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FACULTAD DE ENFERMERIA
INTRODUCCIÓN
La próstata cumple durante la vida sexual activa del varón unas funciones definidas,
pero con la edad, su tamaño aumenta y con él la prevalencia de los síntomas. La
hiperplasia benigna de próstata (HBP) es el tumor benigno más frecuente en el varón
mayor de 50 años. Supone la segunda causa de ingreso para intervención quirúrgica y
la primera causa de consulta en los servicios de urología. Aunque en España se han
publicado algunos estudios de su prevalencia1 existen dudas sobre su fiabilidad, al
carecerse de criterios definidos y parámetros objetivos, para definir qué casos se
pueden incluir en el diagnóstico de hiperplasia benigna de próstata (HBP).
A pesar de ello, y dado que hay más de 6.500.000 varones mayores de 65 años, se
estima que más de 1.500.000 precisan atención médica anual debido a procesos
prostáticos. El desarrollo de la HBP comienza alrededor de la cuarta década de la vida
con un fenómeno focal de origen estromal. A partir de la quinta década se produce un
aumento global y rápido del volumen debido a un incremento de las células del tejido
fibromuscular y glandular, tanto, de la zona periuretral como transicional. No se
conoce claramente la causa pero parecen ser necesarios, por lo menos, dos factores; la
edad y la presencia de hormonas androgénicas producidas por los testículos.
Actualmente se asume que, con los años, varía el índice estrógenos/testosterona,
aumentando los primeros y descendiendo la segunda lo que predispondría a estos
cambios. La teoría de la “célula primordial” explica la HBP como una alteración del
balance del crecimiento de células nuevas y la maduración y muerte de las más viejas.
https://www.youtube.com/watch?v=79AboPWMMbk
DEFINICIÓN
EPIDEMIOLOGÍA:
La prevalencia de los síntomas del tracto urinario inferior (STUI) en Europa varía con la
edad, con un rango desde el 14% en varones en la cuarta década a más del 40% a
partir de la sexta década; la prevalencia total de STUI es del 30%. La prevalencia de
nódulos a nivel microscópico es del 50% en los mayores de 60 años y del 90% en los
mayores de 90 años. Los síntomas de HBP raramente aparecen antes de los 40 años,
siendo del 14% de los 40 a 50 años, del 50% en la sexta década, y hasta del 90% a
partir de los 70 años. Es una de las enfermedades más frecuentes y de mayor
morbilidad en el varón anciano, con importante repercusión en su calidad de vida.
ETIOLOGÍA:
La causa de esta hipertrofia no está bien definida. Diversos estudios la relacionan a una
proliferación de las células prostáticas que deriva de una disminución, con la edad, de
la proporción testosterona/estrógenos. Se produce un aumento en la tasa de
conversión de testosterona a dihidrotestosterona por la 5-alfarreductasa y la
acumulación de dehidrotestosterona produce la proliferación de las células y, por
último, la hipertrofia de la glándula. El aumento de la próstata puede ocupar total o
parcialmente la luz de la uretra y obstruir el cuello vesical, con lo que se originan los
síntomas obstructivos mecánicos. Por otro lado, el estímulo de los neurorreceptores
alfa, de concentración elevada en el tejido prostático, provoca un incremento de la
presión en el interior de la uretra y origina los síntomas funcionales. Según los
diferentes estudios, no hay una relación clara entre el tamaño de la próstata y la
frecuencia o gravedad de los síntomas. Los factores de riesgo más importantes son la
edad y la presencia de testículos funcionantes. Otros factores de riesgo son la raza
(más frecuentes en negros americanos y menos en razas orientales), historia familiar
de HBP y factores dietéticos (determinados vegetales tienen función protectora frente
a la HBP por su contenido en fitoestrógenos, que tienen efectos antiandrogénicos en la
próstata).
FISIOPATOLOGÍA:
En el estadio inicial hay una obstrucción a nivel del cuello vesical y de la uretra
prostática que dificulta la salida de la orina, por lo que se produce una hipertrofia del
músculo detrusor de la vejiga como mecanismo compensador, siendo la consecuencia
una disminución de la capacidad de reservorio. En este estadio dominan los síntomas
obstructivos.
SIGNOS Y SÍNTOMAS:
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL:
El diagnóstico diferencial de la HBP debe hacerse con otras enfermedades que causen
STUI. Las más frecuentes son las urinarias, sobre todo inflamatorias y neoplásicas; pero
también han de considerarse otras entidades que alteran el mecanismo o los patrones
de la micción, como algunas patologías neurológicas, cardíacas y muchos fármacos
(ingesta de fármacos anticolinérgicos o antidepresivos).
DIAGNÓSTICOS CLÍNICO:
vida (en una escala del 0 al 6), que nos puede informar sobre cómo vive el paciente sus
molestias y cómo valora sus mejorías.
Exploración física y tacto rectal: El tacto rectal es una exploración básica en todo
paciente del que se sospeche una HBP. El urólogo comienza analizando el tono del
esfínter para descartar una posible enfermedad neurológica y prosigue con una
palpación de las paredes rectales para detectar posible lesión ocupante del espacio.
Por último, se valorara la glándula prostática con un análisis del tamaño, la forma, la
sensibilidad, consistencia y superficie. Esto nos puede servir para descartar otras
enfermedades, fundamentalmente el cáncer de próstata o procesos infecciosos.
También es interesante una exploración del abdomen inferior y de los genitales
externos. En un nivel sistémico, se debe realizar una exploración neurológica básica
que incluya reflejos cremastéricos, anal superficial y bulbocavernosos para descartar
enfermedad neurológica.
Pruebas analíticas:
El APE es el marcador tumoral más útil para el diagnóstico del cáncer de próstata, y
sobre todo para el seguimiento posquirúrgico. El valor determinante de esta
glucoproteína es que se encuentra
exclusivamente en el tejido prostático, bien sea
normal, hiperplásico o maligno. Los valores de
APE están aumentados en el cáncer prostático,
en la HBP y en la prostatitis, entre otros.
TRATAMIENTO:
El primer consejo para un paciente con HBP es la adopción de una serie de medidas
higiénicas que disminuirán la congestión pelviana, como evitar el sedentarismo,
regular el tránsito intestinal, evitar comidas copiosas, el consumo de alcohol,
estimulantes, los anticolinérgicos o neurolépticos.
A. TRATAMIENTO QUIRÚRGICO:
Cirugía abierta: Las intervenciones abiertas son las más antiguas para este
proceso y se emplean, principalmente, cuando nos encontramos con glándulas
superiores a los 60–80 g. La vía de abordaje más empleada es la abdominal, con
una laparotomía media infraumbilical, y las técnicas de escisión pueden ser
suprapúbicas (a través de la vejiga) o retropúbicas (a través de la cápsula
prostática).
Cirugía endoscópica: La intervención más empleada es la resección transuretral
de próstata, que consiste en la sección en fragmentos y posterior extracción de
la glándula hiperplásica desde la luz uretral. Suele emplearse en próstatas de
menos de 60 g y es una de las intervenciones quirúrgicas más utilizadas en el
sexo masculino. Para glándulas de escaso volumen y mucho componente
obstructivo, se puede realizar la incisión transuretral de próstata o
miocapsulotomía, que consiste en efectuar un corte en profundidad de la
glándula con el fin de aumentar el espacio en la uretra prostática y mejorar la
dinámica.
B. TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO:
Estos fármacos, pese a que producen una mejoría de los síntomas, no reducen
el volumen de la próstata y no modifican la evolución natural. Es por eso que la
necesidad del tratamiento quirúrgico será manifiesta cuando los estados sean
más graves.
DIAGNÓSTICOS DE ENFERMERÍA: