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Ignacio Lewkowicz*

“Creo que la escuela sólo tiene un sentido pedagógico si produce pensamiento”


Por Luis Calvo y Nora Nardo

¿Nos podría contar como ha sido su formación profesional?


Mi formación básicamente es de historiador. Me dediqué largo tiempo a la historia griega
antigua. También, paralelamente, estudié sistemáticamente el marxismo en el que estaba
implicado antes aún de haber podido pensar. Desde esta doble condición entablé relación primero
con los servicios de Salud Mental de los hospitales públicos, después con los psicólogos y
psicoanalistas, después con escuelas públicas y privadas que estaban transitando los mismos
problemas: nuestro ingreso en la posmodernidad. La subjetividad supuesta por las teorías y en las
instituciones no coincidía, no podía coincidir, con la subjetividad de los cuerpos que
efectivamente entraban en las instituciones. Y este desacople era fuente de sufrimiento, de
malestar, de ineficacia. Veía –aunque no veía cómo– que era preciso pensar de otro modo porque
todo estaba cambiando.

¿Qué nuevos paradigmas irrumpen en la época de la modernidad para que ésta caiga?
Me parece que irrumpen modos de ser, de pensar y de hacer que aún no se han configurado como
paradigmas, y que acaso difícilmente se configuren como paradigma unificado. Las ideas de
caos, de complejidad, de situación son nociones que, provenientes de distintos campos, señalan
que el horizonte de determinación moderna está caduco, pero no pueden componerse entre sí en
una visión integral. Hace un tiempo, intentamos pensar que las prácticas que desfondan la
modernidad son todas prácticas de fluidez y contingencia. No tememos ya tanto la opresión como
la dispersión; no padecemos sólo el sentido impuesto sino también –y acaso sobre todo– el sin
sentido.

La institución-escuela en la época de la modernidad se desarrolló de la mano del Estado


Nación, -importante agente prestador de educación- caído éste ¿cuáles son los principales
problemas que la educación debe enfrentar?
Ignoro cuáles son los principales problemas que la educación debe enfrentar; pero seguramente
debe enfrentarse ante todo a sí misma, a su vocación educativa, a la idea de largo plazo.
Seguramente deba enfrentarse al desmoronamiento de la condición que la sostenía: la escuela se
legitimaba en función de un futuro y, sin recurrir en profecía, hoy es difícil que un
establecimiento cualquiera pueda afirmar que los instrumentos que proporciona tengan alguna
eficacia en algún futuro. El futuro es demasiado incierto como para hipotecarle las funciones
educativas actuales.
Creo que uno de los principales problemas que afronta la educación es el de cómo habitar, en el
presente, los establecimientos educativos: para padres, para alumnos, para estudiantes, para
docentes. Es decir, cómo configurar una situación escolar en la que esté en juego el pensamiento
necesario para que la escuela sea efectivamente habitada. Parece pobre como proyecto respecto
de la educación para un futuro, pero parece extremadamente rico como proyecto respecto de una
desolación del presente. Me parece que la educación no tiene que proyectarse desde el presente
hacia el futuro, sino que tiene que partir de un presente que no existe como tal y configurar
efectivamente el presente como condición habitable. Por mi parte, no le pediría más. Creería que
si le pido más seguramente desarticule el primer paso.

Leyendo uno de sus escritos nos dice que las instituciones educativas “nacidas para operar
en terrenos sólidos, la velocidad del mercado amenaza la consistencia ya fragmentada de las
instituciones. De esta manera, sin función ni capacidad a priori de adaptarse a la nueva
dinámica se transforman en galpones”....
Precisamente, llamamos galpones a lo que queda de las instituciones cuando ya no instituyen ni
son instituidas. En condiciones de fluidez, no tenemos la oposición entre lo que cambia y lo que
permanece –la clásica oposición entre ser y devenir– sino la oposición acaso más dramática entre
lo emergente y lo residual. El galpón es el residuo de la destitución. En un galpón, ninguno de los
cuerpos que transitan por ahí comparten con otros la definición de la situación.Diría que si no
comparten la definición de situación con otros, no comparten nada. En un galpón estamos
amontonados pero no juntos; en un galpón la materia humana está localizada pero la subjetividad
está deslocalizada. Más claramente: un galpón se parece más a un vagón de subte que a una
escuela, con la diferencia de que en el vagón de subte no necesitamos instituir nada más que el
tiempo de espera para llegar a nuestra estación. Podemos decir que un galpón es un vagón de
subte que no lleva a ninguna parte del que cuelga un cartel de institución .

Uno de los grandes relatos de la época de la modernidad fue que a través de la educación se
podía conseguir mejores puestos de trabajo, mayor prestigio social por lo tanto mejor
calidad de vida. Hoy que cada uno de cuatro universitarios no consigue empleo ¿cómo la
escuela puede recuperar su sentido? ¿cómo legitima hoy su función?
Me parece que las dos preguntas del final son distintas. Una es recuperar su sentido y otra
legitimar su función. Para jugar con las palabras diría que si recupera su sentido no legitima su
función. Que para legitimar la función tiene que producirse para sí otro sentido y ese otro sentido
me parece que no está ligado con los mejores puestos de trabajo o con el prestigio social
ulteriores, sino con la capacitación efectiva para emprender actualmente proyectos. Este sentido
está ligado con la capacidad efectiva para configurar con otros mundos posibles, con la capacidad
efectiva para vincularse con otros y, al vincularse con otros, constituir situaciones habitables.
Insisto, me parece que en nuestra dramática, el presente pesa más que el futuro como proyecto. El
proyecto no es prepararse para un futuro sino colonizar el presente. Si la escuela pone estrategias
para colonizar el presente –y no conozco otra estrategia que colonizando su propio presente– no
podría legitimar su función.

¿El discurso mediático impulsa valores diferentes al dispositivo pedagógico?


En principio me parece que sí, que el discurso mediático impulsa valores diferentes del
dispositivo pedagógico. Pero más en el fondo me parece que el discurso mediático destituye
valores, que el discurso mediático se define por su velocidad e intensidad y no por los valores que
predica, y que esas intensidades y esas velocidades destituyen los valores. No creo que haya una
querella de valores entre los valores mediáticos y los valores pedagógicos, sino una disolución
del suelo en el que operan los valores. La velocidad y la intensidad como prácticas desalojan la
posibilidad misma de los valores.

En las escuelas encontramos que el agotamiento de los modelos de trasmisión traen mucho
malestar, docentes que se quejan , alumnos que no aprenden y se aburren en un clima de
violencia y perplejidad. ¿qué se puede hacer para recuperar el sentido pedagógico?
Veamos los términos de la pregunta y veremos que los problemas son enormes. Los modelos de
transmisión traen mucho malestar. Los docentes se quejan, los alumnos no aprenden, los alumnos
se aburren y el clima general es de violencia y perplejidad. Dada esta serie de condiciones, insisto
en que no parece posible recuperar el sentido pedagógico. ¿Cómo encontrar modelos de
transmisión que no creen malestar? Quizás la idea misma de transmisión haya quedado obsoleta,
y entonces la violencia, el aburrimiento, la perplejidad, no aprender, aburrirse, quejarse, se deban
a que seguimos sosteniendo el supuesto de que tenemos que transmitir algo. No sé bien si pienso
lo que voy a decir, pero ahora me parece que la escuela no tiene un sentido pedagógico posible si
transmite. Creo que sólo tiene un sentido pedagógico si produce pensamiento, si produce el
pensamiento de cómo habitarla.

En tiempos de la modernidad, la ley preexistía, hoy ¿cuál es el concepto que subyace en


estas nuevas subjetividades?
Creo que el concepto que subyace a estas nuevas subjetividades es que nada preexiste o, mejor,
que nada subyace. Que en las subjetividades emergentes y residuales ha caído la preexistencia de
la ley como fundamento de lo común. La ley era lo que todos los ciudadanos teníamos en común
y lo que por lo tanto nos fundaba como miembros de una comunidad. La dinámica neoliberal
disuelve lo común, y entonces me parece que la condición dramática contem-poránea reside
fundamentalmente en que nada común subyace a esta subjetividad., lo común se disuelve. Eso
son los galpo-nes. Creo que es tarea de la escuela encontrar en cada circunstancia lo que funda
comunidad para docentes, alumnos, padres, lo que funda lo común – que no preexiste-. Ya no
podemos suponer la comunidad, ya no podemos observar lo común, es preciso producirlo de
nuevo en cada situación. Extremadamente trabajoso, pero para nada inútil. No se trata de
transmisión de un sentido de lo común, sino de producción singular específica en una situación
específica de lo común específico. La escuela ganaría mucho y nosotros ganaríamos mucho de la
escuela si pudiera producir en cada circunstancia la capacidad de generar lo común.
¿Por qué afirma que “un instante sustituye al anterior, que cae en la nada de lo
insignificante...”?
La dinámica mediática ha sido el principal disolvente de la condición histórica del pensamiento.
Históricamente, un instante, una configuración, toma su sentido de la relación con el instante que
lo precede y que lo sucede. El sentido se concebía, se producía, se practicaba como
eminentemente histórico, como eminentemente temporal: lo que ocurre significa porque ha
abandonado el punto que ha abandonado, porque ha superado el punto que ha superado, porque
procede del punto del que procede y se dirige al punto al que se dirige. El presente tomaba su
sentido de su relación de diferencia con su origen y su destino. En nuestras condiciones la
relación entre un instante con los que lo rodean es bastante débil – no parecen ser su nada-; sobre
todo porque el instante actual parece gozar de una intensidad y una plenitud tales antes de caer
que no convoca a un instante previo o ulterior para ganar sentido. Mediáticamente y, sobre todo,
publicitariamente, la imagen es la potencia del instante. Ahora, el instante que pasa tampoco hace
presente. Me parece que el instante actual es la condición para que en común tramemos un
presente que le impida a ese instante pasar sin pena ni gloria, caer en la nada. No creo que
tengamos que ligar el instante presente con el pasado y el futuro, creo más bien que habitar una
situación es sostener el presente del presente de modo tal que se nos presente a todos, y ese
presente sea lo común.

¿Hay algo más que le gustaría agregar?


No, no quisiera agregar nada. Quisiera que los que lean agreguen todo lo que no he sabido
agregar de mi parte.

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