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Augusto

Artículo destacado

Para otros usos de este término, véase Augusto (desambiguación).

«Octavio» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Octavio (desambiguación).

«Octaviano» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Octaviano (desambiguación).

Augusto

Emperador romano

Statue-Augustus.jpg

Augusto de Prima Porta, estatua de César Augusto en el Museo Chiaramonti de la Ciudad del
Vaticano.

Información personal

Nombre secular

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Reinado 16 de enero de 27 a. C.-19 de agosto de 14 d. C.

Nacimiento 23 de septiembre de 63 a. C.

Roma, República romana

Fallecimiento 19 de agosto de 14 d. C. (75 años)

Nola, Imperio romano

Entierro Mausoleo de Augusto

Predecesor Julio César

Dictador romano

Nueva creación

Sucesor Tiberio

Familia

Dinastía Julio-Claudia

Padre Cayo Octavio TurinoNota 4


Madre Acia

Consorte

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Descendencia

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Augusto (en latín, Augustus; Roma, 23 de septiembre de 63 a. C.-Nola, 19 de agosto de 14 d. C.)


fue el primer emperador romano. Gobernó entre 27 a. C. y 14 d. C.,Nota 5 año de su muerte,
convirtiéndose así en el emperador romano con el reinado más prolongado de la historia.1 2

Nacido bajo el nombre de Cayo Octavio Turino (Gaius Octavius Turinus), fue adoptado por su tío
abuelo Julio César en su testamento, en el año 44 a. C. Desde ese instante hasta 27 a. C. pasó a
llamarse Cayo Julio César Octaviano (Gaius Iulius Caesar Octavianus). En 27 a. C. el Senado le
concedió usar el cognomen de «Augusto», y por consiguiente se convirtió en Emperador César
Augusto (Imperator Caesar Augustus).Nota 6 A causa de los varios nombres que ostentó, es
común llamarlo «Octavio» al referirse a los sucesos acontecidos entre 63 y 44 a. C., «Octaviano»
de 44 hasta 27 a. C. y «Augusto» después de 27 a. C. En las fuentes griegas, Augusto es conocido
como Ὀκταβίος (‘Octavio’), Καῖσαρ (‘César’), Αὔγουστος (‘Augusto’) o Σεβαστός (‘Venerable’,
traducción literal de Augustus), dependiendo del contexto.

El joven Octavio se convirtió en heredero de Julio César tras el asesinato de este en 44 a. C. Un año
después, en 43 a. C., conformó junto a Marco Antonio y Lépido una dictadura militar conocida
como el Segundo Triunvirato. Como triunviro, Octaviano gobernó Roma y la mayor parte de sus
provinciasNota 7 como un autócrata, haciéndose con el poder consular tras las muertes de los
cónsules Aulo Hircio y Pansa y haciéndose reelegir a sí mismo todos los años. Tiempo después, el
triunvirato se iría rompiendo ante las ambiciones de sus creadores: Lépido fue obligado a exiliarse,
mientras que Marco Antonio terminó suicidándose tras su derrota en la batalla naval de Accio
frente a la flota de Octavio, dirigida por Agripa en 31 a. C.

Con la desaparición del Segundo Triunvirato, Octavio restauró los principios de la República, con lo
que el poder gubernamental pasó a establecerse en el Senado, aunque en la práctica él retendría
su poder autocrático. Pasaron varios años para que se llegara a determinar la estructura exacta
por la cual una entidad republicana podría ser dirigida por un único gobernante; el resultado pasó
a conocerse como el Principado. El título imperial nunca llegó a considerarse como un cargo
similar a lo que había significado la dictadura romana de la República, y que César y Sila habían
ostentado con anterioridad; Augusto rechazó formalmente dicho cargo después de que la
sociedad romana «le rogara que asumiera la dictadura».3 Por ley, Augusto contaba con toda una
colección de poderes perpetuos conferidos por el Senado, incluyendo aquellos relativos al tribuno
de la plebe y el censor. Ocupó el consulado hasta 23 a. C.4 Por otro lado, su poder real fue
creciendo gracias a su poder económico y a los recursos obtenidos de sus conquistas, creando
relaciones de clientela a lo largo del Imperio romano,Nota 8 y ganándose la lealtad de muchos
soldados y veteranos militares, la autoridad implícita en los muchos honores y títulos que le eran
concedidos por el Senado,5 y el respeto de la gente. El control de Augusto sobre la mayoría de las
legiones de Roma existentes supuso una amenaza armada que podía ser usada contra el Senado,
permitiéndole de esta forma coaccionar las decisiones del mismo. Con este poder para eliminar la
oposición senatorial mediante el uso de armas, el Senado pasó a adoptar un perfil dócil hacia su
estatus soberano. Su reinado por medio del clientelismo, el poder militar y la acumulación de los
cargos propios de la extinta República, se convirtió en el modelo a seguir para los posteriores
gobernantes.

El mandato de Augusto inició una era de paz relativa conocida como la Paz romana o Pax Augusta
(en su honor). Salvo por las constantes guerras fronterizas, y con la excepción de una guerra civil
de sucesión imperial que duró un año, la sociedad del Mediterráneo gozó de un ambiente pacífico
durante más de dos siglos. De igual forma, Augusto expandió el Imperio romano, asegurando en el
proceso sus fronteras mediante la subordinación a Roma de las regiones circundantes. Además,
celebró un acuerdo de paz con el Imperio parto —el más poderoso de sus vecinos— por la vía
diplomática, reformó el sistema tributario romano, desarrolló redes de caminos que contaban con
un sistema oficial de mensajería, estableció un ejército permanente (así como un pequeño cuerpo
de marina), y creó la Guardia Pretoriana junto a fuerzas policiales de seguridad, tanto para
mantener el orden como para combatir los incendios en Roma. Resulta destacable añadir que gran
parte de la ciudad se reconstruyó bajo su reinado.

Tras su muerte en 14 d. C., el Senado lo divinizó, siendo posteriormente adorado por el pueblo
romano.6 A manera de legado, sus nombres «César» y «Augusto» serían adoptados por todos los
emperadores posteriores, y el mes de Sextilis sería renombrado «Agosto» en su honor. Asimismo,
sus logros son relatados en un documento conocido como Res Gestae Divi Augusti que, a petición
del propio Augusto, fue grabado en un par de pilares de bronce y colocado enfrente de su
mausoleo, llegando tiempo después a tallarse en gran cantidad de edificaciones, muchas de las
cuales han sobrevivido. No obstante, este material es considerado poco objetivo históricamente, y
más bien es tratado como un escrito publicitario cuyo objetivo es ofrecer una visión idílica del
principado ejercido por Augusto. Tras un largo proceso para solventar los problemas en torno a su
heredero, César Augusto fue sucedido por su hijastro Tiberio.

Primeros años[editar]

Octavio nació en 63 a. C. en una rica casa en el monte Palatino, ubicado en Roma.

A pesar de que su familia paterna, perteneciente al orden ecuestre, provenía de la ciudad de


Velletri, situada aproximadamente a unos 40 kilómetros de Roma, Augusto nació ya en la Urbs el
23 de septiembre de 63 a. C., más específicamente en la zona llamada "las Curias Viejas" (in Curis
Veteribus), en una mansión ubicada en el monte Palatino, muy cerca del Foro Romano y del Arco
de Tito (en excavaciones del año 2011 ha sido hallada la que se cree que puede ser su casa natal7
).

Al nacer8 recibió el nombre Cayo Octavio Turino, siendo el cognomen «Turino» una probable
referencia a la victoria de su padre en Turios sobre una rebelión de esclavos.8 9 Debido a la
superpoblación de Roma en esa época, Octavio fue llevado a la ciudad natal de su padre, Velletri,
para ser criado ahí. En sus Memorias el futuro emperador solo hace una breve referencia a su
familia natural del orden ecuestre: su bisabuelo paterno se había desempeñado como un tribuno
militar en Sicilia, bajo el mando de Lucio Emilio Papo, durante la segunda guerra púnica, mientras
que su abuelo sirvió en varios puestos políticos regionales. Su padre, llamado también Cayo
Octavio, fue pretor y gobernador de Macedonia,Nota 9 10 y su madre, Acia, era la sobrina de Julio
César.

Quedó huérfano de padre en 59 a. C., cuando tenía cuatro años de edad.11 Su madre contraería
nuevas nupcias con un exgobernador de Siria, Lucio Marcio Filipo,12 quien afirmaba ser
descendiente de Alejandro Magno y que fue elegido cónsul en 56 a. C. Contrario a lo que pudiera
pensarse, Filipo nunca mostró mucho interés en el joven Octavio; debido a lo anterior, Octavio fue
criado por su abuela materna Julia la Menor.

En 52 o 51 a. C., Julia la Menor falleció y Octavio fue el encargado de pronunciar el discurso


fúnebre de su abuela.13 A partir de ese momento su madre y su padrastro asumieron un rol más
activo en su educación. Se sabe que Filipo lo educó con una disciplina férrea en los años
venideros.9 14 Cuatro años después, el joven fue investido con la toga viril,15 un año antes que la
edad establecida para los demás jóvenes romanos, aspecto que demuestra su madurez
prematura.14 El biógrafo Suetonio decía de él que «Poseía una rara belleza (...) Tenía unos ojos
vivos y brillantes (...) Tenía dientes pequeños, blancos y desiguales, el cabello ligeramente rizado y
algo rubio; las cejas juntas, las orejas medianas, la nariz aguileña y puntiaguda, la tez entre morena
y blanca, corta estatura (...).»16 Asimismo, un par de hechos que evidenciaron su disponibilidad
para asumir cargos y obligaciones a temprana edad eran que, en 47 a. C., resultó electo al Colegio
de Pontífices17 18 14 y al año siguiente fue puesto a cargo de los juegos griegos que se realizaron
en honor al Templo de Venus Genetrix, construido por Julio César.18 De acuerdo a Nicolás de
Damasco, Octavio deseaba unirse a las tropas de César para su campaña en África, pero desestimó
lo anterior una vez que su madre se opusiera.19 En 46 a. C., Atia le dio permiso de unirse a César
en Hispania, pero Octavio cayó enfermo y no pudo viajar.

Una vez recuperado, navegó hacia el frente pero naufragó; tras llegar a la costa con algunos de sus
compañeros, cruzó territorio hostil antes de llegar al campamento de César, algo que impresionó
de manera considerable a su tío abuelo.15 El historiador Marco Veleyo Patérculo reportó que,
después de eso, César permitió que el joven compartiera su carro.20 Al regresar a Roma, César
depositó discretamente un nuevo testamento con las vestales, nombrando a Octavio como el
principal beneficiario.21

Ascenso al poder[editar]
El testamento de César[editar]

Julio César fue asesinado en 44 a. C. durante los idus de marzo. Morte di Giulio Cesare (1798),
pintura de Vincenzo Camuccini.

Para cuando Julio César fue asesinado en los idus de marzo (el 15 de marzo) de 44 a. C., Octavio se
hallaba estudiando y formando parte de un entrenamiento militar en Apolonia de Iliria, (en el
emplazamento de la ciudad moderna de Pojan). Tras objetar el consejo de algunos oficiales del
ejército de que tomara refugio con las tropas en Macedonia, el joven navegó a Italia para
averiguar si tenía algunas potenciales fortunas políticas o, siquiera, posibilidades de afianzar su
seguridad.22 Al llegar a Lupiae, cerca de Brindisi, se enteró del contenido del testamento de
César, y solo entonces decidió luchar por convertirse en el heredero político de su tío abuelo, así
como beneficiario de las dos terceras partes de su patrimonio.18 22 23 Por otro lado, al no tener
ningún hijo legítimo,24 César adoptó a Octavio como su hijo y principal heredero.25 Tras la
adopción, Octavio asumió el nombre de su tío abuelo, Cayo Julio César. Aunque los romanos que
eran adoptados en una nueva familia usualmente retenían sus nombres originales (por ejemplo,
«Octaviano» para todo aquel que había sido un «Octavio», «Emiliano» para un «Emilio», etc.), no
hay prueba alguna de que él usara en algún momento el nombre Octaviano, lo cual pudo haber
vuelto muy lógico el dato de sus orígenes modestos.26 27 28 Sin embargo, a pesar de que nunca
usara de manera oficial el nombre Octaviano, para evitar confundir al dictador con su heredero,
los historiadores suelen referirse al nuevo César —entre su adopción y asunción, en 27 a. C., de
nombre Augusto— como Octaviano.28 En algún momento, Marco Antonio dijo que Octaviano
había sido adoptado por César a través de favores sexuales, aunque Suetonio mencionó, en su
obra Las vidas de los doce césares, que la acusación de Antonio consistía verdaderamente en una
calumnia política.29

Debido a su propósito de realizar una entrada exitosa en los peldaños de la jerarquía política
romana, Octaviano no podía confiar en sus fondos limitados.30 Tras una cálida recepción por los
soldados de César en Brindisi,31 Octaviano demandó una porción de los fondos que habían sido
repartidos por César para la tentativa guerra contra el Imperio Parto —el vecino más poderoso de
Roma— en el Medio Oriente.30 El dinero acumulado equivalía a setecientos millones de
sestercios, monto que se hallaba almacenado en Brindisi, la zona de estacionamiento en Italia para
las operaciones militares en territorio oriental.32 Una posterior investigación senatorial en torno
a la desaparición de los fondos públicos rechazó tomar acciones legales contra Octaviano, puesto
que él había usado, de forma subsecuente, todo aquel dinero acumulado para aumentar sus
tropas contra el archienemigo del senado, Marco Antonio.31 Octaviano llevó a cabo otra acción
audaz en 44 a. C. cuando, sin poseer permiso oficial, se apropió del tributo anual que había sido
enviado de la provincia del oriente próximo de Roma a Italia.27 33 Con el paso del tiempo,
Octaviano empezó a reforzar sus tropas con los legionarios veteranos de César y los cuerpos
militares diseñados para la guerra contra los partos, obteniendo un mayor apoyo al enfatizar su
estatus como heredero de César.22 34 En su marcha a Roma a través de Italia, la presencia de
Octaviano y sus nuevos fondos adquiridos atrajeron a muchos exveteranos de César en
Campania.27 Para junio, había reunido un ejército de tres mil veteranos leales, cada uno con un
salario de quinientos denarios.35 36 37

Al llegar a Roma, el 6 de mayo de 44 a. C.,27 Octaviano encontró al cónsul Marco Antonio,


excolega de César, en una frágil tregua con los asesinos del dictador; a estos se les había
concedido una amnistía general el 17 de marzo, aunque Antonio había logrado expulsar a la
mayoría de ellos de Roma.27 Esto último se debía al elogio «enardecedor» que dio en el funeral
de César, dirigiendo la opinión pública en contra de los asesinos.27 Aunque Antonio estaba
acumulando apoyo político, Octaviano todavía tenía la oportunidad de rivalizar con él para ser el
dirigente de la facción que apoyaba a César. Además, Antonio había perdido el apoyo de muchos
romanos y partidarios de César cuando se opuso, en primera instancia, a la moción hecha para
elevar a César a un estatus divino.38 Octaviano no tuvo éxito al intentar persuadir a Antonio de
que renunciara al dinero de César para que se lo entregara a él; sin embargo obtuvo, durante el
verano, el apoyo de los simpatizantes de César, quienes veían al joven heredero como el mal
menor y esperaban ya fuera manipularlo, o servirse de él en sus esfuerzos para deshacerse de
Antonio.39 En septiembre, el orador optimate Marco Tulio Cicerón comenzó a atacar a Antonio
en una serie de discursos en los que denunciaba que representaba la mayor amenaza para el
orden del Senado.40 41 Con la opinión de los romanos cada vez más en su contra y sabiendo que
su año de poder consular llegaba pronto a su fin, Antonio intentó aprobar una serie de leyes que le
otorgarían finalmente el control sobre Galia Cisalpina, territorio de Décimo Junio Bruto Albino,
uno de los asesinos de César.42 43 Mientras tanto, Octaviano reclutó un ejército privado en Italia
al enrolar a los veteranos de César, y el 28 de noviembre obtuvo la lealtad de dos de las legiones
de Antonio gracias a su oferta de recompensas de carácter económico.44 45 46 A la vista de la
fuerza militar de Octaviano, Antonio percibió el peligro que suponía para él permanecer en Roma
y, para el alivio del Senado, partió hacia la Galia Cisalpina, que le debía ser entregada para su
gobierno a partir del 1 de enero.46

Primer conflicto con Antonio[editar]

Véase también: Guerra de Módena

Busto de Marco Antonio, partidario de Julio César y notable personalidad militar en Roma.

Después de que Décimo Bruto rehusara entregar la Galia Cisalpina a Antonio, Antonio lo sitió en
Mutina (actual Módena).47 Las resoluciones dictadas por el Senado para detener la violencia
fueron ignoradas por Antonio, a sabiendas de que el Senado carecía de un ejército propio con el
cual desafiarlo. Lo anterior, le dio una oportunidad a Octaviano, quien se sabía que poseía fuerzas
armadas.45 Durante esta época, Antonio acusó a Octaviano de conspirar contra él, y de haber
intentado asesinarlo.14 Sin embargo, el joven no estaba completamente desamparado para
afrontar las acusaciones, ya que tenía de su lado a varios personajes importantes que estaban
dispuestos a ayudarlo. Entre ellos, Cicerón, que tenía un profundo odio hacia Antonio,14 defendió
a Octaviano contra las burlas de Antonio sobre la ausencia de noble linaje en el joven; este
respondió: «no tenemos un ejemplo más brillante de devoción tradicional entre nuestros
jóvenes».48 Esto fue, en parte, una refutación a la acusación dirigida por Antonio a Octaviano,
pues Cicerón citó a Antonio cuando le dijo a aquel: «Tú, muchacho, le debes todo a tu nombre».49
50 Con base en esta difícil alianza orquestada por el senador anticesariano Cicerón, el Senado
nombró a Octaviano senador el 1 de enero de 43 a. C., y asimismo le otorgó el poder de votar
junto con los cónsules.45 46 Aun cuando el Senado le brindó su apoyo, su verdadero objetivo era
debilitar las facciones partidarias de César y ayudar a Bruto, quien se hallaba asediado por
Antonio.14 Así, Octaviano recibió el imperium propretoriano, lo cual hizo que su situación al
mando de un ejército fuera legal —a diferencia del poder ejercido por Antonio—,14 y así podría ir
a socorrer el asedio, junto con los cónsules Hircio y Pansa.45 51 En abril de 43 a. C., las fuerzas de
Antonio fueron vencidas en las batallas de Forum Gallorum y Mutina, forzando a Antonio a
retirarse de Galia Narbonense. No obstante, ambos cónsules murieron durante los
enfrentamientos, lo que dejó a Octaviano como el único comandante en jefe de sus ejércitos.52 53

El senado, después de entregar un mayor número de condecoraciones a Décimo Bruto que a


Octaviano por haber derrotado a Antonio, intentó darle el dominio de las legiones consulares a
Décimo Bruto, pero Octaviano decidió no cooperar.54 Por el contrario, Octaviano permaneció en
la llanura padana y rehusó ayudar en las futuras ofensivas en contra de Antonio.55 En julio, una
embajada de centuriones enviada por Octaviano llegó a Roma para exigir que se entregara a
Octaviano el consulado que había quedado vacante tras las muertes de Hircio y de Pansa.56
Asimismo, exigió que, por un lado, el decreto que declaraba a Antonio como enemigo público
fuera anulado55 y, por el otro, que se disolviera la amnistía dada a los conspiradores responsables
de la muerte de César.14 Cuando recibió la negativa del senado, Octaviano marchó sobre la
ciudad de Roma al mando de ocho legiones.55 No se encontró con ninguna oposición militar en
Roma, y el 19 de agosto de 43 a. C. fue elegido cónsul junto con su familiar Quinto Pedio.57 58
Mientras tanto, Antonio formaba una alianza con Lépido, otro líder cesariano.59

Segundo triunvirato[editar]

Proscripciones[editar]

Áureos mostrando los retratos de Marco Antonio (izquierda) y Octaviano (derecha), emitidos en
41 a. C. para celebrar la institución del Segundo Triunvirato por Octaviano, Antonio y Lépido en 43
a. C. Ambos lados poseen la inscripción «III VIR R P C», que significa «Tres hombres con autoridad
consular en la organización del Estado».60

A pesar de su derrota en Módena, Antonio aún contaba con un considerable apoyo entre las
tropas romanas, llegando a reagrupar sus fuerzas en la Galia, donde llegó a reunir hasta 17
legiones. No obstante, tanto Lépido como Octaviano sabían que, de seguir enfrentándose entre
ellos, los partidarios cesarianos se reducirían de manera significativa, lo cual daría ventaja a los
asesinos de César ya que no se verían en la necesidad de usar sus fuerzas. Por ello, Lépido planteó
la necesidad de una alianza entre ellos;14 en un encuentro realizado cerca de Bolonia en octubre
de 43 a. C., Octaviano, Antonio y Lépido formaron una dictadura militar conocida como el Segundo
Triunvirato,61 cuyo objetivo primordial era el restablecimiento de la autoridad estatal.9 El
acuerdo entre los triunviros cristalizaría en una ley aprobada por la Asamblea Popular, en virtud de
la cual los triunviros obtenían poderes especiales por una duración de cinco años. Este carácter
oficial distingue el Segundo Triunvirato del Primer Triunvirato integrado por Cneo Pompeyo
Magno, Julio César y Marco Licinio Craso, que no pasó de ser un mero acuerdo político privado
entre las partes, a través del cual controlaban las elecciones y decisiones de las distintas
instituciones de la República.61 62

A continuación, los triunviros pusieron en marcha una serie de proscripciones en las que
supuestamente se puso fuera de la ley a trescientos senadores y dos mil équites, siendo privados
de sus propiedades e inclusive, para aquellos que no lograran escapar, de sus vidas.63 La cifra de
trescientos senadores proviene del cálculo de Apiano, si bien Tito Livio, autor anterior a él, afirmó
que solamente habían sido perseguidos ciento treinta.64 Este decreto publicado por el triunvirato
se debió en parte a una necesidad de obtener dinero para pagar los salarios de las tropas que
habrían de participar en el inminente enfrentamiento contra los asesinos de César, Marco Junio
Bruto y Cayo Casio Longino.65 Se ofrecieron recompensas a cambio de la detención de los
proscritos —veinticinco mil dracmas a los soldados que mataran a un proscrito y llevaran su
cabeza a Roma, y la manumisión a los esclavos que asesinaran a sus amos proscritos—9 14 para
incentivar que los ciudadanos les persiguieran, mientras que los activos y propiedades de los
detenidos eran requisadas y quedaban en poder de los triunviros.63

Los historiadores romanos contemporáneos se contradicen entre ellos en relación a cuál de los
triunviros fue más responsable por las proscripciones y los asesinatos. Sin embargo, las fuentes
coinciden en el hecho de que la promulgación de las proscripciones fue un acuerdo hecho
conjuntamente por las tres facciones con el propósito de eliminar a los enemigos políticos.66
Marco Veleyo Patérculo afirmó que Octaviano había tratado de evitar las proscripciones de cargos
públicos, y acusa a Lépido y a Antonio de ser los culpables de haberlas puesto en marcha.67 Dion
Casio también defendió a Octaviano al mencionar que éste trató de descartar a la mayor cantidad
posible de las listas de proscritos, mientras que Antonio y Lépido, al estar involucrados en la
política un mayor tiempo que él, tenían más enemigos que liquidar.67 Esta afirmación es
rechazada por Apiano, que mantuvo que Octaviano compartía un interés equiparable al de
Antonio y Lépido en erradicar a sus adversarios políticos.68 Suetonio, por su parte, relata los
hechos diciendo que Octaviano, aunque se había mostrado al principio reacio a las proscripciones,
finalmente persiguió a sus rivales con incluso más rigor que los otros triunviros.66 69 Plutarco
describió este acontecimiento como despiadado, calificándolo como un intercambio encarnizado
de amigos y familiares entre Antonio, Lépido y Octaviano. Por ejemplo, Octaviano permitió la
proscripción de su aliado Cicerón, mientras que Antonio admitió la de su tío materno Lucio Julio
César y Lépido la de su hermano Lucio Emilio Lépido Paulo.67 Algunas fuentes conciben que el
hecho de proscribir amigos y familiares era para apropiarse de sus propiedades y amasar una
fortuna mayor con el fin de asegurar su hegemonía en Roma.14

Batalla de Filipos y división territorial[editar]

Artículo principal: Tercera guerra civil de la República romana

Mapa donde se ilustran los movimientos de los distintos ejércitos involucrados en la batalla de
Filipos, en 42 a. C.

El 1 de enero de 42 a. C. el Senado reconoció de manera póstuma a Julio César como una divinidad
del estado romano: Divus Iulius. Para apoyar su causa, Octaviano hizo hincapié en el hecho de que,
en consecuencia, él, como hijo adoptivo de César, era ahora Divi filius («Hijo del Dios»).70 Tras
esto, Antonio y Octaviano enviaron por mar a 28 legiones para enfrentarse a los ejércitos de Bruto
y Casio, que habían instalado su base de poder en Grecia.71 Tras dos enfrentamientos en Filipos,
Macedonia, en octubre de ese mismo año, el ejército cesariano logró la victoria y tanto Bruto
como Casio se suicidaron. De acuerdo a Suetonio, Octaviano «no mostró moderación en la
victoria, enviando a Roma la cabeza de Bruto, para que la arrojaran a los pies de la estatua de
César, aumentando así con sangrientos ultrajes los castigos que impuso a los prisioneros más
ilustres».72 Por otra parte, Marco Antonio usaría luego los ejemplos de dichas batallas para
menospreciar a Octaviano, puesto que las dos contiendas habían sido ganadas de forma decisiva
con el uso de las tropas de Antonio.73 Además de exigir el reconocimiento por las victorias,
Antonio calificó a Octaviano como un cobarde por haberle entregado el control militar directo de
sus legiones a Marco Vipsanio Agripa.73

En cualquier caso, tras la batalla de Filipos los triunviros llegaron a un nuevo acuerdo territorial
para el reparto de poder: mientras que Antonio dejaba la Galia, las provincias de Hispania e Italia
en manos de Octaviano, recibía el control de la parte oriental del imperio. Antonio viajó a Egipto,
en dónde se alió con la reina Cleopatra VII, la examante de Julio César y madre del hijo natural de
César, Cesarión. Sintiéndose frustrado por la decisión tomada por Antonio, quien le había cedido
Hispania a Octaviano, Lépido se quedó solamente con la provincia de África.74 Octaviano tuvo
que decidir en qué lugares de Italia habría de asentar a las decenas de miles de veteranos de la
campaña de Macedonia, algo que los triunviros se comprometieron a cumplir desde un inicio.
Además, las decenas de miles que habían peleado del lado republicano con Bruto y Casio, que
fácilmente podrían aliarse con un oponente político de Octaviano en caso de que no se les
contentase, requerían igualmente un lugar para establecerse.74 Ya no había más terreno público
controlado por el gobierno para destinarlo como asentamiento para sus soldados, por lo que
Octaviano debía elegir una entre dos opciones: enfrentarse a muchos ciudadanos romanos
mediante la confiscación de sus tierras o enfrentarse a muchos soldados romanos, que a su vez
podrían provocar una gran oposición en su contra en el corazón de Roma. Finalmente, Octaviano
eligió la primera opción.75 En total, hubo hasta 18 ciudades romanas afectadas por los nuevos
asentamientos, inclusive poblaciones enteras que fueron expulsadas o, al menos, desalojadas
parcialmente de sus tierras.76

Rebelión y alianzas matrimoniales[editar]

Véase también: Guerra de Perusia

La insatisfacción generalizada con Octavio por los asentamientos de sus soldados incitó a muchos
a que se concentraran de lado de Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio, que contaba con el
apoyo de una mayoría considerable en el Senado.76 Mientras tanto, Octaviano pidió el divorcio
de Clodia Pulcra (hija de Fulvia y de su primer esposo, Publio Clodio Pulcro), reclamando que el
matrimonio nunca se había llegado a consumar; como resultado, decidió devolverla con su madre,
la esposa de Antonio. Fulvia, insultada, decidió responder: junto con Lucio Antonio, formó un
ejército en Italia para aliarse a las fuerzas de Antonio en contra de Octaviano. Sin embargo, la
apuesta política de Lucio y Fulvia al oponerse a Octaviano era muy arriesgada, ya que el ejército
romano todavía dependía de los triunviros para obtener sus salarios.76 Lucio y sus aliados
terminaron siendo sitiados en Perusia (actual Perugia), en donde Octaviano los obligó a rendirse a
principios de 40 a. C.76 Lucio y su ejército fueron perdonados gracias a su parentesco con
Antonio, cuya influencia era predominante en Oriente, mientras que Fulvia fue exiliada a Sición.77
Sin embargo, Octaviano se mostró despiadado con los aliados políticos de Lucio; el 15 de marzo,
aniversario del asesinato de Julio César, mandó ejecutar a trescientos senadores romanos y
équites acusados de haberse aliado con Lucio.78 Asimismo, Perusia fue saqueada e incendiada
como advertencia a los demás.77 Este evento sangriento manchó de alguna forma el legado de
Octaviano, llegando a ser criticado por muchos, entre ellos el poeta augusto Propercio.78

Escribonia fue la segunda esposa de Octavio y madre de su única hija natural, Julia la Mayor.78

Por otro lado Sexto Pompeyo, hijo del extriunviro Cneo Pompeyo Magno, se había convertido en
un general renegado desde la victoria de César sobre su padre y sobre el bando republicano.
Finalmente se había establecido en Sicilia y Cerdeña como parte de un acuerdo alcanzado con el
Segundo Triunvirato en 39 a. C.79 Tanto Antonio como Octaviano competían por consolidar una
alianza con él, quien irónicamente era miembro del partido republicano, y opositor a la facción
cesariana.78 Octaviano consiguió una alianza temporal con él cuando se casó con Escribonia, hija
de Lucio Escribonio Libón —suegro y partidario de Pompeyo—.78 Escribonia concibió la única hija
natural de Octaviano, Julia la Mayor, quien nació el mismo día que Octaviano pidió su divorcio
para casarse con Livia Drusilla, poco menos de un año después de haberse casado con
Escribonia.78

Mientras tanto, en Egipto, Antonio comenzó una relación amorosa con Cleopatra, concibiendo con
ella tres hijos (Alejandro Helios, Cleopatra Selene II y Ptolomeo Filadelfo).14 Consciente de su
relación cada vez más deteriorada con Octaviano, Antonio dejó a Cleopatra y, en 40 a. C., navegó a
Italia con una gran fuerza para enfrentarse a Octaviano, logrando poner asedio sobre la ciudad de
Brindisi. Sin embargo, este nuevo conflicto demostró ser insostenible tanto para Octaviano como
para Antonio; sus centuriones, que se habían convertido en figuras políticamente importantes, se
negaron a luchar debido a su causa cesariana, y las legiones bajo su comando siguieron su
ejemplo.80 81 Mientras tanto, en Sición, la esposa de Antonio falleció de una repentina
enfermedad justo cuando Antonio estaba en camino para encontrarse con ella. Los dos
acontecimientos, es decir, la muerte de Fulvia y el motín de los centuriones, permitieron que los
triunviros lograran una reconciliación.80 81 En otoño de 40 a. C., Octaviano y Antonio aprobaron
el Tratado de Brindisi por el cual Lépido seguiría en África, Antonio en Oriente y Octaviano en
Occidente. La península italiana quedó accesible a todos ellos para el reclutamiento de los
soldados aunque, en realidad, esta disposición resultaba inútil para Antonio desde Oriente.80 Con
el fin de consolidar aún más su alianza con Antonio, Octaviano le ofreció a su hermana, Octavia la
Menor, en matrimonio a finales de ese año.80 Durante su matrimonio, Octavia procreó dos hijas
(conocidas como Antonia la Mayor y Antonia la Menor).

Guerra con Sexto Pompeyo[editar]

Denario de Sexto Pompeyo, acuñado en honor a su victoria sobre la flota de Octaviano. En el


anverso se puede ver el faro de Mesina, que sirvió para derrotar a Octaviano. En el reverso, el
monstruo Escila.

En Italia, Sexto Pompeyo amenazó a Octaviano con rechazar los envíos de grano a la península por
medio del Mediterráneo; el propio hijo de Pompeyo había sido puesto a cargo como comandante
naval con el objetivo de provocar una hambruna generalizada en Italia.81 El control de Pompeyo
sobre el mar lo llevó a a adoptar el nombre Neptuni filius («hijo de Neptuno»).82 En 39 a. C., se
llevó a cabo un acuerdo de paz temporal con él mediante el tratado de Miseno; el bloqueo de
Italia fue levantado una vez que Octaviano le concedió a Pompeyo los territorios de Cerdeña,
Córcega, Sicilia y el Peloponeso, asegurándole también una posición futura como cónsul para 35 a.
C.81 82 Sin embargo, el acuerdo territorial entre los triunviros y Sexto Pompeyo comenzó a
desmoronarse cuando Octaviano se divorció de Escribonia y contrajo matrimonio con Livia, el 17
de enero de 38 a. C.83 Asimismo, uno de los comandantes navales de Pompeyo lo traicionó y
devolvió el control de Córcega y Cerdeña a Octaviano. Para atacar a Pompeyo, Octaviano
necesitaba apoyo adicional de Antonio, por lo que decidió establecer un nuevo acuerdo con tal de
extender la duración del Segundo Triunvirato por otros cinco años más, a partir de 37 a. C.84 85 Si
bien Antonio accedió a apoyarlo contra Pompeyo, éste esperaba obtener también ayuda para su
campaña contra el Imperio Parto, a manera de venganza de la derrota sufrida en Carrhae en 53 a.
C.85 En un encuentro celebrado en Tarento, Antonio le concedió ciento veinte barcos a Octaviano
para que fueran usados contra Pompeyo, mientras que Octaviano le envió veinte mil legionarios
que Antonio usaría contra los partos.86 Sin embargo, Octaviano envió solo una décima parte de
su propuesta original, lo cual fue visto por Antonio como una provocación intencional de su
parte.86
Octaviano y Lépido lanzaron una operación conjunta contra Pompeyo en Sicilia en 36 a. C.87 A
pesar de los primeros reveses que tuvo Octaviano, su general Agripa logró destruir casi por
completo a la flota de Pompeyo el 3 de septiembre, en la batalla de Naulochus.88 Sexto huyó al
Oriente con lo que quedaba de sus tropas, pero al año siguiente sería capturado y ejecutado en la
comuna de Mileto por uno de los generales de Antonio.88 Tanto Lépido como Octaviano
reagruparon las tropas vencidas de Pompeyo, sin embargo Lépido se sintió con la autoridad
suficiente como para reclamar el territorio de Sicilia para él, ordenando a Octaviano que
abandonara el lugar.88 No obstante, las tropas de Lépido desertaron de su bando y se pasaron al
bando de Octaviano, hartas de tanto enfrentamiento y tentados por las promesas de recompensas
monetarias de Octaviano.88 Finalmente, Lépido se rindió ante Octaviano y, aunque se le permitió
retener el cargo de pontifex maximus, fue expulsado del Triunvirato, finiquitando su carrera
pública y exiliándolo a la villa romana de Cabo Circei, en Italia.88 65 El gobierno del territorio
romano pasó entonces a estar dividido entre Octaviano, en Occidente, y Antonio, en Oriente. Para
mantener la paz y estabilidad en su porción del Imperio, Octaviano le garantizó a los ciudadanos
de Roma sus derechos de propiedad. Esta vez estableció a sus soldados retirados fuera de Italia y
devolvió a treinta mil esclavos que previamente habían huido para unirse al ejército y a la armada
de Pompeyo a sus antiguos amos.89 Para asegurar su propia seguridad, así como la de Livia y la de
Octavia una vez que regresaran a Roma, Octaviano hizo que el Senado le otorgase la inmunidad
soberana del tribuno (o sacrosanctitas) tanto para él como para su esposa y su hermana.90

Guerra con Antonio[editar]

Artículo principal: Cuarta guerra civil de la República romana

Antonio y Cleopatra, por Lawrence Alma-Tadema

Para entonces Roma se encontraba dividida entre Oriente y Occidente; en el primero, Marco
Antonio se ocupaba de la reorganización de Egipto mientras que, en Occidente, Octaviano estaba
enfocado en apoyar las actividades agrícolas e integrar al mismo tiempo las provincias romanas en
esta región.14 La campaña de Antonio contra los partos terminó en desastre, empañando su
imagen de jefe; los dos mil legionarios enviados por Octaviano apenas resultaron ser suficientes
para recuperar la fuerza militar en la región.91 Por otra parte, Cleopatra tenía capacidad para
restaurar su ejército íntegramente, y puesto que Antonio ya estaba comprometido
sentimentalmente con ella, decidió enviar a Octavia de vuelta a Roma.92 En primera instancia,
Octaviano usó esta acción de Antonio como recurso propagandístico en contra de Antonio,
manifestando que el general se estaba volviendo cada vez menos romano, sirviendo como
muestra el hecho de haber rechazado a una esposa legitima romana por una «pareja íntima de
Oriente».93 En 36 a. C., Octaviano utilizó también una táctica política para parecer menos
autócrata y convertir a Antonio en el principal villano al proclamar que las guerras civiles estaban
llegando a su fin, y que él dejaría su cargo como triunviro si Antonio hacía lo mismo; este último
denegó la propuesta.94
Después la conquista de Armenia por parte de las tropas romanas en 34 a. C., Antonio designó a su
hijo Alejandro Helios como el gobernante de ese territorio. También otorgó el título de «Reina de
los Reyes» a Cleopatra. Octaviano utilizó ambos actos para convencer al Senado de que Antonio
tenía ambiciones para disminuir la preeminencia de Roma en la región.93 Cuando Octaviano
volvió a asumir la magistratura del consulado el 1 de enero de 33 a. C., abrió la primera sesión del
Senado con un vehemente ataque contra las concesiones de títulos y territorios ofrecidas por
Antonio a sus familiares y su reina.95 Diversos cónsules y senadores se precipitaron a defender a
Antonio al mirar con incredulidad la propaganda (que terminó siendo cierta), aunque también
hubo políticos que desertaron del bando antoniano para empezar a apoyar a Octaviano para el
otoño de 32 a. C.96 Entre esos desertores, Lucio Munacio Planco y Marco Ticio dieron a Octaviano
la información que necesitaba para reafirmar ante el Senado todas las acusaciones que había
hecho en contra de Antonio.97 Al asaltar el santuario de las vestales, siendo nombrado «Dux» por
el Senado,14 Octaviano obligó a sus sacerdotisas que le entregaran el testamento secreto de
Antonio, por el cual le regalaba a sus hijos los territorios bajo dominio de Roma para que éstos los
gobernaran como reinos, además de incluir sus planes de construir una tumba en Alejandría para
su reina y él, donde ambos serían enterrados tras sus muertes.98 99 Casi al instante, el
documento fue leído íntegramente ante la plebe.14 Como resultado de lo anterior, a finales de
ese año el Senado revocó de manera oficial los poderes de Antonio como cónsul y declaró la
guerra al régimen de Cleopatra en Egipto.100 101

Representación de la batalla de Accio, en la que se enfrentaron las flotas de Octaviano, bajo el


mando del general Agripa, y las de Marco Antonio y Cleopatra, en 31 a. C. Pintura de Lorenzo A.
Castro, en 1672.

A principios de 31 a. C., mientras Antonio y Cleopatra se hallaban estacionados temporalmente en


Grecia, Octaviano obtuvo una victoria preliminar cuando su armada, comandada por Agripa, logró
transportar con éxito a las tropas a través del mar Adriático.102 Mientras que Agripa se ocupaba
de bloquear las rutas marítimas usadas para las líneas de suministro por Cleopatra y Antonio,
Octaviano desembarcó justo enfrente de la isla de Corcira (actual Corfú), y marchó hacia el sur.102
Atrapados tanto por mar como por tierra, empezaron a surgir desertores del ejército de Antonio
que se unían día a día a las tropas de Octaviano, mientras que las fuerzas de Octaviano se
encontraban lo suficientemente confortables como para preparar con calma el
enfrentamiento.102

En un intento desesperado por liberar el bloqueo naval, las flotas de Antonio navegaron a través
de la bahía de Accio, en la costa occidental de Grecia. Fue en ese lugar donde las fuerzas de
Antonio, cuya flota era dirigida por Cayo Sosio en su ala izquierda y por Lucio Gelio Publícola en la
derecha, se enfrentaron a las flotas de Octaviano, comandadas por Agripa, —las cuales a pesar de
estar formadas por naves más pequeñas, eran más numerosas que las de Antonio— en la batalla
de Accio el 2 de septiembre de 31 a. C.103 Antonio y sus fuerzas restantes solo lograron salvarse
gracias a la intervención de la flota de Cleopatra, que había permanecido cerca de ahí como último
recurso en caso de una derrota.104 Octaviano no desistió en su persecución, y tras otra victoria
en Alejandría el 1 de agosto de 30 a. C., Antonio y Cleopatra se suicidaron; Antonio cayó sobre su
propia espada entre los brazos de Cleopatra, mientras que ella se dejó morder por una serpiente
venenosa.105 Habiendo aprovechado su posición como heredero de César en pro de su
trayectoria política, Octaviano era muy consciente de los riesgos que supondría permitir que otro
tuviera la oportunidad de compartir el mismo camino así que, según fuentes, tras comentar que
«dos Césares eran demasiados», ordenó que Cesarión —hijo natural de Julio César y Cleopatra—
fuera asesinado de un certero golpe de espada «sin remordimiento alguno»,106 apenas
desembarcó este en Alejandría, dejando solamente con vida a los hijos de Antonio y Cleopatra,
con la excepción de Marco Antonio Antilo, hijo mayor de Antonio y Fulvia.107 108

Cabe señalarse que aunque previamente Octaviano mostró poca misericordia hacia los
combatientes militares, actuando asimismo en formas que lo habían vuelto impopular con la
sociedad romana, fue reconocido por la plebe por perdonar a muchos de sus oponentes tras la
batalla de Accio.109 Asimismo, para celebrar la victoria en Accio, fundó cerca de ahí Nicópolis.110

Octaviano se convierte en Augusto[editar]

Tras la batalla de Accio y la derrota de Antonio y Cleopatra, Octaviano se hallaba en condiciones


de gobernar por sí solo la República íntegra en virtud de un principado no oficial.111 Sin embargo,
para alcanzar este objetivo antes tendría que recurrir a diversas formas de incrementar su poder
formal, manipulando al Senado y al pueblo. Debía aparentar que apoyaba y respetaba las
tradiciones republicanas de Roma con tal de evidenciar que su objetivo no era aspirar una
dictadura o monarquía.112 113 Al marchar a Roma, Octaviano y Agripa fueron elegidos cónsules
por el Senado.114 Aún cuando las guerras civiles habían dejado a Roma en un estado próximo a la
anarquía, la República no estaba preparada para aceptar el mando de un déspota en la figura de
Octaviano. Al mismo tiempo, Octaviano no podía simplemente renunciar a su autoridad sin correr
el riesgo, a su vez, de promover más guerras civiles entre los generales romanos y, aunque no
pretendiera ostentar autoridad alguna, su posición le exigía mirar hacia el bienestar de la ciudad
de Roma y las provincias romanas. A partir de entonces, los objetivos de Octaviano consistieron en
devolver a Roma la estabilidad, la legalidad tradicional y el civismo —esto último mediante el
levantamiento de la evidente opresión política impuesta a los tribunales de justicia así como la
certificación de elecciones libres, por lo menos en concepto—.115

Primer pacto[editar]

Augusto como magistrado; la cabeza de mármol de la estatua fue esculpida c. 30-20 a. C., y el
cuerpo en el siglo II a. C. (Museo del Louvre, París).

En 27 a. C., Octaviano devolvió oficialmente el poder al Senado romano, renunciando al control de


las provincias romanas y sus ejércitos.114 Sin embargo, en virtud del consulado de Octaviano, el
Senado contó con una jurisdicción limitada al momento de presentar proyectos de ley para su
debate senatorial.114 Aunque Octaviano ya no dirigía el control de las provincias y ejércitos,
retuvo la lealtad de los soldados en servicio activo así como de los veteranos.114 Las trayectorias
de muchos clientes y seguidores dependía de su patrocinio, puesto que el poder financiero de
Octaviano en Roma no tenía rival alguno.114 Según el historiador Werner Eck:

La suma de su poder se derivó en primer lugar de todos los diversos poderes oficiales que le
fueron delegados por el Senado y el pueblo, en segundo lugar de su vasta fortuna privada y por
último de las numerosas relaciones patrón-cliente que estableció con individuos y grupos a través
de todo el Imperio. Todo esto en conjunto formó la base de su auctoritas, a la cual él mismo se
refirió como el fundamento de sus acciones políticas.116

A grandes rasgos, el público era consciente de los vastos recursos financieros que controlaba
Octaviano. Por ejemplo, en un momento en el que no consiguió alentar a suficientes senadores
para que financiaran la construcción y mantenimiento de las calzadas romanas de Italia, él mismo
se hizo cargo directamente de esa responsabilidad en 20 a. C.117 Esta labor se dio públicamente a
conocer a través de las monedas romanas emitidas en 16 a. C., después de haber donado vastas
cantidades de dinero al aerarium, el tesoro público.117

No obstante, según H. H. Scullard, el poder de Augusto se basaba en el ejercicio de «un poder


militar predominante y [...] la sanción definitiva de su autoridad era el uso de la fuerza, a pesar de
todo lo que se intentara disimular el hecho».118

Tiempo después el Senado le propuso a Octaviano, vencedor de las guerras civiles romanas, que
asumiera una vez más el control de las provincias. La propuesta senatorial suponía la ratificación
del poder extraconstitucional de Octaviano. A través del Senado Octaviano era capaz de mantener
la apariencia de la vigencia de la antigua constitución republicana. Aceptó, reacio en apariencia,
una responsabilidad de diez años de duración sobre la supervisión de determinadas provincias
cuyo estado en aquel momento se consideraba caótico.119 120 Las provincias que le fueron
cedidas, y que él debería pacificar en el periodo de diez años, abarcaban la mayor parte del mundo
romano conquistado, incluyendo Hispania, Galia, Siria, Cilicia, Chipre y Egipto.119 121 Además, el
dominio de esas provincias le daba a Octaviano el control de la mayor parte de las legiones
romanas.121 122

Mientras ostentaba el cargo de cónsul en Roma, Octaviano consignó senadores a las provincias de
su dominio a manera de representantes, con la finalidad de gestionar los asuntos de cada
provincia y asegurarse de que sus órdenes se llevaran a cabo.122 Por otra parte, las provincias
que no eran controladas por Octaviano se encontraban supervisadas por gobernadores que eran
elegidos por el Senado.122 Octaviano se convirtió en la figura política más poderosa en la ciudad
de Roma y en la mayoría de sus provincias, aunque no contaba con el único monopolio del poder
político y militar:123 el Senado todavía controlaba la región norte de África, un productor
importante de grano del imperio, así como Iliria y Macedonia, dos regiones militarmente
estratégicas con varias legiones acantonadas en su territorio.123 No obstante, el mando de tan
solo cinco o seis legiones distribuidas entre tres procónsules senatoriales, comparado con las
veinte legiones dirigidas directamente por Octaviano, implicaba que el control de dichas zonas por
parte del Senado no suponía ningún tipo de amenaza política o militar a Octaviano.112 118 Por
otro lado, el control del Senado sobre algunas de las provincias romanas ayudaba a mantener una
fachada republicana para el principado autocrático,112 mientras que el control de Octaviano de
provincias enteras, en las cuales sus objetivos consistían en asegurar la paz y crear un ambiente de
estabilidad, partía de los precedentes de la era republicana, en la cual prominentes romanos como
Cneo Pompeyo Magno habían obtenido poderes militares equiparables en tiempos de crisis e
inestabilidad.112

Busto de Augusto portando la corona cívica. Gliptoteca de Múnich.

En enero de 27 a. C., el Senado otorgó a Octaviano, de manera inédita, los recién creados títulos
de «Augusto» y «Princeps».124 Augusto, del latín augere (refiriéndose a un incremento), que
pudiera ser traducido como «el ilustre»,109 era un título religioso más que político.109 De
acuerdo a las creencias religiosas en la Antigua Roma, el título simbolizaba un sello de autoridad
sobre la humanidad —y sobre la naturaleza— que iba más allá de cualquier definición
constitucional para el estatus de Octaviano. Tras los duros métodos que empleó para consolidar su
dominio, el cambio en el nombre, sugerido por Lucio Munacio Planco,125 serviría además para
desmarcar su reinado benigno como Augusto, de su reinado de terror como Octaviano. De igual
forma, su nuevo título le favorecía más que el de «Romulus», que previamente él había concebido
en referencia a la historia de los fundadores de Roma, algo que hubiera simbolizado una segunda
fundación de Roma.109 No obstante, el título de Romulus estaba asociado fuertemente con
nociones de monarquía y realeza, una imagen que Octaviano intentaba evitar a toda costa.126
Por otra parte, Princeps, proveniente de la frase en latín primum caput («el primero»),
originalmente estaba vinculado al senador más viejo o notable y cuyo nombre aparecía en primer
lugar en la lista senatorial principal; en el caso de Augusto, se convertiría casi en un título real
adoptado por un líder que poseía el dominio completo.127 Princeps también se usó como un
título republicano concedido a todos aquellos que habían servido bien al estado; por ejemplo,
Cneo Pompeyo había ostentado el título. Además, Augusto se proclamó asimismo como Imperator
Caesar divi filius, «Comandante César, hijo del deificado».124 Con este título no solamente se
jactaba de su parentesco con el divino Julio César, sino que el uso de Imperator establecía un
vínculo permanente a la tradición romana de la victoria.124 El término Caesar solo era un
cognomen para una rama de la familia julia, aunque ciertamente Augusto trasladó su significado a
una nueva línea familiar que habría de comenzar con él.124

A Augusto se le otorgó también el derecho de colgar la corona cívica de roble encima de su puerta
y de colocar laureles a manera de cubiertas para sus jambas.123 Esta corona usualmente se usaba
sobre la cabeza de un general romano durante un triunfo, mientras que el individuo que mantenía
la corona encima de la cabeza del general repetía continuamente la frase memento mori, o,
«Recuerda que eres mortal», al general victorioso. Adicionalmente, las hojas de laurel tenían una
especial importancia en varias ceremonias del estado, y las coronas de laurel eran concedidas a los
campeones de atletismo, carreras y pruebas dramáticas. Así, tanto el laurel como el roble eran
símbolos provenientes en su totalidad de la religión y la política romana; situarlos en las jambas de
Augusto equivaldría a declarar su casa como la capital de Roma. Sin embargo, Augusto rehusó
símbolos de poder tales como el uso de un cetro, una diadema, e inclusive la corona dorada y la
toga púrpura usadas por su predecesor Julio César.128 Si bien rechazaba simbolizar su poder
mediante el uso de dichos objetos en su persona, el Senado le otorgó en cualquier caso el
reconocimiento de un escudo dorado expuesto en la sala de reuniones de la Curia, con la leyenda
virtus, pietas, clementia, iustitia —«valor, piedad, clemencia y justicia»—.5 123

Segundo pacto[editar]

César Augusto

En 23 a. C. se produjo una crisis política que involucraba al colega consular de Augusto, Aulo
Terencio Varrón Murena, que formó parte de una conspiración en contra de Augusto. Los detalles
exactos de la confabulación se desconocen, pero de hecho Murena no cumplió el mandato
completo como cónsul y Calpurnio Pisón fue elegido para reemplazarlo.129 130 Pisón era un
miembro bien conocido de la facción republicana, y el hecho de que sirviera como colega consular
de Augusto era otro movimiento político para que este último pudiera evidenciar su voluntad para
realizar concesiones, así como para cooperar con todos los partidos políticos.131 A finales del
período primaveral de ese año, Augusto sufrió una severa enfermedad y, en su supuesto lecho de
muerte, hizo acuerdos que pondrían en duda las sospechas de los senadores acerca de su
antirrepublicanismo.129 132 Augusto se preparó para traspasar su anillo de sello al general
Agripa.129 132 Sin embargo, le entregó a su compañero consular Pisón todos los documentos
oficiales, una cuenta de finanzas públicas y la autoridad sobre las tropas acantonadas en las
provincias, por lo que el supuestamente favorecido sobrino de Augusto, Marco Claudio Marcelo,
se quedó sin herencia alguna.129 132 Esto fue una sorpresa para muchos que creían que Augusto
nombraría un heredero debido a su posición como un emperador no oficial.133 Augusto otorgó
solamente propiedades y posesiones a sus herederos designados, ya que un sistema de herencia
imperial institucionalizado habría provocado resistencia y hostilidad entre los romanos
republicanos, temerosos del concepto monárquico.113

Retrato de Augusto portando un gorgoneion (14-20 d. C.)

Poco después de recuperarse de su enfermedad, gracias a la receta de un médico griego,9


Augusto renunció a su permanente nombramiento anual como cónsul.132 En el futuro, Augusto
solo volvería a ocupar el consulado en dos ocasiones restantes, en los años 5 y 2 a. C.132 134
Aunque renunció al consulado, Augusto retuvo su imperium consular, lo cual llevó a un segundo
acuerdo con el Senado, en lo que se conoce como el «segundo pacto».135 Se trataba de una hábil
estratagema política planeada por Augusto; al no ocupar él mismo uno de los dos cargos de
cónsul, los senadores tendrían el doble de posibilidades para aspirar a ocupar esa posición,
mientras que al mismo tiempo Augusto podía «hacer un ejercicio de patronazgo más amplio entre
la clase senatorial».136 Augusto ya no se hallaba en un cargo oficial desde el que gobernar el
Estado, pero su posición dominante sobre las provincias romanas prevaleció al convertirse en
procónsul.132 137 Por otro lado, como cónsul Augusto tenía el poder para intervenir, cuando lo
considerara necesario, en los asuntos de los procónsules provinciales designados por el
Senado,138 pero al pasar a ocupar el cargo de procónsul Augusto no quería que la autoridad
sobre los gobernadores provinciales le fuera despojada, así que el Senado le concedió el imperium
proconsulare maius («poder sobre todos los procónsules»).135

Además, Augusto adquirió los poderes de los tribunos de la plebe (tribunicia potestas) con
carácter vitalicio, si bien no recibió el propio cargo de tribuno.135 Legalmente, el cargo de tribuno
de la plebe se hallaba vedado a los patricios, un estatus de carácter hereditario que él había
adquirido, tiempo atrás, al ser adoptado por Julio César.136 El poder conferido le permitía
convocar al Senado y al pueblo para presentar las diversas proposiciones de ley, vetar las acciones
tanto de la Asamblea como del Senado, presidir las elecciones y tener el derecho de ser el primero
en tener el uso de la palabra en cualquier reunión.134 139 Incluidos también en la autoridad
tribunicia de Augusto estaban los poderes reservados usualmente para el censor romano; estos
incluían los derechos de supervisar la moral pública, examinar las leyes para asegurarse que eran
del interés público, llevar a cabo un censo y determinar la capacidad para formar parte del
Senado.140 Con los poderes de un censor, Augusto hizo un llamado a las virtudes del patriotismo
romano mediante la prohibición de todas las demás vestimentas que no fueran la clásica toga al
momento de acceder al Foro.141 Ciertamente, no existía precedente alguno en el sistema
romano en el que se hubieran combinado los poderes de tribuno y los del censor en una sola
persona. Augusto tampoco llegó a ser elegido formalmente para el cargo de censor.142 Julio
César había tenido poderes similares, teniendo la responsabilidad de supervisar las morales del
estado. No obstante, no llegó a tener la capacidad de un censor para llevar a cabo un censo de
población y determinar la lista de miembros del Senado. El cargo de tribune plebis («tribuno de la
plebe») comenzó a perder prestigio debido a la acumulación de los poderes tribunicios en la figura
de Augusto, por lo que éste decidió recobrar su importancia al establecerlo como un cargo
obligatorio para cualquier plebeyo que deseara acceder al cargo de pretor.143

Augusto como Pontifex Maximus.

Además de la tribunicia potestas, Augusto obtuvo el imperium exclusivo sobre la ciudad de Roma:
todas las fuerzas armadas en la ciudad, anteriormente bajo el control de los prefectos y cónsules,
ahora estaban bajo el mando único de Augusto.144 Con maius imperium proconsulare, Augusto
era el único individuo capaz de recibir un triunfo romano, pues era el general al mando de todas
las legiones romanas.145 En 19 a. C., Lucio Cornelio Balbo el Menor, gobernador de África y
conquistador de los Garamantes, se convirtió en el primer hombre de origen provincial en recibir
este reconocimiento, así como en el último.145 Para cada posterior victoria romana, el crédito era
solamente de Augusto, debido al hecho de que los ejércitos romanos eran comandados por los
legatus, quienes eran a su vez los mandatarios del princeps en las provincias.145 El hijo mayor de
Augusto y Livia, Tiberio, fue la única excepción a esta regla, al habérsele otorgado un triunfo por
las victorias en Germania Magna en 7 a. C.146 Para garantizar que su estatus de maius imperium
proconsulare fuera renovado en 13 a. C., Augusto permaneció en Roma durante el proceso y
proporcionó abundantes donaciones a los veteranos para obtener su apoyo.134

Sin embargo, parece que gran parte de las sutilezas políticas del segundo acuerdo no llegaron a ser
comprendidas por la clase plebeya. Después de que Augusto no se presentase a las elecciones
como cónsul en 22 a. C., surgieron los temores de que Augusto estuviera siendo expulsado del
poder por el Senado aristocrático. En 22, 21 y 19 a. C., se produjeron revueltas populares en
respuesta, y el pueblo solamente permitió que un solo cónsul fuera elegido para cada uno de esos
años, con el fin evidente de dejar abierto el cargo para que lo ocupara Augusto.147 En 22 a. C.,
hubo una escasez de alimentos en Roma que provocó el pánico, por lo que varias plebes urbanas
le pidieron a Augusto que asumiera poderes dictatoriales para que éste se hiciera cargo de la
crisis.134 Tras una exhibición teatral de rechazo ante el Senado, Augusto finalmente aceptó el
control sobre el suministro de grano a Roma, «en virtud de su imperium proconsular», y terminó
de manera casi inmediata con la crisis alimenticia.134 No fue sino hasta 8 d. C., que una crisis
alimenticia de esta magnitud hizo que Augusto estableciera un praefectus annonae, es decir, un
prefecto permanente que estaba a cargo de adquirir los suministros de alimentos para Roma.148
En 19 a. C., el Senado votó para permitir que Augusto vistiera la insignia de cónsul ante el público y
el Senado,144 además de brindarle una autorización para sentarse en la silla simbólica situada
entre los dos cónsules y sostener las fasces, un emblema de autoridad consular.149 Al igual que
su autoridad como tribuno, la concesión de poderes consulares fue otro ejemplo de otorgamiento
de los poderes de un cargo que realmente no ocupaba.149 Esto parece haber tranquilizado a la
población; independientemente de si Augusto fuera o no un cónsul, lo importante era que lo
pareciese frente a la gente. El 6 de marzo de 12 a. C., tras la muerte de Lépido, Augusto asumió
adicionalmente la posición de pontifex maximus, el más alto sacerdote del colegio de los
Pontífices, así como el cargo más importante en la religión romana.150 151 Esto no solamente
reforzó su prestigio político, sino que al mismo tiempo fortaleció el simbolismo del culto imperial,
al otorgar mayor prominencia a la religión romana sobre los cultos orientales.14 Tiempo después,
el 5 de febrero de 2 a. C., Augusto obtuvo el título pater patriae («padre de la patria»).152 153

Los emperadores romanos posteriores se verían generalmente limitados a los poderes y títulos
concedidos originalmente a Augusto, aunque a menudo, para mostrar humildad, los emperadores
recién nombrados normalmente declinaban uno o más de los títulos honoríficos dados a Augusto.
Con la misma frecuencia, mientras su reinado avanzaba, los emperadores se apropiarían de todos
los títulos, independientemente de si éstos les eran otorgados o no por el Senado. La corona cívica
-que posteriores emperadores llevarían físicamente puesta-, así como la insignia consular y el
tejido color púrpura que portaba un general triunfante (toga picta) pasaron a convertirse en
insignias imperiales hasta bien entrada la era bizantina.

Conflictos militares y expansión del imperio[editar]


Extensión del Imperio romano bajo el reinado de Augusto; el color amarillo representa la
extensión de la República romana en 31 a. C., el color verde representa los territorios
conquistados durante el reinado de Augusto y las zonas de color rosa representan los territorios
bajo relación de clientela con Roma. En cualquier caso, las áreas bajo el control de Roma estaban
sometidas a variación incluso durante el reinado de Augusto, especialmente en Germania.

Augusto, cuyo nombre oficial era Imperator Caesar Divi Filius Augustus eligió Imperator
(«comandante victorioso») como su primer nombre debido a que, con suma claridad, quería
asociar con él la propia noción de la victoria.154 Para el año 13, Augusto se jactaba de haber sido
proclamado imperator por sus tropas hasta en 21 ocasiones, todas ellas tras una batalla
victoriosa.154 La mayor parte del capítulo cuatro en sus memorias publicadas, conocidas como
Res Gestae, está dedicada a sus victorias y honores militares.154 Para complacer a los patriotas
romanos, Augusto promovió el ideal de una civilización romana superior con la tarea de gobernar
el mundo (refiriéndose al mundo conocido por los romanos), consagrado en la frase tu regere
imperio populos, Romane, memento —«¡Romano, recuerda que tienes fuerza para gobernar a los
pueblos de la Tierra!»—.141 Esto encajó bien con la élite romana y la opinión pública en general,
lo cual favoreció el proceso de expansionismo, reflejado en un enunciado pronunciado por el
famoso poeta romano Virgilio, quien mencionó en el Libro I de la epopeya Eneida, que los dioses le
habían concedido a Roma imperium sine fine («soberanía sin límite»).155 Por otra parte, hubo
una gran decepción y pesar públicos cuando Augusto decidió que el dominio de Medio Oriente,
referente a la región de Partia, no debía invadirse; la gente, en realidad, esperaba que se vengaran
las batallas de Marco Licinio Craso en dicha zona con su invasión.14 A pesar de ello, existieron
muchas otras regiones viables para ser conquistadas.

Busto de Tiberio, un comandante militar exitoso durante el reinado de Augusto, antes de ser
nombrado su sucesor y heredero.

Para cuando tuvo lugar el final de su reinado, los ejércitos de Augusto habían conquistado el norte
de Hispania (actuales España y Portugal),156 las regiones alpinas de Recia y Nórico (hoy en día
Suiza, Baviera, Austria y Eslovenia),156 así como Iliria y Panonia (actuales Albania, Croacia,
Hungría, Serbia, etc.),156 y extendió los límites de la provincia de África al este y al sur.156 Tras el
reinado de Herodes I, Judea se anexó a la provincia de Siria después de que Augusto depusiera a
su sucesor Herodes Arquelao.156 Al igual que había ocurrido con Egipto cuando fue conquistado
tras la derrota de Antonio en 30 a. C., Siria pasó a estar gobernada no por un procónsul o legado
de Augusto, sino por un alto prefecto de la clase ecuestre.156 De nuevo, no se requirió esfuerzo
militar en 25 a. C. cuando Galacia (actual Turquía) se convirtió en una provincia romana, poco
después de que Amintas de Galacia fuera asesinado por venganza de la viuda de un príncipe que
fue inmolado desde Homonada.156 Una vez que las tribus rebeldes de Asturias y Cantabria, en la
moderna España, fueron finalmente sometidas en 19 a. C., el territorio pasó a formar parte de las
provincias de Hispania y Lusitania.157 Esta región demostró ser un activo importante para la
financiación de las futuras campañas militares de Augusto, al ser rica en depósitos minerales que
podían explotarse a través de los proyectos de minería romana, especialmente los depósitos ricos
en oro, como por ejemplo unos que estaban situados en Las Médulas.157

Conquistar a los pueblos alpinos en 16 a. C. significó otra importante victoria para Roma, dado que
proporcionaba un vasto territorio fronterizo que separaba a los ciudadanos romanos de Italia de
los enemigos de Roma del norte, en Germania.158 El poeta Horacio dedicó una oda a este triunfo,
y se construyó el monumento Trofeo de los Alpes, cerca de Mónaco, para honrar la ocasión.159
La captura de la región alpina también sirvió como base para la próxima ofensiva en 12 a. C.,
cuando Tiberio comenzó el asalto contra las tribus panonias de Iliria y su hermano Druso el Mayor
hizo lo suyo contra las tribus alemanas de la región este de Renania.160 Ambas campañas
resultaron exitosas, y las fuerzas de Druso alcanzaron el río Elba en 9 a. C., aunque Druso murió
poco después, al caer de su caballo.161

Mina de oro de Las Médulas.

Para proteger las zonas orientales del Imperio de la amenaza de Partia, Augusto confió en los
estados clientes de oriente para que actuasen como amortiguadores territoriales, así como áreas
donde pudieran reclutarse sus propias tropas en caso de defensa.162 Para garantizar la seguridad
en el flanco oriental del Imperio, Augusto estacionó, por si acaso, a un ejército romano en Siria,
mientras su cualificado hijastro Tiberio negociaba con los partos en calidad de diplomático de
Roma asignado a esa región.162 Este último fue el responsable de haber devuelto a Tigranes V al
trono de Armenia,161 aunque quizá su máximo logro diplomático consistió en haber negociado
con Fraates IV de Partia, en 20 a. C., la devolución de los estandartes perdidos por Marco Licinio
Craso en la batalla de Carrhae, un acontecimiento que significó una victoria simbólica y un
importante impulso de la moral para Roma.161 162 163 No obstante, el historiador Werner Eck
argumenta que este acto fue una gran decepción para los romanos, que preferían vengar la
derrota de Craso por la vía militar, y no la diplomática.164 Por otra parte, Maria Brosius explica
que Augusto utilizó la devolución de los estandartes como propaganda política, para simbolizar la
sumisión de Partia a Roma. Así, el suceso fue celebrado con esculturas como la estatua de Augusto
de Prima Porta, así como con la edificación de monumentos tales como el Templo de Mars Ultor
(«Marte el Vengador»), construido precisamente para albergar los estandartes recuperados.165

Aunque los partos siempre representaron una amenaza para Roma en oriente, el verdadero
campo de batalla fueron los ríos Rin y Danubio.162 Antes de su último enfrentamiento con
Antonio, las campañas de Octaviano contra las tribus en Dalmacia se convirtieron en el primer
paso expansionista de los dominios romanos hacia el Danubio.166 La victoria en batalla no
siempre resultaba ser un éxito permanente, pues los territorios conquistados más recientemente
eran constantemente recuperados por los enemigos de Roma en Germania.162 El principal
ejemplo de derrota romana en batalla fue la batalla del bosque de Teutoburgo en 9 d. C., en la que
tres legiones completas encabezadas por Publio Quintilio Varo fueron prácticamente aniquiladas
por Arminio, líder de los queruscos, un aparente «aliado» romano.167 Augusto tomó represalias
mediante el envío de Tiberio y Druso a la región del Rin con el objetivo de pacificarla. Aunque
ambos lograron ciertos éxitos en sus campañas, la batalla de Teutoburgo supuso el final de la
expansión romana en Germania.168 Más tarde, el general romano Julio César Germánico se
aprovecharía de una guerra civil querusca entre Arminio y Segestes para derrotar a Arminio, que
huyó de la batalla, aunque sería finalmente asesinado en 21 d. C. por un acto de traición.169

Muerte y sucesión[editar]

La enfermedad de Augusto en 23 a. C. puso en evidencia los problemas en torno a su sucesión.


Con el propósito de garantizar la estabilidad, Augusto necesitaba designar un heredero para su
posición extraordinaria en la sociedad y gobierno romanos. Esto debía conseguirse mediante el
uso de vías suaves, poco dramáticas y acumulativas que no revolviesen los temores senatoriales
contra la figura de la monarquía.170 Si alguien iba a heredar su posición extraoficial de dominio,
esa persona debía ganárselo por méritos que fueran reconocidos por el pueblo romano.170
Algunos historiadores consideran que los indicios apuntaban al hijo de la hermana de Augusto,
Marco Claudio Marcelo, que además se había casado con la hija de Augusto, Julia la Mayor.171
Otros historiadores, en cambio, cuestionan este punto de vista basándose en el testamento de
Augusto, leído en voz alta por el Senado, mientras éste se hallaba gravemente enfermo en 23 a.
C.,172 y en el que éste mostraba su preferencia por Marco Agripa, que en ese momento era su
segundo al mando y, puede que también el único de sus más allegados que podría haberse hecho
cargo de las legiones y mantener el Imperio unido.173 Tras la muerte de Marcelo en 23 a. C.,
Augusto hizo que su hija se casara con Agripa, con quien tuvo tres hijos y dos hijas: Cayo César,
Lucio César, Julia la Menor, Agripina la mayor y Agripa Póstumo, este último llamado así porque
nació después de que falleciera Agripa. Poco después del segundo pacto, Agripa consiguió un
cargo de cinco años de duración para la administración de la mitad oriental del Imperio con el
imperium de un procónsul y la misma tribunicia potestas concedida a Augusto (aunque no
rebasaba la autoridad de éste), estando ubicada su sede de gobierno en la isla de Samos, en las
Cícladas.173 174 A pesar de que esta concesión de poder habría evidenciado el favorecimiento de
Agripa por parte de Augusto, también significó una medida para complacer a los miembros de su
partido cesariano, al permitir que uno de ellos compartiera una considerable cantidad de poder
junto a él.174

La intención de Augusto de convertir a Cayo y Lucio César en sus herederos resultó evidente
cuando los adoptó legalmente como hijos propios.175 En 5 y 2 a. C. volvió a ocupar el consulado
para así personalmente acomodarlos en sus carreras políticas,176 resultando ambos nominados
para los consulados de 1 y 4 d. C.177 Augusto mostró también preferencia por sus sobrinos, los
hijos de Livia de su primer matrimonio, Druso el Mayor y Tiberio, concediéndoles mandos militares
y puestos públicos, y pareciendo favorecer más a Druso. Sin embargo, el matrimonio de Druso con
Antonia, sobrina de Augusto, fue una relación que se hallaba tan incrustada en el seno de la
familia que llegaría a perturbar las cuestiones sucesorias.178 Tras la muerte de Agripa en 12 a. C.,
Tiberio, fue obligado a divorciarse de su esposa Vipsania para casarse con la viuda de Agripa, e hija
de Augusto, Julia —tan pronto como el período de duelo por Agripa concluyó—.178 Mientras el
matrimonio de Druso con Antonia fue considerado como una relación inquebrantable, Vipsania
era «solamente» la hija del fallecido Agripa, producto de su primer matrimonio.178

Mausoleo de Augusto.

Tiberio compartió los poderes tribunicios de Augusto en 6 a. C., pero poco después anunció su
retiro pues, según varias fuentes, no quería asumir su futuro rol en la política, resolviendo en
exiliarse a Rodas.146 179 Aunque se desconoce una razón específica para su partida, esta pudo
deberse a varias razones, incluyendo entre ellas un fallido matrimonio con Julia.146 179 Además,
pudieran haber tenido mucho que ver los sentimientos de celos y de exclusión que sintió una vez
que los nietos, para entonces hijos adoptivos, de Augusto (Cayo y Lucio), se unieron al colegio de
sacerdotes a una edad temprana, siendo presentados a la audiencia de una forma más favorable, y
siendo presentados al ejército en Galia.180 181 Tras las muertes tempranas de Lucio y Cayo en 2 y
4 d. C., respectivamente, así como el fallecimiento repentino de su hermano Druso (en 9 a. C.),
Tiberio fue convocado a Roma en junio de 4 d. C., donde Augusto lo adoptó con la condición de
que él, por su parte, adoptara a su sobrino Germánico.182 Esto continuó la tradición de ofrecer,
como mínimo, con hasta dos generaciones de herederos.178 Ese año, Tiberio obtuvo también los
poderes de tribuno y de procónsul, los emisarios de reinos extranjeros tendrían que mostrarle sus
respetos, y para 13 d. C., recibió junto con su segundo triunfo un nivel igual de imperium que el
que tenía Augusto.183 El único posible aspirante a heredero era Agripa Póstumo, que había sido
exiliado por Augusto en 7 d. C., sanción que más tarde se volvería perpetua por medio de un
decreto senatorial, así que Augusto oficialmente lo desheredó.184 Desde luego, con ello perdió el
favor de Augusto, y el historiador Erich S. Gruen hace mención a varias fuentes contemporáneas
que califican a Póstumo como «un joven vulgar, cruel y bruto, y de carácter depravado».184 No se
sabe con certeza, pero Agripa Póstumo pudo haber sido asesinado en su lugar de exilio poco antes
o después de que falleciera Augusto.

El 19 de agosto de 14 d. C. Augusto murió mientras visitaba el lugar de la muerte de su padre en


Nola. Tiberio —que se hallaba presente junto con Livia en el lecho de muerte de Augusto— sería
su heredero, según se confirmó a la apertura de su testamento. Las últimas palabras de Augusto
fueron: "La comedia ha terminado. ¡Aplaudid!" (en latín "Acta est fabula, plaudite": Suet. Aug. 97-
99). No obstante, sus últimas palabras públicas fueron: «Mirad, encontré una Roma hecha de
ladrillo, y os la dejo de mármol». Una gran procesión funeraria de plañideras viajó junto con el
cuerpo de Augusto desde Nola hasta Roma, y el día de su entierro cerraron todos los negocios,
tanto públicos como privados.185 Tiberio y su hijo Druso pronunciaron el panegírico de pie sobre
dos rostra.6 Confinado en su féretro, el cuerpo de Augusto fue cremado en una pira cerca de su
mausoleo; más tarde se proclamó que se había unido con los demás dioses como un miembro más
del panteón romano.6 En 410, durante el saqueo de Roma, los Godos asaltaron el mausoleo y
dispersaron las cenizas de Augusto.

El historiador D. C. A. Shotter considera que las políticas de Augusto a favor de la línea familiar
Julia sobre la Claudia podrían haber dado a Tiberio razones suficientes como para que mostrara un
claro desprecio por Augusto tras su muerte; en cambio, Tiberio siempre fue rápido en reprender a
todos aquellos que criticaron a Augusto.186 Shotter sugiere que la deificación de Augusto, junto
con la «actitud extremadamente conservadora» de Tiberio hacia la religión, forzó a este último a
contener cualquier resentimiento que pudiera haber concebido.187 Además, el historiador R.
Shaw-Smith hace mención a las cartas dirigidas por Augusto a Tiberio, en las que mostraba su
afecto y alta consideración por los méritos militares de Tiberio.188 Shotter comenta que Tiberio
enfocó su animadversión y críticas en Gayo Asinio Galo (por haber desposado a Vipsania después
de que Augusto obligara a Tiberio a divorciarse de ella) así como los dos jóvenes césares Cayo y
Lucio, en vez de hacerlo con Augusto, el verdadero responsable de su divorcio y, finalmente, de su
degradación imperial.187

El legado de Augusto[editar]

Retrato de Augusto: detalle de la famosa estatua de Prima Porta.

El reinado de Augusto sirvió para cimentar el Imperio romano, un régimen que duraría cientos de
años hasta su decadencia y caída. Tanto su nomen adoptivo, César, como su título, Augusto, se
convirtieron en títulos ostentados por quienes gobernaron el Imperio romano durante cuatro
siglos, tanto en Occidente como en Oriente, y aún en el siglo XV se usaban en Constantinopla. En
muchos idiomas césar se convirtió en sinónimo de emperador. Los títulos zar (en ruso, "Царь" —
Tsar'— que proviene de "Цесарь" o Ccésar) y káiser (alemán, Kaiser) son derivados del nombre o
título César y continuaron en uso hasta el siglo XX. Poco tiempo después de morir Augusto, el 19
de septiembre de 14, fue deificado (consecratio) y adorado como un divus. El culto al divino
Augusto continuó hasta que la religión oficial del Imperio romano fue cambiada a la cristiandad
por Teodosio I en el siglo IV. Testamento de su legado es el gran número de estatuas y bustos
erigidos en su honor, así como también el mausoleo que originalmente contenía las columnas de
bronce con las obras de la vida de Augusto llamada Res Gestae Divi Augusti.189 Muchas copias de
ese texto se inscribieron a lo largo del Imperio romano tras su muerte,190 con traducciones al
griego en muchos lugares y en edificios públicos como, por ejemplo, el templo de Ankara.191

Sin embargo, pocas de las obras escritas por Augusto han pervivido. Entre las que sí que han
llegado a nuestros días se encuentran los poemas Sicilia, Epifanio y Ajax, una autobiografía de 13
tomos, un tratado filosófico y un texto refutando al Elogio de Catón de Marco Junio Bruto.192 Los
historiadores también han utilizado algunas cartas escritas por Augusto y dirigidas a otras
personas para obtener algunos datos adicionales sobre su vida personal.188 193

Muchos consideran a Augusto el emperador más grande de Roma; sus políticas ciertamente
extendieron la vida del Imperio romano e iniciaron la Paz romana también conocida como Pax
Augusta. Era inteligente, decisivo, y un político sagaz, pero quizás no tan carismático como Julio
César, y en ocasiones tomó decisiones influenciado por su tercera esposa, Livia. Como resultado,
Augusto no posee tanto renombre como su antecesor, y a menudo es confundido con el primero.
No obstante, su legado demostró perdurar más en el tiempo. Como ejemplo, cabe señalarse que
la ciudad de Roma fue transformada completamente bajo el mando de Augusto.

Clípeo procedente de Arles Francia en el que se conmemoran las virtudes de Augusto por voluntad
del Senado y del Pueblo de Roma.)

Se crearon las primeras fuerzas policiales y de bomberos institucionalizados, estableciendo al


prefecto municipal como un cargo permanente.194 La fuerza de policía se dividió en cohortes de
quinientos hombres, mientras que las fuerzas de bomberos llegaron a estar dotadas por entre
quinientos y mil hombres, con siete unidades asignadas a catorce sectores de la ciudad.194 Se
nombró a un praefectus vigilum (prefecto de vigilancia) como mando directo de los cuerpos de
vigilancia policial y anti-incendios de Roma.195 Además, habiendo finalizado las guerras civiles en
Roma, Augusto pudo también crear un ejército profesional para el Imperio romano, compuesto
por unas veintiocho legiones que suponían unos ciento setenta mil soldados.196 El ejército estaba
apoyado por numerosas unidades de tropas auxiliares de quinientos soldados cada una, reclutadas
a menudo en zonas conquistadas recientemente.197 En el año 6, Augusto estableció el aerarium
militare, donando ciento setenta millones de sestercios al nuevo tesoro militar con el que se
pagaba tanto a los soldados activos como a los retirados.198 Por último, uno de los legados de
carácter político-militar que más durarían entre las instituciones romanas sería la Guardia
Pretoriana que creó en 27 a. C. En origen se trataba de una guardia personal en el campo de
batalla, que fue evolucionando para convertirse en una guardia imperial y en un importante
cuerpo político de Roma.199 Después de Augusto, la Guardia Pretoriana tuvo poder suficiente
para intimidar al Senado y para deponer y elegir emperadores. El emperador Majencio fue el
último al que sirvieron, y fue Constantino I quien disolvió el cuerpo a comienzos del siglo IV,
destruyendo sus barracones, los Castra Praetoria.200

Con las finanzas del estado como base del mantenimiento de las carreteras que atravesaban Italia,
Augusto creó también un sistema oficial de correos, con la creación de una serie de postas
gestionadas por el praefectus vehiculorum.201 Además de una mejora en las comunicaciones de
los ciudadanos del Imperio romano, la mejora y ampliación de la red viaria permitió una movilidad
sin precedentes del ejército romano a lo largo y ancho del Imperio.202

Augusto representado conforme al estilo egipcio en un relieve del templo de Kalabsha, en Nubia.

Aunque llegó a ser el individuo más poderoso del recién creado Imperio romano, Augusto quiso
representar el espíritu de la virtud y las leyes de la República. También quiso tener relación y
conexión con la plebe y los ciudadanos desfavorecidos. Para ello hizo gala de una gran
generosidad a la vez que ofrecía una imagen de persona poco dada a los lujos y los excesos. En el
año 29 a. C., Augusto pagó cuatrocientos sestercios por persona a un total de docientos cincuenta
mil ciudadanos, mil sestercios a cada uno de los ciento veinte mil veteranos de las colonias, y
dedicó setecientos millones de sestercios a la compra de tierras para que sus veteranos pudieran
establecerse.203 También restauró ochenta y dos templos con el fin de mostrar su preocupación
por las deidades romanas,203 y en 28 a. C. ordenó fundir ochenta estatuas de plata erigidas a su
imagen y en su honor en un intento de aparentar un carácter modesto y frugal.203

En una visión retrospectiva del reinado de Augusto y su legado al mundo romano, su longevidad
no debe obviarse como un factor clave en su éxito. Tal y como apunta Tácito, las generaciones más
jóvenes que estaban vivas en el año 14 no habían conocido otra forma de gobierno que el
principado.204 Si Augusto hubiera muerto a edad más temprana, la historia podría haberse
desarrollado de distinta forma. El desgaste que supusieron las guerras civiles en la vieja oligarquía
republicana y la longevidad de Augusto, por lo tanto, debe verse como un factor de gran
importancia en la transformación del estado romano en una monarquía de facto a lo largo de
estos años. La experiencia de Augusto, su paciencia, su tacto, y su perspicacia política jugaron un
papel fundamental a lo largo de su mandato. Puso las primeras piedras de lo que sería el Imperio
romano, desde la creación de un ejército profesional que estableció en las fronteras, al principio
dinástico que tan a menudo se utilizó en la sucesión imperial, pasando por el embellecimiento de
la capital mediante obras financiadas por el emperador. Su legado final fue la paz y prosperidad de
la que el Imperio romano gozó durante los siguientes dos siglos bajo el sistema político que él
inició. Su memoria se consagró durante la época Imperial como el paradigma de buen emperador.
Todos los emperadores posteriores adoptaron su nombre, César Augusto, que fue perdiendo
gradualmente su carácter de nombre propio para convertirse en un título.6 Poetas
contemporáneos como Virgilio u Horacio alabaron a Augusto como defensor de Roma y de la
justicia y moral, un individuo que cargaba con el peso de la responsabilidad de mantener el
Imperio romano.205 Sin embargo, Augusto también ha sido objeto de críticas a lo largo de los
años por su gobierno sobre Roma y por crear el principado. Por ejemplo, el jurista romano
contemporáneo Marco Antistio Labeón, orgulloso de los días previos a la era de Augusto en los
que había nacido, criticó abiertamente el régimen del principado.206 Tácito (c. 56-c. 117), por su
parte, escribió al comienzo de sus Anales que Augusto había subvertido con astucia la República
Romana en un régimen de esclavitud.206 Continuaba diciendo que, con la muerte de Augusto y el
juramento de lealtad a Tiberio, el pueblo romano simplemente intercambió un amo por otro.206
Sin embargo, Tácito también recoge en su obra dos visiones contradictorias, a la vez que comunes,
de Augusto:

Fragmento de una estatua ecuestre de Augusto.

Personas inteligentes le alabaron o criticaron de diversos modos. Una opinión era la siguiente. El
deber filial y la emergencia nacional, en la que no había lugar a una conducta respetuosa con la
ley, le llevaron a una guerra civil —y esto no puede ser promovido ni mantenido por métodos
decentes—. Hizo concesiones a Antonio y a Lépido con la finalidad de obtener la venganza sobre
los asesinos de su padre. Cuando Lépido se volvió viejo y perezoso y Antonio se entregó a la auto-
indulgencia, la única posible cura para un país distraído era el gobierno por un solo hombre. Sin
embargo, Augusto puso en orden el país no mediante su alzamiento como rey o dictador, sino
creando el principado. Las fronteras del Imperio romano estaban en el océano o en ríos distantes.
Los ejércitos, provincias, flotas, el sistema entero estaba interrelacionado. Los ciudadanos
romanos estaban protegidos por la ley. Los provincianos eran tratados decentemente. La propia
Roma había sido embellecida profusamente. La fuerza se había usado con moderación,
simplemente para preservar la paz de la mayoría.

Tácito207

Por otro lado, y según la versión opuesta:

El deber filial y la emergencia nacional fueron meros pretextos. En realidad, el motivo de


Octaviano, el futuro Augusto, fue el ansia de poder (...) Ciertamente hubo paz, pero fue una paz
cubierta de sangre por los desastres y asesinatos.

Tácito208

Tácito tenía la opinión de que el emperador Nerva (r. 96-98) sería el único capaz de mezclar dos
conceptos opuestos: el principado y la libertad.209 El historiador Dión Casio, del siglo III,
consideraba a Augusto un gobernante benigno y moderado aunque, al igual que muchos
historiadores posteriores a la muerte de Augusto, le consideraba un autócrata.206 El poeta Marco
Anneo Lucano (39-65 d. C.) opinaba que la victoria de César sobre Pompeyo y la caída de Catón el
Joven (95-46 a. C.) marcaron el final de la libertad en Roma. Sobre el particular, el historiador
Chester G. Starr, Jr. escribe que es posible que con ello estuviese expresamente evitando criticar a
Augusto de forma directa.209

En épocas más recientes, el escritor Jonathan Swift (1667-1745), en su obra Discourse on the
Contests and Dissentions in Athens and Rome, criticó a Augusto por instaurar la tiranía en Roma, y
hacía una comparación entre la monarquía constitucional del Reino Unido y la república romana
del siglo II a. C.210 El almirante e historiador Thomas Gordon (1658-1741) comparó a Augusto con
el tirano puritano Oliver Cromwell (1599-1658)210 e insistió, al igual que hizo Montesquieu, en
que Augusto se comportó como un cobarde en batalla.211 Augusto también sería tildado de
«gobernante maquiavélico», «usurpador sediento de sangre», «malvado y despreciable» y
«tirano» por el historiador Thomas Blackwell.211

Reformas económicas[editar]

Moneda de Augusto encontrada en el tesoro de Pudukottai, en India, y actualmente expuesta en


el Museo Británico.

Imitación india de una moneda de Augusto. Siglo I. Museo Británico.


Las reformas económicas que Augusto implementó en Roma tuvieron un gran impacto sobre el
éxito posterior del Imperio romano. Augusto hizo que una gran porción del terreno sobre el que se
había extendido el Imperio romano pasase a estar bajo control e imposición directa de Roma, en
lugar de extraer una cifra variable, intermitente y en cierto modo arbitraria de impuestos de cada
provincia local, como había ocurrido hasta entonces.212 La reforma incrementó enormemente la
cifra neta de ingresos que Roma percibía de sus nuevos territorios, estabilizando el flujo y
regularizando la relación financiera entre Roma y las provincias, en lugar de provocar
resentimientos continuos ante cada nueva exacción de tributos.212 Las cifras impositivas durante
el reinado de Augusto se determinaban por el censo de población, con cuotas fijas para cada
provincia en función del número de habitantes.213 Los ciudadanos de Roma y de Italia pagaban
impuestos indirectos, mientras que las provincias debían pagar impuestos directos a Roma.213
Entre los impuestos indirectos se contemplaba un impuesto del 4 % sobre el precio de los esclavos
y un 1 % sobre los bienes vendidos en subasta, así como un impuesto de sucesiones del 5 % sobre
aquellas herencias cuyo valor fuese mayor de cien mil sestercios y siempre que el parentesco
entre el causante y el heredero no fuese de primer grado.213

Asimismo, otra reforma de gran importancia fue la abolición del sistema privado de recolección de
impuestos que ejercían los publicanos, que sería reemplazado por un servicio público de carácter
funcionarial de recolectores de impuestos. En la era republicana el sistema habitual había sido el
de los publicanos, contratistas privados que habían llegado a tener suficiente poder como para
influir en la política de Roma.212 Los publicanos habían ganado muy mala fama y una gran
fortuna personal gracias a la adjudicación de los derechos de recaudación de impuestos en áreas
locales.212 Roma, a través del sistema de subasta, otorgaba el derecho de recaudación de
impuestos a la persona que más ingresos ofreciese a Roma, y el beneficio del publicano se basaba
en todas aquellas cantidades que fuese capaz de recaudar por encima de la cifra ofertada,
contando para ello con la bendición de la metrópolis. La falta de una supervisión efectiva,
combinada con el deseo de los publicanos de maximizar sus beneficios, supuso la creación de un
sistema de exacciones arbitrarias que a menudo era muy cruel con los contribuyentes. Era un
sistema ampliamente percibido como injusto, y muy dañino para la economía.

Además, la conquista de Egipto por Augusto supuso una nueva fuente de ingresos para financiar
las operaciones del Imperio romano.214 Dado que políticamente la región fue considerada como
una propiedad privada de Augusto en lugar de una provincia del Imperio romano, se convirtió en
parte del patrimonio de los futuros emperadores.215 En lugar de a un legado o a un procónsul,
Augusto colocó como administrador de Egipto a un prefecto de la clase ecuestre con la misión de
administrar Egipto y mantener sus lucrativos puertos. Este puesto se convirtió en el mayor logro
político que podía alcanzar alguien de la clase ecuestre, aparte del de Prefecto del pretorio.216
Esta tierra de gran productividad aportó enormes recursos a Augusto y a sus sucesores, con los
que pudieron financiar obras públicas y expediciones militares,214 además de «pan y circo» para
el pueblo de Roma.

Mes de Augusto[editar]
El mes de agosto (en latín Augustus), conocido hasta ese entonces como sextilis por ser el sexto
mes del calendario romano original, recibió su nombre actual en honor a Augusto. Existe una
creencia común de que agosto tiene 31 días porque Augusto quería que su mes tuviese la misma
longitud que el de Julio César —el mes de julio—, pero se basa en una invención que data del siglo
XIII y que se atribuye a Johannes de Sacrobosco. Sextilis, de hecho, tenía ya 31 días antes del
cambio de nombre, y no fue elegido por su longitud. Según un senatus consultum citado por
Macrobio, sextilis fue renombrado en honor a Augusto debido a que varios de los eventos más
significativos en su ascensión al poder, culminando con la caída de Alejandría, tuvieron lugar en
ese mes.217

Proyectos arquitectónicos[editar]

Detalle de una escultura del Ara Pacis (Altar de la Paz), 13 a. C. a 9 a. C.

En su lecho de muerte, se dice que Augusto se jactó de haber encontrado una Roma hecha de
ladrillo y de haber legado otra hecha de mármol. Aunque existe cierta verdad literal en su
afirmación, Dión Casio indica que se trataba de una metáfora sobre la fuerza del Imperio
romano.218 El mármol podía encontrarse en edificios romanos anteriores, pero no fue utilizado
de forma tan extensa como material de construcción hasta el reinado de Augusto.219 Aunque la
afirmación no aplicaba a toda Roma o, en especial, al barrio del Subura, Augusto dejó una
impronta en la topografía monumental del Centro de la ciudad y del Campo de Marte, con el Ara
Pacis (Altar de la Paz) y un reloj de sol monumental, cuya pieza central era un obelisco traído de
Egipto.220 Los relieves que decoran el Ara Pacis ofrecían el relato visual de los triunfos de
Augusto recogidos en el Res Gestae.221 Aparecen representados los desfiles imperiales de los
pretorianos, las vestales y los ciudadanos de Roma.221 También construyó el Templo de César,
los baños de Agripa y el Foro de Augusto, en el que se encontraba también el Templo de Marte el
Vengador. También alentó la construcción de otros proyectos, como el Teatro de Balbo o la
construcción del Panteón de Agripa, y en otros casos financió las obras erigidas en nombre de
otras personas, a menudo familiares, como el Pórtico de Octavia o el Teatro de Marcelo. El
Mausoleo de Augusto fue construido tras su muerte para albergar a los miembros de su
familia.222

Para celebrar su victoria en la batalla de Accio ordenó construir el arco de Augusto, que se terminó
en 29 a. C. cerca de la entrada al Templo de Cástor y Pólux y que sería ampliado en 19 a. C. en un
nuevo diseño de triple arco.219 Existe también muchos edificios construidos fuera de Roma que
llevan el nombre y legado de Augusto, como por ejemplo el teatro de Mérida o el de Cartagena, en
España, la Maison Carrée, en Nimes, en el sur de Francia, o el trofeo de Augusto, en La Turbie,
también en Francia.

Templo de Augusto y Livia en Vienne.


A la muerte de Agripa en 12 a. C., Augusto tuvo que buscar una solución para el mantenimiento
del suministro de agua a la ciudad de Roma. El problema había sido afrontado por el propio Agripa
cuando sirvió como edil, que llegó incluso a financiarlo con su propio dinero como ciudadano
privado.194 Ese mismo año, Augusto dispuso un sistema en el cual el Senado designaba a tres de
sus miembros como comisionados principales al cargo del suministro de agua y para asegurarse de
que los acueductos de Roma eran mantenidos adecuadamente.194 A finales de la era de Augusto,
se puso al cargo del mantenimiento de edificios públicos y del culto al estado a una comisión de
cinco senadores llamada curatores locorum publicorum iudicandorum y que podría traducirse
como los Supervisores de la Propiedad Pública.194 Augusto también creo el grupo senatorial de
los curatores viarum para la supervisión y mantenimiento de las carreteras, que trabajaba con
oficiales locales y con contratistas para organizar las reparaciones ordinarias.201

El estilo arquitectónico dominante en la era de Augusto y de la fase imperial de Roma fue el orden
corintio, originario y procedente de la antigua Grecia.219 Suetonio comentó en una ocasión que
Roma no era merecedora de su estatus de capital imperial, si bien Augusto y Agripa se encargaron
de desmantelar este sentimiento transformando la apariencia de Roma bajo el modelo griego
clásico.219

Algunas obras mandadas por Augusto y otras dedicadas a él[editar]

- En Roma:

Foro de Augusto (terminado en 2 a. C.), con el

Templo de Mars Ultor ("Marte Vengador").

La Curia Iulia en el Foro Romano (reconstrucción de la Curia Hostilia, comenzada por César y
terminada por Augusto en 29 a. C.).

Ara Pacis: El Altar de la Paz en el Campo de Marte (13-9 a. C.).

Horologium Augusti (Reloj de Augusto) en el Campo de Marte.

El Mausoleo de Augusto, en el Campo de Marte (comenzado en 29 a. C.).

La "Casa de Augusto", su residencia privada en el Palatino.

Augusto de Prima Porta, estatua thoracata encontrada en la Villa ad Gallinas Albas, propiedad de
su esposa Livia.

- En Italia:

Arco de Augusto en Rímini (Ariminium), 27 a. C..

Arco de Augusto en Aosta (Augusta Praetoria).

Puente de Augusto en Narni, Valle del Río Nar.


Puerta principal de Fano (Fanum Fortunae), 9-10.

- En provincias:

Arco triunfal y Teatro en Orange (Arausio), Francia.

Teatro de Orange, Francia. Siglo I

Templo de Marte en el Foro de Augusto, Roma

Mausoleo de Augusto, Campo Marcio, Roma

Augusto en la posteridad[editar]

Con el paso del tiempo, la imagen de Augusto estuvo expuesta a una gran cantidad de cambios e
influencias constantes que poco o nada tenían que ver con su persona y su régimen. Historiadores
como Suetonio lo alabaron en gran medida, mientras que otros como Tácito se mostraron más
críticos. Ciertamente, tras nacer Jesús de Nazaret en la época de Augusto, los cristianos de la
Antigüedad tardía y la Edad Media equipararon constantemente la Paz augusta con la Paz
cristiana. Incluso en los tiempos modernos, algunos políticos querían crear, cada uno con
diferentes motivos, similitudes entre ellos mismos y la época de Augusto. Durante la Revolución
Francesa, la creación del Directorio, después del reinado de terror de los jacobinos en 1794, se
comparó con el establecimiento del Principado. A su vez, en el siglo XX, se desató entre los
fascistas italianos, una «fiebre augusta».223 Incluso en la época de la Alemania nazi, muchos
historiadores antiguos, incluyendo a William Weber, vieron al imperio de Augusto como un
modelo de renovación para la propia Alemania en cuanto a su Führer. El historiador Jochen
Bleicken califica a Augusto como el «pionero» y «constructor del Imperio romano», asimismo,
como aquel que «educó a las élites romanas».224 De igual forma, Dietmar Kienast dijo que
Augusto era «un líder desinteresado en la propia historia».225
El enfoque de Ronald Syme estuvo marcado por la propagación de los movimientos fascistas en la
Europa de su tiempo. Para él, Augusto era un dictador. De modo similar a Mussolini —solo que
con valoración negativa contraria— Syme veía en su ascensión paralelos con el fascismo naciente.
El régimen de Augusto habría surgido de una revolución, él mismo habría sido un hombre de
partido que con el soporte del dinero y las armas habría vencido a la vieja capa dirigente
reemplazándola por una nueva. Como hombre poderoso y calculador habría llevado a la tumba la
república en descomposición para dar fundamento a una autocracia tras una fachada republicana.

Dentro de la temática de Augusto en la cultura se han hecho varios proyectos, como en Cleopatra
(película de 1963), donde el actor Roddy McDowall interpreta (sin nada de temple) a Octavio.226
O la aclamada serie de televisión de 1976, Yo, Claudio (basada en la novela homónima de Robert
Graves), donde el emperador Augusto es interpretado por Brian Blessed. Se le muestra como un
hombre agradable y simpático que buscaba lo mejor para Roma y su familia; pero aun así, era un
títere en manos de su esposa Livia, interpretada por Sian Phillips.227

Asimismo, en la serie cinematográfica británico-italiana Imperium (constituida por cuatro películas


en total, entre 2003 y 2006), dirigida por Roger Young, César Augusto es interpretado por el actor
Peter O'Toole en Imperium: Augustus, donde se aborda la vida de Octaviano desde antes de
convertirse en emperador hasta su reinado como tal. Otros actores que participaron en dicha
producción fueron Charlotte Rampling (quien interpretó a Livia Drusila), Vittoria Belvedere (Julia la
Mayor), Ken Duken (Marco Vipsanio Agripa) y Benjamin Sadler (como el joven Octaviano).228 Las
películas restantes de la serie relatan las vidas de Nerón y Simón Pedro, y finalmente la historia de
Pompeya.

De igual forma, en la primera temporada de la serie televisiva Roma de 2005, el joven Augusto es
interpretado por Max Pirkis. Augusto es un joven que vive de cerca la guerra civil entre Julio César
y sus oponentes políticos. La segunda temporada comienza tras la muerte de Julio César y narra
los acontecimientos que culminan con el ascenso de Octavio a la posición de Primer Ciudadano. Al
principio de esta última temporada, Max Pirkis vuelve a interpretar a Augusto, cambiando a mitad
de temporada por Simon Woods para encarnar a un Augusto más maduro. Se le presenta como un
hombre ambicioso, manipulador, sin escrúpulos, frío, y sin carisma para conectar con el pueblo. A
medida que va asumiendo poder sus ofertas de pacto adquieren una forma más ventajosa, pero
en el fondo se aprecian como órdenes que no se pueden rechazar. Triunfa gracias a una mezcla de
astucia política y el miedo que infunde, tanto en sus enemigos como en sus allegados. Quedan
fuera de la descripción de su personalidad las virtudes que le hicieron un buen gobernante, y una
persona querida y respetada durante siglos.229

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