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La historia ha sido testigo de los grandes desafíos y retos a los que se han enfrentado las
mujeres a lo largo de décadas; basta con recordar la larga espera que tuvieron que soportar
para poder acceder a sus derechos políticos y de participación, fueron más de 25 años que
pasaron para que a nuestras mujeres les fuera reconocido el derecho al voto en América
Latina, después del Reino Unido y los Estados Unidos en 1918 y 1920, respectivamente. No
obstante, los avances hasta ahora alcanzados en materia de reconocimiento de derechos son
pocos, aún queda un largo camino por recorrer, cada vez se propende construir lazos,
presentar proyectos, que permitan el acceso y el reconocimiento del papel de la mujer en este
tipo de escenarios. Máxime cuando el rol de la mujer en los cargos representativos del Estado
y del Gobierno, los de elección popular y los de todos los niveles de la administración pública,
sigue siendo un pilar fundamental para la legitimación misma de la institucionalidad y la
profundización de la democracia. Es una realidad que las mujeres cuentan con un potencial
sin igual como líderes y gestoras de cambio, jugando un papel protagónico en los diferentes
espacios culturales, económicos y políticos, es por esto que, además de reconocer su
importancia dentro del contexto político social en Colombia, es imperativo hacer un repaso
por los principales obstáculos y limitaciones que aún enfrentan las mujeres para poder
acceder a sus derechos políticos y de participación, en condiciones de equidad, más cuando
este avance se reflejado en la intervención del Estado, las Instituciones y la ciudadanía
decisiva.
LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE LA MUJER EN COLOMBIA
A través de la historia, las mujeres han buscado tomar parte activa de las decisiones que las
afectan, forjando desde las movilizaciones y grupos feministas la garantía de sus derechos
fundamentales e igualdad con los hombres. El primer paso fundamental, fue el derecho al
voto, que desde el concepto de justicia era el primer paso para avanzar en la igualdad de
género, teniendo en cuenta las proporciones demográficas entre hombres y mujeres. En este
sentido, el derecho al voto se convirtió en la puerta de entrada a la participación política de
las mujeres, aunque los datos demuestran que ésta ha sido minoritaria (Labrador, 2012). Lo
anterior deriva principalmente de las condiciones de inequidad de género que históricamente
han caracterizado a la mujer en el mundo. La desigualdad en los derechos como la salud, la
educación, el desarrollo económico y en general, en el acceso a condiciones de formar
capacidades y competencias enfocadas al desarrollo, han generado una situación estructural
de desigualdad, que se refleja en la participación política de las mujeres, si bien se ha
avanzado en impulsar acciones inclusivas, dichos avances no han sido suficientes para lograr
la participación efectiva a través del empoderamiento y la firme participación de la mujer en
la política, como protagonista de su propio desarrollo. Dadas las condiciones inequitativas
generalizadas para las mujeres en el ámbito político, la agenda internacional ha avanzado en
los lineamientos políticos necesarios para acondicionar los escenarios propicios para el
ejercicio equitativo de las mujeres en el ámbito político internacional y al interior de cada
nación. Es por ello que establece una dinámica de cambio en cuanto dos tipos de barreras:
las barreras relativas entre géneros referentes al desarrollo de capacidades de liderazgo
efectivo entre hombres y mujeres; y las barreras institucionales establecidas en cada nación,
definidas como estructurales y fundadas por el marco institucional de cada nación, como
leyes e instituciones discriminatorias, que impactan negativa y directamente en las
posibilidades de representación y participación política de la mujer.
En la competencia electoral, además de las diferencias de sexo, son acentuadas otras como
las de clase, étnicas, lingüísticas, de origen geográfico, y de opción sexual. Aquellas mujeres
que en Colombia han comenzado el ejercicio de la política en los mecanismos tradicionales
se han encontrado con el problema de seguir con su carrera por las dificultades que suponen
conciliar la vida pública con la vida personal y familiar, hasta el desencanto profundo, ya sea
de ellas con las prácticas políticas o de su electorado con ellas, al no encontrar formas de
hacer política distintas a la reproducción de las ya conocidas y rechazadas prácticas
clientelistas. Los estudios sobre participación política de la mujeres en los escenarios
tradicionales (Bernal, 2004) han identificado los siguientes tipos de obstáculos a los cuales
se ven expuestas las mujeres que deciden hacer política en las corporaciones públicas y
cargos de elección popular, nacional, departamental y municipal: “Obstáculos de partida”
consistentes en la carencia en las mujeres de destrezas, conocimientos y oportunidades para
entrar al juego político en igualdad de condiciones con los hombres, los cuales son resultado
de la socialización diferencial entre ellos y nosotras. “Obstáculos de entrada” impuestos por
la cultura en términos de los estereotipos sobre las esferas de acción y los papeles que deben
cumplir las mujeres y qué las aleja del mundo de lo público. Y finalmente los “obstáculos de
permanencia”, que encuentran una vez han logrado entrar en la política, son las características
y dinámicas mismas del quehacer político en nuestro país, con que las mujeres muchas veces
no se siente identificadas y se constituyen la principal razón de retiro a la esfera privada o al
trabajo comunitario (Bernal, 2004). La dinámica propia del ámbito político colombiano ha
puesto a las mujeres en varias ocasiones en la disyuntiva de adecuarse y jugar con las reglas
establecidas (prácticas clientelares y corruptas) o negarse y ser derrotadas en las urnas. El
ejercicio ciudadano desde las diferencias de género tiene como reto cambiar las prácticas y
costumbres tradicionales para comenzar a construir espacios democráticos genéricos,
basados en la igualdad entre los diferentes, en el establecimiento de diálogos y pactos, y la
inclusión de las mujeres como sujetos políticos. Para ello se hace necesario el establecimiento
de mecanismos propios de participación de las mujeres o un “Cuarto Propio”, así como la
reelaboración de normas que alteren el orden jurídico y político tradicional, que correspondan
con lo que sucede entre mujeres y hombres en la sociedad contemporánea, sean coherentes
con sus necesidades, y consignen los derechos innovados asegurando su cumplimiento .
(Lagarde, 1986REFERENCIAS
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