Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
¿descubrimiento o encubrimiento?
Ignacio Ellacuría
Filosofía latinoamericana
Curso 2018/19
La cuestión queda clara desde el título: ¿realmente hay algo que celebrar? A día de hoy
se sigue tomando el día que conmemora la conquista como un día el que celebrar una
gran hazaña pero ¿realmente lo es? Claramente si atendemos a las palabras de Ellacuría
en este texto la respuesta queda clara: no hay nada que celebrar.
A lo largo del texto observamos como Ellacuría analiza la relación entre ambos espacios
geográficos, hace una reinterpretación del “descubrimiento” que realmente no supuso
descubrir América sino que «el “conquistador” o dominador se pone al descubierto. Así,
hace cinco siglos, con el “descubrimiento” del llamado “nuevo mundo”, lo que
realmente se descubrió fue lo que era España en verdad, la realidad de la cultura
occidental» (Ellacuría 1990: 3). Es decir, con la conquista no solo se están dejando
patentes los verdaderos intereses de occidente sino que se ponen sobre la mesa la
realidad negativa de ese “primer mundo” explotador: el único interés que les mueve es
el de buscar la riqueza.
1
Ellacuría, Ignacio (1990). «Quinto centenario América Latina: ¿descubrimiento o
encubrimiento?». Recuperado de:
https://www.cristianismeijusticia.net/sites/default/files/pdf/es31_0.pdf
La crítica de Ellacuría resulta pertinente porque incide en la vigencia de esta
problemática: las relaciones entre primer mundo y tercer mundo siguen siendo las
mismas, con la diferencia de que ahora estas relaciones están ocultas tras la ideología
neoliberal.
Por otro lado, parte de su crítica se dirige también a la Iglesia porque aunque no fue «la
Iglesia quién, desde un afán misionero y evangelizador, proyectó la “misión americana”,
también es verdad que la Iglesia acabó legitimando este proyecto ideado por otros»
(Ellacuría 1990: 5). La crítica que dirige a la Iglesia se basa fundamentalmente en la
institución eclesiástica en sí, dado que legitimó este proyecto para proteger los intereses
de la corona. De ahí que Ellacuría haga la siguiente reflexión: «toda ideología, cuando
es ideologizada, pretende encubrir algo malo y, para ello, presenta algo bueno a modo
de tapadera, y esta necesidad de presentar algo bueno puede ser aprovechada para hacer
cosas buenas. Así pues, el imperio lleva a la Iglesia para legitimar su proceso»
(Ellacuría 1990: 5).
Se establece una comparativa entre América Latina y EEUU, lo que sería una
ejemplificación del primer mundo y el tercer mundo. En el caso de EEUU, resalta
Ellacuría que no puede tomarse como ejemplo de nada y mucho menos como una
solución universal puesto que sería imposible establecer el nivel de vida norteamericano
en todo el mundo sin acabar con el planeta. Estamos hablando de la potencia que más
consume y más contaminación genera, de esta forma lo que critica el filósofo es que al
no ser esta una solución universalizable para todas las poblaciones no se puede entender
como solución de nada ya que siguen perpetuando su supremacía e imposición tanto en
América Latina como en el resto de continentes.
El problema, para Ellacuría, está en que actualmente la civilización dominante, esa del
primer mundo, es una «civilización del capital» y las sociedades se construyen en torno
a esta concepción. Por eso propone construir una alternativa, una «civilización del
trabajo», una alternativa en la que la sociedad no esté regida por el capital ya que
generan una dinámica destructiva: «el capital, por su propio desarrollo, va realizando un
montón de cosas, no solamente inútiles y engañosas para la humanidad, sino cosas que
obligan a la mayor parte de esa humanidad a vivir de una manera determinada, de una
manera problemática» (Ellacuría 1990: 7). Esta propuesta alternativa no implica trabajar
para producir sino trabajar para desarrollar la humanidad, se trata de una empresa
puramente humanista.
El sistema capitalista genera una situación de violencia económica, social… por ello la
teoría latinoamericana de la liberación «ha insistido en que la violencia más grave,, y la
raíz misma de toda violencia, es la violencia estructural; es decir, la violencia de la
civilización del capital que mantiene a la inmensa mayoría de la humanidad en
condiciones biológicas, culturales, sociales y políticas absolutamente inhumanas. Esa es
la violencia estructural fundamental» (Ellacuría 1990: 8). Frente a esta situación de
violencia en los países del tercer mundo, comúnmente ha sido combatida con las
guerrillas y aunque Ellacuría no cree que la respuesta sea más violencia pero entiende
que en ocasiones es la única opción y no puede evitarse.
Como conclusión a su artículo, Ignacio Ellacuría hace una defensa para mantener la
esperanza en la teoría de la liberación, que ha luchado mucho en América Latina para
defender los intereses de un pueblo que ha sido maltratado y expoliado desde hace cinco
siglos; y es aquí donde recupera el trabajo tan importante de la Iglesia dentro de
América Latina: «Mantener viva esa semilla de la liberación ha sido algo que ha costado
mucha sangre; son muchos los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que han muerto
asesinados. Ellos son también el legado de una iglesia que, a lo largo de estos cinco
siglos, no solo dejó semillas malas en América Latina, sino también mucha lucha y
mucha sangre fecunda a favor del pueblo sencillo. Ellos son, sencillamente, nuestros
mártires» (Ellacuría 1990: 10).