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_ JUGANDO PARA VIVIR VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
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evolutivo (angustia de separación, afirmación de la propia identidad...); dificulta- des
provocadas por relaciones O vivencias conflictivas (comer, dormir, control de esfínteres...),
por acontecimientos que cambian su vida (nacimiento de un herma- no, separación de los
padres...); por situaciones nuevas, desconocidas (empezar el colegio, ir al médico...). Los
niños pequeños están constantemente experimentan- do sentimientos y emociones que no
entienden, que no reconocen y que los des- equilibran y los hacen estar ansiosos y sentirse
inseguros.
Las personas adultas también experimentan angustias e inseguridades, pero la experiencia
y el conocimiento les da recursos y puntos de referencia para su- perarlas, y el lenguaje les
posibilita exteriorizarlas y explicarlas. Los pequeños, en cambio, no tienen ni el
conocimiento ni la experiencia que les permita soportar y elaborar esta clase de conflictos.
Aún no dominan el lenguaje, pero los senti- mientos están ahí. Para ellos, el juego es un
medio a través del cual pueden ex- presar y exteriorizar sus conflictos y sus deseos; los
representan, se familiarizan con las situaciones que deben vivir o han vivido, y así poco a
poco las van en- tendiendo, van entendiendo el rol de los otros, y se adaptan a ellos. El
juego actúa en ellos como equilibrador de emociones y liberador de tensiones.
El pequeño juega, repite la acción y representa la situación tantas veces como le parezca
necesario, al ritmo que quiere y haciendo todos los papeles: de mayor, de pequeño, de
médico, de enfermo, de malo, de poderoso, de maestro...
Por ejemplo, el juego de esconderse para familiarizarse con el hecho de la se- paración; el
juego con muñecas con relaciones o vivencias conflictivas como comer, dormir, el pipí que
se escapa, lavarse la cabeza...; el juego de simulación o simbóli- co (con o sin muñecas) para
representar y familiarizarse con situaciones nuevas, des- conocidas (escuela, médico...),
para sentirse poderoso y afirmarse (Superman, lobo...).
El juego, especialmente el de representación o simbólico, funciona de equi- librador de
emociones y liberador de tensiones:
• Rebaja la ansiedad producida por los conflictos evolutivos y facilita su su- peración.
Cuando un niño o una niña no puede jugar, se queda sin recursos para ela-
borar sus conflictos y con pocas oportunidades de encontrar un equilibrio emo-
Planificar la etapa 0-6
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ES
JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
cional que le haga posible recuperar, en un tiempo razonable, el bienestar tantas veces
perdido. El juego es el diálogo del niño consigo mismo.
Función potenciadora del desarrollo y el aprendizaje El juego presenta unas características
y unas condiciones que hacen de él una si- tuación privilegiada para el aprendizaje:
• Hay motivación, el niño pone todo su interés y atención en lo que hace.
• Losaprendizajes son significativos para el niño porque son funcionales, por- que los
aplica al juego inmediato y porque jugando aprende desde la capacidad, aplica sus
conocimientos previos y sus habilidades.
• Puede ir a su ritmo y puede repetir el juego tantas veces como sea necesa- rio, sin
sentimiento de castigo o de aburrimiento, haciendo su propio cami- no; permite un
aprendizaje personalizado siguiendo su propio proceso.
• El niño, cuando juega, se permite equivocarse, intentar una y otra vez. Para él es
importante hacer bien las cosas, pero la posibilidad de no poder o no saber no lo
bloquea, no tiene miedo al fracaso. Por el contrario, el miedo al fracaso puede aparecer
con la demanda del adulto, ya que éste pone un ob- jetivo concreto a la acción del niño,
objetivo que el niño no puede cambiar; señala la importancia de un resultado;
introduce un juicio externo, la posi- bilidad de no satisfacer la voluntad del adulto,
aspectos que pueden paralizar su acción y, en consecuencia, impedir el aprendizaje.
«No sé, no puedo, no
• Adquisición y desarrollo del lenguaje, porque impulsa al niño a hablar con- sigo mismo
y CON los demás.
• Procurar bienestar y seguridad, y mantener las condiciones para poder con- tinuar
jugando (ordenar, eliminar interferencias...)
• Acompañar y escuchar el juego del niño, esto es, mostrar interés, empatía, estar al
alcance, hacer de espejo.
• Intervenir para hacer posible la continuación del juego: ayudar a mantener las pautas
del juego, introducir elementos para enriquecerlo, ayudar a re- solver los conflictos, no
tanto a hacer justicia.
• Conceder el tiempo necesario para que pueda producirse un proceso: poder repetir, no
interrumpir, NO forzar...
JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
El adulto siempre es el referente afectivo e intelectual del niño. De él de- pende su vida y su
progreso. También su juego.
Diferentes tipos de juegos
Si observamos a un niño de meses y a otro de dos o tres años, veremos dle inme- diato que
el tipo de juego que practican uno y otro es muy distinto. La actividad que realizan ambos
está estrechamente relacionada con el nivel de desarrollo y de conocimientos previos de
cada uno. Hay una evolución en la forma de jugar que acompaña y estimula el proceso de
desarrollo: el aumento de capacidades, la am- pliación de intereses, la definición de
aficiones personales... Incluso entre los niños y las niñas de la misma edad aparecen
diversos tipos de juego, según sus ca- racterísticas personales y gustos.
Son muchas las clasificaciones que pueden hacerse de los diferentes tipos de juegos,
dependiendo de los criterios que interese tener en cuenta. Aquí hemos op- tado por
clasificarlos según el tipo de actividad que promocionan de forma prio- ritaria: juego
motor, juego exploratorio y de experimentación, y juego simbólico. Por último, hemos
añadido una reflexión sobre la función educativa del juego cooperati- vo. Esta clasificación
facilita el análisis de los contenidos de aprendizaje de cada juego y simplifica la reflexión
sobre su evolución, sobre la organización de las
diferentes propuestas y la intervención del adulto. El juego motor
Qué entendemos por juego motor
Durante toda la etapa de educación infantil, la evolución psicomotora de los niños y niñas
se basa en tres parámetros básicos e imprescindibles: la acción, el placer del juego en sí
mismo y la relación con el otro. Conforme los pequeños crezcan, dicha relación con el otro
ampliará la frontera de los adultos para abarcar progre-
sivamente a los compañeros de juegos, a los iguales.
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El juego motor se establece a partir de la relación del niño y la niña con el entorno, y se
manifiesta a través de la acción. Pero ¿qué entendemos por acción? Existen acciones muy
explícitas, como saltar desde un tronco, O acciones implíci- tas, como estar parado
observando el juego del otro. Toda acción implica un mo- vimiento, por grande, pequeño e
incluso mínimo que sea. Para Wallon (1 981), todo movimiento conlleva una manifestación
del tono muscular, que, a su vez, res- ponde a una emoción, intensa o ínfima. El
movimiento, per se, no tiene objetivo si no aparece una razón que lo provoque.
Con la alternancia de la presencia y la ausencia de la madre, el niño o la niña genera el
deseo de su búsqueda, el placer de recuperar la perdida fusión... y entonces gira la cabeza
y'busca con la mirada, alza la mano para encontrar, emite un sonido para expresar... y Se
encuentra con el mundo. Todo este pro- ceso está mediado por una progresiva maduración
neurológica que le permite integrar sus propias acciones a las respuestas del otro, O de lo
otro, a la vez que le ayuda a empezar a reconocer su propia diferencia respecto a lo que le
rodea, su individualidad.
Así, a través de la acción ligada al placer y a la presencia afectuosa y tran- quilizadora del
adulto y más tarde de los iguales, va aumentando la calidad de su relación con el entorno y
eso le permite desarrollar un proceso evolutivo armóni- co que implica la globalidad
corporal.
El niño se relaciona con el entorno a través del cuerpo. Pero ¿qué entende- mos por
cuerpo? Para Lapierre y Aucouturier (1980), el cuerpo es, en primer lugar, un instrumento
de comunicación y de supervivencia en sí mismo. Contiene, ade- más, un substrato
cognitivo, que provoca una actividad voluntaria. Pero este subs- trato coexiste también con
una organización tónica involuntaria: la que está ligada a estados afectivos y a pulsiones
que no controlamos conscientemente porque no las «pensamos».
Sin embargo, es a través de la imaginación inconsciente como expresa- mos, de forma no
consciente, una vivencia imaginaria del cuerpo y su relación con el otro y con el mundo,
basada en las primeras experiencias relacionales, que quedan grabadas en la memoria
inconsciente y forman una plataforma bá- sica donde se genera una forma determinada de
vivir las sensaciones, percep- ciones, emociones... y de manifestar la inteligencia. Así pues,
cuerpo, mente cognitiva y consciente, y mente inconsciente forman parte de ese todo al que
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mamos globalidad corporal.
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_ JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
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JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
Función educativa del juego motor
El juego motor favorece globalmente todos los parámetros evolutivos, pero veamos
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aquéllos en los que procura una mayor incidencia:
Favorece la acción del niño y la niña: el placer de actuar es un instrumen- to fundamental
en los aprendizajes de los más pequeños. Para Lapierre y Aucouturier (1980), es la forma
de «pensar» del bebé y poco a poco este pensamiento se va desprendiendo de muchas
raíces sensoriales y motoras. Mediante la acción, el niño o la niña son activos en su propio
desarrollo. Ayuda a desarrollar patrones de habilidades motoras: a través del juego motor
el niño y la niña ejercitan su capacidad para la marcha, la carrera, el salto, el giro, el
equilibrio, para lanzarse, arrastrarse, rodar, para tirar y re- coger, para manipular objetos
grandes y pequeños, para efectuar movi- mientos cada vez más precisos y más delicados.
Cuanto más seguro se sienta el niño, más capaz será de asumir nuevos retos, lo que supone
un gran paso en la conquista de su autonomía.
Sostiene la comunicación: para Levin (1995) un gesto es un movimiento mostrado al otro,
siempre que el otro lo mire. El niño o la niña conoce su cuerpo a través de la imagen del
otro, comienza a mirarse desde el otro. En los más pequeños ese otro referencial es el
adulto, pero conforme van cre- ciendo van ampliando los parámetros: hermanos,
compañeros... El juego motor se puede convertir en un espacio donde la persona adulta
recoge todas las expresiones y manifestaciones gestuales y corporales del niño o la niña, las
cuales siempre tienen una razón de ser. Las lee, les da sentido y las “ayuda a evolucionar.
Facilita la identificación: en su interacción con el entorno y como con- secuencia de las
experiencias vividas, el niño y la niña se diferencia, se compara y se conoce a sí mismo y a sí
misma, con lo que va adquirien- do identidad propia, interiorizando progresivamente su
cuerpo y sus po- sibilidades, madurando el esquema corporal en conocimiento, conciencia
y control. La propia aceptación pasa por la aceptación de los demás, comprometiendo en
ella su propia autoestima. Por eso, es im- portante que pueda mostrarse tal como es, con
sus miedos, dependencias y su autoafirmación.
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• Favorece la aclquisición de conocimientos: cuando un niño se mueve, está pensando.
Tiene que pensar, por ejemplo, cómo va a pasar al otro lado de una valla, subir un
escalón o meterse en una caja. Al mismo tiempo está re- cogiendo información («no
llego, esta pared acaba por allí, aquí no quepo, no se está bien en este suelo, aquí sí que
se está bien...»). Aprende a buscar estrategias que le permitan facilitar las cosas,
aprende a pedir ayuda.
del cuerpo.
Propuestas organizativas
Proponer una oferta diversificada quiere decir también ofrecer espacios y materia- les
diversos. Con mucha suerte dispondremos de una sala, además de la propia clase, pero
podremos utilizar también algún espacio común, como las entradas, las terrazas o los
patios, dependiendo de las características de la actividad. Según cuál sea, ofreceremos un
tipo de material u otro. Si, por ejemplo, el juego se basa en una vivencia emotiva y
relacional, puede requerir materiales como telas, COji- nes, papel, cajas, Cartones, objetos
sonoros... Es necesario que haya suficiente ma- terial para todos y, asimismo, tener la
precaución de no amontonarlo todo en el
centro de la sala, para que se vea bien y sea fácil acceder a él.
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JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
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O
JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
Si se trata de un circuito, podemos intentar ofrecer todas las posibilidades que permite el
movimiento, de acuerdo con la edad y con la madurez de los pequeños y las pequeñas:
caminar, saltar, hacer equilibrios, girar, trepar, desli- zarse, lanzarse...
Pero también podemos combinar en un mismo juego actividades diversas que requieran
una adecuación del espacio en varias zonas, cada una con material diferente. Así, una parte
de la sala o clase puede estar equipada con elementos que favorezcan la práctica de
habilidades motrices con espalderas, plintos, bancos para saltar y hacer equilibrios etc.,
mientras que en la otra se lleven a cabo jue- gos más emotivos, para lo que se disponga de
un rincón donde esconderse (tras unas cortinas, cajas grandes de cartón, construcciones
con cubos de espuma, etc.) o donde colocar colchones, cojines, telas...: todo ello para
favorecer una expre- sión más sensible del sentimiento, la imaginación y la fantasía.
Durante toda la etapa de educación infantil, es muy aconsejable valernos de algún ritual
que permita, por una parte, crear un clima más cercano a lo coti- diano, lo que comporta
una mayor seguridad en la forma de actuar de los niños; y, por otra, ayudarles a entrar en
una nueva situación de una manera más ordena- da: podemos sentarnos y explicar lo que
vamos a encontrar o bien cantar una canción relacionada con el tema.
Cuando no salimos de la clase, el ritual ayuda a separar las actividades ha- bituales del
juego motor. En ese caso es conveniente recoger, si puede ser entre todos, los juguetes que
suele haber en las estanterías, para dar paso al material pre- ciso del juego en cuestión: de
esta manera favorecemos que no se pierda interés al mezclarse objetos para diferentes
usos.
En el juego motor se pone en relación el propio cuerpo con el medio ex- terno, es decir, con
el espacio, los objetos y con el otro. Pero también el cuerpo se relaciona con lo interno, las
emociones, pulsiones, placeres...
Para que los niños y las niñas tomen conciencia de cómo es su cuerpo, qué posibilidades y
limitaciones tiene, qué sienten y cómo lo sienten, es importante que puedan representar, es
decir, que puedan separarse un poco de la vivencia puramente sensomotora para acceder
progresivamente al pensamiento. Por ello, desde pequeños, con uno o dos años, podemos
ofrecerles, al acabar una activi- dad de juego motor, un espacio personal donde poner
palabras a sus vivencias, en el momento de calzarse de nuevo los zapatos, en el momento
del cambio de
pañales (si la acción no está demasiado alejada en el tiempo respecto a cuando
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JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
se hizo la actividad), etc. En esta edad será el profesional quien dará significados y pondrá
palabras, principalmente en forma de pregunta, a sus acciones. Confor- me vaya creciendo,
será el niño quien intervendrá, cada vez, de una forma más clara y precisa.
Entre los dos y los tres años, podemos ofrecer, en este momento de la acti- vidad, una cesta
con muñequitos articulados tipo Playmobil y propuestas diminu- tas del material utilizado
en el juego real. Esto nos da campo para observar cómo el niño traslada lo vivenciado a este
nuevo juego mucho más representativo, pero también podemos ofrecer ceras para pintar,
arcilla para modelar, o imágenes rela- cionadas con el tipo de actividad efectuada, para
comentarlas juntos... A partir de los tres años, el niño puede representar a través del
diálogo, el dibujo, el modela- do, las construcciones...
Existen actividades motrices que no requieren material de juego específico. En cuanto al
contacto y la conciencia corporal, durante la primera infancia cabe destacar los que
podemos llamar juegos de cuna y regazo, donde el bebé experi- menta, a través de su
propia acción y la de la persona adulta, la vivencia de su cuer- po en relación. La
intervención de la expresión musical se funde con la corporal en una misma intención,
comunicarse. Los canales son diversos: el gesto y el movi- miento, el contacto corporal, la
mirada, la voz y el sonido, la palabra, el ritmo, la
melodía, la sucesión ritualizada de los diferentes momentos de la canción...
Primero es la educadora quien mueve, habla y canta a los niños, pero poco a poco son éstos
los que toman la iniciativa y pasan de recibir a producir accio- nes, es decir, a actuar con la
complicidad del adulto. Esta complicidad es un nexo importante para establecer un buen
vínculo. El masaje y todos los juegos que conllevan presiones O caricias corresponden a
esta tipología.
Conforme crecen van accediendo a juegos Como, por ejemplo, hacer ca- rreras o «lo que
mande el rey», donde tiene todavía mucha importancia la pre- sencia del adulto, que les
introduce en el hecho de tener que respetar unas ciertas reglas. Llegados a este punto,
empiezan a entrar en el mundo de los mayores.
Es necesario señalar que los materiales propuestos deben ser seguros, va- riados y
estéticos. Seguros para evitar posibles accidentes o intoxicaciones; variados para
proporcionar un mayor abanico de experiencias y estimular la imaginación. Finalmente es
aconsejable atender al aspecto estético de las propuestas. Mucho mejor si el material es
reciclado, pero hace falta reponerlo si se estropea y no ofre-
cerlo roto, sucio o averiado.
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Mi e
JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
Es necesario calcular que este tipo de actividades exigen un tiempo de pre- paración y otro
posterior al acabar, sobre todo si los niños y las niñas van a parti- cipar en la recogida de
material o se va a experimentar a través de algún elemento que comporte la necesidad de
hacer una limpieza posterior.
Existe también un tiempo que es muy importante tener en cuenta: el perso- nal de cada
niña o niño. Es importante conocer cuánto tarda cada uno en entrar
en el juego, en centrarse o en cansarse de él, y esto se logra a través de la obser- vación.
Rol de la persona adulta
La persona adulta debe conocer el momento evolutivo de los niños y niñas con quienes va a
practicar el juego motor. Podemos encontrar en un mismo grupo niños con tendencia a la
hipertonía y otros con tendencia a la hipotonía. La ma- nera de vivir el cuerpo y el espacio
es diferente para unos y otros. Los primeros toman conciencia de su cuerpo a través del
movimiento y del espacio que ocupan y conquistan. Los segundos gustan más de la
observación, del contacto y de la ma- nipulación corporal directa.
También es necesario reflexionar sobre cuál es nuestro papel dentro del juego motor y qué
tipo de intervención nos planteamos. La figura de la persona adulta ha de ser un referente
claro, que acoja, que garantice la seguridad y la es- tabilidad. Alguien que escuche, que dé
significado al juego del niño o la niña y que dé respuestas adecuadas.
Cuando organizamos juegos motores, hemos de tener en cuenta dos tipos de espacio. El
físico, donde se desarrollan las actividades, pero también el que sig- nifica lugar dónde y
tiempo para:
• Actuar, probar y comprobar, ejercitar posibilidades, crear...
Este espacio necesita de una actitud flexible por parte de la persona adulta, más
preocupada por canalizar las inquietudes de los niños y niñas que por juz- garlas. Por ello,
el educador o educadora debe ser consciente de su propia mane-
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ra de sentir y establecer el contacto corporal estrecho, a través del tacto, el olor... o bien en
la distancia mediante la voz O la mirada. Asimismo, es importante que reconozca los
propios estados anímicos y se dé cuenta del grado de mecanización con que aborda los
contactos, la forma en que le afectan las rutinas O utiliza el es- pacio, es decir, cómo se
mueve (¿demasiado deprisa, quizá?) o cómo se sitúa (¿a la altura del niño o la niña?, ¿o
no?). La manera de moverse tiene mucha impor- tancia en el ambiente y la dinámica que se
establece en la clase, especialmente cuando las niñas y los niños son muy pequeños.
Este espacio de juego, que favorece una relación de calidad entre compa- ñeros y con la
persona educadora, no ha de significar un momento aislado, sin re- percusión ni conexión
con el resto de las actividades diarias, sino un lugar donde estrechar lazos, mejorar
conocimientos mutuos, Crear confianza y seguridad que repercutan en el quehacer diario,
en la vida cotidiana.
También es importante hacer el esfuerzo de recorrer caminos no habituales, de ofrecer a
los niños y niñas varios tipos de experiencias en nuestra forma de inter- venir, porque
repercutirá en una acción más rica en su posterior juego espontáneo.
La alternancia entre el juego espontáneo, el juego libre, pero provocado por la persona
adulta, y el juego dirigido procura mayor riqueza al posterior juego del niño y de la niña.
Les ofrece estímulos e ideas de donde partir para empezar a practicar su propia
creatividad.
Así pues, la maestra y el maestro acogen, recogen, proponen, escuchan y Ob- servan. Sin
duda su intención es poder ofrecer respuestas adecuadas a lo que cada niño o niña necesita
en su desarrollo corporal y su estructuración mental. Después evalúan el proceso, no sólo el
que los niños han seguido, sino también el propio. Para ello, es aconsejable elaborar pautas
de observación que nos permitan orientar nuestra tarea, siempre que sean suficientemente
abiertas a las iniciativas de los niños.
Aspectos que proponemos observar:
• La actitud de la persona adulta: anticipar O seguir el ritmo de los niños y niñas.
• El espacio y el material: ¿es suficiente?, ¿se presenta adecuadamente?
• La dinámica general: ¿los niños y las niñas son capaces de solucionar pe- queños
conflictos por sí mismos?
• Un niño o niña en concreto: ¿se interesa por los otros niños y niñas?
• Invención de artill
es
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La experiencia nos muestra una progresión en el juego de experimentación, que evoluciona
paralelamente a las capacidades perceptivas de controlar el pro- pio movimiento, de actuar
intencionadamente, de prever, de imaginar, de rela- cionar... Al igual que éstas, el juego se
va desarrollando paulatinamente, sin que el inicio de una nueva fase signifique la
superación de la anterior, que continúa evolucionando. Las podríamos nombrar así:
• Exploración sensorial.
• Invención de artilugios.
Por todo ello nos podemos preguntar: ¿tiene sentido ofrecer en la escuela situaciones que
propicien el juego de experimentación? Nosotros creemos que este tipo de actividad está
directamente vinculada con el aprendizaje y desarrollo de las competencias de los niños y
las niñas, y debe tener una gran presencia en los dos ciclos de la educación infantil.
La escuela debe facilitar abundantes materiales y situaciones que lo. pro- muevan y realizar
propuestas concretas de aprendizaje a través de actividades ex- ploratorias lúdicas.
Propuestas organizativas
La organización cuidadosa del tiempo, del espacio y de los materiales es im- prescindible
para garantizar el ambiente adecuado para desarrollar este tipo de juegos.
La creación de un ambiente propicio para que los niños y las niñas tengan ganas de
explorar, de experimentar, de aprender es responsabilidad del profesio- nal, ofreciendo
actividades para pequeños grupos, y no siempre para todos a la vez, para facilitar que
surjan los intereses de todos y la negociación entre ellos; permitiendo una circulación de
materiales y personas fluida, fácil y de libre elec- ción; aceptando que este tipo de
actividades pueden producir más ruido que otras, pero intentando minimizar su
incremento con soluciones creativas; bus- cando la manera de facilitar la actividad de los
niños y niñas; y estando disponi- bles para ayudarlos en la resolución de los problemas que
se plantean.
La persona responsable, por tanto, tiene que reservar una parte del horario para estas
actividades y concederles el tiempo suficiente para que puedan progre- sar. Las ideas, los
proyectos, las hipótesis de las niñas y los niños surgen de la inter- acción y exploración de
los objetos; si no han tenido tiempo suficiente para realizar estas acciones, no podrán dar el
paso siguiente, que es el que permite el progreso, la confrontación, la generalización, el
aprendizaje.
Distribuir el espacio de manera que los niños puedan realizar la actividad sin interferencias
es otra de las condiciones organizativas que determina la posi- bilidad o no de la actividad
infantil. Estas actividades, cuando se realizan con gru- pos grandes, requieren que el
espacio sea amplio y que esté organizado en pequeños núcleos de acción, vinculados entre
sí o independientes.
Planificar la etapa 0-6
_ JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
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JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
Ofrecer materiales interesantes, variados, ricos sensorialmente, combina- bles entre sí es el
tercer aspecto organizativo al que queremos aludir. Creemos que los materiales que se
ofrecen han de colocarse en un lugar accesible para todos los niños, de forma que puedan
ser utilizados por ellos por propia iniciati- va y de forma autónoma. Asimismo, deben
organizarse con flexibilidad, renovar- se, enriquecerse con nuevos elementos y
transformarse, de modo que faciliten continuamente el descubrimiento y la interacción. En
general, los materiales a los que hacemos referencia en las actividades detalladas a
continuación poco tienen que ver con los juguetes ni con los materiales didácticos del
mercado y, sin embargo, con frecuencia interesan más a los niños, sugieren acciones mucho
más ricas y promueven mejor el aprendizaje.
La escuela, como organización para la intervención educativa intenciona- da, puede ofertar
un gran abanico de situaciones que faciliten el juego de experi- mentación. Aquí apuntamos
algunas posibilidades:
• Exploración sensorial: diferenciación, localización, comparación de textu- ras, olores,
sabores, sonidos, imágenes de objetos que pueden despertar curiosidad por sus
características o por resultar engañosas a los sentidos. Ejemplo: «cesto de los tesoros»,
juegos con lupas, imanes, hologramas, ca- leidoscopios, etc.
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JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: El JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
Rol de la persona adulta
Consecuente con los planteamientos anteriores, el papel educativo consiste en ser un
facilitador activo de este tipo de juego, estimular a los niños y niñas en la cons- trucción del
conocimiento, creando entornos donde prospere y se contraste el aprendizaje.
Por eso, estamos de acuerdo con Alfieri (1990) cuando expresa que «a la escuela infantil le
corresponde el papel de trabajar sobre las ideas de los niños», es decir: observar sus
intereses y su forma de actuar sobre los objetos, indagar sobre sus creencias, sus formas de
mirar el mundo y su manera de interpretar los fe- nómenos, y ocuparse a la vez de que esas
ideas progresen y el proceso cogniti- vo no se detenga. Después ya vendrá la confrontación
con la realidad y con el conocimiento científico. Eso sí, se debe ajustar el lenguaje que se va
a utilizar cuando en la escuela se habla del mundo, de sus fenómenos, de los interrogan- tes
planteados...
Corresponde a las personas educadoras, durante la actividad, la observa- ción atenta de las
necesidades e intereses de los niños y niñas, de la forma de uti- lizar el material, de las
interacciones que se producen, de las experiencias que realizan, y la comprensión de los
fenómenos que tienen lugar, para después eva- luar su efectividad y el progreso que
representan en la evolución de cada uno de los pequeños. Además, los educadores y
educadoras deben diseñar las modifica- ciones de la actividad que creen conveniente
introducir, para facilitar el progreso de todo el grupo a partir de los nuevos intereses
generados.
Pero hay momentos en los que conviene que la maestra tenga una parti- cipación más
activa en el desarrollo de la actividad, para que amplíe el campo de acción de los niños y
niñas y que ellos mismos se puedan marcar nuevos ob- jetivos.
Veamos un ejemplo: un grupito de niñas y niños juegan con planos incli- nados. Para ello, se
puede sugerir:
• Utilizar objetos de diferentes formas para dejarlos caer por la rampa (bolas, coches,
tubos, cubos...).
• Variar el tamaño (bolas grandes, medianas y pequeñas, coches con ruedas de distinto
tamaño...), el peso (camiones con o sin carga...) o el sistema de propulsión (soltarlos,
tirarlos, empujarlos, impulsarlos con un globo que se desinfla o con una polea...).
JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
estimular y promover el juego simbólico, pero sin olvidar que el protago- nista del juego es
el niño o la niña.
El juego simbólico debe ser una actividad central e importante dentro de la actividad de la
escuela y, para ello, hemos de dar la oportunidad de jugar. Deberíamos reservar un espacio
y un tiempo para que se pueda jugar en la escuela. Hay escuelas que entienden el juego
como un tiempo de «desaho- go». Se juega después de hacer otras actividades que
consideran centrales y se dedica el tiempo y el espacio sobrante. En estas circunstancias el
maes- tro O maestra no le dedica ni esfuerzo ni atención. Creemos que el juego simbólico en
las edades de educación infantil debería ser considerado una de las actividades centrales y
contar, por tanto, con una estructura organi- zativa, unos materiales específicos y un
espacio privilegiado dentro del horario escolar.
Es bueno marcar el tiempo de inicio y final del juego, por ejemplo, con una campana. Se
deberían prever también espacios más descontextualizados, como el lugar de trabajo de los
padres, un restaurante, una enfermería, o de situaciones fantásticas como un bosque, un
barco pirata o los ambientes evocados por un cuento. Un grupo limitado de niños y niñas: el
juego simbólico es difícil para los ju- gadores. Como hemos descrito, en estos momentos se
ponen en juego muchas emociones y competencias que el niño o niña está aprendiendo.
Por este motivo, el juego resulta más sencillo si el grupo es reducido. Ayudar a los niños y
las niñas a jugar entre ellos. Los roles de los adultos en el juego simbólico pueden ser
muchos. El de mediador es uno. El adulto puede mediar en el intercambio de juego cuando
hay situaciones de blo- queo de algún niño, cuando tiene algún problema de lenguaje o de
relación.
Rol de la persona adulta
Para que la intervención del adulto sea positiva creemos que es importante que:
4
Se sienta implicado, cómplice del juego de los niños y las niñas. Se divierta con el juego de
los niños.
Sea agradable y disponible.
Sus intervenciones sean respetuosas.
154 Planificar la etapa 0-6
Las interv: » Proponer. + Escuchar. » Contener. » Verbaliza.
» Facilitar. » Observar ción.
El juego ci
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Las intervenciones van encaminadas a: » Proponer.
• Escuchar.
• Contener.
• Verbalizar.
» Facilitar.
• Observar a los niños y niñas, los materiales, el tiempo, la propia interven-
cion.
El juego cooperativo
Función educativa del juego cooperativo
La finalidad del juego cooperativo es dar la posibilidad a los alumnos y alumnas de
aprender unas habilidades sociales y desarrollar unos valores morales con el objetivo de
que adquieran competencias que les ayuden en el desarrollo de su per- sonalidad y de su
relación con la comunidad. El aprendizaje en valores nos lleva a mejorar el clima de
convivencia en la escuela.
Puesto que estas actividades optimizan el aprendizaje de valores, nuestra función como
educadores o educadoras debe ser dar la posibilidad de que se aprendan y no esperar que
los valores surjan por sí solos, porque hay niños y niñas que tienen pocas oportunidades de
vivirlos en su entorno familiar.
Así pues, la función del juego es ofrecer la oportunidad de descubrir y ex- plorar
vivencialmente normas de relación, valores, problemas, diferencias o simi- litudes con los
demás, la percepción que los otros tienen de uno mismo, etc.
Podemos enumerar algunos de los aprendizajes que, en general, impulsan los juegos
cooperativos:
• Se aprende a valorar positivamente al otro, porque necesitan de él.
solucionarlos.
Planificar la etapa 0-6
l
155
JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE |
Se incrementan las estrategias cognitivas de interacción social indirectas, como la técnica
de resolución de conflictos, y se disminuyen las estrategias cognitivas agresivas
(Garaigordobil, 1995, p. 102).
Se da la oportunidad de conocer y vivenciar valores que son desconocidos en su entorno
social, de este modo los niños descubrirán en el juego sim- bólico grupal valores de las
culturas de sus compañeros y compañeras. Disminuyen las conductas pasivas y agresivas
(Garaigordobil, 1995, p. 112) Los juegos cooperativos son una base de aprendizaje para la
convivencia que proporciona a los niños y niñas nuevas estrategias y concepciones fren- te
a un problema de relación. El conocer y después actuar cooperativa- mente provoca que
muchas de las actuaciones negativas que presentaban antes de realizar este tipo de juegos
vayan disminuyendo.
Facilitan la aceptación de la diversidad de compañeros y compañeras, porque no hay una
confrontación de acciones, sino una construcción común, donde cada aportación se suma a
las demás para alcanzar un objetivo común.
Terry Orlick fue uno de los divulgadores de los juegos cooperativos en el
ámbito escolar y definía cuatro componentes esenciales en este tipo de juegos: coo-
peración, aceptación, participación y diversión (Orlick, 1986, p. 13).
La cooperación. Se establece entre los integrantes del juego para conseguir un objetivo
común.
La aceptación. Cada niño o niña tiene un papel lleno de significado en el juego una vez que
elige participar. Cada persona es aceptada con sus habi- lidades y sus hándicaps.
La participación. Todos participan, ya que nunca pierde nadie. (Se da la oportunidad de que
alguien pueda sentarse a descansar o a observar cómo juegan sus compañeros.)
La diversión. Al desaparecer el miedo a ser eliminado o a fracasar, aparece un estado de
ánimo positivo. «El compartir aumenta la experiencia de la di-
versión».
Nos gustaría señalar que en las edades de educación infantil la mayoría de
estas actividades son más de colaboración que cooperativas; sin embargo, hemos
visto muchas situaciones en que los alumnos y alumnas llegan a acuerdos que las
sitúan más próximas al valor de la cooperación.
156 Planificar la etapa 0-6
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Propuestas organizativas
A partir de la reflexión sobre las distintas experiencias en la educación en valores, podemos
considerar que los valores se aprenden mucho más cuando se plantean como un objetivo
globalizador, presente en las programaciones de las distintas áreas y de todas las
situaciones de la vida escolar y, sobre todo, presente en la ac- titud de la educadora. Y que,
para reforzar este aprendizaje, conviene dar al juego, en general, un mayor protagonismo
en la vida de los niños en las escuelas, y al juego cooperativo, en particular, un tiempo y un
espacio concreto.
Cuando en la escuela nos encontramos con un horario concreto y con multitud de objetivos
que desarrollar, es necesario establecer prioridades, ya que el tiempo es limitado.
En general, cuando se inician juegos de este tipo en un grupo donde no ha habido
actividades de relación, se inician con juegos de presentación, después de distensión, donde
se provoque compartir la risa. Más adelante puede empezarse con juegos de ayuda y de
cooperación, y, con el tiempo, los que implican un con- tacto físico, porque, aunque sean
pequeños, hay niños y niñas a los que les cues- ta mostrar sus emociones y que invadan su
persona tocándoles.
Podemos organizar diferentes tipos de juegos cooperativos adecuados para la etapa de
educación infantil. A continuación presentamos una breve clasifica- ción y selección.
• Juegos de presentación. Ayudan a aprender e identificar el nombre de los compañeros
al tiempo que se crea un ambiente de participación. Son el paso previo a la formación
del grupo. Veamos algunos ejemplos:
. Los más pequeños se pueden sentar en círculo y pasarse una pelota o un muñeco mientras
la maestra o el maestro dice su nombre o el propio niño o niña, si sabe hablar.
. Se tira un globo al aire y, cuando cae, el niño o niña que está más cerca le da un golpe y
dice su nombre, y así sucesivamente.
• Juegos de afirmación. Pretenden impulsar un autoconcepto positivo, tanto individual
como del grupo. Ponen en juego los mecanismos en los que se basa la seguridad en uno
mismo, tanto internos (autoconcepto, capacida- des...) como con relación a las
presiones exteriores. Al potenciar la acep-
tación e integración de todos los miembros, favorecen la conciencia de
grupo.
Planificar la etapa 0-6
JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JUGAR: EL JUEGO COMO MOTOR DEL
APRENDIZAJE
4
Juegos de distensión. Adecuados para los momentos en que el grupo está cansado o ha
entrado en una dinámica negativa. Son juegos que provocan situaciones de risa, de
movimiento, de relajación, de cóctel comunitario, etc. Ejemplo: imitar un cohete. Todo el
grupo da palmadas en las piernas, luego se sopla en la mano que se desliza, como si fuera
un silbido, se da un aplauso estridente, que haga temblar al grupo, y se termina con una
excla- mación de satisfacción cuando explota el cohete invisible.
Juegos de ayuda. Los niños y niñas tienen la oportunidad de dar y recibir ayuda a partir de
las relaciones del juego. Aprenden a recibir ayuda de los demás, a confiar en ellos y al
mismo tiempo, al haber alternancia de roles, también pueden aprender a cuidar de los
demás, descubriendo sus necesi- dades y la forma en que aceptan la ayuda. Ejemplo: el
paseo sin ver. Un niño o una niña lleva de paseo cogido de la mano a otro u otra que lleva
los ojos vendados y debe guiarle e indicarle todos los peligros para que no se dé golpes ni
se haga daño.
Juegos cooperativos. Los niños y niñas actúan por un fin común. Ejemplo: un grupo de seis
niños o niñas gateando cooperan para mantener encima de la espalda, mientras avanzan,
un colchón que simula ser el caparazón de una tortuga. Para conseguirlo, tendrán que
cooperar para mantener el equi- librio y un mismo ritmo de desplazamiento. Otro juego
que tiene mucho éxito es el del paracaídas. Con esta tela los niños pueden proponer activi-
dades donde el objetivo es común para todos, donde con respeto se escu- chan las
propuestas de los compañeros y nunca se desprecia una propuesta, sino que se prueban
todas. Si alguna no está bien definida y los compo- nentes del grupo no la entienden, el
adulto puede ayudar a que la definan ellos otra vez o puede explicarlo personalmente, con
más detalle. Si surgen problemas, entre todos buscamos soluciones. Así, con la tela
podemos in- ventar muchas situaciones. Ponerla en el suelo y a la de tres subirla bien alta,
lo cual crea un movimiento de aire y una sensación muy agradable. Después se puede
intentar colar una pelota en el agujero, o hacerla rodar sin que caiga en él. Se puede pasar
por debajo del paracaídas, mientras otros lo aguantan, etc. (Orlick, 1986).
Hay algunas actividades que engloban la educación de valores, que aquí no
detallamos, pero que creemos que en la organización escolar multiplican el apren-
158 Planificar la etapa 0-6
JuG.
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JUGANDO PARA VIVIR, VIVIENDO PARA JU
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Por tanto, todo el concepto de educación puede impregnarse de este
tipo de relación prosocial de los alumnos y alumnas.
Material
Los materiales que se pueden utilizar son muy diversos. Hay juegos en que no se necesita
nada, tan sólo crear una dinámica de movimiento o de relación entre ellos. Desde hace unos
años se han fabricado y difundido unos materiales que facilitan mucho la relación de
colaboración y cooperación. Se trata del paracaídas, que se está utilizando cada vez más en
algunas escuelas, las pelotas gigantes, las telas que cubren a todo un grupo... Pero hemos de
remarcar que estos materiales no siem- pre son cooperativos, sino que se utilizan también
en juegos competitivos. Hay quien los usa de manera que el más rápido es el campeón, o
donde gana el grupo que llega primero, etc. Si la actitud del adulto no muestra unos valores
sociales y mo- rales, con el mismo material se puede anular a muchos de sus participantes.
Rol de la persona adulta
El juego cooperativo favorece la educación moral, que no se consigue a partir del dis- curso
repetitivo del adulto sobre cómo debe actuar un niño, sino a partir de las vi- vencias de
éstos con los miembros de la comunidad. El rol del educador o educadora ante estas
actividades es clave, porque serán su actitud, sus palabras, su forma de or- ganizar el juego
los que determinarán que los valores que se vivan sean positivos, y no negativos para el
desarrollo del niño. Cuando la persona adulta decide priorizar este tipo de actividades
cooperativas en su programación frente a otras posibilidades, a veces más competitivas, se
activa una nueva cadena de estrategias que posibilitará el desarrollo de «ser persona» y el
de «aprender a convivir» en la escuela.
• En el juego cooperativo el educador o educadora pasa de tener una rela- ción vertical a
una horizontal, ya que pasa de ser quien propone y dirige la actividad a ser un
miembro más del juego.
• Aunque en el juego sea uno más de sus participantes, nunca debe perder su rol de
educador y, por tanto, influir con su actitud en todo momento. Así, puede hacer
visibles las pequeñas situaciones de colaboración y coopera- ción que se dan entre los
alumnos y contarlas a los propios protagonistas y
Para ayudar en el proceso de seguimiento del desarrollo de los niños y niñas, una buena
estrategia es jugar observando; otra puede ser escribir un diario. Sorprendentemente, con
el paso de los meses, al volver a leerlo, se descubre que el niño que era inactivo, ahora es
uno de los que participa; que la que sólo pro- vocaba, ahora empieza a ayudar.
Otro recurso puede ser filmar algunas actividades y poderlas visionar. Cita- remos un
ejemplo de un caso real. Unos cuantos niños y niñas de cinco años es- taban jugando al
juego de las sillas cooperativas, donde se eliminan sillas, pero no personas. En
consecuencia, se pedía a los alumnos que se sentaran sobre los demás compartiendo cada
vez menos sillas. Al visionarlo en un vídeo descubri- mos que a la señal de un compañero
de «¡A sentarse todos!», Jorge se había sen- tado en una silla. Muchos niños pasaban por su
lado, pero no se sentaban encima de él, ni compartían su silla. Él, al verse solo, corrió a
buscar otra silla vacía y todas se llenaron con cuatro o cinco compañeros, menos la suya. Su
expresión de tris- teza era evidente. Había confirmado que no lo escogían como compañero
de
juego. Como educadores, ya sabíamos que Jorge era rechazado porque frecuente- mente
molestaba a sus compañeros, pero este visionado nos ayudó a verlo cxplí- citamente y a
descubrir que él sí buscaba compartir con sus compañeros.
Y para terminar, querríamos resaltar que el juego cooperativo se utiliza con la finalidad de
conseguir un desarrollo sociomoral y que al mismo tiempo tiene su pro- pio valor como
proceso por la calidad de las relaciones que se dan en su aplicación.
160 Planificar la elapa 0-6
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