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Construyendo el patrimonio cultural y natural.


Parques, museos y patrimonio rural

Book · January 2014

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Xavier Roigé Camila Del Mármol


University of Barcelona University of Barcelona
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CONSTRUYENDO EL PATRIMONIO CULTURAL Y NATURAL.
PARQUES, MUSEOS Y PATRIMONIO RURAL
Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación:
«Patrimonialización y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimo-
nio local (CSO2011-29413)», financiado por el Ministerio de Educación y
Ciencia y el Programa Feder.
Construyendo
el patrimonio cultural
y natural
Parques, museos y patrimonio rural

Xavier Roigé, Joan Frigolé,


Camila del Mármol (eds.)
COL·LECCIÓ ANTROPO-LÒGIQUES

La col·lecció antropo-lògiques naix amb la voluntat de fer una antropologia en, per a
i dins del món. Un lloc on sumar veus compromeses que vulguen ‘discrepar’ de les lò-
giques hegemòniques. A més a més, aquesta edició de Germania-AVA ix amb el desig
de convertir-se en un referent per a la difusió del treball etnogràfic.

Directora: Beatriz Santamarina Campos

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni la compilación en un sis-


tema informático, ni la transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, ya sea
electrónico, mecánico o por fotocopia, por registro o por otros medios, ni el préstamo,
alquiler o cualquier otra forma de cesión del uso del ejemplar, sin el permiso previo y
por escrito de los propietarios del copyright.

© de los textos: los autores y autoras, 2014


Coedición de: Editorial Germania, s.l.
Dr. José González, 99 – 46600 Alzira (València)
E-mail: germania@germania.es
Asociación Valenciana de Antropología (AVA)
Impreso en la Unión Europea – Printed in the EU
ISBN: 978-84-16044-??-?
Depósito legal: V-????-2014
Índice

Introducción. La patrimonialización de la cultura y la naturaleza ........ 9


Xavier Roigé y Joan Frigolé

PARTE I. Procesos de patrimonialización de la cultura y la naturaleza ....... 29

Patrimonialización y mercantilización de lo auténtico, dos estrategias


básicas en una economía terciaria ..................................................... 31
Joan Frigolé

El juego de la patrimonialización ............................................................ 47


Jean Davallon

La transformación de la naturaleza en patrimonio colectivo .................... 77


Ismael Vaccaro y Oriol Beltran

PARTE II. La construcción del patrimonio: estudios de caso ....................... 93

Uso socioeconómico del patrimonio cultural en un parque natural:


el Montseny, reserva de la biosfera .................................................... 95
Xavier Roigé y Ferran Estrada

De la belleza paisajística a la biodiversidad. La patrimonialización


de la naturaleza en el Pallars Sobirà, Pirineo catalán.......................... 113
Oriol Beltran e Ismael Vaccaro
Economía y poder en el Parque Nacional de Écrins (Francia). Pensando
la naturaleza, definiendo el espacio ................................................... 131
Valeria Siniscalchi

Patrimonializar la naturaleza de cara al futuro. La mediación ecológica,


desde la imagen al mapa ................................................................... 151
Olivier Le Falhery Cécile Tardy

La construcción del patrimonio arquitectónico en un contexto rural


y sus implicaciones sociales: el caso de Castelo Rodrigo, Portugal ..... 167
Luís Silva

Procesos de patrimonialización y políticas públicas en el Alt Urgell ........ 181


Camila del Mármol

La patrimonialización del patrimoni en el Pallars Sobirà ......................... 197


Meritxell Sucarrat

Pinceladas sin cuadro: residuos, museos y patrimonio industrial


en el País Vasco ................................................................................ 223
Iñaki Díaz

Mapas culturales y el marketing de las localidades. El caso del


«Observatorio del paisaje» de Valtaleggio (Italia)............................... 235
Cristina Grasseni

Elementos de patrimonialización en un parque literario: Carlo Levi


y Aliano ........................................................................................... 251
Francesca Uccella

No toquen los misterios. Prácticas y políticas en torno al patrimonio


inmaterial de Campobasso (Italia) .................................................... 269
Letizia Bindi

8
INTRODUCCIÓN
La patrimonialización de la cultura y la naturaleza*

Xavier Roigé y Joan Frigolé


Universitat de Barcelona

La construcción del patrimonio

En los últimos años, el interés por el patrimonio ha ido intensificándose,


hasta el punto de producirse, como sugiere Heinich, una auténtica «inflación
patrimonial» (2009: 15). Hasta los años sesenta, la palabra patrimonio casi no
se utilizaba por el gran público y no fue hasta los ochenta cuando se produjo
la extensión del concepto y su aplicación a numerosos elementos. Poco a poco,
la noción de patrimonio ha ido extendiéndose hasta el punto de considerarse
cada vez la existencia de más elementos patrimoniales (Hartog, 2003: 85).
Todo, o casi todo, es susceptible de reconvertirse en patrimonio, y este con-
cepto ha ido ampliado su rango de significados. Ya no sólo se habla de patri-
monio cultural, arquitectónico, artístico, histórico o documental: el concepto
también se aplica a campos tan distintos como el patrimonio genético, natu-
ral, material, inmaterial, alimentario, biológico, fílmico, científico, lingüístico,
etnológico, industrial, rural o migratorio. Y ya no sólo se habla de patrimonio
local o nacional, sinó también de patrimonio, «de la humanidad»1.
Las razones de este interés por el patrimonio son complejas, pero podría-
mos indicar sobre todo dos tipos de factores explicativos. Por una parte, el
patrimonio –como es conocido– es una construcción socio-cultural, que se
caracteriza por su carácter simbólico y por su capacidad para representar, me-
diante un sistema de símbolos, una determinada identidad (Prats, 1997). El

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: «Patrimoniali-


zación y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimonio local (CSO2011-29413)»,
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y el Programa Feder.

9
patrimonio juega un papel político fundamental. Por otra parte, debe tenerse
en cuenta su dimensión económica. El patrimonio es evocado como un recur-
so a la vez heredado y estratégico, y su valor de uso patrimonial dependerá de
las inversiones, valores y demandas del mercado (Greffe, 2003: 29). Se confía
en el patrimonio como un instrumento que puede aportar recursos turísticos
y que puede generar una renovación de la oferta utilizable por otros sectores
dentro de un desarrollo sostenible. Podríamos citar numerosos ejemplos de
la revalorización de monumentos, de museos, o de ciudades y pueblos que
llevan a cabo proyectos de renovación urbanística a través de procesos de pa-
trimonialización. De la misma forma, aspectos como las tradiciones, leyendas,
episodios históricos, productos locales, imágenes del paisaje o la misma gas-
tronomía se convierten en elementos de consumo cultural o bien añaden una
etiqueta de prestigio cultural a su comercialización. Asimismo, en las zonas no
urbanas, la imagen de la ruralidad se convierten de esta forma en un elemento
de promoción turística, creando una serie de productos que crean una imagen
de tipismo, de tradición, de paisaje, de naturaleza que se contrapone a las
imágenes de urbanización.
Pero como señala Geffre (1990), para comprender la especificidad de la
economía patrimonial debemos situarnos a un nivel distinto del de la oferta y
la demanda. Para este autor, deben considerarse dos dimensiones más: su valor
de comunicación (la capacidad para simbolizar una historia o ser compartido
y reivindicado por una colectividad) y su criterio de cientificidad (el reconoci-
miento por especialistas en cuanto a su valor histórico, científico o artístico).
Por ello debemos considerar la dimensión política y social de la patrimoniali-
zación, incluyendo la construcción de identidades y la producción de localidad
(Frigolé y Roigé, 2006). Frecuentemente, la respuesta de las poblaciones locales
a los procesos de globalización suelen hacer énfasis en la idea de la autenticidad
y el patrimonio es utilizado como elemento de dinamización cultural y social
y para la construcción de identidades. El patrimonio sería así «una forma sutil
de las sociedades o grupos para dotarse de legitimidad» (Davallon, Micoud, Tardy,
1997: 202). El proceso de patrimonialización de un territorio impone a la po-
blación la modificación de su mirada sobre el medio, y obliga a una reflexión
sobre su propia historia y sobre el estatus que debe concederse al pasado.
Ambas estrategias –o, si se prefiere, ambos usos del patrimonio– son, en rea-
lidad, las dos caras de una misma moneda y los procesos de patrimonialización
deben considerarse atendiendo tanto al uso económico como al cultural. Uno y

10
otro uso se retroalimentan y no pueden entenderse separadamente. El uso sim-
bólico y cultural de los elementos patrimoniales construye imágenes que luego
son utilizadas económicamente y, al revés, el uso económico del patrimonio
crea arquetipos que se convierten en elementos simbólicos y culturales. En el
caso del turismo es claro. Como señala Lagunas «el turismo trastoca los escenarios
contemporáneos y los reconvierte en imaginarios que dan cuenta de estrategias sim-
bólicas y político-económicas de construcción de identidades» (2006: 147).
Ahora bien, esta última afirmación plantea algunas dificultades teóricas y
metodológicas. En la definición de patrimonio, la idea más frecuentemente
admitida es que éste asegura una continuidad entre quienes lo han producido
y nosotros, que nos convertimos en herederos porque lo hemos recibido. Pero,
como señala Davallon (2006: 93), ¿cómo coexiste esta idea del patrimonio
transmitido con la idea de que el patrimonio se inscribe en relación al pasado a
partir del presente? En el fondo, muchos análisis teóricos sobre la patrimonia-
lización caen en este problema y parten de una cierta idea de la existencia de
un patrimonio «verdadero», que nos viene del pasado, y el uso que el presente
hace de este patrimonio, que llega a definirse como «inventado». Davallon
(2006: 95) presenta la patrimonialización como «el acto por el cual una nor-
ma, un canon heredado del pasado, es contestado, subvertido, sumergido por una
nueva categorización construida a partir del presente». Resulta interesante, para
superar estos problemas, aproximarse al uso que se le da al patrimonio en la
transmisión familiar. Al fin y al cabo, la misma noción de patrimonio cultural
es una adaptación de la idea de patrimonio familiar (Segalen, 2005). En la
herencia familiar, el patrimonio tiene un sentido de continuidad, de contacto
con el pasado, de identidad, pero el patrimonio está también para ser usado
en cada generación. De esta forma tiene una doble continuidad (simbólica y
de conservación) pero también un doble valor (como capital y como valor de
uso) y en cada generación es reconstruido. Como señala Davallon (2006) el
patrimonio sería entonces una especie de «filiación invertida que comportaría
una filiación cultural que substituirá a la filiación biológica» y que introduciría
un juego de transmisiones: «el patrimonio resultaría, en sentido estricto, una
construcción de un tipo de relación con el pasado en un juego de continuidad y
ruptura».

11
Procesos de «patrimonialización»

Para entender la lógica del patrimonio, resulta útil explicar los principios
y las lógicas seguidas por los actores que intervienen en un proceso de patri-
monialización. Esta es la perspectiva principal que se adopta en este libro, al
intentar no tanto describir cuáles son los elementos patrimoniales sino como
éstos son utilizados y cómo llegan a convertirse en patrimonio, lo que deno-
minamos procesos de patrimonialización. El término «patrimonialización» es
un neologismo que se ha usado en los útimos años en distintos idiomas, sobre
todo en francés y en castellano2, aunque también en inglés. En las lenguas lati-
nas las palabras derivadas del latín patrimonium (patrimoine, patrimoni, patri-
monio, etc.), se utilizan indistintamente para designar los bienes económicos y
los bienes culturales, y en base a esta ambigüedad se ha hablado de patrimonia-
lización en referencia tanto al aprovechamiento económico como al proceso de
reelaboración de los bienes para su uso simbólico-político. Al respecto, resulta
interesante el artículo de Davallon en este mismo artículo, cuando señala que
en francés (y podríamos decir que las otras lenguas latinas) la noción de patri-
monio se basa explícitamente en la analogía de la propiedad que se transmite
de una generación a otra dentro del linaje de la familia, y al mismo tiempo, en
las analogías entre la familia y la nación (o la comunidad) y entre la propiedad
privada y los bienes culturales públicos3. En cambio, en inglés, existen dudas
sobre la coveniencia de uso del término «patrimonialization» o bien del deriva-
do de heritage (término más propio del inglés)4 «heritagization».
Por patrimonialización nos referimos a los procesos de producción cultu-
ral por los que los unos elementos culturales o naturales son seleccionados y
reelaborados para nuevos usos sociales. Para llegar a ser considerados como
patrimonio, los elementos culturales o naturales, deben representar una de-
terminada identidad y deben ser activados por los agentes de producción (ex-
pertos, investigadores, técnicos culturales), o desde alguna instancia de poder
político (gobiernos) o de la sociedad civil. Siguiendo a Kirshenblat-Gimblett,
cuando define al patrimonio como el resultado «de una producción cultural que
recurre al pasado» (1998: 44), entendemos el patrimonio no tanto un valor
en sí mismo sino como el resultado de un proceso de producción. El pro-
ceso de patrimonialización es una reinterpretación del pasado a partir de las
problemáticas contemporáneas, mediante una remodelación, reconstrucción,
elaboración, fabricación o recuperación de edificios, paisajes, monumentos,

12
«performances», formas de sociabilidad y valores. En este sentido, y en nuestra
hipótesis, entendemos que los procesos de patrimonialización se traducen en
dos estrategias aparentemente contradictorias, pero en el fondo complemen-
tarias y que responden a un uso económico y a un uso cultural.
La patrimonialización crea valor patrimonial para objetos y elementos de
la naturaleza y la cultura. La especificidad del valor patrimonial, un nuevo
valor, se pone de relieve al contrastarlo con dos valores básicos, el valor de uso
y el valor de cambio. Por un lado, el valor patrimonial supone un cambio en la
valoración de objetos y elementos cuyo valor de uso o de cambio (mercancía,
capital) se ha reducido drásticamente o ha desaparecido por causas diversas
tales como innovación tecnológica, crisis de una sociedad, crisis del sistema
capitalista, etc. Por otro lado, el valor patrimonial se impone y domina a los
valores de uso y de cambio, aparta a los primeros de la esfera de lo cotidiano o
impide su conversión en mercancías y excluye a determinados valores de cam-
bio del mercado (Godelier, 1996). La perspectiva contextual es fundamental
para abordar la creación de valores patrimoniales. En este caso, el contexto ge-
neral se caracteriza por el predominio de una economía postfordista orientada
hacia los servicios y el turismo (Harvey, 2004; Kirshenblatt, 1998) y por las
dinámicas de estados nación bajo el impacto de las fuerzas de la globalización
(Appadurai, 1996).
Los factores que impulsan la patrimonialización también se hallan detrás
de otro mecanismo de creación de valor, la mercantilización de lo auténtico,
basada en la existencia de valores de uso puro (Boltanski y Chiapello, 2002).
La dicotomía patrimonialización y mercantilización de lo auténtico parte y
a la vez se superpone a la dicotomía valor de uso y valor de cambio, pero
mientras que la patrimonialización puede afectar tanto a elementos con valor
de uso como con valor de cambio, la mercantilización de lo auténtico afecta
sólo a valores de uso y crea nuevas mercancías con características distintas a las
producidas por el sistema industrial fordista. Conviene tener presentes ambas
dicotomías y sus relaciones en el estudio de la patrimonialización.
La patrimonialización es un proceso de construcción o producción social
y cultural de valor patrimonial para objetos y elementos específicos. La patri-
monialización se sirve de un conjunto de imágenes diversas, desde las prove-
nientes de concepciones específicas del pasado, vinculadas o no a ideologías y
movimientos nacionalistas, a las procedentes de disciplinas como la ecología y
de discursos como el ecologismo, para generar valores patrimoniales. Un ele-

13
mento u objeto patrimonial es altamente simbólico. Como todo símbolo está
en lugar de nociones abstractas, a la vez que condensa afectos y sentimientos,
lo cual facilita la adhesión y la unanimidad social, pero permite también la di-
vergencia y la discrepancia. La naturaleza simbólica del patrimonio impone no
concebir la distinción entre material e inmaterial como absoluta, sino relativa
y no sólo en oposición, sino también como complementaria.
El patrimonio no se debe concebir en términos de símbolos aislados, sino
más bien en términos de encadenamientos simbólicos y de sistemas simbó-
licos, y se debe prestar atención a los procesos de inversión simbólica que se
producen durante el proceso de patrimonialización. A nivel analítico se dis-
tinguen múltiples usos y fines del patrimonio, como la creación de identidad,
legitimidad, impulso del desarrollo social y económico, etc., aunque sólo el
estudio etnográfico revelará cuáles son los que se alcanzan y en qué grado.
Como señala Wolf «el poder no es nunca externo al significado» (1990: 593) y
es preciso por tanto estudiar la relación entre poder y patrimonialización, no sólo
en el proceso de regulación y defensa del patrimonio, sino también en el proceso
de creación del mismo. Por ello hay que enmarcar los procesos de patrimoniali-
zación en un sistema social, económico y político y sus relaciones mutuas. Los
agentes sociales, condicionados por los imperativos y las lógicas de estos sistemas,
son quienes impulsan, imponen o llevan a cabo acciones de patrimonialización,
que dotan a ciertos objetos y elementos de nuevos significados, valores y usos.
También hay que considerar la interrelación entre el contexto local y el global en
el análisis de la patrimonialización. Instituciones supranacionales competentes
en el ámbito del patrimonio como la UNESCO, disciplinas como la ecología,
ideologías y movimientos globales como el ecologismo, los cambios en la econo-
mía capitalista y los desafíos que afrontan los estados nación son factores que hay
que tomar en cuenta al analizar la importancia que ha adquirido el patrimonio
bajo cualquiera de sus denominaciones, los modelos de patrimonialización exis-
tentes y la dinámica de los procesos de patrimonialización.

La patrimonialización de cultura y naturaleza

En las páginas siguientes, y en especial en los estudios etnográficos, este


libro aborda en concreto la interrelación entre cultura y naturaleza analizando
dos grandes cuestiones. En primer lugar, cómo se construye el patrimonio

14
natural y cultural, y cómo las condiciones de producción de estos patrimonios
deben considerarse en relación a sus usos socioeconómicos y a sus valores cul-
turales. Las imágenes de naturaleza y de ruralidad sólo pueden entenderse en
un pasado que continúa a nivel simbólico, pero que ha sido construido desde
esa filiación invertida, que ha ido encontrando en las últimas generaciones
valores de uso distintos. Para ello es necesario estudiar cómo han surgido y
por qué razones se ha desarrollado la protección del patrimonio y las formas
de gestión del patrimonio (parques naturales, museos, etc.). En segundo lugar,
trataremos de demostrar la interrelación entre los usos del patrimonio natural
y del patrimonio cultural, advirtiendo cómo ambos se han construido en pa-
ralelo y dentro de una misma lógica.
La patrimonialización de los espacios naturales es también una construc-
ción sociocultural y cada vez es más demandada en lo referido a su activación
y uso y disfrute. De esta manera, a pesar de que generalmente se estable-
cen como dominios independientes y diferenciados la naturaleza y la cultura,
en realidad ambas responden a unas mismas lógicas de patrimonialización y
ambas están absolutamente interrelacionadas. Nuestro análisis tratará de re-
flexionar sobre estas cuestiones interrelacionando el patrimonio natural y el
patrimonio cultural. Aunque los argumentos conservacionistas utilizados para
la declaración de los espacios naturales (la necesidad de proteger ecosistemas
o especies) se fundamentan en razones aparentemente objetivas de protección
ecológica, en realidad la patrimonialización de la naturaleza responde a las
mismas razones y procesos que acabamos de enumerar. El valor económico y
el valor simbólico parecen determinantes y, por otra parte, la patrimonializa-
ción de la naturaleza va asociada a la patrimonialización de la cultura. En los
distintos casos estudiados, la patrimonialización de la naturaleza (creación de
parques, de paisajes e imágenes de la naturaleza) debe considerarse de acuerdo
con la patrimonialización de otros elementos patrimoniales (museos, centros
de interpretación), patrimonio inmaterial (leyendas, mitos, fiestas, etc.) y los
elementos de «ruralidad» (arquitectura tradicional, la gastronomía, productos
artesanos, etc.). Todos estos aspectos forman parte del proceso de patrimo-
nialización de la cultura y la naturaleza, y tienen a la vez un valor de uso y un
valor cultural, en el sentido que antes dábamos a estos conceptos.
En concreto, los artículos que forman parte de esto libro se han realizado
intentado desglosarse en cuatro grandes ámbitos de estudio que se combinan
entre ellos:

15
–Patrimonialización de la naturaleza y de los recursos naturales. Se estudia la
construcción cultural del patrimonio natural y del paisaje y los elementos
utilizados en los modelos de espacios naturales protegidos y la evolución de
las políticas conservacionistas. Los paisajes pueden considerarse como ele-
mentos de consumo cultural y de construcción ideológica frente a los proce-
sos de urbanización.
–Uso del patrimonio en museos y centros de gestión del patrimonio. Se analizan
estos equipamientos e instalaciones como expresión de una imagen de ru-
ralidad y de identidad, destacando la interrelación entre oferta y consumo
cultural.
–Uso del patrimonio inmaterial. Se estudian los procesos de reinvención de la
tradición a través de fiestas, leyendas, y elementos de cultura popular, ana-
lizando cómo estos elementos son utilizados en la construcción de la iden-
tidad y los procesos de creación de tradiciones selectivas y sus implicaciones
para la hegemonía y la identidad cultural.
–Producción de elementos de ruralidad. Se estudian los elementos que contri-
buyen a la creación de imágenes en términos de ruralidad, en especial la
arquitectura rural, los productos alimentarios con denominación de origen,
la gastronomía y la artesanía.

Los textos

El presente libro propone como objeto de estudio la patrimonialización


de la naturaleza y de la cultura con el propósito de tratarlas de forma conjun-
ta, considerando que naturaleza y cultura son dos categorías fundamentales e
interrelacionadas entre sí (Descola, 2005). Referirse a la patrimonialización
de la naturaleza y de la cultura remite a discursos y prácticas de diferenciación
impuestas por instituciones y expertos con poder en el ámbito del patrimonio,
sin que ello signifique considerarlas dimensiones separadas y separables de
la realidad. Por otra parte, tomar como referencia las categorías naturaleza y
cultura permite analizar cómo instituciones y agentes sociales las caracterizan,
delimitan y conectan.
Una primera versión de este libro se publicó en inglés5, aunque ahora se
presenta en castellano con algunas variaciones. La obra pretende hacer una
contribución teórica y etnográfica sobre la patrimonialización mediante tres

16
trabajos de carácter teórico y once estudios de caso en el marco territorial del
sur de Europa. La mitad de los estudios etnográficos tienen como objeto de
estudio figuras de protección de diversos tipos de hábitat seleccionados como
unidades de protección (pueblos, territorios rurales, paisajes), mientras que la
otra mitad se centra fundamentalmente en una figura patrimonial específica,
el museo y sus variantes.
Este libro se enmarca en un proyecto de investigación del mismo título,
cuyo objetivo es el estudio y análisis de la producción y usos del patrimonio
en áreas de montaña en el marco de políticas e iniciativas de protección de es-
pacios naturales y de revitalización o recreación de elementos de la cultura y la
historia locales mediante la creación de museos, fiestas, artesanías, alimentos,
etc., en una economía predominantemente terciaria o de servicios y por ello
orientada al turismo. Se inscribe en la trayectoria del grupo de investigación,
que ha publicado o editado anteriormente cuatro libros colectivos en los últi-
mos cinco años6.
En la primera parte, el libro contiene tres textos de carácter teórico que
pretenden describir el proceso de patrimonialización y cómo éste ha sido utili-
zado en su análisis en distintos aspectos de la cultura y la naturaleza.
En el primer texto, Frigolé (capítulo 2) considera que la patrimonializa-
ción y la mercantilización de lo auténtico, definido por Boltanski y Chiapello
(2002) como un valor de uso puro, constituyen estrategias básicas en una eco-
nomía terciaria. Aunque aparentemente opuestas, como conservar y vender,
son complementarias y se refuerzan mutuamente. Para él, la patrimonializa-
ción es siempre una producción a la vez material y simbólica, que comporta
primero un movimiento de descontextualización de un elemento y luego otro
de recontextualización dentro de una clasificación patrimonial jerárquica. En
este sentido, la patrimonialización y mercantilización de lo auténtico compar-
ten la importancia de las concepciones sobre el pasado y del discurso sobre la
biodiversidad en la construcción de sus objetos respectivos, el patrimonio y
lo auténtico.
La concepción de la patrimonialización como una construcción o produc-
ción social y cultural es desarrollada ampliamente por el trabajo de Davallon
(capítulo 3). Este autor parte de la oposición entre patrimonio como una
realidad intrínseca, es decir, como si las características patrimoniales existieran
desde siempre, y como construcción social. La primera concepción no puede
explicar el cambio de estatus de los objetos de patrimonialización, mientras

17
que la segunda, concebida como relativismo extremo –cualquier elemento u
objeto es susceptible de ser patrimonializado-, ignora la dimensión institucio-
nal. La posición de Davallon es la de un relativismo moderado: el patrimonio
como construcción social, tomando en consideración los caracteres intrínsecos
de los objetos. La patrimonialización, afirma, es una construcción que ha de
hallar su coherencia, fundamento y legitimidad en rasgos que los objetos pre-
sentan. Rechaza la concepción del patrimonio como una herencia, al modo de
una herencia familiar, dado que esta concepción produce una naturalización
de la sociedad y de la nación al presentarlas como una extensión de la familia.
Prefiere enfocar la patrimonialización como un hecho institucional, porque
permite captar la lógica según la cual se construye el estatus patrimonial de un
objeto: cómo se combina el interés social por él con la toma en consideración
de ciertas características suyas y la asignación de un estatus particular que lo
diferencia de otros objetos.
Para concluir la primera parte teórica, el texto de Vaccaro y Beltran (capí-
tulo 4) analizan el enfoque que se ha dado a los procesos de patrimonialización
de la naturaleza. Su capítulo discute las variables económicas y políticas que
juegan un papel en la comprensión del proceso mediante el cual la naturaleza
se convierte en patrimonio público. Presentan la conservación como un ele-
mento importante en el desarrollo de la modernidad occidental, relacionada
con el desarrollo del Estado-nación y la consolidación de una economía de
mercado. Para estos autores, la extensión de la patrimonialización a la na-
turaleza se inscribe en un proceso histórico de larga duración. Tres factores
han contribuido decisivamente a la patrimonialización de la naturaleza: la
idealización de la naturaleza, la conversión en un valor económico que mere-
ce ser conservado y el aumento del control del estado sobre el territorio. Las
políticas de protección son un indicador de dicho control. En las sociedades
post-industriales contemporáneas la patrimonialización de la naturaleza es un
factor clave para la emergente economía de ocio y el turismo, la definición de
las funciones de los espacios rurales y la identidad de las sociedades rurales.
En la segunda parte del libro incluimos, como hemos indicado, distintos
estudios etnográficos que nos presentan realidades variadas. Hemos preten-
dido que, en todos los casos, los textos aborden la patrimonialización de la
cultura y la naturaleza desde una perspectiva conjunta, aunque lógicamente
cada texto insiste más en algunos aspectos concretos de los procesos de patri-
monialización.

18
Así, los primeros textos se refieren más a la incidencia de las políticas de
protección de la naturaleza y a cómo éstas inciden en los procesos de patrimo-
nialización. Roigé y Estrada (capítulo 5) analizan la interrelación entre patri-
monialización de la naturaleza y patrimonialización de la cultura en el proceso
de protección de un espacio natural montañoso (Montseny, Cataluña), que
culminó en su declaración como parque natural y reserva de la biosfera, y
cómo la creación de imágenes de la naturaleza y de la vida rural elaboradas por
un movimiento literario, cultural y político vinculado al nacionalismo catalán
convirtió la montaña y la cultura rural en símbolos nacionales, de manera que
la patrimonialización de la naturaleza y la cultura están muy interrelacionados
y se refuerzan mutuamente con la extensión del nacionalismo. El texto analiza
también la relación entre protección y economía, su compatibilidad e incom-
patibilidad y los modelos que se han diseñado para hacer que su relación sea
más armoniosa y eficaz. Los autores sostienen que el modelo de protección
pasiva no ha impedido la crisis de actividades económicas tradicionales rela-
cionadas con la agricultura y la ganadería haya sido substituido por un modelo
de protección activa, que busca asegurar la continuidad de las mismas, no sólo
para preservar la protección de la biodiversidad, sino también para potenciar
el turismo y otras industrias. Una de las aportaciones del texto es la de destacar
la dimensión cultural (ideología, imágenes, discursos) que precede y acompa-
ña la protección de áreas llamadas naturales.
Beltran y Vaccaro (capítulo 6) señalan en su estudio de caso sobre la patri-
monialización de la naturaleza en una zona pirenaica (Pallars, Cataluña), que
las políticas de protección que se llevaron a término en este territorio desde
principios del siglo xix, conllevaron la pérdida progresiva por parte de las po-
blaciones locales de la capacidad de control sobre los recursos de su entorno.
El cambio de uso de parte importante del territorio tuvo como consecuencia
que dejara de ser un espacio proveedor de recursos productivos, para devenir
un escenario para el ocio urbano. Los paisajes de las áreas de montaña tienden
a ser asociados en la percepción occidental moderna con la imagen de la natu-
raleza virgen, lo que facilita su protección. Los espacios naturales protegidos
son, esencialmente, instancias políticas y de gestión, y reflejan, no sólo las ca-
racterísticas y/o las problemáticas de un territorio determinado, sino también
las dinámicas existentes en cada momento entre distintos actores y grupos
sociales que tienen intereses en el mismo.
Siniscalchi (capítulo 7) analiza un parque nacional (Les Écrins, Francia)

19
como uno de los actores de la escena local y regional, en el seno del cual se
manifiestan lógicas de uso del territorio e intereses divergentes que cristalizan
en luchas reales y simbólicas. El análisis de la retórica de los discursos y de las
actuaciones del parque muestran cómo se modificó la idea de naturaleza y se
difundió una concepción de la naturaleza como patrimonio. La dirección del
parque natural amplió el concepto de patrimonio para abarcar al hombre y
la cultura, lo que le permitió presentarse no sólo como una institución que
protege la naturaleza, sino también como un actor decisivo para el desarrollo
local. La oposición inicial entre naturaleza y economía o la posterior conver-
gencia de naturaleza y economía expresan u ocultan relaciones de fuerza y
poder.
La protección de la naturaleza implica la idea del patrimonio «como pro-
yecto», es decir, como sinónimo de «gestión». Le Falher y Tardy, que han
investigado un centro francés dedicado a la conservación de zonas húmedas
(capítulo 8), se interrogan sobre qué tipo de saber se requiere para orientar la
conservación de unos seres en un proceso evolutivo. Las decisiones sobre la
gestión, que tendrán un impacto sobre un futuro próximo o lejano, deben ser
tomadas, para estar justificadas, a partir de resultados construidos en tiempo
real. Las zonas húmedas han pasado de ser concebidas como patrimonio na-
tural a proteger a causa de las amenazas y de la degradación, a ser considera-
das «infraestructuras naturales» por tener funciones equiparables a las de las
infraestructuras civiles. La gestión de las zonas húmedas requiere un saber es-
pecializado. La ciencia ecológica ha construido un saber legítimo sobre zonas
húmedas, espacio híbrido fruto de la dinámica natural y del impacto humano,
mediante el análisis de mapas de riesgos, elaborados a partir de la imagen del
satélite, que hacen posible anticipar dinámicas naturales.
Los textos siguientes analizan cuestiones similares de los procesos de pa-
trimonialización (construcción de símbolos, mecanismos de protección legal,
el papel de los expertos, las reacciones y confrontaciones de los sujetos locales,
etc) pero tomando como referencia otros campos patrimoniales como son los
procesos de ruralización, los museos o el patrimonio inmaterial. Así, el texto
de Silva (capítulo 9) se centra en el proceso de implementación de un progra-
ma de patrimonialización llamado «Pueblos históricos de Portugal» dotado de
financiación europea. Su aplicación generó malentendidos y conflictos entre
los expertos y autoridades, partidarios de la conservación histórica, y habi-
tantes del pueblo, dado que sus concepciones del pasado eran distintas. Los

20
conservacionistas partían de una representación fija y parcial del pasado, re-
sultado de la selección de algunos elementos del mismo y del rechazo de otros
añadidos a lo largo del tiempo. Para entender los grados de consenso y disenso
e incluso el conflicto entre autoridades, expertos y habitantes locales hay que
considerar las distintas posiciones de éstos últimos en la estructura social y en
el sistema de estratificación social local.
La construcción de la ruralidad en relación a los sistemas de gestión del tu-
rismo aparece también en el texto siguiente. Del Mármol (capítulo 10) señala
en su estudio sobre el Pirineo (Alt Urgell, Cataluña) que las políticas públicas
que buscan incentivar el turismo en zonas rurales o de montaña van acompa-
ñadas de discursos de revalorización del pasado así como de idealización del
paisaje y de la vida rural. Son discursos que capitalizan una legitimidad pro-
ducida en diferentes ámbitos y que, al presentarse como semánticas sociales
autónomas desligadas de objetivos políticos directos, son difícilmente discu-
tibles y alcanzan niveles de consenso crecientes. Sin embargo, las actuaciones
dirigidas a la conservación del patrimonio natural y cultural están inmersas en
consideraciones políticas amplias que incluyen la producción de nuevos siste-
mas de explotación económica. Estos modelos de desarrollo se instalan sobre
un paisaje social y cultural específico dando lugar a la aparición de nuevas
realidades de desigualdad y a la reapropiación de recursos.
También en la zona del Pirineo (Pallars Sobirà, Cataluña), Sucarrat (capí-
tulo 11) contrapone dos legitimidades relacionadas con dos concepciones del
pasado. Miembros de una casa fuerte exigen la reconstrucción de una ferrería
en el antiguo emplazamiento donde se conservan sus restos, ferrería que había
pertenecido a la casa y se halla situada en tierras de su propiedad, mientras que
las autoridades locales y las de un parque natural frente a la decisión acerca de
la ubicación de dicho elemento patrimonial conceden más importancia a la
tradición minero-metalúrgica del conjunto del territorio y también al impacto
del emplazamiento para los intereses turísticos del municipio. Una concep-
ción de la historia que concibe la intervención patrimonial sujeta a algo que
existió real y materialmente, una ferrería derruida, se opone a una concepción
del pasado que concibe una intervención patrimonial que refleje el pasado de
una manera más laxa.
El texto de Díaz (capítulo 12) no se centra en un caso de estudio concreto
sino que presenta un resumen del desarrollo de museos dedicados al patrimo-
nio industrial en el País Vasco. En su contribución, que contiene un inventa-

21
rio de los museos relacionados con las industrias siderúrgicas y metalúrgicas
ya obsoletas del territorio, analiza algunos de los problemas y deficiencias de
muchos de estos museos y los desafíos a los cuales deberán enfrentarse en el
futuro. El texto se centra en el desarrollo exponencial de infraestructuras mu-
seísticas en el País Vasco durante los últimos 25 años del siglo xx: mientras
que hasta 1975 solo había 14 museos, 94 han abierto desde entonces. El autor
analiza las razones de este crecimiento, teniendo en cuenta las características
particulares, tipologías y ubicaciones de estos museos nacidos como resultado
de la recuperación del patrimonio industrial
Los tres últimos artículos nos presentan otro campo patrimonial: el patri-
monio inmaterial. Los tres textos –que coinciden también en el hecho de que
se refieren a Italia– señalan cómo se utiliza la noción de patrimonio cultural
como un «recurso» local para promocionar «localidades», algo que también está
presente en textos anteriores. Grasseni (capítulo 13) examina la naturaleza y el
papel de los mapas culturales en la representación del patrimonio inmaterial de
un valle italiano, objeto de su investigación etnográfica, y posteriormente sede
de un ecomuseo (Valtaleggio, Italia). Un mapa cultural contiene percepciones,
valoraciones y emociones de las gentes en relación a un hábitat y un paisaje y
por ello son mapas subjetivos y dependientes del contexto local. La elaboración
de un mapa cultural de un territorio implica un proceso de selección, separa-
ción y reformulación de objetos culturales específicos. El patrimonio cultural
intangible es interpretado como un icono de la identidad territorial y en conse-
cuencia es tratado como un recurso político y económico. Grasseni señala que
los agentes interesados e implicados por el control de este recurso no son tanto
las «comunidades» como tales, como las elites políticas y culturales, los empre-
sarios turísticos, las asociaciones locales, lo consultores y los burócratas, cada
uno de los cuales puede legitimar, valorar o desvalorizar los «objetos» culturales
o las formas de exposición y representación de los mismos.
Uccella (capítulo 14) analiza el proceso de creación de un parque literario en
un pueblo del sur de Italia (Basilicata, Italia) en torno a la figura de Carlo Levi,
un intelectual antifascista de Turín deportado y confinado allí por Mussolini y
de la obra que escribió posteriormente Cristo si è fermato a Eboli. La apropiación
del libro exigió un cambio de percepción respecto del mismo por parte de la po-
blación local que puede calificarse de proceso de inversión simbólica y que afec-
tó tanto al estatus del libro como a los elementos seleccionados posteriormente
para la constitución del parque literario. Los pasajes del libro seleccionados ha-

22
cen referencia al aislamiento, la pobreza, el bandolerismo y la magia y dejaron
de ser considerados rasgos negativos de la sociedad y la cultura local y de la his-
toria política de Italia a ser reevaluados como positivos, ya que hicieron posible
conservar una cultura rural auténtica y pura, cualidades apreciadas actualmente.
La creación de parques y rutas literarias genera una doble relación. Por un lado,
las referencias literarias refuerzan el valor simbólico de ciertos elementos del
hábitat urbano y del territorio y por otro, las obras literarias adquieren un valor
patrimonial como resultado de la creación de parques dedicados a ellas. Como
en todos los otros casos analizados en este libro, la patrimonialización literaria
crea significado y valor para ciertos elementos, lo que puede impulsar el uso de
éstos elementos de forma cultural, social y económica.
Finalmente, Bindi (capítulo 15) analiza la fiesta del Corpus Christi y seña-
la que su antigüedad ha sido un factor clave para su designación como patri-
monio inmaterial en Campobasso (Molise, Italia). En su estudio señala como
la fiesta es objeto de disputa porque las distintas subjetividades la interpretan
y experimentan de formas diversas y cómo es también un campo de confron-
tación activa por parte de fuerzas sociales y políticas de la ciudad y del ámbito
regional. El sistema festivo pone de manifiesto la reorganización de la comuni-
dad urbana, la compleja articulación de estrategias para promocionar el lugar
y la interacción entre los proyectos locales y nacionales para valorizar el patri-
monio cultural. La ciudad se convierte en un lugar en el que las instancias del
discurso (público, semi-púbico y privado) sobre la fiesta se superponen, con
diferentes objetivos e ideas sobre el sentido contemporáneo de una ceremonia
en un espacio público. La celebración festiva no sólo permite a la comunidad
darse a conocer e identificarse como tal, sino que también comporta un pro-
ceso complejo y estratificado de identificación con la comunidad y, al mismo
tiempo, implica una serie de significados, sentimientos e ideales colectivos e
individuales que dan a la ceremonia una ambivalencia radical y significativa.

Conclusiones

Los estudios monográficos que incluye este libro inciden en los distintos
usos posibles del patrimonio. Nuestra perspectiva parte de dos nociones teó-
ricas que nos parecen importantes. Por una parte, la aplicación del concepto
de «cadena patrimonial» desarrollado por Heinich (2009) que implica la re-

23
definición de los procesos de patrimonialización a partir de la articulación
entre la protección material e inmaterial, entre las estrategias de redefinición
simbólica y de mercantilización. Por otra parte, abordamos la patrimonia-
lización como un proceso de comunicación, de acuerdo con la perspectiva
de Davallon (2006), considerando la necesidad de tratar los patrones en las
representaciones y comportamientos hacia estos objetos y lo que Searle (1998)
llama «reglas constitutivas» (como las jurídicas y administrativas que pueden
definir los diferentes tipos de patrimonio).
El estudio del patrimonio se focaliza en este libro en el marco de los análi-
sis de los procesos de patrimonialización y las redefiniciones del espacio rural.
Para comprender las nuevas formas y significados que se da a la ruralidad
es preciso analizar la relación entre diferentes imaginarios colectivos y nue-
vos mercados (Vaccaro y Beltran, 2007). Los imaginarios se relacionan con
discursos distintos, algunos centrados en ideas esencialistas sobre lo rural, la
naturaleza y biodiversidad. Estos discursos y sus imaginarios contribuyen a
reconceptualizar el espacio rural en términos de naturaleza con el concurso de
procesos económico-políticos que lo han transformado en un espacio silvestre
y salvaje y han creado las condiciones para la implementación de políticas de
patrimonialización. La reconceptualización de la naturaleza como una entidad
atemporal la dota de dos propiedades importantes para los nuevos mercados:
pureza y autenticidad (Braun y Castree, 1998; Cronon, 1996). Ello es un
supuesto en el que se basan también las políticas públicas de protección de
la naturaleza en tanto que restauración de su estado primigenio. Y también,
aunque en otra dimensión, los discursos relativos al significado del patrimonio
rural abordado desde la museología en los ecomuseos, museos comunitarios
y en los tipos de museos más recientes, que inciden sobre todo en los valores
ecológicos y sociales de la sociedad tradicional.
Los nuevos mercados venden cualidades tangibles e intangibles del espacio
rural reconceptualizado como naturaleza mediante tres modalidades principa-
les: el turismo, la urbanización y la demanda de productos de calidad vincula-
dos a la naturaleza. El proceso de patrimonialización de las áreas rurales hace
posible transferir a sus producciones este nuevo valor, que las marcas enfatizan
como natural o ecológico, objeto de demanda creciente por parte de consu-
midores urbanos. (Acosta, 2009; Vaccaro, 2010). De esta manera, los nuevos
mercados de la naturaleza están relacionados con la expansión del consumo y
los cambios en los gustos de los consumidores urbanos (Cross, 1993).

24
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Notas
1
Este culto moderno por el patrimonio está acompañado también por una au-
téntica inflación editorial a través de artículos, coloquios, tesis y libros consagrados
al patrimonio (Heinrich, 2009; Poulot, 2001). Numerosos artículos y trabajos han
abordado aspectos tan distintos como las políticas de patrimonio (Guillaume, 1980;
Querrrien, 1982; Debray, 1999; Hounieu, 2006), la noción de patrimonio (Barrere
et al., 2005; Babelon y Chastel, 1994; Jeudy, 1990; Choay, 1992; Armongou, 2004;
Lamy, 1996; Davallon, 2002 y 2006; Berry, 2006), la importancia de la memoria y del
patrimonio en la construcción de identidades (Nora, 1986; Poulot, 1997; Chaumier,
2003; Boudia, Rasmussen, y Soubiran, 2010) o aspectos específicos del patrimonio
como el natural (Dubost, 1994; Rouvellac, 2006), científico (Nora, 1997), etnológico
(Fabre, 2000) o industrial (Andrieux, 1992).

27
2
Véanse entre otros, Pascual, Beltran y Baccaro (2008), Ariño (2002), García
(2007), Davallon (2006), Faré (200), Armingou (2004), Sol (2007), Drouin (2006),
Faure (1998).
3
Como señala este autor en este libro esta asimilación de concepciones supone
una paradoja desde un punto de vista antropológico, por cuanto con ello parece una
contradicción al asimilar un grupo de personas reales (una familia) en una entidad
colectiva o cuerpo social único. Esta entidad, obviamente, sólo puede ser simbólica y
sólo puede ser una representación construida, tanto en el espacio y el tiempo. Por lo
tanto, sería el patrimonio que crea la entidad social más que esta comunidad social
sea, a priori, el dueño del patrimonio en cuestión. Por ello, resulta paradójico que
para llamar «patrimonio cultural» a unos elementos o bienes culturales tengamos que
recuperar su dimensión simbólica. De esta forma, para considerar la dimensión eco-
nómico-jurídica del patrimonio se recurre a una dimensión simbólica.
4
En inglés, el término «patrimony» es poco utilizado y se refiere generalmente a
una propiedad o otros derechos legales heredados de los progenitores, especialmente
en los casos en que hayan sido transmitidos de generación en generación en el seno de
la misma familia. También puede referirse al «patrimony of the person»: en algunos
respectos similar a un fideicomiso de hecho. En cambio, para hablar de las caracterís-
ticas pertenecientes a la cultura de una sociedad particular, como las tradiciones, len-
guajes o inmuebles que todavía existen del pasado y tienen una importancia histórica,
se utiliza el término «heritage». También a nivel administrativo, se habla de «National
Cultural Heritage».
5
Xavier Roigé y Joan Frigolé (eds). Constructing Cultural and Nadural Heritage.
Parks, Museums and Rural Heritage. Documenta Universitaria. Girona, 2011.
6
Globalización y localidad. Perspectiva etnográfica (2006); Economía Política de los
Pirineos. Estado, historia y paisaje (2007); Los lindes del patrimonio. Consumo y valores
del pasado (2010); Social And Ecological History Of The Pyrenees: State, Market, And
Landscape (2010)

28
PARTE I

Procesos de patrimonialización
de la cultura y la naturaleza
Patrimonialización y mercantilización de lo auténtico,
dos estrategias básicas en una economía terciaria*

Joan Frigolé Reixach1


Universitat de Barcelona

Parecen estrategias antitéticas, como conservar y vender, pero una ca-


racterización de la patrimonialización, objetivo prioritario del texto, implica
considerar su relación con la «mercantilización de lo auténtico» (Boltanski y
Chiapello, 2002: 559), una relación de oposición pero asimismo de comple-
mentariedad o de refuerzo mutuo. La patrimonialización puede preceder a
la comercialización de lo auténtico, pero también puede seguir a ella. Ambas
estrategias presentan semejanzas y diferencias.
La base empírica del texto incluye ejemplos sobre la cultura y la natura-
leza, que ilustran y muestran la complejidad de la patrimonialización y sus
contextos. Los ejemplos provienen fundamentalmente de lecturas de textos
diversos, incluida la prensa, y en menor medida de un trabajo de campo.

Patrimonialización y mercantilización de lo auténtico

La patrimonialización implica un discurso sobre el pasado y es una prácti-


ca histórica. Mi caracterización de patrimonialización se basa en la definición
de patrimonio de Kirshenblatt-Gimblett: «una producción cultural en el pre-
sente que recurre al pasado» (2001: 44). Guillaume, que usa «conservación»
como término de referencia, la define como «la representación y la materiali-
zación del pasado en el presente y para el futuro» (1990: 15). Ambos autores

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: «Patrimoniali-


zación y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimonio local (CSO2011-29413)»,
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y el Programa Feder.

31
consideran el tiempo y sus divisiones como la variable fundamental para la
definición de los conceptos de patrimonio y conservación.
Considerar el patrimonio como una producción introduce una perspecti-
va innovadora. La producción es a la vez material y simbólica. La dimensión
material es más visible cuando se reconstruye o restaura un edificio, un paisaje
o un objeto. Es simbólica siempre. La patrimonialización convierte una por-
ción de territorio en área protegida y un edificio en monumento. Este cambio
implica primero una descontextualización, es decir, una separación física y
simbólica del elemento a conservar de otros elementos de su entorno y después
una recontextualización. Así, una iglesia rural al ser parcialmente museizada
es recontextualizada de acuerdo con una clasificación artística y monumental
jerárquica que gradúa la atribución de valor y significación histórica y artística.
La patrimonialización implica la existencia de espacios diferenciados para los
objetos y elementos patrimonializados, habitualmente un museo, un parque
natural o un espacio similar, y si ello no es posible, tiempos diferenciados. La
función expositiva colapsa habitualmente otras funciones y confirma que se
trata de un patrimonio; lo hace visible y visitable.
La producción cultural es un mecanismo y a la vez un proceso al final del
cual ciertos objetos y elementos han cambiado su estatus y su importancia. La
producción cultural se superpone a la producción inicial, inmediata, primaria
de un objeto o elemento. La producción cultural que produce patrimonio es
una producción posterior, mediata, secundaria. Por ejemplo, la consideración
del Edelweiss (la flor de nieve) como una planta altamente simbólica y patri-
monial, no deriva de la producción de la naturaleza, sino del significado y el
valor que a finales del siglo xix le atribuye la burguesía de países como Suiza,
Alemania y Austria y de las actividades comerciales y turísticas de que fue ob-
jeto. Una imagen religiosa, un cuadro o un objeto muy refinado considerados
patrimonio hoy, no fueron producidos de entrada como bienes patrimoniales
sino como objetos con funciones diversas (culto, ostentación, etc.) en la vida
cotidiana de la gente de una sociedad y época determinadas. El cambio en la
percepción y valoración posteriores los convierte en elementos primordial o
exclusivamente representativos de una época, escuela, tradición, tendencia,
etc., y de acuerdo con ello se les protege y expone.
La relación con el pasado es compleja, porque éste no es un dato ni una
realidad dada. Según Guillaume, el elemento conservado representa y materia-
liza el pasado, pero esta es una concepción limitada, ya que la producción de

32
patrimonio comporta también la producción de pasado, es decir, la selección y
manipulación de un pasado. El pasado es susceptible de diversas concepciones
y usos. Una de las concepciones del pasado hace referencia al origen. El valor
patrimonial de ciertos elementos deriva de su asociación con el origen de de-
terminadas entidades. Este es el caso del arte románico asociado con el origen
de Catalunya. En la restauración de una iglesia románica o de una iglesia de la
que se quiera potenciar la forma románica, la idea de retorno al origen se ha
traducido a menudo en la eliminación de capas de pintura y de cal hasta hacer
aparecer la piedra, de acuerdo con el razonamiento más o menos explícito de
que lo originario es lo primero y por tanto es lo más alejado de la superficie. A
veces el objeto de la patrimonialización es una realidad conceptualizada como
eterna. Recientemente, el primer ministro francés en la inauguración de un
parque natural afirmó que el territorio protegido por el parque se correspon-
día con «el campo francés eterno».
Las frases «vuelva a ser como era» y «no se toque nada y permanezca como
era»2 ponen el énfasis en el origen de los elementos patrimoniales tal como
muestran algunos ejemplos recientes. El primero, tiene como escenario el par-
que natural del Cap de Creus (Catalunya). Las obras de restauración realizadas
han tenido como objetivo borrar el rastro de un antiguo complejo turístico y
erradicar la «flora exótica invasora», como paso previo para la «regeneración de
la flora autóctona». El segundo hace referencia a un proyecto de restauración
de un edificio de estilo modernista en desuso en un pueblo de la comarca del
Maresme (Catalunya). Opositores a la reforma del edificio y a su nuevo uso,
una biblioteca municipal, argumentan que es un edificio protegido y el de
mayor valor patrimonial de la localidad, por lo cual consideran un disparate
los cambios que se quieren introducir. Por el contrario, el alcalde asegura que
la reforma «retornará la grandeza al edificio» y el arquitecto afirma que su pro-
yecto es muy «conservador» y que «lo que se derrumbará es una estructura de
los años cuarenta sin valor patrimonial y que además está cayendo»3.
El tercer ejemplo ilustra también la oposición a la reforma de los edificios
antiguos de dos museos locales. La portavoz de la «plataforma para la defensa
y conservación de Sitges» ha argumentado en contra diciendo que «lo más
importante de Sitges es su patrimonio» y «la localidad vive de la imagen y no
vamos a dejar que la toquen».4 Como ha señalado Kirshenblatt-Gimblett, «el
patrimonio convierte los lugares en destinaciones y el turismo los convierte
en viables, desde el punto de vista económico, como representaciones de ellos

33
mismos. En una economía turística, los lugares devienen museos de ellos mis-
mos» (2001: 46).
El pasado, la concepción del pasado, tiene también un papel básico en la
constitución del patrimonio natural. En Francia, hacia finales del siglo xx se
descubrió la existencia de ocho vacas de la raza de Las Landas, que se conside-
raba extinguida. Hasta inicios del siglo xix las vacas de las dunas de Las Landas
habían pastado en libertad y tenían propietario. Fue el estado con su política
de plantación de pinos, fijación de dunas, drenaje de zonas húmedas y exter-
minio de los animales salvajes, incluso las vacas que pastaban libremente, lo
que configuró el estereotipo de vacas salvajes. La reaparición de estas vacas y su
traslado a una reserva natural por su valor como patrimonio genético y cultu-
ral, simbolizó para los autóctonos «la época mítica anterior a la plantación de
los pinos, recordada con nostalgia como una era de libertad. La reaparición de
algunas vacas supervivientes toma entonces la dimensión de una venganza y
alimenta la identificación de la población con el animal, todos dos capaces de
resistir la autoridad por tal de preservar su libertad» (Ribereau-Gayon, 2000:
175). Algunas características morfológicas de las vacas consideradas «arcaicas»
por los gestores les hicieron «remontar la historia del animal hasta la noche
de los tiempos» (Ibid., 177). Posteriormente, con un mayor conocimiento de
la historia de los rebaños de las dunas, los gestores abandonaron el discurso
arcaizante «para concentrarse en el siglo xix, período de referencia patrimonial
para la población» (Ibid., 178). La autora del estudio, concluye: «Sea cual sea
la energía gastada para recrear el pasado, es siempre al presente al que se da
forma» (2000: 184). La producción de pasado es parte de la producción de
patrimonio y éste contribuye a configurar el presente.
Presento a continuación una breve caracterización de la mercantilización
de lo auténtico. Boltanski y Chiapello (2002) afirman que a final de la década
de 1960 se produjo una intensa demanda de diferenciación a la que el capita-
lismo dio respuesta mediante la producción de bienes no estandarizados y la
mercantilización de bienes y prácticas considerados «auténticos», es decir, ex-
ternos a la esfera del capital y de la circulación mercantil. La mercantilización
de lo auténtico toma como referente «un original que no sea una mercancía,
sino un valor de uso puro, definido por una relación singular con respecto a
un usuario» (Boltanski y Chiapello 2002: 559).
La condición de original a la que se refiere la definición, guarda relación
con el pasado y con una concepción del pasado. En este punto existe una

34
similitud entre patrimonialización y mercantilización de lo auténtico, ya que
el valor del pasado es la base de los valores que configuran los elementos pa-
trimoniales y también de los valores de los elementos mercantilizados como
auténticos. Lo ilustro con un ejemplo de la artesanía de hoja de maíz mexica-
na. Los valores de la artesanía de hoja de maíz derivan de su forma y colores
(valores estéticos), el material usado –la hoja de maíz– que la vincula con
un símbolo de mexicanidad, «la hoja de maíz como símbolo de tradiciones
mexicanas ancestrales» (Villarreal 2002: 426), la vinculación territorial de la
artesanía –hecha en México, no en China–, etc., pero el valor que fundamenta
todos los otros valores es la relación con el pasado, ya que los compradores y
consumidores internacionales la consideran «como una creación de artesanos
rurales indígenas» (Ibid., 439), a pesar de que estos no quieren ser represen-
tados como indígenas, es decir, como indios, por la connotación de pobreza
y atraso asociada con este término. El inicio de la artesanía de la hoja de maíz
remonta a unas pocas décadas –ni el patrimonio ni la mercancía «auténtica»
han de ser forzosamente antiguos– pero se han de relacionar con el pasado, la
cual cosa potencia todos los otros valores. Como lo expresa la autora del estu-
dio: «el valor del producto depende en gran medida de su carga de identidad»
(Ibid., 423), y esta proviene de la asociación con una cultura «originaria»,
«ancestral». La artesanía de hoja de maíz se presenta como un patrimonio
cultural mexicano. Los importadores y consumidores internacionales con sus
demandas de productos étnicos auténticos no solamente imponen cambios en
el sistema productivo y económico local, que la gente local conceptúa como
progreso, sino también en la identidad de los artesanos locales. Si los importa-
dores y los consumidores internacionales compran y consumen una mercancía
que consideran patrimonio indígena, ello forzosamente condiciona la identi-
dad principal de los productores. El deseo de autenticidad, que motiva la de-
manda, acaba generando productos «auténticos». Como muestra el ejemplo,
auténtico y original no se refieren a una realidad y a un significado preexis-
tentes, sino producidos per agentes en campos y arenas específicos atravesados
por relaciones de poder.
Las nociones de original y auténtico son aplicables también a elementos
que han sido expulsados de la esfera de la circulación mercantil por alguna de
las crisis del sistema capitalista. La fábrica o el territorio agrícola-ganadero,
que no producen recursos y mercancías, devienen obsoletos y esta obsolescen-
cia es lo que puede hacerlos aparecer posteriormente como elementos origina-

35
les a causa de los procesos subsiguientes que experimentan, procesos diferentes
pero comparables hasta cierto punto. La degradación del edificio de una fá-
brica la hace aparecer como una ruina y ello le proporciona un nuevo encanto
que la hace susceptible de evocar un pasado o una tradición industrial. La
crisis del sistema agrícola y ganadero vacía progresivamente un territorio de
montaña de agentes y funciones productivas y transforma su paisaje en silves-
tre y salvaje (Frigolé, 2007). El avance de una apariencia salvaje puede evocar
una naturaleza prístina y auténtica, una imagen funcional para el desarrollo
del turismo en sus diversas facetas.
La expresión «recurre al pasado», elemento clave en la definición de pa-
trimonio, significa también identificar las trazas del pasado en el presente. Es
un pasado tangible, visible o que se puede hacer visible per medio de diversos
tipos de modelos. Kirshenblatt– Gimblett afirma que la presencia del pasado
«depende cada vez más de las virtualidades» (2001: 58). Un ejemplo del rastro
del pasado en el presente es una fábrica obsoleta abandonada. Pomian señala
que ésta ha dejado de ser un «sistema de cosas» para convertirse en un «sis-
tema de residuos o deshechos». En cambio, una vez restaurada, el edificio se
convierte en «semióforo», es decir, adquiere una nueva función significante.
Los «semióforos» son «objetos portadores de caracteres visibles susceptibles de
recibir significados» (Pomian,1990: 179). Éste afirma que «la secuencia cosa,
deshecho, “semióforo” es recorrida por la mayoría de los objetos que constitu-
yen el patrimonio cultural» (179). No obstante, «hay objetos que desde su ori-
gen ya eran “semióforos”»: cuadros, dibujos, estampas, esculturas, monedas,
objetos litúrgicos, libros y manuscritos, inscripciones, edificios, vestidos y, en
general, todos los artefactos producidos no solamente por tener un valor de
uso, sino también por ser expuestos a la mirada y por remitir por sus caracteres
visibles a algo invisible. A diferencia de las cosas que devienen «semióforos »,
estos objetos no cambiaron de categoría a lo largo del tiempo; los hay que in-
cluso nunca fueron considerados un residuo o un deshecho» (Pomian, 1990:
179). Pero a pesar de esta continuidad sufren cambios en su finalidad y signi-
ficación. Pomian pone los siguientes ejemplos: «un elemento de decoración o
un objeto de culto, una vez han entrado a formar parte de un museo, tienen
en el marco general de la función significante, una finalidad particular dife-
rente de la que tenían en su origen. Como prueba, es suficiente constatar que
un cuadro no está en un museo para decorar las paredes; al contrario son las
paredes las que se edificaron para exponerlo. Y un objeto de culto no suscita

36
en un museo ni plegarias ni ofrendas; está allí o bien como un documento
histórico de las creencias de antes, o bien a título de obra de arte» (Pomian,
1990: 179). No siempre la museización comporta forzosamente la supresión
de funciones y usos anteriores. Los iconos ortodoxos del museo de Mestia
(Georgia) continúan siendo objeto de culto: «Los sacerdotes acuden al museo
y celebran la misa delante de los iconos. Todos los miércoles la directora del
museo abre la puerta a estos religiosos y a sus fieles»5. El paso que Pomian traza
de cosa a residuo o deshecho y luego a «semióforo» exige una inversión de ca-
pital. Para convertir el pasado, sean fábricas obsoletas o caramelos de antes, en
patrimonio es necesario su capitalización. Un ejemplo de ello lo proporciona
la creación de un bello libro de arte creado per un grupo de artistas inspirados
en una colección particular de caramelos, proyecto liderado por el mismo
coleccionista, a la vez editor y artista. El libro considerado una pequeña ma-
ravilla es bastante caro, «pero 79 euros es un precio bastante modesto por una
máquina de remontar el tiempo y reencontrar con una mirada el gusto de los
caramelos de antes»6. El libro incrementa el valor de la colección de carame-
los, genera capital en cuanto satisface una demanda originada per la nostalgia
de un pasado y contribuye a ampliarla. En París, «el caramelo vuelve a estar
de moda y al lado de algunos comercios tradicionales, se abren nuevas tien-
das». Patrimonialización y mercantilización de lo auténtico aparecen unidos.
El libro, una mercancía, aparece como doblemente auténtico por el hecho de
combinar la referencia a un patrimonio, los caramelos de antes, con una forma
artística original y única.
El valor patrimonial de un elemento es en gran medida contextual. ¿Patri-
monio para quién? El patrimonio «es en primer lugar una cuestión de actores
sociales. El patrimonio es después, cada vez más frecuentemente, construido en
torno a un proyecto, personal o colectivo, económico o cultural. No es una cosa
que venga dada por la historia o el territorio» (Rautenberg et alii, 2000: 2).
Los actores sociales seleccionan del pasado elementos que designan como
patrimonio, los protegen y exponen. Los diversos actores de la patrimonia-
lización se integran dentro de una vasta red jerárquica que incluye desde el
nivel global al local. Instituciones globales, como la Unesco, definen mode-
los dominantes de patrimonio, tales como patrimonio material e inmaterial,
patrimonio de la humanidad, reserva de la biosfera, etc., y ejercen una tutela
sobre ellos, y otras como el Banco mundial aportan o canalizan recursos eco-
nómicos. Las declaraciones de excepcionalidad patrimonial por parte de la

37
Unesco proporcionan a lugares y poblaciones una ventaja que puede impulsar
la obtención de beneficio económico e incluso renta monopolista. Por ello se
considera que el patrimonio y el desarrollo constituyen un binomio insepara-
ble. Otras instituciones supranacionales generan también sus propios modelos
y los tutelan. Por ejemplo, el Consejo de Europa ha creado el modelo «Gran
Ruta de Valor Cultural» para vías transnacionales europeas promovidas por
asociaciones transnacionales. El estado es un agente clave en la patrimonia-
lización, ya que moviliza «instituciones, leyes y decretos, discursos, saberes y
prácticas» (Guillaume, 1990: 13) y también recursos. El protagonismo de los
actores locales en relación a la patrimonialización está condicionado por los
modelos y las políticas de las instituciones globales, supranacionales y estata-
les, pero también por las demandas de patrimonialización del mercado, por
ejemplo, del inmobiliario, de antigüedades, etc.
Disciplinas académicas de ámbitos muy diversos adoptan objetivos de pa-
trimonialización que se traducen en inventarios territoriales y en programas
de preservación de información, objetos, especies, etc., considerados parte in-
tegrante del patrimonio cultural o natural nacional amenazado.
Kirshenblatt-Gimblett distingue tres instrumentos de patrimonialización:
la designación patrimonial, la recreación histórica y la conservación cultural.
Para la autora «es importante analizar no sólo qué producen estos instrumen-
tos, sino también como lo hacen» (2001: 49-50).
La designación patrimonial identifica y separa el patrimonio del que no es
patrimonio y al mismo tiempo jerarquiza las modalidades de patrimonio. La
designación patrimonial pone en práctica el conjunto de modelos, categorías y
rangos patrimoniales creados y tutelados por las diversas organizaciones globa-
les, supranacionales y estatales, tales como bienes patrimonio de la humanidad,
de interés nacional, de interés local y otros tipos de bienes patrimoniales para
el ámbito de la cultura; reserva de la biosfera, parques nacionales, parajes natu-
rales de interés nacional, reservas naturales y parques naturales en el ámbito de
la naturaleza. A esta relación se pueden añadir otros modelos de designación
patrimonial como las denominaciones de origen relativas a los productos ali-
mentarios. La designación se ejecuta de acuerdo con un conjunto de categorías
que reflejan y condensan concepciones de valor de la cultura y de la naturaleza
y dan origen a universo de signos que identifican y comunican los diversos
tipos de patrimonio. Pueden coexistir o superponerse diversas designaciones
patrimoniales. Kirshenblatt-Gimblett lo califica como «palimpsesto patrimo-

38
nial» (2001: 49). La designación patrimonial, que decreta y hace público que
es patrimonio, se puede relacionar con la exposición que le da visibilidad, una
de las operaciones básicas del proceso de patrimonialización.

Patrimonialización, mercantilización de lo auténtico y mercado

En un contexto dominado por el mercado y su racionalidad, lo que se


mantiene separado del mercado, es decir, lo que no se quiere vender, es patri-
monio. No se ha de confundir con acaparamiento o la retención de mercancías
que son mecanismos del mercado. Preservar el patrimonio del mercado tiene
un significado económico, pero también moral, político, etc., como ilustran
los ejemplos siguientes. Algunos georgianos, que se exiliaron con el avance del
comunismo llevándose piezas del patrimonio sacro ortodoxo de altísimo valor
con el fin de protegerlas, pasaron penurias y murieron pobres, pero no ven-
dieron ninguna joya sacra. Algunas de ellas forman parte del museo de Mestia
(Georgia), ya mencionado en un ejemplo anterior. La privación económica
que comportó su preservación fue la base de una plenitud moral.
En diversas localidades catalanas, movimientos sociales defienden el valor
patrimonial de ciertas fábricas obsoletas por su valor histórico, que vinculen
con la identidad local. La oportunidad de la reivindicación patrimonializadora
está relacionada con transformaciones urbanísticas que afectan a estas locali-
dades. La defensa de les viejas fábricas se hace en nombre de una lucha contra
la especulación. Conservar se convierte en la punta de lanza contra el capital y
la especulación, es decir, contra la multiplicación del capital mediante plusva-
lías. La lucha por el patrimonio unifica la lucha contra la especulación con la
lucha por la identidad de un lugar y de un grupo. Preservar las viejas fábricas
del mercado inmobiliario tiene un coste económico. Convertirlas en nuevos
«sistemas de cosas» con una nueva función comporta inversiones cuantiosas:
«Barcelona invierte 23,4 millones de euros en reciclar naves para la creación»7.
Mantener las viejas fábricas como «un sistema de residuos o deshechos» no
satisface la noción de patrimonio. El deterioro de un patrimonio por falta de
capitalización produce un empobrecimiento real y simbólico de las vidas de
los que lo han heredado y que no sucumbieron a la tentación de la venta.
El patrimonio no es una mercancía, pero contribuye a la creación de ser-
vicios y productos que se convierten en mercancías para vender y generar di-

39
nero. La importancia creciente del patrimonio cultural para la economía capi-
talista genera reacciones como las siguientes: «Los bienes culturales no deben
ser tratados como cualquier mercancía». «Pugnan por abrir los patrimonios
arqueológico e histórico para beneficiar a empresas privadas».8 «Pide experto
«privilegiar lo académico» sobre los shows en zonas arqueológicas».9
Producir y guardar valores patrimoniales en una economía terciaria fa-
vorece el mercado y la formación de capital. Esto resulta evidente cuando
patrimonio y turismo van unidos. Un ejemplo: «Con apoyo del gobierno de
Yucatán, un grupo de inversionistas nacionales y extranjeros anuncia el macro-
desarrollo turístico que se construiría en las cercanías de la zona arqueológica
de Chichén Itzá.»10 Casi simultáneamente el gobierno de Yucatán anuncia la
creación de un museo de la cultura maya de ocho mil metros cuadrados, que
la gobernadora del estado definió «como un «Disneylandia, pero con cultura»
para «consolidar la vocación turística y de servicios»11 de Mérida, la capital.
Harvey (2005) afirma que la ventaja geográfica implica una competencia
monopolista. En el ejemplo anterior, la ventaja geográfica es el resultado de la
concesión cercana a un área arqueológica excepcional y del futuro gran museo
de la cultura maya. Esta concesión a unos inversores puede significar el final
de la ventaja geográfica que tenían los artesanos y vendedores indígenas por
el hecho de ser vecinos del lugar. Para este colectivo el proyecto es percibido
como una privatización del patrimonio, es decir, una concesión exclusiva a un
grupo de inversores para que obtengan como contrapartida de sus inversiones
una renta monopolista.
La ventaja geográfica es también una ventaja cultural, no sólo porque se
basa en la valoración de ciertas características y propiedades materiales y sim-
bólicas atribuidas a un lugar, sino porque es el resultado de acciones de pa-
trimonialización, que no son un fin en sí mismas, sino la condición necesaria
para la obtención de una posición de poder en el mercado.
Lo ilustraré con un ejemplo referido a la naturaleza. La vicuña, un camé-
lido andino, que en la década de 1960 estaba en vías de extinción se recuperó
posteriormente como resultado de una estrategia global vinculada a la comer-
cialización de lo auténtico, legitimada por la ideología de protección de la
biodiversidad. Algunos empresarios italianos de firmas de alta costura, dada
la escasez de lana de vicuña y las excepcionales cualidades sensibles y técnicas
de la misma, diseñaron e implementaron una estrategia global de protección
de la vicuña que involucraba a gobiernos, poblaciones locales y consumidores

40
internacionales muy selectos12. Esto les garantizó una producción y un sumi-
nistro sostenido de lana de vicuña, una posición de casi monopolio, y tam-
bién el acceso a un conocimiento local, casi biográfico, sobre el origen de la
fibra de cada vestido para poder exhibir comunicar a sus potenciales clientes.
Todos estos elementos contribuyen a la formación de un precio elevado para
los tejidos y vestidos de estas selectas firmas de alta costura. El relato de los
esfuerzos de los empresarios italianos por superar las barreras físicas, políticas
y culturales con el objetivo de recuperar la vicuña y mejorar las condiciones de
vida de las poblaciones locales, proyecta una imagen ejemplar en términos de
la protección de la biodiversidad y también altruista sobre la empresa comer-
cial. La defensa de la biodiversidad converge con la defensa de la singularidad,
la exclusividad y la autenticidad de los objetos y de las vidas de los que los
consumen. Todo ello origina una ventaja geográfica y cultural que contribuye
a la generación de una renta casi monopolista.
Con anterioridad a la política de conservación, la vicuña era percibida
probablemente como una mera especie natural y su lana, un recurso natu-
ral. La patrimonialización transforma la lana de vicuña en un eco-símbolo
que refuerza su mercantilización como un producto auténtico. La creación de
conceptos como eco-lujo y su difusión contribuyen a ello. Otra estrategia de
patrimonialización de especies naturales amenazadas está relacionada con los
logos de marcas e identidades institucionales. Grandes compañías industria-
les y comerciales y también instituciones políticas representantes de regiones
francesas contribuyen a la defensa y protección de ciertas especies amena-
zadas tales como cocodrilos, delfines, águilas reales, etc., porque estas espe-
cies son los referentes de sus logos13. La patrimonialización de estas especies
tiene como objetivo potenciar simbólicamente una marca, convirtiéndola en
un eco-símbolo. La patrimonialización puede proceder por otras vías, como
cuando fundaciones vinculadas a empresas promueven programas y acciones
dirigidas a convertir los consumidores en eco-ciudadanos14. El foco se des-
plaza del producto o la marca al programa de participación ecológica que la
empresa ofrece a los consumidores.
La patrimonialización puede transformar un elemento natural en un eco–
símbolo como muestra el caso de la vicuña, pero también, un símbolo «natu-
ral» en eco-símbolo, como en el caso de los logos corporativos mencionados y
del ejemplo siguiente. El lobo es considerado un símbolo «natural» de agresi-
vidad, depredación, etc., significados y valores negativos que se han aplicado

41
recientemente a los especuladores financieros. El ministro sueco de Finanzas
declaró: «Lo que estamos viendo es comportamientos en masa de manadas de
lobos. Si no frenamos a esas manadas, destrozarán a los países más débiles»15.
Por su parte, la política de patrimonialización del lobo, que proyecta sobre esta
especie los significados y valores de la ecología y de la biodiversidad, pretende
convertirlo en un eco-símbolo. El lobo es concebido como un «compañero»
con el que convivir, respectar, etc., y por tanto pasa de ser considerado un
elemento nocivo a eliminar, a ser un indicador de la calidad de un territorio,
lo cual puede tener efectos económicos beneficiosos para su población. Se
trataría de otra modalidad de mercantilización de lo auténtico.
El patrimonio bajo cualquiera de sus clasificaciones estimula el mercado
porque le suministra unos referentes con una gran importancia cultural y un
elevado significado simbólico y, en consecuencia, un gran valor. Pero esta afir-
mación es contradictoria, si el patrimonio es lo que se ha de conservar y por
tanto no se puede hacer entrar en el mercado. La contradicción desaparece o
se reduce cuando se toma en consideración que lo que se vende en el mercado
como patrimonio es sólo su contemplación (y de ello la importancia de la ex-
posición), los servicios asociados con ella, o se trata de un patrimonio vicario,
es decir, tiene una consideración de valor patrimonial por relación al patri-
monio que está fuera del mercado y protegido del mercado. Lo que se vende,
compra, se usa y se consume es una extensión metafórica de un original.
Es el modelo que hay que conservar y proteger, porque genera valor para
el mercado. Es el modelo de casa rústica, y no sólo algunas casas rústicas,
patrimonio familiar o institucional, lo que estimula al mercado. Es la denomi-
nación de origen, es decir, el nombre y la normativa en que se materializa la
acción de designación patrimonial sobre un elemento, lo que estimula el mer-
cado. La denominación de origen podrá perder o ganar importancia cultural,
significación y valor y en la misma medida incidir en el mercado, aunque que
ella esté fuera del mercado. No se la puede comprar, pero se puede comprar el
acceso a la misma, como cuando alguien compra una porción de terreno, una
bodega, etc., incluidos dentro de una determinada denominación de origen.
Es el patrimonio el que garantiza la reproducción de las extensiones patrimo-
niales en el mercado.
El primer requisito en relación a un elemento patrimonial es conservarlo
en toda su integridad. Si esta se pone en peligro, peligra su impacto sobre
el mercado. La protección, que a veces adopta formas extremas, además de

42
reflejar un control externo más o menos arbitrario, refleja la esencia del patri-
monio. Si algo no se conserva ni se protege es que no es patrimonio, indepen-
dientemente de que pueda serlo en un futuro. La protección demarca lo que
se considera patrimonio.
El mercado hace aumentar el valor de lo que no se quiere convertir en
capital: el patrimonio. El patrimonio tiene un valor incalculable, es decir, el
mercado no lo puede establecer, pero el mercado es como mínimo un espejo
que refleja en parte el valor del patrimonio. Pero el patrimonio no escapa a
los valores de referencia que establece el mercado. Por ejemplo, si se vende un
cuadro y alcanza un determinado precio, esto constituye un elemento de refe-
rencia para otros cuadros. El valor de mercado es una referencia a considerar
cuando se asegura un bien patrimonial o se establece un contrato de cesión de
algún derecho sobre él.
Mi propósito ha sido esbozar algunas relaciones entre capital, mercado y
patrimonio.

Bibliografía

Boltanski, L. y Chiapello, E. (2002), El nuevo espíritu del capitalismo. Madrid:


Akal.
Frigolé, Joan (2007), «Los modelos de lo rústico, lo salvaje y lo silvestre y la
identidad de un valle del entorno del Cadí (Alt Urgell)». En Ismael Vacca-
ro i Oriol Beltrán (eds.), Ecología política de los Pirineos. Estado, historia y
paisaje. Tremp (Lleida): Garsineu Edicions. Pp.: 157-171.
Guillaume, M. (1990), «Invention et stratégies du patrimoine». En Henri
Pierre Jeudy (Sous la direction de), Patrimoines en folie. París: Éditions de
la Maison des Sciences de l’Homme. Pp.: 13-20.
Harvey, D. (2005), Capital financiero, propiedad inmobiliaria y cultura. Bella-
terra (Barcelona): Museu d’Art Contemporani de Barcelona i Universitat
Autònoma de Barcelona.
Kirshenblatt-Gimblett, B. (2001), «La cultura de les destinacions: teoritzar el
patrimoni» Revista d’Etnologia de Catalunya, 19, 44-61.
Pomian, K. (1990) «Musée et patrimoine». In Henri Pierre Jeudy (Sous la di-
rection de) Patrimoines en folie. París: Éditions de la Maison des Sciences
de l’Homme. Pp.: 177-198.

43
Rautenberg, M. (dir.) (2000), Campagnes de tous nos désirs. Patrimoines et
nouveaux usages sociaux. Textes réunis par Cécile Tardy. París: Éditions de
la Maison des Sciences de l’Homme.
Villarreal, M. (2002), «Las nuevas mujeres del maíz: voces fragmentadas en
el mercado global». En Guillermo de la Peña y Luís Vázquez León (co-
ord.), La antropología sociocultural en el México del Milenio. Búsquedas,
encuentros y transiciones. México: Instituto Nacional Indigenista y Fondo
de Cultura Económica.

Notas

1
Agradezco a Ignacio Iturralde, Mikel Aramburu, Susana Narotzky y a los miem-
bros del grupo de investigación la lectura del texto y sus comentarios.
2
«Dejemos tranquilos los edificios», frase del artista Perejaume que refleja esta
posición. José Ángel Montañés, «Tres pueblos en lucha por su patrimonio». El País, 8
de febrero de 2010. Suplemento Cataluña, p. 1-4.
3
J. A. Montanés, «Tàpies y Perejaume, contra la reforma de un edificio de Sant
Pol». El País, 30 de enero de 2010. Suplemento Cataluña, p. 4.
4
José Ángel Montañés, «Tres pueblos en lucha por su patrimonio». El País, 8 de
febrero de 2010. Suplemento Cataluña, pp. 1 i 4.
5
Léna Mauger «Géorgie. Sur la piste des trésors du Caucase». Le Figaro Magazi-
ne, 5 diciembre de 2009. p. 64
6
Reseña del libro de Pierre Skira, «Rêves sucrés… Bonbons et sucettes du mon-
de», Josyane Savigneau. Le Monde, 11 de diciembre de 2009, p. 12.
7
Catalina Serra, «Viejas industrias para fabricar nueva cultura» El País, 21 de
noviembre de 2009. Suplemento Catalunya, p. 8. Sobre la opción artística y cultural
en la transformación de la cuenca minera e industrial del Ruhr (Alemania), Gerard
Mortier, «La salvación de la creatividad». El País, 10 de febrero de 2010, p. 39.
8
La Jornada de enmedio, 24 de julio de 2009, p. 4a.
9
La Jornada de enmedio, 19 de diciembre de 2009, p.4a.
10
La Jornada de enmedio, 16 de diciembre de 2009.
11
Luis A. Boffil, «Anuncia el gobierno yucateco creación del Gran Museo de la
Cultura Maya». La Jornada de enmedio, 23 de diciembre de 2009, p. 5a.
12
Karelia Vázquez, «Guardianes de la lana». El País Semanal, nº 1.694, 15 de
marzo de 2009, pp.92-96.
13
Véronique Grousset, «Un crocodile au secours des crocos», Le Figaro Magazine,
5 de diciembre de 2009, p. 66-68.

44
14
Fundación Yves Rocher-Instituto de Francia. «Tierra de mujeres» http://www.
yves-rocher-fondation.org/es/es/vote2010/. 18/01/2010.
15
B. Navarro, «La UE negocia contra reloj el nuevo plan de estabilización del
euro». La Vanguardia, 10 mayo de 2010, p. 77.

45
El juego de la patrimonialización1

Jean Davallon
Centre Norbert Elias, Université d’Avignon, Francia

La primera cuestión que notará cualquiera que estudie hoy en día la no-
ción de «patrimonio» es la relativa inestabilidad de esta noción. Designa rea-
lidades que son en gran medida contradictorias. Esta es la razón por la cual la
búsqueda de una definición correcta de esta noción ha sido sustituida por un
estudio del concepto «patrimonialización».
Luego de hacer un repaso de los estudios que han explorado los diferentes
aspectos del proceso de este concepto, el acercamiento antropológico que aquí
se propone conducirá a cuestionar cómo miramos la manera en que este pro-
ceso evoluciona en la actualidad.

Las aporías dentro de la noción de patrimonio

A pesar de, y tal vez a causa de su uso extendido en otras áreas, es muy
difícil utilizar la noción de patrimonio como un concepto operativo. Un aná-
lisis de esta dificultad ha llevado a que el concepto de patrimonialización sea
preferible a la noción misma de patrimonio.

Herencia versus patrimonio

La primera oposición en la noción de patrimonio puede encontrarse en


su definición legal y económica, en lugar de en su definición cultural: entre
patrimonio significando el cúmulo de bienes o propiedades heredados por una
persona, los cuales es libre de vender o transmitir, y patrimonio significando
esas cosas culturales o naturales que pertenecen a una comunidad entera. Para

47
evitar confusión alguna, de aquí en adelante nos referiremos a «herencia» para
designar la primera definición y a «patrimonio» para la segunda.2

Esta línea divisoria, sin embargo, no es nueva. Como ejemplo, Jean-Pierre


Hounieu (1996) ha mostrado que esta distinción ya existía en la ley romana y
ha subrayado la contradicción al querer usar la palabra «patrimonio» para bie-
nes públicos que eran, estrictamente hablando de acuerdo con la ley romana,
literalmente extra patrimonium, cosas (res) que no pueden ser apropiadas por
individuos y que no pueden entrar en su herencia personal.3
Más allá de cualquier discurso que se utilice para intentar asimilar ambos
conceptos, persiste aún así una diferencia esencial entre los mismos. Asimilar
estos conceptos es, aún así, particularmente importante en Francia donde, en
los debates tradicionales sobre la cesión de la propiedad de la aristocracia a la
Nación (Desvallés 1995; 1998), es costumbre considerar el patrimonio cul-
tural como la totalidad de la propiedad perteneciente a la Nación que ha sido
recibida de nuestros ancestros y que será transmitida a futuras generaciones.
Esta manera de mirar el patrimonio cultural está basada explícitamente en la
analogía de la propiedad que es legada de una generación a la siguiente dentro
de un linaje familiar, etimológicamente de un padre a sus hijos. Esto puede
ser cierto, pero también ofrece otra analogía más o menos implícita, por una
parte entre la familia y la Nación (o comunidad) y por otra entre la propiedad
privada y la propiedad cultural pública. Solo hace falta leer la literatura re-
ciente concerniente al patrimonio comunitario (especialmente el patrimonio
intangible) para darnos cuenta hasta qué punto tal analogía presupone que
la Nación, o en este caso la comunidad, ambos administradores fiduciarios
de esta propiedad cultural, devienen en una especie de familia extendida. Sin
embargo, lo que realmente está en juego, por encima de decidir si podemos
o no asimilar una «comunidad» (y a fortiori, una Nación) a una familia, es el
hecho de considerar la propiedad cultural pública pura y sencillamente como
una propiedad privada que pertenece a una entidad colectiva.4
La dificultad reside en el hecho de que esta pregunta no es generalmente
formulada cuando la propiedad en cuestión es una herencia familiar en vías
de ser propiedad de una entidad legal comunal. Aún así, no es en absoluto el
mismo caso cuando, por ejemplo, la propiedad permanece legalmente en las
manos de una persona privada aunque sea vista como una propiedad cultural
pública. Lo que entonces se pone de manifiesto es la considerable diferencia

48
entre la dimensión legal y económica y la dimensión simbólica. El cambio
de perspectiva que de esto deriva subraya la línea divisoria entre estas dos
dimensiones.
Veamos lo que está en juego en esta asimilación de las dos concepciones
desde un punto de vista antropológico. Lo que parece estar en juego es el acto
de asimilación, que está en la base misma de las políticas, o, mejor, el acto de
transformar un grupo de individuos reales en una entidad colectiva o un solo
cuerpo social. Esta entidad obviamente sólo puede ser simbólica y sólo puede
ser una representación construida tanto en el espacio como en el tiempo. Por
tanto, sería el patrimonio el que crea la entidad social en lugar de ser esta co-
munidad social a priori la propietaria del patrimonio en cuestión.
De todas maneras, no me malinterpreten, no estoy tratando de «defen-
der» una concepción simbólica del patrimonio que sería «más cierta» que la
concepción legal y económica. Simplemente estoy tratando de examinar la na-
turaleza fundamentalmente paradójica de lo que hoy llamamos «patrimonio
cultural», y para lograr esto, necesitamos restaurar su dimensión simbólica.
Imaginar la dimensión simbólica dentro de la definición legal y econó-
mica no era realmente importante mientras el patrimonio en cuestión fuera
considerado como un ensamblaje de bienes cuyo valor simbólico era definido
de manera diferente. Se utilizaban otros criterios, tales como el artístico o el
científico (y por tanto principalmente criterios históricos). Lo que era impor-
tante era asegurar su perpetuidad y su transmisión, su papel simbólico estaba
ligado a su posesión y a que fuera expuesto en forma de colecciones. Pero las
cosas han cambiado con la ampliación de la noción de patrimonio.5
En efecto, por una parte, nuevos tipos de objetos han adquirido el estatus
de patrimonio; objetos que los franceses llaman «petit patrimoine», tales como
elementos etnológicos, patrimonio vernáculo, conocimientos y técnicas, pa-
trimonio técnico e industrial, patrimonio científico y medio ambiente; y de
manera más reciente el patrimonio intangible. Por otra parte, lo que algunas
personas aquí en Francia han llamado la fiebre del patrimonio o inflación del
patrimonio fue acompañado de una ampliación genérica del término para
incorporar áreas que siempre habían sido conocidas con otros nombres: mo-
numentos históricos, así como obras de arte, colecciones arqueológicas, co-
lecciones de historia natural o antropológicas, sitios históricos, libros, música,
etc. Todas estas cosas ahora caen bajo la categoría de patrimonio, lo cual a su
vez pone este término en una posición de dominación y por tanto nos fuerza a

49
mirarlo de una manera diferente. Este fue el caso particular del acercamiento
al proceso de «devenir-patrimoine» de los objetos, con el que nos referimos a
su patrimonialización.

La cualidad intrínseca de los objetos versus objetos patrimoniales como


un constructo social

La segunda aporía puede ser observada entre la mirada sustancialista del


patrimonio y lo que llamaría la mirada relativista. Como cabría esperar, esta
oposición no carece de relación con la ampliación de la noción que ya he
mencionado.
Para los sustancialistas la naturaleza patrimonial del objeto –su patrimo-
nialidad– es una de sus cualidades intrínsecas. El trabajo del especialista será
entonces el de exponer los rasgos patrimoniales del objeto que constituyen
su verdadera naturaleza. Esto es relativamente fácil de hacer cuando se usa el
valor artístico como criterio de referencia. Sin embargo, es mucho más difícil
con objetos etnológicos, o, a fortiori, con patrimonio cultural intangible, a
menos que usemos, como a veces hacemos, la referencia de la comunidad
como criterio de su patrimonialidad, como si esta referencia pudiera hacer pa-
trimonial al objeto. En realidad las cosas son mucho más complejas y volveré
sobre ello más adelante.
Lo que es seguro es que los especialistas del patrimonio que examinan los
objetos solo para encontrar en ellos los rasgos que les permitan ser conside-
rados objetos patrimoniales, no pueden ni comenzar a entender por qué un
número creciente de objetos continúan cambiando su estatus y son expuestos
como patrimonio. En su opinión estos objetos no poseen las cualidades in-
trínsecas que caracterizan el patrimonio. El prototipo del objeto patrimonial
es, por supuesto, una obra de arte, cuyo valor artístico excepcional justifica la
necesidad de conservarlo y transmitirlo a futuras generaciones. El grupo social
o comunidad que es propietario de dicho objeto posee entonces algo de valor
reconocido y puede así diferenciarse de otros grupos. Si tomamos también en
consideración la convertibilidad de este valor en valores económicos y legales,
entonces cruzaremos rápidamente la línea entre la herencia privada y el patri-
monio cultural público. La única diferencia estriba en la naturaleza individual
o colectiva de su propietario.6

50
Contrarios a esta posición que busca definir qué es el patrimonio «ver-
dadero», esos que llamaré «relativistas» piensan que la patrimonialidad es un
estatus que es resultado de una construcción social. El relativismo extremo,
esgrimido como una especie de espectro por algunos de los que sostienen el
punto de vista sustancialista, significaría que todo, y especialmente cualquier
cosa, puede convertirse en patrimonio mientras alguien decida que así habrá
de ser. Esto implicaría que ya no hay una definición sólida de la noción que
pueda diferenciar entre qué es patrimonio, qué puede serlo y qué no puede o
no debería ser considerado como tal. El relativismo extremo no tiene ningún
sentido real excepto el de denegarle cualquier dimensión institucional a la
noción de patrimonio.
Sin embargo, el relativismo moderado, o lo que tal vez podríamos llamar
la perspectiva antropológica, defiende la idea de que en una sociedad dada,
donde la categoría de patrimonio existe –lo cual obviamente no es el caso
en todas las sociedades–, la misma es un hecho institucional y por tanto el
reconocimiento de un objeto como patrimonio es un constructo social. Aún
así, si lo miramos desde una posición sustancialista, este acercamiento es tanto
ilegítimo como inaceptable en tanto que signifique reconocer que la base del
valor patrimonial está en la mirada social o, en otras palabras, en el interés que
una comunidad encuentra en un objeto. Un interés que entonces justifica que
el grupo sienta la necesidad de quedárselo, conservarlo y preservarlo de una
manera u otra.
La particularidad de esta posición reside en considerar que el reconoci-
miento de la naturaleza patrimonial de un objeto está fundamentalmente re-
lacionado a la existencia de un interés particular por este objeto por parte
de al menos algunos miembros de la sociedad, lo cual es exactamente por lo
que es relativista. La verdadera cuestión está en saber qué cubre y significa tal
interés: qué exactamente se quiere decir con este término y cómo va a defi-
nir un estatus particular para estos objetos. Es con esta pregunta en mente y
desde una posición relativista moderada que retornaremos a la cuestión de la
patrimonialización. Así, la posición relativista es interesante porque no mira el
patrimonio desde un estatus preestablecido sino desde el proceso mismo por
el cual los objetos adquieren su estatus patrimonial. No obstante, esta posición
se ve limitada, como lo muestra claramente el relativismo extremo, por su
tendencia a ignorar los rasgos del objeto en los cuales se basan las diferentes
opciones y decisiones que entran en juego en la construcción de este estatus.

51
En el relativismo moderado o antropológico el fin de un estudio sobre
patrimonialización no es el de negar la existencia de estos rasgos sino el de
entender por qué proceso son construidos.

Entendiendo los fenómenos de la patrimonialización

Mirar la patrimonialización en lugar del patrimonio lleva a uno casi inevi-


tablemente a considerar la noción del patrimonio como una categoría autóc-
tona: son los miembros de una sociedad los que miran, reconocen, recopilan,
declaran, conservan, exhiben y visitan las cosas como patrimonio.
Pienso que esta manera de mirar al patrimonio es común a todos los acer-
camientos relativistas que basan su pensamiento en el hecho de que la catego-
ría de patrimonio no es universal, pero ha emergido en un tipo específico de
sociedad en un momento dado de la historia. En Occidente se relaciona con
el reconocimiento de monumentos históricos y el desarrollo de museos y de
manera más reciente al desarrollo de diferentes formas de patrimonio cultural
y natural. Pasa igual con el surgimiento muy reciente de la categoría de «patri-
monio cultural intangible».
El hecho de que el patrimonio sea una noción autóctona ha llevado a que
se cree una distinción entre dos tipos de investigación:
1) la investigación que contribuye a definir y reconocer los objetos como pa-
trimoniales
2) la investigación que intenta construir conocimiento sobre el proceso por
el cual los objetos son o se vuelven objetos patrimoniales. O, si se prefiere,
investigación para la patrimonialización e investigación sobre la patrimonia-
lización. La mayor diferencia entre los dos tipos de investigación reposa en
el hecho de que el primero encaja en la definición autóctona de la noción de
patrimonio, mientras el segundo intenta entender el fenómeno social que
esta noción abarca. Por lo tanto, cuando hablamos de «patrimonialización»,
el término en sí mismo tiene al menos dos significados epistémicos diferen-
tes. Resulta significativo que cualquier investigación bibliográfica llevada
a cabo en la actualidad sobre este término muestra que la mayoría de los
estudios son de naturaleza histórica, etnológica o geográfica y están todos
orientados a la patrimonialización de los objetos investigados.
En este escrito me posiciono definitivamente en esta segunda perspectiva

52
que mira al hecho patrimonial como un hecho cultural y social y adopta un
punto de vista un tanto tangencial de la noción de patrimonio y por tanto
de la noción de patrimonialización. Este punto de vista es particularmente
tangencial en cuanto a la manera en que estas dos nociones son usadas por
los actores sociales, incluyendo a los investigadores, cuyo trabajo es utiliza-
do en la patrimonialización de objetos tangibles o intangibles.7 Sin embargo,
esta segunda perspectiva puede también venir en diferentes formas de acuerdo
a diversos acercamientos. Podemos entonces decir, dependiendo del foco de
análisis escogido, que no existe una sola «patrimonialización» sino varias. In-
tentaré explicar esto.

Patrimonialización como el interés dado a los objetos por la comunidad

La primera manera de ver la patrimonialización es la de intentar entender


las razones por las cuales un grupo de personas toma un interés particular por
ciertos objetos.
Este acercamiento, aparentemente el más fácil y directo, es de hecho extre-
madamente difícil, principalmente porque busca dar con las «razones origina-
les», lo cual es siempre un trabajo altamente peligroso en las ciencias sociales.
Es también naturalmente local e incompleto. Este es el caso, aunque sea ob-
viamente solo un ejemplo, del estudio del luto en el eco-museo de Le Creusot
y de cómo la patrimonialización del proceso del duelo allí (un proceso que ha
sido posible gracias a la creación misma del eco-museo) ha permitido que un
grupo social pueda separarse de su pasado (Debary, 2002).
Lo que probablemente necesitamos ver en las relaciones comúnmente
conflictivas desde la perspectiva de los valores que deciden la acción (analizado
por Serge Chaumier: 2003) es un proceso del mismo tipo que en Le Creusot.
Uno verdaderamente debería notar que la profesionalización del interés social
es un aspecto o un momento específico en el proceso del desapego, del dis-
tanciamiento, de la reflexividad, en este «desprendimiento patrimonial» de las
representaciones del pasado, según lo ha analizado Michel Rautenberg8. Esto
es particularmente visible en el caso del patrimonio intangible.
Un segundo acercamiento a las razones por las cuales considerar ciertos
objetos como patrimonio puede encontrarse en la investigación hecha sobre
cómo aparece o se crea el interés por un cierto tipo de objeto por primera vez.

53
Pienso inmediatamente en los estudios hechos sobre el nacimiento de un sen-
timiento patrimonial hacia los «Pabellones Baltard» o hacia la arquitectura del
siglo xx, o aún a celebraciones tradicionales públicas; estos estudios pueden
recordarnos aquellos llevados a cabo sobre el gusto y sus variaciones.9
El tercer acercamiento a las razones para la patrimonialización se con-
centra en la cronología de las concepciones sobre el patrimonio. Pienso en
seguida en el acercamiento histórico10 pero también quisiera mencionar el
acercamiento propuesto por André Micoud (1995, 2005) quien apuntala tres
momentos particulares:
i) conservación y patrimonialización legal del objeto, ya sea por clasificación
o por protección legal,
ii) salvaguarda, luego de la Segunda Guerra Mundial, de todo aquello que casi
había desaparecido (estilos de vida, culturas, costumbres, hábitats frágiles,
etc.) en lugares como ecomuseos, parques regionales y reservas naturales,
iii) manejo del patrimonio que es visto como un recurso financiero11 en los
bancos y que puede volverse comercializable. Podemos ver que esta crono-
logía (la cual describe una visión de nuestra relación con el tiempo) toma
un significado dentro de una concepción de la dimensión simbólica del
patrimonio a la cual regresaré más adelante.

Patrimonialización como un proceso social

Antes de hacer eso, me gustaría mencionar otra manera de mirar a y pen-


sar sobre la patrimonialización intentando describir el mismo proceso por el
cual los objetos se vuelven patrimonio.
El primer acercamiento utiliza un método etnológico12.
El segundo es el acercamiento usado por Nathalie Heinich (2009), el cual
no exactamente describe cómo los objetos devienen patrimonio. Tomando
como base una investigación sobre cómo los profesionales del Inventario de
Monumentos Históricos funcionan y qué criterios usan en sus especialidades
sobre edificios y objetos, ella demuestra cómo una relación más o menos im-
plícita se construye en torno a unos valores. Estos valores conciernen tanto a la
acción (proponer un edificio para ser, o no, incluido en listado) y la definición
de patrimonio (lo que es o no es patrimonio). La patrimonialización se con-
templa dentro de la sociología de los valores como un proceso de evaluación

54
del cual uno de los principales aspectos es la «administración de la autentici-
dad».
Un tercer acercamiento, que mira la patrimonialización como un proceso
social y es complementario a los primeros dos, sería el de estudiar cómo el
patrimonio es utilizado por grupos sociales tales como políticos, habitantes,
turistas, comunidades, etc. Se daría en la forma de un estudio sobre cómo
estos grupos sociales utilizan este patrimonio, cómo los actores sociales in-
tencionalmente lo utilizan, y los varios usos que las personas encuentran para
el mismo13. En un mundo donde, si coincidimos con André Micoud, el pa-
trimonio se está transformando en un recurso, entonces esta mirada tiene un
interés particular.

Patrimonialización como un proceso simbólico

La tercera y última manera de mirar la patrimonialización como un pro-


ceso social es la de acercarse al mismo a través de una dimensión simbólica. Si
estamos de acuerdo con Marc Augé (1999) en que lo simbólico es el «primer
objeto de estudio de la antropología», entonces pienso que este acercamiento
puede ser cualificado como uno antropológico. Ahora elaboraré en torno a
este acercamiento.

Por una antropología de la patrimonialización

Luego de este breve estudio de los acercamientos históricos, sociológi-


cos y etnológicos al patrimonio, todos los cuales están más interesados en la
variedad de formas que puede tomar, me gustaría ahora examinar desde el
punto de vista de un especialista en comunicación social la manera en la que
el patrimonio construye un relación con el pasado a través de la circulación de
objetos en el tiempo (y también en el espacio entre culturas, pero este es un
proceso más complejo). Para ser más preciso: me gustaría estudiar la manera
en que los humanos en el presente piensan sobre, estudian, conservan y tratan
«cosas» que han llegado desde el pasado y la forma en que las vuelven patrimo-
nio por medio de su patrimonialización.

55
Un acercamiento comunicacional a la construcción de una relación a través
de los objetos patrimoniales.

Al usar el acercamiento que he desarrollado en Le Don du Patrimoine (Da-


vallon, 2006) examinaré solamente un aspecto de la patrimonialización (y por
lo tanto del patrimonio): su característica de ser un hecho institucional.
Esto significa estar interesado en cosas que las personas concernidas no
crearon y que sin embargo estas mismas cosas le dan un significado a lo que
están haciendo en el presente.14
Esta posición es tanto similar como complementaria a aquella que sos-
tiene André Micoud. Similar, porque ambas toman en cuenta lo simbólico.
Diferente pero complementaria porque, aunque puedo usar la distinción he-
cha por Marc Augé (1994) concerniente a la interacción entre lo «simbólico»
y las «prácticas históricas»15 aún así siento que André Micoud se enfoca más
en la manera en que las comunidades de personas se construyen en torno a un
acto de patrimonialización16. Mientras él se acerca a lo simbólico desde la base
de la hermenéutica, la cual le permite describir prácticas históricas y nuestra
relación con el tiempo, yo prefiero examinar la manera en la que el patrimonio
es construido como un hecho comunicacional que se despliega en el tiempo a
través de cambios en el estatus social y simbólico de los objetos17.
El principio central de este acercamiento es el siguiente. Cualquier estudio
minucioso sobre las maneras de hacer o pensar que o bien han llevado a la pa-
trimonialización de objetos tangibles o intangibles, o bien se refieren a objetos
que ya han adquirido estatus de patrimonio, mostrará la existencia de ciertos
patrones en las representaciones y comportamientos hacia estos objetos. Aún
si estos patrones correspondieran a lo que Searle (1998) llama las «reglas cons-
titutivas», comparten lo que es patrimonio y lo que no, y definen las diferen-
tes relaciones que uno puede y debe establecer con los objetos considerados
patrimonio. De aquí que un número de estas reglas puedan encontrarse en
normas expuestas explícitamente de una naturaleza más o menos constrictiva
(normas «regulativas» de acuerdo a Searle). Este es el caso para reglas de una
naturaleza legal o administrativa que pueden definir los diferentes tipos de pa-
trimonio o al menos prescribir lo que puede hacerse, decirse o pensarse sobre
estos tipos18. En cambio, las reglas constitutivas no se establecen como tales y
deben por tanto ser buscadas por el analista y formalizadas, dependiendo de
la consistencia observada.

56
Cuando hablamos de reglas constitutivas, estamos hablando de un aná-
lisis construido, no sólo sobre observación y ciertamente tampoco sobre al-
gún acuerdo entre actores sociales. El hecho de que podamos ver un tipo de
acuerdo entre actores sociales (especialmente aquellos que están autorizados a
hacerlo) para reconocer el estatus social y específico de objetos patrimoniales
(diferente al estatus de objetos «ordinarios») no nos debería llevar a dudar
sobre la naturaleza de este acuerdo. Cada uno de los actores involucrados ha
adquirido un número de destrezas, puntos de vistas y representaciones que le
habilita a él o ella a reconocer si un objeto es patrimonio o al menos si puede
ser hecho patrimonio o no. De aquí que todos los comportamientos y discur-
sos en torno al objeto son más o menos lo que podríamos esperar.19

La construcción del estatus patrimonial de los objetos

La ventaja de un acercamiento a la patrimonialización como un hecho


institucional es que nos permite captar la lógica en la construcción del estatus
patrimonial de un objeto; entiéndase, la unión del interés social por el objeto
junto a la aceptación de algunas de sus características, y la adjudicación al mis-
mo de un estatus específico que lo posiciona aparte de los objetos ordinarios.
Por supuesto, la investigación a la que me he referido antes nos ayuda a
entender las prácticas de la patrimonialización. De la misma manera, las nor-
mas legales y administrativas nos dicen qué reglas aplican al estatus del objeto
patrimonializado y nos indican lo que debemos hacer o no con el mismo. De
todas formas, lo que realmente captamos cuando analizamos la patrimoniali-
zación como hecho institucional es la manera en que las características del ob-
jeto mantienen unidas todas estas prácticas, todo el conocimiento técnico y los
criterios, todos los estudios investigativos y las normas, con el fin de convertir
este objeto en uno patrimonial. Lo que es interesante es la manera en que estas
características justifican tanto su estatus simbólico como las prácticas en torno
al objeto. Pero, contrario a lo que creen los sustancialistas, estas características
no siempre han estado ahí como cualidades pre-existentes del patrimonio en
el objeto; ni tampoco son, como algunos relativistas nos quisieran hacer creer,
una decisión pura tomada sin ningún fundamento de valor patrimonial (tal
decisión podría entonces ser aplicada en cualquier momento dado a cualquier
objeto). No, el proceso de patrimonialización es definitivamente una cons-

57
trucción, pero debe encontrar su coherencia, su fundamento y su legitimidad
en el hecho de que puede y debe satisfacer ciertas condiciones.20
El estudio sistemático de prácticas y textos relevantes muestra que, en aras
de traer y mantener unidas las prácticas y características de un objeto, ciertas
operaciones deben entrar en juego, y la implementación de estas operaciones
contribuirán a la consecución satisfactoria de la patrimonialización en cues-
tión.
He clasificado estas operaciones bajo el término de «gestos»21 de patrimo-
nialización, en cinco categorías, o más bien, cinco momentos específicos.
i) Primero viene el interés dado a un objeto por un grupo más o menos am-
plio y/u organizado. Este interés viene en forma de una sensación de que el
objeto tiene un «valor», y esto antes que cualquier valor particular le haya
sido atribuido. En un momento dado, este grupo sentirá que un edificio o
tal vez un objeto de nuestra vida diaria, tales como una herramienta o un
conocimiento técnico específico o cierta música o baile particular «tiene
algo» que vale la pena conservar. Usando como referencia a Arlette Farge
(1989), Maurice Godelier (1999), Wiener (1992) y por supuesto Renaud
Dulong (1998), y también teniendo en mente cómo los arqueólogos y los
paleontólogos describen sus sensaciones en el momento mismo en que
descubren algo, me gustaría sugerir el uso de la evocativa y muy apropiada
expresión acuñada por Eco, de una «trouvaille» –un verdadero hallazgo.
(Esta expresión es tan acertada, en mi opinión, que es en sí misma un
«verdadero hallazgo»). Describe perfectamente la experiencia que enlaza
la percepción de un objeto ordinario y no glorificado al sentimiento de lo
sublime que su «descubrimiento» puede desatar.22
ii) El segundo momento es el estudio del objeto en sí mismo. No conozco
ningún objeto reconocido como patrimonio, sea cultural o natural, tangi-
ble o intangible, que no haya sido objeto de estudio o investigación, con
lo cual quiero decir una movilización o producción de conocimiento. Esto
es obvio al hablar de arqueología, obras de arte u objetos etnológicos, pero
contrario a lo que a veces escuchamos, es también cierto para el patrimonio
intangible, aún si la investigación toma en ocasiones la forma de prácticas
registradas o un estudio sobre memoria colectiva. Puede no pretender esta-
blecer la autenticidad del objeto patrimonial pero definitivamente establece
su origen. El que la Convención de Patrimonio Intangible23 de la Unesco
diga que el reconocimiento de un objeto como patrimonio intangible por

58
una comunidad sea suficiente para probar su validez no significa que po-
demos proceder sin afirmar este reconocimiento con un estudio científico
del objeto. La pregunta real es la de saber a través de qué procesos legítimos
podemos obtener tal reconocimiento. Como resultado, en todos los casos,
el estudio y la investigación son esenciales en establecer la naturaleza y el
origen del objeto, aún si es, o, debo añadir, especialmente, si es intangible.
iii) El tercer momento es la declaración oficial. Un objeto solo se vuelve patri-
monio cuando es declarado como tal. Esta declaración es un acto perfor-
mativo que puede tomar varias formas, desde la simple pronunciación de
«esto es patrimonio» hasta el acto legal o administrativo de la inscripción
o la clasificación. Para que un objeto sea reconocido como patrimonio esta
declaración debe ser hecha por una autoridad reconocida. Es interesante
destacar que, en el caso del patrimonio de la humanidad (mundial o in-
tangible) reconocido por la Unesco, esta declaración tiene lugar en dos
etapas: primeramente cuando el patrimonio es declarado como tal; luego
nuevamente en una fecha posterior, basado en una propuesta por el Estado
concernido, el objeto es reconocido como «excepcional» para el patrimo-
nio mundial o, en el caso del patrimonio intangible, por ejemplo, como
«representativo de la humanidad». A partir de este punto puede ser inscrito
en una lista de patrimonio. Existe, sin embargo, cierta ambigüedad en ésto
cuando el objeto está inscrito en la lista de objetos a salvaguardar para la
humanidad, porque son los mismos expertos de la Unesco los que también
declaran la necesidad de salvaguardar lo que ellos consideran que es patri-
monio en peligro.
iv) El cuarto momento es la organización del acceso al nuevo objeto patrimo-
nial por parte de la comunidad. Este acceso presupone que los miembros
de la comunidad son beneficiarios de la existencia de este patrimonio y de
su exposición al público general. Esta muestra o exposición es el ritual por
el cual revivimos ese momento del «verdadero hallazgo» y el sentimiento
de lo sublime que cada visitante experimentará. Por tanto, podemos decir
que la experiencia turística es la forma, independientemente de cuan míni-
ma o máxima pueda ser, de esa experiencia. Esto explica toda la literatura
existente sorbe la autenticidad en los estudios sobre turismo, pero a esto
regresaré más adelante.
Los beneficios esperados (o la operatividad simbólica) para los miembros
colectivos pueden ser encontrados en diferentes niveles. Primero, como

59
acabo de mencionar, viene la experiencia del descubrimiento del objeto
en sí mismo, lo cual es crucial desde un punto de vista simbólico. Luego
vienen los beneficios relacionados al objeto (conocimiento, disfrute, etc. )
y finalmente la constitución de una comunidad con la misma mirada sobre
este objeto de propiedad cultural pública24.
v) El quinto y último es la transmisión de estos objetos patrimoniales a futu-
ras generaciones. Este momento crea la continuidad en el tiempo, al crear
una relación con el futuro que es simétrica a la relación con el pasado. Sin
embargo, debemos destacar que se trata de una decisión que es tomada
sobre lo que el patrimonio debe ser para las futuras generaciones.

Si ampliamos el punto de vista desde sólo las prácticas hacia lo que cons-
tituye la institución y si cuestionamos cuáles son las reglas que definen el
patrimonio, nos damos cuenta de que los últimos tres momentos llevan a tres
tipos de obligación:
i) la obligación de conservar las cosas que hemos recibido (pero no creado
nosotros mismos) y que poseen un valor específico,
ii) la obligación de transmitirlas a futuras generaciones,
iii) la obligación de poner el objeto a disposición simbólica de la comunidad
que entonces lo considera como un «bien común», de acuerdo a André Mi-
coud (1995). Las últimas dos son presentadas como el resultado final de la
primera. También notamos mientras tanto que una vez las cualidades del
objeto han servido para establecer y declarar su estatus de patrimonio, en-
tonces las reglas constitutivas que definen este estatus concernirán a las prác-
ticas sociales que devengan. De modo contrario a los «gestos», estas reglas no
nos dicen cómo los objetos patrimoniales adquirieron su estatus, sino que
simplemente especifican este estatus. Es por eso que necesitamos estar aten-
tos al hecho de que, una vez el contexto del proceso del estatus es olvidado,
estas reglas parecen autenticar más la pura ontología de estos objetos.

Discusión: Preguntas que sugiere un acercamiento antropológico


a la patrimonialización

Más allá del conocimiento que hemos adquirido sobre el proceso de pa-
trimonialización, el acercamiento antropológico aquí examinado propone tres

60
pares de cuestionamientos sobre la forma en que la patrimonialización está
evolucionando hoy día, abriendo así muchas áreas que podrían explorarse.

El don versus las economías del intercambio

La obligación de conservar objetos supone que los objetos en cuestión


poseen un gran valor que legitima, explica y justifica esta obligación.
Funcionalmente, este valor genérico puede ser desglosado en una serie de
valores secundarios que fueron observados y formulados por primera vez por
Aloïs Riegl (1984). Han sido desde entonces revisados con regularidad, co-
mentados, debatidos y ampliados por muchos autores y de diversas formas.25
Estos valores diferentes y específicos son un fundamento y una explicación
para los diferentes actos de protección, restauración, conservación y exposi-
ción pública, así como para el desarrollo turístico. Pero, sea cual sea la razón,
y desde un punto de vista simbólico, estos valores específicos que podríamos
llamar «lógicos», están siempre acompañados por un sentido más amplio y
menos formalizado de valor genérico. Esto toma la forma de lo que antes he
llamado el «interés social», y puede ser comparado, como ya he mencionado,
al sentimiento de lo sublime26. Este sentido de un valor «extraordinario» mo-
viliza los rasgos del objeto y por tanto parecería que depende de éstos. El valor
por tanto parece ser intrínseco al objeto.
Pero en términos de investigación, aquí estamos forzando el límite.
Sin duda, una vez hemos reconocido el sentimiento de lo sublime y ana-
lizado el proceso que lo «autoriza» o que lo posibilita, no es realmente posible
ir más allá de ello. Al comparar ésto a procesos simbólicos similares en otras
sociedades, he intentado construir un «tipo ideal» que pudiera explicar las
razones de este sentimiento de lo sublime. Una vez hemos dejado de lado la
dimensión estética, nos encontramos la dimensión conectiva que construimos
entre nosotros y los productores originales del objetos y sus rasgos, quienes
por tanto son la fuente misma de nuestra experiencia de lo sublime.
Pero, como en cualquier «tipo ideal», estamos en una construcción ab-
ductiva porque los mismos elementos de la realidad que son utilizados en esta
construcción no pueden ser usados como prueba para validar el tipo ideal, o
para llevarlo más allá de cualquier nivel de hipótesis.
El análisis del material a mi disposición mientras estuve haciendo el estu-

61
dio tendía generalmente hacia la atribución de los rasgos del objeto a los seres
que lo habían producido.27 Uno puede por tanto imaginar que el «interés
social», desde un punto de vista simbólico (como por ejemplo, un sentimien-
to de lo sublime), correspondía a una reunión de rasgos en un objeto con las
expectativas de las personas de hoy en día. Es así como el objeto, como objeto
del pasado presente en el presente, pasaba a ser el operador de una relación
entre los seres del pasado que lo hicieron y nosotros, personas del presente; el
objeto es un operador de la continuidad del tiempo. Estos objetos, contrario
a los monumentos, no fueron hechos para ser transmitidos a nosotros y nos
encontramos hoy en posesión de cosas que sentimos que son de gran valor.
Hemos recibido estos valores y por tanto nos sentimos en deuda con aquellos
que los produjeron. De hecho, estamos bastante acostumbrados a esta situa-
ción que es muy similar a lo que pasa con varias creaciones culturales o las
que llamamos «obras del espíritu». De esto surge la obligación de conservar y
transmitir ya que, al reconocer el valor de estas cosas, reconocemos al mismo
tiempo el enlace que nos une, a través de estos valores, con aquellos que los
produjeron y nosotros anticipamos el enlace que nos unirá con aquellos a
quienes les transmitiremos estos valores. Por tanto, podemos ver como esta
política de «conservar lo que hemos recibido con el fin de transmitirlo» es
precisamente el mismo trasfondo para las reglas constitutivas en el discurso
del patrimonio que aquí he analizado.
Estoy al tanto de la resistencia a cualquier análisis en términos de un «don»
en el sentido de procesos de creencias y fe existentes en nuestra sociedad.
Acepto de igual forma las reticencias que puedan ser causadas por la dificultad,
como acabo de decir, o la imposibilidad de probar la validez de un tipo-ideal
como una representación construida por el análisis de estos procesos. Sin em-
bargo, me gustaría destacar el hecho de que este tipo-ideal ya ha sufrido en el
caso del patrimonio natural. Es difícil ir más allá del sentimiento de lo sublime
(y de la autenticidad) como un reconocimiento del valor de un objeto (e in-
tencionalmente dejo de lado la lista de los valores razonables).
Pero más importante aún es que cierto número de signos nos llevan a
pensar que este tipo-ideal puede estar en proceso de ser modificado, o tal vez
hasta de desaparecer del patrimonio cultural mismo. Cuando el patrimonio ya
no es considerado el rastro, ni los remanentes o el testimonio de las personas
del pasado, pero visto como un simple recurso a ser administrado, entonces el
presente ya no es lo que se interpone entre el pasado y el futuro, sino que se

62
vuelve meramente el punto desde el cual se construye una gestión del futuro28.
¿Acaso no estamos en el proceso de dejar la política del recibir-conservar-dar
para entrar en una de intercambio comercial?29
A menos que entremos en el dominio de la profecía, definitivamente no
será posible adivinar lo que ha de venir. Tal vez es solo una forma de paradoja
entre las dos dimensiones del patrimonio, la simbólica y la económica. Pero
podría ser que algo está cambiando de manera más profunda: que el concepto
del patrimonio como un cúmulo de bienes que tenemos a nuestra disposición
está desplazando el concepto de los bienes públicos/comunes para salvaguar-
dar; que la lógica del uso y la práctica del patrimonio está desplazando la ló-
gica de la patrimonialización a favor de la construcción de una relación con el
pasado. En este caso, la totalidad de la dimensión simbólica y su operatividad
probablemente se verán afectadas.30 Me parece que es una buena idea la de
estudiar con mucho cuidado y precisión las diferentes señales de este cambio.
Personalmente puedo ver dos tipos de cambios.

La autenticidad de los objetos versus la autenticidad de la experiencia


del espectador

Una primera señal del cambio en la concepción del patrimonio nos ha


llegado a través del cambio en la noción de autenticidad –y verdaderamente
quiero decir noción, porque no es un concepto.
Tradicionalmente, la autenticidad está relacionada con el objeto. Debe ser
«auténtico». Esta autenticidad es reconocida como la que da la garantía para el
valor científico y simbólico del objeto.
Si tradujera esta garantía en términos semióticos y antropológicos, diría
que es la afirmación de la existencia de una relación entre el objeto y su lugar
de origen. La autenticidad encaja en lo que Ginzburg (1979) llamó el «para-
digma indiciario», o lo que Dulong (1998: 166) llamó «la institución natural»
cuando observaba la relación entre el espectador y el evento31. En el caso del
patrimonio, la autenticidad describe la relación entre el objeto y el lugar de
origen, así como el estatus epistémico que la sociedad le otorga a esta relación
y especialmente a cómo la sociedad la produce. Si esta relación no existe real-
mente, entonces un estudio del objeto no revelaría conocimiento alguno del
mundo del que viene y el interés que encontramos en el mismo no puede estar

63
basado en el hecho de que sea una pieza del pasado dejada a nosotros, que está
presente ahora en nuestro presente. Pese a esto, sin algún tipo de estudio del
objeto, su autenticidad no puede ser establecida ni validada. Para un analista,
la autenticidad de un objeto es el resultado de un proceso de autenticación, el
cual es uno de los momentos de la patrimonialización.
Sin embargo, si miramos la bibliografía relevante al respecto, podemos ver
el surgimiento, especialmente en estudios sobre el turismo, de un concepto
completamente diferente de autenticidad que no tiene mucho en común con
el primero. Ya no está relacionado al objeto sino a la experiencia del especta-
dor.32 Lo que importa, de hecho, es que el turista sienta que ha estado en con-
tacto con la «verdadera» cultura del país visitado, lo que comúnmente significa
que esta cultura es más antigua que la suya, y esta experiencia en cierto modo
definirá la autenticidad33. La actividad turística puede por tanto ser conside-
rada como una búsqueda de autenticidad. Lo que me parece más importante
de los varios debates que han resultado de esta noción es el análisis del proceso
por el cual la cultura del país visitado (incluyendo sus objetos patrimoniales
tangibles e intangibles) tiende a dividirse y develarse como resultado de la
construcción de una representación «auténtica» diseñada por los turistas. Esta
construcción tiene el doble efecto de crear una realidad «tras bambalinas» a la
cual el turista no tiene acceso a la vez que crea como consecuencia en el mismo
turista la búsqueda sin fin de la autenticidad «verdadera»... de la verdadera
que está detrás de la que se ha escenificado para el visitante como el objeto
turístico34.
No examinaré todos los diferentes argumentos que no son relevantes a
mi propuesta, aunque bien podrían ser interesantes. Llamaré sin embargo la
atención a las consecuencias que tal redefinición de la noción de autenticidad
puede tener en el análisis o aún en nuestra misma concepción del proceso de
patrimonialización. Lo que está en juego aquí es la posible muerte del proceso
de validación de la «relación indiciaria» entre el objeto y su lugar de origen.
Dará paso a una nueva definición de autenticidad que se define y es medida
por la experiencia personal vivida, el trasfondo personal o las representaciones
personales de los visitantes-receptores. Antes de pensar sobre la noción de
autenticidad, me parece esencial estudiar dos diferentes relaciones que vemos
emerger: la relación entre el turista, el lugar y otras personas que conforman la
visita, y la relación entre las personas en el presente con aquellas del pasado35.
Esto parece particularmente importante en el caso de la patrimonialización

64
del patrimonio intangible. Inmediatamente surge la pregunta sobre las con-
diciones de su conservación dentro del marco de su uso, especialmente el uso
turístico.

Identidad versus reflexividad

Una segunda señal, que parece escapar completamente a nuestra atención


si sólo atendemos al patrimonio, puede verse en los cambios que afectan el
proceso de reflexividad que es inherente a toda patrimonialización.
Por reflexividad quiero decir el hecho de que la patrimonialización ayuda
a la comunidad involucrada en el proceso de construir una representación36
de su propia sociedad, de su propio mundo, de aquello que lo hace lo que es
hoy, su pasado y sus valores, etc. La forma de reflexividad en la que inmediata-
mente pensamos es aquella que se produce cuando exponemos nuestro patri-
monio. Esto nos hace pensar sobre lo que consideramos valioso para nosotros.
Mostrar o exponer crea una representación de uno mismo, para uno mismo y
para otros, especialmente cuando uno imagina que el patrimonio expuesto es
el patrimonio «propio» de uno.
Y, sin embargo, el estudio de los objetos a ser patrimonializados, sean
tangibles o intangibles, supone producir conocimiento sobre estos objetos.
Este conocimiento muestra por tanto la línea divisoria entre estos objetos y
aquellos que tenemos hoy, entre su lugar de origen y nuestra propia sociedad
(nuestro universo social). Aún cuando el proyecto sea el de transformar prácti-
cas y objetos cuasi contemporáneos en patrimonio, el mero hecho de estudiar-
los inmediatamente los divide entre aquello que no puede ser transformado en
patrimonio y aquello que debería serlo.
En todos los casos, la patrimonialización establece una distancia entre dos
mundos, nuestro mundo cotidiano y el mundo del objeto patrimonial (par-
ticularmente su lugar de origen), ya sea tangible o intangible. Esta distancia,
que puede ser una sensación de continuidad en el tiempo entre dos mundos
y/o por el contrario, una distancia fundamental, una diferencia incontestable,
produce conocimiento de un cierto tipo y construye un punto de vista sobre
la sociedad presente. Si el conocimiento sobre el objeto y su lugar de origen
es producido por el mundo presente, este conocimiento ayudará a establecer
al objeto y a su universo como el lugar donde nuestro propio mundo, nuestra

65
sociedad y nuestro presente adquieren todo su significado, en una forma u
otra. Es por eso que esta reflexividad es el principio de una sensación de que es
importante pensar sobre nuestra relación con los objetos del pasado y pregun-
tarnos por qué es importante conservarlos, etc.: en otras palabras, pensar sobre
la transmisión y no solo vivir para o estar sujetos a ella. La reflexividad, por
ende, participa en la construcción de una relación con un tiempo específico
que no es el promulgado por la tradición sino el construido por la historia.
El papel y la importancia de la reflexividad en el proceso de patrimoniali-
zación, como lo conocemos hoy en día, llama nuestra atención, como investi-
gadores, hacia varios fenómenos diferentes.
El primero es la relación que existe entre el conocimiento y los objetos
tanto tangibles como intangibles. Si no producimos conocimiento sobre los
objetos, estos no adquirirán su estatus patrimonial y se mantendrán por siem-
pre objetos de tradición y objetos silentes. Y por supuesto, el conocimien-
to sin ningún tipo de forma material no puede tener existencia patrimonial
alguna. Aún el patrimonio intangible necesita algún tipo elemento tangible
para existir: para estudiarlo necesitamos algún tipo de registro tangible del
mismo, especialmente en situaciones efímeras como las performances. Tomar
en cuenta la reflexividad nos lleva entonces a repensar el enlace entre el cono-
cimiento y los objetos en la patrimonialización. Pero esta toma en cuenta de
la reflexividad hace surgir la pregunta aún más radical sobre las condiciones
de la producción del conocimiento y su misma naturaleza en el proceso de
patrimonialización. Verdaderamente podemos preguntarnos qué le sucedería
a la patrimonialización si la reflexividad, en lugar de estar sustentada científi-
camente, fuera sustituida sólo por la memoria colectiva. ¿Acaso no desapare-
cería, simplemente? La pregunta es muy diferente a un simple caso de libro de
texto: aplica inmediatamente al patrimonio cultural cuando se reclama que sea
patrimonio sólo porque ha sido reconocido como tal por la comunidad. ¿Qué
procedimientos serán utilizados por una comunidad para reconocer aquello
que dentro de su propia sociedad puede ser considerado como patrimonio?
Tal vez tal principio sencillamente nos traería de vuelta a otra aporía. Porque,
en la práctica, cuando un objeto está en el proceso de ser hecho patrimonio,
siempre parece haber una implantación de producción de conocimiento en el
mismo por una tercera parte.
Tomar en consideración la reflexividad expone otra pregunta (mi última),
que es un seguimiento lógico de la anterior. Si admitimos, tal como sugiero,

66
que la reflexividad es inherente a la patrimonialización, entonces la relación
entre culturas «tradicionales» y lo que consideramos ser «su» patrimonio es
una cuestión que verdaderamente necesita ser examinada.
Por «culturas tradicionales» quiero decir aquellas culturas donde la trans-
misión de objetos o conocimientos o técnicas tiene lugar de una generación
a la siguiente sin ningún cambio importante37. Para otras culturas, (lo cual
usualmente incluye nuestras culturas occidentales y nuestro uso de la palabra
escrita para producir conocimiento y para transmitir la memoria colectiva)
tales objetos, conocimientos y técnicas son, de hecho, documentos y objetos
atesorados debido a las relaciones estéticas que permiten porque son el «patri-
monio» de las sociedades en cuestión. Sin embargo, aún cuando la restitución
de estos objetos se ha tornado en una problemática actual, ¿caen aún bajo la
categoría de objetos pertenecientes a la trasmisión «tradicional»? O, por el
contrario, ¿no podrían adquirir un estatus de «patrimonio» para estas culturas
(de acuerdo a las reglas constitutivas occidentales de patrimonialización)? Si
eso fuera posible entonces, obviamente, se plantearía la pregunta sobre la pro-
ducción de conocimiento en torno al objeto, al igual que la de la reflexividad
para la sociedad a la cual concierne. Sin eso, las sociedades tendrían objetos
cuyo estatus de patrimonio cultural habría estado decidido por alguna otra
sociedad. ¿Deberíamos entonces abandonar el intento de hacer tales objetos
«patrimonio»? ¿Deberíamos crear otras reglas constitutivas que no puedan ser
decididas por la ley o aún por la Unesco? ¿Acaso no deberíamos producir pen-
samiento reflexivo sobre tales objetos usando procesos de la ciencia histórica u
otros nuevos procesos? Si examinamos las prácticas, puntos de vista y pensa-
mientos de hoy, pienso que la pregunta se mantiene ampliamente abierta. Sin
embargo, me parece que aún necesitamos encontrar soluciones.

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71
Notas

1
Traducido por Omar Guzmán-Ralat, a partir de la traducción del francés al
inglés de Shayne Girardin.
2
Es importante subrayar que en francés, «patrimonio» se refiere tanto a «heren-
cia» como a «patrimonio», lo cual tal vez podría ayudar a explicar la ambigüedad que
existe en Francia entre lo que es privado y lo que es público cuando de patrimonio
cultural se trata. En inglés, las palabras herencia [inheritance], legado [legacy], pa-
trimonio [heritage], bienes comunes [commons], bienes públicos [public goods] o
propiedad cultural [cultural property] son tal vez conceptos más claros.
3
La oposición entre cosas que caben dentro del concepto de «patrimonio» (res in
patrimonio) y cosas fuera de este concepto (res extra patrimonium) es una oposición de
peso en la ley romana (Malenica, 2006). El res extra patrimonium abarcaba diferentes
categorías, tales como la res divinae (atribuido a los dioses y por tanto propiedad de
nadie), la res publicae (perteneciente a la raza humana tanto como el agua y el aire), la
res publicae, como los ríos y los caminos, la res universitatis, como los baños termales
y los teatros. El res extra nostrum patrimonium son también extra commercium. Este
estatus de las cosas que ya no están en el circuito comercial y que están a disposición
de una comunidad (que podía ir desde un pequeño grupo social hasta la humanidad
entera), es exactamente lo que encontramos en la idea del patrimonio natural y cultu-
ral. La patrimonialización es utilizada aquí para definir el proceso por el cual «una cosa
que debemos conservar» adquiere un estatus simbólico de patrimonio. Esta «cosa que
debemos conservar» se opone a «la cosa que debemos intercambiar». Podemos encon-
trar un uso claro de esta alusión a la ley romana en el trabajo de Sucharitkul (1987),
donde analiza la definición legal del estatus de «patrimonio común de la humanidad»
en la ley internacional y en el de Berry (2006), que analiza la definición legal de la
propiedad colectiva (producción y reparto basado en el bien común).
4
Ver Edelman (2004). Esta batalla tuvo lugar en Francia durante el siglo xviii
en torno a la naturaleza privada («droit de propiété de l’auteur») o pública («savoir
comme chose commune du peuple»). Continúa hoy en día: la producción basada en
el bien común y el compartir en Internet son ejemplos obvios.
5
Un ejemplo extremo puede verse en la herencia [heritage] genética, donde la
definición científica no puede garantizar la simbólica. Según Micoud (2005), esto
indica el cambio en el paradigma del concepto de patrimonio.
6
Esto nos lleva de nuevo a la primera aporía. Esta concepción no dice nada sobre
la manera en que los objetos adquieren su valor, excepto en las obras de arte donde
el acto de crear una colección (elección, reconocimiento, estudio, exposición) cons-
tituye el momento en que los valores son atribuidos a los objetos. Este momento, sin
embargo, se deferencia del de reconocimiento como un patrimonio cultural por su

72
transferencia desde la esfera privada a la pública a través de museos, legados, expro-
piación o adquisición.
7
Visto desde este ángulo, el hecho de que este estatus abarque cosas que habían
sido designadas anteriormente con otros nombres (obras de arte, monumentos, ob-
jetos religiosos o de colección, etc.) y de que ahora unifique toda esta variedad de
categorías, es en sí mismo un fenómeno que merece un estudio más detallado.
8
El autor muestra cómo la casa es la matriz en esta construcción (Rautenberg,
2003b). Para ver cómo la naturaleza patrimonial de los objetos es atribuida a diferen-
tes elementos de un pueblo por sus habitantes, véase Watremez (2008).
9
Véase por ejemplo: Andrieux (1997: capítulo IV «Patrimoine et societé») o
Babelon y Chastel (1994). Morisset (2009), desde un ángulo de «memoria patrimo-
nial», desarrolla la idea de la dimensión histórica de las representaciones patrimoniales
usando el estudio del patrimonio monumental quebequense.
10
Poulot (v. gr. 1997, 198b, 2001) es uno de los autores que específicamente ha
intentado sacar a relucir los momentos históricos en la construcción del patrimonio
como un sector cultural. Para un acercamiento completamente diferente, véase Bercé
(2000).
11
La misma idea se ve en el trabajo de Rautenberg (2003b).
12
Véase por ejemplo: Fournier (2003) sobre las celebraciones provenzales, Rau-
tenberg (2003a) sobre las políticas patrimoniales en Saboya, o Fabre (2000) para una
serie de estudios sobre monumentos históricos.
13
Existe un gran desarrollo en los acercamientos geográficos que se interesan en
el aspecto sociológico desde un punto de vista turístico. Para una mirada general sobre
esto, véase Gravari-Barbas y Violier (2003), Donaire (2008), y para consultar una se-
rie de estudios de caso, véanse las comunicaciones presentadas en el reciente simposio
de Nimes, Patrimoine culturel et désir de territoire (24-27 de febrero de 2010). Pero este
tipo de investigación trabaja con las diferentes áreas o diferentes aspectos del patri-
monio. Existe literatura abundante, como por ejemplo Amougou (2004) sobre patri-
monio arquitectónico, Bonniol (2001) sobre patrimonio natural, Barrere et al (2005)
sobre el aspecto económico, Boudia et al (2009) sobre el patrimonio científico y Kirs-
henblatt-Gimblett (2006) sobre el aspecto económico del patrimonio mundial.
14
El sociólogo probablemente hablaría sobre el «habitus», pero yo prefiero «ins-
titución», utilizándolo en un sentido muy similar al usado por Mauss, y haciendo
referencia a la modelización propuesta por John R. Searle (1995).
15
Esta manera de mirar lo simbólico como un objeto antropológico es con la
condición de que, como dice Marc Augé (1999: 56), «lo simbólico, existiendo pre-
viamente a todas las prácticas históricas, es en sí mismo cuestionado por tales prácti-
cas».
16
Aún si el autor reclama tomar el punto de vista de un sociólogo, está intere-

73
sado en el «trabajo simbólico» de la patrimonialización (que probablemente llama-
ría «operatividad»). «Llamo trabajo simbólico a todas las actividades humanas que,
como condición para perpetuar su identidad en el tiempo, cambian constantemente
las representaciones que tienen del mundo, de sí mismas, de otros y de otros grupos
humanos» (Micoud, 2005: 82). El acuerdo se basa en la teoría de la representación
(en el sentido dado por Louis Marin: aquello que se presenta en el representarse a sí
mismo) aún si prefiero subrayar la operatividad de los objetos.
17
Searle (1995: 28) dice que «los hechos institucionales existen solo dentro de
sistemas de reglas constitutivas» las cuales «crean la posibilidad de hechos de este tipo»
–en el sentido, por ejemplo, de que las reglas que gobiernan el juego de ajedrez crean,
de hecho, la posibilidad del juego. El acercamiento de Micoud (2005: 94-ss) habla
más sobre la manera en que las prácticas de patrimonialización deshacen nuestra re-
lación con el tiempo.
18
Cf. Heinich (2009) señala las reglas constitutivas pero se mantiene en la varie-
dad de prácticas y normas reguladoras que juegan un papel causal en estas prácticas.
19
Searle (1995: capítulo 6 «Background abillities and the Explanation of Social
Phenomena») analizó cómo se construye lo que el llama el «trasfondo» y cómo fun-
cionan las «estructuras gobernadas por reglas». Estas corresponden a una estructura
de reglas constitutivas y caracterizan una institución. Esto es similar al hecho de que
implementar un sistema de reglas no prueba que hubieran sido administradas cons-
cientemente, ni tampoco conformadas a las mismas inconscientemente. Aún así, estas
mismas reglas (y otras, tales como actos de habla) dan significado a las oraciones de
aquellos que las pronuncian. Heinich (2009) muestra que en prácticas históricas exis-
te un juego en la administración de las reglas, y que los objetos y prácticas siempre
cuestionan estas reglas, aún cuando en general funcionan.
20
Son rasgos objetivos que ayudan en la definición de valores.
21
Podemos decir que estos gestos presentan el tipo-ideal de las operaciones que
conllevan a la patrimonialización.
22
Dulong (1998: 180) habla sobre lo «sublime del pasado», Godelier (1999)
sobre la «belleza sublime».
23
Estas pueden consultarse en <http://www.unesco.org/culture/ich/index.
php?lg=FR&pg=00006>
24
Esto puede ir tan lejos como hasta reconocer o quizás confirmar de quién real-
mente es el patrimonio (Micoud, 1995). Ya he descrito cómo estos beneficios están
en el corazón mismo de la exposición del objeto como un ritual de representación
(Davallon, 1986). Es necesario añadir el hecho de que es también una confirmación
visible de la existencia de aquellos cuyos herederos reclamamos ser.
25
Véase Greffe (2003), por ejemplo. Más reciente, y desde el punto de vista de la
sociología de los valores, Heinich (2009).

74
26
Davallon (2002a, 2006: 175-ss). Una forma oficial («reguladora» según Searle)
de este interés puede observarse en el reconocimiento por la Unesco de la naturaleza
excepcional o representativa del objeto para la humanidad. También podemos consi-
derar que el «valor de lo antiguo» en Reigl ({1903} 1984) es una manera de mostrar
este interés.
27
Me refiero a «seres» porque se trata principalmente sobre seres humanos en el
sentido genérico y no en su sentido individual. Corresponden a lo que Maurice Go-
delier llama «seres imaginarios» (Godelier, 1999).
28
Véase por ejemplo la crítica al «presentismo» en el trabajo de Hartog (2003),
particularmente la crítica sobre la patrimonialización del medio ambiente.
29
Este punto ha sido abordado de maneras diferentes. En mi opinión, es a la
luz de este punto que debemos mirar parcialmente la resistencia de especialistas del
patrimonio con respecto a la implementación de nuevas prácticas económicas tales
como la venta o alquiler de obras de arte. Estas prácticas implican la reintroducción
de objetos que habían pertenecido a la esfera de las políticas del «don» nuevamente a
la esfera del intercambio de mercado, de una política de conservar y la construcción
de relaciones a largo plazo a una política de circulación, uso y ganancia... en el corto
plazo. Rifkin (2000) resume muy bien lo que está en juego en esta cuestión. Se tra-
ta nada más y nada menos que de conservar la dimensión simbólica de los objetos
patrimoniales tal y como los conocemos hoy (obviamente no podemos saber lo que
será, ni tan siquiera lo que podría ser mañana). La cuestión reside en saber si lo que se
consideraba «anormal» (en ambos sentidos de la palabra: inaceptable para el mundo
profesional y estadísticamente improbable para los investigadores) al momento de lle-
var a cambo mi análisis no está en el proceso de convertirse en una práctica aceptable
y frecuente.
30
Tocamos aquí el tema de lo que es hoy la base para las reglas constitutivas en
el patrimonio: la existencia de una dimensión simbólica basada en la relación que los
objetos, como elementos del pasado, nos permiten establecer con este pasado.
31
Compárese con lo que Pomian dijo sobre los «semióforos» (1996). Para regresar
a lo que mencionaba antes sobre las bases de las reglas constitutivas del patrimonio,
esta garantía es un elemento clave en la dimensión simbólica del patrimonio: está en
el corazón mismo de la patrimonialización.
32
Entre la abundante bibliografía, algunos ejemplos serían Brown (1996), Cau-
vin-Verner (2006), Cravatte (2009), Saidi (2010) y un número de artículos sobre el
uso de la noción, su redefinición, etc. en Annals of Tourism Research. Véase también el
clásico trabajo de Urry (2002).
33
Es por esto que existe confusión entre los dos procesos cuando Lucie Morisset
(2009: 23-ss) asimila los gestos, tales como los he discutido, con la construcción de la
experiencia auténtica (y/o no auténtica) descrita por MacCannell (1999).

75
34
Podemos reconocer la distinción hecha entre MacCannell (1999) usando el
trabajo de Goffman entre el «frente» y el «reverso». Podemos encontrar una crítica a
esta concepción en el trabajo de Donaire (2008: 118-ss).
35
Esto significaría regresar al acercamiento antropológico del turismo según
lo desarrolló Grabum (1977) y otros después de él. Véase Brown (1999), Michaud
(2001) y más recientemente Donaire (2008), Cousin & Réau (2009).
36
Siguiendo el significado que Becker (2007) le da al término.
37
Me refiero aquí a Rosa (2010), quien considera como sociedades «tradicionales»
aquellas donde las transformaciones ocurren a lo largo de más de tres generaciones.

76
La transformación de la naturaleza
en patrimonio colectivo*

Ismael Vaccaro
McGill University
Oriol Beltran
Universitat de Barcelona

Introducción

Este capítulo trata de las variables económicas y políticas que intervienen


en el proceso por el que la naturaleza se ha convertido en un patrimonio pú-
blico y ha adquirido un valor como mercancía. Nos referiremos, en primer
lugar, a la historia de la conservación. El objetivo es mostrar la conservación
de la naturaleza como un factor importante en el avance de la modernidad
occidental, que se relaciona con el desarrollo del Estado-nación (gubernamen-
talidad y territorialización) y la consolidación de la economía de mercado
(mercantilización). En el contexto de las sociedades postindustriales actuales,
la naturaleza se ha erigido como un elemento clave de la emergente econo-
mía del ocio. La patrimonialización de la naturaleza no debe analizarse sólo
como un fenómeno estructural regulado por el Estado (y de acuerdo con las
posibilidades del mercado), sino también como un aspecto fundamental de
las nuevas formas que adopta la ruralidad contemporánea (la identidad de las
comunidades locales y sus alternativas económicas y culturales).
Este libro pretende discutir la concepción del patrimonio como un legado
así como identificar los aspectos sociales, políticos y económicos que forman
una parte inextricable del proceso por el cual algo se convierte en (o, mejor

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: «Patrimoniali-


zación y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimonio local (CSO2011-29413)»,
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y el Programa Feder.

77
dicho, es declarado como) patrimonio. Estamos interesados, así, por los pro-
cesos de patrimonialización de la cultura y la naturaleza. El objetivo de este
capítulo es reflexionar acerca del proceso por el cual la naturaleza es redefinida,
pasando de ser una entidad externa y hostil a considerarse como un bien na-
cional que requiere ser conservado. Nos proponemos examinar tres procesos
relacionados que están involucrados en la patrimonialización de la naturaleza:
su idealización (variaciones culturales), su mercantilización (cambios econó-
micos) y su institucionalización (transformaciones políticas). Este propósito
comportará la revisión de algunos conceptos importantes y el análisis del de-
sarrollo histórico del patrimonio natural y la conservación.
El concepto de patrimonio está ligado necesariamente a la idea de heren-
cia, de transmisión transgeneracional de valor. En los tiempos modernos, la
naturaleza dejó de ser vista como un espacio baldío y un refugio de alimañas,
para convertirse en un bien colectivo, a nivel nacional, al que se atribuye un
valor intrínseco y necesita, por ello, de gestión gubernamental y protección.
La revalorización de la naturaleza, como veremos, se relaciona con su creciente
distanciamiento, su escasez y su progresiva desaparición: sólo aquello que no
es común, y que resulta por tanto valioso, merece el interés del mercado y la
ley.
Este proceso coincide con la consolidación del Estado-nación moderno y
su éxito en alcanzar el control de la gestión de los asuntos colectivos (Dean,
1999; Foucault, 2008; Gellner, 2008). La conservación se ha convertido en
un aspecto central de las políticas de territorialización, ya que se implementa
mediante la designación de territorios concretos como espacios destinados a la
protección del medio ambiente y una apropiación de los derechos existentes
sobre los mismos: las cada vez más omnipresentes áreas protegidas (Vaccaro
y Beltran, 2009; Vandergeest y Peluso, 1995). El Estado consigue asumir el
monopolio que reclama sobre la protección de la naturaleza y ésta se convier-
te, de este modo, en una de las facetas de la gobernabilidad pública moderna
(Agrawal, 2005; Hannah, 2000; Sassen, 2006).

El desarrollo histórico del patrimonio natural

Con el fin de discutir la patrimonialización y la conservación de la natura-


leza en el mundo occidental, partiremos de una breve cronología del proceso

78
de redefinición y reorganización por el cual ésta pasa de ser considerada como
una entidad externa (que debe ser desmantelada y eliminada para favorecer el
avance de la agricultura y la civilización) a devenir un bien en sí misma: un
patrimonio colectivo, a la vez que un derecho y una prioridad social (Arnold,
1996; Cronon, 1996).
En la Europa moderna, los primeros intentos por redefinir la naturaleza
como un espacio para el disfrute, que conecta con la idea de ocio que actual-
mente asociamos al turismo, fueron los parques aristocráticos que surgieron
entre los siglos xvi y xix por todo el continente con el propósito de recrear
unas naturalezas ordenadas (Cooper, 2000; Darby, 2000). En muy poco tiem-
po, a raíz del rápido crecimiento de las sociedades urbanas, la naturaleza salva-
je pasó a ser un bien cada vez más escaso y remoto. En este contexto, las élites
comenzaron a desarrollar un gusto por los paisajes espectaculares y lo que
genéricamente entendían como fauna silvestre. Los parques de Yellowstone
(1872) y Yosemite (1890) en los EE.UU., Banff (1885) en Canadá o Kruger
(1895) en el sur de África fomentaron la idea de la conservación a ultranza a la
vez que comportaron la expulsión de los shoshones, paiute, makuleke, sioux
o pies negros de sus territorios (Mallarach, 1995). Estos primeros parques
fueron los precedentes (inquietantes) de una fórmula que se repetiría luego, de
manera sistemática, en las décadas siguientes (Brockington, 2002).
Durante el primer cuarto del siglo xx, el proceso mencionado adquiere
unos matices colonizadores evidentes, especialmente en los parques que se
establecen en los territorios coloniales (Griffiths y Robin, 1997; Neumann,
1998). El desarrollo desigual del mundo facilita la imposición de agendas es-
pecíficas del centro a las periferias (Frank, 1975; Smith, 1984; Wallerstein,
1974). Tanto en las colonias como en las metrópolis, los parques se localizan
en lugares periféricos con una baja densidad demográfica o con poblaciones
marginales que, en general, ofrecen una escasa resistencia frente a los altos
niveles de coerción que sufren. La población aglomerada en las zonas urbanas,
por su parte, muestra un amplio apoyo a la declaración de áreas protegidas
(Haenn, 2005; Rangajaran y Saberwal, 2003). En su día, la promoción de los
parques extra-europeos contribuyó a recrear un mundo colonial de carácter
exótico (Grove, 1995; Mitchell, 1991; Said, 2002).
La consolidación del paradigma proteccionista favoreció que se ampliara
el significado de la conservación ecológica. La protección dejó de ser utilizada
exclusivamente para preservar lugares espectaculares para conectarse, cada vez

79
más, con la ciencia (en especial, con las ciencias naturales) y con la idea de la
preservación de la biodiversidad. Este hecho contribuyó al desarrollo de una
cierta democratización de la conservación. Comenzaron a crearse parques en
todo tipo de ecosistemas, no sólo en los más atractivos. Lugares que hasta
aquel momento habían sido considerados como desiertos inhóspitos, praderas
monótonas, selvas impenetrables o marismas insalubres, pasaron a sumarse,
en virtud de su biodiversidad excepcional, abundante o amenazada, al reperto-
rio de las áreas protegidas. Esta ampliación de la noción de espacio protegido
se produjo tanto en el Primer Mundo (Heatherington, 2010) como en el Sur
global postcolonial (Guha, 2000a; West, 2006).
Junto con el valor intrínseco de la protección del medio ambiente, los
Estados, a ambos lados de la división colonial, no tardaron en identificar el
potencial gubernamental de la conservación. Desde una perspectiva interna,
ésta legitima la territorialización y la administración pública de los recursos
naturales (Scott, 1998; Sparke, 2005). Desde un punto de vista externo, a su
vez, la preservación ecológica constituye un tipo de actividad gubernamental
que genera ingresos y favorece el reconocimiento de un Estado por parte de
otros así como de las instituciones internacionales, en su mayoría de carácter
occidental (Santamarina, 2009).
El monopolio de la protección se apoya en el poder coercitivo y la legi-
timidad que se atribuye a sí mismo el Estado, pero también en la autoridad
conferida por el uso de la ciencia como discurso y como herramienta. El pres-
tigio y la legitimidad proporcionados por los expertos científicos se hallan en
oposición y se sitúan en una posición de dominio en relación con los conoci-
mientos y usos locales (Adas, 1989; Fisher, 2002). De esta manera, se consoli-
da una situación en la que individuos procedentes de fuera del contexto local,
formados en universidades urbanas, son los más proclives a quedar al cargo de
la implementación y la gestión de las políticas de conservación (Guha, 1997;
Lowe, 2006).
La expansión de la protección a todos los ambientes y países se produce
al mismo tiempo que la aceleración del proceso de globalización (Appadurai,
1991a; Hannerz, 1996; Igoe y Brockington, 2007; Pred y Watts, 1992). La
conservación pasa a formar parte los aspectos que caracterizan la interacción
conflictiva entre lo local y lo global, entre la gente y los valores (Tsing, 2005;
Zimmerer, 2006). Los valores culturales y de consumo circulan a través de un
mundo cada vez más hipermóvil (Charles y Lipotevsky, 2005; Harvey, 1989;

80
Jameson, 1992): el consumo excesivo se exporta fuera de Europa y EE.UU.,
pero también lo hace la propia agenda conservacionista.
En este contexto, la conservación adoptará unas nuevas morfologías (Bier-
sack y Greenberg, 2006; Peet y Watts, 2004). La inclusión de entornos que
habían sido inicialmente olvidados por parte del empeño conservacionista no
se detiene en los desiertos y humedales remotos. En el siglo xx, la mayor parte
de los potenciales consumidores de la naturaleza vive hacinada en ciudades a
menudo contaminadas. Las áreas protegidas suelen ser inaccesibles para ellos.
La expansión de la noción de naturaleza hasta incluir los espacios periurbanos
(tierras agrícolas o degradadas) así como la restauración ambiental, manifies-
tan una intención de acercar la naturaleza a las sociedades postindustriales por
medio de la declaración sistemática de parques agrarios y cinturones verdes
(Sorace, 2001).
Al mismo tiempo, a finales del siglo xx y principios del xxi, la naturaleza
se ha constituido en un factor de negociación en la arena geopolítica inter-
nacional. El proceso de patrimonialización de la naturaleza ha ido más allá
de las fronteras nacionales y la noción de patrimonio se ha expandido hasta
convertirse en un concepto global. En todas partes, el medio ambiente ha
pasado a considerarse como algo a proteger, tanto por parte de los individuos
y las organizaciones como del Estado en los países ricos (Guha, 2000b), mien-
tras que los del Tercer Mundo comienzan a negociar protección a cambio de
recursos (Goldman, 2006).

Idealizar lo natural

La transformación experimentada por la naturaleza de ser el mero contex-


to de las actividades humanas a convertirse en un icono necesitado de protec-
ción institucional no habría sido posible sin un cambio paralelo en los modos
de conceptualizarla. En el curso de la modernización de las sociedades occi-
dentales, la naturaleza deviene en algo que es a la vez valioso, público, puro y
auténtico. Estas nuevas cualidades, como veremos, tienen unas consecuencias
importantes en las maneras cómo ésta será percibida y administrada.
La consolidación de las sociedades capitalistas occidentales, entre el siglo
xviii y principios del xx, favoreció que la mayoría de la población (urbana e
industrial) se alejara tanto física como emocionalmente de la naturaleza. Para

81
una parte cada vez mayor de la población, la vida y el trabajo no tenían lugar
en montañas, campos o bosques. Hasta entonces, el sentido de lugar, la cons-
trucción cultural, social y emocional del espacio circundante, estaba íntima-
mente asociado a una interacción con las características biofísicas del medio
ambiente (Feld y Basso, 1996; Low y Lawrence-Zúñiga, 2003). El progresivo
distanciamiento de la población en relación con las áreas rurales rompe el
vínculo entre las comunidades y la naturaleza.
Esta separación, paradójicamente, permitió una reconstrucción de la na-
turaleza, entendida hasta entonces como el contexto adverso para el desarrollo
social, para pasar a ser considerada como un bien valioso en sí misma. Como
ya se ha afirmado, su lejanía y su creciente escasez provocaron su propia recon-
ceptualización. Este proceso tendrá lugar en el momento en que los Estados
nación modernos tratan de tomar el control de sus territorios. El espacio na-
cional, con sus paisajes, su naturaleza y sus bellezas, se integra en las identida-
des nacionales emergentes (Anderson, 2006) por medio de los romanticismos
que proporcionan una base ideológica y literaria a este proceso: Wordsworth,
Coleridge y Blake (Inglaterra), Thoreau y Whitman (EE.UU.), Novalis, Höl-
derlin, Schelling y Goethe (Alemania), Hugo y Stendhal (Francia), Espron-
ceda, Bécquer y Larra (España), Verdaguer (Cataluña) y de Castro (Galicia),
entre otros.
Una vez que los ideales románticos pasan a ser los valores dominantes, el
siguiente paso es automático. Estos ideales sostienen la conversión de la natu-
raleza (y de la cultura) en un bien colectivo nacional, por lo que la necesidad
de protegerla pasará a ser un derecho y un deber del Estado (su monopolio).
De ello se deduce, además, que el derecho a disfrutar de ella constituye tam-
bién un derecho colectivo de la ciudadanía (el acceso a la naturaleza nacional
debe democratizarse). Esto tendrá unas consecuencias importantes para quié-
nes viven cerca de esta naturaleza que debe protegerse: aunque probablemente
hayan desempeñado a través de los siglos un papel en la conservación de la
misma y sean los responsables de su estado actual (en virtud de sus prácticas
de gestión), en un momento dado, cuando esta naturaleza se percibe como
valiosa, les es enajenada.
A causa del origen de esta revalorización romántica (esencialización), el
concepto moderno de naturaleza no puede ser separado de la idea de auten-
ticidad (Frigolé, 2010). El enfoque patrimonial conecta la naturaleza con un
pasado ideal y, a través del mismo, con las nociones de pureza y virginidad.

82
A pesar de que los últimos siglos no han dejado demasiados lugares intoca-
dos, el empeño por proteger una naturaleza ideal, que en su mayor parte ha
desaparecido o ha sido transformada, fuerza a los responsables de su gestión
a restaurarla o recrearla (Barrett y White, 2001; Castree, 1995). Esta idealiza-
ción tiene un efecto colateral interesante: dado que la naturaleza auténtica es
percibida como virgen y salvaje (Braun y Castree, 1998; Cronon, 1996), su
protección se acompaña a menudo de esfuerzos de restauración que preten-
den simular una naturaleza pre-humana. Los parques, en distintos grados, se
orientan a reproducir una naturaleza idealizada (Baudrillard, 2009).
La idealización de la naturaleza no sólo afecta a bosques, pantanos y mon-
tañas deshabitados. Su protección se logra, muy a menudo, mediante la reor-
ganización de las zonas rurales a distintos niveles: administrativo (creación de
límites jurisdiccionales), infraestructural (servicios, viviendas y accesos nece-
sarios para la gestión del turismo), demográficos (alteraciones de los flujos de
población) y económicos (cambios de las estructuras productivas en favor de
una economía terciaria). La proliferación de las áreas protegidas favorece una
urbanización del mundo rural (Lefebvre, 1974; Williams, 2002). Las nuevas
zonas rurales son el resultado de la interacción entre distintas fantasías colec-
tivas y mercados emergentes (Vaccaro y Beltran, 2007). En el nuevo orden
mundial, estas zonas rurales «naturales» agregan valor a su producción agríco-
la, que se comercializará en los mercados de alimentos orgánicos y tradiciona-
les a través de añadir una marca natural y cultural a la misma (Acosta, 2009;
Vaccaro, 2010).

La integración de la naturaleza en el mercado

La patrimonialización institucional de la naturaleza se desarrolló al mismo


tiempo que se producía una mercantilización de la misma. La lógica que sus-
tenta ambos procesos es, de hecho, similar. En las sociedades industrializadas
de finales del siglo xix, cada vez más especializadas en la producción en serie
y con unos elevados niveles de contaminación urbana, la naturaleza se ha
convertido en un elemento escaso y remoto: un objeto que las capas acomo-
dadas de esas sociedades ya han comenzado a apreciar. El turismo, en su senti-
do moderno, empieza a extenderse como un fenómeno generalizado. En este
contexto, la naturaleza, como un espacio para el descanso o la aventura, pasa a

83
considerarse como un lugar que se desea visitar, algo por lo que merece pagar
dinero. La naturaleza, al generar valor, se transforma en una mercancía y se
integra en el mercado. Y las mercancías, en su creación, gestión y concepción,
desarrollan una vida social propia y compleja (Appadurai, 1991b).
Los grupos acomodados de las sociedades industriales, la clase ociosa,
desarrollaron un estilo de vida consumista donde la inversión de capital se
dedicaba sólo marginalmente a la subsistencia y en su mayor parte a señalar
su estatus (Plumb, 1973; Veblen, 2010). En los primeros años del turismo
moderno se crearon importantes redes de infraestructuras turísticas así como
se desarrollaron nociones relativas a una valoración de la belleza y la salud
(Fitzgerald, 1934; Mann, 1929). La revolución fordista y la idea de que la
producción en serie debía comportar un consumo igualmente masivo favore-
cieron la apertura de la economía del ocio hacia un mayor número de grupos
sociales (MacCannell, 1999). La democratización del acceso al ocio coincidió
con el crecimiento económico posterior a la Segunda Guerra Mundial. Des-
pués de los años sesenta y setenta, en muchas zonas urbanas ricas se comienza
a prestar atención a la idea de calidad de vida así como a la necesidad de hacer
frente a la contaminación y la protección del medio ambiente. El nacimiento
y consolidación del ambientalismo moderno, como rasgo ideológico de las
sociedades occidentales, está asociado al surgimiento de una sociedad donde
los alimentos y la vivienda dejan de ser una necesidad permanentemente cues-
tionada. La industrialización se externaliza a las zonas periféricas o a los países
del Tercer Mundo, mientras que algunas de estas sociedades occidentales se
convierten en postindustriales y pasan a estar dominadas por valores postma-
terialistas (Bell, 2012; Inglehart, 1998). Estas nuevas prioridades surgen en los
sistemas caracterizados por la abundancia, en contextos posteriores a situacio-
nes de escasez (Galbraith, 2012; Giddens, 1983). La aparición del ecologismo
y la consolidación de la concepción de la naturaleza como algo que merece
ser visitado (los turistas) o que debe ser protegido (los Estados y las ONG) se
relaciona con cambios significativos en las preferencias y los valores de todos
los grupos sociales contemporáneos (Bourdieu, 2000).
Estos cambios, combinados con la expansión del consumismo, permi-
tirán la transformación de la naturaleza en una mercancía de primer orden,
capaz de generar beneficios a través del turismo, el comercio y la industria
del ocio (Baudrillard, 1998; Cross, 1993; Stearns, 2001). De este modo, la
naturaleza, en su estado patrimonial, constituye una mercancía susceptible

84
de aportar valor por ella misma y a través del mercado (Marx, 2000; Smith,
2011).
Las zonas rurales periféricas tienen la oportunidad de poder ofrecer un
producto solicitado por parte de las poblaciones urbanas y que suscita una
gran demanda: la naturaleza. Estas zonas están, por consiguiente, conectadas
e integradas tanto en los mercados regionales como en los internacionales
(Ensminger, 1992; Peters, 1994). La integración mencionada, no obstante,
también da lugar a transformaciones infraestructurales, económicas y cultura-
les (Castells, 2002; Hannerz, 1996) que, en ocasiones, conllevarán procesos de
gentrificación (Duncan y Duncan, 2004; Phillips, 2005; Williams, 2002).
La integración de las zonas rurales y su naturaleza en el mercado se pro-
duce a la vez que su integración en el Estado. El Estado ampliará el control
administrativo ejercido sobre el conjunto de su territorio: territorializará la na-
ción mediante una homogenización de su espacio (Craib, 2004; Winichakul,
1997). En España se produce una conexión genealógica evidente entre las
políticas pioneras de control territorial y administrativo (municipalización,
desamortización, expropiación) y la posterior oleada de reorganización del
territorio que dará lugar a la creación de áreas protegidas (Vaccaro, 2005).
Las políticas de creación de parques y reservas favorecen la nacionalización
y la modernización del espacio y la naturaleza, a menudo a través de crimi-
nalizar anteriores derechos y usos locales de los recursos naturales. La pro-
moción de redes de parques nacionales forma parte del esfuerzo institucional
por construir comunidades nacionales imaginadas (Anderson, 2006; Castells,
2001). La naturaleza, como patrimonio, es utilizada para definir la identidad
colectiva (Carruthers, 1995; Darby, 2000; Ranger, 1999).

Conclusión

El proceso de patrimonialización de la naturaleza puede ser descrito como


un proceso de modernización de las relaciones entre el Estado (Estado-nación)
y la sociedad (capitalista e industrial / postindustrial) con el medio ambiente.
La patrimonialización del paisaje nacional comporta la nacionalización de una
parte del territorio y sus recursos. Curiosamente, el paisaje nacional, el de to-
dos los ciudadanos, se moderniza a partir de subrayar su calidad silvestre y no
sus rasgos agrarios (los derivados de procesos antropogénicos). En un mundo

85
globalizado los productos agrícolas provienen de todas partes y pertenecen al
campo del mercado privado. El turista de procedencia urbana está más inte-
resado en visitar los bosques maduros y las montañas alpinas que los campos
cultivados de trigo o de maíz.
La naturaleza se convierte en parte de la cultura y la identidad de una
sociedad por medio de los parques. La cultura se integra como parte del es-
píritu, de la naturaleza de una sociedad, mediante la conexión entre cultura,
historia y esencia. En otras palabras, la patrimonialización de la naturaleza y la
cultura se produce por medio de una naturalización de la cultura a través de
los museos y una culturalización de la naturaleza a través de los parques. Esta
patrimonialización de la naturaleza y la cultura tiene lugar al mismo tiempo
que ambas experimentan un proceso de mercantilización.
La conclusión es un buen lugar para introducir otro argumento que ha
estado omnipresente, aunque de un modo implícito, en estas páginas. La
modernidad tiende a disociar, a separar, la naturaleza y la sociedad (Descola,
2012). La urbanización de las comunidades modernas, el énfasis en la pro-
ducción en serie, así como la despersonalización de la actividad económica,
han permitido esta división. Para las comunidades rurales tradicionales, por el
contrario, la naturaleza no constituía una entidad aislada, un lugar remoto a
visitar: era el espacio de la vida y el trabajo.
Unas palabras finales sobre la idea de sostenibilidad. La sostenibilidad se
define a menudo en términos ambientales: se verificaría allí donde los usos
antropogénicos del territorio no comprometen la viabilidad ecológica de éste
a largo plazo. La sostenibilidad ecológica y social, sin embargo, no siempre
coinciden. Una de las afirmaciones más habituales de las comunidades locales
próximas a las áreas protegidas sostiene que el ecoturismo respetuoso, de baja
escala e impacto limitado, puede ser una actividad económica sostenible desde
un punto de vista ambiental, pero no siempre contribuye a atraer población
y garantizar la reproducción social de estas comunidades. Puede no ser, por
tanto, sostenible socialmente.
El análisis del proceso histórico que dio lugar a la transformación de la
naturaleza en un patrimonio colectivo y las características actuales del esfuer-
zo conservacionista permiten explicar la conservación y la conceptualización
de la naturaleza como fenómenos con un claro componente ecológico, pero
que no pueden separarse, en última instancia, de consideraciones de carácter
cultural, político y económico.

86
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92
PARTE II

La construcción del patrimonio:


estudios de caso
Usos socioeconómicos del patrimonio cultural
en un parque natural: el Montseny, reserva de la biosfera*

Xavier Roigé Ventura y Ferran Estrada


Universitat de Barcelona

Este texto analiza la utilización social, política y económica del patrimo-


nio natural y cultural en el contexto de una zona de montaña declarada como
Parque Natural y como Reserva de la Biosfera: el Montseny (en Cataluña, NE
de España). En concreto, la investigación pretende estudiar cómo es construi-
do y utilizado el patrimonio en aspectos diversos como la protección de espa-
cios naturales, la creación de museos y la utilización de elementos de la cultura
popular para la atracción turística. Con ello, se analiza cómo el patrimonio
es producido y utilizado socialmente y las interrelaciones entre el patrimonio
cultural y natural.
Aunque los argumentos conservacionistas utilizados para la declaración
de los espacios naturales (la necesidad de proteger ecosistemas o especies) se
fundamentan en razones aparentemente objetivas de protección ecológica, en
realidad la patrimonialización de la naturaleza responde a razones similares a
las usadas en la patrimonialización de la cultura. El valor económico y el valor
simbólico parecen determinantes y, por otra parte, la patrimonialización de la
naturaleza va asociada a la patrimonialización de la cultura. En la zona estu-
diada, la patrimonialización de la naturaleza (creación de parques, de paisajes
e imágenes de la naturaleza) debe considerarse de acuerdo con la patrimoniali-
zación de otros elementos patrimoniales (museos, centros de interpretación),
patrimonio inmaterial (leyendas, mitos, fiestas, etc.) y los elementos de «ru-
ralidad» (arquitectura tradicional, la gastronomía, productos artesanos, etc.).

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: «Patrimoniali-


zación y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimonio local (CSO2011-29413)»,
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y el Programa Feder.

95
Todos estos aspectos forman parte del proceso de patrimonialización de la
cultura y la naturaleza, y tienen a la vez un valor de uso y un valor cultural.
En las páginas siguientes, analizaremos dos grandes cuestiones. En primer
lugar, cómo se ha construido el patrimonio natural y cultural del Montseny,
y como las condiciones de producción de este patrimonio deben considerarse
en relación a su uso socioeconómico y a su valor cultural. Las imágenes de
naturaleza y de ruralidad sólo pueden entenderse en un pasado que continúa
a nivel simbólico, pero que ha sido construido desde esa filiación invertida,
que ha ido encontrando en las últimas generaciones valores de uso distintos1.
Para ello es necesario estudiar cómo han surgido y por qué razones se ha desa-
rrollado la protección del patrimonio y las formas de gestión del patrimonio
(Parque Natural, museos, etc.). En segundo lugar, trataremos de demostrar la
interrelación entre los usos del patrimonio natural y del patrimonio cultural,
advirtiendo cómo ambos se han construido en paralelo y dentro de una misma
lógica.

La patrimonialización de la naturaleza: uso cultural y económico


de un parque natural

Las montañas del Montseny, reconocidas por la UNESCO como Reserva


de la Biosfera en 1978, son un claro ejemplo de cómo la patrimonialización ha
tenido un papel decisivo en los cambios socioeconómicos, en la configuración
de una nueva identidad social e incluso en la creación de un nuevo paisaje.
Se encuentran situadas a unos 40 Km al nordeste de Barcelona y tienen unos
400 Km2 de extensión, situados en su mayor parte (unos 300 km2) dentro de
los límites del Parque del Parque Natural. A pesar de no alcanzar una altitud
muy elevada (1.706 metros, en la cumbre del Turó de l’Home), los más de
1.500 metros de diferencia entre las cumbres y la parte baja, junto con su
proximidad al mar y su orografía implican que estas montañas tengan una
gran variedad climática, lo que influye decisivamente en una gran diversidad
de paisajes (Bolòs, 1983; Boada y Ullastres, 1998). Como en todos los medios
de montaña, las diferentes alturas no sólo comportan diferencias climáticas,
sino también diferentes sistemas de explotación y utilización del medio com-
plementarias entre sí (Viazzo, 1989: 16-20). Las montañas del Montseny se
caracterizan por una gran biodiversidad climática y ecológica de manera que,

96
a pesar de su reducida extensión, en el macizo pueden encontrarse los paisajes
que conforman las tres grandes regiones vegetales de Europa (la mediterránea,
la eurosiberiana y la boreoalpina), con una amplia muestra de especies distin-
tas de fauna y flora.
El Parque Natural del Montseny fue creado en 1977, pero las políticas
conservacionistas en el macizo cuentan con una larga historia. El interés por
la preservación de la montaña comenzó a finales del siglo xix por parte de los
primeros excursionistas que, influenciados por el movimiento cultural e ideo-
lógico catalanista de la «Renaixença», de inspiración romántica, impulsaron
un proceso de descubrimiento de los valores naturales y culturales del país.
Además, las reivindicaciones sobre la necesidad de preservación del Montseny
recibieron la influencia de la proclamación en 1881 del Parque Nacional de
Yellowstone, en Estados Unidos, y de los dos primeros parques nacionales
españoles (Covadonga y Ordesa) en 1918. Ya en 1879, Antoni Massó, uno
de los fundadores de la «Associació Catalanista de Excursions Científiques»
(Asociación Catalanista de Excursiones Científicas) proclamaba la necesidad
de proteger los bosques del Montseny reclamando «evitar la destrucción de
los magníficos bosques, tan poéticos como útiles» (Massó 1879: 321). Notése la
expresión «tan poéticos como útiles». El movimiento excursionista fue clave
en el desarrollo de la ideología proteccionista y, al mismo tiempo, en la valo-
rización del Montseny en sus aspectos culturales, ecológicos, científicos e his-
tóricos, hasta el punto de convertirse en un auténtico símbolo para Cataluña.
En 1882, en una conferencia del presidente de la Asociación Excursionista de
Cataluña, Ramon Arabia, señalaba que «el Montseny, tan cerca de Barcelona y
tan favorablemente situado entre dos carriles, está destinado a ser, ahora más que
en el tiempo antiguo, el verdadero parque de montaña de la capital, y ser al mismo
tiempo una fuente de riqueza y de cultura para todas las poblaciones que a sus pies
se extienden»2. La visión premonitoria de Ramon Arabia se ha cumplido. La
montaña es contemplada, en el imaginario actual, como un parque natural
cercano a Barcelona, con una gran tradición cultural e histórica.
La reivindicación de la protección de la naturaleza se convirtió en Cata-
luña en un elemento de afirmación nacionalista en el contexto del descubri-
miento de elementos específicos de identidad, con una mirada hacia la historia
y la naturaleza como fuentes de inspiración y de reivindicación. De esta for-
ma, como ha ocurrido en otras regiones con movimientos nacionalistas (To-
good, 1995; MacDonald, 1998), las montañas del Montseny fueron utilizadas

97
como un elemento de identificación entre naturaleza y nación, considerando
que la conservación resulta pareja a la preservación de la propia identidad de
Cataluña como país. De la misma manera que se señalaba la necesidad de
preservar los monumentos históricos, la mitificación de la montaña implicaba
la creación de símbolos de la identidad colectiva, de elementos «inmutables» a
conservar ante los cambios sociales que amenazaban el país. Las imágenes de
la naturaleza y del sistema de casa tradicional (la masía, casa aislada que consti-
tuye un verdadero referente social, ideológico y económico en el regionalismo
catalán) fueron utilizadas como recursos ideológicos de reivindicación cata-
lanista. A ello contribuyeron la publicación de guías excursionistas, de obras
literarias, de relatos folclóricos sobre leyendas y tradiciones e incluso estudios
científicos de geógrafos y naturalistas. Todo ello implicó la creación de imáge-
nes de naturaleza y nación, que comportaron la apropiación de la montaña y
de la cultura local como elementos identitarios (Togood, 1995), convirtiéndo-
se en territorios míticos en relación a la identidad nacional (Capellà and Tort,
2003; Nogué and Vicente, 2004).
La primera figura jurídica de protección del macizo no se aprobó hasta
1928, aunque ya en 1922 el gobierno catalán de esa época había impulsado
diversos estudios para sustentar la declaración de un parque nacional en el
Montseny. El poeta y diputado regionalista Jaume Bofill, al respecto, justifi-
caba su creación por la obligación del estado «de mantener o rehacer ciertos
núcleos forestales indispensables para la existencia equilibrada del país», uti-
lizando como argumentos fundamentales su excepcionalidad biogeográfica,
su representatividad «con una nitidez casi didáctica» de las diversas zonas de
vegetación y, al mismo tiempo, su carácter de verdadero «Parque de montaña
de la capital de Catalunya». El plan no pudo llevarse a cabo por las dificulta-
des para aplicar la legislación de parques nacionales a una montaña, con unos
bosques y masías que eran, en su totalidad, de propiedad particular y por la
instauración de la Dictadura del General Primo de Rivera en España (1923-
30). Con todo, un decreto de 1928 creó un patronato para la protección de
las zonas de más de 800 m de altitud de la montaña, con tres objetivos: a)
la restauración integral de la montaña para conseguir el mayor esplendor de
sus bellezas naturales; b) la construcción de sanatorios antituberculosos; y c)
la creación de los caminos, accesos y obras complementarias necesarias para
el uso turístico de la montaña. La puesta en marcha de estas actuaciones fue
muy lenta como consecuencia de los conflictos entre la intervención pública

98
los propietarios de la zona. Se intentaron diversas expropiaciones, pero antes
de la Guerra Civil española (1936-1939) sólo se habían conseguido comprar
unas 300 ha en la zona donde se pretendían instalar las residencias sanitarias
y los funiculares, que jamás llegaron a construirse. Después de la Guerra Civil
española, la intervención del patronato fue mínima hasta finales de la década
de los cincuenta, cuando se empezaron algunas actuaciones de repoblacio-
nes forestales, adecuación de espacios turísticos, rehabilitación de edificios,
mejoras en los caminos y carreteras, y construcción de terrenos de acampada
(Diputació, 2007). Pero lo más importante fue que, como consecuencia de
la preocupación por la expansión urbanística que vivió la zona durante los
sesenta y setenta, se recuperó la antigua idea de creación de un parque natural,
encargándose distintos trabajos y estudios que acabaron con la aprobación en
1971 del Plan de Delimitación del Parque, en los años finales del franquis-
mo.
Habría que esperar a la instauración del sistema democrático en España
para que finalmente se aprobase el Plan Especial de Protección del Montseny
en 1977. Entonces, la reivindicación del Parque se conviritió en una exigencia
de los movimientos democráticos, ante el proceso de especulación urbanística
y de degradación que estaba experimentando el macizo. En 1978, la UNES-
CO declaró el parque natural como «Reserva de la Biosfera», lo que dio un
impulso definitivo a la protección del Montseny, que acabaría siendo declara-
do como parque natural por el gobierno autónomo en 1987. La declaración
señalaba, entre sus argumentaciones básicas, el hecho que desde el punto de
vista de su calidad natural, el macizo del Montseny representa una síntesis de
los principales paisajes de la Europa occidental y aludía también a la impor-
tancia de la ocupación humana para la modelación del paisaje cultural actual,
forjando «un patrimonio socioecológico de categoría excepcional» (Diputa-
ció, 2007). El ámbito del parque natural, que como hemos dicho comprende
30.120 ha, pertenece en un 86% de su superficie a la propiedad privada, y
cubre el 55,6% del total de superficie de los municipios de la zona, aunque
en forma muy desigual desde municipios totalmente incluidos en su delimita-
ción hasta otros que sólo cuentan el 6% (Parc Natural del Montseny, 2005).
Durante los treinta años de funcionamiento del Parque, las acciones de
preservación han sido eficaces al permitir el desarrollo de infraestructuras, la
consolidación de programas de vigilancia, conservación y fomento de partici-
pación, y han frenado el crecimiento urbanístico iniciado en los años setenta.

99
Con todo, la paradoja de la actuación ha consistido en que la protección de la
montaña no sólo no ha evitado, sino que incluso ha incidido en la reconversión
de los usos de la montaña, que ha pasado de ser una zona fundamentalmente
agrícola a una zona naturalista configurada como un parque de servicios para
el turismo. En 1972, las actividades agrarias y forestales, y las formas de vida
derivadas, eran aún importantes, mientras que en la actualidad las actividades
industriales y terciarias –básicamente las relacionadas con el turismo– son el
eje fundamental de la dinámica económica del Montseny.
Es difícil poder determinar la influencia que ha tenido la existencia del
parque natural en este proceso de cambio, discutiendo hasta que punto lo
ha impulsado o lo ha amortiguado reduciendo el impacto de los procesos de
globalización económica y de pérdida de competencia de las zonas agrícolas
de montaña. Algunos autores consideran los parques naturales no tanto como
una figura de protección, sino como una forma de promoción del turismo que
choca constantemente con los intereses de la protección de la naturaleza. Así
Campillo (1994) sostiene que en el caso alemán los parques naturales consti-
tuyen en realidad una coartada para resolver el problema del ocio urbano, de
manera que mientras que los parques naturales se convierten teóricamente en
un paisaje protegido, fuera de los mismos la naturaleza y el paisaje son devo-
rados por la sociedad industrial. El concepto del parque natural a modo de
contrapeso de las áreas industriales masificadas reproduce las contradicciones
de la sociedad industrial y en lugar de contribuir a equilibrar el territorio, lo
desequilibra aún más (Campillo, 1994).
En el Montseny no podemos concluir lo mismo que para el caso alemán.
La legislación catalana no señala como la alemana la preeminencia de la acce-
sibilidad de los parques a sus visitantes. Igualmente, la política de preservación
del Montseny se ha caracterizado por una cierta protección de las explotacio-
nes agrícolas, a pesar de que no haber podido detener su decrecimiento. Así y
todo, las políticas conservacionistas de los setenta han ido quedando obsoletas
tanto por los cambios económicos de la zona como por la evolución de las
propias nociones de conservación ambiental. La normativa de 1977 que ha
guiado la acción política de preservación durante casi treinta años nació en
un contexto de recuperación de valores y espacios de afirmación democrática
y nacional, en plena transición política del franquismo a la democracia, de
manera que, además de detener la amenaza de la progresión de un crecimiento
urbanístico desordenado impulsado por las segundas residencias (las urbani-

100
zaciones), pretendían proteger un símbolo singular de los espacios naturales
catalanes (Diputació, 2007). Por otro parte, aunque el Plan establecía un régi-
men de compatibilidad entre las distintas actividades económicas, y pretendía
la preservación de los usos económicos tradicionales y limitaciones a la expan-
sión del sector terciario, la transformación de la montaña ha ido en otro sen-
tido. A pesar de que las actividades agroganadera y forestal siguen teniendo en
el Montseny una cierta presencia, la principal transformación del paisaje de la
montaña tiene relación directa con la crisis de las actividades económicas tra-
dicionales, que la presencia del parque sólo ha podido suavizar. Ello comporta
no sólo modificaciones socioculturales trascendentales, sino también cambios
en términos de diversidad biológica.
Resulta complejo determinar hasta qué punto la gestión de protección de
la montaña no ha conseguido frenar el cambio de usos de la montaña o hasta
que punto ha estimulado dicho cambio. En uno de los documentos elabora-
dos para la revisión del Plan Especial del Montseny (ECAFIR, 2004), se pro-
pone la necesidad de una gestión activa del territorio para conseguir retener a
la población agrícola en el interior del parque. Tras constatar que el 70% de
los ingresos del sector ganadero procede de ayudas y subvenciones públicas, el
texto propone la necesidad de su continuidad y, al mismo tiempo, su aumento
para hacer posible la subsistencia a partir de las rentas agrarias. El texto sugiere
que «sería terrible pensar que el Parque ha contribuido indirectamente al aban-
dono de los terrenos agrícolas y la gestión forestal, y ahora debemos recuperarlo con
dinero público invirtiendo muchos más recursos económicos» (ECAFIR, 2004:
59). En el mismo sentido, el documento señala que en los últimos años se ha
producido un trasvase de la línea de ayudas del sector primario al secundario
hacia el terciario y especialmente al turístico.
En el año 2007 se realizó una reforma de las normas de protección del
1977. El nuevo Plan de Protección del Montseny parte de la idea de que,
más que la preservación de un paisaje determinado, lo que más valoriza la
protección de una zona es su inserción en políticas más amplias de ordenación
del territorio (Diputació, 2007). Se argumenta que la misma perdurabilidad
de los espacios protegidos quedaría comprometida si estos espacios quedasen
como islas ecológicas, por lo que es necesaria su inserción en espacios más am-
plios. Las nuevas ideas proteccionistas, por otra parte, también han cuestio-
nado la protección pasiva del medio natural, sugiriendo que la exclusión de la
actividad humana no sólo no es eficaz para lograr la conservación del paisaje,

101
sino que incluso tener ejemplos contrarios. Se propone un nuevo concepto
de protección activa que acepta la acción antrópica y considera que el paisaje
futuro de los espacios naturales será el resultado de una convención social
(Parc Natural del Montseny, 2005). En este sentido, el plan establece como
objetivos la conservación y mejora de la diversidad biológica y de los procesos
ecológicos, pero al mismo tiempo sugiere la necesidad de potenciar las activi-
dades económicas que contribuyan a impulsar el modelo territorial propuesto,
entendiendo la actividad humana como un instrumento de protección activa
de los valores del Parque Natural del Montseny y, asimismo, se propone la
conservación y divulgación del patrimonio arquitectónico, arqueológico, his-
tórico y etnográfico. En definitiva, el nuevo modelo de gestión parte de la idea
del mantenimiento de la actividad económica como garantía para protección
de la biodiversidad (Diputació, 2007).
Las políticas medioambientales del parque han logrado frenar el desarrollo
urbanístico de la zona y la preservación de la naturaleza, pero han genera-
do una progresiva transformación de la montaña en una economía de servi-
cios y de turismo. La patrimonialización de la naturaleza no sólo ha tenido
consecuencias socioeconómicas, sino también en la configuración del paisaje
y han incidido negativamente en la diversidad ecológica. El proceso de pa-
trimonialización de la montaña ha comportado incluso la «reinvención» de
un nuevo paisaje. Como en otras zonas, la demanda de «turismo natural» ha
provocado una urbanización en el paisaje y en los servicios y la remodelación
de estrategias, desde la producción para el consumo urbano en lo rural hasta
la recreación casi obligada de lo «natural» (Vaccaro and Beltran, 2007). La
conservación del patrimonio ha creado la paradoja que las propias imágenes
socioculturales generadas por el movimiento conservacionista han acabado
transformándose en una cierta «realidad».

La patrimonialización de lo rústico: uso cultural y económico


del patrimonio cultural

La patrimonialización de la naturaleza que acabamos de describer ha ido


acompañada de una demanda creciente de la activación del patrimonio cul-
tural. Se han producido lo que podríamos denominar unas «estrategias de
producción de lo rústico» (Frigolé, 2007) que tienen como objetivo recrear lo

102
rural, desde casas y pueblos hasta tradiciones, producir lo salvaje y lo silvestre,
y recrear lo natural en el paisaje y lo autóctono en la naturaleza. Estas estra-
tegias –señala Frigolé (2007)– «están inspiradas y legitimadas por una ideología
global cuya imagen principal es la del retorno a un estado anterior, concebido como
primigenio o el de los primeros tiempos. Desde esta perspectiva, la conservación de
la cultura y de la naturaleza se concibe en buena medida como el resultado de la
reparación de los impactos y de la eliminación de las modificaciones que el paso
del tiempo causó en ellas, con el objetivo de recuperar una forma o un estilo que se
presume original y que a veces es definido como natural o autóctono».
En una area caracterizada por el predominio de una economía basada en
los servicios y en la indústria, y en la que la agricultura ha experimentado un
fuerte retroceso, podemos encontrar muchas acciones que producen una nue-
va vision de lo rural adaptada a la nueva posición y necesidades del territorio.
Es decir, se trata de hacerlo atractivo como un «Parque Natural» construyendo
una nueva imagen de lo rural a partir de elementos seleccionados de acuerdo
con una ideología del retorno o recuperación de un estado anterior, atempo-
ral, basado en un ideal de pureza y autenticidad. Estas acciones tienen dos vías
aparentemente distintas. Por una parte, las políticas más o menos explícitas
de conservación de la cultura y de la naturaleza están configurando un terri-
torio como si fuera un territorio del pasado, un pasado abstracto, atemporal
y nostalgico. Por otra parte, se están produciendo numerosas estrategias de
producción de imágenes del pasado a través de la revitalización de tradiciones,
productos alimentarios y oferta turística.
La creación de museos y centros de interpretación es especialmente intere-
sante. El más importante y activo es el Museu Etnològic del Montseny. Nacido
de una iniciativa popular entre 1979 y 1985, es un claro ejemplo del proceso
de creación de museos locales que se produjo en Cataluña coincidiendo con
la recuperación de la democracia y la autonomía de Cataluña. A finales de los
setenta y principios de los ochenta se produjo en Cataluña una importante
euforia cultural y un renovado interés por el patrimonio, tanto a nivel local
como nacional. Uno de los elementos más característicos del discurso identita-
rio local, junto con la reutilización del folklore como elemento de dinamización
sociocultural, fue la eclosión de museos locales o comarcales que evocaban la
tradición y la identidad local. La proliferación y reforma de estos museos locales
fue sin duda el carácter más distintivo de la evolución de la museografía catalana
durante los primeros años de la transición, especialmente entre 1975 y 1990.

103
A pesar de que la mayoría de estas instituciones contaban con escasos
recursos, muchas de estas iniciativas han sido un importante elemento de di-
namización social y de renovación museológica, en concordancia con las bases
teóricas de la «nueva museología». Desde su creación, el Museu del Montseny,
ubicado en la localidad de Arbúcies (6.527 habitantes en 2013), es un centro
de conservación, difusión, investigación y exposición del patrimonio cultural
del macizo del Montseny, implicado en la dinamización cultural, social y eco-
nómica de su territorio. Su exposición nos muestra la relación permanente en-
tre el hombre y el medio, así como los mecanismos de evolución cultural de la
población de la zona. También trata del patrimonio inmaterial a través de un
audiovisual sobre las Leyendas del Montseny y del patrimonio arqueológico.
Mientras que en el caso anterior se trata de un museo con fuerte conexión
con las comunidades locales, el caso del Parque Etnológico de Tagamanent es
un claro ejemplo de un museo muy poco implicado en el territorio. El pro-
yecto inicial pretendía «diversificar el foco de atracción del Parque natural (…)
aportando nuevos recursos a los habitantes de la zona (…) con una oferta que sin
duda atraerá al sector de la restauración de las cercanías y puede convertirse en
un filón de nuevas ocupaciones en la línea de la educación ambiental y el apro-
vechamiento del consumo y ocio» (Rueda y Tura, 1999). Creado a fines de los
noventa por la misma administración que gestiona el Parque, la Diputación
de Barcelona, acoge tres equipamientos: la Casa Museo Agustí, el Punto de In-
formación y un restaurante. La Casa Museo pretende mostrar cómo era la vida
rural en esta zona del Montseny a mediados del siglo xix, con el ejemplo de
uno de los caseríos situados a más altura (1.100 m) y que constituye uno de los
elementos más destacados del patrimonio arquitectónico del Parque Natural.
El recorrido por esta casa, acompañado de numerosas técnicas audiovisuales,
nos ofrece una visita guiada por todos los rincones de la masía a cargo de un
antiguo propietario de la masía, que aparece a través de imágenes audovisuales
recreadas por un actor al principio de la visita, y que después nos acompaña
con su voz a través de un recorrido configurado a través de recursos audiovi-
suals, escenografías y olores. Como se indica en su web, «nos permite hacer un
verdadero viaje en el tiempo para experimentar cómo era un día cualquiera en
la vida de la familia Agustí». A pesar de su cuidada museografía, la visita nos
ofrece una imagen muy idealizada de la vida en la casa, proporcionando una
vision de una sociedad más bien armonica y detenida en el tiempo. Más allá
de este discurso, el principal problema de la casa ha sido su modelo de gestión,

104
que ha sido delegado al propio restaurant contiguo, con lo que el museo ha
perdido buena parte de su funcionalidad para converitirse en un apéndice de
la oferta gastronómica y turística.
Los procesos de patrimonialización en el Montseny se han centrado en
dos elementos principales: el patrimonio etnológico, en este caso equivalente
a rústico, y el patrimonio natural. Resulta interesante esta interrelación entre
ambas formas de patrimonio. El énfasis en el patrimonio etnológico surge, sin
duda, a partir de la influencia de las acciones de preservación del patrimonio
natural, una cierta transposición, por una parte, a la búsqueda de las formas
de vida «naturales», aunque también responde a la voluntad de un discurso
en el que la naturaleza de la zona aparece condicionada y es el resultado de
la acción humana y de las formas de explotación del medio a través de las
generaciones.
La importancia creciente del patrimonio cultural para la economía genera
también un aprovechamiento de estos elementos a nivel de venta de productos
turísticos, artesanos, alimentarios o agrícolas. Con frecuencia –y esto ocurre
en el Montseny– estos elementos se contemplan con la etiqueta de productos
«naturales» o incluso con una cierta idea de «patrimonio». El caso más para-
digmático es el del agua envasada. La zona del Montseny produce nada menos
que el 80% del total del agua embotellada de Cataluña3, y la promoción del
agua recurre con frecuencia a la imagen del Parque y del patrimonio como
garantía de pureza:

El nuevo diseño [de una marca de agua] mantiene la identidad de la marca,


evoca los conceptos de pureza y naturalidad de esta agua, gracias a su origen en
el Parque Natural del Montseny, declarado Reserva de la Biosfera por la UNES-
CO4.

La explotación de imágenes y representaciones relacionadas con las ideas


de autenticidad, de naturaleza y de ruralidad aparece en otros elementos. En
la oferta gastronomica, la artesanía o los denominados «productos de la tierra»
se recurre al patrimonio cultural y natural como elementos de promoción.
La presencia de productores artesanos en la zona se ha ido incrementando y
se refiere a productos distintos, principalmente de alimentación (mermela-
das, embutidos, cerveza, pasteleria, etc.) y de cerámica. Aunque la mayoría
de estos productos que se comercializan como propios o tradicionales del

105
Montseny tienen un origen muy reciente, con frecuencia son presentados
como si fuesen ancestrales y son valorizados con el recurso al patrimonio o al
hecho de producirse en el interior de un Parque Natural o de una «Reserva
de la Biosfera».
Pero es en la oferta turística donde el recurso al pasado y al patrimonio
adquiere una mayor elaboración. El prestigio paisajístico del Montseny com-
portó muy pronto la llegada de turistas, que se interesaron desde finales del
xix por el Montseny por la influencia del excursionismo, pero también por
el desarrollo de una clase burguesa que practicaba el veraneo y que hizo de
poblaciones de la zona como Viladrau, La Garriga o Arbúcies importantes
centros de vacaciones durante el último cuarto del siglo xix. En la actualidad,
la creación del Parque Natural del Montseny ha contribuido a realzar el turis-
mo de la zona, predominando un turismo de estancias cortas o de visitas de
un solo día.
Este turismo busca, sobre todo, el contacto con la naturaleza y las no-
ciones de lo rústico y lo natural juegan un papel central en el turismo rural y
cultural. En los restaurantes (144 en la zona) es frecuente la definición de su
oferta como «patrimonio gastronómico»:

Restaurante ubicado en pleno Parque Natural del Montseny, en una ma-


sía del siglo xvi, ofreciendo una cocina típica del patrimonio gastronómico del
Montseny a base de especialidades de guisos, brasas y pescados5.

Algo similar ocurre en la oferta de alojamientos rurales. En los pequeños


hoteles rurales se recurre con frecuencia a una imagen de un mundo rural in-
alterado destinada al consumo de los nuevos usuarios de las masías y visitantes
del Parque. Así, en las webs dedicadas a promocionar el turismo y los aloja-
mientos rurales de la zona se señalan dos ideas fundamentales: el contacto con
la naturaleza (con el patrimonio natural) y a un pasado idealizado (patrimonio
cultural). Se destaca la autenticidad y la especificidad de unas formas de vida
y de unos espacios rurales particulares frente a una supuesta homogeneidad
de un mundo globalizado. O se contrapone un mundo urbano e industrial
ruidoso, masificado y contaminado al aislamiento y la tranquilidad de las ma-
sías, a la naturaleza, los paisajes y al vínculo de la arquitectura con el entorno
(Estrada and Roigé, 2006), como señala este anuncio:

106
[La masía] se encuentra situada en el Parque Natural el Montseny, declarado
por la UNESCO reserva de la biosfera por su belleza y la diversidad de sus paisa-
jes y de la flora y la fauna».

Un elemento que también se destaca, cuando es posible, es la continuidad


de la agricultura y la ganadería, señalando que simultáneamente en la la masía
se practica la agricultura:

[La masía] está formada por diversas construcciones alrededor de un patio


en común, y con campos y bosques donde se desarrollan las tareas propias de una
pequeña explotación ganadera.

De la misma forma, en el discurso dirigido a los visitantes-consumidores,


se oponen la vulgaridad y el anonimato de los objetos producidos para el con-
sumo masivo a la originalidad y la calidad de la arquitectura popular, el uso de
técnicas artesanas tradicionales –«elaboramos nuestros productos de manera ar-
tesanal desde hace varias generaciones»–, y el consumo de alimentos producidos
en la propia masía: «Cocina casera con productos de la casa (huerto, gallinero, va-
cas, leche, quesos, confituras, pan)». Los textos y las imágenes de las webs hacen
énfasis en los materiales constructivos y decorativos considerados como más
«naturales» y «auténticos» como la piedra y la madera, en la rusticidad de las
construcciones, y en la presencia de elementos arquitectónicos «tradicionales»
como el hogar, el horno o las vigas de madera:

Casa de campo que mezcla la tradición de las casas rústicas con el confort de
las casas modernas, la calidad de la tradición y el gusto y pulcritud de la artesanía.
La piedra y la madera de la casa la integran totalmente en el entorno: las vigas
rústicas, los ventanales amplios y luminosos de las habitaciones y el suelo de pino,
te hacen percibir la calidez de lo natural.

Frente a la incertidumbre de un mundo cambiante y a la movilidad de


la familia actual se destaca la continuidad de la familia troncal –«los últimos
200 años ha sido habitada por los herederos de...»– y la antigüedad de la masía
–«antigua masía de finales del siglo XVIII», «masía del año 1588»– que transporta
a los visitantes a un pasado remoto y fascinante:

107
Con 800 años de antigüedad, la masía [...] forma parte del mosaico histórico
del Parque Natural del Montseny. Sus paredes han vivido incomparables viven-
cias de cada época, difíciles situaciones del mundo rural en un tiempo donde las
distancias eran inmensas. Rodeada de los macizos más espectaculares del Mont-
seny y edificada en el centro del Valle de Sant Marçal, se alza imperturbable en
el tiempo.

Como se aprecia, la memoria del pasado es utilizada para recrear una


imagen de las masías convertidas en escenarios donde los visitantes pueden
acceder a un mundo que ha permanecido imperturbable al paso del tiempo
y donde es posible «desconectar y tener experiencias de éstas», disfrutar de la
tranquilidad, de la naturaleza y de unas formas de vida idealizadas.

Conclusión

En el proceso de urbanización que experimentan las sociedades occidenta-


les, se constata un doble efecto de globalización y de producción de localidad
(Frigolé and Roigé, 2007), destacando las prácticas en las que la cultura local
es concebida como patrimonio. Con frecuencia, la respuesta de las poblacio-
nes locales a las fuerzas globales suele hacer énfasis en la idea de autenticidad,
de ruralidad, reelaborando y reiventando una cultura «tradicional» como res-
puesta a los retos de la globalización. Ello se ha traduce, en los paisajes euro-
peos de montaña en procesos de patrimonialización de su cultura y su natu-
raleza, principalmente mediante la creación de museos y de parques naturales
(Kirshenblatt-Gimblett 1998). El recurso al pasado, a la tradición, estimula el
mercado de manera que la calificación de patrimonio tiene una gran impor-
tancia cultural y un elevado significado simbólico. Al mismo tiempo, distintos
elementos culturales (como las tradiciones, leyendas, productos de artesanía
locals, o imágenes del paisaje) se han reconvertido en piezas fundamentales de
las estrategias de desarrollo local y de los imaginarios colectivos, creándose una
imagen «patrimonializada» de la sociedad rural.
En el caso del Montseny, la patrimonialización de lo natural y lo rural ha
tenido múltiples implicaciones fundamentales para aspectos distintos como
el paisaje, las identidades colectivas o el turismo. Como en otras zonas de
montaña, el patrimonio es utilizado como una herramienta social, económica

108
e ideológica, covirtiéndose en un medio para crear una nueva relación con su
territorio.

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Notas

1
Ello supone dos formas de continuidad (simbólica y conservación) y dos tipos
de valor (capital y valor de uso) y es reconstruida en cada generación. Siguiendo el
concepto introducido por Puillon (1975), Davallon (2006) afirma que el patrimonio
debe ser una especie de «filiación invertida que involucra la filiación cultural en vez de
la filiación biológica». Así, puede haber interacción en la transferencia del patrimonio:
«El patrimonio es por lo tanto, en sentido estricto, la construcción de un tipo de rela-
ción con el pasado que alterna entre la continuidad y la ruptura».
2
Conferencia de Ramon Arabia, presidente de la Associació d’Excursions Catala-
na. Breda, 3-6-1882 (AEC 1882: 157).
3
El País, 12-4-2008, «El 80% del agua envasada procede del Montseny».
4
http://www.marketingdirecto.com/
5
Las citas que incluímos sobre restaurantes y hoteles corresponden a anuncios
de páginas web.

111
De la belleza paisajística a la biodiversidad.
La patrimonialización de la naturaleza en el Pallars Sobirà.
Pirineo catalán

Oriol Beltran
Universitat de Barcelona
Ismael Vaccaro
McGill University

El establecimiento de espacios naturales protegidos es un fenómeno que


se ha generalizado a nivel mundial en las últimas décadas y que ha adquiri-
do una presencia especialmente significativa en las regiones de alta montaña
(Europarc, 2008; Santamarina, 2005). La comarca pirenaica del Pallars So-
birà, donde dos terceras partes del territorio se hallan sujetas a alguna figura
de protección ambiental, permite cuestionar que el reciente desarrollo de las
políticas conservacionistas resulte meramente de la preocupación creciente
por el medio ambiente. La patrimonialización de la naturaleza constituye la
última etapa de un proceso histórico iniciado a principios del siglo xix por
el que las poblaciones locales han ido perdiendo capacidad de control sobre
los recursos de su entorno en paralelo a la progresiva expansión del mercado
(Vaccaro y Beltran, 2010). La apelación a la naturaleza como patrimonio co-
lectivo legitima la intervención del Estado sobre el territorio en favor de su
mercantilización.
El carácter pionero del Pallars Sobirà en la creación de áreas protegidas
en Cataluña, los cambios registrados en el contexto que los ha fomentado,
la diversidad de figuras ambientales empleadas, junto con la magnitud de su
alcance territorial, brindan a este sector del Pirineo central de un gran poten-

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: «Patrimoniali-


zación y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimonio local (CSO2011-29413)»,
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y el Programa Feder.

113
cial para el análisis del proceso de patrimonialización de la naturaleza y de la
construcción de la montaña como un espacio de ocio destinado al consumo
urbano (Vaccaro y Beltran, 2007a).
Los programas conservacionistas se han convertido en un capítulo des-
tacado de las políticas públicas contemporáneas. El Estado se erige en la ins-
tancia legitimada para procurar la preservación de una naturaleza considerada
como un bien común necesitado de asistencia y protección. Los espacios pro-
tegidos suelen establecerse mediante procesos de decisión de carácter vertical
que excluyen la participación de los actores locales (Beltran, Pascual y Vaccaro,
2008; Maass, 1974; Pascual y Florido, 2005; Santamarina, 2009) a la vez que
restringen los derechos preexistentes de los mismos en relación con el uso del
territorio y los recursos naturales. En este contexto, las bajas concentraciones
demográficas de las zonas de montaña limitan el conflicto asociado al desplie-
gue de las políticas de conservación de la naturaleza.
En el marco de la sociedad postindustrial, la creación de áreas protegidas
favorece un cambio de usos en amplios sectores del territorio, que dejan de
servir como espacio vital para la población local y como proveedores de re-
cursos productivos para convertirse en escenarios destinados al ocio urbano.
Las áreas de montaña suelen cumplir de una manera también satisfactoria los
requisitos necesarios para esta función. A raíz de los aprovechamientos de que
han sido objeto históricamente, sus paisajes se corresponden con una aparente
falta de intervención humana que se asocia, en la percepción occidental mo-
derna, con la imagen de la naturaleza virgen (Selmi y Hirtzel, 2007; West,
Igoe y Brockington, 2006). Los territorios declarados como parques y reservas
pasan a considerarse como lugares en los que se concentra un mayor número
de elementos naturales que merecen ser conservados y ven incrementar, gra-
cias a su cambio de estatuto, su valor en el mercado turístico frente a otras
destinaciones.
Aunque la centralidad que han adquirido los espacios naturales protegidos
en las montañas del Pallars Sobirà se relaciona con una tendencia de carácter
general (Vaccaro y Beltran, 2007b), los rasgos que toma su concreción históri-
ca deben examinarse a la luz de las circunstancias y las variables sociales locales
(Simonic, 2006).

114
La valoración estética del paisaje: el parque nacional

El Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici es la primera


figura de protección ambiental establecida en el Pallars Sobirà. Frente a la
regulación tradicional de los aprovechamientos locales, destinada a preservar
los recursos naturales como bienes de producción esenciales en una economía
agropecuaria, y a las limitaciones a la explotación forestal en los montes de
utilidad pública impuestas por el Estado desde la segunda mitad del siglo xix,
que se orientaban a mantener la funcionalidad ambiental de los bosques, el
parque nacional inauguraba en la comarca una política dirigida explícitamen-
te a la conservación de la naturaleza.

Espacios naturales protegidos en el Pallars Sobirà (2010)

115
El parque fue creado por decreto en 1955 con el objeto de convertirlo en
un lugar de «atracción turística, nacional y extranjera». Con una extensión
inicial de 9.851 ha y ocupando parcialmente los términos municipales de Vall
de Boí (Alta Ribagorça) y de Espot (Pallars Sobirà), fue el quinto espacio
protegido declarado en España en virtud de la Ley de Parques Nacionales de
1916, en la que se primaban los criterios estéticos y paisajísticos (Fernández y
Pradas, 2000a; Mulero, 2002, Solé y Bretón, 1986). La declaración se justifi-
caba en que «la naturaleza ofrece [en la zona] lugares de excepcional belleza»,
especialmente por sus rasgos morfológicos y sus masas forestales. Dos años
después, el reglamento del parque establecía una junta que debía «velar por la
conservación de sus interesantísimas peculiaridades geológicas y arqueológi-
cas» e «impedir que se atente contra el desenvolvimiento de la riqueza de sus
actuales flora y fauna».
La creación del parque no sólo fue fruto de una imposición gubernamen-
tal, que no estuvo ni negociada con la población local (a pesar de que afectaba
montes de titularidad comunal) ni avalada mediante informes técnicos pre-
vios, sino que respondió a una decisión meramente personal del general Fran-
co influida por algunas personas que tenían intereses particulares en la zona:
el mismo comisario de Caza, Pesca y Parques Nacionales tuvo noticia de ello
mediante la publicación del decreto correspondiente en el Boletín Oficial del
Estado (Fernández y Pradas, 2000b). De hecho, durante los primeros años, la
declaración no comportó ningún cambio importante en el aprovechamiento
de los recursos naturales (excepto para la caza) ni en la promoción turística
de la zona. Hasta el nombramiento de su primer director en 1968, el parque
sólo tenía asignados dos únicos guardas para hacer cumplir la normativa de
protección en todo su territorio lo que resultaba insuficiente para erradicar la
práctica del furtivismo.
Los criterios conservacionistas no se comenzaron a implantar hasta finales
de los años setenta, dos décadas después de su creación. El nacimiento mismo
del parque había tenido lugar coincidiendo con la construcción de numerosas
centrales hidroeléctricas en la zona, algunas de las cuales están accionadas por
el agua regulada mediante el represamiento de lagos situados en su interior.
Hasta 1978 se autorizaron subastas para la extracción de madera en bosques
pertenecientes al área protegida. La pesca en los numerosos lagos y cursos
fluviales del parque no sólo no fue expresamente prohibida hasta 1984 sino
que llegó a utilizarse durante años como un reclamo turístico. Admitiendo

116
los aprovechamientos productivos a gran escala (los forestales y los hidroeléc-
tricos) y tolerando los asociados al turismo (sobre todo la pesca y, hasta cier-
to punto también, la caza), las restricciones establecidas para la conservación
afectaban especialmente a los usos locales. Los propios criterios de gestión te-
nían un carácter muy laxo y poco congruente con los objetivos de salvaguardia
de los valores naturales. Al margen de los excursionistas y escaladores, que ya
frecuentaban sus montañas desde mucho tiempo antes de la declaración (Ba-
qués, 2004; Sala, 2001), los primeros visitantes serían unos pocos veraneantes
que se alojaban durante sus vacaciones en los escasos hoteles próximos al par-
que junto con algunos pescadores franceses (Jiménez, 1999).

La gestión productiva de la fauna salvaje: las reservas nacionales


de caza

La segunda figura de protección ambiental implantada en el Pallars So-


birà es la reserva nacional de caza. En 1966, en el marco de la primera ola de
creación de reservas cinegéticas en España, se estableció la Reserva Nacio-
nal de Caza del Alt Pallars-Aran que, abarcando el 51,83% de la superficie
comarcal (y extendiéndose también en la vecina Val d’Aran), comprende la
totalidad de seis términos municipales y la mayor parte de otro (71.418 ha)
y es la mayor en extensión de Cataluña. En 1991, la Generalitat (el gobierno
autónomo catalán) aprobó la segunda reserva pallaresa en la zona prepirenaica
del Boumort que afecta una quinta parte del municipio de Baix Pallars (2.600
ha) junto a varios términos del Pallars Jussà. Las reservas de caza se crearon
con la finalidad de proteger algunas especies cinegéticas de fauna salvaje (el
rebeco, el urogallo, el oso pardo y el jabalí en el caso del Alt Pallars-Aran), en
un momento en que su continuidad se encontraba gravemente amenazada
(Casanovas et al., 2007). La Ley sobre Creación de Reservas Nacionales de
Caza (1966) calificaba estos espacios como «núcleos de excepcionales posibili-
dades cinegéticas cuya protección, complementada con las adecuadas medidas
de conservación y fomento, podrá garantizar la difícil pervivencia de especies
características de la fauna ibérica». La de creación de la reserva del Boumort
(1991), un cuarto de siglo despúes, manifiesta una concepción distinta que
pretende compatibilizar la conservación con la explotación productiva y es-
tablece como objetivo de la misma «proteger, fomentar y aprovechar [...] las

117
especies animales que la habitan en estado salvaje y de preservar los ecosiste-
mas a los que pertenecen».
Dentro de los límites de la reserva, la administración se convertía en la
instancia decisoria respecto a los aprovechamientos cinegéticos mediante una
regulación muy precisa y de acuerdo con los censos de fauna y las directrices
de los planes técnicos anuales: las especies susceptibles de ser cazadas, el núme-
ro de ejemplares autorizados a abatir por temporada, las características de las
presas y las modalidades de caza. Dado que su objeto principal será la gestión
de la fauna y no la conservación de la naturaleza en su conjunto, y que suele
comportar unos niveles altos de intervención (que incluyen desde el avitualla-
miento de la fauna hasta mejoras en la calidad de la vegetación), las reservas
de caza no son consideradas por las convenciones internacionales sobre de
medio ambiente como áreas protegidas (si bien, a menudo, pueden ser una
fórmula previa al reconocimiento pleno de este estatuto). En cualquier caso,
constituyen una figura de gestión ambiental por parte del Estado que tiene
implicaciones importantes en la dinámica de las poblaciones animales.
Por sus propias características, las dos reservas de caza existentes en la
comarca han tenido una dinámica distinta. Si en el primer caso el espacio ci-
negético incluye varias entidades de población (que reunían 2.675 habitantes
en 2010), el territorio pallarés del Boumort alberga una población escasa y
dispersa (48 personas repartidas en seis núcleos). Al mismo tiempo, mientras
que el territorio del Alt Pallars-Aran ha acabado solapándose con otras figuras
de protección ambiental (la zona periférica del parque nacional y el Parque
Natural del Alt Pirineu), en el Boumort la gestión es básicamente cinegética.
La titularidad de los terrenos marca una última diferencia: frente al predo-
minio de la propiedad municipal en el primer caso, donde ésta alcanza poco
más de la mitad de su territorio, el 72% del segundo se extiende por montes
pertenecientes al Estado.
La gestión de la fauna en las reservas nacionales de caza no se limita a una
regulación de los aprovechamientos cinegéticos sino que incluye programas de
reintroducción de especies, repoblación y cría en cautiverio, así como apoyo
sanitario y alimentario. La presencia de ciervos y corzos en las montañas pa-
llaresas debe considerarse, en este contexto, como el resultado de un ejercicio
de ingeniería ambiental y no como una práctica estricta de protección de la
naturaleza (Vaccaro y Beltran, 2009). Después de haberse extinguido de los
Pirineos hacia finales del siglo xviii, en 1981 se introdujeron en el Boumort

118
veintiún ejemplares de ciervo procedentes de la provincia de Cuenca. La men-
cionada reserva acoge actualmente una población numerosa y estable de esta
especie, en torno al millar de ejemplares, que amenaza con superar incluso
la densidad considerada como óptima. En relación al corzo, las últimas re-
ferencias de su presencia en la zona son de la misma época. En los últimos
treinta años la población de corzos se ha ido extendiendo considerablemente,
en algunos sitios también como resultado de su reintroducción con objetivos
cinegéticos (la temporada 1971-72 se introdujeron dieciocho ejemplares en el
Alt Pallars-Aran originarios de Cantabria) y en otros a raíz de una coloniza-
ción espontánea por parte de individuos procedentes de la vertiente francesa,
donde habían sido reintroducidos antes. El gamo y el muflón, por su parte,
son consideradas como especies alóctonas en la medida que las referencias a
la posible existencia de poblaciones originales son mucho más remotas. Su
presencia en el Pallars Sobirà se debe también a diversas campañas de intro-
ducción para la caza efectuadas en los años sesenta.
En el interior de las reservas nacionales, la gestión de estas especies (a las
que suele atribuirse un alto valor carismático) se dirige al mantenimiento de
las poblaciones así como al control de su crecimiento. La mayor parte de los
ungulados salvajes están proliferando de una manera significativa debido a
su adaptabilidad y al encontrar unas condiciones favorables por el abandono
generalizado de la actividad agraria y la ausencia de depredadores. Las acciones
de reintroducción deben considerarse, por ello, como una modificación par-
cial pero no como una restitución plena de los ecosistemas anteriores. La fau-
na salvaje ha acabado convirtiéndose en un motivo de conflicto habitual con
la población local a causa de los perjuicios que provoca en la actividad agraria
(daños en los campos y contagios al ganado). En la medida que los animales
no reconocen los límites administrativos de las reservas, la actuación que se
desarrolla dentro de éstas se propaga por el conjunto del territorio.

Ecosistemas y biodiversidad: los fundamentos de la política


ambiental

La Ley de Espacios Naturales, aprobada en 1985 y todavía en vigor, esta-


bleció el marco jurídico para el despliegue de las competencias autonómicas
en esta materia con el objetivo de «proteger, conservar, gestionar y, si es nece-

119
sario, restaurar y mejorar la diversidad genética, la riqueza y la productividad
de los espacios naturales de Cataluña» e introdujo una concepción distinta
de la conservación de la naturaleza a la que había prevalecido hasta entonces.
Aunque los criterios paisajísticos seguirán siendo relevantes, la ley constata la
existencia de numerosas amenazas «para la viabilidad de los equilibrios natu-
rales y para la conservación de los recursos vivos», se apoya en consideraciones
de carácter técnico y propugna hacer compatibles el desarrollo de las áreas pro-
tegidas con la protección de sus valores naturales. Atendiendo a la importancia
de sus valores científicos, ecológicos, culturales, educativos, paisajísticos y/o
recreativos, algunos espacios naturales serán calificados como de protección
especial (parques nacionales, parques naturales, parajes naturales de interés
nacional y reservas naturales) y deberían contar con una regulación específica
y una gestión individualizada.
En virtud de su aplicación, en 1987 se declararon tres reservas naturales
parciales en el Pallars Sobirà para la protección de las especies de la fauna
forestal pirenaica en peligro de desaparición (especialmente el oso pardo y la
nutria), con una superficie de 346 ha y 50 km de tramos fluviales. La figura de
la reserva natural se contempla para espacios de una extensión reducida en los
que se pretende preservar «los ecosistemas naturales que contienen» y «prote-
ger de una manera absoluta [...] determinados biotopos, especies, hábitats y
comunidades».
El año siguiente se aprobaba la Ley de Reclasificación del Parque Nacional
que refundaba el parque dentro del nuevo marco jurídico e inauguraba una
nueva etapa en la gestión del mencionado espacio. La existencia del parque
se justifica ahora por la representatividad de sus paisajes y la diversidad de la
naturaleza, pero las razones estéticas siguen siendo relevantes: «En este lugar
hay una magnífica representación de las formaciones geológicas así como de
la flora y la fauna de los Pirineos [que] hacen que sea uno de los paisajes
más majestuosos del Pirineo. Un paisaje de belleza extraordinaria». La figu-
ra del parque nacional está prevista para «los espacios naturales de extensión
relativamente grande no modificados esencialmente por la acción humana,
que tienen interés científico, paisajístico y educativo» y se aplica con el fin
de «preservarlos de cualquier intervención que pueda alterar su fisonomía, su
integridad y la evolución de los sistemas naturales».
El citado texto creaba una corona de protección en torno al área prote-
gida destinada a amortiguar los posibles impactos ecológicos y paisajísticos

120
procedentes del exterior. En la zona de mayor protección quedaba prohibida
cualquier actividad de explotación de los recursos naturales que pudiera modi-
ficar su entidad ecológica, geomorfológica y paisajística. Más allá del pastoreo
tradicional del ganado local y de los usos científicos y recreativos propios de
un parque, no obstante, se seguían admitiendo los aprovechamientos hidráu-
licos ya consolidados. Al mismo tiempo, se establecían por primera vez los ins-
trumentos de gestión del espacio protegido: un equipo técnico a cargo de un
director, un patronato integrado por representantes de organismos públicos y
entidades ciudadanas y un Plan Rector de Uso y Gestión en el que se definen
las directrices de actuación.
En 1990, solo dos años más tarde, un nuevo texto legal corregía errores
contenidos en la primera delimitación de la zona periférica y, atendiendo a
los intereses de diversas iniciativas empresariales asociadas al turismo inver-
nal y al desarrollo urbanístico, introducía algunas modificaciones en sus lími-
tes. La superficie del parque quedaba establecida en 40.852 ha, de las cuales
14.411,25 dentro del Pallars Sobirà (5.329,50 ha de parque y el resto perte-
necientes a la corona de protección). En los últimos años se ha formulado una
nueva propuesta de ampliación que permitiría alcanzar una extensión total de
69.596,14 ha aunque hasta el momento no ha recibido el apoyo de los ayun-
tamientos implicados que se considera necesario para su aprobación.
En 1992 se aprobaba el Plan de Espacios de Interés Natural (PEIN), con-
siderado como el primer instrumento moderno de política ambiental y de
carácter general aplicado en Cataluña (Font y Majoral, 2000). Dentro del
catálogo de los lugares identificados como las muestras más «representativas
de la riqueza paisajística y la diversidad biológica del territorio de Cataluña» se
incluían nueve espacios pertenecientes, total o parcialmente, al Pallars Sobirà
(64.142,13 ha, un 46,55% de la superficie de la comarca). El PEIN estable-
cía un régimen jurídico destinado a garantizar la conservación de los valores
naturales de determinadas zonas calificadas como «de interés general» ante las
amenazas de degradación, a partir de los criterios básicos de representatividad,
diversidad, rareza, integridad y singularidad que han sido empleados para de-
finir tanto el patrimonio natural como el patrimonio cultural (Heinich, 2009;
Mallarach, 1999). El PEIN han conformado la base sobre la cual se han desa-
rrollado las políticas ambientales posteriores en el Pallars Sobirà.

121
Turismo y consenso social: la patrimonialización de la naturaleza

En agosto del 2003 se creaba el Parque Natural del Alt Pirineu (PNAP)
que se constituía a partir de lugares ya catalogados y que, con una extensión
de 69.850 ha (61.540 de las cuales en el interior de la comarca), es el mayor
espacio protegido de Cataluña. El régimen previsto en esta figura de protec-
ción pretende compatibilizar la conservación de sus valores naturales con «el
aprovechamiento ordenado de sus recursos y la actividad de sus habitantes».
Aunque el parque natural nace en última instancia por una decisión guber-
namental (y se declara formalmente mediante la promulgación de un decreto
y no por ley), su creación deriva de una negociación entre distintos actores
políticos que contrasta con la imposición, medio siglo antes, de la primera
área protegida en la comarca.
La propuesta inicial había sido formulada por el Centre Excursionista de
Catalunya y la Lliga per la Defensa del Patrimoni Natural, dos entidades de
referencia del excursionismo y el ambientalismo, que pretendían frenar la am-
pliación de la estación de esquí de Baqueira Beret desde la comarca vecina
del Val d’Aran y la construcción de una gran urbanización en la localidad de
Sorpe, en atención a los valores naturales y paisajísticos de la zona: un «patri-
monio natural de primera magnitud [...]; la zona más valiosa del Pirineo, la
última reserva de naturaleza intacta» (Depana-CEC, 1999). La apelación al
carácter excepcional de la montaña afectada por los planes turísticos justifica-
ba su patrimonialización: «El macizo de Beret es excepcional. Homogeneizar-
lo con la vecina montaña de Vaquèira es un lujo que la sociedad catalana no se
puede permitir». Frente a los activistas de la conservación, los ayuntamientos y
una parte de la población local consideraban el crecimiento de Baqueira Beret
como una oportunidad para el desarrollo económico del sector norte de la
comarca (Gili, 2003). La creación del PNAP, en el contexto de una conflictivi-
dad pública creciente, acabó formulándose como una contrapartida brindada
por la administración al movimiento ambientalista a cambio de asumir una
expansión de la estación hacia el Pallars Sobirà, a la vez que se autorizaba esta
ampliación por debajo de las pretensiones iniciales de sus promotores (Colell,
2009).
Una vez convertido el PNAP en un proyecto del gobierno, la concreción
de sus límites fue sometida a consideración de los alcaldes de los municipios
afectados. La falta de coherencia y hasta de continuidad en la delimitación

122
territorial del espacio pone de manifiesto el peso de los factores sociopolíticos
en su diseño. Así, junto a las divisiones administrativas y políticas (la frontera
con Francia y la división comarcal con el Val d’Aran, que goza de competen-
cias exclusivas en materia de medio ambiente), su perímetro discurre funda-
mentalmente por las cabeceras de las montañas, priorizando la inclusión de
las partidas de titularidad pública y dejando fuera del ámbito de protección
los lugares con un mayor potencial para el desarrollo turístico. La memoria
justificativa prevé, además, la creación de más de una decena de equipamien-
tos (entre museos y centros de interpretación de carácter temático) orientada
a compensar el apoyo de los ayuntamientos sin comprometer, no obstante, las
inversiones necesarias para su implantación.
Los términos empleados en el decreto de creación del PNAP indican un
cambio de perspectiva respecto al énfasis esteticista y naturalista de los pri-
meros espacios protegidos. La declaración asume la dimensión cultural de su
paisaje como «fruto del vínculo existente entre los valores culturales, la acti-
vidad económica y los valores naturales», con un reconocimiento especial a la
contribución de las actividades tradicionales y el aprovechamiento ordenado
de los recursos naturales, principalmente de la ganadería extensiva, en el man-
tenimiento de sus valores ecológicos y paisajísticos, que «debe llevar a un tra-
tamiento conjunto e integral del patrimonio». En cualquier caso, el parque se
formula como un instrumento que ha de favorecer y fomentar el desarrollo del
turismo y las actividades lúdicas en la montaña, garantizando la pervivencia de
sus valores naturales: «El PNAP debe [...] liderar y desarrollar en su territorio
y su entorno un modelo de turismo basado en los principios del desarrollo
sostenible». De hecho, las mismas entidades promotoras ya lo habían justifi-
cado en su día con el objetivo de convertirlo en un espacio destinado al ocio
urbano, «la mejor zona del Pirineo para gozar de la naturaleza y del paisaje».
Paradójicamente, tanto los promotores de la estación de esquí como los
grupos ecologistas coinciden en vincular el futuro de la comarca a la actividad
turística (un turismo con un impacto ambiental distinto, pero orientado fi-
nalmente a satisfacer las necesidades de la población urbana). Esta concepción
de la montaña como un lugar de recreo y contemplación contrasta con las
demandas de las asociaciones locales de ganaderos que reclaman una gestión
del territorio orientada a posibilitar un uso de la misma como espacio pro-
ductivo.
Aunque la creación del PNAP debe interpretarse en términos de este pro-

123
ceso, la centralidad que ha adquirido el turismo en la actividad de las áreas
protegidas se ha hecho evidente hasta este momento especialmente en el
caso del parque nacional. El PNAP ha centrado sus primeros esfuerzos en
consolidarse institucionalmente y en desplegar su presencia en el territorio
(organigrama, equipo técnico, sede administrativa, señalización, actividades
divulgativas, etc.) y no ha llegado a dotarse todavía de los instrumentos de
planificación previstos ni a desarrollar unas inversiones y actuaciones acordes
con las expectativas creadas.
A lo largo de las dos últimas décadas el Parque Nacional de Aigüestortes
i Estany de Sant Maurici, por su parte, se ha convertido en un importante
reclamo turístico a nivel regional. La administración moderna del parque se
orientará fundamentalmente a gestionar la afluencia de visitantes con el doble
objetivo de atender a sus demandas de servicios y de amortiguar su impacto.
La gestión activa de los sistemas naturales no constituye un objetivo de esta
figura de protección (como mucho se desarrollan acciones puntuales de res-
tauración paisajística, seguimiento de fauna, control de plagas o prevención
de incendios). En este contexto, los esfuerzos dedicados a la conservación de
la naturaleza contrastan con el presupuesto y el personal destinados a la admi-
nistración y el uso público.
A partir de los años noventa, el flujo de turistas comenzará a experimentar
un crecimiento espectacular (hasta alcanzar los 364.000 visitantes en 2007)
(Martínez y Riera, 2001). La afluencia masiva hará necesaria una intervención
dirigida a salvaguardar los valores del parque (Comas, 2006). Una de las prin-
cipales estrategias empleadas con este fin ha sido la regulación de los accesos.
El área de uso público promueve también el acondicionamiento y la señaliza-
ción de vías pedestres e itinerarios que contribuyen a limitar los impactos de-
bidos a la frecuentación (Farías, 2001). La oferta se completa con actividades
conducidas por guías, algunas destinadas a segmentos específicos de público,
centros de interpretación, exposiciones y publicaciones.
La aplicación de la política ambiental de la Unión Europea constituye, por
ahora, el último episodio del proceso contemporáneo de patrimonialización
de la naturaleza en el Pallars Sobirà. La noción de patrimonio natural es objeto
de una nueva expansión conceptual: la naturaleza deja de ser considerada sólo
como un patrimonio colectivo de carácter nacional para pasar a formar parte
de una herencia compartida a nivel internacional. Regulada por la Directiva
Hábitats (1992), la red Natura 2000 fue creada para garantizar la conserva-

124
ción de los hábitats naturales representativos de las seis regiones biogeográ-
ficas de la UE y de las especies de fauna y flora amenazados. La Generalitat
aprobó su propuesta de espacios a incluir en la red en el año 2006, después de
verse obligada a corregir la elaborada inicialmente. La relación incluye cinco
espacios del Pallars Sobirà que, sumando 85.869,80 ha, afectan un 62,32%
de la superficie comarcal. Algunas áreas protegidas por la legislación catalana
quedaron al margen de la propuesta europea mientras que todos los espacios
que se integraron en ésta pasaron a formar parte del PEIN. Por este motivo,
la última actualización de este plan, del 2007, presenta la cifra más alta de la
protección ambiental de la comarca: un 69,44% de su territorio (más del 80%
en algunos municipios).

Patrimonio, territorio y mercado

A lo largo del último medio siglo, el territorio del Pallars Sobirà ha sido
objeto de una profunda reconversión que ha afectado tanto los aspectos físicos
como sociales de su paisaje. Las montañas de esta comarca, que en el pasado
habían proporcionado los recursos naturales necesarios para el mantenimien-
to de una economía productiva (mediante aprovechamientos agropecuarios,
forestales e hidroeléctricos, en distintos momentos históricos), son hoy el esce-
nario de un modelo de desarrollo basado en el turismo y los servicios (Beltran
y Vaccaro, 2010). En el marco de este proceso, y en paralelo a la implantación
de estaciones de esquí, el incremento de construcciones destinadas a segunda
residencia, la proliferación de establecimientos turísticos y el surgimiento de
varias iniciativas de puesta en valor del patrimonio cultural, amplias zonas de
la comarca han sido declaradas como espacios naturales protegidos. El interés
contemporáneo por subrayar los valores naturales de su territorio se relacio-
na con una especialización creciente en el mercado del ocio. La naturaleza
patrimonializada es la fórmula contemporánea de la mercantilización de los
recursos naturales (Igoe y Brockington, 2007), un estatuto a través del cual el
medio físico de la comarca adquiere un valor de mercado y deviene un objeto
de consumo, destinado fundamentalmente a la población urbana, en forma
de espacio para el entretenimiento y la contemplación. Su gestión estará cada
vez más controlada por el Estado y se orientará, no sólo por el objetivo pro-
clamado de preservar la biodiversidad y reducir el impacto de las presiones y

125
las amenazas que afectan a los sistemas naturales, sino también a procurar un
paisaje que se corresponda con la imagen cultural de la naturaleza y una capa-
cidad para acoger actividades asociadas al tiempo libre.
Además de la extensión destacada que tienen las áreas protegidas en el Pa-
llars Sobirà, el proceso de patrimonialización de la naturaleza en esta comarca
ha favorecido una proliferación de figuras de protección distintas: el parque
nacional (con un área de protección estricta y una zona periférica), el parque
natural, las reservas naturales parciales y las reservas integrales, los espacios
pertenecientes al PEIN y los incluidos en la red Natura 2000. Sin constituir
propiamente espacios protegidos, las reservas nacionales de caza, debido a su
labor en el ámbito de las políticas de fauna, han tenido asimismo un gran pro-
tagonismo en la gestión ambiental de la comarca. Estas figuras no sólo se rigen
por normas propias en cada caso y están gobernadas por órganos distintos
(con una intervención también variable de los diversos niveles de la adminis-
tración pública así como por otras instancias y entidades), sino que a menudo
delimitan áreas que se solapan, total o parcialmente, dificultando todavía más
la clarificación de competencias y una transparencia en la gestión (Mallarach,
2008; Santamarina, 2008). En el espacio comarcal, este proceso tiene con-
creciones locales específicas, no siempre coherentes entre sí, dando lugar a un
conjunto caracterizado por una gran complejidad y heterogeneidad.
Las políticas ambientales no nacen de la naturaleza de las cosas ni son
tampoco una mera traducción de los procesos experimentados por el medio
ambiente. Las áreas protegidas son, esencialmente, instancias políticas y de
gestión, y reflejan, no sólo las características y/o las problemáticas de un terri-
torio determinado, sino también las dinámicas existentes en cada momento
entre distintos actores y grupos sociales que tienen intereses en el mismo y la
propia relación mantenida por estos actores y grupos con el medio ambiente
y la naturaleza (Brosius, 2006; West y Brockington, 2006). Los parques y
las reservas, al igual que ocurre con los planes de gestión de la fauna salvaje
o los programas de repoblación forestal, deben entenderse como fenómenos
plenamente históricos. El análisis de las razones que explican su expansión, su
distribución y el protagonismo que tienen hoy en esta zona del Pirineo catalán
pasa, por esta misma razón, por tomar en consideración las bases sociales en
las que se asientan.

126
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130
Economía y poder en el Parque Nacional de Écrins
(Francia). Pensando la naturaleza, definiendo el espacio*1

Valeria Siniscalchi
EHESS, Centre Norbert Elias2

Los espacios protegidos son lugares de observación privilegiada al expre-


sar, como lo hacen, distintas lógicas que estructuran el uso del territorio así
como intereses distintos que frecuentemente son fuentes de conflictos. A par-
tir de un estudio sobre los cambios en las acciones y los discursos del Parque
Nacional de Écrins en las últimas décadas, mi interés se centra en desentrañar
algunos de los conflictos (simbólicos y reales) que caracterizan su historia. El
análisis se centra especialmente en los cambios que ha experimentado el con-
cepto de naturaleza y su caracterización como patrimonio. Las alteraciones en
las nociones utilizadas por el Parque corresponden a cambios de postura y de
orientación que a su vez revelan transformaciones profundas en los intereses
políticos y económicos de la institución. Mi perspectiva sobre el Parque se
centra en su rol como uno de los actores políticos activos en la escena local
y supra-local, más que como una institución representativa del Estado que
utiliza sus privilegios para el bien común. Este artículo examina las políticas
y retóricas que han hecho de esta institución uno de los actores en el proceso
de construcción del espacio. El análisis que se presenta es parte de un trabajo
etnográfico más amplio que se interesa por la producción y la definición de
lugares y por los intereses de la gestión del territorio en el departamento de
Hautes-Alpes (France), entre 2000 y 20043. Mi enfoque considera los discur-
sos del Parque en el tema del territorio como teniendo un valor performativo.
Las acciones lingüísticas no son simplemente «maneras de decir»: más bien

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: «Patrimoniali-


zación y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimonio local (CSO2011-29413)»,
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y el Programa Feder.

131
se relacionan con «modos de hacer» la realidad social, formas de confrontarse
con el otro o de negociar y producir significado (De Certeau, 1990; Herzfeld,
1997). El análisis que propongo sobre los documentos oficiales del Parque, sus
políticas y la visión de sus agentes, no se reduce simplemente a un análisis se-
mántico. Los discursos se desarrollan paralelamente a distintas prácticas como
la retórica: tienen al mismo tiempo una dimensión expresiva y performativa.

Naturaleza vs. economía

El 27 de marzo de 1923, el decreto 73-378 instituyó la creación del Parque


Nacional de Écrins como el quinto de los nueve parques nacionales franceses,
sobre un territorio que había experimentado distintas formas de protección
de la naturaleza desde principios del siglo xx. El Parque Bérarde, creado en
1913 en la zona alta del Valle Vénéon, se convirtió sucesivamente en el Parque
Nacional Oisans, y luego, en 1924, en el Parque Nacional Pelvoux. Los orí-
genes del Parque Bérarde se remontan a la compra por parte del Estado de las
pasturas locales en la comuna de Saint Christophe in Oisans. El propósito de la
adquisición no era reforestar, como era habitual en la época para combatir el
daño causado por el exceso de pasturas (erosión, inundaciones, etc.). La idea
decisiva de esta intervención estatal era la creación de un parque para poner es-
tos espacios más allá del alcance de la acción humana –incluyendo los guardas
forestales– permitiendo que la naturaleza alcance el trabajo de reforestación
por sí misma. Una vez creado el Parque, el territorio protegido se expandió
gradualmente: de Vénéon a Vallouise y hasta Valgaudemar. Finalmente, el
Parque Bérarde se convirtió en el Parque Nacional Pelvoux.
Estos parques fueron creados en un momento específico de la historia de
la relación con las zonas de montaña, así como de la historia de las formas de
protección del espacio. Según la reconstrucción histórica de Zuanon (1995:
20), el problema de la degradación de los terrenos de montaña, el desarrollo
del montañismo y, sobre todo, el sentimiento proto-ecologista guiado por
«consideraciones de orden estético», están en la base de las tres corrientes de
pensamiento por momentos convergentes que reforzarán la idea de la protec-
ción de la montaña. Los temas que asocian las sociedades de montañismo y
los forestales, son, hasta cierto punto, aquellos que tratan con la apropiación
material y simbólica de los espacios de montaña y la mediación «civilizadora»

132
entre sus habitantes (1995: 36). Detrás de los proyectos del Parque se alza la
figura de Alphonse Mathey, un alto funcionario en el departamento de Aguas
y Bosques (Eaux et Forêts) que mantenía una perspectiva no intervencionista
opuesta a gran número de compañeros forestales (Zuanon, 1995: 69-78). Su
proyecto maduró en el contexto de una Naturaleza dañada por el hombre y
necesitada de protección, pero que al mismo tiempo era capaz de restablecer
su equilibrio interno por sí misma. La lectura de Zuanon de las fuentes histó-
ricas muestra que la compra de tierras por parte del Estado que formarían el
núcleo inicial del parque tuvo lugar sin mayores problemas, ya que constituían
una fuente de ingresos para las comunas. Al mismo tiempo, estos elementos
históricos arrojan luz sobre las diferencias que preceden a la constitución de
un «verdadero» Parque Nacional, y los subsecuentes choques con la institu-
ción después de su creación.
Solo dos años después de la aprobación de la ley que creó los Parques
Nacionales en 1962, el Parque perdió su carácter de Parque Nacional para
convertirse en Parque Estatal, «dominio privado del Estado sujeto al régimen
de silvicultura» (Avocat, 1977: 2-4). Sin embargo, las deliberaciones sobre la
posibilidad de crear un «verdadero» parque nacional en el Macizo Pelvoux se
aceleraron siguiendo la aprobación de la ley de 1960.
Un buen número de diputados de los dos departamentos en los que se
extiende el Parque de Écrins en la actualidad –Hautes-Alpes e Isère– se opu-
sieron a este proyecto. Es fácil entender las razones detrás de esta resistencia:
«Los fuertes conflictos que tuvieron lugar, y siguen ocurriendo aún en la ac-
tualidad, son consecuencia de las diferencias entre el Estado y los contextos
locales. Ya ha habido un trauma con la RTM (Restauración de los Terrenos de
Montaña) al final del siglo xix: el Estado se hizo cargo de pueblos enteros con
el objetivo de establecer límites para la reforestación. Esto sirve como ejemplo
de una política dura impuesta por el Estado. Se trata de un periodo en el que
el Estado tenía la necesidad de dominar, y lo hizo gracias a acciones duras
que traumatizaron a la gente (…) La llegada del Parque fue una experiencia
negativa. Entre 1965 y 1970, la comunicación con la población local fue muy
pobre; se le dijo a la gente que ya no podían volver a hacer nada nunca más»
(H. H. Jefe de Sección).
Tanto el Parque Bérarde como el Parque Pelvoux fueron creados en terre-
nos que hasta ese momento no tenían valor económico, por lo que la memoria
de las adquisiciones por parte del Estado dejó probablemente un rastro. Ade-

133
más, las perspectivas económicas de 1960 eran muy distintas a las que existían
a principios del siglo xx. Los deportes de aventura comenzaron a desarrollarse
y los Alpes eran percibidos como un terreno particularmente favorable para
este tipo de actividad. Desde la perspectiva de la mayor parte de las comunas,
el Parque supondría la exclusión de varias zonas del desarrollo económico
representado en ese entonces por la instalación de estaciones de esquí. Esta
posición de reforzó especialmente después de la creación del Parque. Por otro
lado, y desde la perspectiva de los iniciadores del proyecto, estos mismos argu-
mentos justificaban la creación del Parque Nacional. Estos discursos destaca-
ban la riqueza de la flora y la fauna, la idea de preservar el equilibrio natural así
como el paisaje; derivaban del espíritu que había estado en la base del Parque
Bérarde y, posteriormente, del Parque Pelvoux. Ambos parques se encontra-
ban relacionados por los criterios que permitían a un territorio ser clasificado
como «Parque Natural», según la Ley 60-708 de 22 de Julio de 1960:

El territorio de toda una comuna, o de parte de una o varias, puede ser cla-
sificado como «Parque Nacional» por un decreto del Consejo Estatal cuando la
preservación de la fauna y la flora en la superficie y subterránea, la atmósfera, el
agua y en general el medio natural, presentan un interés especial, y es importante
preservar este medio de los efectos de la degradación natural y acabar con todas
las intervenciones artificiales que potencialmente puedan alterar su aspecto, com-
posición y evolución (ley 60-708, 22 de julio 1960, artículo 1).

Después de una década de negociaciones, el proyecto final se vio seria-


mente modificado. El Parque concebido en un principio habría consistido
en tres zonas: una «zona central» de alta montaña, una «zona semi-periférica»
que incluyera las zonas de «laderas bajas» de los valles divergentes y una «zona
periférica», «que contenga todos los grandes valles que forman un cinturón
alrededor del macizo y que tradicionalmente han garantizado el paso y las va-
caciones turísticas» (Avocat 1977: 5). El proyecto final previó un territorio del
«Parque» que era mucho más extenso que el de los parques precedentes pero
consistiendo en solo dos zonas: una zona central a la que se le aplicaría el grado
de protección, y una zona periférica. La «zona central», compuesta por partes
del territorio de 23 comunas, tenía una superficie de alrededor de 92,000
hectáreas. La «zona periférica» estaba formada por el resto de territorio de
esas comunas, sumado al de una serie de comunas adyacentes, representando

134
180,000 hectáreas. Además, la «zona central» era más pequeña de lo previsto
en el proyecto inicial para permitir que cada comuna preservase una parte de
su territorio para la caza.

Los límites no son siempre los que estrictamente deberían ser, de acuerdo con
el plan de protección de la riqueza natural; se debe reconocer particularmente que
hay un componente de artificio en la misma demarcación del Parque y su zona
periférica, pero ¿cómo podría ser de otra manera? Hay muchos intereses en juego
para que los requisitos científicos sean totalmente satisfechos», escribe Charles
Avocat –geógrafo y miembro del Comité Científico del Parque– tres años después
de su creación (Avocat, 1977: 11-12).

Si bien el decreto que creó el Parque Nacional fijaba el perímetro de su


zona central, que se mantendría inalterada, los conflictos en las definición de
sus límites continuaron a lo largo de los años de existencia del Parque Na-
cional de Écrins: estuvo presente desde un principio y se mantuvo a lo largo
del tiempo, aunque expresada de formas diferentes, continuó siendo un tema
importante para las políticas actuales del Parque, incluso en los cambios legis-
lativos recientes4.
Entre los actores que jugaron un rol en la definición inicial del períme-
tro del Parque, las sociedades de caza ocuparon un lugar importante. Joseph
Szarcka, entre otros, destaca en su análisis de las políticas medioambientales
francesas la existencia de un lobby de cazadores muy poderoso que es capaz
de bloquear actualmente la legislación europea en relación a la conservación
y protección de la naturaleza (2002: 135-138). A pesar de las negociaciones e
intentos de tener en cuenta las demandas de diferentes grupos de poder en los
territorios del Parque, especialmente en los primeros años, las relaciones del
Parque con los cazadores y las comunas en relación a la regulación de la caza
continua siendo tensa y productora de permanentes conflictos. De manera
más general, los discursos de la institución y de aquellos actores locales en este
periodo parecen ser radicalmente opuestos:

El primer director del Parque era muy «natural». Estaba, por decir algo, en
contra de los habitantes y, según él, la zona periférica no existía. Era un ecologista
militante. Esta en contra de los cazadores que eran poderos y estaban práctica-
mente en guerra con él (B. B. Director de Proyectos).

135
En ese entonces, la mayor preocupación del Parque era la de preservar es-
pacios, observándolos desde un punto de vista científico y ayudando a los visi-
tantes a descubrir la montaña y respetar el registro de la presencia humana. En
la práctica, las acciones del personal parecían estar principalmente orientadas
hacia la preservación de la «naturaleza» que consistía en la flora, la fauna, los
suelos y aguas, y hacia la protección ante las acciones destructivas del hombre
en el corazón de un espacio que durante los años 70 se tendió a considerar
como un «santuario». O, por lo menos, así fue definido por algunas personas
a cargo del parque, cuando analizan este periodo de forma retrospectiva. Esta
posición era similar a la que caracterizó la creación del Parque Bérarde 60
años antes. El interés por «preservar» parece oponer el Parque al desarrollo del
turismo en el departamento y comunas de la zona central, incluso de manera
más pronunciada que en los años precedentes a su creación. Por otro lado, en
la zona periférica –Champsaur, Briançonnais y Embrunais–, las estaciones de
esquí se continuaron desarrollando.
Las tensiones entre la preservación de la naturaleza y el desarrollo econó-
mico parecen ser recurrentes igualmente en otros Parques Nacionales (Szarka,
2002: 127); incluso teniendo en cuenta que una lectura exclusivamente en
estos términos de los conflictos entre la institución y el contexto local sería
reduccionista.
Tampoco es necesario que estas posturas contradictorias nos lleven a una
visión dicotomizada de la realidad observada. No considero el Parque como
una institución que trabaja uniendo intereses específicos en el nombre de la
protección del medio y oponiendo o confrontando a las ‘poblaciones locales»,
siendo las últimas «imaginadas» (Anderson, 1991) en tanto un todo com-
pacto, constituidas por intereses homogéneos y claramente distintos a los del
Parque. Como ya tuve ocasión de señalar (Siniscalchi, 2007), los gestores del
parque constituyen difícilmente un grupo homogéneo, separado del contexto
local. Esta visión simplificada, que campa a sus anchas en el discurso cotidiano
así como en alguna de la literatura científica del Parque, crea y esencializa en-
tidades que no se corresponden con la complejidad de los contextos reales en
los que los actores –tanto los agentes del parque como diputados o habitantes
de las comunas– asumen múltiples posiciones y roles. Más aún, el discurso
oficial del Parque, las políticas y acciones de sus agentes así como los intereses
de cada uno de ellos, son cambiantes a lo largo del tiempo.

136
La ventaja del «patrimonio» para la economía

Desde 1960 y hasta la actualidad, han tenido lugar cambios importantes


en las formas de protección de la naturaleza. En primer lugar, es necesario
tener en cuenta el desplazamiento de la idea de «naturaleza a ser preservada» a
la noción de patrimonio primero «natural» y luego «cultural» que acompañó
este proceso. Paralelamente, esta transformación revela algunas alteraciones
radicales que han tenido lugar en la relación entre el Parque como institución
y el contexto local. El nuevo director elegido a principios de los años 90, era
originario del Parque de Cévennes, el único Parque Nacional, junto el con
Parque Port-Cros, cuya zona central está habitada. Bajo su dirección, en el
espacio de diez años, tuvieron lugar transformaciones significativas. En pri-
mer lugar, estaban relacionadas con la política y el discurso del Parque. Pero
también se relacionaban con las acciones en la zona periférica, hasta entonces
considerada una zona de compensación en la que el Parque no tenía presencia
de hecho, más allá de algunos fondos heterogéneos. Para empezar, la noción
de «patrimonio» se convirtió en una herramienta conceptual que permitía
la intervención del Parque en la totalidad del territorio, incluyendo la zona
periférica.
La historia del concepto de «patrimonio» (patrimoine) es compleja y ha
sido abordada por una abundante cantidad de autores. El aspecto más im-
portante a destacar aquí se relaciona con el hecho de que el significado de la
palabra «patrimonio» se extendió en los últimos tiempos y que este fenómenos
semántico fue acompañado por una diversificación de las prácticas de protec-
ción y conservación. El patrimonio se convirtió así en un objeto de políticas
e intervención, así como en un objeto de investigación. El patrimonio existe
cuando un poder político lo convierte en legítimo. En este contexto, no con-
sidero el patrimonio como una cosa dada ni como un instrumento de análisis,
sino por el contrario, como un objeto a deconstruir, una noción utilizada
y apropiada por diferentes autores, con significados y usos continuamente
cambiantes.
Según Lefeuvre (1990: 29), el término «patrimonio natural» apareció en
Francia en un documento oficial por primera vez en la institución de los Par-
ques Naturales Regionales. Podemos leer en el documento: «un territorio pue-
de ser clasificado en esta categoría por la cualidad de su patrimonio natural y
cultural» (ibíd.). Por otro lado, Desvallées (1998), en su análisis del concepto

137
«patrimonio» y su uso en la tradición institucional francesa, sostiene que des-
de finales de 1960, el uso de este concepto es más bien un renacimiento: tan
pronto como en 1956 el término fue usado en un artículo en el que se plan-
teaba el «patrimonio cultural, arqueológico, histórico, artístico y natural de
Francia»5. Para Audrerie, fue en 1971 cuando, «con la designación de Robert
Poujade como ministro a cargo de la Protección de la Naturaleza y el Medio»,
la noción de patrimonio se extendió a la totalidad del medio ambiente en
Francia. La creación de departamentos ministeriales de Medio Ambiente a
principios de los años 70 «es un síntoma del reconocimiento del medio como
un problema político y social» (Kalaora, 1997: 185). Pero, siguiendo a Le-
feuvre, en 1980 (aunque fue declarado «año del patrimonio»), «el Estado y las
administraciones centrales (...), aún lo consideraban exclusivamente bajo sus
aspectos arquitectónicos y culturales y esto a pesar de las distintas interven-
ciones de las asociaciones de protección de la naturaleza» (1990: 47). Si nos
referimos a las intervenciones institucionales en este ámbito, el Ministerio de
Medio Ambiente parece sobre todo haber tenido en cuenta «la naturaleza ideal
más que la naturaleza ordinaria» (Kalaora, 1997: 185), para poder distinguir
las acciones del Ministerio de las del Ministerio de Agricultura.
En el ámbito internacional, la UNESCO adoptó en 1972 la «Convención
para la protección del patrimonio mundial cultural y natural (Chastel, 1997:
1563). Para Lefeuvre, esto indica que «la separación entre hombre y naturale-
za, entre ciencias naturales y ciencias humanas se irá desvaneciendo durante la
década de 1970-1980» (1990: 40).
El ya legitimado «patrimonio cultural» permite a la noción de patrimonio
extenderse a la Naturaleza y el Medio. En paralelo, la protección del medio
ecológico invita a la consideración de un control y gestión diarios de lo que es
considerado patrimonio, al reconocerlo como una entidad viva y en perma-
nente evolución (Audrerie, 1997: 88).
En la ley de Protección de la Naturaleza de 1975, el término de «patri-
monio natural» ya no aparece en relación con el de «patrimonio cultural», y
cada vez más se lo considerará independientemente de la dimensión cultural.
«La totalidad de la legislatura francesa (...) necesitará tiempo para distanciarse
de una concepción demasiado naturalista de la protección de la naturaleza»
(1990: 37), que se esconde por detrás de esta separación entre el hombre y la
naturaleza.
En los textos o documentos del Parque Nacional de Écrins, el término

138
«patrimonio» aparece más bien con retraso, y cuando lo hace es primero en-
tendido como «patrimonio natural». Por ejemplo, en el Programa de Gestión
para los años 1991-19956 el «patrimonio natural» y el paisaje, habiendo dege-
nerado en patrimonio floral, faunístico y geológico, ocupaba el primer capítu-
lo del volumen. Solo tres páginas hacia el final del texto, estaban dedicadas al
patrimonio cultural. En la segunda edición del Echo des Écrins, de noviembre
de 1995, dos artículos pueden encontrarse relacionados con el término «pa-
trimonio»: «Cómo gestionar un espacio natural juntos», y «Construcciones
rurales: huellas y lugares de vida». En el primero, el término patrimonio es
usado en el sentido de patrimonio natural, mientras que en el segundo se hace
referencia al patrimonio construido. Al final del mismo número, un pequeño
artículo que concierne a las operaciones de mejora arquitectónica se refiere
al tema de los «talentos tradicionales». En el número 4 de enero de 1997 el
mismo Echo des Écrins dedica su artículo principal al «patrimonio natural».
Cuando la economía es considerada en los discursos y prácticas del Parque, el
tema del desarrollo económico asume el aspecto de la protección del patrimo-
nio natural. Pero el lazo entre «patrimonio natural» y desarrollo económico
no parecen aún iniciar un diálogo entre el Parque y las comunas. Tampoco
parece la noción de patrimonio modificar radicalmente la idea que yace en la
base de la creación del Parque Nacional, de una Naturaleza cualificada como
excepcional y en necesidad de ser protegida:

La existencia de un espacio natural tan excepcional como el de Écrins es


una ventaja para la economía de sus valles. La creación de un Parque Nacional
señala su reconocimiento por parte del Estado. Así, este patrimonio preservado
asume un valor adicional…particularmente beneficioso para la actividad turística
(L’Echo des Écrins, enero-marzo 1998: 4).

Sin embargo, la nueva visión patrimonial permite al Parque presentarse


como uno de los actores del desarrollo y explícitamente reintroduce la dimen-
sión económica como uno de sus intereses.
Algunos cambios ocurren cuando el acento se pone en los paisajes, y con
ellos el Parque comienza a considerar los distintos tipos de conocimiento sa-
ber-hacer. Este proceso es detectable en algunas de las acciones que el Parque
acompaña o impulsa en las zonas periféricas, como las relacionadas con el
conocimiento de las tierras agrícolas con bosquecillos (bocage). Por ejemplo,

139
las tierras de labranza con bosquecillos de Champsaur son uno de los paisajes
presentados en el artículo principal del Echo des Écrins número 3 (marzo de
1996), Espacios de hombres: «El mantenimiento de unas tierras de labranza con
bosquecillos equilibradas consigue cumplir diversos objetivos complementa-
rios en relación a la agricultura, la naturaleza (…) y el turismo», sostiene el
artículo. En este texto, el término «patrimonio» no aparece. Un segundo artí-
culo sobre las tierras de labranza con bosquecillos del valle de Champsaur fue
publicado en 1999 (L’Echo des Écrins, n° 10). En este caso, las palabras habían
cambiado: «Las tierras de labranza con bosquecillos son un patrimonio que
merece ser preservado. Y para mantener este paisaje, que no podría ser más
‘cultural’, es necesario restaurar su valor económico» . Las tierras de labranza
con bosquecillos no constituyen simplemente un paisaje, sino que como tal
constituyen un elemento de «patrimonio cultural». La creciente visión patri-
monial del espacio permite que aspectos naturales y humanos sean considera-
dos de manera simultanea.
El cambio es más visible en un video que trata sobre este mismo tema en
el marco de uno de los proyectos financiados por el programa europeo, Leader
II. El vídeo, «Detrás del seto», fue producido por el Parque en diciembre de
2001. Después de ilustrar las técnicas utilizadas y los conocimientos necesa-
rios para el mantenimiento de los contornos de los setos y la construcción del
paisaje, y la función de las tierras de bosquecillos en la economía agraria así
como su valor patrimonial, un representante del Parque concluye con estas
palabras:

Nuestro rol es preservar un patrimonio para las generaciones futuras (...) en


el pasado uno pasaba sus propiedades, pero actualmente lo que hereda a sus des-
cendientes es un conjunto de valores que se muestran en el paisaje. ¿Qué es uno
capaz de dejarle a sus herederos? (H. H. Jefe de Departamento).

Después de la proyección de esta película, durante el pre-estreno de una


exhibición sobre tierras de labranza con bosquecillos, este mismo agente me
explicó:

Creo que finalmente la protección cultural y natural van juntas. Por ejemplo,
con las tierras de labranza con bosquecillos, lo que debe ser preservado es el pai-
saje, pero sobre todo el saber-hacer (H.H. Jefe de Departamento).

140
En el mismo tono, en el otoño de 2000, el artículo central del Écho des
Ecrins 14, está dedicado al conocimiento sobre el patrimonio construido y el
paisaje:
Los espacios naturales protegido han dejado de ignorar la historia cultural
de su territorio. El hábitat, el paisaje, el conocimiento y las técnicas tradicionales
constituyen un patrimonio indispensable para el mantenimiento diario de esos
patrimonios.

Estos ejemplos son signos de cambios más amplios que están teniendo
lugar en el Parque Nacional de Écrins. El Parque y su personal están cada vez
más atentos a las técnicas y los saberes y prácticas que han moldeado el paisaje
y, de forma más general, el territorio. Estas técnicas y saberes toman a partir de
este momento el rol de «valores». El medio natural no es ya simplemente un
conjunto formado por la flora, la fauna, los suelos y las aguas del que la acción
del hombre es excluida. La «Naturaleza» es transformada por la acción del
hombre, y es la «cultura» la que se convierte en un garante de continuidad.

El Ministerio de Medio Ambiente nos confió el Parque Natural, su protec-


ción y gestión, lo que significa mantener el medio y su hábitat; estos conceptos
también significan usos y prácticas y, consecuentemente, el patrimonio cultural
debe ser también gestionado (F. F. Jefe de Departamento).

Para entender estos cambios, estos deben ser situados en el contexto más
amplio en el que el Parque encaja, y por lo tanto referirnos a las políticas de los
ministerios de las que ha surgido o mantiene relación. Entre 1979 y 1988, una
variedad de intercambios entre la Dirección de Patrimonio y los Parque Na-
turales (regionales y nacionales) contribuyó a estimular interés en los saberes y
prácticas de los habitantes de espacios protegidos. Hacia mediados de 1990, se
volvió a hablar de patrimonio cultural en los Parques Nacionales7.

La preservación del patrimonio natural (...) no puede satisfacerse con un


simple y puro «congelamiento» del espacio, ya que la actividad humana ha ge-
neralmente contribuido a delinear los valores que valoramos a día de hoy (...) El
enfoque de los Parques Nacionales es esencialmente patrimonial. Por lo tanto,
integra las dimensiones de la cultura y la identidad de los territorios8.

141
Si, por lo tanto, una parte de estas transformaciones está ligada a los cam-
bios de perspectiva en el nivel político, el proceso en curso en el Parque Na-
cional de Écrins presenta características específicas y uno tiene la impresión de
que de alguna forma este Parque anticipó los cambios legislativos en el nivel
nacional, que no ocurrirían hasta después de 2006.
Durante el verano de 1996, fue preparada y firmada por los representantes
del Parque Nacional de Écrins y por los representantes de las comunas del Par-
que una «Carta del medio ambiente y el desarrollo sostenible»9, es decir, «un
documento marco de asociación». En los documentos oficiales del Parque, así
como en el discurso del personal, el apoyo a este documento se presenta como
un gesto simbólico muy importante y el signo de un cambio radical en los
intercambios entre la institución y el contexto local. La noción de patrimo-
nio, y sus características duales natural y cultural, aparece como el tema más
importante de la carta:

El desarrollo sostenible en este territorio responde a estas características:


mantener y desarrollar la presencia de las actividades humanas que dependen de
los recursos patrimoniales, culturales y naturales mientras los preservan al mismo
tiempo (1996: 1).

El aliento a la promoción del patrimonio es dictado por la posibilidad


de utilizarlo para objetivos turísticos, pero, al mismo tiempo, resulta cada
vez más como un elemento capaz de configurar el territorio y, por lo tanto,
construir identidad. El Parque, como gestor de una parte de ese espacio, se
presenta como la institución capaz de decretar el valor patrimonial, así como
proveer una imagen unificadora del territorio a la vez que incluye la voces de
los diferentes valles:

El territorio del Parque Nacional de Écrins presenta una riqueza y diversidad


de sitios naturales y culturales que pide por una delimitación de la especificidad
de este espacio. De hecho, esta imagen de marca constituye en «valor añadido» en
términos de marketing (...). La exhibición de esta identidad perteneciendo a un
todo idéntico, reconocida a un nivel europeo, dará a los visitantes una imagen, un
signo de reconocimiento (1996: 4).

La Carta es así concebida como un marco teórico, en el que varios con-

142
tratos de asociación son elaborados entre el parque y las comunas o conjuntos
de comunas que forman parte del mismo «sector». La mayoría de los con-
tratos fueron firmados entre 1999 y 2000, cuando yo comenzaba mi trabajo
de investigación en Hautes-Alpes. Uno de los principios destacados de esos
contratos es habitualmente «promover el patrimonio cultural (...) (y) transmi-
tir la identidad del territorio y los saberes y prácticas locales». «El patrimonio
natural y cultural se presenta como “denso y diversificado” y conservar la ri-
queza natural y cultural de los sitios se considera indispensable para preservar
los valores del territorio»10. El Parque y los grupos locales, como socios, se
comprometen a «conservar el medio, su diversidad y las prácticas humanas
relacionadas» y «destacar los sitios con un fuerte valor patrimonial, vectores
de transmisión de la cultura local», porque «los patrimonios culturales y las
particularidades locales también tienen un valor económico importante»11.
A partir de aquí, la «cultura local» junto a las prácticas humanas consti-
tuyen ambientes, y la riqueza natural se convierte en parte inextricable de la
riqueza cultural.
Además, los elementos sugeridos como patrimonio que dan valor al te-
rritorio, también tienen valor económico. La calificación patrimonial del te-
rritorio crea así un ámbito de juego aparentemente neutral y consensual. Lo
que aparece como un acuerdo es en realidad solo un consenso temporal, que
oculta los conflictos de poder que son, por el contrario, permanentes. Detrás
de una apariencia «contractual» y asociativa en relación al patrimonio, apare-
cen una variedad de intereses y estrategias.

La carta es un medio para facilitar la aceptación del Parque por parte de las
comunas. La acción colectiva y la asociación permiten su aceptación, es un tipo
de efecto inducido. La población local no acepta el Parque y la protección dura
no puede ser el único medio (T. T. Jefe de Departamento).
Hemos hecho lo mejor que pudimos para incluir la dimensión del patrimo-
nio cultural porque permite la asociación, que es un medio de mantener el pa-
trimonio natural y cultural (...) [pero] mucha gente dice que no es nuestro papel
trabajar con el patrimonio cultural (L. L. Gestor de Proyectos).

Lo que está en juego no es la gestión de un espacio geográfico a nivel


administrativo, un espacio en el que a partir de ahora las habilidades están
claramente establecidas, sino su gestión en un nivel simbólico (¿quién tiene el

143
derecho de ‘hablar del’ territorio y definir su imagen?) así como su gestión en
términos económicos (no solo la gestión de sus recursos sino también la de-
finición de sus recursos). La noción de patrimonio es así transformada en un
instrumento para todos, gracias a esas negociaciones. Los representantes de las
comunas, así como algunos diputados, parecen integrarlo en sus prácticas:

Cuando entienden que el patrimonio puede dar lugar a riqueza y puede


promover el turismo de masas, las comunas y el Consejo General empiezan a
interesarse por el patrimonio. Han hecho lo mismo con las estaciones de esquí y
ahora adoptan la misma estrategia, el mismo comportamiento con el patrimonio.
Para el Parque el patrimonio es un pretexto, un tema unificante para lograr que la
gente trabaje junta (L. L. Gestor de Proyectos).

La noción de «patrimonio cultural», que de alguna forma permite que el


medio y la naturaleza entren en el espacio patrimonial, reaparece en un con-
texto en el que durante mucho tiempo la naturaleza y el medio han parecido
estar desvinculados de la dimensión cultural. ¿La dimensión cultural nos per-
mite continuar pensando en la naturaleza o más bien cambia nuestro interés
y, consecuentemente, nuestras apuestas?
De hecho, el proceso puesto en marcha es más complejo de lo que parece.
No se trata simplemente de una cuestión de cambio a nivel de los discursos y
las prácticas: a través de la «patrimonialización» de los objetos, conocimientos
y saber-hacer locales, el Parque y sus agentes se suman al proceso de configura-
ción del territorio, creando «comunidades imaginadas» (Anderson, 1991) –los
valles de los «territorios de Écrins»– dentro de un espacio «natural» protegido,
y por lo tanto construyen y negocian su legitimidad de actuar en ese espacio.

Límites cambiantes

Las cuestiones relativas a la «localidad» y a la construcción/definición de


lugares, son temas que agitan el debate antropológico en Europa y los Estados
Unidos. El significado dado aquí a la noción de localidad se refiere, entre
otras, a los trabajos de Appadurai (1996), Gupta y Gerfuson (1997, 2001) y
Low and Lawrance-Zuniga (2003). La «localidad» no es una cosa dada. Por el
contrario, la localidad y la pertenencia tienen una naturaleza relacional y con-

144
textual: son continuamente remodeladas y afirmadas a través de performances
que escenifican el «lugar» y la «comunidad» (Abram et al., 1997: 3-4). Los
individuos tienen una necesidad constante de definir y afirmar la «localidad»
y su relación con ella, percibida como frágil y amenazada. La producción de
localidad (Appadurai, 1996: 178) tiene así un impacto material en los espacios
que son transformados en lugares, y, al mismo tiempo, contribuye a la cons-
trucción de sujetos locales y estructuras de sentimientos de pertenencia. Los
dos aspectos de lo que Appadurai define como «tecnología general de localiza-
ción» como una propiedad de la vida social son aún debatidos. La transforma-
ción del espacio en lugar está siempre ligada a las configuraciones de poder: el
proceso de «localización» es así un proceso político (Gupta y Ferguson 2001:
8) y un interés en la dinámica social12.
En este sentido, los espacios protegidos pueden, en algunos respectos, ser
considerados como «espacios contestados». En el marco de la antropología de
la localidad, Low y Lawrence-Zuniga definen esto último como «las localiza-
ciones geográficas en donde los conflictos con forma de oposición, confron-
tación, subversión, y/o resistencia enfrentan actores cuyas posiciones sociales
están definidas por un control diferencial de los recursos y el acceso al poder»
(Low y Lawrence-Zuniga, 2003: 18)13. El poder de estos lugares está en rela-
ción a su capacidad de funcionar como símbolos de comunicación a través de
la contracción de significados (2003: 19). Esta estratificación de significado
es particularmente visible en el Parque Nacional de Écrins y es posible leer
los procesos en marcha en el territorio como procesos de producción de la
localidad.
Los mapas elaborados por el Parque son tanto herramientas como produc-
tos de esas dinámicas. Ya he analizado los intentos de construir una identidad
común alrededor del Parque a través de las nociones geográficas de «maci-
zo» y el nombre Écrins. Antes de la creación del Parque, Écrins simplemente
designaba el paso de Écrins y la cadena montañosa Écrins –dos elementos
que marcan las fronteras físicas entre los dos departamentos de Isère y el de
Hautes-Alpes. El término macizo se convirtió así en sinónimo del Parque (de
Écrins) del que toma prestado su nombre y se convierte en el macizo de Écrins
(Siniscalchi, 2007).
En los documentos producidos entre el principio de 1990 y 1995, el te-
rritorio del Parque está representado por mapas en los que la zona central está
coloreada en gris y los límites con la zona periférica claramente indicados.

145
Por otro lado, el perímetro de la zona periférica está demarcado por una línea
que no se distingue claramente del espacio exterior. En relación a los límites
de la zona periférica, se vuelven cada vez más visibles en los documentos de
finales de 1990. Durante estos años se diseñó y realizó el proyecto Leader II
que asociaba a las comunas fuera del Parque, en sus bordes: el objetivo admi-
tido era mantener la coherencia de las acciones encaradas. En este momento,
el territorio del Parque comenzó a ser representado como un espacio amplio
en el que los límites entre la zona periférica y la central tendían a desaparecer.
Las unidades relevantes –comúnmente en colores– son más bien valles, que
forman la estructural del macizo de Écrins. Alrededor de estas líneas en evolu-
ción se desarrolla la legitimidad de las acciones del Parque y su personal, en un
espacio más amplio de aquel que queda afectado por el decreto de protección.
Finalmente, el documento que presenta el proyecto Leader+14 define el Parque
a través de un mapa en el que los límites entre las dos zonas son invisibles,
como aquellos entre las comunas del Parque y el resto que son simplemente
comunas asociadas con el proyecto. Los hechos a los que refiere el mapa no
son entidades estables e inmóviles. Por el contrario, son herramientas flexibles,
utilizadas en juegos de poder que he intentado reconstruir y analizar aquí.
Desde el punto de vista del Parque, se presta especial atención al patrimo-
nio, y más precisamente, al patrimonio cultural, igualmente visible en esos
proyectos y que permiten al Parque estar representado no como la institu-
ción protegiendo la naturaleza (aunque este rol se aplica continuamente), sino
como un «socio» en el desarrollo del contexto local. En 2001, se nombró a un
nuevo director. Se trató del anterior director del Parque Regional Natural del
macizo de Bauges. Él sostiene: «Los Parques Regionales Naturales fueron los
primeros en incluir la perspectiva naturalista junto a un enfoque en la cultura.
El enlace es el hombre», destacando así la continuidad entre su trabajo ante-
rior y el actual.
La atención en el patrimonio –a partir de ahora indicado cada vez más en
plural en los documentos administrativos, «patrimonios»– se convierte así en
una herramienta para la gestión económica de los recursos y un arma de legi-
timación política. Es a la vez uno de los instrumentos y uno de los resultados
de un proceso más amplio de producción de la localidad.
Lo que parece ser una oposición en términos de intereses (Naturaleza ver-
sus Economía) o una convergencia (Patrimonio para la Economía) son formas
de expresar o enmascarar las luchas y juegos de poder. A través de la naturaleza

146
y el medio, transformados en objetos patrimoniales y ahora bienes culturales,
los actores sociales pueden construir y manipular diferentes niveles de identi-
dad y pelear por la gestión de los recursos y la definición de las acciones eco-
nómicamente eficientes. Así, construyen y reconstruyen el espacio local.

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Notas

1
Este artículo ha sido ya publicado en la revista Techniques et Culture (n. 50,
2008/1), MSH, París.

148
2
Traducido del inglés por Camila del Mármol.
3
Otros aspectos del proceso analizado en este artículo pueden encontrarse (Sinis-
calchi 2002b, 2007). Me gustaría agradecer especialmente al director y al personal del
Parque por ofrecerme su tiempo y su incalculable ayuda a lo largo de mi trabajo. Parte
de esta investigación ha sido posible gracias a una beca de la Fyssen Foundation (post
doctoral scholarship, 2002-2003).
4
La ley 2006-436 del 14 de abril de 2006 y su decreto de aplicación articularon
el problema de los límites de un parque nacional en términos diferentes, a través de la
idea de «zona ideal adjunta», «definida como la totalidad o parte del territorio de las
comunas, pensada como parte del Parque Nacional debido a su continuidad geográfi-
ca o su solidaridad ecológica con el centro, decidida a adherirse al acta constitutiva del
Parque Nacional y trabajar de manera voluntaria para su protección» (Artículo 1).
5
R. Brichet, funcionario que trabaja en la sección «Monuments et des Sites».
6
Programme d’aménagement 1991-1995, 1990, Gap, Parc National des Écrins.
7
En 1994 el reporte del Ministerio: «Une politique pour le patrimoine culturel
rural”, conocido como el Informe Chiva, participó en la definición y construcción de
la noción de «patrimonio rural cultural», al destacar la necesidad de cambiar de una
forma restrictiva de protección a nuevas modalidades de gestión de territorios: «Uno
debe equiparse con herramientas para poder integrar mejor el patrimonio cultural en
las políticas globales de planificación del territorio» (1994: 99). Este informe presta
particular atención a la dimensión económica de la gestión del patrimonio.
8
Les Parcs Nationaux et l’Aménagement du Territoire, 19 May 1994. Documento
editado por Parcs Nationaux de France, 2-4.
9
Charte d’environnment et de développement durable. Documento marco de aso-
ciación entre el Parque Natural de Écrins y las comunas del parque, Gap, Parc natio-
nal des Écrins, julio de 1996.
10
Contrat de partenariat, Charte d’environnement et de développement durable,
Secteur du Briançonnais, 2 de julio de 1999, Parc national des Écrins.
11
Contrat de partenariat, Charte d’environnement et de développement durable,
Secteur de l’Embrunais, 10 de julio de 2000, Parc National des Écrins.
12
Cf. Anderson 1991. Sobre los conflictos en la construcción de la identidad del
lugar y, de forma más general, de la localidad ver entre otros Abram, Waldren, Ma-
cleod 1997, Appadurai 1996, Goddard, Llobrera, Shore 1994, MacDonald 1993; cf.
A algunos aspectos, Siniscalchi 2002a. Para los Hautes-Alpes, Siniscalchi 2003.
13
Original en inglés.
14
Dans les Écrins. Dossier de candidature au Programme d’Initiative Européenne
Leader +. Agosto de 2001, Gap, Parc National des Écrins.

149
Patrimonializar la naturaleza de cara al futuro.
La mediación ecológica, desde la imagen al mapa1

Olivier Le Falher y Cécile Tardy


Universidad de Avignon (Équipe Culture & Communication-Centre Norbert Elias)

Introducción

Las investigaciones que han tenido lugar en las últimas décadas en torno
al proceso evolutivo de la patrimonialización han subrayado el creciente prin-
cipio del patrimonio como un «proyecto», lo cual hace de la conservación algo
casi sinónimo a la «gestión» (Davallon, Micoud, Tardy, 1997). Este fenómeno
es particularmente perceptible en lo que concierne a la idea de extender la
patrimonialización para incluir la naturaleza, que es emblemática de nuestro
deseo de salvaguardar entes vivientes con el propósito de legarlos a las genera-
ciones futuras. Si admitimos que el «medio ambiente viviente está deviniendo
en gestionable», como señaló André Micoud (1995, 278), entonces necesita-
mos cuestionar cómo puede construirse el conocimiento de forma tal que guíe
la toma de decisiones para conservar este patrimonio. En efecto, la naturaleza
viviente de los objetos que se harán patrimonio supone que este conocimiento
tratará no solo con objetos fijos y sujetos a la historicidad sino también con
objetos que aún están evolucionando. Igualmente, se utilizan resultados en
tiempo real para tomar decisiones de gestión que impactarán el futuro de estos
mismos objetos. ¿Cómo pueden los investigadores fundamentar sus compe-
tencias en este cortocircuito entre los fenómenos que necesitan ser analizados
y las decisiones que deben ser tomadas?2.
En primer lugar, nos propondremos pensar sobre este tema usando como
base la investigación llevada a cabo en un centro de investigaciones dedicado a
la conservación de «zonas húmedas». Este terreno permite mostrar el esfuerzo
realizado por la ciencia ecológica orientado a construir un conocimiento legí-
timo sobre un tipo de espacio híbrido entre la dinámica natural y el impacto

151
de la acción humana, típico de un modelo de gestión del patrimonio. En
segundo lugar, examinaremos particularmente la implicación de un equipo de
investigación de este centro en un programa de vigilancia que monitoriza la
propagación de un virus y que se inició en el campo de la epidemiología. El
análisis de «mapas de riesgo», instrumentos comúnmente usados en esta cien-
cia relacionada a la gestión de emergencias, revelará el principio de la creación
de modelos y la predicción de movimientos naturales; un principio que esta
ciencia ubica en el corazón mismo de su especialidad. Finalmente, examina-
remos el rol que ha tenido la imagen por satélite, la misma que utilizan los
ecólogos antes de crear mapas con el fin de confirmar la relación de causalidad
entre sus predicciones y la realidad observada. De este modo el mapa, basado
en la imagen del satélite, aparenta ser no tanto un instrumento transparente
para la gestión del patrimonio natural, si no más bien una reconstrucción de
la naturaleza, pensado para dominarla mejor.

«Las zonas húmedas», un área perfecta para crear un modelo


de gestión para la conservación del patrimonio natural

Las «zonas húmedas» son descritas a menudo como un patrimonio na-


tural excepcional y frágil, amenazado por la extinción, el empobrecimiento y
la banalización. Ciertos tipos de discursos normativos podrían interpretarse
como herederos del principio de la «defensa de lo raro», que se ha venido
desarrollando desde la primera mitad del siglo xx y en el que a ciertos lugares
excepcionales se les da el nombre de «monumentos naturales» que necesitan
quedar exentos de la interferencia negativa del ser humano. Así, en Francia, el
Plan Gubernamental para las Zonas Húmedas de 2000 define estas zonas como
«patrimonio natural destacable» y nos recuerda que su «destrucción sistemá-
tica las posiciona entre los medioambientes naturales más amenazados», lo
cual explica el deseo de clasificar los sitios nuevos como «zonas de protección
especial» dentro del marco del proyecto «Natura 2000». Igualmente, el Plan
Nacional de acción a favor de las Zonas Húmedas de 2010 establece, ya en sus
primeras frases, la urgencia de la situación en estas áreas («las zonas húmedas
se encuentran entre los ambientes naturales más degradados y en peligro de
Francia») e inmediatamente designa al culpable: «Esta situación se debe esen-
cialmente a la actividad humana».

152
Por lo tanto, las zonas húmedas no encajan realmente en la definición de
«reservas integrales», producto de los esfuerzos llevados a cabo por los natura-
listas. Estas zonas parecen ser mucho más típicas del paso que se dio a princi-
pios de los sesenta «desde el principio cuasi sagrado del no intervencionismo a
un acercamiento de gestión» (Lizet, 1994, citado en Fabiani, 2000: 18).
Así, desde 1971 en adelante, en la Convención sobre Zonas Húmedas de
Importancia Internacional (1971) también llamada la «Convención Ramsar»,
ratificada hoy por 160 países y la cual es el texto fundacional de los procesos
de reconocimiento de estas zonas, la necesidad de «conservación» nunca es
mencionada sin ser inmediatamente vinculada a la necesidad de una «gestión
y un uso sabio de las zonas húmedas y su fauna y flora». Más aún, así como el
énfasis puesto en la explotación de recursos ofrecidos por estas áreas, el mode-
lo de conservación prescrito se basa no tanto en la designación de estas áreas
o hábitats constituyentes como en las «funciones y servicios rendidos» que
necesitan de mantenimiento o incluso restauración (Barnaud, 1998: 123). En
Francia, este acercamiento «funcional» al patrimonio de las zonas húmedas
encaja perfectamente en la noción de la «infraestructura natural», un término
usado «casi como un eslogan» (Barnaud, 1998: 238) durante la década de los
noventa por los científicos y sus aliados institucionales, quienes encontraron
en ello un argumento mucho más eficiente que la simple definición metafó-
rica de «monumentos naturales». De esta manera, se hace posible trasladar el
debate a un nivel de gestión: la conservación de las zonas húmedas debe ser
incluida en cualquier esquema de desarrollo terrestre, considerando que estas
zonas «proveen los mismos servicios que las instalaciones de ingeniería civil
o que los esquemas de desarrollo de la ingeniería ecológica» (Barnaud, 1998:
238).
Tal modelo de gestión del patrimonio natural requiere por tanto que se
construya un conocimiento especializado con el fin de reconocer los papeles
ecológicos que han jugado las zonas húmedas, para así aconsejar sobre las
políticas apropiadas de conservación que sean necesarias. Más allá de defender
una naturaleza inmutable y mantenerla en su estado original, la finalidad es
entender los mecanismos en proceso, en el punto medio entre la naturaleza y
la intervención humana, de manera que se acompañe mejor los cambios resul-
tantes. La especialidad ecológica se encuentra en la base misma de estas nuevas
«colecciones», aunque mantiene una relación ambigua con su objeto: se trata
de producir conocimiento pero también de proveer instrumentos de gestión

153
destinados a predecir las consecuencias que tendrán las decisiones presentes
en las generaciones futuras. ¿Cómo puede construirse este conocimiento en
tal contexto?

Una construcción del conocimiento basado en modelos


y predicciones

Según Jean-Louis Fabiani, la «ecología científica» se legitimó luego de una


doble ruptura, en primer lugar con su propio pasado disciplinario, la historia
natural, vinculado en exceso a prácticas aficionadas, y en segundo lugar con
las prácticas de gestión profanas o tradicionales (Fabiani, 2000: 18). Nuestro
análisis evidenciará las posiciones científicas tomadas por un Centro de Inves-
tigación, que pone su especialidad al servicio de la conservación de las zonas
húmedas. Examinaremos la manera en que los investigadores de este centro
modelan la naturaleza usando el mapeo de la información recogida con el fin
de predecir cambios futuros.

Cuando la ecología es movilizada por la gestión de un riesgo a la salud

Llevamos a cabo un estudio empírico basado en el trabajo investigativo


realizado en el «Centro de Investigación para la Conservación de las Zonas
Húmedas Mediterráneas» de Tour de Valat, en la Camarga. Esta fundación
privada surgió en 1959 con aprobación estatal y encaja perfectamente en el
principio de la gestión de la conservación natural, como queda enunciado en
la editorial de un reporte anual reciente:

Entender para gestionar mejor... gestionar las zonas húmedas de modo res-
ponsable, haciendo uso del interés pagado a la humanidad por este generoso
ecosistema, preservando a un mismo tiempo el capital: zonas húmedas comple-
tamente funcionales. Entender, persuadir, trabajar en conjunto. Esto resume las
acciones de Tour de Valat (Annual Report, 2009: 9).

Por medio del uso de un manejo sabio de los recursos para el futuro y
evitando el espectro de la irreversibilidad, los programas de investigación están

154
todos basados en conocimientos técnicos aplicados, pensados para suplir ins-
trumentos de gestión a las diferentes partes implicadas. Dependiendo de los
fondos disponibles, de los programas de desarrollo territorial más reciente, o
de riesgos de catástrofes naturales o de salud (La Camarga es particularmente
vulnerable), los investigadores en el Centro usan su especialidad para resolver
un variado número de problemas, incluso algunos que están solo remotamen-
te conectados a la problemática de la conservación del patrimonio natural.
Un ejemplo específico, en el cual hemos basado nuestro análisis, es un
programa de vigilancia para el virus del Nilo Occidental, que afecta tanto a la
población de personas como a la de caballos. Este programa ha sido dirigido
por diversos centros de investigación, todos trabajando en el campo de las
ciencias de la salud3. Surgió la hipótesis de que el virus no era indiferente al
ambiente en el cual viven las variadas especies que forman parte de su ciclo de
transmisión. Un cierto número de epidemiólogos en este programa contac-
taron con los equipos de Tour du Valat para tratar de sustanciar su hipótesis
utilizando los instrumentos metodológicos del Centro y sus conocimientos es-
pecíficos sobre los ecosistemas de La Camarga. A partir de 2005 y en adelante,
pudimos encontrar varios artículos sobre los resultados de esta colaboración
que nos ayudan a entender cómo la representación ecológica de la naturaleza
reconfigura la problemática inicial4.
Necesitamos destacar que este cambio desde un punto de vista epidemio-
lógico a uno ecológico no significa un cambio en el enfoque o la dirección.
Simplemente significa una continuación de la esencia misma del programa,
un intento de abolir la distancia que separa el tiempo del evento real (la emer-
gencia y circulación del virus) del momento en que se crea conocimiento en
torno al mismo. A continuación, como ejemplo, un extracto de una reseña
hecha durante el desarrollo proyecto que reflexiona sobre su evolución:

Debido a la falta de eventos identificables (casos clínicos humanos), se ha he-


cho necesaria la redefinición de los objetivos y métodos del sistema de vigilancia:
en lugar de buscar casos humanos (paso n), el sistema necesita identificar casos
animales (paso n-1) y luego los factores ambientales que favorecen el surgimiento
del virus (paso n-2). Esta metodología busca identificar la población en riesgo y
estimar el riesgo de reemergencia en una zona geográfica dada (Leblond, Sabatier,
Sandoz, 2005).

155
Así, la especialidad ecológica es usada para perfeccionar la eficiencia del
instrumento inicial de vigilancia. Esto específicamente abre la posibilidad de
identificar nuevos factores explicativos (ambientales) que permitiría a los ex-
pertos moverse desde la mera «vigilancia» a poder estimar un «riesgo de re-
emergencia». Esto resulta por tanto en una especialidad que no solo los trae al
tiempo presente sino que va más allá para permitir la gestión por anticipación.
Uno de los ecologistas involucrados en el programa reclama esta especialidad
en predicción para poder definir su propio campo de competencia:

En principio la idea es siempre el proceso dinámico. Hacer un inventario en


un momento dado es interesante, si, pero en lo que realmente estamos interesa-
dos es... hacemos un inventario y entonces intentamos dar seguimiento de ello
y entender hacia dónde vamos. Trabajamos en modelos predictivos... Podemos
tomar interés en hábitats, si, pero entonces predecimos el futuro luego de analizar
cómo los hábitats naturales y las poblaciones animales evolucionan5.

La pregunta es entonces cómo algunos expertos, que construyen su co-


nocimiento sobre los fenómenos naturales cambiantes, llegan a ser recono-
cidos como suficiente y específicamente competentes para hacer modelos de
los mismos y entonces predecir antes de tiempo las etapas consecuentes. Para
contestar esta pregunta, basamos nuestro trabajo en el análisis del instrumento
cartográfico, al encontrarlo reproducido en un modo casi sistemático en los
diversos artículos que conciernen a este programa. El mapa representa, en este
tipo de problema, uno de los instrumentos más comunes de diseminación de
conocimiento desde la esfera científica hasta la esfera de las decisiones políti-
cas. Pero antes de que pueda devenir en este instrumento de gestión de riesgos,
es primero un artefacto utilizado en la mediación científica decisiva. Esta me-
diación consiste en hacer entendibles los fenómenos reales, representándolos
en un mapa, de manera que guíe cualquiera de las decisiones posibles para
orientar la acción.

El mapa de riesgos: moverse más rápido que la epidemia

A partir del análisis de la codificación ecológica de la naturaleza pretende-


mos reseguir el proceso de reconstrucción de la realidad operado a través del

156
mapeo. Esto entonces nos permitirá mostrar la orientación prospectiva de la
relación entre el saber ecológica y su objeto.
Cuando leemos los mapas basado en el conocimiento ecológico, vemos
primero que algunos de ellos están basados en el principio de una simple re-
presentación espacial de los datos preexistente a partir de las pruebas clínicas.
Puede tratarse de localizar los establos testados dentro de la zona estudiada
(Pradier, Leblond, Durand, 2008) o de escoger los establos donde ciertos ca-
ballos han pasado una prueba de seroconversión (Leblond, Sandoz, Lefebvre,
Zeller, Bicout, 2007).
Pero hay otros mapas, a menudo resaltados al final de los artículos, que
consisten en una representación que no es de lo endémico en sí mismo, sino
del riesgo de lo endémico. Por ejemplo, uno de los mapas muestra, según la
leyenda, «los niveles de probabilidad para que un área de 5 km por lado re-
uniera todas las condiciones favorables a una propagación endémica del virus
del Nilo Occidental» (Leblond, Valon, Hendrikx, 2010). Este mapa, por ello
llamado «predicción de riesgo endémico para el virus del Nilo Occidental a lo
largo de la costa mediterránea», no muestra, de hecho, la situación existente
(zonas con establos donde un caballo mostró estar infectado por el virus cuan-
do fue tomada la muestra de sangre) sino la situación potencial (el riesgo de
que el virus se propague en esa zona). Más aún, en la mayor parte del mapa,
el vínculo entre lo que se muestra y su referente está basada en un principio
metonímico: los datos, recolectados solo de una pequeña parte del territorio
mapeado, «fueron usados para hacer un parámetro del modelo que entonces
es aplicado a la cuenca mediterránea entera» (Leblond et al., 2010).
Los ecologistas por tanto usan el mapa modificando la relación conven-
cional entre la representación y su referente. Esto se logra usando un proceso
doble de extensión espacial y temporal: el mapa ya no muestra el fenómeno
como realmente sucedió en el área dada sino que muestra el riesgo de que pue-
da suceder tanto ahí como en cualquier otro lugar. Así, convertido, el mapa
se vuelve un instrumento de toma de decisiones capaz de una eficiencia par-
ticular: muestra a quienes toman las decisiones lo que sucedería si sus futuras
decisiones en lo correspondiente a las reservas naturales no tomara en cuenta
el conocimiento ecológico que ahora se asemeja a una advertencia. Esta cons-
trucción de un objeto semiótico con poderes predictivos, dando a un fenóme-
no futuro una forma real y visible, puede crear obviamente ciertos atajos que
probablemente juegan un papel en la fuerza argumentativa de tales documen-

157
tos. De esta forma, como ejemplo, la representación visual del riesgo es aún
más convincente porque ocurre dentro del espacio convencional de los mapas
de la cuenca mediterránea con todo su relieve y contornos (la costa, el delta del
Ródano, los nombre de los principales pueblos, etc.), todos los cuales son fá-
cilmente reconocibles por cualquier gestor. Aún más preocupante es el hecho
de que el paso normal del tiempo en ocasiones permite al fenómeno ocurrir
antes de que el mapa sea completado o publicado en un artículo científico. La
realidad (en este caso el virus) es entonces utilizada para validar a posteriori
los parámetros del modelo. De este modo el mapa antes mencionado recibió
el siguiente comentario en el artículo: «A principios de otoño de 2006, cierto
casos de caballos con la fiebre del Nilo Occidental fueron diagnosticados en
la región de Perpiñán, dentro de la zona clasificada como “zona de riesgo en-
démico” en este mismo mapa» (Leblond et al., 2010). El mismo argumento
retroactivo es utilizado en otro artículo donde la eficiencia del modelo podía
ser medida: «el mejor modelo predijo correctamente el 70% de los sitios con
casos positivos del virus VO y 82% de los controles» (Leblond et al., 2007).
El mapa de riesgo, por tanto, da una forma visible en un modo prototípi-
co a la competencia para la cual la especialidad ecológica fue aceptada inicial-
mente en este programa de investigación: para predecir un futuro fenómeno
de manera que permita la gestión óptima del mundo viviente. Podríamos por
tanto concluir que, debido a su deseo por la modelización, los ecologistas es-
capan del tiempo linear y por ello encuentran una solución a las necesidades
institucionales.
Sin embargo, esta respuesta no podría estar completa si sugiriera una sim-
ple desconexión entre la especialidad construida en la forma de un modelo y la
realidad en la que está supuestamente basada. De hecho, está sistemáticamen-
te especificado el que los mapas de ecología se establezcan utilizando imágenes
verticales del paisaje de primera mano, transmitidos por teledetección por
satélite6. Estas se producen automáticamente gracias a grandes números de
sensores instalados en los satélites y estas imágenes constituyen una especie de
base de datos que está en constante expansión y de la cual los investigadores
(ecólogos, geógrafos, etc. ) pueden tomar una sola imagen o una seria de imá-
genes, dependiendo de la pregunta específica de investigación y el tamaño de
la misma.
Aún así, estas imágenes comparten una cosa en común con fotografías aé-
reas ordinarias, a pesar de que la tecnología usada es diferente: son un registro

158
de la realidad en un momento específico, dentro de un marco espacial dado.
Así que, antes de que sean manipuladas con el fin de construir mapas predic-
tivos, son esencialmente impresiones.

La mediación de la imagen satelital en la proyección temporal

Así, la cuestión de la relación con el tiempo, según es construida por el ins-


trumento de mapeo, está tanto cambiando como descubriéndose. Lo que ne-
cesitamos entender es cómo la imagen de satélite, como una simple impresión
de la realidad, puede permitir a los expertos construir un modelo predictivo.
De igual forma, puede permitir entender cómo la ficción visual que el mapa
de riesgo predictivo ha creado puede por tanto ser aceptada en la construcción
de conocimiento que tomaremos como legítima y de valor científico.

Una semiotización ecológica de la naturaleza

Las imágenes de satélite son usadas por los ecologistas principalmente


para convertir la superficie terrestre en un sistema codificado racional que no
depende de ninguna convención heterogénea, tales como divisiones adminis-
trativas del terreno. En lugar de ello, su zonificación cartográfica está basada
en los diferentes tipos de vegetación o en el uso que se le da a cada parcela de
terreno en la realidad. Para hacer esto, los investigadores usan dos funcionali-
dades diferentes que la teledetección por satélite permite.
La primera, utilizada con la condición de que la «imagen cruda»7 haya
sido «ortorrectificada» a través de procedimientos validados, consiste en la
referencia automática de cada pixel de la imagen, usando su abscisa y coorde-
nada. En base a esto, y gracias a la especialidad llevada a cabo en los lugares
reales, llamada «terreno verdadero», es posible usar tecnología GPS para «geo-
localizar» una zona dada en el suelo con el fin de asociarla a un pixel particular,
dentro de un margen de error aceptado. Si el investigador ha identificado
una categoría de cubierta vegetal en esta zona en particular (arbustos secos,
campos de arroz o aguas abiertas, etc.), puede entonces asociar esta categoría
genérica al pixel con las coordenadas espaciales correspondientes. En uno de
los artículos analizados (Leblond et al., 2007), alrededor de veinte zonas de

159
entrenamiento han sido definidas de esta forma, gracias a lo cual los píxeles
«polígono» correspondientes han sido clasificados usando categorías identifi-
cadas en el suelo.
La segunda característica es la identificación del nivel de radiación electro-
magnética para cada porción de suelo según haya sido registrado por los sen-
sores en el sistema de cámara del satélite, llamado su «firma espectral». En una
imagen, una vez que su confiabilidad ha sido confirmada, todas las zonas cu-
biertas por la misma vegetación son automáticamente asociadas con la misma
firma espectral que también las separa de las demás categorías de vegetación
(dependiendo, por supuesto, del potencial tecnológico disponible).
Los investigadores tienen acceso a estas dos funcionalidades gracias a la
imagen de satélite. De este modo son movilizadas por especialistas de telede-
tección por satélite con el fin de «clasificar» la imagen entera usando el prin-
cipio de extensión metonímica desde las zonas de entrenamiento a todas las
zonas visibles en la imagen. El principio es simple: si un polígono pixel dado
es asociado a unos campos de arroz, entonces todos los polígonos similares
dentro de una zona definida con la misma firma espectral serán considerados
campos de arroz. Una vez un color convencional ha sido adjudicado a cada
una de estas categorías, el mapa temático del suelo puede entonces ser esta-
blecido, correspondiendo al estado real del terreno dentro de esta zona en el
momento en que el satélite pasó lo sobrevoló.
Dependiendo de la exactitud y complejidad deseadas, estas operaciones
transformativas podrían ser confirmadas a posteriori por una nueva especiali-
dad en el suelo o por una amplia gama de pruebas estadísticas. De cualquier
modo que lo miremos, es definitivamente un paso decisivo en la mediación
tecno-semiótica. Es una reducción del espacio en la superficie de la tierra,
basada en un código ecológico, que no tiene en cuenta su estatus de ser excep-
cional u ordinario, natural o antrópico. Su uso para la epidemiología es solo
una de sus muchas posibles aplicaciones.

Hacia una representación ficticia con un valor científico

Uno de los problemas que los epidemiólogos enfrentaron antes de convo-


car la especialidad de los ecólogos fue la descripción del medio ambiente en los
alrededores de los establos. Ellos habían planteado la hipótesis de que ciertos

160
tipos de vegetación podrían tener una influencia en la presencia de mosquitos
y pájaros en la cercanía de los caballos. Pero su posición científica tradicional
no podía ser tomada realmente en cuenta. Es así como hemos de interpretar el
reconocimiento de fallo por parte de estos mismos epidemiólogos en la reseña
hecha a mediados del proyecto:

Describir el medio ambiente alrededor de los caballos ha supuesto varios pro-


blemas... ¿Estamos hablando del medio ambiente que «rodea» los parques natura-
les, o «dentro» de los mismos, sabiendo que este medio ambiente se extiende a lo
largo de áreas muy grandes y es a menudo muy variado? (Leblond et al., 2005).

Al contrario, una vez este espacio ha sido convertido en un sistema de


polígonos gracias a la mediación por imagen satelital y a la «georeferenciación»
de los diferentes establos, el «paisaje clasificado» por los ecólogos se presta en-
tonces a toda una suerte de cálculos, dependiendo del punto de vista escogido
(en el sentido teórico y no visual de la palabra). Así, en uno de los artículos
(Pradier et al., 2010), quince imágenes de La Camarga, tomadas a lo largo
de un periodo de dos años, fueron escogidas e «interpretadas» luego de una
primer clasificación, con el fin de cuantificar las zonas de vegetación que se
inundaban regularmente dentro de un perímetro de 2 kms alrededor de cada
establo. Otro artículo (Pradier et al., 2008) habla sobre calcular el «índice
de entrelazamiento y yuxtaposición» del paisaje alrededor de los establos, ba-
sando los cálculos en celdas de 2.500 pixeles que corresponden en el suelo a
cuadrados de lados con 5 km.
El objetivo del programa, siendo apto para predecir riesgos y representar-
los en un mapa, está por tanto al alcance de los investigadores. El paso final
es el de establecer un enlace estadísticamente significante entre el valor del
índice escogido en una zona dada (en lo que concierne a la composición y/o
estructura del paisaje) y el hecho de que los establos presentes en la zona estén
o no infectados. Luego de un par adicional de pruebas estadísticas, se establece
como parámetro un modelo que puede entonces ser aplicado, como una ma-
triz general, a otras áreas o periodos temporales. Observamos un ejemplo de
esto en el «mapa predictivo de riesgos endémicos» (Leblond et al., 2010).
En este punto, el objeto representado, tal como el riesgo, es ahora un arte-
facto de tipo ficticio. Esto le da al riesgo una apariencia tangible, por ejemplo,
en la forma de puntos rojos sobre un fondo amarillo o estrellas blancas y rojas

161
en un mapa predominantemente azul. Esto hace que el riesgo sea más real y
más accesible a quienes toman decisiones y les ayuda a hacerlo de manera ra-
cional y justificable. Por otra parte, las imágenes de satélite en sí mismas nunca
son mostradas en el artículo: sólo son descritas en el cuerpo del texto que pre-
cede a los mapas. Este texto informa al lector de cada estado en el protocolo
que transforma la imagen de satélite en un mapa. Pero, aunque «invisible» en
el artículo, esta imagen de satélite juega un papel decisivo como prueba del
valor científico del mapa. La predicción del investigador se reconoce como
científica con la condición de que pueda garantizar que el mapa está basado en
una impresión de la realidad. Esta condición puede entonces explicar el gran
número de detalles dados en todos los artículos para describir cada operación
de transformación de una imagen en un mapa: esta información da al lector
«el conocimiento del enlace causal entre el referente y la imagen» (Shchaeffer,
1987: 205), el referente aquí siendo el territorio registrado por la imagen.
Por tanto, el análisis de la mediación tecno-semiótica de transformar una
imagen en un mapa muestra que la especialidad ecológica, cuando está pen-
sada para modelos de predicción, no significa desconectarse de lo real y lo
presente. Por el contrario, los ecólogos tienen, o mejor, garantizan, para cada
fenómeno presente, una continuidad lógica con un fenómeno que realmente
ocurrió y que fue confirmado. Es en esta misma capacidad que descansa la
cientificidad del conocimiento que construyen con el fin de aconsejar en las
tomas de decisiones.

Conclusión

La extensión de la patrimonialización para incluir la naturaleza ha lleva-


do a que nuevos actores entren a escena, con ecólogos en primera fila, cuyo
trabajo es suplir en tiempo real los instrumentos de gestión adaptados a estos
nuevos objetos de conservación. Este artículo ha intentado estudiar el patri-
monio natural desde el ángulo de las prácticas de gestión y particularmente
los dispositivos de la representación en mapas construidos por los ecólogos y
usados como instrumentos de gestión. El análisis del proceso tecno-semiótico,
que transforma una imagen satelital en un mapa, muestra el papel jugado
por las prácticas científicas de la representación con el fin de construir una
especialidad y un punto de vista legítimo de una naturaleza que aún está por

162
llegar. Los ecólogos justifican su especialidad en lo concerniente a la modeliza-
ción de la naturaleza, mientras puedan probar su capacidad de sustanciar sus
predicciones usando una semiotización de la naturaleza basada en la ecología.
La especialidad del ecólogo se define por tanto no solo en el inventario y la
descripción exacta de un hábitat dado o de unas especies, como nos podrían
hacer pensar las representaciones ordinarias de los naturalistas, sino particu-
larmente en los objetos y las manipulaciones de otro tipo: data matemática,
cadenas de cálculos estadísticos, clasificaciones de imágenes satelitales, etc.
Uno podría pensar que los instrumentos metodológicos y tecnológicos usados
les permiten destacarse de otras disciplinas (en este caso de la epidemiología,
aunque obviamente comparten puntos de vista similares). Por lo tanto, tienen
la capacidad de proteger su propia «jurisdicción», o en otras palabras, el pe-
rímetro dentro del cual su propia área de especialidad pueda ser reconocida
(Abbot, 1988).
Con respecto a esto, la representación de la naturaleza puede ser conside-
rada un acto de patrimonialización llevado a cabo por los ecologistas como un
grupo que «se encuentra y se hace a sí mismo visible al hacer referencia a aque-
llo de lo cual reclama ser depositario o guardián» (Davallon et al., 1997: 203).
Es en cierto modo una paradoja que la ecología científica encuentre la natura-
leza mucho más llamativa cuando está domada: puede sin duda desarrollarse,
pero preferiblemente no más allá de los modelos creados específicamente para
dominarla. Como un heredero del «salvaje culto» (Pélosse y Micoud, 1993),
parecería que el salvaje modelado es una de las nuevas especies híbridas que
la ecología racional aplicada ha engendrado con el fin de convertirse en su
principal portavoz.

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Notas

1
Traducido por Omar Guzmán Ralat, a partir de la traducción del francés al
inglés de Shayne Girardin.
2
El presente trabajo pertenece al marco del programa de investigación «Photo-
graphic Mediation of Heritage: the documentary photograph as a tool and medium»
(MEDPHOPA), subvencionado por el National Agency for Research (ANR, 08;
JCJC, 0117). Esta comunicación se centra en un estudio de caso específico. Algunos
de los elementos en juego en este ejemplo serán estudiados en mayor detalle en una
publicación ulterior.
3
El virus del «Nilo Occidental» es transmitido por mosquitos, cargado por pája-
ros y puede afectar varias poblaciones, particularmente caballos y humanos, y puede
causar la muerte. El virus apareció en 2000 en el sureste de Francia luego de un «silen-
cio» de 40 años. Un año antes, cuando circulaba por los EE.UU. causó rápidamente
un alto número de muertes tanto de personas como de caballos. Como resultado, tan
pronto los primeros casos se confirmaron entre la población equina en Francia, las
autoridades francesas comisionaron inmediatamente varios equipos de investigación
para establecer un programa compartido para la detección y vigilancia del virus.

165
4
Este programa, hasta donde sabemos, comenzó en el 2000, y hemos identifica-
do once artículos científicos producidos en este marco hasta el 2010. Nuestro objetivo
es el de encontrar y examinar toda la mediación tecno-semiótica estimada necesaria
para la creación de mapas en los cuales los ecólogos se basen con el fin de sustanciar su
especialidad. En primer lugar, trabajamos con entrevistas llevadas a cabo con un inves-
tigador de Tour du Valat y un investigador epidemiólogo, ambos involucrados en el
programa de vigilancia del virus NO, y quienes han participado en la construcción de
los mapas estudiados. Un segundo método fue encontrar en los textos de cada artículo
analizado la descripción del protocolo que llevó a la construcción de cada mapa, desde
el primer estudio llevado a cabo en terreno hasta los cálculos estadísticos usados para
tratar los datos y visualizarlos en un mapa. Al cruzar estos métodos, el sistema semió-
tico del mapa nunca fue estudiado por sí solo sino siembre en el contexto del artefacto
que regula la relación entre la imagen y la realidad que describe y reconstruye.
5
Entrevista llevada a cabo por Cécile Tardy y Olivier Le Falher el 20 de abril de
2010.
6
No daremos detalles aquí de los aspectos técnicos de las imágenes satelitales, lo
cual requeriría adentrarse en temas que no son vitales para entender este trabajo.
7
La «imagen cruda» designa la imagen adquirida por los investigadores tal y
como fue transmitida inicialmente por el satélite y antes de cualquier tipo de correc-
ción o adición de un sistema de codificación. Todas las expresiones entre comillas en
la subsección son las que usaron los especialistas mismos, y muestran un lenguaje de
especialista. Definir cada una haría del texto uno innecesariamente pesado, y pensa-
mos que el aspecto más importante no es el de saber los detalles técnicos de los instru-
mentos y los procedimientos, sino el de entender lo que realmente está en juego en el
acto de representación que moviliza a estos instrumentos.

166
La construcción del patrimonio arquitectónico
en un contexto rural y sus implicaciones sociales:
el caso de Castelo Rodrigo, Portugal*

Luís Silva
Centre for Research in Anthropology (CRIA/FCSH-UNL)

Introducción

«Pueblos Históricos de Portugal» es el nombre de un programa de de-


sarrollo rural implementado en doce pueblos situados en el interior de este
país, cerca de la frontera con España. Estos pueblos son: Almeida, Belmonte,
Castelo Rodrigo, Castelo Mendo, Castelo Novo, Idanha-a-Velha, Linhares da
Beira, Marialva, Monsanto, Piódão, Sortelha y Trancoso. La mayoría de ellos
tienen monumentos históricos clasificados, como castillos, murallas, iglesias y
picotas. Este hecho ha favorecido su integración en el programa. Diseñado por
el gobierno portugués y la Comisión de Coordinación y Desarrollo Regional
de la Región Centro, que lo ha coordinado, este programa se implementó
entre 1995 y 2006 con los objetivos de conservar el patrimonio edificado y de
regenerar las estructuras socioeconómicas locales, a través del turismo cultural
(cf. MPAT y MCT, 1994). Para ello, con financiamiento de la Unión Europea,
se ha invertido en la conservación y exposición del patrimonio construido en
los pueblos para convertirlos en «destinos turísticos» (Kirshenblatt-Gimblett,
1998; ver Silva, 2009).
En este trabajo se presenta un estudio de caso etnográfico sobre las im-
plicaciones sociales del proceso de patrimonialización de las casas. El objetivo
es contribuir al estudio de la vida social en espacios protegidos y/o para una

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: «Patrimoniali-


zación y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimonio local (CSO2011-29413)»,
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y el Programa Feder.

167
etnología de los monumentos históricos (Fabre, 2000; ver también Fabre,
2010; Faubion, 1993; Herzfeld, 1991; Palumbo, 2003)1. Mi argumento es
que en estos procesos surgen tensiones debido a la relación entre las políticas
de conservación histórica y el uso secular de las casas, debido a la existencia de
distintas nociones de tiempo y códigos de construcción del espacio.
El texto está centrado en Castelo Rodrigo, donde he hecho trabajo de
campo antropológico en el primero semestre de 2009, por ser un pueblo dón-
de la zona clasificada está habitada permanentemente por la mayoría de la
población, contrariamente a otros Pueblos Históricos de Portugal, como Al-
meida, Belmonte, Sortelha y Marialva. Actualmente (números para 2009),
Castelo Rodrigo tiene 62 habitantes permanentes y 35 temporales, 35 por
cien de los cuales con más de 65 años y retirados.

Castelo Rodrigo: UN LUGAR EN LA HISTORIA

Castelo Rodrigo es el nombre de un pueblo y de una parroquia2 integrada


en el municipio de Figueira de Castelo Rodrigo, a unos 70 quilómetros de la
ciudad de Guarda. Edificado encima de una colina de 820 metros de altitud,
Castelo Rodrigo ha desempeñado un papel crucial en la defensa y administra-
ción del territorio portugués hasta el siglo xix. Pero en la segunda mitad del
siglo xx, la pérdida de importancia geoestratégica y administrativa se acom-
pañó de una progresiva degradación de la estructura socioeconómica, a causa
de la guerra colonial, el éxodo rural y la crisis del modelo económico basado
en el sector primario.
Des del punto de vista demográfico, y según datos del Instituto Nacional
de Estadística, la parroquia se ha mantenido relativamente estable en torno
a 450 habitantes hasta 1960, fecha en que ha entrado en declive continuado
hasta 1991, cuando se registra el número más bajo de habitantes desde media-
dos del siglo xix, precisamente 287. El pueblo propiamente dicho tuvo una
evolución demográfica similar, con una pérdida continua de población desde
mediados del siglo xx hasta la actualidad. A pesar de haber ganado habitan-
tes que regresaron de las antiguas colonias portuguesas en África, sobre todo
Mozambique, a principio de los años 1990 el pueblo vivía una situación de
relativo despoblamiento y abandono. En 1991, según el censo, Castelo Rodri-
go tenía 127 habitantes.

168
En 1995, en el marco del Programa de Recuperación de los Pueblos His-
tóricos de Portugal, el casco histórico ha sido oficialmente apropiado y clasi-
ficado como patrimonio histórico y arquitectónico, según la modalidad de
arriba-abajo, es decir, por iniciativa del gobierno portugués. Los gobiernos
municipal y local se han sumado al proyecto, en la medida en que venía a
reforzar su idea de convertir el pueblo en una atracción turística, a través de la
explotación de los monumentos históricos –por ejemplo, el gobierno munici-
pal ya había impulsado a principios de la década de 1990 la conservación de
las ruinas del castillo y de las murallas con la intención de atraer turistas.
El casco histórico de Castelo Rodrigo es de origen medieval y tiene una
estructura ovalada. En el interior de las murallas sobresalen la picota Manue-
lina3, la iglesia medieval y las ruinas del castillo construido a finales del siglo
xii y del palacio construido en su interior en el siglo xvi4. La picota, el castillo
y las murallas están clasificados como «monumento nacional» desde 1922,
mientras que la iglesia está clasificada como «edificio de interés público» desde
1961.5 En el casco histórico hay también alrededor de 30 graneros, 10 garajes
y 65 casas, la mayoría originarias del siglo xix, cuando fueron construidas o
reconstruidas tras las Invasiones Francesas (1807-1814). Menos de la mitad
de las casas están habitadas de manera permanente, aproximadamente un ter-
cio de ellas se ocupan durante las vacaciones y las otras están abandonadas. A
pesar de haber media docena de segundas residencias de gente que vive en la
cuidad, la gran mayoría de las casas pertenecen a individuos del pueblo, unos
residentes en Castelo Rodrigo, otros en otros puntos del país y del extranjero,
como Francia, Brasil y África del Sur.
Según John Urry (1999: 220), «los arquitectos y las prácticas de arqui-
tectura tienen una importancia central en la formación de la mirada turística
contemporánea». Esto es particularmente evidente en el caso de Castelo Ro-
drigo. Entre 1995 y 2006, su centro histórico ha sido reconstruido de acuerdo
con criterios técnicos y estéticos aprobados por los responsables del programa
de los Pueblos Históricos. Diseñado por un equipo de arquitectos contratado
por el ayuntamiento de Figueira de Castelo Rodrigo, el plano de aldeia («plano
del pueblo») describía los trabajos que se iban a efectuar en el pueblo y las enti-
dades responsables. Los objetivos del plano eran poner en valor el patrimonio
y fomentar la revitalización socioeconómica del pueblo (PPDR, 1995). Para
ello, se invirtieron cerca de cuatro millones de euros en el pueblo. La mayoría
de este dinero se destinó a infraestructuras y en la imagen estética de los edi-

169
ficios –monumentos históricos, casas y graneros– (cf. Boura, 2002). El obje-
tivo era crear un lugar en la historia (Herzfeld, 1991) que fuera estéticamente
atractivo, auténtico, tradicional y armonioso, sin disonancias arquitectónicas
y elementos modernos, sobre todo para su consumo turístico.
Mientras tanto, se ha abierto un debate entre los arquitectos/técnicos de
conservación histórica y los habitantes en torno a cómo intervenir en el espa-
cio. La demora en la ejecución de los trabajos es una de las principales quejas
de los habitantes, pero la intervención más conflictiva ha sido la que incidido
directamente en las casas.

Arquitectura doméstica: tradición arquitectónica y poder

Entre el siglo xix y hasta mediados del siglo xx en Castelo Rodrigo, las
casas se construían con piedra y mortero, a veces con afloramientos rocosos
en la base. Solían tener dos plantas –planta baja y primer piso–, siguiendo la
tipología de las casas rurales de la zona (Sobral, 2004: 247). En la planta baja
quedaban los animales y/o el lagar y la bodega, que no todos los habitantes
tenían, como en el caso de la población más pobre. En algunos casos, tam-
bién había una cama de madera donde los varones solteros dormían; las niñas
quedaban en el dormitorio. En el primer piso había una cocina y uno o dos
dormitorios. Las divisiones internas de las casas estaban hechas con tabiques
estrechos de paja y arcilla. Las puertas y ventanas eran de madera. Los habi-
tantes más ricos solían recubrir las piedras de las fachadas, contrariamente a
los más pobres, que las dejaban visibles.
Las cosas han empezado a cambiar en las primeras décadas del siglo xx
con el uso de materiales de construcción industrial, como cemento, tojo y
aluminio. El uso de estos materiales se difuminó en los años 1970 y 1980,
por ser novedosos y más baratos. En todos los casos, los propietarios de las
casas intentaron mejorar las condiciones de las viejas casas de piedra donde
habían nacido y vivido, adaptándolas a las necesidades del momento. Además
de construir un piso más, muchos propietarios han substituido las puertas
y ventanas de madera por otras de aluminio y/o hierro; han reorganizado el
interior de las casas –convirtiendo las plantas bajas en cocinas, habitaciones,
o garajes y construyendo lavabos–; y han empezado a encalar las fachadas,
imitando una práctica habitual de la región del Alentejo.6

170
En el ayuntamiento de Figueira de Castelo Rodrigo, muchos de estos
cambios fueron percibidos como contrarios a la tradición arquitectónica local.
Para evitarlos, en los años 1940, se prohibió el encalado de las casas y todas las
obras que no fueran aprobadas por el municipio y la entidad responsable de
los monumentos históricos en Portugal (Borges, 2001: 139, 160). El objetivo
era impedir la irrupción de la modernidad en el pueblo y proteger la marca
arquitectónica del pasado. Pero estas normas no han sido respectadas por los
habitantes.
De hecho, la primera solicitud de candidatura de Castelo Rodrigo al pro-
grama de los Pueblos Históricos de Portugal fue rechazada no sólo a causa
del avanzado estado de degradación urbana, sino también por la existencia
de muchos edificios «disonantes». A principios de la década de 1990, eran
pocos los edificios que tenían las fachadas de piedra a la vista, muchos esta-
ban abandonados y otros estaban construidos con ladrillos. La solicitud fue
aprobada más tarde, cuando los arquitectos responsables de la elaboración del
plano solicitaron la revisión de la solicitud, con el argumento de que su apro-
bación seria una excelente oportunidad para corregir la situación de «ruina y
contaminación» de elementos pre-modernos y modernos, o de arquitecturas
vernácula e industrial.
Está claro que en Castelo Rodrigo la arquitectura doméstica deriva de
un proceso histórico. Las casas han sido construidas y renovadas según varios
factores: materiales y técnicas de construcción; concepciones de hogar y de
espacio doméstico; estilo y preferencias estéticas; y posesiones y posiciones
sociales de sus sucesivos propietarios (ver, por ejemplo, Sobral, 2004: 250;
Roigé, Estrada & Beltran, 1997: 26-28, con respecto a otros contextos en
Portugal y en España). Sin embargo, la idea de los arquitectos y de los técnicos
de conservación histórica era crear una representación fija y parcial del pasado
de la arquitectura doméstica local, lo que implicaba la selección de algunos
elementos del pasado y, al mismo tiempo, el olvido de otros elementos que
fueron añadidos en el curso de la historia, pero que se consideran contrarios al
modelo que se considera canónico, vernáculo y tradicional (cf. Frigolé, 2007:
158; Sobral, 2004: 254).
Estas definiciones dependen del contexto socioeconómico en el que tie-
nen lugar. Como refiere Raphael Samuel (1994: 173), «en cualquier período,
la conservación, y con ella las ideas de “patrimonio”, reflejarán la estética do-
minante del día». En Inglaterra, por ejemplo, la arquitectura doméstica que

171
años antes había sido percibida como obsoleta, pasó en la década de 1960 a ser
vista como ejemplo de autenticidad (Samuel, ibídem: 153-154). De la misma
manera, en Portugal, la arquitectura que la gente entendía como desfasada en
el tiempo hasta hace no muchas décadas, es hoy en día percibida como tradi-
cional y auténtica, particularmente en lo que concierne al uso de materiales
tradicionales y artesanales, como piedra y madera, por oposición a los materia-
les modernos e industriales, como ladrillo, cemento y aluminio.
En Castelo Rodrigo, la intervención en las casas ha implicado, en la ma-
yoría de los casos, la restauración de las fachadas y tejados de los edificios,
la homogeneización estética y la eliminación de las consideradas impurezas
modernas, como antenas de televisión, tendaleros, aluminios, yesos y pintu-
ras.7 Las piedras de las fachadas han sido descubiertas y destacadas a través de
mortero con un tono naranja colocado en las uniones. Al mismo tiempo, las
tejas han sido estandarizadas y se ha puesto madera en las puertas y ventanas
que dan al exterior.
Pero en algunos edificios no fue posible intervenir de esta manera, por va-
rios motivos. En primer lugar, había propietarios que no pudieron ser contac-
tados o cuyas propiedades no estaban correctamente registradas. En segundo
lugar, algunos edificios estaban construidos con tojo o bloques de cemento y
no con piedra. En estos casos, los arquitectos decidieron recubrir las fachadas
con yeso y pintura de tono/color naranja, aprovechando la riqueza del suelo de
la región en arcilla.8 Otra razón fue que no hubo presupuesto para continuar
la obra, que fue hecha por etapas.
El estado ha tenido un papel decisivo en este proceso de re-tradicionaliza-
ción de la arquitectura doméstica, pero los habitantes también han tenido una
participación activa. Influenciados por el cura, hubo casos en que los residen-
tes impulsaron el descubrimiento de las piedras de las fachadas por el hecho
de ser considerado algo «tradicional»; según los arquitectos, en estos casos las
fachadas debían estar recubiertas con yeso y pintura, como en el pasado. Esta
actitud de los residentes está asociada con la inversión del significado de la
piedra a la vista: en el pasado se asociaba a pobreza; ahora, en cambio, significa
riqueza y buen gusto (ver Frigolé, 2007: 159; Roigé, Estrada & Beltran, 1997:
208, para el caso de España).
Como señalan algunos autores (por ejemplo, Herzfeld, 1991; Fabre, 2010:
24), los procesos de monumentalización cambian el contexto social dentro y
alrededor del monumento, al enmarcarlo en un nuevo sistema jurídico y ad-

172
ministrativo, y al crear un nuevo código de construcción en el espacio. En
Castelo Rodrigo, las normas de conservación histórica restringen severamente
los cambios en el tamaño y en la imagen exterior de los edificios situados en el
casco histórico. También obligan el usar materiales tradicionales y artesanales,
como piedra y madera, en las puertas y ventanas de las fachadas. Al mismo
tiempo, todos los proyectos deben ser firmados por un arquitecto y ser apro-
bados por el organismo nacional encargado de la conservación histórica, el
Instituto de Gestión del Patrimonio Arquitectónico y Arqueológico. Esto es
así porque el casco histórico y los elementos arquitectónicos que lo constitu-
yen se consideran reliquias del pasado que deben ser preservadas como si fuera
un monumento histórico.
Las entidades encargadas de garantizar el cumplimento de estas normas
son el gobierno municipal de Figueira de Castelo Rodrigo, la Comisión de
Coordinación y Desarrollo Regional de la Región Centro y, sobre todo, el
Instituto de Gestión del Patrimonio Arquitectónico y Arqueológico. En la
práctica, estas entidades tienen que gestionar la tensión que surge entre la con-
servación histórica y el uso diario de las casas, como resultado de la existencia
de distintas concepciones de tiempo proyectadas en el mismo espacio.9
Según Herzfeld, los especialistas en conservación histórica tienen una
perspectiva «monumental» del tiempo, que es técnica y burocrática y que no
considera las formas de vida, sentimientos y relaciones de los individuos con
los espacios. Los residentes, a su vez, tienen una perspectiva «social» del tiem-
po, asociando los bienes culturales a su vida cotidiana, memorias e identidades
(Herzfeld, 1991: 10-16, 248-259). Esta perspectiva es particularmente útil
a la hora de entender el caso de Castelo Rodrigo. También aquí, estas dos
concepciones del tiempo dividen habitantes y burócratas con respecto al sig-
nificado de las casas. Mientras que la conservación histórica quiere parar en
el tiempo la arquitectura doméstica para preservar la historia del pueblo y del
país, la mayoría de los habitantes se resisten a esta apropiación oficial de sus
espacios de vida y quieren seguir transformándolos según las necesidades y
posibilidades del presente.
Por otra parte, la versión oficial de la arquitectura vernácula y tradicional
se corresponde con un proceso de «objetivación cultural», en el sentido que
propone Handler (1988). «Con este concepto», señala el autor (ibídem: 14),
«la idea fundamental que quiero transmitir es que la cultura es una cosa: un
objeto natural o una entidad formada por objetos y entidades (rasgos)». En el

173
marco del programa de los Pueblos Históricos de Portugal, la tradición arqui-
tectónica de Castelo Rodrigo pasó a ser percibida como un rasgo de la cultura
e identidad locales.
Esta representación se corresponde con la perspectiva que Dicks descri-
biría como «la vista desde la colina», en la cual la comunidad es representada
como siendo cerrada y homogénea, aunque aún según esta autora, «si el es-
pectador desciende por la colina, de nuevo en “la comunidad”, su totalidad
desaparece de la vista» (Dicks, 1999: 352). De la misma manera, los habitan-
tes de Castelo Rodrigo no forman una totalidad única y cerrada, o un grupo
homogéneo de individuos, con formas similares de vida; como sucedió en el
pasado, ellos ocupan posiciones socioeconómicas diferentes.
Estas desigualdades se ponen de manifiesto cuando analizamos la inter-
vención en las casas. Según los arquitectos, este trabajo ha implicado nego-
ciaciones entre los técnicos de conservación histórica y los propietarios de los
edificios. Pero los habitantes con más poder de negociación fueron (y siguen
siendo) beneficiados con respecto al resto de la población. Por ejemplo, un
hombre de cincuenta años que ocupa un cargo en la política local ha logrado
mantener un moderno balcón abierto en su casa situada en la calle principal
del pueblo, en contraposición al caso de una mujer que vive en una casa ad-
yacente y no está vinculada a la política local. Este mismo hombre también
ha instalado puertas y ventanas de aluminio en la fachada –aunque de un tipo
de apariencia similar a la de la madera–, sin que ello haya desencadenado las
protestas de las entidades oficiales. En cambio, los más pobres no cambian el
material prescrito para las puertas y ventanas que dan al exterior. A pesar de la
pérdida de aislamiento, porque las puertas y ventanas de madera son permea-
bles y se doblan, las mantienen porque no tienen dinero para poner otras.
Otro ejemplo es el caso del cuñado del alcalde que ha logrado mantener
pequeñas piedras pegadas en la fachada de la casa y elevar 50 centímetros el
techo. Por el contrario, un pobre de 50 años no ha logrado abrir una ventana
en su casa, situada junto a los muros de la fortaleza, a pesar de no tener otra
fuente de iluminación natural que no sea una pequeña puerta y una ventana
minúscula. Asimismo, una pareja de ancianos no fue autorizada a subir medio
metro el techo de una habitación donde no pueden estar de pie.
En gran parte, son estas diferencias que explican el hecho de que los resi-
dentes evalúen de manera distinta la intervención en las casas y el proteccionis-
mo arquitectónico. En general, los habitantes con menos recursos económicos

174
y sociales, las cuestionan, mientras que los otros las aprueban. Los primeros
suelen decir que con el programa de los Pueblos Históricos de Portugal, han
dejado de ser dueños de sus propias casas y no pueden intervenir en ellas a
no ser del modo en que los encargados de la conservación histórica quieren.
Ellos admiten la necesidad de normas de construcción, pero contestan su ri-
gidez. Los segundos, en cambio, suelen decir que es importante preservar la
tradición arquitectónica del pueblo y que está muy bien que a la gente no se
le permita hacer lo que quiere.
Para entender mejor esta situación, es conveniente tener en cuenta que la
mayoría de las casas siguen siendo muy pequeñas. Además, su interior no se
corresponde con las necesidades de una familia moderna: luz natural abun-
dante, habitaciones individuales y lavabo con espacio adecuado. A diferencia
de los más pobres, los que tienen dinero y/o influencias políticas pueden per-
mitirse ampliar las casas, sea de forma vertical, construyendo más pisos, o de
forma horizontal, fusionando edificios contiguos.
Es importante señalar que el precio de los edificios ha aumentado mucho
a causa de la especulación turística, y pocos son los residentes que pueden
permitirse la compra de una casa y adaptarla a las exigencias de la vida moder-
na. Una casa pequeña o un granero pueden costar 25.000 euros. Durante mi
trabajo de campo, he conocido tres parejas jóvenes que se fueron a vivir a otro
pueblo precisamente por esta razón. Pero también existe el caso de individuos
que viven en casas compuestas por dos o más edificios unidos, como los em-
presarios turísticos y los propietarios de segundas residencias.
Estas razones explican en larga medida por qué los residentes experimen-
tan de manera distinta el hecho de habitar en casas consideradas monumen-
tos. Para la mayoría de la población ello significa una limitación, sobre todo
cuando ello impide mejorar sus condiciones de vida –por ejemplo, algunos
residentes critican el hecho de que no se les permite subir un piso la casa para
acomodar a las familias de sus hijos cuando vienen a visitarlos. Para otros,
significa una oportunidad para tener una casa en un pueblo histórico y/o para
tener una fuente de ingresos a través del turismo. Algunos residentes perma-
nentes fueron a vivir a Castelo Rodrigo precisamente por el turismo. Este, por
ejemplo, es el caso de una pareja, biólogos de 30 años, que explota un negocio
turístico familiar que consta de tres edificios contiguos de su propiedad. Otro
ejemplo es el de un hombre francés jubilado de la banca, con más de 60 años,
que ha comprado cinco edificios y que desde 2003 explota una casa de té con

175
una terraza que hace de mirador, una tienda de artesanías y una tienda de
comida gourmet. El turismo es actualmente un recurso económico para seis
habitantes, la mayoría de ellos como empresarios, y para otras 10 personas que
no viven en el pueblo, siete de ellas como empleadas.
A pesar de las situaciones que se han expuesto, gran parte de la pobla-
ción de Castelo Rodrigo se siente orgullosa de vivir en un pueblo «histórico»
clasificado, que consideran «limpio y recuperado». Cuando les conviene, re-
producen el discurso de la conservación histórica. En este sentido, muchos
habitantes opinan que el estado debía restaurar todos los edificios situados en
el casco histórico a causa de su valor monumental, es decir, «porque son muy
antiguos». Pero critican el discurso de la conservación histórica cuando esta va
en contra de sus intereses. Por ejemplo, ante el argumento de que no se puede
cambiar la apariencia de las casas, una anciana pobre que no pudo subir la
altura de su casa expresaba su desacuerdo diciendo:

La gente no vive de apariencias. La historia del pueblo es la historia de sus


antiguos, actuales y futuros habitantes... [...] La conservación histórica va a con-
vertir Castelo Rodrigo en un pueblo fantasma, donde sólo habrá alojamientos
turísticos y residencias secundarias donde unos pocos individuos vienen a pasar
un par de días dos veces al año.10

Conclusión

Este texto tenía el objetivo de estudiar las implicaciones sociales del proce-
so de patrimonialización de las casas en el caso de Castelo Rodrigo. Los datos
etnográficos evidencian la existencia de tres grandes cambios en el contexto
social. En primer lugar, ha añadido valor a las casas. En una primera fase, esto
ha contribuido al aumento del número de residentes permanentes y tempora-
les, fomentando el retorno de algunos propietarios y la permanencia de otros.
También ha habido el caso de algunos hijos de gente del pueblo que viven en
otras partes del país y algunos foráneos que han decidido construir segundas
residencias en el pueblo, favoreciendo el proceso de gentrificación del lugar.
Más tarde, sobre todo en la década de 2000, este proceso hizo que algunas
parejas jóvenes se fueran a vivir a otra parte a causa del aumento del precio de
las viviendas.

176
En segundo lugar, y aunque de forma relativamente modesta, el sector del
turismo se ha desarrollado, tanto en términos de demanda como de oferta.
El pueblo es anualmente visitado por cerca de 40 mil personas en busca de
experiencias de turismo cultural, haciendo que la actividad turística sea una
fuente de ingresos complementaria para algunas familias de empresarios y tra-
bajadores del turismo. El turismo es la principal actividad económica para seis
residentes permanentes y para 10 otras personas que no viven en el pueblo,
incluyendo a tres empresarios turísticos.
En tercer lugar, ha surgido un nuevo código arquitectónico, que ha creado
una tensión entre los técnicos de la conservación histórica y los residentes a
causa de sus diferentes maneras de ver la arquitectura doméstica. Para los téc-
nicos, las casas son monumentos que hay que mantener en su imagen estética
idealizada. Para muchos residentes, por el contrario, las casas son espacios di-
námicos que hay que poder transformar según las necesidades y posibilidades
del presente. Pero los individuos no experimentan la patrimonialización de las
casas de la misma manera. A diferencia del resto de población, los políticos,
los empresarios turísticos y otros individuos no ven la monumentalización de
sus casas como un límite a mejorar sus condiciones de vida. No sólo porque
pueden costearse su ampliación, sino también porque han logrado arreglarlas
según sus intereses y sacar partido de su explotación turística.
Mirando hacia el futuro, puede que haya problemas en la conservación de
la arquitectura privada en el mediano y largo plazo, debido a que muchas casas
no están habitadas y el aumento de su precio está alejando las parejas jóvenes,
mientras que la mayoría de los graneros no son utilizados. Esto significa que si
no se adoptan medidas para la promoción de viviendas para jóvenes, el pueblo
puede quedar sin habitantes permanentes, debido a la edad avanzada de la
mayoría de los residentes actuales y la partida de los jóvenes.
Los procesos descritos en este texto no se limitan a la dinámica local ni al
período de tiempo analizado. La promoción del turismo tiene un carácter glo-
bal y la patrimonialización de la arquitectura popular considerada tradicional
observada en Castelo Rodrigo también acontece en otros lugares en Portugal
y el mundo. En la actualidad, esto se asocia con la construcción de una nueva
imagen de lo rural según lo que se considera tradicional, sencillo, típico y
auténtico, para su consumo turístico. Hace no muchos años y desde finales
del siglo xix, diferentemente, se asociaba con la construcción de identidad
nacional (Lowenthal, 1998; Samuel, 1994).11

177
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Notas

1
Este trabajo ha sido posible gracias a una beca posdoctoral de la Fundación
Portuguesa para la Ciencia y la Tecnología (SFRH/BPD/34229/2006).
2
Las parroquias son entidades locales de carácter territorial cuyos órganos de
gobierno son el Consejo Parroquial y la Asamblea Parroquial.
3
El Manuelino, o Gótico Portugués tardío, es el estilo ornamentado de la ar-
quitectura portuguesa de las primeras décadas del siglo xvi, que incluye elementos
marítimos y representaciones de los Descubrimientos.
4
El palacio fue destruido por un incendio provocado por los habitantes en 1640,
después de la Restauración de la Independencia de Portugal, a causa del apoyo de su
propietario al dominio castellano.
5
En las afueras de Castelo Rodrigo hay también una iglesia y un convento cla-
sificados como «monumento nacional» desde 1932, así como una fuente clasificada
como «construcción de interés municipal» desde 1983. En Portugal, cada categoría de
bien patrimonial clasificado tiene su propio sistema de protección.
6
El pueblo tiene electricidad desde 1970 y agua potable desde 1987.
7
El gobierno municipal financió en su totalidad la recuperación de fachadas y
coberturas de las casas para ultrapasar las resistencias iníciales de los habitantes.

179
8
Muchos habitantes critican el uso de este mortero en las fachadas porque el agua
de las lluvias lo arrastra, aumentando la porosidad y humedad de las casas.
9
Estas entidades no tienen supervisores y sólo actúan cuando hay una denuncia
o cuando sus funcionarios ven algo que no acorde con los criterios oficiales. En estos
casos, se suele multar el propietario y embargar la obra, sin demolerla, pues, como los
habitantes suelen decir, «lo que ya está construido no puede ser des-construido».
10
Para más detalles sobre y una distinta aproximación teórica al caso de Castelo
Rodrigo, ver Silva (2011).
11
Sobre este cambio en los usos del patrimonio, ver Alsayyad (2001) y Rowan y
Baram (2004).

180
Procesos de patrimonialización y políticas públicas
en el Alt Urgell*

Camila del Mármol1


Universitat de Barcelona

La realidad económica y social de los Pirineos catalanes ha sufrido muchos


cambios a lo largo del último siglo. Las actividades tradicionales centradas en
la agricultura y la ganadería, así como en el aprovechamiento de los recursos
de los bosques, han sido alteradas por el impacto de la economía de mercado
dando lugar a profundos cambios en los imaginarios sociales, la representa-
ción de la comunidad y la relación con el entorno.
El desarrollo de los procesos de patrimonialización tiene lugar poco des-
pués de una serie de transformaciones sociales y económicas producidas en las
últimas décadas. Se trata de la aplicación de nuevas formas de conceptualizar
el territorio, nuevos aprovechamientos de los recursos existentes dentro de un
modelo económico en formación. En el contexto de la Unión Europea, se trata
del desarrollo de políticas específicas que buscan incentivar el turismo y que se
aplican en zonas rurales o de montaña donde tuvo lugar la desaparición o trans-
formación profunda de las estructuras económicas y sociales. Esto se acompaña
de una serie de discursos de revalorización del pasado así como de idealización
del paisaje y de la vida rural. Si bien podemos identificar el interés por desarro-
llar nuevos modelos de explotación económica orientados al turismo que supo-
nen una terciarización de la economía enfocada a la producción de servicios y a
la construcción, los procesos de patrimonialización se presentan desvinculados
de estos fenómenos. De esta manera, se movilizan discursos que capitalizan
una legitimidad producida en diferentes ámbitos y que, al presentarse como

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: «Patrimoniali-


zación y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimonio local (CSO2011-29413)»,
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y el Programa Feder.

181
semánticas sociales autónomas desligadas de objetivos políticos directos, son
difícilmente discutibles y alcanzan niveles de consenso crecientes. Sin embargo,
las actuaciones dirigidas a la conservación del patrimonio natural y cultural
están inmersas en consideraciones políticas amplias que incluyen la producción
de nuevos sistemas de explotación económica. Estos modelos de desarrollo se
instalan sobre un paisaje social y cultural específico dando lugar a la aparición
de nuevas realidades de desigualdad y a la reapropiación de recursos.
El desarrollo de los discursos del patrimonio supone la base ideológica
para la formación de una nueva economía local; se estructura una concepción
del territorio, incorporando nuevos valores y representaciones del mismo. Se
trata de discursos que se movilizan a nivel global y que toman forma en un te-
rritorio favoreciendo la implantación de un nuevo sistema económico, sentan-
do las bases para el desarrollo de un modelo de explotación. Sin embargo, no
se trata de procesos que se aplican directamente desde ámbitos que podríamos
caracterizar como globales ni tampoco de forma unidireccional desde insti-
tuciones de gobiernos locales o estatales. El estudio detallado de los procesos
de producción de los discursos del patrimonio y su aplicación en un referente
local puede ayudarnos a entender las interconexiones que se establecen entre
ámbitos globales y locales.
La aparición de los procesos de revalorización del entorno local, estruc-
turados en una serie de discursos que van adquiriendo formas concretas, se
desarrolla después de diversas crisis del sistema de producción que dejan pocas
alternativas a la población.

La comarca

La comarca del Alt Urgell tiene una superficie de 1.447,5 km2 que se ex-
tiende por el sector central de los Pirineos catalanes. La población asciende a
21.942 habitantes repartidos en un total de 19 municipios2. El retraso econó-
mico en relación a las restantes comarcas del país se hace evidente tanto en los
índices de ocupación y creación de riqueza así como en el crecimiento vege-
tativo de la población (Aldomà y Buixadé, 2003). El modelo de explotación,
basado mayoritariamente en la agricultura y la ganadería acompañadas por el
aprovechamiento de los bosques, se vio reemplazado por una intensificación
de la producción láctea hacia mediados del siglo xx.

182
Mapa de la Comarca Alt Urgell.

Fuente: Institut Cartogràfic de Catalunya.

Posteriormente, las restricciones de las cuotas lecheras establecidas en el


marco de las políticas agrarias de la Unión Europea (PAC), aplicadas a prin-
cipios de los años 90, provocaron una gran crisis de la producción láctea que
afectó fuertemente a la comarca. Esta crisis, que se sumaba a una serie de
transformaciones anteriores, supuso el fin de un modelo de explotación del
territorio, sin ser reemplazado por ningún sistema de aprovechamiento agríco-
la a gran escala. En el contexto europeo, la incapacidad de algunos territorios
rurales para desarrollar modelos intensivos de explotación agrícola-ganadera
supone la exclusión del mercado y la determinación política de buscar alterna-
tivas productivas en otras esferas económicas.
La realidad económica de la comarca es contradictoria. Los sucesivas crisis
han dejado un territorio desarticulado y con grandes diferencias territoriales
donde la Seu d’Urgell se mantiene como la ciudad más importante de los

183
Pirineos catalanes, rol potenciado por la cercanía a Andorra. Por otro lado, te-
nemos varios municipios de grandes dimensiones con una densidad de pobla-
ción que se cuentan entre las más bajas de toda Cataluña. Dentro del modelo
de economía de mercado desarrollado en las últimas décadas, el papel de la
inversión pública define su objetivo en sentar las bases para la futura apari-
ción de capitales privados. En el caso de la comarca en cuestión, las políticas
aplicadas, directa o indirectamente financiadas con fondos estatales y de la
Unión Europea, presentan un modelo de desarrollo del territorio que, si bien
no articulado en todas sus dimensiones, responde a una línea de lo que tiene
que ser el futuro de la región. La promoción del desarrollo turístico es una
parte preponderante de la actuación pública y responde a un modelo que no
es exclusivo de este territorio.

Los contextos

El neoliberalismo puede entenderse como una transformación política que


no supone el repliegue del estado, sino un cambio de la racionalidad de gobier-
no que altera las relaciones de poder en la sociedad (Inda, 2005: 59). Ferguson
y Gupta sostienen que el neoliberalismo no es un asunto de menos gobierno,
sino que indica una nueva modalidad «que funciona creando mecanismos
que funcionan “por si mismos” y que dan lugar a resultados gubernamen-
tales a través de la devolución del riesgo a las “empresas” de los individuos»3
(2002: 989). Las políticas aplicadas enmarcadas en el discurso del patrimonio
forman parte de esta nueva lógica de gobierno que estructura una nueva con-
cepción del territorio y la población. La expansión en las últimas décadas de
un discurso del patrimonio, que abarca una nueva valorización del pasado y
de la vida rural, se generaliza por una parte gracias al apoyo institucional pero
también es apropiado por la población de diferentes formas. El análisis de las
formas de gobermentalidad supone mantener un enfoque doble que relacione
los vínculos que se establecen entre ámbitos macro y micro políticos. Así, es
necesario analizar por un lado los programas de actuación política de distintas
administraciones que favorecen la expansión del discurso del patrimonio pero,
a la vez, estar atentos a las formas más sutiles y menos programáticas en que
los distintos discursos sobre el pasado toman forma. Para este enfoque es útil
la idea de Trouillot (2003) que propone pensar el estado no como un aparato,

184
sino como un conjunto de procesos cuya materialidad reside mucho menos
en las instituciones que en la restructuración de procesos y relaciones de poder
para crear nuevos espacios para el desarrollo del poder.
Los procesos de patrimonialización se basan en discursos de conservación
que designan aquello que merece ser protegido, recuperado de los efectos des-
tructores del paso del tiempo; suponiendo nuevas formas de conceptualizar el
territorio, nuevos aprovechamientos de los recursos existentes dentro de un
modelo económico en formación. Esto no supone la existencia de un pro-
yecto articulado en todas sus dimensiones, pero sí se trata de la vinculación
de una lógica política con ciertas constricciones sociales y la agency local. Las
actuaciones dirigidas a la conservación del patrimonio natural y cultural es-
tán inmersas en consideraciones políticas amplias que incluyen la producción
de nuevos sistemas de explotación económica. Se trata de buscar maneras de
superar el aislamiento discursivo de las nociones del patrimonio, rompiendo
las mitologías construidas y resituando el discurso en unas condiciones de
producción y de circulación específicas.
En las últimas décadas, el turismo ha sido uno de los sectores más incen-
tivados desde la administración en la comarca del Alt Urgell, lo que puede
observarse en la orientación que han ido tomando las medidas legislativas así
como las distintas actuaciones sobre el territorio en las últimas décadas. En
la década del 80 comienzan a tomar forma una serie de ideas que cristalizan
en la creación de la primera Comunitat de Treball del Pirineu, bajo la égida de
la Unión Europea. Se trata de grupos de trabajo que aspiran a potenciar las
relaciones entre los territorios pirenaicos tanto franceses, españoles como an-
dorranos. Una serie de personas relevantes de la zona, intelectuales y políticos,
se juntan para la promoción de distintos proyectos, uno de los cuales será el
programa MAB6 de la Unesco que favorece el primer análisis sistemático del
Pirineo catalán, situando el territorio en una agenda global elaborada siguien-
do una serie de directivas comunes y programas internacionales. Así, se identi-
fican una serie de problemáticas comunes a las zonas de montaña y se asientan
una serie de preceptos que facilitarán nuevas maneras de pensar el territorio,
un pequeño «cuerpo doctrinal», en palabras de uno de los mayores impulso-
res, que dieron lugar a una larga serie de políticas y actuaciones posteriores.
En 1978 se aprueba la Constitución española, que cuenta con un artículo
específico donde se hace referencia al tratamiento especial que merecen las
zonas de montaña (Campillo y Villaró, 1988). En 1982 se redacta la Ley de

185
Agricultura de Montaña española y un año después la Llei 2/1983, de 9 de
març, d’alta muntanya4, la primera ley promulgada por la Generalitat de Cata-
lunya dirigida especialmente a los territorios del Pirineo catalán. El objetivo es
llevar a cabo una política de desarrollo que tienda a paliar las consecuencias de
lo que se reconoce como «un procés actual de despoblament i degradació sistemà-
tica» cuyos signos más evidentes serían «el baix nivell de renda i l’empobriment
humà i cultural»5. A diferencia de otras zonas deprimidas del territorio catalán,
esta ley establece que las zonas de alta montaña cuentan con un «potencial de
producció» que está constituido por recursos que no serían «racionalmente»
explotados hasta entonces: la ganadería, los recursos forestales y el turismo. Se
trata posiblemente de uno de los primeros instrumentos legales que reflejan
una nueva perspectiva que formula la existencia diferenciada de «zonas de
montaña», imprimiéndole nuevos valores y condiciones de desarrollo especí-
ficas. El tratamiento especial de protección a zonas de montaña es común a la
legislación del Estado español, así como está presente en las directrices de la
Unión Europea.
En 1988 la Comunidad Económica Europea elaboró el informe El futuro
del mundo rural, que se considera el primer paso del desarrollo rural en Europa.
Se destaca la necesidad de «salvaguardar un patrimonio doméstico que corre el
riesgo de degradarse y desaparecer» (Comisión Europea, 1988) y se propone
el desarrollo del turismo rural para contribuir a la restauración de este patri-
monio y su conversión en una infraestructura rentable. Plaza (2006) señala
que las políticas de la Unión Europea en España han incidido sobre todo en
dos ámbitos, por un lado la política regional, y, por el otro, la Política Agraria
Común (PAC). De un enfoque más productivista, centrado en los precios y la
competitividad de la agricultura europea, se habría pasado a una perspectiva
más amplia que considera los territorios rurales en sus distintas facetas y que
habría buscado la diversificación de las actividades. La reforma de 1992 de la
PAC consolida estas nuevas pautas, que se ejemplifican en una nueva visión de
los ganaderos como «productores de materias primas» y como «conservadores
del medio ambiente» (Plaza, 2006: 72). En la actualidad, podemos ver como
el concepto de desarrollo rural, que tuvo su origen a mediados de la década del
70, ocupa un papel predominante en las políticas de ordenación territorial así
como en los planes de desarrollo. Se trata, sin embargo, de un concepto que
se ha visto influenciado por varias transformaciones recientes como los cam-
bios de relación entre el campo y la ciudad o bien los nuevos discursos sobre

186
la sostenibilidad y protección medioambiental asumidos desde las distintas
administraciones.
Se trata así de una nueva concepción política del espacio rural, que se ma-
nifiesta con una vocación ruralista e integradora utilizando conceptos como el
de «sostenibilidad», «dinamización», «utilización de los recursos disponibles»,
«valorización del paisaje», etc., que se transforman en planes de actuación con-
cretos que, más allá del discurso difuso y generalista en el que se expresan, han
modelado y determinado una parte importante de la realidad social y econó-
mica de muchos territorios rurales en las últimas décadas. Se ha desarrollado
un extenso corpus político, legal y administrativo que engloba una serie de
territorios diversos aplicándoles una conceptualización generalista y universa-
lizante que ignora las diferencias sociales, culturales e históricas de cada uno
de ellos, y que promueve la idea de una Europa común que puede entenderse
desde conceptos globales.
A partir del año 1991 y hasta el presente se implementa una iniciativa de
la Comisión Europea denominada Programa Leader (Liaison entre Activités
de Développement de l’Économie Rurale), orientada al desarrollo de las zonas
rurales que han sufrido las consecuencias del éxodo poblacional y las distintas
crisis de la agricultura. El objetivo es propiciar las iniciativas públicas y priva-
das dinamizadoras del desarrollo endógeno, basándose en ámbitos geográficos
relativamente reducidos y fomentando la participación de la población local
(Luzón y Pi, 1999). Se trata de instrumentos administrativos que reflejan una
nueva manera de entender el territorio, catalogado como patrimonio y con
el objetivo de protegerlo de lo que se consideran posibles degradaciones. Si
bien no es un programa dedicado exclusivamente al desarrollo del turismo,
ya desde el principio la mayoría de proyectos se orientaron en esta dirección
(Luzón y Pi, 1999).
Otra línea de análisis importante para entender la nueva orientación eco-
nómica y productiva que adopta la comarca en las últimas décadas, es la crea-
ción de distintos parques naturales y espacios protegidos dentro de sus límites.
En 1983, la Generalitat de Catalunya crea el Parc Natural del Cadí-Moixeró6,
con una extensión de 41.060 hectáreas y que abarca cuatro municipios de la
comarca del Alt Urgell así como otros tantos de las comarcas del Berguedà y la
Cerdanya. Mediante la declaración en la que se define la creación del parque,
se establece también la prioridad de la protección como concepto fundamen-
tal que rige la ideología del nuevo espacio. El territorio pasa a ser objeto de

187
una nueva conceptualización de usos, que se hace explícita en la legislación:
«les activitats tradicionals i l’aprofitament ordenat de les seves produccions són
genèricament admesos, sens perjudici de les limitacions específiques que puguin és-
ser establertes quan els objectius de protecció ho aconsellin així»7. En este sentido,
queda claro que los anteriores modos de explotación del territorio son tole-
rados, siempre y cuando no contradigan directamente los nuevos parámetros
de protección.
Mediante la Llei 12/1985, de 13 de juny, d’espais naturals8 el Parlament de
Catalunya declara el Pla d’espais d’interés natural (PEIN). Se trata de un instru-
mento de planificación territorial que comprende la totalidad del territorio ca-
talán, y cuyas disposiciones normativas son de carácter obligatorio tanto para
la administración como para los particulares (CCAU, 2005). El documento
considera que la acción humana no había provocado hasta hace pocas décadas
desajustes en su relación con el medio, pero que el desarrollo económico y
tecnológicos así como la progresiva urbanización ha llevado a una situación
de desequilibrios graves. Ante estos factores que se consideran una «amenaza»
para la naturaleza, se decide que teniendo en cuenta la «inquietut creixent dels
científics, i, en general, de l’opinió pública»9 es necesario crear una red de pro-
tección de espacios naturales que no se limite a ciertas zonas características o
de valor excepcional. El 33,7% del territorio del Alt Urgell forma parte del Pla
d’espais d’interés natural10.
Otro de los territorios protegidos más importantes de la comarca del Alt
Urgell es el Parc Natural de l’Alt Pirineu, creado en 2003. Se trata del parque
natural más extenso de Cataluña, con 69.850 hectáreas, e incluye territorios
de la comarca del Pallars Sobirà y el norte del Alt Urgell. A diferencia de
otros espacios protegidos, su director explicaba, en distintas conversaciones
que tuvieron lugar en 2007, que el objetivo del parque no era solo la conser-
vación de la naturaleza sino también hacer compatible la preservación de este
patrimonio con el desarrollo económico y el mantenimiento de actividades
tradicionales de aprovechamiento del territorio. En el decreto de creación del
parque, se especifica que:

el vincle existent entre els valors culturals, l’activitat econòmica i els valors
naturals ha de portar a un tractament conjunt i integral del patrimoni. Mos-
tra d’aquesta relació són les activitats tradicionals lligades al sector primari i
l’existència secular d’un aprofitament ordenat dels recursos naturals (la ramaderia

188
i l’aprofitament de les pastures, els prats de dall, les bordes, els camins ramaders,
la silvicultura, el carboneig, etcètera), que és el que ha fet possible el modelat i
la pervivència i conservació tant dels valors ecològics com del paisatge que es
pretenen conservar11.

Se trata de una visión diferente en el marco de la conservación y protección


del patrimonio natural que se aplicó a la definición de este nuevo parque.
Un organismo importante en la aplicación de políticas relacionadas con el
patrimonio en el territorio es el Departament de Cultura del Consell Comarcal.
Lluís es el técnico más antiguo del departamento, sus inicios en el Consell
coinciden con la creación del departamento de cultura. En una entrevista rea-
lizada en 2008 se explayó sobre los orígenes de esta sección a principios de la
década del 90. En sus primeras actuaciones desde el departamento de cultura,
Lluís respetó y dio continuidad a lo que se había estado haciendo en años an-
teriores: ciclos de cine al aire libre en verano o concurso de dibujos navideños
infantiles. Poco después de entrar, elaboró un programa de dinamización cul-
tural que fue aprobado con muchas limitaciones presupuestarias. Según Lluís,
la orientación de este primer programa era «promocionar la creativitat cultural
de les diverses arts a la comarca: la plàstica, la literatura, el teatre, el cinema, etc».
Dado que el carácter actual del departamento está fuertemente relacionado
con la conservación del patrimonio, le pregunté si no había actuaciones orien-
tadas a este fin, a lo que me contestó que en ese entonces todavía no se tocaba
mucho el tema del patrimonio.
La primera actuación en el marco del patrimonio se realizó en 1997, con
el apoyo de la presidenta del Consell Comarcal. Se trataba de un programa In-
terreg de la Unión Europea para realizar la Vía Románica, una iniciativa con-
junta del departamento de cultura y el de turismo que buscaba estrechar lazos
entre regiones de distintos países así como revalorizar el patrimonio románico
del territorio. Se elaboró entonces un primer inventario donde se indicaba la
necesidad de realizar algunas reparaciones urgentes, centrado sobre todo en el
patrimonio material: iglesias y algunos monumentos. La escasez de recursos
dio lugar a que estas primeras actuaciones no dieran muchos frutos más que
algunos trípticos informativos y un primer interés en el tema.
Otro de los primeros proyectos en el marco del patrimonio se relaciona
con el pasado cátaro de algunos pueblos de la comarca, lo que posteriormente
pasó a ser una de las actuaciones más importantes del departamento de cultura

189
(ver del Mármol, 2006, 2008). En 1996 se presenta en el Consell Comarcal el
entonces alcalde pedáneo de Josa de Cadí, un pequeño pueblo de la Vall de
la Vansa i Tuixent, proponiendo la realización de unas jornadas cátaras en el
pueblo. Se trata de una celebración que buscaba conmemorar la relación del
pasado medieval de Josa con la herejía cátara que se desplegó especialmente
en el Mediodía francés entre los siglos xi, xii y xiii. La propuesta había sido
sugerida al alcalde por un intelectual local, Esteve Albert, que jugó un papel
decisivo en la divulgación de la historia cátara en los Pirineos. Lluís, el téc-
nico de cultura, estaba familiarizado con el tema del catarismo gracias a su
relación familiar con el pueblo de Castellbó, que compartía con Josa del Cadí
una vinculación histórica con la herejía resaltada en obras de Esteve Albert.
Las primeras jornadas cátaras se realizaron en 1996 en Josa de Cadí para pos-
teriormente extenderse las festividades a otro valle de la comarca: la vall de
Castellbó.
Una de las iniciativas culturales más importante del Consell Comarcal, y
también una de las primeras actuaciones, es la Ruta de Museus dels Oficis d’Ahir.
Se trata de una serie de museos que recuperan distintos oficios considerados
como «tradicionales», y que comparten la característica de haber desapareci-
do durante el siglo xx. En el origen del proyecto, encontramos una primera
lista de museos etnográficos «posibles» elaborada por el técnico de cultura
asesorado por distintas personas de la comarca. En la realización de la lista se
seleccionaron aquellos elementos de cada territorio que tenían un valor más
significativo, según el criterio de distintos intelectuales locales. Sin embargo,
no todos los proyectos se concretaron, por el contrario muchas propuestas de
musealización cayeron en el olvido. Como me explicaba el técnico de cultura
en varias ocasiones, un elemento importante que determinó el éxito de los
proyectos fue la presencia de personas que tuvieran influencia a nivel político
y que dieran su apoyo a la creación de un museo en su territorio. Uno de los
proyectos más importante que nunca vio la luz fue el museo de la leche, para
el cual se redactó un texto que luego sería archivado al no encontrar la Coo-
perativa del Cadí un sitio donde llevarlo a cabo. Los museos que finalmente
forman parte de esta ruta son el Museu dels Raiers, el Pou de Gel, la Farinera de
la Trobada, el Museu de la Vinya i el Vi de Muntanya, el Museu de la Llana y
el Museu de les Trementinaires. Fueron creados entre 1997 y 1998 en distintos
municipios de la comarca del Alt Urgell, y son administrados por los respecti-
vos ayuntamientos (Coll de Nargó, Oliana, Montferrer-Castellbò, el Pont de

190
Bar y Josa-Tuixent), a excepción del Museu de la Llana que es privado.
En septiembre de 2006 se constituyó el Consorci de la Ruta dels Oficis
d’Ahir, una red que une a los museos creados en la década del 90 y que, según
se declara en un artículo publicado en la web del Consell Comarcal el 20 de
septiembre del 2006:

...té com a objectiu prioritari la promoció dels espais etnogràfics que hi ha


en cadascun d’aquests municipis. El consorci neix amb la finalitat de vetllar per
la recerca, la conservació, la difusió i la promoció del patrimoni etnològic de la
comarca de l’Alt Urgell i, alhora, mantenir el funcionament dels diversos espais
d’exposicions permanents per afavorir la divulgació de tot aquest patrimoni12.

Según los técnicos del Consell Comarcal, la Ruta dels Oficis d’Ahir es uno
de los ejes de las actuaciones del Departament de Cultura. Busca activar la
recuperación del patrimonio en el territorio para favorecer el establecimiento
de un turismo que no se limite a ser de paso, ya que la comarca funciona en
muchos aspectos como antesala del país vecino, Andorra. La desaparición de
los modos de vida característicos de periodos anteriores se convierte, en el
contexto de las nuevas realidades, en elemento de exposición. La necesidad de
atraer al turismo y consolidar un nuevo modelo de aprovechamiento de los
recursos incita a la musealización de elementos del pasado ya desaparecidos.
La producción de valores en relación al pasado se constituye en una de las
estrategias utilizadas para valorizar el territorio hacia el exterior, en un intento
de garantizar la consolidación del modelo turístico.
Dentro de los proyectos impulsados por el Consell Comarcal en los úl-
timos años se inscriben numerosas iniciativas que comparten una vocación
patrimonializadora. Igualmente, el Consell Comarcal ofrece apoyo a una serie
de proyectos de distinta procedencia, en colaboración con otras entidades que
actúan en el territorio. Se trata de una larga lista de organismos públicos y
privados, centros de investigación, institutos de desarrollo, agencias de co-
operación, etc., que han promovido la aplicación de distintas actividades en
el ámbito de la cultura y que han influenciado la orientación de las políticas
públicas en la zona. Existe en el Pirineo una estructura asociativa civil de cierta
importancia, que se suma a la multitud de oficinas y delegaciones, organismos
e institutos que coexisten y se superponen, apoyándose o bien sobreponién-
dose los unos a los otros.

191
Me parece importante resaltar la existencia en la comarca de una serie
de intelectuales locales que han influenciado con sus discursos las políticas
de patrimonialización del territorio. Si bien no me refiero a un grupo social
específico ni fácilmente identificable, se trata sí de personas con distintos
niveles de educación formal que hacen valer un profundo y variado conoci-
miento del territorio, tanto de su historia y particularidades como de aquellos
que lo habitan. Si bien muchos de ellos trabajan activamente desde pues-
tos administrativos, existen otras personas que se han mantenido fuera del
aparato burocrático oficial y que sin embargo ejercen un nivel de influencia
elevado. Se trata de una elite intelectual que produce localidad y modelos de
desarrollo, generalmente acorde a las líneas de actuación que se apoyan desde
los organismos públicos locales o supralocales. En algunas ocasiones se pue-
den registrar tensiones entre estas personalidades locales y expertos foráneos,
generalmente pertenecientes a instituciones reconocidas en los centros de
poder, donde se ponen en evidencia visiones distintas y formas de legitima-
ción del saber.
Como hemos podido ver, se desarrollan desde hace algunos años una serie
de políticas y actuaciones destinadas a revalorizar los distintos elementos de la
comarca que se consideran parte de un patrimonio común. El desarrollo de
los procesos de patrimonialización se ve influenciado por distintos organis-
mos públicos y privados que promueven una orientación específica a partir
de políticas públicas y planes de actuación. Estos procesos son resultado de
tendencias que afectan la comarca del Alt Urgell, pero también la zona de los
Pirineos en un sentido amplio, ya que forman parte de nuevos discursos te-
rritoriales que entienden de una manera específica las zonas de montaña en el
nuevo contexto de la Unión Europea. Sin embargo, el papel de determinadas
personas del territorio es fundamental a la hora de establecer qué elemen-
tos pasan a ser parte de los discursos de revalorización, así como de planes
y proyectos. Si bien en líneas generales las subvenciones y ayudas nacionales
y transnacionales, así como los planes de actuación del enorme conjunto de
organismos que actúan directa o indirectamente en la comarca, marcan una
línea de acción, también existe una estructura social local que da forma a los
discursos y prácticas de patrimonialización.

192
Conclusión

Entiendo los procesos de patrimonialización como tecnologías de gobier-


no (Foucault, 2000b) que favorecen nuevas formas de utilización del territo-
rio, basándose en la producción de nuevos valores. En este sentido, podemos
relacionar los procesos de patrimonialización con la reproducción social del
valle y entenderlos como formas de gubermentalidad (Burchell, Gordon y
Miller, 1991; Pels, 1997; Rose, 1999; Dean, 1999; Foucault, 2000a, 2000b;
Lemke, 2002), como mecanismos que generan ciertos niveles de consenso
social y facilitan el desarrollo de nuevos modelos económicos para la repro-
ducción del sistema capitalista (Harvey, 1998; Boltanski y Chiapello, 2002).
Los procesos de patrimonialización entendidos como tecnologías de gobierno
son dispositivos que funcionan dentro de la nueva economía cultural política
(Appadurai, 1996).
Siguiendo los parámetros de recuperación y conservación que estructuran
los discursos sobre el patrimonio, se desarrollaron en el área estudiada una
serie de infraestructuras físicas y sociales, necesarias para la formación de una
economía regional (Harvey, 1998; Smith, 1999; Keating, 2000). Se trata de
una serie de fenómenos que sentaron las bases para la aparición del turismo.
Entre ellos podemos destacar la creación de un parque natural, una serie de
disposiciones urbanísticas orientadas a la preservación del paisaje, la mejora de
las vías de comunicación (carreteras, autopistas), la recuperación de antiguos
caminos forestales, la creación de patrimonio etnográfico, la revalorización de
fiestas y celebraciones locales, la creación de museos o bien la renovación de
iglesias y monumentos declarados de interés histórico.
Desde esta perspectiva, podemos observar el desarrollo del territorio como
un proceso intrínsecamente relacionado con los contextos globales. Los pro-
cesos de patrimonialización de la cultura y la naturaleza se desarrollan pa-
ralelamente a la composición de nuevos modelos económicos orientados al
turismo. Los elementos que señalan el fracaso de un sistema de producción y
sus consecuencias desastrosas sobre la población como ser el abandono de las
casas, la despoblación del territorio y la degradación de los espacios cultivados,
entre otros, son reaprovechados a partir de nuevos discursos que revalorizan
esos signos de decadencia.
Los discursos sobre el patrimonio natural y cultural como tecnologías de
gobierno regulan la relación de las personas con su entorno, así como entre

193
ellas. No se trata de una serie de disposiciones escritas, sino de mecanismos
más sutiles que afectan a la manera de percibir estas relaciones, la manera en
que son vividas y valoradas por los individuos. El desarrollo de estos discursos
de revalorización de elementos que por haber perdido su funcionalidad dentro
de un sistema de producción en crisis se consideran desvalorizados, supone
una nueva manera de organizar las relaciones entre las personas y su contexto
social y natural.

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Palgrave Macmillan. Pp.: 79-96.

Notas

1
Agradezco a Joan Frigolé, Xavier Roigé i Ferran Estrada los comentarios que me
permitieron desarrollar este artículo.
2
Fuente: Institut d’Estadística de Catalunya, 2008.
3
En inglés en el original.
4
Llei 2/1983, de 9 de març, d’alta muntanya (DOGC 312, de 16/03/1983).
5
Ibíd.
6
Decret 353/1983, de 15 de juliol, de declaració del Parc Natural del Cadí-Moixeró
(DOGC 357, de 24/09/1983).
7
Ibíd.

195
8
Llei 12/1985 de 13 de juny, d’espais naturals (DOGC 556, de 28/06/1985).
9
Ibíd. Art. I.
10
Idescat, 2009.
11
Decret 194/2003, d’1 d’agost, de declaració del Parc Natural de l’Alt Pirineu
(DOGC 3943, de 8/8/2003).
12
Consell Comarcal De l’Alt Urgell (2006), «Es constitueix a l’Alt Urgell el con-
sorci Ruta dels Oficis d’Ahir. Nota de prensa 40.2006», Disponible en: http://www.
ccau.cat/ [Consulta 20/12/2006].

196
La patrimonialización del patrimoni en el Pallars Sobirà1

Meritxell Sucarrat Viola


Universitat de Barcelona

Patrimoni en contexto

El objetivo de este texto es analizar la relación entre la terciarización de


la economía y la estratificación y diferenciación social en un valle del pirineo
catalán afectado por políticas de patrimonialización de la naturaleza y la cul-
tura desde principios del siglo xxi. Siguiendo el planteamiento de autores que
sostienen que la patrimonialización de recursos locales es una construcción
cultural que recurre al pasado y se inscribe en un lugar y un tiempo determina-
do para la producción de un patrimonio destinado al consumo turístico (Lo-
wenthal, 1998; Tunbridge y Ashworth, 1996; Kirshenblatt-Gimblett, 1998;
García, 1998; Harvey 2001, 2008; Smith 2006), en este texto se va a docu-
mentar etnográficamente cómo dicho proceso que tiene lugar a escala global
está intrínsecamente relacionado con la experiencia de vida, las necesidades y
los intereses cambiantes de individuos que ocupan posiciones específicas.
En concreto, se quiere ilustrar la relación entre los significados locales de
la noción de patrimoni (patrimonio) en relación con el sector de la población
que se dedica a la ganadería y/o al turismo como principal actividad económi-
ca y que actualmente integran la categoría social veí (vecino). La elección de
este grupo de individuos en detrimento del resto de población, identificada
con la categoría gent de fora (gente de fuera), responde al interés por mostrar
cómo la división de la población en dos grandes grupos reproduce un modelo
de orden ideal que revierte a favor de los vecinos y que depende de la capaci-
dad exclusiva de este grupo de individuos para representar la dimensión sim-
bólica de las distintas nociones de patrimoni a través de las prácticas diarias2.
Para ello es preciso presentar las nociones de patrimoni que entran en juego y
la interdependencia de su significado.

197
Si se tiene en cuenta un orden cronológico, patrimoni se refiere al conjunto de
bienes, de distinta naturaleza, que constituyen los recursos y riqueza de las casas
sobre los que tradicionalmente se ha fundamentado el sistema de autoridad y las
relaciones intergeneracionales dentro del grupo doméstico, así como la jerarquía
social y el estatus personal a nivel local (Bourdieu, 1962; 2004; Bestard, 1986, As-
sier-Andrieu 1986; Augustins 1990; Barrera, 1990; Pujadas y Comas d’Argemir,
1994). En una sociedad organizada entorno a la práctica agroganadera, hasta el
último tercio del siglo pasado, el patrimoni privado de las casas, su continuidad
y transmisión intergeneracional, ha dependido en gran medida de la explotación
de los bienes comunales –básicamente pastos de alta montaña– que resultado de
la dependencia continuada de las familias del medio físico se habrían conside-
rado como el patrimoni comunal de las casas (Bingué, 1996, 1998, 2005). No
obstante, y auque todas las casas reconocidas con el dret de veïnatge (derecho de
vecindad) habrían tenido la misma oportunidad de explotar los bienes comunales
en detrimento de la población considerada forastera, la diferencia en el patrimoni
privado de las casas –tierras de cultivo, prados, ganado y aperos– habría favorecido
que unas pocas casas pudieran sobreexplotar los bienes comunales fomentando la
diferenciación entre vecinos ricos y vecinos pobres (Bringué, 1996, 2005).
En la actualidad, el patrimoni privado de las casas consta de tierras y ga-
nado pero también de bloques de apartamentos, fondas, hoteles y restaurantes
que se han construido y/o remodelado en las últimas décadas con el objetivo
de capitalizar inversiones iniciales. El cambio en la forma y expresión del pa-
trimoni privado que resulta de un cambio en la concepción y explotación del
patrimoni comunal, entendido como un recurso básico para el desarrollo local
del turismo, plantea varios interrogantes. En primer lugar, surge la necesidad
de comprender la relación entre patrimoni privado, patrimoni comunal y patri-
monialización, ya que la producción final de patrimoni para el consumo turís-
tico depende del cambio de concepción del patrimoni comunal, pero también
de la transformación y resignificación del patrimoni privado. En segundo lugar,
y en relación con lo anterior, se hace preciso comprender cómo el aprovecha-
miento turístico del patrimoni comunal coexiste con la explotación ganadera
del mismo fomentando la diferenciación actual de los vecinos entre ganaderos
y empresarios turísticos. Finalmente, surge la cuestión de comprender cómo la
patrimonialización del patrimoni comunal convierte el patrimoni privado en
una mercancía cuyo valor final depende, en gran medida, de la posición y par-
ticipación de los individuos en determinadas relaciones de interdependencia.

198
El valle está situado en el extremo nororiental de la comarca catalana de
alta montaña del Pallars Sobirà, en la frontera con Francia y Andorra (Fig. 1
zona en verde intenso) y comprende siete núcleos de población, de los cuales
sólo cuatro están habitados permanentemente. Desde 1927, los límites geo-
gráficos del valle delimitan un único municipio que desde la segunda mitad
de la década de 1950 integra tres Entidades Municipales Descentralizadas
(EMD), representadas por una junta de tres vecinos, con el objetivo de ga-
rantizar la gestión autónoma del monte comunal de los pueblos. En 2012, el
número de residentes permanentes sumaba 165 personas, aunque el total de
empadronados ascendía a 280 individuos.
Los datos presentados proceden de 16 meses de trabajo de campo intensivo,
entre julio de 2005 y octubre de 2006, más una serie estadías breves, entre febre-
ro de 2007 y julio de 2012, que suman cerca de 20 meses de trabajo de campo.

Fig 1. Mapa-guía del valle

Fuente: Parque Natural del Alto Pirineo.

199
El PATRIMONI de los vecinos en el contexto económico global,
1950-2012

Entre finales de los años 50 y mediados de los años 60 del siglo pasado, el
sistema agroganadero de alta montaña, base de la economía y la sociedad pa-
llaresa, acusaba una situación de crisis demográfica y económica insostenible3.
Las explotaciones familiares, caracterizadas por una producción poco variada y
más bien escasa en un suelo poco fértil, que conjugaban el cultivo de algunas
parcelas con la cría de pocas cabezas de ganado de labor para el trabajo agrícola
o su venta en ferias comarcales, no pudo hacer frente al aumento de produc-
tividad que la economía y sociedad española exigían (Arqué, García y Mateu,
1982; Mateu 1983; Aldomà y Pujadas, 1992). La mecanización progresiva
del campo, el fin de las obras hidroeléctricas y la disponibilidad de trabajo en
el área metropolitana de Barcelona favoreció un éxodo rural sin precedentes.
Entre 1960 y 1980 la población del Pallars Sobirà pasó de 10.240 a 5.247
habitantes, afectando principalmente a los valles más septentrionales (Sabartés
y Guixés, 1993, 1998). La política de subvenciones para la transformación
de las estructuras agropecuarias y el aumento del volumen de leche y carne
impulsada por el Ministerio de Agricultura del estado español, a principios
de la década de 1970, tampoco consiguió modernizar el sector primario de
las comarcas pirenaicas donde la cría de ganado ovino y bovino y el cultivo
de forrajes continuará manteniendo fuertes vínculos con el medio físico (Mo-
ral, Naredo y Carballo 1981; García Fernández 1991). Entre 1970 y 1980, y
descartada la producción intensiva de ganado de carne, se apuesta por el va-
cuno de leche. No obstante, el déficit en las comunicaciones; las instalaciones
rudimentarias de las explotaciones; la falta de selección rigurosa de las razas
bovinas; la desintegración de la sección lechera de la Cooperativa del Pallars;
la implementación del sistema de cuotas de la Unión Europea (UE) y el cierre
del grupo sindical Lleteries de la Seu, donde la mayoría de los productores del
Pallars Sobirà vendían su leche, a principios de la década de 1990, acabaran
por dejar una presencia testimonial del vacuno de leche en una comarca en que
la reconversión del sector primario hacia el vacuno de leche nunca había sido
completa manteniendo la aptitud mixta de la explotaciones ganaderas (Mateu,
1983). A partir de la década de 1990, y debido a las diversas reformas de la Po-
litica Agraria Común (PAC) de la UE, el sector primario se caracterizará por la
producción extensiva de ovino y bovino de carne (Viladomiu y Rosell, 2009).

200
Paralelamente a los cambios en la práctica agroganadera, a finales de la dé-
cada de 1960 se inauguran las primeras pistas de esquí de la comarca asociadas
a complejos urbanísticos y hoteleros4. Con el tiempo y gracias a las medidas
subsidiarias del estado español y el gobierno autonómico de Cataluña, que ven
en el sector del esquí la alternativa a un sector primario en retroceso, a princi-
pios de la década de 1990, la práctica del esquí continuará representado la in-
dustria del turismo en la comarca, aunque en esos años la práctica de deportes
de aventura ya se había popularizado debido a las inversiones que el Gobierno
de España y la Generalitat de Cataluña habían hecho en el sector (Mateu,
1983; Jiménez, 1999). A finales de la década de 1980, el estado español ya
había empezado a incentivar el desarrollo del turismo rural con la finalidad
de complementar los recursos económicos de agricultores y ganaderos que
estuvieran en activo y fueran titulares de explotaciones agroganaderas. Si en
un principio sólo podían beneficiarse de las ayudas al turismo rural aquellos
individuos cuyos ingresos globales provinieran en un 50% del trabajo en el
sector primario, en la actualidad esta situación ha cambiado sustancialmente
hasta el punto de que en algunos casos los ingresos provenientes del sector
primario complementan los generados por la actividad turística (Aldomà y
Pujadas, 1992). El inicio del turismo rural coincide con la aprobación en
1982 de la Ley de Agricultura de Montaña del estado español y de la Ley de
Alta Montaña aprobada por el Parlamento de Cataluña en 1983 que persi-
guen equiparar las condiciones de vida de los habitantes de las zonas rurales
y de alta montaña con el resto de ciudadanos. Este contexto político sentó las
bases para que en la década de 1990 el valor paisajístico de la comarca fuera el
principal reclamo para el desarrollo de un sector turístico orientado al público
en general. Para ello, de nuevo serán decisivas las inversiones del Gobierno de
España y de la Generalitat de Cataluña, además de la disponibilidad de fondos
y programas estructurales de la UE que en el marco de la PAC se destinarán
a fomentar el desarrollo rural implementando políticas de patrimonialización
de la naturaleza y la cultura y reorientando el sector primario hacia la cría ex-
tensiva de ovino y bovino (Ortega Valcárcel, 2004; Viladomiu y Rosell, 2009).
El objetivo final del despliegue de todas estas medidas y directrices sería el
mantenimiento en estas zonas de una estructura socioeconómica mínima que
evitara el abandono definitivo de estas áreas, satisfaciendo al mismo tiempo las
necesidades de consumo de un turismo de origen urbano (Gray, 2000; Ortega
Valcárcel, 2004).

201
En el valle, el periodo que va entre la crisis irreversible del sistema agroga-
nadero tradicional de alta montaña y la implementación de políticas de patri-
monialización de la naturaleza y la cultura coincide con la regulación formal
de la categoría social vecino. Como consecuencia de la aprobación de la Ley de
Montes en 1957 y el abandono progresivo de los pueblos dejando libre el pa-
trimoni comunal habría llevado a la necesidad de conocer quién, en un futuro,
podría explotar los bienes comunales, entre finales de los años 50 y mediados
de los años 60 del siglo pasado, se procede a la redacción de unas ordenanzas
municipales donde se definen los requisitos que un individuo debe reunir
para ser reconocido como vecino. Basándose en normas consuetudinarias, y
reflejándose administrativamente en la creación de una nueva Entidad Local
Menor en 1958 (hoy una de las tres EMD), estas ordenanzas puntualizan que
sólo aquellos individuos que sean cabeza de familia, originarios del valle y con
casa abierta durante todo el año serán reconocidos como vecinos pudiendo
hacer uso del derecho de vecindad, es decir, explotar en beneficio propio el
patrimoni comunal. En caso contrario, el individuo vecino en cuestión deberá
haber vivido un mínimo de 12 años en alguno de los pueblos, trabajar de
manera estable en el valle y poseer patrimonio, básicamente, tierras y ganado.
De este modo, y en un contexto de cambio económico, se acaba dotando de
valor legal la relación unívoca entre casa e individuo de manera que sólo los
miembros de determinadas casas, las que cuenten con una trayectoria anterior
en el contexto sociohistórico local, podrán continuar explotando los recursos
naturales del valle. Tal y como ya recoge Bringué en su extenso trabajo (1995,
1996, 2005), es la capacidad de un individuo para poner en práctica el de-
recho de vecindad que se le reconoce a su casa lo que lo convierte en vecino
cap de casa (cabeza de familia) responsable de la gestión del patrimoni fami-
liar. De la relación entre derecho de vecindad y vecino cabeza de familia se
desprenden dos hechos importantes. Por un lado, el hecho de que el derecho
de vecindad se conciba como un elemento más del patrimoni de la casa que
idealmente y junto con los bienes materiales el varón más anciano de la ge-
neración más antigua transmitirá al hereu (varón primogénito heredero) para
asegurar la continuidad de la casa cuando le suceda en la función de cabeza
de familia. Por otro lado, el hecho de que la conservación, como garantía de
la continuidad de la existencia de un conjunto de recursos materiales, y la
transmisión del patrimoni familiar no está reñida con su transformación en el
tiempo cuando lo que está en juego es el futuro de la siguiente generación y

202
para lo cual la puesta en práctica del derecho de vecindad se convierte en un
factor determinante.
Aunque no es extraño encontrar casas cuyos ingresos dependen de una
única actividad económica, la pluriactividad es la situación más común entre
las casas de los vecinos que se mantienen en activo. Los ingresos que genera a
corto plazo la actividad turística, a pesar de su estacionalidad, posibilitan satis-
facer las necesidades de consumo del grupo doméstico y continuar capitalizan-
do las inversiones iniciales en los negocios turísticos familiares, procediendo a
la conversión de establos, pajares y cuadras en desuso en apartamentos turísti-
cos y a la transformación de antiguas fondas en pensiones y hoteles modernos.
Sin embargo, y a pesar de la evidencia en la transformación de los recursos que
actualmente conforman el patrimoni de las casas en una economía orientada
hacia el sector terciario, esta situación no se traduce automáticamente en una
posición marginal de las casas que dependen de forma prioritaria de la gana-
dería. Para determinar la posición actual de ganaderos y empresarios turísti-
cos en la estructura social, primero hay que examinar la apropiación y el uso
que unos y otros hacen de la dimensión simbólico-identitaria del patrimoni
familiar, privado y comunal, para legitimar la continuidad y/o mejora de la
posición de sus casas, y la suya propia, en el contexto económico actual.

Ganaderos, empresarios turísticos y la creación


de un parque natural

En 2012, la producción extensiva de vacuno de carne representaba en ré-


gimen de pluriactividad, una fuente de ingresos para el 20% de las 69 casas de
vecinos, siendo el principal recursos económico del 12% de las mismas5. En el
primer caso, las explotaciones cuentan entre 12 y 18 cabezas de ganado, mien-
tras que en el segundo oscilan entre las 70 y 80 cabezas, reuniendo en algunos
casos un centenar de vacas. En la misma fecha, la explotación de un negocio
turístico familiar también en régimen de pluriactividad, y generalmente bajo
la modalidad Residència Casa de Pagés (Residencia Casa de Payés) representa-
ba un recurso económico para el 22% de las casas de vecinos, mientras que
como actividad económica única englobaba el 7% de las mismas. Los ingresos
provenientes de un puesto de trabajo en el sector servicios constituía la única
fuente de ingresos de dos de estas 69 casas, mientras que en régimen de plu-

203
riactividad representaba un recuso económico para el 16% de las mismas. Los
ingresos derivados de la percepción de pensiones de jubilación, básicamente
del sector primario, constituían un recursos económico para el 20% del total
de estas casas.
De estos datos se desprende que la práctica ganadera continúa siendo el
principal recurso económico de las casas que dependen exclusivamente de una
única actividad económica y que el número de casas de vecinos que dependen
únicamente de un salario en el sector servicios es insignificante. Si se toma
como referencia la posesión de patrimoni familiar en el sentido tradicional, es
decir tierras y ganado, se podría afirmar que la continuidad de la práctica agro-
ganadera sería una fuente de riqueza y prestigio que situaría a los ganaderos en
una posición superior y opuesta a la de los vecinos que regularmente depen-
den de un salario. Pero la realidad es mucho más compleja y del mismo modo
que la dependencia de los vecinos que no tienen patrimoni de un salario para
poder vivir no está reñido con el hecho de que alguno de ellos siga conductas
consideras ostentosas, como ir a comer a un restaurante y salir los fines de
semana en coche con la familia, que se alejan de la idea pobreza en el contexto
local, la práctica ganadera no convierte por sí misma a un vecino en rico o en
pobre pues ello depende de la posesión previa de patrimoni, pero también y
sobre todo de la capacidad de poder capitalizarlo en la nueva economía6.
Al comienzo del trabajo de campo en verano de 2005, y como ocurre de
forma similar en la actualidad, la población en general y especialmente los em-
presarios turísticos identificaban a los vecinos que se dedican exclusivamente
a la ganadería como los grandes propietarios del valle y de la comarca, hijos
y herederos de «casas con mucho patrimoni» tanto, explicaban, que a pesar
de las diversas crisis que habían afectado el sector primario podían permitirse
continuar siendo ganaderos. Sobre ellos se decía que nunca habían tenido
que preocuparse para ganarse la vida, porque el patrimoni familiar les había
asegurado una vida sin esfuerzos ni penurias. Por su lado, y durante el mismo
periodo, la mayoría de los ganaderos no tenía ningún reparo en afirmar que
la pujanza de las casas que ahora se dedicaban al turismo era cosa de cuatro
días. En su opinión, la mayoría de estas familias había sufrido serias dificulta-
des económicas cuando el vacuno de leche dejó de ser rentable aunque ahora
creyeran ser alguien por el hecho de llevar «cuatro duros» encima.
La discusión entre un ganadero y un empresario turístico, que tuvo lugar
en un bar local concurrido por los vecinos al poco tiempo de mi llegada,

204
ejemplifica, a grandes rasgos y en aquel momento, la posición de ganade-
ros y empresarios turísticos ante la recién y progresiva patrimonialización del
patrimoni comunal y su posible afectación al patrimoni privado de las casas.
El motivo de la disputa era la creación, en 2003, de un parque natural que
afectaba el 95% del territorio del valle, es decir la casi totalidad del patrimoni
comunal7. Según el ganadero, el parque natural nunca tendría que haberse
creado porque la conversión del monte en un espacio protegido y regulado
por el gobierno autonómico de Cataluña significaba la pérdida de control so-
bre el territorio. Desde su punto de vista, la creación de este parque obedecía
al interés del gobierno catalán por forzar el abandono progresivo de las explo-
taciones ganaderas y convertir la zona en una reserva natural para los turistas.
El ganadero se quejaba de que las pocas casas que habían estado representadas
en las reuniones que en su día se habían celebrado en el ayuntamiento para
informar a los vecinos de la creación del parque natural dependieran básica-
mente del sector primario, y lamentaba que el resto de vecinos estuviera más
interesado en organizar fiestas que en «tratar de cosas serias». El empresario
turístico, dueño de un hotel, respondió al ganadero que su actitud no era la
más correcta, porque si quería que su familia tuviera un futuro era preciso que
tuviera en cuenta los intereses de las otras casas a fin de que todos los vecinos
pudieran vivir bien. El ganadero replicó al empresario turístico diciendo que
él ya podía vivir con «lo suyo» sin tener que depender de la llegada de turistas,
a lo que el otro hombre contestó que eso no era del todo cierto si del conjunto
de recursos de los que disponía restaba el dinero procedente de subvenciones
y el acceso a los pastos comunales.
Conversaciones como esta, entorno al porqué y a las posibles ventajas y
desventajas económicas que la creación de un parque natural podía conllevar
a los vecinos en relación a su actividad económica y a un posible cambio en
la posición de sus casas, fueron un tema recurrente entre 2005 y 2006 cuan-
do los vecinos esperaban que las expectativas depositadas en la creación del
parque natural empezaran a hacerse realidad. Así, en 2006, un empresario
turístico que había sido alcalde en el momento de la constitución del par-
que natural explicaba que el equipo de gobierno local había visto con buenos
ojos que gran parte de la superficie del valle se convirtiera en parque natural,
porque se entendía que ello fomentaría la creación de una marca turística de
calidad que favorecería la captación de dinero público para la construcción
de equipamientos y la mejora de las infraestructuras. Además, explicaba este

205
hombre, como no se trataba de un parque nacional las restricciones que pu-
diera haber, en caso de existir, serían imperceptibles para la práctica ganadera.
En conversaciones privadas, al margen del auditorio de los bares, las palabras
de los ganaderos venían a confirmar las del ex-alcalde. Según explicaban, la
existencia de un parque natural no había afectado su cotidianidad, pero insis-
tían en ser retribuidos económicamente por haber contribuido con su trabajo
a crear y conservar la imagen natural del valle que la administración tanto
parecía valorar. Por su lado, el alcalde del momento y único empresario local
de la construcción hasta su jubilación en 2010, fue más lejos explicando que
el conjunto de vecinos había aceptado de buen grado la inclusión del territorio
del valle dentro del parque natural para beneficiarse de las compensaciones
económicas, que en concepto de mantenimiento de los pastos de alta mon-
taña, la administración les había prometido8. En opinión de los ganaderos, el
hecho de que todavía no hubieran recibido ni un duro de la administración
lo explicaría el supuesto de que ese dinero habría ido a parar a las manos de
los alcaldes de la comarca que habrían cobrado cheques en blanco por haber
facilitado el asentamiento del parque natural en la zona.
La competencia entre los vecinos por defender de forma prioritaria los
intereses de sus casas también se desprende de las palabras del presidente del
parque natural, en aquel momento, cuando explicaba la reacción de los veci-
nos ante la creación del parque natural y que él justificaba aludiendo a que
el valor de los recursos naturales de la zona trascendía el ámbito local. Según
este hombre, la aprobación del parque natural desencadenó la celebración por
parte de los vecinos de varias manifestaciones en la capital de la comarca para
expresar su desacuerdo. En un intento por mejorar la comunicación entre las
partes implicadas, este hombre como representante del parque natural quiso
entrar en contacto con las plataformas que supuestamente habrían convocado
tales concentraciones. Sin embargo, esto le llevó a descubrir que no había
ningún tipo de organización ni programa, sólo familias que habían ido por
libre a defender los intereses de sus casas y que habían coincidido en un mismo
lugar. Según este hombre, originario de la zona metropolitana de Barcelona,
la reacción negativa de los vecinos a la creación del parque natural estaba en
relación con el rechazo histórico de los habitantes de las áreas de montaña a las
ideas progresistas. En sus propias palabras, «a veces, hablando con ellos, tengo
la sensación que esta gente todavía vive en el siglo xix. Algunos individuos
están obsesionados en conservar el patrimoni familiar para poder transmitirlo

206
a sus hijos, mientras otros vienen a la oficina a quejarse y a pedir dinero. Creen
que la administración se dedica a hacer obras de caridad!». Como los empre-
sarios turísticos, el presidente del parque natural opinaba que las demandas
de los ganaderos eran excesivas y estaban poco justificadas pues sólo ellos se
benefician de los pastos comunales sin compensar económicamente por ello al
resto de vecinos. Además, según decía, hoy en día, ser ganadero no suponía el
mismo esfuerzo que 50 años atrás. Desde el punto de vista de los empresarios
turísticos, la actitud de los ganaderos sólo se entendía si se equiparaba a la de
alguien que aún disponiendo de un gran patrimoni familiar tenia cada vez más
dificultades por mantener la misma posición social que las generaciones que
los habían precedido.
Estos discursos muestran cómo la relación entre las ideas locales de casa,
familia, sistema de herencia indivisa y patrimoni (privado y comunal) –y en
consecuencia la cualidad de autóctono y el requisito de permanencia– define
un campo semántico que estaría en relación con la ideología de la maison
patrimoniale (casa patrimonial) apuntada por Assier-Andrieu (1986) que per-
mite a los vecinos crear y encontrar un sentido a sus discursos y actuar de la
manera más conveniente a sus intereses, según cambia el contexto socioeco-
nómico. Al mismo tiempo, se observa que la visión del mundo que se sus-
tenta en la interrelación de las ideas anteriores encuentra sus límites cuando
se confronta con un saber experto que compite por la apropiación de unos
recursos a través de su resignificación. Pero esto quiere decir que para que las
iniciativas que se proponen des del parque natural sean efectivas primero hay
que deslegitimar, en el contexto actual, las representaciones de los vecinos
acerca del pasado local rompiendo en algún punto la relación entre las ideas
anteriores. Si se tiene en cuenta la articulación entre las ideas que componen el
campo semántico anterior también se podrá comprender cómo las estrategias
de ganaderos y empresarios turísticos, que hoy integran la categoría vecino y
en líneas generales comparten la misma visión del mundo, se inscriben y defi-
nen campos de poder específicos que resultan de la competencia entre ambos
grupos sociales por la competencia de los recursos económicos (Roseberry;
Schneider, 1995).

207
La propuesta de creación del museo de la herrería

En 2006, y en un contexto social expectante por sacar partido de las inver-


siones del parque natural en la zona, la dirección del parque natural impulsa
la creación del museo de la herrería contemplado en el programa de desarrollo
local sostenible ideado para dinamizar la economía del valle. Aprovechando
que en ese momento estaba en proceso de redacción el Plan de Ordenación
Urbanístico Municipal se propuso a un ganadero la compra de un edificio
antiguo relacionado en el pasado con la actividad siderúrgica del valle para la
construcción del museo. Según lo previsto, la compra del edificio se efectuaría
a cambio de una cantidad de dinero y un terreno de propiedad municipal
que se calificaría como urbanizable. Representantes del ayuntamiento y de
la dirección del parque natural explicaron que este trato sería favorable para
todas las partes implicadas. Según decían, la construcción, venta y/o alquiler
de apartamentos a turistas en el terreno que se ofrecía en permuta permitiría
al ganadero, soltero y de 55 años de edad, ganar más dinero de una sola vez
que en todos los años que llevaba trabajado. Además, la construcción del mu-
seo en este emplazamiento, a pocos metros de un parking recién construido
y financiado por el parque natural, permitiría estacionar cómodamente los
autocares de turistas que vinieran a visitar el museo y rentabilizar inversiones
anteriores.
Pero 2006 y 2007 pasaron sin que nada de lo pronosticado llegara a ma-
terializarse. Representantes del ayuntamiento explicaron que el trato no se
había cerrado porque el ganadero había fijado un «precio desmesurado» para
la venta del edificio, y porque algunos vecinos se habían opuesto a que un
terreno de propiedad municipal, que consideraban propiedad de todos los
vecinos, se convirtiera en patrimoni privado de una sola casa. Por su lado, los
representantes del parque natural argumentaban que el ganadero no podía fi-
jar la cantidad de dinero a su antojo, porque el precio del edificio, que además
amenazaba ruina, quedaba determinado por su valor catastral. Los vecinos
que se posicionaron al lado del ganadero, la mayoría también ganaderos, no
dudaron en comentar públicamente y en repetidas ocasiones que la actitud del
ganadero había sido la correcta. En su opinión, y en tanto cabeza de familia
y heredero del patrimoni familiar, el ganadero tenía el derecho y la obligación
de sacar el máximo provecho de esa propiedad para asegurar la continuidad
de la casa, en este caso a través de sus sobrinos. Había incluso quién iba más

208
allá y aseguraba que si de la dirección del parque natural insistía en comprar el
edificio –las negaciones se prolongan durante el invierno de 2006– debía ser
a causa de su «gran valor», y que si eso era cierto lo más adecuado sería que el
ayuntamiento comprar el edificio y gestionase el futuro museo en beneficio
de todos los vecinos antes de que el parque natural se hiciera con él y colgase
su logotipo en la fachada. Otros vecinos, equiparando la situación de la casa
del ganadero con la de otras familias del valle, afirmaban que si el ganadero
no había accedido a vender no era porque la oferta no le pareciese interesante,
sino porque aunque en la práctica era el heredero del patrimoni de la casa no
era su dueño. Esto quería decir que si bien su vida diaria transcurría cuidando
del ganado y de las tierras de la familia viviendo de los beneficios que ello le
reportaba, su capacidad de acción y decisión quedaba limitada por el hecho de
que su madre todavía estuviera viva y conservase cierto poder sobre los bienes
familiares y por la inexistencia de «papeles» que formalmente lo reconocieran
como el propietario del patrimoni familiar.
Los discursos de los vecinos ponen de manifiesto el recurso a la dimensión
simbólica del patrimoni familiar transmitido a lo largo de las generaciones
(Babilon, et al, 1994; Rautenberg, 2003) para reconstruir una situación fami-
liar que justificase el comportamiento del ganadero sin importar demasiado
si los hechos expuestos tienen o no una base real. Esta manera de proceder
estaría en relación con el argumento que defienden Bolstanski y Thévenot
(2006) cuando hacen referencia al modelo de orden y valor basado en The
Domestic Polity (la política doméstica). Estos autores explican que un con-
texto organizado según el orden de política doméstico vendría a ser como un
universo corporativo en el que la identidad de los individuos estaría definida
por su situación dentro del orden jerárquico que determina un sistema inte-
rrelacionado de dependencias del que no podrían desprenderse (Thévenot y
Boltanski, 2006: 90-91). Así, y si se identifica ese universo corporativo con
el contexto socio-histórico local, definido por la trayectoria de las casas en el
tiempo, y la creación de un museo como un recurso económico del que todos
los vecinos tendrían el derecho de beneficiarse se puede comprender el interés
de los vecinos en que la gestión del museo sea municipal, comportando que
los motivos acerca de la venta o no de un patrimoni privado pierdan interés si
con ello se consigue favorecer el patrimoni de las otras casas (Jeudy, 1990).
Por otro lado, el hecho de que representantes del parque natural recurran
al patrimoni de un ganadero para la construcción del museo muestra otra cara

209
de la situación actual de las casas que dependen principalmente del sector pri-
mario. Hoy en día, parte del patrimoni privado de estas casas lo constituyen
cuadras, establos, pajares y bordas, algunos de ellos en desuso y en estado de
ruina, que sus miembros rescatan del olvido para legitimar en el presente la
continuidad de una posición que se corresponde con un orden social y econó-
mico anterior (Sobral, 1999). Pero aunque la administración muestre interés
en hacer de estas construcciones un objeto de patrimonialización, la capacidad
real de una familia para beneficiarse del cambio de valor del patrimoni privado
depende de la posibilidad de construir un vínculo con el pasado que les per-
mita representar simbólicamente una nueva expresión material del patrimoni
de sus casas (Rautenberg, 2003).
En 2006, la mujer del ganadero que había asegurado que podía «vivir de
lo suyo» explicaba que, 15 años atrás, su familia había ofrecido la venta de una
borda al ayuntamiento para la creación del museo de la herrería cerca de don-
de había existido la última herrería en funcionamiento, a finales del siglo xix,
propiedad de la familia. Pero la propuesta, que se basaba en un proyecto dise-
ñado por un grupo de ingenieros, no contó con el apoyo del ayuntamiento. A
mediados de la década del 2000, esta familia volvió a presentar la propuesta al
ayuntamiento y a la dirección del parque natural sin que nadie se manifestara
al respecto. Según esta mujer, el silencio se debía a la oposición de dos vecinos
empresarios turísticos y concejales del ayuntamiento, que consideraban que el
museo debía construirse dentro del núcleo urbano del pueblo donde estaban
sus hoteles y restaurantes. Durante el tiempo en que representantes del ayun-
tamiento y del parque natural estuvieron en contacto con el ganadero anterior
para conseguir un lugar donde emplazar el museo, y a pesar de la negativa, el
marido de esta mujer no cesó de insistir en que el museo tenía que construirse
en su propiedad. Según explicaba, su familia tenía «mucha historia» y en casa
guardaba «los papeles» que lo reconocían como hijo y heredero de una «casa
importante con mucho patrimoni». Además, decía este ganadero, la situación
de la borda familiar, cerca del río, permitiría reproducir el trabajo del hierro
tal y como se habría hecho antiguamente.
Pero la propuesta de esta familia para la construcción del museo no fue la
única que llegó al ayuntamiento. En 2009, un empresario turístico explicaba
que ya antes de la creación del parque natural había propuesto la creación
del museo de la herrería con la intención de atraer grupos de escolares para
ayudar a «mantener el valle vivo» durante los meses de invierno. Según este

210
hombre, su propuesta no había tenido éxito porque era hijo de una casa po-
bre, con pocas tierras, que estuvo cerrada durante un tiempo cuando toda la
familia emigró a una comarca vecina para ganarse la vida. Después de pasar
los años de juventud fuera y llevar 25 años viviendo en su pueblo de origen
por sus propios medios, este hombre aseguraba que durante el tiempo en que
había estado fuera nada había cambiado, porque como continuaba sin «ser
hijo de nadie» por mucho que se esforzara difícilmente iba a conseguir poner
en práctica un proyecto de tal envergadura. Además, según decía, en su caso
había una doble desventaja pues a parte de tener un origen humilde ni andaba
metido en política ni invertía demasiado tiempo en cultivar cierto tipo de
relaciones.
La situación de este hombre y la de la familia del ganadero que presentó
varias veces una propuesta para la creación del museo muestran cómo la his-
toria que se identifica con la conformación del patrimoni familiar influye en la
capacidad de los individuos para incidir en la patrimonialización de la natu-
raleza y cultura local. Ambas situaciones muestran cómo en el contexto actual
la posesión de patrimoni familiar no es un hecho de menor importancia, pero
también que un factor tan o más importante que este es la implicación de los
individuos en la política local, ya que la posibilidad de que la administración
reconozca y ponga en valor el pasado de una casa esta relacionada con alianzas
que se establecen entre el equipo de gobierno local y los representantes del
parque natural. A su vez, el caso de la familia del ganadero muestra la de-
pendencia cada vez mayor de esta casa del sector terciario a medida que éste
se asienta en el territorio. Así, en 2012 y 2013, esta familia volverá a entrar
en contacto con la dirección del parque natural para presentar una nueva
propuesta en un momento en que, según les habían informado otros vecinos,
los representantes del parque natural estaban receptivos a escuchar propuestas
que facilitaran la construcción del algún tipo de equipamiento relacionado
con las herrerías. Esta vez se tratará de encontrar financiación para adecuar
una cuadra en desuso adyacente a la casa donde construir una exposición de
herramientas, objetos y documentación que la familia guardaba como muestra
de su importancia en tiempo de las herrerías. La encargada de mostrar esta
exposición, que se incluiría en un itinerario urbano turístico par mostrar el
pasado siderúrgico del valle, sería una de las hijas de la familia que habría deci-
dido quedarse en casa para hacerse cargo, junto con su padre, de la explotación
ganadera familiar. Por otro lado, el caso del empresario turístico muestra cómo

211
la decisión, aparentemente voluntaria, de no formar parte del gobierno local
no viene más que a confirmar en el contexto actual, como ya habría sucedido
en el pasado, la condición marginal de su casa.

De la propuesta de creación de un museo al diseño


de una ruta forestal

Al margen de las situaciones concretas anteriores, entre 2006 y 2008, el


interés del parque natural por construir el museo de la herrería desató los
cometarios de los vecinos que identificaban el término municipal de su pue-
blo como el único lugar donde habían existido herrerías, y aunque no había
acuerdo sobre la situación exacta de su emplazamiento muchos coincidían
que el único pueblo donde nunca habían existido era la capital del munici-
pio, justamente donde se encontraba el edificio que el parque natural había
intentado comprar. Según representantes del parque natural, estos posibles
emplazamientos situados a las afueras de los pueblos no se habían tenido en
cuenta, porque lo que se pretendía era comprar un edificio antiguo dentro de
un núcleo urbano para construir un centro de interpretación, cuyo contenido
temático fuera el pasado minero del valle, en lugar de reconstruir una antigua
herrería9. A finales de 2009 y tras varias propuestas y un posible trato desesti-
mado, gran parte de los vecinos y algunos miembros del equipo de gobierno
local coincidían en que después de siete años, desde su creación, el parque na-
tural no había cumplido con ninguna de las iniciativas que se contemplaban
en el plan de desarrollo local sostenible del valle, favoreciendo un clima de
expectativas frustradas que fomentaba la insatisfacción de los vecinos con la
creación del parque natural. Los vecinos no dudaban en repetir públicamente
que el parque natural había caído sobre el valle para favorecer el desarrollo de
la industria de la construcción en áreas próximas, que el equipo de gobierno
había sido demasiado benevolente hipotecando el 95% del territorio –patri-
moni comunal– sin que los vecinos hubieran recibieran nada a cambio, y que
era increíble que la desavenencia de los representantes del parque natural con
un ganadero impidiera avanzar en la construcción del museo.
Poco tiempo después, el parque natural con el apoyo del ayuntamiento
convocó a los vecinos para presentarles un nuevo proyecto, basado en el dise-
ño de rutas forestales, coordinado por un museo comarcal, una universidad

212
pública y financiado por una caja de ahorros. El objetivo de la primera fase
del proyecto, que se ejecutaría entre lo que quedaba de 2009 y el 2010, sería
la identificación y restauración de antiguos hornos de reducción y minas para
poner en valor el patrimonio metalúrgico del valle y la creación de produc-
tos culturales y turísticos para dar a conocer las muestras de la explotación
histórica del hierro, donde se incluían itinerarios, una guía divulgativa y una
exposición itinerante. Más adelante, se preveía vincular esta iniciativa con un
itinerario cultural europeo que agrupa instituciones, museos y centros cultu-
rales de España, Francia y Andorra. Para finales de 2010, también se contem-
plaba la organización de unas jornadas científicas sobre el estudio del hierro
en el Pirineo y la celebración de la primera feria del hierro en la capital del
municipio.
El ámbito de las excavaciones arqueológicas sería un bosque comunal si-
tuado en el término municipal del alcalde donde ya se habían inventariado
algunas minas y ya existía una ruta turística cuyo mantenimiento dependía
del parque natural. El conjunto de estos trabajos se enmarcó en un plan de
ordenación del uso público para este bosque, que técnicos del parque natural
llevaron a cabo entre 2006 y 2008, teniendo como resultado la señalización
de diversas rutas turísticas. Pero la inversión de más envergadura y una de las
más controvertidas fue la colaboración del parque natural al asfaltado de cinco
kilómetros de pista forestal para comunicar el pueblo del alcalde con el bos-
que comunal. Este hecho desencadenó fuertes críticas por parte de los vecinos
de otros pueblos. Según explicaban, la estrecha relación que existía entre el
alcalde y algunos representantes del parque natural había facilitado que ese
bosque fuera el lugar del valle donde más dinero público se invertía. Estos
vecinos también discrepaban sobre la construcción del museo de la herrería,
aunque todos coincidían en que si un día el museo acababa existiendo estaría
emplazado en ese bosque.
La nueva dirección que toma la propuesta de creación del museo de la
herrería muestra como la patrimonialización de recursos locales evita ciertas
tensiones cuando afecta al patrimoni comunal. El trato frustrado entre el pri-
mer ganadero y los representantes del parque natural, fuera por el motivo que
fuere, muestra cómo en el contexto local el recurso a la relación entre casa,
patrimoni y heredero sirve al ganadero para justificar, a pesar de las presiones
recibidas, ante la administración y de forma irrevocable la decisión de que el
patrimoni familiar no está en venta10. Utilizando la misma lógica, es decir

213
reafirmando la relación indisociable entre casa, patrimoni y heredero, aunque
siguiendo un camino diferente y obteniendo el resultado no esperado, la fa-
milia del segundo ganadero se presenta voluntaria ante el ayuntamiento y la
dirección del parque natural para vender parte del patrimoni privado. El hecho
de que la propuesta de esta familia no fuera considerada se puede interpretar
como la manera de evitar posibles tensiones de la patrimonialización afecta de
un patrimoni privado de una familia que intenta rescatarlo del olvido como
prueba testimonial de su pasado. El objetivo de los representantes del parque
natural no parece ser autentificar en el presente el pasado de ninguna familia
en concreto ni reconstruir de manera fidedigna el pasado sociohistórico local,
sino romper los vínculos de las casas con su pasado de modo a poder construir
una visión y un vínculo actual con el pasado acorde con los propios objetivos
(Rautenberg, 2003; Davallon, 2006). Este hecho explicaría por qué cuando
urge pasar a la acción, los representantes del parque natural optan por promo-
ver iniciativas que incidan sobre el patrimoni comunal donde sí se puede des-
cubrir y recuperar una historia local que, fundamentada en un conocimiento
experto, legitime los intereses de los técnicos y los representantes del parque
natural y la propia existencia del mismo.
En verano de 2010, en el marco de este proyecto se organizó un ciclo de
charlas en las dependencias del ayuntamiento. El objetivo era que un grupo
de estudiosos conocedores de la historia del valle y de la comarca «ayudaran
a los vecinos a familiarizarse con el pasado local». Días previos al inicio de
las charlas, el alguacil repartió un folleto informando del evento entre todas
las casas del valle. En las dos primeras sesiones que se celebraron de los 25
individuos que asistieron sólo seis eran vecinos. El resto de personas eran pro-
pietarios de segundas residencias, turistas o descendientes del valle que habían
vuelto a su pueblo de origen durante las vacaciones de verano. Los vecinos que
no asistieron a las charlas excusaron su presencia argumentando que aunque
habían recibido el folleto, que guardaban en casa, habían olvidado el motivo
de las charlas. Un vecino, de 80 años de edad y que había seguido con interés
el desarrollo de las distintas fases de este proyecto, explicó que la parecía una
iniciativa interesante aunque para los vecinos no iba a ser lo mismo la señali-
zación de múltiples rutas turísticas en el bosque que la creación del museo de
la herrería en uno de los pueblo. En opinión de este hombre, hijo de una casa
con poco patrimoni que se había ganado la vida como guarda forestal, sólo una
inversión que garantizase la construcción definitiva del museo podría aportar

214
los beneficios económicos que compensaran los abusos que la población ha-
bía sufrido por parte de una casa rica, propietaria de antiguas herrerías, que
tampoco habían tenido ningún reparo en deforestar el bosque para obtener
carbón y hierro sin tener en cuenta que la montaña era patrimoni de todas
las casas. Además, según este hombre, la intensa explotación de los bosques
durante la época de las herrerías sería el hecho que explicaría la pérdida de
población, entre finales del siglo xix y gran parte del siglo xx, y la causa de las
penurias y el esfuerzo que tuvieron que hacer los que se quedaron para sacar
sus casas adelante.
Según explicó uno de los responsables de la organización del ciclo de char-
las, el desarrollo de este proyecto no era incompatible con la futura creación
de un museo que para la dirección del parque natural continuaba siendo una
inversión prioritaria. Según este hombre, lo que ya no estaba tan claro era
dónde se iba a construir y de qué tipo de museo de trataría. En opinión de uno
de los conferenciantes, lo lógico sería construir el museo en el bosque comunal
donde se habían llevado a cabo las excavaciones arqueológicas porque lo au-
tentificaban, sin duda alguna, como antiguo centro minero. Según el alcalde,
que también asistió a las charlas, era importante que los vecinos compren-
dieran que este proyecto y la construcción del museo eran dos iniciativas que
estaban relacionadas aunque se ejecutasen por separado. Como en opinión de
este hombre se calculaba que encontrar el sitio idóneo para la construcción
del museo podía llevar dos o tres años más, el plan de actuación inmediato
era continuar creando itinerarios turísticos en el bosque y un centro de inter-
pretación. Pocos días después de la celebración del ciclo de charlas, algunos
vecinos que no habían asistido pero estaban enterados de las explicaciones del
alcalde, dijeron que todo lo que se había hecho hasta el momento eran cosas
menores para distraer y mantener a la gente contenta, que el museo de la he-
rrería nunca se construiría y que los pueblos no iban a notar ninguna mejora
en las infraestructuras, porque en el caso de que se planteara seriamente la
posibilidad de construir algún equipamiento el lugar escogido seria una vez
más el bosque comunal del pueblo del alcalde. Hasta día de hoy, ni el centro
de interpretación ni el museo de la herrería existen, pero como resultado del
desarrollo en el tiempo de este proyecto cada año, desde 2010, a principios de
julio se celebra la feria del hierro pirenaico en la capital del municipio.
Los datos presentados muestran cómo la patrimonialización de recursos
locales concibe el patrimoni como el resultado de una construcción cultural

215
basada en la descontextualización del patrimoni familiar del contexto histó-
rico local antes que como una serie de recursos cuyo significado principal
es la continuidad de una dimensión temporal (Rautenberg, 2003; Davallon,
2006). Cuando el patrimoni privado no está disponible, y si lo está no es la
opción más conveniente, los representantes del parque natural pueden conti-
nuar avanzando recurriendo al equipo de gobierno local reforzando alianzas
que benefician a ambas partes. La dirección que acaba tomando la patrimo-
nialización de la naturaleza y la cultura local muestra la importancia de for-
mar parte y/o establecer alianzas con los representantes políticos locales, pero
también el carácter instrumental de las distintas visiones del pasado que el
conjunto de individuos, técnicos expertos y vecinos, traen a colación para de-
fender los propios intereses (Prats, 2004, [1997]; Lowenthal, 1998, [1985]).
Finalmente, y siguiendo esta línea argumental, también se podría añadir que
la insistencia de la dirección del parque natural por comprar un edificio viejo
donde, según los vecinos se colgaría el logotipo del parque, se correspondería
con la intención de legitimar la construcción de una nueva identidad para el
valle que como destino turístico fuera indisociable de la recién creación de este
parque natural.

Reflexiones finales

La patrimonialización de recursos autóctonos en áreas rurales y de mon-


taña responde a un proceso generalizado de cambio general de modelo eco-
nómico basado en la puesta en valor de la naturaleza y la cultura local para su
consumo turístico. Pero como se ha querido ilustrar, el análisis de las políticas
y los discursos oficiales sobre la patrimonialización no tienen sentido sino es
en relación con la idiosincrasia del contexto local. Esto requiere el esfuerzo de
comprender cómo la producción final de un nuevo patrimonio se inscribe en
un único proceso de reproducción social, donde hay que tener en cuenta la ca-
pacidad de los individuos para generar categorías simbólicas con que dotar de
sentido y orden la vida diaria. Así, actualmente, el significado de la categoría
social vecino depende de que un grupo de individuos sea capaz de autentificar
su posición apropiándose de las distintas nociones de patrimoni que confluyen
en el contexto local y que se fundamentan en la construcción de dos tipos de
relaciones inversas entre los componentes de un mismo campo semántico.

216
Si en el sentido tradicional el significado de patrimoni surge de la conti-
nuidad del vínculo indisociable entre la idea de casa, como institución que
organiza la economía y la sociedad local, familia y sistema de herencia indivisa
en un contexto dependiente del sector primario, el sentido de patrimoni que
se impone des del exterior surge precisamente de la disociación del vínculo
anterior. El recurso de los vecinos a la idea tradicional de patrimoni no es indi-
cativo de que los vecinos vivan en el pasado o quieran perpetuarse en él, nada
más lejos de la realidad, sino de que participan de lleno en la nueva economía
haciendo un uso estratégico del pasado local. Los vecinos saben que quedar
al margen del contexto económico local puede representar, a corto y medio
plazo, la imposibilidad de capitalizar el patrimoni familiar, de garantizar la
continuidad de sus casas, de perder su posición social y el derecho a con-
tinuar siendo reconocidos como vecinos. Por esto la patrimonialización del
patrimoni para producir un nuevo patrimoni no nos informa sobre nociones
contrapuestas ni de posturas irreconciliables, sino de dos visiones del mundo,
o mejor dicho del pasado, que confluyen en un único contexto y dan forma a
una única realidad.
También se ha mostrado que para poder continuar viviendo del patrimoni
(privado y comunal), los vecinos además de traer el pasado al presente nece-
sitan tomar parte en la construcción des del presente del pasado. Y es en este
punto donde la participación en la política local y las alianzas con los repre-
sentantes del equipo de gobierno local y del parque natural se revelan como un
hecho determinante. El caso de la familia del ganadero que, por el momento,
no ha conseguido beneficiarse directamente de la patrimonialización de la
cultura local es un claro ejemplo de esta situación, que también muestra cómo
la condición privilegiada que se asocia a la identidad de vecino se construye
como un tipo de individuo ideal que precisa verificación en la práctica y en
el tiempo.

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Notas

1
Agradezco los comentarios de Joan Frigolé a una versión anterior de este texto
y el apoyo económico del proyecto de investigación Procesos de patrimonialización de
la naturaleza y la cultura CSO 2008-0565/SOCI. Ministerio de Educación y Ciencia,
programa FEDER.
2
Con esta afirmación no se quiere negar el papel de la categoría social gente de
fuera en la nueva economía, sino enfatizar el hecho de que sólo son los vecinos quiénes
pueden identificarse con las diversas expresiones materiales que la noción de patrimoni
toma en el contexto económico actual.
3
Este hecho no es un fenómeno aislado y está en relación con la liberalización de la
economía española y la expansión del capitalismo internacional que, a mediados del siglo
pasado, favorecieron la concentración de las explotaciones agrarias y la crisis irreversible de
la agricultura y ganadería tradicional (Carballo, Temprano, Moral, 1980; Naredo, 1996).

220
4
La inauguración de estas pistas de esquí guarda estrecha relación con la política
del fomento del turismo por parte del estado español durante las décadas de 1960
1970 cuando, por ejemplo, se redacta el Plan de Desarrollo Turístico del Pirineo
Español donde se insiste en la cualidades intrínsecas del Pirineo para el desarrollo
turístico y la promoción internacional de España (López y Palomeque, 1984, 1996;
Bayón 1999; Jiménez 1999).
5
Aunque la expresión casa de vecino pueda resultar redundante en el sentido de
que casa y vecino no se entienden el uno sin el otro y una casa no puede ser ocupada si
no es por una familia cuyo cabeza de familia es un vecino, la expresión casa de vecino
se utiliza para insistir en el hecho de que lo que aquí se discute es específicamente la
relación entre la categoría social vecino y la transformación de la economía local.
6
En relación a las casas de vecinos que son mano de obra asalariada en el sector
servicios hay que decir que, normalmente, los ingresos de estas casas también cuentan
con el salario de otros miembros de la familia, ya sea del conyugue o de alguno de
los hijos.
7
Los antecedentes de este parque natural se remontan a 1992 cuando el gobierno
de la Generalitat de Cataluña a prueba el Pla d’Espais d’Iinterés Natural (PEIN) (Plan
de Espacios de Interés Natural) donde se incluye la cabecera del valle, y a 2001 cuando
La Generalitat de Cataluña aprueba incluir en el ámbito de la red Comunitaria Natu-
ra 2000 y dentro de la región biogeográfica alpina el espacio Alt Pallars (Alto Pallars)
donde también se incluye la cabecera del valle ya integrada en el PEIN (Memoria de
creación del Parque Natural del Alto Pirineo, 2003).
8
Será en 2009 cuando los ganaderos del valle perciban por primera vez, y hasta
2012 la única, dinero de la administración por el aprovechamiento de pastos comu-
nales. La aplicación de esta medida no estuvo exenta de conflictos, pues además de
que no todos los ganaderos percibieron de vez el dinero, que variaba según el tipo y
tamaño de la explotación ganadera, se pidió a los ganaderos que aportaran pruebas,
por ejemplo fotos, par acreditar su presencia en la montaña y el buen uso que hacían
de los pastos comunales.
9
Las pruebas materiales de su existencia se basan en la presencia de acequias, que
conducían el agua des del río a la herrerías, y en restos de las paredes de los antiguos
edificios. Algunos vecinos, justificaban sus afirmaciones haciendo referencia al trabajo
de Mas (2000) y Bringué (1997), basados en la explotación minera del valle y de la
comarca, que no habían leído pero del que habían oído hablar.
10
Según algunos vecinos «el motivo real» del desacuerdo había sido la baja can-
tidad de dinero que el parque natural había ofrecido al ganadero. En su opinión, si
la cifra hubiera sido mayor el ganadero no hubiera dudado en vender un edificio que
amenazaba ruina.

221
Pinceladas sin cuadro: residuos, museos
y patrimonio industrial en el País Vasco

Iñaki Díaz Balerdi


Universidad del País Vasco

El panorama de museos industriales en la comunidad Autónoma del País


Vasco deriva, por un lado, de las transformaciones experimentadas por los
sistemas productivos durante el siglo xix y, por otro, de la multiplicación de
enclaves patrimoniales abiertos a partir del último cuarto del xx. La industria-
lización llega con retraso al País Vasco, aunque con el tiempo habrá de con-
vertirlo en una zona adelantada respecto al resto de España. Si la revolución
industrial se materializa en Europa a finales del siglo xviii y principios del
xix, aquí habrá que esperar unos cuantos años, hasta la última parte del siglo
xix, para que, en un escenario global marcado por los últimos coletazos de
las guerras carlistas, el final de la presencia colonial en Cuba y la restauración
borbónica –que implica la abolición del sistema foral vasco y el nacimiento
del concierto económico– cobre gran impulso la minería en Vizcaya, lo que
implicará un acelerado desarrollo económico, mientras otros enclaves de las
provincias vecinas se mueven a ritmos más lentos y sosegados.
Comienza así lo que a la larga se puede considerar –aun a riesgo de resul-
tar esquemático– una fractura antropológica de gran alcance: la que separa el
mundo rural –caracterizado por el apego a tradiciones locales– del urbano –más
abierto a los cambios y a las influencias exteriores–. Esa separación no se mate-
rializa de igual forma en las tres provincias del País Vasco. Vizcaya concentrará
en torno a la ría del Nervión la minería, la siderurgia y la construcción naval,
al tiempo que Bilbao, su capital, se convertirá en una de las mecas financieras
del estado. Guipúzcoa se decantará por un modelo más disperso, con enclaves
industriales de mediano y pequeño tamaño diseminados por toda su geografía.
Y Álava será la que más apegada quede al modelo rural, hasta que a mediados
del siglo xx se produzca un espectacular desarrollo de su capital, Vitoria.

223
Sería imposible analizar aquí las consecuencias de estas dinámicas, pero
una conclusión parece clara: hace tiempo que el País Vasco dejó de ser rural,
aunque ciertas visiones idealizadas han pretendido adjudicar a esa ruralidad la
condición de depositaria de unas quintaesencias amenazadas por la contami-
nación exterior: la industrialización, no lo olvidemos, necesitada de mano de
obra, va a acelerar unos flujos migratorios que tienen como destino los núcleos
urbanos, con lo cual las rupturas con el «orden» antiguo se multiplican, a la
vez que los grupos humanos –y sus usos, costumbres, tradiciones– se diversifi-
can e insertan en panoramas heterogéneos en cuanto a rasgos identitarios.
Antes de todos esos procesos existían, aquí y allá, tanto en núcleos rurales
como en enclaves urbanos, pequeñas factorías productivas: las que podríamos
denominar proto-industrias que, mayoritariamente, se relacionaban con la
minería y la producción de hierro, mientras que por toda la geografía del país
era posible encontrar molinos que, a veces, compartían la fuerza hidráulica
con ferrerías u otros menesteres productivos.
Luego, la industria protagonizará el desarrollo del país, pero más adelan-
te aún, sobre todo como consecuencia de los cambios experimentados a lo
largo del siglo xx (De la Granja y De Pablo, 2002) y, fundamentalmente, del
desmantelamiento industrial de los años 80 –que afectará particularmente al
área del gran Bilbao-, muchas fábricas o talleres industriales otrora pujantes
fueron abandonados, comenzando de nuevo un periodo de reacomodo y, en
su caso, de reutilización de los mismos: procesos de patrimonialización que,
en ocasiones, deriva en la apertura de museos a lo largo y ancho de la geografía
del país.
Es de ese proceso de articulación patrimonial de lo que se va hablar en las
páginas que siguen, haciendo hincapié en lo acontecido en el último cuarto
del siglo xx, que es cuando se produce una multiplicación exponencial de
infraestructuras museísticas: si hasta 1975 existían en el País Vasco 14 museos
–de todo tipo–, desde entonces se han abierto 94, lo que supone un incre-
mento de un 685%, incremento que se dispara hasta un 833% para el caso
de los museos industriales. Se analizarán las razones de esa multiplicación,
se tomarán en consideración las tipologías museísticas resultantes de la recu-
peración del patrimonio industrial, su ubicación y las peculiaridades que las
caracterizan.
Para ello, se dividirán las páginas que siguen en dos capítulos: el primero
consistirá en un repaso a los museos industriales creados por estas latitudes.

224
El segundo tratará sobre el panorama al que nos enfrentamos a día de hoy,
caracterizado por un complejo cóctel en el que tienen cabida conceptos tan
dispares y, como veremos, tan relacionados, como las modas, los cambios an-
tropológicos, los niveles de vida y bienestar, el turismo, el economicismo mal
entendido o las mecánicas de delegación. Para acabar, una relación bibliográ-
fica necesariamente desequilibrada e incompleta: en el País Vasco el mundo
de los museos en general, y el de los museos industriales en particular, no ha
recibido la atención que se merece, por lo que los apoyos bibliográficos resul-
tan, cuando menos, limitados e insuficientes.

Siglo xx: de la moderación al crecimiento acelerado

Los museos existen en el país Vasco desde 1902, que es cuando se inau-
gura el de San Telmo, en San Sebastián. Hasta 1975, fecha que marca el final
del franquismo y el comienzo de la transición democrática, de los 14 museos
en funcionamiento, solo dos, el museo de Armería, en Eibar, y la ferrería de
Mirandaola, en Legazpia, testimoniaban sobre los afanes industriales de unos
procesos productivos en mutación. Y los dos se situaban en Guipúzcoa.
El primero, abierto en 1914, se situaba en un entorno urbano de media-
nas dimensiones y materializaba los cambios que se estaban produciendo en
las estructuras poblacionales y en los medios de subsistencia a principios del
siglo xx, los cuales, poco a poco, parecen encontrar en el sector secundario la
única posibilidad de progreso y bienestar.
El segundo, en cambio, se ubica en un enclave rural, aunque directamente
unido a la villa de Legazpia, que había conocido un rápido proceso de indus-
trialización de la mano de Patricio Echeverría, y entronca con los orígenes de
la pre-industrialización del país: la producción de hierro, posibilitada por la
obtención de mineral en distintos lugares desde los que era transportado a las
ferrerías, dibujará algunos de los trazos maestros de un desarrollo que había de
encontrar en las grandes infraestructuras siderúrgicas de la ría del Nervión, en
Vizcaya, su mayor auge y esplendor.
A esos dos tempranos ejemplos habría que añadir en 1942, es decir, to-
davía durante el franquismo, el Museo del Pescador, en Bermeo, otro enclave
urbano de Vizcaya, que de alguna manera es un museo industrial de la pesca
–aparejos, técnicas, productos derivados, etc.–, pero que también incide en lo

225
etnográfico pues incorpora a su acervo documentos orales, escritos y fotográ-
ficos, así como una biblioteca especializada sobre organizaciones gremiales,
costas y modos de vida marinera del País Vasco.
Este exiguo panorama cambia radicalmente a partir de 1975 (Díaz Baler-
di, 2010). No solo en lo referente a museos industriales sino a equipamientos
museísticos en general, pues, como ya se ha apuntado, posteriormente se han
abierto nada menos que 94 nuevos centros entre los que hay de todo, como en
botica: desde equipamientos de empaque y voluntad de presencia nacional –y
hasta internacional– hasta modestas colecciones o lugares patrimoniales que
intentan, en la medida de lo posible, cumplir con las funciones que tradicio-
nalmente se adjudican a los museos: conservar, investigar y difundir.
De esos 94 nuevos centros, 25 podrían adscribirse a la tipología de mu-
seos industriales. Y se debe decir «podrían» porque el tema de las tipologías es
complejo (Deloche, 1989: 190 y sigs.), por lo que algunos, junto a su vertiente
«productiva» también incorporan elementos que los emparentan con los his-
tóricos, los etnográficos, los de sitio, etc. Un total, por tanto, de 28 museos
industriales que, geográficamente, se distribuyen de manera muy desigual: 18
están en Guipúzcoa, 6 en Vizcaya y 4 en Álava, lo que nos pone sobre la pista
de su atomización y, consecuentemente, sobre su habitual pequeño tamaño. Y
para acabar con los aspectos cuantitativos, 15 se ubican en entornos urbanos,
mientras 13 se hallan en enclaves rurales.
Los urbanos testimonian sobre distintas actividades productivas. La ma-
yoría, museos especializados –pequeñas islas que permiten rescatar del olvido
sistemas de producción arrinconados por el progreso– y, con alguna excepción,
de mediano y, sobre todo, pequeño tamaño. Resulta curioso este último matiz:
en un país que de alguna manera encarnaba el proceso de industrialización de
finales del siglo xix y de gran parte del xx (Barruso y Lema, 2005; Castells
et al., 2007), no existe un gran museo de la industria o una recuperación te-
rritorial integral como se ha hecho en otras zonas de Europa, con la salvedad
del proyecto Lenbur, en Legazpia, que, con todo, no deja de ser un exponente
modesto de nuestros otrora pujantes sistemas productivos. Se ha intentado en
varias ocasiones hacer un gran museo de la industria–y se intentará, qué duda
cabe–, pero a día de hoy, y a pesar del desmantelamiento, por ejemplo, de gran
parte de los grandes equipamientos siderúrgicos en las márgenes del Nervión,
las recuperaciones patrimoniales han sido puntuales y han respondido a ini-
ciativas aisladas y poco coordinadas.

226
Entre enclaves recuperados o museos de nueva factura, los hay dedicados a
la minería (Gallarta), al hierro (Legazpia), a la producción industrial (Máqui-
na herramienta de Elgoibar, Armería de Eibar, Cemento de San Sebastián), a
la ría del Nervión (Marítimo de Bilbao y Rialia de Portugalete), al transporte
(Ferrocarril de Azpeitia), al mar (Pescador de Bermeo, Ontziola de Pasaia y
Bentalekua de Mutriku), la molienda (Fanderia de Renteria) y alimentación
(Gastronomía de Llodio, Licor Acha de Amurrio y Confitería de Tolosa).
El panorama de las zonas rurales es algo diferente. Si hiciéramos un repaso
en paralelo a los de las zonas urbanas, nos encontraríamos con que tres ferre-
rías (Mirandaola y Agorregi, en Guipúzcoa, y Pobal, en Vizcaya) ilustran sobre
ese periodo de pre-industrialización que habría de ser la base del gran cambio
protagonizado por el hierro y la siderurgia. Las tres difieren poco en cuanto a
tipología, se diferencian más que nada por sus respectivos entornos y aprove-
chan cauces de ríos o canalizaciones de agua para mover sus fuelles y martillos
pilones (Zabala Llanos, 2007). Pobal es la más aislada de todas; las otras dos
se integran en conjuntos más amplios: Mirandaola, ya lo he señalado, en el
territorio Lenbur, y Agorregi en el parque natural de Aia, donde también en-
contramos un molino, un centro de interpretación y un arboreto.
Para abastecer a las ferrerías era imprescindible la obtención del hierro,
actividad de la que solo queda el testimonio del complejo minero de Aizpea,
en el Parque Cultural de Zerain, Guipúzcoa, donde también encontramos
la serrería hidráulica de Larrondo. En Leintz, encontramos una factoría de
producción de sal –procedente de manantiales subterráneos–. Y respecto a
la producción industrial, que en los centros urbanos se relacionaban con la
siderurgia, el mundo marino –o fluvial–, los transportes o el cemento, solo
tenemos la fábrica de boinas La Encartada, en Balmaseda, Vizcaya (Ibáñez,
Torrecilla y Zabala, 1991).
El resto de actividades escenografiadas en museos ocupa un abanico de
actividades en el que los límites entre industria, artesanía o transformación de
determinados productos de uso y consumo cotidianos se desdibuja en incier-
tos límites. De todas formas, todos son, en última instancia, museos indus-
triales, si entendemos por industria, siguiendo a María Moliner, la habilidad o
destreza para hacer algo, o la actividad que tiene por finalidad la elaboración
de objetos o substancias útiles y, en sentido amplio, el transporte de viajeros
y mercancías, así como todo lo relacionado con el comercio y con cualquier
clase de negocio. Que sean de pequeño tamaño o que en sus mecánicas to-

227
davía estén presentes técnicas artesanales no son, en todo caso, sino rasgos
suplementarios que los individualizan de otros más o menos cercanos.
Hay un museo dedicado a la molienda de cereal y producción de pan
(Rincón del pan, en Legazpia); dos economuseos, siguiendo la definición de
Simard (1991): el del pastoreo, también en Legazpia, y el de cerámica, en
Ollerías, Álava; dos dedicados a la producción de miel, cera y derivados: el de
Murgia, en Álava, y Aikur, en Urretxu, Gipúzcoa –que también es un econo-
museo–; y finalmente otros dos que giran en torno a la sidra: Igartubeiti, en
Ezkio-Itsaso, y Sagardo Etxea, en Astigarraga, ambos en Guipúzcoa.

Pinceladas dispersas

Casi como si quisieran convertirse en un cuadro impresionista, el país se


entrevera de pinceladas museísticas de carácter industrial, dedicadas a los más
diversos campos de actividad y conocimiento. Y digo pinceladas, pues a excep-
ción de Lenbur (González García, 2003), Zerain y, en menor medida, Ago-
rregi (Urteaga, 2002), no encontramos en nuestra geografía lo que habitual-
mente se denomina paisaje cultural. Los museos, o los enclaves recuperados,
aparecen como excrecencias que alteran la superficie y textura de los paisajes
en que se insertan. Como si fueran documentos fotográficos –o cinematográ-
ficos, pues algunos, particularmente las ferrerías, se ponen en funcionamiento
con cierta periodicidad–, testimonian sobre lo que fue y ya no es. Y rara vez
involucran en sus actividades a las colectividades que los sustentan.
La multiplicación de estos equipamientos ha sido exponencial en la se-
gunda mitad del siglo xx e, incluso, ya en sus postrimerías, hemos asistido a
una mutación sorprendente: el patrimonio y los museos se convierten en una
moda, en bienes destinados a una novísima forma de consumo cultural. Que
esa moda, esa tendencia, sea tan real como aparenta ser, o sea más un espejis-
mo que solo afecta a escasos segmentos poblacionales, es algo a discutir, pero
no por ello se puede negar su aparición y las implicaciones de todo tipo que
dicha deriva va a acarrear.
Para explicarnos el proceso no podemos olvidar algunas transformaciones
en el plano conceptual y en las ópticas desde las que se diseñaban planes de
actuación o estrategias patrimoniales. Hacia los años 80, los países desarrolla-
dos comenzaron a asumir que los bienes patrimoniales, además de servir como

228
marchamo de diferenciación de un lugar o de una cultura, eran susceptibles de
ser tratados no como pasivos onerosos sino como activos que podían generar
riqueza (Monreal y Torre, 1982; Myerscough, 1989). Más adelante aún, el
empuje neoliberal, de marcado carácter tecnocrático y sesgo particularmente
economicista, asumió como propia esta premisa y comenzó a tratarlos como
una variable más, no solo deficitaria, en la contabilidad general. Su interés, su
viabilidad, se analizarían en adelante desde la óptica de la rentabilidad, de la
obtención de beneficios y plusvalías, de los equilibrios financieros.
Y todo ello en un contexto en el que el País Vasco –como el resto de
España– intentaba recuperar el tren de la historia –perdido en la guerra civil
y la dictadura, si no lo había perdido antes– y equipararse a los países de su
entorno. En esta equiparación, junto con transformaciones políticas y econó-
micas, se produce un progresivo adecentamiento de los núcleos industriales
y una auténtica recuperación de los espacios rurales. Si los procesos de in-
dustrialización implicaron fuertes migraciones hacia los núcleos urbanos y el
consecuente despoblamiento de los rurales, a partir de los años 80 se produce,
si no un retorno masivo al campo, sí una consolidación del campo como
posibilidad real de vida en unas condiciones que nada tendrían que envidiar
a las ciudades; es más, en muchos casos, y dadas las cortas distancias del país,
el campo se convirtió en un escenario privilegiado de residencia, aunque la
actividad laboral de sus habitantes se desarrollara en las ciudades, evitando
aglomeraciones masivas, posibilitando formas de vida más particularizadas y
relaciones sociales más estrechas, y todo ello sin renunciar a las ventajas tecno-
lógicas que hasta entonces parecían patrimonio exclusivo de los lugares donde
se desarrollaba la industria.
El nivel de vida aumentó, se mejoraron las comunicaciones y, al margen de
los centros urbanos de cierta entidad, pequeñas poblaciones que hasta hacía no
mucho languidecían empezaron a resurgir y a dotarse de servicios básicos: es-
cuela, consultorio médico e instalaciones deportivas. El umbral psicológico de
las coordenadas del bienestar. Cuando ya se han logrado esos equipamientos,
habrá determinados núcleos poblacionales que intenten ascender un peldaño
más, persiguiendo la apertura de un museo. Será, como apuntaba Iñaki Esteban
(2007), otra plasmación en forma de ornato del lujo institucional Las temáticas
serán diversas, y algunos optarán por adecentar y recuperar los testimonios de
algunas tareas productivo-industriales ya en desuso o que aún mantienen su
vigencia –con sus correspondientes puestas al día o procesos de reutilización.

229
El fenómeno de recuperación patrimonial se inscribe en lo que Martín-
Barbero (2001: 36) denomina el «estallido de las memorias locales», aunque
en su génesis y desarrollo se perciben claros acentos miméticos respecto a las
mecánicas de la globalización, al hacerse lo mismo y, aparentemente, de la
misma forma que se ha hecho en otros lugares. Y es que, junto a la recupera-
ción –a veces aséptica, otras nostálgica– de un pasado que explica el presente
–construcción de identidades, en pocas palabras–, se rastrea en prácticamente
todas las iniciativas un inconfundible aroma económico que busca en el turis-
mo una posible vía de obtención de recursos.
¿Cómo se puede vender turísticamente un enclave, el que sea, si carece
de museo? Quizá se pueda, claro, pero –se piensa– si hay museo se venderá
mejor. En otras palabras, ¿cómo se puede potenciar el turismo en una zona
si existen desechos, ruinas industriales que afean el entorno? Transforman-
do esos desechos, esas ruinas, en museos. Unos museos que –se piensa, otra
vez– se convertirán en motores económicos y generarán beneficios: el mito
del turismo cultural (un pleonasmo, pues todo turismo es cultural), alimen-
tado desde los poderes públicos y asumido sin mayor criticismo desde la ciu-
dadanía (Díaz Balerdi, 2006). Si los museos se complementan, además, con
otras ofertas –gastronómicas, paisajísticas, recreativas, etc., mejor que mejor.
Todos aceptarán de buen grado la recuperación de, pongamos por caso, una
pequeña factoría, despojada de todo aquello que la podía hacer desagradable
–las condiciones de salubridad, los horarios laborales, los salarios miserables,
las tensiones de clase, la fatiga, las enfermedades, los malos olores, el sudor,
etc.– y revestida de una pátina de asepsia autocomplaciente. Los lugareños
verán con satisfacción que el lugar progresa: el museo lo rubrica. Los políticos
lo utilizarán como marca de imagen y marchamo de sensibilidad por la cultu-
ra. Los foráneos se sentirán sorprendidos por encontrar curiosidades de esto y
de aquello en los más insospechados lugares. Y gastarán; poco o mucho, pero
gastarán. Y si gastan, se podrá invertir y crear nuevos nichos de riqueza. Al
menos eso es lo que parece. Eso es lo que se proclama.
Lo que no está tan claro son las cifras reales de tales operaciones ni el
monto de los beneficios obtenidos. Además, como algunos enclaves o insti-
tuciones patrimoniales han demostrado su rentabilidad, se produce un efecto
paradójico: en adelante la rentabilidad se convertirá en un imperativo categó-
rico. Antes se podía argumentar sobre la pertinencia de una infraestructura
cultural en base a distintos razonamientos (conservación de los testimonios

230
de la historia, señas de identidad, sentimientos de pertenencia, valores didác-
ticos, proyección cultural, etc.). Ahora todo ello deberá ir amparado por unas
cifras que ofrezcan la promesa de balances contables saneados y, a poder ser,
de beneficios. El embate neoliberal impone su ley, pero muchas veces se olvida
que, por una sencilla ley del mercado, si se invierte con cicatería difícilmente
se pueden obtener buenos resultados. Y todos quieren invertir poco pero ob-
tener jugosas plusvalías, lo que nos puede llevar –si no nos ha llevado ya– a
una situación ya descrita por Duncan F. Cameron (1971: 11) cuando decía
que los museos necesitaban de una urgente psicoterapia, debido a su avanzado
estado de esquizofrenia, al tener que moverse entres dos polos contrapuestos
e irreconciliables: por un lado, ilusión de grandeza, y, por otro, marginación
psicótica.
Esa dinámica, teñida de economicismo ramplón, también produce otros
resultados paradójicos. Por un lado, la multiplicación de museos se acompaña
de un incremento del número de visitantes a dichos museos y enclaves patri-
moniales. Incremento creciente y progresivo, además. Pero también es cierto
que esos flujos ascendentes se concentran en contados lugares, fundamental-
mente en aquellos a los que se dispensa una atención mediática continuada y
a los que, paralelamente, se dota de abundantes recursos financieros. Mientras
tanto, el resto, la mayoría, permanece en una zona gris, sombría, marginal,
ajena, alejada del interés de la población en general. Y más en las zonas rurales.
Por otro, el rescate patrimonial no es muchas veces sino adecentamiento cos-
mético de algo que afeaba la nueva escenografía del bienestar: lo importante
es inaugurar un equipamiento y que este tenga buen aspecto, a poder ser con-
jugando su antigua morfología con elementos tecnológicos o de diseño, sin
que esa inauguración se vea sustentada en estrategias fiables de sostenibilidad
y pedagogía patrimonial.
Aun así, demos por cierto que eso del turismo cultural funciona. Con toda
probabilidad, el consecuente consumo de bienes patrimoniales por parte de
ese turista de nuevo cuño se caracterizará por la velocidad y la superficialidad,
y no será sino una manera de legitimación de otros consumos. El mercado
turístico, además, se puede escorar hacia un proceso de banalización de las
especificaciones locales, promocionándolas en función de un marketing terri-
torial que imita modelos que han funcionado en otros lugares, y que corren
el riesgo de convertir en clichés los elementos característicos de determinadas
coordenadas, como apuntaba Maurizio Maggi (2005: 5).

231
Otro asunto, y de enjundia, es el mantenimiento de las mecánicas de
delegación. Si hablamos de entornos rurales hablamos de núcleos poblacio-
nales reducidos donde hasta hace poco se practicaba de manera generaliza-
da el trabajo cooperativo o solidario entre vecinos, sobre todo en aspectos
que trascendían de los intereses particulares y se convertían en generales. Esas
prácticas, como bien se puede suponer, están en franca decadencia, cuando no
han desaparecido del todo. Un museo –o un bien patrimonial– podía consti-
tuir uno de esos desvelos generales que fomentaran la participación colectiva.
Pero, individualistas como somos, preferimos encomendar la tarea a distintas
instancias: los políticos, los promotores, los técnicos.
Con ello, se perpetúa una vieja dicotomía: la de quienes participan acti-
vamente del acontecimiento y la de quienes lo hacen –o son constreñidos a
hacerlo– de manera pasiva. Se perpetúa el modelo tradicional de museo: la res-
ponsabilidad de qué hacer con el patrimonio –y de cómo debe hacerse– solo
atañe a una minoría investida para tan alto fin, mientras que el resto se debe
conformar con percibir –por lo general de manera visual y, en todo caso, su-
perficial, epidérmica– aquello que los primeros les ofrecen.
Decía Carol Duncan (1995: 8-9) que controlar el museo –o, lo que es lo
mismo, el patrimonio– implica controlar la representación de una comunidad
y sus más elevados valores y verdades, es decir, controlar aquello que define los
rasgos de una comunidad y dibuja su identidad. El problema es precisamente
definir quién controla el museo, pues si se actúa por delegación difícilmente
se podrá decir que dicho control recae en una colectividad. A fin de cuentas,
los discursos del museo los elaborarán y materializarán unos pretendidos es-
pecialistas, cuyos intereses no necesariamente han de ser concordantes con los
de la colectividad.
La importancia de dichos especialistas no es algo que se ponga en duda
desde estas páginas, pues resulta evidente que no cualquiera está capacitado
técnicamente para responder de manera efectiva a los retos de la conservación
y puesta en valor del patrimonio (Singleton, 1969). Pero en este punto con-
vendría recordar a McLuhan y Fiore (1992) cuando hablaban del riesgo de
confundir medio, masaje y mensaje: el decidir el qué, el por qué, el cómo, el
para qué y el para quién se conserva el patrimonio no es un asunto puramente
técnico, sino que se inserta en un complejo conglomerado que, además de
técnico, es cultural, ético, ideológico, y ahí es donde se plantean desafíos no
resueltos aún por las estrategias de desarrollo patrimonial al uso.

232
Ese conglomerado tiene –o debería tener– una dimensión eminentemente
social que solo puede resultar operativa si se facilitan cauces de participación
prácticamente inexistentes en el momento actual. Una participación, como
decía Hugues de Varine (2005: 12-13), capaz de convertir el patrimonio en
un mecanismo de identificación personal y territorial, enfocado al desarrollo
integral, que implique una responsabilidad subsidiaria de todos sus agentes y
que mitigue de manera efectiva la natural propensión de los colectivos sociales
hacia la delegación o la distancia ante los retos de la conservación patrimonial
(Desvallées: 1985). Mientras tales mecánicas no se generalicen, seguiremos
teniendo en el País Vasco, y en relación con la memoria de su industria, un
panorama patrimonial disperso, confuso, incluso caótico: pinceladas sueltas
que no alcanzan la unidad del cuadro impresionista y más parecen el resultado
de la deconstrucción de un pasado complejo, fragmentos en forma de ruinas
higienizadas y consumibles.

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234
Mapas culturales y el marketing de las localidades. El caso
del «Observatorio del paisaje» de Valtaleggio (Italia)*1

Cristina Grasseni
Universidad de Bérgamo

Un museo de lo inmaterial es un museo cuya


colección está viva, fuera del museo. No conserva
objetos, sino más bien el conocimiento
Daniele Jalla

Introducción

En la era del patrimonio mundial (Grasseni, 2011), el patrimonio cultural


inmaterial ocupa un lugar preponderante en el marketing de las localidades.
El patrimonio cultural inmaterial (PCI) está relacionado con la mercantili-
zación de muchas maneras. La patrimonialización de las culturas locales y
rurales ha sido estigmatizada en la literatura antropológica como «devorándo-
se el folclore» (Lombardi Satriani, 1973), proponiendo una ecuación simple
entre el consumo y la posesión tanto en el mercado como en los medios de
comunicación (Bindi, 2008, 2009 y este volumen). En el «mercado del folk»,
la cultura popular sería a la vez desfamiliarizada y refamiliarizada, como una
mercancía, en el marco de una hegemonía cultural que Michael Herzfeld ha
llamado la «jerarquía global de valor» (2004).
Los etnógrafos suelen ver las subculturas populares como performances
contestatarias de tales marcos globales y hegemónicos. En este trabajo, reflexio-
no sobre mi participación personal en un proyecto de mapeo de la comunidad

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: «Patrimoniali-


zación y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimonio local (CSO2011-29413)»,
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y el Programa Feder.

235
que se llevó a cabo en el norte de Italia entre 2007 y 2008 como parte de un
«observatorio del paisaje de Valtaleggio», en una comunidad rural a los pies
de los Alpes. Presentaré una introducción general y breve sobre mapeo comu-
nitario y su uso en el contexto de una estrategia institucional contemporánea,
especialmente significativa en el norte y centro de Italia, que está adoptando el
modelo francés del ecomuseo como una forma de centrarse en el paisaje y en
el patrimonio cultural inmaterial como objetos de conservación –a menudo
en colaboración con las empresas y los administradores locales. Me interesa
analizar las formas ambivalentes en las cuales el proyecto de mapa comunitario
de Valtaleggio fue tanto un acto consciente de patrimonialización, como un
genuino intento de preservar las prácticas locales de gestión del paisaje.
La Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cul-
tural Inmaterial (UNESCO 2003, art 2) identifica «los usos, representaciones,
expresiones, conocimientos y técnicas –junto con los instrumentos, objetos, ar-
tefactos y espacios culturales que les son inherentes– que las comunidades, los
grupos y, en algunos casos, los individuos, reconozcan como parte integrante
de su patrimonio cultural inmaterial (en adelante, PCI). El PCI «se manifies-
ta entre otros en los ámbitos siguientes: (a) tradiciones y expresiones orales,
incluido el idioma como vehículo del PCI, (b) artes del espectáculo; (c) usos
sociales, rituales y actos festivos; (d) conocimientos y prácticas relacionados con
la naturaleza y el universo; (e) técnicas artesanales tradicionales. La «salvaguar-
dia» del PCI significa «garantizar la viabilidad del PCI, incluyendo la identi-
ficación, documentación, investigación, preservación, protección, promoción,
valorización, transmisión, especialmente a través de la educación formal y no
formal, así como la revitalización de los diversos aspectos de este patrimonio».
La promoción del patrimonio tiene un significado político inmediato: si
la identidad nacional o el desarrollo local están en juego, la creación de «iden-
tidades» territoriales (Stacul, 2003) forma parte integrante de la construcción
de las localidades. Esto puede ser presentado como una cuestión de supervi-
vencia cultural o de sostenibilidad económica, o bien como una práctica de
re-encantamiento simbólico y social. Esto bien puede ocultar intensos faccio-
nalismos, y en todo caso algún trabajo de protección de fronteras siempre está
implícito en la cartografía cultural, ya sea dirigido explícitamente a la «diver-
sidad étnica» o a actividades más benignas que proporcionan «infraestructuras
culturales» para las comunidades locales (Garlandini, 2010). Volveré sobre
esto en mi análisis de la etnografía.

236
Hugues de Varine (2010) mantiene la expresión «musée de communauté»
para definir los ecomuseos en el marco de la reflexión crítica desarrollada por
la Nueva Museología de los años 1960 y 1970. Según su opinión, el ecomuseo
«es una herramienta que una institución y una población construyen, conci-
ben y administran juntos. La institución contribuye con expertos, servicios y
recursos. La población, con sus aspiraciones, conocimientos y capacidad de
gobernanza» (de Varine, 2005). La definición anterior de George Henry-Ri-
vière (1976) propone el ecomuseo como «un espejo en el que esta población
debería reconocerse a sí misma: un lugar para buscar una interpretación del
territorio que habita y las generaciones que le han precedido. Un espejo para
mostrar a los huéspedes, para comprenderse y respetarse a sí mismos, en los
propios comportamientos e intimidad».
En el contexto italiano, los ecomuseos están siendo presentados tanto
como «museos comunitarios» o como «nuevas instituciones culturales» para la
promoción del patrimonio cultural inmaterial, siguiendo la Convención de la
UNESCO de 2003 para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial
(que fue ratificada por Italia en 2007). En particular, en el contexto específico
de la región de Lombardía, la ley regional 27/2008 «Valorizzazione del Patri-
monio Culturale Immateriale» define el PCI como las «prácticas, habilidades,
conocimiento local –con herramientas, objetos y paisajes– que las comunida-
des, grupos o individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio
cultural». La ley recomienda, consecuentemente, acciones financiadas «para
identificar y documentar, investigar y difundir, proteger y estimular, producir
y transmitir el PCI».
Este modelo implica la participación activa de los residentes locales en
los esfuerzos para convertir el propio territorio, el paisaje y las prácticas cul-
turales en patrimonio. También hace referencia a la idea de que los objetos
etnográficos –tales como las colecciones museísticas, por ejemplo– pueden
interpretarse mejor junto a sus contextos actuales y comunidades de práctica
(Clemente, 1999). Los conceptos ambivalentes de «patrimonio inmaterial»,
«bienes culturales» y «autenticidad», juegan un papel en la definición del patri-
monio cultural como un «recurso local», promoviendo «localidades» mediante
referencias tanto a lo nativo como a paisajes culturales específicos. En parti-
cular, la promoción del patrimonio cultural inmaterial a menudo implica un
esfuerzo para archivarlo en inventarios y repertorios. Volveré sobre esto más
adelante en el artículo, pero vale la pena señalar cómo esta concepción de la

237
promoción es relevante en la manera en que se realiza el mapeo comunitario,
en la medida en que el mapeo supone, en todo caso, un proceso de selección,
aislando y reformulando objetos culturales específicos.
Además, los empresarios del patrimonio bien pueden introducir un nuevo
elemento o cantidad de exposición en los medios, «santificando» testigos o
profesionales habilidosos que son presentados como reliquias vivientes –los
representantes de habilidades perdidas, técnicas, recetas o lenguajes. En la ma-
yoría de los casos, se trata de una elite bastante pequeña de expertos y admi-
nistradores locales que pueden mediar entre las estrategias institucionales de
arriba hacia abajo (como subvenciones de la UE o legislaciones nacionales)
y las estrategias locales de adaptación a intereses específicos, necesidades y
discursos. Como etnóloga deseo mostrar la complejidad de los procesos en
los cuales los ecomuseos están así imbricados en contextos sociales, políticos y
simbólicos específicos.
Mi punto de vista privilegiado fue el de una etnógrafa cuyo campo fue
«transformado» en ecomuseo: Valtaleggio, un valle de unos 800 habitantes
en la provincia de Bérgamo, ha sido mi sitio de trabajo de campo desde 1998
(Grasseni, 2009c) y fue reconocido oficialmente como un ecomuseo de la
región de Lombardía en 2008. En 2005, se me pidió que me involucre en el
proceso a través de un proyecto de cartografía cultural que era en sí mismo
parte de un Plan Agenda 21 más amplio, que incluía un observatorio del
paisaje de Valtaleggio (Osservatorio del Paesaggio della Valtaleggio). Tanto la
transformación de mi campo y el de mi propio papel me motivó a cuestionar
y contextualizar el concepto de participación colectiva, así como el de repre-
sentación y descripción de lo que entonces era para mí un contexto único de
investigación.
En el caso de Valtaleggio, por ejemplo, era incluso problemático pensar
en el valle como una unidad política y cultural. Mucho del conocimiento an-
tropológico e histórico nos recuerda que el enclave geográfico era una imagen
simplista del valle, atravesado por límites partidarios e históricos y conectado
con zonas vecinas desde la Edad Media. De hecho, mirando hacia atrás, lo que
había sido «reconocido» por la ley regional del 2008 estaba recién entonces
comenzando a emerger: a saber, un proceso de autofolklorización voluntario
que ha llevado a los queseros y ganaderos del valle a participar, lentamente y
no sin conflicto, en un rediseño político y de marketing del valle. Un proceso
que culminó en el Ecomuseo Valtaleggio estando presente con un stand pro-

238
pio – y no con el stand de los empresarios individuales, o incluso de un comité
de Slow Food – en el Slow-Food Salone del Gusto 2010.

Grandes esperanzas: mapas parroquiales y la representación


de las localidades

El «mapeo comunitario» (community mapping) es una herramienta am-


pliamente difundida que se usa en la planificación participativa y proyectos de
desarrollo local. Se utiliza también en la cartografía participativa, en proyectos
de regeneración urbana y en las reivindicaciones de tierras de poblaciones
nativas. Como una herramienta de investigación, los mapas culturales se han
utilizado en proyectos de historia oral, etnobotánica y biodiversidad. Pueden
ser utilizados para reconocer y expresar la autoridad local y el conocimiento
indígena del territorio, proporcionando una representación colectiva y con-
creta del conocimiento local y el uso de sus recursos (tanto materiales como
inmateriales).
El término «mapas parroquiales» (parish maps) fue introducido en los es-
tudios urbanos británicos por Sue Clifford, como reacción a la hiper-especia-
lización en la planificación urbana y de algunas representaciones arquitectó-
nicas del territorio. Su actividad en el proyecto de Mapa Parroquial de West
Sussex desató un movimiento en la década de 1980 en Inglaterra y luego en el
extranjero (aunque limitado en gran medida a los países de habla inglesa)2. El
objetivo de este proceso era comenzar o reavivar un debate sobre los recursos
locales y reclutar recursos humanos para que participen en proyectos de remo-
delación y/o regeneración, tanto en zonas rurales como urbanas.
Los mapas de comunidad han sido utilizados en Italia, sobre todo en los
ecomuseos de reciente creación, desde la década de 1990 (Clifford, Maggi,
Murtas, 2006), para fomentar la participación en distintos proyectos y para
dar una representación equitativa del punto de vista de los residentes3. Los
mapas culturales no pretenden ser representaciones científicas y la mayoría
de las veces ni siquiera son mapas. En Italia, los mapas de ecomuseos han
incluido hasta ahora dibujos de niños en edad escolar, vídeos, toallas de pun-
to, geo-blogs, paisajes de sonidos, etc. El punto principal de una producción
tan diversa es que debe ser hecha por habitantes locales, quienes seleccionan
sus propios criterios para resaltar aquello que es significativo en sus propios

239
ojos. En otras palabras, los mapas de comunidad son mapas conceptuales: son
productos subjetivos y ligados al contexto. No existe una metodología única
o estándar.
Debe destacarse que el mapeo de comunidad en sí mismo no es ni una me-
todología crítica, ni un instrumento accesorio a la patrimonialización. Al igual
que muchas otras herramientas culturales puede servir justamente a ambos
propósitos. En el caso del Atlas de la Comunidad Salish Sea (patrocinado por la
Land Trust Alliance of British Columbia), un proyecto de mapeo de comunidad
que abarcó la población de 3.000 habitantes de diecisiete islas del Estrecho de
Georgia de Vancouver, ayudó a treinta artistas locales a trazar y presentar los
recursos culturales y la belleza natural de cada isla. Este proyecto de cinco años
dio lugar a una publicación en 2005 (Harrington y Stevenson 2005) que se
centra en lo que realmente había sido extraído de las islas. Por ejemplo, los to-
pónimos originales y los huertos nativos han sido sustituidos por las playas aba-
rrotadas y el turismo de un solo día. Las innovadoras técnicas utilizadas (video,
collage de fotos, talla de madera, modelos 3D, relieves en papel maché recicla-
do, arreglos de abalorios, etc.) estaban destinadas a recordar a los habitantes y
visitantes los paisajes que ya no existían. La expresión de Kevin St. Martin «islas
de diferencia» (2009) describe acertadamente este y otros proyectos que buscan
representar y valorizar los conocimientos locales e indígenas, en especial sobre
los recursos naturales (por ejemplo, en las comunidades de pescadores). Los
mapas de comunidad en este caso sirven como un recuento de mapeo eficaz:
los mapas presentan al espectador un conocimiento alternativo, centrado en
los «lugares comunes» (Grasseni, 2009) que una comunidad de practicantes
comparte y acuerda, como parte de su visión especializada (Grasseni, 2007).
Sin embargo, el mapeo comunitario puede convertirse en una práctica es-
tablecida que acompaña a los proyectos de desarrollo, como una «herramienta
participativa» que no cumple necesariamente ningún otro objetivo más que
el de apoyar el proyecto en sí. Ejemplos anteriores y mejores prácticas pueden
correr el riesgo de fijar un repertorio de «notas y consultas» en relación con el
patrimonio material (edificios rurales, pozos, puertas, terrazas, hitos y descu-
brimientos arqueológicos), el patrimonio inmaterial (poesía popular, historia
oral, canciones, refranes, recetas y folclore), el patrimonio natural (paisajes
y hábitats) o las producciones locales y el savoir-faire (molinos de trabajo,
minas, técnicas tradicionales, etc. y sus productos típicos o testimoniales, ver
Clifford, Maggi y Murtas, 2006).

240
Por ejemplo, en el caso de la agencia gubernamental del Reino Unido,
Planning for Real®, una técnica de modelado 3D ha sido registrada como
una herramienta de desarrollo para ayudar a los proyectos de regeneración. El
paquete incluye «el mapa de partes interesadas» (para identificar las partes in-
teresadas), «el mapa arco iris» (para visualizar los objetivos comunes), la «hoja
de tiempo» (para tener una idea de los progresos realizados) y muchos otros4.
No hay duda de que el mapeo comunitario, entendido como una tecno-
logía de participación, bien puede convertirse en un ejercicio mecánico. El
sentido y la eficacia de un mapa de comunidad son situacionales, y deben ser
negociados en el lugar. La naturaleza y la durabilidad del grupo de trabajo y la
naturaleza y duración de su restitución son dos temas clave. En algunos casos,
tratar de mapear un lugar desde un punto de vista cultural es un ejercicio útil
para responder a diferentes tipos de preguntas, por ejemplo en relación con
la naturaleza y los intereses de los dirigentes y las élites locales. Estos pueden
tener diferentes opiniones en cuanto a los límites del mapa, o incluso su na-
turaleza o conveniencia. En otras palabras, dentro de la zona mapeada puede
haber grupos «fuertes» y «débiles», dotados de diferente capacidades de auto-
representación. Esto también depende de si se han producido transformacio-
nes recientes o traumáticas del paisaje o de los tipos de asentamientos.
Una de las primeras cuestiones planteadas ante la propuesta de llevar a
cabo un proyecto de mapeo comunitario en Valtaleggio, implicaba precisa-
mente la naturaleza de los límites y el sentido de comunidad. Desde luego,
no es a los estudios clásicos de comunidad que se debe hacer referencia aquí,
sino más bien a un concepto más complejo y dinámico de comunidad como
se encuentra en las «comunidades de práctica» (Lave y Wenger, 1991). Para
nombrar sólo algunos de una serie de conceptos relacionados con la geografía,
la estética y la antropología, podemos mencionar aquí brevemente las formas
de vida de Wittgenstein o su descripción como marcos de vida (quadri di vita)
(Bonesio, 2006) y las comunidades de paisaje (comunità di paesaggio) (Bone-
sio, 2007), sino también la definición de Tim Ingold de «taskscape» como la
orientación de expertos técnicos en el mundo a través de la misma práctica
(Ingold, 1993). En el año 2000 la Convención Europea del Paisaje ya aceptó
una redefinición compleja del paisaje como objeto de práctica y no sólo de
contemplación estética. Como subraya Luisa Bonesio, la referencia implícita
a la pintura de paisaje y el territorio como objeto de espectáculo está superada
(Bonesio, 2007: 72).

241
Me he referido a «paisajes técnicos» (Grasseni, 2004) y «sensescapes» (Gras-
seni, 2009) para indicar el resultado de las prácticas de significación con res-
pecto a lugares específicos. Esto no incluye únicamente la experiencia fenome-
nológica, sino también un significado simbólico, la memoria y la socialización
del lugar. Por ejemplo, los «sensescapaes» de Valtaleggio incluyen la pesca en el
arroyo local y la recolección de narcisos en primavera. Su paisaje incluye mon-
tañas aterrazadas y bosques limpios –aunque las terrazas se han derrumbado
tras el abandono de las tierras de cultivos y los bosques ya no son barridos en
busca de hojas para los establos. Así, un «paisaje técnico» (Grasseni, 2004)
define modos de habitar el territorio cultural e históricamente situados, de
moverse en el paisaje y de interpretar el escenario territorial. Podemos llamar
a todas estas «prácticas de localidad» (Grasseni, 2003), las cuales existen in-
dependiente y previamente a cualquier intento concertado de convertirlas en
patrimonio.
Según la antropóloga Margaret Rodman (1992), cualquier lugar es a la vez
multi-local y multi-vocal. La tarea del etnógrafo es la de «reunificar la ubica-
ción» (por ejemplo, la distribución espacial de la actividad socioeconómica),
el «sentido del lugar» (o apego) y «lo local» (el entorno en el que se produce
una actividad social particular). Los mapas de comunidad también pueden
servir al propósito, trabajando como «inscripciones densas». Propongo aquí
un collage de la reconocida definición de etnografía de Clifford Geertz como
«descripción densa» y de la obra de Latour sobre las inscripciones visuales en la
sociología de la ciencia (véase Latour, 1986). En otras palabras, los mapas de la
comunidad podrían ser herramientas etnográficas para lo que ha sido durante
algún tiempo llamado «auto-etnografía» (Reed-Danahay, 1997), y que yo lla-
maría «auto-etno-cartografía» sobre la base de nuestra propia comprensión de
la cartografía cultural como proceso etnográfico.
Este tipo de representación es también relevante para el trabajo de los
ecomuseos. Como explica Daniele Jalla: «podríamos concebir un museo de
lo inmaterial como un museo cuya colección está viva, fuera del museo. No
se trata de objetos que se conservan sino más bien el conocimiento de y alre-
dedor de los objetos. Asimismo este museo adquirirá, documentará, exhibirá
y comunicará conocimiento material e inmaterial de la humanidad y de su
medio ambiente» a través de su testimonio (Jalla, 2010: 10).
Una segunda cuestión en juego en Valtaleggio, de hecho, fue el significado
de un ecomuseo sin el menor rastro de una colección etnográfica. Desde el

242
principio, el Ecomuseo de Valtaleggio fue concebido como un proyecto sin
una colección, y no como un museo que se expande más allá de los límites de
su propia colección. En su novela El museo de la inocencia del premio Nobel
de Literatura Orhan Pamuk propone una definición acertada de museo: «Des-
pués de todo, ¿no es el fin de la novela, o de un museo, para el caso, relacionar
nuestros recuerdos con tanta sinceridad para transformar la felicidad indivi-
dual en una felicidad que todos pueden compartir?» (Pamuk, 2009: 337).
Del mismo modo, con el fin de explicar la idea de una colección, Pamuk no
comienza a partir de los objetos, sino de la acción y motivación de coleccionar.
Los coleccionistas empiezan «en busca de una respuesta, un consuelo, aunque
sea un paliativo para un dolor, una resolución de dificultades, o simplemente
por una compulsión oscura» (2009: 504). «Cualquier persona obsesionada
con la recolección y almacenamiento de objetos, debe estar en las garras de la
pena, la angustia profunda, o una herida psicológica inefable» (2009: 508).
Podemos preguntarnos si un mapa de comunidad corresponde a un mis-
mo impulso de recopilación, en ausencia de una colección y, en cambio, en
presencia de un lugar. Aquí, el lugar tiene el significado complejo y denso que
esbozamos a priori: una forma de vida y el marco de vida de una comuni-
dad de paisaje. En el caso de Valtaleggio, cerca de 800 personas que viven en
dos administraciones municipales distintas ya constituían lo que he descrito
en otro lugar como un lugar «de alta densidad de investigación» (Grasseni,
2009b). En otras palabras, historiadores locales, párrocos y los notables ya ha-
bían producido una serie de publicaciones sobre la historia local, la geografía y
la botánica. Además, el boletín parroquial fue testigo de un debate abierto so-
bre la «brecha» generacional tanto en términos de conocimiento del territorio
como en términos de participación en las festividades de la comunidad (ver
Grasseni, 2009). Si un «sensescape» identifica un paisaje multi-vocal de valores
y prácticas, el acto de mapeado de las diferentes culturas del lugar activas en
Valtaleggio sería una descripción etnográfica de los diferentes «sentidos del
lugar» (Teti, 2004).
Ahora bien, ¿qué tipo de inscripciones visuales serían aptas para represen-
tar semejante conocimiento tácito diverso sobre el propio sentido del lugar?
En particular, ¿sería este mapa una hoja de ruta o un archivo? Es decir, ¿privi-
legiaría al presente o al pasado? ¿Debería definir el pasado como un «recurso»?
¿Sería realmente interesante? ¿Se constituiría como una representación válida
del conocimiento local a los ojos de un observador externo?

243
Como investigadora, me decidí por un proyecto cartográfico que debería
representar el paisaje «inmaterial», es decir, los puntos de referencia valiosos
que tienen un significado de uso, memoria, emoción y apego, así como ele-
mentos naturales y arquitectónicos comúnmente reconocidos. Consecuente-
mente, preferí utilizar métodos de representación cartográfica compartidos,
ofreciendo de una vez una representación sencilla del territorio y que pudie-
ra ser cotejada con otros datos, como los archivos de propiedad de la tierra,
cartografía estándar, etc. De esta manera, se podría alcanzar una solución de
compromiso entre el propósito de la investigación (el mapa como un archivo
de memoria para la comunidad) y el propósito de comunicación que los admi-
nistradores prefieren (el mapa como una forma de auto-presentación para los
turistas). El mapa establecería un hito en el contexto de un proyecto en curso,
que se actualizaría en el futuro por la juventud de la comunidad capacitados
como animatori ecomuseali (técnicos del ecomuseo).
Mi punto de vista fue privilegiado, en el sentido de que ya había realizado
trabajo de campo en Valtaleggio, en persona y durante un largo período de
tiempo. Podía, entonces, colocar el proyecto de mapeo comunitario dentro
de un marco etnográfico más amplio de análisis sobre el sentido de lugar y
la representación visual en Valtaleggio. Cabe destacar que durante mi primer
trabajo de campo me vi involucrada en un grupo de trabajo voluntario para
rediseñar el mapa de Valtaleggio con el fin de proporcionar un mapa actua-
lizado y significativo, a nivel local, de rutas de bicicleta. Describí esto como
un experimento en auto-etnografía (Grasseni, 2004), o más bien auto-etno-
cartografía. Para el año 2000 el grupo de trabajo, coordinado por uno de los
alcaldes de Valtaleggio, había elaborado un nuevo mapa, que indicaba topó-
nimos en dialecto y otros hitos importantes, como los mojones que marcan
la frontera estatal entre el ducado de Milán y la República de Venecia, entre
1428 y principios del siglo xix. Por «paisajes técnicos» me referí a las muchas
formas en que los miembros del grupo de trabajo se apropiaron del paisaje a
través de visiones expertas específicas: el del cazador y la del recolector de setas,
el corredor de altura y el historiador local, etc.
Consideré importante aprovechar esta experiencia previa para radicar el
mapa de la comunidad en las competencias y agendas genuinamente locales.
El mapa de Torriani (por el nombre del artista local que dibujó el mapa de
2000) se convirtió en la base del mapa de la comunidad. En mayo de 2007,
en el marco de un curso de capacitación para los técnicos de ecomuseos, se les

244
pidió a dos grupos de trabajo que señalaran «¿cuáles son los lugares más sig-
nificativos de Valtaleggio? ¿Por qué?», y se les instruyó para responder con dos
copias del mapa de Torriani. La riqueza de colorido de sus anotaciones dio tes-
timonio de su conocimiento vivo del territorio: los dos grupos, integrados por
unos diez residentes de diversas edades y profesiones, crearon también una le-
yenda para los distintos tipos de lugares (indicando funciones arquitectónicas,
religiosas o económicas, así como los lugares de devoción popular, visitados
en el tiempo libre o asociados a acontecimientos históricos o colectivos signi-
ficativos). La continuación del trabajo con informantes individuales condujo
a una síntesis de las anotaciones y una clasificación y resumen de toda la infor-
mación recopilada en los dos grupos de trabajo. Se creó una leyenda común y
se definieron preliminarmente una serie de iconos para indicar lugares de valor
arquitectónico o histórico-artístico, fiestas y acontecimientos, funciones eco-
nómicas (en los molinos particulares, minas, centros de producción de carbón
vegetal, etc.), valores naturales, un sendero significativo, los límites percibidos
o lieux de mémoire (es decir, lugares mencionados tanto en las leyendas como
en acontecimientos históricos). Elaboramos una serie de iconos para indicar
varios lugares vinculados a la utilización del agua: manantiales, arroyos, cana-
les, lugares de pesca, lugares de buceo, bebederos de vacas o de ganado, etc.
La segunda fase implicó la redacción de 53 fichas por otros tantos lugares
significativos: cada ficha (un simple formato de word) incluiría bibliografía,
fotos y textos –en su mayoría proporcionados o co-escritos con los informan-
tes5. Cada ficha indica si el lugar o el uso de un lugar que ha sido considerado
«significativo» también ha sido reconocido como un sitio del ecomuseo. Las
fichas están vinculadas a una fotografía de satélite de Valtaleggio disponible
on line como un hipertexto. Después de una presentación pública del proto-
tipo en octubre de 2007, un segundo grupo de discusión fue mantenido con
padres de los niños de escuelas locales en noviembre de 2007 y el hipertexto se
publicó on line en el verano de 2008.
Sería difícil evaluar el impacto de este proyecto sobre el diseño y el de-
sarrollo actual del Ecomuseo Valtaleggio. Casi de inmediato se convirtió en
marginal ante una serie de otras «medidas» que el gobierno consideró más
eficaces para revitalizar el tejido económico y social del valle. En cierto senti-
do, un mapa de comunidad de este tipo arroja un pobre balance entre inves-
tigación y promoción, siendo sin duda más interesante para la presentación
de un cuadro complejo del paisaje histórico y social de los valles que para la

245
identificación de grupos de interés o la atracción de turistas. Sin embargo,
atrajo una alta participación: cerca de un centenar de habitantes (de los menos
de 800 habitantes) participaron en la presentación del prototipo en el festival
de octubre del valle; veinte aprendices participaron, ocho de los cuales fueron
autores de los textos. Se realizaron treinta y dos entrevistas y varias visitas a
lugares específicos, se coleccionaron diversas fotos y bibliografía local. Partici-
paron los dieciocho alumnos y sus familias.
Se puso de manifiesto, sin embargo, cuan litigiosa era esta «comunidad», y
sigue siéndolo, en la representación de las fronteras internas –todavía tan fuer-
temente percibidas como las externas. El debate sobre el territorio del valle, el
paisaje y el medio ambiente se mantuvo abierto: ¿debían ser comercializados
como escenarios turísticos? ¿Era un tesoro privado, un paisaje de la memoria
para ser revivido y preservado para las generaciones futuras? Y ¿cómo podría su
traducción en forma de patrimonio inmaterial ayudar a uno u otro proceso?

Conclusión

El reciente debate sobre las comunidades de práctica y el desarrollo partici-


pativo ofrecen nuevos contextos en los que la noción de patrimonio inmaterial
puede ser evaluada críticamente, sobre todo en los ecomuseos, proyectos de
desarrollo, etc., en los que la participación local real varía en grado y calidad.
He puesto de relieve un ejemplo en el cual el conocimiento etnográfico previo
del contexto podía proporcionar una base aceptable para adaptar el creciente
entrelazamiento de estrategias culturales, comerciales y políticas, a las prácti-
cas situadas contemporáneas de los actores sociales involucrados.
Tanto las áreas en desarrollo como las regiones que se enfrentan al dete-
rioro industrial han invertido en turismo, productos típicos y todas las cosas
«tradicionales», para obtener visibilidad en los mercados locales e internacio-
nales. Pero la «re-evaluación» de los paisajes locales como «patrimonio» y «he-
rencia» puede ser muy ambivalente, si no está arraigada en los sentimientos y
las prácticas de pertenencia locales. Las consideraciones económicas y comer-
ciales tienen un gran peso en la clasificación de eventos culturales, prácticas de
gestión del paisaje y prácticas ceremoniales como «patrimonio». El patrimonio
cultural inmaterial, en particular, se interpreta como un icono de la identidad
territorial, y por lo tanto es tratado como un recurso político y económico.

246
Usar el lenguaje de empoderamiento de la comunidad puede ser reduccionista
e ingenuo. La relación entre las prácticas locales, activismos culturales y la promo-
ción institucional se puede leer con imaginación, pero las dinámicas parroquiales
deben ser entendidas por medio de un análisis crítico de los actores involucra-
dos. Mas que «comunidades», se encontrarán entonces élites políticas y culturales
actuando, empresarios turísticos, asociaciones locales, consultores y burócratas.
Cada uno puede legitimar, valorar o devaluar culturalmente «objetos» y sus «con-
tenedores» (eco-museos, colecciones etnográficas, parques naturales, etc.).
Mientras las localidades pueden mostrar formas viables de emprendeduría
local a través de la promoción del patrimonio cultural –ya sea bajo la presión
institucional de élites locales o por la participación de abajo hacia arriba– hay
sin embargo un desequilibrio crónico entre los tiempos de la financiación
de actividades de promoción y la duración de una presencia etnográfica, la
observación y la elaboración de los asuntos locales. En particular, el papel del
antropólogo debe ser preguntar primero «¿quién, cuándo, cómo y por qué
se construye lo heredado como patrimonio?» (Palumbo, 2003). Pero puede
pasar más allá de la crítica cultural y llegar a ser un participante en sus propios
términos. En este sentido, hay que tener en cuenta que las diferentes escuelas
de pensamiento antropológico (de la etnología a los estudios folclóricos, a
la investigación crítica) pueden también ayudar o viceversa, obstaculizar una
capacidad antropológica concertada para hacer frente al PCI como un objeto
complejo y global de escrutinio por parte de un comunidad profesional inter-
nacional –algo que se necesita con urgencia.

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249
Notas

1
Traducido del inglés por Camila del Mármol.
2
Para un censo de los mapas parroquiales en Inglaterra ver: http://www. england-
in-particular.info/parishmaps/m-index.html
3
la página web http://www.mappadicomunita.it/ ofrece algunos materiales intro-
ductorios y ejemplos de mapas comunitarios en Italia.
4
La metodología es explicada al detalle en http://www.nif.co.uk/planningforreal
5
El grupo de discusión y la primera ronda de entrevistas fueron dirigidos por
Lia Zola y Chiara Brambilla, mientras que yo me encargué de interpretar y resumir
las anotaciones proseguir con las entrevistas. Mi asistenta de investigación, Roberta
Capretti, y un número de residentes «informantes» contribuyeron a las 53 fichas con
textos, fotografías y bibliografía: Erika Arrigoni, Barbara Pesenti Bolò, Arrigo Arrigo-
ni, Lorenzo Brissoni, Paola Bugada, Battista Cerea, Antonella Gregis, Laura Formenti,
Elia Locatelli, Lidiana Locatelli, Roberta Manzoni, Giuseppe Pepe, Ivan Pesenti, Os-
valda Quarenghi, Virginio Rota y Giampietro Vitali in particular. El resultado final
puede consultar on line: www.osservatoriovaltaleggio.it

250
Elementos de patrimonialización en un parque literario:
Carlo Levi y Aliano

Francesca Uccella

Introducción

El objetivo de este escrito es presentar la situación de algunos aspectos


relativos a la patrimonialización literaria de Aliano, pequeño centro de la Basi-
licata, sede de un Parco Letterario dedicado a Carlo Levi (1902-1975), escritor
de Turín que pasó allí un breve e intenso periodo de su vida. Entre 1935 y
1936 Carlo Levi fue confinado por el régimen de Mussolini en el pueblo don-
de pasó ocho largos meses. El relato de su estancia fue su famoso libro Cristo si
è fermato a Eboli (1945),1 narración de una experiencia de vida y de una época
historica compleja. La relación entre Aliano y el libro ha producido, con el
paso de los años, una doble patrimonialización: gracias a constantes referen-
cias topográficas, los lugares relacionados con la palabra escrita han adquirido
un valor añadido y contemporáneamente el texto se ha enriquecido por medio
del proceso que finalmente ha llevado a la realización de un Parco Letterario.
La Basilicata es una región del sur de Italia que presenta una variedad
considerable –en relación con su extensión territorial– de ejemplos de esta
específica manera de puesta en valor del espacio a través de la literatura.2 La
Basilicata, que también se denomina Lucania3, es una de les regiones más pe-
queñas del sur de la península italiana. En una superficie de 9.992 quilómetros
cuadrados, presenta un territorio muy variado con montañas bastante altas,
que superaran los dos mil metros, colinas –en parte arcillosas y que en algunas
zonas provocan frecuentes derrumbes y desprendimientos–, llanuras extensas
y fértiles que descienden hasta llegar a la amplia costa jónica, zona que en
los últimos años ha visto el desarrollo de una intensa actividad turística. Ac-
tualmente la economía de la Basilicata se basa sobretodo en la agricultura, en

251
una ganadería relegada principalmente a las zonas más elevadas (sobretodo de
ovinos y caprinos) y en una industria limitada a pocos establecimientos que,
si se exceptúa la fabrica de la FIAT de Melfi, abierta en 1993, se concentra en
los alrededores de las ciudades más grandes –Matera y Potenza– y se dedica
principalmente a los productos alimentarios, a la fabricación de muebles, a
la elaboración de fibras sintéticas y de productos químicos y a la extracción
de minerales. Un recurso importante, por lo que atañe por lo menos a los
últimos diez años, sin duda es el que se deriva de la explotación del subsue-
lo. La Basilicata, a cambio de la explotación del petróleo, tendría que recibir
beneficios económicos destinados a la reducción del desempleo padecido por
una parte importante de la población y a la mejora de las infraestructuras
para el desarrollo socioeconómico y para la recalificación ambiental. Aliano se
encuentra dentro de este espacio. La presencia de la actividad petrolera en la
región aporta un beneficio económico, pero en los últimos años también está
provocando conflictos entre el sector de la industria petrolera, y en general en
todos los relacionados con la producción de energía, y grupos de ecologistas y
ciudadanos que ven peligrar la integridad del entorno natural, estrechamente
relacionado con el patrimonio cultural local.
La población actual de la Basilicata es bastante reducida (en el marzo 2010
no llegaba a los 600.000 habitantes) y se concentra principalmente en los
núcleos más grandes de las zonas; pero igualmente, y no obstante las ventajas
derivadas de la explotación petrolera, la desocupación es muy elevada. Es por
eso que, desde hace aproximadamente veinte años, el sector terciario se esta
dirigiendo hacia el turismo, sea en su acepción más común como puede ser
el costanero o de excursión, sea cultural, que se concentra sobretodo en los
antiguos centros urbanos y arqueológicos. Aliano forma parte de un reducido
grupo de pueblos que, a partir de los primeros años noventa ha empezado a
proponer un tipo de turismo cultural que se caracteriza por patrimonializar los
espacios a través de la literatura gracias a la creación de centros de interpreta-
ción, preparación de diferentes espectáculos creados a partir de obras literarias,
la lectura in situ de los textos, etc.
Aliano es un pequeño pueblo a 485 m de altura situado en un territorio
que se extiende entre los ríos Agri y Sinni. Su población actual es aproxima-
damente de 1.151 personas, mientras en la época en que vivió allí Carlo Levi
llegaba a los 2.061 habitantes. Desde hace más de un siglo, la emigración ha
sido la causa principal de la disminución de la población. La emigración ha

252
tenido un efecto muy profundo en la estructura social del pueblo de Aliano
y ha contribuido decididamente a la mejora, en los años cincuenta, de su
situación económica, mitigando la terrible condición de pobreza anterior al
conflicto mundial.
La economía del pueblo hoy en día esta basada sobretodo en la agricultura,
igual que en la época de Carlo Levi; si se excluyen algunas granjas más gran-
des, se cultivan terrenos bastantes pequeños, destinados mayoritariamente a
un uso familiar. Los productos más importantes son el trigo y el olivo, pero se
cultiva también la viña, diferentes variedades de verduras y mucha fruta. Un
reducido número de alianeses trabaja en la administración pública, en el sec-
tor terciario o regenta una actividad comercial. Al lado de estas ocupaciones,
en los últimos diez años se ha empezado a entrever un nuevo sector de ocupa-
ción, constituido justamente por el «Parco Letterario Carlo Levi». Un grupo
de personas de edades muy variadas (entre los 15 y los 45 años) en el curso
de la última década han podido trabajar en el parque literario o colaborar con
él: el grupo de actores y técnicos que ponen en escena los itinerarios literarios
–Viaggi Sentimentali– está formado por habitantes del pueblo. La creación de
este grupo ha sido uno de los efectos de la patrimonialización literaria iniciada
a partir de Carlo Levi y de su obra y depende, consecuentemente, de la política
puesta en marcha por la administración que ha impulsado y seguido, desde
sus primeros pasos, la creación del parque literario. La valorización cultural del
pueblo se ha entendido pues como antídoto a su despoblación y como manera
de estimular la capacidad juvenil de iniciativa. Casi contemporáneamente a
la institución del parque, el ayuntamiento de Aliano empezó una obra, aún
en marcha, de restauración del casco antiguo del pueblo, que fue seriamente
dañado por el terremoto que en 1980 sacudió gran parte del sur de Italia. Ac-
tualmente se están terminando las obras en la zona más antigua, que continua
siendo escenario privilegiado para las actuaciones del parque literario.

Razones de una vinculación

Nada más abrir unas de las guías turísticas de la Basilicata, nos damos
cuenta rápidamente de la huella dejada por Carlo Levi en la región y en Alia-
no. Después de describir las características geomorfológicas del pueblo y de
sus alrededores, se menciona, entre los elementos culturales más importantes,

253
la vinculación que liga el lugar a la figura de Carlo Levi, muchas veces antes de
hablar de los hallazgos arqueológicos o de los datos históricos.
El vínculo entre Aliano y Carlo Levi (1902-1975), pintor e intelectual
antifascista de Turín, se estableció entre septiembre de 1935 y mayo de 1936
cuando, por orden de Mussolini, fue condenado al confinamiento por su ac-
tivismo político antifascista. La permanecía de Levi en la Basilicata fue para
él un descubrimiento continuo de un mundo que hasta entonces desconocía
por completo, tan diferente y alejado de su Piemonte natal. Casi diez años
después de la experiencia del destierro, Carlo Levi sintió la exigencia de fijar en
el papel sus vivencias y publicó, en 1945, Cristo si è fermato a Eboli4. Desde el
momento de la publicación del libro se ha desarrollado entre el Cristo y Aliano
una relación que ha llevado, entre los años noventa y 2000, a la institución del
«Parco Letterario Carlo Levi di Aliano».5
Un parque literario es un ente que se ocupa de promover la figura de un
escritor, de guardar y difundir su obra y de organizar acciones y actividades
que faciliten el contacto entre el autor y un público siempre más amplio de
lectores. Las dimensiones de los parques literarios pueden ser muy variables y
generalmente están limitados por los lugares en lo cuales se hace más evidente
la relación entre obra, escritor y territorio. Un parque literario puede corres-
ponder a un pueblo entero, –como en el caso de Aliano–, a un barrio o a una
parte de él –como sucede en Grassano– o estar distribuido a lo largo de un te-
rritorio muy extenso –como en el caso del parque dedicado al escritor siciliano
Salvatore Quasimodo (1901-1968). Los elementos principales de un espacio
dedicado a la memoria y a la divulgación de la obra de un escritor son segura-
mente los lugares que le sirvieron de inspiración literaria y los sitios vinculados
a su biografía, como una casa o el cementerio donde está enterrado.
Stanislao Nievo (descendiente de Ippolito Nievo, protagonista de un par-
que literario en Colloredo di Monte Albano, Friuli) tuvo la idea de dar vida al
primer parque literario a finales de los años setenta y, posteriormente, pensó
reproducir esta idea en otros espacios de inspiración6.
En las próximas páginas trataré de evidenciar unos procesos interesantes
que en mi opinión han concurrido a la patrimonialización de algunos de luga-
res literarios del «Parco Letterario Carlo Levi di Aliano» y el modo en que este
fenómeno se ha desarrollado.

254
Elementos de patrimonialización en el «Parco Letterario Carlo Levi
di Aliano»

Aliano, denominado comúnmente «el pueblo de Carlo Levi», se encuen-


tra en unas de las partes más recónditas de la provincia de Matera, en medio de
un territorio conocido por sus calanchi, espectaculares formaciones de arcilla
que culminan en profundos barrancos, y territorio famoso también por su
ingente patrimonio arqueológico. El paso de Carlo Levi marcó para siempre
el pequeño centro ligándolo a su obra y a su vida: el periodo de confinamiento
que Levi pasó en Aliano influenció su existencia y caracterizó fuertemente sus
decisiones posteriores, tanto vitales como profesionales y al mismo tiempo
permitió, gracias al Cristo si è fermato a Eboli, que el pueblo alcanzara una gran
notoriedad que probablemente nunca hubiera tenido de otra manera. Esta
relación mutua entre el escritor, la obra y el lugar de inspiración, ha llevado
a la creación del parque literario que empezó a desarrollar la mayoría de sus
actividades en febrero de 2001, después de su institución preparada con dos
proyectos, uno preliminar y uno ejecutivo, presentados, por intermedio de la
Fondazione Ippolito Nievo, a la Comunidad Europea. Con la obtención de la
primera financiación, el «Parco Letterario Carlo Levi di Aliano» creó la sede
del ente, pudo pagar personal empleado para la gestión y la organización de
eventos, manifestaciones, visitas guiadas y se hizo posible la puesta en escena
de los «Viaggi Sentimentali», itinerarios literarios teatralizados que recorren
los lugares relacionados con la memoria leviana.
Partiendo de los elementos básicos para la patrimonialización literaria de
un espacio, tal como los lugares relacionados con las páginas del libro, la casa
di confino y el pequeño cementerio donde reposa Carlo Levi, lentamente se
ha promocionado todo el territorio evidenciando su relación con la literatura.
Desde un primer momento se ha llevado a cabo esta operación sea con fina-
lidad didáctica, sea pensando sobretodo en este vinculo como en una herra-
mienta de promoción cultural, turística y económica para Aliano. Para poder
llegar a la patrimonialización de los lugares relacionados con Carlo Levi y con
el Cristo se ha tenido que superar la resistencia de una parte de los habitantes
del pueblo que, durante largo tiempo, habían interpretado los hechos y las
vivencias relatadas en el libro como exageraciones o calumnias. Consideraban
que Carlo Levi los había traicionado contando de manera excesivamente cruda
sus hábitos de vida y evidenciando sus pésimas condiciones económicas, sus

255
relaciones, las fuertes diferencias sociales, el escaso contacto entre los habitan-
tes del pueblo y el mundo externo. Pasaron unos años hasta que se entendió
correctamente –gracias también a la lectura directa del libro– el sentido que
su autor había querido imprimir al texto: era una obra de denuncia, pensada
para mostrar como era la vida de los campesinos de una zona recóndita del
sur de Italia en los años treinta, justamente para que el mundo externo se mo-
vilizara para cambiar la situación. El cambio de opinión de la población y de
la administración de Aliano acerca del libro y de las vicisitudes narradas en él
ha llevado a la creación del parque literario mediante la individualización de
algunos elementos utilizados posteriormente para la patrimonialización lite-
raria. Es interesante ver, pues, que elementos del Cristo si è fermato a Eboli se
han «seleccionado». Los elementos principales de la cultura y de la situación
de Aliano que se han podido identificar y que gradualmente se han puesto en
valor en este proceso desarrollado a lo largo de más de cincuenta años son: el
aislamiento, la pobreza, la historia del pueblo ligada sobretodo al fenómeno
del bandolerismo –brigantaggio– y la magia. Después de su selección, estos
elementos han sido acoplados a lugares y fijados en el territorio constituyendo
así el trazado de las visitas guiadas y los itinerarios literarios, los Viaggi senti-
mentali, que se ofrecen a los turistas.

Aislamiento y pobreza

Paralelamente a la transformación la opinión de los habitantes de Aliano


acerca del libro, un factor como el aislamiento –que, como veremos, está rela-
cionado con los demás factores– generalmente considerado negativo, ha pasa-
do a considerarse como positivo. La particular condición geográfica y morfo-
lógica de Aliano, que durante los últimos siglos lo ha mantenido bastante ais-
lado respeto a los circuitos nacionales, tanto económicos como culturales, se
ha empezado a considerar como causa de la conservación de una autenticidad
y de una pureza positiva. El hecho que fuese un pueblo aislado y con tierras
fértiles pero difíciles de cultivar, debido a la presencia de barrancos y desni-
veles, era causa de una economía muy modesta. La mayoría de los campesi-
nos –excluyendo los grandes terratenientes–, hasta pasada la Segunda Guerra
Mundial, cultivaban reducidas extensiones de tierra de las cuales obtenían
lo suficiente para vivir; existía una pequeña burguesía, en parte formada por

256
artesanos y en parte por los que ejercían profesiones liberales. Los religiosos
procedían generalmente de familias burguesas o campesinas con una buena
situación económica. En un contexto social de este tipo, la impresión general
que podía causar el pueblo en un forastero acostumbrado a una realidad ur-
bana como la de Turín, París o Roma, era de extremada pobreza. Carlo Levi,
pues, describió en su páginas el impacto que le produjo esta realidad dando
vida a descripciones que subrayan el retraso económico y cultural. La sensa-
ción de aislamiento práctico y emotivo del autor, relegado al confinamiento
político, probablemente concurrió a que esta situación tomase aún más fuerza
en su narración.
El parque literario con sus actividades y con sus itinerarios propone una
imagen del pueblo que continuamente hace referencia a este mismo pasado en
el cual la vida era mucho más pobre que en la época actual, más sencilla, pero
relata una situación en la que existía una mayor solidaridad, más respeto hacia
la naturaleza y hacia la vida comunitaria.
Aliano se presenta actualmente como un pueblo que ha sabido aprovechar
los cambios modernizadores de los últimos decenios, pero que no ha sufrido
–desde el momento en que Carlo Levi escribió– influencias externas que ha-
yan podido cambiar demasiado la situación relatada en libro, sea por lo que
atañe la estructura de sus calles y casas, sea por el carácter de sus habitantes. Se
ha mantenido la sencillez, el ánimo hospitalario, pero también los contrastes
descritos por Levi, permitiendo el mantenimiento de una identidad fuerte y
genuina. El hecho de querer poner en valor su aislamiento caracteriza también
toda la Basilicata. Ahora su situación periférica se presenta como una de las
causas de su mayor incontaminación y autenticidad respecto a otros destinos.
La pobreza, como el aislamiento, de característica negativa pasa a ser un
elemento que ahora se utiliza para explicar y valorizar el pasado del pueblo.7
Carlo Levi, escribiendo de la vida cotidiana de los alianeses, nos describe la
casa campesina (Levi, 1945: 106) y más detenidamente uno de sus muebles
fundamentales: la cama familiar a tres niveles, objeto/protagonista de una de
las escenas de un itinerario literario.

La stanza è quasi interamente riempita dall’enorme letto, assai più grande di


un comune letto matrimoniale: nel letto deve dormire tutta la famiglia, il padre, la
madre, e tutti i figliuoli. I bimbi più piccini, finché prendono il latte, cioè fino ai tre
o quattro anni, sono invece tenuti in piccole culle o cestelli di vimini, appesi al soffitto

257
con delle corde, e penzolanti poco più in alto del letto: (...) Sotto il letto stanno gli
animali: lo spazio è cosí diviso in tre strati: per terra le bestie, sul letto gli uomini, e
nell’aria i lattanti (Levi, 1945: 106-107).

En los decenios sucesivos a la publicación del libro la gente se resintió mu-


chísimo por estas descripciones así como por muchas otras que daban cuenta
de la vida cotidiana. Después del cambio de orientación de los juicios sobre
el libro y su autor, –transformación que empezó con la muerte de Carlo Levi
en 1975–, la casa campesina de aquel entonces, tal y como es descrita en la
paginas citadas es ahora unos de los elementos para explicar y mostrar la vida
de la época, convertida ahora en símbolo de una manera de vivir que ya no
existe, trasformada en un elemento identificador fuerte para los que viven en
aquel entorno. Algo que antes se quería esconder y olvidar por ser considerado
una vergüenza pasa a ser elemento de distinción útil para la puesta en valor del
patrimonio local.
Un elemento que participa en estos mecanismos es también el dialecto.
El dialetto es utilizado en situaciones informales, mientras que se utiliza ge-
neralmente el italiano en ocasiones y ámbito públicos y con los forasteros.
Pero el alianese es el idioma escogido para recitar durante los itinerarios lite-
rarios y en la mayoría de los espectáculos teatrales. Esta opción corresponde
a un cambio en la manera de valorar el habla local. Antes de la escolarización
masiva en la zona, que se empezó a imponer después de la Segunda Guerra
Mundial, la mayor parte de los habitantes hablaban en dialecto. A medida que
la alfabetización en italiano iba tomando fuerza, aquí como en toda Italia, se
pasó a considerar el dialecto, como la cama a tres niveles, algo que se tenía
que ocultar: los padres instaban a los niños a no hablar en dialecto y pedían
a los abuelos que no lo enseñasen a los nietos porque era algo que connotaba
ignorancia y escasa cultura. Levi en el Cristo «anota» palabras en dialecto y
explica sus significados, aunque no reproduce diálogos enteros en vernáculo.
En el momento de redactar los guiones para los itinerarios, se han incluido no
solamente las palabras evidenciadas por el autor, sino que se han construido
la mayoría de los diálogos en dialecto. Ésta es la lengua con la cual Aliano
se presenta al exterior, contando historias que antes despertaban polémica y
resentimiento.

258
I briganti

Entre los numerosos personajes que pueblan las páginas de Cristo si è


fermato a Eboli, encontramos los briganti (bandoleros). Las historias de sus
hazañas, forman parte de la historia local que confluye en las vicisitudes na-
cionales de los años treinta y también en eventos vividos en épocas anteriores,
sobretodo relacionados con el amplio y controvertido periodo del brigantaggio
(bandolerismo), fenómeno que se reelabora y se patrimonializa. A partir de
los primeros años del siglo xix en la Basilicata se habían verificado episodios
relacionados con el brigantaggio y con su represión, pero en 1860, como con-
secuencia de la Unidad de Italia y a causa de la promulgación de nuevas leyes
–como la de la leva obligatoria– se produjeron otras insurrecciones organi-
zadas por los briganti con la ayuda de las tropas borbónicas. Francisco II de
Borbón confió a un general catalán, Josep Borges, la tarea de formar un ejer-
cito uniendo los diferentes grupos de bandoleros para que combatiesen contra
las tropas regulares de los Savoia. Carlo Levi escribe sobre el general Borges
y su vinculación con los bandoleros de la Basilicata, contándonos la historia
del temible brigante Ninco Nanco y de su despiadada compañera, Maria la
Pastora, que ahora se han convertido en unos de los personajes de los itinera-
rios literarios. Monumento alianés por antonomasia es la Fossa del Bersagliere,
un barranco muy sugestivo que constituye uno de los lados de la plaza del
ayuntamiento. Este barranco se llama así porque se dice que en la época de las
luchas entre los bandoleros y los partidarios de los Savoia, un brigante empujó
un bersagliere8 al barranco. Un hecho sangriento se ha metabolizado tanto que
se ha usado para dar el nombre a un lugar, no se esconde, sugiriendo que los
habitantes de Aliano viven esta relación con el bandolerismo serenamente,
puede que en virtud de la antigua oposición hacia el Estado tan magistralmen-
te resumida en pocas líneas por Carlo Levi (Levi, 1945: 67). El brigantaggio
pasa también por la transformación sufrida por la idea de aislamiento y de
pobreza: los briganti eran consideradas figuras negativas, estaban organizados
en grupos violentos que sembraban el terror en los pueblos, escondiéndose en
los bosques y saqueando granjas y viajeros. Con el paso del tiempo, estos mis-
mos hombres se han ido transformando, en el imaginario colectivo del sur, en
héroes campesinos, defensores de los derechos de las poblaciones que sufrían
una invasión, perpetrada por los ejércitos regulares enviados por «los del nor-
te». En la época de la unidad una gran parte de la población local ya ayudaba

259
a los bandoleros, sobretodo escondiéndolos y alimentándolos. En la versión
histórica oficial había prevalecido la visión de los ganadores, pero actualmen-
te nos encontramos delante de un cambio de orientación mas generalizado,
favorecido también por un cierto clima de revisión, provocado en parte por
el ciento cincuenta aniversario de la Unidad de Italia.9 Podemos decir que los
habitantes de Aliano se han anticipado a esta revisión histórica, patrimoniali-
zando lentamente las hazañas de sus antiguos ejércitos rurales hasta convertir
sus miembros en personajes ilustres de la historia local y protagonistas de los
itinerarios literarios.

La magia

La magia es otro de los elementos utilizados para representar y presentar


el pueblo. Durante los Viaggi Sentimentali puestos en escena por el parque
literario, la magia ocupa un lugar importante. La magia ha pasado de ser un
elemento que caracterizaba el atraso social y cultural de la sociedad, –vivido
como síntoma de ignorancia y superstición–, a ser un elemento positivo que
distingue el pueblo, lo transforma en un lugar especial a los ojos de los turistas,
de quienes participan en las actividades propuestas o pasean por el pueblo bus-
cando espacios literarios. Carlo Levi describe muchos usos relacionados con la
magia que eran habituales en la vida cotidiana. Los lugares más impregnados
de la aura sobrenatural son, en la visión de los actores culturales mediada por
la paginas de libro, el cementerio y la casa con gli occhi (casa con los ojos), el
primero como sitio poblado de espíritus y la segunda como «antídoto arqui-
tectónico» contra la mala suerte.
El cementerio, además de ser el lugar donde descansa el cuerpo de Carlo
Levi, es también un lugar ligado a una de las figuras importantes que ponen
en contacto el escritor con el mundo mágico de Aliano, uno de los personajes
que tienen un papel importante en las representaciones de la comunidad alia-
nesa. Esta figura es el becchino (enterrador) del cementerio, descrito como una
criatura capaz de vivir siempre al margen entre el mundo de los vivos y de los
muertos, entre realidad y misterio (Levi, 1990: 62-63)10.
Muy interesante es registrar que muchas veces los habitantes de Aliano
describen el pueblo, o algunos de sus aspectos, partiendo desde las descrip-
ciones que del mismo hizo Carlo Levi. Aparte del cementerio, donde se con-

260
centra la atención relativa a la muerte y a los espíritus, hay la idea que todo
el pueblo está construido sobre los huesos de los muertos, que constituyen la
base física e ideal de la historia de la colectividad. Recientemente –en octubre
de 2010– haciendo obras en la misma plaza donde se halla la casa con gli occhi,
se han encontrados tumbas de época medieval. Ha sido interesante oír que
personas que asistían al trabajo minucioso de los arqueólogos comentaban la
situación repitiendo las palabras que Levi pone en boca del viejo becchino del
cementerio: Come diceva Carlo Levi: «Il paese è fatto delle ossa dei morti» (Levi,
1990: 61)11. El hecho de estar literalmente encima de unos sitios arqueológi-
cos permite a los habitantes de Aliano percibir físicamente sus raíces, ver los
que les han precedidos, añadiendo, como dato documental, las páginas del
libro que de alguna manera constituyen uno de los cimientos de la construc-
ción de su identidad.
Por lo que atañe a la casa con gli occhi, podemos registrar la creación de
un símbolo autónomo, no relacionado con el libro pero que se ha inserido en
las visitas guiadas del parque y en uno de los dos itinerarios literarios titulado
Commedia improvvisata.12 La casa con gli occhi es un edificio en la misma plaza
donde se encuentra el ayuntamiento y la Fossa del bersagliere, en un node13
(Donaire, 2008: 188) cultural y turístico importante. Es una casa que pre-
senta en su fachada dos pequeñas ventanas simétricas, puestas lateralmente al
sobresaliente tubo de la chimenea. Ventanas y tubo están encima de la puerta
y todo el conjunto da al observador externo la impresión de encontrarse de-
lante de una gran cara. Según las explicaciones que se dan durante el itinerario
literario, tradicionalmente las casas estaban construidas de esta manera para
proteger a sus habitantes del «mal de ojo». Hasta hace tres años, en la parte
antigua del pueblo existían solamente otras dos casas con esta misma estructu-
ra; ahora solamente queda una, mientras que, en otra zona del centro donde
las casas antiguas han sido derrumbadas y donde se han construidos nuevos
edificios para crear un albergo diffuso (residencias para turistas), se han edifica-
do nuevas casas con la misma estructura. El caso de esta tipología de edificios
es interesante porque se ha decidido elegirla como típica del pueblo, relacio-
nándola con el parque literario y sus itinerarios, a pesar de que Levi no habla
de ella en Cristo si è fermato a Eboli. Quien al contrario ha fijado su atención
repetidamente en estas casas ha sido Ludovico Alessandri, arquitecto romano
que se ha ocupado en muchas ocasiones de la restauración del casco antiguo,
madurando una relación con el pueblo que le ha llevado a escribir más de una

261
vez sobre estos edificios, también indicados como le case del malocchio (mal de
ojo) (Nievo, 1998: 28).14 La descripción del arquitecto nos quiere catapultar
intencionalmente en un mundo mágico, como a construir una imagen carga-
da de significados que van más allá de la utilidad practica y que concurren a
crear una atmósfera vinculada con el pasado. Además justamente la casa con
gli occhi ha sido elegida como símbolo del parque literario: desde el momento
de su creación su logo ha sido un libro abierto sobre el cual se encuentra una
«casa con los ojos», elegida para representar del vínculo entre la literatura y
los lugares concretos. Podemos pues afirmar que este tipo de construcciones
son un «ejemplo muy interesante de utilización y recreación de la arquitectura
tradicional en una imagen de tipismo» (Roigé, 2006: 55). Puede ser que nos
encontremos delante de un ejemplo de una inteligente adaptación de una tra-
dición creada en tiempos relativamente recientes para fijar en el espacio una
idea, la de magia, que de otra manera difícilmente podría adquirir corporei-
dad, útil para la promoción cultural y turística del pueblo. La casa con gli occhi
de Aliano nos puede reenviar a muchos otros casos de construcciones de mitos
que se han producido desde siempre en cada lugar concreto. Un ejemplo entre
todos podría ser él del emprendedor hotelero de Gales que durante la última
década del siglo xviii utilizó, para atraer a los turistas, una leyenda para expli-
car el origen del pueblo de Beddgelert, construyendo además una tumba para
«anclar» la tradición al suelo (Morgan, en Hobsbawm y Ranger, 1988: 84).
Todos los lugares que hemos encontrado en las páginas anteriores están
incluidos en las visitas guiadas por el casco antiguo de Aliano y en los Viaggi
sentimentali y todos han sido transformados en lugares literarios o relaciona-
dos con la geografía personal de Levi, convirtiéndose en elementos esenciales
del mapa identitario y turístico de Aliano.
Poniendo en relación los lugares sobre los cuales se construyen las visitas
guiadas y los itinerarios literarios –la casa di confino, el Museo Carlo Levi, la
Fossa del Bersagliere, la casa con gli occhi, el cementerio y la tumba– podemos
ver que su patrimonialización se enriquece con las ideas y los elementos de los
que hemos hablado hasta ahora. En realidad el aislamiento y la pobreza están
relacionados con todo el pueblo; el aislamiento, aunque sea una característica
de toda Aliano, tiene como anclaje privilegiado la casa del confinamiento,
retirada respecto al resto del centro habitado y lugar de soledad para el autor.
La Fossa del Bersagliere es evidentemente el lugar donde se apoyan las historias
de los bandoleros mientras la casa con gli occhi es el lugar de la magia, como

262
también el cementerio que, con la tumba de Carlo Levi, desde el momento
de su sepultura, se transforma en el lugar símbolo por antonomasia de una
metafórica resurrección del pueblo.

Inmersión en un espacio natural

La literatura, las palabras de Carlo Levi invaden el espacio que circunda el


pueblo, describiendo los paisajes, los colores del campo, la dureza del trabajo
de la tierra permitiendo vincular el proceso de patrimonialización cultural in-
terno al pueblo con la patrimonialización de la naturaleza que se esta llevando
a término en el exterior. Esta vinculación entre palabra escrita y espacio natural
ha sido utilizada en los últimos años para defender el territorio de los calanchi
que se extiende durante hectáreas alrededor del centro habitado. La palabra
calanchi se refiere a las formaciones arcillosas que originan los barrancos y los
desniveles que, desde hace siglos, definen el medio natural en que se mueven
y trabajan los habitantes de la zona. Estas formaciones definen un territorio
difícil y sugestivo por sus paisajes, fauna, flora, enclaves y sitios arqueológi-
cos. Aliano aparece como una isla en medio de este mar de arcilla, surgiendo
inesperadamente entre olas grises, inmerso en este medio, y su valor cultural
y turístico depende del mantenimiento de este entorno. El territorio de los
calanchi, que afecta diecisiete ayuntamientos y una superficie muy extensa
–cerca 68 mil hectáreas–, en los últimos años está fuertemente amenazado por
la posible creación de vertederos, de centrales para la producción de energía
y por la extracción petrolera. A partir del año 2002, cuando este territorio se
identificó como un área apta para el entierro de escorias radiactivas, empeza-
ron las batallas de los grupos ecologistas para impedir que se decretara para
siempre el destino de un área, considerada fundamental para el renacimiento
cultural y económico de la región. La presencia de vertederos, de centrales y
de actividad extractiva, en la opinión de los grupos de ecologistas –entre ellos
WWF Basilicata y OLA (Organizzazione Lucana Anbientalista)–, comprome-
tería el estado del medio ambiente natural y de los procesos de patrimonializa-
ción en curso, sobretodo en relación al turismo y a la economía.
En el transcurso de los años se han publicado muchos documentos y ar-
tículos para contrarrestar las iniciativas citadas más arriba, y es interesante
ver como, en el discurso de los periodistas y de los ecologistas, se hace muy a

263
menudo referencia a fragmentos del Cristo en los cuales Carlo Levi habla del
paisaje natural, como en un documento redactado por el WWF Basilicata en
enero de 2004 (preparado para pedir el establecimiento del Parco Naturale
Regionale dei Calanchi Lucani) en paginas de la asociación OLA, o en las pági-
nas de la revista local editada mensualmente en Aliano. En cada uno de estos
casos, los textos literarios se citan para poner en evidencia la importancia del
paisaje en relación con el vínculo establecido con la palabra escrita. La litera-
tura añade valor al paisaje, realza su valor y es utilizada como una barrera ideal
contra la explotación de un medio natural que constituye de por si un recurso
importante.

Conclusiones

No obstante los esfuerzos de la administración y el trabajo constante de


los últimos diez años para crear nuevas oportunidades culturales, turísticas
y económicas, aún buena parte del pueblo tiene dificultades para aceptar la
presencia del parque literario como un recurso útil para mejorar la situación
de su población. Sin duda la presencia del parque literario ha producido un
incremento en el número de los turistas y estudiosos, la presencia de nuevos
restaurantes y comercios, la rehabilitación del casco antiguo pero aún no es
apreciable un cambio en los números del paro y la emigración. Se puede con-
cluir pero que el efecto colateral del deseado cambio económico ha sido un
fortalecimiento de la identidad local, causado por una pluridecenal reelabora-
ción de la relación entre Aliano, su territorio y Cristo si è fermato a Eboli. Se ha
asistido a una reivindicación de elementos simbólicos y culturales específicos
que, perpetuando el pasado en el presente, concurren en la formación de una
identidad compartida que casi inconscientemente transita entre página escrita
y espacio. En lugar de objetos semioforos, tenemos lugares semioforos (Po-
mian, 1990: 179), las callejuelas y las plazas del casco antiguo, utilizados como
decorado «natural» para los itinerarios literarios, pasando por un uso artificial,
acaban recuperando –a través de la rehabilitación– en parte su función origi-
naria, en parte adquieren nuevas utilidades.

264
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Proyectos

Progetto Preliminare per il «Parco Letterario Carlo Levi», Aliano, septiembre


1998.
Progetto Esecutivo per il «Parco Letterario Carlo Levi», Aliano, 1999.

265
Notas

1
Levi, C. (1945), Cristo si è fermato a Eboli. Torino: Einaudi. Traducción en
castellano: Levi, C., (2005), Cristo se detuvo en Éboli. Madrid: Gadir; traducción en
catalán: Levi, C., (1998), Crist s’ha aturat a Èboli. Barcelona: Edicions 62.
2
Existen actualmente seis pueblos lucanos donde la presencia de un/a autor/a
ha dejado una huella posible de seguir y perpetuar. Los seis pueblos interesados por
distintos fenomenos de patrimonialización literaria son: Aliano y Grassano con Carlo
Levi, Valsinni con Isabella Morra (1520-1546), Tricarico con Rocco Scotellaro (1923-
1953), Tursi con Albino Pierro (1916-1995) y Montemurro con Leonardo Sinisgalli
(1908-1981).
3
La región tiene dos nombres: Basilicata y Lucania. Actualmente se utiliza con
más frecuencia el nombre Basilicata, mientras que para definir sus habitantes se usa
lucani, refiriéndose entonces al otro topónimo.
4
Levi, C. (1945), Cristo si è fermato a Eboli. Torino: Einaudi. Traducción en
castellano: Levi, C. (2005), Cristo se detuvo en Éboli. Madrid: Gadir; traducción en
catalán: Levi, C. (1998), Crist s’ha aturat a Èboli. Barcelona: Edicions 62.
5
Carlo Levi pasó el primer mes y medio –entre el 3 de agosto y el 18 de septiem-
bre de 1935– de su destierro en la Basilicata en Grassano, pueblo más grande y mejor
comunicado que Aliano. En Grassano también se ha creado un parque literario, «Par-
co Letterario Carlo Levi a Grassano» con características bastantes diferentes respecto a
las del ente creado en Aliano. Hasta el 2010 los dos parques han tenido, exceptuando
algunas iniciativas conjuntas, una vida independiente. Este año han firmado un con-
venio único con la sociedad Paesaggio Culturale Italiano, red que une algunos de los
parques literarios italianos.
6
Actualmente en Italia existen 16 parques literarios. También forma parte de la
red de los Parchi Letterari la Associazione delle Case della Memoria que aúna un grupo
de casas-museo de escritores y músicos.
7
En el apartado 1.3 del Progetto preliminare per il «Parco Letterario Carlo Levi»
(presentado a la Comisión Europea en el septiembre de 1998), titulado «Lughi
dell’ispirazione» se pone graficamente en evidencia la frase: «La corrispondenza tra
luoghi raccontati e luoghi realmente esistenti è strettissima e attualissima». Pág.10.
8
Un militar perteneciente al cuerpo tradicional de la infantería italiana.
9
Con los años se ha ido recuperando a nivel regional y nacional la historia rela-
cionada con este periodo intentando dejar emerger también el punto de vista de los
vencidos. Muchos son los autores que se han dedicado a relatar, en ensayos y novelas,
los acontecimientos de estos años como, entre muchos, Raffaele Nigro (I Fuochi del
Basento, 1987 y Giustiziateli sul campo. Letteratura e banditismo da Robin Hood ai gior-

266
ni nostri, 2006), Maria Rosa Catruffelli (La briganta, 1990) Mariolina Venezia (Mille
anni che sto qui, 2006), o Vincenzo Labanca que con sus numerosos libros (entre los
cuales Un brigante chiamato Libero, Le memorie di una brigantessa e L’ultimo brigante)
es bastante conocido a nivel local. También existen recreaciones históricas de los even-
tos, organizadas en forma de grandes espectáculos de verano como el que se programa
cada año, entre julio y septiembre, en el Parco storico-rurale e ambientale de la Grancia,
localidad cercana a Potenza.
10
Otro personaje importante en este sentido es Giulia la Santarcangelese, mujer
que cuidaba de la casa de Carlo Levi y que con sus antiguos conocimientos permite
al escritor conocer los rituales de la magia femenina, sobretodo relacionados con el
mundo de los afectos y del amor. Un espacio privilegiado de este intercambio es la
casa del escritor.
11
Aveva ragione, il vecchio,in tutti i modi, sia che lo si dovesse intendere in modo
figurato e simbolico, sia che lo si dovesse prendere alla lettera. Quando, qualche tempo
dopo,il podestà fece fare, non lontano dalla casa della vedova, uno scavo per porre le fon-
damenta di una casetta, opera del regime, da servire da sede dei balilla, a due palmi di
profondità, invece di terra si trovarono ossa di morti, a migliaia... (Levi, 1990: 61).
12
Existen tres guiones de itinerarios literarios, tres Viaggi sentimentali¸ escritos
por Simone Amendola, guionista enviado por la Fondazione Ippolito Nievo. Dos son
los que más se han representado en el curso de este último decenio, cuyos títulos son
Commedia improvvista y Giulia. Le donne.
13
De forma genèrica, podem considerar que un node és un element de l’espai turístic
que capta l’atenció del visitant. (De manera genérica, podemos considerar que un node
es un elemento del espacio turístico que capta la atención del visitante) (Donaire,
2008: 188).
14
«Piccole finestre come occhi maligni sottolineati da sopracciglia aggrottate
dall’ondulazione del castagno tarlato dalle piattabande, sormontano gli archi immensi
che conferiscono alla casa l’espressione di un ghigno demoniaco. Scalinate di accesso
che digrignano i loro denti cariati fatti di scalini spezzati e che conferiscono alle abita-
zioni una espressione grottesca, unica vera garanzia per cacciare lontano e per sempre
il malocchio e la sfortuna. Le case hanno una loro espressione, curiosa, astratta, inte-
rrogativa, intelligente, triste, colorata; i loro sguardi sono testimoni presenti del loro
antico simbolismo magico. Le ancestrali tradizioni paesane che volevano respingere il
malocchio, si manifestavano attraverso le architetture delle facciate.
Quando ci si immerge nei vicoli, per percepire i particolari architettonici del
centro storico, per frugare con curiosità dentro gli antichi focolai abbandonati e sopra
i fatiscenti balconi in disuso, da ogni lato, da ogni prospettiva, in ogni angolazione si
rileva un messaggio esoterico, una sorta di architettura animistica, una teoria silen-

267
ziosa di sguardi attenti, di occhi torvi minacciosi, in ogni angolo ci si sente osservati,
spiati, ammoniti.»
Sucesivamente Alessandri publicó una antología de cuentos, uno de los cuales
dedicado a la casa con los ojos, que también aparece en el titulo: Alessandri, L. (2003),
La casa con gli occhi... 20 racconti per volare nonostante tutto. Roma: R.C.E. edizioni.

268
No toquen los misterios. Prácticas y políticas en torno
al patrimonio inmaterial de Campobasso (Italia)*

Letizia Bindi
Universidad de Molise

En Campobasso (Molise, Italia), tiene lugar cada año durante la festividad


del Corpus Christi una importante representación sacra. Recorren las calles de
la ciudad en procesión trece escenas sacras llevadas por grupos de costaleros
que siguen un ritmo. Lo particular de estas «máquinas» de tracción humana,
que son la principal atracción de este evento ceremonial, es su estructura,
basada en «máquinas de tracción humana» que datan de mediados del siglo
dieciocho. Estas estructuras tradicionales constituyen el «esqueleto» de la es-
cena misma, proporcionando al evento su efecto espectacular mientras que al
mismo tiempo fijan la imagen sagrada en su ortodoxia pedagógica, del todo
acorde con las normas de la Contrareforma y el Barroco. Actores con vesti-
mentas y sin hablar están distribuidos alrededor de estas estructuras y niños
vestidos de ángeles están suspendidos de la estructura metálica sentados en
sillitas con cojines.
Sólo la organización y la performance de la celebración festiva y cere-
monial del Corpus Christi en Campobasso movilizan a 77 participantes: 57
niños, 18 adultos y un cordero (misterio de Abraham) y un perrito (misterio
de San Roque). Hay también 250 personas que supervisan el desplazamiento,
incluidos 13 líderes de equipo, 13 vice-líderes de equipo, 26 personas que
se encargan de los caballetes y cinco personas que se ocupan de las escaleras.
Cada equipo está formado por entre 12 y 20 costaleros. Hay que sumarles 26
personas encargadas de los vestidos (dos por cada misterio) que siguen toda la

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: «Patrimoniali-


zación y redefinición de la ruralidad. Nuevos usos del patrimonio local (CSO2011-29413)»,
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y el Programa Feder.

269
procesión dispuestas a intervenir en caso de necesidad, dos herreros, un car-
pintero, un tapicero y como mínimo cien músicos, divididos en cinco bandas
formadas por veinte músicos cada una. Añadamos que para movilizar a un
número tan impresionante de gente, el aparato organizativo actual está bien
engrasado y regulado. Este esfuerzo de sistematización tiene que ver con una
asociación que ha estado trabajando desde hace unos diez años para producir
un importante cambio en la estructura de la fiesta, al tiempo que mantenían
algunas de sus características distintivas. Después de una interrupción debido
a la segunda guerra mundial, la tarea de organizar e incluso preservar los pasos
ceremoniales fue asignada inmediatamente a un empleado estatal, al oficial de
mayor rango de la policía urbana de Campobasso y a un miembro de una fa-
milia que históricamente ha estado más estrechamente vinculada con la fiesta.
En adelante, esta familia no sólo se encargó de la custodia y del mantenimien-
to de los pasos en un espacio cedido por el ayuntamiento, sino que empezó
a funcionar como centro de una activa asociación cultural llamada «Misteri e
Tradizione» (Misterios y Tradiciones). Esta asociación pone en marcha entu-
siásticamente la máquina festiva cada año y se ocupa de la dirección durante
el resto del año de la nueva y remodelada sede principal en que se guardan
los pasos y que es llamada el «Museo dei Misteri» (Museo de los Misterios).
El hijo del mencionado empleado estatal supervisa y actúa como presidente
de la asociación mientras que su hermano asume las tareas de comunicación
y conservación.
Estos detalles organizativos son significativos, porque esta nueva asociación
y la dirección de esta familia y otras personas relacionadas con ella constituyen
la fuerza motriz para expurgar de la fiesta todos los elementos más «confusos»
e «irregulares», tales como imágenes de patrocinadores en las camisetas de los
costaleros, la desorganización de las bandas y el uso de música no estándar
en el acompañamiento de los Misterios que genera un ritmo irregular que
ocasiona atascos a lo largo del recorrido. Este proceso de regularización de la
fiesta y la relativa rigidez que ha supuesto ha hecho posible un impresionante
nivel de eficiencia. No obstante, al mismo tiempo, ha puesto el control sobre
la ceremonia en manos de un grupo muy restringido de familias e individuos
estrechamente relacionados. Este nuevo grupo goza de un rol representativo
privilegiado en las instituciones locales que recientemente han prestado consi-
derable atención a la fiesta y a su significado en términos de desarrollo local y
de patrimonio cultural regional.

270
Por ejemplo, hay un episodio ocurrido hace pocos años que revela el cú-
mulo de intereses en torno a la procesión y de diversas maneras ilustra la situa-
ción actual. Durante las últimas elecciones regionales, que en Molise tuvieron
lugar en noviembre de 2006, el presidente y candidato del centroderecha al
consejo hizo una muy publicitada y mediáticamente muy significativa –por lo
menos a nivel local– visita para inaugurar el nuevo edificio del Museo de los
Misterios, que pertenecía a la Región y que ha sido remodelado por el mismo
presidente de la asociación «Misteri e Tradizioni», que es también arquitecto.
El presidente de la Región de Molise aprovechó la oportunidad para publi-
citar la manera en que su consejo había invertido significativamente en esta
tradición local subvencionándo el domicilio social, rehabilitando el edificio y
estableciendo el inicio de un museo. Hoy, el Museo continua albergando trece
pasos «desnudos», alguna indumentaria histórica utilizada en procesiones an-
teriores, modelos, fotografías i videos de los Misterios que documentan diver-
sos periodos históricos. Al mismo tiempo, en un lugar no lejos del domicilio
social de la asociación, el alcalde de Campobasso, del centroizquierda, criticó
públicamente esta maniobra electoral y reclamó la propiedad de la fiesta así
como de los pasos para la ciudad de Campobasso frente al intento de apropia-
ción por parte de la Región.
Este episodio pone de manifiesto cómo esta procesión, como otras muchas
fiestas locales, ha sido y sigue siendo objeto de una enconada disputa entre las
fuerzas sociales y políticas de la ciudad y de un área más amplia1. A lo largo
de los dos últimos años, gracias a mi rol de investigadora de campo, así como
de profesora en la universidad de la región, me ha sido posible tener acceso a
este sistema local y la red de relaciones que se establece en torno a la celebra-
ción anual no sólo de la procesión, sino también de la oferta de actividades
culturales y recreativas que la acompañan. Me fue posible observar cómo el
mencionado episodio representaba sólo el ejemplo más candente del conflicto
político local, claramente producto del momento electoral; la discordia existe,
pero el conflicto inter-institucional que rodea la fiesta es habitualmente menos
acentuado, incluso hasta el punto de permitir alguna colaboración en algunos
aspectos de las festividades organizadas para la festividad del Corpus en el
marco de una lógica de revitalización del área y de promoción de proyectos
locales hacia contextos supralocales, nacionales y cada vez más, europeos.
Todo esto debería llevarnos a reflexionar, si no lo hemos hecho ya, acerca
del hecho de que estos sistemas festivos no son expresiones fijadas de la memo-

271
ria u oportunidades para las comunidades locales de revivir reminiscencias de
épocas pasadas. Por el contrario, representan oportunidades clave para la reor-
ganización de la comunidad urbana, para la compleja articulación de estrate-
gias de promoción del área, para la delicada interacción entre las dimensiones
locales y proyectos nacionales para valorizar el patrimonio cultural, e incluso
para nuevas tendencias hacia la patrimonialización acordes con las políticas
culturales que actualmente se desarrollan en Europa y a nivel global (proyectos
culturales de la Comunidad Europea relacionados con las convenciones de la
UNESCO)2.
Otro interesante elemento sociopolítico relacionado con la procesión tie-
ne que ver con las delicadas relaciones entre la Iglesia y los poderes seculares.
Los Misterios son primero y ante todo una procesión de Corpus Christi, y
han desarrollado su forma habitual como resultado de procesos profundos de
normalización eclesiástica y de control tras un periodo en que las devociones
populares gozaron de una mayor libertad expresiva. Esta libertad, no obstante,
contribuyó a que algunas representaciones sacras llegasen a ser excesivamente
licenciosas, hasta el límite de lo grotesco. Al mismo tiempo, la comunidad ur-
bana que las había producido y representado durante siglos estaba organizada
mediante cofradías vinculadas a las iglesias más antiguas y más importantes de
la ciudad: Sancta Maria della Croce, Chiesa della SS. Trinità, y San Leonardo.
Las cofradías más grandes eran los Crociati i los Trinitari, probablemente de
origen medieval; los primeros representaban a la antigua aristocracia feudal,
mientras que los segundos representaban a la nueva clase gobernante de pro-
fesionales y comerciantes. Un tercer grupo importante era el de la Congrega
della Carità, que representaba a las clases más humildes de la ciudad y de sus
alrededores.
Estas cofradías llegaron a ser una especie de indicador de estatus y de me-
moria identitaria en la hagiografía local. El conflicto entre las dos principales
cofradías duró siglos, como evidencian múltiples fuentes históricas y litera-
rias, hasta el periodo moderno, cuando ha sido documentado formalmente
en registros históricos por Ziccardi, que narró el establecimiento de la paz
entre las dos congregaciones, y por Albino, que dio a estos acontecimientos
una forma literaria en su ejemplar relato Delicata Civerra. Los Crociati, más
estrechamente relacionados con el clero y el poder feudal, se sometieron más
fielmente a las regulaciones de la Iglesia que los Trinitari, que, como hemos
dicho, representaban a los elementos más dinámicos de la población urbana y

272
estaban decididos a liberar la ciudad del control y la dominación feudal. Esta
dinámica histórica, tan emblemática de la mayoría de las municipalidades ita-
lianas, especialmente del sur, está todavía presente y es visible sobre el telón
de fondo de los Misterios. La fiesta evoca los temas sagrados de una tradición
eclesiástica específica, simultáneamente entrelazados con una devoción po-
pular imbuida de un sentido de lo sagrado y de lo maravilloso y fuertemen-
te vinculada a un espectacular ritual público. Al mismo tiempo, en cuanto
un grupo de ciudadanos libres organizados en una entidad secular autónoma
reclamó el poder municipal, el mismo sistema de congregaciones religiosas
pareció estarse hundiendo o perdiendo fuerza, abriendo camino a una gestión
más compartida y también más secular de la procesión de los Misterios; ésta
se distinguió de la procesión de la tarde del Santísimo Sacramento, que siguió
por completo bajo el control del clero. Hay obviamente puntos de contac-
to y de contaminación entre las dos procesiones de la festividad del Corpus
Christi, más allá del hecho de que el obispo y el alcalde (junto con otras figu-
ras públicas) participan en ambas. Algunas de las personas más directamente
implicadas en la organización de los Misterios y algunos de los personajes
«históricos» son también miembros de las asociaciones religiosas que desfilan
en la procesión del Santísimo Sacramento y en el Sodalizio dell’Addolorata
que sigue a la intensa procesión cantada del Viernes Santo.
A lo largo de más de un siglo la fiesta fue gestionada por una organiza-
ción, luego por un grupo informal y finalmente hoy por una asociación que es
completamente secular, aunque recientemente ha restablecido relaciones con
el clero. El obispo también tiene una presencia significativa: además de apa-
recer en la preparación matutina de los pasos para bendecir las figuras y a los
costaleros antes de que empiece la procesión, también imparte una bendición
oficial desde el balcón del Ayuntamiento y oficia una misa para los numerosos
miembros del aparato organizativo de la ceremonia. Vale la pena hacer notar
que en 1999, al inicio del jubileo, los Misterios dejaron la ciudad por vez pri-
mera para presentarse en la basílica de San Pedro ante el Papa; obviamente este
evento fue hiperdocumentado por los organizadores y la prensa local y tam-
bién representó, en esta ocasión, la voluntad de reconectar la ceremonia y sus
participantes con su forma religiosa de origen. También es interesante señalar
el renovado interés por la procesión de la tarde del Santísimo Sacramento a
partir de la llegada de Monseñor Bregantini, obispo de Locri y figura impor-
tante social, cultural y políticamente para la ciudad desde el mismo comienzo

273
de su época en Campobasso. De hecho, el obispo anunció inmediatamente su
deseo de conceder nueva importancia al aspecto específicamente religioso de
las festividades, pero sin por ello dejar de valorar y entender mejor el aspecto
de la celebración más estrechamente relacionado con la tradición; para este
fin propuso erigir una carpa en la plaza mayor de Campobasso para exponer
la custodia a lo largo del día de modo que el Santísimo Sacramento pudiera
ser adorado por los creyentes, a pesar de que en Campobasso hay enormes
aglomeraciones de gente y desorden a lo largo de este día, así como en los
precedentes e inmediatamente posteriores.
Estos episodios revelan cómo ahora más que nunca múltiples intereses
y formas de tensión, exaltación y curiosidad gravitan alrededor de la fiesta,
que representa uno de los acontecimientos más dinámicos y entrañables de
la ciudad, reconocido como tal por la administración, los organizadores de
la celebración, así como también por los habitantes de la ciudad. Aunque la
fiesta fue primero percibida por algunos, habitualmente por las clases más
cultas, como un signo inútil y arcaico de atraso relacionado con los campesi-
nos y pastores que aprovechaban la fiesta para tomar el control temporal de
la ciudad, mientras que los residentes tendían a salir de la ciudad durante la
fiesta como un signo de distinción, en las últimas décadas han empezado a
reconocer su importancia.
Como habitualmente ocurre en los procesos de redescubrimiento y reno-
vada valorización como éste, el sistema de comunicación y la presencia de re-
presentaciones mediáticas de la fiesta también han jugado un rol importante.
En años recientes, la asociación «Misteri e tradizioni» ha trabajado duro para
reunir documentación fotográfica y audiovisual de la fiesta, que había sido
producida desde las primeras décadas del siglo pasado. Las estaciones locales
de TV y el servicio regional de la RAI han producido numerosas emisiones
especiales sobre la procesión en los años recientes y varios canales nacionales
de la RAI han emitido programas sobre los Misterios. En 2007, la ciudad
encargó y produjo un video documental, creado por cineastas de la biblioteca
de medios audiovisuales del departamento de arquitectura de Roma, que in-
cluía ejemplos de otros «misterios» italianos, tales como las celebraciones de
la Pascua en Sessa Aurunca y Trapani, siguiendo una lógica de valorización
de la procesión que de forma creciente intenta moverse más allá del contexto
local hacia un marco de referencia nacional, si no supra-nacional3. Esta últi-
ma dimensión nos permite desarrollar algunas consideraciones útiles sobre la

274
forma ritual y su representación tal como puede observarse en la etnografía
contemporánea.
En los años recientes, la mayoría de los documentales y de las colecciones
fotográficas sobre la fiesta se han centrado en los preparativos, en presentar el
aparato organizativo, los pasos «desnudos» y la presencia de un «teatro invo-
luntario», tal como lo definieron hace algunos años el fotógrafo Mauro Presu-
tti y la antropóloga Giordana Charuty4.
Esta especial focalización en lo que hay «detrás de las escena» puede pare-
cer que representa una negación del sentido de lo maravilloso y de la ilusión de
vuelo que es un elemento crucial de este ritual a nivel simbólico; no obstante,
si se examina más de cerca, tiene la función opuesta en algunos casos. La serie-
dad, pero también la concentración, de la gente que se ocupa de la indumen-
taria cuando preparan a los niños y los colocan en las estructuras metálicas, el
paciente pero también intenso entusiasmo con que los mismos niños soportan
el laborioso recorrido desde sus asientos elevados en las estructuras, casi como
si se tratase de un rito de paso: todo esto muestra claramente que este momen-
to ritual no es insignificante; al contrario, representa con fuerza para los niños
y adolescentes como una entrada oficial en la comunidad urbana y una marca
exclusiva de distinción.
Al mismo tiempo, los pasos «desnudos» también revelan la ingeniosidad
de estas maravillas, el genio de sus creadores, los desafíos de su equilibrio y
la destreza de los que las llevan; es un complejo de elementos que refuerza el
sentimiento de formar parte de un importante aparato festivo y ceremonial,
de estar incluido dentro de una experiencia de visión y de participación tan
poco común que es gratificante intelectual y emocionalmente.
En términos de contacto visual y de intercambios visuales, hay que hacer
notar que la relación entre las figuras que están situadas en la parte alta de
la estructura, los ángeles colgantes, y la audiencia situada abajo tiene lugar
sin necesidad de palabras; sólo los figurantes vestidos de demonios hablan,
atacando verbalmente y mofándose con violencia. Todos los demás actores no
hablan, incluidos los niños; no obstante, desde sus posiciones elevadas en las
estructuras transportadas, sus ojos encuentran los de la multitud situada abajo
y los de los que los miran desde balcones y ventanas, que se hallan casi a la
misma altura que los ángeles5.
La multitud a veces aplaude cuando pasan, siguiendo el ritmo del «Moisés»
de Rossini, que en la reciente reformulación normalizadora se ha convertido

275
en la banda sonora de la procesión. Esta banda vital no tiene la solemnidad de
otras procesiones de Misterios, como por ejemplo las celebraciones de Pascua
en otras ciudades del sur o de los pasos españoles, ni es inequívocamente caó-
tica como otras procesiones musicales tales como la fiesta de los Gigli (Lirios)
en Nola (Italia), en que cada grupo de costaleros (paranza) tiene su propia mú-
sica y canciones y avanza moviéndose con diferentes ritmos. La performance
ceremonial urbana avanza con notable suavidad, con paradas planificadas en
lugares particularmente pintorescos a lo largo del recorrido y los Misterios son
conducidos a través de cuellos de botella y callejuelas. Aquí la habilidad de los
líderes de los equipos y de los costaleros es puesta a prueba, y el característico
terreno de colinas del centro de la ciudad favorece la visibilidad de estas esce-
nas sagradas para la multitud congregada. A diferencia de otras celebraciones
que incluyen el transporte de estructuras a hombros en las que la «exhibición»
del esfuerzo requerido se convierte en un elemento central de la escena (la fies-
ta en Nola, por ejemplo, pero también la extenuante noche del Viernes Santo
de Sessa, el difícil transporte de la Vara de la Virgen de la Asunción en Messina
y Palmi o las carreras de los Ceri, coronados por las imágenes de San Ubaldo,
San Jorge y San Antonio Abad, en Gubbio), en Campobasso los costaleros y
sus líderes parecen esconder cuidadosamente su fatiga aunque marchen sin
parar bajo el sol de finales de mayo o de comienzos de junio. El hecho de que
los Misterios se balanceen hacia adelante y hacia atrás y por ello exista el ries-
go de que rompan o rocen las paredes de las casas próximas causa ansiedad y
preocupación, aumentados aún más por la presencia de niños colgando de las
estructuras de metal, como muchas madres reunidas bajo cada Misterio seña-
lan con frecuencia. De hecho, el elemento más espectacular de esta ceremonia
es precisamente la manera en que los niños revoletean a través de las calles,
imitando el vuelo de los ángeles alrededor de las figuras de los santos y otras
figuras bíblicas y evangélicas.
Como sucede en muchas áreas, el proceso de selección de los ángeles es
una parte integral del trabajo preparatorio de la fiesta, que constituye el núcleo
central de la actividad colectiva de los habitantes a lo largo del año. Los niños
proceden habitualmente de familias conectadas con la asociación, pero en al-
gunos casos proceden de familias menos involucradas con la fiesta o, en años
recientes, incluso de familias inmigrantes. Ser seleccionado como ángel es per-
cibido habitualmente como un gran honor y los niños muestran un alto grado
de concentración y de excitación durante el proceso de selección, que para

276
muchos representa un tipo de rito de paso que marca su entrada como miem-
bros completos de la comunidad urbana. Los padres, especialmente aquellos
que están más conectados con la tradición local del Corpus Christi, están es-
pecialmente orgullosos de que sus hijos sean elegidos y a menudo ejercen una
presión considerable sobre los organizadores para conseguir que sus propios
hijos y no los de los demás sean seleccionados para hacer de ángeles.
Excepto en un paréntesis de dos años durante la segunda guerra mundial,
la fiesta se ha celebrado de forma ininterrumpida a lo largo de aproximada-
mente dos siglos y medio en su forma actual, aunque la tradición de Campo-
basso de exhibir escenas de Trionfi y Representaciones sacras en las calles es
incluso más antigua. Por tanto representa uno de los núcleos de la vida colec-
tiva urbana y a lo largo del tiempo se ha convertido en un importante motor
del desarrollo local, garantizando visibilidad y atractivo turístico a la ciudad y
a la Región, que de otro modo hubieran permanecido bastante marginadas en
el panorama del redundante patrimonio cultural italiano, incluso en términos
del patrimonio específicamente intangible.
El panorama festivo, ya muy complejo y elaborado, se ha vuelto incluso
más complejo en años recientes. Ello es resultado, como es común en otros
casos, de un protagonismo creciente de los medios de comunicación en la
promoción y valorización de la fiesta, la presencia de expertos con el objetivo
de apoyar y fortalecer aún más los proyectos de patrimonialización más allá
del nivel local (solicitudes a la UNESCO y al fondo cultural europeo, etc.),
y, finalmente, la emergencia de intereses típicamente turísticos y comerciales,
más fuertes y mejor organizados cada año, alrededor del aparato festivo.
Hace pocos años se constituyó una asociación llamada «Il diavolo dei Mis-
teri» o El Demonio de los Misterios que usa los iconos más reconocibles de
la fiesta –las figuras del demonio que aparecen en dos de los trece Misterios
y que son los únicos actores de la representación sacra que hablan– para pro-
ducir souvenirs y diversos materiales promocionales. Además, la Asociación
«Misteri e Tradizioni» que actualmente organiza la fiesta cada año anunció
su intención de patentar la procesión a causa de su carácter único entre las
fiestas italianas y europeas del Corpus Christi y, más concretamente, entre las
ceremonias que incluyen estructuras arrastradas manualmente, lo cual merece
ser defendido y preservado.
En 2010 se planteó un debate adicional sobre la fiesta que permite enten-
der cuánta presión se ha desarrollado en relación a las actividades de valori-

277
zación y de patrimonialización; la situación se ha vuelto tan preocupante que
parece amenazar la supervivencia de la fiesta.
En los días inmediatamente anteriores a la fiesta, el Tutor de Menores re-
gional, un nuevo cargo institucional para garantizar una protección adicional
a los menores a nivel local, provocó una acalorada discusión acerca de la inútil
e insoportable angustia impuesta a los niños que hacen de ángeles en las es-
tructuras sólo para mantener la práctica tradicional, que el Tutor consideraba
atrasada y arcaica. Ello provocó una inmediata reacción por parte de la asocia-
ción organizadora de la fiesta y del alcalde de Campobasso, que respondieron
al ataque del Tutor desde el balcón del ayuntamiento el día de la fiesta para
defender no sólo el cuidado hacia los niños y su rol central en la ceremonia,
sino también el carácter noble, tradicional y la riqueza de recursos que la fiesta
representa para la ciudad. Anunció también que haría todo lo posible para
proponer que la ceremonia fuera incluida en la lista del patrimonio intangible
de la UNESCO con el objetivo de asegurar su supervivencia y que fuese reco-
nocida como recurso cultural de primer orden de la ciudad y de la Región. El
debate se prolongó durante varias semanas, incluyendo una masiva recogida
de firmas por parte de la Asociación «Misteri e Tradizioni» pidiendo el cese del
Tutor de Menores y el debate también movió a muchos habitantes y a emi-
grantes de Molise a tomar posiciones, lo que indica que la diáspora de Molise
percibe también la fiesta como una patrimonio compartido a «distancia». El
debate finalmente perdió fuelle, pero lo que permaneció fue la idea de que la
fiesta necesita recibir una especial protección y que ésta se ha de producir a
través de la nominación de la UNESCO y su subsiguiente y esperado recono-
cimiento como un ejemplo de patrimonio cultural de la humanidad.
Este episodio nos ayuda a entender, o al menos a vislumbrar, como algu-
nos actores sociales y políticos usan deliberadamente los procesos de patrimo-
nialización y de formalización de candidatura para las listas de patrimonio
universal para asegurar la perpetuación de tradiciones a nivel local; intentan
fortalecer la valorización de estas tradiciones y formalizar la tarea de preser-
varlas al mismo tiempo que usan deliberadamente el patrimonio intangible
en su estratégica inversión local y en sus actividades de promoción. Ello pro-
bablemente representa uno de los más interesantes y originales aspectos de
los esfuerzos contemporáneos para patrimonializar fenómenos y expresiones
culturales colectivas.
Imaginemos una comunidad de la ciudad y de los alrededores integrada

278
presumiblemente hasta hace pocas décadas por gente acostumbrada al trabajo
duro de la agricultura y del pastoreo o por artesanos expertos en la forja de hie-
rro y los materiales usados para la construcción de las ingeniosas estructuras
de la procesión –de hecho la forja ha sido una de las ocupaciones artesanales
más pujante en esta área desde la Edad Media. Con esta imagen en la mente,
podemos ver cómo la ceremonia puede haber sido muy efectiva para vincular
varios aspectos de la cultura material local, la tradición rural, las élites urbanas,
un sentido de colectividad local y de distinción de ciertas familias, por ejem-
plo, a través de la selección de los actores o la manera en que ciertos grupos
familiares permitían el acceso, preservaban y cuidaban de los Misterios.
Además, como es cierto para otras muchas procesiones de grupos sacros
o representaciones vivientes, esta procesión ha cumplido siempre una impor-
tante función pedagógica y catequística para la población local a pesar de que,
como se ha dicho antes, perdió su explícito carácter confesional en un cierto
momento y se separó del sistemas de cofradías y del poder eclesiástico que
originariamente la había modelado y condicionado.
No es coincidencia que algunos de los más activos participantes en la
organización y los actores en los Misterios sean también muy activos en la
solemne procesión cantada del Viernes Santo por un coro de setecientas vo-
ces, incluidos algunos de los que actúan en los Misterios como diablos en
la escena de San Miguel y de Abraham y algunos de los que colaboran más
estrechamente con la asociación «Misteri e Tradizioni». Ello parecería confir-
mar la existencia de un grupo amplio y reconocible de individuos y familias
comprometidos con la gestión y la participación en todas las expresiones más
significativas de la devoción pública y de la identidad tradicional de la ciudad.
Aunque no están implicados directamente en la infraestructura parroquial,
estos individuos mantienen un vínculo con la iglesia local como mínimo en
términos de preservar estas tradiciones antiguas. Si se les preguntara, estos par-
ticipantes estarían preparados para dar una explicación precisa y argumentada
de la naturaleza de la identidad de Campobasso: participar de forma cons-
ciente en el sistema tradicional y ceremonial de la ciudad es un medio que va
reproduciendo constantemente la identidad local.
Rodeando este núcleo activo, existe una comunidad menos implicada y
consciente que no obstante considera los Misterios como una especie de ico-
no para la ciudad, que trabajan duro detrás de las máquinas y que nunca se
perderían una procesión por nada del mundo; no obstante, existe también

279
una audiencia que puede ser definida como «recuperados»: individuos que
han descubierto los valores de la fiesta a través del proceso de valorización que
procede del exterior, por ejemplo de los medios de comunicación locales y
nacionales, como resultado de la legitimación científica y de las instituciones
nacionales e internacionales relacionadas con el patrimonio cultural. Esta fa-
ceta de la fiesta como un ejemplo exitoso de los atractivos culturales del área
hace posible entender aspectos de la controversia desarrollada alrededor de ella
en los últimos años. Por un lado las agencias locales, independientemente de
su orientación política, intentan hacer de la fiesta un símbolo de lo local, de la
cultura urbana y regional, y la presentan como una potente «tarjeta de visita»,
lo que implica la construcción de un sistema de visibilidad y de valor patri-
monial alrededor de ella a través de un museo, la investigación, la producción
de documentales, imágenes de archivo, etc. Por otro lado, el grupo que pone
en escena la fiesta cada año parece resistirse a esta tendencia hacia la patrimo-
nialización, aferrándose por el contrario a una conceptualización exclusiva de
la fiesta y al esfuerzo para preservarla. Existe también una amplia población
urbana que siempre ha mirado la performance de los Misterios en parte al
margen de cualquier sentido devocional y sobre todo al margen del sentido
de tradición, sino como parte de una identidad local compartida; aunque
pueden ser partidarios de un incremento del número de turistas que miran
la procesión cada año, frecuentemente se quejan de que la ciudad se vuelve
inhabitable durante el período del Corpus Christi, añoran casi los periodos
pasados en que era un lugar más aislado y ocupaba una posición más marginal
en los circuitos mediáticos.
La fiesta una vez más se convierte en un objeto de disputa, desgarrada en-
tre subjetividades que la interpretan y experimentan de diferentes maneras. La
ciudad se convierte en un lugar en el que diversos tipos de discurso (público,
semipúblico e incluso privado) sobre la fiesta se superponen, con diferentes
objetivos e ideas acerca del significado contemporáneo de una ceremonia en
el espacio público, sus funciones y a qué redes de significado pertenece. Los
actores locales que la representan y promueven, así como la numerosa pobla-
ción que la mira, mantienen posiciones diferentes en relación a la ceremonia:
el escenario urbano está lleno de figuras –participantes directos, autoridades
locales, profesionales, investigadores, etc.– que toman parte en el momento
ritual desde posiciones diferenciadas y con objetivos que a menudo son dia-
metralmente opuestos. Ello es lo que mantiene la fiesta viva en la esfera públi-

280
ca local y que ocasiona que periódicamente experimente transformaciones o
alteraciones que nosotros debemos intentar interpretar. La transformación de
un ritual a lo largo del tiempo sigue lógicas que están conectadas a un lugar
específico y a redes de relaciones y poder que se han desarrollado específica-
mente en este lugar. Al mismo tiempo, no obstante, es posible trazar algunas
formas de continuidad en este proceso transformacional público de la ceremo-
nia a lo largo de las últimas décadas; aunque quizás no proporcionan criterios
informativos sobre el evento, pueden por lo menos funcionar como una guía
que nos ayude a leer la compleja red de significados que se acumulan en torno
a ella. Nosotros podemos identificar aspectos iconográficos y aspectos más
específicamente sociopolíticos.
De entre todas las fiestas que recientemente han recibido la mayor aten-
ción e inversión por parte de las comunidades locales, en términos de la es-
tructura morfológica-estética, los Misterios (como otras ceremonias similares)
se caracterizan seguramente por un alto nivel de espectacularidad: estructuras
movidas por fuerza humana, la maravilla y la ilusión del vuelo, el poderoso
dinamismo y la fascinación de la procesión, la valorización del centro histórico
de la ciudad en conexión con el paso de la procesión, etc. Todos estos elemen-
tos hacen que la procesión sea especialmente adecuada para convertirse en
uno de los rituales, a nivel regional por lo menos, con la máxima oportunidad
para levantar el velo de la relativa ignorancia o la escasa visibilidad que histó-
ricamente ha obscurecido a la región de Molise, definida por Eugenio Cirese
como la «región no revelada». Al mismo tiempo, la implicación de los niños
añade otro poderoso atractivo a la fiesta, haciéndola «buena para pensar» para
el sistema mediático nacional e internacional. Ceremonias como éstas son vis-
tas cada vez más por el sector turístico y las redes de comunicación como bie-
nes inmateriales «para el consumo». De hecho, la mercantilización de los bie-
nes culturales merece ser analizada como resultado directo de su entrada tanto
en el sistema de mercado local como en la red mediática promocional –dos
esferas que están hondamente interconectadas. La presencia de niños en los
Misterios de Campobasso refuerza, si es posible, la extraordinaria vendibilidad
del ritual en los niveles supralocales, nacionales e incluso internacionales.
De esta manera los elementos iconográficos y estéticos que caracterizan
la ceremonia acaban jugando un importante rol al nivel también de las redes
sociopolíticas. La fiesta es bella y espectacular; no debe sorprender que sea
muy antigua, lo cual le da una «pátina» que Appadurai argumenta es uno de

281
los factores capaces de conceder valor a los fenómenos culturales actuales. La
ceremonia fácilmente se presta a ser usada como símbolo de una identidad
local que puede ser promovida como una «marca» local; se introduce así en
la esfera de la interrelación de la política con la sociedad civil, la cultura local
y redes promocionales más amplias que hay que tomar en consideración en
cualquier esfuerzo para revitalizar el área local. En la ceremonia, los aspectos
más estrictamente estéticos y simbólicos no están nunca separados de aquellos
más estrechamente relacionados con la sociedad local y la dinámica de poder.
Aunque tiene fuertes raíces locales, el ritual mantiene vínculos claros con la li-
turgia ecuménica y la religiosidad. No ha de ser considerado por lo tanto como
un signo exclusivo de localidad, sino más bien un fenómeno que se orienta
hacia redes más amplias e inscrito en historias más amplias –las importantes
transformaciones de la Iglesia a lo largo de los siglos, cambios en la cultura
dominante que le dan su forma y un marco expresivo, y los acontecimientos
históricos que la interrumpieron y la transformaron. La ceremonia ofrece una
importante ventana no sólo a la comunidad sino también al complejo y estra-
tificado proceso de hacer y deshacer la pertenencia local y, al mismo tiempo, a
los significados, sentimientos e ideales individuales y colectivos que proyectan
la ceremonia más allá de la esfera exclusivamente, revelando su radical y signi-
ficativa ambivalencia.
La misma ambivalencia de la mezcla de regulación y libertad, de tierra y
cielo, de peso y de vuelo que forman el verdadero fundamento de la fiesta del
Corpus Christi en Campobasso.

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Notas

1
En los últimos años muchos trabajos se han centrado en la dinámica social y
política que subyace a la reproducción y patrimonialización de los sistemas ceremo-
niales en diversos contextos rurales y urbanos. Algunos de ellos son: F. Faeta, Questioni
italiane, Torino, Boringhieri 2005, pero también Palumbo B., «Fuoco di devozione»
e «politiche inquietudini: cerimonialità, potere e politica in un centro della Sicilia
orientale», in Buttitta, I., (ed.), La forza dei simboli. Studi sulla religiosità popolare,
Folkstudio, Palermo, 2000, pp. 237-282; Ibid, «Retoriche della storia e conflitti di
identità in una città della Sicilia», in Meridiana. Rivista di storia e science social 30,
1997, pp. 135-168; Palumbo, B., «The War of the Saints: Religion, Politics, and the
Poetics of Time in a Sicilian Town», in Comparative Studies in Society and History, 43,
1, 2004, pp.4-34.
2
Ver: Audrerie (1997 and 2002); Fabre (1994, 2000 and 2001); Handler (1985);
Herzfeld (1997 and 2004); Lucarelli (1999); Palumbo (2003); Peacock (1998); Tho-
mas (1992); Vacca (2004).
3
Este documental, titulado «A volo d’angelo», fue producido en 2007 por Ema-
nuela Costa, Mauro Gibertini and Carlo Tomassi de la biblioteca de medios audiovi-
suales del departamento de Arquitectura, Universidad de Roma La Sapienza, con el
patrocinio de la ciudad de Campobasso.
4
Charuty (2003); de modo similar las fotografías y las imágenes reunidas por
Emilia De Simoni junto con Donato d’Alessandro se centran en los aspectos prepara-
torios del aparato organizativo de la fiesta; esta colección fue reunida como parte de
un proyecto de la oficina principal regional del Ministerio de Bienes Culturales con el
objetivo de documentar el sistema festivo y ceremonial de Molise, y posteriormente
condensado en un DVD producido por la misma oficina gubernamental y distribui-
do con los periódicos Il Quotidiano de Molise y Il Tempo bajo el título «Viaggio in
Molise.»
5
En relación a estas dinámicas de la mirada en la «escena folklórica», ver espe-
cialmente los puntos de vista de Luigi M. Lombardi Satriani in Lombardi Satriani L.
M., Menzogna e verità nella cultura del Sud, Napoli, Guida 1974; pero también: Ibid,
Il silenzio, la memoria , lo sguardo, Palermo, Sellerio 1979, así como mis trabajos: L.

284
Bindi, Immaginare un paese. Media, produzione della località e rappresentazioni della
tradizione in Grasseni. C. (ed.), Imparare a guardare. Sapienza e esperienza della visione
in una prospettiva antropolologica, Milano, Franco Angeli 2008.

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