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Trabajo Final
La constitución del sujeto “peligroso” a través de la historia: la cacería de
brujas en la literatura
Introducción
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Perspectivas feministas del Derecho Alumna: Jimena Luciana Reides
Directora: Dra. Diana Maffia
UBA – Facultad de Derecho – Departamento de Posgrado
Es dable mencionar que gran parte de la literatura relacionada con el tema de la caza
de brujas se escribió desde un punto de vista favorable hacia a la ejecución de mujeres: de
esta forma, las víctimas son retratadas como personas deshonradas y denigradas que no han
tenido éxito en el amor y también, en varios casos, como mujeres pervertidas y degeneradas
que tienen fantasías sexuales. En efecto, la bruja era, por lo general, “un símbolo viviente del
‘mundo al revés’” (Federici, 2004:240). Su imagen aparecía con frecuencia en la literatura
de la Edad Media y siempre se la veía como una figura que tenía ambiciones milenarias de
subversión del orden social.
Los juicios a las brujas de Salem se dieron entre los años 1692 y 1693 en el estado de
Massachusetts. En ese momento, se acusó a muchísimas personas de que ejercían la brujería
ya que estaban poseídas por el demonio. Más adelante veremos, conforme se explica con
mucha precisión en el libro Calibán y la bruja, el modo en que se veía al demonio trabajar
sobre esas mujeres que resultaban poseídas. Luego de los juicios, se ejecutó a 20 personas y,
lo que fue aún más grave, la colonia luego admitió que el haber llevado a cabo los juicios
había sido un error y, por este motivo, compensaron a las familias de las personas que habían
sido condenadas. Estos juicios se caracterizaron principalmente por la paranoia y también la
injusticia.
Todo comenzó esencialmente cuando el reverendo Parris acusó, junto a su hija Betty
y a su sobrina Abigail, a tres brujas, que en realidad eran mujeres marginalizadas en la
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sociedad: una de ellas (y en realidad la primera acusada en los juicios de Salem) fue Tituba,
la esclava negra que vivía con ellos; las otras dos mujeres fueron Sarah Good, una mendiga,
y Sarah Osborne, una mujer mayor despreciada porque había tenido una relación amorosa
con un sirviente. En primer lugar, dos magistrados de Salem, John Hathorne and Jonathan
Corwin, realizaron una encuesta pública. Al comienzo las mujeres declararon que eran
inocentes pero, más adelante, Tituba terminó confesando que había tenido algunos
encuentros con Satán y que había firmado el libro del diablo —a quien hizo referencia como
un hombre negro—, donde aparecían los nombres de Sarah Good y Sarah Osborne. También
describió haber visto imágenes muy elaboradas de perros negros, gatos rojos y aves amarillas.
En realidad, esto era lo que los magistrados querían escuchar. A partir de ese momento, se
desató una histeria colectiva y se empezó a identificar a otras brujas, sin diferenciar el estatus
social. Es decir, al principio eran mujeres marginales, parias de la sociedad, pero luego
surgieron los nombres de mujeres con reputación.
La creencia general de la época era que el demonio les otorgaba a las brujas el poder
para hacerles daños a los demás a cambio de que estas mujeres le fueran fieles. Esto comenzó
en Europa a partir del 1300 y terminó en el año 1600. En ese momento, miles de mujeres
fueron ejecutadas. Cabe destacar que los juicios de Salem se dieron cuando en Europa la
situación se estaba calmando.
Las causas principales de los juicios de Salem pueden definirse como claro ejemplo
de chivo expiatorio. Estaba presente el miedo al demonio y también el miedo a las brujas. En
el siglo XVII en Salem, la gente solía tener miedo de que el demonio encontrara alguna forma
para infiltrarse y destruir la comunidad cristiana: ese era un gran miedo que tenían los
puritanos. Debe tenerse en cuenta que la comunidad de Salem estaba conformada por
personas muy devotas y religiosas y que, además, Salem se encontraba aislada en el Nuevo
Mundo. Justamente, el desencadenante de ese miedo que ya tenía fue la aparición de Tituba
ya que la confesión de Tituba con respecto a su participación en la hechicería fue la causante
y la principal causa de que se realizaran los juicios en Salem. Cabe mencionar que los colonos
de la bahía de Massachusetts ya habían acusado y condenado anteriormente a mujeres por
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brujería. La primera de ellas había sido Margaret Jones en el año 1648. No obstante, nadie
había declarado anteriormente que fuese una bruja o siquiera había sugerido que había otras
brujas.
Además del miedo reinante entre los habitantes del pueblo de Salem, también debe
considerarse que los residentes estaban atravesando una situación estresante en ese período
debido a diversos factores. El más importante fue que el Rey Carlos II revocó en el año 1684
la Carta Real: este documento les permitía a los colonos poblar esa área. El problema
principal fue que los colonos violaron varias normas en la Carta, incluyendo basar las leyes
en creencias religiosas y discriminar a los anglicanos. Finalmente, en 1689, los colones de
Massachusetts acabaron con el dominio de Nueva Inglaterra. Más adelante, en 1691, los
nuevos reyes de Inglaterra emitieron una carta incluso más antirreligiosa. Dado que los
puritanos habían dejado Inglaterra por la persecución religiosa a la que se había visto
sometidos, tuvieron miedo de que estuvieran perdiendo el control de su colonia nuevamente.
Luego de los juicios y de las ejecuciones que se llevaron a cabo, llegó el momento de
reparación. Muchas de las personas implicadas, incluyendo jueces, confesaron públicamente
que habían cometido un error y que eran culpables. Con posterioridad, el 14 de enero de
1697, la Corte General emitió una orden que decretaba un día de ayuno y de introspección
debido a la tragedia ocurrida en Salem. Unos años más tarde, en 1702, la Corte declaró la
ilegalidad de los juicios y finalmente, en 1711, la colonia sancionó una ley que restauraba los
derechos y el buen nombre de las personas que habían sido acusadas, además de £ 600 de
compensación a sus herederos. Es increíble pero, recién en 1957, más de 250 años después
de todos estos eventos, el estado de Massachusetts se disculpó formalmente por los hechos
acontecidos en 1692.
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mujeres pasaron de tener derechos a trabajar como sirvientas o tejedoras. Una de las
características en común con sus pares europeas fue que aquellos que eran acusados de
brujería también eran torturados para que brindaran la mayor cantidad de nombres posibles.
Es decir, en el caso del Nuevo Continente, fueron los indígenas americanos y colonizados y
los africanos que llegaban a estas tierras como esclavos para trabajar en las tierras aquellos
que sufrieron el mismo destino que las mujeres europeas: las personas que pertenecían a estos
dos grupos sociales en desventaja resultaron ser la fuente inagotable de provisión de trabajo
necesario para la acumulación.
Como se mencionarás más adelante, el color negro se relaciona con el demonio y este
es representado como un hombre de raza negra: por eso, los negros eran tratados como
diablos cada vez más. Así, la definición que se hacía sobre la negritud (y también sobre las
mujeres) tenía la característica de incluir marcas de bestialidad e irracionalidad y atañía a la
exclusión de las mujeres que se había dado en Europa y también la que se daría tanto a
mujeres y hombres en las colonias: así, la explotación de ambos grupos se naturalizaba.
Además, a diferencia de lo que había ocurrido en Europa, aquí no se condenaba
solamente a las mujeres que se consideraban “brujas malas” (aquellas que echaban
maldiciones, hacían fechorías con las plantaciones o el ganado o que habían causado la
muerte de los hijos de sus empleadores). La mujer antiguamente conocida como curandera,
para quien la hechicería era su forma de vida, es decir, la “bruja buena” también era castigada,
muchas veces más severamente.
Antecedentes europeos
En cuanto al contexto económico en especial, debe decirse en primer lugar que las
grandes masas en Europa, el fin del feudalismo y la aparición de las monarquías naciones
fuertes desencadenaron una etapa de gran tensión y conflictos. Con el desarrollo del
comercio, los mercados y los bancos, las personas que eran propietarias de tierras y también
de cierto capital debieron crear empresas que tuvieran como objetivo la maximización de los
beneficios. Para lograr este propósito, el único modo era ponerle fin a las relaciones
paternalistas menores que existían en ese momento en los burgos y en los señoríos feudales.
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Así, las tierras se dividieron y se reemplazó a los siervos y criados por granjeros y
arrendatarios. La gente en el campo perdió las tierras que poseían para su subsistencia y un
gran número de campesinos ahora sin nada se dirigió a la ciudad para poder sobrevivir
buscando trabajo allí (ya como trabajadores asalariados). Es decir, a partir del siglo XI la vida
se tornó competitiva, impersonal y comercializada y comenzó a regirse por los beneficios.
Todas estas circunstancias ayudaran a que se diera la caza de brujas. Cabe agregar que ni el
racionalismo ni el mecanicismo fueron causas inmediatas de estas persecuciones que se
dieron en Europa. Dado que las personas que pertenecían a la elite precisaban una forma
exitosa de erradicar una forma entera de existencia que representaba una amenaza al poder
político-económico que tenían, se comenzó a perseguir a las brujas.
Entre los siglos XV y XVII en Europa, hubo acusaciones hacia más de 500.000
personas de haber realizado un pacto con el demonio, de haber celebrado reuniones en
aquelarres e incluso de haber tenido relaciones sexuales tanto con diablos masculinos como
femeninos o haber asesinado a los hijos de las personas para las que trabajaban. También se
daban acusaciones más leves con mucha frecuencia como por ejemplo, matar la vaca de un
vecino, causar tempestades o granizo y destruir cosechas.
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El sistema diseñado para cazar a las brujas estaba muy bien ideado. Asimismo, fue
realmente duradero y severo. También debe decirse que este sistema tuvo éxito y perduró en
el tiempo gracias a los intereses económicos, políticos y sociales de la época. Además, a los
acusados se les terminaban confiscando sus propiedades y las personas que participaban de
la caza y ejecución recibían recompensas. Estos beneficios hicieron que el aparato de caza se
llevara a cabo incluso con entusiasmo.
“Lo que todavía no se ha reconocido es que la caza de brujas constituyera uno de los
acontecimientos más importantes del desarrollo de la sociedad capitalista y de la formación
del proletariado moderno. El desencadenamiento de una campaña de terror contra las
mujeres, no igualada por ninguna otra persecución, debilitó la capacidad de resistencia del
campesinado europeo ante el ataque lanzado en su contra por la aristocracia terrateniente y
el Estado; siempre en una época en que la comunidad campesina comenzaba a desintegrarse
bajo el impacto combinado de la privatización de la tierra, el aumento de los impuestos y
la extensión del control estatal sobre todos los aspectos de la vida social”. (Federici,
2004:264).
La autora agrega que dicha caza de brujas fue la que aumentó las diferencias entre las
mujeres y los hombres: a partir de ese momento, los hombres comenzaron a temerle a las
mujeres por el poder que estas podían detentar y se le dio fin a un conjunto de creencias y
prácticas que eran socialmente aceptadas hasta ese entonces pero, ahora, incompatibles con
el capitalismo. A través de la historia, la bruja había actuado como partera, como doctora,
como adivina e incluso como la hechicera del pueblo. No obstante, a partir de la persecución
que se le da a la curandera del pueblo, las mujeres resultaron expropiadas del patrimonio de
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saber empírico que poseían (ellas tenían conocimientos sobre las distintas hierbas —como se
ve repetidamente en la novela sobre Tituba— y los remedios curativos; tales conocimientos
habían pasado de generación en generación). Con la aparición de las ciencias modernas y de
la medicina profesional, sin embargo, se levantó una muralla de conocimiento científico
indisputable e inalcanzable para aquellos que pertenecían a las clases más bajas.
En el Viejo Continente, la caza de brujas se vio primordialmente entre los años 1580
y 1630: etapa en la que el feudalismo estaba dando lugar a las instituciones políticas y
económicas que son típicas del capitalismo mercantil que está surgiendo. Como se dijo
anteriormente, las brujas representaban una gran amenaza al modelo imperante de la época
y, por esta razón, mediante una especie de acuerdo tácito entre los países que frecuentemente
estaban en guerra entre sí, comenzaron a expandirse las hogueras. Del mismo modo, el Estado
empezó a realizar denuncias relacionadas con la existencia de brujas y a perseguirlas.
Para llevar adelante la caza de brujas, era necesaria una extensa organización
administrativa y oficial. En primer lugar, se dio una especie de adoctrinamiento por parte de
las autoridades, que expresaban su preocupación sobre el crecimiento de la cantidad de brujas
e iban de aldea en aldea para que la gente supiera cómo reconocerlas. Después de eso los
vecinos comenzaron a acusarse entre sí y las comunidades entraron completamente en
pánico. La persecución era una forma de ejercer control social: era una iniciativa política de
gran envergadura. Por otro lado, otro tipo de autoridades en la sociedad (jueces, abogados,
estadistas, filósofos, científicos y teólogos) comenzaron a formar parte de esta persecución
mediante la redacción de panfletos y de demonologías).
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Aquellos eventos que eran descritos como crímenes diabólicos de las brujas, eran en
realidad la lucha de clases que se daba en las distintas aldeas; por ejemplo, saberes populares
como el mal de ojo, la maldición que echa un mendigo a quien se rehúsa a darle una limosna,
la demora en el pago de una renta o una solicitud de asistencia pública. Tal como se ha
destacado anteriormente, las mujeres resultaron principalmente perseguidas porque
realizaban prácticas de curación (actuaban como hechiceras, curanderas, encantadoras o
incluso adivinadoras). Ese poder que tenía la magia debilitaba justamente el poder que tenían
las autoridades estatales. Además, como esto se daba principalmente entre las mujeres
campesinas y pobres, las personas que pertenecían a las clases bajas tenían más confianza
con respecto a la posibilidad de actuar en ese ambiente social y modificar el orden
previamente constituido. Es decir, a partir de estos casos se puede observar que la caza de
brujas se dio entre las personas que pertenecían a las clases más altas (que vivían con un
temor constante) en contraposición con las clases más bajas (a quienes se las acusaba de
ejercer la brujería). La sublevación de clases y también la transgresión sexual eran los dos
elementos característicos de los aquelarres; estos eran definidos como enormes orgías
sexuales e incluso reuniones en las que se discutían políticas subversivas. Finalmente, estas
reuniones se daban por terminadas cuando se detallaban los delitos que habían llevado a cabo
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los miembros del aquelarre y, asimismo, con las instrucciones que impartía el demonio para
las participantes se rebelaran contra sus amos.
Sin embargo, se debe recordar que las brujas no solamente actuaban como parteras,
como la mujer que impedía la maternidad o la mujer pobre que lograba tener un mínimo
sustento robándoles algo de comida o de madera a sus vecinos. Además, era la mujer libertina
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promiscua: era una prostituta o la adúltera de la comunidad y, como tal, esta mujer ejercía su
sexualidad fuera de la esfera matrimonial y no con fines procreadores. Es por ello que la mala
reputación de las mujeres era una prueba de culpabilidad durante los juicios a las brujas.
Como se mencionará más adelante, la reputación es uno de los temas que pueden verse con
claridad en la novela Las brujas de Salem. Además, la bruja también representaba la figura
de la mujer rebelde que se alzaba contra lo que le decían y que no se subyugaba bajo tortura.
De esta forma, la cacería de brujas fue una guerra contra las mujeres: de forma ordenada, se
intentó degradarlas, demonizarlas y destruir su poder social. A partir de estas persecuciones
también se moldearon los ideales burgueses acerca de la feminidad y lo doméstico.
También se empezó a ver a las mujeres como las destructoras del sexo masculino, ya
que las brujas, mediante distintos métodos enumerados en el Malleus, podían dejar
impotentes a los hombres o, por el contrario, provocarles pasiones sexuales desenfrenadas.
Por esto, puede decirse que las mujeres de los siglos XVI y XVII iniciaron en realidad un
período de represión sexual. La relación entre las mujeres y su sexualidad se vio signada por
la censura y la prohibición.
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pasó a ser un sirviente, una esclava y, por otro lado, el diablo era no solo el dueño sino que
también el amo, proxeneta y marido de la bruja. Otra característica que tienen las dos es que
representan a la esterilidad: son símbolos de la sexualidad no procreativa. Entonces, mientras
en la Edad Media a ambas se las consideraba figuras positivas que le prestaban un servicio a
la comunidad, a partir de la caza de brujas se las vio negativamente; es decir, se las
relacionaba con la muerte y con los delitos. Por ese motivo, “se las rechazó como identidades
femeninas posibles”. (Federici, 2004:268)
1 Mi traducción.
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“Ella solía servir en mi casa señor. El hombre tal vez piense que Dios duerme, pero Dios
todo lo ve. Lo sé ahora. Le ruego señor, vea lo que es. Mi esposa, mi querida esposa, tomó
a esta muchacha poco después, y la puso en la calle. Y debido a lo que es, un puñado de
vanidad, señor... ¡Se piensa que va a bailar conmigo en la tumba de mi esposa! Y tal vez
podría haberlo hecho, porque pensé que era inofensiva. Dios, ayúdame, la he codiciado,
y hay una promesa en esa angustia. Pero es la venganza de una puta y usted debe verlo:
me pongo enteramente a su disposición. Sé que debe verlo ahora”. (PAG 85)2
Otro de los grandes temas en esta obra es la reputación, ya que era una cualidad muy
relevante en la comunidad de Salem, donde las esferas pública y privada se tornan una sola.
De esta forma, en una sociedad en la que la moral resulta ser tan importante, el miedo a la
2 Mi traducción.
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culpa es completamente dañina. Todas las personas quieren mantener una buena reputación
frente a los otros; esta es una comunidad religiosa donde el miedo al pecado va a manchar su
nombre. Así se ve en una conversación entre Proctor y Parris: “ Su Excelencia, ¿no le llama
la atención que tantas de estas mujeres hayan vivido hasta ahora con una reputación tan
decente y…”3 (Miller, 1953:74)
Asimismo, el tema de los pecados se trata en una conversación entre Elizabeth y su
esposo:
ELIZABETH: John, si tú no te perdonas a ti mismo, que yo te perdone quedará en la nada.
No es mi alma, John, es la tuya. Solamente debes estar seguro de una cosa que yo sé
ahora: sin importar lo que hagas, es un buen hombre quien lo hace. En estos últimos tres
meses, he visto mi corazón, John. Tengo mis propios pecados. Se necesita una esposa fría
para provocar un adulterio.
PROCTOR: Ya es suficiente, ya basta…
ELIZABETH: ¡Mejor que me conozcas!
PROCTOR: ¡No te escucharé! ¡Yo te conozco!
ELIZABETH: Te estás haciendo cargo de mis pecados, John…4 (Miller, 1953:101)
Otros de los temas, y que nos concierne en especial, es la representación que se hace
de las mujeres y la misoginia. Tanto los personajes de Abigail como de Tituba son mujeres
que se ven altamente sexualizados. De hecho, en Yo, Tituba, la bruja negra de Salem, se
puede ver cómo a la protagonista se la ve como a una mujer que, finalmente, se rinde a los
deseos sexuales. Como crítica, podría decirse que Las brujas de Salem muestran a los
personajes femeninos como seres humanos que se definen por los roles que cumplen en la
comunidad de madres, esposas y sirvientes, fieles para con los hombres. Por ejemplo, como
Tituba rompe de algún modo con este modelo (decide no tener a su primer hijo), el resto de
las personas la ven de una forma extraña.
Los temas que no puede faltar mencionar en esta obra y que se relacionan justamente
con los juicios que transcurren a lo largo de toda la historia son las acusaciones, las
3 Mi traducción.
4 Mi traducción.
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confesiones y también los procedimientos legales que se utilizan en los juicios. Obviamente,
la obra se centra en las circunstancias que se van dando mientras se desarrollan los juicios.
Estos se ven caracterizados por acusaciones y confesiones dramáticas. Estas acusaciones
(falsas en su mayoría) son las pruebas con las que cuentan los jueces para declarar culpables
o no a esas mujeres que han sido acusadas de practicar la brujería. La confesión final de
Proctor, que prefiere morir a confesar un delito que no cometió, rompe el círculo vicioso que
se ve a lo largo de toda la obra, donde las acusaciones alcanzan un nivel desproporcionado.
De hecho, luego de que Proctor muere, la Corte se desintegra:
PROCTOR: ¡Ya he confesado! ¿Acaso la penitencia no sirve si no es pública? ¡Dios no
necesita mi nombre clavado en la iglesia! ¡Dios ve mi nombre; Dios sabe cuán oscuros son
mis pecados! ¡Es suficiente!
DANFORTH: Sr. Proctor…
PROCTOR: ¡No me va a usar a mí! Yo no soy Sarah Good o Tituba: ¡yo soy John Proctor!
¡A mí no me usarán! ¡Que me usen no forma parte de mi salvación!5 (Miller, 1953:104)
Como nota aparte en relación con las confesiones que se daban en ese entonces, es muy
importante aclarar que era muy difícil saber si estas eran veraces o no, ya que normalmente
se obtenían a través de métodos de tortura. Los tormentos se repetían sistemáticamente hasta
que la bruja finalmente confesaba su participación en algún tipo de reunión satánica o incluso
de haber realizado un pacto con el demonio. También se le requería en repetidas ocasiones
que diera los nombres de las personas que le habían acompañado en esos aquelarres. Por
último, a las mujeres acusadas se les daba la opción de morir en la hoguera o de que repitieran
la tortura: por lo general, elegían la primera opción. Además, como se consideraba que habían
cooperado, a las mujeres que estaban arrepentidas se las ahorcaba antes de que se encendiera
el fuego. Las confesiones debían confirmarse antes de la sentencia final. La fórmula que se
utilizaba en estos casos para ratificar tales confesiones eran: “Y así ha confirmado por su
propia voluntad la confesión arrancada bajo tortura”. No obstante, es necesario agregar que
algunos historiadores aclaran que muchas confesiones no se daban bajo tortura, sino que eran
espontáneas, aunque esto es muy difícil de comprobar.
5 Mi traducción.
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Los principales pilares del poder tradicional en esa época se observan claramente en
esta obra a través del poder que tiene la ley y también la iglesia. Estas dos instituciones actúan
en conjunto para alentar a los acusadores a que sigan denunciando a sus vecinos y
desalentando cualquier razonamiento sobre los eventos, que alcanzan un nivel de paranoia
increíble. A pesar de que las jóvenes actúan de forma vergonzosa, son las autoridades quienes
en realidad les permiten tal comportamiento. A su vez, esto aumenta su ego de cierta forma
porque ellas se sienten cada vez más valiosas y especiales por el rol que cumplen en los
juicios.
Los temas más destacados en esta novela son el racismo y el sexismo. Tituba se
encuentra en una posición completamente desfavorable en la sociedad: es una esclava negra
que vive de acuerdo con las reglas coloniales imperantes. Es decir, ella no posee ningún
derecho debido a su raza, a su género y a su condición social. Lamentablemente, dado que
los registros sobre los juicios de Salem fueron escritos por hombres blancos, no existe mucha
información acerca de Tituba. A pesar de que en Barbados, la tierra de donde ella proviene,
las personas la respetan, ocurre lo opuesto con los puritanos en Salem, ya que estos
consideran que el negro es el color de Satán. También cuestionan la capacidad que tiene
Tituba de curar enfermedades con hierbas. Ese poder representa una amenaza.
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Otro tema que puede mencionarse en la novela de Tituba es el poder del amor en
relación con las mujeres. Tituba, su madre Abena, Mama Yaya (quien la acoge luego de que
Tituba queda huérfana) y Hester (a quien conoce en la cárcel) conforman entre todas una
especie de comunidad espiritual de mujeres. Si bien puede afirmarse que la cultura masculina
es la que domina a las mujeres: “Los hombres no aman. Poseen. Avasallan” (Condé, 1986:17)
y causan problemas, “blancos o negros, la vida trata demasiado bien a los hombres” (Condé,
1986:97). Tituba y esos espíritus de mujeres que la guían de algún modo subvierten la
crueldad masculina en un nivel que los hombres no pueden experimentar (el nivel emocional
y espiritual).
En relación con la representación que se hace de Tituba, se podría agregar que en esta
historia se establecen ciertas diferencias al describirla teniendo en cuenta a la típica figura de
la bruja blanca. A Tituba se la muestra como una especie de amenaza hacia la felicidad. La
representación que se hace de ella es incluye elementos que resultan ser estereotipos de la
bruja. A veces se percibe como una mujer que tiene poderes mágicos pero a su vez se presenta
como una mujer ignorante que se aferra a supersticiones que no tienen valor alguno. Podría
decirse también que Tituba se involucra en la brujería —y aquí aparecería nuevamente un
tema que se mencionó en la obra Las brujas de Salem— porque quiere vengarse de su
empleador y por esto le causa un daño a la comunidad de Salem: “[Man Yaya sacudió la
cabeza]: No te dejes llevar por el espíritu de venganza. Utiliza tu arte para servir a los tuyos y
aliviarles” (Condé, 1986:30). Si bien la imagen que tenemos de Tituba no es esa de una bruja
fea y anciana que prepara pociones alrededor de una caldera o viaja en una escoba, sí junta
hierbas para preparar curaciones.
Conclusión
Para finalizar, es destacable tener en cuenta que el motivo principal por el cual
comenzó la persecución de las brujas, tanto en Europa como en América, fue de carácter
socioeconómico. Es decir, debido a las circunstancias de transición entre distintos modelos
económicos y políticos muy marcados, la clase más baja resultó ser un blanco más fácil para
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que la elite pudiera beneficiarse y acumular los medios de producción. Esto se repite a lo
largo de la historia no solo con la caza de brujas sino también con la creación de distintos
enemigos (como es el caso de la figura del judío como enemigo durante el nazismo cuando
en un comienzo los alemanes están atravesando un mal momento económico) cuando se ve
amenazada la clase superior. Asimismo, el miedo y la histeria generalizada son las formas
más eficaces de ejercer control sobre la sociedad. Dado que estos elementos se pueden
apreciar con claridad en esa época, se dieron las condiciones para que la caza de brujas tuviera
éxito.
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