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'Conocer a Jesús' no es un asunto más de la vida cristiana: ¡es el asunto de nuestra vida!
“Y esta es la vida eterna:
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. (Jn 17, 3)
¡La vida eterna es conocer a Dios y a su enviado Jesucristo! Amigos, el meollo de la vida cristiana
no es cuestión de conocer intelectualmente unas doctrinas, ni de guardar unas normas morales, ni de
practicar ciertos ritos, ni de ser miembro de una institución u organización religiosa, ¡no es cuestión
de religión, sino de relación! La vida cristiana es cuestión de conocer a una Persona.
Claro que 'conocer', en sentido bíblico, tiene un significado más profundo del que habitualmente
tiene para nosotros. El conocer según la biblia no es un conocimiento meramente intelectual, no es
un conocimiento separado de la experiencia y la vida, es UN CONOCIMIENTO ESPIRITUAL
NACIDO DEL AMOR.
'Conocer', en la biblia, tiene un sentido muy peculiar. Veamos un ejemplo: Gen 4, 1: “Conoció
Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín”. La Palabra de Dios, para ilustrarnos lo
que significa 'conocer', usa la imagen de la relación íntima entre el esposo y la esposa: 'CONOCER
ES UNA RELACIÓN PERSONAL ÍNTIMA QUE GENERA VIDA, FRUCTIFICA EN VIDA'.
El conocimiento espiritual es el conocimiento que surge de la comunión íntima, del amor:
1Jn 4-8: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”.
Flp 1, 9: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más
en ciencia y en todo conocimiento”.
Es como un círculo: el Hijo nos revela al Padre y el Padre al Hijo. Jn 6, 65: “Y dijo: Por eso os he
dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”. Y el Padre revela al Hijo sólo
a los que renuncian a la sabiduría del mundo.
- Mt 16, 15-19: “El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo:
Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres,
Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que
atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los
cielos”.
¿Conocemos esta revelación que nos ha dado el Padre acerca de Cristo? ¿la conocemos en nuestra
cabeza o nos ha sido revelada en nuestro espíritu? En la Escritura hay dos palabras griegas que se
traducen por 'palabra': 'logos' y 'rhema'. 'logos' es la Palabra de Dios dicha de una vez para siempre,
una palabra objetiva, registrada en las escrituras; 'rhema' es la Palabra de Dios dicha una segunda
vez de una manera personal a cada uno de nosotros. Ambas se complementen: cuando el logos se
hace revelación personal a mi espíritu es rhema. Podemos repetir miles de veces que Jesús es el
Cristo, el Hijo del Dios viviente, y no transformar nuestra vida; pero cuando el Padre revela esta
verdad a nuestro espíritu es cuando 'conocemos' en sentido bíblico a Jesús:
Job 42, 5: “Te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos”
Cristo en nosotros, como vida nuestra, es una revelación tremenda, nuclear para la experiencia
cristiana, para hacerse cargo cabal no será suficiente toda esta vida y la misma eternidad. (Ver
artículo 'Hay un mesaje de Dios para ti')
Col 3, 9-11: “ ...habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el
cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no
hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que
CRISTO ES EL TODO, Y EN TODOS”.
El Señor Jesucristo es el don único y total del padre. Todo lo el Padre tiene que darnos está en
Cristo, ¡es Cristo!, no hay otros asuntos o cosas en la vida cristiana. Cualquier don de Dios,
cualquier virtud, cualquier verdad, cualquier práctica, por muy bíblica y espiritual que sea, si la
separamos de Cristo, vida nuestra, se seca y se muere, y genera muerte. Es el Espíritu de Cristo el
que hace que todo conserve la frescura de vida que habita en Cristo. Nosotros estamos juntamente
crucificados con Cristo, ya no queda nada nuestro, ahora todo lo de Cristo ha pasado a nosotros,
debe pasar a nosotros. Por tanto, conocer a Jesús es experimentar que CRISTO EN NOSOTROS
LO ES TODO:
Él es ahora nuestra vida
nuestra esperanza de gloria
nuestra sabiduría
nuestra justificación
nuestra santificación
nuestra redención
nuestra seguridad y provisión
nuestra salud
nuestro poder
nuestra libertad
nuestro método (camino)
es nuestra verdad
nuestro gozo y nuestra paz
es nuestro su Espíritu
es nuestra su mente
son nuestros sus sentimientos
es nuestra su obediencia filial y su fidelidad, su oración y su comunión con el Padre
es nuestra su humildad, su paciencia, y todas sus virtudes
es nuestro su amor y ternura
es nuestra su disponibilidad para servir, para sufrir y entregar la vida hasta la muerte
es nuestro su Reino, Él será nuestra recompensa y corona de gloria...
El conocimiento, en sentido bíblico, de Jesús es un conocimiento que nos transforma, porque está
lleno de vida.
Una de las veces que Pablo nos cuenta su conversión, nos descubre el secreto que cambió
radicalmente su vida, del fariseo extremista que perseguía a la Iglesia al apóstol de Jesucristo:
“Cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia,
revelar a su Hijo en mí...”. (Gal 1,15-16)
Conocer a Jesús es mirarle a cara descubierta, y cuando quedamos expuestos así a Él, su Espíritu
nos va transformando:
“Por lo tanto, todos nosotros, que miramos a cara descubierta la gloria del Señor, la reflejamos
como claros espejos, y conforme a su propia imagen somos transformados
y crecemos más y más en gloria por la acción del Espíritu del Señor”. (2Cor 3,18)
Col 2, 2-3: “...unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de
conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de
la sabiduría y del conocimiento”.
Conocer a Jesús es caminar en por de él siguiendo sus mismas pisadas. Para eso fueron escritos los
evangelios, para guardar la memoria de cómo anduvo el Maestro.
Pero para nosotros Jesús no es sólo el Maestro y el ejemplo a imitar, ahora el Maestro está dentro de
nosotros viviendo en nosotros su hermosa y obediente vida al Padre. Nuestro seguimiento consiste
en estar crucificados con Cristo, de manera que ya no seamos nosotros, sino Cristo quien vive en
nosotros, y permitir ser guiados en todo por su Espíritu.
Termino recogiendo para nosotros la oración del apóstol:
“...El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria,
os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él,
alumbrando los ojos de vuestro entendimiento...”. (Ef 1, 17-18)
P.F. Obed