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Síntesis del Capítulo 1 del Libro “Sociocultural”

Síntesis del Capítulo 1 del Libro “Sociocultural”

Multiculturalismo e Interculturalidad

¿Es posible establecer un diálogo político entre distintos discursos culturales


y llegar a acuerdos sin conflicto?
Los seres humanos somos seres pensantes, racionales así como analistas, por esto mismo
somos distintos unos de otros, cada pensamiento incubado dentro de las mentes de
millones de humanos se distinguen por minúscula variante, y esto ya lo hace diferente. No
tenemos la “Mente Colmena” que nos dice que todos los individuos comparten un mismo
pensamiento.
Las diferentes perspectivas que se tienen acerca de un problema social están determinadas
por la complejidad de los seres humanos, lo que origina distintas formas de discursos a
través de los que nos expresamos. Lo anterior dificulta la comunicación entre semejantes a
lo que se agrega la posibilidad de diversas interpretaciones y propuestas de solución a un
mismo problema. Para Ernst Cassirer, el ser humano está inmerso y se desarrolla en un
universo simbólico que él mismo ha creado: “El lenguaje, el mito, el arte y la religión
constituyen partes de este universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la
urdimbre complicada de la experiencia humana”.
Sin embargo, construir acuerdos sociales en torno al uso de códigos compartidos, más que
buscar un ambiente amable en el que se permita ponernos de acuerdo, resulta –en muchas
ocasiones— una forma para generar conflictos y empoderarse frente a los otros. En este
sentido la hermenéutica resulta ser un excelente auxiliar en la esfera socio política, para
interpretar conductas, actitudes, lenguajes de diversa índole, formas simbólicas, narrativas,
etcétera. El propósito, pues, es acercarnos más al objeto de estudio, favoreciendo el
diálogo, que lleva al consenso y matizando el debate que en ocasiones desemboca en el
disenso. Palabras clave: lenguaje, diálogo, consenso, disenso, conflicto, poder.
Hace tiempo que hemos convenido en definir a la política como una actividad por medio de
la cual y tomando en cuenta un proyecto previo, se traza, dibuja y construye al sujeto social.
Consideramos que a la política le corresponde una actividad que va más allá del mero
manejo y reducción del conflicto, resultado de la tensión que se genera al tratar de imponer
una determinada forma de concebir al mundo.
Estamos convencidos de que es imposible el ejercicio de la democracia sin la existencia del
diálogo entre los miembros de una comunidad, ya que aunque una propuesta llegue a
aprobarse legalmente por mayoría, si no está suficientemente discutida no se legitima y con
ello se corre el riesgo de que se vuelva letra muerta. En este sentido, política y democracia
se vuelven sinónimos, aunque para Rancière la verdadera política no consiste en una
discusión racional entre múltiples intereses, sino que es la lucha por hacer oír su propia voz
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y que sea reconocida como la de un interlocutor legítimo, es decir, el derecho a ser


escuchados y reconocidos como iguales en una discusión
Para tomar decisiones se requiere convocar a todos los actores participantes, con el objeto
de que expresen sus posturas y piensen en conjunto –a través de razonamientos lógicos—
lo más conveniente para la comunidad. Desde luego, es indispensable considerar a los
diversos actores afectados para que participen aportando sus respectivos puntos de vista.
El espacio donde se lleva a cabo el diálogo es público. En él debe ser posible intercambiar
ideas y propuestas de proyectos de acción, con objeto de producir los satisfactores de las
necesidades que se presentan en la comunidad a fin de gozar de una existencia digna y no
solamente como una forma de supervivencia.
El primer punto para la democratización es la posibilidad de instaurar un espacio de
interlocución entre nosotros y los otros para decidir acerca de lo que se tiene en común;
casi simultáneamente debe darse la convocatoria para todos los interesados, así como
favorecer las condiciones de participación. De esta forma, el diálogo se define como un
intercambio de concepciones y posiciones frente a una situación dada, lo que
necesariamente conlleva el reconocimiento de los otros y la búsqueda del mutuo
entendimiento. Esto se logra mediante un lenguaje compartido que asegure una correcta
transmisión de significados. En efecto, todos los puntos de vista son necesarios para analizar
debidamente un asunto, de una manera más completa y compleja, y llegar a concertar
acuerdos viables para la vida en comunidad y no sólo porque los impuso una mayoría.
Pero hay que considerar que las diferencias son resultado de la herencia cultural que
recibimos de nuestros padres y son resultado de la ubicación que tienen los individuos en
la comunidad a la que pertenecen, por educación, tradición, costumbres, pasado histórico
común, edad, etcétera, entendiendo que ‘diferencia’ no debe considerarse como
desigualdad.
Por otra parte, la apatía hacia la participación política quizá responda –como afirma
Bauman— al aislamiento y falta de reconocimiento como miembros de una comunidad o
incluso a la falta de seguridad. Hoy en día la política se ha convertido en una actividad
reservada a unos cuantos, que se vuelven ajenos a la ciudadanía a la que representan y, en
consecuencia, ésta responde con desconfianza e indiferencia. En México, es cada vez más
escasa la participación por vías institucionales. Lo cierto es que en plebiscitos, referéndums
e incluso algunos procesos electorales, el abstencionismo es cada vez más alarmante,
principalmente en los sectores más jóvenes
Si bien la cultura es una característica de todas las sociedades humanas, cada grupo
desarrolla la suya. La pregunta que nos motiva esta reflexión es si existe la posibilidad de
coexistencia de las mismas. , lo diferente se vuelve inadmisible sobretodo cuando se trata
de religiones que tienen principios opuestos, porque constituye un riesgo a la organización
de usos, costumbres e instituciones, que son la expresión de ideas, valores y sentimientos
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del grupo de referencia al que se pertenece. Por eso los distintos, extraños o extranjeros
que no coinciden con ellas, son vistos como un peligro a la pervivencia del grupo y por tanto
hay que atacarlos y si es posible suprimirlos.
La paradoja es que todos somos únicos y a la vez distintos a los demás, pero esas diferencias
no deberían impedirnos interactuar e intercambiar significados, que finalmente nos
enriquecen. Sin embargo, las personas parecemos más ocupadas en justificar y mantener
intacta la implantación de las diferencias que se vuelven irreconciliables, en lugar de
convertir lo distinto no en idéntico sino en similar.
La interpretación del poder a la luz de la hermenéutica nos acerca al dolor de su ejercicio,
que anula y aniquila, para desenmascararlo y así vencerlo.
No es casualidad la siguiente reflexión de Schopenhauer:
“El amor y el odio falsean por completo nuestro juicio. En nuestros enemigos no vemos más que
faltas, y en las personas que nos son simpáticas, multitud de cualidades. Hasta sus defectos nos son
agradables. Secretamente ejerce nuestro interés una influencia análoga en nuestro juicio: lo que nos
es provechoso nos parece justo y sensato; lo que nos es contrario aparece a nuestros ojos como
horrible y absurdo. Tenemos ojos de lince para lo que nos halaga, y nos volvemos ciegos para
nuestros defectos”

La libertad es la capacidad para decidir lo que queremos hacer, pero en realidad es una
nueva forma de sometimiento que hemos interiorizado, es un poder que está en nosotros
y desconocemos que lo tenemos.
Sabemos que una de las primeras preguntas que se hizo el hombre después de interrogarse
acerca del origen del universo, es la que cuestiona el principio de su existencia. No cabe
duda que ha encontrado algunas respuestas en la religión, en la ciencia o en cualquier otra
idea que tenga afinidad con el pensamiento del individuo, a la vez que ha entrado en
contacto con diversos símbolos culturales.
“El hombre necesita tanto de esas fuentes simbólicas de iluminación para orientarse en el mundo,
porque la clase de fuentes no simbólicas que están constitucionalmente insertas en su cuerpo
proyectan una luz muy difusa”
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La interculturalidad como proceso: Un diálogo entre saberes

En la actualidad hablar de interculturalidad pareciera remitirnos a una realidad existente,


de una política que se desarrolla de manera homogénea y sobretodo que es una realidad
que acerca a los individuos a un mundo soñado. El tema de la interculturalidad es un asunto
mayor de la sociedad mexicana y, particularmente, de la educación. La sociedad civil, en
general, y la educación, en particular, no han sabido hasta ahora reconciliarse con la
diversidad (cultural, lingüística, biológica, geográfica, etc.) que enriquece al país. La
diversidad ha sido entendida como una seria desventaja para construir la homogeneidad
que requiere el estado-nación tradicional. Por eso, los esfuerzos, cuando se han hecho, han
sido orientados a un tipo de inclusión que suponía la neutralización de la diversidad de lo
incluido.

Es evidente que la diversidad no es un problema del presente, sino que se construyó a lo


largo de la historia de las sociedades, es decir, es un problema más bien civilizatorio y muy
generalizado y que, con el paso del tiempo, se ha ido complejizando más.

El concepto de interculturalidad remite esencialmente a un diálogo fecundo y mutuamente


enriquecedor entre culturas diversas, el cual se establece en condiciones de simetría, entre
iguales, atravesado por conflictos y relaciones de poder. Para comprender mejor el
concepto, podemos partir de tres elementos que constituyen el piso del cual partimos: el
respeto mutuo, el reconocimiento recíproco de la capacidad de creación cultural, social y
política y la existencia de condiciones de igualdad para el desarrollo de cada cultura.

Territorio, identidad, lengua y cultura


Para lograr la cabal comprensión del concepto de interculturalidad como proceso en
contextos heterogéneos y desiguales donde las relaciones sociales están atravesadas por
relaciones de poder y de dominación es preciso referirse a espacios de análisis como son,
entre otros, el territorio, la cultura, la identidad y la lengua, es por ello que haremos una
breve incursión en estos conceptos para comprender mejor la complejidad que implica la
construcción de procesos auténticos de construcción de situaciones dialógicas.

El territorio es mucho más que el espacio geográfico, que un paisaje rural o urbano, con
características específicas en su biota, en éste se construyen formas culturales, visiones del
mundo, y explicaciones del mismo y del lugar que se ocupa en éste, se crea un mundo de
vida compartido entre aquellos que participan de él.
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Es en el territorio que se delimitan las fronteras culturales entre las distintas matrices
originarias con quienes conviven los diversos pueblos o grupos socio-culturales y con
quienes han establecidos diálogos interculturales.

La interculturalidad “puede presentarse como un paradigma, que proponga cambios en la


ética universal de las culturas, pero básicamente como una alternativa critica para producir
una transformación de las culturas por procesos de interacción, donde las fronteras
promuevan interacción”.

La filosofía intercultural, sostiene Fornet Betancourt, pretende impulsar la desobediencia


cultural, la situación de la cultura en clave de dialéctica de liberación y opresión, es la praxis
cultural donde liberación e interculturalidad se presentan como dos paradigmas
complementarios, lo que supone que la filosofía intercultural tiene por función transformar
las culturas desde una opción ética universalizable, que es la opción de los oprimidos en
todos los universos culturales.

Relaciones interculturales e identidad

Entendemos que la identidad “se construye como resultante de una estructuración


ideológica de las representaciones colectivas derivadas de la relación diádica y contrastiva
entre un “nosotros” y un los “otros”.

La educación como proceso de inter-culturalización, una vía hacia las pedagogías in-
sumisas
La visión crítica de la Educación con enfoque intercultural muestra la necesidad de repensar
la relación conocimiento, lengua y cultura en el aula y en la comunidad, para considerar los
valores, saberes, conocimientos, lenguas y otras expresiones culturales de las comunidades
étnicas y culturalmente diferenciadas, como recursos que coadyuven a la transformación
sustancial de la práctica pedagógica.
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Cultura, desarrollo y diversidad: inclusiones y exclusiones en las prácticas


culturales legitimadas

La cultura y sus discursos


Una de las nociones más discutidas en las humanidades y las ciencias sociales es la de
cultura; una de las razones básicas de los continuos debates en torno a este concepto reside
en que la cultura pudiera concebirse como la más compleja forma de sociabilidad humana,
pues involucra costumbres, tradiciones, formas de expresión artística y literarias, así como
modos de producción y de consumo y tipos de relaciones interpersonales. Otro motivo
esencial por el cual dicha noción ocupa un puesto de capital importancia en las disciplinas
humanas y sociales es que la cultura se concibe estrechamente ligada al desarrollo integral
del ser humano, esto es, en tanto individuo y como colectividad.

Sea cual sea la perspectiva desde la cual se teorice sobre la cultura, ésta se presenta siempre
como una actividad específicamente humana; se puede afirmar que el interés en torno a
este concepto, no sólo en el ámbito de las disciplinas humanísticas y sociales, sino también
en los planes de desarrollo locales, nacionales e internacionales, se ha acrecentado
recientemente; esto se debe, quizá, a que la cultura ya no se percibe de manera exclusiva
como una forma de vida espiritual, sino más bien como el conjunto, o conjuntos, de medios
y expresiones por los cuales se materializa lo humano.

La formalización de las relaciones entre cultura e industria, o entre mercado económico e


intercambios simbólicos, se concreta en el concepto de industria cultural, que surge de las
reflexiones de Theodor Adorno y Max Horkheimer a propósito de la cultura de masas; se
concibe a la industria cultural como un sistema de mecanismos que subsumen las
creaciones culturales a la lógica mercantil.

La tajante separación entre cultura y economía, lo mismo que entre arte e industria,
pareciera ya no ser sostenida, pues ahora las industrias culturales se perciben, antes que
como instrumentos hegemónicos, más bien como instancias que posibilitan una difusión
global de los productos culturales, capaces de establecer el diálogo multicultural y
establecer el panorama adecuado para la interacción entre las identidades y la diversidad,
además de constituirse en fuentes generadoras de bienes y servicios que enriquecen el
modo de vida de las personas al tiempo que proveen nuevas formas de inserción laboral y
de comercialización y, por consecuencia, de ganancias; en este sentido, las industrias
culturales se perciben como parte integral del discurso desarrollista de la cultura.
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Perspectivas multiculturales en un mundo Global: las políticas de


reconocimiento Y los derechos culturales

Es importante generar la distinción de los dos importantes cambios, que en conjunto,


hicieron inevitable la moderna preocupación por la identidad social y el reconocimiento
institucional, concatenadas con propuestas de índole multicultural:

1. El primero, fue el desplome de las jerarquías sociales, que solían ser la base del honor y
del poder, donde el término honor era empleado en el sentido de desigualdad, así para que
algunos tuvieran honor y poder, era esencial que no todos los individuos lo tuvieran; dicha
concepción era utilizada por Montesquieu como descripción formal y fáctica de la
monarquía.

2. El segundo cambio, fue el desentramar, adecuadamente, la importancia que se le dio al


reconocimiento, el cual que se intensificó a partir de la nueva interpretación de la identidad
individual que surgió a finales del siglo XVIII, donde todos los seres humanos fueron dotados
de un sentido moral, es decir, de un sentido intuitivo de lo que es malo y lo que es bueno,
materialmente hablando. Con ello, la idea subyacente era interpretar el bien y el mal no
como una cuestión de cálculo frío, sino que dicha interpretación real estaba arraigada en
nuestros sentimientos humanos naturales.

Se puede muy certeramente decir, que la importancia del reconocimiento es hoy


universalmente reconocida en una u otra forma (personal y colectiva). En un plano íntimo,
todos los individuos están conscientes de cómo la identidad puede ser bien o mal formada
en el curso de las relaciones con los otros significantes. En el plano social, se cuenta con una
política ininterrumpida de reconocimiento igualitario y de respeto a las diferencias. Ambos
planos, se formaron a partir del creciente ideal de autenticidad y de personalidad, en donde
el reconocimiento desempeña un papel esencial, en torno a la cultura que surgió sobre la
base de éste ideal.

Se resaltan dos puntos clave dentro del análisis de Taylor, observados como los dos tipos
de política cultural en las sociedades occidentales modernas:

1. La política de la dignidad igualitaria, que establece una universalidad idéntica de


derechos e inmunidades, basada en la idea de que todos los seres humanos son
igualmente dignos de respeto, los cuales comparten una serie de valores idénticos
para todos (potenciales humanos universales). Aquí, es donde se exige el trato
igualitario a las personas, clarificando certeramente la diferencia que pueda darse
entre todos.
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Los portaestandartes de ésta política son, Rousseau, considerado como el iniciador


del discurso del reconocimiento, el cual pugnaba por la ausencia total de
diferenciación o de distinción entre las diversas clases sociales; Kant, más como un
partidario pragmático de la idea del reconocimiento de la dignidad igualitaria; y,
Hegel, reconocedor del reconocimiento recíproco entre iguales, en donde el yo es
nosotros y nosotros es el yo.

2. La política de la diferencia, que pide que sea reconocida la identidad única de los
individuos o de los grupos, por el hecho de ser distinto o distintos a los demás. Ésta
política también se podría fundamentar en un potencial universal, enmarcada en el
potencial de moldear y definir la propia identidad, como individuos y como cultura.
Dicha potencialidad debe respetar a todos por igual en un contexto intercultural,
reconociendo y fomentando la particularidad personal.

“Los paradigmas constitucionales y los derechos indígenas”, del jurista Jorge Alberto González
Galván; en donde se analizan dos modelos o paradigmas de reproducción de normas con base en
su ordenamiento fundamental prioritario y necesario: la Constitución:

1. El paradigma constitucional mononacional-monocultural, en éste paradigma los productores


de la normas representan sólo a una parte de la sociedad. Así, las normas constitucionales
reflejan el idioma y los valores de esa parte de la sociedad (que no siempre es mayoritaria).
De esta forma, sólo son válidas las normas escritas que se aprueban con base en los órganos
y procedimientos reconocidos por las mismas normas escritas, al tiempo que también, se cree
que al interior de su territorio no pueden existir otros sistemas jurídicos diferentes al
establecido y validado políticamente.

2. El paradigma constitucional plurinacional-pluricultural, dentro de éste paradigma se


incluyen los derechos de las naciones indígenas y de la nación mestiza, conformando una
nación de naciones y un pueblo de pueblos. La producción de normas debe dejar de ser el
monopolio de una parte de la población existente, para ello es necesario incorporar en los
espacios de debate legislativo la representación directa de las naciones indígenas. Por lo que,
las Constituciones que regulen las relaciones interculturales deben estar basadas en el debate
y en el consentimiento delos indígenas y de los no indígenas (respetando los principios de
tolerancia y de solidaridad, al igual que el derecho a la diferencia).
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3. Concluyendo todo lo antes expuesto, se establece que para que un paradigma constitucional
sea correcto y adecuado a una realidad social concreta, se deberán de contemplar las
siguientes características:

 La unicidad de la soberanía tendrá que reconocer el respeto a las


jurisdicciones indígenas.

 La indivisibilidad del territorio nacional tendrá que reconocer el respeto de


los territorios indígenas.

 La inviolabilidad de los derechos humanos tendrá que reconocer no sólo el


respeto a los derechos individuales y sociales, sino también a los derechos
culturales.
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Referencias Bibliográficas

Libro de SocioCultural, Diversidad Social y cultural: transformaciones y


continuidades.

Bibliografías Dentro del Libro:

Amanza, Verónica (2006) “Los estudios sobre el consumo cultural: algunas observaciones
metodológicas. En: Revista Razón y Palabra, Octubre-Noviembre, número 47, México.

Augustowsky, Gabriela (2012) El arte en la enseñanza. Paidós, Buenos Aires.

Bourdieu, Pierre; Darbel, Alain (2003) El amor al arte. Los museos europeos y su público, Paidós,
Barcelona.

Eisner, Elliot (2012) Educar la visión artística. Paidós Educador, Barcelona.

García Canclini, Néstor (2006) “El consumo cultural: una propuesta teórica”, en: Sunkel, Guillermo
(2006) El consumo cultural en América Latina.

Construcción teórica y líneas de investigación. Convenio Andrés Bello, Colombia, pp.72 -95.

Marcellan-Baraze, Idoia (2013) “Estudio sobre jóvenes productores de cultura visual:evidencias de


la brecha entre la escuela y la juventud”. En: Revista Arte, Individuo y Sociedad, 25, España, pp. 524-
535.

Terrero, Patricia (2006) “Ocio, prácticas y consumos culturales. Aproximación a sus estudio en una
sociedad mediatizada”, en Sunkel, Guillermo (2006) El consumo cultural en América Latina.
Construcción teórica y líneas de investigación. Convenio Andrés Bello, Colombia, pp.207-228.

Sunkel, Guillermo (2006) “El consumo cultural en la investigación en comunicación-cultura en


América Latina”, en Sunkel, Guillermo (2006) El consumo cultural en América Latina. Construcción
teórica y líneas de investigación. Convenio Andrés Bello, Colombia, pp.15-46.

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