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San Martin de Porres y sus cuatro amores

Introducción

El Papa Juan XXIII, el 6 de mayo de 1962, canonizaba a San Martin de Porres, y en la homilía
hizo un trazo general de su vida:

Lo primero que dijo el Papa, es que “Martín, con el ejemplo de su vida, nos demuestra que
es posible conseguir la salvación y la santidad por el camino que Cristo enseña: si ante todo
amamos a Dios de todo corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente; y, en
segundo lugar, si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismo (Cf. Mt 22, 36-38).

Es posible porque el mismo Cristo nos da su auxilio. Él quiere entrar en nuestra vida como
entró en la vida de San Martin, como entró en la vida de Zaqueo.

Zaqueo quería ver a Jesus y cuando jesus entró en su casa la vida de zaqueo cambio
totalmente.

Esto mismo quiere hacer Jesus con nosotros: transformarnos y transformar toda nuestra
vida.

Martin de la caridad, lo llama Juan XXIII

Lo llamaba asi por el amor que siempre mostro ¿Cuáles eran sus amores? Amores que
tambiénnosotros tenemos que imtar (cuatro amores)

Amor al crucificado

Se encendió en amor a Cristo crucificado, y al contemplar sus acerbos dolores, no podía


dominarse y lloraba abundantemente.

Nosotros meditamos muy poco sobre este misterio tan importante para nuestra vida

“La Pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra vida. Quien quiera
vvir a la perfeccion no tiene que hacer mas que despreciar lo que cristo desprecio en la cruz
y desear lo que Él deseo” (Santo Tomás de Aquino, Sobre el Credo).

“Es cosa muy buena y santa pensar en la pasión del Señor y meditar sobre ella, ya que por
este camino se llega a la santa unión con Dios. En esta santísima escuela se aprende la
verdadera sabiduría, en ella la han aprendido todos los santos” (San Juan de la Cruz)

Amor a la Eucaristia

Amó también con especial caridad al augusto Sacramento de la Eucaristía al que, con
frecuencia escondido, adoraba durante muchas horas en el sagrario y del que se nutría con la
mayor frecuencia posible.

La Eucaristia produce grandes frutos en nosotros: Acrecienta nuestra unión con Jesucristo.
"Quien come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él" (Jn, 6,56). Nos perdona los
pecados veniales. Fortalece la caridad, que en la vida diaria tiende a debilitarse. Nos preserva
de futuros pecados mortales. Da unidad al Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia.
Fortalece a toda la Iglesia. Entraña un compromiso en favor de los demás.

Amor a la Virgen María

Amó de una manera increíble a la Virgen María, y la tuvo siempre como una Madre querida.
Constantemente hablaba con ella y hablaba de ella. Rezaba el rosario diariamente y a ella le
confiaba constantemente sus inquietudes.

Amor a los hermanos

Además, San Martín, siguiendo las enseñanzas del Divino Maestro, amó con profunda
caridad, nacida de una fe inquebrantable y de un corazón desprendido a sus hermanos.
Amaba a los hombres porque los juzgaba hermanos suyos por ser hijos de Dios; más aún,
los amaba más que a sí mismo, pues en su humildad juzgaba a todos más justos y mejores
que él. Amaba a sus prójimos con la benevolencia propia de los héroes de la fe cristiana.

Un amor concreto y no de palabras (como zaqueo, no se quedó en la intención)

Excusaba las faltas de los demás; perdonaba duras injurias, estando persuadido de que era
digno de mayores penas por sus pecados; procuraba traer al buen camino con todas sus
fuerzas a los pecadores; asistía complaciente a los enfermos; proporcionaba comida, vestidos
y medicinas a los débiles; favorecía con todas sus fuerzas a los campesinos, a los negros y a
los mestizos que en aquel tiempo desempeñaban los más bajos oficios, de tal manera que fue
llamado por la voz popular Martín de la Caridad. Hay que tener también en cuenta que en
esto siguió caminos, que podemos juzgar ciertamente nuevos en aquellos tiempos, y que
pueden considerarse como anticipados a nuestros días. Por esta razón ya nuestro predecesor
de feliz memoria Pío XII nombró a Martín de Porres Patrono de todas las instituciones
sociales de la República del Perú (Cfr. Carta Apostólica del 10 de junio de 1945).

Por eso que nuestro amor por el prójimo debe ser concreto, como nos pide el apóstol san
Juan en una de sus cartas: “Hijitos míos no amemos de palabra ni de lengua sino con obras
y de verdad” (I, Juan 3,18)

Y no puede ser un acto aislado en nuestra vida, sino mas bien una actitud, un estilo de vida,
como lo fue para san Martin de Porres

SVM

Pidamos a la virgen aquello que deseaba Juan XXIII al terminar la homilía sobre este gran
santo

“¡Ojalá que el ejemplo de Martín enseñe a muchos lo feliz y maravilloso que es seguir los
pasos y obedecer los mandatos divinos de Cristo!”

y pidamos también que, por la intercesión de este santo, se produzcan nuevos ejemplos de
virtud y santidad.

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