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Trabajo Social y Filosofía de la Praxis*

Johann W. Brandner **

Abstract

Gramsci‟s concept of “common sense” is used to analyze the predominant forms of social work.
The hegemonic ways of social intervention are characterized by conformism and a reduced
disposition to question the fundamental contradictions existing within modern societies. On this
base the author attempts to redefine social work by the help of two central elements of Antonio
Gramsci‟s theory: (a) his notion of the “coherence of everyday thinking” and his suggestion to take
the “sane nuke of common sense” as a starting point for social work; (b) Gramsci‟s analysis of the
“catharsis” which is identified as a possibility for subaltern social groups to develop novel
initiatives and as a “transition from the merely economic (or passionate egoistic) impulse to the
ethical-political impulse”.

Resumen

El autor recurre a las reflexiones de Antonio Gramsci en torno al “sentido común” para hacer un
análisis de formas predominantes en el trabajo social hegemónico. Estas formas de intervención se
caracterizan por el conformismo y la poca disposición por poner en duda las contradicciones
sociales fundamentales que atraviesan las sociedades modernas. Sobre esta base se intenta de
redefinir el trabajo social mediante dos elementos centrales del pensamiento gramsciano: (a) por un
lado se propone trabajar sobre la “coherencia del sentido común” retomando como punto de enlace
“el núcleo sano del sentido común”, el “sano sentido humano” de los “subalternos”; (b) por el otro
se retoma la idea de la “catarsis” identificada por Gramsci como desarrollo de iniciativas novedosas
por parte de los “subalternos”, como “transición “del momento meramente económico (o egoísta-
pasional) al momento ético-político”.

Introducción

El siguiente texto se ocupa de algunos aspectos esenciales de la relación entre el trabajo


social y la filosofía de la praxis y analiza la función y el papel del trabajo social en el marco
de la praxis societal concreta. En la primera parte me centraré en la relación que establece
el trabajo social con su objeto. Apoyándome en el texto de Gramsci “La crítica del sentido
común” voy a fundamentar la tesis de que el trabajo social no logra cumplir su cometido:
resolver los problemas sociales. Sobre esta base intento de aprovechar la filosofía de la

*
Este artículo se publicó por primera vez en la revista Forum Kritische Psychologie, no. 40, 1999 bajo el
título “Sozialarbeit und Philosophie der Praxis”. La traducción del alemán al español estuvo a cargo de
Veronika Sieglin.
**
Johann Wolfgang Brandner es trabajador social. Realizó estudios en el Instituto Internacional de Ciencias
Sociales en Moscú.
praxis con el fin de desarrollar una teoría del trabajo social que sea capaz de resolver
determinados problemas sociales.

La relación del trabajo social con su objeto

Resulta común decir que los problemas sociales y su solución constituyen el objeto del
trabajo social. Por lo menos esto es lo que se les enseña a los alumnos de la materia „Teoría
del Trabajo Social‟. Además, la mencionada definición del objeto es considerada válida
tanto para el trabajo social como una disciplina científico-social como para la enseñanza y
la praxis del trabajo social (véase por ejemplo Engelke, 1993:11). De esta manera el
trabajo social ha adquirido un compromiso claro y definido. Se trata, desde mi perspectiva,
de una pretensión política y moral muy grande.

Sobre este trasfondo se plantea la pregunta acerca del grado en que esta
reivindicación se está reflejando en el quehacer práctico del trabajo social. Considero que
dicha aspiración juega un papel sólo marginal en la praxis. ¿Por qué? Cuando hablamos de
trabajo social es preciso tener en mente de que se trata de un trabajo social desarrollado
dentro de una sociedad capitalista. El trabajo social no actúa dentro de un abstracto societal
sino dentro de un contexto neoliberal con características profundamente antisociales.

En 1848, o sea, hace más de 155 años, apareció en Londres el Manifiesto del
Partido Comunista. En este texto Marx (1983:58) formuló lo siguiente:

“La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los


instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello
todas las relaciones sociales. (…) Una revolución continua en la producción, una incesante
conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constante
distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y
enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas;
las nuevas se hacen añejas antes de haber podido cosificarse.”
Una situación parecida se observa también en el postfordismo, es decir, en el
capitalismo de alta tecnología que impera en la actualidad. Si ignoramos que el capital es el
responsable de la problemática social actual y que, además, existe una oposición
fundamental de intereses entre el capital y las clases y capas subalternas, entonces
perdemos de vista una dimensión decisiva de la realidad social.

¿Por qué el trabajo social niega en gran medida este nivel societal? ¿Por qué no
actúa de acuerdo con su propio objeto? Para encontrar una respuesta es útil retomar el texto
de Gramsci “Crítica del sentido común” ya que el sentido común constituye la „base‟ del
actuar humano.

¿Cuales son sus características? Gramsci (1986, cuaderno 11, 13:261) lo describió
de la siguiente manera:

El sentido común no es una concepción única, idéntica en el tiempo y en el espacio: es el


„folkore‟ de la filosofía y como el folklore se presenta en formas innumerables: su rasgo
fundamental y más característico es el de ser una concepción (incluso en los cerebros
individuales) disgregada, incoherente, inconsecuente, correspondiente a la posición social y
cultural de las multitudes de las que aquél es la filosofía .

En los textos de Gramsci no se encuentra una oposición abstracta entre la „alta‟


cultura y el sentido común. Ello significa entre otras cosas que el sentido común no puede
ser atribuido sin más al „pueblo‟. Se trata, en primer instancia, de “un agregado
desordenado de concepciones filosóficas y en él se puede encontrar todo lo que se quiere.“
(Gramsci, 1984, cuadernos 8, 173:304)

Esta confusa mezcla caracteriza también a la alta cultura. “Hoy lo „espiritual‟ que se
aparta de lo „temporal‟ y se distingue como autónomo, es algo inorgánico, descentrado, un
polvillo inestable de grandes personalidades culturales...” (Gramsci, 1984, cuadernos 6,
10: 18). Siguiendo a Gramsci, el sentido común contiene “elementos del hombre de las
cavernas y principios de la ciencia más moderna y avanzada, prejuicios de todas las fases
históricas pasadas toscamente localistas e intuiciones de una filosofía futura …” (Gramsci,
1975, tomo 4, cuadernos 11, p. 246).
En los textos de Gramsci no hay ninguna referencia acerca de la identificación de
“pueblo” y “sentido común”. Me parece de gran importancia remarcar este hecho dado que,
por lo general, tendemos a asignar a las “capas más altas” un “comportamiento más
racional”.

Apoyándose en el teorema de la base-superestructura (propuesto por Karl Marx),


Gramsci establece una diferencia en la praxis societal entre “estructura” y
“superestructura”. La estructura es definida como “el conjunto de las relaciones sociales en
las que los hombres reales se mueven y actúan, como un conjunto de condiciones objetivas
…” (Gramsci, 1975, cuaderno 10, 8:128). Las superestructuras refieren al campo de la
ideología. Resumiendo se puede afirmar que el “conjunto complejo y discorde de las
superestructuras son el reflejo del conjunto de las relaciones sociales de producción”
(Gramsci, 1983, cuaderno 8, 182:309).

Siguiendo a Marx, Gramsci postula que los seres humanos adquieren en el campo
de las ideologías una conciencia acerca de su posición en la sociedad. Como se mencionó
antes, las ideologías constituyen el “reflejo” de las relaciones de producción existentes en la
sociedad las que son (sin duda) de carácter capitalista. Ello me permite concluir que el
pensamiento burgués y pequeño burgués poseen (como elementos portadores del sentido
común) una posición hegemónica.

Lo anterior significa que el trabajo social, en su forma de pensar y actuar, es de


cuño burgués y pequeño burgués lo que significa, desde mi perspectiva, que al tematizarse
las contradicciones sociales fundamentales el trabajo social tiende a portarse de manera
conformista y busca evitar los conflictos. Ello acarrea una contradicción para el trabajo
social. Aún y cuando los campos problemáticos de la sociedad indican la necesidad de que
se efectúen cambios fundamentales, la integración del trabajo social en la ideología
burguesa impide este acercamiento.
Por lo tanto es preciso comprender al trabajo social “como una praxis ideológica
específica en el marco de los proyectos hegemónicos” (Brandt, 1996: 143) que contribuye a
“la reproducción de las condiciones de producción, es decir, a la regulación y a la
institucionalización de las formas sociales contradictorias” (ibidem). Por lo tanto, los
problemas sociales y su solución no constituyen, vistos de forma objetiva, el objeto del
trabajo social. Lo son más bien los problemas sociales y el bloqueo de su solución.

Me resulta decepcionante la reacción de muchos trabajadores sociales al tematizarse


esta cuestión: prefieren negarla que luchar con la cabeza en alto para convertir, las moral y
políticamente elevadas pretensiones de su profesión en una realidad. Esta situación apoya la
crítica gramsciana del sentido común.

Filosofía de la praxis y trabajo social: un ensayo para adaptarlos

Las acciones de los trabajadores sociales se orientan en estructuras cognitivas


estrechamente entrelazadas:
una estructura casi inextricable de conocimientos cotidianos
conocimientos más o menos procesados provenientes de diferentes disciplinas
científicas
conocimientos profesionales adquiridos en la praxis (Brandt, 1996: 205)

Con el fin de contener formas de acción que emergen del sentido común no reflexionado,
Gramsci propone al sujeto una auto-reflexión crítica: “El inicio de la elaboración crítica es
la conciencia de lo que es realmente, o sea un „conócete a ti mismo‟ como producto del
proceso histórico desarrollado hasta ahora que ha dejado en ti mismo una infinidad de
huellas recibidas sin beneficio de inventario. Hay que hacer inicialmente ese inventario.”
(Gramsci, 1975, cuaderno 11, 12:246) – Esta cita toca una cuestión decisiva: en cuando
los seres humanos no se ocupan de lo que los ha formado e influenciado, siguen siendo en
gran medida objetos. Gramsci remarca la responsabilidad de los seres humanos hacia si
mismos, refiriéndose a puntos que son motivo de optimismo al momento de elaborar dicho
“inventario”. “Este es el núcleo sano del sentido común, lo que precisamente podría
llamarse buen sentido y que merece ser desarrollado y hacerse unitario y coherente. “
(Gramsci, 1975, cuaderno 11, 12: 249) Dicho núcleo “…no se deja desviar por fantasías y
oscuridades metafísicas, seudoprofundas, seudocientíficas, etcétera.” (Gramsci, 1975,
cuaderno 10, 48: 212). Gramsci localiza en él “…cierta dosis de „experimentalismo‟ y de
observación directa de la realidad” así como la aplicación de principios de causalidad
(Gramsci, 1975, cuaderno 10, 48: 212).

Es por ello que Gramsci aporta importantes ideas que permiten acercarse al trabajo
social simultáneamente de manera partidista y científica. Sobre estas reflexiones quisiera
proponer para el trabajo social lo siguiente:

(a) El trabajo social tiene que hacer una reflexión consciente acerca de si mismo.
Reflexionar quiere decir aquí analizar su rol y función dentro del contexto social,
político y cultural. Reflexionar implica también un análisis de la constitución del
sentido común específico del trabajador social.
(b) Esta reflexión debería inducir la praxis profesional. Ello quiere decir que se
contengan en gran medida las acciones irreflexivas marcadas por el sentido común.
(c) El sentido común tiene que convertirse en objeto de la investigación del trabajo
social. De esta manera será posible evidenciar formas de comportamiento
anticuadas que ejercen un efecto social bloqueador y que se deben a la ideología.
(d) El discurso que surge en este contexto tiene que ser público. De él se puede esperar
el desarrollo de formas de acercamiento social cualitativamente novedosas.

Estas propuestas son practicables siempre y cuando formen parte integral de la


formación profesional. En analogía a la petición de Gramsci de acercarse al „núcleo
sano‟ del sentido común que merece ser desarrollado, consideramos que el „núcleo
sano‟ del sentido común del trabajo social también merece ser desarrollado. Esta
realización pondría el trabajo social de la cabeza a los pies. Se haría posible tematizar
problemas sociales liberados del encadenamiento ideológico. Esto representa la
condición más importante para trabajar de forma seria el objeto del trabajo social.
¿Cómo se llega desde ahí a la solución de determinadas problemáticas sociales? En
este punto surge la cuestión de la hegemonía de los problemas sociales en la sociedad civil.
Ello quiere decir que en la sociedad civil los problemas sociales deben adoptar en lo posible
un carácter hegemónico para poder ser resuelto en la estructura societal. Según Gramsci
(1975, cuaderno 10, 15: 149) “…el Estado es el instrumento para adecuar la sociedad
civil a la estructura económica …”

El trabajo social funge en este contexto como una praxis ideológica específica en el
marco de proyectos que participan en la conservación de la hegemonía burguesa. El
trabajo social tiene que liberarse de esta exodeterminación. La solución de problemas
sociales – si esto es lo que se propone – sólo es posible en unión con los seres humanos
inmersos en ellos.

¿De qué manera puede contribuir el trabajo social al desarrollo de tal proceso? La
respuesta resulta sencilla: el mismo proceso propuesto para el trabajo social, es decir, su
acercamiento al “sano sentido común”, resulta también útil para las personas que
afrontan problemas sociales. Al igual que los trabajadores sociales, los afectados de
problemas sociales poseen un “sano sentido común”. Cuando el trabajador social se
dirige a este sentido común saludable, las personas se sentirán alentadas en su
respectivo pensar y actuar.

El enfoque que visualiza al “sano sentido común” como potencial de desarrollo


constituye también la condición para la transición “del momento meramente económico (o
egoísta-pasional) al momento ético-político” (Gramsci, cuaderno 10, 6: 142) – una
transición que fue conceptualizada por Gramsci por medio del antiguo término de catarsis.
Al momento de adquirir los grupos sociales hasta ahora subordinados una capacidad de
acción a nivel de las superestructuras – lo que resulta posible sólo si superan su fase
economista-corporativista y empiecen a pensar en términos que engloban a toda la sociedad
lo que equivale a entrar a la lucha por la hegemonía – lograrán transformar la estructura
económica de una “fuerza exterior que aplasta al hombre, lo asimila a sí, lo hace pasivo …
en medio de libertad; en instrumento para crear una nueva forma ético-política; en origen
de nuevas iniciativas” (ibid). Haug (1996: 126) llama con justa razón a aquello que es
referido por el concepto de catarsis “una puesta en la cual el cómo, está en disputa” y lo
liga con el término de “capacidad de acción histórica”. “La catarsis político-ético constituye
un elemento formativo de la capacidad de acción histórica que la fomenta y es fomentada
por ella misma. Significa en un mismo momento inicial la formación de competencia
política y ética.” (Haug, 1996: 126) El desarrollo de un trabajo social inspirado por la teoría
de Gramsci depende aún de muchas reflexiones más. Pero por el momento resulta claro que
un trabajo social que pretende contribuir a la activación de los momentos catárticos tiene
que enfocarse en el desarrollo del “sano sentido común”. Dirigirse a él no significa que el
trabajo social pueda garantizar la activación de los momentos catárticos pero sí crea las
condiciones necesarias para ello.

Conclusión

Desde mi perspectiva se abre la siguiente coyuntura: el trabajo social se refleja en su


contexto social, político y cultural. Al acercarse al “sano sentido humano”, el trabajo
social se libera de su sobredeterminación ideológica existente hasta el momento. Es así
cómo el trabajo social se convierte en ejemplo de acción; a partir de este momento
puede ser transferido a las personas afectadas por determinados problemas sociales y
movilizar sus fuerzas en el sentido de una “catarsis”. De este modo se hace posible que
ciertas problemáticas sociales adquieran un carácter hegemónico en la sociedad civil lo
que constituye la condición de su superación dentro de la estructura social.

Ciertamente, este tipo de acercamiento exige valentía. No obstante, todo lo que nos
hace falta para ello es un “sano sentido humano”, una exigencia que me parece
apropiada a finales del siglo XX.
Bibliografía

Brandner, Johann W. (1996). Überlegungen zur gegenwärtigen Lage der Sozialarbeit –


unter besonderer Berücksichtigung Antonio Gramscis Philosophie der Praxis. Tesis
de maestría, Dornbirn.

Brandt, E. (1996). Soziale Arbeit als Wissenschaft. Eine Orientierung. Freiburg im


Breisgau, Lambertus-Verlag.

Engelke, E. (1993). Soziale Arbeit als Wissenschaft. Eine Orientierung. Freiburg im


Breisgau, Lambertus Verlag.

Gramsci, Antonio (1981). Cuadernos de la cárcel. Tomo 2. Edición crítica del Instituto
Gramsci a cargo de Valentino Gerratana, México, Era.

-------(1983). Cuadernos de la cárcel. Tomo 3, Edición crítica del Instituto


Gramsci a cargo de Valentino Gerratana, México,

--------(1986). Cuadernos de la cárcel. Tomo 4. Edición crítica del Instituto


Gramsci a cargo de Valentino Gerratana, México, Era.

Haug, Wolfgang Fritz (1996). Philosophieren mit Brecht und Gramsci. Hamburg,
Argument-Verlag.

Marx, Carlos (1983). Manifiesto del Partido Comunista, México, Editores Mexicanos
Unidos.

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