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La excepción que regula el inciso 2, Falta de capacidad de ejercicio del

demandante o de su representante, de acuerdo al artículo 43 del Código Civil.


Capacidad procesal Esta constituye un presupuesto procesal fundamental y
debe ser entendida como la aptitud para ser titular de situaciones jurídicas
procesales y para desarrollarlas por sí mismo.
La capacidad para ser parte del artículo 47 del Código Procesal Civil tiene su
correlativo en la capacidad de goce o la capacidad jurídica, artículos 1 y 3 del
Código Civil
La capacidad para ser parte es definida por Palacio como: “la idoneidad
reconocida por el ordenamiento jurídico para ser titular de derechos y de
deberes procesales”.
El artículo 3 del Código Civil (capacidad jurídica o capacidad de goce); señala “Toda
persona tiene capacidad jurídica para el goce y ejercicio de sus derechos. La
capacidad de ejercicio solo puede ser restringida por ley. Las personas con
discapacidad tienen capacidad de ejercicio en igualdad de condiciones en todos los
aspectos de la vida.”,
La capacidad de goce; es extensiva al concebido, a las personas jurídicas, a los
organismos autónomos del Estado y a los patrimonios autónomos.
La capacidad jurídica; es la posibilidad que tiene la persona de gozar de las situaciones
jurídicas previstas por el ordenamiento jurídico; sin embargo, no todas las personas que
tienen capacidad para ser parte, se hallan dotadas de aptitud idónea para realizar por
sí mismas, actos procesales válidos.
La capacidad procesal regulada en el Código Procesal Civil (Art. 58 CPC.) tiene
igualmente su equivalente que es la capacidad de ejercicio o de obrar (Art. 42
del Código Civil).
Capacidad procesal; constituye uno de los requisitos de admisibilidad de la pretensión.
Este tipo de capacidad supone la aptitud legal de ejercer los derechos y de cumplir los
deberes inherentes a la calidad de parte.
Esto implica que la capacidad jurídica, esto es la capacidad de ser parte en el proceso;
no determina que se pueda obrar en el proceso de manera directa e independiente.
Por lo que ingresamos a lo que se denomina capacidad procesal, que es la aptitud legal
de ejercer los derechos y de cumplir los deberes inherentes a la calidad de parte.
Lo señalado líneas arriba nos lleva a decir que se puede tener capacidad para ser parte
en un proceso, pero no tener capacidad procesal; la persona tendrá la aptitud para ser
titular de situaciones jurídicas pero no tendrá la aptitud de ejercerlas, por sí misma, sino
a través de representantes legales, como sería el caso de los menores de edad, por
citar.
Representación del demandante
La capacidad procesal no solo lo debe gozar el demandante sino el representante de
este. En ese sentido el inciso 2 del artículo 561 CPC., permite ejercer la representación
en caso de alimentos “El padre o la madre del menor alimentista, aunque ellos mismos
sean menores de edad”.
La aptitud para ser titular de situaciones jurídicas procesales y para desarrollarlas por sí
mismo, no siempre es coincidente en una misma persona. Puede ocurrir que por razones
voluntarias, legales o judiciales, las partes no realicen directamente actos jurídicos
procesales, pudiendo delegar dicha actividad en un tercero, desde luego con
capacidad de ejercicio, con la finalidad de que actúe procesalmente en nombre y
lugar de la parte. Cuando nos encontramos ante esa situación podemos calificarla de
representación procesal.
La representación procesal, atendiendo a la fuente que emana la autorización para
actuar por otro puede ser legal, voluntaria y judicial.
La representación legal; está ligada a la incapacidad procesal de obrar. Es el
ordenamiento jurídico (ley) el que establece quienes, que no tienen aptitud para poder
desarrollar las situaciones jurídicas de la que son titulares, deban ser representados, por
citar, los padres son representantes legales de los hijos menores de edad. (Art. 63, 64,
65 del CPC.)
La representación voluntaria; serán las propias partes las que decidan qué persona es la
que va actuar por él y bajo determinadas facultades. Estas facultades van a estar
contenidas en el poder para litigar y se puede otorgar solo por escritura pública o por
acta ante el juez del proceso y no requiere estar inscrito en los Registros Públicos. (Art. 72
CPC). Ej. El apoderado judicial (art. 68 del CPC) y el apoderado común (art. 76 del
CPC.)
La representación judicial; es el juez el que nombra al representante de una parte en el
proceso, como es el caso del curador procesal (Art. 66 del CPC.).
Importante
Una figura especial en este tipo de representación es la procuración oficiosa, regulada
en el artículo 81 CPC. Aquí opera una autorización legal genérica que permite a una
persona, comparecer en nombre de otra, de quien no se tiene representación expresa.
Los representantes necesarios o voluntarios, tienen la carga de acreditar ab initio la
personería que invocan.
La persona que se presenta al proceso, por un derecho que sea propio aunque le
competa ejercerlo en virtud de una representación legal, deberá acompañar con su
primer escrito los documentos que acrediten el carácter que inviste.
En el caso de los representantes de las sociedades o asociaciones deben justificar tal
carácter mediante presentación del testimonio de constitución o del acta de la
asamblea o reunión de socios que los hayan designado.
Los administradores de una sucesión, albacea, síndicos, etc, deben presentar el
testimonio de su designación por los interesados o por el órgano judicial
correspondiente, así como, la aceptación del cargo.
Puede suceder que por inadvertencia del juzgado se constituya como representante a
quien ha omitido el cumplimiento de la referida carga. En tal hipótesis es admisible la
excepción de representación defectuosa o insuficiente del demandante o
demandado; sin embargo, puede darse el caso que no se justifique la personería, el juez
debe exigir de oficio el cumplimiento de ese requisito y fijar un plazo para ello bajo
apercibimiento de concluir el proceso, esto en aplicación del inciso 3 del artículo 465
CPC.

La excepción que recoge el inciso 4 de la norma en comentario, constituye el medio


acordado para denunciar la omisión o la formulación imprecisa o ambigua de las
enunciaciones legalmente exigibles al interponer la demanda.
Esta excepción no se refiere al fondo de la pretensión procesal, sino solo a la forma por
lo que únicamente cuestiona los aspectos relativos a una mejor comprensión por parte
del juez y del sujeto pasivo del proceso; no se dirige a la comprobación de los hechos
afirmados en ella, sino a exigir que estos, su fundamentación y petitorio sean expuestos
con claridad.
Si se declara fundada esta excepción, se suspende el proceso hasta que el
demandante subsane los defectos señalados
Esta excepción es conocida en otros ámbitos como “excepción de defecto legal”.
Según Caravantes: “no se refiere al fondo o justicia de la demanda, sino que solo tiene
lugar cuando la forma de la demanda, esto es, el modo de formular la pretensión,
adolece de vicio o no se ajusta a los requisitos y solemnidades que prescribe la ley para
que pueda ser admitida por el juez. Tal sucederá cuando no se fije con precisión lo que
se pida o no conste la persona contra quien se proponga o la que la entable o no se
exponga sucintamente y numerados los hechos y los fundamentos de derecho...”.
CARAVANTES, José de Vicente, Tratado Histórico, Crítico, Filosófico de los Procedimientos Judiciales en Materia Civil, según la
nueva Ley de Enjuiciamiento, Madrid, Imprenta de Gaspar y Roig Ediciones, 1856, Tomo II, p.6)
La proposición de esta excepción y su acogimiento deben guiarse por el respeto
de la garantía constitucional de la defensa. A través de ella, lo que se denuncia
es la imposibilidad de identificar en la demanda: “i) quién demanda; ii) a quién
se demanda; iii) qué se demanda o iv) por qué se demanda” (Monroy, 1994: p.
126)
Procede esta excepción cuando no aparecen debidamente individualizados los
nombres del actor o del demandado, impidiendo fijar inicialmente en forma inequívoca
a los sujetos del proceso. Ej. No se individualiza el nombre del propietario del automóvil
causante del daño; procede cuando no denuncia su domicilio real, salvo que la
ubicación de este resulte de los documentos acompañados.
Procede cuando el actor se abstiene de precisar con exactitud la cosa demandada y
no media obstáculo para ello, o reclama el pago de cantidades globales sin
discriminación. Ej., si en la demanda de expropiación no se determina con exactitud, la
ubicación, linderos y medidas perimétricas del terreno; si el actor no específica la suma
que reclama por el incumplimiento contractual que imputa al demandado, no
bastando para suplir esa omisión la eventual determinación del valor de los bienes que
aquél pretende diferir al momento de ejecutar la sentencia; si se demanda el pago de
honorarios profesionales sin precisar en qué época y dónde se prestaron.
Requisitos formales para amparar esta pretensión
Existen ciertos requisitos formales cuyo incumplimiento por parte del actor, podría
permitir amparar la presente excepción; véase el caso de no acompañar la traducción
de los documentos prestados en idioma extranjero (regulado en el art. 241 CPC); no
sería procedente esta excepción si la actora omitió acompañar las copias para el
traslado de la demanda o estas no se entregaron en el acto de la notificación; tampoco
la omisión de prueba documental al escrito de la demanda autoriza a interponer esta
excepción, por cuanto el artículo 426 CPC regula un efecto especifico, cual es, la
inadmisibilidad de la demanda; en todo caso, la presentación posterior permite al
demandado oponerse por extemporánea, conforme señala el artículo 189 CPC
Lo importante de esta excepción es que la imprecisión en el planteamiento de la
demanda dificulta en mayor medida la posibilidad de una defensa adecuada; sin
embargo, ello no justifica que se ampare esta excepción ante la omisión o la errónea
invocación de las normas legales en que se funda la demanda, ya que por aplicación
del iura novit curia, el juez está facultado para suplir ese tipo de deficiencias.
En relación a esta excepción, señala Morales (Morales Godo Juan, "La inconstitucionalidad del trámite
establecido en el Código Procesal Civil para resolver la excepción de oscuridad o ambigüedad en el modo de proponer la demanda" en
, que el demandado se coloca en
Revista de la Facultad de Derecho de la PUCP, Nº 56, Dic. Lima, 2003, p. 531-545)
un verdadero estado de indefensión, al tener que contestar la demanda antes que el
juez resuelva esta excepción, contestación que como lo argumenta el propio
demandado, lo tiene que realizar sobre una demanda oscura o ambigua, violentando
el debido proceso, pues, se obliga al demandado a formular su defensa sin tener exacto
conocimiento de los alcances de la demanda. En estas circunstancias, en caso se
ampare la excepción la norma debería haber propuesto se conceda un plazo
extraordinario al demandado para que absuelva la demanda corregida de sus vicios
originales.
La excepción de falta de agotamiento de la vía administrativa
Esta excepción permite denunciar aquellos casos donde el resultado exigido al
proceso civil debería obtenerse, de acuerdo a normas que reglamenten el
ejercicio de la administración pública, a través de un acto administrativo
emitido luego de llevarse a cabo un correspondiente procedimiento
administrativo.
La utilidad de esta excepción en el proceso civil peruano es cada vez más
restringida debido a que en este proceso la mayoría de conflictos derivan de
relaciones de Derecho Privado y con contenido personalismo o patrimonial. Su
aplicación cobra mayor importancia en procesos contencioso-administrativos y
constitucionales, donde por regla general la pretensión se dirige a entidades
administrativos y las prestaciones exigidas son regidas por el Derecho Público.
Sin perjuicio de ello, la aplicación de esta excepción en el proceso civil peruano
plantea la cuestión de si resultaría legítimo aplicar al proceso civil las
excepciones al agotamiento de la vía previa, entendida como vía
administrativa, que contemplan los procesos contenciosos administrativos y
constitucionales.
La ponderación de las circunstancias concretas desde la perspectiva del
derecho fundamental al acceso a la justicia debería guiar al juez para
responder dicha interrogante.
la excepción de falta de legitimidad para obrar, puede prosperar en las
siguientes circunstancias: el actor o demandado no son los titulares de la relación jurídica
sustancial en que se funda la pretensión con prescindencia de la fundabilidad de esta; y,
mediando la hipótesis de litisconsorcio necesario, la pretensión no ha sido interpuesta por o
frente a todos los legitimados. En ese sentido también se orienta la opinión de Palacio (18)
precisando además, que no procede oponer esta excepción cuando concurre la sustitución
procesal que regula el artículo 60 CPC.
La legitimidad para obrar
La legitimidad para obrar alude a la “posición habilitante para ser parte del proceso” y puede ser
ordinaria o extraordinaria (Priori, 2004:pp. 68-69; Didier, 2009: p. 187). Y en cualquiera de esas
categorías puede ser activa (en el caso del demandante) y pasiva (en el caso del demandado).
La legitimidad para obrar ordinaria activa; exige que en la demanda exista una
correspondencia entre quien demanda y quien se afirma titular de la situación jurídica lesionada
o amenazada y cuya tutela exige al órgano jurisdiccional.
La legitimidad para obrar ordinaria pasiva; exige que en la demanda exista correspondencia
entre el demandado y quien se alega es el sujeto que debe ejecutar las prestaciones tendientes a
satisfacer la situación jurídica o derechos del demandante o quien debe soportar, en su esfera
jurídica, las consecuencias inmediatas y directas de la sentencia (Theodoro Júnior, 2014: p. 345).
La legitimidad para obrar extraordinaria se caracteriza por dos aspectos: i) el actor alega
“defender en nombre propio intereses de otros sujetos de derecho” (Didie r , 2009: p . 188), es
decir, no es el titular de la situación jurídica alegada en juicio; ii ) la actuación del actor debe
estar expresamente habilitada por la ley (Priori, 2004: p . 69; Didier, 2009:p .190).
Ejemplo de la legitimidad para obrar extraordinaria activa es el artículo 219 del CC; ejemplo de
la legitimidad para obrar extraordinaria pasiva es el artículo 481 del CPC.
Cuando se declara fundada la excepción de falta de legitimidad pasiva, se suspende el proceso
hasta que el demandante establezca la relación jurídica procesal. Si se declara fundada la
excepción de falta de legitimidad para obrar activa, el efecto inmediato es anular todo lo actuado
y dar por concluido el proceso
Doctrinariamente se establece la existencia de dos tipos de legitimación: la legitimatio
ad prosessum y la legitimatio ad causam.
Gozaini, califica a ellas de la siguiente manera:
La legitimación procesal, viene a ser la aptitud que tiene la persona para obrar directamente en
un proceso ya sea como demandante o como demandado. Estas aptitudes que deben tener las
partes se relacionan íntimamente con los presupuestos procesales, en especial con aquellos que
se exigen para el ejercicio de la acción.
La legitimatio ad causam, viene a ser la titularidad que tiene la persona respecto del derecho
que demanda, esto es, la calidad de propietario que tiene la persona sobre el derecho que invoca
en su acción.
Según Gozaini, ambas se diferencian porque: a) la legitimatio ad causam, constituye un elemento
del derecho sustantivo para que se ampare la pretensión jurídica demandada; en tanto que la
legitimatio ad prosessum, es un presupuesto necesario para que la relación procesal nazca válida;
b) en la legitimatio ad causam, el actor será parte en sentido formal, pero no lo será en sentido
sustancial, por lo que, será válido el proceso pero sin ninguna eficacia en cuanto al derecho civil
accionado, ya que la demanda será declarada infundada; c) la ausencia de legitimación procesal
genera la nulidad de lo actuado, razón por la que no debe el juez admitir a trámite la acción; d)
si el actor no tiene la legitimatio ad causam, la acción queda extinguida, no pudiéndola renovar
posteriormente, salvo que se indique un título distinto; en cambio, si el actor no tiene la
legitimatio ad prosessum, la acción puede volverse a invocar por el sujeto que tenga dicha
legitimación.
En el caso del demandado, ambas legitimaciones funcionan con iguales alcances, ya que si aquél
no es el obligado a responder de la pretensión demandada, carece de la legitimatio ad causam,
declarándose por tanto la acción infundada; en cambio, si el titular a responder, es titular de la
obligación, en consecuencia la demanda será amparada.
En cuanto a la legitimatio ad prosessum, si el demandado no tiene esa capacidad, por ser menor de
edad o incapaz, o al atribuírsele una representación indebida, lo actuado devendrá en nulo al
igual que cuando el actor carece de dicha legitimación.
Frente a las legitimaciones citadas, consideramos acertada la posición de Devis Echeandía de
eliminar la legitimatio ad prosessum para hablar solo de la capacidad general y especial para ciertos
actos procesales y no correr el riesgo de confundir indebidamente las dos nociones. De lo
expuesto líneas arriba coincidimos con Gozaini, que la excepción de falta de legitimidad para
obrar, puede prosperar en las siguientes circunstancias: el actor o demandado no son los titulares
de la relación jurídica sustancial en que se funda la pretensión con prescindencia de la
fundabilidad de esta; y, mediando la hipótesis de litisconsorcio necesario, la pretensión no ha sido
interpuesta por o frente a todos los legitimados. En ese sentido también se orienta la opinión de
Palacio, precisando además, que no procede oponer esta excepción cuando concurre la
sustitución procesal que regula el artículo 60 CPC
(16) GOZAINI, Osvaldo Alfredo, Teoría general del derecho procesal, Ediar, Buenos Aires, 1992, p. 373
(17) GOZAINI. Op. cit. p. 86
La excepción de litispendencia
La excepción de litispendencia puede encuadrarse como “una de las principales
manifestaciones procesales de la garantía de la tutela judicial efectiva” (Málaga, 1999:
pp. 40-41) pues: i) evita que el demandado sea sometido simultáneamente a dos
procesos para discutir exactamente lo mismo y ii) preserva, en tal sentido, la efectividad
del primer proceso, válidamente instaurado.
Obsérvese que la litispendencia engloba “el conjunto de efectos procesales legalmente
prexistentes previstos a favor de una o ambas partes, que se manifiesta durante la
pendencia de un juicio con el objetivo de garantizar la eficacia de la futura definición
judicial del derecho desde la perspectiva de la duración de dicho juicio, evitando que
esta duración perjudique al derecho a la tutela jurisdiccional efectiva de los litigantes”
(Málaga, 1999: p. 38).
A través de la excepción de litispendencia se procura entonces que un conflicto sea
discutido solo en un proceso y no en dos o más de ellos, exigiendo para ello la
denominado “identidad de pretensiones”, que “se presenta cuando existe una
equivalencia entre todos sus elementos: sujetos, objeto y causa” (Rivas, 1993: p. 68)
sea que se encuentren tramitadas o no en la misma vía procedimental (Málaga, 1999:
p. 518).
Sí la excepción de litispendencia es amparada se concluye el proceso.
La razón de esta excepción se sustenta en la necesidad de evitar que una
misma pretensión sea objeto de un doble conocimiento, con la consiguiente
posibilidad que sobre ella recaigan sentencias contradictorias.
Como ya señalamos líneas arriba, constituye requisito primordial para que
proceda esta excepción, la concurrencia de tres identidades procesales:
identidad de sujeto, objeto y causa; sin embargo, aparte de esta triple
identidad, se requiere la existencia de otro proceso en giro pero de naturaleza
jurisdiccional; esto es, no generan litispendencia los actos previos o
preparatorios de la demanda, por más que el inicio de aquélla pueda
retrotraerse excepcionalmente al momento en que se realizan, como
efectivamente ocurre cuando se trata de actuaciones que al actor debe
necesariamente llevar a cabo antes de demandar. Tampoco produce
litispendencia los procedimientos administrativos pero si el arbitraje y los actos
de jurisdicción voluntaria que se llevan a cabo en presencia de un juez.
La falta de regulación clara sobre el momento de inicio de la litispendencia, lleva a que
concurran dos criterios: unos consideran que se inicia con el emplazamiento del
demandado; otros, con la presentación y admisión de la demanda. En opinión de
Málaga(19) la litispendencia comienza siempre cuando el demandante realiza el primer
acto procesal que el ordenamiento le exige para poder ejercitar su acción. Ese acto es
la presentación de la demanda, por lo que el inicio de la litispendencia no se retrasa a
la admisión de la misma, ni al emplazamiento del demandado, ni mucho menos a la
eventual contestación de este último”.
Por otro lado, la litispendencia no existe si el proceso anterior concluyó por sentencia
firme, desistimiento, transacción, conciliación y abandono. Tampoco es necesario que
el primer proceso se encuentre en giro ante el mismo órgano jurisdiccional, sino que
puede encontrarse pendiente ante otro órgano diverso.
En relación a la excepción en comentario, aparece el caso Municipalidad de Miraflores
con el Ministerio de Salud sobre desalojo, en el que la Sala Civil Suprema, mediante
Casación Nº 1793-2004-Lima, de fecha 9 de setiembre de 2005 se ha pronunciado
amparando la excepción de litispendencia propuesta.
La Procuradora Pública a cargo de los asuntos judiciales del Ministerio de Salud interpuso
demanda de desalojo por ocupante precario contra la citada Municipalidad,
solicitando que la entidad emplazada cumpla con desocupar el inmueble de su
propiedad, por haber sido afectado en uso a favor del Ministerio de Salud; sin embargo,
en el año 1992, ante el 60 juzgado civil de Lima, el Ministerio de Salud demandante
interpuso contra la citada
Municipalidad demanda de entrega del inmueble de litis.
Frente a los hechos descritos, la Sala Suprema señala que si bien se pretende en vía
ordinaria (según el Código de Procedimientos Civiles derogado) la obligación de
entregar o devolver el bien inmueble de propiedad del Ministerio de Salud, y por otro
lado, en proceso sumarísimo la desocupación y entrega del inmueble de litis; dado que
en los dos procesos se pretende la desocupación y entrega del bien inmueble de litis,
es irrelevante que en ambos casos se hayan planteado con expresiones distintas y en
vías procedimientales diferentes, por lo que debe declararse fundada la excepción de
litis pendencia propuesta, declarando la nulidad de todo lo actuado y la conclusión del
proceso.
La excepción de cosa juzgada
La noción de cosa juzgada, que tiene el valor de principio constitucional (inc. 2 del art. 139 de la
Const.), entiende por ella el carácter irrevocable de determinadas resoluciones judiciales y que
como tales no son pasibles de ser sometidas a revisión, recursos ni impugnaciones, convirtiéndose
en intangibles e inmutables (Lourico, 2011: p. 66).
Por regla general, la excepción de cosa juzgada está dirigida a preservar la efectividad de la cosa
juzgada material que implica “la vinculación que produce en otro proceso, respecto del órgano
jurisdiccional y de las partes, lo dispuesto en determinadas resoluciones judiciales firmes”
(Lourico, 2011: p. 86), a través de las cuales se emitió una decisión que puso fin a la controversia.
De modo tal, al deducirse como excepción la existencia de cosa juzgada se invoca los efectos
negativos que le son consustanciales a este instituto: lo resuelto con calidad de cosa juzgada es
indiscutible y no pueda volverse a discutir sobre lo mismo.
10. La excepción de la cosa juzgada regulada en el inciso 8 de la norma, esta
íntimamente relacionada con la función jurisdiccional, es decir, que las decisiones que
se logren en su interior son definitivas e inmutables, pues, buscan acabar para siempre
con el conflicto. Se expresa en el hecho que no se puede volver a discutir ante un órgano
jurisdiccional una decisión dada por este, así como, el deber de cumplir lo expresado en
el fallo judicial. Si bien es un efecto natural de toda sentencia, su imperio y
obligatoriedad, también concurre a ella, la propia utilidad de la función judicial del
Estado, unida a consideraciones de seguridad jurídica, que determinan la necesidad de
asegurar del atributo que su contenido no puede ser alterado en ningún otro proceso
ulterior, tornando por lo tanto inadmisible toda nueva discusión o resolución acerca de
las cuestiones ya decididas o resueltas con carácter firme.
Este mencionado atributo recibe el nombre de cosa juzgada, a la que puede definirse,
en general, como la inmutabilidad o irrevocabilidad que adquieren los efectos de la
sentencia definitiva cuando contra ella no proceda ningún recurso susceptible de
modificarla.
En ese sentido, coincidimos con la opinión de Palacio (20) cuando califica a la cosa
juzgada como una cualidad que la Ley le agrega a determinados actos, a fin de
acrecentar su estabilidad y tiene la misma validez con respecto a todos los efectos que
puede producir.
La excepción de cosa juzgada se encuentra regulada en el inciso 8 del artículo 446 del
CPC. Supone la existencia de dos procesos: un proceso que ha terminado con decisión
firme sea mediante sentencia o composición de partes homologada; y, otro proceso en
trámite. En ambos, las partes, las pretensiones procesales y el interés para obrar son
los mismos. El artículo 453 inciso 2 del CPC considera que la excepción de cosa juzgada
es fundada cuando se inicia un proceso idéntico a otro que ya fue resuelto y cuenta con
sentencia o laudo firme.
Según Ticona (21) esta excepción “permite denunciar que el interés para obrar del
demandante ya no existe, dado que lo hizo valer en el anterior proceso, en donde quedó
totalmente agotado al haberse expedido un pronunciamiento definitivo sobre el fondo de
la controversia”.
Esta excepción no puede dejar de vincularse con la litispendencia. Ambas figuras tienen
como presupuesto, la existencia de dos procesos absolutamente idénticos, por ello es
admisible la excepción de litispendencia porque constituye una especie de anticipación
de la cosa juzgada; ambas excepciones producen, en caso de ser admitidas, la
eliminación del proceso en el cual se formulan, cuyo objeto de litis, queda sin
pronunciamiento; además, en ambas subyace un interés jurídico-público, que en
doctrina se considera que puedan ser apreciadas de oficio y no solo por control de
partes.
La trascendencia de esta intervención es justificada por Couture (22) en atención a que
ambas excepciones “procuran impedir
(20) PALACIO. Op. cit. p.499
(21) Ticona Victor, Análisis y comentarios al Código Procesal Civil, Grijley, t. 1, Lima, 1996, p.577
(22) Couture Eduardo, Fundamentos del derecho procesal civil, 3º ed, Depalma, Buenos Aires,1985, p. 118
que se siga adelante un juicio que, en definitiva, provocará resultados gravosos: si las
dos sentencias (la del juicio anterior y la del nuevo juicio) son iguales, la segunda es
innecesaria; si son distintas, aparejarán la colisión de dos decisiones pasadas en cosa
juzgada”.
La excepción de cosa juzgada consiste en alegar, en un pleito determinado, la existencia
de otro proceso sobre el mismo objeto terminado por sentencia firme, mientras que la
excepción de litispendencia implica que ese proceso, que en este caso deberá haberse
iniciado con anterioridad se encuentra todavía en curso.
Dicho de otro modo, la excepción de litispendencia requiere la simultánea pendencia de
los dos procesos afectados, en tanto que la de cosa juzgada solo puede utilizarse
cuando uno de ellos ya ha finalizado. Para Málaga,(23) “La litispendencia y la cosa
juzgada tienden por igual a la protección de la eficacia de la sentencia y ambas lo hacen
desplegando sus efectos de un modo similar, de suerte que la litispendencia constituye
una especie de anticipación de la cosa juzgada o, si se prefiere, una suerte de
retroacción de los efectos de esta al momento de la presentación de la demanda”. Entre
ambas excepciones no median diferencias profundas, pues, ambas procuran impedir
que siga adelante un proceso que, en definitiva, provocará resultados gravosos: si las
dos sentencias (la del proceso anterior y la del nuevo proceso) son iguales, la segunda
es innecesaria; si son distintas, aparejada la colisión de dos decisiones pasadas en cosa
juzgada, señala Malaga (24); sin embargo, como ya hemos señalado líneas arriba, la
distinción entre ambas se va a expresar, en que la excepción de cosa juzgada consiste
en alegar, en un proceso determinado, la existencia de otro proceso sobre el mismo
objeto terminado por sentencia firme, mientras que la excepción de litispendencia
implica que ese proceso, que deberá haberse iniciado con anterioridad se encuentra
todavía en curso.
Por otro lado, en caso se quiera hacer valer una sentencia extranjera para sustentar la
excepción de cosa juzgada, en un proceso civil en giro en el Perú, no requiere el
exequator. Es suficiente que se presente la copia legalizada de la sentencia extranjera
pues conforme establece el artículo 2109 CC las sentencias extranjeras debidamente
legalizadas producen en el Perú el valor probatorio que se reconoce a los instrumentos
públicos no requiriendo el exequator.
La autoridad de cosa juzgada de una sentencia extranjera puede hacerse valer dentro
de un proceso, si cumple con los requisitos establecidos en los artículos 2103 y 2104
CC, en tal sentido, será el juez de la contienda en giro, quien verificará si la sentencia
se ajusta a dichas exigencias, contribuyendo con la unidad y celeridad procesal.

Excepcion de desisitimiento de la pretensión


11. El desistimiento siempre se produce en el ámbito del proceso y se expresa bajo dos
supuestos: desistirse del proceso y desistirse de la pretensión, este último también es conocido
como desistimiento del derecho y es acogido por el inciso 9 de la norma en comentario como
excepción.
El desistimiento de la pretensión se califica como la abdicación, renuncia o dejación del derecho
material producida en el ámbito del proceso. Su naturaleza es un acto jurídico dispositivo
tendiente a extinguir derechos. En el proceso se inclina como un acto unilateral de abdicación al
derecho en el proceso.
El desistimiento de la pretensión, si es procedente dará por terminado el litigio.
En lo sucesivo las mismas partes no podrán promover otro proceso por el mismo objeto y causa.
En caso de intentar un nuevo litigio con las identidades descritas, el demandado podría oponer
la excepción del desistimiento de la pretensión con la prueba documental de la existencia del
proceso donde exista la resolución que admite dicho desistimiento, pero, siempre y cuando
hubiese operado dicho desistimiento en un proceso contencioso.
El desistimiento, necesariamente está sujeto al control jurisdiccional para apreciar si se trata de
un objeto disponible para luego en caso de ser positivo, proceder a la homologación para validar
su existencia y sus efectos. Como señala el artículo 344 CPC “la resolución que aprueba el
desistimiento de la pretensión produce los efectos de una demanda infundada con la autoridad
de cosa juzgada”.
El desistimiento de la pretensión debe ser apreciado bajo dos supuestos a actuar: que la
demanda haya sido notificada y que tal acto no haya tenido lugar.
En el primer caso, es obvio que habrá de notificarse la resolución que se dicte.
Producido el desistimiento del derecho, el juez dictará una resolución homologatoria en tanto lo
admita. Dictada esa resolución, ella deberá notificarse.
Las dudas aparecen cuando la demanda no ha sido notificada y el actor se desiste. El Código
procesal civil no regula nada al respecto, pero consideramos que producido el desistimiento del
derecho antes de notificarse la demanda, el juez podrá tenerlo por válido si corresponde a la
naturaleza del derecho y la resolución que recaiga será comunicada a la contraparte a los efectos
que tome conocimiento de su liberación y puede a futuro oponer a través de la excepción del
desistimiento de la pretensión.
En este mismo sentido también se orienta Forniciari cuando señala que debe notificarse al
accionado aun cuando no este integrado a la litis. Las razones son prácticas. Cuando se renuncia
al derecho material, este no puede volver a ejercerse en otro proceso, generándose la defensa
del desistimiento del derecho.
El demandado a quien no se le dio traslado de la demanda, nada sabe de la existencia de esta.
Si antes de la notificación el actor desiste de su pretensión, la pregunta elemental que surge es
el cómo podrá enterarse de tal desistimiento.
Omitir la notificación de la resolución que aprueba el desistimiento de la pretensión, podría
permitir a futuro la generación de un nuevo proceso sustentado en un derecho que no existe.

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