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La Imagen Urbana de Trujillo.

Realidad y problemática.
Arq. Guillermo Morales García

A las seis de la tarde llegamos a Trujillo, ciudad regular, sosegada, de una fisonomía que recuerda a
la Edad media. Se pasa por algunas calles bordeadas de muros enormes y sin ventanas: son muros de
conventos; la calle principal y la plaza son muy españolas con sus casa de techos planos, sus
balcones-verandas y su santito en un nicho. La media naranja (pequeña cúpula) de una iglesia, el
frontón de una capilla, la cruz de un oratorio autorizado, dan a las calles siluetas accidentadas. En
ellas se ven monjes, blancos verde-agua, pardos, azules, negros, descalzos, con la cabeza afeitada,
montados sobre asnos de aire grave y resignado, armados de un breviario o de un parasol, sonriendo
a las mujeres, bendiciendo a los niños, haciendo colecta de grandes monedas de cobre o pequeñas de
plata, pollos, legumbres, fruta, recogiendo dinero en la manga y amontonando el resto en albardas
enormes.

Todo este catolicismo pintoresco, que no se conoce ya en Francia, da un color arcaico al país y un
sello original a la sociedad en medio de importaciones extranjeras de toda clase, de todas las
procedencias y de todos los precios.

También nada más delicioso que un paseo por Trujillo una hora antes del ocaso. Las casas bajas, los
grandes conventos, las iglesias polícromas, son de un aspecto acogedor…(1)

Este añejo relato de lo que era Trujillo en los años previos a la guerra con Chile, nos lo deja el vienés
Charles Wiener en su obra Pérou et Bolivia, editada en París hacia 1880.
Sin embargo, ¿qué diría Charles Wiener si se diese una vuelta por Trujillo en el presente? Lo primero
que haría es preguntarse si está en la misma ciudad en la que era la que recorrió hacia 1876 y de la
que dijo que era un gusto disfrutar antes del ocaso. En los ocasos actuales, la barahúnda provocadas
por los taxis, la desigualdad en alturas y formas de las edificaciones, la sobresaturación de avisaje
comercial y una acelerada dinámica urbana, nos muestran que el apacible Trujillo ha cambiado
drásticamente…

Tanto Charles Wiener como nosotros, para describir estos momentos tanto del pasado como del
presente, hemos requerido imperceptiblemente de complejos procesos mentales de cognición y
percepción que intentaremos simplificar para una mejor comprensión de la lectura de la ciudad.

Percepción y Cognición

A través de su historia, el hombre ha desarrollado la capacidad de interrelacionarse con el medio


ambiente natural y construido, percibiendo, otorgando significado y organizando conceptualmente los
espacios y edificaciones que lo rodean. Con el tiempo, mediante los fenómenos de la percepción y la
cognición esta capacidad se incrementó en complejidad proporcional al desarrollo de las ciudades que
el hombre creó y ocupó.

La percepción es la representación mental de algo que nuestros sentidos han captado y nuestra mente
puede entender.
La cognición es el hecho por el cual esa representación mental que nuestros sentidos han percibido
pasa a ser reconocida, y posteriormente interpretada y explicada.

La diferencia principal entre percepción y cognición consiste en que “cuando se describe la captación
sensorial directamente del medio ambiente, se habla del término percepción y cuando se usa para
interpretar el cómo las personas estructuran, aprenden o conocen su medio, el término es
cognición.”(2)
Por ejemplo, si nos encontramos frente a la catedral de Trujillo, notaremos por medio nuestros
sentidos que sobresale por forma, ubicación, color, altura, etc.; entonces, hemos percibido la catedral.
Pero una vez que la hemos fijado mentalmente, y la reconocemos como un edificio religioso, de
características históricas, que es parte destacada del perfil de la Plaza Mayor, hemos desarrollado
automáticamente un proceso de cognición.

Adicionalmente a estos procesos, el ser humano a través del tiempo ha desarrollado una percepción
polisensorial, la que le permite captar a la vez diferentes estímulos del medio ambiente. Posee
asimismo la denominada percepción alocéntrica, que utiliza los receptores de distancia -ojos, oídos y
nariz- para relacionarse con los objetos distantes, y percibir formas, colores, texturas, tamaño de los
objetos, así como el espacio, sus relaciones y su tridimensionalidad. De este modo, el sistema visual
percibe a pesar de la distancia la forma y color de los objetos por medio de imágenes. El sistema
auditivo reconoce y recibe los sonidos del medio urbano, mientras que por medio del oído interno se
perciben las anomalías de orientación y desplazamiento. El sistema olfativo por su parte, recibe olores
del medioambiente que se almacenan en la memoria y nos permiten más tarde la recordación.

Es así, gracias a estos sistemas, como el ser humano puede apreciar, recordar y reconocer a las
ciudades en que habita… es así como el ser humano puede percibir la imagen urbana de la ciudad.

¿Qué es la imagen urbana?


La imagen urbana es la apariencia físico-espacial que presenta una ciudad o poblado, aunada al
impacto sensorial generado por el tráfico peatonal, el flujo vehicular y las dinámicas urbanas con sus
consiguientes olores, colores, texturas, etc.

La imagen urbana constituye de esta manera el marco visual de los habitantes y de los visitantes,
encontrándose determinada por las características del lugar, costumbres y usos de su población. En su
composición intervienen tanto elementos reales como situaciones particulares que definen las
características de un espacio urbano. Sus componentes principales son:

1. Elementos naturales: clima, topografía, hidrografía, y vegetación.


2. Elementos construidos, volúmenes y espacios.
3. Dinámica humana y/o vehicular
4. Dinámica ambiental constituida por el conjunto de olores, sonidos, texturas, colores, etc., propios
del espacio social-urbano. (3)

Intentemos como ejemplo una lectura de la imagen urbana que presenta la quinta cuadra del Jirón
Pizarro de Trujillo. Imaginemos que caminamos por esta calle en horas en las que se ha restringido el
tránsito vehicular, en una tarde de verano con un sol radiante cayendo sobre ella: el clima es el primer
factor que apreciamos inconscientemente. Podemos notar a continuación que presenta una topografía
con una pendiente casi imperceptible, enmarcada dentro del clima propio de la ciudad. La vegetación
existente es escasa y colocada en jardines construidos, encontrándose en la plazuela de la Iglesia La
Meced y en un atípico jardín situado en la vereda frente a la plazuela que rompe la regularidad de las
fachadas a plomo. Todas estas consideraciones nos permiten notar los elementos naturales de la
imagen urbana.

Si apreciamos la calle tanto de frente como de perspectiva, notaremos que muestra un perfil urbano
relativamente parejo, alterado por la presencia de una edificación predominante y que presenta aún
ejemplos de arquitectura característica de importancia, con tipologías bien definidas y enriquecidas
por la volumetría de la Iglesia La Merced y su correspondiente plazuela. Notaremos que hay una
regularidad compositiva, que muchas de las edificaciones presentan una serie de códigos
arquitectónicos como ventanas, balcones, portadas, etc., que nos dicen que son parte conformante de
un estilo específico. Notaremos igualmente que hay colores característicos en las edificaciones, y que
algunas de ellas se encuentran limpias y en buen estado, y otras descuidadas y con menor grado de
conservación.
Es posible observar también la presencia de dos balcones de edificaciones contiguas que evidencian
un manejo inadecuado de la escala en uno de ellos, pues puesto uno al lado de otro se aprecia una gran
diferencia de, pareciendo que el más pequeño ha sido puesto “a la mala”, pues no guarda las
proporciones adecuadas de escala ni de llenos y vacíos en su fachada.

También observaremos que en varias edificaciones hay unos desagradables letreros comerciales,
desproporcionados y escandalosos, que afean y rompen la sobriedad visual de la arquitectura típica. El
avisaje comercial cuando es demasiado notorio se convierte en una especie de elemento arquitectónico
indeseado, de tanto o más importancia que una ventana o un balcón, pues su ubicación, tipo de
iluminación, tamaño y otras características, lo hacen parte importante en la composición de una
fachada.

La volumetría que presentan estas fachadas en conjunto generan la configuración espacial del jirón, la
cual es sencilla y se encuentra amenizada por la abertura espacial que significa la plazuela La Merced
y el atrio de la iglesia contigua. Al realizar todas estas apreciaciones, hemos reconocido los elementos
construidos conformantes de la imagen urbana.

El conjunto espacial y arquitectónico pese a todo es agradable y atractivo. Como estamos en una hora
en la que no hay tráfico vehicular, es posible apreciar los detalles de esta calle pues se puede caminar
libremente y solo hay una dinámica comercial y peatonal aceptable y hasta agradable. Sin embargo, si
caminamos por la misma cuadra en horas en las que el tráfico está abierto, notaremos una
desagradable sensación de opresión pues la sobresaturación del parque automotor y por el excesivo
número de taxis que convierten en una molestia lo que en otro momento era un placer. Si a esto
sumamos los bocinazos, el enrarecimiento del aire producto de las emanaciones de gases de los
vehículos, la estrechez de las veredas y el stress urbano, completaremos una imagen urbana
desagradable, caótica y nada atractiva ni para un poblador ni para un posible turista. (Este es uno de
los motivos principales por el que debemos incentivar y apoyar todos los procesos de peatonalización
posibles, por que la ciudad es de sus habitantes y no de los vehículos). Con estas apreciaciones, hemos
percibido y conocido las dinámicas humanas, vehiculares y ambientales del jirón que tomamos
como ejemplo.

Semiótica e identidad en la imagen urbana

Al ser la arquitectura un hecho cultural, lleva implícita una serie de códigos que la semiótica nos
ayuda a leer. De este modo, la ciudad se transforma en un libro abierto, donde el “iniciado” puede leer
el desarrollo de una sociedad en sus edificaciones, que actúan como las palabras de un texto,
indicándonos su tecnología, sus costumbres, su economía, etc. (4)

La ciudad es un mundo mágico, que emana un grado determinado de atracción perceptible no solo
para quienes habitan en ella sino también para aquellos que la visitan.
Ciudades como París, Barcelona, Buenos Aires, Cuzco, tienen un atractivo místico que perdura a
través de los tiempos, y que se mantiene gracias a la sensación de pertenencia que sus habitantes han
desarrollado, y que los han llevado conjuntamente con sus autoridades a encontrar la manera de
presentar orgullosamente al mundo ciudades ordenadas, limpias, con una definida imagen tradicional
y con los tesoros arquitectónicos y artísticos que solo el respeto a la historia permite conservar.

Estar en una ciudad de estas características genera una sensación de atracción, de pertenencia y de
bienestar como la que se siente al entrar a una casa bien cuidada, ordenada, limpia, con estilo. ¡Que
diferencia de las sensaciones que nos genera un lugar desaseado, desordenado, lleno de caos y de
ruido!
Sin embargo, aunque se suele dar más importancia a las zonas históricas, la imagen urbana existe en
todos los lugares de la ciudad. Todos los esfuerzos se vuelcan hacia el Centro Histórico, porque
lógicamente es la parte que concentra las actividades económicas, administrativas y culturales de las
pocas que hay. ¿Pero que hay de las zonas contiguas al centro histórico, de las urbanizaciones, del
resto de la ciudad? En realidad es allí donde se puede leer con mayor detalle a la sociedad, a la
identidad de sus habitantes, a su grado de educación y por que no decirlo, de civilización: no todos los
que habitan en una ciudad son necesariamente civilizados, lo pueden ser por una interpretación
etimológica pero no en el sentido amplio de la palabra.

La imagen urbana es una parte importante de este gran sistema llamado ciudad, y ya que representa el
aspecto tangible de la misma, podrá leerse como hemos visto tanto en las fachadas, en el perfil urbano,
en las proporciones y relaciones entre alturas y ancho de vías, en su unidad volumétrica, etc., así como
en el nivel de ruidos, de contaminación atmosférica, visual y sonora, en el orden, en el grado de
conservación y limpieza y en los flujos peatonales y vehiculares. Asimismo se leerá en la coherencia
estilística y en la armonía en que las nuevas edificaciones se integren a las ya existentes, que en
algunos casos se conservan intactas y que en otros han sido irrecuperablemente alteradas.

¿Cual es la importancia de la imagen urbana?

Primero que nada, por la sensación de identificación que un poblador desarrolla hacia su ciudad. El
habitante aprende a querer su ciudad, no en sentido afectivo por recuerdos o hechos, sino en función al
carácter, a su ambiente, a sus espacios y edificaciones.

En segundo lugar, por que puede generar o acentuar una conciencia orientada hacia la valoración y
recuperación del patrimonio arquitectónico, que igualmente reforzará sentimientos de pertenencia a la
ciudad.

En tercer lugar, por el sentimiento de goce estético y sensorial que el poblador y en especial el
visitante percibe, y que demuestra al decir que una ciudad es “bonita”.

En cuarto lugar, por la importancia económica y el poderoso atractivo que generan las ciudades que
presentan una imagen urbana con valores estéticos e históricos, ya sea en conjunto o en escenarios,
traduciéndose en afluencia de turistas y en crecimiento económico. El turismo mueve anualmente el
12% del PIB mundial y genera 200 millones de empleos, lo cual significa el 8 % del empleo mundial.
El turismo es la primera industria del planeta, solo en 1998, se registraron 635 millones de turistas que
generaron un ingreso de 468 mil millones de euros. (5)

México, por poner un ejemplo latinoamericano, presenta más de 9 mil establecimientos de hospedaje,
casi 400 mil cuartos - más o menos el tres por ciento del total de la oferta mundial; tiene más de cuatro
mil agencias de viajes; 673 empresas de arrendamiento de vehículos; 16 mil 399 restaurantes de
calidad turística; y 134 empresas de transportación turística. (6)

Y nosotros, con nuestras ciudades de fundación colonial, con nuestros increíbles monumentos
arqueológicos, con toda la gastronomía, costumbres ancestrales, riquezas culturales y nuestra
inigualable geografía y biodiversidad, estamos lastimosamente atrás en lo que a turismo se refiere
teniendo mucho más de lo que tiene México.

Por que conservar la imagen urbana?


Además de las consideraciones anteriores, que de por sí son suficiente motivo para justificar su mejora
y conservación, debemos conservar la imagen urbana por que es importante para mantener el carácter
de una zona o ciudad, ya que de esta manera se conservan los edificios que son testimonio de una
época y que son atractivos para el viajero y el poblador con sensibilidad histórica y artística.

Debemos conservarla además por que parte importante de nuestras raíces se encuentra inmersa en la
arquitectura que nos legaron nuestros antepasados, y por que esto es lo que aprecian los visitantes, que
suelen estar acostumbrados a apreciar los valores artísticos de los lugares a los que viajan, porque a
los turistas no les interesa en lo mas mínimo ver “arquitectura contemporánea” si esta es de dudosa
calidad, y peor aún fuera de contexto, por que están acostumbrados a un orden contextual bastante
definido y por que en sus ciudades encuentran muestras modélicas de arquitectura moderna de alta
calidad y realizada muchas veces por arquitectos de renombre

¿Cómo se deteriora la imagen urbana?


Con los cambios en el uso del suelo, la transformación y alteración de las edificaciones generados por
la comercialización y especulación del suelo, así por la concentración de vehículos, con la
contaminación resultante, y con la falta de mantenimiento preventivo y la excesiva señalización
comercial.
Específicamente, los factores que hacen que la imagen urbana de Trujillo se vea tan deteriorada son:

La alteración del perfil urbano que es uno de los principales factores que llevan al desorden visual
y a la pérdida de la imagen tradicional del centro histórico. Por lo general está ligado íntimamente a la
destrucción del patrimonio monumental y a la inserción de obras nuevas y de escaso valor
contextual.

La contaminación visual producida por el agresivo avisaje comercial, producto de la arraigada


costumbre de creer que la publicidad es más efectiva si es más grande, colorida y escandalosa

La presencia de edificaciones deterioradas, en mal estado y a veces representando peligro público,


que incide negativamente en la imagen de la ciudad, mostrándola sucia y desprotegida. Igualmente,
las pistas y veredas en mal estado, rotas y llenas de parches, y que constituyen un peligro para los
transeúntes.

El desorden vehicular causado por la sobresaturación del parque automotor, originado por el
desempleo y la ineficacia de las autoridades pertinentes que no hacen valer su autoridad y no muestran
la suficiente capacidad técnica para elaborar propuestas viales factibles y adecuadas.

La contaminación acústica causada por los taxistas y sus bocinas, y que constituye uno de los
principales y más desagradables factores que alteran la imagen de la ciudad. Si tan solamente se
hiciera cumplir la legislación respectiva, disminuirían drásticamente los ruidos producidos por los
bocinazos.

La inseguridad ciudadana y el temor de la población a ser víctima de un asalto o un secuestro,


lamentable situación generalizada en el país y presente tanto en la zona monumental como en el resto
de la ciudad.

¿Cuales son los factores que generan el deterioro de la imagen urbana de Trujillo?

Entre los muchos factores que inciden, podemos enumerar los principales:
La insensibilidad de la población respecto a la importancia de la conservación del patrimonio
arquitectónico. Este hecho tiene su origen en el desconocimiento, en la apatía generalizada y que se
acentúa generacionalmente, así como en la prácticamente nula promoción del patrimonio que realizan
las autoridades encargadas.

La ineficiencia de las autoridades respecto al tema de la imagen urbana, pues si bien hay
instituciones y comisiones encargadas, su presencia y acción son prácticamente nulas. Y la prueba de
ello es el hecho de que pese a la antigüedad de estos organismos, la ciudad no ha mejorado en su
imagen urbana, sino al contrario, la ha ido perdiendo.

La dependencia centralista del Instituto Nacional de Cultura, que no tiene autonomía ni


económica, ni técnica, ni de toma de decisiones, y que en la realidad desautoriza vergonzosamente las
decisiones técnicas de los profesionales regionales.

El sistema burocrático y el obsoleto marco normativo que prevalece en los organismos encargados
del patrimonio. Si bien en estas instituciones se trabaja y mucho, este trabajo es inoficioso e inútil
pues gran parte del tiempo se pierde en trámites oficinescos y enredos legales, en vez de tener todo
sistematizado en base a formatos sencillos y efectivos. Gracias a este marco obsoleto, las autoridades
encargadas de velar por el patrimonio, están velándolo de a pocos.

La inexistencia de normas claras y adecuadas. Aunque parezca una mala broma, la ciudad no
cuente con un Reglamento para Edificaciones en el centro Histórico, ni parámetros claros de imagen
urbana para el resto de la ciudad.

La inexistencia de programas de educación a la población, por falta de recursos pero


principalmente por falta de iniciativa de las autoridades responsables.

El escaso crecimiento económico de la población. La economía de la región influye en la imagen de


una ciudad, aunque no es imprescindible que una ciudad que sea rica para presentar una imagen
urbana limpia y ordenada.

El afán mercantilista de algunos propietarios de inmuebles de valor histórico o contextual, a


quien no les importa que la ciudad pierda lo poco que aun le queda de tradicional, con tal que ellos
ganen dinero con la conversión de sus inmuebles en cocheras o en edificios que no respetan en esencia
las características de una zona tradicional.

La indiferencia e incultura de un gran sector de la población


No es necesario más que un mínimo de educación y de cultura cívica para no botar basura en las
calles, o para evitar comportamientos incivilizados como los de los taxistas que asordan sin
misericordia a los peatones con bocinazos innecesarios, producto de una guerra no declarada entre
ellos para ganar pasajeros… la ley de la selva de cemento
Nos encontramos acá frente a uno de los principales problemas que atentan contra la imagen de la
ciudad: la actitud inadecuada de sus propios pobladores.

Imagen urbana, patrimonio e instituciones encargadas.

La imagen urbana es la cara que los habitantes de una ciudad muestran al mundo a sus y a sus
visitantes. Pero la imagen urbana no solo es responsabilidad de sus habitantes, sino también de las
autoridades a quienes se les ha encomendado el patrimonio, y quienes son por ley las encargadas de su
difusión, conservación y salvaguarda. Sin embargo, la realidad actual nos muestra que las cosas no
funcionan como están escritas.
Trujillo es una ciudad con un pasado muy rico, y con importante patrimonio histórico que le da un
atractivo adicional, pese a que es bien sabido que su imagen característica se deteriora cada vez más.
Es por ello necesario ser sinceros y dejarnos de nacionalismos y regionalismos hipócritas: se tiene que
comprender que Trujillo en los últimos años ha retrocedido drásticamente de los avances que logró
gracias a programas como “La hora de Trujillo”. Sin hablar en este caso del atraso económico, el
avance de la contaminación en todos sus campos, el incremento del parque automotor que ha
sobresaturado la capacidad de soporte no solo de la zona monumental sino de la ciudad, y otras
lamentables realidades que han hecho que nuestra ciudad retroceda en importancia turística y cultural,
es forzoso dejar en claro la ineficiente labor de las autoridades encargadas del patrimonio (Instituto
Nacional de Cultura, Municipalidad Provincial de Trujillo y ese fallido intento de apoyo al tema
patrimonial llamado Proyecto Especial Centro Histórico).
Es cierto que en el Perú hay honrosas excepciones de logros, más frecuentes hacia el sur del país, pero
se hace necesaria una total reestructuración del sistema encargado del patrimonio monumental,
arquitectónico y arqueológico. Uno de los mayores desatinos que presenta el sistema actual es el
patético centralismo, -un mal ya erradicado en los países desarrollados-, que hace depender a las
provincias y regiones del gobierno central y los organismos capitalinos. Esto no es más que un
absurdo sistema que pretende ser el taita protector y que a las finales acaba haciendo más daño que
bien, ya que de una manera innecesaria duplica funciones, y humillantemente invalida a los técnicos y
profesionales locales pues sus decisiones son de segundo plano, teniendo siempre que agachar la
cabeza ante lo que diga papá Lima.
Este centralismo es solo una muestra más de que gran parte del sistema que está encargado del
patrimonio es inadecuado, pues éste además está dominado tanto por un marco normativo denso,
tedioso, atestado de deficiencias, errores y vacíos legales; como por un marco teórico entendido a
medias y malinterpretado, y muchas veces plagado de teorías anacrónicas y obsoletas.
Este marco y el incorrecto conocimiento del mismo y el no-respeto al patrimonio por parte de
propietarios y profesionales, son los causantes de problemas y desencuentros aún entre instituciones,
como el caso del Instituto Nacional de Cultura vs. el Colegio de Abogados, los que, según el habla
coloquial de los pobladores, se zurraron en sus mismas leyes y destruyeron parte de la casona en la
que tienen su sede, realizando una ecléctica intervención útil pero irrespetuosa del patrimonio, y que
ha generado un deplorable precedente de dimes y diretes, y de juicios y multas al mencionado colegio.

La paradoja más grande de toda esta problemática es que los guardianes del patrimonio se convierten
en sus destructores indirectos, pues las trabas y problemas que generan aterran a los propietarios de
inmuebles que consideran que ser dueño de un inmueble declarado monumento histórico es, -en vez
de ser un orgullo y una ventaja-, casi una maldición por el rompedero de cabeza que significa
gestionar su conservación o puesta en valor. Y así, de una manera informal y furtiva, se aniquila lo
poco que queda de monumental en esta ciudad: destrucciones sistemáticas y directas, demoliciones
nocturnas y mangueras chorreantes puestas ex profeso sobre los muros de adobe de las casonas para
humedecerlos y desestabilizarlos, son realidades cotidianas en nuestro medio, y los causantes y por
que no decir también culpables son las autoridades encargadas. A ellas y a todos sus burócratas se los
debería enjuiciar y ponerles todas las UITs con las que suelen amedrentar, y defenestrar de sus cargos
por su ineficiencia y por su responsabilidad en la destrucción de nuestro patrimonio monumental por
el no cumplimiento real de sus funciones; se los debería juzgar por la realidad actual, se debería
evaluar su labor mediante los hechos y no en base a los tortuosos caminos procedimentales que
realizan en sus oficinas y en los cuales se amparan asumiendo que con ello cumplen su labor.
Y en esta interpretación alternativa de la justicia, no debe quedar títere con cabeza, ya que del más
grande en Lima al más chico en provincia tienen responsabilidad, pues si bien estamos empantanados
dentro de toda la lentitud administrativa y burocrática del sistema estatal, inmersos dentro de la cultura
de la desconfianza, ahogándonos en un sistema mezquino y muchas veces corrupto; con una dosis de
iniciativa y ganas reales de cumplir legalmente los objetivos y no solo los procedimientos, estos
organismos se podrían convertir en uno de los principales pilares de desarrollo de la región y por
que no del país, pues tenemos tanto por aprovechar, hemos sido tratados tan generosamente por la
historia y la naturaleza, que es una vergüenza que nuestras generaciones desperdicien, pierdan y
destruyan tantas riquezas que cualquier país con inteligencia anhelaría poseer.

Y para ello es preciso que las decisiones en esta ciudad sean técnicas y no políticas. El día que los
técnicos y profesionales competentes ocupen el lugar para el que han sido preparados, y desplacen de
sus poltronas a los burócratas que ven problemas en vez de soluciones, ese día la ciudad podrá respirar
aires menos polucionados y cambiar de rumbo mirando de frente hacia el desarrollo. Y la tremenda
piedra en el zapato que significó la negación del reconocimiento de Trujillo como Patrimonio Cultural
de la Humanidad que con tan poca verguenza se pidió hace poco, dolerá menos pues se encontrarán
los caminos para revertir esta realidad y hacer que los entendidos en el patrimonio mundial nos
otorguen el susodicho título que con justificadas razones en su momento nos negaron.

Es inconcebible que una ciudad como Trujillo, con tantas riquezas arquitectónicas, arqueológicas,
turísticas y de tantos tipos esté descendiendo cada vez más en la lista de ciudades importantes del
Perú, y que presente una baja en su afluencia de turistas y en su calidad de vida.

Trujillo está dejando de ser a grandes pasos la señorial ciudad de calles apacibles y admirable
arquitectura. Ha sufrido una degradación creciente para convertirse en una especie de gran pueblo
joven, sin identidad, lleno de taxis, de humos, de inseguridad. El añejo título de “Ciudad de la Eterna
Primavera” está cambiando a “Capital de los Eternos Claxons” producto del incremento
desproporcionado de taxis y de la informalidad reinante.

El primer paso para la solución de la problemática urbana es conocerla y comprenderla. Todas estas
situaciones expuestas no deben ser consideradas solamente como críticas, sino deberían ser entendidas
como un análisis básico de la realidad actual para que a partir de ellas se generen soluciones. Urge un
cambio de actitud en la ciudadanía y en las instituciones, para poder tener lo que debe ser una
necesidad para cada trujillano: el orgullo de una ciudad agradable y digna para nosotros y nuestros
visitantes.

Citas:
(1) CHARLES WIENER, Perú y Bolivia. Instituto de Estudios Andinos, UNMSM, Lima, Perú.
(2) MARTINEZ SÁNCHEZ, FELIX ALFONSO. –La imagen como representaciones del paisaje urbano. Universidad Autónoma
Metropolitana, Mexico DF.
(3) La imagen de la ciudad de Kevin Lynch, publicada en1960, constituye aún hoy una referencia esencial respecto a la percepción
psicológica que los ciudadanos poseen de su propio entorno urbano. Partiendo de los patrones gestálticos, Lynch estableció los cinco
modelos formales de legibilidad que los habitantes utilizan para interiorizar las ciudades en las que viven: sendas, bordes o límites,
barrios, nodos o nudos y mojones o hitos.

(4) Ludwig Wittgenstein y Mauricio Merleau-Ponty realizaron un símil entre los elementos del lenguaje –las palabras y los conceptos-
y los elementos de las ciudades –los edificios, las calles, las plazas-, estableciendo una lectura semántica de la ciudad desarrollada
también ampliamente por Umberto Eco en su Tratado de Semiotica General

(5) JOSÉ GÓMEZ CERDA, Análisis del Turismo Mundial..http://www.acmoti.org


(6) BENJAMÍN HEDDING GALEANA. El potencial de las ciudades patrimoniales como atractivo turístico, Ponencia del 6to. Taller
de imagen urbana en ciudades turísticas con patrimonio histórico. México DF

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