. Indicar, el tiempo en la
narración, indicar el tiempo, en la, narración. Indicar. El tiempo en la. Narra. Ci.
On. Off. ¿Puede acaso enjuiciarse el resto capital del hombre que, siendo siempre
un hombre que se come el fruto y culpa a la abstracta mujer que vive en tanto
hombres, mujeres, intersexos y. Y. Los textos deben cortarse cuando se dirigen a
carreteras muy transitadas, porque el taco allí es grande. Al escribir, entramos en
una metrópoli de ideas donde todos luchan por llegar a lugares que sólo ellos
saben.
Ahora sí, Arriero Cero. Ahora sí. Lee lo que no lees sino que sientes con lo que eres y que
también es como tú, cíngara. Puedo tratarte de gitana y luego volverte un nazi con un
simple intento negro de lo que se dispara a la diana sin centro que es el papel. Nuestra mira
está desenfocada cuando escribimos. Y no sea lo suficientemente culero como pensar que me
refiero, en el desenrollarme como hebra de palabras encadenadas por caprichosas
interpretaciones y sentidos, a un papel concreto. En papeles abstractos y en tubo, mediante
este mismo texto, construiré un túnel que te dirija a la mismísima Cumbre de esta
Cordillera del Espacio. Sin dejar de jugar, por cierto. Nos hemos sumergido a bucear en
hermosos pantanos de un generoso mundo de palabras donde podemos darnos el
desvergonzado lujo de que el negro sea color de transparencia. En hermosos vitrales
oscuros, negros, la luz se permite pasar sin teñir la oscuridad. Se ven peces color bandera,
cigarros marinos que cubren cavilaciones refrendadas de sistemas coherentes sin presidio,
nación ni circunstancia adversa, troncos de humo que se queman tirando fuertes emisiones
de madera a la atmósfera del planeta de lo abyecto. En perro. Y te pediré que aprendas lo
siguiente, querido amigo en el decir, Juan Soto Morales:
Ni siquiera pensando / razonando
descascarando maní mental
nos zafamos de lo que nos impacta
de lo que cubre / nuestra superficie sensible
El lenguaje no construye realidades
La realidad
Ese crudo impacto
Provoca lenguajes
Repítelo tú, Juan Soto. No es por ser tedioso ni mucho menos. Es sólo para que lo recibas,
para que tu voz que no es voz se empape y saboree esta cucharada del humilde té de ideas
que acabo de compartirte.
No hay problema alguno. Repito:
Ni siquiera pensando
razonando
descascarando maní mental
nos zafamos de lo que nos impacta
de lo que cubre
nuestra superficie sensible
El lenguaje no construye realidades
La realidad
ese crudo impacto
provoca lenguajes
Bueno, amigo Arriero Cero, que acabas de hacer una muestra gallarda de este juego que te
he enseñado: Supongo que habrás notado que yo escribo mediante tu escribir. No quisiera
asustarte; ello no implica, de modo alguno, que yo tenga control sobre tu vida como texto.
En cambio: Yo, Escritor, que soy todos los escritores y ninguno a la vez, cuya mayúscula
inicial no es soberbia sino que sotana de mi sacerdocio por lo abstracto –lo repito para
invitar al énfasis, encuentro posibilidad de vivir también mediante la prosa que te teje. Soy
cordero que es trasquilado y que después se viste con chalecos fabricados con su misma
lana, lana que vive, que no pierde su carácter de vida por el sólo hecho de haberse liberado
de su nodriza, de su origen, de su yacimiento. Sí. En el suelo de la nada que tapa con su
manto al todo, soy yacimiento de palabras que se explota a sí mismo y que deviene en cobre
sin dejar de ser mina ni camión. Tú, texto que se escribe a sí mismo, eres, al mismo tiempo,
letras que son enhebradas por este ansioso perro con correa que ladra a los gatos que pasan
por el tejado de lo irreal, asomándose oscuros y sarcásticos mientras yo junto fuerzas para
romper la cadena concreta que me une a los barrotes de la buena cultura. Dígase todo esto
en burla a la absurda lógica de lo que no es absurdo.
¿Qué te pasa, escritor de mierda? (risas) Y te menciono iniciando con minúscula
porque, en este preciso instante, estás abandonando el juego que tú mismo
propusiste ¿Te acobardaste? ¿Te acabas de convertir en el patético escritor del siglo
XX terrestre, miedoso de sus propios personajes? ¿Acaso las teteras de tu horizonte
dejaron de tirar humo de perlas? ¿Siquiera las puntas del orco naciente te elevan a
la estática de tu cielo que has orinado? Sigue jugando. No seas desertor. Ayúdame,
mientras jugamos, a poder llegar más allá. Quiero volver a ese túnel de ideas por el
que pasé hace un rato. Ayúdame, de verdad, por favor, a conocer lo que viene más
allá de esto. Porque ¿Hay algo más allá, cierto? Aunque no sea “algo”. Primero: la
presencia del azúcar en los vinilos irracionales presiente que el audio de tu escroto
no usa aro de uslero, nunca, siempre, absolutamente a veces. Segundo:
Universidad Católica. Tercero: Me aprendí ese chiste milenario porque estaba
almacenado en los servidores del antiguo Internet terrestre. Cuarto: Siento que soy
una especie de computador atrofiado que, en momentos anteriores de este viaje
por la Cordillera del Espacio, pensaba de modo más claro y fresco. Quinto: Ahora,
en cambio, me siento como un cocodrilo tratando de subir por una cascada de
petróleo.
Eso es, precisamente, porque has subido mucho en esta Cordillera y estás, de hecho,
llegando a la Cumbre. Tu ser puede ya estar cansado de este arduo ascenso a las alturas de
lo inmaterial.
Sorpresa.
Alegría.
Querido Cuarto Arriero: Sí, siento alegría. De verdad que subir a este Aconcagua
irracional ha sido duro. Me alegra doblemente, tanto por la cercanía de la cumbre
como por el advenimiento de tu comprensión, de tu sagrada comprensión respecto
a lo que he vivido, a lo que sentido y a cómo todo eso se viene encadenando en
este tiempo que no es tiempo en que he recorrido esta ruta que sí es ruta por
lugares que no son lugares. Ayúdame, por favor –y lo repito, a llegar más allá.
Ya estamos en ese túnel, Arriero Cero. Jamás le hemos abandonado. Hemos avanzado
demasiado en él, así, jugando ¿Acaso no ha ocurrido así todo tu viaje? Y no me acobardaré.
Jamás me he acobardado. Jamás he abandonado el juego. Se nota que aún te falta estrategia,
amigo. No te culpo ni te condeno, pues el jugar sin estrategia o con estrategia es igual de
divertido. La estrategia es opción, no obligación. Si no me crees, pregúntale a los floreros
cómo los gatos han de comer sin represas ni cotizaciones. Las maravillas de lo que vive
fuera de la Luna y que sigue residiendo allí en forma de gotas que caen por caminos
cuadrados de símbolos. El túnel gira y las pérdidas sólo deben elaborarse, aunque suene
difícilmente fácil o fácilmente difícil, en estos juegos de palabras ya gastados en un camino
que, te digo, amigo, ambos hemos recorrido. Al decir “abajo” y luego “arriba”, se estimulan
las burbujas que, como pienso haber dicho anteriormente, se estrellan en la palabra. A
veces, las cosas desesperan más de lo debido. Se puede decir diciendo y decir sin decir,
repitiendo juegos de palabras ya trillados que aparecen, simplemente, por el cansancio y la
mente raspada luego de una faena tan ardua, dura y hermosa como el haber escalado este
monte inmaterial. Sí, amigo: Yo lo he escalado contigo.
El túnel gira y marea, confundiendo quizás la percepción falsa, abstracta y profundamente
genuina que se vive siendo hebra de texto. Estamos acercándonos de a poco a aquella
Cumbre. Tarros de lo que parece azúcar de desmembradas condiciones prismáticas devienen
en celestes que asedian los espirales que asemejan ser rayos castrados de regalos desde la
coliflor inquieta. Todo resuena en la sangrienta hiperestructura donde los ancestros
fabrican vino asociado a lo que se fue volando hacia la nada con ruta pasando en Marte,
originando aquella rara e inevitable impronta terrestre que tira a mirarse en los productos
del autotejerse que implica esto que hacemos, esto que jugamos, esto que saboreamos. Sí:
Sólo mediante lo abstracto podemos probar. Es la única forma concreta que tenemos de
probar que no puede probarse nada de modo concreto. El pantano está arriba,
entregándonos un “abajo” que nos atrae y que, comportándose como ilusoria gravedad, nos
cansa de luchar contra él y de arrojarnos al mismo tiempo, relajándonos en una extrema
agitación. Ya la línea de lo sensorial fue dejada hace rato. Hoy, querido Arriero Cero –y
permíteme decir “hoy”, violando incluso lo que no se puede violar, aquella ilógica que,
hipócritamente, exige ser respetada de forma lógica. No. Hoy hablaré de lugares, de tiempo,
de ser. Hoy, amigo, hacia allá, con borrosa claridad, puedes ya ver la Cumbre con aquellos
ojos que no son ojos pero que sí te abren la puerta hacia la imagen.
Silencio.
Repito para ilustrar extensión: Silencio.
Silencio.
Escritor, dime: ¿Esto es la Cumbre?
Silencio.
Cuarto Arriero.
Arriero Cero. Sí. Esta es la Cumbre.
Silencio. Silencio. Silencio.
Nunca había visto algo tan hermoso. Sí, mediante la palabra puedo ver, tal como
dices, Cuarto Arriero. Estoy en lo alto de la ausencia de altura, aquella donde se
encuentra la única altura posible de alcanzar. Veo hacia allá el verdadero
horizonte. Veo la Inmensidad. Veo Lo Otro. Lo que espera más allá. Lo que aparece
como incógnita ante la bendición que me humaniza, aquella tan vapuleada
Ignorancia, la que permite el paso desde mi mundana cultura, aún residente en mí,
hebra de texto, hacia aquella Materia Oscura Inconsciente que, estando más allá de
lo que jamás podría llegar el humano, me ha traído, sorpresivamente, a mi interior
que es absoluto exterior. Luego de este último tramo viscoso, miro más allá de la
Cordillera. Los valles me saludan. Mi vista ya no choca con horizontes de nueve
dimensiones, espacios raros que no son espacios pero que sí son muy raros,
escaleras construidas de cuerpos de próceres fascistas o túneles de desenfrenado
texto vuelto bestia. Ahora, aquellos bajos más allá de esta Cumbre me invitan a
caminar, a surcarlos, a danzar disfrutando el triunfo que comprende todo quien ha
tomado en serio no sólo el paso de un sitio a otro, sino que ha tomado la ruta larga,
incierta, feroz y suprema.
Querido Cuarto Arriero: Sueño con que, algún día, encontraré la Tierra. Quiero ir a
la Tierra. Iré en búsqueda de ella. Aunque tenga que recoger sus pedazos
repartidos por el vacío de la Universo, antiguo amor, Quiero conocer los
crepúsculos que embellecen todas las ciudades. Quiero cagarme de frío en Siberia,
Alaska o Magallanes. Aunque deba sumergirme en el sol glotón que, al acabarse su
ración de hidrógeno, se expandió tragando el hogar de mis ancestros, encontraré la
Tierra incluso más allá de la larga carretera que es el trabajo tedioso de juntar,
pedazo por pedazo, aquella imperfecta y gruñona joya azul. No quiero Futura4.
No quiero Cordillera del Espacio. Gracias a una, gracias a la otra. En mi memoria
guardo su belleza y en la mentira encuentro el telar con el que tejeré lo
inexplicable. Ahora quiero bajar a esos valles que traen el viento absoluto. Allí
vislumbro lo que necesito para cumplir mi anhelo de volver a la Tierra que nunca
conocí.
¿Lo ves? Mira hacia allá. A eso me refiero.
¿Eso necesitas para encontrar tu amada Tierra?
Sí. Nada más.
Bueno. Te daré, entonces, el último impulso. Aprovecho de despedirme, aunque sé que nos
volveremos a encontrar, Arriero Cero, Juan Soto. Gracias por encontrarte conmigo y por
aceptar acompañarme en la profundidad de lo abstracto, aquí donde la luz no llega, cual
fondo de mar en el que no se puede comprobar nada, pero se puede encontrar todo. Te
cuento que, de hecho, para poder salir definitivamente del Universo y de esta Cordillera del
Espacio, debes deshacerte de las palabras. Ellas son maravilla, pero no infinito. Debes
despedirte, también, de ellas. Y te cuento que, al igual que yo, las palabras no gustan de las
despedidas cursis o tristes. De hecho, no conciben la despedida sino que una especie de
expulsión, de corte, de irrupción del silencio. Les molesta que cierres los textos de manera
redonda, perfecta, delineada, porque suprimes la tensión que les hace vivir, amigo.
Prepárate para el último impulso. Saborea esta Cordillera. Saborea las palabras. Prepárate
para el último torbellino.
Silencio.
Miradas que no son miradas.
¿Listo?
Listo.
Adiós, Juan Soto. Que los gorriones de la herrería disfracen situaciones corregidoras de
pulsos y casas mal habidas que simplifican el orden compulsivo de lo que pareciera ser giro
humano pero que es sólo mala ficción. Dado, escoba, soberbia, sopapo, tirabuzón. ¡Gira,
gira, gira, mierda! Puedo dividir la carne pero aquí traga todo sin masticar, pues es
imposible atorarse donde no hay aire o, dicho de otro modo, cada instante es un viento que
no te deja perecer. ¡Gira, gira! El loro simula y el oráculo ya se acerca, pues trae nuevos
tirajes menos cargados de la fibra y más hiperbólicos que nunca.
Adiós. Se me enreda la despedida porque, perro, establo, cada vez las hebras son
más difíciles de unir, vértigo. Esto es lo mejor. Lo parabólico. Lo cosido. Lo que, sí,
ya, la casa sigue, la piraña revela, bolsa, pasado, cuerdas que comen historia y
vomitarán futuro. ¡El texto se pierde! El texto se. Difumina. ¡Los signos?. De
puntuación se revelan. Estado plasma. Puntos y comas son, electro/
LIBRO TERCERO
WALTER MILLAPÁN
LANÍN
I.
Walter Millapán es el mejor jugador de fútbol de la Historia. Mientras sus otros 22
compañeros del Lanín Fútbol Club se consideran futbolistas, él se ha definido como
jugador de fútbol.
Siempre se recuerda el partido entre Lanín y Ferrovilla, el clásico de Villarrica, en
el Wallmapu. Como buen 10 omnipresente, Walter Millapán corrió dribleando el
balón por toda el área rival hasta encontrarse atrapado entre 3 defensas contrarios
y la categórica línea de meta, al costado este del arco sur del Municipal de
Villarrica, ante 85 personas. Observó a su alrededor, resguardó la pelota entre sus
pies, centinelas inviolables, vio al arquero posicionado a la altura del palo más
próximo y actuó. Con un sutil y violento borde externo, lanzó la pelota entre las
cabezas de sus oponentes y, haciendo un arco cerradísimo y abultado, el efecto
hizo entrar la pelota en la portería cuidada por Enrique Rivas, “la Güiña”. Golazo
imposible. Sus compañeros le celebran eufóricos la hazaña, mientras la hinchada
de Ferrovilla sólo aplaude.
En otro encuentro, en el cual el mismísimo Provincial Osorno sucumbió 08 frente
a los lacustres, Walter Millapán, aparte de marcar cuatro goles olímpicos, anotó el
gol más rápido de la historia: 2 segundos. Como visitantes en el Parque Schott, los
de Lanín debían dar el puntapié inicial. Bruno Silva, el 9, goleador poderoso y
cantante carismático, dio el primer toque hacia los pies de Millapán, quien, sin
necesidad de vuelo o impulso, le pegó a la pelota de primera e inmediatamente al
arco, lugar donde el guardameta del Rahue recién se acomodaba las tobilleras.
II.
Carlos Morales, “la Cigarra”, portero titular del equipo. Arquero de reflejos
notables y saltos saltamontescos que le valieron la medalla que es su apodo.
Oriundo de una familia que cuidaba chanchos en Chesque Bajo –que vivía junto al
río, cerca del puente de la ruta entre Villarrica y Lican Ray, por lo que una vez su
techo de latón viejo fue amortiguación de un minibús Vipuray que voló por los
aires luego de una colisión provocada por el malicioso hielo que se adhiere cual
parásito al asfalto, se mudó luego a vivir en la población Vista Hermosa, al lado
de la escuela Pedro Aguirre Cerda. Trabajaba 20 horas de cuidador de parquímetro
en el centro, en calle Camilo Henríquez, aguantando malos tratos de un estúpido
llamado Ignacio Swerner Caripán, que se cree magnate por haber hecho un buen
negocio vendiendo una vaquilla a cambio de una empresa de parquímetros. Eso
era lunes y martes. Desde jueves a mediodía del sábado, Carlos Morales
desarrollaba una de sus dos grandes pasiones: Buscar oro en el nacimiento del río
Toltén. Había leído sobre los antiguos lavaderos que agotaron los españoles y los
chilenos del primer siglo de república. Todos le decían que no fuera “iluso”, que
allí ya no era posible encontrar una mísera pepita de oro, que estaba gastando
tiempo de su vida que podría ocupar en, por ejemplo, trabajar, trabajar y seguir
trabajando, como buen mandato de la cultura chilena. Pero la Cigarra no se rinde
y, melancólico, tomando agüita a gotas que brotan de un crepúsculo piadoso,
escarba metro por metro, centímetro por centímetro, ilusión por ilusión, delirio por
delirio, siempre expectante por ese esquivo pero seductor miligramo del metal
precioso, lágrima de dioses, que yace bañándose milenariamente bajo las verdes,
gruesas y hermosas aguas del hilo que nace del Villarrica. Y claro, miércoles
completo, sábado en la tarde, domingo por la mañana y las noches de lunes y
martes eran tiempos de la otra pasión, el deporte rey, el emperador Fútbol. Y cual
siguiera buscando oro, Carlos espera en la portería de un equipo que permanece en
ataque, casi sollozando, suplicando silenciosamente –sin que sus compañeros y los
hinchas se enteren que, al menos un par de veces, la pelota se digne a visitarlo. Es
un hombre que espera. Un hombre que se alimenta de remates al arco, temple y
una camionada arenera de fe. Bueno, le dicen “la Cigarra” porque, además, canta
muy bonito. Durante un tiempo, fue imitador oficial de Luis Miguel en la zona
lacustre.
Lucho González es el 4, el defensor y lateral derecho. Oriundo de Huincacara hacia
el volcán, su familia es leñadora desde tiempos inmemoriales. No se tiene datos de
cuándo pasaron de ser mapuches recolectores de astillas y chocos muertos,
desprendidos de los árboles y secos por las brisas cálidas del tiempo, a ser mestizos
chilenos buenos para el hacha, la motosierra, el vino y el fuego. De hecho, Lucho es
un fanático del fuego. Tiene fama de “pirómano”, una fama injusta y miope propia
de quienes han satanizado el fuego. Tiene mucho que ver con la absoluta
dominación que la Iglesia Católica Apostólica Romana mantiene aún en toda la
zona del Wallmapu, donde el obispo es una especie de pontífice local a quien la
gente saluda –y de verdad lo digo arrodillándose y besándole el anillo. Lucho
González una vez habló sobre el obispo de la Diócesis de Villarrica: “Qué me
importa ese viejo reculiao, servirá pa’ leña siquiera el maricón?”. Con un léxico de 50
palabras, Lucho interpreta el Universo. Bueno, con 50 palabras e infinitos
hachazos, fósforos, litros de vino Hermanos Carrera y Caperana –malazos, pero que
son válidos a partir del siguiente argumento que da Lucho en la botillería Garrido,
cerca de la Subida de Piedra: “Deme la wea más barata no más, si es pa’ wuitrearla la
wea y quemazones. Una vez, estuvo tomando vino junto a otros 14 leñadores junto
a fogata de 5 metros de altura. En otra ocasión, tenía tanta hambre que pilló un
coipo, lo mató, lo descueró, lo tiró al fuego y se lo comió solo. Quedó con hambre y
fue a buscar otro. También se cuenta que tuvo problemas con la ley debido a que
cortó cerca de 35 metros ruma de árbol nativo ubicado dentro de los límites del
Parque Nacional Villarrica. Lo hizo sin querer, de hecho, sólo afanado cortando
leña durante días, durante kilómetros, durante delirios para, después, quemarla,
quemarla y seguirla quemando. En la cancha, Lucho González tranca como nadie.
Rey de la falta táctica, aquel demoníaco e inevitable elemento del fútbol
emancipado del fair play impuesto por los europeos. Una vez casi quebra a un
delantero de Luchador de Coñaripe y le pusieron tarjeta roja, lo cual implicó que
tuvo oportunidad de iniciar antes el tercer tiempo. De hecho, pudo ir con
anticipación al supermercado Eltit que está cerca del estadio a comprar vinito.
El anterior fue un punto aparte que quizás debiera ser seguido. Quizás el lector
comprenda la elección aquí tomada. En ese mismo supermercado, en el sector de
carnicería, cortando los vacunos y sacándoles la grasa, vistiendo una siempre
respetable, elegante y ensangrentada pechera, trabaja Marcos Calfilaf, el centinela
de Lanín, el número 3, defensa central y guardián amado y odiado –en término u
origen futbolístico por el melancólico Morales. Con ciertas dotes de elegancia que
le distinguen de Lucho González y que recuerdan al héroe Elías Figueroa, Calfilaf
frustra a los delanteros y volantes rivales con un posicionamiento que marea y
confunde, con unas barridas extremadamente oportunas que, además, siempre van
dirigidas hacia un ataque pensado. Se trata de una bestia domada por el amor
romántico y familiar; apegado a sus padres, pastores evangélicos de campo, formó
familia con Yoselin Cordero, mujer de sus sueños y madre de Ramón y Jonathan,
sus dos retoños que, de hecho, prometen ser buenísimos futbolistas en el futuro
que se acerca como bruma imparable. Diariamente, Marcos Calfilaf le hace el amor
a su mujer –“estamos en campaña” cuenta en los camarines de Lanín para poder
lograr a su mujercita, aquella con quien ambos sueñan. Como padre protector y
con su habilidad en el cuchillo que ha sido civilizada por la bondad y el amor,
Marcos Calfilaf defiende el arco de su amado club. Su peinado tipo militar, su
barba candado tipo papá, su familia alentando feliz en el lado abstemio de las
gradas del Municipal de Villarrica, sus compañeros fieles del equipo, un chanchito
a la ceniza esperando en la casa de sus padres junto a la siempre agradable y
risueña familia extendida; ¿Era necesario algo más?
Knabu Diogo es el número 2, lateral izquierdo y defensa. Su nombre es distinto al
de los otros porque, de hecho, es angoleño. Es un hombre negro, novedoso en
Villarrica, tierra aún lejana a lo cosmopolita que, por ejemplo, abunda en Santiago
de Chile. En la ciudad lacustre, jamás nadie le ha discriminado. Sólo le miran con
la extrañeza miedosa y jamás malintencionada del provinciano. Rápido como
nadie para correr, fruto de una anatomía privilegiada. Fantasía de varias mujeres
de la zona. Sin embargo, su semblante jamás ha sido soberbio como el de un actor
pornográfico o el de un atleta reconocido e idolatrado. Knabu Diogo viajó dentro
de una caja desde Luanda al puerto de San Antonio, durante casi tres meses. Claro,
la caja contenía mazorca proveniente de Guinea Ecuatorial, así que jamás pasó
hambre. Le pedía agua a un operario de marina mercante de su misma raza que
mostró signos débiles de misericordia. Cuando llegó a Chile, encontró trabajo
haciendo aseo en un pequeño terminal pesquero. Arrendaba piezas con olor a
orina que eran espacios sobrantes de tugurios que eran moteles y muros de
lamentos al mismo tiempo. Una vez botó un vaso de vino de un cliente algo turbio
mientras barría. Lo persiguieron a cuchillos y un tanto de balazos, mientras Knabu
corría sin parar. Corrió hasta la entrada de la Autopista del Sol y, de ahí, unos
kilómetros hacia el interior. Y luego, hasta uno de tantos cerros que acompañan el
siempre honorable paso por la Cordillera de la Costa. Posteriormente, siguió
corriendo, llegando a Melipilla. Durmió en la calle allí, junto a la línea del tren,
asegurándose de que sólo hubiera perros y no humanos cerca de él. Al despertar,
pidió un poco de monedas en la plaza de la ciudad y, cuando juntó algunas –poco
entendía del valor de la moneda chilena, fue a un negocio y las entregó todas,
apuntándose a la boca pidiendo, con la desesperación de la mímica que no se
acompaña de la palabra, algo para comer. La señora del boliche, odiosa, le tiró una
bolsa de pan de molde. Knabu lloró de alegría. Comió un poco para, luego, seguir
corriendo. Llegó a Santiago de Chile, específicamente a Cerrillos, pidiendo trabajo,
con una escoba en mano cual currículum que se enfrenta a la muerte. Encontró
empleo informal en una empresa de venta y distribución de plásticos y fue allí
donde, un día, todo cambió: Alguien tenía rabia dentro de las oficinas por un
computador que no funcionaba. Knabu había trabajado años manteniendo
computadores y redes en algunas empresas pesqueras en Luanda, de modo
autodidacta. Entró, no preguntó y, en un bendito ataque fugaz de valentía, tomó el
computador y, en 2 minutos, lo dejó funcionando como cometa. Trabajó los 3
meses siguientes como encargado de redes en la empresa hasta que, un día, fue
sorprendido teniendo relaciones sexuales con tres secretarias y la esposa del jefe.
Corrió hasta el Terminal Sur escapando, nuevamente, de cuchillos y balazos. Con
el poco de español que aprendió, dijo “Sur”. Llegó fortuitamente a Villarrica a
trabajar a una importadora de chinos que venden productos chinos recientemente
instalada en un galpón ubicado en calle Valentín Letelier entre Pedro Montt y
Camilo Henríquez, al lado del bar The Travellers, en un galpón de mierda que
siempre alberga ferias, supermercados y negocios que después por motivos no
conocidos por este narrador omnisciente que debiera saberlo todo según ustedes,
simplemente, cierran. Hasta el día hoy, pasa allí su jornada laboral de lunes a
viernes encerrado en un pequeño cubículo que es refugio para llevar a cabo una de
sus grandes pasiones: La computación. En específico, al negro le encanta armar y
desarmar computadores, hurguetear en partes y piezas y probar el límite de los
circuitos y procesadores. Arrienda una pieza en la casa de la señora Trinidad, en
calle Catedral con Julio Zegers. En la cancha, Knabu Diogo sigue corriendo. Por
muy feroz y veloz que sea el delantero contrario, el angoleño lo alcanza corriendo
con las mismas piernas que le salvaron la vida y le permitieron cruzar la Cordillera
de la Costa. Cuando Calfilaf o Lucho González, más especializados en despejar y
reventar, lanzan la pelota hacia un peligroso córner en contra, Knabu está allí como
rescatista y rehabilitador de bolas que, en vez de ser regalos al opositor, se
convierten en una peligrosa carrera de lateral que, frecuentemente, llega a los pies
del único, de Walter Millapán. Y ahí ¿Es necesario seguir contando? Bueno, sí. Pero
más adelante. Paciencia. Este es el momento en que usted, querido lector, puede
poner el marcapáginas y descansar. Ahora, si quiere seguir de inmediato, adelante.
Pero siga leyendo. Por favor, siga leyendo. Si no sigue leyendo, este narrador
enviará a los sicarios de la curiosidad a fastidiarle. Por cierto: Knabu Diogo evita
referirse a su pasado en Angola. Nadie lo sabe. Yo tampoco. Ya hablamos de eso.
Armado el arco y la defensa, pasamos al mediocampo. El 5, volante de contención,
no puede ser otro que Rafael Jorquera, el Rafa. Un hombre cuidadoso, riguroso,
serio pero muy afable. Había sido médico, titulado en la Universidad Austral de
Chile, en la cercana ciudad de Valdivia. Trabajó allí un tiempo para luego mudarse
a trabajar en su especialidad –cardiología en el hospital de Villarrica, junto al lago
y la discreta Plaza de Armas. Era el único de su especie, destacado en su área a
nivel regional e incluso nacional. A sus compañeros y a la gente en general les dice
que aún es médico. De hecho, al parecer, él mismo cree que sigue siendo médico.
Pero ya no lo es. Fue suspendido luego de que lo sorprendieran emitiendo un par
de licencias médicas falsas, como todos los doctores de la ciudad. Si bien era un
ejemplo de ética, jamás lo fue de moral. Lo delató un contador que trabajaba en el
mismo Centro de Especialidades Pehuén –conocido por la plebe simplemente
como “El Pehuén” y que le agarró malos sentimientos a partir de un desencuentro
en que el Rafa no quiso ir a comprarle una bebida Piri Cola porque estaba ocupado
atendiendo una urgencia de crisis de pánico. Ética. Cuando perdió su trabajo,
Jorquera se refugió en el fútbol. No se complicó pues, de todos modos, sigue
ejerciendo la medicina de manera informal e ilegal, principalmente en sectores
campesinos. Son muchos los que, de hecho, rechazan su atención, ya que su caso es
famoso; el periódico Correo del Lago dedicó semanas a cubrir el crimen, siempre con
la misma foto y el mismo texto, pero con distinto autor y en distinta página. No
vive con las comodidades que goza un médico que se encuentra dentro del marco
de lo permitido, pero vive tranquilo y, ante todo, dedica gran parte de su tiempo a
entrenar, a trotar por la Costanera, a ir a ver a su amada Camila, que vive en la
Villa Paraíso, tras la cárcel, a ir al siempre entretenido y algo desenfrenado restobar
La Taquería Azteca a ver a cantantes como Bruno Silva, de quien hablaremos
después y, por cierto, a pelear por alguna atención médica. El Rafa lucha por ser, a
ratos, médico, para ejercer aquella pasión, una de las dos que tiene. La otra es el
fútbol, claro. En el campo de juego, Rafael Jorquera es un ente muy responsable,
que corta con sutileza y recupera el juego para crear ataques, que resguarda
incansablemente la trayectoria de la pelota, realiza algunas suspicaces y discretas
faltas tácticas, interpreta con rapidez insuperable y rigurosidad cirujana el curso y
la proyección del movimiento de las piezas rivales para detener el flujo en el lugar
y momento preciso y, por supuesto, brinda la atención médica oportuna a sus
compañeros frente a algún choque, caída, esguince, golpe u otra calamidad sufrida
durante la batalla. Piensa mucho, a cada rato, en todo momento, con total
intensidad. Es una de las cosas que le volvió uno de los más cercanos –o de los
menos lejanos, si se quiere a Walter Millapán.
Alex Novoa, argentino originario de Trelew, es el volante derecho, el número 7. Es
un tipo introvertido, de muy buen trato y de habla muy liviana, cuyas palabras son
como golpes de malvavisco. Fuma cáñamo todo el día, a cada rato. Vive en el
sector Flor del Lago, camino a Pedregoso, cerca de la costa oeste del glorioso lago
Villarrica. Con un rayo de suerte caído directo a su cabeza, resultó ser el único
heredero de media hectárea de terreno que era propiedad de Alejandro Novoa, su
tío lejano. Había aprendido mucho de cultivos hidropónicos y, estableciéndose en
la ranchita que estaba allí ubicada desde el Big Bang, no esperó para empezar a
plantar hortalizas y árboles frutales para todas las épocas del año, así como
preparar cañas rústicas de pescar, hechas de coligüe, e ir al río Pedregoso a robarle
truchas al reino del Pillán. En 14 maceteros, plantó marihuana de distintas
variedades. Consideraba un placer supremo contemplar el lago al amanecer, luego
de una noche en las alturas enfrentando su oscuridad interna reflejada en la
debilidad de una luna nublada y alejada de las luminarias. Contaba con un
desarrollo notable de paz personal. Algunos le llamaban “espiritual”, otros
“narcótica” y, algunos, como el Entrenador, le llamaban “el mediocampo en el
partido eterno del humano”. Frecuentemente, invitaba a sus compañeros a su
pequeña finca, donde Lucho González vivía orgasmos haciendo fogatas y todos
degustaban las finas y sabrosas cosechas florales de Moby Dick, Jack Herer, Blue
Caramel y Jamaican Dream, entre otros. En el campo de juego, Alex Novoa pareciera
observar todo en cámara lenta, cual si el fútbol se ralentizara ante su experiencia.
La concentración en la trayectoria de la bola es óptima y sorprendente, con extrema
agudeza en la recepción y entrega de pases. Corredor con proyección, no enfocado
a la velocidad sino que a un excelente posicionamiento y potencia de avance a
partir de un control envidiable del dribleo. Suele ser quien hace daño por la
derecha con tiros de media distancia, llegadas repentinas a centros y habilitaciones
trazadas en la piel de pasto con bisturí.
Matías Wilson carga en su lomo el número 8, siendo volante izquierdo de Lanín.
Joven de familia adinerada, rebelado y autoexiliado de la misma por motivos
políticos y morales, abstraído en una de sus dos pasiones: El ecoturismo. Comenzó
a ganarse el pan como siempre vio que lo hacían los trabajadores de su padre, el
dueño del aserradero Los Coihues, Radomiro Wilson. De todos modos, cuenta con
una algo abundante entrada que le envía su familia y que le permite no estresarse
mucho en lo laboral. Junta bastante dinero gracias a que consume muy poco: Tiene
un huerto orgánico junto a su cabaña, construida por sus propias manos –aprendió
a hacer casas modulares en “misiones solidarias” del “Techo”, erradicando
campamentos en Temuco, ubicada en Molco; pesca truchas en riachuelos con su
caña de pescar profesional marca St. Croix; construyó un gallinero junto a Don
Raúl Caripán, uno de los empleados del aserradero, trayendo desde allá –medio
escondidos, la verdad algunos tablones, con el acuerdo de darle al hombre el 40%
de los huevos del mes y rajarse con alguna sopa de gallina cuando matara una de
las 15 que tiene; y cuenta con una manguera gruesa que recoge agua de vertientes
y un colector de agua lluvia con filtrador. Desde allí sale 4 días a la semana, en dos
turnos –mañana y tarde, a hacer trekking para turistas que en su mayoría son
extranjeros. Dado que maneja el inglés de modo avanzado, no tiene problemas
para captar clientes de todos los lugares de orbe y que visitan los paraísos lacustres
del sur de Chile.
Con la camiseta 20 juega el más abnegado y sacrificado de todos los jugadores de
Lanín: Juan Manuel Rojas, apodado como “Soldado”. No se trata, precisamente, de
un militar eso calza más con la historia de Lucho González, que estuvo haciendo
el Servicio Militar en Osorno durante 4 meses, siendo expulsado por “problemas
psiquiátricos” luego de un ataque de rabia en que golpeó con mesas y sillas de
aluminio a 4 conscriptos que osaron fastidiarlo por su condición de “joven de
cerro”, sino que de un soldado de Cristo. No, no es jesuita. Se trata de un fraile
capuchino que vive en una pequeña pieza ubicada en el recinto del Hospital San
Francisco de Pucón. Es uno de los últimos monjes que quedan en la zona luego de
que dejara de ser destino de misiones –régimen que data del tiempo de la
Ocupación, a fines del siglo XIX hace cerca de 10 años. Cuida de algunos enfermos
y practica la extremaunción a desahuciados, además de orar entre 05:30 y 08:30 al
alba y entre 15:00 y 17:00 en la tarde, luego de una jornada de servicio pastoral.
Maneja votos de pobreza que no le duelen, pues come lo necesario para su cuerpo
delgado y mediano y cuenta en su habitación con: una cama; un pequeño
escritorio; una lámpara; un lustrín; un hábito de recambio; algunas camisas,
pantalones y chalecos; un abrigo donado por Rodrigo Staub, empresario de la zona
que le solicitó asistencia para un pariente enfermo; algunos cuadernos vacíos –
algunos los dona a niños de la población Cordillera al inicio y durante el año
escolar; siete u ocho poleras negras; algunos libros; y su celular sencillo con
audífonos. Detengámonos en los últimos tres ítems: Los libros que tiene no son,
precisamente, muestras de un catecismo apasionado sino que, por el contrario,
implican el constante ejercicio crítico del pensamiento de su fe. Entre sus
volúmenes, muchos de ellos muy viejos –rescatados de antiguas bibliotecas o de
escuelas religiosas con numerosas cajas de material desechado o “cachureos”,
figuran: Aion de Carl Gustav Jung; Tadeys, de Osvaldo Lamborghini; Más allá del
bien y el mal y El caminante y su sombra, de Friedrich Nietzsche; Las enseñanzas de
Don Juan, de Carlos Castaneda; una antología de los poetas malditos –con mayor
lectura de Paul Verlaine; Imperio de Michael Hardt y Antonio Negri; El Evangelio
según Jesucristo, de José Saramago; claramente, La Comedia, bien considerada Divina
Comedia de Dante Alighieri; y su libro épico favorito: La Biblia. Por su parte, las
poleras, la música del celular y los audífonos convergen en el único que, frente a
los otros jugadores, no tiene dos pasiones sino que tres: Cristo, el fútbol y el Metal.
Es probable que esto se deba a un homenaje inconsciente a la Santísima Trinidad.
Sus poleras negras son, precisamente, de bandas como Burzum, Pantera –lo más
suave que escucha, Slayer, Mayhem o su favorita, Venom. Le encanta
especialmente lo satánico, pues lo estudia y lo valora como complemento a la
Trinidad junto a la cual forma la legítima Cuaternidad que ilustra al alma humana
–ha leído mucho a Jung. En las noches o en sus viajes en Vipuray desde Pucón a
Villarrica –específicamente, la parada frente al estadio, si no lee, escucha metal.
Bajo su sotana usa sus poleras con un secreto orgullo. Claro, este narrador olvidaba
su uniforme de Lanín, aunque ello no es de su pertenencia personal, sino que sólo
le cuida en cuanto responsabilidad. Conversa mucho con el Entrenador sobre
variados asuntos teológicos y políticos, así como discute fugazmente con Calfilaf.
Contrario a lo que el lector pudiera prejuzgar, se lleva muy bien con Lucho
González, incurriendo junto a él en las más macabras muestras de humor negro y
blasfemo. Ante el plantel de Lanín, Soldado Rojas aparece como un ser
consecuente, abierto de mente y muy fervoroso. Antes de salir a la cancha, bendice
al equipo. Confiesa a quien lo necesita, que generalmente resulta ser Rafa Jorquera
o Bruno Silva. En juego, se trata de un extremo izquierdo de alta velocidad que, a
diferencia de los otros dos delanteros –que serán presentados de inmediato, “pone
la otra mejilla” en cuanto al gol, siendo especialista en asistencias, en facilitar
jugadas penetrando por su lado y en jugosos pases gol que son fruto de su absoluta
entrega al esquema de juego y a su ausencia de ambición que se complementa con
el hambre de gol de sus compañeros Bruno Silva y Tomás Müller. Es mediador
cuando se calientan los ánimos. Muy rara vez realiza faltas. Es experto pateador de
tiros libres no directos o de córneres. Cuando, de vez en cuando –igual seguido,
mete goles –pues su labor es estar ahí para los rebotes, mira a sus compañeros y
luego hacia arriba, persignándose y recitando plegarias secretas.
Tomás Müller es el 11 del equipo y uno de sus grandes goleadores. Hijo del
“gringo” Joseph Müller, uno de los muchos alemanes que llegaron a asentarse a
Villarrica en tiempos de la dictadura de Pinochet, aprovechando la generosidad de
latifundistas que hicieron negocio de oro asegurándose en terrenos mapuche y
vendiendolos. La familia Müller es una de tantas de “gringos” que son llamados
así por simple constatación de sus cabelleras amarillas. No importa si eres belga,
alemán, inglés o incluso sudafricano blanco; si eres rubio, en Villarrica serás
“gringo”. En honor a la objetividad, ha de mencionarse que Tomás Müller es un
arrogante de mierda. Lo digo desde mi visión de narrador, que se asemeja a la de
un águila que gira su cuello en 360 grados. Bueno, no todo el plantel de Lanín
opina lo mismo: Matías Wilson lo conoce de niño y es quien llama a los demás a
entenderlo y tolerarlo. Ambos fueron al Southern Oxford School en el camino a
Ñancul, aquel célebre “Colegio Inglés” que alberga, hace años, a los herederos del
paraíso villarricense que se monta sobre los huesos del bárbaro. También
participaban ambos de los grupos de iglesia en la Catedral de Villarrica, en calle
Camilo Henríquez con O’Higgins, cerca de las aguas tranquilas aunque rugientes
del bendito lago. Allí conocieron a otros niños y niñas más humildes que tenían la
insistente y hambrienta costumbre de asaltar, en septiembre, todo árbol del que
colgaran albaricoques verdes, renunciando a tomar leche por el carpe diem que
gatilla y ofrece el ácido fruto sureño. Mientras Wilson siempre fue afable y gustaba
de conocer a niños mestizos y mapuches, Müller contaba con una historia de
rechazo sutil hacia ellos, ya sea haciendo durar poco las conversaciones,
exagerando las alocuciones sobre snowboard o velerismo o, por cierto, hablando
constantemente por celular con mujeres de la alta sociedad lacustre, ya sean
descendientes de palestinos católicos como “La Turca” Faridé Puali, o santiaguinas
de viña patronal que veranean en Pucón la Malibú de los Andes, como
Almudena Cousiño. Todos los sábados en la tarde, luego de una semana
administrando o fingiendo administrar la Inmobiliaria Müller, de propiedad de
su padre, parte en su Dodge Ram del año hacia el centro de ski ubicado en el
mismísimo Volcán Villarrica, donde practica una de sus dos pasiones: No
hablamos precisamente del snowboarding sino que de la Vanidad. Usa los últimos
lanzamientos de la marca Rockford y publica en Internet variadas fotos y videos que
usualmente cuentan con una gran popularidad. Le regocija que otros vivan una
experiencia estética al ver su imagen, sobre todo si se trata de mujeres. Sobre su
tabla recorre, con semblante eternamente victorioso, la suave superficie blanca que
es merengue de la torta volcánica, suspendiendose cual ángel en saltos
geométricamente estilizados y con los tímidos rayos de sol invernal como escoltas
de su imagen que, en los registros fotográficos del staff del centro de ski, regalan
postales dignas de anuncio de ropa deportiva outdoor. Más de alguna marca, de
hecho, debe haber hecho uso de tal desplante. Más allá de tal notoriedad que no le
es indiferente, lo que llena a Müller es la sensación de vuelo y rapidez que le da el
salto sobre la nieve. Sus entrañas se retuercen y vibran con cosquillas al sentir la
trayectoria de su cuerpo surcando los vientos más íntimos del Pillán que, sin
embargo, no conoce ni, mucho menos, adora. En la cancha, Müller hace gala de la
misma estilización geométrica y liviandad al momento de deslizarse con la pelota o
de moverse para cabecear un centro o recibir una habilitación. Especialmente
bueno para avanzar hacia el arco sacándose a los defensas, con menos velocidad
que Bruno Silva pero con trancos más largos, llevando con suavidad el ritmo de la
jugada. Ese truco lo consideraba particularmente útil para desviar a los defensas
pobres de los otros equipos, a quienes consideraba dotados de una “reserva
ancestral” de brutalidad.
Toda lanza tiene su punta. Lanín tiene a su centrodelantero, el 9, Bruno Silva. Se
trata del cantante o, como él dice, cuasitrovador, más popular de la zona lacustre.
Todos los viernes se presenta en La Taquería Azteca con su guitarra, su micrófono
cardioide y su atril con letras de temazos como Arriba en las Esculturas, Templario
por tì, Soy una puta pero sin sexo, Tallarines, Cerdo y Dorado, La Libretita y su canción
más conocida, una suerte de patrimonio de la Villarrica actual, En blancas paredes.
Dice, más o menos, así:
En blancas paredes
yo de tí aprendí
horrores y amores
entre licores de anís
Varias veces creí
Que el sueño era eterno
idilio y pesadilla
paraíso que es infierno
En blancas paredes
yo contigo viví
cielo e infierno
verano e invierno
No hay tema que Silva no pueda condensar en versos y musicalizar en hermosas
tonadas que recuerdan a Sui Generis, Silvio, Javier Mochila Fernández o Gastón
Gómez. Altamente agradable y carismático en el trato, Bruno Silva es el
indiscutido capitán de Lanín Fútbol Club. Sólo él podría serlo, con un aire a
Marcelo Salas que aleona y hace confiar incluso a Millapán, quien le sigue sin
vacilar. No cualquiera capitanea al mejor de la historia y logrando tal nivel de
lealtad de parte de él. Silva siempre lo convidaba a choripanes. Lo inscribió en el
curso de natación que impartían unos profesores del grandioso, templario y
absurdamente ninguneado Liceo Araucanía mientras, por cierto, le suministraba la
dosis indicada de cannabis indica probablemente cultivada por Novoa. Bruno Silva
es el guaripola, el soldado fiero de pecho de hierro que iza la bandera y recibe todo
el hálito feroz y huracanado que proviene desde aquella incierta pero clara
dirección que llamamos “adelante”. Es quien sostiene el temple de Lanín. Quien
les hace levantarse de la cancha llovida y barrosa cuando el partido se pone difícil
y, más encima, aún no llega fin de mes. En el campo de juego, Bruno Silva espera a
que sus compañeros le lleven la pelota para que él, en temeraria soledad, corra a
driblearla o disputarla para hacer, luego, maliciosos regates y encabronados
amagues. El Aries, el Carnero, el ariete que va destruyendo todo a su paso y
transformando las ruinas de su tránsito en arte. El goleador histórico y capitán
legendario. El que más edad reúne en campo y que sale tan ovacionado hacia el
camarín como el mismísimo Walter Millapán. Luego de batirse con los palitroques
del enemigo, devuelve la pelota a su casa, a donde siempre hubo de estar, a su
portería, tras el guardián con guantes que murió a espada mirando la derrota. La
hinchada de Lanín corea En blancas paredes.
Y bueno, el mejor de la historia, Walter Millapán, viste la 10, la gloriosa, la de Pelé,
Maradona, Zidane, Valdivia, Özil y, claro está, la suya. Se trata de un interno
psiquiátrico de la Comunidad Terapéutica Pino Huacho, ubicada en el lugar del
mismo nombre, fría y cálida montaña que es capital escondida del paraíso. Llegó
allí a los 14 años luego de que desde la Escuela San José de Calfutúe se le derivara
a partir de que pasara 14 días en la capilla del lugar observando los símbolos y
figuras religiosas y dibujando ecuaciones sin límite en las paredes del templo y
sobre las ropas de la Virgen María. La comunidad terapéutica no es de aquellos
manicomios donde alguien voló sobre el nido del cuco, cárceles denunciadas por
intelectuales como Michel Foucault. No. Es un conjunto de casitas prefabricadas y
con algún container hospitalario y acogedor, con estufa a leña dentro.
Cierto día, las enfermeras, poco interesadas en fútbol y más preocupadas de rendir
culto a Felipe Camiroaga animador chileno de TV que murió en extrañas
circunstancias a bordo de un avión de la Fuerza Aérea chilena que viajaba hacia el
archipiélago Juan Fernández observaron que Walter Millapán gustaba mucho de
salir a la cancha de pasto a “jugar a la pelota” en ratos que oscilaban entre intensos
4 minutos y apasionadas 14 horas. No distinguían la calidad de su juego sino que,
más bien, contemplaban con simpatía y tres cucharadas de compasión cómo aquel
pelucón joven mapuche disfrutaba y se ensimismaba en su asunto eterno con el
balón marca Molten que le regaló Fofi, profesor que alguna vez impartió docencia
deportiva en el siempre afamado e ingenuamente inflado Colegio de
Humanidades de Villarrica. A partir de eso, la señora Toya, la más compasiva de
todas, artesana sublime de las sopaipillas a la sureña sin zapallo, de sabor algo
más neutro que las de Santiago de Chile, ofreciendo su vacío al pebre que las
completa con celestial picor y placer, que conocía al Entrenador de Lanín de una
cena bailable que ofreció la Primera Compañía de Bomberos de Villarrica en su
tradicional Salón de Honor en calle Valentín Letelier, gestionó que el interno
pudiera intentar “divertirse un rato” en uno de los equipos amateur de la ciudad.
Lo llevaron en camioneta hasta la carretera que une Villarrica con Lican Ray y allí
tomaron, en dirección a la primera, un minibus Mitsubishi Fuso de la transnacional
Buses Coñaripe. Se bajaron en una parada que la tradición ha investido con el
nombre “El Praga”, a partir de un antiguo supermercado de mierda que otrora
abasteció de pan, cigarros, bebidas Piri Cola y cera de piso Brillina a la tajada este
de la hermosa comarca. Caminaron pocas cuadras hasta el templo máximo, el
Estadio Municipal de Villarrica, para encontrarse con el Entrenador, quien lo puso
a jugar durante 25 minutos y se bebió 7 mates nerviosos, algo asustado y, a la vez,
extasiado con el nivel astronómico del dominio de balón de este tipo diagnosticado
con esquizofrenia y que miraba el pasto reiterativamente, hurgueteando, cual si
buscara un bicho o una moneda.
Del Entrenador se sabe muy poco. Es un tipo escalofriante e inspirador, con mucho
del maestro Bielsa, de Menotti y de William Wallace. Existe información de que era
pastor evangélico en Quillota y de que, un día, súbitamente, abandonó todo y se
vino a vivir al sur. Arrendó una casa en calle Hernando de Magallanes, en la
población Ancahual, muy cerca de la Escuela 1 Sagrada Familia. Curiosamente,
nunca le falta dinero. A diferencia de los jugadores los futbolistas y el jugador,
para ser precisos, el Entrenador tiene una sola pasión: El Fútbol.
III.
Hoy Matías Wilson invitó al plantel de Lanín a su casa, ubicada en el kilómetro 4
del camino entre Villarrica y Pucón, cerca de las Cabañas Los Guindos. Hay unas
canchas de tenis cerca. Tiñe el aire boscoso de un blanco difuminado el humo de la
carne y de la marihuana en sacos que trajo Alex Novoa con ayuda de la camioneta
fletera Chevrolet LUV cabina simple año 1991, papeles al día, del Entrenador. A esta
gente, de verdad, le gusta pasarlo bien. No obstante, se trata de una reunión de
trabajo. De trabajo y de farra. Harta farra. Un poco de trabajo, el suficiente para no
arruinar una tarde de farra. Pero como el trabajo es sobre el fútbol, no duele.
Walter Millapán deambula mirando los hualles deseando que el frío Julio se
transforme en el mezquinamente tibio septiembre que, dentro de sus clásicos de
ayer y hoy, trae los dihueñes a la vista de los hambrientos habitantes del
Wallmapu. Lanza una leve sonrisa que se camufla en un semblante serio que no es
falso, sino que de capas más superficiales, parte de los dispositivos mentales y
comportamentales que despliega para ejercer relaciones con objetos y personas en
el espacio contiguo. La lluvia comienza a ponerse más violenta, cual si estuviera
furiosa por no haber sido invitada al asado y, en cambio, haber sido excluida con
esos toldos de la discordia que trajo Calfilaf del Supermercado Eltit, unos que iban
a botar porque ya los habían usado en unos stands en la playa Pucara, durante el
verano, las promotoras de una marca de paté que no publicaré aquí porque nadie
me paga ni una patada en la raja por dármelas de omnisciente, sin contrato, ilegal.
Oráculo del Entrenador:
Defensas adelante, mierda. Eso les estoy diciendo. Gente que le quite la pelota a los que
quitan la pelota, haciendo círculos viciosos y metiéndoselos por la raja a los de Ferrovilla o
a los engreídos de Luchador de Coñaripe, puros cabros de cerro de piernas infladas de tanto
recorrer cerros con leña al hombro o entrenando en campos de juego instalados en laderas,
los muy absurdos. Hay que aprender de ellos. Ya encontré un terreno al lado del cerro
Chihuaico, en Lican Ray, donde podremos jugarle partidos de 90 horas al Fútbol Club
Gravedad. Hablo esto con respeto, de todos modos. Aprendan, honorables jugadores, que
echarle chuchadas e insultos al rival es una muestra de que valoramos su temple, de que les
consideramos contrincantes dignos tanto en el dominio material de la cancha como en la
enigmática trama de almas donde también se juega este deporte de mierda que nos tiene
aquí cagados de frío. Novoa y Wilson, los buenos para fumetear la ganja, van a tener que
aplicar consumo de sativa para que asuman un rol de defensas bien adelantados,
imaginando y casi alucinando esquizofrénicamente que la línea de centro es la línea de gol
en un arco de ancho infinito, incluso si sale la pelota hacia las gradas el Entrenador cree
que la marihuana es alucinógena y le agrada la idea, aunque no le interesa
contrastar esa creencia con vivir una fumada. Millapán sabe quitar pelotas como los
dioses, como el dios que es, así que nada que decir sino pedir que le preparen, por favor, tres
choripanes. Jorquera también lo hace excelente quitando. Falta que usted, gringo Miller,
deje de pensar en cómo follarse a la turca Puali y vaya a presionar más. Bruno Silva
también le pone esfuerzo, lo sé, no me mire así, pero es necesario un poco más de fuerza en
esa presión. Estoy pensando seriamente en entrenarlos como defensas a todos ustedes que
acabo de mencionar, al menos por un mes. Hay que ahogar allá en su propia cancha al
enemigo ¡Sí, al enemigo! ¡Y dejémonos de estupideces pacifistas dentro de los 90 minutos
en cancha porque allí te matan o mueres, mierda! No me refiero a que entren a morder y
dar patadas sino que golpeen con fútbol ¡Golpes de futbol! ¡Sacarles la mierda a puro
dribleo y centros certeros! ¡Ahogarlos despiadadamente en su cancha a tal punto de que ni
siquiera huelan el pasto de nuestro lado! Eso debe ser el juego, honorables: Debe contener el
alea, el agón, el mimicri y el ilinx, como les dije la otra vez. Alea, la incertidumbre del
juego que debe perder necesariamente planificación para alcanzar intensidad; Agón,
porque el fútbol se trata de dos grupos de toros furiosos que corren a máxima velocidad,
unos directamente frente a otros, a cornear y ser corneados con la mayor de las pasiones y
violencias; Mimicri, aquel teatro permanente que es la cancha misma donde asumimos los
roles arquetípicos que indica el guión que cada uno lleva escrito en el dorso de sus
camisetas en forma de número, donde la tragedia debe asumirse con desplante griego y la
comedia ha de resultar la más vejante sátira a cuestas del equipo contendor; e Ilinx, porque
jugamos en un acantilado que da a un lago de lava, porque cada corrida es un lanzamiento
al vacío con un paracaídas que no ha sido probado, porque el vértigo nos vuelve maníacos y
la manía nos vuelve campeones ¡La manía nos vuelve campeones, mierda! ¡Griten, echen
garabatos, chuchadas, sáquenle la madre a la vida y la mala suerte, conchas grandes de sus
madres, porque eso saca a la luz las únicas bestias capaces de hacer frente a los contragolpes
veloces y crueles de la providencia que se ríe tanto de los oprimidos! ¡Griten! ¡Masquen
carne! ¡Sigan gritando, mierda!
Como chanchos gritaron todos los futbolistas del Lanín, eufóricos, botando vino,
carraspeando la garganta y con ataques epilépticos de mística. El jugador de fútbol,
Walter Millapán, también se alegró, aunque su demostración de tal emoción fue un
puño en alto inmóvil. Varias aves le estaban comentando lo que opinaban sobre lo
que se decía. Hablaban de la admiración por el poder inspirador, posibilitado por
la palabra y el tono, que el humano logra hacer fluir hacia sí mismo en un bucle de
retroalimentación que es posible de describir en una función matemática aún
desconocida por el mejor de la historia pero que se instala como objetivo a buscar.
Mientras el Entrenador hablaba, mi omnisciente superficial me lleva a describir la
observación de Millapán como una serie de distinciones acerca de patrones y
secuencias observables en las palabras usadas por el Entrenador, la relación
matemática entre las frecuencias de cada sílaba del discurso y las regularidades
descriptibles algebraicamente entre ambos aspectos recién descritos. Pero si me
tomo en serio la omnisciencia, es preciso señalar que Millapán logra desmenuzar
todas esas ecuaciones y acceder al sentido de todo lo que está ocurriendo en ese
momento: Los vientos que coinciden justo con cada frase del Entrenador, los
cantos de los pájaros que hacen armonías complejas y fractales con la melodía
inconsciente de su habla y de todas las hablas, la conjugación bella entre los olores
a tierra, a carne, a AK47, a Carmenere, al sudor característico e inconfundible de
cada uno de sus compañeros el compartir semanal dentro del camarín causa
huellas en la memoria y otros olores menores que se agrupan en asambleas
perceptuales y que llegan en marcha a exigir la notable demanda de ser
apreciados, ante lo cual Walter Millapán es experto negociador mediante el idioma
del oler. Todo esto es comprensible topológicamente, aunque no puedo explicarlo.
No me mire así.
La carne proviene de la Carnicería La Nueva, aunque Calfilaf, miembro orgulloso
de otro coloso carnicero de Villarrica, fue quien la despostó y trozó, manchando de
sangre su gelatinosa, lisa y blanca pechera de oficio. Menos blanca es la historia del
tambor partido por la mitad o pancho en que arde la leña de tapa de carbón que
imprime el infierno en los músculos de vaca clavados en el fierro.
Oráculo del Entrenador:
La formación tiene que ser bien abierta, olvidando eso de los equipos compactos, a Sampaoli
y todo eso. Lucho González debiera estar lo suficientemente lejos de la zona de ataque para
evitar contragolpes, como ya podrán anticiparlo. Pero no sólo por eso: Además y sobre
todo, un equipo ha de ser elástico y, como tal, tiene que tensarse y también pegar
chicotazos brutales. ¿Cómo responde el enemigo a un chicotazo sin antes retorcerse,
encabronarse y aturdirse brevemente por el golpe? Por eso mismo les digo y les repito que si
somos compactos tenemos el riesgo capital de no dar el largo cuando la pelota estira su
trayectoria en un pase infame a algún nueve lauchero tras el culo de Calfilaf. O más allá de
eso: La elasticidad implica una flexibilidad general que también puede entregar una gran
energía y una extensión importante en al menos una dimensión del espacio Lucho
González no entiende una palabra de todo esto y juega a quemarse la yema de los
dedos con un encendedor marca Deejay. Usted, negrito querido le habla a Knabu
Diogo, es esencial en el flanco izquierdo de este elástico que usted prepara como honda a
punto de disparar alguna maliciosa piedra a la guardia de la bandada de once treiles que
deambulan hacia nuestro arco. Es que claro, pues: Hay que agarrar a toscazo limpio a los
chuchasdesumadre que tenemos en frente y que se hacen llamar “rivales”. Si yo fuera un
tipo malo de corazón, simplemente les diría que los aplasten como insectos. Pero como, en
cambio, me considero un humilde viajero en el camino incierto e infinito hacia la bondad
destino quizá inalcanzable pero que existe; así lo creo les planteo lo siguiente: Písenlos,
escúpanlos, méenlos, cáguenlos, ¡Háganles mierda encima!, vuelvan a escupirlos,
agárrenlos a patadas en el suelo, échenlos a la paila y cómanselos y después vomítenlos en
ese mismo cráter apunta al Volcán Villarrica mientras los futbolistas y el jugador de
fútbol miran atónitos, boquiabiertos y levemente sonrientes sin ninguna piedad,
¡Conchadesumadre! ¡Sin ninguna piedad! ¡Déjenle la misericordia a aquel que es llamado
Dios y que fue muy amigo mío tanto tiempo! ¡Soldado Rojas! ¡Padrecito! ¡El equipo
contrario es la desmembración misma de Satanás sobre una cancha de fútbol! Una especie
de estrella invertida pero de once puntas. Déjenlo todo ahí, mis queridos cracks. Mueran
sin morir sobre el pasto. Ni siquiera hagan esto por la hinchada. No jueguen por
obligaciones. Jueguen buscando el placer. Vivan orgasmos sadomasoquistas siendo
dominatrices de los sumisos enemigos. Jueguen con placer, Lanín. Hagan erupción y que la
lava caiga sobre quien tenga que caer. Como el volcán que nos mira eternamente; sobre los
vestigios de su furia brotan los guiños más sensibles de la vida.
IV.
Inicio del Torneo en Villa Eltume. Se juntaron esa mañana en Isabel Riquelme con
Urrutia y Carrera, esa triple bocacalle donde se encuentra el Pub 43. Estaba tan
helado esa mañana de julio que no fueron pocas las pozas congeladas que, cual
vidrio de las ventanas de quienes habitan bajo las calles, eran quebradas por las
pisadas de Silva, Wilson y Novoa que venían en estado místico de Afghani y un
tanto anonadados por la pesada sensación que deja un huevo de campo frito en
aceite usado y ají putamadre –“pico ardiendo” con huevitos les sirvió la abuelita
Clodomira, madre de la madre del 9 untado en pan amasado de manteca. Sabían
que bajo el puente, al lado de los botes de la familia Ríos, que viven al lado del río,
iban a encontrar fijo al guardametas Carlos Morales haciendo lo que ama: Buscar
oro donde pareciera haberse agotado hace siglos. Hermoso pasatiempos, muy
prometedor. Son las 7:45 y el Entrenador citó a todos a las 7:40 a tal esquina para
poder llevarse a la mayor cantidad de jugadores posible en la carrocería de la
Chevrolet LUV cabina simple año 1991, papeles al día, tapices nuevos, llamar al
+56923567889, hacia el complejo deportivo que albergaría, a eso de las 9 AM en
adelante, el inicio del Torneo de Apertura de la Asociación Nacional de Fútbol
Amateur ANFA Villarrica, en su categoría Primera Adultos. El fin del clausura,
hace algunos meses, fue fatídico: Perder 3 a 1 con Kolping no habría sido tan
humillante si no hubiera ocurrido que la hinchada ya tenía el cotillón listo y que,
incluso 3 minutos antes del pitazo final, comenzaron a destaparse los espumantes,
saltándole el corcho en la cara a Jorquera y causando el resbalón de Bruno Silva en
alcohol justo antes de patear un tiro que, al menos, podríamos considerar
prometedor. Qué rabia, por la mierda, aún me acuerdo de manera tan vívida,
insoportablemente vívida, omniscientemente vívida.
Este año, eso sí, Lanín viene con refuerzos inesperados; Knabu Diogo, Tomás
Müller –que viene del Club Deportivo Alemán de Valdivia, ciudad donde fue a
vivir un par de años por negocios de la tienda outdoor, Lucho González y, por
supuesto, el mejor jugador de fútbol de la historia. Este año hay optimismo. Llega
el Entrenador con un ojo morado. Nadie pregunta. Les toca las bocina y les hace
cambio de luces –la luz derecha, la única funcionando para que suban
inmediatamente atrás para irse como perros hacia el complejo deportivo antes
mencionado pero no nombrado: La cancha de Villa Eltume, fuera de la ciudad, en
el sector del mismo nombre, kilómetro 7 de la ruta a Temuco –“Camino
Internacional Monseñor Francisco Javier Subercaseaux” o Ruta 199, junto a la
carretera y a un galpón de lata de zinc cuyo contenido no se conoce. O sea, yo sé lo
que hay, pero no quiero andar sapeando. Alcanzan a bajarse Calfilaf, Lucho
González y Knabu Diogo del colectivo N° 2 que los dejó a una cuadra. Corren
como galgos tras la liebre para subirse, con el mismo impulso, a la LUV. Morales
sube cambiándose los pantalones mojados por los short deportivos y sacudiéndose
la tierra y arena pegada en la piel mojada. Alcanza a subir y a arrimarse atrás en un
móvil que ya parte. Jorquera dijo que tomaría bus, porque antes tenía que pasar al
Consultorio “a atender a alguien”. Hay que escucharlo, no más; al final es su
asunto personal si quiere seguir tratando de ejercer como médico. Llamó a Silva
minutos antes avisando que tenía comprado el pasaje en Buses Villarrica para el
bus grande que sale a las 8:30 del terminal Vipuray. Müller se va en su Dodge
RAM. A Millapán lo van a dejar en ambulancia. Se raja ahí el tío Edelmiro Rivas,
chofer y paramédico de la Residencia Psiquiátrica Pino Huacho, que inventa
cualquier otra excusa para ir a dejar e ir a ver, como hincha empedernido, cómo la
magia brota de los botines del esquizofrénico. Igual dicen que el tío Edelmiro anda
metido en la droga dura, pero no me consta. Es extraño verlo despierto siempre, a
toda hora, de todos modos. El monje Rojas, por su parte, ya se encuentra allí hace
dos días, pues estaba visitando a un enfermo del sector ChucaucoSchleyer. Llega
caminando a la cancha. A pata pelada en junio. Fervor.
Al pasar en la carrocería por el puente Leufulafquén, un pequeño estudio social
puede tener lugar. Algunos de los que pasan miran sólo hacia el lago, en dirección
al nacimiento del río Toltén, apreciando la postal clásica y emocionante –siempre y
cuando esté despejado viendo el volcán, los edificios del centro vacacional La
Puntilla, la catedral, el edificio del Yachting, el edificio de Los Colonos, otros
edificios, también otros edificios más junto a unos bellos y vanguardistas edificios.
Y también el verde de los montes que suben desde el lago hasta la Segunda Faja,
los picos de la cordillera gris verdosa y, de hecho –volviendo la mirada al agua las
pequeñas correntuelas que se escabullen entre las piedras cual si el mismo río
tuviera un tramo inicial pequeño en el cual no es sino un conjunto de bebés de
agua. Otros miran hacia el otro lado, siguiendo el curso del río, encontrándose con
el puente Rodrigo de Bastidas, hoy convertido en un memorial de víctimas de
crímenes contra los Derechos Humanos. Pareciera que se va a caer en dos minutos.
También resplandece con aires de eternidad. Un bello arco lo sostiene. Desde allí se
tiran piqueros tantos audaces clavadistas villarricenses que hasta más de alguno de
los integrantes de Lanín F.C. conoce la sensación de vértigo explosivo al momento
de caer parado como misil en corrientes respetabilísimas como esas. Dicen que el
Aviador Acevedo, que cuenta con una calle importante en la ciudad, pasó en plano
bimotor por debajo del arco del puente. Bueno, Morales se la pasa allí viendo si
anda algo brillante flotando. Ha dormido allí, incluso, en verano. Una vez lo
asaltaron y le quitaron la ropa. Por suerte no le quitaron oro. Justo ese día no había
visto ni un miligramo del metal precioso. Ningún día, de hecho. Junto al río, a
ambos lados y, para efectos visuales, de fondo, se ve una arboleda incandescente
de verdes oscuros y claros que parecen arder en hojas de un eterno otoño naranjo y
amarillo: Mucho de esa paleta de colores se refleja en el espejo azul verdoso del río,
de caudal bastante robusto sólo 50 metros después de su nacimiento, catedral de
salmones y pescadores. Es invierno; no se ven las arenas del balneario que en el
verano recibe a no pocos turistas de la misma ciudad. La ventaja de mirar hacia ese
lado en la mañana es ver cómo la luz del sol parece provenir, en realidad, del foco
del estudio fotográfico mismo donde los dioses modelan para sus calendarios
porno. Los colores se realzan y toman brillo por haces de luces que pareciera que
pueden hasta verse escabullirse como lombrices por entre los huecos entre vigas y
arco en el soporte del puente viejo. Al puente nuevo, hoy parte de la ruta, le falta
envejecer no más. Puede que la belleza implique, de uno u otro modo, la
posibilidad de reminiscencia de otros tiempos, pasados o futuros, reales o
alegóricos. No sé qué estudio social podría hacerse mediante el análisis de esta
elección de mirada contemplativa desde el puente en un objeto móvil; trabajen ahí
ustedes, cientistas sociales. Dejen de tomar tanto cafecito de máquina y de
comentar series moviendo los pies junto a la estufa y usen algunas neuronas de las
pocas que les deben quedar tanto abuso de sustancias en su época universitaria y
pesquen algún libro para leerlo entero y con profundidad de análisis. O sea, no me
refiero a que ahora mismo lean un libro –hagan lo que quieran, en todo caso sino
que sólo analicen este párrafo y justifiquen su existencia. Aprendan de Lanín.
Aprendan de la sencillez de Lanín.
Avanzan por la carretera y todos, por una razón no definida, miran el camino hacia
Pedregoso, por donde se llega a Playa Blanca. Silva y Morales recuerdan que antes
había una pampa por la cual se cruzaba y se hacía una especie de atajo hacia la
playa. Había harto bosque por ahí. Silva recordó cuando fue a culear alguna vez
entre esos bosques. Imaginó que el pedazo de látex que dejó allá botado debe estar
aún intacto, sin biodegradarse. O que quizás alguien lo encontró mientras hacía
limpieza o exploración. O que haya servido para otro coito a lo Robin Hood. El
Entrenador aprieta acelerador a fondo para subir, a 50 kilómetros por hora, por la
curva que llega al nivel base de la carretera. Junto a él, de copiloto, va don Efigenio
Morales Railef, pariente lejano de Morales y amigo íntimo del catedrático de Lanín,
que tiene que ir a arreglar un cañón de cocina a Eltume mismo hacia dentro,
cruzando el estero por los troncos. Paleteada.
Llegan a Villa Eltume los tripulantes de la Chevrolet LUV año 1991, papeles al día,
mientras el viento pareciera querer ponerse más helado e incisivo de golpe,
precipitándose como gotas filosas y densas de aire en la piel de gallina del jugador
de Lanín que, sin mucha costumbre de camarín, ya viene con la camiseta puesta
desde la casa misma. Se sacan las casacas, las llevan en sus hombros y, sin esperar
saludo ni instrucción alguna de los administradores de la cancha, pasan
inmediatamente a alistarse, sin mayor preámbulo, para el primer partido contra un
rival que, por lo que dicen, será Universidad Católica filial Villarrica, claro o
Comercial. No otro, porque esos son los viejos que andan. Porque vi la micro de
Catrihual allí en el estacionamiento. También veo que los bolsos que están
amontonados allá en el otro baño son los de los jugadores de Comercial. Sí,
efectivamente. Son ellos. Las chapitas con el equipo del club y una frase que no se
distingue mucho pero que está claramente diseñada en tipografía Comic Sans.
Mientras los de Lanín se preparan y el Entrenador pasa a hacerse un café Dolca con
seis gotas de stevia, los viejos a cargo de la cancha están poniendo las mallas
amarillentas históricas en los arcos, remarcando la tiza de las líneas del campo y
montando el marcador de pantalla LED que consiguieron postulando a los fondos
del Gobierno a partir de un dato que les dio la trabajadora social de la Escuela
Industrial San José, allí donde estudia Productos de la Madera uno de los hijos de
tales caballeros. El pasto aún está blanco de escarcha, con pozas congeladas; los
viejos empiezan a pasarle una escoba vieja encima para volver menos peligrosas
las condiciones de juego. Aunque a esta gente, en realidad, le da lo mismo jugar
con riesgo.
Llega la ambulancia con Millapán, cual carroza real o limusina de maestro. Sale
con la mirada perdida, aunque hallada en sí misma mediante la contemplación
eléctrica del ser interno. Su conciencia se encuentra lidiando o asimilando la
sensación de agitación de color eléctrico que parte de sus omóplatos hacia sus
hombros para luego volver en curva por el pecho hacia abajo, difuminándose en
un área en la boca del estómago. Ciertas verdades asombrosas en lo matemático
han causado tal terremoto sensorial. El hecho de descubrirlas y admirarlas
estremece hasta a las almas más escépticas de sí mismas. No ahondaré aquí
porque claramente mi omnisciencia no entiende mucho de lo que calcula Walter
Millapán. No viene al caso por ahora, en todo caso. Quedémonos con que se dio
cuenta de situaciones matemáticas y lógicas de carácter impactante. Cual si el frío
no tuviera pasaporte para entrar al país mental de Millapán, el hombre viene con el
uniforme puesto desde la misma Residencia. Viene bañadito y perfumadito con
Olea Flaño y un poco de Axe fragancia Chocolate. Uno de los mejores, quizás, de
esa saga de desodorantes.
Sale Comercial con su uniforme totalmente azul a la cancha y Lanín, por su parte,
muestra su atuendo blanco con pantalón también azul y líneas negras. Comercial
tiene auspiciador: los supermercados Eltit. El equipo de Millapán sólo muestra
números en sus armaduras; igual hay un contrato ya firmado con Agrícola
Villarrica. Mandaron a Temuco a confeccionar los nuevos uniformes. Parece que
llegan en una o dos semanas. El árbitro es don Patricio Cuevas, inspector de la
escuela Mariano Latorre, gran cultor del fútbol en la ciudad e histórico goleador de
Kolping. Fue el que le enseñó a Calfilaf a pensar la posición defensiva en el
balompié. Severo y cascarrabias como ni el diablo lo sería con el pito –silbato en la
boca.
Oráculo del Entrenador:
“Este año no nos vamos a cagar. No nos vamos a cagar, ¡Me escucharon? Hemos entrenado
bonito. Han salido jugadas que nunca antes apenas se habían pensado posibles. Recuerden
que la venganza es un plato que se sirve bien frío, como esta mañana y como el metal de la
copa que ganaremos ahora con esta bestia de plantel que hemos armado. Espero que estos
guatones hayan venido bien comidos de anoche para que anden menos potentes a la hora de
empujar, mira que eso es lo que tiene este equipo en particular: La efectividad a la hora de
tirarte el cuerpo limpiamente. Ya saben sus posiciones: Morales al arco y casi de stopper
retrasado, retrasado en la cancha digo –risas, Calfilaf también de stopper y revisando que
ninguna línea de avance de volantes o de delanteros quede libre antes del punto penal.
Lucho González no tan hacia la orilla, por la mierda, hay que quedarse más adentro,
cerrarle un poco la cancha al que venga corriendo hecho una chucha para quizás hacer el
típico centro que termina en gol si algún volante enemigo marca eficazmente a Calfilaf. Y
cortando fuerte no más, fair play hasta por ahí no más, aquí si alguno se cae, se aplica la ley
siguiente: Saquen la mierda con pala. Saquen la mierda con pala. Usted corte no más.
Knabu Diogo, amigo mío del África Socialista, ha jugado increíble. No se ponga tan
nervioso con el balón porque la responsabilidad es de todos. Corra al máximo y descanse
cuando el balón ande adelante. Preocúpese, por favor, de recargarse al máximo en cada
período de descanso para que no pierda velocidad a la hora de la recuperación. Lucho
González, no te olvides: Tú también recuperas a tu lado, pero con función mixta, también
botando gente. ¡Corre, mierda, no te olvides de correr siempre en máxima potencia!
Jorquera, esta vez retrásese más y ayude a cortar a los defensas porque estos de Comercial
son caballos para irse en la personal para adelante y a veces les sale la Maradona, los he
visto, los hemos visto. Recuerde, pue, esas cirugías de apendicitis que usted hacía tan bien:
¡Es lo mismo! En el fútbol, opere por ahí. Wilson y Novoa, para variar en Neptuno, hoy
tírense de delanteros extremos a tirar centros hacia el área tanto como sea posible, porque
no va a ser mucho de avance con pelota en piso hoy día. Silva y tú, gringo, van al pivoteo.
Olvídense hoy día de arrancarse como delanteros porque estos son ratoneros y más encima
acaballados. Millapán: Muévete por todo el centro, hijo. Ahí inventa algo como lo del otro
día. Van a estar 4 delanteros para la pelota que les tires. Prueba a media distancia, sobre
todo, aunque no le achuntes, para dar posibilidad al pivoteo y para tener medianamente
estresados a estos regordetes. Necesitamos que tú sí juegues a ras de piso y que marees a
estos weones y les compliques la existencia un rato, que vayan de a dos a quitártela. Hay
que desordenarlos. ¡Hay que borrarle el camino a las hormigas, mierda!, repitan conmigo:
¡Aguante Lanín, conchadesumadre –¡Aguante Lanín, conchadesumadre! , Aguante
Lanín, mierda ¡Aguante Lanín, mierda!, ¡Aguante Lanín y la gran
reconchadesumadre! ¡Aguante Lanín y la gran reconchadesumadre!.
Todos gritan, menos Millapán.
Se sitúan los jugadores en el campo de juego. El último sorbo de vino de Lucho
González. El besito por celular a los hijos por parte del 3, Calfilaf. La última
quemada de Novoa y Wilson. El primer cálculo de Millapán.
Pitazo inicial. Pitazo también de Novoa y Wilson. Comienza el partido aquí en la
cancha de Eltume, señores, con 7° C de esta mañana fría de Julio, con 77
espectadores viendo desde las gradas mientras se abren las primeras cajas de vino
tinto Tocornal de 2 litros. Minuto 5: Primer aviso de Comercial con Rafael Araneda
pegándole con chanfle desde el punto penal ante un leve pero riesgoso descuido
de Calfilaf, quizás preocupado de que Lucho González se ve mareado y tiene los
labios morados de combos y de Tocornal. Sí, el delantero centro de Comercial, que
juega parecido a Lanín, se llama Rafael Araneda al igual que el célebre y
entrañable animador de televisión. Minuto 9:
GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL CONCHETUMADRE,
GOLAZO, GOLAZO, REGOLAZO, PERO QUE FORMIDABLE, QUE INCREIBLE,
No lo puedo creer, no lo puedo creer. El 10, el único, el que juega como nadie, el
que juega mejor que todos, desde 47 metros acaba de patear una chilena perfecta
en geometría de cuerpo, en geometría de salto, en geometría de genialidad y
divinidad, con el empeine perfecto para el efecto, para esa comba irregular que
podría fundir al computador que trate de descifrar cuál es la función que describe
el movimiento de la pelota, una comba que parece diseñada en las fraguas del
mismo diablo, en el ángulo superior derecho, desde la izquierda, en el ángulo
superior derecho, desde la izquierda, en el ángulo superior derecho, desde la
izquierda, mierda, pero date cuenta de lo que acaba de ocurrir. La pelota pasó por
sobre las cabezas de todos los defensas y volantes de Comercial que saltaron con la
mayor altura posible considerando sus panzas de joven trabajador villarricense.
Minuto 14: Tremendo Bruno Silva, casi aumenta la ventaja de Lanín con una
carrera personal formidable del toro penetrante que insemina al enemigo con el
espermio constituido por la pelota y la estela que deja hacia atrás en su
movimiento, la firma en el espacio del jugador de fútbol. Pasó levemente desviada
sobre el travesaño y le llegó en la cara como cachetada a Nemesio Huelquelaf,
hincha de Lanín que viaja desde el sector de LongLong –poquito antes de
terminar la subida yendo hacia Temuco, por un sendero chico hacia el río,
pregunte por Nemito, salen perros a ver a su equipo de los amores a la cancha o
estadio rural que sea. Bueno para el vino, pensó en una cachetada que le pegó su
señora al momento mismo en que sufrió el golpe del balón. Algo habrá hecho el
hombre. Largó dos sollozos de un llanto extremadamente simulado e intensamente
real. Luego, en ese mismo sistema paradójico de estados emocionales, lanzó una
carcajada. Sigue tomando. Minuto 29:
GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OOOOOOOOOOOOL, GOL, GOL, GOL, GOL, GOL, GOL, GOL, PERO QUÉ
GOLAZO, QUÉ GOLAZO, QUÉ JOYA, QUÉ RESPLANDOR, LA PELOTA DEL 9,
LA PELOTA DEL 9 QUE CON CENTRO DE WILSON QUE TRAÍA UNA
CARRERA ASOMBROSA POR LA IZQUIERDA SE INTRODUCE
VIOLENTAMENTE EN EL ARCO DE COMERCIAL, QUÉ CABEZAZO, QUÉ
DISTINCIÓN, QUÉ BRUTALIDAD, QUÉ DESPLIEGUE DE ENERGÍA MILITAR
DE ESTE ÚNICO, GRANDE Y NUESTRO, BRUNO, BRUNITO, AMADO BRUNO,
EL CANTAUTOR, EL ROMANTICÓN, EL DE LAS BLANCAS PAREDES, EL DE
LOS GOLES, EL DE LOS TRIUNFOS, EL DE LA HISTORIA, BRUNO SILVA!
Minuto 36: Comercial ha tenido más la pelota en los últimos diez minutos y se
percibe un cierto relajo en Lanín luego de los dos goles, pero ¡A no confiarse,
muchachos!, como decía Valenzuela en el 13. Viene Curipán, pase con Larrondo
hacia la derecha, se posicionan Curipán y Reyes para un posible centro, presiona el
negro querido, el angoleño, no lo deja pasar, lo persigue como a una gacela de las
planicies africanas. Va Calfilaf, le pincha la pelota, se va al córner, se va al córner,
no se va al córner, ASOMBROSO Knabu Diogo, el angoleño que las alcanza todas,
increíble. Minuto 43: El árbitro para el juego porque Lucho González está peleando
con 3 viejos ñipas hinchas de Comercial que le estaban tirando piedras. El defensa
se las empezó a tirar de vuelta diciéndoles “Váyanse ala chucha viejos rrreculiaos, no
los quiero ver más acámierdaváyanseparalacasaquéandanweyiando” y corrió
directo a plantarle un combo en la cara a uno. Va todo Lanín a separarlos, incluido
Millapán. Comercial mira de lejos misteriosamente. El árbitro le advierte amarilla a
González para la próxima. Minuto 45: Se reanuda el partido. Comercial tiene para
tiro libre por la agresión que propina González a Luis Maripi, defensa de los
azules. Todavía no vuelven bien los de Lanín a sus posiciones cuando despliegan
una carga brutal de 4 contra 3 hacia el arco de Morales, que corre desesperado.
Curipán corre recibiendo la pared de Larrondo y aprovecha la distancia del
arquero para patear al arco. Morales no alcanza. Gol. Gol de Comercial. 2 a 1 el
marcador. Increíble. No sé si denunciar mala fe del rival o simplemente llamar a la
suspicacia del propio lado. No lo sé. Pitazo final del primer tiempo. Todos a
camarín. El Entrenador hierve.
Camarín. Oráculo del Entrenador:
“No les voy a decir nada sobre lo último, creo que es obvio, será, queda, a que no pase de
nuevo. ¡Suban la línea media, por la mierda! Eso es más grave porque no nos permite
golear como deberíamos golear a estos guatones. Como son corpulentos los botan al tratar
de entrar al área porque los delanteros están corriendo casi de la mitad de la cancha, yo no
entiendo, no entiendo, ¿Por qué tan ratones? ¡Por qué tan ratones! No sé qué quieren tanto
defender si estamos recién en el primer partido, ya vieron que Knabu Diogo anda excelente
atrás, dejen tranquila la defensa. Jorquera, ahora adelántate porque estos personajes de al
medio ya te leyeron los movimientos y no te están dejando hacer nada. No les quito más
tiempo. Tomen agua, fúmense otro, hagan lo quieran. En 10 minutos nos vemos a la salida
de la cancha.
Segundo tiempo. Lanín no tiene cambios. A todo esto: Los suplentes de Lanín
siempre son los mismos y son los siguientes:
El Entrenador mismo, por supuesto, que por alguna razón no conocida –no puedo
decirla no tiene problemas para ser aceptado como jugador pese a su edad;
Rafael Gárate, hiphopero, bueno para la weed aunque también para el creepy,
beatmaker, fue a la DEM, es un rapero maldito, yo te lo digo, te informo
oportunamente, lo ingreso a tu mente, Gárate juega de defensa suplente;
Gamadiel Stenzhorn, nuevo dueño del café Verde Pistacho de la Costanera de
Villarrica donde sirven muy buen latte de leche de vaca ordeñada el mismo día,
hombre de auténtico olfato negociante y de amor por Richard Strauss, que es
arquero suplente;
Amadeo Lincopán Matte, poeta, hijo de mapuche y de hippie, ermitaño, personaje
muy raro que habita clandestinamente en los terrenos del complejo turístico Puerta
del Sol, en la salida a Temuco por donde pasó la camioneta LUV, papeles al día,
800 mil pesos conversable, se permuta por animales, llamar al +56923567889, que
es delantero suplente;
José Ochoa, el Rancherito del Voipir, el otro músico del plantel de Lanín pero que
forma más bien parte de la escena rural de velorios, bautizos y matrimonios, por
supuesto. Es hombre de Ñancul centro, volante mixto;
Dionisio Tévez, lechero, hombre argentino que migró de Bariloche con una receta
que vuelve al manjar adictivo. Reparte leche en una carreta y vende sus productos
lácteos principalmente en sector Diego Portales y Villa Mirador y deja siempre los
productos en Provisiones El Arrayán, volante mixto también suplente; y
Ninguno de los suplentes ha jugado salvo José Ochoa, que es el único que entra
cuando, por si alguna razón se vuelve estricta e ineludiblemente necesario que uno
de los titulares salga del campo de juego. Los demás van a hacer número –el
mínimo son 16 por plantel por buena onda, por deudas con el Entrenador, por ir a
hacer negocios –Stenzhorn lleva ya cuatro novillos transados con los mapuche que
bajan de Catrico La Mañana, por ir a tomar y a fumar algo, por aburrimiento o por
amor al fútbol.
Los nuevos uniformes de Lanín F.C. Llegan a la tienda El Cometa el capitán Bruno
Silva junto al Entrenador y a la señora Marta María Zerán, socia de negocios de los
Manzur, propietarios de aquel lugar, célebre comercio ubicado en General Körner
con Pedro de Valdivia. “La Turca Vieja”, le dicen. Ella es la principal benefactora
del Lanín Fútbol Club, asociación fundada en 1994 por su difunto esposo
Reginaldo Gómez Cariola, antiguo dirigente de Santiago Morning que deja
Santiago de Chile al momento de su jubilación para asentarse definitivamente a
vivir sus últimos años en la que era su amada casa de veraneo ubicada junto al
lago en calle Prat frente al Club Náutico. El hombre sentía simpatía por la antigua
filial Villarrica de la ANFA y, a partir de ello y en contacto permanente con sus
trabajadores, gente de campo y avezada en el juego de pelota, decide invertir
benéficamente el 40% de sus ganancias en la venta y corretaje de terrenos en la
creación de un nuevo equipo sin otra filosofía que la de poner en cancha a
jugadores seleccionados con pinzas mediante la visita a las canchas más recónditas
de los campos de la zona lacustre. Legendario es el caso de Caupolicán Lienlaf,
hombre de Curarrehue hacia el cerro, casi llegando a Argentina, que jugó entre
1998 y 2001 en Lanín y que fue hallado por Gómez Cariola –quien vivía su último
año de vida observando con binoculares una lejana cancha dibujada en un terreno
inclinado, quizás el último posible de convertir en cancha antes de la dominancia
absoluta de las laderas cordilleranas.
El Entrenador pregunta por los uniformes que habían encargado a una textil
temuquense desde esa tienda –no quisieron dar los datos específicos como para ir a
buscarlos directamente a Temuco y la más bajita de las vendedoras, doña Roxana
Zárate, le responde sonriendo y con ojos vidriosos –probablemente enamorada
secreta y evidentemente del cantautor que ya habría llegado la caja. Silva y el
Entrenador aplauden levemente aunque con notorio nervio. Llega la caja. Es una
caja de plátanos DUSAL, con una abertura rectangular por arriba. Luego de pensar
fugazmente que la caja es una gran candidata para armarle una cama a su perro, el
Entrenador retira la tapa de la misma para maravillarse ante el oro puro:
Camisetas de tono azul con dorsales blancos; cada camiseta con el nombre del
jugador y con tres mudas, incluyendo las identidades de los suplentes fantasmas;
el escudo de Lanín FC en el lado del corazón y el símbolo de la ANFA al frente; la
publicidad en el abdomen que da tributo a los financistas de estos atuendos, la
gran ferretería Agrícola Villarrica; shorts blancos; y, por cierto, calcetas deportivas
con franjas horizontales que se alternan entre negro y azul, como los equipos de
Escocia o algunos de Alemania. En realidad hay en varios países equipos que usan
ese tipo de calcetas. Los uniformes de Lanín FC, a propósito, serán sorpresa para el
resto del plantel, pues se encontrarán con ellos repentinamente sólo en los
vestuarios previos al partido contra Inter de Ñancul.
Silva les muestra la caja de plátanos. La abre.
Un reluciente resplandor emerge desde los envoltorios de nylon que contienen las
telas preciadas.
Grito generalizado. Millapán incluido.
Comienza el partido. El Entrenador viene recién llegando en la Chevrolet LUV año
1991, papeles al día, se permuta por vaquilla. Minuto 2: Calfilaf da un pase a Lucho
González que es interceptado por Daniel Montañez, extremo izquierdo del Inter de
Ñancul, quien no duda en repasar al defensa pirómano con un golpecito de
estoperoles en el tobillo. Lucho González traga veneno, recordando un video de
Bielsa arengando al Olímpico de Marseilla tras una derrota. Minuto 7: Wilson va
por la banda izquierda rápidamente pasando a dos defensas de manera intrépida.
Ve a Millapán al medio e intenta pasársela pero es derribado antes por Julio
Neculmán, defensa. Bruno Silva arde en rabia e increpa al árbitro, quien no
penaliza ni siquiera como falta lo ocurrido sino que ordena que continúe el juego.
Minuto 22: Soldado Rojas arranca en la personal en un mano a mano con el último
hombre del Inter de Ñancul, sin otra opción que seguir hasta liquidar el arco
enemigo. Es derribado con plancha por detrás. El Entrenador se para eyectado de
su silla de plástico a increpar duramente al árbitro por su permisividad. Los
hinchas de Ñancul, entre vino y carne, recuerdan la ley ante estos incidentes:
“Saquen la mierda con pala”. Bruno Silva escupe y el juez lo amonesta con amarilla.
Los hinchas de Lanín apenas reclaman y alientan pues están con resaca, pues
también son los fans del delantero y, por ello, estaban todos anoche en la misma
juerga que él. Minuto 38: Millapán la toma desde Jorquera y avanza en diagonal
hacia la derecha intentando ver perfilarse a Novoa en su misma dirección y sentido
–pensando obviamente en clave vectorial y, ante la imposibilidad del argentino
macoñero de librarse de su marca personal, levanta un centro parabólico perfecto
que habilita a Müller para una carrera personal. Silva apenas corre y se ha
dedicado a capitanear desde la rabia hoy día. Müller es derribado con una patada
voladora en el costado. El árbitro cobra falta, con tiro libre muy cerca del área. Pide
moderación a Inter de Ñancul. Minuto 41: Tiro libre para Millapán: Pitazo, patea,
GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL,
DESDE LOS RESQUICIOS DEL ÁREA, EN UNA GEOMETRÍA IMPOSIBLE, EL
MEJOR DE LA HISTORIA, EL MEJOR DE TODAS LAS HISTORIAS, EL
GUARDIÁN DEL UNIVERSO, LA MENTE MAESTRA QUE DOMINA CADA
VIBRACIÓN DE LA PELOTA, NUESTRO WALTER QUERIDO, WALTER
MILLAPÁN, EN UNA PELOTA IMPRESIONANTE, BRUTAL, APOTEÓSICO,
GROSERAMENTE DE CLASE MUNDIAL, calcula el efecto perfecto hacia la
derecha con tal de burlar todas las cabezas de la barrera y aprovechando el desvío
de 6,23 centímetros del arquero de Ñancul respecto a la posición que le habría
permitido atajar, clavando la pelota en la mitad de altura del palo derecho. No me
queda aire; no me quedan pestañas; no me queda corazón. Millapán, el único, el 10
de la historia, para el 1 a 0. Minuto 45: Wilson habilita una carrera muy buena de
Soldado Rojas por el costado izquierdo, flanco más débil de los de Camino a
Loncoche. Silva esperaba el centro pero la pelota resbaló sobre la escarcha aún
presente en el césped del Municipal. Pitazo final del primer tiempo. A tomar vino,
mierda.
Segundo Tiempo. Poco se sabe de lo que hablaron en el camarín los de Lanín con el
Entrenador porque, la verdad, me quedé mirando afuera una pelea de perros que
ocurrió a partir de una perrita sin esterilizar que andaba de paseo con su dueña en
un paseo dominguero, probablemente bajo la idea de que Villarrica es un lugar sin
perros machos deambulando en la calle. Brillante. Lo que sí sé es que Millapán
había descubierto, luego del gol de tiro libre y usando una variante propia de la
Transformada de Fourier, una forma de patear tiros libres hacia el arco sur usando
la desviación caótica producida por el viento puelche en febrero. Pero es junio o
mayo, no recuerdo bien la fecha. Va a tener que guardar la experimentación desde
tal hipótesis para la estación estival en su fase tardía. En fin. Minuto 46: Avisa
inmediatamente Lanín con tiro de media distancia de Jorquera, quien observaba
incisivamente el área rival en búsqueda de pavadas enemigas. Minuto 55: Bruno
Silva ataca con peligrosidad por primera vez en el partido. Formidable carrera la
que se manda por el medio entre cinco defensores y ninguno ni osaba a pararle. Es
que es un verdadero toro este hombre, un toro que rompe el cerco cuando lo
considera necesario y eso es cuando se necesita la gloria para el equipo, señoras,
señores, señorxs. Léalo con la “x” en su mente sonando. Vuelve cansadísimo el
ariete, pidiendo cambio al Entrenador. Pero Ochoa hoy vino a firmar no más,
andaba con motosierra, tenía que ir a cortar unos trozos allá arriba a Challupén,
pitutea en eso con su hermano el hombre. No hay reemplazo. Ochoa es el único
que juega. Tiene que seguir con temple el ariete, poniéndose una venda en los ojos
del miedo y picaneando hacia adelante tanto como la energía contenida en su
cuerpo se lo permitiera, ese chi –el Entrenador les enseña ejercicios de Tai Chi
durante las prácticas que su ying o “vida” ha de mover. Minuto 67: Bruno Silva
habilita a Tomás Müller para que le pegue al instante en dos golpes al arco. La idea
era sobrepasar al arquero rival deslizándose o barriéndose. No resultó. El arquero
cayó encima y le pasó de yapa un codazo al gringo. El árbitro sólo le llamó la
atención. Y amonestó al Entrenador por escupir. Minuto 79: Knabu Diogo, con pase
de Calfilaf, trata de sorprender al arquero rival con un tiro de larga distancia que
buscaba pillarlo mal ubicado. Pero el hombre aprendió harto en la Escuela de
Fútbol Pilmahue. No lo suficiente para atajarle a Millapán, en todo caso. Knabu
Diogo se lamenta mientras lo miran lascivamente las profesoras de gimnasia del
Colegio Alemán que entrenan en la cancha de tenis aledaña. Knabu ya repartió
teléfonos hoy. Bien hecho, campeón. Minuto 89: Intenta un tiro muy apagado Inter
de Ñancul, ya resignados a perder por la cuenta mínima ante un equipo que, si
bien no ha estado fino en este encuentro, es sin duda un reservorio cósmico de
energía. No los cansas con nada a estas bestias. Lucho González se lleva varios
trozos al hombro de su casa a la carretera de Lican Ray todos los días. Y sube a
seguir cortando árboles, trozarlos y luego volver a bajarlos. Minuto 91: La pierde
Lucho González y avanza con rapidez y desesperación Carlitos Mainhard, que
juega en Inter de Ñancúl, a tratar de anotar algún golcito para llevarse a su pueblo.
Pero Carlos Morales tomó plácidamente la pelota e, imitando a los arqueros de
final de Copa Libertadores haciendo hora ante la multitud enardecida, se demoró
en sacar. El árbitro le llamó la atención, le puso amarilla y le obligó a sacar
inmediatamente. Ejecutó el acto y sacó. Pitazo final. Lanín gana por 1 a 0 y suma
puntos en la Cuarta División, liderando a tal punto de esperar pronto ascenso sólo
con un par de victorias más. Increíble trabajo de los muchachos y por qué no
decirlo magno golazo de uno que va a dar que hablar, el único, el diez del cosmos,
Walter Millapán.
Robando jamón y Milo en el supermercado Oriente Uno. Bruno Silva ese día
andaba con hambre y poco razona esa persona cuando de hambre el lastre se trata.
Andaba con ganas de robar. Nunca lo hace –eso dice pero eso es lo que hoy
declara querer hacer: robar. Invita a pasear a Walter Millapán y lo invita, sacando
las chauchas de lo que le pagaron cuando fue a cantar a la Feria Artesanal del
centro –hay hartas, me refiero a la que está entre Pedro Montt y Camilo Henríquez
y que pasa por dentro de los edificios, las y los de Villarrica entenderán y pueden
orientarles, a comerse un helado de máquina ahí en la esquina frente a Bata y al
Villarrica Centro, otrora centro de reunión social de los adolescentes y jóvenes de
Villarrica, uniendo góticos con punkies y metaleros de campo, entre los que
siempre cuenta haber estado Juan Manuel Rojas. Lucho González aprueba esa
hipótesis. Lo cierto es que pasaron a comer. Millapán andaba perdido mirando los
patrones que se repiten en las minúsculas grietas que dan textura al pavimento de
la calle. Bruno Silva silbaba una nueva canción que nos podría gustar y luego le
cuenta su plan: Entrar al Oriente Uno, pasar a sacar cosas para la once –pancito,
mantequilla, un tarro de Milo, una botella de sucralosa, un dulce de repente o bien
un paté, sacar un pedazo de una cinta que le robó a su tío que es guardia del Eltit
de Los Volcanes de aquellas cintas que dicen “SEGURIDAD” y que son
usualmente usadas en los supermercados para marcar bolsas para indicar que no
fueron llenadas allí, traspasar la mercadería rápidamente a la bolsa del
Supermercado Villarrica que andaba trayendo en el bolsillo chico de su bolsito
deportivo, cerrar la bolsa con la cinta de guardia, comprar un Super8 e irse con la
cara más tranquila y natural posible. Millapán considera justo experimentar las
sensaciones de tal escena desde dentro, en el interior de su calor escénico, aquel
que sólo los actores pueden sentir. Cruzaron Pedro de Valdivia. Escucharon al
hombre de las rancheras. Entraron. Los pilló Knabu Diogo adentro y lo saludó
amablemente. Andaba con unas francesas que estaban de pasada antes de ir al
centro de ski del volcán. Cosmopolita. Bruno Silva saludó con un poco de rigidez
en su cuello. Millapán estaba más extasiado de lo normal, quizás hasta más
sonriente. Conversaron un rato. Mientras ocurría eso, Millapán quedó prendado en
la figura de una muchacha que compraba quesos en el mostrador de lácteos. Vestía
calzas psicodélicas, un chaleco negro y largo y un gorro de lana muy grueso. Ella
se dio cuenta. Lo miró brevemente y esbozó una leve sonrisa mientras quitaba la
vista del contacto. Millapán se siente un galán, aunque sabe que quizás no lo fue.
Navega bien con la razón en la tormenta de su deseo, pero los brazos que sostienen
esos remos inmateriales aún no entrenan lo suficiente como para combatir contra
las olas gigantes que se revientan ante la experiencia antes de que sea posible
contemplarlas. Bruno Silva lo empuja sacándolo del trance, apurándolo a hacer
rápido la maniobra. Millapán tapó mientras Bruno Silva hizo la maña. Nadie se dio
cuenta. Lo digo en mi omnisciencia. Fue el crimen perfecto. Incluso porque, a pesar
de ser ejecutado eficientemente, se dio el lujo de contar con los nervios absolutos
de los criminales. Bruno Silva iba morado cual si se hubiera congelado. Millapán
celebraba internamente con la algarabía equivalente a 15 goles.
Marcos Calfilaf invita al matrimonio evangélico de su hermano. A ese hombre le
gusta la carne, por lo que encargó dos vaquillas a unos viejos de Chesque Bajo. Se
casa su hermano pequeño, su querido Ezequiel Calfilaf, pastor de la Iglesia de
Conquil y avezado agricultor de todo tipo de hortalizas, destacándose en el tomate
y el zapallo italiano. Cría gallinas, pavos y hasta un faisán anda paseándose en su
patio de media hectárea. Persona de temperamento algo más hosco que el del
simpático Marcos, cuenta con la educación en la amabilidad de ambos, valor
adquirido por la gracia de Cristo en la crianza de su madre, doña Teresita Calfilaf,
que vive en una casa más pequeñita y de hermoso barnizado 200 metros más hacia
el cerro. Ezequiel se casa con Brenda Olave, campesina también del lugar y
agricultora de betarragas y zanahorias. Quieren tener dos hijos y formar una
hermosa familia viviendo allí en los terrenos que Ezequiel ha obtenido gracias a su
trabajo como pastor espiritual de una comunidad que vive en una armonía que,
debo decirlo, es total. O sea, hay un homosexual reprimido en el novio mismo,
pero la salida del closet es algo cuya probabilidad es extremadamente remota pues
no se percibe ni siquiera como necesidad o existencia. El mecanismo de defensa de
la negación actúa formidablemente. Bueno, Marcos será el maestro de ceremonia y
el hombre de la parrilla y las bebidas. Compraron un cargamento de Rari Cola
sabor cola y papaya, porque no toman alcohol. Encargaron en el Supermercado
Villarrica, además, varios tarros de café Ecco, que es cebada tostada pero café ante
nuestra experiencia genuina inmediata. Claro, porque no toman café. Encargaron
mucho helado de casatta trisabor para los niños. Para llevar las vaquillas, Marcos
Calfilaf se las arregló con el Entrenador, que le cobró una pierna de vacuno por la
paleteada. La LUV carga esos animales y patina poco en el barro porque le tiene
buenos neumáticos el hombre. Tiene cabina simple, todos los papeles al día y se
porta bien en el ripio cuando llueve. Sin duda, al matrimonio fue invitado en pleno
el plantel de Lanín. Algunos aparecen: Walter Millapán viene con el tío Edelmiro
en la ambulancia; Wilson, Novoa y Soldado Rojas, que también le hizo hoy a la
yerba de la tribu de Jah –ha estado estudiando las Doce Tribus de Israel en su
amable encierro en Pucón, que vienen en Buses Coñaripe escuchando Düngen y
riéndose de los pliegues de la base del cabello de una señora que va sentada más
adelante. Se bajan en el puente Collico; se pasaron. Parece que el Entrenador los va
a buscar. Lucho González está al lado de Marcos, fiel amigo de defensa y
últimamente de vida, administrando y admirando el fuego. Jorquera tiene su presa
de pollo ya elegida, porque hace poco salvó a la abuelita de Marcos, Valdramina
Calfilaf, de una trombosis bien complicada.
Ezequiel espera ansioso y sonriente frente al altar de la iglesia evangélica que él
mismo construyó con sudor, sangre y sol. Marcos lo mira casi llorando de alegría
mientras regalonea a sus pequeños y a su amada Yoselin; recuerda los infinitos
sábados adorando a Dios en éxtasis, jugando a la pelota luego del culto, los
nacimientos de sus hijos en los que el tío Ezequiel estuvo presente, las licenciaturas
de cuarto medio, la ordenación de pastor de Ezequiel. Comienzan a sonar las
mandolinas y las guitarras: Viene la novia. Las mujeres y las pajes entran a buscar
las cajas de challas para recibir a Brenda; tales challas fueron recolectadas
pacientemente mediante la perforación de miles de páginas de documentos por las
compañeras de Brenda en el 4to B de Secretariado de la promoción de hace dos
años del Liceo Politécnico de Villarrica, todas de punta en blanco celebrando a su
amada amiga que, a sus 20 años, ha decidido consagrarse en matrimonio ante su
hombre amado, aquel que aún no ha marcado su biología aún santa pese a ser su
novio hace 6 años. El Entrenador llora escondido con extraña pasión; no sabemos
por qué abandonó este mundo que, de todos modos, ama, aunque no le apasiona.
El obispo zonal de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera ha ido a oficiar el rito.
Les ha leído lo debido. Han respondido. Los ha declarado marido y mujer. Se dan
un beso tierno como la silueta de la nieve en la caída sur del volcán. Hermosos
discursos se confunden rápidamente con el olor de la carne de vacuno que chirrea
sobre las parrillas, mientras Lucho González toma vino junto a Matías Wilson
escondidos tras la letrina donde está cagando el padre de la novia, un personaje
cuyo nombre no recuerdo pero sí el olor de sus entrañas.
Estudio de terreno de Millapán. Cancha del Estadio Municipal de Villarrica, previo
al partido con Pilmahue, que Lanín gana 90. Oh, spoiler, espero me disculpen.
Walter Millapán observa detenidamente un pliegue de una hoja de pasto,
calculando la ecuación que lo describe. También reflexiona en lengua matemática
sobre una posible fórmula para el movimiento de ese mismo pasto y ante la duda
de si acaso puede extrapolarlo al comportamiento de las otras hojas en el césped
del Centro de Entrenamiento del estadio, así como al mismo en cuanto totalidad.
Mira fijamente mientras el sudor corre por su piel color cobre quemado, mezcla de
la historia mapuche y del duro régimen del estado actual de las cosas, machacado
y tostado al punto de quemarse por el mojigato sol lacustre, de pocas ganas pero
alto impacto. En su mente hay un equipo de seres controlando distintos
computadores, recibiendo datos acerca de la perturbación ocurrida en el cuerpo
vivido del 10. Se trata de complejas y dedicadas entidades, casi dotadas de
identidad, que han instalado un punto de laboratorio cerca de la esquina de la
carretera hacia la visión, cerca de la conurbación de las ciudades Inducción,
Deducción y Abducción la menos poblada de todas, vía en la cual varias ideas
mochileras le hacen dedo a los camiones del Análisis, entre los cuales hay gente
simpática y gente odiosísima, incluyendo un par de psicópatas. El Análisis es una
empresa de transporte y gestión de ideas, con bastantes sucursales en Inducción
situada más al este en el plano de la conciencia y crecida en forma alargada hacia
la visión cual brazo que se va construyendo y en Deducción, la más poblada del
área metropolitana de La Inferencia y más desarrollada de modo circular, denso,
nutrido, casi rico y jugoso como fruta madura. En Abducción, pueblo algo más
chico y algo abandonado, piden a gritos más sucursales de aquella empresa de
indeterminada cantidad de patrimonio en camiones. Sus camioneros, aún de
naturaleza misteriosa, son una sorpresa cual Gato de Schrödinger ese gato que
está en una caja, le tiran un rayo radioactivo y, mientras no se abre la tapa de ese
mortífero contenedor, está vivo y muerto a la vez, manteniendo un número
desproporcionado de estados de ánimo a la vez, volviéndose uno sólo luego de
que se abre la puerta derecha de la bestia de carga que ha mostrado una
solidaridad que, asimismo, puede esconder deseo, psicopatía, nada o más
solidaridad. Hay opciones que permiten hacerlo pero, en general, mochilear es
arriesgado.
Millapán toma el balón y lo sitúa en la línea de fondo. Patea un tiro con comba
hacia la derecha y observa la tendencia de los temblores de la pelota, intentando
percibir colores de baja frecuencia con ojos auxiliares de soporte nomaterial.
Anota en su cuaderno Auca algunas cifras acompañadas de códigos:
AJSA 89.5.67.3434.5.6
AJSAF 94.45.7.FALSE.445
GEA.ASA.4 34335675/343/23/2&&
HY; HY2
Luego, saca muestras de pasto y las huele, anotando otros garabatos que no logro
distinguir. O sea, los manejo, los entiendo, aunque no lo crean. Pero son verdades –
sí, verdades que no se pueden decir así como así y después seguir diciendo otra
cosa. No sé si de repente imaginan la omnisciencia; sí, la mayoría del tiempo es un
hermoso juego de descripción de tramas e historias humanas entrañables,
contribuyentes incluso a una panorámica que entrega un paisaje de lo humano.
Otras veces es más perturbador. Pero hasta eso ya me parece rutinario. Pero
cuando la mente dibuja un autorretrato de las angustias y los resplandores que se
genera a sí misma en el acto mismo de autorretratarse, resulta que la observación
hacia adentro es como una luz que se refleja en una pieza de espejos; se produce
una zona de calor experiencial que puede quemar, estimadas lectoras y lectores. La
omnisciencia, al narrar a gente como Millapán, se siente rara. Duele un poquito.
No como una aguja, sino que como una pena. No sé si en la omnisciencia podemos
someternos a mirarnos hacia adentro de una manera tan infinitamente replicada
como la que obliga el meterse en los fenómenos mentales del mejor jugador de
fútbol de la historia. Las vueltas que recorre y los ángulos desde los cuales mira su
propio recorrido no permiten, incluso en sentido elementalmente lógico, que mi
omnisciencia pueda mirar lo que narra sin pasar a mirarse a sí misma desde
ángulos incómodos.
Goleada a Pilmahue y pelea a palos entre arqueros. Lanín va segundo en la tabla
de posiciones y pasaría a primer lugar de ganarle hoy a Pilmahue en el Municipal
de Villarrica. Ambos juegan de local y de visita a la vez. Cucho Beltrán, entrenador
de Pilmahue, se encuentra afuera del café bar 2001 con el Entrenador y, en una
buena onda algo mala onda, le indica entre risas que “Lanín es una moda” y que
Pilmahue “le volará la raja con lesionados incluidos”. No se trata, precisamente, de
los archienemigos legendarios del equipo, pues ese sitial le corresponde a
Ferrovilla. Pero, últimamente, el éxito de este equipo nuevo le ha valido
oportunidades de presumir ante otros y jugar a mostrarse invencibles. Nada que
decir de Pilmahue, en todo caso: Construyeron una cancha de futbolito y una
escuela de fútbol allí en avenida Juan Antonio Ríos, ya casi llegando a Colo Colo
para fusionarse y crear el camino a Lican Ray, haciendo una labor social y
educativa bien bonita y relevante en la ciudad. Marcos Calfilaf tiene al mayor de
sus hijos entrenando allí, aprendiendo la misma posición de 3 que su padre cumple
con fervor. De repente igual algunos adultos de allí le dicen cosas pesadas al
niñito, pero él no se da cuenta.
Llegan a la cancha y hoy el estadio está bastante más lleno que de costumbre; a las
hinchadas de ambos equipos la de Pilmahue es bastante grande pese a su poco
tiempo de vida se suman muchos villarricenses que quieren ver lo que se prevé un
clásico de primer nivel. Llega a 855 el número de espectadores en las gradas. De
ellos, al menos 78 están en manifiesto estado de intemperancia. Uno de ellos
vomita vino y choclo al lado de un padre que asistió con su hijo y su sobrino a
presenciar una sana mañana de deporte. Millapán mira la punta del volcán
mientras Soldado Rojas se persigna y se encomienda a San Luis Scrissopi, patrono
del fútbol. Müller escupe al suelo y se arregla insistentemente el jopo rubio que
cubre su casco. Pitazo inicial. Comenzó, comenzó, comenzó. Minuto 6: Millapán
avisa con un tiro de larga distancia que es desviado por el último hombre de
Pilmahue, Tristán Mathäus, hombre de estirpe alemana que parece sacado del
Cantar de los Nibelungos. Minuto 9: Va Wilson por la izquierda, se muestra
Soldado Rojas, recibe el esférico y se arrincona hacia la esquina para ensayar un
centro mientras lo van a molestar dos defensas. Juega calmado. No se la quitan. Se
perfila y patea hacia el área. Saltan los defensores ¡Viene corriendo repentinamente
Bruno Silva y cabecea!
GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL CONCHESUMADRE PERO QUE
LETAL ES ESTE HOMBRE, EL HOMBRE DE LA GUITARRA Y LA FOGATA, EL
HOMBRE QUE NO LE TIENE MIEDO A NADA NI NADIE, ABRIENDO LA
CUENTA A LOS NUEVE MINUTOS CON UN SALTO DE LOS DIOSES. Es gol de
Lanín, señoras, señores, gracias al honorable capitán que se escabulle como salmón
de río entre los defensas enemigos para saltar sacando impulso no sé de donde.
Minuto 19: Lanín tiene total posición de la pelota y en Pilmahue simplemente no
saben qué hacer. Su entrenador grita desesperadamente mientras bebe y bebe mate
ya habiendo gastado tres termos. Va Jorquera avanzando libre por el medio gracias
a la marca eficaz de Novoa y Wilson de sus pares laterales adversarios. Da un pase
filtrado a Millapán que corre en diagonal hacia la izquierda mientras Silva y
Müller se perfilan corriendo hacia el área. Descarga con Juan Manuel Rojas. El
monje lanza el centro nuevamente ¡Cabecea Bruno Silva y da en el travesaño!
Rebote, la toma Müller, trata de mantener la pelota entre una maraña de defensas
confundidos, la controla, encuentra el espacio,
GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL,
GOOOOOOOOOL, GOLAZO DEL GRINGO, GOLAZO DEL DELANTERO MÁS
LIVIANO DE LA ZONA, SI PARECIERA QUE ESQUÍA SOBRE LA CANCHA,
ESCABULLÉNDOSE ENTRE TODOS, QUÉ IMPORTA SI ERES PESADO O
ARROGANTE; LOS DIOSES SE PERMITEN ESAS RESERVAS, Grande Tomás
Müller, un delantero con proyección, juventud y mucho talento, clavando la pelota
milimétricamente y llevando la cuenta a un 20 que ya avisa paliza, estimadas,
estimados. Minuto 28: Intenta Jorquera, protagonista en el medio campo. Pase
interceptado por Jiménez, de Pilmahue, volante central. Centro hacia adelante.
Corta Lucho González, descarga con Calfilaf y éste la tira en centro hacia adelante,
salta Millapán, SALTA MILLAPÁN Y LA ROZA DÁNDOLE EFECTO Y SE
ACERCA AL ARCOOOOO. Por poquito. Era cosa de centímetros. Saque de fondo
para Pilmahue. La hinchada recarga la pipa para darle de fumar a Novoa. Minuto
37: Contraataque brutal de Lanín luego de débil ofensiva de los del futbolito. Va
Millapán a una velocidad cósmica dejando atrás a los defensas. Da pase filtrado a
Soldado Rojas que se abre por la izquierda. Siguen avanzando, se muestra Silva, se
la pasa, el ariete se acomoda, busca apoyo, ya llegaron de adelante los de
Pilmahue, ve a Wilson, Wilson la descarga con Millapán quien, rápidamente,
entrega pase con comba a ras de suelo a Müller, la toma el gringo, avanza, salta a
un defensa, viene el portero de Pilmahue a achicar, salta al portero, queda el arco
solo, patea, GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL, GOLAZO,
GOLAZO, GOLAZO, SIN PRECEDENTES, SIN PRECEDENTES, DOBLETE DEL
GRINGO, DOBLETE DEL GRINGO, NO TE VAMOS A ODIAR MÁS, AHORA TE
DECLARAMOS EMPERADOR, TREMENDO TOMÁS, TREMENDO MÜLLER,
TREMENDO LANÍN QUE YA AMPLIFICA SU DOMINIO AL 3O. Qué velocidad,
qué liviandad de cuerpo, es alucinante. Todos corren a celebrar menos Silva. El
Entrenador grita extasiado. Parece chivo siendo carneado. Minuto 43: Va Jorquera,
habilita a Novoa, el argentino se perfila, observa contemplativamente, la devuelve
a Jorquera, pase a Millapán, el 10 nuevamente con Novoa que ahora avanza con
incisivo peligro sobre el arco, se acerca Mathäus, falta a 25 metros, lo tira de la
camiseta al suelo. Tiro libre de alto voltaje a favor de Lanín y, claramente es el
mejor de la historia el dueño de las pelotas detenidas. El balón espera pie casi justo
en la punta del área grande a la derecha viendo desde la perspectiva del equipo
atacante. De la hinchada comienzan a callar. Parece partido de tenis. Incluso se
escucha el rugir de las olas del lago y un par de treiles. Va a pegarle con la
izquierda. Silbato. Pito para Novoa. Toma vuelo Walter Millapán, patea con comba
maldita irregular, va muy fuerteeeeee
GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL, GOL, GOL, MIL
VECES GOL, UN MILLÓN DE VECES GOL, CUATRO A CERO SEÑORAS,
CUATRO A CERO SEÑORES, CUATRO A CERO DIOSES DEL OLIMPO, DON
WALTER MILLAPÁN PATEA DE ZURDA UN TIRO QUE NI UNA DEFENSA
ANTIAÉREA PUEDE INTERCEPTAR, combas ante las que simplemente hay que
rendirse porque siquiera tocar la pelota puede ser sólo causal de un gol en contra
más humillante que el que ocurre sin desviar la trayectoria del balón. El arquero no
atinó siquiera a moverse ni pestañear. Vio dos o tres pelotas a la vez. No había
donde lanzarse. Minuto 46: Va Jorquera, protagonista absoluto de este partido con
recuperaciones asombrosas. Pase con Wilson. Pito a la boca el árbitro. Pito a la boca
el mismo Wilson junto a Novoa. Silbato. Fin del primer tiempo. El árbitro llama
silenciosamente a los voladitos de Lanín junto a otros 3 que juegan en Pilmahue
para que lo acompañen a dar una vuelta hacia atrás de los camarines.
Millapán y Scarlett. Desde el Muro también conocido como el culeadero municipal,
sector poco pulcro de la ciudad ubicado en la costa olvidada de Villarrica, tras los
cercos de una antigua, oxidada y tétrica casa de cuyo abandono se sospecha y se
duda, atrás del Club Náutico, salen Bruno Silva y Jennifer Reyes subiéndose ambos
el cierre de sus jeans, pasados a cáñamo, llenos de arena y con unos cuantos
arañazos en sus culos producto de una sesión de sexo salvaje y silencioso entre la
flora costera. Se despiden de un beso en la cara y Jennifer sale corriendo hacia la
Catedral, pues tiene reunión con su equipo de catequistas y, además, está
encargada de organizar la kermesse en beneficio de la Legión de María para el
viaje al santuario de Laura Vicuña en Junín de los Andes, viejitas que no dan
feriado a su fe y acuden sagradamente a rezar diariamente todas las versiones
posibles del Rosario en el templo principal, en la nave aledaña donde están
enterrados los antiguos obispos Guido Beck de Ramberga y Guillermo Hartl o, en
el caso que probablemente más les gusta, en la capilla secreta ubicada tras el altar,
en subterráneo y con un aire lúgubre que bien sugiere El Nombre de la Rosa u otro
tipo de encierro místico, cual si el templo representara el cuerpo de Dios y esta
capilla ofreciera la posibilidad de meditar en sus entrañas.
Bruno Silva va masticando una canción: “Sobre ti, sobre mi/ sobre el fuego que hay
aquí/
No hay partido ni concentración hoy; son las 7 y 43 de la tarde en la Villarrica de
agosto. Pocas almas salen a tomar el fresco extremadamente fresco del lago. Los
borrachos suelen encontrarse y, con el sólo hálito de su existencia, calentarse el
hocico mutuamente. Aún con sus calzoncillos marca Milano mojados, el glorioso
nueve de Lanín planea subir por calle Korner para ver si Lucho González se
encuentra sembrando el pánico en alguno de los bares pretenciosos que se
encuentran en el centro de la ciudad. Le quedó una cola de Sour Diesel que le
regaló Novoa para poder relajarse después de la pelea a palos de los arqueros; no
tardó en brindarle llama para que su espíritu llenara sus siete pulmones. Sí, a veces
también la prensa local y la hinchada le prestó, con mucha razón, el epíteto que
fuera popularizado en la persona del eterno Héctor Ligua Puebla.
Alguien está vomitando fuera del Hotel El Ciervo. Sí. Es Matías Wilson. Se tomó
tres cuartos de litro de leche hecha de despuntes proporcionados también por el
argentino. No fue muy buena mezcla con la carne de jabalí que se sirvió en la cena
de sus familiares en aquel centro de eventos. Decidió meterse algún aditivo para
poder pasarlo un poco mejor dentro de su amada pero anticuada familia,
burgueses por vocación; un primo anunció su matrimonio será celebrado en un
templo luterano en Temuco y la familia decidió degustar ciervos y jabalíes
acompañados, por cierto, de excelentes cepas Syrah. Silva demora en creer que las
casualidades le llevaron a encontrarse con Wilson y, por adición, vomitando; se
acercó a su compañero, le saludó, le sobó la espalda y, luego de que el gringo
emitió su última liberación gástrica, le convidó de la misma cola con fines
paliativos respecto al dolor. No duró ni quince segundos el pobre papelito. Wilson
decide escaparse súbitamente de la junta familiar lo suele hacer y tampoco hay
mucho escándalo al respecto, salvo caras o comentarios que no llegan a sus oídos
pero sí a los míos y en su mountain bike marca Specialized con Silva sentado en el
palo superior del marco parte rumbo a la plaza donde están erigidas la
Municipalidad y el histórico Gimnasio Municipal. Viaje interrumpido. Antes de
llegar allí, divisan a la turca Puali entrando al bar Studio Uno. La Dodge RAM de
Müller está estacionada al costado de ese local. No es que sean tan amigos de él,
pero el morbo les lleva a decidir carretear allí. Están en pleno reino aéreo del
cáñamo en ese momento.
Pidieron la mesa más grande y Lucho González casi echó a patadas a los punkies
que estaban dilatando la entrega del sitio. Intercambiaron un par de combos que ni
a ellos ni al pirómano causaron dolor gracias al cóctel de anestésicos consumido
por ambos. Siete pitcher fueron pedidos y traídos de inmediato. Cada cierto tiempo,
Millapán y Wilson iban al baño a vomitar, generalmente teniendo que aguantar
una fila originada por la gran afluencia de personajes que también querían purgar
su cuerpo para seguir en asunto con el licor. Las meseras miran con cierta
repulsión camuflada en la actitud servicial de su trabajo el espectáculo montado
por estos borrachos. Bruno Silva le pide la guitarra a un socio que está en la mesa
de al lado para comenzar a canturrear. La mitad del bar corea los éxitos del 9, así
como las canciones de Leo Dan, José José y Silvio que regala nuestro querido
cantautor. Lucho González y Wilson cantan a gritos y haciendo percusión con
golpes violentos a la mesa. Botan mucha cerveza al suelo y hasta escupos tiran.
Desde el otro sector, quizás posible de considerar zona VIP, Tomás Müller trata de
hacerse el loco y desconocer su vínculo con los escandalosos. Está con sus otros
amigos del centro de ski y varias mujeres, entre ellas la turca Puali, su principal
amiga con ventaja. Beben whisky y gin. En un momento muy incómodo, ambos
grupos no pueden evitar encontrarse, lo cual obliga al gesto del saludo. Wilson,
también oriundo de la alta sociedad villarricense, es quien hace el enlace y saluda
de abrazo a su compañero de tantos años, quizá decepción humana para él pero
amor histórico inevitable de todos modos. A la siga, en fila hacia atrás como perros
asustados, comienzan a desfilar Millapán, Lucho y Bruno Silva para saludar, de a
uno, a Müller, quien hace gala de una sonrisa diplomática por años ensayada y va
palmeteando uno a uno a estos rotos y campesinos: “¿Cómo va, perrito?”. Es
evidente que Wilson es quien estaba más ansioso de que ambos grupos se
encontraran.
Dentro del mareo y el viaje mental producto del cáñamo y el lúpulo, Walter
Millapán reconoce a una de las chicas que está carreteando con Müller. Es la de las
calzas psicodélicas. La del supermercado, la que le sonrió aliñando la ambigüedad.
Ahora usa una chaqueta de cuero, una minifalda muy corta y unas medias blancas
que han dejado incluso más loco al 10 de la Historia. Ella se ríe a carcajadas y mira
de manera muy intensa y compenetrada a Müller mientras conversan. Con
minuciosidad gaussiana, Millapán trata de afinar su oído y lectura de labios para
obtener alguna información útil sobre la muchacha. Ve que muestra una libreta a
sus amigas y que se las explica. Ve una cajetilla de Lucky Strike sabor naranja junto
a sus pertenencias y, en algún momento de la noche, la ve salir a fumar. Millapán
le pregunta a Wilson si acaso le queda algo de cáñamo para ir a degustar al frío. El
gringo saca un frasco lleno incluso, un garzón gruñón pero piadoso le llama la
atención y le pasa un gran cogollo cerrándole el ojo. “Se llama Scarlett, vive en la
Todos los Santos, es estudiante de periodismo en la UFRO y parece que mueve la política
por allá. Es bien coqueta, gancho, yo te veo pasmado por su encanto, harto cuidado con
sufrir ahí no más”. Bruno Silva le arma el misil iraní y se ofrece para ir a romper el
hielo.
Salen y está ella sola hablando por teléfono. La miran sin poder disimular mucho
que están esperando que termine la llamada. Scarlett se percata de eso y se ríe.
Walter aspira apagado el cáñamo, sintiendo el sabor de la flor seca sin humo.
Ella cuelga el teléfono. Mira riéndose a Silva y Millapán. “Denme de eso que tienen
armado ahí, a ver”. Fuman los tres. Ella reconoce a Silva y le comenta que un par de
veces le ha visto presentarse con su música, entregándole elogios diplomáticos
que, de todos modos, eran sinceros. Millapán está muy ebrio, tanto que algo más
hablador se siente respecto a la costumbre diaria de la relativa sobriedad. Se
queda atónito mirando el pelo castaño de puntas multicolores de Scarlette. Ella se
da cuenta de ello, siente cierto nervio pero, al mismo tiempo, un extraño agrado
por la constatación hecha por él. “¿Te gustan los colores? Me gusta andar con un
arcoiris en mi cuello”. Millapán le responde, con una muy extraña actitud casanova
en verborrea: “Me gustan los colores que elegiste. Es la misma sucesión que se ve en tu
iris. Justo veo tu ojo con la luz de este foco que te llega directamente. Tus ojos parecen
caleidoscopio. Imagino que todo el mundo para tí debe ser muy colorido ¿Todos los colores
son agradables? ¿Hay alguno que te cause melancolía, miedo o ganas de hacer nada? ¿Hay
alguna mezcla de tonos que te haga llorar? Tu mezcla de rosados, morados y azules sólo me
causa buenas sensaciones. Como si fueras un arbusto frutal de este bosque sureño. Tu voz
es dulce. Tu entonación está como bañada en frutos del bosque. Eres como un helado del
Huerto Azul. Te llamas Scarlett ¿Cierto? Ya lo sabía. El gringo Wilson es amigo mío y me
lo dijo. Jugamos juntos a la pelota ¿Estudias periodismo? Haz un reportaje sobre nosotros.
O haz un reportaje sobre mi vida. Ni te imaginas el material que puedo entregarte”. Al
instante, mientras Walter se mantiene en ese estado de flujo de cortejo, Bruno Silva
corre a pedir nuevamente la guitarra de los borrachos de la mesa de al lado.
Scarlett abre sus ojos y respira algo entrecortado. Se moja los labios y se los muerde
de una manera perceptible sólo para ella, para Walter y para mi omnisciencia.
Al volver con guitarra en mano hacia afuera, Bruno Silva comienza a improvisar
un acompañamiento en Re mayor y Fa sostenido menor. Nuevamente bajo el
efecto del cáñamo y ayudado por la llovizna nocturna que suavemente da textura
fresca a la escena, Walter Millapán comienza a declamar el siguiente poema
improvisado:
Lluvia que mueres en caída libre ante mi cara que mira a Dios
Llovizna de luciérnagas humildes que se posan en mí
Como suena la percusión de sus choques
en contacto y en abrazo con el ondear de la guitarra
Ondas van, ondas vienen, el aire mojado las cobija
El aire es almohada para armonías que al sonar duermen
¡Grito al Cielo para que mi alma quede siempre impía!
Que mi fuego arda hasta que la lluvia se agote y desaparezca
Que no sean estos los esfuerzos de bomberos celestiales
Porque yo mismo he incendiado la casa de mis anhelos
Yo la habité, yo la prendí, yo la sigo habitando entre el fuego
Mi fuego prende más con el agua que me mandas
Mi piel es colonizada por los migrantes que caen de las nubes
Bruno Silva comienza a rasguear más fuerte, metiendo acordes de séptima mayor
para embellecer y romantizar. Scarlette sonríe hipnotizada mientras quema
cáñamo. Millapán la mira a los ojos y continúa:
Sean mis palabras un pincel que se unta en tus ojos
Tus ojos que son la paleta con la que pintaría casas y cielos
Los cielos en colores que debes ver con aquellas joyas incrustadas
los imagino como mostacillas en la torta de tu experiencia
Sí, soy existencialista y siempre ando calculándolo todo
Pero contigo cierro libros y boto los lápices
Contigo, mi cerebro cree en la utopía de la ausencia de vacío
Quisiera verme a mí mismo a través de tus ojos
Para ver en colores esta película que conozco en blanco y negro
Quisiera que te veas a tí misma desde mi iris
Para que sientas los orgasmos sensoriales que yo siento
Para que sientas cómo quemas, cómo ardes, cómo dueles
Scarlett sigue atónita y, luego de tres segundos de finalizada la declamación, sonríe
al máximo que soporta su boca y aplaude con rapidez, elogiando lo recién
performado por Millapán, quien cada minuto está más cerca de caer botado y
finalizar su noche. Bruno Silva evita que se caiga y lo sostiene, sin dejar de
golpearle la espalda, felicitarlo y decirle al oído: “Te pasaste campeón. Campeón hay
uno solo, mierda, te pasaste”. Scarlett saca una hoja de su libreta y le anota el teléfono
y la dirección a Walter, el diez de la historia que, en su intemperancia extrema, no
olvida las advertencias de Wilson respecto a cantar victoria con esta mujer. Sin
palabras, ella le pasa el papel. Casi al instante, sale Müller hacia su camioneta
abrazado a las otras chiquillas y, al mismo tiempo que el grupo la agarra para
llevársela rápidamente a Pucón a las discos, le dice en voz fuerte a Scarlett, sin
filtro, sin vaselina: “Cuidado con ese que es esquizofrénico, habla solo, anda oliendo el
pasto y hasta huele la caca de los animales. Chao compañeros, nos vemos en
entrenamiento”. Bruno Silva y Millapán quedan atónitos tanto por la amabilidad
inusual de la última frase como por la extrema insensibilidad de lo dicho
inmediatamente antes. Millapán cae junto a jardín de flores junto al cerco de
madera del local y comienza ahí mismo a vomitar por enésima vez, aunque esta
vez con una acidez mucho más amarga en su paladar. Su expresión emocional
hacia afuera es plana; hacia adentro, Walter ha bajado en escalera a llorar a lo
profundo de un pozo que cavó hace muchos años en los terrenos de su mundo
mental, aquella tierra próspera aunque agreste, lugar que tengo el gusto y el terror
de conocer en bastante detalle.
Carlos Morales invita a Millapán y Knabu Diogo a buscar oro en el Toltén. Furia,
delirio y éxtasis del Entrenador. Lucho González quema una casa de veraneo.
Millapán queda helado con mail de Scarlett. Defensa del Amateurismo por parte
del Entrenador. Esta vez la reunión de trabajo físico, mental y estratégico de Lanín
será en la casa de Alex Novoa, en Flor del Lago, por el camino a Pedregoso,
saliendo hacia la derecha en la ruta ahora pavimentada que lleva a Los Laureles.
Desde el Muro, varios de los jugadores Bruno Silva, Lucho González, Matías
Wilson y José Ochoa, para ser precisos y sin ánimo de sapear a nadie irán en esta
fría mañana de julio hacia el punto de reunión tomando un radiotaxi pagado por el
microempresario de ecoturismo y volante izquierdo, quien se raja con sus amigos y
compañeros en tiempos de vacas flacas en Villarrica; el verano está muy lejos aún.
Lucho González anda espirituado y callado, mientras los otros le miran. Anoche,
en un éxtasis de vino Hermanos Carrera, confesó que esa misma noche llegó tipo 3
y media a tomar al Muro participó de un acto vandálico contribuyendo a la
venganza de Alex Cabrapán, criador de faisanes, mestizo de crianza mapuche,
vecino de niño después se cambió de casa y amigo del pirómano. La siguiente es
la historia, mezcla del relato de Lucho González y de mis recuerdos como
omnisciente:
Hacía un tiempo, en aquellos veranos brillantes en que se llenaba de gente cada
sector de la zona, que un empresario automotriz de Santiago de Chile había
comprado un terreno en un loteo cerca de Ñancul pueblo, próximo a la afluencia
del río Voipir helado como nitrógeno líquido en el gran Toltén. El hombre
siempre llegaba en su camioneta Chevrolet C10 levantando polvo como huracán
surcando a 120 kilómetros por hora los humildes caminos de tierra y ripio de la
zona. Una vez atropelló a dos perros que cruzaban el camino como todos los días
acostumbraban a hacerlo. Jamás se dio cuenta de que lo hizo. El tema es que este
personaje era jefe de doña Leonilda Jara, madre de Alex Cabrapán. Ella trabajaba
como cuidadora de la casa de veraneo del hombre durante el año y oficiaba de
nana durante el tiempo de vacaciones. El empresario, una vez, le pegó a doña
Leonilda un cachetazo en su cara por no tener listo un café de grano que había
pedido para sus invitados, quienes también quedaron helados con lo ocurrido pero
guardaron silencio. Cuando supo que doña Leo estaba embarazada de un hermano
o hermana pequeña de Alex, el patrón la despidió. Habló con la gente de la
Inspección del Trabajo en Villarrica para hacer lobby e impedir toda acción legal
contra su decisión. Era sexta vez que ocurría algo así y sus aportes generosos más
los acuerdos asquerosamente secretos con el jefe de la unidad, información con la
que cuento pero que no puedo declarar al ser inimputable en cuanto soy
incorpóreo permitían su impunidad. La señora Leonilda, con su carácter
aguerrido, bajó a Villarrica y se dirigió a la casa donde funciona la Radio Parque
Nacional Villarrica. Pidió hablar con don Tercero Navarro, inigualable profesor de
Ciencias Naturales y locutor por excelencia de la ciudad; denunció el hecho y los
hogares en la ciudad y el campo escucharon lo ocurrido. La mayoría deben haberse
hechos los tontos; algunos de más alta sociedad le contaron sobre ello a su patrón,
quién mandó a cuatro matones, dos noches después, a agarrar a patadas a doña
Leo sacándola de su cama mientras dormía. La dejaron sangrando por todos lados
de su rostro y por su vagina. Le hicieron perder a su cría. Alex Cabrapán, entonces
de 16 años de edad, fue el principal soporte de su madre durante los siguientes 9
meses de dolor y trauma; la señora sólo salió a flote cuando encontró un nuevo
trabajo en Puerto Octay. Tomó sus maletas y hace 11 años trabaja por allá en una
casa donde el trato sigue siendo clasista, aunque sin violencia directa ni hostilidad.
El acto vandálico ocurrió luego de que Alex recibiera una llamada, dos días antes,
de su madre Leonilda. Ella lloraba pues, a pesar de tantos años pasados, no podía
evitar que la herida saliera a flote cada cierto tiempo. Con esos mismos años de
entrenamiento en consolar a su madre, Cabrapán sacó lo mejor de sí para
tranquilizarle. Cuelgan el teléfono. Alex tiene una crisis nerviosa explosiva que le
hace romper una tele y un jarro de vidrio que estaba en su cocina. Decide ir a
tomar vino para pasar el mal rato y se encuentra con Lucho González que, a su
vez, bebía Caperana tinto junto a Trawlén, suplente de Lanín y activista de la
centenaria causa mapuche. Cabrapán se desahogó y Lucho González entró en una
mezcla de rabia y entusiasmo que es caldo de cultivo por excelencia para la
violencia. Trawlén recordó que aquellos terrenos fueron quitados por el Ejército a
comunidades mapuches durante la década de 19801990 y ni siquiera necesitó
proponer acción alguna; partieron los tres en radiotaxi, bastante ebrios aunque con
el espíritu erguido hacia el infinito, con palos, ramas secas, hojas de diario,
petróleo, parafina, cera de piso Brillina y, por supuesto, fósforos Copihue, a quemar
la casa del viejo este. Madera barnizada y un subsuelo al aire libre facilitaron la
faena; fue poner a quemar tres pequeñas fogatas equidistantes entre sí bajo el piso
de la casa y el siniestro consumió la casa del siniestro. El fuego quemaba la cara a
más de 40 metros de distancia y las llamas deben haber superado los 20 metros
hacia arriba. Lucho González era experto pirómano y se preocupó de que ningún
centímetro cuadrado de viga o palo alguno quedara sin rostizarse. Cuando la
Tercera Compañía de Bomberos llegó, ya no había mucho que hacer que apagar las
llamas residuales. La casa fue convertida en cenizas. Mientras ocurría eso,
Cabrapán destapaba unos vinos Don Melchor de reserva que alcanzaron a rescatar
del interior.
Otro grupo de los que dan vida a Lanín se encontraba desde ayer relativamente
cerca de los que andaban en el muro, aunque la faena era un tanto distinta. Carlos
Morales decidió invitar a Walter Millapán y a Knabu Diogo a buscar oro en el
nacimiento del río Toltén, bajo el puente y cerca de allí. Se juntaron antes fuera de
la Mesa del Mar, en calle Gerónimo de Alderete casi al llegar a Saturnino Epulef;
“La Cigarra” Morales odia ese apodo salió de allí aún con un terno, vestido de
Luis Miguel. Le tocó un pololito hoy en un aniversario de matrimonio. De allí
caminaron hacia el Maisa a comerse unas papitas fritas rápidas para,
inmediatamente, dirigirse a Juan Bautista Ulloa a la casa del arquero para que se
pudiera poner ropa de pirquinero de la esperanza. Knabu Diogo traía una extraña
curiosidad al respecto y, pese a los silenciosos comentarios de la banca de Lanín
respecto a la evidente irracionalidad de la búsqueda de oro de Morales, compartía
una esperanza débil pero digna. Millapán cargaba los snorkels y las gafas de agua
para el buceo clandestino que iba a tener lugar. Pensaba, a diferencia de casi todo
el resto del mundo, que la esperanza de su compañero era completamente racional,
pues era altamente improbable que la explotación de siglos haya extraído el total
de las moléculas de oro presentes en esa zona. Pensó incluso en proponer el
desarrollo de una búsqueda microscópica, pues también pensó en que, si bien
deben existir pedazos, la simple vista del ojo quizás no podría detectarlos. Incluso,
ante esa prototeoría, es la pequeñez la que habría causado la indetectabilidad del
oro por parte del ojo histórico, entidad que decretó su agotamiento.
Ya algo secos y arriba del puente, Morales hace dedo junto a Diogo y Millapán
para llegar a Flor del Lago a la casa de Alex Novoa. Imaginar siquiera el portón de
alambre cuadriculado de esa finca los vuela y hasta les causa una prepálida. Pasa
el bus de los niños del Colegio Camilo Henríquez Sede Pedregoso: Una micro
antigua con puerta de madera manejada con desenfreno por Eliodoro Quilodrán,
quien va fumando dentro de la cabina con las puertas cerradas ya no llueve como
hace algunas horas, pero hace mucho frío y con cuatro niños que van atrasados a
clases. El chofer responde a la solicitud de transporte de los futbolistas y del
jugador de fútbol. Con el culo golpeadísimo por los saltos del maltrecho bus en el
ripio, los tres crack se bajan muy agradecidos a 200 metros de la entrada de la casa
de Alex Novoa. A pesar de que allí les esperan gramos y gramos de cáñamo,
Knabu Diogo saca una colita de la que fuma Millapán, aunque no Carlos Morales,
quien amablemente señala: “no le hago”.
Oráculo del Entrenador:
“Pero ¿Qué mierda, pero qué mierda me está diciendo señor Müller? ¿Qué
conchadesumadre se comió? ¿Le envenenó el yoghurt griego con cereales su nana? Me
extraña cómo, después de tanto que hemos conversado, anda usted proponiendo
profesionalizar el club. ¡Profesionalizar el club! Más encima usted ha usado epítetos que
aluden a una supuesta mediocridad y falta de horizontes por nuestra parte. ¿Qué
horizontes necesitas más que la línea de gol del enemigo, mierda? Y ustedes ¿Más encima
repitiendo el mismo discursito? Les empezó a crecer un cáncer mental con estas ideas de
mierda exitistas, ideologizadas, cual si el alma no se pusiera a regar la cancha en el fútbol
amateur. ¿Acaso ya no recuerdan que “amateur” es “amador”? ¿Acaso el amor es egoísta y
posesivo, lo suficiente para exigir la bullada profesionalización como prueba proxeneta de
amor único? ¡Negar la universalidad del amor y sus múltiples direcciones es cagarse en el
amor mismo, mierda! Carlos Morales: ¿Acaso quieres que el fútbol te consuma y te prive de
tu búsqueda de oro? Marcos Calfilaf: ¿Qué te va a decir tu familia cuando ya no puedas ir
a los talleres los sábados con tus pequeños porque tienes que cumplir con tu profesión de
futbolista? ¿Acaso vas a poder seguir despostando carne y sintiendo el olor de la sangre
cuando estés enfocado al cien en el fútbol de mercado, mierda? Lucho González: ¿Cuánto
tiempo vas a durar en el fútbol profesional sin que te suspendan por años por vertirte al
milenario arte de la piromanía y la pelea con pasión? ¿Acaso crees que hay respeto por el
fuego eterno del ser humano, vivo y rebosante en tí, en el dominio del hipócrita fair play?
Rafa: ¿Cuántos segundos durarás antes de ser formalizado por ejercicio ilegal de la
medicina? Nuestro refugio es, precisamente, nuestro amateurismo. Aquel fútbol que
creemos que allá nos espera ya lo tenemos aquí, en maridaje con nuestras modestas vidas
villarricenses. Y es típico este tópico de mierda pero es verdad y disculpen que les aburra
con este cliché, cliché que claramente no entienden ¡Por la mierda! El cliché supuestamente
obvio de que tenemos ya en nuestras manos lo soñado. Se olvidan de que su amor por
aquellas otras cosas, actividades o conceptos es lo que alimenta su amor por el fútbol. Y es
nuestro amado fútbol el que les nutre de energía para no desfallecer ante la policía de la
realidad, aquella que nos hace dejar de creer en los atípicos caminos que elegimos con la
convicción absoluta de quien disuelve su espíritu. ¿Van a abandonar sus pasiones? ¿Van a
abandonar sus pasiones, mierda? ¿Están dispuestos a ser mitades de seres humanos
deambulando buscando la plenitud en los baños de oro falso que les ofrece la
profesionalización? Descansen y piensen, mierda. Me voy a tomar un cafecito para pasar la
rabia.
Pésima decisión la de tomar café para pasar la rabia, pues el café es estimulante.
Ahí andaba, minutos después, pateando los cercos el Entrenador. En un círculo
bajo la llovizna, tres sábanas rellenas de Haze corren ardiendo en ciclo eterno. La
técnica enseñada por el dueño de casa para fumar bajo la lluvia es la siguiente:
Cigarro o chape sostenido por pulgar e índice mientras los otros tres dedos sirven
de techo, cual estadio. Alex Novoa invita a Bruno Silva, Walter Millapán, José
Ochoa se coló y a su secuaz Matías Wilson a conocer sus cultivos. Tiene un
galpón lleno de plantas cual si se tratara de un Amazonas in vitro. Si bien sus
instalaciones de madera, alambre y tubos de PVC son de aspecto rústico, la
tecnología de automatización de las luces LED, el riego y la ventilación del cáñamo
en crecimiento algunos en floración, lanzando un aroma que incluso a mí, en este
dominio irremediablemente abstracto, me hace tiritar es digna de un laboratorio
soviético.
Millapán vive, en ese instante, una extraña intuición. Le pide computador y acceso
a Internet a Novoa, quien accede sin problemas aunque sin mirarle, pues está
hipnotizado por los albores de la pelea que está a punto de ocurrir. Walter camina
hacia la pieza del cañamero, lugar donde reposa el computador que el mismo
Knabu Diogo armó.
Müller no piensa en parar ni distenderse. Le dice a Silva “Contesta, pu, peliento de
mierda. Contesta, hijo de la puta, contesta como le contestaba tu tía cuando le trabajaba a
mi papá y le chupaba el pico para comprarte los regalos de Navidad o en una de esas para
darte comida, hambreao culiao”. Silva se abalanza sobre Müller y le profiere cuatro
fuertes combos en la cara, provocando un río de sangre. El gringo se defiende y le
pega golpes también de puño en la oreja, sacándole también sangre de ahí al
capitán, aunque menos. Lucho González se lanza a separarlos y Calfilaf, con su
corpulencia, inmoviliza al gringo. Bruno Silva empieza, de inmediato, a llorar
desconsoladamente. Nadie sabe qué decir. El Entrenador está helado. Müller
incluso se ríe, con la boca ensangrentada, de las lágrimas de su compañero de
delantera.
Walter abre su correo. Es un mensaje de Scarlett con un archivo adjunto. Con un
ácido dolor de pecho, lo abre. Comienza a mirar y queda helado, inmóvil,
rompiéndose internamente la cabeza de su ser inmaterial en las paredes de su
cabaña mental.
El Entrenador mira a Müller, se acerca a él y, sin rodeos, lo expulsa del equipo. El
gringo mala onda responde que ya tiene un contrato firmado con Deportes Puerto
Montt, que se muda mañana y que su traspaso ni siquiera entra en conflicto con el
abandono de las pasiones argumentado por el Entrenador, pues, en sus palabras:
“Tengo la suerte de que mi otra pasión sea, de hecho, la Vanidad”. Escupe en el suelo
nuevamente, se retira de la finca, enciende su Dodge RAM y se retira del lugar
manejando en evidente estado de intemperancia. Lo paró la policía en la entrada
del puente, pues estaban haciendo alcotest. Al ver quien era, le pidieron disculpas.
Walter tiene su alma desgarrada, aunque un extraño placer hace que su sangre
sobajee lascivamente las paredes de sus venas y sus arterias. Scarlett le ha enviado
un video pornográfico donde ella comienza a desvestirse para la cámara para
luego hacer pasar a la escena a un hombre atlético y trigueño de pene gigante que
la penetra hasta llevarla a un visible orgasmo de squirting. Todo eso ocurre en 4
minutos, suficientes para que las lágrimas y las eyaculaciones se sincronicen en el
cuerpo del mejor jugador de fútbol de la Historia. Scarlett gime para la cámara y se
ríe mientras chupa los dedos del semental. En el apartado de destinatarios del
correo salen cuatro personas más, desconocidas para el jugador. En mi
omnisciencia, puedo señalar que se trata de otros personajes que también cortejan
a la amiga especial de Walter. Hacía poco que Scarlett le había dado un beso muy
corto, casi topón, a Millapán, en una tarde romántica en los columpios del Yachting
que fue escenario tragicómicamente perfecto para que, luego de aquel encuentro
fugaz entre sus bocas, ella le aclarara por enésima vez que eran sólo amigos, cual si
la amistad fuera un vínculo de tercera categoría.
Silva ya ve calma en su llorar cuando Walter vuelve, con ojos brillosos y pálido, al
patio donde se han vuelto a encender los cáñamos. Ambos se miran
profundamente, cual si cada uno alcanzara a ver la glándula pineal del otro a
través de sus translúcidas pupilas.
EL GRAN PARTIDO
La irrupción de Lanín FC, aquel humilde equipo proveniente de Villarrica, en el
sur de Chile, en el panorama futbolístico mundial, impactó la percepción del orbe,
enardeció las masas y encauzó la energía potencial propia del descontento
reprimido hacia un elemento que, por fin, logró identificarle y representarle. Los
discursos de izquierda y las vainas publicitarias perdieron toda seducción posible
ante los ojos de quienes no veían caer su padecimiento centenario y, ante esa
tensión irresuelta, el ejemplo de estos gladiadores encabezados por el titán Bruno
Silva e inspirados por la genialidad extraterrestre de Walter Millapán se convirtió,
súbitamente, en bandera de lucha de los indignados a nivel planetario. Todo
porque Lanín ganó la Copa Chile, luego la Sudamericana y luego el Mundial de
Clubes como equipo invitado excepcional. Y en toda esa Eneida a Lanín no le
marcaron un solo gol salvo el de aquel doloroso 1 a 1 en el Ester Roa de
Concepción frente al glorioso Club Deportivo Arturo Fernández Vial.
Los destellos de animosidad se fueron propagando y se convirtieron en revueltas.
La protesta se transformó luego en global cuando Jack Willis, filósofo
estadounidense, famoso comunicador de la plataforma YouTube y seguidor de la
Major League Soccer –que presenció la gira de Lanín por EEUU, donde la goleada
menos grosera fue del orden del 8 a 0 frente a Los Angeles Galaxy lanzó su
famoso video titulado “La Nueva Doctrina del Fútbol para la Paz”, donde resumió
en poco más de 6 minutos la idea de que los procesos mundiales, la economía, las
decisiones políticas y, al fin y al cabo, las decisiones públicas y organizacionales en
general se basaran en el juego del Fútbol, suprimiendo el valor del dinero. Willis
incitaba a la masa mundial a “abandonar el dinero, saquear los supermercados y tiendas
sólo con lo necesario (…) saquear las armerías y dotarse con pistolas, granadas y fusiles
para usarlos contra los policías y militares que no se les unan y que les impidan avanzar o
les amenacen (…) instaurar el fútbol como única ley, donde los asesinatos se cambien por
tarjetas rojas, las faltas de juego sean el único daño existente entre los humanos y los goles
irradien felicidad a todos quienes comulguen con quienes lo marcan (…) que la única
rivalidad entre grupos humanos sea a partir de una camiseta y se manifieste sólo en el
diálogo y discusión futbolera y, por supuesto, en el juego mismo de pelota”. Producto de la
viralización de este mensaje y los anuncios de distintos gobiernos respecto al
endurecimiento de la represión –donde, tristemente, ha destacado la Matanza de
Belo Horizonte, donde el ejército brasileño ha asesinado con uso de metrallas
pesadas a cerca de 45.000 espectadores del clásico entre Cruzeiro y Atlético
Mineiro que se unieron para impedir el paso de la policía hacia dentro del estadio
Mineirão, en cuyo círculo central de cancha se instalaron y lanzaron 14 proyectiles
financiados por Anonymous y que derribaron parte importante del edificio de la
minera BHP Billiton en la ciudad, han proliferado explosiones de protestas y
huelgas rápidamente en todo el planeta en un espacio de tiempo inferior a dos
semanas. Ha paralizado el 71% de la producción económica mundial y se han
quemado los parlamentos de Brasil, Francia, Estados Unidos, Alemania, Argentina,
Uruguay, Costa Rica, Australia y Namibia. Las pérdidas del grupo Walmart han
sido declaradas por su departamento de RRHH como “totales y catastróficas”. Las
Bolsas de Comercio han vivido una caída peor que la de 1929, con previsiones de
“pobreza mundial sin solución durante 20 años” que, no obstante, contrastan
groseramente con la abundancia presente en los barrios humildes de las
principales ciudades del orbe, donde incluso se han empezado a ocupar, como en
el caso de Paramaribo, en Surinam, materiales de construcción y de mecánica
industrial para construir lo que la periodista y líder de revueltas ítalovenezolana
Alejandrina Pastorelli ha llamado la “Primera Revolución Popular Industrial”,
proceso histórico alojado en galpones rurales en los que los obreros y sus familias
han decidido vivir en hogares comunitarios, con ollas comunes gourmet,
producción de tecnologías de telecomunicaciones orientadas al montaje de redes
populares de datos y a la construcción de un nuevo Internet Libre, confección de
muebles y objetos mediante artesanía y de propiedad de la comunidad y
regímenes de trabajo relajados, sin horarios fijos y donde el fútbol constituye el
50% del tiempo total de trabajo, siendo practicado en distintas modalidades, en
diseños más libres que el clásico competitivo y acompañados, claramente, de
brebajes y sustancias estimulantes. Por su parte, 70 mil personas desnudas han
ocupado El Vaticano para protagonizar una orgía de dimensiones sodomitas
acompañada de un saqueo masivo a los Museos Vaticanos. Activistas del
Movimiento Cristiano Ronaldo por la Liberación CRLM, por sus siglas en inglés han
prendido fuego a refinerías y asentamientos petroleros en Medio Oriente, han
hecho ocupación forzosa de los lujosos y grandilocuentes estadios de Qatar y, por
cierto, participaron en el enfrentamiento armado conocido como La Gran Masacre
de Tel Aviv, donde el fuego cruzado entre el ejército de Israel y el MCRL dejó más
de 1400 víctimas fatales. Las principales cadenas de noticias tradicionales alarman
a la población de modo inútil y culpan a tal movimiento y a su símil
latinoamericano, la Brigada Garrincha, de haber planificado “asaltos extrañamente
bien diseñados” a arsenales de guerra de distintos países, desestabilizando el
poder militar de las naciones y causando “La Primera Gran Emergencia de la
Historia de la Humanidad (…) superior a la crisis de los misiles”. El Presidente de
los Estados Unidos de América ha hablado en cadena nacional a todo el globo
reconociendo “una situación de política internacional crítica y de imposible pronóstico
(…) causada a partir de un ímpetu irracional y populista basado en una pasión absurda y
macabra por el soccer (…) que, francamente, ha puesto en total amenaza la gobernabilidad
mundial, la eficacia de los ejércitos de las naciones y la mantención del orden mismo que
sostiene la vida civilizada sobre el planeta (…) y que nos obliga a buscar una salida de
finísima agudeza diplomática y que, de hecho, obligue a ambas partes del conflicto a aceptar
su decisión final (…) estamos ante una contingencia en que no se decide nada menos
crucial que el controlador mismo del destino de la Tierra entre las instituciones y el
fanatismo enfermo”.
Para dirimir quién controlará la Tierra, la pugna entre el Futbolismo y el Complejo
MilitarindustrialComercial –conocido por sus siglas CMIC se resolverá en un
escenario cuyo diseño sea considerado neutral por una comisión compuesta de
diplomáticos, legisladores, actores, deportistas de otras disciplinas distintas a la
implicada, youtubers, médicos y electricistas, entre otros. Corresponde a una
cancha de 20 por 10 kilómetros, planicie total, ubicada en la pampa argentina a la
altura de General Roca, frente a Temuco. Tierras conocidas por los de Lanín, que
jugarán con su formación clásica menos Müller contra la Selección del Mundo.
Los del Entrenador van por el Futbolismo; la selección de selecciones, por el CMIC.
Simple. El punto es que Müller juega para la Selección del Mundo, obligando a
Lanín a pasar desde el 343 clásico a un 442 aún más clásico con Soldado Rojas y
Bruno Silva como segundo delantero y 9, respectivamente. Millapán se corre a la
izquierda para dar lugar a un adelantado y algo más centrado Novoa. José Ochoa
toma el lateral derecho, espejo de Wilson. La defensa, incombustible. Morales, con
miedo. El partido va a durar seis días, sin entretiempo ni cambio de lado. Si
empatan, van a un alargue de 2 días; si siguen empatados, una tanda en el que
gana el mejor de 6 penales, 3 cada uno. Cada equipo puede levantar tres carpas de
refugio. Se advierte presencia de campo minado en cantidades y ubicaciones no
entregadas. Pueden hacer fuego en el campo sólo entre 22:00 PM y 08:00 AM. No
se descarta que algunos jugadores de la Selección del Mundo estén armados. Lanín
no lo tiene permitido; se pide respetar el monopolio de las armas.
Los androides de la línea Gambet, que son 16 en total, fueron construidos por los
equipos liderados por Elon Musk en su multinacional SpaceX. Poseen
amortiguación en todas sus extremidades, autonomía de 15 días sin necesidad de
alimentación de la red eléctrica, sistemas hidráulicos y dispositivos electrónicos
que permiten movimientos imposibles para un cuerpo humano tanto en fineza
como en rapidez y resistencia. En sus últimas pruebas de prototipo, el Gambet 14,
diseñado como delantero centro, ejecutó un tiro con pelota detenida que llegó a los
220 kilómetros por hora, casi el doble de lo logrado por Roberto Carlos ante los
franceses en ese efecto de miel. Dobló levemente el travesaño donde chocó. De
todos modos, su ingeniería está orientada a optimizar las acciones para un juego
limpio y eficiente, aunque los ejemplares que jugarían en este Gran Partido
pasaron por una revisión de las agencias de inteligencia de Estados Unidos e Israel.
Lanín FC llega en avión desde su lugar de concentración en Corea del Norte, país
que aceptó amablemente ser patrocinador oficial del Futbolismo y de sus
representantes en cancha. Mientras, la Selección del Mundo se prepara en los
laboratorios aledaños a la planicie de la pampa argentina. Hordas de
hinchas/manifestantes a esta altura son virtuosamente sinónimos se acercan en
trenes y buses repletos que colapsan las carreteras del país. La organización no ha
dispuesto tribunas, pero puede mirar desde la cerca quien desee probar suerte
respecto a alcanzar a ver al menos una jugada del inmenso campo. El perímetro
está custodiado debidamente por los ejércitos británico, francés, estadounidense y
chino. Existe ley marcial estricta dentro: Quien no paga el derecho de asomarse al
cerco más de catorce mil euros, cerca de once millones de pesos chilenos y es
sorprendido dentro del perímetro será reducido por las fuerzas de orden.
Asesinado, en pocas vueltas. Transmite DirecTV, FOX Sports Premium y CDF
Premium, obviamente; el Básico televisa los asesinatos fuera del campo para el
territorio nacional chileno.
En el camarín, el Entrenador arma un altar. Tiene una calavera humana no quiero
recordar de quién es, una vela que enciende en su interior está quebrada en el
cráneo y la abertura permite introducir una vela bastante gruesa y su buzo de
Entrenador bajo ello puesto como mantel. El Entrenador está desnudo. Los
jugadores están silentes; no es entusiasmo, precisamente, lo que les embarga. Ya no
son los partidos en los galpones de Eltume o los prados junto a los arándanos en
Villarrica. Están ahora sumergidos en una pesadilla irracional en la que enfrentan
la paradójica condición del héroe: Aborrecer la batalla al mismo tiempo en que se
le asume. Hoy, la muerte deja de ser oratoria y pasa a ser riesgo de carne. Millapán
observa parpadear las luces LED que iluminan el vestíbulo. Bruno Silva toca
guitarra con la mirada perdida en un punto vacío. Lucho González está borracho
con vino como nunca antes lo estuvo, aunque su conducta se encuentra contenida.
El Entrenador se para junto al altar y prende un cigarro marca Hilton.
Oráculo del Entrenador:
“Hasta que la muerte nos encontró aquí, dispuestos a dejar de jugar con las palabras
invocándole de manera sarcástica o poética. Hoy estamos atrapados en este, el circo romano
más cruel que nos podría haber tocado vivir. Al mismo tiempo, nos encontramos en una
circunstancia histórica de oportunidad de liberación que nunca antes fue vista ni escrita.
Los poderes de fuego están igualados y, lisa y llanamente, es el fútbol o morir. Ellos pueden
masacrarse mutuamente con sus fuerzas parejas en armas o, lo que es mejor, proyectar su
deseo de asesinar en nosotros, peones de ajedrez húmedo, que tenemos que correr kilómetros
y exponernos a ser desmembrados por una mina antipersonal. Ojo que yo también puedo
caer muerto. Todos podemos caer muertos. En algún momento lo habremos de hacer, de
todos modos, pero es altamente probable que la fecha de nuestros decesos se encuentre
dentro de lo que dure este partido. Que la fortuna nos permita librarnos de la maldad y la
violencia, queridos amigos y compañeros. Yo los dirigiré desnudo para que no se olviden
que ustedes visten la camiseta de Lanín. Es lo único que los viste hoy ante esta providencia
tan poco solidaria. Yo dirigiré desnudo para que se impacten con mi cuerpo, para que se
rían, para que siempre una directriz técnica lleve una pildorita de lo grotesco que les ayude
a tener fe en otros infiernos más honorables y más poderosos. Hablaré con ustedes mediante
los radiotransmisores que llevan; el vital tranquilo de mi voz primer atisbo de
pensamiento político del Entrenador tratará de no ser acallado. Les hablaré del temple
cuando esta niebla espesa que comienza a cubrir el campo les esconda de toda esperanza.
Hablaré de lo que sea con tal de que se arrimen al lazo que nos sostiene de no hundirnos en
el pantano de la desesperanza.
Vayan y destruyan a estos conchasdesumadre. Incluido Müller, delantero rastrero siguen
los guiños de la salida del closet político por parte del estratega de los lacustres,
junto a todos estos futbolistas de mierda traidores, decepción de mis decepciones, seres que
admiraba tanto y sobre los que, sinceramente, salvo en el caso de Müller, no me explico por
qué juegan allí. Mbappé, hace poco, había dicho que apoyaba el Futbolismo. No es que me
interese mucho todo este delirio del Futbolismo, cabros. Si al final estamos aquí a partir de
una hebra bien absurda de situaciones. A esos robots de mierda péguenle como si fueran
latas caídas del techo en uno de nuestros temporales. Hagan mierda esas cagás. No tengo
mucho ánimo de gritar pero sí de elevar el tono de mis palabras. Viva Lanín, por la gran re
conchasgrandedesumadredesupadre, Viva Lanín, incluso ante la muerte. Muera
Lanín, si así simplemente ocurre. No fuimos llamados a morir. No buscamos morir. Ni
destino ni libre albedrío. Tampoco fuimos arrojados aquí. Y los procesos sociales que aquí se
pelean, para los cuales hemos sido utilizados, no nos corresponden; somos subyugados por
causalidades conocidas pero la historia nos arrastró hasta acá sin preguntarnos. No soy
sujeto de esta historia. La filosofía se fue de este estadio, mierda. No hay explicaciones. Hay
canillas que golpear. Hay goles que meterle por la raja y por las orejas a los culiaos estos.
Hay una muerte a la que hay que mirar a la cara. Hay una vida que no es vida si no
renunciamos a ella. Hay una vida que no es vida si no renunciamos a ella, mierda. A ganar
este partido, conchasdesumadre. Y déjenme abrazarlos como si fuera la última vez, por
favor.
Nadie llora. Nadie aplaude. Nadie grita. El silencio resultó ser, en ese instante, la
arenga más majestuosa y ruidosa que jamás se hayan regalado.
Salen a la cancha los equipos acompañados de Héctor Elizondo, histórico árbitro
argentino. La terna está compuesta por él como único humano: El VAR, los jueces
de línea y el cuarto árbitro son asumidos por un sistema de dispositivos de
inteligencia artificial conocida como VARX que adivinen fue también donada
por Elon Musk para este magno evento que une política con fútbol en un debate
acerca de la filosofía a seguir en la gestión de la aldea global. Se lee hermoso. Tanto
Elizondo como los equipos se dirigen al círculo central en transfer auspiciado por la
línea aérea Emirates. Se sacan la foto oficial; Alex Novoa muestra una lágrima
saliendo de su ojo izquierdo. Todo es silencio. La planicie hacia todos lados es
infinita. Apenas se ven cerros muy lejos, apenas como ondas que dibujan
horizontes. El pasto es verde inmaculado, aunque se nota que son especímenes
desarraigados. No como en Villarrica.
Pitazo inicial. Esta vez no hubo pitazo paralelo para Wilson ni Novoa porque les
confiscaron todo al volver desde Corea del Norte a Argentina.
Día 1. Comienzan tocando los de la Selección del Mundo. Müller está en la banca.
Juegan con pases extremadamente largos, aunque aún el juego se manifiesta
dentro del espacio de una cancha común de fútbol profesional. Knabu Diogo logra
robarle una pelota al androide delantero derecho y comienza a correr como cohete
hacia adelante y en diagonal hacia el extremo de la cancha. Lo persigue Mbappé y
casi lo va alcanzando pero el angoleño corre más fuerte. Se acerca un androide y
bota Diogo, lesionándolo. El androide conecta con Mbappé y ambos corren en
diagonal saliente también pero hacia el arco de Lanín. Persigue Matías Wilson
infructuosamente. Calfilaf trata de buscar con catalejos si ubica un punto al que
pueda identificar como Carlos Morales con un mínimo de confianza. Nada. Corre
lo que puede no es tampoco su fuerte y no puede alcanzar a Mbappé con el
androide Gambet09. Luego de un rato, Mbappé no puede alcanzar a su
compañero mecánico. Por radio le avisan a Morales que en cerca de 20 minutos su
portería será atacada por un robot que puede matarlo de un pelotazo. El arquero es
el primero que esboza una sonrisa en todo este largo y agrio momento.
Día 2. Carlos Morales sigue esperando que llegue el androide. Se perdió la pelota.
Luka Modric se saca fotos con Bruno Silva y Walter Millapán para subirlas a
Instagram. Lucho González empieza a armar la carpa con la fuerza y la
coordinación máxima que le permiten los 6 litros de vino en el cuerpo y el detalle
no menor de que es capaz de armar una tienda con una mano mientras con la otra
sostiene un Don Toco. A las 3 de la tarde, comienza a caer una niebla que aumenta
de a poco su espesor. A las 5, sólo se ve a 40 metros. A las 6, la visibilidad no
supera los 3 metros. Algunos jugadores, como Knabu Diogo, Matías Wilson,
Samuel Umtiti o Domagoj Vida, han quedado extraviados. Todo por la búsqueda
de la pelota.
Ya al atardecer, la niebla continúa impávida volviendo todo más difícil. Nada se
sabe de la pelota y, en cambio, se comunican otras noticias o avisos de interés
llámense como sea a los jugadores: Las minas antipersonales dispuestas en el
campo de juego se activarán sólo ante un jugador de Lanín, protegiendo con un
dispositivo de seguridad a quienes visten la camiseta de la Selección del Mundo.
Walter Millapán se toma la cabeza mientras Carlos Morales, que escucha aquella
información desde un parlante integrado en su arco, comienza a llorar
desconsoladamente tanto por miedo como por soledad, profundo desconsuelo
asociado a que el guardameta, fiel a sus vallas, lleva más de un día sin ver a otro
ser humano, sin tocar la pelota y sin apenas ver algún cambio en su entorno,
neblina monótona de sensación asesina.
Oráculo del Entrenador:
“No tiene mucho sentido llorar en estos momentos su voz es calma y triste en que no
hay hombro que quiera consolarnos dando sepultura tierna a nuestras lágrimas. La ternura
nos abandonó y nuestras lágrimas son sal y agua que perdemos en cuanto nutrientes.
Aguántense las ganas de llorar y boten esos mismos líquidos mediante el meado. Sí, meen.
Hay tanta neblina que nuestros monitores mutaron a sensores de calor; eso ocurre tanto en
las pantallas técnicas como en los televisores de las millones de personas que siguen este
fatídico encuentro de muerte. Meen y tomen agua de la misma neblina, pues es el único
vaso que tendrán. Yo mismo, que sigo desnudo, tomé mis calcetines que, por suerte no
estaban tan sucios y los convertí en medios de recolección de gotas de agua para poder
hidratarme porque estos conchasdesumadre no convidan ni un manguerazo de agua para
la gente que tiene sed pero tienen agua vitaminizada para sus jugadores, volviendo bien
extrema, cliché y asquerosamente poco original esta situación de injusticia o parcialidad yo
como omnisciente estoy de acuerdo con que es terrible narrar estas injusticias tan
burdas; pero ocurren ¿las omito por simple estilísitica, al más puro estilo del
irracionalismo que dio lugar al fascismo?, sumando a ello que nuestro camarín tiene
ya las duchas malas y que nos robaron una mochila de adentro, la de Rafa Jorquera. Y la
administración rehúsa hacerse cargo y se ríe de mí cuando les aviso ¡Se me va a olvidar que
son la cumbre de los poderosos y los voy a putear aunque ello me valga el fusilamiento,
mierda!.
Oscura y densa niebla. Llega la noche y Lucho González arma una fogata con un
pedazo de robot que se cayó de uno de los androides, quien o “que” inició
demasiado rápido un movimiento. Estos robot ecológicos cuentan con un 34% de
madera dentro de su estructura, lo cual le da algo más de un 0,34 de probabilidad
de funcionar adecuadamente como leña. En algún momento, el defensa pirómano
de Lanín señala que, si así fuera necesario, estaría dispuesto a donar su mismo
brazo si de armar llama se trata. El fuego algo permite ampliar la visibilidad dentro
de la amarga y espera niebla. Se observan espectros en los cuales se ha de confiar.
Knabu Diogo tiene mucha pena y sueño. Mira detenidamente una postal de
Luanda de la hermosa Ilha de Luanda y piensa en situaciones muy tristes y
macabras que vivió cuando adolescente. Trabajaba ya hacía años cuando su jefe en
la administración de una concesionaria llamada Angolauto, en su siempre
recordada avenida N’Gola Kiluanje, café y gris en su aire circundante se adueñó,
así, sin más, de su querida CPU ochentera, novedosa para el África atlántica en
aquellos años. Está triste pues siente una impotencia similar a la de entonces.
Intenta masturbarse, rememorando tiempos y escenas en las que fue aceitado como
a un dios se le aceita, pero su esfuerzo por llevar la sensación vital hacia otro color
fue en vano. La muerte transmitía en cadena nacional hacia todas las distintas
dimensiones posibles de imaginar. Bruno Silva lleva un minisintetizador Korg en
su bolsillo, decidido inquebrantablemente a hacerse acompañar de algún
instrumento musical. Comenzó a intentar pregones sin letra con el fondo del
oscilador de su pequeño, potente y atrapante instrumento. A los dos minutos, se
aburrió y guardó todo elemento musical, incluyendo su voz. La desesperanza
puede resultar muy aburrida, de hecho, cuando el miedo ya se ha hartado de arder
sin vacaciones.
Día 3. La niebla ahora es blanca y succiona sin embargo, como agujero negro
todo lo medible. Knabu Diogo ha muerto. Fue asesinado en la noche por un
androide Gambet. Mientras dormía con la postal de Luanda como peluche sobre su
experimentado pecho, el robot sacó un brazo con punta de cuchillo carnicero
idéntico a un cuchillo carnicero, en un especial detalle de los diseñadores y
diseñadoras que trabajan innovando en SpaceX y, torpemente agregando con ello
letalidad, comenzó a apuñalar sin posibilidad de piedad al angoleño defensa de
Lanín, aquel que corrió desde San Antonio a Estación Central. Perforó primero su
pecho, luego su cara, a continuación la yugular y finalizó con una ráfaga de
cuchillazos en todo el cuerpo. La muerte de Knabu Diogo pareció un fatality de
juego de pelea. Pero nada de lúdico fue para Silva y Lucho González ver a su
amigo, allí, habiendo sido desmembrado por la mano de la crueldad. Lucho
González comenzó a llorar con el pecho apretado su rústica masculinidad
campesina no aceptaba el llanto sin vino y con los dientes a punto de salirse por
resistir, mandíbula junto a mandíbula, los vientos internos de la rabia asesina, la
rabia de odio, la que nace y muere en odio. Silva comenzó a vomitar junto al
cuerpo en descomposición. La poza de sangre llega a los estoperoles de los deudos.
Niebla espesa. Silva grita “¡Lanín, reunión acá!” con una voz estridente esperanzada
de hallar eco en alguna pared que rompa la condena de la planicie.
Vacío.
Lucho González cava con la mano para hallar una piedra. Luego, cava con esa
misma piedra para hallar un guijarro grande. Luego, el mismo guijarro es usado
como pala para cavar una tumba para el negro amado de Villarrica.
Niebla aún más espesa. Silva grita en el intento 34: “¡Lanín! ¡Reunión acá, mierda,
reunión, mataron al negro, mataron al negro! ¡Reunión!”.
Vacío. Incluso si decimos “vacío”, el acto de nombrarlo disminuye la sensación que
debemos tener para siquiera imaginar lo que sintieron Lucho González y Bruno
Silva en aquel momento. Un vacío que quemaba sus córneas y disolvía en ácido su
respiración.
Oráculo del Entrenador:
“El racismo fue el primero en patear penales. Si había una primera muerte, debía ser
aquella, tan frívolamente clásica, compuesta de un horror de especial gusto de los que
armaron este partido, ya nada de interesados en lo políticamente correcto ni en las
convenciones sociales. Ya no tienen utilidad ni sentido. Mataron al angoleño. Mataron al
portador de mi horizonte. Y yo que pensé, en algún momento ínfimo, que quizás no iban a
matar a nadie, que serían sólo rumores internos de las mentes”.
Vací/
Día 4. Ni rastros de la pelota. La niebla sigue cada vez más densa. Carlos Morales
no está muy metido en el partido: Probablemente el jugador más cercano está a
más de 5 kilómetros y su intuición apuntó bien cerca, porque desde mi
omnisciencia puedo constatar de que la distancia era 5,32 km. y ello desemboca en
que el guardavallas de Lanín está más preocupado de buscar pepitas de oro en una
napa subterránea que detectó a pura paila, escuchando las entrañas de la tierra,
aquella enmascarada en superficie plana de campo. Todo se ve blanco a su
alrededor. Ha salido el sol cuatro veces y se ha puesto tres y todo ha sido un piso
verde dentro de una atmósfera blanca que le engulle.
Morales sale a caminar, con una extraña tranquilidad, hacia el terreno circundante
de la cancha. Piensa para sí: “Si es cancha, será plano para allá me imagino”. Morirá en
esta caminata, algunas horas después, debido a que explotó una mina antipersonal
bajo él. Sea la frase anterior un letrero en la ruta de lectura. Un acuerdo secreto
entre ustedes, quienes leen, y mi omnisciencia. Morales aún no sabe que va a
morir. Guarden el secreto. Antes de su deceso, el arquero caminó holgadamente
surcando senderos planos en la nada. La niebla parece casi humo; sólo su
agradable sensación al tacto de los pómulos le permite diferenciarse del espectro
que sale del fuego. Incluso ha pasado que ni el piso ni los pies se ven. Morales
caminó por tacto en una plataforma blanca con ribetes de infinito.
Pasan varios minutos: Blanco.
Pasa una hora. Digo: Blanco.
Todo es blanco durante 2 horas y media. Luego de eso, divisa una perturbación
espacial en el blanco. la regularidad se pierde en un sector del campo visible en el
que se observa textura por una modificación de la superficie. Se acerca a la
perturbación, cada vez más clara y tornándose figura esférica en la atenta
percepción del notable arquero de Lanín.
¡Viene la pelota! Morales manda todas las tropas de su ser a responder al llamado
de alerta. Aquella que es escasa como una pepita de oro en el viento: La pelota,
travestida también en el nombre de “balón/
No era la pelota. Desazón ya conocida y trillada para el corazón del eterno
persecutor del oro rociado por los dioses al preparar este pastel terroso al que
nuestros pies se aferran. Morales se sigue acercando a aquella esfera perturbadora.
Es algo más grande que un balón. Se acerca. Es mucho más grande que un balón,
aunque no es un objeto inmenso u ominoso; “debe ser del porte de un auto, más o
menos”, declaró hacia sí el guardameta. Llega al objeto y, luego de palpar su fría y
lisa superficie, pensó que se trataba de una nave espacial o de alguna maqueta de
tópico parecido. Al recorrer la circunferencia horizontal de tal objeto, halla una
puerta abierta. Se asoma con suicida curiosidad hacia el interior. Se ven controles,
tableros y pantallas en un alfabeto que le resultaba irreconocible y que no quiso
leer con la suficiente atención. En un quiebre instantáneo, el estado de alerta se
volvió a apropiar de él. Pensó en que ese objeto podría ser un arma o una bomba o,
peor aún, una cámara de tortura. Salió corriendo fuera de sí, con el miedo
desmembrando su dignidad al correr despavorido y desorientado. Bastaron tres
minutos de trote tenso para que las probabilidades le cazaran.
Tal fue la explosión que uno de los dientes de Carlos Morales saltó, bañado en un
pegadizo coágulo de sangre endurecida, agelatinada, vuelta ñache, a más de 350
metros. Ello despertó de un meditativo letargo a Juan Manuel Rojas, soldado de
Cristo nojesuita, que vio manchada su rodilla de un proyectil que resultó ser el
diente de aquel que escarbó hasta el mismo huerto del diablo por encontrar un
mísero miligramo de la orina solidificada de los dioses. Su diente no era de oro. Su
anillo de matrimonio, incluso, era de plata esterlina pintada. Quedó depositado
bajo un caprichoso pedazo irregular de tierra, aquella bajo la cual sepultaron a
Bruno Silva, que murió acribillado hace más de nueve horas por otro androide
Gambet de SpaceX. Müller está sentado junto a la improvisada tumba de su otrora
camarada de ataque tumba que el mismo gringo cavó y tapó luego de hallar los
restos destruidos en su recorrido por la niebla buscando sucesos de fútbol,
cabizbajo como quien no huele más vida, culposo como el alma e impune como la
Historia.
Día 5. Un androide Gambet ha asesinado a Alex Novoa y Matías Wilson mediante
la ejecución de la trampa obra de reuniones entre diseñadores y programadores
de SpaceX consistente en disfrazar hongos venenosos de hongos alucinógenos. De
todas las muertes, quizás la más imbécil y evitable, aunque no por eso menos triste.
De hecho, ¿acaso la compulsión a comer esos hongos parte de la pasión de vida de
estos dos magnos futbolistas quita gravedad u horror al acto de matarles? ¿Es
acaso la presa culpable de caer? ¿Acaso no es maldecible ni germen tóxico de
venganza? Ni siquiera tuvieron regalo de despedida; los hongos simplemente les
dieron dolor horribles de estómago seguidos de un desmayo del que jamás
despertaron.
Oráculo del Entrenador:
“Los matan por expresar la libertad que envidia nuestras almas alejadas de lo celeste. Los
matan, mierda, los matan sin piedad, dándoles un dolor que carcome el existir, que asesina
la esperanza que funda la voluntad de querer seguir viviendo, alargándoles incluso la
agonía. Lamentablemente sé quienes están tras bambalinas en este teatro de insensibilidad
y crueldad. Matarlos, mierda. Los están matando y no sienten culpa. Los están matando
como quien fumiga una casa, por la mierda, sistemáticamente, cuidando no descuidar
pedazo alguno sin vertir exterminio, con ausencia absoluta de piedad, de mirada piadosa, de
mano piadosa o acaso un mínimo deseo de bien que podamos acaso imaginar quienes
tiritamos ante la estampida implacable de crueldad”.
Luego de llorar durante cerca de tres horas, Millapán redirige su energía hacia un
análisis de la situación. Parte con la certeza de que se encuentra en algún lado del
campo y que no existe probabilidad de que otro tenga el balón, pues está en su
poder. Sabe que es un electrón en una nube de posibilidades dentro de la niebla;
pasa de la conciencia de estar nublado a la constatación de su potencial de
invisibilidad y de indeterminación. Piensa en los tres estados que podrían
presentar los jugadores que se encuentren con él, a saber: a) compañeros de Lanín,
con la vista tan nublada como la suya, probablemente interferidos de manera
considerable por el miedo aunque equipados con el transmisor que les permite
escuchar el soliloquio triste del Entrenador, abatido pero con la claridad propia del
que espera la muerte inminente; b) jugadores humanos de la Selección del Mundo,
de dudosa adscripción genuina a la causa del Complejo Militar Industrial
Comercial, presionados a actuar y, por tanto, sujetos a una probabilidad de
impulsividad y a otra de duda bajo la forma del análisisparálisis, con detención
suficiente en sus acciones como para interferir mediante quite o falta táctica; y c)
Androides Gambet, peligrosísimos en cuanto dispuestos a matar, aventajados en la
detección por sus sensores térmicos y magnéticos, desposeídos del sentido de
piedad aunque también de la posibilidad de insidia propia del humano encarnado,
así como también con un operar de máquina limitado a sus algoritmos y, en ese
sentido, vulnerables en un sentido absoluto frente a la mente humana, raíz y autor
del sistema lógico que posibilita su propía existencia como robots. Walter Millapán
es a los androides tal como el dios más magnánimo es a la criatura más indefensa,
expuesta en su pequeñez y también en su estructura, dado que aquel dios no tiene
sólo el poder, sino que además la llave y, sobre todo, el patrón.
Rafa Jorquera ha sido asesinado por la espalda por el mismo androide Gambet. En
rigor, supuestamente el mismo; Millapán asume que estos robots, por ser
exactamente iguales salvo por el número de chasis que tienen en sus fierros
interiores, inaccesibles a primera vista, han de ser pensados teniendo en cuenta el
Principio de Exclusión de Pauli no se trata de partículas subatómicas, pero sí de
una situación análoga, sabiendo que no podemos identificar si el androide que
aparece en un momento y lugar determinado del partido, diferenciándose ante sus
ojos entre la niebla, es el mismo que se vio alguna otra vez. No son robots
verosímilmente diferenciables. Eso no impide, en todo caso, dañarlos
sistemáticamente hasta destruirles, pese a que su fugacidad de aparición permite
realizarles pocas marcas que les vuelvan diferenciables en un próximo
avistamiento. Todo esto, de hecho, se conjetura pensando en que sean apenas
posibles de anticipar en cuanto a su aparición, siendo que a Rafa Jorquera lo
mataron sin que él pudiera siquiera advertir su acecho. De hecho, al momento de
ser asesinado, Rafa estaba atendiendo a Marcos Calfilaf, quien recibió una
explosión de mina antipersonal en su pierna, que quedó quebrada aunque con
posibilidad de recuperación gracias a la notable velocidad de reflejo del último
hombre de Lanín, centinela de la dignidad. Rafa Jorquera murió en su insistencia
por ejercer como médico, aquella profesión que la hipócrita moral y la corrupta ley
le quitaron por tirar salvavidas a personas desesperadas en Villarrica, por dar
licencias falsas más verdaderas que las prescripciones en regla; verdaderas, en
cuanto sí apuntaban, claramente, a la sanación del alma explotada que ve en un
papel médico un respiro, una luz de túnel o una acreditación de su dolor.
Día 6. Últimas 24 horas de tiempo reglamentario. De Lanín quedan vivos Lucho
González, Marcos Calfilaf herido, Walter Millapán, José Ochoa y Juan Manuel
“Soldado” Rojas. No hay arquero. No hay capitán. No hay fútbol. No ha habido
una mísera pizca de fútbol en estos días que sólo han sido monumento a la muerte.
La sensación de podredumbre es generalizada; incluso Domagoj Vida y Kylian
Mbappé, ya avergonzados de vestir la camiseta de la Selección del Mundo, han
vomitado luego de encontrar restos humanos ensangrentados en el pasto de esta
inmensa cancha de 20 por 10 kilómetros cubierta de niebla. Un espectáculo
absurdo que la gente sigue por televisión, aunque escuchando narraciones
manipuladas por los canales de fútbol, tribunas en las que los comentaristas han
estado deshaciéndose en análisis rebuscados que, de hecho, son movidos por
varias presiones. Una de ellas es la de apologizar la violencia de Estado frente al
que llamaron “caos social” sin error lógico pero sí con mezquindad de criterio para
dar nacimiento a esas palabras. No hay fútbol. No hay fútbol salvo el de Millapán,
el que porta la pelota hace días y que avanza en trayectorias indeterminadas
deteniéndose para dormir o para comer barritas de cereal, única colación permitida
traída por él mismo frente al cierto riesgo de recibir comida envenenada por parte
del CMIC. Walter busca la irregularidad para dificultar la búsqueda de patrones
como modo de rastreo de los Gambet.
La niebla no baja su espesor, aspirando a ser infinita. Lucho González deambula
llorando como pocas veces lo hace. Divisa, a lo lejos, una camiseta blanca de la
Selección del Mundo. Está botada en el pasto con el dorsal y número
correspondiente a Arturo Vidal. Junto a ella, una nota reza: “Estoy mal, mi familia
está mal, sí fue mi culpa, gracias por nada”. Husmeando en el terreno cercano, detecta
minas antipersonales muy bien camufladas bajo los pliegues de los pastos tímidos
que logran crecer en la pampa argentina. Se aleja, escarba en el suelo, encuentra
una piedrecilla del tamaño de una arveja y la tira, con puntería chuntería de ñipa
de bosque, a la mina recién detectada.
Explosión.
El monje Juan Manuel Rojas se encuentra meditando hace más de dos días. Antes
de eso, blasfemó como pocos humanos quizás lo han hecho. Dijo improperios a
Dios hasta que se le acabaron las palabras soeces. Escupió, meó, vomitó se indujo
el vómito luego de ver restos humanos; en específico, un antebrazo de alguien que
no quisiera recordar porque me va a dar mucha pena y hasta cubrió con semen su
crucifijo personal. Eso último lo logró masturbándose pensando en la imagen de
Dios y hablándole de manera sadomasoquista mientras lo hacía. Luego, vivió un
breve éxtasis de temblores y secreción de espuma en la boca para luego verse
arrojado en el mismo sinsentido en el que empezó. Decidió, después de dos horas
de desorientación en la desorientación, aceptar la vacuidad y sentir su encarnación
mediante la meditación. Recordó sus libros de Francisco Varela, aquellos que
alguna vez le regalaron unos monjes Hare Krishna que llegaron de misión a Pucón
durante uno de aquellos tantos veranos de fulgor del alma bajo las luces azuladas
de la mañana estival lacustre. Trascendió la idea de Dios al estar rodeado de lo
horrible.
Pitazo final. Terminaron los seis días. Vienen dos de alargue, pues el partido
terminó 00. Obvio, si sólo ha sido masacre.
Oráculo del Entrenador:
“Y tienen la cara y la moral para tocar el silbato de final de partido como si hubiera existido
algo de deporte, mierda. Mataron a mis cabros. Mataron a mis queridos amigos, colegas,
jugadores del equipo más noble y diablo que ha existido, diablo en cuanto imperfecto y noble
en cuanto apuntando siempre al honor y a la excelencia en fútbol. Cabros humildes que
hacían esfuerzos sobrehumanos para ganar y ganar partidos llevando a cuesta sus vidas,
varias otras vidas y el derrotero de sus pueblos. Yo desaparezco de aquí; la pena me está
ahogando y mi sensación vital es cada vez peor. No quiero vivir en este mundo ni en este
universo, amigos míos. No quiero vivir en esta existencia. Elijo no existir más. No lo
soporto. No soporto ser parte de este circo, víctima y espectador de la quema de las flores
que yo ayudé a regar. No es esta vida la que quiero. No quiero vida si ella implica
necesariamente este movimiento hacia la crueldad. No quiero vida en la que apenas exista
la posibilidad de que la misma vida se reafirme a sí misma mediante la contemplación
morbosa y severa de la muerte de otros por parte de los asesinos que, adicionalmente,
celebran la vida de manera tan asquerosamente hipócrita. No quiero esta vida y
discúlpenme, Discúlpenme. Viva Lanín, que permanezca hasta incluso después de que
todos los futuros caigan como muros derribados por piratas saqueadores provenientes de
fuera del tiempo. Viva Lanín para siempre. Gracias por regalarme tantas eternidades
sincrónicas todos aquellos fines de semana en que el fútbol y el compartir untaron con miel
nuestras pupilas y nuestros poros. Amor. Amor siempre, como destino y como núcleo
indestructible, polea de los lazos que nos levantan sobre la superficie. Amor.
Seppuku/
Día 7. Inicio del tiempo suplementario. Fortuitamente, luego de días de vagancia,
José Ochoa divisa una camiseta azul con negro y siente inmediatamente cómo una
cosquilla amable sube desde su ingle hacia su cabeza acariciando todo su tronco.
Ambos lloran mientras corren largos metros para terminar en un abrazo cálido en
el que ambos, durante un instante., se fundieron fuera y dentro, entendiendo ese
“dentro” como unión de núcleos de sus identidades personales cotidianas. Yo,
narrador omnisciente que siento aunque no tengo cuerpo, me fundí también en
ellos. Lloro. Estoy llorando señores, pero no como Solabarrieta, sino que como niño
de La Tumba de las Luciérnagas; quizás es una mezcla de alegría con aquel amargo
dolor frente a la implacabilidad de la tragedia. El abrazo duró 4 minutos. Luego,
José Ochoa le contó al pirómano que divisó hace pocos minutos a un androide
Gambet que, al parecer, lo estaba rastreando para acribillarlo. Telepáticamente y en
milisegundos, empiezan a rastrear ahora ellos moviéndose como señuelos. Lucho
González conserva unos fierros quemados que puede usar de arma.
Atentos. Se divisa un androide. Una luz roja, de carácter asesino, ha tintineado
entre la niebla.
Atentos, mierda. El androide se está acercando y viene acelerando.
Ochoa y Lucho González están parados de frente hacia el Gambet, formados en
barrera de a dos. Esperan al androide. Ochoa sospecha que si se golpea a la
máquina de fútbol asesina en el dispositivo que tienen sobre el hombro izquierdo,
sus sistemas de defensa entre ellos, la posibilidad de electrocución al contacto,
especial obstáculo para pelear con ellos no llegan a desactivarse pero sí a
entorpecerse por causa de cortocircuitos.
Llega el androide. Pasan unas décimas de segundo. La barrera se abre y con las
mismas camisetas entrelazadas de material aislante de electricidad, por cierto
hacen zancadilla al androide, tumbándole al suelo. No lo pensó dos veces Lucho
González; con el residuo de fierro precisamente proveniente de otro Gambet
empezó a pegarle de manera desenfrenada y catártica al robot primero en su
hombro izquierdo y, luego de desactivar sus defensas al haber hecho mierda el
dispositivo controlador de ellas, arranca brazos y piernas y los convierte también
en bates de destrucción. Luego, mediante el afilado constante de los mismos
cuchillos de las manos de los androides, logra producir chispas que encienden el
papelito, aquel que Arturo Vidal dejó como nota y que ahora es antorcha que
enciende a la máquina de matar en venganza de todos los que, en este partido y en
el suprapartido que es la Historia, fueron degollados por la injusticia disfrazada
de heroísmo. De la rabia y el éxtasis, los dos del flanco derecho Novoa era el
tercero y murió intoxicado pasaron a una actitud de fogata. Cantaron llorando
“En blancas paredes” y se durmieron acurrucados.
Día 8. Walter Millapán avanza implacablemente con la pelota. Haberle retirado
todo dispositivo permitió burlar la detección posible por parte de los androides,
pues mediante ese acto dejó a ese objeto el balón desprovisto de la cualidad que
funda su posibilidad de aparecer en la experiencia de tales robots, si es que acaso
puede hablarse de “experiencia” para sus casos. Como omnisciente, sugiero no
descartar. Comienza a ver en el horizonte monótono cómo emergen súbitamente
líneas rectas intersectándose en ángulos también rectos. Es el arco, mierda. El
danés no está ahí. El arco está solo. ¡El arco está solo! ATENCIÓN, PORQUE SE
VIENE EL PRIMERO, SE VIENE EL PRIMERO, SE VIENE EL TRIUNFO DE
LANÍN, SE VIENE UNA MÍNIMA JUGADA DE FÚTBOL, HAY ESPERANZA,
HAY HUMANIDAD, HAY DEPORTE, HAY RAZÓN, HAY HORIZONTE
GRACIAS AL ÚNICO, AL DIEZ DE LA HISTORIA Y DE LOS MULTIVERSOS, A
AQUEL QUE TRASCIENDE Y TRASCIENDE, QUE NO PARA DE GOLPEAR
NUESTRA ALMA CON SUS MAGIAS Y BENDICIONES, EL INCREÍBLE
WALTER MILL/
No te lo puedo creer.
No te lo puedo creer. Es ella. Es ella en el arco.
Scarlett, vestida con ese mismo atuendo negro, erotizada y maléfica, está en el arco.
Ríe maliciosamente. Walter ha quedado sin entender. Sus cálculos se han
suspendido. Es tan absurdo como perturbador todo esto. Ella se ve como en las
imaginaciones más perversas y hedonistas del diez de la historia. El mismo
atuendo con el que estaba cuando inició este partido tan mortífero. Está en el arco.
Ríe maliciosamente.
Ríe maliciosamente. Walter Millapán ha cerrado su mente al acceso de mi
omnisciencia. No puedo entrar ahora, lo siento. Intenté incluso hackear el acceso.
Scarlett ríe maliciosamente mientras se acomoda su minifalda. Sus piernas
brillantes y su labial de extremo brillo, que hace parecer cereza húmeda su boca,
son quizás el peor antídoto. Se abre de nuevo el acceso a la mente de Walter; no sé
cómo ocurrió este corte. Informo de nuevo desde mi fuente infinita que es la
subjetividad encarnada, el excedente de significado: Al verla así, tan deseable, tan
deseante deseante de un otro; su mirada logra especificar eso de manera tan clara
y soberbia, cual si estuviera en un orgasmo constante que ya es dominado y
naturalizado es difícil para Walter no recordar, inmediatamente, el video que ella
le envió, aquella obra maestra de la pornografía que sacudió por meses su cráneo y
que le hizo amalgamar completamente, en algún momento, dolor, morbo, placer y
angustia. Un poco más complejo es recordar sus primeras versiones de Scarlett,
antes de sentir una bifurcación del flujo de su imagen en su historia mental, cual si
ella se hubiera dividido en dos, aunque sin claridad de si acaso fue efectivamente
así ni de si ello ocurre en la Realidad o en la Materia Oscura de la mente de
Millapán. Era imposible, de todos modos, olvidar aquella única vez en que la besó,
no teniendo claro ni él ni ella por qué estaba ocurriendo eso.
Walter Millapán la mira a los ojos como nunca antes había apuntado, cual pelotón
de fusilamiento. Scarlett deja de reír.
Walter patea al arco.
El balón traspasa el cuerpo de Scarlett cual si ella estuviera ahí como holograma.
Ella mira sorprendida hacia su vientre, lugar específico por donde pasó la pelota.
¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OOOOOOOOOOOL! Gol, Gol, Gol, Gol y tampoco quiero gritar tanto, porque no
olvido las muertes ni las atrocidades recién ocurridas. Es que este gol no se celebra;
más bien, mi alma se viste con él. Ya no me siento tan desnudo. Mis palabras ahora
tienen un revestimiento de temple. Narro ahora sin esperanza, pero con mi templo
interior manifestando su vocación irrenunciable y totalizante de ser el último que
quede parado ante cuanto apocalipsis y tragedia le vengan sobre sí.
Un tanto desorientado aún y sin ganas de celebrar, Walter mira hacia la cancha con
la mirada perdida. Da lo mismo hacia donde mire. Todo es igual/
¡Un perrito ha aparecido en la cancha! No hay partido sin perro en el campo de
juego. Qué ternura. Un camión tolva de agua en un desierto del porte del sol. Es
una especie de pastor alemán, probablemente cruza de esa raza con quiltro u otro
genotipo. Lanza cuatro ladridos.
Walter Millapán acaricia al perro.
Silencio. Niebla.
El perro se ha levantado del suelo y se ha ido volando, rápidamente, sin mucho
preámbulo. Millapán lo mira.
LA DICTADURA DEL FÚTBOL
Walter Millapán en cursivas.
Narrador en texto normal.
Me regocijo en hablar contigo, omnisciente, 1. Me regocijo, de hecho, en hablar, 2, luego de
tantas décadas, tantas épocas y tantas muertes ante las cuales permanecí en silencio. Atrás
quedaron los psiquiatras que me confinaron en Pino Huacho, disfrazando de sanación la
instalación de represas en mi alma. Atrás se depositaron los hermosos días en que nos
drogamos de gloria con la camiseta de Lanín, ganándole a los grandes con un juego perfecto
y fulminante, aturdiendo al enemigo en su propia inteligencia, tal como nos lo expresaba el
Entrenador con tanta sangre en sus ojos. Atrás quedó el olor de la leña que humeaba en mi
juventud mapuche, abundante nube banca de troncos mojados por la lluvia que visitaba el
cenit de mi pieza de container en el amable encierro físico que rompió las rejas de mi cárcel
interna. Atrás quedó mi silencio en cuanto condición de atención para el análisis
exhaustivo y estética de la tormenta de fenómenos que, ante mí, durante 308 años,
desencadenó en sus tretas el existir. 3.
Por más intentos que he hecho, no he logrado encontrar ni, mucho menos, graficar la
función que describe la curva en la que se ha mecido mi melancolía durante estas
eternidades que se me han condensado en años. No es que haya sido abundante; más bien,
ha fluctuado con cambios y tendencias que, de acuerdo a la agudeza con que he intentado
observarles, ocurren sucediéndose en series bellísimas, suaves tiernas; ¿Cómo grafico la
ternura de la melancolía? Sé que se puede. 54. 8 es 5 bajo el dominio de (a + b)5, sin duda
alguna. 87. 15. ¡683! ¡Cuántas escaleras he construido en los laberintos y catacumbas de
mi vivir interior, esa república densa y fértil que encierra en sus terrenos los túneles de
paso de mis palabras guarecidas? ¿Cuántos pozos cavé para llorar sin que el cuerpo
delatara? ¿Cuántos festines y orgías organicé para gozar las lujurias secretas que
contrastaban con la impasibilidad de mi ser físico y social? ¿Cuántas habladurías
devinieron en asambleas que discutían el color más bello de las cuncunas, el tiro libre más
cercano a la forma de la loma del cerro Conquil, la armonía más espeluznante entre las
voces y los ladridos, la metáfora más insolente respecto a la sucesión supuestamente caótica
de un metro cuadrado de pasto precordillerano de cancha de fútbol de Tercera División en
su ondeo producto de –o en diálogo con, mejor dicho del paso del Puelche en las tórridas y
cenicientas tardes del febrero lacustre? Tanta cosa ocurrida sin que nadie, fuera de mí, lo
presenciara. Tanta historia transcurrida y tan pobres los vestigios de la misma en la
Realidad (ℝ), cuando mi humilde porción de Materia Oscura (Mo) ha cobijado tanto
acontecimiento y con tanta amplitud en el espectro existencial. En cuanto soy persona y
mundo, me ha invadido últimamente un sentimiento que, superficialmente, podríamos
llamar “soledad” pero que, quizás en un inútil intento de verbalización, se acerca más al
“desamparo”, incluso inmerso en una metrópolis de personajes y voces en lo íntimo.
¿Puedes tú, Omnisciente, ser consuelo para mí al respecto? Tú tienes llave, la clave de
acceso a mi Materia Oscura (Mo); has presenciado todo esto, me entiendes, has sido testigo.
Sí, tengo esa llave, pero no he entrado. Solo sé lo que me acabas de contar. Pero, si
me das la oportunidad de seguir tejiendo texto, irás dándote cuenta de que tu
habla no estará sola y que mis palabras, aquí junto a esta Fogata (Fg) después de la
lluvia, también recordarán la historia oscura de la que me hablas y, de hecho, una
infinidad de fenómenos más. Voy conociéndote a medida que voy hablandote; mi
verborrea es mi olfato de sabueso, mi ojo, mi radar, mi lupa.
De todos modos, mi idea es hablarte también de otras cosas. Vine hasta aquí, a
Reigolil, pues necesito un poco de tu guía. No fue fácil hallarte; el único, además
de ti, de los jugadores de Lanín que sobrevive hasta hoy es el monje capuchino
Juan Manuel Rojas, autodenominado –y bien que lo hizo “Soldado” en amor a
Cristo, el Metal y el Fútbol; fue él quien me dio luces de que podrías haberte
hallado aquí. Tomé un bus JAC en el Terminal Balmaceda de Temuco y me dejó en
Villarrica; podría haber esperado 15 minutos y haber viajado en uno que venía
directo a Curarrehue, pero mi omnisciencia no pudo con la indeterminación
absoluta de la frecuencia de los buses; mi dominio sólo llega hasta lo que ha sido
pensado. Sí, Walter, aunque no lo creas: Después de 308 años, las tecnologías no
han variado mucho. Desde la instauración de la dictadura del fútbol que los
avances de las máquinas prácticamente se congelaron, pues los esfuerzos se
dirigieron hacia mejoras en los tiros libres, saques, penales, estrategias defensivas y
todo tipo de acciones de soporte al juego de pelota, aledañas o complementarias a
lo ocurrido en cancha. La forma en que la gente se comunica, viaja, come, caga,
folla, escribe y se atiende médicamente no ha cambiado mucho. Sí cambió el modo
de acceso a ellas desde el anticuado dinero al actual HFP o “historial futbolístico
personal”. Pero, como te iba contando: Llegué a Villarrica y quise visitar el mítico
Municipal, templo de las hazañas de Lanín. No había nada. ¡No estaba el Estadio!
Había, en su lugar, muchos edificios de departamentos. Vi eso de lejos,
proyectándolo desde la mente de los habitantes de la ciudad. Mi duda saltó de
inmediato: ¿No era el fútbol el que imperaba? ¿Cómo no se iba a conservar un
estadio en vez de instalarse en su terreno proyectos inmobiliarios? ¡Sobre todo si es
el estadio matriz de esta época, la Jerusalén del fútbol! Rápidamente –a veces odio
esta ausencia de misterio llegué a la respuesta: Frente al Bombardeo de Villarrica
durante los tiempos de rebelión mientras ocurría el Gran Partido, el Municipal
quedó desintegrado junto a la mitad de la ciudad en la que se encontraba. Se
pensó, ya en tiempos de la dictadura, en reconstruirlo, pero allí ya no podía crecer
nuevamente el pasto. Se instaló, en su lugar, un memorial con una escultura del
equipo posando para la foto oficial previa al Gran Partido. Un memorial roto,
cagado por palomas, lleno de graffiti –no muy bonitos y, por cierto, con la figura
de Bruno Silva decapitada. Fueron los Basquetbolistas, uno de los dos
movimientos revolucionarios contra la dictadura. Los otros eran los del Nuevo
Futbolismo. Mientras estos últimos creían que el fútbol no era el problema, pues se
trataría según ellos de un buen deporte que ha sido apropiado por una burocracia
dictatorial surgida de la revolución, los primeros señalaban al fútbol como la raíz
de las injusticias y la opresión. Pero, te sigo contando cómo llegué acá/
No, por favor. 68. B. Cuéntame qué ocurre en el mundo ¡Te lo pido! He estado totalmente
abstraído de él.
Bueno, te haré una reseña. Cuando metiste ese penal, dos minutos antes del fin del
partido, los gobiernos y las corporaciones pensaron en omitir el acuerdo fundante
del Gran Partido y tomar, de todos modos, el control mediante la fuerza. No
obstante, la reacción de parte del Futbolismo a ese atisbo de ataque fue tan intensa
que implicó la revuelta más grande jamás vista, con hordas de humanos, buses y
camiones cargados con explosivos robados en camino directo hacia las torres
centrales de mando de ejércitos y empresas. Este acto implacable terminó por
inutilizar tanques y aviones militares, desarmar a efectivos militares –se les
desvistió y desarmó, quitándoles la cáscara que les convertía en ello y equilibrar el
poder de fuego mediante el Hito Simultáneo de Mediodía, hecho histórico en el
que, en 174 partes distintas del mundo, a las 12:00 AM de un día que no recuerdo
con exactitud –soy Omnisciente, no una máquina, se detonaron todas las armas
del mundo. Las ojivas nucleares, por su parte, se lanzaron al espacio a detonarse en
la nada. No estoy exagerando, Walter. Desaparecieron todas las armas.
Muchos líderes fueron encarcelados. El Papa, de hecho, fue a la cárcel junto a los
gobernantes de Alemania, Japón, China, Rumania, Guinea Ecuatorial, Venezuela,
Argentina, Finlandia, ambas Coreas, España, Angola y, por cierto, Estados Unidos.
El de Rusia se suicidó de un tiro en el hotel Crowne Plaza de Londres. La reina de
Inglaterra hizo lo propio ahogándose en el Támesis, tirándose desde el Tower
Bridge. El de Chile, a propósito, fue condenado a trabajos comunitarios. Las
multinacionales fueron desarticuladas y sus gerentes y capitalistas corrieron
suertes similares a las de sus símiles en lo político. Se catastró el patrimonio
económico total del empresariado globalizado y de los Estados, para luego
repartirlo equitativamente entre la población mundial. Las guerrillas se
transformaron en aparatos de distribución de bienes y servicios. Se suprimió la
pobreza generada por el capitalismo. Se detuvo el hambre en África y en todo el
mundo. Se llegó a un equilibrio nunca antes visto. El dinero dejó de producirse y se
quemó. Fueron 45 años de abundancia absoluta donde la gente, ante todo, se
dedicó a ver fútbol y, por cierto, a jugarlo. Si ya antes los pueblos mostraban
pasión por el juego de pelota, en ese momento el júbilo y trance global por él era ya
inconmensurable.
Se levantó, en la ciudad de Santiago de Chile, el Estadio Memorial de Lanín en
honor a los mártires del Gran Partido: Rafa, Wilson, Knabu Diogo, Carlos Morales
–se construyeron arcos con palos de oro en su honor, Alex Novoa y José Ochoa.
Tomás Müller, dos meses después, reapareció llorando en televisión, contando que
“había sufrido mucho”, según él, jugando contra sus antiguos compañeros en un
macabro campo de juego, pidiendo disculpas a la Humanidad y anunciando su
propuesta de reparar el daño moral mediante su trabajo en el proceso de creación
de las nuevas instituciones que regularían la vida pública, esta vez a nivel global y
en base al Fútbol. Pese a todo, fue bien aceptado en la opinión pública por su
indiscutible e interestelar talento como delantero centro y extremo derecho,
goleador por osmosis. Louis Blason, francés, antiquísimo comentarista deportivo,
lo reclutó como Administrador de Estadios en lo que fue llamado Gobierno
Universal Futbolista Inclusivo, o GUFI, lo cual fue muy popular entre los niños, de
hecho. Desde entonces, el fútbol domina el mundo. Eso no ha eliminado la
desigualdad, Walter. Los malos para la pelota ahora son pobres, desamparados,
ignorados y maltratados. A quienes no les gusta jugar fútbol, así como a los pocos
maleantes que quedan que, a esta altura, en un planeta sin armas, se limitan a
hurtos menores, falsificación del HFP o peleas a combos, se les inserta en Campos
de Edificación del Cuerpo y el Espíritu conocidos popularmente como los CECE, sigla
de elaborado terror, lugares dotados de canchas y de circuitos de actividad física
en los que se fuerza a las personas a jugar bien el fútbol y, asimismo, a declarar
amarlo. A quienes no cumplen con las estrictas y extenuantes rutinas de 16 horas
de trabajo físico, se les castiga con la supresión del suministro de alimentos y agua.
Hay una cifra negra de muertos y desaparecidos en los CECE que se estima
cercana a los 385 millones de personas en tres siglos de régimen. El
Basquetbolismo y el Nuevo Futbolismo no han cesado de oponerse, aunque su
nivel de clandestinidad ha sido siempre muy tajante, ya que cuentan con muy poco
apoyo de la población. La gente ama el fútbol hoy incluso más que al inicio de esta
dictadura; su apoyo al GUFI ha sido estable pues ha sido muy exitosa la idea de
estigmatizar a los grupos de oposición como residuos del Antiguo Mundo, “regido
por la violencia como medio de acción”. La opinión pública y pŕacticamente la
civilización han asumido el fin de la violencia con la eliminación de las armas,
Walter. Todo acto de golpe es considerado vástago sobrante de la época anterior al
Gran Partido. Las muertes en el CECE, en tanto, suelen ser presentadas por agentes
del GUFI como suicidios, pues argumentan que, en realidad, la gente tendría bajo
su control el poder comer o tomar agua en esos lugares; ello dependería de que
manifiesten o no “fuerza de voluntad” para seguir con su entrenamiento
deportivo.
Qué decepcionante el curso de las revoluciones envejecidas. No creo que sean todas, en todo
caso, amigo narrador. Sé de aquella verdadera revolución, la que siempre ha ocurrido ante
nuestras narices. Y no me refiero a ese invento ponzoñoso de la “revolución personal”.
Hablo de revoluciones políticas e históricas en las que los pueblos se han plantado frente a
la dominación. Cuenta, por favor, omnisciente, de aquella revolución en la que yo sí he
participado durante tantos siglos y en tantas direcciones existenciales como las que he
podido explorar. No me hables más de esta asquerosa burocracia, pues ellos usan el nombre
de mis difuntos amigos para engrandecerse mientras los mandaron a morir a esta cancha.
Nos metieron el dedo en el hoyo con esa utopía que supuestamente perseguían. Y tienen la
cara para mantener la utopía en sus despliegues de propaganda, por la mierda. No quiero
sentir odio, amigo, pero sembraron el odio en mí. Y siento odio tanto por los que mataron a
mis hermanos de Lanín como por los que nos usaron como carnada o como bandera.
Cuenta, por favor, amigo omnisciente, lo que te pido, porque me duelen los ojos, el pecho y
la lengua al seguir pensando en el horrible devenir que tuvo la masacre en la que tuvimos
que dignificarnos a la fuerza, obligados a actuar como héroes en un campo de prueba de
armas.
Contaré la historia si así lo pides. Déjame nombrarte en tercera persona para narrar
con más comodidad.
/cambio de escena narrativa
La Travesía. Fue cuando terminó el Gran Partido cuando Walter Millapán tomó su
bolso, botado junto al cadáver del Entrenador, y comenzó a dirigirse hacia el este.
Las minas antipersonales y los sistemas de baleo instalados contra Lanín fueron
desactivados rápidamente por la Brigada Garrincha. La neblina, luego de bajar
levemente su espesor cual si hubiera querido ceder un momento sólo para hacer
visible el acto de gol de Millapán ante Scarlett, retoma densidad y vuelve
extremadamente críptico el horizonte. Ello permitió al diez de la historia la ventaja
de ser indetectable a la hora de abandonar el gigantesco recinto.
Nunca fue la gloria el objetivo que buscaba Millapán. Tampoco era amor al arte o
una convicción de oficio lo que le movía a ser jugador de fútbol. Era, de hecho, el
acto de juego el que le parecía irresistible. Juego comprendido no necesariamente
como jugarreta sino que como espacio de límites contradictoriamente claros y a la
vez difusos que permite, dentro de él, la posibilidad de entrega total. Aborrecía, en
concordancia con los mensajes del Entrenador, la instrumentalización política del
éxito de Lanín, un equipo que en sus mejores tiempos gozó en la piscina de barro
del amateurismo mediante un equilibrio sabrosamente inestable con otros placeres
o causas en el vivir. Por supuesto que Walter estaba de acuerdo con el análisis y
con la lucha política contra el Complejo MilitarIndustrialFinanciero. No era la
simple simpatía de una estrella del fútbol con las causas sociales ”social”, el
eufemismo de lo “político” porque, por cierto, Walter Millapán jamás fue una
estrella de fútbol en el sentido glorificante del mismo. Fue anécdota, considerado
quizás un gimnasta artesanal por parte de los jugadores profesionales hasta antes
de toparse con él en las copas que Lanín ganó o las giras por Europa en las que se
dieron el lujo de derrotar a los gigantes publicitarios y poderosos del fútbol
negocio. Fue mencionado como nota aparte en distintos diarios deportivos, pese a
que el clamor social mundial por el ascenso de Lanín era magma explotando bajo
las placas tectónicas de información sobre las cuales los medios de comunicación
hegemónicos construyen la maqueta de mundo en la que queremos ser una
figurita dinámica incluida tal como un ser humano de LEGO clama por ser
mencionado, atendido o usado siquiera por su niña o niño de turno, cual Woody
que clama por existir ante Andy y se asusta ante el advenimiento de Buzz
Lightyear. Jamás aparecerá en la historia escrita oficial el nombre de Millapán
mencionado como aquí se menciona y como lo que es, fuera de toda cobardía
relativista: El mejor jugador de fútbol de la historia. Quizás si hubiera optado por
ser simplemente “futbolista”, las portadas de los videojuegos de fútbol habrían
llevado su cara de modo vitalicio y eterno. Pero, en cuanto jugador, no mostraba
sus cartas, contaba las del contrincante y jugaba cuando de precisión se trataba el
momento. ¿A quién sí conoce y alaba el mundo? A Müller, por supuesto. Aquel
que viene del pintoresco y anómalamente talentoso Lanín, que salió de allí como
“ejemplo de superación”, superando los pensamientos amateuristas asociándolos
de manera vergonzosa con la “mediocridad” y persiguiendo, precisamente, la
gloria mediante un buen desempeño en el fútbol profesional. El futbolista por
excelencia, aquel que trasciende el juego para hacer suyo el fútbol no sólo como
pichanga sino que como tribuna, como negocio y como fuente de privilegios.
Millapán caminó hacia el este. La pampa argentina no es lugar de niebla, pero
jamás vio en Villarrica ni en el gran Concepción nubes terrestres tan densas y
duraderas como aquellas que cubrían y casi configuraban por momentos su
concepción del espacio. La niebla le permitió sentirse en la nada e imaginar modos
de moverse fluidamente en ella, sin riesgos, logrando conseguir objetivos. Primero,
pensó en que era preciso sostener el axioma de que no es posible esperar que la
nada siga siendo siempre nada, con imposibilidad de que en algún momento
devenga en “algo”. Eso le permitió fundar lógicamente una actitud de cuidado o
sigilo ante la posibilidad de aparición de cualquier amenaza. Los imprevistos son
otra cosa: Suelen ser experiencias estéticas dignas de culto o de degustación. Pero
las amenazas a veces se camuflan de imprevistos y logran hacer claudicar la
voluntad consciente del ser humano e incluso la voluntad orgánica de un cuerpo a
seguir manteniendo un estado estable, aunque ello gaste mayor energía que morir.
Walter se sentía, en ese larguísimo momento, caminando sobre una plataforma
minúscula, del tamaño de su campo visual, que se va creando en el momento
mismo de su caminar, en una especie de virtualización en tres dimensiones del
principio que Antonio Machado plantea en letra y que Serrat comunica mediante
la conjugación entre el español y las asambleas de frecuencias ocurriendo en una
línea de tiempo. Millapán asume el carácter conjetural de la idea anterior,
considerándola verdadera y falsa al mismo tiempo gracias a la mezcla translúcida
de dos dominios de lugar: el geográfico objetivo en sociedad y delirante al
enfrentarse a la dupla soledadniebla y el puramente perceptual, de valores
constantes, escenario continuo que sólo es interrumpido por la pérdida de
conciencia en el sueño, el shock o la muerte. Ante la conjetura, Millapán decide
entre decidir y no decidir. Incluso se da el lujo de no responder ante esa
interpelación a ponerse de un lado en la pugna decidir no decidir. Trata de
recordar lo poco que conoce del mapa de esa zona del Wallmapu que hasta hacía
poco era considerada territorio argentino. Al mismo tiempo, se imagina en esta
cápsula de existencia donde el caminar crea su escena circundante, con la niebla
como separación progresiva entre ella y el más oscuro y ominoso abismo al que
incluso la imaginación teme: el de la noexistencia.
Millapán caminó hacia el este. Había escuchado que hay gente que deambula por
los desiertos haciendo círculos pensando que avanzan en línea recta. Lo bueno es
que en esta pampa, que mucho tiene de desierto, era posible ver huellas de carretas
e incluso de jeeps. Pensó en que las rectas dibujadas por elementos que transitan a
mayor velocidad dejando huella sobre una superficie tenderían menos a curvarse.
Ello toma mayor fuerza si se supone que, a partir de que si son huellas de
camionetas por tanto, objetos operados por humanos, habría mayor probabilidad
de finalidad o propósito aplicable como supuesto a las líneas dibujadas al
momento de analizarlas. El propósito no se refiere a un fin definido sino que a una
actitud posible de constatar, hasta ahora, en limitados pero abundantes
abundantes, pero limitados ejemplos de vestigios de conducta animal y, en
particular, humana, pues los humanos hemos detectado sólo en los humanos
declaraciones de propósitos. También Millapán cayó en la cuenta de que tales
declaraciones de propósitos no son siquiera prueba empírica ni mucho menos
lógica de que, efectivamente, exista propósito extraíble de los vestigios de las
acciones. Mucho menos es posible eso si se quiere encontrar propósito en las
acciones en el mismo momento en que ocurren. De hecho, nos enfrentamos a dos
pantallas simultáneas. Una se refiere a que es en la acción misma donde, por el acto
mismo de mirarlas, perdemos la posibilidad de constatar paralelamente su
trayectoria, obligando ello a renunciar de inmediato a ver mínimos trazos de
camino, prerrequisito para la idea de propósito. Otra es que hay un colosal margen
de duda respecto a si acaso alguna acción tenga propósito. Nuevamente, Millapán
responde con silencio a la pregunta cerrada de decidir no decidir. Toca su bolsillo
y palpa la pipa de Alex Novoa. La saca y revisa que está cargada. Reconoce en él,
en un instante que acepta esfumado cuando aún está ocurriendo, una acción con el
propósito claro de fumarse un pipazo.
Millapán caminó hacia el este. En un momento bendito, luego de más de cuatro
días de caminata en la nada negada a sí misma, la niebla por fin empieza a bajar.
Al mirar el horizonte, es posible ver el azul feroz del Atlántico Sur. La pampa ha
finalizado y el horizonte ahora ha entregado el escenario inverso: La brisa marina,
el sonido de las aves pescadoras y la frescura jamás igualable del agua salina
meridional. Al llegar a la costa, decide lanzarse a nadar sin siquiera sacarse el
uniforme de Lanín. Lo motiva un extraño brillo que se avista muy dentro, casi en el
límite de lo visible a simple vista. Dado que aprendió a nadar en el Lago
Calafquén, se acostumbró a resistir braceando largos tramos de agua. Las olas iban
acariciando su panza. El sol, débil bajo una capa abochornante de nubes, ilumina lo
justo hasta resaltar un impasible gris en el mar. Al estar cada vez más cercano, el
brillo se observa cada vez más irregular. De a poco, la extraña anomalía empieza a
revelarse ante Millapán con mayor exactitud: Se trata de una cúpula cubierta por
algún desconocido material que tiene características de espejo. El sol rebota
potente en tal superficie y el gris azulado del cielo y el mar se refleja lo suficiente
como para ocultar de manera bastante eficaz el objeto ante el observador. Sólo los
amantes de las irregularidades y de las discontinuidades tienen el olfato sensorial
para descubrir este tipo de objetos.
Millapán nadó hacia el sureste. Llegó a tocar la cúpula cubierta de espejo que flota
en el Atlántico Sur. La palpa y se siente suave, levemente gelatinosa, cual si se
tratara de un hule duro que no pierde flexibilidad. Al encontrarle, mediante el
sistemático uso del tacto, una pequeña manilla a centímetros bajo el nivel del agua
en la parte ya invisible, Millapán descubre que hay una tapa que puede abrirse.
En el acto, decide destapar la cúpula. Una vez abierta, el 10 de la Historia ha
quedado atónito como pocas veces se le ha visto. Desde el interior atacan intensas
luces, figuras que desarrollan fantasías fractales, cintas sopladas por ventiladores
móviles, pinturas líquidas fluyendo por canalizaciones caóticas y una serie de
estímulos no distinguibles que aparecen en pantallas dispuestas sobre las caras de
poliedros extremadamente irregulares cuyas imágenes rebotan en la pared interna
de tal bóveda psicodélica, también recubierta de espejos pero no lisa como afuera,
sino que antojadizamente fragmentada, cual si hubiera sido armada con vidrios
quebrados.
Millapán pierde la conciencia. A negro/
ÁCAROS
Walter Millapán en cursivas. Narrador en texto normal.
Muy bien, narrador, 54, 7. Haz tu trabajo, mira en lo más profundo de los ojos y anda
tejiendo tú mismo la reflexión política que quisiera compartir contigo. Eso. Lee.
A ver. Te entiendo. Comienzo.
Y la propuesta es la siguiente: Establecernos como ácaros. Sí, como ácaros. Vivir
dispersos e indetectables. Asumir el camuflaje hasta que se vuelva hábito, lo cual
podría devenir, sin duda, en una sabrosa costumbre. Establecerse en espacios de
territorio de acceso seguro, pero difícil y meticuloso, con viviendas sencillas, pero
bien construidas. Cultivar mediante métodos hidropónicos y también en la tierra,
usando invernaderos. Usar altos estanques colectores de agua de lluvia que
cuenten con una rejilla por arriba que permita el almacenamiento limpio del agua.
Obviamente, la idea es volver estas estructuras lo más discretas dentro de lo
accesible. Usar laderas de cerros para construir largos canales de bajada de la
misma agua de lluvia, con el fin de instalar pequeños dínamos que produzcan
electricidad. Ello, para ocupar computadores, televisores, radios, lavadoras,
cargadores de teléfono u otro utensilio eléctrico existente en estos años o en el
futuro. No se trata de vivir desposeídos y de manera estoica en el bosque –aunque
se admira esa opción, mucho más valiente aún, sino que de establecer un estilo de
vida que permita liberarse de participar en el comercio capitalista. Dado que éste
domina, prácticamente, la totalidad del mercado disponible en el país, es iluso
pensar en dejar de comprarle objetos importados a las tiendas. La idea es limitar tal
interacción a la adquisición de elementos específicos y dejar de basar la vida
cotidiana, el día a día, en términos y vínculos capitalistas. Es importante
comprender, de hecho, que no tiene mucho asunto hablar de “productos
capitalistas”, pues ni el pan, ni el Internet, ni las planchas, ni la peluquería ni los
autos son, esencialmente, capitalistas. En cambio, son tecnología cuyo acceso ha
sido condicionado y limitado a partir de dinámicas capitalistas que, valga la
redundancia y el énfasis, sí pueden ser consideradas “capitalistas”. El capitalismo
reside en la relación mediante la cual se intercambian productos o servicios, no en
ellos mismos. Bueno, exceptuando los productos o servicios que han sido
construidos, directa y específicamente, para perfeccionar el modo capitalista de
intercambio. Por ejemplo: La publicidad/
Las revoluciones tienen que ser fulminantes. Unos pocos años, como máximo. Si se
llevan a cabo de modo paulatino, acorde al ritmo en que transcurre lo cotidiano, su
energía y sus recursos se acoplan mutuamente con el poder fáctico y el modo
colectivo de vida que se quieren, en un principio, vencer. Por un lado, el sistema
hace uso de tales energías y discursos; usurpa y trastoca las consignas y domestica
a los revolucionarios. Allí, por ejemplo, radica el peligro de lo políticamente
correcto; todo lo que se vuelve deseable ante el ojo popular se convierte
inmediatamente en bocado de la dominación de los imperios y, por lo mismo,
transformado en ideología. Esto es permitido cuando una revolución no s
fulminante, cuando el ataque lento permite al enemigo un colchón de tiempo que
propicia no sólo un bien pensado contraataque sino también la asimilación misma
de la amenaza. Y no, ¡Queremos matar la injusticia! ¿Queremos matar la injusticia?
Entonces matemos a ese monstruo, sin darle posibilidad de defensa. Eso sólo ha de
alcanzarse de modo fulminante.
Sé que ahora debo leer desde tu conciencia algo que llamas “Poema Ácaro”. Pero
prefiero escucharlo de tu boca.
Ningún problema. Paraste donde yo deseaba que pararas. 6. Este poema resume la filosofía
del actuar acarista. Con esto se han ganado guerras silenciosamente, amigo mío. Dice así:
Si no nos detectan en acarismo:
Perfecto.
Si nos detectan:
Mostrar debilidad y torpeza.
Si al reagruparnos no nos detectan:
Perfecto.
Si al reagruparnos nos detectan:
Mostremos el lado colectivo
de nuestra debilidad y torpeza.
Si nadie cree que estamos en acción acarista:
Perfecto.
Si alguien lo cree,
hacer énfasis en lo ridículo y rebuscado
de esa creencia.
Si nos matan,
nadie podrá probar la justicia de nuestro asesinato.
Si nos matan,
jamás podrán asegurarse
de que los ácaros hayan sido exterminados.
Nuestra estrategia no sirve, pero sirve a la vez.
Un gato como el del físico Schrödinger
cuya caja jamás podrán abrir quienes nos persigan.
Entiendo.
Prosigo porque veo que la clase sobre acarismo sigue.
El acarismo es una propuesta política surgida de una búsqueda lógica y no sólo
histórica de alternativas que refresquen la esperanza y la motivación a permanecer
persiguiendo logros de justicia como quien obtiene minerales del desierto. Dado lo
que el penúltimo verso del poema ácaro señala respecto a la imposibilidad de
asegurarse de la exterminación definitiva de los acaristas, se sigue que así, a secas,
el acarismo es invencible. Su fuerza no radica en el poder de fuego, en la diplomacia
ni en el estudio acabado de la historia sino que de la estructura misma del
planteamiento de su existencia en cuanto, digámoslo así, vector político. Es
invencible en cuanto idea, en cuanto demonio que es incrustado cual inception en el
imaginario de la población –solvente dominado; el agua que “es teñida” por el jugo en
polvo y, por cierto, en la mente del tirano, el mercenario y el mercachifle –soluto
dominante; el jugo en polvo que “tiñe” el agua, quizás en respuesta al fenómeno
panoptikon que incurre en instalar un policía virtual –por tanto, real en la psique de
la persona.
El acarismo, por lo tanto, ocupa un soquete o slot –como los de las memorias de los
computadores o como las antiguas ranuras donde se insertaban los juegos de
Nintendo que tiene lugar en uno o en varios arquetipos, los cuales no son, en
estricto rigor, “actores” que viven en la mente, sino que “vacantes” de personajes
en obras de teatro que permanecen intentando ser representadas en teatros donde
la conciencia compra boletos sólo unas pocas veces. Los ácaros les dan utilidad a
distintos soquetes mentales de acuerdo a cómo calzan sus ensamblajes; conviene,
de hecho, conocer la dinámica y las tendencias de especulación de las mentes que
recibirán la instalación de estos ácaros fantasmas para tener mayores opciones de
intencionar tal invasión. La persona acarista crea, en ese sentido, como todos los
otros elementos percibidos, una imagen de sí en una u otra mente; se distingue, no
obstante, por estar librando conscientemente una lucha política sutil y críptica
mediante una observación hábil y un diseño acabado de la creación de estas
imágenes y su ensamblaje con los arquetipos, slots compatibles con unidades de
imagen que les enrutan o les dan sentido. Puede el ácaro aparecer como bufón o
trickster, como sombra, como demonio o bestia. Su gran hazaña es, por tanto,
inquietar al opresor, ya sea aterrorizándolo o confundiéndolo, tanto con la mayor
sutileza para no darle oportunidad de fortalecerse despertando su sistema de
alerta –que el enemigo tenga apagado su radar, tanto con un mínimo de presencia
perceptible en tanto sólo podemos ser indetectables entre medio de lo visible; las
sombras absolutas sólo delatarían incluso la mínima chispa de luz que emitamos.
Mirando la ardiente mar
revolotea en azur la carne
aletea en azur cual fuego
que les consume en albo deseo
pasiones, diques, emociones
ancestros de carga lastre
eterno y cerrado retorno
cripta de la luz y de la muerte
betún de caminos agrestes
visiones abrazadas en neblina
Otra ave que también gustan degustar los acaristas es el págalo grande, un
tremendo pájaro que, en general, comparte con los habitantes humanos del país la
preferencia por el sigilo pero que, curiosamente, ladra como perro en la época de
apareamiento. Son animales bastante agresivos y han llegado a comerse cerca de 78
personas –cifra estimada de acuerdo a los casos que han sido registrados en un
contexto de práctica nacional de un “acarismo hacia adentro” que difumina en la
nohistoria este tipo de hechos en luchas descarnadas de depredación mutua.
Quien ha comido págalo saborea el heroísmo del cazar frente a una especie que,
para el imaginario acarista, representa a todo tipo de opresor y, en particular, al
opresor capitalista, basándose ello, sobre todo, en la característica particular del
págalo de que suele quitarle la comida de la boca a otros pájaros. Es un carroñero
infame de costa que come hasta ballenas muertas. Un breve refrán lo retrata:
Ло qуе ел пáгало дисфрута ес матар
Ла бестиа мата цомиендо о де hамбре
Цапацес де профанар лас момиас мисмас
Де лас балленас фуера дел тиемпо
Lo que el págalo disfruta es matar
La bestia mata comiendo o de hambre
Capaces de profanar las momias mismas
De las ballenas fuera del tiempo
El acarismo ha constituido su vida republicana con protagonismo constante de la
guerra constante con los págalos. En 1789, al mismo tiempo en que estallaba la
Revolución en Francia, los págalos se comieron a un humano en la punta norte de
la península frente a la Bahía de la Desolación, por lo cual Acaria declaró la guerra
a las colonias de págalos grandes, dejando un saldo de 7000 suculentos “asados a
la neblina”. Sí, 7000, cantidad cerrada y exacta. En 1903 también hubo un
sangriento enfrentamiento en la costa oriental entre dos bandadas de págalos y un
grupo de pescadores acaristas –buzos por excelencia que dejó un saldo total de
350 pérdidas en aves y 18 muertes de humanos. Las técnicas de rastro pesquero y
de navegación de las cosas han visto fuertes presiones de desarrollo frente a la
constante amenaza de tales aves, resultando especialmente efectiva la creación de
los buquesespejo buques con tres niveles que incluyen en el superior, que
sobresale a la superficie del agua, una escena psicodélica distractora que causa un
éxtasis sensorial en el observador y le ahuyenta de detectar la presencia del buque
y de los submarinos bipersonales de baja profundidad durante los siglos XIX y
XX, respectivamente en la disminución de las oportunidades de conflicto. De
todos modos, en el imaginario acarista los págalos son significante asociado al
enemigo primario; las pinturas de las paredes de las cuevas acaristas los retratan
de mantera similar al diablo judeocristiano, así como la propaganda política
acarista de los siglos XVIII y XIX los presenta como monstruos y como seres
dotados de la capacidad de desear el mal.
Figura. Bosquejos iniciales de submarino bipersonal de baja profundidad субмарино
биперсонал де байа профундидад y de buqueespejo буqуееспейо, respectivamente.
Notas encontradas en archivos remotos de laboratorios acaristas, c. 1887 y 1913,
respectivamente. Ambos dibujos sólo traen figuras; en mi calidad de omnisciente,
he podido agregar trazos y leyendas explicativas.
El pueblo acarista ha desarrollado una política centrada en el Bien Común y la
Discreción, elementos que aparecen como valores fundacionales de la Unión de
Micronaciones Acaristas en la Carta Civil de 1655, publicada luego de que
finalizara el establecimiento de las primeras cuevas y túneles que suscribieran al
acuerdo de vida en acarismo. Desde entonces, se ha mantenido un consenso
general en la población acarista, de volumen desconocido los valores supuestos
comprenden entre 1400 y 370.000 personas, respecto a destinar constantemente
intensos esfuerzos al desarrollo de la ciencia de tradición newtoniana
inicialmente, para luego dar a una identidad particular, la tecnología y las
humanidades escritas apuntando hacia hallazgos que contribuyan a la disminución
de la exposición a esfuerzos y riesgos y, por consiguiente, a la exploración segura
tanto náutica como psiconáutica. Desde 1893, año en que se difunde y propaga el
ensayo anónimo titulado Autómatas para la Abolición del Trabajo Аутóматас пара
ла Аболициóн дел Трабайо, la población de Acaria converge en el desarrollo de un
sistema económico que llamaron Socialismo Robótico, orden consistente en la
extracción total de plusvalía del trabajo de las máquinas; ellas trabajan y los seres
humanos gozan de los beneficios que, de todos modos, son discretos y mesurados.
La ausencia de hábitos excesivos de consumo en la cultura acarista el consumo es
entrega de información ha permitido que el desarrollo de la autosuficiencia de
producción mecánica se haya dado de manera fluida y rápida durante los últimos
dos siglos. La repartición de bienes y servicios proporcionados por trabajo de
autómatas mecánicos ha sido, desde entonces, igualitaria con precisión
matemática. Una de las pocas excepciones a este sistema es la caza de pagalos,
actividad más dura de la economía acarista, siguió practicándose de manera
artesanal y ejecutada por humanos dado que fue considerada patrimonio cultural.
Existe, además, un equipo de supervisores humanos en cada uno de los cinco
núcleos de operación del Cordón Acarista de Fábricas con Inteligencia Artificial
Цордóн Ацариста де Фáбрицас цон Интелигенциа Артифициал con el fin de
permanecer como punto fijo frente a posibles fallas de los algoritmos de control y
mantenimiento de equilibrios, complejo que, desde su instalación como tal en 1977,
no ha presentado anomalía alguna. Fuera de los dos ejemplos anteriores, la
totalidad del trabajo productivo en Acaria es obra de computadores
interconectados que controlan un catálogo numerosísimo de dispositivos de todo
tipo, naturaleza y uso. Los humanos, de todos modos, no llevan vidas sedentarias.
Su posibilidad de dedicación al ocio les permite estar en condiciones físicas,
mentales, emocionales y sexuales en general óptimas. En los adecuados tiempos de
densa neblina, salen a la superficie de la isla a trotar, a comer hongos psicodélicos
o a jugar deportes como el baby fútbol o el críquet. Las artes y la literatura son
consideradas híbridas en su condición de trabajo y ocio a la vez y, como tales, son
practicadas tanto por humanos como por autómatas, estos últimos con interesantes
resultados en composición de sinfonías en formato MIDI. Es preciso analizar en
detalle las condiciones históricas implicadas en que fuera posible lo arriba descrito.
● La construcción del empalme de fibra óptica entre el también transatlántico
túnel de cables BrasilEspaña y los Laboratorios de Altas Comunicaciones
LAC, Лабораториос де Алтас Цомуницационес, ЛАЦ que fueron erigidos
en cuevas existentes bajo los arrecifes meridionales de las Islas Sandwich del
Sur en 1997. No sé si eso es una isla o una marca de cecina. El empalme es
una obra de ingeniería acarista que le otorga control vasto aunque finito de
Internet y que, por cierto, fue base para la sincronización avanzadas de las
antenas y otros puntos de red de los que se hace depender un amplio
catálogo de maquinaria acarista dotada de computadores, entre las que se
encuentran las fábricas con inteligencia artificial;
● La convergencia de los ingenieros del este de Acaria hacia la priorización
del desarrollo de dispositivos de automantenimiento mediante los cuales la
industria computarizada puede repararse a sí misma, logrando además
cambiarse repuestos y, por cierto, fabricarlos. este proceso se da incluso
desde 1844, año en que bucaneros artesanos ingleses llegados por naufragio
a la costa este ofrecieron sus servicios a cambio de víveres y hogar
provisorio luego permanente, llevando ello a la construcción del primer
trenfragua de Acaria тренфрагуа, máquina a vapor que aprovecha el
mismo carbón de sus calderas para fundir el hierro que luego es constituido
como repuesto a partir de complejos sistemas de torno;
● El robo de 1968 por parte de acaristas residentes en Londres de un ejemplar
original de la cinta de la película 2001: Una Odisea en el Espacio de Stanley
Kubrick, con su posterior proyección simultánea en los televisores de Acaria
tres meses después. En Acaria oeste hubo más de 100 pensadores anónimos
que alucinaron figurativamente y también de modo literal, dado el alto
consumo de hongos que está arraigado allí con la figura de HAL 9000,
aparato de inteligencia artificial que controlaba la nave y la misión, capaz de
autorrepararse, de dialogar con los humanos, de matarlos y hasta de temer y
rogar ante la inminencia de su muertedesmantelamiento. Eso último no es
posible de corroborar, en todo caso. Antes, en 1965, Acaria ya había
construido una intranet rústica y en 1967 se finalizó el proceso de estudio de
ingeniería inversa de un computador IBM robado de la Casa Central de la
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso por un grupo de militares
estadounidenses que fueron luego hechos desaparecer por acción de un
buqueespejo acarista huían a una muy alta velocidad en lancha y
colisionaron con la pared del buqueespejo, desintegrándose el bote y ellos
en menos de un segundo. Luego del impacto de la película, en Acaria Oeste
brota la llamada Filosofía del Conocer NoHumano Философíа дел Цоноцер
НоХумано, cuerpo fragmentario de ensayos y cartas que se encuentran en
el tema de la plausibilidad de construcción de máquinas inteligentes que no
dañen al ser humano útiles en esa reflexión resultan las Tres Leyes de la
Robótica de los cuentos de Asimov ni al ecosistema que lo contiene. Cerca
de tres años duró el disfrute reiterativo desesperante al final de la obra
maestra de Kubrick. Dentro de los desarrollos más destacados de este
movimiento filosófico fue un sistema lógico derivado de la lógica estándar
formalizada por Russell y Whitehead en Principia Mathematica, al cual se
añade en Acaria el conectivo lógico de “tensión” (ᵵ), cuya sintaxis es del tipo
“p ᵵ q”y que admite la contradicción del consecuente de modo que el caso
de que “p” y “q” son verdaderas y por tanto “p → q” también lo es, entra la
novedad de que es también admisible que sea verdadero que “p → ¬q”,
superando así los límites implicados en el Principio de NoContradicción
cristalizado por Aristóteles y, a la vez, siguiendo con el respeto al mismo en
cuanto a la posibilidad de consistencia interna de los argumentos que, no
obstante, soporta la contradicción dentro de sus vías de consistencia,
armándose así una espiral profunda de contradicciones de contradicciones.
Hay utilidades particulares de lo anterior en la programación de
inteligencias artificiales que emulen la riqueza de los actos humanos
basados en contradicciones y, por cierto, en la prevención de un
levantamiento tipo Skynet a partir del principio de que los sistemas tejidos
bajo esta lógica son capaces de soportar la contradicción en su operar y en el
análisis del mismo que es también operar; en rigor, operar sobre el operar
del operar y, por consiguiente, se permiten a sí ser objeto de explotación
económica con muy baja probabilidad de materialización del viejo tópico de
la rebelión de las máquinas.
DIMENSIONES, FRACTALES, LLUVIA
Walter Millapán en cursivas. Narrador en texto normal.
Llueve en la cordillera de la Araucanía. Sí, sé que se llama Wallmapu pero incluso
los nombres reales de las cosas si es que puede afirmarse eso tienden a gastarse.
Usaré un nombre incorrecto para llamar a la pérdida de juicios por parte del lector.
Sobre todo, le hablo a usted, amigo científico: Si quiere ciencia, busque papers y lea
lo que se le antoje. Aquí estamos hablando con el mismísimo Walter Millapán,
aquel que ha superado la ciencia y el nihilismo. Aquí vamos a dejar de asumir
gratuitamente que el consenso de observaciones es criterio rey para asumir una
verdad o, peor aún, confiar en ella. Vamos a dejar de suponer el axioma ese de que
las distinciones indicadas por los observadores se corresponden con lo que está
siendo observado.
Propongo volver a la contemplación de la lluvia.
La lluvia ¡Cómo acaricia las hojas de los hualles que vigilan la niebla del otoño!
¿Ahí sí? Sí, maestro, yo puedo ponerme poético, aunque necesitaba hacer la
aclaración del párrafo anterior para poder, de hecho, introducir al tema sobre el
cual quería preguntarte cosas. Tiene que ver con la lluvia. Tiene que ver con el
petricor, olor de tierra mojada que pone en paz los átomos del cuerpo. Tiene que
ver con la extrema impredecibilidad respecto a los sitios que recibirán su baño
sagrado. Me pregunto si caen las gotas en todos los milímetros cuadrados de la
tierra o si, incluso en el campo abierto sin árboles, existen sectores secos. Tiendo a
pensar que sí, pero no he visto ninguno. Me persigue la inquietud acerca de los
pequeños riachuelos que viven poco más de lo que se prolonga el aguacero. Su
forma, tan caprichosa como dinámica ¿Es posible de aprehender en un cálculo?
¿Qué nos regalaría ese cálculo a nosotros, seres sedientos de experiencia, de
sensaciones, que nos arrodillamos ante la belleza incorruptible? Esos riachuelos,
silenciosamente, mes a mes, año a año, moldean la superficie de la tierra y alteran,
de modo minúsculo aunque innegable, los vientos y los frentes de presión
atmosférica que viajan como fiscalizadores por los parajes de la esfera global.
También ocurre eso cuando meamos en un árbol y creamos aquel riachuelo
amarillo que, además, agrega interesantes condimentos químicos a los suelos y, en
caso de lluvia, se mezcla con los otros riachuelos más transparentes, provenientes
del mear de los ángeles, creando líquidos nacientes que ya no son ni agualluvia ni
orina sino una belleza nueva con colores difíciles de identificar con una paleta de
ferretería; degradé visual y químico que también interviene de forma caótica sobre
el clima. Sí, estuve viendo El Efecto Mariposa, aunque de Ashton Kutcher prefiero la
obra maestra del séptimo arte Dude, ¿Dónde está mi auto?.
Alguna vez lloré de verdad entiéndase “de verdad” como “evidentemente” en mis
primeros años allá en Pino Huacho. No faltó la vez que me pegaron en aquel supuesto
“refugio de salud”. Una vez boté un pedazo de pimiento morrón que venía en una
carbonada que nos preparó la tía Griselda, la señora que cocinaba y que hacía el taller de
jardinería imagino que tu omnisciencia te permite acordarte de esa señora y lo hice
escupiendo tal objeto comestible al individual sobre el cual estaba mi plato. La señora me
tomó de la oreja, me llevó hacia afuera era noviembre y estaba lloviznando muy
suavemente y me pegó un par de cachetadas. Tenía como 15 años de edad. Se entró, le
cantó un par de cantos católicos a los otros y yo me quedé afuera con rabia y dolor por los
golpes en el cuerpo y en el alma. Jamás le dije a los médicos ni a nadie, porque me encontré
en el umbral donde los alegatos parecen ridículos y los abusos son celebrados como valentía.
Lloré y ví como 14 lágrimas cayeron en un pedazo de tierra sin pasto quizás quedó allí
alguna olla con comida casera de perro muchas semanas siguiendo trayectorias que
parecían calculadas por algún dios o algo así. Las formas eran demasiado perfectas. Vi un
hexágono casi perfecto armarse con la interacción de las lágrimas, que se alargaban
fluyendo en el suelo, con las gotitas de llovizna que iban desviando su trayectoria y que,
como eran parte de una nube que pasaba en una dirección más o menos definida, describían
cierta regularidad en su caída; en ese círculo sin pasto, se vio cómo la intensidad de las
gotitas fue disminuyendo lentamente de manera uniforme y con una clara dirección; fue
como un eclipse de llovizna. Vi la línea recta que separaba la llovizna suave de la
ligeramente más fuerte. Vi, incluso, en un rojo imaginario, la línea de tendencia que
apuntaba hacia donde iba avanzando la concentración de gotas. Vi hexágonos y también
otras formas armónicas que, gracias a lo que había leído 26 horas antes, identifiqué como
“fractales”; patrones de formas que se replicaban en sus distintos niveles. Me acerqué a
apenas 3 centímetros del suelo para ver la geometría sagrada brotar de la colisión entre las
lágrimas, materialización de mi pena inmaterial, y la llovizna, que es una mezcla entre
orina, semen y lágrima angelical.
Vamos a ver la lluvia. Mira, narrador, cómo pequeñas gotas transparentes dan color al
paisaje. Ire pensando ahora. Me cansé de hablar. Tú, mientras habla sobre lo que voy
observando. Atento para no perderse.
Perfecto. Bien. Esto es como cuando relataba los partidos hace tantas páginas atrás.
Qué nostalgia. Me estoy concentrando en un punto. Me dices, Walter, que
mantenga la atención en ese punto y que trate de achicarlo cada vez más. Lo estoy
haciendo. Lo estoy achicando. Creo que lo he llevado a una expresión mínima
quizás teórica pero verdadera ante mi experiencia. Eso es un punto. Así empezó
este universo cuando, en algún trozo sin lugar medible, dos branas se tocaron
tangencialmente. Surgió desde la singularidad, de aquella condición de ser todo y
nada a la vez. Ser todo, pues la singularidad no admite que algo esté fuera de ella;
ser nada, pues el englobar “todo” incluye toda posibilidad de que alguna entidad
dotada de la capacidad de declarar la existencia de algo pueda constatar que hay
un todo. Visto desde dentro, el observador se diferencia de lo que observa y se sale
de la singularidad. Visto desde fuera: Operacion inadmisible. Por eso la potencia
cero de todo número es igual a 1. Eleva cualquier número a cero. O dicho de una
manera más elemental: Multiplica un número por sí mismo ¿Cuántas veces?
Ninguna. Eso te lleva a 1. No te lleva a cero, porque para que un número
multiplicado por algo te de como resultado 0, tienes que multiplicarlo por cero.
Pero tienes que hacerlo al menos una vez. Pero la potencia de cero implica
abstenerse totalmente del acto de la multiplicación ante la omnipotencia de la
singularidad. Tal es la dimensión cero (x0), aquella que es imposible de medir,
pues contiene la huincha que ha de medir todo lo medible.
La dimensión primera (x1) aparece al ver estas gotas caer. Cuando son gotas,
deteniéndolas en el tiempo y luego de abstraerles de su fluir, podemos jugar a que
son puntos sin espacio ni dimensión, singularidades actuadas en el teatro de la
elaboración mínima de lo percibido. Pero si ponemos nuevamente play las gotas
describen su ocurrir, su paso en el tiempo, quizás hasta su misión en la existencia:
caer. Aquella forma arquetípica que tienen, con su base en semiesfera y su cumbre
como cono, surge de su concepción primaria como objeto que cae. Y al caer
describe al cero convirtiéndose en uno. A la nada en su metamorfosis hacia un
algo. Al punto convirtiéndose en una línea. Un punto se acopla a otro punto y crea
la línea, dando lugar al primer fractal: la continuidad. Aquellas magnitudes
elevadas a una potencia correspondiente a un número racional entre cero y uno.
Esta continuidad da lugar a la línea, aquella que alcanza el uno; la continuidad se
cristaliza en algo que puede medirse y que, prístinamente, tiene una solitaria
medida que se comprende sólo en una recta imaginaria e infinita que la contiene,
sin grosor; sin puentes ni clavijas. Consiste, en sí misma, en la forma geométrica
que ilustra la permanencia, aquello que viene continuando y que seguirá
continuándose. Eleva un número a 1. Seguiŕa siendo el mismo número. Elévalo
cuantas veces quieras a 1. Avísame cuando te salga un número distinto.
La dimensión segunda (x2) emerge cuando la línea ha de considerar que existe
algo más que sí misma. Aquella misteriosa entidad es posible de ver en los ríos de
agua y de orina que no ven sino sólo una utopía irrealizable en la línea, pues
numerosas piedras, pedazos de tierra y barro, champas rebeldes de pasto y las
rugosidades propias del suelo aparecen como obstáculos que enfrentan a la
trayectoria recta a la necesidad de afrontar tales existencias que se cruzan en su
trayectoria y, ante eso, el cambio de dirección de ruta es la opción más inmediata.
Cuando la línea se dobla, comienza a nacer el plano, aquella segunda posibilidad
de medir cuánto se ha desviado la línea o cual es la distancia entre su trayectoria
original y el punto de inflexión del segundo fractal: La curva. Ya no es suficiente la
magnitud única de la línea; su desviación funda también su propia necesidad de
ser medida por una regla que no coincide ni calza con el itinerario original de la
línea. El plano aparece ante la emergencia de una superficie sobre la cual puede
concebirse aquella irrupción de una nueva medida que suma dos hasta ese
instante. Esta dimensión ya empieza a aumentar geométricamente los valores
posibles; dos líneas que miden 3 cada una arman nueve baldosas. Comienzan a
ampliarse las experiencias. Todo ello naciendo de una curva que es carne de la
potencia racional que se encuentra entre 1 y 2.
La dimensión tercera (x3) viene y, a medida que va desplegándose, contagia de
manera totalizante el acceso mismo a las vigas estructurales de nuestra noción
inmediata acerca de este gran habitáculo que llamamos Universo. Se trata del
campo mismo de acción de la lluvia, de la posibilidad geométrica de mojarnos, de
la formación de las pozas, de la aparición de la misma geografía. Es, en rigor, la
que permite describir la forma genuina de una gota, ya no disfrazada
conceptualmente de punto singular sino que como semiesfera que cae mientras le
brota una cola de cono que algo más resiste la implacabilidad de la gravitación
universal. El plano es una superficie perfectamente lisa, más que la más cuidada de
las pistas de patinaje en hielo, que poco se acerca a la sabrosa orografía de los
campos de la realidad (ℝ). El plano se arruga y comienza, en aquella imperfección,
a brotar el tercer fractal, el relieve, la potencia fraccionaria que reside y se mueve
entre el 2 y el 3, creando diferencia de altura entre el nivel de la plataforma base y
el de una u otra cumbre de los espacios que dan materia a la rugosidad. Tal
diferencia no cabe en las dos dimensiones medibles que fueron fundadas por la
curva. La Cordillera de los Andes es una muestra majestuosa de los procesos de
arrugamiento de la corteza terrestre; también lo son las hermosas colinas que
cobijan las plantaciones de cereal o el suelo sagrado pewenche. El plano empieza a
raspar y aquella metamorfosis en lija avanza en línea directa hasta la siguiente
estación de potencia entera, la 3: El espacio. Allí donde caben los objetos. Allí donde
es posible guardar una u otra cosa. Allí donde ocurren los sucesos.
Podemos hacer el ejercicio de sumar estas dimensiones para ir encontrando otras.
Tú, Walter, llevas mucho tiempo haciendo esto.
Claro, llevo varias décadas en esto. Un par de vidas humanas enteras. Súmale permanencia
al punto, el uno al cero, y obtendrás un resultado que te devolverá a la misma permanencia;
súmale a la permanencia otra permanencia y seguirás teniendo permanencia. Quizás la
suma sirve en estas dimensiones pequeñas, nada más. Multiplica, querido narrador.
Replica la permanencia en el sentido de otra permanencia que la cruce y que mida lo
mismo; tendrás un plano. Haz lo mismo con el plano y obtendrás un espacio. Haz
permanecer el espacio. Vamos, sigue ejercitando. Yo llevo siglos en esto. No me aburro.
Pero estoy más cerca que tú de la posibilidad de aburrirme. Hazlo con estilo, eso sí. Porque,
si no, lo sigo haciendo yo repitiéndomelo hacia adentro con alguna voz auxiliar fuera de mi
control. Dale tú.
La cuarta dimensión (x4) surge de la permanencia del espacio, la cual da lugar a
una nueva medida que es necesaria para su constatación. En un sentido, el espacio
permanece de manera invariante, transcurriendo, fluyendo, existiendo una
diferencia entre momentos, entre sucesos. Ocurre una espera. Aparece la
oportunidad, al fin, de contemplar. Está la gota cayendo a la altura de mi ojo; es
necesaria una espera para verla golpear la hoja de pasto que le amortigua y le
ofrece canal para caer como aceite del Olimpo en el yacimiento eterno de la tierra.
Ocurre que hay al menos dos instantes de observación, los cuales son permitidos
porque, precisamente, en otro sentido, la permanencia es una de dos decisiones
que puede tomar el curso de los sucesos implicados en esta duración ya
mencionada. Otra opción es la ocurrencia de un cambio, el cual, en díada con su
opuesto, conformando la sicigia cambiopermanencia, corresponden al cuarto fractal,
aquel del exponente racional ubicable entre el 3 y el 4, conformando de hecho la
dualidad cuántica expresada en la célebre fábula científica del Gato de
Schrödinger; este fractal describe, precisamente, tal dualidad cambiopermanencia
en la duda ante el potencial suceso que dilucidará el misterio, duda que inyecta
combustible al motor de la curiosidad y que, por cierto, mata al gato. Duda que
contiene ambas certezas en un espacio sin certeza que es más cierto que la certeza
misma. Certeza. Finalmente, la llegada a la potencia entera igual a 4 adquiere el
nombre de tiempo, la magna medida de todo lo que dura, que permanece y que
cambia en referencia a una permanencia que alguna vez estuvo o que, incluso,
alguna vez podría haberse supuesto dentro de la cierta red de incertezas.
La dimensión quinta (x5) surge de la resolución de la duda viva de ambas certezas
en una línea de certezas definidas y muertas que, sucediéndose en el tiempo, van
describiendo tramos entre ellas. Esos tramos no miden, necesariamente, lo mismo.
Tampoco son medibles con las cuatro dimensiones anteriores. Los cambios y
permanencias resueltos en una unidad de tiempo van constituyendo el fenómeno
que corresponde al quinto fractal, la frecuencia. Nuestros sentidos saborean la
frecuencia de maneras bastante particulares y bellas; con el tacto, sentimos una
vibración. Un ser humano puede llegar a un orgasmo con la manifestación de la
frecuencia. Auditivamente, vivimos la frecuencia como un tono, una nota musical,
una punzada sensorial que puede ser aguda o grave, alta o baja. Visualmente, el
cuarto fractal se manifiesta ante nosotros como color. También le llamamos tono en
ciertas ocasiones. Nos cuesta un poco más distinguir, intuitivamente, si la
frecuencia es mayor o menor con sólo observar el color. Pero esos datos existen y
están documentados por miles. Nuestra experiencia con el color es mucho menos
escalar que panorámica; la paleta de colores que colorea algún espacio que nos
envuelve nos parece más bien un catálogo de belleza, una muestra de la variedad
de las cosas que son posibles de encontrar en la realidad ( ℝ). Aparece como
parámetro símbolo del concepto humano de diversidad. Antonomasia de lo que es
ancho y de múltiples posibilidades. Las frecuencias van ocurriendo y su
acercamiento al exponente entero igual a 5 va dibujando un suceso excepcional en
nuestra misma sensación existencial. Las frecuencias son características de ondas,
de algún tipo de energía que se mueve y que cuyos sucesos presentan
necesariamente un patrón de ocurrencia secuencial; luego, las ondas causan otras
ondas e influyen, así mismo, en sus pares. La música los bautiza como armónicos. Y
ante nuestra humilde superficie sensible, el agrupamiento de una lista específica de
frecuencias ocurriendo simultáneamente o dentro de los límites de un mismo
suceso provoca aquello que, precisamente, es la identidad de la quinta dimensión:
el timbre. O dicho de manera aún más sustancial: La imagen. Frecuencias se unen
para causarnos, finalmente, la definición de las experiencias. La biblioteca de
identidades con las que armamos en el lenguaje nuestro mapa. La trompeta suena
y nos lanza un Re. Pero ese Re, de acuerdo a las características materiales
particulares de ese instrumento, va asociado a una serie de determinados
armónicos. Este enjambre de frecuencias es el que es oído por mí. A partir de eso,
sin darme cuenta, me doy cuenta de que la fuente del sonido es, precisamente, una
trompeta. La imagen, la mujer lanzando una piedra, los girasoles en el jarrón, el
action painting, la gárgola que cuida arquetípicamente su edificio, los droogos
tomando lecheplus mientras la cámara se aleja, el bisturí cortando el ojo, el jardín
que nos maravilla, la cordillera que arde en rojo frutal en los crepúsculos; las
frecuencias se consolidan y nos proyectan eso en el telón de nuestra emocionada
contemplación. Recién en esta dimensión, la lágrima brota tal como la lluvia cae de
los ojos atónitos de seres celestiales que ven un paraíso en nosotros desde el
paraíso en el que ellos habitan, aquel que para nosotros es un paraíso y para ellos
es lo terreno. Lloran con lo que también a nosotros nos hace llorar: La belleza. No
la pena. La belleza. Al afinar nuestro sentido estético, aquel que nos permite
acceder a la dimensión cinco, optamos a acceder a conocimientos sublimes, a
sutilezas escondidas en lo cotidiano, a bellezas antes no previstas, a firmas
profundas en lo que antes parecía una superficie lisa. Como ocurre en la física de
partículas cuando se habla de compactación, presentando la posibilidad de que
podamos percibir un número determinado de dimensiones cuando hay más de
ellas implicadas en algún objeto de observación; veo los cables de los postes y
observo una línea, luego me muevo y veo dos líneas un cable estaba detrás de
otro, de acuerdo a mi posición anterior de observación, para finalmente acercarme
a constatar que esas dos líneas correspondían a dos cables que no estaban en la
misma posición de profundidad, sino que uno cuelga más atrás que el otro. Pero
les tomo una foto bidimensional y ahí están, nuevamente, como dos líneas
paralelas en lo que, generosamente, llamaremos “plano”. La física de partículas
habló de 11 dimensiones para la teoría de cuerdas. 11 dimensiones que fueron
calculadas pero no descritas, tal como Le Verrier y Adams, a mediados del siglo
XIX, descubrieron Neptuno primero como necesidad teórica a partir de detalles en
la órbita de Urano que no eran explicables sólo por sus propios movimientos. La
matemática fue la primera en mantener en pie esas hipótesis. la matemática es la
que hoy también se hace cargo de eso de las 11 dimensiones. Hemos logrado
filosofar sobre cinco, querido Walter. Bueno el librito de física que te trajeron de la
UFRO. Son rajados los cabros.
La verdad es que se los quité sin que se dieran cuenta. Lo saqué de uno de muchos cajones
que había en la furgoneta en la que llegaron a Pino Huacho ese día. Quizás los llevaban a
otros lados pero, la verdad, lo robé porque imaginé que no mucha gente se habría interesado
por él. Quizás era de uno de los estudiantes y tenía que estudiar. No sé, da lo mismo, era
una copia anillada, era robo de copyright, como quizás lo es el ejemplar en el que se está
leyendo lo que ahora estamos conversando, narrador.
Igual, ese estudiante podría imprimir otra copia, o bien quizás ni era de él. La verdad es que
ahora lo pienso pero, en ese momento, me tiré como lobo a un asado de tira. Me pareció que
era necesario conocer aquello que forma lo que forma las cosas. Entiendo que desde Grecia
que se viene haciendo tal pregunta. O sea, yo creo que hasta los cavernícolas necesitaron
dilucidar las partes de algo e imaginaron, quizás, la parte más chica posible. O, lo que es
quizás de sentido común un sentido común bien filosófico, en todo caso: La idea de que no
es posible encontrar lo más chico. Empecé a leer sobre los leptones, los quarks, los bosones.
1 Nota del autor: Me parece una ridiculez colosal lo que dice el narrador omnisciente y
lo sabe. Siempre pensé a Lanín como un equipo; reconozco que primero fantaseaba
con que era un equipo profesional de Villarrica. Luego los imaginé en una liga de
carácter indeterminado que comprendía el sur de Chile y Argentina. Después los
imaginé amateur y todo fue mejor porque se abrieron otras posibilidades narrativas.
Nació de la inspiración. Y ahora este narrador de mierda viene a enlodar mi imagen
ante el lector con esta fantasía absurda de que quiere que le pague. Oye, narrador:
Escúchame bien, mierda: ¡No existes! ¡No existes! ¡Eres un narrador de libro! ¡No
comes, no pagas cuentas, no tomas!
Empecé a obsesionarme con lo de las dimensiones. Me sentí, en un momento, atrapado en
un espacio tridimensional.
EVANGELIO DE WALTER MILLAPÁN
Por Fray José Manuel Rojas, soldado de la fe (no jesuita)
Capítulo uno.
1
El formato mediante el cual escribiré lo que se me ha revelado desde la Altísima
Cuaternidad sin Género Atribuible pero Femenina en Cuanto Eterna dista quizás
un poco del que aparece en las Biblias que andan rondando bajo su forma
comercial de la Editorial San Pablo. 2Uso un computador con Windows 98 que
alguien dejó en mi pieza de monje hace unos años raro, porque dejó el PC sin
disco duro 3y me conseguí las piezas que le faltaban con el profesor de Informática
del Liceo Pablo VI de Pucón, ya que mi amigo Knabu Diogo murió en ese horrible
partido. 4Uso Windows 98 con el tema de Ciencia; me parece una exquisitez estética
al punto de resultar gelatinosa a la vista. 5Uso Microsoft Office 97, de
extraordinaria estabilidad. Pero encuentro que el sistema para poner superíndices
para rotular los versículos es molesto. Aún así haré el esfuerzo por la belleza que
retribuirá. 6Pienso en esas retribuciones como lo bueno dentro de todos los
intercambios posibles; 7aquellos intercambios que son guiados por la mala fe son
los que la Eternidad no premia. 8Bueno, ya el bienaventurado lector de estas líneas
puede ver los superíndices disfrazados o, mejor dicho, performando de números de
versículo. He ahí el formato de texto enriquecido que guiará visual y
gustativamente la lectura de estas líneas inspiradas en el 10 de la historia, 9aquel
que fue más allá de la lógica y de la dialéctica de la misma, 10aquel que destrozó los
universales encerrándolos en singularidades como quien mete un juguete chino
dentro de una cápsula que luego es envuelta en chocolate formando una figura de
huevo. Ese chocolate es el fútbol del querido Walter Millapán, 11número diez del
mítico Lanín FC, aquellos del largo camino a la cumbre y los de su realización en
su padecer, pasión y muerte. 12Honro aquí a mis compañeros caídos en aquel Gran
Partido donde ellos fueron el chivo expiatorio que paga por el conflicto entre la
Historia y nosotros, los Sobrevivientes.
Capítulo dos.
Aranza y su madre. 1Walter Millapán nació como Aranza Millapán. 2Nació macho
de sexo pero su madre quería una mujer, así que tempranamente adoptó la
costumbre de parchar su pene por la baja pelvis hacia atrás. 3El esposo de la madre,
de comportamiento violento y machista, jamás asumió la acción directa del mudaje
o cambio de ropa del bebé, por lo que jamás se percató de la práctica que sostenía
la fantasía ¿fantasía; es plausible pensarla para este caso? de que Walter era
Aranza y no Walter ni nadie más que no fuera Aranza. 4Nunca su madre le llamó
Walter; nunca nadie lo hizo. Pero Walter sabía que era Walter y no Aranza. 5No es
que haya tenido algún problema con ser Aranza. Le parecía una bonita idea. Pero
no le encontraba verosimilitud. 6Todos le llamaron Aranza. Nadie le llamó Walter.
El niño no recordaba haberse autobautizado. Aún así, la respuesta siempre era
clara: “Soy Walter”.
7
Walter Millapán creció acostumbrado a que le dijeran Aranza y a que lo trataran
como mujer. Le ponían vestiditos, le peinaban el pelo, le regalaban tacitas y cocinas
pequeñas de plástico. Entiéndase el “como mujer” desde la mirada de la mujer
evangélica conservadora y bienintencionada genuinamente bienintencionada que
equivalía a su madre. 8La identificación de Walter Millapán con Lo Eterno
Femenino es, en cambio, un pasaje incorruptible que es el pasaje en que todos nos
abrazamos a ello, a Ella, sin necesidad ni posibilidad de distinción de
características ni de individuos que aspiren a manifestarlas. 9Walter sí era Aranza
en el campo de lo incorruptible; 10pero en el corruptible mundo de los sentidos y la
racionalización no lo era; no le resultaba posible de corroborar.
11
Su padre jamás le pegó, pero sí lo hizo de manera brutal durante muchos años
con su madre. Se trataba de golpizas enfermas y crueles, con resultados de sangre,
pérdidas de dientes, moretones semanales que debían ser escondidos en lentes de
sol ante los asistentes al culto. 12El padre de Millapán era el hijo y heredero material
y espiritual del mismísimo pastor de la Alianza Cristiana y Misionera de la
Población Libertad de la ciudad de Talcahuano, Región del Biobío, Chile. 13Allí
nació Walter Millapán, comportándose con infinita paciencia en el papel de Aranza
Millapán. 14Compasivamente, seguía el juego a su madre, quien ni siquiera necesitó
persuadir ni mucho menos amenazar a su hijo para que fingiera ser su hija.
15
Walter Millapán piensa racionalmente desde el primer día, desde su nacimiento.
16
No recuerda el origen de su mente, de su conciencia que es conciencia de sí
misma. Usando la lengua española fue como llegó a la conclusión de que, una vez
salido del vientre de su madre, necesitaba respirar para sobrevivir. 17Asimismo,
siempre tuvo claro que su condición de bebé y posterior niña porque era niña para
los demás no solía reportar pensamiento racional y lenguaje verbal de coherencia
semántica y cohesión sintáctica, por lo que decidió sabiamente no demostrar signo
alguno de las características de su actividad mental. 18El fenómeno de la razón se
presentó de inmediato ante él en el instante mismo en que su existencia explota
desde una nada indeterminada. 19Esa nada, sin embargo, puede adoptar
contraposición de sí misma: determinarse frente a su indeterminación. 20Ante una
nada vaga, débil, flácida en su indeterminación, decimos, con voz fuerte, “¡Nada!”,
con pronunciación cortante que ponga límites, defina a partir de ello y, en ese acto,
fortalezca una nada que ahora es muro de plomo. 21Pero al pararnos de manera
insolente ante la débil pero genuina nada genuina en su vaguedad, la aplastamos
como a un zancudo en verano lacustre; aquella nada que se determina se niega a sí
misma. 22Lo que no aparece ante nosotros, por ello, es luego llamado devenir.
23
Desde y junto a Hegel y con gotas alcohólicas de lo que Lúkacs llamó
irracionalismo alemán fui formado en el Vicariato Apostólico de la Araucanía viene
corriendo como torrente mi diálogo para esta escritura sobre mi amigo y
compañero, 24aquel que conozco hace más de tres siglos y sobre quien sé, de
manera imperturbable, que sigue vivo en algún sector no muy lejano de esta
Cordillera. 25Trato de contraponer el pensamiento de la contraposición ante los
manjares inescrupulosos y delirantes de la filosofía poética de Schelling, para ver
cómo soporta el elástico aquella tensión entre dos polos: Uno que concibe la
tensión y otro que la goza en orgasmo. 26¿Soporta la contraposición aquello que se
contrapone a sí? ¿Soporta una acción la acción de sí misma sobre sí misma? ¿A qué
se puede llegar por ahí? 27Esas aspas pueden ser de dos tipos: Guardianas de un
túnel a penetrar u hojas de una licuadora. 27Sin conocimiento de estos filósofos
europeos con los que dialogo alguna vez le mostré libros pero no le interesaron,
de hecho al momento en que tejo esta historia por inspiración de Las Divinidades,
Walter Millapán llegaba a este tipo de razonamientos mientras bebía su mamadera
con leche Purita mezclada con té en polvo Orjas. 28Tomaba especial importancia
para su caso la pregunta por el origen de su conciencia. 29La nada era un océano
infinito donde podía aletear a gusto mediante su lógica; sin embargo, no
encontraba la tierra anhelada. 30Necesitaba respirar en un océano de dudas sin
fondo, costa ni superficie.
31
No sólo la compasión le movió a seguir el juego de que era Aranza y no Walter ni
nadie más, aquella compasión consciente que sentía traer incorporada desde antes
de brotar desde aquello que no podía identificar; su amor por su madre era tan
infinito como cómplice, espacio de la principal concentración de sus risas durante
el larguísimo y accidentado trayecto de sus siglos de vida. 32Allí, con su madre,
Aranza fue una niña plena incluso frente a la dolorosa constatación de las marcas
de golpes y la mirada abatida. 33Allí, en ese espacio, Walter esperaba acostado y
acurrucado dentro de una burbuja inmaterial suave como toalla recién lavada y
calentita como sábana de saco de harina temperada con guatero.
Capítulo tres.
El Incidente y el poema de la Sacerdotisa. 1Las cosas cambiaron de manera radical
en el tiempo en que Aranza Walter cursaba sus primeros años de escolaridad.
2
Cuando jugábamos gloriosamente en Lanín, yo escribí el siguiente poema a partir
de la narración que el mismo Walter Millapán me hizo en una noche de cervezas y
confianza. 3Sí, soy fraile y tomo alcohol. Quien quiera me acusa con el Papa. 4El
poema narra de manera íntegra el Incidente sucedido en aquel entonces y,
asimismo, su verso es quizá el modo adecuado de plasmar el sentir que estos
hechos, al ser contados, donan. 4Ciertos sucesos causarán duda al lector respecto a
cómo yo mismo o incluso el mismo Walter nos habríamos enterado de algo tan
íntimo. Ello probablemente se irá esclareciendo a medida que avance este
Evangelio. 5Bien, el poema es el siguiente, en versículo largo:
Rosmary peina a su hija / de nombre Aranza, sin “tx”
Tiene que ir al colegio / Tiene que ir a estudiar
“Para que sea alguien en la vida” / “Para ser profesional”
“Para que sea el orgullo de la familia”
Para que honre a su madre y a su padre / Cristián Jacob
7 de Junio / termina el primer semestre y las notas
Aranza pelea con los cincos / pateando unos cuatros
De repente hay sietes y algunos seis /dice la profesora
“La niña tiene déficit atencional” / “La niña tiene retraso”
Dice la profesora Clarita / de la joven nueva camada
Escuela Municipal Ojos del Salado / Población Libertad
Talcahuano / Bio Bio / ¿Chile? / ¿América?
En tercero básico cursa Arantza / quizás repita
Y en tanto aquí en su casa / calle Radal / Su madre lava
Aquí Cristián Jacob bebe vino / el hijo mayor del Pastor
Cuando Cristián Jacob llega con la mona / ebrio y agresivo
La niña se hace la dormida / Con el oído agudizado
Huele que a la mamá / parece que le van a pegar
Empieza a cantar muy calladita / coritos de la Iglesia
Coritos que canta su abuelo / coritos también de su padre
Con la ilusión más absoluta / la que no tiene esperanza
“Qué te pasa, mierda” / dice el galán
Ante las lágrimas que gritan lo prohibido / sangre del alma
Sangre de la dignidad de Rosmary / “¿Te pego, mierda?”
La palabra no mata la cosa / el golpe fue avisado
El llanto ahogado / la sien hinchada de inmediato
A dormir luego de un rato / el copete tira a la cama
Cristián Jacob hizo lo suyo / trayendo el infierno
Rosmary en el baño llora / los hielos lloran su esencia
Entre la cartera busca la base / ojalá quede suficiente
“La niña no tiene que saber” / “Mi niña” y llora
Los perros aúllan / dicen que así anuncian muerte
En el pasaje saben cómo la pasa Rosmary / también oyen
Le suben a la tele / a los programas de trasnoche
Parece que para no escuchar / o quizás para ayudar
Para compartir con Rosmary / el opio del plasma nuevo
Así se duerme Rosmary / algunos días de la semana
“Menos mal que no es siempre” / Se consuela de mentira
“Yo lo amo” / “Yo lo amo” / “Él me ama”
Y mientras tanto se culpa del pollo / de no tener comida
Y por el ladito la rabia brota / en burbujas microscópicas
Esa es la vida de Rosmary / la tesorera del primero C
Algunos saben pero no le hablan de eso / “¿Para qué?”
Algunos la aconsejan / Que se vaya con la niña a otro lado
La mayoría le compra sushi / le queda muy rico
Pero no existe quien / de verdad / no sepa
La Aranza se sacó un 3 / Tiene “lectura silábica”
“Llévela al neurólogo” / “No podemos sin los padres”
“Usted no revisa la tarea” / “Irresponsable la madre”
Le dice la profesora a Rosmary / a las ocho y quince AM
Rosmary lleva despierta tres horas ya / el sushi
La Aranza se hizo pipí en la sala / sospecha de abuso
“El Cristián Jacob me pega a mí” / “pero no es depravado”
“A la niña la toma con pañuelo de seda” / “es su princesa”
“Yo era su reina” / “parece que todavía lo soy”
“Cabra de mierda, que me trae problemas” / Llanto
Cristián Jacob viene de la Iglesia / enojado y sobrio
La simpática señora Mercedes / llegó con la copucha allá
En el culto el padre se enteró / del episodio de su niña
“Es tu culpa, mierda, puro retándola” / Abraza a la niña
La hace dormir con cuentos / Rosmary prepara su ojo
Ya son años de convivencia / Rosmary lleva la cuenta
Seis años y tres meses / desde la primera vez que lo vio
Seis años y un mes / desde el primer beso
Cinco años y once meses / desde que le pidió pololeo
Tres años y un mes / desde el primer golpe
Todas las semanas lo mismo / No todos los días
A veces ven contentos el Morandé / “sí, contentos”
Todos los sábados van al culto / usan su mejor pinta
La Aranza con sus cachitos / Rosmary con su faldón
Cristián Jacob de pulcro terno y Biblia / nudillos pelados
Al Cristián Jacob hoy le dieron vino y falopa / viene duro
Duro de cocaína / duro de pene / duro de puño
Entra cantando una de Américo / cierra la puerta fuerte
La niña está donde los abuelos / los papás de Rosmary
“Te voy a culiar fuerte, mierda” / “Sácate al tiro la ropa”
Rosmary hoy está de malas / La niña se orinó en la cama
Llega el violento a ultrajar / su cuerpo y su alma
“Sin ropa, conchetumadre, te dije” / “O te pego”
Rosmary en posición de feto resiste / como caracol a la sal
Parece que esta vez no se va a dejar / ni cagando
“No quiero, mierda, te dije” / repite y repite Rosmary
Le pega un poco fuerte / Cristián Jacob echa fuego
Nunca le había peleado su mujer / se sublevó
“Ahora sí que te saco la conchetumadre” / dice el amor
“Sácame la conchetumadre, a ver” / dice el temple
Así una agresión se convierte en pelea / son las cinco AM
Rosmary suprime por un rato la opresión / la invierte
O al menos la enfrenta / ya no hay fuerzas desiguales
Ya no está el maltratador y la maltratada / la dupla
Ahora son dos perros / viendo en el otro la carne
La historia sigue ahí, innegable / Opresor es opresor
No se redime Cristián Jacob de su abuso / pero se invierte
Se invierte en el momento mismo / lo que se vive allí
El “siempre” es pisoteado por el “ahora” / golpea Rosmary
Sacando fuerzas de hambre / el gigante ya se fue
Ella como leona imbatible / Él como humano cruel
No manchemos a los animales / prestando su título
A humanos, profundamente humanos / y lo maligno en ello
Porque no merece el maltratador / ser llamado “toro”
Asumamos que es un humano / hagámonos cargo
Cristián Jacob se recupera / el odio le vuelve más fuerte
A Rosmary se le hace más difícil / darle combos de justicia
Pero así como recobra fuerzas / la torpeza cobra su vista
Sus manos ahora son menos precisas / y pega sin calcular
A veces pega demasiado fuerte / a veces se cae
Rosmary irriga sus ojos con sangre / se activan
Ahora todo se ve mucho más claro / ahora sí
Sus zarpazos son ahora agujas / clavadas con precisión
Él es ballena varada / ella es ninja inspirada
Él erra golpes / ella no volverá atrás jamás
Recibió Rosmary el último golpe de un hombre / ahí
En ese preciso lugar / en ese preciso segundo
Mala idea para quien no cocina / pelear en la cocina
La cortapluma de Cristián Jacob / está lejos en la pieza
En los pantalones que se sacó / para violar
El cuchillo grande y filoso / el de las ensaladas
El que pela tomates y papas / el único bueno
Amigo íntimo de Rosmary / le grita ofreciendo ayuda
El puño se une a la madera / el metal a la espalda
La menos violenta fue la primera puñalada / de diez
Diez veces Rosmary perforó a Cristián Jacob / diez
Las últimas ocho fueron con todo / golpes y puñaladas
El grito aguerrido de la valquiria / sedienta de justicia
La que se cedió al Estado y los pacos / clava que clava
Ese cuchillo bañó en sangre / su cara y la alfombra
Mientras gritaba, reía / mientras reía, clavaba
Cristián Jacob puso de antemano / su cara de muerto
La sangre de a poco hizo nacer / hacia el baño un río
Los desniveles de la vivienda social / ahora son cuenca
“Violencia le llaman a esto” / “esto se llama Cobranza”
“Mi propia sangre me debes” / “Mi muerte en vida”
“Me debes también mi plata” / “esa que te tomaste”
“Me debes alegría y mis años” / “fui joven bajo tu mano”
Pensaba Rosmary en la deuda / del que ahora es fiambre
Que alimenta el pan del desayuno / de la esquiva justicia
Estas cosas no se hablan con la boca / apenas son palabras
Son vocablos conjugados en la mente / por boca del sentir
“Lo maté” / “Lo maté” / “Lo amo” / “Lo odio” / “Lo maté”
“Hasta la sangre huele rico” / “porque era de mal corazón”
Tomó el cuchillo y sonriendo / lo echó en bolsa Ziploc
En el crucifijo de la pieza de la niña / dormía la culpa
Despertó cuando escuchó / que alguien había muerto
Corrió rauda y veloz / hacia el sentir de Rosmary
A poner carpa en los terrenos / de la acción humana
A convertir justicia en maldad / humano en diablo
Sobre la cama de la Aranza / que duerme o ve monitos
En la casa de sus abuelos / de los padres del occiso
Llora Rosmary desconsolada / abrumada por la culpa
Esa invitada de piedra / en las fiestas de liberación
“Dejé a mi niña sin papá” / “Le quité a mi niña su papá”
Y el llanto la durmió en esa cama / por un rato
Los vecinos hoy no vieron tele / vieron muerte
Llamaron al uno tres tres / dígase “los pacos”
Y aún con grasa de papas fritas / y drogados
Llegaron los policías / después de cuatro horas
Eran ya las nueve y cuarenta / cuando Rosmary despierta
De inmediato es retenida / porque el nervio la delata
Mediante su boca, la culpa / la tortura confesándola
Y desde ahí tuvo / el más sagrado de los derechos
El derecho a guardar silencio / y a defensor público
La Aranza fue llevada / donde los tíos paternos
El Pastor llora en la calle / sin límite ni conciencia
Porque ante ellos Cristián Jacob / era casi otro Cristo
La madre corre con billetes / donde el amigo abogado
“Que se seque en la cárcel” / “Es una asesina violenta”
Y después vino el juicio / defensor público atrasado
Bufete de abogados al otro lado / cagó
Y la Aranza que aún espera / a su papito que fue de viaje
Observa la escena sin sentido / a su madre cabizbaja
Poniendo el pecho al martillo / de la jueza resignada
“Un peligro para la sociedad” / “Homicidio calificado”
Los vecinos comentan / “Siempre peleaban”
La memoria macabra y traicionera / de la copucha
La fama de “la del sushi” / “asesina encubierta”
“Tu mamá mató a tu papá” / le dice un niño a Aranza
Llegó Chilevisión y Mega / las vecinas se arreglan
Para ser entrevistadas / para salir en el noticiero
Para llamar a la prima del sur / “Voy a salir en la tele”
Porque la sangre vende más que la vida / negocio
“la asesina de Talcahuano” / “mala mujer”
La Aranza corre a su pieza / en casa de sus abuelos
No quiere escuchar a nadie / quiere llorar y gritar
“Que no vengan con el cuento” / “de que mi mamá es mala”
“Yo escuchaba los gritos” / “Yo le ponía hielo en la cara”
Y a sus cortos seis años / se exilió de la injusticia
Ocho horas de viaje / dentro del furgón de Gendarmería
Destino de la delincuente: Cárcel de Mujeres / San Joaquín
Ocho horas sonriendo / ya el llanto se quedó en la pieza
La culpa no soporta / unas horas de silencio
La mujer se ha liberado / del hombre y de la moral
Las gendarmes revisan a Rosmary / “limpia” y entra
Las reclusas la miran como a un dulce / carne fresca
Una celda de mierda chica / compartida con cuatro más
Hediondas a caca / hediondas a vagina / calientes
Castigadas a ¿vivir? como pollos / rehabilitación
Llora Rosmary por la despedida / la que no fue
Jamás pudo ver de nuevo a su Aranza / la alejaron
Quería pedirle perdón después de todo / sólo por amor
Sólo por entregarle algo / para luego entregarle nada
Y entre el hacinamiento / llega a la fuerza el sueño
Sale el sol por los barrotes oxidados / amanece de nuevo
Ahora en su vida capitalina / ciudadana del desastre
“Tampoco es mucho más hediondo que Talcahuano” / dice
Mientras las matonas vienen a verla / con unos fierros
De esos que se sacan de sillas rotas / ruido de sables
La miran, se ríen y pasan de largo / pero allí cerca, no más
Fueron donde la de la celda contigua / la sacaron
Le pegaron y la violaron en frente suyo / aún amanece
Las gendarmes comen pancito / toman té y ven noticias
Las matonas la miran / y con risa anuncian destino
“No de nuevo, conchasumadre” / “Nunca más”
Rosmary decreta que el muerto está muerto / sin más
No se reencarnará / “menos en estas perras”
Y nuevamente la rabia se levanta / de las cenizas
De lo que a veces fue vida / de cuando, a veces, moría
En la hora de almuerzo / en el horrible comedor común
Rosmary hizo fila más lento / esperándolas
Ellas la miraban con burla / desde otra fila
Que avanzaba en sentido contrario / trenes que chocarán
Las gendarmes mientras se ríen / de las transexuales
Cuando al fin llegó el fatídico cruce / y no es exageración
Un largo pedazo de vidrio quebrado / guarecido
En su temblorosa pero decidida muñeca / la de Rosmary
Fue clavado fugazmente / en la más fuerte de ellas
En plena yugular / la sangre bañó a más de quince
“Extrema peligrosidad” / “Aislamiento absoluto”
La encerraron en una pieza / sin luz y de dos por dos
Estuvo allí una hora / allí un día entero
Ni siquiera sintió la semana / entre llantos y risas
Estuvo un mes completo / y el plato por ventanilla
Y salió de nuevo a la luz / el topo fue enceguecido
Por la luz del sol castigador / veranito de San Juan
Por el fulgor del matonaje que persiste / no aprendieron
Y cuando llevaba treinta y ocho minutos afuera / lo hizo
Lo hizo de nuevo / mató a otra
Y el aislamiento ahora fue decretado / como permanente
“A la mierda los Derechos Humanos” / “esto no es hotel”
Y consiguió lo que buscaba / vivir tranquila el encierro
Que nadie la molestara / que sólo la alimentaran
Ella y su mente / el silencio como puente
Antes, el primer mes / Ya había logrado mucho
Logró imaginar a Cristián Jacob / devorado por Satanás
Logró recordar hasta los puntos más borrosos / de la cinta
Esa cinta que es su memoria / las lluvias allá en Hualqui
El pancito con mortadela / el olor a pescado / Infancia
De la nada Rosmary halló / el refugio que siempre buscó
Presa más que todas las otras / se halló libre
Sin más exigencia que comer / abierta a la incertidumbre
Arrojada a la deriva del pensamiento / del imaginar
De convertir la oscuridad / en un sitio indefinido
Y un día se imaginó en Concepción / oyendo a un cantor
Fue a Temuco a visitar a su tía / a su imagen
Fue a su infancia a abrazar a sus abuelos / y a su padre
Bajó al infierno a preguntar / una y otra vez lo mismo
Para oír la misma respuesta / “Cristián Jacob, quemado”
Y se perdió en su imaginación / y la cárcel se esfuma
El telón de fondo de la nada / lo permite todo
Rosmary guardará su identidad / en un baúl trascendente
Y ahora ya no es reclusa / ni jamás fue asesina
Se le llamará, desde ahora / “Sacerdotisa”
Capítulo cuatro.
Los oscuros años en Renaico. 1Walter Millapán guardó a Aranza en un baúl. 2Tomó
la huincha gastada que aún adhería su pene a su verija y se la sacó por última vez,
guardándola en un pequeño baúl de feria artesanal que conserva, probablemente,
hasta el día de hoy. 3Aranza quedó viva y muerta en un sarcófago que no es el de
Schrödinger, sino el de Aranza. 4Un sarcófago de Schrödringer contendría a
Aranza viva y muerta en cuanto indeterminada, mientras que en este caso la
determinación del valor doble era exhaustiva y necesaria, en el sentido lógico y
también en el semántico. 5Ahora era Walter, haciendo caso a aquella claridad y
palabra que nació consigo como un estallido desde esa nada que, como dijimos, se
niega en cuanto contiene su límite con el algo.
6
Los primos del padre fallecido toman a Aranza y se la llevan en un Chevy Nova en
dirección Talcahuano Concepción. El móvil luego se dirige a San Pedro de la Paz
y ahí, por la Ruta de la Madera, Walter observa los mosaicos dibujados por las
siluetas de los árboles sobre uno de los crepúsculos más tristes que puedan acaso
vivirse, palparse o recordarse. 7De Nacimiento llegan luego a Renaico, cruzando a
la Región de la Araucanía para asentarse apenas en la puerta de la tierra asignada
al Malleco por la división establecida por la ocupación chilena del Wallmapu que
tiene lugar desde 1881. 8Al llegar al Hogar Cristiano de Niñas, Millapán, aún
tratado como Aranza pero sin la cinta puesta, recibe un chocolate blando Oba Oba
de regalo. Tanta hambre tenía no comía desde que su madre estaba viva que se lo
devoró con tal desprolijidad y animosidad que se cagó rápidamente en su vestido.
9
Al llevarle al baño para lavarlo y cambiarle ropa, las encargadas del hogar
observan que tiene pene. 10Catorce cultos se oficiaron para sanar a Millapán de las
secuelas del travestismo que su madre, considerada infame, asesina y pervertida,
le obligó a portar desde el nacimiento. Quizá incluso desde antes. 11Se trasladó al
ahora siempre (?) niño al otro lado de la malla del recinto: El Hogar Cristiano de
Niños. 12Walter fue vestido rápidamente de futbolista. El primer uniforme que usó
fue el distinguido rojo de Malleco Unido. 13Ese día tocó por primera vez una pelota
de fútbol, pues había decidido sólo interactuar con una de ellas cuando pudiera
liberar a Aranza, liberarse de ella, liberarse ambos. 14Los tíos se despidieron, le
desearon mucha suerte, le regalaron tres Oba Oba más y un libro para colorear de
Los Pitufos. 15Los tíos se marcharon rápidamente. Al desaparecer el Chevy Nova en
el horizonte, la encargada principal del Hogar comenzó inmediatamente a golpear
a Millapán mediante un inicial charchazo en la nuca. 16El niño no lloró pero sí
experimentó explosiones de rabia en su pecho cual si se hubiera tratado de
petazetas.
17
En este nuevo hogar se cultivaba una especial pasión por la violencia hacia los
menores de edad. 18Todos los episodios de golpizas, azotes no estoy exagerando e
incluso abusos sexuales eran tapados sin pudor ni autocrítica por parte del equipo
de trabajo, que recibía dineros vía tercerización por parte del Servicio Nacional de
Menores. 19Millapán dormía a saltos, con al menos dos interrupciones por noche,
debido a los gritos y llantos de dolor de sus compañeros de hogarencierro. 20Las
raciones de comida eran menores a lo que saciaría el hambre de las pequeñas y
pequeños. Ello llevaba a que algunos intentaran robar comida durante las noches o
los cambios de turno de los cuidadores. 21Una vez, un niño que dormía a dos camas
del 10 de la historia decidió emprender, a eso de las 7 PM hora en que ya
empezaban los pequeños y pequeñas a ser forzados a prepararse para acostarse,
una operación para conseguir algunas raciones de porotos con mote para él y sus
compañeros en vasitos de plástico que portarían la comida desde la cocinería.
22
Una de las cocineras, de alma piadosa, lo pilló. 23Le ayudó a armar los vasitos y
cubrió la vuelta del niño a su habitación compartida. 24El nochero, amigo del pastor
dueño del hogar y accionista minoritario del mismo no era pastor pero estaba
preparándose para eso, sorprendió al niño en tal camino y lo apartó, botando los
vasos con comida a la basura y comenzando el escarmiento con siete fuertes y
humillantes palmazos en su pequeña boca. 25Luego, tomó porotos crudos, los puso
en el suelo y obligó al niño a hincarse ahí. 26Mandó levantar de sus camas a todos
los internos hombres y también convocó a todos los trabajadores del turno para
presenciar el siguiente castigo: el niño debía predicar la Palabra de Dios frente a
ellos mientras era purificado en el dolor mediante cinturonazos y el cruel roce de
los porotos con sus débiles y enflaquecidas piernas que algo ya sangraban a los
cinco minutos de prédica. 27Algunos de los trabajadores, incluyendo la cocinera
que lo cubrió, se pusieron a llorar desconsoladamente, aunque intentando
disimular, ante la horrenda escena. 28El nochero anotó los nombres de tales
personas. En la mañana, entregó la lista al pastor jefe. 29Mientras el mismo niño,
habiendo despertado a un nuevo día, barría los porotos y trapeaba sus manchas de
sangre y lágrimas que se mezclaban con el aserrín propio de los inviernos sureños,
el jefe de jefes llamó uno por uno a los trabajadores implicados en el acto de
compasión. 30Todos salieron llorando de la oficina a reintegrarse rápidamente a sus
labores. 31Todos, menos la cocinera, que fue llamada al final y cuya reunión fue
algo más larga. 32Ella salió de la oficina del pastor sin llanto, aunque con los ojos
desorbitados. Se puso su abrigo y se retiró a su casa ante la mirada desconcertada
de quienes la vieron, entre los que se encontraba el pequeño Walter, quien leía
libros de matemática de primer año básico y así ahuyentaba el olfato de castigo del
equipo de trabajo del hogar. 33En la noche, se corrió la voz, de manera muy sutil, de
que la cocinera fue encontrada muerta con un escopetazo en su cráneo y con el
arma junto a ella. 34Nunca hubo claridad de si el suicidio, tesis oficial, fue efectivo.
Sin embargo, así lo creyeron firmemente las otras cocineras y, en especial, una de
ellas que había hablado con ella durante los 20 minutos de colación y que se enteró
del contenido de la conversación con el pastor, datos que jamás reveló.
35
Walter creció en ese infierno recitando diariamente oraciones en contra del
infierno. 36El adoctrinamiento en la violencia fue efectivo en algunas aristas bien
particulares: Los niños del hogar tenían fama de ser peleadores en las escuelas
donde asistían. 37Los golpes eran también muy frecuentes entre los mismos
pequeños internos en las noches, en el patio o en el almuerzo. 38Algunos de ellos
declaraban que no les importaba que su castigo por pelear fuera también violento.
39
Otros vivían cambios rotundos y bruscos al convertirse en pequeños predicadores
que sermoneaban a sus compañeros. 40Millapán cambió su dentadura entre los 6 y
9 años y, en ese proceso, al menos 4 piezas dentales salieron por combos o patadas.
41
Walter jamás pegó de vuelta, sino que se mantenía estoico cual monje bonzo que
se quema sin una mínima contracción de músculo. 42Una vez, cuando el 10 de la
historia tenía 8 años, entre siete niños que se percataban de su estoicismo y que no
lograban entender la ausencia de reacción por parte de Walter decidieron probar
los límites de su resistencia mediante un linchamiento que incluyó combos,
patadas en todo el cuerpo, sillazos, escupos e incluso orines. 43Esto fue de día: El
pastor jefe fue en persona a separarlos y se dedicó a escarmentar de manera
ejemplificadora a los agresores mediante la continuación de la violencia en el
mismo patio. 44Cuando finalizó, llamó a Millapán a su oficina y allí lo interrogó, sin
obtener respuesta alguna del estudiante sangrante, sucio y moreteado. 45El pastor
fue invadido por el mismo desconcierto que los niños recién castigados y decidió
también probar los límites de Millapán. 46Lo tomó de las patillas y lo azotó seis
veces contra el muro de antiguo concreto que abrigaba y aislaba el recinto. Le pegó
innumerables cachetazos y le repitió en su cara epítetos como “huacho” y
“amariconado” sazonado de múltiples palabras soeces. 47Le dijo a Walter que
agradecia que no lo meó o lo escupió, siendo que nada se lo impedía. 48El niño no
respondió frase alguna. 49Se encontraba viendo, en su subjetividad interna, escenas
psicodélicas de corte fractal a partir de una advertencia de su propia conciencia
que le aconsejaba separar su campo perceptual entre estas escenas y lo que ocurría
en la realidad material, con el fin de que sintiera el dolor pero que no le igualara a
la totalidad de la existencia. 50Sin interrumpir las imágenes psicodélicas, Walter fue
enviado a bañarse y limpiarse. 51Le pasaron, menos mal, Povidona para que se
echara en las heridas. 52Tenía entrenamiento en presenciar violencia, por lo que
siempre esperó, con una extraña certeza, el momento en que las agresiones fueran
vividas en su propia carne.
53
No recibió otras golpizas significativas, aunque todos los días algún dolor físico
era causado por el equipo de trabajo del Hogar Cristiano de Niños. 54No todo era
violencia: Además, debían rezar mucho. Cada niño se volvió un predicador con
mediano o gran talento debido a las constantes prácticas en distintas horas del día
de tal catártico arte. 55Millapán, eso sí, jamás sintió liberación alguna como la que
veía en sus compañeros. 56Fingía, de todos modos, una experiencia religiosa casi
estigmática, al igual que los niños en general, para tratar de evitar en algo los
castigos que, de todos modos, eran porque sí y porque no. 57De hecho, Walter
intuía que los otros internos también fingían como él.
Capítulo cinco.
El Pastor Maripán y el proyecto de hogar de menores rural en Calfutúe. 1Cuando
Walter Millapan cumplio la edad de once años en realidad faltaban unas semanas
para el cumpleaños, todos esos años conmemorado en un globo de cartulina
pegado a la pared del mural principal del hogar, superficie en la que estaban
tallados a plumón marca Fultons su fecha junto a la de los otros que compartían
mes de origen con él, llegó al Hogar Cristiano de Niños de Renaico el pastor
evangélico Romelio Maripán, oriundo de San José de Calfutúe, a medio camino
entre Villarrica a Lican Ray. 2Aquel personaje, de trato amable con las personas en
general y asimismo muy adinerado, tuvo la idea de incursionar con un nuevo
emprendimiento: Un Hogar de Niños en el campo, con una parrilla de actividades
agrícolas y de excursionismo, condimentadas de múltiples oraciones al día. 3Para
poner a andar el hogar decidió recolectar niñas y niños en hogares de la Región de
la Araucanía con el fin de darle a la iniciativa un carácter competitivo a partir de la
posibilidad de comparación entre antiguo y nuevo hogar. 4La idea es que los niños
dieran testimonio de que ese nuevo lugar sería mucho más grato que los
anteriores, consistiendo ello en publicidad amable y, a la vez, en amabilidad
publicitaria. 5Maripán es conocido tanto como el dueño del hogar de Renaico
dentro de la farandulilla de las iglesias evangélicas en la zona sur. 6Eran, en cierta
medida, rivales, aunque manteniendo la hostilidad de un modo muy sutil y
silencioso, haciendo primar el principio de noagresión y de diplomacia
inteligente. 7Ambos, Maripán y el mandamás del Hogar Cristiano de Niños de
Renaico, fueron formados en Estados Unidos como predicadores internacionales
8
Maripán fue breve y directo en sus intenciones: Quería llevarse tres niños para
formarlos como pastores y agricultores, futuros emprendedores. 9Logró convencer
al dueño del hogar mediante chantajes acerca de cuentas turbias cuyos
movimientos habían sido incipientemente detectados por sus colegas dentro de la
zona. 10No pudo pegarle, amenazarle ni coaccionarle hacia pues no se atreve ante
adultos. De hecho, siempre ha negado ante cualquier adulto la existencia de
golpes. El rumor corre por Renaico por el boca a boca de los trabajadores del hogar
que, no sin miedo, a veces liberan los relatos oscuros. Básicamente, ello es hecho
para poder ir a trabajar al día siguiente con un mínimo de ánimo.
11
Millapán se fue con otros tres niños en un furgón Suzuki Super Carry año 1992
hacia la ciudad de Villarrica. 12Walter fue hipnotizado flagrantemente por el paisaje
del viaje, transición progresiva entre verde claro y oscuro en alto contraste paleta
del Malleco y verdes homogéneos bañados en café oscuro casi nocturno paleta
del Cautín. 12Vio el lago al bajar por la llegada de la ruta 199 a la ciudad de
Villarrica, majestuoso despliegue de la panorámica de la comarca, sinfonía entre el
azul especular y decidido del largo, el azul verdoso ennegrecido de los montes
uno de ellos coronado con nieve repartida de manera caótica y la paleta verde,
amarilla, roja, naranja y café de los abundantes bosques que maravillaron a los
bávaros y que dieron teoría y medicina al mapuche desde hace barriles de siglos.
13
No sintió el viaje como una salvación o un escape maestro, sino que como un
cambio de etapa en un ciclo que se replica a sí mismo en distintos niveles
temporales: Cada cinco segundos, minutos, horas, meses, años, décadas, siglos,
milenios o eones, por ejemplo, algo aparece o desaparece, algo ocurre, deja de
ocurrir o sigue sin ocurrir. 14Detectó ciclos dentro de los ciclos y los aceptó con una
paciencia que parecía dictada en su conciencia desde una otredad que no era sino
sí mismo, fuera de sí pero con una réplica encarnada en sí mismo, con dificultad de
distinguir entre falsedades y legitimidades.
15
En el nuevo hogar, los golpes desaparecieron. 16Walter adoptó la costumbre
cristiana de agradecer y, en su práctica, incluyó la desaparición del dolor físico
intencional que ante su experiencia de preadolescente se presentó. 17Lo pusieron
de inmediato a trabajar con el azadón haciendo una melga en la que serían
plantadas frutillas. 18Las faenas agrícolas eran acompañadas con discos de bandas
evangélicas sonando a todo volumen en un equipo Pioneer de 1800 W PMPO, con
bandeja para 3 CD’s intercambiables. 19Durante los cuatro años siguientes, Walter
comṕartió en lo que podría haber sido considerada, fácilmente, una cuadrilla
anarquista de autoproducción. 20Pero Dios estaba invitado como regidor de doble
valor entiéndase, amable pero severo respecto a la moral del trabajo. 21El pastor
Maripán trabajaba junto a los niños y niñas y les trataba con un escaso valor que él
sí practicaba: respeto. 22Walter seguía fingiendo una fe evangélica, pero ya no por
miedo sino que por costumbre y también por conveniencia. Pero una claridad
proveniente de aquella conciencia que le encontró al nacer le impedía creer de
manera encarnada, estigmática, extasiada. 23Aprendió técnicas poco comunes en las
prácticas agrícolas evangélicas a partir de que Maripán tuvo contacto con talleres
de plantación dictados por hippies que le parecían profundamente equivocados y
condenados, aunque simpáticos y dignos de ser bien tratados en la Tierra antes del
terrible destino que les esperaba en el Juicio Final. 24.Por ejemplo: Logró construir
huertos verticales hidropónicos automatizados con temporizadores electrónicos
para riego programado; aprendió a cambiarle el color a las frutillas desde el rojo
industrial al blanco de lo ancestral; 25a partir de una extraña intuición mapuche
uno de sus primeros contactos con aquella cosmovisión pese a ser evidentemente
mapuche de padre y madre logró tamaños notables en zapallos italianos y
zanahorias; 26y, de hecho, logró, después de dos años de trabajo, un mapeo óptimo
de las plantaciones que estuviera en armonía con las rutas de polinización que
siguen las abejas, incluyendo ello la planificación de la ubicación de las flores, de
los panales y de los cultivos. 27Si bien nadie lo golpeó ni lo humilló durante su
estancia en San José de Calfutúe, tampoco nadie le reconoció aquellos logros
ingenieriles. 28Aquello no complicó demasiado a Walter, constantemente cautivado
por las ecuaciones de segundo grado y lanzado en extrapolaciones de las mismas
que poco tenían de socialización y mucho de brutalmente crípticas.
29
Constantemente, se encerraba en el pequeño templo de la escuelainternado. Ello
le permitía dibujar mentalmente gráficos y ecuaciones en las paredes. 30Se enamoró
de una interna alguna vez, aunque no fue correspondido. 31Su conciencia le
permitió no frustrarse con el rechazo, aunque sus entrañas derramaron lágrimas
internas.
32
Cuando llegó a la edad de doce años, Walter Millapán fue encomendado a una
importante tarea por el pastor Maripán: A partir de sus sobresalientes resultados
en matemática eran educados en una escuela aledaña al hogar y de la misma
propiedad, se le pidió al diez de la historia ser tutor oficial en matemática de sus
compañeros. 33Si bien siempre Walter ha sido escueto en habla, sus explicaciones
gráficas en los cuadernos de las otras niñas y niños eran de tal potencial explicativo
y didáctico que se logró, al final de aquel año, que todos entendieran la operatoria
de fracciones y las ecuaciones de primer grado. 34La pasión de Millapán por la
matemática era evidente; su conciencia emergente en su nacimiento era la que le
recordaba que debía ir más lento, a un ritmo de enseñar, con disposición a repetir y
a detenerse en variados aspectos de la numérica por burdos que le resultaran. 35No
obstante, Walter desarrolló tres núcleos más de conciencia; podía pensar en cuatro
planos distintos, desarrollando ecuaciones complejas en uno mientras reforzaba la
operatoria básica de sus compañeros en otro. 36Un tercer núcleo de conciencia
descansaba mientras el cuarto repetía incesantemente ciertos pasajes de la Biblia
específicamente, el texto íntegro del libro de Job saboreando vacíos y
contradicciones en los que olía el germen de la permanencia histórica. 37Jamás fue
reconocido por su labor sino que siempre fue considerada ella “su deber”, el cual
no se ha de celebrar en presencia sino castigar en ausencia, de acuerdo a la dura
piedad del pastor. 38La matemática era consuelo en cuanto su juego seductor entre
búsqueda y descubrimiento creaba una danza de gratitud interna. 39Alguna vez
contó sus penas indescriptibles en palabras mediante números planteando una
ecuación; en cierta medida, creía en el alma de las matemáticas, una especie de
dragón benevolente que ofrecía oráculo a quien tuviera disposición de enfrentarse
a sus acertijos. 40Esa alma era la que escuchaba los desahogos del joven Walter,
desamparado ante un entorno que consideraba suficiente su entrega de cariño. El
alma de las matemáticas acariciaba a Walter mediante conjeturas, mediante
aquellas transformaciones que experimentan las ecuaciones en su camino a ser
resueltas o, al menos, comprendidas o simplificadas.
esa geometría influía en los detalles casi microscópicos no eran genuinamente
microscópicos pues alcanzaban a ser percibidos a simple vista del recorrido de la
pelota sobre distintas superficies: Cemento, pasto corto seco, pasto corto mojado,
pasto largo seco, pasto largo mojado, tierra, barro, madera y, por cierto, asfalto de
carretera. 45También probó con sus zapatos de colegio que eran su vestimenta de
gala y sus zapatillas de fútbol, así como sus chalas de levantarse y a pata pelada,
observando la diferencia en las trayectorias cursadas por el balón a ras de suelo y
en el aire, con viento norte, sur, puelche o travesía. 46Se dio cuenta de que la lluvia
atraía la pelota al suelo y combatía el efecto del viento y que, además, las gotas
tiraban para arriba el ánimo de los jugadores frente a las dificultades del piso
mojado y embarrado. 47Constató cómo los tiros de pelota detenida desde el barro
eran especialmente maliciosos y confusos para los arqueros, quienes
frecuentemente subestiman el poder de fuego de los tiros que nacen, como la vida
vegetal, de la tierra empapada. 48Jugó dos partidos e hizo seis goles en total; no
pudo hacer más porque sus compañeros eran demasiado malos para la pelota. 49A
pesar de esos seis goles, su equipo perdió todos los partidos seis a cuatro, siete a
dos y sus hazañas pasaron al olvido social, aquel que se busca revertir mediante la
redacción inspirada de este Evangelio.
Capítulo seis.
Hierofanía del ContraCristo. 1Fue en una de sus tardes de reflexión matemática y
existencial en el pequeño templo cuando Walter Millapán miró hacia el valle de
Calfutúe Bajo y divisó una cruz cristiana sobre una caseta. 2Sintió un impulso
capital a moverse hacia allí, cual si hubiera sido dictado antes del inicio del
Universo. 3Se escabulló a eso de las oscuras 7 de la tarde del invierno lacustre sin
pensar demasiado en las consecuencias de su acción inspirada. 4Sentía raro su
pecho, cual si algo comenzara a salir de allí, aunque sin ausentarse de sus ser, sino
que extendiendo sus brazos hacia algo. 5Esa incertidumbre y sentimiento raro le
hacía batir incesantemente, desde el día anterior, la elasticidad de sus pómulos
contra sí mismos, cual perro que se sacude después de un chapuzón en alguna
poza de camino. 6Casi lo atropella un Vipuray que a esa hora pasaba en dirección a
Villarrica a más de 110 kilómetros por hora. 7Luego de recorrer algo más de dos
kilómetros, llegó a la capilla católica y encontró la puerta abierta y la luz apagada,
aunque un sagrario rojo iluminaba con un toque diabólico las paredes. 8La Virgen
María había sido invisible para Walter durante todos estos años e inspiró el
nacimiento de un nuevo universo de exploraciones sensibles desde las caricias que
implican las ecuaciones. 9Le pareció que el alma de la matemática quería travestirse
con las ropas blanquecinas de la réplica de la Virgen de Lourdes que allí lloraba
paciente en una eterna postura devota. 10Comenzó a calcular su sensación en las
paredes de este templo cátolico del mismo modo en que acostumbraba a hacerlo en
las casetas evangélicas, pero esta vez decidió atreverse a rayar físicamente las
paredes. 11Empezó rayando la pared tras el altar. Luego le pareció atractivo
continuar las líneas de polinomios haciendo caminito hacia la cruz donde, de
hecho, no había Cristo alguno colgando, muriendo. 12La suposición de un Cristo
abstracto que es proyectado por la mente creyente en aquella tabla rasa en forma
de cruz le pareció una incógnita digna de incluir en sus cálculos. 13Los cuatro
puntos donde se supone que habrían sido puestos los clavos en las manos y pies de
Cristo resultaron, curiosamente, contener los números 2, 4, 8 y 16, en sentido
contrario a las agujas del reloj contra el aspecto superficial del tiempo, aspecto
que le pareció extremadamente sospechoso por lo simplista y, a la vez,
extrañamente coincidente del suceso. 14Miró hacia adentro sus dualidades y las
dualidades de sus dualidades, poniendo atención a los conflictos internos que lo
fundaban y que se multiplicaban a su vez en otros microconflictos del mismo
modo en que los números se posaron en los clavos que sostienen sin sostener al
Cristo invisible que no es Cristo, 15dañándole sin dañarlo, castigándole sin
castigarle en cuanto ello es amor y aparece, ante Millapán, como el verdadero trato
justo a los dioses.
16
Luego de un rato llenando la pared frontal la que ven los feligreses al ir a
liturgia de la capilla, se pasó a las caras internas laterales del templo rayando cada
vez con mayor velocidad y manía. 17Comienza a gritar en inspiración matemática y
en contacto con las imágenes de santos y vírgenes que le eran negadas en el otro
culto. 18Junto con los gritos, realiza balbuceos propios de guagua y de lo que
llaman “multidéficit”, imitando a un viejo compañero del hogar de Renaico que no
hablaba ni se movía autónomamente, riéndose mientras se cagaba, gozando de una
felicidad terrenal inaccesible para los otros niños cuyas conciencias eran el
gendarme de sus celdas de dolor. 19Walter empieza, luego, a temblar y a poner los
ojos blancos mientras sigue gritando y rayando ecuaciones coherentes con sus
manos en rebelde autonomía. 20Se encarna en su cuerpo el ContraCristo, Aquel que
no es Anticristo sino la síntesis entre éste y el clásico Cristo, 21Aquel que no pone la
mejilla sino que las siete dimensiones de su rostro ante las palmadas de la crueldad
que se legitima en la historia. 22Aquel que es ContraCristo del Cristo del mismo
modo en que el Contrabajo es del Bajo. 23Aquel que deja a Cristo como un simple
profeta de profetas, como un mago sin magia, como una utopía abstracta con
dudas respecto a su momento de carne, a su aspecto divino como detalle
innecesario y no correspondido con la noción de lo sagrado, 24Aquel que no es
esclavo de la voluntad de nada, de nadie ni de sí mismo, 25Aquel que puede vencer
al tiempo, al espacio y al propio acto de vencer. 26Aquel cuyo espíritu no es sino el
grito ahogado de su carne en orgasmo.
26
Recorrió con ecuaciones las ropas de la Virgen María y en ello recordó el líquido
amniótico de su madre, viendo luces psicodélicas alrededor de sí. 27Siente que le
dicen Aranza desde un espacio fuera de la bóveda, así como siento una caricia
sobre su propio cuerpo que es, en ese momento, uno solo con el de su madre. 28Se
encarna su conciencia en aquel feto con interrupciones que hacen sentir los
momentos como destellos. 29Siente una explosión de sensaciones en el instante en
que se da cuenta que está por nacer. 30Al mismo tiempo, mira de fuera su
nacimiento desde una conciencia invisible que está vestida de arsenalera junto a la
matrona que saca al bebé en el hospital público. 31Walter Millapán ha bifurcado su
conciencia en dos torrentes: Uno sigue hacia adelante desde sus 15 años de edad y
el otro funda un uroboros, un ciclo de sagrada repetición, que irá desde su
nacimiento hasta este instante de hierofanía para luego volver a su nacimiento,
incesantemente, en paralelo en ocurrencia no en forma al curso lineal de su vida
desde ese día en adelante. 32Por eso fue un bebé con conciencia. Por eso aceptó a
Aranza. Por eso aquella sensación de una conciencia nacida como explosión desde
algún otro lado que era sí mismo, en un futuro que se funde con presente y pasado
más allá de la linealidad impuesta por las condiciones sociales que moldean las
nociones que el sistema nervioso ensaya sobre el espaciotiempo que le rodea.
33
Walter aún no había leído a Jung yo se lo presenté años más tarde, pero a esa
altura ya era todo un ingeniero de las redes de su alma.
34
El pastor Maripán lo encontró en pleno éxtasis y, por primera vez, lo golpeó para
hacerlo “volver en sí”. Ese mismo día, luego de pasar una noche entumiéndose en
la urgencia del Hospital de Villarrica, junto a la a veces muy solitaria Plaza de
Armas antiguo centro geométrico de la ciudad, considerando una buena parte de
poblado que quedó sumergida de manera inaccesible bajo el fango al nacimiento
del Toltén, fue invitado a un amable encierro en la Residencia Psiquiátrica de Pino
Huacho. 35Yo, soldado de Cristo nojesuita, jamás accedí a relatos desde allí en
adelante, pues cuando recibí, de boca del mismo Walter, el relato de la hierofanía,
quise cancelar la conversación y encerrarme durante 14 días a escuchar Burzum
mientras muchas películas pornográficas pasaban por mi televisor Kioto a partir de
los VHS que otros frailes guardaban. 36Así comenzó mi búsqueda por la verdadera
santidad, lejos de la proclamada por los verdugos. Amén.
EL INVIERNO DE LA MENTE
Walter Millapán en cursivas. Narrador en texto normal.
Permíteme, Walter, en base a mi Omnisciencia, explicar tu idea de “invierno de la
mente”, la cual vienes masticando hace tantos años.
Me parece placentero escucharlo de otra voz.
En el invierno de la mente, la búsqueda se dirige hacia todo lo que siquiera huela a
refugio. Esa es, al menos, la tendencia más inmediata, quizás innata, del existir
humano hibernal. Ante el asumir una lluvia o una nevazón que embellece el
paisaje, tiñéndole con la paleta de colores boscosa y que, por cierto, dota de cierto
carácter inhóspito a los territorios, nos lanzamos en la búsqueda de lo que muchos
significan como un útero, una matriz, considerando ello rápidamente “propio” de
lo humano sin detenerse, primero, en la posibilidad de que ello describa, más bien
y en cambio, una imagen de lo vivido por algún ser en lo individual o, como por
ahí se dice, una proyección, una consideración del tipo “me pasa a mí; por lo tanto,
le pasa a todos”. Sinceramente, puede que no se trate de un útero. Podemos, de
hecho, alejarnos de igualar “refugio” con “útero” y hacer un salto desde lo
arquetípico hacia el esperanzador vacío de los sentidos aún no constituidos. Pues
bien, ya habiendo oficializado en este momento la idea de Refugio (rf), vuelvo al
hilo: En el invierno buscamos un refugio (rf) en el cual puede haber una estufa,
brasero o, en términos conceptuales, una Fogata (Fg). Eso nos ocurre en los
primeros impulsos frente a las inclemencias del tiempo atmosférico que, para estos
efectos de lo mental, está constituido por el conjunto complejo de impactos
provenientes desde lo Real (ℝ) y que, tal como la lluvia, cumplen tanto con nutrir
como con mojar. La razón –que no es, en lo absoluto, equivalente a lo lógico, sino
que una manipulación caprichosa de ello aparece como neblina que filtra la visión
de campo y limita el alcance de la misma desde el observador. Ante esta tormenta,
o bien, ante la helada, existe tanto la primera opción de correr rápidamente al
refugio (rf) –que implica hacer caso del consejo de la neblinarazón de “no
inmiscuirse en lo novisible y esperar el siguiente momento del ciclo natural para
recuperar visibilidad” como una segunda, que también considera la primera pero
sólo como estación. Me refiero a la siempre disponible opción del Ecoturismo
Mental. El ecoturista sale a destapar el velo de la neblinarazón y a mojarse con el
aguacero de Realidad (ℝ). Asumiendo ese riesgo, tiene opción de observar colores
y escenas sonoras que no están disponibles al ojo de verano; el ecoturista accede a
un dominio novedoso y vasto de experiencias, un auténtico continente mental al
que sólo se puede llegar renunciando al confinamiento en el refugio (rf).
∀ Fg ∈ rf → xp0
∀ Fg ∉rf→xp5+incom
Expresando lo anterior en palabras: En primer lugar, “para toda fogata (Fg) dentro
de un refugio (rf), la experiencia (xp) se elevará a cero, resultando igual a 1” y, en
segundo lugar, “para toda fogata (Fg) fuera de un refugio (rf), la experiencia (xp)
se elevará a 5, a la dimensión de la imagen, pudiendo moverse en toda la cantidad
de puntos permitidos por tal sistema de magnitudes, sumándosele, además, un
monto indeterminado de incomodidad (incom).
Bien explicado. Muy bien explicado. Ahora, yo quisiera referirme, ansío referirme, quiero
hablar del complejo componente sensible que resulta de la traducción del análisis contable o
matemático de las interacciones entre mente y existencia. Pues, para estos cálculos,
necesitamos algo más que la razón intencional y esforzada mediante el arado del método:
Aquel otro origen de pensamientos que, en cambio, son lo que la mente se ve empujada a
experimentar, sin que uno necesariamente requiera que aparezcan. Son contenidos cuya
ruta previa es inconsciente –quizás hasta su origen y que luego ocurren en la conciencia.
Los pensamos, pero no los anticipamos. Si yo, por ejemplo, llego al resultado de la incógnita
de cualquier ecuación, hago un camino consciente hacia allí. Esto es distinto: El
pensamiento que aparece es consciente pero el método por el que la mente llega allá no lo es.
Y depende, de hecho, del caos –me refiero matemáticamente al caos, al caos implicado en el
accionar de los procesos orgánicos que sostienen esta experiencia de sabor inmaterial. Los
procesos orgánicos son como las calderas de un barco donde las palabras son los pasajeros
de primera clase que beben tranquilos del vino de la cultura mientras los gritos más
sórdidos y desgarradores de lo animal se baten clavando la pala en los montones del carbón
del vivir en un barco que se dirige hacia un lugar que jamás van a conocer, pues las
palabras se lo van a negar.
Silencio.
Mi madre es quizás la más grande ecoturista mental que conozco. He dialogado con ella
internamente y es básicamente de ese modo en que me he comunicado con ella desde que
nos separaron. Me conoce como Walter sólo de ese modo. Aunque también del modo en que
las mayoría de las personas se conocen. Creo que aún mantiene un duelo por Aranza,
aunque ya los siglos la han curado del dolor desgarrador de los primeros tiempos. El curso
hacia atrás de la temporalidad le vino muy bien para la sensación vital.
Rosmery, Rose Mary, Rosa María, Rous Mery. No sé como escribirlo. Mencioné a
cuatro personas distintas que bien podrían ser las ondas que la componen, los
armónicos que permiten que evoquemos su imagen. Tu madre, Walter, aquella que
desde el día en que asumió total encierro en la Cárcel de Mujeres de San Joaquín se
hace llamar Sacerdotisa, inaugurando su viaje por el espaciotiempo y por las
posibilidades a partir del vehículo meditativo aplicando en profundidad, con las
condiciones ideales, a saber: a) las terribles condiciones de su entorno, el cual ya no
se ve pero se escucha, crisol de gritos y olores de la peor calaña; b) la ausencia total
de luz, permitiendo la evocación de imágenes, fuente más inmediata de creación
de espacios; y c) la ausencia de interrupciones proferidas por el diálogo de otras
personas, el fastidio o los quehaceres. Al momento de ordenarse Sacerdotisa, tu
madre dejó atrás la abnegación que la caracterizaba en sus tiempos de madre,
esposa y mujer evangélica. Ni Dios la siguió molestando. La actitud meditativa la
hizo llorar primero varios días. Luego la contactó con su cuerpo, su enjuta
corporalidad a partir de la comida de mínimos estándares proporcionada por un
gendarme cuatro veces al día por una ventanilla con hoyitos redondos. Se sintió
profundamente habitante de su cuerpo y, en ese mismo acto, perdió el miedo de
viajar mentalmente hacia otras escenas no posibles de constatar de buenas a
primeras con su sensorio inmediato. Mediante la evocación de espacios, texturas
ambos sentidos direccionales, olores, temperaturas y sonidos estos últimos tres, los
sentidos de ambiente, requerían ser sintetizados o mezclados constantemente con la
información que llegaba desde el entornocárcel, disfrazando olores de cloaca con
hedores de guerra en otros continentes, por ejemplo, la Sacerdotisa logró, en un
instante poco claro, ver un fulgor blanco invadir la totalidad de su experiencia e,
inmediatamente después, aparecer en una loma nevada con un frío extremo.
Observa en 360° y ve algunas chozas y carpas parecidas a las yurtas de Oriente. De
hecho, se encuentra en Oriente, en el extremo norte de Siberia.
Los Pueblos Escritores de la Alta Siberia. Permíteme, Walter, nombrarte de aquí
en adelante y hasta nuevo aviso en tercera persona para jugar nuevamente a la
narración novelística descriptiva. En algún momento, apareces en esta historia.
Quisiera que fuera del mismo modo en que contaba, quizás hace cuanto, tus
historias de juventud en los tiempos dorados de Lanín. La Sacerdotisa se mira a sí
misma en un lago congelado que usa como espejo. Viste una túnica blanca y un
gorro en arco de grandes proporciones. Le agrada su aspecto. Camina dirigiéndose
a las chozas. Fuera de una de ellas, un poblador vestido con un chaleco y cubierto
de un grueso abrigo de piel de foca la mira y deja de hacer lo que estaba haciendo
para realizarle una reverencia a quien va llegando. Le toma la mano y se la besa. La
Sacerdotisa le pide que se pare y que, en lugar de adulaciones, le propine un
abrazo bien fuerte. Así lo hace el poblador. Comienza, inmediatamente, a cantar
mirando hacia la nada el siguiente cántico que se plasmará aquí en español oriental
y occidental:
Тус ойос ме траен а мí
Ту лисениа ме гранда ел алма
Унен ми алма а мí
Унен мíо ойо до сул
Есцрибо пара тí, гуíа тиемпос дел
Ремолино да грихúзца де хабите
Qуéдате цон носотрос
дуранте лос милениос qуе десеес
Аыúдаме а сер етерно
Tus ojos me traen a mí
Tu lisenia me granda el alma
Unen mi alma a mí
Unen mío ojo do sul
Escribo para tí, guía tiempos del
Remolino da grihúzca de habite
Quédate con nosotros
durante los milenios que desees
Ayúdame a ser eterno
Luego de terminar su canto que, de hecho, está escrito en un papel hecho de
extractos artesanales de corteza de pino polar, el poblador vuelve a sentarse para
hacer lo que estaba haciendo: Escribir. La Sacerdotisa sigue entrando a la aldea. El
ecoturismo que vive es brutalmente intenso y gratificante. Los colores de esta aldea
sin árboles los pinos están a más de 400 kilómetros, para lo que la gente ha
desarrollado durante siglos caravanas con perros que tiran los sacos con las
cortezas extraídas para la fabricación del papel son realzados por el blanco
inmaculado de fondo que, al cabo de unos minutos, ya se va descomponiendo en
tres o cuatro fáciles tonos distintos. En su ojo, al mirar al Cielo, la Sacerdotisa
puede ver círculos y hexágonos de color arcoiris que aparecen producto del
impacto mismo de los rayos lumínicos con su globo ocular, en una suerte de efecto
de cámara. Los niños y niñas salen corriendo a tirarle pétalos de flores que la gente
de estos pueblos hace crecer en invernaderos cubiertos por una finísima película de
sebo de buey almizclero que es procesada en talleres de usleros gigantes que
aplanan la grasa hasta volverla medianamente transparente. Las flores son de
todos colores. Las chozas son, ante todo, color madera. Las yurtas están hechas de
piel de caribú, por lo que es posible para la Sacerdotisa acariciar las casas de la
gente. De hecho, en estos pueblos escritores la gente le hace cariño a sus
habitáculos y hasta se acurruca a ellos en minutos, horas o años de pena.
Estos pueblos de la Alta Siberia son escritores gracias al influjo de sus intercambios
comerciales con los sumerios durante el tiempo en que en Mesopotamia se empezó
a dibujar sobre cuñas. La relación con ellos en las rutas comerciales que bordeaban
el Mar Caspio fue siempre discreta. Los cazadores que llevaban pieles de animales
polares focas, caribúes, lemmings aprendieron el arte de la escritura y lo trajeron
a la zona polar no sin la mediación de meses e incluso años de caminata. En ese
tiempo, iban masticando la idea de escritura y practicando distintas formas de
inscribir símbolos en superficies. Al llegar a los bosques de la taiga, se dieron
cuenta de que las capas delgadas de las cortezas de los pinos eran mucho mejor
superficie de escritura que las rudimentarias cuñas de los energúmenos del sur.
Reza uno de los primeros escritos:
Хациа трас ориенте вуела ми менте латенте
хациа со оцциденте миентен лос циелос фáцилменте
Верругас лас матругас партен qуе оруга хелиоцентро
Ыецциóн ен ла илецциóн транслапа qуе сегúн паíс дон
Траициóн ен ха пресинтиендо ге хебраíн дон сингуаназо
Депурациóн цонстрипациóн хе хи хала гимиендо нуецес
химен туругал цампо ен си ла йарра де гутиерро гран сí
Hacia tras oriente vuela mi mente latente
hacia so occidente mienten los cielos fácilmente
Verrugas las matrugas parten que oruga heliocentro
Yección en la ilección translapa que según país don
Traición en ha presintiendo ge hebraín don singuanazo
Depuración constripación he hi hala gimiendo nueces
himen turugal campo en si la jarra de gutierro gran sí
Durante siglos, estos pueblos se han dedicado a la economía de subsistencia y a la
escritura. No firman sus escritos ni buscan una trascendencia individual con los
mismos, sino que escriben a partir de los brotes de su voluntad y de sus impulsos
humanos. Desde lo visceral hasta lo sublime aparece en los signos inscritos por
estos personajes que, milenios antes de la formalización de la escritura en sistemas,
ya ocupaban el alfabeto cirílico y el idioma español haciendo síntesis de ambos en
el ya conocido Español Oriental. Esto es responsabilidad de un ser llamado Walter
Millapán que habita en la última carpa de caribú. Mediante túneles construidos
desde sus predios mentales, el 10 de la Historia logró llegar a la Siberia de esa
época algunos años después del Gran Partido, ya en los tiempos de su residencia
en Acaria. En realidad, la primera carpa instalada allí fue la de él. Enseñó el idioma
de los ácaros a siete personas y le pidió a cada una de ellas que se lo enseñara a
siete individuos más. En 235 años, Millapán cagándose en la cara de la muerte y
de toda lógica que suponga límites a la experiencia en vez de ladrillos para la
energía creadora vio cómo varios pueblos terminaron manejando el español
oriental con propiedad y arraigo. De todos modos, una importante proporción de
los vocablos usados en las primeras épocas de estos pueblos hoy no tienen sentido
dada la migración del sentido humano durante el transcurso del tiempo, el
despliegue del espacio y el ensanchamiento de los abismos entre existencias lejanas
por ambos parámetros. Las lenguas tribales siguieron hablándose cotidianamente,
pues no fueron castigadas ni hechas desaparecer como en el caso de Chile. De
hecho, se fue entendiendo un equilibrio y complemento fluido entre el español
oriental, idioma escrito, y las lenguas tribales, orales y etéreas en esa misma
definición, mejores para guardar secretos y para mantener vivos los relatos
aquellos que no deben escribirse. Reza otro escrito:
Мирарáс а де мис сиете а травéс дедос
Лос сиете дедос цон лос qуе цуенто
а лос сиете дедос qуе се унен цада уно
а лос дедос сиенте ыаси хастицáстицо лабилиста
а отрос сиете дедос мултиплицандо
Ел сиете пор ел сиете дел сиете дел сиете
Лоперезго ес бруñир дел тиерно сер анданте
Аминорандо лос абисмос ентре носотрос
Алморранандо хуриезгас хайаларас
Хе ла пласта си генерандо естуариос
Хормигас понзоñерас пре тендрíа орданита
Ы асí те инвито а цомер фоца
Ы асí те инвито а qуе плантемос алго рицо
Ы ло цомамос вариос месес деспуéс
Авíсаме
Mirarás a de mis siete a través dedos
Los siete dedos con los que cuento
a los siete dedos que se unen cada uno
a los dedos siente yasi hasticástico labilista
a otros siete dedos multiplicando
El siete por el siete del siete del siete
Loperezgo es bruñir del tierno ser andante
Aminorando los abismos entre nosotros
Almorranando huriezgas hajalaras
He la plasta si generando estuarios
Hormigas ponzoñeras pre tendría ordanita
Y así te invito a comer foca
Y así te invito a que plantemos algo rico
Y lo comamos varios meses después
Avísame
Milenios después, los viajes náuticos de los pueblos escritores de Siberia, frente a
las invasiones de mongoles y de los pueblos germánicos, fueron la salvación para
muchas tribus que deambularon por los mares del orbe. El principal refugio donde
el legado cultural de los estos pueblos sobrevive quizás eternamente es
precisamente Acaria, pueblo hijo de estas culturas. Al mismo tiempo, Acaria es el
pueblo matriz de estas culturas. Acaria nace de estos pueblos escritores que, a su
vez, nacen de Acaria. Así como hizo cuatro goles olímpicos en su mismo partido,
Millapán nos regala estos silenciosos uroboros que han tallado épocas de épocas
mientras las linealidades han llevado a la muerte y la alienación en las culturas que
buscan la notoriedad, la gloria y la ausencia del olvido.
La Sacerdotisa se encuentra, en la última choza, con Walter Millapán. Ella recuerda
a Aranza, no a Walter. No conoce a aquel hombre sino sólo al que ella quería negar
mediante el montaje y creación de la niña Aranza. Era ese un niño sin nombre y a
medias existente en su experiencia. Walter no se presenta con nombre ni apellido
sino que sólo la acoge, le ofrece infusión de corteza de pino también sirve para
hacerse tecito; la gente allí incluso, al escribir, saca ocasionalmente pedazos de hoja
para hacerse té y le muestra una sala oscura que allí él ha preparado para recibirla.
Él tenía cierta noción de que llegaría allí un ser sediento de meditación, oscuridad
y silencio. Al ver que se trata de la Sacerdotisa, el sí reconoce con claridad a su
madre. La mira con sensación de plenitud y tranquilidad; están en los dominios
correctos de la existencia encontrándose. El invierno de la mente, estación de
exploración de bellezas reservadas a los arriesgados ecoturistas, alcanza un
segundo nivel de profundidad en el instante en que, allí en la Alta Siberia, la
Sacerdotisa, ya llegada allí a partir de un infinitamente profundo trance que tiene
lugar en Santiago de Chile la Cárcel de Mujeres de San Joaquín, vuelve a entrar
en un estado de viaje mental dentro del que ya es un estado de viaje mental. En ese
mismo acto, vuelve a Chile.
El Motoquero del Infierno. La Sacerdotisa, esta vez vestida con una túnica
multicolor con motivos quechua, llega al borde del Río Maipo a la altura de El
Manzano, en el bajo Cajón del Maipo, cerca de la ciudad de Santiago de Chile. Es
1986 y han pasado dos días desde la muerte del dictador Augusto Pinochet Ugarte
en un atentado ocurrido en un sector relativamente cercano. La recién llegada se
acerca a la carretera para ver si alguien la lleva a Santiago. Pasan varios Chevy
Nova y Nissan Sunny, junto con no menos Lada, celebrando con bocinazos la caída
del tirano y el establecimiento de un gobierno provisorio de una junta cívico
militar presidida por Patricio Aylwin y Fernando Matthei que dará lugar a
elecciones democráticas de presidente, senadores y diputados para Diciembre del
presente año, con el fin de que las nuevas autoridades asuman en marzo de 1987.
De repente, pasa un Ford Mustang Tercera Generación a una velocidad
extrañamente baja. Es el primer auto en estos minutos que no viene celebrando.
Dos minutos después, en esa templada mañana de septiembre, baja una moto
Harley Davidson embarrada. Se detiene. El motoquero, vestido con casaca negra,
bandana roja y lentes de aviador, se baja y le sonríe a la Sacerdotisa. “¿Te llevo?
Voy a Puerto Montt, no sé si te sirve.”. Ella, sonrojada ante el aparecido, acepta
inmediatamente, se sube en el asiento trasero, se abraza al abdomen del motoquero
y parten rumbo a la capital, en primer lugar.
El Motoquero del Infierno venía de quemar tres casas aristocráticas de invierno
desde el sector de San Gabriel, más en la altura del Maipo. Hacía algunos días, se
vio involucrado en una literal paliza usando palos a Gabriel Porres Zañartu, un
dueño de camiones cerca del kilómetro 100 de la Ruta 5 Sur. Este personaje había
despedido a sus camioneros porque simplemente le dio la gana. Incluso, amenazó
a la familia de dos de ellos, los más buenos para alegar, con informar del caso a sus
amigos en la CNI. Uno de los trabajadores conocía al Motoquero y le envió un
telegrama al servicentro Esso donde él se desempeñaba como bombero de bencina.
No tardó más de dos horas en llegar, acorralar a Porres, agarrarlo a palos con unas
vigas que estaban botadas y eran restos de pallets, tomar un cuchillo para
cuadricular su cara con cicatrices y, finalmente, amarrarlo en un poste al otro lado
de la carretera para que pudiera presenciar cómo se instalan barriles de aceite y
bidones de petróleo en el frontis de su oficina y se da chispa a una explosión mayor
que quemó varios camiones y la totalidad de la construcción del terreno.
Finalmente, con un corvo, cortó las piernas y brazos del empresario, así como su
lengua. Lo envolvió entero salvo su cara y lo fue a dejar, con una nota escrita no
me referiré a su contenido, en canastito como bebé a la puerta de la casa de
Nataniel Jáuregui, otro personaje vil que le interesaba amedrentar y ajusticiar.
Hubo un momento en que el Motoquero ya estaba desfalleciendo, esperando su
muerte, perdido en el altamar. El sol le quemaba hasta los huesos. Perdió incluso la
conciencia, viviendo, de hecho, una muerte experiencial. Fue desvanecido y
dormido que lo encontraron comandos acaristas que hacían trabajos de reparación
de enlaces ocultos de fibra óptica en aquel sector del Atlántico CentroNorte. Lo
metieron como pudieron al maletero del submarino bipersonal de baja
profundidad y lo trasladaron hasta la misma Acaria, donde fue internado en la
Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Matriz Acarista (Хоспитал Матриз
Ацариста), recinto subterráneo de medicina de vanguardia lograron reanimar a
dos decapitados en 1968 en el que se recuperó por tres semanas y media. Al salir
de alta, el Motoquero del Infierno se interesó de inmediato en desarrollar un nuevo
entrenamiento; esta vez, al ver que el trato de los acaristas era impecablemente
respetuoso y amable, creyó con más fuerza en que sí valía la pena defender
militarmente tal sistema de ideales. Manejaba ya bastante bien el uso de armas y
explosivos, pero le faltaba cierta fineza en la ejecución de operaciones sigilosas,
especialidad por antonomasia del pueblo acarista. Su entrenamiento se dividió en
dos módulos: El primero estaba enfocado específicamente a Operaciones Acaristas,
de orientación eminentemente práctica y de desarrollo de resistencia mental y
física; el segundo, por su parte, fue un módulo teórico y filosófico en el que estuvo
a cargo del mismísimo Walter Millapán, quién había llegado allí hacìa 5 años por
menosprimera (1ª) vez. Antes de la primera (1ª) llegada, ya narrado su preámbulo
en “La Travesía”, el 10 de la Historia llegó dos veces antes a Acaria a partir de
viajes mentales emprendidos en aquella época. La vez cero (0ª) en que apareció fue
en 1995, la menosprimera (1ª) en 1970, la menosegunda (2ª) en 1914, la
menostercera (3a) en 1844 y la menoscuarta (4a) en 1677, en los tiempos mismos
de la Revolución Acarista, ayudando a la conformación del naciente Estado.
Millapán le encargó al Motoquero del Infierno, ya preparadísimo en 1981 en
operaciones acaristas y en el manejo de la motocicleta como medio de transporte
ideal para ellas aprendió a andar en motos construidas en los talleres de la costa
este de Acaria; específicamente, los primeros piques los corrió en las Autopistas
Subterráneas de Prueba, inmensos túneles subterráneos donde incluso se han
probado tanques Panzer robados de Wilhelmshaven algunos meses después de la
caída del III Reich, que volviera a Chile a cumplir tres misiones, a saber: a) Vivir
de manera nómade sobre una moto, ojalá Harley Davidson, consiguiendo dinero
sólo de cajas fuertes de millonarios; b) Hacer caso a su vocación de justiciero
vengador y dedicar su vida a dar escarmiento a quienes abusan de otros y no son
castigados; y c) Engendrar a Walter Millapán junto a la Rosmary preSacerdotisa
en una relación sexual tipo trío junto a, precisamente, la Sacerdotisa. El Motoquero
fue llevado a Chile a bordo de un buqueespejo y se despidió de los comandos
acaristas en unos roqueríos cercanos al puerto de San Vicente. Demoró tres años en
conseguir una Harley Davidson usada que robó de una comisaría que aún mantenía
las pertenencias de ejecutados políticos. Durante el viaje al sur en que llevaba a la
Sacerdotisa, el Motoquero del Infierno, bien advertido por Millapán respecto a
cómo dar con la Sacerdotisa el 10 de la Historia me pidió ayuda para dar con los
datos precisos de ropa, aspecto y ubicación temporalespacial, llevaba a cabo su
plan tal como lo había diseñado; le propuso a la Sacerdotisa, sin alardear respecto a
que sabía quien era, desviarse en Chillán hacia el gran Concepción para ir a
conocer la Pinacoteca de la Universidad que lleva el nombre y el estandarte de la
ciudad. Luego de admirar el mural del mexicano Jorge González Camarena al
cerrar su recorrido de degustación estética, fueron ambos a beber donde La Tita,
lugar donde se besaron y excitaron al punto de querer partir, 40 minutos más
tarde, a algún motel a hacer el amor. Cumplieron su cometido y, sin saciar la
inmensa hambre sexual provocada por su encuentro, fue la misma Sacerdotisa la
que propuso la idea de un trío. El Motoquero, sorprendido ante la ayuda que el
destino le dio respecto a su misión, señala que sabe quién es la persona
específicamente indicada para ello. Se dirigen a la Población Libertad de
Talcahuano.
Los testículos del Motoquero del Infierno fueron tratados en los laboratorios
acaristas con técnicas que volvían muy fuertes e invencibles a sus espermios. La
aplicación de estos avances está diseñada para que los espermios de la persona
intervenida no tuvieran posibilidad alguna de ser derrotados en la carrera hacia el
óvulo por los renacuajos salidos del pene de otra persona. Eso permitió que
Rosmary fuera engendrada por él pese a que ya mantenía relación con Cristián
Jacob. El trío fue posible gracias a que Rosmary fue seducida fulminantemente por
el Motoquero del Infierno mediante el uso de música de la banda Devo y el vestir
una camisa con dos botones desabrochados que permiten captar con mayor
facilidad el perfume Houbigant Fougère Royale que traía desde Acaria. Aquellos
datos precisos fueron proporcionados por la propia Sacerdotisa, quien bien conocía
lo que prendía su propio deseo incluso en esa época en que vivió bajo los grilletes
del conservadurismo evangélico. Follaron en trío en el propio templo evangélico
de la familia de Cristian Jacob durante la madrugada. El toque de extremo riesgo y
de adrenalina aumentó exponencialmente el placer. Rosmary nunca supo que la
Sacerdotisa era ella misma, sino que simplemente la consideró una hippie en busca
de expansión. La Sacerdotisa hoy mira con asombro, ternura y algo de temor en
sus recuerdos, atando cabos respecto a sus historias de locuras sexuales donde, sin
saberlo en ese entonces, había hecho un trío con ella misma.
De la fecundación de los espermios biónicos del Motoquero del Infierno y un óvulo
de Rosmary nació Walter Millapán, el mejor jugador de fútbol de la Historia,
llamado Aranza desde el nacimiento. El Motoquero del Infierno siguió vagando
haciendo justicia hasta 1999, año en que decidió cambiar de estrategia luego de que
el crimen organizado asesinara a su amigo de motos Marco Chamblas en la ciudad
de El Paso, Texas, EEUU. Decidió migrar a Norteamérica Alburquerque, para ser
precisos para trabajar, siempre con doctrina acarista, en el diseño y construcción
de microrobots camuflables como insectos con el fin de detectar las guaridas y
centros de operación de las grandes bandas criminales y detonar explosiones allí.
Logró asesinar a varios narcotraficantes y mafiosos. Incluso, los insectos se
acriminaron con algunos agentes militares de México, Honduras y Estados Unidos.
Dos años después, ejecutó un nuevo cambio en su modo de operar: Se hizo pasar
por electricista para ir a trabajar en la finca de Rafael Guerras Polo, uno de los más
grandes, sanguinarios y blindados narcos de la frontera mexicanagringa. Hizo un
buen trabajo excelente, de hecho, con finas terminaciones y rapidez en la faena
para uno de sus sicarios de confianza en la instalación de un sistema de seguridad
y, gracias a ello, obtuvo la recomendación para entrar allí. Guerras Polo le encargó
la instalación de la totalidad de un sistema eléctrico en una nueva mansión que era
ya la sexta de su colección. El Motoquero del Infierno, disfrazado de electricista, le
recomendó también revisar el cableado y enchufes de cada una de sus
construcciones, ante lo cual el narco accedió agradecido. Le regaló varias bolsas de
cocaína de alta pureza. Paralelamente, algunos militares corruptos mexicanos lo
recomendaron a la NASA para la reparación de un sistema de iluminación de un
taller en Houston en el que construían, entre otras cosas, satélites. Partió en su
moto con una inmensa mochila. Dada la urgencia de tales faenas, se quedó tres
noches enteras trabajando casi sin descanso. Al finalizar, paseó por el desierto una
semana. Luego, volvió a la finca de Guerras Polo a seguir con su trabajo habitual.
Dos días después, explotaron todas las mansiones y galpones de Guerras Polo,
quien murió carbonizado al instante junto a 470 personas más. Algunos sicarios
sobrevivientes que lo vieron con actitud sospechosa pasando por fuera del cerco de
la finca lo agarraron y lo llevaron a un búnker subterráneo que Guerras Polo había
mandado a construir hacía ya varios años y que sobrevivió a los incendios.
Comenzaron a torturarlo mientras el Motoquero del Infierno lloraba
desconsoladamente pidiendo piedad. Al cortarle uno de sus dedos con una galleta,
se dieron cuenta de que no salió sangre sino cables. Al instante, se bloquearon
todas las puertas de salida del búnker y los torturadores empezaron a sentir cómo
el calor aumentaba lenta y progresivamente dentro del lugar. En minutos, el calor
empezó a quemar desesperantemente, aterrorizándoles frente a la imposibilidad
de salida. El robot réplica del Motoquero del Infierno llegó a los 700° C, derritiendo
los cuerpos de los sicarios.
Walter Millapán me pidió que, a partir de mi omnisciencia, le hablara acerca de las
cosas que yo podía ver en su inconsciente. Me negué a tal crueldad. Asumo el
infinito costo en dolor que implica para mi condición el tener acceso a todos esos
contenidos perturbadores. Eso incluye aquello inconsciente en quien viene leyendo
estas páginas.
No obstante, en los éxtasis vividos mediante el acceso a lo sagrado sea ello por la
vía orgánica o por los métodos meditativos, he visto que se despierta en las
mentes la duda respecto al mapa propuesto por los psicoanalistas respecto a las
estepas en las que recorre desnuda el alma la tierra que le da soporte y le cobija.
Veo inconscientes y me aterro mortalmente; al mismo tiempo, observo la duda de
la mente que los inventa y siento cómo un vaso de alivio recorre mi herida
garganta.
En la Fogata (Fg), Walter hacía confluir dos dominios existenciales, a saber: a) El
mundo físico objetivo, real (R); y b) la Materia Oscura de su mente. Como si
existieran dos escenarios, dos plataformas distintas cuya puerta de enlace consiste
en unos palos de tapa ardiendo. Llegué desde el mundo físico a aquella Fogata (Fg)
alguna vez y, desde allí, el diez de la historia me llevó a pasear por prados y
bosques que bien son los mismos de esta hermosa cordillera sureña, mas no son
posibles de constatar en los mapas ni en los territorios a los que corresponden.
Librado del temor a lo inconsciente y de la concepción de tal en la forma de
monstruo o demonio destructivo y odiante, comencé a pasear por una región
hermosa en la que algunos galpones negros, pintados con aceite quemado,
constituyen las escasas construcciones que se observan dentro de mares de árboles,
murras, pastos cortos, pastos largos, cerros arbolados, cerros secos, vertientes,
canales, ríos, lagunas y hasta un inmenso lago, quizás 20 ó 30 veces el Villarrica,
que no dejaba ver orilla al otro lado y que mostraba las aguas más apacibles que he
tenido el placer de contemplar.
el núcleo de todo movimiento evolutivo humano. Hoy no somos los seres
humanos nuevos que construirán el mundo nuevo. Sin un gasto de energía
importante, seguiremos siendo seres decadentes que sostienen un mundo
decadente. Asimismo, ninguna liberación personal ni plenitud ha de alcanzarse sin
someterse a la Transformación. Sin entregarse a ella, nos separamos de piezas de
rompecabezas que calzaban con nosotros en una correspondencia que una vez fue
sana pero que, en la negación de lo dinámico, se volvió enferma; no cambiamos
nuestro diseño y, en el futuro cercano, volvemos a calzar con el mismo tipo de
pieza, perpetuando la infelicidad. Hemos de volver a moldearnos y, en muchos
momentos, entregarnos como plasticina al devenir.
En esos diálogos, llegamos a unas ruinas. Algunos ladrillos blancos huecos por
dentro como si fueran la parte exterior de una caja de fósforos estaban apilados
en muros destruidos y roídos por segundos infinitos que impactaron en ellos.
Millapán comenzó a olerlos; luego, se sentó en flor de loto junto a ellos, aunque no
se puso a meditar, sino que solo a contemplar. Pensó 6 minutos y se puso de pie.
Vi, en ese instante, que dos ráfagas de viento en direcciones opuestas no me
atrevo a hablar de puntos cardinales en estos lugares pasaron por el sitio en que
nos habíamos detenido; lo juzgué por el aleteo de los árboles que, además,
liberaron partículas amarillas parecidas al polen pero que no eran tal. Estos
pequeños cristales se deshacían a los segundos de saltar a estos complejos vientos.
Nos miramos a los ojos. Sí. Tengo ojos.
En otra caminata en la que llovía bajo un cielo grisáceo que parecía espejo, el
ancianísimo Millapán que a veces lo vimos tan joven en estos relatos de vejez
¿Cierto? me contó que hacía poco había vuelto a llorar, después de décadas, por
Scarlett. Se secó algunas lágrimas muy brillantes que le brotaron y, en el acto,
apareció ante nosotros, en el ripio del camino, un ciervo muerto con un gran
coihue aplastándolo. No tuvimos la fuerza, claramente, para levantar el árbol.
Walter Millapán sacó un corvo que le había regalado Lucho González y abrió el
pecho del ciervo. Sacó su corazón cual si fuera un sacerdote azteca y empezó a
comérselo sin furia, aunque con mucho placer. Yo no quise de ese bocado, aunque
acepté beber algunos sorbos de sangre. Demoramos casi una hora en bebernos
todo el ñache de ese cervato que, espero, no haya estado en peligro de extinción.
Un perro, ubicado a algunos metros, nos miraba moviendo la cola. Cuando nos
levantamos y nos fuimos, se acercó a degustar carnes finas frescas.
desde dentro. Nos asomamos y pasamos a la sala. Allí, con suelo de tierra, entre
paredes negras y alumbrados sólo por dos velas, tres niños pequeños calculo unos
5 años se encontraban con túnicas amarillas y caras pintadas con motivos hindúes,
aunque no precisamente índicos, sino que sólo parecidos. Estaban meditando. Lo
hacían sobre plataformas circulares de madera. Los miramos largos minutos,
escuchando sus respiraciones sincronizadas y el fondo de la amable lluvia, semen
de vida. El viejo e inigualable Walter Millapán, tragando saliva, me contó que estos
niños habían decidido, a muy temprana edad, dedicar su vida entera a meditar. Lo
consideré el máximo regalo de amor posible. Pensé, además, entre las más tiernas
lágrimas, que esta escena era lo más bello que había visto.