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Convención sobre los Derechos

de las personas con discapacidad

La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad


(CDPD), de Naciones Unidas, vinculante para los estados firmantes, como
España, representa la más alta aspiración en el logro de los derechos
humanos de las personas con discapacidad, incluidas las personas con
trastorno mental, y supone el logro de muchas de las reivindicaciones
históricas de las personas con discapacidad. Está formulada desde modelo
social de la discapacidad, en el que el logro de los derechos no está
limitado por la discapacidad, si no por las barreras sociales que impiden
que las personas ejerzan sus derechos en igualdad de condiciones que
todas las demás.

¿Por qué se redactó y firmó?


Antes de que se firmara la Convención de Derechos de las Personas con
Discapacidad, ya existían otros tratados universales sobre derechos
humanos. El más importante era la Declaración de Derechos Humanos,
que está formulada para todas las personas y por tanto también para las
personas con discapacidad. A pesar de que la Declaración Universal,
incluye a todas las personas por igual, no se reconocía al colectivo con
discapacidad, como protegido por sus principios y artículos, por lo que
eran necesarias medidas específicas para la vigilar y garantizar que las
personas con discapacidad ejercían sus derechos en igualdad de
condiciones que todas las demás.

Además, numerosas instituciones y asociaciones de personas afectadas,


en todo el mundo, pusieron de manifiesto que al tratarse de un colectivo
muy vulnerable, sus derechos a menudo son violados.
Por ello todo ello, se consideró importante darle más visibilidad al
colectivo, mediante la existencia de un tratado específico que protegiera
sus derechos, y así nació la Convención.

¿Por qué es tan relevante para las personas con un diagnóstico de trastorno
mental?
La CDPD es muy importante para el colectivo de personas con un
diagnóstico de trastorno mental, como para el resto de personas con
discapacidad, porque España la ha firmado. Se trata de un tratado, que es
la forma legal más vinculante que existe, por lo que España está obligada
a respetar lo que en ella se formula. Si existe una norma o ley que no
esté en consonancia con la Convención, hay que respetar antes lo que
diga la Convención, que esa norma. Y además esa norma o ley habrá que
cambiarla para que no contradiga a lo formulado en la Convención.

La Convención es un medio para exigir los derechos de las personas


diagnosticadas por un trastorno mental, en igualdad de condiciones que
todas las demás personas, y para poder reclamarlos si no son respetados
por la vía legal.

Para las personas con problemas de salud mental, la Convención es muy


importante porque las incluye de forma expresa como personas con
deficiencias mentales en su artículo 1. Es un instrumento fundamental,
porque permite que se las visibilice, expresamente, como valedoras de los
derechos que en ella están formulados, beneficiarias legítimas de la
protección de derechos que la Convención exige a la sociedad.

¿De qué enfoque parte la Convención?


La Convención no considera que las deficiencias de las personas,
relacionadas con su diagnóstico, sean el problema que impide el ejercicio
de los derechos. Plantea, en cambio, que el problema está en la sociedad,
en el sistema político, en las leyes, en las normas, en el sistema de salud,
en el sistema educativo, etc. que no están adaptados para que las
personas con discapacidad puedan ejercer sus derechos, en igualdad de
condiciones que todas las demás.

Este tratado supone una innovación en la protección de derechos, ya que


no parte desde el enfoque de las necesidades, que trata de solucionar las
necesidades de las personas que pueden estar relacionados con su
discapacidad. La Convención está formulada desde el enfoque de
derechos humanos y el modelo social de la discapacidad, que promueve
garantizar el ejercicio de los derechos. Los derechos se reconocen, se
protegen, se exigen, y si no se garantizan se pueden reclamar por vía
judicial. En cambio, las necesidades se tratan de resolver, pero en ese
intento no se garantiza que se eliminen las desigualdades.

El enfoque de derechos humanos considera que la exclusión no se explica


por la deficiencia que causa la enfermedad, sino que hay que buscar los
motivos en las actitudes de la sociedad. Por tanto, hay que buscar
medidas para impedir que exista discriminación.

El enfoque de derechos humanos y el modelo social de discapacidad,


ponen de manifiesto las limitaciones del modelo médico tradicional. Este
modelo reduce a la persona a su deficiencia, y por tanto solución se
orienta hacia la cura o la reparación, por lo que las acciones se destinan a
intentar eliminar la deficiencia o repararla, y desde la parte social a
sobreproteger a la persona. El modelo médico es el que ha dirigido la
atención, y por tanto, todos los programas, políticas, etc. destinados a las
personas con discapacidad, incluidas las personas con problemas de salud
mental.

La Convención ha permitido, que se ponga el acento en lo que la persona


es o puede hacer, en lugar de lo que no es o no puede hacer, evitando
que se la contemple sólo de un modo negativo, en el que la
discapacidad totaliza lo que la persona es.

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