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ambito.com/once-motivos-esperar-que-todo-salga-muy-mal-n5016923
Otro punto señala que es lógico que todos los que quieran comprar
dólares empiecen a hacerlo más temprano que tarde. Porque saben que
mientras más demoren, más alto será el precio de la divisa. Y por ende
menos dólares podrán comprar, agregando mucho peso a la presión
cambiaria, que es la única variable que mira el gobierno como
garantía de que no explotará todo.
Cuarto punto: Si el 2017 fue dentro de todo un buen año económico y uno
bastante bueno en términos políticos para el Gobierno, porque pudo
controlar las expectativas e imponerse electoralmente, trasmitiendo
confianza a los inversores, ahora no pasa lo mismo. El Gobierno ya ha
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perdido la confianza del mercado, todo se desmorona y ahora el riesgo
país está atado a que no gane “el populismo” en las elecciones. Lo que
implica una secuencia lógica esperable: que suba de la desconfianza,
suba el riesgo país, se desmoronen las expectativas, el Gobierno caiga
en las encuestas y el dólar se dispare. Asegurando con ello finalmente que
se imponga el populismo en las elecciones. Así, sin confianza el Gobierno
va derecho a secuencia de expectativas autocumplidas frente a los
mercados.
Un séptimo punto que nos hace pensar que sea lógico que todo vaya mal
es lo que indican los que debería ser los epicentros de la política
económica, pero que cada vez van peor. Pues la recaudación está cayendo
más rápido que la actividad, lo que nos señala que no sólo la promesa del
“déficit cero” no se va cumplir, sino que el gobierno necesitará recurrir a los
mercados (hoy cerrados) para cubrir sus cuentas. Y ni hablar lo que está
pasando con la inflación: al 2,9% de enero, va a haber que sumar un
valor todavía más alto para febrero y una inflación en marzo mayor a la
febrero. El piso inflacionario de este año, no podrá ser de ningún modo
menor al 35-40%. Por lo que el dólar, para no atrasarse todavía más,
deberá terminar el año arriba de 50 pesos, sumando más presión
inflacionaria y paranoia.
Octavo punto. El BCRA dice que ahora quiere empezar a desarmar la bola
de Leliqs que el mismo armó, por lo que los bancos se tendrán que ir
desprendiendo de dichos títulos todos los meses, para tener en abril como
máximo un 65% de Leliqs en relación a sus depósitos. El problema es que
actualmente hay 850 mil millones de pesos en Leliqs, lo que equivalen a 20
mil millones de dólares. No parece lógico entonces que el BCRA pueda
sortear su propia trampa. El fantasma del plan Bonex, del corralón o de un
Boden 2012 afloran en el aire como solución a la bomba de las Leliqs. Sino,
la opción alternativa será una hiperinflación.
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En noveno lugar, sabemos que de haber una corrida cambiaria el
Gobierno está atado de manos frente a ello según lo pactado con el
FMI: el Banco Central sólo podrá vender dólares si el precio de la divisa
supera el techo de la zona de no intervención (no antes). Pero aún eso, sólo
podría vender como máximo 150 millones por día y bajo mecanismo de
licitaciones. Es decir, no podría actuar directamente sobre el mercado.
Además, esos 150 millones resultan realmente insuficientes si se considera
que el año pasado se llegaron a demandar 1.500 millones en una sola
jornada. Las otras herramientas indirectas también están abortadas por lo
arreglado con el Fondo: no se podrán vender dólares a futuro para ordenar
expectativas ni podrán intervenir los Bancos oficiales (Nación, Provincia o
el Ciudad) para calmar la demanda. En una palabra, el Central está
totalmente atado de manos, por lo que es lógico que el dólar pueda
dispararse con el menor round cambiario que haya, desmoronando toda
la estrategia oficial.
Por último, el año pasado se fugaron del sistema 27.500 millones dólares. Y
eso que el 2018 no fue un año electoral y que había expectativas a favor.
¿Es lógico pensar que no sólo se podría repetir lo sucedido el año
pasado, sino que incluso sea peor la fuga dado que este año es
electoral y aflora el fantasma de default para el año próximo? De
ocurrir esto, el resultado será de consecuencias imprevisibles.
Si el lector considera que los once motivos reseñados son lógicos que
ocurran, o aunque sea uno solo de ellos, coincidirá entonces con el
diagnóstico general que se ha intentado destacar: no es posible esperar
que las cosas marchen bien este año. Sino que lo lógico es que resulte
todo muy mal. Ojalá nos equivoquemos. Pero la lógica esta vez parece
estar de nuestro lado.
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