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¿Por qué hay que tener hijos?

16/9/2014 | por Rav Benjamín Blech

Las siguientes escenas son algunas de las más conmovedoras de la Torá.

Abraham, a quien Dios le había asegurado grandes bendiciones, clama con


desesperación: "¿¡Que cosa puedes darme que tenga algún tipo de significado
siendo que no tengo hijos!?".

Itzjak y Rivka lloran mientras se lamentan por su esterilidad, ellos rezan con
todo su corazón para que Dios responda sus plegarias y puedan concebir.

Rajel le suplica a su marido Yaakov que interceda en su favor para que ella
también, al igual que su hermana Lea, quede embarazada, “porque de lo
contrario”, le dice “déjame morir”.

Ahora avanza rápido hasta la actualidad y descubre la nueva realidad que fue
retratada hace un tiempo en la portada de la revista Time “La vida sin hijos:
tenerlo todo sin tener hijos”.

Los hechos son alarmantes. La tasa de natalidad americana es la más baja de la


historia. Para muchas parejas, tener hijos es simplemente demasiada carga, una
limitación en el estilo de vida libre donde cada uno hace lo que quiere, y un
drenaje financiero para sus bolsillos cuando ese dinero podría ser utilizado en
actividades mucho más divertidas y placenteras.

La tasa de natalidad americana es la más baja de


la historia.

Como Kathleen Gerson, profesora de sociología de la Universidad de Nueva


York, sucintamente lo describe "Otros compromisos toman el lugar de lo que la
maternidad podría haber significado".

Yo sé que hay personas que simplemente no están hechas para ser padres. A
gran escala, puede ser mejor que aquellos que tienen fobia a los niños o que son
psicológicamente incapaces de criarlos, no asuman esta responsabilidad. Pero
lo que realmente me perturba es la nueva moda en donde se opta por no tener
hijos voluntariamente, bajo la equivocada premisa de que esta es la manera
ideal de "realmente tenerlo todo".

Aquí van algunos números: 49% de las mujeres sin hijos entre los 40 y 44 años
decidieron no tener hijos voluntariamente. Entre el 2007 y el 2011 la tasa de
fertilidad bajó en un 9%. Un informe de Pew Research de 2010 demostró que
la tasa de fertilidad ha bajado en todos los grupos raciales y étnicos. Una de
cada cinco mujeres estadounidenses llega al fin de sus años de maternidad sin
hijos, comparado con una de cada diez en los años 70.

Entonces he aquí la gran paradoja. En una época en la cual los lujos que
generaciones anteriores ni siquiera soñaban son fácilmente alcanzables incluso
para los sectores más bajos de la sociedad, tener hijos se ha convertido en un
gasto de recursos económicos y psicológicos demasiado grande para hombres y
mujeres que buscan lo que ellos consideran la “vida más satisfactoria posible”.

Los voceros de esta nueva ola filosófica anti hijos dicen que es tiempo de que
“nos cuestionemos el imperativo reproductivo”. En otras palabras, Dios fue
demasiado demandante cuando nos ordenó "fructificarnos y multiplicarnos".

Seguro, tener hijos no es fácil. Nadie niega que la paternidad es un rol lleno de
obligaciones y cargas. Comienza con los pañales sucios, las despertadas en la
mitad de la noche, y sólo sigue con más desafíos y dificultades. Como dice el
refrán en idish “Sin niños, ¿que haríamos para afligirnos?”. Y a pesar de todo
esto, desde Adán y Eva —por lo menos hasta ahora— las personas, al igual que
nuestros ancestros bíblicos, rezaban para tener niños.

Elegir voluntariamente no tener hijos es negar la imagen Divina que hay en


cada uno de nosotros: el espíritu de Dios, cuyo primer acto registrado en la
Biblia fue transformarse en el Creador.

Los filósofos judíos mucho tiempo atrás se preguntaron. Dado que Dios es
autosuficiente, ¿para qué necesitaba crear el mundo? Dios es infinito, perfecto.
No le falta nada. ¿Por qué nos necesitaba? La respuesta es profundamente
relevante. El mundo fue creado como un acto de amor. Parte de lo que hace que
Dios sea perfecto es su esencia de jésed, ‘bondad’. Dios es amor, bondad y
benevolencia. Todo esto requiere de recipientes. El amor Divino demanda
creación, porque si nosotros no fuésemos sus hijos, Dios no podría darle
completa expresión a Su verdadera esencia como nuestro amado Padre en el
cielo.

Hace un tiempo atrás, Rav Jonathan Sacks, en su posición en aquel entonces


como Rabino Jefe del Reino Unido, envió sus saludos y felicitaciones al Duque
y la Duquesa de Cambridge por el nacimiento de su primer hijo. De todas las
cosas que él podría haber destacado en aquella ocasión, encontré intensamente
conmovedor que Rav Sacks puso el foco en el tema de "el privilegio de tener la
posibilidad de amar". Él quería que los nuevos padres supieran que: "No hay
una labor más sagrada, ni una más satisfactoria. Cada niño concebido con amor
es un testimonio de una profunda y conmovedora esperanza en el futuro, en la
renovación humana y en la vida misma como la más suprema bendición. Y
cada padre o madre sabe en su corazón que el verdadero privilegio no es ser
amado sino tener la posibilidad de amar".

Para completar nuestra imagen Divina necesitamos la posibilidad de amar.


Necesitamos estar entre aquellos que dan en vez de aquellos que reciben.
Necesitamos conocer el privilegio de amar igual como un Dios perfecto
"necesita" de nosotros para poder materializar Su bondad.

Tener hijos es la La alegría de concebir un hijo,


proveerle todas y cada una de
expresión final de ser un sus necesidades, dar sin esperar
creador como Dios. retribución a cambio por la
"inversión", es un amor único y profundo que no se puede replicar. Las parejas
sin hijos pueden tener suficiente tiempo y dinero para viajar alrededor del
mundo, satisfacer cada fantasía hedonista, vivir sus vidas en aparente encanto,
pero nunca experimentarán la forma más profunda de felicidad que proviene de
asemejarse a Dios al convertirse en un creador.

En este mes de Elul, mientras nos preparamos para las Altas Fiestas, debemos
recordar que la porción de la Torá que leemos el primer día de Rosh HaShaná
es la respuesta de Dios a una plegaria. No a una plegaria por bienestar. No a
una plegaria por poder. No a una plegaria por éxito, como sea que se defina.
Nosotros empezamos el nuevo año recordando que Dios respondió las
profundas plegarias de Sara y Jana, y las bendijo para que pudieran concebir.
Como judíos, sabemos desde ya hace mucho tiempo que la familia será siempre
la llave para la realización personal y la felicidad.

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