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LA PRIMERA PREGUNTA
¿Soy o puedo llegar a ser una buena bruja?
Esta duda te asaltará, es inevitable, cuando tengas que enfrentarte a algunas
vivencias extrañas, a hechos y situaciones que se salen de toda lógica, que limitan
con lo irracional, pero que sin embargo, ocurren.
Cuando de pronto te anticipes a los acontecimientos. Cuando veas o intuyas
presencias a tu alrededor. Cuando adivines cómo se desarrollarán algunos sucesos
mucho antes de que ocurran. Y sobre todo, cuando anheles algo, ya sea bueno o malo,
y suceda sin más, te enfrentarás en un primer momento a sensaciones de sorpresa y
extrañeza.
Es lógico que te asustes un poco al principio, pero pronto te harás esa pregunta
que tantas mujeres se han hecho antes que tú y que seguirán haciéndose a lo largo
del tiempo y de la historia.
Te cuestionarás si todo eso que te ocurre y que no incluye a los demás es un
síntoma de que eres o puedes llegar a ser una bruja.
Y la respuesta es sí.
A partir de entonces se abrirá un camino de conocimiento personal, una serie de
averiguaciones que te llevarán a conclusiones importantes.
Ser una bruja, desde el punto de vista de la fe, de la historia y de lo que implica
asumir esta vocación en una sociedad que muchas veces reniega de verdades
alternativas a la oficial, no es tan fácil ni tan sencillo como parece.
Es un proceso intenso que requiere de grandes esfuerzos y muchas responsabilidades
pero, a cambio, te ofrece grandes recompensas pues te permitirá ayudar a mucha
gente y podrás contribuir a la felicidad de los otros.
Una bruja, o una meiga, como decimos en nuestra tierra, nace pero también se hace.
A pesar de recibir desde su nacimiento todas sus capacidades, el camino del
aprendizaje es imprescindible para desarrollar su potencial y canalizar todo
aquello que le vino dado.
Una meiga, desde muy pequeña, desde niña, puede presagiar las intenciones de sus
compañeros, intuir sus comportamientos, medir la intensidad de las simpatías o
antipatías y predecir un sinfín de pequeños acontecimientos que al principio solo
se atreve a comunicar a las personas muy cercanas.
Es entonces cuando has de aceptar la responsabilidad de tus actos, pues todo cuanto
hagas, digas o pienses, tendrá una enorme influencia en la gente o las situaciones
donde pongas tu deseo e intención.
Recuerda que no se trata de un juego ni de imponer la voluntad propia sobre la de
los demás a pesar de las facultades que posees.
Una aprendiz de bruja debe descubrir las claves, los símbolos, las llaves secretas
que abren los postigos de los portales más profundos de la mente y crean los
puentes de luz que nos conectan con los dioses.
Debes saber cómo se utilizan los instrumentos mágicos con los que predecir,
conjurar y corregir los caminos del destino, sin perderse en el entramado de los
hilos del azar y manejándolos con mano firme.
Has de comprometerte en la recuperación de las enseñanzas de los ancestros y
aprender las bases de la Vieja Religión, las ceremonias sagradas, los ritos de una
cultura que sobrevive más allá de los siglos y de los avatares de la historia, a
pesar de las persecuciones y prejuicios.
Y abrir tu alma, para sentir muy dentro el dolor, la angustia, la alegría o el
miedo de los seres humanos que se acerquen a ti buscando tu amparo, tus
conocimientos y tu ayuda. Porque solamente percibiendo lo que los demás sienten
podrás entenderlos.
Y esa es una de las primeras cosas que ha de saber hacer una buena bruja.
ARTE DE IMAGINAR
El pensamiento es como un artesano que va construyendo laboriosamente los momentos,
las situaciones, las actitudes que tus deseos o temores proyectan.
Debes saber que hay unas entidades mágicas, unos genios que residen en la
Naturaleza, que han sido creados por los dioses para hacer realidad nuestros
pensamientos y todo lo que ellos contienen. Las imágenes que se reflejan en tu
mente, como en un espejo sin tiempo, son las consignas que esos genios tratan de
hacer reales. Incluso sin haber sido convocados, los genios, a los que llamamos
también fuerzas elementales, están permanentemente atentos a nuestros pensamientos
para tratar de convertir cada idea en una verdad.
No preguntan, no cuestionan, creen que aquello que ocupa nuestra mente está
respaldado firmemente por el deseo. No eligen, no tienen criterio. Son amorales.
Acatan lo que se refleja en ella, como si fuera una orden.
Estas deidades no tienen la capacidad de reconocer si se trata de algo positivo o
negativo. Van directamente a donde tu imaginación las envía, sin distinguir si el
objetivo que se quiere alcanzar pudiera ser destructivo. Así pues, seas bruja o no,
esa responsabilidad será siempre tuya, ya que todas las personas tienen en mayor o
menor medida el potencial de manejar las fuerzas que nos rodean con su mente.
Necesito que entiendas esta verdad como definitiva. Ningún pensamiento se pierde,
incluyendo los que no son intencionados. Un temor, una ansiedad o un miedo es una
mala programación porque, como tú ya sabes, se atrae tanto lo que se desea como lo
que se teme, por eso es tan importante controlar lo que piensas en cada momento.
Y aun más, cuando convocamos con determinación a esas entidades uniendo el
propósito de lo que queremos conseguir a un rito o a un simple gesto ritualista,
los resultados pueden ser ilimitados.
Un rito mágico es lo mismo que dar un toque de atención, una palmada sonora, para
convocar a las deidades y que atiendan nuestras peticiones.
Ordenar con firmeza y decisión es una de las claves para conseguir todo aquello que
nos propongamos. Ten por seguro que, si usas los instrumentos precisos (hierbas,
inciensos), las esencias correspondientes y pronuncias las palabras exactas, las
palabras que voy a enseñarte, esas entidades acudirán inmediatamente para cumplir
su cometido y hacer realidad lo que tú les indiques.
Recuerda siempre que en el momento en que empieces a practicar los ritos de la
Vieja Religión, además de los elementos apropiados, has de darle la mayor
importancia a los pensamientos, a las ideas y las evocaciones.
Así que cierra los ojos, mi querida niña, e imagina, imagina, imagina… 
UN RITUAL ES UNA CEREMONIA
Una ceremonia en la que el Universo entero se pone a tu servicio cuando sabes cómo
combinar las señales, las palabras, las armas y los propósitos con los que has de
llegar a los dioses para lograr que apoyen todo aquello que solicitas.
El más importante de todos los rituales de tu vida es, sin duda, el de la
Iniciación.
Mi más profundo deseo sería estar contigo al atardecer del primer día en la playa
del norte, cuando los astros, tus maestros y tú misma hayáis decidido que ese es el
momento.
Empuñar juntas la espada para marcar el círculo en la arena. Ser tu sombra. El
ángulo perfecto que delimite a tu lado la esquina de los arrecifes.
En los cuatro puntos cardinales, habitar contigo cada una de las atalayas: del
Norte y del Sur, del Este y del Oeste. Engarzar las palabras, como perlas, una a
una. Renovar mis votos, mientras haces los tuyos con caricias de almendras, y de
inciensos y nácar.
Repetir las palabras secretas. Palabras que el viento arrima y el mar desentraña.
Ser el eco de tu voz cuando las pronuncies. Apretar con mi mano la tuya, como
apretados están los siete nudos en la piel de la serpiente que ata los malos
tiempos.
Seguir siempre a tu lado cuando, en esa soledad terrible de la persona que sabe que
depende únicamente de su capacidad para gobernar las fuerzas y de la determinación
de los dioses, sigas practicando los ritos aprendidos de tus maestros.
Un ritual de magia es un acto de fe, de confianza e imaginación.
Te compromete a participar del enorme engranaje al que todos pertenecemos. Una
pieza diminuta, pero muy importante, para restablecer el equilibrio perdido o el
que se ha visto amenazado.
Los males y dificultades que afectan a las personas suelen ser consecuencia de la
ruptura del equilibrio natural, de su relación con el Universo.
Un ritual de magia, mi pequeña, es integrarte con todo lo que existe; vibrar de
manera voluntaria acatando esa ley que asegura que todo cuanto hacemos, pensamos y
sentimos tiene una consecuencia en el resto del cosmos.
Únicamente pulsando las teclas precisas, como cuando marcamos la clave de una caja
fuerte, se abrirá esa puerta, y los dioses convocados atravesarán la dimensión que
nos separa del mundo mágico para atendernos.
Todo está relacionado, nada existe de manera aislada. Esa es la base de la magia y
de nuestra leyes heredadas. Es nuestro deber intentar recuperar esa armonía,
convocando a las fuerzas necesarias y convenciéndolas para que estén de nuestra
parte.
En la cultura celta, los druidas sabían que el mundo material y el espiritual están
unidos, que tienen sus ciclos y sus tiempos, de la misma manera que las plantas y
los animales cambian y evolucionan a través de las estaciones. Así, el ser humano y
el Universo que habita se relacionan, y debemos buscar la armonía entre ellos.
Escribo tratando de hacerme entender, porque no podré estar ahí en esa primera
noche. Ni en las noches que vendrán más tarde. Sobre todo en aquellas en las que
las fuerzas no parezcan responderte y te preguntes si puedes, si lo que intentas es
alcanzable o no. No estaré cuando creas o cuando dudes. Cuando el desaliento como
un huésped inesperado se instale, que lo hará alguna vez, en tu alma.
O tal vez sí. Tal vez pueda estar contigo de alguna manera ese día. Si tu ilusión
me busca y tu cariño me reclama, es posible que los dioses me permitan acompañarte
en esas horas definitivas y me consientan abrazarte, acariciar tu frente para
despejar de ella los temores y los oscuros pensamientos.
Y de este modo, ni la marea del tiempo ni la muerte conseguirán alcanzarnos, porque
ni el tiempo ni la muerte podrán con nuestro abrazo.
LOS GENIOS DE LAS CUATRO ATALAYAS
De todo lo que quiero enseñarte por medio de estas líneas, una de las primeras
cosas que has de aprender es a manejar con decisión las fuerzas extraordinarias que
existen en la Naturaleza y que han sido creadas por los dioses a nuestro servicio.
Esas fuerzas son la razón por la que, repentinamente, en la orilla de una playa, en
la cumbre de alguna de nuestras montañas, en los acantilados frente al mar o en el
remanso de algún río, tengas la impresión de que estás integrada en el paisaje. Es
una sensación intensa de identificación con los lugares, una forma de comunión
donde, por un instante, ese entorno se convierte en parte de ti, y tú en parte de
él.
Has de saber que los árboles, las plantas, las piedras, la tierra de los caminos,
el aire o el agua de todos esos rincones responden al eco de las palabras sagradas,
de las palabras secretas de nuestros ancestros.
Las fuerzas de la Naturaleza se dividen en cuatro elementos, los cuatro elementos
esenciales para la vida: el Aire, el Agua, la Tierra y el Fuego, y que habitan
cuatro atalayas. Las cuatro torres que cierran y defienden los puntos cardinales.
Sé, porque así me lo contaron y es así como quiero contártelo hoy, que en la
atalaya del Este están los genios del Aire, los silfos y las hadas, que son los
encargados de cuidar los pensamientos, las ideas y los sueños de los seres humanos.
La inteligencia, la capacidad de razonar, la memoria, y la creatividad son las
facultades que dependen de ellos.
La atalaya del Oeste está habitada por las ondinas y las náyades, deidades que
pueblan todos los mares y los ríos del mundo. Se dice que gobiernan las emociones,
los sentimientos, el amor o la amistad. Son los genios del Agua y
de ellos depende que nuestros caminos y nuestras vidas estén llenas de amor, o
desamor. Y que a través de su protección tengamos el apoyo de la gente que vamos
tratando, el cariño y el respeto de cuantos se crucen en nuestro camino.
El reino de las salamandras, genios del Fuego, es la atalaya que está orientada al
sur. De esos genios depende nuestra energía, nuestra salud y la resistencia contra
todos los males. Tienes que convocarlos para solicitar la fuerza física, la energía
para superar las enfermedades o rechazarlas y la fortaleza ante las pruebas que
necesiten esa potencia.
Y en el norte, en un lugar despoblado de alguna montaña, está la atalaya desde la
cual los gnomos rigen, obedeciendo los mandatos de sus diosas, el mundo de los
bienes materiales. A ellos les debemos nuestro sustento, ya que los poderes de la
Tierra propician el trabajo diario con el que conseguirlos.
Era muy, muy pequeña y ya sabía empuñar la espada consagrada y fabricada a mi
medida para crear, cruzando con ella espacios invisibles, el puente por donde
llegar a los silfos, a las hadas y a todos los genios que residen en el Aire.
Me encantaba elegir y recoger con mi maestra las hierbas, ramas, raíces o flores
necesarias para colocar en el caldero para prender el fuego sagrado, la hoguera con
la que convocar a las salamandras.
No me resultó difícil aprender a visualizar, elevando el cáliz de agua a la altura
de la frente, para convocar a los elementales de la torre del Oeste, los que rigen
las emociones.
Ni traer a mi presencia a los gnomos, los diminutos duendes que habitan en la
Tierra, marcando una cruz sobre ella.
Te aseguro que si lo haces así, si convocas a las fuerzas de la Naturaleza por
medio de las ceremonias sagradas y los ritos ancestrales, si consigues captar su
interés y hacerles saber cuáles son tus propósitos con toda claridad, tendrás
cuanto te propongas. La única condición que debes respetar siempre es que tus
peticiones sean justas.
Así lo hago yo desde que comencé esta aventura y así te pido que lo hagas si de
verdad quieres adentrarte en el mundo y en los caminos especiales de la magia celta
por medio de estas enseñanzas.
No olvides que cada gesto, cada palabra, cada uno de los movimientos que se
efectúan en un ritual como expresión del pensamiento tiene una respuesta y es
atendida en otro plano diferente al nuestro por esas entidades que se convocan.
Es importante saber en cada momento a quién has de recurrir y qué instrumentos
tienes que emplear para que la conexión con esas entidades sea perfecta, de acuerdo
a las leyes que indican cuáles son sus características y las claves para llegar con
nuestro pensamiento hasta ellas.
Debes, también, aprender a identificar los puntos cardinales y recordar siempre que
en cada uno de ellos hay un grupo de fuerzas atentas a seguir tus mandatos.
Cuando mires hacia el horizonte, al amanecer, y veas que ya está anunciando el día,
ten en cuenta que ese es el Este geográfico, el punto del horizonte más importante
en la magia, porque de él depende tu mente, tus ideas, tus pensamientos… y tus
sueños.
Y recuerda que cuando las fuerzas de la Naturaleza se ponen en marcha, los pequeños
seres que las habitan se mueven por y para el elemental que las ha originado,
ayudando obedientemente a cumplir sus consignas.
Son pequeñas piezas del complicado engranaje de la magia natural. Nunca toman
decisiones y no tienen moralidad. Van a donde se les envía, sin dudar…
Cómo convocar a los genios de las cuatro atalayas
A las fuerzas superiores se las invoca. A los elementales y todas las entidades
inferiores que están a nuestro servicio se les evoca.
Esta es una diferencia esencial, mi pequeña meiga, pues es cuestión de jerarquías.
Los dioses son seres superiores a los que recurrimos para pedir su ayuda, su apoyo:
eso es invocar.
Los elementales son entidades menores creadas por los dioses para hacer de
intermediarios y a ellos solo se les llama, se les ordena: se los evoca.
Has de hacerlo como manda nuestra Ley, con los conjuros, colores, minerales,
hierbas o esencias que correspondan a cada una de las fuerzas naturales.
Quien oficie la ceremonia debe evocar esas energías con una visualización personal:
una imagen que le acerque al elemental cuya atención necesita captar.
Los conjuros y demás técnicas son una ayuda para llegar a la altura de los dioses,
pero más importante todavía es la capacidad creativa de nuestra mente, porque con
ella indicamos con exactitud lo que intentamos conseguir.
Los genios del Aire
Sonrío imaginando tu expresión de sorpresa y tu mirada inquieta cuando escuches por
primera vez el aleteo de las hadas.
Porque las hadas existen, pero solo aquellos que creen en ellas pueden percibir su
presencia, y únicamente los que llegan a amar lo que ellas representan pueden
verlas. Son, con los silfos, algunos de los pequeños genios que habitan el elemento
del Aire.
Los druidas sentían un enorme respeto por los seres alados como las libélulas o las
mariposas; simbolizaban en ellos a las hadas y los silfos. Creían que tomaban esa
forma para poder convivir con los humanos sin ser descubiertos.
Desde la elevada atalaya del Este, sus habitantes gobiernan los pensamientos, las
ideas, los razonamientos y los sueños de los hombres. Son los encargados de llevar
sus peticiones y deseos al lugar donde residen los dioses.
Acude a los genios del Aire cuando necesites para ti o para los tuyos todo aquello
que se refiera a la mente, a la memoria, a la inteligencia o la razón.
Para convocar a esas energías, los antiguos celtas utilizaban el humo.
Sobre brasas, preparadas para ese fin, depositaban resinas extraídas de los árboles
sagrados que mezclaban sabiamente en fórmulas secretas. Esas fórmulas han ido
pasando de generación en generación, de padres a hijos. Así llegaron hasta mí y de
la misma manera intento que tú las conozcas.
En el momento de quemar las resinas, o algún incienso, no olvides que estás
haciendo una ofrenda para que los dioses escuchen tu llamada. El humo ascendiendo y
formando dibujos simbólicos, muchos de ellos premonitorios, son la escalera que nos
conduce a donde queremos ir.
He aprendido, y tú lo harás también, a interpretar las señales que ese humo te
envía antes de empezar una ceremonia. Si asciende con rapidez y en columna es una
excelente señal. Si se queda en torno al quemador como si no pudiera alcanzar
altura es un aviso de que lo que vas a solicitar es complicado de conseguir.
En las casas de las ciudades, los espacios donde se vive o donde se trabaja son
mínimos y los recursos para prender unas brasas son escasos, por eso hay que
adaptar, a menudo, nuestros ritos a esas limitaciones. Existen en el mercado
pequeños carboncillos para quemar sobre ellos el incienso, e incluso de manera más
sencilla, está admitido utilizar el incienso en varillas o en conos.
No importa cómo realices la ofrenda siempre y cuando los aromas sean los adecuados.
Personalmente, yo prefiero elaborar, cuando me es posible, las mezclas que
necesito, con las hierbas, resinas y los perfumes correspondientes. Aunque me
gustaría que fueras rigurosa con las tradiciones y respetaras las normas, es
también importante que sepas improvisar sin incurrir en una contradicción, si en
algún momento no tuvieras los materiales exactos.
Además de utilizarlo como ofrenda en los rituales, el incienso se prende en
solitario para pedir a los genios del Aire que ayuden a las personas que han de
pasar puntualmente pruebas relacionadas con la mente y sus funciones. Puedes
convocarlos para potenciar la memoria de los estudiantes, la imaginación de los
artistas, la capacidad de razonar para quien lo precise, estabilizar el ánimo y
buscar el equilibrio emocional de quien lo ha perdido.
Es sencillo: quemar un poco de incienso y, cuando el humo asciende, decir las
palabras precisas y hacer tu petición con fe y convicción, abre caminos donde todo
parecía amurallado.
Y este es el conjuro que has de pronunciar para conseguirlo:
Este incienso será parte de la vibración del aire, del giro del viento,
en el otro lado del reflejo del día
los silfos y las hadas aguardan en la cúspide de luz
la cumbre de la noche boca abajo.
El abrigo asombroso de la niebla en los álamos, el pendiente del cielo
deshilachado: pensamientos en la túnica de la noche engarzados, al borde del cielo
tintinean,
en la línea del horizonte rojo confundida por el sol, la osamenta de la noche en
llamas.
Al vértice del aire, vivirá el aire,
en el cerco de cúpulas del viento.
Al terminar esas palabras, formula la petición que te ha llevado a pronunciarlas.
Es, además, muy importante que sepas crear una imagen del Aire, buscar algo con qué
simbolizar ese elemento. Cada persona debe hacerlo de la manera que le resulte más
familiar. Hay gente que recurre a una imagen auditiva, lo evocan como si estuvieran
escuchando el rumor del viento, y otros lo hacen imaginando árboles con las ramas
agitadas a su paso. Estos recursos son muy comunes, pero cada cual tiene que elegir
el estilo de visualizar algo tan difícil de representar como es el Aire.
De todos modos, será tu experiencia la que mejor te orientará. En la magia hay
reglas fijas, pero existe un espacio para improvisar y crear nuevas formas de
proceder, siempre válidas si dan los resultados que buscas.
Los genios del Fuego
Aprendí muy pronto que el Fuego es el elemento más difícil de gobernar.
Debo advertirte sobre él, porque cuando piensas que has conseguido dominarlo por
completo, a menudo se altera, rompe todas las barreras de forma imprevisible y se
propaga sin que puedas hacer nada por evitarlo.
Me enseñaron a intuirlo, a adivinar por las formas que toman los leños al quemarse
cuáles son sus intenciones y lo que anuncian las sombras que proyectan las llamas
de las hogueras, en las paredes de las casas donde se prenden.
A los genios que residen y gobiernan el Fuego se les llama salamandras. Has de
hacerte respetar por ellos y respetarlos, porque son la energía que mueve cada una
de las partes de tu cuerpo. Si consigues tenerlos a tu servicio, te harán
resistente a todas las enfermedades y agresiones de tus enemigos, ya sean visibles
o invisibles. A ti, y a aquellas personas que les encomiendes.
En nuestros hogares, en los hogares celtas, el Fuego preside, además de los altares
de ritual o ceremonias importantes, todas las fiestas y acontecimientos de la vida
familiar. Es un reconocimiento a estos genios de los que consideramos que depende
en gran medida nuestra supervivencia. Y un homenaje a nuestros ancestros.
Con el tiempo, hemos ido buscando fórmulas para hacerlo de manera sencilla,
adaptando ese rito a las condiciones de vida actuales.
En algunas ocasiones, sobre todo en las fiestas del calendario celta, se hacen
hogueras en los espacios abiertos como las playas, los claros de los bosques o en
otros lugares de culto.
En el interior de las casas, con algún recipiente adecuado, puedes encender un
pequeño fuego con hierbas y raíces. Es una manera sencilla de convocar a las
deidades del hogar y de la familia para limpiar los espacios a través del humo y
alejar la maldad de los enemigos.
Una forma muy primitiva, recuperada no hace mucho para simbolizar a los genios del
Fuego, es la de representarlo quemando licor de hierbas en alguna fiesta entre
amigos: es lo que conocemos como Queimada. Licor que, más tarde, se bebe y, según
dicen, aleja a los malos espíritus.
En algunas familias celtas (sobre todo en las tierras del interior de Galicia) se
sigue conservando la costumbre de colocar, casi siempre en la cocina de la casa, un
cuenco de aceite con pequeñas lamparillas flotantes encendidas para honrar la
memoria de nuestros muertos y pedir su protección para nosotros o nuestras
familias.
Es una de las imágenes más nítidas de mi infancia: un cuenco de aceite y las
diminutas lucecitas que navegaban sobre él siempre junto a la ventana.
Nunca olvides, mi querida niña, que el Fuego purifica, anula todo lo malo y
vivifica lo positivo si sabes cómo y de qué manera utilizarlo. A él se le entregan
las peticiones, tanto de ayuda como de rechazo, para que su fuerza las impulse, y
las realice.
No es imprescindible hacer grandes hogueras ni fuegos potentes. Es suficiente uno
pequeño, que reúna los requisitos necesarios.
Nuestros antecesores usaban como base de ese fuego ramas, troncos o raíces de los
árboles sagrados, en especial de roble, pino, abeto, abedul, olivo o laurel.
En muchos bosques y parques existen estos árboles y a nadie le molestará que te
lleves unas pocas ramitas para quemarlas en tu casa cuando quieras hacer alguna
ceremonia. Bastaría con usar ramas de dos o tres árboles diferentes.
Cuando alguna persona se acerque a ti, falta de energía para superar una enfermedad
o para enfrentarse a un reto donde se requiera hacer un esfuerzo físico, recurre a
las salamandras.
Prende hojas, ramas o raíces de los árboles sagrados y explícales a los genios del
Fuego, muy claramente, lo que pretendes y cuáles son tus deseos antes de pronunciar
estas palabras:
El eje del mundo gira movido por la fuerza eterna del fuego y su inmortalidad.
Los genios que habitan la altura desde donde se contempla la vida atienden a cuanto
ocurre en el corazón de la llamas.
Salamandras, genios del fuego que ilumináis con vuestro esplendor los confines del
Universo
y de vuestra luz emana el río de inagotable energía
de la que nuestros cuerpos se alimentan y del que se nutre nuestra alma, no
abandonéis a los que os evocan.
A vosotros, genios de los mundos visibles e invisibles, os solicito que seáis
medicina para nuestras enfermedades.
Muralla para cerrarle el paso a la maldad de nuestros enemigos. Apertura de caminos
para caminar por ellos.
Socorro y ayuda frente a las adversidades.
Os encomendamos la vida, la fuerza, la salud para nuestros cuerpos y el soplo de
energía con la que,
por vuestra mediación, se crean formas y la vida se propaga como se propagan las
llamas de cada hoguera donde están establecidas vuestras identidades.
Cuando el fuego esté fuerte y al acabar el conjuro, repite tu petición.
Recuerda: cuando estés delante del Fuego tienes que elaborar una imagen que
represente en tu interior al elemental del Sur, uno de los más fuertes y poderosos.
Se puede recurrir a la imagen de una enorme hoguera o un fuego pequeño, incluso
doméstico, como la llama de la vela. Pero es importante que la imagen se
corresponda con lo que tú sientes o piensas qué es el Fuego.
Ten en cuenta siempre que es el símbolo de la energía, la fuerza y la salud. Una
sencilla hoguera con las hierbas o plantas adecuadas sirve para pedir que esa
energía del Fuego ayude a quien necesita de ella.
Las salamandras tienen las claves de todas las partes del cuerpo humano, y si las
convocas con su conjuro y les cuentas con todo detalle a quién tienen que ayudar,
lo harán. Porque fueron creadas por los dioses con el fin de sanar y cuidar,
precisamente, la parte física de todos nosotros.
Los genios del Agua
Tú eres marítima desde el primer día de tu existencia.
Estoy segura de que darás los primeros pasos sobre los senderos del Agua, y eso
determinará tu manera de caminar para el resto de tu vida.
Eres marítima, y sé que nacerás del amor, del mar y de la lluvia, porque en nuestra
tierra el agua es parte del paisaje diario.
Las náyades y las ondinas son las entidades que acompañarán desde el corazón del
agua tus días, pero así como las ondinas lo harán desde las orillas de los mares,
serán las náyades quienes cuiden de tus emociones desde las riberas de los ríos,
las fuentes, los lagos y todo aquel lugar donde el agua no sea salina.
Hay algo que hace diferente a los elementales del agua de todos los demás: los
genios que residen en ese elemento no son eternos.
La vida de las ondinas o las náyades está condicionada al lugar donde han sido
asignadas. Cuando un río, un lago, o un estanque se agota o se seca, ellas mueren.
Si amas nuestra cultura, la cultura que cree en ellas y que cree que, en las épocas
donde las lluvias no llegan y los cauces de los ríos disminuyen, las fuentes se
secan y los pequeños lagos desaparecen, las náyades que los habitan desaparecen con
ellos… no permitas que nadie malgaste el agua.
En la Vieja Religión, el Agua es el renacer y contiene la esencia de la continua
renovación, del eterno retorno.
Los genios del Agua gobiernan y rigen los sentimientos y las emociones.
Cuando en tu vida el amor sea únicamente una palabra y nada más, como una condena,
como si un Dios, silencioso y ajeno, te expulsara del paraíso, cuando el dolor, la
amargura o el desaliento se instalen en tu interior oscureciéndolo todo,
envenenando tu corazón y tus sentidos… es el momento de convocarlos.
Una tradición muy antigua cuenta que puedes llenar tu vida de amistad, de amor, si
consigues acercarte a esos genios porque tienen las llaves que abren todas las
puertas de los sentimientos más hermosos.
Ellos nos otorgan la felicidad, la capacidad de amar y el regalo de ser amados e
intervienen directamente en las relaciones con nuestra gente, con nuestros amigos.
En muchas religiones, y basándose en distintos conceptos, se considera al Agua como
un elemento mágico. Se suele bendecir y tener en las casas o en los templos.
Cuando alguien me dice que utiliza agua bendita para limpiar su casa, suelo
preguntar: ¿Bendecida por quién?
Esto hay que tomárselo en serio. Quien bendice el Agua está imprimiéndole un valor
o una carga que variará según sea su talante o la fórmula que aplique. Y creo que
nadie es mejor que uno mismo para bendecir ese elemento, eligiendo el momento en el
que te encuentres más tranquila, más positiva.
Coloca tu mano derecha sobre el recipiente del Agua sin tocarla y pronuncia en voz
alta:
Bendecimos a esta criatura de agua y encomendamos a las fuerzas que habitan en su
esencia, que así como ellas cuidan de darle alimento a los árboles, a las plantas
y a todo cuanto necesita de la sangre transparente
que emana de sus entrañas, se dignen a bendecir y vivificar a esta criatura de
agua, como nosotros la bendecimos.
Dibuja una cruz en el aire sobre ella y termina diciendo:
A las fuerzas que gobiernan y rigen las entrañas de los mares y los ríos, tanto lo
visible como lo invisible, pedimos
que extiendan su mano y consagren a esta criatura de agua para que, quienes se
acerquen a beber de ella, consigan
la salud del cuerpo, la defensa del alma y, a la vez,
pueda ser desterrado del lugar donde se use todo poder de la adversidad y toda
ilusión o artificio del mal.
Este es un elixir mágico que cada semana consagramos en nuestros altares; el que
utilizamos para simbolizar el elemento del Agua en los rituales; con el que
limpiamos de malas energías nuestras casas o bautizamos a nuestros hijos.
Simplemente, una pequeña copa de Agua que bendigas cada semana y tengas a mano te
resultará muy útil. Ya verás.
Cuando necesites establecer una conexión con estas entidades para hacerles alguna
petición debes buscar imágenes que te alcancen. Todo vale, pero trata de encontrar
la que pueda acercarte más a los elementales del Oeste, que gobiernan el mundo de
las emociones. Esas imágenes pueden ser muy variadas: fuentes, ríos, la orilla del
mar, mares en calma, mareas bajas, altas…
Incluso hay personas que imaginan el Agua como los regueros de lluvia en una
ventana…
Los genios de la Tierra
La Tierra es un vientre en gestación.
En medio del bosque, en silencio y rodeada de todos sus símbolos, cierra un
instante los ojos y sentirás cómo palpita la vida en sus entrañas.
Si eres como te soñé, será fácil para ti escuchar el profundo latido que se
extiende desde el centro de sus montañas por todas las laderas, por todos los
caminos…
Existen fórmulas heredadas que abren pasadizos secretos. Palabras antiguas que, al
ser pronunciadas, consiguen captar la atención de los gnomos. Esos pequeños genios
que habitan el interior de la Tierra se asomarán para escucharte y cumplir aquello
que quieras encomendarles.
Es un código arcano, capaz de convertir a los árboles en un ejército de soldados en
formación. Ellos custodian en sus raíces la esencia de la Tierra y poseen la clave
que pocos conocen para convocar a las entidades que habitan en ella.
De los gnomos depende el sustento diario. Los celtas creían que cuidaban las
cosechas convocando a los Soles o a las Lunas según la Tierra los necesitara y que,
abanicando el aire cuando es preciso, se puede conseguir que la Luna caiga
deshilada sobre los sembrados de trigo, mezclada con los aguaceros, para
multiplicar las espigas.
Amar la Tierra y a todos sus prodigiosos habitantes, es amar tu herencia.
La verás llenarse de flores, de frutos y hojas nuevas cada primavera, o desnudarse
cada otoño, pero siempre cumplirá con lo pactado en cualquiera de sus estaciones.
Si recurres a las entidades que la habitan te proporcionará todo lo que necesites
para sobrevivir.
Amar la Tierra, en la Tierra…
Pero, sobre todo, venerarla donde nuestros ancestros depositaron las semillas que
permanecen en nuestros bosques. Porque amar la tierra es algo más que sentimiento,
es un instinto primario incontrolable.
Cuando los hombres la degraden, la llenen de escombros y cenizas, acude al rescate,
porque es ahí donde residen nuestros recuerdos y raíces.
Ella renacerá mil veces si eres capaz de encontrar un solo aliento de vida, una
única semilla.
Cuando la veas herida y maltratada, abre mucho los ojos. Arrodíllate y, con las
manos apoyadas en su piel, sobre sus cenizas, ayúdala a renacer.
Te cuento estas cosas porque sin la Tierra nada sería posible, nada sería
explicable. Sé que en medio de la desolación de un bosque calcinado, si no la amas
ya como yo la amo, acabarás queriéndola más en sus troncos quemados, en sus ramas
resecas. Buscarás, como yo he hecho tantas veces, el milagro de algún brote que se
haya salvado, o alguna diminuta raíz viva, para empezar de nuevo.
En nuestros hogares representamos a los genios que residen en la Tierra a través de
la sal, que es un condensador muy importante de energía. Se dice que absorbe la
negatividad de los lugares, limpiándolos, y que a través de sus símbolos no faltará
en nuestras casas lo que ellos propician.
Así es como has de prepararla para que cuide de nuestros espacios.
Sobre un pequeño platillo, pon un puñado de sal, coloca tu mano sobre ella y
pronuncia el conjuro para que acudan sus entidades:
Gnomos, genios que residís en las entrañas de la Madre Tierra, os evocamos.
Los abismos se abren a vuestro paso, los postigos de los pasadizos secretos se
rompen
y la bóveda del mundo tiembla cuando vuestra energía hace circular los siete
metales por las venas de la Tierra.
Las raíces de los árboles donde habitáis son los cimientos de nuestra prosperidad.
Las noches se vuelven madrugadas.
La luz despliega un esplendor dorado y la corona de triunfo rodea vuestras cabezas
si tenemos el beneficio de vuestra compañía.
Guardianes de los bienes y de la suerte. De vosotros, que escondéis en la Tierra,
en el reino de la abundancia,
la simiente maravillosa de las estrellas, de las riquezas
de las que os han hecho guardianes, solicitamos que no falte en nuestros hogares lo
necesario para nuestra supervivencia.
Termina este pequeño ritual dibujando sobre la sal la forma de la espiral con el
dedo índice la de la mano derecha.
La tradición dice que, si tienes en tu casa un platillo de sal consagrada por medio
de este conjuro que contenga el símbolo de la espiral, nunca faltarán en ella los
bienes materiales.
No olvides, mi niña, que antes de convocar a las fuerzas de las atalayas lo
principal es visualizarlas.
La imagen, una vez más, es muy personal: desde los arenales a las grutas, desde los
valles a las laderas de los montes. Piensa que la Tierra es la atalaya del Norte y
simboliza lo material, el trabajo, la economía, por lo que debes buscar la imagen
que te resulte más atractiva para convocar a sus genios.
ENSEÑANZAS DE LA MAESTRA: HERTHA
Si los dioses me hubieran permitido acompañarte en esta andadura de aprender y
practicar nuestras antiguas creencias, te habría llevado conmigo al viejo molino
del bosque. Y allí, sentadas sobre su piedra, sobre su memoria, podría contarte las
historias que tiempo atrás yo misma escuché, en ese mismo lugar, de la voz de mi
maestra. Historias que han sido el lema y la consigna de toda mi vida:
Aplazar tus sueños hasta que sea el momento adecuado no hará que desaparezcan.
La indecisión es la muerte del deseo ardiente de tu alma para crecer, aprender y
mejorar.
No te preocupes si te arriesgas y decides, y al final esa decisión estaba
equivocada. Preocúpate si eres incapaz de decidir.
Tómate tiempo para medir, investigar, pensar, caminar por el templo de tus dioses,
respirar la esencia del aire, solicitar la ayuda que precises… y, entonces, toma
tus decisiones.
Cuando tengas claro lo que deseas o debes hacer, las Fuerzas Universales apoyarán
tus propósitos, y te abrirán las puertas. La magia, en este caso, es dirigir la
mente y el alma hacia una meta, y tu intención te pondrá en el camino para
alcanzarla.
Eres libre, no lo olvides nunca, aunque debes confiar que el Universo te acompañará
y apoyará de todas las maneras posibles. El acierto es tuyo, el error también.
No actúes por impulso. Tu intención debe ser clara y, además, correcta para ti.
Entonces imagina, cree, invoca y realiza tus ritos siguiendo las pautas de tus
guías y maestros. Sigue las leyes establecidas y encamínate directamente hacia la
finalidad que te has propuesto para ti. Y ten muy en cuenta que, cuando trates de
ayudar a otros, deberá ser siempre con su consentimiento.
Cuatro son los pilares que sustentarán tu poder: cuatro atalayas y sus genios, que
están para obedecerte.
Pero, por encima de todo y sobre todo el Universo, hay una fuerza única, una diosa
superior que lo gobierna todo, que todo lo rige. Y esa es mi diosa. La diosa más
poderosa: Hertha.
Hertha, la diosa a quien adoramos
No es fácil hablar de Hertha.
No resulta sencillo hablar de la gran diosa celta a la que, desde niña, me
enseñaron a adorar por encima de todas las cosas visibles e invisibles. Y a la que
siempre he acudido, en todas las encrucijadas de mi camino, pues en ella están
todas las respuestas, todas las verdades, todas las soluciones.
No, no es fácil hablar de Hertha, pero debo intentar transmitirte lo que es y lo
que significa, en el conjunto de principios que rigen nuestra Vieja Religión.
Los celtas creían en la existencia de una divinidad absoluta, una energía cósmica
creadora de la cual todos procedemos, incluidos los elementales y las deidades
menores. Para los druidas, Hertha era esa divinidad. La diosa suprema de la Tierra,
madre universal y origen de todos los dioses y diosas. Dueña, asimismo, de la Luna
y las mareas. Reina del Universo y todo lo que en él tiene vida. Inspiradora de
premoniciones, oráculos y augurios.
Los guerreros y sacerdotes solicitaban su permiso, amparo y ayuda para las
cuestiones más diversas: invocaban su nombre antes de cada batalla, encomendaban
sus cosechas, sus hogares, sus propios hijos… y solicitaban su venia para enterrar
a sus muertos.

Aprendí estas enseñanzas muy pronto: amar y respetar a Hertha como lo que es, la
esencia de la vida. Descubrí, poco a poco, a medida que fui acercándola a mí que,
teniéndola conmigo, no había nada que temer.
Desde el primer instante en el que me hablaron de ella, mi imaginación de niña
inventó una figura donde recrearla. La pensé como una hermosa dama, vestida con una
larga túnica, de espléndida y oscura melena cayendo sobre su espalda. Una mujer de
mirada transparente y suave sonrisa, que caminaba en las madrugadas por las orillas
de mis playas, dejando sus huellas en la arena húmeda y envuelta en la primera luz
de la mañana.
Cada persona puede imaginarla como quiera. Yo la vi así, la imaginé así, pero lo
importante es saber que ella existe.
En el panteón celta, la tradición nos habla de otras deidades. De diosas que, como
ramas de un árbol, parten de Hertha. Los antiguos druidas les dieron nombre y
otorgaron una identidad a las diferentes cualidades o facetas de la diosa,
dependiendo de aquello que necesitaran.
Ella es luz primera del primer día, por eso desentraña todas las oscuridades.
Cuenta la leyenda que nada bajo el arco del cielo existe, crece o desarrolla sin
ser su voluntad, pues es la Madre, el Origen, el sustento de toda vida.
Una antigua plegaria celta la invoca con estas palabras:
Tú, Hertha, eres la fuente de fortaleza para todos los hombres y dioses.
Sin ti nada nace ni se perfecciona.
Acércate a ella. Búscala. Aprende a conocerla en todas sus formas, en las deidades
que representan sus privilegios, y tendrás la seguridad de contar con su protección
infinita y siempre generosa, hasta el fin de los tiempos.
Los atributos de Hertha
Necesito que comprendas que solo existe una diosa: Hertha.
Un árbol grandioso del que nacen otras ramas. Cada una de ellas representa un
atributo, una prerrogativa de la diosa Madre que se divide en diferentes deidades a
las que ella misma otorga valores, y funciones muy determinadas.
Los atributos de Hertha son infinitos, como infinitas son las diosas que los
ejercen.
He determinado que únicamente siete de ellas se convoquen para tu nacimiento. Siete
diosas principales que te acompañarán y atenderán tus necesidades y peticiones
durante todos los días de tu vida.
Mis siete diosas. Las que han respaldado cada decisión, cada paso, cada tramo de mi
camino. Mis siete diosas que ahora ya son las tuyas:
Ariadna es la diosa de Luna, de la intuición y la sabiduría. La misteriosa señora
de las mareas. Es la encargada de velar por nuestros hogares y de nuestros
familiares. Y aunque debes utilizar sus propias definiciones, recuerda que su
energía se une y se combina con la Deidad que corresponda para los trabajos
mágicos, apoyando los rituales y las peticiones que hagas a otras diosas.
Los colores de su vela son el blanco y plateado.
Su día de la semana, lunes.
Gobierna el signo astrológico de Cáncer.
Las piedras que la representan son cristal de roca, nácar, piedra luna.
Las flores que debes usar para sus ofrendas, azahar, gardenia, azalea, pasiflora y
jazmín.
En los rituales debes usar sus plantas: romero, esparraguera y bambú.
Los árboles sagrados de su templo son el naranjo y el álamo. Su incienso, benjuí y
alcanfor.
Morrigan, la guerrera. La diosa de la fuerza y de la salud. Esta diosa es la que
nos protege de las enfermedades y concede energía física a todos aquellos que la
invocan. Es, además, la defensora de aquellos litigios que sean justos y la
intermediaria perfecta en todas las luchas que necesiten constancia, fuerza y
resolución.
El color de su vela es el rojo.
Su día de la semana, martes.
Gobierna el signo astrológico de Aries.
Las piedras que la representan son jaspe rojo y coral rojo.
Las flores que debes usar para sus ofrendas, mejorana, fucsia, flor de cera e
hibisco.
En los rituales debes usar sus plantas: menta, semillas de lino, acebo, cafeto,
ajedrea y opio.
Los árboles sagrados de su templo son el castaño y el tilo. Su incienso, mirra.
Ainé, diosa del Aire. Dueña de la inteligencia y la razón. Los pensamientos, las
ideas y los sueños son parte de su dominio. Concede a los que la invocan
creatividad, memoria, facilidad para razonar y capacidad de comunicación. Es la
diosa de los estudiantes y los artistas.
Los colores de su vela son el púrpura o el violeta.
Su día de la semana, miércoles.
Gobierna los signos de Géminis, Libra y Acuario.
La piedra que la representa es la amatista.
Las flores que debes usar para sus ofrendas son lavanda, violeta, orquídea,
caléndula y lirio.
En los rituales debes usar sus plantas: salvia, planta del incienso e hinojo.
Los árboles sagrados de su templo son el abedul y el sauce. Su incienso,
tragacantos.
Navia, diosa de la Tierra, de la fertilidad y de la abundancia, regente de todo lo
bueno que gira en el Universo. De ella depende nuestro sustento diario. Es la diosa
de la prosperidad y la suerte. Ella propicia la buena fortuna en todo que necesite
crecer y expandirse, ya sean negocios, amores o salud. Los embarazos, los niños y
las personas más indefensas son siempre su prioridad.
El color de su vela es el azul.
Su día de la semana, el jueves.
Gobierna los signos de Tauro y Capricornio.
Las piedras que la representan son zafiro, turquesa y celestina.
Las flores que debes usar para sus ofrendas: rosa, geranio, margarita, brezo y
petunia.
En los rituales debes usar sus plantas: albahaca, hisopo y laurel.
Los árboles sagrados de su templo son el pino y el avellano. Su incienso, sándalo.
Deva, dueña de las aguas de las fuentes, los ríos y todos los mares del mundo.
Diosa del amor. Deidad que protege a los que anteponen las emociones a todos los
demás sentimientos y las quimeras a las realidades. Ella puede conseguir que por tu
camino solo se crucen personas de buena voluntad y que estés siempre en buenas
compañías. Resuelve los conflictos amorosos y protege a las personas que aman para
que vean realizados sus deseos de amor.
El color de su vela es el verde.
Su día de la semana, viernes.
Gobierna los signos astrológicos de Escorpio y Piscis.
Las piedras que la representan son jade, malaquita y aventurita.
Las flores que debes usar para sus ofrendas son mora, camelia, buganvilla,
campánula y muguet.
En los rituales debes usar sus plantas: verbena, canela, hiedra, borraja,
manzanilla y helecho.
Los árboles sagrados de su templo son el manzano, el saúco y el olivo. Su incienso,
ámbar.
Epona, diosa de los bosques y de la Naturaleza. Amazona que, cuando acudes a ella,
te pone a salvo y cierra el paso a quienes tratan de dañarte. Ella es la diosa que
nos protege de los enemigos. La que rechaza el daño que se nos envía y limpia
nuestro camino de obstáculos.
Los colores de su vela: marrón o gris.
Su día de la semana, sábado.
Gobierna el signo astrológico de Virgo.
Las piedras que la representan son: oxidiana negra, ojo de tigre, hematite y
azabache.
Las flores que debes usar para sus ofrendas son jacinto, narciso, tulipán,
hortensia y amapola.
En los rituales debes usar sus plantas: ruda, enebro, ortiga, aloe y anís.
Los árboles sagrados de su templo son el eucalipto, el serbal y el ciprés.
Su incienso, estoraque.
Dana, diosa del Sol, diosa madre de todas las deidades. A ella hay que encomendarle
los inicios de todo. Dejar bajo su cuidado los primeros pasos de todas nuestras
iniciativas porque en sus manos están todos los elementos, todos los poderes. Dana,
diosa del Sol, del brillo, del éxito, es la diosa que sustituye a Hertha en las
funciones múltiples de niña, adulta y anciana. Es la matriarca, la delegada, por
decirlo de alguna manera, de la gran diosa Hertha.
Los colores de su vela son amarillo, naranja o dorado.
Su día de la semana, el domingo.
Gobierna los signos astrológicos de Leo y Sagitario.
Las piedras que la representan son cuarzo amarillo, calcita amarilla y lapislázuli.
Las flores que debes usar para sus ofrendas son crisantemo, dalia, girasol, retama
y mimosa.
En los rituales debes usar sus plantas: muérdago, bergamota y heliotropo.
Los árboles sagrados de su templo son el roble, el abeto y el arce. Su incienso
natural, olíbano.
Cada diosa estará siempre contigo si no contradices su ley. Cada una encarna todos
los atributos que hacen a Hertha la principal de todas las deidades. No olvides que
juntas conforman un único núcleo. Hertha es la que gobierna, pero entre ellas se
complementan, abarcando todas las posibilidades de lo que una meiga pudiese
requerir de las divinidades para poder practicar su magia.
Y debes saber cuándo y de qué manera recurrir a cada una de ellas para aprovechar
mejor sus poderes y los tuyos.

ARIADNA, DIOSA DE LA LUNA


Para un gato, la Luna es un fascinante ovillo de blanca lana que intenta alcanzar.
Pero por más que lo intenta nunca lo consigue y se queda horas y horas agazapado,
esperando a ver si se desliza por algún tejado.
Para un búho es inevitablemente un telón de fondo, un lienzo donde se dibuja su
inquietante silueta, alimentando así el misterio y potenciando su leyenda.
A veces, cuando la desolación se instala en las aceras de las grandes ciudades, la
Luna no es más que un farol. Un farol más de todos los que hay en la avenida. Solo
eso. Un farol, lejano y parpadeante que no se apaga hasta que los ojos desvelados
de quien lo mira se cierran casi al amanecer.
Pero para ti y para mí, cuando contemplamos su reflejo ondulado sobre los mares, la
Luna es el camino. En el sendero de luz que se propaga sobre el agua, está el
secreto para llegar al límite. Allí las quimeras se desvanecen y los sueños dejan
de ser sueños para ser realidad…
En la Vieja Religión, la Luna es la representación de su diosa: Ariadna. En ella se
encuentran los laberintos secretos de los dioses.
Los cielos inalcanzables y todas las constelaciones le pertenecen. Son suyos los
Vientos de las cuatro esquinas del mundo, y las tormentas, que se calman o se
agitan desde el fondo de sus ojos. La vida o la muerte son el resultado del azar en
sus manos de terciopelo.
Mientras el mundo calla y duerme, solo su latido se escucha.
La diosa de la Luna es la dueña de las almas. Así lo creían los druidas, que la
imaginaban como una hermosa dama vestida de blanco, erguida y poderosa sobre la
proa de una barca. Sola. Envuelta en un círculo de Luz que iluminaba todos los
rincones que iba dejando a su paso.
El rumor de su estela acariciando las hojas de los sauces es un eco prodigioso que
acompaña, consuela y guía a los que se pierden en su noche por todos los senderos
del cielo y la tierra.
Los celtas pensaban que Ariadna podía navegar los mares y lagos, cruzar los cielos,
pasear por los bosques y ocultarse algún tiempo de la vista de aquellos que la
buscaban. Supieron así que también había cuatro lunas, cuatro espacios, cuatro
verdades, cuatro tiempos y cuatro rostros de una misma deidad. Pero tú, mi niña, ya
sabes que para encontrarla te bastará solo con elevar las manos por encima de tu
cabeza y pronunciar su nombre, suave y dulcemente.
Ariadna…
Ella siempre estará ahí, a tu alcance, dispuesta a compartir sus misterios.
Si necesitas acercarte a la diosa de la Luna, tendrás que desnudar no solo tu
cuerpo, sino también tu mente; entrar en el círculo que marca su rastro luminoso e
invocarla pronunciando las palabras con las que los druidas lo hacían.
Para llegar a ella y solicitar su protección para tu hogar, tu entorno y tu famila,
un lunes, que es el día de la semana que ella gobierna, muy de mañana, enciende una
vela blanca, ofrécele incienso de benjuí que, como ya sabes, es su favorito, y
pronuncia el conjuro con el que ha sido convocada a través de todos los siglos por
miles de voces diferentes:
Invocamos tu nombre, Ariadna.
Tras el rastro de tu estela caminamos por los bosques donde los lobos se rinden
ante tu presencia.
En las orillas de los mares y de los lagos.
En los cielos de la noche de todos los espacios y hemisferios, bajo el frío y el
silencio de los inviernos
y en las cálidas horas de los veranos.
Cuando la Naturaleza estalla, las frutas maduran y las semillas fructifican.
O cuando las hojas caen, los días se enfrían y el amor se extingue.
Eres la dueña del laberinto eterno. Tú le das al conjunto de los días y las noches
el mejor equilibrio.
Oh, bendita diosa,
así como yo busco en ti el equilibrio perdido.
Aquí en medio del espacio donde transitas queda mi nombre.
Mi esperanza y mi fe en ti.
Porque la primera no es posible sin la segunda.
Si así lo haces, Ariadna velará porque la armonía, la paz y el amor estén presentes
en tu hogar.
Siempre habrá, mi pequeña, soñadores y soñadoras que se vestirán con los retazos de
su estela, que alzarán las frentes y los brazos, inventando acordes, improvisando
movimientos, girando con el viento en una hermosa e insólita coreografía, y
bailarán envueltos en su hechizo.
Siempre habrá soñadores que la sientan sobre la piel, como nosotras.
Las cuatro lunas
Cuatro lunas, cuatro espacios, cuatro verdades, cuatro tiempos y cuatro rostros de
una misma deidad.
Cada luna ejerce una influencia diferente en la Naturaleza, pudiendo ayudar en los
asuntos de las demás diosas, además de los suyos propios.
La magia de la luna nueva
Durante los siete días en los que la Luna se ocultaba y desaparecía del cielo, los
celtas pensaban que Ariadna se renovaba y renacía de nuevo. Imaginaban a la
barquera en los rincones más recónditos de los pantanos, navegando en la oscuridad.
Ese era el momento preciso para la toma de decisiones, iniciativas de toda índole,
reforzar pactos, bautizar a sus hijos o decidir con quién querían compartir sus
vidas.
Seguimos cumpliendo esos preceptos en la actualidad: comenzamos los proyectos en
luna nueva; iniciamos conversaciones con personas que puedan ayudarnos; declaramos
nuestro amor; buscamos citas en esas fechas; y, con los ritos que corresponden,
solicitamos a la diosa que nos respalde en nuestras iniciativas.
La magia de la luna creciente
Los druidas invocaban a Ariadna en esta Luna cuando necesitaban su apoyo para
conseguir el crecimiento y desarrollo de las cosas que ya estaban iniciadas: las
cosechas, las transacciones comerciales, la salud, el amor, la protección y la
suerte.
Creían que Ella utilizaba gatos blancos para enviar sus dones a los que, respetando
sus leyes, solicitaban su ayuda. Desde entonces, se convirtieron en sus emisarios y
sabemos que, cuando aparecen por algún lugar, algo nuevo va a ocurrir.
Esta es la Luna para los rituales de suerte, dinero, negocios, etc. Si sabemos
manejar los conceptos básicos, fortalece y aumenta el amor o la amistad. En cuarto
creciente es un excelente momento para velar por la salud de alguien enfermo y
realizar ceremonias de bodas.
La magia de la luna llena
Los celtas sabían que este era el momento donde Ariadna cobraba más poder. Podían
sentirla más cerca de ellos, en los bosques y en los montes, rodeada de lobos a los
que encomendaba la protección de aquellos que se lo solicitaban, sobre todo de los
niños, los ancianos y las mujeres embarazadas. Pensaban que esa cercanía de la
diosa potenciaba de manera especial las relaciones entre ellos, el amor y sus
hogares.
Los lobos son, desde el comienzo de los tiempos, los grandes aliados de esta diosa.
Eran protegidos y mencionados como animales sagrados por los druidas.
En luna llena aplicamos los rituales para atraer el amor, potenciar el arte, la
literatura, ganar en competiciones, solicitar ayuda de gente poderosa, multiplicar
las ganancias y engendrar hijos sanos. Es, sobre todo, una Luna para atraer lo que
todavía no se tiene.
La magia de la luna menguante
La Luna se va acercando a su señor el Sol y, mientras viaja hacia él, va perdiendo
fuerza, encerrándose en sí misma de tal manera que todo aquello que se ponga bajo
el amparo de su diosa disminuirá y se apagará con ella.
Por eso, la tradición dice que esta es la Luna de la contramagia, la reversión, la
muerte y la resurrección. En ella rompemos las ataduras, contrarrestamos los
sortilegios, liberamos a las personas que están hechizadas o atadas, combatimos las
adicciones y las maldiciones.
Todos los ritos que practicamos en luna menguante se utilizan para disminuir,
anular o hacer desaparecer las cosas negativas de nuestra vida o de la vida de
quienes acuden a nosotros.
Como meiga que eres, debes estar siempre muy atenta a todos los ciclos de la Luna,
saber qué has de hacer en cada uno de ellos y esperar, también, la ocasión más
oportuna para practicar tu magia teniéndola como aliada. 
MORRIGAN, DIOSA DE LA FUERZA
Dice la tradición celta que existen condenas y pecados que no tienen remedio.
Presta mucha atención a las leyendas, ellas encierran verdades que son lecciones
para tu evolución, como persona y como aprendiz de bruja a lo largo de toda la
vida.
También escucharás que en Galicia, en las costas del norte, una misteriosa mujer
recorre sin descanso los arenales, arrastrando una profunda pena. Escucharás que, a
su paso, los planetas invierten su trayectoria en el arco de la noche y las
tormentas la envuelven en un sudario de lágrimas y lluvia.
Hay una crónica insana que habla de maldiciones y hechizos. Cuentan que los
designios de los dioses se reflejaban con anticipación en su cáliz de alabastro y
que un pájaro, el mismo que la acompaña volando siempre en círculos, era el
emisario de todas las amargas verdades que ella predecía.
En otros tiempos, la diosa fue el oráculo de los días grises. La voz de quienes ya
no podían hablar. Fue el mar en tierras sin orillas. Fue el intranquilo rumor de
las mareas. Fue respuesta. Fue plegaria. Fue confirmación.
Estaban convencidos de que maldecía, pero lo cierto es que solo adivinaba. Y ahora
calla mientras repasa los nombres de aquellos que bautizaron su exilio. Nombres
malditos en los que no se reconoce.
La condenaron a ser para siempre una loca envenenadora de sombras. Una destructora
que se arrastra cruzando la memoria de los pueblos, emponzoñando con sus presagios
los límites de la historia.
Antes fue reina, sirena, musa desnuda entre raíces de espigas y trigo. Hoy es una
diosa.
Aseguran que, a veces, se detiene y alza los brazos mientras pronuncia palabras sin
sentido en un tono lento, monocorde. Se trata, sin duda, de oraciones y conjuros
muy antiguos. Entonces se puede escuchar un rumor de espadas a lo lejos, un clamor
de voces que la nombran… Morrigan.
La nombran con ansiedad y temor. Pero la nombran.
Tú no debes temerla. Acércate a ella sin miedo y acéptala como la diosa sabia y
justa que es, porque ella es quien gobierna la fuerza que mueve el Universo. Bajo
su protección, ella se asegurará de que tu cuerpo y mente estén siempre repletos de
energía.
Morrigan atiende con devoción a todos aquellos que tratan de rehabilitar su nombre
y su legado. Como yo lo he hecho. Ha sido invocada por mí en muchos rituales y en
todos los momentos en que la enfermedad o la locura acosaban a personas inocentes.
Siempre escuchó mis peticiones y nunca me defraudó.
Porque nunca pronuncié su nombre en vano.
Cuenta la leyenda que, en épocas de paz, alguien fue a consultar a la diosa
Morrigan. Ella respondió con una especie de conjuro que ha quedado como sortilegio
para las peticiones de suerte y de salud.
Todavía hoy, en muchas ocasiones, aunque no estemos realizando un rito, sin
apoyarnos en nada más, pronunciamos esas palabras para intentar cambiar la mala
fortuna.
Conjuramos a la diosa de la fuerza prendiendo una vela roja, que es su color, y
pronunciamos este sortilegio:
Si no sabes dónde estás ni cuál es el camino, pregunta a mi oráculo.
Si amas la felicidad y quieres encontrarla, pregunta a mi oráculo.
Búscame y dime lo que precisas, pero si el viento gira, si la colina florece, si el
río canta en los bosques, y el mar acaricia las orillas, tú baila como el río, gira
como el aire y disfruta de la belleza.
No preguntes nada más.
No consultes ninguna otra predicción.
En ella, en la Naturaleza, tienes más respuestas que en todos los oráculos.

Morrigan viste de oscuro, pero le encantan los colores luminosos y fuertes.


Cuando quieras invocarla por medio de algún rito, para que cambie algo que no es
positivo en tu vida o en la vida de alguna persona y elabore augurios de felicidad
y suerte, cosa que hace con mucha eficacia, y, sobre todo, si necesitas pedir por
tu salud o la de los tuyos, vístete con los colores que predominen en los bosques y
arenales, lugares que adora. Pero, sobre todo, usa el color rojo de los atardeceres
de verano.
Si es posible, busca un lugar donde puedas descalzarte y poner tus pies en contacto
directo con la tierra.
Todos los rituales para convocar a Morrigan, incluso los más complejos, giran en
torno al caldero de la bruja. Tu caldero. Quema en él sus plantas, semillas de
lino, hojas de mejorana y raíz de acebo que son sus favoritas, y añade al fuego
mirra, uno de sus inciensos.
Haz las ofrendas, las invocaciones y los conjuros con voz suave y cálida.
Eso es algo que ella agradece siempre.
Y respeta su imagen.
Has de contarle lo que necesitas y pronunciar muy despacio cada palabra con
claridad y sencillez. Termina diciendo su nombre en el mismo tono suave mientras en
tu mente la imaginas como una hermosa guerrera de cabellos oscuros y ojos
brillantes que camina por las partes más altas de los acantilados, blandiendo su
espada y acompañada de un cuervo negro que parece atenderla y cuidarla con
devoción. Un cuervo negro que jamás se aleja de ella.

AINÉ, DIOSA DEL AIRE Y DE LOS PENSAMIENTOS


El Aire y los elementales que lo representan tienen dueña.
Se dice que el Aire es el movimiento de las alas de las hadas que se agitan o
aquietan bajo las órdenes de una de las diosas más especiales que se conocen: Ainé.
En los mares del Norte, en el Cantábrico, se encuentra el acantilado más alto de
este continente, y en medio del círculo que marca el horizonte hay una atalaya. Un
castillo de Aire con pasadizos de nubes y ventanas siempre abiertas al lugar por
donde nace el sol cada mañana.
Aseguran los que conocen bien ese extremo de los mapas que amanece cuando la dueña
de esa atalaya despierta. Nunca antes, ni después. Dicen que sobre sus párpados
descansan todas las sombras de la noche y únicamente cuando los abre la oscuridad
se rompe y la luz incide sobre ellos para comenzar los días.
Es la reina de todas las deidades aladas: los silfos o las hadas, genios menores
encargados de cumplir los deseos que los seres humanos le solicitan.
Cuenta la leyenda que son los dedos de la diosa del Aire los que mueven los vientos
de los cuatro puntos del Universo. Por eso, cuando el viento se arrima a tu
ventana, puedes confiarle tus ilusiones. El viento es el camino por donde Ella
lleva siempre los mensajes de los hombres hasta el telar de sus hadas para que los
hagan realidad.
Es una de las diosas celtas más cercanas. Sus atributos son la inteligencia, la
razón y la memoria.
Sus rituales son preciosos porque lo que se pide en ellos es que se hagan realidad
tus sueños, o los sueños de las persona que te los confíen, buscar el equilibrio de
tu alma para poder vivir en paz, ayudar a que las personas encuentren los caminos,
potenciar la inteligencia, la creatividad, la intuición…
Por ello, debes integrar a Ainé en tu vida cotidiana. Estará siempre en contacto
con los seres humanos que pidan su presencia y compañía a través de sus
elementales.
Si quieres que las hadas, sus emisarias, te visiten y se queden un buen rato en tu
entorno, construye un rincón en tu casa para ellas, teniendo en cuenta sus
preferencias. Bastará un lugar donde puedas reunir algunas cosas que las hacen
sentir cómodas: piedras, plantas, flores y velas de su color favorito.
De entre las plantas prefieren el hinojo y la lavanda. De los árboles, el abedul.
Las flores, casi todas, aunque están muy identificadas con las petunias, el jazmín,
las violetas y las orquídeas.
No olvides el humo de los inciensos florales, sobre todo el que corresponde a sus
flores favoritas, o el vapor aromático de un quemador con esencias de esas mismas
flores.
Ni las velas… el color, la luz y su vibración las estimulan cuando se iluminan de
violeta, el color de los ojos de su diosa.
Asimismo, puedes poner cristales, cuarzos, amatistas o ágatas…
Ten en cuenta que las hadas absorberán la energía de esas plantas, flores o
piedras, y la devolverán multiplicada.
Pero si tu intuición te lo dicta, sáltate las normas e improvisa dentro de tu
conocimiento de Ainé. A Ella y a sus hadas les encantan las sorpresas. Si ves una
flor, una piedra, una concha que no conoces pero que crees que les gustará, ponlas
en su rincón; ellas lo tomarán como un regalo.
Cuando te acerques al lugar que le has dedicado, hazlo con mucha tranquilidad. Si
enciendes alguna vela, centra tu mirada en la llama y visualiza un bosque que
conozcas. Amplía mentalmente ese espacio y pasea con tu imaginación por sus
caminos, moja tus manos en las fuentes, respira el Aire, acaricia los troncos de
los árboles…
Y cuando estés en esa parte de tu casa, que es la suya, puedes saludar a las
deidades del Aire con este pequeño conjuro:
Seres de luz que ilumináis mi camino.
Bellas criaturas del día y de la noche.
Pido, por vuestra mediación, las bendiciones de mi diosa Ainé en mi destino. Y que
ella llene de magia mi vida.
Es posible que no llegues a ver a las hadas de manera clara, pero te aseguro que
las percibirás y sabrás que están ahí en el primer rayo de sol de la mañana, en la
lluvia sobre el cristal, o en la sonrisa distraída de los niños. Los niños, a
menudo, sonríen sin razón aparente. Ahora ya tienes la respuesta: algún hada le ha
rozado la mejilla con el borde de sus alas…

NAVIA, DIOSA CELTA DE LAS PLANTAS Y LA NATURALEZA


Cuando me inclino para recoger alguna de las flores que nacen al borde de los
caminos o de las riberas de los ríos, la acerco a los labios y la beso. Es un gesto
en apariencia simple, pero cargado de augurios y profecías infinitas.
Es un rito, mi humilde homenaje a la diosa que cuida de todas las flores, de todas
las plantas: Mi diosa Navia.
Querría hablarte de Ella en primavera, en los lugares donde su reino es más
cercano, más nuestro. Querría hablarte de ella mientras caminamos sin prisa por los
senderos compartiendo la belleza de la Naturaleza que cuida o, tal vez, acomodadas
en algún rincón de los campos de helechos, rodeadas de todo aquello que forma el
mundo mágico de Navia, pero he aceptado que tengo que transmitirte lo que siento y
lo que conmueve mi alma a través de estas páginas, poniendo toda mi intención en
cada palabra para que lleguen hasta ti con la misma intensidad que el eco de mi
propia voz.
No puedo empezar a hablarte de Navia diciendo que es parte de una leyenda; no sería
justo, porque cada uno de los seres del mundo vegetal que pueblan los bosques, los
árboles, las plantas, cada uno de los pequeños brotes que surgen de la Tierra y
que, agrupados en los lugares más remotos de las fragas, arraigan y crecen, cumplen
un ciclo de vida y son un milagro.
Y los milagros avalan la existencia de los dioses.
La Naturaleza entera habla de Navia, de la deidad que le da vida, de la dama que
cada amanecer dibuja sus formas, imprime el color y textura a las hojas de las
plantas y a los árboles. Ella da firmeza a las raíces milenarias y aroma a las
flores. Es la artesana prodigiosa que confiere a cada una de sus criaturas sus
maravillosas virtudes.
Cuentan que camina desnuda por las orillas de los ríos de nuestra tierra y que
sobre su larga melena van reflejándose todos los colores de la Naturaleza: desde el
tono marrón de las cortezas de los árboles a los verdes brillantes de las hiedras y
los musgos, para que pueda ir y venir confundida con la floresta y recorrer los
caminos de los bosques sin ser vista.
Es la diosa de las cosechas, la abundancia y la fertilidad. A su paso, una estela
de vida se propaga por los caminos y la tierra más árida se vuelve fértil. Sin la
energía que emana de Navia nada puede nacer, ni fructificar.
Se dice que guarda en sus manos la memoria de cada una de las especies, dándoles
las condiciones para curar muchos de los males de los seres humanos.
Hay quien confiesa haberla encontrado alguna madrugada, descansando en medio de las
plantas de albahaca y verbena. Yo misma creo haberla visto alguna vez, hace ya
muchos años. Aunque fue una visión muy breve, me pareció descubrir que de su
espalda nacen alas de mariposa y que su piel está tatuada de los pétalos y hojas de
las más hermosas flores.
En las noches de luna llena, Navia derrama sobre las plantas la esencia que les
otorga la vida. Así, durante esa Luna, las meigas recogemos las flores con las que
elaboramos los filtros de amor, las esencias de protección, los ungüentos y las
pócimas.
Los druidas confiaban en la diosa para que las cosechas fueran abundantes,
garantizando así su alimento. El pueblo celta buscaba su amparo para que la suerte
los acompañara en cada avatar de la vida. En el cuarto día de la semana hacían sus
ofrendas y solicitaban de Ella el sustento diario. Navia era, y es, la única diosa
a la que recurrir para pedir algo material.
Según la tradición, los rituales en los que se invoca a la diosa de la abundancia
deben realizarse en contacto con la naturaleza, en los bosques o las playas.
En las fechas en que se puede salir al exterior, podemos y debemos recuperar los
ritos más antiguos. Aquellos que los celtas celebraban en el templo principal que
es el bosque y en todos los lugares donde la naturaleza resulta ser la verdadera
protagonista.
Este es el ritual de Navia para trabajar fuera de las casas. Es muy sencillo, ya
que no requiere ni velas, ni inciensos, ni esencias… Solo necesitas una cestilla de
mimbre para llevar en ella aquellas cosas que quieras ofrecerle a la diosa.
Yo suelo llevarle lazos, cuentas de cristal, piedras dibujadas y flores. Todo en
azul, todo en su color.
En el fondo de esa cestilla pongo siempre algún regalo que pido a mi gente para
Navia. Algún obsequio con un valor sentimental más que económico, que suele ser de
lo más variado. Los niños me dan algún juguete pequeño o un dibujo hecho por ellos.
Los mayores buscan algo que simbolice lo que necesitan: llaves, monedas, escritos
de petición…
Y allá me voy. Me acerco a un bosque que tenga un paso de agua, un río, un regato.
Haz todo en este ritual con mucha calma, saboreando el momento, contactando
emocionalmente con los habitantes de ese lugar. Respira el aire.
Identifícate con cuanto te rodea.
Piensa que así lo hacían los druidas hace más de cinco mil años.
Cuando te sientas relajada y tranquila arrodíllate a la orilla del río y di estas
palabras:
El río fluye, fluye y crece.
El río fluye, hasta el mar.
Tú, mi diosa, llévame, a mí y a los míos,
a través de tus tierras sembradas hasta el mar de la prosperidad.
Que así sea. Que así sea. Que así sea.
Deposita la cestilla en un rincón oculto a la vista de los curiosos y trata de
imaginar a la diosa caminando entre las flores y plantas de ese lugar, inclinándose
para recoger tus obsequios.
Ten por seguro que Navia agradecerá esos detalles atendiendo tus peticiones y las
de tu gente.
Visualiza en tu mente la imagen que te parezca más cercana de alguien de quien
depende, en gran medida, que la suerte esté de tu parte. Y mientras lo haces,
cuéntale tus inquietudes y deseos.
Cuando decidas abandonar ese lugar, despídete con palabras de cariño y
agradecimiento, dando por seguro, en tu manera de expresarte, que confías
plenamente en ella y en su poderosa influencia.
Pero si necesitas invocarla y no puedes desplazarte al exterior, prepara un altar
con todas aquellas cosas que le son gratas: cintas de diferentes colores, piedras
de mar o de río, un recipiente de barro con agua y lo más importante, plantas y
flores con las que has de hacer un ramillete que usarás como ofrenda.
Ante ese altar imagínala. Piensa en ella como una figura luminosa que camina
descalza por las veredas llenando de color y armonía cada rincón del paisaje.
Abraza el ramillete de tu altar como si abrazases su esencia, porque Ella está en
cada flor, en cada hoja de cada planta, y pronuncia estas palabras:
Tú, mi diosa Navia, eres la fuerza viva, el soplo ardiente de cuanto soñamos,
pensamos o sentimos.
Tú, que recoges nuestros cánticos, nuestras risas y todo lo que nos hace vibrar y
amar
y lo prolongas a lo largo de los días haciéndolo propicio, eres la fortuna, y la
suerte está en tu mano.
Eres el agua hecha susurro, el beso hecho brisa, la llama de la esperanza en los
corazones
y el preludio de un renacer en cada rama florecida.
A ti, con esperanza plena, entregamos nuestra petición.
Después del conjuro está permitido que cuentes lo que te ha llevado hasta allí.
Pídele a la diosa de las cosechas que no deje nunca de darles a los tuyos sus
dones, que la suerte te acompañe, que el viento gire siempre a tu favor. Pídele que
nunca te falte ni el pan en la mesa, ni la sonrisa de los días, ni la paz en tu
casa, ni el calor en tu hogar, ni el amor de tu gente.

DEVA, LA DIOSA DE LAS AGUAS


Las Aguas de los mares, ríos, lagos y de todas las fuentes que brotan en los
bosques de la Tierra están habitadas por genios y espíritus protectores, de la
misma forma que ocurre con los demás elementos de la Naturaleza.
Estos espíritus son las ondinas, las náyades y las nereidas, genios creados para
cumplir los mandatos de la diosa Deva que, desde la atalaya del Oeste, gobierna
todos los poderes del Agua y su mundo de emociones y sentimientos.
En la cultura celta es adorada por encima de otras deidades porque de Ella emana el
amor por la vida, un amor universal del que dependen los otros amores. Las
relaciones entre los seres humanos de pareja, familia o amistad.
Cuenta la leyenda que, en tiempos lejanos, el Agua del mar era dulce hasta que Deva
se enamoró de un humano. Su amor duró tan solo una noche. Tuvo que regresar a los
océanos para continuar cumpliendo con sus obligaciones, pero volvió llena de
tristeza y sus ojos no han dejado de llorar desde entonces. Y el mar se hizo
salino.
Esta es sin duda una hermosa historia que nos permite entender el valor de las
emociones. Imaginaba a Deva enamorada y triste, sin poder contener su llanto en lo
profundo del mar. Quizás esa imagen que me conmovió tanto te ayude a acercarte a
Ella sabiendo que entiende mejor que nadie el amor y el dolor, pues es la cómplice
y aliada de los que actúan con nobleza del corazón, dando más importancia al amor
que a ninguna otra cosa.
Ella siempre estará de parte de las personas que creen en el poder de los
sentimientos. Por eso, no olvides jamás tratar con delicadeza y cuidado el Agua que
usas porque es su hogar.
En los rituales de nuestra diosa Deva, el amor es el centro. A través de su
mediación puedes conseguir fortalecer los amores que ya existen, recuperar los que
se están apagando y, lo más importante, hacer que el amor entre en tu vida o en la
vida de quien lo necesite cuando aún no está en ella.
En nuestra tierra existe una curiosa ceremonia por medio de la cual se asegura que,
si la haces tal y como cuenta la tradición, conseguirás que en tu vida aparezca la
persona que pueda acompañarte en el camino.
Tienes que ir un atardecer en luna nueva hasta una playa cuando la marea haya
bajado del todo.
Lleva contigo una botella con tapón de corcho y una hoja de hiedra en la que hayas
escrito con un objeto punzante la palabra AMOR.
Ve recogiendo de la arena húmeda conchas, cantos rodados, incluso pequeños objetos
de formas o colores armoniosos, hasta reunir nueve. Todas esas cosas que han
quedado al descubierto por la marea y que se consideran propiedad de la diosa Deva.
Deben ser detalles significativos y bonitos y que te atraigan por su brillo, sus
colores, o por su forma.
Cuando tengas los objetos, siéntate en la arena, coloca todo delante de ti e
introduce los pequeños tesoros uno a uno en la botella, empezando por la hoja de
hiedra. Pero antes retenlos en las manos para encomendarles la misión que deben
cumplir con unas palabras. Así suena en nuestro idioma gallego:
Amuleto do mar que atopei na area do mar ollando, tes dona, creoute a miña deusa
e ata que Ela te recupere aquí quedas pechado.
Cuando tengas todas las piezas dentro de la botella, echa arena dentro, acércate a
la orilla y completa el conjuro llenando lo que quede con agua del mar.
Ciérrala y, abrazándola contra tu pecho, pronuncia el conjuro en voz alta:
A marea medrará cubrindo os meus rogos.
Agora está silencioso o océano.
A deusa dorme.
Aquí quedan os meus desexos para que Ela os encontre se é a súa vontade soberana,
e ata Ela chega a miña invocación.
Solicito ser escoitado:
Que se cumpra o escrito.
Que se cumpra o desexado.
Entierra superficialmente la botella en la arena cerca de la orilla. Cuando la
marea sube, la diosa Deva despierta, porque ella duerme en la marea baja, cuenta
cada objeto cuidando de que estén todas sus conchas, todos sus amuletos marinos y
cada uno de sus granos de arena. Buscando lo que falta encontrará tu botella, la
abrirá y escuchará en el Aire las palabras de quien ha hecho la petición.
Es una tradición que las mujeres celtas seguimos realizando con muy buenos
resultados para aquellas personas que desean que llegue el amor a sus vidas.
Y esta es la traducción para quien no conozca nuestro idioma gallego:
Amuleto del mar que he encontrado en la arena del mar ojeando,
tienes dueña, mi diosa te ha creado
y hasta que Ella te recupere aquí quedas encerrado.
La marea crecerá cubriendo mis ruegos.
Ahora está silencioso el océano.
La diosa duerme.
Aquí queda mi deseo para que Ella los encuentre si es su voluntad soberana,
y hasta Ella llega mi invocación.
Solicito ser escuchada:
Que se cumpla lo escrito.
Que se cumpla lo deseado.
EPONA, LA DIOSA DE LOS BOSQUES
La Tierra es el arca sagrada que guarda los secretos de todos los solsticios, de
todas las lunas. En los surcos de sus entrañas está recogida, como en un libro
secreto, la herencia que los druidas nos dejaron como legado.
La Tierra y todo lo que contiene, junto a los seres mágicos que la habitan,
pertenece a una de las diosas más conocidas y queridas de nuestra cultura: Epona.
Ella es la dama de los otoños, de las lluvias, de la hojarasca, de las ramas
desnudas, de las tormentas y los caballos.
Cuentan que Epona está siempre en medio de las manadas salvajes que viven en los
montes del interior. Los caballos la reconocen como uno más de ellos y la siguen
por todos los desfiladeros de las cañadas de los cuatro puntos cardinales: desde el
Este al Sur, al Oeste o al Norte.
Aprenderás, estoy segura, a interpretar los símbolos y las señales que va dejando a
su paso. Descubrirás que hay una Luna que la acompaña siempre, que permite más
osadías que ninguna otra: la luna llena. Una luna redonda, inmensa y brillante, y
que el muérdago es todavía más fuerte y eficaz, si se recoge bajo la Luna Negra, la
luna que dos días antes de la luna nueva, oscurece el cielo.
Hay una vieja historia que asegura que la diosa celta de los bosques creó, a través
de un sueño, durante una noche de luna llena, a un ser especial al que todos
conocemos como unicornio, para que, con su único cuerno torneado, pudiera acaparar
los rayos lunares e iluminar el paso de las manadas de caballos a través de las
fragas.
Dicen que los unicornios son seres solitarios por su origen. Fueron creados con el
fin de ayudar al resto de los seres vivos, alumbrando con su resplandor los caminos
y senderos de los bosques. Son puros de corazón, bondadosos, tiernos, y merecen el
mayor de los respetos.
Epona también es la dueña de lo arcano, de lo oculto, de las cosas que permanecen
por debajo de la apariencia.
Siempre está presente. Puedes invocarla si la necesitas en cualquier lugar
del mundo donde se encuentren sus árboles sagrados, aunque tiene predilección por
un rincón especial que está en el corazón de Galicia: las fragas que orillan el río
Eume. Ese es su territorio.
Conoce cada espacio de esas laderas y puede guiarte hacia los abedules más
poderosos o enseñarte cómo se usan sus hojas para desabrochar el corazón de los
hombres.
Ella te llevará, si se lo solicitas, a la parte de la espesura en la que emanan las
fuentes donde lavar el desengaño. Podrá señalarte en qué cruce de senderos puedes
encontrar los robles que tienen los huecos más profundos en su corteza, para
introducir en ellos los conjuros de sanación y salvar así a los niños aojados.
La diosa tiene, en las faldas de las montañas, molinos donde solo se muele y se
recupera la esperanza. Si colocas sobre una piedra de amolar un puñado de semillas
de lino y centeno como ofrenda, cuidará para siempre de ti y de tu suerte.
Epona es la diosa que nos protege. La que pone cerco a los enemigos y levanta
murallas invisibles para que ningún daño pueda llegar a rozarnos. Para eso sirven,
y para mucho más, los arcos de los puentes que cruzan los ríos. De entre todos, el
de As Fragas do Eume es el más eficaz, porque en sus alrededores están reunidos
todos los árboles sagrados de los druidas: robles, avellanos, abedules, saúcos,
sauces, castaños…
Allí, en el bosque donde Epona tiene sus dominios, hay un puente mágico donde las
meigas de la comarca, e incluso algunas de más lejos, llevamos a las personas que
lo necesitan para quitarles el aire de muerto, que es algo así como eliminar una
especie de atadura que les impide vivir con normalidad y ser felices.
Cuando presientas que las nubes oscuras cercan tu cielo, cuando las críticas y los
odios circulen como pájaros oscuros planeando sobre tu cabeza, busca un puente de
piedra en algún bosque.
Lleva hasta la orilla trocitos de corteza de tres árboles diferentes. Yo suelo
hacerlo con roble, castaño y abedul. Ata unidas las cortezas que hayas elegido con
siete nudos de alguna fibra natural como pita, lino o lana y, por cada nudo que
hagas, pronuncia estas palabras:
Que el agua de este río se lleve la enfermedad, el dolor, el desamor, el odio, la
pobreza, la mala suerte de… (menciona a la persona que quieres liberar).
Deposita el atado sobre la corriente del río y mira cómo se aleja, mientras
mentalmente le pides a la diosa Epona que se lleve lo más lejos posible todos esos
males.
Es nuestra manera de ahuyentar el mal de ojo, la envidia o la maldad de los
enemigos que pueden acechar a una persona indefensa.
Ten por seguro que, bajo su mirada, el agua, que fluye sin retorno, adquiere la
propiedad mágica de eliminar, llevándose lejos todo aquello de lo que necesitas
desprenderte para siempre.
DANA, LA DIOSA DEL SOL
Dana es ajena a los símbolos, a los anagramas sagrados que guardan celosamente el
misterio, porque Ella es misterio.
Eso fue lo que me contaron de la diosa que lleva en su esencia a la Mujer, a la
hembra de todas las especies, en todas y cada una de sus edades. Quiero hablarte
como a mí me hablaron de la deidad más poderosa, la representación más directa, la
mano derecha de la gran madre de todos los dioses y diosas: Hertha.
Más allá de los ecos del Aire y de las ondas del Agua, Dana gobierna el Universo,
los planetas, las órbitas, los ciclos que marcan la vida y las estaciones. De sus
ojos emanan la luz y el aliento que disipan las sombras de las mentes más oscuras.
El tiempo que mueve y dirige es un círculo. No tiene inicio y no tendrá final, pues
es la diosa de los eternos retornos.
En cada luna nueva busca su esencia sobre el musgo de las piedras milenarias, donde
la cruz es un aspa de fuego, y las promesas se renuevan en un juramento de
silencios con cada brote; en cada hoja que renace de cada árbol; en cada semilla
que fructifica y crece bajo el calor de su Sol abrigados por el aroma del ámbar de
su cáliz de plata.
Cuenta la leyenda que Ella ya estaba antes de la primera luz, antes de la noche
primera, antes de todas las creaciones…
A Ella es a quien debes dirigir tu mirada y la esencia de tus ritos cuando
necesites que crezca algo de lo que estás sembrando; cuando corras riesgos en busca
de un logro; cuando sientas que algo importante en tu vida está en peligro; cuando
inicies caminos inciertos y emprendas desafíos necesarios, Dana será siempre tu
mejor compañera.
Sobre todo, acude a cobijarte bajo su manto de luz y energía cuando sientas que el
desánimo o la desolación te alcanzan.
Los ritos y las ceremonias de la diosa Dana sirven, sobre todo, para canalizar la
fuerza del Sol hacia las personas o situaciones que requieren el brillo y la luz
del astro rey. El éxito es lo que se alcanza si esos ritos se hacen siguiendo las
normas establecidas por la Vieja Religión.
Cuenta la leyenda que, si te acercas a un lugar de aguas quietas, puedes realizar
un ritual ancestral para conseguir que algo que tenga que prosperar lo haga.
Busca algún remanso de un río, un lago o un estanque donde el agua apenas tenga
movimiento. Elígelo bien. Toda tu cultura se basa en reconocer los símbolos, las
señales, en adivinar por los juegos de luces y sombras los secretos de los
espacios. Encuentra ese sitio donde puedas sentir que los árboles, las hierbas más
pequeñas, el aire y, sobre todo, el agua, son un latido más en tu pulso. Una oleada
de sensaciones en tus venas.
Lleva contigo algunas semillas de trigo, un puñal o cuchillo de empuñadura metálica
y un puñado de sal. Espera al mediodía, cuando el sol está más alto y, frente al
sur de tu orilla, arrodíllate y piensa que en ese instante puedes, si consigues
manejar las claves exactas, comunicarte con una de las diosas más poderosas del
panteón celta.
El primer saludo tienes que hacerlo tomando el trigo con tu mano derecha, cerrando
el puño y elevándolo por encima de tu cabeza en dirección al Sol.
Pronuncia el primer conjuro al tiempo que haces tu ofrenda.

Dana, diosa dorada-roja.


Dana, llama y panal.
Dana, Sol y rama florecida.
Por medio del elemento de la Tierra te invoco.
Deja caer el trigo sobre el agua, y dibuja con el puñal sobre ella, sin rozarla, la
cruz que simboliza los elementos, nombrando a los genios que los habitan.
Fuerzas del Este. Fuerzas del Oeste.
Fuerzas del Norte. Fuerzas del Sur.
Os convocamos en este día y en esta hora.
Realiza en ese momento la petición que solicitas de la diosa y de los elementales
que la obedecen. Cuéntales con precisión y exactitud lo que necesitas, y cierra los
ojos para visualizar tu deseo concedido.
Cuando tengas muy clara la imagen que has creado para hacerle la petición a la
diosa, termina tu ritual arrojando la sal al agua al tiempo que enuncias:
Mi diosa Dana, sal de la Tierra.
Agua que vivifica a la Naturaleza toda.
Pedimos que nos concedas lo que hoy de ti solicitamos.
Cuando se te conceda lo que has pedido, debes volver. A Dana hay que agradecerle
siempre los dones concedidos, y cuando eso suceda, regresa a ese lugar. Pero esta
vez llévale como ofrenda piedras y flores con colores amarillos y dorados, sus
favoritos.
ALTAR
En el punto donde confluyen las rutas que traen a los caminantes desde las cuatro
esquinas del mundo, las brujas en nuestra tierra se reunían en torno a una piedra
plana que estaba situada siempre en el lugar donde se cruzaban los cuatros vientos
y, sobre ella, realizaban sus ritos.
Ya habrás intuido por todo lo que he intentado transmitirte que esta tradición no
se ha perdido. Las meigas seguimos trabajando en los mismos lugares y en esas
mismas piedras.
Sobre ellas apoyamos nuestros instrumentos sagrados, damos la bienvenida a nuestros
hijos, despedimos a nuestros muertos, celebramos las fechas de nuestro calendario
sagrado y unimos nuestras vidas a los seres que elegimos para que nos acompañen en
ella.
En gran medida, la razón de que nuestra cultura se haya preservado a lo largo de
tantos siglos en nuestro país es que, más allá de cualquier creencia, en Galicia, y
especialmente en medio de los bosques, existen espacios donde las piedras hablan.
Las piedras hablan y, si prestas atención, podrás sentir a través de ellas las
historias y tradiciones con las que se perfilan nuestros orígenes: las raíces de la
Vieja Religión.
Porque el Altar en la cultura celta es la piedra.
Una piedra en un cruce de caminos.
Una piedra en medio de los bosques de helechos, cerca de los cauces de los ríos.
Una piedra en las orillas de las playas.
O una piedra de amolar de los viejos molinos, que se ha ido cargando con la fuerza
del trabajo diario.
Hoy en día, para algunas personas puede ser complicado desplazarse, de manera
cotidiana, a los espacios abiertos en contacto con la naturaleza para celebrar los
ritos. Aunque esos son los lugares perfectos, un rincón de tu casa tiene la misma
eficacia si sigues unas sencillas normas. Cualquier zona puede convertirse en tu
templo de manera temporal o permanente según tus circunstancias.
Independientemente de donde hayas situado tu templo, el Altar deberás colocarlo
hacia el Este geográfico. La mayor parte de tus rituales, por muy pequeños que
sean, han de ser efectuados mirando hacia donde sale el Sol.
Sobre el Altar se colocan los instrumentos que vas a utilizar. Los más importantes
para el trabajo de una bruja, de los que no puedes prescindir nunca, son:
El caldero de la bruja. Es uno de los instrumentos más importantes de poder en la
magia, una matriz prodigiosa donde se producen las transformaciones más esenciales
y la meiga consigue que sus trabajos adquieran la fuerza necesaria.
En él se hacen las ofrendas, se guardan los símbolos, se recogen las peticiones o
se quema todo lo que queremos apartar de nuestra vida.
El caldero es el centro de los rituales de los solsticios, los equinoccios y en
casi todas las fiestas del calendario celta.
Tradicionalmente, tiene que ser de hierro y estar apoyado en tres patas que
simbolizan la Trinidad de la diosa Madre. No es difícil de conseguir en mi tierra
ya que muchos artesanos los siguen fabricando.
Estas cosas, con frecuencia, se heredan, lo sabes. Tú tendrás el que yo utilizo
desde hace muchos años. Pero es condición indispensable consagrarlo, como si fuera
nuevo, para hacerlo tuyo, con la bendición de los dioses.
Esto es lo que debes hacer.
Durante la luna nueva, un domingo, en un lugar exterior, coloca el caldero rodeado
de piedras, flores, conchas y velas encendidas de color rojo, el color de la
fuerza.
Dentro pondrás hojas de verbena, albahaca, romero y laurel. Rocíalas con esencia de
romero y préndelas con una cerilla de madera. Cuando el fuego esté alto di las
palabras del conjuro:
Esta es la matriz de todo,
deseo que mis diosas bendigan este instrumento de trabajo y me bendigan a mí para
que consiga utilizarlo con sabiduría, humildad y amor.
En perfecta confianza pongo al servicio de mis diosas este arma de poder que me
comprometo a que jamás sea utilizada para causar daño alguno. Que mis diosas le
confieran la fuerza necesaria para que pueda defenderme de las energías o espíritus
dañinos y atraer, a través de él, los dones y privilegios de las fuerzas de las
cuatro atalayas.
A continuación se repite la fórmula tres veces: Que así sea.
A partir de ese momento tienes tu caldero de bruja. Con las hierbas e inciensos que
correspondan, se usa para quemar en él los símbolos de los enemigos y que estos se
aparten de nuestra vida o para custodiar en su interior papeles, objetos o
representaciones de cosas que queramos que se resuelvan o se promocionen. Por
ejemplo, la fotografía de un ser querido enfermo, el documento de un juicio,
medicinas, amuletos, peticiones escritas…
Como siempre, sabiendo que lo que introduces en él se potencia a tu favor, usa tu
imaginación para aumentar lo que creas necesario. Cuando lo hagas, visualiza a la
vez lo que quieres que el caldero propicie.
El cáliz. En nuestra cultura es un símbolo femenino. El origen y el centro de la
vida. Es el renacer y contiene la esencia de lo eterno, de lo imperecedero. Se
utiliza para evocar –cruzando su centro con una daga de empuñadura blanca– a los
genios que residen en el agua, a los elementales de los que dependen todas las
emociones y todos los sentimientos.
La espada. En el mundo celta es el símbolo del valor y del poder. Es un arma de
defensa y de ataque. En todas las ceremonias, empuñándola con firmeza y con los
movimientos precisos, se convoca a las entidades de las cuatro atalayas. Con ella
se cierra el círculo que nos protege mientras realizamos los rituales, se cruzan y
descruzan los caminos, las historias. Se combate a los enemigos y se atrae el favor
de los dioses.
Se dice que los elfos, los genios que residen en el elemento del Aire, son los que
ayudaban a las mujeres a empuñarla de manera que las manos femeninas puedan
sostener esa pesada pieza de metal, como si fuese una pluma.
La vara de poder. Una pequeña rama de saúco forrada de piel y con una punta de
cuarzo en cada uno de sus extremos nos sirve para dar energía a todo lo que
toquemos con ella.
Este es tal vez uno de los instrumentos menos conocidos del altar de las meigas.
Lo consideramos como un tercer brazo, como una prolongación de nuestra propia
energía y amplificador de ella.
Se construyen insertando las puntas de cuarzo en los dos extremos de la rama y
recubriendo la madera con tiras de piel.
Con la vara de poder, tocando con uno de los cuarzos un objeto, un punto
determinado de un lugar o del cuerpo humano, absorbemos las energías negativas y
las sustituimos por energías positivas. Sobre todo en problemas de enfermedad.
Aunque tiene otras muchas funciones; simplemente colocada en un lugar cercano a la
puerta de la calle, en las casas o negocios, absorbe todo lo negativo e incrementa
la armonía, el éxito y el amor en cualquier lugar donde esté situada.
Es muy fácil de elaborar: necesitas una ramita de saúco de unos 30 cm de largo, dos
puntas de cuarzo y tiras de piel que pueden ser resto de un cinturón o de un bolso
viejo –no importa de donde proceda la piel, ya que vas a limpiarlo todo y a
consagrarlo mediante un ritual–.
No tiene que ser perfecta en su forma. Piensa que los celtas no contaban con nada
más para elaborarlas. Lo importante es que la vara de saúco esté rematada por el
cuarzo en los dos extremos y cubierta por completo de piel. Usa tu creatividad.
Hay otros instrumentos muy útiles para tu trabajo que deben estar en el altar pero
que no tienen tanto significado como los que te acabo de contar:
Un incensario o recipiente quemador de brasas. Para simbolizar los elementales del
Aire necesitarás el humo que forma el incienso al ser depositado sobre las brasas
de ese quemador.
El quemador de hierbas, en el que se queman las hierbas correspondientes para
algunas ceremonias menores. Esas hierbas ardiendo nos ponen en contacto con los
elementos del Fuego.
Un recipiente de barro para depositar en él la sal, que es un condensador de
energía muy poderoso y que en la tradición mágica es la Tierra.
Un cuchillo de mango blanco para los rituales de atracción y potenciación.
Un cuchillo de mango negro para los trabajos en los que hay que defender, rechazar,
anular y hacer desaparecer las malas energías.
Un mortero para mezclar y macerar las hierbas y flores.
El cordón de piel de serpiente con siete nudos para los rituales en los que es
preciso atar alguna circunstancia o persona.
La patena o pantáculo, que es el lugar del altar donde se depositan los amuletos y
los testigos.
Cada meiga debe tener a su alrededor utensilios, imágenes y símbolos que la ayudan
a conectar mejor con las deidades y predisponen su intención para alcanzar, por
medio de las invocaciones, conjuros y visualizaciones, los fines que se propone en
cada una de las ceremonias.
Tú misma puedes ir buscando aquellas piezas que, además de su utilidad, te
atraigan, como los candelabros, recipientes para las esencias, botellas de los
perfumes o el cofre de los amuletos entre otros.
PRINCIPIOS DEL TIEMPO EN LA TRADICIÓN CELTA
Si algo he aprendido a lo largo de mi vida acerca del tiempo es que no debemos
confiarle, como solemos hacer, ni los deseos, ni las esperanzas, ni las soluciones.
El tiempo, sobre todo el tiempo futuro, es únicamente una consecuencia. Un
resultado. El final de una ecuación.
Para la Vieja Religión celta existen tres principios que debes tener en cuenta
sobre el tiempo:
• Vive tu presente con intensidad, como si cada día fuera el comienzo,
elamanecer de tu tiempo, un nuevo renacimiento.
• Acepta que el futuro es la cosecha de lo que siembras a lo largo delcamino, y
que en tu presente están los pilares sobre los que se ha de sustentar.
• Y respeta, recuerda y honra a tus ancestros. Porque a ellos les debes todolo
que eres, tu vida y las enseñanzas por las que ella se rige. Ten siempre un lugar
para ellos en tu casa. Consérvalos en tu memoria.
En un rincón apartado de nuestra casa familiar, a salvo de la curiosidad de las
visitas, verás siempre un pequeño Altar presidido por tres elementos: una vela
blanca, unas flores de temporada y un viejo pergamino donde están escritos los
nombres de todos aquellos que durante alguna época llevaron el timón de esta
familia tiempo atrás.
Algún día, alguien escribirá allí mi nombre, encenderá una vela susurrándote que
debe permanecer siempre prendida.
Te pedirán que las cuides y que, si en algún momento alguna de ellas se apagara,
vuelvas a encenderla en memoria de tus antepasados.
De las flores, te recordarán que tienen que estar siempre frescas. Cuando empiecen
a marchitarse, retíralas. No importa si durante unas horas o unos días el
recipiente permanece vacío. Es preferible no tener flores en el Altar de los
ancestros que tener flores marchitas o ajadas.
Esta es una de las tradiciones celtas con la que nuestra familia ha querido
conservar la memoria y la presencia de nuestros seres queridos.
Y debes saber que, si así lo haces, ellos y yo estaremos siempre contigo.
EL CÍRCULO MÁGICO DE PROTECCIÓN
Si has llegado hasta aquí, significa que ya sabes algunas cosas sobre el círculo
protector, pero quiero que entiendas que, apenas cierras ese espacio, este se
convierte en un refugio donde nada ni nadie podrá alterar el pulso de la magia. Un
lugar donde podemos actuar a salvo de todas las energías negativas que a menudo nos
rondan, para poner en marcha los mecanismos necesarios de una ceremonia, con mano
firme y con mente limpia y poderosa.
Es el primer paso para conseguir el éxito de un trabajo en el que vas a manejar
potentes energías. Tanto la meiga como las personas que participan con ella
necesitan protegerse siempre contra los enemigos que podrían interferir en el fin
que pretendemos.
Esta protección nos la da el Círculo Mágico que, según la tradición celta, se
convierte en una muralla infranqueable contra todo aquello que intente alcanzarnos
durante el tiempo que permanezcamos dentro de sus límites.
En el principio de los tiempos, el refugio era una caverna en algún rincón de los
bosques. Cuando los druidas decidieron celebrar los equinoccios y solsticios en
plena Naturaleza, la protección derivó en una marca circular sobre el suelo, en la
que depositaban diferentes materiales con los que levantaban esa fortaleza de
energía puesto que la protección no es física, sino mágica.
La creencia fundamental es que dentro de ese círculo se contiene nuestro Universo,
y fuera, mientras estemos bajo su amparo, queda todo lo que sobra: la maldad, la
rabia, la ira, el dolor, lo que no existe, lo que no puede tocarnos. Con el círculo
separamos lo bueno de lo malo, lo amado de lo odiado, lo posible de la nada.
También hay bondad fuera de él, no olvides eso, pero lo que nos importa es que en
su interior todo permanezca puro.
Cómo se construye un círculo de protección
Hay muchas fórmulas para crear un círculo de protección, dependiendo del espacio o
el lugar del que disponemos.
Al aire libre, en los bosques del interior, has de utilizar para marcarlo en el
suelo ramas de los distintos árboles de los que corresponden a nuestra tradición,
dándole la forma de una corona y adornándolo con hojas, flores, piedras y cantos
rodados de los ríos, intercalando candelas de los colores correspondientes a las
diosas y a los elementales que queremos evocar.
En las playas de la costa y en los arenales dibujamos el círculo con una vara de
saúco sobre la arena. En esos espacios no necesitas más amparo que esa línea y la
cercanía de los elementos.
Para un trabajo menor, se puede trazar el círculo en algún rincón de la casa con
una tiza o con un reguero de harina. Incluso, si no tienes un espacio lo
suficientemente amplio para hacerlo, basta con visualizar un aro de luz que te
envuelva.
Si se trata de peticiones sencillas relacionadas con el amor, la suerte o el
trabajo, los círculos no son necesarios porque en la mayoría de esas oportunidades
no suele haber fuerzas negativas lo suficientemente poderosas que pudieran afectar
a nuestra tarea.
Los círculos son indispensables cuando tienes que realizar rituales complejos en
los que los fines que te propones conseguir son difíciles y trascendentes, como
rechazar daños, potenciar la salud de los enfermos, o enfrentarte a la maldad,
venga de donde venga.
En muchos de estos casos suele haber enemigos en contra, personas interesadas,
intentando frenarte para que no consigas realizar tu trabajo con éxito.
Es fácil que te encuentres co

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