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Rancagua, veintiuno de junio de dos mil trece.

Vistos:
A.- En cuanto al incidente de revocación de contrato de compraventa.
Se reproduce la sentencia apelada, con excepción de sus motivos tercero
a décimo sexto, que se eliminan.
Y teniendo en su lugar y además presente:
1.- Que una petición como la que se formula no pudo jamás prosperar si
no estaba dirigida contra todos los que fueron parte en el contrato. Mucho
menos cuando un requisito de la acción es que el adquirente se haya
encontrado de mala fe, según lo exigen tanto el artículo 2468 del Código
Civil, como el propio artículo 5° de la Ley 14.908. Las disposiciones
procesales rigen las contiendas entre partes, reza el artículo 1° del Código de
Procedimiento Civil, y por ende no alcanzan a terceros ajenos. El artículo 3°
inciso 2° del Código Civil, a su turno, aclara que las sentencias no tienen
fuerza sino respecto de las causas en que se pronuncian, de donde se sigue,
analizados ambos preceptos, que como una causa es una contienda entre
determinadas partes, un fallo no puede afectar derechos de quien no fue actor
ni demandado en el pleito, salvo calificados casos de excepción legal, entre los
cuales no está el de autos. Antes de ello, inclusive, el artículo 19 N° 3 de la
Constitución Política garantiza el acceso a la defensa jurídica y al racional
procedimiento, lo que de nuevo implica que los derechos de alguien no
pueden ser afectados si no ha sido llevado a un juicio en el que tenga la
posibilidad de defenderse. Huelga decir, por fin, que la garantía constitucional
sobre el derecho de propiedad es vulnerada, si se priva a cualquiera de su
dominio sobre cosas corporales o incorporales, en virtud de un fallo dictado en
un juicio en que no ha sido parte.
2.- Que en el caso sublite la demanda incidental misma no fue dirigida
contra las adquirentes, sino sólo contra la cedente de los derechos en el
inmueble de que se trataba. Examinado el escrito en que se intenta esa acción,
vemos que se indica que se trata de un incidente del proceso de alimentos, en
el cual desde luego las compradoras de los derechos de la Sra. Mellado en el
inmueble, no son parte. Era preciso entonces dirigir de modo claro y expreso
la incidencia también contra ellas, porque no bastaba referirse al juicio
principal, ya que éste les es ajeno. Es verdad que la incidencia las menciona,
aunque sólo por sus nombres y a propósito de la historia de la cesión, pero no
sólo no se indican sus domicilios ni profesiones (no porque se ignoren, sino
porque a las claras no se dirige contra ella la demanda), sino que esa mención
no es más que parte del relato de los hechos, y no una singularización de
demandadas, que debieron expresamente ser indicadas como tales.
Equivocadamente, la acción incidental identifica a la Sra. Mellado como “el
actor” (primera línea del párrafo final de la primera foja de tal demanda) y
contrapone esa supuesta actora (en verdad, demandada) a sus hijas (“las
personas antes individualizadas”), que compraron sus derechos. Esto es, la
demandada (llamada por error actora) es la vendedora; alguien distinto a sus
hijas, las compradoras. Por ende, cuando al finalizar la parte petitoria de esta
incidencia se pide condenar en costas a “la actora”, resulta claro –y
coincidente con lo anterior- que de nuevo se refiere sólo a la Sra. Mellado, y
a nadie más, porque las hijas no estaban incluidas en ese equivocado término,
como vimos. Por fin, la sola circunstancia de que en la conclusión se pida
tener por interpuesto el incidente, sin incluir en forma expresa como
demandadas en él a las personas que son ajenas al juicio principal,
circunscribe, de nuevo, el límite de la incidencia a las partes que figuran en la
causa principal. Mucho más si se habla allí de una incidencia de revocación
de actos y contratos “simulados por la demandada”. La demandada, en la
causa de alimentos en que esta presentación incide, es únicamente la Sra.
Mellado, y no sus hijas. Así pues, como quiera que se mire surge claro que las
compradoras no fueron demandadas incidentalmente de revocación y por ende
que no fueron parte de esta incidencia. Es más; la propia juez a quo lo
comprendió así, porque en su fallo habla de la demandada sólo por la Sra.
María Mellado Almendras, y fue el mismo tribunal el que citó a “las terceras
adquirentes” como medio de prueba, no de emplazamiento, y luego pondera
sus dichos en calidad de testigos (motivo noveno), de suerte que es
completamente imposible entender que sean partes demandadas del juicio
incidental.
3.- Que ese hecho, que como vimos la juez a quo advirtió, debió bastar
para que la incidencia fuera rechazada, porque rescindir el contrato, en esas
condiciones, y ordenar la cancelación de la inscripción que favorece a esas
adquirentes, como se ha decidido en primer grado, importa una directa
vulneración del derecho de propiedad de personas que nunca fueron
demandadas y que, por ende, son ajenas al juicio y no pueden verse
perjudicadas por sus resultados. Que el procedimiento sea aquí el incidental
por mandato de la ley, es una cuestión nada más que de orden formal, relativa
a la incorporación material del juicio dentro del ámbito de la disputa por
alimentos, y relativa además a los trámites y plazos que correspondan al
desarrollo de la controversia. Pero sin duda, tal como se ha fallado en el caso
de algunas tercerías dentro del proceso ejecutivo, se trata de un juicio distinto
del principal, y por cierto que debe abarcar de manera expresa a todos los
partícipes del contrato impugnado, trayendo a cada uno a la disputa sobre
revocación en calidad de demandados, si se quiere que prospere, pues de otro
modo se infringen no sólo principios y reglas legales, sino aún
constitucionales, como ya lo vimos. Por lo demás, en este punto concuerda
toda la doctrina y la unánime jurisprudencia de nuestra Corte Suprema y, en
general, de los Tribunales Superiores.
4.- Que nada de lo anterior cambia porque se haya citado a una
audiencia a las adquirentes, o porque ellas asistieran, por más que tampoco se
les notificó la demanda incidental, que obviamente no se les podía notificar
porque no se dirigía contra ellas. Esa sola falta de notificación termina de
demostrar que nunca la acción incidental las incluyó. No varía la situación,
decimos, con la posterior comparecencia a una audiencia, y antes se reafirma,
porque se les citó no como partes sino como testigos, según nos dice la propia
juez a quo, y porque aquí no se trata de un vicio procesal que pueda ser
convalidado. Ni siquiera se trata de una falta de emplazamiento. Se trata de
algo anterior todavía a un vicio; hablamos de la inexistencia de esas
adquirentes como partes del juicio incidental. El punto es que ellas no fueron
demandadas. Y eso basta para que los jueces no puedan otorgar nada contra
ellas o, dicho de otro modo, para que no puedan afectarse sus derechos con las
decisiones de este juicio, lo que a su turno hace imposible rescindir el contrato
de que ellas fueron parte, ni menos juzgar su buena o mala fe, ni terminar
despojándolas de un derecho, al ordenar cancelar una inscripción que les
favorece. La cuestión, entonces, es muy simple: una demanda de acción
revocatoria, como una de nulidad u otras que importen retrotraer situaciones
jurídicas dejando sin efecto actos o contratos, jamás puede prosperar si no se
dirige contra todos los partícipes de ese acto o contrato. Aquí se demandó sólo
a la vendedora y no a las compradoras, y eso, desde el inicio, determinó,
necesariamente, que la demanda deba ser rechazada, tal como ahora se hará.
B.- En cuanto al fondo de la demanda de alimentos.
Se reproduce la sentencia apelada, y se tiene además presente:
5.- Que la apelante insiste en el punto de las necesidades de las
alimentarias, para reclamar aumento de los alimentos decretados en primer
grado, pero el asunto aquí no se decide por esas necesidades, que no se
debaten, sino por las facultades de la alimentante, que simplemente no está en
condiciones de efectuar un aporte mayor. Se trata de una anciana de setenta y
cinco años, enferma y que percibe una pensión líquida cercana a los $240.000.
Pretender, como lo hizo ante estrados la apelante, que deba agregarse a ello lo
que sus hijas voluntariamente le aporten, es tan inaceptable como agregar a los
ingresos de la madre de las alimentarias las ayudas que su propia familia le
proporciona, según ella admite. Ni en un caso ni en el otro se trata de aportes
obligatorios, y por ende no hablamos de créditos que las beneficiarias de las
ayudas tengan en sus respectivos patrimonios. Desde luego la demandada,
abuela de las alimentarias, no puede contar con que esas ayudas de sus hijas
sean permanentes ni uniformes, y además precisamente porque son aportes
voluntarios de terceros ajenos al pleito, aumentar la pensión alimenticia sobre
esa base equivale a condenar, en realidad, a completar los alimentos a
personas extrañas a la obligación. En verdad el razonamiento correcto es a la
inversa: si las hijas tienen que acudir en ayuda de su madre anciana, es
evidentemente porque los ingresos propios –que ella no tiene posibilidad
alguna de aumentar- no le alcanzan para sobrevivir decorosamente y,
entonces, ciertamente es hasta dudoso que pueda realmente ayudar a sus
nietas, respecto de las cuales es deudora, subsidiaria y no directa de alimentos,
por el incumplimiento del directamente obligado, mora que no es imputable en
modo alguno a la actual demandada. Ella está en principio obligada, entonces;
pero lo está en la medida en que pueda realmente aportar, conforme a sus
facultades. Sin embargo esta abuela enferma y mayor, que sólo dispone de una
pensión modesta para subsistir, y que podría haber insistido en estar
absolutamente impedida de ayudar a nadie, porque apenas sí puede
mantenerse a sí misma y eso sólo con apoyos externos, no ha apelado del
fallo, lo que demuestra disposición por ayudar a sus nietas, en una medida que
siempre le será gravosa. Ha demostrado, pues, interés y espíritu de sacrificio
por sus nietas, al no apelar y en cambio asumir la carga impuesta, y no hay
una sola razón de derecho, y menos de justicia, para aumentársela.
Y visto además lo dispuesto por los artículos 186 y siguientes del
Código de Procedimiento Civil, 67 de la Ley 19.968 y artículo 5° inciso final
de la Ley 14.908, se declara:
I.- Que se revoca la resolución apelada dictada por el Tribunal de
Familia de Santa Cruz en sus autos RIT C-398-2012 con fecha quince de abril
de dos mil trece, por la cual acogió el incidente de revocación de contratos
promovido por la parte demandante, y en su lugar se declara que se niega
lugar a dicha incidencia, manteniéndose en consecuencia la inscripción del
inmueble en el estado anterior a la formulación de tal acción revocatoria y
dejándose asimismo sin efecto la orden de oficiar al Ministerio Público
respecto de los hechos materia del incidente.
II.- Que se confirma en lo apelado la sentencia dictada en el mismo
proceso RIT C-398-2012, con fecha veintiséis de abril de dos mil trece, por
medio de la cual se resolvió la demanda principal de alimentos.
No se condena en costas a la parte demandante vencida completamente
en esta instancia, por haber tenido motivo plausible para litigar en el incidente
y para alzarse en lo principal.
Regístrese y comuníquese.
Redacción del Ministro Sr. Mera.
Rol N° 102-2013.
Pronunciada por la Primera Sala de esta Corte de Apelaciones, integrada por
los Ministros señor Raúl Mera Muñoz, señor Ricardo Pairicán García y señor
Carlos Farías Pino.

Paola González López


Secretaria

En Rancagua, a veintiuno de junio de dos mil trece, notifiqué por estado diario
la sentencia que antecede.

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