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José María Álvarez

Límites de la concepción fenomenológica


del delirio

Delirio y delirium; delirios crónicos como la tecnología extraclínica de los toda­


y delirios agudos vía humeantes S.C.A.N.3, recitan sobre este
particular las mismas características defini­
A dos siglos ya de las primeras concep­ torias. Pero, y este es nuestro asunto, ¿qué
tualizaciones y demarcaciones de la feno­ podemos mantener y qué debemos cuestio­
menología mental', bien vale el esfuerzo de nar de la definición tradicional de delirio?
ponderar el rigor de las definiciones más No podía ser de otro modo: al tiempo
establecidas y generalmente aceptadas de que se sostiene invariable la conceptualiza­
la psicopatología psiquiátrica. El delirio, ción, continuamente estallan malentendi­
objeto de nuestro trabajo, parece haber al­ dos a la hora de designar los fenómenos de­
canzado con Kraepelin, y especialmente lirantes en las lenguas más usadas en este
con Jaspers, una descripción incuestionable ámbito. Esto requiere una precisión breve,
de sus características consustanciales. Di­ pues se han hecho ya tantas que el galima­
cha conceptualización, capital en la feno­ tías se ha hipertrofiado.
menología de las psicosis, se transmite sin En las lenguas romances disponemos de
mayores limaduras ni cuestionamientos ge­ un único término (<<delirio»; en francés
neración tras generación en nuestro peque­ «délire») para nombrar, ciertamente, sínto­
ño mundo de la psicopatología2• Casi cien mas, cuadros y estados heterogéneos: tanto
años después de los textos de Kraepelin y las alteraciones globales de la experiencia
Jaspers, las clasificaciones internacionales perceptiva determinadas por infecciones o
más extendidas, D.S.M.-IV y C.LE.-lO, así intoxicaciones (la phrenitis de los griegos),
como las ideas delirantes más o menos or­
ganizadas4 • Acostumbramos a diferenciar
I El uso que se hará a lo largo de este texto del dichas experiencias subjetivas atendiendo
término «fenomenología», mientras no se indique lo
contrario, no coincide con la limitación acuñada por
al adjetivo que añadamos.
K. Jaspers en su Psicopatología general. Se usa en un En cambio, en alemán e inglés se usan
sentido más genérico para indicar el resultado del tra­
bajo de observación, cuantificación y clasificación
que la clínica de la mirada cierne sobre cualquiera de 3 Cfr. SCAN. Cuestionarios para la evaluación
los fenómenos del suceder mental. clínica en Neuropsiquiatría. Glosario. Definiciones
2 Entre la surtida panoplia de definiciones redun­ diferenciales de los ítems del SCAN y comentarios so­
dantes citaremos en primer lugar, para azuzar el fuego bre el texto, Madrid, Meditor, 1993, pp. 133-143.
de la polémica, la de A. Porot recogida en su célebre 4 No resulta infrecuente en estos días leer en al­
diccionario: «Siempre que se producen percepciones gunas publicaciones en nuestra lengua el término «de­
erróneas o juicios desviados, el psiquismo puede reve­ lusión» para traducir Wahn o delusion, siguiendo el
lar ideas falsas. La idea falsa se convierte en idea deli­ empeño de Honorio Delgado. La opinión más genera­
rante cuando se halla en oposición con la realidad y lizada, que es en este caso la nuestra, sigue empleando
choca con la evidencia. Una idea delirante que se el término «delirio» para nombrar las ideas delirantes
mantiene y continúa constituye el delirio». (POROT, A., y reserva «delirium» para aquellos cuadros confusio­
Diccionario de Psiquiatría, T. 1, Barcelona, Labor, nales en los que se evidencia una notable alteración de
1977, p. 329). la conciencia, como es el caso del «delirium tremens».

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., vol. XVI, n. Q 58, 1996, pp. 257-276.
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COLABORACIONES

dos términos: Wahn y Delirium, y delusion Ahora bien, hay algo más esencial en la
y delirium, respectivamente. Esta duplici­ definición del delirio cuando se arriesga la
dad está determinada por la atribución del identidad8 que no se agota en las disquisi­
delirio a un trastorno de la conciencia (De­ ciones terminológicas y semiológicas. Tra­
lirium), equivalente a la mencionada phre­ taremos en adelante de precisarlo.
nitis, o bien a un trastorno del juicio (Wahn 5 A lo largo de estos dos siglos de Psiquia­
y delusion), para referir las ideas delirantes. tría, el inicial macroconcepto Delirio ha ido
Pero las cosas no terminan aquí: H. Ey, en­ paulatinamente delimitando parcelas más
tre otros, considera que para hablar con precisas. Si para Pinel y Esquirol equivalía,
propiedad de Wahn o delusion tiene que grosso modo, a alienación mental, sus suce­
producirse un trastorno de conciencia. En sores promovieron diversas divisiones y
fin, más que preferencias terminológicas se oposiciones que siguen utilizándose en la
trata en último extremo de posiciones teóri­ actualidad. El cambio radical en la concep­
casb • De igual modo, fuera del discurso psi­ ción del delirio llegó esencialmente como
quiátrico, algunos psicoanalistas han pro­ consecuencia de la obra de J.-P. Falret. Di­
movido la oposición frontal entre el delirio cho cambio abrió las puertas a una nueva
psicótico y el delirium neurótico? visión pluralista de la patología mental al
5 G. Lantéri-Laura, con el buen criterio que le ca­
someter y encuadrar el alienismo en el mar­
racteriza, nos recuerda que la palabra Wahn, antes de co de la medicina. Lo que siguió fue el es­
significar «opinión falsa», «ilusión», «ofuscación», fuerzo de los clínicos de la segunda mitad
«quimera», quería decir «deseo». Cfr. G. LANTÉRI­ del siglo pasado por inventar las «enferme­
LAURA, «L'unicité de la notion de délire dans la psy­
dades mentales», una vez dinamitado el
chiatrie fran~aise moderne», en H. GRIVOIS (dir.) Psy­
chose naissante, psychose unique?, París, Masson, concepto unitario de locura, alienación, de­
1991, pp. 5-21. Esa resonancia popular perdida fue, lirio o Einheitpsychose9 •
nos parece, la razón por la que gran parte de la psi­ Las oposiciones a las que aludíamos
quiatría romántica alemana (Heinroth e Ideler), y casi unas líneas más arriba, es decir el proceso
un siglo después, en especial el suizo E. Bleuler, atri­
de transformación de «el delirio» en «los
buyera al delirio una vinculación con un deseo (tam­
bién un temor) imposible en la realidad común. delirios», pueden sintetizarse en:
6 Más detalles sobre las opiniones enfrentadas a 1. La oposición delirios crónicos-deli­
propósito del malentendido terminológico pueden rios agudos. Tras la bipartición de la me­
leerse en: H. EY, Hallucinations et Délire, París, Al­ lancolie de Pinel en monomanie y lypéma­
ean, 1933; R. SARRÓ, «Enfermedades mentales», en A.
nie, Esquirol sentó las bases para la poste­
PEDRO PONS (dir.) Tratado de Patología y Clínica Mé­
dicas, T. IV, Barcelona, Salvat, 1959, pp. 1.089-1.178;
H. DELGADO, «Psychopathologie des délires», Discus­
sion Congr. Mond. Psychiat., París, Hermann, 1952; 8 Una de estas perspectivas muy originales puede
A. COLODRÓN, Las esquizofrenias, Madrid, Siglo XXI, encontrarse en: F. COLINA, «La interpretación del deli­
1983, pp. 75-79; H. Ey, P. BERNARD Y Ch. BRISSET, rio», en VV.AA. Metáfora y delirio, Madrid, Eolia­
Tratado de psiquiatría, Barcelona, Toray-Masson, Dor, 1993, pp. 71-80.
1969, pp. 124-128 Yp. 500 Yss., Yen el excelente Dic­ 9 Para ser más precisos con los términos, debe­
cionario taxonómico de psiquiatría (México, F.C.E., mos recordar que Pinel intentó proscribir del lenguaje
1993, pp. 66-68) de Jean GARRABÉ. médico el término folie, para sustituirlo por aliéna­
7 Cfr. J.-e. MALEVAL y D. CREMNlTER, «Délire tion, término, a su vez, que J.-P. Falret sustituyó por
psychotique ou delirium névrotique. Essay de diffé­ maladies mentales. Algunos autores posteriores, como
renciation structurelle», Bulletin de Psychologie, To­ Ph. Chaslin volvieron a retomar el término clásico
mo XL, n.º 378,1986-1987, pp. 21-36. folie.
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rior demarcación de los delirios crónicos y saban con notables altibajos en el humor e
las psicosis afectivas. Al hilo de las críticas insomnio, y que remitían tan bruscamente
metodológicas que Jean-Pierre Falret in­ como habían comenzado l4 • Diferentes a las
fringió a la noción de monomanía 10, Char­ bouffées de Magnan, Ph. Chaslin aisló en
les Lasegue describió en 1852 el délire de 1895 la confusion mentale primitive para
persecutions, cuya organización nosológi­ agrupar un conjunto de trastornos de distin­
ca estaba esencialmente determinada por el ta etiología caracterizados por alteraciones
tema: todos esos sujetos variopintos eran del pensamiento conceptual, desorienta­
objeto de persecuciones ll • El conjunto de ción en el tiempo y en el espacio, concien­
las descripciones de delirios crónicos pos­ cia obnubilada, perplejidad, delirios, tras­
teriores llevadas a cabo por los clínicos de tornos de la memoria y falsos reconoci­
las dos generaciones siguientes son directa mientosl 5 • Diferente asimismo de los
o indirectamente críticas y matizaciones al cuadros anteriores, desde 1893 E. Régis
texto fundacional de Lasegue. perfiló las características clínicas y etioló­
En oposición a los delirios de larga evo­ gicas del délire onirique, en el que conflu­
lución y organización estable del cuadro yen cierta confusión y un delirio de ensue­
clínico a lo largo del tiempo, Georget mos­ ño, como si se tratara de un «verdadero
tró algunas de las características más rele­ sueño prolongado»16. Entre las apreciacio­
vantes del délire aigu 12 • A partir de 1886, la nes del pronóstico más relevantes, es nece­
noción bouffées délirantes des dégénérés sario recordar la de Chaslin: en un cuadro
creada por V. Magnan delimitó una parcela de inicio reciente, cuando aparece dicor­
dentro de los delirios agudos o arrebatos dance (entre los temas delirantes y los afec­
delirantes: delirios súbitos para los que no tos en juego) lo más probable es que este­
se encontraba una causa desencadenante, mos ante los primeros pasos de un delirio
polimorfos l 3, volubles y floridos, que cur­ crónico, pues se da una notable incompati­
bilidad entre la discordancia y los cuadros
10 Cfr. J.-P. FALRET, «De la non-existence de la
agudos.1 7
monomanie», en Des maladies mentales et des asiles
d'aliénés, París, J. B. Bailliere, 1864, pp. 425-448. El los delirios más desorganizados de las llamadas esqui­
trabajo mencionado fue publicado por primera vez en zofrenias. Para indicar lo contrario, la organización in­
1854. terna, la invariabilidad temática y la primacía de un
11 Cfr. Ch. LASEGUE, «Du délire de persécu­ mecanismo, por lo general la interpretación, se acos­
tions», en Ecrits psychiatriques, Toulousse, Privat, tumbra a usar el término «sistemático».
1971. Dicho texto se publicó originariamente en Ar­ 14 Cfr. V. MAGNAN, Le~ons cliniques sur les ma­
chives générales de médicine, en 1852. ladies mentales, París, Progres Médical, 1893 (2.ª
12 Cfr. E. GEORGET, De la folie. Considérations ed.).
sur cette maladie: son siege et ses symptomes; la na­ 15 Cfr. Ph. CHASLlN, La confusion mentale primi­
ture et le mode d'action de ses causes. Les moyens de tive, París, Asselin y Houzeau, 1895.
traitement qui lui conviennent. Suivies de recherches 16 Cfr. E. RÉGIS, Le délire onirique des intoxica­
cadavériques, París, Grevot, 1820, pp. 237-242. tions et des infections, Burdeos, G. Gounouilhou,
13 El término «polimorfo» con el que se acostum­ 1900. Los trabajos de Régis sobre el onirismo desarro­
bra a calificar determinado tipo de delirio debe enten­ llan y profundizan las constataciones de Lasegue so­
derse no sólo como alternancia múltiple de contenidos bre el delirium de los alcohólicos.
o temas delirantes, sino también como la diversidad de 17 Cfr. Ph. CHASLIN, Eléments de sémiologie et
mecanismos (alucinatorios, interpretativos, pasiona­ cliniques mentales, París, Asselin y Houzeau, 1912,
les, imaginativos) que se articulan y sumultanean en pp. 770 Y ss.
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Por su parte, los autores alemanes, aus­ orgánico (infeccioso, tóxico, etc.) las prue­
triacos y suizos prefirieron el término bas médicas y la anamnesis pueden sacar­
Amentia, propuesto por Theodor Meynert 18 nos de dudas. Si se trata de un cuadro que
para designar un cuadro de confusión (Ver­ es responsabilidad del sujeto, sólo la deter­
wirrheit) alucinatoria muy similar a las minación de los fenómenos elementales, la
bouffées. Específicamente, la Amentia xenopatía alucinatoria, la certeza y el inten­
nombraba un déficit de las asociaciones ló­ to de reconstrucción del delirio, y así como
gicas y una «disociación de la organización la ausencia de neurosis infantil nos permi­
afectiva»; tal déficit era el origen de la con­ ten confirmar el diagnóstico de psicosis; in­
cluso puede darse el caso de psicosis que
fusión alucinatoria que se ponía en marcha
coincidan con enfermedades orgánicas. Por
tras un traumatismo psíquico.
lo general, los problemas más frecuentes y
En cambio, aquellos cuadros más pare­ complejos llegan a la hora de diferenciar la
cidos al onirismo de Régis fueron general­ neurosis histérica (crepuscular, disociativa)
mente asumidos en las reacciones exóge­ de la estructura psicótica22 •
nas de Karl Bonhoeffer19 • En contraste con la confusión respecto a
Nada tiene de extraño el galimatías y la los cuadros agudos se sitúa la relativa ar­
confusión que se aprecian en las distintas monía con que la escuela francesa ha per­
organizaciones y síntesis que se han tratado geñado el grupo de los delirios crónicos.
de promover para perfilar este grupo hete­ 2. La demarcación y clasificación de
rogéneo de cuadros agudos 20 • Tal confusión los delirios crónicos en función de sus te­
reposa en la presunción de considerar sufi­ mas, su evolución y sus mecanismos. Tal
ciente el análisis fenomenológico. Si toma­ como indicábamos arriba, el delirio de per­
mos, por el contrario, una perspectiva de secuciones de Lasegue fue el referente a
reducción a las estructuras clínicas (neuro­ perfeccionar por las siguientes generacio­
sis-psicosis, en este caso) la complicación nes de alienistas. Aunque hoy en día nos
parece evaporarse 21 • Si se trata de un cuadro parezca banal organizar los delirios por sus
temas destacados, además de Lasegue,
también A. Foville23 y Legrand du Saulle24
18 Cfr. Th. MEYNERT, Klinische Vorlesungen über
Psychiatrie auf Wissenschaftlichen Grundlagen, Vie­
na, Braumüller, 1890. El propio Freud, su alumno, uti­ 22 Una gran innovación en la clínica diferencial
lizó el término Amentia en algunos de sus primeros estructural de los estados agudos, confusionales y cre­
bocetos psicopatológicos (<<Manuscrito K~~ y Carta 55 pusculares, llegó con las publicaciones de J.-e. Male­
a W. Fliess), pero sobre todo en el «Complemento me­ val, quien retoma la clínica clásica escrutándola desde
tapsicológico a la doctrina de los sueños~~, escrito en una orientación lacaniana. Entre sus numerosas publi­
1915. caciones pueden consultarse: Locuras histéricas y psi­
19 Cfr. K. BOHOEFFER, «Zur Frage der exogenen cosis disociativas, Buenos Aires, Paidós, 1987; «Las
Psychosen», Zentbl. Nervenheilk., n,u 32, 1909, pp. histerias crepusculares», Confrontaciones psiquiátri­
499-505. cas, 27, 1994, pp. 67-103; Y J.-e. MALEVAL et al.,
20 Puede consultarse a este respecto el Tratado de «Las variaciones del campo de la histeria en psicoaná­
psiquiatría de Ey, Bemard y Brisset, en el que una lisis», en VV.AA. Histeria y obsesión, Buenos Aires,
simple lectura revela las inconsistencias y la arbitra­ Manantial, 1986, pp. 83-90.
riedad de la articulación de estos cuadros clínicos. 23 Cfr. A. L. FOVILLE, Etude clinique de la folie
21 Es necesario para ello, como acertadamente avec prédominance du délire des grandeurs, París,
enfatiza F. Pereña, separar la estructura psicótica del J.-B. BAILLERE, 1871.
trabajo de la psicosis. Cfr. F. PEREÑA, «Delirio y sínto­ 24 Cfr. LEGRAND du SAULLE, Le délire des persé­
ma psicótico», Metáfora y delirio, cit., pp. 45-50. cutions, París, H. Plon, 1871.
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enfatizaron este aspect0 25 • Pero fue V. Mag­ han constituido el patrimonio más enco­
nan el que asestó las críticas más robustas miable de la psicopatología francesa sobre
al delirio de Lasegue cuando promocionó el delirio, y siguen considerándose actual­
su Délire chronique a évolution systémati­ mente 28 •
que; se trataba de privilegiar la evolución 3. La oposición de las ideas delirantes
inexorable y siempre idéntica que seguía primarias a las ideas deliroides (ideas de
cuatro fases: inquietud, persecución, mega­ apariencia delirante), de las que nos ocupa­
lomanía y demencia26 • La siguiente genera­ remos al tratar la psicopatología de Jaspers.
ción, el segundo clasicismo, se percató Una vez enmarcado el campo heterogé­
muy pronto de que el Delirio Crónico de neo y, muchas veces equívoco del concepto
Magnan era perfecto en cuanto a su des­ delirio, se expondrán las dos caracteriza­
cripción y a la organización teórica de sus ciones probablemente más influyentes de
pasos evolutivos, pero que no había manera
este concepto: la de Kraepelin y la de Jas­
de encontrar psicóticos que se amoldaran a
la evolución prevista. Surgió así una nueva pers.
variante de análisis psicopatológico centra­
do en el mecanismo psicológico más sobre­
saliente, y consecuencia de ello fue una El delirio en Kraepelin y en Jaspers
nueva clasificación de los delirios crónicos.
Se trataba de discriminar, muy forzada­ Suele convenirse en situar en la obra de
mente a veces, si el mecanismo esencial era Kraepelin el punto de partida de la concep­
interpretativo, alucinatorio, imaginativo o ción del delirio que pervive en la actuali­
pasionaF7. De hecho, todos estos trabajos dad 29 • Con el fin de no recargar con dema­
siadas referencias sobre la historia de la clí­
nica francesa y alemana3o , me limitaré a
25 En nuestro país, R. Sarró desarrolló una des­ anotar únicamente las posiciones de dos
cripción en unidades temáticas (mitologemas), con las autores, Séglas y Krafft-Ebing, que sinteti­
que creyó encontrar la esencia de lo que llamaba deli­
zan nítidamente las opiniones más amplia­
rios esquizoparafrénicos. Puede encontrarse abundan­
te información y bibliografía sobre el particular en el mente asumidas en el período pre-kraepeli­
n. Q 69 que la Revista Anthropos le dedicó en 1987. niano.
2b Cfr. V. MAGNAN, op. cit., pp. 220 Y ss. Una ver­ Jules Séglas define el delirio como «un
sión más perfeccionada puede leerse en V. MAGNAN y conjunto más o menos complejo de ideas
P. SÉRIEUX, «Délire chronique a évolution systémati­
que», en A. MARrE (dir.), Traité international de Psy­
chologie pathologique, vol. 11, París, F. Alean, 1910,
pp. 605-639. 28 Cfr. H. EY, P. BERNARO; Ch. BRISSET, op. cit.,
27 Los textos esenciales que innovaron esta per­ pp. 551-528.
pectiva, es decir, los de Sérieux y Capgras sobre las lo­ 29 Cfr. J. OBIOLS VIÉ, El caso Julia. Un estudio
curas razonantes, uno de los dos artículos de G. Ballet fenomenológico del delirio, Barcelona, Aura, 1969,
sobre la psicosis alucinatoria crónica, así como el tra­ p.65.
bajo esencial de Clérambault sobre la erotomanía, 30 Tales referencias pueden encontrarse desarro­
pueden encontrarse en nuestro texto: F. COLINA Y J. lladas en nuestro trabajo: La psicosis paranoica en la
M.i1 ALVAREZ (dir.), El delirio en la clínica francesa, clínica psiquiátrica franco-alemana (1800-1932).
Madrid, DORSA, 1994. Por su parte, el trabajo de E. Una reflexión sobre la construcción, desplazamientos
Dupré sobre los delirios de imaginación puede se ha­ y reducciones de la categoría «paranoia» en la clínica
llará en: E. DUPRÉ, Pathologie de l'imagination et de psiquiátrica, Tesis Doctoral, Universidad Autónoma
l'émotivité, París, Payot, 1925. de Barcelona, 1992.
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COLABORACIONES

mórbidas relativas al «yo» o a sus relacio­ medad cerebral, que sólo cura cuando cesa
nes con el mundo exterior»31. Unas páginas esta última. Por el contrario, el error del
más adelante destaca la distinción, bastante hombre sano cesará cuando se le convenza
consolidada en aquellos días, entre los deli­ de su absurdidad.
rios primitivos (aquellos que aparecen súbi­ 3. Por lo general, la idea delirante se
tamente y sin estar precedidos de otros de­ muestra en contradicción con la antigua
sórdenes psíquicos, ya sea en s\.ljetos que manera de razonar del enfermo, mientras
han presentado cierta predisposición, ya que el error del hombre sano de espíritu es
sea bajo la influencia de una causa ocasio­ explicable por sus anteriores concepciones,
nal) y los delirios secundarios respecto a por su instrucción.
otros trastornos psíquicos. Aunque no deja 4. La idea delirante del alienado y el
de abordar si el delirante se da cuenta o no error del sano tienen distintos puntos de
de sus ideas morbosas, y más precisamente apoyo: «Ambos pueden creer en la existen­
si tiene una certeza incuestionable o una cia de brujas, por ejemplo; pero este último
vacilación anodina, Séglas no alcanza a cree por superstición, por estrechez mental;
trenzar un argumento robusto sobre este as­ mientras que el primero cree porque las
pecto que se revelará, lo veremos, decisivo. siente y se siente amenazado por ellas»32.
Por su parte, R. von Krafft-Ebing en su Al releer estos argumentos es fácil caer
célebre Tratado conviene en precisar que en la cuenta de que nosotros podemos apli­
las ideas delirantes son alteraciones de la car sobre ellos mismos lo que el autor in­
naturaleza de la representación consecuti­ tenta explicar, o para decirlo de otro modo:
vas a una enfermedad cerebral. Enfatiza, y ¿son lo suficientemente robustos como pa­
en esto no se muestra muy tradicional, que ra despejarnos la duda de si se trata de erro­
no es suficiente con manifestar ideas erró­ res por apasionamiento o un delirio teóri­
neas para considerar eso un delirio, apor­ co? Ni siquiera el propio Freud lo tenía tan
tando cuatro consideraciones que pretende claro33 .
sirvan de guía para distinguir la idea deli­ Pero más allá de esta digresión, no le fal­
rante de un alienado del error de un hombre ta razón a Krafft-Ebing, y esto parece pro­
sano: barlo la clínica, cuando afirma que el error
1. A diferencia de la idea delirante, del hombre sano no le causa una influencia
producto de una enfermedad cerebral que excepcional en su forma de conducirse,
está en conexión etiológica y clínica con mientras que las ideas delirantes pueden
otros síntomas, el error es un resultado de
la ignorancia, de una falta de atención o de
una adhesión supersticiosa o apasionada a 32 KRAFFT-EBING, R., Traité clinique de Psychia­
trie, París, Maloine, 1897, pp. 89-90; traducción de la
determinadas ideas.
5. D ed. alemana.
2. La lógica y el razonamiento no sir­ 33 Freud cierra su texto sobre Schreber así: «Que­
ven de nada cuando se confrontan con la da para el futuro decidir si la teoría contiene más deli­
idea delirante, por ser un síntoma de enfer- rio del que yo quisiera, o el delirio, más verdad de lo
que otros hallan hoy creíble». (FREUD, S., Puntualiza­
ciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (De­
31 SÉGLAS, J.: «Séméiologie des affections men­ mentia paranoides) descrito autobiográficamente,
tales», en G. BALLET (dir.), Traité de pathologie men­ Obras Completas, vol. XII, Buenos Aires, Amorrortu,
tale, París, Tave Doin, p. 222. 1986, p. 72).
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COLABORACIONES

llevar al alienado a reacciones violentas en por el catedrático de Munich. Nadie que lo


los sentimientos y en los actos. haya leído reposadamente y se haya brega­
Así las cosas, Emil Kraepelin delimitó y do con psicóticos puede dejar de reconocer
definió, en especial en las últimas ediciones en los relatos de éstos, fulgurantes articula­
de Psychiatrie34 , el delirio (Wahn) como un ciones con los fenómenos retratados por el
error que se ha engendrado patológicamen­ filósofo y psiquiatra de Heidelberg.
te y que resiste cualquier argumentación Parte Jaspers de una sentencia: «(...) el
que pretenda denunciar su falsedad. Pre­ delirio es una transformación en la vasta
senta ahí tres elementos que considera in­ conciencia de la realidad (que se anuncia
herentes al delirio, que por más que se ha­ secundariamente en juicios de la realidad)
yan mirado con recelo, siguen esgrimién­ (...)>>36. y aunque coincide plenamente con
dose a la hora de su definición: 1, idea Kraepelin en remarcar que las ideas deli­
errónea; 2, de origen patológico; 3, incorre­ rantes son juicios patológicamente falsea­
gible. Aunque más abajo volveremos sobre dos, siguiendo la vieja indicación de Cal­
ellos, obsérvese ya la tautología que recu­ meil, arriesga sin vacilación tres caracteres
bre los dos primeros y la arbitrariedad atre­ «externos» de difícil precisión: «1, La con­
vida que supone juzgar una idea como erró­ vicción extraordinaria con que se afirma
nea o falsa, sin apelar a otra cosa que al po­ uno en ellas, la certeza subjetiva incompa­
co común sentido común; quizás sólo el rable. 2, La condición de no influibles por
tercer elemento, la incorregibilidad, puede la experiencia y por las conclusiones irrefu­
ponderarse clínicamente35 . tables. 3, La imposibilidad del conteni­
Junto con la posición de Kraepelin sobre do»3?
el asunto que tratamos, la de Jaspers consti­ Al penetrar en esos caracteres externos,
tuye posiblemente la que más hondo ha ca­ Jaspers se ve conducido a distinguir y opo­
lado en la psicopatología psiquiátrica; si ner, según sea el «origen» del delirio, dos
sopesamos cualquiera de estas dos obras grandes grupos que se han hecho ya clási­
con los trabajos psicopatológicos que se cos: «(...) unos han surgido para nosotros
realizan actualmente podremos consternar­ comprensiblemente de fenómenos afecti­
nos de la anhedonia que nos embarga. vos, de acontecimientos conmocionantes,
Los detalles fenomenológicos que des­ ofensivos, que despiertan el sentimiento de
cribe Jaspers, y más aún aquellos que no al­ culpa; y otros, de percepciones engañosas o
canza a nombrar pero parece que intuye, de la vivencia de extrañeza del mundo de la
son sin duda más ricos que los aportados percepción en la conciencia alterada, etc.;
los otros no pueden ser seguidos psicológi­
camente más atrás, son fenomenológica­
34 Cfr. E. KRAEPELIN, Psychiatrie, Leipzig, J. A.
mente algo último. A los primeros les lla­
Barth, 1908-1915; E. KRAEPELIN YJ. LANGE, Psychia­
trie, Leipzig, J. A. Barth, 1927. mamos ideas deliroides, a los últimos, au­
35 Precisamente, la incorregibilidad o inquebran­ ténticas ideas delirantes»38.
tabilidad del sistema delirante es uno de los polos sobre
los que apoya su demarcación nosográfica de la para­
noia; el otro polo es la ausencia de déficit, al contrario 36 JASPERS, K, Psicopatología general, México,
que en las parafrenias y sobre todo en las formas para­ F.C.E., 1993 (1913), p. uo.
noides de la demencia precoz. Cfr. E. KRAEPELIN, Psy­ 37 JASPERS, K, op. cit., pp. llO-Ul.

chiatrie, Leipzig, J.A. Barth, 1915, pp. 1.706-1.779. 3" JASPERS, K, op. cit., p. 111.

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COLABORACIONES

Aunque se ha convertido en una mala cen en forma de cogniciones). Esta es la


costumbre despachar a Jaspers una vez ci­ aproximación más decidida que realiza el
tadas las características «externas», sus autor para describir los modos perceptivos
aportaciones más jugosas se bosquejan dos e ideativos, ya que la experiencia delirante
páginas después. Ciertamente, y no resulta primaria no se puede apresar, pues entiende
nada sencillo precisar e imaginar los fenó­ que está más allá de nuestra comprensión.
menos elementales, aparecen en los enfer­ No quisiéramos pasar por alto un aspec­
mos sensaciones primarias, sentimientos to inherente a la distinción entre las ideas
vivaces, disposiciones de ánimo, cognicio­ delirantes auténticas y las ideas de aparien­
nes (Bewusstheiten); todo adquiere para el cia delirante o deliroides. Se trata del siem­
paciente una nueva significación: «En el pre polémico concepto de comprensión te­
«temple delirante» (Wahnstimmung), hay nazmente articulado al desarrollo de la
siempre un «algo», aunque enteramente personalidad. El autor trata de ilustrarnos
obscuro, germen de un valor y una signifi­ sobre esta concepción con dos historiales
cación objetivas. (...) Surge en el enfermo clínicos de delirios de celos (Fischer y
un sentimiento de inconsistencia y de inse­ Knopt), en radical oposición teórica a los
guridad, que le impulsa institivamente a conceptos explicación y proceso (casos
buscar un punto sólido en que afirmarse y KIug y Mohr). «(...) cuando concebimos la
aferrarse. Este complemento, ese fortaleci­ vida anímica, podemos hacerlo de dos mo­
miento y consuelo lo encuentra sólo en una dos: 1, o bien nos colocamos dentro del
idea (... )>>39. otro, lo sentimos, lo «comprendemos», y
En esos primeros momentos fecundos también consideramos los elementos de los
del desmoronamiento psicótico, una trans­ fenómenos psíquicos (que por lo demás tie­
formación radical conmociona la concien­ nen que ser siempre considerados simultá­
cia de las significaciones que afluyen, y neamente desde el punto de vista psicológi­
que Jaspers perfila en tres grupos: percep­ co desde «dentro») en su correlación y en
ciones delirantes (precipitación repentina su secuencia, como datos, y los «compren­
de significaciones nuevas, que van desde demos» (aún sin esta correlación) por una
las más inespecíficas y obscuras hasta el empatía determinada, por colocarse dentro.
más franco delirio de observación y auto­ 2, «Captamos» (begreifen) algo a la manera
rreferencia); representaciones delirantes como lo hacemos con las correlaciones del
(los recuerdos de la vida, a veces refulgen­ mundo físico, en la medida en que pensa­
tes, aparecen con nuevas coloraciones y mos en un transfondo objetivo que está en
nuevas significaciones); cogniciones deli­ la base de lo «físico, inconsciente» o inani­
rantes (posesión de conocimientos de enor­ mado, y cuya característica esencial sería
me alcance, incluso en las vivencias más que no podemos colocarnos dentro de él.
concretas; en general, los contenidos de (...) El primero nos suministrará el concep­
una vivencia delirante profunda se produ- to de «desarrollo de personalidad», y el se­
gundo, el de «proceso» 40.
39 JASPERS, K., op. cit., p. 113. Este pasaje sitúa el
punto de arranque de la hermosa descripción de KIaus 40 K. JASPERS, «Delirio celotípico, contribución al
Conrad sobre los primeros pasos del delirio esquizo­ problema: «¿Desarrollo de una personalidad» o «Pro­
frénico. ceso»?», en Escritos psicopatológicos, Madrid, Gre­
Límites de la fenomenológica del delirio 265 (79)
COLABORACIONES

Si traemos este soporte conceptual a críticas incluso, a la transformación viven­


nuestro trabajo no es con ánimo de bosque­ cial psicótica, cuya expresión fenomenoló­
jar la psicopatología jaspersiana; se trata de gica está siempre más o menos alejada de
entender la repercusión en la práctica clíni­ lo que ocurre en la intimidad de la concien­
ca que esta concepción ha determinado, cia del paciente. Así Gruhle explica que lo
quizás traicionando al propio autor. Si Jas­ esencial del delirio consiste en una vincula­
pers partió de disquisiciones psicopatológi­ ción anormal e injustificada entre dos acon­
cas para oponer las auténticas ideas deli­ tecimientos que cristalizan merced a una
rantes (procesuales; no comprensibles) a percepción patológica.
las ideas deliroides (desarrollo de una per­ Kurt Schneider considera que son dos
sonalidad; comprensibles), muchos de sus las formas fundamentales del delirio: la
seguidores de segunda mano llegaron y lle­ percepción delirante y la ocurrencia deli­
gan a tal oposición cuando comprenden o rante. La primera es un trastorno del pensa­
dejan de comprender, invirtiendo así el ri­ miento que consiste en la atribución de un
gor de su autor. Evidentemente, una crítica significado anormal a una percepción real,
más sustancial puede emprenderse con el la mayor parte de las veces en el sentido de
concepto de comprensión apelando a los lí­ la autorreferencia, sin ninguna causa com­
mites restrigidos que le son propios, pues prensible en términos racionales o afecti­
es de todos sabido que mientras algunos vos; es consustancial y propia de la esqui­
comprenden, o entienden su lógica interna zofrenia. Por su parte, las ocurrencias o in­
(Freud, Bleuler y Binswanger, por citar al­ tuiciones delirantes, equivalente a las
gunos), otros no comprenden nada o casi cogniciones en Jaspers, son ideas delirantes
nada de los mismos casos41 • Por otra parte, súbitas, difíciles de delimitar y en absoluto
si comprender supone identificarse o empa­ patognomónicas de esquizofrenia; ocurren­
tizar con las experiencias del psicótico, así cias como la vocación religiosa o política,
se desprende de Jaspers, el efecto pernicio­ tener dones especiales, sentirse perseguido
so, muchas veces persecutorio, parece ase­ o amado, etc. 42 •
gurado. Inmediatamente se plantea el autor una
Para finalizar este epígrafe y redondear pequeña paradoja que, no obstante, entraña
la gran aportación de Jaspers, citaremos las disquisiciones de más vasto alcance: cuan­
consideraciones de H.W. Gruhle y K. Sch­ do una intuición puede ser posible, es decir
neider. acorde con la realidad, ¿cómo distinguirla
Muy próximos a Jaspers, tanto uno co­ de una intuición delirante? La respuesta se
mo otro, promovieron ligeras matizaciones, cierra aquí como en bucle, pues Kurt Sch­
neider no encuentra otro argumento mejor
dos, 1977 (1910), pp. 145-146. La lectura atenta de los
que la remanida pero no rigurosa apelación
prolijos historiales clínicos expuestos evidencia, al al grado de extravagancia y de falsedad.
menos así nos lo parece, menos diferencias entre el
proceso y el desarrollo que las propaladas por el autor. 42 Cfr. K. SCHNEIDER, «Sobre el delirio», Sympo­
41 Remitimos a los lectores al excelente trabajo sium sobre esquizofrenia, Madrid, 1957, pp. 37-41.
de F. SAUVAGNAT, «Los psicoanalistas y la cuestión de Los mismos planteamientos, pero ampliamente desa­
la comprensibilidad de los trastornos psicóticos», Rev. rrollados, así como una visión de conjunto de su obra,
Asoc. Esp. Neuropsiq., vol. XIV, n. Q 51,1994, pp. 659­ pueden leerse en su Patopsicología clínica, Madrid,
674. Paz Montalvo, 1951.
(80) 266 José María Álvarez
COLABORACIONES

Se aprecian en esta elaboración muy especial la de Jaspers, y algunas matizacio­


perfeccionada, y fruto de la la pluma de nes de Kurt Schneider, examinaremos en lo
uno de los grandes de la clínica de la mira­ que sigue los tres criterios más utilizados
da, los límites de la metodología que la sus­ para definir el delirio en la psicopatología
tenta, pues el análisis fenomenológico, por psiquiátrica: la inquebrantabilidad o inco­
más pulido y depurado que éste sea, rebota rregibilidad, la certeza subjetiva incompa­
siempre en el mismo muro: el del sujeto rable y la imposibilidad del contenido o al­
con el que no se cuenta más que como foco teración de la realidad.
emisor de fenómenos que el observador
capta o intuye, pero que no articula ni con
la afectación que le produce a dicho sujeto, La inquebrantabilidad o incorregibilidad
ni con las respuestas particulares de las que del sistema delirante
éste puede valerse; el sujeto queda reduci­
do, para decirlo rápidamente, a un mero ob­ La atribución al sistema delirante del ca­
jeto de observación, al que no se le pide rácter inquebrantable está absolutamente
cuentas de los fenómenos que produce, ya desmentido por la clínica; no sólo el Psico­
que es el propio clínico quien desde su sub­ análisis ha mostrado numerosas constata­
jetividad los pondera y clasifica, apelando, ciones al respecto, sino también la clínica
cuando no le alcanzan los argumentos se­ clásica ha evidenciado numerosas excep­
miológicos a la comprensión, a la supuesta ciones, incluso en el terreno de la paranoia.
realidad de la que se cree garante43 , a la ex­ Tal desproporcionada contradicción entre
travagancia y absurdidad, etc. De esta ma­ las enseñanzas de la clínica frente a la tes­
nera, la lógica que parece imponerse en la taruda inmovilidad teórica requiere, y lo
discriminación diagnóstica de los fenóme­ haremos al final del epígrafe, algunas con­
nos más enrevesados de psicosis acaba por sideraciones.
desplazarse siempre a otros fenómenos, y Pero antes de comenzar a desgranar al­
al final, el observador desconcertado termi­ gunas reflexiones críticas conviene hacer
na por apelar a la «totalidad de la experien­ una precisión que no suele tenerse en cuen­
cia» en tanto plausible o probable 44 • ta: la diferenciación entre sistema delirante
Una vez expuestos las concepciones del y convicción delirante o certeza. Es eviden­
delirio más arraigadas, la de Kraepelin, en te que el sistema delirante como tal varía o
puede variar, se sepa o no explicar por qué,
43 Para decirlo más claro aún, como lo hacía sin pero lo que jamás varía y es absolutamente
pestañear F. Leuret: nuestra razón es la medida de la inquebrantable es la certeza sobre la que
locura de los otros. germina todo trabajo delirante 45 • La mayo­
44 No creo forzar demasiado las paradojas de la
ría de los clínicos no han deparado en esta
fenomenología al llevarlas hasta el límite de la con­
frontación, siempre implícita, entre lo observable y los matización.
hechos contrastados. En ese sentido entiendo la si­
guiente afirmación de K Schneider: «Los conceptos 45 Es preciso, asimismo, considerar previamente
psicopatológicos están recogidos de la observación y si la «desaparición» de un delirio es tal, o se trata, más
deben siempre ser medidos y contrastados con los bien, de un delirio mantenido, pero oculto. Véase so­
hechos observados». (SCHNEIDER, K, «Zum Begriff bre el particular: F. COLINA, «Sobre la ocultación del
des Wahn», Fortschr. Neurol. Psychiat., n.º 17, 1949, delirio», Psiquiatría pública, vol. 5, n.º 6, pp. 337­
pp. 23-31, p. 31). 344.
Límites de la fenomenológica del delirio 267 (81)
COLABORACIONES

Introduzcámonos ahora en las argumen­ Una de las enseñanazas más sobresa­


taciones con las que se acostumbra a soste­ lientes sobre el particular la encontramos
ner la supuesta inquebrantabilidad del sis­ en la Tesis de Lacan sobre el caso Aimée
tema delirante, y para ello nos valdremos (Amada). Esta mujer, de nombre Margueri­
de Jaspers, para mostrar inmediatamente te Pantaine, tras un primer período de amor
algunas observaciones clínicas muy céle­ bovárico hacia los 20 años, presentó a con­
bres (el caso Aimée de Lacan y el caso secuencia de su primer embarazo, ocho
Wagner de Gaupp) que contradicen con años después, el primer brote paranoico.
claridad pasmosa tales argumentaciones. La certeza, invariable en todo lo que duró
Según Jaspers46 el verdadero delirio es su delirio, se cristalizó en «Se quiere matar
incorregible debido a la alteración de la a mi hijo», y como las cosas son a veces
personalidad que le es consustancial, ya así, esa hija nació muerta. Dos años des­
que la idea delirante auténtica se compone pués da a luz un hijo, y descolla un delirio
de dos porciones: la vivencia delirante pri­ de persecución (<<Todos amenazan a mi hi­
maria y la transformación de la personali­ jo»). Tras una serie de vicisitudes persona­
dad. Ahora bien, aún admitiendo la así lla­ les que no viene al caso recordar, a los 38
mada transformación de la personalidad, años, con un delirio ya edificado, realiza
eso no implicaría la inquebrantabilidad del un pasaje al acto en un momento muy pre­
sistema delirante, pues el sujeto no queda ciso: el Otro protector (Príncipe de Gales)
congelado en la sincronía de un instanste se eclipsa y únicamente le queda el recurso
cuando debuta en el delirio. Le suceden de intentar asesinar a la perseguidora, Hu­
contratiempos de índole heterogénea, a ve­ guette Duflos, a la sazón una célebre y ad­
ces con efectos que el sentido común lla­ mirada actriz de teatro. Por fortuna para és­
maría paradójicos, interpreta, inventa, se ta, Aimée fue detenida tan pronto se aba­
detiene, pasa al acto, «(...) el sistema deli­ lanzó sobre ella con un cuchillo, cau­
rante varía, hayámoslo o no quebrantado. sándole sólo pequeñas lesiones en una ma­
(...) La variación se debe a la interpsicolo­ no. Se ingresó a la perseguida en la Enfer­
gía, a las intervenciones del exterior, al mería Especial, feudo de Clérambault, y
mantenimiento o a la perturbación de cierto poco después fue transferida a la cárcel. Al
orden en el mundo que rodea al enfermo» 47. cabo de veinte días dejó bruscamente de
Pero más que disquisiciones teóricas, se delirar: «Lo que Aimée comprende enton­
trata de poner a prueba en los casos las va­ ces es que se ha agredido a sí misma, y pa­
riaciones del sistema delirante. radójicamente entonces sólo encuentra el
alivio afectivo (llanto) y la caída brusca del
45 Es preciso, asimismo, considerar previamente delirio que caracteriza la satisfacción de su
si la «desaparición» de un delirio es tal, o se trata, más
obsesión pasional» 48. Llegados a ese punto,
bien, de un delirio mantenido, pero oculto. Véase so­
bre el particular: F. COLINA, «Sobre la ocultación del el delirio no tenía ya razón de ser tras el in­
delirio», Psiquiatría pública, vol. 5, n.º 6, pp. 337­ tento de apuñalar sus propios ideales, tras
344. el autocastigo implícito, tras el castigo le­
46 Cfr. K. JASPERS, Psicopatología general, pp.
119-122.
47 LACAN, J., El Seminario de Jacques Lacan. 4~ LACAN, J., De la psicosis paranoica en sus
Libro/II: Las Psicosis, 1955-1956, Barcelona, Paidós, relaciones con la personalidad, México, Siglo XXI,
1984, p. 31. 1979 (1932), p. 227.
(82) 268 José María Álvarez
COLABORACIONES

gal que la confinó en la celda de una pri­ evolución de su paranoia hasta su muerte,
sión49 • sobrevenida a consecuencia de una tuber­
Menos conocido en nuestra lengua, pero culosis en 1938, informando paulatinamen­
uno de los grandes paranoicos de la psico­ te del estado de su deliri052 • Las conclusio­
patología clásica, el caso Wagner de Robert nes más relevantes que importan a nuestro
Gaupp ilustra corno el precedente la estabi­ estudio son: Gaupp lo consideró finalmente
lización y por tanto la quebrantabilidad del corno curado, o al menos en «completa re­
sistema delirante. Gaupp, uno de los gran­ misión», capaz de mantenerse merced a sus
des de la clínica de la paranoia, alumno de creaciones literarias; la concepción genera­
Wernicke y de Kraepelin, maestro de lizada de la paranoia corno una progresión
Kretschmer, que trabajó además codo con imparable del delirio se demuestra falsa,
codo con Bleuler, fue llamado a peritar so­ pues el delirio crece o se estanca en fun­
bre la responsabilidad de los actos san­ ción, según el autor, de lo que se ventile en
grientos cometidos por el maestro de es­ el medio social; son frecuentes las remisio­
cuela Erost Wagner. Este psicótico, «ena­ nes de las ideas delirantes, incluso una apa­
morado de la verdad», instruido, de pluma riencia de curación de los «complejos deli­
ágil y abundante50 , en 1913 asesinó a la vez rantes»; la mejoría de las condiciones de
a su mujer y a sus cuatro hijos, a nueve per­ vida, la ausencia de conflictos psicosocia­
sonas más con las que se tropezó, y esto sin les permiten al delirante crónico estabili­
contar los heridos, todos ellos habitantes de zarse53 •
Mülhausen, población en la que además in­
cendió varias granjas; menos mal que era
manco. Gaupp lo declaró irresponsable, lo pasearse por las páginas de Louis ALTHUSSER, El por­
que encendió inevitablemente las iras de su venir es largo, Barcelona, Destino, 1992.
paciente 5 \. Estudió a Wagner a lo largo de la 52 Además de una primera monografía del caso,
Zur Psychologie des Massenmórders: Hauptlehrer
49 Dada la trascendencia que tuvo ulteriormente Wagner von Degerloch (Sobre la psicología del asesi­
la Tesis de Lacan, numerosos autores han investigado no de masas: maestro de escuela Wagner de Deger­
o comentado dicho trabajo. Pueden consultarse a este loch), Berlín, J. Springer, 1914, GAUPP le dedicó cua­
respecto, en especial: S. E. TENDLARZ, Le cas Aimée. tro artículos: «Die wissenschaftliche Bedeutug des Fa­
Étude historique et structurale, Tesis Doctoral, Uni­ lles Wagner» (<<El significado científico del caso
versidad de París VIII, 1989. J. ALLOuCH, Marguerite Wagner»), Münch. medo Wschr., 12, 1914, pp. 633­
ou l'Aimée de Lacan, París, EPEL, 1990. E. ROUDI­ 637; «Der Fall Wagner. Eine Katamnese zugleichein
NESCO, Jacques Lacan. Esbozo de una vida, historia Beitrag zur Lehre von der Paranoia» (<<El caso Wag­
de un sistema de pensamiento, Barcelona, Anagrama, ner. Una catamnesis a la vez contribución a la doctrina
1995, pp. 57-87 Y 279-283. Finalmente, el n. Q 27-28 de la paranoia»), Z. Neurol., 60, 1920, pp. 312-327;
de la Revista Littoral, abril de 1989. «Die dramatische Dichtung eines Paranoikers über
50 Entre sus escritos, realizados en su mayor par­ den Wahn» (<<La obra dramática de un paranoico sobre
te en el asilo de Winnenden, además de numerosos el delirio»), Zschr. f. d. ges. Neurol. u. Psychiatr., 69,
poemas, cabe destacar una de sus tragedias, la consa­ 1921, pp. 182-210; «Krankheit und Tod des paranoi­
grada curiosamente a la paranoia de Luis 11 de Bavie­ chen Massenmorders Hauptlehrer Wagner, Eine Epi­
ra, titulada lacónicamente Wahn, es decir, Delirio. krise» (<<Enfermedad y muerte de un asesino de masas
Pueden informarse mejor sobre el asunto en el exce­ maestro principal Wagner, una epicrisis»), Z. ges.
lente trabajo de A.-M. VINDRAS, Louis JI de Baviere Neurol. Psychiat., 163,1938, pp. 48-82.
selon Ernst Wagner, paranoi"aque et gramaturge, Pa­ 53 Se aprecia claramente la oposición frontal que
rís, EPEL, 1993. Gaupp y sus alumnos, especialmente E. Kretschmer y
51 A quienes sorprenda la protesta airada de Wag­ su «Delirio de relación sensitivo», pero también Lacan
ner por ser declarado irresponsable, les puede servir y su caso Aimée, sostuvieron contra la concepción
Límites de la fenomenológica del delirio 269 (83)
COLABORACIONES

Para no caer en la simpleza de conside­ que no son ni mucho menos únicos, no de­
rar que las condiciones sociales, el medio jan muchas dudas sobre la quebrantabilidad
en el que se desenvuelve el psicótico, deben o corregibilidad del sistema delirante. La li­
contener intrínsecamente las calmas y re­ teratura psicoanalítica ofrece sobre este
posos, las atenciones monjiles, la conmise­ asunto un mayor número de tratamientos
ración y comprensión dadivosa que el sen­ que promueven estabilizaciones, algunas
tido común parece destacar en estos casos de ellas valiéndose del trabajo delirante, en
de quebranto mental, se barruntará a conti­ las que se aprecia a las claras que las res­
nuación un caso en el que son precisamente puestas del sujeto modifican, reducen y mi­
las más adversas condiciones de guerra las nimizan el sistema delirante55 • A diferencia
que permitieron, a decir del autor, la caída de la clínica psiquiátrica más ramplona,
brusca de un delirio de persecución aluci­ que en la mayoría de los casos se limita a
natorio. Se trata de Auguste, un paciente de constatar hechos, el psicoanálisis bien
Charles-Louis Trepsat54 , que experimentó orientado enfatiza el porqué del desencade­
en un ambiente de violentas y belicosas namiento y, en su caso, de la estabiliza­
emociones una mejoría de su estado men­ ción56 , dado que se interroga sobre la fun­
tal, «perdiendo toda convicción mórbida», ción del delirio para el delirante.
y reconociendo, incluso, la naturaleza pato­ Finalmente, añadimos una disquisición
lógica de sus trastornos delirantes y aluci­ arriba anunciada sobre la obstinación de
natorios que venía presentando de modo determinada clínica psiquiátrica en mante­
agudo desde muchos años antes. Trepsat ner este criterio de inquebrantabilidad, a to­
concluye su informe asegurando sin vacila­ das luces erróneo, y mantenerlo incluso
ción que la ayuda prestada a su paciente pa­ tras el boom de los neurolépticos. Pudieran
ra que reingresara en la armada fue, aunque ser otras las razones, pero cómo no ver en
temeraria, la solución definitiva que provo­ esta cerrazón, al igual que ocurre con el
có la desaparición de las convicciones deli­ error del juicio o el trastorno de la realidad,
rantes. un esfuerzo alimentado de una ideología
Los tres casos hasta ahora presentados, medicalizante que precisa mantener la exis­
tencia real de enfermedades mentales que
kraepeliniana de la paranoia, es decir la posición ofi­
cial. Todos estos disidentes mantuvieron contra viento
y marea la existencia de formas de «paranoia aguda» 55 Por citar sólo una publicación reciente: C.
(el. Neisser), «paranoia benigna» (Friedmann), «para­ CHOURAQUI-SEPEL, «El estudiante: para una metáfora
noia abortiva» (Gaupp), «Delirio de relación sensiti­ de transferencia delirante», en VV.AA. Locura: clínica
vo» (Kretschmer), etc., hasta el punto que el propio y suplencia, Madrid, Eolia-DoR, 1994, pp. 147-154.
Kraepelin se vio empujado a retocar su concepción 5h No podemos por menos que recordar algunas
extremadamente reduccionista, admitiendo finalmente de las grandes contribuciones de la psicopatología psi­
la existencia de una «paranoia latente». Puede consul­ quiátrica, que desde enfoques más o menos alejados
tarse sobre el particular nuestro breve trabajo «Varian­ del psicoanálisis, han contribuido a un mayor entendi­
tes de la paranoia: el delirio sensitivo de Kretschmer», miento de la experiencia delirante. Unas han enfatiza­
Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., vol. XIV, n. ll 50, 1994, pp. do la afectividad, otras la vivencia y otras aún el Da­
77-78, Ymás extensamente nuestra Tesis Doctoral, op. sein. Por este orden: E. BLEULER, Afectibidad. Sugesti­
cit., pp. 748 Yss. bilidad. Paranoia, Madrid, Morata, 1969, pp. 145­
54 Cfr. Ch.-L- TREPsAT, «Sur un cas de délire de 206; K. CONRAD, La esquizofrenia incipiente, Madrid,
persécution disparo au bout de trois ans», l'Encépha­ La AIhambra, 1958; L. BINSWANGER, Délire, Greno­
le, n. ll 2, febrero, 1920. ble, Millon, 1993 (1965).
(84) 270 José María Álvarez
COLABORACIONES

se apoderan de determinados sujetos ajenos ge dos aclaraciones: primera, 'que la certeza


a su propia «enfermedad» crónica. ¿Qué no tiene grados, y segunda, diferenciar la
enfermedad delirante sería aquella que es certeza de las creencias por más apasiona­
quebrantable por la palabra, que no se edi­ das que sean, que sí tienen graduaciones.
fica sumando errores sino mostrando un En los heterogéneos dominios de las
«grano de verdad», que no trastorna la rea­ creencias, de las que todos participamos, se
lidad sino que es testigo directo de lo más aprecia una radical oposición con la certe­
insoportable de lo Real? Evidentemente, za. Mientras el psicótico está capturado en
han sido los psicoanalistas, y muy especial­ su certeza, sin necesitar testigos que la ava­
mente Lacan, quienes se han arriesgado en len, ni razonamientos que la fundamenten,
largas curas con psicóticos anotando sus ni verificaciones que la sostengan, el cre­
efectos y dando respuesta no sólo al porqué yente se esfuerza y se empeña, a veces has­
del desencadenamiento en tal momento ta aburrir, en convencer, pues tras tanta in­
preciso, en tal coyuntura, sino también pu­ sistencia apologética se encubre siempre un
diendo explicar, cuando era el caso, el por pliegue de duda. ¿Quién no se ha percatado
qué de las remisiones y de las estabilizacio­ de esa vacilación tras los adoctrinamientos
nes. políticos o las monsergas religiosas? Quien
cree necesita alimentar su creencia, susten­
tarla, en definitiva creérsela, en la misma
La certeza o convicción delirante proporción que le fustiga la duda. Sólo un
ejemplo de nuestro ámbito: se sabe la opo­
Ya sea mediante rodeos, ya sea por ca­ sición encarnizada que Meynert sostuvo
minos directos, existe una apreciación en la contra Freud, su discípulo, a propósito de la
que todos los clínicos parecen coincidir: la histeria masculina; no creía en ella y así lo
certeza incomparable con la que el psicóti­ propalaba a los cuatro vientos. Pues bien,
co se suelda a su delirio. Targowla y Dubli­ se sabe igualmente que el mencionado Pro­
neau, utilizando quizás un término equívo­ fesor, de carácter apasionado, excéntrico y
co, la «creencia delirante», no se equivocan disfórico, en el lecho de muerte se recono­
al considerarla como el trastorno funda­ ció como un caso inequívoco de histeria
mental y primero del delirio. «Todos los masculina.
autores clásicos reconocen implícitamente Se podría objetar a lo dicho que también
su valor fundamental, pues consideran la el delirante escruta, verifica, se informa,
desaparición de la creencia en la realidad etc., pero nada de lo que encuentra, o mejor
del delirio como el único criterio de cura­ dicho reencuentra, conmueve su certeza.
ción»57. Un delirante pasional erotómano, por ejem­
Más apropiado aún que el término plo, para quien todos las dimensiones de su
«creencia delirante» o «convicción deliran­ experiencia germinan del Postulado o cer­
te», es «certeza», sin más calificativos, teza «El Otro me ama», se desaira y enoja
pues como tal, la certeza nos parece propie­ ante los desplantes evidentes de su amante
dad exclusiva del psicótico. Decir esto exi- irredento, sea porque éste se case con otra
persona o porque lo repudie groseramente,
57 TARGOWLA, R. y J. DUBLINEAU, L'intuition dé­ pero nada de eso afecta a su certeza; algo
lirante, París, Maloine, 1931, p. 262. inventará para explicar esos rechazos, esas
Límites de la fenomenológica del delirio 271 (85)
COLABORACIONES

conductas «paradójicas por parte del obje­ gumento esencial y diferencial: la certeza
to», como decía Clérambau}t58. subjetiva de estar concernido por los avata­
La clínica psiquiátrica ha reunido con res que se suceden en su experiencia, mien­
demasiada ligereza la certeza con el error tras que «un sujeto normal se caracteriza
del juicio o la idea falsa. La culpa que con­ precisamente por nunca tomar del todo en
sume al melancólico, la persecución de la serio cierto número de realidades cuya
que es objeto el paranoico, las maniobras existencia reconoce»62.
sobre el cuerpo que asegura el esquizofré­ A medida que trasladamos el énfasis de
nico, etc., todas estas certezas son conside­ la falsedad del juicio a la certeza, podremos
radas ideas erróneas, irreales. Desde Cal­ entender con más fundamento la expresión
meil viene repitiéndose lo mismo: el delirio que tanto gustaba repetir a Freud: «en todo
es una asociación de ideas falsas basadas delirio se esconde un granito de verdad»63.
en un principio falso, pero correctamente Así pues, lo que está en juego en el delirio
deducidas59 • Pero cuando se trata de funda­ no es el trastorno (Verkehrung) de la capa­
mentar la falsedad de una idea, en lugar de cidad de juzgar ni el supuesto error del con­
recurrir a la lógica, se apela a la evidencia: tenido, sino el hecho de que la fuente de la
«La idea falsa se transforma en idea deli­ que brota la certeza es precisamente ese
rante cuando choca con la evidencia»60. No «granito de verdad» que se precipita por el
obstante, este argumento simplista es clíni­ fracaso de lo que Lacan llamó la metáfora
camente inexacto, pues una idea ajustada a paterna.
la realidad común puede ser el corazón de
un delirio. En definitiva: el loco no es un
ignorante; es alguien que no reconoce sus La alteración de la realidad
propias producciones como suyas. El deno­
minador común de las certezas o conviccio­ Saltamos ahora al ruedo para lidiar con
nes delirantes es que en todas ellas, más uno de esos problemas equívocos por exce­
allá de la supuesta falsedad denunciada por lencia: la realidad, o mejor aún, las realida­
el observador, el sujeto está concernido, des. La mirada psiquiátrica, en este caso
infatuadamente concernid061 . Ese es el ar­ cuando menos miope, siempre abunda en
eso: que el delirio, la psicosis en general,
5" Cfr. G.G. de CLÉRAMBAULT, «Les délires pas­
sionels; Érotomanie. Revendication. Jalousie», en
Oeuvres Psychiatriques, París, P.V.E, 1942, pp. 337­ Aires, Horno Sapiens, 1978, pp. 80 Y ss. Es muy pro­
345. bable que Lacan, dado el momento de su obra, reto­
5" Cfr. L.E CALMEIL, De la folie, París, 1845. mara el término infatuación del epígrafe «La ley del
"" ROGUES DE FURSAC, J., Manuel de psychiatrie, corazón y el desvarío de la infatuación», de G.W.E
París, Alcan, 1923, p. 88. HEGEL, Fenomenología del espíritu, Madrid, EC.E.,
O! Usamos esos términos, quizás forzando el sen­ 1993 (1807), pp. 217-224.
tido originario que le confirió Lacan (<<infatuación del 62 LACAN, J., El Seminario de Jacques Lacan. Li­
sujeto») en 1946. Lacan mostraba allí, al hilo de la po­ bro Ilf: Las psicosis, 1955-1956, p. 109.
lémica con H. Ey, que el objeto de la creencia deliran­ 0-' FREUD, S., El delirio y los sueños en la «Gradi­
te no es una representación ni más ni menos falsa de la va» de W Jensen, Obras completas, vol. IX, Buenos
realidad común, sino primero y antes que nada, una Aires, Amorrortu, 1986, p. 67. La misma expresión
representación infatuada de sí mismo, es decir: sin la puede encontrarse en Psicopatología de la vida coti­
distancia que separa al sujeto de su imagen ideal. Cfr. diana, 1901, y en Moisés y la religión monoteísta,
1. LACAN, Acerca de la causalidad psíquica, Buenos 1939.
(86) 272 José María Álvarez
COLABORACIONES

supone un trastorno de la realidad, que las decirse Princesa de un tal país. Sin pesta­
ideas extravagantes que conforman el siste­ ñear la tomó por delirante. Pero cuál fue su
ma delirante están «fuera de la realidad». sorpresa cuando, a los pocos días, miem­
Pero, ¿qué realidad? bros de una Embajada extrajera se presen­
Para abrir el fuego, una primera refle­ taron en el Hospital para reclamar la libera­
xión de todos sabida aunque muy a menudo ción de su Princesa.
ignorada por ingrata, y que nadie como 2. Aún se recuerda entre risas y rubor
Leuret expresó tan contundentemente: «He en nuestro Hospital el siguiente suceso: un
buscado, ya sea en Charenton o en Biece­ joven que había presentado un episodio de
tre, o en la Salpetriere, la idea que me pare­ agitación y había sido conducido por la po­
cía más loca; posteriormente, cuando la he licía a Urgencias. Se le ingresó sin más dila­
comparado a un buen número de las que ción; decía pertenecer a los Servicios Secre­
circulan por el mundo, me quedé sorpren­ tos de determinado país. A los pocos días, la
dido y casi avergonzado de no ver diferen­ rutina chirriante se vio sacudida por la pre­
cias entre ellas»64. sencia de unos corpulentos y enlutados per­
Parece evidente que juzgamos la reali­ sonajes que sin demasiadas contemplacio­
dad de nuestros semejantes en función de nes, y tras mostrar sus credenciales, se lle­
nuestras propias coordenadas de realidad: varon al espía del que nunca más se supo.
nuestra lengua, nuestra cultura, nuestro me­ 3. Otro caso curioso es el de una mu­
dio, nuestra época y lugar. ¿Basta esa refe­ chacha, distinta a la mencionada en primer
rencia para considerar «fuera de la reali­ lugar, que fue diagnosticada de esquizofre­
dad» las ideas delirantes? ¿Está al margen nia paranoide a lo largo de una peritación
de la realidad el campesino que ve, un día porque había declarado que un Príncipe se
tras otro, que el sol sale y se oculta, cuando interesaba por ella, que la observaba. Y re­
la ciencia nos enseña que es la tierra la que sultó al final que era verdad todo eso; más
da vueltas, que la pluma con la que escribo aún, que tenía un hijo de él.
está más hueca que un queso de Gruyere? Que sepa el lector iracundo que mascu­
Convendremos, al menos, que hay distintas lla pestes sobre la catadura de los clínicos
realidades que coexisten. que han cometido tamaños errores, que el
¿Es posible, incluso, que un delirio coin­ tercero de los ejemplos le sucedió, nada
cida con la realidad común, la del clínico más y nada menos, a Kurt Schneide¡-65.
que lo enjuicia? Centenares de ejemplos Removidas ya las aguas, zambuyámo­
hablarían en favor de tal circunstancia, lo nos en la argumentación de Freud, quien en
que ocasiona un quebranto para la teoría 1924 trató de discriminar las diferencias de
tradicional y sume al psicopatólogo en la la neurosis y la psicosis en relación con la
perplejidad. Citaremos tan sólo tres muy realidad, basándose en los nuevos concep­
breves: tos de la segunda tópica. Las conclusiones
1. Recordaba un profesor de Psiquia­ a las que llega enfatizan, empero, las simili­
tría, al que no le faltaba experiencia, que tudes: en ambos casos la rebelión contra la
había hecho ingresar a una joven árabe por realidad objetiva es evidente, pero con ma­

<>4 LEURET, F., Fragments psychologiques sur la 65 Cfr. K. SCHNEIDER, «Sobre el delirio», cit.,
folie, París, Crochart, 1834, p. 41. pp. 38-39.
Límites de la fenomenológica del delirio 273 (87)
COLABORACIONES

tices, pues no son homogéneas. El neuróti­ Sólo esa captura del neurótico en una reali­
co evita y huye, no quiere saber nada de un dad comandada por el deseo inconsciente
fragmento de la realidad; el psicótico la re­ permite explicar numerosas experiencias
construye delirando y se empeña en modi­ en sujetos no psicóticos, ante los que la psi­
ficarla. Freud ilustra esta diferencia recor­ copatología psiquiátrica patina claramente:
dando el caso de Elisabeth von R., de los fenómenos como el déja vu, la despersona­
Estudios sobre la histeria: como es una lización, el trance obsesivo del «hombre de
neurótica, reprime la exigencia pulsional las ratas», los viajes marcianos de la visio­
(amor por el cuñado viudo); la reacción naria de Th. Flournoy, las visiones demo­
psicótica habría sido desmentir la muerte níacas del pintor Christoph Haizmann, las
de la hermana. «Así, para ambas -neurosis personalidades múltiples descritas por
y psicosis-, no sólo cuenta el problema de Morton Prince en la Srta. Beauchamp, las
la pérdida de realidad, sino el de un susti­ histerias crepusculares de Sigbert Ganser69,
tuto de la realidad»66. Realidad perdida, por y un larguísimo etcétera.
tanto, en ambas estructuras, pero mientras Si se reflexiona sobre tales fenómenos,
el neurótico se defiende contando con su si se releen los mencionados historiales, se
fantasma, el psicótico pretende sustituirla irá con más cautela a la hora de definir un
generalmente en su conjunto, lo que termi­ delirio, y el delirio es sólo psicótico, ape­
na por confinarlo en el aislamiento social, lando a la imposibilidad del contenido o al
estancado en su certeza difícilmente com­ remanido «fuera de la realidad».
partible67 • Enfoquemos ahora el problema desde
Desde el desengaño de la teoría traumá­ otro costado, con el fin de seguir argumen­
tica, Freud promovió la oposición de la rea­ tando nuestra hipótesis crítica: aquellos ca­
lidad psíquica (psychische Realitiit) a la sos en los que el delirio coincide con la
realidad material, atribuyendo siempre a la realidad común. Lo repetía Clérambault
primera, la realidad fantasmática, el papel con su verbo concentrado cuando espetaba:
preponderante en el mundo de la neurosis68 • «Se puede ser celoso y cornudo al mismo
tiempo»; lo vemos, por ejemplo, en algu­
nos delirantes hipocondríacos, cuyas mon­
66 FREUD, S., «La pérdida de realidad en la neuro­ sergas repetidas coinciden con la enferme-
sis y en la psicosis», Obras completas, vol. XIX, Bue­
nos Aires, Amorrortu, 1986, p. 197.
67 A propósito de Schreber, puede seguirse el de­
sarrollo escrupuloso con el que Lacan mostró la trans­ los dos principios del acaecer psíquico», Obras com­
formación de la realidad al final del proceso psicótico, pletas, vol. XII, cit., pp. 218-231.
a partir de los esquemas secuenciales R e 1: Cfr. J. LA­ 69 Por este orden, Cfr: S. FREUD, A propósito de
CAN, «De una cuestión preliminar a todo tratamiento un caso de neurosis obsesiva, Obras completas, vol.
posible de la psicosis», Escritos 2, México, Siglo X, op. cit.; Th. FLOURNOY, Des Indes a la planete
XXI, 1980, pp. 217-268. Mars, París, A1can, 1900; S. FREUD, Una neurosis de­
"" Cfr. S. FREUD, Conferencias de introducción al moníaca en el siglo XVII, Obras completas, vol. XIX,
Psicoanálisis (Parte I1I), Obras completas, vol. XVI, cit., M. PRINCE, «Genese et développement des «per­
op. cit., p. 336. Asimismo, ya desde 1911, Freud venía sonnalités» des demoiselles Beauchamps», Actes du
insistiendo en las perturbaciones del neurótico con la IV Congrés international de psychologie París, 20-26
realidad, desmarcándose, no obstante, de la teoría más aout 1901, París, Alcan, 1901; S. GANSER, «Etat parti­
generalizada por entonces, la Janet y la pérdida de «la culier d'hystérie crépusculaire», en J. POSTEL (dir.), La
fontion du réel». Cfr. S. FREUD, «Formulaciones sobre psychiatrie, París, Larousse, 1994, pp. 373-377.
(88) 274 José María Álvarez
COLABORACIONES

dad que les llevará a la tumba, y aún más en Otros compañeros del Servicio se han
los querellantes, los locos más atornillados entrevistado en numerosas ocasiones con
a la realidad común, como es el caso que se los padres y varios de los hermanos. No sa­
relata brevemente a continuación. len de su asombro cuando comprueban,
R.Q.R., así llamaré al paciente, comenzó una y otra vez, que el padre es tan canalla
a frecuentar nuestro Servicio hace un par como lo retrata el paciente.
de años. Tenía 35 años. Vino a consultar Pero R.Q.R. no ha huido de la familia,
por «problemas familiares». Dormía con no se plantea escapar de la persecución del
mucha dificultad, estaba inquieto, hablaba padre; ni se ha preocupado de tramitar las
solo y se quejaba de fuertes dolores de ca­ diligencias para cobrar una pensión por
beza; temía recaer en un cuadro epiléptico problemas mentales. Eso le trae sin cuida­
del que había sido tratado unos años antes y do. Sólo quiere que se haga justicia. Está
del que había desaparecido toda sintomato­ dispuesto a todo para ello, incluso a morir
logía; asimismo los E.E.G. realizados no si es preciso.
evidenciaban nada patológico. De todos Instalado en su certeza (<<mi padre me
modos, nunca tuvimos muy claro si había persigue»), nuestro paciente encontró una
padecido la mencionada epilepsia. vía, muy peligrosa, para denunciar las veja­
Su relato era monótono y tercamente re­ ciones y reclamar justicia. Eso es lo que le
petitivo: toda su familia le persigue, espe­ interesa: que se haga justicia.
cialmente su padre; le han hecho mil y una En cuatro ocasiones en los dos últimos
perrerías, le han pegado, amenazado, inju­ años se puso al límite de la inanición. Pasa­
riado. Su padre no le ha dado los bienes ba así, diez, quince días, hasta que alguno
prometidos, y no sólo eso: cuando ha em­ de nosotros, el médico de su zona o la
prendido alguna actividad profesional, su Guardia Civil lo sacaba de su encierro. Vol­
padre se ha encargado personalmente o por vía famélico, desnutrido, pero proyectando
medio de algún hermano de que eso fraca­ ya la siguiente protesta: «Que venga el al­
sara. calde, el Juez; esto tiene que llegar al De­
Su padre lo desprecia, lo acosa, incluso fensor del Pueblo. Todos tienen que ente­
ha dicho en presencia de su madre que él rarse de lo que me ha hecho ese hijoputa».
no es hijo suyo. Por más que los datos que relata, las pa­
R.Q.R. guarda documentos, cartas, ra­ lizas, las heridas y lesiones de las que guar­
diografías, informes médicos, diarios y gra­ da radiografías e informes, coincidan con
baciones en los que se recogen cada una de la realidad, la posición de que R.Q.R. toma
las calamidades a las que el padre lo ha so­ frente a su certeza sobre el Otro persegui­
metido. Sus escritos están subrayados, con dor indica la estructura psicótica en la que
anotaciones al margen (esto le hubiera en­ trata de maniobrar. Se trata de una paranoia
cantado a Kraepelin). Ese es su pequeño te­ basada en una certeza mínima, que coinci­
soro que un buen día me entrega para que de con la realidad, pero la edificación del
yo también compruebe que el no está loco. delirio está aún en ciernes. Delirar para él
«Mi padre me ha jodido la vida. Me ha di­ supondría inventar una respuesta no sobre
cho que acabaré suicidándome; algo irre­ su certeza, sino sobre el porqué y el cómo
frenable me empuja a titarme al río cuando su certeza le concierne.
cruzo el puente para venir a consulta». Este caso, que no es ni mucho menos
Límites de la fenomenológica del delirio 275 (89)
COLABORACIONES

único, pone en cuestión el carácter «fuera Primero: el delirio es un saber inventado


de la realidad» con el que se sigue insis­ con el que se pretende una defensa contra
tiendo en caracterizar el delirio. También la lo Real intrusivo; un saber heurístico para
certeza puede coincidir con la realidad co­ limitar y regular un goce mortífero, identi­
mún. ficado en el Otro (amador o perseguidor)
por el paranoico y soportado en el cuerpo
automatizado por el esquizofrénico.
El delirio definido por su función Segundo: el delirio es la forma más pri­
vilegiada del trabajo de la psicosis al que el
De las características observables con sujeto se ve empujado ante la avalancha de
las que se ha venido definiendo el delirio, los retornos en lo Real. Es responsabilidad
sólo la certeza o convicción delirante resul­ del sujeto contruir su delirio o, por el con­
ta válida, pero para ello precisa, como se trario, permanecer como fuente parásita de
decía arriba, una discriminación taxativa de los Fenómenos Elementales, que son los
las llamadas creencias y de la exaltación efectos inmediatos de la forclusión 71 .
pasional; y esto no es siempre tan sencillo. Tercero: el delirio puede promover la
La certeza y la función del delirio, o sea conquista de determinadas significaciones
el para qué sirve un delirio al delirante, son que localizan un marco para el goce y asig­
en nuestra opinión, los dos únicos criterios nan una posición subjetiva.
que no conducen a engaño. Y ¿cuál es la Por último, ¿cómo se edifica un delirio?72
función del delirio? «Lo que nosotros con­ Respondo a esta cuestión, siempre revisa­
sideramos la producción patológica, la for­ ble, desde lo que he podido entender en la
mación delirante, es, en realidad, el intento clínica, y no puedo hacerlo más que estable­
de restablecimiento, la reconstrucción. (. ..) ciendo una lógica en una génesis de explo­
Lo que se nos hace notar ruidoso es el pro­ siones donde priman los instantes. Me pare­
ceso de restablecimiento, que deshace la
represión y reconduce la libido a las perso­
nas por ella abandonadas. En la paranoia, 71 Entre la numerosa literatura sobre los F.E. se­
este proceso se cumple por el camino de la ñalaremos únicamente los trabajos que nos parecen
proyección. No era correcto decir que la más interesantes: F. SAUVAGNAT, «Histoire des phé­
nomenes élémentaires», Ornicar?, 44, 1988, pp. 19­
sensación interiormente sofocada es pro­
27; del mismo autor: «De quoi les phénomenes élé­
yectada hacia afuera; más bien inteligimos mentaires psychotiques sont-ils l'indice», en H. GRI­
que lo cancelado adentro retorna desde VOIS (dir.), Psychose naissante, psychose unique, op.
afuera»70. En estas líneas de Freud, en las cit., pp. 69-83. Además: J.-A. MILLER, Seminario do
que la proyección es equivalente a la for­ Campo freudiano (Primeira Conferéncia)>>, Falo. Re­
vista Brasileira do Campo freudiano, n.º 2, 1988, pp.
clusión lacaniana, encontramos las claves a
87-96; H. WACHSBERGER, «Du phénomene élémentai­
desarrollar. re a l'experiénce énigmatique», La Cause freudienne.
Revue de Psychoanalyse, n. º 23, 1993, pp. 14-18; fi­
nalmente, R. MAZZUCA, «Los fenómenos llamados
elementales, en VY.AA., Análisis de las alucinacio­
70 PREUD, S., Puntualizaciones psicoanalíticas nes, Buenos Aires, Eolia-Paidós, 1995, pp. 59-116.
sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) 72 Retomo la expresión «edificación del delirio»
descrito autobiográficamente, cit., p. 65-66. (El subra­ (Wahngebaude) de R. Gaupp, que gustaba mucho de
yado es del propio Freud) repetirla en sus escritos.
(90) 276 José María Álvarez
COLABORACIONES

ce que las filtraciones de lo Real en la forma rrar los ojos a esos envites de lo Real.
de Fenómenos Elementales tiene cierta he­ Cuando el sujeto inventa inmediatamen­
terogeneidad, pues podríamos aislar fenó­ te una significación mínima, una matriz de­
menos típicamente xenopáticos, otros cua­ lirante, un axioma, certeza o Postulado, que
jados desde el principio de una significa­ invariablemente lo pone en relación con un
ción imprecisa, pero que ante todo con­ Otro gozador, la edificación del delirio tie­
cierne al sujeto, y por último aquellos fenó­ ne un primer sello paranoico. Y no hay ra­
menos que fragmentan la imagen especular. zón para que la primera significación deli­
Los primeros, los que llamo xenopáti­ rante no coincida con la realidad común,
cos, corresponden a los fenómenos inicia­ pues los significantes no simbolizados son,
les (neutros, atemáticos y anideicos) que quizás, los primeros organizadores de sig­
Clérambault creyó ver en el Síndrome de nificación.
Pasividad o Pequeño Automatismo Men­ Por otra parte, cuando la primera signifi­
ta}?3. Los segundos, estudiados generalmen­ cación renquea y tarda en inventarse o no
te en relación con la paranoia, correspon­ llega a perfilarse por completo, los fenóme­
den a lo que Clemens Neisser denominó nos xenopáticos dominan y la perplejidad
Eigenbeziehung, traducido como significa­ se mantiene en un estado que Klaus Conrad
ción personaP4. Finalmente, aquellos fenó­ llamó Trema. En este caso, las pequeñas
menos que conciernen al cuerpo despeda­ significaciones inventadas son más volu­
zado, mecanizado o automatizado, más bles o polimorfas, y el delirio adolece de
propiamente esquizofrénicos. sistematización; la xenopatía y el goce que
Todos estos Fenómenos Elementales abrasa el cuerpo estaría en primer plano,
conmocionan al sujeto induciendo una per­ mostrando un sello más esquizofrénico.
plejidad, un enigma, un vacío absoluto de Me parece, finalmente, que la separación
significación. Pero el sujeto psicótico se entre esquizofrenia y paranoia en la que
siente concernido por ellos y no puede ce­ tanto se insiste en la nosografía clásica y
actual, ni es tan radical ni tan definitiva,
n Véase, en especial, el breve artículo de G. G. pues un sujeto puede romperse por la xeno­
de CLÉRAMBAULT, «Définition de l' automatisme men­ patía más esquizofrénica y reconstruirse a
tal», en Oeuvres Psychiatriques, cit., pp. 492-494; Y partir de una certeza sobre el Otro al estilo
más extensamente los 21 trabajos sobre el Automatis­ paranoico, y viceversa. Esencialmente, todo
mo Mental, pp. 455-637.
74 Cfr. Cl. NEISSER, «Erorterungen über die Para­
eso depende de la decisión del sujeto, y no
noia», Zentralblatt für Nervenkeilkunde und Psychia­ del error del juicio, del estar «fuera de la re­
trie, n. Q 15, 1892, pp. 1-20. alidad» o de la supuesta inquebrantabilidad.

* José María Álvarez. Psicoanalista. Doctor en Psicología.


Correspondencia: Hospital Psiquiátrico «Dr. Villacián», Avda. del Dr. Villacián, s./n.; 47014
Valladolid.
** Fecha de recepción: 30-1-1996.

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