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¿Normal o anormal?

Eric Alejandro Catzin López

En la actualidad, los seres humanos estamos totalmente acostumbrados a calificar acciones,

opiniones y comportamientos en general como normales o anormales; esta evaluación forma

parte de nuestra vida cotidiana, de manera tal que evaluamos objetos, animales, personas y

cualquier cosa con la que nos topemos en nuestro medio, pero también, evaluamos nuestro

propio sentir y actuar. Cuestionamientos como: ¿Es normal que mi auto haga este ruido?, ¿es

normal que mi mascota gire tratando de alcanzar su propia cola?, ¿es normal tartamudear

cuando estoy nervioso?, ¿cómo es una niña normal?, etc. Están presentes día a día, son pues,

normales, están tan interiorizados que muchos de éstos guían nuestro comportamiento sin que

seamos conscientes de ello; el ámbito de la sexualidad y el género se encuentran

especialmente plagadas de estas evaluaciones, así preguntas como: ¿Cómo se comporta un

hombre normal?, ¿cómo es el cuerpo de una mujer normal?, ¿cómo es un hombre o una mujer

normal? están detrás del comportamiento de muchas personas y son clave para comprender

las relaciones que existen entre hombres y mujeres. Pareciera que lo normal es que todos

sepamos que es lo normal, aún cuando, muchas veces, ni siquiera nos lo preguntamos.

Partiendo de lo anterior, este ensayo tiene como objetivo exponer el componente

normalizador de nuestra sociedad actual, haciendo especial énfasis en el ámbito de la

sexualidad y el género para así ofrecer alternativas a este comportamiento que hemos

realizado tanto hasta el punto de considerarlo normal.

Durante mis años de formación como psicólogo, tuve un profesor que, de manera

irónica y en un tono hilarante solía repetir constantemente en las asignaturas que impartía que

la especie humana actual se veía afectada a escalas considerables como epidemia de una muy

extraña enfermedad llamada “conceptualitis”, refería que era “la enfermedad del siglo XXI,

peor que el cáncer y el SIDA, más incapacitante que cualquier otra enfermedad que
conozcamos”, en un inicio, el comentario siempre despertaba risas entre mis compañeros y en

mi, pero conforme fue pasando el tiempo fui reflexionando más acerca de ello, hasta que en

una ocasión decidí preguntarle de manera seria a que se refería con aquel comentario tan

hilarante, la respuesta que obtuve despertó aún más mi inquietud, dicho profesor respondió

que a la especie humana nos encanta definir, etiquetar, clasificar y evaluar absolutamente

todo, pero, más grave aún, evaluar de una forma tan simple que sólo nos permitía ver dos

opciones: normal y anormal. Igual que yo en ese momento, el lector puede estarse haciendo

la pregunta más lógica: pero, ¿y qué es lo normal?, esta es una pregunta que pretendo

responder a lo largo de este ensayo; por lo pronto considero importante sentar bases para

discutir sobre el tema.

Al explorar acerca del significado de normal, nos encontramos con la definición de la

Real Academia de la Lengua Española (2018), institución que refiere que lo normal es

aquello que: 1) se halla en su estado natural, 2) es habitual u ordinario, 3) sirve de norma o

regla y, 4) que por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de

antemano. Esta definición resulta relevante dado que un diccionario es la traducción escrita

del lenguaje común del vulgo, por lo que, en teoría, las definiciones que ofrece son reflejo

directo del uso que las personas le damos al lenguaje; más allá de la discusión que podamos

generar sobre la credibilidad de la RAE actualmente - lo que por sí mismo daría para un

ensayo completo - me gustaría centrarme en la primera, tercera y cuarta definición de normal,

al integrarlas, podemos decir, entre otras palabras que lo normal es todo aquello que se ajusta

a normas establecidas en función de lo natural y es la regla o norma a la que todo objeto y

sujeto debe ajustarse.

Anne Fausto-Sterling (2006) en su obra Cuerpos Sexuados expone el caso de María

Patiño una mujer vallista española, competidora olímpica que durante los juegos olímpicos de

1988 y debido a que olvidó llevar consigo un certificado que dejara constancia de que era
mujer - sí, esto era necesario para un departamento llamado “control de feminidad” en los

juegos olímpicos - se vio en la necesidad de realizar un examen de control de sexo con la

finalidad de comprobar lo evidente: que era una mujer, un examen que para Patiño pudo

parecer un simple requisito más para su competición, hasta que los médicos le comunicaron

que no había pasado este examen pues sus células contenían un cromosoma Y, por lo que, a

ojos de los médicos, era un macho humano; la historia para Patiño no fue sencilla, sin

embargo, para efectos de este ensayo, quisiera centrarme en el hecho de que, ella se veía

como una mujer, se vivía así misma como una mujer, su entorno la veía como mujer, incluso

llevaba un nombre comúnmente otorgado a mujeres, y sin embargo, algo a nivel celular, algo

que no era observable a simple vista - tanto que nadie, ni ella misma siquiera sospechó -

indica que, a nivel cromosómico, era un hombre, lo que fácilmente podría llevarnos al

cuestionamiento de ¿era en realidad una mujer o un hombre? o ¿qué era María Patiño?,

podríamos tratar de dar respuestas, pero debido a que comúnmente no existe una

denominación para una persona que no encaje en alguna categoría del binomio mujer-

hombre, irremediablemente llegaríamos a la conclusión de que Patiño podría ser una de dos

opciones: una mujer anormal o bien, un hombre anormal, lógico ¿no creen?, sobre todo si

recordamos que lo normal, como se mencionó con anterioridad, es aquello que se ajusta a una

norma fijada a priori - como el hecho del estereotipo de una mujer o un hombre - que sirve

como regla - igual que el departamento de “control de feminidad” estableció que mujeres sí y

que mujeres no participan en competencias femeninas - y que se halla en su estado natural, tal

como es natural que un hombre, a nivel cromosómico sea XY y una mujer XX, aunque,

respecto a esto último, valdría la pena preguntarnos ¿acaso María Patiño no era un ser

humano “natural”?, que se sepa, la manera en la que esta deportista se desarrolló a nivel

prenatal fue completamente natural, sin alguna intervención de cualquier tipo que tuviera la

finalidad de modificar algún aspecto de su ser, es decir, Patiño no era un ser humano
artificial, por cuestiones que pasaron naturalmente nació con un cromosoma Y pero con una

apariencia física de hembra humana; luego entonces, ¿será acaso que lo normal no es

necesariamente natural? veamos, el concepto de lo normal, originalmente proviene de la

estadística, tal como menciona Chao (1974) la norma - en la estadística - es la tendencia de

comportamiento que sigue un grupo de datos, es decir, lo normal estadísticamente hablando

es el rango en el que se ubican la mayor parte de sujetos, es el comportamiento, rasgo, etc.

que la mayor parte de sujetos comparte, por lo menos en cierta medida.

Hasta aquí, todo normal, sin embargo, es bien sabido que la interacción entre seres

humanos no es tan sencilla como una simple distribución poblacional, pues se encuentra

plagada por absolutamente todos lados de factores psicológicos pero, sobre todo, sociales, y

es aquí donde surge un concepto clave para entender la visión actual de lo normal y lo

anormal: el poder. Para Foucault (2003), nuestra sociedad utiliza el poder para normalizar, es

pues, una sociedad normalizadora, este pensador entiende la normalización como un proceso

que ejecuta un sistema con la finalidad de distribuir a todas las personas en diferentes

categorías, mismas que terminan por entrar en una jerarquía, donde aquellas que ejercen el

poder, es decir, grupos mayoritarios, se consideran normales, mientras que todos aquellos que

no ejercen el poder son considerados anormales.

Con base en lo anterior, podemos empezar a comprender de mejor manera el

trasfondo que subyace a los términos de normal y anormal, a lo largo de la historia, los

grupos mayoritarios y/o dominantes han ejercido el poder para mantener controlada a las

minorías, han nacido así, grupos hegemónicos, es decir, grupos con capacidad para ejercer el

poder y que invisibilizan y rezagan a otros grupos, en otras palabras, lo hegemónico ha

evolucionado a lo normal, mientras que los grupos con menor capacidad para ejercer el poder

y que amenazan la hegemonía evolucionan a anormales. Podemos visualizar de mejor forma

esta evolución si integramos elementos de la definición de normal dada por la RAE: en un


inicio, aquello normal era simplemente la característica que gran parte de un grupo

compartía, esta mayoría continuó por generar privilegios, mismos que los grupos

mayoritarios intentar mantener casi a toda costa - y claro, a nadie nos gusta perder privilegios

-, en el afán de mantenerlos se establece que aquello que es la norma es lo natural y por lo

tanto es la regla a la que los sujetos deben ajustarse, es así como surgen grupos hegemónicos,

que para controlar a los grupos minoritarios dotan al término normal con adjetivos como

bueno y/o saludable, por último, casi como una cuestión lógica y mecánica, si lo anormal es

ahora malo y enfermo, se torna necesario desplazarlo para poder mantenerlo bajo control. De

esta manera obtenemos una ecuación simple pero contundente, mediante la cual se han

legitimado atrocidades como la violencia, guerras, machismo, sexismo, etc. Ferney (2016):

normal = natural = saludable = bueno = hegemónico.

María Patiño, nuestra deportista anormal, es un claro ejemplo de que lo que se sale de

la norma en la sexualidad - como en todos los ámbitos - es atacado y reprimido; tras el

descubrimiento de su cromosoma Y, el Comité Olímpico Internacional le prohibió participar

con el equipo olímpico femenil español, las autoridades deportivas le sugirieron fingir una

lesión para retirarse y no hacer pública tan controversial situación, en cuestión de tiempo, el

asunto se dio a conocer en prensa, lo que desató un debate que terminó en el retiro de los

títulos que ella había logrado durante su vida y también de su licencia federativa para

competir, fue expulsada de la residencia atlética nacional de España y se le fueron negadas

las becas con las que contaba y fue prácticamente borrada del mapa deportivo. En un abrir y

cerrar de ojos, su vida dio un giro radical para mal, pues perdió la carrera a la que le había

dedicado gran parte de su vida y se quedó sin sustento para vivir, todo por una situación

natural que estuvo por completo fuera de su decisión.

Tal como este caso, existen muchos otros, cientos, miles, millones quizá, de personas

que al amenazar los privilegios de la sexualidad hegemónica se ven desplazados y


descalificados bajo el adjetivo de anormales, tal es el caso de personas homosexuales,

hombres y mujeres trans y miembros en general de la comunidad LGBTTTIQ+.

A manera de conclusión, me gustaría mencionar que la evolución histórica de los

adjetivos normal y anormal, han derivado en muchos casos de violencia hacia personas,

grupos y comunidades enteras, quienes por cuestiones fuera de su decisión se ven vulnerados

y afectados profundamente. Resulta totalmente necesario hacer conscientes los privilegios

que como personas normales podamos tener para evitar utilizarlos para violentar a otros, así

como comprender que lo normal no es necesariamente natural, ni tampoco bueno ni

saludable.

Cómo consejero y educador de la sexualidad es primordial entender todo lo anterior,

pues, por ejemplo, en la práctica clínica muchas de las personas que acuden - y acudirán - a

nosotros, lo harán muchas veces por las repercusiones que esta etiqueta de anormal le han

causado; mientras que en el ámbito de la educación en sexualidad el compromiso es mayor,

pues tenemos el reto de sensibilizar a la población en general y de facilitar los espacios de

intercambio de opiniones, espacios formativos e interactivos para que esta información llegue

a la mayor cantidad de personas posibles.

Bibliografía

Chao, L. (1974). Estadística. México: McGraw-Hill.

Fausto-Sterling, A. (2006). Cuerpos Sexuados. La política de género y la


construcción de la sexualidad. España: Melusina.

Foucault, M. (2003). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Argentina: Siglo


veintiuno editores.

Real Academia de la Lengua Española. (2018). Definición de "normal". Recuperado


el 20 de Octubre de 2019, de Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española: https://dle.rae.es/?id=QcGec7P
Rodríguez, F. (2016). ¿Qué es natural? y ¿Qué es normal?. Una necesaria distinción
para comprender. Justicia, 9-10.

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