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El problema del delirio ha sido históricamente uno de los más fascinantes y fundamentales que
ha planteado la psicopatología general. Etimológicamente la palabra "delirio" deriva del latín
"delirare", que significa "fuera del surco", refiriéndose al surco que se realiza en el campo al
labrarlo, es decir que, aplicado al pensamiento humano, sería el pensar fuera del surco normal.
Esta manera de pensar morbosa se ha considerado desde todos los tiempos como equivalente
a enfermedad mental, ya que el delirante, el hombre que delira, es siempre un enfermo
psíquico.
El delirio, como veremos, no es una manera de ignorar la realidad: es otra manera de percibirla
y vivirla.
Idea delirante
La diferencia con el error simple es que este último es el resultado de una idea estructurada
sobre bases y elementos falsos de la realidad. Razón ésta que, en la mayoría de los casos,
cuando esta idea es sometida a una crítica seria, se rectifica en el sentido de ponerla acorde
con la realidad. El error simple es pues reductible y permeable a los argumentos de la lógica.
Para Minkowski la convicción delirante es la que hace el delirio. Este autor ha sostenido que tal
convicción crea una barrera infranqueable entre el delirante y el común de los mortales,
considerando la palabra "barrera" como equivalente a "puerta cerrada". Esta convicción
subjetiva de "estar en la verdad" es una de las características externas más destacadas de la
idea delirante y, precisamente por ella, la idea delirante es ininfluenciable a cualquier
razonamiento o actitud ajena, e incorregible.
El juicio de realidad es la capacidad humana para discernir entre lo real y lo irreal. En virtud de
esta capacidad podemos separar lo que es la verdadera realidad de aquello que es fruto de
nuestra imaginación o fantasía. El juicio de la realidad está estructurado sobre nuestra propia
razón y experiencias de la realidad.
En el hombre delirante la pérdida del juicio de realidad es expresión de una profunda alteración
de la personalidad que lo lleva, irremediablemente, a la ruptura de sus relaciones con la
realidad. En última instancia el delirio no es más que eso. La realidad se halla para el delirante,
transformada, mutada, razón por la cual la relación con ella se encuentra alterada. De ahí que
su realidad no sea la nuestra, sino otra distinta. El hombre presa de un delirio nos muestra con
gran claridad una alteración de su "estar en el mundo", ya que las relaciones entre el delirante y
el mundo se hallan profundamente modificadas, no sólo porque el mundo se le muestra
cambiado, sino además porque el delirante ha modificado su concepción del mundo.
El contenido o tema del delirio suele mostrarse, bajo un examen detenido y riguroso, la mayor
parte de las veces como imposible e irreal. El delirante, precisamente por esa pérdida del juicio
de la realidad a la que aludíamos, encontrará en su delirio frecuentes contradicciones internas
que no será capaz de utilizar para desvanecer sus falsas ideas, sino que se aferrará a ellas
para afirmar su delirio. Contradicciones éstas que al observador le mostrarán la irrealidad de
tales ideas. A veces, al precio de una distorsión psicótica, el enfermo encuentra cumplido su
deseo en el delirio: el delirio se convierte en una realidad sustitutiva.
Caso
Una joven de 23 años, empleada doméstica, cree que un diplomático de alto rango residente
en Europa la pretende. No lo ha visto jamás, pero se pone en comunicación con ella mediante
intermediarios y señales. Oye su voz y pueden hablarse a través de la radio.
El delirio, una vez puesto en marcha, se convierte, para el hombre que lo padece, en el eje de
su vida y su existencia. Gradualmente todo va girando en torno a su sistema delirante, ya que
al ir desplegándose éste, va gravitando, con intensidad creciente, sobre todos y cada uno de
sus sentimientos, pensamientos y actos. Este carácter de despliegue del delirio es una de sus
manifestaciones más típicas.
Después de este breve examen de aquellas características primordiales del delirio, vamos a
sintetizar su concepto para que a partir de él podamos estudiar su problemática general
psicopatológica.
El delirio
Es el resultado de una profunda alteración de la personalidad que produce una pérdida del
juicio de la realidad, lo que hace que una idea errónea sea aceptada como verdadera, con
intensa convicción subjetiva, ininfluenciable e incorregible, desplegándose hasta constituir un
auténtico sistema de ideas que se convierten en el eje de la vida y de la existencia del
delirante.
Dadas las frecuentes discusiones nosológicas que históricamente han caracterizado a esta
temática, creemos oportuno realizar en principio un enfoque "nosográfico". Pensamos que el
estudio de los caracteres semiológicos y clínicos es insoslayable para la comprensión de estos
cuadros. Consideramos prioritario, "saber cómo es" un delirio, para sólo entonces saber "cómo
se llama".
Los agudos evolucionan en breve tiempo: días, algunas semanas o a lo sumo un par de
meses.
Ejemplo de los primeros lo constituye la "bouffée" delirante de los deficientes mentales, y de los
segundos, los delirios crónicos de persecución y también los delirios de interpretación o de
reivindicación.
2) Origen: de acuerdo con su origen los delirios pueden ser primitivos o esenciales y
secundarios o sintomáticos.
3) Estructura: representa la forma en que se teje y organiza la trama del delirio. Se han
establecido dos tipos: sistematizados y no sistematizados.
Estos delirios sistematizados se caracterizan por ser de marcha lenta y por constituir un tema
único, con ideas que se mantienen en el tiempo, marchando siempre en un sentido
determinado, inamovible, coherente y verosímil.
El planteo del delirio es silogístico, claramente deductivo, pero siempre edificado sobre una
base errónea que el enfermo no admite. De ahí su inamovilidad.
No sistematizados: contrariamente a los anteriores, carecen de cohesión y de unidad.
Kraepelin y Magnan dan como características de los delirios asistemáticos a las siguientes:
Estos delirios son, en otros términos, mala o nulamente estructurados, y de allí que también
sean denominados "polimorfos". Las ideas delirantes (persecutorias, megalómanas, celotípicas,
hipocondríacas, etcétera), tan pronto coexisten como se suceden las unas a las otras.
4) Mecanismos: dentro del estudio semiológico de los delirios deben considerarse los
elementos básicos por los cuales se realiza la elaboración del delirio.
El mecanismo interpretativo, como único mecanismo delirante, es patrimonio de los delirios que
evolucionan con escaso o nulo deterioro de la personalidad.
Mecanismo intuitivo: las intuiciones, normalmente suelen ser de aparición súbita y guardan
toda la apariencia de una verdad pura. Sometidas al examen crítico, serán aceptadas o no
como una verdad. Cuando la desviación del juicio desencadena la actividad delirante, ya no se
ejerce una discriminación lógica y todo lo que es intuido por el enfermo pasa a integrar el
contenido patológico del pensamiento.
El hecho de que las intuiciones sean aceptadas sin reservas como verdades irrefutables indica
que el vigor psíquico del enfermo está en déficit.
Las alucinaciones visuales, auditivas y cenestésicas son muy frecuentes. Las primeras,
especialmente importantes por lo numerosas, suelen ser de gran nitidez, de carácter
caleidoscópico, de variable escenografía, gran vivacidad y colorido.
Otro de los caracteres importantes del onirismo es la intervención de una fuerte carga afectiva,
acorde con la calidad de las alucinaciones y con la organización delirante que encauzan. El
miedo, la cólera suelen angustiar o aterrorizar al enfermo durante el incesante "desfile"
alucinatorio.
El delirium tremens (confusión mental onírico agitada) en el alcoholismo crónico y los delirios
"ocupacionales", donde el delirante cree estar en su puesto de trabajo, son ejemplos de este
tipo de delirio.
Detrás de este contenido está el profundo trastorno generador del delirio. Es a través de esta
temática que deberemos penetrar para poder captar la alteración de la compleja estructura del
pensar, del actuar, del sufrir, del hombre delirante.
De acuerdo con el tono afectivo de la idea delirante, distinguimos los placenteros (altruistas,
megalómanos, mesiánicos, místicos, etcétera) y los displacenteros (hipocondríacos, de
negación, de ruina, de culpabilidad y una amplia gama de delirios persecutorios).
En cuanto al número de ideas, podemos observar las ideas delirantes únicas, propias de los
delirios sistematizados uniformes, caracterizados a lo largo de su crónica evolución por la
invariabilidad y continuidad temática. Por el contrario, en los delirios asistemáticos o
"polimorfos", las ideas delirantes son múltiples, coexistiendo o sucediéndose entre ellas.
La verosimilitud del delirio está en relación con su organización "sistemática"; en los delirios
firmemente estructurados su fuente de origen suele hallarse en vivencias ambientales y en
circunstancias aparentemente reales, lo que precisamente hace que sean verosímiles. Por el
contrario, en los delirios asistemáticos o "polimorfos", sin núcleo central fijo y, por lo tanto,
móviles y proteiformes, suelen caracterizarse por contenidos absurdos y hasta fantásticos.
7) Resonancia afectiva frente al delirio: esta resonancia está en íntima correspondencia con el
tono placentero o displacentero de la idea delirante, con el momento evolutivo del delirio y con
el grado de deterioro de la personalidad. La expresa el paciente al relatar su delirio y no debe
ser confundida con el aspecto psíquico del paciente que traduce el tono afectivo de éste a la
observación directa, sin haber iniciado, aún, el diálogo con él. Es así que un paciente de
aspecto psíquico sereno y tranquilo, al relatar su delirio puede tornarse excitado, eufórico,
depresivo, expectante, etcétera, de acuerdo con las características de la idea delirante.
En los delirios procesuales esquizofrénicos, caracterizados por evolucionar con grave deterioro
de la personalidad, la resonancia afectiva languidece en el tiempo, ganando lugar la
indiferencia.
Partiendo de sus respectivas etiologías, en una primera aproximación podemos clasificar los
delirios en tres grupos:
– Exógenos,
– Orgánicos.
Este agrupamiento está fundamentado en el hecho de la indudable base somática de la
psicosis en la que estos delirios se presentan. En los delirios exógenos o reacciones exógenas
(como les llamó Bonhoeffer), lo prevalente es un acusado trastorno de la conciencia, mientras
que en los delirios orgánicos lo fundamental es el síndrome psicoorgánico. Si bien la génesis
de estos delirios es diferente, veremos como en los exógenos en primer plano y en los
orgánicos como trastorno asociado, siempre está presente la alteración de la conciencia.
Los temas de estos delirios son variados, yendo desde los de tipo terrorífico a los
"ocupacionales" y hasta místicos y eróticos.
El paciente suele presentar una amnesia, total o parcial, del episodio, y no es raro que al remitir
el cuadro queden ideas fijas o "residuos oníricos" durante un tiempo.
La gran mayoría de los casos obedecen a causas tóxicas, como el alcoholismo ("delirium
tremens"), las toxicomanías, y a causas infecciosas.
– Delirios procesales:
Esquizoparanoide,
Parafrenias.
– Delirios afectivos:
Depresión melancólica,
Manía.
3) Delirios reactivo-situacionales:
– Reacciones delirantes,
– Desarrollos delirantes.
Esta clasificación orientativa no debe hacerse corresponder con etiologías simplificadas:
psicógenas, endógenas o exógenas de los trastornos delirantes. Al respecto Ruiz Ogara
sostiene: "Una cosa son las causas y condiciones desencadenantes de una alteración psíquica,
por ejemplo los tóxicos, y otra el hecho de que estas causas expliquen la eclosión delirante con
su temáticas y contenidos". Castilla del Pino confirma esta opinión cuando habla de la génesis
de las alteraciones psíquicas: "Hay alteraciones psíquicas cuya condición necesaria es una
perturbación orgánica del cerebro", y agrega: "Aun cuando la alteración cerebral sea
imprescindible para la psicosis, aquella no da cuenta de la totalidad de la estructura y contenido
del síntoma psíquico".
– Genético-constitucionales,
– Bioquícos,
– Lesionales,
– Psicodinámicos,
– Situacionales.
La casi totalidad de los autores alemanes, a partir de la iniciación del estudio científico de los
delirios, fueran éstos agudos o crónicos, alucinatorios o no, los agruparon bajo el título de
"paranoia", término propuesto por Vogel en 1772, abandonando otros vocablos que, hasta
entonces, habían sido correctamente utilizados tales como "Wahnsinn" (delirio) o "Verücktheit"
(locura- demencia).
Kahlbaum (1863) es el primero que aplica el término "paranoia" a los pacientes delirantes sin
deterioro del afecto o de la función intelectual, afirmando que se trata de una forma de "locura
parcial".
Kraft-Ebing (1879) expone en su tratado el concepto de paranoia tal cual era concebida por la
psiquiatría alemana de su época. La define así: "Enfermedad psíquica crónica que se
desarrolla en medio o a expensas de neurosis constitucionales y cuyo síntoma principal es la
existencia de ideas delirantes. Estas ideas son primitivas, sistemáticas, formadas por
operaciones de conclusión y de juicio, y que de esta forma construyen un verdadero edificio de
ilusiones".
En consecuencia, en ese momento la "paranoia" reunía no sólo formas delirantes crónicas, sino
también agudas y periódicas.
Kraepelin se opone a este estado de cosas y sostiene que es un grave error no haber hecho
intervenir el aspecto evolutivo. Critica Kraepelin: "No se llegará a nada si se busca el criterio en
el estudio puramente sintomático de la enfermedad y en la oposición artificial de las
enfermedades de la inteligencia y las del sentimiento. En ausencia del criterio
anatomopatológico no hay mejor criterio que el evolutivo y la forma de terminación de la
psicosis".
De este modo, y luego de varias revisiones realizadas por el mismo autor a través de las ocho
ediciones de su tratado (1883-1895), quedaron delimitadas tres entidades psiquiátricas con
netos caracteres clínicos:
– Delirio de persecución,
– Delirio de celos,
– Delirio hipocondríaco,
– Delirio de grandeza.
2) Parafrenias: este grupo fue creado por Kraepelin en 1913, como una forma intermedia o
"cuña" entre la paranoia y las formas paranoides de la esquizofrenia. Está constituido por un
delirio crónico inverosímil, pero coherente, casi siempre con alucinaciones e ideas delirantes
polimorfas, que evoluciona lentamente con relativa conservación de la personalidad.
Respecto de este grupo Bleuler expresó: "El tiempo dirá si son formas atenuadas de
esquizofrenia o algo diferente a la esquizofrenia".
Para Bumke todas las parafrenias son, de modo evidente o analógico, esquizofrenias.
Cabaleiro Goas opina en cambio que se trata de esquizofrenias tardías.
– Lo que López Ibor llama "posibilidades implícitas", de base somatobiológica, que hacen
posible que dichos contenidos de la personalidad puedan desplegarse.
Proceso y desarrollo implican, en este sentido, cronicidad del delirio, mientras la reacción
expresa su transitoriedad condicionada por el factor desencadenante.
– Ideas delirantes secundarias que comprendían a aquellas que tienen una relación
comprensible con sucesos o situaciones que desencadenan un desarrollo o una reacción
paranoide, o las derivables de otros fenómenos patológicos anteriores, como por ejemplo, las
ideas delirantes consecutivas a la tristeza de la melancolía.
K. Schneider estima que entre el delirio esquizofrénico y el delirio vivencial, existen profundas
diferencias psiquiátricas, considerando que solamente al primero corresponde la denominación
de "delirio"; en cambio los delirios con relación causal y, por lo tanto, comprensibles, deben
denominarse "deliroides". El delirio propiamente dicho resulta siempre incomprensible para
terceros, mientras que, en cambio, lo "deliroide" es comprensible, aunque no admisible por los
demás.
Jaspers describió, en relación con el delirio primario, las denominadas "vivencias delirantes
primarias", para este autor el dato común a todas estas vivencias es el asignar sin motivo
adecuado una significación anormal a una percepción, representación o cognición; surgiendo
así las tres modalidades básicas de estas vivencias, que serían:
– Percepciones delirantes,
– Representaciones delirantes,
– Cogniciones delirantes.
Tales vivencias son primarias por su carácter original, inderivable y surgidas autóctonamente
del trastorno procesal fundamental que es del grupo de las psicosis esquizofrénicas.
Atribuir un significado anormal a una percepción real: así, un objeto que se rompe adquiere el
significado anormal de aniquilamiento, de que van a acabar con la vida del sujeto. (Un paciente
esquizofrénico nos decía: "Todo tiene una terrible significación para mí").
Para Castilla del Pino los puntos fundamentales son: lo que se refiere al significado anormal y a
la imposición desde el mundo exterior, irrumpiendo entonces en el mundo interno del enfermo,
llevándolo al autorreferimiento.
Caso
Es decir que para este autor las experiencias delirantes primarias son:
– Percepciones delirantes,
– Ocurrencias delirantes.
Caso
Gruhle, Conrad y López Ibor señalaron que estas vivencias delirantes primarias eran
precedidas por una modificación básica del estado de ánimo: el llamado "temple" o "humor
delirante esquizofrénico".
Alonso Fernández, en concordancia con López Ibor, señala desde el punto de vista
fenomenológico-estructural que el humor delirante es la estructura básica del delirio que
precede siempre a las percepciones y ocurrencias delirantes; en base a esto podría hablarse
de un humor o temple predelirante o de predelirio, que siempre tendrá una base afectiva, por
ser la función psíquica más inmediatamente comprometida.
Lo cierto es que entre el temple o humor delirante y la percepción u ocurrencia delirante existe
una gradación espectral cuyo colorido vivenciable oscila mucho. Este temple o humor delirante,
como estructura básica del delirio, puede o no ser vivenciable por el enfermo, y cuando así
ocurre, lo es siempre en forma vaga, imprecisa e indeterminada. Por ello, Alonso Fernández
considera que los elementos fenomenológicamente más específicos del estado predelirante no
son los del temple o humor delirante, por la vaguedad y dificultades de captación de sus
manifestaciones. Señala otros elementos que, según su opinión, hacen más concreto el
predelirio, refiriéndose a:
– Vivencia de vaga significación; es algo extraño que acontece alrededor del enfermo y que no
puede identificar;
– Sospechas oscuras, por ejemplo de tener una filiación distinta a la aceptada y conocida.
Según este mismo autor el estado de ánimo especial que precede a la percepción delirante
suele acompañarse de la vivencia de vaga significación y de la vivencia de lo opuesto. Los
elementos predecesores de la inspiración u ocurrencia delirante son los presentimientos vagos
y las oscuras sospechas. Debe puntualizarse, finalmente, que entre el predelirio y el delirio no
existe una línea nítida de separación, sino una franja de gradual transición (véase el Gráfico 2).
1) Delirios procesales:
– Delirios parafrénicos.
2) Delirios no procesales:
Se caracteriza por ser primario, procesal y por lo tanto, incomprensible genéticamente, con
inicio en edades jóvenes, elaborado a partir de una vivencia delirante primaria —casi siempre
una percepción delirante—, mal sistematizado, de mecanismo variado (interpretativo,
alucinatorio, intuitivo, etcétera) con contenidos polimorfos e ilógicos, sin tendencia a la
propagación social, evolucionando con grave deterioro de la personalidad, siendo vivido por el
enfermo cada vez con mayor indiferencia.
Delirios parafrénicos
Como hemos mencionado, Kraepelin, describe estos delirios como una forma intermedia o
"cuña" entre la paranoia y las formas paranoides de la demencia precoz.
Los síntomas más destacables son los siguientes:
– Deterioro de la personalidad: pueden dejar al final de la evolución un ligero defecto, pero sin
provocar el grado de deterioro propio del delirio esquizofrénico. Al respecto, dice Pereyra que
cuando se habla de deterioro en las parafrenias es algo "sui generis", ya que afecta más el
vigor de las ideas delirantes que las aptitudes generales del sujeto.
Caso
Lo persiguen de 16 países para extraerle sus poderes. Es buscado por la CIA y emisarios de la
constelación de Venus y Mercurio. Ha realizado cursos de postgrado en la Sorbona y Norte
América. Ha dado conferencias sobre la atmósfera y el cáncer. Programa la construcción de un
tren supersónico que funcione por el aire.
Defiende su delirio desde lo intelectual más que desde lo afectivo, y fuera del delirio mantiene
con lucidez y coherencia diálogos sobre temas de actualidad, siendo a su vez confiable
colaborar en las tareas de la sala (bipolaridad).
– Confabulatoria: es una forma clínica poco frecuente, que en líneas generales presenta la
misma temática delirante que las formas anteriores. Su particularidad radica en la ausencia o
falta de comprobación de alucinaciones y pseudoalucinaciones. Siendo por el contrario
frecuentes las paramnesias (falsos reconocimientos y falsas reminiscencias).
Hay autores que han mantenido la postura de adscribir las parafrenias a las esquizofrenias, lo
que ha encontrado gran oposición en otros, que sostienen la autonomía de estos delirios. Henri
Ey, de acuerdo con éste último punto de vista, afirma la existencia de parafrenias
postprocesales, consecutivas a una esquizofrenia abortada o detenida, a un estado maníaco o
a una melancolía: "Son la prolongación de un movimiento psicótico detenido", y añade que la
eventualidad más frecuente es "una construcción delirante parafrénica que ha surgido de un
episodio esquizofrénico abortado". Punto de vista éste sostenido ya anteriormente por Berze,
para el cual las parafrenias eran esquizofrenias postprocesales, en oposición a la esquizofrenia
activa, procesal.
Como hemos visto ya, otros autores consideran las parafrenias como esquizofrenias tardías, ya
que comienzan a partir de la tercera década de la vida, lo que explicaría la benignidad de estos
cuadros en relación con el menor deterioro de la personalidad.
Hemos visto que Kraepelin interpretó la paranoia como un delirio crónico que obedece a
causas internas, a factores constitucionales, de comienzo insidioso, bien sistematizado,
acompañado por la perfecta conservación y claridad del pensamiento, voluntad y actividad. Por
su origen endógeno intentó distinguirla de la psicosis psicógenas reactivas; en tanto que por
sus manifestaciones clínicas y la ausencia de deterioro de la personalidad, la distinguió del
delirio esquizofrénico y de las parafrenias.
No son pocos los autores que consideran la paranoia como "el gran mito kraepeliniano" en
concordancia con Bleuler, quien observó que varios casos descriptos por Kraepelin seguían en
realidad una evolución esquizofrénica.
El concepto más aceptado es que las paranoias son delirios crónicos, de gravedad variable
organizados como desarrollos delirantes, en una estructura determinada y previa de
personalidad.
Fácil resulta comprender cómo una personalidad con estas características puede en
situaciones propicias desplegarse hasta constituir un desarrollo paranoide. Pero también es
comprensible que esto pueda suceder, menos frecuentemente, con otras personalidades, como
por ejemplo las que Schneider califica como "inseguras de sí mismas"; en su forma sensitiva
"son aquellos sujetos con capacidad de impresión aumentada para todas las vivencias y con
imposibilidad de descarga. Tales individuos no se perdonan nada, mientras que —muchas
veces— perdonan todo a los demás".
También son propicias, para que estos desarrollos paranoides puedan presentarse, las
personalidades que el mismo Schneider llamó "necesitadas de estimación" y que Koch incluyó
dentro del "carácter histérico". Estas personalidades pueden hacer un desarrollo paranoide
cuando esa necesidad de estimación se ve frustrada y se consideran por ello despreciados o
subestimados por los demás.
Por la verosimilitud de estas ideas y su proverbial dialéctica razonante puede extenderse por
contigüidad, continuidad y semejanza a otras personas o grupos sociales; sin embargo, pese a
su carácter razonante y verosímil, la gran influencia del factor afectivo pasional hace que el
delirio paranoico pueda comprenderse "mucho más como una vehemente sinfonía que como
un verdadero teorema" (Ey).
Todos sabían de sus condiciones, de su capacidad y talento. Lo envidiaban y temían, por eso
se reunían y complotaban con el objetivo de impedirle el ascenso.
Poco a poco su preocupación se extendió fuera del ámbito laboral. Cambiaba el recorrido, tanto
para ir como al salir de su trabajo. "Pensaba que lo seguían para conocer todos sus
movimientos". Esta actitud se acentúo cuando ocasionalmente encontró a una empleada de su
sección en una Exposición Rural.
Paralelamente conservó el resto de sus actividades, hizo dos cursos relacionados con temas
de su profesión, mantuvo la concurrencia al club y la práctica de deportes. Dos antiguos
compañeros de deportes, notando su preocupación y cambio de ánimo, convencidos por los
argumentos del paciente, le aconsejaron que renuncie y le ofrecieron otra posibilidad laboral.
Dos meses más tarde, en un clima enrarecido por intrigas, sospechas y acusaciones a su
entorno, renuncia.
Admite "haber sido abierta e injustamente perjudicado por los mediocres e incapaces".
A las pocas semanas comienza a trabajar en un estudio contable recomendado por un amigo.
En corto tiempo se reactualizan sus ideas de persecución y perjuicio e incluye en la trama
delirante al amigo que lo recomendó. Desoyendo consejos de familiares y allegados, vuelve a
renunciar. Actualmente "está en tratativas" para obtener un empleo donde valoren su
"capacidad y talento" y "haya menos envidiosos e incapaces".
El paciente expresa sus ideas durante su relato, verosímil y creíble, con absoluta certidumbre,
vehementemente y no admite ninguna posibilidad de ser refutado. Su autosuficiencia es
permanente.
Los antecedentes son de una estructura de personalidad paranoide, con notable egocentrismo,
psicorigidez, soberbia y desconfianza.
Durante la entrevista no se ha colisionado con las ideas del paciente ni se las ha aprobado. No
se ha permanecido por demasiado tiempo en silencio para evitar que el paciente lo interprete
como un signo, de acuerdo con sus ideas, "el que calla, otorga". Se han realizado referencias a
su ansiedad, trastornos del sueño y a la repercusión anímica de sus problemas.
¿Le creeremos?
En la reacción paranoide, como reacción vivencial anormal que es, confluyen la predisposición
de la personalidad previa —personalidad psicopática paranoide— y los factores externos
desencadenantes, que son los que determinan este modo de respuesta de esa personalidad.
Pero en este caso no existe un despliegue, un "desarrollo" de aquellos caracteres o contenidos
de la personalidad, sino una simple respuesta de ésta, de tipo delirante, frente a una concreta
situación vital capaz de provocarla. Ya antes dijimos que si en el delirio procesal es el propio
proceso el que "hace" delirante a la personalidad, y en el desarrollo paranoide es la propia
personalidad la que se "hace" delirante, en la reacción delirante o paranoide podemos decir
que es la personalidad la que ante una concreta situación vital responde de un modo delirante.
Los dos primeros implican cronicidad del delirio, mientras que la reacción delirante expresa su
transitoriedad, condicionada por la persistencia del factor desencadenante.
Descripción semiológica
Por su evolución breve debe diferenciarse la reacción paranoide del brote paranoide
esquizofrénico.
Reacción paranoide:
– Por terapéutica,
– Por cambios favorables de los factores externos, que dejan de herir el "tendón de Aquiles" de
la personalidad.
Si por el contrario la personalidad del sujeto está muy afectada o las condiciones
desencadenantes persisten o se intensifican, lo que comenzó como reacción puede perdurar y
terminar organizándose en forma de desarrollo delirante paranoide.
Autores escandinavos, refiriéndose a las psicosis reactivas, señalan como factores de buen
pronóstico los siguientes:
– La aparición aguda;
– Sexo femenino;
Caso
C.I.T., 44 años, viuda desde hace 8, docente, un hijo casado. Viven juntos en una casa antigua,
la misma donde nació su hijo hace 23 años.
Al poco tiempo del casamiento de su hijo y a raíz de una fuerte discusión con su consuegra,
quien la hecha de su casa, comienza con ideas de perjuicio y persecución que incluyen a ésta
y a su nuera. "Están envidiosas del amor que mi hijo siente por mí; nos quieren separar y
llevarlo a vivir con la madre de ésta tramposa". En una de las discusiones con su nuera, ésta le
dice: "No sea bruja". Esto precipita los acontecimientos, su natural hostilidad se acentúa y se
profundizan sus vivencias persecutorias. "Me revisan las cosas; me vigilan ella y la madre;
quieren envenenarme para quedarse con la casa; a mi hijo le dan brebajes para convencerlo
de que me maten".
Se torna más huraña, se encierra en su habitación, solicita licencia laboral para no dejar la
casa. Se muestra particularmente agresiva con su nuera. En varias oportunidades, en ausencia
de su hijo, simulando no estar en la casa, apaga el calefón mientras su nuera se baña. Se
consulta a un gasista, quien "descubre un desperfecto". Sin embargo, "el desperfecto" se
reitera sólo cuando lo utiliza su nuera. Un día es descubierta por su hijo y es él quien la trae a
la consulta. Está muy ansiosa, insomne y preocupada, con ánimo displacentero, "teme perder a
su hijo por culpa de estas estafadoras y asesinas".
Una hermana mayor vive con la paciente y es quien controla que cumpla con el tratamiento.
Kherer, siguiendo los postulados de Jaspers, distingue en los estados paranoides reactivos las
reacciones paranoides y las auténticas psicosis de situación. En ambas se sigue el criterio de
reacción de Jaspers, esto es:
– Relación de contenido,
– Terminación común.
Pero mientras en la reacción paranoide la vivencia es única y aguda, en las auténticas psicosis
de situación esta vivencia es continuada y prolongada. Esta distinción entre reacción paranoide
y psicosis de situación se justifica desde el punto de vista clínico, pero ambos factores —la
vivencia aguda y la prolongada— pueden llegar a imbricarse.
Dentro de las reacciones paranoides (vivencia única y aguda) pueden mencionarse, entre
otros, una serie de cuadros frecuentes en la literatura psiquiátrica, como la "paranoia abortiva"
de Gaupp, las "paranoias psicógenas" descriptas por Kraepelin, Lange, Lacan, y la "paranoia
atenuada" de Friedmann, todas ellas caracterizadas por un delirio sistematizado, poco
duradero y susceptible de curación. También puede incluirse el "delirio sensitivo de
autorreferencia" (Kretschmer) y el "delirio querulante recidivante" de Racke, en el que cada vez
que aparece la vivencia, reaparece la misma reacción delirante.
Por acción del medio: quizá el modelo de este numeroso grupo sean los llamados "delirios
inducidos" o "delirios compartidos", descriptos y estudiados por la Escuela Francesa con la
denominación de "folie à deux", refiriéndose a aquellos casos en que el delirio es compartido
por dos o más personas (folie à trois, à quatre, etcétera).
– La frecuencia de los "delirios compartidos" es mayor en los cuadros paranoides con ideas
delirantes de contenido hipocondríaco.
– La psicosis impuesta, en la que el trastorno pasa del sujeto enfermo al "sano", quien es
intelectual o moralmente débil. La sintomatología del segundo desaparece al separarlos. Es la
díada más frecuente.
– La psicosis simultánea: el delirio reactivo surge al mismo tiempo en dos personas con igual
predisposición premórbida y determinado por una causa común.
Por aislamiento del medio: el delirio reactivo, generalmente de tipo persecutorio, aparece frente
a variadas situaciones de aislamiento. Se pueden describir delirios reactivos paranoides de
situación por:
De las cárceles.
– Aislamiento sensorial:
– Aislamiento idiomático:
De los inmigrantes.
En nuestra experiencia hemos constatado que el delirio reactivo paranoide de los sordos es
mucho más frecuente que el de los ciegos, siendo más comunes en éstos los cuadros
depresivos. En un estudio que hemos realizado en el Hospital Oftalmológico Santa Lucía, sobre
12 casos con ceguera adquirida, constatamos que la relación entre la depresión y el delirio es
muy estrecha y que en la totalidad de los casos estudiados, previo al delirio, estuvo siempre
presente el cuadro depresivo.
Fue descripto por este autor en 1928 y ha generado no pocas polémicas en cuanto a su
naturaleza, polémicas que perduran hasta hoy, pues el problema nosológico no se halla
totalmente claro. Este delirio surge como una reacción delirante sobre una personalidad
sensitiva (asténicos, tímidos, inseguros, hipersensibles, escrupulosidad excesiva). Son
comunes los autorreproches ético-morales respecto a su conducta, con sentimientos de culpa y
vergüenza (delirio de los "jóvenes masturbadores" y de las "viejas solteronas").
Estos enfermos suelen "rumiar" su delirio en la soledad de su habitación, siendo sus reacciones
más depresivas e hiposténicas que agresivas.
Muchos se han preguntado si este delirio se trata sólo de una reacción paranoide. El mismo
Kretschmer sostiene en su monografía que sí lo es; sin embargo, no considera a los factores
ambientales como imprescindibles y aclara que sólo actuarían como determinantes
complementarios.
– Como reacción paranoide. Es lo que Kretschmer califica de casos "puros" o "leves", de buen
pronóstico. Serían los más frecuentes.
Esta escuela, a partir de Magnan y de su discípulo Legrand, le dio particular importancia a los
delirios agudos, describiendo el delirio polimorfo agudo de los disarmónicos o "bouffée"
delirante de los degenerados hereditarios. Caracterizados por un comienzo súbito (en
llamarada) y con una evolución corta. Existen alucinaciones auditivas y visuales, con ideas
delirantes persecutorias, megalómanas, eróticas o místicas, no estructuradas. Terminan con la
curación y más raramente pueden pasar, sin solución de continuidad, al estado crónico. Este
cuadro es el prototipo del delirio agudo alucinatorio, que en Alemania se denominó "paranoia
alucinatoria aguda" (Westphal).
En cuanto a los delirios crónicos, los psiquiatras franceses, de manera similar a lo que ocurrió
en Alemania, tomaron conciencia de que el trastorno que mejor caracterizaba las formas
crónicas de la alienación era la "perturbación del pensamiento", expresada clínicamente por la
aparición de "ideas delirantes". Por este camino el grupo de los delirios crónicos pasó a
constituir uno de los sectores centrales de la nueva ordenación de la clínica psiquiátrica. La
primera contribución significativa la realizó Lasegue en 1852 al aislar de la melancolía un
síndrome al que denominó "delirio sistemático de persecución".
Las descripciones de las formas de delirio crónico se multiplicaron rápidamente a partir del
trabajo de Lasegue. Su diferenciación se realizó según tres criterios distintos y sucesivos:
– En primer lugar, con respecto al "tema" del delirio. Ejemplo de esta tendencia fueron los
delirios de grandeza de Foville o el de los perseguidores razonantes de Falret. Pronto se
incurrió en una atomización de los cuadros clínicos en la temática delirante.
– Posteriormente se intentó una reelaboración de estos síndromes para lograr una mayor
utilidad clínica. Su agrupación se hizo según el mecanismo o función psíquica que parecía
intervenir fundamentalmente en su causación. Surgieron así los delirios de interpretación de
Paul Serieux y Capgras, los imaginativos de Dupré, los pasionales de Clerambault, etcétera.
– Por último, un tercer camino fue el de individualizar los síndromes delirantes en función de los
caracteres formales y evolutivos de sus cuadros clínicos. Surgió así el grupo de los delirios
sistemáticos, sin duda el intento nosográfico más ambicioso realizado por la psiquiatría
francesa en este sector clínico.
Una de las contribuciones más importantes de la escuela francesa estuvo dada por Serieux y
Capgras, al ordenar los delirios crónicos en alucinatorios y no alucinatorios. Dentro de los
primeros incluyeron el delirio crónico de evolución sistemática de Magnan, de cierta semejanza
con la parafrenia sistemática y las "formas fantásticas", de íntima vinculación con la parafrenia
de igual denominación.
– Interpretaciones delirantes;
– Ausencia de alucinaciones;
2) Delirio de reivindicación (Serieux y Capgras). En este delirio coexisten una "idea prevalente",
política, social, erótica, celosa, etcétera, con un "estado pasional" que convierte a estos
enfermos en fanáticos, recelosos, rencorosos y vengativos.
Con independencia del contenido específico del delirio y de la exaltación pasional, presentan
características similares a la variedad interpretativa (no alucinatorio, lúcido, sin deterioro de la
personalidad), pero en este caso el "desarrollo" del delirio es en "cuña" y no en "tela de araña",
ya que el reivindicador comienza con una idea definida que rápidamente se torna dominante,
absorbiendo toda su vida. El delirio alcanza su definitiva dimensión desde el momento en que
se instala. El reivindicador quiere hacer triunfar su idea apasionadamente y no vacila en
sacrificar sus bienes, la libertad y hasta su vida en pos de ello (delirio pasional).
3) Delirio imaginativo crónico de Dupré y Logre. Fue descripto como un delirio con:
– Pobreza alucinatoria.
Ya hemos comentado que mientras el delirante interpretativo "trabaja" sobre hechos reales,
pero falseados por su desviación judicativa, el delirante imaginativo transporta al mundo
circundante sus invenciones espontáneas, a las que confiere absoluta certeza.
Este delirio, netamente reivindicativo, consiste en la convicción del delirante de ser amado por
alguien que lo desconoce o ignora (generalmente una persona relevante). Es un delirio
platónico donde el delirante "se cree amado", en contraposición al delirio celotípico, donde
"cree no ser amado".
Ambas concepciones han descripto con frecuencia y distinto nombre entidades similares, pero
lo cierto es que aún en el presente y pese a todos los esclarecimientos efectuados, no se ha
llegado a un absoluto paralelismo, lo que torna difícil señalar equivalencias ajustadas; por lo
tanto esta correlación es sólo aproximada y tiene más que una finalidad nosográfica, un
propósito docente (véase el Gráfico 3).
Para el autor galo las ideas delirantes nacen, por lo tanto, en los trastornos agudos de la
conciencia y terminan organizándose en el plano de la personalidad. Es así que el "delirio de
un momento" tiende a convertirse, infiltrando la personalidad, en el "delirio de una existencia".
Pichot (1982) mantiene tres grupos de delirios crónicos individualizados y separados del
contexto nosológico de las esquizofrenias.
La psicosis alucinatoria crónica fue descripta por Gilbert-Ballet en 1912. Como bien señala
Hanus (1973), es "una entidad nosográfica típicamente francesa". Antiguamente fue
denominada también "paranoia alucinatoria".
Gilbert-Ballet y otros autores clásicos (Seglas, Clérambault) admitían que estas psicosis
evolucionaban hacia un debilitamiento terminal; ésta es una de las razones por la cual fuera de
Francia estos cuadros están englobados en la esquizofrenia; para la escuela francesa
moderna, la forma típica de psicosis alucinatoria crónica evoluciona con plena conservación de
la lucidez y de las capacidades del sujeto, lo que contrasta con el núcleo delirante y la
profusión alucinatoria.
1) Desde el punto de vista clínico sostiene que es por demás difícil delimitar en ciertos
momentos el papel desempeñado por la alucinación, la interpretación, la intuición, la ilusión,
que suelen estar frecuentemente intrincadas. Enfatiza Nodet que la unidad clínica de la
psicosis alucinatoria crónica no se justifica ni desde el punto de vista semiológico ni desde el
punto de vista estructural ni evolutivo.
2) Desde el punto de vista doctrinario considera difícil concebir la alucinación como generadora
del delirio. Nodet es partidario de una concepción dinámica de la alucinación "Es, ante todo,
una creencia errónea en la aprehensión del yo y del mundo exterior. Su naturaleza es ser
fenomenológicamente estésica, pero patogenéticamente ilusional y condicionada por una baja
del nivel psíquico a determinismo biológico". Para este autor, la alucinación está amasada con
la personalidad del sujeto e integrada dentro de un comportamiento mórbido y vital. Es una
superestructura en relación con los materiales propios e irreductibles, pero cuya razón de ser
es la estructura psicopática primitiva, profunda, de donde surge. Para Nodet, la alucinación es,
pues, secundaria en el análisis estructural de un delirio.
En las últimas décadas, parte de los problemas en los Estados Unidos han sido producto de los
frecuentes cambios en los criterios diagnósticos, que se ven plasmados en las sucesivas
ediciones del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM), de la Asociación
Americana de Psiquiatría. Un manual de nosología que exige comprobar la presencia de los
signos y síntomas que juzga característicos para cada trastorno, antes de efectuar el
diagnóstico y que ha desencadenado no pocas polémicas, no sólo dentro del ámbito
psiquiátrico americano.
Las clasificaciones DSM-II (1968) y DSM-III (1980) prestan atención al tipo de personalidad y al
síndrome clínico, y así aparecen como "entidades" separadas la esquizofrenia y los "estados
paranoides", estimulando o induciendo a multiplicidad de diagnósticos o de aspectos
diagnósticos del mismo caso.
La concepción norteamericana actual queda plasmada en el DSM-IV (1994), donde los cuadros
delirantes aparecen rígidamente codificados, separados de la esquizofrenia y de los trastornos
del estado de ánimo, comprendiendo:
A) Ideas delirantes no extrañas (por ejemplo, que implican situaciones que ocurren en la vida
real, como ser perseguido, envenenado, infectado, amado a distancia, engañado por el
cónyuge o amante, o tener una enfermedad) de por lo menos un mes de duración.
C) Excepto por el impacto directo de las ideas delirantes o sus ramificaciones, la actividad
psicosocial no está deteriorada de forma significativa y el comportamiento no es raro ni extraño.
El núcleo del trastorno es, por lo tanto, la presencia de una ideación delirante, bien
sistematizada, encapsulada y no extravagante.
Bien sistematizada porque es un delirio con una organización coherente, con unidad temática e
invariabilidad.
El término "encapsulada" indica que en general, a no ser por la idea delirante o sus
ramificaciones, el paciente no presenta deterioro que afecte de manera evidente su nivel de
funcionamiento y adaptación social.
El hecho de que estas ideas sean no extrañas o extravagantes implica que simulan situaciones
verosímiles, que pueden producirse en la vida real, y no situaciones imposibles o absurdas,
como por ejemplo, viajar todos los meses a otra galaxia para someterse a un tratamiento
cósmico.
Según el DSM-IV, al trastorno delirante se le asignan los siguientes tipos en base al tema
delirante que predomine:
2) Tipo de grandiosidad: ideas delirantes de tener una fortuna, poder, conocimientos, identidad
o relación especial con una divinidad o una persona famosa.
3) Tipo celotípico: la idea delirante es que el cónyuge o amante es infiel.
4) Tipo persecutorio: ideas delirantes de que la persona (o alguien próximo a ella) está siendo
perjudicada o maliciosamente tratada de alguna forma.
5) Tipo somático: la idea delirante es que la persona posee cierto defecto físico o alguna
enfermedad (por ejemplo, SIDA).
6) Tipo mixto: incluye a los pacientes con ideas delirantes que poseen más de un tema
característico (por ejemplo, persecutorio y somático), pero sin predominio de un tema en
especial.
Existe una categoría residual (tipo no especificado) para los pacientes que no se ajustan a las
categorías anteriores (por ejemplo, que han estado enfermos por menos de un mes).
De los tipos descriptos, el celotípico y el persecutorio son los más comunes (Winokur, 1977),
siendo el erotomaníaco y el somático los menos frecuentes.
Hay otros trastornos delirantes que reciben nombres específicos en la literatura psiquiátrica. En
ausencia de una explicación orgánica, estos delirios se clasifican en el DSM-IV como trastorno
delirante tipo indiferenciado o como trastorno psicótico no especificado.
El Síndrome de Capgras es el delirio en el cual el sujeto cree que un familiar o persona muy
allegada ha sido reemplazado por un doble (tema de la película de terror titulada "La invasión
de los ladrones de cuerpos"). Una variante la constituye el síndrome de Fregoli; en este caso el
paciente cree que una o más personas de su ambiente han adquirido el aspecto de individuos
desconocidos.
Estos síndromes pueden, sin embargo, aparecer en otros trastornos mentales como la
esquizofrenia.
Diagnóstico diferencial
El trastorno delirante, como hemos visto, se caracteriza por delirios prominentes y por la
ausencia relativa de alucinaciones, de pensamiento o conducta desorganizados o deterioro del
afecto.
Esta valoración debe incluir una exploración física para descartar el consumo de alcohol y de
drogas, así como infecciones, trastornos metabólicos y endocrinos. Los análisis clínicos de
rutina pueden estar indicados, dependiendo de los resultados de la historia clínica y de la
exploración física realizada. Cuando se sospecha la presencia de tumor cerebral, puede ser útil
la TAC o la RMN.
El maníaco presenta con frecuencia síntomas paranoides tales como ideas de grandeza y
pensamiento autorreferencial. El diagnóstico diferencial es algo más complejo si en lugar del
característico buen humor, el maníaco hace gala de hostilidad agresiva o de quejas de mal
trato.
– En el trastorno delirante las ideas delirantes son fijas y bien sistematizadas: no cambian en
cada exposición, como ocurre frecuentemente en el maníaco, expresión de su pensamiento
ideo-fugal. Se ha dicho que mientras el maníaco en su ideación delirante "salta", el
pensamiento delirante paranoico "se propaga".
La distinción entre trastorno delirante somático y el trastorno afectivo depresivo debe realizarse
por la ausencia en el primero de otros signos de depresión y de la sensación de que la
depresión invade la totalidad de la vida del paciente.
4) Trastornos somatoformes.
Debe hacerse especialmente el diagnóstico diferencial del trastorno delirante tipo somático con
la hipocondría (temor o preocupación intensa de padecer una enfermedad grave), y con el
trastorno dismórfico (preocupación por algún defecto imaginario en el aspecto físico). En estos
últimos las creencias carecen de consistencia delirante; en la hipocondría como en el trastorno
dismórfico, el paciente puede admitir la posibilidad de que su trastorno no exista; mientras que
en el trastorno delirante esto es imposible.
5) Delirios orgánicos.
Debe hacerse la distinción del trastorno delirante en especial con la demencia tipo Alzheimer,
de inicio temprano, con ideas delirantes. Este cuadro se diferencia por presentar, además del
síndrome psicoorgánico característico (déficit intelectual y amnésico progresivo e irreversible,
signos neurológicos y físicos variados y múltiples), ideas delirantes simples, volátiles y poco
significativas, en contraposición a la sistematización, fijeza y resonancia de las ideas del
trastorno delirante.
Según el DSM-IV, en este trastorno las ideas delirantes tienen una duración de al menos un
día, pero inferior a un mes, con retorno completo al nivel premórbido de actividad.
Estos criterios han dado lugar a distintas interpretaciones del mismo episodio. Así, los criterios
diagnósticos de la CIE-10 de a OMS establecen para el trastorno delirante al cual denominan
"trastorno delirante persistente", una duración mínima de los síntomas de tres meses; por
debajo de este plazo se trata de un trastorno psicótico breve.
Curso y evolución
Tanto Kahlbaum como Kraepelin concluyeron que la paranoia tenía un curso crónico y sin
remisión, con un mejor pronóstico que la esquizofrenia.
Estudios más recientes (Winokur, 1971) observó que el 79% de los pacientes hospitalizados
por trastorno delirante terminaban dados de alta, comparado con sólo el 26% de los
esquizofrénicos.
Tratamiento
Hospitalización
Un problema muy molesto en los cuadros delirantes, que suele enfrentar al paciente, a su
familia y al médico, es la decisión de cuándo debe ser internado el paciente.
La reacción delirante paranoide, si presenta características muy agudas con cierto grado de
peligrosidad, hace necesaria la internación, logrando con ello separar al paciente del medio en
el que se ha desencadenado la reacción, además de revisar y ordenar el plan
psicofarmacológico y psicoterapéutico.
Los desarrollos delirantes paranoicos son una indicación de ingreso en los establecimientos
psiquiátricos; suelen ser ingresos tumultuosos y hasta violentos, con importantes trastornos del
comportamiento. El paciente no acepta, habitualmente, la internación ni las visitas, ya que está
convencido de estar perfectamente sano.
Los delirantes parafrénicos son los más pacíficos e innocuos entre los alienados lúcidos; sin
embargo, su internación se indica frente a episodios de naturaleza aguda, ostensibles y
groseros que no siempre señalan el comienzo real de la afección. Generalmente la enfermedad
data de mucho tiempo atrás, sin haber provocado incompatibilidades sociales hasta ese
momento.
Farmacoterapia
2) Efectos secundarios del neuroléptico. Se debe evaluar la sensibilidad del paciente a los
efectos extrapiramidales inducidos por los antipsicóticos. En enfermos con antecedentes de
extrapiramidalismo intenso se tratará de evitar la administración de neurolépticos con potente
acción antipsicótica.
Si bien siempre se señala la superioridad de algún fármaco sobre otro, la elección del fármaco
depende más del paciente que de la enfermedad.
Las benzodiazepinas se han utilizado tanto solas como en combinación con fármacos
antipsicóticos en diversos cuadros delirantes. Su mayor utilidad es como coadyuvante de los
antipsicóticos en los episodios agudos con agitación (por ejemplo, haloperidol 5 mg y
lorazepam 4 mg por vía parenteral cada 30 minutos).
La mayoría de los pacientes se tranquilizan con la dosis inicial.
Las benzodiazepinas también son útiles para disminuir la acaticia que se asocia con la
medicación neuroléptica.
Se ha sugerido que algunas formas específicas del trastorno delirante, como por ejemplo la
psicosis hipocondríaca monosintomática (trastorno delirante de tipo somático), puede tener una
buena respuesta a la pimozida, un fármaco antipsicótico.
Una causa común del fracaso terapéutico es el no cumplimiento del plan farmacológico
indicado; las preparaciones depot (decanoato de haloperidol) que requieren una sola aplicación
IM cada 4 semanas pueden ser útiles para que el paciente cumpla con la continuidad de la
medicación.
Los pacientes que se benefician con un tratamiento a corto plazo con antipsicóticos son
candidatos a una profilaxis a largo plazo.
El objetivo del mantenimiento con antipsicóticos es el control continuado de los síntomas en los
pacientes psicóticos crónicos.
Psicoterapia
Lo más recomendable consiste en tratar de iniciar una relación terapéutica con el objetivo de
conseguir la confianza y la colaboración del enfermo. Esto implica una aproximación
estrictamente profesional, amable pero cuidadosa, ya que una excesiva cordialidad puede
incrementar la hostilidad y suspicacia paranoides.
En principio el especialista no debe estar de acuerdo con las ideas delirantes del paciente,
tampoco colisionar con ellas o condenarlas. En las primeras entrevistas no es conveniente
centrarse en la temática delirante, salvo que el paciente se refiera a ella en forma espontánea.
El médico puede ayudar a que el paciente acepte el tratamiento, haciéndole notar que el
objetivo es combatir los síntomas ansiosos o depresivos y no el carácter de sus ideas.
Por cada uno de los casos de paranoia que hallamos en nuestros hospitales, hay cientos que
padecen grados variables de desconfianza, sospecha y falta de introspección, y ésta es la
barrera que les ciega los ojos a cualquier acercamiento terapéutico.
Para que la tarea del médico resulte más fructífera y menos frustrante frente a este difícil grupo
de pacientes, se debe observar la regla fundamental que dice que cuando estemos frente a
ellos, tratemos su delirio, pero no olvidemos a la persona profundamente insegura y molesta
que lo ha gestado