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GUÍA POLÍTICAMENTE INCORRECTA DEL

CALENTAMIENTO
GLOBAL
(Y DEL ECOLOGISMO)
i* * * * * * * * * ** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ;* »
CHRISTOPHER C. HORNER
Edición española de Gabriel Calzada

Seguro que ha oído hablar


losuyo sobre el
'calentamiento gW >*T.

Pero. ¿Sabía que...?


> Di*»«T« muütOí periodos. 4i
p iM ttt T u r a hondo míe
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«os oUrmehe* oí* l» Bepode de w» 'u t f n * * * * f o
joto'.
•Q 'u k n tm ttito g W n o K a k é c to q iH lo c
ttMpenUs o t*r*cm *s ceon mée stoWittoc.

M ciudadela
Prólogo

[ Gore y sus amigos [miembros de la élite social, empresarial y


de ios medios de comunicación, europeístas y entusiastas de las
Naciones Unidas] califican el «calentamiento global» de crisis
global sin precedentes. Exagerada hasta convertirse en una pesadilla
medioambiental, la histeria del calentamiento global es el sueño del eco-
logismo hecho realidad. Es la tormenta perfecta de demonios y peligros,
la campaña amedrentadora ideal para aquellos que establecerían un «gobier­
no global» (según palabras de elogio de Jacques Chirac hacia el Protocolo
de Kioto] con control estricto sobre las actividades empresariales y la con­
ducta individual.
El ecologismo ha sido durante décadas la mejor excusa para aumen­
tar el control del gobierno sobre nuestras actividades, tanto a gran como
a pequeña escala: ¡Es por la Madre Tierra! ¡Es por los niños! ¡Es por las
ballenas! Pero ha quedado demostrado que ese tipo de sustos medioam­
bientales, normales y corrientes durante nuestro pasado más reciente, tie­
nen una utilidad finita. Los problemas de contaminación son relativamente
locales, es decir, están limitados a lugares concretos o a regiones. Los temas
más sonados [la lluvia ácida, el agujero de ozono] han sido ya abordados
y, simplemente, no estarán maduros para ser tratados de nuevo hasta la
siguiente generación.
El calentamiento global no presenta estas debilidades. Los verdes sos­
tienen que no sólo está en peligro la existencia del planeta, sino que con
el calentamiento global, las emisiones de gases que se generan en Ohio
amenazan a la gente que vive en París. Los problemas globales exigen
soluciones globales,argumentan, lo que sirve para eludir los molestos obs­
táculos que suponen la soberanía de ios países y la toma de decisiones
democrática.
12 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

A I revisar el planteamiento, sin embargo, resulta que si el calentamiento


global fuera tan malo como dicen, no habría política imaginable — y mucho
menos sobre la mesa en estos momentos— capaz de «solucionarlo». Para
salvar el planeta, y según las cifras que exponen los verdes, es absolutamente
crítico llevar a cabo una desindustriaiización mundial [si tenemos en cuen­
ta las tecnologías energéticas actuales y las previsiones futuras]. Esto explica
el mantra ya perfeccionado durante situaciones anteriores de alarma:
«¡Debemos actuar ya!».
Pero con el «calentamiento global», y por mucho que nos sacrificára­
mos, siempre quedaría trabajo por hacer. Es el pozo sin fondo de excu­
sas para la aplicación de la intervención y la autoridad gubernamentales.
Los problemas reales de contaminación se abordan con mejoras tec­
nológicas. Si conseguimos quemar el combustible de forma más eficien­
te reducimos la niebla tóxica. El catalizador de los automóviles disminuye
la emisión de m onóxido de carbono. Pero, igual que sucede con ios cata­
lizadores, la mejora de ia tecnología y la com bustión más eficiente tien­
den a aumentar la producción de dióxido de carbono. La maniaca oposi­
ción de los verdes a los embalses y las plantas nucleares [y a los molinos
de viento donde podría haber aves, o donde un acaudalado político de
Massachusetts podría disfrutar de una buena vista desde su casa] garan­
tiza que el único método establecido para reducir de forma significativa
las emisiones de C 0 2 es disminuir de forma significativa el consumo ener­
gético. Una nueva y maravillosa excusa para obtener finalmente el con­
tro l gubernamental, y a poder ser supranacionai, sobre la energía. El
control de la energía significa el control sobre la economía y sobre la vida
tai y como la conocemos [tai y como cualquiera que haya vivido apago­
nes y bajadas de tensión puede atestiguar].
Las «soluciones» gubernamentales ai calentamiento global no consis­
tirían simplemente en pagar un poco más para cambiar algunas bombi­
llas y viajar un poco menos. A I Gore ha equiparado su cruzada contra el
C 0 2 a la Segunda Guerra Mundial. En la Segunda Guerra Mundial hubo
campos de concentración, racionamiento de alimentos y de combustible
y reclutam iento o b lig a to rio . ¿Qué com portará la G uerra contra el
Calentamiento Global de A i Gore? N o nos lo dirá. Pero su exigencia de
un compromiso parejo al de una guerra mundial, o como mínimo ai de las
misiones espaciales Apolo, nos da a entender lo que nos espera. Aun así,
ia opinión del experto sigue estando clara: veremos, como mínimo, una
subida de precios masiva y un racionam iento, directo o indirecto, de
Prólogo 13

la energía. (Europa ya está dem ostrándolo],Y lo peor... da hasta miedo


imaginarlo.
Ésta es la clave de la histeria sobre el «calentamiento global»: a menos
que las amenazas del Apocalipsis le perturben, podría empezar a cuestio­
narse lo que van a exigirle.
Es evidente que del resultado de esta batalla por la energía y la sobera­
nía económica, por el debate libre y abierto sobre ciencia y política, depen­
den muchísimas cosas, razón por la cual los alarmistas hacen todo lo posible
por evitar que dicho debate se produzca. Declaran que existe un «consen­
so», un concepto político que en general es ajeno al método científico.
Comparan a los escépticos con los que niegan el Holocausto y exigen some­
ter a los descreídos a juicios «tipo Nuremberg». Quieren controlar nuestro
estilo de vida... y no quieren que cuestionemos su causa.
Este libro le ofrece tanto los detalles como el debate que ellos no quie­
ren que usted conozca.
Pero ojo, los hechos y argumentos que siguen no son «bien vistos en
sociedad». Por si mi propia experiencia y la de mis colegas le sirven de
guía, en cuanto pronuncie estas verdades inconvenientes (y pido perdón por
la expresión] se verá acusado, en primer lugar, de ser un embaucador que
trabaja para la industrial del mal. Tai vez le califiquen de criminal. Le sugeri­
rán que se suicide con gases tóxicos en el garaje de su casa. Y si algún día
reconocen la veracidad de sus declaraciones, le advertirán que no las repi­
ta, pues con ello podría desalentar el miedo al calentamiento global.
Según aprendí cuando comencé a interesarme p or este asunto, la mone­
da del ecologismo tiene dos caras. En verano de 1991, mientras trabajaba
en el Congreso como ayudante [o más bien como honrado becario] de
un prom etedor senador de Estados Unidos por la región del Nordeste,
que ocupaba además un puesto en la Comisión sobre M edio Am biente,
recibí el encargo de investigar sobre un asunto relacionado con el medioam-
biente. M i trabajo tenía que ver con la legislación concerniente a los cui­
dados de los prados y las empresas fabricantes de pesticidas. Los grupos
de ecologistas verdes se habían movilizado y habían identificado ya vícti­
mas de todas las edades que testificarían en un juicio en el que se airea­
rían los horrores de aquellos productos químicos.
La noche antes de la vista en juicio, el programa Evening News de la CBS
presentó muy amablemente un reportaje sobre el tema. Para ilustrar su con­
clusión, «los productos químicos son malos», presentaron el reportaje con
una voz en o ff que acompañaba imágenes de A d o lf Hitler, después de Sadam
14 G u ía politicamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Hussein presenciando un desfile de sus lanzamisiles (vivíamos entonces el


momento culminante de la Operación Tormenta del Desierto y sus armas
de destrucción masiva no estaban cuestionadas como lo están hoy], segui­
das por las de un caballero que conducía un pequeño camión muy similar
al que cualquiera podría encontrarse ocupándose de los cuidados del cés­
ped del parque de su ciudad o de un campo de golf.
La sutileza y los matices dejaban mucho que desear. Pero no la agresiva
campaña de relaciones públicas que se orquestaba entre bambalinas. ¿Qué
entidad había detrás de esa presión?; otro fabricante de productos para el
cuidado del césped, uno que había decidido que su fortuna estaba en lan­
zar al mercado productos «ecológicos». Estaban hábilmente asistidos por su
asesino a sueldo, la empresa de relaciones públicas que está detrás de prác­
ticamente todos los miedos ecologistas, desde la campaña sobre el alar1hasta
el calentamiento global (y, de propina, la señora Sheehan12].
Varios años después abandoné una breve relación con una pequeña
empresa del sector energético con sede en Houston de la que tal vez haya
oído usted hablar. Resultó que involuntariam ente me había sumado a
una iniciativa a gran escala para hacer fortuna a costa del miedo al «calen­
tamiento global». Pocos meses después de que yo empezara a formular
internamente preguntas incómodas (sin obtener nunca respuestas] sobre
el tema, el 4 de agosto de 1997, el director general de la compañía, Ken
Lay, se reunió en el Despacho Oval de la Casa Blanca con su homólogo
en British Petroleum, el entonces sir John Browne,eI presidente de Estados
Unidos, Bill C linton, y su vicepresidente, A I Gore.
El m otivo de la reunión era garantizar que Estados Unidos se uniera
al Protocolo de K ioto, un tratado internacional que limita las emisiones
de dióxido de carbono en nombre del catastrófico «calentamiento glo­
bal», consecuencia de la actividad del hombre y que, además, da la casua­
lidad, proporciona a estos caballeros un m ontón tremendo de dinero.
Estos ejemplos no encajan muy bien con las historias que cuentan por
ahí. Bienvenido al mundo real de la política y los políticos verdes.

1 Producto químico desarrollado en la década de 1960 para regular el crecimiento de


las plantas. [N. de la T).
2 Cindy Lee Miller Sheehan es una destacada activista contraria a la Guerra de Irak
cuyo hijo murió en combate. Su acampada frente al rancho tejano de George W. Bush,
en agosto de 2 0 05, captó la atención de los medios de todo el mundo. [N. de ¡a 7],
Primera Parte

E c o l o g is t a s a u t o r it a r io s
Capítulo 1

El verde es el nuevo rojo.


El programa antinorteamericano, anticapitalista
y antihumano de los ecologistas actuales

l de hoy no es el movimiento ecologista que tal vez recuerdan nues­

E tros padres. A buen seguro, si tuviste un tío hippie, no lo recono­


cería. Pese a llevar el mismo nombre, y controlar ahora las mismas
instituciones que controlaban los antiguos opositores a la tala masiva de
árboles, su pedigrí es menos verde que rojo. Y, por encima de todo, lo que
tiene más relevancia para usted: las causas ecologistas siempre incluyen [y
muchas veces, principalmente] campañas
¿Sabía que... para que el Estado tenga más control
sobre la economía y la actividad indivi­
...el ecologismo es un dual. Nunca son luchas por un menor
gran negocio y los verdes control o por mayores libertades.
conspiran con la industria Viendo que el comunismo no funcio­
para aumentar los precios naba, el ecologismo se convirtió en el ve­
que usted paga? hículo anticapitalista preferido, consiguien­
... los países capitalistas do el dinero y la adoración de empresas,
ricos son los que mejor ren­ de Hollywood, de los medios de comuni­
dimiento ecológico tienen cación y de las élites sociales. Los grupos
(rico significa más sano y ecologistas de presión se han convertido
más limpio]? en un próspero sector económico que
mueve dos mil millones de dólares.1 Gran1

1«Los doce grupos ecologistas de presión más importantes de Estados Unidos obtie­
nen unos ingresos anuales de 1.900 millones de dólares, según los últimos datos de
18 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

parte de su presupuesto procede directamente de la cartera de los contri­


buyentes, a través de subvenciones para campañas de «educación y concien-
ciación públicas» y artimañas en el congreso diseñadas para subvencionar a
los «abogados» verdes,2
Engendrado a p artir de la escisión que en la década de 1970 se pro­
dujo entre los anti-modernistas del m ovim iento conservacionista, el
«ecologismo» ha madurado hasta convertirse en una pesadilla para cual­
quiera que crea en la propiedad privada, los mercados abiertos y el
Estado limitado. A los grupos ecologistas de presión no les interesa lim i­
tar los poderes del gobierno, ni expandir las libertades individuales. Todo
lo contrario, las reivindicaciones ecologistas apelan sin excepción a avan­
zar el intervencionismo estatal.
Las demandas ecologistas se han convertido en argumentos trillados
de retórica política a nivel nacional. La locura verde ha causado tales
estragos que figuras políticas respetables (y el antiguo presidente Bill
C linton] afirman que la utilización de la energía moderna supone «una
amenaza mayor que el terrorismo».
Igual que sucede con otras cruzadas políticas que no pueden ganar
sus batallas en las urnas, los verdes ven ahora su mayor esperanza en los
tribunales y en los organismos supranacionales.
Las grandes empresas sienten el calor que desprenden no sólo los gru­
pos ecologistas, sino también los verdes espabilados disfrazados de inver-

Sabiduría verde
«Dar a la sociedad energía barata y abundante [...] sería el equivalente a
darle una ametralladora a un niño tonto».
Paul Ehrlich, «A n Ecologista Perspective on Nuclear Power»,
Federation o f American Scientists Public lssue Report, 1978

Internal Revenue Services», escribió Hugh Gordon en 2002, en «Grim Greens... and
Greenbacks», 22 de noviembre de 2002, en h ttp :// www.cei.org/gencon/029,03290.cfm.
«Sólo setecientas veinticinco de los veinte millones de empresas de Estados Unidos pue­
den jactarse de un movimiento de dinero tan magnífico como éste».
2 Véase, por ejemplo, Jonathan Adler, «Environmentalism at a Crossroads: Green
Activism in America», Capital Research Center, enero de 1997.
El verde es el nuevo roío 19

sores institucionales. Aun así, esta efusión de lucro que dirige la industria
hacia los verdes es en parte una respuesta débil y generada por ¡a presión,
una búsqueda vana de aprobación a través de regalos de dinero envueltos
en disculpas. Las grandes multinacionales, de hecho, fomentan el alarmis­
mo verde para desfavorecer a los competidores o para obtener otros bene­
ficios, muchas veces en forma de regulaciones al sector que les benefician,
fruto de favores de los políticos de turno. El mundo de la empresa y los
verdes unen sus fuerzas para presionar a favor de su estrategia y sus inte­
reses, a veces para subir los impuestos energéticos y otras para obligar a
todos los consumidores, ricos y pobres, a consumir productos más caros
que, de lo contrario, tardarían años en abrirse camino en el mercado, si es
que alguna vez lo conseguirían. Se trata de un acuerdo dulce que asegura
el éxito en lo que a desbancar a la competencia se refiere.

Verdes bien relacionados

La santurronería ecologista ha pasado de ser simple condescendencia


a convertirse en algo peligrosamente dogmático, muy similar a otros trá­
gicos «ismos» que vieron la luz a lo largo de los últimos cien años. El
debate y la disensión son intolerables. Ninguna persona honesta podría no
estar de acuerdo con los catastrofistas, por lo tanto, los disidentes son deshones­
tos. Por otro lado, la causa verde es tan noble que permite el engaño y
la falsedad más flagrante como método de actuación.
Lejos de ser un fenómeno de base popular dirigido por el desaliña­
do adolescente que llama a la puerta para pedir un donativo, se trata de
un movimiento dirigido por la élite que recarga las arcas de las campa­
ñas de presión con riqueza [normalmente heredada, a menudo empresa­
rial, y con demasiada frecuencia expoliada al contribuyente). A la prime­
ra amenaza las empresas suelen desvivirse por pagar dinero a cambio de
protección y de una paz escurridiza con estos lobbies verdes, algo con
lo que sólo se garantizan más iíamadas para reclamar más dinero y una
ruidosa campaña si los pagos cesaran.3

3 Véase la lista de empresas doblegadas al grupo radical Rainforest Action NetWork


recopilada por el Capital Research Center en http://www.capitalresearch.org/search/orgdis-
paly.asp?Org-RANlOO, y su informe «Funding Liberalism UIT Blue-Chlp Profits: Fortune
100 Foundations Back Leftist Causes», David Hogberg y Sarah Haney, agosto de 200ó, en
http://mw.capitalresearch.org/pubs/pdf/FW0806pdf. El CRC detalla también más contribuyentes
a ios grupos de presión e historias de donaciones por parte de empresas y fundaciones.
20 C ’m m tím m m m m zom ci\ bel calentamiento global y bel ecologismo

i» c .:t los verdes imponen a las empresas se extienden


Í p ¿sueñas, minucias y las más grandes decisiones de nego-
- ‘cots -.os grupos verdes operan en un mundo libre de respon-
c , . Si tienen problemas para ¡legar a pagar la nómina, íes basta
l : errar nuevos objetivos y nuevas maneras de explicar que el
. o í í nes cae en la cabeza.
A.ger Hiss4 se sonrojaría viendo la inmensa red de apoyo y de com-
: ,A~ os de viaje que presiona p or la implementación de estos progra­
mes cesde lo más alto de las instituciones nacionales e internacionales.

Sabiduría verde
«Como respuesta a su pregunta, y debido a ¡o que seriamos capaces
de hacer con ella, le diría que para nosotros seria un verdadero
desastre descubrir una fuente de energía limpia, barata y abundante.
Tendríamos que buscar fuentes de energía adecuadas a nuestras
necesidades, que no nos proporcionaran excesos de energía concen­
trada con ios que hacer daño a la tierra o hacernos daño entre noso­
tros».
Am ory Lovins, «The Mother Earth»,
entrevista concedida a Playboy, 1977

Lo más destacado es el acceso de ¡os verdes a las fortunas de ios


Rockefeller, los Ford y la Sun O il Company entre otros. A tres genera­
ciones de distancia de los emprendedores y los hombres de negocios
que amasaron esas fortunas, ¡as fundaciones benéficas creadas bajo esos
nombres se dedican hoy a entorpecer la capacidad de ios emprendedo­
res y los hombres de negocios actuales para repetir esos éxitos en la
creación de riqueza creando esas grandes industrias.
La red verde se extiende hasta lo más alto de los organismos supra-
narionales, subvencionados con dinero occidental y dedicados a redistri­
buir y finalmente liquidar dicho dinero. El más destacado de estos orga-

* Atger Hiss [1904-1996] fue un alto funcionario del departamento de Estado de


Estados Unidos del que se descubrió que era un espía soviético. [N. del £].
E l verde es el nu evo rojo 21

«M e he percatado de una tendencia perturbadora. A cada curso escolar


que pasa, mis hijos están más convencidos de que el ser humano y la tec­
nología son malos para el planeta. [...] Tal vez los maestros ayuden a garan­
tizar un futuro más "verde", pero no creo que comprendan que mis hijos
podrían entenderlo como una condena a la humanidad».
Carta de un padre preocupado al New York Times después de afrontar las
consecuencias de uno de los muchos «Días de la Tierra», citado en
«Facts, N o t Fear», Discover, octubre de 1989

nismos es Naciones Unidas.*5 Recuerde el programa «Pacto Mundial» de


las Naciones Unidas, que aspira a «acabar con el capitalismo», según pala­
bras de un muy bien situado colaborador durante una conversación con
un colega mío. O tro de los esfuerzos de Naciones Unidas es el de con­
trolar la población mundial, es este caso desde otro departamento.6 En
otras partes, las Naciones Unidas abogan por el racionamiento de la
energía y la redistribución de la riqueza.7 El presidente francés, Jacques
Chirac, elogió el Protocolo de Kioto de las Naciones Unidas como «el
primer componente de un auténtico gobierno global»8.
Otros dirigentes de las Naciones Unidas y la Unión Europea han reali­
zado confesiones igualmente esclarecedoras sobre sus aspiraciones respec­
to a este régimen, tal y como se comenta en estas páginas. Según palabras
de Maurice Strong, fundador de las cumbres ecológicas de las Naciones
Unidas y subsecretario general de las Naciones Unidas: «¿Acaso no es la

5 Véase el excelente trabajo sobre el fenómeno realizado por Bonner Cohén, en


«The Pnce of Doing Business: Environmentalist Groups Toe Funders' Line», Capital
Research Center, julio, 2006.
6 Véase, por ejemplo, C. Chumley, «United Nations Wages War on Capitalism»,
Capitalism, 15 agosto de 2004.
7 Véase en general el trabajo del Population Research Institute sobre el Fondo de
Población de las Naciones Unidas (FNUAPj.
8Véase en la segunda parte de este libro la discusión sobre el Convenio Marco de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático [C M NU CC], y su Panel Intergubernamental
sobre el Cambio Climático.
22 G u (a políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

única esperanza del planeta que las civilizaciones industrializadas se derrum­


ben? ¿Acaso no es nuestra responsabilidad lograr que esto ocurra?»9.
Strong no es una figura marginal, sino uno de los líderes más respe­
tados e influyentes que los verdes tienen en la escena internacional y
supranacional. Cuando testifiqué a su lado ante los Comités de Rela­
ciones Exteriores y de Obras Públicas y M edio Am biente del Senado de
los Estados Unidos, me encontré con un magnate del petróleo encanta­
dor y erudito que resulta que tiene los puntos de vista radicales que por
desgracia mantiene la clase ecologista dirigente.

Verde por fuera, rojo por dentro

Esto suscita la pregunta sobre las compañías que frecuentan los ver­
des y los vínculos que comparten con ellas. Los comunistas y socialistas
pueden ser activistas ecologistas, y los activistas ecologistas pueden ser
comunistas o socialistas, aunque ser una cosa no significa necesariamen­
te ser la otra. Se trata, sin embargo, de aves que vuelan en bandada, de
alas unidas por la simpatía hacia el movimiento del Salvacionismo Global
moderno.
Los partidos políticos que ostentan el nombre de «verdes» se han
ganado el mote de «sandías»: verdes por fuera y rojos p or dentro. En
Estados Unidos, el programa del Partido Verde va mucho más allá de
simplemente com batir la contaminación e incluye planes dramáticos para
la redistribución de la riqueza. El Partido Verde cortejó a Angela Davis,
la eterna candidata vicepresidencial del Partido Comunista y miembro de
los Panteras Negras. Líderes del Partido Verde alemán, como Petra Kelly
y sus colegas, se opusieron a la entrada de su país en la O TAN y con­
fesaron ser «muy tolerantes» con sus vecinos comunistas, la Unión
Soviética, durante los momentos más álgidos de la Guerra Fría.10

9 Véanse algunas de las pullas más sarcásticas de Stnong en http://wm.brainyqüote.com/


quotes/authors/m/maurice_strong.html
10 Como líder destacada dentro del Partido Verde alemán, fuertemente contrario a la
O TA N , Kelly se declaró «muy tolerante» con los comunistas, temerosa no de que los
Verdes Rojos simpatizaran con los soviéticos, sino de que se sintiesen demasiado cómo­
dos con los socialdemócratas de su propio país. Entre estos colegas estaba un recono­
cido marxista-Ieninista que ocupaba un cargo electo dirigente, Rainer Trampert, sobre
quien el New York Times escribió en la época de su dominio: «El pasado casi-comunista
El verde es el nuevo roio 23

Mientras que el estridente anti-anticomunismo de los medios de comu­


nicación norteamericanos impide que se tome en serio cualquier compa­
ración con el comunismo, los puntos en común entre verdes y rojos son
profundos, y van más allá de la esfera del control de la población y de la
restricción de las libertades individuales y de la libertad económica.
Tenga en cuenta que, en aquellas zonas del mundo donde el ecologis-
mo tiene su mayor influencia (Europa, principalmente], el socialismo y el
antiamericanismo siguen siendo fuerzas políticas vitales y complementarias.
Como los izquierdistas de la vieja escuela, los ecologistas creen seriamente
en la destrucción del capitalismo; en su caso (pese a las evidencias] creen

é M 'é é é é é é é é é é é é é é é é é é é é é é

Sabiduría verde
«Tuve la impresión de que en lugar de salir a matar pájaros, tenía que salir
y matar a los niños que mataban pájaros».
Paul Watson, cofundador de Greenpeace,
citado en Access to Energy, vol. 10, núm. 4, diciembre de 1982

que a través del capitalismo estamos destruyendo nuestro único planeta


(los datos nos cuentan otra historia, naturalmente]. De hecho, algunos de
los antiamericanos más virulentos nacidos en Estados Unidos, como Susan
Sontag y Betty Friedan, difundieron sin la menor vacilación el dogma eco­
logista, augurando la futura división del movimiento.
Para el ecologismo moderno, y para decirlo de forma muy sencilla,
el enemigo es la economía libre. Más concretamente, el enemigo del
ecologista moderno es el capitalismo, y el ecologismo es simplemente el
vehículo elegido.
La ironía de todo ello resulta relevante si recordamos el historial eco­
logista del comunismo. Zonas enormes de la antigua U nión Soviética
han sido declaradas «áreas de desastre ecológico». Sabemos ahora que
la URSS enterró en el subsuelo, a menudo cerca de sus principales

de Trampert no preocupa a la mayoría de los verdes fieles, que parecen alérgicos al pro­
fundo anticomunismo de sus mayores». «Germany: For Greens ¡t's Make Waves, N o t
War», james M Markham, 3 de octubre de 1982.
24 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

ríos, prácticamente la mitad de toda la basura nuclear que el régimen


produjo a lo largo de treinta años. Los comunistas enterraron también
basura nuclear en el M ar del Japón. Se produjo también el desgracia­
do accidente de Chem obyl, un desastre mortal inimaginable en naciones
libres. (P. J. O'Rourke" explicaba que los comunistas eran incapaces de
construir una tostadora que no destruyera la salita del desayuno).
Con referencia a la China comunista, la Energy Inform ation Agency
de Estados Unidos escribe: «Un informe publicado en 1998 p or la
Organización M undial de la Salud [O M S] destacó que siete de las diez
ciudades más contaminadas del mundo se encuentran en China. Dos de
los contaminantes más importantes son el dióxido de azufre y el hollín
provocado por la com bustión del carbón, cuya combinación da como
resultado la formación de la lluvia ácida que en la actualidad cae sobre
un 30 por ciento del te rrito rio tota! de China»11213.
Sin que lo sustenten los hechos, los ecologistas suelen mostrarse
devastadores en cuanto a culpar, en prim er lugar, a la masa de norteame­
ricanos, ignorando e incluso negando que la nación más rica del mundo
tiene un rendimiento ecológico por encima de las naciones más pobres
y menos libres. Para ellos es más im portante atacar la riqueza y adherir­
se a la superioridad de los estilos de vida primitivos e indígenas (en los
que nuestras élites ecologistas han decidido no vivir). Desgraciadamente,
pocos ecologistas se han trasladado a vivir al Edén prim itivo im poluto
y no estropeado por estilos de vida no indígenas. Todo lo contrario, se
los encuentra de forma desproporcionada viviendo en códigos postales
correspondientes a las zonas más de moda y habitando casas con vistas
que deben protegerse del azote de los modernos molinos de viento.
El ecologism o no siempre fue un simple m ovim iento izquierdista.
La defensa del ecologism o era defendida p o r ambos partidos en
Estados U nidos hasta principios de la década de 1970, cuando Rachel
Carson escribió Primavera silenciosa° y m ovilizó a la m u ltitu d de los
críticos de los productos químicos y a otros extremistas, radicalizan-

11 Patríck Jake O'Rourke [nacido en 1947] es un periodista y escritor norteamericano


de ideas conservadoras y liberales. [N. de ¡a T).
12 http://www.eia.doe.gov/emeu/cabs/chinaenv.html
13 Hace referencia al libro publicado por Rachel Carson, Silent Spríng [Ed. Houghton
Mifflin Company, 1962], reconocido como el inicio del movimiento verde. Hay edición
española: Primavera silenciosa\, Crítica, Barcelona, 2005.
El verde es el nuevo rojo 25

ééééééééééééééééééééééééé
Sabiduría verde
«El homo sapiens está resultando ser una fuerza tan destructiva como
cualquier asteroide. La intrincada red de ecosistemas de la Tierra pros­
peró durante millones de afíos, en forma de paraísos naturales, hasta
que llegamos nosotros. [...] La cruda realidad es que somos demasia­
dos. Y consumimos demasiado. Sobre todo aquí. [...] La solución no es
ningún secreto: control de la natalidad, reciclaje, disminución del con­
sum o...».
M a tt Lauer, Countdown to Doomsday,
programa de la M S N B C , junio de 2 0 0 6

do el m ovim iento. De hecho, los conservadores fueron los precurso­


res del conservacionismo, desde Edmund Burke hasta Russell Kirk. El
pensamiento conservador, que se focaliza mucho en to rn o a la con­
servación de las formas de vida tradicionales y del medio natural,
sigue quedando resumido p or la frase: «Si el hombre posee la tierra,
cada día es el Día de la Tierra». Nada ha cambiado, excepto el m ovi­
m iento ecologista.
Para los verdes com prom etidos, el medioambiente no es más que
otra demostración de que el capitalismo no funciona, de que hay un
exceso de gente consumiendo excesivos recursos del planeta, y de
que tarde o tem prano nuestro planeta reaccionará violentamente. Si
el capitalismo es la fuerza que sustenta ese «exceso de gente» y su
acceso a esos «excesivos recursos», entonces el problenicrVs-e^capi-
talismo. .V '

S f

La gente: el enemigo 1
--"a
Es importante no perder la perspectiva de la antip^tja^quóTós^erdes
sienten hacia la gente. Bajo el punto de vista de los e q p lo g ist^g e n te
equivale a contaminación.
La prensa del Reino Unido, izquierdista y masivamente intervencio­
nista y defensora del Estado-niñera, resulta m aravinM J^fr'édafiíob *s«ra-
recer lo que nuestra élite piensa. Reflexione sobre lo siguiente: «La gente
26 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

es el mayor problema de nuestro planeta», citando al afamado naturalis­


ta sir David A tten bo ro ug h, o la frase del profesor Chris Rapley: «La
Tierra está demasiado poblada para alcanzar la Utopía». Esta última frase,
pronunciada en la BBC p or el director del British A n ta rctic Survey, fue
desagradablemente acompañada, com o suele ser el caso, p o r imágenes
de escuálidas personas de raza oscura, p or si acaso el público no había
captado bien el mensaje. ■
Cuando los seres humanos normales ven o tro ser hum ano, vemos
una mente, un alma y un par de manos. Los verdes sólo ven un estó­
mago. La proliferación de nuestra especie resulta exasperante para
nuestros amigos verdes, que desde hace tiem po vienen prediciendo
estrambóticas cifras de población y el consecuente desastre n u trid o -
nal, e insisten obstinadamente en que el tamaño actual de la pobla­
ción es «insostenible», una afirm ación que llevan repitiendo desde
hace décadas. Según fatalistas com o Paul Ehrlich, la población adecua­
da o «sostenible» de la Tierra se sitúa entre uno y dos m il millones de
personas; p o r encima de esta cifra, la hambruna está garantizada.
Curiosamente, en un planeta que «se muere de hambre» y alberga a
cerca de seis mil millones de personas, se ha declarado una epidemia
de obesidad.
Pese a esta aversión a la sobrepoblación, existen pocas pruebas de que
los ecologistas se «despueblen» desmesuradamente [a pesar de su ten­
dencia a ser fumadores compulsivos]. Todo lo contrario, en general, los
verdes sugieren que sean otros los que lleven a cabo los sacrificios nece­
sarios para salvar el planeta.
Esta realidad, combinada con la visión de las personas como elemen­
to contaminante, explica por qué los grupos ecologistas valoran ahora
la actitud «ecológica» de un político según su postura respecto al tema

La im portancia de las energías seguras


Los activistas verdes insisten en que «los lideres mundiales no deben per­
mitir que la preocupación por la seguridad de las energías les distraiga de
llevar a cabo las acciones prometidas sobre el calentamiento global».
Reuters, 14 de junio de 2006
iÜAiÉtáí
E l VERDE ES EL NUEVO ROJO TI

del aborto.14 Cuando la League o f Conservaron Voters publicó su eva­


luación correspondiente a 2001, en la que otorgaba a los miembros del
Congreso de Estados Unidos una puntuación según su simpatía por el
medioambiente, el voto a favor de ampliar la ayuda estadounidense a
organismos abortistas extranjeros contó como «pro-medioambiente».
Pese a que a cada año que pasa, más se demuestra que están equivo­
cados, nuestros amigos alarmistas siguen sin inmutarse. Mientras tanto,
ni el capitalismo ni la riqueza, sino la burocracia, la corrupción guberna­
mental y el fracaso en la implementación de las libertades económicas,
bloquean la posibilidad de poder alimentar a to d o el mundo.
El problema de la antipatía de los verdes hacia la raza humana ha jus­
tificado la aparición de muchos trabajos en los que se lleva a cabo un aná­
lisis de la situación en profundidad. La filosofía de los verdes podría des­
cribirse con la abreviatura IPAT: Impacto [malo] = Población x Abundancia
x Tecnología [interpretada a menudo como consumo energético per
cápita]. Naturalmente, Ehrlich intervino en la introducción de esta fó r­
mula [lo que viene a decirnos todo lo que necesitamos saber sobre su
validez predictiva]. IPAT es tan fiable que, tal y com o Jerry Taylor, del
Cato Institute, ha destacado, sugiere que ios estadounidenses deberían
empezar a emigrar en masa a Botswana, Albania, Namibia, Gabón, Laos,
Armenia, Moldavia y otros vergeles donde los resultados IPAT exceden
a los generados por nuestra miserable existencia en este país.15

Am igos y vecinos

Parece justo decir que la mayoría de los norteamericanos de dase


media que se consideran «ecologistas», especialmente aquellos que no

H Véase, por ejemplo, National Center for Public Policy Research, «League of Conser-
vation Voters Sconecards Ignores Important Envinonmenta! Votes, But Inciudes Abortion and
Campaign Finance Reform», 28 de febrero de 2002, en http://www.nationalcenter.org/
TSR22802html. El artículo hace referencia a la valoración por parte de! grupo de presión,
League of Conservation Voters, de la postura de los políticos respecto a la política
«México City», que prohíbe que la «ayuda extranjera» para ia «planificación familiar», sub­
vencionada por los contribuyentes de Estados Unidos, vaya a parar a grupos relacionados
con el sector de las prácticas abortivas.
15 J. Taylor, «Greeniacs in Jo-burg: The U.N.'s latest "Earth Summit"», National Review,
16 de septiembre de 2003.
28 G uia políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

son ecologistas profesionales, creen sinceramente que el desarrollo huma­


no y ¡a prosperidad dañan gravemente el medioambiente en general, y
el clima en particular. Las personas ocupadas, que confían en el trata­
miento superficial que los medios de comunicación dan al tema, sucum­
ben a este punto de vista pese a que su cultura y experiencia les per­
mite comprender que los más ricos son, de hecho, los que más sanos
están... y los que están- más limpios.
Las políticas ecologistas tienen un coste, un coste que a menudo
recae sobre la sociedad en su totalidad, disminuyendo la riqueza y, en
consecuencia, perjudicando la salud. El ecologista medio, sin embargo,
ignora este peligro y asume que el coste de esas políticas caerá sobre
otros (empresas multinacionales, gente adinerada o, si el ecologista es
europeo, sobre los norteamericanos). Las simpatías ecologistas parecen
ofrecer cierto tono de hipocresía.
Los activistas verdes norteamericanos se enfrentan a un público que,
no obstante, sigue mostrándose más escéptico respecto al intervencio­
nismo del gobierno y del estado que el de la Unión Europea, donde en
cuanto se convencen de !a existencia de un problema, rápidamente se
vuelcan hacia el Estado. Esta fe europea en el intervencionismo genera
un umbral más bajo para pasar del escepticismo al alarmismo. Cuando el
gobierno es tan gigantesco y se entromete tanto en la vida diaria como
sucede en Europa, hundirse un poco más en el fango carece ya de
importancia.
N o pretendo decir con ello que los norteamericanos sean totalmente
contrarios a pedirle a su gobierno que les solucione lo que creen que
puede ser un problema. (Y albergamos, a buen seguro, pequeños grupos
de población con tendencia a pensar a la europea]. Piense en la respues­
ta, o más bien en la ausencia de la misma, de algunas comunidades ante
la llegada del huracán Katrína, y en la aparente expectación de que
Washington se ocuparía del asunto (y luego en la respuesta posterior al
paso del Katrina en busca de una reconstrucción subvencionada por el
gobierno en la misma localización, bajo el nivel del mar y azotado con fre­
cuencia por ese tipo de tormentas]. Si pretende usted que el gobierno le
mantenga a salvo de los huracanes viviendo en la costa del Caribe y por
debajo del nivel del mar, es muy probable que esté también dispuesto a
darle al gobierno todo el poder que éste considere necesario para con­
trolar el clima.
EL VERDE ES EL NUEVO ROJO 29

I
En general, los norteamericanos conservan una intensa tradición de
solucionar sus problemas sin recurrir ai Estado, incluyendo el asunto del
conservacionismo.16 Como resultado de ello, los verdes norteamericanos se
enfrentan con un hueso duro de roer porque tienen que convencer al
público tanto de que el supuesto problema es real, como de que la res­
puesta al mismo está en las políticas que ellos dictan, unas políticas que
limitan las libertades individuales y se llevan el dinero de los ciudadanos.
La fe en que el gobierno solucione cualquier problema medioam­
biental que pueda percibirse incita a ios verdes europeos a mostrarse
también algo más centrados en proclamar el desastre... y a su población
a culpar también con más facilidad al capitalismo. Con el capitalismo
como causa de la supuesta enfermedad, es más fácil que los europeos
acepten dicha enfermedad com o algo rea!.

* * * * * * * * * * * * * *

«Para que no le quede duda de que las obras piadosas de la izquierda son
hoy en día una religión, lleve a cabo el siguiente experimento. Acérquese
a un activista ecologista y diga: "¿Qué opinas del cerramiento de! aguje­
ro de ozono?" o "¡Caramba! La temperatura de la tierra alcanzó su máxi­
mo en 1998 y ¡levamos ya casi una década de enfriamiento. ¿No te parece
8 estupendo?", y luego mire qué cara pone. Igual que sucede con todos los
cultos milenarios relacionados con el Día dei juicio Final, las buenas noti­
Sf ■• cias caen como una patada».
M ark Steyn, periodista

Esto no significa que debamos compadecernos de la situación en la


c je se encuentran los verdes norteamericanos, pues poseen una enor-
® Sig e ventaja sobre sus oponentes ideológicos en lo que a ¡as campañas
ro a recaudar fondos se refiere, disponen de unos medios de comuni-
xron comprensivos y que les apoyan, y de una disposición a pedir casi
C-ialquier cosa y a atacar enconadamente a los herejes. Aun así, el ren­
dí m entó relativamente pobre de los verdes norteamericanos en cuanto
i a implementación de su programa, les lleva a apelar a la autoridad de

■\'e?.se, por ejemp!o; el trabajo y los materiales del Center for Prívate Conservaron,
» \7p:7/ prfamerica.org/CEI-CPC.html

:
30 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

ééééééééééééééééééééééééé

N ada que temer, excepto el miedo


«¿Se ha planteado alguna vez lo asombrosa que es en realidad la cultura
de la sociedad occidental? Los países industrializados ofrecen a sus ciu­
dadanos unos niveles de seguridad, salud y bienestar sin precedentes. En
el últim o siglo la esperanza de vida ha aumentado en un SO por ciento.
Pero el mundo m oderno vive bajo una sensación de miedo vil. La gente
tiene miedo a los desconocidos, a las enfermedades, al crimen, al
medioambiente. Tiene miedo a la casa donde vive, a la comida que come,
a la tecnología que le rodea. En particular, tiene miedo a cosas que ni
siquiera puede ver: gérmenes, productos químicos, aditivos, contaminan­
tes. La gente se muestra tímida, nerviosa, irritable, depresiva. Y lo que
resulta aun más sorprendente, está convencida de que el medioambien­
te del planeta está siendo destruido. ¡Increíble! Igual que la creencia en
la brujería, se trata de una falsa ilusión extraordinaria, una fantasía glo­
bal digna de los Tiempos Oscuros. Todo se va al infierno, y todos debe­
mos vivir con miedo».
Uno de los cada vez más escasos académicos que no se sube al tren
de los verdes sino que lo rechaza, caracterizado en el libro
de Michael Crichton Estado de miedo, 2 0 0 4

los europeos como prueba de que Estados Unidos está actuando mal al
no im itar las decisiones que aquellos toman.
Con la garantía de que nuestros superiores internacionales pondrán
mala cara, a los verdes les resulta ventajoso trasladar los principales temas
medioambientales al ámbito internacional. Y aunque la resistencia nortea­
mericana a un programa estatista queda, por lo tanto, diluida, no se
liquida por completo, siempre y cuando los líderes estadounidenses
recuerden el papel que hemos venido ostentando desde hace mucho
tiempo: ser el adulto, ser el policía malo, decir «no» a cosas que los
demás se consideran con derecho a exigir.17

17 Tal y como se oyó decir a un diplomático canadiense durante los primeros años
del mandato de Clinton, los nuevos no acababan de captarlo. Toda tragicomedia tiene
sus papeles.
El verde es el nu evo rojo 31

Pero la pasión de los verdes es convincente. Además de los medios


de comunicación simpatizantes que difunden su mensaje; el principal
punto fuerte de los ecologistas es que sus seguidores creen realmente
en lo que predican... al menos en su causa, si no en sus aseveraciones.
N o quiero decir con esto que los motivos de los verdes sean puros, pro­
humanos incluso, pero sí que un misionero convencido tiene muchas
más probabilidades de convertir a los infieles, o como mínimo de per­
suadirlos de la justicia de su misión.

ééééééééééééééééééééééééé
Sabiduría verde
«Alim entar a un niño que se muere de hambre es exacerbar el problema
de la sobrepoblación mundial».
Lamont Colé [citado por Elizabeth M . Whelan
en su libro Toxic Terror)

Pero, y superando con creces todos estos puntos fuertes, los ver­
des tienen una enorme debilidad: se equivocan, ta nto desde el punto
de vista económ ico com o científico, en prácticamente todos ios
temas a los que se dedican. A l final, la verdad siempre sale a relucir.
Por ejemplo, en menos de una década se verá que su fervorosa cam­
paña contra los «alimentos modificados genéticamente» está destina­
da a apagarse definitivamente, dado que no hay daños demostrados
en los productos de cosechas diseñadas para resistir las amenazas del
clima y las plagas. Los avances tecnológicos son indispensables para
com batir el hambre, un tip o de avances que lleva muchos siglos de
desarrollo pese a la m itología de «comida de Frankenstein» futurista
que defienden los verdes. Parece asimismo posible, pese a las grandes
sumas de dinero que hay en juego, que en el mismo espacio de tiem ­
po, y en cuanto el público se enfrente al alcance del programa para
com batir el calentamiento global, ese asunto pase también a conver­
tirse en una simple nota a pie de página que los verdes querrán
b o rra r en el m om ento en que empiecen a concentrarse en el «enfria­
m iento global».
32 G u Ia POLITICAMENTE incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

El objetivo: la salvación global

La radicalización del movimiento verde mide sus fuerzas contra aquellos


que reconocen que «más rico es más sano... y más limpio». Despotrican
contra la riqueza ante las pruebas concluyentes que demuestran que a
menos que la sociedad disfrute de un determinado nivel de riqueza social
[renta per cápita], la miseria está asegurada, y a ello le siguen efectos
medioambientales miserables. En cuanto se alcanza y mantiene un deter­
minado nivel de vida, las sociedades pueden permitirse más el lujo de
«cuidar» su medioambiente mediante regulaciones sobre la contamina­
ción. Cuanto más rica sea la sociedad (y cuanto más fuerte sea la econo­
mía], más rigurosa será y más numerosas serán las regulaciones medioam­
bientales que sus ciudadanos tolerarán o, incluso, exigirán.
En la actualidad, los países más ricos regulan hasta la «millonésima»
parte de esta sustancia o aquella y gastan miles de millones de dólares
en nombre de hipotéticos riesgos.
Pese a esta correlación entre riqueza y costosas indulgencias medioam­
bientales, los verdes veneran estilos de vida antiguos y primitivos, mientras que
los que están anclados en esos estilos de vida matarían para huir de ellos.
(Muchos lo hacen sin duda, y otros mueren en el intento]. La respuesta que
debería escucharse ante la pérdida del estilo de vida indígena tendría que ser:
«¡Estupendo!». Pero los verdes ponen mala cara ante la idea de que las pobla­
ciones «indígenas» pudieran obtener la electricidad, los automóviles y las
comodidades residenciales sin las que estos mismos verdes no podrían pasar.
Debajo de esta hipocresía se encuentra la creencia arrogante de que ellos,
como personas ilustradas que son, saben lo que es mejor para esas pobres
gentes. Que sólo el 5 por ciento de Malawi disponga de electricidad es, al

Sabiduría verde
«Debemos convertir esto en un lugar inseguro e inhabitable para los capi­
talistas y sus proyectos. Es la mejor contribución que podemos hacer para
proteger la tierra y luchar por una sociedad liberada».
Ecotage [parecido a «sabotaje»], un derivado
de la organización radical Earth First
El verde es el nuevo rojo 33

parecer, una buena causa para que Madonna se lleve a casa un niño de Malawi,
pero no para exportar a ese país los horrores de nuestra prosperidad.
Y mientras, los verdes y la izquierda en general se quejan, no de la
pobreza, sino de la gran brecha que existe entre ricos y pobres, negán­
dose normalmente a reconocer que los pobres [en los países ricos] están
haciéndose cada vez más ricos y que el umbral de la pobreza se redefi­
ne continuamente. Lo que mata es la pobreza, no la desigualdad18, pero
los pobres que hoy en día viven en países ricos disponen de las como­
didades que un siglo atrás sólo poseían los verdaderamente ricos: coche,
instalaciones sanitarias en casa y otros avances modernos, climatización,
teléfono y televisión, abundancia de comida e, incluso, obesidad. Incluso
los esquimales inuit se quejan de las casas modernas y hablan sobre su
«derecho al frío», se quejan de que el calentamiento global está arrui­
nando su forma de vida tradicional, critican el coste de la gasolina y afir­
man que la pista de aterrizaje de su aeropuerto se ha dilatado por el
calor.19 ¿Cómo se dirá «caradura» en el idioma de los inuit?
Para decirlo en otras palabras, olvídese de la riqueza cada vez mayor
de los pobres. Lo que ellos odian [pese a la generosidad que muestra la
riqueza en las sociedades libres] es la disparidad, y la riqueza de los ricos.
N o es lo mismo que decir que odian la riqueza. Y, una vez más, el o ri­
gen de la riqueza es el capitalismo.
Consideremos o tro aspecto de la involución del ecologismo a su
actual estado casi prim itivo. Con la desaparición de la tradición religiosa
en Europa y gran parte de Estados Unidos, aparecieron dos ídolos dis­
puestos a llenar el vacío en la necesidad del hombre de adorar, creer,
encontrar autoridad y un significado a la vida: el estado y el medioam-
biente. El autor del Index of Environmental Indicators, Steven Hayward, del
American Enterprise Institute, cita al columnista de New Republic, James
Ridgeway, ofreciendo una interpretación de esta gravitación a partir del
cisma interno que sufrieron los verdes a principios de la década de 1970

18 Para una discusión sobre la realidad de que la desigualdad no mata, véase


«Inequality and Mortality: Long-Run Evidence from a Panel of Countries», por Andrew
Leigh y Christopher Jenks, Documento de Trabajo número RWP06-032, presentado el
28 de julio de 2006, John F. Kennedy School of Government Faculty Working Paper
Series, en http://wm.ksgnote5l.harvard.edu/research/wpaper.NSF/rwp/RWP06-032
19 Observé estas mismas aseveraciones en diciembre de 2 0 0 4 en Buenos Aires,
durante el acto «Right to be Coid». Véase, por ejemplo, H . Morano, «Warm Homes
causing Arctic ice melt, Eskimo charges», CNSNews, 9 de diciembre de 2005.
34 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

y antes de la caída de la Unión Soviética: «La ecología ofrecía a las per­


sonas con mentalidad progresista lo que siempre habían anhelado, una
manera segura, racional, y por encima de to do , pacífica, de rehacer la
sociedad [...] y de desarrollar un estado central más coherente...»2021.
Con la u lterior caída de los regímenes comunistas, el ecologismo
acabó emergiendo como un destacado vehículo para «rehacer la socie­
dad» a través de un «estado central» supremo.
El antiguo jefe del departamento económico de la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico [OCDE], David Henderson,
dio a este impulso el nombre de «Salvacionismo global». Una de las
ramas de los salvacionistas, explicaba Henderson, está integrada por eco­
logistas «verdes radicales», que desean hacer valer los derechos de otros
seres vivos y de la tierra como un todo, por encima de lo que conside­
ran actividades dañinas y destructivas de los seres humanos.

El ecologismo como religión

Se trata de un tema sobre el que se han escrito muchas cosas. Se ha lle­


vado incluso a juicio relacionándolo con la «Establishment Clause» [obliga­
ción de neutralidad para el Estado en materia religiosa] de la Primera
Enmienda: ¿Podría ser que las regulaciones gubernamentales instituidas en
nombre de las causas medioambientales entrecruzaran de forma no permi­
tida estado y religión [en este caso, la fe de Deep Greerí1')? El asunto nunca
ha sido juzgado en el sentido estricto de la palabra, pero cabe esperar que
cuando se haga, los tribunales consideren el tema con el máximo respeto.

20 «ls "Conservative Environmentalist" an Oxymoron? How to End Environmental


Policy Gridlock», 2 de agosto de 2005, en http://wm.aei.org/pubHcations/filter.all.publD
.22914/pub_detaii.asp
21 Deep Green es una asociación ecologista americana. En el juicio Wyoming Sangras
contra el US Forest Service, 383 F.3d 1241 C.A. 10 (WY, 2 0 04 ) (rechazado por el Supremo
de Estados Unidos en 2005], los demandantes expusieron que un monumento histórico
designado por el Forest Service se encontraba ilegalmente situado en una zona de la natu­
raleza sagrada para los indios. El Tribunal Superior número 10 da a las alegaciones un tra­
tamiento respetuoso y detallado. En el caso de Deep Green de Minnesota, Associated Contract
Logres, Inv. contra el US. Forest Service, 84 F. Supp. 2d 1029 (D. Minn. 2 0 0 0 ) (defendido por
el Tribunal Superior número 8 en 2001, y rechazada la petición por certiorari por parte del
Supremo en 2002], los tribunales consideraron las demandas como una locura.
E l verde es el nuevo rojo 35

Este libro no pretende recrear los argumentos claramente expresados sobre


el asunto. El popular novelista, y ahora enemigo del estado verde, Michael
Crichton, aportó un fascinante discurso sobre el ecologismo como religión en
una conferencia ofrecida el 15 de septiembre de 2003 en el Commonwealth
Club de San Francisco y que tituló «El ecologismo como religión»22. Para un
tratamiento académico sobre los aspectos económicos y legislativos de este
enigma, véase el artículo «How Much Is God Worth?» de Robert Nelson.23

Sabiduría verde
«La verdad es que M ozart, Pascal, el álgebra de Boole, Shakespeare, el
gobierno parlamentario, las Iglesias barrocas, Newton, la emancipación de
la mujer, Kant, M arx, el ballet Balanchine, etc., no redimen lo que esta civi­
lización ha aportado al mundo. La raza blanca es el cáncer de la historia de
la humanidad. Es la raza blanca, única y exclusivamente, sus ideologías y
sus inventos, lo que destruye las civilizaciones autónomas por donde quie­
ra que se extienda, lo que ha alterado el equilibrio ecológico del planeta,
lo que ahora amenaza incluso la existencia de la vida».
Susan Sontag, Partisan Review, invierno, 1967

Confusión de prioridades

El capitalismo es el enemigo, pero también lo es, al parecer, la lógica.


El ecologismo está tan lleno de contradicciones y paradojas que a sus
seguidores les resulta imposible conservar con buena fe la religión verde.
La hipocresía verde va mucho más allá de la de los miembros de la alta
sociedad que ridiculizan el exceso de coches que hay en Norteamérica o
de los famosos que realizan viajes de ida y vuelta en un solo día a los

22 Accesible a través de http://www.michaelcrichton.net/speeches/index.html


23 Conferencia ofrecida por Nelson, escrita originalmente en mayo de 1996, en
«Competitive Enterprise Institute Comments, OMB Draft Report to Congress on the
Costs and Benefits of Federal Regulation», 5 de mayo de 2003, pp. 129-152, publicada en
http://www.cei.org/pdf/35i5.pdf
36 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

países pobres del Tercer M u n d o ... algo que motiva a nuestros amigos
de Hollyw ood como pocas cosas más, aparte de la alfombra roja. Va
más allá de los Kennedy y de los Heinz-Kerry del mundo que creen
que los m olinos de viento deben colocarse en cualquier lugar que no
sea delante de sus mansiones en Cape Cod, pues les destrozarían sus
preciosas vistas.
Por ejemplo, durante décadas, los activistas verdes y los tontos útiles
de los que se aprovechan, presentes en nuestros cuerpos legislativos esta­
tales y federales, han trabajado incansablemente para conseguir la apro­
bación de infinitas prohibiciones y órdenes legislativas con la inevitable y
típicamente deseada consecuencia de dism inuir la disponibilidad o fun­
cionalidad de «combustibles fósiles» como el carbón, el petróleo y el gas
natural, subiendo el precio de la gasolina y garantizando apagones conti­
nuos en los periodos de mayor demanda, el equivalente de la electricidad
a la gasolina.
Claman los verdes: Tenemos que eliminar nuestra dependencia del petróleo
extranjero... pero no haciendo prospecciones aquí, ya sea en la tundra de
Alaska o a docenas de millas de la costa. U no de los mantras que pre­
dican los verdes en respuesta a la escasez (que ellos maquinan], absur­
da después de un solo segundo de reflexión, es cualquier variante de
la siguiente frase: «Nuestra mayor reserva demostrada es la conserva­
ción».
Por mucho que intenten no decirlo directamente, es innegable que
la demanda para dism inuir la utilización de «petróleo extranjero»,
quiere decir de «cualquier petróleo»: No utilices la importación, pero aquí
no puedes hacer prospecciones. De un m odo similar, la insistencia en que
disminuyamos nuestro consumo de «energía... (la que sea]» significa
«energía... (a secas]». N o es necesario llenar el espacio de esos puntos
suspensivos. Cuando en la década de 1970 se celebró el prim er Día de
la Tierra, una cuarta parte de Estados Unidos dependía del petróleo
extranjero. La dependencia alcanza ahora el 6 0 p or ciento, pues gracias
al aumento de las restricciones sobre la producción doméstica exigidas
por los verdes, el aumento de la demanda nacional se satisface con
suministro extranjero.
Los grupos verdes que nos trajeron la «dependencia del petróleo
extranjero», al cerrar bajo llave nuestras reservas han seducido ahora a
los halcones conservacionistas y los han engatusado para que promue­
van una versión actualizada de la política energética de Jimmy Cárter, con
El verde es el nuevo rojo 37

éééééééééééééééééééééñééé

Sabiduría verde
En realidad, los verdes y sus camaradas anti-globalizaclón nunca se han
opuesto a la globalización, sino que han sido rabiosos promotores de la
misma; durante años, los comunistas se conjuraron para exportar su filo­
sofía a todos los rincones del mundo. Después de perder esa lucha, los
«anti-globalización» se oponen simplemente a la globalización de ideas que
no son las suyas (por ejemplo, la economía de mercado libre].

el objetivo aparente de empobrecer la zona de O riente M edio y, en con­


secuencia, acabar con el terrorismo.
Debería quedar claro que el analfabetismo económico y la ignorancia
de los mercados energéticos son exigencias subliminales del activismo
ecologista.
A modo de ejemplo, cuando en 2005 y 2006 los precios de la gaso­
lina llegaron en Estados Unidos a tres dólares el galón (79 cetavos de
dolar por litro] y las empresas petrolíferas alcanzaron cifras récord de
beneficios, las respuestas de los verdes fueron tremendamente revelado­
ras. Las misivas que enviaron masivamente por correo electrónico eran
una mezcla tremenda de xenofobia, falsas lamentaciones por los precios
a pagar y el habitual alarmismo sobre el calentamiento global (siendo la
«solución» de los verdes a dicho calentamiento la misma que su «solu­
ción» al enfriamiento global y a prácticamente todo: conseguir que la
energía escasee aun más]. Dado que el programa ecologista está motiva­
do por la búsqueda de precios energéticos más elevados y la disminu­
ción del consumo energético, esto es como dar una auténtica bofetada
de capitalismo barato a un tema emocional con tal de poder implemen-
tar un programa.
Para ratificarlo, piense que en Europa los precios de la gasolina han
superado ya los seis dólares el galón, pero los socios europeos de nues­
tros verdes (siendo nuestros cruzados anti-multinacionales, empresas o
franquicias multinacionales de facto, si no de jure) ni siquiera han levanta­
do la voz. Europa y Estados Unidos pagan el mismo precio por un barril
de crudo. La diferencia en el precio que pagamos en el surtidor de gaso­
lina radica casi exclusivamente en el valor de los impuestos (cada país
Q m « tó n C A ít'V s VCOaSZCTA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL Y DEL ECOLOGISMO

.v ■ „< r - ; c o s prejuicios y grados de etano! u otros componentes


*S»e i ítors.onan el precio, pero la participación del contribuyente
Ib s é N it* íf-. generaba la diferencia de precio p o r galón],C on los bene-
ó. .es que se obtienen a p a rtir de precios más elevados yendo a parar
i a s arcas del Estado y n o a las empresas, pagar más de seis dólares
p o r galón está m uy bien, gracias.24 ¿Dónde está el problema de un
«im puesto p o r el pecado» que contribuye de forma tan virtuosa a las
arcas públicas?
De hecho, los lectores que siguen el debate de cerca saben que inclu­
so el precio actual que se paga en Europa es demasiado bajo para el
gusto de ios verdes. El Parlamento Europeo empieza a hacer ruido
hablando de un posible «impuesto K ioto», mientras gasta millones en
una campaña de relaciones públicas para convencer a los ciudadanos de
que abandonen voluntariamente la libertad de transporte autom ovilísti­
co que puedan tener. De un m odo u o tro, parece que se han olvidado
del ciudadano de a pie.
Piense en los argum entos políticos que rodean «la mayor amenaza
a la que se enfrenta el ser hum ano, peor que el terrorism o»25. A saber,
y para los no iniciados, «el cambio climático». ¡El calentamiento global

24 A destacar la tremenda negligencia de los políticos, fingiendo también preocupa­


ción porque fuerzas privadas [extorsionando o confabulando] pudieran generar una subi­
da de los precios de la gasolina. Durante las pasadas décadas, el Congreso se ha entrome­
tido en los asuntos de los mercados energéticos. En la década de 1970, los controles de
los precios produjeron el inevitable resultado del colapso en la producción. Las refinerías
de Estados Unidos se encuentran literalmente agobiadas por miles de normas absurdas, a
veces contradictorias, y siempre irritantes, hasta el punto de llegar a generar una cantidad
insuficiente de producto refinado y colapsar la capacidad de los gasoductos; junto con
intimidantes obstáculos con que tropieza cualquier novedad, el resultado ha sido que en
prácticamente treinta años no se han construido nuevas refinerías en Estados Unidos. A
esto tiene que sumarse la prohibición de la exploración petrolífera en el extranjero que
aplica al 97 por ciento de los posibles campos y los exigentes requerimientos de la EPA
(Agencias de Protección Medioambiental] respecto a los procedimientos de refinado. Y ¿a
quién le sorprenden las subidas de precios de 2 0 0 6 provocadas por la mala climatología
(en una zona donde nos hemos visto obligados a concentrar la producción, la refinería y
la capacidad de importación] y las ¡ncertidumbres de Oriente Medio? El Congreso debe­
ría de sentirse incómodo, y avergonzado. Pero sus miembros se dedican a señalar con el
dedo, sin comprender en absoluto el sector ni las leyes que aplican al mismo.
25 Esta absurda élite ha progresado gracias a personajes que van desde el asesor cien­
tífico principal británico, sir David King, hasta el antiguo presidente Bill Clinton.
El verde es el nu evo rojo 39

provocado por la emisión de gases de efecto invernadero matará a millones de


personas! ¡Pero nunca permitiremos la energía nuclear, que no genera gases de
efecto invernadero!26 La verdad es que fragmentos de frase del estilo de
«Morirán millones de personas... pero vuestra energía nuclear nos ate­
rroriza...», esconden mucha tensión moral.

Sabiduría verde
«La única tecnología realmente buena es no tener ningún tipo de tecno­
logía. La tecnología es el sistema impositivo sin representación, un sistema
impuesto por nuestra especie elitista [el hombre] sobre el resto del mundo
natural».
John Shuttleworth
Escritor del manual Friends of the Earth, citado en Toxic Tenor

Los pantanos, e incluso las granjas de árboles, ayudarían a aliviar la


supuesta crisis climática, pero al parecer son peores incluso que el
supuesto apocalipsis inducido por el C 0 2. Los grupos verdes solían
defender la energía hidráulica, los molinos de viento y la energía nuclear
hasta que estas energías alternativas empezaron a hacerse realidad. Los
pantanos están pensados para los peces. Los molinos de viento, esos
artilugios de alta tecnología que nos recuerdan a las aves, eran la
«nueva» tecnología prometida sólo si conseguíamos abstenernos del
carbón. Pero todas las plantas de energía eólica del mundo no serían
capaces de reemplazar la energía fósil, porque la naturaleza interm i­
tente de esa energía exige disponer de una fuente de reserva [n o r­
malmente a base de «combustibles fósiles»] para cuando los molinos
giran tranquilamente en niveles de escasa eficiencia y p or debajo de
sus máximos.

26 La única emisión de gases de efecto invernadero que generan las plantas nuclea­
res es el vapor de agua, pero su contribución es incluso más absurdamente mínima que
la del C 0 2 que genera el hombre y, por lo tanto, ninguna discusión política incluye el
vapor de agua como «contaminante»; posiblemente porque un absurdo tal desenmasca­
raría el juego.
40 G uía politicamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

En realidad, no sólo há habido numerosas «grandes amenazas», sino


que cada vez queda más claro que ia retórica que rodea cada una de ellas
incluye la advertencia sobreentendida de «... excepto para los demás».

. Falsas profecías
«Determinados signos, algunos de ellos visibles tanto para el hombre de a
pie como para ei científico, indican que llevamos un tiempo viendo apro­
ximarse una Edad de Hielo sin darnos cuenta de lo que estamos viendo.
[...] Los científicos predicen que provocará nevadas como las que el
mundo no ha visto desde la última Edad de Hielo, hace miles de años».
Betty Frledan.
«The Corning lee Age», Harper's, septiembre de 1958

La traición de un m ovim iento

El naturalismo nunca pretendió ser intervencionismo estatal. El suce­


sor moderno del naturalismo, ese ecologismo actual que linda con el
ecoteísmo, afirma que la única manera de conservar la naturaleza es a
través del control de los recursos y las libertades p or parte del Estado.
Con este planteamiento, la caída del Telón de Acero debería habernos
revelado un verde Edén, pero no ha sido precisamente el caso.
El «ecologismo» actual se presenta en muchas variedades, desde estu­
diantes universitarios mal afeitados hasta miembros ricos de las élites, y
los elementos que motivan su activismo son numerosos y diversos. La
motivación del ecologista actual no es, en general, el amor por la diver­
sidad biológica o la horticultura, ni el deseo de expandir el hábitat de
los distintos animales, ni nada de ese estilo... aunque los defensores
de este tipo de cosas siguen existiendo, en la oscuridad.
El ecologista de hoy en día es en general una persona «anti-algo», y
ese algo suele estar relacionado con el crecimiento: crecimiento econó­
mico, crecimiento de la población, crecimiento físico o, simplemente, ios
derechos a la libertad individual necesarios para que se produzca creci­
miento. Dejando aparte ios símbolos en los que aparece un lindo oso
El verde es el nuevo roio 41

panda y otras imágenes kitsch, dejando aparte los tipos raros que hablan
en defensa de una causa u otra, el ecologista actual se encuentra lejos
de sus antecesores naturalistas, tanto en su capacidad de perspectiva
como de análisis.
Según Hayward, del American Enterprise Institute, «en el pensamien­
to ecologista popular [...] están los distintos ecos de Rousseau y sus
sucesores, la visión, por decirlo en pocas palabras, de que la sociedad
humana y sus instituciones corrompen la armonía del hombre con la
naturaleza, y que eso puede cambiar mediante un acto supremo de
voluntad»27. El ideal de Rousseau persiste en el activista ecologista
moderno, que es posible que siga imaginando como en un sueño que
existen lugares auténticamente salvajes, es decir, lugares «no estropea­
dos» por la presencia del ser humano.
Pese a que los ecologistas se han separado de sus predecesores con­
servacionistas del siglo xx, siguen atrayendo la colaboración de los gru­
pos conservacionistas para que los ayuden a calificar determinados te rri­
torios como «públicos», seduciéndolos con la perspectiva de disponer
de más lugares donde poder cazar y pescar libremente. Los verdes no
revelan que piensan convertir esos territorios en lugares de «uso único»,
lo que significa acostarse cada noche sabiendo que esos lugares existen
y que pueden visitarse [generalmente a pie]. Los verdes han presionado
sostenidamente para restringir cada vez más las actividades en los terri­
torios públicos, empezando por las de cualquier vehículo motorizado y
extendiéndolo finalmente a cualquier otra conducta que a ellos les resulte
odiosa, como la utilización de anzuelos o de armas de bajo calibre con­
tra animales.
En contraste con los naturalistas de la vieja escuela y los conserva­
cionistas, los verdes ecologistas del siglo xxi empiezan a parecer no sólo
anticapitalistas, sino también casi antihumanos. En octubre de 2006, un
artículo publicado en New Scientist soñaba con un mundo en el que
todos los humanos desaparecían.28 El autor citaba las palabras del «bió­
logo conservacionista» John O rrock: «La triste verdad es que, en cuan­
to el ser humano desaparezca de este escenario, la perspectiva empezará
a pintar mucho mejor».

27 Steven Hayward, «Is "Conservative Environmentalism" an Oxymoron?».


28 Bob Holmes, «Imagine Earth W ithout People», New Scientist, 12 de octubre de 2006.
42 G u ía politicamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Esta aversión por ei hombre no se ha desarrollado tanto como resul­


tado de, sino que se ha manifestado en sí misma, con el advenimiento de
la teoría de Gaia defendida por el profesor james Lovelock. Esa teoría
de la Tierra como un ser vivo autorregulado, aunque ostensiblemente
científica, es también ideológica o teológica en el sentido en que sitúa
la Tierra no com o una creación de Dios, sino como una diosa por dere­
cho propio.29
En este mundo, la gente es contaminación y hace realidad el mantra
de Rebelión en la granja de OrweII: «Cuatro patas es bueno, dos patas es
malo». El reverendo Thomas Malthus, un hombre cuyas predicciones de
h o rro r en un mundo de recursos finitos y población en aumento han
demostrado estar más equivocadas a cada año que pasa, ha superado a
Rousseau como santo de devoción en los salpicaderos de los coches de
los verdes. Lo que dirige el ecologismo moderno no son sueños de
amplios espacios abiertos, sino pesadillas de aumento de riqueza, pobla­
ción y tecnología. Y lo que es más im portante, tentando al ecologismo
moderno está la promesa de un control centralizado sobre las empresas
y los individuos. ¿Y quién mejor que los cultos e ¡lustrados verdes para
ocupar el papel de planificador central?

29 Véase, por ejemplo, los libros de Lovelock The Caía Theory, y su autobiografía
Homenaje a Gaia [Laetoli, Navarra, 2005]. Para una crítica no totalmente Inaceptable de
esta teoría desde una perspectiva cristiana, véase «The Gaia Hypothesis: lmplications
for a Christian Political Theology o f the Environment», Stephen B. Scharper, h ttp ://
www.crosscurrents.org/Gaia.htm
C a p ít u l o 2

El impulso autoritario.
Los ecologistas quieren dirigir su vida

ndependientemente de que lo denominemos intervencionismo, socia­

I lism o o algo peor, no cabe duda de que a lo largo de la historia


moderna, y con el objetivo de aumentar el control gubernamental
sobre todas las cosas, grandes y pequeñas, el ecologismo ha ido infun­
diéndonos el miedo sobre una «crisis» que se cierne sobre nosotros.
r Los ecologistas ven el c o n tro l p o r
¿Sabía que... parte del Estado com o algo bueno en
sí mismo e intentan hacerlo realidad
... el ecologism o es agresivamente y utilizando cualquier
norm alm ente una excusa medio pues, bajo su punto de vista, la
para que el gobierno dis­ libertad individual es intrínsecam ente
frute de más poder? [¿Habrá peligrosa.
sido en alguna ocasión una M ilto n Friedm an, en la in tro d u c ­
excusa para que tenga ción que e scrib ió en 1994 a Camino
menos?] de servidumbre, de Hayek, decía: «El
... los líderes verdes más j grueso de la com unidad in te le ctu a l
destacados se oponen a la favorece de manera p rá ctica m e n te
energía asequible? autom ática c u a lq u ie r expansión del
... los ecologistas quie­ poder gubernamental, siempre y cuan­
ren procesar a aquellos que - do se anuncie com o un m odo de pro­
no estén de acuerdo con teger a los individuos de la maldad de
ellos? las grandes empresas, alivie la pobreza,
T~...• ' . ............... ....._ proteja el entorno o fomente la "igual-
44 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

dad"»1. Elementos, todos ellos, que cada vez están más presentes en la retó­
rica ecologista.
C ontrolar cómo se cultivan las cosechas, qué tipo de cosechas deben
cultivarse y cómo deben afrontar los campesinos las posibles amenazas
que puedan s u frir esas cosechas, com o las plagas y el clima, significa
controlar muchas cosas. Si a to do ello se le añade la imposición de one­
rosos obstáculos «medioambientales» en los acuerdos comerciales para
bloquear el mercadeo entre países ricos y pobres, el control es más fuer­
te aún. Si además se limita la utilización de la propiedad privada y se lle­
van a cabo restricciones a través de políticas de «crecimiento inteligen­
te», el control aumenta todavía más. Y la lista continúa si le sumamos las
limitaciones que los verdes imponen al tamaño del coche que podemos
conducir, a las carreteras por las que podemos circular y a lo grande que
puede ser nuestra casa y dónde podemos construirla.
Pero todo esto no es más que intervención estatal al estilo niñera de
poca monta. Si lo que se pretende es tener poder de verdad, es necesario
dictar e imponer unos suministros y unos consumos de energía determi­
nados y declarar que su aplicación es necesaria para salvar la raza humana.
Sólo entonces estaremos hablando de un control total sobre la economía.

«Los activistas, muchos de ellos asociados a Amigos de la Tierra, pasearon entre


los habitantes del pueblo antes de que se distribuyesen los alimentos. Uno de
los activistas, originario de Brasil, utilizó tácticas especialmente vergonzosas. Se
dedicó a explicar una y otra vez a las mujeres del pueblo que aquella comida
estaba "contaminada" y era "tóxica" y que provocaría daños a sus hijos».
Ron Baiiey, Reason, 17 de septiembre de 2003 *1

Simón Jenkins actualizó recientemente en el Sunday Times del Reino


Unido el mensaje de aviso de M ilto n Friedman:

1 F. Hayek, The Road to Serfdom, Chicago, lL,The University Press, 1994, pp. X V -X V I.
Hay edición española: Camino de servidumbre, Alianza Editorial, Madrid, 2005.
El impulso autoritario 45

Todos los pánicos son iguales. Pero hay algunos más parecidos que otros. El
gobierno actual nos dice que debemos de tener mucho, muchísimo miedo, y
por este orden,al sida, a Saddam Hussein,a la encefalopatía espongiforme bovi­
na (enfermedad de las vacas locas), a los terroristas, al síndrome respiratorio
agudo severo (SARS), a la gripe aviar y, ahora, al calentamiento global. En su
día, elegíamos a los gobernantes para que nos libraran del miedo, no para que
lo aumentaran. Ahora repiten a diario que viene el lobo y se sirven de ello
para exigir más poder y más dinero. El cambio climático es un lobo peligroso.
La semana pasada, ordenaron a la BBC que prepararan un desfile con los sospe­
chosos habituales: la retirada de los glaciares de la Patagonia, el colapso de las
placas de hielo árticas, la hambruna en África, los incendios en las selvas y
Nueva Orieáns azotada por el huracán. Fue lo mejor del fin del mundo, pen­
sado para asustar a los más estúpidos de nosotros.2

Olvídese por el momento del abominable espectro que, bajo el punto


de vista de la mayoría de los ecologistas, se presenta en forma de derechos
de la propiedad personal y libre mercado. El último fetiche de los verdes
consiste en adm itir un programa inevitablemente dirigido a aumentar el
coste del consumo energético y que, además, acabe cambiando la política
energética haciéndola pasar de la soberanía nacional al nivel multinacional
(donde tienen su mayor influencia y, que no sorprenda a nadie, su menor
responsabilidad]. Hasta que llegue el momento en que el régimen interna­
cional del calentamiento global llegue al poder, los inteligentes verdes del
Reino Unido han encontrado una «tercera vía» para alejar el tema del pro­
ceso democrático y entregarlo a un «organismo autoritario independiente»
que instituya las órdenes deseadas.3 A l parecer, la resistencia pública a esa
política de estilo de vida se interpone en su camino.
A doptar una determinada postura respecto a un tema es una activi­
dad destacada dentro del repertorio verde, pero nadie podrá acusar a los
movimientos verdes de estar ahí simplemente por aparentar, de no estar
comprometidos (aun cuando el «compromiso» podría ser beneficioso para
muchos de ellos].
Pero si las afirmaciones de final inminente fueran sinceras y los ver­
des creyeran poder apoyarlas (es decir, estuvieran «establecidas» por la
ciencia], seguramente exigirían algo distinto a Kioto o a la descafeinada

2 Simón Jenkins, The Sunday Times, 28 de mayo de 2006.


3 M . McCarthy, «Gímate Change should be taken out o í politics to aíiow radical reme­
dies», The Independent [UK], 13 de julio de 2006.
46 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

¿Q ué fue de lo de «m antened vuestras leyes alejadas


de mi cuerpo»?
«Hace cuatro décadas, los científicos estaban tan decididos a impedir la apa­
rición de hambrunas que analizaron la posibilidad de añadir "agentes de con­
trol de fertilidad" en el agua potable. El físico William Shocley sugirió la este­
rilización para imponer un límite nacional al número de nacimientos.
»EI ecologista Garrett Hardin calificó de "trágico ideal" la política de
planificación familiar basada en el control voluntario de la natalidad. En
un artículo publicado e'n la revista Science, Hardin argumentaba que la
"libertad para engendrar acarreará la ruina a todos". Él y otros animaban
a Estados Unidos a adoptar una "ética salvavidas" que negara la ayuda
alimenticia, incluso en periodos de crisis, a los países con crecimientos
acelerados de población.
«Aquellos intelectuales no lograron convencer a los norteamericanos
de que siguieran su política, pero lejos de nuestras fronteras tuvieron más
impacto. Bajo el impulso de occidentales como Robert McNamara, el
director del Banco Mundial, determinados países adoptaron «objetivos de
fertilidad» para alcanzar un tamaño de población "óptimo". Cuando un diri­
gente del gobierno indio propuso la esterilización obligatoria para hombres
con tres o más hijos, Paul Ehrlich criticó a Estados Unidos por no prestar­
le rápidamente su ayuda».
John Tierney, «The Kids are All Right», New York Times,
14 de octubre de 2006

secuela de ese tratado que circula por el Congreso de Estados Unidos.


Es decir, si el calentamiento global fuese tan malo como dicen que es, las
«soluciones» propuestas [en forma de límites al consumo energético, con­
troles de fabricación y otras medidas para restringir las libertades y cor­
tarle las alas a la economía] deberían de ser mucho más drásticas que las
actuales. Eso forzaría un debate, naturalmente, sobre la realidad de una
amenaza que exigiera medidas tan drásticas; algo que no representaría nin­
gún problema para los verdaderos creyentes. Pero mientras estos dejan
entrever «primeros pasos» relativamente modestos, los verdes tienen en
menter cosas mucho más grandes para ti.
El impulso autoritario 47

Los verdes han aprendido a buscar la dosis de veneno que parece polí­
ticamente aceptable antes de dar el siguiente paso. Ésta es la razón por la
cual la campaña del «calentamiento global» resulta tan insidiosa: en cuanto

Sabiduría verde
«Todo ciudadano recibe una cuota anual gratuita de dióxido de carbono.
La gasta comprando gas y electricidad, gasolina y billetes de tren y avión.
Si agota su cuota, tiene que comprarle el resto a alguien que no haya con­
sumido toda su cuota».
Propuesta realizada por el columnista británico George Monbiot
el 31 de octubre de 2006, presagiando lo que desde entonces
se ha filtrado como una propuesta del gobierno

uno se cree la amenaza y la necesidad de actuar al respecto, y acepta sus


costosas exigencias, resulta muy difícil negarse a «hacer algo» que adop­
te la forma de la siguiente vuelta de tuerca.
Con el control llegan los enigmas. Supuestamente, el poder que se
ejerce sobre nuestra vida diaria es un medio para alcanzar el fin de
impedir el cambio climático. Hace treinta años, creían necesario limitar
la actividad económica para impedir el enfriamiento global. Hoy en día
es el calentamiento global lo que justifica las restricciones y un control
gubernamental cada vez mayor. Pero piense en la situación apurada en la
que se encontrarían los verdes si se ofreciera la posibilidad de controlar
la Tierra con un term ostato4: ¿Dónde lo colocarían? La respuesta sería
«en ninguna parte», pues el mayor pecado posible sería el de manipular
la naturaleza.
Lo que buscan es ejercer el c o n tro l sobre usted, no sobre Ella.
¿Qué interferencia, si es que alguna, tolerarían los ecologistas para
detener el calentam iento (o enfriam iento) global si se descubriera
que el calentamiento global tiene su origen única y exclusivamente en
causas naturales y no humanas? ¿Y si se descubriera que las predic­

4 De hecho, el Departamento de Energía está dedicándose a un programa de este


tipo con Craig Venter, quien previamente decodificó el genoma humano.
48 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

ciones sobre el aum ento de las tem peraturas son ciertas, pero se des­
cubriera además que la causa no tiene en absoluto nada que ver con
ese hombre ruin? ¿Qué haríamos entonces para im p e d ir el calenta­
m ie n to g lo b a l?
N ada, una vez más. Y lo sabemos p o rq u e , según los verdes, el
estado natural [esa mítica estabilidad climática natural] es el ideal: si
es m uy frío , está bien; si es m uy caluroso, también está m uy bien. Es
un poco com o el síndrome de la protagonista del cuento infantil Rizos
de oro y los tres osos: en la década de 1970 era p o r nuestra culpa y hacía
demasiado frío, en la década de 1990 era por nuestra culpa y hacía dema­
siado calor. Sólo es correcto el mundo que no está alterado p o r la mano
del hombre. N o existe medioambiente perfecto excepto el que es natu­
ral, y las cosas sólo pueden ser «naturales» perm itiendo que la dicta­
dora clase dirigente verde nos diga cóm o y dónde ponernos. [Q ue ellos
entiendan actualmente que el hombre está implicado en los principales
sucesos m eteorológicos, ha convertido el térm ino «desastre natural» en
una contradicción].

Calentam iento global: demándeme

Igual que con el a bo rto libre, el m atrim onio entre homosexuales y


otros temas del programa de la extrema izquierda, la lucha por m icro-
gestionarnos en nombre del calentamiento global encuentra sus mejores
amigos en jueces no elegidos por el pueblo y en tribunales internacio­
nales inexplicables.
M ucho s verdes globales in te n ta ro n vendernos el Tribunal In te r­
nacional de La Haya com o un tratado «medioambiental»5. De un m odo
sim ilar, siguen aferrándose a elefantes blancos com o el fracasado
«Convenio sobre la Protección del M edio A m biente a través de la Ley

5 Ecolex, una página web dirigida en parte por el Programa Medioambiental de las
Naciones Unidas, fue la responsable de esta declaración. Independientemente, la Cámara
de Comercio Internacional [ICC] dio a entender que iba a proporcionar un foro para enjui­
ciar el crimen de guerra que supone estropear el medioambiente de forma intencional y
desproporcionada, aunque en forma de lenguaje esto sea mucho menos promiscuo que
la intención original de sus promotores de que las autoridades enjuicien las «amenazas
graves al medioambiente».
El impulso autoritario 49

Crim inal»6. Estos mismos verdes tienen también entre sus prioridades la
de establecer un tribunal de querellantes medioambientales.7 Todos estos
esfuerzos revelan que algunos ecologistas ven el calentamiento global como
«el próxim o tabaco». Es decir, esperan hacer uso de acciones legales para
obligar a la industria a ceder su control y sus beneficios.8

«El calentamiento (y sólo el calentamiento], a través de su principal antídoto,


que no es otro que la retirada del carbón de la producción y el consumo, es
capaz de hacer realidad el sueño de los ecologistas de una sociedad igualita­
ria basada en el rechazo del crecimiento económico a favor de una población
de tamaño inferior, que coma menos en la cadena alimenticia, que consuma
mucho menos y que comparta un nivel inferior de recursos de forma mucho
más igualitaria».
El entonces profesor de la Universidad de Berkeley,Aaron Wildavsky,
sobre lo que denominó «la madre de todos los miedos medioambientales»

Un artículo publicado por la agencia Reuters en noviembre de 2005,


titulado «Las Naciones Unidas examinan las perspectivas para un litigio
sobre el cambio climático», exponía claramente el programa:
«Las empresas que contribuyen al cambio climático tendrán que enfren­
tarse cada vez más a las acciones legales», declaró el bufete de abogados

6 Véase el texto en h ttp :// www.comentions.coe.int/Treaty/en/T reaties/H tm l/I72.htm; el


tratado, concebido para «tomar medidas efectivas que aseguren que ios autores de viola­
ciones medioambientales no escapen de juicio y castigo» [ h ttp ://www.ecolex.org./e m /
treaties/treaties_Jull_display.php?docni=32íSslanguage=en) tiene once firmantes.
7 Notablemente, la Agencia de Protección Medioambiental [EPA] de Estados Unidos
copatrocinó un acto en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible que se celebró en
Johannesburgo en 2002, véase http:// www.un.org/events/wssd/press-conf/020827confl.htm, cuyos
actos de seguimiento afirmaron la intención de los participantes de propiciar un tribunal
internacional de querellantes verdes, incluyendo la idea de encontrar nuevas maneras de impo­
ner su programa a través de los tribunales.
8 Véase, por ejemplo, la declaración de intenciones de Friends o f Earth en
http://wm.foe.org/new/newsl7.hml
SO G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Freshfields el pasado miércoles, presentando una investigación patrocinada


por las Naciones Unidas que subraya las responsabilidades medioambien­
tales de los inversores. «Veinte o treinta años atrás estábamos en los prin­
cipios de los pleitos po r el tabaco», dijo Paul Watchman, abogado de
Freshfields. «Habrá muchas acciones de este tipo [sobre el cambio climáti­
co] [...] tendremos que hacer ese tipo de cosas.

«Los ecologistas occidentales [...] están interesados en el medioambiente


sólo en la medida en que puedan explotarlo como un tema con el que ata­
car a las sociedades libres».
Jean-Frangois Revel, filósofo francés, La obsesión antiamericana, 2003

En la actualidad, naturalm ente, no hay posibilidades de demandar


con éxito a una empresa por provocar intencionadamente el «calenta­
miento global» o contribuir al mismo.Y ello no es precisamente p or falta
de voluntad por parte de los directores generales de seguir el programa
de los verdes radicales, siempre con la esperanza de participar en las ganan­
cias que las políticas que siguen el Protocolo de K ioto podrían propor­
cionar, a corto plazo, a unos cuantos.9
El problema para los que decidieran emprender acciones judiciales
es que en ningún lugar del m undo existe una ley contraria a la pro­
ducción de C 0 2 o a la contribución al «cambio clim ático global». El
P rotocolo de K io to , «vinculante y de obligado cum plim iento», no es
tal cosa y, aun siéndolo, no perm ite los pagos obligados de los deman­
dados a nivel individual. Más bien al con tra rio , los querellantes deben
dem ostrar que alguien ha provocado el calentamiento global que, a su

9 Éste es uno de los más exasperantes ejemplos de combinación de retórica verde y


periodismo negligente. De hecho, el artículo dieciocho del Protocolo de Kioto afirma
claramente: «Todo procedimiento o mecanismo que se cree en virtud del presente
artículo y prevea consecuencias de carácter vinculante será aprobado por medio de una
enmienda al presente Protocolo». Esto exige no sólo un acuerdo en cuanto a la enmien­
da, sino también después la aprobación por parte de las Partes, según los procedimien­
tos del Protocolo. Algo que no ha sucedido.
El impulso autoritario SI

ééééééééééééééééééééééééé
Sabiduría verde
«El derecho a tener hijos debería de ser un bien comerciable, comprado y ven­
dido por los individuos pero completamente limitado por el Estado».
Kenneth Boulding, creador de! concepto de la «Tierra como nave espacial»
(citado por William Tucker en Progress and Privilege, 1982]

vez, Ies ha provocado daños. Pero, utilizando el lenguaje de los aboga­


dos, el «cambio climático» no ofrece una denuncia viable, pues resul­
ta imposible establecer causalidad, igual que resulta imposible estable­
cer los daños sobre un individuo en particular. Es decir, no tenemos
manera de dem ostrar que alguien haya hecho alguna cosa que haya
provocado daños en otra persona. Repartir responsabilidades y daños
enturbia la situación más si cabe. ¿Quién puede demostrar que ha sufri­
do daños p o r culpa del cam bio clim ático y, además, que se los ha
provocado un implicado en concreto, y cómo podría diferenciarse esto

Cuanto más se calienta el m undo, más se cuecen


las batallas legales
«Dicen los expertos que es muy probable que las olas de calor, las sequías y
las subidas del nivel del mar provoquen en el siglo xxi una avalancha de cau­
sas judiciales difíciles de demostrar y en las que las víctimas tratarán de res­
ponsabilizar a gobiernos y empresas del calentamiento global. Los habitantes
de las islas del Pacífico presentarían demandas intentando impedir que sus
atolones a ras de suelo desaparezcan definitivamente bajo las olas. Los granje­
ras africanos tratarían de obtener compensaciones por el fracaso de sus cose­
chas y los propietarios de las estaciones de esquí de los Alpes buscarían una
compensación por la falta de nieve."Si la evidencia se consolida (la de que el ser
humano está calentando el planeta], como bien podría ser, tendríamos todos
ios ingredientes del caso del tabaco", dice Myles Alien, del departamento de
Física de la Universidad de Oxford, en Gran Bretaña».
Reuters, 26 de julio de 2006
52 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

entre la gran am plitud de efectos positivos y negativos del cam bio


climático? El trabajo de James Hansen [del que volveré hablar exten­
samente más adelante], reverenciado com o el «padre del calentamien­
to global», sugiere que si realmente estamos provocando un drástico
calentamiento global, deberíamos estar anticipando también una fu tu ­
ra Edad de Hielo. De ser eso cierto, sería un beneficio de valor incal­
culable.
Además, incluso en el caso de que los tribunales aceptaran el cam­
bio clim ático com o un fenóm eno resultado de la intervención huma-

¡Para ti no hay sopa!


Los nazis de la comida verde
En el depauperado pueblo mejicano de Valle Verde, los activistas verdes
arremetieron contra sus hambrientos habitantes que habían recibido
comida donada por el Committee for a Constructive Tomorrow (CFACT),
amenazándoles con que el peligro acechaba en los productos de las tien­
das locales, como el maíz, el aceiteras judías y los cereales Kellogg's, algu­
nos de los cuales contenían ingredientes hechos con productos obteni­
dos a partir del cultivo transgénico, como el maíz y la cañóla.

na, piense en las ventajas y desventajas que existen entre la mejora social
consecuencia del aumento de la riqueza y de la energía asequible, y su
supuesta co n trib u ció n marginal a los ciclos clim áticos naturales. A
pesar de que to d o esto trunca un tó p ico merecedor de varios a rtí­
culos sobre la revisión del ám bito legal actual10, hay que decir con
justicia que el querellante individual que pretenda alegar daños se
enfrenta a graves problemas, lo que ayuda a explicar p or qué, en gene­
ral, y pese a que la ciencia «lo da p o r hecho» y los daños catastro-

10 Sin duda alguna pronto aparecerá prosa imperecedera pidiendo legitimidad para
los procesos por daños provocados por el «calentamiento global» basándose en las teo­
rías de responsabilidad empresarial y en el fiscal general como guardián del interés públi­
co. N o se trata (aún) de propuestas serias, básicamente por ios motivos expuestos en este
breve tratado.
El impulso autoritario 53

fico s o c u rrid o s hasta la fecha, los verdes se han a b ste n id o de llevar


el tem a a los trib u n a le s."
H a s aun, y aunque los abogados del Estado defensores de la causa
emprendieran un proceso judicial, no existe ninguna acción para aliviar la
situación que ningún juez pueda ordenar. Es decir, nada hay que alguien
pudiera estar obligado a hacer que impidiera o invirtiera el sentido del cam­
bio clim ático, aunque fuese sólo un grado, sea cual sea su causa.
Pese a to d o ello, en los ú ltim o s años se ha dem ostrado que la ausen­
cia de elem entos necesarios para c o n s titu ir una infracción [y menos aun
un d e lito ], no servirá para im p e d ir que fun cion ario s am biciosos com o
E liot Spitzer, de Nueva York, utilicen el tema para o b te n e r m ucho dine­
ro y extraer altos precios po lítico s de los sectores empresariales im p li­
cados. N atu ra lm e nte, para algunos izquierdistas britá nico s, el hecho de
que quem ar com bustible provoque catástrofes medioambientales está tan
«claro» que ni siquiera cabe considerar posibles demandas judiciales; lo
que se im pone, en cam bio, es la justicia rápida. Piense en G eorge M o n b io t,
un asiduo de la BBC y co lu m n ista del Guardian: «Cada vez que muere
alguien en Bangladesh co m o consecuencia de las inundaciones, debería­
mos sacar de su despacho a un ejecutivo de una compañía aérea y aho­
garlo en esas aguas».

Nuremberg para disidentes: «¿Está usted en estos momentos


o ha estado alguna vez...?»

Si e m itir d ió xid o de carbono y m etano es un «crim en co ntra la huma­


nidad» [y p ro n to será una vio la ció n del có d ig o penal], ¿qué tenem os
que hacer con aquellos que colaboran e instigan este crim en? M uchas
empresas empiezan a verse ya sujetas a campañas de intim idación p o r atre­
verse a dar su apoyo a grupos que defienden políticas que o bien apo­
yan la econom ía lib re , o bien se resisten al excesivo in te rve n cio n ism o
gubernamental. Éste es, sin lugar a dudas, el caso del cam bio clim ático, en
el que incluso la Royal Society británica persigue nom bres y realiza pro- 1

11 Por ejemplo, la querella de los inuit contra Estados Unidos por amenazas contra su
«Derecho al Frío», continuamente referenciada, no fue llevada a los tribunales, sino a un
foro no vinculante, una «Comisión Interamericana por los Derechos Humanos»,en (a que
Estados Unidos ni siquiera participó.

i
54 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

mesas de excomunión a grupos que se atreven a discutir ias proclamas


hechas por esa institución.12 El lema de la Royal Society, p or cierto, es la
presunta expresión del escepticismo, Nullius in verba, traducida libremente
como «No te creas nada de nadie». Bien, el escepticismo existe, y también
el desacuerdo con la Royal Society.
Pero el asunto es mucho más serio que todo eso. Los alarmistas afir­
man que el calentamiento global resultado de la acción del hombre es
un crimen contra la humanidad. Por lo tanto, lo correcto es someter a
juicios «tipo Nuremberg» a aquellos viles disidentes que se han resistido
a las draconianas restricciones sobre el consumo de energía impuestas por
el gobierno.

ééééééééééééééééééééééééé
M u je r exonerada por no re c ic la r adecuadamente
«Se ha fallado el primer proceso judicial británico por no reciclar la basu­
ra doméstica después de que una mujer fuera exonerada por haber colo­
cado deshechos en el contenedor equivocado. Pese al veredicto de ayer, el
ayuntamiento de Exeter se comprometió a seguir persiguiendo a través de
los tribunales los casos de errores en el reciclaje».
The Independent, II de julio de 2006

En septiembre de 2006, la página web de la revista Grist, una publica­


ción lo bastante «verde» com o para que A l G ore y Bill Moyers, de la
cadena de televisión pública PBS, le concedan entrevistas, estableció un
vínculo con un artículo aparecido en el Guardian británico sobre el «sec­
to r de la negación», que en lugar destacado incluía un grupo al que
estoy asociado, el Competitive Enterprise Institute. Acompañando dicho
vínculo, el periodista de Grist, David Roberts, escribió: «Deberíamos esta­
blecer juicios por crímenes de guerra para esos desgraciados, un ambien­
te parecido al del Juicio de Nuremberg». [Pues bien, además de indagar

12 Para una buena perspectiva izquierdista sobre este triste asunto, véase Brendan O'Neil!,
«Global Warming: the chilling effect on free speech,The demonisation of "climate chan-
ge denial" is an affnont to open and rational debate», 6 de octubre de 2006, en http://www.spi-
ked-online.com/index.phpP/sote/artide/l782/
El impulso autoritario 55

más en mis gustos culinarios y en cómo poner en marcha el coche, creo


que tendré que asesorarme sobre una defensa especializada en crímenes
de guerra].

Sabiduría verde
«Por mucho que la ciencia sea una farsa, las políticas sobre el calentamien­
to global siguen teniendo beneficios medioambientales colaterales. [...] El
cambio climático [proporciona] la mayor oportunidad para traer la justicia
y la igualdad a este mundo».
Christine Stewart, ministra canadiense de Medio Ambiente. Comentarios
en una reunión con el consejo editorial del Calgary Herald
y el Financial Post [Canadá], 26 de diciembre de 1998

Grist no se quedó solo en lo que a exigir estas nuevas leyes de sedi­


ción se refiere. M ark Lynas, cuyo libro Marea alta empieza destacando
las im portantes lluvias que sufre últimamente Inglaterra y acaba cul­
pando de ello a George Bush, escribió en su página web en mayo de
2006 :

Me pregunto cómo se plantearán los jurados del futuro las actividades


del Competitive Enterprise Institute, una institución que, conociendo a la
perfección las realidades del cambio climático, sigue predicando su evan­
gelio de negación y poniéndose al servicio de los dólares del Gran Petróleo.
Me pregunto qué sentencias impondrán los jueces en futuros tribunales
internacionales criminales a aquellos que parcial, pero directamente, sean
responsables de millones de muertes por hambre, escasez y enfermedad
en las décadas venideras. Sitúo esto en una categoría moral similar a la
de la negación del Holocausto, excepto que esta vez el Holocausto está
aun por llegar, y tenemos todavía tiempo de evitarlo. Aquellos que inten­
ten asegurarse de que no lo hagamos tendrán que responder por sus crí­
menes algún día.'3

3 Véase http:// www.marklynas.org/wind/blogging/296.html


56 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Scott Pelley, de 60 Minutes, captó también la indirecta. Cuando alguien


de la Columbio Review of Journ'alism ie preguntó p o r qué, en referencia a!
tema del calentamiento global, se dedicaba a entrevistar a alarmistas y
no a escépticos, Pelley respondió: «Si entrevisto a Elie Wiesel, superviviente
del Holocausto, ¿se me pedirá como periodista que encuentre también a
un negador del Holocausto?».
Comprender la lógica de esta retorcida analogía seguramente dejaría
al lector más boquiabierto que cuando empezó.
Capítulo 3

El cielo se nos cae encima.


El constante (y en permanente cambio]
alarmismo del movimiento ecologista

ncluso Carol Browner, antigua asesora en el Senado de A I G ore

I y elegida a dedo a d m in istra d o ra de la A gencia de P rotección


M edioam biental [EPA] de Estados U nidos, se ha visto obligada
a adm itir con frecuencia la mejora constante del medioambiente según
los datos de los principales indicado­
¿Sabía que... res. Su A n n u a l Perform ance R eport,
reconocía la existencia de tendencias
... los verdes predijeron a largo plazo:
hambres,sequías... y el en­
friam iento global... para la
Entre 1970 y 1999, las emisiones totales de
década de 1980? los seis elementos contaminantes más impor­
... los indicadores me­ tantes descendieron en un 31 por ciento [...]
dioambientales siguen mejo­ Estas mejoras se produjeron de forma simul­
rando? tánea a aumentos significativos de la pobla­
... los ecologistas se opo­ ción del país, del crecimiento económico y
de los desplazamientos, y son resultado de
nen a fuentes de energía lim­ la implementación efectiva de leyes y regu­
pia como la energía nuclear laciones de la contaminación atmosférica así
y las hidroeléctricas? como de mejoras en la eficiencia de las tec­
nologías industriales.1

1 2000 EPA Annual Report: Performance Results, Section II [Ciean A ir], en http://epa.gov/
ocfo/finstatement/2000ar/arOO_goall.pdf
58 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

La gente viajaba más [los kilóm etros viajados p o r vehículo aumen­


taron en un 140 p o r ciento), el Producto In te rio r B ruto de Estados
U nidos aum entó en un 147 p o r ciento y la población, en un 33 p o r
ciento. A un así, la contaminación atmosférica descendió. Durante ocho
años, el binom io C linton-G ore se atribuyó los méritos de estos aumen­
tos [que habían sido descensos durante décadas), a la vez que p ro ­
clamó decenas de miles de muertes anuales com o consecuencia de la
contaminación atmosférica, una forma de justificar más controles regu-
latorios.2
De un modo u o tro, sin embargo, los grupos ecologistas y los medios
de comunicación se despertaron el lluvioso día de la toma de posesión
del presidente George Bush y descubrieron que aquello no era una buena
noticia. La situación empeoraba a diario, nos decían también a diario.
Durante años, este lóbrego martilleo fue sentando las bases de las con­
clusiones a las que llegó G allup en su encuesta publicada con m otivo
del «Día de la Tierra» de 2005.
Aquel mes de marzo, el 63 por ciento de los norteamericanos encues-
tados dijo que el medioambiente estaba empeorando, pese a que las ten­
dencias positivas y a largo plazo se mantenían durante la Adm inistración
Bush. Aunque el medioambiente mejoraba, los informes y la retórica medioam­
biental continuaban señalando que empeoraba. De hecho, según los artícu­
los publicados p o r Associated Press ese año, tres cuartas partes del
te rrito rio tenían la «peor calidad atmosférica del país».
Esta mejora medioambiental, tan molesta para periodistas y burócra­
tas hambrientos de poder, persiste a nivel mundial, tal y como se establece
con detalle en The Index o f Leading Environmental indicators:The Natune
and Sources o f Ecological Progress in the US and the W orld.3 O tros han
argumentado en la misma línea sobre el asunto; destacando entre ellos a
Bjorn Lom borg, antiguo miembro de Greenpeace y la imagen ideal de
un ecologista para una empresa de casting, tipo Central Casting.
Lomborg resultó ser un inadaptado dentro del movimiento verde, estan­
do siempre dispuesto a cambiar sus creencias sí la información de la que

2 Ésta fue la revisión propuesta en noviembre de 2 0 0 6 a la Ciean A ir A ct de los


National Ambient A ir Quality Standards (NAAQ S); véase, por ejemplo, la discusión «Costs
and Benefits of the PM Standard» en «Can No One Stop the EPAP», A . Antonelli, Heritage
Foundation, 8 de julio de 1997, en http://www.heritage.org/Research/PoliticaiPhilosophy/BGIi29cfm.
3 Undécima edición, abril 2 0 06 , S. Hayward, American Enterprise Institute and Pacific
Research Institute, en www.aei.org/dodib/200604l3_2006lndez.pdf
El cielo se nos cae encim a 59

Sabiduría verde
«Los científicos que quieren llamar la atención hacia ellos, que quieren con­
seguir subvenciones, tienen que encontrar una manera de asustar al públi­
co [...] y esto sólo se consigue haciendo parecer las cosas más grandes y
más peligrosas de lo que en realidad son».
Petr Chylek, profesor de Física y Ciencias Atmosféricas,
Dalhousie University, Halifax, Nueva Escocia, comentando los informes
publicados por otros investigadores sobre el deshielo de los glaciares.
Halifax Chronide-Herald, 22 de agosto de 2001

disponía cambiaba: es decir, sus creencias estaban motivadas por los datos,
no al revés. Profesor de Estadística en la universidad danesa de Aarhus,
Lomborg descubrió el trabajo de Julián Simón [el optimista anti Paul Ehrlich]
e incitó a sus mejores alumnos a atacar los románticos argumentos de
Simón sobre la ingenuidad y la inventiva del hombre y su impacto sobre
el entorno y la salud del ser humano, en general. Tan sorprendidos que­
daron con sus descubrimientos, que Lomborg arriesgó toda su vida social,
política y posiblemente profesional, decidiéndose a evaluar las evidencias
independientemente de la línea que siguiera el partido.
Lomborg describió «la Letanía» que nos inunda: «Nuestros recursos
se agotan, la población crece sin parar, por lo que cada vez hay menos que
comer. El aire y el agua están cada vez más contaminados. [...] El ecosis­
tema mundial se desmorona»4. Descubrió, para sorpresa propia y de sus
alumnos, que estas afirmaciones «no parecen estar respaldadas por evi­
dencias».
Los contaminantes atmosféricos no sólo han disminuido y siguen dis­
minuyendo de forma dramática a lo largo de las décadas, sino que, ade­
más, las estadísticas sobre deforestación provocada por talas masivas son
exageradas. Lomborg se atrevió a decir que las amenazas reales, tanto las
más graves como las leves, reciben poca atención porque el dinero se dila­
pida en los lamentos de los verdes.

4 The Skeptkal Environmentalist: Measuring the Real State o f the World, Cambridge University
Press, 2001.
60 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Y lo peor de todo, Lom borg llegó a la conclusión de que el calenta­


miento global sería muy leve. Argum enta que aun en el caso de que el
calentamiento fuese real y detectadle a cierto nivel [algo que sí acepta],
una desindustrialización masiva y devastadora debería evitarse. Se lamen­
tó de que sus aliados del pasado se obsesionaran con regímenes inefec­
tivos, despilfarradores e incluso frívolos, como el Protocolo de Kioto, que
incurriría en enormes consecuencias a nivel humano. Y para rubricar su
destino, Lom borg se atrevió no sólo a negar que el calentamiento global
pudiera ser catastrófico, sino que aseveró que tendría muchos beneficios.
Así empezó, pues, la introducción de L o m bo rg a ¡os ataques físicos y ver­
bales y al vacío de los verdes.

Alarm ism o fácil

A l parecer, y dada su propensión a inventarse las cosas, el trabajo más


fácil del mundo tendría que ser el de «director de investigación» de un
grupo ecologista alarmista.
La parte complicada para ellos es que, de un m odo u o tro , todavía
tienen que basar sus historias en cosas que suceden de verdad. Los ver­
des están auténticamente program ados para c o n v e rtir cualquier ocurrencia
posiblemente relevante en prueba de su actual alarm ism o. Esto les deja
confusos hasta el punto de incluso calificar de aumento un descenso dra­
mático de elementos contaminantes, o de calificar de «paso atrás» la regu­
lación de un elemento contaminante no regulado previamente.
Una com binación de absurdos de este tip o se prod ujo cuando el
presidente Bush presentó su «Iniciativa de Cielos Limpios». Dicho con­
junto de regulaciones tenía como objetivo d is m in u ir en un 73 p or cien­
to las em isiones de d ió xid o de azufre, ¡as de m ercurio en un 69 p or
ciento y ¡as de óxidos de nitrógeno en un 67 p o r ciento. El Natura!
Resources Defense Councii [NRDC] y sus secuaces condenaron abierta­
mente esta política como un aumento de la contaminación. Acusaron a
Bush de triplicar las emisiones de mercurio y aumentar en un 50 por cien­
to las de azufre. Los verdes defendían reglas más estrictas todavía, pro­
metiendo reducciones aun mayores de las emisiones. Esto les permitía
caracterizar de «aumento» la política de «Cieios Limpios» aunque, eviden­
temente, sólo podían hacerlo en relación con ios planes que ellos habían
diseñado desde sus modernas oficinas.
El gelc se nos cae encim a 61

Cuando ei presidente Bush propuso por primera vez en la historia una


regulación de las emisiones de mercurio de las centrales eléctricas (un
tema sobre el que hablo Bill Clinton pero que nunca llegó a hacerse rea­
lidad}, los grupos verdes lo compararon desfavorablemente con alguna

Sabiduría verde
<fPara captar la imaginación dei público, tenemos que ofrecer escena­
rios amedrentadores, realizar declaraciones simplificadas y dramáticas, y
apenas mencionar las dudas que se puedan tener. Cada uno tiene que
decidir e! eq uilib rio que considere adecuado entre ser efectivo y ser
honesto». - 'I S É llS
Stephen Schneider, alarmista climático, revista Discover, octubre de 1989

idea sobre la que habían teorizado los burócratas de Bil! C linton, pero
que nunca intentaron hacer efectiva. Naturalmente, en las campañas anti-
Bush, los verdes disfrutan de la total cooperación de los medios de comu­
nicación.
Piense en ios niveies de ozono que provocan nieblas tóxicas y que
cayeron en picado entre 2003 y 2005, dando iugar a los tres años con
ios niveies de ozono más bajos de la historia.5 Para los alarmistas desho­
nestos, 2005 fue sólo ei segundo año con menos ozono de la historia,
pues en Estados Unidos,el control de! ozono a nivel estatal empezó a ne­
varse a cabo en la década de 1970, mientras que 2 0 0 4 fue el más bajo.
Los bajos niveles de ozono de 2005 fueron una noticia especialmente
buena, pues 2005 fue uno de ios años más cálidos de la historia y, man­
teniéndose Igual todos ios demás factores, y debido a la composición quí­
mica de ia formación dé ozono, el clima más cálido tiende a asociarse con
niveies de ozono más elevados.
Para ias élites ecologistas, esta noticia tuvo e! desagradable o lo r de
un avance, algo especialmente inaceptable con un Congreso y un ejecu­
tivo republicano. Alguna cosa tenía que hacerse ai respecto.

5 ]. Schwartz, «N o Smog for the Fear Factory», 3 de mayo de 2 0 0 6 , en


http://wm.tcsdaily.com/artide,aspx?id=050306F
62 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Joel Schwartz, del A E I, describió la reacción co m o sigue:

Clean A ir Watch proclamó: «Los problemas de niebla tóxica se duplicaron


prácticamente en 2005». El departamento de Protección Medioambiental
de Pennsylvania advirtió: «El número de días de actividad del ozono aumen­
tó respecto el año pasado». Y la oficina regional de la EPA en Nueva
Inglaterra destacó que «Nueva Inglaterra experimentó el pasado verano
más días de niebla».Y hablando sobre los niveles de ozono que había sufri­
do Connecticut en 2005, un titular del New York Times advertía: «Un
verano cálido significó más nieblas tóxicas».

Falsas profecías
«La batalla para alimentar la humanidad se ha terminado. En las décadas de
1970 y 1980 cientos de millones de personas morirán de hambre a pesar de
los programas de choque llevados a cabo hasta el momento».
Paul Ehrlich, ¿o explosión demográfica6

Schwartz ha docu m en ta do esta práctica indecorosa co m o algo r u ti­


nario en to d o el espectro de asuntos relacionados con la contam inación
atm osférica (aunque, de n in gú n m o d o , se lim ita tan sólo a la p o lu ció n
m edioam biental]. De hecho, el in fo rm e sobre el «estado del aire» de la
A m erican Lung A ssociation [A L A ], es to d o un acontecim iento anual para
los m edios de com unicación. La A L A fue en su día un ico n o de la defen­
sa de la salud pú blica que en la actua lida d, co m o ta n to s o tro s , se ha
c o n v e rtid o en una máquina para recaudar fondos y en un ju g a d o r clave
d e n tro del program a de ingeniería social y alarm ism o de los verdes. Por
ejem plo, la A L A reparte prom iscuam ente «suspensos» en calidad atm os­
férica a grandes zonas del te rrito rio , provocando con ello que la prensa
de casi la m itad del país (o incluso de más de la m itad] reclame com o suya
la zona con la «peor» calidad m edioam biental de to d o Estados U nidos.
A veces ocurre que condados tan grandes com o el condado de San Diego
reciben el « h o n o r» de ser la zona más contam inada, cuando en realidad

6 Salvat Editores, Barcelona, 1994.


El cielo se nos cae encim a 63

sólo viola los estándares una pequeña ciudad habitada por únicamente el
i por ciento de ia población del condado. Esto no es ni ciencia ni defen­
sa: de la salud pública. Es histerismo puro y duro.
Elegir datos a su propio antojo no sólo es una de las armas favoritas
dentro del arsenal de los activistas alarmistas, sino que además es uno de
los pasatiempos preferidos por los burócratas. La ley exige que el legis­
lador demuestre que [teniendo en cuenta e! consecuente aumento en pre­
supuesto y autoridad] sus propuestas proporcionarán un «beneficio sig­
nificativo para la salud», con un «margen adecuado de seguridad» como
mínimo.Tanto legisladores como activistas olvidan con frecuencia la debi­
lidad de sus estudios favoritos y las evidencias contrarias que plantean
otras investigaciones evaluadas por expertos y que no apoyan el progra­
ma de los alarmistas.

í ' ' "' ’’ ’■ ■' ’" ;


«En los veinte años transcurridos desde ía tragedia de Chernobyl, el peor
: accidente nuclear del planeta, ha habido casi [completar co n inform a ­
c ió n FALSA ALARMISTA Y ARMAGEDONISTA]».

Nota de prensa de Greenpeace, publicada prematuramente,


24 de mayo de 20067

Además de elegir los datos a su propio antojo, los burócratas de la


EPA y demás alarmistas manipulan las evidencias de muchísimas maneras,
por ejemplo, subvencionando grandes cantidades de estudios científicos
de pacotilla. Muchos estudios de la EPA, por ejemplo, son de observación,
en lugar de ser experimentales. Dicho de una manera muy sencilla, estos
estudios intentan encontrar una correlación entre algún tipo de enfer­
medad y un contaminante o una emisión concreta. Pero m ostrar una
correlación no demuestra que sea ésa ía causa. (En un famoso ejemplo,
un estudio realizado en Inglaterra descubrió que las grandes concentra­
ciones de iglesias estaban correlacionadas con las grandes concentracio-

7 j. Shiélds, «Greenpeace^ fiH-in-the-bfank pubiic nelatjons. rneltctewm r Ph¡kdelphm inquirer,


29 de mayo áe 2 0 06, en
64 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

nes de actividades criminales. Si la correlación equivaliese a la causa, ten­


dríam os que las iglesias eran causa de las actividades criminales. Lo más
probable, en este caso, es que la causa fuera la misma para am bos hechos:
una elevada densidad de población].
En el pasado, y en el campo de la medicina, este tip o de estudio corre­
laciona! llevó a afirm ar que la terapia horm onal sustitutiva y los suplemen­
tos de vitam ina A disminuían el riesgo de enfermedades cardiovasculares;
que una dieta baja en grasas disminuía el riesgo de cáncer y de enfermeda­
des cardiovasculares; y que los suplementos de calcio disminuían el riesgo
de osteoporosis. Todas estas afirmaciones fueron subvertidas directam ente,
o drásticam ente moderadas, cuando m étodos realmente científicos [prue­
bas aleatorias controladas, el tip o de estudio más rig uroso utilizado para
determ inar si un fármaco es seguro y efectivo] desm intieron los resultados
de la mera observación.
Es decir, la correlación no supone necesariamente la causa, y la presti-
digitación estadística no puede su stitu ir la rigurosidad de las técnicas expe­
rimentales. A u n así, estos estudios de epidem iología, inválidos y basados en
la observación, form an prácticam ente toda la base de la justificación de la
restricción cada vez m ayor de los estándares de calidad atmosférica.
Piense en los casos de asma, que aumentan, y m ucho, a pesar de que los
elem entos contam inantes en la atm ósfera descienden. A p a rtir de este con­
ju n to de datos podrían extraerse muchas inferencias, pero nunca que la
co nta m in ació n atm osférica sea la culpable; de hecho, es más razonable
[aunque no cie n tífico , eso a buen seguro] llegar a la conclusión de que
incluso esta contam inación en descenso produce asma. La respuesta instin­
tiva del legislador, sin em bargo, es la que observam os en la actualidad, y
no es o tra que d e fo rm a r los datos y d e rro c h a r miles de m illones más
expandiendo el intervencionism o y la regulación. Si la calidad del aire no
provoca el asma, el legislador se preocupará pensando: « M i agencia tiene
un caso m enos con el que co n ta r para p o de r legislar todavía más las acti­
vidades que afectan la calidad del aire».
C uriosam en te, m uchos program as m edioam bientales, in c lu ye n d o el
P ro to co lo de K io to y sus secuelas, establecen estándares y objetivos téc­
nicam ente im posibles, lo que íes protege co ntra el riesgo de que la indus­
tria consiga alcanzar esos estándares y pueda liberarse del alcance legisla­
tiv o de los burócratas.
Esto es especialmente c ie rto en el caso de la iniciativa que los verdes
presentaron ante el Tribunal S uprem o en n o vie m b re de 2 0 0 6 , y en la
El cielo se nos cae encima 65

. .. .
, . ..... ...... . .■ - ■• ■■■ ■■ ■■ ■

m m m m m m u H tu
S a b id u ría ve rd e
«Cientos de millones de personas perecerán pronto en Nueva York y en Los
Ángeles como consecuencia de desastres provocados por la contaminación
atmosférica. [...] Hacia ¡979, los océanos habrán muerto envenenados por
el DDT. [...] En la década de 1980, ¡a esperanza de vida en Estados Unidos
descenderá hasta los cuarenta y dos años de edad debido a una epidemia
de cáncer».
Paul Ehrlich, Extinción, 1969

que declaraban, en base al calentam iento global, que el d ió x id o de car­


bo no era un elem ento «contam inante» d e ntro de la «Clean A ir A ct» . Para
conseguirlo, el Tribunal debería acordar que este gas om nipresente, in o d o ­
ro, incoloro y benigno, generado en su abrum adora mayoría p o r la M adre
Naturaleza, incluyendo ia respiración humana, «pone en peligro la salud o
el bienestar público». Esto requeriría, a co ntinu ació n, el establecim iento
de un «N ational A m b ie n t A ir Q u a lity Standard» [N A A Q S ] que regulase
las concentraciones atmosféricas de C 0 2 a un nivel que supuestamente
solucionase el calentam iento global, de tai m o d o que Estados U n id o s
ralentizara nuestra economía utilizando para ello una ley que nunca fue
pensada para racionar la energía. Dada la im posibilidad de satisfacer ese
estándar de C O , lo que to d o esto provocaría de entrada sería una reti­
rada prácticam ente com pleta de nuestras carreteras de todas las formas
conocidas de tra n sp o rte autom ovilístico y después, p o r ley, exigiría que
este régim en se extendiese a toda la economía.8
Este inevitable resultado no sólo resulta adecuado para los verdes, sino
que es en estos m om entos su proyecto más agresivo, tal y com o atesti­
guan la gran ca ntida d'de sum arios presentados en los tribunales solici­
tan do estas medidas. El d o m in g o antes de que se discutiera el caso, el
Washington Post publicaba tres artículos destinados a recordar las maravi­
llas robadas entre las preferencias de los asistentes a los cócteles de la

8 Para un estudio en detalle, véase Mario Lewis, «judicial Activism in Oyendrive;


Massachussets, et. A i., v. EPA», Mealey's Pollution Liability Repon, agosto de 2 0 0 6 , en
http://nm.cei.org/pdf/S492.pdf
66 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Universidad de G eorgetow n: un artículo alarmista sobre los peligros a los


que se enfrenta el sector de las estaciones de esquí; un chirriante editorial
redactado p o r Laurie David, acolita de A l G ore, degradando a quien pudie­
ra estar en desacuerdo con ella y con el Gran A l; y un artículo de opinión
del p ro p io Post exponiendo el caso de los demandantes, com o la pura ver­
dad y sin otra alternativa. La op inión del tribunal en este caso tan crítico e
im po rtan te debería estar viendo la luz al m ism o tie m po que este libro.
C on los burócratas y los verdes m otivados con el o b jetivo de e n to r­
pecer el funcionam iento de nuestra economía, necesitaríamos unos medios
de com unicación o un Congreso que fuesen conocedores del tema y estu­
viesen en guardia para co m b a tirlo s. Pero es evidente que carecemos de
ambas cosas.. N uestra últim a línea de defensa co n tra el disco rallado de!
alarmismo no es otra que el sentido com ún. Los activistas verdes deberían
estar preocupándose en estos m om entos de cóm o disfrazar la realidad esta­
blecida, y en general bien entendida [aunque fácilm ente olvidada, co m o
atestigua la encuesta publicada con m o tivo del Día de la Tierra de 2 0 0 5 ],
de que la situación mejora constantem ente, y de có m o convencer al públi­
co de que la situación actual es horrorosa pues, de lo c o n tra rio , lo más
probable es que los que se encuentren a la vuelta de la esquina en una
situación horrorosa sean ellos. Pero esto únicam ente es posible con unos
m edios de com unicación igualm ente dispuestos a declarar la alarma.

La buena n o tic ia es la falta de noticias

Los in fo rm a tiv o s suelen pa ro d ia r los anuncios que ellos m ism os rea­


lizan [sin que apenas les dé tie m p o para resp ira r] sobre una nueva y crí­
tica amenaza que el público tiene que conocer necesariamente... «si usted
nos sintoniza a las once», claro está, o «después del siguiente mensaje
de nuestros patrocinadores». De este m o d o , ei se n tid o de urgencia se
pierde, ¿verdad? Y algo sim ilar sucede co n la alarma de ca lentam iento
global. Los defensores del P ro to c o lo de K io to se lam entan de la supues­
ta catástrofe clim ática resultado de la acción del ho m b re que ya ten e­
m os ante n o s o tro s , aunque n in g u n o de ellos se atreverá a o fre c e r una
«solu ción » po lítica que tenga una influe ncia detectable sobre el clim a
bajo nin gú n c o n ju n to de supuestos. «¡Tenemos que actuar ahora! Y con
actua r me re fie ro a no hacer nada, exce pto bajar nuestros ingresos y
n u e s tro nivel de vida».
El cielo se nos cae encim a 67

El m ovim iento ecologista, sin embargo, está com prom etido, p o r


encima de to d o , con ignorar inconsistencias y verdades inconvenien­
tes. Para aquellos que sólo se preocupan p o r el presente, los verdes
vociferan las circunstancias que prueban sus tesis o que, como míni­
mo, están con nosotros hoy: ¡Un verano más caluroso! ¡Un otoño más húme­
do! ¡El huracán Katrina! Por consideración a aquellos miembros del públi­
co que prestan atención a la historia, al estado de sus alrededores, o a
los datos reales, los alarmistas insisten en que el desastre real se vis­
lumbra en el horizonte. Queda claro que la tendencia no es sosteni-
ble [tom ando prestado uno de los térm inos favoritos de los verdes].
Proclamar el fin del m undo pasa una factura que al final tiene que
pagarse [sobre to d o , y pese a los horrores de la modernidad, viviendo
más años que antes].
Las sociedades ricas gastan millones, y a veces miles de millones, per­
siguiendo fantasmas, buscando esa última molécula incluso en «milloné­
simas partes». Si la Agencia de! M edio Am biente es capaz de detectarla,
tienen que ir a por ella. La contaminación marginal debe eliminarse hasta
niveles que se acerquen a los niveles naturales «de fondo».
Tuve noticia de una conferencia que se celebró en una sala llena a
rebosar de público congregado para escuchar al escritor ecologista e

H H H H m m m u m m
Falsas profecías
«El cambio climático "se cobrará cientos de miles de vidas"».
' Stephen Tindaíe, director ejecutivo de Greenpeace,
citado en The Guardian, 3 de marzo de 2006

izquierdista Gregg Easterbrook, y a la que acudió una persona real­


mente preocupada por la negación habitual por parte de los medios de
comunicación de la constante mejora del medioambiente. Por ello, pre­
guntó sobre la práctica del New York Times de p erm itir lo que en cual­
quier o tro contexto séría calificado de mentiras. La respuesta fue que
si el Times y o tro s medios de com unicación no llevaran a cabo esa
función periodística — engañarnos respecto al estado del medioam­
biente'— , «el público se tornaría complaciente».
68 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

¿Lo ha captado? N o confíe en la verdad. Las élites saben lo que es


mejor para usted, aunque no lo vea.
En 2 0 0 0 , el mismo día en que el New York Times publicó la corrección
a su disparatado y desacreditado artículo de portada titulado «Deshielo
de los polos sin precedentes», publicaba también un editorial escrito por
Easterbrook. El artículo empezaba con: «Ese hielo de! Polo N o rte que se
ha convertido en líquido podría ser el menor de nuestros problemas...».
Más adelante, Easterbrook citaba un estudio que argumentaba que la
reducción de las emisiones de metano resultaría muy fácil y efectiva para
mantenernos alejados del calentamiento global. Apuntaba también el lado
negativo de ese prom etedor avance: «Muchos ecologistas se preocuparán
pensando que la disminución del miedo respecto a los combustibles fósi­
les perjudicará ios esfuerzos para reducir el calentamiento global».
Disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero es bueno, siem­
pre y cuando su coste no sea «la disminución del miedo».
Similar a la aversión p o r el «tipo equivocado» de datos es el amplia­
mente extendido dogma de los verdes de que la verdad es artículo de
fe: No se trata de lo que puedas demostrar, se trata de lo que yo crea, y algún
día seré capaz de demostrarlo. Mientras, torturaré los datos hasta que confie­
sen y se conviertan a mi punto de vista. Esta fe ha reducido la élite ecolo­
gista a poco más que la versión de oficina de los chalados que pase­
an por Lafayette Square, delante de la Casa Blanca, portando un cartelón
en el que exigen que nos arrepintamos ahora porque el final está próximo.
(Com o hemos visto, a veces esos chalados verdes resultan también ele­
gidos para merodear p or ios salones del interior de la Casa Blanca, antes
de engordar y dedicarse a producir películas independientes sobre cosas
que se funden].

Ábrete camino hacia la fama y la fortuna


convirtiéndote en un fatalista

En mayo de 2 006, el Parlamento Europeo rindió homenaje al famoso


alarmista, fracasado visionario, y sin par Lester Brown, fundador y duran­
te mucho tiem po presidente del W orldW atch Institute. La continuada
relevancia pública de Brown resulta de lo más asombroso teniendo en
cuenta que sería difícil encontrar una predicción suya que haya acabado
siendo cierta.
El cielo se nos cae encim a 69

A u n así, e igual que sucede con el e s c rito r Paul E h rlich , a u to r de


La explosión demográfica y Extinción, Brown se a b rió cam ino serpenteando
entre los círculos profesionales, sociales y académicos satisfaciendo el Insa­
ciable deseo de desolación de las élites. Brown pasó una década entera
cenando de gorra con la promesa de que el siguiente año sería el año en
que finalm ente se produciría una caída to ta l en la p ro d u cció n de alim en­
tos del planeta y la hambruna empezaría a apoderarse del mundo. [M ientras,
sin em bargo, estamos ante una epidemia de obesidad y los principales
estorbos para el sum inistro de alim ento son instituciones, com o la U n ió n
Europea, que desbaratan la m odificación genética de los alim entos para
hacerlos más resistentes a los pesticidas y a las inclemencias del tiem po].
A finales de 2 0 0 6 , Brown p u b licó un in fo rm e a través de su últim a
iniciativa, el Earth Policy In s titu te , en el que sugería que las más de dos­
cientas cincuenta m il personas que huyeron de las costas de Louisiana y
M ississippi durante e! huracán K atrina no regresarían a la región porque
el cam bio de las condiciones medioambientales supondría un riesgo dema­
siado elevado para la reha bilita ción . D ijo el s o m b río vis io n a rio Brown:
«La pregunta más interesante a fo rm u la r es: ¿En qué m o m e n to los eva­
cuados p o r el huracán se co nvie rte n en refugiados clim áticos?».Y la res­
puesta es, claro, cuando los evacuados deciden no regresar.
M i antiguo colega y gran experto en política medioambiental, R. j. Smith,
lo explica de la siguiente manera: «Brown descubrió que existen cosas com o
las torm entas violentas y las inundaciones y las olas de calor y los perio­
dos de frío ... cosas que matan a gente, y que en algunos casos obligan a
la gente a trasladarse.Y estos sucesos ocurren siempre cada año en algún
lugar del planeta. Voilá. De m odo que p o r fin ha encontrado la salida per­
fecta» para racionalizar las catástrofes que predice.
Si una gran to rm e n ta obliga a los residentes a abandonar una zona en
la que se vive con unas circunstancias económ icas, m orales y sociales
decentes, y sin una c o rru p c ió n notable e incontrolada [y p o r encima del
nivel del m ar], es más probable que los residentes regresen a sus hogares
y, p o r lo ta n to , menos probable que se conviertan en «refugiados clim á­
ticos». Los p o lític o s y los diseñadores de la ciudad de Nueva O rleáns
podrían exponer a sus m oradores to d o tip o de razones para no regresar
allí, pero ahora, según el p u n to de vista de Brown, to d o s estos pecados se
redim en y existe una única causa: el cam bio clim ático. Las op ortunidades
de parodia son infinitas. El pequeño Lester con un guante de béisbol y
70 G u Ia POLITICAMENTE incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

el cristal de la ventana ro to diciéndole a mamá: «Calentamiento global».


¿Que le para la policía yendo en coche?: «Concentraciones de C 0 2».
Y para rematar este episodio están las involuntariam ente cómicas
proclamas anuales de los seguidores de Brown en forma de informes
sobre «El Estado de! M undo». El cénit de este logro fue un inform e
que predecía nada menos que la destrucción de Suiza. Las tem peratu­
ras en aum ento constante provocarían el deshielo, y la desestabiliza­
ción de la nieve que cubre las montañas en invierno [y de los glacia­
res] provocaría gigantescas avalanchas que deforestarían las laderas de
las montañas, to d o ello seguido posteriorm ente p o r un aum ento de la
nieve fundida y de ríos subterráneos que provocarían deslizamientos
a grandes velocidades de barro y piedras p o r las laderas [ya sin árbo­
les] y aniquilarían p o r com pleto los pintorescos pueblos alpinos y las
ciudades, etc.
Un escenario maravilloso para obtener subvenciones y vender libros,
aparecer en radio y televisión y, en general, hacer esas cosas que a la
élite ecologista tanto le gusta hacer. A l no estar suscrito a ningún perió­
dico suizo no estoy muy seguro de si algo de to d o eso ha sucedido.
Alguien tendrá que ir a comprobarlo.
Pero no es necesario decírselo a Brown quien, como Ehrlich, parece no
estar para nada preocupado por los resultados negativos de sus predic­
ciones. Para que la errática llama de Ehrlich se mantenga encendida,
W oridW atch se queja ahora, en su informe 2 00 6-2 00 7 , de la obesidad y
del crecim iento económico. En las raras ocasiones en las que este alar­
mista se siente rebatido p o r los acontecimientos, responde con perlas
com o la siguiente: «Es culpa del lector. Yo soy científico. Nunca hago
predicciones. Simplemente esbozo unos cuantos escenarios posibles.
Que muy bien podrían suceder algún día».

A larm ism o sobre el calentamiento global:


¿quién la dice más gorda?

Bill C linton se sintió atraído por la descripción de «calentamiento glo­


bal» acuñada p o r sir David King, asesor científico del prim er ministro bri­
tánico Tony Blair, que lo calificaba como «la mayor amenaza a la que se
enfrenta el ser humano», «peor que el terrorism o». Un sentimiento del
que se hacen eco activistas ecologistas y periodistas, pese a que el mismo
El cielo se nos cae encim a 71

Blair ha inten tado atem perar la desquiciada valoración de sir K ing califi­
cándolo corno «la m ayor amenaza medioambiental».
El d o c to r James Hansen, asesor de G ore y padre del calentamiento glo­
bal, nos alerta ahora de que es casi demasiado tarde para actuar9, mientras
que otros afirman que esta valoración es demasiado halagüeña.10* La pregun­
ta evidente que habría que fo rm u la r entonces a los verdes es p o r qué
siguen presionando con la tím ida propuesta del Protocolo de K io to , dado
que si se aceptaran todos y cada uno de los supuestos alarmistas incorpo­
rados en el m odelo clim ático más avanzado del m undo, K io to sólo serviría
para evitar un calentamiento indetectable de 0,07° C en 2 0 5 0 ;' Sabemos que
incluso los verdes y sus colegas de los medios de com unicación ven esto
com o una cifra muy, pero que muy pequeña. Y sabemos que es así porque
exageraron el verano de 2 0 0 6 com o casi el verano más cálido de la historia:
0,23° C más cálido que el de 1936.12
A veces, y sin pretenderlo, estos verdes nos ayudan m ucho en nues­
tro esfuerzo de m antener la perspectiva.
Bjorn Lo m bo rg subraya que la propuesta climática de los verdes im pli­
ca ig n o ra r todas las demás preocupaciones en busca de un rem edio que
adm iten será trem endam ente insuficiente e, incluso, insignificante a nivel
clim ático. A u n así, este «rem edio» tiene p rio rid a d sobre la sanidad glo­
bal, el agua potable y el tra ta m ie n to del sida... to d o s ellos objetivos que
podrían alcanzarse con una décima parte del coste anual que supone el
P ro to c o lo de K io to . Sin duda, y haciendo cálculos, la insensibilidad de
los defensores de K io to es manifiesta.
Cuando a los verdes se les echa en cara la insuficiencia de sus respuestas
al calentam iento global, responden que K io to es sim plem ente «el prim e­

9 Véase, por ejemplo, «Debate on Climate Shifts to Issue of Irreparable Change: Some
Experts on Global Warming Foresee "Tipping Point"When It IsToo Late to Act»,J. Eilperin,
Washington Post, 29 de enero de 2006.
10Véase, por ejemplo, «It's too late to stop climate change: Interview with Hermann
O tt» , Der Spiegel, 18 de febrero de 2 0 0 5 en http://semce.spiegel.de/cache/international/
0,1518,342431,OOJitml
irThomas Wíngley, «The Kioto Protocoi: CO ^CH^and Gímate lmplications»,Geophysical
Research Letter, 2 5 ,1998.
12 Véase, por ejemplo, «This was hottest summer since 1936, report says», USA Today, 15
de septiembre de 2006, en http://mw.usatoday.com/iveather/climate/200S-09-l3-hottest-summer_
x.htm. Véase publicación y datos de N O A A en http://www.noaanews.noaa.gov/stories2006/
s2700.htm.
72 G u ia políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

o de tre in ta pasos»13. De h e ch o , K io to es io ú n ic o que hay so bre la


mesa pues, aun sin te n e r una influencia detectabie sobre las co n ce n tra ­
ciones de C 0 2 en la atm ósfera o sobre la tem p eratura, ten drá un e n o r­
me efecto descendente sobre la salud económ ica del planeta. Se estimaba
que sería co m o una gran píldo ra de reducción de energía y transferencia
de riqueza que los países ricos a buen seguro tragarían. Pero si el calen­
ta m ie n to global es «la m ayor» amenaza, y además es in m in e n te , ¿cóm o
es posible que ofrezcan una propuesta de no m over un dedo disfrazada
de po lítica de p o n e r en marcha cam bios? La respuesta evidente es que
p ro p o n e r restricciones sobre el consum o energético tan dramáticas co m o
las que ellos proclam an necesarias [y que claram ente desean] desalentaría
a la mayoría de los p o lítico s y a la gente no rm a l y c o rrie n te , y posible­
m en te in icia ría un debate c ie n tífic o sin ce ro so bre los resu lta do s que
prod uciría un gasto de ese calibre [y esto es ¡o ú ltim o que los verdes pre­
tenden].
Si los verdes creen lo que dicen creer, entonces el P ro to co lo de K io to
sería una propuesta inm o ra l te n ie n d o en cuenta su im potencia y su falta
de «voluntad política» para im p e d ir un cam bio clim á tico apocalíptico. El
hecho de que sea su única propuesta pone una vez más en duda su sin­
ceridad y sus buenas intenciones.
Pero ser un ecologista no significa tan só lo te n e r que d e c ir que lo
sientes [esos m illones de m uertos en Á fric a p o r la malaria cuando se re ti­
ró el DDT bien merecerían una disculpa sobre el asunto del DDT]14, sig­
nifica tam bién no te n e r que establecer nunca prioridades. Y ello se debe
a que los ecologistas carecen del sentido de la p ro p o rc ió n , c o m o mues­
tra A I G ore en un comunicado de la D N C [Convención Nacional Demócrata]
en el que se discutían las vu lne rab ilid ade s po lítica s de sus banalidades
medioambientales. Se habrá percatado, p o r ejem plo, de la proliferación que
con los años ha habido de las «mayores amenazas».
N a tu ra lm e n te , los ecologistas no están solos en la práctica de esta
estrategia, aunque los demás en tra n en el te rre n o de juego una vez los
verdes lo han diseñado. Por ejem plo, los verdes se sienten felices de exi­
m ir del P ro to co lo de K io to a países bastante industrializados co m o China,

13Véase, por ejemplo, David Malakoff, «Thirty Kyoto Needed to Control Global
Warming», Science, 278, núm, 2; 19 de diciembre de 1997, 2048.
14 Sobre el asunto del DDT, véase Toril Bethell, Guia políticamente incorrecta de ¡a ámela,
Gudadela Libros, Madrid, 2006.
El cielo se nos cae encima 73

Brasil, India y Corea del Sur, países que en cualquier m om ento aparecerán
co m o los mayores emisores de «gases de efecto invernadero». Estos paí­
ses, nin gu no de los cuales alterará su economía o su consum o energéti­
co siguiendo las directrices de K io to , están de acuerdo en que sí, en que
el calentam iento global es de hecho la m ayor amenaza a la que se enfren­
ta el ser hum ano, de m od o que es estupendo que los demás hagan algo
al respecto. Resulta m uy có m o d o que este «algo» incapacite a los países
más ricos, obligándolos a situar lejos de sus fronteras más procesos de
fa b rica ció n ... e instalándolos precisamente en esos países no cu b ie rto s
p o r el P rotocolo.

A ta q u e con armas nucleares... co ntra la energía nuclear

Una respuesta sincera a «la m ayor amenaza» debería de in c lu ir tod os


los medios disponibles para redu cir la supuesta amenaza [la em isión de
gases de efecto invernadero, en este caso]. La política no es nada si no
es, para empezar, el arte de establecer prioridades. Por lo ta n to , incluso
aceptando la base más modesta en form a de «la m ayor amenaza medioam­
biental», resulta hip ócrita que los verdes adeptos a K io to sigan op on ién­
dose a la energía nuclear de form a casi unánime. El P rotocolo de K io to ,
de hecho, no perm ite que sus firm antes ganen «derechos de em isión»
co n tra los gases de efecto invernadero reduciendo sus emisiones con un
m ayor uso de la energía nuclear.15 Los verdes celebraron abiertam ente en
2 0 0 3 haber garantizado que la energía nuclear no sería uno de los medios
utilizados para redu cir las emisiones de C 0 2 ai amparo del P rotocolo de
K io to .

15 Para ser más preciso, con las enmiendas de Marrakech de 2001, el Protocolo de Kioto
clasifica implícitamente la generación de electricidad a través de la energía nuclear como
una amenaza aun mayor que el supuestamente inminente, o ya presente, cambio climáti­
co producido por el hombre. Y lo hace excluyendo la energía nuclear como un método
permisible para satisfacer las reducciones de C 0 2 establecidas por el tratado a través del
Mecanismo de Desarrollo Limpio de ayuda a los países pobres. La energía nuclear es la
única tecnología conocida, libre de emisión de gases de efecto invernadero, capaz de satis­
facer nuestras necesidades energéticas, pues emite sólo vapor de agua. En honor a la ver­
dad, el vapor de agua es con mucho el gas de efecto invernadero más prolífico, pero las
cantidades de las que hablamos no suponen ningún problema.
74 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Pero incluso esto es una falsedad: muchos países, como Francia, resis­
ten a duras penas su cumplimiento de la promesa de K ioto debido a su
amplia utilización de la energía nuclear [hasta el 80 p or ciento de su
producción eléctrica]. Lo que los verdes, y K ioto, hicieron fue asegurar
que no se concediesen derechos de emisión a los países p or proporcio­
nar energía nuclear a los países pobres energéticamente y exentos de Kioto algo
que, naturalmente, salvaría a millones de personas de penurias y muerte.
Esto seguramente explica el regocijo de ios verdes.
Tanto las reivindicaciones como el tratado son irremediablemente fal­
sos. Francia presionó para la prohibición de la energía nuclear a pesar de
que hoy en día confía básicamente en dicha energía. Se trata de un juego
moral muy confuso. Ellos ya la tienen, y así ya ¡es va bien.

«Desd perspectiva social, política e histórica, el alarmismo climático es


cada vez más un residuo de la agitación antinuclear que se vivió a principios
de la década de 1980. El sorprendente best-seller de Jonathan Schell, The Fate
o f Earth, podría editarse de nuevo hoy en día cambiando las palabras "armas
nucleares" por "calentamiento global", sobre todo en la parte relacionada
con su pesimista filosofía. Ni siquiera la posibilidad de viajar a otros siste­
mas solares o galaxias ofrecía !a más mínima esperanza a Schell, porque "donde
quiera que fuera ei ser humano, iría también el conocimiento sobre cómo
construir armas nucleares y, con ello, e! peligro de extinción". En la actuali­
dad, nos llevaríamos con nosotros los conocimientos sobre los gases de efec­
to invernadero a cualquier otro planeta y amenazaríamos a Marte, por
ejemplo, con el deshielo de sus casquetes polares. Oh, espera un momento,
si resulta que esto ya está haciéndolo Marte por su propia cuenta...».
Steven Hayward, del American Enterprise Institute

¿ Á rb o le s .,, asesinos?

La energía nuclear no es la única amenaza a la que ios alarmistas temen


más que a «la m ayor amenaza». Píense en los embalses, p o r ejem pío,que
son inaceptables para los verdes co m o fu e n te de energía «renovable»
E l c ie l o se n o s c a e e n c i m a 75

[fuerza hidráulica] porque al interrum pir la corriente de los ríos son malos
para los peces. La naturaleza nunca pretendió que las cosas funcionaran
de esa manera. Y la naturaleza, por supuesto, nunca se equivoca.
La letanía de la «mayor que la mayor» de las amenazas está en cons­
tante expansión. Entró en la categoría del absurdo hace años, cuando los
negociadores del Protocolo de K ioto dejaron constancia por vez prime­
ra de su miedo a los árboles. En noviembre de 2 0 0 0 , Europa decidió
aniquilar el lenguaje sencillo que exhibía el Protocolo en su artículo tres,
que declara respecto al C O z que «las variaciones a la baja [...] serán uti­
lizadas a efectos de cum plir los compromisos de cada Parte incluidos en
el Anexo I». Esas variaciones son bosques que absorban dióxido de car­
bono para producir oxígeno a través de la fotosíntesis, así com o otras
prácticas relacionadas con la utilización de la tierra que capturen o no
liberen gases de efecto invernadero. Los negociadores de la Unión Europea,
enfrentados al desesperado equipo G ore, quedaron dominados p o r el
miedo a que Estados Unidos decidiera de pronto reforestar en lugar de
simplemente parar.
Los ecopredicadores de las Naciones Unidas y la Unión Europea pro­
clamaron que aceptar esta utilización de los árboles, no verificada, para
absorber los gases de efecto invernadero sería «destruir la integridad eco­
lógica del acuerdo». Una afirmación exagerada incluso para el equipo
Clinton-Gone.Y así fue como se largaron y abandonaron el tratado y todas
sus astucias.
El miedo irracional a los árboles como una amenaza mayor que el calen­
tamiento global sigue todavía desplegándose. La gran pelea de diciembre
de 2003, durante la «COP-9» [Conferencia sobre el Cambio Climático
número nueve] de Milán sobre las negociaciones del Protocolo de Kioto,
giró de nuevo en torno a hasta qué punto aceptar la pasión arbórea atmos­
férica. Esta vez, la exigencia fue imponer un límite en el tip o de árboles a
los que les estaría perm itido absorber el C 0 2, ese amenazante precursor
de la temida fotosíntesis.
«¿Y si resulta que abundan los árboles "n o naturales"?», preguntaron
ios verdes. «¿Es eso realmente peor que el calentamiento global?». Prevaleció
la razón, y la campaña para prohibir que los países ganasen derechos de
emisión gracias a los gases de efecto invernadero absorbidos por árbo­
les «modificados genéticamente» fracasó.
Nunca dispuestos a aceptar con buena cara una derrota, los verdes
volvieron a la carga con una venganza en la «COP-IO» que tuvo lugar
76 G u ía p o l ít ic a m e n t e incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

en Buenos A ires en 2 0 0 4 . «¡Los árboles m odificados genéticamente


deben ser proscritos p o r el P rotocolo de K io to !» , clamaba una nota
de prensa conjunta emitida p o r ios Friends o f the Earth International
[FO E-i) y el W orld Rainforest M ovem ent [W R M ]. La «grave decisión»
tomada en M ilán era un «resultado peligroso» p o r dos motivos. En p ri­
mer lugar, los verdes alertaban sobre los «impactos [...] sociales nega­
tivos» de p erm itir que proiiferasen ios árboles que no fuesen de mui-
ticultivo. En serio. Los «árboles de m onocultivo» eran malos, dijeron el
W R M y los FOE-i.16 [U n árbol de m onocultivo es un árbol que crece
únicamente entre los de su propia especie. Podría decirse de eiios que son
árboles «plantados» o «cultivados»... vaya escalofrío). En segundo iugar,
por implicación, perm itir este tipo de aislamiento arbóreo, que no es pre­
cisamente la manera en que la Madre Naturaleza dispuso sus bosques, es
claramente una amenaza mayor que el cambio climático. La locura se mul­
tiplica cuando permitimos que estos árboles se modifiquen genéticamente
para resistir las inclemencias meteorológicas y las plagas. Por lo tanto, si
cualquier aspecto de la existencia de un árbol es e! resultado de la deci­
sión deliberada de un ser humano, ese árbol supera el calentamiento
global en la lista de amenazas para ia especie humana.
Incluso en el híper-hiperbóiico terreno dei alarmismo ecológico, un
abandono de este calibre de la perspectiva debería destacar com o una
práctica peligrosa en sí misma.
Lo que sucede es que uno casi llega a sentirse mal por nuestros ami­
gos los verdes. Después de claudicar una vez más, y a d m itir que los
árboles absorben el C02, una práctica que afirman es m ortal, las cosas
empezaron a ir de mai en peor para los cada vez más confusos aficiona­
dos a abrazar los árboles. En enero de 2006, una investigación llevada a
cabo p or el Max Planck lnstitute y publicada en la normalmente alarmis­
ta revista Naiure, afirmaba que ios árboles y demás vegetación emiten can­
tidades enormes de metano, un gas de efecto invernadero treinta veces
más potente que el C Q r De hecho, parece ser que las plantas producen
entré el 10 y el 30 por ciento del volumen total anua! de metano, una
cantidad repentinamente revisada al alza. [O h , sí, también eso provocó
un vuelco en el eterno «consenso» sobre los orígenes y el volumen dei
metano. Basta ya de decir que ia ciencia está «asentada»].
E l c ie l o se n o s c a e e n c i m a 77

Tal y como Zella Merali expuso elegantemente en New Scientist. «Los


pulmones del planeta eructan metano. N o son sólo los pedos de las vacas
y los eructos de las ovejas los que arrojan metano. Las plantas vivas vomi­
tan cada año en la atmósfera millones de toneladas de potente gas de efec­
to invernadero... sin que nadie se dé cuenta de ello»57.
El calentamiento global es la mayor amenaza que acecha al ser huma­
no. ¡Caramba! Pero las «soluciones» expuestas también dan miedo: La ener­
gía hidroeléctrica (los embalses] son malos para los peces, la energía
nuclear no emite nada pero debe detenerse, ¡os árboles, flatulentos o
no, nos persiguen, y así sucesivamente. De pronto, la biomasa se revela
como el principal sustituto de los «combustibles fósiles» según la Unión
Europea y, por supuesto, Lester Brown, aludiendo, respectivamente, a las
razones de una posible amenaza a la biodiversidad y una suplantación
inaceptable de los recursos alimenticios. Dos amenazas más que sumar a
la lista.
Si to do esto empieza a sonarle ridículo es que está usted mostrando
más sentido común de lo que a los verdes Ies gustaría.

17 Z. Merali, «The Lungs o f the planet are belchíng methane», NewScientist.com, 12 de


enero de 2006.
Segunda Parte

C a l e n t a m ie n t o g l o b a l :
LAS MENTIRAS CONVENIENTES
Los diez principales mitos del «calentamiento global»
H ito 10: ¡A quí hace caior! Cuando ai cómico Henny Youngman ie pre­
guntaban: «¿Cómo está tu esposa?», é! siempre respondía: «¿En compara­
ción con qué?». Los más críticos adoptarían la misma respuesta en relación
a ia temperatura. Las temperaturas actuales son cálidas si las comparamos,
por ejemplo, con las de la década de 1970, o con las de ia Pequeña Edad de
Hielo (desde aproximadamente 1200 a. C. hasta finales del siglo xix], o a las
mb: de hace miles de años. Pero si seleccionamos otros puntos de partida y las
comparamos, por ejemplo, con las temperaturas de ia década de 1930 o con
1998, veríamos que, de hecho, son más frías. E! enfriam iento dibuja una
imagen mucho más aterradora, pues una nueva Edad de Hielo sería verda­
deramente catastrófica, mientras que los periodos cálidos que ha vivido la
historia siempre han supuesto prosperidad. Ja! vez por ello ios verdes lo
intentaron primero con ei «enfriamiento global».
M ito 9: La década de 1990 fue la más cálida hasta la fecha. Esta afirmación,
que tiene como objetivo a los perezosos intelectuales y a ios que se asus­
tan con facilidad, ignora diversos factores evidentes. Naturalmente, ia expre­
sión «hasta ¡a fecha» hay que entendería por «desde que desarrollamos medi­
ciones de temperatura fiables», !o que en genera! significa un periodo de
tiempo muy corto. Además, en 2006, la National Academy o f Sciences puso
en evidencia esta afirmación. Más aun, antiguamente ias estaciones meteo­
rológicas rurales habían registrado temperaturas más cálidas después de
décadas de crecimiento. La medición de «temperaturas medias globales» se
vio afectada también cuando cientos de estaciones meteorológicas (muchas
de eiias en la zona ártica de ia Unión Soviética] quedaron desconectadas a
P¡. ncipios de !a década.

M ito 8: La ciencia lo ha establecido: el C 0 2 provoca ei calentamiento


global. Históricamente se sabe que e! C 0 2 atmosférico aumenta después de
que se inicie ei calentamiento, no antes. La iniciativa más común para esqui­
var un debate rea! sobre las causas del calentamiento global consiste en decir
que el debate ya se desarrolló en su día y se dio por cerrado con un
«consenso». De estar realmente cerrado, ¿por qué entonces ios científicos
no renuncian a ios cinco mil miñones de dólares que reciben anualmente
de! bolsillo de ios contribuyentes y que se destinan a ia investigación del

■ó"
82 G u í a p o l ít ic a m e n t e in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m i e n t o g l o b a l y d e l e c o l o g is m o

ééééééééééééééééééééééééé
clima? Los científicos llegaron a un acuerdo en muy pocas cosas y en ape­
nas nada en lo que al calentamiento global provocado por el hombre se
refiere. A saber, ¡legaron a un acuerdo en que:
1. la temperatura global media actual es, probablemente, 0,6 grados más
elevada que hace un siglo,
2. los niveles de C 0 2 han aumentado en torno al 30 por ciento en los
últimos doscientos años, y
3. ei C 0 2 es un gas de efecto invernadero y, si todos los demás factores
continuaran inalterables (y ha quedado demostrado que no es el caso],
el aumento de los gases de efecto invernadero debería de tener un efec­
to de calentamiento.
De todos modos, el «consenso» es un asunto de los políticos. Significa fina­
lizar el debate para poder «seguir adelante» con cuestiones prácticas. Sin
embargo, restringir el debate es intrínsecamente anticientífico.
M ito 7: El clima era estable hasta que llegó el hombre. Tragarse este embus­
te significa quemar prácticamente todos los textos existentes de ciencia e
historia, igual que en épocas pasadas se quemaron «brujas» como vengan­
za por los cambios de clima. La perfecta representación de este concepto es
un gráfico que recuerda un palo de hockey y que ha quedado desacredita­
do y borrado del repertorio alarmista de las Naciones Unidas.
M ito 6: ¡Los glaciares se derriten! Por muy buena suerte que ténganlas cosas
congeladas se derriten o, como mínimo, menguan cuando los periodos de
enfriamiento llegan su fin. Aún así, la retirada de los glaciares sobre la que tanto
hemos leído es selectiva. Los glaciares también están avanzando, incluyendo
algunos situados en lugares muy próximos a los que están retirándose. Si la
retirada de los glaciares fuese una prueba del calentamiento global, el avance
de los glaciares lo sería del enfriamiento global; es imposible que ambas
cosas sean ciertas y, de hecho, ninguna de ¡as dos lo es. Además, la retirada
no parece estar siempre relacionada con el calentamiento. Por ejemplo, las cum­
bres nevadas del Kiümanjaro están retirándose, pese a las varias décadas de
enfriamiento que vive Kenya y ello se debe a la utilización de la tierra que se
hace ahora en la zona y a cambios en la humedad atmosférica.
M ito 5: El cambio climático está haciendo subir el nivel del mar. E! nivel
de! mar sube en los periodos intergíadares, como el que vivimos en este
Los DIEZ PRINCIPALES MITOS DEL CALEN TA M IEN TO G IO S A L 83

momento. A l Gore extrapola y profetiza un Manhattan bajo las aguas. Incluso


ei distorsionado Panel sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas
rechaza estas imparables afirmaciones al no encontrar un cambio estadísti-
I co significativo en e! porcentaje de subida del pasado siglo. Es decir, e!
nivel de! mar lleva mucho tiempo subiendo lenta y gradualmente; y ni la
i industria, ni ei aumento de las temperaturas, ni el aumento de C 0 2han afec­
tado a ese crecimiento de forma relevante. Los pequeños países-islas que
buscan bienestar y refugio para sus ciudadanos en, por ejemplo, ias gene­
rosas Australia y Nueva Zelanda, no han visto subir ei nivel del mar y, en
algunos casos, incluso lo han visto bajar. El verdadero problema de estas
sociedades es, normalmente, que su situación es desastrosa. Es frecuente que
un país-archipiéiago dilapide ei dinero para ejercer presión sobre la Unión
Europea y obtener dinero para así construir complejos hoteleros en la costa
y, al mismo tiempo, se dedique a pregonar que está inundándose y a punto
de ser engullido por las aguas.
M ito 4: Ei cambio climático es la mayor amenaza para los pobres del
mundo. El clima, o más exactamente, las condiciones meteorológicas, sigue
siendo uno de los mayores retos de los países pobres. Pero el cambio climá-
tic o no añade nada nuevo a la situación. El clima y ias condiciones meteo­
rológicas siempre han cambiado y siempre cambiarán. Y el hombre !o ha
afrontado siempre mediante la adaptación y los avances tecnológicos... y
también con ias supersticiones que le han ayudado a buscar culpables. Las
sociedades más avanzadas, o más ricas, han sido ias que mejor se han adap­
tado. Siempre es preferible enfrentarse al mismo tipo de tormenta en Florida
que en Bangiadesh, Las instituciones, las infraestructuras y el acceso a la
energía, y no el racionamiento dei consumo energético, son ios factores
básicos para gestionar un clima en cambio constante.
M ito 3: «Calentamiento global» equivale a tormentas más frecuentes y
más fuertes. Una afirmación que ni siquiera apoya el Par.eí dei cambio cli­
mático de ias Naciones Unidas. Las tormentas son cíclicas y, dicho esto, no
son más frecuentes ni más fuertes que en ei pasado. Por suerte para A i
Gore, ios periodistas pocas veces disponen de ios datos reales.
M ito 2: Las propuestas sobre ei ««calentamiento global» tienen que ver con
ei medioambiente. Sólo si esto significa que empeorarían las cosas, dado
84 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

que «más rico equivale a más sano, y a más limpio». Incluso aceptando e!
supuesto ecologista económico y alarmista subyacente, nadie se atreve a
decir que el carísimo Protocolo de K ioto modificaría el clima de una forma
que resultase detectable. Imagínese lo caro que debe de ser el pacto, tanto
a nivel de costes económicos como humanos, para racionar de la forma seve­
ra que exigen los verdes el consumo de energía. En cambio, los proponen­
tes admiten con franqueza su deseo de controlar e! estilo de vida de los
demás, las empresas que lo apoyan esperan sacar millones de dólares del tra­
ta d o ^ el comisionado de medioambiente europeo admitió que Kioto «tiene
que ver con la competencia, con equilibrar el terreno de juego para los gran­
des negocios de todo e! mundo» (sacándolos de apuros, por ejemplo].
M ito I: Estados Unidos se ha quedado solo en cuanto a K ioto y al «calen-
j tamiento global». Tonterías. Estados Unidos, junto con ciento cincuenta y
i cinco países más (que representan la mayoría de la población mundial, acti-
| vidad económica y crecimiento futuro] rechazan el plan de racionamiento
de energía que impone el Piotocolo de Kioto. Kioto es un tratado de Europa
con una docena de países más, ninguno de los cuales está, de hecho, redu­
ciendo sus emisiones. De un modo similar, las afirmaciones de que el presi­
dente Bush ha hecho descarrilar algunos de los esfuerzos i© C linton-G ore
por ratificar K ioto son falsas en todos los sentidos.
C a p ít u l o 4

Curso básico sobre calentamiento global.


Ni p ro d u c to de la mano del h o m b re ,
ni ca ta s tró fic o , ni g lo b a l

bra e! periódico, encienda el televisor para ver el informativo de


la noche, escuche los debates dei Congreso por C-SPAN, entre
a un aula de ¡a escuela pública o asista a un seminario empresa­
rial, y siempre escuchará la misma historia:
'• C o n tanto coche, con tanto consumo de energía,con tanta depen­
dencia dé los combustibles fósiles, el hombre está provocando un calen­
tamiento global que tendrá consecuencias desastrosas para el planeta. El
calentamiento global hará que ios glaciares se derritan y que el nivel de
los mares aumente.
El debate ha terminado, nos dicen. La ciencia lo ha demostrado.Tenemos
consenso. Cualquiera que dude de nosotros está ciego o (más probable­
mente] es un mentiroso. Los escépticos están en nómina de las empresas
petrolíferas, las mismas empresas que están «contaminando» el ambiente
con el temido dióxido de carbono.
Debemos actuar ahora, nos imploran. Gracias a Dios que tenemos a
nuestro alcance soluciones reales. Los legisladores responsables de ambos
partidos han elaborado una legislación que afrontará el calentamiento glo­
bal. Incluso las empresas norteamericanas se han subido al carro. El resto
dei planeta ha iniciado el camino hada la solución con el Protocolo de
K ioto, pero George W. Bush, e! petrolero de Texas, nos ha sacado dei tra­
tado. Estamos solos en el mundo, mientras Europa se dedica a recortar
las emisiones de gases de efecto invernadero.
86 G u í a p o l ít ic a m e n t e in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m i e n t o g l o b a l y d e l e c o l o g is m o

Esta historia, como cualquier buen m ito, resulta útil para quienes io
proponen, pero tiene escasa base que lo sustente.
Él principal agujero en la teoría «establecida» del calentamiento global
resultado de la mano del hombre es que ni es catastrófico, ni es resulta­
do de la mano del hombre, ni es global. x
Sí, en promedio, el planeta está calentándose. Este calentamiento se apre­
cia principalmente por las noches, en invierno y en el Polo Norte. De hecho,
_________________________ i el hemisferio sur, en general, no parece
,1IBi estar experimentando un calentamiento
« 1 estadísticam ente sign i ficativo.
... el clima cambia cons- El calentamiento actual tiene prece­
tantemente? dentes. El clima siempre ha fluctuado.
... la activic d del sol Acabamos de emerger de .algo conoci­
está más correlai añada con do como la Pequeña Edad de Hielo, pol­
las temperaturas rlobales de lo que no es de extrañar que to do esté
io que lo están os niveles relativamente más callente. Las evidencias
de C 0 2? sugieren que actualmente el clima, es más
el calen! nier 'o g lo - frío que en el reconocido Periodo Cálido
ba!, podría, tener un resul- de la Edad Media. Para aumentar la alar­
tado neto beneficioso... ma sobre el calentamiento global, algu­
como siempre ha sucedido nos de sus defensores han intentado
en el pasado con o tro s hábilmente borrar de los libros de texto
calentamientos? las anteriores fluctuaciones climáticas.
... las «soluciones» ver­ — El alcance del calentamiento es muy
des son draconianas e inefi­ incierto. Resulta prácticamente imposi­
caces (a menos que su ver- ble tomar la temperatura del planeta ente­
objetivo sea controlar ro. El análisis de los datos de tempera­
recim iento de la econo­ turas históricas es com plicado. Las
mía y ¡a población]? afirmaciones se basan en medidas toma­
das «por poderes», como podrían ser los
anillos de los árboles, muestras de placas
de hielo fósil y los conocimientos que se tienen sobre cuándo y dónde
se obtuvieron mejores cosechas.
Sí, ei dióxido de carbono actúa como un gas de efecto invernadero,
absorbiendo la radiación y reteniendo ei calor y, en consecuencia, hacien­
do ei planeta habitable. Sí, la combustión de carbón, petróleo y gas natu­
ral genera C 0 2. ¿Pero hasta qué punto es la actividad humana responsable
del actual calentamiento? Seguramente hasta niveles muy bajos. Son muchos
ios factores que contribuyen ai cambio de temperatura,sobre todo la vola­
C urso básico sobre calentamiento global 87

tiüdad solar. Y los factores que contribuyen a las concentraciones de


gases de efecto invernadero son incluso más. Los gases de efecto inverna­
dero han estado siempre presentes en nuestra atmósfera, a veces en canti­
dades mucho mayores que las actuales, y son, de hecho, una condición para
que exista la vida humana pues, sin ningún tipo de efecto invernadero, el
clima de la superficie terrestre sería comparable al ce Marte.
N i siquiera estamos seguros de si el calentamiento de la Tierra es una
cosa mala. Las plantas aprecian las temperaturas cálidas [asi com o las
concentraciones elevadas de C 0 2], Los habitantes de Dakota de! N orte y
de Rusia las aprecian también, y gran parte de! calentamiento tiene lugar
en los climas más fríos. Sabemos que los habitantes de Groenlandia
prosperaron durante el Periodo Cálido de la Edad Media. Después, muchos
tuvieron que abandonar aquellas tierras.
¿Pero no equivale el calentamiento de las zonas árticas a que se derri­
tan los glaciares, a que ios osos polares se ahoguen y a que Manhattan
quede sepultado bajo las aguas? Una exageración, también. Por cada gla­
ciar que disminuye hay también uno que aumenta de tamaño... pero los
que.aumentan reciben mucha menos atención.
Estas ambigüedades e incertidumbres ilustran ¡o engañoso de las decla­
raciones populares de consenso en lo que a las causas, el alcance y ios efec­
tos del calentamiento global se refiere. La falta de honradez y las tácticas
intimidantes empleadas para conservar el aspecto aparente de un con­
senso son sorprendentes.
Las empresas «socialmente responsables» que se han apuntado a la cru­
zada deí calentamiento global están, en genera!, lideradas por capitalistas
listos que buscan sacar tajada de nuevas regulaciones por parte de! Estado,
subvenciones, ordenanzas o cualquier otro tipo de favor. Enron fue la cabe­
cilla de! grupo.
Esto nos lleva a las «soluciones» para el calentamiento global, que curio­
samente se muestran impotentes para «detener el calentamiento global»
y muy potentes en cuanto a poner trabas a la economía y a la prosperi­
dad de los pueblos. El Protocolo de K ioto aumentaría los precios para
todas las familias, aumentaría rápidamente el control del Estado [o de las
Naciones Unidas), limitaría dramáticamente nuestra capacidad de consu­
mo energético, y, aun así, proporcionaría solamente una décima de grado
de disminución deí calentamiento en los próximos cincuenta años.
Sí, hay muchas cosas que no le explican. A quí tiene usted algo con lo
que empezar a
KK~ Tí ACORRECTA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL Y DEL ECOLOG1SMO

¿ O » pros oca el calentamiento?


•H'•‘'fP'.
£! diana cambia constantemente. Siempre hay distintas partes del pla­
n tía «fue se enfrían o se calientan, que se tornan más húmedas o más
seos. Este cambio de clima puede estar producido por muchas cosas. El
s d tiene sus ciclos y a veces produce más energía, y otras menos. La ó rb i­
ta vacilante y excéntrica de la Tierra hace que distintas partes del plane­
ta queden expuestas a variaciones de calor durante distintos periodos.
Cuanta más tierra o más nieve quede expuesta, más calor se reflejará. Si
lo que queda expuesto es agua, más calor se absorberá. El planeta se enfria­
rá cuando el polvo [provocado p o r un volcán, un meteoro o la contami­
nación] oscurezca el cielo. Los cambios en el aprovechamiento de la tie­
rra, sean o no resultado de la mano del hom bre, impactan de form a
im portante en el clima local. Finalmente, está el factor más famoso [y
aun así, uno más entre muchos] que influye en los cambios de tempera­
tura: los gases de efecto invernadero.
«Los gases de efecto invernadero» son gases que, en su mayoría, se
producen de forma natural. El dióxido de carbono es un gas de efecto
invernadero. Cuando exhalamos, generamos C 0 2. Las plantas liberan C O z
y otros gases de efecto invernadero cuando mueren. Los océanos alma­
cenan y liberan cantidades enormes de C O r Los óxidos de nitrógeno son
gases de efecto invernadero que se generan en el suelo debido a proce­
sos microbianos. El metano es otro. Lo origina la putrefacción de las plan­
tas, las filtraciones de los pantanos, ciénagas, arrozales y los vertidos de
los animales rumiantes.1Estos gases, al p erm itir que la luz del sol penetre
libremente en nuestra atmósfera y después absorbiendo y atrapando la
radiación solar infrarroja [calor], forman un manto p rote ctor que man­
tiene la vida; sin ellos, la Tierra sería inhabitable y nuestra atmósfera sería
equivalente, a todos los efectos, a la de H arte.
- El ser humano aumenta la concentración de gases de efecto inverna­
dero no sólo con la exhalación, sino también cosechando plantas y emi­
tiendo metano, normalmente después de una comida al estilo mejicano.
Pero también creamos gases de efecto invernadero con los procesos a tra-

! Por cierto, según el Protocolo de Kioto, el hombre es el culpable de la flatulencia


de los animales y, por ejemplo, de los gases de los arrozales, pues ingerimos el producto
de estas dos fuentes de metano. Se calcula el tonelaje de esas actividades y se valora la
culpabilidad.
C u r s o b á s ic o s o b r e c a l e n t a m i e n t o o lo b á í 89

vés de ios cuales generamos o liberamos energía (para nuestros hogares,


nuestras fábricas y nuestros coches], procesos todos ellos que tienen que
ver con hidrocarburos.
Los hidrocarburos, entre los que se encuentran el petróleo, el carbón
y el gas natural, están compuestos básicamente por átomos de hidroge­
no y de carbono. Los vínculos de estas moléculas de hidrocarburos son
muy fuertes y romperlos implica la liberación de una cantidad importante
de energía. Son de fácil combustión y, por lo tanto, son estupendos como
combustibles.
Para liberar su energía, quemamos (u oxidamos) ios hidrocarburos
y luego utilizam os la energía liberada para mantener nuestros hoga­
res calientes, nuestras neveras funcionando, nuestros coches m ovién­
dose y nuestros servidores de in te rn e t encendidos. El carbón o el
petróleo quemado suele tener impurezas, que pueden ir a parar a la
atmósfera en forma de contaminación. Si el hidrocarburo combustible
no se quema por com pleto, puede liberar m onóxido de carbono, una
sustancia venenosa. Idealm ente, los h id ro carb uro s se transform an
com pletam ente en energía y en un gas in o d o ro que es el d ió xid o
de carbono. (La diferencia
entre C O — m onóxido de La mayoría de ios gases de efecto invernadero
ca rb o n o venenoso— y no son resultado de la mano del hombre
C O , - ..d ió xid o de carbo­ Óxido nitroso Metano
no benigno—- es algo que hombre = 5%
se perdieron en el colegio
quienes me odian p o r
co rre o e le c tró n ic o y me
in v ita n a asfixiarm e con
este ú ltim o].
Como tai, el C O z no es
un subproducto o un contami­
nante, sino el resultado espe­ Gases clorofuoro-
carbonados
rado de la producción de hom bre

energía. Cuanto más efi­


cientemente se realice la
com bustión de un h id ro ­
carburo, más C 0 2 se p ro ­
ducirá. Ésta es una de las
razones p o r las que los
90 G u í a p o l ít ic a m e n t e in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m i e n t o g l o b a l y d e l e c o l o g ís m o

defensores de la «eficiencia energética» como método de solución al calen­


tamiento global no han perfeccionado sus argumentos.
Antiguam ente, el C 0 2 debía su mala fama a su cruel imposición del
círculo vicioso de la fotosíntesis a nuestras amigas las flores, obligándo­
las a producir oxigeno que nosotros, la fauna, inhala egoístamente para
después exhalar más C 0 2.
Pese a que los coches todoterreno y las plantas de energía nuclear son
las que más cautivan la atención de los medios de comunicación y los
ecologistas, las emisiones, provocadas por la com bustión contribuyen en
to rn o al 2 p o r ciento de los gases de efecto invernadero que hacen, de
hecho, que nuestra atmósfera sea habitable. N o me cansaré de repetirlo:
de todos los factores que provocan el cambio climático, los gases de efec­
to invernadero provocados p o r el hombre son sólo una diminuta frac­
ción de un solo factor.
«*La mayoría de los gases de efecto invernadero están producidos por
procesos «naturales». Aun así, la teoría del «calentamiento por efecto inver­
nadero» promete que la .contribución marginal del hombre inclinará el
sistema atmosférico hacia algún tip o de desequilibrio que producirá un
cambio climático delirante (el «momento clave del cambio» que asume,
una vez más, que el clima fue estable en algún momento].
Pero las emisiones que produce el hombre son químicamente indis­
tinguibles de las que produce la Naturaleza (asumiendo, como hacen los
verdes y K ioto, que el hombre no forma parte de la naturaleza]. La Tierra
en sí varía de forma salvaje en cuanto al volumen relativo de gases de efec­
to invernadero que produce o libera cada año.2 En cierto m odo, siguien­
do este razonamiento, el planeta trata la contribución del hombre a los
gases de efecto invernadero de manera distinta. Y éste es el argumento.

¿Cuánto nos estamos calentando?

- El calentamiento existe, pero es ligero, es relativo, y no es «global» en


el sentido de que no to d o el planeta está calentándose (por ejemplo, el
hemisferio sur no se calienta].

2Véase, por ejemplo, los presupuestos globales de los gases de efecto invernadero en
http://mm.grida.no/c!imate/ipcc_tar/wgl/097.htm#tab3l, que no es precisamente lo mismo
que la producción de la propia Tierra debida al consumo natural de carbono a través del
ciclo del carbono [así, la naturaleza exhala y las plantas inspiran].
C u r s o b á s ic o s o b r e c a l e n t a m i e n t o g l o b a l 91

Para mantener con vida el relato catastroflsta del calentamiento global


resultado de la acción del hombre, los verdes consiguieron reescribir no
sólo la biología elemental diciendo que el dióxido de carbono es ahora
un «contaminante», al menos como teoría3, sino también ia historia en
el sentido de que un m ítico m ilenio de estabilidad climática fue inte­
rrum pido por ia Revolución industria!, exigiendo con ello borrar todo
registro que indicara la existencia de la Pequeña Edad de Hielo o de! Clima
Medieval Ó p tim o [o «calentam iento», iíamado ó p tim o debido a ios
avances en tecnología y en el aumento de la esperanza de vida humana
resuitadc dei aumento de temperatura].
Los alarmistas declararon ia década de 1990 como la «década más calu­
rosa», apoyándose en el infame gráfico de reconstrucciones de tempera­
turas históricas en forma de «palo de hockey» combinado con las tomas
reales de temperatura. Pero resuíta que la década de 1990 no sóio no estu­
vo a la altura de la categoría de «la más caliente», sino que además coin­
cidió con la clausura de cientos de estaciones de medición meteorológi­
ca [incluyendo muchas en la antigua Unión Soviética, ya que en ese país
las prioridades pasaron a otras cuestiones domésticas más importantes,
como ¡a de! colapso del imperio). Si se clausuran estaciones meteoroló­
gicas en las zonas más frías de! mundo, las temperaturas medias globales
aumentarán. Y resulta que los aumentos de temperatura registrados en
la década de 1990 encajan a !a perfección con esas clausuras. C om o
mínimo, la comparación de la media de temperaturas posterior a la déca­
da de 1990 con los datos anteriores a ia clausura masiva de estaciones
meteorológicas, debería de ser tomada con cauteia.Aigo que ningún perio­
dista se molesta en hacer.
M ientras que las observaciones anecdóticas sirven como base para
las destacadas historias de te rro r climático que publican ios medios de
comunicación, ia base principal del alarmismo son las proyecciones de
modelos climáticos obtenidos a través de programas informáticos. Dichas
proyecciones, como sucede con cualquier modelo electrónico, pueden
diseñarse para obtener el resultado que se desee.

3 En el momento de escribir esto, ésta es una cuestión de opinión, no de ley, y e!


Tribunal Supremo de los Estados Unidos asume la hasta !a fecha demanda desestimada
de Commonweaith of Massachussets contra la Agencia Americana de Protección del Medio
Ambiente [EPA], en la que los verdes pretenden solicitar a la EPA que considere el C 0 2
como un contaminante.
92 G u í a - C - T 'A M E N T E in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m i e n t o g l o b a l y d e l e c o l o g is m o

La reconciliación de las proyecciones de modelos climáticos con la


expolenda del mundo real [observaciones durante las últimas tres déca­
das que muestran un aumento de 0,17° C p or década] sugieren que en
este siglo podríamos esperar un calentam iento de en to rn o a 1,7° C.
Has aun, todos ios modelos climáticos, excepto dos entre dos docenas,
predicen un calentamiento lineal [reguiar] y no exponencial [en absoluto
vertiginoso, como expone la fábula en celuloide producida por A I Gore]4.
Recuerde que predecir que el planeta se calentará no implica para nada
que el hombre tenga alguna cosa que ver con ello, aunque sí plantea la
pregunta del porqué de toda esta histeria.
En lo que en realidad supone un auténtico bofetón para ios medios
de comunicación, resulta que ia situación es incluso más leve que to do
eso. En mayo de 2006, ia National Oceanic and Atmospheric Administration
publicó un inform e, elaborado entre otros p o r ei d o cto r John Christy,
que destacaba aun más las diferencias entre las tendencias de temperatu­
ra en superficie y las obtenidas por ios satélites [una im portante contro­
versia, teniendo en cuenta que se suponía que la atmósfera tenía que calen­
tarse antes y más que la superficie]. El informe reveló que «desde 1958 la
temperatura global media aumentó a un ritm o de 0,12° C por década, y
de 0,16° C desde 1979. En ios trópicos, la temperatura aumentó 0,11° C
por década desde 1958, y 0,13° C p or década desde 1979». Unos aumen­
tos muy inferiores a lo que los modelos suelen predecir y, en consecuencia,
destacó Christy [y publicó, sorprendentemente, el Washington Post], la Tierra
no está calentándose rápidamente.5
w H ás aun, para afirmar con cierto grado de exactitud la existencia de
un «calentamiento global», tendríamos que referirnos a un aumento de
la temperatura media global en superficie, una medida que en realidad
nunca se ha calculado. La temperatura en superficie no se mide global­
mente, sino de modo casual, dondequiera que estén situadas las estacio­
nes meteorológicas. Como se ha indicado ya, da la casualidad de que justo
antes de «la década más caliente de ia historia» se produjo la clausura de
muchas estaciones m eteorológicas, y debe tenerse en cuenta además
que ias estaciones de los países pobres tienen un mantenimiento distin­
to a las situadas en países más ricos. Ésta es la razón por la cual un des-

4 Se refiere al documental Una verdad inconveniente.


5Véase el biog del autor científico Ron Bailey sobre esto en http://mvw.reason.com/rb/
rb092?.06.shtml
C urso básico sobre calentamiento global 93

tacado científico especializado en cuestiones climáticas afirma que ia «tem­


peratura global media en superficie» significa para él tanto como ei núme­
ro de teléfono global medio.
A destacar también que esto no hace que las temperaturas medias
actuales sean calientes según los registros históricos. Teniendo en cuenta
que ahora hace calor, si eligiésemos expresamente como punto de parti­
da un año más frío que el actual, estaríamos viviendo un «calentamiento
global» desde que terminó el periodo de entre seiscientos y setecientos
años conocido como la Pequeña Edad de Hielo, a un ritm o de 0,55° C
en los últim os cien años. Y ahí está el origen de to d o el em brollo.
Supuestamente, ese medio grado es el responsable de todos estos cuen­
tos de terror, pese a que en el pasado hizo más calor, y también más frío.
Más aun, carece de sentido afirm ar que el mundo se calienta una vez
terminan los periodos de frío. Seguramente, el hombre es responsable sólo
de una mínima fracción de este calentamiento, aunque se desconoce si
esta contribución es detectable. Para los que prestan atención a periodos
cortos, diré que hubo un calentamiento hasta mitad de la década de 1940,
que luego enfrió hasta finales de la década de 1970, y que luego ha vuel­
to a calentar.
El calentamiento de la superficie de la Tierra que muchos científicos aso­
cian con las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por el hom­
bre, se distribuye, de hecho, de la forma menos catastrófica [y más benefi­
ciosa] posible. Durante la reciente y ligera tendencia al calentamiento, han
sido las temperaturas nocturnas y las invernales las que han mostrado un
aumento más notable, sobre todo en el hemisferio norte (aunque sin tanta
intensidad como la que se predecía]. De hecho, el calentamiento invernal,
polar y nocturno ha sido el responsable de prácticamente todo ei calenta­
miento registrado, aumentando casi el doble que las temperaturas diurnas
o las máximas del verano. Esto se traduce en estaciones de crecimiento de
las cosechas más prolongadas y en noches más cálidas, lo que fomenta el
crecimiento de las plantas y la productividad agrícola, reforzando así el efec­
to fertilizante del dióxido de carbono. Oh, la humanidad.
Pero esto no significa que la tendencia de calentamiento de las últimas
tres décadas vaya a seguir al ritm o actual, y mucho menos a un ritm o
catastrófico. (Lo que, como resultado neto, tampoco sería malo.] Pienso
en mi hijo pequeño. Durante sus primeros doce meses en este planeta cre­
ció casi treinta centímetros. ¿Debería suponer por ello que en cuestión
de años se habrá convertido en un gigante que aterrorice a ios rascacie-
*W r ¡Oy*g» ! m xsm cí & del calentamiento global y del ecologismo

tetí? frv r m v m s x o .'■.que no. Igual que el impacto del carbono [carbohi-
r f-:c . en es crecimiento de un bebé, el impacto sobre el calentamiento
| : c : -X ejercen los gases de efecto invernadero que el hombre suma
t ü naturaleza es logarítmico, no lineal. Es decir, mi hijo no crecerá hasta
¿kanzar los doce metros ni pesará una tonelada; crecerá de forma firme
y regular y luego dejará de hacerlo [igual que sucede con el clima, siem­
pre surgirán excepciones regionales, como la dificultad para abrocharse
los botones del pantalón]. Naturalmente, el ser humano y la atmósfera
son organismos distintos, pero la analogía nos recuerda que si duplicáse­
mos la cantidad de C O , que recibe la atmósfera, por ejemplo, añadiendo
x C 0 2 a una atmosfera que ya contiene x C O z, y obtuviéramos un efec­
to de calentamiento de y grados, no obtendríamos otros y grados más
simplemente añadiéndole x C O z. Para conseguirlo tendríamos que aña­
dirle 4x. Por lo tanto, el calentamiento es logarítmico.
En resumen, las evidencias citadas para respaldar el calentamiento
global como resultado de la intervención del hombre no demuestran con
credibilidad que el hombre sea capaz de provocar el tipo de invernadero
calamitoso que los alarmistas profetizan para ju stifica r sus «audaces
soluciones». A destacar que esa «cura» es la misma que durante décadas
ha venido ofreciéndose para diversas enfermedades, tanto reales como no
tan reales, incluyendo entre ellas el enfriamiento global: recortes drásti­
cos en el consumo de energía, combinados con el eterno objetivo de la
comunidad ecologista, es decir, mucha menos gente habitando la Tierra
y utilizando sus recursos.

¿Hasta qué punto es destructivo este calentamiento?

Un aumento de 0,12° C o de 0,17° C da lo mismo. Pese a que insis­


ten en que el calentamiento será dramático, cuando los alarmistas se ven
presionados prometen que un aumento de entre 1,2 y 1,7° C en una déca­
da será calamitoso. Y esto plantea algunas preguntas:
¿No es cierto que gran parte de la ñora y la fauna viven en áreas más
cálidas por el simple motivo de que allí sobreviven mejor, de hecho, por
el mismo m otivo que el 9 0 por ciento de los canadienses viven apeloto­
nados en la zona sur del país? ¿Acaso nunca había hecho tanto calor desde
que el hombre habita la Tierra? ¿Acaso no se ha adaptado y prosperado
el planeta, y la vida, después de los aumentos de temperatura habidos en
C urso básico sobre calentamiento global 95

pasado? ¿Acaso no ha experimentado nunca antes la Tierra el porcen-


’i f de calentamiento que se proyecta? ¿Y acaso no es verdad que toda
- .ida planetaria experimenta prácticamente a diario grandes cambios
:<£ temperatura entre medianoche y mediodía, y muchos más a lo largo
áe las diversas estaciones de! año, sin que con ello se produzca una extin­
gan en masa o una catástrofe?
La respuesta a todas estas preguntas es «sí».
¿Y qué hay de las tormentas y los huracanes, de los que tanto se habla?
Í3 cuenca atlántica y el noroeste del Pacífico son las dos únicas zonas que
>:n ios últimos años han afrontado, de hecho, un cambio estadísticamen­
te significativo en su actividad tormentosa. Todo el mundo habrá oído
hablar de lo primero, pero muy pocos conocerán este últim o detalle. Sin
duda, es pura coincidencia que el noroeste del Pacífico haya experimen­
tado una disminución de la actividad tormentosa. El aumento de torm en­
tas en el Atlántico fue predicho hace ya tiemoo como la reanudación de
un conocido ciclo que se produce cada cuarenta o cincuenta años. Aunque
no fue ignorado por completo, este hecho quedó prácticamente perdi­
do entre las noticias publicadas por los medios de comunicación; de hecho,
aparecía en alguna parte de todos los artículos sobre la tranquila tempo­
rada de huracanes vivida en 2006.
Finalmente, tenemos que preguntarnos si un tiempo más cálido es nece­
sariamente peor.
El presidente ru so ,V ia d im ir Putin, generó un auténtico em brollo
cuando retóricamente se preguntó si un par de grados de calentamiento
le harían algún daño a un país frío como Rusia. (De hecho, el pasado
mes de noviembre, la Academia Rusa de las Ciencias advirtió sobre un
regreso de la Edad de Hielo). Dadas las tendencias geográficas de replie­
gue, Putin parece tener razón. El frío no sólo es desagradable, sino
que mata más que el calor, tal y como se demuestra estadísticamente
sea cual sea el punto de partida. Por ejemplo, el Departamento de Sanidad
del Reino U nido calcula que si el sur del Reino U nido experimentase
un calentamiento de 3o C hacia la década de 2050, como algunos dicen
que sucederá, morirían dos mil personas cada año como consecuencia
de las olas de calor, pero en invierno morirían de frío veinte mil per­
sonas menos.
Un calentamiento global Importante probablemente seria beneficioso
para Estados Unidos.Tal y como testificó en el Senado Robert Mendelson,
profesor de Economía de Yale y experto en clima:
.*• * , • " i '- : calentamiento global y del ecologismo

.. . c í : cambio climático produzca pequeños resultados bene-


Sr.ifmr pwra Bados Unidos a lo largo de este siglo. La agricultura será el
m .... saldrá mas beneficiado. A menos que el calentamiento sea ines-
severo, las grandes ganancias de este sector compensarán con
-** k bs daños esperados en el sector pesquero, energético e hidráulico.
'Se espera también que el sector forestal disfrute de pequeñas ganancias.
Sí ío sumamos todo, tenemos que es probable que los Estados Unidos
disfruten de unos beneficios de entre catorce y veintitrés mil millones
de dólares anuales y que sófo sufran daños en su área de trece mil millo­
nes de dólares en el caso de que el calentamiento Legue hasta los 5° C a
lo largo del siglo. Las predicciones más recientes sobre el calentamiento para
2100 sugieren aumentos de temperatura de entre 1,4° C y 4o C, lo que
sugiere que su impacto será beneficioso para Estados Unidos.6

La vergüenza

Tan bajo ha caído el discurso, que el Parlamento Europeo, en el borra­


d o r de una resolución, culpó del huracán Katrina al calentamiento global
producto de la mano del hombre, echándole con ello un guiño retórico
al supuesto culpable [Estados Unidos].7 Lo hizo autoparodiándose, decla­
rando que el organismo «[...] percibe con pesar que el tan a menudo augu­
rado im pacto del cam bio clim ático se ha convertido en una realidad
con el hecho de que las clases más pobres de la sociedad que habita las
regiones costeras fueron las que tu vie ro n que s o p o rta r lo peor del
huracán». Naturalmente. Si no fuera por ese maldito cambio climático, las
clases más pobres de la sociedad que habita ias regiones costeras no
tendrían que soportar lo peor de ios huracanes; seguirían contemplan-

6 Véase la propuesta de Mendelson por escrito al Seríate Committee on Commerce,


Science and Transportation, !2 de julio de 2 0 0 0 , en http://commerce.senate.gov/hea-
rings/ 07l8men.pdf
7 Véase, por ejemplo, «Katrina Should be a Lesson to US on Global Warming», Speigel
Online, 20 de agosto de 2005, en http://service.$piege¡fde/cache/international/0,1518,372l79.00.html.
Naturalmente,es posible que tan solo estuvieran imitando a Hugo Chávez... y a Robert j.
Kennedy, Jr., véase http://wm.huffingtonpost.com/roben-f-kennedy-jr/for-they-that-sow-the-
_b_6396.html. incluso el incansable New York Times tuvo que calificar esta ofensa como insos­
tenible, véase «StormsVary UIT Cycles, Experts Say», Kenneth Chang, 30 de agosto de
2005. Para datos de la N O A A sobre la poca seriedad de estas declaraciones, véase
http:// www.nhc.noaa.goov/pastdec.shtml, y http://eurota.blogspot.com/2005/08/eu-environmenta-
iism-score-another-one.html
C urso básico sobre calentamiento global 97

do felizmente cómo las tormentas pasan de largo para caer con todas sus
fuerzas sobre la gente más rica que vive tierra adentro.
De hecho, mientras que muchos comentaristas y políticos europeos
acataron la disciplina y culparon del huracán a Estados Unidos,algunos
decidieron desertar. Incluso aceptando la premisa de que el hombre es
el causante del clima, se suele ignorar que las emisiones de C O z que
produce Europa han subido de forma destacada desde el Protocolo de
K io to , algo que no puede decirse de Estados U nidos [y mientras la
economía y el desempleo en Estados U nidos m ejoraron notablemen­
te, algo que no puede decirse respecto a lo sucedido en Europa].
De haber tenido tendencia a doblegarme bajo la histeria ecologista al
estilo europeo, habría caído en la tentación de decir que además de
provocar crueles daños al bienestar y a la política económica de sus
propios países, Europa provocó el huracán Katrina. Una vez más, en el
caos de los medios de com unicación se perdió no sólo la relevancia
histórica, sino también la retórica más desagradable de nuestros supe­
riores morales.
• Lo que siempre debemos recordar es que los huracanes [igual que la
malaria, las inundaciones y el desfile com pleto de horrores provocados
por el «calentamiento global»] suceden con y sin «calentamiento global»,
y que la «cura» a base de políticas que imponen la supresión del consu­
mo energético, como las del Protocolo de K ioto, no sirve para que este­
mos más seguros, sino para que seamos más pobres y menos capaces de
afrontar estas omnipresentes amenazas.
A escasos kilóm etros de los glaciares que se derriten es fácil encon­
trar otros que avanzan, pero aun así, estos últim os contemplan en sole­
dad cómo los periodistas acalorados se agrupan en to rn o al hielo más
cooperativo. De m odo similar, los supuestos casquetes polares en des­
aparición no están, en general, desapareciendo. Este tipo de actividad
fundente se inició con el final de la Pequeña Edad de Hielo [a finales
del siglo xix] y continúa aún, encontrándose a menudo en áreas que
lievan experimentando décadas de enfriam iento. De hecho, la tempera­
tura atmosférica de la Tierra [posiblemente una medida más relevante,
dado que el calentamiento global antropogénico es una teoría atmos­
férica, no de superficie] no está aumentando, com o la de la superficie
[que está desproporcionadamente influida p o r el desarrollo y, p or lo
tanto, aumenta sin lugar a dudas]. Las temperaturas actuales son prác­
ticamente iguales a las de la década de 1930 y más frías que hace m il
U . :* ¡ A JÍI CALENTAMIENTO global y del ecologismo

; vikingos podrían ta! vez reiniciar en Groenlandia su


•i-i-::-. :;- , v d¿ agrícola.3
>.perros en modelos climáticos le dirán que si lo que usted quie­
ra es ellos predigan el enfriamiento, también pueden hacerlo, aunque
cth'istas ecologistas llevan años dejando claro que las preferencias se
decantan por el calentamiento. Con cinco mil millones de dólares anuales
en juego, en forma de dinero del contribuyente, derrocar esa proclama equi­
valdría a ser deportado directamente a Siberia, algo que a algunos ya les
ha sucedido. Estas grandes sumas de dinero son la sangre vital de la cien­
cia investigadora y por eso son poquísimos los que se atreven a provocar
perturbaciones. Lo que en su día disparó este gigantesco gasto fue la depen­
dencia, hace veinte o más años, de datos que generaran un pánico «con­
sensuado», sobre el ((enfriamiento global» publicado por la revista Newsweek.
Newsweek sigue estando alerta, pero ahora sobre el calentamiento global
provocado por la acción del hombre aunque, por lo que yo sé, nunca ha
destacado particularmente la asombrosa naturaleza del vuelco que se ha
producido en el destino d.el hombre. ¿No es eso una noticia?
Aun así, el Gran Verde tiene mucho material con el que trabajar antes
de cambiar el curso, sin previo aviso ni admisión, y retroceder de nuevo
al «enfriamiento global», al estilo de la década de 1980. Todo indica que
los medios de com unicación lo seguirían sin apenas pestañear, dado
que cualquier cosa publicada desde el Washington Post hasta la revista
Time, pasando incluso por la revista Science, pasó del enfriamiento al calen­
tamiento con la misma rapidez con la que la Oceanía de George OrweII cam­
bió su historia y su lealtad permanente al sudeste asiático en su novela 1984.
Recuerde «Euroasia es el enemigo. Euroasia siempre ha sido el enemigo».
Mientras los «escépticos» siguen adelantándose en las preguntas eco­
nómicas más relevantes y la ciencia sigue siendo bipolar, por decirlo de
algún modo [tal y como la ciencia, francamente, debería ser], el alarmismo
verde se ha vuelto más agobiante, más enrevesado y mejor coordinado con
la prensa institucional. El programa del calentamiento global es, al fin y al
cabo, la gran oportunidad, el filón de oro, el factor esencial del movimiento.
La victoria significa el control sobre la política energética y muchas liber­
tades individuales anheladas desde hace mucho tiempo por los verdes.8

8 Los vikingos llamaban a esta isla Groenlandia, «tierra verde», obviamente porque no
estaba cubierta de hielo. Sólo se cubrió de hielo durante la mencionada Pequeña Edad de
Hielo (siglos xii al xix].
C urso básico sobre calentamiento global 99

El remedio es peor que la posible enfermedad

Ei verdadero objetivo de los verdes es esa receta, en sí misma, y no lo


es el remediar cualquier fenómeno medioambiental en concreto. Controla
la energía y controlarás la economía. Kioto y su intención de racionar el
consumo energético. N o es un tratado sobre eficiencia energética, como
algunos de sus defensores pretenden hacer creer al público. Si eso es lo
que quieren son libres de proyectarlo.
Kioto es racionamiento, así de claro. Que las energías predecibles cor­
ten sus emisiones significa racionar el consumo energético, algo que
los verdes llevan mucho tiempo considerando su enemigo, Y éste no es,
por cierto, un argumento pesimista. De hecho, son los verdes quienes de
manera persistente dudan de la capacidad de innovación del hombre
argumentando, desde principios del siglo xx hasta los modelos climáti­
cos actuales, que el hombre continuará utilizando en el fu tu ro la tecno­

'
logía actual. El tratado refleja que estamos en la edad de los hidrocar­

«W i ............... 1
buros, periodo en el que hemos entrado porque las «nuevas» tecnologías
preferidas por los verdes, como la energía solar y los molinos de vien­
to , no son suficientes para alimentar la Revolución Industrial. Se supone
que llegará un día en que alguna tecnología sustituirá a la que ahora
tenemos como fuente abundante y fiable. Pero no será ni el viento ni el
sol, intermitentes y poco fiables. La energía solar y la energía eólica segui­
rán siendo tecnologías nicho, por mucho que los que invierten en ellas
prediquen sobre el «calentamiento global» para garantizar sus subven­
*
ciones y su autoridad.
Gran parte del incremento de la demanda energética de las tres pró­
ximas décadas tendrá su origen en países de rápido desarrollo, como India,
que llevarán la electricidad a cientos de millones de personas. Nadie puede
disfrutar de los beneficios de la civilización industrial moderna sin elec­
tricidad y acceso a los medios de transporte actuales. Llevar la electrici­
dad a esos cientos de millones de personas que ahora dedican varias horas
al día a recoger leña o arbustos o heces de vaca para cocinar sus alimentos,
tendrá unos beneficios enormes que superarán con creces cualquier con­
secuencia negativa remotamente factible.
Este aumento masivo del consumo energético mejorará la vida de la
gente, permitiéndoles trabajar de forma mucho más productiva y, en con­
secuencia, aumentar sus ingresos, mejorar su salud y su calidad medioam­
biental. Es cierto que en India, y en otros países tropicales y semi-tropi-
100 C - u í a p o l ít ic a m e n t e in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m i e n t o g l o b a l y d e l e c o l o g is m o

U n a verdad in co n ve n ien te
papel debe de jugar e! efecto invernadero. Pero los que están
« A lg ú n
absolutamente seguros de que el aumento de las temperaturas se debe única
y exclusivamente ai dióxido de carbono, carecen de justificación científica.
Son simples conjeturas». •
Henrik Svensmark, director dei Centre for Sun-C!imaíe Research,
Danish National Space Center, citado en ei Copenhagen Post
el 4 de octubre de 2006

cales, ía mayor parte de esta energía se obtendrá a partir del carbón, por­
que no tienen mucha investigación relacionada con ia energía eóiica,
aunque bastantes de ellos poseen grandes cantidades de oro negro.
El W orld Energy O utlook 2 0 0 ó9 de ia Agencia Internacional de Energía
coincide con otras estimaciones sobre ia futura demanda energética en
un mundo que sigue desarrollándose y en el que ios países pobres acce­
den a la riqueza. Hacía 2030 necesitaremos mucha más energía que ía que
actualmente consumimos, una energía que no saldrá de molinos de vien­
to , placas solares o biocombustibies [pese a que estas fuentes de energía
nicho lograrán grandes porcentajes de beneficios),
El dramático aumento proyectado en el consumo energético es una
buena noticia, naturalmente, aunque ios verdes ¡o vean como un escena­
rio de auténtica pesadilla. Téngase en cuenta ei resultado preferido por
ellos. En este momento, el mundo es pobre en energía, no rico. Impedir
el acceso de los pobres del mundo [o de ios ricos) a ia energía moderna
significa matar de hambre a ios pobres dei mundo. Más aun, por mucho
qué lo deseen los activistas, la comunidad científica no está equipada para
d irig ir el debate sobre ternas que residen en ei corazón mismo de la eco­
nomía o de la política, com o se ve en la sabiduría de planes com o el
Protocolo de Kioto.
La «solución» ai enfriamiento global, igual que al calentamiento, con­
sistía en dejar de tener niños, adoptar estilos de vida más arriesgados *1

9 Peter Huber, «Hard Creen: Saving the Environrnent from the Environmentalists»,
1 de enero de 2000,
C urso básico sobre calentamiento global 101

alejados dé los que hemos desarrollado tecnológicamente, y ceder los pre­


supuestos nacionales de energía a un organismo supranacional que pres­
criba la ración que le corresponde a cada país. Sin embargo, la ciencia que
apoyaría sus pretensiones para el racionamiento de ia energía sigue sin
darles ia razón.
Las políticas de calentamiento global destinadas a poner el mundo a
dieta amenazan e! bienestar de ia humanidad.
C a p ít u l o 5

¿Hace calor por aquí?

A ntes de que los alarmistas consigan convencerle de que los


£ \ casquetes polares se derriten, de que hay huracanes asesinos o
J V de que los esquimales están melancólicos, deben convencerle
de que en la actualidad la situación es históricamente calurosa y de que
vamos hacia más calor. Para este fin, la utilización de datos reales no es ni
la mitad de efectiva que la falsificación de
las evidencias, lo que se consigue dise­
ñando con destreza obedientes mode­
los por ordenador, que además parten de
... acabamos de salir de
supuestos inventados, cambiando el pasa­
la Pequeña Edad de Hielo?
do y aferrándose a paradigmas obsoletos
(del siglo xii al xix]
y desacreditados.- —__
... el leve «calentamien­
Los alarmistas saben hacerlo muy bien,
to global» se olvida de incluir
y los medios de comunicación los aca­
el hemisferio sur?
tan. N o toda la culpa es de los editores.
... el calentamiento de
Pese a la antipatía implícita, y ocasional­
principios de! siglo xx fue
mente explícita, hacia el capitalismo, ellos
más rápido que el calenta­
están en el negocio para vender perió­
m iento m oderno, y. que
dicos y obtener beneficios de su audien­
entre ambos hubo un enfria­
cia o sus lectores, y es evidente que un
miento?
titu la r que anuncie algo así com o «El
... el Periodo C álido
aumento de temperatura de 0,6° C que
Medieval fue más caluro­
experimentará el planeta a lo largo del
so que las tem peraturas
siglo se debe a muchas causas» no vende
actuales?
tantos ejemplares como o tro del estilo
de «Preocúpate. Preocúpate mucho».
104 G uía politicamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Si las mediciones se llevan a cabo a p a rtir de las temperaturas de la


década de 1970 o de 1990, todos los signos indican que el calentamien­
to que sufren algunas zonas del planeta deja atrás el enfriamiento que se
produce en otras. Pero antes de seguir avanzando p o r este camino, es
im portante tener en cuenta dos salvedades: [1] La «temperatura global» es
un concepto inventado. De lo único que disponemos es de las tempera­
turas medias obtenidas por distintos termómetros; [2] Si el punto de par­
tida se sitúa en o tro lugar [en 1998 o en 1934, p or ejemplo], ei planeta
mostraría una tendencia a! enfriamiento.
Son consideraciones que irritan a los verdes y a los medios de comu­
nicación, quienes [tom ando prestada una frase] «no están p or los mati­
ces». Ellos saben que estamos calentándonos, y p o r lo ta n to intentan
presentar la información de tal manera que logre convencernos.
El engaño sobre las temperaturas actuales empieza en su misma base:
los termómetros.

Olvídese de Siberia

Imagínese que le encargaran la tarea de medir y realizar el seguimien­


to de la renta per cápita mundial y que, para ello, estableciera usted o fi­
cinas en todos los rincones del mundo. Cada año, recopilaría las cifras
de sus miles de oficinas y ofrecería una media global
Luego imagínese que en un determinado año se clausuraran cientos
de sus oficinas, incluyendo muchas de las que tenía en Á frica, y dejara
de recibir información sobre esos países. ¿Se sorprendería si al sumar las
cifras de ese año observara de repente que la «renta per cápita prome­
dio» era más elevada? ¿Esperaría cierto escepticismo p o r parte de los
medios de comunicación si de pronto la gente leyera sus cifras y decla­
rara que el mundo se estaba volviendo mucho más rico?
Pero cuando en ei mundo de la climatología sucedió algo muy pare­
cido a ello, el escepticismo estuvo destacadamente ausente.
La Unión Soviética se derrumbó y desapareció rápidamente entre 1989
y 1992. Preocupados p or golpes de estado, armas nucleares que se que­
daban huérfanas, más golpes de estado y la violencia chechena, los rusos
no hicieron un buen trabajo en lo que a mantener al día sus estaciones
meteorológicas se refiere. Simultáneamente, miles de estaciones meteoro-
¿ H a c e c a l o r p o r a q u (? IO S

lógicas rusas fueron clausuradas, muchas de ellas en regiones frías, ¡unto


con muchas más que tenían en otras partes del mundo.
La década que siguió a eso se conoce ahora com o la «década más
caliente» de la historia. Pero resulta que esa década no sólo no está a la
altura de ese títu lo , sino que además coincidió con la clausura de una
parte im portante de las estaciones de medición en superficie. Observe
el gráfico 5.1 y pregúntese cómo no hubo ni un periodista que se moles­
tase en sacar a relucir esa correlación.

Frío por debajo del cinturón

El mayor problema del «catastrófico calentamiento global resultado


de la acción del hombre» es, una vez más, que el calentamiento que obser­
vamos [derivado de una media de distintas mediciones] no es ni demos­
trablemente catastrófico, ni resultado de la acción del hombre, ni global.
Por ejemplo, la temperatura atmosférica del hemisferio sur se ha mante­
nido estable, en promedio.
106 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

«La mala noticia es que los modelos climáticos a los que tantos esfuerzos
: se dedican son poco fiables, pues siguen utilizando factores distorsionados
en lugar de la física para representar cosas importantes como la evapora­
ción y la convección, ¡as nubes y la lluvia. Además del dominio general de
factores distorsionados, los últimos y más destacados modelos climáticos
presentan otros defectos que los hacen poco fiables. Salvo en una ocasión,
nunca predijeron ¡a llegada de El Niño. Teniendo en cuenta que El Niño' es
un fenómeno muy destacado del clima observado, cualquier modeio que
no lo predijese se demuestra claramente ineficiente. La mala noticia no sig­
nifica que los modelos climáticos no sirvan para nada. Son, tal y como Manabe
dijo treinta años atrás, herramientas esenciales para comprender el clima.
Pero no son herramientas adecuadas para predecir ei clima».
Freeman Dyson, físico de Princeton

Lubos M o lt, físico de la Harvard University, es un teórico de cadenas


[uno de esos tipos que trabaja en una teoría unificada de todo). En su pági­
na web, comenta que el hemisferio sur parece no haberse enterado de
nada y que, simplemente, no obedece como debería.12
Dicho esto, los datos obtenidos por satélite en septiembre de 2006 sugie­
ren la práctica inexistencia de calentamiento en el hemisferio sur: 0,05° C
por década desde que empezaron a realizarse las mediciones en la década

1 En climatología se denomina El Niño a un síndrome climático, erráticamente cíclico,


que consiste en un cambio en los patrones de movimientos de las masas de aire, lo que
produce un retardó en la cinética de las corrientes marinas "normales", desencadenando el
calentamiento de las aguas sudamericanas; provoca estragos a escala mundial, afectando a
América del Sur, Indonesia y Australia. El nombre de "El Niño" se debe a pescadores del
puerto de Paita, al norte de Perú, que observaron que las aguas de la Corriente Peruana o
Corriente de Humboldt, que corre de sur a norte frente a la costa peruana, se calentaban
en la época de las fiestas navideñas, y los cardúmenes o banco de peces huían hacia el sur,
debido a una corriente caliente procedente del Golfo de Guayaquil [Ecuador]. A este fenó­
meno le dieron el nombre de Corriente del Niño, por el niño jesús. El nombre científico
del fenómeno es Oscilación del Sur El Niño (£/ Niño-Southern Oscillation, ENSO, por sus
siglas en inglés]. Es un fenómeno con más de once milenios de historia climática.
2 Véase el blog de Lubos M otl, The Referente Trame, 25 de septiembre de 2006, en
http://motls.blogspot.com/2006/09/southern-hemisphere-ignores-global.html
¿Hace calor por a q u I? 107

Temperaturas del hemisferio sur (medición realizada por satélite)


1

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Año

— Temperatura mensual media


— Media móvil a 12 meses
« Tendencia

5.2. El hemisferio sur está calentándose 0,058° C por década. De continuar este ritmo, en el año
2179 las temperaturas serían 1° C más elevadas de lo que son en la actualidad.
[Fuente: National Space Science and Technology Center]

de 1970. Eso demuestra que el calentamiento global no es global. Es decir,


aun en el caso de que el planeta estuviese calentándose en promedio, no está
calentándose en todas partes. De hecho, la estación meteorológica del Polo
Sur muestra una tendencia destacada hacia el enfriamiento.
Pero según el grupo de expertos en cambio climático de las Naciones
Unidas, las concentraciones de C 0 2 del hemisferio sur no se desvían en
mucho de las concentraciones de C 0 2 del hemisferio norte. En ambos
hemisferios, dice el informe del Panel Intergubemamental del Cambio Climático
[1PCC] de las Naciones Unidas, las concentraciones de C 0 2 han pasado,
desde finales de la década de 1970, de 330 partes por millón a 360 par­
tes por millón. Si en ambos hemisferios se ha producido el mismo aumen­
to, ¿por qué el hemisferio sur ha seguido estable mientras que el hemis­
ferio norte al parecer se ha calentado?
Una tesis radical argumenta que las concentraciones de CO z no serían
el principal factor que afectara la temperatura. El hemisferio sur es mar
en su mayoría, y sus territorios están menos desarrollados (asfaltados]. Las
ciudades asfaltadas son más calurosas que los campos. Ese factor podría
108 G u Ia políticamente incorrecta del CALENTAMIENTO GLOBAL y del ecologismo

explicar las diferencias de temperatura (o, como mínimo, de ia tempera­


tura medida] entre la parte superior e in fe rio r del planeta. Si el calenta­
miento global está provocado por el C 0 2, el aumento seria equivalente a
los 0,05° C p o r década del hemisferio sur, mientras que el hemisferio
norte estaría experimentando un calentamiento regional de 0,2° C.3
' Un aumento anual de 0,02° C es p o r supuesto un problema para un
programa alarmista que basa sus sueños supranacionales en el «calenta­
m iento global». C om o estudiante del debate clim ático, el señor M o tl
defiende que se debe a la actuación de las fuerzas oscuras.

Normalmente, pensaría que debería llegarse a la conclusión de que, según


las observaciones, no existe un calentamiento evidente reciente en el hemis­
ferio sur, y un desmentido experimental de una hipótesis de gran alcan­
ce por parte de todo un hemisferio es un buen motivo para no calificar
de «global» el calentamiento observado. Naturalmente, los que propo­
nen la «teoría del calentamiento global» utilizarán una lógica distinta. La
troposfera del hemisferio sur está sobornada por las malvadas empresas
petrolíferas y, aun no estándolo, los datos del hemisferio sur no pueden
■ disminuir el perfecto consenso de todos los hemisferios de nuestro pla­
neta azul: el debate ha terminado.

¿Los Estados Unidos del calor?

Tal y como se ha señalado en relación a la disminución de estaciones


meteorológicas durante la década de 1990, la temperatura no se captura
en todas partes, sino que se captura en aquellos lugares donde tenemos
termómetros. Esto significa que el despliegue de nuevas tecnologías, o de
nuevos sensores, puede producir [sobre el papel] una repentina ola de calor.
Las debilidades de este sistema son evidentes, a menos de que quien
lo contemple sea periodista o político. Por o tro lado, los ecologistas lle­
van tiem po confiando en la aceptación de la idea de que aunque la situa­
ción pinte bien de m om ento, en un horizonte literal o figurativo tiene un
aspecto horroroso. Y además, intentan convencer cada verano a los n o r­
teamericanos de que el calor que se vive en el país no tiene precedentes.

3 Para una discusión y tramas sobre los datos y sus vínculos a la investigación, véase
el blog de Steven Mclntyre, «New Satellite Data», 24 de septiembre de 2 0 0 6 , en h ttp ://
www.climateaudit.org/?p=83l
Temperatura anual media de Estados Unidos

5.3. Nuestra montaña rusa climática continúa.


(Fuente: National Climatic Data Center]

La National Oceanic and Atmospheric Adm inistration [N O A A ] man­


tiene la base de datos de temperaturas anuales de Estados Unidos desde
1895 a 2005. Debido al hecho de que, a diferencia de ias del gobierno ruso,
nuestras estaciones meteorológicas no se han desintegrado (nada más
alejado de ello, pues reciben el gigantesco bocado de cinco mil millones de
dólares anuales de lujo climático], y debido al hecho de que nuestro ins­
trumental es de alta calidad, está bien distribuido y es bastante consisten­
te (aunque no siempre], las temperaturas medias de Estados Unidos pre­
sentan menos probabilidades de estar alteradas. Nuestros datos de temperatura
son seguramente ios más precisos del mundo. Las cifras de la N O A A mues­
tran lo siguiente:

a] La situación se calentó desde 1895 hasta aproximadamente 1940.


La tendencia cálida más aguda fue desde 1910 hasta 1935. Todo esto
fue antes del consumo masivo de combustibles fósiles.
b] Después, los Estados Unidos se enfriaron. Tres décadas y media
de temperaturas en descenso provocaron el pánico del «enfria­
miento global», que llegó a sus máximos hacia la mitad de la déca-
110 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

da de 1970, cuando las temperaturas alcanzaron su punto más


bajo. A destacar que fue el periodo de mayor crecimiento en con­
sumo de combustibles fósiles (y este pánico es la razón p o r la
cual hoy en día tenemos satélites y radiosondas confirmando la
ausencia de un calentamiento catastrófico].
-c] 1934 y 1998 fueron los dos años más cálidos de ía historia docu­
mentada. 1934 fue el apogeo de la sequía conocida como el «Dust
Bowl» y 1998 fue el año en que El N iñ o tuvo más intensidad.
d] El país se calentó desde 1975 hasta 1998. El consumo de com ­
bustibles fósiles siguió creciendo, pero el sol se to rn ó también
más activo (algo que'nadie ha atribuido hasta el momento a las
emisiones terrestres de C 0 2],
e] Si, com o hacen los verdes, estuviésemos dispuestos a citar un
periodo corto de tiempo para declarar una tendencia a Sargo plazo,
podríamos decir que en 1998 se inició una posible tendencia al
enfriamiento, pese a ios aumentos masivos de consumo de com­
bustibles fósiles gracias, en gran parte, al crecimiento económico
de China e India.
f] El ritm o (creciente] de calentamiento entre 1910 y 1934 (un perio­
do de escaso consumo de combustibles fósiles] es más pronuncia­
do que la tendencia al calentamiento producida entre 1975 y 1998
(un periodo de importante consumo de combustibles fósiles].4

En resumen, las temperaturas están en cambio constante, siguiendo a


menudo tendencias marcadas, pero nunca por una sola causa clara, y sin
correlación con el consumo de combustibles fósiles o las concentracio­
nes de gases de efecto invernadero.

Cifras con buena pinta

Dividamos cada año entre cuatro, tal y como hace la Madre Naturaleza, y
consideremos un análisis detallado de variaciones de temperatura por esta­
ciones, desde el año 1930 (el inicio aproximado del consumo de combusti­
bles fósiles a gran escala. De haber querido practicar ios trucos que utilizan
los verdes con sus elecciones de puntos de partida, podríamos empezar en

4 Gracias a Alian MacRae por su análisis.


í
i
1
¿Hace calor por #

-■

invierno Primavera í

1935 1945 1955 1985 197S 1985 1995 ZOOS 1935 1945 1955 1965 1975 1985 1995 ¿805

Temp. media - 33,38° F [0,7° C) Temp. media = 52,14° F (11,18° C)


Tendencia = +0,15° F por década Tendencia = +0,18° F por década

Verano Otoño

Verano 1930 - 2007

Otoño 1930 — 2006

t — r—T--- r - T — r - 'f— ■— r— r —r — >---- r— i— i — r- — ,— —t— r — r —T— i--- r— T----- r — T--- r— r — r


1835 1845 1955 1965 1975 1985 1995 ZOOS 1935 1S45 1955 1965 1975 1985 1995 ZOOS

Temp. media = 72,43° F [22,4° C] Temp. media = 54,42° F (12,4° C)


Tendencia = -0,01° F por década Tendencia = +0,02° F por década

5.4. Fuente: National Cíimatic Data Center.

1935 para ilustrar aun mejor el enfriamiento del verano y el otoño y m iti­
f gar el calentamiento de invierno y primavera]. Dos de las cuatro estaciones
muestran una iigerá tendencia ai enfriamiento [verano y otoño] y las otras
dos una leve tendencia al calentamiento (invierno y primavera]. El invierno
y ia primavera se calientan más que lo que el verano y ei otoño se enfrían,
aunque el calentamiento mayor de 0,08° C por década queda muy por
debajo dei mínimo básico, es la base absoluta de la media anual que ios
alarmistas nos dicen que predicen ios modelos. Evidentemente, estos datos
no apoyan la teoría de un calentamiento evidente inducido por e! hombre
(y, mucho menos, catastrófico]. [Gráfico 5.4]

■r
112 G u í a p o l ít ic a m e n t e in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m i e n t o g l o b a l y d e l e c o l o g is m o

Borremos el pasado

La idea de que hoy en día hace calor es indispensable para satisfacer


ios requerimientos de K io to de una intervención gubernamental urgen­
te y cara (y climáticamente disparatada], que se basa en que la ciencia ha
hablado claro. Pero la verdad es que el siglo xx no fue un siglo cálido sin
precedentes, ni fue históricamente extraño.
Empecemos echando un vistazo al últim o m ilenio de ¡a historia cli­
mática del mundo. En el gráfico S.5 se ve el aspecto del milenio a nivel
clim atológico cuando, hace tan sólo una década, fue reconstruido con
m otivo del IPCCSecond Assessment Record publicado p o r las Naciones
Unidas en 1995. Era un gráfico de la historia de la temperatura que demos­
traba que e! clima estaba en cambio constante.
Seis años después, ei Periodo Cálido Medieval había desaparecido con­
venientemente, dejando la impresión de una historia climática estable hasta
la actualidad. Lo muestra el gráfico 5.6, que se publicó en el inform e de!
IPCC de 2001.[A l menos tuvieron la decencia de incluir unas barras difu­
sas, com o reconocim iento de cierta incertidum bre durante ese periodo
qué fue realmente de altas temperaturas].
Igual que un grano molesto, el Periodo Cálido Medieval está allí, estro­
peando la bella imagen que los alarmistas han intentado dibujar como un
pasado perfectamente estable antes de la Revolución Industrial. Este gráfi­
co, pese a aparecer en un docum ento de las Naciones Unidas [nada que

5.5. Publicado en 1995 por la Comisión del Cambio Climático de la O N U .


[Fuente: U N IPCC 2001]
¿ H a c e c a l o r po r a q u í? ; !Í3

ver con propaganda de una malvada compañía petrolífera] era inaceptable.


La única línea de actuación consistía en «corregir» el pasado. El Calentamiento
Medieval y la Pequeña Edad de Hielo tenían que desaparecer. En serio.
Y eso fue exactamente lo que le dijeron a David Deming, profesor adjun­
to del Coílege o f Geosciences de la University o f Okla'noma, cuando los alar­
mistas, equivocadamente, le dieron la bienvenida a su club [después de que
publicara un documento que los verdes malinterpretaron como de apoyo a
su causa]: «Tenemos que quitarnos de encima el Periodo Cálido Medieval»5.
En lugar de utilizar la pintura en espray para camuflarlo, los ecologis­
tas revisionistas sustituyeron la historia climática p or un «palo de hoc­
key». El escándalo del Palo de Hockey es una historia importante, tanto
como ejemplo de la desvergüenza de los verdes, como para poner en pers­
pectiva las actuales tendencias.

Datos instrumentales (1902-1999)


CN
Os Reconstrucción (1000-1999) Instrumental de evaluación de 1998
nj Reconstrucción (1000-1980)
Ñ5
Os

0.5

1000 1200 1408 1600 1800 2000


Año

5.6. En 2001 el Periodo Cálido Medieval había desaparecido.


(Fuente: U N IPCC 2001)

5 Véase, por ejemplo, D. Deming, «Global Warming, the Politicization of Science, and
Miehae! Crichton's "State of Fear"»,publicado en junio de 2 0 0 5 en Journal o f Scientific
Expíoration, v. 19, num. 2, también en hnp://wmjeppMg/Archive/NewSEPP/StateFeár~DemingMm
G uia políticamente incorrecta del c a l e n t a m i e n t o g lo bal y del ecólogismo

El Palo de Hockey se apodera del centro de la pista


y niega una Edad de H ielo

Un equipo liderado p o r el profesor Michaei M ann,de la University o f


Virginia [hasta que se fue a otra, me atrevería a decir que en busca de pra­
dos más «verdes»], publicó en 1998 un gráfico en la revista Nature que
tenía ia pretensión de reconstruir las temperaturas globales y que mos­
traba un ciima estable a lo largo de seiscientos años.6 En ¡999, Mann exten­
dió su reconstrucción hasta un periodo de mil años, igualmente con un
clima estable durante to do ese tiempo.7 Com o p o r arte de magia, el grá­
fico no recogía un reconocido fenómeno clim ático conocido com o el
Periodo Cálido Medieval, seguido p o r una Pequeña Edad de Hielo. Los
fenómenos aparecían en sus datos, pero nunca llegaron a ser plasmados
en la representación.
El resultado fue el gráfico de! «Palo de Hockey», llamado así p o r­
que recordaba la form a de un palo de hockey visto de p e rfil: nove­
cientos años en línea recta seguidos p o r una subida de las tempera­
turas [la pala del palo]. El gráfico confirmaba to do lo que los alarmistas
estaban esperando. Fue pregonado com o ia «evidencia flagrante» del
calentamiento global resultado de la acción del hom bre pues estable­
cía que, hasta ¡a aparición de la influencia humana, el clima había sido
básicamente estable.
En 2001, el «IPCC Third Assessment Report» incluyó el gráfico del
Palo de Hockey, otorgándole además un lugar destacado, ta n to en el
Resumen Técnico com o en la segunda página del Resumen para Políticos
[esa sección que una y otra vez ha demostrado ser la única que leen perio­
distas y políticos y que, no sé muy bien si por causa de ello o como con­
secuencia de ello, está llena a rebosar de un alarmismo no justificado y
no presente en ia cantidad de datos y trabajo que acompaña a ese resu­
men]. En definitiva, nadie podía pasarlo por alto. Naturalmente, esta recons­
trucción contradecía de forma ciara el anterior informe de! IPCC, así como
la historia y la erudición sobre el clima.

6 M. Mann, ei al., «Global-scale temperatura patterns and cíimate forcing over the
past six centuries», Nature, vol. 392, 23 de abril de 1998, pp. 779-787, en ftp :/ /
holocene.evsc.viriini(i.edu/pub/mann/mbh98.páf
7 Mann revisó de Nuevo el Palo de Hockey en 2005 para que el gráfico cubriera
dos mil años, en h t tp :/ / wm.ncdc.noaa.gov/paleo/pubs/mann2003b/mnn2003b.htm¡
¿Hace calor por aq uí? 115

¿Qué fue de los conocidos relatos sobre delincuentes escandinavos


que zarpaban para ganarse la vida con la agricultura en Groenlandia duran­
te el Periodo Cálido Medieval? ¿Qué fue de las litografías de niños pati­
nando por toda Europa sobre superficies de agua helada y de las Ferias
de Hielo que se celebraban sobre un río Támesis helado?
¡Estos innegables calentamientos y enfriamientos fueron declarados fenó­
menos regionales! Una afirmación fácil de realizar, posiblemente, gracias a
la ausencia de imágenes similares en territorios asiáticos y africanos.
Estaba claro que los escépticos que formulaban ese tipo de preguntas
eran despreciables eurocentristas: que haya sucedido algo en Europa no signi­
fica que sucediera también en otro lugar (¡Viva la globalidad del clima!]. Si
descartamos cualquier desviación como una anomalía irrelevante, obte­
nemos una línea recta, y un palo de hockey.
El Palo de Hockey se convirtió en dogma. Si un crítico preguntaba
cómo este pasado estable podía explicar, por ejemplo, las Ferias de! Hielo
tan representadas pictóricamente como algo que tenía lugar en un Támesis
ocasionalmente helado, la respuesta oscura era inmediata: ¡Lo ves, ahora hace
mas calprí Así que los enfriamientos regionales son una prueba del calen­
tamiento global. El Partido Verde de Estados Unidos explicaba en 2006:
«Otra consecuencia probable del clima inducido por el dióxido de car­
bono es que, debido a la naturaleza compleja del proceso total de cam­
bio, algunas zonas del globo experimentarán un enfriam iento local en
lugar de un calentamiento»8. Establecer una hipótesis que queda demos­
trada con cualquier evidencia imaginable, aunque sea contraria, debe de
ser estupendo.
Más inquietante, los verdes repetían como loros afirmaciones realiza­
das por auténticos científicos.9 Como mínimo, el enfriamiento regional se
explicaba de forma rutinaria como el resultado del mismo culpable: las

8Véase la declaración de! GPUSA sobre el Cambio Climático Global en http://www,green-


party.org/climate.php (página visitada por última vez el 28 de septiembre de 2006).
9 Extraído de un articuló con el escenario que se plantea en El día de mañana de fin
de la circulación termohalina (THC).Véase, por ejemplo, «PANO RAM A: Si el aumento de
la concentración atmosférica de gases de efecto invernadero lleva a un colapso de ¡a
TH C del Atlántico, el resultado no será el enfriamiento global. Sin embargo, habría un
enfriamiento regional en y en torno al Atlántico norte, relativo a un hipotético escena­
rio de calentamiento global con una TH C Inalterable. Por sí misma, esta reducción del
calentamiento no sería dañina». «Abrupt Ciimate Change: Inevitable Surprises»,The National
Academies Press, publicación, comentario y resumen de texto del capítulo.
116 G uia politicamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

plantas industriales.10 El Támesis congelado, insisten los alarmistas, fue


un enfriamiento regional, pero no de los que denotan el calentamiento
global. ¡Mantenedme a! corriente, chicos!
C ontradecir un inform e anterior elaborado p o r ellos mismos no es
ninguna novedad para el 1PCC de las Naciones Unidas. De hecho, el 1PCC
es una iniciativa que va debilitándose a sí misma por entregas con cada infor­
me que publica, dejando siempre claro que las afirmaciones de certidum ­
bre precedentes eran erróneas. Aun así, siguen apareciendo de manera ritual
«noticias» en la línea de «ahora tenemos la certeza» o «esto es una prueba
adicional de la certeza». M i favorita es la afirmación en serie, no restringida
al 1PCC por supuesto, de que el Informe X o el Documento Y sólo vienen a refor­
zar el consenso existente; sí, antes estábamos seguros, pero ahora estamos más segu­
ros si cabe. Razón por la cual esto aparece en portada. No hay otro motivo.
Este tratamiento p or parte de los medios de comunicación estableció
sin duda una certidum bre [la del papel sagrado que juega este organis­
mo dependiente de las Naciones Unidas] y o to rg ó además al Palo de
Hockey el estatus de ¡cono, hasta que tuvo que ser borrado también del
panteón de pruebas del 1PCC. El antiguo Priorato de Sión, consagrado a
la protección de los secretos de la vida familiar de Jesús según imaginó
Dan Brown en El código Da Vinci, no tendría nada que envidiarle al plantel
de medios de comunicación asignado para proteger los secretos del IPCC.
Pese a que tendría que haber m otivado gestos de desaprobación por
revisar de forma sospechosa lo que conocemos sobre las temperaturas
del pasado, el gráfico de M ann alcanzó el estatus de icono dentro del
IPCC y recibió una adulación similar p o r parte de los «K iotófiios» y
sus aliados mediáticos. De repente, la humanidad estaba experimentan­
do las temperaturas más cálidas del m ilenio [tal vez con cierto bochor­
no, el IPCC no se atrevió a decir directamente lo que la imagen de Mann
claramente daba a entender]." Los medios de comunicación festejaron

10 El argumento dice que «se espera un enfriamiento global» provocado por plantas
industriales situadas en contra del viento que llevan a los aerosoles a provocar este efecto.
Véase, por ejemplo, la frase inteligentemente articulada de «El calentamiento no es unifor­
me en todas partes y, de hecho, hay regiones donde podría esperarse un enfriamiento regio­
nal». Ask the Experts: Environment, ScientificAmerican.com, 28 de septiembre de 2006
51 «Cuando el gobierno dice: "El siglo xx ha sido eí más cálido globalmente de los
últimos mi! años", informa de una falsedad. Ni siquiera el IPCC de las Naciones Unidas
liego tan lejos. Afirmaba que no disponemos de mil años de datos para el hemisferio sur,
de modo que no existe forma de saber la historia global de mil años de temperaturas. Lo
¿ H a c e c a l o r por a q u í?

la aparición de Mann y su gráfico. El debate había acabado.Y ésa era !a


prueba.
Posteriormente, la National Academy o f Sciences puso en evidencia el
gráfico de Mann12, y el IPCC lo dejó de lado, pero A l Gore y los principa­
les medios siguieron mostrándolo como prueba de un ardiente Apocalipsis.
El primer problema del gráfico del Palo de Hockey fue que las lecturas
de temperatura realizadas por Mann son sospechosas. Hay que recordar que
los termómetros no siempre existieron en los últimos mil años. Naturalmente,
los científicos reconstruyen de vez en cuando las temperaturas del pasado
a partir de datos «por aproximación», es decir, por detalles que nos apor­
tan una pista sobre las temperaturas del pasado, como podrían ser el tama­
ño de los anillos de los árboles13, muestras obtenidas en perforaciones del
subsuelo, turberas, placas de hielo fósiles y muchos más.
En cuanto a los datos anteriores a la aparición del termóm etro, Mann
y su «Equipo de Hockey» utilizaron lo que denominaron una «técnica de
aproximación múltiple», combinando muchas mediciones de este tipo y
sopesándolas de forma distinta [dando, por ejemplo, un peso más desta­
cado a los anillos de los árboles]. Para el periodo en el que ya aparecie­
ron ios instrumentos de medición, utilizaron los datos obtenidos por ellos.
El gráfico de Mann muestra un aumento de temperatura justo en el
momento en que los datos de aproximación dan paso a los datos obte­
nidos por instrumentos de medición, es decir, en el momento en que el
equipo dejó de utilizar los anillos de ios árboles para definir la tempera­
tura y empezó a utilizar termómetros.
Tal vez sea pura coincidencia. O tal vez sea que Mann no interpretó
correctamente los anillos de los árboles. Por desgracia para Mann, es algo
que podemos comprobar. Si utilizamos su técnica de aproximaciones múl­
tiples para medir las temperaturas de un periodo en el que sí disponemos
de lecturas obtenidas mediante instrumentos, descubrimos que su técni-

que sí dijo el IPCC es que es "muy probable" que la década de 1990 fuera la más: cálida
desde 1861. Dijo también que era "probable" [no "muy probable"] que "el aumento de la
temperatura en superficie a lo largo del siglo xx para el hemisferio norte" fuera superior
a la de cualquier siglo de los últimos mil años». T. Corcoran, «See the Truth on Climate
History», National Post (Canadá], 12 de julio de 2006.
12 «Surface Temperatura Reconstructions for the Last 2 0 0 0 Years», [2006],
13 Los anillos de los árboles suelen ser más gruesos (queriendo decir con ello que los
árboles prosperan] cuando las temperaturas y los niveles de C 0 2 son más elevados.
na S É R rcü'T'C ÁM EN TE INCORRECTA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL Y DEL ECOLOGiSMO

ca tto- captura correctamente la temperatura [a menos que Mann quiera


affSme-níar que las lecturas de los termómetros estaban nial anotadas].
Como tal, y pese a su amplía utilización, los datos proporcionados por
ios anillos de los árboles podrían estar limitados exclusivamente a su com­
paración con otros datos proporcionados por los anillos de los árboles.
El hecho de que los anillos de los árboles de ¡Mann no demuestren que
en la Edad Media hacía más calor, indica seguramente que los anillos no
son tan sensibles como ios instrumentos en los que confía Mann para
realizar las mediciones en ei siglo xx. Y a la inversa, si se utiliza ia técnica
de Mann para realizar las mediciones del siglo xx, no encontramos el calor
que nuestros termómetros muestran.Todo esto, por sí solo, resulta extre­
madamente sospechoso.
Una segunda característica destacada son las barras de error. Admitiendo
un margen de error, un área sombreada en gris muestra dónde se habrían
situado las temperaturas según ios datos obtenidos por aproximación,
es decir, lo que podría ser un rango de confianza a partir de las aproxi­
maciones. Para ser creíble, la ciencia exige este tipo de humildad, una humil­
dad .que es mala para la política cuando hay en juego un programa impor­
tante. En consecuencia, las barras de error desaparecieron por el tratamiento
politizado del Paío de Hockey incluyendo ia iniciativa de !a climatología
para que A ! Gore fuese elegido presidente en 2000: el U.S. N a tio n a l
Assessmem on Ciimate Change, publicado en noviembre de aquel año elec­
toral.14 Pese a que e! Equipo de Hockey de Mann no fue el responsable
de esa exclusión, sus miembros deberían haber puesto el grito en ei
cíelo en iugar de aceptar este cambio sobre su trabajo.
En tercer lugar, naturalmente, está la desaparición de ¡a Pequeña Edad
de Hielo y dei óptimo climático Medieval (o «calentamiento», conocido
como «óptimo» por coincidir con una prosperidad sin precedentes, un
bienestar y un crecimiento de la población como consecuencia de la dis­
minución de la mortalidad].
Steven Mclntyre y Ross McKitrick, los disidentes canadienses, demos­
traron posteriormente la inutilidad tota! (o su utilidad suprema, según el
punto de vista alarmista] de los modelos de Mann. Sí conectáramos ios

i+ «C iim a te C hange Im pacts o n th e U n ite d States,The Potential C onsequences o f


C iim a te V a ria b ility and C hange», N a tio n a l A sse ssm e n t Synthesis Team, US G lo b a l
C hange Research Program , noviem bre de 2 0 0 0 , en h ttp ://w w w .u s g c rp .g o v /u s g c rp /L ib ra ry /
nationalassessm eni/2 In tro B .p d f
¿Hace calor por a q u í? ÍÍ9

modelos de Mann a un conjunto de datos completamente aleatorios, obten­


dríamos el mismo resultado de gráfico en forma de palo de hockey® Podría
decirse, entonces, que el modelo de Mann es parecido a una cabra: por
delante le entra todo, pero por detrás siempre sale lo mismo.

El Palo de Hockey en e! punto de penalti

El veterano matemático especializado en la industria minera, Steven


M clntyre, y el profesor de economía Ross M c K itric k [conocidos con­
juntamente como «MSfM»), reconocieron evidentes defectos en el grá­
fico del Palo de Hockey y en las afirmaciones que lo sustentaban. Solicitaron
los datos utilizados p or Mann para replicar el trabajo de su equipo, a
modo de estudio o experimento, si es que la «ciencia sólida» admite répli­
cas. M & M llegaron a la conclusión, según la información obtenida por un
compañero de Mann, de que los datos «para ¡a estimación de las tempe­
raturas entre 1400 y 1980 contienen errores de colación, truncamientos
injustificados o extrapolación de los datos originales, datos obsoletos,
'

errores de localización geográfica, cálculos incorrectos de los componentes


principales y otros fallos de control de calidad»1516. Bien, tal vez ése fuera
el problema...
Tradicionalmente, el m étodo científico solía consistir en «proponer
hipótesis audaces y exponerlas a las críticas más severas para detectar
dónde nos hemos equivocado»17. Cuando hace tres décadas, sir Karí Popper
describió la ciencia, fue antes de que hubiera sobre la mesa sumas de dine­
-
-

15 Los resultados pueden verse en http://landshape.org/enm/?p=IS, una página Web


que permite realizar él experimento al usuario, en http:// landshape.org/enm/?p=48. Los resul­
tados exactos no están expuestos en lenguaje de la calle y no pueden citarse por ello
aquí. Para una explicación detallada y accesible sobre cómo y por qué con el programa de
Mann se producirían resultados similares trabajando con series de números aleatorios, véase
la esclarecedora discusión de Steven Mclntyre en http://m'w.climate2003.com/blog/pacific.htm
16 Mclntyre y McKitrick en Energy and Environment, 14, pp. 751-771,2003, actualizado
en «The MazM Critique of the MBH98 Northern Hemisphere Climate Index: Update and
Implications», Mclntyre, Stephen; McKitrick, Ross, Energy 8Z Environment, volumen 16,
número 1, enero 2 0 05 , pp. 69-100 (32]. Véase también «The MSCM Project: Replication
Analysis of the Mann, etaL, Hockey Stick», en http://imw.uoguelph.ca/mckitri/research/trc.html
^Véasejpor ejemplo, «Dón't believe in the nuil hypothesis?»,en http://seamonkey.ed.asu.edu/alex
/ Computer/sas/hypothesis.html
120 G u í a p o l ít ic a m e n t e in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m i e n t o g l o b a l y d e l e c o l o g is m o

ro tan descomunales como el presupuesto de cinco mil millones de


dólares anuales que el gobierno de Estados Unidos destina a la investi­
gación climática. El criticismo de M & M levantó la cólera de la clase diri­
gente defensora del calentamiento global.1819Su iniciativa de verificar los
datos originales tropezó con un obstáculo tras otro, Sin inmutarse por
ello, pasados tres años habían trabajado en el Palo de Hockey lo bastan­
te como para excomulgarlo corno sigue:

[la revista científica que publicó la primera investigación; sobre el


Nature
Palo de Hockey] nunca verificó que ios datos fueran correctos: y resultó
que no lo eran. Nature nunca verificó que se siguieran las reglas de archi­
vo de datos: y resultó que no se siguieron. Nature nunca verificó que los
métodos quedaran claramente expuestos: y resultó que no lo quedaron.
Después de que se le notificasen todas estas cosas, Nature llevó a cabo unas
correcciones mínimas de la publicación e inciuso permitió a los autores
afirmar falsamente que sus omisiones en cuanto a esos detalles no alte­
raban los resultados publicados. La utilización del gráfico del Palo de Hockey
por parte del IPCC no fue fortuita: aparece de forma destacada en todo
el informe de 2001. Pero, aun así, nunca fue sometido a ningún tipo de
, verificación independiente.”

¡Vaya! Al parecer tenemos una clase dirigente promocionando algo que


simplemente le pareció demasiado bueno para no ser cierto de cara a las
futuras perspectivas de subvenciones a su trabajo y a sus actividades. Pero
esto es sólo verdad en parte: mientras que las subvenciones y ias «ayu­
das» no han hecho otra cosa que crecer, ha quedado demostrado que e!
Paio de Hockey es falso. Utilizando los datos originales para corregir estos
errores, MStM llegaron a la conclusión de que «la particular forma de
«Palo de Hockey» [...] es básicamente un artefacto resultado de una mala
gestión de los datos, de la utilización de datos obsoletos y de un cálcu­
lo incorrecto de los componentes principales»20. La sinopsis de! citado
documento de McKitrick explica ia visión global de la controversia:

18Véase/por ejemplo, el aficionado a las tesis sobre calentamiento y enfriamiento


flobal, Stephén Schneldér, con fama de «decantarse por ser honesto y ser efectivo»,
en h ttp ://s te p h e n s h n e id e rjta n fo rd .e d u /C J in ia te /C lin ia te _ S c ie n c e /C J iS d F ra m e s e t.h tm l h t t p : / /
stephenscheneider.stanford.edu/Ciim ate/Clim ate_Science/Contrarians.ntm l
19 $. M cintyre, R. M cK itrick, «Does the Hockey Stick Matter?», publicado el 14 de
noviembre de 2 0 0 5 , en h ttp://sciencepoiicy.coiorado.edu/prom etheus/archives/cIim ate_change/
0006J0does_the_hQckey_stic.htm i
...

¿ H a c e c a l o r por a q u í ?

Eí debate del Palo de Hockey versa sobre dos cosas. A nivel técnico,
tiene que ver con un co n o cid o estudio que d e fin ió e! estado dei
clima de la Tierra a lo largo de los últim os mil años y que ai parecer
dem ostró un calentam iento global reciente y sin precedentes. [...]
Los datos no sustentan ¡as conclusiones. [...] En segundo lugar, ia his­
toria del Palo de Hockey revela que el 1PCC perm itió que un estudio
tremendamente frágil dominara el Third Assessment Report, lo que
sugiere ia posibilidad de cierta parcialidad en el proceso de redacción
de inform es...Zi

En respuesta a las primeras preguntas y revelaciones de M s tM , Mann


declaró que H s M habían utilizado un conjunto de datos aproxima­
dos erróneos así como sólo 112 criterios de aproximaciones, cuando era
necesario trabajar con 159. Sin embargo, MsüM revelaron que el p ri­
mer docum ento de investigación de Mann contenía sólo 112 criterios de
aproximaciones, que eran las aproximaciones que M ann solicitó a sus
¥ colaboradores. De modo que Mann arremetió contra M s tM por seguir
sus indicaciones. Afirmó también que había otros paleoclimatólogos que
habían obtenido resultados muy similares a ios obtenidos por él. ¡Por
supuesto! Aplicando igual metodología deficiente a datos igualmente
deficientes se obtiene, en general, iguales resultados deficientes. Por otro
lado, otros científicos han sido incapaces de obtener los resultados de
Mann, aun utilizando su metodología deficiente pero con datos d istin ­
tos [aleatorios]* Mala cosa.
E! Palo de Hockey fue encumbrado al estatus de icono sin escrutinio
previo, ai parecer porque era un resultado tan de: ensueño que no mere­
cía la pena verificarlo. Posiblemente, como resultado de la revelación de
problemas alarmantes, como ei de ia forma de «Palo de Hockey» resulta­
do de !a entrada de prácticamente cualquier conjunto de datos [lo que
indicaba una parcialidad en e! gráfico de Mann], éste y sus colegas dei
Equipo de Hockey siguieron resultando inútiles y se dedicaron a prestar
más atención a los ataques ad hominem que a responder a las solicitudes
de información.12

21 R. M c K itric k , «What is the "H o cke y S tick" Debate About?», docu m en to entrega­
do el 4 de abrí! de 2 0 0 5 para el APEC Síudy G ro u p com o Presentación de in vita d o
Especia! a la Conferencia «M anaging C lim ate Change - Practicaiities and Reaüties in a
P o st-K yoto Future», Parliam ent H cuse, C anberra, Australia, 24 de a b ril de 2 0 0 5 , en
122 G u ía í c u t ic a m e m ie in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m ie n t o g l o b a l y d e l e c o l o g is m o

Esta .actitud de evitar el debate fue tan exagerada que, gracias a la per­
sistencia de M & M y a su disposición a someterse a las antipatías de ios
jefes de K ioto, provocó una polémica gran escala.
La re co nstru cció n 22 llevada a cabo p o r MScM revela de distintas
maneras las fatales deficiencias del gráfico del Palo de Hockey. En p ri­
m er lugar, dem uestra que el C alentam iento M edieval y la Pequeña
Edad de H ielo estaban presentes en los datos de M ann, aunque no
en su representación: «Los datos de M ann, gestionados de form a
correcta, demuestran que el clima del siglo x x no es excepcional si se
compara con el de siglos anteriores. Este resultado está perfectamente
alineado con las evidencias proporcionadas p o r las perforaciones geo­
lógicas»23.
La controversia dividió a la comunidad de paleociimatólogos. Algunos,
como el destacado científico alemán Hans von Storch, reconocieron los
problemas revelados por los decididos canadienses y solicitaron un replan­
teamiento [von Storch calificó el Palo de Hockey de «basura»]. O tros, en
su mayoría los colaboradores de Mann del Equipo de Hockey, se nega­
ron a cambiar de postura. Un tercer grupo descubrió una variabilidad
de temperaturas histórica superior a la expuesta por Mann, pero utilizó
una metodología similar y quedó, de este modo, atrapado en el limbo.
U no de ellos, Jan Esper, apuntó a finales de 2005, en una revista científi­
ca, cuáles eran exactamente los peligros:

La variabilidad mejorada en la época preindustrial daría como resultado


una redistribución de peso hada el papel de los factores naturales sobre
los cambios de temperatura, devaluando relativamente, por lo tanto, el
impacto de las emisiones antropogénicas y afectando a las predicciones
realizadas sobre el fu tu ro . De ser éste el caso, acuerdos com o el del
Protocolo de K ioto, que pretenden reducir las emisiones antropogénicas
de gases de efecto invernadero, serían menos eficaces de lo pensado.24

Es decir, si Mann se equivoca, los alarmistas pierden Kioto. Y aunque


no sería así, el argumento puso a la ciencia en una situación complicada.

22 R. McKitrick, op. cit., p. 5.


23 Ibíd.
24 jan Esper, Robert j. S. Wilson, David C. Frank, Anders Moberg, Heinz Wanner, jurg
Luterbacher, «Climate: Past Changes and Future Ranges», Quaternary Science Reviews, 24
[2005), pp. 2164-2166.

i
¿H ace calor por a q u í ?

5.7. Línea discontinua: estudio de Mann.


Línea sólida: estudio correcto. [Fuente: M & M)

Sobre !a mesa había quedado expuesto que el gráfico de Mann era


una herramienta tremendamente deficiente, pero también crítica para la
p o lítica 'd e los verdes que, además, daba la casualidad de que había
sido pagada con dinero del gobierno. El congresista Joe Barton se in tro ­
dujo en el proceso exigiendo transparencia.25 Barton escribió a los inves­
tigadores, destacando que «com partir los datos y los resultados de la
investigación es un principio básico de la búsqueda científica abierta»
y preguntó a Mann p or el código de ordenador utilizado para generar
el gráfico del Palo de Hockey que había sido negado a los investiga­
dores que pretendían replicar el gráfico.26 Pese a que lo que Barton esta­
ba pidiéndole básicamente a Mann era que «mostrara su trabajo», fue
objeto de las alucinantes críticas que le acusaban de inmiscuirse en la
ciencia en una especie de caza de brujas. Una asociación de científicos
se subió p o r las paredes' diciendo que si las Naciones Unidas habían
aceptado algo, ese algo tenía que ser bueno para Estados Unidos. Es
decir, la clase d irig en te mostraba los síntomas clásicos de s u frir un
ataque de nervios.

25 En aras de la divulgación total, en septiembre de 2 0 0 6 presenté a la Córte Suprema


de Estados Unidos un documento amistoso en nombre del presidente Barton, desafiando
la regla «New Source Review» establecida por la EPA. Este asunto no tiene que: ver con
el «clima» y no tuve relación con el presidente respecto a este tema.
26 Las caitas se encuentran en http://energycommerce.house.gov/l08/Lettees/062J05_Mmi.pdJ
124 G usa -o a c á m e n t e incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Una alegación especialmente paranoide fue la de Sherwood Boehlert,


congresista republicano representante del Sierra C lub y presidente
def Hotise Science Com m ittee. De forma amenazadora, Boehlert le escri­
b ió a Barton: «La única explicación concebible para su com isión de
investigación es la de intentar intim idar a un destacado científico y con­
seguir que el Congreso tom e p a rtid o en un debate científico. [...] El
precedente que establece su investigación produce auténticos escalo­
fríos»2728.¡B rrrrí
De hecho,para cualquiera que haya seguido la tortuosa historia de!
Palo de Hockey y las evasivas de M ann, el objetivo evidente era des­
c u b rir la validez, o la falta de validez, de este icono de! alarmismo. N o
es de extrañar que Boehlert y compañía estuviesen tan preocupados.
Finalmente, Boehlert «pidió a la ÑAS que evaluara las criticas a! tra ­
bajo de M ann y valorara el tema de las reconstrucciones de los datos
clim áticos históricos. La ÑAS accedió a la solicitud del com ité cientí­
fico , pero sólo bajo té rm in o s que im posibilitaban una investigación
directa de los temas que incitaron la disputa o riginaba saber,si M ann
y su equipo habían ocultado resultados adversos y si los datos y ¡a
inform ación m etodológica necesarios para la replicador! estaban dis­
ponibles»23.
En el panel se incluyeron colaboradores ocasionales de los autores
del gráfico del Palo de Hockey [tam poco es que fuera una gran sorpre­
sa].29 Con esta petición, es evidente que Boehlert esperaba un inform e
consistente con la plantilla reciente de los inform es de la ÑAS, cuyas
sobrias e incómodas conclusiones conseguían burlar la cobertura de los

27 .La carta se encuentra en h ttp ://w m je a !t!m m e m g /:B o e M m Jé tte rjx)^B m o n .p d f


28' 5, :Mclntyre y R. McKítrick^ «Misied agaln* The Hockey Stick cllmate: History is fia-
wed:f and so is the process by which its author's claims have been adfudicated», National
Tosí [Canadá], 12 de julio de 2006.
29 La entidad del: M AS encargada de realzar estas actividades/ el National Research
Council, rio se siente extraña frente a composiciones curiosas de paneles en lo que
al «calentamiento global» se refiere. La revisión que hizo su panel del prim er IPCC
Assessment, de hecho, «fue poco prometedora, N o habla miembros de la National
Academy expertos en clima. De hecho, sólo habla un científico directamente rela­
cionado con la ciencia climática, Stephen Schneider, un ardiente defensor, incluía tam­
bién tres ecologistas profesionales.. Envíronmmtaf Gom A C a m trm m Response to Earth
in the Balance, capitulo de Richard Lindzen «Global¡Warmíng:^ the O rifin of Consensus>>,
p. 130.
¿Hace calor por a q ü P 125

t i científico Peter Doran confirm ó en 2 0 0 2 que el A n ta rtic o ha ido enfrián­


dose, pese a que todos los modelos climáticos predicen un fuerte calenta­
miento. Tristemente, la respuesta actual típica a este enigma es la de auto­
res, com o el mismo Doran, que tratan de explicar sus propios resultados en
ios editoriales de periódicos progresistas para acatar el dogma verde. A! pare­
cer, ser etiquetado de «escéptico» porque tu investigación perjudica la causa
alarmista significa ser invitado a menos fiestas y cenas.

medios de comunicación e iban acompañadas por un toque de discurso


alarmista dejado caer en algún lugar destacado del resumen... un resu­
men que había quedado demostrado era toda la información que recibe
el periodista, en el caso de que reciba algo más que la nota de prensa emi­
tida por el grupo de presión de los verdes.
El informe se publicó en junio de 2006.30 La Academia invalidó el Palo
de Hockey de la forma más delicada posible, teniendo en cuenta los ries­
gos y la devastación de sus conclusiones. Se pusieron los guantes de
seda para con mucho pesar y sutileza, pero inevitablemente, humillar a
Mann y a su Equipo de Hockey, y llegar a la conclusión de que, pese a
no poder establecerlo a partir del trabajo de Mann, las afirmaciones de
que la década de 1990. había sido la década más cálida y 1998 el año más
cálido de los últimos mil años eran «posibles)). Eso equivale a decir, la res­
puesta no está aquí, pero podría estar por ahí. En cualquier parte. En fin, un
tema escabroso en el fantástico mundo de los alarmistas.
El panel reafirmó la Pequeña Edad de Hielo que Mann había borrado
de la historia (junto con el Periodo Cálido Medieval que la precedió] y
dejó claro que las afirmaciones de Mann sobre temperaturas del pasado
y, en consecuencia, del presente, no se acercaban a la realidad.
/ El panel llegó a la conclusión de que debido a la enorme indefinición de
los datos por aproximación anteriores a 1600, es justo asumir que ahora hace
tanto calor como en cualquier momento de los últimos cuatrocientos años, es
decir, que la situación se ha calentado desde que finalizó la Pequeña Edad de Hielo.
¡Una afirmación rompedora! Ahora bien,con el máximo de los últimos mil

30 Disponible en http://wm.nap.edu/catalog/H676.html
G u a K T tíB C A M E N T E INCORRECTA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL Y DEL ECOLOG1SMO

i* que rrcstraba el Palo de Hockey reducido en un 60 por ciento, ¿no


- an los medios de comunicación evitar, como mínimo, decir estupide­
ces como que el gráfico era correcto, con toda «seguridad» y, además, por
un oericdc de tiempo superior incluso a! que Mann y compañía propusie­
ron? Pues bien, ¡la C N N le dio un giro de 180 grados y declaró que el pane!
de la ÑAS no sólo avalaba el Palo de Hockey, cuando no lo hada, sino que
además lo avalaba para las temperaturas de los últimos dos mil años!
Hace cuatrocientos años, tal y como el panel volvió a recordarnos al
refutar el Palo de Hockey, estábamos inmersos en la Pequeña Edad de
Hielo. Un titu lar que anunciara que hoy en día hace más calor que duran­
te la Pequeña Edad de Hielo, p o r lo tanto, podría rivalizar en banalidad
con el de «£/ sol sale por el este». O , según dijo el presidente del Senate
Environm ent C om m ittee, James lnhofe, de Oklahoma, esta perogrullada
equivale a afirm ar que el hecho de que agosto sea más cálido que enero
demuestra una tendencia al calentamiento alarmista. El senador lnhofe,
sin embargo, nunca d isfrutó de las ventajas de la escuela de periodismo.
Los medios de comunicación trataron este revés como una confirma­
ción. En resumen, la ÑAS había concluido que la teoría de Mann no esta­
ba respaldada por el trabajo que presuntamente la afirmaba, y de que era
meramente «posible». El contexto del informe dejaba claro que se trataba
de una muy diplomática pero condenable mentira. En traducción de los
medios de comunicación, «posible» se transform ó en el «probablemente
correcto» de la C N N 31 y el «muy probablemente correcto» del Boston Globe?2
Días después, la agencia de noticias Associated Press estableció una
nueva forma de defender simpatías políticas, mediante la curiosa refor­
mulación de informes científicos, haciendo referencia al golpe asestado
p or la ÑAS a! Palo de Hockey en la noticia que difundió con m otivo del
«plan energético» del senador John Kerry. Deshaciéndose en elogios hacia
la nota de prensa de Kerry, que rendía homenaje al alarmismo,Associated
Press dio un giro salvaje al decir que «un panel de científicos declaró la
semana pasada que el calentamiento global es ahora un fenómeno cien­
tífico innegable»33. Supongo que esa conclusión debió aparecer únicamente
en el A nexo distribuido a la prensa.

31 «Study: Earth"likeíy"hottest in 2 0 0 0 years», CNN.com, en http://edition/cnn.com/2006/


TECH/science/06/22/global.warming.ap/index.hml
32 B. Daley, «Report Backs Global Warming Claims», Boston Globe, 22 de ¡linio de 2006.
33 Glen Johnson, «Kerry Outünes Updated Energy Plan», 26 de junio de 2006.
¿Hace, calor por a q u í? i27

La buena noticia es que la página web de A l Gore ayuda a complicar


un poco más la vida de estos sofistas, permitiéndonos acercarnos más a
este curioso caso de la climatología en acción. Lubos M o tl aprovechó su
blog para cargarse a Mann con una exposición de un «corte» del inte­
rrogatorio del panel de la ÑAS:

De repente, Mann empezó a decir que nunca había dicho que estuviera
seguro de que la época actual es la más cálida de los últimos mil años y
que, más bien al contrario, siempre había subrayado que su investigación
pretendía demostrar lo inciertas que eran esas cifras. Bien, seguramente se
trata de que vivimos en dos universos distintos, pues mencionó que esto
lo había dicho ya aproximadamente trescientas cincuenta veces y que se
habían escrito ya ochocientos setenta mil artículos sobre esta extraordi­
naria declaración.

M o tl proporcionaba también e! vínculo a los archivos de audío y al


momento exacto en que se producían esas declaraciones, y escribió: «Está
usted exactamente a un clic de comprobar que diversos medios de comu­
nicación y el blog de! grupo RealCUmate están intentando engañarle por
completo».
La conclusión de este episodio de la teoría de! Palo de Hockey sugie­
re algo muy parecido a un intento de engaño masivo por parte de los
alarmistas, así como p o r parte de sus colegas de ios medios de comuni­
cación. El panel de la ÑAS refutó incontestablemente ia teoría del Palo de
Hockey, ias conclusiones del IPCC de las Naciones Unidas y los trabajos
del equipo de Mann. Concretamente, el panel de la ÑAS refutó tres cuar­
tas partes de! expediente de Mann, acusó al IPCC de tergiversación y al
equipo de Mann de minimizar la importancia de las dudas e incertidum­
bres sobre las temperaturas históricas.
Y por- si aun se necesitaban más pruebas de ia irresponsabilidad de los
medios de comunicación en estos temas, una semana después de leer e!
informe y tener daros los hechos, incluso la presumiblemente fundamental
revista Natrne se aseguró su puesto en la campaña para perpetuar e! cho­
llo del sector, titulando su incursión en el tema: «La comunidad científi­
ca confirma el gráfico del Palo de Hockey»34.
El Palo de Hockey ha muerto. Larga vida al Palo de Hockey.

34 G. B rum fiá, «AcademyafFirms hockey-stick graph», M i ture, 441, pp. 10324033,29 efe
ju nio de 2 0 0 ó , doi: 10.1038/4411032a, publicado electrónicamente el 28 de ju n io de 2Q 0&
G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

¿Sirven para algo ios modelos?

Los «Modelos de Circulación Genera!», conocidos también como M C G


o, simplemente, modelos climáticos, sirven com o base del espeluznante
alarmismo climático y de las reivindicaciones relacionadas con las tempe­
raturas del fu tu ro , ei deshielo y los niveles del mar; ío que es seguro es
que,sea cual sea el m onstruo que nos acecha, es el resultado de un mode­
lo generado p o r ordenador. Los modelos son hipótesis sobre ei com­
portam iento del clima que, como todos los modelos, generan resultados
que son función directa de los supuestos incorporados y de ios factores
que consideran.
La revista digital de tendencia izquierdista, Spiked.com, se mantiene
admirablemente razonable en lo que al alarmismo clim ático se refiere,
haciendo valer una ideología con ¡a suficiente sinceridad para decla­
rar que detesta la utilización de! miedo para infantilizar a la clase tra­
bajadora. Rob Lyons, de Spiked, llega a la conclusión de que los mode­
los tienen cierto valor en el debate pero muestran numerosos problemas,
destacando entre ellos la parcialidad, consciente o inconsciente, ios
datos incom pletos y una historia m uy limitada. N aturalm ente, com o
se expone a continuación, ios modelos no tienen utilidad en su esta­
do actual, com o incluso ¡os alarmistas clim áticos han dem ostrado sin
querer.
De todos modos, Lyons ofrece una explicación ecuánime y equilibra­
da sobre ios beneficios y los problemas de los modelos climáticos, así
com o de su relación con otros sistemas de medición:

La física de los elementos climáticos individuales no está totalmente enten-


, dida, sobre todo en lo referente a las nubes; no sabemos cuántas nubes
se producirán en un mundo en calentamiento, ni el efecto neto que ten­
drán esas nubes. Además, los equipos de investigación realizan regular­
mente nuevos anuncios sobre factores que antes no se habían contem­
plado en su totalidad.
Por otro lado, los modelos son, por su misma naturaleza, simplifica­
ciones del mundo reai. Considere un ejemplo que nada tiene que ver
con ei clima: el Puente del Milenio de Londres. Se trataba de un siste­
ma relativamente sencillo de modelar. Pero cuando en junio de 2000 se
inauguró el puente, tuvo que ser rápidamente cerrado porque la gente
que caminaba por él provocaba un «abombamiento» de la estructura.
Con ello queda en evidencia que incluso ingenieros que trabajan con
problemas mucho menos complejos que el clima mundial pueden hacer
ias cosas tremendamente mal. [...]. Por motivos no relacionados con la
¿Hace calor por a q u í ? 129

ciencia climática, todo nuevo conjunto de resultados y todo nuevo infor­


me se inclina hacia un lado o hacia otro como confirmación de su
propia postura.3536

Lyons apunta (aunque luego no llega a todas sus consecuencias] en


dirección al secreto más sucio de todos, en lo que a los modelos climá­
ticos se refiere: cuando intentamos verificarlos, fracasan miserablemente.
Pero esto no supone ningún problema para los defensores de la teoría del
cambio climático: son todo ¡o que tenemos... oh, y resultan muy útiles para gene­
rar escenarios espeluznantes.
N o busquemos cinco pies al gato. Consideremos las consecuencias
de la ausencia en los modelos dei papel jugado por las nubes y el sol y
la influencia de los océanos y la topografía.
Cuando la Administración Clinton-Gone publicó su «National Assessment
on Climate Change»3é en el año electoral 2 0 0 0 , se seleccionaron dos
modelos generados por ordenador para construir el caso. N o es de extra­
ñar que entre las más de dos docenas de modelos electrónicos disponi­
bles, el N AC C utilizara el par que producía los resultados más calurosos
y más Húmedos.
Su comportamiento fue un escándalo y pudimos demostrarlo.37 Piense
que los modelos climáticos creados en Estados Unidos son más mode­
rados que otros en lo que a las subidas de temperatura proyectadas se
refiere. En consecuencia, «el N A C C rechazó esos modelos y seleccionó
modelos canadienses y británicos que producían temperaturas elevadas
de forma consistente, sucesos meteorológicos más extremos y peores
desastres medioambientales que los proyectados p o r cualquiera de sus

35 R. Lyons, «Climate Change:A Model Cock-Up»,Spiked Online, 20 de abril de 2006,


en http://nvm.spiked-online-com/Príntab!e/0000000CBQ27.htm
36 «US National Assessment of the Potentiai Consequences o f Climate Variability
and Change: A Detailed overview of the consequences o f dimate change and mechanisms
for adaptation», en http://vmi.usgcrp.gov/usgcrp/nacc/defauit.htm
37 Este autor demandó a la Administración Clinton por este documento en nombre
dei senador Jim inhofe (representante por Oklahoma], ios representantes joann Emerson
[representante por Montana] y joseph Knollenberg (representante por Michigan], el
Competitive Entreprise Institute y otros. Con asuntos ciaves destacados, entre ios que se
incluía la capacidad de ios demandantes de obtener un «estatus» desde el que demandar,
el resultado fue un acuerdo bajo el cuai los demandantes retirarían su demanda y el gobier­
no publicaría un desmentido en la página Web explicando que e! documento no había esta­
do sujeto a las regias federales que exigen que los datos sean objetivos y reproducibies.
G u ia POLÍTICAMENTE INCORRECTA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL Y DEL ECOLOGiSM O

ftsrnoicgos. U no de los modelos utilizados proyecta que las precipitacio-


'u m f p la cuenca del C olorado aumentarán en un ISO por ciento en el
tá s e m e siglo; el o tro dice que sólo se producirá un aumento del 5 por
ciento. U no predice un aumento del 80 por ciento en las precipitacio­
nes que sufrirá el valle del río Rojo; el otro presenta una disminución del
80 por ciento. U no incluso proyecta que los bosques tropicales del pla­
neta desaparecerán, en su mayoría, en el transcurso de los próxim os cin­
cuenta años»38.
El Hadley Centre, del Reino Unido, creador de uno de ios modelos ele­
gidos, tuvo la honestidad de adm itir en su página web que «en zonas donde
las costas y las montañas tienen un efecto destacado sobre las condicio­
nes climatológicas, los escenarios basados en modelos globales no captan
el detalle regional necesario para realizar valoraciones de vulnerabilidad a
nivel nacional». Es decir, que si en su área geográfica hay lagos, mares,
océanos o montañas que afecten al clima [algo que Hadley admite que
sucede en gran parte del planeta], este modelo le dirá muy poca cosa. Es
decir, el modelo no servía para el objetivo al que se destinó.
Un hecho significativo, [que tendría que haber sido suficiente para fina­
lizar el debate sobre si utilizar o no estos modelos para la toma de deci­
siones políticas, o incluso para cualquier objetivo subvencionado con el dine­
ro de ios contribuyentes], es que los alarmistas admitieron también que,
cuando se Ies pidió qué realizaran elfos mismos ¡a comprobación mirando
hacia atrás e intentando reproducir el clima del pasado, los modelos fun­
cionaban peor que una tabla de números aleatorios. El especialista en clima
Patrick Michaeis, en su «Review o f the 2001 U.S. Climate A ction Report»,
respondiendo a un documento de la administración Bush que incorporaba
ios descubrimientos dei U.S. National Assessment, destaca estos problemas
en ei prim er párrafo: «Todo lo que tenga su origen en ei U SÑA es extre­
madamente deficiente, pues ei USNA está basado en un auténtico aborto
de la ciencia: está basado en dos modelos de proyecciones futuras dei
clima que aplicados ai clima reciente ofrecen un rendimiento peor que una
tabla de números aleatorios. Los creadores del USNA, básicamente el US
Global Change Research Program, han ignorado este manifiesto problema
aun sabiéndose que eran conscientes dei mismo. Más aun, ei USNA está
basado en una selección de ¡os dos modelos climáticos más extremos para

38 Paui K, Driessen, « N ational Assessm ent o f C lim ate Change released», Environment
News, í de agosto de 2 0 0 0 , The H eartland in stitu te .
¿Hace calor por aquí? 131

la temperatura y las precipitaciones en Estados Unidos, para ios cuales no


existe defensa científica»39, [Tal vez esta deficiencia en las relevantes armas
de los alarmistas no tiene nada de aleatoria].
Cuando testificó ante el Congreso, Michaeis solicitó al gobierno que
realizara esta prueba, una prueba que él había llevado ya a cabo de forma
independiente como un análisis «M onte Cario» estándar para verificar la
validez de una hipótesis.40 El gobierno observó y difundió los resultados
de Michaeis y adm itió que eran inconsistentes. Pero después, com o si
no hubiese pasado nada, los especialistas en modelos del gobierno con­
tinuaron empleando alegremente esos productos inútiles para proyectar
el clima y tom ar decisiones políticas en base a ellos.
En resumen, los modelos no pueden «evaluar a posteriori» el clima del
pasado. Y no pueden predecir de forma fiable [cuando, de hecho, es para
lo que han sido creados]. Ningún M odelo de Circulación General ha con­
seguido reproducir aún los sucesos climatológicos de la época medieval
o de la antigua Roma. Lo que sucede, simplemente, es que los modelos
no son el mundo real. Han quedado desacreditados como instrumentos
para la predicción del clima. Dice Michaeis en su «Review»: «Utilizarlos
es una negligencia científica.Y he elegido mis palabras con mucho cuida­
do. Si un médico prescribiera un medicamento que se demostrase que no
funciona, perdería su licencia y no podría ejercer»41.
Todo esto debería explicar por qué cada nueva estimulación del pesi­
mismo genera un titular. El New York Times podría dedicar perfectamente
una portada a una puntuación récord obtenida en el videojuego de Donkey
Kong por su valor informativo. [De hecho, cada vez hay mejores récords
de puntos obtenidos en el Donkey Kong y al mismo tiempo han aumen­
tado las temperaturas. M m m m , me parece que alguien debería diseñar
un modelo sobre esta correlación].
Pese a que los científicos y ¡os diseñadores de modelos aborrecen admi­
tirlo , dadas las enormes sumas de dinero de los contribuyentes que reci­

39 En h ttp :// wm.cato.org/pubs/wtpapers/michaeis0206.pdf#search=%22pat%20michaels%


20karl%20random%20numbers%22
40 El testimonio de Michael se encuentra en http://energyconimerce.house.gov/i07/hea-
ríngs/07252.002Hearing7¿/MkhaellM6.htm-, la transcripción de la audiencia, por el C om m itte
on Energy and Com m erce,de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.
Subcommittee on Oversight and Investigations, 25 de julio de 2 002, se encuentra en
http://energycommerce.house.gov/l07/hearings/07252002Hearing676/print.htm
41 R Michaeis, «Review o f 2001 ü . S. Climate Action Report», op. cit., p. ó.
¡3 2 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

be.n para generar «proyecciones» (que, sin protestar, perm iten que ios
medios de comunicación describan como predicciones], nadie conoce en
reaíidad io bastante sobre el clima a largo plazo como para crear un mode­
lo que genere proyecciones creíbles, ni siquiera a nivel continental [en
resumen, la realidad climática es demasiado compleja para que pueda repli­
carla un modelo climático]. Predecir el tiem po que hará en el futuro en
una ciudad o un estado sería todavía más complicado42, pero aun así, los
alarmistas y sus aliados políticos siguen propagando historias de te rro r
detalladas y localizadas a nivel de ciudades que únicamente sirven para
seguir adelante con su agenda.43 Una vez más, y traicionados por el ejem­
plo de Hadíey, los expertos en modelos admiten su debilidad. Un artícu­
lo publicado p o r Nature bajo el titu la r «Los modelos climáticos no res­
ponden a las preguntas candentes», lamentaba la poca fiabilidad de los
modelos y transmitía las redamaciones de ios científicos para obtener más
dinero de los contribuyentes para mejorar sus modelos.44
Cuando examinamos ios diversos modelos del 1PCC de las Naciones
Unidas, nos damos cuenta, de manera interesante (aunque,al parecer, no
para los medios de comunicación], de que el modelo que proyectaba un
calentamiento más pequeño de calentamiento fu tu ro ha coincidido a la
perfección con las temperaturas reales de las últimas tres décadas: 0,17° C
por década o aproximadamente un grado y medio por siglo. Estupendo, la
Tierra estaba ahí y así io ha hecho.

42 Por lo que se refiere a la cita de Hadley, y ya que la CEI llamó la atención hacia
esta admisión condenatoria en algunas de sus ordenaciones reguladoras/ el Hadley Center
articuló profesíonalmente este reconocimiento para que su evidente significado parecie­
ra menos obvio, aunque sin a t e de manera sustancial.
43 El grupo de presión «Union o f Concerned Scientist» fomenta este tipo de resul­
tados insostenibles y delimitados a nivel de Estado [como mínimo, sinceramente califica­
dos como «potencíales»] y California adoptó los descubrimientos del National Assessment
para presentar un escenario dimáíteó a nivel de Estado como Justificación de la imposi­
ción de su ley, la única que existe al estilo de Kioto.
44Véase, por ejemplo, «Modeüers deplore "short-termism"on dimate», Nature; 428,593,
8 de abril de 2 0 0 4 , en www.nature.com/news/2 0 0 4 /0 4 0 4 0 5 /fu i1 / 428595aMml [es necesario
estar suscrito], resumen del artículo en h ttp :// mm.scidev.net/News/index.cfmPfuseactlon=
readNews&itemid=13l9&ianguage-í.\/éa$e también «Cíimate models have no answer to bur-
ning questions», Nature, 424, 867,21 de agosto de 2 0 03 , resumen del artículo y vínculo
(es necesario estar suscrito] en http://www.scidev.net/dossiers/index.cfmPfuseaction~dossier.
Read!tem8ttype-l8títem¡d-968&¡anguüg6~igdossier-4ezCF1D=2395233&CFTOKEN=742ó¡Q45
¿Hace calor por a q u P 133

Cuando Jim Hansen testificó ante el Congreso en 1988 e inició con


ello el maremoto de alarmismo, presentó tres escenarios. Marcando ia
pauta, los medios de com unicación, los ecologistas y los políticos se
concentraron en el resultado proyectado que mostraba un calentamien­
to mayor. De hecho, las temperaturas han resultado ser notablemente simi­
lares al menos dramático de los tres escenarios presentados por Hansen;
es decir, las temperaturas han sido tal y como él sugirió que serían sólo
si se producían reducciones drásticas de las emisiones, (aun a pesar de que
esas emisiones han proseguido consistentemente y en ia línea de lo que él
proclamó como catastrófico y que conduciría a un clima delirante]. N o
ha habido reducción de las emisiones y no ha habido catástrofes; es decir,
sus escenarios han demostrado estar equivocados lo que, por supuesto,
ha provocado afirmaciones de que «Hansen tenía razón». El mismo Hansen
parece incluso creerse su propia prensa [que recibe en abundancia], pues
ia idea de que pudiera estar equivocado no destaca en sus escritos.
Y pese a todo, el modelo que proyectaba los resultados más altos es el
que adoran y divulgan los medios de comunicación, incluso aquellos que
tuvieron la delicadeza de informar de un calentamiento de «hasta 10° C»
siguen mencionando en sus reportajes, en genera!, sólo el escenario más
alejado, más espeluznante y, por lo tanto, menos probable.
Que tantos modelos generen una diversidad tan amplia de resultados
no sirve más que para corroborar su falta de utilidad. Dependiendo de
lo rápidamente que se produjera un futuro calentamiento, de o cu rrir y
de hacerlo por la razón que fuese, un escenario de un aumento de 1,5° C
no tendría nada que ver con uno de un aumento de 10° C. Con el tiem­
po, el hombre ha ido adaptándose a los cambios de temperatura. A quí,
se predice que ese grado y medio se produciría a lo largo de cien años.
Considere ese aum ento rápido o no tan rápido, com o más le plazca.
Pero no lo considere como algo sin precedentes o catastrófico.
Los modelos com parten además una sobreestimación enorme del
crecim iento de la población global y del PIB, mucho más allá de cual­
quier cosa que la historia sugiera como remotamente factible, y lo hacen
para sobreestimar exageradamente la contribución del hombre a los gases
de efecto invernadero y desarrollar escenarios desmesurados de calenta­
miento global. En general, dan por sentado que las emisiones de gases
de efecto invernadero aumentarán (y han aumentado] al doble del ritm o
observado a lo largo de las últimas décadas, un ritm o que no muestra
134 G U ÍA POLÍTICAM ENTE ¡INCORRECTA DEL C ALENTAM IEN TO G LO BAL Y DEL ECOLOGISM O

. s c á de 'rentar hasta poder satisfacer los fantásticos supuestos de ios


d e':.ocres de ios modelos.
_Y que hay del modelo de A l Gore? Es evidente que seleccionó un mode-
3 ¿z peo que proyecta un aumento de temperatura que sería elevado inclu­
yo centro del mundo básicamente alarmista de las Naciones Unidas. Gore
sa dedicó a buscar fuera de la corriente principal de los modelos hasta encon­
trar un programa aun menos creíble y aislado que proclama que las tem­
peraturas podrían subir hasta 11° C.Y al hecho de que su modelo presenta
un resultado irrealmente caluroso, hay que sumarle la errónea interpreta­
ción que Gore hace de su «descubrimiento». E! documento sobre el que
Gore basa su alarmismo45 sugiere que él escenario más probable es el que
presenta el extremo inferior de la proyección de aumento de temperatura,
un rango que oscila entre los 2o y los 4o C. Pero incluso un aumento de
temperatura así resulta más cálido de lo que podría deducirse razonable­
mente a partir de la combinación de los diversos modelos y la observa­
ción de la actual tendencia al calentamiento. Es decir, Gore está completa­
mente solo en sus afirmaciones, aunque no cesa de insistir que e! universo
de los informados está con él. Una vergüenza.
A l decantarse p o r presentar, o mejor dicho, p o r presentar mal, ei resul­
tado más extremo de un modelo engañoso, A l Gore no sólo abandona
su adhesión a su amado «consenso», sino que reconoce además que inclu-

Escasez de m áxim as récord


El calentamiento global no aparece en los días más calurosos. Mientras que
en el hemisferio norte los inviernos y las noches son, en genera!, más cáli­
dos, no se poduóén temperaturas máximas récord. Dakota del Sur es el
único -estado de los Estados Unidos que ha experimentado un récord en
sus temperaturas máximas desde 1996. Desde el punto de vista estadístico,
en un clima estable,cabría esperar que en la última década se hubieran alcan­
zado tres nuevos máximos históricos. Pero no ha sido así.
Fuente: National Climatic Data Center

45 Stainforth, D. et al., «Uncertainty in predietions of the dimate responso to rising


¡evels of greenhouse gases», Nature, 433, pp. 4 0 3-40 6 .
¿Hace calor por aq uí ? 135

so el escenario más espeluznante propuesto por las Naciones Unidas no es lo sufi­


cientemente alarmista para su objetivo de lograr determinados cambios polí­
ticos. A I Gore a las Naciones Unidas: ¡Más madera!

E! tigre de Corea de! N orte

Además de ciencia mala, estadísticas malas y malos escrúpulos, los alar­


mistas utilizan mala economía.
Para predecir el futuro calentamiento global, el 1PCC de las Naciones
Unidas asume que muchos países experimentarán una expansión econó­
mica. Reconociendo que el consumo energético es inseparable de! creci­
miento económico,el.IPCC estima que estos países utilizarán más ener­
gía de la que actualmente utilizan, lo que significa que generarán más gases
de efecto invernadero. Hasta aquí, todo bien y correcto.
Pero en lo que a los países pobres se refiere, las Naciones Unidas
proyectan un desarrollo económico significativamente mayor de lo que
sería razonable. Esto implica una estimación exagerada de las emisiones
de gases de efecto invernadero que estos países pobres generarán en un
futuro. Y sí esto lo incorporamos a modelos climáticos inadecuados, el
resultado es un caos climático. Esto significa que, incluso aceptando todos
sus supuestos y para que sus historias de miedo tengan sentido, los alar­
mistas tienen que construir otra fantasía más encima de ese enorme cas­
tillo de naipes.
Stephen Hayward, un erudito del American Enterprise Institute, expli­
có con claridad la locura implícita en los métodos que utilizan las Naciones
Unidas para medir y proyectar el crecimiento económico:

Las proyecciones resultantes son francamente absurdas. Si jugamos al juego


de cifras de! IPCC tendríamos que a finales de este siglo, la renta per cápi-
ta de los sudafricanos será cuatro veces superior a la de ios estadouni­
denses. Los norcoreanos, libios, argelinos y argentinos tendrán también
rentas per cápita reales superiores a las de los estadounidenses. Excepto
para «demostrar» el calentamiento global, el método del IPCC no fun­
ciona. Es una distorsión evidente.46

46 «DorftWorry, Be Happy»,22 de abril de 2004, en http://www.tcsdaily.com/erticle.a5px7id


=042204B
Capítulo 6

Los casquetes polares se derriten/


los huracanes soplan con más fuerza
y otras mentiras sobre el tiempo

ara conseguir que usted les entregue sus libertades, sus comodidades
y la energía de la que dispone, ellos tienen que asustarle. Todo lo
malo que ya le está sucediendo es culpa del calentamiento global
provocado p o r la acción del hombre.
Huracán Katrina: calentamiento global.
Inundaciones: calentamiento global. Se­
quías: calentamiento global. Un exceso
... el Polo Sur está
de insectos: calentamiento global. Pocos
enfriándose?
insectos: calentamiento global.
... la población de osos
El tiem po que haga no es culpa de
polares está creciendo [aun­
usted.
que A l Gore proclame fal­
Después de atribuir culpas, es necesa­
samente que ni siquiera tie­
rio prom eterle, com o el Libro de la
nen dónde nadar]?
Revelación, que las cosas se pondrán feas,
... ni un solo huracán
mucho más feas. Los huracanes serán más
asoló los Estados Unidos en
fuertes y más frecuentes.Todo lo que no
2006?
se ha derretido ya, acabará derritiéndo­
... la mayoría de los ex­
se. Subirán las mareas, inundando nues­
pertos no atribuye la recien­
tras ciudades.
te actividad de los huraca­
Donde quiera que haya una histo­
nes a los gases de efecto
ria de m iedo, la culpa va a parar a!
invernadero?
hom bre; y si la historia no existe, se
inventa.
138 G uía politicamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

La verdad sobre los osos polares

Una de las imágenes más difundidas sobre este fenómeno es el ado­


rable [de lejos] oso polar, al que los alarmistas miran con tan buenos
ojos para alertar de los horrores de un posible mundo más caluroso. Los
osos polares, como los pingüinos, son las mascotas involuntarias de los
grupos de presión verdes. La revista Time eligió a este mamífero devora-
dor de focas como chico de portada de su número, declarando: «Preocúpese.
Preocúpese mucho» y en su película, A ! C ore ofrecía la imagen de un oso
diseñado p o r ordenador debatiéndose en busca de la salvación del hielo.
Las reivindicaciones sobre el oso polar en peligro cubren todo el espec­
tro , desde el animal ahogándose en un agua a la que no está acostum­
brado [lo que no es verdad, pues conviven con ella todos los veranos],
hasta el canibalismo producto del hambre y de su incapacidad de trasla­
darse por el hielo en busca de su dieta tradicional.
Resulta realmente conm ovedor oír a los ecologistas quejarse de que
no hay suficientes focas m uriendo devoradas. [Y no son sólo los osos
¡os que generan cifras decepcionantes en lo que a sus habituales matan­
zas se refiere: de hecho, los verdes realizaron una presentación en las nego­
ciaciones de K ioto celebradas en Buenos Aires y Montrea! en la que expli­
caban que a! parecer, tampoco los inuit alcanzaban sus cifras habituales de
matanzas de focas]. Calificar estas declaraciones de simplemente exagera­
das es un insulto para cualquier declaración exagerada.
La agencia de noticias Associated Press difundió un artículo que decla­
raba que los osos polares estarían «convirtiéndose al canibalismo p o r­
que las prolongadas temporadas sin hielo Ies impedían conseguir su ali­
mento natural». La declaración, realizada a mediados de 2006, estaba basada
en tres supuestos incidentes de «canibalismo», todos ellos fechados en
2 00 4. Sin embargo, las investigaciones revelan que los osos prosperan
en las zonas donde se produce calentamiento y sufren en aquellas donde
hay enfriamiento.1[Sí, el Á rtico está enfriándose.] Según el doctor M itcheil
Tayíor,un destacado biólogo canadiense especializado en el oso polar que
trabaja para el Department o f the Environment,de Nunavut: «De las trece
poblaciones de osos polares de Canadá, once son estables o están aumen-

! Véase, por ejemplo, Meltdown: The Predictable Distortion o f Global Warming by Politicians,
Science and the Media, Patrick J. Michaels, Washington, D. C , Cato Institute, 2 0 04 , pp. 95-96,
citando Przybyiak (2 0 0 0].
L O S C A S Q U E TE S POLARES SE D E R R ITE N , LOS H U R A C A N E S S O P L A N ... 139

tando en núm ero. N o van cam ino de extinguirse, ni siquiera de verse


actualmente afectadas en ese sentido»2. ¿Y qué hay de esa dism inución de
pingüinos que se produciría en el extrem o opuesto del planeta? Pese a la
cobertura histérica llevada a cabo p o r National Geographk, el New York Times
y [de una form a algo más equilibrada] la BBC, parece ser que su nega­
ción a procrear podría tener más que ver con el p u d o r y la fragilidad de
su psique que con el cambio de temperatura. Las investigaciones han reve­
lado que la población de parejas dism inuyó bruscamente sin que existie­
sen evidencias de calentamiento o enfriam iento, y sí una coincidencia con
la llegada del ecoturism o. (Intenta hacerlo cuando enormes helicópteros
descienden sobre ti y escupen hordas de criaturas impacientes, gigantes­
cas y vestidas de la cabeza a los pies con prendas de G oretex.3 Imagínese
disfrutando de una luna de miel en la pista de aterrizaje destinada a un
espectáculo aéreo en Alem ania.]

Recepción gélida a las reivindicaciones árticas

Los m odelos de calentam iento global predicen de manera uniform e


que el calentam iento general del planeta se am plificará en los polos [es
lo que denom inan «am plificación polar»]. Pese a que se trata de las pre­
dicciones que alimentan Jas esperanzadoras historias de pobres osos pola­
res remojados, han dem ostrado ya su escasa fiabilidad.
C om o veremos, estos m odelos de predicción siguen com prom etidos
con la retórica de los alarmistas climáticos de la década de 1970. Pero desde
aquella época, las reivindicaciones de am plificación p olar han ido atem­
perándose, pasando de «aum ento trem endo» a «difícil de calcular» hasta
el actual «insignificante»4. La supuesta causa de la amplificación polar tam ­
bién ha ido variando, desdé las nubes y la cantidad de calor absorbida p o r
las partículas del aire, a ¡a cantidad de calor solar retenida o reflectada p o r
la nieve y el hielo, y to d o en el transcurso de poquísim os años. Una vez

2 «last Stand o f O u r W ild Polar Bears: Siily ío predio their demise; Starling conclu­
sión to say the wil! disappear within 25 years and surprise tq many resea rchers», Mitcheil
Taylor, The TorontoStar, 1 de mayo de 2 0 0 6 .
3 Ibíd., citando, dfceedonando y, por lo demás, reforzando a Barbraud, en 200!.
4 Polyakov, I., Akasofu, S-l., Bhatt, U., Colony, R., Ikeda, H ., Makshtas, A ., Swingiey, C.,
Walsh, D. y Walsh, J., 2002,«Trends and variations in Arctic dimate System». EOS, Transactions,
American Ceophyskal U
nio,83, pp. 547-548.
*
140 G u (a POLITICAMENTE in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m ie n t o GLOBAL r DEL ECOLOGISMO

más, parece que la climatología tiende a empezar p o r las conclusiones [en


este caso, los osos polares se ahogarán] para llegar después a la explica­
ción de las mismas.
Este cambio retórico sobre la amplificación polar, teniendo en cuenta
que los polos no están calentándose de manera significativa, parece refle­
jar la gran cantidad de datos que contradicen la teoría. La capa de hielo
del Polo N o rte es bastante más fina de lo que era unas décadas atrás, y
esta tendencia parece consolidarse. Pero las lamentaciones histéricas, y pro­
bablemente falsas, sobre un mar abierto ártico sin precedentes y un inmi­
nente deshielo polar son exageradas y no han sido demostradas.
Una de las tácticas claves de los alarmistas es la redefinición de la pala­
bra «Ártico». El actual Círculo Polar Á rtic o se localiza a 66 grados y 33
minutos latitud N orte, representando la inclinación de la Tierra, y el punto
más al sur expuesto a la luz del sol durante veinticuatro horas durante el
solsticio de verano (y expuesto a veinticuatro horas sin luz durante el sols­
ticio de invierno]. Algunos científicos definen el «Á rtico» en base al clima
(y como el clima cambia constantemente, su definición de Á rtic o cam­
bia también constantemente].
El A rc tic Ciimate Impact Assessment [A C IA ], que ha servido como
base para una serie inagotable de historias sobre el deshielo del Á rtic o
en los últim os años, decidió expandir el Círculo Á rtic o 725 kilóm etros
en todas direcciones, estableciendo su límite sur a 60 grados latitud Norte.
[Una pena para los pobres residentes de las islas Shetland que de repen­
te se vieron convertidos en habitantes del Á rtico . ¡Soy un esquimal y no ¡o
sabía!] El A C IA expandió el Á rtic o en un 50 por ciento, sumándole más
de diez mil kilóm etros cuadrados de superficie [el equivalente a sumarle
la totalidad de la superficie de Estados Unidos más dos Francias]. Pese a
que el Á rtic o que ellos definen está cubierto en dos tercios por las aguas
oceánicas, determinaron su temperatura con la ayuda de estaciones meteo­
rológicas terrestres.
Intencionadamente, o por pura casualidad y buena suerte, esta curio­
sa definición del Á rtic o [una especie de manipulación ártica de los dis­
trito s electorales] encajaba a la perfección con el alarmismo del A C IA . El
d o cto r George Taylor, clim atólogo e investigador del estado de Oregón
y CCM [m eteorólogo consultor certificado], destaca concretamente que
el A C IA llegó a la conclusión de que el Á rtic o se derrite debido a su
redefinición del área de estudio, y con el beneficio añadido de incluir en
LOS CASQUETES POLARES SE DERRITEN, LOS H U R A C A N E S S O P L A N ... 141

sus mediciones las de varias estaciones meteorológicas siberianas escasa­


mente fiables [algunas de las no clausuradas].
En este contexto,Tayior destaca ia importancia del hecho de que hay
partes del Á rtic o que se han calentado, mientras otras se han enfriado
[repito, sin embargo, que las zonas más cálidas son más hospitalarias para
las poblaciones de osos, tai y como las cifras evidencian].
Sin duda alguna por pura casualidad, ei equipo de! A C IA seleccionó
1966 com o punto de partida [el mínimo absoluto de temperaturas medidas
en ios últim os cien años] exagerando, por lo tanto, por cuatro el calenta­
miento de 0,38° C por década experimentado a lo largo de todo el siglo.
Esto equivale a declarar una tendencia al calentamiento en cualquier año,
empezando las mediciones en enero. Porque, sí, ¡después del periodo más
frío, se calentó! Naturalmente, esto también es consistente con la tesis
catastrofista general de un calentamiento global resultado de la acción
del hombre, y con que la Pequeña Edad de Hielo, ya que no puede ser
borrada de un plumazo de la historia, es un punto de partida adecuado
a p artir de! cual declarar una tendencia al calentamiento, por definición.Y
lo que la ACIA decidió no destacar fue que este calentamiento seguía
siendo un SO por ciento menos agresivo que el calentamiento vivido entre
1918 y 1938, e igual que el experimentado entre 1880 y 1938. Como tal,
el ejercicio de la ACIA no es más que una mal camuflada defensa del
alarmismo.
La evolución de las temperaturas árticas desmiente la reivindicación alar­
mista de que el Á rtic o era estable hasta que la llegada de! hombre calen­
tó la situación. Muestran que las concentraciones de gases de efecto inver­
nadero no dictan las temperaturas del Á rtic o más que podrían dictar las
temperaturas medias globales. Naturalmente, los gráficos reafirman la impor­
tancia del punto de partida seleccionado. De hecho, el Á rtic o parece estar
viviendo una tendencia al calentamiento a largo plazo de unos pocos gra­
dos... pero claramente sin conexión con la emisión de gases de efecto
invernadero. Si los gases de efecto invernadero generados por el hombre
fueran la causa de este calentamiento a largo plazo, el Á rtic o no habría
vivido un enfriamiento entre las décadas de 1930 y 1970.
¿Y qué hay sobre datos específicos del Á rtic o relacionados con la
correlación entre gases de efecto invernadero y temperaturas en superfi­
cie del Á rtico? Por suerte, disponemos de esta información y no pinta
nada bien para los alarmistas.
142 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

¿Qué causa parece más probable? Gracias al m étodo cientí­


fico, que todavía es utilizado
en lugares de todo el mundo,
este enorme boquete en las
argumentaciones de los alar­
mistas no queda sin cubrir.
A m odo de experim ento, el
d o c to r W illie Soon, astrofísi­
co de Harvard, se cuestionó
si la actividad solar podría
tener una relación interesan­
te con las tem peraturas del
Á rtic o . El trabajo del profe­
sor Soon demostró que sí hay
una relación entre la actividad
solar y la temperatura.
Es evidente que, aunque
podría representar un p ro ­
blema en potencia para quie­
nes odian el C 0 2, la llamativa
correlación entre el calor emi­
tid o p o r el sol y las tempe­
raturas tomadas en el Á rtic o
debe de ser pura coinciden­
6.1. Gráficos por gentileza del doctor Willie Soon.
cia, pues ya se ha llegado a la
con clusió n de que quienes
calientan el Á r tic o son G eorge Bush y los to d o te rre n o [aunque las
emisiones de C 0 2 o las concentraciones de gases de efecto inverna­
dero no se correlacionen con las tem peraturas actuales o históricas].
A unque tal vez sean las emisiones de C O z las que causan el calenta­
m iento del sol.
Finalmente, después de adm itir que la causa y el alcance del calenta­
m iento Á rtic o no tienen nada que ver con lo que los medios de comu­
nicación han querido hacernos creer, deberíamos examinar el efecto del
calentamiento Á rtic o . National Ceographic y el New York Times contarán his­
torias de terror, pero cuando el San Francisco Chronicle mencionó que las
ballenas grises se sentían estupendamente y su población iba en aumen­
to en un Á rtic o algo más cálido, los editores se aseguraron de que que­
dase incluido un siniestro «... p or ahora».
LOS CASQUETES POLARES SE DERRITEN, LOS H U R A C A N ES S O P L A N .. . 143

El aumento del nivel del mar

Pese al aspecto mimoso de los osos polares, la única razón realmente


convincente p or la que un deshielo en el Á rtic o podría importarnos es
porque A I Gore nos dice que provocaría una subida del nivel de! mar de
seis metros e inundaría Manhattan. Su alarmista asesor, James Hansen, habla
ahora de una subida del nivel del mar de veinticinco metros. Ahora bien,
si resulta que ya se han fundido tantos glaciares y placas de hielo como
nos dicen, nuestros especialistas en estrechar las manos de los famosos se
habrían dado ya cuenta de ese cambio desde las cubiertas de sus yates
atracados en los lujosos puertos deportivos de Martha's Vineyards. Pero
me parece que la última vez que estuve por allí, las playas tenían un aspec­
to magnífico. Naturalmente, los problemas, pese a la lógica, siguen ace­
chando desde e! horizonte (igual que esas ballenas que «prosperan en el
Á rtic o , por ahora»).
En la versión escrita de Una verdad inconveniente, Gore presenta página
tras página imágenes de «antes y después» que describen una subida de!
nivel del mar de seis metros.Todas estas imágenes son tan verídicas como
el oso generado por ordenador de Gore que, a diferencia de los de ver­
dad, no sabe nadar: Este aumento lo originaría el supuesto hundimiento
inevitable de las grandes placas de hielo, de lo que no existen evidencias
creíbles, y sobre todo el hielo de Groenlandia, donde, y debido a su topo­
grafía, un espectáculo similar al de la película Waterworld convertiría la zona
en un gigantesco lago. N o obstante, de haber estado Gore realmente inte­
resado, podría haberse remitido a los datos obtenidos por el científico de
la N A S A Jay Zwally y sus colegas sobre los cambios en el equilibrio de
las masas de hielo y sus potenciales efectos sobre el nivel de! mar. Zwally
y los miembros de su equipo descubrieron que ía pérdida neta de hielo,
sumando Groenlandia y la A ntártida, habría supuesto un aumento del
nivel de! mar equivalente a 0,05 milímetros p or año entre 1992 y 2002.
A ese ritm o, se necesitaría un milenio entero para que los niveles del mar
subieran cinco centímetros.
De modo que la subida del nivel del mar no supone ninguna amena­
za, excepto para aquellos que decidieran dar una cabezadita durante unos
veinte mil años, insistiendo en que su cabeza permaneciera al nivel del mar,

5 Una pequeña isla perteneciente al estado de Massachusetts, conocida por su lujoso


destino residencial y de vacaciones. [N. de £.)
5" r - y::
144 G u Ia POLÍTICAMENTE INCORRECTA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL Y DEL ECOLOGISMO

fueran lo bastante afortunados como para escapar de una prácticamente


segura edad del hielo, y además pretendieran desafiar a la historia negán­
dose mientras a responder o adaptarse a todas sus circunstancias... — en
este caso, una marea que avanza muy, pero que muy lentamente.
Podemos confiar y abordar sin miedo la furia de Poseidón gracias a
la investigación llevada a cabo, entre otros, p o r N iis-A xel M orner, de la
Universidad de Estoco!mo, quien a diferencia del grueso del panel 1PCC
es un reconocido experto en los niveles del mar. La investigación de M orner
demuestra que los niveles del mar actuales entran dentro del rango de las
oscilaciones que ha sufrido el nivel del mar en los últim os trescientos
años, mientras que los datos obtenidos p o r satélite no muestran prácti­
camente ninguna subida durante la pasada década.6 El informe existente
más alarmista hasta la fecha, el Third Assessment R eport del ¡PCC, y
nada menos que en su «Resumen para políticos» [enfocado a políticos,
burócratas y grupos de presión], declara lo siguiente sobre los últimos
cien años, un periodo durante el cual los alarmistas dicen que hemos visto
deshielos sin precedentes a nivel mundial: «Los datos de medición de ¡as
mareas muestran que el nivel del mar subió en prom edio entre 0,1 y 0,2
m etros durante el siglo xx»7. Más adelante, y de nuevo en el mismo
resumen, se reconoce que «Ante la incertidum bre actual, tanto las medi­
ciones físicas como los modelos presentan una falta de aceleración signi­
ficativa de la subida del nivel del mar durante el siglo xx»8. Se trata de
una forma de adm itir, aun salvando la cara, que no pueden afirmar que
el hombre haya acelerado la esperada subida del nivel del mar que se pro­
d u c e entre glaciaciones (edades de hielo], que es el periodo en el que feliz­
mente nos encontramos en estos momentos.
El IPCC prevé para 2100 una subida del nivel del mar de entre catorce
y cuarenta y cuatro centímetros, no de seis metros, tal y como estrafalaria­
mente amenazan alarmistas como A i Gore, sacándose la cifra de la manga
e ignorando pasados calentamientos. A lo largo del últim o siglo, la Tierra
experimentó una subida del nivel del mar de veinte centímetros sin que se
produjeran efectos nocivos visibles, debido en gran parte a que el ritm o de

6 Morner, N. A., 2003, «Estimating Future Sea Level Change from Past Records», Global
and Planetary Change, 4 0 , pp. 49-54. Morner, por cierto, es un experto reconocido, algo muy
escaso dentro dei IPCC. Las deficiencias inherentes del IPCC se discuten a continuación.
7 Working Group I, Sumtnary for Policymakers, p. 4.
8 Ibíd., p. 10.
LOS CASQUETES POLARES SE DERRITEN, LOS H U R A C A N ES S O P L A N ... 145

la subida apenas ha sido perceptible a lo largo de ¡a historia. Aun dándose


el caso de que se repitiera durante varios siglos, jamás tendría que ver con
lo que aparece en las películas de Hollywood, por absurdo que parezca.
De hecho, el profesor M orner y su equipo visitaron las Maldivas, unas
islas que el IPCC estima en peligro por el riesgo de subida del nivel del
mar. M orner encontró pruebas suficientes de que el nivel del mar que rodea
las islas ha bajado en los últimos treinta años y de que las islas y sus habi­
tantes han sobrevivido en el pasado a niveles del mar mucho más elevados.
Recuerde, el que se derrita el hielo flotante no tiene ningún efecto
sobre los niveles del mar, sólo el hielo que se derrita en tierra y vaya a
parar al mar hace subir el nivel de las aguas. Básicamente, en el caso de que
ei calentamiento subiera los niveles del mar, los únicos culpables serían
Groenlandia y la Antártida. Pero como ya hemos dicho, la evolución de
las temperaturas demuestra que la Antártida no está calentándose.
C om o se ha dicho, Zwálly y otros examinaron recientemente los
cambios en la masa de hielo «a partir de los cambios obtenidos durante
diez años y medio en Groenlandia y nueve años en la Antártida median­
te altímetros situados en los satélites europeos de sensor remoto ERS-i
y ERS-2». Los investigadores informan de que los movimientos de estas
placas de hielo han sumado de 0,05 a 0,03 milímetros anuales al nivel del
mar. Se desconoce de dónde obtiene A l Core sus restantes 5.999,95 milí­
metros de aumento del nivel del mar para alcanzar los seis metros de subi­
da de los qué hablaba en su película.
La página web wm.C02Science.org pone en perspectiva la subida del nivel
del mar declarando que: «Con el actual ritm o de 0,05 milímetros anua­
les de aumento del nivel del mar equivalente a la pérdida de hielo, se nece­
sitaría un m ilenio entero para que el nivel global del mar subiera tan
sólo cinco centímetros, y veinte mi! años para que subiera un metro».
Duerma tranquilo. Pero cuando llegue el año 22007 no apague el des­
pertador. O levántese, desempolve sus pantalones cortos hawaianos y a
disfrutarlo.

Hagamos algo respecto al tiem po

Si el aumento del nivel de los mares inspirado por el hielo no consi­


gue mojarle, los alarmistas le garantizan que los huracanes sí lo conse­
guirán. Supuestamente, los huracanes aumentarán con la subida de la tem-
146 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

peratura en superficie de los mares como consecuencia de la emisión de


gases de efecto invernadero producidos por el hombre. Lo que resulta
curioso es que los océanos se han enfriado últimamente [pero como este
hecho desafía las bases del alarmismo, se rechaza incoherentemente y se
toma como un simple receso de la tormenta que se avecina].9

Declaración sobre el problema de ios huracanes


en Estados Unidos, 25 de julio de 2006
«En el momento en que se pone en marcha la temporada atlántica de hura­
canes, la posible influencia del cambio climático sobre la actividad de los hura­
canes recibe otra vez renovada atención. Pese a que el debate sobre este tema
es básicamente del interés y la incumbencia de los ámbitos científicos y socia­
les, en ningún caso debería de alejarnos del principal problema relacionado con
¡os huracanes a i que se enfrentan lo s Estados Unidos: el creciente aumento de la pobla­
Estas tendencias demográfi­
ció n y la riq u eza en la s vulnerables regiones costeras.
cas provocan que las pérdidas humanas y económicas consecuencia de ios
huracanes sean cada vez mayores, sobre todo en una época de actividad inten­
sificada como la que estamos sufriendo. Científicos e ingenieros alertaron de
la amenaza que esto supone para Nueva Orleáns mucho antes de que el cam­
bio climático empezase a tomarse en serio, y una catástrofe como la del
Katrina, o peor aun, era [y es] inevitable aun viviendo en un clima estable.
»Lo s daños cada vez m ayores p rovo cad o s p o r lo s huracanes en ¡as ú ltim a s déca­
das se deben en g ra n p a rte a las p o lític a s gubernam entales destinadas a su b sid ia r e!
riesgo.La regulación estatal de las pólizas de seguros está sujeta a presiones
políticas que obligan a que las primas por los seguros no sean más caras
en ¡as zonas costeras de riesgo. Los programas federales de seguros por
inundaciones cobran menos de lo que deberían a los propietarios de zonas
vulnerables. Las políticas federales para las catástrofes, pese a proporcionar

9 Véase, por ejemplo, «Pese a la tendencia a! calentamiento observada a largo plazo


en todo el planeta, ¡os océanos se han enfriado en los últimos tres años, anunciaron hoy
ios científicos. [...] Los investigadores no han identificado todavía !a causa del enfriamiento
oceánico de ios últimos tres años pero esperamos que posteriores estudios clarifiquen
esta anomalía». «Global warming takes a break»,Sara Goudarzi,21 de septiembre de 2006.
los evidentes beneficios hum anitarios, sirven tam bién para fom entar a
largo plazo los comportamientos de riesgo,
«Somos optimistas y pensamos que las investigaciones acabarán solu­
cionando en gran parte las actuales controversias sobre el efecto del cam­
bio climático en los huracanes. Pero el problema más urgente para nuestro
avance en fila india hacia el mar exige atención inmediata y continuada.
A p e la m o s a lo s líd ere s gubernam entales y em presariales p a ra que lleven a cabo una
p ro fu n d a re co n sid e ra ción d e l u rba nism o y de las p o lític a s re lacionadas con lo s segu­
ros, la u tiliz a c ió n d e l su elo y la s ayudas d estin ad a s a c a tá s tro fe s que a ctu alm en te
s ó lo sirven p a ra fo m e n ta r una v u ln e ra b ilid a d aun m a y o r a lo s huracanes».

Kerry Emanuel, Richard Anthes, Judith Curry, James Eisner,


Grez Holland, Phil K!otzbach,Tcm Knutson, Chris Landsea,
M ax Mayfield, Peter Webster

Los anuncios de una climatología cada vez más complicada como con­
secuencia de la acción del hombre son el pan de cada día de los alar­
mistas. El problema es que el clima no colabora y la investigación nunca
lo ha hecho. En relación al primero, la temporada tranquila de huracanes
que se vivió en 2.006 dejó a los alarmistas buscando formas de distraer
la atención de ese hecho y alejarla de la ausencia de unas calamidades que
con tanta confianza habían prometido sólo unos meses antes.Y en rela­
ción a lo segundo, las investigaciones llevadas a cabo por científicos ale­
manes, por ejemplo, han demostrado que las devastadoras inundaciones
que se vivieron en el centro de Europa en 2002 fueron perfectamente
normales en comparación con los registros históricos obtenidos a lo largo
de los siglos.10Tal vez esto no sea tan terminante como la retórica en sen­
tid o co n tra rio de la campaña pre-electoral abanderada p o r Gerhard
Schróder, pero ni siquiera en Alemania consiguieron culpar a Estados
Unidos de las tormentas que tuvieron lugar en los días en que Alemania
quemaba «brujas» p or motivos relacionados con el clima y los Estados
Unidos aun estaban por nacer.

10 M . Mudelsee e t al., «N o upward trends in th e occurrence o f extreme f j o o d s ití

central Europe», Nature, 2003, núm. 425, pp. ¡66-169.


148 G u ía politicamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

El últim o niño mimado en el debate sobre los huracanes es el profesor


del Massachussets lnstitute o f Techology [H IT ] Kerry Emanuel, ritualmen­
te citado gracias a un documento en el que defendía una correlación clara
entre el cambio climático y los huracanes. Cuanto más calienta el hombre
las aguas de los océanos, dice su defensa, más se intensifican los huracanes
[y mayores daños causan, ignorando de nuevo los evidentes factores rela­
cionados con el desarrollo económico en las zonas afectadas que hacen
aumentar las pérdidas provocadas por las tormentas], Christopher Landsea,
de la National Oceanic and Atm ospheric Adm inistration [N O A A ], que no
encontró ninguna tendencia para los huracanes que tocan tierra en Estados
Unidos, sugiere que el descubrimiento de Emanuel podría ser una artificia-
lidad producida por la recogida de datos; una consecuencia de la mejora
en la detección, monitorización y análisis por satélite de los huracanes que
no tocan tierra. Además, la evidencia de que los mares se enfrían debería
enfriar a su vez la retórica sobre la activa temporada de 2005. Lo que
sucede en cambio es que, de un modo alternativo, se discute y se ignora:
la discuten los alarmistas y la ignoran los medios de comunicación.
A pesar de to d o , las posteriores declaraciones públicas de Emanuel
desmienten la conclusión que se vendió inicialmente. Los medios de comu­
nicación apenas cubrieron una declaración más calmada, realizada en plena
temporada 2 00 6 [mucho más tranquila], en la que afirmaba que las tem ­
pestades recientes fueron básicamente un producto de la mala suerte. «Los
huracanes de gran impacto que asolaron Estados Unidos en los últimos
dos años son, al menos por ahora, más bien un resultado de la mala suer­
te que del cambio clim ático, dijo el profesor del M1T, Kerry Emanuel,
durante un simposio celebrado el 31 de octubre [de 2006]. [...] Lo más
probable es que no signifique nada desde el punto de vista de Estados
Unidos y en una escala de tiem po de cincuenta años», dijo. Sólo un te r­
cio de las tormentas que se desarrollan sobre el A tlán tico consiguen lle­
gar a tierra. «Lo de los últim os dos años ha sido, más o menos, cuestión
de mala suerte»11. Este reconocim iento, apenas difundido, fue publicado
bajo un gracioso titular: «El h o rro r de los huracanes es básicamente cues­
tión de mala suerte... por ahora».A destacar no sólo el «horror» de rigor,
sino la gratuidad del «por ahora», añadido p o r la om nisciente prensa
que en to d o momento debe asegurarse de que sus puntos de vista que­
dan siempre por encima de los susurros de! profesor Emanuel.1

11 http://presszoom.com/stoiyJI3097.htnil
LOS CASQUETES POLARES SE DERRITEN, LOS H U R A C A N ES S O P L A N ... 149

El juego de los números

Nos dicen que últimamente el clima es más dañino que nunca, algo
que históricamente tendría que ser irrelevante. La actividad del hombre
ha hecho el clima más dañino, nos dicen. Bien, de acuerdo, pero no hasta
el nivel que a ellos les gustaría que todo el mundo creyese. Pese a que
los verdes nos dicen que todo esto es el resultado de tener tantos coches,
el sentido común nos recuerda que la población está cada vez más desarro­
llada y que habita cada vez más regiones propensas a sufrir grandes tem­
pestades. Construimos casas en llanuras aluviales y complejos turísticos
playeros en las desembocaduras de los ríos en Carolina del N o rte .
Prácticamente nada de todo eso se construiría sin el subsidio del contri­
buyente en forma de garantía que hace descender los costes de los
seguros de unos precios que, de no ser así, serían astronómicos [si fuera
posible conseguir un seguro]. Cuanto más construyamos en zonas sus­
ceptibles de inundación o de sufrir el azote de los huracanes, más gran­
des serán las devastaciones por los huracanes.
Es de suponer que lo que vendrá a continuación será una garantía
federal contra las pérdidas para aquellos que construyen sobre las vías del
ferrocarril y que les proteja contra la posibilidad de que les pase por enci­
ma el tren de las 7.12, destino Peoría. [Naturalmente, en este caso, el grupo
de presión de los verdes pregonaría, con todo su habitual ritual, las inex­
plicables y crecientes pérdidas para iniciar de este m odo su campaña con­
tra el ferrocarril que, al fin y al cabo, es en nuestro país el responsable
de! transporte de la mitad del suministro energético. «Se ha demostrado
que el consumo de carbón destruye hogares. ¡Envíen dinero para ayu­
darnos a continuar nuestra lucha contra esta M uerte Negra!»].
Y, por supuesto, a la población le sigue la construcción. En este sen­
tido, alarmistas como A l Gore no reconocen que un mundo más pobla­
do, con más habitantes en áreas que con cierta regularidad experimen­
tan subidas de aguas, presenta mayores probabilidades de sufrir sucesos
que lleguen al nivel de considerarse «inundaciones».
Mientras que la caída de un árbol en un bosque deshabitado sigue
siendo una cuestión inquietante, si llega el agua y no hay nada que ane­
gar entonces no, no hay «inundación». La marea alta no es una inunda­
ción hasta que no se construye en la costa un con ju nto residencial.
Cuanto más construyamos o coloquemos vidas y riqueza en lugares que
podrían llegar a ser anegados por una subida de las aguas, más oiremos
150 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

hablar de tempestades e inundaciones, y más reclamaciones p or daños


se producirán.
Y del mismo modo que la gente cambia de lugar de residencia y de
propiedades, las tecnologías de observación e información están mejoran­
do y por ello se registran más sucesos de este tipo.12 En lo que a los to r­
nados se refiere, basta con pensar en el avance que supone el radar Doppler.
Un tornado que antiguamente habría pasado desapercibido [bien porque
era tan pequeño que la antigua tecnología no podía capturarlo, bien por­
que nadie lo veía desde tierra porque no llegaba a ninguna población], hoy
en día queda registrado. Hoy, no sólo nos vemos asolados más frecuente­
mente y además somos más personas y estamos en más lugares, sino que
¡as constantes mejoras tecnológicas nos ayudan a detectar tornados cada
vez más pequeños. En consecuencia, tenemos más tornados registrados.

Huracán K ioto

Durante la temporada de huracanes, Pat Robertson13 consigue de repen­


te nuevos aliados al pregonar que las tormentas mortales son consecuencia
de la mala conducta de! hombre. La manía de culpar a la modernidad de
los huracanes alcanzó máximos enfervorecidos en 2005, con el tan espe­
rado regreso de torm entas más frecuentes, un hecho consistente con
los ciclos estándares de entre cuarenta y cincuenta años de duración. Estos

12 El director del World Gímate Prograrri de la World Meteorológica! Organizaron


[W M O ], Ken Davidson, respondió a un periodista en Ginebra, en 2003: «Tiene usted razón
en cuanto a que las evidencias científicas [estadísticas y empíricas] no están presentes para
afirmar de modo concluyente que el número de sucesos ha aumentado. Sin embargo, el
número de sucesos extremos de los que tenemos noticias y que son verdaderamente extre­
mos ha aumentado tanto a través de los servicios meteorológicos y a través de las agen­
cias colaboradoras, como a través de las agencias y empresas encargadas de comunicar
estos desastres. Por lo tanto, ésta podría deberse a una mejora en el control y ¡a comu­
nicación», citado en http://www.iohn-daly.cow/press/press-03b.htm
13 Marión Gordon "Pat" Robertson es un teiepredicador evangelista, conocido por su
activismo político en las filas del Partido Republicano, en el que se presentó como pre­
candidato para las elecciones presidenciales de 1988. Es conocido por ser un destacado
miembro del movimiento conservador americano, y ha fundado numerosas instituciones
como la Christían Coalition, el American Center for Law and Justíce, la Christian Broadcasting
NetWork [CBN] o Regent University. En 2 0 0 6 realizó unas declaraciones en las que anun­
ció su «conversión» a las teorías del Calentamiento Global.
LO S CASQUETES POLARES SE DERRITEN, LOS HURACANES SOPLAN,,, 151

ciclos predecibles e h istóri­ Los huracanes no son más frecuentes


camente establecidos no sir­
39
vieron para evitar las reivin­
dicaciones que afirmaban que 25

la temporada dé huracanes de
2005 se vio exacerbada por M e d ia p o r .década; ;17,7
el calentamiento global, igual
que tampoco sirvieron para
que la prácticamente inexis­
tente temporada de huraca­
nes de 2 0 0 6 llevara a los
alarmistas a retractarse de sus
catastróficas afirmaciones. En i ¡ i '§'i i i l i l i r n
respuesta a este sensacional l i l i l í i i i i i i i i i
abuso, un destacado experto, ® ; H u r a c a n e s menores [Categoría 1. o %
Chris Landsea de la N O A A , ffl H u r a c a n e s importantes [Categoría 3 a 5]

d im itió en protesta p o r el 6 2 . Huracanes por década en Estados Unidos


informe 1PCC publicado por (Fuente: National Weather Service]
las Naciones Unidas en enero
de 2 0 0 5 , detallando exactamente cómo y p o r qué esas declaraciones,
publicadas p or un organismo supuestamente científico reconvertido a
político, eran pura ficción. Y con ello se sumó a otros expertos mundial­
mente reconocidos, como Lindzen, y prescindió del 1PCC por conside­
rarlo un proyecto desesperadamente político y en absoluto científico.
Sorprendentemente, hubo escasas repercusiones, si es que las h ub o,y llegó
el inicio de temporada de 2 00 6 sin que volviera a debatirse la tesis de
que los huracanes están provocados por causas humanas.
Stanley Goídenberg, de la Hurricane Research División de la National
Oceanic and Atm ospheric Adm inistration [N O A A ], declara senadamen­
te que «Katrrna forma parte de una escala documentada de fluctuacio­
nes en la actividad de los huracanes que se desarrolla a lo largo de ¡as
décadas. Este ciclo quedó descrito en un artículo ampliamente citado publi­
cado en ¡a revista Science en 2001. [...] Y cuando digo que esas afirma­
ciones son tonterías, hablo en boca de muchos investigadores climáticos
especializados en huracanes»14.

14 Citado én W. Williams/ «The Poiitics of Hurricanes and Global Warming»,3 de octu­


bre de 2006.
!5 2 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Las malas temporadas de huracanes son cíclicas. Landsea,de la N O A A ,


coincide con Goldenberg cuando dice: «Si miras los datos puros y duros
de los huracanes, no encuentras indicios de correlación con el calenta­
miento global. Lo que se aprecia, en cambio, es un fuerte ciclo de activi­
dad. Hay periodos de entre veinticinco y cuarenta años con mucha acti­
vidad y luego periodos de entre veinticinco y cuarenta años muy tranquilos».
Los datos del National Hurricance Center de la N O A A para los Estados
Unidos, demuestran que la década más activa en huracanes registrada hasta
la fecha fue la comprendida entre 1941 y 1950. En esa década llegaron a las
costas de Estados Unidos veinticuatro huracanes, diez de los cuaies entra­
ron dentro de las categorías 3 ,4 y 5. Estas grandes tormentas fueron más
frecuentes en las décadas de 1890,1930 y 1940, no ahora. Dos terceras par­
tes de los noventa y dos grandes huracanes que alcanzaron las costas de
Estados Unidos entre 1851 y 2 0 0 4 se produjeron antes de 1950.
Estos análisis proceden de un informe de la N O A A titulado «Los ciclo­
nes tropicales más mortales, más caros y más intensos de los Estados
Unidos entre 1851 y 200 4» 15. En la Tabla ó del informe aparecen listados
los huracanes por décadas desde 1851 y en ella se ve que, en el periodo
de cuarenta años que va desde 1961 hasta 2 0 0 0 , tanto el número com o
la intensidad de huracanes que alcanzaron las costas de Estados Unidos
disminuyó bruscamente. La tabla fue actualizada en ju lio de 2 0 0 6 , y los
datos de 2005, un año de frecuencia elevada, demostraron que el núme­
ro de huracanes que afectaron las costas de Estados U nidos en 2 005
fue igual que el total de 2 0 0 4 , así com o de 1886,1916 y 1985, y superó
en uno a muchos otros años.16 Los vientos de ese año oscilaron entre
ios sesenta y cinco nudos [C indy y O phelia] y los ciento diez nudos
[Katrina). Compare esto con al menos ocho tormentas anteriores a Katrina
con vientos más potentes [seguramente entorno a los ciento quince nudos
en general, medidos con aparatos menos sofisticados], y sin que se reali­
zaran mediciones de velocidades del viento durante tres décadas y media,
desde la década de 1940 hasta la de 1970.
Si 2005 marcó una tendencia, también lo hizo entonces el tranquilo
2 00 6, indicando con ello que el impacto del hombre ha vuelto a cam-

15 N O A A Technica! Memorándum NWS TPC-4, Blake, er al., en http://www.nhc.noaa.gov/pdf/


NWS-TPC-4.pdf
16 «THE DEADLIEST, COSTLiEST, AND MOST INTENSE UNITED STATES TROPI­
CAL CYCLONES FROM ¡851 TO 2005», http://mm.nhc.noaa.gov/Deadliest_Costliest.shtml
LOS CASQUETES POLARES SE DERRITEN, LOS HURACANES SOPLAN... 153

biar de sentido. Igual que cuando pasamos de provocar un enfriamiento


global a provocar un calentamiento global, más emisiones de gases de
efecto invernadero en la atmósfera deben, por pura consistencia lógica,
haber provocado una temporada de huracanes tranquila. O a lo mejor lo
que sucede es que el clima sólo es culpa nuestra cuando es malo.
La versión más extensa del informe de [a N O A A de 2005 presenta
datos que muestran que la tierra se enfrió entre 1940 y 1975. Sabemos que

El c a le n ta m ie n to g lo b a l provoca el crec im ie n to
de los glaciares: estudio
«Un nuevo estudio ha descubierto que los inviernos más cálidos y ios
veranos más frescos, con un aumento de precipitaciones, podrían estar
provocando el aumento del tamaño de algunos glaciares.
«investigadores de la Newcastle U niversity han descubierto que la
cuenca superior del Indo estaba experimentando más nieves y lluvias, un
fenómeno que tiene implicaciones para el sum inistro de agua de cin­
cuenta millones de personas en Pakistán.
«El estudio se ha publicado en el Journal ofClimate [BBC News Online] de
la American Meteorológica! Society».
Informe de 25 de agosto de 2006 de Greenwire, incapaz
de reconocer qué tipo de «implicaciones» podría tener
para millones de personas en Pakistán este aumento
de las precipitaciones y unos veranos más frescos.

se ha producido un calentamiento (supuestamente resultado de la acción


del hombre] desde 1975, o desde justo antes de que sin previo aviso se
cambiara el «consenso» y pasáramos desde una Edad de Hielo que esta­
ba acechándonos a un inevitable infierno, ambos casos culpa de la inter­
vención de! hombre. Por lo tanto, los datos de tormentas posteriores a
1975 son los más relevantes. Recuerde la doctrina que predica que la déca­
da de 1990 fue una década de caior sin precedentes históricos.
El huracán más intenso que ha alcanzado la costa de Estados Unidos
sigue situándose en 1935, la tormenta conocida como de! «Día del Trabajo»
(los nombres propios no empezaron a utilizarse hasta 1950]. Durante esta
154 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

tormenta, él barómetro cayó hasta 892 milímetros (cuanto más baja es la


presión atmosférica, más intensa es la tormenta]. La segunda tormenta en
intensidad se produjo en 1969 (con una presión mínima de 990 milíme­
tros]. Sólo la tercera en intensidad tuvo lugar después de 1975, y fue la de
1992 (con 922 milímetros, el huracán Andrew, mucho menos intenso que
el huracán del Día del Trabajo de 1935, que alanzó también Florida. Andrew,
sin embargo, fue más devastador, por las razones obvias previamente comen­
tadas]. Discutiblemente, el informe revela que la intensidad de los huraca­
nes de categoría 5 ha disminuido desde 1935. Podría discutirse también que
la intensidad de los huracanes de categoría 4 ha disminuido desde 1986.
Igualmente es discutibles partir de tos datos, que desde la década de 1940
se ha observado una disminución en el grado y la frecuencia de los hura­
canes, tanto en la categoría más grave (huracanes entre categoría 3 y 5],
como en la totalidad de las tormentas (de categoría 1 a 5]. Pero no es nece­
sario que nos molestemos en jugar al juego que practican los verdes con
los puntos de partida de sus estudios, basta con reconocer el ciclo de
tormentas que se produce cada cuarenta a cincuenta años.
Sea lo que sea lo que nos digan los datos, es evidente que las tormentas
que asolan Estados U nidos desde la Revolución Industrial han sido y
siguen siendo cíclicas. Y punto. Que se queden los alarmistas jugando al
«sí,claro, pero y si...».
Observemos aun más a fondo la situación. N o existe ninguna tendencia
global que indique que la fuerza de los huracanes es cada vez mayor. Las
tormentas no muestran cambios destacabies en el planeta. Pero hay dos
zonas en las que la fuerza de las tormentas ha mostrado cambios estadís­
ticamente significativos: la zona del Atlántico N orte, donde los huracanes
son más fuertes, y ía zona del N orte del Pacífico, donde los ciclones son
más débiles (es sólo cuestión de tiempo que esta clemente tendencia que
vive el Pacífico sea declarada una desastrosa consecuencia del calentamiento
global producto de la acción del hombre; hasta entonces, seguirá siendo
ignorada].
El clim atólogo Roger Pielke jr., aborda este tema en el marco del
debate sobre el increm ento de ios daños provocados p or las torm en­
tas, resumiendo las conclusiones del Tercer inform e del 1PCC sobre las
cuestiones relevantes:
Los daños han seguido aumentando, y el 1PGC no ha identificado
aún tendencias en los extremos climáticos, con una única excepción. El
IPCC no encontró tendencias globales a largo plazo en ciclones trópica-
M
m
LOS CASQUETES POLARES SE DERRITEN, LOS HURACANES SOPLAN... ¡55
.&
é

les o extra-tropicales [p o r ejemplo, tormentas o huracanes de invierno),


&

en «sequías o periodos de lluvias», o en «tornados, granizadas u otros


$.

fenómenos climatológicos graves»17.


i

En 2006, el Bulletin o f the American Meteorológica!' Society publicó


un docum ento elaborado por un equipo interdisciplinario de expertos.®
Sus tres principales puntos eran:

1) no existen conexiones establecidas entre emisiones de gases de efec­


to invernadero y el comportamiento observado de los huracanes;
2) cualquier cambio fu tu ro en la intensidad de los huracanes será
probablemente pequeño y dentro del contexto de la variabilidad
natural observada; y
3) la política de relacionar los huracanes con el calentamiento glo­
bal amenaza con socavar el apoyo de la investigación climática
legítima y podría dar como resultado políticas ineficaces para la
gestión de los huracanes.

O tros estudios recientes siembran también dudas extremas sobre las


declaraciones de los medios de comunicación relacionadas con la influen­
cia del calentamiento sobre los huracanes. P.J. Kiotzbach19 descubre que:

Los datos indican una prolongada tendencia creciente en la intensidad y


longevidad de los ciclones tropicales de la cuenca del Atlántico N orte y
una considerable tendencia decreciente para el nordeste del Pacífico. Las
demás cuencas mostraron tendencias mínimas, y no se han producido cam­
bios significativos en la actividad global neta de ¡os ciclones tropicales. Desde
el periodo 1986-1995 hasta el periodo 1996-2005, se ha producido un
ligero aumento global en los huracanes de categoría 4 y 5. En su mayoría,
este aumento se debe a la mejoría de la tecnología de observación. Estos descu­
brimientos indican que, además de las temperaturas del mar en superficie,
otros importantes factores gobiernan la intensidad y la frecuencia de los
ciclones tropicales.

17Véase «Gímate Change and Reinsurance, Part I», 6 de enero de 2005.


!S R. A . Pielke, Jr., C. Landsea, M . Mayfield, J. Laver, R. Pasch, «Global Warming and
Hurricanes», Bulletin o f the American Meteorology Society, noviembre 2005, pp. 1571-1575.
19 P.J. Klotzbach, (2006], «Trends in global tropical cyclone activity over the past twenty
years [1986-2005]», Geophys. Res. Lett., 33, L10805, doi: 10.129/2006GL02S88I.
156 G uia políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecoloctsmo

Has aun, en juiio de 2006, la revista Science dejó escapar de su cen­


sura un artículo que identificaba graves problemas de datos en ios estu­
dios que intentan vincular los huracanes con el calentamiento global resul­
tado de la acción dei hombre.*2021Curiosamente, Associated Press tuvo en
cuenta este docum ento y con extraña ecuanimidad.2' Para resumirlo, ios
investigadores descubrieron que la tecnología obsoleta garantizaba que la
severidad de las antiguas tormentas estaba infravalorada, perm itiendo con
ello dos reivindicaciones recientes sobre la intensidad cada vez mayor de
los huracanes, que naturalmente fue achacada al hombre.

«El grado en que crea que el calentamiento global está provocando un


aumento de ios grandes huracanes es inversamente proporcional ai cono­
cimiento que usted tenga sobre este tip o de tormentas».
D octor William Gray, gurú de la investigación de ios huracanes

Si la ciencia se interpone en el camino de las reivindicaciones de ¡os


alarmistas de que la subida de los niveles de! mar y ¡a caída de ios cielos
inducidas ambas p o r el calentamiento global nos dejarán empapados,
entonces ¡o más seguro es que eí calentamiento global acabe dejándonos
secos... y, naturalmente, el culpable de que eso ocurra será el hombre.
Si no aumentan las tormentas, entonces lo que a buen seguro aumentará
serán las sequías y, una vez más, tanto en frecuencia como en severidad.
Pero, y también una vez más, el único aumento detectable es en el núme­
ro de informes periodísticos que reivindican dicho aumento.
A finales de septiem bre de 2 0 0 6 , y en el discurso alarmista que
ofreció en la Universidad de Nueva York, A l Gore repitió su mantra anual

20 C. Landsea, B. Harper, K. Hoarau, j. Knaff, «Can we detect trends in extreme tropi­


cal cyclones?», Science, 28 de Julio de 2006,313, pp. 452-454.
21Véase, por ejemplo, Associated Press, «Global warming’s effect on hurricane strength
disputed in new report», O rlando Sun-Sentinei, 28 de julio de 2006.
LO S CASQUETES POLARES SE DERRITEN* LOS HURACANES SOPLAN., . 157

para los medios de comunicación: «Las temperaturas más elevadas han


secado suelos y vegetación. Estos descubrimientos llegan al final de un
verano con temperaturas récord y de los doce meses más cálidos que
jamás se hayan registrado en Estados Unidos, con una sequía persisten­
te en amplias zonas del país».
La revista Time elevó la sequía al estatus de tema de portada: «Los cas­
quetes polares se derriten más rápidamente que nunca. [...] Más y más;
la tierra está siendo devastada p or la sequía. [...] La subida de las aguas
inunda poblaciones situadas a nivel del mar», etc. E! Washington Post publi­
có un artículo en portada cuya tesis era la vaga amenaza de que África
fuera asaltada por enjambres como resultado de una sequía provocada
p o r el hombre: pero no de langostas, sino de abogados tratando de
culparle por consum ir energía de forma despilfarradora.22
Tengamos en cuenta las investigaciones que se llevan actualmente
a cabo: «La tendencia creciente se puede observar en gran parte de
Estados U nidos, tanto en los modelos de humedad dei suelo com o en
ios de escorrentía, con alguna tendencia decreciente en ciertas zonas
dei sudoeste. Estas tendencias fueron cualitativam ente similares a las
descubiertas en ios registros de corrientes de agua observados en una
red de estaciones mínimamente afectada p o r actividades antropogéni-
cas. Esta tendencia húmeda es consistente con e! aum ento genera! de
las precipitaciones de la últim a mitad dei siglo xx. A lo largo del último
siglo las sequías/ en su mayoría, se han vuelto más breves, menos frecuentes y
cubren una porción menor del país». Andreadis y Lettenmaier, «Las ten­
dencias en el siglo xx secaron los Estados U nidos continentales»23.
N i siquiera el ÍPCC pudo co rro b o ra r el pánico dei señor Core.

A l Core: no le gustaba el tiem po que hacia

Naturalmente, Una verdad Inconveniente proclama un aumento no natu­


ral de ias inundaciones, las sequías y ¡a desertización. El aire más cálido
tiende a acumuíar más vapor de agua, ¡o que significa más precipitacio-

22 «Bizarre W eather Ravages A frican's Crops: Some See Link To W orldw ide W arm ing
Trend», M ichael G runw ald, Washington Post, 7 de enero de 200 3.
23 Geophysical Research Letters, vol. 33, L I0 4 0 3 , doi:10:J 0 2 9 /2 0 0 ó G L 0 2 5 7 ll, publicado el
25 de mayo de 2 0 0 6 .
¡5 8 G uía POLITICAMENTE INCORRECTA DEL CALENTAMIENTO CJLOBAL Y DEL ECOLOCISMO

nes. Esto ayuda a explicar por qué con ei ligero calentamiento de las pasa­
das décadas, el desierto de! Sahara ha empezado a retroceder en su
extremo sur desde mediados de la década de 1980 después de varias déca­
das de avance, contrariamente a lo que muestran las asombrosas fo to ­
grafías de Gore. Incluso la revista New Science ha proclamado que «los des­
iertos africanos están retirándose». La reducción de! tamaño de los desiertos
[lo que implica una proliferación de la vida vegetal] es de hecho una señal
de calentamiento global, pero Gore pretende hacernos creer que sucede
lo contrario, porque da más miedo.
Como se ha dicho anteriormente, una inundación provocará más daños
cuanto más habitadas estén las llanuras aluviales. Un punto importante a
tener en cuenta... y un punto que A l Gore esconde. Reflexione sobre ei
siguiente párrafo de Una verdad inconveniente de Gore: «En parte como resul­
tado de los cambios hidrológicos relacionados con el clima, el número de
grandes inundaciones ha aumentado de década en década, en todos tos
continentes»24. Una afirmación conveniente para Gore, pero la fuente a
la que alude dejó de hecho bastante claro que es virtuafmente imposible
declarar que el calentamiento es la causa de un aumento de ios daños
provocados por las inundaciones, pues ia combinación de factores poten­
ciales generados por la variabilidad natural del clima y ios cambios socioe­
conómicos es extremadamente compleja.
Los alarmistas citan a menudo como prueba, para que creamos en ei
funesto destino que predicen, ei hecho de que algunas compañías de segu­
ros aducen ei miedo a futuros desastres producidos por ia acción del hom­
bre como un m otivo para aumentar sus tarifas, y por ello solicitan avales
estatales. El científico Roger Fielke }r. destaca varios problemas relaciona­
dos con esto y que van más alia de que la industria actúe a modo de mam­
para para detener la supuesta autoridad de! 1PCC: «Las Naciones Unidas,
hogar del venerable iPCC, y los grupos de apoyo se asocian con exper­
tos del mundo de ios seguros para conseguir que su programa avance.
A lg o que no sólo no tiene sentido p or motivos intelectuales, ya que se
supone que el IPCC de las Naciones Unidas es la autoridad en la ciencia
de! clima (¿Por qué necesita entonces el respaldo de! sector de los segu­
ros?], sino también por intereses particulares... La afirmación p or parte
de la industria de ios seguros de que las catástrofes van en aumento, desde
la perspectiva de conflicto de intereses, no difiere en mucho dei interés

24 A . G ore,én Inconvenient Truth. p. 106, citando el Millennia! Ecosystem Assessment


LOS CASQUETES POLARES SE DERRITEN, LOS HURACANES SOPLAN... 159

dei combustible fósil por fomentar aquella ciencia que más apoye sus inte­
reses»25.
AI Gore se decanta por la utilización de un gráfico para apoyar sus
reivindicaciones, suponiendo como siempre que el lector estará demasia­
do ocupado y relajado en el sillón de su casa como para perder tiempo
verificando su trabajo. Este gráfico en concreto muestra que el número
de inundaciones importantes en Asia, por ejemplo, aumentó de las menos
de cincuenta registradas entre 1950 y 1959, hasta más de trescientas entre
1990 y 2 0 0 0 .2é Gore indica que su gráfico simplemente muestra las varia­
ciones en el número de inundaciones importantes, es decir, una variación
en la cifra de sucesos físicos. La única interpretación del fenómeno, bajo el
punto de vista de Gore, es que el hombre provoca un empeoramiento del
tiempo. (A! fin y ai cabo, pese a ser un argumento en contra del aumen­
to de población, Una verdad inconveniente no es más que una película sobre
los peligros que supone el aumento de la construcción de inmuebles en
zonas susceptibles de ser inundadas].
Pero tal y como deja claro la fuente que utiliza Gore, el gráfico mide
las variaciones en el número de inundaciones «dañinas». ¿Habla, entonces,
del fenómeno real, físico? En absoluto. La fuente, la Emergency Disasters
Database, explica: «En esta base de datos se incluyen únicamente aque­
llos sucesos clasificados como desastres. (Un suceso es declarado desas­
tre si satisface como mínimo uno de los siguientes criterios: diez o más
personas fallecidas, un mínimo de un centenar de personas afectadas, soli­
citud de ayuda internacional, o declaración de estado de emergencia]»27.
En este caso, naturalmente, la base de datos que Gore utiliza va a estar
sesgada hacia fenómenos acontecidos en las últimas décadas, ofreciendo
con ello el aspecto aparente de un aumento en el número absoluto de
inundaciones. Gore culpa de ello a los combustibles fósiles y al calenta­
miento. Los auténticos «culpables» son el número mayor de datos regis­
trados, el aumento de la cobertura por parte de las aseguradoras, el aumen­
to del número de estados de emergencia declarados, más población, más
desarrollo y más solicitudes oficiales de apoyo internacional. El texto al
que Gore hace referencia, y que por razones evidentes no cita, reconoce
lo siguiente: «La Figura 16.5 muestra un claro aumento en el número de

35Véase «Climate Change and Reinsurance, Part I», 6 de enero de 2005.


26 Ibid., citando el Capítulo 1 6 , M E , «Regulation of Fires and Flods»,Tabla 16.5, p. 447.
27 Emergency Disasters Database, en http://wm.emdat.net/index.lum
160 G u ía políticamente incorrecta bel calentamiento global y del ecologemo

inundaciones desde la década de ¡940 en rodos los continentes y un ritmo


constante de aumento en cada década. Sin embargo, cabe destacar que pese a
que ei número ha aumentado, la información y los datos sobre inundaciones
han aumentado también desde 1940, debido a Ja mejora en las telecomunicaciones
y de la cobertura de la información global»28.
El texto en que se basa Gore sigue destacando:

Las inundaciones están originadas por muchos factores, siendo el clima


uno de ellos. Entre otros factores no climatológicos destacan los cam­
bios en ios sistemas terrestres (es decir, en ios sistemas hidrológicos y geo­
lógicos [como pérdida de humedales y deforestación]) y en los sistemas
socioeconómicos. En Alemania, por ejemplo, ¡as inundaciones han aumen­
tado [...] en parte como resultado de los cambios acontecidos en la inge­
niería, por la intensificación de la agricultura y por la urbanización.29

En resumen, igual que cuando la gente construye en zonas propensas


a ser asoladas por torm entas sufrimos un «aumento de los daños pro­
vocados p o r las tormentas», el número de inundaciones «dañinas» o de
inundaciones clasificadas como «desastres» aumenta también con ei cre­
cim iento de la población y ei desarrollo en las llanuras aluviales.
Gore, como cualquiera que pregona el aumento de las tormentas, inun­
daciones, deshielos y niveles dei mar, está simplemente intentando asus­
tarle a base de engaños.

28 «MiHennium Ecosystem Assessment», p. 447.


29 Ibíd., p. 448.
1

l
i
1

I
Tercera Parte
I I

LO S FALSOS PROFETAS
[Y LOS VERDADEROS BENEFICIOS]
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1
Capítulo 7

La estratagema inconveniente de A I Gore.


E! hombre que pudo reinar conoce
a W aterworid*
«Creo que resulta apropiada una cierta exageración en la exposición
de los hechos que revele lo peligroso que es [el calentamiento global],
y que sirva para que el público esté dispuesto a escuchar
las soluciones que existen y las esperanzas que tenemos
en cuanto a solucionar esta crisis».
A l Gore, revista Grist, 9 de mayo de 2006

gual que el clima, el alarmismo clim ático de A I Gore es cíclico. Su

I historial combina el liderazgo en el anuncio del Apocalipsis inducido


por el C 0 2 y las huidas de su propia histeria.
En 1988, Gore se presentó para presidente para enfrentarse al calenta­
miento global.1 Escribió entonces un libro que, a pesar de cómo estaba
escrito, le ayudó de algún modo en su carrera hacia la vicepresidencia. Después
de ocho años en ese despacho, un periodo durante el cual intentó que

* En este capítulo quiero agradecer la ayuda de mi colega del CEI, doctor Mario Lewis,
quien no sólo ha desenmascarado Una verdad inconveniente, de arriba abajo y sin la ayuda de
nadie, sino que además es la prueba fehaciente de que es posible superar a un doctorado
por Harvard He tenido también la colaboración de la mirada aguda y el alcance universal
de lain Murray y de Myron Ebeíl, director de los Global Warming Programs del CEI.
1 «En marzo de 1987, decidí presentarme a presidente. [...] En el discurso en el que
anuncié mi candidatura, me centré en el calentamiento global, el agujero de ozono y el
enfermizo medioambiente global, y declaré que estos temas, junto con el control de las
armas nucleares, serían el foco principal de mi campaña». Earth Balance, 8.
164 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y bel ecologismo

Estados Unidos firmara el Protocolo de


Ü H a que, Kioto pese al consejo unánime del Senado
de no hacerlo, guardó silencio sobre el
...A I G ore dice que el
tema en su amera hacia el Despacho Oval.
calentam iento global está
Gore comentó luego con remordimien­
derritiendo las «Nieves del
to que esta reticencia fue resultado de
K ilim a n ja ro » , cuando en
estar excesivamente manejado por los que
realidad la m ontaña está
dirigieron su campaña, y que fueron direc­
enfriándose?
tores de campaña los que no vieron en
... G o re alerta de una
su aptitud ecologista el caballo adecuado
subida del nivel del mar de
para regresar a la Casa Blanca. Aquellos
seis metros, cuando incluso
días, de eso Gore no deja la mínima duda,
las Naciones Unidas dicen
se han terminado.
que en este siglo el nivel del
Después de perder, de que se lo roba­
mar continuará su lenta y
ran, de lo que él quiera llamarle, Gore
regular subida, lo que lo
redescubrió su alma alarmista y produ­
situará entre diez y treinta
jo una película. Protagonista: AI Gore, todo
centímetros p o r encima de
sobre A I Gore.
sus niveles actuales?
Gracias a su aventura cinematográfi­
... pese a que práctica­
ca, A I G ore y el calentam iento global
mente todas las emisiones
estarán unidos para siempre p or ¡o que
humanas de gases de efecto
al público se refiere. Incluso el Christian
invernadero se han produ­
Science Monitor acuñó un té rm in o en
cido a partir de 1930, el nivel
honor a la película: «Docuganda». Las rei­
del mar había estado subien­
vindicaciones de G ore en celuloide se
do desde m ucho tiem po
han convertido en las ramas anecdóticas
antes a un ritm o que no ha
y retóricas en las que los verdes se posan.
variado estadísticamente?
Ha llegado el m om ento de acercarse a
Sm RmmHSh BHHSH esos árboles con una motosierra.

Un títu lo m ejor: A lguien voló sobre el nido del cuco

C on G ore co n ve rtid o en estrella de H o llyw oo d, me pareció apro­


piado realizar un recorrido p o r las «mejores películas de todos los tiem ­
pos» y descubrí que ios títulos más apropiados para la película de Gore
estaban ya tom ados: Pulp Fiction [algo así com o "h is to ria s basura"],
Sospechosos habituales, Psicosis, Apocalypse Now, La milla verde, Atrapado en
el tiempo, Los juicios de Nuremberg, Un hombre para la eternidad, El planeta de
La estratagema inconveniente de A l G ore 165

los simios, El hombre que pudo reinar... y la lista continúa. Es evidente que
no consideré/ sin embargo, La sombra de una duda o Una vida maravillosa.
La película de 2006 basada en una proyección de diapositivas, Una ver­
dad inconveniente, podría describirse perfectamente corno una película sobre
un libro La tierra en juego — del cual el autor pasó veinte años huyendo— ,
siendo la película convertida a su vez de inmediato en libro [sobre una
película basada en un libro, naturalmente]. Cabe esperar ahora la versión en
película de este último libro. Una muestra de las maravillas del reciclaje.

Toro salvaje

Entre las críticas, o más bien lo que los críticos escribieron, sobre
Una verdad inconveniente, se incluye la bochornosa carta de amor de un
excesivamente entusiasmado Roger Ebert:

En treinta y nueve años, nunca había escrito estas palabras en mi crí­


tica a una película, pero aquí están: ver esta película es una deuda para con­
tigo mismo. Si no lo haces, y tienes nietos, deberías explicarles por qué
has decidido no hacerlo.
RogerEbert.com, 2 de junio de 2006

Ebert no es el único que está enamorado de Gore como un colegial.


Ha habido más «críticos» apoyando su perdurable legado de sagacidad,
sentados en el mismo bando de un tema acaloradamente disputado,
convencidos y proclamando que solamente existe esa postura:

Una verdad inconveniente [...] consigue con éxito penetrar en el caos que
rodea el calentamiento global y plantea de forma clara y convincente hasta
qué punto afecta al planeta la acción del hombre.
Ethan Alter, revista Premiere, 23 de junio de 2006

Cuando habla de «penetrar en el caos» creo que se refiere a «ignorar


las abrumadoras evidencias que indican lo contrario». Como cabía espe­
rar, Ebert ganó el premio a la Crítica Más Aduladora:

¿Acaso estoy adoptando en esta crítica la postura de! defensor? Sí.


Creo que mostrarse «imparcial» y «equilibrado» respecto al calentamien­
to global equivale a tomar la misma postura que Gore. No hay otro punto
de vista defendible.
166 G uía politicamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Cabe destacar que Ebert ofrece menos una crítica que una repetición
de las reivindicaciones de Gore, ratificando lisa y llanamente como ver­
daderos, temas sobre los que Ebert tiene escasos conocimientos.

Apocalypse N ow

La de G ore no es una simple película, sino un contundente sermón


de hora y inedia, con más azufre (y m ejor aire acondicionado] del
que el feligrés norteamericano medio está acostum brado a recibir. El
testim onio de G ore reafirma las creencias de los verdaderos radicales,
de los Salvacionistas Globales, de los ecologistas y sus seguidores, que
recitan el credo de que el desarrollo y la tecnología pulverizarán a miles
de millones de seres humanos y a toda la naturaleza, y de que bajo sus
botas m ilitares y con su impía marcha nos con du cirán hacia un
Apocalipsis infernal.
Es esta predicción de desastre la que explica tanta explosión de amor.
En la película se presenta el desfile completo de los horrores del calenta­
miento global, incluyendo subidas (gigantescas] de los niveles del mar y
zonas costeras asoladas, aumento de los tornados, olas de calor intensas.
Los obedientes artistas aparecen en escena cuando se les reclama, sumán­
dose a sequías, incendios forestales y más cosas que se derriten (inclu­
yendo un océano Á rtic o sin hielos hacia 2050].
Gore dice ser un político en recuperación, pero su película, en la que
se explaya con las amenazas que aterrorizan a la gente normal y corrien­
te, viene a dem ostrar que sus instintos siguen ahí. Gore predice extin­
ciones en masa (un millón de especies para 2 0 5 0 ] y, naturalmente, reali­
za incursiones profundas en la fantasía de la despoblación. Siguiendo la
gran tradición de Malthus y Ehrlich,G ore alerta de trescientas mil muer­
tes humanas atribuibies al calentamiento global en poco más de dos déca­
das. Los que no mueran, emigrarán o serán inundados por inmigrantes,
según alerta Gore, que habla de «cien millones de refugiados». Eso equi­
vale a que una de cada sesenta personas del planeta huirá de su tierra natal
inundada para aterrizar en el jardín de otro.
El cine es diversión. C om o he m encionado ya, y para conservar
su imagen de intelectual, G ore comete el e rro r de transform ar su ágil
narrativa cinem atográfica en un lib ro , sin banda sonora ni efectos
especiales. La «novelización» de Una verdad inconveniente, con el mismo
La estratagema inconveniente de A l C ore 167

l1#fa&éé&tlbWwfabéftkftMQjt'kw'kflé
«Tergiversándolo»
Revista Grist Hay mucho debate en relación a la mejor manera de comu­
nicar el calentamiento global y motivar a la gente. ¿Asusta usted a la gente
o le da esperanzas? ¿Cuál sería la combinación adecuada?
Gore: Pienso que la respuesta a esa pregunta depende de dónde tenga la
cabeza el público. En los Estados Unidos de América, por desgracia, vivimos
aún en una burbuja de irrealidad. Y la negación de un huracán de categoría
5 supone un enorme obstáculo para cualquier discusión de soluciones. A
nadie le interesan ¡as soluciones si no cree que exista un problema.Teniendo
en cuenta este punto de partida, me parece que resulta apropiada una cier­
ta exageración en la exposición de los hechos que revele lo peligroso que
es [el calentamiento globai], y que sirva para que el público esté dispuesto
a escuchar las soluciones que existen y las esperanzas que tenemos en cuan­
to a solucionar esta crisis. Con ei tiempo, esa combinación cambiará. A medi­
da que el país vaya aceptando la realidad de la crisis, habrá una receptivi­
dad mucho mayor para una discusión completa de las soluciones.
A l Gore, admitiendo en una entrevista que está tanto
exagerando los peligros del calentamiento global, como
minimizando los sacrificios que pretende que hagamos todos.

títu lo 2, es una pura defensa de parte como si fuera el alegato de un abo­


gado, no un informe científico
El libro es fiel a la película en el sentido de que presenta un caso unila­
teral de evidencias favorables a su argumento maltusiano. Oscila a menudo
entre la mera coyuntura y la pura fantasía. El método científico, menos carac­
terizado por las defensas apasionadas y más por la exposición de argumentos
relevantes y teorías contrapuestas, no tiene cabida en la obra de Gore.
Por ejemplo, Gore continúa pregonando con entusiasmo que el calen­
tamiento global está provocando ¡a retirada de la nieve de las cumbres del
monte Kilimanjaro en Kenia. Sus trilladas alusiones a Hemingway despla­
zan la bien documentada realidad de que el calentamiento global no tiene

2 A . Gore, A i Inconvenient Truíh, Rocíale Books, 2006. {En español se tituló Una verdad
incómoda: la crisis planetaria del calentamiento global y cómo afrontarla, Gedisa, Barcelona, 2007],
1:68 G uía k s I tíc am ente incorrecta del c a le n ta m ie n to g lo bal y del kco lo g ism o

seguramente nada que ver con la estable desaparición de las «nieves del
Kíii man jaro». De hecho, el área que rodea el Kilimanjaro ha estado enfrián­
dose, pero las cumbres nevadas [heladas] llevan más de cien años retirán­
dose, mucho tiem po antes de que se inventaran los todoterreno. En vez
de retirarse como consecuencia del calentamiento, el hielo desaparece por
una disminución de la humedad atmosférica. La lista de errores similares
publicados por Core no es interminable. Sólo ¡o parece.
En el mundo de Gore existe poca teoría. Está sólo lo [lo que
él cree] y el ruido de fondo [escepticismo; todo comprado]. La película de
Gore presenta sólo evidencias, en gran parte anecdóticas, favorables a su
programa político. Las presenta a menudo de manera confusa, no sólo igno­
rando, sino ocasionalmente corrigiendo las evidencias que desmienten su
alarmismo, incluso cuando de forma concluyente confirman la mentira.

Pecados por omisión

Antes de repasar la exhaustiva lista de tergiversaciones que aparecen


en la película de Gore, examinemos algunas de las cosas que se le pasa­
ron por alto. Éstos son algunos de los detalles que Gore om itió en rela­
ción con el impacto de las emisiones:

• A l considerar la visión general, tanto la película como el libro pre­


sentan como ciencia cierta lo que en realidad es altamente polémi­
co: la afirmación de que el calentamiento global ha aumentado de
forma significativa, o aumentará de forma significativa, la frecuencia
y la severidad de los huracanes.3
» Gore habla como si conociésemos con toda seguridad las condi­
ciones climáticas y las temperaturas del pasado, y nunca reconoce
un debate relevante en torno a la precisión de las «aproximaciones»
comúnmente utilizadas.
• En el frente político, da a entender engañosamente que si el gobier­
no nos obliga a recortar nuestro consumo energético, estaremos
más protegidos contra los huracanes. N o pretendo decir con esto
que sólo insinúe sus mayores embustes, pero el hecho de que esta

3 Véase, por ejemplo, R K. KIotzbach, «Trends in global tropical cyeloné activity over
the past tw enty years (198ó~2G05)», Géaphysíeal Research Letters, v o l 33, LIOSOS, doi:
10.1029/2 0 0Ó G L 02 588 !,20 0ó .
La estratagema inconveniente de A l G ore 169

postura sea tan cómicamente insostenible, incluso según sus aliados,


tal vez sea la razón por la que Gore sólo la insinúa, como la idea
de que el C 0 2 provoca calentamiento, irremediablemente.
• De manera similar, se niega a exponer ios costes que pide que asu­
man sus espectadores y sus lectores si se someten a políticas como
la impuesta por Kioto. Mostrarse tan sincero podría incitar a que
la gente se cuestione tanto alarmismo.
• La película considera probable o plausible lo que la mayoría de los
científicos considera altamente improbable: las corrientes de aire que
cruzan el A tlántico se pararán (su escenario favorito, com partido
con El día de mañana y ciertos aficionados a las noticias de la C N N ].4
• Gore ignora por completo los verdaderos motivos del incremento
de los daños relacionados con el clima: más gente y más riqueza en
zonas propensas a sufrir inundaciones y tormentas.
• Gore, instalado en previsiones catastrofistas, nunca se enfrenta a los
datos reales y observados del ritm o de calentamiento: a lo largo de
las más de tres décadas que llevamos utilizando la tecnología moder­
na, el planeta se ha calentado 0,17° C p o r década, o algo menos.
Los horripilantes escenarios de Gore dependen de un calentamien­
to mucho más agresivo que ése.
• Gore ignora todo modelo que proyecte un calentamiento que con­
tinúe a! ritm o actual (prácticamente todos entre las docenas que
existen] y se concentra, en cambio, en un modelo extremo y apo­
calíptico. G ore permanece mudo ante el hecho de que, incluso
bajo los escenarios alarmistas, el calentamiento estaría en to rn o a
los 1,7° C a lo largo de to do el siglo (y pese a las sugerencias de
Gore, no se habla para nada de la posible influencia del hombre].
• Una verdad inconveniente omite convenientemente que Groenlandia, una
de las estrellas protagonistas del espectáculo del deshielo de Gore, era
en la década de 1920 un territorio tan cálido como en la actualidad,
o más, y que entonces se calentaba aun con mayor rapidez.5

+Véase discusión del reportero de la C N N , Miles O'Brien, refiriéndose a esta pelícu­


la en apoyo a su alarmismo climático, en la entrevista mantenida en septiembre de 2006
con el senador james Inhale, en http://theeablegame.blogspot.com/2006/10/its-oniy-movie-
miles-its-not-real-even.html
5 Incluso publicaciones alarmistas, como las revistas Nature y Science, han publicado tra­
bajos reconociendo esto.
170 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

• El antiguo vicepresidente nunca menciona que en la primera parte


del actual holoceno4*6 el Á rtic o vivió unas temperaturas varios grados
más cálidas que las actuales, hasta ,1o C más caluroso en algunas zonas. Es
algo que está perfectamente establecido y, por lo tanto, deja sim­
plemente de mencionarse. La evidente conclusión de C ore es que
cuando el hombre, de un modo u o tro, provoca este tip o de calen­
tamiento, hace que se torne repentinamente catastrófico.
• Gore presenta por separado gráficos de cambios globales de tem­
peratura que retroceden varios centenares de años7, y un gráfico de
concentraciones de C 0 2 atmosféricas a lo largo de un periodo
similar. La pareja de gráficos nunca coincidirá... por un buen m oti­
vo. Pese a que Gore apunta con fuerza a que las emisiones de C O z
provocaron cambios de temperaturas en el pasado, la presentación
conjunta de ambos gráficos no muestra esa relación: uno sube mien­
tras que el otro baja, uno precede ai otro, y luego al contrario para
ambos. De hecho, diversos documentos científicos indican que el
aumento de las temperaturas provocó cambios en el C 0 2, no al revés.
• Es destacable que Gore no mencione que este gráfico sugiere que
ios cuatro periodos intergladares anteriores fueron más cálidos que
ei periodo interglaciar que vivimos en la actualidad. A I fin y ai cabo,
se trata de algo muy, pero que muy inconveniente. Y cierto.
• Una verdad inconveniente abusa de las muestras de hielo tomadas en Vostok
(grandes cilindros de hielo extraídos del Á rtic o y analizados para tra­
tar de calcular las temperaturas y el contenido de C 0 2 en siglos pasa­
dos], N o apunta que dichas muestras evidencian temperaturas más ele­
vadas que las actuales en anteriores periodos intergladares, pese a que
los niveles de C 0 2 eran entonces inferiores a los de hoy en día. Es
decir, revelar ia historia completa de las muestras de hielo reventaría el

4 Holoceno es el nombre con el que se conocen los últimos diez mil años de la his­
toria de la tierra, desde el final de la última gran época glacial, o lo que conocemos
como la «Edad de Hielo». Comparativamente, el holoceno ha mostrado escasos cambios
climáticos a pequeña escala, destacando la «Pequeña Edad de Hielo» entre 1200 y 1700,
d. C , que fue precedida por el Clima Medieval Óptim o, o calentamiento, desde aproxi­
madamente 9 0 0 d. C. Generalmente, sin embargo, entre los alarmistas climáticos, se
reconoce que el holoceno ha sido un periodo relativamente cálido entre edades de hielo.
7 Este gráfico aparece también en las páginas 66 y 67 del libro original de Gore, y des­
cribe de forma clemente que su insinuación de que la relación entre C 0 2 y temperatura
es lineal es, simplemente, engañosa.
La estratagema inconveniente de A l G ore 171

argumento de que el C 0 2 producto de la acción del hombre deter­


mina el clima, es decir, de que el hombre ha asumido el control sobre
las condiciones climatológicas. Asi pues, lo ignora y sigue adelante
con su conclusión predeterminada y basada en la fe.
• Concretamente, estas muestras de hielo sugieren, una vez más, que los
aumentos de temperatura preceden a los aumentos en el nivel de C 0 2
[pese que ambos bandos de ese debate deberían admitir, con buena
conciencia, que la solución que se obtiene a partir de estos datos no
es lo bastante buena como para garantizar la seguridad absoluta].
Eso se debe seguramente a que los océanos, que contienen aproxi­
madamente cincuenta veces más C O , y aproximadamente quinientas
veces más calor que la atmósfera, absorben mejor el C O z cuando están
fríos. Cuando se calienta, el mar libera el C 0 2 hacia la atmósfera.
• Gore tergiversa la contribución del C 0 2 al «efecto invernadero». En
términos matemáticos, la relación entre el C O z y el efecto inverna­
dero es logarítmica, no lineal. Es decir, cada molécula emitida tiene
menos impacto de efecto invernadero que la molécula emitida antes
que ella. Una duplicación de la cantidad de C 0 2 en e! ambiente tiene
el mismo efecto que la duplicación previa. En resumen, incluso la
teoría de! calentamiento global sostiene que las emisiones del hom­
bre son insuficientes para haber causado un grado de calentamien­
to desde ¡a finalización de la Pequeña Edad de Hielo.

Pecados por comisión: los sospechosos habituales

Gore se enzarza también en la más pura y llana tergiversación, que


combina a menudo con la omisión. Piense en el tráiler que diseñó para
llamar la atención del público, que incluye de forma destacada el siguien­
te desfile de horrores:

Si observamos los diez años más cálidos registrados en la historia, vere­


mos que todos se han producido en los últimos cuarenta años y que el
más cálido de todos fue 2005»; «El consenso al que han llegado los cien­
tíficos es que estamos provocando un calentamiento global»; imágenes
del Kil¡manjaro,en Kenia,«hace treinta años y el pasado año; en el plazo de
una década, se habrán terminado las nieves del Kilimanjaro»; «Los aumen­
tos de temperatura se observan en todo el mundo.Y eso provoca tormentas
más fuertes»; «¿Sería posible que tuviéramos que prepararnos para otras
amenazas, además de las terroristas?»; «El Ártico está experimentando un
172 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

deshielo más rápido»; entonces ofrece su escenario dei deshielo, después


del cual «los niveles del mar subirán seis metros a nivel mundial».

El columnista Paul Stanway calificó esta reivindicación sobre la subida del


nivel del mar como «la más arrogante y escandalosa de todas ¡as de Gore»,
destacando que «una declaración conjunta realizada en 2005 por las Academias
de Ciencias de los países occidentales, entre las que se incluye la National
Academy o f Sciences de los Estados Unidos, estima en e! peor de los
casos un escenario de noventa centímetros»8 [y el 1PCC está de acuerdo
en que al parecer es igual de probable que viéramos una subida de diez cen­
tímetros»]. Com o verá, todo esto es típico de Gore. Esta bola se situaría
entre las peores de Gore, pero va muy bien acompañada p or otras más.
Aunque muchos de los temas han sido tratados por separado a lo largo del
libro, a continuación se exponen las verdades inconvenientes sobre estos
supuestos horrores y otros importantes pasos en falso que aderezan el meti­
culoso y meticulosamente engañoso tratamiento que Gore hace del tema.
2005 fue el año más cálido. En realidad, los datos de temperaturas obte­
nidos vía satélite nos informan de que 2 0 0 5 no fue el año más cálido
desde que empezaron a tomarse esos datos como respuesta al pánico a
un enfriamiento global que se vivió a finales de la década de 1970. En rea­
lidad, fue 1998 y los carísimos monitores satélite de la N A S A indican tem­
peraturas estables desde 2001.9
¡Los diez años más cálidos! Dice Gore; «Si observamos los diez años más
cálidos registrados en la historia, veremos que todos se han producido en
los últimos cuarenta años y que el más cálido de todos fue 2005». Esto
va parejo a lo de «la década de 1990 fue la década más cálida de la his­
toria», así que lo mejor es considerarlo en conjunto.
Este viejo chiste no sobrevive ni al más débil de ¡os escrutinios. En pri­
mer lugar, Bob Cárter, un geólogo de la James C ook U nive rsity de
Queensland, Australia, alcanzó una breve notoriedad en 2 0 0 6 por mani-

8 P. Stanway, «An Inconvenient Truth for Gore», Edmonton Sun, 1 de julio de 2006.
9 En el momento en que se estaba preparando la edición española de este libro se ha
publicado la siguiente noticia, que corrobora aún más las tesis dei autor: El Instituto
Goddard [GISS] de la N A SA , especializado en el registro de las temperaturas de Estados
Unidos, acaba de reconocer un error en la aplicación informática que calcula la tempera­
tura media a lo largo de la serie histórica. A resultas de este fallo, el GISS ha corregido a
la baja los registros, y 1998 ya no es el más caluroso, sino 1934. [1 7 /0 8/2 0 07 ]. Libertad
Digital http://mw.Iibenaddigital.com/noticias/noticia_l2763ll426.hml
La estratagema inconveniente de A l G ore 173

pular y adaptar los gráficos de los verdes a su propio «juego de los pun­
tos de partida», destacando que «los registros de temperaturas oficiales
de la Climate Research U nit de la University o f East Anglia [Reino Unido],
muestran que para los años comprendidos entre 1998 y 2005 la tempe­
ratura global media no aumentó»10*. Eso es cierto: después de 1998 refres­
có. Gore no ¡o menciona por ningún lado. [Sin embargo, de haber esta­
do C o re subido aún al tren del «enfriam iento global», su estilo de
argumentación no deja dudas de que esto habría salido en prim er plano
en los carteles que anuncian la película].
En segundo lugar, Gore confía en medidas de temperaturas en super­
ficie. Pero las medidas de temperatura en superficie anteriores a 1990 no
pueden necesariamente compararse con las temperaturas en superficie
posteriores a 1990. [Como ya se ha explicado anteriormente, en relación
con ias estaciones de medición en funcionamiento en cada momento].

La mortal ola de calor que vivió Europa en verano de 2003 fue culpa del hombre.
De hecho, las muertes masivas resultado de! caliente mes de agosto que vivió
Europa occidental fueron resultado de temas culturales intrínsecos de Francia,
resultado de la odiosa méiange de un ines entero de vacaciones, la práctica
de dejar a ios ancianos en casa mientras las masas [incluyendo a las enfer­
meras] marchan de vacaciones a la piaya y ei precio del aire acondicionado,
lejos de! alcance de ia mayoría. La ola de calor no fue anormal
inciuso las a menudo fiables, aunque alarmistas, agencias m eteoroló­
gicas de Estados Unidos se mantienen prudentes respecto a este punto,
destacando profesionalmente que ia oia de calor de 2003 estuvo causa­
da por una presión atmosférica anormal, no por e! «calentamiento glo­
bal»13. Culpar a Estados Unidos de la vergüenza y ia humillación de mon­
tañas de muertos franceses no reclamados mientras los familiares estaban
de vacaciones es, a buen seguro, la más fácil de ias explicaciones.

Las subidas de temperatura se viven en todo el mundo. Una afirmación que


es cierta si con esto Gore se refiere a que la temperatura sube en algunos
lugares, repartidos por todo ei mundo. Pero absurdamente fraudulenta si

10 B. Carter; «Hiere íS a problem with global warming... it stopped in 1998», Daily Telegraph
[UK], 9 de abril de 2006.
n Véase, por ejemplo, «The Making o f a Heatwave», National Weather Forecasting
Office, en http:Z/www,srh,nQüa.gov/abq/feature/heat_wave.htm
174 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologjsmo

con ello pretende afirmar, según parece, que las temperaturas suben «en
todo el mundo». Hay zonas que se enfrían igual que otras se calientan,
otras que se vuelven más húmedas mientras otras se vuelven más secas,
etc. Así ha funcionado siempre la climatología y así seguirá funcionando.
Eí alarmismo por el calentamiento global se basa en una subida de las tem­
peraturas medias de los lugares en los que tomamos las temperaturas. Pero
las medias no existen, y siempre inclinamos la situación hacia un lado o
hacia el o tro [francamente, en ambos sentidos] de un conflicto que se
resuelve simplemente seleccionando un año como punto de partida.
Los modelos electrónicos én ios que confían los alarmistas, p o r cier­
to , predicen que las temperaturas aumentarán en las zonas más frías del
planeta [los polos), durante los meses más fríos [sus respectivos invier­
nos) y en el momento más frió del día [de noche) [la «amplificación polar»,
de la que hemos hablado en el capítulo 6).

Ningún científico se muestra en desacuerdo. Esta afirmación, hablando en


términos precisos, es una mentira y además grave, tai y como demuestran
estas páginas.

El C02 provoca calentamiento. Excepto cuando no lo provoca. Como ya se


ha dicho, las subidas de las temperaturas han precedido normalmente los
aumentos de los niveles de C 0 2 [a menudo, durante periodos sustanciales
de tiempo); en algunos momentos las líneas se cruzan, de modo que cuan­
do las temperaturas suben los niveles de C 0 2 bajan, o viceversa.
En 2005, y testificando frente al Commons Committee on Environment
and Sustainable Development de Canadá, el paleoclimatólogo de la Caríeton
University, profesor Jim Patterson, apuntó que «No existe correlación signi­
ficativa entre ¡os niveles de C 0 2 y la temperatura de la tierra a lo largo de
este periodo geológico. De hecho, cuando los niveles de C 0 2 eran diez veces
más elevados de lo que son ahora, hace aproximadamente cuatrocientos
cincuenta millones de años, el planeta se encontraba en las profundidades del
periodo absoluto más frío de ios últimos quinientos mil millones de años».
Y lo que fue devastador para la afirmación de G ore fue que, cuando
la presentación de su película en junio de 200 6, el gráfico de tempera­
turas que la inicia apareció en un artículo de ia revista Science, ei resumen
del cual empieza así: «A principios del Plioceno, hace entre cinco y tres
millones de años, las temperaturas medias globales eran sustancialmente supe-
La estratagema inconveniente de A l G ore 175

ñores a las que tenemos hoy, aun siendo esencialmente los mismos los factores exter­
nos que determinan el clima»'2.
Es decir, las fuerzas que determinan la temperatura no están calentán­
donos más de lo que lo hacían cuando estas fuerzas naturales eran... ias
mismas. Dicho de otra manera: ahora hace más frío que en el pasado
con las mismas concentraciones de gases de efecto invernadero. La indus­
tria del calentamiento/enfriamiento global sufre un problema repetitivo
con las relaciones causa-efecto,Y esto no es una excepción. Existe un moti­
vo por el cual Gore no combina los gráficos de temperatura y C 0 2 para
el gran público.
De un modo similar, Gore se presenta con el desacreditado gráfico del
Palo de Hockey, que afirma que el clima era estable hasta que llegó el hom­
bre de la era industrial y lo embrolló todo. Declara descaradamente que
el Palo de Hockey ha sido validado. Ésta es posiblemente una de sus no-
verdades más vergonzosa, y que ha quedado desenmascarada en detalle
en las páginas de este libro.

Las cosas congeladas tienen un repertorio muy ¡imitado. Crecen y se derri­


ten. A veces, al crecer disminuyen de tamaño [es decir, el hielo se «parte»
después de extenderse más allá de su capacidad para permanecer intac­
to ], algo que los alarmistas entienden como derretirse como consecuen-

Eí te jo antes que !a vida hum ana


«Ei tejo del Pacífico puede talarse y procesarse para obtener un potente
producto químico, el taxol, que ofrece la promesa de curar determinados
tipos de cáncer de pulmón, mama y ovarios en pacientes que de ¡o con­
trario morirían rápidamente. Parece una elección fácil la de sacrificar un
árbol a cambio de una vida humana, hasta que uno se entera de que por
cada paciente tratado es necesario destruir tres árboles, que sólo los ejem­
plares de más de cien años contienen en su corteza ese potente producto
químico, y que en la tierra quedan poquísimos tejos así».
A I Gore, La tierra en juego

12 A. V. Fedorov, et al., «The Piiocene Paradox (Mechanisms for a Permanent El Niño]»,


Science, 9 de junio de 2006, yol. 312, núm. 5779, pp. 1485-1489.
176 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

cia de los gases de efecto invernadero. G ore muestra incluso un vídeo


donde aparecen masas de hielo partiéndose. Las cosas congeladas actúan
siguiendo el mismo guión en todo el mundo, aunque usted nunca lo sabrá;
es lo mismo que si le dicen que debemos conducir coches pequeños por­
que es lo que se debe hacer.
Independientemente de estos trozos de hielo que menguan, si la dismi­
nución del tamaño de los glaciares es prueba del calentamiento global, enton­
ces el avance de los glaciares sería la prueba del enfriamiento global. N o es
posible que ambas cosas sean ciertas y, de hecho, ninguna de las dos lo es.13
Las cosas que se derriten han estado haciéndolo generalmente desde
hace cien años, y al mismo ritmo. A I Gore se ha sentido orgulloso de citar
la retirada del glaciar del National Park como prueba de los horrores del
calentamiento global resultado de la acción del hombre. Pero por desgracia
para él, la retirada se produjo mucho ames de que el hombre empezara a
sumar a la atmósfera la cantidad destacable de gases de efecto invernadero.

El Kilimanjaro, un icono de la literatura romántica, es una de las pro­


puestas favoritas de Gore. Las nieves de! Kilimanjaro están desaparecien­
do. Llevan un tiem po desapareciendo. Lo que es más, las «nieves del
Kilim anjaro» están dism inuyendo pese a que los artículos científicos
destacan que la temperatura de la zona no ha aumentado. M ire, para tener
nieve se necesitan dos cosas: frío y humedad. Y es lo últim o, que no lo
prim ero, lo que falta aquí.
Tal y como destaca el científico especializado en climatología, Robert
C. Balling: «Gore no da fe de los dos principales artículos sobre el tema
publicados en 2 0 0 4 en International Journal of Climatology y Journal of
Ceophysical Research, que demuestran que la retirada glacial moderna del
Kilimanjaro se inició a p a rtir de una reducción de las precipitaciones a
finales del siglo xix y no p o r el calentamiento local o global»14. Es decir,
el cambio climático local empezó hace ya un siglo.
A diferencia de la hipótesis de Gore de que «el hombre es el causan­
te de su funesto destino», revelar esta verdad exige una explicación que
lleva su tiempo y además distrae, y que a buen seguro no contiene su celo

13 En eí libro de Gore, habla de un glaciar peruano que investigaciones recientes indi­


can que seguramente desapareció hace unos cuantos miles de años.
14 «inconveníent Truth indeed», doctor Robert C. Balling Jr.,Tech Central Statíon, 24
de mayo de 2006.
La estratagema inconveniente de A l G ore 177

anti-consumo energético. Por ejemplo, un artículo declara que la dismi­


nución de la nieve está provocada por la deforestación, indiscutiblemente,
ofrecer un estilo de vida moderno que incluya el suministro energético
y los pesticidas reduce de forma dramática la deforestación y, en este caso,
proporcionar a esas zonas lo que prohíben los alarmistas ecologistas deten­
dría la disminución de las nieves del Kilimanjaro.'5
El glaciar Upsala, el protagonista de una campaña alarmista emprendi­
da por un grupo de presión, aparece pregonado en portada por la revis­
ta Time bajo un titu la r que reza: «Preocupaos, preocupaos mucho». Se
nos dice que, según ha descubierto Greenpeace (naturalmente], este gla­
ciar de tamaño mediano situado en la zona de la Patagonia está inician­
do una retirada repentina. El com portamiento del Upsala a lo largo del
tiempo ha sido minuciosamente registrado por los científicos de la agen­
cia suiza W orld Glaciar M o n ito rin g Service, quienes atribuyen el cambio
a causas dinámicas no relacionadas con las temperaturas ambientales.
Sólo a cincuenta kilómetros de distancia del Upsala se encuentra el Moreno,
que está aumentando de tamaño y, por lo tanto, partiéndose. Las reivindica­
ciones sobre la retirada del Moreno suelen ir de un lado a otro sin que se
mienta descaradamente sobre su «derretimiento» y son puras invenciones,
una ilustración más de hasta dónde llegan los ecologistas para asustar frau­
dulentamente a la gente. Como ya destacó el proyecto de la Fundación
Argentina de Ecología Científica, Mitos y Fraude¿6, dedicado a destapar frau­
des, la zona está helada y la «retirada» es en realidad el hielo que se parte: la
ruptura de una enorme pieza de este río de hielo, provocada por el aumento
de la masa de hielo que presiona a lo largo y a lo ancho, y no es soportable
para la topografía existente. La ruptura se produce en el Moreno cada cua­
tro o cinco años, de modo que cabe esperar que los medios de comunica­
ción repitan sus ardides engañosos más o menos con la misma frecuencia.156

15Al parecer, son los estilos de vida primitivos [ya está aquí de nuevo esta palabra] y los
métodos utilizados para afrontar las amenazas lo que está detrás de la deforestacion de la
zona del tófim anteo |«La pobreza suele ser la causa de los incendios forestales,provoca~
dos por recolectores de miel ilegales que queman palos de madera para protegerse de la
agresividad de las abejas africanas»]; véase el tratamiento que Der Speigel hace del tema en
el blog sobre «auditoría climática» de M & M ,e n h ttp ://w m climateaudit.org/?p=554
16 «Glaciar Upsala: Nuevo Fraude de Greenpeace»r h ttp ://mitosyfraiides.8k.com/Ingles3/
UpsafoEng.html. H itos y Fraudes es, naturalmente, una página web activista creada para con­
traatacar, entre otras cosas, el alarmismo global, pero con buenos vínculos y constituye
una buena fuente dé literatura científica relevante.
178 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

O tros glaciares de la zona, de tamaño mucho mayor, siguen avanzan­


do sin dar con ello satisfacción a los ecoturistas angustiados ni a los perio­
distas agarrados a su bolígrafo. De hecho, «mientras que en la misma región
de la Patagonia, sea en el lado argentino o chileno, existen pequeños gla­
ciares en retirada, hay otros glaciares de tamaño mediano en condiciones
estables, y glaciares realmente grandes creciendo a una velocidad y un volu­
men récord»i7. Por ejemplo, el glaciar más grande de Am érica del Sur, el
Pío XI, está creciendo muy rápidamente. Los verdes y los medios de comu­
nicación lo pasan por alto, así de simple, un caso más de no ver el bos­
que por estar demasiado ocupado abrazando los árboles.
Time, Gore y sus cohortes no revelan los datos sobre otros glaciares
sudamericanos que siguen avanzando, lo que desprestigia la idea de que
el aum ento de la temperatura global es la responsable de! deshielo de
sus glaciares favoritos. Dado que la subida del nivel del mar queda demos­
trablemente correlacionada con su comportamiento histórico, parece fuera
de todo objetivo clasificar de «catástrofe» unas cuantas cosas que se derri­
ten. Q ue guardemos lu to o no por el paso del agua de estado sólido a
estado líquido es más bien una cuestión de gusto, y de fobia. Recuerde
que los verdes piensan que los lugares más calurosos del m undo tam­
bién son perfectos. Todo es perfecto, es decir, mientras no veamos una
influencia humana en ello, sea creíble o no. ¿Son las calamidades lo que
nos asusta, o es más bien el cambio?
Habiendo exim ido al hom bre de d erre tir los glaciares de Patagonia
intencionadamente, pasemos ahora a los de los Andes. A I Gore nos dice
que los glaciares andinos se derriten. A diferencia de ¡o que sucede en
Patagonia, aquí dibuja la imagen de forma precisa. Lo que sucede, natu­
ralmente, es que nos engaña con la causa.
Justo cuando la película de Gore alcanzaba su éxito, un equipo de cien­
tíficos liderado por el profesor de la Universidad de Massachusetts P. j.
Polissar, publicaba un artículo alabado por muchos de sus colegas: «Solar
M odulation o f Little lee Age Climate in the Tropical Andes» [«Modulación
solar del clima de la Pequeña Edad de Hielo en los Andes tropicales»].
Pese a que el artículo incluía la línea obligatoria m ostrando la preocupa­
ción por el calentamiento global resultado de la acción del hombre, los
puntos más destacados hacían bailar las bases de las afirmaciones de Gore.

17 ibíd., el énfasis aparece también en ei original.


La estratagema inconveniente de A i G ore 179

Publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, Poíissar y sus


colegas demuestran que el hombre no es el culpable de que se derritan
los glaciares andinos, sino el sol. Por otro lado, rechaza implícitamente el
«Palo de Hockey», reconociendo que hubo una Pequeña Edad de Hielo.
Finalmente, admite que tanto el calor como el deshielo glaciar tienen pre­
cedentes en los Andes.18
El artículo afirma que «el cambio climático en los Andes venezolanos
está relacionado con cambios en la actividad solar producidos durante la
Pequeña Edad de Hielo». Más adelante, concreta con más detalle dicien­
do que los datos «sugieren que la variabilidad solar es la principal causa
de las fluctuaciones glaciares». Finalmente, los autores concluyen también:
«Durante la mayor parte de los últimos diez mil años, los glaciares estu­
vieron muy alejados de sus máximos en la Cordillera de Mérida».
Aun sin dejar de pregonar un horrible futuro climático provocado por
el hombre, en septiembre de 2 0 0 6 , la revista New Scientist recordaba a
sus lectores el vínculo existente entre «prolongados momentos de calma
en la actividad solar [las manchas solares y las dramáticas llamaradas están
motivadas por su potente campo magnético]»19, y la miseria que se vivió
en la Pequeña Edad de Hielo. Destacaba una relación cada vez más reco­
nocida entre manchas solares y temperatura, añadiendo que en los últi­
mos cincuenta años, una actividad solar anormalmente elevada podría con­
ducir directamente a una caída de la misma, lo que indicaría que estamos
en camino hada otro enfriamiento.
Naturalmente, más o menos en el mismo momento, y posiblemente para
conseguir la ritual mirada de desaprobación de las élites ante tal insinuación,
Tom Wigley, destacado alarmista y asesor de Gore, publicó un documento
en el que declaraba que el sol no ejercía ningún tipo de influencia.
Aceptar la hipótesis de Wigley de que la actividad del sol no tiene nin­
gún impacto sobre nuestro clima, exige una de tres posibles implicacio­
nes, ninguna de las cuales es conveniente para Gore y compañía:

1. Si el C O z tuviese un efecto tan potente en concentraciones peque­


ñas [aunque su efecto actual es proporcionalmente mínimo, como

18 «Solar modulation of Little lee Age ciimate in the tropical Andes», 1 de ¡unió de 2006,
Proc. Natl.Acad. Sci. USA, 10.1073/pnas.0603118103, en http://faculty.eas.ualbetta.ca/wolfe/
eprints/PolíssarJNAS2006pdf#search=%22Polissar%20andes%22
151 «Scientists Predict Solar Downturn, Global Warming», New Scientist, 16 de septiem­
bre de 2006.
180 G iMa EOLÍTICAMENTE incorrecta del calentamiento global y del ecologismc

cebemos asumir dados los argumentos de W igey], sería razona­


ble ¡legar a la conclusión de que concentraciones adicionales ten­
drán incluso menos efecto. En resumen, los propios argumentos
de ios alarmistas los arrinconan a declarar que el im pacto dei
hombre sobre el clima está menguando, no aumentando.Vaya.
2. Si el sol no tuviera nada que ver con nuestras urgencias climáticas
ni con la Pequeña Edad de Hielo, según W igley argumenta, y las
concentraciones de C O , tuvieran un efecto mínimo a niveles bajos,
según la ciencia siempre ha aceptado, entonces sería una fuerza ocul­
ta aún sin identificar la que dirigiría este fenómeno climático. Si des­
conocemos dicha fuerza, no podemos apostar sobre qué es lo que
genera el actual calentamiento. N o espere que los verdes, cuyos aná­
lisis parten de estas certidumbres, seleccionen esta opción.
3. El C O z en concentraciones bajas es más potente de lo que pen­
sábamos y podría, en consecuencia, ser también más potente en
concentraciones elevadas, y e! C O ,, por io tanto, es lo que está
impidiendo que vivamos otra Edad de Hielo. Repito, siendo la hipó­
tesis de partida [una hipótesis que nadie tiene perm itido desafiar]
qué el COz producido por el hombre representa el demonio cli­
mático, ésta tampoco es una opción deseable para los alarmistas.

Hay un viejo dicho que resulta de cierta utilidad en este caso y es el que
aconseja no mentir porque sólo sirve para complicar más las cosas, pues si
mentimos, tenemos luego que tratar de recordar lo que en su día se dijo,
reconciliar las historias, etc. Cuando afirman que el sol no influye sobre el
clima, pese a la insistencia de los datos históricos, da la impresión de que ios
alarmistas de! calentamiento global se han complicado tanto con conclu­
siones al margen de la estricta mirada de la ciencia, que se encuentran ata­
dos a un nudo retórico y lógico que sólo se soluciona a través de respuestas
irreconciliables con las propuestas que hicieron al principio y que fueron las
que Ies metieron en este tremendo embrollo.

Hielo que se derrite

Según Gore, lo que acabará ahogándonos a todos es el supuesto des­


hielo de la masa glaciar de Groenlandia* Pese a que se supone que debe­
mos olvidarnos de estas cosas, durante el Periodo Cálido Medieval, los
vikingos cultivaron en Groenlandia algún tipo de planta sin flor para su
ffg

La estratagema inconveniente m A i Gfíní

propio sustento. Eso sugiere que las temperaturas en Groenlandia eran


más cálidas entonces que ahora, y que había más deshielo. Groenlandia
fue incluso más cálida durante el óptim o climático que se vivió en la época
de los antiguos romanos, y los datos que tenemos sobre los niveles del

El ju eg o d e las nieves del K ilim a n ja ro


A l Core: «A lo largo de estas últimas décadas, el calentamiento global se
ha convertido no sólo en un problema potencialmente relevante, sino que
ahora lo vemos ya en el mundo real. Los glaciares de todo el mundo se derri­
ten. En cuestión de quince años, ya no habrá nieves en el Kilimanjaro».
«Riders on the Blue Marble Must Confront Climate Change».
Un científico de verdad: «Las observaciones e interpretaciones realizadas duran­
te dos periodos de trabajo de campo (junio 2001 y julio 2002] apoyan con
fuerza el siguiente escenario. La retirada de los glaciares del Kilimanjaro se
inició poco después de que Hans Meyer y Ludwig Purtscheller alcanzaran la
cumbre por vez primera en 188? debido a un abrupto cambio climático hacia
... condiciones marcadamente más secas que se produjo hacia 1880. [...] Una vez
iniciada,la retirada lateral fue imparable,mantenida por la radiación solar. [...]
H asta e l m om ento, ¡as tem peraturas atm osféricas p ositivas n o han c o n trib u id o a l proce­
[...] El escenario presentado ofrece un concepto que
so de recesión en la cumbre.
i

implica que procesos climatológicos distintos al aumento de la temperatura


atmosférica gobiernan de forma directa la retirada glacial en el Kilimanjaro».
G. Kaser, e t a l., 2004, «Modern glacial retreat on
mm m i

Kilimanjaro as evidence of climate change observations


and facts», In te rn a tio n a l J o u rn a l o f C lim a to lo g y , 24, pp. 329-339

mar no aportan motivos para pensar que en esa época hubiera un des­
mm

hielo suficiente como para hacer subir dichos niveles.


El extremo oeste de Groenlandia podría estar experimentando un des­
»«-:

hielo... y más rápido durante los últim os años, pero igual que sucede
con el Kilimanjaro, sabemos con seguridad que n o es debido a un aumen­
«fe#

to de las temperaturas. La ciencia revela que es más probable que sea resul­
tado de los cambios cíclicos que se producen en las corrientes oceáni­
cas. De hecho, varios trabajos revelan que ¡as temperaturas de Groenlandia
:
182 G ib a políticamente in c o r r e c t a del c a l e n t a m ie n t o g l o b a l y del e c o l o g is m o

tío están comportándose tal y como Gore desearía. Petr Chylek, de Los
Alamos National Laboratory, ayudó a inflar la burbuja de «Groenlandia
se quema» en la influyente publicación Journal of Geophysical Research Letters,
en un artículo contemporáneo a la película de Gore.20 Pero cuando algún
erudito apunta que los glaciares interiores de Groenlandia están crecien­
do, los alarmistas, naturalmente, lo invocan también como prueba del calen­
tamiento global. La experiencia indica que desde los tejados llenos de pla­
cas solares proclamarían exactamente lo mismo a viva voz si la tendencia
fuera ai contrario.
A destacar también que el m otivo por el que los vikingos abandona­
ron G roenlandia durante la Pequeña Edad de H ielo no fue porque
Groenlandia pasó de tener un clima tropical a helarse (aunque la verdad
es que el clima se enfrió y la tierra dejó de ser apta para la agricultura].
Lo que realmente afectó su huida fue que las zonas costeras empezaron
a desaparecer cuando el hielo acumulado presionó y disminuyó el tama­
ño de las franjas costeras habitables.
Chylek abordó dos periodos recientes de calentamiento en las costas de
Groenlandia (en la década de 1920 y entre 1995 y 2005]. El resumen del
artículo concluye que los «aumentos de temperatura en los dos periodos de
calentamiento son, no obstante, de magnitud similar, aunque el ritmo de calen­
tamiento en la década de 1920 fue aproximadamente un 50 por ciento supe­
rio r a! del periodo comprendido entre 1995 y 2005». Dice el texto:

¿Hasta qué punto el actual (1995-2005] aumento de temperaturas en las


regiones costeras de Groenlandia puede interpretarse como una prueba del
calentamiento global resultado de la actividad del hombre? Pese a que se
ha experimentado un aumento considerable de temperaturas durante la
última década (1995-2005], durante la primera parte del siglo xx (1920-1930)
se produjo un aumento similar y a un ritmo más rápido, y era una época en la
que el dióxido de carbono u otros gases de efecto invernadero no podí­
an ser la causa. El calentamiento que sufrió Groenlandia entre 1920 y 1930
demuestra que una concentración elevada de dióxido de carbono y otros gases de
efecto invernadero no es condición necesaria para que se produzca un periodo
de calentamiento. El aumento de temperatura observado entre 1995 y
2005 parece entrar dentro de la variabilidad natural del clima de
Groenlandia.21

20 Petr Chylek, et. al., «Greenland warming of 1920-1930 and 1995-2005», Geophysical
Research Letters, 33, L11707,13 de junio de 2006.
21 íbid.
La estratagema inconveniente de A l G ore 183

Ei documento continúa:

Para resumir, no encontram os evidencias directas que apoyen las reivindi­


caciones de que la placa de hielo de G roenlandia se derrite debido a un
ascenso de la tem peratura provocado por el aum ento de la concentración
de dióxido de carbono en la atmósfera. El ritm o de calentam iento desdé
1995 hasta 2 0 0 5 fue, de hecho, inferior al calentam iento que se produjo
entre 1995 y 2 0 0 5 .22

Vaya. El documento aconsejaba seguir con una observación continuada


y aumentar los conocimientos sobre el tema, dando a entender descara­
damente con ello que podríamos estar a muchos años de ser capaces de
afirmar con credibilidad cosas que se predican ya incansablemente como
verdades conocidas absolutas e inapelables. Por haberse atrevido a pro­
vocar a los demonios de la ciencia, invito a Chylek a com partir conmigo
mi catador de comidas y la persona que pone en marcha el coche antes
de que yo entre en él.

. El hielo del Ártico se derrite. Con las notorias declaraciones sobre un des­
hielo sin precedentes en el Á rtic o en boca de entidades tan destacadas
com o el New York Times y el 1PCC, G ore no tenía o tro remedio que
decir alguna cosa al respecto para mantenerse a la altura. Y eligió: «Desde
1970 se ha producido una caída en picado en la cantidad, la extensión y
el grosor del casquete de hielo ártico». Ei profesor Tim Bail,antiguo pro­
fesor de climatología de la Universidad de W innipeg asegura que esto
representa un grave pecado de omisión p or tratarse de una afirmación
basada en un único corte transversal (muestra] tomado no sólo durante
un conocido periodo de enfriamiento, sino en octubre; entonces, para
construir la teoría de! deshielo, la muestra se comparó con diversas medi­
ciones capturadas en un mes posterior más caluroso y utilizando una tec­
nología completamente distinta.23 Como tal, la supuesta comparación no
es en realidad tal cosa. Se sostiene sobre un único conjunto de datos ais­
lado que se compara con otra muestra que no tiene nada que ver con la
primera, y se afirma que a partir de él pueden extraerse conocimientos
cuando no es así. Eso no es ciencia, y solamente un político (en recupe­
ración o en el estado que sea] podría pretender que lo fuese.

22 íbid.
23 Véase T. Harris, «Scíentlsts respond to Gore's warnings o í climate catastrophe»,
Cañada Free Press, 12 de junio de 2006.
¡84 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

La critica de Ball es irrecusable si es que es cierta. Pese a la insis­


tente pataleta sobre la existencia de un «consenso», esta cuestión
(com o muchas otras áreas de la clim atología] sigue siendo discutida
y requiere más estudios. El escenario más favorable para G o re es
que su afirm ación de que ios mares helados han d ism inu id o en un
15 p o r ciento desde Í9 70 sea cierta. Esto representaría un gran salto
hacia abajo desde el p u n to en que se situaban los alarmistas hace sólo
unos años, cuando el IPCC, a p a rtir de datos subm arinos, ilegó a la
conclusión de una dism inución del 4 0 p o r ciento, que luego tuvo que
revisarse y situarse en un 15 p o r ciento cuando se descubrió que los
datos se habían o b te n id o a p a rtir de un c o rte transversal donde el
hielo era tan delgado que los submarinos podían rom perlo para emer­
ger a la superficie.24
En el o tro extremo del planeta, ¡a península Antartica está experimen­
tando un deshielo. Se trata de la zona del continente que apunta hacia
el norte (hacia Am érica del Sur] y que se extiende hacia la zona sur tem­
plada. Se trata, de nuevo, de una zona pequeña aislada p o r los alarmistas
com o prueba de algo que no ocurre en ningún o tro lugar. En compa­
ración, el continente antartico no peninsular, una zona mucho más exten­
sa que supone el 96 p o r ciento de la totalidad de la A n tá rtid a, contie­
ne prácticam ente to d o el hielo y no está calentándose, y ninguna
investigación actual habla de que esté derritiéndose.25 Muchas estacio-

24Véase discussion en P. Michaels, Meltdown, The Predictable Distortion o f Global Warming,


op. cit., pp. 51-54.
25 Véase British Antarctic Survey en http://w m .antartica.ac.uk/About_Antarctica/
FAQsZfaq_02.html, que incluye «A nivel continental existen pocas evidencias de un aumen­
to del deshielo de la placa terrestre. Esto se debe a que entorno ai 99 por ciento de la
Antártida es tan frío y elevado que las temperaturas no pueden subir más allá del punto
de congelación. La temperatura en superficie media del continente Antártico se sitúa entor­
no a -37° C y en una "localización media" no existe deshielo en ningún día del año. En
contraste, en la costa más cálida de la península antartica las temperaturas se sitúan entor­
no a -5o C y puede haber dos meses al año con temperaturas por encima del punto de
congelación. Aquí, el clima más cálido ha llevado a más deshielo y se han desintegrado
algunas placas de hielo debido a ello. [...] El deshielo forma parte esencial del ciclo gla­
ciología) que se inicia con la caída de la nieve sobre el continente y termina cuando ésta
se derrite. Todavía es difícil decir si la cantidad de hielo que se derrite en la Antártida es
superior al que cae en forma de nieve. De ser así, la placa de hielo de la Antártida iría
haciéndose más pequeña. Y en cuanto las partes no flotantes de la placa de hielo empie­
cen a disminuir en volumen, el nivel del mar empezará a subir».
La estratagema inconveniente de A l G ore 185

nes meteorológicas muestran una tendencia de temperaturas en des­


censo.26 La placa de hielo antártica, la mayor del planeta, podría estar,
de hecho, aumentando su grosor.
En cuanto a la península, Gore sugiere equivocadamente que el des­
hielo que allí se produce no tiene precedentes y que la causa del mismo
son ios gases de efecto invernadero. El d octo r W ibjórn Karlén, profesor
emérito del departamento de Geografía Física y Geología Cuaternaria de
la Universidad de Estocolmo, admite: «Ciertas pequeñas áreas de la penín­
sula antártica se han roto recientemente, igual que antiguamente sucedió.
La temperatura en esta parte de la Antártida ha aumentado recientemente,
lo más probable debido a un pequeño cambio en la posición de los sis­
temas de baja presión»27.
Ningún modelo climático basado en el calentamiento como resulta­
do de la acción del hombre puede explicar el calentamiento peninsular.
Esto sugiere que lo que sucede es algo natural. Recuerde los datos que
indican que el mundo ha existido durante muchos milenios antes de la
llegada del Homo sapiens, y que ello demuestra que los procesos naturales
existen, son variables y son básicamente los culpables en cuanto a asu­
m ir responsabilidades sobre lo sucedido. En el bando de los alarmistas,
sin embargo, sigue imperando la lógica anticientífica y un instinto más
bien pagano de gritar: «No puedo explicar el fenómeno, y por lo tanto
la causa debe de ser el hombre».
En noviembre de 2006, dos científicos publicaron el resultado de su
estudio basado en datos obtenidos por satélite y llegaron a la conclusión
de que la placa de hielo del A ntártico estaba aumentando en grosor a un
ritm o de entre cuatro y seis milímetros anuales. A partir del 72 por cien­
to de! hielo ártico que estudiaron, estimaron que el volumen de crecimiento
se situaba entorno a los veintiséis millones de toneladas anuales.
Pero independientemente de que un estudio descubra engrasamiento
o afinamiento, cualquier conclusión se cita como evidencia de calentamiento
global. Ambas conclusiones son absurdas dada la parquedad de datos que
calculan la masa total de hielo de la Antártida. Gore, por ejemplo, cita un

26 Véase, por ejemplo, British Antarctic Survey en h ttp ://m v w .an tartk a.ac .u k/, mapas en
h ttp ://w w w .p h o to .a n ta rctica .a c .U k/e xtern al/g u es t/lig h t-b o x /s e arc h /lis t/l
27 Citado en T. Harris, «Scíentists respond to Gore's warnings of climate catastrophe»,
Cañada Free Press, 12 de junio de 2006.
186 G u Ia políticamente incorrecta del calentamiento global y del eco io g em o

estudio basado tan sólo en tres años de datos (repito, a este ritmo mi hijo
mediría nueve metros de altura cuando llegara a los treinta años de edad].28

Subida del nivel del mar. Core, demasiado ocupado lanzándose a una hipér­
bole completamente inventada, olvida recordar a los espectadores de su pelí­
cula que los niveles del mar llevan subiendo desde el final de la última
Edad de Hielo, a un ritm o de 1,8 milímetros anuales durante los últimos
ocho mil años, y que continuará haciéndolo a ritmos variables hasta que lle­
gue la próxima Edad de Hielo. El IPCC no predice subidas del nivel del
mar de entre «cinco y cuarenta y seis metros», pero sí un posible rango que
oscilaría entre los diez centímetros y hasta menos de noventa centímetros a lo largo
del siglo, y llega a la conclusión de que las tendencias actuales podrían o
no ser ligeramente superiores a la tendencia de los últimos ciento cincuen­
ta años. Por ejemplo, ni siquiera el políticamente elaborado resumen del
Tercer Informe del IPCC se muestra ambiguo al afirmar que «no se ha detec­
tado una aceleración significativa del ritm o de subida del nivel del mar duran­
te el siglo xx» y que «ante las actuales incertidumbres, las observaciones y
los modelos se muestran consistentes con una ausencia de aceleración sig­
nificativa de la subida del nivel del mar durante el siglo xx»29. Esto a pesar
de las declaraciones incesantes y los montajes fotográficos que informan de
que ya existe actualmente un deshielo sin precedentes.
Apagón de la Corriente del Golfo. Gore va a Hollywood y adopta el esce­
nario de ciencia ficción de El día de mañana en el que la «cinta transporta­
dora» oceánica deja de funcionar en el A tlántico N orte. Aunque emocio­

28 El estudio ai que hace alusión Gore [Velicogna, i., y J. Wahr, 2006, «Measurements
of time-variabíe gravity show mass loss in Antárctica», Sciencexpress,2 de marzo de 2006],
medía los cambios de la masa de hielo en la Antártida únicamente en base a tres años de
datos. Pero otros estudios (por ejemplo, Davis, C. H., et ai., 2005, «Snowfaü-driven growth
in East Antarctic ice sheet mitigates recent sea-Ievel rise», Science, 308,1898-1901, también
Zwally et ai, 2005, «Mass changes of the Greenland and Antarctic ice sheets and sheives
and contributions to sea-Ievel rise: 1992-2002», Journal of Gíaciology, 51, pp. 509-527] esti­
man cambios en ia masa de hielo basándose en datos de toda una década.
29 íbid. Aunque la «biblia» de los alarmistas, el IPCC [2001] no encontró aceleración
en la subida de ios niveles del mar durante el siglo xx, un estudio reciente (John Church
y Nei! White, «A 20th century acceleration in global sea-ievei rise», Geophysical Research
Letters, vol. 33, L01602, doi: 10.1029/2005G L024826, 2006) encontró aceleración. Sin
embargo, aunque ese estudio superara de forma creíble los trabajos previos y la acelera­
ción continuara, en el siglo xxi se produciría tan sólo una subida del nivel del mar de trein­
ta centímetros. Nada apocalíptico.
La estratagema inconveniente de A l G ore 187

nante, este escenario de Juicio Fina! es poco probable. El profesor de oce­


anografía física del M U ; Cari Wunsch, escribió: «La única manera de pro­
ducir una circulación oceánica sin una Corriente del G olfo es desconec­
tando el sistema de vientos, o deteniendo la rotación de la Tierra, o ambas
cosas»30. Es decir, que mientras la Tierra gire y sople el viento, vamos
bien.Tal y como Wunsch lo expresó: «La aparición de un estado climático
sin la Corriente del G olfo en un futuro próximo [en un plazo de decenas
de millones de años) presenta una probabilidad algo superior a cero». Los
observadores maduros de Gore saben que, para su gusto, estas probabili­
dades se acercan bastante a sus reivindicaciones de «certidumbre».

Dadme algún feedback. E! feedback es un resuítado que afecta a su pro­


pia causa, y puede caracterizarse como feedback positivo o feedback negati­
vo.',si pensamos en un equipo deportivo, sabemos que una victoria puede
aportarle más seguidores, lo que genera más dinero, lo que a su vez per­
mite ai equipo contratar jugadores mejores, lo que a su vez tendría que
producir más victorias, más seguidores, etc. Se trata, en este caso, de un
bucle de feedback positivo porque ios efectos de la victoria causan más vic­
torias: amplifica ia tendencia ganadora de! equipo. El feedback negativo, por
otro iado, tiende hada el equilibrio. Considere un producto: sus fabri­
cantes producen más cacharros, la producción adicional hará que bajen
ios precios y ello desalentará posteriores aumentos de la producción.
En el clima observamos tanto féedback positivo como negativo. Un
feedback positivo es que e! calentamiento de ios mares ¡ibera su C O z, lo
que amplifica el efecto invernadero y contribuye a más calentamiento.
Los alarmistas del enfriamiento global de ia década 1970 disfrutaban
citando un bucle de feedback positivo: a medida que la situación vaya
enfriándose, el planeta se verá cubierto por más nieve y más hielo, que
reflejarán más ios rayos de so! [absorbiendo, p or lo tanto, menos], io
que hará que la superficie y las aguas se enfrien más aun. Por lo tanto, el
enfriamiento lleva a más enfriamiento. Hoy nos dicen que el calentamiento
lleva a más calentamiento. Excepto para Gregg Easterbrook y El día de
mañana, que dicen que el calentamiento conduce hacia una nueva Edad de
Hielo. El consenso alarmista es que un poquito de calentamiento provo­
cará algo desastroso.

30 C W ünsh, «Gula Strearrs safe if wind bíows and Earth turn», carta, revista N atm f
3 de abril de 2004.

A l l . 111 .U 1 ..1 L 1 ,
188 G uía políticamente incorrecta del c a l e n t a m ie n t o g l o b a l y del ecologismo

A I G ore dice que el deshielo de los casquetes polares disminuye la


capacidad del planeta de reflejar los rayos de sol, permitiendo que la Tierra
absorba más calor, lo que significará más deshielo, y así sucesivamente,
ad ¡nfmhum. Los alarmistas parecen pensar que nos hemos acostumbrado
a un clima al estilo de Ricitos de O ro ... cualquier otra cosa sería o dema­
siado frío o demasiado caluroso. Cualquier cosa que no esté estropeada
p or la intervención del hombre está estupendamente bien.
G ore om ite todos los demás bucles de feedback. Las nubes, p or ejem­
plo, pueden ser tanto feedback positivo como negativo, y hay aun mucho
debate abierto en cuanto a la naturaleza, el alcance y el papel del feed­
back que juegan. La literatura científica incluye muchos docum entos
sobre feedback negativo.

Extinciones. Gore afirma que el ritm o de extinción actual es mil veces supe­
rio r al ritm o original [es decir, ai ritm o «natural»; sí, las especies se extin­
guen sin pescadores furtivos y sin contaminantes]. De hecho, las cifras que
Gore cita se basan en una simple suposición. En realidad, en el últim o siglo
tenemos pruebas documentadas de sólo un puñado de extinciones.3'
La postura de G ore tiene su origen en N orm an M yers3132, quien se
basó en los estudios de Edward O .W ilson,quien a su vez extrapoló a par­
tir de las extinciones en pequeñas islas. Se ha demostrado que estos estu­
dios, que profetizan diversas extinciones a partir de una pérdida observa­
da del hábitat, no son aplicables a! hábitat continental. Myers declaró que
en los próxim os cincuenta años se extinguirán dos millones de especies.
Eso significa que cada año se extinguirán cuarenta mil especies.
N o existen pruebas de que este supuesto sea cierto, pero la predic­
ción de Myers [igual que las profecías de fin del mundo de Ehrlich] es lo
bastante mórbida com o para haberle aportado fama, fortuna y grandes
reconocimientos académicos.
En el caso de que en cada década se extinguiesen unas cuantas espe­
cies, alguien debería haberlo indicado ya. Pero contrariamente a este agota­
d o r discurso estúpido y sin sentido, está claramente adm itido que los
niveles más elevados de C O z producirán una biodiversidad mucho mayor.

31Véase, por ejemplo, el testimonio de Ron Bailey ante el House Subcommittee on


Energy and Mineral Resources de Estados Unidos, «Science and Public Policy»,4 de febre­
ro de 2004.
32 fbid.
La estratagema inconveniente de A l G ore 189

Ello se debe a que las plantas utilizan el CO„ para la fotosíntesis, lo que pro­
duciría una mayor aparición de distintas clases de plantas si los niveles de
C 0 2 fuesen superiores a los actuales. Cientos de estudios publicados por
el departamento de Agricultura de Estados Unidos han establecido sin duda
alguna que niveles más elevados de C 0 2 darán como resultado un creci­
miento más rápido y mayor resistencia en prácticamente todo tipo de plan­
tas. Varios estudios han demostrado ya que la Tierra es cada vez más verde
como consecuencia de ello. En general, esto significa que plantas y anima­
les ampliarán su ámbito de vida. Irónicamente, los verdes convierten esto en
algo negativo y afirman que en una atmósfera rica en C 0 2 crecerán todas
aquellas plantas que no son de nuestro agrado (como la hiedra venenosa,
por ejemplo]; mira por dónde, qué bajo han caído las historias de miedo.Y
así ¡o muestra el alarmismo de cajón de sastre que la BBC practica, yuxta­
poniendo pronósticos de calentamiento global con las calamitosas tormentas
mortales que dicho calentamiento provoca y, oh sí claro, con los proble­
mas que sufre también su jardín, y con la intervención del Washington Post
con una siniestra predicción de un mundo poblado por una vid venenosa,
«Infladas por el dióxido de carbono, las viñas estrechan su abrazo»33.
Migración de especies. Siguiendo con esto, es necesario recordar la regla
verde: cualquier cosa nueva es mala y, además, señal de que cosas peores
están por llegar.
De este m odo, la aparición en Canadá del escarabajo del pino fue
o tro efecto catastrófico del calentamiento global. La causa inmediata de
esta «especie exótica invasiva»: menos días con heladas (una amenaza para
el jardín, sin lugar a dudas]. Por desgracia para las reivindicaciones del
señor Gore, el escarabajo del pino ha aparecido en el pasado en todo tipo
de lugares, entre ellos los parques nacionales de Oregón y antes de que
el DDT acabara con la plaga. ¡Viva el DDT!
Igual de desgraciado resulta que, en su intento de poner en evidencia
algunas de las declaraciones de Gore,Tom Harrís se atrevió a hacer algo que
los verdes rara vez hacen, dirigirse a alguien que sabe de qué está hablan­
do, concretamente a Rob Scagel, especialista en el microclima selvático que
trabaja para Pacific Phytometric Consultants en Canadá, que reveló que «El
escarabajo de! pino de montaña (MPB] es una especie nativa de esta parte
de América del N orte y siempre ha estado presente. La epidemia de MPB

33 Washington Post, Elizabeth WiHiamson, 15 de julio de 2006.


190 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

se inició como brotes comparativamente pequeños y a través de la inacti­


vidad en la gestión del bosque, se descontroló por completo»34.
Un m icroclim atólogo frente a un político de toda la vida. Hmmm.
¿Alguien apuesta p or quién de los dos está más cualificado? Por cierto,
los verdes han iniciado una campaña contra Harris p or sus pecados.

«Incluso e! señor Gore puntualizó su tesis de que "el debate entre la comu­
nidad científica ha finalizado" en el canal de televisión ABC sólo minutos des­
pués de haberla hecho, clarificando la situación en un sentido importante.
Cuando el señor Stephanopoulos se encaró con el señor Gore diciéndole
que ¡as mejores estimaciones de la subida de los niveles del mar son mucho
menos atrevidas de lo que él sugiere en su película, el señor Gore defendió
sus afirmaciones destacando que los científicos "carecen de modelos que les
proporcionen un elevado nivel de confianza" y continuó declarando, en su
defensa, que los científicos "no lo saben. Simplemente no lo saben"».
Richard S. Lindzen, profesor del MIT,
«There Is No "Consensus" on Global Warming»,
Wall Street Journal, 26 de junio de 2006

Tormentas. De nuevo, según el doctor Robert Balling, «que nadie se sor­


prenda de ver a Katrina, otros huracanes, tornados, inundaciones repen­
tinas y muchos tipos de sucesos meteorológicos graves relacionados por
Gore con el calentamiento global. Sin embargo, si alguien tuviese tiem­
po de leer el "Resumen para políticos" del últim o informe del 1PCC de
las Naciones Unidas, descargable a través de Internet, se enteraría de que
"N o hay evidencia de cambios sistemáticos en la frecuencia de torna­
dos, días de tormenta o granizadas en las áreas limitadas analizadas" y de
que "Los cambios globales en la intensidad y la frecuencia de las to r ­
mentas tropicales y extra-tropicales están dominados por variaciones que
se producen entre décadas y entre diversas décadas, sin tendencias sig­
nificativas evidentes a lo largo’ del siglo xx"»35.

34 T. Harris, «The Gods Are Laughing», National Post, 1 de junio de 2006.


35 «Inconvenient Truths Indeed», doctor Robert C. Balling Jr., 24 de mayo de 2006,
en http:// www.tcsdaily.com/artic!e.aspx?id=052406F
La estratagema inconveniente de A l G ore 191

Es ineludible para todo el mundo que la actividad de los huracanes


lleva tiempo comprendiéndose como un fenómeno cíclico. El ciclo está
en una curva ascendente anticipada desde hace tiempo, tal y como los
verdes nos alertaron que sucedería. Pero no es tan agresiva como a ellos
les habría gustado. En 2 0 0 ó hemos sido testigos de una temporada
tranquila. Pero de todos modos, la afirmación de que el calentamiento
aumentará ligeramente la intensidad y /o la frecuencia de ios huracanes
es una hipótesis plausible, sino universalmente aceptada. En el punto
crucial de las tormentas de 2005, y del huracán Katrina en concreto, Gore
se equivoca por completo y el informe del IPCC no señala una tenden­
cia hacia tormentas más graves.
En la película de Gore se pasa por alto que un mundo más cálido lle­
vará, según otra hipótesis apoyada por la física y la lógica, a tormentas
menos severas y menores, pues los desequilibrios de temperatura entre los
polos y el ecuador disminuirán. Las evidencias históricas confirman que un
mundo más cálido es un mundo más tranquilo y con menos extremos. E!
libro de Brian Fagan, The Little Ice Age: How Climate Made Historf6, ofrece
pruebas suficientes de ello, y un resumen maravilloso hacia el final del
primer capítulo sobre la conmoción que la gente experimentó cuando el
Periodo Cálido Medieval cedió paso a la Pequeña Edad de Hielo. La histo­
ria tiende a repetirse, tanto en el clima como en la conducta humana.

Enfermedades provocadas por insectos. Gore afirma que los aumentos de


temperatura dispararán la actividad de los mosquitos y las enfermeda­
des. Se trata, básicamente, de pura invención y de un argumento total­
mente insostenible. Desgraciadamente, instituciones bien consideradas*

A lum no de bajo rendimiento


Calificaciones de secundaria de Gore, publicadas en 2000 por Washington Posl
Ciencias Naturales (Hombre y Naturaleza] D (Insuficiente]
Ciencias Naturales (Preuniversitario] C+ (Aprobado-)-]

36 B. Fagan, The Little Ice Age: How Climate Made History (1300-1850), Basic Books, 2001.

M H H W
192 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

corno la O rganización M un dial de la Salud (O M S) presionan en este


sentido, p o r io que C ore queda autorizado en su discurso.
Lo de las enfermedades es un absurdo. El planeta podría calentarse,
la malaria extenderse, pero lo uno no tendría que ver con lo o tro [a
menos que políticas inútiles al estilo K io to exacerbaran la pobreza, en
cuyo caso encontraríam os una correlación donde no la había}. N i la
malaria, ni las también amenazantes fiebres de dengue y fiebre amarilla
son en realidad enfermedades «tropicales». El norte de Rusia ha sufri­
do brotes de malaria. Las enfermedades provocadas por insectos no son
enfermedades dei clima, Sino de la pobreza. Más aun, eran comunes en
zonas no tropicales durante el siglo xix, cuando el mundo era en todos
los sentidos más frío que en la actualidad. La malaria era endémica en
el n o rte de Europa [incluyendo Escandinavia, Londres, Edim burgo y
Riga] y en el n o rte de N orteam érica (incluyendo Canadá y Alaska,
T o ro n to y Nueva York) no sólo durante la Pequeña Edad de H ielo,
sino también en el siglo xx. De hecho, la malaria estuvo presente en la
costa este de los Estados Unidos hasta 1882. Washington tenía aún mala­
ria en la década de 1930.'Y Europa se declaró libre de malaria a princi­
pios de la década de 1970.
Una cosa es segura: la temperatura no es la causa de la actividad de la
malaria. Los expertos en el tema coinciden en que hay o tros factores
mucho más importantes que influyen en la predicción de la futura expan­
sión de estas enfermedades.37
De hecho, la malaria ha estado presente históricamente en latitudes
muy norteñas. U na epidemia de malaria en la U nión Soviética durante la
década de 1920, p o r ejemplo, produjo treinta mil casos documentados
en el puerto ártico de Archange!, aproximadamente 64° N p o r encima
del extremo de Groenlandia.
Considere la historia de la malaria en el siglo xx en lugares tropicales
conocidos, tal y como detalla el d o cto r Paul Reiter, del Instituto Pasteur,
antiguo director de entomología de ¡os Centers fo r Disuade C ontrol de
la fiebre del dengue38:

31 Reiter, P. et al., «Global Warmíng and Malaria, A Cali for Aceuracy», Lancet Infectious
Dismes, 2 0 0 4 jun; 4(6), pp. 323-324,
38 Estas: ciQs son de la conferencia ofrecida por el doctor Reiter el 28 de Julio de 1998
en Washington, «Global Warming and Vector-Borne Disease: fs Warmer Sicker?», en
http://www.cei.org/gencon/OI4,0l520.cfm
La estratagema inconveniente de A l G ore 193

Hubo incluso algunos casos de malaria en las Grampian Highlands de Escocia,


que le aseguro nunca fueron tropicales. Y como bien puede ver, la isoterma
[15o] incluye el sur de Noruega, gran parte de Suecia, Finlandia y una buena
extensión del norte de Rusia. Todos los países al sur de esa línea se vieron
afectados, muchos hasta hace bien poco. Holanda, por ejemplo, sólo fue decla­
rada libre de malaria por la Organización Mundial de la Salud a principios
de la década de 1970. En el último siglo, los brotes que se produjeron en zonas
rurales próximas a Copenhague, Dinamarca, mataron a miles de personas.
Puedo mostrarle textos sobre la distribución de la malaria en Suecia. Finlandia
tuvo un problema importante hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
Alemania y Francia también. Tal vez el peor problema fuera en la Europa del
Este. [...] Permítame que le deje bien claro hasta qué distancia hacia el norte
se extendió el problema. En las décadas de 1920 y 1930, la Unión Soviética
sufrió terribles epidemias de malaria, mucho más graves que las de cualquier
otro país del hemisferio norte. En el periodo comprendido entre 1923 y 1925,
hubo entorno a dieciséis millones de casos, con seiscientas mil muertes.
Archangel, que se encuentra en la misma latitud que Fairbanks, en Alaska,
sufrió treinta mil casos, y en torno a un 30 por ciento de los mismos tuvie­
ron un fatal desenlace. Imagínese, malaria en Archangel. ¡Seis meses al año
necesitas un rompehielos para llegar hasta allí!

La malaria, entonces, no es una enfermedad de climas cálidos, sino una


enfermedad que se da en lugares pobres. ES programa de Kioto supone
un riesgo mayor para la propagación de la malaria que el calentamiento
global.

■ ■ '■ . ■

Sin sentido de la proporción


«Al es un ecologista radical que pretende cambiar la estructura de los
Estados Unidos».
«Critica a los Estados Unidos por ser los Estados Unidos: un lugar donde
las personas disfrutan de los beneficios de un nivel de vida avanzado».
«No tiene sentido de la proporción: equipara no reciclar las latas de alu­
minio con el Holocausto». ‘
«Cree que nuestra civilización, en sí misma, es mala [porque, según sus
propias palabras,"tiene la adicción del consumo de la Tierra"]».
Extraído de un memorando de 1992 del Democratic National Committee,
redactado por jonathan Sallent para la campaña Clinton-Gore

— 1
¡9 4 G u Ia políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Energía renovable y otras soluciones propuestas. La energía renovable ocupa


un lugar muy específico siempre y cuando esté subvencionada p o r el
gobierno. Y es así porque no podría sobrevivir comercialmente sin sub­
venciones. Lo que plantea una cuestión respecto ai mensaje im plícito y
explícito de Gore. La respuesta que propone no guarda proporción con
la magnitud dei problema sobre ei que lanza sus hipótesis.
Gore utiliza retórica apocalíptica para defender las tesis de! calenta­
miento global como una amenaza colosa!, pero desafía al espectador con
sacrificios sin sentido. Ésta, cabría destacar, es precisamente la manera en
que han funcionado los debates políticos sobre e! «calentamiento global»,
sin que nadie se atreva a ofrecer nada que los alarmistas, bajo presión,
pudieran reivindicar como de impacto detectable.
Gore ofrece una visión del problema clara y contundente, que si fuera
cierta exigiría un esfuerzo equiparable a la suma del programa espacial
A polo y ¡a Segunda Guerra M undial, y asegura que el pueblo norteame­
ricano es capaz de realizar un esfuerzo de ese calibre. Contradice además
su propio alarmismo al transm itir la sensación de que la calamidad que
profetiza sería evitable si moviésemos un poco el trasero, que las solu­
ciones están disponibles y a nuestro alcance, pero que no las utilizamos
debido a una combinación de dejadez, avaricia disparatada y, naturalmen­
te, la fuerza de una ambición oscura y poderosa. ¿Desea la luna... o sim­
plemente esa estantería de Home Depot donde almacenan las bombillas más caras?
Esto hace aun más insufrible su eterna invocación a Churchill [invocan­
do de forma adictiva el espectro nazi, tai y como él y los ecologistas hacen
con tanta frecuencia... exigiendo incluso «juicios al estilo de Nuremberg»
para aquellos que no estén de acuerdo con ellos], Churchill decía que todo
lo que tenía que ofrecer era su sangre, su sudor y sus lágrimas. Gore anda
muy cerca de atreverse a pedir sacrificios, pero promete un camino fácil
para ei individuo [dejad que la Intervención masiva del gobierno os salve), indi­
cando además que su sueño de sentarse en el sillón más alto no ha ter­
minado, ni mucho menos.
Es decir, a menos que el público conozca todas estas verdades tan
inconvenientes.
C o n c l u s ió n

I presidente Dwight Eísenhower abandonó su mandato alertando


en su mensaje de despedida no sólo sobre un «contubernio militar-
industria!» sino también, en el siguiente párrafo y ocupando un
lugar menos destacado, sobre un contubernio científico-gubernamental.
Tristemente, su presciencia es cada vez más evidente. Incluso los senado­
res de los Estados Unidos se sienten ahora cómodos amenazando (por
escrito, nada menos] a todos aquellos que no están de acuerdo con sus
puntos de vista sobre el calentamiento global resultado de la acción del
hombre.
Y mientras baja el telón sobre lo poco que queda de la investigación
científica y la libertad de expresión sobre temas «medioambientales» y
controvertidos de todo tipo, nos enfrentamos a una circunstancia en la
que gobiernos cuya única pretensión es expandir su poder y sus nego­
cios aprovechándose de la ingenuidad del hombre, se benefician de un
clima gobernado por las leyes de la naturaleza para atemorizar a la pobla­
ción. Pero esto no ha terminado, todavía.
El futuro no tiene por qué ser como el pasado reciente. E! simple hecho
de abrir el debate y mantenerlo abierto sirve para pasar la pelota del terre­
no de juego de los alarmistas (no hay tiempo para preguntas, ¡debemos
actuar ya!] al terreno de juego de los escépticos. Ejerza sus derechos, y de
hecho deberes, de cuestionarse y expresarse, y exija que el fu tu ro siga
siendo libre, y lleno de energía.
E p íl o g o a l a e d ic ió n e s p a ñ o l a

¿ Q ué pasa en España?
[por Gabriel Caizada]

La cumbre de K ioto

! 3 de marzo de 1996 el Partido Popular, encabezado por José María

E Aznar, ganaba las elecciones generales en España. La victoria del cen­


tro-derecha estaba cantada desde hacía unos años. Por ei contrario,
algunas de ias decisiones dei nuevo presidente llegaron por sorpresa. Quizá
una de las más pintorescas fue la creación de un M inisterio de M edio
Am biente, ei prim ero de la historia de España, en un país en ei que !a
moda ecologista no había pegado hasta entonces con ¡a fuerza que sí !o
había hecho en países como Alemania o ei Reino Unido. Sin embargo, al
asombro por la creación de! nuevo ministerio hubo que sumarle un hecho
insólito: el nombramiento de Isabe! Tocino Biscaroiasaga com o ministra
de la nueva cartera.
La confusión generada fue mayúscula. N o sóío entre los fieíes del
Partido Popular sino, sobre todo de ios ecologistas. Los verdes no podían
dar crédito a la pirueta política de Aznar. Un Ministerio de Medio Ambiente
de derechas y encima con Isabel Tocino como responsable. Los ecologis­
tas, que acusaban al prim ero que ponía e! dedo sobre un espray de estar
descerrajando la capa de ozono y provocando incontables casos de cán­
cer, no tardaron ni un segundo en ponerle el apodo de «ia ministra de la
iaca» y explotar ia situación todo lo que pudieron. La coincidencia en una
misma coordenada de lugar y tiempo de factores como la cantidad de laca
que su cabello parecía portar, su cargo y el «desastre» dei agujero de ozono
era fuente inagotable de chistes fáciles para ios verdes. E! destino quiso
¡9 8 G u ía politicamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

que el hallazgo del cierre del agujero de ozono tuviera lugar después de que
dejara su cargo de ministra. Los ecologistas, por supuesto, no absolverían
entonces a la para entonces ex ministra de haber causado el boquete.
A veces uno piensa que Aznar la propuso como ministra para cabrear
a los ecologistas pero eso, me temo, es hacer conjeturas excesivamente
benevolentes con quien consintió que su ministra nos metiera en el beren­
jenal de Kioto. A los veinte meses de tom ar posesión de su cartera, a Isabel
Tocino le to c ó o, m ejor dicho , aceptó alegremente negociar en una
cumbre que d uró once días y batió todos los récords de la O N U ; espe­
cialmente en lo que se refiere a número de disparates catastrofistas por
discurso pronunciado. La ciudad japonesa de K ioto acogió las sesiones y
tuvo el dudoso honor de prestar su nombre al protocolo que de allí salió.
Un mes y medio antes1, los ministros de M edio Am biente europeos se
habían tirado los trastos a la cabeza para negociar la denominada «bur­
buja europea». La idea era que la U nión Europea se comprometiera en las
negociaciones de la cumbre de las Naciones Unidas a reducir un 15 por
ciento sus emisiones de C O , con respecto a 1990 en su conjunto pero
que cada país tuviera un objetivo diferente — pudiendo tener que redu­
cir o aumentar las emisiones de gases efecto invernadero (GEI), según el
caso— en función de los acuerdos internos llevados a cabo en aquella
reunión de ministros. Así, la delegación española se presentaba en K ioto
apoyando la creación de un tra ta do vinculante para la reducción de
gases efecto invernadero pero defendiendo al mismo tiempo su derecho
a aumentarlos en un 17 p or ciento al calor de la burbuja. Tocino acudió
a la cumbre de K io to muy subida de tono. En vez de estarse calíadita,
pasar desapercibida y ver si colaba la propuesta Europea, se lió a acusar
a Estados Unidos de mantener una postura «cicatera», «egoísta», «aisla­
da» y «ridicula» p o r no querer re du cir las emisiones si o tro s países
competidores iban a poder seguir incrementándolas.
A los negociadores de Estados Unidos no les gustó nada la historia
de la burbuja. La encerrona europea era demasiado evidente. Hasta la cari­
catura europea del norteamericano (paleto, sin asistencia médica y sin
un techo bajo el que caerse m uerto de «intoxicación» por, pongamos,
C O ?] se daría cuenta de esto. Firmar el protocolo significaba para Estados
Unidos aceptar un encarecimiento sustancial de sus costes de producción

! La reunión del consejo de ministros de Medio Ambiente tuvo lugar el 16 de octu­


bre de 1997.
¿Q ué pasa en España? 199

energéticos e industriales y, de facto, un racionamiento temporal de su


producción. A I mismo tiempo, los emisarios de A l Gore veían cómo parte
de sus competidores más directos podían incrementar sus emisiones para­
petados en la superioridad moral europea o simplemente simular que
los reducirían.A poco que uno conozca la historia reciente del viejo con­
tinente sabe que ni siquiera Alemania iba a reducir sus emisiones sino que
el plan era limitarse a constatar los efectos del derribo del muro de Berlín
sobre el obsoleto y contaminante sector industrial del lado «democráti­
co». A I final, el equipo negociador norteamericano aceptó las exigencias
europeas a cambio de poder reducir un pelín menos que la Unión Europea
e introducir algunos mecanismos «flexibilizadores»2. Sin embargo, como
era de esperar, el Senado de Estados Unidos rechazaría tanto disparate sin
un solo voto discrepante.
O tros que parecían rechazar toda burbuja a menos que viniera embo­
tellada y procedente de agricultura biológica eran los ecologistas. Los ata­
ques de Tocino a Estados Unidos no sirvieron para apaciguar los ánimos
de los ecologistas españoles, para quienes el papel de la ministra en Kioto
no superaba un «lamentable» aprobado bajo o un ((vergonzoso» raspado.
Y eso que Tocino se esforzó denodadamente en confundir su discurso
entre la niebla de tonterías verdirrojas. Pero es que no se puede apagar
un fuego con tanques de gasolina ni con mangueras de plástico. Eso sí,
la ministra española lo intentó to d o para ganarse a los más radicales;
pero nada, ni el uso del dramatismo gore con frases como ((Estados Unidos
no pueden quedarse en la actitud aislada que ha adoptado si realmente
está interesado en la subsistencia del planeta», ni el anticapitalismo más
antisistema ai más típico estilo de Saramago o Bové con comentarios del
tipo de «el modelo de desarrollo actual es inviable, pues puede afectar
gravemente la calidad de vida de la población mundial», ni las críticas al
conjunto de los países desarrollados propias de Chomsky con afirmacio­
nes como «las perspectivas no son de lo más positivas, en la medida en
que las propuestas de los países más desarrollados, p or tanto, los que más
contaminan, no parece que estén a ¡a altura de las circunstancias», le fue­
ron suficientes a Tocino para hacer amiguitos entre los ecologistas. Para
eso no basta con declararle la guerra al capitalismo y al conjunto de la

2 De acuerdo con el texto final del tratado, Estados Unidos se comprometería, en caso
de ratificarlo, a una reducción de un 7 por ciento frente a la reducción de un 8 por
ciento de (a Unión Europea.
200 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

civilización occidental; hay que tener carné de partido de izquierdas y


Tocino; evidentemente, no era socialista de izquierdas sino de derechas.
Así que a! poco de volver a España Greenpeace le agradeció sus prácti­
cas en el discurso antisistema con carbón como regalo de ¡os Reyes Magos
de Oriente.
De todas formas, la delegación española volvió del im perio del sol
naciente llena de optimismo. En el texto del acuerdo final la Unión Europea
sólo se comprometía a reducir sus emisiones en un 8 p o r ciento, así que
España parecía salir reforzada en su empeño por merecer un colchón de
aumento del 17 por ciento. La renegociación de las condiciones dentro de
la burbuja europea quedaba para una posterior negociación en un fu tu ­
ro congreso de ministros de M edio Am biente europeos. La ministra, que
había acudido a K ioto con el tem or de que ios países desarrollados «estu­
vieran a la altura de las circunstancias» llegaba a España com o si hubiese
estado de vacaciones en un retiro trascendental en el que hubiera sufri­
do una experiencia mística.'Las últimas palabras de su comparecencia ante
la comisión del Senado para explicar ios acuerdos alcanzados en K ioto
muestran a una quinceañera hippie en la piel de una ministra cincuento­
na: «E! reto no puede ser más ambicioso, a la vez que es apasionante, y
como ministra de M edio Am biente io que les puedo asegurar, señorías,
es que pocos esfuerzos pueden obtener una recompensa parecida: un
m ejor fu tu ro para las generaciones venideras»3. Dado ei casi nulo efecto
de! Protocolo de Kyoto, aun si lo cumplieran todos ios países, sobre la
temperatura global dei planeta (0,07° C para 2050} y los efectos, estos
sí visibles, sobre las generaciones venideras p o r culpa dei elevado coste
del Protocolo, cabe preguntarse si a Isabel Tocino no le lavaría el cerebro
una de ¡as múltiples sectas verdes que viven en armonía con ia naturale­
za y a tortas con la realidad social.
Ei 16 de junio de 1998 ios ministros de M edio Am biente se reunieron
en Luxemburgo. Isabe! Tocino y su equipo no tenían que demostrar su
valía com o negociadores. Ya había quedado claro que no tenían dote
alguna para estas empresas cuando en K io to ia ministra afirm ó que aun­
que no se ilegara a un acuerdo, Europa debería m antener uniiaterai-
mente el com prom iso. Todo el m undo entendió que a la m inistra el
acuerdo le parecía una maravilla, así que en vez de incrementar por enci­

3 Comparecencia de isabel Tocino ef 9 de m arzo de Í998: h ttp ://m m .s e n a d o .e s /b o le ti-


n e s /CS0249.html
¿Q ué pasa en España? 201

ma del 17 por ciento, como era de esperar tras la rebaja de las restric­
ciones sobre el conjunto de la burbuja, España vio cómo su permiso de
aumento de emisiones disminuía dos puntos hasta quedar en un 15 por
ciento en la nueva burbuja. España quedaba autorizada en virtu d de este
acuerdo a aumentar sus emisiones en ese 15 p o r ciento sobre los nive­
les de 1990.
El resultado, en realidad, era desastroso; daba igual el 17 p or ciento
o el 15 p or ciento.Y es que aun aprovechando esa posibilidad de incre­
mento, España quedaba extraordinariamente restringida en lo que a emi­
siones p or habitantes se refiere al tiem po que el im portante crecimiento
económico español desbordaba con creces cualquier cifra como ésa. Los
ecologistas habían prom etido pedir la dim isión de la ministra si ésta
aprovechaba la renegociación de la burbuja para pedir más porcentaje
de incremento de emisiones. N o sabemos si fue p or la amenaza o si sim­
plemente Tocino era un desastre negociando, pero lo cierto es que España
tuvo que aumentar sus restricciones frente al acuerdo anterior. Lo cier­
to es que España acabaría con las emisiones permitidas por habitante
más baja de la U nión Europea; un máximo de 8,1 millones de tonela­
das anuales de C 0 2. Para que se vea claramente la falta de perspicacia
de los negociadores españoles, un país com o Irlanda, con una trayec­
to ria socioeconóm ica sim ilar a la española, lo g ró en el acuerdo la
autorización para e m itir el doble de C O z p or habitante que España [16
millones de toneladas p or habitante y año], con lo que ello implica en
térm inos de posibilidad de producto per cápita y prosperidad socio­
económica. O tros negociadores lograron incluso más. El caso más espec­
tacular fue el de Alemania. Claro que la ministra de M edio Am biente
era Ángela Merkel y para esta dama de horm igón armado negociar con
Tocino y compañía debió de parecerle un pasatiempo de colegial. Alemania
logró pactar una reducción estadística de sus emisiones que suponían
dejar las emisiones por habitante en 11,7 millones de toneladas. El cie­
rre p or síncope de ios m am otretos industriales del paraíso socialista
[situado en una galaxia del universo de las ideas muy cercana al paraí­
so ecologista] le permitían presum ir a Merkel de ser el segundo país
que más se comprometía a reducir emisiones dentro de la burbuja euro­
pea sin tener que hacer otra cosa que certificar la defunción dei siste­
ma socialista al este del país reunificado. De esta manera, Merkel deja­
ba a Alemania en una situación maravillosa: presumían de ser el ejemplo
de sacrificio altruista al tiempo que podía disfrutar de más de tres millo-
202 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

nes de toneladas de emisiones más que países com o España, Portugal,


Austria, Suecia o Italia. Analizando negociaciones com o ésta uno entien­
de por qué un p olítico desaparece del mapa en poco tiem po mientras
que el o tro termina en la cancillería de su país.
Ya sólo quedaba ratificar el protocolo y esperar a ver si hacía lo pro­
pio el suficiente número de países como para que el acuerdo entrara en
vigor. Entre medias Tocino volvería a polemizar con Estados Unidos de
la forma más chocante. En 1999 se celebró la V il Conferencia Internacional
sobre Industria y M edio Am biente [C1MAT] en M adrid. A llí, la ministra
española de Medio Ambiente criticó a Mark Hambley; embajador de Estados
Unidos ante la Com isión de cambio clim ático, p o r defender los meca­
nismos de flexibilidad. Lo increíble del caso es que a poco que Tocino
hubiese mirado la situación de España y su cerebro hubiese funcionado
con un m ínimo de poder asociativo, habría com prendido que la única
posibilidad de que España cumpliera algún día con eí Protocolo de marras
era apoyar y aumentar esa flexibilidad [acaso hasta el in finito] a la que la
U nión Europea había accedido en las negociaciones de K io to a cambio
de que su burbuja fuese aceptada. Dentro de esta flexibilidad Estados
Unidos ponía como condición la creación de un mercado de derechos de
emisión y que los sumideros naturales de C 0 2,co m o los bosques, pudie­
ran compensar C 0 2 em itido, tal y como fue recogido en el artículo te r­
cero del Protocolo. Pero a la UE, a la ministra española y al gobierno de
Aznar, a Greenpeace y al resto del movim iento radica! ecologista la con-
tabilización del C O z retirado a través de sumideros Ies parecía dejar «exce­
sivamente libre [sic] las cuestiones referentes al cum plim iento con Kioto».
Para entonces ya estaba claro que el paso del tiem po ejercía sobre la capa­
cidad negociadora de Tocino el efecto contrario al que ejerce sobre los
buenos vinos.
Entre cum bre y cum bre, polémica y polémica, las prisas se fueron
aminorando y el m ovim iento ecologista aprovechaba la tensa calma para
lanzar una y otra campaña demagógica sobre cóm o nos íbamos a cha­
muscar en unos años si no se aprobaba K ioto. Y mientras, a pocos se
les ocurría preguntarle a los redentores p o r qué K io to podía evitar
ese supuesto achicharramiento. Así las cosas, tanto nuestro país com o
el conjunto de la U nión Europea no ratificarían hasta el año 2002. Para
entonces a Isabel Tocino le habían aplicado el plan renove y jaume Matas
le había relevado al frente del m in isterio. Finalm ente, entre el 11 de
abril y el 8 de mayo de 2 0 0 2 las Cortes españolas votarían el Protocolo

IMIs
¿Q ué pasa en España? 203

de K ioto .4 Lo hicieron p o r unanimidad, tal y com o io había hecho el


Senado estadounidense en ju lio de ¡997. La distancia entre estas dos
decisiones a cada lado del A tlá n tico no radicaba tanto en los S años
que las separaba com o en el sentido del voto. M ientras que en España
congresistas y senadores votaron por unanimidad la ratificación del tra­
tado, en Estados Unidos los senadores decidieron unánimemente «reco­
mendar» no aceptar un protocolo como ei de K ioto.5 N i siquiera sena­
dores como John Kerry o Ted Kennedy se atrevieron a votar a favor del
protocolo. Es lo que tiene la elección directa, que el representante sien­
te que debe su puesto a los votantes y éstos, a su vez, se interesan por
el valor de las distintas propuestas sometidas a voto así com o p o r el
voto ejercido p or el representante de su circunscripción. Y claro, p or
muy cercano que se sienta uno al m ovim iento ecologista no es fácil
explicar el voto a favor de un protocolo cuyas consecuencias sobre el
clima son imperceptibles pero cuyo daño económico es sangrante, espe­
cialmente para los más desfavorecidos. A l G ore ni siquiera pudo votar
en esa ocasión porque, como vicepresidente, su voto estaba reservado
a rom per tablas. Pero eso quedó tan lejos de o c u rrir que ni uno solo
de los miembros de su partido apoyó su causa.
A quí, en cambio, todos los parlamentarios votaron a favor siguiendo
la indicación de las cúpulas de cada partido. Como por otra parte ei ciu­
dadano de a pie no siente que pueda influir en el voto concreto de cada
diputado o senador, tampoco se preocupa por informarse sobre la con­
veniencia del acuerdo. Más bien se deja llevar por la marea de propagan­
da alarmista según la cual Kioto es la única tabla de salvación posible ante
el inminente Apocalipsis. Si la unanimidad en el sistema democrático nor­
teamericano refleja la carga de responsabilidad que tiene el senador, la de
España dice mucho de la falta de espíritu crítico de nuestros políticos y
su lealtad absoluta a unos aparatos que deciden tanto las reubicaciones
de los nombres en las próximas listas como la política de voto de cada
propuesta de acuerdo con lo políticamente correcto. A ninguno de los
284 diputados que votaron a favor se le ocurrió preguntarse si un país

4 El 11 de abril votó el Congreso de los Diputados y el 8 de mayo se votó en el Senado.


5 La fórmula elegida por los senadores estadounidenses fue en concreto la siguiente:
«the United States should not be a signatory to any protocol to, or other agreement
regarding, the United Nations Framework Convention on Climate Change o f 1992, at
negotiations ín Kyoto».
G u Ia políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

que en aquel m om ento ya emitía más del doble de lo que el tratado le


permitía aumentar desde 1990, estaba en disposición de ratificar tan ale­
gremente un acuerdo p o r el que nuestras empresas tendrían que pagar a
empresas alemanas enormes sumas de dinero p o r aumentar la produc­
ción. Los diputados acababan de convertir el mercado en lo que los detrac­
tores del sistema capitalista siempre habían criticado del mismo sin la más
mínima razón: un juego de suma cero. Simultáneamente habían revertido
los fondos estructurales. Ahora sería España la que pagaría a Alemania pero
no quedaba m uy claro para qué; especialmente cuando esos recursos
eran los que necesitaban las empresas para invertir en nuevas tecnologías,
única política que realmente podría reducir en un pequeño grado las emi­
siones de C 0 2 a co rto plazo. Los políticos españoles se habían desenten­
dido del interés nacional e incluso de los pobres del mundo, cuyo pro­
greso depende de la producción de energía barata, p o r una moda ecolojeta
tan atractiva com o cara.
Una vez. conseguida la gesta en Las Cortes, José María Aznar y Jaume
Matas pusieron una curiosa pica en Flandes o, quizá más exactamente en
Bruselas, al lograr la ratificación del P rotocolo p o r parte de la U nión
Europea. Tanto el presidente com o el m inistro de M edio A m biente se
habían puesto este objetivo com o una de las principales prioridades del
semestre de la presidencia española de la U nión Europea. El 31 de mayo
de 2 0 0 2 se produjo la «hazaña» p or la que, ya sí, España se convertía por
voluntad de su presidente y de toda la clase política española, en el país
cuyos habitantes pasaban a tener menos derecho de producción (indus­
trial, energética, etc.] por habitante de toda la U nión Europea.Y eso, en el
país donde, gracias al crecimiento económico que impulsaban sus ciuda­
danos, más se distanciaban las emisiones efectivas de las del año base [1990]
y de las limitaciones de Kioto. Entre los conversos al ecologismo quien no
se flagela es porque no tiene látigo a mano. La euforia de Matas a la sali­
da de la sede de Naciones Unidas en Nueva York tras la ratificación en
nombre de la U nión Europea le llevó a reconocer su convicción en que
todo el mundo quiere sustituir el modelo de desarrollo actual p or el des­
arrollo sostenible y que K ioto es pieza fundamental en ese trueque.6
Sin embargo, hasta finales de octubre de 2 0 0 4 no se dieron las con­
diciones para la entrada en vigor del Protocolo de K ioto p o r falta de sufi­

6 http://europa.eu/rapid/pressReleasesAction.do?reference=IP/02/7948tformat=HTML&aged=
!stlanguage=ESstguiLanguage=en
¿Q ué pasa en España? 20S

cientes países que lo ratificaran y no lo haría de forma efectiva hasta el


16 de febrero de 2005. A principios de ese año el gobierno español daba
muestra de estar dándose cuenta del berenjenal en el que habían metido
a todos ios españoles. A comienzos de marzo, la nueva ministra de M edio
Ambiente española, Elvira Rodríguez, y la comisaria de Energía de la Unión
Europea, Loyola de Palacio, intentaron suavizar el grado de obligatoriedad
de los objetivos marcados en los acuerdos que con tanto entusiasmo había
firm ado el gobierno del Partido Popular. Pero ya era demasiado tarde.
N o sólo porque el resto de los países europeos encabezados por Alemania
iban lanzados a por nuevos compromisos aún más restrictivos para des­
pués de 2012, a pesar del estado catatónico en el que se encontraba la
locom otora germana durante los años de gobierno rojiverde, sino por­
que el Partido Popular saldría del gobierno unos días más tarde.

K ioto, cueste lo que cueste

La campaña electoral que padecimos los españoles a comienzos de


2 0 0 4 fue un esperpento con final infame. Las sandeces se sucedían a tal
ritm o que los españoles podrían haber pensado en añadir un museo
altamente educativo ai Paseo del Prado: el de las imbecilidades y la dema­
gogia política producida durante la contienda electoral. Entre tanto dis­
parate, la apuesta incondicional de! candidato del Partido Socialista p o r
el lobby ecologista pasó casi inadvertida. Sin embargo, cuando Zapatero
llevo las proclamas ecologistas hasta sus últimas consecuencias, parte de
la prensa — especialmente ia económica— empezó a tomarse en serio las
graves repercusiones de sus propuestas más «atrevidas» a pesar de las
pocas posibilidades de victoria que parecía tener el candidato socialista.
Y no era para menos. El día 2 de marzo, en plena recta final de la cam­
paña electoral y un día antes de la reunión de ministros de Medio Ambiente
europeos en la que España trataría infructuosamente de lograr un relaja­
miento de los requisitos en materia de recorte de emisiones, Zapatero afir­
mó que de resultar elegido presidente «cumpliré Kioto cueste ¡o que cues­
te». La frasecita tiene tela. Afirmaciones como «cueste lo que cueste» son
inversamente proporcionales al manejo de fondos propios o cedidos con­
tractualmente y directamente proporcional al porcentaje de dinero ajeno
que uno maneja sin que se lo hayan dado por las buenas. Por eso no sole­
mos oír a las amas de casa pronunciar semejantes afirmaciones y sí a los
206 G u ía politicamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

políticos, los profesionales de im poner tribu to s para cuidarnos y salvar­


nos de grandes peligros que nosotros, pobres infelices, no sabemos ver
y mucho menos evitar.
N o quedando satisfecho con aquella declaración de intenciones de
tintes a utoritarios Zapatero soltó aquel mismo día otras perias com o la
promesa de «una reorientación del m odelo energético, [...] hacia uno
más centralizado, más diversificado y seguro, menos contam inante y
también más solidario». U n cambio de m odelo energético que llevaría
a cabo, y aquí viene lo bueno, «apoyado en todas las renovables, en par­
ticular, en la energía solar». Pero, sin duda, lo del «cueste lo que cues­
te» fue lo que puso en guardia a muchas personas de buen talante; algo
de ¡o que Zapatero presumía pero de lo que carecía totalm ente cuan­
do se refería a cuestiones relacionadas con la energía y el medioam-
biente. Este fue tam bién el p rim e r signo de que Zapatero no era un
marciano p o lítico com o hasta entonces pensaban muchos. Por la cuen­
ta que les trae los marcianos, si existen, deberían tener ideas sólidas
sobre cambio clim ático.
El 14 de marzo de 2 0 0 4 Rodríguez Zapatero ganó las elecciones al
ardor social de las bombas que estallaron tres días antes y que mataron
a casi dos centenares de personas. Desde entonces el presidente rela­
cionaría, com o veremos, temperaturas y te rrorism o de forma obsesiva.
El flamante presidente de la sonrisa perpetua n om bró nueva ministra
de M edio A m biente a Cristina Narbona, hasta entonces secretaria fede­
ral de M e d io A m b ie n te y O rdenación de! T e rrito rio de la C om isión
Ejecutiva Federal del Partido Socialista O brero Español. A esta m adri­
leña, la cartera le venía que ni pintada. Ya no sólo p o r su experiencia
en la im plantación de políticas públicas medioambientales sino, sobre
to d o , porque su visión de los problemas ecológicos se acercaba mucho
a la del nuevo presidente. Narbona también fue oradora en aquella con­
ferencia del «cueste lo que cueste» y a p o rtó su granito de arena a la
visión socialista en m edioam biente con un insuperable «no hay peor
contam inación que la pobreza, y son los pobres los que más la sufren».
U n par de años más tarde Zapatero habría de retom ar esta curiosa rela­
ción entre pobreza y M ed io A m biente para la campaña electoral de las
elecciones municipales.
A la nueva ministra le quedaba menos de un año para que arrancara
la fase experimental del Protocolo de K io to en la U nión Europea. Se tra­
taba de la puesta en marcha a comienzos de 2 0 0 5 de un mercado comu­
¿Q ué pasa en España? 207

nitario de derechos de emisión. Durante los siguientes meses los datos


que estaba recopilando el m inisterio iban confirm ando que las emisiones
C O , en España se habían incrementado en to rn o a un 4 0 p o r ciento, 25
puntos porcentuales por encima del límite pactado por el gobierno espa­
ñol con la U nión Europea.7 Esto no era sino el resultado lógico de! inten­
so crecimiento económico de España desde mediados de los noventa. Los
datos de la evolución de las emisiones suponían la confirm ación de un
tem or que llevaba tiem po rondando el debate: el mercado de derechos
de emisión funcionaría a modo de succionadora de recursos españoles
para que en el extranjero alguien se forrara dejando de producir o man­
teniendo una producción que de otro modo el consum idor no hubiera
costeado. Los directivos y los empresarios sabían que antes de que el mer­
cado europeo de C 0 2 se pusiera en marcha habría que asignar los dere­
chos de emisión y para la mayoría estaba claro que no era el m om en­
to de o lvida r las visitas ai m in isterio, las patas de jam ón ibérico ni
las buenas maneras en general. Dado que según Rodríguez Zapatero
el P rotocolo se cum pliría sí o sí, las empresas empezaron a preocu­
parse y agolparse ante las puertas del m in isterio para tra ta r de que
se íes dejara p ro d u c ir el máximo posible. O tras, com o A c e rin o x , lide­
rada p o r un hom bre sin com plejos y sin pelos en la lengua, fueron
m ucho más valientes a! o p ta r p o r la franqueza a d v irtie n d o que el
cum plim ie nto del P rotocolo tal y com o se había establecido s ig n ifi­
caría una segunda reconversión industrial para nuestro país provo­
cada esta vez p o r los políticos. A dem ás,V ictoriano M uñoz, presidente
de la segunda empresa de acero inoxidable del m undo, avisaba que
si los planes del gobierno con respecto a K io to no se m odificaban
su empresa reforzaría las inversiones en sus plantas de Estados Unidos
y Sudáfrica y congelaría las que estaban previstas para España. Hasta
entonces la clase política lo había intentado esconder o negar pero
a p a rtir de entonces quedó claro que la deslocalización sería uno
de los daños que K io to in flig iría a la economía española. Esto, a su
vez, provocó las lógicas friccio n e s entre los sindicatos y el m o vi­
m iento radical ecologista que hasta entonces habían com ulgado de
la mano.

7 Estos datos fueron presentados en abril de 2005. El informe final fue entregado a
la secretaría de la convención marco de cambio climático bajo el título «Greenhouse
Gas Emissions Inventories Report frorn Spain, 1990-2003».
208 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

Todo estaba listo para racionar ios gases y la producción española.


N o sé imaginarme el nivel de éxtasis que tuvo que provocar en Narbona
y su corte de políticos intervencionistas el que les dejaran entrar en el
paraíso socialista a través de las puertas del M inisterio de M edio Ambiente.
De repente K io to les había transportado a una especie de tierra pro­
metida en la que podían asignar derechos de producción, al más puro
estilo de los planes quinquenales, entre las industrias del país som eti­
das al racionam iento ecologista.
Los últimos que habían podido llevar a cabo semejante intervención en
España habían sido los socialistas anti-marxistas, nacionalsindicalistas o como
se quiera llamar al fascismo español de posguerra. En efecto, desde el pri­
mer franquismo nadie había tenido las manos tan libres para racionar la pro­
ducción nacional. El parecido formal con las políticas económicas fascistas
era extraordinario, sólo que ahora la producción se racionaba a través de su
subproducto más conocido [y que de acuerdo con la tecnología disponi­
ble no podía reducirse a corto o medio plazo sin reducir la producción o
empobrecer a los ciudadanos] y la válvula de escape que conformaba el
mercado negro en los años 4 0 y 50 era sustituida en esta versión posmo­
derna de economía de planificación central por el mercado de derechos de
emisión y los llamados mecanismos de flexibilidad.
Las nefastas consecuencias del racionamiento durante el régimen dic­
tatorial del general Franco eran de sobra conocidas por quienes lo vivie­
ron y por los economistas que lo habían estudiado. Así que empresarios
y economistas empezaron a hacer cuentas. La prestigiosa consultora
PriceWaterhouseCoopers presentó un estudio sobre el coste del cumpli­
miento del Protocolo de K ioto para la economía española un par de sema­
nas antes de que la nueva ministra jurara su cargo en abril de 2004. El
estudio venía a decir que sólo en su vertiente directa — es decir, sin con­
tar con los cuantiosos costes indirectos— el «cueste lo que cueste» sería
traduciría en unos 19.000 millones de euros hasta el final del periodo
de aplicación de la primera fase. Para el 17 de junio Narbona ya contaba
con un prim er Plan Nacional de Derechos de Emisión. Sabedora de que
el coste podía ser el Talón de Aquiles del proyecto, la ministra tra tó de
tranquilizar a los 1.066 racionados iniciales, a ios consumidores y al públi­
co en general asegurando que el coste sería mínimo. Desconozco cómo
le sentaría esta afirmación del gobierno a las tres industrias valencianas
que un año después serían clausuradas con carácter cautelar p o r no dis­
poner de autorización para em itir los gases efecto invernadero que racio-
¿Q u é pasa en Es p a ñ a ? 209

na e! protocolo.8 En noviembre de 2 0 0 4 , ni corta ni perezosa, la minis­


tra aseguró con total rotundidad que el coste que «como máximo ten­
drán que realizar todas ellas juntas [refiriéndose a las empresas españolas
sometidas a racionamiento] no será más de 85 miliones de euros al año».9
A hí quedó la promesa sobre la que Narbona nunca volvería.
En esta ocasión no ocurría como con las predicciones catastrofistas
del Club de Roma para cuya comprobación había que esperar cien años.
N i siquiera hubo que armarse de paciencia durante diez años como hicie­
ron Paul Ehriich y julian Simón para zanjar su famosa apuesta sobre el
supuesto agotamiento de los recursos naturales causado p or el sistema
capitalista [apuesta que por supuesto ganó Simón frente a las tesis catas­
tro-ecologistas de Ehriich]. Doce meses pasan tari rápido que no da
tiem po a olvidar las promesas y una vez pasó el prim er año del mercado
de derechos de emisiones todos sacaron sus calculadora y resultó que
los compromisos y los números de Narbona no salían. En ei prim er año
de funcionamiento de ese mercado, que podemos catalogar de cualquier
forma menos de libre, las empresas españolas habían gastado algo más
de 3 0 0 millones de euros. Puesto en otros términos, las empresas espa­
ñolas que no desiocaíizaron y decidieron increm entar su producción
por encima del racionamiento impuesto por ios defensores de Kioto incu­
rrieron en 3,5 veces el coste máximo anual anunciado por la ministra para
acallar las criticas. Y eso era sólo la punta de! iceberg, porque ios costes
de compra de derechos de emisión son migajas si los comparamos con
los costes económicos generados p or ias distorsiones en las decisiones
empresariales, ei desequilibrio de ios costes relativos entre distintos sec­
tores, la deslocalización o la conversión dei mercado abierto en un juego
de suma cero donde io que unos crecen otros io decrecen.
Si en algo coinciden los distintos ministros de Medio Am biente que
hemos tenido y los líderes ecologistas es en declarar a! cambio climáti­
co e! mayor problema al que se enfrenta ei planeta. Lo curioso de! caso
es que para unos y otros el problema más importante, la supuesta
catástrofe sin precedentes en ia historia de la humanidad que se avecina
a pasos forzados, pasa a un segundo plano cuando se io compara con
asuntos como la producción eléctrica a partir de energía nuclear. Vamos,

3 http://Km.liber:addigit(il.com:83/php3/noeícia.php3?fecha_edi_on=2005-l2-l0eCnum_edi.
on= l4S4scpn= ¡2762iOI9¡&seccion=ECO_ D
9 Telemadrici. Diario de la noche. 4 de noviembre de 2004.
210 G u í a p o l ít ic a m e n t e in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m i e n t o g l o b a l y d e l e c o l o g ís m o

que o bien ni unos ni otros creen que el calentamiento global sea para
tanto o prefieren la mayor catástrofe de la historia a usar ía energía nuclear,
lo cual, disculpen la osadía, no debería infundir mucha confianza en el movi­
miento eco-catastrofista. Siguiendo esta singular forma de razonar,el domin­
go 30 de abril de 2006 el gobierno cerró la central nuclear de José Cabrera,
popularmente conocida por el nombre de Zorita, debido al lugar en el que
estaba ubicada, Alm onacid de Zorita [Guadalajara). La central de Zorita
era la pionera de la energía nuclear en España y ¡e quedaban aún dos
años para cum plir con los cuarenta años para los que en principio tenía
autorización. Desde hada meses se especulaba con la posibilidad de que eí
gobierno socialista permitiera la extensión de la vida de los reactores que
estuvieran en perfectas condiciones de seguridad hasta ios sesenta años
para contribuir a acercarnos al protocolo de K ioto y reducir su factura.
Con esta decisión el gobierno pareció querer zanjar el debate, continuar
con su plan para cerrar todas las centrales nucleares hasta 2028 y dejar
claro que el «cueste lo que cueste» no sólo iba muy en serio sino en
clave sectaria. Las centrales nucleares españolas son una parte muy im por­
tante del mix energético ya que son las más fiables a la hora de suminis­
trar toda su potencia instalada cuando nos enfrentamos a picos de deman­
da; momento en el que por cierto, ios molinos que tanto gustan a Zapatero
y a la mayoría de la dase política suelen estar parados. Las centrales nucle­
ares españolas evitan la emisión anua! de 60 millones de toneladas de C 0 2,
algo así corno lo que emite to do el parque automovilístico español. Puesto
en térm ino de barriles de petróleo, eí desmantelamiento al que se ha com­
prometido el presidente Zapatero y que comenzaba con el cierre de Zorita
equivalía en aquel momento a unos 100 millones de toneles.
Ese verano de 2 0 0 6 el gobierno presentó el borrador deí segundo
Plan Nacional de Asignación de Derechos de Emisión. En el mismo la
famosa promesa de! m undo im aginario de la ministra fue pulverizada
por los hechos del mundo real. Ahora el m inisterio reconocía p o r boca
del secretario general para la Prevendón del Cambio C lim ático, A rtu ro
Gonzalo A izp iri, que habría que m ultiplicar eí coste máximo prom etido
p o r Narhona en unas 7 veces hasta situarse en medio billón de las anti­
guas pesetas. Para entonces España ya tenia un desfase de vértigo con res­
pecto a! pacto acordado que rondaba un 52,6 por ciento sobre las emi­
siones del año 1990. Y eso cruzando los dedos y rezando para que los
precios de los derechos de emisión continuaran por ios suelos gracias a
¿Q u é pasa en Es p a ñ a ? 211

la sobreasignación que habían realizado numerosos gobiernos por miedo


a crear problemas económicos por posar en la foto de Kioto.
En vista de lo complicada que se presentaba la situación para cum plir
con los compromisos adquiridos por el gobierno popular y asumidos
de mil amores por el gobierno socialista, el ministerio empezó a diseñar
un plan para tratar de maquillar el descalabro. La idea que triu n fó final­
mente y que fue presentada ante la Comisión Europea consistía en un
plan en el que se pronosticaba el cum plim iento de nuestro país para
finales del periodo 2008-2012 gracias a la obtención de un 39 por cien­
to de los derechos de emisión necesarios a través de los proyectos de
reducción de emisiones en terceros países conocidos como mecanismos
de flexibilidad. Sin embargo, en febrero de 2007 la Comisión Europea Ies
dio un buen tirón de orejas a nuestros expertos en contabilidad creativa
de derechos de emisión. Según la Comisión «la extensión propuesta [por
el gobierno español] del uso de créditos por parte de las empresas pro­
venientes de proyectos de reducción de emisiones Nevados a cabo en te r­
ceros países a la sombra de los mecanismos de flexibilidad del Protocolo
de K ioto no es consistente con la regla según la cual estos mecanismos
deben ser usados para suplementar las acciones nacionales sobre las
emisiones». A través del mismo comunicado, la Comisión Europea reba­
jaba.el maquillaje del gobierno a casi la mitad al afirm ar que «conse­
cuentemente requerimos que España limite el uso de estos créditos al 20
por ciento de las asignaciones permitidas». En el fondo lo que la Comisión
le decía al gobierno español es que de lo que se trata es de que los paí­
ses europeos, campeones mundiales en la retórica del calentamiento, deben
recortar sustancialmente sus emisiones si no quieren convertirse en el
hazmerreír de la comunidad internacional. Gracias a ese mismo documento
los españoles nos enteramos de que el gobierno no tenía previsto cómo
tratar a las nuevas industrias que aparecieran en el mercado [tanto en el
real como en el virtual de los derechos de emisión]. A lo peor es que el
gobierno socialista no creía que bajo su mando la economía española
pudiera seguir creciendo y atrayendo a nuevos inversores industriales.
Como es bien sabido, la huida hacia delante es una de las peores polí­
ticas que puede llevar a cabo una empresa en crisis. Lo mismo ocurre en
política. Pues bien, resulta que nuestros políticos están empeñados en
embarcarnos en una huida hacia delante en lo que a la crisis de K ioto se
refiere. Parece que ya no importan los argumentos racionales sobre el cam­
bio climático, ni sobre el beneficio del proyecto de racionamiento, ni los
212 G u ía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

cálculos de su coste ni los planteamientos éticos respecto a los derechos


de propiedad. Todas estas actitudes cabales se han esfumado a través del
sumidero de la demagogia ecologista. De hecho, los últim os aconteci­
mientos vienen a demostrar que cada vez quedan menos resquicios para
la discusión racional y sensata.
Este últim o verano el in stitu to Goddard de la N A S A se ha visto obli­
gado a rehacer la serie histórica de temperaturas de Estados Unidos des­
pués de que el canadiense Steve M cln ty re descubriera errores im p or­
tantes que la agencia atribuye a fallos en la aplicación informática encargada
de calcular las temperaturas medias. El resultado es que 1998 ya no es
el año más caluroso de los últim os cien años y los años comprendidos
entre el 2 0 0 0 y el 2 0 0 5 registraron en realidad 0,15° C menos de lo
que el In s titu to venía publicando. Después de las correcciones, 1934
sustituye a 1998 en la primera posición de este ranking. El hecho debe­
ría abrir un periodo de reflexión acerca de las causas, extensión y posi­
bles soluciones a! problema del calentamiento. Y esto no sólo porque la
correlación entre las series de temperaturas y de emisiones queda un
ta n to desdibujada en las últimas décadas sino, sobre to do , porque en
1934 se producían muy pocas emisiones de gases efecto invernadero por
parte de la actividad humana en comparación con el periodo posterior
a la Segunda Guerra M undial. Y eso no es todo. Ya fuera del ám bito de
Estados U nidos, la gran noticia es que durante los últim os seis años no
ha habido calentamiento global. El dato bien vale refrescar un poco el
m onólogo catastrofista.
Pero parece com o si estas noticias, lejos de fomentar el debate, sólo
hubieran servido para que los políticos se pongan bravucones y reinci­
dan en el desatino. Los últimos días de agosto el gobierno, que no es capaz
de cum plir con el objetivo actual de lim itar el aumento de emisiones a
un 15 por ciento, firmaba un docum ento respaldando !a propuesta de la
U nión Europea para reducir entre un 25 y un 4 0 p o r ciento las emisio­
nes de C O ? hasta 2020. Países como Suiza,Japón, Nueva Zelanda o China
no han visto con muy buenos ojos la nueva vuelta de tuerca pero en
España, el país más alejado del cum plim iento de los actuales acuerdos, el
lema de la pandilla de políticos sandía que ocupan el gobierno parece
ser «de perdidos a! río».
Ahora parece que la industria empieza a asustarse de verdad. Nada más
conocerse la noticia de las intenciones del gobierno varias organizaciones
empresariales se llevaron las manos a la cabeza y han puesto el g rito en
¿ Q u é p a s a e n Es p a ñ a ? 213

el cielo. La Federación Asturiana de Empresarios, p or ejemplo, acusó al


gobierno central de «convertirse en adalid» de K ioto con países que «tie­
nen resuelto el problema de las emisiones y se dedicarán a vendernos
los derechos». Severino García Vigón, representante de esta federación
recordó la obvia relación entre prosperidad, consumo energético y aumen­
to de las emisiones, y pidió «sensatez» al gobierno sin saber, supongo, que
a estas alturas eso es pedirle peras al olmo.
De cara al futuro a los españoles nos queda esperar la aparición de una
nueva generación de políticos con suficientes agallas y sentido de la res­
ponsabilidad como para evaluar de nuevo — y con tranquilidad— las cau­
sas y consecuencias del cambio climático y, si fuera necesario, buscar medi­
das para su atenuación alejadas dei racionamiento y demás medidas de
intervencionismo económico radical que tan malos resultados nos han
arrojado en ei pasado.

Spain is diffenent. Precaución con ei principio de precaución

Si se hicieran encuestas internacionales acerca del grado de creencia


en la teoría del calentamiento global antropogénico, estoy convencido de
que la opinión de los españoles quedaría reflejada como una de fas más
fervorosas. Con demasiada frecuencia los españoles olvidan que la justifi­
cación del Protocolo de K ioto es ei principio de precaución. Si bien hay
un buen número de modelos informáticos que respaldan las teorías del
calentamiento provocado por la actividad humana, no es menos cierto que
fuera de ese ámbito, abonado sobremanera por generosas subvenciones
publicas, las dudas sobre la extensión y la causalidad dei fenómeno están
siendo debatidas. E! Protocolo de K ioto se empieza a gestar en la Cumbre
de Río gracias a! concepto estrella engendrado en ei país sudamericano: el
principio de precaución. La idea básica de este principio es que no hace
falta tener certidum bre sobre e! daño causado p or una actividad para
prohibirla o restringirla. Serán en todo caso ios responsables de la activi­
dad ios que tengan que demostrar que jamás podrá tener efectos graves
si quiere estar libre de intervenciones o prohibiciones medioambientales.
De este modo se dejó en manos de los burócratas internacionales, ios polí­
ticos y funcionarios nacionales asi como de las Organizaciones N o [sic]
Gubernamentales el poder arbitrario de interferir con actividades que no
habían provocado ningún efecto directo comprobado sobre nadie.
214 G U ÍA PO LITIC A M EN TE IN C O R R EC TA DEL C A L E N T A M IE N T O G LO B A L Y DEL E C O LO G IS M O

Parece mentira que en Europa aboliéramos la quema de brujas para


luego adoptar este principio. Los políticos europeos trataron incluso de
m eterlo com o artículo de la fallida constitución europea. En cualquier
caso, esta perversa reversión de la carga de la prueba fue el abono per­
fecto sobre el que el Protocolo de K io to floreció. A los políticos ni se
les ha pasado por la cabeza que si aplicamos el principio de precaución a
su criatura más famosa, el p ro to c o lo de marras, su ejecución debería
suspenderse inm ediatam ente debido a que nadie nos puede asegurar
que no vaya a tener consecuencias socio-económicas graves e irreversi­
bles para innumerables individuos; más bien to do lo contrario. Para qué
iban a fijarse en nimiedades com o el ser consecuentes en la aplicación del
principio si, después de to d o , esa inconsecuencia les abre la puerta a la
gestión centralizada del riesgo, un objetivo largamente anhelado p o r los
estatistas de todos los signos.' El principio de precaución se había con­
vertido p o r arte de birlibirloque en la coartada perfecta para expropiar
la gestión privada e individualizada del riesgo. Los ecologistas ya lo habían
intentado anteriorm ente de forma menos sofisticada. En 1972 lograron
forzar la prohibición del DDT por parte de la Agencia para la Protección
del M edio Am biente de Estados Unidos por posibles daños en la cade­
na alimenticia que podía tener cierto impacto en la cáscara de los hue­
vos de algunas aves. Para evitarnos correr ese potencial — pero extrema­
damente débil— peligro, se centralizaron las decisiones sobre el DDT.
Los norteamericanos quedaron redimidos de los futuros daños del insec­
ticida pero, al mismo tiem po, fueron forzados a correr los riesgos de no
c o n ta r con él; ellos, y m illones de personas en to d o el planeta.
Desgraciadamente, la malaria, cuya erradicación había avanzado enorme­
mente en Á frica y se había culminado en Estados Unidos, volvió a exten­
derse por el más viejo de los continentes. El coste de que unos ilumina­
dos nos impusieran su sentido autoritario y casi totalitario de la precaución
es, a día de hoy, la muerte de unos tres mil niños cada día. La Organización
M undial de la Salud anunció en 2 00 6 que después de treinta años, cam­
biaba su política con respecto a! DDT y que volyía a apoyar su uso con­
tra la malaria. A los ecologistas todavía no se Ies ha oído pedir perdón.
Todo lo contrario, por lo que se ve, se sienten orgullosos de su Frankenstein,
el principio de precaución.
A los ecologistas y a los científicos que viven del maná impositivo esta­
tal no les gusta que les pidan pruebas o detalles sobre los supuestos impac­
tos que con elevadas dosis de alarmismo pronostican sin descanso. Aquí
¿Q ué pasa en España? ; 215

el p rin c ip io de precaución juega un pape! im p o rta n te . En el p ró lo g o a!


Inform e N arbona,su coordinador, José M anuel M o re n o Rodríguez, no tiene
reparos en afirm ar que «la falta de con ocim ie nto existente hace difícil con ­
cretar el detalle de los im pactos. En to d o caso, los im pactos que se pre­
sume ocurran son tantos y de tan variada naturaleza que de ninguna mane­
ra la falta de conocim iento detallado puede servir de excusa para no actuar,
aquí y ahora»10. El argum ento merece muchas consideraciones entre las que
no creo que quepa la de ser más papista que el papa en eso de la aplica­
ción d e lm étodo científico. C on ese ta lno es de extr
catedrático de ecología de la Universidad de Castilla La M ancha, se nega­
ra a facilitarle a A n d re i llarionov, p o r aquel entonces asesor económ ico dei
presidente de la Federación Rusa, los datos con los que había elaborado
varias de las predicciones catastrofistas del Inform e N arbona. El incidente
tu vo lugar durante una conferencia sobre el p ro to c o lo de K io to organi­
zado p o r la Fundación Rafael del Pino y a m uchos asistentes ni siquiera les
sorprendió la reacción del español. Y es que llueve sobre m ojado.

Estado de m iedo

Si de lo que se trata es de convencer a la gente para que o to rg u e sin


rechistar ese p o d e r a rb itra rio a p o lítico s y ecologistas a pesar de que no
está claro el m o tivo ú ltim o [ta n to los factores com o su im portancia rela­
tiva] del aum ento los 0,6° C en la tem peratura global que al parecer se
p ro d u jo durante el siglo xx ni, menos aún, si el ser hum ano tiene alguna
posibilidad de cam biar esa tendencia o hacerlo sin in c u rrir en un em po­
brecim iento im p o rta n te de la población [o si el coste de adaptación no
sería m en or que el de re du cir las emisiones de C 0 2 a la espera de nue­
vas tecnologías], la clave está en asustar al personal to d o lo que se pueda.
La generación de un estado de m iedo que lleve a la ciudadanía a renun­
ciar al c o n tro l sobre su propiedad y a algunas de sus libertades econó­
micas más im p orta n tes se con vierte en una estrategia política crucial.
M ichael C rich to n d io en el clavo al titu la r su novela de ficción sobre el
m ovim iento ecologista y el cambio clim ático Estado miedo. En España ocu­
rrió algo sim pático en relación a este lib ro . Greenpeace se s in tió en la

10Véase «Principales conclusiones de la evaluación preliminar de los Impactos en España


por el efecto del cambio climático», popularmente conocido como p. 5.
216 G uía políticamente incorrecta del calentamiento global y del ecologismo

necesidad de responder a la presentación de! libro de Crichton y emitió una


nota criticando al escritor de best-sellers, a George W. Bush, a las petroleras
y a todo ei que no comulga con su credo cuasi-reiigioso. La nota finalizaba
tratando de convencer al lector de que el movimiento ecologista no trata
de in fu nd ir miedo. Sin embargo, la nota venía ilustrada con una foto del
huracán Karina a su paso p or la costa de Estados Unidos, un fenómeno
natural que incluso el IPCC negaba que tuviese relación aparente con el cam­
bio climático.Y es que cuando uno se ha habituado infundir miedo y crear
alarma social ya no es consciente ni de estar haciéndolo. Una vez adquiri­
do el vicio alarmista, ocultarlo se vuelve más complicado de lo que parece.

Con el agua al cuello

Tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, una de las cuestiones


claves del m ovim iento ecologista, al menos en lo que a K ioto se refiere,
ha sido cómo convencer a la ciudadanía de que hay que in currir en cuan­
tiosos costos y renunciar a mejoras socioeconómicas para poner en mar­
cha un plan de racionamiento cuyos efectos sobre la temperatura del pla­
neta son; insignificantes. La respuesta, como comentaba, pasa p or acojonar
tanto a la población que los individuos no sepan ni dónde tienen la mano
con la que firman cheques en blanco a la O N G ecologista de turno. Fruto
de esta campaña de! miedo y prueba fehaciente del absurdo al que han
llegado sus prom otores son las declaraciones de Narbona atribuyendo a!
efecto invernadero provocado por el hombre cualquier temperatura supe­
rio r o inferior a la media histórica. Así, en marzo de 2005 Narbona expli­
caba a los alumnos de un centro de enseñanza secundaria de Pozuelo de
Alarcón [M adrid] que «el frío tan intenso y tan súbito» que estaba vivien­
do España «también tiene que ver con el cambio climático»". Sin embar­
go, en un país con 4 0 millones de habitantes rodeados casi p or comple­
to p o r el mar, la forma más obvia de meterle a la gente el miedo en el
cuerpo es convencerles de que el agua les va a llegar al cuello o, si cuela,
un poquito más arriba. En los programas de televisión se nos presentan
historias que sugieren una España del año 2100 a medio camino entre
Mad Max y Waterworld. Para darle un em pujoncito a estas ideas, el informe
Narbona afirma que «para finales de sigio es razonable esperar un aumen-

" h ttp ://m m .lib e rta d d ig ita l.co m /ind ex.ph p ?a cü on = d esa no tie icp n= 12 76 2 46 0 03
¿Q ué pasa en España? 217

to de 5 0 cm en e! nivel dei mar, con un m etro com o escenario más pesi­


mista»12. Los medios que d ifu nd ie ron la noticia se lim itaron com o de cos­
tu m b re a hablar del m etro com o si fuera seguro y d ifu m in a ro n el h o ri­
zonte tem poral. El p ron óstico sobre la subida del nivel del m ar en España,
incluso aceptando las hipótesis de trabajo del IPC Q es m ucho menos espec­
tacular cuando se mira con la cabeza fría. Además, a nuestros políticos no
parece interesarles en ninguna medida inform arnos acerca de cuántos cen­
tím etros de subida del m ar evitaría esa «actuación aquí y ahora», es decir,
ese racionam iento de emisiones, que reclaman los kiotófiios.
N o está de más indicar que la predicción de elevación media global
del nivel de m ar según N aciones Unidas es de 0 ,4 m etros para el año
2100. Esto, claro, si los m odelos no han vu e lto a equivocar a los cie n tífi­
cos, o viceversa. Estos datos son un poco toscos porque el M ed ite rrán e o
no tiene p o r qué subir exactamente lo m ismo que el A tlá n tic o , pero valen
para hacerse una idea. A n te este p ro n ó stico , la gran pregunta de cara a
la aceptación o el rechazo de una política pública co m o el P ro to co lo de
K io to es saber cuánta subida nos ahorraríam os si to d o s los países cum ­
plieran el acuerdo de recorte de gases efecto invernadero — además de
cuá nto cuesta y de c o n tra sta rlo con el beneficio y el coste de medidas
alternativas— . Pues bien, si aceptamos el valor m edio de la previsión de
Naciones Unidas sobre la subida de las tem peraturas para finales de siglo,
de 2,4° C , y p o r o tro lado sabemos que el efecto atenuante de un h ip o ­
té tic o c u m p lim ie n to de K io to p o r todas las partes es de 0 ,0 7 ° C para
2 0 5 0 , o 0,14° C en 2100, podem os hacernos una idea rápida del efecto.13
Si 2,4° C producen una elevación (lineal] del nivel del m ar de 0 ,4 m etros,
una subida de las tem peraturas de 2,26° C (2,4° menos 0,14o] producirá
una elevación [lineal] del nivel del mar de 0,38 metros. En resumidas cuen­
tas, la penitencia de c u m p lir con K io to tiene un efecto sobre el nivel del
m ar de unos 2 centím etros de aquí a 2100.Vamos, que K io to no parece
te n e r la fó rm u la de M oisés para d ete n er las aguas. Si encima hacemos
un p oco más realista el presupuesto de partida de que to d o s los países
van a c u m p lir con su com prom iso, algo que está lejos de o cu rrir, la reduc­
ción se acercaría más a 1 que a 2 centím etros

12 informe Narbona, p. 26.


13 Agradezco a Sallie Baliunas, astrofísica del Harvard-Smithsonian C enter for
Astnophysicslos, sus amables comentarios acerca de los efectos del protocolo de Kioto
sobre el nivel del mar que he usado en este apartado.
G uía POLITICAMENTE incorrecta del CALENTAMIENTO GLOBAL Y Da ECOLOGISMO

Haz io que digo, no lo que hago

Eí problema de g rita r «que viene el lobo» día sí y día también es


que a p a rtir de un punto la gente te pide que seas consecuente con lo
que pregonas. Consciente de estoja ministra de M edio Ambiente, Cristina
Narbona, ha advertido a los españoles en diversas ocasiones que, por
su p ro p io bien, no deben com prar o c o n s tru ir cerca de la playa. A
comienzos de 2 0 0 7 , durante una visita a! paseo m arítim o de A ltea
(A lic a n te ] a firm ó categóricam ente que debido a la subida deí nivel
del mar, causada p o r el cam bio clim á tico, «aconseja no seguir coi-
m atando la prim era línea de ¡a playa» y que incluso c o n s tru ir cerca
de! mar es «totalm ente desaconsejable»14. Pero m ientras N arbona se
esforzaba en m antener viva esta campaña dei m iedo, saltaba la n o ti­
cia de que su presidente, Rodríguez Zapatero, no le hacía ni caso y
hasta le boicoteaba. Vamos, no se tragaba las monsergas alarmistas
de su m inistra o, lo que viene a ser lo mismo, que se acababa de com ­
p ra r un chalecito ju n to a la playa. Está claro que Zapatero no está
dispuesto a predicar con ei ejemplo y que a él las campañas de miedo
no le asustan. Lo que no queda tan claro a la luz de las acciones opues­
tas del presidente y el M in iste rio de M ed io A m biente es si Narbona
seguía la senda trazada p o r el m ovim iento radical ecologista, si se creía
lo que decía o si simplemente trataba infructuosam ente de reducir la
demanda de chalets de primera línea de playa y con ello el precio de la
casa de veraneo de Rodríguez Zapatero y Sonsoles Espinosa. Para colmo,
el chalecito en cuestión, situado ju n to a la playa de Vera, se encuentra
en una rambla inundable en caso de aguacero, m otivo por el que,al pare­
cer, los vecinos de la pareja presidencial han instalado bombas de agua
en garajes y trasteros.15 Es discutible si se puede hallar una cara más son­
riente que la de ZP, pero dudo que podamos encontrar una más dura.

Terrorismo y cambio climático

A pesar de sus acciones, Zapatero no pierde ocasión para meter miedo


con el cambio climático. En noviembre de 2006 se superó a sí mismo

14 http:// actualidad.terra.es/ciencia/articulo/nGrbona_subida_niveLmúr_0cmseja_l5O7M3Mm
55 La Información acerca de las pésimas características hidrológicas dei chalet de Zapatero
fue publicada en el número de abril de 2007 de la revista Interviú.
¿Q u é pasa en Es p a ñ a ? 219

durante su discurso en la X V I Cumbre Iberoamericana de Montevideo.


En aquella ocasión la hazaña consistió en declarar que «el cambio climá­
tico ha provocado más muertos que el terrorism o internacional» ante el
asombro de la mayoría de los mandatarios latinoamericanos.
incluso suponiendo que fuera cierto que la actividad humana es la
principal responsable de un cambio climático que estuviese provocando
muchas más muertes de las normales, la comparación es totalmente obs­
cena. La reacción de un hombre decente debería de ser: «¿y qué?». Mientras
que el supuesto incremento de las muertes p o r el cambio del clima no
sería intencionado y se parecerían mucho a las que tienen lugar en los
accidentes de carretera, el terrorista mata conscientemente a sus vícti­
mas para conseguir algún tipo de fin político. Comparar lo uno con lo
o tro es fru to de una mente retorcida capaz de obviar la gigantesca dife­
rencia que hay entre la decisión de asesinar y ia ocurrencia de una acci­
dente. Es precisamente lo que ha hecho el entorno de ETA durante años
comparando el número de asesinatos con los muertos en accidentes de
tráfico para concluir que tampoco es para tanto lo que hacen.
La comparación es todavía más detestable si tenemos en cuenta que
los científicos todavía no tienen claro en qué medida ia actividad del ser
humano puede estar contribuyendo al cambio del clima, a través de las
emisiones de C O „ en comparación con otros factores como el vapor de
agua, la actividad solar o el C 0 2 que no es em itido por el hombre. Pero
es que, además, ¿cómo puede Rodríguez culpar al cambio del clima de la
muerte de tanta gente si el clima siempre ha estado cambiando? Sospecho
que el calentamiento que se produce desde la última era glaciar hasta la
actualidad ha salvado millones de vidas. Si se refiere sólo al calentamien­
to que ha tenido lugar en los últimos cien años, en los que el planeta se
ha calentado en to rno a los 0,6° C, éste puede haber sido malo para algu­
nas personas pero, sin duda alguna, está siendo buenísimo para otras
muchas. N o olvidemos que, según los modelos usados por las Naciones
Unidas, el calentamiento tiende a darse sobre to do en las regiones más
frías del planeta. ¿Quién decide qué es más valioso? ¿El mal o el bien
que causa el cambio actual del clima? ¿O es que vamos a renunciar a pen­
sar que el calentamiento — tenga la causa que tenga— tiene efectos posi­
tivos sobre el ser humano? Detrás de las palabras de Zapatero también
se esconde la peligrosa idea de un óptim o climático que deberíamos de
estar persiguiendo continuamente pero que sólo existe en su recalenta­
da cabeza.
220 G u í a p o l i t i c a m e n t e i n c o r r e c t a d e l c a l e n t a m i e n t o g l o b a l y d e l e c o i .o g i s m o

Sin e m b a rg o , hay un a sp e cto dei qu e n o no s habla el p re s id e n te


socialista en ei que el cam bio clim á tico y e! te rro ris m o se parecen e x tra o r­
dinariam ente. Esa s im ilitu d no es o tra que la reacción de ¡os gobernan­
tes ante dos fenóm enos tan d is tin to s .Y es que ta n to el te rro ris m o co m o
ei c o n tin u o cam bio del clim a son utilizados para c o n c e n tra r más p o d e r
p o lític o en manos del Estado. Cada mensaje eco ló g ico catastrofista y cada
alarma p o r acciones terro ristas están sirvie n d o a ios gobiernos para redu­
c ir las libertades económ icas y civiles de ios in d iv id u o s. Si no decim os
«basta ya» a tie m p o , un día nos en co ntra re m os vagando p o r una socie­
dad donde un gran herm ano vigila to d o s nuestros m o vim ie n to s «con el
fin de protegernos» m ientras que un co m ité de planificación central orde­
na có m o p ro d u c ir y có m o resolver ios problem as m edioam bientales con
los que nos vayamos en co ntra nd o.
En plena campaña de las elecciones au ton óm ica s de 2 0 0 7 Zapatero
d io o tra vuelta de tuerca a la relación entre el cam bio clim ático y el te rro ­
rism o. En esta ocasión lo que hizo fue s u p rim ir e! te rro ris m o de su agen­
da y p roclam ar que está en «guerra só lo c o n tra !a pobreza y el cam bio
clim á tico » 16. A juzgar p o r la localización de su nueva casa, el líd e r socia­
lista no sólo está inm e rso en guerra m uy peculiar co n tra el cam bio cli­
m ático en la que dispara con p ó lvo ra ajena; sino que se encuentra en p ri­
m era línea de batalla. A quienes n o cre o que la a firm a c ió n fe hicie ra
nin gu na gracia es a los pobres. M ás bien tu v o que darles un susto de
m u e rte p o rq u e si la efe ctivida d de la guerra c o n tra ¡a pobreza se va a
parecer en algo a la de la guerra c o n tra el C O , de Zapatero, las p o sib i­
lidades de p ro sp e ra r bajo el im p e rio de sus políticas se acercan p e lig ro ­
sam ente a cero.17
Sin em b argo , aquellos que crean que esto se arregla con un sim ple
cam bio de gobierno ya pueden ir desengañándose. N o ya porque el Partido
Popular fue el que nos m e tió en este lío [aunque podrían haber cambia­
d o , claro] sino p o rq u e después de to d o io que ha llo v id o no parece que
sean capaces de ilam ar a las cosas p o r su nom bre ni de escapar de la misma
jaula en la que se encuentran los socialistas, la de! discurso políticam en­
te co rre cto . A p u n to de da r in ic io la precampaña electoral para las gene-

16 http://mm.libertaddigitaLcQm:83/php3/noticia.php3?fecha_edi_on=2007~Q4~078Cnum__
edi_ on - 1468-^cpn= Í276302837&secdon = . ESP_D
17 http://www.libertadd¡giial.com:83/php3/noticia.php3?fechü_edi__on=2007-04-07s[num_
edi_on= ¡468&:cpn= 1276302837m ecdon - ESP_D
¿Q u é pasa e n Espa ñ a ? 221

rales de 2008, el director del programa del PP; Juan Costa, ha declarado
que los «nuevos desafíos de España» son «un mundo global afectado por
problemas como el cambio climático, la lucha contra la pobreza o la segu­
ridad». El problema de la declaración no es que parezca la de un clon de
Rodríguez Zapatero, es que carece de! más elemental sentido de la pro­
porción. La pobreza y la inseguridad son problemas que cuestan la vida
de millones de seres humanos y sabemos, en muchos casos, cómo redu­
cirlas sensiblemente. El cambio climático, p or el contrario, ni está ponien­
do en peligro a día de hoy la vida de millones de seres humanos [recor­
demos que el 1PCC prevé una subida de 2,4° C para 2100] ni sabemos
con certeza qué lo causa, ni está claro cuál va a ser su evolución futura,
ni tenemos en la actualidad tecnologías o medidas que sean económica­
mente viables y que puedan alterarlo significativamente sin empobrecer­
nos provocando un problema posiblemente mayor que el que tratamos
de solucionar.
El histerismo medioambiental ha logrado poner al cambio climático a
la misma altura que el sida, el hambre o enfermedades como la malaria
que matan hoy a millones de de personas y cuyos antídotos están bas­
tante más desarrollados que los del cambio climático. Los recursos con
los que contamos para luchar contra estos males son escasos y si los
gobiernos se dedican a empobrecernos y gastar entre 150.000 millones
de dólares y 350 mil millones de dólares anuales, que es lo que se calcu­
la que costaría K ioto si todos los países firmantes lo llevaran a cabo, no
se dispondrá de esos recursos para aquellos problemas que son más
acuciantes. Además, el p ro to co lo de K io to no evita el calentamiento
sino que reduce en 0,07° C la subida de las temperaturas. Esto también
se puede expresar de otro modo. El cumplimiento del protocolo de racio­
namiento retrasaría 3 años en 2050 y 6 en 2100 la subida de las tempe­
raturas que de o tro modo se hubiese producido. En definitiva, los políti­
cos tienen que optar. Esto es lo que lleva tiem po defendiendo Bjorn
Lomborg, fundador de El Consenso de Copenhague, un proyecto dedi­
cado a evaluar los mayores problemas de la humanidad y la forma más
efectiva y eficiente de luchar contra ellos. Lom borg, ex m iem bro de
Greenpeace, afirma que «hay mejores formas para gastar 150 billones al
año. Los líderes mundiales deberían ser invitados a dejar de lado su
obsesión respecto a la amenaza distante y exagerada de la alteración de
clima, para comenzar a hacer ahora algún verdadero bien al mundo».
222 G u Ia p o l it i c a m e n t e in c o r r e c t a d e l c a l e n t a m ie n t o ; g l o b a l y d e l e c o l o g is m o

En to d o caso, si el cam bio clim ático se term ina c o n v irtie n d o en el p rin ­


cipal o uno de ios principales problem as de la hum anidad, habrá que estar
preparado para lu ch a r co n tra él. N o creo que nadie m edianam ente sen­
sato piense en serio que el e n ge nd ro de K io to sería una fó rm u la eficaz
en ese h ip o té tic o caso. Si el cam bio clim á tico es un problem a de p rim e r
orden y el C 0 2 p ro d u c id o p o r el ho m bre fuese su causante, existirían fo r­
mas m ucho más efectivas de actuar. La prueba está en la com paración de
lo que ha lo g ra d o España y lo que ha lo g ra d o Estados U nid os. M ie n tra s
que e! país no rte am erica no ha dejado que ei lib re m ercado produzca sus
fru to s incre m enta nd o la acum ulación de capital lo que, a su vez, ha p ro ­
d u c id o m ejoras en (a p ro d u c tiv id a d y la eficiencia a to d o s los niveles,
España y to d a la U n ió n Europea han pu esto en m archa un gigantesco
plan de racio nam ie nto y co m e rcio de derechos de em isión acom pañado
de incontables planes nacionales en d is tin to s sectores para tra ta r de redu­
c ir la em isión de C 0 2. En el caso de nuestro país, te n g o no ticia de unos
veinte planes reguladores de industrias específicas en ios que se presum e
de estar intervinie nd o para ayudar al cu m plim ie nto de! p ro to c o lo de K io to
pero estoy seguro de que alguno se me habrá escapado. Pues bien,a pesar
de to d o ese in te rve n cio n ism o verde sobre la lib e rta d económ ica de los
españoles, e! resultado es que entre 1990 y la actualidad las em isiones han
crecido cerca de un SO p o r cie n to m ientras que en Estados U n id o s ese
crecim iento ronda el 35 p o r ciento. De to d o s m odos, alguien objetará con
razón que lo interesante es observar la evolución de ese increm ento. A sí,
si tornam os un p e rio d o más reciente co m o el interva lo 2 0 0 0 -2 0 0 6 resul­
ta que m ientras que España ha increm entado sus emisiones en 16 p u n to s
porcentuales, Estados U n id o s ha co n se g u id o prácticam e nte estabilizar­
las. En ese m ism o p e rio d o el c o n ju n to de la U n ió n Europea no ha sido
capaz, ni aun con el mísero cre cim ie n to e co n ó m ico registrado en la zona
euro, de rebajar la tasa media anual de cre cim ie n to de las em isiones p o r
debajo de! 1 p o r cie n to [de hecho, la tasa de crecim ie nto en ese p e rio d o
se ha situado cerca de! 1,07 p o r cie n to ] m ientras que la de Estados U nidos
ha sido del 0,38 p o r ciento.
Bajo ei sistema de ra cio n a m ie n to co n m ercado de derechos de em i­
sión, España y Europa no parecen capaces de redu cir C O , si no es a costa
de crecim ie nto económ ico. Este hecho no debería so rp re nd er a nadie que
W 3 estado h a bitan do este planeta recientem ente. Ei vie jo m é to d o dei
racionam iento tan q u e rid o p o r socialistas y nacionalsocialistas daña la pro-
# P i i, 'a innovación y el cre cim ie n to económ ico. En cam bio, ia iib e r-
¿ Q u é p a s a e n Es p a ñ a ? 223

tad económ ica impulsada p o r el m ercado libre y un pequeño em p ujon -


c ito fiscal [desgravacion.es p o r instalación de tecnologías que aum enten
la eficiencia energética], hacen de la acum ulación de capital, la m ejora de
ia productividad y la innovación tecnológica, los mejores aliados del M e d io
A m b ie n te .
La libertad económica nos ayudará a proteger y m ejorar nuestro m edio
am biente en general y la lucha co n tra un posible calentam iento global
peligroso para el hom bre en particular. Si querem os estar preparados para
a fro n ta r los grandes retos que la naturaleza nos planteará en un fu tu ro
más o m enos lejan o y de ja r a n u e s tro h ijo s y n ie to s un m u n d o más
habitable, más próspe ro y más seguro, debem os p e rm itir que los in d iv i­
duos y las sociedades se desarrollen en lib ertad, p o n ie n d o ía creatividad
humana y el libre mercado al s e rv id o de los problemas que ios individuos
consideren más acuciantes para nuestra especie. Hay vida más allá de K io to
y de hecho es más rica, más libre y más templada.

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