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TEÓRICOS
Propone problematizar, Recuperar en toda su amplitud el conjunto de factores que determinan los modos en que se
plantean los problemas de la Salud Mental, la manera de comprenderlo y las respuestas políticas que se efectúan. Se
trata de potenciar el análisis para mejorar las respuestas prácticas.
Abordar las cuestiones relativas al tratamiento analítico en una institución es preguntarse por la transferencia, ya
que es su despliegue en locura lo que define las características y posibilidades de un análisis. La cuestión es
preguntarse qué agrega la institución psiquiátrica a estos tratamientos. No nos parece que ciertas cuestiones del
encuadre sean lo esencial: el pago, en número de sesiones, la disponibilidad del lugar, el diván, horarios, etc. Sí nos
parece importante contar con la aceptación por la institución de ciertos requerimientos que tiene un tratamiento
analítico: elección mutua entre analista y paciente, cuestiones de respeto por la privacidad de la relación analítica,
aceptación del tiempo de duración del tratamiento y frecuencia necesaria de sesiones, que no pueden fijarse
administrativamente, respetar que es el analista quien dirige la cura y no los criterios administrativos. La singularidad
de cada análisis es esencial, es siempre “caso por caso”.
Las instituciones tienen requerimientos de diagnóstico, clasificaciones y generalizaciones que suelen hacer conflicto
con este requerimiento de singularidad. Lo que nos parce que la institución agrega a estos tratamientos es
justamente la presencia de la institución en la transferencia.
En la creación del espacio clínico que necesita el análisis, la institución emerge como fuerza instituyente de una
relación con el analista que hace obstáculo a la configuración de la relación de análisis. Esta transferencia es previa a
la transferencia analítica propiamente dicha, y suele permanecer como obstáculo, telón de fondo de todo
tratamiento en las instituciones, con frecuencia como un aspecto no analizable. Esta transferencia está configurada
por la relación regresiva que el paciente mantiene con la institución médico-asistencial y que suele expresarse tanto
bajo formas de sometimiento como de exigencias despóticas de cuidados y atenciones. Sabemos por Freud la
función sofocante de la subjetividad que toda institución mantiene con los individuos.
Según Bleger toda institución es, además, lugar privilegiado de deposticacion y fijación de los aspectos ambiguos de
la personalidad, indiferenciados. Hay una impregnación identificatoria en la relación del sujeto con la institución.
Desde otro ángulo: la consciencia, la representación, que el enfermo tiene de su padecimiento, incluye las de la
institución médica; ésta forma parte de sí mismo.
La instancia subjetiva que sostiene esta identificación es el yo ideal; de él parten los fantasmas omnipotentes de
control de la muerte y el sufrimiento a través de una recuperación regresiva de la fusión con la madre: exigencia de
ser cuidado, protegido, dependencia extrema idealización. Por otra parte esta transferencia con la institución esta
infiltrada por la compulsión de repetición
La transferencia, en todo análisis, tiene una dimensión de repetición, en tanto reactualiza en la relación al analista
alfo de los vínculos primarios. La transferencia a la institución busca repetir de modo compulsivo el vínculo
simbiótico, materno, sostenido en el yo ideal y difícilmente analizable. Su dimensión compulsiva nos aparece en lo
altamente ritualizado en la relación con el médico y en el requerimiento repetido del acto sometimiento/cuidado.
La exigencia de ser atendido y curado en su condición de enfermo, es una fuerza homogeneizante que aplasta las
singularidades de su historia personal, o los recuerdos en donde sus síntomas podrían desplazar sentido. Toda
institución afecta al ser de sus miembros a la homogeneización que produce, borrando las diferencias subjetivas.
Ambas, instituciones y transferencia del sujeto, se constituye en resistencia al análisis que requiere el despliegue de
una singularidad plena.
Si, como pensamos la institución forma parte por impregnación identificatoria, del yo arcaico, escindido y fijado en la
relación de asistencia, también es frecuente que los analistas depositen en la institución sus propias demandas
regresivas de protección-seguridad-cuidados. Suele ocurrir que el analista recurra a la institución como defensa,
poniéndose en función resistencial. Si la institución sirve al analista para protegerse de la transferencia del paciente
y al mismo tiempo o simultáneamente sirve al paciente como resistencia para el análisis, la institución, en su reinado
absoluto logra impedir el análisis. Se recetan fármacos, se interna, etc.
También interesa la manera en que la institución instituye un modo de relación social. Se toma a ésta como síntoma:
en el paciente, en los terapeutas, en el personal no asistencial. El analista interroga sobre la demanda de la
institución. Recordemos que la relación que instituye el psiquiatra es objetivamente del enfermo; esto se expresa en
el diagnostico que al nombrar al paciente afecta a sus ser en lo simbólico (esto es, define su lugar en los
intercambios sociales). Ejemplo: paciente = número. Una interrogación psicoanalítica sobre esta demanda,
encarnada en el paciente, apunta a interrumpir la ley ritual de repetición-clasificación que la institución efectúa y
permite acceder al sentido de su organización.
El método analítico, cuya aplicación califica de análisis a un tratamiento, requiere de una clínica en la que el
padecimiento del sujeto sea abierto a la complejidad sobredeterminada de su historia, sus relaciones actuales, la
demanda que sitúa a un otro (terapeuta) y un lugar. Un analista frente a un síntoma lo interroga: a que sirve el
síntoma? Porque en este momento? Que quiere del médico? Etc.
La institución no se plantea interrogantes, tiende a responder con su propia red de sentido, incorporando y
significación a ese sujeto desde sus saberes y funcionamientos establecidos. En este sentido, los encuadres de la
institución y del analista son antagónicos.
Suele pensarse que se debe intentar adaptar los tratamientos a los requerimientos de la institución asistencial (lugar,
tiempos requeridos, frecuencia de sesiones, etc.)
Desde la admisión misma del paciente se debe generar un espacio analítico, en el que la demanda pueda ser
escuchada con el mínimo de interferencia institucional. El modelo de intervención analítica no tiene por qué ser
diferente al que se hace en la práctica privada.
Con frecuencia surge con los médicos que suelen manejar la transferencia para reforzar su prestigio narcisista o su
poder sobre el enfermo. El analista se sirve de ella para otros fines: la detecta para facilitar la relación del paciente
con su propio saber y su verdad. En la convivencia entre analistas y otros técnicos de la Salud Mental en las
instituciones, el manejo de la transferencia por los analistas, que supone un modo de relación nueva y diferente con
los enfermos, repercute sobre el conjunto de la institución y tiene en cuanto a esto, un valor crítico sobre los
vínculos que la institución propone. Es necesario partir de la idea de que en el momento actual la institución de
Salud Mental no es en si un instrumento terapéutico, sino el lugar donde se implante una relación nueva que quiere
ser terapéutica.
Respuesta Psiquiátrica Respuesta Psicoanalítica
Tiende a la exclusión, segregación y encierro No avala la exclusión y custodia de los
del loco y su custodia en los manicomios. enfermos, siempre sostuvo una práctica de
respeto por la palabra del enfermo y una
ética de la verdad y el deseo
Establece una relación de asistencia No establece relación de asistencia
Busca lo patológico en el signo biológico Centra la cuestión de la producción de lo
para lo cual necesita excluir al sujeto patológico en el seno mismo de la estructura
de producción subjetiva
Responde a la demanda. Presenta una No responde a la demanda sino que lo
relación asimétrica de poder. El poder está interroga
en posición del psiquiatra (sujeto de la
enunciación que tiene la palabra), el sujeto
es hablado por el saber psiquiátrico (sujeto
del enunciado)
Coloca al individuo en el lugar de objeto Su intervención es singularizante, tiende a
natural por su condición de enfermo. El resituar en el sujeto su relación con lo
sujeto ya no es más objeto de esta medicina, colectivo
es solo terreno, hábitat en el que la
enfermedad evoluciona
Presenta modelos clasificatorios y Se caracteriza por su capacidad de
objetivantes. Nombra por sus diagnósticos y problematizar la realidad sobre lo que
hace entrar al enfermo en sus categorías. piensa, mostrar su complejidad, tensiones,
Generaliza fuerzas y los caminos de resolución de sus
conflictos
El olvido de impresiones, escenas, vivencias, se reduce las más de las veces a un “bloqueo” de ellas. Los otros grupos
de procesos psíquicos, que como actos puramente internos (fantasías, procesos de referimiento, mociones de
sentimiento, nexos) se pueden oponer a impresiones y vivencias, deben ser considerados en modo distinto en su
relación con el olvidar y el recordar. Aquí sucede, que se “recuerde” algo que nunca pudo ser “olvidado” porque en
ningún tiempo se lo advirtió, nunca fue consiente. Para ciertas vivencias, sobrevenidas en épocas tempranas de la
infancia y que en su tiempo no fueron entendidas, la mayoría de las veces es imposible despertar un recuerdo (pero
se llega a tomar noticia de ellas a través de sueños, y a través del análisis de neuróticos).
El signo distintivo de esta nueva técnica respecto del tipo anterior, se puede resumir en que el analizado no
recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como
acción; lo repite, sin saber, que lo hace. El paciente empieza la cura con una repetición así. Y durante el lapso que
permanezca en tratamiento no se liberará de esta compulsión de repetición; se comprende que esta es su manera
de recordar.
Relación de esta compulsión de repetir con la trasferencia y la resistencia:
La trasferencia misma es sólo una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia del pasado olvidado; pero no
sólo sobre el médico sino también sobre todos los otros ámbitos de la situación presente. Tenemos que prepararnos
para que el analizado se entregue a la compulsión de repetir, que le sustituye ahora al impulso de recordar, no sólo
en la relación personal con el médico, sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos de su vida. Tampoco
es difícil discernir la participación de la resistencia. Mientras mayor sea ésta, tanto más será sustituido el recordar
por el actuar (repetir).
Si la cura empieza bajo el patronazgo de una trasferencia suave, positiva y no expresa, esto permite, como en la
hipnosis, una profundización en el recuerdo, en cuyo trascurso hasta callan los síntomas patológicos; pero si en el
ulterior trayecto esa trasferencia se vuelve hostil o hiperintensa, necesitando por eso de represión, el recordar deja
sitio enseguida al actuar. Y a partir de ese punto las resistencias comandan la secuencia de lo que se repetirá. El
enfermo extrae del arsenal del pasado las armas con que se defiende de la continuación de la cura, y que nos es
preciso arrancarle pieza por pieza.
El analizado repite todo lo que desde las fuentes de su reprimido se ha abierto paso hasta su ser manifiesto (sus
inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter). Y además, durante el tratamiento repite todos
sus síntomas. Debemos tratar su enfermedad como un poder actual. Esta condición patológica va entrando
progresivamente dentro del campo de acción de la cura, y el enfermo lo vivencia como algo real-objetivo y actual,
mientras el analista tiene que realizar el trabajo terapéutico que en parte consiste en reconducirlo al pasado.El hacer
repetir en el curso del tratamiento analítico, en nuestra técnica, equivale a convocar un fragmento de vida real, y eso
no puede ser inofensivo y carente de peligro.
La transferencia es una manera de repetir, la repetición es la transferencia del pasado olvidado, el paciente vive su
enfermedad como actual. El analista debe hacer una reconstrucción del pasado olvidado. Vivir lo pasado como actual
lleva al empeoramiento en la cura. Estamos trayendo lo reprimido a la actualidad, el análisis implica una
reconciliación con lo reprimido, es ponerlo en primer plano. Es importante retener las pulsiones patógenas en el
ámbito psíquico, le pedimos al paciente que no tome ninguna decisión importante que comprometa su vida (no se
case, no cambie de trabajo, etc.).
Justificación de la táctica que el médico sigue: Para él, el recordar a la manera antigua, el reproducir en un ámbito
psíquico, sigue siendo la meta, aunque sepa que con la nueva técnica no se lo puede lograr. Se dispone a librar una
permanente lucha con el paciente a fin de retener en un ámbito psíquico todos los impulsos que él querría guiar
hacia lo motor, y si consigue tramitar mediante el trabajo del recuerdo algo que el paciente preferiría descargar por
medio de una acción, lo celebra como un triunfo de la cura. Cuando la ligazón transferencial se ha instalado, el
tratamiento logra impedir al enfermo todas las acciones de repetición más significativas y utilizarlas como un
material para el trabajo terapéutico.
Ahora bien, el principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente y transformarla en un motivo
para el recordar, reside en el manejo de la trasferencia. Volvemos esa compulsión inocua y, más aún, aprovechable,
si le concedemos su derecho a ser tolerada en cierto ámbito: le abrimos la transferencia como la palestra donde
tiene permitido desplegarse con una libertad casi total, y donde se le ordena que escenifique para nosotros todo
pulsionar patógeno que permanezca escondido en la vida anímica del analizado. En este marco, los síntomas de la
enfermedad cobran un nuevo significado transferencial, y se consigue sustituir su neurosis ordinaria por una
neurosis de trasferencia, de la que puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico.
La transferencia crea así un reino intermedio entre la enfermedad y la vida, en virtud del cual se cumple el tránsito
de aquella a ésta. El nuevo estado ha asumido todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye una
enfermedad artificial asequible por doquier a nuestra intervención. De las reacciones de repetición, que se muestran
en la trasferencia, los caminos del tratamiento llevan luego al despertar de los recuerdos, que vencidas las
resistencias, sobrevienen con facilidad.
El vencimiento de la resistencia comienza con el acto de ponerla en descubierto del médico, pues el analizado nunca
la discierne, y comunicársela a éste. Pero nombrar la resistencia no puede producir su cese inmediato. Es preciso dar
tiempo al enfermo para reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo y obedeciendo a la regla analítica
fundamental. Sólo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del trabajo con el analizado, las mociones
pulsionales reprimidas que la alimentan y de cuya existencia y poder el paciente se convence en virtud de tal
vivencia. Se tiene que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado y aún menos apurado.
En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado y en una
prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo que produce el máximo efecto alterador
sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo. En teoría se la puede equiparar a
la abreacción de los montos de afecto estrangulados por la represión, abreacción sin la cual el tratamiento hipnótico
permanece infructuoso.
- Puntualizaciones sobre el amor de transferencia, Freud (1914)
Las dificultades más serias en el análisis son las de la transferencia. Aquí en particular se trata del amor que siente
una paciente sobre el médico, inevitable y difícil. Si tomamos el caso de que el médico sienta este amor como
legítimo y lo corresponda, se trata de contratransferencia, por no entender que el amor surge de la situación
analítica y no por su personalidad. La paciente tiene la alternativa en este caso de renunciar al tratamiento o de
aceptar el enamoramiento como algo inevitable dentro del tratamiento, pero que no habilita a que el analista
intente generar ese amor en “pos del tratamiento”. El enamoramiento puede ser poco fructífero para la cura porque
la analizada puede resignar los síntomas y declararse sana incluso para ser correspondida. Pero el amor no va a durar
para siempre y los síntomas volverán.
¿De qué modo debe comportarse el analista cuando la cura tiene que abrirse paso a pesar de la transferencia
amorosa y a través de ella? Hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como fuerzas pulsionantes
de trabajo y no apaciguarlas mediante subrogados. Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo
para la paciente y una total derrota para la cura. Ella habría conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran
en el análisis: actuar, repetir en la vida algo que sólo deben recordar, reproducir como material psíquico. Consentir la
apetencia amorosa es tan funesto como sofocarla. Exhortar a la paciente, tan pronto como ella ha confesado su
transferencia de amor, a sofocar lo pulsional, a la renuncia y a la sublimación, no sería un obrar analítico sino un
obrar sin sentido: uno habría llamado lo reprimido sólo para reprimirlo de nuevo.
La técnica analítica impone al médico el mandamiento de denegar a la paciente necesitada de amor la satisfacción
apetecida. La cura tiene que ser realizada en la ABSTINENCIA. Uno debe guardarse de desviar la transferencia
amorosa, de ahuyentarla o de disgustar de ella a la paciente, y con igual firmeza uno se abstendrá de
corresponderle. Uno retiene la transferencia de amor, pero la trata como algo no real, como una situación por la que
se atraviesa en la cura, que debe ser reorientada hacia sus orígenes icc, y ayudará a llevar a la conciencia lo más
escondido de la vida amorosa de la enferma, para así gobernarlo.
La participación de la resistencia en el amor de transferencia es indiscutible y muy considerable. Sin embargo, la
resistencia no ha sido creada por ese amor; lo encuentra ahí, se sirve de él y exagera sus exteriorizaciones. Y el
carácter genuino del fenómeno tampoco es despotenciado por la resistencia. El amor se compone por entero de
repeticiones y calcos de reacciones anteriores, infantiles. El Amor de Transferencia consta de reediciones de rasgos
antiguos y repite reacciones infantiles.
Justamente lo compulsivo, que recuerda a lo patológico, procede de su condicionamiento infantil. Pero ese es el
carácter esencial de todo enamoramiento. No hay ningún derecho a negar el carácter genuino al enamoramiento
que sobreviene dentro del tratamiento analítico. Si parece tan poco normal, ello se explica por la circunstancia de
que todo enamoramiento, aún fuera de la cura analítica, recuerda más a los fenómenos anímicos anormales que a
los normales. De cualquier modo, se singulariza por algunos rasgos que le aseguran una particular posición:
1. Es provocado por la situación analítica
2. Es empujado hacia arriba por la resistencia. Esta no lo crea, sino que se sirve de él y gobierna la situación.
3. Carece en alto grado del miramiento por la realidad objetiva, es menos prudente, menos cuidadoso de sus
consecuencias, más ciego en la apreciación de la persona amada.
Motivos éticos se suman a los técnicos para que el médico se abstenga de consentir el amor de la enferma. Debe
tener en vista su meta: que esta mujer, estorbada en su capacidad de amar por unas fijaciones infantiles, alcance la
libre disposición sobre esa función de importancia inestimable para ella, pero no la dilapide en la cura, sino que la
tenga aprontada para la vida real cuando después del tratamiento esta se lo demande. Para el analista queda
excluido el ceder; por alto que él tase el amor, tiene que valorar más su oportunidad de elevar a la paciente sobre un
estadio decisivo de su vida. Ella tiene que aprender de él a vencer el principio de placer, a renunciar a una
satisfacción inmediata.
El psicoterapeuta debe así librar una lucha triple: en su interior, contra los poderes que querrían hacerlo bajar del
nivel analítico; fuera del análisis, contra los oponentes que le impugnan la significatividad de las fuerzas pulsionales
sexuales y le prohíben servirse de ellas en su técnica científica; y en el análisis, contra sus pacientes que luego dejan
conocer la sobrestimación de la vida sexual que los domina, y quieren aprisionar al médico con su apasionamiento
no domeñado socialmente.
- Esquema del psicoanálisis, Freud (1938)
Parte II: La tarea práctica
Freud plantea en el comienzo que el sueño es una psicosis, de duración breve, inofensiva, consentida y de fácil
restablecimiento. Se plantea entonces la pregunta de si pueden tratarse las psicosis al igual que se tratan los sueños.
La respuesta nos dice luego es que no es posible.
Luego dice que las condición básica para un estado patológico es que el yo se vea imposibilitado de cumplir sus
funciones normales por un debilitamiento fruto de los vasallajes del Ello, Súper yo y realidad externa. En el caso de
que los influjos del Ello y del Súper yo sean muy fuerte el nexo del yo con la realidad se puede ver muy perturbado.
Serenes capaces de ayudar al Yo siempre y cuando este haya conservad cierta medida de coherencia. Esto es
imposible en el caso de los psicóticos ya que su nexo con la realidad tan perturbado hace que el analista sea arrojado
junto con el resto de los elementos el mundo exterior. Con el nerítico grave si se podrá trabajar, porque si bien las
causas y mecanismos patógenos son los mismos, su yo se ha demostrado más resistente.
Podremos ayudar al neurótico siempre y cuando nos prometa su más profunda sinceridad desde su Yo, entendida
ésta bajo la forma de la regla fundamental según la cual el paciente debe comunicarnos todo cuanto se pasa por su
mente, por más desagradable o absurdo que le parezca. El yo del paciente no solo nos transmitirá sus ocurrencias
sino que también va a transferir sentimientos que antes sentía por sus figuras parentales. Esta transferencia puede
ser tanto positiva como negativa, por lo que se dice que es ambivalente. Dentro de la positiva esta el motor de la
cura, las ganas de agradarle al analista será lo que posibilite la eliminación del síntoma. Esta transferencia tiene a su
vez otras 2 ventajas: 1. Permite que el Analista tome el Lugar del Súper Yo, corrigiendo los errores cometidos por los
padres del sujeto en su educación: y 2.Permite que el paciente actué, lo que no puede contarnos.
La parte negativa de la transferencia puede aparecer también durante la relación analítica, lo que barre todos los
éxitos terapéuticos que se podrían haber alcanzado. El peligro con ambos polos de la transferencia es que el sujeto
tome por real una situación que en realidad es una repetición del pasado, siendo la tarea del analista eliminar esa
ilusión, para quitar un arma poderosa a la resistencia.
El primer paso de la tarea analítica es la ampliación del autoconocimiento del Yo, tomando el material para esto de
diversas fuentes: sueños, fallidos, asociaciones libres, etc. Esto permite reconstruir lo que pasó y lo que pasa en la
relación transferencial. No debemos transmitir al paciente nuestras inferencias hasta que éste no se halle lo
suficientemente cerca de hacerlo el mismo, ya que de otra manera se levantaría la resistencia nuevamente.
La segunda parte del tratamiento consiste en trabajar con la resistencia. La primera resistencia es la de la represión,
que trabaja contra la irrupción de elementos indeseables del Ello. El desenlace contra esta resistencia puede ser que
el Yo acepte la exigencia instintiva del Ello o que la rechace definitivamente. Esto es indistinto. Lo que se logra
superando esta resistencia es una modificación positiva del yo y una eliminación de sus partes modificadas por
influjos de lo inconsciente.
No solo está la resistencia de la represión, sino que hay otras 2 fuentes, desconocidas por el enfermo y que no
parten de su yo, que pueden englobarse bajo el término “necesidad de estar enfermo”. La primer fuente es el
sentimiento de culpabilidad, que el enfermo no siente, pero que parte del Súper Yo, bajo la premisa de que “el
enfermo no merece nada mejor”. La segunda resistencia es una inversión del instinto de auto conservación que
hace que el enfermo no busque otra cosa que dañarse. El instinto de destrucción se dirige hacia adentro.
En definitiva, la cura depende de las relaciones cuantitativas de fuerzas psíquicas que se pongan en uno u otro
bando del aparato psíquico.
Unidad 4: Contratransferencia
- El oficio del analista: transferencias cruzadas, Korman
Según Korman el psicoanálisis es una actividad transformativa cuyo agente de las modificaciones subjetivas es el
propio analizado, no el analista. Hace referencia a las primeras entrevistas y refiere que la inmensa mayoría de las
demandas que recibe son de personas en estado de sufrimiento, que vienen a pedir alivio a su malestar. En ese
contexto inicial prefiere hablar de “consultantes” y no de pacientes ni de analizantes. Con más o menos dificultades,
ellos suelen hacer la presentación de sus síntomas manifiestos: ansiedad, angustia, dificultades de relaciones,
perturbaciones laborales, etc. A veces explican espontáneamente los motivos posibles de esos malestares, en otras
ocasiones responden a sus preguntas orientadas a descubrir cuál es la teoría causal que ellos elaboran. Suele existir
en el consultante una cierta ruptura del equilibrio psíquico previo, asociándose a esto un aumento de los montantes
de sufrimiento.
Lo que conduce generalmente al analista, además de la búsqueda de alivio, es el enigma respecto de ese
sufrimiento. Intuyen que ellos están involucrados en sus propios síntomas. Esta actitud no suele ser única ni pura, se
mezcla con hechos victimistas y paranoides: los otros son los que provocan su desasosiego. Suelen esperar que para
sus interrogantes existan distintas respuestas de las que ellos ya se dieron cuenta durante todo el tiempo en que
dudaron en consultar. Atribuyen al analista sabiduría y le suponen capacidad para transformar la situación que están
viviendo.
El sufrimiento determina habitualmente en el paciente la actitud de “espera creyente” frente al analista. Otorga al
analista un saber y un poder quedando dotado de una fuerza. En este estado, el paciente podrá, en menor o mayor
grado, despojarse de su modo habitual de hablar y entregarse a nuestra solicitud de asociar libremente.
Con respecto a la ASOCIACIÓN LIBRE, dice: es donde se obtiene la materia prima para la elaboración analítica; la
regla fundamental y el contexto analítico estimulan a que el lenguaje sea utilizado de forma distinta del habitual y
que el paciente se vea entonces arrastrado por sus palabras. El estado de asociación libre constituye una especie de
trance en el que suele haber un decir disperso, con hilos de fuga, pero con anudamientos posibles en diferentes
niveles. Esta pérdida de control elemental sobre los decires provoca la irrupción de aquello que no se preveía. El
fenómeno en su reiteración produce una pérdida de las coordenadas habituales que mantienen la unidad narcisista.
Si se pide al paciente que asocie libremente no es por puro formalismo, es para que surja lo propio, lo singular.
El análisis es una REESCRITURA DE LA NOVELA FAMILIAR: en la relación transferencial el analizado escribe una novela
familiar nueva, a través de transformaciones subjetivas, distinta de la que llevó a consulta. El analista debe sostener
un contexto que posibilite esa reescritura. Esto se logra poniendo a trabajar la transferencia relanzando la tarea
asociativa y elaborarla, aún con el silencio mismo. Toda intervención activa debe estar destinada a evitar distorsionar
el trabajo del paciente.
El psicoanálisis no apunta a la reconstrucción de un pasado, sino a su re significación, a construir un sentido que
antes no tenía. Lo importante es que descubra cosas y que las vea de otra manera, lo que implica una re significación
personal de la historia, una reescritura de la novela familiar. En la transferencia no hay sólo repetición sino también
creación. El paciente piensa que el analista sabe, pero el saber está en el paciente y que en realidad muchos re-
acomodamientos subjetivos nacen a partir de la labor del paciente.
El ENCUADRE para Korman varía con cada analizante y con cada etapa del análisis. Lo mismo va para el analista, cada
uno tendrá un estilo propio. El dispositivo analítico debe adecuarse a ambos. En cuanto a la INTERPRETACIÓN Y LAS
VERDADES SUBJETIVAS, afirma que hay situaciones donde se produce un “shock” frente a lo dicho que hace que el
analizante ya no sea el mismo. En determinado momento del análisis surge en el campo transferencial un deseo de
cambiar la forma de vivir. No es algo consciente que se pueda buscar sino que aparece repentinamente quizás
propiciado por la situación analítica, fortaleciendo el poder de las interpretaciones.
Se llega a un momento tal de padecimiento psíquico que nace una fuerza que se opone a la fuerza que encadena
repeticiones. Primero hay que sacar al dolor del circuito masoquista. No se busca el padecer, sino que a partir de ese
hecho se despierta ese deseo de cambiar de vida y el analista debe dirigir la cura de tal manera que el analizado
pueda tomar las decisiones de qué hacer con esa fuerza que surge. A veces son más útiles las interpretaciones que
haga el analizado que las del analista, porque la vida psíquica no está infantilmente determinada en su totalidad.
Resistencia del yo. Al servicio del principio Resistencia del ello. Repetir vivencias
de placer. Puede ahorrar el displacer, displacenteras. Ni siquiera los produjeron
conseguir la ambición de tal displacer sentimientos pulsionales reprimidos. Lo no
llamando al principio de realidad. tramitado. Inundación del aparato,
perturbación de la economía psíquica. Queda
Narcisismo, Edipo, castración, represión,
abolido el principio de placer. Falta de
síntoma. Llego a proceso secundario.
angustia. Sueños traumáticos intentando
Síntomas, rasgos de carácter. Hay una
recuperar el dominio. Es una labor preliminiar;
satisfacción pulsional ahí.
dominar la excitación independientemente
del principio de placer, ni siquiera lo tiene en
cuenta. Eterno retorno de lo igual. EJ:
Descargas corporales en los pacientes border:
Retorno de lo escindido. No llego a proceso
secundario. Del lado del goce y de la pulsión
de muerte.
PRÁCTICOS A