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"Copiar a los europeos nos condenó al subdesarrollo" sostiene

arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras

Malcolmallison
LA MULA, PUBLICADO: 2011-02-27

"Somos el continente de la pobreza, de la postergación, y todo ésto se fue forjando


en quinientos años, que fueron también el marco temporal en el que se fraguó el
mundo capitalista."
"El proyecto ecuménico de Occidente fracasó en todas aquellas partes del mundo
en donde las condiciones materiales de existencia no se correspondían con las que
fueron abordadas por la exitosa historia de Europa. Nos faltó comprender que no
teníamos que hacer su mismo recorrido para llegar a ser algún día como ellos."

"Copiar a los europeos nos condenó al subdesarrollo"

El destacado arqueólogo peruano analiza las causas del atraso en América latina

Por Carmen María Ramos

"Nos faltó comprender que no teníamos que hacer el mismo recorrido que los
europeos para llegar a ser como ellos", afirma Luis Guillermo Lumbreras, uno de los
antropólogos y arqueólogos más destacados de América latina.
(http://www.lanacion.com.ar/940851-copiar-a-los-europeos-nos-condeno-al-
subdesarrollo?utm_source=p-notasrel)

El investigador peruano obtuvo su doctorado en la limeña Universidad de San


Marcos, la más antigua de América, en 1960. Autor de libros ya clásicos en la
especialidad, como Arqueología peruana, arqueología de la América andina y
Origen de las civilizaciones del Perú, Lumbreras reconoce que su vocación por
andar desenterrando huesos, tiestos y cacharros de la etapa prehispánica nació en
buena medida de la necesidad de entender por qué si el Perú, cuando llegaron los
españoles, era un país floreciente, cinco siglos después es uno de los países más
atrasados de América latina.
No sin desconcierto, se pregunta también por qué, si en la actualidad se dispone de
más tecnología y el mundo ha avanzado en el manejo de las condiciones materiales
que hacen a la calidad de vida de las personas, nuestros pueblos más bien siempre
parecen declinar.
"Somos el continente de la pobreza, de la postergación, y todo esto se fue forjando
en quinientos años, que fueron también el marco temporal en el que se fraguó el
mundo capitalista. América latina nació cuando nacían los tiempos modernos y
creció mientras en Europa y los Estados Unidos crecía y se desarrollaba la
revolución industrial. Sin embargo, los resultados fueron muy dispares", dice.
Lumbreras ha sido director del Museo Nacional de Arqueología y Antropología del
Perú, representante de Perú en el Comité del Patrimonio Mundial para América
Latina y el Caribe y, más recientemente, director del Instituto Nacional de la Cultura,
durante la presidencia de Alejandro Toledo.
De paso por Buenos Aires para dictar una clase en un seminario internacional de la
Cátedra Unesco de Turismo Cultural –que llevan adelante la Universidad Nacional
de Tres de Febrero y la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes–,
Lumbreras destacó la buena predisposición argentina para restituir al Perú cerca de
veinte mil piezas incautadas en un operativo de la Policía Aeronáutica Nacional
(PAN), que actualmente están bajo proceso judicial.
"Tristemente, al haberlas extraído de sus contextos originales, estas piezas
perdieron todo valor documental", se lamenta.
–¿Qué opina de las colecciones de objetos arqueológicos en manos privadas?
–Que deben quedar donde están. La ley peruana, que es de 2004, apunta a frenar
la destrucción de nuevos sitios, a evitar que se siga saqueando. Pero lo que ya se
destruyó no tiene regreso. Los objetos arqueológicos que estén en manos privadas
o del Estado y que no tengan certificada una procedencia adecuada los podemos
registrar, pero no estamos exigiendo una devolución. Incluso, registrado el objeto
por el coleccionista, puede venderlo dentro del país. Estamos tratando de trabajar
con ellos para que tomen conciencia de que lo que deben hacer es apoyar este
criterio de frenar nuevos saqueos. Si tienen colecciones con objetos bien
registrados, que los guarden, pero que nos ayuden a impedir nuevos vaciamientos.
Lo ilegal debe ser efectivamente ilegal y no una ficción donde se supone que algo
es ilegal, pero todos lo hacen. El objeto es válido en tanto nos habla de una época,
de una manera de pensar, de ser, y todo esto se pierde con las colecciones no
controladas. Hay mucha gente que está dispuesta a intervenir desde la actividad
privada poniendo su colección a disposición del público, de la educación. Nosotros
creemos que ésa es la función.
–¿Cómo romper el círculo vicioso de pobreza y destrucción del patrimonio
arqueológico en América latina?
–Es un tema preocupante en nuestra región andina, porque el arte, especialmente
el prehispánico, pero también el colonial, es cada vez más requerido en el mercado
internacional de antigüedades y objetos exóticos. Hay una revalorización a raíz del
nacimiento del arte abstracto, y luego del arte simbólico, que está empezando a
tener una fuerte presencia en los sectores cultos europeos y norteamericanos.
El crecimiento del mercado con relación a la Argentina es espectacular. Objetos de
Patagonia y del NOA, particularmente de la cultura de la Aguada, hoy se ven en casi
todos los museos norteamericanos, algo impensable hace apenas veinte años. Han
descubierto un filón en el que antes nadie estaba muy interesado. Lo que no saben
es que hay muchísima gente falsificando piezas exactamente iguales.
–Cómo especialista en el tema, ¿qué opina de la presión turística sobre sitios
que son patrimonio de la humanidad, como Machu Picchu, donde hay un
alerta acerca de su fragilidad?
–El turismo existe y está un poco al margen de nuestras posibilidades detenerlo.
Tampoco creo que sea justo frenarlo, porque la gente quiere conocer. Entonces, el
problema es cómo regular el manejo y uso de estos bienes patrimoniales para que
no se destruyan y preservarlos para las futuras generaciones. En el caso de Machu
Picchu, un flujo de cinco mil personas por día es un número bastante ponderado y
en este momento estamos alrededor de esa cifra. El problema es que todavía nos
falta regular en qué condiciones se va a acceder al lugar. Se está trabajando en esa
regulación para compaginar intereses, porque para los peruanos el turismo es un
elemento económicamente importante.
–Generalmente se cree que los malos de la película son los operadores, pero
a veces son las mismas comunidades locales las que permiten cualquier cosa
con tal de no perder ingresos…
–Mi experiencia es que, en el Perú, todos quieren tener su Machu Picchu. El turista
es un cliente a conquistar, pero sin olvidar que trabajamos sobre zonas frágiles, que
deben ser protegidas.
–¿Dónde está el germen del atraso y la postergación de nuestros países, cinco
siglos después de la colonización española?
–Yo entiendo que fue la condición colonial la que impidió que avanzáramos con un
proyecto propio. Y no porque los europeos fueran buenos o malos, de espíritu
colonizador o conquistadores fabulantes, sino porque el proyecto ecuménico de
Occidente fracasó en todas aquellas partes del mundo en donde las condiciones
materiales de existencia no se correspondían con las que fueron abordadas por la
exitosa historia de Europa. Nos faltó comprender que no teníamos que hacer su
mismo recorrido para llegar a ser algún día como ellos.
–¿Por qué la revolución industrial no nos afectó de la misma manera a los
latinoamericanos y a los norteamericanos, que han logrado una inserción
plena y un liderazgo en la historia de Occidente, mientras que nosotros nos
seguimos debatiendo en la marginalidad del llamado subdesarrollo?
–Las explicaciones suelen ser justificativas y se conforman con encontrar presuntos
culpables: los españoles flojos, comodones y matachines o los indígenas atrasados.
Ante los ojos de los europeos, este era un mundo primitivo, relegado en sus
costumbres e insatisfactorio en sus necesidades; un mundo que requería
modernización para ser habitable por ellos. Su tarea consistió, desde el principio,
en adecuarlo a las demandas de sus hábitos construyendo ciudades, organizando
la población y la producción de acuerdo con sus modelos y costumbres.
–¿No fuimos creativos para encontrar nuestras propias soluciones?
–Tanto no lo fuimos que nuestros campos se llenaron de nuevas plantas y animales.
Se fundaron ciudades y se montó una infraestructura productiva destinada a lograr
una fiel copia de los países modelo de Occidente; la misma alimentación, los
mismos vestidos, los misos sistemas. Nuestro éxito y desarrollo potencial se
comenzó a medir según un índice de modernidad que no es otra cosa que la
proximidad relativa a las formas de producción y de vida del mundo occidental. Eso
derivó muy pronto en segregación y marginalidad de costumbres y gentes
aborígenes, convirtiendo en estigma la conducta indígena.
Todo esto tuvo siempre un costo muy alto para nosotros, porque nuestras tierras
tropicales y cordilleranas no eran necesariamente aptas para los productos y los
procedimientos propios de las praderas y los bosques fríos. Desde muy temprano
fue menester acudir a la importación de bienes de capital y de consumo para
satisfacer el paradigma colonial. La industria de punta llega a nuestras tierras
mientras tengamos con qué pagar. Después nos convertimos en deudores morosos
y la tecnología se va haciendo cada vez más lejana y costosa. Nuestra condición de
occidentales pobres va empeorando, alejándonos más y más de los países modelo.
Por supuesto que creo que no tiene sentido pensar en volver a un nuevo imperio
incaico. No se trata de volver al pasado, sino de construir el futuro, pero a partir de
un punto de partida sólido de relación entre nosotros y nuestras condiciones
materiales concretas.

Publicado en LA NACION, 04 de septiembre de 2007

http://www.lanacion.com.ar/940856-luis-guillermo-lumbreras

El arqueólogo Luis G. Lumbreras sostiene que: "Wari es una formación social que
se caracteriza por un alto nivel de desarrollo tecnologico, con base tanto en una
elevada producción agropecuaria como en una producción urbana de gran aliento.
Se trata pues, de una sociedad urbana que en consecuencia canaliza su economía
partir de una planificación y operación urbana como consecuencia de esto, la ciudad
se convierte en el eje motor de la producción y la distribucion de la riqueza
agropecuaria y manufacturera y desarrolla diversos mecanismos de acumulación
de recursos generadores de la misma."

Luis Guillermo Lumbreras. Doctor en Letras en la especialidad de Etnología y


Arqueología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Sus numerosas
investigaciones en todo el país y su aporte profesional con la publicación de más de 24
libros, innumerables artículos y ponencias en el Perú y en el extranjero le han valido de
diversas distinciones, como, el Premio Nacional a la Investigación Científica (CONCYTEC,
Lima, 1996), Premio Humboldt a la Investigación Científica en Prehistoria, Bonn (Alemania,
1993) y el Premio Nacional de Cultura (Ministerio de Educación, 1970). Profesor Honorario
de la Universidad San Antonio de Abad del Cusco y Profesor Emérito en las universidades
San Cristóbal de Huamanga y Mayor de San Marcos. Profesor visitante en las
universidades Stanford University (EE. UU.), Pompeu Fabra y Autónoma de Barcelona
(España), Universidade Estadual do Norte Fluminense (Brasil), Freie Universität Berlin y
Bonn (Alemania), Tokio (Japón), de La Habana (Cuba) y de Concepción (Chile). Fue
Director Nacional del INC, del Sistema Nacional de Museos, de los museos de Arqueología
y Etnología de la Universidad de San Marcos, y del Museo Nacional de Arqueología,
Antropología e Historia del Perú.
Luis G. Lumbreras afirma que la primera gran expresión cultural unificadora surgió
en Ayacucho hacia el siglo I de nuestra era y vivió su apogeo entre los siglos II y V.
Se trataría de la cultura Warpa, cuyo principal asentamiento urbano estuvo en
Ñawinpukyo, al sur de la actual ciudad de Ayacucho.
Los warpas habrían ensanchado la frontera agrícola de la región mediante la
construcción de andenes (Lagunillas), reservorios (Quicapata) y canales
(Racaypampa). Se estima que hablaban la lengua aru. La fase de mayor desarrollo
de los warpas coincidió con una notoria presencia en la región de la costeña cultura
Nasca. Con excepción de un estilo cerámico muy temprano y elemental, no ha sido
posible establecer todavía una cerámica característica ni una iconografía propias de
los warpas, que sean extremadamente ajenas a la influencia nasca. Es indudable
que fueron los nascas quienes introdujeron en la región la cerámica multicolor -
incluida la adopción de la vasija globular con pico cónico doble, con asa puente y
divergente-, la metalurgia y el arte textil.
Ya se trate de una influencia nasca basada en el intercambio o de una efectiva
acción expansionista, resulta evidente el estrecho vínculo cultural entre iqueños y
ayacuchanos, en esta etapa. Kauffmann Doig (2002), basándose en Mario
Benavides Calle (1971) y Patricia Knobloch (1976), ubica a los warpas como una
expresión cultural lugareña plenamente asimilada a lo que sería "una modalidad
tardía del estilo Nasca llegado a Ayacucho".
Sobre el destino final de los warpas también hay mucho por investigar. Según Luis
Guillermo Lumbreras (2000), "entre los siglos V y VI, Warpa se convirtió
progresivamente en Wari".

El patrón arquitectónico establecido en la portentosa ciudad de Wari fue reproducido


en las ciudades waris de Pikillacta (Cusco), Willkawain y Oncopampa (Ancash),
Wariwillca (Junín), Cajamarquilla (Lima) y posiblemente Pachacámac (Lima). Las
tradiciones recogidas por los cronistas de la conquista no han permitido establecer
si los waris erigieron efectivamente un sistema imperial o si se trataba de una
confederación de soberanos regionales.
El Señor Wari de Vilcabamba, evidencia el amplio alcance de esa cultura. Wari
también tenía afinidades con Nasca y Tiahuanaco, de manera que el manejo
politiquero que Alan García, Juan Ossio y el régimen de turno, están haciendo de
los hallazgos, es sólo un montaje. Sin una sólida presencia en el Cusco no se
entiende a Huari.
Ayacucho debe al imperio wari su mayor esplendor artesanal del período
prehispánico. Entonces desde Ayacucho se difundió el uso del carmín, colorante
proveniente de la cochinilla, que al parecer no podía obtenerse en otro lugar hasta
muy avanzada la época del incario. Recíprocamente, Ayacucho obtuvo en esta fase
algodón, que sería procedente de Chincha; lapislázuli, originario de Moquegua y
madera fina apurimeña.

La experiencia profesional de Guillermo Lumbreras no solamente se limita a la


cátedra universitaria, pues también ha trabajado en diferentes zonas del Perú
realizando importantes investigaciones principalmente en el área de Chavín, Huari
y en el altiplano peruano-boliviano.
Actualmente investiga sobre la revolución urbana y la revolución agrícola, y el papel
de la ecología en el desarrollo andino, tan de moda en los últimos años.
Su obra De los pueblos, culturas y artes del antiguo Perú es un verdadero clásico
sobre la arqueología peruana. Otro texto importante de este arqueólogo
sanmarquino es Arqueología de la América Andina, escrito en 1981, el cual es una
aproximación a una síntesis del desarrollo cultural prehispánico en Latinoamérica.

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