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LOS PROFETAS ANTES DEL EXILIO

En consecuencia, con este objetivo se pretende también que descubra la "misión" y


"función" del profeta en orden a asumir dicha tarea con responsabilidad.

Y, por último, provocar una actitud de conversión para que, individual y grupalmente,
renazca la inquietud de vivir como profetas en el propio ambiente.
En consecuencia, con este objetivo se pretende también que descubra la "misión" y
"función" del profeta en orden a asumir dicha tarea con responsabilidad.
Yahvéh amenaza, se encoleriza, incita al pecado, prepara las desgracias, pero no sin
proporcionar, a la vez, una posibilidad para escapar de la perdición.
Yahvéh actúa de una forma semejante en la intercesión: El revela la desgracia
decretada
a un intercesor, cuyas súplicas le hacen desistir de la perdición; en Am 7,1-6 y Ex
32,7-
14 Yahvéh mismo proporciona el medio para salvarse a los amenazados por El.
Esta imagen de Yahvéh en el A.T. parece ser más apropiada, que no la de un Dios
caprichoso e injusto. Es la conjunción de poder y humanidad, que son características
de
la esencia de Yahvéh; el poder es representado mediante su ira destructora, su
humanidad mediante su bondad salvífica que quita a la ira su inevitabilidad.propias de
un poderoso dispuesto a la reconciliación. El Dios de Israel es un ser
poderoso y condescendiente, que se preocupa por la protección del culpable.
.
En determinados momentos, los profetas son conscientes de
revelar cosas ocultas. Pero su misión principal es iluminar el presente, con todos sus
problemas concretos: injusticias sociales, política interior y exterior, corrupción
religiosa, desesperanza y escepticismo.
El profeta es un hombre inspirado, como los sabios de Israel. Su único
punto de apoyo, su fuerza y su debilidad, es la palabra que el Señor le comunica
personalmente, cuando quiere, sin que él pueda negarse a proclamarla. Palabra que a
veces se asemeja al rugido del león, como indica Amós (1, 2), y en ocasiones es «gozo y
alegría íntima» (Jr 15, 16). Palabra con frecuencia imprevista e inmediata, pero que en
momentos cruciales se retrasa (Jr 42, 1-7). Palabra dura y exigente en muchos casos,
pero que se convierte en «un fuego ardiente e incontenible encerrado en los huesos»,
que es preciso seguir proclamando (Jr 20,9). Palabra de la que muchos desearían huir,
como Jonás, pero que termina imponiéndose y triunfando. .
El profeta se halla en contacto directo con el mundo que lo
rodea: conoce las maquinaciones de los políticos, las intenciones del rey, el
descontento
de los campesinos pobres, el lujo de los poderosos, la despreocupación de muchos
sacerdotes. Ningún sector le resulta indiferente, porque nada es indiferente para
Dios.El profeta es un hombre amenazado
, 20-23). Esta persecución no es sólo de
los reyes y de los poderosos; también intervienen en ella los sacerdotes y los falsos
profetas. E incluso el pueblo se vuelve contra ellos, los crítica, desprecia y persigue.
En
el destino de los profetas queda prefigurado el de Jesús de Nazaret.

Y, por último, provocar una actitud de conversión para que, individual y grupalmente,
renazca la inquietud de vivir como profetas en el propio ambiente.Jeremías es la
figura más grande del profetismo de esta época. Era benjaminita. La tribu de
Benjamín estaba muy unida políticamente a Judá, pero sus tradiciones teológicas
estaban más cerca de las de Israel. Ni la elección de Sión ni la de la dinastía davídica
pesaron tanto en el pensamiento de este profeta como en el de Isaías; por eso sus
críticas contra el templo y la monarquía fueron todavía más duras que las de este.
Comenzó su misión siendo aún muy joven; el relato de su vocación tiene grandes
paralelos literarios con el de la llamada divina a Moisés.

Desde el punto de vista político los Profetas aparecen cuando el reino de David está
derrumbándose o en proceso de disolución. Los Profetas son algo totalmente distinto
de los políticos o de los intrigantes hostiles a la dinastía de turno reinante. Su misión
religiosa, a veces, tiene aplicaciones políticas. Los hombres de Dios deben de
restaurar lo que los políticos habían destrozado y jamás conseguían recomponer. El
Profeta es el responsable del honor y del culto debido a Yahvé, y así como Yahvé había
estrechado un pacto con el pueblo de Israel en la Alianza, correspondía a los Profetas
recordar, corregir y exhortar al pueblo el cumplimiento de dichas obligaciones y la
rectificación en los desvíos. Por eso la misión del profeta era extremadamente dura y
difícil. La tragedia política de muchos profetas consiste precisamente en defender
con frecuencia el bien y los derechos del pueblo en contra de los poderosos y del
mismo rey, que a veces abusaban de su situación y poder. De aquí las tensiones de los
verdaderos profetas y los reyes, la tensión entre la misión divina y la responsabilidad
humana, la tensión entre religión auténtica y política falsa.Los Profetas se
encontraban frecuentemente en un doble frente de guerra. La lucha contra la
idolatría iba acompañada de amonestaciones contra las exteriorizaciones de la piedad,
contra toda ostentación religiosa y todo servilismo político de la clase sacerdotal
junto a la denuncia de todo tipo de abuso contra el pobre, el desvalido: el huérfano, la
viuda, etc.

PROFETAS PREEXÍLICOS
(s. VIII a.C.)periodo asirio
Israel: Amós y Oseas
Judá: Isaías I y Miqueas
PROFETAS PREEXÍLICOS
(s. VII a.C.)periodobabilonico
Judá: Jeremías,Baruc, Sofonías, Habacuc, Nahum, Abdías
El profeta sabe que es llamado por Dios.
En el momento de la vocación ocurre algo nuevo en la existencia del profeta, es
la experiencia de Dios que lo transforma
Abraham (Gn 20,7), Moisés (Dt 34,10) y Débora (Jc 4,4) son llamados
profetas.
Con Samuel (s. XI) se inicia el movimiento profético, que irá hasta el s. VIII.
1. Conocimiento de Dios
2. Fidelidad a la Alianza

3. La valoración de la Ley
4. La elección
5. Denuncian:
a) La idolatría
b) La injusticia
c) El culto vacío
6. Exhortan a la conversión
7. Prometen la salvación
La palabra profética sigue siendo válida para nosotros porque, Dios sigue
pidiendo:
La justicia (Amós)
El amor (Oseas)
La fe (Isaías)
La humildad (Sofonías)
La oración interior (Jeremías)
Nos encontramos ante seiscientos años de voz profética, una misma voz, pero
con variados tonos, como el del amor, que, aunque herido, se mantiene fiel en la
vida matrimonial de Oseas, que es una parábola del amor de Dios para con su
pueblo, o los oráculos correctivos y condenatorios de Amós, el anatema de
Abdías y la censura no mitigada de Nahúm. Entre estas voces se oyen la ironía
de la parábola de Jonás, el pronóstico de purificación y conversión de Sofonías
y las denuncias de Miqueas. Luego, las simpatías de los portavoces de Dios se
patentan en la veneración por el templo en Ageo o el anhelo por un sacerdocio
íntegro en Malaquías, el ansia por un juicio final en Joel y las esperanzas de una
sociedad sana y santa que se renuevan en Joel y Zacarías. Otra voz y otro
libro, Daniel se distingue por sus sueños y visiones originales que apremian una
toma de conciencia frente a la realidad áspera del pueblo y que ansían una
intervención definitiva de parte de Dios en la historia. En el coro de voces
distintas y en ocasiones disonantes entre sí, el oído creyente identifica la
esperanza, aprende a confesar su relajamiento y a comprometerse a favor de
una humanidad más justa
20 DOCE PROFETAS Y DANIEL

ta Manasés (ca. 687-642), quien optó por una política proasiria. Nahúm nos
introduce de lleno en el drama de Nínive anterior a la caída
del Imperio asirio, ocurrida el año 612. Construida por Senaquerib
(704-681) a orillas del Tigris, Nínive fue digna capital del imperio,
que se extendió desde los altos de Ararte hasta la tierra baja del Nilo,
desde el golfo Pérsico hasta el Mediterráneo. Dos fueron sus enemigos más
tenaces, Babilonia y Egipto. Ambos pagaron cara su rebelión
y sus intrigas políticas. Babilonia fue destruida el año 689 y Asurbanipal
canceló el poder internacional de Tebas al desbordarse sus canales (ca. 663);
las dos ciudades tardaron en ser reconstruidas. Tebas
volvió a reconstruirse en 654; la reconstrucción de Babilonia, el año
626, marca el comienzo del fin asirio. Las proposiciones para la datación del
profeta Nahúm oscilan entre los años 663 y 612.
Otras voces preexílicas son Sofonías y Habacuc, profetas de la
segunda mitad del siglo VII, cuya actividad pudo coincidir con la primera parte
de la actividad de Jeremías. Con su profecía, es probable
que Sofonías intentase apoyar y promover la reforma que iba a emprender el
rey Josías (ca. 640-609), en una época en que se esperaba
la restauración nacional, debida al decaimiento de Asiria. El problema que
atormenta a Habacuc es que el pueblo de Dios está siempre
a merced de la superpotencia opresora de turno. El profeta tiene como
trasfondo el ocaso del Imperio asirio y el surgimiento del nuevo
Imperio babilónico-caldeo. Critica la injusticia interna del pueblo de
Dios y cuestiona la legitimidad de restaurar la justicia con un instrumento
opresor e INJUSTO.
,
Ageo se centra en la restauración del templo; Zacarías pronostica la redención
de Jerusalén y Malaquías recalca la restauración
del pueblo de la alianza por el ministerio de un Elías que va a venir.
El motivo de juicio y castigo es evidente en los libritos, pero no es
conclusivo. Se esperan mejores tiempos, días de luz y de prosperidad,
de acuerdo con el plan de Dios
El libro de los Doce comienza con Oseas, que desarrolla la alegoría del
matrimonio del profeta y Gómer para plasmar la alianza entre
Dios e Israel, y la subsiguiente infidelidad de parte de Israel, la ruptura del
matrimonio y la nueva unión gracias a la iniciativa de Dios; concluye con
Malaquías, en donde Dios se opone al divorcio e invoca al pueblo a mantenerse
firme a la alianza ahora que el enviado del Señor se acerca. La alegoría del
matrimonio entre Oseas y Gómer pronostica la posible disolución de la alianza
entre Dios y su pueblo, y luego la potencial base para la reanudación de la
alianza. Dentro de la colección, no hay realce del tema del matrimonio,
infidelidad y divorcio, más que en el primero y el último librito; el tema de la
alianza sirve como sujetalibros
La alegoría de la alianza entre Dios y su pueblo como un matrimonio que
potencialmente acaba en el divorcio, se presenta al inicio como el gesto del
matrimonio entre Oseas y Gómer, una persona incapaz de ser fiel en la unión
matrimonial y que representa la infidelidad del pueblo de Israel a su esposo,
Dios. El último libro, Malaquías, ofrece una resolución latente del asunto al
constatar que el Señor odia el divorcio e invoca al lector u oyente a cumplir con
los preceptos de la Torá. Oseas se centra en el reinado del norte de Israel y lo
llama a volver a Dios, pero su profecía tiene implicaciones para Jerusalén y
Judá y además anticipa el castigo de Judá por trasgredir los mandamientos
(1,7; 5,5.10.14; 6,4.11; 8,14; 10,11; 12,13) y anticipa la restauración del dominio
de David sobre Israel (3,1-5).

Los tres grupos de personas más importantes del Antiguo Testamento, después
del rey, son los sacerdotes, los sabios y los profetas. Estos tres grupos dan
lugar a tres instituciones, tres corrientes espirituales y culturales bien
definidas, en torno a las cuales gira la vida espiritual de Israel, y en el seno de
las cuales nace la casi totalidad de la literatura veterotestamentaria.
Los sacerdotes ejercían una triple función: cultual, oracular y enseñanza de la
Ley.
Los historiadores suelen asociar el nacimiento del profetismo con la figura de
Samuel. La Biblia, sin embargo, lo retrotrae hasta los orígenes del pueblo
elegido, designando con el nombre de profetas a Abraham (Gen 20, 7,
perteneciente a E), Moisés (Nu 12, 6-8; Dt 18, 15. 18; 34, 10-12), a María
(Ex 15, 20) y a Débora (Jue 4, 4). .
Se ha llamado a los profetas los primeros "filósofos de la historia". Más bien
habría que hablar de "teólogos de la historia", pues los profetas consideran la
historia, no a la luz de la razón, sino desde un punto de vista religioso.

En realidad, lo que distinguía fundamentalmente a los falsos de los verdaderos


profetas, era la distinta concepción que unos y otros tenían de la Alianza. Los
falsos profetas, lo mismo que el vulgo de su tiempo en general,
creían que Yavé se había ligado y comprometido incondicionalmente con Israel
por medio de la Alianza (Miq 3, 11; Jer 23,17; 14,13; cf. 7 y 26). Según los
verdaderos profetas, la Alianza era un compromiso, en cierta manera,
bilateral, cuya eficacia y permanencia estaban condicionadas al cumplimiento
de los mandamientos. En esta interpretación de la Alianza se basaban
precisamente los verdaderos profetas para predecir la ruina de la nación.
Veían que la colectividad violaba las estipulaciones de la Alianza y llegaban a la
siguiente conclusión: Un pueblo que comete y tolera tales crímenes no puede
subsistir

.
Amos y Oseas anunciaron en términos claros y precisos la caída del reino del
norte y el destierro de sus habitantes un siglo antes de que esos
acontecimientos tuvieran lugar. Isaías predijo la caída de Asiría cuando ésta se
hallaba en su momento de mayor esplendor (10, 5); predijo asimismo la ruina de
Israel y Damasco (Is 7), que tuvo exacto cumplimiento. Jeremías y Ezequiel
anunciaron la vuelta del destierro y la restauración de Israel.
Amospodríamos reducirlo a tres puntos principales: su doctrina sobre el
monoteísmo, sobre la elección, y sobre la justicia social. .
De ahí que permaneciendo sustancialmente la misma, la palabra de Dios se
colorea y se adapta según las circunstancias cambiantes. Del mismo modo que
el ser vivo, permaneciendo siempre el mismo, cambia y se adapta según el
proceso de desarrollo y las circunstancias vitales, así también la palabra bíblica
no es estática, sino viva y dinámica.
En resumen, la palabra escrita necesita ser actualizada. La Biblia debe ser
leída a la luz del momento actual. Salvadas naturalmente las distancias,
diríamos que el profetismo viene a ser en la Iglesia lo que la "oposición" es en la
sociedad civil. La salud de toda sociedad exige siempre una cierta crítica.
En resumen, la palabra escrita necesita ser actualizada. La Biblia debe ser
leída a la luz del momento actual.
Sigue siendo actual el tema del monoteísmo. La generación actual está cayendo
sin darse cuenta en el politeísmo. Para unos los falsos dioses son los
deportistas y los artistas; viven para ellos, se identifican con ellos. Para otros
no existe más Dios que la ciencia y la técnica, a través de las cuales buscan la
salvación del hombre.
• Ofende a Dios una vida cultual que degenera en autosuficiencia y falsa
seguridad. Este peligro sigue acechando, sobre todo, a los buenos.
• Insuficiencia de las prácticas cultuales cuando no van acompañadas de una
vida moral y honesta. También en este aspecto la doctrina de Amos conserva
actualidad.
• Las acusaciones contra las injusticias sociales siguen siendo válidas a nivel
nacional e internacional. A nivel nacional, porque la administración de la justicia
sigue sufriendo la presión del poder y del dinero. A nivel internacional, porque
los pueblos pobres padecen la opresión de los ricos ("Gaudium et Spes";
"PopulorumProgressio"; "OctogessimaAdveniens"

Actualidad de su mensaje.


La doctrina de la gracia, expuesta por Oseas, es casi neotestamentaria. Oseas
es el primero que ha puesto en el punto de arranque de la elección el amor de
Dios. Es el primero que ha visto que el amor y la misericordia de Dios son la
clave de la salvación del pueblo. Israel, no solamente no tiene méritos propios,
sino que se ha hecho positivamente indigno, pero Dios sigue amando a su pueblo
y éste se salvará por pura gracia.—
Oseas introduce en la historia de la salvación las imágenes de la unión conyugal
y de la filiación para expresar las relaciones entre Yavé e Israel.
— Es el primero que recurre a la historia como maestra de la vida. En realidad,
los profetas son los que saben leer los signos de los tiempos. A la luz del
pasado leen el presente e intuyen el porvenir.
— A pesar de todas sus aportaciones originales, Oseas no es ningún innovador.
Está anclado en el pasado. Supunto de partida es la alianza y la tradición
recibida de los Padres.
— La revelación es progresiva. Dios no quiso revelarse de una vez para siempre,
sino que se ha ido manifestando paulatinamente, y ha querido que contribuya
también el hombre con su forcejeo personal. Los profetas veían el cuidado y la
solicitud del pastor por su rebaño, y asistidos por la luz de lo alto, descubrían
que algo similar debía ocurrir con Dios respecto de los hombres. Veían el amor,
el cariño y la ternura que el padre siente por su hijo y concluían que algo así
debía de ser el cariño y la ternura de Dios. Oseas veía el amor que él tenía por
Gomer, su esposa, a pesar de sus infidelidades, y concluía que algo parecido
debía pasar con Dios respecto de Israel.

MIQUEAS
Como los profetas de Judá, en general, Miqueas centra sus esperanzas de
salvación en el Rey-Mesías descendiente de la dinastía davídica (4, 8; 5, 1-5).
Con todo, la postura de Miqueas en este punto no es constante y uniforme. En
algunos oráculos se refiere a la soberanía directa de Yavé, que establecerá
sobre la tierra su reino de paz, sin mencionar al Mesías (4, 1-4; 4, 6-8).
Aquí habría que repetir lo que antes dijimos del castigo. Más que de
predicciones concretas que hayan de verse realizadas de una manera
matemática y exacta, a través de todos estos oráculos Miqueas expresa su
convicción y su fe en el plan salvífico de Dios, que algún día se verá
realizado en la paz y en la justicia.

ISAIAS
.
Los profetas del norte (Oseas, por ejemplo), sienten predilección por las
tradiciones antiguas. Los del sur, en cambio (Isaías, por ejemplo), llevan en el
corazón todo lo que se refiere a la ciudad santa y a la dinastía davídica.

La vida y la obra de Isaías tiene su punto de arranque en la visión inaugural del


templo de Jerusalén. Isaías es el hombre que ha visto a Yavé, lo mismo que
Pablo es el hombre que ha visto a Cristo resucitado. Pero no todos habían
tenido aquella experiencia sobrenatural. ¿Con qué la podrán suplir? Isaías lo
resume en una sola palabra: fe (= 'emin; de esta raíz viene la palabra latina
"amén"). Fe, que implica una confianza total en Yavé y que debe traducirse en la
práctica en el cumplimiento de su divina voluntad. "Sin fe no hay subsistencia."
Esta es la tesis que informa toda la predicación y la actuación de Isaías (7,9;
28,16).
Entre todos los profetas, Isaías es el más representativo del llamado
mesianismo real; es decir, del mesianismo que anuncia y describe al futuro
salvador con rasgos tomados de la figura del rey.
La idea del resto está ya presente en el relato vocacional, donde se habla que
Israel será destruido y diezmado, a la manera como se podan los árboles, y
quedará reducido a tocón, pero un tocón con capacidad de retoñar (6,11-13).
Ha sido posiblemente Isaías quien ha introducido en la historia de la revelación
el tema del resto. En todo caso, tiene tanta importancia para él que uno de sus
hijos lleva el nombre de "SearYasub" ( = un resto se convertirá: 7,
3). El resto que haya sobrevivido a los castigos de Yavé(1, 9) se reintegrará a la
patria (10, 21) y se apoyará solamente en Yavé (10, 20). Yavé será su corona:
"Aquel día será YavéSebaot corona de gala, diadema de adorno para
el resto de su pueblo" (28, 5). Véanse también 4, 2-6; 7, 22; 37,31.

SOFONIAS

quedado reducido casi a los límites de la ciudad santa.

2. EL LIBRO
Jerusalén se ha mostrado sorda a la predicación del profeta. Sus clases
dirigentes siguen sus caminos extraviados y licenciosos. Yavé, justo y santo, se
verá obligado a juzgar a Jerusalén y a toda la tierra.

Se salvará un resto: 3, 9-20.


La destrucción no será total. En Judá queda una parte sana: gentes sencillas y
humildes, que constituyen el germen del nuevo Judá.
La profecía de Sofonías tal como se encuentra actualmente ha sido redactada
con toda probabilidad después del destierro.
Sofonías no se contenta con denunciar los pecados en su materialidad externa,
sino que va a la raíz y la encuentra en el orgullo (1, 16; 2, 10. 15; 3, 11), la
rebelión (3, 1), la mentira (3, 13), la falta de fe (1, 12; 3, 2); la falta de
amor (3,2). Estas intuiciones profundas se dan la mano con Isaías y anuncian ya
a Jeremías. Sofonías anuncia ya la religión interior del profeta de Anatot.
Este resto es calificado de pueblo leal, justo, humilde y pobre (2, 3; 3, 11-12).
Es decir, con Sofonías empieza a tener el término "pobre" un sentido
espiritual. Los pobres no son ya los faltos de recursos materiales, sino los
humildes, los que no ponen la confianza en sí mismos, sino en Dios, los clientes
de Dios. Esta es la aportación más original y valiosa del profeta. Sofonías ha
puesto los cimientos de la pobreza espiritual, uno de los temas bíblicos más
fecundos, que culminará en el Sermón del Monte con el "Bienaventurados los
pobres".

NAHUM
.
MENSAJE
El libro de Nahum está centrado en su totalidad en un solo hecho: la ruina de
Nínive. Es un grito de triunfo: el
tirano ha desaparecido. Nahum ha sido criticado por tener una visión tan
parcial y apasionada de los hechos. Algunos han querido negarle incluso el título
de profeta.
Pero en el fondo de Nahum late una idea religioso-moral. La descripción de la
ruina de Nínive es al mismo tiempo un canto a la fidelidad de Yavé para con su
pueblo. La destrucción de Nínive significa el cumplimiento de la justicia divina,
que castiga las violencias, opresiones y desafueros cometidos por el imperio
asirio. Es el triunfo del bien sobre el mal.

HABACUC
También Habacuc hace su aportación al edificio doctrinal profetice Tiene la
audacia de pedir cuentas a Dios sobre el gobierno del mundo, del mismo modo
que lo hace Job a propósito del destino del hombre. Cierto, Judá ha pecado,
pero, ¿por qué Yavé, que es un Dios santo, tiene los ojos limpios para ver el mal
(1, 12-13), elige al pueblo caldeo para ejecutar la sentencia? ¿Por qué castiga al
malo por medio de otro que es peor que él?
Nos encontramos ante el eterno problema del mal, que se plantea tanto en el
plano individual (Job) como en el plano mundial (Habacuc). En uno y otro caso es
valedera la respuesta que Habacuc escucha de labios de Yavé: Dios
prepara por caminos paradójicos el triunfo final del bien sobre el mal; el
triunfo del derecho y la justicia sobre la tiranía y la impiedad. Mientras llega
ese triunfo final, el justo vivirá de su fidelidad (2,4). Esta sentencia es la perla
escondida como tesoro valioso en el pequeño libro de Habacuc. San Pablo la
tomará como punto de partida para su doctrina de la justificación por la fe:
Rom 1, 17; Gal 3, 11.

JEREMÍAS
la misión de Jeremías fue doble: profetizar la destrucción del reino de Juda
con sus instituciones, y anunciar la restauración del nuevo Israel y
de la nueva alianza.En sus primeras predicaciones, recogidas en los c. 2-6,
Jeremías:

• Denuncia la apostasía religiosa: c. 2.


• Hace un llamamiento a la penitencia: c. 3.
• Anuncia el castigo: c. 4.
• Denuncia la apostasía moral y social: c. 5-6.
.
ACTUALIDAD DE JEREMÍAS
• Jeremías vive dramáticamente la misión de mediador entre un Dios que ama
apasionadamente y un pueblo que se muestra sordo e impenitente.
• La figura de Jeremías, mediador doliente entre Dios y el pueblo, anuncia ya
de lejos la figura y misión de Cristo.
• Lo mismo que Cristo, Jeremías dio a conocer a todos sin acepción de personas
la voluntad de Dios.
Recuérdese a este propósito la libertad con que se dirige el rey Joaquim (22,
13-19).
• Lo mismo que Cristo, Jeremías desenmascara a los falsos profetas (23, 9-40).

• La fidelidad de Jeremías a Dios y a su misión, lo mismo que la fidelidad de los


fieles del A. T., sube de valor cuando se tiene en cuenta que no conocía
los dogmas de ultratumba. Por eso, cuando quiere bendecir al fiel esclavo negro
de Ebedmelec, que le había salvado la vida, o a su fiel secretario Baruc,
lo único que les puede prometer es que saldrán incólumes de la catástrofe (39,
17-18 y c. 45).
• Jeremías anuncia la nueva alianza, cuyo cumplimiento tiene lugar en la persona
y obra de Jesús (Le 22, 20).
• La religión interior. Jeremías sabe que la conversión para ser verdadera tiene
que partir del corazón. Ahí es donde radica el bien y el mal. Por eso, concibe y
espera la restauración a base de una transformación interior (31, 33-34).
BARUC
Nos pone en contacto con las comunidades judías de la diáspora y nos informa
sobre las prácticas y principios que mantenían su vida religiosa: con Jerusalén
mediante colectas, misivas, oraciones; servicio sinagogal, lectura y meditación
de la Ley; espíritu de revancha y sueños me -siánicos.
CONCLUSION
En el fondo de todos los profetas pre-exílicos, tanto los del norte como los del
sur, se descubre un mismo esquema básico, que se articula en torno a estas
tres palabras: pecado, castigo, restauración.
Según la lógica profética, un pueblo que comete y tolera tales crímenes no
puede quedar sin castigo. Los profetas ven realizado el veredicto de
condenación de Dios en los sucesivos asaltos e invasiones que padece Israel
por parte de las grandes potencias del Medio Oriente.
Pero los profetas no son nihilistas ni fatalistas. Saben que Dios ha empeñado su
palabra en unas promesas de salvación que se cumplirán inexorablemente. Por
eso al lado de la acusación y el anuncio del castigo aparecen siempre oráculos
de restauración:
Oseas habla de unos nuevos desposorios entre Yavée Israel.
• Miqueas e Isaías anuncian el futuro Mesías; la nueva Jerusalén; un resto
cualificado, depositario de las promesas y garantía de salvación.
• Según Sofonías, el resto estará integrado por los pobres de Yavé.
• Jeremías anuncia la nueva alianza.
• Habacuc habla de la fe en Dios como fuente de salvación.
El fenómeno profético es uno de los aspectos veterotestamentarios que tienen
más actualidad para nuestro
tiempo. Personajes anónimos, salidos de todos los estratos sociales sin
distinción, los profetas fueron los portavoces de Dios. Dotados de una gran
intuición natural y
asistidos sobrenaturalmente, anunciaban a grandes y pequeños, sin acepción de
personas, la Palabra de Dios con
valentía e intrepidez.
Todos estos aspectos del profetismo bíblico lo hacen actual en nuestra Iglesia
posconciliar. El Concilio ha subrayado la importancia del pueblo de Dios y ha
exhortado a la jerarquía con palabras de San Pablo a que no sofoque "a priori"
los carismas ni desoiga sistemáticamente las voces proféticas que vienen de
abajo (1 Te 5, 19-21).
La vocación, la actividad y la vida de los profetas en general, presentan
aspectos permanentes y válidos para los profetas de todos los tiempos. Por lo
que se refiere a su mensaje, está muy marcado por las circunstancias y
limitaciones en que se movía el Antiguo Testamento. Con todo, al hacer el
balance de cada uno de los profetas, hemos descubierto elementos de vigencia
permanente y de gran actualidad.
Amos vincula la posibilidad de supervivencia a la conversión, que se concreta en
implantar lajusticia en los tribunales. La solución depende del hombre, que
debe amar el bien y odiar el mal,cambiando sus sentimientos y actitudes. Sus
contemporáneos no están dispuestos a ello, y el profetatampoco alienta
demasiadas esperanzas de que los problemas desaparezcan.

Isaías, que también intenta el camino de la conversión, se muestra más


esperanzado. No porqueconfíe en sus paisanos, sino porque espera una
intervención de Dios. El remedio estaría en unasautoridades justas y honestas.
Humanamente es imposible. Será Dios quien deponga a las actuales y dé
al pueblo “jueces como los antiguos, consejeros como los de antaño”. El o
algunos de sus discípulos(según se piense sobre la autenticidad de 9,1-6 y 11,1-
9) ponen luego el énfasis en un monarca justo,que “consolide su trono con la
justicia y el derecho” (9,6), que, lleno del espíritu de Dios, haga justicia
a pobres y oprimidos (11,1-5). En etapas posteriores de la tradición isaiana se
hablará de la importanciadel rey y los ministros (32,1ss.).

Oseas también espera un futuro mejor, pero es necesaria una etapa previa de
purificación (3,4).Han sido las ambiciones políticas, las intrigas de palacio, las
que han provocado el régimen de violencia y muerte que domina a su pueblo. Y
una idea errónea de Dios ha fomentado estas injusticias,
en vez de ponerles fin. Por eso, la institución monárquica y el culto deben
desaparecer “muchos años”.
No se puede resumir en pocas palabras el pensamiento de Oseas, poco explícito
por lo demás. Pareceque la solución la espera de Dios, más que de los hombres,
aunque insiste en su llamamiento a laconversión (6,6).
Miqueas también espera. Pero cosas muy distintas. Que a los ricos les
arrebaten sus tierras,para que sean repartidas de nuevo en la asamblea del
Señor (2,1-5). Y que Jerusalén, construida con lasangre de los pobres,
desaparezca de la historia. Mientras esté en pie, no cabe solución, porque la
situación es tan terrible que no admite parches ni componendas.

Sofonías anuncia un día del Señor que pondrá fin a idólatras, ladrones y
comerciantes. Lajusticia y la humildad son los únicos remedios. Pero Jerusalén,
“ciudad rebelde, manchada y opresora”(3,1), no obedece ni escarmienta. La
solución no vendrá en la línea de Isaías (nuevas autoridades) ni en la de
Miqueas (destrucción total), sino en la acción de Dios, que dejará un pueblo
“pobre y humilde”.
Jeremías, predicador incansable de la conversión, piensa con Amós que de ella
depende el futuro, no sólo del pueblo, sino de la monarquía. Pero no espera
mucho de un pueblo que se aferra a ladeslealtad y a la mentira. Será Dios quien
traiga la solución suscitando un vástago a David, queimpondrá el derecho y la
justicia. Quizás este texto (23,5-6) no sea suyo. También existen dudas con
respecto a 31,31-34, que formula la esperanza de un hombre nuevo, con la Ley
de Dios escrita en elcorazón y lleno del conocimiento del Señor. Es un detalle
importante, que se orienta en la línea deSofonías. Es fundamental que las
instituciones funcionen rectamente (en este caso la monarquía), perono
debemos olvidar el cambio interior del individuo. Al fusionar ambos temas,
Jeremías sintetiza lassoluciones de Isaías y Sofonías.

La problemática social, con sus diversos matices, aparece en los cuatro


profetas.
Amós y Miqueas son los más preocupados por el tema. Al primero le duele
sobre todo la situación de los marginados sociales; a Miqueas, la opresión de los
campesinos de la Sefela por parte de los terratenientes y las autoridades de
Jerusalén. Isaías da la impresión de vivir en la capital y de enfocar el problema
desde otro punto de vista, fijándose no sólo en la opresión de los pobres, sino
también en la corrupción de los ricos.
La problemática religiosa tiene dos vertientes. Por una parte, encontramos el
culto a dioses extranjeros, especialmente a Baal, que se da prácticamente
desde el tiempo de los Jueces. Los israelitas, al asentarse en Palestina y
dedicarse a la agricultura, no pensaban que Yahvé pudiese ayudarles en este
nuevo tipo de actividad.
Se encomiendan a Baal, dios cananeo de la fecundidad, las lluvias, las
estaciones, al que atribuyen «el pan y el agua, la lana, el lino, el vino y el aceite»
(Oseas 2,7). Y surge la lucha religiosa más enconada de la historia de Israel,
que adquiere matices trágicos en tiempos de Elías, con la matanza de los
cuatrocientos sacerdotes de Baal, y en la revolución de Jehú (2 Re 10). Oseas
no pretende solucionar el problema por las armas, incluso critica duramente a
Jehú, que intentó purificar el culto a base de sangre. Lo que el profeta desea
es que el pueblo adquiera un mayor conocimiento de Dios y se
convierta.
La segunda vertiente del problema religioso es más grave y aparece en los
cuatro profetas del siglo VIII. Se trata de la falsa idea de Dios fomentada por
un culto vacío, por una piedad sin raigambre, por unas verdades de fe mal
interpretadas. En definitiva, se trata de un intento de manipular a Dios, de
eliminar sus exigencias éticas, contentándolo con ofrendas, sacrificios de
animales, peregrinaciones y rezos. El Dios de la justicia, que quiere un pueblo
de hermanos y no tolera la opresión de los débiles, se convierte para la inmensa
mayoría del pueblo en un dios como otro cualquiera, satisfecho con que el
hombre le rinda culto en el templo y le ofrezca sus dones. Y la alianza del Sinaí,
condicionada a la respuesta ética del pueblo, se transforma en una
promesa incondicional, que ata las manos a Dios y sitúa a Israel por encima de
los demás pueblos. Los cuatro profetas reaccionarán duramente contra esta
perversión de la idea de Dios.
Pero es a finales del siglo VII cuando volvemos a encontrar un grupo de
grandes figuras: Sofonías, Jeremías, Habacuc. No resulta fácil sintetizar su
problemática porque tienen puntos de vista muy distintos. Sofonías alienta la
reforma religiosa y política del rey Josías. Habacuc se plantea el problema de
la historia, de esa serie ininterrumpida de potencias opresoras (Asiria, Egipto,
Babilonia), difícil de conciliar con la bondad y la justicia de Dios.
Pero la gran figura de la época es Jeremías, que recoge el tema de la
catástrofe anunciada por los profetas del siglo VIII. No es masoquismo ni
sadismo lo que le guía, sino la negativa del pueblo a convertirse. Ante esta
actitud, Dios impone un castigo menor, el sometimiento a Babilonia, nueva
dominadora del mundo antiguo. Pero el rey y las autoridades se niegan a
aceptarlo. Confiando una vez más en la ayuda de Egipto,
promueven la rebelión. Y ésta llevará a la catástrofe definitiva. El año 586 cae
Jerusalén, desaparece la monarquía, el templo es incendiado junto con la ciudad
y tiene lugar la segunda y más importante deportación. Jeremías, que no
descuida los problemas sociales ni la crítica a la falsa religiosidad, es el punto
culminante de la profecía anterior al exilio. En su época se cumplen las
amenazas formuladas un siglo antes por sus predecesores.

La caída de Jerusalén marca una nueva etapa en la historia de la profecía.


Antes de ella estuvo dominada por el tema del castigo y la amenaza. A partir
de ahora, los profetas hablan de esperanza y consuelo. Ezequiel y el
Deuteroisaías, los dos grandes representantes de la profecía exílica, van en
esta línea. Ezequiel había comenzado su actividad en Babilonia antes de la caída
de Jerusalén; igual que Jeremías, anunció entonces la catástrofe inminente.
Pero en la segunda etapa de su actividad anuncia la renovación total, política,
social, económica, religiosa. Su visión del futuro es quizá demasiado ambiciosa y
perfecta, no falta ningún aspecto y se extiende hasta los últimos tiempos, los
que siguen a la victoria definitiva de Dios sobre sus enemigos.
Los profetas posteriores a Ezequiel participan de su esperanza, pero se
mantienen a niveles más modestos. El Deuteroisaías, por ejemplo, centra su
esperanza en la liberación de Babilonia y en la posterior restauración de
Jerusalén. Si tiene que anunciar algo inaudito no es la victoria de Dios en la
guerra, sino su triunfo por medio del sufrimiento y la muerte del Siervo.
.
Poder y riqueza en los profetas preexílicos
(Ediciones Cristiandad, 1979) he intentado demostrar cómo los profetas
detectaron una actitud idolátrica en la confianza que el pueblo ponía en las
grandes potencias y en el dinero. Pero no es éste el tema que ahora nos ocupa.
La idolatría tiene dos vertientes: una que se orienta contra el primer
mandamiento ("no tendrás otros dioses frente a mí") y otra que se dirige
contra el segundo mandamiento: La prohibición de fabricar imágenes de Yahvé.
Aunque se ha discutido mucho sobre el sentido de esta prohibición, la
interpretación más aceptada es que intenta impedir la manipulación de
Dios. Cuando uno construye una imagen corre siempre el peligro de manipular a
la divinidad. Si concede lo que se le pide, se la premia ofreciéndole incienso y
perfumes, unido con aceite, presentándole ofrendas. Si niega sus dones, se la
castiga privándola de todo eso.
El pueblo pone su confianza en "el templo del Señor". Creen que garantiza la
seguridad de Jerusalén. Pero Jeremías tira por tierra tales esperanzas,
basadas "en razones que no sirven". Los judíos conciben el templo como una
cueva de ladrones, en la que pueden refugiarse después de robar, asesinar y
cometer adulterio.. Y Dios no tolera esta mentalidad. El no se compromete con
un espacio físico, sino con una forma de conducta ética y religiosa. Por eso, si el
pueblo no cambia, el destino del templo de Jerusalén será idéntico al del
antiguo templo de Siló, el más importante en la época de los Jueces, pero que
terminó borrado de la historia.
Aunque es difícil rastrear los orígenes del tema, resulta indudable que los
israelitas del siglo VIII a.C., contemporáneos de Amós, esperaban que el Señor
se manifestase de forma grandiosa para exaltar a su pueblo y ponerlo a la
cabeza de las naciones. Esto ocurriría "el día del Señor". Y la expresión
condensa toda una serie de discutibles privilegios y falsas esperanzas.
.
Amos A los comerciantes los ha denunciado por su desprecio de las fiestas
religiosas, que les impiden la actividad económica. Lo que el profeta no acepta
es un culto acompañado de terribles injusticias, como si a Dios le interesase
más recibir ofrendas que el bienestar de los pobres. Sólo en el amor a los
hermanos más débiles se muestra el auténtico amor a Dios.
Comparada con la visión que tiene Amós de Samaría, la de Isaías es más
compleja e interesante. Habla de quienes acumulan tesoros robando; en esto
coincide con Amós. Pero detecta una causa profunda: los ricos pueden robar
porque las autoridades se lo permiten. Y éstas lo permiten porque están
dominadas por el afán de lucro. Con ello se convierten en "rebeldes"; traicionan
su profesión, traicionan a los pobres y traicionan a Dios.
Por eso la solución deberá venir en una línea institucional, eliminando a esas
autoridades y nombrando en Jerusalén "jueces como los antiguos, consejeros
como los de antaño".

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