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Código: 2015287510
El campesino merece un estatus acorde a las muchas contribuciones que hacen a los
procesos sociales, económicos, políticos y culturales de hoy día. Reconociendo su valor
se integrarán más fácilmente a los procesos de desarrollo de su contexto, del ámbito rural.
Así mismo, la sociedad colombiana, que no ha entendido que las dificultades del campo
también terminan siendo dificultades de la ciudad, saldrá beneficiada, cuando la inequidad
en estos dos sectores desaparezca.
Lograr equilibrio en la sociedad rural solo es posible si se reconocen los valores, las
capacidades, las potencialidades y la importancia económica, social y política de
campesinas y campesinos, y al tiempo se les brindan oportunidades de inserción en el
desarrollo nacional y en el mundo globalizado.
Pero, ¿qué podemos hacer desde nuestro quehacer como maestros, por ahora, además
de examinar la situación de los habitantes del campo a la luz de un modelo de equidad
social? ¿qué hacemos para hacer entender al resto de la sociedad, las debilidades y
fortalezas de las zonas rurales y construir un futuro bañado de compromiso ético y una
apuesta por la justicia en todos los sectores de la sociedad colombiana?
1. Hacer en primer lugar una exhaustiva revisión historia del origen del campesinado,
valiéndonos de relatos y literatura alusiva al tema, aunada a la recolección de
experiencias de vida de pobladores campesinos presentes en la comunidad
académica de las instituciones. Esa revisión debe dar cuenta de la génesis del
campesinado y la manera como se configuran sus fenómenos anexos (cultura,
papel político, contribuciones económicas, conocimientos ancestrales,
desplazamiento forzado y migraciones).
4. Desde las aulas de clase es preciso establecer y divulgar con claridad lo que la
sociedad ignora sobre el campesinado. Rescatar la importancia del trabajo del
campo y demostrar que junto a la tecnología y los miles de avances en la industria
lo que provee la tierra es aun más importante que cualquier otra cosa para nuestra
supervivencia como especie. Diferentes fuentes hablan del inevitable colapso de
nuestra civilización, debido a la mala administración de algunos de los recursos
existentes y el agotamiento de muchos otros, como parte de un intrincado diseño
ecosistémico, situación que llevará de nuevo a los campos y zonas rurales a miles
y millones de personas. Como docentes, es nuestra responsabilidad entregar
herramientas a las nuevas generaciones, para ese inevitable retorno al campo.
5. Ninguno de los puntos anteriores es posible sino se ejerce genuina presión sobre
la autoridades políticas. Ellos, responsables de poner en marcha el deseo
democrático de los pueblos, deben ser más que persuadidos a dirigir una nueva
visión del campo. La revalorización del sujeto campesino no es posible sin
recursos económicos y la movilización pacífica de las personas y ello puede ser
impulsado por inteligentes y renovadas ideas políticas que favorezcan a los más
débiles, consolidando una sociedad más igualitaria y justa.