Sie sind auf Seite 1von 178

Pedro Jaramillo Rivas

Espiritualidad del discípulo misionero

2a edición
aumentada
Pedro J a r a m i l l o (texto)
Javier Prat (Dibujo)

ESPIRITUALIDAD DEL
DISCÍPULO MISIONERO
100 pistas
del camino de Aparecida

Desclée De Brouwer
Pedro J a r a m i l l o (texto)
Javier Prat (Dibujo)

ESPIRITUALIDAD DEL
DISCÍPULO MISIONERO
100 pistas
del camino de Aparecida
2- edición aumentada

Desclée De Brouwer
© Pedro J a r a m i l l o (texto), 2008

© J a v i e r Prat (dibujos), 2008

© E D I T O R I A L D E S C L É E DE B R O U W E R , S.A., 2008
Henao, 6 - 48009 Bilbao
www.edesclee.com
info@edesclee.com

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transfor-


mación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares,
salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos -www.cedro.org-),
si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Impreso en España - Printed in S p a i n


I S B N : 978-84-330-2239-4
Depósito legal: BI-2736/08
Impresión: R G M , S . A . - Bilbao
INDICE

Prólogo 9
Presentación 13
Llamados 17
Enviados 33
Unidos 49
Confiados 65
Formados 81
Inmersos 97
Testigos 113
Hermanos 129
Alegres 145
Misioneros 161
PRÓLOGO

El P. Pedro Jaramillo Rivas, testigo, gran amigo, excelente pastoralista


y profundo conocedor de nuestra realidad latinoamericana (y, ahora, en-
carnado en ella desde su trabajo pastoral en las periferias de la ciudad de
Guatemala), nos ofrece a laicos y pastores un instrumento sencillo de espiri-
tualidad. Contiene oportunas reflexiones personales sobre el perfil espiritual
del discípulo misionero en las nuevas circunstancias latinoamericanas y cari-
beñas, referidas siempre al Documento de Aparecida. Su deseo es ayudar al
trabajo pastoral de los próximos años, avivando la espiritualidad del discípulo
misionero.
El autor recoge, y lo aplica a la vida, el eco del grito lanzado por la Con-
ferencia Episcopal Latinoamericana en Aparecida, Brasil, ante el aumento de
desigualdades sociales, económicas, de conocimiento y de acceso a las nuevas
tecnologías que producen la exclusión de todos aquellos no suficientemente
capacitados e informados, acentuando más la discriminación y la marginación
que marcan tristemente nuestro continente y que mantienen en la pobreza a
multitud de personas. Es hermoso ver cómo esta mirada a la realidad de nues-
tra propia tierra forma parte de la forja espiritual del discípulo misionero.
Estas desigualdades que 'claman al cielo' están, en efecto, muy presen-
tes en el perfil espiritual del discípulo misionero que estas pistas dibujan. El
desarrollo de la "dimensión misionera" de la vida en Cristo nos hace ver que
"la Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la co-
modidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los
pobres del continente. [...]. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de
la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu
que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza». ¡Cuánto hay contenido en
el título de estas reflexiones: «Espiritualidad del discípulo misionero»!
En efecto, todos los miembros de la comunidad cristiana somos respon-
sables de la evangelización de los hombres y las mujeres en cada ambiente.
Jesucristo envía el Espíritu Santo a todos los que creen en Él para que sean
testigos suyos 'hasta los confines del mundo'. Guiados por el Espíritu, la
comunidad cristiana y cada discípulo se comprometen a hacer presente a

9
Jesucristo y a ofrecer su mensaje de esperanza a un mundo atribulado que ha
ido construyendo una civilización donde las sociedades soslayan o han dejado
a Dios al margen y, como nos dijo Benedicto XVI «un mundo sin Dios es un
mundo sin esperanza» (cf. E/2,12, Spe salvi 44).
De ahí el interés del P. Pedro Jaramillo en ofrecer estas pistas a los discípulos
misioneros en Latinoamérica, para facilitarles repensar profundamente y
relanzar con fidelidad y audacia su misión. «Ello no depende tanto de grandes
programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen
dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de
su reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere
reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu» (DAp. 11). Pues, como dice el
texto conclusivo: "nuestra mayor amenaza 'es el gris pragmatismo de la vida
cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad,
pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad'. A
todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que 'no se comienza a
ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con
un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y,
con ello, una orientación decisiva'" (DAp. 12).
Es decir, el cristiano no es el que simplemente dice creer en Dios, pues
como dice Santiago: "¿Tú crees que existe un solo Dios? Haces bien; pero
también los demonios creen y se estremecen" (2,19), sino que es cristiano
el que sigue a Jesús después de haber experimentado un encuentro personal
con Él.
La profunda sencillez de este pequeño libro orientará a todo aquel que
quiera ser testigo y que busque vivir su identidad cristiana y su misión en el
mundo como comunidad: hacer de la Iglesia 'el mesón' donde se acoge a to-
dos y se cura a los heridos que se encuentran a la vera del camino.
Las reflexiones y pistas del P. Pedro Jaramillo nos ayudan, con su estilo
sencillo y directo, a comprender lo que significa 'tener fe' y a despertar el
deseo de transmitirla. Nos motivan a beber de la fuente de la vida, que es
Jesucristo, a fin de ponernos en el camino que nos lleva a ser testigos del
amor de Dios.
Para dar un eficaz testimonio, los discípulos misioneros necesitamos
recordar que el campo específico de la actividad evangelizadora laical es el
complejo mundo del trabajo, la cultura, las ciencias y las artes, la política,
los medios de comunicación y la economía, así como los ámbitos de la
familia, la educación, la vida profesional. Pero esta inmersión sólo tendrá
fuerza si está acompañada de una profunda experiencia de fe y del anuncio
de Jesucristo. En este sentido, América Latina necesita hoy más que nunca
laicos bien formados, que sepan dar razón de su esperanza y sean capaces de
dialogar con el mundo que vivimos, desde su profunda y humilde identidad
cristiana.

10
Uno de los más grandes aportes de este material es la claridad con la
que se abordan las grandes preocupaciones de los creyentes: ¿cómo podemos
vivir nuestra fe en el día a día?, ¿en el trato con la gente?, ¿qué significa ser
discípulo misionero y cómo puedo llegar a serlo?... Lo que el P. Pedro pone
en tus manos no es un "tratado", ni una investigación... Son "provocaciones"
directas ante las cuales no quedarás indiferente.
Las cien pistas que nos ofrece recuerdan lo que dijera Juan Pablo II: «La
Iglesia es consciente de que su mensaje se hará creíble por el testimonio de
las obras antes que por su coherencia y lógica interna» (Centesimus Annus,
57). Con sencillos comentarios, con referencias al documento de Aparecida,
con sugerencias para la reflexión y con motivaciones a la oración, estas pistas
constituyen un oportuno itinerario que nos ayuda a hacer creíble nuestra fe.
Será, sin duda, de gran ayuda para perseverar con pasión y audacia en la
tarea de 'remar mar adentro' y de dejarse guiar por el Espíritu de Dios en la
andadura del discipulado y la misión.
Se trata, en suma, de una herramienta sencilla, que todos podrán enten-
der, y que ayudará, sobre todo a los agentes de pastoral de nuestras comu-
nidades, a vivir el perfil espiritual del discípulo misionero que se deriva de
Aparecida. En el documento conclusivo, nos exhorta: «No podemos desapro-
vechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesita-
mos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los
pueblos para comunicarles y compartirles el don del encuentro con Cristo,
que ha llenado nuestras vidas de "sentido", de verdad y amor, de alegría y de
esperanza!» (DAp. 548).
Gracias, Pedro, por haber querido compartir con nosotros estas reflexio-
nes, maduradas y expresadas desde tu corazón de pastor durante los años de
tu ministerio, y, ahora, iluminadas desde el rico patrimonio espiritual del do-
cumento de Aparecida. Quienes tuvimos la suerte de ser "testigos oculares"
de Aparecida revivimos con en ellas "los ecos" de aquel acontecimiento de
gracia.

México, D.F. a 20 de mayo de 2008.


Manuel Gómez Granados.
Director General del
Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana

11
PRESENTACIÓN

El discípulo misionero de Aparecida tiene un marcado perfil espiritual...


El mismo documento habla de una "espiritualidad trinitaria", una "espiritua-
lidad misionera"... Pero, la espiritualidad en Aparecida no sólo se concentra
en los capítulos más explícitamente "espirituales". Se extiende a través de
todo el documento, que no puede entenderse sin una permanente referen-
cia al Espíritu y a la vida que Él suscita en el creyente, al hacerlo discípulo y
misionero.
Los tres grandes ejes del documento: el discipulado, la misión y la vida
están "trabajados" por la acción del Espíritu, presente en el llamado, en el
envío y en el compromiso. Se trata de una espiritualidad recia. Juan Pablo II,
en Novo Millennio Ineunte, había descalificado con fuerza una espiritualidad
"intimista e individualista", por no tener en cuenta el realismo de la Encar-
nación y por malentender la esperanza escatológica del cristiano. Con una
cita del Vaticano II, volvió el papa a expresar vigorosamente que la esperanza
escatológica no ausenta al creyente de la construcción de este mundo; antes
bien, le da nuevos motivos para un ineludible compromiso histórico.
El documento de Aparecida no sólo cita textualmente este texto del Papa,
sino que, teniéndolo de fondo, perfila desde él una espiritualidad para el dis-
cípulo misionero fuertemente arraigada en el misterio de la Trinidad. Pero,
desde la Trinidad, volcada al mundo con la fuerza misma del amor de Dios que
"lo amó tanto que envió a su Hijo para que lo salvara". El miedo de algunos
de que Aparecida se "subiera por las nubes" no se cumplió.
En efecto, Aparecida entrelaza muy bien espiritualidad y compromiso.
No las presenta como dos realidades paralelas. Las considera más bien como
las dos caras de la misma medalla. Una espiritualidad que no termina en un
serio compromiso con la historia y con los hombres y mujeres concretos, es-
pecialmente los más débiles y pobres, deriva en un estéril espiritualismo.
Un compromiso que no hunde sus raíces en el amor de Dios "derramado en
nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado", queda sin la

13
raíz de fe que lo alimenta, para poder llamarse y ser, en verdad, compro-
miso "cristiano".
Esta doble dimensión de la espiritualidad está también en la urdimbre de
estas 100 pistas del Camino de Aparecida. Su conjunto intenta perfilar la espi-
ritualidad del discípulo misionero. En el fondo, hay una convicción: si, desde
Aparecida, el creyente no renueva sus más hondas motivaciones creyentes, se
quedará a medio camino de su ser discípulo; y, si no fortalece decididamente
su "salida misionera", habrá hecho oídos sordos al envío, y quedará a medio
camino de su ser misionero.
Como reflexión personal sobre el perfil del evangelizados estas 100 pistas
no son nuevas. Con motivo del Jubileo del 2000, la Diócesis de Ciudad Real.
España, de la que yo era entonces Vicario General, se había preparado, como
el resto de la Iglesia, haciendo un sincero intento de "conversión pastoral".
Recogí en "100 pistas para el camino del evangelizador" los frutos de aquella
reflexión en común. Más tarde, la Editorial Desclée De Brouwer las publicó en
forma de libro, enriqueciéndolas con unas sugerentes viñetas de un gran ami-
go dibujante: Javier Prat. Su capacidad de comprender el sentido del mensa-
je, le hace perspicaz a la hora de plasmarlo en el dibujo.
La tarea pastoral que ahora desarrollo en América Latina (en esta bendita
tierra de Guatemala), me ha hecho referirme con frecuencia a aquellas pis-
tas. En ellas había plasmado "evidencias" muy queridas para mí, al pensar en
los evangelizadores, y al pensarme a mí mismo en relación con el Evangelio
creído y anunciado. Pensé cómo podría hacer para poder compartir aquellas
reflexiones escritas con "mi gente" (¡apelativo de afecto, no de posesión!) de
ahora. La distancia geográfica no había permitido, en estas tierras, un acceso
popular a ninguna de las 7 ediciones que el libro tuvo en España. Desde que
salió el Documento conclusivo de Aparecida, pensé que había llegado la oca-
sión de compartir por escrito lo que ya estaba compartiendo oralmente en el
ámbito de mi propia parroquia, en el área periférica de la Zona 7 de Guate-
mala, en la parroquia de San Juan de la Cruz.
La acción del Espíritu es, en efecto, admirable. Los textos del Documen-
to conclusivo con los que he enriquecido y ajustado cada una de aquellas 100
pistas (10 por cada uno de los 10 hitos de la espiritualidad del discípulo misio-
nero) me parecían hechos a propósito. O, más bien, las pistas parecían escri-
tas para comentario de estos textos. Un "entenderse cómplice" que es fruto
de un Pentecostés siempre repetido.
He querido, pues, ofrecer a los creyentes latinoamericanos una reflexión
muy querida para mí. Caminando ahora pastoralmente en Guatemala, sien-
to Aparecida, al igual que todos los agentes de pastoral latinoamericanos y
caribeños, como el "norte" de nuestro trabajo para los próximos años. Esto
me llevó a ofrecer ya una "Guía para la lectura comunitaria del Documento",
publicada por Imdosoc (México). Ahora quiero ofrecer estas pistas, para esti-
mular una "espiritualidad pastoral" renovada en los discípulos misioneros de
América Latina. Los lectores españoles (si alguno se anima a repetir) encon-
trarán como novedad la incorporación de textos y el "tinte" del documento
de Aparecida, así como una nueva distribución de los apoyos metodológicos.
El estilo de cada una de las pistas es muy directo. Para no perder esa es-
pecie de "diálogo" que intento, incluso los textos de Aparecida los he puesto
en segunda persona, como dirigidos directamente al discípulo misionero. Por
esa razón, no he entrecomillado los textos del Documento; sólo los he puesto
en letra cursiva, indicando su respectivo numeral.
Los dibujos son los mismos que Javier Prat hizo para las pistas del evan-
gelizados Gustaron mucho. A él le agradezco su aportación sugerente y de
amena profundidad.
La cuestión era cómo y dónde publicar. ¿En América? ¿En España? Por agra-
decida cercanía y, lo confieso, porque no pareciera un plagio a mí mismo, en-
vié los originales a Desclée De Brouwer. Estaba seguro de su aceptación y, por
eso, les pedí una cosa: que al libro resultante le pusieran un "precio social"
en América Latina. La petición fue generosamente acogida, y ellos han hecho
posible que pueda compartir estas reflexiones con tanta gente amiga y cerca-
na de América y del Caribe. ¡Ojalá que ayude a una lectura reflexiva y atenta!
La intención es que a todos nos sirva para dibujar mejor nuestro perfil en la
apasionante experiencia de discípulos misioneros en la sociedad latinoameri-
cana y caribeña actual.

Guatemala, 24 de abril de 2008, fiesta del Santo Hermano Pedro

Pedro Jaramillo Rivas


Párroco de San Juan de la Cuz
Zona 7 GUATEMALA

15
PRESENTACIÓN
de la segunda edición

Me ha causado gran alegría la rapidez con la que se ha agotado la prime-


ra edición de Espiritualidad del discípulo misionero. 100 pistas del camino de
Aparecida. Agradezco a los primeros lectores su acogida y su "complicidad".
Y les pido una disculpa, que explico:
A medida que yo mismo he ido meditando en mis propias reflexiones (siem-
pre con el Documento de Aparecida a mano) he descubierto nuevos puntos
de la reflexión de los Obispos Latinoamericanos y del Caribe que podían en-
riquecer aún más algunas (bastantes) de las pistas. No me resistí a anotarlos.
Y, ahora, en la segunda edición, los he incorporado. Enriquecen considerable-
mente la primera edición, aunque no la invalidan. Mil perdones, si alguien se
decide a hacer un doble gasto.
Estoy utilizando estas 100 pistas para estimular el "tono espiritual" de los
discípulos misioneros (en nuestra Parroquia de San Juan de la Cruz, les hemos
llamado "discípulos misioneros parroquiales", en vistas a la preparación de
agentes para la Misión Continental). Para mí es una alegría ver cómo no sólo
se entienden las pistas, sino que se saca de ellas la fuerza espiritual impres-
cindible, para hacer de Aparecida un auténtico y nuevo Pentecostés.
En el contexto pastoral y espiritual en el que nos movemos, desde Apare-
cida, me gustaría mucho mantener una relación más estrecha con los lecto-
res. Les ofrezco mi e-mail, para que me envíen sus comentarios, sugerencias,
preguntas: jar_pe@yahoo.es.

Guatemala, 16 de julio de 2008, fiesta de Nuestra Señora del Carmen.

Pedro Jaramillo Rivas

16
LLAMADOS
OBJETIVOS

1. Afianzar la conciencia de estar y trabajar en la Iglesia y desde la Iglesia


no por casualidad o sólo por propia iniciativa, sino por "vocación", por una
llamada de Dios que nos llega normalmente a través de medios humanos.
2. Descubrir que tratamos un misterio, que acogemos y nos sobrepasa.
Con nuestro trabajo pastoral secundamos una iniciativa que viene de Dios, y
que tiene en el Espíritu su fuerza principal.
3. Estimular una serie de actitudes resultantes: cultivo de la propia vida
de fe, de la experiencia personal de Dios, la vida sacramental, la oración, la
coherencia entre la fe y la vida, la gratitud y la fidelidad...

19
LLAMADOS

NO eres discípulo misionero por tu


propia cuenta. Un día, es verdad, te
presentaste a tu parroquia y te ofre-
ciste, o te enrolaste en un movimien-
to, en una asociación apostólica, o en
una comunidad de base. Pero estabas
respondiendo a una llamada. La mis-
ma llamada que hizo Jesús a sus após-
toles y discípulos para que fueran sus
compañeros en el anuncio de la Buena
...DiOS Nueva a los hombres, especialmente a
LLAMA-
los más pobres.
Lo mismo que a ellos, Jesús te invi-
tó a encontrarte con Él, a que te vin-
culases estrechamente a Él, porque es
la fuente de la vida y sólo Él tiene pa-
labras de vida eterna (n° 131). Aun-
que tú la hayas percibido por medios
muy humanos, la llamada a ser discí-
pulo misionero la has recibido de Dios.
Dios te necesita. Dios nos necesita.

1 La semilla de la fe que recibiste en


tu bautismo ha dado su fruto. Te has
sentido "consagrado" al Señor y "exi-
gido" por Él para anunciar a los hom-
bres las maravillas de su salvación. Tu
llamada no es un título de honor; es una vocación de servicio. Recuerda que
no has elegido tú al Maestro, que fue Cristo quien te eligió..., y que no has
sido convocado para algo, sino para Alguien (n° 131). Vive esa relación per-
sonal en todo lo que haces por la causa del evangelio.
Para escuchar con sencillez el llamado debes tener un corazón disponible
y encontrarte internamente "desarmado": en el Evangelio, aprende la lec-
ción de ser pobre, siguiendo a Jesús pobre y la de anunciar el Evangelio de
la paz sin bolsa ni alforja, sin poner tu confianza en el dinero o en el poder
de este mundo (n° 31). Un corazón generoso y gratuito es el terreno más abo-
nado para escuchar el llamado y para un encuentro con Él, con una finalidad:
"estar con él" y participar de su envío y misión (cfr. N° 131).

21
LLAMADOS

Dios pone en tus manos el miste-


rio de la salvación: su Hijo Jesús, en-
tregado por todos los hombres, para
abrir a todos el camino hacia el Padre.
En Jesucristo, esa Iglesia en la que tú
trabajas (tu parroquia, tu movimien-
to, tu asociación apostólica, tu comu-
nidad...) queda asumida en el miste-
rio de Dios, Padre, Hijo y Espíritu San-
to.
No trabajas en una organización
puramente humana, en una especie
de club o de asociación cultural de tu
pueblo o ciudad, ni siquiera en una
ONG (Organización No Gubernamen-
tal), que es comprometida y que hace
muchas cosas por los más necesitados.
Lo que te define es el amor recibido
del Padre, gracias a Jesucristo, por la
unción del Espíritu Santo (n° 14).
Trabajando en la Iglesia llevas en

2
tus manos un misterio, que debes aco-
ger, profundizar y vivir. Acostúmbrate
a admirar y contemplar el misterio
que proclamas. Como discípulo misio-
nero estás llamado a ser contemplati-
vo. Jesús te hace familiar suyo, por-
que comparte contigo la misma vida que viene del Padre, y, como a discípu-
lo, te pide una unión íntima con Él y obediencia a la Palabra del Padre, para
producir en abundancia frutos de amor (n° 133).
Que tus tareas no te corten la vena de la admiración y la sorpresa. Si no
eres capaz de asombrarte, caerás en la rutina. Si no adoras en lo más hon-
do la grandeza del misterio, te harás un buen propagandista. Pero lo sabes
bien: evangelizar no es hacer publicidad. Si no conoces a Dios en Cristo y con
Cristo, toda la realidad se te convertirá en un enigma indescifrable. No hay
camino. Y, al no haber camino, no hay vida ni verdad (Discurso inaugural del
Papa). Con todos los bautizados, estás llamado a "recomenzar desde Cristo",
a reconocer y seguir su Presencia con la misma realidad y novedad, el mismo
poder de afecto, persuasión y esperanza que tuvo su encuentro con los pri-
meros discípulos (n° 549).

22
LLAMADOS

No relaciones, sin embargo, el mis-


terio del Reino de Dios y de la Iglesia,
que lo anuncia y lo realiza, con ningu-
na especie de artes mágicas y ocultas.
"Misterio" significa que el origen y la
meta de lo que somos y de lo que ha-
cemos en la Iglesia es Dios. El misterio
te abre a la iniciativa de Dios: Él ha
enviado a su Hijo, para hacernos a to-
dos hijos suyos y hermanos los unos de
los otros. Mediante el Espíritu Santo,
Dios hace que pueda ser verdad está
filiación y esta fraternidad, también
hoy, para nosotros.
Desde Pentecostés, la Iglesia expe-
rimenta de inmediato fecundas irrup-
ciones del Espíritu, vitalidad divina
que se expresa en diversos dones, ca-
rismas y variados oficios, que edifican
la Iglesia y sirven a la evangelizadón
(n° 150).

3
Por eso decimos que el Espíritu
Santo es el primer evangelizados El
Espíritu es el maestro interior que te
conduce al misterio de la verdad ple-
na, haciéndote discípulo y misionero
(n° 151). Sin Ssu
U t trabajo
r a b a j o i ninterior
t e r i o r e en la
vida de la gente toda tu .u, , h n
la

ya ha Ue
"convences"^ ataufen « I T ' * ^ S a d ° « " * « cuando tú
Esp ntu Santa E¡
eficaz de su Esoirtú ' ' "orPresencia
S ase su
v muieres de t ^ ' i , S"™- Propuesta de vida para hombres

23
LLAMADOS

Tú mismo, como discípulo y misio-


nero, eres una obra del Espíritu. Sin
su fuerza, no se mantendría tu fe; sin
su convicción, no serías capaz de ma-
nifestarte como creyente, sin respe-
tos humanos, y como colaborador en
su tarea. Si no fuera porque el Espíritu
te da valentía, no te atreverías a to-
mar parte activa en los duros trabajos
...ERGS del Evangelio.
RAPA
LoS>
dsmaS- Debes dejarte guiar constante-
mente por el Espíritu, y hacer tuya la
pasión por el Padre y el Reino: anun-
ciar la Buena Nueva a los pobres, cu-
rar a los enfermos, consolar a los tris-
tes, liberar a los cautivos y anunciar
a todos el año de gracia del Señor (n°
152). Tú mismo eres testigo de que en
tu vida se ha cumplido con frecuencia
la promesa de Jesús: "el Espíritu les
sugerirá lo que tienen que decir". So-

4
bre todo, cuando hablas a los sencillos
y a los pobres.
Más allá del trabajo pastoral de
cada día, acostúmbrate a contemplar-
te a ti mismo como "obra del Espíritu
en favor de los demás". Un discípulo
misionero sin la vida del Espíritu es una pura contradicción. "Vivir según el
Espíritu" es proyecto de vida para hacer fecunda tu tarea evangelizadora. El
Espíritu, en efecto, hace que tengas un amor a la medida de Jesús: de total
don de ti mismo... Ese es tu distintivo de cristiano y la característica de la
Iglesia..., cuyo testimonio de caridad fraterna es el primero y principal anun-
cio: "reconocerán todos que son discípulos míos" (n° 138).
Recuerda que tu misión es manifestar el inmenso amor del Padre que
quiere que seamos hijos suyos (n° 348). Difícilmente manifestarás ese amor,
si tú no lo experimentas dentro de ti como el mayor don que has podido re-
cibir. Sin orgullo, podrás decir con San Pablo: "por la gracia de Dios soy lo
que soy".

24
LLAMADOS

Acostumbrarte al estilo del Espíri-


tu forma parte de tu tarea de discí-
pulo misionero. Necesitas interiorizar.
Porque anunciar el Evangelio no es un
activismo descontrolado, donde cola-
borara más el que más cosas hace y
más tareas desarrolla.
Necesitas que el Espíritu vaya
ahondando en ti el mismo ser y el mis-
mo estilo evangelizador de Jesús. Lo
que el Espíritu quiere hacer en ti es
que un día puedas llegar a decir con
verdad: "vivo yo, pero no soy yo, es
Cristo quien vive en mí". Entonces se-
rás el mejor discípulo misionero.
Los santos son los mejores discípu-
los y misioneros, y tú estás llamado
a la santidad en la tarea evangeliza-
d o s que realizas. Que no te parezca
una meta inalcanzable. A medida que
crezcas en sencillez, serás testigo de

5
la fuerza transformadora del Espíritu
de Jesús. Déjate guiar por Él y deja
que vaya haciendo de "tu corazón de
piedra un corazón de carne".
Que lo personal de la llamada te
ayude a vivir la intimidad de la res-
puesta. En un hondo diálogo de amor descubrirás "qué bueno es el Señor" y
sentirás la dicha de "poner en Él tu refugio". Saborea íntimamente este diá-
logo de amor.
Recuerda que no eres siervo de Jesús, sino amigo: el siervo no tiene en-
trada a la casa del amo, menos a su vida. Jesús quiere que te vincules a Él
como amigo y como hermano. El amigo ingresa a su vida, haciéndola propia
Como amigo, escuchas a Jesús, conoces al Padre y haces fluir su vida en tu
propia existencia (n° 132).

Tu misión, por tanto, no se limita a un programa o proyecto, sino que es


compartir la experiencia del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciar-
lo (n° 145). Jesús busca suscitar una respuesta consciente y libre desde lo
mas íntimo de tu corazón de discípulo, una adhesión de toda tu persona al
saber que Cristo te llama por tu nombre (n° 136).

25
LLAMADOS

A medida que progreses por ese


camino, experimentarás una armonía
interior, que te hará sentir profunda-
mente alegre: hablarás de lo que vi-
ves; trabajarás desde tu propia expe-
riencia de Dios; no separarás tu propia
vida espiritual de tu trabajo pastoral,
como si éste fuera un "desgaste" y no
una fuente de espiritualidad para ti
mismo como discípulo misionero.
Dswo A medida que crezca la conciencia
A, de tu pertenencia a Cristo, en razón
76SV5S-
de la gratuidad y alegría que produce,
crecerá también tu ímpetu para co-
municar a todos la alegría de ese en-
cuentro (n° 145) Casi sin pretenderlo,
tu propia vida será el mejor testimo-
nio de que crees lo que anuncias. Lo
peor que te puede pasar como discí-
pulo misionero es que te "desfondes",
que pierdas la hondura de tu vida y de
tu actividad: Jesucristo mismo que va

6
creciendo dentro de ti, con la fuer-
za del Espíritu, hasta llegar a tener
dentro de ti la "estatura" adulta de la
maduración de tu propia fe.
Dentro de ti crece Jesús. No cor-
tes su crecimiento con tu pereza y tu falta de respuesta. No puedes hacerte
adulto y dejar que Jesús siga siendo el "niño" con quien te identificaste en la
fe de tu infancia. "Ser como un niño" por tu sencillez y confianza no significa
tener una fe infantil e ingenua, con la que no poder contar para iluminar tu
camino de adulto. Debes madurar constantemente en el conocimiento, amor
y seguimiento de Jesús, Maestro; profundizar en el misterio de su persona,
de su ejemplo, de su doctrina..., mediante una catequesis permanente y la
vida sacramental (n° 278).
Como discípulo, buscas a Jesús; pero es Él quien te llama y te dice: "si-
gúeme". Descubre el sentido más íntimo de la búsqueda y propicia el en-
cuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Renueva constan-
temente ese encuentro por el testimonio personal, el anuncio del kerygma y
la acción misionera de tu comunidad (n° 278).

26
LLAMADOS

Necesitas cultivar, alimentar y cui-


dar tu propia fe. Como discípulo mi-
sionero, no eres funcionario de una or-
ganización cualquiera, a la que pres-
tas tu colaboración activista; ni un vo-
luntario de una institución altruista,
con cuyos fines humanitarios te iden-
tificas.
La raíz de tu tarea es tu real incor-
poración a Jesucristo por el bautismo,
la confirmación de tu fe por el Espíritu
y la participación real en la misma en-
trega del Señor por la Eucaristía.
Jesucristo y su obra se hacen pre-
sentes en tu vida por el Espíritu San-
to que, a través de los sacramentos,
te ilumina y vivifica (n° 152). En los
sacramentos vas forjando la entereza
de tu fidelidad interior, porque ellos
te comunican la fuerza de Dios que se
realiza en la debilidad.

7
Tu misma debilidad la conviertes
en fuerza, cuando la haces "debili-
dad perdonada" en el sacramento de
la reconciliación con Dios y con lo her-
manos, de quienes tus debilidades te
separan.
Tu vida sacramental te abre al misterio de Dios. En ella confiesas que es
su gracia la que te sostiene y, desde ella, abres a los hombres un camino de
salvación. No recurras a la excusa de que los sacramentos se pueden conver-
tir en rutina. Todo lo puedes convertir en rutina cuando la gracia no toca lo
mas hondo de tu ser. Ahonda en el lugar y la función que tiene la liturgia en
tu seguimiento de Cristo y en la acción misionera, en tu vida nueva en Cristo
y en la vida de nuestros pueblos en Él (n° 250).
Arraiga tu ser cristiano en la experiencia de Dios, manifestada en Jesús.
El Espíritu te irá conduciendo por los senderos de una maduración profun-
da... Arraiga tu persona en el camino de vida y de servicio propuesto por Cris-
to, con un estilo personal. Como la Virgen María, adhiérete de corazón, por
la fe, a los caminos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de tu Maestro
y Señor (n° 280).

27
LLAMADOS

Para ser discípulo misionero, nece-


sitas ser orante. A veces, puedes pen-
sar que lo que necesitas, para conven-
cer, es ser orador. Antes, necesitas ser
orante para ser tú mismo convencido
por quien te puede hablar palabras de
vida eterna.
Tú mismo necesitas la Palabra de
Dios; necesitas que esa Palabra se
...PKMeRD,
convierta en tu corazón en manantial
tA que salta hasta la vida eterna. Tu re-
OBA^cSM...
lación con la Palabra de Dios no pue-
de ser sólo funcional, para aprender a
transmitirla. Tú mismo la debes escu-
char y acoger con sencillez y guardar-
la en tu corazón, para que te vaya ha-
ciendo testigo de su fuerza, de su ca-
pacidad de transformarte, haciéndote
criatura nueva.
Cristo se te da a conocer en su per-
sona, en su vida y en su doctrina por

8
medio de la Palabra de Dios (Discurso
inaugural del Papa). Tu tarea evange-
lizados será así mucho más fácil, por-
que "el hombre de hoy cree más a los
testigos que a los maestros, y si cree
a los maestros es porque son también
testigos". Tu oración personal y comunitaria es lugar en el que, como dis-
cípulo, te alimentas por la Palabra y la Eucaristía, cultivas una relación de
profunda amistad con Jesucristo y procuras asumir la voluntad del Padre (n°
255).
Sólo si tú mismo conoces el rostro de Dios, que se te muestra en la ora-
ción, podrás ser rostro de Dios para los demás. Es lógica tu preocupación por
la metodología, por saber preparar una reunión, por aprender qué decir y
cómo decirlo, pero no olvides nunca que "de la abundancia del corazón ha-
bla la boca": la oración diaria es un signo del primado de la gracia en tu iti-
nerario de discípulo misionero (n° 255).
Tu dimensión orante lo invade todo: no es una experiencia que se limite
a los espacios privados de la devoción, sino que busca penetrarlo todo con
su fuego y su vida... El impulso y el ardor que provienen del Espíritu lo de-
bes expresar en el trabajo, en el diálogo, en el servicio, en la misión coti-
diana (n° 285).

28
LLAMADOS

A veces, te sentirás molesto, por-


que ves que no hay coherencia entre
tu fe y tu vida. Te parece que crees
por un lado y vives por otro.
Percibe en esa situación molesta
no una tentación para abandonar, sino
una llamada a personalizar y profun-
dizar tu fe. Mientras exista esa sepa-
ración es que tu fe no es del todo viva
y personal. Como discípulo misionero,
estás llamado a intensificar tu vida de
fe y a anunciar que Cristo ha redimido
todos los pecados y males de la huma-
nidad (n° 134).
Cuando examines tu fe, no te que-
des sólo sopesando el cumplimiento
de sus exigencias, ¡podrías caer en
un simple voluntarismo! Bucea más
adentro, y encuentra en tu interior la
viveza de tu apertura a Dios. Experi-
menta cómo "sólo Él basta", acógelo

9
revelado en Jesucristo y pide al Espí-
ritu que, con tu vida, confieses a Dios
como Padre y a Jesús como Señor. Una
fe así, no lo dudes, se verificará en el
amor.

El amor en el que verificas tu fe te


lleva al encuentro con Jesús en (os pobres, afligidos y enfermos que recla-
man tu compromiso... Recuerda que en el reconocimiento de la presencia y
cercanía de Jesús en los pobres, y en la defensa de los excluidos se juega la
fidelidad de la Iglesia... El encuentro con Jesucristo en los pobres es una di-
mensión constitutiva de tu fe en Jesucristo (n° 257).
Tu propia fe lleva en su entraña esta unidad. No separes nunca lo que Dios
ha querido unir para siempre: tu fe y tu vida.
El equipamiento personal de tu fe te debe llevar a ti y a quienes evange-
lizas a poder responder las grandes preguntas y aspiraciones de hoy y a in-
sertarte en los diferentes ambientes, estructuras y centros de decisión de
la vida (n° 517).

29
LLAMADOS

Llevas un gran tesoro en tu vaso de


barro. Que la conciencia de tu arcilla
no disminuya tu capacidad de sorpre-
sa y de asombro: "jamás un pueblo ha
tenido un Dios tan cercano a él", así
reflexionaba el pueblo de Israel, pen-
sando en el camino salvador de Dios en
su propia historia. Tan cercano, que es
más íntimo a ti que tú mismo. En él vi-
ves, te mueves y existes. Él está en el
-SoMos origen de tu ser, en el inicio de tu fe y
R * <A
M.AM6CA en el comienzo de tu compromiso de
T>¡OS~
discípulo misionero.
A su llamada creadora debes tu
existencia como hombre y mujer y
como discípulo misionero. Por tu mé-
rito no puedes apuntarte tanto al-
guno, pero tu capacidad te viene de
Dios. Ese Dios que, por así decirlo,
sale de sí, para llamarte a participar
de su vida y de su gloria (n° 129). No
te preguntes por qué te ha llamado.
Si miras a tu alrededor encontrarás a
gente mejor que tú, más preparada,
con más gancho. Y, sin embargo, ahí
estás tú. Dios te ha llamado y te da
miedo. Hasta le puedes decir: "mira
que no sé hablar". Pero Él te responderá siempre: "venga, no temas, que yo
estoy contigo". Su llamada te fortalece y te da el ánimo que necesitas. Las
llamadas son diferentes.
Las llamadas son diferentes. No todos somos llamados para lo mismo.
Pero todos tenemos la responsabilidad de que no falte la respuesta a ningu-
na de ellas. Ningún discípulo misionero debe ser indiferente a la falta de vo-
caciones sacerdotales, a la vida consagrada y a la vida laical corresponsable.
Recuerda que cada bautizado es portador de dones que debe desarrollar en
unidad y complementariedad (n° 162).
Sea cual sea la vocación o servicio al que el Señor te ha llamado, deberás
ser abierto al plan pastoral orgánico y articulado, ser sensible a los servicios
de atención y acompañamiento espiritual, consciente de la pastoral diferen-
ciada, dispuesto a la descentralización de servicios (n° 518).

30
PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Cómo se va fraguando la experiencia de Dios en mi vida personal? ¿Qué


actitudes tengo ante su misterio?¿En qué dimensiones de mi vida percibo con
más claridad su llamada a ser evangelizador?
2. ¿Qué importancia doy en mi vivencia cristiana a la celebración de los
sacramentos? ¿Los vivo como encuentros personales con el Señor Resucitado?
¿Cómo cultivo la fe? ¿Es una fe viva, agradecida, estimulante? ¿Qué tiempo
dedico a la oración personal como acogida e interiorización del misterio de
Dios, que se me ha manifestado en Jesucristo?
3. ¿Qué sentimientos produce en mí el sentirme llamado por Dios para el
servicio del Evangelio? ¿Lo considero como una gracia o como un peso? ¿Lo
sé agradecer a Dios, y le pido con frecuencia que sea Él quien actúe a través
mío? ¿Valoro todas las llamadas, preocupándome y pidiendo al Señor por las
que más faltan?

ORACIÓN
Señor Jesús, que, al igual que a tus apóstoles, nos llamas a participar
en los trabajos de tu Evangelio, haznos abiertos al misterio que anuncia-
mos, dóciles al Espíritu que nos envías, acogedores de tu gracia en nuestro
encuentro sacramental contigo, disponibles a la escucha y contemplación
de tu Palabra, creyentes sencillos en la totalidad de nuestra vida, y ale-
gres, en la seguridad de haber puesto en ti nuestra confianza. Te lo pedi-
mos a ti, que, en el Jordán, fuiste ungido por el Espíritu, para realizar tu
misión salvadora. AMEN.

31
OBJETIVOS

1. Estimular en los discípulos misioneros la conciencia de misión y ayudar-


les a vencer el miedo que siempre infunde el "dar la cara" en el propio pue-
blo o ambiente. El envío lo hace Dios, a través de la Iglesia, en cuyo nombre,
y no por cuenta propia, trabaja el discípulo misionero.
2. Promover una conciencia de envío al mundo, evitando quedarse limita-
dos a los confines de la propia parroquia o de la propia comunidad o grupo.
Salir hacia afuera sin miedos ni nostalgias.
3. Ayudar a reconocer la insuficiencia del trabajo pastoral dentro de los
límites de la propia parroquia o comunidad, estimulando el aprecio, la acogi-
da y el acompañamiento de movimientos y grupos eclesiales específicamente
misioneros

35
ENVIADOS

"El Espíritu del Señor está sobre


mí... Él me ha ungido y me ha envia-
do". Como discípulo misionero, com-
partes esta misma conciencia de Je-
sús. El mismo Espíritu que ungió y en-
vió a Jesús te ha ungido también a ti
y te ha enviado. No te quedes sólo sa-
boreando la unción, atrévete también
a responder al envío.
Recuerda que te toca ser envia-
do en medio de presiones para que la
Iglesia se repliegue en los templos y
en sus servicios "religiosos". No cedas
a la presión.
Cuando escuchas que el Señor te
dice: "ve y diles..." te ocurre lo que
a todos los enviados: tienes miedo; y
también se te ocurre pensar: "pero,
...ECeS ÉDtt^... ¿quién soy yo...?". Y más aún ahí en
tu pueblo, en tu parroquia, donde la
gente te conoce..., y te agarra por

11
dentro eso que llamamos el "respeto
humano", el "¿qué dirán?". Es verdad,
muchos van a decir: "pero, ¿quién es
éste?", "¿qué se ha creído?". Tam-
bién lo dijeron de Jesús sus paisanos,
y hasta "se escandalizaron de él". Si
Jesús hubiera hecho caso al "qué dirán" no hubiera pasado de ser un buen
carpintero de Nazaret.
Expresa tú también la alegría de ser discípulo del Señor y de haber sido
enviado con el tesoro del Evangelio. Recuerda que ser cristiano no es una
carga, sino un don" (n° 28)... Y que disfrutarás más de la vida si dejas la se-
guridad de la orilla y te apasionas en la misión de dar la vida a los demás...
Alcanzarás y madurarás tu vida en la medida en que la entregues para dar
vida a otros (n° 360).
En la Biblia, el que es llamado siempre lo es para ser enviado. No quie-
ras romper esta dinámica, pensando que el envío no es lo tuyo. "Estando con
Jesús" puedes tener la tentación de pensar "¡qué bien se está aquí!". Pero,
el Señor te enviará siempre a que lo anuncies. ¡Deja la seguridad de la ori-
lla y rema mar adentro! Aunque haya tempestad, también ahí estarás con el
Señor.

37
ENVIADOS

Date cuenta de que llevas dentro


de ti el mismo Espíritu que lanzó a Je-
sús a cumplir su misión, por encima de
todas las coartadas. La mayor coarta-
da no es lo que piense y diga la gente.
Llega un momento en que eso no te
importa. La mayor coartada la sien-
tes dentro de ti mismo. Es la duda de
la validez y utilidad de lo que vives y
anuncias.
Son las tentaciones del discípulo
misionero. Como las tentaciones de
Jesús: ¿no será mejor un mesianismo
político?; ¿no será más eficaz hacerse
con el poder, convencer desde la in-
fluencia?, ¿no ganaríamos más con que
Dios hiciera de una vez un milagro es-
pectacular? El mayor miedo ante el
envío procede de la "pobreza" del
anuncio y de la "pobreza" de los des-
tinatarios. Frente a la "fuerza arrolla-
dora" de los anuncios salvadores de
hoy y de sus "potentes" destinatarios,
no te extrañe que te dé cierto repa-
ro presentarte con la debilidad de la
cruz -camino de entrega y de amor- y
dirigirte a los "pobres" como destina-
tarios preferentes de tu envío.
Debes cumplir tu misión siguiendo (os pasos de Jesús y adoptando sus ac-
titudes. Él, siendo servidor y pobre, te enseñó el itinerario de tu vocación
de discípulo misionero. Aprende en el Evangelio la lección de ser pobre, si-
guiendo a Jesús pobre: sin bolsa ni alforja; sin poner tu confianza en el di-
nero ni en el poder de este mundo (n° 31).
Chocas con la lógica de este mundo. Y tienes la tentación de acomodar-
te a ella, para hacerte "presentable". Porque la posibilidad del rechazo te
da miedo y el fracaso te asusta: "voy a ir a ellos, y no me escucharán...".
Cumple tu misión "siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes.
Él, siendo el Señor, se hizo servidor y obediente hasta la muerte de cruz (n°
30). Todo lo que haces debe transparentar la atractiva oferta de una vida
más digna, en Cristo, para cada hombre y mujer de América Latina y el Ca-
ribe (n° 361).

38
ENVIADOS

"No les tengas miedo, que yo estoy


contigo...". Sólo esa seguridad hizo
posible que hubiera profetas en Israel.
"No como yo quiero, sino como tú quie-
res". Sólo esa "obediencia" hizo posi-
ble la salvación por la cruz. "Hemos de
obedecer a Dios antes que a los hom-
bres". Sólo esa valentía hizo posible el
nacimiento de la comunidad de Jesús.
Saberte enviado supone que mi-
ras a quien te envía, que te fías de
él, y te sabes su mensajero. No ha-
blas por tu cuenta. No eres tú el que
salvas. La fuerza del anuncio de vida
será fecunda si lo haces con el estilo
adecuado, con las actitudes del Maes-
tro... Con un testimonio de proximi-
dad que entraña cercanía afectuosa,
escucha, humildad, solidaridad, com-
pasión, diálogo, reconciliación, capa-
cidad de compartir... (n° 363)
Eres enviado a proclamar lo que
Dios ha hecho en ti; lo que ha hecho
en la historia de tantos hombres y mu-
jeres salvados; lo que ha hecho resu-
citando a Jesús; lo que Dios quiere ha-
cer con el mundo y los hombres de tu
tiempo, a quienes continúa amando con amor entrañable de Padre. El miedo
es una gran coartada para el discípulo misionero. Y una gran excusa. Tienes
miedo al ridículo, a no saber, a no acertar con la palabra oportuna, a que sea
rechazado el mensaje que anuncias. Tienes miedo a no convencer a nadie,
porque hoy no se llevan los valores que propones. El miedo lo vences cuando
eres capaz de hablar desde tu experiencia.
Imitando a Jesús, eres discípulo misionero cuando haces visible el amor
misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores (n° 147).
Como discípulo misionero proclama el Evangelio que es Cristo mismo.
Anuncia que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hom-
bre... Como cristiano, eres portador de buenas noticias para la humanidad y
no profeta de desventuras (n° 30).

39
ENVIADOS

Como tu envío lo realizas en una


acción concreta, necesariamente pe-
queña, puedes tener el peligro de no
ver mucho más allá de lo que tú mis-
mo haces. También para los discípulos
misioneros puede ser verdad que "los
árboles nos impidan ver el bosque".
El destino del envío no es sólo tu
pequeña parcela, o tu parroquia, o tu
movimiento o tu comunidad, ni siquie-
ra son preferentemente los que ya es-
tán convertidos. El destino de tu en-
vío es el mundo; aquel mundo "al que
Dios amó tanto, que le envió a su úni-
co Hijo para que lo salvara". Estás in-
vitado a salir de tu conciencia aislada
y a lanzarte, con valentía y confianza
(parresía) a la misión de toda la Igle-
...EFIES ÉTFVTIADO AL MONDO... sia (n° 363).
Eso quiere decir que tú no eres en-
viado solo. Que formas parte del en-

14
vío de toda la Iglesia, continuadora de
la misión de Jesús; y que, con toda
la Iglesia, debes sentir la pasión por
el envío al mundo, a todos los hom-
bres, más allá del trabajo necesaria-
mente sencillo y pequeño que tú rea-
lizas cada día. Como parte de la Iglesia estás al servicio de todos los seres
humanos, hijos e hijas de Dios (n° 31). En ti y a través de ti, Jesús sigue con-
vocando, sigue invitando, sigue ofreciendo incesantemente una vida digna y
plena para todos (n° 363).
Has recibido el encargo de anunciar el Reino a todas las naciones. Por
eso eres discípulo misionero: Jesús te hace partícipe de su misión, al mismo
tiempo que te vincula a Él como amigo y hermano (n° 144). ¡No te vayas a
quedar en la sacristía!

40
ENVIADOS

Sentirás muchas veces la tenta-


ción de no salir de la rutina de lo que
ya estás haciendo desde hace tiempo;
o el miedo a dar razón de tu fe y de tu
esperanza más allá de las fronteras de
la comunidad donde trabajas. Puedes
llegar, incluso, a pensar que tu tarea
como discípulo misionero se reduce a
lo que haces dentro de la comunidad.
Es verdad, con tu colaboración tie-
nes que ayudar a que tu comunidad
sea más viva, más evangelizada, con
más talante evangélico, más fiel a lo
que el Señor quiere de ella; pero nun-
ca puedes olvidar que esa comunidad
tuya tiene como destino el mundo y su
salvación; y que toda su vida íntima
(la oración, los sacramentos...) tiene
como fin prepararla mejor y con más
garantía para realizar la oferta del
Evangelio a todos los hombres. Ahonda
dentro de ti una firme decisión misio-

15
nera con la que impregnes la vida de
tu diócesis, tu parroquia, tu comuni-
dad y todos los planes pastorales...
Ninguna comunidad debe excusarse de
entrar... con todas sus fuerzas... en su
renovación misionera y de abandonar las estructuras caducas que ya no favo-
rezcan la transmisión de la fe (n° 365).
No te conviertas nunca en obstáculo para la salida misionera de tu comuni-
dad. No acapares para ti lo que está destinado para todos. Siente especial "de-
bilidad" por todas las propuestas y actividades que tienen a los más alejados
como destinatarios de la acción. Si tú mismo no las puedes realizar, alégrate
de que haya gente contigo que sienta pasión por sacar el evangelio de los es-
trechos límites de "los de siempre".
Recuerda que vivir la santidad en la misión te lleva al corazón del mun-
do; que tu santidad no es una fuga hacia el intimismo o hacia el individua-
lismo religioso; tampoco, un abandono de la realidad urgente de los grandes
problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo;
y, mucho menos, una fuga de la realidad hacia un mundo exclusivamente es-
piritual (n° 148).

41
ENVIADOS

Tienes que empeñarte por sentir


tú mismo y por hacer sentir a toda tu
comunidad esta preocupación misio-
nera. Y alegrarte de que, junto a tan-
tas personas que se dedican a soste-
ner y profundizar la vida cristiana de
quienes ya están dentro de la Iglesia,
haya creyentes y grupos que se plan-
tean cómo llegar y qué hacer para que
el Evangelio del Señor sea anunciado
en ambientes y a personas que viven
alejados de Dios y de la Iglesia. Estas
personas y ambientes son más difíci-
les de evangelizar.
Los discípulos misioneros que se
dedican preferentemente a esta ta-
rea, individualmente o en grupos,
no pueden sentirse solos o rodeados
de recelos, como si su tarea no fuera
esencial a la misión de la Iglesia. Son
precisamente las personas y los am-
bientes más alejados los destinatarios

16 preferentes de la misión de tu parro-


quia, comunidad, movimiento o aso-
ciación. Con tu presencia ética cohe-
rente, siembra los valores evangéli-
cos en los ambientes donde tradicio-
nalmente se hace cultura y en los nuevos areópagos: las comunicaciones, la
construcción de la paz, el desarrollo y la liberación de los pueblos, sobre
todo, de las minorías, la promoción de la mujer y de los niños, la ecología y
la protección de la naturaleza (n° 491).
Si no lo sientes así, aunque tú mismo personalmente no puedas dedicarte
a ello, no estás en línea con lo que la nueva evangelización pide de tu condi-
ción de discípulo misionero. Ten en cuenta que discipulado y misión son dos
caras de la misma medalla, y que es tarea esencial de la evangelización, que
incluye la opción preferencial por los pobres, la promoción integral y la au-
téntica liberación cristiana (n° 146). No temas la intemperie. La tentación
es quedarte dentro. Fíjate en Abraham: creyó y salió..., aunque no sabía ni
el camino ni la meta.

42
ENVIADOS

Cuando escuches "misión" o "evan-


gelización", referidas a tu propia pa-
rroquia, movimiento o comunidad, no
pienses sólo en lo que ustedes hacen,
y deben seguir haciendo, a favor de
"las misiones" y de los misioneros.
Además de eso, piensa también en
lo que tu parroquia o comunidad hace
o debe hacer para anunciar el Evange-
lio de Jesús a todas aquellas personas
a las que no llegan ustedes con el tra-
bajo pastoral de cada día. También a
ellos deben anunciar el Reino de Dios.
No hacerlo supondría una infidelidad
grave a las exigencias del envío y no
puede dejar tranquilos a los discípulos
misioneros.
El cuidado de los de dentro, aun-
que exija de ustedes mucha dedica-
ción y esfuerzo, aunque no fueran bas-
tantes para atenderlo, no les puede
privar de la pasión misionera y evan-
gelizados, para anunciar a los de fue-
ra "lo que el Señor ha hecho con uste-
des". Piensa que la vida se acrecienta
dándola, y se debilita en el aislamien-
to y la comodidad (n° 360).
Son muchos más a los que no llegamos con nuestra acción pastoral que a
los que llegamos. También a ellos somos enviados. El Señor nos ha puesto en
camino. No te detengas, pensando que ya has llegado al final. Mira más a lo
que falta por recorrer que a las etapas ya logradas. Es "el amor de Cristo el
que te urge".
Recuerda que por ser discípulo eres misionero, pues Jesús te hace par-
tícipe de su misión, al tiempo que te vincula a Él como amigo y hermano.
Cumplir este encargo no es para ti tarea opcional, sino parte integrante de
tu identidad cristiana (n° 141).

43
ENVIADOS

Esa preocupación misionera la de-


bes imprimir en tu tarea pastoral dia-
ria. Todo lo debes hacer pensando no
sólo en aquellas personas que ya están
allí, para las que preparas una celebra-
ción, o a las que das catequesis, o por
las que te preocupas desde Cáritas...
Si piensas también en tantos otros,
cuyos rostros quizás ni conoces, esta-
rás dando a tu trabajo pastoral una
fuerza de salida hacia afuera, que
hará de ti y de todos aquellos a quie-
nes llegas con tu trabajo pastoral au-
ténticos misioneros. Imita a Jesús que
salió al encuentro de personas en si-
tuaciones muy diversas..., invitando a
todos a su seguimiento (n° 147). Co-
munica los valores evangélicos de ma-
nera positiva y propositiva. No te re-
cluyas en los muros de tu Iglesia: son
muchos los que se dicen descontentos
no con la doctrina de la Iglesia, sino

18
con la forma con que ésta se presen-
ta... Haz una comunicación de fe que
sirva para el diálogo entre Iglesia y
sociedad (n° 497).
Poco a poco te irás dando cuenta
de una cosa: el territorio en el que está enclavada tu parroquia, tu movi-
miento o comunidad es también "país de misión" aunque la mayoría estén
bautizados. El bautismo que no se desarrolla es, en efecto, como la siembra
que no crece en años de sequía. Actúa como quien ha escuchado el manda-
miento misionero de Jesús y, experimentando el encuentro vivo con Él, com-
parte todos los días con los demás esa alegría incomparable (n° 364)... Haz
que tu comunidad salga al encuentro como una casa acogedora, como una
escuela permanente de comunión fraterna (n° 370).
Imprime en toda tu tarea un afán y un anuncio misioneros que pase de
persona a persona, de casa en casa, de comunidad a comunidad... Abraza a
todos, especialmente a los pobres y a los que sufren... No te desentiendas de
la solidaridad con los necesitados y de su promoción integral (n° 550).

44
ENVIADOS

Puedes llegar a percibir que lo que


ustedes hacen en la parroquia, comu-
nidad o movimiento, y bien hecho,
es insuficiente para llegar de mane-
ra más habitual, a los ambientes, sec-
tores y personas más alejadas. A ellas
nos debemos también como discípulos
misioneros.
A medida que crece esa preocupa-
ción, el discípulo misionero se despabi-
la para buscar métodos, movimientos
y asociaciones eclesiales que se han
especializado en la evangelización de
estos ambientes y personas. Los aco-
ge en la parroquia como expresión de
su preocupación misionera, los acom-
paña y estimula; no los considera ex-
traños, porque ellos no son ajenos a la
misma parroquia, aunque su lugar de
trabajo sea más de frontera.
En todo tu trabajo pastoral, siente

19
la preocupación de preparar a hom-
bres y mujeres que sepan dar razón de
su fe en los ambientes donde viven y
transformar la realidad cotidiana a la
luz del evangelio. No des por supuesto
que eso ya se hará; porque, a veces,
nos convertimos sólo parcialmente. Que tu anuncio de la conversión abarque
la realidad completa de la vida.
Preocúpate del acompañamiento a los fieles laicos en sus tareas de servi-
cio a la sociedad, particularmente cuando asumen responsabilidades en las
diversas estructuras del orden temporal. Sé discípulo misionero con ardor y
con nuevos métodos y expresiones, sin poner el énfasis en el ritualismo, sin
el conveniente itinerario formativo, y descuidando otras tareas pastorales...
Ayuda a que la Iglesia esté presente en la generación de cultura, especial-
mente en el mundo universitario y en los medios de comunicación social (n°
100).
Urge que llegues al pueblo pobre de las periferias urbanas y del campo,
que necesita sentir la proximidad de la Iglesia en el socorro de sus necesida-
des más urgentes, en la defensa de sus derechos y en la promoción común de
una sociedad fundamentada en la justicia y en la paz (n° 550).

45
ENVIADOS
Al sentirte enviado, no tengas nos-
talgias de tiempos pasados, ni recu-
rras fácilmente a comparar lo senci-
llas que eran las cosas antes con las
dificultades que tenemos ahora para
hacerlas medianamente bien. Ni quie-
ras responder a las situaciones de hoy
con "respuestas hechas" de tiempos
pasados.
Descubre, más bien, en las dificul-
tades presentes un desafío a tu propio
envío. Se te exige realizarlo con ma-
yor madurez, con más seriedad y en-
trega. Con toda la humildad del mun-
do, debes considerar una dicha el que
te haya tocado anunciar la Buena No-
ticia a gente que no se conforma con
respuestas infantiles. Es gente que, a
veces, aún sin saberlo o decirlo, bus-
ca una auténtica experiencia de fe,
en primer lugar en ti, que te presen-
tas como discípulo misionero.

20 No seas fácil a "refugiarte del tem-


poral", dedicándote a cosas "peque-
ñas", no por humildad, sino por mie-
do. Hoy, más que nunca, el envío te
pide confianza: "no tengan miedo, yo
he vencido al mundo".
Recuerda que ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamen-
te, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misione-
ra, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorecen la transmi-
sión de la fe (n° 365). Como discípulo misionero debes anhelar que el influjo
de Cristo llegue hasta los confines de la tierra (n° 373).
No te repliegues en el templo, en sus servicios religiosos. Estarás dando
fuerza a quienes rechazan toda presencia y contribución de la Iglesia en la
vida pública de las naciones... No dejes de preocuparte por el bien común de
los pueblos y, en especial, por la defensa de los principios éticos no negocia-
bles (n° 504).
Acepta consagrar tu vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de im-
plantar la Iglesia en el mundo. Recobra el ardor y la audacia apostólica (n°
552).

46
PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Me influye mucho lo que piense de mí la gente, cuando me ve traba-


jando en las "cosas de la Iglesia"? ¿Me da pena? ¿Cómo lo supero? ¿Me remito
con frecuencia a la llamada de Dios, a través de su Iglesia, para no trabajar
por mi cuenta y riesgo?
2. ¿Me voy convenciendo cada vez más de la validez de lo que anuncio,
tanto para mi propia vida como para la vida de los demás? ¿Voy descubrien-
do en la "vida según el evangelio" un estilo de ser y de obrar que merece la
pena? ¿Me da confianza este descubrimiento, a la hora de proponerlo a los
demás?
3. ¿Siento que hago las cosas por rutina? ¿Me siento con ánimos para pen-
sar y proyectar caminos que nos lleven a todos a llegar a las personas que no
se acercan o que lo hacen de tarde en tarde? ¿Tengo alguna experiencia de
anuncio del evangelio a personas más alejadas? ¿Cuáles me parece que son las
causas del miedo a salir de lo "trillado" de cada día, en mi propia tarea?

ORACIÓN
Señor Jesús, enviado por el Padre a anunciar el evangelio del Reino a
todos los hombres, que seamos obedientes al envío que nos haces, por en-
cima de nuestros respetos humanos, de nuestras rutinas o de nuestras nos-
talgias de tiempos pasados.
Fortalece nuestro corazón, para que no caigamos en la tentación de
dudar del mensaje que pones nuestras manos y en nuestros labios; da an-
chura a nuestro horizonte y amplitud a nuestras miras; que sintamos las
urgencias salvadoras que nuestro mundo nos plantea; haz que percibamos
nuestra tierra como lugar de entrega y compromiso. AMEN

47
UNIDOS
OBJETIVOS

1. Percibir la comunión eclesial como un don que nos urge en la tarea dia-
ria. La comunión es gracia y tarea, y tiene como efecto la corresponsabilidad
y la coordinación cordial de todos nuestros trabajos en torno a los criterios
evangelizadores de nuestra Iglesia.
2. Tomar conciencia de la totalidad de la misión que tiene que realizar la
parroquia, evitando los grupos cerrados y enquistados.
3. Promover un "afecto colegial" en todos los evangelizadores, que se ma-
nifieste en la disponibilidad para un trabajo conjuntado. Crear conciencia de
que, entre todos, llevamos la responsabilidad de una misión común, por enci-
ma de la necesaria "parcelación del trabajo".

51
UNIDOS

La unidad que estás llamado a


mantener en tu trabajo pastoral y la
comunión desde la que debes traba-
jar, no son una simple estrategia que
te permite ser más eficaz o que tie-
ne como resultado que te rinda más lo
que haces.
Antes que la unidad que tú consi-
gues con tu esfuerzo y con tu colabo-
ración está la comunión que Dios te
regala. Esa comunión, regalada por
Dios, es tu Iglesia, tu comunidad. Fí-
jate: nada menos que una participa-
ción en la unión-comunión del mismo
Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu San-
to. ¡Casi nada!: tu comunidad es una
especie de imagen de la comunión de
la misma Trinidad. Como bautizado, a
través del sacerdocio común del Pue-
blo de Dios, estás llamado a transmi-
tir la comunión con la Trinidad, pues
"la evangelización es un llamado a la

21 participación de la comunión trinita-


ria" (n° 157). Como sucedió con los
apóstoles y discípulos, también hoy el
encuentro de los discípulos con Jesús,
en la intimidad, es indispensable para
alimentar la vida comunitaria y la actividad misionera (n° 154).
Por eso, trabajando por la comunión y la unidad, estás trabajando por la
existencia misma de tu comunidad cristiana. Estás haciendo que se manifies-
te en la vida lo que ya somos por gracia del Señor. No olvides nunca que el
misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la
Iglesia... La comunión de los fieles y de las Iglesias particulares en el pueblo
de Dios, se sustenta en la comunión con la Trinidad (n° 155).
Desde la comunión eclesial que vives que te duela el que muchos bautiza-
dos vivan, de hecho, fuera de esa comunión, de forma muy esporádica. Que
la intensidad de la comunión que vives les invite a profundizar su fe y a par-
ticipar más plenamente en la vida de la Iglesia (n° 160).

53
UNIDOS

Pero ser una comunidad unida no


significa ser una comunidad "unifor-
mada". La uniformidad es algo externo
...LA ¿ümük);0K) se PABeoe
t\ ÍA ÜWi&AD t>eLC06ttSt>... (la misma forma=uniforme); la unidad
es interior. La unidad que promueves
se parece a la unidad del cuerpo: son
muchos y diferentes los miembros que
forman un solo cuerpo. Todos ellos ne-
cesarios y complementarios. Pero no
todos tienen la misma función, aun-
que todos tienen alguna.
No tener función alguna es no res-
ponsabilizarse de nada en la marcha
de la comunidad. Ese es el mayor pe-
cado de omisión en contra de la uni-
dad. Si todos tomáramos esa actitud,
¿qué miembros habría para formar un
solo cuerpo? Si reconoces en la prácti-
ca la unidad orgánica y la diversidad
de funciones, asegurarás mayor vita-
lidad misionera y serás signo e instru-
mento de reconciliación y de paz para

22 nuestros pueblos (n° 162).


Siéntete necesario y complemen-
tario en el conjunto del trabajo de tu
parroquia, movimiento, comunidad o
asociación apostólica. No pongas ex-
cusas, intentando convencerte de que es poco lo que puedes aportar. Tu
aportación no se mide por la cantidad. Lo que cuenta es tu espíritu de entre-
ga y la ilusión, el esfuerzo y la calidad que intentas poner en tu trabajo.
Ten siempre en cuenta que la diversidad de carismas, ministerios y ser-
vicios abre el horizonte para el ejercicio cotidiano de la comunión, a través
de la cual los dones del Espíritu son puestos a disposición de los demás, para
que circule la caridad... Desarrolla tus dones en unidad y complementarie-
dad con los de los otros. Con todos los demás, formas un único Cuerpo de
Cristo (n° 162).
Como bautizado, eres portador de dones que debes desarrollar en unidad
y complementariedad con los de los otros, a fin de formar el único Cuerpo
de Cristo, entregado para la vida del mundo (n° 162).

54
UNIDOS

Y piensa que antes que la unión


para una misma tarea está la unión en
una misma vida. Por las venas de cada
uno de los creyentes es como si circu-
lara la misma sangre: el Espíritu del
Señor, derramado en cada uno de no-
sotros para formar un solo cuerpo.
Los lazos de unión, comprensión,
amistad, perdón y ayuda mutua que
de ahí se derivan son muy fuertes; a
veces, más fuertes que los mismos la-
zos familiares. Recuerda que al recibir
la fe y el bautismo, acoges la acción
del Espíritu Santo... Como bautizado
y bautizada estás llamado a transmi-
tir la comunión con la Trinidad, pues
"la evangelización es un llamado a la
participación de la comunión trinita-
ria" (n° 157).
Recuerda que tu vocación al disci-
pulado es con-vocación a la comunión

23
en tu Iglesia... Tu Iglesia te da una fa-
milia: la familia universal de Dios en
la Iglesia católica. Tu fe te libera del
aislamiento de tu yo, porque te lleva
a la comunión (n° 158).
Realiza esa experiencia de frater-
nidad en el Señor y gustarás la alegría de vivir los hermanos unidos. La vida
de los creyentes se ha podido comparar a la vida de una familia. Con tu ta-
rea evangelizadora colaboras a la "unión de la familia de los hijos de Dios".
No regatees esfuerzos. Pide constantemente al Señor un corazón disponible
para la fraternidad y apasionado por la unidad.
Toma parte activa y creativa en la elaboración y ejecución de los proyec-
tos pastorales a favor de la comunidad..., para ser tenido muy en cuenta con
un espíritu de comunión y participación (n° 213).
Formas parte de una Iglesia que es comunión en el amor. Esa es su esen-
cia y el signo por el que será reconocida como seguidora de Cristo y servido-
ra de la humanidad (n° 161). ¡Que sus divisiones, tus vanidades, tus enojos y
deslealtades no rompan nunca la comunión de tu Iglesia!

55
UNIDOS

No podrás colaborar bien a la uni-


dad del cuerpo, si tienes en tu cabe-
...c.6t£&fiAR .-rm&Mí-nfz- za la idea de un "cuerpo mutilado".
v \iwiR ua f e . . . Dicho sin imágenes: difícilmente co-
laborarás a la unidad de tu propia co-
munidad, si no tienes una idea clara
de todo lo que ella es y de cual es la
totalidad de su misión y de todo lo que
se necesita para llevarla a cabo.
Si pensaras que lo que tiene que ha-
cer tu parroquia o tu comunidad cris-
tiana es sólo celebrar el culto y pres-
tar dignamente los servicios religiosos;
añadiendo sólo la catequesis de los ni-
ños para que puedan hacer la prime-
ra comunión; o, a lo sumo, piensas que
también es necesaria Cáritas para aten-
der los casos de mayor necesidad...,
estás achicando su misión, y, por eso,
no te cuadra que haya otro tipo de pre-
ocupaciones y de actividades.

24
Celebrar la fe, transmitir la fe y vi-
vir la fe, transformando con su fuerza
la vida personal y social, abre un aba-
nico inmenso de necesidades y tareas,
todas ellas necesarias para ser fieles a
la encomienda del Señor. Ten una vi-
sión amplia de la misión de la Iglesia y tendrás el ámbito justo para trabajar
por la unidad, sin estrechez de miras y sin descalificaciones precipitadas de
personas y grupos.
No olvides que todo proceso evangelizador implica la promoción humana y
la auténtica liberación cristiana, "sin la cual no es posible un orden justo en
la sociedad" (n° 399). Ten siempre en cuenta que para la Iglesia, el servicio
de la caridad, igual que el anuncio de la Palabra y la celebración de los sacra-
mentos, es expresión irrenunciable de su propia esencia" (n° 399).
Ten en cuenta que tu Iglesia no puede replegarse en los templos y en los
servicios "religiosos". La Iglesia a la que perteneces no dejará nunca de pre-
ocuparse por el bien común de los pueblos y, en especial, por la defensa de
los principios éticos no negociables por estar arraigados en la naturaleza hu-
mana (n° 504).

56
UNIDOS

Esto no quiere decir que tú lo ten-


gas que hacer todo. Pero sí debes te-
...ES MecssABfiTeteR. ner una clara visión del conjunto, de
Wk xliSiÓNl pg CokEWAJTO... la totalidad de la misión de tu parro-
quia o de tu comunidad cristiana, in-
cluso para saber descubrir lo que'aún
falta por hacer, o lo que se hace mal.
Pero en la tarea diaria, cada uno
concretamos nuestro cometido, te-
niendo en cuenta nuestras posibili-
dades, nuestras habilidades y aquello
para lo que el Señor nos ha dado una
inclinación preferente. Eso sí, ¡atento
a pensar en tus posibilidades y en tu
disponibilidad en función de las nece-
sidades, y no al revés!; ¡atento a no
descalificar otras opciones distintas a
la tuya, a no perder nunca la visión glo-
bal de la acción de tu parroquia, movi-
miento, comunidad o asociación apos-
tólica!
Un buen discípulo misionero sien-
te como propia la tarea del resto de
los evangelizadores; está disponible
al encuentro, al diálogo, a ver la rea-
lidad del mundo y la respuesta de la
, . t , parroquia o de la comunidad cristiana
P t0S
mentarl^ T "Sta V deSde
° t r a S P ^ P a c l o n e s «téstate comple
mentarías con las propias.
Promueve y participa en encuentros y reuniones para programar juntos la
ccion pastoral del conjunto; da vida, con tu participación activa y e s Z u
lante, a los canales de comunión y participación de la propia parroquia (Con-
sejos de Pastoral, Foros de comunicación y diálogo...), haciendo Z loposi-
ble para que no queden reducidos a instituciones simplemente de nombre

, virosa \"no Í S f Í S p C O m ° ? d e Un
° pastora{ pánica, renovada
y vigorosa (n 169). Recuerda que, en ella, la variedad de ministerios ser-
vaos y organizaciones se orientan a un mismo proyecto misionero, para co-
municar vida en el propio territorio... Insértate activamente en la pastoral
E
f 5 l l a r d ° ° eVünSelÍZar de Un mod° Córneo e
ntesradojn 169). Como discípulo misionero, sé un apasionado de la espiri-
H
-jalidad diocesana.

57
UNIDOS

Estimulado por el espíritu de co-


munión tienes que salir del ámbito,
siempre reducido, de tu propia comu-
nidad o movimiento, y del ámbito de
tu propia parroquia. Las parroquias no
son instituciones sociales para compe-
tir unas con otras; son todas ellas co-
munidades cristianas en las que, por
necesidades geográficas (la disemina-
ción en el mundo rural) o de densidad
de población (en los núcleos urbanos
mayores), se hace presente la comu-
nidad eclesial matriz, que es la dióce-
sis o Iglesia particular.
Presidida por el Obispo, sucesor de
los Apóstoles, ella es la Iglesia de Je-
sucristo en nuestro territorio. La uni-
dad que estamos llamados a promover
dentro de nuestra Iglesia diocesana no
es puramente administrativa. Forma
parte de lo que somos como Iglesia.

26
Antes que feligreses de tal o cual
parroquia, antes que miembros de tal
comunidad o movimiento, somos par-
te viva de nuestra Iglesia diocesana y
tenemos en el Obispo a nuestro genui-
no Pastor. El conjunto de sacerdotes
que forman nuestro presbiterio diocesano son como su prolongación para el
cuidado pastoral de toda nuestra Iglesia.
No son "sacerdotes de nuestra parroquia"; son "sacerdotes de nuestra
Iglesia diocesana" al servicio de nuestra parroquia, de nuestra comunidad o
movimiento. Cuando el discípulo misionero no vive con esta amplitud de mi-
ras, tiende a apropiárselo todo en beneficio de su propia parcela, despreocu-
pándose de las necesidades de otras comunidades y de la misma Iglesia.
No olvides que la vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana
(n° 164). Siente el gozo de saber y experimentar que el discipulado y la mi-
sión siempre suponen la pertenencia a una comunidad (n° 164). La experien-
cia de tu salvación no por tu cuenta y riesgo, sino dentro del Pueblo de Dios
distingue tu vocación cristiana de un simple sentimiento religioso individual
(n° 164). La experiencia de tu fe la vives siempre en una Iglesia particular
(n° 164). Colabora a que tu Iglesia particular se renueve constantemente en
su vida y ardor misionero (n° 167).

58
UNIDOS

En la responsabilidad pastoral que


tiene el obispo sobre toda la Iglesia
„.&. waciFResTAicSo... diocesana está el origen y fundamen-
to de su preocupación porque todos
avancemos conjuntamente en la res-
puesta misionera que tenemos que
dar al momento presente.
Las líneas pastorales diocesanas,
los proyectos diocesanos comunes de-
ben ser "tus líneas pastorales" y "tus
propios proyectos". Como buen dis-
cípulo misionero, no puedes "pasar"
de ellos, haciendo tu propia batalla.
La necesidad de concretarlos, de dar-
les realismo, de adaptarlos a las con-
diciones específicas de la situación o
del sector en los que trabajas no sig-
nifica que pastoralmente vayas por tu
cuenta, como un francotirador valero-
so, pero solitario. En la pastoral no hay
"trabajadores autónomos", todos so-
mos
^ ^ w^m "trabajadores por cuenta ajena".

M / Armonizar tu propio trabajo no


Amk # sólo en la parroquia, sino en el deca-
nato, significa buscar en él un ámbito
más amplio que el estrictamente pa-
„ « . .. , . , rroquial, o el de tu propia comunidad
o asociación eclesial, y es ya un paso importante de comunión y apertura a
la realidad de la Iglesia diocesana. Trabajar unidos, a nivel de decanato sig-
nifica respetar las características de la zona pastoral y responder a ellas con
coherencia y con comunión de criterios.
Sólo así puedes participar de la vocación de tu diócesis que, en todas las
comunidades y estructuras, está llamada a ser "comunidad misionera" (n°
168). Con tu Iglesia y desde tu Iglesia, sal al encuentro de quienes aún no
creen en Cristo en tu propio territorio y responde a los problemas de la so-
ciedad en la cual estás inserto (n° 168). Preocúpate también de todos los
bautizados que no participan en la vida de las comunidades cristianas (n°

Recuerda la necesidad que tienes de un estilo, unas estructuras un len-


guaje y unas prácticas pastorales que sean adecuados y que apuesten por
^tenticos procesos de iniciación cristiana, para el fortalecimiento de la fe
->1o).

59
UNIDOS

A través de tu obispo, que es tam-


bién obispo de la Iglesia universal jun-
to a todos los obispos del mundo, pre-
sididos por el Papa, obispo de Roma,
formas parte de la comunión univer-
sal de la Iglesia, una, santa católica y
apostólica.
En un discípulo misionero, esa co-
munión no es sólo afectiva, sino efec-
tiva. Se traduce en una atención per-
severante a no romperla nunca, desde
"estrecheces provincianas", doctrina-
les o prácticas.
Sentirte solidario con todas las
Iglesias, el servicio misionero, com-
partir con las Iglesias más necesitadas,
conocer y apoyar a las Iglesias que tie-
nen que hacer frente a problemas so-
ciales y humanos de especial enverga-
dura..., todo ello va haciendo univer-
sal tu corazón de discípulo misionero

28
e imprime en toda tu actividad pasto-
ral un talante de apertura, capaz de
contagiar un amor sin fronteras. Para
no caer en la trampa de encerrarte en
ti mismo, debes formarte como discí-
pulo misionero sin fronteras, dispues-
to a ir a 'la otra orilla', aquella en la que Cristo no es aún reconocido como
Dios y Señor, y la Iglesia no está todavía presente (n° 376).
Piensa que la vocación al discipulado misionero es con-vocación a la co-
munión en tu Iglesia; que no hay discipulado sin comunión (n° 156). Muchas
veces, habrás oído decir: "Cristo, sí; Iglesia, no". Ante la tentación de ser
cristianos sin Iglesia, y de las nuevas búsquedas espirituales individualistas,
recuerda que la fe en Jesucristo te llegó a través de la comunión eclesial y
ella nos da una gran familia, la familia universal de Dios en la Iglesia cató-
lica (n° 156).
Meterte en la misión significa que forjes un corazón universal, abierto a
todas las culturas y verdades, mediante el cultivo de tu capacidad de con-
tacto humano y de diálogo (n° 377).

60
UNIDOS

La fuente viva de la comunión en la


Iglesia es la Eucaristía. Por ella nace y
crece la Iglesia. Participando del mis-
... iA 6\JCAR;ST\A
' eseL MoMexno
FE\M¡t£6\A-to> P6 ¿OHÜMÍ0U.- mo pan, todos nosotros formamos un
solo cuerpo. Los distintos trabajos,
servicios y ministerios que realizamos
en nuestra tarea pastoral reciben de
la Eucaristía la fuerza de cohesión ne-
cesaria para ser realmente "trabajos
por el evangelio".
En la celebración eucarística, la
comunidad parroquial celebra su vida
en Cristo (n° 175). La Eucaristía es,
además, una fuerte exigencia de sa-
lida hacia el mundo.- La muerte y la
resurrección de Jesús, realmente pre-
sentes en el pan y el vino compartidos,
son un regalo de vida entregada para
la salvación de todos. La celebración
•aDwt de la eucaristía dominical debe ser, en
tu parroquia, una expresión gozosa de

29
acogida y de compromiso.
Como discípulo misionero, debes
encontrar en ella ta fuerza de tu co-
munión y entrega "para la vida del
mundo". Recuerda que la Eucaristía
te
plantea la exigencia de una evan-
gelizacion integral..., respondiendo a las grandes necesidades de nuestros
pueblos..., haciéndote samaritano..., concretando en signos solidarios el com-
promiso social..." (n° 176).

Una comunidad eucarística no puede ser ajena a los grandes sufrimientos


que vive la mayoría de nuestra gente... (n° 176). Como auténtico discípulo
misionero estas llamado a unificar la preocupación por la dimensión trascen-
dente del ser humano con la preocupación por todas sus necesidades concre-
tas (n° 176).
En la eucaristía no son comunes sólo los dones del pan y el vino, son tam-
bién comunes todos los ministerios, carismas y servicios que en el'los se ali-
mentan y se traban en comunión fraterna.

61
UNIDOS

La comunión de unos con otros es


por sí misma evangelizadora. Jesús pi-
dió al Padre que los apóstoles y no-
sotros fuéramos "uno", para que el
mundo crea. No llevamos entre manos
una comunión cerrada; no pretende-
mos construir con ella un "lugar cáli-
do" donde refugiarnos de la inclemen-
cia de la intemperie.
La comunión en la misma confe-
sión del Señor, en la misma vida del
Espíritu, en los mismos sacramentos,
en la misma tarea evangelizadora...
es para ofrecer al mundo un mismo
mensaje esperanzador: en Jesús el
hombre puede salvarse.
Cuando los discípulos misioneros
andamos divididos o dividimos a nues-
tras comunidades, cuando vivimos
una comunión fría, más jurídica que
personal, cuando no rezumamos el

30
gozo de la fraternidad, es muy difícil
que nuestro anuncio contagie. La co-
munión es un don de la misión y para
la misión. Sólo cuando produce admi-
ración ("mirad cómo se aman") tiene
fuerza misionera.
No olvides que la Iglesia crece no por proselitismo, sino "por atracción":
como Cristo "atrae todo a si" por la fuerza de su amor, la Iglesia "atrae"
cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesucristo serán reconoci-
dos, si se aman unos a otros como Él nos amó (n° 159). Piensa en cómo pue-
des colaborar para que la Iglesia sea, en verdad, comunión en el amor. Ésta
es su esencia y el signo por el cual está llamada a ser reconocida como segui-
dora de Cristo y servidora de la humanidad (n° 161).
Por eso, es necesario renovar las estructuras parroquiales para que, en
la parroquia, sus miembros se sientan discípulos y misioneros en comunión.
La parroquia acoge, celebra y anuncia la Palabra, haciéndose fuente since-
ra de discipulado misionero. No es una "agencia de servicios religiosos" (cfr
n° 172).

62
PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Descubro en la comunión de unos con otros un regalo, o la veo como


una "imposición jurídica"? ¿Percibo y vivo las diferencias en tareas y trabajos
como complementarias o como excluyentes? ¿Tengo tendencia a pensar que
sólo lo que yo hago tiene importancia?
2. ¿Percibo la raíz de nuestra unidad en el hecho de que todos participa-
mos del mismo Espíritu de Jesús? ¿Soy sensible y me muestro disponible a re-
conocer y ayudar el trabajo de los otros? ¿Tengo una visión del conjunto de
todo lo que hay que hacer como Iglesia, o me reduzco a lo que yo hago? ¿Des-
califico el trabajo de los demás, porque no lo hago yo? ¿Colaboro en la puesta
en práctica de los planes pastorales parroquiales, decanales y diocesanos?
3. ¿Me siento unido a la Iglesia universal? ¿Cómo concreto mi preocupa-
ción universal? ¿Qué sentido de universalidad doy a la celebración de la Eu-
caristía; o busco su celebración con egoísmo personal o de grupo? ¿Me doy
cuenta de la importancia que tiene para la tarea evangelizadora vivir la co-
munión eclesial? ¿Cómo promuevo en la práctica esa comunión: uno, enfren-
to, recelo, sospecho, critico...?

ORACIÓN
Señor Jesús, que dejaste en la unidad de tus discípulos un signo visible
de la verdad de tu mensaje, haz que, superando nuestras divisiones y en-
frentamientos, demos el testimonio de hermanos que se quieren, se per-
donan y se ayudan;
que no actuemos llevados por nuestros intereses personales o de gru-
po, que sepamos construir la comunión, superando nuestras visiones par-
ciales, y sintiendo pasión por la comunión en tu Iglesia. Quita de nuestro
corazón los prejuicios que nos cierran, haznos abiertos al trabajo de los
demás, y disponibles a la tarea común que nos encomiendas. AMEN.

63
OBJETIVOS

1. Inspirar en el discípulo misionero una actitud confiada, teniendo en


cuenta precisamente las dificultades especiales de la tarea, hoy.
2. Provocar una confianza en todas las direcciones: confianza en Dios, en
el Evangelio como oferta salvadora, en los hombres y mujeres de nuestro
tiempo como destinatarios, en el mismo evangelizado^ en la comunidad a la
que pertenece...
3. Conseguir un evangelizador abierto, capaz de reconocer lo bueno y no-
ble que hay en el corazón y en los proyectos humanos como verdadera "pre-
paración del evangelio".

67
confiados

La tarea evangelizadora te exige


hoy, y con urgencia, tener confianza.
Porque tienes más dificultades, por-
que te asaltan más dudas y te sien-
tes tentado a no complicarte más la
existencia..., pero, sobre todo, por-
que sientes a tu alrededor mucha más
indiferencia, cuando no hostilidad, al
mensaje que intentas transmitir.
Cuando se te pide que no te que-
des encerrado en el templo, que sal-
gas al mundo, a la vida, a los ambien-
tes donde vives, sufres, esperas, amas
y luchas con los hombres y mujeres de
tu pueblo... sientes dentro de ti una
especie de inseguridad: "voy a ir, pero
no me van a escuchar". Y experimen-
tas la tentación de colaborar sólo con
aquello que no te pide la salida ha-
cia fuera. Por eso, en medio de este
mundo, te acercas a Jesucristo con in-
certidumbres en el corazón, pero con

31 la confianza de quien, en su confesión


como Hijo de Dios, encuentra en Él el
Camino, la Verdad y la Vida... A Él le
dices de corazón: "tú solo tienes pa-
labras de vida eterna" (n° 101).
Y ese mismo Señor te sigue preguntando, hoy: "¿a quién enviaré?", "¿quién
irá por mí?". Recuerda que al participar en esta misión caminas, como discí-
pulo, hacia la santidad. Vivir la santidad en la misión te lleva al corazón del
mundo (n° 148). Y es que no hay vuelta de hoja: para anunciar el evangelio
hay que salir al mundo, que es su destinatario.
Como discípulo de Jesús, reconoce en Él al primer y más grande evange-
lizador enviado por Dios (n° 103). Y ten así la confianza de sentirte acompa-
ñado.
Ten confianza al impulsar tu "salida misionera": no puedes quedarte tran-
quilo en espera pasiva en tu templo; urge que acudas en todas las direccio-
nes, para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra; que
el amor es más fuerte (n° 548).

69
confiados

Necesitas confianza en Dios. Sin


esa confianza tienes el peligro de ha-
certe un discípulo misionero prepo-
tente, impositivo, intolerante, agresi-
vo..., porque crees que estás defen-
diendo tus propios "intereses", y, al
verlos rechazados, te enojas y reac-
cionas atacando.
Quien pone su confianza en Dios lo
hace desde su propia experiencia de
ser pobre, pecador, perdonado, ne-
cesitado. Cuando te sientes así en tu
vida, experimentas la necesidad de
apoyarte en Dios, de hacer de Él tu
roca, tu alcázar, tu refugio, tu baluar-
te... Descubres que creer es fiarte de
Dios para construir tu vida desde Él; y
te llegas a convencer de que Él actúa,
aunque las apariencias engañen..
Si miras la historia de la salvación,
descubres el estilo de tu Dios: sale de

32
sí, para llamarte a participar de su
vida y de su gloria..., para que experi-
mentes la singular experiencia de tu
comunión con Él (n° 129).
Tu confianza en Dios te dará pa-
ciencia en tu trabajo pastoral. La ne-
cesitas. No para fomentar la pereza; sí, para no ponerte nervioso cuando ves
que las cosas no van como tú mismo las habías diseñado. El diseño no es tuyo;
es de Dios. Y, a veces, te puede desconcertar.
Recuerda que la fuerza de este anuncio de vida será fecunda si lo haces con
las actitudes del Maestro... Invoca al Espíritu Santo para poder dar un testimo-
nio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad, solida-
ridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y
capacidad de compartir, como Jesús lo hizo... Eres su discípulo/a, llamado a na-
vegar mar adentro para una pesca abundante. Se trata de salir de tu conciencia
aislada y de lanzarte, con valentía y confianza (parresía), a la misión de toda
la Iglesia (n° 363).

70
confiados

Tienes que confiar sin límites en el

r Evangelio, no sólo como una doctrina,


sino como un estilo de vida. Si dudas
de la fuerza salvadora del Evangelio,
estás al cabo de la calle. Realizarás tu
tarea sin convencimiento.
Tu confianza en el Evangelio crece
a medida que tú mismo vas haciendo
la experiencia de que, tomado como
•«caffiAf? norma de tu propia existencia, funcio-
na, porque te sientes como una cria-
EIMXUQ...
tura nueva. No se trata sólo de que
"cumplas" los mandamientos (de que
"no robes ni mates" como dicen mu-
chos de nuestros paisanos); tu con-
fianza en el Evangelio tiene que dar-
te un talante, una manera espontánea
de vivir desde valores que pongan en
movimiento todo lo bueno que llevas
en tu propio corazón.
Llegarás a percibir que en el Evan-
gelio de Jesús has encontrado un teso-
« rf ro por el que merece la pena vender-
lo todo. Si no tienes esa persuasión,
toda tu vida, incluida tu tarea pasto-
ral, irá a remolque, y todo lo que ha-
gas lo harás a regañadientes. Estás,
sin embargo, llamado a experimentar y a anunciar que conocer a Jesús es el
mejor regalo que puede recibir cualquier persona; que haberlo encontrado
es lo mejor que te ha ocurrido en la vida y que darlo a conocer con tu pala-
bra y tus obras es tu gozo (n° 29).
Ahonda en la Buena Nueva de tu filiación divina: eres hijo de quien, por
amor, te ha hecho su morada, aun cuando peregrinas todavía por este mundo
(n° 109). Así de íntimo es Dios para ti mismo. De Dios recibes tu propia voca-
ción, tu propia libertad, tu propia originalidad. Son dones suyos para la ple-
nitud y el servicio al mundo (n° 111). ¡No tengas miedo! ¡No le tengas mie-
do!: el mal y la muerte no tienen la última palabra... El amor es más fuerte...
Has sido liberado por la victoria pascual del Señor (n° 548).

71
confiados

A medida que vas haciendo esa ex-


periencia de vida evangélica, aumen-
tará también la confianza en la ofer-
ta que haces a los demás, cuando les
propones el Evangelio como posibili-
dad de salvación de su existencia. Tu
contacto con la gente te muestra que,
de una manera u otra, los hombres
queremos salvar cosas en la vida (las
que nos dan gozo y alegría) y salvar-
..CoNfiAK nos a nosotros mismos (contra todo lo
ÉiJSL que nos hace sufrir, nos limita y nos
ffiiMO...
suprime). Que todos los caminos que
tomamos son intentos de salvación,
incluso aquellos que nos pueden pare-
cer más raros y extravagantes, inclu-
so errados y desviados (la droga, el al-
cohol, el "pasotismo", la posesión de
cosas y de personas...).
La oferta del Evangelio de Jesús
como "camino, verdad y vida" no la
haces al margen de todos estos tan-

34 teos salvadores que el hombre realiza


afanosamente. No predicas una espe-
cie de "añadido" a la vida del hom-
bre; le ofreces una salida al sentido
mismo de su existencia.
Fíjate: incluso aquellos que no crean, deben percibir en tu oferta una
fuerza humanizadora, capaz de provocar un primer acercamiento, lleno de
respeto y esperanza. Pero debes estar convencido de que tu oferta tiene que
ver con la vida concreta de la gente.
Recuerda que nada de lo humano te puede resultar extraño, que Jesu-
cristo es la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas
humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad, la felicidad,
la justicia y la belleza. Parte del hecho de que se trata de las inquietudes
que están arraigadas en el corazón de toda persona y que laten en lo más
humano de la cultura de los pueblos. Acostúmbrate así a descubrir las semi-
llas del Verbo: todo signo auténtico de verdad, bien y belleza en la aventura
humana viene de Dios y clama por Dios (n° 380).

72
CONFIADOS

Un buen discípulo misionero con-


fía plenamente en los hombres y mu-
jeres, destinatarios del anuncio del
Evangelio. Se nos está diciendo hasta
la saciedad que el hombre de hoy es
duro para creer, que está muy orgu-
lloso de sí mismo y que ha arrincona-
do a Dios en el baúl de los recuerdos.
Y, sobre todo, que no echa de menos
a Dios para organizar su vida personal
y social. Es uno de los desafíos más
grandes para tu tarea de discípulo mi-
sionero, hoy.
Podrías simplemente darte por
vencido, persuadido de que no hay re-
medio; podrías reducirte a dar a este
hombre secularizado las respuestas
que te pide para continuar dando a
ciertos momentos de su vida un bar-
niz religioso (nacimiento, matrimo-
nio, muerte).
^ ^m Pero, a pesar de todo, puedes se-
« guir confiando en que el hombre de
hoy no ha perdido la capacidad de pre-
guntarse por las cuestiones fundamen-
tales de su existencia, que lo abren a
la respuesta del Evangelio. Sólo que
debes tener la osadía de hurgar para que afloren. En medio de tanta indife-
rencia provocada por el momento cultural, puedes descubrir, sin embargo,
aspectos positivos: el valor fundamental de la persona, de su conciencia y
experiencia... Encontrarás en mucha gente, aun no creyente, la búsqueda del
sentido de la vida y la trascendencia..., la sencillez y el reconocimiento en lo
débil y pequeño de la existencia... El reconocimiento del valor de la persona,
que puede abrir nuevos horizontes, en los que la tradición cristiana adquie-
re un nuevo valor..." (n° 52).
Con Aparecida, mira positivamente y con verdadera empatia las distin-
tas formas de cultura presentes en el Continente... El encuentro de la fe con
las culturas las purifica, permite que desarrollen sus virtualidades, las enri-
quece, pues todas ellas buscan, en última instancia, la verdad que es Cristo
(n° 477).

73
confiados

Tu tarea de discípulo misionero


tiene, pues, mucho que ver, hoy, con
tu capacidad para suscitar en la gen-
te las preguntas fundamentales de su
vida. El malestar que experimentan
muchos evangelizadores procede de
estar dando respuestas a preguntas
que nadie se hace.
Tú mismo puedes tener la sensa-
ción personal de que, cuando te has
aprendido la respuesta, te has olvi-
..OüJíW.
&}LA dado de la pregunta. No te sientes a
\J¡tA- gusto con una evangelización de "res-
puestas hechas" frías, desencarnadas,
sin vida. Percibe ahí una llamada a la
"evangelización de la pregunta".
Hay que llegar a ese nivel y, si las
preguntas están dormidas, emplear-
se a fondo en un "ministerio de la
inquietud". Una cosa sería impres-
cindible: que los discípulos misione-
ros no hayamos dado por canceladas
nuestras propias preguntas, insta-
lándonos en la rutina y en el mero
aprendizaje.
Toma buena nota de todo lo que
en la cultura actual puede adormecer
las preguntas, y date cuenta de que a nuestra cultura parece faltarle un sen-
tido completo y unitario de la vida humana que ni la ciencia ni la política ni
la economía ni los medios de comunicación podrían proporcionarle (n° 41).
Sin miedos, hay que hacer que el hombre se pregunte, reavivando las pre-
guntas que ya lleva dentro de sí mismo, y haciéndole caer en la cuenta de
las preguntas nuevas a las que le abre el Evangelio, hasta llegar a percibirlas
como propias. Si no vamos por aquí, la evangelización no llegará a la entra-
ña misma del corazón humano. Para ello debes cuidar de no utilizar lengua-
jes que sean poco significativos para la cultura actual y, en particular, para
los jóvenes... Pudiera ser que los lenguajes que utilizas no tengan en cuenta
los cambios (n° 100).

74
confiados

El hombre no se preocupa sólo de


sí mismo; con más o menos intensidad
y compromiso, se ha preocupado tam-
bién de los demás, y también se pre-
ocupa hoy, a pesar del individualismo
cultural, que tiende a aislarlo de todo
proyecto común.
Si no se descubren motivos fuer-
tes para ser solidarios, la lucha entre
egoísmo y solidaridad caerá siempre
...GOAhFiAK
del lado del egoísmo. En los esfuer-
PWfecTo zos por hacer una sociedad más justa
-HüMAM)-.
e igualitaria, más democrática y par-
ticipativa, más abierta a los pueblos y
países pobres... descubre el discípulo
misionero un motivo de confianza en
la orientación fundamentalmente so-
lidaria de muchos proyectos políticos
y sociales y, sobre todo, de muchos
movimientos populares que expresan
es* lo más noble del corazón humano.
^ ^ Lejos de estar ajeno a todo lo bue-
'J # no y noble que expresa el sentido de
m solidaridad humana, el discípulo mi-
sionero descubre la fuerza solidaria
del Evangelio que proclama, y la con-
versión al hermano que exige; y no
deja de aportar lo que es específico de su fe evangélica: el arraigo de la fra-
ternidad en la entraña misma de la revelación de Jesús: que Dios es Padre de
todos, y que la fraternidad universal no es un simple deseo, sino la expresión
necesaria de la filiación acogida y vivida.
Recuerda que de tu fe en Cristo brotan también la solidaridad, la frater-
nidad y el servicio que tienen que manifestarse en opciones y gestos visibles,
principalmente en la defensa de los más vulnerables y excluidos... Acompá-
ñalos en sus esfuerzos por ser sujetos de cambios y transformación de su si-
tuación (n° 394).
Es preciso que fomentes la proximidad, la fraternidad y la solidaridad
entre los pueblos. La construcción de una casa común no es ajena al anuncio
del Evangelio. Colabora en la unidad y haz que se vea enriquecida por las
muchas diversidades locales, nacionales y culturales (n° 526).

75
CONFIADOS

Vive asi la oferta del Evangelio; no


como confrontación, sino como ilumi-
nación y fecundación de todo lo bue-
no, lo noble y lo bello que descubres
a tu alrededor. Cuando, desde tu con-
dición de discípulo misionero, tengas
que denunciar situaciones y compor-
tamientos contrarios al Evangelio, ha-
zlo siempre con una actitud que esti-
mule el crecimiento y el progreso del
...catPtR. hombre en todas sus dimensiones.
£t¡€L
5€P,
•HUMaiJO- El Evangelio no es nunca "anti-hu-
mano", aunque sí choca con concep-
ciones que reducen al hombre y su vo-
cación desde miras puramente mate-
riales y egoístas. No olvides que una
determinada concepción del hom-
bre, de su vocación y de su destino
es imprescindible para que germine la
tJflwr- siembra del Evangelio.
Esa concepción de hombre es una

38
gran aportación que haces como dis-
cípulo misionero, incluso a quienes no
acojan el Evangelio desde la fe. Ten
confianza en el modelo de hombre
que promueves desde tu tarea evan-
gelizados. Como discípulo de Jesús y
anunciador de la Buena Nueva, estás llamado a iluminar con la luz del Evan-
ge lio todos los ámbitos de la vida social (n° 501).
Como discípulo misionero, haz tuyas las palabras de Juan Pablo II: ¡no te-
man! ¡Abran más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!... quien
deja entrar a Cristo no pierde nada, absolutamente nada, de lo que hace la
vida libre, bella y grande... ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas
de la vida..., las grandes potencialidades de la condición humana... Sólo con
esta amistad experimentamos lo que es bello y nos libera ¡No tengan miedo
a Cristo! Él no quita nada y lo da todo (n° 15).
Recuerda que la vida en Cristo toca al ser humano entero y desarrolla en
plenitud la existencia humana en su dimensión personal, familiar, social y
cultural (n° 356).

76
confiados

Confía también en la comunidad


cristiana desde la que evangelizas.
Es posible que no sea la comunidad
ideal. Puestos a sacarle defectos, le
encontrarás muchos. Pero es tu propia
comunidad, en la que recibiste y de-
sarrollas tu fe. Soñar en la comunidad
ideal para poder evangelizar, equival-
dría a no evangelizar nunca.
El Evangelio es más grande que las
&J LA comunidades que intentamos encar-
OMrtbAb, narlo. No se trata de una invitación al
conformismo. Tu propia comunidad es
la primera que tiene que abrir el co-
razón al Evangelio para convertirse y
ser ella misma evangelizada. Ayuda en
esta tarea. Inquieta y estimula la con-
versión constante de quienes forman
la misma comunidad.
Anímense unos a otros a crecer en
fidelidad al Señor y a su Evangelio. Re-
visen su propia vida a la luz de los va-
lores y exigencias del mensaje de Je-
sús. Pero, no desprecien nunca su co-
munidad eclesial (diócesis, parroquia,
pequeña comunidad...) porque aún no
haya llegado a su meta. Confíen en
que, entre todos, podrán mantenerse en marcha, aunque les duelan los pa-
rones y retrocesos.
Desde esta confianza, sé, sin embargo consciente de que la Iglesia necesi-
ta una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estan-
camiento y la tibieza (n° 362). Piensa con sencillez, pero con sinceridad en
las palabras de Juan Pablo II, recogidas por Aparecida: nuestra mayor amena-
za es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en la cual aparen-
temente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgas-
tando y degenerando en mezquindad" (n° 12). Con un gran amor y confianza,
ayuda a que en tu comunidad se realice esa conmoción positiva. Dentro de
ella hay la energía necesaria para que así suceda. Ella es obra del Espíritu.

77
confiados

Nunca vacíes tu vida de discípulo


misionero de la confianza en el Espíri-
tu Santo. Lo más grande que te ha po-
dido ocurrir es ser instrumento de su
acción, muchas veces, imperceptible.
Ten en cuenta que El Espíritu San-
to, que el Padre nos regala, nos iden-
tifica con Jesús-Camino, abriéndonos
a su misterio de salvación, para que
seamos hijos suyos y hermanos unos
de otros (n° 137).
gSKfcón) El Espíritu hace que tengas confian-
SAtJlb-..
za en ti mismo, incluso cuando perci-
bes que la tarea te supera. El Espíri-
tu trabaja en el corazón de los hom-
bres, incluso antes de que tú llegues.
El Espíritu allana dificultades, incluso
sin que tú mismo te des cuenta. El Es-
píritu te llama y te reclama desde los
dones que ya ha repartido en aquellos
a quienes te diriges. Acoge y aprende.
El Espíritu hace de tu trabajo una au-
téntica tarea apostólica.
Cuando hay un buen entendimien-
to entre el discípulo misionero y el
Espíritu, la misión cobra una hondu-
ra que necesariamente deja huella en
ti y en los demás. Sin ese buen entendimiento, puedes caer en un activismo
estéril o en una propaganda inútil. Confía en el Espíritu Santo y ponte en sus
manos como instrumento de su gracia.
Considera siempre al Espíritu como tu maestro interior, el que te condu-
ce al conocimiento de la verdad plena, formándote como discípulo y misio-
nero (n° 152).
Confiado en el Espíritu, lánzate a anunciar el Evangelio de la paz, sin bol-
sa ni alforja, sin poner tu confianza en el dinero ni en el poder de este mun-
do. En tu generosidad de misionero se manifiesta la generosidad de Dios; en
tu gratuidad de apóstol aparece la gratuidad del Evangelio (n° 31).

78
PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Recurro a Dios con sencillez y confianza, cuando siento las dificulta-


des de mi tarea? ¿Busco en El el punto de mi apoyo (fe), fundamental para
todo el trabajo que hago? ¿Me fío de sus caminos, aunque, a veces, no los en-
tienda?
2. Mi oferta es el Evangelio: ¿Lo conozco?¿Lo valoro? ¿Confío en su estilo
y su talante, aunque, a veces, "vaya contracorriente"? ¿Trato de responder
desde el Evangelio a mis preguntas personales y a las preguntas de la gente
acerca del sentido de la vida, del trabajo, del dolor, de la familia, del amor
del compromiso...?¿O no "manejo" un "evangelio vivo"?
3. ¿Tengo confianza en la gente? ¿Descubro y promuevo sus valores? ¿Es-
timo lo bueno de la gente, para apoyarlo? ¿Presento el Evangelio teniendo
en cuenta la situación y los problemas de la gente, las dificultades que todos
tenemos hoy para creer? ¿Estoy convencido de que la oferta que hago vale
la pena? ¿Lo he comprobado en mi propia vida? ¿Suscito las preguntas funda-
mentales que tienen que ver con la inquietud religiosa? ¿La oriento hacia "la
respuesta de Dios"?

ORACIÓN
Señor Jesús, que nos enseñaste a poner la confianza total en el Padre
haz que El sea el apoyo de nuestra vida y de nuestra misión.
Abre nuestro corazón al Evangelio, y haz que, encontrándote en él
como camino, verdad y vida, lo propongamos con confianza, y lo ofrezca-
mos con seguridad a todos los hombres y mujeres, con quienes comparti-
mos los anhelos y dificultades de la vida.
Que tu Espíritu nos haga confiados, para que, "como niños en brazos
de su madre , no temamos al momento histórico ni a la tarea que nos en-
comiendas.
AMEN

79
OBJETIVOS

1. Hacer caer en la cuenta a todos los discípulos misioneros de la necesi-


dad de formación permanente, actualizada y abierta.
2. Adquirir un sentido gozoso, respetuoso y acogedor de la tradición ecle-
sial, como punto de partida para la actualización
3. Estimular la acogida de los medios de formación que el evangelizador
va a ir encontrando en el sector desde el que trabaja.

83
formados

Aparecida hace una decidida op-


ción por la formación: por una pa-
ciente tarea formativa que la Iglesia
debe emprender en el nuevo contexto
socio-cultural de América Latina (n°
276).
Para ser un buen discípulo misio-
nero necesitas, pues, formarte. Qui-
zás alguna vez pensaste que te bas-
taba con la buena voluntad y te lan-
zaste, pero pronto te diste cuenta de
que, hicieras lo que hicieras, te sen-
tías inseguro. Y es que no puede ser
de otra manera, porque un discípulo
misionero no nace, se hace.
La fe que anuncias necesita ser
entendida, porque no crees en un ab-
surdo. Tu capacidad de pensar la tie-
nes que poner también al servicio de
la verdad sobre Dios, sobre el hombre
y sobre el mundo que transmites en la

41
evangelización.
Tu propia capacidad de entender
y la capacidad de los destinatarios de
tu tarea deben quedar "tocadas" por
el mensaje que llevas entre manos. La
fe se aloja más a gusto en una mente
abierta, capaz de pensar, de razonar y de preguntar que en una mente cerra-
da por la ignorancia. Son muchas más las dudas de fe que proceden de la ig-
norancia que las que proceden de una mente abierta, ávida de entender.
Necesitas una reflexión seria, puesta constantemente al día a través del
estudio que, con la luz de la fe, abre la inteligencia a la verdad; capacita
para el discernimiento, el juicio crítico y el diálogo sobre la realidad y la
cultura (n° 280). Piensa cuál debe ser tu implicación personal en la forma-
ción, teniendo en cuenta las palabras de Aparecida: la vocación y el compro-
miso de ser, hoy, discípulos y misioneros... requieren una clara y decidida op-
ción por la formación de los miembros de nuestras comunidades, en bien de
todos los bautizados, cualquiera sea la función que desarrollan en la Iglesia
(n° 276).

84
FORMADOS

La verdad que anuncias no te la


inventas tú ni se la inventa la Iglesia
de tu tiempo. Tú y todos los discípu-
los misioneros somos un eslabón de la
transmisión de la verdad contenida en
la Palabra de Dios. No somos ni el pri-
mer eslabón ni el último.
Nos ha llegado a nuestras manos
una verdad recibida, que ha pasado de
mano en mano, de boca en boca, de
corazón a corazón en una larga trans-
misión (tradición), que dura ya más de
2.000 años. Debes engancharte en esa
larga tradición, para transmitir la ver-
dad con fidelidad. En la fidelidad a la
verdad revelada nos jugamos la efica-
cia de la evangelización.
Debes, por eso, cultivar un amor
intenso a la Sagrada Escritura y apren-
der a leerla "como Dios manda".
Consciente de que la Palabra de Dios
l
A a recibes en lenguaje humano, debes
¿ I M ejercitarte para llegar a ella y recibir
r ^ B su mensaje con sencillez madura.
Aprende a manejar la Biblia, no
sólo materialmente, para saber en-
_ _ . , contrar los textos, sino, sobre todo,
aprendiendo, al menos lo imprescindible, para saber captar su mensaje No
te encandiles con quien se la sabe de memoria y la recita como un papagayo
que no es la letra la que salva, sino el Espíritu que da vida. '
Recuerda que la Sagrada Escritura es, con la Tradición, fuente de vida
para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura
es desconocer a Cristo y renunciar a anunciarlo (n° 247).
En la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia, encuentras a Jesús... Desco-
nocerla Escritura es desconocer a Cristo y renunciar a anunciarlo (n° 247)
Acostúmbrate, pues, a la lectura y meditación de la Palabra. Que ella se
convierta en tu alimento para que, por propia experiencia, veas que las pa-
labras de Jesús son espíritu y vida (n° 247).

85
formados

La verdad que Dios ha querido co-


municarnos para nuestra salvación se
contiene en la Sagrada Escritura, en el
Antiguo y Nuevo Testamento, pero es
una verdad viva. Recoge vida y trans-
mite vida. No es un texto guardado en
un cofre, para que sea intocable. Se
parece más a una simiente que, plan-
tada en la tierra, desarrolla todo lo
que lleva dentro hasta que se va con-
virtiendo en un árbol, que da los fru-
tos ya contenidos en la semilla.
Por eso, fíjate: no es más fiel quien
guarda la simiente por miedo a sem-
brarla. Es más fiel quien la siembra y
se deja impresionar por su progresi-
vo desarrollo. La fidelidad consiste en
que los frutos no sean de otra especie
que la simiente. Si la simiente era de
peras no esperes que te dé naranjas; y
si te las diera es que no ha habido "fi-

43
delidad en el desarrollo".
Eso pasa con la verdad de la Sagra-
da Escritura: es una verdad sembra-
da en la tierra de la Iglesia, que se ha
ido desarrollando y dando frutos. Por
eso no puedes quedarte con un cono-
cimiento profundo de la simiente; debes conocer también cuál ha sido su
fructificación a lo largo de la historia de la Iglesia y cuál está siendo esa fruc-
tificación en el tiempo en que te ha tocado vivir. Debes conocer la verdad no
sólo en su inicio, sino en todo su desarrollo. El Espíritu Santo es el garante
de la fidelidad del desarrollo y el que hace que tu acogida de la verdad sea,
hoy, viva y actual.
Como discípulo de Jesús anhela nutrirte con el pan de la Palabra, conte-
nida en la Escritura como fuente de revelación. Accede a la interpretación
adecuada de los textos bíblicos... Da importancia a la Biblia, entendida como
animación bíblica de la pastoral (n° 248).
Considera la Palabra, contenida en la Sagrada Escritura, como fuente de
evangelización... Que sea el alma de la evangelizadón y del anuncio de Je-
sús a todos (n° 248).

86
formados

La verdad de la fe la acoges y la
vives en la comunidad eclesial. No
transmites " t u " verdad, sino la ver-
dad de la que es depositaría la Iglesia,
con quien estás en comunión. No te
extrañe que la Iglesia sea tan celosa
en la fidelidad a la verdad. Sabe ella
muy bien que tampoco es una verdad
suya; que también ella la ha recibido
...se y que es su deber mantenerla íntegra
vwe y anunciarla en su totalidad.
EhJ
COMlMMk.. Cuando la pone en tus manos de
discípulo misionero es porque se fía
de ti. No sólo de tu buena disposición,
sino de tu capacidad de conocerla, de
vivirla y de transmitirla fielmente. No
quiere la Iglesia que la verdad te haga
intransigente e impositivo; tampoco
que seas orgulloso y fundamentalista.
Jtw. Sólo quiere que conozcas bien la
verdad que llevas entre manos, para
jé jé que estés seguro de la oferta que ha-
ees para la salvación de los hombres,
F ~ tus hermanos. Siéntete parte de una
Iglesia que está llamada a repensar
profundamente y a relanzar con fide-
lj
lím • . , dad y audacia la misión, en las nue-
vas- circunstancias latinoamericanas y mundiales (n° 11). La catequesis que
recibes e impartes no puede ser ocasional, reducida a los momentos previos
S m e n t S 5,770
° X r ° ' ^ ^ ^ "ÍtÍnemrÍO cate
Wét*° Permanente"

C Cn St0 a que te Ueva la formadón


inviLZ^T > ' ! > sracias a (a acción
56 6 n 10 f e r e d b Í d Q V v M d a en la
246) ° ' S l e s i a (n°

m(ínitU /°?aKCrn 65 SUténtÍCa te hará dÍSCÍ ul


P ° misionero al servicio del
mundo: te habilitara para proponer proyectos y estilos de vida cristiana
atrayentes, contribuirá a que integres evangelización y pedagogía para
ofrecer itinerarios acordes con la madurez cristiana, la edad y otras condi-
ciones de las personas, incentivará el compromiso con el mundo; despertará
una inquietud constante por los alejados (n° 280)

87
formados

Mira desde ahí la insistencia con

1
que se te reclama tu formación per-
manente como discípulo misionero.
Formarse de manera continua y per-
severante exige un esfuerzo. Normal-
mente nos gusta más ser convocados
para hacer cosas que para preparar-
=a nos. Pero una buena preparación es la
& mejor garantía para hacer cosas con
una cierta envergadura.

m i ...ToSMfcítíO
StBMA/OÉrtfe- Como creyente necesitas formar
tu fe. Es imposible que te arregles du-
rante toda tu vida con lo que apren-
diste para hacer tu primera comunión.
Tu crecimiento como persona te exige
tu crecimiento como creyente.
Como discípulo misionero, debes
entender tu formación como un "acto
de justicia" con relación a las perso-
nas a las que te diriges. Madura cons-
tantemente en el conocimiento, amor

45
y seguimiento de Jesús maestro; pro-
fundiza en el misterio de su persona,
de su ejemplo y de su doctrina... Ne-
cesitas la catequesis permanente y la
vida sacramental, para perseverar en
la vida cristiana y en la misión en me-
dio de un mundo que nos desafía (n° 278).
Una fe no formada produce rechazo y desconcierto y es, con frecuencia,
causa de desinterés y de ironía. La sospecha de infantilismo y de desfase que
mucha gente tiene respecto a la verdad de la fe procede, a veces, de una
mala presentación por parte de los discípulos misioneros. No es para asustar-
te, sino para que ahondes el deseo sincero de ser un discípulo misionero con
una fe permanentemente formada.
Porque, en formación, no puedes vivir de las rentas; de lo que aprendiste
para hacer tu primera comunión o para confirmarte...Ta formación es para la
misión: te debe proyectar hacia la misión de formar discípulos misioneros al
servicio del mundo. Te habilita, además, para proponer proyectos y estilos
de vida cristiana atrayentes (n° 280).

88
formados

Con frecuencia, se da una gran in-


diferencia en los discípulos misione-
ros respecto a los medios de forma-
ción. No puedes tener la sensación de
haber nacido ya formado y de que te
las sabes todas, de una vez para siem-
pre. La humildad del discípulo te debe
acompañar durante toda tu vida de
misionero.
La lectura, el estudio, la reflexión
compartida y enriquecida con las apor-
taciones de los demás, las reuniones
específicas de formación... son para
el discípulo misionero momentos im-
portantes, para dar envergadura y ca-
lado a su tarea. Te debería inquietar
si miras que, habitualmente, das de
lado a los medios de formación, como
si no fueran contigo.
Porque, a veces, ocurre algo curio-
so: no hay evaluación de las iniciati-
vas misioneras en la que no se pida
más formación para los discípulos; y
no hay indiferencia mayor que la que
rodea a los medios concretos ofreci-
dos para la formación. Se echa en fal-
. . . £ ta, se desea... la formación, pero no
existe el esfuerzo necesario para llevarla a cabo. Además de una buena ofer-
ta de formacion (que falta en ocasiones), se precisa también de tu decisión
firme de formarte permanentemente.
Recuerda que la formación es permanente y dinámica, de acuerdo con el
desarrollo de las personas y el servicio que están llamadas a prestar en me-
dio de las exigencias de la historia (n° 279). En los momentos actuales nece-
sitas aun mas la formación, ella, en efecto, desarrolla personalidades que
maduran en el contacto con la realidad y las abre al Misterio (n° 280).
Expresa tu compromiso de formación en una reflexión seria, puesta cons-
tantemente al día a través del estudio que, con la luz de la fe, abre la inte-
ligencia a la verdad (n° 280).

89
formados

La verdad de la fe no es un simple
aprendizaje; ni su transmisión, un in-
doctrinamiento. Es una verdad de vida
que pide ser respondida'por quienes la
recibimos. Tu respuesta como creyen-
te es fundamental. Si ésta no existie-
ra, tú mismo te sentirías incómodo.
Recuerda que el itinerario forma-
tivo del seguidor de Jesucristo hun-
de sus raíces en la naturaleza dinámi-
ca de la persona y en la invitación de
Jesucristo que llama a los suyos por
su nombre, y éstos lo siguen porque
conocen su voz... Y el seguimiento es
fruto de una fascinación que respon-
de al deseo de realización humana y
de vida plena (n° 277)
Además de "teólogo" (que no te
asuste la palabra), un discípulo misio-
nero es también un "testigo". El sen-
tido más hondo de tu búsqueda propi-

47
cia el encuentro con Jesucristo, que
da origen a la iniciación cristiana.
Este encuentro debe renovarse cons-
tantemente por el encuentro perso-
nal (n° 278). La formación te ayuda a
afianzar tu testimonio; tú mismo ne-
cesitas "razones para creer".
Que la fe sea un don de Dios no significa que tú mismo no debas poner
mucho de tu parte para establecer un diálogo constante entre ella y tu pro-
pia razón. De lo contrario, tienes el peligro de mantener durante toda tu vida
una fe infantil, con la posibilidad, incluso, de caer en la superstición.
¿Te has preguntado alguna vez por la responsabilidad que tienes como dis-
cípulo misionero cuando, por tu falta de formación, pretendes que la gente
"comulgue con ruedas de molino"? No es para desanimarte; más bien, para
que, dándote cuenta de tu responsabilidad, tengas una verdadera pasión por
tu formación, como un gran servicio que prestas a todos aquellos a quienes
eres enviado.
Tienes que integrar evangelización y pedagogía, comunicando vida y
ofreciendo itinerarios pastorales acordes con la madurez cristiana, la edad
y otras condiciones propias de las personas o de los grupos (n° 280).

90
formados

La formación da envergadura y
calado a tu acción evangelizadora y,
personalmente, a ti te da seguridad.
Muchos discípulos no se deciden a co-
laborar como misioneros, porque se
sienten inseguros. Intuyen cosas, ten-
drían ganas, pero no dan el paso.
Y es que la falta de formación es
una de las razones que más retraen
a la hora de participar, o inclina a la
participación en actividades que no
exigen confrontarse con el pensa-
miento y la cultura de nuestro tiem-
po. La falta de formación "recluye en
la sacristía".
Si queremos salir al mundo, ne-
cesitamos discípulos misioneros for-
mados para poder dialogar en "igual-
dad de condiciones": tu formación es
un gran servicio a la fe. Recuérdalo,
cuando percibas que te exige dedica-
ción y sacrificio. No sólo evangelizas
cuando "haces cosas"; lo haces tam-
bién cuando te preparas para "dar ra-
zón de tu esperanza". No podrás dar
razones, si no estás acompañado por
procesos de formación que te lleven
a asumir tu propia historia, y a sanarla, para poder vivir como cristiano en
un mundo plural, con equilibrio, fortaleza, serenidad y libertad interior (n°
280).
Acoge con gusto la tarea de los equipos de formación que surjan en tu pa-
rroquia o comunidad y, si eres llamado a integrarte en alguno, recíbelo como
una gracia. Se trata de fortalecer la formación con pedagogías dinámicas
activas y abiertas (n° 281). Lo contrario sería ir buscando un recetario fácil'
que no vale para confrontar los desafíos del mundo actual.
Debes equiparte para la evangelización de la cultura, siendo consciente
de que evangelizar la cultura, lejos de abandonar la opción preferencial por
los pobres y el compromiso con la realidad, nace del amor apasionado a Cris-
to que acompaña al Pueblo de Dios en la misión de inculturar el Evangelio en
la historia, ardiente e infatigable en su caridad samaritana (n° 491).

91
formados

No pongas como pretexto que,


para que lo que haces, no necesitas
mucho más de lo que ya sabes. Porque
no te formas sólo para "hacer cosas".
Cuando lo piensas así, sólo te interesa
aprender a llevar una reunión, o a dar
una sesión de catequesis. Pero tú mis-
mo te das cuenta de que "llevas las
cosas con alfileres" y de que, cuan-
do te sacan de tu "librillo" te sientes
perdido.
Eso te está diciendo que la for-
mación en la fe la necesitas, en pri-
mer lugar, para tener tú mismo una
síntesis que te ayude a darte una en-
vergadura creyente. Descubrirás que
tu propia vida se ilumina con una luz
nueva. Y que esa luz la irradias en
todo lo que haces. Se te irán los mie-
dos de que alguien te descubra tus va-
cíos. Es verdad que tu fe no es racio-

49
nal, como dos y dos son cuatro, pero
tu fe es "razonable" y no temerás "sa-
carla a relucir" para ofrecer sentido a
los problemas de tu vida y de la vida
de los demás.
El miedo al ridículo lo sientes cuan-
do tienes una fe infantil, aquella que algunos llaman la "fe del carbonero"
(¡como si el carbonero no pudiera tener una fe madura!), un tipo de fe no
formada, que siempre ha sido impresentable y que, hoy, se percibe, a todas
luces, como insuficiente. Recuerda que el encuentro con Cristo se expresa en
una reflexión seria, puesta constantemente al día a través del estudio que
abre la inteligencia a la verdad, con la luz de la fe (n° 280).
Debes integrar evangelización y pedagogía, comunicando vida y ofrecien-
do itinerarios pastorales, acordes con la madurez cristiana, la edad y otras
condiciones de las personas y de los grupos (n° 280). Ya ves, en la formación
no podemos "medir a todos con el mismo rasero". Así lo hacemos, cuando va-
mos por la vida con doctrinas aprendidas de memoria, que repetimos como
papagayos.

92
FORMADOS

Tu formación en la fe ha de ser una


formación integral. No se trata sólo
de que sepas mucho. Cuando la for-
mación es integral, te lleva a lo que
la Sagrada Escritura llama "la sabidu-
ría", que no tiene que ver sólo con tu
entendimiento, sino con tu madurez
personal.
Los "saberes de la fe" te agarran
en todas las dimensiones de tu vida,
a las que dan una nueva orientación
fundamental. Tu formación te hace
ahondar en esa "sabiduría" que Dios
te regala para orientar la totalidad de
tu existencia. Para que, desde Dios,
te encuentres en la vida "como pez
en el agua".
Recuerda que la formación abarca
diversas dimensiones que deberán ser
integradas armónicamente a lo largo
de todo el proceso formativo: las di-

50
mensiones humana, comunitaria, es-
piritual, intelectual, pastoral y mi-
sionera (n° 280). Y piensa que la di-
mensión espiritual de tu formación
funda tu ser cristiano en la experien-
cia de Dios, manifestado en Jesús, y
que te conduce por el Espíritu a través de los senderos de una maduración
profunda (n° 280).
Un discípulo misionero formado no es un discípulo "sabelotodo"; es el
que aprende a "gustar" la vida desde el sabor que viene de la fe. La invita-
ción a la formación permanente integral nos la hace la misma Sagrada Escri-
tura: "gusten y vean qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a Él".
Como la Virgen María, adhiérete por la fe a los caminos gozosos, luminosos,
dolorosos y gloriosos de tu Maestro y Señor (n° 280).
La formación te llevará a una espiritualidad misionera... No se trata, en
efecto, de una experiencia que se limita a los espacios privados de la devo-
ción, sino que busca, penetrando todo con su fuego y su vida (n° 284).

93
PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Estoy seriamente preocupado por mi formación permanente, como


creyente y como discípulo misionero? ¿Leo algún libro, revista o artículo? ¿Es-
toy inquieto por saber dar razón de lo que creo y espero? ¿Aprendo a saber
leer la Sagrada Escritura?
2. ¿Procuro formarme en diálogo y en comunión con otros discípulos mi-
sioneros? ¿Me doy cuenta de la responsabilidad de caridad y justicia que ten-
go hacia los demás, en el sentido de formarme para exponer la verdad del
modo más convincente? ¿Siento que la formación me da seguridad a la hora
de hacer la propuesta de la fe?
3. ¿Cómo acojo los medios de formación que me ofrece el sector pastoral
donde trabajo? ¿Tengo siempre excusas para no asistir a las reuniones forma-
tivas? ¿Veo la formación sólo como un medio para hacer mejor las cosas, o
percibo también la necesidad que tengo de ella para aclarar y vivir mi pro-
pia vida desde la fe?

ORACIÓN
Señor Jesús, que nos envías el Espíritu de sabiduría, para conocer al
Padre, para conocerte a ti, que eres su Enviado, y para conocer al hombre
y al mundo en el que vivimos, estimula en nosotros el deseo de una for-
mación permanente, actualizada y abierta a las necesidades de nuestros
hermanos, para que, siendo fieles a la verdad que acogemos con amor y
agradecimiento, sepamos proponerla con sencillez y hondura, dando ra-
zón de nuestra esperanza, y ayudando a que nazca en el corazón de todos
la escucha y la respuesta a tu Palabra.
AMEN.

95
OBJETIVOS

1. Ayudar la implicación interior del discípulo misionero, haciendo que se


sienta dentro del misterio de Dios, de Jesucristo, y entre la gente con la que
vive y a la que es enviado. Que comprenda lo que decía Pablo VI: "el mundo
no puede ser salvado desde fuera".
2. Desde la inmersión en el misterio de Dios y de Jesucristo, hacer un buen
planteamiento de la vida y experiencia de los sacramentos.
3. Desde la inmersión en el mundo, destacar la calidad de signo. La in-
mersión no es "disolución" en el espíritu del mundo, sino ayuda a descubrir,
desde dentro, lo bueno y positivo que hay que apoyar, y lo malo y negativo
contra lo que hay que luchar. Pero siempre desde una profunda solidaridad y
"simpatía" con la realidad.

99
inmersos

Todo lo que haces como discípulo


misionero te pide que lo sientas por
dentro. No puedes quedarte sólo en
lo externo, ni cuando eres un discí-
pulo que acoges el llamado, ni cuan-
do transmites la salvación como mi-
sionero.
Necesitas inmersión: sumergir-
te, ante todo, en el misterio de Dios,
que te trasciende y te sobrepasa. Sólo
quien se sumerge queda empapa-
do, para poder comunicar sin esfuer-
zo lo que vive. Sólo si estás inmerso
en el misterio de Dios, tendrás ojos
dispuestos para descubrir su presen-
cia en ti mismo y en los demás, en los
acontecimientos de la vida, en la na-
turaleza... Él es más íntimo a ti que
tú mismo. Sólo si te sientes "poseído"
por Dios, podrás transmitirlo como
vida para el hombre.

51
La experiencia profunda de Dios
es tu mejor garantía de buen discípu-
lo misionero. También aquí se cumple
el refrán de "que nadie da lo que no
tiene". Vívete en Dios y desde Dios, y
toda tu existencia cobrará una luz nue-
va en medio de tantas oscuridades.
No pongas a Dios entre paréntesis. Tu mayor pobreza sería la de no reco-
nocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre...
Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto mismo de realidad
(n° 405). Descubre el desafío de revitalizar tu modo de ser católico y tus op-
ciones personales por el Señor (n° 13).
Tu inmersión en el misterio de Dios será la fuente de la que brote tu ac-
tuar a manera de fermento en la masa, para construir una ciudad temporal
que esté de acuerdo con el proyecto de Dios (n° 505). Es un proyecto que ha-
brás interiorizado desde tu inmersión en su misterio. Desde ella sabrás dis-
cernir y decidir. Para hacerlo, no olvides que la mayor pobreza es la de no
reconocer el misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre, que es lo
único que salva y libera (405).

101
inmersos

Sumérgete también en el misterio


de Jesucristo. Tú participas en su vida
de una manera real. No te relacionas
con él como con un buen amigo muer-
to hace más de 2.000 años, al que re-
cuerdas con entusiasmo y cuyas gran-
des cualidades intentas imitar. Jesús
no es el "superman" de tus sueños.
Cuando tú confiesas: "Jesús es el
Señor", estás afirmando una relación
viva con él, una relación presente,
actual y salvadora . Confiesas a Jesús
Resucitado, el viviente, el que te está
reclamando aquí y ahora con la mis-
ma cercanía con que reclamó el segui-
miento de sus discípulos. No sigues la
memoria de un muerto. Sigues "al que
vive", al Señor, que va delante de to-
dos nosotros como "el primero entre
muchos hermanos".
Acostúmbrate a esta relación per-

52
sonal e íntima con el Señor. Todo lo
que él es, lo es para ti. El Espíritu te
incorpora realmente a él. Resucitado,
te sale al encuentro para que "por él,
con él y en él", tú mismo puedas ser
para Dios y para los hermanos. Bien
puedes decir que el acontecimiento de Cristo es el inicio de ese sujeto nue-
vo que emerge en la historia y al que llamamos discípulo. El Papa te dice que
no comienzas a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino
por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo
horizonte a tu vida, y, con ello, una orientación decisiva (n° 243).
Con ilusión, participa del misterio pascual de Jesucristo quien, por el Es-
píritu Santo, nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo,
del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a la esperanza
que no defrauda (n° 17).
Jesús es tu vida y te da la vida. Tu amistad con Él no te exige que renun-
cies a tus anhelos de plenitud vital, porque Él ama tu felicidad también en
esta tierra (n° 355).

102
inmersos

Momento privilegiado de tu inmer-


sión en el misterio de Jesucristo es tu
vida sacramental. Los sacramentos
son encuentros vivos y reales con el
Señor Resucitado. Como discípulo mi-
sionero, te dan "identidad" y "fami-
liaridad" con Aquel cuya Buena Noti-
cia transmites.
Es bueno que, como discípulo mi-
sionero, te ponga mal cuerpo la ruti-
na, la falta de seriedad, la poca o nula
motivación que percibes en el conjun-
to de la vida sacramental. Es un signo
de tu real aprecio de lo que significan
los sacramentos.
Pero sería desastroso, si una mala
...ií\/MÉEft4ldfl\l 3©ÍS S6RUS SKmWDÍ. o regular práctica sacramental en tu
entorno, te llevara a apreciar poco
o, incluso, a abandonar la vida sacra-
mental. Estarías cortando el camino
de tu inmersión en el misterio de Cris-

53
to. Tu vida de fe, como adhesión per-
sonal al Señor, tiene en los sacramen-
tos un momento privilegiado de acogi-
da de la gracia. En ellos, Dios te hace
partícipe de su misma vida. La vida
trinitaria del Padre, del Hijo y del Es-
píritu Santo... En los sacramentos proclamas el primado que tiene la gracia
en la vida cristiana y en toda la actividad evangelizadora de la Iglesia (n°
348).
Ni como discípulo ni como misionero puedes permitirte el lujo de no aco-
ger estas "mediaciones humanas" en las que el Señor te sale realmente al
encuentro. Si tu vida sacramental es ñoja, ten por seguro que se resentirá en
lo más hondo tu identidad de discípulo y tu tarea de misionero.
Recuerda la importancia de la liturgia para vivir el misterio de la Pascua
de Jesús. Desde ella, penetras más los misterios del Reino y expresas de
modo sacramental tu vocación de discípulo misionero (n° 250).

103
inmersos

Cuando te sumerges en el miste-


rio de Jesucristo, haces de tu propia
vida un sacramento. De alguna mane-
ra eres "Jesucristo para los demás".
Éste es el motivo más hondo de la ne-
cesidad de que imites a Jesucristo, de
ser como él, de tener sus mismos sen-
timientos. No se trata de imitarlo so-
lamente en lo externo y en los gestos.
Se trata, más bien, de que Jesús, por
estar resucitado, se hace contempo-
ráneo de los hombres y mujeres de to-
dos los tiempos; y se hace, de muchas
maneras.
Una de las formas de hacerse Je-
sús contemporáneo a todos los hom-
bres es a través de la vida de los dis-
cípulos misioneros. Como uno de ellos
tienes que conocer e identificarte con
la vida histórica de Jesús. Para identi-
ficarte verdaderamente con el Maes-

54
tro, es necesario que asumas la cen-
tralidad del Mandamiento del amor...
Este amor, a la medida de Jesús, de
total don de ti mismo es tu distintivo
de cristiano (n° 138).
Aprende de él a relacionarte con
el Padre y con los hombres, a tener entrañas de misericordia, a hacer de los
pobres y marginados los destinatarios privilegiados de tu tarea, a entender
tu propia existencia como "vida para los demás", a vivir tú mismo en una ac-
titud de confianza en Dios que te lleve por el camino de la pobreza y austeri-
dad, a ir haciendo tuyos los sentimientos de Cristo Jesús, que "no hizo alarde
de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la con-
dición de esclavo, pasando por uno de tantos".
Como discípulo misionero, estás llamado a contemplar en los rostros su-
frientes de tus hermanos el rostro de Cristo que te llama a servirlo en ellos...
Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo que in-
terpelan tu estilo de obrar como Iglesia, tu estilo de pastoral y tus actitudes
cristianas (n° 393).

104
inmersos

Para ser un buen discípulo misio-


nero necesitas también inmersión en
la vida de la gente, especialmente de
la gente pobre, sencilla y necesitada.
En medio de la vida dura de mucha
gente, tu tarea de misionero no pue-
de caer como si no tuviera nada que
ver con sus realidades concretas. Ni
tu, como discípulo misionero, puedes
presentarte como si vinieras de las
nubes, por encima del bien y del mal,
como quien trae remedios para enfer-
medades que nadie siente.
Debes estar entre la gente, porque
tú mismo eres gente. El compromiso
por la evangelización no te arranca de
entre la gente; te mete aún más den-
tro. Una inmersión continuada que tie-
...iAIM£fc¡ÓAÍ£N(AV®A DelAéSflfe... ne en la encarnación de Jesucristo el
mayor estímulo de presencia y cerca-
nía. Un compromiso que te debe llevar
hasta la identificación... De lo contra-

55 rio, tu palabra será extraña; tu vida,


misteriosa y ajena; tu experiencia, in-
asequible y tu lenguaje incomprensi-
ble.
El Señor no pidió para ti que salie-
ras del mundo, sino que, en medio del mundo, no te mezclaras con el mal.
La tentación de "huir del mundo" la tienes que vencer desde tu propia reali-
dad de hombre o de mujer que forma parte de este mundo, con sus miserias
y grandezas. Recuerda que tu respuesta a la llamada de Jesús te exige entrar
en la dinámica del buen samaritano, que te pide hacerte prójimo, especial-
mente con el que sufre, y generar una sociedad sin excluidos, siguiendo la
práctica de Jesús (n° 135).
Descubre ahí lo específico de la vocación laical que planta a hombres y
mujeres bautizados en el corazón mismo del mundo, en la perspectiva del
diálogo y de la transformación de la sociedad..., con una influencia signifi-
cativa, trabajando desde el interior mismo de las realidades temporales ín°
283).

105
inmersos

Que estés entre la gente no es el


punto de llegada; se trata de un punto
de partida. Pero si no estás dentro, no
podrás entender tu tarea como acom-
pañamiento.
Imagínate que ya has llegado a la
meta; y te instalas en ella, pidiendo a
la gente que se anime. ¿Sabes lo que
pasa? Que no te has hecho compañero
de camino. Desde luego que debes te-
ner claras las metas; de lo contrario,
¿cómo podrías ser guía de caminantes?
Si no hay meta, tampoco hay camino.
Pero un buen guía es no sólo quien co-
noce bien las metas, lo es quien es
también experto en los caminos.
No es buen guía a quien sólo le im-
portan los que llegan, y no se sien-
te solidario con aquellos a quienes
les faltan las fuerzas para seguir ca-
minando. Sé acompañante de la bús-

56
queda de todos, con la sencillez del
caminante. La seguridad de la meta
no resta realismo a tu propio cami-
nar. Sufres y te alegras con tu gente,
al tiempo que permaneces en el amor
de Cristo viendo el mundo... Desde esa
mirada, trata de discernir sus caminos con gozosa esperanza y con la indeci-
ble gratitud de creer (n° 22).
Jesús es el camino. Pero no será tu camino ni el camino de los demás si
no aciertas a descubrir la meta y a proponerla a los demás como posible y
deseable. Conocer la meta es imprescindible para no andar en tinieblas, in-
cluso cuando el camino se hace duro.
Si tu camino es auténticamente cristiano, te llenará de alegría y espe-
ranza y te llevará a anunciar a Cristo de manera constante en tu vida y en tu
ambiente. Te considerarás al servicio del mundo y tus proyectos y estilo de
vida serán atrayentes (n° 280).

106
inmersos

Nada significaría el que estés en


medio de la gente, si no tienes algo
nuevo que comunicar a los demás.
Meterse en la vida de la gente no es
sólo ser campechano, tratable, bue-
na persona. Ese modo de ser te abre
puertas y te da acceso a la gente. Cul-
tívalo con sencillez y cercanía.
Pero piensa que tu inmersión es
mucho más. Es hacer vida el evangelio
en medio de la gente. No sólo como
una doctrina que enseñas, sino como
talante y estilo de vida que se nota en
tu manera de pensar, en los criterios
con los que actúas, en los derroteros
que cobran tus intereses más íntimos,
en las motivaciones que le echas a la
vida... No puedes concebir una oferta
de vida en Cristo sin un dinamismo de
liberación integral, de humanización,
de reconciliación y de inserción social

57
(n° 359).
Cuando te metes entre la gente de
esa manera nueva, entonces sí que tu
inmersión significa algo y comienza a
plantear preguntas: por qué piensas,
actúas, reaccionas, vives así..., a pe-
sar de que suponga muchas veces ir contra corriente.
Cuando eso se dé, piensa que has empezado a meter evangelio en la en-
traña misma de la vida que compartes con los demás. Si lo haces con senci-
llez y naturalidad, es que tu inmersión es obra del Espíritu.
Debes ser un apasionado de la coherencia entre fe y vida. Intenta trans-
formar, mediante la fuerza del Evangelio, tus criterios de juicio, tus valores
determinantes, tus puntos de interés, tus fuentes inspiradoras y tus mode-
los de vida... que estén en contraste con la Palabra de Dios y su designio de
salvación (n° 331). Habrás llegado al corazón, sin quedarte en puros barnices
externos.

107
inmersos

A medida que estés más cerca de


la gente, te resultará más fácil dejar-
te afectar por su historia personal, fa-
miliar y social. Como discípulo misio-
nero debes ser apasionado: lo que le
ocurre a la gente nunca te puede de-
jar indiferente. Sobre todo, cuando es
fruto del mal, del pecado o de la in-
justicia.
Tendrás muchas veces que denun-
ciar situaciones que causan dolor, que
hacen sufrir y que dejan mal a la gen-
te... Si denuncias "desde fuera" de
los problemas, podrás llegar a ser un
buen analista; si lo haces "desde den-
tro" te darás cuenta de que tú mismo
estás en juego.
Si te metes en medio de la gente,
...CSR» Í&EA AM0UOI«YT6MOTFOCNI... no caerás en la rutina..., irás "cargan-
do" tu vida con los fardos de los otros,
y percibirás que así el camino se hace

58
más ligero para todos. En el camino
con los demás, vete también dispues-
to a aprender. El Señor te enseña de
muchas maneras. No desaproveches
la enseñanza que te envía a través de
otros caminantes.
En tu camino de discípulo misionero, plantéate tu relación con los nuevos
rostros de pobres: los emigrantes, las víctimas de la violencia, desplazados y
refugiados, víctimas del tráfico de personas y secuestros, desaparecidos, en-
fermos de VIH y de enfermedades endémicas, tóxico dependientes, adultos
mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y vio-
lencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y
del tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades diferentes,
grandes grupos de desempleados/as, los excluidos por el analfabetismo tec-
nológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indíge-
nas y afroamericanos, campesinos sin tierra y los mineros (n° 402).

108
inmersos

Si te sumerges en ta vida de la gen-


te, serás compasivo y misericordioso.
Aprende el estilo de Dios y manifiés-
talo en tu propia vida y en tu tarea de
discípulo misionero.
Recuerda que eres mensajero de
un Dios, cuyas "delicias es estar en
medio de los hombres"; de un Dios
que, en los momentos más difíciles
del envío, siempre transmitió el áni-
mo desde la seguridad de su presen-
cia: "Yo estoy contigo"; de un Dios
que se llamó Dios-con-nosotros, como
si no pudiera definirse a sí mismo sin
contar con los hombres.
En Jesús, que se llamó "Enmanuel"
(Dios-con-nosotros) formamos parte
de la definición de Dios. La gente tie-
ne derecho a esperar que, en tu tarea
de evangelizados Dios siga recorrien-
do los caminos de la misericordia, del

59
perdón y de la entrega. Tu vida se de-
sarrolla plenamente en la comunión
fraterna y justa... No puedes conce-
bir una oferta de vida en Cristo sin un
dinamismo de liberación integral, de
humanización, de reconciliación y de
inserción social (n° 359).
Dios no estará con los hombres, si los discípulos misioneros nos acurruca-
mos en nuestros nidos por miedo a la intemperie. Preséntale a él tus miedos,
y volverás a escuchar: "no temas, Yo estoy contigo". Verás cómo todo cam-
bia. La intransigencia y la intolerancia no forman parte del equipamiento del
discípulo misionero. Ábrete a un diálogo sincero, que no es renuncia a la ver-
dad, sino propuesta de la misma con una sencillez que convence.
Desarrolla una espiritualidad de la gratuidad, de la solidaridad frater-
na..., actitudes propias de quien ama desinteresadamente y sin pedir recom-
pensa (n° 517).

109
inmersos

No puedes separar nunca tu inmer-


sión en Dios y en su misterio de tu in-
mersión en el mundo y con la gente.
Son dos caras de una misma moneda:
tu propia fe, vivida con hondura, y
asimilada y madurada desde el mode-
lo que tienes en Jesucristo.
Ni la inmersión en Dios te puede
hacer extraño a la gente; ni la inmer-
sión en la gente te puede separar de
Dios. Te podrá resultar difícil encon-
trar el equilibrio, pero es imprescindi-
ble para que evites una pastoral espi-
ritualista y desencarnada, que no tie-
ne en cuenta la espesura de lo huma-
no; o una pastoral tan encarnada que
no sea capaz de abrir el proyecto que
llevas entre manos más allá de las me-
didas y cálculos humanos.
Te cerrarías a la "sorpresa" de la
gracia. Tu mirada creyente a Jesucris-

60
to es la mejor escuela para aprender a
"meterte hasta el cuello" sin dejar de
"hacer pie" en el misterio de Dios. El
"Dios-Hombre" nos ha enseñado para
siempre a no separar lo que Dios ha
unido. Que tu mirada a Dios no te dis-
traiga de tu mirada al hombre; y que tu mirada al hombre no sea tan chata
que no te abra al misterio de Dios.
Acostúmbrate a ver, con la mirada de la fe, el rostro humillado de tan-
tos hombres y mujeres de nuestros pueblos y, al mismo tiempo, su vocación
a la libertad de los hijos de Dios (n° 31). Que tu devoción a la Virgen te lleve
a descubrir en ella el cumplimiento de la esperanza de los pobres y su deseo
de salvación (n° 267). En armonía con su actitud de conservar y meditar las
maravillas de Dios en su corazón. Al tiempo que tu compromiso con los po-
bres, ella te enseña así el primado de la escucha de la Palabra en tu vida de
discípulo misionero (n° 271).

110
PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Entro con facilidad en el misterio de Dios? (la puerta la tienes abier-


ta). ¿Me dejo sorprender por su presencia? ¿Soy fácil para la contemplación?
¿Como vivo la experiencia sacramental: rutina, encuentro, costumbre so-
cial...?

2. ¿He pensado alguna vez que, viéndome a mí, la gente se acerca o se


aleja de Dios? ¿Me doy cuenta de lo que eso significa en mí vida de discípulo
misionero? ¿Conozco bien el "estilo de Dios" que se manifestó en la historia
de Jesús? ¿Cuáles son los rasgos de ese estilo que creo más necesarios para
mi vida personal y para mi tarea de evangelizador?
3. ¿Estoy entre la gente o huyo de la gente? ¿Me intereso por los proble-
mas de los demás?¿Me afecta personalmente la vida de la gente, o "paso" de
sus situaciones personales, familiares y sociales? ¿Qué imagen de Dios trans-
mito en mi trato con la gente? ¿Estoy en el mundo, valorando lo bueno, pero
no dejándome influenciar por los criterios antievangélicos: poder, dinero
prestigio, consumísmo...? '

ORACIÓN
Señor Jesús, que nos haces posible adentrarnos en el misterio de Dios
para descubrirlo y vivirlo como Padre. Tú mismo te nos ofreces, para qué
podamos compartir tu vida de Hijo, otorgándonos, en el Espíritu, el don
de tu filiación. En los sacramentos, sales a nuestro encuentro, para que
podamos gozar de tu misma vida, como misterio de gracia y misericordia.
Hechos semejantes a ti, nos quieres inmersos en el mundo, y entre la gen-
te a la que tanto quieres, para ser testigos de la novedad de tu gracia y
del proyecto de salvación que a todos propones por nuestro medio. Ayúda-
nos, para que no nos cansemos de hacer el camino con nuestros hermanos
mostrándoles cómo el Padre los ama, los acoge y los llama.
AMEN

111
TESTIGOS
OBJETIVOS

1. Percibir la necesidad del testimonio por parte del discípulo misionero.


Testimonio que brota espontáneo del estilo de vida evangélica, y no es busca-
do por estrategia. El evangelizador no está "obsesionado" de que su testimo-
nio siempre sea percibido y acogido como tal.
2. Preparar al evangelizador para dar testimonio en tiempos difíciles. La
situación cultural en que vive lo empuja a la "privatización de la fe".
3. Ayudar a vencer los respetos humanos y el "qué dirán" tan frecuentes
en muchos discípulos misioneros. La mejor manera es meter muy dentro de la
propia vida el mensaje que se ofrece.

115
testigos

Ser testigo es una gracia para todo


discípulo. Testigo del amor de Dios, de
Jesucristo y de la fuerza transforma-
dora del Espíritu. Tu testimonio a fa-
vor de Jesús supone que el Dios de Je-
sucristo te ha transformado, hacién-
dote una criatura nueva. Se lo debes,
por tanto, a él, pero estás llamado a
experimentarlo en tu vida.
A medida que tu vida va siendo
transformada por la fe, sientes que
algo nuevo germina dentro de ti mis-
mo. Tu testimonio no es un simple
comportamiento externo, que tú con-
sigues echándole coraje a la vida. No
es el simple compromiso esforzado
con una causa que te ha convencido.
Eso ya llegará.
Tu testimonio es, ante todo, la ex-
presión sencilla de un encuentro per-
sonal: el que ha acontecido entre Dios

61
y tú. El Dios que Jesús te ha dado a
conocer, y que tú manifiestas casi sin
darte cuenta; así: "como si nada",
"como que no quiere la cosa"... con la
misma espontaneidad con que vives.
Ya sabes: "de la abundancia del cora-
zón, habla la boca". Por eso tu testimonio no es palabrería.
Cuenta con la palabra, pero con aquella que ha madurado en tu corazón a
base de experiencia. Nosotros hablamos de lo que hemos visto, y anunciamos
aquello que hemos palpado del Verbo de la Vida. Recuerda la enseñanza del
Papa en el discurso inaugural: no comienzas a ser cristiano por una decisión
ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con
una Persona, que da un nuevo horizonte a tu vida y, con ello, una orientación
decisiva (n° 243). No defraudes la sed de vida y de felicidad en Cristo que tie-
nen nuestros pueblos..., su anhelo de vida nueva en Dios (n° 350).
Si eres buen testigo, no considerarás el ser cristiano como una carga, sino
como un don; y el Evangelio, como un tesoro (n° 28). No te quedarás para ti
con la alegría del encuentro con Jesús, sino que desearás que llegue a todos
los hombres y mujeres (n° 29).

117
testigos

Fíjate qué amor tan grande el de


Dios para llamarte hijo suyo, pues lo
eres! Ésa ha sido la gran obra de Je-
sús en ti: te ha hecho hijo como él.
Gracias a su Espíritu, tu corazón y tus
labios pueden llamar a Dios "padre";
más aún, "papá" (abbá). Deja tus
miedos y tus desconfianzas. Eres hijo
de Dios, no su esclavo. Ahí está Él:
más cercano y más íntimo a ti mismo
que lo puedas estar tú. "Como niño en
brazos de su madre".
Toda tu vida queda transformada
por esa realidad personal que te en-
vuelve, abrazándote. Vive como hijo.
Gózate en el amor de tu Padre-Dios.
No recaigas en el temor. Sus brazos
están siempre abiertos. Si tu historia
con Dios está sembrada de perdón, lo
amarás mucho más. Más grandes aún
serán las maravillas que está haciendo
contigo y por ti. "¿Quién podrá sepa-

62 rarte del amor de Dios?". Nada ni na-


die, porque él te ha encontrado y tú
te has dejado encontrar.
Déjate sorprender: no eres sólo su
criatura, eres su hijo. Tu testimonio lo
es siempre de esta realidad que ha transformado tu vida, dándole un sentido
que nunca hubieras sospechado. Vives una vida nueva: la vida de Dios, y la
transmites desde la alegría de verte envuelto en una "vida en abundancia".
Dios Padre te atrae por medio de la entrega eucaristica de su Hijo, don
de amor con el que salió a tu encuentro, para que, en el Espíritu, puedas
llamar Padre a Dios... Eres una nueva creación, el amor del Padre, del Hijo y
del Espíritu renueva tu vida de criatura (n° 241).
Tu encuentro con Jesucristo es auténtico cuando lo estableces sobre el
sólido fundamento de la Trinidad-Amor. La experiencia de Dios Uno y Trino
te permite superar el egoísmo, para encontrarte plenamente en el servicio
al otro (n° 240).

118
testigos

Tu testimonio es el parecido que


tienes con tu Padre-Dios. "Ser como
Dios" es tu tentación de criatura;
...CÉRANÍA cotí a PADK .. pero, "ser como Dios" es también tu
vocación de hijo. Tienes a quien pare-
certe. Si fueras huérfano, te faltarían
referencias. Pero como tienes Padre,
se te abre un camino insospechado de
imitación.
En tu vida tienes que reflejar la
imagen de Dios. "Que por mi causa
no queden defraudados los que espe-
ran en ti, Dios mío". Tu falta de testi-
monio defrauda. No porque tú quedes
mejor o peor ante la gente, sino por-
que no manifiestas tu parecido con el
Padre. En definitiva, es él quien queda
mejor o peor parado. En tu testimo-
nio está en juego la imagen de Dios y
la acogida y acercamiento de mucha
gente. Debes ofrecer a todos un en-
cuentro personal con Jesucristo, una

63 experiencia personal profunda e in-


tensa, un testimonio personal que lle-
ve a la conversión y a un cambio de
vida integral (n° 226).
Con tu vida proclamas quién y
cómo es el Dios en quien crees y al que anuncias en tu tarea de discípulo mi-
sionero. En tu vida, habrás dicho algunas veces, queriendo justificarte: "no
me miren a mí; miren al Dios a quien predico". ¡Que te miren a ti, para que
"viendo tus buenas obras, glorifiquen al Padre que está en los cielos"!
Si eres hijo, no es una osadía que te atrevas a decir desde tu unión con
Jesús: "quien me ha visto a mí, ha visto al Padre". Fue un testigo quien dijo:
"vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí". Desde esa transforma-
ción en Cristo, Pablo fue apóstol y misionero.
Dios Padre te atrae por medio de la entrega eucarística de su Hijo... Te
hace "nueva creación", ya que el amor del Padre del Hijo y del Espíritu San-
to renueva tu vida de criatura (n° 241). Eres una criatura nueva, con el pa-
recido a Dios.

119
testigos

No "haces" de testigo; "eres" tes-


tigo. Tu testimonio no es función o es-
trategia. Es una manera nueva de ser
hombre o mujer. No se reduce a unos
actos de tu vida. No tiene que ver sólo
con los momentos en los que "ejer-
ces" de discípulo misionero. El tes-
timonio no es como un gorro que te
pones o quitas a discreción. Tienes el
deber de hacer creíble la fe que pro-
fesas, mostrando autenticidad y co-
herencia en tu conducta (n° 210).
Es más, el testigo no busca serlo;
lo es sin darse cuenta (¡tanto ha asi-
milado su nueva condición de hijo!).
Cuando el testimonio es sólo externo,
te cansa. Son esos momentos en los
que te entran ganas de tirar la toa-
lla. Cuando el testimonio te sale de
dentro, no puedes dejar de darlo. Allí
donde estés, y hagas lo que hagas, se-
rás testigo.

64 En la medida en que des unidad a


tu vida, tú mismo te sentirás más fe-
liz y contagiarás a los demás. El testi-
monio interior lo recibes del Espíritu,
que, en lo más íntimo de ti mismo, te
da las razones más hondas para creer, esperar y amar, haciendo de tu vida un
don para los demás.
Porque tú mismo recibes del Espíritu el testimonio a favor de Jesús, pue-
des ser testigo de él ante los demás. Y el mismo Espíritu da testimonio a fa-
vor de Jesús para los demás, a través de tu testimonio sencillo y constante.
También en el testimonio eres obra del Espíritu. No lo das por tu propia cuen-
ta. Es Él quien lo da a través de ti.
En tu testimonio, piensa que las condiciones de vida de muchos abando-
nados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor contradicen el proyecto
del Padre... y te piden un compromiso a favor de la vida (n° 358).
Introdúcete en el realismo de la Encarnación, para que la gente pueda
ver, oír, contemplar y palpar la obra de Dios en ti (cfr n° 242).

120
testigos

Es verdad que te ha tocado ser


testigo en tiempos difíciles. Tu testi-
monio va contra corriente de muchos
comportamientos de la gente. Los va-
lores del Evangelio no están hoy al
alza. Es más, a veces, hasta puedes
pensar que eres un bicho raro y que,
viviendo conforme al evangelio, "ha-
ces el idiota". Puedes llegar, incluso,
a pensar que en un mundo tan compe-
titivo como el nuestro, necesitas vi-
vir como "cualquier hijo de vecino",
si quieres "levantar cabeza".
Y, así, te haces a la idea de que tu
fe no tiene por qué meterse en tu vida;
que es algo perteneciente a tu intimi-
dad y no tienes por qué manifestarla
públicamente, ni tienes por qué apli-
carla a las "cuestiones de la vida": fa-
milia, educación, trabajo, política...
Es lo que se llama la privatización de
la fe, que está tan en boga en nuestros
días. Ahí arraiga una limitada com-
prensión de la vocación laical y de su
específica índole secular (n° 100). Pue-
des llegar a situar a los laicos sólo "en
la Iglesia" y no "en el mundo".
Si piensas y actúas así, tu tarea de discípulo misionero se quedará a me-
dio camino y estarás preparando cristianos que jamás darán testimonio de su
fe en la construcción de una sociedad más cercana al plan de Dios, en la lí-
nea de la filiación y la fraternidad. Meterás a Dios en la intimidad de las con-
ciencias, y no harás de su acogida y confesión una fuerza de transformación
del pequeño o grande mundo en el que vives y trabajas.
Sin embargo, tu fidelidad al Evangelio te exige proclamar en todos los
areópagos, públicos y privados, del mundo de hoy, y desde todas las instancias
de la vida y misión de la Iglesia, la verdad sobre el ser humano y la dignidad
de cada persona humana (n° 390).

121
testigos

La fuerza de tu testimonio debe


ayudarte a superar cualquier respeto
humano; el "qué dirán", que tantas
energías resta a tu vida de discípulo
misionero. El testimonio es fruto de la
valentía apostólica que necesitas para
"anunciar el evangelio con ocasión y
sin ella".
Quien ha sido "agarrado por el
Evangelio" en la totalidad de su vida,
respira evangelio en todo lo que dice
y lo que hace. No queda rincón en su
vida sin iluminar por su estrecha unión
con el Señor. Incluso en momentos di-
fíciles, percibirás que "tienes que
obedecer a Dios antes que a los hom-
bres". Sal de tu conciencia aislada, y
lánzate con valentía y confianza (pa-
rresía) a la misión de toda la Iglesia
(n° 363)
El respeto que toda persona te
merece hará que no seas impositivo e
intolerante, que tu testimonio no sea
arrogante, pero nunca te debe retraer
de ofertar a los demás "lo que has vis-
to y oído, lo que tus propias manos
han tocado del Verbo de la Vida".
Piensa que tu propia experiencia de Dios y de su salvación es un medio
privilegiado por el que el Señor quiere llegar a los demás. No tengas miedo a
compartirla. Estás diciendo con sencillez y alegría "lo que el Señor ha hecho
contigo". Sentirás que "la palabra se ha vuelto en ti como un fuego devo-
rador; intentarás sofocarla, pero no podrás" incluso en los momentos en los
que, desanimado, hayas llegado a decirte a ti mismo: "no pensaré más en Él;
no hablaré más en su nombre".
Ten la confianza de que en Cristo Palabra, Sabiduría de Dios, la cultura
puede volver a encontrar su centro y su profundidad, desde donde se pue-
de mirar la realidad en el conjunto de todos sus factores, discerniéndolos a
la luz del Evangelio y dando a cada uno su sitio y su dimensión adecuada (n°
41).

122
testigos

No te extrañe que la gente reclame


tu testimonio. Te puede poner nervio-
so que te exijan más que a los demás.
Pensarás que mucha gente lo hace para
justificar su falta de compromiso, trans-
firiendo a ti las exigencias que ellos no
son capaces de asumir. Aunque esta es-
trategia procediera de mala voluntad,
agradécelo, porque es una buena ma-
nera de recordarte tu fidelidad.
Como discípulo misionero te debes
a la gente. Y ya sabes: "el mundo de
hoy cree más a los testigos que a los
maestros; y si cree a los maestros, es
porque son también testigos". El tes-
timonio es el primer paso en una bue-
na evangelización. Cuando suscites la
pregunta: "¿por qué esta persona es
así?" estarás sembrando la primera
semilla de tu anuncio del Reino.
El énfasis que hoy se da a la ex-
periencia personal y a lo vivencial te
lleva a considerar el testimonio como
un componente clave en la vivencia
de la fe. Tus hechos son valorados si
son significativos para la persona. En
el
. lenguaje testimonial puedes en-
contrar un punto de contacto con las personas que componen la sociedad y
y
de ellas entre si (n° 55).
Por eso, tu falta de testimonio da pie a pensar que no será tan importan-
te lo que anuncias, ya que tú no lo cumples, estarás cerrando el corazón de
mucha gente a la acogida del evangelio. Un gran obstáculo para la evangeli-
z a r o n es, en efecto, el mal ejemplo de muchos cristianos que viven un esti-
lo de vida al margen del Evangelio (n° 100).
No seas de los que "velan", sino de los que "revelan" a Dios. No te canses
hasta que puedas decir: "sean imitadores míos como yo lo soy de Cristo" Esa
es la mayor fuerza de tu testimonio. No lo podrás decir de la noche a la ma-
nana. Pero lo podras decir algún día, si no cierras tu corazón a la gracia

123
testigos

El testimonio abarca toda tu vida.


No puedes hacer en ella compartimen-
tos, viviendo el evangelio a trozos. Si
...£l1ESrtMOM'iD 1DDA lo haces así, ni tú mismo te sentirás a
1A ViDA D6L lÉSfifciD —
gusto. Tendrás muchas veces la sen-
sación de que no eres sincero, y eso
mismo quitará fuerza de convicción a
tu tarea.
No quiere esto decir que tengas
que esperar a ser santo para ser un
discípulo misionero; pero sí, que los
santos son los que mejor evangelizan.
Es verdad que el evangelio nos supera
a todos y que, muchas veces, el Espí-
ritu actúa " a pesar nuestro". Pero lo
normal es que actúe a través de sus
testigos.
Tu propia tarea es una llamada a
tu fidelidad: ser fiel no sólo en los mo-
mentos y en los aspectos en los que
"haces" de misionero. "Eres" misio-
nero desde tu vida de discípulo, trans-
formada por el Señor. No vale que te
reserves parcelas de tu vida para ti
mismo, viviéndolas de espaldas a Je-
sús y su evangelio.
La llamada/respuesta hace de ti
un discípulo misionero "unitario": has dado una adhesión de toda tu persona
al Señor...; has pronunciado un "sí" que compromete radicalmente tu liber-
tad de discípulo a entregarte a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (n° 136).
Ahí tienes una tarea personal de respuesta y conversión, que forma par-
te de tu propio itinerario de vida interior. Tus "trabajos por el evangelio" no
pueden mermar la necesidad de "velar por ti mismo" en un permanente ca-
mino de fidelidad y de entrega.
Siente la dicha de ser instrumento del Espíritu de Dios, en Iglesia, para
que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comu-
nicado a todos, no obstante las dificultades y resistencias (n° 14). La fuer-
za de tu anuncio será adecuada, si la realizas con el estilo del Maestro (n°
363).

124
testigos

En Jesús de Nazaret tienes el mo-


delo de tu testimonio. Él es el "Testi-
..Jsfe es a HOOSUJ oeifer^o-, go fiel". Te sentirás feliz, cuando tú
mismo puedas decir: "sean imitado-
res míos, como yo lo soy de Cristo". Él
te da la posibilidad de hacer tuyos su
vida y sus sentimientos.
A imitación de Jesús que es testigo
del misterio del Padre, así tú, como
discípulo, eres testigo de la muerte
y resurrección del Señor "hasta que
El vuelva". Cumplir este encargo no
es para ti una tarea opcional, sino
que es parte integrante de tu identi-
dad cristiana. Se trata de la extensión
testimonial que haces de tu vocación
(n° 144).

Tienes que conocer la vida de Je-


sús. Pero el conocimiento no basta.
No conoces ni admiras a un persona-
je del pasado, al que imitaras sólo por
fuera. Vives la misma vida de Jesús,
que el Espíritu te comunica a través
de los sacramentos, especialmente de
la eucaristía.
Por eso, tu testimonio no es algo
rramnnf „ . . distinto de tu vida sacramental. Sa-
cramentos y vida no son como dos caminos paralelos. Los sacramentos ali-
mentan tu testimonio; y tu testimonio da credibilidad a los sacramentos
Cuando no vives esta armonía, celebrarás los sacramentos como meros ritos
externos, y tu testimonio no pasará de ser un esfuerzo ético, digno de ala-
Per 6 S g a j a d 0 d e l a r a í z q u e 10 a l i m e n t a 10
tiano" ° y hace "testimonio cris-

Une vida y sacramentos y proclamarás con tu testimonio la fuerza que


viene de Dios y que se realiza en tu propia debilidad. No te asuste llevar te-
soro tan grande en tu vasija de barro.
Recuerda que, en su Palabra y en todos los sacramentos, Jesús nos ofrece
un alimento para el camino... En el banquete de la Eucaristía participamos
de la vida eterna, y, asi, nuestra existencia cotidiana se convierte en una
Misa prolongada (n° 354). Si eres coherente, tu Misa nunca acaba

125
testigos

El testimonio llevó a Jesús hasta la


muerte: "siendo Hijo, aprendió lo que
significa obedecer". La voluntad del
Padre es la pasión del testigo. Como
hizo con Jesús, el Padre te quiere para
entregarte a los demás. Tu vida es un
regalo que Dios hace a los hombres,
porque los continúa queriendo apa-
sionadamente. Especialmente a quie-
..OMÍN PKFEEEl^ciAL nes, a través de toda la historia, fue-
PDPL05 P0BRE5... ron los destinatarios privilegiados de
su amor: los pobres.
Jesús fue enviado de manera pre-
ferente a los pobres y pecadores, a
los que estaban lejanos y excluidos. El
testimonio de su predilección por ellos
causó el escándalo que le acarreó la
muerte. No podrás dar testimonio de
T.B3ST-
Jesús, si no colocas en el centro de tu
corazón de discípulo misionero los ros-
tros e historias concretos de los más

70
pobres y marginados, de los excluidos
de la sociedad. El mensaje que llevas
entre manos les pertenece de manera
privilegiada. Con tu estilo evangeliza-
dor se lo debes devolver. Ten muy en
cuenta que si cierras ios ojos ante la
realidad de los pobres, no eres defensor de la vida del Reino y te sitúas en
el camino de la muerte (n° 358).
Tú mismo sabes que sólo en la medida en que experimentas y vives tu
propia pobreza eres acogedor sencillo y transmisor fiel de la salvación. Que
no te asuste tu pobreza. Alégrate de no saber otra cosa que Cristo crucifica-
do. Tendrás entonces la sabiduría de Dios que tantas veces desconcierta.
Desde ahí, tu opción preferencial por los pobres está implícita en la fe
cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enrique-
cernos con su pobreza. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios
hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (n° 392).
Vive como inseparables el amor a Dios y el amor al prójimo... y entiende
tu servicio fraterno a la vida digna de todos como preocupación por desarro-
llar estructuras más justas y por transmitir los valores sociales del Evange-
lio (n° 359).

126
PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Voy consiguiendo que el testimonio de vida cristiana me salga de ma-


nera espontanea? ¿Experimento la alegría del amor que mi Padre-Dios me
tiene y procuro parecerme a Él, para que, viéndome a mí, la gente se dé
cuenta de como es El? ¿Qué diferencias veo entre "hacer" de testigo y "ser"
testigo? ¿Por donde va mi propia experiencia personal en este sentido?
2. ¿Qué dificultades más importantes encuentro, hoy, para dar un testi-
monio sencillo, pero coherente de mi fe? ¿Tiendo a "esconder" mi fe como
si fuera un asunto privado, que sólo me vale para mi intimidad personal? ¿Me
enfada la gente que reclama mi testimonio personal? ¿Hay mucha gente aue
esperaría otra cosa de mí?
3. ¿Abarca mi testimonio toda mi vida, o lo reduzco a los momentos en
que me encuentro ejerciendo la tarea? ¿Conozco bien a Jesús, para saber a
quien me tengo que parecer? ¿Me parezco a Él en la inclinación preferente
por los pobres?

ORACIÓN
Señor Jesús, Tú eres el Testigo fiel, que nos has mostrado el rostro de
Dios, metiéndolo en nuestra propia vida como rostro de Padre Haz que
nos parezcamos a Dios, para que, desde la novedad de nuestra vida vaya-
mos diciendo lo hermoso que es ser hijos de tal Padre. Que no nos asus-
ten las dificultades, ni nos hagan esconder la luz que tú has encendido en
nuestro corazon. Danos valentía para proclamar con sencillez y audacia lo
que tu has realizado en nuestras vidas, y, así, podamos dar razón de nues-
tra esperanza a todo el que nos la pida. Haz que, teniéndote por modelo
de nuestro testimonio, nos entreguemos con preferencia a los más pobres
y marginados. Ellos son los que más urgentemente reclaman nuestra vida
y nuestra entrega.
AMEN.

127
OBJETIVOS

1. Acoger la tarea evangelizadora como un servicio fraterno, manteniendo


siempre la sencillez del discípulo, mostrándose siempre abierto a la correc-
ción fraterna.
2. Mostrar la fraternidad en la apertura de corazón a todos los hombres y
mujeres de nuestro tiempo, en la disponibilidad para la ayuda y en la aten-
ción preferente a los más pobres.
3. Descubrir la raíz de la fraternidad en la filiación común respecto al Pa-
dre. No formamos una "fraternidad huérfana", sin Padre. Alimentar la frater-
nidad en la eucaristía.

131
hermanos

Ser discípulo misionero no te colo-


ca por encima de nadie en la comuni-
dad o en el pueblo. No se te ha con-
fiado un poder, sino un servicio a fa-
vor de quienes son tus hermanos. No
mires a nadie por encima del hombro.
No busques el reconocimiento social
de la gente. "Marcha, humilde, junto
a tu Dios".
Dios, que "te pidió permiso" para
...AL
$az)&o entrar en tu historia personal, pide
06 UA también permiso a los demás a tra-
UaZMMIO$.
vés de tu cercanía de hermano. Desa-
rrolla la sensibilidad fraterna. Te sen-
tirás acompañado y acompañante en
"el camino, junto a Dios". Acompaña-
do por una multitud de hermanos: tu
parroquia, tu comunidad, tu grupo, tu
equipo. No estás solo. Siente el acom-
pañamiento de los tuyos.
TROT.
Desarrolla una espiritualidad de la

71
gratuidad, de la misericordia, de la
solidaridad fraterna... Son tus actitu-
des, cuando amas desinteresadamen-
te y sin pedir recompensa (n° 517).
Busca ser acompañado, para man-
tener tú mismo la fidelidad, para sa-
ber descubrir lo que Dios te pide en cada momento, para avivar la esperanza
y estar atento al paso del Señor. Cuando te dejas acompañar, reconoces que
no eres tú mismo el autor de tu camino; que recorres un sendero abierto por
el Señor y recorrido por una multitud de hermanos. Aprende de quienes ya
recorrieron el camino y de quienes lo están recorriendo a tu lado.
Jesús quiere que, como discípulo te vincules a él como amigo y hermano.
Piensa que la consecuencia más inmediata de esta vinculación es la condi-
ción de hermanos que adquieren todos los que son miembros de la comuni-
dad de Jesús (n° 132).
Perteneces a una Iglesia que es comunidad de amor y está llamada a re-
flejar la gloria del amor de Dios que es comunión (n° 159). La fraternidad
que vives en la Iglesia arraiga en la misma Trinidad.

133
hermanos

Para dejarte acompañar, necesi-


tas la sencillez del discípulo. ¡Enseñas
tantas cosas que puedes tener la im-
presión de no necesitar ser enseñado!
No sólo en las verdades de la fe, sino
en la sabiduría que conduce a la salva-
ción. "Sabérselas todas" es malo para
el discípulo misionero. Le priva de es-
tar constantemente aprendiendo con
actitud receptiva y acogedora. Apren-
smta diendo de todos, pero especialmente
6S-
írScfoJw... de los sencillos.
Todos te pueden enseñar; mira a
todos como a posibles "maestros". En
cada vida y en cada historia puedes
encontrar indicaciones para el cami-
no. Aprende a leerlas a la luz del evan-
gelio y te sorprenderás de ver cómo
"el Señor te enseña sus caminos".
Entrénate en el reconocimiento de
las semillas que Dios esparce de tan-

72
tas maneras en el corazón de los hom-
bres. Sin esta actitud te será difícil la
tarea de misionero: descubrirás "ene-
migos" donde Dios te pone "herma-
nos" para recorrer el camino. Ten la
humildad de saber preguntar. No sólo
en lo que se refiere a tu trabajo pastoral, también en las cuestiones de tu
propia vida de creyente. Las "señales de Dios" te vendrán muchas veces a
través de los hermanos.
Como discípulo y misionero siéntete acompañado y estimulado por la co-
munidad y sus pastores para madurar en la vida del Espíritu (n° 278). Presta
atención a la búsqueda, por parte de nuestra gente, de comunidades cristia-
nas en las que sean acogidos fraternalmente, y se sientan valorados, visible
y eclesialmente incluidos... Trabaja para que todos nos sintamos realmente
miembros de una comunidad eclesial y corresponsables en su desarrollo (n°
226).
Recuerda que la vida se acrecienta dándola, y se debilita en el aislamien-
to y la comodidad...; y que se alcanza y madura en la medida que se la entre-
ga para dar vida a los otros (n° 360).

134
hermanos

Con corazón de hermano, abre tu


corazón a todos los hombres y muje-
res de tu tiempo. Tu condición de dis-
cípulo misionero te abre a los demás
con un título nuevo: el evangelio, des-
tinado a todos los hombres. Jamás el
evangelio puede cerrarte. Su mensaje
lleva preguntas y respuestas que es-
tán en la entraña del corazón huma-
...pm no. Son las mismas que tú compartes
EL
CoRAísifJ con todos los hombres, tus hermanos.
H0M6PCS Cuando vives y anuncias el evan-
Viwjefej
ce 90 gelio, no lo haces como un extraño.
Ttofib-
Incluso cuando a tu alrededor descu-
bras indiferencia y hasta hostilidad,
piensa que estás haciendo una semen-
tera que algún día fructificará.
También para quien no cree, el
evangelio que anuncias lleva una car-
ga humanizadora, que crea fraterni-
dad. Para muchos puede ser la en-
trada a la fe. La fuerza del evange-
lio para hermanar a todos es una gra-
cia universal. Desde esa oferta, haz-
te sensible a todas las corrientes de
solidaridad fraterna que atraviesan
el corazón y el comportamiento de
los hombres. Refuérzalas, motívalas, ahóndalas, pero no te quedes fuera de
ellas. Recuerda que la vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y
desarrolla en plenitud la existencia humana "en su dimensión personal, so-
cial y cultural" (n° 356).
Si como discípulo estás enamorado de Cristo, no podrás dejar de anunciar
al mundo que sólo Él salva. Como discípulo sabes que sin Cristo no hay luz,
no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro (n° 146).
Piensa y actúa desde la convicción de que la vida sólo se desarrolla ple-
namente en la comunión fraterna y justa...; y que no puedes concebir una
oferta de vida en Cristo sin un dinamismo de liberación integral, de huma-
nización, de reconciliación y de inserción social (n° 359).

135
hermanos

Que la gente te pueda percibir


como a un hermano. Muéstrate dis-
ponible. "A quien te pida la túnica,
dale también el manto; y a quien te
pida recorrer una milla, acompáña-
le dos". Da siempre con abundancia;
date siempre con generosidad.
Acompaña siempre con el respeto
de quien llega a la vida de los otros
A WlJtD como "de puntillas", pero con la se-
0oMBs¡erfe guridad de que siempre está ahí cuan-
¡A
V ¡DA... do se te necesita. En tu tarea evange-
lizados crea profundas relaciones hu-
manas. ¡Que no es una empresa don-
de trabajas! Es una familia llamada a
construirse dando y recibiendo de los
demás y para los demás.
Aprende a estimular, a crear espe-
ranza, a contagiar alegría. Sé cercano
a los demás "en las duras y en las ma-
duras". No dejes a nadie solo en situa-

74
ciones difíciles, y haz tuya la alegría
de los hermanos. Tu tarea misionera
llena tu corazón de nombres: los de
todas las personas con quien entras en
contacto y los de aquellas otras que,
de una manera u otra, te esperan. En-
tra en la dinámica del buen samaritano, haciéndote prójimo del que sufre,
genera una sociedad sin excluidos, acoge a los pequeños... (n° 135).
No dejes los nombres de la gente en la frialdad de las listas o en la com-
plejidad de las estadísticas. Mételos en tu propia historia, haciendo con to-
dos ellos el camino de una vida compartida.
Imita a Jesús, cuya vida fue una entrega radical de sí mismo a favor de
todas las personas, consumada definitivamente en su muerte y resurrección
(n° 202).
Acompaña tus obras de misericordia con la búsqueda de una verdadera
justicia social. Como parte de la Iglesia, no puedes quedarte al margen de
la lucha por la justicia (n° 385). Tu fraternidad es una fraternidad vigorosa,
no intimista y blanda.

136
hermanos

Tu acogida de hermano te inclina


con preferencia a los más pobres y dé-
biles. Ellos son los que más te necesi-
tan. A ellos te acercas no para sentir-
te mejor, o más santo, o más fiel. Lo
haces para mantener viva su esperan-
za, dándoles motivos reales de supe-
ración y de lucha. No los amas "por"
Dios; los amas "con" Dios, con aquel
amor de Dios "que ha sido derrama-
do en tu corazón con el Espíritu Santo
que se te ha dado". Y el amor de Dios
es creador, fortalecedor, apasionado.
Despliega tu compromiso evange-
lizador y misionero entre los más sen-
cillos y alejados, como expresión visi-
ble de tu opción preferencial por los
pobres (n° 179).
Ábreles caminos nuevos y ayuda a
crear las condiciones para que puedan
vivir con dignidad de personas. Con los

75
pobres y débiles no seas paternalista,
porque uno solo es el padre, Dios. Sé
maduro para no crear dependencias
que infantilizan y entorpecen el desa-
rrollo personal. Echa todas las manos
que sean necesarias, pero piensa que
es preciso que ellos crezcan y tú disminuyas.
No te hagas protagonista a costa de los otros. Haz protagonistas a los de-
mas, con la sencillez de quien acompaña sin ser percibido. No entres en la
vida de los otros arrollando; hazlo, acompañando. Con discreción y madurez
con sencillez y esperanza, haciendo de todos caminantes y no simples espec-
tadores del camino de unos pocos.
Como miembro de la Iglesia latinoamericana y caribeña, recuerda que la
opcion preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marcan su fiso-
nomía (n° 391). '
Porque te preocupa la dignidad humana, que te angustien los millones
de latinoamericanos/as que no pueden vivir su vida con dignidad (n° 391) Tu
indiferencia sería para ellos una ofensa imperdonable

137
hermanos

Como hermano, comparte tus bie-


nes y tus dones, lo que tienes y lo que
eres. Recibiste una vida que la mere-
ces dándola, y la salvas en la medida
en que la entregas. No pongas tu ta-
rea misionera al margen de esta co-
rriente de entrega: entrega personal
y entrega social.
Arranca de tu corazón el egoísmo
,..úcM8«re que te cierra a los demás y que tien-
T¡6FJ6S de a hacerte el centro de todos y de
Ytoavfc
6R£5- todo. Y ayuda a arrancar el egoísmo
social, que organiza la vida en bene-
ficio de unos pocos, dejando a mucha
gente en la cuneta. Como discípulo
misionero, aviva tu interés y colabo-
ración en la construcción de una so-
ciedad más justa y fraterna. Ten espí-
ritu crítico para descubrir y denunciar
los atentados anti-fraternos en la or-
ganización de la sociedad.

76
No "comulgues con ruedas de mo-
lino", aceptando, sin más, lo que en la
organización política, económica y so-
cial atenta contra muchos y favorece a
unos pocos. La pasión de hermano no
la vives sólo creando espacios cálidos
de convivencia en una sociedad injusta y anti-fraterna; la vives también, y
sobre todo, cuando te implicas con valentía en hacer de toda la sociedad un
único y amplio espacio de fraternidad.
Y cuando pienses en la sociedad, no te reduzcas al pequeño mundo en el
que vives, abre tu corazón al mundo entero y duélete con todos los pobres de
la tierra. También ellos son tus hermanos; y de su vida y de su muerte eres
también co-responsable.
Subraya en tu vida la inseparable relación entre amor a Dios y amor al
prójimo... y colabora el la supresión de las graves desigualdades sociales y
las enormes diferencias en el acceso a los bienes. Tu preocupación por de-
sarrollar estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del
Evangelio forma parte de tu servicio fraterno (n° 358).

138
hermanos

Porque eres hijo, eres hermano. A


veces, te gustaría ser hijo único. Todo
sería para ti. Pero tu Padre tiene tan-
tos hijos como habitantes ha tenido,
tiene y tendrá el mundo. A decir ver-
dad, nuestro Padre tiene un Hijo úni-
co: Jesús. Pero, en Jesús, todos esta-
mos llamados a ser hijos del mismo
Padre. Es obra del Espíritu el que ten-
gas a Dios como Padre, el que te iden-
tifiques con Jesús y te abras a su mis-
terio de salvación, haciéndote hijo
suyo y hermano de todos los hombres
(n° 137).
Fíjate, la verdad más sencilla de
tu fe es la llamada más fuerte a la fra-
ternidad. No tienes que buscar moti-
vaciones prestadas para vivir como
hermano. Invoca a Dios como Padre
y habrá cambiado de raíz tu relación
con todos los hombres. Esa es la Bue-
na
H W H M Noticia que anuncias cuando predi-
cas el
# # evangelio. La cuestión es el ni-
¡ / vel en el que vives la filiación y la fra-
ternidad. Si las vives como un añadido
a tu ser hombre o mujer, "harás" de
. . ., hijo y hermano en algunas ocasiones
de tu vida, pero no "serás" hijo y hermano. Acoge con alegría la Buena Noti-
cia: Dios amor es Padre de todos los hombres y mujeres de todos los pueblos
y razas. Jesucristo es el Reino de Dios que procura desplegar toda su fuerza
transformadora... En El, Dios nos ha elegido para que seamos sus hijos con el
mismo origen y destino, con la misma dignidad... (n° 382).
El gran don que te ofrece el Señor es el de "ser" no simplemente el de
hacer . Ser en Cristo Jesús" (eso es la vida cristiana) significa para ti "ser
hijo de Dios-Padre" y "ser hermano de todos los hombres". Así de sencillo y
asi de extraordinario. Por eso, todo lo que tienes que hacer es "amar a Dios
con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo".

139
hermanos

¿Recuerdas la parábola del hijo


pródigo? No te vayas a identificar con
el hermano mayor. Aquel muchacho
habría sido un mal discípulo misione-
ro. Estaba tan a gusto en la casa de
su padre, que no se acordaba del her-
mano que se había alejado. Mientras
al padre se le partía el corazón por el
hijo perdido, a él se le endurecían las
...COlO ÉL entrañas, temiendo su vuelta.
SAUR
Con tu estilo misionero tienes que
A «>S
«¡7oS ayudar la salida del padre a buscar a
quienes se fueron o nunca estuvieron
en la casa paterna. Tu identificación
con el corazón del Padre te hace "sen-
tir debilidad" por los hermanos que lo
dejaron. Pregúntate también por tu
manera de estar en la casa; pudiera
ser que tú mismo la estés haciendo in-
habitable para otros.
Recuerda que cuando Jesús habla

78
en sus parábolas del pastor que va
tras las ovejas, de la mujer que busca
la dracma perdida, del padre que sale
al encuentro de su hijo pródigo y lo
abraza, no se trata sólo de meras pa-
labras, sino de la explicación del pro-
pio ser de Jesús y de su manera de obrar (n° 242).
Pregúntate si la lejanía de muchos no se debe también a que tu cercanía
no es acogedora, o no manifiesta gozo y alegría con los hermanos que llegan.
Ni la casa es tuya, ni el corazón del Padre te pertenece en exclusiva. La casa
y el Padre son de todos. Y a la mesa servida están llamados los de cerca y los
de lejos. Un solo Padre, una sola casa y una sola mesa. Anuncia por todas par-
tes que "la mesa está servida, caliente el pan y envejecido el vino". Alégrate
de que tu Padre sea así y, anunciándolo, abre las puertas de par en par, para
gozarte con la multitud de tus hermanos.
En tu relación con los alejados, haz una comunicación de los valores evan-
gélicos que sea positiva y propositiva. ¡Qué responsabilidad para el discípulo
misionero desde esta afirmación de Aparecida: son muchos los que se dicen
descontentos no tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino con
la forma con que ésta es presentada! (n° 497).

140
hermanos

Vive también la fraternidad con los


demás discípulos misioneros. No son
ustedes simples compañeros de traba-
jo o colegas de una misma empresa.
Sus relaciones no son laborales; son
relaciones de hermanos. Vívelas como
una gracia. No midas la tarea común
por honores, puestos o competencias.
Reconócete en lo que hacen los
demás y abre a los otros lo que tú ha-
ces y el campo donde trabajas. Acos-
túmbrate a compartir con sencillez y
alegría. Su propia fraternidad es ya un
signo de la familia que quieren cons-
truir. Unidos en Cristo, tienen en co-
mún "los trabajos por el evangelio".
Y, juntos, forman la comunidad. No
puede haber vida cristiana, sino en
comunidad... Como los primeros cris-
tianos, participa en la vida de la Igle-
sia y en el encuentro con los herma-

79
nos, viviendo el amor de Cristo en la
vida fraterna y solidaria... Eres tam-
bién acompañado y estimulado por la
comunidad y los pastores, para madu-
rar la vida en el Espíritu (n° 278).
Ayuda a los demás con tu entusias-
mo y tu disponibilidad. Anima a quien esté en baja forma; y déjate ayudar
cuando lo estés pasando mal. Entre los discípulos misioneros, debes experi-
mentar la amistad que crea el seguimiento de Jesús. Recuerda al grupo de
sus discípulos y gózate en la comunión que crea su presencia. Lo que tú haces
es importante, pero también es lo que hacen los demás.
No vayas a confundir tu carisma con tus "obsesiones"; el carisma edifica
siempre la comunión fraterna; las "obsesiones" dividen y confrontan. Mira y
pide a tu obispo que sea el animador de la comunión, abierto a acoger, dis-
cernir y animar carismas, ministerios y servicios en tu Iglesia, promotor de
una comunión abierta, presentando un rostro de Iglesia en el que todos se
sientan acogidos como en su propia casa (n° 188).

141
hermanos
No hay fraternidad sin Eucaristía.
Un solo pan y un solo cuerpo. Comu-
nión con el cuerpo de Cristo y comu-
nión de dones, de servicios y de caris-
mas, para formar una misma y única
iglesia. En la Eucaristía, la diversidad
queda trabada en unidad. Lo mismo
que las espigas en el pan y las uvas en
el vino.
Celebra la Eucaristía, apasionado
por la comunión. En ella la recibes y
la expresas. De ella recibes la fuerza
para construirla. Desde la Eucaristía
sales al mundo con el compromiso de
hacer una comunidad de hermanos.
Descubre la fuerza de unión de la
Eucaristía. Celébrala con sentido de
familia. Participa activamente en ella,
porque es la gran fiesta de la comuni-
dad en la que trabajas. Haz de ella
un encuentro de hermanos que escu-

80
chan la Palabra del Padre y se unen a
la entrega del Hijo. La comunión en la
Iglesia se nutre con el Pan de la Pala-
bra de Dios y con el Pan del Cuerpo de
Cristo. La Eucaristía... nos hace miem-
bros del mismo Cuerpo... En la Euca-
ristía se nutren las nuevas relaciones evangélicas de ser hijos e hijas del Pa-
dre y hermanos y hermanas en Cristo (n° 149).
Que se note que allí está aconteciendo la presencia de Jesucristo entre
nosotros. La misma presencia con la que quieres inundar tu vida y la vida de
los demás. Anuncias una presencia, no un recuerdo.
La misma presencia que experimentas sacramentalmente cuando, con tus
hermanos, acoges para ti y para el mundo a Cristo resucitado. Como los discí-
pulos de Emaús, acostúmbrate a reconocerlo en el "partir el pan". Implícate
en la eucaristía de la comunidad y no andes buscando como privilegio una Eu-
caristía "particular" para ti o para tu grupo. La Eucaristía es la mesa común
de la familia. En ella se realiza y se expresa la fraternidad.

142
PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Me planteo mi tarea de discípulo misionero como dominante o como


servidor? ¿Me las sé todas, o me considero siempre discípulo que tiene que
aprender también de los otros? ¿Recibo de buen grado la corrección fraterna
y la hago con sencillez a los demás?
2. ¿Estoy abierto a la gente con quien convivo? ¿Me doy cuenta del don
que ofrezco, cuando entrego el evangelio?¿Cómo ando de disponibilidad?¿Me
reservo mucho para mí, por el miedo a compartir mi vida?
3. ¿Me siento preferentemente hermano, cercano de los más pobres y
sencillos? ¿Los escucho, los atiendo, les ayudo...? ¿Cómo muestro mi cerca-
nía a ellos? Mi vivencia de la fraternidad, ¿llega a tocar el sentido mismo de
mi vida, o se me queda en unas cuantas cosas que hago por los otros? ¿Des-
cubro la raíz de mi fraternidad en la filiación de todos con relación a Dios,
y la alimento en la Eucaristía? ¿Me siento fraternalmente unido a los demás
evangelizadores? r

ORACION
Señor Jesús, nuestro hermano mayor, danos sensibilidad fraterna, para
que no miremos a nadie por encima del hombro en nuestra tarea misio-
nera. Haz que nos sintamos discípulos sencillos, que necesitamos siempre
aprender, para abrir así nuestro corazón y ofrecer lo que llevamos en él;
para estar disponibles a todos, especialmente para los más pobres y mar-
ginados. Que ellos encuentren en nuestra oferta y entrega la realidad de
tu presencia cercana y amiga. Que ayudemos a que todos los hombres se
acerquen al Padre tuyo y Padre nuestro, y así pueda Él hacer de todos una
gran familia de hermanos. Que los discípulos misioneros sintamos nuestra
condición de hermanos, y que alimentemos siempre en tu "cuerpo entre-
gado" y en tu "sangre derramada" la gozosa experiencia de nuestra pro-
pia entrega.
AMEN

143
ALEGRES
OBJETIVOS

1. Hacer consciente al discípulo misionero de ser portador de una alegre


y buena noticia, desde la que puede responder a las más hondas aspiraciones
del corazón humano.
2. Ayudar a que el discípulo misionero no confunda alegría con ingenui-
dad. La respuesta al sentido de la vida no es fácil, y supone un conocimiento
hondo de las aspiraciones del corazón humano.
3. Situar la alegría del discípulo misionero en su correcto lugar: en la ma-
durez creyente, en la esperanza y salvación anunciadas, en la salida misione-
ra a los ambientes más alejados y difíciles.

147
alegres

El mensaje que vives y anuncias se


llama "evangelio", que significa bue-
na noticia, noticia alegre. Es una no-
ticia buena y alegre, porque abre ho-
rizontes y señala metas a tu vida y a
la vida de los demás. ¿No te ocurre, a
veces, que no encuentras sentido a tu
vida? ¿No tienes momentos en los que
te parece que todo es oscuro dentro
de ti mismo y a tu alrededor? Te sien-
...8W06&Í),
BOSWA tes grande y pequeño al mismo tiem-
rJOTíc^A, po; descubres tus momentos de gloria
NORTÓÍA
y de miseria. Puedes llegar a pensar
que eres una pura contradicción.
Te preocupa el sentido de tu ser,
de tu trabajo, de tu amor, de tu fami-
lia, de la sociedad en la que vives...
Un qué y un para qué muchas veces
claro, pero en ocasiones, ¡un tormen-
to! Es que, pensándolo bien, cada
hombre y cada mujer somos un mis-

81
terio. A lo largo de tu existencia, en-
contrarás a mucha gente que prefie-
ren "parquearlo" para arrancarle a la
vida las pequeñas felicidades que les
permitan "ir tirando". Pero, dentro,
queda un corazón inquieto e insatisfe-
cho. La alegría del evangelio arraiga en la hondura de la vida. Es la "alegría
seria" que no pasa por encima de las dificultades y limitaciones. Las asume
y las transforma.
La "alegría serena" te llega, porque estás seguro de que la historia de la
humanidad transcurre bajo la mirada compasiva de Dios... Él ha amado tanto
nuestro mundo que nos ha dado a su Hijo. Jesús anuncia la Buena Noticia del
Reino a los pobres y a los pecadores (n° 29).
El contenido de la Buena Noticia también te alegra: Anunciamos a nues-
tros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el
hombre..., que nos acompaña en la tribulación, que alienta nuestra esperan-
za... Eres portador de buenas noticias para los demás y no profeta de des-
venturas (n° 29).

149
alegres

Puedes ahogar la inquietud e insa-


tisfacción; pasar de ellas. Muchas ve-
ces tendrás esa tentación. Pero, des-
de ellas, puedes mantenerte en una
constante actitud de búsqueda. Un
gran hombre y gran santo, Agustín de
Hipona, expresó sus más íntimos an-
helos con una descripción memorable:
"nos hiciste, Señor, para ti y nuestro
...6M corazón anda inquieto hasta que des-
ACTITUD
úoweowe canse en ti".
&e
8\ISad6C>A.. La inquietud del corazón es llama-
da fuerte a la felicidad. Nos reclama,
haciendo que no tengamos hartura.
Siempre buscamos ser felices, inclu-
so cuando erramos el camino. El an-
sia de felicidad se resiste a darse por
vencida. La compartes con todos los
hombres y mujeres a quienes encuen-
tras en tu tarea misionera. Reclamo
del corazón que es puerta abierta al
evangelio. El corazón es la vida ente-

82 ra que se resiste a ser encerrada en el


sinsentido y el absurdo.
La respuesta que tú vives y ofreces
no es ajena a la pregunta que cons-
tantemente aflora en el corazón hu-
mano, a veces de forma violenta. Cuando evangelizas no superpones res-
puestas a un corazón sin preguntas. No te vaya a pasar lo que a aquel mono
distraído y aburrido a quien el autor del afiche le hacía decir en el escrito:
"ahora que me sé la respuesta, se me olvidó la pregunta".
Y es que nada de lo humano te puede resultar extraño... Jesucristo es la
respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas humanas so-
bre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad, la felicidad, la justicia,
la belleza... Son las inquietudes que están arraigadas en el corazón de cada
persona y que laten en lo más humano de la cultura de nuestros pueblos (n°
380).
Tu alegría de discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta, sino
una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anun-
ciar la Buena Noticia del amor de Dios (n° 29).

150
alegres

Tu alegría más profunda nace de


tu propio corazón. En Jesús te has en-
contrado con el Padre y experimentas
que "su gracia vale más que la vida".
La comunión con Dios es tu bien más
preciado. Tu alegría procede de la
confianza, y la vives en la esperanza.
Es el momento de tu confesión gozosa
al Señor: "ningún bien tengo sin ti".
Haces desde ahí una jerarquía de
valores: te entusiasma haber encon-
trado un tesoro escondido y una per-
la preciosa. Empiezas a dar importan-
cia a lo que merece la pena y a qui-
társela a "lo que hoy es y mañana no
aparece". Descubres que la vida hay
que mirarla en su conjunto y no en los
momentos de pena o de gloria, a los
que sientes la tentación de agarrarte
como tu única tabla de salvación.
Jesús te ofrece salvar tu vida des-
de el sentido de Dios. Es el que bus-
cas, aunque, muchas veces, lo hagas a
tientas. Cuando acoges a Jesús como
"camino, verdad y vida" experimen-
tas que no eres un buscador a ciegas.
Te sentirás, a veces, desconcertado,
darás tropezones, tu experiencia podrá ser tu propio aguijón, pero podrás
confesar con San Pablo: "sé de quien me he fiado y estoy seguro". Tu confian-
za se hace alegría serena. En el encuentro con Jesús expresa la alegría de ser
discípulo del Señor y de haber sido enviado con el tesoro del Evangelio. Ser
cristiano no es una carga, sino un don (n° 28).
Sólo desde ahí tu alegría te empuja a la misión: sólo gracias al encuentro
y seguimiento, que se convierte en familiaridad y comunión por desborde de
gratitud y alegría, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y salimos
a comunicar a todos la vida verdadera, la felicidad, la esperanza que nos ha
sido dado experimentar y gozar (n° 549).
Tu alegría de discípulo es un antídoto frente a un mundo atemorizado
por el futuro y agobiado por la violencia y el odio (n° 29).

151
alegres

Pero no confundas la alegría con la


ingenuidad. Como discípulo misione-
ro no puedes ser ingenuo. Ni tu tarea
consiste nunca en dar recetas, como
si la alegría la distribuyeras con fór-
mulas mágicas. Y, ¡cuidado! que tam-
bién del Evangelio puedes hacer un
recetario.
En el Evangelio no encontrarás fór-
mulas mágicas, ni una respuesta he-
cha para cada pregunta formulada.
Jesús y el Evangelio son la respuesta
a la gran pregunta de la vida, pero no
ponen en tus manos las respuestas he-
chas para cada una de las cuestiones
que la vida nos plantea hoy. Continúas
siendo un buscador; confiado, pero
buscador. Conserva la dulce y confor-
tadora alegría de evangelizar, incluso
cuando hay que sembrar entre lágri-
mas (n° 552).

84
Por eso, no confundas tu alegría
con un optimismo ingenuo frente a
los problemas personales y sociales.
Nunca intentes ser alegre a base de
repetirte: "ojos que no ven, corazón
que no siente", o esperando que ven-
ga Dios a resolverte tus problemas. Tu alegría sería la de los ingenuos. Y la
evangelización te pide sencillez, no ingenuidad. Descubre un desafío en las
ofertas de felicidad que encuentras a tu alrededor. Ellas te están indicando
la masa de la que está hecho el corazón humano y te estimulan a buscar en
el Evangelio "el agua que salta hasta la vida eterna".
Si difundes y anuncias la Palabra de Dios con alegría y valentía, te forma-
rás como laico, o formarás a los laicos, te tal modo que puedan responder a
las preguntas y aspiraciones de hoy, y se inserten en los diferentes ambien-
tes, estructuras y centros de decisión (n° 517). Ejercita una "pastoral de la
mirada" y que la sana alegría del Evangelio no te sofoque la angustia por los
millones de latinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar una
vida que responda a su dignidad (n° 391).

152
alegres

No encontrarás la alegría constru-


yendo en tu vida "rincones cálidos"
en los que sentirte a gusto y a los que
recurrir como refugio. Como discípu-
lo misionero puedes sentir la tenta-
ción de encerrarte en la calidez de
tu comunidad o de tu grupo, porque
te hace sentirte seguro y contento, al
margen de la dureza de la vida. "Qué
bien se está aquí, hagamos tres tien-
das...", pero Jesús los bajó del monte
para seguir el camino por las aldeas y
ciudades, anunciando el evangelio del
Reino. Y ojalá el mundo actual pueda
así recibir la Buena Nueva no a través
de evangelizadores tristes y desalen-
tados, impacientes o ansiosos, sino a
través de ministros del Evangelio cuya
vida irradia el fervor de quienes han
recibido la alegría de Cristo (n° 552).

El Señor te quiere alegre no sólo


cuando estás a solas con Él, gustando
en la oración "qué bueno es el Señor",
ni sólo cuando estás en tu pequeña co-
munidad, con el reducido grupo de tus
amigos e incondicionales.
Te quiere alegre también cuando
sales a la intemperie de la vida, allí donde te envía a anunciar la buena nue-
va del Reino. La alegría con que presentas y ofreces la Buena Nueva de la
salvación es una primera llamada a la esperanza. Sentirás que se produce el
contagio, porque todos tenemos el corazón hecho de la misma masa.
Justamente porque conocer a Jesús es el mejor regalo que puedes reci-
bir, que haberlo encontrado es lo mejor que te ha ocurrido en la vida, tie-
nes que sentir el gozo de darlo a conocer con tus palabras y obras (n° 32).
Recuerda que la vida en el Espíritu no te cierra en una intimidad cómoda,
sino que te convierte en persona generosa y creativa, feliz en el anuncio y el
servicio misionero. Te vuelve comprometido con el reclamo de la realidad y
capaz de encontrarle un profundo significado a todo lo que te toca hacer por
la Iglesia y por el mundo (n° 285).

153
alegres

Habrás descubierto ya en tu expe-


riencia creyente que Dios no es com-
petidor ni celoso de todo lo grande,
noble y hermoso que habita dentro de
ti. No anuncies nunca el misterio de
Dios y de su salvación en competencia
con las nobles aspiraciones del cora-
zón del hombre. Cuando Dios lo creó,
hombre y mujer, "vio que era muy
.-I>i06/ bueno". Y cuando lo re-crea, en Cris-
SG&ÍW
BL to Jesús, quiere que aflore de nuevo,
úaRf&itJ multiplicada, aquella bondad y belle-
WÜMAIOO..
za original.
Los caminos de Dios nos llevan a
Él, haciendo que nos encontremos de-
finitivamente con nosotros mismos.
Son las dos laderas de un mismo y úni-
co camino. Agarrar extravíos (eso es
el pecado) significa no sólo desviarse
del camino hacia Dios, sino errar de
camino para alcanzar nuestra meta de

86
hombres y mujeres.
Cuando vives y presentas las exi-
gencias del Reino y del seguimien-
to de Jesús no ofreces los mandatos
de un Dios "caprichoso" que estuvie-
ra ahí para fastidiar y entristecer al
hombre con sus prohibiciones. Anuncias la voluntad de un Dios, cuyas delicias
es estar con los hijos de los hombres, "para que tengan vida y la tengan en
abundancia". No te vaya a pasar lo que a aquel que se quejaba de que Dios
quisiera salvar a todos, incluso a los pecadores, porque no eran maneras de
recompensar el "fastidio" que a él le había supuesto el esfuerzo por mante-
nerse fiel a sus mandatos.
Tu alegría se basa en el amor del Padre, en la participación en el misterio
pascual de Jesucristo quien, por el Espíritu Santo, te hace pasar de la tris-
teza al gozo, del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento
a la esperanza que no defrauda (n° 17). Recuérdalo siempre: esta alegría no
es un sentimiento artificialmente provocado ni un estado de ánimo pasaje-
ro (n° 17).

154
alegres

Tu alegría de discípulo misionero


es fruto de tu madurez creyente. Te
sientes agarrado por Dios en la totali-
dad de tu existencia. Y anuncias a un
Dios que quiere para todos los hom-
bres una salvación integral. No dejas
ningún aspecto de tu propia vida, de
la vida de los demás y de la vida de la
sociedad en que vives al margen de
la luz penetrante de la salvación que
anuncias.
Tocas así uno de los más profun-
dos anhelos del corazón humano. Y
lo anuncias con tal plenitud que ni la
misma muerte, a la que tanto teme-
mos, oscurece una esperanza asegura-
da por "el Dios de vivos y no de muer-
tos". Con la mirada puesta en Cristo
Resucitado puedes encararte con el
final, y hacerlo con la misma auda-
cia de Pablo: "¿Dónde está, muerte,
tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu

87 aguijón?".
La resurrección de Cristo es garan-
tía de tu vida total y de la totalidad
de vida que ofreces con su anuncio.
Cuando aprendas a dar razón de tu es-
peranza habrás encontrado la fuente más íntima de tu alegría personal y la
fuerza más grande para proclamar la buena noticia: que Dios llama al hombre
a la vida, cumpliendo y desbordando anhelos, porque "ni el ojo vio ni el oído
oyó lo que Dios tiene reservado a los que lo aman". Toda tu tarea de discípulo
misionero queda marcada por esta alegría de la esperanza confiada.
Mantón la convicción de que en el Dios vivo, revelado en Jesús, se en-
cuentra el sentido, la fecundidad y la dignidad de la vida humana..., que al-
canzará su plenitud, cuando Dios sea todo en todos (n° 389).
Si recobras el fervor espiritual, conservarás la dulce y confortadora ale-
gría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas... Que el
mundo pueda recibir la Buena Nueva no a través de evangelizadores tristes
y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evan-
gelio cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido la alegría de Cristo
(n° 552).

155
alegres

La alegría serena de tu mirada al


final, habitúa a tus ojos a mirar al pre-
sente de una manera nueva. El Resu-
citado no sólo te espera, te acompa-
ña. Como discípulo misionero no sólo
apuntas hacia el "todavía no" de la
plenitud por llegar; te comprometes
a realizar un " y a " que se vaya acer-
cando progresiva y dinámicamente a
y
la plenitud esperada.
F66OCJ1FE¡SN
fbe ÍA La esperanza que te alegra no es
un pretexto para despreocuparte de
la historia que te duele. En ella tienes
una nueva fuerza de compromiso de
salvación. El discípulo misionero no
es un "cantor" de promesas, ajenas
a la historia en la que vive. Educado
en la "historia de la salvación" descu-
bre que la promesa del Dios en quien
cree trabaja la historia desde dentro.
Y, como creyente, se sabe instrumen-

88
to de realizaciones históricas —perso-
nales, sociales, políticas, económicas,
laborales...— en las que la promesa
comienza ya a cumplirse.
Y tiene también la fuerza para
oponerse a todos los frenazos y retro-
cesos con que los hombres sembramos la marcha de la historia hacia delante.
La pobreza, la marginación, la injusticia, la violencia, las guerras... le due-
len al discípulo misionero en lo más hondo de su esperanza. La fuerza para
la lucha te viene de "la esperanza que no defrauda" y la alegría que te sos-
tiene la aprendes de los que "esperaron contra toda desesperanza", porque
tenían en Dios su confianza.
Como creyente no eres portador de una esperanza alienante. Es una es-
peranza que alienta el compromiso. Lo recordó muy bien Juan Pablo II: aun-
que imperfecto y provisional, nada de lo que se pueda realizar mediante el
esfuerzo solidario de todos y la gracia divina, en un momento dado de la
historia, para hacer más humana la vida de los hombres, se habrá perdido o
habrá sido en vano (n° 400).

156
alegres

Tu alegría debe también modelar


tu estilo. ¿Recuerdas aquel dicho: "un
santo triste es un triste santo"? Aplí-
catelo y no seas un triste discípulo mi-
sionero. ¡Que no puedes llevar una
buena noticia sin alegría! No eres un
pregonero a sueldo, encargado de sol-
tar cosas que has aprendido de memo-
ria. Te has jugado la vida y la has ga-
-£A , nado. ¿Dónde está el entusiasmo? ¿No
65 te debe salir la alegría por los cua-
tro costados? Además, has ganado tu
eiAb&tívwe. vida, dándola, y "hay más alegría en
dar que en recibir".
En el evangelio encuentras un pro-
grama de "dicha". El Señor las llamó
"bienaventuranzas"; y son eso: las
"dichas" del creyente. Extrañas di-
chas, es verdad; pero su revelación a
los sencillos llenaron de alegría el co-
razón de Cristo.
^ ^ ^ ^ Tu estilo de discípulo debe procla-
^ J mar que "quien busca la vida la pier-
^ ^ ^ ^ de y quien la pierde la encuentra en
plenitud". No te busques a ti mismo.
No te llenes de cosas. No vayas por la
vida hambreando que la gente te re-
compense. Como discípulo misionero no eres un "buscador de recompensas".
Dios no ha puesto un precio a la conversión de nadie, para recompensar tu
esfuerzo o tu pericia.
Lo que cuenta es sólo la alegría del Padre por un pecador que se convier-
te. La alegría del Padre es la tuya. Por eso sabes que tu lugar de misionero
está allí donde hay más lejanía y olvido de Dios. Comparte la alegría del Pa-
dre por el hijo que vuelve, y, con tu trabajo en los ambientes más difíciles
y lejanos, ayuda su vuelta. Si lo haces con sencillez, tu alegría de discípulo
misionero se verá colmada. El amor y la alegría del Padre son la fuerza más
grande para tu salida misionera.
Recuerda que cada una de las vocaciones tiene un modo concreto y dis-
tintivo de vivir la espiritualidad..., un modo que da profundidad y entusias-
mo al ejercicio concreto de sus tareas... La vida en el Espíritu no te cierra en
una intimidad cómoda, sino que te convierte en personas generosa y creati-
va, feliz en el anuncio y el servicio misionero (n° 285).

157
alegres

Vive y anuncia la alegría de la sal-


vación. Jesús te da la seguridad de
que es posible. Él lo ha hecho posible
L n i para ti y para todos. Él está contigo
y con todos, siempre. Él nos conduce
y nos lleva. Él no es un recuerdo del
pasado. Está vivo y presente. Sin Él
no podemos hacer nada. Su presencia
...VIILÉ nos sostiene. En ti, Él continúa evan-
VAMUMOW gelizando. Como discípulo misionero,
ATÉ&EÍA no lo imitas; lo prolongas, haciéndo-
66 (A

A tlk
SAÜK&ÍSM-. lo presente. Él te ha llamado, porque
I \ quiere que lo hagas contemporáneo a
los hombres y mujeres de nuestra tie-
rra y de nuestra época.
Si Él está contigo, ¿quién estará
contra ti? Así se lo preguntaba San Pa-
blo y sentía que nada ni nadie lo podría
separar del amor de Dios. Esa fuerza
3¡WR.
interior irresistible le hizo vencer to-
das las dificultades de la evangeliza-

90 ción. Cuenta tú también con ellas. No


todo te va a resultar fácil. Te llegarán
momentos en que creas que no mere-
ce la pena complicarse, que bastante
tienes con lo tuyo para preocuparte también de los demás.
Escucha esta confesión de un gran profeta, Jeremías: "La palabra del Se-
ñor se ha convertido para mí en constante motivo de burla e irrisión. Yo me
decía: 'no pensaré más en él, no hablaré más en su nombre'. Pero era dentro
de mí como un fuego devorador encerrado en mis huesos; me esforzaba en
contenerlo, pero no podía" . Ya ves, no eres el primero en sentir que la gen-
te se ríe y se burla de ti, cuando tú estás poniendo tu mejor buena voluntad.
Pero tampoco eres el primero en encontrar el motivo más hondo para seguir
evangelizando: "tus palabras son mi delicia y la alegría de mi corazón, por-
que he sido consagrado a tu nombre, Señor, Dios todopoderoso".
No resistirá tu fe católica, si la reduces a bagaje, a elenco de algunas
normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones
selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasio-
nal en algunos sacramentos... Nuestra mayor amenaza "es el gris pragmatis-
mo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede
con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en
mezquindad" (n° 12).

158
PARA LA REFLEXIÓN

1. Personalmente, ¿me resulta nueva, sorprendente y alegre la salvación


que comunico en mi tarea evangelizadora? ¿Encuentro en el Evangelio vivido
una respuesta a mis más profundas inquietudes? ¿Me nace mi alegria de den-
tro del corazón o presento una alegria "postiza"?
2. La madurez de mi alegría: ¿soy alegre porque soy ingenuo? o ¿soy ale-
gre porque soy esperanzado? ¿Me encierro en círculos muy pequeños para en-
contrar una "alegría cálida"? ¿Me da miedo la intemperie? ¿Anuncio el mis-
terio de Dios con la alegría de quien está ayudando a responder a cuestiones
importantes de la vida de la gente?
3. La esperanza es motivo de honda alegría, ¿pero me saca del mundo en
que vivo? ¿Tiendo a no preocuparme de los problemas de la gente, porque
me complican demasiado mi vida? ¿Mantengo la alegría incluso cuando resul-
ta más difícil evangelizar?

ORACIÓN
Señor Jesús, que experimentaste la alegria de revelar el misterio de la
salvación a los sencillos y pequeños, abre nuestro corazón a la alegre no-
ticia de tu evangelio: que encontremos en él respuesta a las inquietudes
más hondas de nuestra vida. Mantén nuestra alegría confiada en una bús-
queda permanente: que no cerremos horizontes y preguntas, aunque mu-
chas veces no tengamos respuestas hechas para todo. Haznos buscadores
de la respuesta a la gran pregunta de la vida con la inquietud y el interés
que compartimos con los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Que la
esperanza que nos sostiene y nos alegra no nos saque del mundo en que
vivimos: que, en medio de sus dificultades, experimentemos la "alegria
de tu salvación".
AMEN

159
MISIONEROS
OBJETIVOS

1. Crear en el discípulo misionero actitudes y estilos que le hagan pensar


y realizar la misión más allá del ámbito de su propia parroquia, comunidad,
grupo o movimiento. Por el hecho de ser discípulo se es misionero.
2. Responsabilizarlo de la misión de toda la Iglesia, abriéndolo a la pre-
ocupación por la predicación del evangelio en los países de misión, y a los más
alejados en el propio ambiente.
3. Hacerle sentir la necesidad de un "equipamiento" personal y pastoral
actualizado y abierto, para no hacer de la misión una "superposición" extraña
a la vida de la gente y sin conexión con sus problemas y posibilidades, dando
una impronta misionera al conjunto de la acción que se realiza.

163
misioneros

No te dejes vencer por la rutina.


A base de repetir cosas puedes perder
pasión y entrega. La rutina te lleva a
la pereza y al escepticismo de quien
siempre está "de vuelta". Tu tarea de
discípulo misionero te pide comenzar
siempre de nuevo, mirando al futuro
con esperanza. Lo tienes en tus ma-
nos y el Espíritu te impulsa a hacerlo
realidad. Él "te lleva al conocimiento
pleno de la verdad" y hace que no te
"acostumbres a evangelizar".
Lo sabes bien: tu tarea no es sólo
conservar lo logrado. Tienes que abrir
horizontes y buscar nuevas metas. El
momento que vives te lo está pidien-
do a gritos. No es posible tanta indife-
rencia a tu alrededor, cuando el evan-
gelio está destinado también a quie-
nes no quieren saber nada de él. ¿No
será que estás atrapado en la rutina?

91
Es claro que debemos mirar al pasado.
Él ha hecho posible nuestro presen-
te. Pero la mirada al pasado no pue-
de ser nostálgica. Somos responsables
de nuestro presente y del futuro que
puede nacer de él. El Señor ha puesto
en nuestras manos su mensaje y depende mucho de nosotros que logremos
hacerlo creíble a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
El Espíritu es quien trabaja, pero nos toca a nosotros "facilitar" su tarea
y no entorpecerla con nuestras rutinas y perezas. La verdad es que, a veces,
parecemos más repetidores cansinos que anunciadores entusiastas y valien-
tes del Señor que nos ha encontrado en nuestra vida, transformándola.
Se te pide pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral de-
cididamente misionera..., y con un nuevo ardor misionero, haciendo que la
Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acoge-
dora, una escuela permanente de comunión misionera (n° 370).
Necesitas prepararte para el testimonio en tu ambiente, al servicio del
mundo, con proyectos y estilos de vida atrayentes, abiertos a la colabora-
ción, con pedagogía actualizada, preocupada por llegar a los más alejados
(n° 280).

165
misioneros

La rutina reduce también el ámbi-


to de tu misión. Estando siempre con
las mismas personas, puedes pensar
que no hay más gente a quien llegar,
y que a ti no se te puede pedir más.
Jesús tuvo también el dilema entre
las noventa y nueve ovejas del redil
y aquella que se le había perdido. Y
se decidió por buscarla. Nuestro caso
es, incluso, más grave: por cada oveja
que tenemos en el redil, hemos perdi-
do la pista de las noventa y nueve res-
tantes. Pero nos justificamos con todo
el cuidado que necesita la que ya te-
nemos.
Tu salida misionera tiene que dar
vida a la parábola de Jesús. En ella
aprendes el estilo de tu tarea pasto-
ral. Las necesidades de dentro no te
pueden impedir mirar hacia fuera. ¿Es
que no hay también comodidad, mie-

92
do, falta de convicción, desinterés...?
Toda la parroquia, toda la comunidad,
no sólo el sacerdote, tiene que mirar
hacia fuera. Si no es así, el conjunto
de la pastoral estará orientado a con-
servar lo que ya se tiene y habrá una
actitud general de espera pasiva por si alguno llega; no de salida apasionada
para abrir las puertas a muchos. La dimensión misionera es un eje transver-
sal de toda la pastoral de la Iglesia: nadie puede excusarse de no ser misio-
nero (n° 365).
Desde tu identidad católica, estás llamado a una evangelización mucho
más misionera, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los
hombres. De lo contrario, "el rico tesoro del Continente Americano... su pa-
trimonio más valioso: la fe en Dios amor..." corre el riesgo de seguir erosio-
nándose y diluyéndose de manera creciente en diversos sectores de la po-
blación. (n° 13).
Asume la entraña de la Misión Continental: la Iglesia necesita una gran
conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento, la
tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente (n° 362).

166
misioneros

Otra dificultad para la salida mi-


sionera de la parroquia: el recelo de
"los de siempre". El grupo que crea
un "monopolio cerrado" donde es
muy difícil que "quien llega" se sien-
ta acogido, considerado y estimula-
do. Como discípulo misionero no pue-
des caer en la trampa de cerrar tu pa-
rroquia o tu comunidad. Ten un estilo
abierto. Si no eres capaz de dialogar,
de comprender, de respetar ritmos,
de encontrar los puntos de coinciden-
cia, de "no apagar la mecha vacilante
y no quebrar la caña cascada"..., te
defenderás, cerrándote tú y cerrando
el mensaje del que eres portador.
No descubras en el mensaje un
awtr-
arma de contraste, de juicio, de con-
...idoTSMÉMO& EL MoNOÍfe(WD frontación e, incluso, de hostilidad.
Cuida la identidad de lo que vives y
anuncias.. Pero, cuídala con madurez.

93
Durante veinte siglos de historia tam-
bién se nos ha pegado mucho polvo del
camino. Y conoces bien la dificultad de
hacer cualquier tipo de limpieza. Mu-
cha de nuestra gente da más importan-
cia al polvo del camino que a los pies
que lo recorrieron, y se hacen duros a cualquier tipo de renovación, llegando a
decir que "se les quiere quitar su fe".
Es difícil, pero necesaria, la "conversión pastoral". Creciendo en fideli-
dad evangélica y eclesial, como discípulo misionero, tienes la responsabili-
dad de distinguir entre lo fundamental y lo accesorio, no sea que, por con-
fundirlos, estés haciendo el camino de la fe más difícil de lo que es. La difi-
cultad no se debería entonces a la identidad, sino a tu torpeza, o a tu pereza
testimonial e intelectual.
Acepta con madurez las exigencias de tu estilo misionero: La conversión
pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera
conservación a una pastoral decididamente misionera. Pide para ti y para tu
comunidad un nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifies-
te como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela
permanente de comunión misionera (n° 370).

167
misioneros

Mira el campo de tu misión más


allá del campanario de tu propia igle-
sia. Siente como propio el reclamo
de los que no participan, o lo hacen
ocasionalmente. Todo lo que haces
hacia dentro (vida sacramental y de
oración, catequesis, liturgia, Cáritas,
grupos de formación, catecumena-
dos...) es para que, creciendo tu co-
munidad en fidelidad al evangelio, se
haga más creíble en el anuncio y ofre-
cimiento del mensaje de Jesús hacia
todos aquellos que nunca creyeron, a
los que abandonaron la fe, o la tienen
tan débil que no inñuye para nada en
la orientación de su vida.

sm- Debes acoger y promover en tu


comunidad discípulos misioneros que
tengan como preocupación funda-
mental el anuncio del evangelio en los
ambientes de increencia, indiferencia
e, incluso, hostilidad. Son discípulos
Jk misioneros conscientes de una des-
J í í cristianización de nuestra sociedad
~ " tan grande, que a nuestros países tra-
dicionalmente cristianos se les puede
llamar, hoy, "países de misión". Una
situación nueva, a la que no podemos responder solamente con una buena
"organización parroquial" o con comunidades cerradas.
Es preciso que avives la conciencia de tu envío a todos, especialmente a
aquellos a quienes el evangelio les pueda sonar a nuevo. Son indispensables
discípulos misioneros para esta "misión de frontera". Tú mismo puedes ser
uno de ellos. Y si no lo eres, preocúpate de que existan, alégrate de que los
haya y considéralos siempre como compañeros imprescindibles en la tarea de
"anunciar el evangelio a todas las gentes".
Trabaja para que todas nuestras parroquias se vuelvan misioneras. Es
limitado el número de católicos que llegan a nuestra celebración domini-
cal; es inmenso el número de los alejados, así como el de los que no cono-
cen a Cristo. La renovación misionera de las parroquias se impone tanto en
la evangelización de las grandes ciudades como del mundo rural de nuestro
continente, que nos está exigiendo imaginación y creatividad para llegar a
las multitudes que anhelan el Evangelio de Jesucristo (n° 173).

168
misioneros

Otra dimensión de la misión de la


Iglesia a la que, como discípulo mi-
sionero, no puedes ser indiferente: el
anuncio del Evangelio en lugares del
mundo donde aún no ha sido predica-
do, o la ayuda pastoral a Iglesias con
especiales dificultades para desarro-
llar su misión. Los misioneros y misio-
neras (sacerdotes, religiosos/as y se-
glares) son la expresión de la preocu-
pación universal de tu Iglesia dioce-
sana.
Ni ellos están allí como "francoti-
radores", ni nosotros somos extraños
a su envío. Ellos y nosotros intentamos
ser fieles al mandato de Jesús de anun-
ciar el evangelio por toda la tierra. La
sAWr.
falta de conciencia misionera signifi-
caría un fallo fundamental de nuestra
OMweRSAu — propia evangelización. Y nuestra poca
disponibilidad a compartir los bienes
de la salvación (personales y materia-

95 les) con las Iglesias hermanas, sería


egoísmo personal y comunitario. La
admiración por la tarea de los misio-
neros/as es una fuente de esperanza.
Su entrega es testimonio de la fuerza
salvadora del Evangelio, estímulo de seguimiento e impulso a una evangeli-
zación más abierta, decidida y explícita.
Tanto ellos como nosotros anunciamos al mismo Jesús, "el único nombre
en el que el hombre puede salvarse". Una misma fuerza interior y una misma
llamada al testimonio y al martirio. Importa poco que las dificultades sean di-
ferentes. Lo que importa es compartir el mismo entusiasmo en la entrega.
Pon mucha atención: Para no caer en la trampa de encerrarnos en noso-
tros mismos, debemos formarnos como discípulos misioneros sin fronteras,
dispuestos a ir "a la otra orilla", aquélla en la que Cristo no es aún recono-
cido como Dios y Señor, y la Iglesia no está todavía presente (n° 376).
Ábrete y abre tu comunidad a nuevas dimensiones a través de tu compro-
miso con la misión "ad gentes" (n° 375). Estimula en ti y en todos un com-
promiso más significativo con la misión universal (n° 376).

169
misioneros

No hay misión sin "pasión" por el


hombre. La salvación que ofreces es
también fruto de la "pasión" de Dios
que "tanto amó al mundo que le envió
a su Hijo único para salvarlo". El amor
al mundo y al hombre forma parte de
la identidad del discípulo misione-
ro. Intentarás salvar lo que amas: los
rostros concretos en los que mundo y
hombre te reclaman en el día a día
de tu trabajo. Aprende a partir de lo
bueno que toda persona tiene. Sé aco-
gedor de todas las realizaciones posi-
tivas, aunque no las hayas hecho tú.
Trabaja codo a codo con toda persona
e institución que defienda y promueva
una causa noble.
En el mundo y en los hombres hay
...¡NomAwWoe IA pe--. "semillas de la Palabra", que germi-
nan donde menos te lo esperas. No te
duela que "también otros expulsen

96
demonios". Reconoce la bondad fun-
damental del corazón humano, y no
perderás el lugar donde tu anuncio
del Evangelio está llamado a tener re-
sonancias. Respeta los ritmos del cre-
cimiento humano y creyente; compar-
te con madurez las dificultades del hombre para creer; no descalifiques a
quien aún no ha abierto su corazón al don de la fe.
Planta, siembra y riega, pero no dejes nunca de orar para que Dios dé el
crecimiento a la semilla. Conoce la tierra de tu sementera, para que puedas
acertar en el contenido y los modos de tu cultivo. Así lo hacen nuestros cam-
pesinos con sus plantaciones y sembrados. Aprende de ellos a conocer la tie-
rra que trabajas. Es una tarea a la que se llama inculturación de la fe. Y te
pide conocer y amar a los hombres y mujeres a quienes se la propones, para
que labrador, semilla y tierra se puedan aunar en la espera de una cosecha
abundante.
Recuerda que con la inculturación de la fe, la Iglesia se enriquece con
nuevas expresiones y valores, manifestando y celebrando cada vez mejor el
misterio de Cristo, logrando unir más la fe con la vida y contribuyendo así
a una catolicidad más plena, no solo geográfica, sino también cultural (n°
479).

170
misioneros

El mensaje que anuncias va dirigi-


do a la totalidad de la vida de quien lo
acepta. Toda ella se va transformando,
y se crea una comunidad de discípulos.
Te encontrarás, sin embargo, con mu-
cha gente que entiende su pertenencia
a la Iglesia sólo como posibilidad de te-
ner a su disposición unos "servicios re-
ligiosos", como otros tantos que ofrece
la sociedad moderna. En quienes acu-
den a la Iglesia sólo para que les ha-
gan estos servicios religiosos tienes a
los primeros destinatarios de tu tarea
de discípulo misionero.
Acoge y acompaña; ayuda a descu-
brir y vivir el sentido de lo que se cele-
bra, integrando el culto en la existencia
diaria. Mucha de tu tarea la desarrollas
en torno a la celebración de los sacra-
mentos. Ayudas a prepararlos para dar
la mínima coherencia a las celebracio-
nes de la fe. Tu meta es que se una la fe
con la vida. Con paciencia, con actitud
de propuesta y no de imposición, par-
tiendo de tu propio testimonio.
Tienes ahí un amplio campo de ac-
. . , . tividad misionera. Llevas razón al que-
jarte del trato puramente social que sufren algunos sacramentos. Pon ahí un
esfuerzo auténticamente misionero. Estimúlate, para no caer tú mismo en la
rutina de su preparación. Descubre ahí una ocasión para anunciar el mensaje
de Jesús, la alegría de su seguimiento y el gozo de vivir toda la vida como él la
vivió. Tu tarea de discípulo misionero te pone en contacto con mucha gente-
todos deben percibir la importancia de lo que llevas en tus manos y en tu cora-
zon. El mejor testimonio será que tú mismo crezcas en tu compromiso cristia-
no y que no desfigures los sacramentos, cuando eres tú quien los recibe.
Colabora en tu parroquia en la convocatoria y en la formación de laicos
misioneros. Solamente a través de la multiplicación de ellos podremos llevar
a responder a las exigencias misioneras del momento actual. Su vocación los
planta en el complejo mundo del trabajo, la cultura, las ciencias y las artes
la política, los medios de comunicación y la economía, así como los ámbitos
de la familia, la educación, la vida profesional, sobre todo en los contextos
donde la Iglesia se hace presente solamente por ellos. (n° 174)

171
misioneros

Reconoce sin nostalgias las dificul-


tades que nuestro mundo presenta a
la transmisión y acogida de la fe, so-
bre todo, en las generaciones jóve-
nes. Los grandes cambios ocurridos
afectan también a la vida cristiana.
Tu propuesta de fe no es para que la
historia marche hacia atrás. Al contra-
rio, ofreces sentido para un progreso
y desarrollo profundamente humanos.
Transmites un mensaje profundamen-
te humanizador.
Como hombre y mujer debes em-
peñarte en la construcción de una
sociedad nueva, y no evangelizar al
margen de ese empeño. El Evangelio
•¿"WAT. te ayudará a descubrir, apoyar y de-
fender la grandeza de las aspiracio-
...tesojeeig. sl setrto cei nes humanas y podrás detectar todo
aquello que se opone a un desarro-
llo humano integral. El evangelio te
hará sensible a las contradicciones

98 que acompañan al desarrollo cuando


se cierra a la trascendencia, o cuando
desaparecen los valores que lo ponen
al servicio de todo el hombre y de to-
dos los hombres.
La marcha de nuestra sociedad sin un "norte" que dirija su camino em-
pieza a preocupar a mucha gente, también no creyente. En la búsqueda de
valores éticos, para que esta sociedad nuestra no se nos vaya al traste, ha-
ces tu propuesta del Dios revelado en Jesucristo. Y la haces no para compe-
tir con nadie, sino desde el convencimiento de que en Jesús se nos ha abier-
to no sólo el misterio de Dios, sino el misterio del hombre y del mundo. Con
la evangelización estás ayudando a que el hombre y el mundo descubran el
sentido de su futuro.
Recuerda que todo proceso evangelizador implica la promoción humana
y la auténtica liberación "sin la cual no es posible un orden justo en la so-
ciedad"... que la verdadera promoción humana debe ser integral, es decir,
promover a todos los hombres y a todo el hombre", desde la vida nueva en
Cristo que transforma a la persona de tal manera que "la hace sujeto de su
propio desarrollo (n° 399).

172
misioneros

Que toda la gente pueda percibir la


hondura de tu propuesta. Incluso quie-
nes no la acepten, podrán reconocer tu
aportación al diseño de un futuro mejor
para todos. No tengas miedo. Es verdad
que "llevarnos un gran tesoro en vasijas
de barro". Lo importante es que conoz-
cas y ames el tesoro del que eres porta-
dor. Tu amor profundo y sincero a Dios
es la mejor garantía de nueva evange-
lización. Es una propuesta de vida per-
sonal y social. Hay mucho en juego. No
se trata simplemente de restaurar ex-
presiones culturales o populares de la
fe como se vivieron en otros tiempos.
Todas esas expresiones externas, si no
calan en la vida, sirven muy poco.
La religiosidad popular alimenta la
fe sencilla de mucha gente y, por eso,
te empeñas en purificarla de adheren-
cias poco evangélicas y en no hacer de
ella una simple manifestación cultural
o, incluso, sólo folclórica, al margen de
la fe que la inspira. Pero entiendes que
la evangelización de la cultura consis-
te en la penetración del Evangelio en
el corazón mismo del hombre, en sus
centros de interés, en el ámbito de sus decisiones y comportamientos, en aquel
nivel del que proceden los estilos de vida personales y sociales, que configuran
todas las manifestaciones de su vida.
Tu tarea de discípulo misionero no consiste en barnizar por fuera una cul-
tura que se va haciendo pagana; estás llamado, más bien, a introducir en los
dinamismos que la generan la fuerza siempre nueva del Evangelio. Has sido
enviado para que los hombres tengan vida, y la tengan en abundancia.
Recuerda que la fe sólo es adecuadamente profesada, entendida y vivi-
da, cuando penetra profundamente en el substrato cultural de un pueblo.
Y es que la salvación aportada por Jesucristo debe ser luz y fuerza para to-
dos los anhelos, las situaciones gozosas o sufridas, las cuestiones presentes
en las culturas respectivas de los pueblos. El encuentro de la fe con las cul-
turas las purifica, permite que desarrollen sus virtualidades, las enriquece
(n° 477).

173
misioneros

Como discípulo misionero, no es-


tás solo. Muchos te precedieron y mu-
chos te acompañan. Dirige una mira-
da especial a quien se nos presenta
como evangelio vivo: María, la Virgen-
Madre. Tu tarea misionera te acerca
sorprendentemente al misterio de su
maternidad. Concebir, engendrar y
dar a luz a Jesús es tarea de madre;
por eso, tu misión tiene un carácter
materno.
Concibes la Palabra en la escucha
obediente, acogiendo en tu seno la
semilla de Dios. La engendras en un
prolongado misterio de crecimiento
interior, en el que vas adquiriendo "la
forma de Cristo". La das a luz con el
testimonio sencillo de tu vida y con la
...MD&V65OtO,COrJ MAJty...
proclamación gozosa de "lo que el Po-
deroso ha hecho por medio de ti".
Que tu devoción a la Virgen no

100
sea sólo recuerdo, sino estilo. Apren-
de de ella a saborear el plan salvador
de Dios. Proclama con ella la grandeza
del Señor y alégrate en Dios tu Salva-
dor. Con ella eres testigo de las obras
grandes realizadas a favor de los po-
bres y sencillos, y sientes con gozo que Dios realiza así su promesa. Imprime
a toda tu tarea el estilo cercano y comprensivo de la madre. De tus manos
brotará el vino abundante y generoso de la salvación que alegra. Y podrás
estar, en pie, junto a la cruz de los que más necesitan ser salvados, metien-
do en su historia resurrección y vida. Aprende de María a conservar en tu co-
razón la Palabra de salvación, pronunciada definitivamente por el Dios que
"quiere que todos los hombres se salven".
Alégrate de que la Iglesia-familia se genere en torno a una madre, quien
confiere "alma" y ternura a la convivencia familiar. María, Madre de la Igle-
sia, además de modelo y paradigma de humanidad, es artífice de comunión.
Por eso la Iglesia, como la Virgen María, es madre. Esta visión mariana de
la Iglesia es el mejor remedio para una Iglesia meramente funcional o buro-
crática (n° 268).

174
PARA LA REFLEXION:

1. ¿Caigo con frecuencia en la rutina? ¿Me sé ya las cosas y las repito


como un papagayo? ¿Tengo la sensibilidad necesaria para estar constante-
mente pensando en las necesidades de los destinatarios? ¿Estoy encerrado en
mi parroquia, asociación o movimiento, sin importarme lo que ocurra fuera?
¿Confundo mi propia fidelidad con la cerrazón hacia los demás? ¿Voy apren-
diendo a distinguir lo que es fundamental de lo que es accesorio, tanto en mi
vivencia personal como en la presentación de la fe?
2. ¿Introduzco en mi tarea una preocupación seria por las misiones y los
misioneros? ¿Considero esta preocupación de todos como parte de mi propia
tarea? ¿Propongo la opción misionera como posibilidad de servicio eclesial?
¿Estimulo el conocimiento y el compromiso con los problemas específicos de
las Iglesias del Tercer Mundo?
3. El espíritu misionero me hace profundamente atento al corazón del
hombre y a sus necesidades, ¿valoro lo bueno que toda persona tiene, y lo
considero como "semilla de Dios", plantada en el interior de las personas?
¿Tengo en cuenta la totalidad de la persona humana, cuando anuncio el evan-
gelio? ¿Me ayudan las dificultades del momento para crecer en envergadura
personal y para darle a mi propuesta pastoral la hondura y seriedad corres-
pondientes a las exigencias del momento? ¿Cómo me ayuda mi devoción sería
y sencilla a la Virgen en mi tarea evangelizadora?

ORACIÓN
Señor Jesús, que nos enviaste a predicar el Evangelio a todos los hom-
bres, concédenos un corazón abierto y universal: que no se nos haga ru-
tinario, que no se nos quede parado, o latiendo al ritmo de tiempos que
ya pasaron. Enséñanos a abrir las puertas de nuestras vidas y de nuestras
instituciones, para que pueda acercarse, sin miedo, todo el que se sien-
ta llamado. Danos amplitud de horizontes en nuestra tarea y en nuestra
disponibilidad: que no quedemos atrapados en nuestras estrecheces y en
nuestras cortas miras. Que en las dificultades para la misión que nos plan-
tea nuestro momento histórico, descubramos desafíos para nuestra fideli-
dad y nuestra entrega.
AMEN

175
llMií lili , :
muui
El P. Pedro Jaramillo, testigo, excelente pastoralista y pro-
fundo conocedor de nuestra realidad latinoamericana (y, ahora,
encarnado en ella desde su trabajo pastoral en las periferias
de la ciudad de Guatemala), nos ofrece a laicos y pastores un
instrumento sencillo de espiritualidad. Contiene oportunas
reflexiones personales sobre el perfil espiritual del discípulo
misionero en las nuevas circunstancias latinoamericanas y cari-
beñas, referidas siempre al Documento de Aparecida. Su deseo
es ayudar al trabajo pastoral de los próximos años, avivando la
espiritualidad del discípulo misionero.
El autor recoge, y lo aplica a la vida, el eco del grito lanza-
do por la Conferencia Episcopal Latinoamericana en Aparecida,
Brasil, ante el aumento de desigualdades sociales, económicas,
de conocimiento y de acceso a las nuevas tecnologías que pro-
ducen la exclusión de todos aquellos no suficientemente capa-
citados e informados, acentuando más la discriminación y la
marginación que marcan tristemente nuestro continente y que
mantienen en la pobreza a multitud de personas. Es hermoso
ver cómo esta mirada a la realidad de nuestra propia tierra for-
ma parte de la forja espiritual del discípulo misionero.

(Extracto del prólogo)

Autor de las viñetas: Javier Prat

www.edesclee.com

Desclée De Brouwer
alegres

Pero no confundas la alegría con la


ingenuidad. Como discípulo misione-
ro no puedes ser ingenuo. Ni tu tarea
consiste nunca en dar recetas, como
si la alegría la distribuyeras con fór-
mulas mágicas. Y, ¡cuidado! que tam-
bién del Evangelio puedes hacer un
recetario.
En el Evangelio no encontrarás fór-
mulas mágicas, ni una respuesta he-
cha para cada pregunta formulada.
Jesús y el Evangelio son la respuesta
a la gran pregunta de la vida, pero no
ponen en tus manos las respuestas he-
chas para cada una de las cuestiones
que la vida nos plantea hoy. Continúas
siendo un buscador; confiado, pero
buscador. Conserva la dulce y confor-
tadora alegría de evangelizar, incluso
cuando hay que sembrar entre lágri-
mas (n° 552).
^ ^ - Por eso, no confundas tu alegría
^ ^ con un optimismo ingenuo frente a
^ ^ los problemas personales y sociales.
Nunca intentes ser alegre a base de
repetirte: "ojos que no ven, corazón
que no siente", o esperando que ven-
ga Dios a resolverte tus problemas. Tu alegría sería la de los ingenuos. Y la
evangelización te pide sencillez, no ingenuidad. Descubre un desafío en las
ofertas de felicidad que encuentras a tu alrededor. Ellas te están indicando
la masa de la que está hecho el corazón humano y te estimulan a buscar en
el Evangelio "el agua que salta hasta la vida eterna".
Si difundes y anuncias la Palabra de Dios con alegría y valentía, te forma-
rás como laico, o formarás a los laicos, te tal modo que puedan responder a
las preguntas y aspiraciones de hoy, y se inserten en los diferentes ambien-
tes, estructuras y centros de decisión (n° 517). Ejercita una "pastoral de la
mirada" y que la sana alegría del Evangelio no te sofoque la angustia por los
millones de latinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar una
vida que responda a su dignidad (n° 391).

152
PARA LA REFLEXIÓN:

1. ¿Caigo con frecuencia en la rutina? ¿Me sé ya las cosas y las repito


como un papagayo? ¿Tengo la sensibilidad necesaria para estar constante-
mente pensando en las necesidades de los destinatarios? ¿Estoy encerrado en
mi parroquia, asociación o movimiento, sin importarme lo que ocurra fuera?
¿Confundo mi propia fidelidad con la cerrazón hacia los demás? ¿Voy apren-
diendo a distinguir lo que es fundamental de lo que es accesorio, tanto en mi
vivencia personal como en la presentación de la fe?
2. ¿Introduzco en mi tarea una preocupación seria por las misiones y los
misioneros? ¿Considero esta preocupación de todos como parte de mi propia
tarea? ¿Propongo la opción misionera como posibilidad de servicio eclesial?
¿Estimulo el conocimiento y el compromiso con los problemas específicos de
las Iglesias del Tercer Mundo?
3. El espíritu misionero me hace profundamente atento al corazón del
hombre y a sus necesidades, ¿valoro lo bueno que toda persona tiene, y lo
considero como "semilla de Dios", plantada en el interior de las personas?
¿Tengo en cuenta la totalidad de la persona humana, cuando anuncio el evan-
gelio? ¿Me ayudan las dificultades del momento para crecer en envergadura
personal y para darle a mi propuesta pastoral la hondura y seriedad corres-
pondientes a las exigencias del momento? ¿Cómo me ayuda mi devoción seria
y sencilla a la Virgen en mi tarea evangelizadora?

ORACIÓN
Señor Jesús, que nos enviaste a predicar el Evangelio a todos los hom-
bres, concédenos un corazón abierto y universal: que no se nos haga ru-
tinario, que no se nos quede parado, o latiendo al ritmo de tiempos que
ya pasaron. Enséñanos a abrir las puertas de nuestras vidas y de nuestras
instituciones, para que pueda acercarse, sin miedo, todo el que se sien-
ta llamado. Danos amplitud de horizontes en nuestra tarea y en nuestra
disponibilidad: que no quedemos atrapados en nuestras estrecheces y en
nuestras cortas miras. Que en las dificultades para la misión que nos plan-
tea nuestro momento histórico, descubramos desafíos para nuestra fideli-
dad y nuestra entrega.
AMEN

175

Das könnte Ihnen auch gefallen