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INTRODUCCIÓN

La Constitución contiene como una de sus características más distintivas el ser


suprema. Esta supremacía radica en dos vertientes esenciales: 1) la formal, y 2) la material.

Como se advierte, la naturaleza de la supremacía de la Constitución no puede


determinarse solo en un sentido formal o material sino, por el contrario, su naturaleza se
explica a partir de los dos.

La Constitución es suprema por los valores y principios fundamentales que alberga,


por esta razón es que debe contener una fuerza normativa lo suficientemente eficaz que
permita el funcionamiento estructural del sistema jurídico y, de esta manera, no existan
elementos que se antepongan a ella.

La supremacía de la Constitución en su sentido formal no representa en sí los


alcances de este principio, pues su cualidad como norma fundamental solo refleja su
aspecto positivo y estructural, pero no aquellos en los que son necesarios imprimir
cuestiones de carácter sustancial.
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SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL

Se indica que La Constitución contiene como una de sus características más


distintivas el ser suprema. Esta supremacía radica en dos vertientes esenciales: 1) la formal,
y 2) la material.

La Constitución es formal al ser una ley que, a diferencia de otras, fundamenta y


ordena la validez de todo un sistema jurídico, estableciendo un procedimiento dificultoso
para su reforma, así como los criterios para la creación de otras normas. Y en otro sentido
es material, ya que en la Constitución se concentran los valores y principios fundamentales
que rigen a una organización político-social, los cuales solventan las necesidades vitales de
justicia de sus integrantes.

Como se advierte, la naturaleza de la supremacía de la Constitución no puede


determinarse solo en un sentido formal o material sino, por el contrario, su naturaleza se
explica a partir de los dos.

La visión de la supremacía de la Constitución como ente material ha permitido la


protección progresiva de principios y derechos fundamentales aun cuando no estuviesen
reconocidos explícitamente por la Ley fundamental que han beneficiado a la sociedad en su
gran mayoría. Pero dicha supremacía no puede detentarse únicamente en su materialidad,
sino también en su aspecto formal, pues existen conflictos normativos que solo pueden
resolverse estableciendo un orden de competencias estricto.

* Concepto del carácter superior de la Constitución

El concepto de la supremacía es un principio teórico del Derecho constitucional que


postula, originalmente, ubicar la Constitución de un país jerárquicamente por encima de
todo el ordenamiento jurídico de ese país, considerándola como Ley Suprema del Estado y
fundamento del sistema jurídico. Según cada país los tratados internacionales ratificados
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por el país, gozan de igual Rango (Rango Constitucional) o superior a las leyes e inferior a
la Constitución.

La supremacía de la Constitución tiene su base legal en el Artículo 7 de la


Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; ya que es la Norma Suprema y el
fundamento del Ordenamiento Jurídico. Todas las personas y los órganos que ejercen el
poder Público están sujetos a esta constitución

Es la constitución dentro del Ordenamiento Jurídico Venezolano norma Suprema, y


las demás leyes emanadas de ella, teniendo como fundamento legal de la Supremacía
Constitucional los Artículos 07, 131, 333, 334, 335 y 336 de la Constitución y el Articulo
19 del Código Orgánico Procesal Penal y 20 del Código de Procedimiento Civil.

El artículo 7 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela del año


1.999, expresa que: “la Constitución es la norma suprema y el fundamento del
Ordenamiento Jurídico. Todas las personas y lo órganos que ejercen el poder público están
sujetas a la Constitución indicando así, la primacía de la Constitución y la sumisión al
Derecho de las personas y órgano del Poder Público Nacional.

El artículo 131 de la Constitución Venezolana, se refiere al deber de acatar la


Constitución, las leyes y los demás actos que en ejercicios de sus funciones dicten los
órganos del Poder Público.

El artículo 333 de la Constitución dice textualmente así: “Esta Constitución NO


perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o por que fuera derogada por
cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano
investido o ciudadana o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento
de su efectiva vigencia.

Artículo 334 Todos los jueces o juezas de la República, en el ámbito de


sus competencias y conforme a lo previsto en esta Constitución y en la ley, están en la
obligación de asegurar la integridad de esta Constitución.
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El artículo 335, El tribunal Supremo de Justicia garantizara la supremacía y


efectividad de las normas y principios constitucionales será el máximo y ultimo interprete
de esta constitución y velara por su uniforme interpretación y aplicación.

En el artículo 336, Se enumera las atribuciones de la Sala Constitucional del


Tribunal Supremo de Justicia dentro de los cuales podrá anular cualquier acto oficial que
tenga carácter anticonstitucional dictado por cualquier órgano en el ejercicio del Poder
Público, respecto a los tratados Internacionales esta solo podrá verificar, a solicitud del
Presidente de la Republica o de la Asamblea Nacional, la conformidad con la constitución
de los tratados internacionales suscritos por la Republica, antes de su ratificación.

El articulo del Código Orgánico Procesal penal, “Corresponde a los Jueces velar
por la incolumidad de la Constitución de la República. Cuando la ley debe aplicación se
pida con ella, los tribunales deberán atenerse a la norma constitucional “Quiere decir que
los Jueces deben de aplicar correctamente la Norma Constitucional, y en caso de que colide
esta con alguna ley se aplicara la constitución.

El artículo 20 del Código de procesamiento Civil: “cuando la Ley vigente, cuya


aplicación se pida con alguna disposición constitucional, los jueces aplicaran esta con
preferencia”. Es decir que existe preferencia de la Constitución sobre alguna norma con
ella.

* Génesis y Evolución del carácter superior de la Constitución

El proceso de constitucionalización fue dándose paulatinamente, esto es, que en


algunos sistemas jurídicos, de manera simultánea a la vigencia de la Constitución,
coexistieron ordenamientos que no emanaban directamente de esta, es decir, no habían
surgido conforme al procedimiento y órgano legislativo establecido para su creación. Estas
normas jurídicas paralelas a la Constitución procedían, por lo general, de una tradición o
sistema jurídico distinto.
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En los siglos XIX y XX, los sistemas jurídicos se fueron constitucionalizando en un


mayor grado, edificando todo su actuar y esencia en y hacia la norma suprema. No solo en
el orden de prelación como norma primaria, sino como fuente difuminadora de valores y
principios de todo el sistema. Esta visión de supremacía de la Constitución es la que ha
permeado en los últimos años, acentuándose durante el siglo XX, donde los derechos
humanos fueron exaltados como elementos universales de eficacia y valor pleno en todo
sistema jurídico.

Hoy más que nunca se concibe a la Constitución como contenedora de valores y


principios, es decir, en un aspecto material más que formal. Esto se debe a varios factores,
uno de ellos como se señaló es el desarrollo que han tenido los derechos fundamentales en
cuanto a su reconocimiento y protección, y otro, es la eminente crisis del positivismo
jurídico como corriente jurídica predominante.

Es un principio teórico del Derecho constitucional que postula, originalmente,


ubicar la Constitución de un país jerárquicamente por encima de todo el ordenamiento
jurídico de ese país, considerándola como Ley Suprema del Estado y fundamento del
sistema jurídico. Según cada país los tratados internacionales, convenciones internacionales
o pactos internacionales gozarán o no del mismo rango que la Constitución Nacional de
cada uno de ellos.

Venezuela siguiendo la teoría de Supremacía Kelseniana ubica la Constitución


como la norma máxima y suprema, seguida por los tratados internacionales y
las leyes orgánicas y después por leyes ordinarias, y más abajo sigue el resto de la
legislación (reglamentos, códigos, circulares, y otros.)

La idea de América Latina adquiere rango jurídico al máximo nivel al ser


incorporada en muchas de las Constituciones de la región. Esta tendencia se fortalece en
forma especial a partir de las nuevas leyes fundamentales o revisiones generales de las
vigentes, principalmente a partir de la segunda mitad de los años ochenta.
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Los artículos 9 y 227 de la Constitución colombiana se refieren a que su política


exterior se orientará hacia la integración latinoamericana y del Caribe, incluso para con
formar una comunidad latinoamericana de naciones; el artículo 4 de la ecuatoriana, a la
integración andina y latinoamericana; el artículo 9 de Nicaragua, a la unidad de los pueblos
de América Latina y el Caribe; el artículo 44 del Perú, a la promoción de la integración,
particularmente la latinoamericana; el artículo 6 del Uruguay, a la integración social y
económica de los Estados latinoamericanos, especialmente en lo referente a la defensa
común de sus productos y materias primas; el preámbulo y el artículo 153 de Venezuela, al
impulso a la consolidación de la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de
no intervención y autodeterminación de los pueblos, y que dentro de esas políticas de
integración, que incluyen al Caribe, se privilegiarán las relaciones con Iberoamérica,
procurando que sea política común de Latinoamérica.

La Constitución peruana de 1979, en su artículo 100, estableció que ese país


promueve la integración económica, política, social y cultural de los pueblos de América
Latina, con la finalidad de llegar a formar una comunidad latinoamericana de naciones. El
artículo 106 se refirió a que los tratados de integración con los Estados latinoamericanos
prevalecen entre los multilaterales celebrados entre esas mismas partes. En la Constitución
vigente de 1993, por desgracia, esas disposiciones desaparecieron.

Ahora bien, el artículo 89 de la carta magna de El Salvador habla de la integración


con las repúblicas americanas, y el artículo 3 de la ley fundamental de República
Dominicana de la solidaridad económica de los países de América, y que apoyará toda
iniciativa que propenda a la defensa de los productos básicos y materias primas. Pareciera
que dichos artículos se están refiriendo a todo el continente; sin embargo, los términos del
artículo de República Dominicana, similar al uruguayo, al mencionar la defensa de los
productos básicos y materias primas, hacen suya una reivindicación latinoamericana, por lo
que parece difícil que abarque a Estados Unidos de América y Canadá.

El interés latinoamericano por conocer los documentos constitucional es de los otros


países de la región es tan antiguo como el comienzo del constitucionalismo en América
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Latina, al redactarse los textos fundamentales durante y poco después de las diversas
guerras de independencia.

Después de la Segunda Guerra Mundial, varios de los más importantes países de


Europa occidental y continental incorporaron en sus Constituciones, nuevas o revisadas,
instituciones para proteger con eficacia los derechos humanos y para asegurar el sistema
democrático. Fue una ola constitucional en Europa de especial trascendencia, después de la
catástrofe del fascismo, de la conflagración armada y de la victoria de la democracia. En
ese sentido, las Constituciones de Alemania Federal e Italia se distinguieron;
posteriormente, la de Francia.

En esos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, España y Portugal estaban


gobernados por dictadores, y se encontraban muy rezagados en cuanto a instituciones
democráticas. Cuando ambos países regresaron al régimen constitucional y promulgaron
sus leyes constitucionales, éstas, a su vez, incorporaron las nuevas instituciones de esa gran
corriente constitucionalista; puede afirmarse que constituyen síntesis de esa ola
democrática.

América Latina, para fortalecer sus instituciones democráticas, volvió los ojos,
principalmente a partir de 1985, hacia España, Francia e Italia, según el respectivo país de
la región. Es decir, se dio un vuelco constitucional: después de la independencia de los
países de la región, los constituyentes se habían inspirado en el pensamiento francés e
inglés, pero las Constituciones que más habían influido en la redacción de los documentos
constitucionales latinoamericanos habían sido, en primer lugar, la estadounidense de 1787,
en segundo, la española de 1812 y, en tercero, el incipiente desarrollo constitucional en los
otros países latinoamericanos. Lo nuevo fue que los constituyentes de América Latina se
inspiraron en primerísimo lugar en la Europa democrática y continental.

Hasta los primeros años de la década de los ochenta, muchos de los países de la
región sufrieron gobiernos militares, dictaduras, rupturas de regímenes democráticos. En el
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área geográfica sólo podían ser considerados sistemas democráticos, en la década de los
setenta, Colombia, Costa Rica y Venezuela, y la situación muy particular de México.

La nueva Constitución de Portugal se expidió en 1976 y la de España dos años


después. Ambas recogieron las nuevas instituciones pos te rio res a la Segunda Guerra
Mundial.

Digamos cuáles son las principales instituciones aludidas y qué países las han
aceptado, aunque con modalidades diversas.

Respecto a la jurisdicción, justicia constitucional o derecho procesal constitucional,


como ahora se denomina por varios autores, se han creado tribunales o cortes
especializadas en esta materia, aunque en algunos casos el nuevo sistema subsistió con el
"americano". Esta corriente comenzó en Guatemala, aunque existen, quizá, dos
antecedentes, con la Constitución de 1965 y la Corte de Constitucionalidad, cuya
efectividad fue casi inexistente, en virtud de que resolvió sólo un recurso en cuanto al
fondo. El siguiente país que creó un órgano de esa naturaleza fue Chile en 1970, lo
suprimió en 1973, y lo restableció en 1980; su funcionamiento no gozó, obviamente, de
independencia durante la dictadura militar.

Ecuador estableció, en 1945, un Tribunal de Garantías Constitucionales, pero la


decisión última correspondía al Poder Legislativo; en 1978, creó un tribunal con igual
denominación, pero sin facultades decisorias. En su Constitución, expedida veinte años
después, estructuró un verdadero Tribunal Constitucional. En Peni, en 1980, se estableció
un tribunal de carácter constitucional con competencia para resolver en última instancia las
acciones de habeas corpus y de amparo, así como las acciones de inconstitucionalidad; de
estas últimas poco conoció, debido a que funcionó durante corto tiempo.

La ola democratizadora, de mediados de los años ochenta, continuó, impulsó y


fortaleció la creación de esos órganos constitucionales. En 1985, Guatemala restableció la
Corte de Constitucionalidad, con facultades más amplias que su antecesora.
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México convirtió a su Suprema Corte en tribunal constitucional con las reformas de


1987 y 1994, pero el proceso aún se encuentra inconcluso.

En 1991, la Constitución de Colombia creó la Corte Constitucional. En 1993, Perú,


el Tribunal Constitucional. En 1994, Bolivia también estableció un órgano con idéntica
denominación.

Asimismo, se establecieron salas constitucionales autónomas dentro de las cortes o


tribunales supremos en El Salvador en 1983, reformada en 1991; en Costa Rica en 1989; en
Paraguay en 1992; en Nicaragua en 1995, aunque las principales facultades corresponden al
pleno de la Corte; en Venezuela en 1999; en Honduras en 2001.

* La Justicia Constitucional

Sistema de control judicial de las leyes propio del Estado de derecho, que tiene
su fundamento en la concepción de la constitución como norma jurídica fundamental,
mediante el cual se verifica el respeto de las leyes a la constitución. Históricamente, tiene
su origen en el judicial review estadounidense, que nace con la sentencia del juez Marshall
en 1803 (caso Marbury vs. Madison), y que se caracteriza por establecer un control
«difuso», donde todo juez puede inaplicar una ley cuando la considere contraria a
la constitución, con el límite del stare decisis o vinculación a las decisiones del Tribunal
supremo. La Constitución austríaca de 1920, obra de Kelsen, introduce la justicia
constitucional en el continente europeo con notables diferencias respecto de la
norteamericana; el control es «concentrado», pues se confiere a un único tribunal, que
efectúa un examen de compatibilidad lógica entre la constitución y la ley en cuestión, sin
detenerse en el conflicto material concreto subyacente; se convierte así en un «legislador
negativo», cuyas sentencias tienen efectos ex nunc, afectan a todos, y, en ocasiones, ofrecen
interpretaciones para habilitar la constitucionalidad de la norma enjuiciada. Actualmente,
la justicia constitucional, en determinados sistemas, no se limita al control
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de constitucionalidad de las leyes, sino que se amplía a los conflictos entre entes
territoriales autónomos o entre órganos constitucionales, a la protección de
los derechos fundamentales, e incluso al conocimiento de las causas contra las
altas magistraturas del Estado.

Este principio, que puede hoy considerarse elemental y que tiene sus raíces en el
constitucionalismo norteamericano, sin embargo, sólo se consolidó en Europa continental
hace pocas décadas, con las adopción de la noción de Constitución rígida, el principio de su
supremacía, la garantía de la nulidad de los actos estatales que la vulneren, la consagración
constitucional de los derechos fundamentales, y la consideración de la Constitución como
norma de derecho positivo directamente aplicable a los ciudadanos, cuya aceptación,
incluso, fue calificada hacia finales del Siglo pasado como producto de una “revolución”,
que los países europeos sólo en las últimas décadas de dicho siglo comenzaron a
“redescubrir”.

Ahora bien, la justicia constitucional, es decir, la posibilidad de control judicial de


la constitucionalidad de las leyes y demás actos estadales, deriva precisamente de esa idea
de la Constitución como norma fundamental y suprema, que debe prevalecer sobre toda
otra norma o acto estatal; lo que implica el poder de los jueces o de ciertos órganos
constitucionales en ejercicio de funciones jurisdiccionales, de controlar la
constitucionalidad de los actos estatales, incluidas las leyes, declarándolos incluso nulos
cuando sean contrarios a la Constitución. Ese fue el gran y principal aporte de la
Revolución Norteamericana al constitucionalismo moderno, y su desarrollo progresivo ha
sido el fundamento de los sistemas de justicia constitucional en el mundo contemporáneo.

En Venezuela desde el siglo XIX coexisten los sistemas de control concentrado y


difuso de la constitucionalidad, por supuesto con ciertas variaciones en su consagración
sobre todo en lo referido al control concentrado, ya que hasta la Constitución de 1961 se
encomendaba a la Corte Suprema de Justicia en Sala Plena y es a partir de 1999 cuando se
le confiere dicha competencia a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. La
doctrina tradicional que defiende la instancia de un Derecho Natural, ha sostenido la idea
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de una norma suprema, superior al derecho positivo y la cual no puede ser derogada por
éste. El carácter normativo de la Constitución, unánimemente aceptado en la actualidad,
significa que no estamos en presencia de un mero catálogo de principios, sino de una norma
cuyo contenido material a todos vincula, tanto a ciudadanos como a Poderes Públicos,
considerándose la violación de sus preceptos una conducta antijurídica susceptible de
sanción. Creemos conveniente significar que la expresión Justicia Constitucional, es un
concepto material que equivale a control judicial de la constitucionalidad de las leyes y
demás actos estatales y siempre ha sido ejercido en nuestro país por todos los tribunales y
todas las jurisdicciones, es decir, todos los órganos que ejercen el poder judicial. En cambio
la expresión Jurisdicción Constitucional alude a una noción orgánica, que tiende a
identificar a un órgano específico del poder judicial que tiene en forma exclusiva, la
potestad de anular ciertos actos estatales por razones de inconstitucionalidad, en particular
las leyes y demás actos con rango de ley o de ejecución directa e inmediata de la
Constitución, persigue concretar, por un lado, los objetivos éticos y políticos de la norma,
modulándolos con criterios de oportunidad o utilidad en sintonía con la realidad y las
nuevas situaciones, y por otro, interpretar en abstracto la Constitución para aclarar
preceptos cuya intelección o aplicación susciten duda o presenten complejidad, a dicha
jurisdicción le cumple encaminar las manifestaciones de voluntad o de juicio de los
máximos operadores jurídicos dentro de los parámetros que la norma establece, de su
influencia no escapa ninguno de los poderes públicos incluido el poder judicial.

La justicia constitucional, como competencia judicial para velar por la integridad y


supremacía de la Constitución, se ejerce por todos los jueces y no sólo por el Tribunal
Supremo de Justicia, en cualquier causa o proceso que conozcan, al conferirles la
obligación de desaplicar una ley o cualquier otro acto dictado por los órganos del Estado
que antagonicen con algún dispositivo constitucional y además en particular, cuando
conozcan de acciones de amparo constitucional o de las acciones contencioso
administrativas, al tener la potestad para anular actos administrativos por contrariedad a la
Constitución. Paralelamente el control concentrado atribuido de manera exclusiva a la
novísima Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, órgano creado por la nueva
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Constitución venezolana, materializado en la facultad para declarar la nulidad de las leyes y


demás actos de los órganos que ejercen el Poder Público, dictados en ejecución directa e
inmediata de la Constitución. Por otra parte, a la Sala Constitucional se le asigna el
monopolio de las interpretaciones sobre el contenido o alcance de las normas y principios
constitucionales que tendrán un carácter vinculante para el resto de las Salas y Tribunales
de la República.

* La Protección de la Constitución

El sistema de control judicial de las leyes propio del Estado de Derecho, que tiene
su fundamento en la concepción de la Constitución como norma jurídica Fundamental,
mediante el cual se verifica el respeto de las leyes de la Constitución.

Toda Constitución democrática debe, en materia de protección de los derechos


fundamentales, cumplir una doble función.

Ha de proclamar los derechos de los hombres y ciudadanos a los que concede un


valor constitucional. Es decir, que debe formular la lista, el catálogo de derechos y
libertades

La Constitución debe, garantizar los derechos proclamados. Su mera proclamación,


su mero reconocimiento, su mera afirmación los deja en estado virtual. Para que se trate de
derechos reales y efectivos, y no de derechos formales y virtuales, la Constitución debe
definir ciertas reglas jurídicas y poner en pie ciertos mecanismos destinados a garantizar el
respeto de los derechos. A la cabeza de estas garantías debe figurar la instauración de una
justicia constitucional, porque la protección de los derechos fundamentales no podría
quedar suficientemente asegurada si resultara fácil para el legislador contradecirlos.

Es la idea de que no podría haber verdadera protección constitucional de los


derechos y libertades sin una jurisdicción constitucional encargada de controlar la
constitucionalidad de las leyes.
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A grandes rasgos, podemos decir que las Constituciones del siglo xix se atienen, en
lo esencial, a la función de proclamación de los derechos y libertades, e ignoran
ampliamente la función de garantía.

En Venezuela desde el siglo XIX coexisten los sistemas de control concentrado y


difuso de la constitucionalidad, por supuesto con ciertas variaciones en su consagración
sobre todo en lo referido al control concentrado, ya que hasta la Constitución de 1961 se
encomendaba a la Corte Suprema de Justicia en Sala Plena y es a partir de 1999 cuando se
le confiere dicha competencia a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. La
doctrina tradicional que defiende la instancia de un Derecho Natural, ha sostenido la idea
de una norma suprema, superior al derecho positivo y la cual no puede ser derogada por
éste. El carácter normativo de la Constitución, unánimemente aceptado en la actualidad,
significa que no estamos en presencia de un mero catálogo de principios, sino de una norma
cuyo contenido material a todos vincula, tanto a ciudadanos como a Poderes Públicos,
considerándose la violación de sus preceptos una conducta antijurídica susceptible de
sanción.

El derecho procesal constitucional venezolano no ha estado exento de esos


conflictos, especialmente a partir de la Constitución de 1999, la cual creó por vez primera
en nuestra historia un órgano judicial especial para ejercer, con exclusividad, el control
concentrado de la constitucionalidad, como es la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia.

* El Sistema del Control de la Constitución:

El control de constitucionalidad es el conjunto de recursos jurídicos diseñados para


verificar la correspondencia entre los actos emitidos por quienes decretan el poder y la
Constitución, anulándolos cuando aquellos quebranten los principios constitucionales.1
Dicho de otra forma, el control de constitucionalidad es el conjunto de herramientas
jurídicas por el cual, para asegurar el cumplimiento de las normas constitucionales, se
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realiza un procedimiento de revisión de los actos de autoridad, incluyendo normas


generales, y en caso de contradicción con la Constitución se procede a la invalidación de las
normas de rango inferior que no hayan sido hechas en conformidad con aquellas. El
fundamento de este control es el mantenimiento del Principio de Supremacía
Constitucional.

El control de la Constitucionalidad es un Poder – Deber de todos los Jueces de


desaplicar aquellas normas que estimen como inconstitucionales peque a que, en principios,
resultaban ajustadas para casos concretos. El control de la Constitucionalidad de las
Normas debe de entenderse como la interpretación que deben realizar todos los jueces de la
Republica de la Ley que debe aplicar, en un caso concreto sometido a su consideración y
decisión.

Creemos conveniente significar que la expresión Justicia Constitucional, es un


concepto material que equivale a control judicial de la constitucionalidad de las leyes y
demás actos estatales y siempre ha sido ejercido en nuestro país por todos los tribunales y
todas las jurisdicciones, es decir, todos los órganos que ejercen el poder judicial. En cambio
la expresión Jurisdicción Constitucional alude a una noción orgánica, que tiende a
identificar a un órgano específico del poder judicial que tiene en forma exclusiva, la
potestad de anular ciertos actos estatales por razones de inconstitucionalidad, en particular
las leyes y demás actos con rango de ley o de ejecución directa e inmediata de la
Constitución, persigue concretar, por un lado, los objetivos éticos y políticos de la norma,
modulándolos con criterios de oportunidad o utilidad en sintonía con la realidad y las
nuevas situaciones, y por otro, interpretar en abstracto la Constitución para aclarar
preceptos cuya intelección o aplicación susciten duda o presenten complejidad, a dicha
jurisdicción le cumple encaminar las manifestaciones de voluntad o de juicio de los
máximos operadores jurídicos dentro de los parámetros que la norma establece, de su
influencia no escapa ninguno de los poderes públicos incluido el poder judicial.
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El control de la regularidad constitucional es un elemento esencial para mantener la


vigencia de la propia Constitución. El cambio de concepción de la Constitución como
documento político a norma jurídica, da como resultado la posibilidad de que ésta prevea
las garantías necesarias para hacerla prevalecer frente a todo aquel acto que la quebrante.5
De acuerdo a esto, el control de la constitucionalidad de los actos se torna en un eje de la
eficacia constitucional, reforzando el carácter de obligatorio de la propia Constitución y
dotando de equilibrio a los derechos fundamentales y las estructuras institucionales
determinadas por el acuerdo constitucional. Entonces, los medios de control de la
constitucionalidad se identifican como los recursos jurídicos diseñados para verificar la
correspondencia entre los actos emitidos por quienes detentan el poder y la Constitución,
anulándolas cuando aquellas quebranten los principios constitucionales,1 de esta forma
también se desprende la naturaleza correctiva de los medios de control, por lo que
destruyen actos ya emitidos.

* El modelo Americano

En Estados Unidos la defensa de la Constitución está prácticamente entregada a la


Corte Suprema federal. Esta interpreta su texto a través de sentencias que tienen efectos
vinculantes no sólo para las partes del juicio, sino para todos los restantes poderes del país,
estatales y federales. Las sentencias de la Corte Suprema federal son la última palabra sobre
el significado de la Constitución; su interpretación prevalece sobre la interpretación del
ejecutivo y del legislativo. Por esto, en Estados Unidos se habla de la supremacía del poder
judicial (judicial supremacy).

La doctrina de la judicial supremacy descansa principalmente en la


sentencia Marbury v. Madison, en la que John Marshall sentó las bases de la judicial
review. Este poder del juez para aplicar la Constitución contra la ley parece que se funda en
la naturaleza misma de la Constitución. Porque la Constitución es ley, y el deber esencial
del juez es aplicar la ley, el juez debe aplicar la Constitución. Pero como además la
Constitución es suprema, el juez debe preferirla a la ley en caso de incompatibilidad entre
ambas. A esto debe agregársele el efecto natural de cualquier sentencia en la tradición
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del common law, que es determinar el sentido de la norma interpretada para futuros casos
similares, por el principio del stare decisis; con valor supremo en este caso, por tratarse de
la norma suprema.

Los fundamentos de la judicial supremacy parecen demostrar en forma inequívoca,


que esta doctrina emana como consecuencia necesaria de la naturaleza de la Constitución.
No importa si gusta poco o mucho, porque es inevitable. Pero aquí se discute esto: la
Constitución no implica necesariamente que su guardián último sea el Poder Judicial. Es
verdad que si se aceptan las premisas de la judicial supremacy, el corolario es la
supremacía del judicial, porque el argumento está bien construido y la conclusión no es
falaz. Pero si no se aceptan las premisas, la conclusión es otra.

Tres son las premisas que se cuestionan, en cuanto supondrían lógicamente


la judicial supremacy: el carácter escrito de la Constitución, su carácter normativo y su
carácter supremo.

En la doctrina norteamericana, está generalmente aceptado desde hace algunas


décadas, que la judicial supremacyno tiene sustento lógico en la naturaleza de la
Constitución. Los autores que en Estados Unidos defienden el carácter necesario de
la judicial supremacy son pocos, y muchos con argumentos diferentes.

La Constitución federal de 1787 es la ley fundamental de los Estados Unidos de


Norteamérica. Es la norma suprema a la que deben conformarse todas las otras normas y
sujetarse todos los poderes, particularmente el legislador. La conformidad con la
Constitución es una condición de la validez de las leyes y los jueces están obligados por la
Constitución federal, no importa lo que digan en contrario las leyes.

La Constitución no dice quién tiene el poder para declarar que una ley es contraria a
la Constitución pero, de todos modos, la Constitución se concibió originalmente como un
límite eficaz contra la omnipotencia del legislador. ¿Cómo garantizar la eficacia de la
Constitución respecto del legislador, si la Constitución no dice quién vela por ello? La
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Corte Suprema dio la respuesta en la sentencia Marbury v. Madison:3 corresponde al Poder


Judicial rechazar la aplicación de las leyes inconstitucionales. Con el tiempo, este poder se
llamaría judicial review.

La judicial review presupone que la interpretación judicial de la Constitución


prevalece sobre la interpretación legislativa de la Constitución. Desde este punto de vista,
puede afirmarse que la judicial review expresa una relativa superioridad del Poder Judicial
respecto del legislativo. Esta supremacía interpretativa de la Constitución es una
consecuencia inevitable de su garantía jurisdiccional.

El alcance de la interpretación judicial de la Constitución el legislador está obligado


a respetar la interpretación judicial, y no puede alterarla a través del procedimiento
legislativo ordinario. En este sentido, la judicial review parece suponer la supremacía del
judicial, porque el juez no podría invalidar una ley sin que su visión de la Constitución
tenga mayor valor que la que es invalidada.

De manera aparentemente inevitable, la Constitución significa lo que los jueces


dicen que es. La naturaleza normativa y suprema de la Constitución entraña el poder de los
jueces para declarar el sentido definitivo de la Constitución. Dicho de otro modo, las
sentencias de la Corte son como leyes, por su efecto general y vinculante. La expresión más
clara de esta consecuencia es de la propia Corte, en la sentencia Cooper v. Aaron.

La Corte puede invalidar un acto del legislador; la Corte es intérprete final de la


Constitución; sólo la Corte y no el Congreso puede decir qué derechos están amparados por
una determinada Enmienda; los actos del Presidente están sujetos a la revisión de la
Corte; la Corte tiene el deber de asegurar que ningún poder transgreda los límites de la
Constitución; la Corte tiene la responsabilidad de garantizar los derechos individuales; el
Congreso no puede reemplazar la interpretación que la Corte ha hecho de un derecho
constitucional. Toda esta doctrina jurisprudencial se extrae y apoya en Marbury.
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En el caso de la Constitución, la supremacía consiste en ser la regla de validez de las


demás normas y tratados.

El carácter normativo de la Constitución está intrínsecamente asociado a la idea de


su efectividad. Si la Constitución fue diseñada para limitar el poder del legislativo, pero los
jueces no pueden garantizar el respeto de esos límites, qué sentido pudo haber tenido hacer
una Constitución; Del sentido obvio de la Constitución -v. gr. limitar al legislador- se sigue
la competencia de los jueces para aplicar la Constitución.

La eficacia de la Constitución como límite del legislador depende de la eficacia de


las sentencias que la interpretan, del mismo modo que la eficacia de la ley depende en
último término de la eficacia de su aplicación judicial. Y las mismas razones que justifican
el acatamiento de las sentencias que interpretan la ley, justifican el acatamiento de las
sentencias que interpretan la Constitución. Así, resulta que el efecto vinculante de la
interpretación judicial de la Constitución emana de su misma naturaleza.

* El Modelo Europeo

Es admisible la afirmación de que la expansión del constitucionalismo y el avance


del Estado de Derecho mantenido desde hace varias décadas en Europa es, en cierto modo,
un fenómeno tributario de la realidad jurídica norteamericana.

Basta, en este sentido, recordar las palabras del Juez Marshall, presidente del
Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en el caso "Marbury con Madison", en 1803: " O
la Constitución es la Ley Suprema inmutable por medios ordinarios, o está en el nivel de las
leyes ordinarias, y como otras, puede ser alterada cuando la legislatura se proponga hacerlo.

Sin embargo, salvo en Gran Bretaña por razones histórico-jurídicas, el control de


constitucionalidad de las leyes que progresivamente se ha impuesto en Europa Occidental,
lejos de estar inspirado en la experiencia jurídica norteamericana del Tribunal Supremo,
adquiere un carácter original. Así, Italia, Alemania, Francia y España, a la luz del
19

precedente austriaco, fueron creando Tribunales Constitucionales, que funcionan


independientemente del aparato judicial tradicional.

Tal como dice Gicquel, la Constitución, por ser símbolo del Estado de Derecho,
merece ayuda y protección con el fin de que no se limite a ser una mera abstracción carente
de significación. Esta protección puede ser de dos tipos: política y jurídica.

La influencia de Kelsen en la elección, en los países europeos, de organismos


independientes, como son los Tribunales Constitucionales, ha sido tan determinante que
algunos autores, como Bon, hablan de "sistema austro-kelseniano" al referirse al modelo
europeo de control de constitucionalidad.

La tarea de realizar la anulación no puede ser confiada al Parlamento, pues en él


nació la disposición normativa que presuntamente viola la Constitución; por lo tanto, es el
propio Parlamento el que viola la Constitución, no pudiendo, pues, ser juez y parte al
mismo tiempo.

El control llamado "difuso" porque se deja como tarea de todos los tribunales, se
encuentra en el sistema norteamericano y en todos los países de influencia anglosajona.
Cualquier tribunal es competente para juzgar la constitucionalidad de una ley, de modo que
esta cuestión se tramita como incidental al proceso principal, limitándose, en teoría, los
efectos de declaración de inconstitucionalidad a las partes del proceso. En la práctica, sin
embargo, el principio de "stare decisis" tiende a extender a terceros los efectos de una
decisión de este tipo ya que compromete a todos los tribunales (desde luego, al menos, a los
inferiores), llegando incluso a tener un valor "erga omnes".

Algunos autores como Favoreu o Cappelletti explican la adopción de este tipo de


control como rechazo del modelo americano. Gráficamente sostienen que "el injerto no se
produjo", fundamentalmente debido a la sacralización de la ley y a la ausencia de unidad de
jurisdicción, características propias del modelo continental, así como a lo que Cappelletti
califica "tradicional debilidad y timidez de los jueces en el modelo constitucional", lo que
20

históricamente ha hecho huir al juez ordinario continental de asumir el control de la


constitucionalidad de las leyes como tarea propia.

Habría que señalar, en primer lugar, la relativa juventud de este sistema, pues se
inicia con la creación, en 1920, de la corte austriaca. Anteriormente, tribunales de este tipo
eran impensables en Europa, y, como señala Rivero, "en esta época, el control de
constitucionalidad de las leyes era para el derecho público lo que el western y la comedia
musical eran para el cine, una especialidad americana".

La razón fundamental de la eclosión de este sistema de protección se halla en la


concienciación europea, tras la Segunda Guerra Mundial, de la necesidad de defender los
derechos del hombre.

El principal rasgo del sistema europeo es el control de la constitucionalidad de las


leyes concentrado en un único tribunal. Por lo tanto, la importancia de este órgano judicial
nos impulsa a interrogarnos sobre su organización, pues la independencia del Tribunal
Constitucional aparece como la principal garantía de la eficacia de la protección de los
derechos fundamentales, como instrumento de posible oposición al poder.

"El fenómeno extraordinario de la aceptación de una autoridad superior al propio


legislador, una autoridad encargada de imponer al legislador el respeto de la Constitución.
Esta es la lógica del Estado de Derecho, donde podemos encontrar a la Constitución en la
cima de la pirámide normativa". Por lo tanto, hay que asegurar el control hasta en esta
cima, hasta en la Constitución

Ya en 1928 Charles Eisenmann había caracterizado lo que debía ser la nominación


de los jueces constitucionales al expresar que más que la imparcialidad de éstos, lo que
había que asegurar era su independencia, la cual se revela como una condición si no
suficiente al menos necesaria de la imparcialidad. Independencia que no se encuentra tanto
en el modo de nombramiento como en el estatuto de los jueces una vez nombrados.
21

Por lo que respecta al poder de nombramiento de las Cámaras se presentan


diferentes situaciones: puede ejercerse por la Cámara en su conjunto o bien por
intermediación del Presidente de la Cámara.

En efecto, en los diferentes países, el recurso a las mayorías cualificadas a la hora de


la designación de los jueces permite si no una ausencia de politización, al menos, un
equilibrio entre las diferentes tendencias políticas, con lo que esto supone de garantía de
protección efectiva de los derechos fundamentales.

Es idea consolidada que los mandatos de larga duración aseguran la independencia


de los jueces. Por esta razón el mandato en España, en Italia y en Francia, es de nueve años,
mientras que en Alemania se eleva a doce años. Esta duración, relativamente larga, también
se justifica por la imposibilidad de renovar de una vez el tribunal. En España, el sistema de
renovación se prevé en el artículo 16.2 de la Ley Orgánica 2/79, del Tribunal
Constitucional, pudiendo ser renovados sólo los magistrados que hayan ocupado el cargo
por un plazo no superior a tres años. Igualmente sucede en Francia, tal como prevé la Orden
de 7 de noviembre de 1958. En cuanto al procedimiento de renovación cabe destacar cómo,
para atenuar posibles cambios políticos bruscos, la renovación de los magistrados se hace
por tercios en Italia, Francia y España. Al ser la duración del mandato de nueve años, la
renovación parcial del tribunal se produce cada tres años.

En Alemania, la renovación se produce cada doce años, no pudiendo procederse a la


nominación como magistrados de aquellos juristas que tuvieran la edad de 68 años.

Las incompatibilidades profesionales son, en conjunto, menos estrictas que las


políticas. Mientras que en Italia son absolutas, en Francia son casi inexistentes, siendo
compatible la función de miembro del Consejo con el ejercicio de cualquier actividad
pública o privada. En Alemania, los jueces pueden continuar su actividad de profesor de
derecho en las universidades, teniendo prioridad su actividad como juez sobre la de
profesor universitario. En España, el cargo de magistrado del Tribunal Constitucional es
incompatible con el desempeño de actividades profesionales o mercantiles.
22

El grado de autonomía de los Tribunales se revela tanto en la capacidad que la


legislación les otorgue en la elección del personal como en su independencia financiera.

Argumenta Bon, que una de las condiciones de independencia de una jurisdicción


constitucional es la de disponer de personal propio dependiente exclusivamente de dicho
Tribunal, tal como ocurre en el Parlamento, y reclutado a través de un procedimiento
propio, establecido a tal efecto. Este es el caso del Tribunal Constitucional español que
dispone de un cuerpo propio de altos funcionarios: los letrados encargados de funciones de
estudio y de preparación de decisiones, así como de personal administrativo de secretaría y
de apoyo, elegido por el propio tribunal, que suponen un amplio contingente que garantiza
un funcionamiento eficaz e independiente del mismo.

* Los Modelos Mixtos

Existen algunas distinciones tradicionalmente consagradas en la comparación entre


los dos modelos clásicos de justicia constitucional, el americano de la judicial review y el
europeo de origen kelseniano. Aunque la convergencia entre ambos modelos ha sido
reconocida ya hace tiempo desde el punto de vista de la ciencia política1, tengo la
impresión de que la tendencia tradicional a destacar más los contrastes que las similitudes
entre ambos sigue prevaleciendo en la cultura jurídico-constitucional española, con la que
las páginas que siguen pretenden dialogar.

En la Aplicación y creación de Derecho en este punto de vista a diferenciar entre el


sistema americano y el europeo de la siguiente manera: mientras en el sistema americano la
fuerza erga omnes se produce en toda sentencia del Tribunal Supremo (al igual que en las
de cualquier otro tribunal, respecto de los inferiores) como derivación del valor de
recedente que su justificación adquiere para ulteriores casos similares, en cambio, en el
sistema austriaco, la fuerza erga omnes se predica únicamente, como mero efecto de la cosa
juzgada y, con independencia de los fundamentos, sólo del fallo de las sentencias
declaratorias de la inconstitucionalidad de una ley, esto es, no en las declaratorias de la
23

constitucionalidad ni, en la variante germana y española, en la resolución de recursos


individuales en amparo de derechos fundamentales.

Ahora bien, en lo que se refiere a este criterio de la aplicación y la creación del


Derecho, entre la propuesta kelseniana y el modelo actual de justicia constitucional en
sistemas como el alemán, el español y, aunque quizá en menor medida, el italiano me
parece que hay ya más diferencias que entre ese modelo y el americano. En efecto, por
recoger brevemente fenómenos conocidos, las sentencias interpretativas, que establecen
significados constitucionalmente válidos e inválidos de un texto legal, han servido para
introducir criterios positivos de constitucionalidad a través de sentencias no anulatorias
cuyo alcance, además, no se restringe exclusivamente al fallo sino que remite a la
argumentación previa; por su parte, las sentencias constructivas, que indican qué
modificaciones necesita una ley para ser constitucional, han permitido controlar no sólo las
acciones del legislador sino también, aunque en menor medida, algunas de sus omisiones;
en fin, en el caso de los tribunales constitucionales alemán y español especialmente, a
través de la resolución de los recursos individuales de queja o de amparo, la construcción
de una rica y compleja doctrina sustantiva en materia de derechos y libertades ha tenido
decisivos efectos en el conjunto del Derecho legislado y del aplicado por el conjunto de los
jueces. El resultado natural de este proceso ha sido la progresiva introducción en el sistema
europeo de un sistema de precedente, en especial respecto de las decisiones de los
tribunales constitucionales, cada vez menos diferenciable del propio del common law. El
último y más completo eslabón en este proceso de consolidación del principio del stare
decisis constitucional lo ofrece, me parece, el artículo 5.1 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial española, aprobada en 1985, que dice: «La Constitución es la norma suprema del
ordenamiento jurídico, y vincula a todos los Jueces y Tribunales, quienes interpretarán y
aplicarán las leyes y los Reglamentos según los preceptos y principios constitucionales,
conforme a la interpretación de los mismos que resulte de las resoluciones dictadas por el
Tribunal Constitucional en todo tipo de procesos»; y obsérvese que esta referencia final a
«las resoluciones en todo tipo de procesos» parece conducir a considerar doctrina aplicable
24

la de cualquier sentencia, sea favorable o contraria al acogimiento de la


inconstitucionalidad, e incluyendo también las que resuelven recursos de amparo.

Es verdad que una diferencia que todavía subsiste en alguna medida entre el modelo
americano y el europeo reside en el efecto de expulsión del ordenamiento jurídico de la
norma declarada inconstitucional que se produce en el segundo, efecto que se relaciona con
la mayor irreversibilidad de tal tipo de decisiones en ese modelo (Víctor Ferreres ha
destacado como «gran diferencia» en este punto el que mientras en el modelo americano es
posible, como proceso fisiológico, un cierto grado de desobediencia descentralizada a la
jurisprudencia del Tribunal Supremo, en el europeo la desobediencia ante la decisión de
inconstitucionalidad de una ley ha de concentrarse en el parlamento (cf. Ferreres 1997, pp.
205-6). Cabe precisar, en todo caso, que este último rasgo, en sistemas como el alemán o el
español al menos, no afecta a la jurisprudencia en materia de amparo o a la que se deduce
de recursos y cuestiones resueltos en favor de la constitucionalidad de las leyes, que puede
contener criterios interpretativos que restringen las posibilidades de actuación del
legislador.. Ahora bien, esta diferencia, que es innegable en el plano formal, podría ser
mucho más tenue en el plano de la realidad, y tanto porque en el modelo americano los
criterios constitucionales consolidados por el Tribunal Supremo tienen de hecho una
vinculatoriedad muy fuerte para todos los órganos del Estado, incluidos los legisladores,
como porque en el sistema europeo no está tan claro, aunque es asunto discutido y abierto,
que la expulsión de una norma por inconstitucional tenga o deba tener un carácter tan
irreversible como para excluir la aprobación futura de una norma igual o similar.

En cuanto a abstracción y concreción en el control de constitucionalidad el criterio


de que resolver conflictos concretos o, como decía Tocqueville, «pronunciarse sobre casos
particulares», afectando «a un interés individual» es esencial al poder judicial, presenta en
abierto contraste el modelo americano, de justicia constitucional incidenter, donde un
particular alega el perjuicio de un acto estatal concreto contrario a sus derechos
constitucionales, y el modelo europeo, de justicia constitucional principaliter, donde una
minoría parlamentaria o algún órgano con especial legitimación alegan directamente que se
ha dictado una ley en violación de la Constitución y el examen subsiguiente tendría el
25

carácter de un control abstracto, alegadamente del todo diferente al juicio de un caso


concreto. Como es sabido, ya el desarrollo de este modelo en varias constituciones
europeas (Así, en las de Austria, Alemania, Italia, España, Bélgica y Portugal introdujo dos
mecanismos de jurisdicción incidental: en primer lugar, la cuestión judicial de
inconstitucionalidad, que un juez ordinario puede presentar ante el Tribunal Constitucional
cuando tiene dudas a propósito de una ley aplicable al caso, control que, se ha dicho, si bien
es concreto en su planteamiento inicial por el juez, es en cambio abstracto en su modo de
resolución por el Tribunal Constitucional; y, en segundo lugar, los recursos de queja o de
amparo al modo alemán o español, que permiten a cualquier ciudadano acudir al Tribunal
Constitucional por la aplicación de algún acto estatal contrario a la Constitución y que, tras
un determinado procedimiento, pueden llegar a dar lugar a una declaración abstracta de
inconstitucionalidad de una ley.

Por ejemplificarlo, no me parece que los razonamientos empleados por el Tribunal


Supremo de Estados Unidos para resolver un caso concreto como el del castigo a una mujer
por abortar (Roe v. Wade) tengan un carácter menos abstracto y universalista o estén más
pegados a la «realidad concreta» –en la medida en que tal expresión no signifique que
coincide más con la opinión que nos resulta más querida que, póngamos por caso, los
utilizados por las sentencias de los tribunales constitucionales alemán y español sobre la
legislación despenalizadora del aborto.

Creo que el grado de concreción o abstracción de un razonamiento judicial y su


relación con los casos concretos no depende tanto del procedimiento adoptado como, junto
con la mayor o menor profundidad o superficialidad del método argumentativo seguido, de
lo que podría denominarse el grado de subsuntividad entre el caso o casos y la norma legal
que los incluye y entre esta misma norma legal y el principio o norma constitucional tenido
por relevante. En tal sentido, por poner ejemplos claros, la relación de abstracción a
concreción entre la norma de la Constitución española que atribuía solamente a los
españoles los derechos de participación política excepto que una ley o tratado concediera el
derecho de sufragio activo a no españoles y la norma del tratado de Maastrich que confiere
también el derecho de sufragio pasivo a los ciudadanos de la Unión Europea residentes en
26

España, que obligó a una reforma de la constitución tras una consulta al Tribunal
Constitucional, es netamente más estrecha e inmediata que, por citar ahora ejemplos de una
sentencia americana y otra española, entre la garantía constitucional contra la
autoincriminación y el hecho de haber recibido la declaración voluntaria de un detenido sin
haberle comunicado sus derechos (el caso Miranda v. Arizona) o entre el principio
constitucional de la tutela judicial efectiva y el criterio que prohíbe utilizar pruebas
obtenidas en violación de derechos fundamentales (la sentencia del Tribunal Constitucional
español 114/1984).

En cuanto a la otra correlación implícita en la tesis de Carrió, entre el procedimiento


y los efectos, ya he comentado que debe reconocerse la diferencia entre, de un lado, el
sistema americano de mera inaplicación de las leyes inconstitucionales, que admite
abiertamente la posibilidad de overruling o revisión en el futuro y la interpretación de su
alcance como precedente (restricción a las rationes decidendi, distinguishing, etc.) y, de
otro lado, el sistema austriaco de anulación definitiva y expresa de normas legales, que una
vez declaradas inconstitucionales son, en el mejor de los casos, de difícil restablecimiento.
Sin embargo, esta diferencia no afecta necesariamente al grado de abstracción o
generalidad de los efectos sobre los casos afectados, que es una función variable según las
normas sometidas a examen constitucional con independencia de que el procedimiento sea
incidental o principal; es que ni el sistema americano ni el europeo de control de
constitucionalidad han terminado por realizar una tarea judicial típicamente aplicativa y de
reducido alcance en la modificación del Derecho legislado.

En cuanto a la independencia de los tribunales constitucionales las principales


diferencias entre el modelo americano y el europeo pueden cifrarse en No son las únicas,
pues es importante la diferencia sobre el momento y el contexto histórico en que uno y otro
se establecen: mientras el control americano surge con influencias inglesas y
iusnaturalistas, sin asomo de desconfianza hacia el poder judicial, el europeo es de
influencia doctrinal positivista y se construye con una cierta desconfianza hacia los jueces;
este último rasgo, por lo demás, ha sido perdurable, hasta el punto de que los tribunales
constitucionales, sociológicamente, expresan no el poder de los jueces, sino más bien de los
27

juristas teóricos, un ProfessorenRecht (este rasgo puede explicar una de las razones por las
que, en España al menos, los juristas teóricos favorecen la existencia del Tribunal
Constitucional, pues, frente a una tradición de relativamente escasa o lenta influencia en el
Tribunal Supremo, aquél está formado principalmente por profesores y es un medio mucho
más receptivo a su influencia y todavía más decisivo en la organización jurídica

Por una parte, la figura del nombramiento presidencial unido al procedimiento de


advice and consent realizado mediante la audiencia del Senado en el primero, en
contraposición al más o menos extenso sistema europeo de reparto de cuotas con capacidad
de vetar nombres entre los partidos políticos con la suficiente capacidad parlamentaria; y,
por otra parte, el diferente esquema de inamovilidad, que en el caso americano procede del
nombramiento vitalicio y, por tanto, de la imposibilidad ulterior de «castigo» a través de la
libre remoción, mientras en el modelo europeo procede del nombramiento con un término
preestablecido –bien un período de ejercicio de 6 a 12 años bien la llegada del juez a la
edad de setenta años– y, por tanto, de la imposibilidad ulterior de «premio» a través de la
reelección. De entre los varios temas que estas diferencias podrían sugerir seleccionaré dos:
la primera anima a preguntar por el interés de introducir en el sistema europeo un
mecanismo de audiencia pública en el parlamento y la segunda suscita la duda de cuál de
los dos sistemas de terminación del cargo es preferible para el objetivo de la independencia
de los jueces respecto de las influencias políticas.

* Consecuencias del carácter Superior de la Constitución

La constitución fija los límites y define las relaciones entre los poderes legislativo,
ejecutivo y judicial del Estado, estableciendo así las bases para
su gobierno y organización de las instituciones en que tales poderes se asientan. También
garantiza al pueblo determinados derechos. La mayoría de los países tienen una
constitución escrita. Cuando se habla de Constitución, sin embargo, se entiende el conjunto
de normas supremas que rigen la organización y el funcionamiento de un Estado. Son
28

normas jurídicas, no una situación de hecho, que generan derechos y obligaciones. Desde el
punto de vista jurídico, el concepto que más interesa es el segundo.

Todo Estado, sea de la forma que fuere, tiene una Constitución, y ya sabemos que
ésta es la ley fundamental; es el fundamento o basamento de todas las leyes existentes
dentro de su territorio, y si estamos hablando de una ley fundamental, es obvio que
estamos, a la vez, aceptando la existencia de otras leyes que le están sometidas, y tiene que
ser así, si una es fundamental las otras encuentran "la razón de ser de su existencia en la
primera".

La Constitución debe ser aplicada por el Tribunal Constitucional y los tribunales


ordinarios: La consecuencia de que la Constitución sea norma jurídica es que tiene que ser
aplicada por todos los poderes públicos, no solo por el Tribunal Constitucional, sino
también por los tribunales ordinarios.

La Constitución vincula y obliga a los poderes ejecutivo y legislativo: Además la


Constitución vincula y obliga al poder ejecutivo ya que establece muchos mandatos
dirigidos a los poderes públicos y reconoce derechos frente al Estado. También el poder
legislativo se encuentra vinculado a la Constitución y las leyes aprobadas por el Parlamento
tienen que respetar la Constitución.

La Constitución se aplica a los poderes públicos y a particulares: La Constitución


tiene carácter de norma jurídica porque también es de aplicación no solo a los poderes
públicos sino también a los particulares, no obstante hay que decir que los poderes públicos
se encuentran más vinculados a la Constitución que los particulares porque los poderes
públicos no son titulares de derechos fundamentales sino que se encuentran obligados por
los derechos fundamentales. En cambio, los particulares disponen de autonomía privada y
son titulares de derechos fundamentales.
29

Las consecuencias formales de una regulación constitucional de derechos son fruto


del carácter normativo de la Constitución antes que de la existencia de una específica
disposición constitucional; y que de tal rasgo derivan que los derechos son directamente
aplicables, interpretables según los tratados de derechos humanos, que están garantizados
por una reserva material de ley, y que son objetos de tutela en sede constitucional.

Que la Constitución regule los derechos significa (I) que son directamente
aplicables, (II) que son interpretables según los tratados de derechos humanos, (III) que
institucionalmente están garantizados por una reserva material de ley, y (IV) que son
objetos de tutela en sede constitucional.

En el Artículo 123. Los pueblos indígenas tienen derecho a mantener y promover


sus propias prácticas económicas basadas en la reciprocidad, la solidaridad y el
intercambio; sus actividades productivas tradicionales, su participación en la economía
nacional y a definir sus prioridades. Los pueblos indígenas tienen derecho a servicios de
formación profesional y a participar en la elaboración, ejecución y gestión de programas
específicos de capacitación, servicios de asistencia técnica y financiera que fortalezcan sus
actividades económicas en el marco del desarrollo local sustentable. El Estado garantizará a
los trabajadores y trabajadoras pertenecientes a los pueblos indígenas el goce de los
derechos que confiere la legislación laboral.

Es decir que la comunidad Indígena a pesar de conservar y tener sus costumbres


están garante de ser tratados como todos los ciudadanos restante del Estado; el cual deben
de ser integrados en cada uno de los programas y servicios prestados; así como también
velar por sus derechos en cuanto a confiere en la legislación laboral el cual se les defines
prioridades.
30

* La Constitución como norma

Todo el constitucionalismo liberal entendía la Constitución como un gran pacto o


acuerdo social. Un pacto político y un pacto social que procuraba separar y diferenciar los
poderes del Estado y reconocer derechos al individuo y a los grupos sociales.

El carácter normativo, o no, de los preceptos constitucionales en las constituciones


de la etapa liberal: Si bien las constituciones de la etapa liberal, de los siglos XVIII en
Francia y en Estados Unidos, tenían una pretensión normativa de regir la actuación de los
poderes públicos, en la práctica solo tenían carácter normativo los preceptos
constitucionales que recogían la parte orgánica de la Constitución, la que regulaba los
poderes del Estado. En cambio, los derechos reconocidos en las Constituciones liberales
eran vistos como textos programáticos que debían orientar la actuación de los poderes
públicos porque en el fondo lo vinculante era la ley. Esto no ocurría en el
constitucionalismo norteamericano, sobre todo a partir de una sentencia Marbury VS
Madison, en la que se recogían derechos de carácter normativo.

La Constitución no solo es lex, sino que es lex superior. No solo es norma jurídica,
sino que es la norma jurídica suprema o fundamental. No solo forma parte del
ordenamiento jurídico, sino que ocupa la cúspide del ordenamiento jurídico.

La Constitución vincula al poder legislativo, que la debe respetar:


Esta afirmación de la superioridad de la Constitución sobre la ley se deduce de lo ya
afirmado de que la Constitución vincula al poder legislativo, que tiene que respetarla.

Norma primaria o norma jurídica fundamental, al emanar del poder constituyente:


La Constitución es norma primaria o es la norma jurídica fundamental porque emana del
poder constituyente y porque proviene directamente del pacto fundamental social y político
sobre el que se asienta la convivencia. En cambio el resto de las normas jurídicas no son
normas primarias, porque vienen del poder constituido no del poder constituyente. Así, el
hecho de que la Constitución sea la norma jurídica primaria y fundamental significa que en
ella se contiene los criterios de validez formal y de validez material de todo el
31

ordenamiento jurídico. Así, las normas solo son válidas si son aprobadas siguiendo el
procedimiento formal que dice la Constitución, y si en su contenido respetan los preceptos
constitucionales.

En caso de que dos normas jurídicas tuvieran un contenido incompatible entre sí, se
produce la llamada colisión normativa. El ejemplo más ampliamente utilizado para ilustrar
una colisión normativa, pasa por concebir una situación en la que una norma ordenase la
realización de un determinado comportamiento, y a la vez, otra norma distinta prohibiera la
realización de tal comportamiento.

Para resolver las colisiones entre normas, acorde al principio de coherencia del
ordenamiento jurídico, se recurre a una serie de criterios que establecen qué norma
prevalece, y qué norma se ve derogada.

 Jerarquía: La jerarquía normativa supone la existencia de normas de distinto rango, de


manera que aquella que esté en un peldaño superior de la escala, destruye a la norma
inferior.
 Temporalidad: En el supuesto de que dos normas de igual rango sufran una colisión
normativa, la norma posterior en el tiempo deroga a la norma anterior.
 Especialidad: En el caso de que existan dos normas de igual rango sufriendo una
colisión, aquella norma que busque la regulación más específica de la materia prevalece
sobre la norma más general.
 Prelación axiológica: debería aplicarse aquella norma que esté tutelando un derecho
superior en la escala de valores constitucional (vida superior a propiedad, v.gr.)

* La garantía objetiva de la Constitución

1.- El procedimiento de Reforma Constitucional: una consecuencia de carácter de norma


primaria de la constitución es que solo pudo ser reformada a través de un procedimiento
32

específico distinto al distinto al de aprobación de las leyes, que se, es el procedimiento de


reforma constitucional.

2.- Eficacia y capacidad derogatoria de los preceptos constitucionales: Otra consecuencia


del carácter jurídico supremo de la Constitución es la efiicada y la capacidad derogatoria
que tienen los preceptos constitucionales.

3.- La constitución establece el procedimiento de aprobar el resto de las Normas: La


constitución es la norma normarum o norma de normas, es decir la norma que establece el
procedimiento para aprobar el resto de las normas.

4.- Control de constitucionalidad de la normas: Otra consecuencia del carácter primario de


la Constitución es el control de constitucionalidad de las normas, que velan porque el
ordenamiento jurídico sea compatible con la constitución.

5.- Obligación de los Poderes Públicos de interpretar el ordenamiento jurídico conforme a


la constitución: Por último, se da, la obligación que tienen todos los poderes públicos, y en
especial los órganos judiciales, por interpretar el ordenamiento jurídico de conformidad con
la Constitución.

 Artículo 19 El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de


progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable,
indivisible e interdependiente de los derechos humanos. Su respeto y garantía son
obligatorios para los órganos del Poder Público, de conformidad con esta
Constitución, con los tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados por la
República y con las leyes que los desarrollen.
 Artículo 20 Toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su
personalidad, sin más limitaciones que las que derivan del derecho de las demás y
del orden público y social.
 Artículo 21 Todas las personas son iguales ante la ley; en consecuencia: 1. No se
permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición
33

social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o
menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los
derechos y libertades de toda persona. 2. La ley garantizará las condiciones jurídicas
y administrativas para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva; adoptará
medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan ser discriminados,
marginados o vulnerables; protegerá especialmente a aquellas personas que por
alguna de las condiciones antes especificadas, se encuentren en circunstancia de
debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se
cometan. 3. Sólo se dará el trato oficial de ciudadano o ciudadana, salvo las
fórmulas diplomáticas. 4. No se reconocen títulos nobiliarios ni distinciones
hereditarias.
 Artículo 22 La enunciación de los derechos y garantías contenidos en esta
Constitución y en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos no debe
entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona, no figuren
expresamente en ellos. La falta de ley reglamentaria de estos derechos no
menoscaba el ejercicio de los mismos.
 Artículo 23 Los tratados, pactos y convenciones relativos a derechos humanos,
suscritos y ratificados por Venezuela, tienen jerarquía constitucional y prevalecen
en el orden interno, en la medida en que contengan normas sobre su goce y ejercicio
más favorables a las establecidas en esta Constitución y en las leyes de la
República, y son de aplicación inmediata y directa por los tribunales y demás
órganos del Poder Público.
 Artículo 24 Ninguna disposición legislativa tendrá efecto retroactivo, excepto
cuando imponga menor pena. Las leyes de procedimiento se aplicarán desde el
momento mismo de entrar en vigencia, aun en los procesos que se hallaren en curso;
pero en los procesos penales, las pruebas ya evacuadas se estimarán en cuanto
beneficien al reo o a la rea, conforme a la ley vigente para la fecha en que se
promovieron. Cuando haya dudas se aplicará la norma que beneficie al reo o a la
rea.
34

 Artículo 25 Todo acto dictado en ejercicio del Poder Público que viole o
menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y la ley es nulo; y los
funcionarios públicos y funcionarias públicas que lo ordenen o ejecuten incurren en
responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos, sin que les sirvan de
excusa órdenes superiores.
 Artículo 26 Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de administración
de justicia para hacer valer sus derechos e intereses, incluso los colectivos o difusos;
a la tutela efectiva de los mismos y a obtener con prontitud la decisión
correspondiente. El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial,
idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita,
sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles.
 Artículo 27 Toda persona tiene derecho a ser amparada por los tribunales en el goce
y ejercicio de los derechos y garantías constitucionales, aun de aquellos inherentes a
la persona que no figuren expresamente en esta Constitución o en los instrumentos
internacionales sobre derechos humanos. El procedimiento de la acción de amparo
constitucional será oral, público, breve, gratuito y no sujeto a formalidad; y la
autoridad judicial competente tendrá potestad para restablecer inmediatamente la
situación jurídica infringida o la situación que más se asemeje a ella. Todo tiempo
será hábil y el tribunal lo tramitará con preferencia a cualquier otro asunto. La
acción de amparo a la libertad o seguridad podrá ser interpuesta por cualquier
persona; y el detenido o detenida será puesto o puesta bajo la custodia del tribunal
de manera inmediata, sin dilación alguna. El ejercicio de este derecho no puede ser
afectado, en modo alguno, por la declaración del estado de excepción o de la
restricción de garantías constitucionales.
 Artículo 28 Toda persona tiene el derecho de acceder a la información y a los datos
que sobre sí misma o sobre sus bienes consten en registros oficiales o privados, con
las excepciones que establezca la ley, así como de conocer el uso que se haga de los
mismos y su finalidad, y de solicitar ante el tribunal competente la actualización, la
rectificación o la destrucción de aquellos, si fuesen erróneos o afectasen
ilegítimamente sus derechos. Igualmente, podrá acceder a documentos de cualquier
35

naturaleza que contengan información cuyo conocimiento sea de interés para


comunidades o grupos de personas. Queda a salvo el secreto de las fuentes de
información periodística y de otras profesiones que determine la ley.
 Artículo 29 El Estado estará obligado a investigar y sancionar legalmente los
delitos contra los derechos humanos cometidos por sus autoridades. Las acciones
para sancionar los delitos de lesa humanidad, violaciones graves de los derechos
humanos y los crímenes de guerra son imprescriptibles. Las violaciones de derechos
humanos y los delitos de lesa humanidad serán investigados y juzgados por los
tribunales ordinarios. Dichos delitos quedan excluidos de los beneficios que puedan
conllevar su impunidad, incluidos el indulto y la amnistía.
 Artículo 30 El Estado tendrá la obligación de indemnizar integralmente a las
víctimas de violaciones de los derechos humanos que le sean imputables, o a su
derecho habiente, incluido el pago de daños y perjuicios. El Estado adoptará las
medidas legislativas y de otra naturaleza para hacer efectivas las indemnizaciones
establecidas en este artículo. El Estado protegerá a las víctimas de delitos comunes
y procurará que los culpables reparen los daños causados.
 Artículo 31 Toda persona tiene derecho, en los términos establecidos por los
tratados, pactos y convenciones sobre derechos humanos ratificados por la
República, a dirigir peticiones o quejas ante los órganos internacionales creados
para tales fines, con el objeto de solicitar el amparo a sus derechos humanos. El
Estado adoptará, conforme a procedimientos establecidos en esta Constitución y en
la ley, las medidas que sean necesarias para dar cumplimiento a las decisiones
emanadas de los órganos internacionales previstos en este artículo.
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CONCLUSIÓN

La supremacía constitucional es un principio inherente a toda forma de vida


constitucional, por tanto, es indispensable advertir su dimensión real en cuanto a su
naturaleza.

Hoy en día parece imposible mantener una visión formalista de la Constitución y de


la supremacía, ya que existen aspectos sustanciales, como la primacía de los derechos
humanos, que se anteponen como factores prioritarios por seguir.

Si bien es cierto que la supremacía formal, como tal, es un concepto incompleto y


casi en extinción, sobre todo con el incremento de los llamados bloques de
constitucionalidad, es un hecho que el ámbito sustancial de la supremacía se ha visto
fortalecido, y eso, en realidad, es lo que permite que la supremacía de la Constitución siga
siendo un rasgo distintivo.

La Constitución no será suprema por su carácter de norma fundante, sino que lo será
en la medida que aloja elementos axiológicos que incidan en la vigencia y protección de los
derechos humanos, armonizados con los criterios internacionales en dicha materia.

La naturaleza dual no conlleva una negación del principio de no contradicción sino,


por el contrario, implica una dimensión real y necesaria para que los contenidos
sustanciales de la Constitución se vean garantizados a través del grado de primacía que solo
la supremacía en su forma óptima puede propiciar.

Es en la Constitución donde los principios y derechos fundamentales encuentran el


espacio idóneo para alcanzar su eficacia y plenitud como factores rectores, teniendo como
condición que efectivamente sean fundamentales y no posiciones axiológicas relativas o
momentáneas. La Constitución impregnada y condicionada como detentora de los
principios y derechos fundamentales será como dice ZAGREBELSKY reflejo de un orden
natural.
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La supremacía constitucional es un principio inherente a toda forma de vida constitucional,


por tanto, es indispensable advertir su dimensión real en cuanto a su naturaleza.

Hoy en día parece imposible mantener una visión formalista de la Constitución y de la


supremacía, ya que existen aspectos sustanciales, como la primacía de los derechos
humanos, que se anteponen como factores prioritarios por seguir.

Si bien es cierto que la supremacía formal, como tal, es un concepto incompleto y casi en
extinción, sobre todo con el incremento de los llamados bloques de constitucionalidad, es
un hecho que el ámbito sustancial de la supremacía se ha visto fortalecido, y eso, en
realidad, es lo que permite que la supremacía de la Constitución siga siendo un rasgo
distintivo.

La Constitución no será suprema por su carácter de norma fundante, sino que lo será en la
medida que aloja elementos axiológicos que incidan en la vigencia y protección de los
derechos humanos, armonizados con los criterios internacionales en dicha materia.

La naturaleza dual no conlleva una negación del principio de no contradicción sino,


por el contrario, implica una dimensión real y necesaria para que los contenidos
sustanciales de la Constitución se vean garantizados a través del grado de primacía que solo
la supremacía en su forma óptima puede propiciar.
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La supremacía

Constitucional

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