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Unidad 1: La Península Ibérica desde los primeros humanos hasta la desaparición de la monarquía
visigoda.
En cualquier caso, para ver cómo fue la evolución del ser humano en la Península debemos retrotraernos
al momento en que los primeros representantes del género Homo llegan a territorio europeo
procedentes de África dando lugar a la cadena evolutiva que desemboca en el ser humano actual.
Antes de pasar a ver esa evolución es bueno conocer que la Prehistoria en la Península Ibérica se divide
en 5 periodos: Paleolítico, Mesolítico, Neolítico, Edad del cobre y Edad del bronce. Estos dos últimos, con
la nueva formulación de la pregunta no los vamos a incluir en el epígrafe.
Antecessor: Sus primeros restos se encontraron en Atapuerca en 1994. Tiene diferencias suficientes
del Ergaster para clasificarlos distintamente. Realizan prácticas caníbales y físicamente son parecidos
a nosotros aunque con el cerebro más pequeño.
Heidelbergensis: Paso intermedio antes del Neanderthal. Lo situamos hace 300000 años y
encontramos el mayor yacimiento de este tipo en la sima de los huesos de Atapuerca.
Neanderthalensis: Grandes similitudes con nosotros aunque no somos descendientes de ellos. Tienen
un grado de desarrollo alto ya que construyen sus propios instrumentos elaborados, hacían fuego y
enterraban a los muertos. Se extienden hasta Asia central pero se verá truncada su evolución por el
Homo Sapiens que hace el camino inverso.1
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Están saliendo muchas teorías últimamente acerca de la evolución de los Neandertales, su grado de desarrollo y
desaparición.
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Sapiens: Nuestro ascendente directo. Conocido también como el hombre de Cromañón. Presencia en
Oriente próximo hace 100000 años. En la Península Ibérica lo tenemos hace 40000. No se mezcla con
el Neanderthal pese a habitar zonas comunes y es prácticamente inexplicable el porqué de su
desaparición.
La pintura rupestre:
El arte rupestre es importante para conocer cosas sobre el modo de vida de estos pueblos primitivos. En
el paleolítico destacará la pintura de la zona Cantábrica con una pintura relacionada con lo ritual. La
encontramos en cuevas como Altamira o El Pindal al igual que en zonas del sur de Francia como las
cuevas de Lascaux. Se representan animales, figuras humanas y signos abstractos principalmente y
aunque el significado es complicado de valorar se cree formaban parte de rituales para propiciar la
fertilidad y la caza.
Por su parte la pintura levantina tiene unas características distintas. Antes se situaba en el mesolítico
pero en la actualidad se retrasa hasta el neolítico. Son pinturas más expuestas que las cantábricas (más al
exterior de los refugios). Sus características formales son diferentes, siendo más esquemáticas y
representando escenas. Un ejemplo de estas puede ser la cueva de Cogull.
1.2 Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios, griegos y Tartesos.
Tres grupos van a habitar la Península Ibérica y las Islas Baleares durante la edad del hierro y hasta la
llegada de los romanos. Son culturas indígenas con distinto grado de desarrollo y de relación con los
pueblos del mediterráneo. Acabarán sometidos por los romanos en diferente grado.
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Celtas: Habitan la Zona Norte donde llegaron tras cruzar los Pirineos. Su base económica es la
ganadería y mantienen costumbres arcaicas y un grado de desarrollo menor que otros pueblos. Viven
en asentamientos fortificados permanentes llamados Castros como el de Coaña en Asturias. Dentro
de los celtas encontramos multitud de pueblos como los Galaicos, Vascones o Cántabros
Celtíberos: Ocupan el centro y oeste de la Península Ibérica. Hay quien diferencia la zona occidental
para hablar de los Lusitanos. Con características similares a los Celtas tienen un desarrollo agrícola
por influencia de los pueblos Iberos. Como ejemplo de pueblo celtibero podemos mencionar a
Numancia
Íberos: Denominamos Íberos o Iberos a los pueblos que habitan el Este y Sur de la Península
incluyendo las Baleares. Su evolución es mayor por el contacto con los pueblos del mediterráneo.
Esto les hace dedicarse a otras actividades como la agricultura y el comercio. Serán más urbanos y en
los yacimientos encontrados como el de Cancho Roano en Badajoz se ve una mayor suntuosidad.
Por último dentro de la zona Íbera hay que destacar el reino de Tartessos como el reino más
importante de la Península en aquel tiempo. Con una ubicación difícil de detallar (sur de Badajoz,
norte de Huelva) destacó por su gran riqueza minera y desarrollo agrícola y comercial que les llevo a
comerciar incluso con las islas británicas. Hay datos referentes de este reino hasta el s.V a.C cuando
se cree que fueron destruidos por los cartagineses en la batalla de Alalia. Su ausencia de referencias y
desarrollo particular ha hecho que muchos lo relacionen con la Atlántida.
Los pueblos colonizadores a diferencia de estos llega a la Península Ibérica por el mediterráneo y su
comercio y atraídos por el oro, la plata y el cobre.
Fenicios: Los primeros en instalarse en la península de los pueblos colonizadores. Era un pueblo
mercantil que procede del actual Líbano y llega por el interés comercial en la Península lo que les lleva
a fundar ciudades en la zona sur como las actuales Cádiz, Málaga o Almuñécar. Se interesaron por las
minas de Riotinto y el comercio con el reino de Tartessos.
Griegos: Su llegada se puede situar en torno al s. VIII a.C procedentes de Marsella lo que les lleva a
asentarse en las actuales Rosas y Ampurias (costa Brava). No quedan apenas restos arqueológicos de
su paso por la posterior colonización romana. Se sabe que vinieron en la expansión de su territorio
por el comercio con los nativos y especialmente con Tartessos.
Ambas civilizaciones llegaron en busca de metales, pesca y sal y dejaron un gran legado como el impulso
de la vida urbana y del comercio, la acuñación de moneda o la introducción de nuevos cultivos como el
olivo e industrias como la salazón de atunes. Igualmente favorecieron formas políticas más avanzadas.
1.3 Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones romanas en los ámbitos
social, económico y cultural
Antecedentes:
Roma en el s.III a.C orienta su expansión hacia el mediterráneo lo que le provoca enfrentamientos con
Cartago en la I Guerra Púnica. Roma ocupa Sicilia, Córcega y Cerdeña convirtiéndolas en provincias. Los
líderes Cartagineses de la familia Barca: Amílcar, Asdrúbal y Aníbal, para compensar las pérdidas se
extienden en la Península Ibérica fundando Akra Leuke (Alicante) y Cartago Nova (Cartagena) su nueva
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capital. Sin embargo la victoria romana en la I Guerra Púnica va a generar el afán de conquistar toda la
Península, lo que se llevará a cabo en cuatro etapas:
1. Victoria de Roma sobre Cartago (218-197 a.C): Aníbal, en su expansión, ataca Sagunto, ciudad
aliada de Roma. Con esa excusa y en el contexto de la II Guerra Púnica los romanos desembarcan
en Ampurias en el 218 y luchando durante 12 años logran expulsar definitivamente a los
cartagineses ocupando el sur y el levante.
2. Sometimiento de la península (197-133 a.C) A Roma le fue fácil conquistar los pueblos que
habían tenido contacto con los colonizadores, no así el resto de la Península Ibérica quienes
ofrecían gran resistencia destacando Viriato con su lucha de guerrillas y la defensa de Numancia
por los Celtíberos
3. Guerras civiles en Roma (133 -29 a.C) Época de estabilización en la conquistas. Apenas se
incorporan territorios pues coincide con una época de guerras civiles internas en Roma y la
Península se convierte en un escenario más de estas guerras.
4. Guerras Cántabro-Astures (29-19 a.C) El emperador Augusto inicia las campañas contra Galaicos,
Astures y Vascones. Le resulta muy difícil dominarles. El propio Augusto viene a luchar. Para
derrotarles se ataca por dos flancos, desde la meseta y por mar desembarcando en el cantábrico.
Se tomaron medidas muy drásticas como convertirlos en esclavos o eliminar a todo hombre
capaz de sostener un arma. Muchos nativos optaron por suicidarse antes de caer en sus manos.
Con esta campaña finaliza la conquista y se inicia la Pax romana.
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1.4 El reino visigodo. Origen y organización política. Los concilios
El imperio romano entra en crisis a mediados del siglo III lo que hace que los pueblos del norte se sitúen
en zonas fronterizas para intentar entrar en él. Esto lleva a Roma a firmar acuerdos de cesión de
territorio (Foedus u Hospitalitas) permitiendo a esos pueblos ocuparse en territorio imperial a cambio de
mantener una actitud pacífica y defensiva.
A pesar de todo en el 409 entran a la Península varios pueblos germánicos: Los suevos que se asentaron
en la zona norte de Portugal y Galicia estableciendo un reino que llegará hasta el 585. Los vándalos que
arrasaron la Península a su paso al dirigirse hacia el norte de África y los Alanos cuyo rastro se pierde
aunque se instalaron en la zona sur.
La presencia de estos pueblos crea alarma en las autoridades romanas que firman un foedus con los
visigodos para que creen un reino independiente en Toulouse (Francia) entregándoles las tierras para
que ellos las defiendan de invasiones por los Pirineos Sin embargo fueron derrotados por los Francos de
Clodoveo en la batalla de Vouillé en el año 507 por lo que, perdido su reino en Toulouse, se desplazan al
sur situando su nueva capital en Barcelona hasta mediados del mismo siglo en que se expanden por la
meseta estableciendo la capital en Toledo.
Por aquel entonces en la Península habitan suevos como único reino en Galicia. Vascones y Cántabros en
el Norte y bizantinos que intentan restaurar el Imperio Romano en el sur tras ocupar zona gaditana en
554. Los visigodos lograrán unificar, política, cultural, religiosa, jurídica y socialmente en tres etapas:
Recaredo: 586-601 Unificación religiosa. Los Visigodos eran arrianos en contraposición a los
hispanorromanos, católicos. Recaredo se convierte en el 598 consiguiendo el apoyo de la aristocracia
y el beneplácito de la iglesia, cada vez más poderosa.
Recesvinto: 649-672 Unificación jurídica. Promulga el Fuero Juzgo (Liber Iudiciorum) en el VIII concilio
de Toledo basado en el derecho romano. Por él todos los ciudadanos pasan a tener las mismas leyes.
Organización política:
1. Monarquía: Electiva por los magnates. Muchas funciones pero limitadas por los poderosos. Para
el gobierno se servía de dos instituciones.
2. Aula regia: Asamblea de carácter consultivo que asesoraba al rey en asuntos políticos, militares y
legislativos
3. Officium palatinum: Núcleo principal del aula regia. Magnates de mayor confianza
4. Iglesia: Institución fuerte, se convierte en árbitro de la política. Apoyará a la monarquía o la
nobleza en función de sus intereses.
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En cuanto a la admón. de territorio se mantuvo la división provincial romana estableciendo más
adelante circunscripciones más pequeñas llamadas territorios.
Los concilios:
En los concilios se trataba principalmente de asuntos doctrinales religiosos y pautas de comportamiento
eclesiástico, aunque también otros de naturaleza diversa como las condiciones necesarias para la
elección del monarca, o la forma en que debía llevarse a cabo y velaron por el cumplimiento del
juramento del Rey. También supervisaron la legitimidad de los levantamientos otorgando su refrendo
moral a quienes por la fuerza habían alcanzado el poder, aseguraron las garantías judiciales de magnates
y eclesiásticos. Resumiendo, establecieron las pautas a las que debía ajustarse la marcha del Estado y la
conducta de los monarcas.
De los dieciocho conciliios de Toledo se puede destacar el III en el cual, bajo el reinado de Recaredo se
tomó la decisión de convertirse del arrianismo al catolicismo y el VIII en el que se implantaba el Fuero
Juzgo.
Cultura:
Magníficas muestras culturales de este periodo.
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Bloque 2: La Edad Media: Tres culturas y un mapa político en constante cambio (711-1474)
Conquista de la península:
Witiza asocia al trono a su hijo Agila pero se produce una Rebelión en 710 por parte de don Rodrigo que
usurpa el trono desencadenando una guerra civil.
Los Witizianos solicitan ayuda a los musulmanes del norte de África liderados por el gobernador Muza.
Llegan en 711 en la península bajo el mando de Tariq, lugarteniente de Muza derrotando a don Rodrigo
en la batalla de Guadalete.
Sin apenas resistencia de los cristianos se expandirán por la península. Pactos y capitulaciones en lugar
de victorias militares (en la mayoría de casos) La falta de resistencia de los cristianos se debe a:
Al Hakam II (961-976): Época de paz en el interior peninsular. Gran desarrollo cultural sobre todo en
Córdoba.
Hisham II (976-1009): Llega al poder con 11 años. Poder real el Hichab o primer ministro, Almanzor
(976-1002). Instala una dictadura militar emprendiendo numerosas campañas contra los cristianos,
(razias) devastando ciudades. A su muerte se iniciará un proceso de desintegración política y los
pueblos cristianos avanzarán contra los musulmanes.
Con el repliegue y presión a la que serán sometidas las taifas por los pueblos cristianos comprenderán la
necesidad de hacer causa común y solicitar ayuda exterior.
- Pérdida de territorios claves (Zaragoza) e incapacidad para recuperar otros (Toledo). Desprestigio
militar.
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- Ultra ortodoxia no gusta siquiera a los musulmanes que añoran la libertad de pensamiento de Al
Andalus.
- Aparición del movimiento almohade que terminará con los almorávides.
En 1144 Ibn Qasi comenzó un movimiento antialmorávide y van apareciendo territorios musulmanes con
gobiernos independientes que constituyen las llamadas segundas taifas. Todas fueron muy efímeras, y la
mayor parte de ellas sucumbieron en menos de un lustro al Imperio almohade, salvo la Segunda taifa de
Murcia, que regida por el Rey Lobo resistió al poder norteafricano hasta 1172 gracias al apoyo del Reino
de Castilla. Caso distinto es la Taifa de Mallorca, que siguió en manos almorávides debido a su carácter
insular.
Cruzan a la Península con el objetivo de acabar con los últimos restos del poder almorávide. Sin ser
reclamados por nadie. Con dificultad se incorporan las nuevas taifas al imperio concluyendo en 1172 y
convirtiendo a Sevilla en capital.
Esta será la última etapa de esplendor musulmán en la P.Ib con victorias frente a los cristianos como la
de Alarcos en 1195. Sin embargo los cristianos se unirán para derrotar a los almohades en la batalla de
las navas de Tolosa en 1212 (16 de Julio). La debilidad de los nuevos reinos de taifas sumado al avance
cristiano hizo que todas fueran sucumbiendo.
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- Reino mayor a lo que conocemos hoy como Granada. Fue escenario de disputas internas
constantes durante dos siglos y medio.
- Reino de Castilla ejercerá una gran presión obligando a los emires a debatirse entre la lucha o el
pago de parias lo que implicaba un reconocimiento de vasallaje al rey.
- Serán los reyes católicos quienes entre 1482 y 1492 lleven a cabo una campaña militar para
incorporar Granada a su corona.
Vida urbana: Las ciudades pasarán a jugar un papel clave como centros de comercio lo que supone
una gran diferencia respecto a épocas anteriores. La vida pública de la ciudad se desarrollará en torno
a dos puntos neurálgicos, el comercial (zocos o mercados) y el religioso (mezquitas)
Producción: Se desarrolla una artesanía de artículos de lujo por la gran demanda que habrá. Eso hace
que en la industria textil tengan gran fama los brocados y tejidos de seda, algodón y lino. El trabajo
del cuero también será importante existiendo gran cantidad de guarnicionerías. Se introduce el papel
que cobra gran importancia en el mundo islámico.
Comercio: Al margen de las relaciones comerciales con los pueblos cristianos se generará un gran
comercio por el mediterráneo dentro del mundo islámico donde principalmente se exportará de Al
Ándalus el aceite. Por esta razón se apreciará también un cambio estructural en el comercio.
Sociedad: Está determinada por criterios religiosos. Y aunque hay pretensiones igualitarias distinguimos
varios grupos sociales:
Musulmanes:
- Árabes: Aristocracia con origen en la Península Arábiga que se asentó en las zonas más fértiles
- Bereberes: Convertidos al Islam por los árabes en su expansión por el norte de África. Un nivel
menor ya que se establecieron en tierras más pobres (La meseta)
- Muladíes: Hispanos conversos. Abrazar el Corán facilitaba una integración social mayor y eximía
de tributos. Fueron muchos los conversos.
No musulmanes:
- Judíos: Gozaron de una política de tolerancia lo cual, sobre todo al principio, hizo que ayudasen a
los musulmanes en la conquista.
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- Mozárabes: Cristianos residentes en territorio musulmán. Fueron disminuyendo bien por su
definitiva conversión al Islam o por su emigración a tierras cristianas.
Esclavos:
- Eslavos: Prisioneros de origen europeo. Por la manumisión pueden incorporarse a los ejércitos.
- Negros: De origen sudanés. Utilizados en el servicio doméstico
Cultura: Culturalmente es un pueblo que va a influir mucho en la configuración de nuestra actual cultura.
Sus planteamientos religiosos, comerciales… influyen en la configuración de la ciudad y la personalidad
de los habitantes.
Religión: Su religión es el Islam cuyo significado es sumisión, todo creyente se somete a los designios
de Alá. Su texto clave es el Corán en el que se recoge la revelación del arcángel Gabriel a Mahoma. La
importancia de la religión también en la vida social hace que la máxima autoridad política se
corresponda con la religiosa. Por otra parte el musulmán, en su obediencia a Alá, debe cumplir con
cinco debers fundamentales en los que se cuentan: la profesión de fe, la oración cinco veces al día, la
práctica de la limosna, el ayuno en el mes del Ramadán y la peregrinación a La Meca. Aunque el Corán
marca la vida religiosa es la Sharia la que interpreta y propone un código de conducta a la sociedad.
Ciudad: Por lo visto anteriormente el urbanismo va a ser también reflejo de la mentalidad islámica.
No construirán edificaciones públicas de diversión al modo de los romanos y darán poca importancia
al exterior de los edificios. El interior se decora con profusión puesto que es el lugar privado e íntimo.
Cultura: La libertad de pensamiento en Al Andalus hasta la época de los Almorávides hará que los
distintos gobernantes conviertan sus ciudades en centros culturales donde se desarrollarán las más
variadas disciplinas, desde las matemáticas hasta la geografía pasando por la botánica. Entre otras
cosas introducen el sistema numérico actual proveniente de la India en sustitución del romano. Ya en
época de las taifas, cada corte intentará desarrollar el mecenazgo en su zona apareciendo figuras de
importancia como Ibn Hazm escritor de uno de los mejores tratado de amor. A pesar de la rigidez
almorávide y almohade en esa época aparecerán grandes personajes del pensamiento como
Averroes, Maimónides y Abentofail. De la época nazarí destaca Ibn Zamrak cuyos poemas decoran los
muros de la alhambra.
El legado artístico: El arte está definido por la religión lo que conlleva la prohibición de representar
imágenes de tal modo que escultura y pintura tienen menor desarrollo. Arquitectónicamente se usan
en la construcción materiales pobres que serán recubiertos de yeso y con profusión de decoración
dando importancia al interior del edificio en lugar del exterior, como ocurre en el ámbito privado. Los
ejemplos más importantes de este periodo son: La mezquita de Córdoba, La ciudad palaciega de
Medina Azahara o La Alhambra de Granada.
2.4 Los primeros núcleos de resistencia cristiana. Principales etapas de la Reconquista. Modelos de
repoblación
Con reconquista nos referimos a la expansión de los reinos cristianos por la península ibérica entre el año
722 y 1492. Es un concepto polémico. Muchos académicos alegan que sería más correcto hablar de
conquista cristiana ya que estos reinos no existían antes de la invasión islámica.
Al referirnos a los primeros núcleos de resistencia cristiana lo hacemos a los siguientes territorios.
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El reino astur-leonés:
El primero de todos los núcleos de resistencia fue el reino astur, surgido tras la batalla de Covadonga en
la que el noble Pelayo derrotó a los musulmanes. Esta victoria sirvió a ese pequeño núcleo norteño, en
rebeldía desde que se negaron a pagar impuestos a los musulmanes en el 718 para consolidarse como
reino.
Alfonso I (739-757):
Es el primer rey destacado. Recorrió la meseta norte, la región de Galicia y la zona vecina del norte de
Portugal llevando su reino a los habitantes de aquellas zonas y estableciendo en la cuenca del Duero
una zona intermedia entre Al Andalus y el reino astur.
Alfonso II (791-842):
Reina en dos periodos, en el 783 por un año hasta que su tío Mauregato le usurpa el trono. Consiguió
liberarse del pago de tributos a los emires de Córdoba y trasladó la corte desde Cangas de Onis a la
ciudad de Oviedo. Basará su gobierno en la tradición visigoda por lo que volverá a dar validez al Fuero
Juzgo. Además, durante su reinado se descubren los restos del apóstol Santiago comenzando la ruta
de peregrinación. Desde entonces será Santiago el símbolo de resistencia frente al Islam (Santiago
Matamoros, Santiago y cierra España)
Ordoño I (850-866):
Conquista las ciudades de Tuy, Astorga y León instaurando allí una sede episcopal y su Palacio. A
partir de este momento empezamos a hablar de reino Astur-Leonés.
A partir de entonces se vivirán momentos complicados por un lado por la independencia del territorio de
Castilla por mediación de Fernán González. En segundo lugar también existirá una escisión de Galicia que
llegará a contar con rey propio, Sancho Ordóñez (a su muerte volverá a manos de Alfonso IV de León) y
por último por las incursiones de Almanzor en el territorio Leonés.
Tenemos ya las dos unidades políticas. El reino de León y los condados de Castilla.
Condado de Aragón:
El Condado de Aragón se origina en una franja montañosa en el Pirineo central que comprendía los valles
de Ansó, Hecho y Aragón. Se crea por un interés manifiesto por la dinastía franca carolingia de proteger
su frontera meridional de los posibles ataques musulmanes.
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Aunque en un principio estuvo bajo la tutela de los reyes francos, conforme iba extendiéndose por la
cuenca alta del río Gállego se desprendía del amparo carolingio y se acercaba al núcleo de gobernantes
de Pamplona.
En el año 828 Aznar Galíndez se independiza con el título de conde de la dependencia franca.
Condados catalanes:
Territorios dependientes del reino carolingio y que eran denominados con el nombre de Marca
Hispánica. Los carolingios apoyaron a los habitantes de la frontera en su resistencia contra el Islam por lo
que crearon varios condados siendo el más importante el de Barcelona.
Borrell II (947-992):
Al acceder al poder una nueva dinastía, los Capetos, aprovechará para dejar de prestar homenaje a
los monarcas francos independizándose del país vecino.
Etapas de la reconquista:
En lo que refiere a las etapas donde podemos hablar propiamente de reconquista de territorios a Al
Andalus podemos hacer una distinción por siglos y zonas para facilitar su comprensión.
Siglo XI-XII:
Con la caída del califato de Córdoba es cuando de verdad encontramos un proceso reconquistador. No se
aprovechó de inmediato pues en las mismas fechas el rey de Navarra, Sancho el Mayor, el más poderoso
de los reyes de la península fallece legando su reino a sus hijos. Fernando recibió Castilla, García heredó
Navarra y Ramiro recibe Aragón que se convierte en reino.
Castilla y León
Alfonso VI de León (1065-1109) El bravo.
Rey de Castilla y León. Es derrocado por su hermano Sancho quien unifica los territorios de Galicia,
León y Castilla. A su muerte los hereda Alfonso VI que gobernará desde 1072. Bajo su mandato se
establece la línea del Tajo como frontera con el mundo musulmán tras la conquista de Toledo en
1085. Utilizaba para sí mismo los siguientes títulos “Rex et imperator Totius Hispaniae y emperador
de las dos religiones” ya que se consideraba descendiente directo de los antiguos monarcas visigodos.
Los reyes musulmanes piden ayuda a los almorávides para frenar su avance.
A mediados del siglo XII el reino de León sufrirá un revés con la independencia de Portugal,
reconocida por Alfonso VII en las cortes de Zamora del año 1143. El primer rey de Portugal será
Alfonso Henríquez (Alfonso I, o Alfonso el grande).
Alfonso VII también firmará con Aragón un acuerdo para repartirse las futuras conquistas, poniendo
límites. Esto se puso de manifiesto en el tratado de Tudillén del 1151 que sufriría alguna pequeña
restructuración en el de Cazola en 1179.
Aragón:
Políticamente será relevante la unión entre Aragón y Cataluña en este periodo cuando Ramiro II El
monje, decide casar a su hija Petronila con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV (1131-1162)
iniciando la unidad de ambos territorios bajo la corona de Aragón.
En el apartado conquistador hay que decir que se avanzó hasta la línea media del Ebro, a pesar del poder
almorávide.
S. XIII
Nos encontramos con la corona de Castilla (Castilla y León), la corona de Aragón (condados catalanes,
reino de Valencia y Mallorca), el reino de Navarra y el de Portugal.
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Ante los almohades el Papa Inocencio III concede la bula para la cruzada cuyo resultado fue la formación
de un ejército dirigido por los reyes de Castilla, Aragón y Navarra y con la participación de las órdenes
militares y cruzados extranjeros. La victoria clave de esta cruzada fue la de las Navas de Tolosa a partir de
la cual se producirán grandes avances.
Castilla:
Fernando III el Santo (1217-1252):
Avanzó de forma continuada hacia el sur incorporando primero Extremadura (Cáceres 1229 y Badajoz
1230) y más tarde el valle del Guadalquivir (Córdoba 1236, Jaén 1246 y Sevilla 1248)
Alfonso X el Sabio (1252-1284):
Culminará la conquista con Cádiz y el reino de taifa de Niebla 1262 e incorporando definitivamente
Murcia a la corona de Castilla.
Aragón: En esos años se incorpora al reino de Aragón las Baleares y el reino de Valencia.
Modelos de Repoblación:
Entendemos por repoblación la instalación de nuevos pobladores para conseguir el dominio definitivo
del territorio reconquistado, al encargarse de su defensa, el cultivo de las tierras y la integración de la
población conquistada.
Siglos VIII-XI:
Presura: La sociedad de estos primeros núcleos cristianos era rural. Eran pueblos montañeses,
pastores y poco romanizados.
Desde estas zonas montañosas repoblaron las llanuras. Al principio el proceso fue lento y centrado
en la meseta norte hasta el Duero y el interior de Cataluña (Plana de Vic). Esta repoblación no
consiste sólo en la llegada de nuevos pobladores, sino en la organización administrativa de estos
territorios que lleva a cabo el rey con la ayuda de los nobles y la Iglesia.
Hasta el siglo XI la repoblación fue espontánea, aunque se preferían áreas protegidas por
fortificaciones y guarniciones militares. La tierra se ocupaba mediante la “Aprisio” romana o presura
que podía hacerla una persona, el rey (o un conde en su nombre) un clérigo o monjes. Estos colonos
eran personas libres que formaron aldeas en las que pastos, agua y bosques eran bienes colectivos.
Poco después los más poderosos o la Iglesia ampliaban sus posesiones y hacían a los colonos
depender de ellos (a veces eran los propios colonos los que pedían protección de nobles y
monasterios). En la presura, según el derecho romano, quien ocupaba una tierra sin dueño y la
cultivaba se convertía en propietario.
Siglos XI-XIII:
Los siglos XI-XIII en la Europa cristiana son de una gran transformación: crece la población y son siglos
de desarrollo económico. En España, las conquistas cristianas son las más importantes, con ciudades
con numerosa población judía y musulmana, además de gran riqueza agrícola de muchas zonas
reconquistadas (valle del Guadalquivir, huertas valencianas). La repoblación fue por ello menos
espontánea que en el periodo anterior, con amplia intervención de los monarcas. Los instrumentos
empleados en la colonización fueron:
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Repoblación concejil: El territorio era dividido en concejos con grandes términos regidos por una
ciudad o villa cabecera en el cual se instalaba un representante del rey y un grupo de caballeros. El
rey otorgaba los siguientes privilegios
Las órdenes militares dieron protección armada en estas zonas (sobre todo en las tierras al sur del
Duero) y obtuvieron propiedades, castillos y derechos sobre localidades enteras.
Capitulaciones: Acuerdos o pactos locales con las poblaciones sometidas (musulmanes, judíos y
mozárabes) por los que se respetaban sus leyes, religión, costumbres y parte de sus propiedades.
Se fomentaba también la partida de musulmanes, que habían de vender sus tierras antes de
marchar a territorio musulmán o al norte de África. Aquellos que no podían marchar por falta de
medios, vivían en barrios separados, las morerías.
Órdenes militares: En los grandes territorios conquistados y escasamente poblados en los cuales
habían sido las órdenes militares las grandes protagonistas de la conquista se dividían el territorio
en lo que se llama como Encomiendas al frente de las cuales se situaba un caballero de la orden con
el cargo de comendador
Repartimientos: Distribución de bienes y tierras en lotes que efectuaba el rey entre los
conquistadores. Se aplicaron sobre todo en el siglo XIII, a costa de los mudéjares que en muchos
casos se sublevaron y acabaron expulsados o convertidos en siervos.
2.5 Los reinos cristianos en la Edad Media: organización política, régimen señorial y sociedad
estamental.
Organización política:
El Rey es la máxima autoridad política y bajo su gobierno cuenta en las tierras de realengo con amplios
poderes (gobierno, administración, justicia, poder legislativo y jefe del ejército). En los señoríos, el otro
tipo de propiedad (tierras en manos nobles y eclesiásticos) sus titulares ejercían muchos de los poderes
que mantendría el rey en las tierras de realengo.
El Rey estaba asesorado por la Curia Real, formada por la alta nobleza y alto clero. Desde finales del siglo
XII en León y en el XIII en el resto de reinos, comenzarán a asistir los miembros de a burguesía a la Curia
en representación de las ciudades. Estas reuniones darán origen a las Cortes. Las de Castilla y León se
unieron en el siglo XIII. En la Corona de Aragón cada uno de los territorios convocaba cortes
independientes habiendo tres: las de Aragón, Cataluña y Valencia. Con una composición similar a la Curia
Real (nobleza, clero y ciudades) entre sus funciones estarían: atender las consultas del Rey en asuntos
importantes y votar subsidios (cargas impositivas).
Al principio de la Edad Media, los núcleos de población se regían por los acuerdos adoptados en la
asamblea de vecinos o concejo abierto. Posteriormente las decisiones las tomarían un número limitado
de personas. El aumento de la población llevó al crecimiento de los municipios donde el deseo de una
minoría rica e influyente por controlar el poder local provocó que fuera desapareciendo la participación
democrática y las oligarquías locales, generalmente nobles, acaparan el poder.
Régimen señorial:
Los señoríos eran territorios que el Rey concede a un particular o a un colectivo (por ejemplo a una
orden monástica o a un monasterio) generalmente como pago por algún servicio prestado.
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Al principio de la Reconquista aparecieron los primeros señoríos, llamados territoriales o solariegos.
Corresponden con los territorios ocupados en primer momento bajo la forma de la presura y cuyas
tierras que en origen carecían de dueño pasaban al que las ocupaba y cultivaba.
Desde siglo XII, los reyes otorgaron donaciones de territorios con el privilegio de que no intervendrían los
agentes del Rey. Estos serán los llamados señoríos jurisdiccionales en los que sus pobladores se
convertían en vasallos del nuevo señor. El régimen señorial de la Península Ibérica era similar al
feudalismo europeo:
- A nivel jurídico los particulares ejercían competencias regias como pueden ser en asuntos de
gobierno y justicia.
- A nivel político, la autoridad del Rey quedaba limitada por el poder de la nobleza y el clero,
principales titulares de los señoríos. En la corona de Aragón esto se hará más patente aún que en
la corona de Castilla.
Organización estamental:
La sociedad estamental es una sociedad tripartita dividida así según la función esencial que cada
grupo desempeñaba en la comunidad. Así encontraremos en lo más alto de la pirámide a Nobleza y
Clero que son las clases privilegiadas y en el escalón más bajo al pueblo o estado llano. Cada uno de
estos grupos también tiene sus subdivisiones y hay que saber que al contrario que ocurriera en otras
épocas cambiar de categoría social es algo prácticamente inviable.
Clero: su poder procedía de su naturaleza espiritual además de sus privilegios. Se dividió en alto y
bajo clero. Al primero, constituido por los dignatarios de la Iglesia, accedían miembros de familias
nobles, mientras q el bajo clero se nutría de los sectores populares.
Estado llano: se caracterizó por la ausencia de privilegios, aunque los banqueros y grandes
comerciantes y artesanos de las ciudades formaron, debido a sus ganancias, una oligarquía que
disfrutó de privilegios colectivos a través de los fueros urbanos. Este grupo poco a poco creará una
burguesía que se independizará del poder señorial.
Por último dentro del estado llano están los campesinos, el grupo mayoritario de la sociedad, fue el
grupo con menos derechos y más obligaciones fiscales, sobre todo los siervos q trabajaban las
tierras del señor.
2.6 Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón y del Reino de Navarra al
final de la Edad Media
La Corona de Castilla
Hasta el siglo XIII el monarca había sido un jefe guerrero más que tenía como objetivo la guerra y vivir de
lo suyo (el realengo). No tenía una residencia fija, la corte era ambulante. Fuera de la jurisdicción real
estaban los señoríos laicos o eclesiásticos, solariegos y abadengos, donde los señores ejercían las
funciones del rey.
A partir del siglo XIII, el principal rasgo político es el fortalecimiento de la Monarquía desde el reinado de
Alfonso X. Esto se debe a:
Extensión en Europa de la teoría del origen divino del poder (unción de los reyes en las ceremonias de
coronación por la Iglesia).
20
La reintroducción del derecho romano que daba al soberano la potestad legislativa y toda la
autoridad. Las Partidas de Alfonso X rechazadas por la nobleza, pero reafirmadas en el Ordenamiento
de Alcalá (1348) asientan estos principios.
- El Consejo Real estaba formado por 12 personas de la confianza del monarca, tenía carácter
consultivo y se convirtió en el principal instrumento de gobierno.
- La Audiencia o Chancillería era el órgano supremo en la administración de justicia.
- La Corte incluía una serie de cargos y oficiales al servicio de los reyes, casi todos en manos de la
nobleza.
Muy importante fue la renovación de la Hacienda para fortalecer la monarquía con más ingresos:
impuestos como la alcabala (sobre las compraventas) o el servicio y montazgo (sobre la lana).
La Corona de Aragón.
La Corona de Aragón no era un estado único, sino una unión de reinos: Aragón, Valencia, Mallorca y el
Principado de Cataluña con distintas instituciones y leyes. Los reyes tenían que someterse a cada
particularidad: eran más débiles políticamente que los de Castilla.
Además, la política exterior de la monarquía, con su expansión por el Mediterráneo obligaron a la Corona
a pedir ayuda a los estamentos privilegiados de sus reinos. Estos aprovecharon la situación: en 1283 las
Cortes aragonesas y luego las Catalanas, impusieron a Pedro III el Grande el juramento del Privilegio
General y de los Fueros de sus respectivos reinos, es decir, los privilegios de los nobles y eclesiásticos,
entre ellos los malos usos y libertad y autonomía en sus señoríos.
Se va configurando así un modelo político que se ha denominado pactismo, por la necesidad de los reyes
de llegar a acuerdos con los privilegiados de forma permanente.
La aristocracia y el alto clero hicieron uso frecuente de su fuerza: en 1359, Pedro IV aceptó la formación
de una comisión de las Cortes catalanas, la Diputación del General, para supervisar los acuerdos de éstas
en el periodo en que no estuviesen reunidas. El modelo se extendió a toda la Corona y en la práctica, la
Generalitat, se convirtió en un auténtico gobierno catalán.
En cada reino, el rey tenía un Gobernador o Lugarteniente (virrey en Mallorca) que dirigía la
administración territorial.
En un contexto de sociedad estamental, las Cortes eran organismos de control de la Corona, y estaban
dominadas por la nobleza y el clero (tres “brazos”, nobleza, clero y patriciado urbano). Actuaban como
21
instrumento de defensa de los intereses feudales frente al intento de la Corona de aumentar su
autoridad.
Navarra
En lo que respecta a Navarra, las instituciones representativas fueron las siguientes: el Rey, las Cortes, el
Consejo Real, la Corte mayor o Corte general y la Cámara de Comptos. La incorporación de Navarra a
Castilla se hizo bajo el principio de que Navarra conservaba su condición de Reino (virrey) y sus
instituciones privativas.
22
Bloque 3: La formación de la Monarquía Hispánica y su expansión mundial (1474-1700).
Los inicios del reinado fueron difíciles, ya que se produjo una guerra civil en Castilla por la sucesión al
trono tras la muerte de Enrique IV. Aunque el rey tenía una hija, en la corte se consideraba que esta era
ilegítima y el rey llegó a transigir en la cuestión sucesoria, pues firmó con su hermana (medio hermana)
Isabel el Pacto de los Toros de Guisando (1468), por el que reconocía a Isabel como su heredera con la
condición de que no se casara sin su consentimiento.
Isabel se casó con Fernando en secreto, lo que hizo reconsiderar a Enrique IV su postura, nombrando a
Juana la Beltraneja su heredera. A la muerte del rey se desencadenó la guerra civil en la que se
enfrentan:
Por un lado Isabel apoyada por un sector de la nobleza, las ciudades y Aragón.
Por otro Juana la Beltraneja apoyada por parte de la nobleza y Portugal (Alfonso V).
El triunfo correspondió a Isabel, ya que tras la batalla de Toro se firmó la paz con Portugal: Tratado de
Alcaçovas (1479) que reconocía a Isabel como reina de Castilla, a cambio de que esta no interviniese en
el África atlántica con la excepción de las Canarias.
El centro de la monarquía basculó enseguida hacia Castilla, ya que era un territorio más extenso, poblado
y dinámico económicamente. Además era un territorio más unido que la Corona de Aragón formada por
cuatro reinos distintos y mostraba menor oposición al intervencionismo real.
Instituciones de gobierno:
Castilla:
En 1476 se creó la Santa Hermandad para luchar con los bandidos de los caminos. Además era un
verdadero ejército nacional que se utilizó en la guerra de Granada.
Se reorganizaron las finanzas: la percepción de los impuestos se hizo más eficaz (la alcabala era el
impuesto más importante), lo que permitió prescindir más de la Cortes.
23
Se reorganizan los Consejos, en especial el de Castilla y se crearon consejos específicos para los nuevos
asuntos.
Fernando el Católico se hizo nombrar maestre de las órdenes militares (Santiago, Calatrava y Alcántara),
que pasaron de esta manera a estar controladas por la corona, incluidos sus enormes recursos
económicos.
Reforma de la Iglesia: Los RRCC obtuvieron del Papa el derecho regio de presentación de obispos a las
sedes vacantes: reafirmación del regalismo y subordinación de la Iglesia al poder del rey.
Por otro lado, la reforma de las órdenes religiosas fue obra del cardenal Cisneros.
Corona de Aragón:
La creación del Consejo de Aragón, el cargo de Virrey y la Inquisición tendía, junto con la pacificación del
campo y la ciudad de Barcelona, a fortalecer el poder real.
Los RRCC respetaron e incluso confirmaron los privilegios de los cuatro reinos; nombraron varios virreyes
para que los representaran en algunos reinos durante su ausencia.
Se resuelve el conflicto de los remensas mediante la Sentencia Arbitral de Guadalupe de 1486, que
suprimía los malos usos y establecía otro tipo de contratos en el campo catalán.
Impusieron el sistema de insaculación2 o sorteo para elegir los principales cargos de la ciudad de
Barcelona.
Con el fin de la guerra se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe: los granadinos conservan su religión,
su libertad, propiedades, armas y derecho tradicional. Sin embargo, la tolerancia duró poco, ya que en
1499 el cardenal Cisneros acabó con ella, a la vez que se implantaba la Inquisición.
Los musulmanes se sublevaron, fueron sofocados y obligados a elegir entre conversión o exilio. La misma
medida se aplicó a los mudéjares de Castilla. Los conversos serán llamados moriscos.
El descubrimiento de América:
En el siglo XV, Castilla era un reino de hombres que miraban al mar y que lo buscaban como
complemento necesario del reino de tierra firme. Cuando Cristóbal Colón abrió el camino a las Indias en
1492, los castellanos se hicieron a la mar y pronto aprendieron a navegar el Océano Atlántico, el Mar
Caribe y el Golfo de México. De las Antillas pasaron al continente y se dieron a buscar la otra costa, la del
sur, que encontró Vasco Núñez de Balboa en 1513. La Mar del Sur, como llamaron al Océano Pacífico,
atrajo el interés de los castellanos tanto como las nuevas tierras descubiertas.
2
Procedimiento para elegir alcaldes, regidores u otros oficiales de justicia y de gobierno poniendo en un saco, bolsa o cántaro ciertas bolas.
En las bolas figuran los nombres de las personas capaces y después de haberlas mezclado bien se saca al azar las necesarias para que los sujetos
cuyos nombres figuraban en ellas sirviesen a los empleos o cargos que se trataba de proveer.
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Las crecientes dificultades para llegar a Asia por el Mediterráneo obligaron a los europeos a buscar rutas
alternativas para conseguir los productos de las Indias: Especias y metales preciosos.
Así, en 1492 se firman las Capitulaciones de santa Fe, acuerdo por el cual los Reyes Católicos apoyaban el
proyecto de Cristóbal Colón para realizar la expedición a las Indias navegando hacia el oeste.
Colón realizó cuatro viajes a Las Indias sin saber que, en realidad, había llegado a un nuevo continente.
- Primer viaje: La expedición partió de Palos de la Frontera (Huelva) el 3 de Agosto de 1492, hizo
escala en Canarias y llegó a las Indias el 12 de Octubre de 1492. Tocó tierra en Guanahaní, hoy
san Salvador, Bahamas.
- Segundo viaje (Septiembre de 1493): Se descubre la isla de La Española (República Dominicana)
- Tercer viaje (1498): Se descubrieron la isla de Trinidad y la desembocadura del río Orinoco.
- Cuarto viaje (1502): Se descubrió la costa centroamericana.
Las disputas entre Portugal y Castilla por la propiedad de las nuevas tierras surgieron en el año 1493, ya
que los portugueses reclamaban el cumplimiento del tratado de Alcaçovas. Sin embargo, los Reyes
Católicos consiguieron del Papa Alejandro Vi los derechos de conquista y evangelización sobre las nuevas
tierras, recogidos en las bulas Inter Caetera (1493)
La rivalidad entre Castilla y Portugal se resolvió con el tratado de Tordesillas (1494) por el que se trazó
una línea imaginaria de demarcación a 370 leguas al oeste de Cabo Verde: Portugal se quedaba con las
tierras situadas al este de dicha línea (costa africana y Brasil) y Castilla con las del oeste (resto de
América)
El imperio de los Austrias: España bajo Carlos I. Política interior y conflictos europeos.
Carlos I hereda un vasto territorio.
Por parte materna: la Corona de Aragón, Castilla y Navarra, posesiones italianas y norteafricanas y las
indias.
La herencia paterna: Países Bajos y el Franco Condado.
Por parte de su abuelo, Maximiliano I, en 1515 hereda los siguientes territorios de su abuelo: El sur de
la actual Alemania, Austria y el Tirol y los derechos a la corona imperial (1519 Carlos V).
Este extenso patrimonio estaba formado por estados heterogéneos que no se unificaron. Los ingresos y
el poder de Carlos V procedían de su propio patrimonio, sobre todo de Castilla y de los metales preciosos
de las Indias. Castilla poco a poco se convierte en el centro de su política.
Política interior:
Cuando llega Carlos V a Castilla es un extranjero: no conoce la lengua, viene rodeado de extranjeros y
con la única preocupación de conseguir el título de emperador. Cuando consiguió el título, partió,
además, del reino.
El malestar provocado por estos hechos degeneró pronto en revueltas.
Prescindir de los consejeros extranjeros y acatar la voluntad del reino (a través de los procuradores
de las ciudades en las Cortes)
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Limitar el poder real
Reducción de impuestos
Protección a la industria textil
Disminución del poder de la nobleza…
El movimiento fue dirigido por nobles de segunda categoría, maestros de oficios y algunos clérigos. La
aristocracia se mantuvo al margen hasta que los comuneros, para ganar apoyo popular, animaron
movimientos antiseñoriales. Entonces, la alta nobleza cerró filas con los representantes del monarca.
En la batalla de Villalar (1521) los comuneros fueron derrotados y sus líderes (Bravo, Padilla y
Maldonado) son ejecutados. Con ello se puso fin al movimiento y se aseguró el autoritarismo regio.
Conclusión: la monarquía fue la gran vencedora en ambas revueltas. Las Cortes de Castilla se
convirtieron en una institución sumisa. Los nobles temerosos e impotentes ante las rebeliones se
convirtieron en aliados fieles del rey y en consecuencia la política exterior posterior, costosa y ambiciosa,
se financió con recursos humanos y económicos de Castilla obtenidos sin casi oposición.
Política exterior:
Se basa en la defensa de su herencia dinástica y su hegemonía en Europa. En su política exterior tendrá
como enemigo principal a Francia ya que parte de una rivalidad personal existente entre ambos por
ocupar el título imperial
La guerra en Alemania:
Carlos V lucha contra la reforma de Lutero y algunos príncipes alemanes que ven en ella la
oportunidad de aumentar sus rentas e independizarse del emperador.
Carlos V se mostraba partidario de llegar a un compromiso entre Lutero y el Papa y convocó una
reunión en Worms en 1521 (Dieta de Worms). En Worms, Carlos V fijó su posición de condena a
Lutero y reclamó del Papa un concilio.
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Cuando en 1545 el Papa convoca el Concilio de Trento la ruptura era un hecho y originó una guerra
entre los príncipes protestantes y Carlos V cuya victoria en Muhlberg aumentó su poder en Alemania,
pero no resolvió la cuestión.
Finalmente se firmó la Paz de Augsburgo (1555) en la que Carlos V reconoció ambas religiones y el
derecho a los príncipes de imponer su religión a sus súbditos: cuius regio, eius religio.
La Monarquía Hispánica de Felipe II. Gobierno y administración. Los problemas internos. Guerras y
sublevación en Europa.
En 1556 Carlos I abandona el trono y se retira al monasterio de Yuste. Consciente de los problemas que
le habían acarreado perseguir la herejía protestante en Alemania quiso liberar a su hijo de esos conflictos
y cedió a su hermano Fernando las posesiones de Austria y los derechos a aspirar la Corona Imperial
alemana.
Por esta decisión Felipe II no heredó estos territorios pero llegará a conseguir el trono de Portugal y con
ello la monarquía hispánica alcanzaría su máxima extensión.
Felipe II residió la mayoría de su reinado en España y acabó con el carácter itinerante de la Corte al
establecer la capital en Madrid (1561).
Sus grandes objetivos en política interior y exterior fueron la defensa del catolicismo y el mantenimiento
de la hegemonía dinástica en Europa.
Una leyenda negra, principalmente desarrollada en Francia e Inglaterra, envuelve a su persona debido a
su carácter taciturno, su actitud distante respecto a la nobleza, su sentido autoritario de la dignidad real,
y el progresivo rencor entre católicos y protestantes.
La política interior.
Pese al enorme poder q poseyó, tuvo q hacer frente a varias rebeliones internas:
El rey firmó una orden (1567) por la que se prohibía los usos y costumbres, tradiciones (lengua,
indumentaria...) de este grupo por lo que estalló la rebelión que adquirió tintes muy violentos. Tuvo
que intervenir D. Juan de Austria, hermano bastardo del Rey para sofocarla. Los moriscos fueron
diezmados y finalmente expulsados del antiguo reino de Granada, siendo deportados al Norte de
África o dispersados por la Corona castellana (+ 80.000).
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En 1591 consiguió huir a su tierra, Aragón. Allí se acogió a la protección del Justicia Mayor, q impidió
el apresamiento de Antonio Pérez.
Felipe II utilizó a la Inquisición, único tribunal con jurisdicción en los diferentes reinos lo que generó
tumultos en Aragón y Antonio Pérez huyó a Francia, desde donde contribuyó a difundir la Leyenda
Negra contra el Rey y España. Las tropas del Rey intervinieron, el Justicia Mayor fue ajusticiado y
algunos fueros recortados.
La política exterior.
Felipe II sigue una política exterior inspirada, en lo esencial, en la de su padre, en hacer una defensa de
los intereses dinásticos de la Casa de Austria y de la religión católica. Su desarrollo fue diferente:
- la enemistad con Francia fue sustituido por el enfrentamiento con Inglaterra
- la lucha contra los príncipes alemanes luteranos sustituidos por la guerra de Flandes y P. Bajos;
- coincidieron en la lucha contra el Islam.
Desde entonces, se sucederán las crisis internas en Francia por los problemas religiosos entre
hugonotes (protestantes franceses) y católicos que hicieron que mejorase la relación con España.
De tal forma Felipe II junto con Venecia y la Santa Sede formaron la Liga Santa (1570) y organizaron
una flota dirigida por Don Juan de Austria q derrotó a los turcos en Lepanto (1571) poniendo freno a
los turcos aunque no supuso su derrota definitivamente ni el fin de la piratería musulmana en el
Mediterráneo.
La guerra de Flandes.
El afán de Felipe II, Felipe III y Felipe IV de conservar la soberanía de la Casa de Austria sobre Flandes
(Holanda y Bélgica) se considera un factor importantísimo en la decadencia económica, política y
militar de España.
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Esta situación hizo que se viviera una situación de conflicto constante ya que además los
gobernadores enviados por Felipe II reprimían más q negociar con los disidentes.
Al final se llegaría a la división definitiva entre el Norte, calvinista (Provincias Unidas) y el Sur, católico
(Flandes).
En 1588, Felipe II mandó la Armada Invencible para invadir las Islas Británicas sin embargo se
convirtió en un rotundo fracaso debido a la lejanía de sus bases, movilidad de la armada británica y
tormentas que fueron decisivas en el conflicto. Las malas relaciones continuaron entre ambos reinos
hasta principios XVII.
La unidad ibérica.
La unión de las Coronas peninsulares bajo un mismo Rey constituye el mayor éxito político y
diplomático de Felipe II y está determinada por el azar y la política matrimonial llevada a cabo por las
casas reales de Castilla y Portugal en el período anterior.
En 1578 muere el Rey Don Sebastián. Le sucedió su tío, el anciano cardenal-infante D. Enrique, por su
condición sacerdotal muere sin descendencia en 1580 y el trono queda vacante. Dos candidatos:
- Felipe II, con mayores derechos, como hijo de la emperatriz Isabel y nieto del Rey Don Manuel I.
- Don Antonio, prior de Crato, nieto por línea bastarda de D. Manuel I.
Las clases populares apoyaban a D. Antonio mientras que las clases altas aceptaron a Felipe II, unos
con resignación ante lo inevitable, otros porque esperaban ventajas económicas.
Para asegurarse el trono Felipe II recurrió definitivamente a las armas. El Duque de Alba por tierra y
D. Álvaro de Bazán por mar, derrotaron a los partidarios del Prior tras una corta guerra.
En 1581, las Cortes de Tomar confirmaron a Felipe II como Rey de Portugal a cambio de conservar
autonomía dentro del Imperio y que los cargos fueran ocupados por portugueses.
No se produjo una unidad peninsular sino más bien una dominación española, y fue un monarca muy
impopular ya que Portugal se vio envuelta en las guerras con Inglaterra y Países Bajos que le costaron
dinero, vidas y ataques a sus colonias.
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De todas formas, lo cierto es que bajo su reinado se consiguió la unidad ibérica y el Imperio de Felipe
II se extendió por todo el orbe: “En sus dominios no se ponía el Sol”.
El nuevo mundo supuso un gran estímulo para la actividad intelectual, que se reflejó en diversos
aspectos.
- Se ampliaron los conocimientos de flora y fauna
o Se escribe la Historia Natural de las Indias de José de Acosta.
- Se hizo una crítica jurídica del supuesto derecho de conquista que se justificaba en la
evangelización
- Los dominicos Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas denunciaron el trato que los
colonizadores daban a los indios. Francisco de Vitoria y sus discípulos de la Escuela de Salamanca
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abordaron el problema de los justos títulos de la acción en América, poniendo las bases del
derecho de gentes, hoy derecho internacional.
El duque de Lerma:
El valido de Felipe III será el Duque de Lerma (Francisco de Sandoval y Rojas), un personaje
controvertido. Políticamente irrelevante va a utilizar su estatus para favorecerse a sí mismo y a los suyos,
a quienes colocaba en cargos públicos relevantes en sustitución de los anteriores. Fue el hombre más
poderoso del reinado de Felipe III. Se hizo inmensamente rico a costa de saber manejar el tráfico de
influencias, la corrupción y la venta de cargos públicos. Por otra parte fue un verdadero mecenas en la
ciudad de Lerma, en Burgos, donde empleó gran parte de su fortuna en engrandecerla y embellecerla
contratando a los más sobresalientes arquitectos y utilizando los mejores materiales.
En 1599 el rey le otorga el título de Duque de Lerma por lo que entra a formar parte de la grandeza de
España.
En 1601 se traslada la corte a la ciudad de Valladolid; será un breve periodo hasta 1606, en que de nuevo
regresa a Madrid. Este traslado se debe al duque de Lerma que así se lo aconsejó al rey. Los historiadores
creen que fueron dos los motivos que impulsaron al duque para conseguir este traslado: alejar al rey de
la influencia de su tía María de Austria (recluida en el convento de las Descalzas Reales de Madrid), que
no veía con buenos ojos la labor de don Francisco y los importantes beneficios financieros que suponían
para él este cambio.
El poder del duque de Lerma fue inmenso: llegó a manejar el sello real como Sumiller de Corps3,
consiguió controlar el reino y tomar él solo todas las decisiones políticas entre 1599 y 1618. Los
incidentes más importantes de su mandato se produjeron en 1609 con la firma de la tregua con los
Países Bajos y la expulsión de los moriscos.
A la muerte de Felipe III en 1621, el reinado lo heredará su hijo Felipe. A pesar de ser una figura mucho
más preparada para el gobierno, inteligente, con interés en la política… continuará contando con un
valido que realizará las veces de jefe de estado, en este caso el valido de Felipe IV será el Conde Duque
de Olivares.
3
El Sumiller de Corps era el cargo palaciego que estaba al cuidado de la persona y las habitaciones del Rey de España. Esta figura sustituiría en
el reinado del Emperador a la ya citada de Camarero mayor. El poder de los Sumilleres de Corps, por ello, en esta primera era enorme hasta tal
punto de que era el cargo palatino más codiciado en detrimento del de Mayordomo mayor, en teoría de mayor jerarquía. Los aristócratas más
cercanos al poder real en la época de los Austrias, los llamados validos siempre procuraron ser nombrados para tal puesto ya que, así, ello les
permitía pasar más horas junto al Monarca y controlar las personas que formaban su círculo más intimo
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mantener la hegemonía en Europa, desarrolló un amplio programa de reformas. Estas se iniciaron con la
limpieza y el saneamiento de la Administración, que consistió en destituir a los funcionarios deshonestos
y procesar a sus predecesores en el cargo: los duques de Lerma y Uceda, a la vez que creaba numerosas
juntas para solucionar los males tradicionales de Castilla: ruina de la agricultura y de la industria, lujo
excesivo de la nobleza, reducción de los gastos de la Casa Real, etc.
Su gobierno se caracterizó por el autoritarismo, al quitar competencias a los Consejos, que se
convirtieron en meros órganos consultivos no vinculantes, lo que marginó a la nobleza que los integraba
de las decisiones políticas.
En la década de 1640 se produjeron una serie de revueltas interiores (catalana, portuguesa, andaluza y
aragonesa), que mostraron la falta de solidez interna de la Monarquía. Estas revueltas pusieron de
manifiesto la voluntad de Portugal y Cataluña de mantener sus instituciones y privilegios, a la vez que el
deseo de esta periferia más dinámica y moderna, de apartarse de una Castilla debilitada. El resultado fue
la independencia de Portugal, cuyo éxito final residió en el apoyo de Francia e Inglaterra, y también a la
falta de capacidad del ejército del rey para reprimir a la vez la rebelión catalana y la portuguesa. Cataluña
fue sometida tras una guerra que duraría trece años y que enfrentó a catalanes y franceses con la
Monarquía Hispánica hasta 1652, año en que concluye la capitulación de Barcelona. Felipe IV otorgó un
perdón general y prometió respetar las leyes, instituciones y privilegios del Principado
Felipe IV muere en 1665 dejando a Carlos II como único descendiente ya que de su primer matrimonio
sólo dos hijos llegaron a ‘adultos’. El heredero varón, el príncipe Baltasar Carlos, quien morirá con 17
años y su hija, María Teresa de Austria que será esposa de Luis XIV y por tanto reina consorte de Francia.
Felipe IV se casará por segunda vez con Mariana de Austria (su sobrina) con quien tendrá 5 hijos aunque
sólo dos llegarán a adultos, Margarita, que morirá con 22 años, y el futuro rey Carlos II que nace en 1661
y con cuatro años tendrá que asumir el gobierno.
Al ser un niño, la regencia quedará en manos de Mariana de Austria, la viuda de Felipe IV quien a su vez
cederá el poder a su valido, el jesuita Nithard (Juan Everardo).
La situación se fue complicando al ver la incapacidad del futuro rey, lo que generó una cantidad de
intrigas palaciegas fuera de lo común y que provocaron que se sucedieran los validos. Valenzuela, don
Juan José de Austria, el duque de Medinaceli...
Todo esto fue generando un clima de inestabilidad política que se agravó al detectar el problema
sucesorio.
La crisis de 1640:
Nos referiremos con el término de crisis de 1640 a todos los conflictos que van a surgir en torno a esta
fecha y que van a afectar a la unidad territorial y política y que van a provocar la caída del conde duque
de Olivares.
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La situación económica crítica derivada de la guerra de los 30 años va a provocar que se busquen nuevas
vías de financiación (impuestos, venta de cargos…) Esto sumado al descontento provocado por el
autoritarismo impuesto por la figura de Olivares y el recelo de los reinos periféricos respecto a la política
centralista van a ser el caldo de cultivo para que estallen las revueltas en España.
España no supo reaccionar a tiempo ya que estaba centrada en el conflicto con Cataluña y se pensó
que sería asequible recuperar el territorio portugués una vez solucionado el problema del norte.
Pero finalmente esto no ocurrió ya que la monarquía portuguesa se consolidó con la ayuda de Francia
e Inglaterra y España, ya en época de Carlos II tuvo que reconocer su independencia.
Esta situación generaría una tensión que terminaría de estallar el día del Corpus Christi de 1640
(Corpus de Sangre) en la cual los campesinos se amotinaron en Barcelona asesinando al virrey Dalmau
de Queralt, conde de santa Coloma.
En esta revuelta se puso de manifiesto el carácter anti centralista de la misma cuando Cataluña se
puso del lado francés nombrando a Luis XIII como conde de Barcelona. En estos 12 años sufrieron la
opresión francesa. Esto unido a un nuevo brote de peste y una situación económica que seguía siendo
muy complicada hizo que finalmente en 1652 se rindieran a las tropas de Juan José de Austria (hijo
bastardo de Felipe IV)
En 1659 se firmará la paz de los pirineos por la que se va a poner fin a los enfrentamientos existentes
entre España y Francia desde el comienzo de la guerra de los treinta años y se establecerá
definitivamente los Pirineos como frontera entre ambos países.
Este conflicto hizo que el movimiento protestante volviese a florecer con fuerza y en 1621 se volvieron a
desatar las hostilidades entre España y Holanda poniéndose fin a la tregua de los 12 años.
Francia apoyará a los protestantes para comenzar su andadura hegemónica por Europa, a pesar de ser
un país católico.
Finalmente en el año 1648 se pone fin a todos los conflictos firmándose la paz de Westfalia. A partir de
este momento empezará el ocaso del imperio español con una política que buscará llegar a acuerdos y
soluciones pacíficas que en ocasiones le costará a los distintos reyes la pérdida territorial.
Recién comenzado el reinado de Carlos II se firma la independencia de Portugal (1668) poniéndose fin a
un conflicto que había ocupado los últimos 30 años y llevando a la pérdida de dicho territorio.
Pero por otra parte se iba a incrementar los problemas con Francia por su política expansionista. Francia
va a atacar plazas europeas dependientes de España, Países Bajos y el Franco Condado. Más tarde se
producirán otros dos envites Franceses. Todo ello se resolvió con las siguientes paces.
Paz de Aquisgrán (1668): Firmada el 2 de mayo de 1668 entre España y Francia sirvió para poner fin a
la Guerra de Devolución habida entre ambos países.
La formación de la Triple alianza formada por Inglaterra, las Provincias Unidas de los Países Bajos y
Suecia contra Luis XIV de Francia decidió al monarca francés a entablar negociaciones de paz. Según
los términos del acuerdo, España recuperaba el Franco Condado y a cambio cedía a Francia Lille,
Tournai, Douai, Charleroi y otras plazas de los Países Bajos Españoles.
Paz de Nimega (1678): Inglaterra apoya a Francia en su expansión por las provincias unidas lo que
hace que el Imperio junto a España intenten mantener el empuje Francés. Finalmente Inglaterra
terminará reculando en esa empresa y abandonará a Francia en sus planes de expansión por lo que se
firmará la paz. España va a recuperar las plazas perdidas en la paz anterior pero cederá a Francia el
Franco-condado.
Paz de Ratisbona (1684): En época del conde de Oropesa, cuarto valido del rey, se firmará una tregua
con Francia por la cual España entrega Luxemburgo a Francia para evitar nuevas hostilidades.
Paz de Ryswick (1697): En 1691 Francia había ocupado Cataluña. Se hace evidente la necesidad de
buscar una paz entre los grandes países de Europa, Francia, Inglaterra, España y Holanda. España
cederá a Francia la parte oriental de Santo Domingo, la actual Haití mientras que España recupera la
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Cataluña invadida. Como consecuencia de esto también Francia va a readquirir derechos al trono
español.
Estos acuerdos de paz evidencian la caída del que fuera un gran imperio donde, según el dicho, nunca se
ponía el sol.
Principales factores de la crisis demográfica y económica del siglo XVII y sus consecuencias.
En buena parte de Europa, especialmente en los países mediterráneos, durante el siglo XVII se produjo
una enorme crisis demográfica, económica y social que se tradujo en un gran malestar entre la población
y en una inestabilidad política que afectó a la monarquía.
La crisis demográfica:
A lo largo del siglo XVII la población se estancó: Castilla se vio más afectada que la periferia, en
especial el núcleo central de la meseta. El periodo de crisis más intensa fue de 1630 a 1680.
Los factores que contribuyeron a este nulo crecimiento fueron:
Las sucesivas crisis de subsistencia: malas cosechas, hambre. Todo ello dificultado por las constantes
guerras que impedían las importaciones.
Las epidemias: favorecidas por la desnutrición. La peste reapareció.
Las guerras: entre 1640 y 1668 las guerras fueron permanentes. La falta de mercenarios llevó a
reclutas forzosas: rebeliones, jóvenes en edad de producir.
Expulsión de los moriscos: unos 300.000 entre 1609 y 1614.
A estos factores hay que añadir la emigración a América, que aunque no fue decisiva, sí incidió de
forma significativa en Andalucía y Castilla.
Esta crisis demográfica hizo que a finales del s.XVII la población española fuese menor que a finales
del siglo anterior
La exportación de lana siguió siendo la más rentable para el comercio español, aunque se resintió a
causa de la situación de guerra permanente en la zona.
La industria y el comercio: no existía un mercado importante para los productos industriales ni para el
comercio interior. Sólo las elites sociales tenían acceso a artesanía de calidad suministrada por los
gremios o importada de Flandes, Italia, Inglaterra, Francia o las colonias.
Ante estas dificultades y la revolución de los precios del siglo XVI, la artesanía castellana entró en
recesión.
El comercio exterior exportaba materias primas e importaba manufacturas:
Déficit de la balanza de pagos que se cubría con el oro y la plata de América, más necesario que
nunca.
35
El comercio con América decayó entre 1630 y 1660 por el incremento de los intercambios entre las
colonias, la presión fiscal excesiva y la confiscación de remesas enteras de oro y plata para gastos
militares. A partir de 1660 el comercio exterior se recuperó favoreciendo básicamente a comerciantes
extranjeros: mercancías que venían a la península para ser exportadas a América. A finales del siglo
XVII sólo un 5% de los productos enviados al Nuevo Mundo procedían de la península.
Sin embargo hay que valorar que hacia 1680 se empezó a notar una recuperación demográfica y
económica. Aumentan la natalidad y la producción y el comercio, este último sobre todo debido a una
devaluación de la moneda que frenó la inflación.
Los nobles: Eran el 10% de la población. Se concentraba sobre todo en el norte donde la mitad de
la población se consideraba noble, aunque modesta. La alta nobleza ya no era rural, vivía en
ciudades y había dejado de ser guerrera. Muchos nobles tenían tal condición por haber
comprado el título al Rey. El número de nobles se incrementó y aumentó su poder social y
político. La prrobanza y los certificados de limpieza de sangre se hicieron imprescindibles para
obtener cargos.
El Clero: era menos numeroso, pero no dejó de crecer en el siglo XVII. El alto clero era
generalmente de origen noble. Los conventos eran además uno de los pocos sitios donde podían
vivir con dignidad las mujeres solteras y viudas.
El bajo clero era de origen humilde, aunque sin problemas económicos gracias a las exenciones
tributarias.
El tercer estado: El grupo predominante era el de los campesinos, sujeto a impuestos directos
(diezmo, rentas señoriales) que podían ascender a la mitad del producto de sus tierras y
ganados. Su posición dependía de si eran o no propietarios de las tierras: en el norte abundaban
los labradores propietarios, mientras que en Aragón, Valencia, Extremadura y el sur, la situación
era la contraria mayoritariamente.
La sociedad española del XVII continuó apegada a los mismos valores aristocráticos y religiosos que
regían la mentalidad colectiva del siglo anterior. El ansia de ennoblecimiento hizo que los conceptos de
dignidad y honor que se asociaban a la nobleza fueran reivindicados por todos los grupos sociales.
Lo mismo ocurrió con el rechazo a los trabajos manuales, considerados indignos, lo que tuvo un fuerte
impacto negativo en el desarrollo económico.
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Felipe IV muere en 1665 dejando a Carlos II como único descendiente ya que de su primer matrimonio
sólo dos hijos llegaron a ‘adultos’. El heredero varón, el príncipe Baltasar Carlos, quien morirá con 17
años y su hija, María Teresa de Austria que será esposa de Luis XIV y por tanto reina consorte de Francia.
Felipe IV se casará por segunda vez con Mariana de Austria (su sobrina) con quien tendrá 5 hijos aunque
sólo dos llegarán a adultos, Margarita, que morirá con 22 años, y el futuro rey Carlos II que nace en 1661
y con cuatro años tendrá que asumir el gobierno.
Al ser un niño, la regencia quedará en manos de Mariana de Austria, la viuda de Felipe IV quien a su vez
cederá el poder a su valido, el jesuita Nithard (Juan Everardo).
La situación se fue complicando al ver la incapacidad del futuro rey, lo que generó una cantidad de
intrigas palaciegas fuera de lo común y que provocaron que se sucedieran los validos. Valenzuela, don
Juan José de Austria, el duque de Medinaceli...
Todo esto fue generando un clima de inestabilidad política que se agravó al detectar el problema
sucesorio.
Política interior:
El problema de sucesión:
Carlos II, no va a ser capaz de tener descendencia a pesar de haberse casado dos veces, primero con
María Luisa de Orleans y posteriormente con Mariana de Neoburgo. Su esterilidad se considera fruto de
un hechizo, de ahí su apodo. Esa incapacidad para tener descendencia motivó que a finales de siglo se
empezara a buscar un candidato para heredar el trono español. Finamente quedaron dos candidatos
posibles:
- Carlos de Austria, archiduque y futuro emperador del sacro imperio germánico. Era
perteneciente a la casa de Habsburgo.
- Felipe de Anjou, futuro Felipe V, que pertenece a la casa Borbón francesa y es nieto del rey Luis
XIV.
Carlos II en su testamento nombrará a Felipe d’Anjou como heredero al trono para fortalecer la relación
con Francia pues era la mayor potencia europea del momento. Esto provocó que el resto de países
europeos temiendo el nacimiento de una superpotencia se opongan a dicho nombramiento originándose
así el primer gran conflicto del s.XVIII, la guerra de Sucesión.
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Bloque 4: España en la órbita francesa: el reformismo de los primeros Borbones (1700-1788)
En España el testamento definitivo de Carlos II (3 de octubre de 1700) deja a Felipe de Anjou como
heredero en todas sus posesiones; evidentemente una misma dinastía gobernando en Francia y España
atentaría a la idea de equilibrio propugnada por Inglaterra, así a este testamento se van a oponer: Austria
(quieren poner a su propio candidato el archiduque Carlos), Inglaterra y Holanda. En España Castilla
acepta el testamento (a pesar de los conflictos permanentes entre Francia y España en el siglo XVII), pero
los reinos de la Corona de Aragón no aceptan a un Borbón como rey (en Francia los Borbones tienen
fama de centralistas y estos reinos temen perder los fueros y privilegios que conservaban desde la Edad
Media y que habían sido respetados por los Austrias).
En febrero de 1701 Felipe V era calurosamente recibido en Madrid; contaba con la edad de 17 años.
En 1701 se constituyó la Gran Alianza de la Haya, formada por Austria, Inglaterra, Países Bajos y
Dinamarca. Más tarde se unieron Portugal, Prusia y Saboya.
En 1702, los miembros de la Gran Alianza declararon la guerra a Francia, iniciándose la guerra de
sucesión española.
En España desembarca el archiduque Carlos en Barcelona. Los antiguos reinos de la Corona de Aragón
apostaron por el archiduque, sobre todo tras el estallido bélico europeo que les hizo pensar que el
poderío militar austríaco y las escuadras anglo-holandesas que patrullaban por el Mediterráneo eran una
garantía de éxito. Además, el mal recuerdo del gobierno de Felipe IV y su valido el Conde-Duque de
Olivares, les hacía temer que si ganaba la casa de Borbón, el centralismo francés también se impondría
en España.
Desde el punto de vista social, la alta nobleza, adoptó una postura expectante, aunque en Castilla apoyó
al pretendiente austracista y en Aragón las simpatías se fueron decantando a lo largo de la guerra hacia
Felipe debido al componente reivindicativo de las capas más bajas de la sociedad.
El clero, en ambos reinos, se decantó por uno de los dos candidatos, mientras que el tercer estado
apostó con decisión por uno de los dos bandos en litigio; en Aragón la burguesía y el campesinado tenía
un buen recuerdo del último Austria (exenciones fiscales, libertades dadas frente a los abusos de la
nobleza, entre otras). España acabó dividida.
En 1707 la contienda era favorable para Carlos; dominaba Barcelona (donde fue proclamado rey el 16 de
noviembre de 1705 bajo el nombre de Carlos III), Madrid, Valencia y Gibraltar, puntos neurálgicos
importantes de España. Sin embargo, la presión de los felipistas obligó a Carlos a huir a Valencia donde
sus ejércitos fueron derrotados en la batalla de Almansa en 1707 (9.000 soldados aliados fueron hechos
prisioneros por el duque de Berwick). A pesar de estos triunfos los austracistas pudieron recuperar
Aragón y Madrid en 1710.
En el resto de Europa, las batallas eran desfavorables para la causa borbónica: los desastres en el norte
de Europa se sumaban a las pérdidas de plazas en el norte de África gracias a la potencia naval de la flota
anglo-holandesa. En España, sin embargo, las batallas de Brihuega y Villaviciosa, ganadas por el ejército
francés al mando del duque de Vendôme y la guerrilla castellana y extremeña, hicieron inclinarse la
balanza hacia Felipe. Pero tres hechos llevaron al establecimiento de conversaciones de paz:
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Este último acontecimiento obligaba a las potencias marítimas a variar su posición y apoyos, puesto que
en adelante el peligro de hegemonía, ahora, provenía de la posible unión entre Austria y España bajo la
corona de Carlos VI de Alemania que no renunciaba a sus pretensiones monárquicas en España.
Por el Tratado de Utrech de 1713, Inglaterra aceptaría que Felipe de Anjou reinase en España, pero a
cambio de una España menos poderosa, así España va a perder todas sus posesiones en Europa y
además Gibraltar y Menorca que pasarán a Inglaterra.
Inglaterra, además de estos territorios va a recibir privilegios económicos derivados de la concesión del
Navío de permiso y el Asiento de negros.
Por su parte, el duque de Saboya se anexionó la isla de Sicilia que más adelante se la cambiará con
Austria por la de Cerdeña.
En el Tratado de Rastadt de 1714 Nápoles, Sicilia y los Países Bajos del Sur (Bélgica) pasarían a Austria al
cesar en su empeño Carlos VI a sus pretensiones al trono español. Todos estos hechos marcaron el
indudable declive de la antaño primera potencia continental. En el orden internacional, aparte del
cambio de dinastía, España quedó reducida prácticamente a los límites actuales, aparte del imperio
americano.
El problema en Cataluña
Tras la repentina muerte de su hermano, el Archiduque Carlos fue elegido emperador del Sacro Imperio
Romano-Germánico en septiembre de 1711 y dejó como regente a su mujer, la emperatriz Isabel Cristina
de Brunswick, por lo que. Cataluña seguía vinculada a Carlos VI por el Pacto de Génova y esperaba que
sus libertades fuesen preservadas, ya fuera mediante la conservación del Principado catalán unido al
Imperio alemán o por las negociaciones del emperador en Utrecht.
Sin embargo, la suerte de Cataluña ya estaba decidida en los preliminares del Tratado de Utrecht, entre
los que figuraba un acuerdo secreto por el que los austriacos evacuarían el Principado. De esto no se
informó a los representantes del gobierno catalán, a los que la emperatriz les garantizó en repetidas
reuniones la conservación de la legislación catalana. El gobierno catalán se componía entonces de tres
instituciones: El Consejo de Ciento (Consell de Cent) que se encargaba de la ciudad de Barcelona, la
Diputación General o Generalitat, de atribuciones sobre todo tributarias, y la Junta de Brazos (Junta de
Braços), formada por componentes de los tres estamentos clásicos y que en realidad coincidía con la
Generalidad (Generalitat).
Felipe V, tras superar la muerte de su mujer, volvió a negociar con los catalanes, los cuales
(desconocedores de los términos de Rastadt) le exigieron ingenuamente la conservación de los fueros y
3.000.000 libras en compensación por daños de guerra. La ciudad había sido asediada por un ejército de
40.000 hombres y 140 cañones, y Felipe V respondió iniciando el bombardeo. El asedio continuó durante
dos meses (previamente había sufrido nueve meses de bloqueo marítimo). El 11 de septiembre de 1714,
el mariscal de Berwick ordenó el asalto y, aunque la defensa de los barceloneses fue heroica, al día
siguiente se firmó la capitulación. Se disolvieron la Generalidad (Generalitat) y el Consejo de Ciento
(Consell de Cent), siendo sustituidos por una Real Junta Superior de Justicia y Gobierno al frente de la
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cual se puso a José Patiño, el cual destituyó al día siguiente a los diputados, consellers y miembros de la
Junta de Brazos (Junta de Braços).
En época de Felipe V se van a intentar recuperar por la fuerza los territorios italianos perdidos en la paz
de Utrecht. No se logrará por la fuerza pero si se conseguirá tras los primeros pactos de la familia con
Francia y sobre todo tras la firma del tratado de Viena en 1738.
- 1733: Primer Pacto de Familia: España apoyó a Francia contra Austria y Rusia en el conflicto
sobre la sucesión polaca y le ofreció el status de nación favorecida en el comercio. A cambio
Francia garantizó a España algunas posesiones italianas y su apoyo en caso de conflicto con Gran
Bretaña. Como consecuencia Carlos fue proclamado rey de las Dos Sicilias (Sicilia y Nápoles).
- 1743: Segundo Pacto de Familia: relacionado con la guerra de Sucesión austríaca, que enfrentó a
Austria y Gran Bretaña con Francia y Baviera. La contrapartida fue el ducado de Parma (1748)
para Felipe, el segundo hijo de Isabel de Farnesio y Felipe V.
Durante el reinado de Fernando VI se llevará a cabo una política de neutralidad frente a las dos grandes
potencias, Francia e Inglaterra.
Con Carlos III se firmarán los terceros pactos de familia con Francia
- 1761: Tercer Pacto de Familia: obligó a España a luchar con Francia en la Guerra de los Siete
Años (1756-1763) frente al Reino Unido y Portugal. Se trataba de intentar frenar la expansión
británica en América del Norte. El resultado fue un desastre: La Habana y Manila cayeron en
manos de los Británicos, aunque en el tratado de París (1763) fueron cambiadas por Florida que
pasó a manos del Reino Unido. Francia compensó a España con Luisiana.
- Por otro lado España participó en la Guerra de Independencia de las trece colonias británicas en
América del Norte (1775-1783) apoyando a los independentistas. Gracias a ello se tuvo la
oportunidad de recuperar frente a los británicos Florida y Menorca por el tratado de Versalles.
No se pudo recuperar Gibraltar.
4.2. La nueva Monarquía Borbónica. Los Decretos de Nueva Planta. Modelo de Estado y alcance de las
reformas.
Los Decretos de Nueva Planta y la reorganización política y territorial
Los Decretos de Nueva Planta fueron impuestos como represalia por Felipe V a los reinos de Valencia
(1707), Aragón (1711), Mallorca (1715) y Cataluña (1716). Supusieron la puesta en práctica del principio
de uniformidad política y jurídica. El reino de Navarra así como los señoríos y provincias de Vizcaya, Álava
y Guipúzcoa, desde ahora llamadas “provincias exentas”, conservaron su régimen foral y su autonomía
ya que se habían mantenido fieles a Felipe V.
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Significaron la desaparición de la Corona de Aragón, la transformación de sus reinos en provincias y la
supresión tanto de sus antiguas instituciones como de sus fueros. Se produjo la sustitución por otras
nuevas de cuño centralista, basadas en las leyes castellanas. Todo ellos iba dirigido a fortalecer el Estado
y al monarca.
La principal novedad fue la introducción del intendente de provincia, de origen francés, encargado de la
administración del ejército, de la recaudación de impuestos y la administración de la justicia municipal, y
de impulsar las reformas ilustradas. La justicia se mantuvo en manos de las Chancillerías y de las
Audiencias. La provincia se dividía a su vez en partidos o corregimientos. Durante el reinado de Carlos III
se creó la figura del procurador síndico personero, que era la voz de los vecinos de la localidad; del
diputado del común, encargado de los abastecimientos y mercados; y los alcaldes de barrio, vecinos
ejemplares que velaban por el cumplimiento de las ordenanzas municipales.
Por otra parte y respecto al control de la Iglesia la nueva dinastía intensificó la política regalista,
buscando la supremacía de la Corona, poder civil, sobre la Iglesia. En 1753 se firma un Concordato con
la Santa Sede que reconocía a la Corona el derecho del Patronato Universal, esto es, el rey presentaba al
Papa a sus candidatos. La más poderosa muestra de fuerza del Regalismo se produjo en 1767 con la
expulsión de los jesuitas. Así mismo, Carlos III también recortó los poderes de la Inquisición.
4.3 La España del siglo XVIII. Expansión y transformaciones económicas: agricultura, industria y
comercio con América. Causas del despegue económico de Cataluña.
Durante el siglo XVIII la ausencia de grandes guerras, el fin de la política imperial europea, las reformas
introducidas por los borbones y la recuperación del comercio colonial dieron lugar a transformaciones en
la economía, que experimentó cierto crecimiento, aunque siempre limitado por la pervivencia del
modelo social y económico del Antiguo Régimen. No obstante, la economía estaba limitada
principalmente por la falta de competencia, la forma de propiedad de la tierra y una endémica oposición
al cambio.
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La agricultura, tenía en el régimen de propiedad (tierras amortizadas4) su principal obstáculo. Con Carlos
III, se tomaron algunas medidas que resultaron insuficientes: arrendamientos municipales, colonización
de tierras, pero no se acometió la Ley Agraria de Jovellanos.
Al comercio llegaron las ideas ilustradas (Sociedades Económicas de Amigos del País). El comercio
interior inició una política proteccionista, y se creó el Banco de San Carlos. La política comercial con
América se revitaliza5, se adoptaron medidas liberalizadoras del comercio como la creación de nuevas
compañías comerciales privilegiadas6, introducción de navíos de registro7 y se promulgó el Reglamento
de Libre Comercio8 (1778).
Destaca el despegue económico de Cataluña. Cataluña duplicó su población a lo largo del siglo y la
agricultura se orientó al mercado; además, se desarrolló una burguesía agraria innovadora (comercio de
vinos) y se aumentaron los intercambios peninsulares y con el exterior. El crecimiento generó excedentes
de capital, invirtiendo en modernizar el sector textil9, sentando las bases de la revolución industrial del s.
XIX. La expansión de la manufactura catalana se vio favorecida además por la ampliación del mercado a
Castilla (al desaparecer las fronteras interiores), la apertura de los mercados americanos al comercio
catalán, la posibilidad de disponer de algodón en abundancia y a buen precio y la existencia de capital
derivados del comercio americano
4 4
Más de la mitad de la tierra existente no podía ni venderse ni cultivarse libremente por encontrarse amortizada, esto es, vinculadas a la
sucesión o una institución.
5
Si en los siglos XVI y XVII los Austrias habían reducido el imperio colonial americano a una simple fuente de provisión de metales preciosos
para financiar sus guerras exteriores, la nueva dinastía de los Borbones descubrió en América también una fuente de ingresos, paro a través de
una explotación económica de tipo colonial: como exportadora de materias primas (cacao, tabaco, azúcar…) e importadora de productos
peninsulares. Para ello se adoptaron distintas medidas, escalonadas a lo largo del siglo
6
Compañías a las que el Estado cedía, a cambio del pago de una cantidad, el monopolio sobre ciertas rutas o productos. En 1728 se estableció la
Guipuzcoana de Caracas, para comerciar el cacao venezolano; en 1740, la compañía de La Habana, para el azúcar y el tabaco de Cuba; y en
1755, la Real Compañía de Barcelona, que comerciaba con las Antillas. La actividad comercial se incrementó y con ella la producción agrícola y
ganadera de América, hechos que beneficiaron a la población criolla
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En 1735 se suprimió el tradicional sistema de flotas y galeones y fue sustituido por un ágil sistema de registros, en que los particulares podían
cargar sus mercancías en barcos autorizados (“registros”) que partían para América cuando querían, una vez registrada en Cádiz la mercancía.
Esta medida resultó insuficiente, por lo que se avanzó un paso más en las medidas liberalizadoras. Los decretos de Carlos III de 1765 y 1778
autorizaron el libre comercio directo de los puertos peninsulares con los americanos, y suprimieron definitivamente el monopolio del puerto de
Cádiz. Esto supuso la decadencia de las compañías monopolísticas y privilegiadas creadas en la primera mitad de siglo, pero fue un gran estímulo
para la industria y el comercio, en especial para Cataluña
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Los decretos de Carlos III de 1765 y 1778 autorizaron el libre comercio directo de los puertos peninsulares con los americanos, y suprimieron
definitivamente el monopolio del puerto de Cádiz. Esto supuso la decadencia de las compañías monopolísticas y privilegiadas creadas en la
primera mitad de siglo, pero fue un gran estímulo para la industria y el comercio, en especial para Cataluña.
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Aunque se expandieron las manufacturas de lana, el cambio revolucionario se produjo en las de algodón, que fabricaban esencialmente
indianas, telas ligeras de algodón estampadas. Hacia 1736-37 se expandieron unos establecimientos que recibieron el nombre de fábricas y que
presentaban una nueva forma de organización del trabajo y la producción distinta a la del taller artesanal o la industria domiciliaria: la
concentración de la producción de la mano de obra en un espacio único y la división del trabajo bajo la dirección del fabricante o propietario
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4.4. Ideas fundamentales de la Ilustración. El despotismo ilustrado: Carlos III.
Carlos III (1759-1788)
Nace en Madrid, el 20 de enero de 1716 y fallece en la misma ciudad el 14 de diciembre de 1788. Era el
tercer hijo varón de Felipe V, el primero que tuvo con su segunda mujer, Isabel de Farnesio, por lo que
fue su hermano paterno Fernando VI quien sucedió a su padre en el trono español. Heredó de su madre
los ducados de Parma, Piacenza y Toscana (1731); pero más tarde, al conquistar Felipe V Nápoles y Sicilia
en el curso de la Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1735), pasó a ser rey de aquellos territorios con el
nombre de Carlos VII. (1734-1759). Durante su reinado en Italia, comenzó las excavaciones de las ruinas
de Pompeya.
La muerte sin descendencia de Fernando VI, hizo recaer en Carlos la Corona de España, que pasó a
ocupar en 1759, dejando el trono de Nápoles a su tercer hijo, Fernando IV.
Superado el motín de Esquilache10 (1766), fundamentalmente un estallido tradicionalista instigado por la
nobleza y el clero contra los aires renovadores que traía Carlos III, se extendería un reinado largo y
fructífero.
http://paseandohistoria.blogspot.com/2010/05/el-motin-de-esquilache.html
En cuanto a la política exterior, el tercer Pacto de Familia firmado con Francia en 1761 alineó a España
con Francia en su conflicto permanente con Gran Bretaña. Ello llevó a España a intervenir en la Guerra de
los Siete Años (1756-63) y en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de América (1775-83);
como resultado final de ambas, España recuperó Menorca y la Florida, pero no Gibraltar (al fracasar el
asedio realizado entre 1779 y 1782), perdidas tras la Guerra de Sucesión española (1700-1715)
A partir de entonces, las dificultades financieras obligaron a volver a la política «pacifista» del reinado de
Fernando VI, mientras se ensayaban diversas mejoras en la Hacienda Real, como la emisión de vales
reales (primer papel moneda), la creación del Banco de San Carlos (primer banco del Estado) o la
creación de la Lotería Nacional.
En la línea del despotismo ilustrado propio de su época, Carlos III realizó importantes reformas -sin
quebrar el orden social, político y económico básico- con ayuda de un equipo de ministros y
colaboradores ilustrados como Esquilache, Aranda, Campomanes, Floridablanca, Wall y Grimaldi.
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Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, persona de absoluta confianza del rey, de firme voluntad y amigo de las decisiones tajantes,
trataba de erradicar en la Villa de Madrid el uso de la capa larga y el chambergo (sombrero de ala ancha) con el pretexto de que, embozados, los
madrileños podían darse anónimamente a todo tipo de atropellos y esconder armas entre los ropajes. La medida propugnaba el uso de la capa
corta y el tricornio, de procedencia extranjera. La multa en caso de desobediencia ascendía a seis ducados y doce días de cárcel para la primera
infracción y el doble para la segunda. Aunque resulta indiscutible la utilidad de la medida para el mantenimiento del orden público, no es menos
cierto que el italiano se había propuesto hacer entrar en la "modernidad europea" a la capital más sucia e insalubre del continente. Fue
Esquilache quien ordenó la pavimenación e iluminación de calles y la creación de paseos y jardines. Asimismo, se propuso limpiar las calles de
basura y excrementos humanos y animales mediante la construcción de fosas y pozos asépticos, prácticamente desconocidos en los barrios
populares. El uso de la nueva indumentaria, por tanto, vendría a ser una renovación estilística en las costumbres, más acorde con los nuevos
tiempos. Paradójicamente, la "castiza vestimenta" origen de la polémica no era tan castiza, por cuanto había sido introducida apenas cien años
antes por la guardia flamenca del general Schomberg, en tiempos de la reina Mariana de Austria, regente en la minoría de edad de Carlos II.
El motín de Esquilache no fue una revuelta de carácter político. Tampoco el pueblo estaba contra el poder real o de los nobles españoles. El
hambre y el descontento producidos por el constante aumento de los alimentos de primera necesidad fue el caldo de cultivo para la rebelión. El
pan, elemento fundamental en la dieta, había prácticamente duplicado su precio en cinco años, pasando de siete cuartos la libra en 1761 a doce
cuartos en 1766. Las malas cosechas de esos años y la liberación del comercio del grano estaban detrás de tal escalada.
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Reorganizó el poder local y las haciendas municipales, poniéndolos al servicio de la Monarquía. Puso
coto a los poderes de la Iglesia, recortando la jurisdicción de la Inquisición y limitando -como
aconsejaban las doctrinas económicas más modernas- la adquisición de bienes raíces por las «manos
muertas»; en esa pugna por afirmar la soberanía estatal expulsó de España a los jesuitas en 1767.
Protegió las artes y las ciencias; apoyó a las Sociedades Económicas de Amigos del País, en donde se
agrupaban los intelectuales más destacados de la Ilustración española; sometió las universidades al
patronazgo real y creó en Madrid los Estudios de San Isidro (1770) como centro moderno de enseñanza
media destinado a servir de modelo; también las Escuelas de Artes y Oficios, que han perdurado hasta el
siglo XX (cuando pasaron a llamarse Escuelas de Formación Profesional, EFP). Creó manufacturas reales
para subvenir a las necesidades de la monarquía (cañones, pólvora, armas blancas, cristal, porcelana...),
pero también para estimular en el país una producción industrial de calidad.
En esa misma línea, impulsó la agricultura (decretando el libre comercio de granos y organizando
cultivos experimentales en las huertas reales de Aranjuez) y el comercio colonial (formando compañías
como la de Filipinas y liberalizando el comercio con América en 1778). Cuando el rey murió en 1788
terminó la historia del reformismo ilustrado en España, pues el estallido casi inmediato de la Revolución
Francesa al año siguiente provocó una reacción de terror que convirtió el reinado de su hijo y sucesor,
Carlos IV, en un periodo mucho más conservador. Enseguida, la invasión francesa arrastraría al país a un
ciclo de revolución y reacción que marcaría el siglo siguiente, sin dejar espacio para continuar un
reformismo sereno como el que había desarrollado Carlos III.
Entre los aspectos más duraderos de su herencia quizá haya que destacar el avance hacia la
configuración de España como nación, a la que dotó de algunos símbolos de identidad (como el himno y
la bandera) e incluso de una capital digna de tal nombre, pues se esforzó por modernizar Madrid (con la
construcción de paseos y trabajos de saneamiento e iluminación pública) y engrandecerla con
monumentos (de su época datan la Puerta de Alcalá, el Museo del Prado -concebido como Gabinete de
Historia Natural- o la inauguración del nuevo Jardín Botánico, en sustitución del antiguo de Migas
Calientes) y con edificios representativos destinados a albergar los servicios de la creciente
administración pública. El impulso a los transportes y comunicaciones interiores (con la organización del
Correo como servicio público y la construcción de una red radial de carreteras que cubrían todo el
territorio español convergiendo sobre la capital) ha sido, sin duda, otro factor político que ha actuado en
el mismo sentido, acrecentando la cohesión de las diversas regiones españolas.
https://www.iesamoreno.es/gh2o-bachillerato/gh2o-bto-ho-de-espana/temas/3282-bloque-4-espana-
en-la-orbita-francesa-el-reformismo-de-los-primeros-borbones-1700-1788.html
http://segundobachillerato.weebly.com/4-espantildea-en-la-oacuterbita-francesa.html
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Bloque 5. La crisis del Antiguo Régimen (1788-1833). Liberalismo frente a Absolutismo
El marqués de Floridablanca (primer ministro) llega a cerrar las fronteras con Francia, a impedir que los
estudiantes salieran a estudiar fuera y a establecer una censura sobre los libros. Llegó incluso a prohibir
la enseñanza del francés para que no se extendieran libros y escritos procedentes de ese país. En 1792 el
rey destituye a Floridablanca y nombra a Aranda que intenta una aproximación a Francia, estará sólo
unos meses en el poder.
En el mes de noviembre Aranda es derrocado y ascenderá a las más altas instancias del poder Manuel
Godoy, amante de la reina, se convierte así en valido del rey. Dirigirá los destinos de España entre 1792 y
1808, excepto entre 1798 y 1800. Tuvo siempre en contra a los absolutistas más exacerbados y a los
simpatizantes de la revolución.
En política internacional Godoy se alió con Gran Bretaña cuando en 1793 los revolucionarios franceses
guillotinaron a Luis XVI. Varias naciones europeas, incluida España, declaran la guerra a la República
Francesa, es la llamada Guerra de la Convención, por ser la Convención el principal órgano de gobierno
de la Francia revolucionaria en esos momentos.
La guerra conoce dos etapas muy claras, en la primera las tropas españolas, al mando del general
Ricardos, invaden el Rosellón y obtienen algunas victorias a pesar de una desorganización evidente. La
47
rápida reacción francesa y la elevada moral de los ejércitos revolucionarios dan la vuelta a la situación y
los franceses toman Gerona, Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Navarra, volviéndose apurada la situación para
los españoles. En julio de 1795 se firma la Paz de Basilea, donde España cede la parte oriental de la isla
de santo Domingo, la actual República Dominicana.
Antecedentes y causas.
En 1796, por el Pacto de San Ildefonso Godoy dio un giro a la política exterior española y optó por la
alianza con Francia, lo que suponía el enfrentamiento inevitable con Inglaterra. En esos momentos la
Revolución había desembocado en el poder unipersonal de Napoleón. Para Napoleón España tenía
mucho interés, en su enfrentamiento con Inglaterra toda Europa debía bloquear comercialmente a
Inglaterra y así ésta se vería arruinada, lógicamente España entraba dentro de ese plan de ayuda. En
1797 las flotas española y francesa fueron derrotadas en la batalla del Cabo de San Vicente, era sólo un
aperitivo de lo que iba a suceder ocho años después en Trafalgar.
Además la situación económica era desastrosa: malas cosechas, carestías y, fruto de ello, un riesgo de
bancarrota para las finanzas reales, este último problema se intentó solucionar con una subida de
impuestos –lo que motivó que aumentara el descontento contra Godoy- y con la venta, por primera vez,
de tierras del clero, de los jesuitas expulsados en 1767 y las que la Iglesia destinaba a la beneficencia.
En 1801 se produce la Guerra de las Naranjas, una guerra entre España y Portugal debido a la ambición
de Godoy, Napoleón apoya a España frente a Portugal, tradicional aliado de Inglaterra. Francia pretende
que Portugal cierre sus puertos al comercio inglés. Tras dos años de escaramuzas se alcanza un pacto en
la Paz de Badajoz, Portugal cerraría sus puertos y España recibirá la localidad de Olivenza.
En 1805 se produce una derrota aplastante de las escuadras francesa y española frente a los ingleses en
Trafalgar. Allí se hundió una flota poderosa y moderna que había sido armada con gran sacrificio a
mediados de siglo. España se quedaría sin flota, y las colonias españolas de América se quedarían
incomunicadas. El descontento por la derrota iba dirigido contra Godoy, y es el príncipe de Asturias – el
futuro Fernando VII- quien acaudilla la oposición al primer ministro. En 1807 Godoy firma con Napoleón
el Tratado de Fontainebleau para repartirse Portugal, una parte sería para Francia, otra para España y
una tercera sería un principado personal para Godoy; lógicamente para llegar las tropas francesas a
Portugal tenían que pasar por España, con esta excusa atravesarían la Península y tomarían las
principales ciudades del país.
La guerra:
A finales del siglo XVIII, la Revolución Francesa ejerció una influencia determinante en los
acontecimientos que tuvieron lugar en España durante el reinado de Carlos IV. Entró, así, en crisis la vieja
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sociedad, y se abrió la posibilidad de un primer intento de revolución liberal en España. En 1808, España
se encontraba en pleno proceso de cambio, dentro de la llamada crisis del Antiguo Régimen. El año
anterior, Godoy, primer ministro de Carlos IV, había firmado con Napoleón el Pacto de Fontainebleau,
por el cual se establecía una firme alianza frente a Inglaterra. Napoleón tenía un proyecto más amplio
que consistía en desalojar a los Borbones del trono español. Con este fin convocó a la familia real en
Bayona, donde obligó a Carlos y a Fernando a abdicar en su persona (5 y 6 de mayo), otorgando el trono
español a su hermano José I. La marcha hacia Bayona de la familia real dejó tras de sí un vacío de poder
justamente cuando se presentaban unas circunstancias excepcionales, con el ejército de Murat
ocupando realmente Madrid.
Esta situación tendrá una importancia decisiva, porque colocó a los españoles, y muy especialmente a las
elites dirigentes, ante la alternativa de acatar la legalidad – la Junta de Gobierno que dejó Fernando VII
antes de dirigirse a Bayona colaboraba con las tropas francesas de Murat (cuñado y lugarteniente de
Napoleón) –, o atender al mandato de la propia conciencia. El pueblo abrazó la causa de Fernando VII, a
quien llamó el Deseado, y el vacío de poder fue cubierto por instancias inferiores – el alcalde de
Móstoles, Andrés Torrejón, por ejemplo, emitió un bando incitando a la rebelión contra el invasor – ante
la pasividad o colaboración con el invasor que se observaba en la Junta de Gobierno y en las elites de la
nación, declaró la guerra a Francia. José I Bonaparte no lograba un apoyo suficiente de las minorías
ilustradas, porque resultaba bastante patente el espíritu de invasión y conquista de su hermano
Napoleón. En la España ocupada, el rey José I trataba en vano de emprender las reformas que el Estatuto
de Bayona (especie de constitución que ofrecía un renovado aire liberal que cuestionaba los principios
del Antiguo Régimen) había proyectado, contando para ello con la ayuda de los afrancesados, partidarios
del reformismo ilustrado pero enemigos de medidas revolucionarias, muchos de ellos funcionarios del
Estado que prefirieron ser fieles a quien ejercía el poder, esperando un verdadero cambio de las
estructuras del Antiguo Régimen. Odiada por la población, la minoría afrancesada pagó caro su
colaboracionismo, siendo víctima de las represalias y del exilio.
El levantamiento
El 2 de mayo de 1808 se produjo en Madrid el primer levantamiento contra Napoleón, debido a la
intención de llevarse a los infantes españoles también a Bayona. La insurrección tuvo un carácter
eminentemente popular, aunque algunos sectores del ejército, los capitanes Daoiz y Velarde entre ellos,
desobedeciendo las instrucciones de la cadena jerárquica, se sublevaron también en el Parque de
Artillería de Monteleón.
En esta ocasión, el pueblo de Madrid y los artilleros fueron los héroes de la jornada. Las fuerzas de Murat
sofocaron rápidamente el alzamiento y fusilaron a todos los combatientes que pudieron ser capturados.
La noticia de las abdicaciones de Bayona contribuyó a la extensión del movimiento por toda España,
aunque la generalización del alzamiento no alterase la posición de las autoridades legales, que, o bien
siguieron colaborando con las fuerzas francesas, o, en el mejor de los casos, permanecieron impasibles
ante la actuación de las tropas contra el pueblo sublevado.
La Junta de Gobierno y el Consejo de Castilla acataron las órdenes que provenían de Francia y recibieron
al nuevo rey José I Bonaparte. Las juntas ciudadanas, las juntas provinciales y la creación de la Junta
Central, tras la batalla de Bailén representaban en sí mismas la ruptura con la situación existente antes
del 2 de mayo, al mismo tiempo que expresaban de hecho la realidad de la soberanía popular. La Guerra
de la Independencia fue un largo conflicto de desgaste o de guerra total, en la que no había frentes fijos,
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el enfrentamiento era continuo y la lucha a muerte caracterizaba los asedios, las batallas o las acciones
guerrilleras. Esa crueldad quedó reflejada en la serie de grabados del pintor aragonés, Francisco de Goya,
titulada Desastres de la guerra.
El hecho más destacado de esta primera fase de la guerra fue, no obstante, la batalla de Bailén, donde un
ejército francés dirigido por el general Dupont fue derrotado el 19 de julio por un ejército español
improvisado por algunas juntas provinciales de Andalucía, y de manera destacada por la de Sevilla,
comandado por el general Castaños. La derrota de Bailén tuvo una doble repercusión: estratégica y
propagandística. Por primera vez era derrotado un ejército napoleónico en campo abierto, haciéndole
19.000 prisioneros, gran parte de los cuales -en torno a 14.000- fueron confinados en la isla de Cabrera,
donde perecieron de hambre y de sed. José I, que recién llegaba a Madrid, tuvo que retirarse a Vitoria, y
los franceses tuvieron que retirarse hasta el Ebro.
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preparaba para la invasión de Rusia. Los ejércitos angloespañoles aprovecharon esta circunstancia para
intensificar su ofensiva, que culminó con la victoria de los Arapiles (Salamanca) el 22 de julio de 1812.
Este triunfo militar fue el que marcó el principio del fin del poderío francés en la Península.
El desastre de la Grande Armée en Rusia, donde pereció de frío la mayor parte de los soldados franceses,
decidió también la suerte de Napoleón en la península Ibérica. Las tropas francesas, que temían quedar
encerradas en España, iniciaron el repliegue hacia el norte, que ya venía precedido por el del mariscal
Soult al levantar el cerco de Cádiz y retirarse de Andalucía. En su repliegue hacia Francia las tropas
francesas llegaron a las cercanías de Vitoria, donde sufrieron otra gran derrota gracias a la pericia militar
del general inglés Wellington. Con las batallas de Irún y San Marcial (31 de agosto de 1813) se completó
el acoso y la derrota del ejército francés, iniciándose a partir de ahí su persecución a través de tierras
francesas, llegando las tropas españolas hasta la ciudad de Bayona. La guerra peninsular había
terminado. El 11 de diciembre de ese mismo año, asediado en su propio territorio, Napoleón firmaba el
Tratado de Valençay, por el que restituía la Corona de España a Fernando VII.
Consecuencias
La guerra produjo daños enormes desconocidos en España: las pérdidas demográficas (cerca del 10% de
la población, es decir, 1 millón de muertos), el abandono de las tierras de cultivo, la destrucción de
caminos, puentes, industrias, etc., sumieron al país en la ruina. Todo lo conseguido en el siglo XVIII se
perdió. El patrimonio histórico-artístico, en especial el de la Iglesia, sufrió incontables pérdidas, expolios
y destrucciones, fruto del coleccionismo de arte que hizo el estado francés como del descontrol de las
tropas extranjeras en España. Añadimos los efectos morales y psicológicos: fusilamientos, actos de
barbarie, crueldad y venganza, que reflejará de forma fidedigna Goya en sus obras, así como la
formación de un nuevo tipo de militar, más intervencionista en asuntos de política, que marcará el
devenir de nuestro país durante todo el siglo XIX. Además, la revolución política dividirá al país en dos
tendencias: liberales y absolutistas, e impulsará la descomposición del Antiguo Régimen y estimuló los
primeros movimientos emancipadores de las colonias americanas.
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Los componentes de las cortes
Los diputados son elegidos por provincias y acuden a Cádiz, pero es necesario comprender la dificultad
para poder llegar de las zonas dominadas por los franceses, por ello llegan principalmente los
representantes de las zonas marítimas, incluso representantes de los virreinatos americanos.
A Cádiz llegarán intelectuales, abogados, curas ilustrados, comerciantes americanos... que adoptarían el
nombre de liberales. Todo ello hace que en la composición de la cámara dominen los liberales, puesto
que los diputados absolutistas que no pueden llegar son representados por liberales gaditanos. Son 271
representantes de los cuales hay 97 clérigos y 8 nobles, con lo cual se ve claramente la minoría de
representantes de los estamentos privilegiados, el resto de los miembros son profesiones liberales,
funcionarios y algunos comerciantes y propietarios. Por ello vemos claramente que la composición de las
Cortes es liberal y burguesa, Cádiz está sitiada por los franceses y sin contacto directo con el pueblo, de
hecho no hay casi ningún campesino representado en esta asamblea. Estas gentes que han llegado a la
ciudad van a redactar la primera de las constituciones españolas, la de 1812 conocida como La Pepa por
aprobarse el día de San José.
El debate sobre la soberanía perfiló los líderes de ambos grupos. Los liberales encabezados por Muñoz
Torrero, el conde de Toreno, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, Quintana. Y los absolutistas dirigidos
por el obispo de Orense se niegan a aceptarlo y defienden los derechos de la monarquía absoluta. Para
analizar los debates y su resultado vemos que nos encontrarnos con dos posturas contrarias, la de los
absolutistas que consideran que las Cortes no tienen autoridad para variar las tradicionales leyes del
reino, y se niegan a reformar el Antiguo Régimen, y los Liberales que quieren aprovechar las Cortes, para
reformar el país acabando con el Antiguo Régimen. Los debates son apasionados pero hemos de decir
que en gran medida siempre ganan las votaciones los liberales, esto tiene una explicación:
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Los absolutistas en su mayor parte eclesiásticos, se encontraban dispuestos a ciertas concesiones,
sobre todo si al mismo tiempo permitían alguna contrapartida de parte de los Liberales; respecto a la
conservación de sus privilegios Administrativos o Eclesiásticos.
La actitud incongruente de muchos diputados absolutistas, que no son consecuentes con sus ideas,
ello es debido en gran parte a su falta de preparación.
La situación de Cádiz, esta se encuentra cercada por los franceses, pero no sufre penurias económicas
por el apoyo de la flota británica, por lo tanto no sufre los horrores de la guerra como el resto de la
península; la población de la ciudad se he duplicado con la llegada de refugiados, alcanzando los
100.000 habitantes; el ambiente es claramente liberal y a ello se suma que gran parte de los debates
son públicos lo cual origina cierta influencia de los ciudadanos en la marcha de los debates.
La Constitución de 1812
Las Cortes de Cádiz, abordaron en realidad, cuestiones fundamentales de reforma, necesarias para el
desarrollo del país; pero la reacción o moderantismo del texto (presiones absolutistas) frustraron en
buena parte aquella oportunidad.
El texto definitivo fue aprobado el 19 de marzo de 1812, día en que se conmemoraba el cuarto
aniversario de la proclamación de Fernando VII como rey de España. La aprobación del texto
constitucional fue la decisión más importante por sus consecuencias a corto y largo plazo: con ella nace
el constitucionalismo español y su influencia en las nuevas repúblicas americanas y en parte de Europa
fue más que notable. Está inspirada en el racionalismo francés y además influyó en otros países como
Portugal, Italia y los países hispanoamericanos que obtendrán pronto su independencia. Nace, pues, la
Constitución como un símbolo, como un arma en la lucha contra el invasor, y, sobre todos como solución
a los problemas de España. Hemos de recordar el hecho de que los que han aprobado la Constitución son
una inmensa minoría, se ha producido un divorcio entre el pueblo y los políticos y eso tendrá graves
consecuencias como veremos.
La Constitución de 1812 consta de 384 artículos, de los que un tercio se dedicaban a regular el poder
legislativo. Se trata, pues, de un texto largo repartido en diez títulos y con un sistema de reforma muy
rígido.
División de Poderes.
El poder Legislativo recae en las Cortes (con cierta intervención del rey) las cuales son la
representación de la voluntad de la nación. Sus poderes son muy amplios: elaboración de las leyes,
decisiones respecto a la sucesión de la Corona, aprobación de los tratados internacionales, fijación
anual de las contribuciones y las fuerzas del ejército, etc. (art. l3l.). Las Cortes se reúnen anualmente
durante un período fijado expresamente por la Constitución, ante el temor de que el rey no las
convocara o las suspendiera se crea la Diputación permanente, integrada por 7 diputados elegidos; su
fin es velar por la observancia de la Constitución mientras la Cortes no están reunidas. El estatuto de
los diputados está fijado con detalle en el texto: su mandato dura dos años, es incompatible con
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cualquier cargo de nombramiento real, incluido el de ministro, y resulta inviolable en el ejercicio de
sus funciones. Los votos de los diputados son individuales, recordemos que en las cortes tradicionales
el voto era por estamento. El sistema electoral está fijado en la misma Constitución. La residencia
constituye la única condición para ser elector y candidato unido al nivel de renta (voto censitario). Las
Cortes son unicamerales (hoy en día hay dos cámaras: Congreso y Senado).
Poder Ejecutivo: reside en el Rey, pero su desarrollo lo vemos inspirados en la desconfianza ante el
posible retorno del absolutismo, posee la dirección del gobierno y la administración (art. 170 y 171) e
interviene en la elaboración de las leyes a través de la iniciativa y la sanción, poseyendo veto
suspensivo durante dos años. El rey nombra a los ministros, pero estos son responsables ante las
Cortes. El artículo 172 limita expresamente algunas decisiones del monarca ante la posibilidad que
intentara extender sus poderes. Queda totalmente regulada la sucesión al trono para evitar lo
ocurrido en Bayona. La Constitución regula la función de los ministros denominados todavía
Secretarios de Despacho (hoy diríamos ministros), estableciendo la necesidad de refrendo para todas
las decisiones del rey (art. 225). Se establece también su responsabilidad penal. El Consejo de Estado
es el principal órgano consultivo del rey. Sus miembros son nombrados por el rey, a propuesta de las
Cortes.
Con respecto a la Instrucción Publica respondía a la concepción ilustrada de que sólo el desarrollo
cultural podía garantizar la economía y la felicidad pública, así como la fortaleza del Estado mismo. La
Constitución recogía taxativamente la responsabilidad de promover escuelas de primeras letras en todos
los pueblos de la monarquía. Desde el punto de vista fiscal, los tributos se pagarían por todos los
españoles sin distinción (igual que el servicio militar), esto se había pretendido en tiempos de los
monarcas ilustrados, pero no se había conseguido por la obstinada oposición de la nobleza y el clero. No
se puede dejar de lado el artículo que considera iguales a los españoles de ambos hemisferios (España y
América), pero luego lo dejan casi sin valor por no aceptarse como tales los descendientes de mezclas
étnicas que hay en América. Un asunto importante es la Libertad de Prensa, la cual es aprobada por la
Cortes, y es fundamental para garantizar el carácter liberal del nuevo orden.
La abolición de los Señoríos Jurisdiccionales que suprimía las jurisdicciones particulares y acababa con la
servidumbre, es decir, con los restos de propiedad feuda. Pero uno de los debates fundamentales lo
tenemos en la Abolición del Tribunal de la Inquisición, este debate fue de los más acalorados por la
defensa que de su mantenimiento hacen los absolutistas, en el intento de mantener vivo uno de los más
firmes puntales del Antiguo Régimen. Los debates se centran en los métodos llevados a cabo por los
tribunales de la Inquisición, pero esto es solo la punta del problema, puesto que los liberales pretenden
con la desaparición de la Inquisición, acabar con la policía del Antiguo Régimen; por fin el 22 de Febrero
de 1812 quedó abolida la Inquisición. Puesto que en el artículo V del Capítulo I del texto constitucional se
recoge. "El tribunal de la Inquisición es incompatible con la Constitución". Como una clara idea, de los
absolutistas tenemos el reconocimiento en la Constitución de la Religión católica Apostólica Romana
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como la única verdadera que es y será perpetuamente la de la Nación Española y a la cual deben
proteger las leyes. En este punto vemos claramente un compromiso con los absolutistas, y un rasgo que
no se da en otras constituciones europeas.
Desde el punto de vista ideológico podemos dividir a todas las tendencias políticas del país en dos
grandes grupos:
Las fuerzas progresistas. Liberales. Son los partidarios de la monarquía parlamentaria, son una minoría
pero se imponen en las Cortes de Cádiz. Junto a estos liberales habría que incluir a los afrancesados que
durante el reinado de José I han apoyado las ideas de progreso traídas por los franceses. Los viejos
ilustrados. Son los partidarios del reformismo borbónico y del despotismo ilustrado, se extinguirán
rápidamente al ser rebasados por los liberales.
Las fuerzas tradicionalistas. Están en contra de todas las innovaciones, son partidarios del absolutismo.
Entre ellos están gran parte de la nobleza y el clero, que no quieren perder sus privilegios. También
estará entre estos sectores conservadores el pueblo, obstinado con su nacionalismo y mirando con
malos ojos a todo lo que venga del extranjero. El pueblo será utilizado a favor o en contra de la
Constitución, pero su espíritu es tradicionalista. El ejército. Se convierte en un elemento del sistema
político. Su protagonismo a lo largo del XIX será lamentable: abundancia de pronunciamientos (golpes de
Estado), toma del poder por los militares, conspiraciones, presiones a los gobiernos...
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Fernando VII llega a España y va a Zamora y Zaragoza, y de allí a Valencia; en esta ciudad recibe el
Manifiesto de los persas, un escrito de sesenta y nueve diputados absolutista instándole a que implante
el Antiguo Régimen y por tanto la monarquía absoluta.
Fernando VII firma el 4 de mayo un decreto por el que deroga la Constitución, y todos sus decretos, y da
órdenes para restaurar el absolutismo, entrando en Madrid como rey absoluto. Animado por este clima y
apoyos, ordenó la detención de un numeroso grupo de diputados liberales, la persecución de los
“afrancesados” y la depuración de funcionarios que hubieran colaborado con el gobierno de José I
Bonaparte. Se daba inicio a una dura represión que obligó a miles de personas a exiliarse a Francia u
otros países. Con las medidas policiales y políticas se retornó al Antiguo Régimen: fue suprimida la
prensa, las instituciones provinciales (Diputaciones), se restablecieron antiguos consejos como el de
Castilla, Indias, Inquisición, al igual que los privilegios feudales; y las propiedades desamortizadas
volvieron a sus antiguos dueños (nobles e Iglesia). Si desde el punto de vista político, las medidas
adoptadas por Fernando VII supusieron un gran retroceso, desde el punto de vista económico, la
situación no era mejor. La Guerra de Independencia significó la ruina de la agricultura y la destrucción y
el desmantelamiento de la escasa industria nacional. La situación se agravó por las luchas de las colonias
americanas por su independencia, lo que significó a la larga la pérdida de un importante mercado y una
fuente de ingresos para la Hacienda. Su negativa a desamortizar bienes eclesiásticos y la oposición del
estamento privilegiado a establecer un sistema de contribución proporcional a las rentas de cada
contribuyente, condujeron a la Hacienda a la ruina. Poco a poco, el malestar se fue generalizando:
La burguesía comercial e industrial del país le acusaba de su incapacidad para frenar el proceso de
independencia de América, cuyo mercado era de gran importancia.
El campesinado, por la paralización del proceso desamortizador y la restauración del diezmo.
Una gran parte del ejército no apoyó al monarca al ver sus preferencias por la minoría de oficiales de
origen aristocrático.
Los sectores liberales, perseguidos e incapaces de encauzar sus reivindicaciones políticas por vías
legales, se apoyaron en el ejército para alcanzar el poder.
En estos seis años se suceden pronunciamientos militares (Espoz y Mina, Díaz Porlier, Lacy, Vidal…),
aunque ninguno llegó a triunfar. Esos militares representaban al nuevo ejército surgido de las partidas
guerrilleras formadas en la Guerra, más proclive a la instauración de una monarquía parlamentaria que a
las medidas absolutistas de Fernando VII. Muchos de ellos tuvieron que exiliarse después de los intentos
de pronunciamiento. En todos estos movimientos de oposición tuvo importante papel la burguesía
comercial y la masonería, que empezó a tener notable influencia entre los sectores liberales españoles
del momento.
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En materia económica: Se suprimen mayorazgos y señoríos, obligando a los propietarios que recibiesen
rentas de sus tierras a presentar documentos de propiedad originales.
La reforma fiscal orientada a establecer una contribución única.
En materia política: Se recupera la legislación contenida en la Constitución de 1812 que garantizaba los
derechos y las libertades de los ciudadanos y la libertad de imprenta.
Fernando VII, que finalmente juró la Constitución, conspiró de forma continuada contra los gabinetes
liberales, apoyó a las fuerzas absolutistas (que en Cataluña llegaron a formar la Regencia de Urgel) y
mantuvo conversaciones secretas con las potencias de la Santa Alianza (1815, formada por Prusia,
Austria y Rusia) para conseguir una intervención militar que le devolviese el poder absoluto. La falta de
apoyo social, la crisis interna de los liberales y la conspiración de los absolutistas, impidió consolidar la
experiencia del Trienio. Los liberales no supieron ganarse el apoyo de los grupos privilegiados (nobleza e
Iglesia), ni del campesinado (no obtuvieron respuesta a sus peticiones como el reparto de la tierra o la
reducción de impuestos). A la falta de apoyo social dentro del país, se unieron las suspicacias y el rechazo
que generaba el gobierno liberal entre las potencias absolutistas europeas, dado que el triunfo de la
revolución liberal de 1820 en España alentó otros movimientos liberales en Europa (Nápoles, Sicilia,
Piamonte, Portugal…) y ponía en peligro la Restauración del absolutismo. Las potencias absolutistas,
reunidas en el Congreso de Verona (1822), decidieron enviar un ejército que acabara con la experiencia
liberal y restableciese la soberanía del monarca.
Esta etapa comenzó con una política de represión dirigida contra los liberales (hasta 1827), muchos de
los cuales fueron ejecutados o tuvieron que exiliarse. A lo largo de la etapa, Fernando VII tuvo que hacer
frente a una oposición procedente del bando liberal y de los sectores más reaccionarios del absolutismo,
descontentos con la política transigente con los liberales. Los medios que utilizaron los liberales y
apostólicos (absolutistas radicales agrupados en torno a Carlos María Isidro, hermano del rey, y
pretendiente al trono español al no tener Fernando hijos varones) para oponerse al régimen fueron los
pronunciamientos y la conspiración. Fueron más de diez los pronunciamientos liberales, fuertemente
reprimidos: destacamos la revuelta de los malcontents de Cataluña en 1827, Espoz y Mina en Bayona,
Torrijos en Málaga, donde fue fusilado, o la figura de Mariana Pineda, detenida, procesada y ejecutada
en 1831 por haber bordado una bandera morada con las palabras: “Ley. Libertad. Igualdad” A pesar del
abandono de las reformas liberales, los absolutistas moderados, en los que recayó el gobierno (Cea
Bermúdez, González Salgado o López Ballestero), intentaron una serie de reformas para solventar la
situación de crisis que atravesaba la Hacienda Real con el establecimiento de un presupuesto anual
(1828), el nuevo Banco de San Fernando, o la creación de una Junta de Fomento de la Riqueza del
Estado, con escasos resultados.
Pero, tal vez, el asunto más grave de este periodo, y el que marcará el fin del reinado de Fernando VII,
fue el pleito dinástico o problema sucesorio. Desde 1713, año en que Felipe V instauró la Ley Sálica, las
mujeres no podían acceder al trono; sin embargo, el 31 de marzo de 1830 Fernando VII publicó la
Pragmática Sanción, por la que anulaba la Ley Sálica, permitiendo el acceso al trono a su hija Isabel
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(apoyada por los absolutistas más moderados y los liberales) en detrimento del hermano del rey, Carlos
María Isidro (apoyado por los absolutistas más reaccionarios o apostólicos). Comienzan así las llamadas
Guerras Carlistas que ocuparán todo el siglo XIX.
El proceso independentista
Tuvo su preámbulo en 1806, cuando el militar criollo Francisco Miranda intentó invadir el territorio de
la actual Venezuela. En ese mismo año, Inglaterra, que, como Estados Unidos, deseaba entrar en el
mercado colonial de España, atacaba Buenos Aires. Con la abdicación de Fernando VII en 1808 y su
sustitución por José I Bonaparte, al igual que en la Península, los españoles americanos rechazaron el
cambio y se organizaron en juntas locales con el pretexto de preservar la autoridad del monarca. Al
poco tiempo, sin embargo, fueron destituidos muchos gobernantes peninsulares y aparecieron las
primeras proclamas de libertad política y comercial. Aprovechando el vacío de poder de la metrópoli
producido por la guerra contra los franceses, algunas juntas declararon la independencia, mientras se
ponían en marcha diversas insurrecciones. La lucha por la independencia pronto degeneró en guerra civil
entre los partidarios de la secesión y los fieles a la metrópolis, o entre la burguesía nacionalista y los
explotados mestizos e indios. Concluida la guerra hispano-francesa, el gobierno de Fernando VII
respondió a los independentistas con el envío de un modesto ejército, que logró pacificar algunos
territorios, pero que no consiguió evitar la independencia formal de Argentina en 1816. A partir de ese
año tuvieron lugar las grandes campañas, en las que se enfrentaban los cuerpos expedicionarios
españoles a los patriotas americanos, cuyos jefes militares, Simón Bolivar y José de San Martín, dirigían
con gran acierto. Los rebeldes proseguían su avance hasta liberar en 1824 el Perú, último reducto leal a
España, perdiéndose para siempre los territorios americanos, con excepción de Cuba y Puerto Rico. En
México, el miedo a una revolución igualitaria e indigenista mantuvo a los terratenientes, burgueses y el
alto clero fieles a la metrópoli. No obstante, los intentos de reforma agraria y eclesiástica del Trienio
Liberal empujaron a los notables y a la Iglesia a apoyar el movimiento independentista del general
Agustín de Iturbide, que en 1822 se proclamó emperador del nuevo estado.
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Bloque 6: La conflictiva construcción del Estado Liberal (1833-1868)
6.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evolución política, partidos y
conflictos. El Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de 1837 y 1845.
6.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evolución política, partidos y
conflictos. El Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de 1837 y 1845.
Introducción.
La muerte de Fernando VII inauguró un nuevo periodo en el que se inicia de manera irreversible el
proceso de revolución liberal y burguesa. Esta revolución consistió en la liquidación del régimen señorial
y la sociedad estamental, a la vez que se abolían las instituciones políticas que caracterizaban el Antiguo
Régimen. Así se va a ir configurando un régimen político en el que las clases triunfantes, sobre todo la
nueva burguesía agraria, asumen la dirección del Estado y establecen un ordenamiento jurídico y
económico que va a hacer posible el desarrollo capitalista. Y todo esto en medio de una turbulenta
guerra civil.
En 1832, hallándose el rey enfermo de gravedad en La Granja, cortesanos partidarios del infante
consiguieron que Fernando VII firmara un Decreto derogando la Pragmática. Con la mejoría de salud del
Rey, el Gobierno de Francisco Cea Bermúdez, la puso de nuevo en vigor. Tras ello, Don Carlos marchó a
Portugal. Entre tanto, María Cristina, nombrada regente durante la grave enfermedad del rey (la
heredera Isabel apenas tenía tres años en ese momento), inició un acercamiento hacia los liberales y
concedió una amplia amnistía para los liberales exiliados, prefigurando el viraje político hacia el
liberalismo que se produciría a la muerte del rey. Fernando murió en 1833 sin hijos varones, había tenido
otra hija la infanta Luisa Fernanda. El infante don Carlos, junto a otros realistas que consideraban que el
legítimo heredero era el hermano del rey y no su hija primogénita, se sublevaron y empezó la Primera
Guerra Carlista. Con ello hizo su aparición el carlismo.
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Foralismo, según el cual las regiones debían mantener sus instituciones de gobierno autónomas, sus sistema propio de justicia y la exención
fiscal y de quintas para el servicio militar.
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también importancia. Por último destacar que fue un movimiento esencialmente rural y que solo recibió
el apoyo exterior de la Santa Alianza (Prusia, Rusia y Austria), de carácter únicamente moral.
Los Isabelinos representan las fuerzas que defendían el liberalismo y que se veían favorecidas por la
introducción de las prácticas capitalistas: la mayor parte de la nobleza y la burguesía y las clases
populares urbanas. Recibió apoyo material de la Cuádruple Alianza: Francia, Gran Bretaña, España y
Portugal.
La primera guerra carlista se inició con el levantamiento de 1833 y se prolongó durante seis años (1833-
1840). Pero durante este periodo los carlistas no van a conseguir nunca generalizar el conflicto a todo el
territorio español ni ocupar por mucho tiempo las grandes ciudades del país. Dominaron siempre zonas
rurales y utilizaron la táctica guerrillera, bajo la forma de partidas de soldados. Aunque el general
Zumalacárregui intentó organizar un ejército, su muerte en el sitio de Bilbao en 1835 inició una etapa en
la que los carlistas fueron progresivamente vencidos por el ejército liberal bajo el mando de Espartero
(Victoria de Luchana, 1836).
El último periodo del conflicto (1837-1839) se caracterizó por el traslado de la zona más conflictiva al
Maestrazgo, donde se levantaron las partidas de Cabrera, y por la división ideológica dentro del
carlismo. Por una parte se encontraban los partidarios de llegar a un acuerdo con los liberales (los
llamados “transaccionistas”) y de otra los “intransigentes” (formados por la dirección política más
próxima a Don Carlos y buena parte de la base campesina), que consideraban este pacto una traición a
los ideales carlistas.
La división facilitó que el jefe de los transaccionistas, el general Maroto, acordase por su cuenta la firma
del Convenio de Vergara (1839) con el general Espartero, que reconocía la victoria liberal a cambio del
mantenimiento dentro del ejército de la oficialidad carlista y de la promesa de Espartero de pedir a la
reina el mantenimiento de los fueros. El convenio puso fin a la guerra en el País Vasco, mientras continuó
en el Maestrazgo hasta 1840 cuando Cabrera fue derrotado militarmente.
Para los liberales más radicales era claro que el Estatuto Real era demasiado moderado y no sería
suficiente para realizar las reformas a que aspiraban. La escisión que ya se había perfilado durante el
Trienio Liberal entre moderados y progresistas o exaltados se iba haciendo cada vez más grande.
Durante la mayor parte del siglo XIX la corona no se limitó a jugar un papel de árbitro entre los partidos,
sino que intervino activamente en la vida política, situándose siempre al lado de los moderados. La
Corona nunca llamaba a formar gobierno a los progresistas, que recurrieron a los pronunciamientos para
poder llegar al poder.
60
Ante el carácter moderado del Régimen de Martínez de la Rosa y de su sucesor (Conde de Toreno), los
progresistas recurrieron el verano de 1835 a numerosos levantamientos urbanos que comportaron la
formación de milicias y juntas revolucionarias.
Como resultado de esta presión y ante el temor del avance carlista, María Cristina nombró jefe del
gobierno a un progresista, Juan Álvarez Mendizábal, que inició un programa de reformas que va a
resultar decisivo. Lleva a cabo lo fundamental de la reforma agraria liberal entre 1835 y 1837 (Lo
veremos en el epígrafe 2)
El régimen de 1837:
En mayo de 1836, la desamortización se aplaza unos meses, ya que Mª Cristina cree que es muy radical y
destituye a Mendizábal, disuelve las Cortes y nombra un nuevo gobierno presidido por Javier Istúriz
(moderado). Otro pronunciamiento de carácter progresista, el motín de la guarnición de la Granja (el
motín de los Sargentos de la Granja) en agosto de 1836 dio el golpe definitivo al Estatuto Real, poniendo
de nuevo en vigor la Constitución de Cádiz de 1808 y dando el poder a los progresistas decididos a llevar
a delante la revolución liberal.
El nuevo gobierno fue presidido por el progresista Calatrava, pero fue Mendizábal quien desde la cartera
de Hacienda y Marina, puso en marcha el proceso de desmantelamiento del Antiguo Régimen y organizó
el ejército liberal que derrotó al carlismo. Además de la desvinculación y la desamortización que
veremos, llevó a cabo la abolición del diezmo, la supresión de las aduanas interiores y la extinción de los
gremios que se oponían al libre ejercicio de la industria y el comercio. Se consumaba así un conjunto de
reformas (ya iniciadas desde la guerra contra Napoleón) que consolidaban la realización de la transición
al liberalismo y eran el inicio de una etapa de crecimiento económico y de introducción del capitalismo
en España.
Este proceso culminó con la promulgación de la Constitución de 1837, que inauguró un largo periodo de
monarquía constitucional en España. El nuevo texto pretendía contentar a los sectores moderados y
progresistas y por ello combinaba elementos de las dos fórmulas políticas. La Constitución reconocía la
soberanía nacional, pero aceptaba el poder moderador de la corona. Las primeras elecciones las ganan
los moderados: los progresistas marginados del poder. En 1840 el gobierno moderado intentó quitar a la
burguesía progresista otro centro de poder con la promulgación de una Ley Municipal que facultaba a la
Corona a nombrar los alcaldes de capitales de provincias y el resto a los Gobernadores Civiles.
Estos hechos culminan con la dimisión de Mª Cristina y Espartero pasa a ocupar la Regencia, al ser la
única autoridad respetada gracias al prestigio conseguido en las guerras carlistas.
El periodo de la nueva Regencia siguió a grandes rasgos la línea progresista de desmantelamiento del
régimen señorial y desamortización eclesiástica, con una nueva desamortización que afectaba a los
bienes del clero secular o parroquial12. Pero las divisiones dentro de los progresistas entre unos sectores
moderados que propugnaban el mantenimiento de una participación política limitada y los que
defendían una mayor democratización del sistema, la fuerte presión de los moderados estaba
estimulada desde su exilio en París por Mª Cristina13.
12
La de Mendizábal afectaba a los bienes del clero regular o conventual.
13
En 1841 fracasa un pronunciamiento del ejército del Norte: Narváez y O´Donell exiliados; otros como
Diego de León fueron pasados por las armas.
61
La chispa que provocó un amplio movimiento en contra del general fue la adopción de medidas
librecambistas el año 1842, que abrían las puertas a los tejidos británicos y perjudicaban la naciente
industria catalana.
Para no tener que nombrar un tercer regente se decidió avanzar la mayoría de edad de Isabel II y
proclamarla reina.
La constitución de 1845:
Las características más importantes de este periodo son las siguientes:
La soberanía será compartida entre el Rey-Cortes, en una continuación del régimen parlamentario
que se está intentando instaurar.
El estado sigue estando configurado como un estado católico.
Restricción electoral: 1%.
Se van a recortar derechos logrados por los liberales como son el de expresión y reunión.
La convocatoria de Cortes corresponde al monarca.
Un conjunto de leyes y reformas completaron el proceso de formación del nuevo Estado moderado
que en el periodo 1844-1868 institucionalizó el régimen liberal al servicio del nuevo grupo dominante:
la burguesía terrateniente.
62
Reforma fiscal de Alejandro Mon: Se racionalizó el sistema impositivo, se centralizaron los
impuestos en manos del Estado y se propició la contribución directa, basándose en la propiedad,
sobre todo agraria. Todo con el objetivo de aumentar los ingresos de la hacienda pública.
Fue el proyecto de Bravo Murillo en 1852, sucesor de Narváez, de reformar la Constitución de 1845, con
la finalidad de fortalecer más los poderes del ejecutivo en detrimento del Parlamento (miedo a la
revoluciones de 1848), la chispa que encendió el descontento que condujo a progresistas, moderados
descontentos y unionistas a levantarse contra el régimen, dando lugar, en 1854, al movimiento conocido
como Vicalvarada.
En una segunda fase, a través de la publicación del Manifiesto de Manzanares, los sublevados tratan de
atraerse a los progresistas al movimiento. Dicho manifiesto, redactado por Cánovas del Castillo, incluía
importantes puntos del programa progresista:
Evolución política:
La principal tarea que van a llevar a cabo los progresistas es retomar la tarea de desmantelamiento del
Antiguo Régimen, y la profundización del régimen liberal. El Gobierno progresista con O´Donell de
ministro restaura la constitución de 1837, aunque ampliando el voto. Se intenta hacer una nueva, la de
1856 "non nata" (progresista).
63
Pero será en el terreno económico donde los progresistas llevan a cabo la tarea más importante, que se
pone de manifiesto en la ley de desamortización de Madoz (mayo de 1855) y en la Ley General de
Ferrocarriles (junio de 1855). (la desamortización la veremos en el punto 6.2)
A grandes rasgos podemos decir que entre 1858 y 1863, etapa de gobierno unionista, hubo una relativa
estabilidad política, con intervención de los moderados, Unión Liberal y progresistas, quedando al
margen carlistas y demócratas (prosperidad económica).
Los carlistas provocan un movimiento en 1860 con un desembarco en San Carlos de la Rápita que
fracasa. También se producen revueltas campesinas que tenían como trasfondo las desamortizaciones, el
sistema de quintas y los consumos. Esto supone otra crisis del sistema: en los últimos años se rompe el
consenso, especialmente con la vuelta al poder de los moderados desde 1863, ya que la marginación de
los progresistas fue mayor:
Progresistas y demócratas recurren a los pronunciamientos, cuyo fracaso conduce a los líderes
progresistas al exilio: El general Prim en 1866 y también ese año se sublevan los sargentos del cuartel de
san Gil.
Mientras todo esto ocurre en 1866 demócratas y progresistas llegan al Pacto de Ostende (1866):
Se pretende derrocar a Isabel II.
Elección de una Asamblea Constituyente por sufragio universal (decidirá monarquía o república).
En 1867 (muere O´Donell) se une la Unión Liberal al pacto, pero para cambiar la monarquía, no para
sustituirla por la república.
La política exterior:
Durante este último periodo del reinado de Isabel II se va llevar a cabo una política de prestigio, de
exaltación nacionalista que en realidad no consigue el prestigio, si comparamos lo conseguido por
España con la expansión de otros países.
África: desde 1844 ataques marroquíes a posiciones españolas en torno a Ceuta y Melilla. 1859 se
declara la guerra a Marruecos, derrota marroquí de Wad-Ras (1860) y firma del tratado de Tetuán,
por el que se amplían posiciones en Ceuta, se obtiene Ifni y se impone una multa al sultán de
Marruecos de 400.000 reales.
64
La Cochinchina: matanza de misioneros. Intervención con apoyo de Francia, que obtiene ventajas
territoriales (base de la futura indochina francesa). España: obtiene libertad religiosa, indemnización
de guerra, libertad de comercio (1857-1863).
El final del reinado de Isabel II lo vamos a encontrar al término de este gobierno de la unión liberal
cuando el general Prim encabece el movimiento que llevará a la reina al exilio en Francia.
A partir de mediados de siglo se inicia un continuo crecimiento económico que, sin embargo, no se verá
acompañado de un progreso social equivalente. Poco a poco se van acentuando cada vez más las
diferencias sociales, y la sociedad española se hace cada vez más clasista, con una oligarquía que
incrementa cada vez más su riqueza y unas clases populares cuya miseria también se incrementa. Esta
discriminación explica la toma de conciencia de los trabajadores y el surgimiento y expansión del
movimiento obrero.
Las desamortizaciones consistieron en la expropiación, por parte del Estado, de las tierras eclesiásticas y
municipales para su posterior venta a particulares en subasta pública. En compensación por el
patrimonio confiscado a la Iglesia, el Estado se hacía cargo de los gastos del culto y clero. Aunque se
dieron algunos precedentes a finales del siglo XVIII, el verdadero proceso de desamortización se
desarrolló a partir de 1837 en dos fases, a cada una de las cuales se las conoce por el nombre del
ministro que la puso en marcha: la desamortización de Mendizábal y la de Madoz.
Algunos historiadores han criticado que primara la finalidad fiscal sobre la reforma social, y se
desaprovechara la oportunidad de repartir las tierras entre los campesinos que las habían venido
trabajando, como proponían algunos contemporáneos
La situación política y fiscal no era tan grave como en la etapa de la desamortización anterior, ya que la
segunda guerra carlista no supuso tanto gasto como la primera y el régimen liberal estaba más
consolidado.
Por consiguiente, además de reducir la deuda pública, se pretendía destinar parte de los ingresos
obtenidos a financiar la construcción de las infraestructuras necesarias para modernizar la economía, en
especial la red de ferrocarriles.
Fue ésta la desamortización que alcanzó un mayor volumen de ventas y tuvo una importancia superior a
todas las anteriores. Sin embargo, los historiadores se han ocupado tradicionalmente mucho más de la
de Mendizábal, cuya importancia reside en su duración, el gran volumen de bienes movilizados y las
grandes repercusiones que tuvo en la sociedad española.
El estado ingresó 7 856 000 000 reales entre 1855 y 1895, casi el doble de lo obtenido con la
desamortización de Mendizábal. Este dinero se dedicó fundamentalmente a cubrir el déficit del
presupuesto del Estado, amortización de deuda pública y obras públicas, reservándose 30 millones de
reales anuales para la reedificación y reparación de las iglesias de España.
Se sacrificaron los intereses de un sector importante de campesinos, a los que no se reconocieron sus
derechos sobre las tierras señoriales o municipales ni se les facilitó el acceso a las propiedades
desamortizadas, y sobre todo del clero, cuyas tierras fueron expropiadas. Su descontento empujo a
muchos de ellos al carlismo.
Las ventas absorbieron una gran cantidad de capitales privados, ya que se calcula que la extensión total
de las tierras desamortizadas equivalía a la mitad de las tierras cultivables.
La escasez de capital nacional fue la causa de que la escasa industria española se levantara con
predominio de capital extranjero (salvo en Cataluña). (Los capitales se invirtieron preferentemente en la
compra de tierras desamortizadas y en el negocio de ferrocarriles).
A fines del siglo XIX la base económica del país seguía siendo una agricultura de escasos rendimientos,
que ocupaba a las dos terceras partes de la población activa y generaba más de la mitad de la renta
nacional.
Transformaciones sociales:
La revolución liberal supuso, desde el punto de vista social, el paso de la vieja sociedad estamental a una
sociedad de clases, plenamente capitalista. En ella, la propiedad es el elemento que distingue y que
66
coloca a cada uno en la jerarquía social: quien es propietario de tierras o bienes inmuebles pertenece al
grupo dirigente, quien carece de propiedades se integra en las clases populares. Toda la legislación de la
época de Isabel II y de la Restauración fue dirigida a proteger la propiedad privada, su libre disposición, y
a combatir cualquier intento de alterar los derechos de la oligarquía al uso y disfrute pleno e ilimitado de
las rentas de sus propiedades.
La nueva élite dirigente estaría formada por tres grupos: la vieja aristocracia, las altas jerarquías del clero
y del Ejército, y la alta burguesía. Todos estos grupos coincidían en sus intereses: eran conservadores,
defensores del “orden” y partidarios de reprimir cualquier intento de protesta social. Defendían el libre
mercado, pero también el proteccionismo, para garantizar sus negocios. Mantenían relaciones entre sí y
controlaban la vida política. Durante el reinado de Isabel II se apoyaron en los partidos más
conservadores, y en la Restauración lo hicieron con los partidos del turno canovista. El sufragio
restringido y la corrupción electoral garantizaban que casi todos los cargos públicos cayeran en sus
manos, y que la acción de gobierno se orientara, invariablemente, a defender los intereses de una
oligarquía que, a lo largo del siglo XIX, no hizo más que aumentar su riqueza y la distancia que la
separaba de los demás grupos sociales.
Las clases medias constituían un conjunto bastante heterogéneo. A ella pertenecían, en general, los
pequeños propietarios rurales, los mandos intermedios del Ejército, los funcionarios, los profesionales
liberales de menor nivel (médicos, abogados, profesores), los pequeños comerciantes y empresarios, los
propietarios de talleres... Sus ingresos estaban por encima de los de obreros y campesinos jornaleros,
pero eran demasiado precarios como para no pasar dificultades (dependían de la bonanza económica).
Apegados a una vida insegura, su ideología tendía a ser muy conservadora, recelosa ante los cambios y
temerosa de caer en la proletarización. Esto les llevaba a apoyar cualquier gobierno fuerte con tal de que
mantuviera “el orden y la propiedad”, convertidos en símbolos de la vida burguesa con la que se
identificaban. Eran además un sector muy sensible a la influencia ideológica de la Iglesia católica. Sólo
una pequeña minoría, formada por estudiantes, profesores universitarios, periodistas o profesionales, se
distinguió por su actitud activa, crítica y reivindicativa. Fueron los que impulsaron el partido demócrata y
más tarde el movimiento republicano y quienes protagonizaron la lucha por la democracia durante el
Sexenio democrático.
Entre las clases populares, los campesinos constituían el grupo social más numeroso del país (80% de la
población). En términos generales su situación se fue deteriorando. Por un lado, la tendencia general de
caída de los precios les hizo perder capacidad adquisitiva, por otro, la desamortización perjudicó a la
mayoría. Los gobiernos isabelinos frustraron las esperanzas y el apoyo que el campesinado había
prestado a la revolución liberal. La mayoría de los campesinos vivían al margen de los movimientos
políticos, constituía un mundo muy tradicionalista, poco cambiante, en el que predominaba una
mentalidad conservadora e impregnada de religiosidad. La Iglesia desempeñaba, además, un papel
crucial al mantener a los campesinos apaciguados a través del púlpito y del confesionario.
En la época isabelina, los artesanos eran aún un grupo social relativamente numeroso pero la eliminación
de los gremios deterioró rápidamente su situación y lentamente se produjo un trasvase hacia la industria
que fue reduciendo su peso social. Uno de los cambios más significativos de la sociedad española en la
época isabelina fue la aparición de la clase obrera industrial, aunque la proporción que representaba al
principio era pequeña, sólo significativa en Barcelona, Madrid.
El crecimiento de las ciudades en la última parte del siglo provocó el aumento de los trabajadores del
sector servicios. Entre ellos estaban los funcionarios y empleados públicos, los trabajadores de “cuello
blanco” (oficinistas) y los trabajadores del servicio doméstico. Todos estos grupos, ligados al desarrollo
económico y la vida burguesa, adoptaron generalmente la ideología conservadora de la clase dirigente a
la que servían, rechazando las ideas progresistas y defendiendo a ultranza el sistema político vigente. No
sería hasta las primeras décadas del XX cuando muchos de estos trabajadores tomaran conciencia de
clase.
67
El sexenio democrático (1868-1874): La revolución, el reinado de Amadeo I y la República.
La revolución de 1868 (Revolución de Septiembre o la Gloriosa) es un pronunciamiento con amplia
participación popular. Prim, que era quien encabezaba el movimiento, era consciente de que los amplios
sectores burgueses que representaba sólo aspiraban a un nuevo gobierno que tomase las medidas
económicas y administrativas necesarias para enderezar la débil economía española. Estos sectores no
querían de ninguna manera subvertir la sociedad y por ello tomaron las medidas necesarias para que el
movimiento no se les escapase de las manos.
Topete en Cádiz junto al general Prim, Serrano y Dulce se sublevan y lanzan un manifiesto que proclama
"viva España con honra". Las tropas leales a Isabel II son derrotadas en la batalla de Alcolea (batalla del
puente de Alcolea). A consecuencia de esto Madrid se suma al levantamiento e Isabel II se exilia a
Francia.
Por todo el país se forman espontáneamente Juntas Revolucionarias, dominadas por progresistas y
demócratas. Hasta la formación del Gobierno Provisional de Serrano, las Juntas organizaron a los
revolucionarios: Voluntarios de la Libertad.
Muy pronto hubo que hacer elecciones para formar gobierno, las primeras por sufragio universal
(varones mayores de 25 años). Se trató de una campaña electoral libre, donde se celebraron unas
elecciones relativamente libres (Sagasta se entromete).
Carlistas, que por primera vez aceptaron el juego parlamentario y se presentaron a las elecciones.
Diputados isabelinos a la derecha (Cánovas). Reclamaban el retorno de Isabel II al principio y tenían el
apoyo de la burguesía agraria de base latifundista.
La izquierda republicana: Figueras, Castelar, Pi i Margall. El cambio más importante dentro del
panorama político español fue la aparición en 1868 de un nuevo partido: el Partido Republicano
Federal, surgido de una escisión del Partido Demócrata.
Este partido defendía la forma republicana de gobierno y se consideraba heredero del espíritu
revolucionario de las juntas. Su principal dirigente fue Pi y Margall, y su electorado era la pequeña
burguesía más radical, aunque tenía también el apoyo de buena parte de los obreros y de los
68
jornaleros. Geográficamente su fuerza radicaba en las ciudades de la costa mediterránea, sobre todo
en Cataluña.
La constitución de 1869 (la primera democrática de España): recogía los principios democráticos, amplio
reconocimiento de los derechos individuales, división de poderes: legislativo (dos cámaras electivas),
ejecutivo (el Rey reina pero no gobierna) y judicial (tribunales con jurado), libertad religiosa.
El nuevo gobierno consiguió aprobar la nueva constitución, pero no conseguirá crear un nuevo régimen
estable y duradero por un cúmulo de problemas que lo imposibilitaron: en primer lugar, según la nueva
Constitución había que buscar en el extranjero un nuevo rey, en segundo lugar en octubre de 1868 se
inició la insurrección cubana, dando lugar a la llamada Guerra Larga (1868-1878). A estos problemas
pronto se añadirán otros: reorganización del movimiento obrero con la llegada del internacionalismo,
nueva insurrección carlista y movimientos insurreccionales protagonizados por los republicanos más
intransigentes.
De esta manera Amadeo de Saboya fue elegido rey por las Cortes en noviembre de 1870.
Este nuevo periodo que se abre va a ser turbulento por el asesinato de Prim y otros problemas.
Es rey sólo satisfacía plenamente a los progresistas y unionistas (en frente isabelinos, carlistas y
republicanos). La mayoría de la población recibió al nuevo monarca con indiferencia y éste no consiguió
ganarse sus simpatías.
Pero lo que dejó al nuevo monarca sin soporte necesario para afrontar los graves problemas del país fue
la desintegración de la coalición gubernamental (progresistas, unionistas y demócratas).
Los radicales de Ruiz Zorrilla tendieron a gravitar sobre los antiguos demócratas y los constitucionalistas
de Sagasta que lo hicieron hacia los antiguos unionistas.
La estabilización del régimen fue imposible: en dos años hubo 6 gobiernos y se celebraron 3 elecciones
que llevarán a que el 10 de febrero 1873 Amadeo I abdique.
69
Estado: surge el "partido alfonsino", al conseguir Cánovas la cesión de los derechos a la corona por
parte de Isabel II a su hijo Alfonso.
Los carlistas: aspiran a proclamar rey a Carlos VII. Dos tendencias: neocatólicos, cuyo líder es Nocedal,
que pretenden llegar al poder a través de las elecciones y sector insurreccional que cobra fuerza a
partir de 1872 (Carlos VII entra en Vera de Bidasoa, hostigamiento hasta 1876 . Es la III Guerra
Carlista, basada en la guerra de guerrillas).
Los republicanos: no eran un grupo homogéneo. Confluyen desde socialistas utópicos a defensores
de la propiedad: unitarios, federalistas, parlamentarios e intransigentes (pretenden imponer la
República mediante una insurrección armada). Se produce una radicalización hacia la insurrección por
la competencia de la AIT (Iª Internacional).
Las clases altas y el ejército consideran con la república amenazados sus intereses.
La República sí contó con el apoyo de las profesiones liberales y círculos intelectuales (la pequeña
burguesía, base del republicanismo).
Evolución política:
La instauración de la República federal:
Con la proclamación de la República se nombró jefe del ejecutivo a Figueras que nombra a Pi i
Margall en Gobernación. El gobierno hará frente a dos problemas:
Presiones de los republicanos más intransigentes que desean reformas sociales y que junto a los
internacionalistas provocaron brotes revolucionarios en Andalucía y Cataluña, incluso hubo un
intento de derribar el gobierno por la fuerza.
Elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal de mayores de 21 años. Habrá un 60 %
de abstención y victoria republicana por el 90% de los votos debido al retraimiento: los partidos
no se presentan a las elecciones para no darles legitimidad.
70
El nuevo gobierno de Salmerón reprimió el movimiento cantonalista con los generales Martínez
Campos y Pavía, hizo frente al avance carlista y reprimió a la Internacional.
Se formó un gobierno republicano presidido por el general Serrano, cuya política fue restablecer el
orden: disolución de la AIT, limitación del derecho de asociación, aplacar a los carlistas. Sin embargo una
república unitaria presidida por un general no podía estabilizarse, pues su base social ya había optado
por la solución Alfonsina (la burguesía moderada).
El 29-12-1874 el general Martínez Campos en Sagunto proclamó rey a Alfonso XII lo que confinó a
Serrano al exilio y a que el Ministerio de Regencia fuese presidido por Cánovas para aguardar la llegada
del nuevo rey.
La guerra carlista:
tras los fracasos de 1833-1840 y 1845-1861, Carlos VII entró en España por Vera del Bidasoa y dio orden
de levantamiento general. La abdicación de Amadeo favoreció la causa con triunfos en Montejurra y
Somorrostro. En 1873 controlan el País Vasco, Navarra, tienen fuerza en Cataluña, Aragón, Valencia y
Cuenca. Con el golpe del general Pavía se detienen los éxitos hasta que en 1876 son derrotados en
Montejurra, Estella y Carlos VII tiene que abandonar España.
La guerra de Cuba: con la revolución de septiembre, sublevación independentista: Grito de Yara. Lucha
contra España dirigida por Céspedes. Etapas:
71
72
Bloque 7: La Restauración Borbónica: implantación y afianzamiento de un nuevo
Sistema Político (1874-1902)
7.3. El problema de Cuba y la guerra entre España y Estados Unidos. La crisis de 1898 y sus
consecuencias económicas, políticas e ideológicas.
Las elecciones representaban un mero trámite con el que se pretendía dotar la decisión del Rey de cierta
legitimidad popular. Ambos partidos respondían al modelo vigente en Europa: partidos de notables o
parlamentarios controlados por los grandes propietarios rurales (aristocracia y burguesía) y por
profesionales de clase media, manifestando un pacto donde se respetaban unas reglas de juego: Corona,
jurar la constitución, proteger el sistema capitalista, defensa de la propiedad privada y mantenimiento
del sistema político pactado.
El Partido Conservador tuvo su origen en el partido Alfonsino, creado por Cánovas en las elecciones de
1869, y se nutrió de antiguos moderados y unionistas. Era un partido muy estructurado y cohesionado,
pero a pesar de esto sufrió dos momentos críticos: el primero en 1891, con la disidencia de Silvela y,
posteriormente, en 1897, tras el asesinato de Cánovas.
El Partido Liberal o Fusionista era un grupo más fragmentado y heterogéneo, pues no dejaba de ser un
conglomerado de la oposición más moderada. Nació de una escisión de los antiguos progresistas, los
constitucionalistas, de Serrano y Sagasta, y el Partido Radical, de Ruiz Zorrilla, aunque este último se
exilió a París.
Sin embargo, Cánovas no tuvo en cuenta a todas las fuerzas sociales y políticas que aparecieron en este
periodo e impidió a los republicanos el acceso al poder por su negativa a aceptar a la monarquía.
La constitución de 1876
El proceso de realización de la constitución se realizó al margen de las Cortes. Para ello, Cánovas convocó
una asamblea de notables (ex senadores y ex diputados) para redactar un borrador que recogiese el
proyecto público que él mismo había concebido. Durante la elaboración del texto, se discutió si
restablecer el de la constitución de 1845 (moderados) o el de la de 1869 (liberales). Finalmente, se
intentó una nueva redacción que integraba ambos textos, y donde se recogieran las ideas claves de cada
una de ellas.
73
El Título I estableció los derechos y deberes de los españoles. La declaración de derechos se caracterizó
por su sobriedad y quedaban al arbitrio del gobernante, quien podía restringirlos o suspenderlos a
discreción. En el aspecto religioso se produjo un retroceso con respecto a la constitución de 1869. La
libertad de entonces quedó ahora reducida a la tolerancia.
El artículo 11 proclamó la confesionalidad católica del Estado (“religión católica, apostólica y romana”),
que seguía obligado a mantener económicamente el culto católico y a sus ministros, aunque nadie podía
ser molestado por sus opiniones religiosas ni por el ejercicio “privado” de su culto.
En lo que respecta a la división de poderes, el texto recoge un verdadero equilibrio constitucional, pero
con predominio efectivo del Rey, titular del poder ejecutivo. Este nombraba a los ministros. Cánovas
impuso el papel del rey, que ni siquiera sometió a discusión en las Cortes; la persona del Rey era sagrada
e inviolable y la responsabilidad del gobierno recaía en los ministros.
El poder legislativo residía en el Rey y en las Cortes, que compartían la iniciativa legislativa. Además, el
Rey gozaba del derecho de veto sobre cualquier iniciativa legislativa. Las Cortes eran bicamerales, y el
Congreso solo tenía primacía sobre el Senado en asuntos tributarios. El Senado tenía una estructura
oligárquica, que se nutría de senadores por derecho propio (Grandes de España y altos cargos de la
administración, del ejército y del clero), de personas designadas directamente por el Rey y de los
miembros electos.
Los miembros del Congreso de los Diputados eran elegidos siguiendo el modelo elaborado en la
constitución moderada de 1845, según el cual cada acta de diputado representaba a 50.000 habitantes, y
se formaba para un periodo de cinco años. Estos debían contar con suficientes medios económicos
propios. Durante los primeros años de la Restauración, el sufragio se mantuvo censitario (5% de la
población) hasta la Ley electoral de 20 de junio de 1890, donde se establecía la universalidad para los
varones mayores de 25 años.
El poder judicial residía en los Tribunales de Justicia, que la ejercían en nombre del Rey. Se establecía la
uniformidad de códigos para todos los españoles, lo que supuso el fin de los privilegios forales del País
Vasco.
Oligarquía y caciquismo
Aunque ya existía con anterioridad a 1876, ha sido considerado como el rasgo más característico del
nuevo régimen político. Consistía en una relación de poder y dominio que se establecía entre los
caciques, en su mayoría grandes terratenientes, y los campesinos. Los caciques locales fueron los
instrumentos utilizados por los partidos políticos para organizar las elecciones y controlar sus resultados.
Mediante la coacción a la masa campesina (dependiente económica y laboralmente de éstos), la
manipulación del proceso electoral (pucherazo) o por la concesión de favores, el cacique lograba
determinar el resultado de las elecciones en beneficio del partido en el poder. El ministro de la
Gobernación formaba el encasillado, lista de diputados que debían ser elegidos en cada distrito electoral
de la nación, y los gobernadores civiles y los alcaldes actuaban para conseguir que cada uno de ellos
fuera elegido. Nada imprevisto podía suceder. En resumen, el político en Madrid, el cacique en cada
comarca y el gobernador civil en la capital de cada provincia, como enlace entre uno y otro, constituyen
las tres piezas claves en el funcionamiento real del sistema.
74
El pacto entre los partidos dinásticos garantizaba su turno ejerciendo el poder ni necesidad de lucha real.
La inexistencia de un electorado independiente determinaba la injerencia de las autoridades en todo el
proceso electoral. De esta forma, el cambio de gobierno se realizaba por decisión del Rey de entregar el
poder a uno de los partidos alternantes. Este falseamiento de las elecciones se lograba, tanto con
sufragio censitario como con sufragio universal. Este sistema se mantiene vigente hasta 1923. El
momento de mayor peligro se vio con la muerte de Alfonso XII en 1885: el Pacto de El Pardo, garantizó la
continuidad del sistema canovista.
7.2 La Restauración Borbónica (1874-1902) Los nacionalismos catalán y vasco y el regionalismo gallego.
El movimiento obrero y campesino.
La crisis colonial de Cuba (que aparece en el siguiente epígrafe) favoreció la aparición de movimientos
que, desde una óptica cultural o política, criticaron el sistema de la Restauración y propugnaron la
necesidad de una regeneración y modernización de la política española.
Tras el 98 surgieron una serie de movimientos regeneracionistas que contaron con cierto respaldo de las
clases medias y cuyos ideales quedaron ejemplificados en el pensamiento de Joaquín Costa, que
propugnaba la necesidad de dejar atrás los mitos de un pasado glorioso, modernizar la economía y la
sociedad y alfabetizar a la población ("escuela y despensa”). También defendía la necesidad de organizar
a los sectores productivos de la vida española al margen del turno dinástico con unos nuevos
planteamientos que incluyesen el desmantelamiento del sistema caciquil y la transparencia electoral.
Además, el "desastre" dio cohesión a un grupo de intelectuales, conocido como la Generación del 98
(Unamuno, Valle Inclán, Pío Baroja, Azorín...). Todos ellos se caracterizaron por su profundo pesimismo,
su crítica frente al atraso peninsular y plantearon una profunda reflexión sobre el sentido de España y su
papel en la Historia.
Finalmente, la derrota militar supuso también un importante cambio en la mentalidad de los militares,
que se inclinaron en buena parte hacia posturas más autoritarias e intransigentes frente a la ola de
antimilitarismo que siguió al "desastre". Esto comportó el retorno de la injerencia del ejército en la vida
política española, convencido de que la derrota había sido culpa de la ineficacia y corrupción de los
políticos y del parlamentarismo.
La nueva organización centralista del Estado, con la división territorial basada en las provincias,
pretendió desconocer las realidades comunitarias existentes y disolverlas en un proceso de integración
común. La confluencia de los particularismos regionales, el espíritu romántico y el renacimiento cultural
que los acompañó permitieron la manifestación espontánea de una diversidad regional o nacional que se
hizo especialmente evidente en Cataluña y en el País Vasco, precisamente las regiones con más
independencia económica. Los regionalismos periféricos fueron originariamente manifestaciones de las
medianas y pequeñas burguesías, más que de las altas, que intentaban recuperar su identidad nacional a
través de la defensa de sus históricas peculiaridades forales frente al unificador Estado liberal. A medida
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que el fenómeno fue ampliando sus bases y haciéndose interclasista, es innegable que a él también se
adhirieron las burguesías dirigentes, y lo supieron esgrimir como arma política frente a Madrid para
obtener determinadas ventajas, especialmente en el terreno económico.
El nacionalismo catalán
Hacia 1830, dentro del contexto cultural del Romanticismo, surgió en Cataluña un amplio movimiento
cultural y literario, conocido como la Renaixença. Su finalidad era la recuperación de la lengua y de las
señas de identidad de la cultura catalana, pero carecía de aspiraciones y de proyectos políticos, siendo
sus objetivos puramente culturales. Los primeros movimientos prenacionalistas de carácter político lo
encontramos en el carlismo y su pretensión de recuperar los fueros, y en el federalismo de la mano de Pi
i Margall. Los dos movimientos, por la situación del momento, fracasaron. Las primeras formulaciones
catalanistas con un contenido político vinieron de la mano de Valentí Almirall, un republicano federal
decepcionado, que fundó el Centre Català (1882), organización de carácter progresista que pretendía
sensibilizar la opinión pública catalana para conseguir la autonomía y que en 1885 impulsó la redacción
de un memorial al Rey (Memorial de Greuges) donde denunciaba la opresión de Cataluña y reclamaba la
armonía entre los intereses y las aspiraciones de las diferentes regiones españolas. Era un programa
regionalista que mantenía, al mismo tiempo, la fidelidad a la monarquía y la búsqueda de una amplia
autonomía. Almirall defendía la necesidad de respetar y fomentar la "manera de ser y las costumbres
tradicionales" de las comarcas forales y reivindicaba las divisiones "naturales" frente a las provincias
"artificiales" surgidas del unitarismo liberal. Asimismo, daba el paso decisivo al señalar: "Nuestro objetivo
es que Cataluña recobre su personalidad por el camino del particularismo". Un grupo de intelectuales,
vinculados al periódico La Renaixensa y de carácter conservador, fundaron la Unió Catalanista (1891),
una federación de grupos políticos de carácter catalanista de tendencia conservadora. Su programa
quedó fijado en las Bases de Manresa, redactadas por Prat de la Riba en 1892, que defendía una
organización confederal de España y la soberanía de Cataluña en política interior.
El impacto de la crisis del 98 fue decisivo para la maduración y expansión social del catalanismo. Las
pérdidas económicas tras el desastre del 98 empujó a la alta burguesía hacia el nuevo movimiento, esto
cuajó en la creación en 1901 de un nuevo partido, la Lliga Regionalista, que contó entre sus principales
líderes a Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. La Lliga presentaba un programa político conservador,
centrado en la lucha contra el corrupto e ineficaz sistema de Restauración y a favor de un reformismo
político que otorgase la autonomía a Cataluña. Sus éxitos electorales en Barcelona a partir de 1901 la
convirtieron en la fuerza hegemónica en Cataluña hasta 1923.
El nacionalismo vasco
El nacionalismo del País Vasco, aunque surgió en un clima compartido de defensa de los fueros, tuvo
peculiaridades distintas del catalán y, desde luego, no se formó desde una burguesía supuestamente
moderna. La ley que derogaba sus fueros históricos, en 1876, aportó dos tipos de reacciones: la de los
que, transigiendo, supieron rentabilizar perfectamente la situación para transformar la pérdida en
conciertos económicos con Madrid en provecho propio, y la de los que, apelando al tradicionalismo,
defendieron la recuperación íntegra de los fueros. Estos últimos no eran los burgueses industriales
transigentes, sino los perdedores de la guerra carlista. Eran los que se aferraban a un País Vasco
tradicionalmente agrario, contrario al fenómeno urbano y su industria, para quienes la defensa de los
fueros totales equivalía a defender la esencia de "lo vasco", de forma que la ley abolitoria se convirtió en
el agravio por antonomasia por parte del gobierno central. Historiadores e ideólogos afines llevaron a
cabo una idealización del pasado y añoraban la pérdida de la "edad dorada".
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La industrialización y la masiva llegada de inmigrantes (maquetos) eran señaladas como enemigas de la
sociedad tradicional vasca, junto con el gobierno liberal español que había abolido sus fueros. El
propulsor del nacionalismo vasco, Sabina Arana, desde una perspectiva fuerista tradicional, se limitó en
los años noventa a recoger y dar coherencia a estas ideas que flotaban en la sociedad, y las depuró: para
un pueblo "diferente" de raza y, sobre todo, de lengua distintas donde recuperar los fueros era
recuperar la plena soberanía, la cual significaba independencia. Alcanzarla no era sino volver a la libertad
originaria, a la esencia histórica del pueblo vasco, a la Ley Vieja. El lema nacionalista vasco era Dios y Ley
Vieja, o sea, fueros y tradiciones.
En 1893, Arana reunió a un grupo de amigos en Larrazábal y les presentó su ideario. Comenzó así el
Bizkai-Buru-Batzar, embrión del que sería el futuro Partido Nacionalista Vasco, fundado el 31 de julio de
1895 con una solemne declaración antiespañola y con una voluntad de restaurar en el territorio el orden
jurídico tradicional. Pero el partido no fue capaz de conseguir nada mientras se mantuvo en la órbita de
los primeros seguidores de Arana – la pequeña burguesía bilbaína tradicionalista –, por lo que se vio
obligado a ampliar sus bases hacia una burguesía más moderna e industrial. Fue entonces cuando
apareció la tensión interna entre los defensores de la independencia y los que buscaban, como objetivo
más viable y práctico, la autonomía dentro del Estado español. Estos últimos, urbanos, industriales y con
dinero imprescindible para el partido, se impusieron en el control del PNV y entraron en una línea
autonomista "catalana", copiando la idea de "rehacer España" desde, en este caso, el País Vasco.
De este modo, y con la mezcla de ambas posturas, el partido encontró un relativo equilibrio que iba a
permanecer durante décadas: entre una dirección que presionaba a los gobiernos centrales, con el
argumento de la radicalidad de las bases que lo sustentaban, y unas bases independentistas que
aceptaban la política moderada de su dirección ante Madrid como una vía gradual que podía acabar en la
independencia.
El regionalismo andaluz comenzó a caminar a partir de los movimientos cantonalistas de 1873. Para Blas
Infante esta fecha fue fundamental para la formación de la conciencia andaluza en el marco de una
República Federal. El primer acto andalucista clave fue en Antequera en 1883 -décimo aniversario de la
República-, donde se proclamó la Constitución Federalista Andaluza y se solicitó expresamente una
"Andalucía soberana y autónoma". Sin embargo, no se alcanzó la consolidación de un partido andalucista
burgués, posiblemente por la vinculación de la propia burguesía andaluza con el poder central o por la
derivación del movimiento obrero andaluz hacia el anarquismo, contrario a todo pacto con la burguesía.
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De forma paralela a la consolidación del Liberalismo, los trabajadores fueron tomando conciencia de que
pertenecían a una clase distinta que sus patronos y de que era necesario mejorar su situación (jornadas
superiores a 12 horas, inseguridad laboral, bajos salarios, falta de prestaciones básicas…). Esto dio origen
a un nuevo tipo de conflictividad social que puso el acento en la lucha por la igualdad. De ahí surgió el
movimiento obrero, en defensa de los derechos de los trabajadores.
La situación del jornalero agrícola era aún peor que la del obrero: salarios de hambre, paro estacional y
carencia absoluta de tierra propia (la desamortización de Madoz había hecho pasar la mayor parte de las
tierras comunales a manos privadas sin posibilidad de un reparto más beneficioso para los jornaleros).
Unos pretendieron huir del hambre emigrando a centros industriales, otros optaron por soluciones
desesperadas como la ocupación de tierras o el bandolerismo.
Hasta 1868 el movimiento obrero español se circunscribió casi en exclusividad a Cataluña, con
manifestaciones aisladas y violentas (destrucciones de máquinas, incendios de fábricas) o la creación de
mutualidades obreras para cubrir las necesidades básicas de sus asociados en caso de enfermedad, vejez
y también huelgas.
En cuanto a las agitaciones campesinas, se daban sobre todo en Andalucía, zona de latifundios y de
jornaleros agrícolas, y respondían casi siempre al mismo esquema: el hambre ocupaba a la ocupación
ilegal de tierras, pero el carácter localizado y la escasa o nula organización del movimiento facilitaban la
intervención militar y la represión. La Guardia Civil se creó en el año 1844, precisamente para luchar
contra estas prácticas y garantizar la propiedad y el orden en el medio rural.
En lo sucesivo los anarquistas de Bakunin reivindicarían ser los legítimos continuadores de la AIT –a la
que con el tiempo se conocería como Primera Internacional o Internacional Anarquista- y los socialistas
de Marx acabarían fundado en 1889 en París, con motivo del primer centenario de la Revolución
francesa, la Segunda Internacional o Internacional Socialista.
En España, el reconocimiento de la libertad de asociación desde el comienzo del Sexenio permitió a las
organizaciones obreras salir a la luz y expandirse.
En 1868 Bakunin envió a Giuseppe Fanelli a España para organizar la sección española de la AIT. Fanelli
difundió sus ideales particulares anarquistas (supresión del Estado, colectivización, apoliticismo…) como
si fueran los propios de la Internacional, de ahí que arraigaran entre el campesinado andaluz y el
proletariado catalán al mismo tiempo que el apoliticismo, tras la decepción que para muchos había
supuesto la decepción de los partidos políticos. Fanelli creó dos secciones: una en Madrid y otra en
Barcelona.
En 1871 llegó a Madrid Paul Lafargue, yerno de Marx, para reconducir hacia el marxismo a los
internacionales españoles. Lo consiguió con un pequeño grupo de la sección madrileña, que constituyó la
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Nueva Federación Madrileña, en la que estaba el tipógrafo Pablo Iglesias, futuro fundador del Partido
Socialista Obrero Español (1879).
Comenzó así la escisión del movimiento obrero español entre socialistas y anarquistas. Cuando en 1872
se materializó la separación entre ambas corrientes en la Internacional, la Federación Regional Española
de la AIT se adhirió a los planteamientos de Bakunin y rechazó los marxistas: se consolidaba, pues, el
predominio de la corriente anarquista en el movimiento obrero español.
La Federación Regional Española, fiel a su apoliticismo anarquista, no quiso intervenir en las elecciones
de la siguiente República (1873); y se desaprovechó la oportunidad de establecer un vínculo entre la
clase obrera y la República, que podría haber sido muy beneficioso para ambas partes. El apoyo a la
insurrección cantonalista llevó al fin de la Federación y de las asociaciones obreras ya que Serrano
acabaría ilegalizándolas tras el golpe de Pavía. A partir de este momento se desarrollarían en la
clandestinidad.
Tras la Restauración, el movimiento obrero –ya claramente escindido en dos corrientes diferentes:
marxismo y anarquismo- pasó a la clandestinidad. El anarquismo se convirtió en la corriente mayoritaria
dentro del movimiento obrero español y sus principales focos estaban en el campo andaluz y en el
proletariado urbano catalán.
A partir de este momento parte de las asociaciones se inclinaron por un activismo predominantemente
sindical y reivindicativo; sin embargo, una minoría de radicales optó por la “acción directa”, es decir, la
huelga violenta, o el atentado. La última década del siglo y la primera del XX se caracterizaron por una
oleada de atentados contra reyes, presidentes y jefes de gobierno de toda Europa. A pesar de ser una
acción minoritaria sirvió de pretexto para etiquetar de violento a todo el anarquismo y justificar una
represión indiscriminada general. No obstante, a finales de siglo y en la primera década del siguiente, los
sindicatos anarquistas continuaron creciendo.
En 1879 se fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en torno al núcleo de los tipógrafos. Pablo
Iglesias se convirtió en su principal líder. El programa inicial incluía tres objetivos: abolición de las clases,
transformación de la propiedad privada en colectiva y la conquista del poder político por la clase obrera.
El partido empezó a crecer por todo el país. En 1888 se fundó la UGT (Organización General de
Trabajadores), un sindicato de inspiración socialista. Desde ese momento se marcaría una clara línea
divisoria entre las funciones de cada cual: el Partido, con objetivos políticos, y el Sindicato cuya acción
inmediata era la defensa de los trabajadores en la sociedad capitalista.
La expansión del socialismo a pesar de ser lenta se vio favorecida por la aprobación del sufragio universal
en 1890, año en que se celebró por primera vez el Primero de mayo siguiendo la consigna de la II
Internacional y dando lugar a numerosas manifestaciones. En las elecciones municipales de 1891 el PSOE
obtuvo por primera vez 4 concejales en las grandes ciudades, éxito que impulsó el crecimiento del
Partido y la elección de Pablo Iglesias como primer diputado socialista en 1910.
7.3. El problema de Cuba y la guerra entre España y Estados Unidos. La crisis de 1898 y sus
consecuencias económicas, políticas e ideológicas.
De forma paralela al desarrollo de la revolución de 1868, se produjeron movimientos independentistas
en Puerto Rico y Cuba con distinto resultado; mientras que en Puerto Rico el movimiento fue
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rápidamente aplastado por el ejército, en Cuba, el “grito de Yara”, iniciado por Céspedes, logró el apoyo
de los esclavos y plantadores. A la vez, se inició otra guerrilla, esta de carácter aristócrata promovida por
los criollos.
Las causas del movimiento independentista cubano son varias: existía una conciencia nacionalista debido
a la política económica intransigente de Isabel II. En el plano social, las desigualdades eran enormes al
existía todavía la esclavitud. De nada sirvieron las promesas del Gobierno Provisional ofreciendo
mejoras. Prim llegó incluso a proponer el traspaso de la isla a Estados Unidos, con intereses en el país,
pero su muerte frustró ese intento.
El conflicto se radicalizaba y provocó el inicio de la Guerra Larga (1868 – 1878), en la que los insurrectos,
apoyados por los norteamericanos, fueron incapaces de derrotar a los españoles comandados por el
general Martínez Campos. En febrero de 1878 se firmó la Paz de Zanjón, que fue más una tregua que el
final del conflicto pues ninguna de las promesas ofrecidas en la paz o en el artículo 89 de la constitución
de 1876 se cumplieron, lo que motivó que el conflicto se repitiese en 1879. ¿Cuáles eran los motivos de
que España siguiese teniendo presencia en América? Para ciertos sectores nacionales, la burguesía
catalana, representaba muy beneficioso el comercio que se establecía con la isla: a España se enviaba
azúcar y tabaco, con cuyos beneficios se equilibraba el déficit de Hacienda.
El gobierno liberal de Sagasta intentó solucionar los problemas con la Ley de Autonomía para la isla
reconociendo un gobierno propio cubano, una Cámara de representantes y los mismos derechos que los
peninsulares. Pero esas medidas llegaban demasiado tarde. Después de la firma de la Paz de Zanjón,
cubanos exiliados empezaron a dar forma a un movimiento de oposición política a la metrópoli; uno de
ellos fue José Martí que desde el exilio en Estado Unidos creó el Partido Revolucionario Cubano. Pero no
será hasta finales de siglo cuando estalle, de nuevo, un levantamiento armado: el “grito de Baire”.
Durante 1895 las tropas españolas fueron acosadas en toda la isla. El mando español fue sustituido por
Valeriano Weyler, quien, con un ejército integrado por 200.000 hombres, puso en marcha severos
mecanismos represivos encaminados al total exterminio de los insurrectos: dividió la isla en diferentes
áreas separadas por líneas fortificadas y obligó a la población rural a emigrar a los núcleos urbanos. Pero
los mayores problemas para los españoles no era la guerrilla cubana, apoyada por Estados Unidos, sino
las enfermedades tropicales, causantes del mayor número de bajas en las filas españolas.
Un oscuro episodio cambió el rumbo de la guerra: la voladura del acorazado norteamericano Maine en
el puerto de la Habana, fue el pretexto utilizado por Estados Unidos para intervenir en la guerra. El
presidente McKinley responsabilizó a España de la voladura de su acorazado y propuso la compra de la
isla por 300 millones de dólares, dándole tres días para tomar la decisión. El 19 de abril de 1898, el
Congreso y el Senado de Estados Unidos acordaron solicitar la intervención armada. La población
norteamericana apoyó el conflicto bélico alentada por la propaganda imperialista de la prensa (Hearst y
Pulitzer, entre otros).
Filipinas
Paralelamente a esos acontecimientos, en el archipiélago de Filipinas se había producido un movimiento
insurreccional semejante en 1896, con José Rizal a la cabeza. Esto complicaba la situación de España que
tenía dos frentes bélicos abiertos. En este caso, la presencia norteamericana era mayor por sus intereses
imperialistas en el Pacífico. La inferioridad naval española era evidente y fue aplastada tanto en Cavite
(Filipinas) como en la bahía de Santiago, en Puerto Rico. Mientras las Cortes españolas estudiaban las
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condiciones impuestas por el presidente McKinley, las fuerzas norteamericanas desembarcaban en Cuba
y Puerto Rico.
Consecuencias
El 10 de diciembre de 1898 se firmaba el Tratado de París cuyas cláusulas imponían el abandono de los
españoles de Cuba y Puerto Rico, y la cesión de Guam (Islas Marianas) como indemnización de guerra.
Los norteamericanos pagaron 20 millones de dólares por la cesión de Filipinas.
España liquidó su imperio colonial con la venta de sus últimos reductos a Alemania (Islas Marianas,
Carolinas y Palaos) por 15 millones de dólares, y Sibutu, Gagayán (USA por 100.000 dólares en 1900),
dejándola apartada del proceso colonizador e imperialista que acontecía en el mundo.
Las consecuencias del desastre del 98 no se limitaron a las pérdidas territoriales, y afectó al conjunto del
sistema político y social de España:
1. Cambios políticos: El partido liberal de Sagasta asumió la derrota y el desprestigio político. Tras
la muerte del presidente, el partido se divide en varias tendencias. Después del asesinato de
Cánovas el partido conservador entra en crisis con la presidencia de Silvela o Maura. El sistema
de la Restauración estaba en crisis.
2. La economía española, y especialmente la industria catalana, perdió un excelente mercado para
sus productos y unas materias primas baratas. Los enormes gastos de la guerra ocasionaron una
devaluación de la peseta, una inflación de precios, un déficit del Estado y la necesidad de
aumentar los impuestos y reformar la Hacienda.
3. El avance de los nacionalismos periféricos frente al fracaso del nacionalismo español.
4. Las pérdidas humanas de jóvenes “llamados a quintas”. El apoyo inicial de la sociedad pronto
cambio de signo y empezaron a oírse las primeras voces discordantes de las familias que habían
perdido a uno de sus hijos por no tener dinero suficiente para librarlos del servicio militar.
5. Los intelectuales criticarán el sistema de la Restauración y exigirán la Regeneración del sistema.
Una consecuencia más grave fue el desprestigio del ejército. Era evidente que la institución castrense,
pese a las impopulares quintas, los recursos materiales y los sacrificios humanos, no estaba preparada
para un conflicto como el cubano. La imagen del ejército quedó seriamente dañada, hecho que traería
graves consecuencias en el siglo XX. Las pérdidas humanas se cifraron en más de 100.000 hombres, pero
la mayoría de estas muertes fueron debidas a las enfermedades tropicales.
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Bloque 8: Pervivencias y transformaciones económicas en el siglo XIX: un desarrollo insuficiente
Crecimiento demográfico
Durante el siglo XIX la población española tuvo un aumento demográfico limitado. En 1800, la población
alcanzaba los diez millones de habitantes; en 1860, los quince; y en 1900 superaba ya los dieciocho
millones de habitantes. El crecimiento de la población se hizo posible al entrar España en el “ciclo
demográfico de transición” caracterizado por el mantenimiento de tasas de natalidad bastante altas (36
por mil, en el último cuarto de siglo) y paulatino descenso de las tasas de mortalidad (30 por mil).
La mortalidad infantil (uno de los indicadores que indican la persistencia del ciclo demográfico antiguo)
disminuyó, pero se mantuvo en niveles aún muy altos. El paulatino y todavía leve descenso de la
mortalidad fue fruto sobre todo de mejoras higiénicas y médicas, aunque esporádicamente la sociedad
tuvo que sufrir crisis epidémicas y hambrunas; durante el XIX se sucedieron hasta cuatro epidemias de
cólera (1833, 1853, 1860 y 1885). La esperanza de vida en 1900 era tan sólo de 34,8 años, cuando en
Gran Bretaña o Francia superaba los 45 años.
La pervivencia del mundo rural (70 %), aunque con un paulatino desarrollo de las ciudades: Apenas
tres millones de españoles vivían en localidades urbanas a principios de siglo, mientras que en 1900 la
cifra superaba ya los seis millones de habitantes. Fue necesario el derribo de murallas y cercas
(Burgos, Valencia, Madrid, Barcelona, etc.) y la construcción de ensanches (plan Cerdá en Barcelona;
plan Castro y proyecto de la Ciudad Lineal en Madrid).
Desarrollo de importantes movimientos migratorios interiores (éxodo rural) hacia Madrid, Barcelona
(superan el medio millón de habitantes en 1900) y a Bilbao como núcleo industrial. Y también notable
emigración exterior, mayoritariamente a América, con carácter definitivo salvo si se volvía rico
(indianos), y preferentemente por ciudadanos de la periferia (Galicia, Asturias, Cantabria, etc.). Más
escasa será la emigración levantina a Argelia, o bien la emigración constante aunque no masiva a
Francia.
El crecimiento de población produjo un excedente de mano de obra en el campo, mano de obra que se
va a desplazar en busca de mejores oportunidades tanto a los grandes centros industriales peninsulares
como a otros países. Las causas fueron el aumento de la población, el lento crecimiento del empleo y la
debilidad y el desigual reparto territorial de las transformaciones económicas. La mejora de las
comunicaciones marítimas, que hacían más corta y segura la travesía hacia América del Sur, favoreció
esta oleada migratoria, que se detuvo a partir de 1914 al iniciarse la Primera Guerra Mundial.
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Por otra parte, Argelia era elegida por su rapidez y precio del viaje (regreso rápido) y una situación
agraria similar a la española. Muchos volvieron a España años más tarde. La corriente de emigración a
América fue más tardía (y de difícil retorno), destacando destinos como Argentina y Brasil además de
Cuba, México, Venezuela y Uruguay. La mayoría de los emigrantes eran gallegos, asturianos y canarios
procedentes de áreas rurales deprimidas con exceso de población. Se estima que entre 1880 y 1914, un
millón de españoles cruzaron el Atlántico (sobre todo población joven en edad reproductiva).
Al mismo tiempo, en estos años se inicia un proceso paralelo de trasvase de población desde las áreas
rurales a las industriales, lo que conocemos como éxodo rural. Los principales centros de atracción serán
Madrid y Barcelona, y en menor medida otras ciudades como Bilbao o Valencia, agudizándose una doble
tendencia que ya estaba presente en la etapa anterior: el dinamismo económico y social sólo se produce
en unos puntos concretos de la península (Cataluña, y más en concreto Barcelona), y, mientras que la
España interior y rural tiende a despoblarse la España periférica tiende a atraer población.
Desarrollo urbano:
El desarrollo urbano fue considerable durante el siglo XIX, pero no alcanzó las cotas de los países
industrializados europeos. Entre 1850 y 1900 España duplicó su nivel de urbanización, mientras países
como Alemania lo multiplicó por cuatro. El crecimiento urbano estuvo ligado a las transformaciones
derivadas del liberalismo, de la industrialización, y sobre de las desamortizaciones que favorecieron un
trasvase de población del campo a la ciudad.
Así, por ejemplo, ciertas reformas administrativas de los gobiernos liberales, como la división provincial
de Javier de Burgos (1833), dio impulso a las ciudades escogidas como capitales de provincia,
beneficiándose se servicios complementarios. En 1800 había 34 ciudades por encima de 10.000
habitantes, y esta cifra pasó a 99 en 1850 y 219 en 1900, por lo que se aprecia un importante
crecimiento de las grandes ciudades durante el S. XIX.
Por otra parte, el desarrollo económico ligado al proceso de industrialización que se produjo a partir del
reinado de Isabel II junto con el éxodo rural condujeron al engrandecimiento de muchas ciudades -
necesitadas de más espacio para la población creciente-, por lo que se iniciaron planes de
ensanchamiento más allá de las murallas, la mayoría de las cuales fueron derribadas.
En estos procesos de reorganización urbana tuvo especial importancia los ensanches impulsados por la
burguesía, barrios surgidos de la planificación urbana cuya característica principal es el plano ortogonal.
Estos nuevos barrios o ensanches fueron planificados según planteamientos urbanísticos modernos y
racionalistas, de plano en cuadrícula ortogonal, amplias avenidas con jardines y viviendas modernas.
Ejemplo de este tipo de ensanche son el plan Cerdá en Barcelona o el plan Castro en Madrid, con
barrios como el de Salamanca o Chamberí, o el más moderno proyecto de Ciudad Jardín de Arturo Soria
en la periferia de Madrid, que no llegó a completarse.
En otros casos se actuó en el centro de la ciudad derribando los estrechos callejones del los cascos
históricos, de viviendas hacinadas e insalubres, como es el caso de la Puerta del Sol y la Gran Vía de
Madrid. Estos ordenamientos urbanísticos fueron más limitados en otras ciudades como Bilbao,
Valencia, San Sebastián… También se realizaron nuevos arrabales, generalmente sin ningún tipo de
planificación, para albergar los obreros cerca de las fábricas. Se instalaron y ampliaron las
infraestructuras urbanas, el alcantarillado, la recogida de basuras, etc. La ciudad tuvo que adaptarse a
los nuevos tipos de transporte, tranvía, ferrocarril, etc.
Las ciudades estrenan el alumbrado de gas en sus calles principales. Poco a poco irán irrumpiendo en la
vida cotidiana los grandes inventos: el teléfono, el tranvía…El ferrocarril acortará distancias. Lo que
conllevará una estandarización de las costumbres, vestidos, diversiones, espectáculos…
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Sin embargo, y a pesar de este trasvase de población y modernización de las ciudades, la España del siglo
XIX continuaba siendo esencialmente rural, la población campesina predominaba sobre la urbana, y la
sociedad seguía dominada por una tradicional mentalidad en las costumbres y las creencias, que en
muchos aspectos coincidían con los valores del Antiguo régimen.
Transformaciones agrarias
La transformación de la agricultura española a lo largo del siglo XIX fue escasa e insuficiente, hecho que
explica en buena medida la lentitud del proceso de industrialización en España. A comienzos del XIX la
agricultura era la base de la riqueza nacional (56 % del total de la producción; el 82% si incluimos la
ganadería; cerca de dos tercios de la población activa estaba empleada en ella). No obstante, el sector
agrícola atravesaba por importantes dificultades fundamentalmente por la desigual distribución de la
tierra, la ausencia de innovaciones tecnológicas y los bajos rendimientos agrícolas.
El mayor desarrollo se dio en Cataluña, donde la industria textil (con el sector algodonero como ámbito
más dinámico) actuó de palanca de la industrialización regional. Cataluña fue la única zona donde la
industrialización se originó a partir de capitales autóctonos y donde la burguesía mostró una verdadera
mentalidad emprendedora apostando por la mejora de la maquinaria y de las técnicas de producción
(Fábrica Bonaplata). La protección arancelaria durante casi todo el siglo la puso a salvo de la
competencia inglesa.
La industria siderúrgica tuvo un despegue muy tardío en España tanto por la falta de una demanda
importante de productos de hierro como por la necesidad de hierro y carbón en abundancia y de gran
calidad. Inicialmente tuvo un foco de expansión en Andalucía, hasta los años sesenta en torno a Málaga
(Industria Heredia, con carbón vegetal); más tarde una etapa asturiana, entre los años sesenta y ochenta,
en torno a Mieres y Langreo. Finalmente el verdadero despegue de la siderurgia en España, se inició a
finales de siglo en torno a Bilbao, sobre todo por el éxito del eje comercial Bilbao-Cardiff (Gales): Bilbao
exportaba hierro y compraba carbón galés.
En cuanto a la minería alcanzó su apogeo en el último cuarto de siglo, gracias a la publicación de la Ley
de Minas de 1868, que liberalizó el sector e inició la explotación masiva de los yacimientos. La
explotación quedó mayoritariamente en manos de compañías extranjeras. Fueron importantes los
yacimientos de plomo en el sur (Linares y La Carolina), los de cobre en Riotinto (Huelva), los de mercurio
en Almadén (Ciudad Real) y los de cinc en Reocín (Cantabria).
Las razones principales para tan tardía y limitada industrialización se han buscado en la escasez de
capital nacional para invertir en las modernas industrias (los capitales españoles se dedicaron a la
compra de tierras desamortizadas o a la inversión en el ferrocarril); la desfavorable dotación de energía y
materias primas (en España, las minas eran abundantes, pero el producto era de mala calidad y de bajo
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poder calorífico. Además, el agua es un recurso escaso y estacional en gran parte del país); y la
inestabilidad política, que restó coherencia a la política económica.
En cualquier caso, la revolución de los transportes llegó con el ferrocarril. El primer ferrocarril español
se inauguró en Cuba en 1837; en la península, la línea Barcelona-Mataró comenzó a funcionar en 1848 y
unos años después se inauguró el trayecto Madrid-Aranjuez (1851). La configuración de la red imitó el
modelo radial de carreteras con Madrid como centro. Posteriormente, aunque con lentitud, una serie de
ramales permitiría el acercamiento de las provincias entre sí.
La fiebre constructora llegó con la promulgación de la Ley General de Ferrocarriles (1855), que otorgaba
todo tipo de facilidades a las compañías, con objeto de atraer inversiones. Hubo una inversión extranjera
masiva, especialmente de capital francés, aunque también aportaciones nacionales. Todo ello provocó la
aparición de dos grandes compañías ferroviarias: La C. M. Z. A. (Compañía de Ferrocarriles de Madrid a
Zaragoza y Alicante) y la Cía. del Norte (Compañía de los Caminos de Hierro del Norte). Lo esencial de la
red ferroviaria quedó establecido en los años setenta (en 1874, 6.000 km; en 1900, 11.000 km).
Pese a que la construcción del ferrocarril impulsó escasamente la industria nacional en comparación con
lo ocurrido en otros países europeos, al depender del capital y material extranjero, su impacto fue
considerable: Vertebró definitivamente el mercado español, permitió movilizar mercancías de gran peso,
fomentó el comercio y la movilidad de la población, favoreciendo la integración social y cultural del país.
Proteccionismo y liberalismo:
Desde las Cortes de Cádiz se había ido imponiendo el liberalismo en lo tocante a la economía
(librecambismo), proclamándose la libertad de industria, trabajo y comercio. Los gremios, que regulaban
los oficios desde el medievo, fueron suprimidos en 1834 lo mismo que los derechos de paso que
dificultaban la circulación de mercancías (peajes que había que pagar por el paso de puertas, barcas o
puentes) dentro de una provincia, a lo que se sumaban los aranceles que pagaban las mercancías por el
paso de uno a otro reino. Estas medidas liberalizadoras contribuyeron a la creación de un mercado
nacional junto con otras como la creación de un nuevo sistema monetario basado en la peseta (1868), la
difusión del ferrocarril, del telégrafo o del servicio de correos.
Por lo que respecta al comercio exterior, en estos años España perdió la mayoría de sus colonias
americanas por lo que pasó a convertirse en una potencia comercial de segunda fila lo que incrementó
las demandas de la burguesía empresarial por una política arancelaria proteccionista frente al exterior,
que protegiera la industria española de la competencia de terceros países como Gran Bretaña, pioneras
en la industrialización, y que por ello ofrecían sus productos a menor precio y mayor calidad.
España siguió manteniendo estrechas relaciones comerciales con Cuba, Puerto Rico y Filipinas, los restos
del Imperio colonial español, de las que importaba productos agrícolas como la caña de azúcar o el ron, y
exportaba manufacturas como los textiles de algodón catalanes, en régimen de monopolio.
La Banca
Hasta mediados del siglo XIX en España se mantuvo un sistema fiscal de Antiguo Régimen, en el que
existían infinidad de impuestos, poca eficacia en su recaudación y numerosas exenciones (clero y nobleza
no pagaban impuestos), lo que generaba una deuda crónica al Estado. Todos los intentos de reforma
fracasaron al chocar con los intereses de los grupos privilegiados.
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La reforma fiscal de 1845 fue obra de Ramón Santillán, primer gobernador del Banco de España, siendo
ministro de Hacienda Alejandro Mon. Por ello se conoce esta reforma como la reforma Mon-Santillán. Se
introdujeron dos tipos de impuestos, directos (contribuciones) e indirectos (consumos), y se estableció
un Presupuesto general del Estado, poniéndose en marcha medidas para reducir el déficit del Estado, ya
que las desamortizaciones no habían sido suficientes.
En 1829 se creó el Banco Español de San Fernando cuya fin era prestar dinero al Estado mediante la
emisión de deuda pública y de moneda. Este banco quebró durante la crisis financiera de 1848, y fue
sustituido en 1856 por el Banco de España, que a partir de 1874 era el único autorizado para la emisión
de billetes. En estos años, y tras la grave crisis financiera de 1866-76 ligada a la construcción del
ferrocarril que arruinó a la banca del momento, se crearon nuevos bancos privados, en las zonas de
mayor desarrollo industrial de norte (siderurgia) y Cataluña (textil), que actuaron más como prestamistas
del Estado que como impulsores del desarrollo económico: Bancos de Barcelona, Bilbao, Santander y
Crédito Mobiliario. España seguía teniendo el problema crónico de falta de una clase empresarial y
financiera, por lo que fue la inversión extranjera, francesa y británica fundamentalmente, la que suplió la
falta de inversores españoles, especialmente en sectores donde eran necesarias fuertes inversiones
como el de la minería (capital británico) y el del ferrocarril (capital francés).
EL EPÍGRAFE QUE SIGUE LO HAN QUITADO DE LA EVAU, PERO ES DIVERTIDO, ASÍ QUE ENTENDEDLO
COMO UN REGALO. NO HACE FALTA QUE ME DEIS LAS GRACIAS. ES POR EL PLACER DE APRENDER.
Desde la segunda mitad del XIX (Isabel II – Sexenio – Restauración) la vida urbana va imponiendo sus
pautas sobre el mundo rural. Las ciudades multiplicaron su población siendo necesario derribar sus
murallas; la extensión de la luz de gas transformó la vida, iluminó los hogares, prolongó el día y civilizó
las calles, que fueron perdiendo peligrosidad. Otros avances como el ferrocarril o el tranvía comenzaron
a acortar las distancias y con ello aumentó la estandarización de las costumbres y de las mentalidades. El
primer tranvía de España comenzó a funcionar en Madrid en 1871.
La Iglesia siguió siendo una fuerza social de gran influencia durante todo el siglo. Las romerías, la Semana
Santa y las celebraciones navideñas concentraban a multitud de fieles; no obstante, fue surgiendo una
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ola de anticlericalismo entre las clases populares, los obreros y el mundo intelectual que consideraban
que la Iglesia “bendecía” las injusticias sociales existentes.
El siglo XIX terminó, por tanto, derribando los valores del Antiguo Régimen e introduciendo una nueva
mentalidad basada en la libertad de pensamiento y en los valores propios del sistema capitalista. La
nueva sociedad industrial provocó también el aumento de la conflictividad social dadas las desigualdades
de riqueza y las duras condiciones de vida de la clase obrera.
El fin de siglo trajo otro cambio importante para las formas de comportamiento: La extensión del ocio
entre todas las clases sociales. Los toros, la zarzuela y los cafés habían sido las formas principales de
entretenimiento, pero a partir de 1890 y a principios del XX el deporte-espectáculo y el cine se
convierten en las formas de ocio más populares. En 1889 se fundó el Recreativo de Huelva, primer
equipo de fútbol; en 1902, se disputó la primera competición oficial la Copa del Rey Alfonso XIII. En mayo
de 1896 se proyectó en España la primera película; en 1914, Barcelona tenía más de 160 cines.
La educación
El rasgo más significativo de la educación en España durante el XIX es la necesidad de enfrentarse al
evidente problema del analfabetismo que existía. El descenso del analfabetismo será apreciable,
pasando del 94 % en 1807 al 66 % en 1900, pero quedando muy lejos de países como Alemania o Francia
(menos del 10 % en 1900).
El Estado tenía escasa intervención en la educación en el inicio de siglo: Controlaba los niveles y
titulaciones, pero la inversión en escuelas era escasa quedando la mayoría de ellas en manos privadas
(fundamentalmente de la Iglesia).
La enseñanza secundaria quedaba reservada para apenas unos miles de personas (menos de 40000
estudiantes a finales del XIX), sólo había un instituto por cada capital de provincia o ciudad importante.
En las enseñanzas medias convivían los institutos provinciales con los colegios privados, incorporados
oficialmente a los institutos.
La enseñanza universitaria estaba muy centralizada en Madrid (Universidad Central) y de ella dependían
otras universidades a cuya cabeza había un rector nombrado por el Estado. La censura fue la nota
predominante durante todo el siglo al no existir la libertad de cátedra. La represión de docentes
universitarios condujo a la fundación en 1876 de la Institución Libre de Enseñanza por parte de Francisco
Giner de los Ríos, siguiendo las directrices del krausismo. La Institución Libre de Enseñanza formó a
buena parte de la elite intelectual de los siguientes cincuenta años.
La prensa
El desarrollo de la prensa en España tuvo un primer momento de crecimiento con la gran demanda
informativa surgida con la Guerra de la Independencia en 1808. En el asediado Cádiz de 1810 se decretó
la libertad de prensa y los ciudadanos seguían con gran interés las noticias de las Cortes; todo ello
provocó la multiplicación de las publicaciones de todas las tendencias: Periódicos liberales como “El
Conciso”; absolutistas como “El Censor General”; e incluso afrancesados como “La Gaceta de Sevilla”.
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El retorno de Fernando VII y su absolutismo volvió a provocar un fuerte retroceso en la actividad
periodística, que no vuelve a crecer hasta el inicio de la revolución liberal durante la regencia de María
Cristina. Los periódicos anteriores a 1835 apenas incluían informaciones o columnas de opinión; se
limitaban a exponer los artículos políticos oficiales y trataban temas científicos. Pero, a partir de
entonces, surgen otros más parecidos a los actuales: En 1850 salían a la calle 13 periódicos, aunque la
mayoría tenían una vida efímera y escasa tirada. Destacan: “La Esperanza”, “El Clamor” o “La Reforma”.
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Bloque 9: La crisis del Sistema de la Restauración y la caída de la Monarquía (1902-1931)
1. Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos dinásticos. Las fuerzas
políticas de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalistas.
Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos dinásticos. Las fuerzas
políticas de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalistas
El reinado de Alfonso XIII se prolongó entre 1902, cuando asumió el poder al ser proclamado mayor de
edad con 16 años, y 1931, cuando abandonó España con la proclamación de la Segunda República.
Sin embargo, la actitud de Alfonso XIII dificultó los intentos de modernización. El rey en ningún momento
estuvo dispuesto a renunciar al protagonismo político que le otorgaba la Constitución de 1876
(soberanía compartida, designar ministros, retirar la confianza al gobierno), además fue evidente su
“espíritu castrense” que le inclinaba a favorecer al ejército siempre que había un conflicto entre el poder
civil y el poder militar. La constante intervención de Alfonso XIII en asuntos políticos provocó gran
inestabilidad gubernamental (treinta gobiernos hasta 1923). Por este motivo la oposición al sistema
derivó en gran medida en rechazo hacia su persona y hacia la propia monarquía.
Tras la muerte de los fundadores de los dos partidos dinásticos –Cánovas (1897) y Sagasta (1903)-
empezó la etapa del revisionismo político, protagonizado por Antonio Maura (P. Conservador) y José
Canalejas (P. Liberal).
Los primeros intentos de reforma los impulsaron gobiernos conservadores, cuya intención era, en
palabras de Maura, hacer la “revolución desde arriba para evitar la revolución desde abajo”. Antonio
Maura propuso una ley de administración local para tratar de acabar con el fraude electoral (“descuaje
del caciquismo”). La Ley de Reforma Electoral de 1907 preveía que un tercio de los concejales de los
ayuntamientos fueron elegidos por instituciones privadas locales, sin proceso electoral. El propósito era
evitar las simulaciones electorales que tan mala imagen del sistema daban. Los gobiernos conservadores
también iniciaron una tímida legislación laboral (ley de descanso dominical, ley de huelgas, ley sobre las
condiciones de trabajo de mujeres y niños,…) que tuvo su máxima expresión en la creación del Instituto
Nacional de Previsión (1908), antecedente de la actual Seguridad Social.
En 1909 el estallido de la Semana Trágica de Barcelona y la fuerte represión posterior provocó la caída
del gobierno de Maura. La Conferencia Internacional de Algeciras (1906) había reconocido el control del
norte de Marruecos para España, se abría así la posibilidad de recuperar el prestigio perdido tras el 98 y
de garantizar el orden en la región del Rif asegurando la situación de Ceuta y Melilla. Pero la ocupación
española se encontró con la fuerte oposición de las tribus rifeñas; el gobierno de Maura tuvo que recurrir
al envío de reservistas escasamente preparados (Desastre del Barranco del Lobo). En Barcelona, puerto
donde debían embarcar las tropas, aumentó la tensión social y estalló una huelga general; la autoridad
militar proclamó el estado de guerra, lo que desató una oleada de violencia callejera: se levantaron
barricadas y fueron incendiadas iglesias y conventos. La insurrección popular fue liquidada
emprendiéndose una dura represión: Hubo más de mil detenciones y cinco ejecutados entre ellos el
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anarquista y pedagogo Francisco Ferrer y Guardia. Esta ejecución levantó una ola de protesta
internacional que provocó la dimisión del conservador Maura.
A partir de 1910, el poder recayó en los liberales de José Canalejas que intentó su propia “revolución
desde arriba”. Sus principales reformas tuvieron un claro contenido social como la reducción de la
jornada laboral a nueve horas o la supresión del impuesto de consumos. En 1912, fue aprobada la Ley de
Reclutamiento, que establecía el servicio militar obligatorio y acababa parcialmente con la exención de
los ricos mediante el pago de una cuota o de un sustituto (quintas). También trató de someter a las
órdenes religiosas mediante la llamada Ley del Candado que prohibía el establecimiento de nuevas
congregaciones religiosas durante dos años. El asesinato de Canalejas en la Puerta del Sol de Madrid
(1912), a manos de un anarquista, supuso el final de esta inicial etapa de reformas.
Crisis militar: Las Juntas Militares de Defensa (asambleas de jefes y oficiales de Infantería) iniciaron
un movimiento de protesta por los bajos sueldos del ejército y contra el sistema de ascensos que
primaba a quienes combatían en Marruecos. Los enemigos del sistema vieron con simpatía su
protesta porque creyeron que el desafecto de los militares facilitaba un cambio político. El gobierno
liberal de García Prieto arrestó a los miembros de la Junta de Barcelona. Pero Alfonso XIII desautorizó
al gobierno, que tuvo que dimitir. El nuevo gobierno de Eduardo Dato (conservador) satisfizo algunas
demandas de la Junta y frenó la amenaza militar.
Crisis política: El dirigente de la Lliga Regionalista Francesc Cambó trató de forzar la democratización
del sistema y lograr la autonomía de Cataluña convocando a los parlamentarios catalanes a la
formación de una Asamblea de Parlamentarios (19 julio 1917). La asamblea fue declarada ilegal y el
gobierno logró disolverla sin violencia.
Crisis social: Los sindicatos UGT y CNT convocaron una huelga general (13 de agosto 1917) contra el
régimen político y el deterioro del nivel de vida de los trabajadores. Los anarquistas participaron
activamente en Barcelona; los otros tres grandes centros de la huelga fueron Madrid, Vizcaya y
Asturias, donde la impulsaron los socialistas. La huelga duró una semana, se produjeron choques
violentos (cerca de cien muertos), y los principales dirigentes fueron detenidos.
El gobierno conservador de Dato logró, pues, desmantelar los diferentes movimientos del verano de
1917. El régimen seguía vivo, pero no había salido ileso. Alfonso XIII trató de reavivar el sistema con un
nuevo experimento político, la formación de dos gobiernos de concentración consecutivos que unían a
los dos partidos mayoritarios y a los que se sumó el propio Cambó. Pero la quiebra del sistema era ya
evidente. El triunfo de la revolución bolchevique (octubre 1917) insufló un notable entusiasmo a las
organizaciones obreras que aumentaron sus actos de protesta. Así, en el campo andaluz los jornaleros
ocuparon tierras y sus huelgas llegaron a paralizar las cosechas (Trienio bolchevique, 1918-21); en el
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sector industrial se entró en un grave proceso de violencia social especialmente en Barcelona
(pistolerismo).
El desastre tuvo un efecto sobre la opinión pública semejante al de 1898. El gobierno cayó; socialistas y
republicanos apuntaron directamente al rey como culpable de la situación. Finalmente se formó una
comisión para aclarar lo ocurrido, se elaboró un informe (“Expediente Picasso”) que establecía las
importantes deficiencias del ejército español en África. Antes de que el informe llegará a las Cortes, el
general Miguel Primo de Rivera protagonizaba un golpe de estado que iniciaba una nueva etapa
política: La Dictadura de Primo de Rivera.
Causas y apoyos
La dictadura fue la solución autoritaria a una situación que se había vuelto insostenible por el
desprestigio absoluto del sistema de la Restauración. El sistema político había demostrado su
incapacidad para renovarse desde dentro y la inestabilidad social no hacía más que crecer desde la crisis
de 1917. Las elecciones seguían siendo corruptas, los gobiernos eran inestables e ineficaces, y buena
parte de la sociedad temía un estallido revolucionario. Los partidos de izquierda seguían sin verse
integrados en el sistema.
A todo ello había que sumar el fracaso de la política militar en Marruecos, agudizado sobre todo desde el
desastre de Annual (1921). Los militares despreciaban a los políticos civiles, a los que hacían
responsables de no haberles dado medios para acabar con la resistencia rifeña.
El golpe contó con apoyos importantes: Desde luego con el de Alfonso XIII, que veía amenazada la
propia monarquía; también con la mayoría del ejército, partidario de restablecer el orden; y con el del
empresariado catalán, que aspiraba a acabar con el peligro anarquista y con la violencia que asolaba
Barcelona.
En un primer momento no quiso contar con ninguna fuerza política, sino que formó un Directorio Militar
integrado por ocho generales y un almirante. La dictadura logró consolidarse actuando con firmeza en
los momentos iniciales y beneficiada por una coyuntura económica favorable:
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Restableció el orden público: Tras varios años de violencia extrema, Primo de Rivera implantó el
estado de guerra durante dos años; persiguió a los anarquistas, cuyos locales y órganos de prensa
fueron clausurados, la CNT quedó así desarticulada. La mayoría de la opinión pública aplaudió la
firmeza del dictador, pero la política represiva provocó una fuerte merma de las libertades públicas,
volvió la censura de prensa, se prohibieron asociaciones, etc.
Acabó con el problema de Marruecos: El mayor éxito que se apuntó el dictador fue acabar con la
guerra de Marruecos. Primo de Rivera se había pronunciado en contra de continuar ocupando un
territorio que a España sólo le aportaba problemas, pero logró beneficiarse de un grave error táctico
del líder rifeño Abd-el-Krim. En 1925, los rifeños convencidos de su triunfo militar atacaron también a
los franceses. Esto propició una contundente actuación militar conjunta hispano-francesa en
Alhucemas. La consecuencia inmediata fue la rendición de Abd-el-Krim, que despejó el camino para la
finalización de la guerra dos años después (1927).
Primo de Rivera, para tratar de institucionalizar el régimen, creó un partido político, la “Unión
Patriótica”, de clara orientación antiliberal. Además, en sustitución de las Cortes, estableció una
Asamblea Nacional Consultiva, basada en el sistema de representación corporativa, es decir, que sus
miembros no representaban a los ciudadanos, sino a determinados sectores de la sociedad. No obstante,
la nueva asamblea nunca llegó a tener influencia ni llevó a cabo la misión de redactar una nueva
Constitución. El proceso de institucionalización quedó, por tanto, inconcluso.
La política social buscó lograr la “paz social”. La principal iniciativa fue la creación en 1926 del Consejo de
Trabajo (Organización Corporativa Nacional), cuya misión fundamental era formar “comités paritarios”
de patronos y trabajadores encargados de solucionar las disputas laborales. Los principales dirigentes
socialistas, que tras la muerte de Pablo Iglesias eran Largo Caballero y Julián Besteiro, formaron parte de
ese Consejo y no tuvieron, pues, reparos en colaborar con la dictadura. Creían que la revolución
socialista todavía no era posible y que era necesario reforzar la organización de los trabajadores para lo
que esos comités podían servir. Esa actitud colaboracionista provocó la división en el seno del PSOE y de
la UGT. Por supuesto los anarquistas y los comunistas no participaron, pero su protagonismo durante la
dictadura fue escaso.
El final de la Dictadura
Con el crecimiento de los problemas económicos se hizo más evidente la falta de apoyos de la Dictadura.
Primo de Rivera fue consciente de su aislamiento político y el 27 de enero de 1930 presentó su dimisión.
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Alfonso XIII aceptó de inmediato y decidió restablecer viejo sistema parlamentario. Pero la caída de la
Dictadura terminó por arrastrar a la propia monarquía. Quince meses después, el triunfo republicano en
unas elecciones municipales condujo a la proclamación de la II República.
Los republicanos se organizaron tratándose de ofrecer como una renovación posible (“Pacto de San
Sebastián”) y además protagonizaron un alzamiento contra el régimen (Insurrección de Jaca) que pese al
fracaso demostraba el avance del republicanismo. Berenguer trató de celebrar unas elecciones a Cortes,
pero se encontró con que la mayoría de partidos se negaron a participar. Incluso los monárquicos
exigieron que las elecciones fueran a Cortes Constituyentes. En febrero de 1931, Berenguer dimitió.
Alfonso XIII encargó entonces formar gobierno al almirante Juan Bautista Aznar, que decidió aplazar las
elecciones generales y convocar elecciones municipales, para elegir nuevos ayuntamientos que
garantizasen la limpieza de unas elecciones constituyentes posteriores. La victoria de la Conjunción
Republicano-Socialista (41 de las 50 capitales de provincia) provocó la proclamación de la Segunda
República el 14 de abril de 1931.
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Bloque 10: La crisis del Estado liberal, la Segunda República y la guerra civil.
En las elecciones del 12 de abril, celebradas mediante sufragio universal, el número de concejales
monárquicos y los pertenecientes a la candidatura conjunta republicano-socialistas eran similares, pero
la coalición triunfó en las grandes ciudades (en 41 de las 50 capitales de provincias). El gobierno no tardó
en reconocer la derrota y entusiastas multitudes republicanas ocuparon las calles en Madrid, Barcelona y
otras ciudades importantes. El gobierno (Conde de Romanones) y el mismo rey Alfonso XIII descartaron
el recurso a las armas. Así que nadie se opuso a que se formase un gobierno provisional, presidido por
Niceto Alcalá Zamora, y que la Segunda República Española fuese proclamada el 14 de abril de 1931.
Lo primero que hizo el gobierno fue convocar elecciones a Cortes Constituyentes. Paralelamente, el
gobierno comenzó a abordar algunas reformas urgentes: decretó la amnistía para presos políticos y la
libertad de partidos y sindicatos; trató de reducir el número de oficiales del ejército; inició negociaciones
con catalanes y vascos para pactar una solución autonómica; protegió a los campesinos expulsados de
las tierras por no poder pagar las rentas… Las promesas de cambio contaron con un amplio apoyo
popular, pero también con la animadversión de los propietarios agrícolas, de parte del ejército y de la
Iglesia. La quema de conventos (mayo, 1931) por masas anticlericales, que el gobierno no evitó, provocó
una pésima impresión entre los sectores católicos.
Las elecciones se celebraron el 28 de junio, fueron las más democráticas de las celebradas hasta
entonces en la historia de España. Formaban parte del censo todos los varones mayores de 23 años. La
participación fue alta (70,14%). La victoria fue de la coalición republicano-socialista (250 sobre 464
diputados). El cometido de estas nuevas Cortes era elaborar un nuevo texto constitucional para la
República.
El bienio reformista
Aprobada la Constitución (diciembre, 1931) se formó el primer gobierno constitucional, presidido por
Manuel Azaña, e integrado principalmente por republicanos de izquierdas y socialistas; éstos últimos
ocupaban algunas carteras claves como la de Trabajo (Largo Caballero) y la de Instrucción Pública
(Fernando de los Ríos). En un gesto conciliador, se cedió la Presidencia de la República al conservador
Alcalá Zamora (hasta entonces presidente del gobierno provisional).
El nuevo gobierno emprendió una política de reformas que pretendía transformar sustancialmente las
estructuras del Estado y de la sociedad y que por ello despertó mucha oposición:
Reforma agraria: Preveía la expropiación de los latifundios y su reparto entre los campesinos. Para
ello se creó el Instituto de Reforma Agraria (IRA) que debía establecer las indemnizaciones a pagar
por las expropiaciones. El proceso era lento y el Estado apenas contaba con recursos para las
compensaciones. En consecuencia, los resultados fueron escasos e insatisfactorios lo que decepcionó
a los jornaleros, sin evitar por ello el malestar de los terratenientes.
Reforma del ejército: Emprendida por Azaña con un doble objetivo: ganarse la fidelidad del Ejército
para la República y reducir el excesivo número de oficiales. El Ejército dejó de encargarse del orden
público y para eso se creó la Guardia de Asalto. Más de siete mil oficiales pasaron voluntariamente a
la reserva, sin disminución de sueldo, pero no consiguió ganarse la simpatía del Ejército. Prueba de
ello fue el pronunciamiento del general Sanjurjo (Sanjurjada) que pretendía acabar con el gobierno
de izquierdas, pero fracasó en 1932.
Reforma laboral: En la que se incluían avances notables como la jornada de ocho horas, el seguro de
enfermedad, las vacaciones pagadas o los jurados mixtos. La CNT, sin embargo, aumentó su
radicalización y su sector más extremo la F.A.I. promovió insurrecciones.
Para la República la difusión de la cultura se convirtió en una obligación fundamental y para ello contó
con el apoyo fundamental de importantes intelectuales. En 1931 se creó la Agrupación al Servicio de la
República en la participaron intelectuales como Ortega y Gasset o Gregorio Marañón. Además la
preocupación por la educación motivó la creación de proyectos como el de las Misiones Pedagógicas que
trataron de llevar la cultura al mundo rural (Ej. “La Barraca” de Federico García Lorca).
Reforma territorial: Durante este bienio también se abordó la descentralización del Estado. En 1932
fue aprobado el Estatuto de Cataluña; en las primeras elecciones autonómicas venció Esquerra
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Republicana, desde 1933 Lluis Companys se convertiría en Presidente de la Generalitat. El Estatuto
vasco no fue aprobado definitivamente hasta 1936.
El bienio radical-cedista
En las elecciones de noviembre de 1933 el partido que obtuvo más escaños fue la CEDA (Confederación
Española de Derechas Autónomas) de Gil Robles (115 escaños), seguida de cerca por el Partido Radical
de Lerroux, que había evolucionado hacia el centro-derecha, (104 escaños). En la izquierda, el PSOE
seguía siendo el partido con más diputados, pero reducidos a la mitad – de 116 en la legislatura anterior
había pasado a 58 en ésta.
La principal razón que puede explicar el cambio radical en los resultados con respecto a la legislatura
anterior es la ley electoral. Era de tipo mayoritario (es decir, primaba a las candidaturas triunfantes en
cada circunscripción) por lo que lo más útil era formar grandes coaliciones. Así lo hizo la derecha (CEDA),
sin embargo los socialistas y los republicanos de izquierda presentaron candidaturas separadas. Además,
los anarquistas propusieron la abstención. La gran novedad de las elecciones fue que las mujeres
votaron por primera vez con lo cual el censo electoral se duplicó.
El gran problema para la República era que el partido vencedor no se había declarado republicano. La
CEDA defendía los valores conservadores y católicos, pero evitaba definirse monárquica o republicana.
Por ese motivo, el presidente de la República Alcalá Zamora consideraba inaceptable que pudieran
formar gobierno.
Durante unos meses, el Partido Radical formó gobiernos integrados exclusivamente por republicanos,
pero dependían de los votos de la CEDA en el parlamento lo que les convertía en gobiernos inestables.
Finalmente, en octubre de 1934 Alcalá Zamora encargó a Lerroux (líder del Partido Radical) la formación
de un gobierno en el que se integraron tres ministros de la CEDA. La respuesta de algunos sectores de
izquierda fue la insurrección.
La Revolución de 1934
Los acontecimientos internacionales (llegada de Hitler al poder, caída de la democracia en Austria) y la
entrada en el gobierno de los ministros de la CEDA provocó que el PSOE y la UGT apostasen por la
revolución popular. Los socialistas contaron con el apoyo del Partido Comunista, y solo en Asturias con el
apoyo de la CNT. La sublevación fue un fracaso en la mayor parte del país, porque el ejército sofocó con
facilidad los focos huelguistas. Sin embargo alcanzó gran importancia en Asturias y en Barcelona.
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En Asturias los mineros y obreros protagonizaron una auténtica insurrección armada. Se hicieron con el
control de la cuenca minera y proclamaron la Revolución Socialista. El gobierno envió para su represión
tropas procedentes de Marruecos, al mando del general Franco. La rebelión fue duramente sofocada,
con un saldo de varios miles de muertos y cerca de 30.000 detenciones.
En Barcelona se proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española, que no pervivió ni
un solo día porque el ejército dominó la situación y suspendió el gobierno autonómico.
La caída de Lerroux
Tras la insurrección de octubre la influencia de la CEDA aumentó y el gobierno radical-cedista intentó
desmantelar las reformas del bienio anterior:
Se limitó el alcance de la reforma agraria hasta, en algunos aspectos, restablecer la situación anterior
a la misma.
Se presentó un proyecto de reforma constitucional (1935) que modificaba las cuestiones más
molestas para los conservadores (religión, educación, matrimonio civil, proceso autonómico, etc.).
La alianza con la CEDA hizo que Alejandro Lerroux se desacreditara frente a sus votantes republicanos. El
estallido de algunos escándalos de corrupción (caso estraperlo) terminó por provocar que el Presidente
de la República Alcalá Zamora forzase la dimisión de Lerroux e intentase formar gobiernos de centro,
que no contaban con mayoría parlamentaria, así es que finalmente disolvió las Cortes.
La participación fue la más alta de todas (72 % del censo), el Frente Popular obtuvo el mayor número de
votos, casi cinco millones, mientras que los partidos de derechas lograron cerca de cuatro millones. El
reparto de escaños benefició claramente al Frente Popular al haber vencido en más circunscripciones, y
en todas las ciudades de más de 150.000 habitantes. De hecho, el Frente Popular obtuvo la mayoría
absoluta con cerca del 60 % de escaños.
Sin embargo, el nuevo gobierno, presidido por Azaña, estuvo formado exclusivamente por republicanos,
porque los socialistas seguían divididos entre los partidarios de colaborar en el gobierno de la república
(I. Prieto) y los partidarios de llevar a cabo una revolución (Largo Caballero).
Desde las elecciones hasta el alzamiento militar que dio origen a la guerra civil transcurrieron sólo cinco
meses. Las Cortes destituyeron a Alcalá Zamora como Presidente de la República, para evitar que
pudiera dificultar la labor de gobierno. En mayo de 1936, Manuel Azaña se convirtió en nuevo
Presidente de la República. La presidencia de la república pasó entonces a otro republicano de
izquierdas, Santiago Casares Quiroga. Los gobiernos de Azaña y Casares Quiroga reemprendieron la
política reformista del primer bienio:
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Restablecimiento de la autonomía para Cataluña. Tramitación parlamentaria del estatuto de
autonomía vasco. Aprobación en referéndum del proyecto de estatuto gallego.
Sin embargo, el rasgo más característico de estos meses fue el crecimiento de la tensión social y el
estallido de la violencia política, que causó unas cuatrocientas muertes. El recurso a la violencia fue
frecuente en los dos bandos. Hubo ataques vandálicos de militantes de izquierda contra edificios
religiosos o sedes de organizaciones obreras. Hubo también asesinatos premeditados, en una serie de
represalias y contrarrepresalias protagonizadas por militantes de Falange (“dialéctica de los puños y las
pistolas”) y de las organizaciones de izquierda. Unos y otros parecían prepararse para una guerra
definitiva.
Los casos más graves ocurrieron en julio de 1936: El 12 de julio fue asesinado el teniente Castillo,
militante socialista y Guardia de Asalto. Al día siguiente miembros de las fuerzas de seguridad, actuando
por su cuenta y sin la implicación del gobierno, detuvieron y ejecutaron a José Calvo Sotelo, diputado del
Bloque Nacional. Los generales (Sanjurjo, Mola, Franco, Goded), que habían comenzado a preparar un
golpe de estado desde el triunfo del Frente Popular, encontraron el pretexto necesario para el
alzamiento militar que daría origen a la Guerra Civil.
El asesinato del diputado derechista José Calvo Sotelo sirvió de pretexto para iniciar el alzamiento. El
coordinador de la conspiración en la Península era el general Mola, pero la sublevación se inició el 17 de
julio en Ceuta y Melilla, bajo la dirección del general Franco.
El golpe de estado triunfó en Marruecos, Canarias, Baleares (excepto en Menorca), Galicia, Oviedo,
Álava, Navarra, parte occidental de Aragón con sus tres capitales, Castilla la Vieja-León, Extremadura
noroccidental y algunas ciudades andaluzas: Sevilla, Cádiz, Huelva, Córdoba y Granada. Ocupaba dos
amplias regiones, al Sur y al Norte de la Península, además del control total del Norte de Africa y de las
Baleares y Canarias.
El golpe fracasó en Madrid (rendición del Cuartel de la Montaña y del general insurrecto Fanjul),
Asturias, Santander, Vizcaya, Guipúzcoa, Cataluña, Levante, Extremadura suroriental y la mayor parte de
Castilla la Nueva y Andalucía. La zona republicana también estaba partida en dos, si bien el núcleo
principal permanecía más aglutinado que el núcleo rebelde.
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En la mañana del 21 el golpe había triunfado en 29 capitales de provincia, mientras que 21
permanecían leales al Gobierno; 14 millones de habitantes poblaban el territorio republicano y 11 en las
regiones sublevadas. El ejército quedó prácticamente dividido en dos partes similares, aunque sólo
teóricamente, pues en la práctica el ejército sublevado siempre mostró mayor disciplina, mejores
mandos y mayor abundancia de armamento. El ejército republicano carecía de oficiales superiores con
experiencia y de suministro de armamento.
El gobierno, ante las primeras y confusas noticias del alzamiento, tardó en reaccionar. A pesar de las
advertencias y de la gravedad de los hechos, ni el presidente Azaña, ni el jefe de gobierno, Casares
Quiroga, tomaron medidas los días 17 y 18 de julio, perdiendo así un tiempo vital para la defensa de la
República. Parecía como si no pudiera admitir que el levantamiento tuviese posibilidades de éxito.
Casares Quiroga dimitió al no poder controlar la situación. Le sucedió momentáneamente Martín Barrio,
que trató de negociar con Mola, pero este se negó a cualquier negociación. Fue sustituido por José Giral,
que decidió la entrega de armas a organizaciones sindicales y a los partidos proletarios, que formaron
unidades de combate compuestas por voluntarios civiles denominadas milicias.
Con estas fuerzas, junto a una parte del ejército leal a la República y la Guardia de Asalto, se frenó la
insurrección militar, especialmente en Madrid y Barcelona, durante las primeras semanas de la guerra
De este modo, la República manifestó su dominio sobre los principales centros industriales, dominaba las
zonas de agricultura de exportación, disponía de la mayoría de la flota y de la aviación y de las reservas
del Banco de España. No parecía que los sublevados pudieran resistir demasiado si no lograban
trasladar rápidamente el ejército de África a la Península y aumentar su armamento.
Pero los sublevados consiguieron establecer en los últimos días del mes de julio y los primeros de
agosto un puente aéreo entre Tetuán y Sevilla. Se trataba de aviones alemanes e italianos, los dos
Estados fascistas más importantes de Europa que, además, estaban dispuestos a facilitar armamento,
soldados y técnicos. En consecuencia, los sublevados pudieron continuar las ofensivas militares. Se
iniciaba así un conflicto civil que iba a durar casi tres años.
El hecho incontrovertible de que se estaba ante el inicio de una guerra civil conformó inmediatamente la
formación de dos bandos:
Los sublevados eran militares conservadores, monárquicos de derechas, grupos católicos, falangistas,
tradicionalistas (carlistas) y todos aquellos que se habían opuesto a las reformas de la República.
Estaban apoyados e inspirados por el fascismo y se definían como “nacionales” (por su defensa de la
unidad de España) y católicos. Los organizadores del alzamiento declararon que su intención
inmediata era “restablecer el orden”, a través de una dictadura militar y permitir, tras el tiempo
necesario, la recomposición de un poder civil en forma de monarquía o república. Los falangistas
pretendían imponer un régimen fascista a la italiana y los carlistas esperaban la anhelada instauración
de la monarquía carlista.
Los leales a la República estaban constituidos por las clases populares: obreros y empleados,
pequeña burguesía y campesinados sin tierras. En su mayoría estaban afiliados o influidos por las
organizaciones socialistas, comunistas y anarcosindicalistas, y eran definidos por la derecha como
“rojos”. Junto a ellos, estaban las clases medias republicanas y un nutrido grupo de intelectuales y
artistas. Todos defendían la legitimidad republicana pero representaban intereses muy diversos:
desde sectores simplemente reformistas hasta grupos revolucionarios deseosos de una revolución
social o anarquista.
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La Alemania nazi de Hitler ofreció la ayuda más determinante, con la participación directa de la Legión
Cóndor de aviación, esencial para el desarrollo de la guerra y responsable del bombardeo de Guernica.
Además contribuyó con el envío de soldados y oficiales, carros de combate y artillería. Hitler usó la
“guerra de España” para probar algunas de sus nuevas armas y sus nuevos métodos militares, como la
“guerra relámpago”. Cobró su ayuda con la entrega de minerales y otros productos estratégicos.
La Italia fascista de Mussolini proporcionó una ayuda vital especialmente en hombres: El Corpo de
Truppe Volontarie envió a España más de cien mil hombres. Sufrió duras derrotas como la ocurrida en la
Batalla de Guadalajara, aunque también participó activamente en la toma de algunas ciudades como en
Málaga. Del mismo modo, su apoyo en aviones fue fundamental para el cruce del Estrecho en el inicio
del conflicto.
Menor, pero también reseñable, fue la aportación del Estado Novo portugués, materializada de diversas
formas: desde la ayuda diplomática hasta el envió de voluntarios. Mención aparte merece la actitud del
Vaticano, determinada por las malas relaciones entre la Iglesia y la República. El Papa Pío XI reconoció,
ya en 1937, el nuevo régimen franquista. La ayuda del Vaticano resultó fundamental para el
reconocimiento de Franco entre la numerosa población católica.
El Comité de No Intervención
Por iniciativa británica, a la que se sumó Francia, se estableció un pacto de no intervención en España,
que prohibía el suministro de armas a ambos contendientes. El Comité de No Intervención tenía su sede
en Londres y su intención era doble: Evitar que el conflicto se internacionalizara e impedir así la entrada
de armas a los rebeldes. Pero su labor fue un fracaso, se adhirieron veintisiete países; entre ellos Italia y
Alemania, prueba evidente de su absoluta ineficacia. La República intentó que la Sociedad de Naciones
(creada tras la Gran Guerra) interviniera contra Italia y Alemania por su participación directa en la guerra
española. Pero tardó más de un año en lograr que se aprobase una resolución, que finalmente no fue
aplicada.
Los países que apoyaron abiertamente a la República fueron la Unión Soviética y México. La ayuda de la
Unión Soviética fue con diferencia la más importante y decisiva. A lo largo de toda la guerra aportó
hombres y material armamentístico. El pago de esta ayuda ha sido uno de los temas más debatidos
sobre la guerra: La República pagó esta ayuda a Moscú mediante las reservas de oro del Banco de
España, sin que al final de la guerra se restituyera nada. El régimen franquista denunciaría
posteriormente este hecho; otros estudios, sostienen que la ayuda soviética era superior al oro enviado.
El gobierno de México, presidido por Lázaro Cárdenas, proporcionó también desde el primer momento
armas, alimentos y apoyo diplomático. Por último, debe destacarse la participación de las Brigadas
Internacionales. Se trataba de voluntarios (unos 60.000, de más de sesenta nacionalidades) que se
dirigieron a España para ponerse al servicio de la República. En su mayoría militaban en partidos
comunistas y actuaban frente a la amenaza fascista.
Fases militares de la Guerra Civil. La evolución política y económica en las dos zonas. Consecuencias
económicas y sociales de la guerra. Los costes humanos
Fases militares de la Guerra Civil
Desde el momento en que la sublevación se convirtió en guerra civil (julio 1936) hasta su conclusión
(abril 1939), el conflicto atravesó por una serie de etapas, sirviendo como introducción a este epígrafe la
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sublevación militar del 18 de julio mencionada en el punto anterior. Tras la sublevación inicial podemos
esclarecer cinco fases en función de los territorios en que se concentran las luchas entre los bandos.
A finales de octubre, los sublevados se hallaban ya a las puertas de Madrid. La República ordenó la
movilización general para salvar Madrid (“No pasarán”, “Madrid, tumba del fascismo”). En
noviembre, el gobierno republicano se trasladó a Valencia; la defensa de la capital quedó en manos
del comandante Rojo. Madrid resistió el ataque frontal gracias al ejército leal, a las milicias populares
y a la llegada de las Brigadas Internacionales, de carros de combate rusos y de una columna
anarcosindicalista dirigida por Durruti. La ciudad es duramente bombardeada desde la Casa de Campo
y la Ciudad Universitaria, pero Madrid resiste. Fracasado el intento de entrar en la capital, los
sublevados emprendieron maniobras envolventes para aislar Madrid, básicamente con el fin de cortar
sus comunicaciones con Valencia. La batalla del Jarama y la batalla de Guadalajara son las más
significativas de este periodo. El pretendido cerco sobre Madrid fracasa fundamentalmente por la
derrota de las tropas italianas en Guadalajara.
Pero en febrero de 1938, el ejército de Franco volvió a ocupar Teruel y desencadena la “campaña de
Aragón”, atravesando el Maestrazgo y llegando al Mediterráneo por Vinaroz (Castellón). El territorio
republicano quedó dividido en dos zonas: Con Cataluña aislada del resto.
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huían hacia el Norte (entre ellos Azaña). En febrero las tropas franquistas alcanzaron la frontera
francesa.
El gobierno quedó en manos del republicano José Giral (julio – septiembre 1936), pero las organizaciones
obreras ejercían realmente el poder en las calles, con comités o consejos. La radical actuación de muchos
de estos comités (paseos, ocupaciones, asesinatos de sacerdotes y políticos, etc.) provocó que buena
parte de las clases medias apostasen por el bando sublevado.
A partir de entonces, el gobierno quedó en manos del socialista Juan Negrín (mayo 1937 – abril 1939),
que intentó buscar una salida negociada a la guerra (Programa de los Trece Puntos), pero Franco no lo
aceptó. Negrín se apoyó en los comunistas, por el papel fundamental de la ayuda soviética y porque era
el grupo más disciplinado y decidido a luchar hasta el final. Estaba convencido de que el estallido de la
guerra mundial entre el fascismo y las democracias salvaría a la República (“¡Resistir es vencer!”). La
República, sin embargo, era derrotada unos meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
En la zona nacional, por el contrario, el ejército se convirtió en la columna vertebral del nuevo régimen,
llevó siempre la iniciativa política y fue el encargado de organizar el nuevo Estado. En los primeros
momentos del alzamiento militar no hubo un líder claro, porque el supuesto cabecilla, general Sanjurjo,
falleció en accidente de aviación cuando se dirigía a España desde su exilio. Durante los primeros meses
al frente de los sublevados hubo una Junta de Defensa, pero ya en octubre de 1936 se publicó un
decreto que nombraba a Franco Jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de los Ejércitos.
Franco desplegó una estrategia de alargamiento de la guerra mediante la cual consolidó su liderazgo
militar y consiguió imponerse al resto de fuerzas. Inspirándose en el modelo fascista italiano y alemán,
de partido único y con un jefe con plenos poderes, promulgó el Decreto de Unificación por el que creaba
un partido único, Falange Española Tradicionalista y de la JONS. El proceso de institucionalización del
nuevo Estado franquista culminó en enero de 1938 con la formación del primer gobierno: Franco
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concentraba la Jefatura de Estado y la Presidencia del Gobierno y, a partir de entonces, pasó a ser
llamado Caudillo de España. El nuevo Estado era fuertemente autoritario y defendía un modelo social
basado en el conservadurismo y en la preeminencia del catolicismo.
La construcción del Estado franquista fue acompañada de una violencia extrema que comportaba la
aniquilación de los vencidos en los territorios que ocupaban. La represión tuvo un carácter sistemático,
planificado y fue ejercida por el Ejército, la Falange o las autoridades políticas contra cualquier
sospechoso de simpatizar con la República.
La peseta republicana sufrió continuas devaluaciones, que provocó en 1939 la casi total pérdida de
valor. A esto habría que sumarle la inflación galopante de la economía del Frente Popular. La convulsa
situación social republicana, agravada por la revolución, hizo inviable las finanzas gubernamentales,
fracasando una tras otra todas las medidas que se pusieron en marcha para sanear sus cuentas. El
resultado final de este proceso de descomposición económica fue el colapso final del régimen en marzo
de 1939.
Bando Nacional: La situación económica del bando nacional era muy diferente a la republicana. Los
partidarios de Franco encontraron sin mucha dificultad numerosos créditos que ayudaron a financiar la
guerra (entre ellos destaca Juan March, que poseía muchos contactos en bancos británicos, suizos e
italianos). Así mismo, los rebeldes tuvieron la ayuda militar de Italia, Alemania y en menor medida de
Portugal.
Por lo que respecta al Banco de España, el bando franquista reunió en Burgos a todas las subsedes que
cayeron en su poder para obtener capital nacional y financiar así al Tesoro Nacional durante la guerra, de
esta manera el Banco de España de Burgos se fue convirtiendo en una institución de peso en el ámbito
internacional, superando en poco tiempo al Banco de España del bando republicano.
La organización del sistema en el bando nacional fue más eficaz, ya que no tuvieron el problema de la
revolución social y económica que sufrió la zona republicana. Aunque no llegaron a aplicar grandes
medidas económicas reformistas, su éxito se basó en una gestión más eficaz de los recursos existentes,
así como en conseguir la financiación adecuada con créditos de larga duración. Las medidas que se
tomaron fueron encaminadas en una doble dirección: cancelación de todas las reformas republicanas e
intervención del Estado en la economía siguiendo los principios de la ideología fascista
Desde un punto de vista demográfico, las consecuencias son especialmente graves. Resulta difícil
establecer un cálculo exacto dado que las cifras varían ostensiblemente de unos autores a otros. El mito
del millón de muertos no tiene nada que ver con la realidad. La mayoría de historiadores hablan de una
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cifra de fallecidos que supera las 300.000 personas, entre las víctimas de los frentes y las de la represión,
practicadas en ambas zonas.
La crueldad de los vencedores se mantuvo después de la guerra al continuar con una represión
institucionalizada que acabó con la vida de entre 30.000 y 50.000 personas. Además hubo miles de
presos políticos (profesores, jueces, diplomáticos, etc.). Otros muchos prefirieron o pudieron exiliarse. En
torno al medio millón de españoles abandonó el país huyendo de la represión franquista. 450.000
españoles habría en Francia en 1940. El exilio supuso una importante pérdida demográfica, pero, tal
vez, más importante fue la pérdida económica que supuso el exilio, tanto de jóvenes en edad de trabajar,
como de intelectuales y profesionales altamente cualificados que dejaron de prestar sus servicios al país.
Los principales países de acogida fueron Francia, Rusia y México
Desde un punto de vista político, el triunfo de los sublevados supuso el inicio de una dictadura militar
que se prolongó durante casi cuarenta años. Franco no dejaría el poder hasta su muerte en 1975,
decepcionando a parte de sus seguidores que aspiraban a una vuelta paulatina a un régimen más o
menos liberal. España se apartaba de la evolución de las democracias occidentales y la reconciliación se
convertía con el paso del tiempo en algo cada vez más complicado.
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Bloque 11: La dictadura franquista
1. La creación del Estado franquista. Grupos ideológicos y apoyos sociales. Etapas de la dictadura y
principales características de cada una de ellas. El contexto internacional: del aislamiento al
reconocimiento exterior.
2. Política económica del franquismo: de la autarquía al desarrollismo. Transformaciones sociales:
causas y evolución.
3. La oposición a la dictadura: principales grupos y evolución en el tiempo. La crisis del franquismo
desde 1973 a la muerte de Franco.
La creación del Estado franquista. Grupos ideológicos y apoyos sociales. Etapas de la dictadura y
principales características de cada una de ellas. El contexto internacional: del aislamiento al
reconocimiento exterior.
El triunfo del General Franco en la Guerra Civil española (1936 – 1939) supone para España el comienzo
de una dictadura con evidentes rasgos fascistas, que se prolonga durante casi cuarenta años.
Fundamentos ideológicos y apoyos sociales
La sublevación militar de julio de 1936 pretendía tanto destruir a las fuerzas de izquierdas, que aspiraban
a una revolución social en España, como anular las libertades básicas que estableció la República. Esto
suponía romper con el Estado liberal iniciado en el XIX para crear un Estado nuevo. El nuevo Estado
tendrá rasgos propios del fascismo, pero también otros propios de la formación personal del dictador.
Falange fue tan sólo un instrumento de gobierno en manos del dictador. Se trató, por tanto, de una
dictadura personal en la que Franco trataba de mantener un equilibrio entre las distintas “familias” que
apoyaban al régimen: la familia falangista, la familia militar, la familia católica, la familia tradicionalista.
El nuevo Estado nunca tuvo una constitución, sino que se rigió por una sucesión de leyes fundamentales
que a lo largo de los años fueron configurando su estructura. Destacan las siguientes:
Ley de la Administración Central del Estado: Otorgaba a Franco el papel de Jefe del Estado, el poder
ejecutivo como Presidente del Gobierno, y también el poder legislativo al tener la potestad de dictar
normas.
El Fuero del Trabajo: Exaltaba el valor del trabajo y definía el papel de los sindicatos. Estos eran
“sindicatos verticales”, controlados por el Estado; integrados por empresarios y trabajadores.
Ley Consultiva de las Cortes: El Parlamento perdía toda potestad legislativa. Su papel era meramente
consultivo, y sus miembros no eran elegidos por los ciudadanos.
Fuero de los Españoles: Definía los derechos y deberes de los españoles. Aprobado tras la victoria
aliada en la Segunda Guerra Mundial, pretendía reducir la imagen dictatorial del régimen. Sin
embargo, no hubo un reconocimiento efectivo de la libertad de conciencia, ni de expresión, ni de
reunión o asociación. Durante toda la dictadura hubo un control total de la información mediante la
censura y la propaganda.
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Ley de Referéndum (1945): Destinada también a dar una mínima apariencia democrática, establecía la
posibilidad de realizar votaciones para leyes de especial trascendencia. Sólo se realizaron dos: Para la
ley de Sucesión (1947) y para reafirmar los principios autoritarios de régimen con la Ley orgánica del
Estado de 1967.
Ley de Sucesión: Estableció que España era un reino, aunque sin rey efectivo y con un Jefe de Estado,
Franco, que ejercía de regente vitalicio. Franco pactó con Don Juan de Borbón (1948) que la sucesión
recaería en su hijo, el infante Juan Carlos, que sería educado bajo la dirección política del Caudillo.
Los apoyos fundamentales del régimen fueron el Ejército y la Iglesia. El estado se declaró
confesionalmente católico. La Iglesia a cambio de bendecir la dictadura recibió una importante ayuda
material, al tiempo que adquiría un papel predominante en la enseñanza y la vida social. El régimen se
convirtió en un instrumento de las clases dominantes, pero no sólo la oligarquía económica apoyó al
dictador. Amplios sectores del campesinado y de las clases medias urbanas también mostraron su
adhesión deseosos de un gobierno de orden y autoridad que frenase la presión obrera.
1. El triunfo y asentamiento del régimen (1939-1959). Entre 1938-42 la figura más relevante del
Régimen fue Serrano Suñer, ministro de Gobernación del primer Gobierno franquista encargado de
diseñar un Estado con tintes nacionalsindicalistas. Además, en el plano de política interior, durante el
primer franquismo constatamos ya la tendencia de Franco a rodearse de una facción o “familia” en
función de las necesidades existentes en cada momento de su mandato.
Inicialmente serán falangistas y militares los que ocupen los principales ministerios y a partir de 1945,
coincidiendo con la derrota de los fascismos, se incrementó la influencia política de los católicos
próximos a la ACNP y posteriormente al Opus Dei. Franco intenta así limar los rasgos decididamente
fascistas de su régimen y presentarse ante la opinión internacional como el defensor de un
nacionalcatolicismo en el que destacarán figuras como Martín Artajo (ministro de Asuntos Exteriores) y
Carrero Blanco (subsecretario de la Presidencia). Este lavado de imagen se completa además con la labor
“constituyente” ya mencionada que pretendía legitimar el Estado. La fecha con la que cerramos la etapa,
1951, supone la celebración de una serie de protestas sociales y huelgas relevantes que dinamitarán
algunos cambios políticos y económicos en el país.
En la etapa del Gobierno autárquico (1945-1951) tendrán mayor influencia los políticos católicos (Acción
Católica); los falangistas mantenían el Ministerio de Trabajo y Justicia (Girón de Velasco) y el control
sindical. Tenían que gestionar la autarquía económica y el aislamiento internacional.
En el Gobierno “bisagra” (1951-1957) destaca Carrero Blanco como ministro de Presidencia. Los
acuerdos con Estados Unidos (1953) inician el reconocimiento internacional del régimen: Concordato con
la Santa Sede (1953), ingreso en la ONU (1955). Comenzó el crecimiento económico unido al fin del
aislamiento, pero en 1957 el Estado estaba al borde de la bancarrota, Franco formó un Gobierno de
tecnócratas, que pondría en marcha el Plan de Estabilización (1959).
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3. La crisis final (1973-1975). Etapa de inestabilidad del régimen (división interna del mismo), a nivel
internacional era un régimen caduco, y en el ámbito económico la crisis internacional de 1973 inició una
recesión económica.
Sin embargo, ante el giro de los acontecimientos militares a favor de los aliados (1943) Franco trató de
acercarse ante los previsibles vencedores y manifestó abiertamente su neutralidad. Finalizada la guerra,
las potencias aliadas sometieron al franquismo a una dura condena política y a un aislamiento
internacional. Una resolución de la O.N.U. en 1946 tachó a España de régimen fascista y recomendó a los
Estados miembros que retiraran sus embajadores. Se prohibió a España la pertenencia en los organismos
internacionales relacionados con la ONU.
Franco comenzó a realizar cambios tratando de reducir los aspectos fascistas más evidentes, es entonces
cuando promulga el Fuero de los Españoles y comienzan los indultos a presos políticos. Pero el verdadero
motivo para superar el aislamiento internacional volverá a ser externo: en 1947 estalla la “guerra fría”. Al
bloque capitalista, encabezado por EEUU, le interesaba que España estuviese en su esfera de influencia.
El valor estratégico de la Península Ibérica y el carácter anticomunista del franquismo pesaron más que la
falta de democracia.
En 1950, la ONU revocó la resolución de bloqueo contra España, y retornaron los embajadores. A partir
de 1953 se produjeron los mayores éxitos de la diplomacia franquista: Se suscribió un tratado con EEUU,
que autorizaba a los americanos a establecer bases militares en la Península, a cambio de ayuda
económica. Ese mismo año se firmó un nuevo Concordato con el Vaticano: España se obligaba a
subvencionar al clero y daba a la Iglesia plena libertad para sus actividades religiosas y educativas. En
1955, España fue admitida en la ONU y desde entonces comenzó el reconocimiento internacional al
régimen franquista (integración en el Banco Mundial, el FMI, etc.)
El exilio
Miles de españoles tuvieron que marchar al exilio terminada la guerra civil (se estima que alrededor de
35000). Algunos acabaron en campos de concentración nazis (en Mauthasen hubo más de 7000
españoles), otros se enrolaron en la resistencia francesa anti-nazi, o lograron huir a la URSS o países
hispanoamericanos como México y Argentina. La victoria aliada dio ánimos a los sectores republicanos:
En 1945, José Giral (refugiado en México) fue nombre Presidente y se formó un gobierno en el exilio.
Este gobierno no logró el respaldo de las grandes potencias ni tampoco consiguió influencia en el interior
de España, donde las organizaciones eran duramente reprimidas. Tan sólo cobró fuerza un movimiento
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guerrillero (“los maquis”) impulsado por el Partido Comunista. En su momento de mayor auge contó con
unos 2500 guerrilleros, pero la acción implacable de la Guardia Civil y el ejército acabó por aniquilarlos.
Transformaciones económicas
En 1957 Franco realizó una importante remodelación de gobierno, del que salieron los representantes
más radicales del falangismo. La medida era tomada después de la gran resonancia que alcanzó la
protesta universitaria de 1956 en Madrid, donde se enfrentaron estudiantes antifranquista y miembros
del SEU. En el nuevo gobierno los ministerios económicos de Hacienda (Navarro Rubio) y Comercio
(Alberto Ullastre) pasaron a estar controlados por el Opus Dei. Se iniciaba así un proceso de ocupación
progresiva de cargos ministeriales por parte de miembros de esa organización religiosa. Los nuevos
ministros fueron clasificados como “tecnócratas” porque orientaban su labor hacia la eficacia técnica y
económica, al margen de algunos planteamientos ideológicos del franquismo anterior.
Los nuevos ministros del Opus Dei impusieron un cambio de orientación en la política económica dado el
evidente fracaso de la política autárquica. Su proyecto más ambicioso fue el Plan de Estabilización de
1959, elaborado tras un informe previo del FMI y con una fuerte ayuda exterior. Perseguía tres grandes
objetivos: Frenar el crecimiento de la inflación, liberalizar la economía interior y eliminar trabas al
comercio y la inversión extranjera.
Los resultados inmediatos fueron traumáticos (cayeron los salarios, quebraron empresas no rentables,
aumentó el paro,…), pero durante los años sesenta se empezaron a notar los efectos positivos de la
estabilización presupuestaria que se plasmaron en una importante expansión económica.
Una vez que se logró equilibrar los presupuestos se pusieron en marcha “los Planes de Desarrollo”. El
proyecto consistía en iniciar un desarrollo acelerado, basado en la coincidencia de objetivos entre el
Estado y las empresas privadas: a éstas, si aceptaban las condiciones del Plan, se les concedían ventajas
fiscales, financieras y laborales; las empresas públicas, debían someterse obligatoriamente a él. Desde
1964 a 1975 se elaboraron tres Planes de Desarrollo cuatrienales, pero el último de ellos se abandonó en
1973, coincidiendo con el inicio de la crisis económica internacional. Para supervisar el funcionamiento
de estos planes se nombró como comisario a Laureano López Rodó, posteriormente elevado al rango de
ministro.
Uno de los aspectos más destacables de estos Planes fue la creación de los llamados Polos de Desarrollo.
Se eligieron ciertas zonas atrasadas del país, pero con posibilidades económicas, para establecer allí
empresas. El Estado estimulaba al capital privado a invertir en esos lugares mediante subvenciones,
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créditos baratos y descuentos fiscales. Así se crearon entre 1964 y 1972 doce polos de desarrollo;
destacan Vigo, Valladolid, Huelva, Zaragoza…
No obstante, no todo fueron logros. El “milagro económico español” también tuvo aspectos negativos:
Se originaron grandes desequilibrios regionales, amplios territorios quedaron despoblados y rezagados
económicamente; el empleo no creció en la misma medida que las cifras macroeconómicas, una parte
importante de la población activa tuvo que emigrar al extranjero, para huir del paro y la miseria; además
la balanza comercial española siguió siendo deficitaria por la necesidad de importar productos
energéticos, maquinaria y materias primas. La inversión extranjera, los ahorros que los emigrantes
enviaban a España y la entrada masiva de divisas por el turismo pudieron compensar el déficit comercial.
Las grandes ciudades tuvieron que hacer frente al aluvión de inmigrantes procedentes del campo, pero
se hizo sin la necesaria planificación. Esto supuso graves problemas de vivienda e infraestructura urbana,
el chabolismo se convirtió en un problema evidente en las ciudades españolas.
La mentalidad española comenzó a cambiar con el contacto con el exterior. A los turistas que llegaban a
España el régimen les consentía actitudes y prácticas normales en Europa, pero que contrastaban con la
moral conservadora de la España oficial. También el regreso, por vacaciones o de forma definitiva, de los
emigrantes introducía en España la nueva mentalidad europea. Poco a poco se extendió la denominada
sociedad de consumo; los hogares españoles empezaron a equiparse con electrodomésticos (frigoríficos,
televisores, etc.). El 1958, Televisión Española (TVE) comenzó sus emisiones y, pese a las rígida censura,
contribuyó a superar la moral ultra-católica. También se popularizó el automóvil, sobre todo a partir del
SEAT 600, de producción nacional.
Además se dio un espectacular incremento de la población por el llamado “baby-boom”, impulsado por
la política pronatalista del régimen. España pasó de 25 millones de habitantes en 1940 a 36 millones en
1975. La demanda de educación se extendió notablemente. La Iglesia no podía cubrir ya todas las
necesidades educativas y el Estado tuvo que aumentar las inversiones en educación. El analfabetismo
disminuyó de manera drástica, hasta alcanzar los niveles de los países más avanzados.
El régimen de Franco no favoreció la emancipación femenina, pero el cambio social también se hizo
notar en este tema. La mujer se incorporó masivamente a los estudios de bachillerato y en menor
medida a los universitarios. También comenzó su acceso al mundo del trabajo, aunque era muy
frecuente que las mujeres renunciaran a su empleo de solteras después de casarse.
Tal vez el cambio más trascendental fue el crecimiento de las clases medias: La polarización social que
caracterizaba a España (una minoría muy rica y una gran mayoría pobre) fue atenuándose
paulatinamente con el desarrollo económico.
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Consolidación del régimen: Inmovilismo político
Si en el plano económico y social España se acercó a las formas de vida europeas, en lo político no se
originó un proceso paralelo de liberalización y apertura, sino un atrincheramiento en el autoritarismo del
régimen. El Opus Dei fue aumentando su poder en los gobiernos franquistas. En el llamado “gobierno
monocolor” (1969) once de los dieciocho ministerios estaban dominados por tecnócratas del Opus. La
dureza del régimen continuó durante toda la década de los sesenta. España trató de ingresar (1962) en la
Comunidad Económica Europea (CEE). Un grupo de exiliados españoles manifestó en Múnich su rechazo
y recomendó su no admisión al no reconocerse libertades básicas. España no fue admitida y el régimen
comenzó a hablar del “contubernio de Munich” y multiplicó las detenciones de dirigentes de la
oposición. Julián Grimau (dirigente comunista) fue ejecutado en 1963 en medio de un gran escándalo
internacional.
La rígida moral católica trató de mantenerse y las medidas de liberalización fueron más aparentes que
reales. En 1966 se aprobó la Ley de Prensa e Imprenta por el ministro de Información y Turismo Manuel
Fraga Iribarne. Esta ley eliminaba la censura previa, pero no garantizaba la libertad de expresión. La
nueva ley no fue bien acogida ni por los más reaccionarios franquistas ni por la oposición, que percibió la
ley como una trampa. La segunda medida aperturista fue la Ley de Libertad Religiosa (1967), por la que
se reconocía la igualdad de todas las confesiones religiosas.
En 1967 se promulgó la última de las Leyes Fundamentales del franquismo, la Ley Orgánica del Estado
que mantenía la esencia autoritaria del régimen y continuaba otorgando a Franco como Jefe del Estado
un poder prácticamente ilimitado. Para garantizar la continuidad del régimen, en 1969 Franco nombró a
don Juan Carlos como su sucesor a título de rey. El propósito de Franco era establecer una monarquía
continuadora de su propio régimen a su muerte (todo debía estar “atado y bien atado”, en palabras del
dictador).
La oposición a la dictadura: principales grupos y evolución en el tiempo. La crisis del franquismo desde
1973 a la muerte de Franco.
La oposición a la dictadura: principales grupos y evolución en el tiempo
Tras la Guerra Civil, la oposición quedó desmantelada. Su reconstrucción fue lenta y dificultosa y tuvo
que hacerse en la clandestinidad. Durante la segunda etapa del franquismo, la sociedad española
experimentó una de las transformaciones económicas y sociales más profundas de su historia, mientras
que el régimen de Franco se mantuvo anclado en sus principios dictatoriales. Pese a la propaganda oficial
sobre “el milagro español”, la falta de libertades democráticas y las nuevas condiciones sociales
estimularon el surgimiento de movimientos de oposición al régimen. Todo ello condujo al franquismo a
una crisis, que empezó a poner en evidencia que el franquismo no sobreviviría a la muerte de Franco.
El movimiento obrero: El sindicato más importante fue CCOO (Comisiones Obreras, de ideología
comunista y liderado por Marcelino Camacho); también destacaron UGT (socialista), USO (cristiano) y
ELA-STV (nacionalista vasco).
La oposición de un sector de la Iglesia, como consecuencia del Concilio Vaticano II (1962 – 1965). El
Concilio Vaticano II puso en evidencia que la Iglesia católica española debía distanciarse del régimen
franquista y cesar en el apoyo incondicional que le había otorgado desde 1939. Para impulsar esta
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nueva orientación, la Santa Sede procedió a renovar la jerarquía eclesiástica y puso al frente de la
Conferencia Episcopal al cardenal Vicente Enrique y Tarancón, claro dirigente del sector conciliar y
reformista.
No sin pocas resistencias por parte de los obispos y del clero más tradicionalista, Vicente Enrique y
Tarancón llevó a la Iglesia española a posicionarse decididamente a favor de las libertades
democráticas y la reconciliación política, lo que llegó a provocar la irritación del gobierno.
La oposición dentro del ejército, organizada en torno a la UMD (Unión Militar Democrática).
Los grupos y partidos políticos ilegales. En el interior de España proliferaron los partidos que, desde la
clandestinidad, desarrollaron una labor sistemática de oposición al régimen. Destacan:
El Partido Comunista de España (PCE), dirigido por Santiago Carrillo, lideró la lucha contra el
franquismo. En realidad el único con verdadera implantación en el interior del país.
El PSOE, dirigido por Felipe González desde 1974, muy minoritario dentro de España, empezó a
salir a la luz en las postrimerías del franquismo.
Los nuevos partidos de extrema izquierda, que canalizaron el descontento de la juventud más
radical. Algunos de ellos derivaron hacia el terrorismo como el FRAP y el GRAPO.
Dentro de los grupos nacionalistas hay que distinguir la tendencia moderada: PNV en el País Vasco,
Convergencia Democrática y Ezquerra Republicana en Cataluña. Y la tendencia terrorista Euskadi
ta Askatasuna (ETA).
Seis meses después, el 20 de diciembre de 1973, un atentado de ETA acababa con la vida del Almirante
Carrero Blanco. Era un golpe durísimo para el régimen, con Franco cada vez más enfermo, Carrero era el
único capaz de mantener unidos a los diferentes sectores del franquismo. A partir de ese momento
creció la fractura entre los inmovilistas (conocidos como “el bunker” y defensores del carácter
inalterable de los principios del Movimiento -Girón, Solís, Blas Piñar-) y los aperturistas (partidarios de un
cambio progresivo que permitiese la formación de asociaciones políticas -Fraga, Aleiza, Pío Cabanillas-)
En enero de 1974 se formó un nuevo gobierno presidido por Carlos Arias Navarro, que pretendía unir a
aperturistas e inmovilistas. El programa del gobierno quedó resumido en el llamado “espíritu del 12 de
febrero”, fecha en la que el nuevo presidente presentó en las Cortes un proyecto de apertura hacia un
mayor pluralismo político. El “bunker” denunció el inminente peligro de destrucción del régimen y Arias
Navarro volvió a acercarse al inmovilismo. Pese a la publicación de la Ley de Asociaciones Políticas
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(diciembre de 1974), el clima de inestabilidad política fue en aumento. Proliferaron las manifestaciones
callejeras y las huelgas obreras, además los grupos de oposición promovieron la creación de organismos
unitarios para reivindicar la democratización del país e impedir la continuidad del franquismo:
En 1974, por iniciativa del PCE, se formó en París la Junta Democrática de España, que integraba a
fuerzas de izquierda (sin el PSOE) e incluso a algunas personalidades de la derecha democrática.
Propugnaban la formación de un gobierno provisional que implantase un régimen democrático.
En los últimos años de la dictadura se produjo también un recrudecimiento de la violencia política: ETA
incrementó sus atentados y, además, creció un terrorismo de ultraizquierda (GRAPO y FRAP). El
franquismo respondió con una intensificación de la represión: Un joven anarquista (Puig Antich) fue
ejecutado en 1974; el decreto de Ley Antiterrorista (1975) significó en la práctica la instauración de un
estado de excepción permanente. Apenas dos meses antes de la muerte del dictador fueron ejecutados
cinco activistas de ETA y del FRAP, a pesar de las numerosas peticiones internacionales de indulto.
El final definitivo del régimen vino por el agravamiento de la enfermedad de Franco a lo largo de 1974 y
1975. Con el dictador incapacitado para ejercer sus funciones de Jefe del Estado, estalló el “conflicto del
Sahara”. El rey Hassan II de Marruecos, que contaba con el apoyo de EEUU para frenar una posible
expansión de la Argelia socialista, organizó la Marcha Verde, una invasión pacífica del Sahara. España
optó por claudicar: Firmó el Acuerdo de Madrid, que suponía la entrega del Sahara a Marruecos y a
Mauritania. El abandono de España inició un conflicto todavía no resuelto en la actualidad (el Frente
Polisario reclama la independencia del pueblo saharaui).
Al término de la guerra civil buena parte de los intelectuales y artistas españoles tuvieron que partir al
exilio; las manifestaciones culturales en España hasta 1955 estuvieron marcadas por el clasicismo y la
exaltación del nacionalismo español. La censura vigiló las actividades intelectuales y a los medios de
comunicación limitando considerablemente la creación. Aún así, Camilo José Cela en “La familia de
Pascual Duarte” o Buero Vallejo en “Historia de una escalera” reflejaron las duras condiciones de vida.
Entre 1956 y 1975, con el desarrollismo, cambió el mensaje del franquismo, que propició el crecimiento
de la cultura de evasión: Cine folklórico, comedia intrascendente, fútbol y toros. La respuesta de los
intelectuales fue un mayor compromiso social: nacía la llamada generación realista, con obras como “El
Jarama” de Sánchez Ferlosio o “Las ratas” de Delibes. El cine también se renovaba reflejando la sociedad
española de una manera crítica: “Bienvenido Mr Marshall” de García Berlanga o “Muerte de un ciclista”
de Bardem. A finales de los 60 nació una literatura experimental, con prosistas como Juan Goytisolo y
poetas como José Ángel Valente.
La cultura española siguió desarrollándose durante el franquismo también fuera del país. Entre los
intelectuales del exilio destacan el poeta Rafael Alberti o el ensayista liberal Salvador de Madariaga.
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Bloque 12: La España actual.
1. La Transición: alternativas políticas tras la muerte de Franco. El papel del rey y el gobierno de
Adolfo Suárez. El restablecimiento de la democracia: las elecciones de junio de 1977. La
Constitución de 1978. El Estado de las Autonomías. El terrorismo durante la Transición.
La Transición: alternativas políticas tras la muerte de Franco. El papel del rey y el gobierno de Adolfo
Suárez. El restablecimiento de la democracia: las elecciones de junio de 1977. La Constitución de 1978.
El Estado de las Autonomías. El terrorismo durante la Transición
Con el fallecimiento de Franco (1975) comenzó el periodo conocido como la Transición: El rey Juan Carlos
I asumió la Jefatura de Estado. A partir de entonces se sucedieron cambios sustanciales, culminados con
la aprobación de la Constitución de 1978, que transformaron España en una monarquía constitucional.
En su discurso de proclamación como jefe de Estado, Juan Carlos I dejó entrever vagamente su voluntad
democrática y días después concedió un indulto parcial que sacó de las cárceles a algunos presos
políticos como a Marcelino Camacho (líder de CCOO). No obstante, el rey actuó con gran prudencia y
decidió mantener en el cargo al que había sido presidente del último gobierno de Franco, Carlos Arias
Navarro. Este hecho decepcionó a la oposición democrática y a buena parte de la sociedad española que
sufría además las consecuencias de una grave crisis económica, iniciada en 1973. El primer gobierno de
Arias Navarro (1975 – 1976) incluía a gran número de elementos de la línea dura del franquismo
(búnker), aunque también había políticos de la línea aperturista, como Manuel Fraga, Areilza o Antonio
Garrigues.
En los primeros meses de 1976 se sucedieron huelgas y manifestaciones obreras provocadas por el
constante deterioro del poder adquisitivo de los salarios. El talante represivo del gobierno de Arias
Navarro quedó patente en los “sucesos de Vitoria”, donde con motivo de una huelga general se
emprendió una brutal represión policial que se saldó con un centenar de heridos y cinco muertos.
El Rey, tras lo ocurrido en Vitoria, consciente de que Arias se negaba a emprender una auténtica reforma
política le forzó a dimitir. Al elegir a su sucesor Juan Carlos I tomó una decisión crucial: nombró a Adolfo
Suárez, un joven político del régimen que estaba, sin embargo, dispuesto a transformarlo (julio, 1976).
Suárez apostó claramente por el cambio de régimen: Amnistió a los presos políticos, inició contactos con
líderes de la oposición de izquierdas, como Felipe González (PSOE) y Santiago Carrillo (PCE), y anunció la
convocatoria de elecciones generales antes de un año. El proyecto de cambio se concretó en la Ley
para la Reforma Política. Se trataba de una ley transitoria, con rango de Ley Fundamental, que establecía
el procedimiento para la creación de unas nuevas Cortes elegidas por sufragio universal y directo. Como
Ley Fundamental requería la aprobación de las Cortes franquistas y un referéndum. Sorprendentemente
una amplia mayoría de las Cortes aprobó la ley (“harakiri”); en el posterior referéndum (15 de diciembre
de 1976) el 94 % de los españoles votó a favor de la reforma política.
Mientras avanzaba el proceso de democratización creció también la violencia política. Entre 1975 y 1977
hubo 67 asesinatos por causas políticas. Los GRAPO, organización terrorista de extrema izquierda,
trataron de desestabilizar la situación mediante asesinatos y secuestros, afirmaban que se estaba
construyendo una “democracia ficticia”. ETA, que se declaraba antifranquista y antiespañola,
consideraba que la democracia no llevaría la libertad al País Vasco y continuó con sus atentados. La
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extrema derecha también recurrió a la violencia para atacar a sus enemigos, los comunistas, y
desestabilizar la transición. En enero de 1977 pistoleros de extrema derecha asesinaron en Madrid a
cinco abogados laboralistas vinculados al PCE en la llamada “matanza de Atocha”. La disciplina del PCE y
sus demostraciones de fuerza provocaron que Suárez contactase con Carrillo para iniciar su legalización.
Santiago Carrillo aceptó reconocer la monarquía y ofreció su colaboración con la transición. En abril de
1977, dos meses antes de las elecciones, el PCE fue legalizado.
En junio de 1977, más de cuarenta años después, se celebraron elecciones libres en España: Votó el 79 %
de los electores; venció Unión de Centro Democrático (UCD), el partido creado por Adolfo Suárez, con un
34 % de los votos, el PSOE de Felipe González se convirtió en la segunda fuerza (27%), en menor medida
también obtuvieron representación el PCE, los nacionalistas catalanes y vascos, y Alianza Popular de
Fraga. España caminaba hacia la democracia en medio de una grave crisis económica: La inflación y el
paro no dejaban de aumentar, y el déficit creciente de la balanza de pagos amenazaba con llevar a la
quiebra a la economía española. Ante esa situación en se alcanzó un gran pacto social, los llamados
“Pactos de la Moncloa” que garantizaron la estabilidad social, mientras se elaboraba la Constitución.
La Constitución de 1978
Tras las elecciones de 1977 se realizó un gran esfuerzo para lograr un consenso entre todas las fuerzas
políticas. La comisión parlamentaria que elaboró el proyecto constitucional estuvo formada por siete
miembros -la Ponencia-: Estaban representados UCD, PSOE, PCE, Alianza Popular y Convergencia
Democrática de Cataluña (cedido por el PSOE); cada uno de ellos con un miembro, excepto UCD, que
tenía tres. El PNV quedó fuera de esa comisión de “padres de la constitución” y ese hecho tuvo nefastas
consecuencias. Los nacionalistas vascos calificaron de imposición española a la Constitución. Una vez
redactada, la Constitución fue aprobada en referéndum el 6 de diciembre de 1978 con un 88 % de votos
afirmativos. Tan sólo un mes antes de la aprobación se desmontó la llamada “Operación Galaxia”, un
plan golpista que intentaba detener las reformas. Las principales características de la Constitución son las
siguientes:
Se establece como forma política del Estado una monarquía parlamentaria. El jefe de Estado es el
Rey, que actúa como árbitro y moderador, jugando un papel casi exclusivamente simbólico.
La separación de poderes está claramente establecida. El poder ejecutivo recae en manos del
presidente del gobierno, elegido por el Congreso. El Presidente elige a sus ministros. El poder
legislativo reside en unas Cortes bicamerales, Congreso y Senado. Ambas cámaras son elegidas por
sufragio universal (mayores de 18 años). El poder judicial lo integran jueces y magistrados
independientes. El máximo órgano judicial es el Tribunal Supremo y en materia constitucional el
Tribunal Constitucional.
Existe una amplia Declaración de Derechos en la que se incluyen derechos y libertades destinados a
lograr la igualdad de todos los españoles: Libertad de expresión, de opinión, de prensa, de
asociación, de conciencia. España se declara estado aconfesional. Del mismo modo, queda prohibida
cualquier discriminación por razones de sexo, edad, religión, procedencia, etc.
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atendiendo, sobre todo, a las reivindicaciones de autonomía de Cataluña y el País Vasco. El Título VIII
establece la posibilidad de acceder al estado autonómico por vías diferentes: La “vía rápida” permitía el
acceso inmediato al autogobierno (art. 151) a las llamadas “nacionalidades históricas” (Cataluña, País
Vasco y Galicia); más adelante se sumó a esta vía Andalucía (tras la celebración de un referéndum en
1980). La “vía lenta” (art. 143) fue la utilizada por el resto de comunidades que poco a poco se sumaron
al autogobierno. Cataluña y el País Vasco accedieron a la autonomía en 1979 y el resto de comunidades
entre 1981 y 1983. A continuación se inició el proceso de transferencia de competencias, en la actualidad
todas las comunidades se autogobiernan mediante su propio parlamento legislativo, elegido por
sufragio, y un presidente autonómico, nombrado por dicho parlamento.
La actitud del rey y la falta de respaldo a los golpistas impidieron que el golpe de estado tuviera éxito. El
terrorismo de ETA también trató de desestabilizar la democracia española. El punto álgido de atentado
llegó en 1980 cuando ETA cometió 95 asesinatos. Las acciones de ETA se extendieron a todos los
sectores sociales y políticos, volviéndose cada vez más indiscriminadas (atentado de Hipercor, 1987). La
implicación de Francia y la mayor eficacia de los servicios de seguridad españoles lograron lentamente
disminuir la actividad terrorista.
Las etapas políticas de la democracia. Los gobiernos de la UCD. El golpe de Estado de 23 de febrero de
1981. La alternancia política: gobiernos socialistas y gobiernos del Partido Popular.
Tras la aprobación de la Constitución el gobierno optó por disolver las Cortes y convocar elecciones
generales en marzo de 1979. Los resultados fueron muy similares a los de 1977, con un nuevo triunfo de
la UCD por mayoría simple; la nueva legislatura estuvo marcada por la sucesión de crisis políticas y
económicas.
En enero de 1981 Adolfo Suárez dimitió, cuestionado por su propio partido (fracaso en elecciones
autonómicas y municipales), acosado por la oposición (moción de censura del PSOE), y presionado por
los militares (que le acusaban de no atajar el terrorismo y de romper la unidad de España.
El 23 de febrero de 1981 el teniente coronel Tejero asaltó el Congreso de los Diputados, mientras tenía
lugar la votación para nombrar a Leopoldo Calvo Sotelo nuevo presidente del gobierno. El intento de
golpe de Estado fracasó por la oposición del rey y la falta de apoyos militares. El gobierno de Calvo
Sotelo, pese a su brevedad (1981 – 1982), aprobó algunas leyes de gran repercusión: La Ley del Divorcio
y la integración de España en la OTAN. Calvo Sotelo, debilitado por las divisiones internas de la UCD,
decidió adelantar las elecciones. En 1982, el PSOE liderado por Felipe González venció por mayoría
absoluta en las elecciones generales. Con la alternancia de poder y el acceso de la izquierda al Gobierno
la Transición se da por concluida.
Primera legislatura (1982 – 1986): En las elecciones de 1982, el PSOE obtuvo un triunfo aplastante, al
obtener diez millones de votos, es decir el 48% de los votos emitidos, lo que se tradujo en una amplísima
mayoría parlamentaria. Felipe González estableció tres ejes de actuación:
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Plan de estabilización. Con el fin de salir de la crisis económica, el Gobierno aplicó un plan de ajuste –
subida de tipos de interés, devaluación de la moneda y reconversión industrial – que, en un principio,
provocó el aumento del paro y la reducción de la inversión. Sin embargo, a partir de 1985 la economía
empezó a recuperarse.
Reformas políticas y sociales: El PSOE inició una amplio programa de reformas entre las que destacan
las siguientes: La Reforma de las Fuerzas Armadas, que pretendía aumentar la operatividad del
ejército y acabar con el golpismo; cierre del mapa autonómico, se aprobaron los últimos estatutos de
autonomía, excepto los de Ceuta y Melilla; reformas educativas, se aprobaron la LODE (Ley Orgánica
del Derecho a la Educación: ampliación de la enseñanza obligatoria hasta los 16 años) y la LRU (Ley de
Reforma Universitaria: autonomía de las Universidades); reformas sanitarias, la Ley General de
Sanidad estableció un sistema nacional de salud gratuito y de carácter universal; regulación de la
objeción de conciencia al servicio militar; aprobación de la ley de despenalización parcial del aborto.
Segunda legislatura del PSOE (1986 – 1989): En las elecciones de 1986 los socialistas volvieron a obtener
mayoría absoluta. España se benefició de la expansión económica internacional que posibilitó la creación
de empleo, la subida de salarios y una política de inversión pública para la modernización de las
infraestructuras. Sin embargo, cuando el PSOE en 1988 presentó un proyecto de ley de empleo juvenil y
de liberalización del mercado laboral, que introducía contrataos más flexibles, CCOO y UGT convocaron
una huelga general que tuvo un seguimiento masivo. El proyecto fue retirado y el gobierno impulsó en
los meses siguientes una serie de medidas sociales que incrementaron las pensiones y la cobertura del
seguro de desempleo.
Tercera legislatura (1989 – 1993): En las elecciones de 1989 Felipe González volvió a obtener mayoría
absoluta en el Congreso, aunque por un margen menor. Esta legislatura estuvo marcada por las
celebraciones del año 1992 (Exposición Internacional de Sevilla y Juegos Olímpicos de Barcelona), que
sirvieron para mostrar al exterior la modernización de España. Pero en 1993 comenzó una grave crisis
económica mundial, agravada en España por las cuantiosas inversiones en los acontecimientos de 1992.
La crisis sobrevino además, cuando se había aprobado el Tratado de Maastricht, en el que se establecían
los criterios de convergencia económica europea para establecer la moneda única. En política exterior
España participó en 1991 en la Guerra del Golfo.
Cuarta legislatura (1993 – 1996): El PSOE ganó las elecciones en 1993, pero por mayoría simple. Para
gobernar Felipe González tuvo que pactar con Convergencia i Unió (Jordi Puyol). En esta legislatura se
firmó el Pacto de Toledo (1995) que garantizó el sistema público de pensiones. Pero la legislatura estuvo
marcada por los escándalos de corrupción de los máximos responsables del Banco de España y de la
Guardia Civil y la guerra sucia contra ETA (caso GAL), en la que se vio implicado el propio ministro de
Interior (José Barrionuevo). La oposición y buena parte de la prensa pedían incesantemente la dimisión
de Felipe González. En 1995 CiU retiró su apoyo al PSOE y Felipe González convocó elecciones
anticipadas.
En 1996 el Partido Popular (PP) gana las elecciones por mayoría simple, por lo que José María Aznar
tuvo que pactar con CiU y PNV para ser investido presidente del Gobierno. El giro conservador quedó
confirmado con las victorias del PP en las elecciones municipales y autonómicas. En esta primera
legislatura (1996 – 2000) el PP llevó a cabo una política económica liberal (reducción del gasto público,
privatización de empresas públicas y reducción de impuestos). El resultado fue el crecimiento de la
economía, la creación de empleo, la disminución del déficit, la caída de los precios y el aumento de la
renta per cápita. España cumplió las condiciones de convergencia establecidas en Maastricht y entró en
el euro. Otras medidas de la primera legislatura de José María Aznar fueron la supresión del servicio
militar obligatorio y la profesionalización de las Fuerzas Armadas.
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En el año 2000 el Partido Popular vuelve a ganar las elecciones, esta vez por mayoría absoluta, lo que le
permitió gobernar en solitario hasta 2004.
Cultura y mentalidades
La democracia ha traído consigo el incremento de la oferta cultural. Nunca antes se habían realizado
inversiones tan importantes en actividades e infraestructuras culturales. Se ha incrementado la
pluralidad ideológica con la aparición de nuevos medios de comunión escritos (El País, El Mundo, etc.) y
audiovisuales (plataformas privadas de televisión). También durante estos años ha habido un
reconocimiento internacional de la cultura española: Premios Nobel de Literatura a Vicente Aleixandre y
Camilo José Cela; o el Premio Pritzker de arquitectura a Rafael Moneo.
La libertad de expresión favoreció nuevas formas de cultura popular relacionadas con el ocio, la
comunicación y el espectáculo. En los años ochenta destacó la llamada “movida madrileña”. El cine
español fue recocido internacionalmente: Garci, Trueba y Almodóvar fueron premiados con el Óscar a la
mejor película de habla no inglesa. Todo ello propició que las mentalidades se transformasen. La
sociedad se secularizó y el modelo de familia tradicional empezó a convivir con otros nuevos. Se lograron
avances en la equiparación laboral y social de la mujer con el hombre y se generalizaron actitudes más
tolerantes hacia los diversos comportamientos sociales.
España firmó su ingreso en la CEE en 1985. La integración en Europa fue el mayor logro de la política
exterior del PSOE. El principal obstáculo para la integración de España era el peso de nuestro sector
primario: Francia temía perder cuota de mercado frente a España y el Reino Unido quería reducir las
subvenciones a la agricultura. España contó en su integración con el apoyo fundamental de Alemania.
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Desde el 1 de enero de 1986 España es miembro de pleno derecho de la CEE. Las consecuencias
económicas más importantes de la entrada en la CEE han sido:
La liberalización económica, que puso fin al tradicional proteccionismo español, obligó a una dura
reconversión de nuestra economía, pero supuso la apertura a los productos españoles de un mercado
de millones de personas con alta capacidad adquisitiva.
La aceleración del crecimiento económico gracias a la política de ayudas europeas, pensadas para
reducir los desequilibrios europeos. España se convirtió en receptor de importantes sumas de dinero
a través de los fondos estructurales y de cohesión social (Fondo Europeo de Desarrollo Regional –
FEDER-; Fondo Social Europeo –FSE-; Fondeo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola –FEOGA).
Estas ayudas han permitido fundamentalmente la modernización de las infraestructuras.
El aspecto más negativo de nuestra incorporación fue la pérdida inicial de numerosos puestos de
trabajo y la disminución drástica de algunos sectores como la pesca, la agricultura o la siderurgia.
Desde entonces España ha seguido apoyando el proceso de formación de la Unión Europea: Fue
aprobado en referéndum popular la fallida Constitución Europea de 2004 (que fracasó por la falta de
apoyo de otros países europeos), así como el Tratado Constitucional Europeo. Del mismo modo España
ha manifestado su respaldo a los procesos de ampliación de la Unión hacia la Europa del norte y del este
–hasta llegar a los 27 estados que la componen actualmente.
La vinculación con sus socios militares (OTAN) y económicos (UE) han provocado la abierta participación
de España en conflictos internacionales (Primera y Segunda Guerra del Golfo) y el decidido apoyo a
misiones de Paz y Seguridad (envío de fuerzas de interposición en zonas en conflicto –Balcanes, Líbano,
Afganistán, Haití, etc.-).
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Además España en el panorama internacional ha intensificado sus relaciones en dos áreas de atención
preferente: Iberoamérica y el Norte de África. España se ha convertido en el primer inversor en
Iberoamérica y, desde 1991, impulsa la celebración anual de la Cumbre Iberoamericana. En el norte de
África se cuidan las relaciones con Argelia, primer proveedor de gas natural y, sobre todo, con Marruecos
– Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación de 1991-, a pesar de sus reivindicaciones sobre
Ceuta y Melilla y el litigio sobre el Sahara occidental.
Con el inicio del siglo XXI, España se ha visto afectada también por nuevos retos internacionales como el
terrorismo internacional y el integrismo islámico: La posición española ha oscilado entre el alineamiento
incondicional con EEUU y el Reino Unido durante el gobierno de José María Aznar (foto de las Azores) y
la búsqueda de acercamiento entre occidente y oriente, la Alianza de Civilizaciones –gobierno de José
Luis Rodríguez Zapatero-, aunque manteniendo intactas las relaciones con la OTAN.
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