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El paro fue convocado por las centrales obreras, las organizaciones sociales,
sindicatos, partidos políticos de la llamada “izquierda colombiana”, asociaciones
estudiantiles, profesores, pensionados y ambientalistas. El descontento fue
orientado contra el paquetazo de Duque, principalmente contra la reforma
tributaria y el holding financiero que refuerza a los bancos y las aseguradoras
golpeando a los sectores productivos nacionales y a los trabajadores; el
cumplimiento de los acuerdos pactados con los docentes y estudiantes en el paro
estudiantil universitario del año anterior para fortalecer la educación pública
gratuita y el desarrollo de la ciencia y la tecnología; cese a la violencia contra los
líderes sociales; el cumplimiento de los acuerdos de paz de la Habana; “la
independencia de los poderes y el respeto por el estado social de derecho”. Las
centrales obreras, los sindicatos y partidos políticos convocantes se limitaron a la
programación de marchas nacionales en la mañana y en la tarde repicando sobre el
carácter pacifista de la protesta. El gobierno y la reacción en general asustados por
el fantasma de la lucha democrática y nacionalista de Chile y Ecuador alistaron sus
fuerzas represivas y ordenaron su acuartelamiento de primer grado, estaban
dispuestos a defender la “democracia y la institucionalidad” a como diera lugar;
utilizaron sus medios de comunicación para desprestigiar la protesta y confundir a
las masas. La reacción la tenía clara, había que “respetar el derecho constitucional
de la protesta”; pero, ahí están los aparatos represivos del estado en caso de que
esta se saliera de los márgenes de la constitución. Los convocantes oficiosos no
cesaron en los días que antecedieron al paro de llamar al orden y a la pasividad de
las marchas presintiendo el desboque de la rebeldía natural de los jóvenes. La
conspiración consistía, de un lado satanizar la protesta, dividir y enfrentar la
opinión pública con los manifestantes; y del otro lado colocarle diques a la protesta
social para que todo siga a favor de los detentadores del poder. Resultaron más
papistas que el papa, solicitaron a la procuraduría como “protectora de los derechos
ciudadanos” a estar presente en las calles para evitar desmanes de la fuerza pública
y que la policía cumpliera con su función de velar por “la seguridad de las
personas”. – Lo preocupante era entonces, el talante de muchos de los integrantes
del comité de organización y convocatoria del paro, acostumbrados a conciliar lo
inconciliable –.
Vinieron los balances de parte y parte: todos coincidían que el paro transcurrió en
la normalidad y que los desmanes eran acciones aisladas de las que nadie quería
ser responsable. El primer balance muestra que las Centrales y el Comité de Paro
fueron desbordados por las fuerzas y dinámicas del paro. Era relevante la
movilización de los jóvenes y la participación de dirigentes y organizaciones de
muy diversas expresiones, hecho que permitió el acercamiento a las zonas obreras
y populares para mejorar las condiciones de la protesta nacional.
Este paro u otro que siga sólo puede avanzar si se orienta y se dirige desde una
posición de clase proletaria y consecuente con los trabajadores y las masas, y que
por lo menos se sienta la necesidad de la conformación de un partido
auténticamente proletario y revolucionario ligado estrechamente a las masas con
cuadros capaces de convertir el movimiento espontáneo de las masas en
movimiento consciente y organizado, de tal manera que supere la naturaleza
revisionista y oportunista de la izquierda colombiana, y que sirva de escuela para
esclarecer la conciencia de los obreros y campesinos y del pueblo en general; de
tal manera, logren comprender a cabalidad que mientras persista el actual Estado
oligárquico proimperialista no puede haber verdadera democracia para todos ni
progreso y desarrollo para la nación colombiana. Y que esta transformación
indefectiblemente es mediante la conformación de un frente amplio de lucha
conformado por todas las clases que sufren la opresión del imperialismo
norteamericano y del resto de capitales extranjeros ejercida por la gran oligarquía
colombiana, dirigido por los obreros y campesinos que consiga la independencia
de la nación y continuar la marcha hacia el socialismo. De lo contrario, las masas
podrán sentir la necesidad de salir a las calles a luchar por sus intereses de clase,
pero, sin la claridad política suficiente que les permita de manera consciente y
organizada defenderse y lograr el éxito de sus pretensiones. Serán como un barco
en alta mar y sin timón.