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Por su riqueza y variedad, no es fácil esquematizarla: está diseminada en todo el Evangelio , sea implícita
o explícitamente.
Juan escribe un “Evangelio”: hechos y palabras en orden a la fe, lo cual no impide los intereses y las
instancias teológicas que lo caracterizan y diferencian.
2.1. Jesucristo.
El dato principal de la Cristología Joánica es la Encarnación del Hijo de Dios. Al autor del IV Evangelio se
debe la afirmación tan central e importante en la Cristología: “El Logos se hizo Carne” (Jn 1, 14). Que el
Hijo de Dios se hace hombre en Jesús y que su divinidad está íntima y plenamente presente “en” la
humanidad, “dentro” de la humanidad y “bajo” la humanidad de Jesús, representa el dato cristológico más
seguro y fundamental del IV Evangelio.
Las relaciones entre pre-existencia y encarnación se iluminan de modo diverso por el IV Evangelio y están
a la base de un vocabulario característico del IV Evangelio: “Ser” (), “llegar a ser” ();
“provenir”, “salir” : se refieren a la pre-existencia del Logos.
El IV Evangelio declara que Jesús está en Dios, se hace hombre, baja del cielo, viene al mundo, proviene
y sale de Dios. En esta perspectiva asume toda la plenitud de sentido el problema del origen de Jesús, que
encuentra su más clara expresión en la pregunta que Pilato le dirige: “¿De dónde ( ) eres tú?” (Jn 19,
9). tiene siempre un sentido cristológico (15 veces x en Jn; 5x Mc; 3x Mt; 3x Mc): Cf. Jn 1,49; 2, 9;
3,8; 4,11; 6,5; 7,27-28; 8,14; 9, 29.30; 19. 9.
El IV Evangelio habla también de las relaciones que existen entre la Encarnación y la divinidad de Jesús:
Dos textos son explícitos afirmando que Jesús es Dios (Cf. 1.1;20.28) la confesión de Tomás "Señor
mío y Dios mío (20.28) formulada con dos sustantivos o o que el AT aplica a Dios
constituye el ejemplo más explícito ofrecido por el NT en el uso del sustantivo "Dios" para designar a
la persona de Jesús.
Hay varios textos implícitos para afirmar la divinidad de Jesús sobre todo en las controversias de Jesús
con sus adversarios y en el discurso de revelación que El pronuncia. En estas declaraciones Jesús habla
de sus relaciones con Dios llamándolo su “Padre” y se apropia de las atribuciones que la Escritura
reserva a Dios.(Cf. 5,17-18; 8,24. 28-29. 58;10,30.33; 13,19).
El triple dato cristológico: Encarnación, preexistencia y divinidad de Jesús que constituye la "paradoja" o
el misterio de la persona de Jesús, explica también el otro dato del IV Evangelio: los datos anteriores no
pueden ser conocidos por el hombre si no le son revelados por el mismo Jesús. Por tanto, es auto revelador.
Este dato es formulado en términos negativos que acentúan más vigorosamente el hecho de que los hombres
se encuentran en la imposibilidad de conocer a Jesús en su origen. En efecto, Jesús declara "Si yo doy
testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde vengo y a dónde voy, vosotros en
cambio no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy" (Jn 8,14).
Puestos los anteriores aspectos en claro, el IV Evangelio aprovecha frecuentemente la ocasión para hablar
de las relaciones entre Jesús y el Padre. Este tema constituye un aspecto característico de la Teología del
IV Evangelio.
Jesús, además de afirmar su perfecta unidad con el Padre (Jn 10,30; 17,11. 21.13), declara su plena
conformidad con la voluntad y los planes del Padre: "Es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre
y que hago lo que el Padre me ha mandado" (14.31). Y puesto que ama al Padre, no viene por su cuenta
(8.42), no actúa por su cuenta, no establece por su cuenta la propia hora (Cf. 7,30.8,20;13,1) sino que en
todo lleva a cabo la obra del Padre (4,34), llevándola a cumplimiento (Cf. 17.4).
Las estrechas y profundas relaciones entre Jesús y el Padre son señaladas por Juan con un lenguaje personal
y propio, que podemos llamar lenguaje de reciprocidad: el Padre glorifica al Hijo (Cf. 8.54) y el Hijo busca
la gloria del Padre (7,18); Jesús está totalmente en dependencia del Padre, obedeciendo sus quereres (Cf.
4,34; 5,17; 6,57; 8,28; 9,4; 10,25.32; 15,10), pero también actúa como el Padre y tiene los mismos poderes
del Padre (Cf. 15,16.23); lo que hace el Padre, lo hace también el Hijo (5,19).
Si queremos valorar históricamente la Cristología de Juan, hemos de examinar los modos y las formas como
el IV Evangelio expresa sus concepciones cristológicas.
a) Se constata que Juan habla de Jesús interpretando cristológicamente hechos, instituciones y leyes del
AT.
En el AT la gloria de Yahveh (qebod JHWH), designa una manifestación visible de Dios, una teofanía:
El signo, en general, era la luz (cf. Ex 33,22); Dt 5,24; 1R 8,11). Juan, por su parte, afirma que la gloria
(doxa) de Dios se manifiesta en Jesús (1,14), y se revela en los milagros que realiza (Jn 2,11; 11,4.40).
En los escritos veterotestamentarios la fórmula "YO SOY" se reserva a YHWH y se conecta al nombre
que YHWH reveló a Moisés en la teofanía del Sinaí (Ex 3,14; cf. Ex 20,2-5; Dt 32,29; Is 43,11; 45,19;
52,12). el IV Evangelio designa a Jesús con la simple fórmula sin agregados ni
especificaciones. La fórmula es utilizada por Juan de modo independiente (cf. Jn 8,24.28-29.58; 13,19)
y constituye una clara transposición teológica de un dato del AT.
c) El IV Evangelio habla de Jesús, utilizando el lenguaje de los libros sapienciales y atribuyéndole funciones
que, según los sabios de Israel, explicitan la sabiduría personificada (cf. Jb 28; Pr 1-9; Ba 3,9-4,4; Si 1,
4, 11-19; 6,18-31; 14,20- 15,10; 24; Sb 6-10).
Un trabajo muy práctico y útil en este momento de la introducción crítica sería tomar los textos
sapienciales que acabo de enunciar y proyectarlos en el Evangelio según san Juan. Esta es una ayuda
excelente para la interpretación cristológica del Cuarto Evangelio.
Así como la Sabiduría existe desde el comienzo junto a Dios, antes de ser formada la tierra (Pr 8,22-23; Si
24,9; Sb 6,22), así Jesús es el Logos que "existía" al comienzo (Jn 1,1) y estaba con el Padre antes que el
mundo existiera (Jn 17,5).
Como la Sabiduría baja desde el cielo para habitar con los hombres (Pr 8,31; Si 24,8; Ba 3,37; Sb 9,10; Cf.
Jc 3,15), así Jesús ha bajado del cielo a la tierra y actúa en medio de los hombres (Cf. Jn 1,14; 3,31; 6,38;
16,28).
Así como la Sabiduría tiene la finalidad de instruir a los hombres a quienes llama sus hijos (Jb 6,17-19; Pr
8,32-33; Si 4,11; 6,18), así Jesús tiene la misión de instruir a sus discípulos, a quienes se dirige con el
apelativo de "hijitos" (: Jn 13,3). La representación de Jesús como Sabiduría divina encuentra en el
IV Evangelio un desarrollo muy amplio y representa un elemento esencial.
2.2. La Iglesia.
El IV Evangelio no contiene el término ni habla de "Reino de Dios", a excepción de 3,3-5, donde
esta expresión deriva de las tradiciones precedentes ya fijadas y recogidas por Jn.
Cuando hablamos de Iglesia en el IV Evangelio tenemos en cuenta tanto el tiempo en el cual fue redactado,
como la finalidad con la cual fue compuesto. El autor no tiene interés directo de hablar de la Iglesia que ya
existe, que está viva y actuante, posee sus estructuras e instituciones; se preocupa de afirmar y hacer ver la
relación íntima y directa que se da entre los creyentes, miembros de la Iglesia, y Jesús. Además, escribió
para determinadas comunidades y con finalidades determinadas y no para desarrollar tantos aspectos que
la Iglesia comprende. Pero críticamente hemos de afirmar que el IV Evangelio acentúa aquellos aspectos
de la Iglesia que entran en las finalidades y perspectivas de su escrito.
El IV Evangelio destaca profundamente la unión que los creyentes deben tener con Cristo y entre ellos.
Estos creyentes pertenecen al misterio divino de la Iglesia y son ilustrados por la semejanza de la vid y los
sarmientos (Cf. 15,1-9) y por el explícito mandato que Jesús da a sus discípulos de amarse unos a otros,
como El los ha amado (15,12). Juan recalca esta unión (con su doble faceta: con Jesús y entre ellos, porque
ve y propone en los discípulos el modelo para los creyentes que forman las comunidades eclesiales a las
que escribe su Evangelio.
La contraposición entre el mundo y el grupo de los discípulos tan fuertemente acentuada en el IV Evangelio
(Jn 15,18-21; 16,20), encierra un dato eclesiológico importante: los creyentes viven y trabajan en un mundo
hostil, es decir, entre hombres que no creen y que se oponen a la afirmación del mensaje de Cristo y de la
Iglesia.
Con originalidad de pensamiento, el IV Evangelista lanza una mirada hacia adelante sobre el futuro de la
Iglesia. La afirmación de Jn 10,16: "Tengo otras ovejas....." muestra que el IV Evangelio parte del tiempo
de Jesús para proyectarse al tiempo de la Iglesia (cf. Jn 4,34-38; 12,20-24).
Más que cualquier otro, el IV Evangelio ha querido señalar el simbolismo eclesiológico de algunos hechos
evangélicos :
La túnica sin costura (), que no fue rota ni dividida en partes, simboliza la unidad inseparable
de la Iglesia. El Evangelista no quiere simplemente mencionar un detalle particular, sino ofrecernos
datos que revisten un interés especial para los lectores (Jn 19,23-24). El acontecimiento singular
representa para Jn la entrega suprema de Jesús a todos los creyentes: La Iglesia es como la túnica de
Cristo, de una sola pieza; debe conservarse unida e indivisa (Cf. Mt 23,37; Lc 13,34).
El apéndice del IV Evangelio, narrando la pesca milagrosa, señala dos detalles particulares importantes:
la red contenía 153 peces grandes y la red no se rompió (Jn 21,11). El relieve sobre los dos detalles
tiene como finalidad señalar el rico simbolismo eclesiológico del hecho prodigioso: la Iglesia es como
la red lanzada en el mar del mundo, creciendo y difundiéndose, que debe ignorar fracturas y divisiones,
custodiando celosamente su propia unidad. (Lc dice que las redes estaban para romperse en 5,6 que es
el texto paralelo).
2.3. SACRAMENTOS
1. Juan, en confrontación con los sinópticos, no se refiere al dato evangélico sobre los sacramentos con
una circunstancia única o una única declaración solemne de Jesús (cf. Mt 28,19; Mc 16,16); en cambio
Juan gusta de ilustrar el dato sacramental con más circunstancias de la vida del Señor y de diversas
maneras (de modo directo o alusivo = simbolismo). Este hecho manifiesta una explícita intención del
evangelista, según la cual quiere mostrar cómo las instituciones o los sacramentos de la vida cristiana
se fundan sobre lo que Cristo ha dicho y hecho. En efecto, con esta forma de hablar y de aludir a los
sacramentos, el IV Evangelio quiere probar a los fieles que entre la vida de la Iglesia y la vida de Jesús
no hay separación sino estrecha relación y continuidad de vida.
2. En relación con los Sinópticos, el IV Evangelio revela una penetración más profunda en el entendimiento
y valoración de los sacramentos del Bautismo y la Eucaristía. En efecto, Juan enseña que por medio del
agua bautismal se llega a ser hijo de Dios, que la Eucaristía es medio necesario para tener vida eterna y
que ambos sacramentos sacan su eficacia salvífica de la muerte de Jesús (Jn 19,34).
3. El IV Evangelio con su enseñanza sobre los sacramentos y sobre el simbolismo sacramental ha querido
permanecer fiel y estrictamente ligado a los datos evangélicos (hechos, palabras de Jesús), pero ha
querido referir estos datos evangélicos abriéndolos a perspectivas sacramentales. La doctrina
sacramental del IV Evangelio no se pone en contraposición con su enseñanza cristológica, sino que la
profundiza. El escrito de Juan antes que ser evangelio sacramental es cristológico, y, precisamente por
ello, es sacramental.
2.4. Escatología.
Sinópticos: “El Reino de Dios” = realidad presente y operante en el mundo (Mt 11,2;13,16; Lc 7,22);
No obstante, acentúan el aspecto escatológico de Reino de Dios y hablan repetidamente de los
acontecimientos de los últimos tiempos.
La "vida eterna" es un don que se recibe en el juicio universal (futuro): Mc 10,30; Mt 18,8-9.
Juan en su enseñanza escatológica introduce un dato nuevo que acentúa constantemente: la llamada
"escatología realizada", escatología presente, en acto. Con esta expresión se quiere afirmar que Jesús
es la salvación prometida para los últimos tiempos y que en El se pone en acto la salvación última y
definitiva. En Jesús, Dios se ha revelado de modo perfecto y definitivo, en El se ha llevado a
cumplimiento el plan de salvación, comunicando a la humanidad todos los dones que necesita para
obtener la salvación:
Es claro que el IV Evangelio conoce también la escatología final o futura y los datos que la caracterizan
(Cf. Jn 5.28-29; 6,39-40.44.54; 12,48), pero su mayor interés es la escatología realizada.
Juan no está preocupado del problema del retorno de Cristo; sus oyentes tampoco han de estar preocupados
o impacientes por ello ( Parusía) o por tener el premio a su fe o a su perseverancia. Según el IV Evangelio
los creyentes en Cristo son desde ahora hijos de Dios y poseen la vida eterna con la fe y los sacramentos.
En consecuencia, los creyentes que mueren no deben esperar la Parusía, para tener la vida eterna, porque
después de la muerte continúan la vida eterna, la cual ya están poseyendo. La vida eterna “post mortem”
no consiste en otra cosa que en una unión más íntima y total con Jesús y con el Padre... que la tenida en la
vida terrena.
Para Juan, la Encarnación del Hijo de Dios es el hecho escatológico fundamental con el cual se
concluye definitivamente la Historia de la Salvación. Eso explica la razón por la cual Jesús utiliza un
determinado lenguaje: el Salvador, en efecto, afirma que realiza el "tiempo" (7,6-8) y aquella "hora"
(2,4; 5, 25.28; 7,30; 8,20; 16,14 Cf. 1Jn 2,18) establecidos por el plan de Dios (8,56; 17,1 SS.) y
determinante para todos los hombres.
Los profetas habían anunciado para el final de los tiempos el día en el cual YHWH juzgaría el
mundo (Sal 96,13; Is 2,2 ss.; 27,1 Dn 8,9; So 3,8-20; Jl 3,1-2; 14-18), con Cristo este día ha llegado
y el juicio está en acto, se realiza en el presente, porque quién no cree, ya está condenado; pero quien
cree, se escapa de la condenación escatológica.
2.4.3. Valoración.
Juan, afirmando las dos formas de escatología, es fiel a todos los datos de la enseñanza escatológica de
Jesús. Los bienes escatológicos no son una reserva para el futuro (intocables ahora), sino patrimonio de
todo creyente porque con la fe y los sacramentos poseen ya la vida eterna; poseen ya los dones
escatológicos: ser hijos de Dios, tener la vida para la cual Dios mismo los ha engendrado.
2.5. El hombre.
a) El IV Evangelio habla de la naturaleza de la condición del hombre en términos muy realistas y concretos.
Está en el pecado, en las tinieblas, en la muerte, odia la luz. Varios pasajes así lo subrayan, p. e. Jn 3,19-
21: "ha preferido las tinieblas a la luz"; "odia la luz y no la busca para que no se descubran sus obras".
Para el IV Evangelio, el hombre está enceguecido por las tinieblas (Cf. 1Jn 2,11), se encuentra en la
oscuridad del pecado y de la muerte.
b) De un modo coherente con este fondo de la condición humana que presenta, habla de la misión de Jesús,
como la obra de quien hace pasar al hombre de las tinieblas a la luz, y de la muerte a la vida (Cf. Jn
5,24). En este cuadro moral se comprende muy bien el llamado de Jesús: "caminad mientras tenéis luz;
mientras tenéis luz, creed en la luz, para llegar a ser hijos de la luz" (Jn 12,35-36).
El primer y esencial deber religioso del hombre es creer en Jesús, porque, con la fe, no permanecerá en
las tinieblas (12,46), sino que pasará a luz y a la vida (5,24), "y no verá nunca la muerte " (8,51).
c) Jesús no sólo dirige al hombre la invitación a creer en su Palabra, sino que le revela sus mandamientos.
Estos dos elementos, estrechamente ligados entre sí, son afirmados en términos claros y precisos en un
texto de 1Jn 3,23: "Este es el mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos
amemos unos a otros según los preceptos que nos ha dado".
Juan prefiere "mandamiento" a "mandamientos" y lo llama nuevo. Con el mandamiento que en concreto
se dirige a todos, el IV Evangelio ofrece un compendio y una vigorosa síntesis de la moral evangélica:
Para él no se trata de una cantidad de prescripciones diversas, como para los judíos, sino del único
mandamiento de la fe y del amor que se manifiesta en todos nuestros actos cristianos. Además en este
mandamiento no hay una simple palabra de Jesús, sino su palabra revelada, es decir, una palabra de
Jesús como revelador del Padre (es el verdadero sentido de la palabra ): cuando los creyentes
guardan los mandamientos quiere decir que se aman unos a otros, porque participan del amor del Padre
y del Hijo. El amor del Padre se ha hecho presente en Cristo; esta revelación acogida en la fe, ilumina
toda la vida del verdadero discípulo de Cristo.
d) El mandamiento que Jesús revela al hombre es "nuevo” (Jn 13,34a), no porque antes sea ignorado, sino
porque el motivo en el cual se inspira y sobre el que se funda entra en su revelación que manifiesta un
dato nuevo. También el AT mandaba amar al prójimo (Lv 19,18), pero ahora Jesús manda amar a los
otros como El ha amado a sus propios discípulos: "como yo os he amado, así también amaos unos a
otros" (Jn 13,34b). La afirmación es de una profundidad enorme: en Jesús está todo el amor del Padre,
y El, con todo el amor que es amado por el Padre, ama a sus propios discípulos, llevando a cabo para
ellos la obra de la salvación. Este es el carácter de la novedad del mandamiento del amor querido por
Cristo. Los creyentes, en su amor por los otros, deben estar animados por la luz de la fe en Cristo y por
el amor que El ha tenido por ellos.