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2a edición
aumentada
Pedro J a r a m i l l o (texto)
Javier Prat (Dibujo)
ESPIRITUALIDAD DEL
DISCÍPULO MISIONERO
100 pistas
del camino de Aparecida
Desclée De Brouwer
Pedro J a r a m i l l o (texto)
Javier Prat (Dibujo)
ESPIRITUALIDAD DEL
DISCÍPULO MISIONERO
100 pistas
del camino de Aparecida
2- edición aumentada
Desclée De Brouwer
© Pedro J a r a m i l l o (texto), 2008
© E D I T O R I A L D E S C L É E DE B R O U W E R , S.A., 2008
Henao, 6 - 48009 Bilbao
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Prólogo 9
Presentación 13
Llamados 17
Enviados 33
Unidos 49
Confiados 65
Formados 81
Inmersos 97
Testigos 113
Hermanos 129
Alegres 145
Misioneros 161
PRÓLOGO
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Jesucristo y a ofrecer su mensaje de esperanza a un mundo atribulado que ha
ido construyendo una civilización donde las sociedades soslayan o han dejado
a Dios al margen y, como nos dijo Benedicto XVI «un mundo sin Dios es un
mundo sin esperanza» (cf. E/2,12, Spe salvi 44).
De ahí el interés del P. Pedro Jaramillo en ofrecer estas pistas a los discípulos
misioneros en Latinoamérica, para facilitarles repensar profundamente y
relanzar con fidelidad y audacia su misión. «Ello no depende tanto de grandes
programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen
dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de
su reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere
reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu» (DAp. 11). Pues, como dice el
texto conclusivo: "nuestra mayor amenaza 'es el gris pragmatismo de la vida
cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad,
pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad'. A
todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que 'no se comienza a
ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con
un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y,
con ello, una orientación decisiva'" (DAp. 12).
Es decir, el cristiano no es el que simplemente dice creer en Dios, pues
como dice Santiago: "¿Tú crees que existe un solo Dios? Haces bien; pero
también los demonios creen y se estremecen" (2,19), sino que es cristiano
el que sigue a Jesús después de haber experimentado un encuentro personal
con Él.
La profunda sencillez de este pequeño libro orientará a todo aquel que
quiera ser testigo y que busque vivir su identidad cristiana y su misión en el
mundo como comunidad: hacer de la Iglesia 'el mesón' donde se acoge a to-
dos y se cura a los heridos que se encuentran a la vera del camino.
Las reflexiones y pistas del P. Pedro Jaramillo nos ayudan, con su estilo
sencillo y directo, a comprender lo que significa 'tener fe' y a despertar el
deseo de transmitirla. Nos motivan a beber de la fuente de la vida, que es
Jesucristo, a fin de ponernos en el camino que nos lleva a ser testigos del
amor de Dios.
Para dar un eficaz testimonio, los discípulos misioneros necesitamos
recordar que el campo específico de la actividad evangelizadora laical es el
complejo mundo del trabajo, la cultura, las ciencias y las artes, la política,
los medios de comunicación y la economía, así como los ámbitos de la
familia, la educación, la vida profesional. Pero esta inmersión sólo tendrá
fuerza si está acompañada de una profunda experiencia de fe y del anuncio
de Jesucristo. En este sentido, América Latina necesita hoy más que nunca
laicos bien formados, que sepan dar razón de su esperanza y sean capaces de
dialogar con el mundo que vivimos, desde su profunda y humilde identidad
cristiana.
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Uno de los más grandes aportes de este material es la claridad con la
que se abordan las grandes preocupaciones de los creyentes: ¿cómo podemos
vivir nuestra fe en el día a día?, ¿en el trato con la gente?, ¿qué significa ser
discípulo misionero y cómo puedo llegar a serlo?... Lo que el P. Pedro pone
en tus manos no es un "tratado", ni una investigación... Son "provocaciones"
directas ante las cuales no quedarás indiferente.
Las cien pistas que nos ofrece recuerdan lo que dijera Juan Pablo II: «La
Iglesia es consciente de que su mensaje se hará creíble por el testimonio de
las obras antes que por su coherencia y lógica interna» (Centesimus Annus,
57). Con sencillos comentarios, con referencias al documento de Aparecida,
con sugerencias para la reflexión y con motivaciones a la oración, estas pistas
constituyen un oportuno itinerario que nos ayuda a hacer creíble nuestra fe.
Será, sin duda, de gran ayuda para perseverar con pasión y audacia en la
tarea de 'remar mar adentro' y de dejarse guiar por el Espíritu de Dios en la
andadura del discipulado y la misión.
Se trata, en suma, de una herramienta sencilla, que todos podrán enten-
der, y que ayudará, sobre todo a los agentes de pastoral de nuestras comu-
nidades, a vivir el perfil espiritual del discípulo misionero que se deriva de
Aparecida. En el documento conclusivo, nos exhorta: «No podemos desapro-
vechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesita-
mos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los
pueblos para comunicarles y compartirles el don del encuentro con Cristo,
que ha llenado nuestras vidas de "sentido", de verdad y amor, de alegría y de
esperanza!» (DAp. 548).
Gracias, Pedro, por haber querido compartir con nosotros estas reflexio-
nes, maduradas y expresadas desde tu corazón de pastor durante los años de
tu ministerio, y, ahora, iluminadas desde el rico patrimonio espiritual del do-
cumento de Aparecida. Quienes tuvimos la suerte de ser "testigos oculares"
de Aparecida revivimos con en ellas "los ecos" de aquel acontecimiento de
gracia.
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PRESENTACIÓN
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raíz de fe que lo alimenta, para poder llamarse y ser, en verdad, compro-
miso "cristiano".
Esta doble dimensión de la espiritualidad está también en la urdimbre de
estas 100 pistas del Camino de Aparecida. Su conjunto intenta perfilar la espi-
ritualidad del discípulo misionero. En el fondo, hay una convicción: si, desde
Aparecida, el creyente no renueva sus más hondas motivaciones creyentes, se
quedará a medio camino de su ser discípulo; y, si no fortalece decididamente
su "salida misionera", habrá hecho oídos sordos al envío, y quedará a medio
camino de su ser misionero.
Como reflexión personal sobre el perfil del evangelizados estas 100 pistas
no son nuevas. Con motivo del Jubileo del 2000, la Diócesis de Ciudad Real.
España, de la que yo era entonces Vicario General, se había preparado, como
el resto de la Iglesia, haciendo un sincero intento de "conversión pastoral".
Recogí en "100 pistas para el camino del evangelizador" los frutos de aquella
reflexión en común. Más tarde, la Editorial Desclée De Brouwer las publicó en
forma de libro, enriqueciéndolas con unas sugerentes viñetas de un gran ami-
go dibujante: Javier Prat. Su capacidad de comprender el sentido del mensa-
je, le hace perspicaz a la hora de plasmarlo en el dibujo.
La tarea pastoral que ahora desarrollo en América Latina (en esta bendita
tierra de Guatemala), me ha hecho referirme con frecuencia a aquellas pis-
tas. En ellas había plasmado "evidencias" muy queridas para mí, al pensar en
los evangelizadores, y al pensarme a mí mismo en relación con el Evangelio
creído y anunciado. Pensé cómo podría hacer para poder compartir aquellas
reflexiones escritas con "mi gente" (¡apelativo de afecto, no de posesión!) de
ahora. La distancia geográfica no había permitido, en estas tierras, un acceso
popular a ninguna de las 7 ediciones que el libro tuvo en España. Desde que
salió el Documento conclusivo de Aparecida, pensé que había llegado la oca-
sión de compartir por escrito lo que ya estaba compartiendo oralmente en el
ámbito de mi propia parroquia, en el área periférica de la Zona 7 de Guate-
mala, en la parroquia de San Juan de la Cruz.
La acción del Espíritu es, en efecto, admirable. Los textos del Documen-
to conclusivo con los que he enriquecido y ajustado cada una de aquellas 100
pistas (10 por cada uno de los 10 hitos de la espiritualidad del discípulo misio-
nero) me parecían hechos a propósito. O, más bien, las pistas parecían escri-
tas para comentario de estos textos. Un "entenderse cómplice" que es fruto
de un Pentecostés siempre repetido.
He querido, pues, ofrecer a los creyentes latinoamericanos una reflexión
muy querida para mí. Caminando ahora pastoralmente en Guatemala, sien-
to Aparecida, al igual que todos los agentes de pastoral latinoamericanos y
caribeños, como el "norte" de nuestro trabajo para los próximos años. Esto
me llevó a ofrecer ya una "Guía para la lectura comunitaria del Documento",
publicada por Imdosoc (México). Ahora quiero ofrecer estas pistas, para esti-
mular una "espiritualidad pastoral" renovada en los discípulos misioneros de
América Latina. Los lectores españoles (si alguno se anima a repetir) encon-
trarán como novedad la incorporación de textos y el "tinte" del documento
de Aparecida, así como una nueva distribución de los apoyos metodológicos.
El estilo de cada una de las pistas es muy directo. Para no perder esa es-
pecie de "diálogo" que intento, incluso los textos de Aparecida los he puesto
en segunda persona, como dirigidos directamente al discípulo misionero. Por
esa razón, no he entrecomillado los textos del Documento; sólo los he puesto
en letra cursiva, indicando su respectivo numeral.
Los dibujos son los mismos que Javier Prat hizo para las pistas del evan-
gelizados Gustaron mucho. A él le agradezco su aportación sugerente y de
amena profundidad.
La cuestión era cómo y dónde publicar. ¿En América? ¿En España? Por agra-
decida cercanía y, lo confieso, porque no pareciera un plagio a mí mismo, en-
vié los originales a Desclée De Brouwer. Estaba seguro de su aceptación y, por
eso, les pedí una cosa: que al libro resultante le pusieran un "precio social"
en América Latina. La petición fue generosamente acogida, y ellos han hecho
posible que pueda compartir estas reflexiones con tanta gente amiga y cerca-
na de América y del Caribe. ¡Ojalá que ayude a una lectura reflexiva y atenta!
La intención es que a todos nos sirva para dibujar mejor nuestro perfil en la
apasionante experiencia de discípulos misioneros en la sociedad latinoameri-
cana y caribeña actual.
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PRESENTACIÓN
de la segunda edición
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LLAMADOS
OBJETIVOS
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LLAMADOS
21
LLAMADOS
2
tus manos un misterio, que debes aco-
ger, profundizar y vivir. Acostúmbrate
a admirar y contemplar el misterio
que proclamas. Como discípulo misio-
nero estás llamado a ser contemplati-
vo. Jesús te hace familiar suyo, por-
que comparte contigo la misma vida que viene del Padre, y, como a discípu-
lo, te pide una unión íntima con Él y obediencia a la Palabra del Padre, para
producir en abundancia frutos de amor (n° 133).
Que tus tareas no te corten la vena de la admiración y la sorpresa. Si no
eres capaz de asombrarte, caerás en la rutina. Si no adoras en lo más hon-
do la grandeza del misterio, te harás un buen propagandista. Pero lo sabes
bien: evangelizar no es hacer publicidad. Si no conoces a Dios en Cristo y con
Cristo, toda la realidad se te convertirá en un enigma indescifrable. No hay
camino. Y, al no haber camino, no hay vida ni verdad (Discurso inaugural del
Papa). Con todos los bautizados, estás llamado a "recomenzar desde Cristo",
a reconocer y seguir su Presencia con la misma realidad y novedad, el mismo
poder de afecto, persuasión y esperanza que tuvo su encuentro con los pri-
meros discípulos (n° 549).
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LLAMADOS
3
Por eso decimos que el Espíritu
Santo es el primer evangelizados El
Espíritu es el maestro interior que te
conduce al misterio de la verdad ple-
na, haciéndote discípulo y misionero
(n° 151). Sin Ssu
U t trabajo
r a b a j o i ninterior
t e r i o r e en la
vida de la gente toda tu .u, , h n
la
ya ha Ue
"convences"^ ataufen « I T ' * ^ S a d ° « " * « cuando tú
Esp ntu Santa E¡
eficaz de su Esoirtú ' ' "orPresencia
S ase su
v muieres de t ^ ' i , S"™- Propuesta de vida para hombres
23
LLAMADOS
4
bre todo, cuando hablas a los sencillos
y a los pobres.
Más allá del trabajo pastoral de
cada día, acostúmbrate a contemplar-
te a ti mismo como "obra del Espíritu
en favor de los demás". Un discípulo
misionero sin la vida del Espíritu es una pura contradicción. "Vivir según el
Espíritu" es proyecto de vida para hacer fecunda tu tarea evangelizadora. El
Espíritu, en efecto, hace que tengas un amor a la medida de Jesús: de total
don de ti mismo... Ese es tu distintivo de cristiano y la característica de la
Iglesia..., cuyo testimonio de caridad fraterna es el primero y principal anun-
cio: "reconocerán todos que son discípulos míos" (n° 138).
Recuerda que tu misión es manifestar el inmenso amor del Padre que
quiere que seamos hijos suyos (n° 348). Difícilmente manifestarás ese amor,
si tú no lo experimentas dentro de ti como el mayor don que has podido re-
cibir. Sin orgullo, podrás decir con San Pablo: "por la gracia de Dios soy lo
que soy".
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LLAMADOS
5
la fuerza transformadora del Espíritu
de Jesús. Déjate guiar por Él y deja
que vaya haciendo de "tu corazón de
piedra un corazón de carne".
Que lo personal de la llamada te
ayude a vivir la intimidad de la res-
puesta. En un hondo diálogo de amor descubrirás "qué bueno es el Señor" y
sentirás la dicha de "poner en Él tu refugio". Saborea íntimamente este diá-
logo de amor.
Recuerda que no eres siervo de Jesús, sino amigo: el siervo no tiene en-
trada a la casa del amo, menos a su vida. Jesús quiere que te vincules a Él
como amigo y como hermano. El amigo ingresa a su vida, haciéndola propia
Como amigo, escuchas a Jesús, conoces al Padre y haces fluir su vida en tu
propia existencia (n° 132).
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LLAMADOS
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creciendo dentro de ti, con la fuer-
za del Espíritu, hasta llegar a tener
dentro de ti la "estatura" adulta de la
maduración de tu propia fe.
Dentro de ti crece Jesús. No cor-
tes su crecimiento con tu pereza y tu falta de respuesta. No puedes hacerte
adulto y dejar que Jesús siga siendo el "niño" con quien te identificaste en la
fe de tu infancia. "Ser como un niño" por tu sencillez y confianza no significa
tener una fe infantil e ingenua, con la que no poder contar para iluminar tu
camino de adulto. Debes madurar constantemente en el conocimiento, amor
y seguimiento de Jesús, Maestro; profundizar en el misterio de su persona,
de su ejemplo, de su doctrina..., mediante una catequesis permanente y la
vida sacramental (n° 278).
Como discípulo, buscas a Jesús; pero es Él quien te llama y te dice: "si-
gúeme". Descubre el sentido más íntimo de la búsqueda y propicia el en-
cuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Renueva constan-
temente ese encuentro por el testimonio personal, el anuncio del kerygma y
la acción misionera de tu comunidad (n° 278).
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LLAMADOS
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Tu misma debilidad la conviertes
en fuerza, cuando la haces "debili-
dad perdonada" en el sacramento de
la reconciliación con Dios y con lo her-
manos, de quienes tus debilidades te
separan.
Tu vida sacramental te abre al misterio de Dios. En ella confiesas que es
su gracia la que te sostiene y, desde ella, abres a los hombres un camino de
salvación. No recurras a la excusa de que los sacramentos se pueden conver-
tir en rutina. Todo lo puedes convertir en rutina cuando la gracia no toca lo
mas hondo de tu ser. Ahonda en el lugar y la función que tiene la liturgia en
tu seguimiento de Cristo y en la acción misionera, en tu vida nueva en Cristo
y en la vida de nuestros pueblos en Él (n° 250).
Arraiga tu ser cristiano en la experiencia de Dios, manifestada en Jesús.
El Espíritu te irá conduciendo por los senderos de una maduración profun-
da... Arraiga tu persona en el camino de vida y de servicio propuesto por Cris-
to, con un estilo personal. Como la Virgen María, adhiérete de corazón, por
la fe, a los caminos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de tu Maestro
y Señor (n° 280).
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LLAMADOS
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medio de la Palabra de Dios (Discurso
inaugural del Papa). Tu tarea evange-
lizados será así mucho más fácil, por-
que "el hombre de hoy cree más a los
testigos que a los maestros, y si cree
a los maestros es porque son también
testigos". Tu oración personal y comunitaria es lugar en el que, como dis-
cípulo, te alimentas por la Palabra y la Eucaristía, cultivas una relación de
profunda amistad con Jesucristo y procuras asumir la voluntad del Padre (n°
255).
Sólo si tú mismo conoces el rostro de Dios, que se te muestra en la ora-
ción, podrás ser rostro de Dios para los demás. Es lógica tu preocupación por
la metodología, por saber preparar una reunión, por aprender qué decir y
cómo decirlo, pero no olvides nunca que "de la abundancia del corazón ha-
bla la boca": la oración diaria es un signo del primado de la gracia en tu iti-
nerario de discípulo misionero (n° 255).
Tu dimensión orante lo invade todo: no es una experiencia que se limite
a los espacios privados de la devoción, sino que busca penetrarlo todo con
su fuego y su vida... El impulso y el ardor que provienen del Espíritu lo de-
bes expresar en el trabajo, en el diálogo, en el servicio, en la misión coti-
diana (n° 285).
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LLAMADOS
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revelado en Jesucristo y pide al Espí-
ritu que, con tu vida, confieses a Dios
como Padre y a Jesús como Señor. Una
fe así, no lo dudes, se verificará en el
amor.
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LLAMADOS
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PARA LA REFLEXIÓN
ORACIÓN
Señor Jesús, que, al igual que a tus apóstoles, nos llamas a participar
en los trabajos de tu Evangelio, haznos abiertos al misterio que anuncia-
mos, dóciles al Espíritu que nos envías, acogedores de tu gracia en nuestro
encuentro sacramental contigo, disponibles a la escucha y contemplación
de tu Palabra, creyentes sencillos en la totalidad de nuestra vida, y ale-
gres, en la seguridad de haber puesto en ti nuestra confianza. Te lo pedi-
mos a ti, que, en el Jordán, fuiste ungido por el Espíritu, para realizar tu
misión salvadora. AMEN.
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OBJETIVOS
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ENVIADOS
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dentro eso que llamamos el "respeto
humano", el "¿qué dirán?". Es verdad,
muchos van a decir: "pero, ¿quién es
éste?", "¿qué se ha creído?". Tam-
bién lo dijeron de Jesús sus paisanos,
y hasta "se escandalizaron de él". Si
Jesús hubiera hecho caso al "qué dirán" no hubiera pasado de ser un buen
carpintero de Nazaret.
Expresa tú también la alegría de ser discípulo del Señor y de haber sido
enviado con el tesoro del Evangelio. Recuerda que ser cristiano no es una
carga, sino un don" (n° 28)... Y que disfrutarás más de la vida si dejas la se-
guridad de la orilla y te apasionas en la misión de dar la vida a los demás...
Alcanzarás y madurarás tu vida en la medida en que la entregues para dar
vida a otros (n° 360).
En la Biblia, el que es llamado siempre lo es para ser enviado. No quie-
ras romper esta dinámica, pensando que el envío no es lo tuyo. "Estando con
Jesús" puedes tener la tentación de pensar "¡qué bien se está aquí!". Pero,
el Señor te enviará siempre a que lo anuncies. ¡Deja la seguridad de la ori-
lla y rema mar adentro! Aunque haya tempestad, también ahí estarás con el
Señor.
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ENVIADOS
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ENVIADOS
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ENVIADOS
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vío de toda la Iglesia, continuadora de
la misión de Jesús; y que, con toda
la Iglesia, debes sentir la pasión por
el envío al mundo, a todos los hom-
bres, más allá del trabajo necesaria-
mente sencillo y pequeño que tú rea-
lizas cada día. Como parte de la Iglesia estás al servicio de todos los seres
humanos, hijos e hijas de Dios (n° 31). En ti y a través de ti, Jesús sigue con-
vocando, sigue invitando, sigue ofreciendo incesantemente una vida digna y
plena para todos (n° 363).
Has recibido el encargo de anunciar el Reino a todas las naciones. Por
eso eres discípulo misionero: Jesús te hace partícipe de su misión, al mismo
tiempo que te vincula a Él como amigo y hermano (n° 144). ¡No te vayas a
quedar en la sacristía!
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ENVIADOS
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nera con la que impregnes la vida de
tu diócesis, tu parroquia, tu comuni-
dad y todos los planes pastorales...
Ninguna comunidad debe excusarse de
entrar... con todas sus fuerzas... en su
renovación misionera y de abandonar las estructuras caducas que ya no favo-
rezcan la transmisión de la fe (n° 365).
No te conviertas nunca en obstáculo para la salida misionera de tu comuni-
dad. No acapares para ti lo que está destinado para todos. Siente especial "de-
bilidad" por todas las propuestas y actividades que tienen a los más alejados
como destinatarios de la acción. Si tú mismo no las puedes realizar, alégrate
de que haya gente contigo que sienta pasión por sacar el evangelio de los es-
trechos límites de "los de siempre".
Recuerda que vivir la santidad en la misión te lleva al corazón del mun-
do; que tu santidad no es una fuga hacia el intimismo o hacia el individua-
lismo religioso; tampoco, un abandono de la realidad urgente de los grandes
problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo;
y, mucho menos, una fuga de la realidad hacia un mundo exclusivamente es-
piritual (n° 148).
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ENVIADOS
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ENVIADOS
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ENVIADOS
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con la forma con que ésta se presen-
ta... Haz una comunicación de fe que
sirva para el diálogo entre Iglesia y
sociedad (n° 497).
Poco a poco te irás dando cuenta
de una cosa: el territorio en el que está enclavada tu parroquia, tu movi-
miento o comunidad es también "país de misión" aunque la mayoría estén
bautizados. El bautismo que no se desarrolla es, en efecto, como la siembra
que no crece en años de sequía. Actúa como quien ha escuchado el manda-
miento misionero de Jesús y, experimentando el encuentro vivo con Él, com-
parte todos los días con los demás esa alegría incomparable (n° 364)... Haz
que tu comunidad salga al encuentro como una casa acogedora, como una
escuela permanente de comunión fraterna (n° 370).
Imprime en toda tu tarea un afán y un anuncio misioneros que pase de
persona a persona, de casa en casa, de comunidad a comunidad... Abraza a
todos, especialmente a los pobres y a los que sufren... No te desentiendas de
la solidaridad con los necesitados y de su promoción integral (n° 550).
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ENVIADOS
19
la preocupación de preparar a hom-
bres y mujeres que sepan dar razón de
su fe en los ambientes donde viven y
transformar la realidad cotidiana a la
luz del evangelio. No des por supuesto
que eso ya se hará; porque, a veces,
nos convertimos sólo parcialmente. Que tu anuncio de la conversión abarque
la realidad completa de la vida.
Preocúpate del acompañamiento a los fieles laicos en sus tareas de servi-
cio a la sociedad, particularmente cuando asumen responsabilidades en las
diversas estructuras del orden temporal. Sé discípulo misionero con ardor y
con nuevos métodos y expresiones, sin poner el énfasis en el ritualismo, sin
el conveniente itinerario formativo, y descuidando otras tareas pastorales...
Ayuda a que la Iglesia esté presente en la generación de cultura, especial-
mente en el mundo universitario y en los medios de comunicación social (n°
100).
Urge que llegues al pueblo pobre de las periferias urbanas y del campo,
que necesita sentir la proximidad de la Iglesia en el socorro de sus necesida-
des más urgentes, en la defensa de sus derechos y en la promoción común de
una sociedad fundamentada en la justicia y en la paz (n° 550).
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ENVIADOS
Al sentirte enviado, no tengas nos-
talgias de tiempos pasados, ni recu-
rras fácilmente a comparar lo senci-
llas que eran las cosas antes con las
dificultades que tenemos ahora para
hacerlas medianamente bien. Ni quie-
ras responder a las situaciones de hoy
con "respuestas hechas" de tiempos
pasados.
Descubre, más bien, en las dificul-
tades presentes un desafío a tu propio
envío. Se te exige realizarlo con ma-
yor madurez, con más seriedad y en-
trega. Con toda la humildad del mun-
do, debes considerar una dicha el que
te haya tocado anunciar la Buena No-
ticia a gente que no se conforma con
respuestas infantiles. Es gente que, a
veces, aún sin saberlo o decirlo, bus-
ca una auténtica experiencia de fe,
en primer lugar en ti, que te presen-
tas como discípulo misionero.
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PARA LA REFLEXIÓN
ORACIÓN
Señor Jesús, enviado por el Padre a anunciar el evangelio del Reino a
todos los hombres, que seamos obedientes al envío que nos haces, por en-
cima de nuestros respetos humanos, de nuestras rutinas o de nuestras nos-
talgias de tiempos pasados.
Fortalece nuestro corazón, para que no caigamos en la tentación de
dudar del mensaje que pones nuestras manos y en nuestros labios; da an-
chura a nuestro horizonte y amplitud a nuestras miras; que sintamos las
urgencias salvadoras que nuestro mundo nos plantea; haz que percibamos
nuestra tierra como lugar de entrega y compromiso. AMEN
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UNIDOS
OBJETIVOS
1. Percibir la comunión eclesial como un don que nos urge en la tarea dia-
ria. La comunión es gracia y tarea, y tiene como efecto la corresponsabilidad
y la coordinación cordial de todos nuestros trabajos en torno a los criterios
evangelizadores de nuestra Iglesia.
2. Tomar conciencia de la totalidad de la misión que tiene que realizar la
parroquia, evitando los grupos cerrados y enquistados.
3. Promover un "afecto colegial" en todos los evangelizadores, que se ma-
nifieste en la disponibilidad para un trabajo conjuntado. Crear conciencia de
que, entre todos, llevamos la responsabilidad de una misión común, por enci-
ma de la necesaria "parcelación del trabajo".
51
UNIDOS
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UNIDOS
54
UNIDOS
23
en tu Iglesia... Tu Iglesia te da una fa-
milia: la familia universal de Dios en
la Iglesia católica. Tu fe te libera del
aislamiento de tu yo, porque te lleva
a la comunión (n° 158).
Realiza esa experiencia de frater-
nidad en el Señor y gustarás la alegría de vivir los hermanos unidos. La vida
de los creyentes se ha podido comparar a la vida de una familia. Con tu ta-
rea evangelizadora colaboras a la "unión de la familia de los hijos de Dios".
No regatees esfuerzos. Pide constantemente al Señor un corazón disponible
para la fraternidad y apasionado por la unidad.
Toma parte activa y creativa en la elaboración y ejecución de los proyec-
tos pastorales a favor de la comunidad..., para ser tenido muy en cuenta con
un espíritu de comunión y participación (n° 213).
Formas parte de una Iglesia que es comunión en el amor. Esa es su esen-
cia y el signo por el que será reconocida como seguidora de Cristo y servido-
ra de la humanidad (n° 161). ¡Que sus divisiones, tus vanidades, tus enojos y
deslealtades no rompan nunca la comunión de tu Iglesia!
55
UNIDOS
24
Celebrar la fe, transmitir la fe y vi-
vir la fe, transformando con su fuerza
la vida personal y social, abre un aba-
nico inmenso de necesidades y tareas,
todas ellas necesarias para ser fieles a
la encomienda del Señor. Ten una vi-
sión amplia de la misión de la Iglesia y tendrás el ámbito justo para trabajar
por la unidad, sin estrechez de miras y sin descalificaciones precipitadas de
personas y grupos.
No olvides que todo proceso evangelizador implica la promoción humana y
la auténtica liberación cristiana, "sin la cual no es posible un orden justo en
la sociedad" (n° 399). Ten siempre en cuenta que para la Iglesia, el servicio
de la caridad, igual que el anuncio de la Palabra y la celebración de los sacra-
mentos, es expresión irrenunciable de su propia esencia" (n° 399).
Ten en cuenta que tu Iglesia no puede replegarse en los templos y en los
servicios "religiosos". La Iglesia a la que perteneces no dejará nunca de pre-
ocuparse por el bien común de los pueblos y, en especial, por la defensa de
los principios éticos no negociables por estar arraigados en la naturaleza hu-
mana (n° 504).
56
UNIDOS
, virosa \"no Í S f Í S p C O m ° ? d e Un
° pastora{ pánica, renovada
y vigorosa (n 169). Recuerda que, en ella, la variedad de ministerios ser-
vaos y organizaciones se orientan a un mismo proyecto misionero, para co-
municar vida en el propio territorio... Insértate activamente en la pastoral
E
f 5 l l a r d ° ° eVünSelÍZar de Un mod° Córneo e
ntesradojn 169). Como discípulo misionero, sé un apasionado de la espiri-
H
-jalidad diocesana.
57
UNIDOS
26
Antes que feligreses de tal o cual
parroquia, antes que miembros de tal
comunidad o movimiento, somos par-
te viva de nuestra Iglesia diocesana y
tenemos en el Obispo a nuestro genui-
no Pastor. El conjunto de sacerdotes
que forman nuestro presbiterio diocesano son como su prolongación para el
cuidado pastoral de toda nuestra Iglesia.
No son "sacerdotes de nuestra parroquia"; son "sacerdotes de nuestra
Iglesia diocesana" al servicio de nuestra parroquia, de nuestra comunidad o
movimiento. Cuando el discípulo misionero no vive con esta amplitud de mi-
ras, tiende a apropiárselo todo en beneficio de su propia parcela, despreocu-
pándose de las necesidades de otras comunidades y de la misma Iglesia.
No olvides que la vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana
(n° 164). Siente el gozo de saber y experimentar que el discipulado y la mi-
sión siempre suponen la pertenencia a una comunidad (n° 164). La experien-
cia de tu salvación no por tu cuenta y riesgo, sino dentro del Pueblo de Dios
distingue tu vocación cristiana de un simple sentimiento religioso individual
(n° 164). La experiencia de tu fe la vives siempre en una Iglesia particular
(n° 164). Colabora a que tu Iglesia particular se renueve constantemente en
su vida y ardor misionero (n° 167).
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e imprime en toda tu actividad pasto-
ral un talante de apertura, capaz de
contagiar un amor sin fronteras. Para
no caer en la trampa de encerrarte en
ti mismo, debes formarte como discí-
pulo misionero sin fronteras, dispues-
to a ir a 'la otra orilla', aquella en la que Cristo no es aún reconocido como
Dios y Señor, y la Iglesia no está todavía presente (n° 376).
Piensa que la vocación al discipulado misionero es con-vocación a la co-
munión en tu Iglesia; que no hay discipulado sin comunión (n° 156). Muchas
veces, habrás oído decir: "Cristo, sí; Iglesia, no". Ante la tentación de ser
cristianos sin Iglesia, y de las nuevas búsquedas espirituales individualistas,
recuerda que la fe en Jesucristo te llegó a través de la comunión eclesial y
ella nos da una gran familia, la familia universal de Dios en la Iglesia cató-
lica (n° 156).
Meterte en la misión significa que forjes un corazón universal, abierto a
todas las culturas y verdades, mediante el cultivo de tu capacidad de con-
tacto humano y de diálogo (n° 377).
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acogida y de compromiso.
Como discípulo misionero, debes
encontrar en ella ta fuerza de tu co-
munión y entrega "para la vida del
mundo". Recuerda que la Eucaristía
te
plantea la exigencia de una evan-
gelizacion integral..., respondiendo a las grandes necesidades de nuestros
pueblos..., haciéndote samaritano..., concretando en signos solidarios el com-
promiso social..." (n° 176).
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gozo de la fraternidad, es muy difícil
que nuestro anuncio contagie. La co-
munión es un don de la misión y para
la misión. Sólo cuando produce admi-
ración ("mirad cómo se aman") tiene
fuerza misionera.
No olvides que la Iglesia crece no por proselitismo, sino "por atracción":
como Cristo "atrae todo a si" por la fuerza de su amor, la Iglesia "atrae"
cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesucristo serán reconoci-
dos, si se aman unos a otros como Él nos amó (n° 159). Piensa en cómo pue-
des colaborar para que la Iglesia sea, en verdad, comunión en el amor. Ésta
es su esencia y el signo por el cual está llamada a ser reconocida como segui-
dora de Cristo y servidora de la humanidad (n° 161).
Por eso, es necesario renovar las estructuras parroquiales para que, en
la parroquia, sus miembros se sientan discípulos y misioneros en comunión.
La parroquia acoge, celebra y anuncia la Palabra, haciéndose fuente since-
ra de discipulado misionero. No es una "agencia de servicios religiosos" (cfr
n° 172).
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PARA LA REFLEXIÓN
ORACIÓN
Señor Jesús, que dejaste en la unidad de tus discípulos un signo visible
de la verdad de tu mensaje, haz que, superando nuestras divisiones y en-
frentamientos, demos el testimonio de hermanos que se quieren, se per-
donan y se ayudan;
que no actuemos llevados por nuestros intereses personales o de gru-
po, que sepamos construir la comunión, superando nuestras visiones par-
ciales, y sintiendo pasión por la comunión en tu Iglesia. Quita de nuestro
corazón los prejuicios que nos cierran, haznos abiertos al trabajo de los
demás, y disponibles a la tarea común que nos encomiendas. AMEN.
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sí, para llamarte a participar de su
vida y de su gloria..., para que experi-
mentes la singular experiencia de tu
comunión con Él (n° 129).
Tu confianza en Dios te dará pa-
ciencia en tu trabajo pastoral. La ne-
cesitas. No para fomentar la pereza; sí, para no ponerte nervioso cuando ves
que las cosas no van como tú mismo las habías diseñado. El diseño no es tuyo;
es de Dios. Y, a veces, te puede desconcertar.
Recuerda que la fuerza de este anuncio de vida será fecunda si lo haces con
las actitudes del Maestro... Invoca al Espíritu Santo para poder dar un testimo-
nio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad, solida-
ridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y
capacidad de compartir, como Jesús lo hizo... Eres su discípulo/a, llamado a na-
vegar mar adentro para una pesca abundante. Se trata de salir de tu conciencia
aislada y de lanzarte, con valentía y confianza (parresía), a la misión de toda
la Iglesia (n° 363).
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gran aportación que haces como dis-
cípulo misionero, incluso a quienes no
acojan el Evangelio desde la fe. Ten
confianza en el modelo de hombre
que promueves desde tu tarea evan-
gelizados. Como discípulo de Jesús y
anunciador de la Buena Nueva, estás llamado a iluminar con la luz del Evan-
ge lio todos los ámbitos de la vida social (n° 501).
Como discípulo misionero, haz tuyas las palabras de Juan Pablo II: ¡no te-
man! ¡Abran más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!... quien
deja entrar a Cristo no pierde nada, absolutamente nada, de lo que hace la
vida libre, bella y grande... ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas
de la vida..., las grandes potencialidades de la condición humana... Sólo con
esta amistad experimentamos lo que es bello y nos libera ¡No tengan miedo
a Cristo! Él no quita nada y lo da todo (n° 15).
Recuerda que la vida en Cristo toca al ser humano entero y desarrolla en
plenitud la existencia humana en su dimensión personal, familiar, social y
cultural (n° 356).
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PARA LA REFLEXIÓN
ORACIÓN
Señor Jesús, que nos enseñaste a poner la confianza total en el Padre
haz que El sea el apoyo de nuestra vida y de nuestra misión.
Abre nuestro corazón al Evangelio, y haz que, encontrándote en él
como camino, verdad y vida, lo propongamos con confianza, y lo ofrezca-
mos con seguridad a todos los hombres y mujeres, con quienes comparti-
mos los anhelos y dificultades de la vida.
Que tu Espíritu nos haga confiados, para que, "como niños en brazos
de su madre , no temamos al momento histórico ni a la tarea que nos en-
comiendas.
AMEN
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evangelización.
Tu propia capacidad de entender
y la capacidad de los destinatarios de
tu tarea deben quedar "tocadas" por
el mensaje que llevas entre manos. La
fe se aloja más a gusto en una mente
abierta, capaz de pensar, de razonar y de preguntar que en una mente cerra-
da por la ignorancia. Son muchas más las dudas de fe que proceden de la ig-
norancia que las que proceden de una mente abierta, ávida de entender.
Necesitas una reflexión seria, puesta constantemente al día a través del
estudio que, con la luz de la fe, abre la inteligencia a la verdad; capacita
para el discernimiento, el juicio crítico y el diálogo sobre la realidad y la
cultura (n° 280). Piensa cuál debe ser tu implicación personal en la forma-
ción, teniendo en cuenta las palabras de Aparecida: la vocación y el compro-
miso de ser, hoy, discípulos y misioneros... requieren una clara y decidida op-
ción por la formación de los miembros de nuestras comunidades, en bien de
todos los bautizados, cualquiera sea la función que desarrollan en la Iglesia
(n° 276).
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delidad en el desarrollo".
Eso pasa con la verdad de la Sagra-
da Escritura: es una verdad sembra-
da en la tierra de la Iglesia, que se ha
ido desarrollando y dando frutos. Por
eso no puedes quedarte con un cono-
cimiento profundo de la simiente; debes conocer también cuál ha sido su
fructificación a lo largo de la historia de la Iglesia y cuál está siendo esa fruc-
tificación en el tiempo en que te ha tocado vivir. Debes conocer la verdad no
sólo en su inicio, sino en todo su desarrollo. El Espíritu Santo es el garante
de la fidelidad del desarrollo y el que hace que tu acogida de la verdad sea,
hoy, viva y actual.
Como discípulo de Jesús anhela nutrirte con el pan de la Palabra, conte-
nida en la Escritura como fuente de revelación. Accede a la interpretación
adecuada de los textos bíblicos... Da importancia a la Biblia, entendida como
animación bíblica de la pastoral (n° 248).
Considera la Palabra, contenida en la Sagrada Escritura, como fuente de
evangelización... Que sea el alma de la evangelizadón y del anuncio de Je-
sús a todos (n° 248).
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formados
La verdad de la fe la acoges y la
vives en la comunidad eclesial. No
transmites " t u " verdad, sino la ver-
dad de la que es depositaría la Iglesia,
con quien estás en comunión. No te
extrañe que la Iglesia sea tan celosa
en la fidelidad a la verdad. Sabe ella
muy bien que tampoco es una verdad
suya; que también ella la ha recibido
...se y que es su deber mantenerla íntegra
vwe y anunciarla en su totalidad.
EhJ
COMlMMk.. Cuando la pone en tus manos de
discípulo misionero es porque se fía
de ti. No sólo de tu buena disposición,
sino de tu capacidad de conocerla, de
vivirla y de transmitirla fielmente. No
quiere la Iglesia que la verdad te haga
intransigente e impositivo; tampoco
que seas orgulloso y fundamentalista.
Jtw. Sólo quiere que conozcas bien la
verdad que llevas entre manos, para
jé jé que estés seguro de la oferta que ha-
ees para la salvación de los hombres,
F ~ tus hermanos. Siéntete parte de una
Iglesia que está llamada a repensar
profundamente y a relanzar con fide-
lj
lím • . , dad y audacia la misión, en las nue-
vas- circunstancias latinoamericanas y mundiales (n° 11). La catequesis que
recibes e impartes no puede ser ocasional, reducida a los momentos previos
S m e n t S 5,770
° X r ° ' ^ ^ ^ "ÍtÍnemrÍO cate
Wét*° Permanente"
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formados
1
que se te reclama tu formación per-
manente como discípulo misionero.
Formarse de manera continua y per-
severante exige un esfuerzo. Normal-
mente nos gusta más ser convocados
para hacer cosas que para preparar-
=a nos. Pero una buena preparación es la
& mejor garantía para hacer cosas con
una cierta envergadura.
m i ...ToSMfcítíO
StBMA/OÉrtfe- Como creyente necesitas formar
tu fe. Es imposible que te arregles du-
rante toda tu vida con lo que apren-
diste para hacer tu primera comunión.
Tu crecimiento como persona te exige
tu crecimiento como creyente.
Como discípulo misionero, debes
entender tu formación como un "acto
de justicia" con relación a las perso-
nas a las que te diriges. Madura cons-
tantemente en el conocimiento, amor
45
y seguimiento de Jesús maestro; pro-
fundiza en el misterio de su persona,
de su ejemplo y de su doctrina... Ne-
cesitas la catequesis permanente y la
vida sacramental, para perseverar en
la vida cristiana y en la misión en me-
dio de un mundo que nos desafía (n° 278).
Una fe no formada produce rechazo y desconcierto y es, con frecuencia,
causa de desinterés y de ironía. La sospecha de infantilismo y de desfase que
mucha gente tiene respecto a la verdad de la fe procede, a veces, de una
mala presentación por parte de los discípulos misioneros. No es para asustar-
te, sino para que ahondes el deseo sincero de ser un discípulo misionero con
una fe permanentemente formada.
Porque, en formación, no puedes vivir de las rentas; de lo que aprendiste
para hacer tu primera comunión o para confirmarte...Ta formación es para la
misión: te debe proyectar hacia la misión de formar discípulos misioneros al
servicio del mundo. Te habilita, además, para proponer proyectos y estilos
de vida cristiana atrayentes (n° 280).
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La verdad de la fe no es un simple
aprendizaje; ni su transmisión, un in-
doctrinamiento. Es una verdad de vida
que pide ser respondida'por quienes la
recibimos. Tu respuesta como creyen-
te es fundamental. Si ésta no existie-
ra, tú mismo te sentirías incómodo.
Recuerda que el itinerario forma-
tivo del seguidor de Jesucristo hun-
de sus raíces en la naturaleza dinámi-
ca de la persona y en la invitación de
Jesucristo que llama a los suyos por
su nombre, y éstos lo siguen porque
conocen su voz... Y el seguimiento es
fruto de una fascinación que respon-
de al deseo de realización humana y
de vida plena (n° 277)
Además de "teólogo" (que no te
asuste la palabra), un discípulo misio-
nero es también un "testigo". El sen-
tido más hondo de tu búsqueda propi-
47
cia el encuentro con Jesucristo, que
da origen a la iniciación cristiana.
Este encuentro debe renovarse cons-
tantemente por el encuentro perso-
nal (n° 278). La formación te ayuda a
afianzar tu testimonio; tú mismo ne-
cesitas "razones para creer".
Que la fe sea un don de Dios no significa que tú mismo no debas poner
mucho de tu parte para establecer un diálogo constante entre ella y tu pro-
pia razón. De lo contrario, tienes el peligro de mantener durante toda tu vida
una fe infantil, con la posibilidad, incluso, de caer en la superstición.
¿Te has preguntado alguna vez por la responsabilidad que tienes como dis-
cípulo misionero cuando, por tu falta de formación, pretendes que la gente
"comulgue con ruedas de molino"? No es para desanimarte; más bien, para
que, dándote cuenta de tu responsabilidad, tengas una verdadera pasión por
tu formación, como un gran servicio que prestas a todos aquellos a quienes
eres enviado.
Tienes que integrar evangelización y pedagogía, comunicando vida y
ofreciendo itinerarios pastorales acordes con la madurez cristiana, la edad
y otras condiciones propias de las personas o de los grupos (n° 280).
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formados
La formación da envergadura y
calado a tu acción evangelizadora y,
personalmente, a ti te da seguridad.
Muchos discípulos no se deciden a co-
laborar como misioneros, porque se
sienten inseguros. Intuyen cosas, ten-
drían ganas, pero no dan el paso.
Y es que la falta de formación es
una de las razones que más retraen
a la hora de participar, o inclina a la
participación en actividades que no
exigen confrontarse con el pensa-
miento y la cultura de nuestro tiem-
po. La falta de formación "recluye en
la sacristía".
Si queremos salir al mundo, ne-
cesitamos discípulos misioneros for-
mados para poder dialogar en "igual-
dad de condiciones": tu formación es
un gran servicio a la fe. Recuérdalo,
cuando percibas que te exige dedica-
ción y sacrificio. No sólo evangelizas
cuando "haces cosas"; lo haces tam-
bién cuando te preparas para "dar ra-
zón de tu esperanza". No podrás dar
razones, si no estás acompañado por
procesos de formación que te lleven
a asumir tu propia historia, y a sanarla, para poder vivir como cristiano en
un mundo plural, con equilibrio, fortaleza, serenidad y libertad interior (n°
280).
Acoge con gusto la tarea de los equipos de formación que surjan en tu pa-
rroquia o comunidad y, si eres llamado a integrarte en alguno, recíbelo como
una gracia. Se trata de fortalecer la formación con pedagogías dinámicas
activas y abiertas (n° 281). Lo contrario sería ir buscando un recetario fácil'
que no vale para confrontar los desafíos del mundo actual.
Debes equiparte para la evangelización de la cultura, siendo consciente
de que evangelizar la cultura, lejos de abandonar la opción preferencial por
los pobres y el compromiso con la realidad, nace del amor apasionado a Cris-
to que acompaña al Pueblo de Dios en la misión de inculturar el Evangelio en
la historia, ardiente e infatigable en su caridad samaritana (n° 491).
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nal, como dos y dos son cuatro, pero
tu fe es "razonable" y no temerás "sa-
carla a relucir" para ofrecer sentido a
los problemas de tu vida y de la vida
de los demás.
El miedo al ridículo lo sientes cuan-
do tienes una fe infantil, aquella que algunos llaman la "fe del carbonero"
(¡como si el carbonero no pudiera tener una fe madura!), un tipo de fe no
formada, que siempre ha sido impresentable y que, hoy, se percibe, a todas
luces, como insuficiente. Recuerda que el encuentro con Cristo se expresa en
una reflexión seria, puesta constantemente al día a través del estudio que
abre la inteligencia a la verdad, con la luz de la fe (n° 280).
Debes integrar evangelización y pedagogía, comunicando vida y ofrecien-
do itinerarios pastorales, acordes con la madurez cristiana, la edad y otras
condiciones de las personas y de los grupos (n° 280). Ya ves, en la formación
no podemos "medir a todos con el mismo rasero". Así lo hacemos, cuando va-
mos por la vida con doctrinas aprendidas de memoria, que repetimos como
papagayos.
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FORMADOS
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mensiones humana, comunitaria, es-
piritual, intelectual, pastoral y mi-
sionera (n° 280). Y piensa que la di-
mensión espiritual de tu formación
funda tu ser cristiano en la experien-
cia de Dios, manifestado en Jesús, y
que te conduce por el Espíritu a través de los senderos de una maduración
profunda (n° 280).
Un discípulo misionero formado no es un discípulo "sabelotodo"; es el
que aprende a "gustar" la vida desde el sabor que viene de la fe. La invita-
ción a la formación permanente integral nos la hace la misma Sagrada Escri-
tura: "gusten y vean qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a Él".
Como la Virgen María, adhiérete por la fe a los caminos gozosos, luminosos,
dolorosos y gloriosos de tu Maestro y Señor (n° 280).
La formación te llevará a una espiritualidad misionera... No se trata, en
efecto, de una experiencia que se limita a los espacios privados de la devo-
ción, sino que busca, penetrando todo con su fuego y su vida (n° 284).
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PARA LA REFLEXIÓN
ORACIÓN
Señor Jesús, que nos envías el Espíritu de sabiduría, para conocer al
Padre, para conocerte a ti, que eres su Enviado, y para conocer al hombre
y al mundo en el que vivimos, estimula en nosotros el deseo de una for-
mación permanente, actualizada y abierta a las necesidades de nuestros
hermanos, para que, siendo fieles a la verdad que acogemos con amor y
agradecimiento, sepamos proponerla con sencillez y hondura, dando ra-
zón de nuestra esperanza, y ayudando a que nazca en el corazón de todos
la escucha y la respuesta a tu Palabra.
AMEN.
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OBJETIVOS
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La experiencia profunda de Dios
es tu mejor garantía de buen discípu-
lo misionero. También aquí se cumple
el refrán de "que nadie da lo que no
tiene". Vívete en Dios y desde Dios, y
toda tu existencia cobrará una luz nue-
va en medio de tantas oscuridades.
No pongas a Dios entre paréntesis. Tu mayor pobreza sería la de no reco-
nocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre...
Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto mismo de realidad
(n° 405). Descubre el desafío de revitalizar tu modo de ser católico y tus op-
ciones personales por el Señor (n° 13).
Tu inmersión en el misterio de Dios será la fuente de la que brote tu ac-
tuar a manera de fermento en la masa, para construir una ciudad temporal
que esté de acuerdo con el proyecto de Dios (n° 505). Es un proyecto que ha-
brás interiorizado desde tu inmersión en su misterio. Desde ella sabrás dis-
cernir y decidir. Para hacerlo, no olvides que la mayor pobreza es la de no
reconocer el misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre, que es lo
único que salva y libera (405).
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sonal e íntima con el Señor. Todo lo
que él es, lo es para ti. El Espíritu te
incorpora realmente a él. Resucitado,
te sale al encuentro para que "por él,
con él y en él", tú mismo puedas ser
para Dios y para los hermanos. Bien
puedes decir que el acontecimiento de Cristo es el inicio de ese sujeto nue-
vo que emerge en la historia y al que llamamos discípulo. El Papa te dice que
no comienzas a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino
por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo
horizonte a tu vida, y, con ello, una orientación decisiva (n° 243).
Con ilusión, participa del misterio pascual de Jesucristo quien, por el Es-
píritu Santo, nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo,
del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a la esperanza
que no defrauda (n° 17).
Jesús es tu vida y te da la vida. Tu amistad con Él no te exige que renun-
cies a tus anhelos de plenitud vital, porque Él ama tu felicidad también en
esta tierra (n° 355).
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to. Tu vida de fe, como adhesión per-
sonal al Señor, tiene en los sacramen-
tos un momento privilegiado de acogi-
da de la gracia. En ellos, Dios te hace
partícipe de su misma vida. La vida
trinitaria del Padre, del Hijo y del Es-
píritu Santo... En los sacramentos proclamas el primado que tiene la gracia
en la vida cristiana y en toda la actividad evangelizadora de la Iglesia (n°
348).
Ni como discípulo ni como misionero puedes permitirte el lujo de no aco-
ger estas "mediaciones humanas" en las que el Señor te sale realmente al
encuentro. Si tu vida sacramental es ñoja, ten por seguro que se resentirá en
lo más hondo tu identidad de discípulo y tu tarea de misionero.
Recuerda la importancia de la liturgia para vivir el misterio de la Pascua
de Jesús. Desde ella, penetras más los misterios del Reino y expresas de
modo sacramental tu vocación de discípulo misionero (n° 250).
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tro, es necesario que asumas la cen-
tralidad del Mandamiento del amor...
Este amor, a la medida de Jesús, de
total don de ti mismo es tu distintivo
de cristiano (n° 138).
Aprende de él a relacionarte con
el Padre y con los hombres, a tener entrañas de misericordia, a hacer de los
pobres y marginados los destinatarios privilegiados de tu tarea, a entender
tu propia existencia como "vida para los demás", a vivir tú mismo en una ac-
titud de confianza en Dios que te lleve por el camino de la pobreza y austeri-
dad, a ir haciendo tuyos los sentimientos de Cristo Jesús, que "no hizo alarde
de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la con-
dición de esclavo, pasando por uno de tantos".
Como discípulo misionero, estás llamado a contemplar en los rostros su-
frientes de tus hermanos el rostro de Cristo que te llama a servirlo en ellos...
Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo que in-
terpelan tu estilo de obrar como Iglesia, tu estilo de pastoral y tus actitudes
cristianas (n° 393).
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queda de todos, con la sencillez del
caminante. La seguridad de la meta
no resta realismo a tu propio cami-
nar. Sufres y te alegras con tu gente,
al tiempo que permaneces en el amor
de Cristo viendo el mundo... Desde esa
mirada, trata de discernir sus caminos con gozosa esperanza y con la indeci-
ble gratitud de creer (n° 22).
Jesús es el camino. Pero no será tu camino ni el camino de los demás si
no aciertas a descubrir la meta y a proponerla a los demás como posible y
deseable. Conocer la meta es imprescindible para no andar en tinieblas, in-
cluso cuando el camino se hace duro.
Si tu camino es auténticamente cristiano, te llenará de alegría y espe-
ranza y te llevará a anunciar a Cristo de manera constante en tu vida y en tu
ambiente. Te considerarás al servicio del mundo y tus proyectos y estilo de
vida serán atrayentes (n° 280).
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(n° 359).
Cuando te metes entre la gente de
esa manera nueva, entonces sí que tu
inmersión significa algo y comienza a
plantear preguntas: por qué piensas,
actúas, reaccionas, vives así..., a pe-
sar de que suponga muchas veces ir contra corriente.
Cuando eso se dé, piensa que has empezado a meter evangelio en la en-
traña misma de la vida que compartes con los demás. Si lo haces con senci-
llez y naturalidad, es que tu inmersión es obra del Espíritu.
Debes ser un apasionado de la coherencia entre fe y vida. Intenta trans-
formar, mediante la fuerza del Evangelio, tus criterios de juicio, tus valores
determinantes, tus puntos de interés, tus fuentes inspiradoras y tus mode-
los de vida... que estén en contraste con la Palabra de Dios y su designio de
salvación (n° 331). Habrás llegado al corazón, sin quedarte en puros barnices
externos.
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más ligero para todos. En el camino
con los demás, vete también dispues-
to a aprender. El Señor te enseña de
muchas maneras. No desaproveches
la enseñanza que te envía a través de
otros caminantes.
En tu camino de discípulo misionero, plantéate tu relación con los nuevos
rostros de pobres: los emigrantes, las víctimas de la violencia, desplazados y
refugiados, víctimas del tráfico de personas y secuestros, desaparecidos, en-
fermos de VIH y de enfermedades endémicas, tóxico dependientes, adultos
mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y vio-
lencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y
del tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades diferentes,
grandes grupos de desempleados/as, los excluidos por el analfabetismo tec-
nológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indíge-
nas y afroamericanos, campesinos sin tierra y los mineros (n° 402).
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perdón y de la entrega. Tu vida se de-
sarrolla plenamente en la comunión
fraterna y justa... No puedes conce-
bir una oferta de vida en Cristo sin un
dinamismo de liberación integral, de
humanización, de reconciliación y de
inserción social (n° 359).
Dios no estará con los hombres, si los discípulos misioneros nos acurruca-
mos en nuestros nidos por miedo a la intemperie. Preséntale a él tus miedos,
y volverás a escuchar: "no temas, Yo estoy contigo". Verás cómo todo cam-
bia. La intransigencia y la intolerancia no forman parte del equipamiento del
discípulo misionero. Ábrete a un diálogo sincero, que no es renuncia a la ver-
dad, sino propuesta de la misma con una sencillez que convence.
Desarrolla una espiritualidad de la gratuidad, de la solidaridad frater-
na..., actitudes propias de quien ama desinteresadamente y sin pedir recom-
pensa (n° 517).
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to es la mejor escuela para aprender a
"meterte hasta el cuello" sin dejar de
"hacer pie" en el misterio de Dios. El
"Dios-Hombre" nos ha enseñado para
siempre a no separar lo que Dios ha
unido. Que tu mirada a Dios no te dis-
traiga de tu mirada al hombre; y que tu mirada al hombre no sea tan chata
que no te abra al misterio de Dios.
Acostúmbrate a ver, con la mirada de la fe, el rostro humillado de tan-
tos hombres y mujeres de nuestros pueblos y, al mismo tiempo, su vocación
a la libertad de los hijos de Dios (n° 31). Que tu devoción a la Virgen te lleve
a descubrir en ella el cumplimiento de la esperanza de los pobres y su deseo
de salvación (n° 267). En armonía con su actitud de conservar y meditar las
maravillas de Dios en su corazón. Al tiempo que tu compromiso con los po-
bres, ella te enseña así el primado de la escucha de la Palabra en tu vida de
discípulo misionero (n° 271).
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PARA LA REFLEXIÓN
ORACIÓN
Señor Jesús, que nos haces posible adentrarnos en el misterio de Dios
para descubrirlo y vivirlo como Padre. Tú mismo te nos ofreces, para qué
podamos compartir tu vida de Hijo, otorgándonos, en el Espíritu, el don
de tu filiación. En los sacramentos, sales a nuestro encuentro, para que
podamos gozar de tu misma vida, como misterio de gracia y misericordia.
Hechos semejantes a ti, nos quieres inmersos en el mundo, y entre la gen-
te a la que tanto quieres, para ser testigos de la novedad de tu gracia y
del proyecto de salvación que a todos propones por nuestro medio. Ayúda-
nos, para que no nos cansemos de hacer el camino con nuestros hermanos
mostrándoles cómo el Padre los ama, los acoge y los llama.
AMEN
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TESTIGOS
OBJETIVOS
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testigos
61
y tú. El Dios que Jesús te ha dado a
conocer, y que tú manifiestas casi sin
darte cuenta; así: "como si nada",
"como que no quiere la cosa"... con la
misma espontaneidad con que vives.
Ya sabes: "de la abundancia del cora-
zón, habla la boca". Por eso tu testimonio no es palabrería.
Cuenta con la palabra, pero con aquella que ha madurado en tu corazón a
base de experiencia. Nosotros hablamos de lo que hemos visto, y anunciamos
aquello que hemos palpado del Verbo de la Vida. Recuerda la enseñanza del
Papa en el discurso inaugural: no comienzas a ser cristiano por una decisión
ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con
una Persona, que da un nuevo horizonte a tu vida y, con ello, una orientación
decisiva (n° 243). No defraudes la sed de vida y de felicidad en Cristo que tie-
nen nuestros pueblos..., su anhelo de vida nueva en Dios (n° 350).
Si eres buen testigo, no considerarás el ser cristiano como una carga, sino
como un don; y el Evangelio, como un tesoro (n° 28). No te quedarás para ti
con la alegría del encuentro con Jesús, sino que desearás que llegue a todos
los hombres y mujeres (n° 29).
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pobres y marginados, de los excluidos
de la sociedad. El mensaje que llevas
entre manos les pertenece de manera
privilegiada. Con tu estilo evangeliza-
dor se lo debes devolver. Ten muy en
cuenta que si cierras ios ojos ante la
realidad de los pobres, no eres defensor de la vida del Reino y te sitúas en
el camino de la muerte (n° 358).
Tú mismo sabes que sólo en la medida en que experimentas y vives tu
propia pobreza eres acogedor sencillo y transmisor fiel de la salvación. Que
no te asuste tu pobreza. Alégrate de no saber otra cosa que Cristo crucifica-
do. Tendrás entonces la sabiduría de Dios que tantas veces desconcierta.
Desde ahí, tu opción preferencial por los pobres está implícita en la fe
cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enrique-
cernos con su pobreza. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios
hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (n° 392).
Vive como inseparables el amor a Dios y el amor al prójimo... y entiende
tu servicio fraterno a la vida digna de todos como preocupación por desarro-
llar estructuras más justas y por transmitir los valores sociales del Evange-
lio (n° 359).
126
PARA LA REFLEXIÓN
ORACIÓN
Señor Jesús, Tú eres el Testigo fiel, que nos has mostrado el rostro de
Dios, metiéndolo en nuestra propia vida como rostro de Padre Haz que
nos parezcamos a Dios, para que, desde la novedad de nuestra vida vaya-
mos diciendo lo hermoso que es ser hijos de tal Padre. Que no nos asus-
ten las dificultades, ni nos hagan esconder la luz que tú has encendido en
nuestro corazon. Danos valentía para proclamar con sencillez y audacia lo
que tu has realizado en nuestras vidas, y, así, podamos dar razón de nues-
tra esperanza a todo el que nos la pida. Haz que, teniéndote por modelo
de nuestro testimonio, nos entreguemos con preferencia a los más pobres
y marginados. Ellos son los que más urgentemente reclaman nuestra vida
y nuestra entrega.
AMEN.
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OBJETIVOS
131
hermanos
71
gratuidad, de la misericordia, de la
solidaridad fraterna... Son tus actitu-
des, cuando amas desinteresadamen-
te y sin pedir recompensa (n° 517).
Busca ser acompañado, para man-
tener tú mismo la fidelidad, para sa-
ber descubrir lo que Dios te pide en cada momento, para avivar la esperanza
y estar atento al paso del Señor. Cuando te dejas acompañar, reconoces que
no eres tú mismo el autor de tu camino; que recorres un sendero abierto por
el Señor y recorrido por una multitud de hermanos. Aprende de quienes ya
recorrieron el camino y de quienes lo están recorriendo a tu lado.
Jesús quiere que, como discípulo te vincules a él como amigo y hermano.
Piensa que la consecuencia más inmediata de esta vinculación es la condi-
ción de hermanos que adquieren todos los que son miembros de la comuni-
dad de Jesús (n° 132).
Perteneces a una Iglesia que es comunidad de amor y está llamada a re-
flejar la gloria del amor de Dios que es comunión (n° 159). La fraternidad
que vives en la Iglesia arraiga en la misma Trinidad.
133
hermanos
72
tas maneras en el corazón de los hom-
bres. Sin esta actitud te será difícil la
tarea de misionero: descubrirás "ene-
migos" donde Dios te pone "herma-
nos" para recorrer el camino. Ten la
humildad de saber preguntar. No sólo
en lo que se refiere a tu trabajo pastoral, también en las cuestiones de tu
propia vida de creyente. Las "señales de Dios" te vendrán muchas veces a
través de los hermanos.
Como discípulo y misionero siéntete acompañado y estimulado por la co-
munidad y sus pastores para madurar en la vida del Espíritu (n° 278). Presta
atención a la búsqueda, por parte de nuestra gente, de comunidades cristia-
nas en las que sean acogidos fraternalmente, y se sientan valorados, visible
y eclesialmente incluidos... Trabaja para que todos nos sintamos realmente
miembros de una comunidad eclesial y corresponsables en su desarrollo (n°
226).
Recuerda que la vida se acrecienta dándola, y se debilita en el aislamien-
to y la comodidad...; y que se alcanza y madura en la medida que se la entre-
ga para dar vida a los otros (n° 360).
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ciones difíciles, y haz tuya la alegría
de los hermanos. Tu tarea misionera
llena tu corazón de nombres: los de
todas las personas con quien entras en
contacto y los de aquellas otras que,
de una manera u otra, te esperan. En-
tra en la dinámica del buen samaritano, haciéndote prójimo del que sufre,
genera una sociedad sin excluidos, acoge a los pequeños... (n° 135).
No dejes los nombres de la gente en la frialdad de las listas o en la com-
plejidad de las estadísticas. Mételos en tu propia historia, haciendo con to-
dos ellos el camino de una vida compartida.
Imita a Jesús, cuya vida fue una entrega radical de sí mismo a favor de
todas las personas, consumada definitivamente en su muerte y resurrección
(n° 202).
Acompaña tus obras de misericordia con la búsqueda de una verdadera
justicia social. Como parte de la Iglesia, no puedes quedarte al margen de
la lucha por la justicia (n° 385). Tu fraternidad es una fraternidad vigorosa,
no intimista y blanda.
136
hermanos
75
pobres y débiles no seas paternalista,
porque uno solo es el padre, Dios. Sé
maduro para no crear dependencias
que infantilizan y entorpecen el desa-
rrollo personal. Echa todas las manos
que sean necesarias, pero piensa que
es preciso que ellos crezcan y tú disminuyas.
No te hagas protagonista a costa de los otros. Haz protagonistas a los de-
mas, con la sencillez de quien acompaña sin ser percibido. No entres en la
vida de los otros arrollando; hazlo, acompañando. Con discreción y madurez
con sencillez y esperanza, haciendo de todos caminantes y no simples espec-
tadores del camino de unos pocos.
Como miembro de la Iglesia latinoamericana y caribeña, recuerda que la
opcion preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marcan su fiso-
nomía (n° 391). '
Porque te preocupa la dignidad humana, que te angustien los millones
de latinoamericanos/as que no pueden vivir su vida con dignidad (n° 391) Tu
indiferencia sería para ellos una ofensa imperdonable
137
hermanos
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No "comulgues con ruedas de mo-
lino", aceptando, sin más, lo que en la
organización política, económica y so-
cial atenta contra muchos y favorece a
unos pocos. La pasión de hermano no
la vives sólo creando espacios cálidos
de convivencia en una sociedad injusta y anti-fraterna; la vives también, y
sobre todo, cuando te implicas con valentía en hacer de toda la sociedad un
único y amplio espacio de fraternidad.
Y cuando pienses en la sociedad, no te reduzcas al pequeño mundo en el
que vives, abre tu corazón al mundo entero y duélete con todos los pobres de
la tierra. También ellos son tus hermanos; y de su vida y de su muerte eres
también co-responsable.
Subraya en tu vida la inseparable relación entre amor a Dios y amor al
prójimo... y colabora el la supresión de las graves desigualdades sociales y
las enormes diferencias en el acceso a los bienes. Tu preocupación por de-
sarrollar estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del
Evangelio forma parte de tu servicio fraterno (n° 358).
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hermanos
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en sus parábolas del pastor que va
tras las ovejas, de la mujer que busca
la dracma perdida, del padre que sale
al encuentro de su hijo pródigo y lo
abraza, no se trata sólo de meras pa-
labras, sino de la explicación del pro-
pio ser de Jesús y de su manera de obrar (n° 242).
Pregúntate si la lejanía de muchos no se debe también a que tu cercanía
no es acogedora, o no manifiesta gozo y alegría con los hermanos que llegan.
Ni la casa es tuya, ni el corazón del Padre te pertenece en exclusiva. La casa
y el Padre son de todos. Y a la mesa servida están llamados los de cerca y los
de lejos. Un solo Padre, una sola casa y una sola mesa. Anuncia por todas par-
tes que "la mesa está servida, caliente el pan y envejecido el vino". Alégrate
de que tu Padre sea así y, anunciándolo, abre las puertas de par en par, para
gozarte con la multitud de tus hermanos.
En tu relación con los alejados, haz una comunicación de los valores evan-
gélicos que sea positiva y propositiva. ¡Qué responsabilidad para el discípulo
misionero desde esta afirmación de Aparecida: son muchos los que se dicen
descontentos no tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino con
la forma con que ésta es presentada! (n° 497).
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hermanos
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nos, viviendo el amor de Cristo en la
vida fraterna y solidaria... Eres tam-
bién acompañado y estimulado por la
comunidad y los pastores, para madu-
rar la vida en el Espíritu (n° 278).
Ayuda a los demás con tu entusias-
mo y tu disponibilidad. Anima a quien esté en baja forma; y déjate ayudar
cuando lo estés pasando mal. Entre los discípulos misioneros, debes experi-
mentar la amistad que crea el seguimiento de Jesús. Recuerda al grupo de
sus discípulos y gózate en la comunión que crea su presencia. Lo que tú haces
es importante, pero también es lo que hacen los demás.
No vayas a confundir tu carisma con tus "obsesiones"; el carisma edifica
siempre la comunión fraterna; las "obsesiones" dividen y confrontan. Mira y
pide a tu obispo que sea el animador de la comunión, abierto a acoger, dis-
cernir y animar carismas, ministerios y servicios en tu Iglesia, promotor de
una comunión abierta, presentando un rostro de Iglesia en el que todos se
sientan acogidos como en su propia casa (n° 188).
141
hermanos
No hay fraternidad sin Eucaristía.
Un solo pan y un solo cuerpo. Comu-
nión con el cuerpo de Cristo y comu-
nión de dones, de servicios y de caris-
mas, para formar una misma y única
iglesia. En la Eucaristía, la diversidad
queda trabada en unidad. Lo mismo
que las espigas en el pan y las uvas en
el vino.
Celebra la Eucaristía, apasionado
por la comunión. En ella la recibes y
la expresas. De ella recibes la fuerza
para construirla. Desde la Eucaristía
sales al mundo con el compromiso de
hacer una comunidad de hermanos.
Descubre la fuerza de unión de la
Eucaristía. Celébrala con sentido de
familia. Participa activamente en ella,
porque es la gran fiesta de la comuni-
dad en la que trabajas. Haz de ella
un encuentro de hermanos que escu-
80
chan la Palabra del Padre y se unen a
la entrega del Hijo. La comunión en la
Iglesia se nutre con el Pan de la Pala-
bra de Dios y con el Pan del Cuerpo de
Cristo. La Eucaristía... nos hace miem-
bros del mismo Cuerpo... En la Euca-
ristía se nutren las nuevas relaciones evangélicas de ser hijos e hijas del Pa-
dre y hermanos y hermanas en Cristo (n° 149).
Que se note que allí está aconteciendo la presencia de Jesucristo entre
nosotros. La misma presencia con la que quieres inundar tu vida y la vida de
los demás. Anuncias una presencia, no un recuerdo.
La misma presencia que experimentas sacramentalmente cuando, con tus
hermanos, acoges para ti y para el mundo a Cristo resucitado. Como los discí-
pulos de Emaús, acostúmbrate a reconocerlo en el "partir el pan". Implícate
en la eucaristía de la comunidad y no andes buscando como privilegio una Eu-
caristía "particular" para ti o para tu grupo. La Eucaristía es la mesa común
de la familia. En ella se realiza y se expresa la fraternidad.
142
PARA LA REFLEXIÓN
ORACION
Señor Jesús, nuestro hermano mayor, danos sensibilidad fraterna, para
que no miremos a nadie por encima del hombro en nuestra tarea misio-
nera. Haz que nos sintamos discípulos sencillos, que necesitamos siempre
aprender, para abrir así nuestro corazón y ofrecer lo que llevamos en él;
para estar disponibles a todos, especialmente para los más pobres y mar-
ginados. Que ellos encuentren en nuestra oferta y entrega la realidad de
tu presencia cercana y amiga. Que ayudemos a que todos los hombres se
acerquen al Padre tuyo y Padre nuestro, y así pueda Él hacer de todos una
gran familia de hermanos. Que los discípulos misioneros sintamos nuestra
condición de hermanos, y que alimentemos siempre en tu "cuerpo entre-
gado" y en tu "sangre derramada" la gozosa experiencia de nuestra pro-
pia entrega.
AMEN
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ALEGRES
OBJETIVOS
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alegres
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terio. A lo largo de tu existencia, en-
contrarás a mucha gente que prefie-
ren "parquearlo" para arrancarle a la
vida las pequeñas felicidades que les
permitan "ir tirando". Pero, dentro,
queda un corazón inquieto e insatisfe-
cho. La alegría del evangelio arraiga en la hondura de la vida. Es la "alegría
seria" que no pasa por encima de las dificultades y limitaciones. Las asume
y las transforma.
La "alegría serena" te llega, porque estás seguro de que la historia de la
humanidad transcurre bajo la mirada compasiva de Dios... Él ha amado tanto
nuestro mundo que nos ha dado a su Hijo. Jesús anuncia la Buena Noticia del
Reino a los pobres y a los pecadores (n° 29).
El contenido de la Buena Noticia también te alegra: Anunciamos a nues-
tros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el
hombre..., que nos acompaña en la tribulación, que alienta nuestra esperan-
za... Eres portador de buenas noticias para los demás y no profeta de des-
venturas (n° 29).
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Por eso, no confundas tu alegría
con un optimismo ingenuo frente a
los problemas personales y sociales.
Nunca intentes ser alegre a base de
repetirte: "ojos que no ven, corazón
que no siente", o esperando que ven-
ga Dios a resolverte tus problemas. Tu alegría sería la de los ingenuos. Y la
evangelización te pide sencillez, no ingenuidad. Descubre un desafío en las
ofertas de felicidad que encuentras a tu alrededor. Ellas te están indicando
la masa de la que está hecho el corazón humano y te estimulan a buscar en
el Evangelio "el agua que salta hasta la vida eterna".
Si difundes y anuncias la Palabra de Dios con alegría y valentía, te forma-
rás como laico, o formarás a los laicos, te tal modo que puedan responder a
las preguntas y aspiraciones de hoy, y se inserten en los diferentes ambien-
tes, estructuras y centros de decisión (n° 517). Ejercita una "pastoral de la
mirada" y que la sana alegría del Evangelio no te sofoque la angustia por los
millones de latinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar una
vida que responda a su dignidad (n° 391).
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hombres y mujeres.
Cuando vives y presentas las exi-
gencias del Reino y del seguimien-
to de Jesús no ofreces los mandatos
de un Dios "caprichoso" que estuvie-
ra ahí para fastidiar y entristecer al
hombre con sus prohibiciones. Anuncias la voluntad de un Dios, cuyas delicias
es estar con los hijos de los hombres, "para que tengan vida y la tengan en
abundancia". No te vaya a pasar lo que a aquel que se quejaba de que Dios
quisiera salvar a todos, incluso a los pecadores, porque no eran maneras de
recompensar el "fastidio" que a él le había supuesto el esfuerzo por mante-
nerse fiel a sus mandatos.
Tu alegría se basa en el amor del Padre, en la participación en el misterio
pascual de Jesucristo quien, por el Espíritu Santo, te hace pasar de la tris-
teza al gozo, del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento
a la esperanza que no defrauda (n° 17). Recuérdalo siempre: esta alegría no
es un sentimiento artificialmente provocado ni un estado de ánimo pasaje-
ro (n° 17).
154
alegres
87 aguijón?".
La resurrección de Cristo es garan-
tía de tu vida total y de la totalidad
de vida que ofreces con su anuncio.
Cuando aprendas a dar razón de tu es-
peranza habrás encontrado la fuente más íntima de tu alegría personal y la
fuerza más grande para proclamar la buena noticia: que Dios llama al hombre
a la vida, cumpliendo y desbordando anhelos, porque "ni el ojo vio ni el oído
oyó lo que Dios tiene reservado a los que lo aman". Toda tu tarea de discípulo
misionero queda marcada por esta alegría de la esperanza confiada.
Mantón la convicción de que en el Dios vivo, revelado en Jesús, se en-
cuentra el sentido, la fecundidad y la dignidad de la vida humana..., que al-
canzará su plenitud, cuando Dios sea todo en todos (n° 389).
Si recobras el fervor espiritual, conservarás la dulce y confortadora ale-
gría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas... Que el
mundo pueda recibir la Buena Nueva no a través de evangelizadores tristes
y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evan-
gelio cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido la alegría de Cristo
(n° 552).
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alegres
88
to de realizaciones históricas —perso-
nales, sociales, políticas, económicas,
laborales...— en las que la promesa
comienza ya a cumplirse.
Y tiene también la fuerza para
oponerse a todos los frenazos y retro-
cesos con que los hombres sembramos la marcha de la historia hacia delante.
La pobreza, la marginación, la injusticia, la violencia, las guerras... le due-
len al discípulo misionero en lo más hondo de su esperanza. La fuerza para
la lucha te viene de "la esperanza que no defrauda" y la alegría que te sos-
tiene la aprendes de los que "esperaron contra toda desesperanza", porque
tenían en Dios su confianza.
Como creyente no eres portador de una esperanza alienante. Es una es-
peranza que alienta el compromiso. Lo recordó muy bien Juan Pablo II: aun-
que imperfecto y provisional, nada de lo que se pueda realizar mediante el
esfuerzo solidario de todos y la gracia divina, en un momento dado de la
historia, para hacer más humana la vida de los hombres, se habrá perdido o
habrá sido en vano (n° 400).
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A tlk
SAÜK&ÍSM-. lo presente. Él te ha llamado, porque
I \ quiere que lo hagas contemporáneo a
los hombres y mujeres de nuestra tie-
rra y de nuestra época.
Si Él está contigo, ¿quién estará
contra ti? Así se lo preguntaba San Pa-
blo y sentía que nada ni nadie lo podría
separar del amor de Dios. Esa fuerza
3¡WR.
interior irresistible le hizo vencer to-
das las dificultades de la evangeliza-
158
PARA LA REFLEXIÓN
ORACIÓN
Señor Jesús, que experimentaste la alegria de revelar el misterio de la
salvación a los sencillos y pequeños, abre nuestro corazón a la alegre no-
ticia de tu evangelio: que encontremos en él respuesta a las inquietudes
más hondas de nuestra vida. Mantén nuestra alegría confiada en una bús-
queda permanente: que no cerremos horizontes y preguntas, aunque mu-
chas veces no tengamos respuestas hechas para todo. Haznos buscadores
de la respuesta a la gran pregunta de la vida con la inquietud y el interés
que compartimos con los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Que la
esperanza que nos sostiene y nos alegra no nos saque del mundo en que
vivimos: que, en medio de sus dificultades, experimentemos la "alegria
de tu salvación".
AMEN
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MISIONEROS
OBJETIVOS
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misioneros
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Es claro que debemos mirar al pasado.
Él ha hecho posible nuestro presen-
te. Pero la mirada al pasado no pue-
de ser nostálgica. Somos responsables
de nuestro presente y del futuro que
puede nacer de él. El Señor ha puesto
en nuestras manos su mensaje y depende mucho de nosotros que logremos
hacerlo creíble a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
El Espíritu es quien trabaja, pero nos toca a nosotros "facilitar" su tarea
y no entorpecerla con nuestras rutinas y perezas. La verdad es que, a veces,
parecemos más repetidores cansinos que anunciadores entusiastas y valien-
tes del Señor que nos ha encontrado en nuestra vida, transformándola.
Se te pide pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral de-
cididamente misionera..., y con un nuevo ardor misionero, haciendo que la
Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acoge-
dora, una escuela permanente de comunión misionera (n° 370).
Necesitas prepararte para el testimonio en tu ambiente, al servicio del
mundo, con proyectos y estilos de vida atrayentes, abiertos a la colabora-
ción, con pedagogía actualizada, preocupada por llegar a los más alejados
(n° 280).
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do, falta de convicción, desinterés...?
Toda la parroquia, toda la comunidad,
no sólo el sacerdote, tiene que mirar
hacia fuera. Si no es así, el conjunto
de la pastoral estará orientado a con-
servar lo que ya se tiene y habrá una
actitud general de espera pasiva por si alguno llega; no de salida apasionada
para abrir las puertas a muchos. La dimensión misionera es un eje transver-
sal de toda la pastoral de la Iglesia: nadie puede excusarse de no ser misio-
nero (n° 365).
Desde tu identidad católica, estás llamado a una evangelización mucho
más misionera, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los
hombres. De lo contrario, "el rico tesoro del Continente Americano... su pa-
trimonio más valioso: la fe en Dios amor..." corre el riesgo de seguir erosio-
nándose y diluyéndose de manera creciente en diversos sectores de la po-
blación. (n° 13).
Asume la entraña de la Misión Continental: la Iglesia necesita una gran
conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento, la
tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente (n° 362).
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misioneros
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Durante veinte siglos de historia tam-
bién se nos ha pegado mucho polvo del
camino. Y conoces bien la dificultad de
hacer cualquier tipo de limpieza. Mu-
cha de nuestra gente da más importan-
cia al polvo del camino que a los pies
que lo recorrieron, y se hacen duros a cualquier tipo de renovación, llegando a
decir que "se les quiere quitar su fe".
Es difícil, pero necesaria, la "conversión pastoral". Creciendo en fideli-
dad evangélica y eclesial, como discípulo misionero, tienes la responsabili-
dad de distinguir entre lo fundamental y lo accesorio, no sea que, por con-
fundirlos, estés haciendo el camino de la fe más difícil de lo que es. La difi-
cultad no se debería entonces a la identidad, sino a tu torpeza, o a tu pereza
testimonial e intelectual.
Acepta con madurez las exigencias de tu estilo misionero: La conversión
pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera
conservación a una pastoral decididamente misionera. Pide para ti y para tu
comunidad un nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifies-
te como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela
permanente de comunión misionera (n° 370).
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demonios". Reconoce la bondad fun-
damental del corazón humano, y no
perderás el lugar donde tu anuncio
del Evangelio está llamado a tener re-
sonancias. Respeta los ritmos del cre-
cimiento humano y creyente; compar-
te con madurez las dificultades del hombre para creer; no descalifiques a
quien aún no ha abierto su corazón al don de la fe.
Planta, siembra y riega, pero no dejes nunca de orar para que Dios dé el
crecimiento a la semilla. Conoce la tierra de tu sementera, para que puedas
acertar en el contenido y los modos de tu cultivo. Así lo hacen nuestros cam-
pesinos con sus plantaciones y sembrados. Aprende de ellos a conocer la tie-
rra que trabajas. Es una tarea a la que se llama inculturación de la fe. Y te
pide conocer y amar a los hombres y mujeres a quienes se la propones, para
que labrador, semilla y tierra se puedan aunar en la espera de una cosecha
abundante.
Recuerda que con la inculturación de la fe, la Iglesia se enriquece con
nuevas expresiones y valores, manifestando y celebrando cada vez mejor el
misterio de Cristo, logrando unir más la fe con la vida y contribuyendo así
a una catolicidad más plena, no solo geográfica, sino también cultural (n°
479).
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sea sólo recuerdo, sino estilo. Apren-
de de ella a saborear el plan salvador
de Dios. Proclama con ella la grandeza
del Señor y alégrate en Dios tu Salva-
dor. Con ella eres testigo de las obras
grandes realizadas a favor de los po-
bres y sencillos, y sientes con gozo que Dios realiza así su promesa. Imprime
a toda tu tarea el estilo cercano y comprensivo de la madre. De tus manos
brotará el vino abundante y generoso de la salvación que alegra. Y podrás
estar, en pie, junto a la cruz de los que más necesitan ser salvados, metien-
do en su historia resurrección y vida. Aprende de María a conservar en tu co-
razón la Palabra de salvación, pronunciada definitivamente por el Dios que
"quiere que todos los hombres se salven".
Alégrate de que la Iglesia-familia se genere en torno a una madre, quien
confiere "alma" y ternura a la convivencia familiar. María, Madre de la Igle-
sia, además de modelo y paradigma de humanidad, es artífice de comunión.
Por eso la Iglesia, como la Virgen María, es madre. Esta visión mariana de
la Iglesia es el mejor remedio para una Iglesia meramente funcional o buro-
crática (n° 268).
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PARA LA REFLEXION:
ORACIÓN
Señor Jesús, que nos enviaste a predicar el Evangelio a todos los hom-
bres, concédenos un corazón abierto y universal: que no se nos haga ru-
tinario, que no se nos quede parado, o latiendo al ritmo de tiempos que
ya pasaron. Enséñanos a abrir las puertas de nuestras vidas y de nuestras
instituciones, para que pueda acercarse, sin miedo, todo el que se sien-
ta llamado. Danos amplitud de horizontes en nuestra tarea y en nuestra
disponibilidad: que no quedemos atrapados en nuestras estrecheces y en
nuestras cortas miras. Que en las dificultades para la misión que nos plan-
tea nuestro momento histórico, descubramos desafíos para nuestra fideli-
dad y nuestra entrega.
AMEN
175
llMií lili , :
muui
El P. Pedro Jaramillo, testigo, excelente pastoralista y pro-
fundo conocedor de nuestra realidad latinoamericana (y, ahora,
encarnado en ella desde su trabajo pastoral en las periferias
de la ciudad de Guatemala), nos ofrece a laicos y pastores un
instrumento sencillo de espiritualidad. Contiene oportunas
reflexiones personales sobre el perfil espiritual del discípulo
misionero en las nuevas circunstancias latinoamericanas y cari-
beñas, referidas siempre al Documento de Aparecida. Su deseo
es ayudar al trabajo pastoral de los próximos años, avivando la
espiritualidad del discípulo misionero.
El autor recoge, y lo aplica a la vida, el eco del grito lanza-
do por la Conferencia Episcopal Latinoamericana en Aparecida,
Brasil, ante el aumento de desigualdades sociales, económicas,
de conocimiento y de acceso a las nuevas tecnologías que pro-
ducen la exclusión de todos aquellos no suficientemente capa-
citados e informados, acentuando más la discriminación y la
marginación que marcan tristemente nuestro continente y que
mantienen en la pobreza a multitud de personas. Es hermoso
ver cómo esta mirada a la realidad de nuestra propia tierra for-
ma parte de la forja espiritual del discípulo misionero.
www.edesclee.com
Desclée De Brouwer
alegres
152
PARA LA REFLEXIÓN:
ORACIÓN
Señor Jesús, que nos enviaste a predicar el Evangelio a todos los hom-
bres, concédenos un corazón abierto y universal: que no se nos haga ru-
tinario, que no se nos quede parado, o latiendo al ritmo de tiempos que
ya pasaron. Enséñanos a abrir las puertas de nuestras vidas y de nuestras
instituciones, para que pueda acercarse, sin miedo, todo el que se sien-
ta llamado. Danos amplitud de horizontes en nuestra tarea y en nuestra
disponibilidad: que no quedemos atrapados en nuestras estrecheces y en
nuestras cortas miras. Que en las dificultades para la misión que nos plan-
tea nuestro momento histórico, descubramos desafíos para nuestra fideli-
dad y nuestra entrega.
AMEN
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