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Revista iberoamericana de comunicación. Número 16, primavera-verano. México:


Universidad Iberoamericana, Plantel Santa Fe: UNESCO, 2009.

La subversión en Bitácora del cruce, de Guillermo Gómez-Peña

Por Lorena Campos Moirón

La literatura chicana se ha consolidado como una forma de protesta ante la opresión

económica, social y cultural impuesta por el sistema dominante estadounidense. A través de

su historia, esta propuesta artística ha encontrado una forma de expresión propia, ajena a los

afanes asimiladores o represivos de dicho sistema.

Bitácora del Cruce, de Guillermo Gómez Peña, es una obra que expone y parodia los

estereotipos que se han impuesto sobre los chicanos. El kitsch, la ironía y el sentido del

humor son los recursos subversivos que el autor emplea como medios para criticar el

sistema dominante.

Palabras clave: Literatura chicana. Hegemonía. Migración. Identidad. Subversión. Parodia.

Chicano literature has established itself as a form of protest against economic hardship,

social and culture imposed by the U.S. ruling system.

Throughout its history, this artistic project has found a form of self-expression, oblivious to

the assimilating or repressive interests of the system.

Bitácora del Cruce, by Guillermo Gomez Pena, is a work that exposes and parodies the

stereotypes that have been imposed on Chicanos. Kitsch, irony and humor are the resources

that the author uses subversive as a means to criticize the dominant system.

Keywords: Chicano Literature. Hegemony. Migration. Identity. Subversion. Parody


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El fenómeno de la literatura chicana representa, desde su consolidación en los años

sesenta, una forma de protesta ante la opresión económica, social y cultural impuesta por el

sistema dominante anglosajón. Temas como la asimilación cultural, la pérdida del idioma

español y el rechazo sistemático al inmigrante son recurrentes en la literatura chicana, tanto

popular como académica.

Este es el caso del trabajo de Guillermo Gómez-Peña, chicano autoproclamado que

manifiesta en su obra la crítica al sistema anglosajón. Bitácora del cruce, de Gómez-Peña,

fusiona literatura, artes visuales y performance con claros tintes subversivos, herederos

indiscutibles de la vanguardia, cuyo objetivo es confrontar y provocar una respuesta en el

lector.

A través de la provocación, Gómez-Peña se mofa tanto del sueño americano como

de la supuesta mexicanidad, colocándose él mismo como crítico, objeto de estudio y voz

crítica.

En su obra, expone las contradicciones que rodean a la cultura chicana, empezando

por su no-definición. La figura del chicano surge a partir de la negación de algo. Es el

personaje que no puede integrarse a la cultura dominante, pero tampoco pertenece ya a la

mexicana.

El fenómeno chicano va mucho más allá de la experiencia del cruce o de la

pertenencia a un grupo social. Se trata de un proceso de redefinición. Como lo expresa

Tomás Rivera: “Nos dimos cuenta que nosotros teníamos que inventarnos como chicanos, y

eso es lo que estábamos haciendo. Así, hemos empezado a realizarnos” (Vázquez, Acerca

de la literatura: diálogos con tres autores chicanos 41).


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Bitácora del cruce es una obra reaccionaria y provocadora. En sus páginas

deambulan los estereotipos y prejuicios que aún imperan en el imaginario estadounidense.

Gómez-Peña los encarna con fines paródicos. El kitsch, la hipérbole, la ironía y el

performance son las herramientas subversivas que buscan provocar la reacción del otro

(para no incurrir en el error de llamarlo espectador).

Sin embargo, el mensaje crítico va mucho más allá de la mera provocación o

parodia. Bitácora del cruce exhibe una amarga crítica al orden institucionalizado, lo que en

palabras de Luis Villoro, sería una ética disruptiva.

La poesía chicana

Si bien la literatura chicana ha estado presente desde el siglo XVIII, es hasta el siglo

XX, en los años sesenta, cuando adquiere importancia como movimiento de protesta y

búsqueda de identidad.

En el caso de la poesía, la influencia de los sones populares españoles generó en las

comunidades fronterizas manifestaciones tempranas de poesía chicana en sus corridos y

canciones. La temática de estas composiciones giraba en torno a las dificultades de

supervivencia para el mexicano emigrante. En este sentido, es importante recordar que

dichas expresiones se extendieron inicialmente de manera oral y popular a lo largo del Río

Grande.

A partir de 1848, con la promulgación de la libertad de prensa, los periódicos de

habla hispana cumplieron una importante labor como promotores de la poesía chicana

(género que se desarrolló rápidamente gracias a su brevedad e intensidad).


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En esa etapa, sin embargo, la poesía chicana aún se encontraba en un momento de

germinación y no reflejaba las verdaderas confrontaciones culturales que se vivían. En

algunos casos, estas expresiones se limitaban a imitar el estilo de los poetas de la época o

de la corriente en boga.

Al finalizar el siglo XIX, la poesía chicana empezó a mostrar los efectos de la

asimilación cultural: el idioma se transformó por efecto de la conquista. Los préstamos

lingüísticos se hicieron evidentes con expresiones que, poco a poco, se convertirían en el

spanglish. Esta situación también se hizo evidente en la obra de algunos poetas:

Hermoso idioma español


¿Qué te quieren proscribir?
Yo creo que no hay razón
que tu dejes de existir.

Afirmo yo que el inglés


como idioma nacional
no es de sumo interés
que lo aprendamos a hablar
pues se debe de enseñar
como patriotas amantes
y no quedar ignorantes.
Mas, no por eso dejar
que el idioma de Cervantes
se deje de practicar.

(Alarid, “El idioma español”, en


Los pobladores nuevo mexicanos y su poesía,
publicado originalmente en 1889)

En el siglo XX, durante las décadas de los cuarenta y cincuenta, el chicano cobró

conciencia de su posición marginal en la poderosa sociedad imperialista anglosajona. Más

allá de eso, el chicano comprendió que se había quedado entere dos aguas, sin poder
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integrarse a los Estados Unidos y sin ser reconocido tampoco como mexicano: “...se nota

en la poesía la dominación del inglés sobre el español y la distorsión de la realidad histórica

chicano mexicana con el fin de los autores de presentar al chicano mexicano ante el sajón

(nótese el cambio de público lector) como digno de ser integrado al sector social en su

poder, a saber, al mundo anglosajón” (Rodríguez, El crecimiento de la literatura chicana

354).

La búsqueda de la identidad se convirtió, en la década de los sesenta, en un asunto

de suma importancia para la comunidad chicana. Los movimientos antiimperialistas,

encabezados por la Revolución Cubana, tienen gran influencia en los cuestionamientos

ideológicos de los poetas chicanos.

En 1967 se publicó “I am Joaquín”, de Rodolfo Corky Gonzáles, organizador de la

Cruzada por la Justicia y uno de los principales voceros del Movimiento Chicano. Este

poema épico tiene gran importancia como documento social, ya que sintetiza las

preocupaciones de los chicanos en los sesentas y setentas:

I am Cuauhtémoc
proud and noble,
leader of men,
king of an empire
civilized beyond the dreams
of the gachupín Cortés
who also is the blood
the image of myself.
I am the Maya prince.
I am Netzahualcóyotl,
great leader of the Chichimecas.
I am the sword and flame of Cortés
the despot.
And
I am the eagle and serpent of
the Aztec civilization.
La Raza!
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Mejicano!
Español!
Latino!
Hispano!
Chicano!
or whatever I call myself,
I look the same
I feel the same
I cry
and
sing the same. (355)

A partir de ese momento, la literatura chicana se consolidó como movimiento de

protesta. Sin duda, la difusión de ésta se debe, en primer lugar, al apoyo de diferentes

periódicos de habla hispana y al interés de universidades como la UCLA y Berkeley. Es en

el ambiente académico donde la literatura chicana ganó respetabilidad: dejó de ser leída

sólo por los latinos afectados, para dirigirse a un público más amplio (si bien, no siempre

abierto a confrontaciones).

En segunda instancia, el momento histórico permitió la expresión de voces de

protesta y resistencia. El feminismo, el hippismo y los grupos que reaccionaron contra

Vietnam se inscribieron como movimientos importantes de contracultura.

La comunidad chicana cobró conciencia de su valor como grupo. A este momento

se le ha denominado frecuentemente de “esencialismo chicano”, es decir, de recuperación

de raíces.

En cuanto a la expresión literaria, los recursos expresivos propios se multiplicaron

en las formas poéticas y sus contenidos: el spanglish se consolidó como código

comunicativo y herramienta subversiva (en tanto que se burla de los valores tradicionales y

tiene la capacidad de excluir a los grupos dominantes).


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Actualmente, el movimiento chicano ha enfrentado nuevos retos: la recuperación de

raíces se vuelve imposible en una comunidad híbrida y cambiante. Agrupaciones chicanas

de feministas, gays y transexuales, entre otras, se integran al debate como víctimas de la

marginación en su propia comunidad.

En El poder y el valor, Luis Villoro explora el problema de la ética en una sociedad

cuya tendencia a la institucionalización de valores hegemónicos opaca cualquier iniciativa

individual ajena al sistema. Para Villoro, la moralidad institucionalizada pierde su esencia y

se torna hipócrita: “las instituciones ocultan, con proclamas de fines elevados, las luchas de

intereses; los ordenamientos legales, la voluntad de los poderosos” (199).

La búsqueda de una moralidad superior, auténtica, implica necesariamente el

rompimiento con la estructura social dominante. Dicha ruptura puede provocar, en

numerosas ocasiones, que el individuo crítico se repliegue en la marginalidad: “La ironía, el

sarcasmo del cínico, el desorden buscado del esteta, la provocación del pelado, la elección

del desamparo del vagabundo son otras tantas vías de rechazo a la moralidad reiterativa.

Todas se quedan en la negación” (200).

Esta moralidad superior aparece estrechamente ligada al concepto de identidad. El

sujeto promedio de cualquier sociedad crea una representación mental de sí mismo a partir

de los roles impuestos por el sistema. De esta forma, es común que el individuo se vea

reducido a lo que la sociedad espera de él, provocando así su sometimiento o alienación.

Para Villoro, la única forma de descubrir la identidad propia es estableciendo un

distanciamiento con el sistema. En este sentido, resulta interesante acotar que el primer

paso para descubrir la individualidad es la ruptura con las reglas impuestas por la mayoría.
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La ética, entonces, permite al individuo percibir la diferencia entre la sociedad ideal

(utopía) y la efectiva. Cuando la utopía se racionaliza se transforma en ideología, en tanto

que se vuelve dogmática y no se traduce en cambios concretos. Las ideologías, o utopías

pasivas, jamás superan la etapa de confrontación. Para Villoro, la verdadera ética es capaz

de traducir su crítica al sistema en acciones positivas de cambio. A esto lo denomina ética

disruptiva.

Así mismo, Villoro aborda la relación entre la ética y el buen funcionamiento de las

comunidades. En este sentido, retoma a Aristóteles al señalar que el servicio voluntario a

los demás miembros del grupo es el fundamento del bien común. La ética no puede darse

en un contexto de intereses particulares.

Existe una distinción entre sociedad y comunidad, la primera sólo hace mención a

un grupo de individuos reunidos, mientras que la segunda tiene que ver con el deseo de

integrarse como un todo, es decir, de buscar una identidad colectiva.

Sin embargo, las comunidades tradicionales han sido suplantadas por los Estados-

nación modernos: “En el mundo moderno, en cambio, el individualismo remplaza a la

noción de integración en la sociedad. El individuo ya no adquiere sentido por su

pertenencia a una totalidad, es él mismo la fuente de sentido y valor de esa totalidad” (372).

De esta manera, puede verse que el individuo puede ejercer una crítica disruptiva

que se oriente a los intereses de una comunidad explotada o excluida del sistema moderno.

Éste es el caso de Gómez-Peña, quien parte de la identificación con la comunidad chicana,

sin ser un auténtico chicano.

La relación entre las ideas de Villoro y el trabajo de Gómez-Peña es muy estrecha,

en tanto que la obra de éste tiene como eje el ataque a los valores tradicionales.
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La provocación en su trabajo creativo se manifiesta en personajes hipersexuales, el

performance de mal gusto y las imágenes de violencia extrema. El humor negro, empleado

como recurso subversivo, se convierte en arma contra el sistema norteamericano

dominante.

La ética disruptiva de Gómez-Peña inicia con su desacuerdo ante la cultura oficial

mexicana, que asfixia en sus límites sofocantes. Según el autor, la alta cultura es definida

exclusivamente por una élite de intelectuales consagrados. El paternalismo indigenista

parece no dejar lugar a otras opciones de mexicanidad. Cuando parte a California, tierra

prometida, para estudiar arte, descubre que la situación es aún más complicada. Para el

estadounidense, el mexicano es un estereotipo, y de los peores.

Sin duda, el trabajo crítico de Gómez-Peña parte de una confrontación entre el

mundo teórico, la ideología, y la realidad efectiva; el descubrimiento de una hipocresía

amparada tras el discurso normatividad social. El autor percibe las enormes incongruencias

de un sistema que se enorgullece de valores que no practica. Valores como la libertad y el

respeto, convertidos en ideología política que da sentido a un sistema totalitario y

excluyente.

Gómez-Peña se define como un “mexicano en proceso de chicanización” o un

“postmexicano”. Su historia no es la del mojado paupérrimo que emigra en busca de

mejores oportunidades, ni la del latino que vive marginado en las comunidades hispanas de

Gringolandia. Más bien, su cruce se relaciona con una toma de conciencia: el viaje a

California fue: “mi ritual de nacimiento norteamericano”. En este sentido, la “chicanidad”

de Gómez-Peña es, en sus términos, un “state of mind”.


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Su obra, que inicia en la primera mitad de la década de los ochenta, se caracteriza

por la expresión colectiva y la influencia vanguardista. Desde entonces, el reto del autor y

sus compañeros artistas ha sido mantener la pureza del mensaje, sin asimilarse a la cultura

del consumo, la violencia extrema y la sexualidad exacerbada.

Bitácora del cruce es una obra que reúne los diferentes trabajos: poesía popular,

corridos, imágenes y performances. También, puede verse como un proceso u obra

inacabada, que permite al otro vivir su propio cruce de frontera.

La subversión es el recurso básico de comunicación, desde su autodefinición como

“artista del performance, escritor, videoasta, periodista, activista, “borderólogo”,

antropólogo invertido, lingüista experimental, pirata mediático, mal actor, representante

latino de servicio al consumidor para el mundo artístico norteamericano, y doble de

Antonio Banderas” (9).

Gómez-Peña se coloca como la antítesis de todo lo esperado, como el ironista por

excelencia.

Para hacer evidente la subversión, basta con analizar el performance, forma de arte

conceptual que tuvo su origen en las representaciones futuristas y dadaístas del Cabaret

Voltaire. El performance es una representación vanguardista de ruptura, que tiene como

rasgo fundamental la expresión a través de la vivencia: “Pues las vanguardias, en efecto --y

tal es su manera de dar cabida a la novísima pasión de lo real--, sólo conciben el arte en

presente y quieren forzar el reconocimiento de ese presente. La invención es un valor

intrínseco y la novedad es deleitosa de por sí” (Badiou, El siglo 170). La repetición es,

entonces, despreciable.

Gómez-Peña ataca al sistema que lo excluye en sus representaciones subversivas:


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El performance fue mi salvación; mi manera muy personal de

responder, de luchar, de afirmarme; de delinearme un espacio

imaginario de libertad y dignidad en medio de la desolación

cultural anglosajona. Desde mi llegada a los United, mi

comunidad fue, y lo sigue siendo, una tribu de outcasts,

marginados, nómadas, desterrados, criminales culturales,

pochos, e híbridos. (Gómez-Peña, Bitácora del cruce 69)

En sus performances, Gómez-Peña juega con la idea de la frontera como

representación de la distancia real entre artista y público, y la distancia simbólica entre los

integrantes del sistema y los chicanos excluidos. Sin embargo: “a diferencia de las

fronteras impuestas por un estado/nación, las fronteras en el “país del performance” están

abiertas a los nómadas, los emigrantes, los híbridos y los desterrados” (81-82).

Gómez-Peña ha llevado a cabo más de setecientas representaciones en distintos

países del mundo. En la mayoría de las ocasiones, sus performances se fundan en la

subversión de los valores del sistema hegemónico. En primer lugar, explota el miedo que

siente el estadounidense ante la cercanía de la comunidad chicana. Sus personajes son, a la

vez, parodias grotescas de los héroes americanos y encarnaciones de los peores estereotipos

del mexicano. La presencia de gigantescas armas fálicas y el vestuario estrafalario e

hipersexual son recursos empleados para representar estos miedos. “Frecuentemente este

tipo de obra es representada por un personaje --una persona-- con características

individuales muy definidas, como el Mexterminator, el Border Brujo, el Cyber Vato, y

emitiendo un monólogo dramático” (Ochoa en Bitácora del cruce 11).


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La transgresión a los valores tradicionales va más allá de la burla. En muchos casos,

la representación tiene como objeto generar una respuesta en el público. En ocasiones, la

pasividad de éste genera también un tipo de retroalimentación para el autor. Por ejemplo, en

el performance “La gira mundial Guatinaui” (1992), Gómez-Peña y Coco Fusco,

parodiaron la costumbre imperialista de exhibir aborígenes en los museos de historia

natural. Ambos, disfrazados para tal efecto, se expusieron enjaulados como seres primitivos

ante un público que no mostró sorpresa alguna ante el hecho. El sentido crítico del

performance puede notarse cuando el autor afirma haber realizado una “etnografía al

revés”, es decir, un estudio del comportamiento supuestamente civilizado del visitante. La

pasividad de los concurrentes, incapaces de reaccionar ante lo degradante de la situación,

funcionó como prueba del sometimiento de los individuos. Sin duda, esta acción concreta

puede verse como una ética disruptiva, que busca exhibir el absurdo de los valores

tradicionales.

El sentido del humor es otro de los recursos subversivos más efectivos de esta

bitácora. A través de la risa, el artista o el cómico, puede decir verdades que en un contexto

más serio serían insoportables. Los miedos, tabúes y defectos salen a la luz en la obra de

Gómez-Peña.

El sentido del humor no sólo permite evidenciar lúdicamente los vicios de un

sistema, también favorece la liberación de tensiones y la solución constructiva de

problemáticas reales. El lector novel, al acercarse a un texto humorístico, recibe el doble

beneficio de la reflexión y la risa.

Berger coincide con esta reflexión cuando explica cómo la comicidad tiene una

función social de desenmascaramiento y liberación. La incongruencia que se manifiesta a


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través de lo cómico genera un aprendizaje, en tanto que permite al lector identificar con

claridad lo absurdo de un diálogo o situación.

En el caso de Bitácora del Cruce, se puede apreciar el humor en dos niveles: en

primer lugar, el juego de palabras, que podría verse como un humor directo, y en segundo,

la ironía del texto, como una forma más compleja de humor.

Frecuentemente su humor es de índole popular y

escatológico, cosas que, dicho sea de paso, lo ubican en una

amplia tradición de vanguardistas revoltosos e irreverentes.

Esta tradición se extiende quizás desde la obra de Alfred

Jarry en su Ubu Rey (1896) e incluye a los dadaístas, los

surrealistas, los teatreros pánicos, los practicantes del teatro

del absurdo y otros experimentalistas. (15)

Para no ir más lejos, el juego con su nombre y sus numerosos alias: Guermo,

Yiguermo, Guiliermou Comes-Penis o Piña; Octavio Pus, Mister Misterio, El Existentialist

Mojado, El Border Brujo, El Warrior for Gringostroika, el Untranslatable Vato, El Mariachi

Liberachi, El Aztec High-Tech, el Naftazteca, El Mad Mex, El Mexterminator, Information

Superhighway Bandito y el Web-back, entre otros.

Cada uno de estos nombres, personajes en sí, reflejan un agudo sentido del humor,

una forma de burlarse de las expectativas o miedos de los otros hacia el chicano. La

xenofobia del gringo se antoja risible cuando se ve a un Gómez-Peña disfrazado de Mad


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Mex, con armas, calacas y armaduras de juguete. En esencia, el sentido del humor es la

única arma.

Gómez-Peña recomienda el uso del sombrero de mariachi para parecer “friendly” al

cruzar la frontera. El estereotipo del “mexicano que cruza” se exagera hasta provocar la

risa, sobre todo cuando se fusiona con elementos caricaturescos de la cultura

estadounidense. El resultado es tan ridículo como la realidad misma.

El humor negro, que se define como la risa provocada por una situación dolorosa o

macabra, puede verse en las manifestaciones verbales y visuales de la obra. Por ejemplo, la

imagen de los rangers americanos, cazando a un animal mexicano para después exponerlo

como una linda artesanía.

La parodia, como recurso humorístico importante, se percibe en todas las

imitaciones ridículas de los héroes americanos. La intrusión de elementos mexicanos en la

imagen de estos ídolos constituye una afrenta para los valores americanos a la vez que una

burla para los estereotipos nacionales. Los “natural born matones” mezclan sus pistolotas

modernas con los penachos y los trajes de charro.

El kitsch, como representación del mal gusto y el sinsentido, también funciona

como elemento subversivo, en tanto que se burla del deber ser. El “soldado fetiche” se

abanica con una banderita norteamericana mientras sostiene una cruz y un rifle. Sus

genitales están cubiertos por un taparrabos erótico y grotesco, y tiene una expresión

extasiada, como si tuviera una epifanía o un orgasmo, da igual.

La poesía subversiva de Gómez-Peña

La poesía de Gómez-Peña es heredera de los rasgos de la literatura chicana de

décadas anteriores. Los temas relacionados con la pérdida de identidad y la exclusión están
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presentes en el contenido. En la forma, el empleo del splanglish, como fundamento de la

confusión cultural y el desgaste de las formas tradicionales de comunicación. Incluso, los

signos tipográficos, como la diagonal, símbolo de la frontera y la separación entre palabras,

hombres y culturas.

La obra poética de Gómez-Peña funciona mejor como parte de un conjunto más

rico, ya que, por sí misma, no representa una producción muy novedosa. Su valor crece

cuando se le relaciona con los performances y las imágenes de sus personajes, por lo que es

un acierto reunir estas manifestaciones en Bitácora del cruce.

En su poesía, Gómez-Peña juega con el concepto de frontera como metáfora de una

exploración interna. El que cruza la frontera, literal o simbólicamente, nunca vuelve a ser el

mismo. También, existe un paralelo entre el cruce de los indocumentados a Estados Unidos

y la carrera artística del autor. El viaje personal de Gómez-Peña es el de cualquier individuo

crítico, que toma conciencia de las absurdas incongruencias sociales (sin importar la

frontera).

Postal a la jefita

(Nueva Cork, circa 1982)

MADRE:

un día regresaré
cargado de dólares imaginarios
invertiré mi fortuna
en algo inservible pero bello
un banco de metáforas quizás
un club de sexo oral
o una academia de danza marina
quizá me alcance para todo
y hasta me sobre
para mi propio entierro
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Como puede verse, las preocupaciones expuestas en este texto son muy similares a

las de Corky Gonzáles en “I am Joaquín”. La idea del sueño americano como utopía refleja

la profunda amargura del fracaso del chicano para integrarse a la sociedad estadounidense.

Otros textos poéticos del autor exponen la profunda alienación del individuo que se

pierde en tierras extrañas hasta volverse un extraño en todas las tierras. Gómez-Peña, sin

embargo, fusiona la poesía con el relato y la descripción de sus obras performativas.

En conclusión, puede verse en Bitácora del cruce el elemento subversivo como eje

de una crítica al sistema imperialista estadounidense. La provocación busca atacar los

valores hipócritas de una sociedad que dice fundarse en la democracia y la diversidad.

Si bien, el autor radicaliza los miedos anglosajones y se burla de ellos, su intención

va más allá de convertirse en un bien de consumo para los amantes de la cultura radical

(sexo, violencia y revolución como un estilo de vida).

La ética disruptiva de Gómez-Peña busca generar una toma de conciencia o cruce

metafórico de frontera, quizá con el fin de que nos reconozcamos como parte de una

problemática que no sólo incumbe a los indocumentados, sino a todos los mexicanos que,

día a día, somos devorados ideológicamente por los Estados Unidos.

Bibliografía directa

-Gómez Peña, Guillermo. Bitácora del cruce. México: Fondo de Cultura Económica, 2006.

Bibliografía teórica directa (literatura chicana)

-Castañeda Shular, Antonia, Tomás Ybarra-Frausto y Joseph Sommers (comp). Literatura

chicana: texto y contexto. Englewood Cliffs, N.J.: Prentice-Hall, 1972.


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-Hernández, Guillermo. La sátira chicana: un estudio de cultura literaria. México, Siglo

Veintiuno, 1993.

-Tatum, Charles. La literatura chicana. Víctor Manuel Velarde (trad). México: Secretaría

de Educación Pública, 1986.

-Vázquez Castro, Javier. Acerca de la literatura: diálogos con tres autores chicanos.

Texas: M & A Editores, 1979.

Bibliografía teórica indirecta (teoría)

-Badiou, Alain. El Siglo. Buenos Aires: Manantial, 2005.

-___________.La ética: ensayo sobre la conciencia del mal. Raúl. J. Cerdeiras (trad).

México: Herde, 2004.

-___________San Pablo. La fundación del universalismo. Danielle Ragioni (trad).

Barcelona: Anthropos, 1999.

-Benjamín, Walter. Ensayos. Héctor Murena (trad). México: Coyoacán, 1999.

-Berger, Peter. Risa redentora. La dimensión de la experiencia humana. Barcelona: Cairos,

1999.

-Dussel, Enrique. Ética de la liberación. Madrid: Trotta, 2002.

-Villoro, Luis. El poder y el valor. México: Fondo de Cultura Económica, 1997.

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