Sie sind auf Seite 1von 14

Algunos aspectos sobre la inclusión de Claude Lévi-Strauss en

el Seminario sobre la Angustia de Jacques Lacan.

por Sergio Hinojosa

1. Introducción

Claude Lévi-Strauss supuso para Lacan una referencia importante a finales de los años 40 y
una conexión de su teoría con el modelo estructuralista. Las bases de este modelo, aunque
elaborado por el etnólogo, provenían de la lingüística de Ferdinand de Saussure, Nicolai
Serguéiech Trubezkoi y, más directamente de Roman Jakobson. El propio Lévi-Strauss
confesaba que, lo que él hacía por entonces, supo que era estructuralismo gracias a su
políglota amigo. Aunque él ya había estado estudiando algunas tribus de Brasil y su método
llevaba un trecho funcionando aplicándose a este tipo de estudios. Su estructuralismo era
más que incipiente.

Lacan usará estos recursos que se le brindan en su artículo el estadio del espejo, aparecido
en el verano de 1949. Sin embargo, podemos subrayar de manera especial que Lacan hace
otra cosa que estructurar un campo de la realidad como puede ser el de las sociedades
llamadas primitivas. Lacan no parte de un mundo “ya ahí” constituido. Lacan introduce su
pregunta teórica justamente en ese intervalo que va de la naturaleza a la cultura, de la
naturaleza al sujeto con su mundo.

Prosiguiendo las investigaciones de Freud sobre la constitución de la realidad, del sujeto y


sobre los avatares de la realidad psíquica, aporta una topología para visualizar esa
constitución del mundo y de la escena que cada cual abre a ese mundo.

En este seminario sobre la angustia, Lacan trata, entre otras cosas, de esto, de hacer ver
cómo emerge el sujeto, en su otra cara de objeto a, y de cómo éste interpone a lo imposible
de representar, al agujero, su particular teatro del mundo. Lacan no construye un sistema
para observar la dinámica de las “denominaciones” y las “clasificaciones” con que se ordena
el mundo, sea referente al aborigen de Samoa o a los pueblos nativos de Australia. A Lacan
le interesa, mucho más, localizar y explicar la dinámica de lo que hace posible que estos
sistemas simbólicos, y los nuestros, medio funcionen. Y medio funcionan, porque no
funcionan completamente, pues hay exigencias internas, de estructura, que libran al sujeto
de quedar atrapado totalmente en esa malla de significantes. Precisamente lo que hace
funcionar al sistema simbólico y contribuye a su eficacia es lo que no se deja incluir,
el restoque no se deja atrapar. Y es de ese resto, “roca de la castración” -cuya única
manifestación subjetiva es la angustia-, de lo que Lacan obtendrá su objeto de análisis.

Hay pues, un resto, objeto central del seminario de la angustia que también aparecerá en
Lévi-Strauss, aunque en un sentido diferente.

2. El “resto” de Lacan.

Lacan se interesa por la estructura que incumbe particularmente al sujeto en relación con
ese resto. Relación que analiza retomando los textos de Freud en especial Inhibición,
síntoma y angustia. Ese resto va a darnos distintas perspectivas según vaya avanzando el
seminario. Aparecerá como objeto a, como lugar de la Urverdrängung, de la represión
primaria, como punto sobre el que pivota la transferencia, como agalma, como falta y como
telón sin fondo del drama que viene a representar el fantasma del sujeto. Para precisar estos
giros, localizar su valor en la transferencia, dar el auténtico valor a la interpretación analítica
y situar a este objeto en relación a la angustia al síntoma y al fantasma, Lacan elabora una
topología del agujero, una topología cuyas figuras serán el preferentemente el cross-cap, el
corte en esta figura y la banda de Möebius resultante. La angustia será clave, por ser la
“única manifestación subjetiva” de ese objeto a, para este recorrido.
El agujero topológico, la falta, queda velada por la escena. Falta que sitúa al analista y al
sujeto de la palabra en una dialéctica particular, la de la transferencia. Esta dialéctica
depende los juegos del amor, analizados en su seminario sobre La Transferencia. La señal de
apertura del agujero, que cubrirá la escena, es la angustia. De ahí su valor técnico.

3. El resto de Lévi-Strauss.

Leví-Strauss elabora una teoría sobre el funcionamiento de los supuestos pueblos primitivos
que revoluciona la etnología. Con ella pretende aproximar los modos de conocer y de pensar
de estas sociedades a la nuestra, en un intento de dignificar al sujeto de estas culturas
residuales que el capitalismo, en esos momentos, extingue y arrasa sin contención o
convierte en artificiosos parques nacionales. Una de las relaciones paradigmáticas que más le
interesa destacar es la del científico de nuestras sociedades con el hombre primitivo que
conoce, escudriña y ordena sistemáticamente su realidad. La relación Ciencia “pensamiento
primitivo” es relevante para demostrar que el hombre siempre ha tenido una disposición
ética e igual de rigurosa en el conocer. Y, por tanto, una dignidad en su posición
gnoseológica a respetar.

Cuando un miembro de una tribu de la polinesia, o de los bororo del Brasil, clasifica y ordena
la realidad natural, y hace de ella un sistema en paralelo con la realidad social, para dar
significado a sus prácticas y al orden de su mundo, se comporta con el mismo exquisito rigor
que el biólogo cuando clasifica y ordena el mundo vegetal o animal.

Esta relación supone contraponer las diferencias internas de modelos dispares de sociedades
primitivas cuyo denominador común es la eficacia simbólica del “tótem”. Entendiendo
el tótem no como una institución sino como “un aspecto o momento de la clasificación” y
que “se define, a la vez, por una devoradora ambición simbólica… y por una atención
escrupulosa totalmente orientada hacia lo concreto” . Luego habrá otros modelos de
transición, tales como los que aporta la sociedad de castas, cuyos extremos se asemejarán a
las sociedades primitivas por un lado y a nuestras sociedades por otro. Igualmente, habrá
sociedades cuyo pensamiento totémico simule la eficacia técnica de las castas (curtidores,
lavanderos, barberos, etc.). Si bien, por mucho que este pensamiento intente mostrar
análogamente esta eficiencia, siempre quedará fuera de las exigencias internas de novedad y
de acogida de acontecimientos que promueven las sociedades, en posesión de una división
técnica del trabajo. Lévi-Strauss, en El pensamiento salvaje, propone para acercarnos y
poder comprender este pensamiento mágico, el fenómeno actual del bricolage.

“El bricoleur –nos dice- es capaz de ejecutar un gran número de tareas diversificadas; pero,
a diferencia del ingeniero, no subordina ninguna de ella a la obtención de materias primas y
de instrumentos concebidos y obtenidos a la medida de su proyecto: su universo
instrumental está cerrado y la regla de su juego es siempre la de arreglárselas con “lo que
uno tenga”, es decir, un conjunto a cada instante finito, de instrumentos y materiales,
heteróclitos además, porque la composición del conjunto no está en relación con el proyecto
del momento, ni, por lo demás, con ningún proyecto particular, sino que es el resultado
contingente de todas las ocasiones que se le han ofrecido de renovar o enriquecer sus
existencias, o de conservarlas con los residuos de construcciones y destrucciones
anteriores.”

Laborar con los restos, con lo que hay, no en función de un proyecto abierto a la historia y al
acontecimiento, sino sometiéndose rigurosamente a las reglas ya existentes e inamovibles
que dicta el tótem, con sus mitos y sus ritos. Resumiendo drásticamente, la diferencia a este
nivel entre ciencia, por un lado, y el bricolage o el pensamiento mítico, por otro, radica, en lo
que al conocimiento se refiere, en que una usa elconceptoy el otro el signo.

Escribe Lévi-Strauss en la obra citada:

“…el ingeniero trata siempre de abrirse pasaje y de situarse más allá, en tanto que
el bricoleur, de grado o por la fuerza, permanece más acá, lo que es otra manera de decir
que el primero opera por medio de conceptos y el segundo por medio de signos.”
A continuación, para aclarar a qué se refiere con esta diferencia, escribe:

El concepto “quiere ser integralmente transparente a la realidad”, en tanto que


el signo “exige, que un determinado rasgo de humanidad esté incorporado a esta realidad”

Y especificando el signo: “Todos estos objetos heteróclitos que constituyen su tesoro, son
interrogados por él (el bricoleur o el hombre primitivo) para comprender lo que cada uno de
ellos podría significar, contribuyendo de tal manera a definir un conjunto por realizar, pero
que, finalmente, no diferirá del conjunto instrumental más que por la disposición interna de
las partes.”

Tanto en la ciencia como en el pensamiento científico, y por tanto en el de Lévi-Strauss, de


lo que se trata es de organizar y operar con una realidad ya constituida, sea para repetirla
con la gramática fija del pensamiento primitivo, sea para dejar que el acontecimiento, lo
contingente, despliegue con la ciencia los cambios exigidos por la potente dinámica de
nuestras sociedades.

Lacan planteará un territorio previo a la realidad “ya constituida” y ofrecerá una función
distinta del resto; también para trabajar con él, pero no para abandonarlo en la inutilidad
absoluta como la ciencia ni tampoco usarlo a la manera artesanal del chamán o el bricoleur.
El resto, la contingencia, será el núcleo de la estructura en la que el sujeto se produce, se
inserta, habla y goza.

4. La estructura.

Las sociedades llamadas primitivas ofrecen, según Lévi-Strauss, una organización dominante
y privilegiada: las estructuras de parentesco. Al análisis de estas estructuras ha
consagrado su vida.

Lévi-Strauss define el término estructura en su Antropología Estructural: “En primer lugar, -


escribe- una estructura presenta un carácter de sistema. Consiste en elementos tales que
una modificación cualquiera en uno de ellos entraña una modificación en todos los demás.

En segundo lugar, todo modelo pertenece a un grupo de transformaciones, cada una de las
cuales corresponde a un modelo de la misma familia, de manera que el conjunto de estas
transformaciones constituye un grupo de modelos.

En tercer lugar, las propiedades antes indicadas permiten predecir de qué manera
reaccionará el modelo, en caso de que uno de sus elementos se modifique.

Finalmente, el modelo debe ser construido de tal manera que su funcionamiento pueda dar
cuenta de todos los hechos observados”.

Hay que tener en cuenta lo esencial de esta definición: es un sistema dialéctico, cualquier
modificación produce modificaciones en el resto de los elementos. Si comparamos, la
dialéctica sigue siendo válida en Lacan puesto que el término “estructura” lo usa sólo en
referencia al sistema simbólico, con el real extímico, pero no lo aplica a lo imaginario, que
tan sólo es un “orden”. La segunda condición que impone puede explicarse del siguiente
modo: todo lo que es enfocado por un modelo debe incluirse en reglas, leyes que explican el
paso de una forma a otra y que dichas leyes forman una cierta unidad (conjunto de
modelos). Aquí hay que tener en cuenta una prioridad que el propio Lévi-Strauss establece.
Las reglas de transformación, la mayor parte inconscientes –reconoce el autor-, prevalen
sobre los elementos. La “gramática” domina sobre el “léxico”, por eso, en su teoría estas
leyes simbólicas son las que poseen realmente la fuerza dinámica del sistema, la “eficacia
simbólica”. Para Lacan, las leyes simbólicas determinan efectivamente el curso de las
transformaciones, sin embargo, en este seminario, el objeto a, lo real, prevalece en cierto
modo sobre las reglas de transformación simbólicas. En cuanto a la tercera condición,
debemos considerar que el uso de estos modelos puede predecir (como toda ciencia) qué
tipo de cambios se producirá en la estructura. El ámbito de pre-visión Lacan lo sitúa no en el
espacio social, sino en el espacio analítico enmarcado por la relación transferencial. Y, por
último, el hecho de que el modelo construido deba explicar cualquier fenómeno observado,
es también una exigencia clara de Lacan.

Para Lévi-Strauss, las estructuras de parentesco no se derivan de la espontaneidad de una


realidad biológica, por el contrario, afirma que “existe solamente en la conciencia de los
hombres” y que “es un sistema arbitrario de representaciones y no el desarrollo espontáneo
de una situación de hecho.” Constituyen, pues, para él, una realidad que está estructurada
como un lenguaje y se transmite como tal. “El sistema de es un lenguaje parentesco –
escribe-”.

La estructura básica de estas relaciones de parentesco la componen cuatro términos


(hermano, hermana, padre, hijo). Lévi-Strauss analizará el avunculado como prototipo
primero de estas relaciones, del que tal vez, se deriven las demás. El a
vunculado (dellatínavunculus, tío materno) es una costumbre que aparece en sociedades
donde el hermano de la madre ocupa un lugar de privilegio en el sistema de parentesco o en
la crianza de los hijos. Los bienes pasan de tíos maternos a sobrinos varones y de éstos a los
hijos varones de sus hermanas, pero el fenómeno, tal como lo analiza Lévi-Strauss es más
complejo.

Pues, bien, esta estructura básica de parentesco está recubierta por dos órdenes muy
diferentes de realidad:

- El sistema de “denominaciones”: “los términos por los que se expresan los diferentes
tipos de relaciones familiares” y “que constituyen en rigor un sistema de vocabulario”

Y el “sistema de las actitudes”. Las actitudes desempeñan una función de cohesión social
y de equilibrio en el grupo. Dentro de las actitudes hay que distinguir unas actitudes difusas,
que no han cristalizado y que no poseen un carácter institucional “de las que se pueden
admitir que son, en el plano psicológico, reflejo o fruto de la terminología”. Y otras,
“cristalizadas, obligatorias, sancionadas por tabúes o privilegios, que se expresan a través de
un ceremonial fijo

Como se ve, la complejidad del pensamiento de Lévi-Strauss ofreció una fuente generosa a
los recursos con los que Lacan construyó la teoría más potente del sujeto. Sin embargo, esta
complejidad no es del todo original. En el desarrollo de la teoría estructuralista de Lévi-
Strauss podemos observar ciertas influencias de pensadores anteriores. Edmund Leach ha
analizado estas influencias.

5. Las influencias:

5. 1. Una primera aportación la recibe del “padre de la etnología francesa” Marcel Mauss. En
su artículo “El ensayo sobre el don” (Essai sur le don), incluido en su libro Sociologie et
Anthropologie (París, 1950), usó dos descripciones detalladas de los sistemas primitivos de
intercambio ritual: el “don” y la “prestación total”.

a) El don, incluido en el intercambio ritual, no sometido al intercambio mercantil ni al


trueque, creaba un vínculo social obligando a quien recibe a un “contradon”. Esta es la base
de la función que Lévi-Strauss verá en el intercambio de mujeres como articulación de todo
lazo social. Por su parte, Malinoswki investigará sobre el kula en las Trobiand (isla de Papua
Nueva Guinea en la Polinesia), aportando a esta descripción una dimensión nueva. Se trata
también de un don, pero esta vez, el regalo circula no entre miembros del propio grupo, sino
entre miembros de otras tribus distanciadas espacio-geográficamente entre las que tiene
lugar un trato recíproco. No se tiene, sino que se está dentro del Kula. Una vez en el Kula un
miembro queda asociado a otro de otra latitud. Esto afecta a la psicología, por cuanto este
tipo de circulación de objetos supone que los individuos se definen unos con respecto a las
otros (unos son “los que dan” y otros “los que reciben”). “La perspicacia de Mauss estuvo en
reconocer que el concepto de “relación” es en sí mismo una abstracción de algo muy
concreto. (…) El “don”, es decir, este objeto material que pasa de un individuo a otro, es una
“expresión” de la relación existente, pero la naturaleza de dicha relación es algo mucho más
abstracto y misterioso.”

Para Lacan el misterio que esconde el don está en el amor, “se da lo que no se tiene”, la
falta es el mayor don y el don que causa una relación más estrecha y eficaz entre dos
sujetos. Conseguir que el paciente nos dé su falta es un objetivo fundamental. Saber
manejar ese amor, es nuestra responsabilidad.

b) La otra descripción que contiene el ensayo de Mauss es la de la “prestación total”. “La


interacción entre dos personas no es jamás un hecho aislado, sino que es sólo una parte de
un conjunto global de transacciones dispersas en el tiempo y en el espacio. Un don particular
es significativo porque se opone a otras transacciones, y no sólo a las transacciones que
tienen lugar entre los mismos actores, sino también a las que acontecen entre otros
miembros del mismo sistema de comunicación. El desarrollo de este tema por Lévi-Strauss,
enlaza con su idea de que en cualquier sistema cultural los modos convencionales que
ordenan la interacción entre dos personas constituyen un lenguaje que puede ser descifrado
como cualquier otro lenguaje”. Lévi-Strauss aplica esta idea a toda actividad y relación
humana y, subrayando la relación de oposición, al pensamiento mítico y a los rituales.

5. 2. La segunda influencia proviene de su propia experiencia en Brasil con los indios


nambikwara del Mato Grosso. Entre 1935 y 1939, Lévi-Strauss ocupó una cátedra de de la
Universidad de Sâo Paulo, durante las vacaciones realizaba trabajos de campo en el
Amazonas, en especial sobre un grupo nómada llamado nambikwara. De esta experiencia
surgió Tristes Trópicos. En este texto, publicado en 1955, aplica plenamente los recursos de
su teoría. En él se puede leer:

“El conjunto de las costumbres de un pueblo tiene siempre un estilo peculiar; dichas
costumbres forman sistemas. Estoy convencido de que estos sistemas no existen en un
número ilimitado, y que las sociedades humanas, como los individuos –en sus juegos, sus
sueños o sus delirios- jamás crean de <<forma absoluta>>; todo lo que pueden hacer es
limitarse a escoger ciertas combinaciones en un repertorio ideal que sería posible reconstruir.
Haciendo inventario de todas las costumbres observadas, de todas las imaginadas en los
mitos, así como las evocadas en los juegos de los niños y de los adultos, los sueños de los
individuos sanos y enfermos y las conductas psicopatológicas, llegaríamos a construir una
especie de tabla periódica semejante a la de los elementos químicos”

Así, pues, según Lévi-Strauss, hay una serie de combinaciones posibles de sistemas dentro
de la estructura en número limitado, tanto para crear imágenes oníricas, como míticas, como
enfermizas, delirantes. El sujeto se limita a escoger entre los arquetipos. Lévi-Strauss lo
dice, precisamente, al hilo de una comparación entre psicoanálisis y chamanismo, en plena
línea de interpretación jungiana, escribe: “El inconsciente deja de ser el refugio inefable de
particularidades individuales, el depositario de una historia singular que hace de cada uno de
nosotros un ser irremplazable. El inconsciente se reduce a un término por el cual designamos
una función: la función simbólica, específicamente humana, sin duda, pero que en todos los
hombres se ejerce según las mismas leyes; que se reduce, de hecho, al conjunto de estas
leyes”.

Esta claro que la interpretación de Lacan no es ésta, y que se ocupa de manera exhaustiva
en desmontar esta posición derivada del método analógico. Lévi-Strauss como Jung tienen
en cuenta el peso del “mito del neurótico”, pero como una derivación de la propia eficacia
simbólica del arquetipo, que se produciría en situaciones vividas análogas con la misma
eficacia, aunque con variaciones individuales circunstanciales. Aquí no entra el cuerpo
marcado por el significante, no cabe aquella manifestación que, en el proceso analítico,
queda revelada en la sincronía, justo en el momento, de proferir la palabra que balbucea o
falla el blanco. La encarnación del significante no se presta a un acoplamiento total, sino que
disiente y emerge a los oídos de quien está en posición de oír esa contingencia en el “aquí” y
el “ahora”, y que debe actuar no como quien sabe de manera abstracta y análoga,
trasponiendo la interpretación ya sabida de un arquetipo.
Aquí, en esta interpretación analógica no cuenta el cuerpo de goce, sino la eficacia de una
estructura simbólica común, en la cual, los sujetos serían meros elementos intercambiables,
pues la eficacia la produce el sistema y no la relación específica a la que aboca la
transferencia. Esta posición junguiana, demasiado sabia, a lo que conduce es a la reducción
de la interpretación a pura racionalización, más o menos filosófica, que colma de sentido. En
definitiva conduce a dar amorosamente “lo que se tiene”, el falo, produciendo con ello
identificaciones en lugar de deslocalizar al sujeto de ellas.

5. 3. La tercera influencia se produjo con el encuentro, tras la segunda Guerra mundial,


con Roman Jakobson en Nueva York. Este lingüista había introducido en los EEUU los
conceptos, los procedimientos y el método de la escuela estructuralista de Praga, de la que
fue miembro fundador. Jakobson cuestionó algo importante en la teoría de Saussure: El
rasgo fonético mínimo no es el fonema, sino la oposición que establece la serie de
conmutaciones posibles en un determinado paradigma fonético. El fonema puede
descomponerse en pares de oposiciones, cuyos elementos atómicos pueden existir en la
medida en que se oponen a otros. Esta relación de oposición en la composición lingüística
será clave para el concepto de estructura en Lévi-Strauss.

Lévi-Strauss escribió un artículo, especialmente importante para la comprensión de su teoría,


en la revista “Word”, que dirigía Jakobson. L’analyse structurale en linguistique et
anthropologie quedará finalmente incluido en su obra de 1958 Antropología estructural.

Después de la terrible guerra, en 1946 Lévi-Strauss se encuentra, pues, con Jakobson en un


país al que emigraron muchos judíos europeos y al que otros muchos no pudieron llegar. Por
entonces asimila a su teoría antropológica la concepción de este maestro de la lingüística,
según la cual, un sistema está ante todo configurado por “oposiciones binarias” y
por “rasgos distintivos”.

El trabajo de fusión e intercambio será intenso. Incluso colaborarán y publicarán juntos un


estudio sobre Baudelaire: “Les Chats de Carles Baudelaire”, en L’homme, vol II, nº 1, 1962.)

Lacan, por su parte también habla de sistema. Pero habla del inconsciente en su repetición,
en tanto sistema de significantes instalados por sistemas de oposiciones. Por entonces lo
relaciona con el lenguaje de las nuevas y fascinantes máquinas: las computadoras. En
definitiva, con un sistema binario 0,1, hay o no hay, cuya modelo análogo sería, en efecto, el
ordenador. Pero no se trata de un sistema que se superponga punto por punto a otra
realidad, ordenada, a su vez en un sistema natural de existentes. Hay, al menos, un punto
por donde no hay superposición. Por lo demás el sistema también es en su dinámica binario.
Significante, falta; vacío, lleno; presencia, ausencia, configurarían así un sistema de este
tipo. De todos modos, el objeto a, condición de la estructura no queda encubierto con la cifra
0, homogénea a la serie de los números y, por tanto, incuestionado, sino que atraerá todo
tipo de esfuerzos para extraer toda su verdadera dimensión.

5. 4. La influencia de Freud.

Por supuesto, también Freud tiene su lugar en la teoría de Lévi-Strauss, aunque sus citas
sean escasas y ocasionales. De Freud toma la idea de esa eficacia de lo simbólico y el valor
del mito en la cultura. También admitirá, a su manera, la fuerza directiva que adquiere en el
individuo.

“…el mito –escribe- está en el lenguaje y al mismo tiempo más allá del lenguaje. Esta nueva
dificultad tampoco es ajena al lingüista: ¿acaso el lenguaje mismo no engloba diferentes
niveles? Al distinguir entre lengua y el habla, Saussure ha mostrado que el lenguaje ofrecía
dos aspectos complementarios: uno estructural, el otro estadístico (…) Acabamos de
distinguir la lengua y el habla de acuerdo con los sistemas temporales a los cuales una y otro
se refieren. Ahora bien, el mito se define también por un sistema temporal, que combina las
propiedades de los otros dos. Un mito se refiere siempre a acontecimientos pasados …
pero el valor intrínseco atribuido al mito proviene de que estos acontecimientos, que se
supone ocurridos en un momento del tiempo, forman también una estructura permanente.
Ella se refiere simultáneamente al pasado, al presente y al futuro… el valor del mito persiste
a despecho de la peor traducción. (…) La sustancia del mito no se encuentra en el estilo, ni
en el modo de la narración, ni en la sintaxis, sino en la historia relatada.”

El mito, condensador de tiempo, es, ante todo historia relatada. Hasta ahí, bien podría
suscribirlo Freud o Lacan, ahora bien, Lévi-Straus da prioridad a la totalidad del sistema, a
la Gestalt, y afirma:

“Las verdaderas unidades constitutivas del mito no son relaciones aisladas, sino haces de
relaciones, y que sólo en forma de combinaciones de estos haces las unidades constitutivas
adquieren una función significante”. Esta función significante del mito la reconoce en las
culturas sin historia y también en el psicoanálisis. El mito tendrá su eficacia a la hora de
hechizar y también en los momentos de liberar al sujeto de una enfermedad. Pero, pese a
admitir la eficacia de la cura psicoanalítica y sus efectos beneficiosos, cuando habla del
inconsciente freudiano y de la labor terapéutica, lo equipara, aunque excusándose, con el
chamanismo.

En una de estas ocasiones, justo en la aparte de su Antropología que habla sobre la eficacia
simbólica, hace una comparación entre el funcionamiento de un mito de un texto mágico
religioso de los cuna del norte de Paraguay y el psicoanálisis. El chamán cuna recurre a este
canto mítico con el objeto de librar a una mujer de un parto difícil. La partera no ha podido
con ello y, entonces, recurre al chamán. Ocasión excepcional –nos dice- si se piensa en la
facilidad que tiene estas mujeres para parir. De manera que en esta vez, la cura es inusual.
En ella hay toda una “manipulación simbólica” de tal modo que las palabras míticas alusivas
al canal del parto y a la vagina manipulan la apertura, y permiten que salga el bebé.
Lógicamente no se trata de un lenguaje instrumental. La descripción justifica la extensión del
fragmento:

“El canto se inicia con una descripción de ésta última (se refiere a la partera), describe su
visita al chamán, la partida de éste hacia la choza de la parturienta , su llegada, sus
preparativos, consistentes en fumigaciones de granos de cacao quemados, invocaciones y la
confección de imágenes sagradas o nuchu. Estas imágenes, esculpidas en materiales
prescritos que les otorgan eficacia, representan los espíritus protectores que el chamán
convierte en sus asistentes y cuyo grupo encabeza conduciéndolos hasta la mansión de Muu,
la potencia responsable de la formación del feto. El parto difícil se explica, en efecto, como
debido a que Muu ha sobrepasado sus atribuciones y se ha apoderado del purba o “alma” de
la futura madre. El canto consiste entonces enteramente en una búsqueda: búsqueda
del purba perdido, que será restituido tras grandes peripecias, tales como la demolición de
obstáculos, victoria sobre animales feroces y finalmente un gran torneo librado entre el
chamán y sus espíritus protectores por un lado, y Muu y sus hijas por otro, con ayuda de
sombreros mágicos cuyo peso, éstos últimos, son incapaces de soportar. Vencida, Muu deja
que se descubra y libere el purba de la enferma; el parto tiene lugar, y el canto concluye
enunciando las precauciones tomadas para que Muu no escape en persecución de los
visitantes. El combate no ha sido librado contra la misma Muu, indispensable para la
procreación, sino tan sólo contra sus abusos; una vez corregidos éstos, las relaciones se
vuelven amistosas, y el adiós de Muu al chamán equivale casi a una invitación. <<Amigo
nele, ¿cuándo volverás a verme?>>”.

Lévi-Strauss da por sentado que el chamán no sólo cura realmente a esta mujer y, ésta,
puede dar a luz, sino que su invocación sirve para todas y cada una de las mujeres que se
encuentren en esa tesitura. Y esto es así, porque la eficacia simbólica no depende de un
procedimiento que tenga que tener en cuenta la sincronía de la palabra y el momento justo
de la intervención en la transferencia, sino que emana del propio sistema del pensamiento
mítico cuna, sistema que incluye tanto al chamán como a la partera y a la parturienta en el
mismo intercambio de símbolos.

Una de las condiciones de la validez y de la eficacia del proceso radica en que ninguno de
ellos cuestiona el procedimiento. Otra condición está en el propio mito, que va,
pormenorizadamente, recorriendo la zona del cuerpo afectada de la enferma y, de manera
simbólica, recorre el cuerpo “moviendo” con continuas alusiones metafóricas el canal y
atrayendo a la criatura hacia el exterior. Se trata, como en el psicoanálisis, –nos dice Lévi-
Strauss- de “llevar a la conciencia conflictos y resistencias que han permanecido hasta ese
momento inconscientes, ya sea en razón de su represión por obra de otras fuerzas
psicológicas, ya sea –como en el caso del parto- a causa de su naturaleza propia, que no es
psíquica sino orgánica, o inclusive simplemente mecánica. También, en ambos casos, los
conflictos y resistencias se disuelven, no debido al conocimiento, real o supuesto, que la
enferma adquiere progresivamente, sino porque este conocimiento hace posible una
experiencia específica en cuyo transcurso los conflictos se reactualizan en un orden y en un
plano que permiten su libre desenvolvimiento y conducen a su desenlace.”

Y, unas líneas más abajo, afirma: “El chamán tiene el mismo doble papel que desempeña el
psicoanalista: un primer papel –de oyente para el psicoanalista, de orador para el chamán-
establece una relación inmediata con la conciencia (y mediata con el inconsciente) del
enfermo. Es el papel del encantamiento propiamente dicho. Pero el chamán no se limita a
proferir el encantamiento: es su héroe, porque es él mismo quien penetra en los órganos
amenazados a la cabeza del batallón sobrenatural de los espíritus y quien libera el alma
cautiva. En este sentido el chamán se encarna, como el psicoanalista objeto de la
transferencia, para convertirse, gracias a las representaciones inducidas en el espíritu del
enfermo, en el protagonista real del conflicto que éste último experimenta a medio camino
entre el mundo orgánico y el mundo psíquico. El enfermo neurótico acaba con un mito
individual al oponerse a un psicoanalista real; la parturienta indígena vence un desorden
orgánico, identificándose con un chamán míticamente transpuesto.”

En cuanto al “mito del neurótico”, hay que decir que Lévi-Strauss llega a decir que en
nuestras sociedades, puede considerarse que es el individuo su propio tótem. “Ocurre –
escribe- como si, en nuestra civilización, cada individuo tuviese su propia personalidad por
tótem: ella es el significante de su ser significado”. De modo que habría una versión efectiva
e individualizada del pensamiento mítico bajo la forma de la neurosis, si bien cada una de las
versiones encajaría en alguno de los pocos modelos disponibles en nuestra sociedad. Es el
mito, esa fórmula simbólica disponible con variantes, la que posee la eficacia para encantar y
desencantar, para enfermar y para curar.

Como sabemos, Lacan dista mucho de esta reducción mecánica de la estructura simbólica. Él
nos ofrece otra versión del objeto, que como dice Lévi-strauss posiciona al analista.

5.5. La influencia de Marx.

Marx distinguía un valor de uso de un valor de cambio en la mercancía. El valor de uso era
índice de la necesidad, podríamos decir que suponía una naturalización de la cultura; el valor
de cambio era, por el contrario, reflejo de las relaciones sociales en una forma particular del
intercambio, la del capitalismo. Este valor es un valor fetiche, un valor que proviene del
trabajo aplicado a los medios técnicos de producción y que se refleja en los objetos
producidos, en la mercancía. Ese trabajo funciona a su vez como mercancía. De ahí que la
clase que lo realiza quede bajo los efectos alienantes de ese valor fetiche. En el fetiche hay
un desplazamiento: en el lugar dónde debiera reconocerse los efectos de un agente
operativo -del sujeto (al fin y al cabo de la historia); el trabajo como valor- se reconoce
simplemente un objeto limitado y acabado, del que emanan cualidades más o menos
atrayentes.

“A primera vista, -escribe Marx- parece como si las mercancías fuesen objetos evidentes y
triviales. Pero, analizándolas, vemos, que son objetos muy intrincados, llenos de sutilezas
metafísicas y resabios teológicos. Considerada como valor de uso, la mercancía no encierra
nada de misterioso… la forma de la madera, por ejemplo, cambia al convertirse en una
mesa. No obstante, la mesa sigue siendo de madera, sigue siendo un objeto vulgar y
corriente. Pero en cuanto comienza a comportarse como mercancía, la mesa se convierte en
un objeto físicamente metafísico. No sólo se incorpora sobre sus patas encima del suelo, sino
que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías, y de su cabezada madera
empiezan a salir antojos mucho más peregrinos y extraños que si la mesa de pronto
rompiese a bailar por su propio impulso”.

Y para definirlo en El capital recurre a esta fórmula:


“El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que
proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter
material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y
como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo
de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de
sus productores".

Este término empleado por Marx parece provenir de una voz portuguesa “Fetisso”, empleada
enciclopedista y antropólogo Ch. De Brosses (1709-1777), amigo de Buffon y corresponsal
de Voltaire, que fue quien acuñó el término fetiche tras tomarlo de algunos relatos de
misioneros portugueses. El término corresponde al español “hechizo” y, en su origen,
proviene del latín “factitium”. Pues bien, en general, se ha considerado fetiche a aquel objeto
inanimado (según nuestra concepción) que recibe un culto propio como si estuviera
impregnado de poderes sobrenaturales o mágicos. Marx desplaza ese sentido a la mercancía
como fetiche de la modernidad. Y lo entiende como un desplazamiento de una valoración
hacia el objeto, dotado de un supuesto valor real. La mercancía en su valor de uso no
presenta problema para Marx, es hijo del naturalismo ilustrado; pero, una vez sometida al
intercambio, se oculta la huella de su producción, apareciendo a la conciencia alienada como
si el valor emanara del propio objeto. El fetiche es pues, signo de la alienación fundamental.

Lévi-Strauss, por su parte, concibe el fetiche como una proyección del poder sobre la
materia, el poder emana de la materia. El fetiche en el pensamiento primitivo es un operador
entre dos mundos, está entre la ambigüedad que presenta lo real: el terror y lo sagrado. Y
sirve para unir su materialidad significante el poder de interceder, influir o modificar el
acontecimiento mediante formas de actuación sobrenatural, que emanan de su imagen o de
la propia materialidad. Libra por tanto de lo real del acontecimiento doloroso, de la
contingencia acuciante, para reintegrar el acontecimiento en los esquemas de comprensión
cíclica de esa cultura supuestamente primitiva.

El fetiche para Lacan, como en Freud, también es un interpuesto. Está relacionado con la
noción de causa, con el objeto a y “situado en el exterior antes de cualquier interiorización”.
Lacan no entra tanto en la peculiaridad a la que se aferra el deseo, el pie, el zapatito o el
brillo de la nariz, cuanto en el mecanismo que lo soporta. Para ello, analiza en este seminario
el deseo del sádico y del masoquista. “¿Qué es lo que se desea? No es el zapatito, ni el seno,
ni ninguna otra cosa en la que encarnen ustedes el fetiche. El fetiche causa el deseo. El
deseo, por su parte, va a agarrarse donde puede- nos dice-. No es en absoluto necesario que
sea ella quien lleve el zapatito, el zapatito puede estar en sus alrededores. Ni siquiera es
necesario que sea ella la portadora del seno, el seno puede estar en la cabeza. Pero, todo el
mundo sabe que, para el fetichista, es preciso que el fetiche esté ahí. El fetiche es la
condición donde se sostiene su deseo”.

Es condición del deseo, pero no su objeto. El objeto del deseo del sádico, por ejemplo, “No
es tanto el sufrimiento del otro lo que se busca en la intención sádica como su angustia”(…)
La angustia del otro, su existencia esencial como sujeto en relación con esa angustia, he aquí
lo que el deseo sádico es un experto en hacer vibrar…” Ahora bien, lo que busca el sádico en
su rito no lo sabe “…y lo que busca es hacerse aparecer a sí mismo -¿para quién? Ya que en
todos los casos, esta revelación sólo puede permanecer oscura para él mismo- como puro
objeto, fetiche negro”

Por el contrario, el masoquista busca otra cosa, pues, él busca explícitamente encarnarse en
el objeto. “En suma, lo que busca es su identificación con el objeto común, el objeto de
intercambio. Sigue siéndole imposible captarse como aquello que es, en tanto que, como
todos, es un a.”

Ahora bien esta identificación no la alcanza más que en la escena “Pero, incluso en esta
escena, el sádico no se ve, sólo ve el resto”. “…lo que el masoquista pretender hacer
manifiesto –y, añado, en su pequeña escena, porque nunca hay que olvidar esta dimensión,-
es que el deseo del Otro hace ley” Coloca su a, sin saber, en las manos de esa ley. Lacan
afirma que “reconocerse como objeto del propio deseo es siempre masoquista”. Y si se echa
mano al fetiche es para desmentir lo que se atisba en lo real.
Hasta aquí el tema del fetiche, pero la influencia de Marx sobre Lévi-Strauss va más lejos.
Pues, aunque no sea tampoco original del propio Marx la idea de sistema, el antropólogo ve
en la materialidad de su idea una claridad conceptual que puede explicar cualquier punto de
la estructura sin caer en un idealismo hegeliano. Sus aspiraciones y su mirada social deben
mucho a Marx, también esta idea de sistema, lo que sucede es que la lingüística interferirá
esta idea para matizarla y aproximarla más a una teoría de la comunicación.

La lógica general del sistema no tiene porqué coincidir con la lógica de los sistemas parciales
que lo integran. El número y la naturaleza de los ejes utilizados, las reglas de transformación
que permiten pasar de un sistema a otro, determinarán la inercia del sistema, es decir, su
receptividad a factores inmotivados. Dicho de otro modo, su capacidad para encajar el
golpe del acontecimiento, su resistencia a la diacronía.

La terminología está tomada de Saussure. Según el padre de la lingüística, a la gramática le


corresponde una “motivación relativa”, frente al elemento léxico, que está abocado a
la “arbitrariedad”, a la imprevisión podríamos decir. En estas sociedades a las que se
refiere el estudio de Lévi-Strauss sucede “como en las lenguas, los sistemas de clasificación
pueden estar desigualmente situados por relación a lo arbitrario y a la motivación sin que
esta última deje de ser operante.”

En esta idea de sistema rige algo parecido al principio homeostático del placer, allí donde se
ejerce una presión corresponde otro punto que la debilita restableciendo un equilibrio hasta
la nueva crisis. Lévi-Strauss tomando la imagen del árbol, aquella que sirvió a Saussure para
diferenciar el significante del significado y que servirá a Lacan, en su ejemplo del Hombre de
los Lobos para ejemplificar la base donde se asienta el fantasma, describirá esta homeostasis
del sistema:

“Hemos representado los sistemas de clasificación como “árboles” (…) en sus partes
inferiores, un árbol está, valga la expresión, fuertemente motivado: es preciso que tenga un
tronco, y que éste tienda a la vertical. Las ramas bajas comportan ya más arbitrariedad: su
número, aunque se pueda prever que habrá de ser restringido, no está fijado de antemano,
no más que la orientación de cada una y su ángulo de divergencia por relación al tronco (…)
Pero a medida en que la atención se desplaza hacia planos más elevados, la parte de la
motivación se debilita, y la de lo arbitrario aumenta. (…) Inteligible al principio, la estructura
alcanza, al ramificarse, una suerte de inercia o indiferencia lógica” Pero ese descenso en la
intensidad conforme se eleva en la estructura sufre un movimiento inverso cuando algo de la
periferia, como un “marino”, “un hombre blanco”, un “barco” etc., pueden, como sucede en
las tribus del noroeste de Australia, constituirse en Tótem. Lo periférico se vuelve base,
fundamento.

La lógica del sistema de la lengua va, según Saussure, de lo arbitrario a la motivación, de la


elección arbitraria del signo que nombra la cosa, a la estructura que motiva la significación.
“En cambio-nos dice Lévi-Strauss-, los sistemas que hemos analizado hasta ahora van de la
motivación a lo arbitrario: los esquemas conceptuales (en el límite, simple oposición binaria)
son forzados continuamente para introducir elementos tomados en otras partes; y, no nos
quepa la menor duda, de que estas añadiduras acarrean a menudo una modificación del
sistema”. Dicho de otro modo, del núcleo del sistema, de sus reglas de formación y
transformación a la historias, al acontecimiento que añade arbitrariedad y entropía al
sistema. La historia como acontecer se opone al sistema que trata de integrar bajo sus
estructuras de nominación y de actitudes la contingencia.

6. Razón analítica, razón dialéctica:

Por ultimo, quisiera tratar el tema que inicialmente parece haber introducido a Lévi-Strauss
en este seminario de la mano de un enigmático interlocutor (en la edición no hay citas).
Lacan invita al susodicho a que haga un trabajo sobre la oposición de la razón analítica y la
razón dialéctica en Lévi-Strauss, a raíz de unas dudas que este mismo interlocutor le había
planteado sobre El pensamiento salvaje.
Lévi-Strauss, al final de este texto arremete contra J. P. Sartre con motivo de una crítica que
éste pensador había formulado a los estructuralistas, a los antropólogos y etnólogos, a
quienes consideraba poco menos que intrusos de otras culturas. Todos esos que tratan de
estudiar a los hombre como si fueran hormigas no pueden obtener más que una visión
falseada de esa sociedad. Su argumento fundamental radicaba en el instrumento: los
antropólogos convertían la razón dialéctica en una simple razón analítica que no toma en
cuanta la situación dialéctica en que se encuentra el observador y el observado.

¿Qué había que hacer entonces? Ponerse en el lugar del otro. También acepta esa posición
Lévi-Strauss. Muy lejos como saben de la posición de Lacan. Sartre aspiraba con ello a una
verdad más auténtica sobre el hombre, Lévi-Strauss, disuelto el sujeto en las estructuras no
ve posibilidad para una versión canónica de esa verdad. La auténtica verdad sobre el hombre
es el conjunto de verdades parciales que las estructuras conforman, pero nadie puede
arrogarse ese privilegio.

A los ojos de Sastre, los estructuralistas se definen como “materialistas transcendentales”.


Lévi-Strauss le responde criticando su análisis del “pensamiento primitivo”:

“Pero ¿Qué se puede hacer cuando se ha definido al hombre por la dialéctica, y a la dialéctica
por la historia? (…) se necesita mucho egocentrismo y mucha ingenuidad para que el hombre
está, por entero, refugiado en uno solo de los modos históricos o geográficos de su ser,
siendo que la verdad del hombre reside en el sistema de sus diferencias y de sus
propiedades comunes.”

“El papel de la razón dialéctica es el de poner a las ciencias humanas en posesión de una
realidad que sólo ella es capaz de proporcionarles, pero que el esfuerzo propiamente
científico consiste en descomponer, y luego recomponer conforme a otro plan.” (362)

“…de que todo conocimiento del otro sea dialéctico, no se desprende que el todo del otro sea
íntegramente dialéctico”.

Y, más adelante, ante el empeño de Sastre por distinguir la razón dialéctica de la razón
analítica, anulando la eficacia de esta última, Lévi-Strauss admite que está dispuesto a creer
que toda razón es dialéctica, pero considerando que “…la razón dialéctica nos parece la razón
analítica puesta en marcha”.

El método que Sastre llama “progresivo-regresivo” es el que ya practicaban los etnólogos


hacía ya tiempo. “En una primera etapa-dice Lévi-Strauss-, observamos lo dado vivido, lo
analizamos en el presente, tratamos de captar sus antecedentes históricos yendo tan lejos
como podemos adentrándonos en el pasado, luego volvemos a traer a la superficie todos
estos hechos para integrarlos en una totalidad significante. Entonces comienza la segunda
etapa, que renueva a la primera en otro plano y en otro nivel”

En esta segunda etapa se trata de dejar en suspensión la síntesis conseguida, para ampliar
el estudio e intentar ganar otra totalidad provisional de tal modo, que con esta otra
conseguida se puedan divisar “otros horizontes y otros objetos” en el análisis de las
sociedades.

“Nos enseñaron que el hombre no tiene sentido más que a condición de colocarse en el
punto de vista del sentido; hasta aquí estamos de acuerdo con Sartre. Pero hay que añadir
que este sentido nunca es el bueno: las superestructuras son actos fallidos que han “tenido
éxito” socialmente. Por tanto, es vano indagar el sentido más verdadero buscándolo en la
conciencia histórica.”

Por ejemplo, las clasificaciones llamadas totémicas, las creencias y las prácticas asociadas a
ellas no son sino un modo, un aspecto de esta actividad sistemática general: la clasificación.
Pero las sociedades que estudia Lévi-Strauss son sociedades sin historia, esto es, son
sociedades, para las cuales, el acontecimiento no tiene lugar. Por esta razón, se repiten las
costumbres, los ritos y los mitos de manera casi idéntica a sí misma. O al menos, con la
única diferencia que puede asimilar la estructura de significaciones posibles en ese sistema
sin que mute a otra estructura.

Nuestras sociedades, al contrario que las “sociedades primitivas”, necesitan del


acontecimiento. La ciencia está basada en esa necesidad. “…mientras que las sociedades
llamadas primitivas están inmersas en un fluido histórico al que se esfuerzan por permanecer
impermeables, nuestras sociedades interiorizan, por decirlo así, la historia, convirtiéndola en
motor de su desarrollo.”

Pero siempre hay una relación dialéctica entre los elementos y la estructura en que se
insertan, aunque esta realidad a la que se refiere el pensamiento dialéctico no siempre
presente una estructura del mismo tipo. Hay sociedades que se oponen y se resisten a ese
cambio dialéctico introducido por los observadores occidentales, de todos modos el
acontecimiento tendrá sus efectos por tener una consistencia simbólica. Así lo afirma Lévi-
Strauss en El pensamiento salvaje:

“Por consiguiente, y aunque la organización social esté reducida al caos en razón de las
nuevas condiciones de existencia impuestas a los indígenas y de las presiones laicas y
religiosas que experimentan, la actitud reflexiva subsiste. Cuando ya no es posible mantener
las interpretaciones tradicionales, se elaboran otras que, como las primeras, están inspiradas
por motivaciones (en el sentido de Saussure) y por esquemas.” Es entonces cuando se echa
mano de los elementos periféricos que ofrece el propio acontecimiento, “marino”, “barco”,
“un hombre blanco”, para hacer de ellos tronco de un árbol.

Sus reflexiones sobre el tema, recogidas en Tristes Trópicos, acaban, no sin razones, de
manera pesimista:

“El mundo ha nacido sin el hombre y acabará sin él. Las instituciones, usos y costumbres que
durante toda mi vida he tratado de catalogar y comprender, son una excrescencia efímera de
un proceso creativo con relación al cual no poseen sentido alguno, salvo quizá el de permitir
a la humanidad desempeñar su rol”. Y unas líneas más adelante, concluye “la civilización es
un mecanismo prodigiosamente complejo cuya verdadera función es simplemente
incrementar la entropía del universo”.

En cuanto el concepto de dialéctica en este seminario de Lacan, se puede analizar desde


distintos ángulos, yo simplemente me limitaré a uno que considero el más importante: la
dialéctica del deseo y su aparente límite en el neurótico, marcado por Freud, y que Lacan se
propone ir más allá para integrar ese límite en una nueva dialéctica. La angustia de
castración no es el último límite, sino que justo ahí está la forma misma de la castración,
desde un punto de vista imaginario. Y está producida en el encuentro con la imagen
libidinizada del semejante. “En efecto, la forma de la castración, o sea, la castración en su
estructura imaginaria, ya está dada aquí, en (-f), en el nivel de la fractura que se produce
ante la proximidad de la imagen libidinal del semejante, en un momento de cierto
dramatismo imaginario. De ahí la importancia de los accidentes de la escena que por esa
razón se llama traumática”. Y continúa:

“Aquello ante lo que el neurótico recula no es la castración de su castración lo que le falta al


Otro. Hace de su castración algo positivo, a saber, la garantía de la función del Otro, ese
Otro que se le escapa en la remisión indefinida de las significaciones, ese Otro donde el
sujeto no se ve sino como destino, pero destino sin término, destino que se pierde en el
océano de las historias.”

Entonces, el choque traumático con el encuentro (acontecimiento diría Lévi-Strauss) -en este
caso reeditado bajo la relación especial de la transferencia- de la falta en lo real (agorada la
coartada de la demanda) no frena el proceso dialéctico, sino que lo introduce otro orden con
una forma privilegiada. La forma de la castración, amorosa e imaginaria, que se liga a la
propia estructura simbólica por cuanto garantiza la función del Otro, esto es, por cuanto
garantiza que siga existiendo un destinatario de la palabra. Esta dialéctica se da en la
aparente oposición que presta la señal de angustia, frenazo del discurso, de la palabra que
demanda, con la apertura de una palabra, no dicha sino puesta en acto en la transferencia,
bajo las formas que adopta el amor. Amor para poder decirse, o lo que es igual, para “decir”
al pequeño trozo de Otro que nos corresponde. Seguir la pista al objeto a, en lo que queda
de él, en la señal de angustia que abre el campo; oír los acting out, las actuaciones
perversas o las escapadas del fantasma perverso de los neuróticos constituirán los ejercicios
que nos enseñe Lacan cuando se abre el telón que enmarca esa señal.

LÉVI-STRAUSS, C. El pensamiento salvaje. Ed. F.C.E. México DF. 1964. p. 319.

Ibidem. p.34.

Ibidem. P. 40.

C. LÉVI-STRAUSS, Antropología estructural. Ed. Paidós. Barcelona. 1995. p. 301.

Ibidem. p. 90

LEACH, E. Lévi-Strauss, antropólogo y filósofo. Ed. Cuadernos Anagrama. Barcelona, 1970.

. Ibidem. p.9-10.

Ibidem. P. 10.

LÉVI-STRAUSS, C. Tristes Trópicos. P. 182.

Antropología estructural. P. 226.

“L’analyse structurale en linguistique et anthropologie”. Rev. “Word”, vol I, nº 2, p. 12.

Antropología… p. 233.

Ibidem. P. 211 y siguientes.

Ibidem. P.222.

El pensamiento salvaje. P. 313.

MARX, K. El capital, libro I.

Ibidem. P.

LACAN, J. El Seminario: La Angustia. Ed. Paidós. Buenos Aires, 2006. p. 116.

Ibidem. P.117.

Ibidem. P. 118.

Ibidem. P. 120.

El pensamiento salvaje. P. 232

Ibidem. P. 229.
Ibidem. P. 360.

Ibidem. P. 363.

Ibidem. P. 364.

Ibidem. P. 366.

Ibidem. p. 367.

CHARBONNIER, G. Entrevistas con Claude Lévi-Strauss. Ed. Amorrortu. B. A. 2006. p. 44.

El pensamiento salvaje. P. 231.

La Angustia, p. 56

Das könnte Ihnen auch gefallen