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¿Qué nuevos paradigmas irrumpen en la época de la modernidad para que ésta caiga?
Me parece que irrumpen modos de ser, de pensar y de hacer que aún no se han configurado como
paradigmas, y que acaso difícilmente se configuren como paradigma unificado. Las ideas de
caos, de complejidad, de situación son nociones que, provenientes de distintos campos, señalan
que el horizonte de determinación moderna está caduco, pero no pueden componerse entre sí en
una visión integral. Hace un tiempo, intentamos pensar que las prácticas que desfondan la
modernidad son todas prácticas de fluidez y contingencia. No tememos ya tanto la opresión como
la dispersión; no padecemos sólo el sentido impuesto sino también –y acaso sobre todo– el sin
sentido.
Leyendo uno de sus escritos nos dice que las instituciones educativas “nacidas para operar
en terrenos sólidos, la velocidad del mercado amenaza la consistencia ya fragmentada de las
instituciones. De esta manera, sin función ni capacidad a priori de adaptarse a la nueva
dinámica se transforman en galpones”....
Precisamente, llamamos galpones a lo que queda de las instituciones cuando ya no instituyen ni
son instituidas. En condiciones de fluidez, no tenemos la oposición entre lo que cambia y lo que
permanece –la clásica oposición entre ser y devenir– sino la oposición acaso más dramática entre
lo emergente y lo residual. El galpón es el residuo de la destitución. En un galpón, ninguno de los
cuerpos que transitan por ahí comparten con otros la definición de la situación.Diría que si no
comparten la definición de situación con otros, no comparten nada. En un galpón estamos
amontonados pero no juntos; en un galpón la materia humana está localizada pero la subjetividad
está deslocalizada. Más claramente: un galpón se parece más a un vagón de subte que a una
escuela, con la diferencia de que en el vagón de subte no necesitamos instituir nada más que el
tiempo de espera para llegar a nuestra estación. Podemos decir que un galpón es un vagón de
subte que no lleva a ninguna parte del que cuelga un cartel de institución .
Uno de los grandes relatos de la época de la modernidad fue que a través de la educación se
podía conseguir mejores puestos de trabajo, mayor prestigio social por lo tanto mejor
calidad de vida. Hoy que cada uno de cuatro universitarios no consigue empleo ¿cómo la
escuela puede recuperar su sentido? ¿cómo legitima hoy su función?
Me parece que las dos preguntas del final son distintas. Una es recuperar su sentido y otra
legitimar su función. Para jugar con las palabras diría que si recupera su sentido no legitima su
función. Que para legitimar la función tiene que producirse para sí otro sentido y ese otro sentido
me parece que no está ligado con los mejores puestos de trabajo o con el prestigio social
ulteriores, sino con la capacitación efectiva para emprender actualmente proyectos. Este sentido
está ligado con la capacidad efectiva para configurar con otros mundos posibles, con la capacidad
efectiva para vincularse con otros y, al vincularse con otros, constituir situaciones habitables.
Insisto, me parece que en nuestra dramática, el presente pesa más que el futuro como proyecto. El
proyecto no es prepararse para un futuro sino colonizar el presente. Si la escuela pone estrategias
para colonizar el presente –y no conozco otra estrategia que colonizando su propio presente– no
podría legitimar su función.
En las escuelas encontramos que el agotamiento de los modelos de trasmisión traen mucho
malestar, docentes que se quejan , alumnos que no aprenden y se aburren en un clima de
violencia y perplejidad. ¿qué se puede hacer para recuperar el sentido pedagógico?
Veamos los términos de la pregunta y veremos que los problemas son enormes. Los modelos de
transmisión traen mucho malestar. Los docentes se quejan, los alumnos no aprenden, los alumnos
se aburren y el clima general es de violencia y perplejidad. Dada esta serie de condiciones, insisto
en que no parece posible recuperar el sentido pedagógico. ¿Cómo encontrar modelos de
transmisión que no creen malestar? Quizás la idea misma de transmisión haya quedado obsoleta,
y entonces la violencia, el aburrimiento, la perplejidad, no aprender, aburrirse, quejarse, se deban
a que seguimos sosteniendo el supuesto de que tenemos que transmitir algo. No sé bien si pienso
lo que voy a decir, pero ahora me parece que la escuela no tiene un sentido pedagógico posible si
transmite. Creo que sólo tiene un sentido pedagógico si produce pensamiento, si produce el
pensamiento de cómo habitarla.