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Remigio warthon Sandoval

 Alan Ruiz Ocampo

VIII

LA COMPRA VENTA

2019 – 02
ÍNDICE

INTRODUCCCION……………………………………………………………… 2
CONTRATOS DE COMPRAVENTA
Generalidades…………………………………………………………………….. 3
II- DEFINICION 5
III.- DIFERENCIAS CON OTROS CONTRATOS Y FIGURAS
JURIDICAS
5
1). Con la permuta………………………………………………………………...
2). Con el arrendamiento ………………………………………………………. 6
3). Con el contrato de obra………………………………………………………. 7
4). Con la dación en pago………………………………………………………... 8
5). Con el contrato de suministro………………………………………………. 9
6). Con el contrato de depósito…………………………………………………. 9
IV.- COMPRAVENTA CIVIL Y MERCANTIL………………………………. 10
V.- CARACTERES JURIDICOS………………………………………………. 11
VI.- SUJETOS Y CAPACIDAD………………………………………………… 12
VII- EL OBJETO DE LA PRESTACION………………………………………. 13
VIII.- TRANSFERENCIA DE LA PROPIEDAD…………………………….. 14
1). Tratándose de bienes muebles……………………………………………… 16
2). En lo que atañe a los bienes inmuebles…………………………………… 16
IX.- CONCLUSIONES…………………………………………………………… 16
X.- REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS………………………………………. 17
INTRODUCCCION
La compraventa constituye probablemente la más importante de las figuras
contractuales recogidas y reguladas por las distintas legislaciones, pues a nadie
se escapa su fundamental importancia económica, como el principal de los
contratos que tienen por objeto el intercambio en la propiedad de los bienes
(categoría de contratos que vienen siendo denominados traslativos del
dominio). Importancia económica a la que hay que unir su fundamental
también trascendencia jurídica: siendo una figura conocida desde muy antiguo,
la práctica totalidad de las legislaciones se han preocupado de su regulación,
tomándola como modelo o paradigma a la hora de regular buena parte de los
demás contratos. Así, nuestro Código Civil le dedica una importante cantidad
de artículos (del 1.445 al 1.536, si bien incluye en estos preceptos la regulación
de otras figuras, como los retractos o la cesión de créditos) y la sitúa a la cabeza
de la regulación de las singulares relaciones obligatorias, excepción hecha de
ese atípico capítulo dedicado al régimen económico matrimonial.
Nuestro Código Civil recoge el concepto del contrato de compraventa en el art.
1.445, caracterizándolo como aquél por el que una persona (vendedor) se obliga
a entregar una cosa determinada, y otra (comprador) a pagar por ella un precio
cierto, en dinero o signo que lo represente. Más adelante examinaremos estos
elementos configuradores del contrato de compraventa; sólo señalar aquí que la
definición legal, si bien recoge con bastante claridad aquello en que la
compraventa consiste, ha sido objeto de diversas críticas; entre ellas, la de no
aclarar si la compraventa se ciñe o no al ámbito de las cosas corporales, y la de
no añadir ninguna luz sobre el problema de si se encuentra entre las
obligaciones del vendedor la de transmitir la propiedad de la cosa vendida.
CONTRATOS DE COMPRAVENTA
Generalidades
En acertada frase. Colín y Capitant señalaron que si bien no todo el mundo
vende, puede decirse con verdad que todo el mundo compra. En estas palabras
encontramos el significado que tiene la compraventa desde el punto de vista
económico, social y humano, ya que ha sido, es y seguramente seguirá siendo el
más importante de los contratos, habida cuenta de que constituye el
instrumento idóneo para la adquisición de la propiedad y juega un rol
trascendente en la vida de los pueblos y en la satisfacción de las necesidades
primarias y suntuarias de los individuos. Su acción en el proceso de circulación
de los bienes es tan intensa, que se dice que representa el 70% de los actos de la
vida (Luis María Rczzónico, Estudio de los Contratos, página 3). En todo caso y
al margen de si ese porcentaje es o no exacto, no cabe duda de que estamos
frente al contrato más frecuente, pues son innumerables las operaciones de
compra y de venta que se realizan diariamente. Apunta Messineo que "...el
sustento económico de la compraventa es la circulación (en sentido económico)
de los bienes; por tanto la compraventa es el principal vehículo de tal
circulación y de la satisfacción de las más variadas necesidades del sujeto
comprador.
Por otra parte, se trata del acto de comercio por excelencia y la fuente más
copiosa de las obligaciones. A lo expuesto se suma su connotación fiscal, pues la
compraventa es el recurso más efectivo y de fácil cobranza en la
recaudación de impuestos, con cuyo producto el Estado cumple variadas
funciones frente a la comunidad. Finalmente, este contrato ofrece diferentes
matices (venta a plazos, con reserva de dominio, ad mensuram y ad corpus o en
bloque, a prueba, al gusto y por muestra, etc.), lo que ha determinado que en
todas las legislaciones se le dé el realce que le corresponde, expresado, entre
otros aspectos, por la abundancia de normas que lo disciplinan.
Históricamente, la compraventa coincide con la aparición de la moneda
(pecunia), como medio de cambio y pago y desde ese instante reemplazó con
creces a la permuta o trueque.
Resumiendo, podemos afirmar que la compraventa constituye un organismo
vivo dentro del mundo contractual, que se mueve activamente dentro del
proceso de la producción, circulación, distribución y consumo de los bienes y
que le corresponde un cometido de elevado interés humano y social.
En una primera etapa y dentro del formalismo que caracterizó durante largo
tiempo al derecho romano, la compraventa no conducía directamente a la
transferencia de la propiedad y ésta sólo se materializaba mediante la
concreción de actos materiales, como eran la mancipatio, la in jure cessio y la
traditio.
La mancipatio, era un acto formal celebrado en presencia de cuando menos
cinco testigos. En una balanza, la libri pens, que debían llevar los contratantes,
se pesaba, de un lado, un objeto representativo del bien materia del
contrato y, del otro, se colocaba un pedazo de cobre, por ejemplo, que
simbolizaba el pago. Adicionalmente, debían pronunciarse fórmulas rituales a
fin de que se entendiese materializada la adquisición.
La in jure cessio, era igualmente un acto formal, pero se celebraba en presencia
del Pretor. Este modo de adquisición implicaba una reivindicación simulada. En
efecto, el adquirente alegaba la propiedad del bien ante el Pretor y el enajenante
se allanaba a ello.
Tanto la mancipatio como la in jure cessio eran modos de adquisición de las res
mancipi. Según Gayo, eran res mancipi, las cosas más preciosas: "los fundos y
cosas situadas en Italia, los esclavos y animales que es costumbre domar por el
cuello o por el lomo, por ejemplo, los vacunos, los caballos, las muías y los
asnos: también las servidumbres rústicas".
Finalmente, la traditio, que suponía la entrega física del bien, de común acuerdo
entre el tradens (el que lo entrega) y el accipiens (el que lo recibe), era empleada
para alinear la res nec mancipi. De acuerdo con Gayo (II 14a- 17), tenían estas
calidades otras cosas no consideradas como res mancipi como las sumas de
dinero, los animales salvajes, "y también el elefante y el camello que si bien son
domados por el cuello o por el lomo no eran conocidos
en Roma cuando se originó esta distinción" (Carlos Cárdenas Quirós,
"Conveniencia legal de la implantación del catastro en el Perú. Su importancia
en la transferencia de bienes inmuebles". Themis, segunda época, año 1, Nc 3,
páginas 36 y 37).
Como se puede advenir, en los modos de adquisición de la propiedad se
predecían actos materiales apreciables por los sentidos, en tanto que el contrato
no podía ser percibido de la misma manera y constituía, en consecuencia, un
acto o creación de carácter estrictamente intelectual.
Lo expuesto en las líneas anteriores determinó que en su origen la compraventa
sólo generara una obligación de transferir, pero en ningún caso determinaba la
transferencia. No era un modus adquirendi, sino sólo un titulus
adquirendum. Dicho en otras palabras, ella otorgaba simplemente al acreedor,
esto es al comprador, la facultad de exigir del vendedor la entrega de la cosa. El
comprador resultaba entonces, por la vía del contrato, con un derecho, titulo o
acreencia que le permitía adquirir posteriormente la propiedad a través de los
actos materiales a los cuales nos hemos referido. En síntesis para que un
comprador, en aquella época, llegara a ser dueño necesitaba inevitablemente
que se ejecutasen dos actos. El primero consistía en el contrato de compraventa
y el segundo en el acto material de la transferencia de la propiedad y, en
términos generales, la entrega de la cosa vendida. Sólo después de este último
acto se convertía en propietario de lo adquirido y antes de ello sólo era el
acreedor de una obligación con prestación de dar. De lo dicho se desprende
también que el vendedor no estaba obligado a hacer propietario al comprador,
sino única y exclusivamente a poner la cosa vendida a su disposición,
permitiéndole una posesión útil y durable.
Lo expuesto no sólo rigió en la época formalista del derecho romano sino que
sus conceptos se trasladaron a otras compilaciones y fue recién en el siglo XVIII
cuando por acción de los jurisconsultos franceses, entre los que cabe citar a
Bourjon, se empezó a sostener que la compraventa no sólo confería un título o
acreencia al comprador, sino que también le transfería el dominio de la cosa
vendida. Esta fundamental evolución se presentó en forma paulatina y estuvo
sujeta a agudos debates y opiniones divergentes. Vemos así como Pothier, si
bien se afirmaba en la doctrina romanista, lo hacía con ciertas vacilaciones, al
sostener que en virtud de la compraventa quien vendía sólo se obligaba a
entregar la cosa al comprador y a defenderla, una vez entregada, de todas las
molestias o hechos por los cuales se le impidiera poseerla, pero sin transferirle
la propiedad; para señalar luego que era de la esencia de este contrato, que el
vendedor no retuviese el derecho de propiedad de la cosa vendida si era
propietario, en cuya hipótesis se encontraba obligado a transferirla al
comprador.
Quienes definitivamente consolidaron la nueva doctrina c hicieron del contrato
de compraventa un acto traslativo de la propiedad fueron los juristas que
redactaron el Código Civil francés.
Volveremos sobre esta materia al tratar el problema de la transferencia de la
propiedad en la compraventa (infra, página 24).
II- DEFINICION
Con la salvedad de que existen variadas definiciones, estimamos que por la
compraventa el vendedor se obliga a transferir la propiedad de un bien al
comprador y éste a pagar su precio en dinero. Esta es, por lo demás, la
definición contenida en el artículo 1529 del Código Civil vigente, a cuyo análisis
nos remitimos (infra, página 32).
III.- DIFERENCIAS CON OTROS CONTRATOS Y FIGURAS JURIDICAS
Con el propósito de destacar los perfiles de la compraventa, hacemos su
distinción con otros contratos y figuras jurídicas.
1). Con la permuta. Como se expresara, la compraventa tiene como antecedente
remoto a la permuta o trueque, y se ha dicho que esta última no es otra cosa
sino una venta recíproca. Esa es, por lo demás, la razón por la que la permuta se
rige por las disposiciones concernientes a la compraventa y así lo establece el
artículo 1603 del Código Civil, siendo entendido que no le serán aplicables
aquellas relativas al precio, pues la ausencia de este es, casualmente, la nota
diferencial entre uno y otro contrato. Rezzónico manifiesta que...desde luego, es
notorio que falte en la permuta el precio determinado en dinero que es
característico de la compraventa; como dicen Baudry Lacantinerie y Saignat: en
la permuta hay dos cosas que se sirven recíprocamente de precio (op. cit.,
página 24). En su momento analizaremos la figura prevista en el artículo 1531
del Código Civil (infra, página 38).
2). Con el arrendamiento.- Tanto en la compraventa como en el arrendamiento
se entrega un bien y se paga un precio en dinero, al extremo de que Pothier
señalaba que el contrato de locación no es sino la venta del uso y goce de la cosa
locada (citado por Luis María Rezzónico, op. cit., página 29).
Empero, sus diferencias son ostensibles y así, mientras en la compraventa se
persigue un acto de disposición, la locación constituye uno de administración,
por el cual no se desplaza la propiedad y sólo se entrega el bien para su uso y
goce, en forma temporal.
Luis María Rezzónico hace notar la existencia de situaciones o casos discutidos
y que se presentan en la vida real, creando problemas para los juristas y
magistrados. Señala que ello ocurre "principalmente cuando se transfiere por un
precio el derecho a los frutos o a los productos de un inmueble (por ejemplo,
bosques, hierbas, minas, canteras) y en los casos llamados de locación-venta, o
locación con promesa de venta de cosas muebles (por ejemplo maquinas,
automóviles, aparatos de radiotelefonía, pianos, etc.)". Al referirse a la cesión de
los frutos de un fundo a cambio de un precio o al derecho de cortar sus hierbas,
plantas, árboles, etc., se pregunta si existe venta o arrendamiento de bosques y
se responde que en estos casos es importante saber y determinar si los
contratantes han querido hacer una venta de los frutos de un inmueble, o una
locación de dicho inmueble que produce tales frutos.
El mismo autor indica que se presta a discusión la naturaleza del derecho que
se confiere a una persona para explotar o extraer los productos de las minas y
canteras (por ejemplo piedras, mármoles, caolín, arcilla, etc.).
Ernesto C. Wayar se refiere igualmente a los casos controvertidos y manifiesta
que: "si se tiene en cuenta que en la locación de cosas el locador se obliga
solamente a conceder el uso y goce de la cosa al locatario y que, en cambio, en la
compraventa el vendedor se obliga a transferir el dominio de la cosa objeto del
contrato, se advierten sin dificultad las diferencias que existen entre ambos
contratos. En la locación sólo se concede el uso y goce de una cosa; en la
compraventa se promete que se transmitirá el derecho de propiedad. No
obstante esta clara diferencia, hay casos en que resulta difícil establecer con toda
precisión si se está frente a una locación o frente a una venta; así sucede cuando
se vende frutos o productos, cuando se contrata el suministro de energía, o
cuando se vende una cosa cuyo precio se pague en mensualidades y se estipula
que en caso de incumplimiento el contrato se resuelve y las mensualidades ya
pagadas se retienen en concepto de alquileres. Es necesario, pues, determinar
dentro del mínimo margen de error cuando hay locación en los supuestos
indicados". El mismo tratadista establece la importancia práctica en la
distinción, por las siguientes razones: "a) Puesto que el locatario no adquiere la
propiedad de la cosa, ya que sólo se le concede el uso y goce, está obligado a
usarla dentro de los términos estipulados en el contrato y tal como lo permita la
naturaleza y el destino de la cosa locada; en cambio, el comprador, que
adquiere la calidad de propietario no sólo puede usar y gozar de la cosa, sino
que además puede disponer libremente de ella; b) Por idénticas razones y de
acuerdo con la regla res perit domino (la cosa se pierde para sus dueños), desde
el momento dela tradición o de la inscripción si se trata de vehículos, el
comprador carga con los riesgos de pérdida o deterioro de los objetos
comprados; en cambio, si el contrato es de locación, los riesgos de la cosa
quedan a cargo del propietario (que por hipótesis es el locador), pues hay
transmisión dominial; c) En materia de privilegios se dan otras diferencias: para
la compraventa rigen los artículos 3893 a 3896 (cosas muebles los artículos 3924
a 3926 (para los inmuebles); para la locación se aplican artículos 3883 a 3885" (el
autor se refiere a las disposiciones del Código vil argentino) y termina con estas
palabras, citando a Borda: "en lo que a tal al objeto se advierte que existen
ciertas cosas que si bien no son susceptibles de ser compradas o vendidas, por
encontrarse fuera del comercio, como playas, parques, plazas, etc., sí pueden ser
dadas en locación" (Ernesto Wayar, Compra y permuta, páginas 71 y 72).
3). Con el contrato de obra.' Frecuentemente se dan en la práctica situaciones en
las que resulta difícil establecer si se está en presencia de compraventa o de un
contrato de obra, que es, a su vez, un matiz o especifica la prestación de
servicios. Esto sucede generalmente en aquellos contrato: que se encarga la
fabricación de un bien (obligación de hacer) para su entrega comitente o dueño
(obligación de dar).
En el Código Civil de 1936 existía una fórmula en virtud de la cual cuando el
empresario ponía materiales e industrias había una venta (artículo 1553), lo cual
no ha sido repetido en la ley actual, y adicionalmente en el artículo 1773 del
Código Civil de 1984 se ha dispuesto que los materiales necesarios para la
ejecución de la obra deben ser proporcionados por el comitente es decir, por el
dueño, salvo costumbre o pacto distinto. Consiguientemente si en el contrato se
ha convenido que los materiales sean proporcionados el contratista ello no lo
transforma en compraventa y sigue siendo contrato de obra.
La doctrina ha sido elástica y fluctuante al evaluar los factores que distinguen la
compraventa del contrato de obra. Planiol y Ripert encuentran la diferencia en
un concepto de tipo valorativo: si el valor del trabajo es muy superior al de las
cosas entregadas, hay contrato de obra; y en la hipótesis inversa, se está frente a
una compraventa (Planiol y Ripert, Tratado Práctico Derecho Civil francés,
tomo X, página 6) Duranton y Duvergier afirmar que en la locación de obra el
trabajo es el objeto principal del contrato, o sea su finalidad, mientras en la
compraventa ese objeto es una cosa, aunque el resultado sea la transmisión de
su propiedad luego de haber sido fabricada por otro. En términos similares se
han pronunciado los comentaristas argentinos Llerena, Machado, Salvat, Spota
y Bibiloni.
En nuestra opinión -que desde luego no es original- la distinción está en la
prevalencia de la prestación. Si lo fundamental es la obligación de prestación de
dar y lo secundario, la de hacer, habrá compraventa. En caso contrario, el
contrato será de obra. Díez-Picazo y Gullón, al exponer esta problemática,
manifiestan que "...la observación de la naturaleza del objeto es importante para
detectar aquella intención. Normalmente, en el contrato celebrado para la
elaboración o construcción de una cosa fungible pierde el proceso productivo
importancia frente a la obligación de entrega, a la prestación de dar. Ello
sucederá cuando se trate de cosas fungibles producidas de forma periódica y
profesionalmente por quien las construye o elabora (por ejemplo, se compra un
coche que el vendedor fabrica en serie, pero en aquel momento no tiene
existencias y ha de construirlo). En cambio, si se encarga la elaboración o
construcción de una cosa específica no fungible hay que afirmar que se ha
celebrado un contrato de obra (el traje que nos hace el sastre con la tela que
elegimos en su sastrería, el coche que nos construye un fabricante con arreglo a
diseño especial, la prótesis dental, etc.). La prestación de hacer, de conseguir un
resultado, es más relevante que la prestación de dar, específica a la
compraventa" (Luis Díez-Picazo y Antonio Gullón, Sistema de Derecho Civil,
volumen II. página 463). Puede advertirse, de consiguiente, que para estos
tratadistas el elemento diferencial está dado por la prevalencia en la obligación
de prestación de dar o de hacer, respectivamente.
4). Con la dación en pago.- Aunque la analogía es notoria, desde que por este
acto jurídico un deudor entrega a su acreedor un bien en pago y cancelación de
una deuda de dinero o de otra cosa distinta, veremos luego en qué se
diferencian.
Dice Pothier, citado por Rezzónico, que "la cosa dada en pago hace las veces,
ocupa el lugar (qui ont lieu) de la cosa vendida y la suma en pago de la cual es
dada hace las veces del precio; el solvens, es decir el deudor que paga, es el
vendedor; el accipiens, esto es, el acreedor que recibe la cosa, es el comprador.
En una y otra se entrega una cosa para transferir su propiedad y esa entrega
está compensada por el precio o por la deuda, es decir, el valor pecuniario del
crédito que se extingue mediante la dación. Por ello la ley romana asimilaba
completamente ambas figuras jurídicas, diciendo que dar en pago es vender:
"daré in solutum est venderé" (Luis María Rezzónico, op.
cit., página 43). A este respecto, el artículo 1266 del Código Civil establece que si
no se determina la cantidad por la cual el acreedor recibe el bien en pago, sus
relaciones con el deudor se sujetan a las reglas de la compraventa.
El mismo Rezzónico apunta que ambas figuras no pueden identificarse
técnicamente, debido a las importantes diferencias que existen y que se
resumen en lo que atañe a la finalidad o intención de las partes, ya que mientras
la compraventa está fundamentalmente basada en la obligación de entrega de la
cosa como vendedor, en la dación en pago su objetivo básico es la liberación de
la deuda. De otro lado, la dación en pago es un medio o forma de pago es decir,
una manera de extinguir obligaciones y supone, de consiguiente, una
preexistente; en tanto que la compraventa es un contrato, es decir un acto que
genera obligaciones de dar. En suma, la dación en pago conduce a la extinción
de una obligación, mientras que la compraventa nos lleva a su creación.
5). Con el contrato de suministro.- Aun cuando es cierto que en el suministro
también se transfieren bienes a cambio de un precio en diñen), su diferencia con
la compraventa está precisada por la autonomía de las prestaciones, la que no
se da en el primero de estos contratos, ni siquiera cuando el precio está
fraccionado en el tiempo. A lo dicho se agrega que el suministro confiere
igualmente el uso y goce de los bienes, tal como lo plantea el artículo 1604 del
Código Civil de 1984 (infra, pág. 183).
6). Con el contrato de depósito.- En principio no cabe confundir la
compraventa con el depósito, habida cuenta de que la primera está destinada a
la transmisión de dominio, lo que no sucede con el segundo. Empero, cuando el
depósito se presenta con ciertos matices, surge entonces la posibilidad de que
exista confusión entre ambas figuras. Ernesto C. Wayar lo pone de manifiesto,
cuando señala que si "una persona remite a otra una cierta cantidad de cosas
para su custodia, encomendándole, al mismo tiempo, que se las venda a un
precio determinado, pero dejándolo en libertad para fijar un precio mayor y
quedarse con el excedente que obtenga. ¿Se trata de un depósito, de una venta,
de una consignación, o de una figura combinada? Y responde: "frente a un
contrato que presente las características señaladas, creemos que para
determinar correctamente su naturaleza jurídica, será necesario desentrañar la
finalidad económica perseguida por las partes. ¿Qué es lo que se ha querido
contratar? Si lo que se busca, en definitiva, es la enajenación de la cosa, habrá en
principio un mandato para vender; que la cosa quede en poder del mandatario
y que éste debe custodiarlo, no cambia la naturaleza del contrato, pues esas
obligaciones incumben al mandatario. En cambio, si lo que se persigue al
contratar es la custodia de la cosa y ésta es perecedera o consumible y su
enajenación es una consecuencia de ello, si el depositario está obligado a
restituir la misma cantidad de cosas depositadas no cabe duda de que el
contrato será de depósito irregular. Por último, si se encarga la custodia de una
cosa y al mismo tiempo se autoriza su enajenación, creemos que el contrato, en
definitiva, es de compraventa, pues, por su esencia, el deposito exige la
restitución de la cosa, lo cual no sucederá en la hipótesis expuesta; más aún, si
se conviene en que si durante un plazo determinado la cosa no se vende se la
tiene que restituir: se trataría igualmente de una compraventa sujeta a
condición resolutoria" (Ernesto C. Wayar, Compraventa y permuta, páginas 98
y 99).
IV.- COMPRAVENTA CIVIL Y MERCANTIL
Hasta la puesta en vigencia del Código Civil de 1984 coexistían legislativamente
la compraventa civil y mercantil. Fue dentro del inevitable y deseado (HOMO
de unificación contractual de estas áreas que se tomó la decisión
de suprimir esa dualidad y así lo establece el artículo 2112 del Código Civil.
La medida ha constituido un acierto, pues en la práctica se presentaban
problemas de delimitación. En efecto, no existía una compraventa
absolutamente mercantil, a diferencia de lo que sucede con ciertos actos o
contratos que son comerciales con abstracción de los sujetos, del propósito o fin
perseguido y del objeto sobre el cual recaen, como acontece con el contrato de
sociedad mercantil, los títulos de crédito y el fideicomiso, para sólo citar
algunos. Rezzónico se pregunta con agudeza: "...Pero ¿cómo distinguir la
compraventa civil de la mercantil? ¿Cuándo es comercial y cuándo civil?
¿Cuándo deben aplicarse las disposiciones del Código Civil y cuándo las del
Código de Comercio? Un abogado compra o vende a su vecino, abogado
también, o médico, o empleado, un automóvil, un cuadro, un animal, etc.; o ese
abogado o vecino compra esas mismas cosas en una casa de negocio que las
vende habitualmente: ¿es civil o comercial esa compraventa? ¿Qué
disposiciones aplicar en caso de sobrevenir diferendos entre el comprador y el
vendedor?" (Luis María Rezzónico, Estudio de los Contratos en nuestro
Derecho Civil, páginas 4 y 5). Si bien el maestro argentino señala en su
mencionada obra la pauta para declarar cuando se está frente a un contrato de
compra venta civil o mercantil, admite también la que tiene naturaleza mixta,
esto es, cuando el contrato es comercial para el vendedor y civil para el
comprador y concluye manifestando que ni los autores ni la legislación
comparada tienen una solución uniforme, todo lo cual no hace sino confirmar la
bondad del sistema recogido en el Código Civil peruano de 1984, pues elimina
los casos "crepusculares" o situados en la "zona gris" de la hermenéutica.
En el comentario del articulado nos detendremos en aquellas disposiciones del
nuevo Código que tienen contenido mercantil, pues han sido desplazadas a este
cuerpo de leyes como inevitable medida impuesta por la unificación. Tenemos
aquí que hacer una crítica por omisión: no se ha repetido el artículo 339 del
Código de Comercio, según el cual "no se rescindirán las ven tas mercantiles
por causa de lesión; pero indemnizará daños y perjuicios el contratante que
hubiera procedido con malicia o fraude en el contrato o en su cumplimiento, sin
perjuicio de la acción criminal". Al haberse procedido de este modo, nada
impide que los comerciantes accionen por lesión, lo que puede ser perjudicial
para el tráfico mercantil, que requiere seguridad y simplicidad en sus
operaciones. Desde luego y habida cuenta de la fusión entre la compraventa
civil y mercantil, la norma tendría que haber estado referida a las ventas en
locales abiertos al público.
V.- CARACTERES JURIDICOS
La compraventa tiene los siguientes caracteres jurídicos:
1) Es autónoma o principal, pues no depende de otros contratos y, antes bien,
generalmente está acompañada por una garantía real o personal, cuando
existe saldo pendiente de pago (compraventa a plazos, artículo 1118, inciso
l* del Código Civil).
2) Es un contrato obligacional y no traslativo de dominio, puesto que el
vendedor se obliga a que la propiedad del bien sea transferida al
comprador La traslación de dominio constituye, por tanto, un efecto o
consecuencia del perfeccionamiento del contrato.
3) Las prestaciones son recíprocas, ya que ambas partes asumen obliga dones
de dar (la entrega del bien, en propiedad y, como contraprestación el pago
del precio en dinero).
4) Es a título oneroso, pues existe enriquecimiento y empobrecimiento
correlativos. El vendedor, en efecto, se enriquece al recibir el precio en
dinero y se empobrece al desprenderse de un bien que antes integraba su
patrimonio. Por su parte el comprador se empobrece cuando paga el precio,
pero se enriquece al incrementar su patrimonio con el bien adquirido.
5) Es conmutativa, pues las partes han previsto con anticipación los beneficios
potenciales del contrato y, salvo situaciones especiales y que se examinan
en su momento (infra, páginas 48 y 49) no están sujetas a factores de
carácter aleatorio y las obligaciones recíprocas se consideran equivalente
Coincidimos con Alessandri, por lo demás, cuando afirma que la
conmutabilidad no es de la esencia de este contrato y descartamos la
opinión de quienes sostienen que si se pierde esa característica la
compraventa se transforma en otro contrato atípico. Dice Alessandri,
citando a Pothier, que "...la simple esperanza y la suene pueden ser objeto
de este contrato. Es por esto que si un pescador vende a alguien por cierto
precio toda la pesca que saque de un golpe de red, aquel celebra un
verdadero contrato de venta, aun cuando no salga ningún pescado, pues la
esperanza o la expectativa de los peces que pudieron salir es un hecho
moral apreciable en dinero y que puede, por lo tanto, constituir el objeto de
un contrato" (Arturo Alessandri Rodríguez, De la compraventa y de la
promesa de venta, tomo primero, página 11). Se trata, en suma, del clásico
ejemplo de Pothier sobre "la redada del pescador".
6) Es consensual, desde que para celebrarse sólo se requiere el consentimiento
de las partes y tiene libertad de forma, pues los contratantes pueden
adoptar aquella que consideren más conveniente. Desde luego, cuando el
objeto de la prestación es un inmueble, se utiliza la escritura pública, pues
mediante ella se inscribe el contrato en el Registro de la Propiedad
Inmueble y se completa, con ello, su titulación.
VI.- SUJETOS Y CAPACIDAD
Los sujetos de la compraventa son el vendedor y el comprador. No existe
restricción alguna para que asuman una u otra posición las personas naturales o
jurídicas.
Hay ciertos casos en que se presenta la incapacidad de goce, esto es, el
impedimento para celebrar el contrato y así sucede con todas aquellas personas
que se encuentran imposibilitadas de contratar por mandato de lo dispuesto en
el artículo 1366 del Código Civil, en razón de las funciones que desempeñan.
Tampoco pueden los padres comprar los bienes de sus hijos (contrato consigo
mismo, artículo 166 del Código Civil), salvo que medie autorización judicial y
por causas justificadas de necesidad o utilidad (artículo 447 del Código Civil) y
haya quedado excluida la posibilidad de un conflicto de intereses. Más rigurosa
es aún la posición de los tutores y curadores, pues existe prohibición expresa
para que compren los bienes de los menores y pupilos, según mandato del
artículo 538, inciso le, y la regla remisoria del artículo 568 del Código Civil. Por
lo demás, debemos poner énfasis que una persona puede hacer todo aquello
que la ley no se lo prohíba expresamente, de modo tal que en la compraventa
como en la contratación en general, la capacidad de goce es la regla y la
incapacidad, la excepción. Citando a Baudry Lacantinerie, no tenemos que
buscar si existe una ley que permita celebrar una compraventa, sino una que lo
prohíba. Señala Alessandri que "...de este aforismo fluye una consecuencia muy
importante y es que las incapacidades para celebrar un contrato sólo pueden
emanar de la ley. Es ésta la única que puede privar a los individuos de la
capacidad necesaria para contratar, puesto que en caso contrario tal capacidad
existe, en razón de ser capaces todos aquellos que la ley no declara incapaces"
(Arturo Alessandri Rodríguez, op. cit., tomo primero, página 385). A lo dicho
cabe agregar que las prohibiciones o incapacidades de goce establecidas por
mandato de la ley no pueden ser extendidas por analogía, dado su carácter
excepcional. Rige, a este respecto, el artículo IV del Título Preliminar del
Código Civil peruano.
 Ya expresamos que los padres no pueden comprar los bienes de sus hijos
sin autorización judicial y previa justificación de su necesidad o utilidad y
que los tutores y curadores están prohibidos de hacerlo. Debemos
completar esta materia señalando que para que los padres, tutores y
curadores puedan vender los bienes de sus hijos, pupilos o de las personas
sujetas a curatela respectivamente, es indispensable que obtengan la
autorización del juez y que existan razones de necesidad o utilidad que lo
justifiquen, lodo ello en defensa de los intereses de esos incapaces (artículos
447, 531, 535 y 568 del Código Civil).
 Consideramos adecuado recordar que no hay, en cambio, impedimento
para que los cónyuges celebren una compraventa, pues ha desaparecido la
prohibición que existía en el artículo 1339 del Código Civil de 1936 y la
única condición es que esos contratantes tengan patrimonios separados,
pues en caso de que haya sociedad conyugal funciona la regla negativa
establecida por el artículo 312 del Código Civil. Desde luego también será
posible la celebración del contrato cuando se trata de bienes propios de los
cónyuges.
 En lo que se refiere a la capacidad de disposición, es indispensable que
comprador y vendedor tengan la capacidad absoluta a que se contrae el
artículo 42 del Código Civil, concordado con el artículo 140, inciso 1, del
mismo cuerpo de leyes y con la conocida excepción de las adquisiciones
que pueden efectuar los incapaces no privados de discernimiento, en lo
relacionado con las necesidades ordinarias de su vida diaria (artículo 1358
del Código Civil).
¿Qué suerte corren los contratos de compraventa celebrados en circunstancias
de impedimento por incapacidad de goce o ejercicio?
En nuestra opinión, si se trata de la incapacidad de goce esos contratos serán
nulos, ya que están en juego intereses que son de orden público. Es aplicable,
de consiguiente, el artículo V del Título Preliminar, según el cual "es nulo el
acto jurídico contrarío a las leyes que interesan al orden público o a las buenas
costumbres".
Cuando lo que está de por medio es la incapacidad de ejercicio, habrá ase
establecer si quien ha intervenido directamente -esto es, al margen de su
«presentante legal- es absoluta o relativamente incapaz. En la primera hipótesis
el contrato será nulo, en tanto que en la segunda es anulable, todo ello a menor
de lo dispuesto en los artículos 219°. Inciso 2° y 221. Inciso 1, del Código Civil,
respectivamente.
VII- EL OBJETO DE LA PRESTACION
Si bien ordinariamente el objeto de la prestación está representado por casas o
bienes corporales, nada impide que los incorporales o derechos formen parte de
ella y se puedan vender, en consecuencia, derechos personales, intelectuales y
universales.
En cuanto a la posibilidad de negociación, la regla general es que todo bien
pueda venderse y los que no pueden serlo constituyen la excepción. Hernán
Valencia Restrepo manifiesta a este respecto que "a la venta es aplicable la
norma que regla los requisitos del objeto de cualquier negocio jurídico: no solo
las cosas que existen pueden ser objeto de una declaración de voluntad, sino las
que se esperan que existan, pero es menester que las unas y las otras sean
comerciales y que estén determinadas, a lo menos, en cuanto a su género. La
cantidad puede ser incierta con tal que el acto o contrato fije reglas o contenga
datos que sirvan para determinar. Si el objeto es un hecho, es necesario que sea
física y moralmente posible. Es físicamente imposible el que es contrario a la
naturaleza, y moralmente imposible el prohibido por las leyes o contrario a las
buenas costumbres o al orden público. Colígese, por tanto, que al momento de
la perfección de la venta, la cosa debe tener existencia actual o al menos
eventual, ser determinada o, por lo menos determinable y ser comercial
(Hernán Valencia Restrepo, Teoría General de la Compraventa, página 174)
Se entiende que el bien que es objeto de la prestación es comerciable, cuando
está en el tráfico económico-jurídico. Dice el mismo Valencia Restrepo que "para
que la cosa pueda ser objeto de ese tráfico, debe ser un bien económico (cosa
útil y escasa o que implique trabajo humano) y, un bien jurídico (cosa útil y
apropiable). Una cosa con tales caracteres es susceptible de evaluarse en dinero
y de negociarse por acto entre vivos. El mismo autor señala que "con su
pasmoso sentido práctico, los romanos no definían los conceptos jurídicos sino
más bien los describían. He aquí como describieron la enajenación: lo que es
mío se hace luyo. Precisamente la enajenación es la finalidad perseguida por la
compraventa. De consiguiente, son comerciales y pueden venderse todas las
cosas corporales o incorporales o de las cuales se ejerzan los derechos
patrimoniales o enajenables: los derechos personales, los derechos intelectuales
y los derechos universales" (op. cit., página 200).
VIII.- TRANSFERENCIA DE LA PROPIEDAD
Siendo la compraventa un contrato por el cual el vendedor se obliga a la
traslación de dominio de un bien (supra, página 14), tiene suma importancia
establecer en qué momento se produce esa transferencia, habida cuenta que
entre otros efectos está el de la aplicación de los riesgos y beneficios (pérdidas,
daños, aumentos de valor).
Sin que pretendamos efectuar un estudio exhaustivo sobre la manera como ha
sido abordado este tema en la legislación comparada y en la doctrina,
resumiremos los sistemas que han imperado o que existen y luego
examinaremos el régimen por el que ha optado el Código Civil de 1984.
El primero, de origen romano y que lúe mencionado en páginas anteriores
(supra, página 12) establecía que la propiedad no era transmisible por el solo
efecto de la compraventa y que de ella sólo nacían obligaciones, de modo que
para la traslación del dominio se necesitaba un acto material adicional, que se
encontraba en la "mancipatio", la "traditio" y la "in jure cesio”, a las que habría
que agregar la "usucapió".
Un segundo sistema más evolucionado y al que se conoce como el de "la unidad
del contrato", es el que tiene su fuente en los artículos 711 y 1138 del Código
Civil francés de 1804 y descansa en el concepto de que la propiedad se
transmite por la vía consensual. Resumida en la célebre expresión de que la
compraventa es perfecta entre las partes y la propiedad se adquiere por el
comprador desde que hay acuerdo sobre la cosa y el precio, el contrato se
identificó con la traslación del dominio, sin que interesara que la cosa hubiese
sido entregada ni el precio pagado. "No cabe duda que la modalidad del
principio contractual puro es sumamente atractiva", dice De la Puente y Lavalle.
"Según ella es posible que la transmisión completa de la propiedad se realice
mediante un solo acto, que determina que la consumación de los efectos
traslativos se perfeccione por la sola fuerza del consentimiento, convirtiendo
así al comprador inmediatamente en propietario". Pero agrega con buen
criterio: "Sin embargo, esta modalidad acarrea dificultades en la compraventa
de cosas no individualizadas (cosas genéricas, cosas en vía de confección y
cosas alternativas), así como en la compraventa de cosa ajena, en la que la
transmisión de la propiedad queda necesariamente aplazada, con lo cual se
rompe la pureza del sistema. Además, el principio contractual puro
menosprecia el cometido de la posesión como signo exterior de la propiedad"
(Manuel de la Puente y Lavalle, Exposición de Motivos y Comentarios,
Compraventa, Compilación hecha por la doctora Delia Revoredo de De Bakey.
Parte 111, tomo VI, página 200).
Por último, según el régimen germano de la separación del contrato (artículos
873 ,925 y 929 del código civil alemán) el consentimiento no es suficiente para
la traslación de la propiedad y ésta se produce desdoblada, según se trate de
bienes muebles o inmuebles. En el primer caso se requiere la tradición, sea
física o espiritualizada, en tanto que en el segundo es necesaria la inscripción
del contrato en el Registro de la Propiedad o en libros territoriales. El mismo De
la Puente y Lavalle explica que con el método de la separación se protege el
tráfico contractual, "pues quien ha adquirido la propiedad en virtud del acto de
disposición no tiene por qué preocuparse sobre la validez del contrato
obligacional de compraventa", pero añade que "son conocidas críticas hechas a
este sistema por la doctrina alemana, en el sentido que es perjudicial tanto para
el comprador - por no poder impedir el embargo que traabe un acreedor del
vendedor sobre la cosa vendida ni detraer dicha cosa de la masa en caso de
quiebra del vendedor - como para el vendedor – por perder la propiedad de la
cosa aunque el contrato de compraventa sea nulo" (cit.. Página 199).
El Código Civil de 1984, definiendo una interesante polémica doctrinaria ase
existió durante la vigencia del Código Civil de 1936, ha establecido in sistema
que difiere de los anteriores y que calificamos de mixto, pues oscila entre la
consensualidad por un lado y la tradición o entrega por el otro, según se refiera
a inmuebles o muebles, respectivamente.
En efecto, en el Sub-Capítulo IV del Capítulo Segundo, Sección Tercera del libro
V se ha sancionado el siguiente régimen para la transmisión de la propiedad.
1). Tratándose de bienes muebles, la transferencia se efectúa por tradición a su
acreedor, salvo disposición legal distinta (artículo 947), y quien de buena fe y
como propietario recibe de otro la posesión de una cosa mueble,
el dominio, aunque el enajenante de la posesión carezca de facultad para
hacerlo. Se exceptúan de esta regla los bienes perdidos y los adquiridos con
infracción de la ley penal (artículo 948).
Se advierte de estos preceptos que, con las excepciones que contempla, se ha
utilizado la fórmula de la "traditio" o tradición.
2). En lo que atañe a los bienes inmuebles, la regla es la de la consensualidad.
En efecto y por aplicación del artículo 949, "la sola obligación de enajenar un
inmueble hace al acreedor propietario de él, salvo disposición legal diferente o
pacto en contrario".
Aun cuando estimamos que en materia inmobiliaria el método de la inscripción
es el más idóneo, creemos también que el legislador de 1984 actuó con sentido
práctico, dada la probada deficiencia de los Registros Públicos en el Perú. Desde
luego no vacilamos en manifestar que una vez que se superen sus graves
dificultades estructurales se hará imperativo el cambio del régimen por la
implantación de la inscripción como factor para la traslación de dominio
inmobiliario, dadas sus ventajas en cuanto a la seguridad y fluidez del tráfico
contractual.
Queda finalmente por aclarar que lo expuesto sobre la traslación de dominio
inmobiliario y la consensualidad opera "inter partes" y no prevalece respecto de
terceros, pues éstos se encuentran amparados por la fe del registro, siempre que
reúnan los requisitos y condicionamientos existentes en los artículos 2012, 2013,
2014 y 2022 del Código Civil.
Algo similar sucede, por lo demás, con los bienes muebles que sean inscritos en
los registros de bienes muebles a que se refieren los artículos 2043, 2044 y 2045
del Código Civil.
IX.- CONCLUSIONES
Podemos concluir que la compraventa es un contrato en el cual participa un
comprador y un vendedor.
La compraventa tiene como objeto trasmitir el domino de un bien a otro
individuo mediante el pago de un cierto precio.
El contrato de compraventa se clasifica en civil y mercantil los cuales se ven
regidos o regulados por el código civil y el código de comercio respectivamente.
Un contrato de compraventa debe apegarse a una serie de requisitos entre los
que podemos mencionar la capacidad de las partes contratantes, la causa licita y
tener un objeto lícito.
En la compraventa civil solo se da el caso de vender y comprar un objeto y en la
mercantil se compra el objeto para luego revenderlo a fin de obtener un
beneficio

X.- REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS


Rezzonico, L. M. (1967). Estudio de los contratos en nuestro derecho civil: compra-
venta, permuta, cambios o trueque, sesion de derechos.
Messineo, F. (1979). Manual de Derecho Civil y Comercial, tomo II. Buenos Aires:
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Cárdenas Quirós, C. (2015). Conveniencia Legal de la Implantación del Catastro en el
Perú. Su unportancia en la Transferencia de Bienes Inmuebles. Lima: Themis.
Wayar, E. C. (1984). Compraventa y permuta. Editorial Astrea de Alfredo y
Ricardo Depalma.
RIPERT, J., & PLANIOL, M. (1946). Tratado Practico de Derecho Civil
Francés. Tomo III, Los Bienes, Cultural SA, La Habana, Cuba.
Luis Díez-Picazo y Ponce de León, & Gullón, A. (2012). Sistema de derecho civil.
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Alessandri Rodríguez, A., & Fernández Richard, J. (2003). De la compraventa y de
la promesa de venta. Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2.
Restrepo, H. V. (1983). Teoría general de la compraventa. Lima: Editorial Temis
Librería.

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