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Arthur Miller vs.

la DuPont
(Un radioteatro)
Ricardo Bada
2015 - Nexos - www.nexos.com.mx

A MANERA DE PRÓLOGO

En la década de los 40, y hasta el gran éxito de Todos eran mis hijos (1947), Arthur Miller se ganó la
vida escribiendo guiones para la radio, como en la década del 50 lo haría Heinrich Böll en
Alemania. El texto que sigue pretende ser un homenaje a un género ninguneado, y en el que amén
de Miller y Böll han producido obras maestras Dylan Thomas, W. H. Auden, Samuel Beckett,
Harold Pinter, Ted Hughes, Sándor Marai, Bertolt Brecht, Max Frisch, Ingeborg Bachmann, Friedrich
Dürrenmatt, Peter Handke, Albert Camus, Eugène Ionesco, Vasco Pratolini, João Cabral de Melo
Neto, Alfonso Sastre, Severo Sarduy…
Por lo demás, es un texto que se nutre en lo esencial de las memorias del propio Arthur Miller, en
concreto del segundo subcapítulo del cuarto capítulo de Timebends [Vueltas al tiempo].

*****

DRAMATIS PERSONAE (Por orden de intervención)


Arthur Miller, 26 años, alevín de dramaturgo, exonerado del servicio militar por una lesión en la
rodilla.
Homer Fickett, productor y director de Cabalgata, el programa radiofónico estrella de la NBC, una
emisora neoyorquina.
Orson Welles, 27 años, actor y director teatral y radiofónico que cuatro años antes causó pánico
en Nueva Jersey con una emisión acerca de una supuesta invasión de extraterrestres.
Russ Applegate, encargado de relaciones públicas de la transnacional DuPont.

ÉPOCA : el verano y el otoño de 1942

CUANDO MILLER NARRA, LO HACE EN UNA ATMÓSFERA NEUTRA.

***** /
MILLER (narrando): El buen Homer Fickett trabajaba para BBD & O, vale decir Batten, Barton,
Dustin & Osborn, la mayor agencia de publicidad de aquellos tiempos, y Homer me necesitaba, yo
era su bombero, aquel a quien acudía en casos de emergencia, cuando quemaban las papas y
necesitaba para dos días después el manuscrito de una emisión de media hora.

HOMER (al teléfono, atmósfera de oficina. Apremiante): Artie, te necesito, estoy ensayando un
texto que recién me doy cuenta que está por debajo del nivel de Cabalgata, necesito uno de una
media hora para el martes próximo, sí, ya lo sé, es miércoles, pero si te mando un material con el
mensajero lo puedes leer hoy, escribir mañana el texto y traérmelo el viernes a mi despacho. No se
hable más. El mensajero, además, ya está camino de tu casa. Gracias, Artie. (Cuelga el teléfono)

MILLER (narrando): Esto sucedía un largo par de veces al año, y cada una de ellas me rentaba un
honorario de 300 dólares, lo que era mucho dinero en unos tiempos en que mi Nash–Lafayette,
de segunda mano, me había costado 250 dólares.

HOMER (al teléfono, atmósfera de oficina. Sin ningún apremio): Artie, esta vez tienes tiempo por
delante, no urge, pero quiero que escribas un guión de media hora sobre Benito Juárez, ¿sabes
quién fue?

MILLER (al teléfono, atmósfera hogareña): Sí, claro, conozco bien la historia mexicana, hasta tengo
escrito un drama sobre Moctezuma y Cortés. (Dudando: ) Pero un radioteatro sobre Juárez, en
Cabalgata…¿estás seguro de que es una buena idea, Homer?

HOMER (al teléfono, atmósfera de oficina): Artie, no es una idea mía sino de BBD & O, piensa en las
fábricas de la DuPont en México y que hace muchos negocios al sur del Río Grande. Lo dicho,
tienes tiempo, esta vez no corre prisa. Nos vemos, Artie. (Cuelga el teléfono)

MILLER (narrando): Puesto que disponía de tiempo, decidí escribir el radioteatro en verso, para
darle mayor realce a los sucesos de su accidentada vida, la de Juárez. Me gustaba ese personaje,
contemporáneo de Lincoln, a quien Juárez tanto admiraba. Él mismo era un revolucionario
campesino inusual, si pienso en sus convicciones democráticas. Así es que puse manos a la obra.

RÁFAGA MUSICAL DE “TEA FOR TWO” EN LA VERSIÓN DE SHOSTAKOVICH.

MILLER (narrando): Un buen día el manuscrito estaba listo y acudí a entregárselo en mano al buen
Homer, en el estudio grande, el 8–A, de la NBC. Abrí la puerta acolchada del locutorio y entré en
una pieza tan grande como un campo de beisbol y donde se oía tronar amenazadora una voz de
bajo. Primero pensé que era un actor interpretando un acceso de furia, pero luego me fijé en las
caras de miedo del resto de los actores, en sus cabezas agachadas para no tener que mirar a Orson
Welles, que era quien tronaba en dirección a la cabina de control de la grabación.
/
HOMER (desde la cabina de control, conciliador): Vamos, vamos, Orson, por Dios, el texto no es
tan malo…

ORSON (desde el micrófono del locutorio, feroz): ¡¿Que no es tan malo?! ¡¡¿Que no es tan malo?!! ¡¡¡Es
una CARICATURA, para que lo sepas, es una MENTIRA, es una tergiversación intencionada e
infame de unos HECHOS CONOCIDOS, para justificar lo INJUSTIFICABLE!!!

HOMER (desde la cabina de control, tratando de aplacarlo): Pero Orson…

ORSON (desde el micrófono del locutorio, machacando su argumento): ¡¡Sé de lo que estoy
hablando!! ¡¡Uno de los que estuvieron envueltos en este asunto fue Gideon Welles, el ministro de
Marina, un antepasado mío, y este asunto no fue un éxito estadunidense en América Latina sino
una catástrofe y una vergüenza!! Así es que, Homer, no pienso seguir grabando esta
FALSIFICACIÓN. A ver qué se te ocurre para salir del paso, la emisión es pasado mañana, creo.

MILLER (narrando): Homer abandonó la cabina y entró en el locutorio para implorarle que
siguiera con el ensayo. Pero Orson se mantenía inflexible. Entonces llamé aparte a Homer, le
entregué el manuscrito de mi radioteatro sobre Juárez y le dije que se lo mostrase a Orson.

MILLER (susurrando, en la atmósfera del locutorio): Tengo la opinión de que le va a gustar, Homer, a
Orson le encantan los papeles exóticos.

HOMER (gruñendo, mientras repasa audiblemente las hojas del manuscrito, en esa misma
atmósfera del locutorio): No sé qué decirte, Artie…

MILLER (susurrando, en la atmósfera del locutorio): La emisión es pasado mañana, Homer, y no se


pierde nada con probar.

MILLER (narrando): Homer, que en aquellos momentos parecía una foca naúfraga, se fue hacia
Orson, me presentó brevemente y le extendió mi manuscrito. Orson lo miró con escepticismo, era
casi un borrador, con correcciones a lápiz. Pero descubrió que empezaba con un monólogo que
abarcaba media página, algo bastante sorprendente. Y comenzó a leerlo en voz baja. Sus labios
iban modulando el texto, y cuando le agarró el ritmo y sin dirigirme una sola mirada se encaminó
al micrófono más próximo.

EN FONDO AL PARLAMENTO EL VALS DE LA JAZZ SUITE # 1 DE SHOSTAKOVICH

MILLER (narrando): Los versos bramaron como un reproche contra el profesor de Historia y asesor
del guión que ensayaban antes, y que había permanecido mudo en la cabina de control.
Inmensamente aliviados, el resto de los actores se arracimó alrededor del micrófono. Se pasaban
las hojas del manuscrito, se miraban leyendo por encima del hombro e interpretaban la historia.
/
Yo me fui a la cabina de control con Homer y escuchaba admirado porque Orson era un genio
delante del micrófono, parecía como si viviese en él. Su voz, que esculpía cada palabra, llegaba
derecho al corazón. Ningún actor conseguía una intimidad así, una presencia semejante, a través
de un altavoz. Era un hombre joven y delgado, entonces, menor de 30 años, como yo, pero ya
poseía su risa suelta, montaraz, que le brotaba del estómago. Y la nobleza de un lord. Después de
la grabación salí de la cabina de control y él me abrió los brazos cariñosamente y me estrechó
contra su pecho. Regresé a casa en el Metro, triunfante. Y apenas había llegado a casa y estaba
contándole a Mary, mi esposa, aquella tarde increíble, cuando sonó el teléfono.

HOMER (al teléfono, atmósfera de oficina): Artie, creo que va a haber un par de problemas con la
DuPont, mañana tendremos una reunión con un pequeño comité de los ejecutivos. No faltes.
(Cuelga el teléfono)

MILLER (narrando): Tres o cuatro señores me esperaban al día siguiente en el despacho de BBD &
O de la Avenida Madison. Se habían desplazado expresamente desde Delaware para discutir
conmigo algunos detalles del guión. Su jefe era Russ Appelgate, un hombre canoso, bondadoso
pero enérgico, responsable de las relaciones públicas de DuPont.

APPELGATE (atmósfera de oficina): En un momento del guión, Mr. Miller, usted habla de unos
papagayos que vuelan por la selva a través de la cual huye Juárez. Pero en esa selva, Mr. Miller, no
existen papagayos.

MILLER (atmósfera de oficina): Eso es fácil de cambiar, lo puse como nota de color.

APPELGATE (atmósfera de oficina, se ríe): Desde luego, es peccata minuta.

MILLER (narrando) : El buen hombre se sintió tan feliz con mi asentimiento que estuvo casi una
hora platicando acerca de aquella selva que había visitado como turista. Por mi parte no salía de
mi sorpresa al contemplar a aquellos tan sesudos adultos venidos ex profeso desde Delaware para
espantar del texto a unos papagayos. Pero todavía faltaba lo mejor.

APPELGATE (atmósfera de oficina, deja de reír): Así pues, nada de papagayos, pero es que, además,
hay una escena que debe suprimirse íntegra.

MILLER (atmósfera de oficina, tras una pausa, tenso): ¿Una escena… entera? ¿Cuál?

APPELGATE (atmósfera de oficina): Esa en que las tropas de Juárez cruzan el Río Grande para
recoger en nuestro territorio unas armas que Lincoln mandó depositar allí.

MILLER (atmósfera de oficina, combativo): ¡Pero es que Lincoln apoyaba a Juárez en su lucha contra
Maximiliano, un emperador marioneta que las monarquías europeas le habían impuesto a México!
/
APPELGATE (atmósfera de oficina): Como sea, la escena debe desaparecer.

MILLER (atmósfera de oficina, creciéndose ante la oposición): ¡Pero si la escena la saqué del material
que ustedes mismos me mandaron, y además es una buena escena, y además demuestra que los
Estados Unidos apoyaron la Revolución mexicana, y no sólo eso, también demuestra que Juárez
tenía razón al confiar en Lincoln!

APPELGATE (atmósfera de oficina, terminante): Sorry, Mr. Miller, la escena debe desaparecer.

MILLER (atmósfera de oficina, firme): Sorry, Mr. Appelgate, pero es muy difícil, si no imposible,
cambiar en el último minuto una escena que se va a emitir 24 horas más tarde. Y además no tengo
ninguna de repuesto. Y no entiendo bien qué hay de falso en esa escena.

APPELGATE (atmósfera de oficina, tras una pausa, titubeando): Tenemos que evitar que culpen a la
DuPont de que estuvo implicada en un tráfico ilegal de armas en América Latina.

MILLER (atmósfera de oficina, agarrando la oportunidad por los pelos): ¡Pero si fue Lincoln quien
ordenó depositar las armas a la orilla del río!

APPELGATE (atmósfera de oficina, sacando el as de triunfo de la manga): Sí, pero las armas eran
rifles Remington, y la Remington Arms Inc. pertenece ahora a la DuPont.

RÁFAGA MUSICAL DE “TEA FOR TWO” EN LA VERSIÓN DE SHOSTAKOVICH.

MILLER (narrando): Entretanto han pasado más de cuarenta años y ya no me acuerdo más de si
dejamos la escena o la desaparecimos. Me inclino a suponer que los caballeros de Delaware
finalmente accedieron a dejarla, sin duda alguna por temor a las posibles consecuencias.
(Carraspea, explica casi excusándolos): Y bueno, conociendo su manera de pensar, ellos pueden
haber pensado que a mí se me podría ocurrir, por ejemplo, escribir y producir un radioteatro
basándome en nuestro diálogo de ese día. Y no quisieron correr semejante riesgo.

CIERRE CON EL TEMA DE TILL, DE “LAS TRAVESURAS DE TILL EULENSPIEGEL”, DE RICHARD


STRAUSS, 0’55” A 1’05” DE CUALQUIER GRABACIÓN QUE SE CIÑA A LA PARTITURA ORIGINAL.

Ricardo Bada
Escritor y periodista, residente en Alemania desde 1963. Editor en ese país de la obra periodística
de García Márquez y los libros de viaje de Cela, y autor de Don Enrique, la única antología integral
en castellano de la obra de Heinrich Böll.

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