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ANALISIS ESTRUCTURAL DEL DELIRIO EN LA OBRA CONRAD

El análisis estructural es un método psicopatológico, que se asigna como tarea el


estudiar la Gestalt (término que se puede traducir como: forma, configuración o estructura)
de la experiencia viviente, que constituye la realidad fenomenológica concreta de un
síndrome psiquiátrico. Concentrándose sobre la esquizofrenia debutante, Conrad busca
esclarecer en acto la transformación del vivir, que sostiene la formación del cuadro
esquizofrénico.

Klaus Conrad (1905-1961) fue profesor de psiquiatría y neurología, así como


director de la Clínica Universitaria de Enfermedades del Sistema Nervioso en Gottingen
discípulo de Wagner von Jauregg y Otto Potzl, fue clínico e investigador excelente que
combinaba un sólido conocimiento de la patología cerebral con una profunda capacidad de
observación y reflexión psicopatológica.

Conrad presento su estudio en 1958, este se centró en brotes esquizofrénicos


recientes, seleccionando un numeroso grupo de sujetos relativamente homogéneos
(soldados todos del ejército alemán) ingresados en hospitales militares (ambiente pues y
modos terapéuticos no menos homogéneos). Estos criterios de selección (brotes tiernos,
varones en edad militar, presión ambiental y medios terapéuticos semejantes) permiten a
Conrad indagar las invariantes de la enfermedad.

Conrad se centró en el núcleo común, en la uniformidad de lo patológico, la normalidad de


la anomalía, la unidad de la esquizofrenia, donde cuanto ocurre se organiza en una totalidad
en la que cada pieza, cada síntoma, tiene sentido.

“El diagnóstico de la esquizofrenia se ha vuelto resbaladizo. Ninguno de los que


emplean esta palabra parece querer decir ni siquiera algo parecido, y ninguno sabe ya lo
que el otro entiende exactamente por ella. Ha llegado la hora de recordar de nuevo lo que
hasta ahora se ha conseguido en este terreno, y de preguntar qué dirección deberá tomar el
camino de la investigación en lo sucesivo”. Conrad

Su estudio se inscribe en la línea de investigación de psicopatología general, siendo


continuador de Jaspers y de la escuela de Heidelberg. El autor introduce elementos nuevos
a sus antecesores para la comprensión del delirio en la esquizofrenia, Conrad justifica la
necesidad de esto planteando que la única psicología existente en esa época era la Wundt
que se limitaba a descomponer lo psíquico en sus elementos y funciones fundamentales.
“¿Cómo habrían de abordarse con éxito mediante tal instrumento problemas como el del
delirio, cuya esencia se volatiliza inmediatamente, sólo con intentar entenderlo como el
trastorno de alguna función psíquica? …“Como es sabido, la impresión de turbidez de un
líquido desaparece cuando del vaso que lo contiene se toma sólo una pequeña parte para
contemplarla. ¿No habría de ocurrir algo similar con el enturbiamiento del espíritu?”

Conrad analiza el proceso de transformación de la experiencia en la esquizofrenia


distinguiendo 5 fases:

1) El trema: fase de ruptura en la cual el sujeto pierde las condiciones que aseguran
hasta el momento el sostén de su existencia.

2) La fase apofánica, tiempo del delirio propiamente dicho

. 3) La fase apocalíptica, periodo de estallido de la continuidad de la experiencia.

4) La consolidación, estadio de remisión del delirio.

5) El estado residual o residuo de la transformación esquizofrénica en lo que ella


comporta de irreversible.

Antes de presentarse como una enfermedad mental, la esquizofrenia es la


experiencia de una transformación del campo de la presencia a los entornos, a los otros y a
sí mismo. La comprensión del paciente esquizofrénico supone que uno adquiere un cierto
absceso a la forma transformada de su experiencia, es en este reencuentro y en el dialogo
terapéutico que uno puede ayudar al paciente a apropiarse de su historia.

La actualidad de la obra tiende ante todo a la tentativa del autor de hacer frente a eso
que le parece ser la crisis de la psiquiatría. Esta crisis que no se ha sobrepasado todavía
procede del desgarramiento de la psiquiatría entre dos tendencias irreconciliables. Una
explica el fenómeno psíquico buscando sus causas en la sustancia orgánica para abrir la vía
de un tratamiento biomédico de las enfermedades mentales, transformando el problema
psicopatológico en un problema fisiopatológico.

La otra tendencia apunta a comprender el fenómeno psíquico reportándolo a un


horizonte de sentido más largo, a la historia y al contexto de existencia, que hacen la
singularidad sin equivalente de cada subjetividad, promoviendo la comprensión de las
conexiones de sentido constitutivas del fenómeno psíquico, para transformar el problema
psicopatológico en un problema hermenéutico.

Frente a la situación crítica de la psiquiatría de su tiempo, Conrad busca promover


un método de investigación que pueda constituir una alternativa tercera y que él califica
análisis estructural (gestáltico). El análisis estructural se fundamenta en el método
fenomenológico.
“No se puede comprender por qué no había de reclamar el mismo interés científico el
hombre como sujeto que el hombre como objeto. Si nuestro interés concierne al hombre
enfermo mental en general, ¿por qué habría de pretender la ciencia estudiarlo sólo en su
ser-objeto y no en su ser-sujeto? ”. Conrad

“En este momento nos vemos obligados a una toma de posición, simplemente porque ello
determina cada vez más nuestra actividad terapéutica. .. Binswanger….insistiese que la
esquizofrenia era una enfermedad orgánica, su analítica de la existencia ha encendido la
idea de que la esquizofrenia es susceptible de psicoterapia, que es curable por psicoterapia.
Cada vez está más extendida la opinión de que el concepto no se refiere ni siquiera a un
grupo de enfermedades emparentada por su esencia (Zutt), sino que más bien sería,
sencillamente, una forma de fracaso humano, un signo de que un hombre sumido en una
crisis no es capaz de soportarla. En pocas palabras, sería una de las numerosas posibilidades
de incumplimiento de la existencia como tarea”.

“la fenomenología exige dar cuenta de todo fenómeno anímico, de toda vivencia
que aparezca en la exploración del enfermo y de sus propias descripciones. En ningún caso
debe uno darse por satisfecho con una impresión general y unos pocos detalles elegidos ad
hoc, sino que es preciso saber de qué modo se puede comprender y juzgar cada detalle“

“Esta forma de labor analítica la denominamos análisis gestáltico. Porque todo lo


vivido está configurado, y el análisis de hechos fenoménicos es siempre un análisis de
configuraciones”.

EL TREMA

Designamos esta fase, con una expresión tomada del lenguaje teatral, como trema.
Los actores llaman así al estado de tensión por el que pasan inmediatamente antes de entrar
en escena. El trema no es siempre idéntico a la angustia. Naturalmente, puede tratarse de
una angustia estremecedora, torturante y apenas controlable.

Cuatro rasgos hacen la singularidad del trema:

1) La acentuación más o menos crítica de la afectividad de base, esta tensión puede


tomar la tonalidad dominante de la angustia, o de la opresión, de la inhibición
depresiva o de la agitación.
2) En el trema nosotros estamos a la espera de un momento inminente, instante crucial
cuyo franqueamiento no autoriza si no dos posibilidades: la victoria o la derrota. Lo
inminente está en el aire, no entra en el cuerpo de lo presente. El trema, en ese
sentido, reviste a menudo la forma de un presentimiento de catástrofe.
3) El sujeto se siente “rodeado de barreras” que, siempre más estrechamente, delimitan
el campo de sus posibilidades, engendran finalmente una situación de indefensión
que empuja al sujeto a activar unas reacciones de indefensión, que son las acciones
desprovistas de sentido del esquizofrénico; donde el paciente busca liberarse de un
aumento de tensión insoportable a través de un pasaje al acto que consiste a “saltar
las barreras, , a no tener más en cuenta las reglas de juego, que implícitamente
estructuran nuestra inserción en un drama contextual dado.
4) Se caracteriza en fin por una pérdida de acceso al otro. Este se vive sea en el
registro de la depresión, sea en una atmosfera de desconfianza difusa, sea a través
de sentimientos indeterminados de falta, bajo la una o la otra de esas modalidades el
sujeto hace la experiencia espantosa de una ruptura entre él y los otros.

FASE APOFÁNICA

Es aquella donde se opera el pasaje que lleva de la vivencia de extrañeza dominante


en el trema hasta la modalidad especifica de la conciencia que Jasper caracteriza como
siendo una conciencia de significación donde la captación se impone de manera inmediata.

“El paciente delirante se comporta como el hombre en la revelación. La


significación de lo que es dado es para él manifiesta.

La apofonía se estudia en tres horizontes de experiencia:

1) El espacio externo, que designa en realidad el espacio del reencuentro entre el sujeto
y su mundo.
2) El espacio interno.
3) El cuerpo propio.

Tres etapas que articulan el desarrollo de la apofonía en la experiencia perceptiva:

1) El paciente reciente que la cosa percibida vale para él sin que él sepa todavía de qué
manera. El sistema de referencia se modifica el sentido donde todo componente del
campo perceptivo entra en una relación significante con el sujeto que la apunta. El
paciente hace aquí la experiencia de una significación a las ves profusas y confusas.
2) Se instala al momento donde una dirección se delinea y que comienza a precisar el
sentido de la situación. El espacio es por ejemplo percibido como un vasto campo
de prueba donde, por todas partes y en todo momento el paciente se siente espiado,
medido.
3) Se alcanza cuando la cosa percibida libera su sentido con una evidencia que no deja
más lugar a la duda. Alcanzamos allí entonces el nivel de la certitud delirante,
donde el paciente vive sin embargo sobre un modo receptivo como habiéndole sido
revelado o manifestado aquello que le atribuimos como una producción delirante.

FASE APOFÁNICA

La percepción delirante puede ser aprendida como una tentativa de responder al


trema, como una tentativa forzada de comprensión a través de la cual el paciente busca
apaliar lo obscuro puesto en cuestión de su existencia propia. En aras de una necesidad
torturante de claridad, el paciente está literalmente constreñido a desenvolverse para
encontrar algunas soluciones. La producción delirante puede así conseguirse como un
único esfuerzo por producir la historia o al menos para generar sentido allí donde no
hay sentido.

FASE APOCALIPTICA

Mientras que la apofanía preserva una cierta coherencia de la experiencia, el


sentimiento de unidad se derrumba cuando ciertos elementos situacionales comienzan a
dominar a un punto tal que amenazan de hacer estallar la continuidad del sentido. En
esta fase el paciente está sumergido por un flujo asintaxico de impresiones y de
representaciones, los datos de espacio interno y externo tienden a diferenciarse y a
fundirse bajo la misma forma de seres hablando para revelarse al sujeto.

La experiencia apocalíptica se caracteriza así por la destrucción de las diferentes


formas de continuidad que contribuyen a construir la cohesión situacional:

1) Pérdida de la cohesión perceptiva: la figura de lo sensible se inflan de una


vida inquietante y secreta que dice algo a aquel que las mira, pero se
arrancan en proporción al contexto en el cual ellas esta naturalmente insertas
siguiendo los sistemas de reenvió y de referencia que esboza la realidad
común de los espacios perceptivos.
2) Perdida de consecuencia de la conciencia: el yo no es más barrera sobre su
pensamiento que toma la forma de un flujo inmenso inalcanzable y sin fin de
imágenes y de figuras a las cuales él esta librado. Pérdida de la continuidad
del cuerpo propio: sentimiento de estar desgarrado o desfragmentado,
sensación de desplazamiento o de pérdida de órganos, impresión de ser una
marioneta tirada por hilos, etc.

Conrad explora el juego del delirio en relación a esta tercera fase


cataclismica; la construcción delirante (fase apofánica) podría conseguirse como
una tentativa de conjurar el apocalipsis, como un ensayo para escapar tanto del
estallido de la continuidad como al peligro de verse liberado a los fenómenos sin
poder disponer más del mínimo espacio de juego permitido a la ves de una
elaboración de sentido y el libre desarrollo de una conducta intencional.

FASE DE CONSOLIDACION

La desestructuración de la experiencia que se opera en la fase apocalíptica puede


acentuarse hasta un estado terminal que, de facto, corresponde a la salida letal de la psicosis
catatónica. Como una remisión puede producirse igualmente, y que se caracteriza por una
lenta parada del campo psíquico y por la cesación al menos parcial de la vivencia
apofanica.

Ese proceso llamado de consolidación no es siempre continuo, él puede comportar


oscilaciones entre correcciones de ideas delirantes y recaídas más o menos severas en la
experiencia apofanica. El paciente puede también comenzar a fijarse sobre ciertos temas
delirantes, pero también sobre una dinámica a tonalidad más neurótica.

La actitud a la transcendencia es de nuevo practicable. El paciente logra a operar la


inversión coperniquiana que le permite, en el intercambio con el otro, él percibirse a sí
mismo como habiendo sido afecto por la enfermedad, o de considerarse a sí mismo desde el
exterior y de reconocer también que la transformación no estaba situada afuera en el
mundo, como él se lo imaginaba hasta entonces en su delirio, si no, más bien en sí mismo.
(Fase de autocrítica)

EL ESTADO RESIDUAL

Incluso en el caso donde una remisión del delirio tiene lugar, la psicosis, no se cura
sin un resto; el paciente no vuelve jamás al estado anterior al brote esquizofrénico. Este
deja trazas indelebles bajo la forma de un estado residual que constituye una modificación
irreversible de la estructura de la experiencia viviente. El estado residual se compone de
fenómenos en apariencia poco específico: por ejemplo pérdida inatrapable de creencia y de
interés, falta de motivación y de concentración, alteraciones de la facultad de movilizarse,
de decidirse y de proyectarse en el porvenir. No es propiamente una fase, sino un estado
impasable. La modificación en la cual el consiste se instala desde el comienzo y atraviesa
en sordina el conjunto del proceso, constituyendo quizás incluso la modificación
esquizofrénica más específica.

Todo ocurre como que si la puesta en cuestión de la existencia propia que se


anuncia en el trema era un proceso afectivo que, pasando o no por el delirio, desemboca en
una alteración irreversible del sujeto: una pérdida de la fuerza tensional que se describe
como siendo una pérdida de la evidencia natural que, en el hombre sano, abala y soporta
espontáneamente el flujo del “poder-ser”.

Reflexiones finales sobre el análisis estructural del delirio en la obra de Conrad:


El estudio de Conrad se centra sobre la modificación estructural del vivir en el
proceso esquizofrénico mucho más que sobre los contenidos de la vivencia. El esfuerzo
que domina su estudio consiste en hacer aparecer las conexiones significantes: entre los
síntomas dispersos de la esquizofrenia, entre sus subtipos y, en última instancia, entre la
experiencia natural y delirio.

Conrad no se resigna a aceptar la incomprensibilidad del delirio y, en particular, de


la percepción delirante. Ese nuevo modo de aparición apofanica del mundo, implica un
nuevo modo de comunicación entre el sintiente y lo sensible, que se caracteriza por una
liberación de propiedades de esencia y una amortiguación conjunta de propiedades de
textura.

Cernir la singularidad de esta nueva forma de estar-en-el-mundo es la primera


condición de acceso a una comprensión de la percepción delirante. La segunda exigencia
consiste en reinsertar cada caso de experiencia delirante en la trama de conjunto de su
experiencia vivida del paciente, es decir en el horizonte de su mundo y de su historia
singular. Es allí donde el análisis estructural de Conrad se articula a la dimensión
hermenéutica de la psiquiatría, concebida no más como ciencia de la enfermedad, sino
como arte de tratar al enfermo.

Conrad promueve el desarrollo de una ciencia fenomenológica que, de manera


específica, aporte sobre el fenómeno psíquico. La experiencia viviente es el fenómeno
psíquico por excelencia; ella es en cierta manera la manifestación de lo psíquico operante.
La tarea de una ciencia fenomenológica en psiquiatría es, en ese sentido, la de analizar las
formas de la experiencia viviente que caracterizan las diferentes patologías y que
constituyen lo que uno puede llamar la estructura patológica especifica.

El acceso a la experiencia viviente de la cual el psiquiatra dispone pasa por el


reencuentro y el dialogo con el paciente. El método de la psicopatología fenomenológica
que Conrad promueve es un método esencialmente clínico, que no reposa sobre la sola
observación del enfermo, sino que implica la instauración de un espacio de palabra del cual
el paciente puede fiarse.

Entre tener una relación significante con el paciente esquizofrénico quien,


intersubjetivamente, vive en la ruptura en el exilio del sentido común exige también, de
parte del médico, un arte particular de movilizar lo que Conrad menciona como la variación
del sistema de referencia. Este arte debe permitirle a la ves de transcender él mismo el
sentido común y su fuerza de gravitación en un acto de inteligencia empática alegando la
singularidad de la experiencia viviente del paciente, y de reunir, en tanto que se pueda, la
trama desgarrada de esta experiencia a la trama del mundo común.

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