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Resumen 2° Parcial Adultos (Integrador)

TEÓRICOS

Unidad 1: Fundamentos de la clínica psicoanalítica.


- Estudios sobre la histeria, Freud (1895)
Resistencia: la histeria se genera a partir de la defensa, mediante represión de una representación inconciliable.
Sucede una conversión del afecto arrancado de la representación hacia una inervación somática, mientras que la
huella mnémica queda débil. Esta es una histeria de defensa, base de los otros tipos de histeria (de retención e
hipnoide)
Técnica del método catártico: lo primero que se ve es que el material patógeno no está a disposición del Yo, pero de
alguna manera puede aparecer asique la idea es eliminar las resistencias que bloquean el camino.
Hay más de un síntoma histérico y más de un recuerdo traumático, una serie de traumas parciales encadenados por
ilaciones patógenas del pensamiento, por lo que el material psíquico de una histeria es un producto
multidimensional de triple estratificación: lo primero que hay es un núcleo de recuerdos en los que culmina el
momento traumático alrededor del cual se ordena un material mnémico de diversa índole, ordenado de 3 formas.
La primera forma es un ordenamiento lineal cronológico dentro de cada tema singular. Durante el análisis se revierte
el orden de reproducción, se empieza por los recuerdos últimos hacia los primeros.
El segundo ordenamiento es una estratificación concéntrica en torno al núcleo patógeno que son estratos de
resistencia creciente hacia el núcleo.
El tercer ordenamiento es según el contenido del pensamiento, es un enlace por hilos lógicos. Este ordenamiento es
de carácter dinámico y no morfológico como los otros dos. En esta estratificación puede haber puntos nodales
donde se crucen varios hilos lo que se relaciona con el determinismo múltiple del síntoma. A su vez puede haber más
de un núcleo.
El grupo patógeno no se puede extirpar del yo porque sus estratos más externos lo traspasan y pertenecen a él no
habiendo una clara frontera entre lo patógeno y lo normal. La terapia no consiste entonces en extirpar, sino en
disolver resistencias y facilitar la circulación por estos hilos hacia estratos más bajos.
¿Como puede ser que haya tanto escondido detrás de la resistencia? Porque opera un “estrechamiento de la
conciencia”: a la conciencia solo accede un recuerdo y el enfermo no puede ver todo lo que hay detrás. Si el enfermo
no se relaja, se obstruye más el paso hacia lo inconsciente. El pasaje de lo inconsciente a la conciencia solo se hace
de manera fragmentaria, y es el trabajo del analista recomponer esa organización. Para esto no sirve avanzar en
forma directa hasta el núcleo de la organización patógena, sino que al principio hay que mantenerse en la periferia
de la estratificación de la resistencia haciendo que el enfermo cuente y recuerde, luego el mismo se empeñará en
colaborar y será bueno dejarlos reproducir sin ejercer ningún influjo sobre él. 2 advertencias: 1. Si se inhibe al
enfermo en su reproducción, pueden quedar enterradas muchas cosas que luego será difícil sacar. 2. No hay que
subestimar la inteligencia del inconsciente ni confiarle la guía del trabajo del todo. A veces la exposición del enfermo
suena completa, pero si se la analiza se verán lagunas y fallas que dan cuenta del trabajo del inconsciente, que el
paciente no quiere reconocer. Es en esas lagunas que el analista avanza por los estratos de resistencia.
El enfermo hace el ensanche periférico y el analista hace la apertura hacia estratos más profundos superando
resistencias. Pero antes hay que seguir un tramo del hilo lógico, cosa que no siempre se continúa hasta el núcleo sino
que a veces habrá que seguir varios hilos lógicos para ir penetrando en los estratos. Se verifican en esos hilos lógicos
Falsos enlaces que dan cuenta del trabajo del inconsciente.
Según Freud no se puede instilar al enfermo nada de las cosas que el “no sabe”, pero sería inocuo expresar una
opinión del posible nexo de pensamientos (¿). Una vez “tramitada” una imagen en palabras, no volverá más ser una
imagen si la tramitación fue completa.
Intromisión del síntoma: cuando se persigue eliminar un síntoma, el síntoma en cuestión reaparece con gran
intensidad tan pronto se entra en la organización patógena que contiene la etiología del mismo, haciendo más fuerte
cuando uno más se acerca al núcleo. El síntoma retrocede si uno deja de perseguirlo.
El enfermo atraviesa estados durante el tratamiento: al principio sigue estando afectado por las fuerzas eficientes
del síntoma, pero cuando entra en el análisis en sí y va adquiriendo esclarecimientos aparece el alivio. La
penetración en la resistencia es cada vez más difícil, pero una vez llegado al núcleo no cabe esperar un
empeoramiento. (¡!), Pero para que haya recuperación total todo síntoma tiene que tener su esclarecimiento.
La presión del dedo: si falla puede pasar que donde uno investigue no haya nada, o que se tropiece con una
resistencia todavía insuperable, pero también puede fallar si el vínculo con el médico se ve perturbado lo que es el
obstáculo más difícil con el que uno se puede topar. Este vínculo se puede perturbar por 3 motivos: 1.por una
enajenación persona, que la paciente se sienta relegada o que haya escuchado cosas desfavorables del
médico/tratamiento. Es lo menos grave. 2. cuando el paciente tiene miedo a perder su autonomía o a acostumbrarse
mucho al médico. Aquí se juega más el aspecto inconsciente, pudiendo aparecer a veces síntomas histéricos en
respuesta a esto. 3. cuando el enfermo transfiere sobre la persona del médico ciertas representaciones penosas que
afloran del análisis mismo. Acontece una transferencia que opera por enlace falso. Este caso debe tomarse como
un síntoma más del complejo patógeno, haciendo ver en primer lugar al enfermo que este es un obstáculo para la
cura. El trabajo del paciente aquí es el mismo y muchas veces pueden ver que en estas transferencias con el médico
hay compulsión y espejismos.
- Conferencia 17: el sentido de los síntomas, Freud (1916)
En esta conferencia Freud hace una clara distinción entre el enfoque de la psiquiatría clásica de su época, y la del
psicoanálisis. El describe la sintomatología de la llamada “Neurosis Obsesiva”, en donde hay conductas para muchos
irracionales, y a diferencia de la psiquiatría, que los consideraban como “degenerados” y no trataban de explicar
estas conductas, el plantea que hay un sentido oculto detrás de cada síntoma.
Para esto, narra dos casos de su propia clínica, donde quiere demostrar que siempre hay un suceso precedente y
desencadenante que está oculto a la conciencia del paciente. Él dice que el síntoma es individual y rico en sentido, y
este sentido se entrama con la historia del enfermo. Coincide en este punto con Janet al considerarlos
“exteriorizaciones del inconsciente”.
También hace una diferencia entre la sintomatología de la neurosis obsesiva y la de la histeria de conversión. En esta
última, la angustia se aloja en el cuerpo y en la neurosis obsesiva el sufrimiento está en el alma, caracterizada por
pensamientos recurrentes que el enfermo no puede frenar y son movidos a realizar acciones que no le dan
satisfacción alguna. Estos pensamientos son el disparador de una esforzada actividad de pensamiento que deja
exhausto al enfermo. Hay impulsos en estos pensamientos que no puede materializar entonces realiza un montón de
actividades para evitar llevar a cabo esas atrocidades para la conciencia. El resultado es el triunfo de la huida y la
precaución. El enfermo no puede dejar de hacer estas rutinas, porque en ellas desplaza la pulsión que lo atormenta,
pero no las suprime. Él lo describe como un penar estrafalario, y plantea que analizar el síntoma te lleva al núcleo
más íntimo de un caso.
“El primer caso que plantea es el de una mujer de 30 años cuya acción obsesiva más recurrente era la de correr de
una habitación a la otra, detenerse en el medio frente a una mesa, llamar a la mucama por cualquier tontería,
despedirla y luego corría a la habitación siguiente. Al preguntarle por qué lo hacía decía “no saber”, pero de pronto
supo porque lo hacía. Relato que en la noche de bodas su marido resulto impotente. Este había corrido de una
habitación a las otras reiteradas veces para intentar concretar el acto sexual sin éxito alguno; y este exclamo que era
“como para avergonzarse ante una mucama”. Por eso tomó un frasco con tinta roja y manchó en vez de las sábanas,
un mantel, para simular que había desvirgado a su mujer. Freud hace un paralelismo entre mesa y cama. En este
caso la paciente se identifica con su marido, representa su papel. El núcleo de esta acción es el llamado a la mucama
a quién le pone la mancha ante los ojos y de esta manera salva al marido de la vergüenza.”
Con este caso Freud insinúa que detrás de estas acciones repetitivas hay algo oculto que casi siempre seria de
carácter sexual. Para demostrarlo plantea el siguiente caso.
“Cuenta el caso de una señorita de 19 años que tenía una molesta rutina a la hora de acostarse. Digo molesta porque
su ritual le llevaba casi 2 horas en realizarse y era un hecho inevitable si quería dormir. Ella exigía que parasen todos
los relojes de péndulo de la sala, y sacar hasta el pequeño reloj de pulsera de su mesita de noche, porque no la
dejaban dormir con el tic-tac. También exigía que retirasen todos los floreros y jarrones de su dormitorio por miedo
a que se cayeran y también tenía un modo particular de acomodar sus almohadas, en donde no podían tocar el
respaldo, y ella debía acomodar la cabeza exactamente en el centro del rombo que formaba el almohadón. Además
exigía que sus padres dejaran la puerta entornada de su dormitorio. Freud interroga en varias oportunidades a la
paciente y después de muchas resistencias de ella a asociar su sintomatología, descubren la relación que tienen los
relojes con el “latir” involuntario del clítoris en las noches. También al obligarlos a los padres a dejar su puerta
entreabierta exige que estos no tengan intimidad sexual. Freud analiza cada detalle narrado por ella como si fuera
un sueño desde su simbología, y vuelve a demostrar que lo oculto y reprimido es de índole sexual.”
Freud concluye que los síntomas neuróticos tienen un sentido similar al de las operaciones fallidas y los sueños, y
que están en vinculación directa con el paciente. Plantea que la tarea del analista es descubrir esta situación del
pasado en la que la idea estaba justificada y la acción respondía a su fin. El habla de que los síntomas tienen rasgos
“típicos” y rasgos “particulares”. Es esto que se va a poder investigar la historia que los desencadeno. Los rasgos
típicos son los que van a ayudarnos para enmarcar al paciente en un diagnóstico, y los singulares sirven de material
para desentramar la vivencia particular.
- Conferencia 23: los caminos de la formación del síntoma, Freud (1916)
Importa distinguir los síntomas de la enfermedad, tras la eliminación de aquellos la enfermedad es la capacidad para
formar nuevos síntomas. Los síntomas son actos perjudiciales o inútiles, que la persona realiza contra su voluntad, y
conllevan displacer o sufrimiento. Su perjuicio es el gasto anímico que ellos cuestan y que se necesitan para
combatirlos. Sí la formación de síntoma es extensa puede empobrecer a la persona en cuanto a energía anímica
disponible. Interesa la cantidad de energía requerida, por lo que "estar enfermo" es un concepto práctico. Desde el
punto de vista teórico todos somos neuróticos, pues las condiciones para la formación de síntomas también están en
las personas normales.
Los síntomas neuróticos resultan de un conflicto en torno a una nueva modalidad de satisfacción pulsional. Las dos
fuerzas opuestas coinciden en el síntoma (compromiso de la formación) por eso es tan resistente. Una de las dos
partes es la libido insatisfecha, denegado (frustrado) su objeto en la realidad, busca otros caminos para su
satisfacción. Emprende el camino de la regresión y aspira a satisfacerse en una de las organizaciones superadas o por
medio de uno de los objetos resignados. La libido es cautivada por la fijación que ha dejado tras de su desarrollo.
Sí las regresiones no despiertan contradicción del yo, no sobrevendrá la neurosis, y la libido alcanzará una
satisfacción real no normal (perversión) El conflicto se plantea si el yo no acuerda con estas regresiones. La libido
intenta drenar su investidura energética, según el principio de placer, y tiene que sustraerse del yo. Las fijaciones
que recorre en sentido regresivo y de las cuales el yo se protegió a través de represiones, le permiten drenaje. La
libido inviste las posiciones reprimidas y se sustrae del yo y de sus leyes, bajo la frustración externa e interna. Las
representaciones sobre las cuales la libido transfiere su investidura pertenecen al sistema Inconsciente y están
sometidas a los procesos de condensación y desplazamiento. Se establecen formaciones similares a las de la
formación del sueño. El sueño es el cumplimiento de una fantasía Inconsciente de deseo que entra en transacción
con un fragmento de actividad Pre-cc, esta ejerce la censura y permite la formación del sueño manifiesto como
compromiso. La subrogación de la libido en el interior del Inconsciente tiene que contar con el poder del yo Pre-cc.
La contradicción del yo contra ella la persigue como "contra-investidura" y la fuerza a escoger una expresión que al
mismo tiempo sea la suya. El síntoma se engendra como un retoño del cumplimiento de deseo Icc, desfigurado y
provisto de dos significados que se contradicen. La diferencia entre la formación de sueño y la del síntoma es que el
propósito Pre-cc del sueño es preservar el dormir y tolera más la moción de deseo Inconsciente porque el estado del
dormir bloquea la salida a la realidad.
La libido escapa en el conflicto gracias a la preexistencia de fijaciones. La investidura regresiva de estas lleva a
sortear la represión y a la satisfacción de la libido bajo las condiciones del compromiso. Por el rodeo a través del
Inconsciente y las fijaciones, la libido logra alcanzar una satisfacción real, aunque restringida y apenas reconocible.
Lo dicho vale exclusivamente para la formación de síntoma en el caso de la neurosis histérica.
Las prácticas y vivencias sexuales infantiles pueden dejar fijaciones libidinales en los afanes parciales abandonados y
en los objetos resignados. Hacia ellos revierte la libido. En la infancia se manifestaron por primera vez las
orientaciones pulsionales que el niño traía en su disposición innata y las vivencias infantiles le activaron por primero
vez otras pulsiones. Unas vivencias de la infancia son capaces de dejar como secuela fijaciones libidinales y las
disposiciones constitucionales son la secuela que dejaron las vivencias de nuestros antepasados.
La predisposición por fijación libidinal del adulto se nos descompone en constitución sexual hereditaria y en
predisposición adquirida en el vivenciar infantil. La constitución sexual forma con el vivenciar infantil otra "serie
complementaria" semejante a la formada entre predisposición y vivenciar accidental del adulto. Las regresiones
vuelven a etapas más tempranas de la organización sexual.
La libido de los neuróticos vuelve a las vivencias sexuales infantiles regresivamente después que fue expulsada de
sus posiciones tardías. Pero estas vivencias libidinales no tuvieron en su momento importancia alguna y sólo la
cobraron regresivamente. La investidura libidinal de las vivencias infantiles es reforzada por la regresión de la libido.
Existen neurosis infantiles en las que el diferimiento temporal no cumple ningún papel y la enfermedad se contrae
como consecuencia directa de vivencias traumáticas. Las neurosis de los niños son muy frecuentes y en la mayoría
de los casos se presentan como una histeria de angustia. Sí en períodos más tardíos estalla una neurosis, el análisis
revela, que es la continuación directa de aquella enfermedad infantil velada. Hay casos en los que esa neurosis
infantil prosigue como un estado de enfermedad que dura toda la vida. A menudo el análisis de una neurosis
contraída en la adultez nos permite reconstruir la neurosis infantil de esa persona.
La fijación en determinados puntos del desarrollo sólo cobra valor en la inmovilización de un determinado monto de
energía libidinosa. Hay casos en los que el peso de la causación recae en las vivencias sexuales infantiles, sin
necesidad del apoyo de la constitución sexual y su inmadurez. Hay otros casos en los que el acento recae sobre los
conflictos posteriores y la insistencia en las impresiones infantiles, obra de la regresión. En un extremo la "inhibición
del desarrollo" y en el otro la "regresión" y entre ellos todos los grados de conjugación de ambos factores.
Los síntomas crean un sustituto para la satisfacción frustrada, por medio de la regresión de la libido a estadios
anteriores del desarrollo, en la elección de objeto o en la organización. El neurótico quedó adherido a un punto de su
pasado, a un período en donde satisfacía su libido, aunque para ello tenga que retroceder hasta su lactancia. El
síntoma repite aquella modalidad de satisfacción de su temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del
conflicto y mudada en sufrimiento que lleva a contraer la enfermedad. La modalidad de satisfacción que el síntoma
aporta es irreconocible para la persona, pues siente la presunta satisfacción como sufrimiento, y esta mudanza es
parte del conflicto psíquico bajo cuya presión se formó el síntoma. Lo que fue para el individuo satisfacción está
destinado a provocar hoy su resistencia o repugnancia. P.e. el niño que ha mamado del pecho materno años más
tarde manifiesta una fuerte renuncia a beber leche o repugnancia cuando la leche se halla cubierta de nata.
Los síntomas como medio de satisfacción libidinosa prescinden del objeto y resignan el vínculo con la realidad
exterior, consecuencia del extrañamiento respecto del principio de realidad y del retroceso al principio de placer.
También hay un retroceso a una suerte de autoerotismo ampliado, como el que ofreció las primeras satisfacciones a
la pulsión sexual. Reemplazan una modificación en el mundo exterior por una modificación en el cuerpo, vale decir,
una acción exterior por una interior. El síntoma figura algo como cumplido: una satisfacción a la manera de lo
infantil, por medio de la condensación esa satisfacción puede comprimirse en una inervación única y por medio de
desplazamiento puede circunscribirse a un pequeño detalle del complejo libidinoso.
Las vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde las cuales se crean los síntomas no siempre son
verdaderas. Las vivencias infantiles construidas en el análisis o recordadas son una mezcla de verdad y falsedad. Los
síntomas son ora la figuración de vivencias reales y a las que puede atribuirse una influencia sobre la fijación de la
libido, ora la figuración de fantasías del enfermo. Cuando el enfermo nos presenta el material que, por detrás de los
síntomas, lleva hasta situaciones de deseo calcadas de las vivencias infantiles, al comienzo debemos dudar si se trata
de realidades o fantasías. Durante largo tiempo no comprenderá el designio de equiparar fantasía y realidad y de no
preocuparnos por saber si esas vivencias son lo uno o lo otro. El enfermo se ha ocupado de esas fantasías, ese hecho
no tiene menor importancia para su neurosis que si hubiera vivenciado en la realidad el contenido de sus fantasías.
Ellas poseen realidad psíquica, en oposición a una realidad material, en el mundo de las neurosis la realidad psíquica
es la decisiva.
Entre los acontecimientos que retornan en la historia del neurótico hay algunos de particular importancia: la
observación del comercio sexual entre los padres, la seducción por una persona adulta y la amenaza de castración. El
niño pequeño puede ser testigo del comercio sexual entre adultos y comprender con posterioridad esta impresión.
Pero cuando este acto es descrito con detalles precisos o como ejecutado por atrás, esa fantasía se apuntala en la
observación del comercio sexual entre animales y en su insatisfecho placer de ver. La seducción entre niños es más
frecuente que la seducción por un adulto y en el caso de las niñas aparece con regularidad el padre. Con la fantasía
de seducción el niño encubre el período auto-erótico de quehacer sexual y se ahora la vergüenza de la masturbación
fantaseando un objeto anhelado. El niño se compone esa amenaza de castración sobre la base de indicios, ayudado
por su saber de qué la satisfacción auto-erótica está prohibida, y bajo la impresión de su descubrimiento de los
genitales femeninos.
Estos hechos de la infancia pertenecen al patrimonio de las neurosis, si la realidad no los ha concedido se los
establece a partir de indicios y se los completa mediante fantasía. No hay diferencia alguna por el hecho de que en
esos sucesos infantiles tenga mayor participación la fantasía o la realidad. La fuente de tales fantasías está en las
pulsiones y en todos los casos tienen idéntico contenido porque estas fantasías primordiales son un patrimonio
filogenético. El individuo rebasa su propio vivenciar hacia el vivenciar de la prehistoria. Es posible que lo que hoy es
fantasía haya sido realidad en los tiempos originarios humanos y que el niño fantaseador haya llenado las lagunas de
la verdad individual con una verdad prehistórica.
El hombre es educado para apreciar la realidad y obedecer al principio de realidad por influencia del apremio
exterior. Tiene que renunciar a diversos objetos y metas de su aspiración sexual -no sólo sexual- Pero es difícil para
el hombre abandonar ese placer y por eso en el fantasear concede a estas fuentes de placer resignadas y a estas vías
abandonadas de la ganancia de placer una supervivencia (existencia emancipada de la realidad y del "examen de
realidad") El demorarse en los cumplimientos de deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción, aunque se sabe
que no se trata de una realidad. En el fantasear el hombre sigue gozando de la libertad de la compulsión exterior,
esa libertad a la que renunció en la realidad.
Las producciones de la fantasía son los "sueños diurnos", unas satisfacciones imaginadas de deseos eróticos, que
florecen más cuanto más la realidad llama a moderarse. Su esencia es la ganancia de placer con independencia de la
aprobación de la realidad. Los sueños diurnos pueden ser cc o Icc, estos últimos son fuente tanto de los sueños
nocturnos como de los síntomas neuróticos.
La importancia de la fantasía para la formación de síntoma. Con la frustración la libido inviste regresivamente las
posiciones abandonadas, a las que quedaron con ciertos montos. Los objetos y orientaciones de la libido resignada,
ellos o sus retoños, son retenidos en representaciones de la fantasía con cierta intensidad. La libido vuelve a las
fantasías para hallar desde ellas el camino a cada fijación reprimida. Esas fantasías son toleradas porque, aunque
sean opuestas al yo, cumplen con una condición cuantitativa. Pero el aflujo libidinal eleva la investidura energética
de las fantasías (exigen su realización) y se produce el conflicto entre ellas y el yo. Si estas eran Pre-cc o cc son
reprimidas por el yo y atraídas al Icc. Desde las fantasías Inconsciente la libido vuelve a migrar hasta sus propios
puntos de fijación.
La retirada de la libido a la fantasía es un estadio intermedio en el camino hacia la formación de síntoma. La
introversión es el extrañamiento de la libido respecto de la satisfacción real y la sobre-investidura de las fantasías
que hasta entonces eran inofensivas. El carácter irreal de la satisfacción neurótica y la indiferencia entre fantasía y
realidad están determinados por la permanencia en el estadio de la introversión.
Desde el punto de vista económico, el conflicto entre dos aspiraciones no estalla antes de que hayan alcanzado
ciertas intensidades de investidura, por más que preexistan las condiciones de contenido. La importancia patógena
de los factores constitucionales depende de cuánto más de una pulsión parcial respecto de otra esté presente en la
disposición, en términos de proporciones cuantitativas. Interesa el monto de libido que la persona puede conservar
flotante y la cuantía de la fracción de su libido que es capaz de desviar de lo sexual hacia metas de sublimación. La
meta final, que desde lo cualitativo aspira a la ganancia de placer y a evitar el displacer, desde lo económico consiste
en dominar los volúmenes de excitación que operan en el aparato psíquico e impedir su estasis generadora de
displacer.
Todo hasta aquí se refiere a la formación de síntoma en el caso de la histeria. Las contra-investiduras frente a las
exigencias pulsionales pasan a primer plano en la neurosis obsesiva y, por medio de las "formaciones reactivas",
dominan el cuadro clínico.
Existe un camino de regreso de la fantasía a la realidad y es el arte. El artista, como cualquier insatisfecho, se extraña
de la realidad y transfiere su libido a las formaciones de deseo de su fantasía. Es probable que su constitución incluya
una vigorosa facultad para la sublimación y cierta flojera de las represiones para el conflicto. El artista elabora sus
sueños diurnos de modo que pierdan lo personal y chocante, para que los extraños puedan gozarlos, y no deja
traslucir sus fuentes prohibidas. Da forma al material hasta que se convierte en reflejo de la representación de su
fantasía y después anuda a esta figuración de su fantasía Inconsciente una ganancia de placer tan grande que
doblega temporalmente a las represiones. Posibilita a los otros que extraigan alivio de las fuentes de placer de su
propio Icc.
- Actualidad en la clínica psicoanalítica, Duer.
Se observa en las últimas décadas, una modificación en los motivos de consulta. Fenómenos clínicos que se
distancian del síntoma freudiano como manifestación de un sujeto dividido. Ej.: ataques de pánico, depresión, el
acting out y pasaje al acto, entre otros.
Quedan rezagados los conflictos y padecimientos subjetivos en su relación con el otro. Este panorama se vincula
además, con el incremento de las interconsultas con psiquiatras. Anteriormente, eran pocos los casos que se
solicitaban, ya que, las demandas con altos niveles de ansiedad y angustia se podían tramitar en un análisis. Hoy nos
encontramos con una estandarización de la frecuencia semanal. La respuesta termina siendo una sustitución de
sesiones por psicofármacos. Son angustias medicadas y no interrogadas.
Caracterizando la época.
La globalización atravesó todas las barreras culturales e instalo nuevos imperativos y modos de goce. Se funciona en
base a ideales comandados por el mercado y sostenidos en el consumo de objetos. Se trata de una globalización de
la respuesta al malestar en la cultura por la vía del consumo.
Una relación con el objeto donde se excluye el lazo con el cuerpo del otro, con el deseo y con la palabra. Un sujeto
ubicado en un goce localizado más allá del padre y en un franco rechazo al saber.
La ciencia y la tecnología se constituyen nuevos amos. Se promueve un goce generalizado común a todos los sujetos.
Cualquier malestar puede ser resuelto con un fármaco. La angustia pierde su valor de señal. El encuentro con el otro
es prescindible. Se le ofrecen al sujeto objetos que podrían neutralizar la división subjetiva. Ej.: uso de drogas como
modo de no querer saber de su propio icc.
Todo es mercancía. El ser y el tener aparecen soldados. Es el capitalismo hipertrofiado. Y si no se funciona en esa
frecuencia, entonces depresión, desesperanza, vacío de sentido.
Esta declinación de los semblantes de autoridad puede ser pensada desde Psicología de las masas. La caída de la
figura del líder sería suficiente para que la masa entre en pánico. Queda un sujeto desbrujulado, angustiado, solo. La
inconsistencia del Otro hace vacilar los soportes con los que contaba el sujeto. Desorientado, podrá encontrar un
amarre en los objetos que ofrece el mercado. Cae la ley paterna y se entroniza la ley del mercado.
Los movimientos totalitarios del S XX intentan reinstalar el lugar de autoridad, pero encarnando un padre absoluto,
que deviene perverso.
Encontramos un superyó desatado que no puede ser neutralizado por Eros. Búsquedas de un goce ilimitado que a (a
veces) solo encuentra tope en la muerte.
Estas soluciones sintomáticas no resultan ser formaciones del icc, no dividen al sujeto. Carecen de la envoltura
formal del síntoma neurótico tal como fue presentado por Freud.
Cuando hablamos de goce, nos remitimos a la satisfacción pulsión auto erótica, que no pasa por el otro. Se habla de
una tendencia al exceso, un empuje a gozar. Se trata de nuevos síntomas que marcan límites en nuestra práctica.
Quedan dos dificultades que se presentan en la clínica ligadas a síntomas actuales: por un lado, la falta de atadura
significante; la fuerte impronta superyoica derivada de la desmezcla pulsional.
Queda puesta en tensión la función del analista, y la dificultad en la clínica de establecer un lazo transferencial al no
haber suposición de saber. Sujeto supuesto saber caído y destronado antes de su propia constitución. Google es la
nueva sede del saber.
¿Qué subsiste del dispositivo con el cruce de la época?
La atención terapéutica está hoy en manos de obras sociales y prepagas que bajan línea en cuanto a los
tratamientos. Se trata de “objetivos” que se acuerdan. Objetivos móviles, solucionables en un plazo de no más de 30
sesiones. No es un trabajo guiado por el síntoma que habla.
Las sesiones se desarrollan a razón de una por semana. Los honorarios los regulan las instituciones. Hay un notable
incremento de pacientes medicados. Los analistas quedan diluidos en una práctica asistencial regida por ideales
terapéuticos de carácter sanitaristas y sostenidos en remisiones sintomáticas.
Está claro que un sujeto no necesariamente quiere su bienestar. Quedará en las maniobras del analista, en los
recursos que pueda implementar para reconducir los análisis hacia el develamiento de un saber no sabido y al
reconocimiento de su falta. Quedará en su “saber hacer”.
Se trata de que un sujeto se responsabilice de aquello que lo aqueja, de su modo de gozar. La inexistencia del Otro
deberá ser un punto de llegada en el análisis, y no un punto de partida en la vida de un sujeto. La caída de los
semblantes y el descubrimiento de que por detrás de ellos no hay nada, dispara la angustia.
Sí ubicaría el riesgo, en que también la palabra quede fagocitada por la globalización, que se instale la palabra-
fármaco. Aquella que pacifica, devuelve sentidos y unidad al yo. Una palabra bastardeada y mercantilizada, que
rechaza lo icc y los fundamentos del psicoanálisis.
Las dinámicas históricas reorganizan la subjetividad. El resultado es un reciproco cuestionamiento de discursos. El
psicoanálisis enfrenta una encrucijada y de las respuestas que ofrezcamos dependen tal vez los destinos de nuestra
práctica.
Unidad 2: Iniciación del tratamiento
- Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico, Freud (1912)
Freud propone una serie de reglas y técnicas que son producto de sus años de experiencia.
1-ATENCIÓN FLOTANTE: El médico deberá guardar en la memoria los innumerables nombres, fechas, detalles de recuerd
ocurrencias y producciones patológicas del paciente sin confundirlo con un material parecido proveniente de otro paciente. P
lograr esto, el médico no debe fijarse en nada en particular y prestar a todo lo que escucha la misma “atención parejame
flotante”, suspender las motivaciones que habitualmente dirigen la atención, sin recortar o escoger nada. Tan pronto como u
tensa adrede su atención, empieza también a escoger entre el material ofrecido, guiado por expectativas e inclinacio
propias, corriendo el riesgo de no hallar nunca más de lo que ya sabe. Él médico deberá abandonarse por entero a
memorias Inconscientes, deberá volver “hacia el Inconsciente emisor del enfermo su propio Inconsciente como órga
receptor”, es una comunicación de inconsciente a inconsciente.
Esta regla permite al analista descubrir las conexiones inconscientes en el discurso del paciente. Mediante ella, el analista pue
conservar en su memoria multitud de elementos aparentemente insignificantes, cuyas correlaciones sólo más tarde se pond
de manifiesto.
ASOCIACIÓN LIBRE: Por su parte, como contrapartida, el analizado deberá atenerse a una particular exigencia,
considerada la regla fundamental del psicoanálisis: referir todo cuanto se le ocurra, sin críticas ni selección previa
(Asociación Libre).Así, los elementos del material que ya se ensamblan en un nexo quedarán a disposición conciente
del médico, mientras que los elementos restantes, todavía incoherentes, surgirán en la memoria del médico tan
pronto como el analizado presente algo nuevo al cual referirlo.
2-NO HACER ANOTACIONES, PRIVILEGIAR LA ESCUCHA: Desaconseja que en el curso de las sesiones se tomen notas
extensas, se redacten protocolos, etc., ya que de esta manera se practicaría una dañina selección del material,
contrario a la atención flotante.
3-NO HACER HIPÓTESIS MIENTRAS ANALIZA, hacerlo luego de concluido el análisis: Mientras el tratamiento de un
caso no esté cerrado, no es bueno elaborarlo científicamente. La conducta correcta del analista consistirá en no
especular ni cavilar mientras se analiza, someter el material adquirido al trabajo de pensamiento sólo después de
concluido el análisis.
4-SUPERVISIÓN: El médico no puede tolerar aquellas resistencias que aparten de su consiente lo que su inconsciente
ha discernido. Para ello es lícito exigirle que se someta él mismo a un tratamiento psicoanalítico que le permitirá
tomar conciencia de sus propios complejos que pudieran perturbarlo, para aprehender lo que el analizado le ofrece.
El propio análisis permite vivenciar experiencias e impresiones que en vano buscaría en libros o conferencias.
Cualquier represión no solucionada en su propio análisis corresponderá un punto ciego en su percepción analítica.
5-NO SER TRANSPARENTE: Freud critica la actitud del médico que considera adecuado para superar las resistencias
del enfermo dejar ver sus propios defectos y conflictos anímicos. El médico debe mostrar sólo lo que le es mostrado,
una relación asimétrica.
6-EVITAR LA AMBICIÓN PEDAGÓGICA: Freud se opone terminantemente a hacer del paciente un patrimonio
personal, a imponerle ideales y a complacerse por su obra luego de haberlo formado a su imagen y semejanza. No se
debe educar al enfermo para que se asemeje a nosotros, sino para que se libere y consume su propio ser.
7-ABSTINENCIA: Frialdad de sentimientos exigible al analista, crea condiciones más ventajosas. Para el médico, el
cuidado de su propia vida afectiva; para el enfermo, el máximo grado de socorro que hoy nos es posible prestarle. No
otorgarle al paciente una satisfacción sustitutiva(algo que le falta al paciente y que éste viene a demandar al analista,
relacionado con la castración), no otorgarle un amor que está pidiendo, que en realidad se lo pide a otro
(transferencia) motor del tratamiento: dejar subsistir la angustia.
8-NEUTRALIDAD: No interviene la persona del analista, sino el analista como función. Sus valores y creencias no
tienen lugar. No omitir juicios de valor, ya que no somos nosotros ante el paciente sino que estamos en el lugar de
los primeros objetos todos poderosos (imagos parentales). El paciente está atento a nuestras opiniones. Aconseja
tomar por modelo al cirujano que deja de lado todos sus afectos y aún su compasión humana, y concentra sus
fuerzas espirituales en una meta única: realizar una operación lo más acorde posible a las reglas del arte.
9- Es incorrecto dictar al analizado unos deberes: recopilar sus recuerdos, reflexionar sobre cierta época de su vida, etc.
10- No tratar parientes.
- Sobre la iniciación del tratamiento, Freud (1912)
En “Sobre la Iniciación del Tratamiento”, Freud plantea una serie de reglas (que no adquieren carácter de
obligatoriedad), sino que han sido fruto de su experiencia y que han resultado les más adecuadas para su
individualidad.
1) PERÍODO DE PRUEBA: Aceptar a los enfermos primero sólo provisoriamente, por una o dos semanas. Durante ese
lapso se toma conocimiento del caso y se decide si es apto para el psicoanálisis. Este ensayo previo ya es el comienzo
del psicoanálisis y debe obedecer a sus reglas. La interrupción dentro de ese lapso ahorra al enfermo la impresión de
un intento de curación fallida. La iniciación del tratamiento con un período de prueba tiene además una motivación
diagnóstica (para descartar cuadros a los que no recomienda tratamiento analítico, como la demencia precoz).
Prolongadas entrevistas previas antes de comenzar el tratamiento, así como un conocimiento anterior entre el
médico y la persona por analizar, traen consecuencias desfavorables: hacen que el paciente enfrente al médico con
una actitud transferencial ya hecha.
2)HORARIOS: Con respecto al tiempo, Freud asignaba a cada paciente una determinada hora de sesión. La misma era
suya y permanecía destinada a él aunque no la utilice. Consideraba que al tomar una actitud más tolerante, las
inasistencias ocasionales se multiplicaban. Creía que aún interrupciones breves implicaban un prejuicio para el
trabajo.
3) DURACIÓN DEL TRATAMIENTO:Una de las preguntas más desagradables que debía enfrentar el médico era:
"¿Cuánto durará el tratamiento?". Esta pregunta es de difícil respuesta ya que: - Es frecuente que el neurótico en
ciertos períodos sólo haga progresos muy lentos; - Las alteraciones anímicas profundas sólo se consuman con
lentitud debido a la atemporalidad de los procesos inconscientes.
El analista introduce un proceso (la resolución de las represiones existentes), puede supervisarlo, promoverlo,
quitarle obstáculos del camino, pero una vez iniciado sigue su propio camino.El psicoanálisis requiere de lapsos más
prolongados de los que el paciente espera y esto debe ser informado al enfermo antes de iniciar el tratamiento.
4) DINERO: consideraba que en la estima de dinero coparticipan poderosos factores sexuales. Veía que la estima del
enfermo por el tratamiento no se elevaba brindándoselo demasiado barato. El analista tendría derecho a negar
asistencia gratuita, ya que la misma le sustrae una fracción considerable de tiempo de trabajo, además muchas
resistencias del neurótico se acrecientan por el tratamiento gratuito.
El pago al médico establece una regulación al tratamiento. La ausencia de regulación se hace sentir muy
penosamente, la relación toda se traslada fuera del mundo real y el paciente pierde un buen motivo para aspirar al
término de la cura. Si se acepta a un paciente gratis, puede pensar que es por amor. No hay posibilidad de prestar
asistencia gratuita.
5) DIVÁN: Aconseja hacer que el enfermo se acueste en un diván mientras el médico se sienta detrás de modo que él
no lo vea, a fin de no influir con ningún gesto en sus interpretaciones o comunicaciones (sus movimientos
transferenciales).
6) ¿POR DÓNDE EMPEZAR?: No interesa con qué material se empiece, con tal que se deje al paciente hacer su relato
y escoger el punto de partida. Lo único que se aclara es la regla fundamental psicoanalítica: “Su relato debe
diferenciarse de una conversación ordinaria. Mientras que en esta usted procura mantener el hilo de la trama
mientras expone, y rechaza todas las ocurrencias perturbadoras y pensamientos colaterales, a fin de no irse por las
ramas, aquí debe proceder de otro modo. Usted observará que en el curso de su relato acudirán pensamientos
diversos que preferiría rechazar o no tiene ninguna importancia. Nunca ceda usted a esa crítica. Diga, pues, todo lo
que se le pase por la mente”.
Hay que sancionar la conducta de aquellos pacientes que preparan su relato, supuestamente para asegurarse un
mejor aprovechamiento del tiempo, ya que detrás de su conducta se esconde una actitud resistencial que le permite
protegerse del afloramiento de ocurrencias indeseadas.
En ocasiones se tropezará con pacientes que empiezan la cura con la afirmación de que no se les ocurre nada que
pudieran narrar, y ello teniendo intacta por delante toda la historia de su vida y de su enfermedad. No se debe
ceder, ni esta primera vez ni las ulteriores, a su ruego de que se les indique sobre qué debe hablar, ya que esto
responde a una situación resistencial.
7) ¿CUÁNDO SE DEBE EMPEZAR A HACER COMUNICACIONES AL ANALIZADO?: Sólo cuando se haya establecido en el
paciente una transferencia operativa (buen rapport). La primera meta del tratamiento sigue siendo allegarlo a éste y
a la persona del médico (que se instale la transferencia) y para eso hace falta tiempo. Es necesario proceder con
cautela para no comunicar una solución de síntoma y traducción de un deseo antes de que el paciente esté próximo
a ello, de suerte que sólo tenga que dar un corto paso para apoderarse él mismo de esa solución, ya que se podrá
generar una resistencia, lo que podría hacer que el tratamiento termine prematuramente.
Antes se le daba mucha importancia a lo que el sujeto sabia o no sabía, por lo que se le comunicaba todo cuanto
confirme su complejo o trauma. Ahora Freud se da cuenta que lo importante es vencer las resistencias que son
causas del no saber. La cura se logra haciendo avanzar a lo consciente sobre lo inconsciente venciendo las
resistencias de la represión.
No se debe comunicar al enfermo la causa de sus síntomas ya que no vencerían la resistencia. La resistencia de la
represión se vencen cuando el proceso conciente del pensar avanza hasta ese lugar. El motor de la terapia es el
padecer del paciente y el deseo de sanar. Para que ese motor del padecer sea efectivo necesita la energía de la
transferencia y la dirección adecuada. El paciente por sí solo no sabe el camino a recorrer ni tiene todas las fuerzas
para hacerlo, cosa que el médico remienda con la transferencia y las indicaciones.
Hay que intervenir en función de la singularidad de un caso, no a partir de la rigidez de las normas. Para hacer un
análisis tiene que haber un síntoma al que se supone un significado. El síntoma tiene que estar dicho por el sujeto, es
la queja. No es como en la medicina que el médico sitúa el síntoma.
8) TRANSFERENCIA: Mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente afluyan sin detención, no hay que tocar
el tema de la transferencia, hay que esperar hasta que haya devenido resistencia. La transferencia a menudo basta
por sí sola para eliminar los síntomas del padecer, pero ello de manera sólo provisional, mientras ella misma
subsista. Así sería sólo un tratamiento sugestivo, no un psicoanálisis. Se lo puede llamar psicoanálisis, si la
transferencia ha empleado su intensidad para vencer las resistencias.
- Los tratamientos analíticos en las instituciones, Galende
Psicoterapias Psicoanálisis
Son más fenomenológicas en la captación Se propone una disección de las estructuras
del síntoma productoras de conflicto
Parten de y tienden a la unidad del sujeto; el Su sujeto es estructuralmente escindido,
humanismo que las sustenta se expresa en tópico y el conflicto y la adaptación son de
sus ideas de adaptación y equilibrio naturaleza irreductible
Se proponen la resolución del síntoma, en lo Devela la relación entre síntoma y verdad
cual basan su eficacia histórica del sujeto. La disolución del
síntoma sobreviene por añadidura, por
develamiento de esa unidad
Responden a la demanda del paciente, Interroga la demanda sin satisfacerla
tendiendo a reunir, aglutinar, lo que éste
separa
Autorizan en el terapeuta la utilización de su Se rige por el principio de abstinencia y la
propia persona para lograr la cura relación exclusiva con la palabra
Utilizan un saber y una experiencia que Se evita toda intención pedagógica
hacen de su acción una pedagogía
subyacente

Propone problematizar, Recuperar en toda su amplitud el conjunto de factores que determinan los modos en que se
plantean los problemas de la Salud Mental, la manera de comprenderlo y las respuestas políticas que se efectúan. Se
trata de potenciar el análisis para mejorar las respuestas prácticas.
Abordar las cuestiones relativas al tratamiento analítico en una institución es preguntarse por la transferencia, ya
que es su despliegue en locura lo que define las características y posibilidades de un análisis. La cuestión es
preguntarse qué agrega la institución psiquiátrica a estos tratamientos. No nos parece que ciertas cuestiones del
encuadre sean lo esencial: el pago, en número de sesiones, la disponibilidad del lugar, el diván, horarios, etc. Sí nos
parece importante contar con la aceptación por la institución de ciertos requerimientos que tiene un tratamiento
analítico: elección mutua entre analista y paciente, cuestiones de respeto por la privacidad de la relación analítica,
aceptación del tiempo de duración del tratamiento y frecuencia necesaria de sesiones, que no pueden fijarse
administrativamente, respetar que es el analista quien dirige la cura y no los criterios administrativos. La singularidad
de cada análisis es esencial, es siempre “caso por caso”.
Las instituciones tienen requerimientos de diagnóstico, clasificaciones y generalizaciones que suelen hacer conflicto
con este requerimiento de singularidad. Lo que nos parce que la institución agrega a estos tratamientos es
justamente la presencia de la institución en la transferencia.
En la creación del espacio clínico que necesita el análisis, la institución emerge como fuerza instituyente de una
relación con el analista que hace obstáculo a la configuración de la relación de análisis. Esta transferencia es previa a
la transferencia analítica propiamente dicha, y suele permanecer como obstáculo, telón de fondo de todo
tratamiento en las instituciones, con frecuencia como un aspecto no analizable. Esta transferencia está configurada
por la relación regresiva que el paciente mantiene con la institución médico-asistencial y que suele expresarse tanto
bajo formas de sometimiento como de exigencias despóticas de cuidados y atenciones. Sabemos por Freud la
función sofocante de la subjetividad que toda institución mantiene con los individuos.
Según Bleger toda institución es, además, lugar privilegiado de deposticacion y fijación de los aspectos ambiguos de
la personalidad, indiferenciados. Hay una impregnación identificatoria en la relación del sujeto con la institución.
Desde otro ángulo: la consciencia, la representación, que el enfermo tiene de su padecimiento, incluye las de la
institución médica; ésta forma parte de sí mismo.
La instancia subjetiva que sostiene esta identificación es el yo ideal; de él parten los fantasmas omnipotentes de
control de la muerte y el sufrimiento a través de una recuperación regresiva de la fusión con la madre: exigencia de
ser cuidado, protegido, dependencia extrema idealización. Por otra parte esta transferencia con la institución esta
infiltrada por la compulsión de repetición
La transferencia, en todo análisis, tiene una dimensión de repetición, en tanto reactualiza en la relación al analista
alfo de los vínculos primarios. La transferencia a la institución busca repetir de modo compulsivo el vínculo
simbiótico, materno, sostenido en el yo ideal y difícilmente analizable. Su dimensión compulsiva nos aparece en lo
altamente ritualizado en la relación con el médico y en el requerimiento repetido del acto sometimiento/cuidado.
La exigencia de ser atendido y curado en su condición de enfermo, es una fuerza homogeneizante que aplasta las
singularidades de su historia personal, o los recuerdos en donde sus síntomas podrían desplazar sentido. Toda
institución afecta al ser de sus miembros a la homogeneización que produce, borrando las diferencias subjetivas.
Ambas, instituciones y transferencia del sujeto, se constituye en resistencia al análisis que requiere el despliegue de
una singularidad plena.
Si, como pensamos la institución forma parte por impregnación identificatoria, del yo arcaico, escindido y fijado en la
relación de asistencia, también es frecuente que los analistas depositen en la institución sus propias demandas
regresivas de protección-seguridad-cuidados. Suele ocurrir que el analista recurra a la institución como defensa,
poniéndose en función resistencial. Si la institución sirve al analista para protegerse de la transferencia del paciente
y al mismo tiempo o simultáneamente sirve al paciente como resistencia para el análisis, la institución, en su reinado
absoluto logra impedir el análisis. Se recetan fármacos, se interna, etc.
También interesa la manera en que la institución instituye un modo de relación social. Se toma a ésta como síntoma:
en el paciente, en los terapeutas, en el personal no asistencial. El analista interroga sobre la demanda de la
institución. Recordemos que la relación que instituye el psiquiatra es objetivamente del enfermo; esto se expresa en
el diagnostico que al nombrar al paciente afecta a sus ser en lo simbólico (esto es, define su lugar en los
intercambios sociales). Ejemplo: paciente = número. Una interrogación psicoanalítica sobre esta demanda,
encarnada en el paciente, apunta a interrumpir la ley ritual de repetición-clasificación que la institución efectúa y
permite acceder al sentido de su organización.
El método analítico, cuya aplicación califica de análisis a un tratamiento, requiere de una clínica en la que el
padecimiento del sujeto sea abierto a la complejidad sobredeterminada de su historia, sus relaciones actuales, la
demanda que sitúa a un otro (terapeuta) y un lugar. Un analista frente a un síntoma lo interroga: a que sirve el
síntoma? Porque en este momento? Que quiere del médico? Etc.
La institución no se plantea interrogantes, tiende a responder con su propia red de sentido, incorporando y
significación a ese sujeto desde sus saberes y funcionamientos establecidos. En este sentido, los encuadres de la
institución y del analista son antagónicos.
Suele pensarse que se debe intentar adaptar los tratamientos a los requerimientos de la institución asistencial (lugar,
tiempos requeridos, frecuencia de sesiones, etc.)
Desde la admisión misma del paciente se debe generar un espacio analítico, en el que la demanda pueda ser
escuchada con el mínimo de interferencia institucional. El modelo de intervención analítica no tiene por qué ser
diferente al que se hace en la práctica privada.
Con frecuencia surge con los médicos que suelen manejar la transferencia para reforzar su prestigio narcisista o su
poder sobre el enfermo. El analista se sirve de ella para otros fines: la detecta para facilitar la relación del paciente
con su propio saber y su verdad. En la convivencia entre analistas y otros técnicos de la Salud Mental en las
instituciones, el manejo de la transferencia por los analistas, que supone un modo de relación nueva y diferente con
los enfermos, repercute sobre el conjunto de la institución y tiene en cuanto a esto, un valor crítico sobre los
vínculos que la institución propone. Es necesario partir de la idea de que en el momento actual la institución de
Salud Mental no es en si un instrumento terapéutico, sino el lugar donde se implante una relación nueva que quiere
ser terapéutica.
Respuesta Psiquiátrica Respuesta Psicoanalítica
Tiende a la exclusión, segregación y encierro No avala la exclusión y custodia de los
del loco y su custodia en los manicomios. enfermos, siempre sostuvo una práctica de
respeto por la palabra del enfermo y una
ética de la verdad y el deseo
Establece una relación de asistencia No establece relación de asistencia
Busca lo patológico en el signo biológico Centra la cuestión de la producción de lo
para lo cual necesita excluir al sujeto patológico en el seno mismo de la estructura
de producción subjetiva
Responde a la demanda. Presenta una No responde a la demanda sino que lo
relación asimétrica de poder. El poder está interroga
en posición del psiquiatra (sujeto de la
enunciación que tiene la palabra), el sujeto
es hablado por el saber psiquiátrico (sujeto
del enunciado)
Coloca al individuo en el lugar de objeto Su intervención es singularizante, tiende a
natural por su condición de enfermo. El resituar en el sujeto su relación con lo
sujeto ya no es más objeto de esta medicina, colectivo
es solo terreno, hábitat en el que la
enfermedad evoluciona
Presenta modelos clasificatorios y Se caracteriza por su capacidad de
objetivantes. Nombra por sus diagnósticos y problematizar la realidad sobre lo que
hace entrar al enfermo en sus categorías. piensa, mostrar su complejidad, tensiones,
Generaliza fuerzas y los caminos de resolución de sus
conflictos

- Introducción al método psicoanalítico, Miller.


Miller hablara sobre la vertiente de la técnica, del que hacer. No hay ningún punto técnico en el análisis que no
circule con la cuestión ética, y es para nuestra comodidad de exposición que distinguiremos entre ética y técnica. En
el análisis, las cuestiones técnicas son siempre cuestiones éticas porque nos dirigimos al sujeto. La categoría de
sujeto debe ser colocada en la dimensión de ética.
La práctica lacaniana no tiene patrones, tiene principios. Principios de la práctica se transmiten sin explicación a
través del propio análisis. Miller tratara de hacer un “discurso del método”.
Hay una diferencia clara entre el paciente psiquiátrico, designado como paciente por los otros, y el paciente del
psicoanálisis. Es que este se presenta análisis por motus propio (la mayoría de las veces). Se puede decir que el
primer pedido en la experiencia analítica es la demanda de ser admitido como paciente. La primera evaluación es
hecha por el paciente, es el que primero avala su síntoma. El llega al analista sobre esa autoevaluación. Decimos que
el acto analítico ya esta presente en esa demanda de avalar.
Consideramos que aquel que pide un análisis puede ser autorizado por el analista a entrar en la experiencia analítica.
Aceptarlo o no ya es un acto analítico. En la práctica lacaniana, todo paciente, todo aquel que quiere ser un paciente,
es considerado como un candidato. Las entrevistas preliminares, se trata de una práctica común, nuestra, y también
de una ética. La práctica de las entrevistas preliminares se considera en juego el acto analítico y la ética del
psicoanálisis en el inicio mismo de la experiencia analítica
¿Qué significa las entrevistas preliminares? En la práctica lacaniana, la práctica de las entrevistas preliminares es una
consecuencia directa de cómo damos una estructura a las “bienvenidas”. Esto significa que el comienzo es aplazado,
el analista se demora en iniciar el proceso del análisis hasta que esté satisfecho, en el sentido de poder autorizar la
demanda de análisis y, consecuentemente, avalarla, según razones que deben ser precisas. Cuando estas razones no
están claras, no se debe avalar la demanda. Las entrevistas preliminares pueden durar un mes, a una por semana, en
total cuatro encuentros. Pero también pueden durar un año y a veces, el analista se queda con el paciente durante
varios años en una situación preliminar; de tal forma que tendríamos ahí un “preliminar permanente”. Es una
práctica de pertinencia analítica pero que, por razones que más adelante veremos, no puede permitir,
efectivamente, el análisis en su rigor.
Con esto tratare de distinguir finalidades; los niveles de la práctica. Hice la distinción en tres niveles, cada nivel entra
en el siguiente, sin haber una separación completa de cada uno de ellos, pues en realidad se superponen.
Los tres niveles son:
1. Avaluacion clínica Subjetivación
2. Localización subjetiva ( vínculos entre los niveles)
3. Introducción al inconsciente Rectificación
Avaluacion clínica: Las entrevistas preliminares, se emplean como un medio para realizar un diagnóstico preliminar.
El analista deber ser capaz de concluir, de una manera previa, algo respecto de la estructura clínica de la persona
que viene a consultarlo. ¿Se trata de una neurosis? ¿Se trata de una psicosis? ¿O se trata de una perversión?
- Del diagnóstico en psicoanálisis, Soler.
Lucha para precisar el lugar, el papel del psa en el campo de la salud mental y de la medicina. Pero también dentro
del psa existe una lucha de opciones entre las dos posiciones extremas:
 psa existe una lucha de opciones entre las dos posiciones extremas: “el psa no es una psicoterapia” → es
verdad, no es una psicoterapia, sin embargo los psicoanalistas reciben las mismas demandas que los
psicoterapeutas, las demandas generadas por los síntomas y el sufrimiento que produce el malestar. El psa
transforma estas demandas en otra cosa, pero son las mismas.
Por otra parte, muchos analistas no solamente analizan sino que trabajan en instituciones.
 Lacan: “el psa no es una terapéutica como las demás” → no vendemos psicoterapia, pero aceptamos
demandas terapéuticas, tratamos las demandas terapéuticas. El psicoanálisis presenta dos aspectos
indisociables.
- es una exploración del icc que consiste en construir con la palabra, explorar los significantes, las palabras, los
deseos que circulan en el icc.
- Al mismo tiempo obtiene modificaciones en los síntomas: es lo que llamamos TERAPEUTICA
Las dos vertientes son indisociables. En el psicoanálisis se curan los síntomas por la exploración del inconsciente.
No se puede prescindir del DIAGNOSTICO. En general lo justificamos en función de la posible psicosis del paciente
que consulta.
Recorrido por las variantes de la sintomatología en el psicoanálisis:
Los síntomas cambian según el contexto de discurso, son históricos.
Desde los inicios del psicoanálisis, se trataba de saber si había una clínica psicoanálisis propia del discurso analítico,
que no fuera simplemente la clínica psiquiátrica de ese tiempo. Suponía una nosografía propia (id de los síntomas
propia) y teorías explicativas propias.
Freud y lacan retomaron la nosología psiquiátrica, sus términos, el mapa de trastornos aislados por la psiquiatría, y
procuraron construir una teoría psicoanálisis de esa nosografía. Retomaron las categorías diagnosticas de la
psiquiatría: psicosis, neurosis, perversión.
En contra de lo que se cree, la psiquiatría clásica y la clínica del DSM no son tan heterogéneas como se imagina. La
diferencia es que la clínica del DSM es descriptiva que pasa por la estadística, mientras que la clínica clásica, la de los
psiquiatras, era una clínica basada en el interrogatorio de los pacientes uno por uno, era más acorde al método
psicoanalítico que la vía estadística y la respuesta a los cuestionarios anónimos.
Hoy se hace hincapié en nuevos síntomas en la serie de depresión, abulia, toxicomanía, etc.
Uso del diagnóstico: uso práctico ante el paciente.
Algunos pensamientos piensan que el diagnóstico es inútil en el discurso psicoanálisis. Pero también están quienes
denuncian el uso del diagnóstico como un abuso.
La época actual es diagnosticista. Los mismos pacientes lo demandan, quieren etiquetas. Foucault: diagnosticar es
hacer entrar el caso singular en una especie general.
La sintomatología de la mirada siempre es una sintomatología del otro, establecida por el médico. En su palabra no
se buscan las huellas de un sujeto, sino las huellas de su enfermedad. Es por lo tanto un hetero diagnóstico, un
diagnóstico que viene del otro y en el cual la palabra en absoluto es constituyente, simplemente es el vehículo de los
signos.
En el psicoanálisis es un síntoma aquello que el sujeto considera como síntoma. Lo denominada síntoma en la clínica
de la observación no se denomina síntoma en la clínica auto diagnosticada del sujeto. O incluso lo que el otro social
no soporta o lo estigmatiza, no siempre coincide con lo que no soporta un sujeto dado. La palabra, los dichos del
sujeto, son constituyentes del síntoma que puede tratarse con el psa. Solo el sujeto puede decir lo que no marcha
para él, aunque ignore su causa.
Frecuentemente los neuróticos se hacen tratar como enfermos imaginarios.
Un ENFERMO IMAGINARIO es un enfermo subjetivo, es decir que el discurso común dice de él “lo tiene todo para ser
feliz” pero no, algo no marcha. Aquí se aprecia una considerable diferencia entre el síntoma visible, aquel que el
psiquiatra puede diagnosticar y el síntoma invisible, aquel que el sujeto vive, o sea entre el síntoma observado y el
síntoma subjetivo.
Existe un problema de ética en los diagnósticos. Para algunos, el diagnostico sería una especie de abuso del saber en
provecho de otra cosa. Para Foucault: estigmatiza la posición del poder del psiquiatra. Nosotros, en tanto alumnos
de lacan, estamos persuadidos de la necesidad del diagnóstico previo para saber si la persona que recibimos puede o
no beneficiarse con el proceso analítico y de qué modo. Para Freud, el psicoanálisis es inoperante para la psicosis. La
posición de lacan: el saber clínico orienta la acción. Si no se sabe cómo está construida una psicosis, cuáles son sus
condiciones, y la naturaleza de sus fenómenos, entonces se remara sobre arena, entraremos en actividad en vano, y
puede ser peligroso. La localización subjetiva: consiste en hacer aparecer la caja: la caja vacía donde se inscriben las
variaciones de la posición subjetiva: hacerlo percibir al sujeto que toma distintas posiciones con relación al dicho
Que es el sujeto? El sujeto es esa caja vacía, es el lugar vacío donde se inscriben las modalizaciones. El vacío encarna
el lugar de su propia ignorancia, encarna el hecho de que la modalidad fundamental que se debe hacer surgir: “yo, el
paciente, no sé lo que digo”. En este sentido el lugar de la enunciación es el lugar del inconsciente
Unidad 3: Transferencia
- Sobre la dinámica de la transferencia, Freud (1912)
Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe de su infancia,
adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa. Esto da por resultado un clisé que se
repite de manera regular en la trayectoria de la vida.A través de la experiencia se ha averiguado que sólo un sector
de esas mociones determinantes de la vida amorosa ha recorrido el pleno desarrollo psíquico. Parte de las mociones
amorosas se volcarán hacia la realidad objetiva, y otra parte se desplegará en la fantasía, en el inconsciente. Cuando
la persona intente satisfacer su amor, van a participar ambas corrientes de las mociones para el acomodamiento con
un objeto (persona).
Si la necesidad de amor de alguien no está satisfecha de manera exhaustiva por la realidad, él se verá precisado a
volcarse con unas re-expectativas libidinosas hacia cada nueva persona. Es entonces normal e inteligible que la
investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien en que está parcialmente insatisfecha, se vuelva hacia el
médico. Esa investidura se atendrá a modelos, se anudará a unos de los clichés preexistentes: el paciente insertará al
médico en una de las series psíquicas que ha formado hasta ese momento. Esta transferencia de amor
consciente/inconsciente se produce no sólo en personas neuróticas bajo tratamiento, sino que se dan también en
personas no analizadas, por lo cual no es culpa del psicoanálisis que esta aflore.
TRANSFERENCIA COMO LA MÁS FUERTE RESISTENCIA: Sucede también que esta transferencia, palanca del éxito,
salga como la más fuerte resistencia. Cuando las asociaciones libres del paciente se deniegan, es posible eliminar esa
parálisis aseverándole que ahora él está bajo el imperio de una ocurrencia relativa a la persona del médico o a algo
perteneciente a él. Para explicar la transferencia devenida resistencia, Freud evoca la condición psicológica del
tratamiento: una condición previa, regular e indispensable de toda contracción de una psiconeurosis, es el proceso
que Jung denominó “Introversión de la libido”. Disminuye el sector de la libido susceptible de conciencia, vuelta
hacia la realidad objetiva y aumenta el sector de la libido extraña a la conciencia. La libido se interna en el camino de
la regresión y reanima los imagos infantiles.
Hasta allí sigue la cura analítica, que quiere volverla de nuevo asequible a la conciencia y ponerla al servicio de la
realidad objetiva. Ahora todas las fuerzas que causaron la regresión de la libido se elevan como unas resistencias al
trabajo para conservar ese nuevo estado. Para liberarla es preciso ahora vencer esa atracción de lo icc, cancelar la
represión de las pulsiones inconscientes y de sus producciones, represión constituida desde entonces en el interior
del individuo.
Las resistencias acompañan todos los pasos del tratamiento. Cada ocurrencia singular, cada acto del paciente tiene
que tomar en cuenta la resistencia, se constituye como un compromiso entre las fuerzas cuya meta es la salud y
aquellas que las contrarían. Si se persigue un complejo patógeno desde su subrogación en lo consiente (síntoma)
hasta su raíz en lo inconsciente, enseguida se entrará en una región donde la resistencia se hace valer con nitidez. En
este punto sobreviene la transferencia. Si algo del material del complejo es apropiado para ser transferido sobre la
persona del médico, esta transferencia se produce y da por resultado la ocurrencia inmediata y se anuncia mediante
los indicios de una resistencia (ejemplo: detención de las ocurrencias).
De esta experiencia inferimos que la idea transferencial ha irrumpido hasta la conciencia a expensas de todas las
posibilidades de ocurrencia, porque presta acatamiento también a la resistencia. Siempre que uno se aproxima a un
complejo patógeno, primero se adelanta hasta la conciencia la parte del complejo susceptible de ser transferida y es
definida con la máxima tenacidad. Vencida aquella parte, los otros ingredientes del complejo ofrecen ya pocas
dificultades. Estas constelaciones se van encaminando hacia una situación en que todos los conflictos tienen que
liberarse en definitiva en el terreno de la transferencia
Así, la transferencia se nos aparece siempre en un primer momento sólo como el arma más poderosa de resistencia,
y tenemos derecho a concluir que la intensidad y tenacidad de aquella son un efecto y una expresión de ésta. El
mecanismo de la transferencia se averigua, sin duda, reconduciéndolo al apronte de la libido que ha permanecido en
posesión de imagos infantiles. Es la única manera del analista de captar los elementos del conflicto infantil, ya que se
repite la neurosis infantil en la transferencia. Se repite lo reprimido del pasado y se actualiza el conflicto.
No se puede comprender el empleo de la transferencia como resistencia mientras piense en una transferencia “a
secas”. Para entender por qué la transferencia es también resistencia, Freud separa la transferencia positiva de la
negativa. La positiva tiene 2 partes: - sentimientos amistosos y tiernos (consientes); parte erótica (inconsciente).
Estas dos partes están enlazadas y la tierna se genera a expensas de un debilitamiento de la erótica. Esta parte
positiva erótica, junto con la transferencia negativa, son las que forman la resistencia en el análisis. La parte tierna
de la transferencia positiva es la que lleva al éxito de la cura.
La transferencia sobre el médico, entonces, sólo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una
transferencia negativa o una positiva de mociones eróticas reprimidas. La transferencia erótica y la transferencia
hostil son neurosis de transferencia que es la neurosis infantil que el paciente trae y pone al analista como centro de
sus síntomas. La repetición cae sobre el analista y hay que despegar lo erótico y hostil de la figura del analista y
ligarlo al recuerdo. Cuando nosotros “cancelamos” la transferencia haciéndola consiente, sólo hacemos desasirse de
la persona del médico esos dos componentes del acto de sentimiento, en cuanto al otro componente susceptible de
conciencia y no chocante, subsiste y es en el psicoanálisis el portador del éxito (favorece la asociación libre, la parte
tierna de la transferencia positiva).
En la pesquisa de la libido extraviada de lo consiente, uno ha penetrado en el ámbito de lo inconsciente. Y las
reacciones que uno obtiene hacen salir a la luz muchos caracteres de los procesos inconscientes, tal como de ellos
tenemos noticia por el estudio de los sueños. Las mociones inconscientes no quieren ser recordadas sino que aspiran
a reproducirse en consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucinación de lo inconsciente. Al igual que en
el sueño, el enfermo atribuye condición presente y realidad objetiva a los resultados del despertar de sus mociones
inconscientes, quiere actuar sus pasiones sin atender a la situación objetiva. El médico quiere constreñirlo a insertar
esas mociones de sentimiento en la trama del tratamiento y en la de su biografía, subordinarlas al abordaje cognitivo
y discernirlas por su valor psíquico. Esta lucha entre intelecto y vida pulsional, entre discernir y querer actuar, se
desenvuelve casi exclusivamente en torno a los fenómenos transferenciales.
- Recordar, repetir, re-elaborar, Freud (1914)
La técnica psicoanalítica:
1) FASE DE LA CATARSIS BREUERIANA: al principio se enfocó directamente el momento de la formación de síntoma y
había un empeño por hacer reproducir los procesos psíquicos de aquella situación con el fin de lograr que tuvieran
su decurso a través de una actividad consiente. Recordar y abreaccionar eran las metas que se procuraba alcanzar
con auxilio del estado hipnótico. El recordar, en los tratamientos hipnóticos, adquiría una forma simple: el paciente
se trasladaba a una situación anterior, que no parecía confundir nunca con la situación presente; comunicaba los
procesos psíquicos de ella hasta donde habían permanecido normales, y agregaba lo que pudiera resultar por la
trasposición de los procesos entonces inconscientes en consientes.
2) COLEGIR DESDE LAS OCURRENCIAS LIBRES DEL ANALIZADO: Luego se renunció a la hipnosis y pasó a primer plano
la tarea de colegir desde las ocurrencias libres del analizado aquello que él no podía recordar. Se pretendía sortear la
resistencia mediante el trabajo interpretativo y la comunicación de sus resultados al enfermo; de modo que se
mantenía el enfoque sobre las situaciones de la formación de síntoma y sobre aquellas otras presentes detrás del
momento en que se contrajo la enfermedad. La abreacción era relegada y parecía sustituida por el gasto de trabajo
que el analizado tenía que prestar al vencer, por la obediencia a la regla ya fundamental, la crítica a sus ocurrencias.
3) Por último, se plasmó la técnica que hoy empleamos: el médico renuncia a enfocar un momento o un problema
determinados, se conforma con estudiar la superficie psíquica que el analizado presenta cada vez, y se vale del arte
interpretativo para discernir las resistencias que se recortan en el enfermo y hacérselas consientes. Se establece una
nueva modalidad de división del trabajo: el médico pone en descubierto las resistencias desconocidas para el
enfermo; dominadas ellas, el paciente narra con toda facilidad las situaciones y los nexos olvidados. La meta de
estas técnicas ha permanecido idéntica: llenar las lagunas del recuerdo; en términos dinámicos: vencer las
resistencias de represión.

El olvido de impresiones, escenas, vivencias, se reduce las más de las veces a un “bloqueo” de ellas. Los otros grupos
de procesos psíquicos, que como actos puramente internos (fantasías, procesos de referimiento, mociones de
sentimiento, nexos) se pueden oponer a impresiones y vivencias, deben ser considerados en modo distinto en su
relación con el olvidar y el recordar. Aquí sucede, que se “recuerde” algo que nunca pudo ser “olvidado” porque en
ningún tiempo se lo advirtió, nunca fue consiente. Para ciertas vivencias, sobrevenidas en épocas tempranas de la
infancia y que en su tiempo no fueron entendidas, la mayoría de las veces es imposible despertar un recuerdo (pero
se llega a tomar noticia de ellas a través de sueños, y a través del análisis de neuróticos).
El signo distintivo de esta nueva técnica respecto del tipo anterior, se puede resumir en que el analizado no
recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como
acción; lo repite, sin saber, que lo hace. El paciente empieza la cura con una repetición así. Y durante el lapso que
permanezca en tratamiento no se liberará de esta compulsión de repetición; se comprende que esta es su manera
de recordar.
Relación de esta compulsión de repetir con la trasferencia y la resistencia:
La trasferencia misma es sólo una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia del pasado olvidado; pero no
sólo sobre el médico sino también sobre todos los otros ámbitos de la situación presente. Tenemos que prepararnos
para que el analizado se entregue a la compulsión de repetir, que le sustituye ahora al impulso de recordar, no sólo
en la relación personal con el médico, sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos de su vida. Tampoco
es difícil discernir la participación de la resistencia. Mientras mayor sea ésta, tanto más será sustituido el recordar
por el actuar (repetir).
Si la cura empieza bajo el patronazgo de una trasferencia suave, positiva y no expresa, esto permite, como en la
hipnosis, una profundización en el recuerdo, en cuyo trascurso hasta callan los síntomas patológicos; pero si en el
ulterior trayecto esa trasferencia se vuelve hostil o hiperintensa, necesitando por eso de represión, el recordar deja
sitio enseguida al actuar. Y a partir de ese punto las resistencias comandan la secuencia de lo que se repetirá. El
enfermo extrae del arsenal del pasado las armas con que se defiende de la continuación de la cura, y que nos es
preciso arrancarle pieza por pieza.
El analizado repite todo lo que desde las fuentes de su reprimido se ha abierto paso hasta su ser manifiesto (sus
inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter). Y además, durante el tratamiento repite todos
sus síntomas. Debemos tratar su enfermedad como un poder actual. Esta condición patológica va entrando
progresivamente dentro del campo de acción de la cura, y el enfermo lo vivencia como algo real-objetivo y actual,
mientras el analista tiene que realizar el trabajo terapéutico que en parte consiste en reconducirlo al pasado.El hacer
repetir en el curso del tratamiento analítico, en nuestra técnica, equivale a convocar un fragmento de vida real, y eso
no puede ser inofensivo y carente de peligro.
La transferencia es una manera de repetir, la repetición es la transferencia del pasado olvidado, el paciente vive su
enfermedad como actual. El analista debe hacer una reconstrucción del pasado olvidado. Vivir lo pasado como actual
lleva al empeoramiento en la cura. Estamos trayendo lo reprimido a la actualidad, el análisis implica una
reconciliación con lo reprimido, es ponerlo en primer plano. Es importante retener las pulsiones patógenas en el
ámbito psíquico, le pedimos al paciente que no tome ninguna decisión importante que comprometa su vida (no se
case, no cambie de trabajo, etc.).
Justificación de la táctica que el médico sigue: Para él, el recordar a la manera antigua, el reproducir en un ámbito
psíquico, sigue siendo la meta, aunque sepa que con la nueva técnica no se lo puede lograr. Se dispone a librar una
permanente lucha con el paciente a fin de retener en un ámbito psíquico todos los impulsos que él querría guiar
hacia lo motor, y si consigue tramitar mediante el trabajo del recuerdo algo que el paciente preferiría descargar por
medio de una acción, lo celebra como un triunfo de la cura. Cuando la ligazón transferencial se ha instalado, el
tratamiento logra impedir al enfermo todas las acciones de repetición más significativas y utilizarlas como un
material para el trabajo terapéutico.
Ahora bien, el principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente y transformarla en un motivo
para el recordar, reside en el manejo de la trasferencia. Volvemos esa compulsión inocua y, más aún, aprovechable,
si le concedemos su derecho a ser tolerada en cierto ámbito: le abrimos la transferencia como la palestra donde
tiene permitido desplegarse con una libertad casi total, y donde se le ordena que escenifique para nosotros todo
pulsionar patógeno que permanezca escondido en la vida anímica del analizado. En este marco, los síntomas de la
enfermedad cobran un nuevo significado transferencial, y se consigue sustituir su neurosis ordinaria por una
neurosis de trasferencia, de la que puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico.
La transferencia crea así un reino intermedio entre la enfermedad y la vida, en virtud del cual se cumple el tránsito
de aquella a ésta. El nuevo estado ha asumido todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye una
enfermedad artificial asequible por doquier a nuestra intervención. De las reacciones de repetición, que se muestran
en la trasferencia, los caminos del tratamiento llevan luego al despertar de los recuerdos, que vencidas las
resistencias, sobrevienen con facilidad.
El vencimiento de la resistencia comienza con el acto de ponerla en descubierto del médico, pues el analizado nunca
la discierne, y comunicársela a éste. Pero nombrar la resistencia no puede producir su cese inmediato. Es preciso dar
tiempo al enfermo para reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo y obedeciendo a la regla analítica
fundamental. Sólo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del trabajo con el analizado, las mociones
pulsionales reprimidas que la alimentan y de cuya existencia y poder el paciente se convence en virtud de tal
vivencia. Se tiene que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado y aún menos apurado.
En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado y en una
prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo que produce el máximo efecto alterador
sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo. En teoría se la puede equiparar a
la abreacción de los montos de afecto estrangulados por la represión, abreacción sin la cual el tratamiento hipnótico
permanece infructuoso.
- Puntualizaciones sobre el amor de transferencia, Freud (1914)
Las dificultades más serias en el análisis son las de la transferencia. Aquí en particular se trata del amor que siente
una paciente sobre el médico, inevitable y difícil. Si tomamos el caso de que el médico sienta este amor como
legítimo y lo corresponda, se trata de contratransferencia, por no entender que el amor surge de la situación
analítica y no por su personalidad. La paciente tiene la alternativa en este caso de renunciar al tratamiento o de
aceptar el enamoramiento como algo inevitable dentro del tratamiento, pero que no habilita a que el analista
intente generar ese amor en “pos del tratamiento”. El enamoramiento puede ser poco fructífero para la cura porque
la analizada puede resignar los síntomas y declararse sana incluso para ser correspondida. Pero el amor no va a durar
para siempre y los síntomas volverán.
¿De qué modo debe comportarse el analista cuando la cura tiene que abrirse paso a pesar de la transferencia
amorosa y a través de ella? Hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como fuerzas pulsionantes
de trabajo y no apaciguarlas mediante subrogados. Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo
para la paciente y una total derrota para la cura. Ella habría conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran
en el análisis: actuar, repetir en la vida algo que sólo deben recordar, reproducir como material psíquico. Consentir la
apetencia amorosa es tan funesto como sofocarla. Exhortar a la paciente, tan pronto como ella ha confesado su
transferencia de amor, a sofocar lo pulsional, a la renuncia y a la sublimación, no sería un obrar analítico sino un
obrar sin sentido: uno habría llamado lo reprimido sólo para reprimirlo de nuevo.
La técnica analítica impone al médico el mandamiento de denegar a la paciente necesitada de amor la satisfacción
apetecida. La cura tiene que ser realizada en la ABSTINENCIA. Uno debe guardarse de desviar la transferencia
amorosa, de ahuyentarla o de disgustar de ella a la paciente, y con igual firmeza uno se abstendrá de
corresponderle. Uno retiene la transferencia de amor, pero la trata como algo no real, como una situación por la que
se atraviesa en la cura, que debe ser reorientada hacia sus orígenes icc, y ayudará a llevar a la conciencia lo más
escondido de la vida amorosa de la enferma, para así gobernarlo.
La participación de la resistencia en el amor de transferencia es indiscutible y muy considerable. Sin embargo, la
resistencia no ha sido creada por ese amor; lo encuentra ahí, se sirve de él y exagera sus exteriorizaciones. Y el
carácter genuino del fenómeno tampoco es despotenciado por la resistencia. El amor se compone por entero de
repeticiones y calcos de reacciones anteriores, infantiles. El Amor de Transferencia consta de reediciones de rasgos
antiguos y repite reacciones infantiles.
Justamente lo compulsivo, que recuerda a lo patológico, procede de su condicionamiento infantil. Pero ese es el
carácter esencial de todo enamoramiento. No hay ningún derecho a negar el carácter genuino al enamoramiento
que sobreviene dentro del tratamiento analítico. Si parece tan poco normal, ello se explica por la circunstancia de
que todo enamoramiento, aún fuera de la cura analítica, recuerda más a los fenómenos anímicos anormales que a
los normales. De cualquier modo, se singulariza por algunos rasgos que le aseguran una particular posición:
1. Es provocado por la situación analítica
2. Es empujado hacia arriba por la resistencia. Esta no lo crea, sino que se sirve de él y gobierna la situación.
3. Carece en alto grado del miramiento por la realidad objetiva, es menos prudente, menos cuidadoso de sus
consecuencias, más ciego en la apreciación de la persona amada.
Motivos éticos se suman a los técnicos para que el médico se abstenga de consentir el amor de la enferma. Debe
tener en vista su meta: que esta mujer, estorbada en su capacidad de amar por unas fijaciones infantiles, alcance la
libre disposición sobre esa función de importancia inestimable para ella, pero no la dilapide en la cura, sino que la
tenga aprontada para la vida real cuando después del tratamiento esta se lo demande. Para el analista queda
excluido el ceder; por alto que él tase el amor, tiene que valorar más su oportunidad de elevar a la paciente sobre un
estadio decisivo de su vida. Ella tiene que aprender de él a vencer el principio de placer, a renunciar a una
satisfacción inmediata.
El psicoterapeuta debe así librar una lucha triple: en su interior, contra los poderes que querrían hacerlo bajar del
nivel analítico; fuera del análisis, contra los oponentes que le impugnan la significatividad de las fuerzas pulsionales
sexuales y le prohíben servirse de ellas en su técnica científica; y en el análisis, contra sus pacientes que luego dejan
conocer la sobrestimación de la vida sexual que los domina, y quieren aprisionar al médico con su apasionamiento
no domeñado socialmente.
- Esquema del psicoanálisis, Freud (1938)
Parte II: La tarea práctica
Freud plantea en el comienzo que el sueño es una psicosis, de duración breve, inofensiva, consentida y de fácil
restablecimiento. Se plantea entonces la pregunta de si pueden tratarse las psicosis al igual que se tratan los sueños.
La respuesta nos dice luego es que no es posible.
Luego dice que las condición básica para un estado patológico es que el yo se vea imposibilitado de cumplir sus
funciones normales por un debilitamiento fruto de los vasallajes del Ello, Súper yo y realidad externa. En el caso de
que los influjos del Ello y del Súper yo sean muy fuerte el nexo del yo con la realidad se puede ver muy perturbado.
Serenes capaces de ayudar al Yo siempre y cuando este haya conservad cierta medida de coherencia. Esto es
imposible en el caso de los psicóticos ya que su nexo con la realidad tan perturbado hace que el analista sea arrojado
junto con el resto de los elementos el mundo exterior. Con el nerítico grave si se podrá trabajar, porque si bien las
causas y mecanismos patógenos son los mismos, su yo se ha demostrado más resistente.
Podremos ayudar al neurótico siempre y cuando nos prometa su más profunda sinceridad desde su Yo, entendida
ésta bajo la forma de la regla fundamental según la cual el paciente debe comunicarnos todo cuanto se pasa por su
mente, por más desagradable o absurdo que le parezca. El yo del paciente no solo nos transmitirá sus ocurrencias
sino que también va a transferir sentimientos que antes sentía por sus figuras parentales. Esta transferencia puede
ser tanto positiva como negativa, por lo que se dice que es ambivalente. Dentro de la positiva esta el motor de la
cura, las ganas de agradarle al analista será lo que posibilite la eliminación del síntoma. Esta transferencia tiene a su
vez otras 2 ventajas: 1. Permite que el Analista tome el Lugar del Súper Yo, corrigiendo los errores cometidos por los
padres del sujeto en su educación: y 2.Permite que el paciente actué, lo que no puede contarnos.
La parte negativa de la transferencia puede aparecer también durante la relación analítica, lo que barre todos los
éxitos terapéuticos que se podrían haber alcanzado. El peligro con ambos polos de la transferencia es que el sujeto
tome por real una situación que en realidad es una repetición del pasado, siendo la tarea del analista eliminar esa
ilusión, para quitar un arma poderosa a la resistencia.
El primer paso de la tarea analítica es la ampliación del autoconocimiento del Yo, tomando el material para esto de
diversas fuentes: sueños, fallidos, asociaciones libres, etc. Esto permite reconstruir lo que pasó y lo que pasa en la
relación transferencial. No debemos transmitir al paciente nuestras inferencias hasta que éste no se halle lo
suficientemente cerca de hacerlo el mismo, ya que de otra manera se levantaría la resistencia nuevamente.
La segunda parte del tratamiento consiste en trabajar con la resistencia. La primera resistencia es la de la represión,
que trabaja contra la irrupción de elementos indeseables del Ello. El desenlace contra esta resistencia puede ser que
el Yo acepte la exigencia instintiva del Ello o que la rechace definitivamente. Esto es indistinto. Lo que se logra
superando esta resistencia es una modificación positiva del yo y una eliminación de sus partes modificadas por
influjos de lo inconsciente.
No solo está la resistencia de la represión, sino que hay otras 2 fuentes, desconocidas por el enfermo y que no
parten de su yo, que pueden englobarse bajo el término “necesidad de estar enfermo”. La primer fuente es el
sentimiento de culpabilidad, que el enfermo no siente, pero que parte del Súper Yo, bajo la premisa de que “el
enfermo no merece nada mejor”. La segunda resistencia es una inversión del instinto de auto conservación que
hace que el enfermo no busque otra cosa que dañarse. El instinto de destrucción se dirige hacia adentro.
En definitiva, la cura depende de las relaciones cuantitativas de fuerzas psíquicas que se pongan en uno u otro
bando del aparato psíquico.
Unidad 4: Contratransferencia
- El oficio del analista: transferencias cruzadas, Korman
Según Korman el psicoanálisis es una actividad transformativa cuyo agente de las modificaciones subjetivas es el
propio analizado, no el analista. Hace referencia a las primeras entrevistas y refiere que la inmensa mayoría de las
demandas que recibe son de personas en estado de sufrimiento, que vienen a pedir alivio a su malestar. En ese
contexto inicial prefiere hablar de “consultantes” y no de pacientes ni de analizantes. Con más o menos dificultades,
ellos suelen hacer la presentación de sus síntomas manifiestos: ansiedad, angustia, dificultades de relaciones,
perturbaciones laborales, etc. A veces explican espontáneamente los motivos posibles de esos malestares, en otras
ocasiones responden a sus preguntas orientadas a descubrir cuál es la teoría causal que ellos elaboran. Suele existir
en el consultante una cierta ruptura del equilibrio psíquico previo, asociándose a esto un aumento de los montantes
de sufrimiento.
Lo que conduce generalmente al analista, además de la búsqueda de alivio, es el enigma respecto de ese
sufrimiento. Intuyen que ellos están involucrados en sus propios síntomas. Esta actitud no suele ser única ni pura, se
mezcla con hechos victimistas y paranoides: los otros son los que provocan su desasosiego. Suelen esperar que para
sus interrogantes existan distintas respuestas de las que ellos ya se dieron cuenta durante todo el tiempo en que
dudaron en consultar. Atribuyen al analista sabiduría y le suponen capacidad para transformar la situación que están
viviendo.
El sufrimiento determina habitualmente en el paciente la actitud de “espera creyente” frente al analista. Otorga al
analista un saber y un poder quedando dotado de una fuerza. En este estado, el paciente podrá, en menor o mayor
grado, despojarse de su modo habitual de hablar y entregarse a nuestra solicitud de asociar libremente.
Con respecto a la ASOCIACIÓN LIBRE, dice: es donde se obtiene la materia prima para la elaboración analítica; la
regla fundamental y el contexto analítico estimulan a que el lenguaje sea utilizado de forma distinta del habitual y
que el paciente se vea entonces arrastrado por sus palabras. El estado de asociación libre constituye una especie de
trance en el que suele haber un decir disperso, con hilos de fuga, pero con anudamientos posibles en diferentes
niveles. Esta pérdida de control elemental sobre los decires provoca la irrupción de aquello que no se preveía. El
fenómeno en su reiteración produce una pérdida de las coordenadas habituales que mantienen la unidad narcisista.
Si se pide al paciente que asocie libremente no es por puro formalismo, es para que surja lo propio, lo singular.
El análisis es una REESCRITURA DE LA NOVELA FAMILIAR: en la relación transferencial el analizado escribe una novela
familiar nueva, a través de transformaciones subjetivas, distinta de la que llevó a consulta. El analista debe sostener
un contexto que posibilite esa reescritura. Esto se logra poniendo a trabajar la transferencia relanzando la tarea
asociativa y elaborarla, aún con el silencio mismo. Toda intervención activa debe estar destinada a evitar distorsionar
el trabajo del paciente.
El psicoanálisis no apunta a la reconstrucción de un pasado, sino a su re significación, a construir un sentido que
antes no tenía. Lo importante es que descubra cosas y que las vea de otra manera, lo que implica una re significación
personal de la historia, una reescritura de la novela familiar. En la transferencia no hay sólo repetición sino también
creación. El paciente piensa que el analista sabe, pero el saber está en el paciente y que en realidad muchos re-
acomodamientos subjetivos nacen a partir de la labor del paciente.
El ENCUADRE para Korman varía con cada analizante y con cada etapa del análisis. Lo mismo va para el analista, cada
uno tendrá un estilo propio. El dispositivo analítico debe adecuarse a ambos. En cuanto a la INTERPRETACIÓN Y LAS
VERDADES SUBJETIVAS, afirma que hay situaciones donde se produce un “shock” frente a lo dicho que hace que el
analizante ya no sea el mismo. En determinado momento del análisis surge en el campo transferencial un deseo de
cambiar la forma de vivir. No es algo consciente que se pueda buscar sino que aparece repentinamente quizás
propiciado por la situación analítica, fortaleciendo el poder de las interpretaciones.
Se llega a un momento tal de padecimiento psíquico que nace una fuerza que se opone a la fuerza que encadena
repeticiones. Primero hay que sacar al dolor del circuito masoquista. No se busca el padecer, sino que a partir de ese
hecho se despierta ese deseo de cambiar de vida y el analista debe dirigir la cura de tal manera que el analizado
pueda tomar las decisiones de qué hacer con esa fuerza que surge. A veces son más útiles las interpretaciones que
haga el analizado que las del analista, porque la vida psíquica no está infantilmente determinada en su totalidad.

PUNTUALIZACIONES SOBRE LA CURA PSICOANALÍTICA: La cura es un proceso que se va dando en la propia


trayectoria descrita por un análisis. La cura está en mi horizonte pero no la busco, la encuentro como efecto del
trabajo analítico. Cuando analizo no pienso en la curación, trato de despojarme lo más que puedo del querer que el
paciente se cure o que se sienta bien. No hay análisis que marche sin que está impregnado de dolor y angustia
durante períodos importantes.
PUNTUALIZACIONES RESPECTO AL ICC: El Icc. es una hipótesis explicativa. No es un recipiente, no está “dentro” de
un sujeto, no tiene existencia real, carece de lugar y espacio, tampoco tiene existencia previa a sus efectos. Se
desprende la necesidad de mi presencia para escuchar o producir ese Icc. que se crea en la trama discursiva que nos
incluirá a ambos. El análisis es el único lugar donde la compulsión repetitiva es objeto de estudio con el fin de
romper ciertas ataduras que ella impone. La transferencia no es pura repetición, hay algo novedoso en cada
repetición transferencial el análisis va a crear lo Icc. , a construir junto al paciente algo del orden de la verdad
respecto a sus producciones que se manifiestan en sesión mediante la asociación libre y bajo transferencia. Nuestra
tarea no consistirá en hacer consciente lo Icc. sino, en el espacio de la sesión, dar posibilidad al despliegue de los
decires del analizante para construir lo Icc.
Si bien se favorece la asociación libre, se reconocen sus riesgos, como desubjetivaciones masivas que pueden
provocar desmoronamiento psíquico. No siempre enfrentar los deseos inconscientes trae el bienestar y la felicidad y
no es lícito tampoco ser indiferente ante el dolor del analizado. La pulsión de muerte en transferencia puede
afectarnos, como si fuera tóxica. La transferencia va más allá de la situación analítica y el análisis tampoco lo puede
todo, así que se respeta que no todo se haya trabajado y no hay que oponerse si tras una reacomodación subjetiva el
analizado decide dejar el tratamiento, porque seguirlo tampoco es garantía de seguir avanzando.
Korman habla de TRANSFERENCIAS CRUZADAS: en el campo analítico está el discurso del paciente y el psicoanalista
operando sobre la transferencia con su propia condición de sujeto y de analista particular. Toda interpretación que
haga el analista nunca va a estar despojada de los deseos, síntomas o fantasmas de él. Si bien se propone el
paradigma del borramiento para que haya saturación del material del analizado, es un ideal que se alcanza
asintóticamente. La subjetividad del analista está implicada en todo análisis, está implicado en forma consciente-
inconsciente, lo que complica la concepción de un análisis puro. El análisis no se conforma sólo del camino que va
del paciente al analista, sino también del que va del analista al paciente.
Lo que indica Lacan en el seminario VIII en cuanto al DESEO DEL ANALISTA es que la transferencia se origina a partir
del analista, quien la provoca, poniendo en juego el deseo del analista cuya función es hacer emerger el deseo del
analizante. El analista es activador de la transferencia. Que el analista busque hacer surgir el deseo del analizante no
quiere decir que no se pongan en juego sus propios deseos a través de fantasmas o síntomas. Ningún analista, por
más analizado que esté, escapa del funcionamiento del inconsciente.
La idea de la transferencia cruzada indica que ambos, analista y analizado, están en el campo transferencial con sus
deseos, síntomas, fantasmas, etc., pero esto tampoco quiere decir que sus posiciones y funciones sean
simétricas.Debemos saber que ser soporte de la transferencia implica que su peso recaerá sobre nosotros, tanto
nuestra psique como nuestro cuerpo sufrirán sus efectos. Hay una cierta toxicidad en la tarea que realizamos. El
análisis no lo puede todo. Es conveniente saber que ser analista es un oficio y no un modo de vida que se extienda
más allá del consultorio.
El influjo del analista no se disipa separando la “FUNCIÓN DEL ANALISTA” y la persona que la lleva a cabo. La función
no es independiente de la persona que encarne esa función, cosa que hay que tener en cuenta para limitar o
controlar sus influencias. Por ejemplo, dos analistas no harían exactamente la misma intervención, y esto modificaría
la reacción del analizado. Varias modificaciones de estas y el análisis serán totalmente diferentes. Es imposible
borrarse como sujeto del análisis. Percatarse de esto significa que el analista evitará dirigir la vida del paciente (ya
que sabrá que no es observador neutro) y que el analizado pueda en determinado momento adoptar una postura
crítica de las intervenciones y de su análisis sin que ese cuestionamiento sea tomado como parte de la “resistencia”.
Pretender que es posible borrarnos completamente para que el espacio transferencial sea ocupado sólo por el
analizante es estar proponiendo ideales inalcanzables. El analista no es jamás un observador neutro, sino que forma
parte de la situación analítica. El reconocimiento de estos hechos permitiría limitar esa incidencia por parte de
ambos. Como la transferencia misma, el ANALISTA ES BIFRONTE: condición de posibilidad y obstáculo de una cura.
La teoría sirve como un mapa cuando uno hace una excursión por la montaña y se pierde, es útil para los momentos
en que estamos extraviados. Entonces sacamos el mapa y una vez orientados lo volvemos a guardar. Cuando estoy
convencido de que el análisis hay que reinventarlo con cada analizante y que debe ser hecho a la medida de este. Se
trata en principio y durante la sesión de crear algo válido para el paciente no para el corpus psicoanalítico.
- Lacan, Seminario 1: Los escritos técnicos de Freud
Toma un caso clínico:
El analizado fue invitado a dar una disertación a la radio sobre un tema que interesaba a la analista. Esta disertación
fue realizada unos días después de la muerte de la madre del analizado. A pesar de estar afectado sigue con sus
obligaciones. Llega a la sesión siguiente en un estado de estupor y confusión y la analista interpreta: “usted está así
porque piensa que estoy muy resentida por el éxito que tuvo en la radio hablando de este tema que me interesa”
Para Lacan, esta fue una interpretación choque. El hecho que el sujeto haya salido de su estado tras esta
intervención no prueba la justeza de la misma.
Al cabo de un año el sujeto se da cuenta que su estado de confusión era consecuencia de sus reacciones de duelo,
que solo invirtiéndolas había podido superar.
La analista se cree aquí autorizada para hacer lo que se denomina una interpretación de ego a ego (que no se
distingue de la proyección). Conviene abstenerse de estas interpretaciones. Se trata de intervenciones del eje de lo
simbólico, no desde el eje de lo imaginario.
Escritos técnicos. Lacan
 Los escritos técnicos, son un cierto número de escritos de Freud entre 1904 y 1919, cuyo título, presentación
y contenido, indicaban que trataban del método psicoanalítico (Freud no habla en ellos exclusivamente de
técnica). En ellos hay nociones fundamentales para comprender el modo de acción terapéutica analítica, la
noción de resistencia y la función de la transferencia, el modo de acción e intervención en la transferencia y
el papel esencial de la neurosis de transferencia.
 Estos textos constituyen una etapa intermedia, preceden a la elaboración de la teoría estructural (neurosis,
psicosis, perversión) de las instancias, la que Freud llamó metapsicología.
 La experiencia analítica debe formularse en una relación de tres (la palabra) y no de dos.
 Para Freud, la dimensión propia del análisis es la reintegración por parte del sujeto de su historia hasta sus
últimos límites sensibles.
 La historia no es el pasado, es el pasado historizado en el presente.
 Que el sujeto reviva, rememore, los acontecimientos formadores de su existencia, no es tan importante lo
que cuenta es lo que reconstruye de ellos.
 El acento cae cada vez más sobre la faceta de reconstrucción que sobre la faceta de reviviscencia en el
sentido afectivo.
 La teoría no coincide con la práctica, pero la estructura.
 El problema del sujeto es el rechazo del sentido de sus síntomas. Este sentido no debe serle revelado, debe
ser asumido por él. Por eso el psicoanálisis es una técnica que respeta a la persona humana. A eso es ilógico
plantear que el objetivo es forzar la resistencia del sujeto. (escuela inglesa).
 Freud considera al discurso como una realidad en tanto tal, haz de discursos yuxtapuestos que se recubren
unos a otros, se suceden. Él no disponía de la noción de “soporte material de la palabra”, Hoy habría tomado
como elemento de su metáfora, la sucesión de fonemas que componen parte del discurso del sujeto. Diría
que la resistencia que encontramos es tanto mayor a medida que el sujeto se aproxima a un discurso que
sería el último y el bueno, pero que rechaza de plano.
 Todo lo que suspende, destruye, interrumpe la continuidad del tratamiento es una resistencia.
 No es ajeno a la esencia de la palabra, engancharse en el otro. La palabra es sin duda mediación entre el
sujeto y el otro, e implica la realización del otro en la mediación misma. Un elemento esencial de la
realización del otro es que la palabra puede unirnos a él. Pero existe otra faceta de la palabra que es
revelación. Revelación y no expresión: el inconsciente sólo se expresa mediante una deformación.
 La resistencia se produce en el momento en que la palabra de revelación no se dice, no aparece.
 Palabra plena: donde se dice lo que no se quiere decir y aparece el Sujeto. Aparece la verdad del sujeto.
 Palabra Vacía: el conocimiento, Comunica los acontecimientos.

- Preliminares sobre la contra-transferencia, Paz


La contratransferencia se muestra como un concepto subordinado de aquellos que se consideran nucleares en la
teoría psicoanalítica, es algo evidente si se lo define como: “la respuesta del analista a la transferencia del paciente”,
el problema de aceptar esta definición es que podría no tener lugar o acontecer de manera episódica, trabando el
sostenimiento adecuado de la atención flotante.
La contratransferencia debe ser tomada como: “un emergente intrínseco y constante de la estructura básica del
campo transferencial”, desde el ángulo de la contratransferencia se pude indagar en las configuraciones propias y
especificas del proceso y del campo analítico. Así el compromiso personal y los modos de exposición del analista en
el movimiento transferencial son circunstancias sobredeterminadas que devienen en instrumentos personales de
operación clínica.
Se entiende por contratransferencia la activación de vínculos y fantasías primarias suscitada en el analista a partir de
lo manifestado por el analizado en un proceso analítico.
Esto supone varias cosas:
1) La contratransferencia no es circunstancial ni excepcional, trata de la movilización aleatoria de aspectos
disociados del analista situado en una posición regresiva potencial, producto de la situación y favorecida por
la atención flotante.
2) Si bien inicia como una dificultad su destino dependerá del modo en que se tramite. Pensar que es una
complicación indeseada lleva a pensar la postura del analista como un intérprete robotizado.
3) Es inevitable porque siempre las comunicaciones del paciente afectan al analista de alguna manera. Pero no
toda respuesta emocional es contratransferencia.
4) Puede desestructurar tramas sublimatorias que necesita el psicoanálisis para el encuadre. Por eso hay que
estar atentos a sus efectos.
5) Se usa solo como instrumento en una segunda instancia, porque en una primera instancia es algo sorpresivo
de lo que hay que recuperarse para que no provoque una ruptura de la situación analítica o a un trabajo
psíquico fuera del lugar en el analista.
a. Respuesta esquemática:
i. Respuesta emocional profunda
ii. Sentimientos y representaciones suscitados conmueven, perturban
iii. Se hace necesario elaborar algún tipo de intervención para recobrarse del involucramiento
iv. Cuando se recupera se evidencia un avance y consolidación de todo lo que sostiene el proceso
analítico
6) No se trata de agregar nada, sino de permitir que lo existente dentro de uno se manifieste también, en el
ámbito peculiar de una interioridad personal elaborativa especifica.
7) Evitar la perentoniedad para sacar de si aunque sea bajo formas interpretativas lo que pulsa a partir de
impregnaciones masivas o sutilmente penetrantes.
8) Recuperar la asimetría
Este doble carácter de algo inherente a la situación analítica pero deslizable hacia el polo de la liquidación de la
misma es característico de momentos contra transferenciales. Estas experiencias contra transferenciales como
complicación fecunda, no supone invertir el sentido del proceso, sino favorecer un salto cualitativo en el balance
regresivo del analista
Unidad 5: obstáculos al trabajo de la asociación libre.
- Conferencia 19: Resistencia y represión, Freud (1916)
Cuando emprendemos un análisis para liberar al paciente de sus síntomas patológicos, se supone una fuerte y tenaz
resistencia, que se mantiene durante todo el tratamiento. El enfermo produce todos los fenómenos de esta
resistencia sin reconocerlos como tales, y es un gran éxito que logremos inducirlo a aceptar esta concepción y contar
con ella. ¿se revelan acaso contra su auxiliador beneficio de su enfermedad? Si.
La resistencia de los enfermos es:
- Diversificada
- Refinada
- Difícil de reconocer
- Variadas y proteicas las formas de manifestación
Cuando se fija la regla analítica fundamental, decir todo lo que se le cruce por la cabeza y omitir toda crítica y reparo;
se le pide que comunique todas las percepciones interiores en la secuencia que emerjan de el, sin hacer selección o
exclusión de ocurrencias, sin censura ni critica. El resultado del tratamiento dependerá de la escrupulosidad con que
obedezca esta regla. Al fijarla, lo primero que conseguimos es que se convierta en el blanco de ataque de la
RESISTENCIA. Asevera que no se le ocurre nada. Es raro encontrarse con un enfermo que no intente reservar para si
algún ámbito a fin de defenderlo de la cura. Al final se logra arrancarle a la resistencia una cierta cuota de obediencia
a la regla técnica fundamental y se vuelca hacia otro ámbito. Aparece como RESISTENCIA INTELECTUAL, lucha con
argumentos, se hace fuerte en las dificultades de las doctrinas analíticas, aparecen las críticas y objeciones hacia la
técnica. Empero, el paciente admite razones: le gustaría que lo instruyéramos, lo aconsejemos, esta dispuesto a
hacerse partidario del psicoanálisis bajo la condición de que el análisis deje a salvo su persona
Pero nosotros visualizamos este apetito de saber como resistencia, como distracción de nuestra tarea y lo
rechazamos.
Las resistencias intelectuales no son las peores, siempre se puede salir vencedor de ellas. Pero el paciente durante el
análisis se las arregla para producir resistencias cuyo vencimiento se encuentra entra las tareas más difíciles.
- En lugar de recordar, repite unas actitudes y mociones afectivas de su vida que por medio de la transferencia
pueden emplearse para resistirse al médico y a la cura.
- Si se trata de un hombre, por lo general tomara este material de su relación con el padre, en cuyo lugar pone
al médico y entonces sus resistencias parten del afán de afirmar su autonomía personal y de juicio.
- Las mujeres se las componen para hacer sobre el médico una transferencia tierna, de tinte erótico y
explotarla a los fines de la resistencia. Esta simpatía, llegada a cierta altura, hace que se pierda todo interés
por la cura.
Las resistencias de esta clase contienen tanto del material más importante del pasado del paciente, y lo espejan de
manera tan convincente que se convierten en los mejores soportes del análisis si una técnica diestra sabe darle el
giro correcto. Pero, el enfermo las utiliza para ceder en su empeño sobre cualquier mejoría de su estado.
Estas resistencias tienen que salir a la luz y quedamos insatisfechos cuando no lo provocamos con nitidez suficiente y
no podemos aclararlo al enfermo.
El vencimiento de estas es una operación esencial del análisis y la única pieza del trabajo que nos asegura que hemos
conseguido algo con el paciente.
Estas resistencias que oponen los neuróticos a la eliminación de sus síntomas, se convirtió en la base de concepción
dinámica de la neurosis.
En el curso del tratamiento la intensidad de la resistencia varia de continuo, aumenta cada vez que nos aproximamos
a un tema nuevo y llega a su máxima fuerza en el ápice de la elaboración de este y vuelve a desbaratarse cuando se
lo finiquita. Nunca nos encontramos con la total dimensión de la resistencia que un paciente puede desplegar. Si
estamos a punto de promover a su cc un fragmento nuevo del material icc, particularmente penoso para el, se
vuelve critico al extremo.
¿De qué manera aplicamos esto de que el enfermo se defiende con tanta energía contra la eliminación de sus
síntomas y el restablecimiento de un discurrir normal de sus procesos anímicos?
Se registran fuerzas poderosas que se oponen a un cambio de estado, tiene que ser las mismas que en su tiempo lo
impusieron.
En la formación del síntoma tiene que haber ocurrido algo que ahora podemos reconstruir. La existencia del síntoma
tiene por premisa que algún proceso anímico no fue llevado hasta el final normalmente, de manera que pudiera
devenir consciente. El síntoma es un sustituto de lo que se interceptó. Debe de haberse producido una violenta
renuencia a que el proceso anímico cuestionado penetrase hasta la cc, por eso permaneció icc, en cuanto
inconsciente tuvo el poder de formar un síntoma. Esa misma renuncia se opone durante la cura analítica al esfuerzo
por volver a transportar lo inconsciente a lo consciente. Esto es lo que sentimos como RESISTENCIA. El proceso
patógeno que la resistencia nos revela ha de recibir el nombre de REPRESION.
- Es la precondición de la formación de síntoma, pero es también algo que no se parece a nada de lo que
conocemos.
- Si un impulso fue sometido a la represión entonces conservaría su energía y no restaría recuerdo alguno de
el, el proceso de la represión se consumaría sin que el yo lo notase. - Las mociones que están dentro del
vestíbulo del inconsciente quedan sustraídas a la mirada de la conciencia, que se encuentra en el otro
espacio: por fuerza tienen que permanecer al principio inconsciente. Cuando ya se abrieron paso hasta el
umbral y fueron refrenadas por el guardián son inadmisibles en la conciencia: las llamamos reprimidas. Pero
las mociones a las que el guardián dejo pasar el umbral no por eso han devenido necesariamente
conscientes, meramente pueden llegar a serlo si logran atraer sobre ellas la mirada de la conciencia. Por eso,
ese sistema es el preconsciente. El destino de la represión para una moción singular consiste en que el
“guardián” no la deje pasar del sistema inconsciente al preconscientes. Es el mismo guardián con quien
tomamos conocimiento en calidad de resistencia cuando procuramos la represión mediante el tratamiento
analítico.
Los restos diurnos, en los que individualizamos a los incitadores del sueño, eran un materia preconsciente que
durante la noche, en el estado del dormir, había podido experimenta la influencia de unas mociones de deseo
inconscientes y reprimidas, y formar el sueño latente en comunidad con estas mociones y merced a la energía de
ellas. Bajo el imperio del sistema inconsciente, ese material había recibido un tipo de procesamiento (la
condensación y el desplazamiento) que en la vida anímica normal, es decir, dentro del sistema preconsciente, es
desconocido o se admite solo por excepción.
Los síntomas sirven a la satisfacción sexual de los enfermos, son un sustituto de esa satisfacción que les falta en la
vida. Los neuróticos son aquellos que enferman a raíz de una frustración cualquiera, cuando la realidad les escatima
la satisfacción de sus deseos.
- Inhibición, síntoma y angustia, Freud (1925)
REPRESION → esfuerzo de desalojo. No consiste en un proceso que se cumple de una vez y para siempre, sino que
reclama un gasto permanente. Si este faltara, la moción reprimida que recibe continuos aflujos desde sus fuentes,
retomaría el mismo camino que fue esforzada a desalojar, la represión quedaría despojada de su éxito o debería
repetirse indefinidamente.
La naturaleza continuada de la pulsión exige al yo asegurar su acción defensiva mediante un gasto permanente. Esta
acción en resguardo de la represión es la RESISTENCIA → presupone la contrainvestidura. En la neurosis obsesiva es
palpable una contrainvestidura así. Se manifiesta como alteración del yo, como formación reactiva en el interior del
yo, estas formaciones son exageraciones de rasgos de carácter normales.
En la histeria resulta más difícil pesquisar la contrainvestidura, pero es igualmente indispensable.
La RESISTENCIA que debemos superar en el análisis es operada por el YO, que se afirma en sus contrainvestiduras.
Hacemos cc la resistencia toda vez que ella misma es icc a raíz de su nexo con lo reprimido. Si ha devenido cc le
contraponemos argumentos lógicos y prometemos al yo ventajas y premios si abandona la resistencia. En cuanto a la
resistencia del yo, entonces, no hay nada que poner en duda o rectificar. Pero el yo sigue hallando dificultades para
deshacer las represiones aun después que se formó el designio de resignar sus resistencias, y llamamos
REELABORACION a la fase de trabajoso empeño que sigue a ese loable designio. Tras cancelar la resistencia yoica, es
preciso superar el poder de la compulsión de repetición.
Freud retrabaja las resistencias:
o Resistencia de asociación → resistencia radial, que implica que cuanto más cerca nos encontramos del
núcleo patógeno, mayor resistencias se encuentran.
o Resistencia en la transferencia → la transferencia tiene una cara motora que permite el circuito asociativo, y
también una cara como obstáculo que implica que en determinado momento se produce una falta de
asociación.
o Resistencia en la ganancia secundaria de la enfermedad →Hasta aquí, lo inconsciente era igual a lo
reprimido, pero ya no piensa SOLO en la concepción dinámica lo cual implica la represión y el retorno de lo
reprimido.
o Compulsión a la repetición → con mas allá del principio de placer, Freud se pregunta qué es lo que no se
puede tramitar? Piensa en resistencias estructurales con incidencias en la teoría analítica. Existen
resistencias que la interpretación no puede levantar.
En el análisis hay que combatir con 5 clases de resistencias: todo aquello que impide y obstaculiza el trabajo analítico
Resistencias del yo:
 Represión: mecanismo fundamental de la neurosis y de división entre cc e icc, la represión sustrae la
representación de la cc y como consecuencia surge el olvido.
 Transferencia: es una resistencia en tanto impide la asociación libre.
 Beneficio secundario de la enfermedad.
Resistencias del ello:
 Compulsión de repetición.
Está en juego una satisfacción pulsional, una compulsión de repetición que no quiere resignarse. No puede ser
trabajada en análisis como interpretación, sino que debe trabajarse como una reelaboración (vuelta del análisis).
Esta satisfacción no se liga a representaciones, es decir, no puede ponerse en palabras, solo se recorta la estructura
de la satisfacción parcial en la reelaboración que se produce en el análisis.
Resistencias del superyó:
 Reacción terapéutica negativa: parece brotar de la cc de culpa o necesidad de castigo, se opone al éxito y a
la cura.
Las resistencias del superyó están vinculadas a la necesidad de castigo, a la RTN, es decir, el sujeto no quiere
abandonar la satisfacción que le otorga la enfermedad, por lo tanto no quiere abandonar su posición de enfermo, no
quiere curarse.
- Más allá del principio del placer, Freud (1920)
Cap 2: neurosis traumáticas
Freud le da el nombre de neurosis traumáticas al estado que sobreviene luego en una persona que estuvo cerca de
un peligro de muerte.
La neurosis traumática destaca dos rasgos: que el centro de la gravedad de la causación parece situarse en el factor
sorpresa, en el terror y que el simultáneo daño físico o herida contrarresta en la mayoría de los casos de la
producción de la neurosis traumática.
Freud hace una diferenciación pare resaltar el factor sorpresa, entre angustia terror y miedo.
La angustia designa cierto estado como de expectativa frente al peligro y preparación pala el, aunque se trate de un
peligro desconocido, el miedo requiere de un objeto, en cambio terror es el estado en el que se cae cuando se corre
un peligro sin estar preparado: destaca el factor sorpresa. Por ejemplo la caída de una bomba.
Freud se preguntaba porque en la vida onírica reconduce al enfermo una y otra vez, a la situación de su accidente,
del que se despierta angustiado.
Freud entiende que acá no hay proceso primario el sueño no aparece como condensado y/o desplazado. No se deja
ligar como los otros sueños o por vía de síntomas.
Se repiten como un intento de ligar los elementos que de afuera de los campos de representaciones intentan
encontrar dentro de un representante.
Los sueños traumáticos exceden el marco del principio del placer, no por el lado del contenido (escena) sino por su
repetición. Es un intento fallido de ligadura.
La repetición en los sueños traumáticos obedece a las “enigmáticas tendencias masoquistas del yo”. Introduce
la ruptura del principio del placer con el más allá...
Fracasa la función del sueño como guardián del dormir porque despierta. Esto irrumpe su doctrina de los sueños.
Freud le asigna una función recuperar el dominio por medio del desarrollo de angustia, es un intento de ligadura, un
intento de recuperar el dominio, aparece como una función del aparato psíquico que no contradice el P.P
Esto lleva a Freud a revisar su doctrina del sueño y hace una reformulación, en vez de decir que los sueños son un
cumplimiento de deseo pasa a decir el los sueños son un intento de cumplimiento de deseos.
Bajo determinadas circunstancias, el sueño solo puede imponer su propósito de manera muy incompleta o debe
resignarlo del todo; la fijación inconciente a un trauma parece contarse entre los principales de esos impedimentos
de la función del sueño. Al par que el durmiente se ve precisado a soñar porque el relajamiento de la represión,
permite que se vuelva activa la pulsión aflorante de la fijación traumática, falla la operación del trabajo de sueño, y
se obtiene así el sueño traumático.
JUEGO
Freud observa el primer juego autocreado por un niño de una año y medio.
El niño jugaba con un carretel atado a un piolín. Cuando lo tiraba decía o-o-o (fort – se fue). Cuando lo volvía a traer
decía a-a-a (da – volvió). Ese era el juego completo tirarlo y volverlo a traer. El mayor placer corresponde al segundo
momento. El niño sin embargo repetía más la primera parte. Freud se pregunta por el sentido de la repetición, no
por el sentido del juego. Semejante a los sueños traumáticos, lo importante es la repetición no la escena “en sí”.
Primer modo vía juego de internalizar la ausencia del otro. Modo de tratar psíquicamente la ausencia del otro.
Freud interpreta que el juego consistía en la renuncia pulsional (renuncia a las satisfacción pulsional) de admitir sin
protesta la partida de la madre.
Freud postula que el juego significa la partida y el regreso de la madre. Algo que ocurrió y otra parte que no ocurrió.
El juego entonces implica la repetición de la ausencia de la madre se pregunta porque repite algo displacentero (la
ausencia de la madre).
El niño desaparece cuando la madre se ausenta. El niño es destinatario de las cariños de la madre, cuando la madre
no está, el niño desaparece. Entonces el niño en vez de angustiarse, tramita la ausencia de la madre vía el juego.
El juego del espejo el niño se corre del espacio, no se ve. Antes tiraba el carretel y decía o-o-o-o. El carretel
representaba a la madre. En el juego del espejo el niño dice: bebe o-o-o.
Dice Freud que encontró el modo en hacerse desaparecer. Consecutivamente cuando tira el carretel relacionado con
la ausencia de la madre pero todo eso que hace, la madre existe en presencia (no hay caricias en ausencia). Si el niño
es destinatario de la madre, cuando la madre se ausencia cae la existencia del niño. Bebe o-o-o. Entonces el carretel
representa ausencia de la madre y niño como destinatario. No existe hasta que dice bebe o-o-o. Se hace representar
por una representación. El o-o-o es algo que viene de afuera que le permite representarse.
El juego revela que se produjo algo, tiene casi un carácter de creación, aparece como una primera producción que
cuando la madre se ausenta no hay una representación, hay un vacío de representación. Se limita un avuguero en el
campo de las representaciones. El vacío es lugar donde el niño existía en el campo de la madre.
A ese vacío en el campo de las representaciones puede responder con el juego. El principio de placer supone un
aparato en que todo es regido por representaciones. Ya constituido el FORD – DA. El niño se inscribe de nuevo en el
principio de placer.
Freud dice que hay placer en el juego pero que el niño tuvo atravesar esa zona que no estaba regida por el P.P que
no estaba regida por las representaciones.
Cap. III:
En una primera época el análisis se basaba en la intelección, reconstrucción y comunicación de lo inconsciente al
paciente. Posteriormente se buscaba que el enfermo recuerde mediante la construcción que se le corroboraba. Se
luchaba contra las resistencias que imposibilitaban el recordar poniendo asen descubierto en la transferencia.
Pero luego se vio que no bastaba solamente con hacer consciente lo inconsciente (ya sea recuerdo o resistencia), ya
que no todo lo reprimido se podía recordar. Antes que recordar, el sujeto repite lo reprimido en transferencia. Lo
que se repite tiene que ver con un fragmento de la sexualidad infantil y por lo tanto con el Edipo. Cuando se repite,
se traduce una neurosis infantil en una neurosis de transferencia. Hay una compulsión de la repetición. Freud aclara
que no se lucha contra lo reprimido, porque lo reprimido busca acceder a la conciencia más que resistirse. La
resistencia se da contra los estratos más altos de la conciencia que buscan que lo reprimido se mantenga como tal.
Otra aclaración es que la oposición no es Yo vs. Inconsciente, porque hay partes del Yo que no son conscientes. La
oposición es Yo vs reprimido (ello). La resistencia si bien es inconsciente, parte del Yo. La compulsión a la repetición
vendría de parte de lo reprimido inconsciente.
Por un lado tenemos el Yo, que en su parte inconsciente resiste, y por el otro lado lo inconsciente reprimido que
insiste en una compulsión a la repetición.
Esta resistencia del Yo estaría del lado del principio de placer, porque busca evitar el displacer de la liberación de lo
reprimido. Si bien la descarga pulsional siempre es placentera, lo sería solo para el Ello, no para el Yo, y por eso la
resistencia está al servicio del principio de placer. La compulsión a la repetición pareciera entonces buscar el placer
del Ello. Pero lo que señala Fraudes que a veces la compulsión de la repetición intenta mostrar algo que bajo ningún
punto de vista provocaría placer, incluso en la infancia. Es decir que no siempre se repiten mociones pulsionales
sexuales infantiles edificas. La vida sexual infantil tuvo que ser reprimida porque en ese momento sus deseos eran
inconciliables con la realidad. Se repiten todas esas frustraciones de la vida sexual infantil, que ni antes ni ahora
generarían placer. Esto hace suponer una compulsión a la repetición que está más allá del principio de placer. La
compulsión a la repetición sería previa al principio de realdad en la constitución del aparato psíquico.
Cap. IV:
La conciencia es una operación de un sistema psíquico particular (CC.), y brinda las percepciones que vienen del
mundo exterior y las sensaciones de placer displacer del mundo interior. Por lo tanto se encuentra entre el límite del
mundo exterior y el mundo interior. En el sistema CC., no hay ninguna huella de las percepciones consientes, sino
que las huellas se almacenan en sistemas contiguos al CC. El CC. Se agota en el “devenir consciente”, por su
ubicación espacial. El CC. Tiene una barrera anti estimulo que protege contra las excitaciones del exterior, pero esa
barrera no acciona contra excitaciones del interior del aparato. Todo esto provoca: la prevalencia de las sensaciones
desplacer-displacer que son captadas por el CC. 2. Una orientación conductual hacia estímulos internos que generan
displacer. Estos estímulos serán tratados como externos para poder defenderse de ellos (origen de la proyección).
Las situaciones traumáticas, provocadas por excitaciones externas (que rompen la barrera anti estimulo), provocan
un desequilibrio económica en el aparato psíquico. En este momento, el principio de placer queda abolido, porque el
sistema no puede evitar el ingreso desmedido de excitación. Lo que buscará el aparato psíquico será dominar el
estímulo, ligarlo psíquicamente, para luego tramitarlo. El aparato pondrá una investidura energética contra esa
energía que irrumpe, una enorme contra investidura, que quita energía a todos los otros sistemas psíquicos para ser
posible, lo que resulta en una parálisis.
En las neurosis traumáticas, los sueños no están al servicio del cumplimiento del deseo, sino que reconducen a la
situación traumática, algo que no genera placer. Estos sueños buscan recuperar el dominio sobre el estímulo
traumático por medio de la angustia cuya omisión propicio la neurosis. Esta función de “ligazón” sería más originaria
que la de genera placer o evitar displacer. Entonces no todo sueño es un cumplimiento del deseo, sino que es la
manifestación de una compulsión a la repetición.
Diferencia del concepto repetición (1914 recordar, repetir…-1920 Más allá del principio del placer)
La Repetición en 1914, se basa en el texto Repetir, Recordar, Reelaborar. Aquello que no se puede recordar, se
repite en acto; el analista tiene que apuntar su intervención para que el paciente recuerde, elabore y así tramite lo
displacentero. Es decir, el quantum de afecto que se liga a una representación proviene de otra representación que
está reprimida y está produciendo efectos. Siempre lo que se reprime es una representación, pero no el afecto
ligada a ella, por ende, mediante desplazamiento y condensación se liga a otra representación pre-consiente para
poder devenir consiente. Lo pre-consiente a diferencia de lo inconsciente puede devenir consciente porque no es
intenso, es débil. Freud en esta época todavía no tiene conceptualizada la 2º tópica del aparato, por ende, tampoco
conceptualizó aún la dualidad pulsional Eros y Thánatos.
El dualismo pulsional vigente es el del narcisismo: Pulsiones Yoicas y Pulsiones Objetales.
En 1919, en el texto Lo Ominoso ya va introduciendo el nuevo dualismo Pulsional y va dándole forma a la 2º tópica.
Allí relata su cambio de posición en relación a los dos tiempos del trauma que proponía en el caso Emma.
En este texto de 1919 comienza estableciendo que lo traumático irrumpe con una "otra escena" que se produce
como un estallido. En 1921, en Más allá… relaciona ésto con la Compulsión a la Repetición, aquella carga que no
puede ser tramitada y se repite mediante sueños traumáticos, como en las neurosis de guerra, es energía libre que
no logra ligarse a una representación. CONCEPTUALIZA LA COMP. A LA REPETICIÓN COMO LA EXPRESIÓN DE LA
PULSIÓN DE MUERTE. A raíz de las situaciones traumáticas que enumera en ese texto se pregunta ¿Cómo pude ser
que se repita una situación que es displacentera para el aparato? Es ahí que comienza a postular que hay algo que va
más allá del principio del placer, por lo cual este principio del placer pierde la hegemonía que le daba hasta
entonces.
En 1914 todavía este principio rige al Aparato Psíquico, cuya función es mantener el equilibrio (homeostasis)
del Aparato, es decir, ante un aumento de tensión el aparato (displacer) tiende a disminuirla produciendo una
descarga energética (placer), produciéndose así el principio de constancia.
Repetición 1914 Repetición 1920

Resistencia del yo. Al servicio del principio Resistencia del ello. Repetir vivencias
de placer. Puede ahorrar el displacer, displacenteras. Ni siquiera los produjeron
conseguir la ambición de tal displacer sentimientos pulsionales reprimidos. Lo no
llamando al principio de realidad. tramitado. Inundación del aparato,
perturbación de la economía psíquica. Queda
Narcisismo, Edipo, castración, represión,
abolido el principio de placer. Falta de
síntoma. Llego a proceso secundario.
angustia. Sueños traumáticos intentando
Síntomas, rasgos de carácter. Hay una
recuperar el dominio. Es una labor preliminiar;
satisfacción pulsional ahí.
dominar la excitación independientemente
del principio de placer, ni siquiera lo tiene en
cuenta. Eterno retorno de lo igual. EJ:
Descargas corporales en los pacientes border:
Retorno de lo escindido. No llego a proceso
secundario. Del lado del goce y de la pulsión
de muerte.

- El yo y el ello, cap 3: el yo y el superyó.


Freud se encuentra en la práctica con personas que venían desarrollando un buen análisis pero que de repente esta
situación se invertía del todo. Algo de esto tiene que ver con la transferencia que lleva a empeorar. Freud se
preguntaba si ese empeoramiento tiene una lógica. Freud lo planteaba como una neurosis grave (acciones
impulsivas de los pacientes). El SUPER YO es un concepto que Freud construye para dar cuenta de esa problemática.
Es un obstáculo en la curación. Ocupa una instancia critica, central, participa en la formación del aparato psíquico,
una instancia amo del YO, incide sobre el YO. El SUPER YO Sus dos dimensiones: Es producto de una identificación
inicial. Monumento recordatorio de la endeblez y dependencia inicial del yo y es el heredero del complejo de Edipo.
Al comienzo es difícil diferenciar las investiduras de objeto y de identificación. Las investiduras de objeto parten del
ELLO. El YO todavía endeble al principio, recibe noticias de las investiduras de objeto, les presta su aquiescencia o
busca defenderse de ellas mediante un proceso de represión.
El YO mediante esta introyección que es una suerte de regresión al mecanismo de la fase oral, facilite o posibilita la
resignación de objeto de amor. Esta identificación es la condición por la cual el ELLO resigna sus objetos.
Hay un registro del otro, amor en presencia. Cuando hay registro del que el otro no está (separación del cuerpo de la
madre) cuando el objeto de amor no está hay identificación, la identificación supone la pérdida del objeto de amor.
Y de ese objeto se incorpora ciertos rasgos que son las investiduras resignadas. La identificación secundaria permite
que el yo se valla formando.
Los efectos de las primeras identificaciones nos reconduce a la génesis del ideal del yo (súper yo).
El SUPER YO es heredero del complejo de Edipo. Por lo cual no había súper yo antes del sepultamiento del complejo
de Edipo.
El resultado más universal de la fase sexual del complejo de Edipo, se puede suponer una sedimentación en el YO,
que consiste en el establecimiento de estas dos identificaciones, unificadas de alguna manera entre sí. Esta
alteración del YO recibe su posición especial: se enfrenta al otro contenido del yo con ideal del yo o súper yo.
El SUPER YO es correlato del complejo de castración supone cierta prohibición de cierta satisfacción pulsional.
(Malestar con la cultura_ angustia frente a la autoridad_ angustia ideal del yo ejemple eso no se hace – meter los
dedos en el enchufe.)
El niño renuncia a la satisfacción pulsional para no perder el amor del otro.
Como heredero del complejo de Edipo, introduce al YO los objetos más grandiosos. Dejan de estar en la presencia y
pasan a estar en el yo, en la moral del sujeto. Prescindir de la presencia es la introyección del otro en el súper yo.
El SUPER YO conserva el carácter del padre, cuanto más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido su represión
el SUPER YO más intenso será como conciencia moral.
- Cap V: Los vasallajes del yo.
El YO se forma en buena parte de identificaciones que toman el relevo de las investiduras del ELLO, resignadas; las
primeras identificaciones se comportan como una instancia particular dentro del yo, se contraponen al YO como
SUPER YO.
El súper yo se debe su poción particular dentro del yo debido a dos consecuencias: es la identificación inicial cundo
el YO todavía era endeble y es el heredero del complejo de Edipo, por lo tanto introdujo en el YO los objetos más
grandiosos.
El YO se somete al SUPER YO. EL SUPERYO mantiene duradero afinidad con el ELLO, y puede subrogarlo frente al YO.
Dice Freud que hay personar que venían desarrollando un buen análisis. Pero cuando uno le demuestra esperanza y
contento algunos pacientes sus estados empeorando. Toda solución parcial les provoca un refuerzo momentáneo de
su padecer. Es lo que Freud llama: reacción terapéutica negativa.
Dice Freud que se trata de un factor “moral” de un sentimiento de culpa que halla su satisfacción en la enfermedad y
no quiere renunciar su padecer. Ese sentimiento de culpa es mudo, el paciente no se siente culpable sino enfermo.
Solo exterioriza una resistencia a la curación.
El sentimiento de culpa normal, conciente no ofrece dificultades de interpretación; descansa en la tensión entre el
YO y el SUPERYO. Dos afecciones son acordes a estas instancias las neurosis obsesivas y la melancolía.
Pero también existen, dice Freud, los sentimiento de culpa inconcientes.
La angustia frente al SUPERYO, a diferencia de la autoridad (renuncio para no perder el amor del otro), no alcanza
con la renuncia pulsional. Aumenta la severidad e intolerancia frente al YO. La paradoja del superyó: a mayor
renuncia mayor severidad.
Un ejemplo de que tengo las manos sucias, masoquismo del YO y sadismo del SUPERYO. Que quiere el superyó que
renuncia a la satisfacción pulsional de tener las manos sucias o que me emerja. Si me lavo las manos 200 veces es
porque me siento sucio.
El SUPERYO proviene de las representaciones palabra pero la fuente energética proviene del ELLO, el SUPERYO es el
representante del ELLO en el YO.
La angustia a la autoridad da cuenta de una cierta culpa, una culpa de gozar.
La culpa de la angustia frente al SUPERYO, es la culpa de no gozar frente al YO. Va más allá del bien estar de la
persona (un porro más, una cerveza más). Un sentimiento de culpa inconciente que es entre el YO y el SUPERYO.
Posición ideal masoquista del YO, ubica al sujeto como enfermo no como culpable. Culpa frente a nada porque es
algo que aparece sin simbolizar.
El SUPERYO ordena un poco más (que es inalcanzable, solo es posible en el punto de la muerte) satisfacción
pulsional. El SY permite el deseo. Hay un borde del SY que nada le alcanza. En términos neuróticos se traduce en
culpa. En tótem y tabú es la culpa porque nadie pude ocupar el lugar del padre, la culpa por no gozar del todo.
El ELLO es totalmente amoral, el YO se empeña por ser moral y el SY es hipermoral entonces se vuelve tan cruel
como el ELLO.
El SY se engendró por las identificaciones primarias lo que supone una desexualización o sublimación. Lo que
provoca una desmezcla de las pulsiones de vida y de muerte. Tras la sublimación el componente erótico no tiene
más la fuerza para ligar toda destrucción aleada con él y esta se inclina como agresión y destrucción. De esta
desmezcla es donde el ideal extrae el sesgo duro y cruel del deber-ser.
El yo se ve sometido a las amenazas del mundo exterior, de la libido del ello y de la severidad del superyó.
El yo quiere mediar entre el mundo y el ello, hacer que el ello obedezca al mundo, y hacer que el mundo haga
justicia del deseo del ello.
- El problema económico del masoquismo, Freud
El masoquismo contradice el principio de placer porque el displacer mismo se vuelve meta. Hay que indagar las
pulsiones de vida y muerte en relación con el principio de placer.
Hemos concebido al principio que gobierna todos los procesos anímicos como un caso especial de la tendencia a la
estabilidad, así atribuimos al aparato anímico el propósito de reducir a la nada las sumas de excitación que le
afluyen, o al menos mantener al en el mínimo grado posible. Se propuso el término de principio de nirvana. Pero
identificamos apresuradamente el principio de placer displacer con este principio de Nirvana. De ser idénticos, todo
displacer debería coincidir con una elevación, y todo placer con una disminución de la tensión de estímulo presenten
en lo anímico; el principio de Nirvana estaría por completo al servicio de las pulsiones de muerte, cuya meta es
conducir la inquietud de la visa a la estabilidad de lo inorgánico, y tendría por función alertar contra las exigencias de
las pulsiones de vida (de la libido), que procuran perturbar el ciclo vital a cuya consumación se aspira. Por ende, esta
concepción no puede ser correcta. Es indudable que existen tensiones placenteras y distenciones displacenteras. Es
decir que el placer/displacer no se refiere al aumento o disminución de una tensión (carácter cuantitativo). El placer-
displacer dependería de algo cualitativo.
El principio de Nirvana sufrió una modificación por la cual devino principio de placer, modificación impulsada por la
pulsión debida. El principio de nirvana expresa la pulsión de muerte. El principio de placer subroga la exigencia de la
libido y su modificación, el principio de realidad expresa el mundo exterior. Ninguno de los tres es destituido por
los otros. En general saben conciliarse entre sí. Se concluye que el principio de placer no es el principio rector de la
vida.
Masoquismo: tiene 3 formas:
1. Masoquismo erógeno: Éste placer de recibir dolor es el fundamento de los otros dos tipos de masoquismo.
En la vida sexual infantil, la excitación se genera por una intensidad fisiológica que rebasa cierto límite. El
dolor probaría entonces también excitación. Esa excitación por dolor luego se extinguiría pero deja una base
fisiológica para el masoquismo erógeno.
Sin embargo, esta explicación es insuficiente, por ende se le agrega esta explicación. En el ser vivo la libido se
enfrenta con la pulsión de destrucción o de muerte; esta que impera dentro de el, querría desagregarlo y
llevar a cada uno de los organismos elementales a la condición de la estabilidad inorgánica. La tarea de la
libido es volver inocua esta pulsión destructora; la desempeña desviándola en buena parte hacia fuera,
dirigiéndola hacia los objetos del mundo exterior. Recibe el nombre de pulsión de destrucción. Parte de esa
pulsión de muerte desviada es puesta al servicio de la sexualidad (seria el sadismo), y otra parte queda en el
interior ligándose gracias a la base fisiológica de excitación de dolor, que sería el masoquismo erógeno,
originario. Se mezclan entonces las dos clases de pulsión.
Esa mezcla pulsional puede deshacerse luego. Después de que su parte principal fue trasladada afuera, sobre
los objetos, en el interior permanece como su residuo, el genuino masoquismo erógeno, que por una parte
ha devenido un componente de la libido, pero por la otra sigue teniendo como objeto al ser propio. Así, ese
masoquismo sería un testigo y un relicto de aquella fase de formación en que aconteció la liga, tan
importante para la vida entre Eros y la pulsión de muerte. El sadismo proyectado, vuelvo hacia fuera, o
pulsión de destrucción puede ser introyectado de nuevo, vuelto hacia adentro, regresando así a su situación
anterior. En tal caso da por resultado el masoquismo secundario, añadiéndose al primario.
2. Masoquismo femenino: Es el más accesible a la observación. Las fantasías perversas desembocan en actos
onanistas o ella escenificación misma de la escena como placer sexual. El contenido manifiesto es: ser
amordazado, atado, golpeado, azotado, sometido a obediencia. El significado de esta fantasía es que el
sujeto quiere ser tratado como un niño desvalido, dependiente, pero en particular como un niño díscolo. El
sujeto se pone en una situación femenina, porque la sumisión masoquista significa ser castrado o poseído
sexualmente o parir. Pero la condición es que los genitales no sufran un daño efectivo. En esta fantasía se
pone de manifiesto también un sentimiento de culpa, porque se supone que la persona hizo algo malo
(relacionado con el onanismo infantil esto). Este tipo de masoquismo se basa enteramente en el
masoquismo erógeno, primario, el placer en el recibir dolor.
3. Masoquismo moral: Se aprecia como sentimiento de culpa inconsciente. Este masoquismo no se relaciona
con la sexualidad como las otras formas. En las otras dos formas, el padecer suele surgir de la persona
amada, ser tolerado por orden de ella, mientras que aquí importa el dolor en sí. Hay una forma patológica,
extrema, de este masoquismo se da en pacientes que ante la mejoría en el análisis, sufren de cierto
sentimiento inconsciente culpa y se los reconoce por la reacción terapéutica negativa. Este sentimiento
inconsciente de culpa es parte de la ganancia de la enfermedad y el que más resiste a la cura. Se propone
cambiar el nombre “sentimiento inconsciente de culpa” por el de “necesidad de castigo”.
Hemos atribuido al superyó la función de la consciencia moral, y reconocido en el sentimiento de culpa la expresión
de una tensión entre el yo y el superyó. El yo reacciona con sentimiento de culpa (angustia de la conciencia moral)
ante la percepción de que no está a la altura de los reclamos que le dirige su ideal, sus superyó
El yo encuentra su función en conciliar entre sí, En reconciliar, las exigencias de las tres instancias a las que sirve,
podemos agregar que para esto tiene en el superyó el arquetipo al que puede aspirar. En efecto, este superyó es el
subrogado tanto del ello Como del mundo exterior. Debe su génesis a que los primeros objetos de las mociones
libidinosas del ello, la pareja parental fueron introyectados en el yo, a raíz de lo cual el vínculo con ellos fue
desexualizado, experimento un desvío de las metas sexuales directas. Solo de esta manera se posibilitó la superación
del complejo de Edipo. Ahora bien, el superyó conservo caracteres esenciales de las personas introyectadas; su
poder, su severidad, su inclinación a la vigilancia y el castigo. La severidad resulta acrecentada por la desmezcla de
pulsiones que acompaña a esa introducción en el yo. Ahora el superyó, la consciencia moral eficaz dentro de él,
puede volverse duro, cruel, despiadado hacia el yo a quien tutela.
Pero esas mismas personas que, como instancia de la consciencia moral siguen ejerciendo una acción eficaz dentro
del superyó después que dejaron de ser objetos de las mociones libidinosas del ellos, pertenecen, además, al mundo
exterior real. De este fueron tomadas; su poder tras el que se ocultan todos los influjos del pasado y de la tradición,
fue una de las exteriorizaciones más sensibles de la realidad. Merced a esta consciencia, el superyó, el sustituto del
complejo de Edipo, deviene también representante del mundo exterior real y, así, el arquetipo para el querer
alcanzar del yo. El complejo de Edipo demuestra ser la fuente de nuestra eticidad individual.
Hay una diferencia esencial entre inconciencia moral y masoquismo moral. En la inconciencia moral el acento está en
el sadismo acrecentado del súper yo al cual el yo se somete. En el masoquismo moral es el Yo el que pide castigo,
sea del súper Yo o de objetos externos. En los dos casos se trata de una relación entre el yo y el superyó o poderes
equiparables a este último, y en ambos el resultado es una necesidad que se satisface mediante castigo y
padecimiento. A su vez el sadismo del súper yo puede hacerse consciente, mientras que el masoquismo del yo
permanece por lo general oculto a la conciencia.
La consciencia moral y la moral misma nacieron por la superación, la desexualización, del complejo de Edipo,
mediante el masoquismo moral, la moral es resexualizada el complejo de Edipo es reanimado, se abre la vía para una
regresión de la moral al complejo de Edipo. El masoquismo moral es inconsciente. Este masoquismo moral re-
sexualiza la relación con el objeto introyectado, reanimando el Edipo, ya que el deseo de ser golpeado se relaciona
con una vinculación sexual pasiva que el niño tuvo para con el padre. Para provocar el castigo por parte de esta
última subrogación de los progenitores, el masoquista se ve obligado a hacer cosas inapropiadas, a trabajar en
contra de su propio beneficio, destruir las perspectivas que se le abren el mundo real, y eventualmente aniquilar su
propia existencia real.
La vuelta del sadismo al interior de la persona es propiciada por una sofocación cultural de las pulsiones, esto es lo
que genera el acrecentamiento del masoquismo en el interior del yo. El sadismo del súper yo se complementa con el
masoquismo del yo. Es por esto que la sofocación pulsional genera culpa y que un aumento en la abstención de
agredir, aumente la severidad de la conciencia moral: porque se vuelve hacia adentro la pulsión de muerte.
Primero hay renuncia de lo pulsional por influjo de poderes exteriores, creando la etnicidad que luego proclama
nuevas renuncias pulsionales.
El masoquismo moral testimonia la mezcla y desmezcla pulsional, pero desciende de la pulsión de muerte y de ahí su
peligrosidad. Pero a su vez tiene el valor psíquico de un componente erótico, y por eso produce satisfacción
libidinosa.
- Los síntomas de la transferencia, Indart
Un Descubrimiento esencial de Freud fue hallar y probar que los síntomas tienen un sentido ligado a la transferencia.
Hay una estructuración como tal del síntoma a una adherencia libidinal, una satisfacción que lo habita, en principio
irreductible a la eficacia transferencial. La formación del síntoma ha sido siempre el modo más económico de
tramitar una satisfacción traumática de origen sexual. El yo se defiende de aquellos retoños del recuerdo
inicialmente reprimido y en esta lucha crea unos síntomas que se podrían agrupar bajo el título de defensa
secundaria. Ganancia secundaria de la enfermedad está relacionado con el sostenimiento de los más altos valores
acordes con un estado social. El yo y sus valores más elevados como refuerzo de la fijación al síntoma, en todos los
casos esa ganancia secundaria es el obstáculo para el establecimiento del síntoma obsesivo como analítico.
El neurótico común
Esconde siempre una satisfacción de índole sexual, incluidas las neurosis actuales. Freud reconoce que el yo puede
aprobar y conservar la enfermedad en la medida en que aporta satisfacción pero recordemos también que más
adelante en 1920, las neurosis traumáticas le sirven para probar la oscura tendencia inconsciente a volver al trauma
como satisfacción vinculada a la compulsión de repetición y al más allá del principio del placer. Dos vertientes de
ganancia en el síntoma, ambas contrarias a su resolución transferencial. Lo crucial es la idea de que el síntoma como
tal, el de siempre el que anuda una ganancia primaria en el borde del trauma más singular, en el desamparo más
solitario de cada sujeto, impone su lógica y su saber hacer hecho satisfacción en la trama misma de los vínculos
sociales y que así también persiste y se hace crónico fuera de todo desciframiento. La satisfacción primaria es
interna, enraizada en las mociones pulsionales del propio cuerpo. La satisfacción de la ganancia secundaria seria
externa, proveniente del mundo.
Unidad 6: Intervenciones en la clínica.
6.1: En neurosis
- El uso de la interpretación de los sueños en psicoanálisis, Freud
No es aconsejable que se intente descifrar todo el contenido de un sueño. Primero porque los sueños se pueden ir
acumulando lo que no es aconsejable. Segundo porque no se pueden descifrar algunos sueños en forma completa.
Perseguir el significado completo de un sueño se puede interponer con una regla fundamental de la terapia: es más
importante tomar noticia de la superficie psíquica del enfermo y orientarse hacia los complejos y resistencias y a la
reacción consciente que se levanta contra ellos, más que demorarse en la interpretación de un sueño. Si en una
sesión entonces no se alcanza a colegir la totalidad del significado de un sueño, no se prosigue en la sesión siguiente,
salvo que no haya otra cosa que se esfuerce a primer plano. Hay que seguir la regla de tomar siempre lo primero que
se venga a la mente del paciente, por lo tanto si aparece un nuevo sueño, se debe dejar de lado el anterior para
seguir con el nuevo. Tampoco hay que mostrar demasiado interés en la producción onírica porque se corre el riesgo
de guiar la resistencia hacia ella.
Hay una clase particular de sueño, el sueño “programático” o “biográfico”, que se edifica sobre el material patógeno
en su conjunto, por lo tanto descifrarlo completamente equivale analizar todo el complejo patógeno. Esto es
imposible e incluso contraproducente porque puede que se activen resistencias intactas que impidan la intelección
de partes del material patógeno. Siempre un sueño se debe seguir por sus fragmentos, y no importa si algún
fragmento se escapa, porque cada moción de deseo que se presenta en un sueño retornará en otro.
La interpretación de los sueños debe ser una técnica más dentro del análisis que se acomode a los objetivos y
premisas de este.
Los primeros sueños que se presentan en el análisis son “ingenuos”, porque no ocultan fácilmente el material que
esconden, pero mientras sepa el sujeto de los mecanismos interpretativos de los sueños, éstos se volverán cada vez
más oscuros.
Otro tipo de sueño es el “sueño confirmatorio”, fáciles de interpretar y cuya interpretación no arroja más que lo que
ya se había inferido durante el tratamiento en las sesiones anteriores.
- Conferencia 6: Premisas y técnica de la interpretación, Freud.
Premisas y técnicas de interpretación
Necesitamos un método si queremos avanzar en la exploración del sueño. Supongamos que el sueño no es un
fenómeno somático, sino psíquico. Supuesto de que el sueño es un fenómeno psíquico. Por tanto, es una operación
y una manifestación del soñante. El propio soñante debe decirnos lo que el sueño significa.
Pero las cosas no son tan simples. El soñante dice que no sabe nada. Yo les digo, que es muy posible que el soñante
a pesar de todo sepa lo que su sueño significa, solo que nos abe que lo sabe y por eso cree que no lo sabe.
Si alguien cree no saber nada de ciertas vivencias cuyo recuerdo, no obstante, lleva en el interior de si, ya no es tan
improbable que tampoco sepa nada de otros procesos anímicos que ocurren en su interior.
Existe un nítido parentesco entre el estado hipnótico y el estado del dormir, que es la condición del soñar. En el
dormir natural, retiramos nuestro interés de todo el mundo exterior, en el hipnótico también, pero con excepción de
una persona, el hipnotizador.
La tr en una situación de la hipnosis al dormir natural no parece tan aventurado. La suposición de que también en el
soñante está presente un saber acerca de su sueño, solo que no le es accesible, de suerte que no cree tenerlo, no es
un invento.
Es entonces muy probable que el soñante tenga un saber sobre su sueño, se trata de posibilitarle que descubra su
saber y nos lo comunique.
Le preguntaremos también por el modo en que ha llegado al sueño, y lo que el enuncie deberá considerarse como
esclarecimiento. Un sueño no es una única palabra fallida, sino que consta de muchos elementos.
Un sueño se diferencia de un desliz en el habla también por la multiplicidad de sus elementos. Descompongamos el
sueño en sus elementos y abordemos la indagación para cada uno de ellos por separado.
Contradiremos al soñante si asevera no tener ninguna ocurrencia, le aseguraremos que tiene que tener una
ocurrencia y la obtendremos.
Cuando exhorto a alguien a decir lo que se le ocurre sobre un elemento determinado del sueño, le estoy pidiendo
que se abandone a la asociación libre reteniendo una representación de partida.
Por tanto, si las ocurrencias que emergen de manera libre están condicionadas, y se insertan dentro de un contexto
determinado, con derecho inferiremos que ocurrencias con una ligazón única, a saber, la ligazón con una
representación de partida, no pueden estar menos condicionadas.
Instruidos de esta manera, podrán decir ustedes: ahora admitimos que las ocurrencias libres estar determinadas y
no son arbitrarias como habíamos creído. Lo aceptamos también respecto de las ocurrencias sobre los elementos del
sueño.
- Conferencia 7: Contenido manifiesto y pensamientos oníricos latentes, Freud.
ELEMENTO ONIRICO – es algo no genuino, un sustituto de otra cosa, de algo desconocido para el soñante, como lo
era la tendencia de la operación fallida. Es un sustituto de algo cuyo saber está presente en el soñante, pero le es
inaccesible.
TECNICA – que emerjan por asociación libre sobre estos elementos, otras formaciones sustitutivas desde las que
podamos colegir lo oculto.
En vez de oculto, inaccesible, no genuino: digamos INACCESIBLE A LA CC del soñante, o ICC.
SUEÑO – sustituto desfigurado de algo diverso, de algo icc, y la tarea de interpretación del sueño consiste en hallar
eso icc.
Tres importantes reglas que debemos observar en el curso del trabajo de interpretación del sueño:
1) No hay que hacer caso de lo que el sueño parece querer decir, pues nunca será eso lo icc que buscamos
2) Hay que limitar el trabajo a evocar, para cada elemento, las representaciones sustitutivas sin reflexionar
sobre ellas.
3) Hay que esperar hasta que lo icc oculto, buscado, se instale por si solo
El sueño recordado no es lo genuino, sino su sustituto desfigurado. Es posible realizar un trabajo de interpretación
sobre los sueños. Uno nota que algo opone dificultades al trabajo. Uno obtiene por cierto ocurrencias, pero no todo
se tolera.
Cuando se interpreta el sueño de otro, indicándole la regla inquebrantable que no le es licito excluir de la
comunicación ocurrencia alguna por más que contra ella se eleve una de las cuatro objeciones, a saber, que es
demasiado trivial, demasiado disparatada, que no viene al caso o es demasiado penosa para comunicarla.
Comprendemos que el trabajo de interpretación del sueño se cumple en contra de una RESISTENCIA que le es
contrapuesta y cuyas exteriorizaciones son aquellas objeciones críticas.
Las ocurrencias que así querrían sofocarse se revelan sin excepción como las más importantes, las decisivas para
descubrir lo inconsciente.
Tendríamos derecho a pensar entonces que tras el sustituto tiene que haber algo significativo.
Muchas veces se necesita una única ocurrencia o pocas para llevarnos desde el elemento onírico hasta su icc,
mientras que otras veces se requieren para ello largas cadenas de asociaciones y el vencimiento de muchas
objeciones críticas.
Cuando la resistencia es escasa, el sustituto no está muy alejado de lo icc, pero una resistencia mayor conlleva
mayores desfiguraciones de lo icc y una distancia mayor desde el sustituto hasta lo inconsciente.
CONTENIDO MANIFIESTO – lo que el sueño cuenta.
PENSAMIENTOS LATENTES – aquello oculto a lo cual debemos llegar persiguiendo las ocurrencias.
- Construcciones en el análisis, Freud.
Una crítica que se le hacía al psicoanálisis era que, dijera lo que dijera el paciente, siempre coincidiría con las
interpretaciones del analista, porque si dice que la interpretación es correcta, efectivamente lo es, y si dice que “no”,
es una “negación” que también afirma lo que se le dice.
La meta del análisis es que el paciente cancele las represiones y las sustituya por reacciones más maduras, para lo
cual debe volver a recordar ciertas vivencias, olvidadas. En lugar de esas cosas olvidadas aparecen síntomas e
inhibiciones. El analista ve esas cosas olvidadas a través de los sueños, de la asociación libre del paciente, de los
retoños de mociones afectuosas y repeticiones de afectos reprimidos. Todo esto se ve propiciado por la relación
analítica.
Hay dos partes o dos piezas entonces en el trabajo analítico:
1) La parte del analizado, que debe recordar lo vivenciado y reprimido.
2) El analista tiene que deducir lo olvidado desde los indicios que esto ha dejado tras sí, tiene que construirlo. El
analista elabora una construcción y la comunica al analizado para que ejerza efecto sobre él. Luego construye otra
pieza a partir del nuevo material que surge, procede con ella de la misma manera y en esta alternancia sigue hasta el
final.
Freud establece entonces una analogía entre un analista y un arqueólogo, porque a partir de restos, ambos
reconstruyen cosas del pasado. Pero las condiciones del analista son más favorables porque dispone de materiales
como las repeticiones y la transferencia. Por otro lado es difícil concebir una formación psíquica totalmente
destruida. Pero hay 2 dificultades para el analista: 1. el objeto psíquico es más complicado que el material. 2. No se
tiene conocimiento suficiente en psa sobre lo que se está construyendo, revelando. Pero la principal diferencia, es
que en arqueología la construcción es la meta, y en psa la construcción es algo preliminar.
Si bien es preliminar, no se debe tramitar en su totalidad para seguir con el trabajo. Cada construcción se le expone
al paciente, y luego se genera otra pieza de material sobre la cual se construirá. Se debe distinguir la interpretación,
que se lleva a cabo sobre un elemento singular de la materia, una ocurrencia, un fallido y una construcción, que se
hace sobre una pieza del pasado olvidado.
Si la construcción fuera incorrecta y se le comunicara al paciente, solo se perderá tiempo, siendo por lo demás
inofensivo. Le haremos saber al paciente que fue equivocada cuando haya nuevo material que permite hacer una
construcción correcta.
El “si” y el “no”: Ni el “si”, ni el “no” del analizado son garantía de que una construcción fue certera. El si tiene
muchos significados, aparte de reconocer la construcción como correcta, puede ser un medio de la resistencia para
seguir encubriendo lo importante. El si es solo valioso, cuando seguido de él se producen nuevos aportes por parte
del paciente que amplían la construcción. El “no” también es multifocal. Toda exteriorización directa del paciente (si,
o no) solo pueden tomarse como confirmadoras de la construcción a través de manifestaciones indirectas como:
1. “giros” del tipo “no me parece” o “no se me hubiera pasado jamás por la cabeza”.
2. Que tras la afirmación o negación de la construcción se responda con una asociación que incluya algo análogo a lo
de la construcción.
3. En casos donde se filtra un fallido junto con lo que se dice.
4. Cuando tras la transmisión de la construcción aparece una reacción terapéutica negativa. En definitiva, solo
después de transmitida la construcción se sabrá si fue justa o no.
La meta de la construcción, de su transmisión, es el recuerdo en el paciente. Aunque no siempre se llega tan lejos,
uno se convence de que la justeza de la construcción rinde lo mismo que el recuerdo.
Puntualizaciones: -A veces tras la comunicación de la construcción aparecen recuerdos hipernitidos, que en realidad
solo muestra detalles de la escena. Esto sucede porque lo reprimido que quiere pasar a la conciencia es desviado
por la resistencia a las partes accesorias de ese recuerdo. -En otras ocasiones tras la comunicación de la construcción
hay alucinaciones, diferente de las psicóticas. Esto hace pensar a Freud que toda alucinación en realidad trae dentro
de sí algo del pasado del sujeto. Es algo que se quiere abrir paso a la conciencia pero llega desfigurado, serían quizás
pulsiones que emergen desde lo inconsciente. (Al final no lo plantea así, pero acá deja la duda).
- Paulucci, O. & Dujovne, I. (20013) La interpretación y el saber en psicoanálisis. Revista de Psicoanalisis
Asociacion Psicoanalitica Argentina Tomo LX, Nº1 Enero- Marzo 2003. Pp 9- 17.
6.2: En psicosis
- Piera Aulagnier (En PRÁCTICOS B)
- Perdida de la realidad en neurosis y psicosis (En PRACTICOS B)
- Soler, ¿qué lugar para el analista? (En PRACTICOS B)
- Lunger, Clinica del pasaje al acto en neurosis (NO ENTRA)
- Muñoz, la intervención lacaniana del pasaje al acto. (NO ENTRA)
- Ulanosky, Fronteras, bordes, límites (NO ENTRA)

PRÁCTICOS A

PRÁCTICO 1: Introducción a la clínica psicoanalítica.


- Conferencia 16: psicoanálisis y psiquiatría (EN PRÁCTICOS B)
- Los tratamientos analíticos en las instituciones (EN TEÓRICOS)
PRÁCTICO 2: Método analítico
- Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. (EN TEÓRICOS)
- Puntualizaciones sobre el amor de transferencia, Freud (EN TEÓRICOS)

- ¿Una nueva clínica psicoanalitica? Consejos al médico hoy, Simoes.


Simoes lo que hace en este texto es plantear que, frente a los cambios que se están presentando en la actualidad,
hay que volver a considerar la clínica, ya que ésta es cambiante por definición. Al considerar la clínica, se debe incluir
también al psicoanálisis y su práctica, involucrando su posición frente a las nuevas problemáticas. Para analizar estos
cambios, toma el texto de Freud “Consejos al médico”, que contiene la base de nuestros procedimientos.
Sostiene en relación a “consejos”, que lo allí planteado por Freud no son obligaciones. La convicción de que la clínica
es una cuestión personal, individual, que no puede ser regulada desde afuera, está presente en todo el texto. Es
decir, Consejos permite varias lecturas, no hay una sola manera de ser analista.
Por otro lado, hace la crítica a determinadas instituciones que con los años, tomaron el contenido de éste texto y lo
convirtieron en principios técnicos definitivos, reglamentarios, que transmiten con dureza. Así, la clínica paso a estar
sujeta a presiones contradictorias en cada analista. Es, por un lado, personal, privada y subjetiva, imposible de
transmitir y de ser regulada desde afuera, y por el otro, está tironeada por los reglamentos institucionales.
En este texto, Freud desarrolla por primera vez, lo fundamental del método psicoanalítico: la atención flotante. Las
“reglas” son recomendaciones destinadas a preservar la atención flotante en el analista y a evitar la resistencia en el
paciente. El valor de estos textos es por la afirmación de la atención flotante como núcleo duro y permanente del
método, no comparable con otros métodos. Es el instrumento que lo diferencia de los demás. Las otras variables del
método (interpretación, asociación libre, etc.) no son exclusivas.
Las resistencias: en los textos, lo resistido es más la llamada “comunicación de icc a icc” que lo reprimido. La
resistencia es esa comunicación de icc a icc y no a la palabra del analista. Las reglas tratan de impedir o disminuir la
resistencia a esa comunicación en ambos. Son intentos de suprimir los obstáculos.
Insiste en la conveniencia de no hacer anotaciones, no comentar o detenerse sobre la situación analítica en curso,
sin embargo, luego recomienda a los jóvenes hacerse asesorar por analistas más experimentados, dando lugar a la
supervisión. Ésta, perturba la relación transferencial, ya que es contrario a los intereses del método.
Los consultorios son muy diferentes a los que eran. Cambiaron tanto los analistas, como los pacientes y sus
problemáticas. El modo de vida actual se opone a los tratamientos prolongados.
Tiempo y dinero: Freud cobraba la hora de trabajo, por lo que se hizo universal cobrar la hora. La hora de 50 minutos
pasó a ser emblemática como el diván, hasta que la ruptura de Lacan introduce un debate: ¿qué cobra el analista?
No lo que paga el paciente, que es otra cosa.
Por otro lado, plantea cómo sería si se cobrara por interpretaciones. Dirá que esto no podría ser, ya que nos
largaríamos todos en una carrera desenfrenada a interpretar. Además, está el hecho de que, la interpretación
ocurre, no está predestinada, ni tenemos teoría que las explique.
¿Cobrar el resultado? Tampoco, por varias razones. Primero, porque no podemos garantizar los resultados o el
tiempo de duración del tratamiento. Además, no habría como dimensionarlo. Es obvio que no se trata de una
operación de compra-venta, se trata de una prestación, un servicio. No se puede decir que se cobra el acto analítico,
puesto que no ocurre cuando lo deseamos, es bastante aleatorio.
Lacan introduce una alternativa por la cual el tiempo no es la vara de la medida de la duración de la sesión. Por lo
que, hay un debate abierto. Cada escuela tiene un encuadre propio. Simoes sostiene que el “encuadre” es el modo
de hacer posible la situación o el discurso psicoanalítico. Es un producto de la teoría, que encuadra a ambos.
En Freud el cuidado de la situación responde a la premisa de que se establece una relación de icc a icc que debe ser
facilitada y preservada. Esta comunicación es el alma del encuentro. El dispositivo es imperfecto, de no ser así
produciría un estado psicoanalítico que se mantendría instalado todo el tiempo deseable. Pero esto no es así, el
momento ocurre y no podemos forzarlo. Solo podemos crear las condiciones de facilitación para que ocurra. La
condición psicoanalítica requiere que la subjetividad de ambos sea involucrada en este encuentro, que toda
regulación entorpece.
La frecuencia de las sesiones fue afectada por la realidad social. Conceptualmente, el tratamiento no se define por el
número de sesiones. En hipótesis, una mayor frecuencia debería facilitar el curso terapéutico. Pero frecuencias bajas
de encuentros no autoriza a decir que una cosa es psicoanálisis y la otra no. La frecuencia debería ser siempre una
decisión exclusivamente clínica. Tampoco puede reglamentarse la duración del tratamiento.
El Dinero: fue exagerado su lugar en la resistencia. En argentina, la hiperinflación de los 80 nos obligó a aguzar el
ingenio y el dinero, y a partir de allí paso a ser una cuestión compartida y discutida con el paciente. El dinero se
metió en el interior de los consultorios como la realidad exterior compartida, afectando la relación sin perder su
exterioridad.
Con el ajuste la situación es muy diferente. La amenaza de desempleo puso en evidencia las angustias compartidas
por analista y paciente. Si el paciente pierde el empleo, nosotros perdemos un paciente. Este es un problema que no
tiene que ver con resistencias, es la situación económica y social que se nos mete en el consultorio interrumpiendo
los tratamientos o la frecuencia de los mismos. Esta porción de la realidad no es interpretada, es hablada e incluida
de manera diferentes a los clichés acostumbrados. Esta situación obligara a una reformulación de los criterios de
neutralidad y abstinencia, variables claras de la posición del analista.
La práctica no solo es contextuada, sino también, determinada por la realidad social compartida. La clínica responde
inmediatamente a las condiciones sociales dominantes. Debemos saber que nuestra clínica, no puede tener la
pretendida pureza de nuestras teorías, y hasta me atrevería a decir que, aunque pudiera, no debería pretenderla.
PRÁCTICO 3: Primeras entrevistas
- Sobre la iniciación del tratamiento (EN TEÓRICOS)
- Miller, introducción al método psicoanalítico. (EN TEÓRICOS)
PRÁCTICO 4: Función de las primeras entrevistas
- Aulagnier, el aprendiz de historiador y el maestro brujo. Apartado A
Las entrevistas preliminares y los movimientos de Apertura: A
 Dice que es imposible separar lo “efectos de sentido” de su ”carga afectiva” (fuerza). Ambos son
responsables de la organización del espacio/tiempo que encuadra nuestros encuentros.
 Habla de un doble movimiento que está en la base que es el soporte de la relación analítica y de la relación
transferencial, se refiere al “intercambio de conocimientos” y el “intercambio de afectos”.
 El psicoanálisis, no es una terapia de la urgencia, aunque en todo análisis se pueden presentar situaciones a
las que tendremos que responder con urgencia.
 Hay una diferencia entre tiempo de interpretación y tiempo de decidir si queremos ocupar el puesto de
analista.
Se debe reservar una libertad muy grande al tiempo de la interpretación. No podemos prever cuando ésta se
hará posible, ni que trabajo de preparación, de elaboración hará falta para que el Sujeto pueda apropiarse de ella.
El tiempo que se dispone para hacer una indicación de análisis, para decidir si aceptamos ocupar el puesto
de analista con el sujeto, para elegir los movimientos de apertura, está contado.No se puede acrecentar demasiado
la cantidad de las entrevistas preliminares, sin correr el riesgo de que nuestra negativa se produzca demasiado tarde.
 La problemática psíquica de un sujeto puede escapar de nuestro método y aún puede estar contraindicado,
cuando sin embargo ese mismo sujeto está dispuesto a hacer muy rápido de nuestra persona el soporte de
sus proyecciones con mayor carga afectiva.
Una vez instalado ese mecanismo proyectivo, la ruptura de la relación se vivirá con toda probabilidad, como
la repetición de un rechazo, la confirmación de la existencia de un perseguidor, la reapertura de una herida…
Reacciones que pueden tener un efecto desestructurante y provocar la descompensación de un frágil equilibrio.
Entrevistas preliminares:
 Diagnóstico si el sujeto es analizable o no.
 ¿Tiene interés el analista en proponerse como su eventual analista? (autodiagnóstico sobre su capacidad de
investir y de preservar una relación transferencial con la singularidad del sujeto a quien se enfrenta, más allá
del síntoma). Se puede estar siempre en entrevista y no entrar en el análisis (interrogación sobre el síntoma
dirigido al analista, y que el paciente se sienta implicado con ese síntoma).
 Deberán proporcionarle los elementos y el tiempo necesarios para llevar a buen puerto ese trabajo de auto
interrogación.
 Corolario de su concepción del objetivo que asigna a la experiencia analítica.
“Analizable”: creer o esperar que la experiencia analítica ha de permitir traer a la luz el conflicto inconsciente que
está en la fuente del sufrimiento psíquico y de los síntomas que señalan el fracaso de las soluciones que él había
elegido y creído eficaces. Es preciso que las deducciones que se puedan extraer de las entrevistas preliminares hagan
esperar que el sujeto sea capaz de poner aquella iluminación al servicio de modificaciones orientadas de su
funcionamiento psíquico. Facilitar un trabajo de sublimación que permita al sujeto renunciar, sin pagarlo demasiado
caro, a ciertas satisfacciones pulsionales.
Movimientos de apertura: son en función de lo que el analista prevé y anticipa sobre la relación transferencial
futura. Es un modo de entablar el diálogo con el paciente. Se trata de reducir lo que va a aparecer en la
transferencia como resistencia. Se ubica después de las entrevistas preliminares en función de la transferencia que
va a venir.Siempre nos vemos precisados a elegir una apertura compatible con la singularidad del sujeto.
El psicótico, mucho antes de encontrarse con nosotros, ha dejado de creer que en el juego de su vida pudiera
encontrar jugadores diferentes de los ya conocidos. Están primero los representantes que su propia psique se ha
formado de los padres y después, esos mismos representantes, según el exterior se los envía en la forma de esas
voces, de esos perseguidores que le advierten que la partida esta trampeada.
El analista no puede ni debe oponerse a ese mecanismo proyectivo, pero tiene que intentar probarle al sujeto que
en ciertos momentos puede estar en “otro lugar”, pero esto es algo a conquistar tras quizá primero pactar con una
transferencia masiva que aprisiona a los dos sujetos dentro de una relación que repite la ya vivida por uno de ellos.
No conseguiremos nada sino logramos convencer al sujeto de que este lugar del espacio, el espacio analítico, y este
fragmento de tiempo que le proponemos no están signados por la mismidad. Demostrarle que la posición de
escuchante que adjudica el psicótico al analista no coincide con la ocupada por los padres.
Algunas veces se hace imposible cuando la proyección nos asigna el papel de perseguidor o de amante de entrada,
antes de habernos dado la posibilidad de ocupar otras posiciones relacionales. A veces se puede utilizar esa
proyección de objeto omnipotente, protector, idealizado, para favorecer el comienzo de la relación, pero será
necesario para que la misma prosiga conseguir que la relativice o cuestione, para no caer en el lugar de perseguidor.
En la psicosis la apertura tiene que mostrarle al psicótico lo que dentro de esta relación no se repite, tiene que
mostrarle lo diferente que la relación ofrece, lo no experimentado todavía.
En Neurosis: lo que se intenta es que el sujeto actualice los conflictos reprimidos a través de la actualización de
vínculos transferenciales, permite al analista dar una significación transferencial nueva a los movimientos afectivos,
sustituir la neurosis infantil por una neurosis de transferencia que puede ser curada por el trabajo terapéutico. El
neurótico puede acomodarse en el registro del ser y el tener, lo que le permite llevar una “cuenta de lo perdido”
(castración). El analista a veces es puesto en la liga de la persona que lleva esa cuenta. En ese doble movimiento de
retorno y de clausura del pasado infantil, nos apoyamos para ofrecerle vivir una nueva historia transferencial cuya
interpretación le permitirá modificar la versión que hasta entonces se daba de la historia de su infancia.
- Algunas cuestiones relativas al diagnóstico en psicoanálisis, Rubinstein (FALTA)
PRÁCTICO 5: Transferencia
- Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (EN TEÓRICOS)
- Iniciación del tratamiento (EN TEÓRICOS)
- Conferencia 27: La transferencia
Freud indica que para sustituir en el paciente lo inconsciente por lo consciente, debemos representarnos a lo
inconsciente tópicamente; se debe rebuscar en su recuerdo el lugar en que eso se produjo por obra de una
represión, y si esta represión se elimina, la sustitución de lo inconsciente por lo consciente se consuma. Pero ¿cómo
se remueve una resistencia que mantiene en pie a una represión? Coligiéndola y presentándosela al paciente,
recordemos que esta resistencia no pertenece al inconsciente, si no al YO.
Freud llama transferencia al fenómeno que está en la mas intima relación con la naturaleza de la enfermedad
misma. Toda la proclividad de afecto del paciente estaba ya preparada en la enferma y con el tratamiento
psicoanalítico se transfirió sobre la persona del médico. Esta transferencia puede presentarse como un tormentoso
reclamo de amor o en formas mas atenuadas. Sin embargo Freud observo que en los pacientes masculinos la
transferencia negativa.
La transferencia surge en el paciente desde el comienzo del Tx. Y durante un tiempo constituye el mas poderoso
resorte impulsor del trabajo; pero si después se muda en resistencia es preciso prestarle atención y ver que modifica
su relación con la cura bajo 2 condiciones: 1) Cuando como inclinación tierna ha dejado ver los signos de su
procedencia de la necesidad sexual, que suscita entonces una resistencia interior contra ella, y 2) Cuando surgen los
sentimientos hostiles que importan un vinculo afectivo al igual que los tiernos.
Freud señala que queda prohibido ceder a las demandas del paciente derivadas de su transferencia y que seria
absurdo rechazarlas con indignación, se supera la transferencia cuando se demuestra al paciente que sus
sentimientos no provienen de la situación presente y no son validas para la persona del medico; si no que repiten lo
que a él le ocurrió con anterioridad y de esta forma lo forzamos a mudar su repetición en recuerdo.
Los que adolecen de neurosis narcisistas no tienen capacidad e transferencia, rechazan al médico con indiferencia y
debido a esto no es posible curarlos.
- Conferencia 28: la terapia analítica.
La tarea terapéutica analítica, consiste en desasir la libido de sus provisionales ligaduras sustraídas al Yo, para
ponerla de nuevo al servicio de este. ¿Dónde está la libido del neurótico? Está ligada a los síntomas, que le procuran
la satisfacción sustitutiva, la única posible por el momento. Por tanto, es necesario apoderarse de los síntomas,
resolverlos y para lograr esto es necesario remontarse hasta la génesis de estos síntomas, hasta el conflicto del cual
nacieron. La pieza decisiva del trabajo, se ejecuta cuando en la relación con el médico, en la transferencia se crean
versiones nuevas de aquel viejo conflicto, como el enfermo querría comportarse como lo hizo en su tiempo,
mientras que el medico lo obliga a tomar otra decisión. La transferencia se convierte entonces en el campo de
batalla y en lugar de la enfermedad propia del paciente, aparece la de la transferencia y en lugar de los diversos tipos
de objetos libidinales irreales, aparece un único objeto también fantaseado: la persona del médico.
El trabajo terapéutico se descompone en 2 fases: 1) Toda la libido es esforzada a pasar de los síntomas a la
transferencia y 2) Se libra batalla en torno de este nuevo objeto, y otra vez se libera a él de la libido. El buen
desenlace consiste en que se elimine la represión de tal forma que la libido no pueda sustraerse nuevamente al Yo
mediante la huida al inconsciente.
Mediante el trabajo de interpretación, que traspone lo inconsciente en conciente, el Yo es engrosado a expensas de
lo inconsciente, y por obra de la enseñanza, se reconcilia con la libido y se inclina a concederle alguna satisfacción
mediante la sublimación.
Freud dice que los sueños, los actos fallidos y las asociaciones libres, nos sirven para colegir el sentido de los
síntomas y descubrir la colocación de la libido. Nos muestran los deseos que cayeron bajo la represión y los objetos a
los cuales quedo aferrada la libido sustraída al Yo.
PRÁCTICOS 6 Y 7: Compulsión de repetición
- Recordar, repetir, reelaborar (EN TEÓRICOS)
- Más allá del principio de placer (EN TEÓRICOS)
PRÁCTICO 8: Reacción terapéutica negativa
- El yo y el ello: el yo y el superyó, (EN TEÓRICOS)
- El yo y el ello: los vasallajes del yo (EN TEÓRICOS)
- El malestar en la cultura, Freud (1929)
CAP 7.
Para Freud no hay nada natural, instintivo que nos impida matarnos entre todos, para ello la cultura instaura leyes.
Cuando más avanzada es la cultura mayor es el malestar de los individuos inmersos en ella. Freud se pregunta de
dónde saca el ser humano su inclinación por la agresión. Esa agresión que no es puesta en el mundo exterior es
puesta por el yo en el súper-yo. Y ejerce la misma severidad que hubiera volcado hacia el exterior.
Dos Orígenes de la culpa: La angustia frente a la autoridad externa y angustia frente al súper-yo.
La severidad del súper-yo no es lineal (padre rígido súper-yo rígido) sino que frente a padres blandos, súper yo
severo.
Otro resumen:
Es en este capítulo, Freud analiza de qué forma lucha la cultura contra el instinto de destrucción. Caracteriza con
este fin lo malo, siendo esto, toda acción que pueda poner en peligro el amor hacia uno mismo proveniente de los
demás. El peligro hace aparición cuando la autoridad exterior descubre la acción mala, y entonces aparece también
la angustia social, exigiendo la renuncia de la satisfacción de los instintitos para su satisfacción. De esta forma, se
proyecta el instinto de agresión hacia su fuente: el yo.
En algunos casos, la autoridad exterior deviene en un super-yo, al que comúnmente llamamos conciencia, y que
perpetúa la agresión de la autoridad exterior ante el solo deseo del individuo de actuar mal. Por otro lado, la
adversidad confiere poder a la conciencia, mientras que mientras la suerte sonríe al hombre la conciencia es más
indulgente.
El origen de este super-yo, o conciencia moral, se atribuye a dos factores: la propia renuncia instintual, y los impulsos
vengativos ante la autoridad, reprimidos desde etapas tempranas del desarrollo del yo. Por otro lado, participan de
esta evolución de la conciencia moral factores externos del medio, así como cierta influencia des modelo filogenético
del hombre primitivo.
Se combinan estas causas en el caso del asesinato de protopadre por parte del hombre primitivo. En este hombre
primitivo subsistían el amor y el odio por el padre. Luego del asesinato de éste, este odio es satisfecho, y el amor por
el padre resurge, constituyendo el super-yo por identificación con el padre, volcando en él toda la autoridad que
éste personificaba y estableciendo las bases para la evitar la repetición del crimen. He aquí la relación entre
lacultura y el sentimiento de culpabilidad.
Crítica
Se puede observar que esta conciencia moral que distingue Freud se puede entrenar. De la misma forma que un
combatiente, primero hay que entrenarlo en cuanto a precepción, es decir la distinción de lo bueno y lo malo.
Mediante el uso de las facultades perceptivas, la conciencia se vuelve más fuerte y, al igual que un excombatiente,
cuanto menos uso o atención se le da, más inútil se torna, de la misma forma que un músculo atrofiado.
Lasociedad en general está pasando por una crisis de conciencia: todo está permitido. No obstante, la
caracterización que da el filósofo delo bueno y lo malo está teñida de subjetividad debido a la falta de
reconocimiento de un ente superior que fije la moral.
Por otra parte, la ejemplificación de la naturaleza de la conciencia en la adversidad con el pueblo judío no viene al
caso. El pueblo judío no se cree el pueblo elegido, si no que Dios mismo los eligió de entre todos los pueblos de las
naciones, aunque ahora ya no los apruebe más. Dios exige devoción exclusiva[7]y cuando los judíos lo dejaron de
lado para servir a dioses falsos cananeos y de obedecer la ley que anteriormente había sido decretada, Él los castigó,
y envió profetas para reencaminarlos. Sin embargo, y al igual que en otras ocasiones, esta mala interpretación no
malogra todo el razonamiento de Freud.
CAP 8.
El súper yo es una instancia psíquica, la conciencia moral es una de sus funciones, no previa la instalación del súper-
yo Y la culpa es previa a la instalación del súper-yo.
Necesidad de castigo es el yo pidiendo castigo al súper-yo o a una Imago parental: el poder parental va pasando a
maestros, modelos y luego al destino.
Otro resumen:
En el capítulo final, Freud hace un repaso de los conceptos tratados a lo largo de toda la obra. Podemos sintetizarlos
en estos términos:
 Super-yo: instancia psíquica inferida por el hombre.
 Conciencia: una función del super-yo, que se encarga de vigilar y juzgar las tendencias del yo.
 Sentimiento de culpabilidad: apreciación del yo de las tensiones entre sus tendencias y las exigencias de la
conciencia. Es el problema más grande para la evolución de la cultura y es engendrado a su vez por ella.
 Necesidad de castigo: es la expresión subyacente de la culpabilidad, que implica un miedo hacia el super-yo.
Es una manifestación instintiva masoquista que vuelca hacia el yo el propio instinto de destrucción,
formando un vínculo erótico con el super-yo.
 Remordimiento: es una manifestación del yo ante sentimiento de culpabilidad luego de haberse cometido el
acto malo, y también es un castigo en sí mismo.
 Fuentes de la energía agresiva: es aparentemente contradictorio el que haya dos fuentes de la energía
agresiva, las cuales se presentan en mayor o menor grado en cada individuo.
 Autoridad exterior: como el que "apuesta tropas en la ciudad ya conquistada", la autoridad se internaliza a
modo de extensión en el yo.
 Agresividad coartada: la agresividad innata del yo es devuelta a su fuente.
 Al haber satisfacción erótica insatisfecha, se generaría cierta agresión hacia la persona que impide esta
satisfacción, y está agresión, a su vez, debería ser contenida. Con este fin es coartada y devuelta al yo,
apareciendo el sentimiento de culpabilidad. Cuando un impulso instintual sufre la represión, sus elementos
libidinales se convierten en síntomas, y sus componentes agresivos, es sentimiento de culpabilidad.
 Los fenómenos orgánicos están dados por la lucha entre el Eros y el instinto de muerte.
 Los procesos de la cultura y la evolución individual son muy parecidos, tanto en sus fines como en
sus métodos. Sin embrago, la principal diferencia es que la primera tiene como premisa el
anhelo altruista de fundir a los individuos en una comunidad, mientras que el segundo, persigue el principio
del pacer, en un anhelo egoísta. Podemos encontrar las siguientes analogías:
 Posible equilibrio: en el proceso cultural, la lucha entre Eros y Tanatos, y, en el proceso evolutivo individual,
la lucha entre la felicidad individual y la de la comunidad, pueden llegar a un equilibrio.
 Super-yo: ambos procesos producen una entidad superior. En el caso de la cultura y a lo largo de
la historia el super-yo aparece en forma de caudillos u hombres de gran fortaleza espiritual.
 Angustia de conciencia: el super-yo cultural establece rígidos ideales cuya violación es castigada con
la angustia de conciencia. El super-yo individual persigue idénticos fines, castigando al yo con la mala
conciencia.
PRÁCTICO 9: Reacción terapéutica negativa
- El problema económico del masoquismo. (EN TEÓRICOS)
PRÁCTICO 10: Intervenciones en la clínica
- Construcciones en el análisis (EN TEÓRICOS)
PRÁCTICOS B
PRÁCTICO 1: Psiquiatría y Psicoanálisis.
Conferencia N° 16: Psicoanálisis y Psiquiatría – Freud.
En esta conferencia, Freud cuestiona la posición de la psiquiatría frente a su renuencia por tomar en cuenta al
psicoanálisis. Dice que los médicos se comprometen muy poco con los neuróticos, que prestan poca atención a lo
que ellos tienen por decir de su propio malestar y así se pierden de hacer valiosas intelecciones en profundidad.
Plantea el caso de una mujer de unos 50 años que sufre delirio de celos hacia su marido. Postula que la psiquiatría
poco tiene que hacer frente a este caso, y que sólo se remitiría a buscar razones que den cuenta de un factor
hereditario y se detendría allí. Pues bien, Freud encuentra en el discurso de la propia paciente que su delirio de celos
no sólo puede deberse a factores hereditarios, sino que lo que sucede allí es un mecanismo de desplazamiento en la
persona del marido acerca de sus propias mociones de infidelidad. No contradice la hipótesis médica, más bien la
complementa.
El psicoanálisis es a la psiquiatría lo que la histología a la anatomía: esta estudia las formas exteriores de los órganos;
aquella, su constitución a partir de los tejidos y de las células. Es inconcebible una contradicción entre estas
modalidades de estudio, una de las cuales continúa a la otra. Freud confía en que en una época no muy lejana
comprenderemos que no es posible una psiquiatría profundizada en sentido científico sin un buen conocimiento de
los procesos de la vida del alma que van por lo profundo, de los procesos inconscientes.

- PRÁCTICO 2: Clínica en la Psicosis


Neurosis y Psicosis, Freud (1923)
Freud plantea la diferencia más importante entre neurosis y psicosis: la neurosis es el resultado de un conflicto
entre el yo y el ello (la pulsión), mientras que la psicosis es un conflicto entre el yo y su mundo exterior (realidad).
En las neurosis de transferencia el yo ha entrado en conflicto con el ello (el Ello es la sede de las pulsiones de donde
parten todos los impulsos, nacemos siendo un ello, luego se constituye el Yo. El superyó se constituye luego del
sepultamiento del CdeE), al servicio del superyó y del mundo exterior.
En las psicosis, como en el caso de la amentia de Meynert, el claro el conflicto del yo con el mundo exterior, el yo se
crea soberanamente como mundo exterior e interior. En algo la realidad ha sido insoportable para el sujeto. El
sujeto se extraña de ese mundo exterior y la sustituye por el delirio (mundo interno). A su vez necesita de algo
que rectifique sus percepciones: las alucinaciones.
En las esquizofrenias, se produce la apatía afectiva, es decir, la pérdida de toda participación en el mundo exterior.
En la paranoia, el delirio también implica pérdida del mundo exterior, sólo que no se lo puede percibir tan
directamente. Muchas veces los efectos de la enfermedad están ocultos por los de un intento de curación que se
superpone.
El delirio se presenta como un “parche” colocado en el lugar donde se produjo una desgarradura en el vínculo del
yo con el mundo exterior, para poder lograr la reconstrucción de ese mundo.
La etiología común para el estallido de la psicosis es la frustración, el no cumplimiento de un deseo de la infancia.
Dicha frustración representa a la ruptura entre el ello y la realidad. Hay una imposibilidad de conciliar el deseo y la
realidad. El yo no puede quedar bien con todas las instancias. Si permanece fiel a su vasallaje hacia el mundo
exterior, intenta contener al ello, pero decide reprimir las mociones pulsionales, estamos frente a la neurosis. De
lo contrario, si el yo es avallasado, arrancado por el ello y así se deja arrancar de la realidad, estamos en presencia
de la psicosis.
 La neurosis se genera porque el yo no quiere dar trámite motor a una moción pulsional pujante en el ello, el
yo se defiende de ella mediante el mecanismo de la represión. Lo reprimido se revuelve contra ese destino
formando el síntoma.
 En la psicosis el motivo de ruptura con el mundo exterior es una grave frustración (denegación) de un deseo
por parte de la realidad, una frustración que pareció insoportable.
Pero esta situación se complica por la existencia del superyó que reúne en sí los influjos del ello y del mundo exterior
y es un arquetipo ideal, es la meta hacia la cual quiere alcanzar el yo: la reconciliación entre sus múltiples vasallajes
(exigencias).
Nos interesa saber cuáles son los medios por los cuales el yo logra salir airoso, sin enfermar, de esos conflictos que
se le presentan. Es decir, lograr una comparación entre la neurosis, la psicosis y la normalidad. Cómo puede 6 ser
que mucha gente permanezca sana, donde no haya una perturbación tan grave para que se dé la neurosis o la
psicosis. Freud responde a esto diciendo que el yo se parte en dos, se vuelve incoherente porque intenta responder
a todas sus exigencias, todos sus vasallajes. Las inconsecuencias y extravagancias del hombre aparecen bajo la luz de
las necesidades sexuales. Freud ya no habla de represión en la psicosis, se pregunta cuál es el mecanismo por el cual
el yo se deshace.
La pérdida de la realidad en Neurosis y Psicosis, Freud (1924)
Freud ahora usa el término “realidad” antes usaba “mundo exterior”. Freud descuida lo que había dicho antes de
que la estructura de la enfermedad dependía de la posición que adopte el yo frente al conflicto. Aquí descuida la
función del yo que es decisiva. Freud asegura que la neurosis también es un medio para retirarse de la realidad. La
fórmula anterior no distinguía los dos tiempos que se dan en la neurosis y en la psicosis. Es decir, hay pérdida de la
realidad en la psicosis y en la neurosis, pero se diferencian en el momento en el que esta se produce:
 En la neurosis, la pérdida de la realidad, el acento patógeno se da en el segundo tiempo, en el retorno de lo
reprimido.
 En la psicosis, ese distanciamiento se da de entrada, al inicio.
Estas diferencias son consecuencia de la diversidad típica en la situación inicial del conflicto: que en ella el yo rinda
vasallaje al ello o al mundo real.
Freud tiene la concepción de que en la neurosis el síntoma, el retorno de lo reprimido produce un nuevo
distanciamiento de la realidad, sirve para alejarse de la realidad. Este síntoma tiene función de mantener al sujeto
a distancia del punto de la realidad en donde se manifiesta el deseo. Hace que el sujeto vea impedida la
satisfacción de su deseo en la realidad.
El sujeto en la neurosis desvaloriza la alteración de la realidad, en cambio en la psicosis se desmiente la realidad.
En “Psicosis y neurosis” la etiología común era una frustración del deseo en la infancia. Ahora en este texto está
diciendo que la neurosis se desencadena justo en el momento en que el deseo se puede cumplir en la realidad. La
psicosis también se da en dos tiempos: el primero, en donde se arranca al yo de la realidad (prepsicosis) y el segundo
que intenta reestablecer, reparar el vínculo con la realidad (alucinaciones, delirios). La pérdida de la realidad se da
en ese primer momento. El acento recae sobre el primer paso, que en sí es patológico y sólo puede llevar a la
enfermedad. El segundo paso de la psicosis quiere compensar la pérdida de la realidad por medio de la creación de
una realidad nueva que ya no ofrece el mismo motivo de escándalo que la abandonada.
En la neurosis se quita importancia, se desvaloriza un fragmento de la realidad y se produce la represión, no
desmiente la realidad, se limita a no querer saber nada sobre ella. En la psicosis, se desmiente la realidad y se
intenta sustituirla por otra.
Ahora bien, en la neurosis también hay intentos de sustituir la realidad indeseada por otra más acorde al deseo, la
posibilidad de esto se la da el mundo de la fantasía, desde donde toma la neurosis su material para sus formaciones
de deseo y lo halla por medio de la regresión.
Pero también en la psicosis la fantasía sirve como lugar desde donde se recoge el material para edificar la nueva
realidad. La diferencia es el modo en que ese material de la fantasía se pone en juego: El nuevo mundo exterior,
fantástico de la psicosis quiere reemplazar a la realidad exterior, en cambio, en la neurosis se utiliza la 7 fantasía
como fuente para apuntalarse y superponer un fragmento de la realidad, pero no pretende reemplazarla.
Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente. Capítulo III: Acerca del
mecanismo paranoico – Freud (1911)
En Tres Ensayos de Una teoría Sexual Freud formula la opinión de que cada estadio del desarrollo de la
psicosexualidad ofrece una posibilidad de fijación o predisposición patológica. En el caso de la paranoia, Freud
sostiene que este punto de fijación ha de buscarse en el tramo entre autoerotismo, narcicismo y homosexualidad.
Freud sostiene la hipótesis que el núcleo de conflicto en la paranoia masculina, es la fantasía de deseo homosexual,
siendo que todas las variaciones de paranoia pueden resumirse a la contradicción de una sola frase: “Yo [Un Varón]
lo amo [a un varón]”. A esta frase la contradice: (formas de resolución del conflicto a través del delirio)
a) El delirio de persecución: “Yo no lo amo – pues yo lo odio”. Esta contradicción en lo inconsciente no puede
devenirle a la consciencia del paranoico de esta forma. El mecanismo de formación de síntomas de la paranoia
exige que la percepción interna sea sustituido por una percepción de afuera. Así, la frase se muda por
Proyección en la frase “El me odia (me persigue), lo cual me justificará después odiarlo”. Entonces, el
sentimiento inconsciente que pulsiona aparece como una percepción exterior: “Yo no lo amo – pues yo lo odio –
porque él me persigue”. Entonces, el perseguidor es en realidad la persona amada.
b) Otro punto de ataque para la contradicción lo registra la erotomanía: “Yo no lo amo – pues yo la amo”. Y aquella
compulsión a proyectar imprime la mudanza: “Yo no lo amo – yo la amo – porque ella me ama”.
c) Delirio de celos.
d) Delirio de grandeza: La cuarta variedad de contradicción es la desautorización de la frase integra: “Yo no amo en
absoluto, y no amo a nadie” psicológicamente equivalente a “Yo me amo solo a mi”. Este delirio de grandeza se
puede percibir como una sobreestimación sexual del yo propio.
En la proyección, una percepción interna es sofocada y como sustituto de ella adviene a la conciencia una percepción
desfigurada desde el afuera.
Se llega a la conclusión de que la proyección no desempeña el mismo papel en todos los tipos de paranoia. No
ocurre sólo en la paranoia, sino también bajo otras constelaciones de la vida anímica. Bajo estas objeciones cae la
hipótesis de que la proyección es el mecanismo específico de la paranoia. Freud decide abandonar el estudio de la
proyección como mecanismo de formación de síntomas. Deja una pista que luego retomará Lacan: “quizás no era
correcto decir que la sensación interiormente sofocada es proyectada hacia fuera, sería mejor decir que lo cancelado
adentro retorna desde afuera”.
Freud se pregunta entonces cuál es el mecanismo de defensa principal en las psicosis.
Además de la proyección, Freud ubica al mecanismo de formación de síntomas y al de la represión como dos
factores característicos de esta forma patológica.
A) En la formación de síntomas de la paranoia es llamativo el mecanismo de proyección. Una percepción
interna es sofocada, y como sustituto de ella adviene a la conciencia su contenido, luego de experimentar
cierta desfiguración, como una percepción de afuera. En el delirio de persecución, lo que estaba destinado a
ser sentido como amor desde adentro, es percibido como odio desde afuera. Freud aclara que hasta aquí
pareciera que la proyección seria el mecanismo patognomónico de la paranoia, pero postula que 1) la
proyección no desempeña el mismo papel en todas las formas de paranoia y 2) no ocurre solo en la
paranoia sino bajo otras constelaciones de la vida anímica.
B) La modalidad del proceso represivo se entrama de manera más íntima que la modalidad de formación del
síntoma con la historia del desarrollo de la libido y con la predisposición dada en ella. Freud divide a su vez a
la represión en tres fases conceptuales: 1) La fijación detención en el desarrollo libidinal. Está ligada con la
predisposición a la enfermedad. 2) La represión propiamente dicha: la predisposición se activa cuando
estalla el conflicto entre una representación inconciliable y el yo y actúa la represión. La represión va a
consistir en el retiro de las investiduras libidinales que han generado el conflicto. Se produce un
desasimiento de la libido de personas antes amadas. Se produce la perdida de la realidad y la perdida de
relación con los objetos. Este proceso se cumple mudo, no tenemos ninguna noticia de ese momento. 3) El
retorno de lo reprimido: el paranoico intenta reconstruir ese mundo para poder vivir dentro de él. Lo edifica
de nuevo mediante el trabajo de su delirio. La formación delirante es el intento de restablecimiento de
reconstrucción de la realidad, es un intento de curación. Este procedimiento se manifiesta de manera
ruidosa ya que deshace la represión e intenta reconducir la libido a los objetos abandonados. Lo ruidoso
tiene que ver con un proceso de se forman los síntomas de manera más llamativa.
En el caso de la Paranoia, Freud había dicho anteriormente que la fijación se ubicaba en el estadio libidinal entre
autoerotismo, narcicismo y sexualidad [que luego corrige diciendo que el estadio de fijación libidinal de la paranoia
es propiamente el narcicismo porque la libido liberada vuelve al yo magnificándolo (de aquí se desprende su
explicación sobre el delirio de grandeza y persecución y la imposibilidad del psicótico de establecer transferencia)],
por lo que frente a una fantasía homosexual, la represión actúa sobre ella de la siguiente manera: El enfermo sustrae
de las personas de su entorno y del mundo exterior en general la investidura libidinal que hasta entonces se le había
dirigido; con ello, todo se le ha vuelto indiferente y sin envolvimiento para él, y tiene que explicarlo mediante una
racionalización secundaria. El sepultamiento del mundo es la proyección de esta catástrofe interior; su mundo
subjetivo se ha sepultado desde que el le sustrajo su amor. Y el paranoico reconstruye este mundo, no de la misma
manera en que estaba establecido anteriormente, sino sustrayendo esa moción insoportable que provocó la
represión y la posterior regresión libidinal, que se explica mediante el delirio. Lo que nosotros consideramos la
producción patológica, la formación delirante, es en realidad, el intento de restablecimiento, la reconstrucción. Tras
la catástrofe, ella se logra más o menos bien, nunca por completo.
Freud dice entonces: el proceso de represión propiamente dicha consiste en un desasimiento de la libido de
personas y cosas antes amadas. Se cumple mudo, no tenemos noticias sobre él. Lo que se hace notar ruidoso es el
proceso de restablecimiento, que deshace la represión y reconduce a la libido a las personas por ella
abandonadas. En la paranoia, este proceso de cumple por el camino de la proyección. No era correcto decir que la
sensación interiormente sofocada es proyectada hacia afuera: más bien inteligimos que lo cancelado adentro
retorna desde afuera. [Este es el pié para Lacan para hablar sobre el retorno desde lo real].
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TERCER MOMENTO (desde 1920)
En este tercer momento, a partir de 1920, Freud ya cuenta con la 2da tópica. Plantea que el yo es un esclavo que
debe responder ante las exigencias de sus amos, está sometido a “múltiples vasallajes/servidumbres”, el ello, el 5
superyó y el mundo exterior (realidad). Define a la realidad como la realidad psíquica. Aquí Freud ya habla de los
términos “psicosis” y “neurosis” distinguidamente.
En esta tercera nosología freudiana se conservan las Neurosis actuales (neurastenia, neurosis de angustia e
hipocondría). Las neurosis de transferencias pasan a llamarse neurosis (histeria, neurosis obsesiva y fobias). Las
neurosis narcisistas se dividen en manía y melancolía por un lado y las psicosis por otro (paranoia y psicosis
alucinatoria).
- PRÁCTICO 3: Clínica en la Psicosis
Diagnosticar la psicosis, Fernández.
La psiquiatría fue el primer intento de nombrar la locura. En ese camino intenta poner un orden en base a lo que
desde la observación del que se pone a mirar ve: el síntoma como aquello que desborda lo esperado.
El psicoanálisis intentó desde Freud darle una lógica.
De Clerambault se preguntó por el inicio de la psicosis, es por el antes del delirio, él busca los fenómenos
elementales: el elemento primero que luego hará que se construya en su entorno la arquitectura delirante. Para De
Clerambault los fenómenos elementales son neutros, atmáticos y anideicos (no conforme a una sucesión de ideas).
Pueden ser:
 Sutiles: interferencias que perturban el curso del pensamiento, no tienen contenido
o Positivos: de intrusión:
 Juegos verbales
 Estribillos
 Entonaciones bizarras
 Falsos reconocimientos
 Sentimiento de extrañeza
 Emoción sin objeto
o Negativos:
 Desaparición de pensamientos
 Detenciones del pensamiento
 Perplejidad sin objeto
 Ideo verbales:
o Eco del pensamiento
 Neutros
 Atemáticos
Para De Clerambault hay un triple automatismo: verbal, motor y sensitivo, al cual se agregan el sensorial y afectivo.
Todos experimentados como fenómenos impuestos. Paralelamente se edifica el delirio explicativo, es decir, que el
delirio sería una manera de hacer entrar el fenómeno elemental en la cadena significante, de argumentar algo que
posibilite que ese cuerpo extraño deje de imponerse. Este delirio se constituirá de acuerdo a: 1) las tendencias
anteriores de la personalidad; 2) las cualidades del automatismo mismo (si es motor, verbal o sensitivo).
Tenemos un sujeto que de pronto es afectado en su pensamiento, en su acción y/o en su sentir, por la intrusión de
algo que no reconoce como propio. Algo que está demás, o algo que debería estar y no está, él intenta entonces
darle un contenido, una interpretación. El delirio es la interpretación que hace ese estudio del fenómeno elemental
que se le automatizó.
Este decir insensato es captado por la significación imaginaria transformándose en delirio. Cuando esta
enunciación se amplifica engendra voces que se desencadenan en lo real, con temáticas acusatorias. El sujeto se
ve atravesado por mensajes e insultos, espiado, obligado a ejecutar órdenes que no comparte o inhibido de
funciones.
Ninguna de estas producciones las puede anexar a su “yo”, le son ajenas pero lo dominan, lo doblegan, lo mueven.
Lacan va a jerarquizar la teoría del fenómeno elemental elevándolo a característica esencial de la estructura
psicótica, “la palabra impuesta es una emergencia que se impone al intelecto y no tiene ninguna significación
concreta. Son palabras que emergen”.
Mientras que para De Clerambault el delirio es la manera de otorgar sentido posible a esta irrupción fuera de sentido
de los fenómenos elementales, para Lacan el delirio es también un fenómeno elemental.
¿Qué es lo que une el fenómeno elemental y el delirio? Lacan va a sostener que es una falla en el orden del
significante.
El mecanismo específico de la psicosis es la forclusión. La forclusión es una expulsión del registro simbólico, es decir,
el significante en lo real. Es el despliegue de la estructura que se forjó a partir de la forclusión.
Lacan retoma el problema que dejó Freud sin resolver en el caso Schreber: “quizá no sería correcto hablar de
proyección, quizá sería correcto decir que lo cancelado adentro retorna desde afuera”
Para eso busca pistas en los textos de Freud: “El hombre de los lobos” y “La negación”.
Cancelado no es lo mismo que reprimido. La Verwerfung es un rechazo más radical, diferente a la represión. El
término adentro y afuera viene de un mito de cómo se constituyó el aparato psíquico según Freud.
Bejahung/Ausstossung. El retorno no es el mismo que el retorno de lo reprimido. Es un retorno en lo real. Luego
Lacan va a abandonar el mito de Freud de que el adentro y el afuera se refiere al aparato psíquico y va a decir que se
refiere al adentro o afuera del registro simbólico.
Bejahung: Afirmación primordial. Lo que es afirmado forma parte del conjunto de representaciones del aparato
psíquico. Los significantes que se afirman forman el mundo del sujeto. Estos significantes que son afirmados van a
formar parte del universo simbólico del sujeto. El conjunto de significantes aceptados van a conformar la realidad del
sujeto. “El día y la noche” son meros significantes. Es allí donde el Otro impone en el bebe estas categorías y explica
que durante la noche se duerme y durante el día no. Esta realidad es producto de ciertos significantes que son
afirmados.
Algo que tiene existencia simbólica puede ser reprimido y luego retornar en el mismo lugar, en lo simbólico. Algo
que se vivenció y que dejó su marca retorna a través de las formaciones del Icc (sueños, lapsus, etc). Represión y
retorno de lo reprimido son las dos caras de la misma moneda. Son el derecho y el revés de una misma cosa. Si algo
retorna desde lo reprimido es porque antes fue inscripto. Para Lacan, para que algo sea reprimido (Vendrangung),
primero tuvo que haber sido admitido en el aparato, en lo simbólico.
Incluso en el campo de la psicosis, suponemos la Bejahung. No podríamos decir que en la psicosis no hay afirmación
primordial o que los significantes no se inscriben en lo simbólico. El psicótico es un ser hablante y como tal habita
12 el lenguaje. La psicosis muestra, como en ninguna otra estructura, la sujeción del ser hablante al significante.
Este ser hablante es atormentado por el significante. El psicótico ignora la lengua que habla.
Ausstossung: Expulsado, lo rechazado. Fuera del aparato psíquico. Lo que es rechazado no tendrá registro para el
aparato psíquico. Este término es abandonado.
Lacan toma este término para lo que queda en lo real, pero no del lado del significante, sino del lado del objeto. Es
la operación por la cual se pierde originariamente el objeto, por el hecho de estar inmersos en el lenguaje. Esto
ocurre tanto en la neurosis como en la psicosis por el hecho de habitar el lenguaje. La diferencia estructural no se
presenta a este nivel.
Un mito de construcción del aparato con el afuera y el adentro. Lo que queda adentro, lo que se incluye en el
aparato, ha sido objeto de una Bejahung, una afirmación primordial. En tanto que lo que queda afuera es por culpa
de la Ausstossung, de una expulsión primordial. Lo que cae por dentro de la Bejahung queda dentro del aparato, lo
que queda bajo el dominio de la Ausstossung es expulsado.
Lacan reemplaza el término Ausstossung por Verwerfung, tomado del historial del hombre de los lobos. Por lo
tanto, a nivel inicial, tenemos Bejahung o Verwerfung. Lo que es rechazado dejará un agujero en la estructura. Esta
quedará perforada porque le faltan ciertos elementos constitutivos.
En el hombre de los lobos, el niño alucina con que tiene el dedo cortado. Esta alucinación es un modo de retorno en
lo real. “No querer saber nada de la castración, ni en el sentido de lo reprimido” da cuenta de que lo rechazado en el
orden simbólico retorna desde lo real. En lo real de la alucinación del dedo cortado.
Es un significante determinado el que no es admitido en lo simbólico en la psicosis.
El mecanismo de la forclusión no es lo que define a la psicosis. Lo que define a la psicosis es la forclusión del nombre
del padre.
Es el NOMBRE DEL PADRE, un significante primordial, el que se rechaza, el que provoca un agujero en la
estructura. Este garantiza la ley, regula el goce, es la carretera principal que polariza las significaciones, separa a la
madre del hijo como objeto de deseo. La psicosis transcurre por fuera del Edipo, de sus instancias y mecanismos. Por
lo tanto hay una exclusión de la significación fálica y de la metáfora paterna. Lacan le da un lugar prevalente al padre
y a la función paterna, tanto en el ámbito de la cultura como en la economía subjetiva. Esta carencia es estructural,
es decir, sincrónica y no implica necesariamente el desencadenamiento de la psicosis.
Lo que es rechazado no retorna en lo simbólico ya que nunca fue aceptado. Aquello que no tiene inscripción solo
puede retornar en otro lugar esto es en lo real.
La verwerfung afecta a todo ser hablante. No es sin consecuencias que significantes quedan dentro del aparato y
cuales quedan fuera. Para hablar sobre la operación fundante de la psicosis nos referimos a la verwerfung o
forclusión del nombre del padre.
Verneinung: La negación: Es una forma de retorno de lo reprimido a la conciencia con la condición de establecerse
un “no” delante de la frase. Esta se da en un segundo momento, se manifiesta tardíamente. Solo se puede negar
algo siempre y cuando fue afirmado antes. La afirmación no se contrapone a la negación. La afirmación primordial se
le opone a la expulsión primordial. La negación es secundaria respecto de ese primer movimiento por el que el
aparato se constituye.
Un significante no puede a la vez haber sido admitido en lo simbólico, y rechazado en lo real. En el origen o hay
Bejahung, o hay Verwerfung. Un significante o toma el camino de la Bejahung o toma el camino de la Verwerfung,
pero no ambos.
El nombre del padre, o se inscribe en lo simbólico o se rechaza, se forcluye, pero no ambos. En el primer caso se es
neurótico, en el segundo psicótico. Se puede ver aquí la posición tajante, estructural de Lacan. No es posible ser al
mismo tiempo neurótico y psicótico. No somos más o menos psicóticos o más o menos psicóticos según se haya
inscripto un poquito más o un poquito menos el nombre del padre.
La metáfora delirante viene a suplir la ausencia de la significación que produce la no inscripción del Nombre del
Padre. Es un intento de reanudamiento, estabilización entre significante y significado.
Dicha metáfora consiste en construir una ficción y conducirla hasta un punto de estabilización.
- PRÁCTICO 4: Intervenciones en Psicosis.
El aprendiz de historiador y el maestro brujo – Piera Aulagnier
El movimiento de apertura se elige en base a las aperturas metodológicamente viables, y también en base a la
singularidad del analizado. La mejor apertura será, tanto en psicosis como en neurosis, aquella que no deje al
analista en un lugar fijo para el resto del análisis. En el caso de la psicosis es difícil, ya que el psicótico ha dejado de
creer que puede encontrar en su vida personas diferentes a las que ya ha encontrado. Difícil es que el analista no
caiga en el lugar de figura perseguidora que antes fueron los padres, y de nada vale oponerse a esto. Pero lo que se
intenta es de vez en cuando mostrarle al sujeto que se puede salir de ese lugar. Esto será posible siempre y cuando
el analista no quede de entrada en el lugar de perseguidor. A veces se puede utilizar esa proyección de objeto
omnipotente, pero deberá prontamente ser relativizada, para no caer en el lugar de perseguidor. Funciona al
contrario de la neurosis, donde lo que se intenta es que el sujeto actualice los conflictos reprimidos a través de la
actualización de vínculos transferenciales. Aquí se intenta que el psicótico no establezca de forma fija esos vínculos.
En la neurosis se busca pasar la neurosis “infantil” por una neurosis de transferencia para trabajar con ella.
El neurótico puede acomodarse en el registro del ser y el tener, lo que le permite llevar una “cuenta de lo perdido”
(castración). El analista a veces es puesto en la liga de la persona que lleva esa cuenta. En la psicosis el sujeto ya
asume que es un otro siempre el que le llevas las cuentas y no se permite cuestionamiento alguno de su sufrimiento
su falta. El psicótico tiene el pasado ya armado y asumido, y no hay reinterpretación del mismo como en la neurosis.
El psicótico encuentra al sujeto-supuesto-saber en los padres cuando es niño. Luego esa figura pasa a un perseguidor
16 externo, porque la realidad ha mostrado las falencias paternas. El psicótico inviste esas figuras en forma masiva y
es con ellas que se relaciona el sujeto. Pero en el análisis está la posibilidad de otro tipo de investidura, en la cual se
entabla un dialogo, y ya no es una charla sin “interlocutor” como en el delirio (donde al sujeto se le imponen los
pensamientos como si fueran del Otro omnisapiente). Es esto lo que posibilita el análisis en la psicosis. Este dialogo
con el otro, el analista, le permite al psicótico también dialogar consigo mismo y hacerse dueño de sus
pensamientos, que antes le era impuesto. Todo esto le permite sospechas al psicótico que hay relaciones que no son
la repetición del pasado.
Nada se logrará en el tratamiento del psicótico si no logramos que crea que ese espacio de análisis no es idéntico al
espacio que antes lo determinaba, ese espacio signado por el Otro, incuestionable.
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PIERA AULAGNIER: El aprendiz de historiador y el maestro-brujo
Los movimientos de apertura los trae como parte del tratamiento analítico. Va a hablar que hay ciertas
particularidades, es decir, que cada paciente psicótico tiene diferentes tratamientos, no es lo mismo uno florido que
uno que no desencadeno. Un paciente deviene psicótico por una particularidad, pro una singularidad de los padres.
La buena apertura, la que más garantía ofrezca, que el lugar que inicialmente ocupa el analista no quedará fijado de
una vez para siempre. Y así ocupar el lugar de perseguidor o de amante. El analista tiene que intentar probarle al
sujeto que en ciertos momentos, puede estar en “otro lugar”.
En la psicosis el sujeto se presenta como un saber totalizador, ya que tiene su certeza y no puede ser de otra forma.
Su alucinación o delirio tiene que ver con su historia personal. Entonces el analista, tendrá que correrse de ese saber.
Tendrá que ocupar la posición del oído del que habla o como dice Lacan El secretario del alienado, más allá del
secretario, tiene que escuchar el discurso del analizado. Presencia de una escucha nueva que pasa a garantizar al
sujeto que esto que dice forma parte de lo oíble, investible por otro. Tiene que ser un papel activo en el que se debe
intervenir, por ej: si un paciente dice que escucha voces: el analista ¿Usted le cree? Se debe poner una separación
entre su representación psíquica y la realidad. Esta seguridad es la que funda la posibilidad de una relación de
investimento en el registro de la psicosis. Una escucha que le permite separar de nuevo lo que él piensa de lo que lo
fuerzan a pensar.
Seminario III: Las Psicosis, Lacan.
Apartado 16: Secretarios del Alienado:
Lacan plantea el lugar del analista en el tratamiento de las psicosis como “un secretario del alienado” que toma al
pié de la letra lo que el psicótico dice. Propone que se obtiene algo mucho más vivaz si en lugar de tratar de
determinar si las alucinaciones son verbales, sensoriales o no sensoriales, simplemente se escucha al sujeto.
Por perturbada que pueda estar la relación del psicótico con la realidad, su testimonio es cabal y meramente
original. Si se sabe escuchar el delirio de las psicosis alucinatorias, se manifiesta una relación muy específica del
sujeto respecto al conjunto del sistema del lenguaje en sus diferentes órdenes. En el discurso de este sujeto, el
mismo da fe efectivamente de cierto viraje en relación con el lenguaje, que se puede llamar erotización o
pasivizacion.
Metodológicamente, entonces el analista tiene derecho de aceptar el testimonio del alienado sobre su posición
respecto al lenguaje y se lo debe tomar en cuenta en el análisis del conjunto de las relaciones del sujeto con el
lenguaje.
Apartado 20: El Llamado, La Alusión:
Lacan hace un contrapunto sobre la relación de la neurosis con el significante y la relación de la psicosis con el
significante.
¿La realidad es aprehensible fuera de los significantes que la aíslan? La noción que tenemos de la realidad como
aquello en torno a lo cual giran los fracasos y tropiezos de la neurosis, no debe desviarnos del hecho de que la misma
siempre está sostenida, tramada y constituida por una trenza de significantes. Cuando el sujeto no atraviesa el
complejo de Edipo, queda con cierto defecto, no puede precisar las justas distancias que se llaman la realidad
humana, porque justamente la realidad como la concebimos es una integración del sujeto a determinado juego de
significantes. En el caso de la neurosis, lo que caracteriza a la posición histérica es una pregunta que se relaciona con
los polos significantes de lo masculino y lo femenino. Se pregunta cómo se puede ser varón y como se puede ser
hembra. El obsesivo se deniega esta posición, no quiere ser ni uno ni otro. El neurótico habita el lenguaje, el
psicótico es habitado, poseído por el lenguaje.
El psicótico presenta una exterioridad respecto al conjunto del aparato del lenguaje. Y en este punto Lacan se
pregunta si efectivamente el psicótico entró verdaderamente al lenguaje. Helen Deutsch destacó cierto como sí que
parece marcar las etapas de quienes, en cualquier momento, caerán en la psicosis. Nunca entran en el juego de los
significantes, salvo a través de una imitación exterior. (agrego yo: compensación imaginaria).
Lacan expresa que cuando se toma a pre-psicóticos en el análisis el resultado siempre es el de una psicosis, ya que
cuando el análisis se pone arduo, la tarea que se le enfrenta al ser es la de tomar la palabra (agrego yo: tarea
imposible, ya que hay una falla estructural a nivel simbólico). Existe un desfallecimiento del sujeto en el momento de
abordar la palabra verdadera, el cual sitúa la entrada en el fenómeno crítico, en la fase inaugural de la psicosis.
Estudios sobre la psicosis: ¿Qué lugar para el analista?, Soler.
La autora toma de ejemplo un caso clínico de una mujer psicótica con delirio de persecución, cuyo cuadro se ve
actualmente estabilizado por verse su relación con la realidad bastante restablecida. Es una psicosis revelada de 12
años de tratamiento, con automatismo mental marcado. Dicha estabilización fue dada bajo transferencia.
La demanda de análisis se produce al estallar el primer episodio delirante. Pide ser curada, no de su delirio, sino de
una “desgarradura” evocada como una suerte de muerte subjetiva: “Yo no existo, yo floto o duermo, soy pura
ausencia, no tengo funciones, no tengo roles, ¿Quién soy?” Ella refiere que no la han dado a luz. La autora reconoce
en este punto lo que Lacan marcó en el caso Schreber como el “asesinato del alma”, instalado según Lacan por la
falla del significante. Se está hablando de una falta del significante, pues hay una falta en la psicosis, pero no la falta
neurótica que remite a la castración, sino una falla a nivel significante que se traduce en un exceso de goce en lo
real.
¿Cómo remedio ella ese estado hasta el delirio? La paciente se remedió de este estado de muerte subjetiva hasta
llegar al delirio mediante una suerte de relación de objeto real, persecutoria, mediante un acoplamiento a otro único
que “sabe lo que le hace falta” y se lo impone. De este otro ella ha sido la masa, la marioneta, pasando de mano en
mano a través de una serie de “vínculos pigmalionescos”. Todas las figuras que han venido a ocupar este lugar han
sido universitarios o médicos, es decir, figuras del saber. Lejos de sentirse como un neurótico (musa inspiradora de
estas figuras del saber), se siente como un objeto de tormento de este saber gozoso del Otro. Efectivamente, dice
sentirse petrificada y muda ante un Otro del que ella se encuentra permanentemente pendiente. Este equilibrio
dado por acoplamiento se rompe y es ahí cuando aparece el primer episodio delirante. Esta ruptura se da en el
marco de la separación con su único partenaire amoroso (al que la autora llama “el ojo del saber”) y es allí cuando
las voces alucinatorias vienen a sustituir a la voz que hasta ese entonces se encarnó en otro se su entorno, y en lo
real, le dicen lo que es y lo que debe hacer.
El lugar al que es llamado el analista es a suplir con sus predicaciones el vacío súbitamente percibido por la
forclusión. Es decir, que es llamado a constituirse como suplente y hasta como competidor de las voces que hablan
de ella y la dirigen. Dicho de otra manera, ella le ofrece al analista el sitial del perseguidor, de aquel que sabe y que
al mismo tiempo goza.
A continuación, la autora nombra y explica las maniobras que utilizó vía transferencia a modo de intervención.
Aclara que aquí no se puede dar paso a la interpretación porque la misma no tiene cabida alguna cuando se está
ante un goce no reprimido.
1) El primer modo de intervención fue un silencio de abstención cada vez que la analista fue solicitada como
Otro primordial, es decir, cada vez que es invocada a saber en lo real. Esto coloca a la analista como otro
Otro, no un Otro del Otro, a saber, el que la paciente llamaba como “la fiera”, su perseguidor. De esta
manera, la analista quedó ubicada en el lugar de Testigo (el oído, alguien que aloja el discurso del paciente
y le da un lugar). Esto es harto importante, ya que un testigo es un sujeto al que no se le supone un saber, ni
un goce y presenta por lo tanto un vacío en el que el sujeto podrá colocar su testimonio.
2) El segundo modo de intervención fue una orientación del goce. Hubo una limitativa, cuando la analista le
puso obstáculos al momento en que la paciente se veía tentada a dejarse estrangular por un hombre. Y la
segunda, de carácter más positivo, fue alentar a la paciente a sostener un proyecto artístico intentándola
convencer de que este era su camino a seguir.
3) La tercera intervención fue de carácter decisivo. Provocó un viraje en la relación transferencial tanto como
en la elaboración de la cura. El viraje consistió en que la cura nunca más volvió a solicitar al analista como
Otro, Paralelamente, a la desaparición de los episodios agudos, hubo una nivelación entre la sensación de
vacío experimentada por la paciente y de su delirio. A partir de este momento, s<e entró en la
reconstrucción del sujeto al bode del agujero en los simbólico.
4) Función del analista –> hacer de límite / borde.
La maniobra analítica consistió entonces, por un lado, abstenerse a ocupar el vacío de la forclusión, y por otro,
proliferando una función de límite al goce del Otro. A falta de una ley paterna, el único camino que puede tomar el
analista es apuntalar la posición del propio sujeto que no tiene más solución que tomar el mismo a su cargo la
regulación del goce.
La autora finaliza hablando sobre la culminación de este análisis que desembocó en una estabilización aunque
precaria. El goce demasiado real que se encontraba al principio de la cura, da lugar hacia el final a la construcción de
otro delirio que tiene como efecto una tranquilización manifiesta. Por un lado, ella asegura que su perseguidor
asesinó a su madre en su más temprana infancia, y por otro lado, en lo que concierne a su padre, hay una culpa
enorme que la transforma a ella misma en una deuda viviente. Este delirio queda prendado a la presencia del
perseguidor y a la figura del analista, ya que hay un acoplamiento doble en la figura del analista y del perseguidor,
por lo que no puede hablarse tampoco de fin de análisis.
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SOLER: “Estudios sobre las psicosis”
Soler en su texto va a hablar de una estabilización de psicosis de transferencia, la cual es un sinónimo de cura en la
psicosis, es buscar crearle una metáfora delirante, acompañando con una construcción y un apoyo, pero evitando
tocar aquel punto en el cual la persona puede llegar a desencadenar, por ej: si sabe que la persona tiene un
problema con mate, se debe evitar llegar a ese significante, debido a que podría producir una desestabilización. V a
explicar que el goce es un delirio y que no se interpreta, que se busca elaborarlo a través de ciertas condiciones:
- Como un suplente, como un competidor de las voces: Donde se va a permitir algo de lo nuevo, proponer
algo, para superarlo. Ej: en la película Patch Adams, en la escena en la que el paciente no podía orinar
porque le tenía miedo a las ardillas. Robbin Williams, las matará para poder “desatar ese nudo” que tiene la
persona y así lograr algo nuevo que antes no sucedía. Se rompe la lógica de la psicosis pero no la estructura.
- Orientación del goce: tendremos un aspecto negativo el cuál será una restricción, una limitación, que
consiste en decir NO. Pero esta negación implicará lograr una buena transferencia. Por ej: en una amistad en
la cual hay una confianza plena, decir que NO ante una situación, no será tomado de igual manera que si se
conociese a la persona en el momento. Y tendremos un aspecto positivo: marcar una buena acción o decirle
la paciente vendría muy bien, que hagas tal cosa. . .
- Fixión del goce: Apunta a una eyección del otro. Es decir, me eyecto del otro, vuelvo a tener distancia entre
la realidad psíquica y la real. Que el paciente pueda ubicarse en un hacer fuera del delirio.

- PRÁCTICO 5: Intervenciones en Psicosis


Algo es posible. Clínica psicoanalítica de locuras y psicosis, Fernández
CAPÍTULO 7: Estabilizaciones y suplencias
Sabemos que en la estructura psicótica la metáfora paterna no operó, esto significa que el significante de la falta no
ha sido inscripto en el icc del sujeto, que queda así a merced de un Otro que lo goza en posición de objeto.
Entre el cuerpo del bebé y el lenguaje que lo rodea no se abre el puente por el cual el lenguaje lo nombre y así el
niño se apropie de aquello que lo constituye y aloja. Algo no se enlaza, algo no se anuda, alterando la constitución
misma del esquema corporal, el yo, el semejante. La organización psicótica es muy lábil que, cuando no puede
sostenerse, se desencadena, ya sea porque no puede abarcar con su lógica peculiar algún elemento disruptivo o
porque no tiene con qué nombrar aquel lugar al que está llamado.
Es el mismo psicótico el que hará su intento de restituir aquello que lo vuelva a anudar, es él mismo el que intentará
con sus cursos estabilizarse.
La “estabilización” estaría sostenida con un patrón que podría estar representado por uno de los Nombres del
Padre: síntoma, Edipo o realidad psíquica.
En este desarrame el psicótico intenta su primera restitución y si tiene recursos delira, siendo éste su primer intento
de estabilizarse, intento que lleva en sí mismo su propio fracaso. El delirio no alcanza ni puede sustituir la operación
que marque la castración en el Otro y le permita un alojamiento posible. Ese Otro que lo goza (significa que el sujeto
se siente gozado por el Otro, que vive como objeto a ser perseguido, maltratado, observado, mortificado por ese
Otro sin tener límite que lo separe) no puede sino encarnarse en el delirio exigiéndole el sacrificio y/o la prueba de
entregar su propia vida o la de su vecino (matarse o matar).
El delirio intenta recomponer un orden que es imposible y no hace sino resituar la carencia de simbolización de la
falta. La muerte espera a un recodo del camino delirante, agazapada, dispuesta al ataque sorpresivo: actings y
pasajes al acto darán cuenta de este intento desesperado y frustrado de marcar una clase vacía que sostenga al Otro
apaciguado.
Sin embargo, la clínica nos muestra que hay estructuras psicóticas sin desencadenar en las que “algo” ha logrado
esta estabilización; psicóticos que van por el mundo pensados por sus vecinos como raros y que sin embargo pueden
organizar su vida sin salirse de circulación, aunque sea un tanto excéntrica. Esto llevó a Lacan a plantear la
prepsicosis y a advertirnos de no poner a los sujetos sospechosos de psicosis en el dispositivo analítico tradicional a
riesgo de desencadenarlos irreversiblemente.
El concepto de prepsicosis de Lacan ha sido pensado de dos maneras:
1. Como momento anterior al desencadenamiento de una psicosis
2. Como estado estable por una compensación imaginaria del Edipo no atravesado. Estructuras psicóticas que
no franquean el límite, aunque están “al borde del agujero”.
“Algo” ha funcionado a manera de organizador y ha permitido que esos psicóticos circulen y puedan establecer
algún remedo de lazo social.
También constatamos la estabilización espontánea en la psicosis, estabilización que no elimina el delirio, sino que lo
guarda celosamente, como el tesoro más valioso.
La estabilización resulta, es esperable, como salida y efecto del tratamiento posible, no sin muchos avatares y
considerando también su labilidad.
Estabilización no es lo mismo que la creación de un sinthome. Entendemos por estabilización la posibilidad del
sujeto de encontrar recursos para no enloquecer, para jugar con lo mismo que posee sin desencadenarse, para lo
cual, es necesario que opere algún tope, alguna prótesis que mantenga el goce encausado.
Distintas estabilizaciones:
 Las que operan dando consistencia al sujeto de forma tal que nunca se desencadena
 Las “espontáneas” del proceso psicótico, en las que el psicótico se apacigua y mantiene su delirio
celosamente guardado.
 Las propias del efecto de la intervención del tratamiento por vía de la palabra y del acto operando en la
sutura entre imaginario y real.
Tanto las que operan impidiendo el desbarranque psicótico como las espontaneas hablarían del recurso exitoso de la
propia estructura, pero sabemos que las estabilizaciones espontaneas son generalmente un entreacto entre brote y
brote con su inevitable resaca de deterioro.
La tercera estabilización, efecto de transferencia, se podría diferenciar de las anteriores porque implica la aparición
y/o agregado de algo nuevo, algo que antes o no estaba u ocupaba un lugar insignificante en la vida del sujeto.
El psicótico carece del significante de la falta que lo motorice deseante. Estas faltas son suplidas por creaciones y a
veces sublimaciones que van desde la actividad delirante hasta la creación artística. Es allí donde opera alguna
chance desde el lugar del (a), semejante, desde la relación filial.
La ley no dictada ni ejercida desde el Otro puede estar incluida ortopédicamente por el encuentro con un
semejante que le otorgue lo que nunca tuvo por estructura: cierto valor de cambio a través de su acción.
Si el psicótico nunca ha podido ubicarse para su madre como metáfora fálica, y esta no ha podido transmitirle su
falta donde él se aloje, el alojamiento puede advenir del (a) en un intercambio de una producción que circule, que
tenga valor de cambio y ponga por fuera de él un acotamiento al goce. Si el psicótico puede producir un objeto
(escrito, pintura, ventanas, cobranzas en los bancos) que, proviniendo de él circule para otros con valor y
reconocimiento, esto opera estabilizando la estructura.
Nuestro deseo como analistas es lograr una estabilización posible en cada psicótico.
Cada delirio es singular, como lo va a ser cada estabilización y cada estabilización será encontrada por cada uno con
la compañía de ese pequeño (a) que le arrima una palabra, una mirada, una escucha. Aunque esta estabilización la
sabemos lábil, marca que alguna vez algo distinto fue posible.
INTERVENCIONES EN PSICOSIS
Hablar de intervenciones posibles en la psicosis implica tener encuentra varias puntuaciones previas:
1. Discriminar de qué psicosis o de qué psicótico se trata
2. Situar en qué momento de la evolución de esa psicosis operamos
3. Determinar en qué momento de la transferencia nos situamos.
DE QUÉ PSICÓTICO SE TRATA
El intento de situar con la mayor precisión un diagnostico nos lleva a ubicar la falla del desanudamiento de la
estructura, allí donde deberemos pensar una intervención posible. La insistencia en armar con datos alguna historia
del paciente, historia no historizada por el psicótico, desarmada, desenlazada, hecha retazos deshilachados, será
posibilitadora del cañamazo donde se podrá tejer una construcción y desde donde podremos escuchar el punto de
verdad del delirio, verdad que se abrocha mal dicha, mal articulada, sin digerir, sin tramitar y que insiste desde allí
con un grito que puede ser alojado.
Delimitaremos grandes cuadros: esquizofrenia, paranoia, parafrenia, etc. Mientras que la particularidad de esa
historia nos permitirá dibujar ese Otro que arrasa al psicótico y que tendrá cada vez un perfil singular y único y el
sujeto que enfrenta a ese Otro.
EN QUÉ MOMENTO OPERAMOS
 Antes del desencadenamiento
 En el desencadenamiento
 Después del brote
EN QUÉ MOMENTO DE LA TRANSFERENCIA IMPLEMENTAMOS CADA INTERVENCION
Cualquier intervención que pensemos tiene que esperar el momento en que para el paciente en cuestión (que no
nos atribuye ningún saber que le interesa) podamos tener alguna función. Buscamos instalarnos en el eje a-a’ pero
la cualidad que podamos adquirir la pondrá el paciente cada vez.
Cada intervención está atravesada por una hipótesis de estructura, de tiempo y de posición del analista.
DISTINTOS TIPOS DE INTERVENCIONES EN LA PSICOSIS ¨
 Intervenciones que apuntan al tejido de lo imaginario y prestan representación:
 Intervenciones que se dirigen a situar el adentro-afuera como construcción de una intimidad y como
diferencia y discriminación: posibilitado por las operaciones de bejahung – ausstossung que cuando no
tienen lugar dejan al sujeto sin una barrera fundamental para poder intentar cualquier lazo. Si no hay
adentro-afuera los límites se buscan en lo real y los límites se hacen tajos en la piel y en la carne. Una de las
consecuencias de esa falta de delimitación es la falta de “intimidad”.
 Intervenciones que operan como separación del Otro y que tienen como función privilegiada la de servir
como negación: los procesos fundamentales de la constitución subjetiva son la alienación y la separación. La
alienación es el momento necesario en el alojamiento en el Otro, momento de la constitución de la imagen
del cuerpo y del yo del semejante. Recordemos que Lacan en “una cuestión preliminar” define la psicosis
como una regresión tópica al estadio del espejo. En la psicosis vemos cómo ha sido alterada la constitución
del narcisismo en un espejo que no ha reflejado la metáfora fálica. En el proceso de separación, el niño
podrá rechazar la demanda del Otro preguntándose qué es él ahí donde estuvo alienado. En la psicosis, esta
separación que daría lugar a la constitución del S1 y S2, el S y el objeto a como resto de la división
generalmente no tiene lugar, estos elementos aparecen en otra disposición temporo-espacial. La salida de la
alienación es el poder decir “no” al juicio de atribución que le viene del Otro. Esto lleva a plantearnos que
en el tratamiento posible de las psicosis el analista debe operar proponiendo o posibilitando la negación.
La negación no es nunca lingüísticamente un 0, sino un “no uno”. Esta imposibilidad de refutar al Otro está
muchas veces sustituida por el negativismo y por el odio. Estas operaciones de interponer un no entre el
delirio y el sujeto, entre las voces y el sujeto intentan clivar algo de esta consistencia, donde la castración no
ha operado, y que devoran, arrasan, desaparecen la subjetividad y atentan seriamente contra la vida del
paciente.
Las tres apuntan a surgir el efecto de subjetivación. El sujeto en la psicosis puede estar suprimido, desaparecido o
muerto, pero hay sujeto como efecto del lenguaje, poco importa que hable o no.
EL LUGAR DE LAS SUPLENCIAS
En el analista está el escuchar su camino, intentar ver por dónde trabajar para que el paciente logre la suplencia o se
pueda investir en una posible suplencia esbozada y no tenida en cuenta hasta el momento.
Las suplencias de los nombres del padre pueden lograrse siempre que el paciente pueda hacer circular un objeto
(como autor o intermediario) que tenga valor de cambio y por el cual sea reconocido y esperado dentro del lazo
social y que esto lo nombre. La suplencia será efecto del trabajo del analista y del paciente en esta insistente ida y
vuelta del telar, en el intento de coser, cortar, tejer en la trama desgarrada.
El analista frente al psicótico que produce, crea su delirio como intento de metaforización, tiene siempre –y es
esperable que lo tenga- el recurso de la invención. Inventar no es delirar, o quizás sea el delirio en la legalidad de la
castración propia y la del Otro, el delirio que nos permite ir más allá del saber establecido, aunque no sin él.
CAPÍTULO 8: Intervenir en el delirio
EL TESORO DEL PSICÓTICO
El delirio, pensado como restitución, como intento de curación, para el psicótico su delirio es un tesoro “lo quiere
más que a sí mismo” porque es él mismo. Lo entrega como prenda, aparecemos ocupando un lugar en él cuando la
transferencia funciona, nos lo puede relatar como confesión o como advertencia, pero es el motor de su accionar
que generalmente tiene a la muerte propia o la de otro como término.
TRABAJAR CON EL DELIRIO
Es con los delirios que debemos trabajar. En sí mismos los delirios son trabajos: trabajos de significación, de
interpretación, de dar sentido a lo que irrumpe desquiciando al sujeto. Son trabajos de construcción subjetiva
cuando no hay sujeto del icc. Son trabajos para “salir de la perplejidad” que produce la irrupción del Otro.
Freud nos alertaba de la necesidad de esperar en los neuróticos el establecimiento de la transferencia para poder
interpretar. Pienso que también es necesario esperar por parte de estos pacientes algún lugar señalado en el delirio
para poder intervenir.
Operar en la lógica del delirio significa confrontar al delirante con sus propios dichos para situar allí la imposibilidad,
la contradicción, la ruptura, el agujero dentro del propio sistema de significación.
Cuando decimos que en la estructura psicótica no hay inscripción del Significante del Nombre del Padre, no funcionó
la metáfora paterna, no hubo inscripción del significante fálico… ¿qué decimos?
En principio, que el individuo queda a merced de un Otro que lo maneja a puro capricho y cuyo deseo e arbitrario,
pues no está regulado por la ley de prohibición del incesto sino por un goce imposible, un anhelo de reunificación,
de reintegración. Este Otro aparece entonces no marcado por la falta, y el niño como no ocupando el lugar que
metaforiza dicha falta. Es común el error de pensar al psicótico como falo de la madre cuando, precisamente, en
esta estructura ni podemos hablar de significante falo sino de una dialéctica de obturación de la falta en el Otro y
objeto suplementario, objeto de goce.
LA IMPOSIBILIAD DE UN “NO”
El psicótico no puede, no tiene con qué decir “no” al Otro, no se le puede oponer, justamente, como efecto
fundamental de la no inscripción del significante de la falta y la ubicación como objeto de goce del Otro. No hay
operación de separación.
Esto constituye al psicótico, en principio, sin yo dialectizable, en tanto no hay rechazo a la demanda del Otro
encarnada en ese goce del que es presa y prisionero.
Esta lógica sin “NO” hace estragos en el campo del psicótico o lo constituye fuera de su cuerpo. Una lógica sin
ninguna posibilidad de oponerse al Otro o bien hace que se intente crear un sustituto es el delirio. Este, como tal,
produce o intenta producir una barrera entre el individuo y el Otro, una negación prefabricada, un proyecto de
rechazo a su manera. A la manera del infierno.
En este intento de denegación el psicótico se encolumna, se nombra y se diferencia. Se diferencia de ese horror de
puro cuerpo fragmentado, ese no reconocerse en los espejos, la sensación de desrealización, de fragmentación. Por
lo menos en su decir, en su texto se constituye dueño de algo, se erige en alguien que posee algo muy valioso por lo
cual es perseguido, merece y clama ser reivindicado o amado.
Hospital de Día (Ficha de Cátedra) – Atzori
No es el psicótico quien se dirigirá al analista con un enigma (síntoma) que pida por un saber no sabido, y que
suponga ese saber al analista. El enigma o los deslizamientos significantes quedarán del lado del analista, quien no
intervendrá interpretativamente de acuerdo a eso y el psicótico ofrecerá su certeza.
Un lazo transferencial es posible en la psicosis, si el analista acepta primero reconocer que está ante una estructura
distinta, y en base a eso, responder en consonancia con esa estructura. El analista será aquel que se perfile para
permitir que más allá de su cuerpo, se apunte a un objeto que pueda tener inserción social, más allá de él, que abra
algún camino de creación.
Es necesario un analista que pueda escuchar algo de “ese decir psicótico”, para que desde su escucha, se pueda
producir el encuentro con algún objeto de goce, más allá del goce incestuoso en el que se encuentra atrapado. Será
el encargado de darle lugar a la palabra para que algo de su apropiación sea posible. Si al “loco” se lo priva de su
locura, se lo vacía de subjetividad.
El analista deberá permitir el despliegue de los significantes que el sujeto psicótico porta para localizar alguna marca
con la cual se singularice.
Apostamos que a partir de la dirección que la escucha analítica imponga, el sujeto psicótico, con un arte, oficio u
ocupación que lo represente, pueda inscribir su nombre como propio, que sea capaz de producir un significante
que lo nombre, con el cual suplir su carencia original (“soy arquitecto”; “soy psicólogo”; “soy Juan Pablo”) que lo
ancle y produzca un abrochamiento subjetivo y permita hacer lazo social.
- PRÁCTICO 6: Material clínico psicosis.
El tratamiento de las psicosis – Belucci
Fue Lacan quien instituyó como posible el abordaje de las psicosis mediante el psicoanálisis. Ello implicó establecer
su particularidad estructural y abandonar la idea de cura. En 1958 articuló las dimensiones fundamentales de la
experiencia analítica: la política, la estrategia y la táctica.
Pensar el tratamiento de las psicosis requiere considerar la particularidad estructural con la que se trabaja. Para
tratarla, es necesario atender a la dimensión singular, el caso-por-caso. Ausente en la estructura el NdP, las
soluciones que el sujeto produce ante su real son siempre singulares. La clínica en estos casos, funciona como un
“acompañamiento terapéutico”, ya que, se acompañan las soluciones de cada sujeto.
Como ya se dijo, hay 3 dimensiones en las que Lacan ordenó nuestra práctica, que corresponden a las
intervenciones, que acontecen sin poder calcular; la transferencia, que es nuestro mapa; y el deseo del analista sin el
cual no es posible concebir la eficacia del análisis.
El deseo del analista, en éste campo, debe traducirse como una especial posición de apertura. Ésta posición de
apertura es solidaria de la ignorancia. Hay que donar la propia ignorancia y volverla operativa a partir de hacerle un
lugar a ese “no saber”. Es el paciente el que brinda los indicios sobre la particularidad de su real y sus posibles
respuestas, así como alguna dirección posible de trabajo. Otro modo en que se pone en juego esta función es
haciendo lugar a que el saber (inicialmente en el Otro) pase al sujeto, que haya una ganancia de saber.
En cuanto a la transferencia, se deriva de la especificidad del Otro. Y sitúa tres dimensiones del otro:
 El Otro del goce, aquel que el sujeto padece y de quien intenta sustraerse. Quien lo encarna deviene
perseguidor o suscita la erotomanía. (El analista debe intentar no ocupar éste lugar ya que no sirve para el
análisis)
 Destinatario, toda vez que el sujeto logra producir un testimonio de su padecimiento.
 Semejante, un otro vaciado de goce, más amable.
Persecución y erotomanía son un borde de la transferencia psicótica. La dimensión persecutoria deviene de un Otro
absoluto al que el sujeto queda expuesto. La erotomanía traduce una falta que el sujeto se ve llamado a colmar con
su ser. El poner en juego la propia ignorancia y dar signos de no interesarse demasiado suelen ser estrategias
suficientes que impiden llegar a un punto insostenible.
La transferencia en la psicosis es una función de terceridad que opera en acto una separación del Otro y apunta a
que se sostenga más allá.
La primera vertiente de la transferencia es la que ubica al analista como semejante. Funciona aquí al modo de una
superficie especular que hace de barrera al goce invasivo del Otro. Con ese otro vaciado de goce puede sostenerse
algún posible lazo. La charla es la modalidad privilegiada de esta vertiente.
Ciertos objetos funcionan, en ocasiones, como mediadores para que la transferencia se funde, un elemento tercero
que permite que se sostenga la relación entre dos, sin riesgo de hacer uno. (Objeto transicional – Winnicot)
La segunda vertiente de la transferencia es la que tiene al analista como destinatario del testimonio del sujeto. Fue
pensada en tres figuras: 1) testigo, que nombra ese lugar en el que quedamos al ofertar la ignorancia, 2) la figura de
“secretario alienado”, que acentúa la participación del analista en cierta operación de escritura y 3) el lugar de
“escuchante” que es un modo de nombrar los efectos que tiene la apuesta del analista a la palabra del sujeto. Siendo
la palabra o testimonio un elemento tercero que organiza el campo transferencial.
En el límite, cuando el goce del Otro no puede ser contrarrestado por éstas dimensiones, y amenaza traducirse en
pasaje al acto sin retorno, es precisa una maniobra destinada a que la transferencia se sostenga como terceridad.
Esto es lo que Soler llamó orientación del goce, que supone una suplencia en acto de la Ley paterna. Hay, por una
parte, la orientación “limitativa”, un oportuno “no” del analista. Esta intervención deja un margen al sujeto y habilita
otros caminos posibles. En cuanto a la orientación del goce positiva, sería una especie de “sugestión benéfica”,
apoyada en la instrumentación del significante ideal. Aquí son el “no” o el ideal los elementos que sostienen en el
límite la función tercera de la transferencia (según Soler).
Por otro lado, hay que examinar las intervenciones. Se han propuesto tres categorías, las dos primeras introducidas
por Freud, la tercera Por Lacan:
 Interpretación
 Construcción
 Acto
El acto apunta a fundar y sostener la transferencia como el campo en el que podrá escribirse una respuesta inédita a
lo real, y a promover que esa respuesta se produzca.
La imposibilidad de interpretar es absoluta en la psicosis. Una primera razón es que el lugar del intérprete lo ocupa
aquí el propio sujeto. Además, interpretar podría llevar al analista a encarnar el Otro del saber, que es también del
goce, tomando la transferencia una tonalidad persecutoria Por otro lado, el recurso de la interpretación es
inoperante, ya que se sostiene en la existencia de un “no dicho”, de la represión. En las psicosis, no hay ese “no
dicho”. El texto del psicótico no puede leerse como una metáfora, y leerlo como tal puede, eventualmente
desencadenar la estructura (ante una sostenida posición de lectura).
La construcción tiene dos dimensiones: un entramado lógico y un marco escénico. El primer uso de la construcción
(en función de marco) es la localización de circunstancias. Las circunstancias constituyen el marco de cualquier
acontecimiento, el psicótico carece de ese marco por lo que, no puede orientarse ante sus reales. La indagación de
las circunstancias y su encadenamiento lógico va introduciendo coordenadas a las que el sujeto puede remitirse y
posibilitan alguna lectura de lo real en juego. Por otra parte, en psicosis no está garantizada una temporalidad
anticipatoria, sino que la construcción permite que esa anticipación se instituya en acto.
La construcción permite también la producción de un relato, que en algunos casos viene al lugar de la historia nunca
escrita. Kolko sugirió que la construcción producida en el análisis podría funcionar como otro modo de entramar esa
verdad, a constituir otra versión posible. Sería uno de los modos de situar el delirio como no-todo, aliviando la
existencia del sujeto.
En la otra vertiente de la construcción (ligada a la lógica), se encuentra, en primer lugar, la posibilidad de una
localización de condiciones, supone un paso más del trabajo con las circunstancias, que le confiere un estatuto más
lógico que temporal. Otro uso de la construcción, es el establecimiento (no solo en psicosis) de determinados
imposibles, que viene a suplir la inoperancia de la Ley, que en ocasiones funciona como una orientación para el
sujeto (por ej. mostrarle las inconsistencias de su delirio)
El acto pone en juego el deseo del analista más allá del decir. En la psicosis, se trata de sostener lo que del lado del
sujeto pueda responder a su real, y eventualmente acompañando al sujeto en un trabajo de intervención.
Hay una dimensión “negativa” del acto, tendiente a la puesta en función de ciertos límites, cuando los efectos del
goce del Otro se tornan abrumadores, con riesgo de traducirse en pasaje al acto. Se trata de aquellas maniobras que
Soler llamó “orientación del goce” en su vertiente “limitativa”. Doble carácter de éste acto: al negativizar la violencia,
funda el análisis.
El acto, como el deseo que traduce, tiene condiciones. Importa que el analista lea cuales son las condiciones que
hacen sostenible el espacio para el sujeto, en determinado momento.
Otras veces, de lo que se trata es del “aval” del analista a ciertos movimientos, que pueden contribuir a una
respuesta eficaz al real en juego. Se trata de iniciativas que parten del sujeto, pero en las que el aval del analista
puede ser decisivo. Serían la contracara de las intervenciones negativas. Hay un punto de contacto con la dimensión
“positiva” de la “orientación del goce”, pero acá no se trata solo de apuntar a la función del ideal, sino de leer las
opciones que tiene ese sujeto, siendo el ideal una de ellas.
En las psicosis desencadenadas no resulta auspicioso que el tratamiento consista solo en entrevistas con un analista.
Tanto en la institución hospitalaria como fuera de ella, la eficacia del tratamiento pone en juego una pluralización de
dispositivos. El problema es cómo operar para que esos dispositivos funcionen de manera articulada.
La otra dimensión es pensar qué permite esta pluralización de dispositivos. Tienen tres consecuencias principales. La
primera es la delimitación de espacios, la existencia de distintos espacios puede ayudar a constituir algún límite. Una
segunda consecuencia es la posibilidad de delimitar las dimensiones de lo público y lo íntimo, ya que en la psicosis
no hay intimidad y hay que producirla. La tercera consecuencia es la “distribución del goce”, el goce en exceso que
padece no se encuentra en un solo dispositivo y/o transferencia, lo que produce alivio y hace posible un trabajo.
El dispositivo “individual” contribuye a la producción de lo íntimo, mientras que los colectivos orientan a un
apuntalamiento de la dimensión del semejante y de alguna posible circulación. Además, ponen de relieve la
incidencia de una legalidad que hace posible su funcionamiento. Legalidad que emana de las normativas de cada
espacio.
Dentro de estos, destaca el taller, siendo su característica especifica la producción de un objeto que puede
eventualmente permitir cierta localización y condensación del goce.
Otro dispositivo es la asamblea, se plantea la función de instituir una legalidad que regule la circulación con los
pares, de acotar el goce, contribuir a diferenciar lo público de lo íntimo y propiciar que algo se escriba del trabajo
realizado.
El último dispositivo es el familiar. La familia suele presentarse como obstáculo. Se trata de efectuar un movimiento
que permita que algo se transforme en esta trama, abriendo alguna vía de salida.
Por último, la internación. Su función es, al menos triple. En primer lugar, el establecer una primera barrera al goce
del Otro. En segundo lugar, alojar y poner freno a lo que de otro modo sería lanzado a la deriva. En tercer lugar,
implica la oportunidad de que algún saber vaya quedando de su lado.
La posibilidad del alta tiene condiciones. En primer término, si se han establecido instancias de separación del Otro
que oficien de barrera de goce. Junto con la posibilidad de establecer lazos y de sostener al otro en su dimensión de
semejante. Otro punto es “la obra”: un quehacer o producción. Por último, una operación respecto del saber, saber
sobre los soportes que tiene y aquello que pueda ponerlo en jaque, permitiendo anticipar los efectos de las
contingencias con las que se encontrará. También interesa la posibilidad, de alguna versión posible con respecto al
delirio.
Puede ser necesaria, en la construcción de una salida, una instancia institucional intermedia entre adentro y afuera.
El hospital de día es la que tiene hoy mayor arraigo.
PRÁCTICO 8: Material Clínico
PRÁCTICO 9: PARCIAL
PRÁCTICO 10: Clínica en las instituciones de salud mental
La práctica del psicoanálisis en el hospital – Rubinstein
¿Tiene alguna especificidad el psicoanálisis en los hospitales? ¿Cuáles son las condiciones de la práctica? ¿Qué
consecuencias tiene al quedar inscripta bajo el marco de la salud pública? No puede hablarse de una psa diferente al
del consultorio una vez recortado el espacio analítico en el hospital, sin embargo, hay ciertas condiciones de la
práctica profesional que se presentan allí: la coexistencia de discursos, el trabajo con los otros profesionales de la
salud, la incidencia de la idiosincrasia de la salud pública, las condiciones de tiempo y dinero y la variabilidad de las
demandas que allí se presentan que hacen que no todo allí pueda ser psicoanálisis.
Psicoanálisis y salud pública: La OMS define a la salud “como el estado de completo bienestar físico, mental y social,
y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta definición impregnada de “felicidad”, que supone
restaurar una armonía entre sujeto y su ambiente, obtura las condiciones de estructura que el psa descubre: “un
sujeto disarmónico con la realidad”. Entonces, ¿Cuál es el lugar del analista en este marco? El analista ocupa el lugar
de “saber” al que es confinado el médico por ser parte de esa institución de salud, pero como terapeuta debe tomar
allí su lugar proponiendo una cura que rompa con los criterios de salud por los cuales es llamado, ofreciendo una
alternativa al sujeto: abrir un espacio a la dimensión subjetiva del paciente abolida por los permanentes intentos 2
de objetivación del modelo médico hegemónico, dando cabida a una demanda de saber, y con ello dando un lugar
para que el deseo pueda desplegarse.
No todo Psicoanálisis: Sólo es posible sostener el discurso psicoanalítico en este lugar si se reconoce que en el
hospital no todo es psicoanálisis. El discurso analítico y el discurso universitario son diferentes, pero no por eso
irreconciliables. El Psicoanálisis surge en el límite de la medicina, no en su reemplazo y es un hecho que en los
hospitales que los médicos llaman, en su límite, al analista. También ocurre lo mismo a la inversa. Se trata de
reconocer las diferencias. Se trata de ver hasta que punto es posible generar un espacio dónde haya una lógica que
opere diferente al discurso médico, que sostenga otra ética, que despliegue la subjetividad del que consulta, sin
confundir el espacio físico en que ambos discursos se producen.
Las demandas y la posición del analista: Las demandas hospitalarias se caracterizan por su enorme variabilidad y el
acceso a una población a veces muy alejada de los principios del análisis. Las personas que llegan a una entrevista
puede que no estén demandando análisis, por lo que las entrevistas son un momento valioso para decidir qué tipo
de intervención realizar: medicación, internación, interconsulta. El analista, entonces, lo primero que hace es ofrecer
un espacio de escucha, A veces, se deriva un trabajo analítico, otras, el paciente sólo consigue aplacar su
sufrimiento. Por otra parte, el analista, dadas las condiciones del caso por caso, se ve precisado a recurrir a
intervenciones que podrían no considerarse estrictamente psicoanalíticas, pero que pueden convertirse en un paso
necesario para establecer transferencia. Si bien es fundamental que el analista no ocupe la posición de un gran Otro,
a veces es necesario ante emergencias subjetivas que el analista deba recurrir a ese poder (ya que la cura por
sugestión no es la cura psicoanalítica), pero sin modificar los principios ni fundamentos del método.
Por último, es harto importante que no se establezca como una regla fuera del caso por caso el hecho de que “si no
hay demanda de análisis, lo mejor es que el paciente se vaya”. Es preciso que en el ámbito hospitalario se reformule
lo que se piensa como “demanda de análisis”, ya que el hecho de que un paciente no venga decidido buscando un
analista para analizarse, no significa que en el transcurso de las entrevistas, el analista pueda reformular esa
demanda sin rechazar al sujeto. Puede que finalmente no se dé un análisis, pero hay que dar razones para ello.
Muchas veces puede suceder que el deseo del analista de hacer surgir una implicación subjetiva impida al mismo
analista a seguir paso a paso las condiciones singulares del caso y se impida la instalación de la transferencia.
Tiempo y dinero: El límite del tiempo definido por criterios institucionales resulta ajeno a la singularidad del caso por
caso. Este tiempo acotado puede introducir la dimensión de un real que como tal anticipa un efecto de castración,
que si es bien utilizado puede operar analíticamente.
El tema del dinero introduce un punto problemático. Si el analizante debe pagar con algo, es con su goce. Y el dinero
está intrínsecamente ligado a la dimensión del goce, pero esto debe ser tomado caso por caso y no debe ser
considerado una imposibilidad a priori. Por ejemplo, cuando un paciente demanda gratuidad de tratamiento o pide
pagar menos, hay que ver si efectivamente hay una imposibilidad real de continuar el tratamiento por este motivo, o
si no pueden hacerlo por las condiciones de su propia neurosis. Hay casos en los que los analizantes no pagan el
tratamiento (niños, adolescentes, adultos que no trabajan) y hay otros en los que el pago de dinero no implique una
cesión de goce.
Psiquiatría Psicoanálisis
 Prescinde de la forma aparente y  Los síntomas poseen un sentido enlazados
de los contenidos de los síntomas. a la vida psíquica del paciente.
 Estudia las formas exteriores
 El psicoanálisis intenta dar cuenta de la
(anatomía)
responsabilidad subjetiva del paciente
 Su clínica es la observación  la
mirada.  Clínica de la palabra (asociación libre del
 Descripción de lo que se VE en el paciente) / de la escucha (atención flotante
enfermo. del analista).
 Hay:  Clínica en transferencia
o Observación
o Descripción  El saber está del lado del paciente. Saber
o Clasificación icc
 Síntomas hereditarios  Neurótico como complicación indeseada
 Diagnóstico – pronóstico para la vida “usted no tiene nada”.
 No intenta enlazar la idea
delirante con la vida del paciente  Opera con el objeto transformándolo
 Saber del lado del médico  Presta atención al contenido de los
síntomas  es lo que lleva al sujeto al
análisis.
 Estudia los tejidos y las células que lo
componen (histología)
- La interconsulta: una práctica del malestar, Gramsie.
La interconsulta presenta ciertas dificultades a los psicoanalistas que trabajan en dispositivos no psicoanalíticos, es
decir, no basados específicamente en la asociación libre y la interpretación. En la interconsulta somos llamados
como “psicopatólogos” (es decir como representantes de una de las tantas especialidades del hospital polivalentes).
El pedido es el de ayudar a constituir o completar un diagnóstico ahí donde el diagnóstico médico no cierra o falta; el
pedido del médico es que lo ayudemos a precisar si debe abandonar el caso y remitirlo a salud mental.
Ahora bien, en tanto psicoanalistas, lo que primero hacemos es escuchar quien , que y para quien demanda. No
cualquier cosa deviene síntoma, interrogando al sujeto y que para que lo haga, es necesario una determinada puesta
en forma del síntoma y de la demanda que lo vehiculiza.
En la interconsulta está en juego la restauración del saber médico. Ahí donde algo no funciona, los psicoanalistas son
llamados a contribuir a que el médico pueda tomar las decisiones que le competen. Esto lleva a tener que situar
algunos aspectos de la transferencia:
1- Del lado de los pacientes: T ienen una transferencia masiva e indiferenciada a causa de los efectos
desubjetivantes inherentes a la propia institución; cualquier que lleve un delantal blanco o se figa
perteneciente a determinado servicio es pasible de representarla. Si llegaron a esa institución en
especial, es porque algún tipo de transferencia tienen, ya que le atribuyen un saber presumible
sobre la enfermedad.
2- Del lado de los médicos: transferencia con el saber médico y el saber que este supone.
Transferencia con la propia institución, con el hospital elegido para realizar su formación.
3- Transferencia interservicios: Frente a las crecientes condiciones de pobreza, marginalidad social,
violencia, estado de los servicios públicos, el médico no puede sostener la transferencia en tanto
agente ancestral de sabiduría sobre la vida y la muerte que suscita en sus pacientes. Por lo que
recurre a los servicios de salud mental para dirigir sus pedidos y pedir relevo. Existe en ellos una
ilusión fantasmática de saber total. Frente a la desilusión de que aquí no encuentran todas las
respuestas, en vez de interrogarse por sus propias prácticas, predomina la desazón y el enojo para
con el servicio de salud mental con la consecuente acusación de ineficacia y la acumulación de
impotencia.
¿Cuál debería ser nuestra posición frente a este tipo de demandas? Es necesario partir de la negativa a resolver a
aquellas situaciones que escapan a nuestras posibilidades, y reconocer que aceptarlas llevaría al fracaso y a la
frustración. Esto es porque nuestra función no es puramente asistencial, lo que no implica desentenderse de la
angustia de médicos y pacientes.
Es importante entender que interrogar lo que no funciona no significa identificarse a ello. Y que es frecuente
transponer imperceptiblemente ese limite impreciso de los imposible al que somos convocados a través del pedido
de hacernos cargo de algunas de las formas del horror: al extrema pobreza, el abandono, los niños golpeados, etc.
Si en lugar de interrogar el malestar que motiva la demanda en interconsulta, aceptamos su transferencia, el no
poder darle una respuesta mínimamente satisfactoria, nos hará pasibles de una probable acusación de ineficacia. Ya
que al pretender hacernos cargo de la imposibilidad correremos más bien el riesgo de ser identificados a la
impotencia.
Apuntes de clase:
- Dar cuenta que el psi no tiene todas las respuestas (pensado desde la abstinencia)
- Trabajar la demanda del paciente a la institución (aquello que espera recibir de ésta) - En la interconsulta se
cambia el rol del psicólogo por “Psicopatologo” (Diagnosticar)
- No toda cosa deviene en síntoma, hay que hacer de ese síntoma con el que viene que sea analizable. El
síntoma pone en juego el fantasma (aquello que desea)
- En la interconsulta está en juego el saber del psicólogo
- 3 polos: Medico, Padres, Niños
- - Transferencia: Del Paciente, De los Médicos.
- “El modo en que está relatado el pedido de consulta”, Posición Analítica

PRÁCTICO 10: Clinica en las instituciones de salud mental.


- Galende, los tratamientos psicoanalíticos en las instituciones (EN TEORICOS)
- Novela clínica psicoanalítica, Ulloa.
Un psicoanalista que pretenda trabajar en sectores sociales empobrecidos habrá de operar sobre el tríptico salud
mental/ ética/derechos humanos, como ruedas-engranajes del abordaje clínico. El atascamiento de uno de estos
engranajes altera los otros, y la dinamización de uno cualquier de ellos dinamiza a los demás.
El psicoanálisis concebido como un disciplina, en la que teoría y práctica se cierran sobre si mismas, puede impulsar
un proceso de mortificación que promueve formas rituales propias del “ianismo”, entrando en la palidez mortecina
de una práctica retórica, e incluso vacía, incapaz de registrar los matices que tiene enfrente y apagando el carácter
revulsivo de los procesos inconscientes.
Lo anterior pretende ilustrar el modo como un psicoanalista que se proponga no retroceder frente a las condiciones
del sujeto en emergencia, sobre todo cuando se contextúan las distintas versiones de la pobreza, deberá presentar
un equipamiento conceptual y metodológico nada pobre, capaz de representar alguna oportunidad para revertir la
agonía del sujeto coartado
Cultura de la Mortificación:
Si logramos con cierta justeza el matiz emocional de quien nos demanda, posiblemente los efectos han de reflejarse
en un dialogo que empieza a adquirir un animoso entendimiento mutuo, que no existía de entrada; avanza entonces
la impresión de algo distinto y auspiciosos que comienza a suceder.
La consciencia compartida de un sufrimiento reconocido abre la posibilidad de reducir los efectos de la angustia
toxica sobre el vegetativo corporal de quien demanda ayuda permitiéndole investir libidinalmente una idea que se
hará pensamiento y dialogo; a partir de ahí será viable, aun a distancia, establecer una producción transferencial con
expectativas de alivio. En ese estado, quizás llegue a dibujarse un paso siguiente, por donde empiece a circular la
inteligencia necesaria para buscar salida a los infortunios de la vida y los avatares neuróticos que han paralizado al
sujeto
Cuando nombré “cultura de la mortificación” debo haber nombrado, sin proponérmelo y bastante ajustadamente,
un matiz del sufrimiento social contemporáneo que afecta a sectores aun no del todo sumergidos en la mudez sorda
y ciega de la mortificación. Las gentes en esta situación son testigos, diría en peligro, amenazados por esa
mortificación en la que todavía no han zozobrado. Por eso aparecen sensibles cuando se nombra el matiz del
sufrimiento, advirtiendo en ello una salida, aunque sea simplemente la de hacer inteligencia compartida sobre esa
realidad.
Le asigno al término “mortificación”, más que el obvio valor que lo liga a morir, el de mortecino, por falta de fuerza,
apagado, sin viveza, en relación con un cuerpo agobiado por la astenia cercano al viejo cuadro clínico de la
neurastenia, incluir el valor popular de este último término como malhumor.
La mortificación aparece por momentos acompañada de distintos grados de fatiga crónica, para la que
periódicamente se ensayan explicaciones etiológicas, que van desde formas ambiguas del stress hasta patologías
virales difusas o definidas.
Un cansancio sostenido parece haberse instalado en muchos cuerpos en este fin de milenio, que actualiza una figura
arqueológica de la psicopatología del fin del siglo pasado, descrita por Freud como actual neurosis; sus formas más
conocidas son la hipocondría, la neurosis de angustia y la neurastenia.
Se trata de sujetos coartados, al borde de la supresión como individuos pensantes.
Existen algunos indicadores típicos de esta situación, tales como: Desaparición de la valentía, Resignación, merma de
la inteligencia, incluso el establecimiento de una suerte de idiotismo (quien no tiene ideas claras acerca de lo que le
sucede en relación con lo que hace). Tampoco puede haber alegría en la mortificación y es obvio el resentimiento de
la vida erótica. En estas condiciones disminuye y aun desaparece el accionar crítico y de la autocrítica. En su lugar se
instala una queja que nunca asume la categoría de protesta. No hará demasiadas trasgresiones, a lo sumo algunas
infracciones. Tienden a esperar soluciones imaginarias a sus problemas sin que estas dependan de su propio
esfuerzo, quieren obtener una mezquina ventaja aprovechando circunstancias propicias.
A este concepto de la contrasta con la Institución de la Ternura, que se identifica con la debilidad, y no con la
fortaleza, y se la refiere tanto a la invalidez infantil como a los aspectos fuertemente débiles del amor. Sin embargo,
la ternura es el escenario mayor donde se da el rotundo pasaje del sujeto a la condición pulsional humana. Es motor
primerísimo de la cultura y en sus gestos y suministros habrá de comenzar a forjarse el sujeto ético. La ternura es un
gesto transmisor de toda la cultura histórica que habrá de imprimirse en el sujeto infantil.
De “buen trato” proviene “tratamiento”, en el sentido de “cura”, y esto por contraste nos lleva a entender más la
mortificación, sobre todo cuando nos enfrentamos con una de sus formas terminales, que es paradigma de maltrato
y máxima patología de los tratamientos cuando organizan el manicomio, no necesariamente limitado a la institución
hospitalaria
Manicomialización: Es la forma clínica terminal de la mortificación. Su proceso central se resume en la locura.
Promueve con frecuencia reacciones de maltrato y el maltrato eleva el sufrimiento de la locura. Este maltrato no
solo está referido al fastidio, el miedo, la rabia que suele despertar el traro con la locura, sino que hay algo más
específico inherente a la locura misma, promotor de reacciones en quienes tienen a cargo su cuidado. Ante las
dificultades de diagnóstico, frecuentemente se encuadra al sujeto en un modo estándar. El maltrato comienza por
repudiar el por qué y el para qué de los síntomas. Al mismo tiempo que el problema es diagnóstico, también es
pronostico, porque las dificultades que provocan las incertidumbres del primero, sugieren conicidad o deterioro o al
menos lo incierto. Entonces aparecerán los tratamientos que cortan por lo sano, vale decir que cortan todo lo sano.
El encierro comienza por ser diagnóstico y pronostico y termina manicomial. Hay ocasiones en que es necesario
internar a un paciente, pero hacerlo resulta totalmente distinto al saber y expresar que se trata de un modo de
reconocida impotencia del operador, y no un proceder dictado desde la soberbia, para enmascarar una eventual
invalidez del clínico. Saberlo es de buen manejo clínico.
La ternura crea el alma como patria primera del sujeto, el manicomio, institución del maltrato por excelencia, inspira
desalmados, cuerpos apátridas de vida. Es en este sentido que la mortificación, bajo su aspecto manicomial terminal
o en las formas más leves que lo preceden, es el paradigma opuesto a la ternura.
Pero la historia de la manicomialización no comienza en el manicomio; suele iniciarse en la cuna
El manicomio es una obra de arte, un clásico en el arte del oprobio. Cada ciudad tiene sus talleres y museos
manicomiales, donde recrea y expresa las desvergüenzas de la mortificación.
Cada vez que arbitrariamente prevalece la ley del más fuerte, se instaura la proto-escena manicomial: la Encerrona
Trágica. Los encierros de esta naturaleza ocurren en la familia, la escuela, el trabajo, las relaciones políticas y en toda
mortificación más o menos culturizada.
Una propuesta que pretenda preservar de la degradación manicomializante debe ser continuamente replanteada en
su proceso, sometida a la producción crítica colectiva, como intento de verificar los conocimiento de esa propuesta y
su relación con los objetivos, y preservada de las desviaciones y los reciclajes del maltrato. Son los propios
responsables de la salud, en el campo concreto y no solamente en las instancias de planificación, quienes deben
mantener la suficiente autogestión correctora de su propio quehacer y defender los buenos tratamientos, una
práctica que comienza por considerarlos a ellos mismos, en relación con el modo de maltrato que en ese programa
puede llegar a concernirlos. Hay varios intentos desmanicomializante que se realizan pero, también es un hecho el
carácter fragmentario y aislado de estas acciones
Los procesos de desmanicomialización son urgentes en lo que concierne a las formas graves, representadas no sólo
por los manicomios sino por muchas otras configuraciones de encerronas trágicas en los programas de salud y en los
sociales. No siempre es sencillo vaciar un manicomio, pero el objetivo perentorio es romper la anestesiada ideología
manicomial. También es prioridad desarmar las estaciones manicomiales previas, para no seguir alimentando esos
museos del horror.
Síndrome de Violencia Institucional (SVI): La constitución de toda cultura institucional supone cierta violentación
legítimamente acordada, que permita establecer las normas indispensables para el funcionamiento de las
actividades de la institución. Constituye un justo precio, por tratarse del pasaje de lo privado a lo público. Cuando
ésta violentación se hace arbitraria en grados y orígenes diferentes, se configura el SVI.
Las personas que conviven con esta violentación verán afectados la modalidad y el sentido de su trabajo; ese
empieza por perder funcionalidad vocacional, a expensar de los automatismos sintomáticos que nada tienen que ver
con la economía técnica para desarrollar una actividad conocida. Es así como se conjugan verdades caracteropatías,
en las que los síntomas cobran valor de normalidad y expresan la tórpida situación conflictiva en que vive el
afectado. Éste perderá eficacia responsable y, sobre todo, habilidad creativa. Es difícil que alguien a cargo de un
paciente, pueda considerar la singularidad personal y la particular situación de quien lo demanda sufriente, cuestión
fundamental para que los cuidados de un tratamiento se ajusten a lo que se denomina “buen trato”.
Es propio del SVI la perdida de funcionalidad de los operadores, degradados a funcionarios sintomáticos. Esta
violentación institucional implica la presencia de una intimidación, más o menos sorda en función del
acostumbramiento, que conspira contra la imprescindible intimidad para investir de interés personal la tarea que
desarrolla. Cuando la gente no se escucha, se ve favorecida la aparición de predicadores en un desierto de oídos
sordos, estado que puede corresponder a todo aquel que teniendo algo que decir, al no encontrar escucha degrada
su discurso a vana repetición
El síndrome de violentación institucional, como todo sindroma, está integrado por una constelación sintomática. En
primer lugar, se advierte una tendencia a la fragmentación en el entendimiento, incluso en la más simple
comunicación entre las gentes de esa comunidad mortificada. Esta fragmentación conspira contra la posibilidad de
un acompañamiento solidario. Cada uno parece refugiado aisladamente en el nicho de su quehacer. De este
aislamiento se suele salir para organizar los clásicos enfrentamientos entre “ellos” y “nosotros”, como una precaria y
episódica organización de la fragmentación individual en fracciones mayores.
Un mecanismo prevaleciente en esta situación es la renegación, repudio que impide advertir las condiciones
contextuales en las que se vive, por ejemplo, el clima de hostilidad intimatoria. Este repudio de refuerza al negar que
se está negando, de modo que a la fragmentación de la comunicación y del espacio se suma una verdadera
fragmentación del aparato psíquico de los individuos. Esta renegación constituye una amputación del pensamiento.
En esta comunidad reina el empobrecimiento propio de la alienación.
A la fragmentación y la alienación enajenante se agrega un tercer síntoma, que completa el sindroma, con los
distintos y grados de desadueñamiento del propio cuerpo, situación al parecer relacionada con la falta de
especularidad comunicacional y la merma de estímulos libidinales, efecto de la enajenación. Un desadueñamiento
corporal tanto para el placer como para la acción.
Ahora, consideramos lo que denominó “encerrona trágica”. El paradigma es el de la mesa de tortura (en la tortura se
organiza una situación de dos lugares, sin tercero de apelación). Es toda situación en donde alguien, para vivir,
trabajar, recuperar la salud, etc., depende de algo o de alguien que lo maltrata, sin tomar en cuenta su situación de
invalidez.
El afecto es lo siniestro, como amenazada vaga o intensa, que provoca una forma de dolor psíquico, en la que se
termina viviendo familiarmente aquello que por hostil y arbitrario es la negación de toda condición familiar amiga.
Este dolor siniestro es una situación sin salida, en tanto no se rompa el cerco de los dos lugares por el accionar de un
tercero que habrá de representar lo justo
La encerrona trágica causa de la mortificación, es un cuadro inicialmente tumultuoso, pero precisamente por no
vislumbrarse una salida, salvo la que aportaría una situación mesiánica externa, suele dar paso a la resignación. Lo
ejemplifica un manicomio, donde le maltrato institucionalizado es suficientemente escandaloso como para que se lo
oculte tras los muros de un hospital; el manicomio, como forma terminal de la mortificación está internado en un
hospital que se llama “hospicio”.
La calidad siniestra depende de ese accionar renegador, mediante el cual los afectados terminan secreteando para si
la situación negativa en la que conviven, pero la hostilidad repudiada como conocimiento termina por infiltrarse
tenazmente y provocar el sentimiento siniestro, que indica entonces un fracaso de la renegación. Si esta es exitosa lo
será al precio de la total coartación subjetiva y de una forma de idiotez que se hace presente en el institucionalismo.
Las Neurosis Actuales permiten entender la patología institucional. Según Freud eran atribuidas a trastornos de la
economía libidinal. Lo interesante es que estas circunstancias propias del SVI, el grupo de mayor presencia en una
institución tiende a asumir en conjunto una actitud y una posición de sitiado frente a los pacientes, visualizados
como sitiadores. Como sitiados desarrollarán un comportamiento semejante a lo que Freud describió como Neurosis
Actuales. Algunos empiezan a trabajar a destajo. También aparecen actividades ejecutadas con desgano, aun en el
trabajo a destajo, causadas por la falta de investimento e interés libidinal, ya que lo que se hace esta presidido por
mecanismos automáticos, con marcado desadueñamiento del cuerpo. Puede ocurrir que la morbilidad
hipocondriaca aumente sensiblemente, sobre todo frente a un trabajo que termina por producir efectos tóxicos.
Otros, en cambio, procurarán eludir las tareas, dibujando respuestas semejantes a las neurosis de angustia, en
general de modalidad depresiva. Este incremente de la morbilidad en general origina al poco tiempo bajas en el
personal, y afecta principalmente a quienes asumen responsabilidades directivas.
La cultura de la mortificación bien podría ser denominada cultura de las neurosis actuales. Las neurosis actuales
tiene una importancia relevante, a título de obstáculo, cuando se intenta mostrar algún dispositivo psicoanalítico
para una intervención, sobre todo porque en la numerosidad social no estamos asistidos por los clásicos pilares del
análisis individual, que desde la abstinencia y la asociación libre, organizan la captura de la transferencia.
El analista suele quedar atrapado en las neurosis actuales y corre el riesgo de desarrollar él mismo un
comportamiento semejante, sin poder hacer una exploración histórico-genética, cuando en la mortificación
prevalece la convicción de que “las cosas son así”; estas “cosas así” aíslan y esterilizan el cometido de un analista,
obstaculizando su llegada a los individuos y sus procesos de subjetividad.
Si el psicoanálisis es una disciplina idónea para abordar la subjetividad, no tiene sentido que deje de operar allí
donde el sujeto esta en emergencia.
Así las personas que han permanecido aisladas buscarán agruparse y recuperar cierto sentido gregario del oficio.
Entonces, es posible que desde alguna instancia jerárquica intra o extrainstitucional aparezca, bajo distintas
modalidades, una calificación de este nuevo contexto; en tiempos fuertemente represivos, el nuevo accionar grupal
podrá ser denunciado como delito de asociación.
- Psicoanálisis y hospital, Zuberman
El hospital es el lugar donde llega aquello de la sociedad que no anda bien, que no camina, que no funciona, los
restos, el resto.
Si el analista decide atender en el Hospital es porque le interesa interrogar esos restos, eso lo causa.
La historia del psicoanálisis y los psicoanalistas con el Hospital es compleja. Qué le ocurre a la medicina con el
psicoanálisis en este juego de convocarlo para rechazarlo apenas siente el cuestionamiento. Además, de ser un
problema de discursos, la relación dependió de la mayor o menos tolerancia de los médicos a un saber que excede el
discurso en que se sostienen
En un momento había un psicoanálisis que se aproximaba tanto a la medicina en tanto cotizaba alto el ideal de “la
salud mental” y biologizaba los conceptos freudianos de pulsión y objeto se alejaban del Hospital público. Coexistía
el alejarse del Hospital con el acerca el psicoanálisis a rama de la medicina.
A finales de los 60/70 los residentes médicos y psicólogos comienzan a invitar a los analistas que se prestan a esta
tarea de exponer en los hospitales, a supervisar su clínica, a realizar grupos donde pensar la posición del analista en
el hospital público.
Los analistas que se prestan a esta tarea están tomados por lectiras e ideas que los aleja de un posicionamiento
médico.
Para los analistas y el psicoanálisis surgen preguntan novedosas ¿Qué hacer con aquellos pacientes que consultan
precisamente en el Hospital y que no se presentan como síntomas neuróticos? Pero no todos los pacientes que
vienen al Hospital llegan con una pregunta. Aparecen inhibiciones, problemas de carácter, adicciones, etc. que llegan
con un padecer que no les hace pregunta. Para algunos la respuesta es fácil y expulsiva: inanalizabilidad y derivación
a quien los medique. Para otros, era la oportunidad de investigar que demandaba, que buscaba, quien pedía hablar y
no traía un pregunta explicita sobre su padecer. Estos son quienes no se amparan en que psicoanálisis es tres veces
por semana o en alguna norma de encuadre; estos analistas parten de que un psicoanálisis es la cura que conduce
un analista en las condiciones que le es posible. La resistencia del analista llevo a declarar inviable la cura de quien
no se adaptaba a su esquema teórico. Ayer, era declarada intransitable la relación del psicoanálisis con el Hospital
porque no se podía sostener el encuadre. Hoy se amparan otros en similares argumentos sostenidos en frases
tomadas de otros discursos. Un analista no se define por una técnica sino por poder ocupar un lugar que permite
interrogar el saber del Otro, causando su palabra. Analistas so quienes pueden sostener esa interrogación aquí y allá.
El psicoanálisis no se pasa las fronteras poniendo condiciones “si se llama Servicio de salud mental no voy, o si tengo
que escribir en la Historia Clínica me retiro”; el psicoanálisis atraviesa las fronteras al modo del significante
interrogando, subvirtiendo, transgrediendo.
El RSI de Lacan nos posibilita interrogar e intervenir en el discurso de pacientes que no consultan solo por síntomas
neuróticos y que nos ponen ante el desafío de estar a la altura de los problemas de nuestro tiempo, ser creativos
ante consultas que no interrogaron a los fundadores del psicoanálisis. Porque el psicoanálisis es una práctica que
permite creatividad e invención cuando el analista se deja interrogar por lo nuevo que le llega en el tiempo que le
toca sostener esta práctica, cabe diferenciarla de una predica. Practicar no es predicar.
Aunque en el Hospital se tramiten análisis, supervisiones y seminarios, la formación del analista excede el límite de la
institución hospitalaria. Las preguntas que de él emergen se tramitan en los análisis, los análisis de control, en fin, en
la Escuela de analistas o quedan bloqueados.

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