Sie sind auf Seite 1von 40

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE

Raúl Hernández Garrido

Tercer Premio Ciudad de Alcorcón, 1990.

Cuando Perceval vio hollada la nieve sobre la cual había descansado la


oca, y la sangre que aparecía alrededor, se apoyó en la lanza para
contemplar aquella apariencia; pues la sangre y la nieve juntas le
rememoran el fresco color de la faz de su amiga, y se ensimisma tanto
que se olvida; porque en su rostro lo rojo estaba colocado sobre lo blanco
igual que aquellas tres gotas de sangre que aparecían sobre la nieve.
Y la contemplación en que estaba sumido le placía tanto porque le
parecía que estaba viendo el joven color de la faz de su hermosa amiga.

CHRETIEN DE TROYES. Perceval o el Cuento del Grial.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 1


ESPACIO

El salón de una casa de montaña en los Pirineos. Al fondo, pasillo que


da a la puerta que sale al exterior. Ventanas a través de las cuáles
vemos esa puerta así como el paisaje que rodea la casa. En un
lateral, puerta que da a la cocina. En el otro, escalera que sube a un
dormitorio. En el mismo lado, primer término, chimenea con troncos.
En el centro del salón, sofá amplio. Ante él, frente a la chimenea, una
alfombra.

TIEMPO

Invierno, medianoche.

PERSONAJES

CLARA, 19 años

HARI HARE, 36 años

MENDI, 23 años

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 2


0
CUADRO ÚNICO

El escenario está a oscuras. A través de les ventanas


vemos el exterior donde se desencadena un fuerte
temporal de viento y nieve. Llegan afuera dos siluetas,
que reconocemos como la de un hombre y una mujer. La
mujer recorre con su mano el dintel de la puerta,
buscando algo. El hombre mira a través de la ventana. La
mujer extrae de los ínter quicios de alrededor de la puerta
una llave, y cuando la tiene llama la atención del hombre.
Abre y entran: encendiendo la luz del salón.

CLARA, la mujer, 19 años, lleva el pelo largo y liso. Alta,


guapa, atractiva, en la cara una expresión inteligente,
despierta, casi malévola. Su indumentaria, como la del
hombre, sigue una moda hippie. Pero en el todo está
demasiado bien conjuntado, todo cuidadosamente
dispuesto. Más que ser hippie parece una niña bien
disfrazada de hippie.

H A R I H A R E , el hombre, 16 años mal llevados. No muy


alto, delgaducho, ruin, Escaso de pelo, no sólo tiene
grandes entradas, sino que además su coronilla está casi
pelada. Sus mejillas sin embargo tienen una barba rala
acabada en el mentón en una barbichuela de chivo. Sus
ropas van en desorden, y están mojadas. Lleva colgada
del cuello una bolsita de cuero viejo donde guarda alguna
hierba fumable. Va calzado con sandalias sin calcetines,
pese al frío. Su rostro, bobalicón y con una mirada
mansa.

CLARA entra con seguridad en la casa. La conoce bien y


sabe dónde este cada cosa. HARI HARE recela, con
temor, de cada rincón. CLARA tira la mochila que llevaba
colgada sobre el sofá y se tiende en él. HARI HARE se

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 3


queda quieto, detrás.

CLARA: Dioni siempre se porta. Estaba segura de que la llave


iba a estar ahí. Y menos mal, porque con este tiempo…

(CLARA mira a HARI HARE)

Vamos, no te quedes ahí, alelado.

HARI HARE: ¿Y aquí estaremos seguros?

CLARA: ¿Por qué no lo íbamos a estar?

HARI HARE: Pues no sé, p e r o . . .

CLARA: Quítate eso, te vas a acatarrar.

HARI HARE: Nos seguían. Estoy seguro. He creído ver luces y j u r a r í a


haber oído ladrar a los perros. Nos han rastreado,
p o d e m o s e s t a r s e g u r o s . Aunque tu no hayas oído nada...

CLARA recoge su mochila y saca de ella unas latas d e


comida.

CLARA: Saldremos en los periódicos. Por lo menos, en


algún blog. Dos p e l i g r o sos individuos asaltan ultimarinos de
pueblo. Se temen sean adictos al salchichón. Busca y captura,
nivel de seguridad rojo. Se recomienda disparen a matar.

HARI HARE: Nunca había hecho algo así. Pedir sí, pero r o b a r ,
jamás. La dueña podía haber estado armada, y entonces…

CLARA: Anda, quítate e s o , te vas a enfriar. Menudo


hombre que estás hecho.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 4


HARI HARE: No ha sido lo más oportuno. Está toda la región
llena de de maderos por el secuestro. Igual nos han tomado
por terroristas.

CLARA: Me encanta lo fantástico que eres.

HARI HARE: ¿Y el de la casa? Espero que no nos dé ninguna


sorpresa.

CLARA: ¿Dioni? Está claro que no le conoces.


(Irónica.)

Ese sí que se lo hizo bien. Atracó un banco a golpe de recortada.


Él solo. Se fue al banco andando, hizo el trabajo limpiamente,
sin disparar ni un tiro, sin levantar la voz. Y salió tan ricamente.
Huyó en autobús. Y no te creas que lo cogieron tan fácilmente.
Semanas después, le pararon por una tontería, y salió el pastel,
que si no…

No, no nos va a dar ninguna sorpresa. Ahora está en Herrera


encerrado.

HARI HARE: Siempre he pasado de problemas con los maderos.


No son tan tontos como dicen, y lo que sí tienen es mucha
mala leche.

CLARA: Tú sí que has sido tonto, cómo se te ocurre tirarte de


cabeza a un río con el frío que hace. Anda, venga.

CLARA desnuda a HARI HARE de sus ropas mojadas.

HARI HARE: No soy tan tonto. SI me tiré al río es porque oí los


perros. Se veían incluso, y casi se olían. La guardia civil no
pregunta, siempre tira a dar. Y más si nos toman por
terroristas. No hubiera habido posibilidad de explicarnos. Esos
no se andan con juegos. Primero disparan, y luego preguntan.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 5


Si no me llego a tirar al río, ahora estaríamos peor que tu
amigo.

CLARA: No compares entre dos chorizos y un guridi con un


par. Antes que le cogieran, dejó en el suelo a dos policías.

HARI HARE: ¿Se los cargó?

CLARA: Qué va, pero casi.


HARI HARE: Esa gente tan violenta… Su karma les condenará. Si
se hacen las cosas de esa manera, uno acaba reencarnándose en perro.
O algo peor. La violencia es nefasta, acaba con el equilibrio del
Universo. Todos vosotros naceréis de nuevo como perros. O algo
peor.

CLARA: ¿Ya estás rayado, tío?

HARI HARE: Quien desoye la senda del Buda rompe su palabra.


Quien rompe la palabra del Buda llena su camino de piedras.

CLARA: Cuidado con lo que dices. No pluralices. Y no me


des sermones. De todas formas, es mejor vivir como perro que
vegetar una lechuga para toda la vida.

HARI HARE: Eres como ellos. No sé si algún día podré


convertirte en...

CLARA: A mí no me convierte nadie, que pareces un cura.

HARI HARE: Matar es atentar contra el Atma.

CLARA: A mí no me llames asesina. Nunca se me ocurriría


hacerlo. Entre otras razones porque no quiero dar con mis
huesos en ninguna cárcel. Y no pienso nada ni a favor ni en
contra de la gente que mata por muchas razones que argumenten
para ello. Lo mío no es la política. Sólo creo en una cosa: en mí.
Y además, toda esta discusión sobra. Por robar cuatro latas de
bonito no nos va a pasar nada.

HARI HARE: Así se empieza.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 6


CLARA: Cualquier día te denuncio por drogadicto y corruptor
de menores, so capullo.

HARI HARE se ha bajado los pantalones, y está en


calzoncillos.

HARI HARE: Para el Tantra el sexo es sagrado. Es la vía legítima


para la liberación del cuerpo.

A HARI HARE se le van l a s manos por entre las formas


de CLARA.

CLARA: Para ya, sobón. Desde luego, sí que fui tonta


cuando me fugué contigo.

HARI HARE: Nadie sino yo te llevaría a Katmandú. Yo te abriré


allí las puertas de la conciencia.

HARI HARE empuja a Clara contra el sofá e intenta


introducirse entre sus p i e r n a s . E l l a se zafa de su
abrazo, dejándolo en ascuas.

CLARA: Quita, iluminado. No es eso lo que me pide ahora


el cuerpo...

HARI HARE: ¿Un c a n u t i l l o ?

CLARA: Pues tengo el estómago para mierdas...

CLARA se despoja de la mayor parte de sus ropas de un


tirón. HARI se queda abobado contemplando el cuerpo de

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 7

5
la muchacha.

HARI HARE: Om- Mani-Padme-Uhmmm. Auhmmm. Auhmmmm.

CLARA retrocede ante el previsible ataque de HARI


HARE.

CLARA: Hey, fiera, alto.


HARI HARE se lanza a por ella. Se persiguen alrededor
del sofá.

HARI HARE: Ven, unámonos los dos, produzcamos el esperma

para tener un varón, un hijo, para la riqueza.

CLARA: Ni hijos, ni leches.

HARI HARE: Yo soy éste, tú eres ésa;


tú eres ésa, yo soy éste.

CLARA: Pedante petardo.

HARI HARE: Yo soy el Soma, tú eres el Rig;

yo soy el cielo; tú eres la tierra.

CLARA: Me voy a duchar.

CLARA escapa escaleras arriba. Cuando HARI HARE


llega al pie de éstas, se escucha en off, entre las risas de
CLARA, cerrarse una puerta con pestillo. HARI HARE se
queda solo, frente a la chimenea. Su figura lamentable, y
además con los calzoncillos arrollados, le hacen parecer
todo un gurú: sólo le falta el turbante. Grita hacia arriba.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 8


HARI HARE: Los sentidos son pasivos y receptivos; el contacto
sensorial es activo y creativo.

CLARA:
(OFF, entre risas.)

¡Colgado!

Ya que no le queda otra cosa que hacer, HARI HARE se


prepara un canuto HARI HARE canturrea, a voces.

HARI HARE: Hari hare,

hare Clara;

Clara Clara,

hare hare.

A medias de la fabricación del porro, se detiene y calla,


intranquilo. Arriba suena la ducha, y afuera arrecia la
tormenta. HARI va, miedoso, hacia la ventana y a duras
penas se atreve a mirar a su través. Un repelús le
estremece. Mira más atentamente, escudriñando. Un
golpe de nieve azota de golpe los cristales, asustando a
HARI HARE. De la impresión, s e l e c a e d e l a s m a n o s l a
c h i n a . S e l a n z a a l s u e l o a l a r e c o l e c c i ó n d e l a droga
perdida. Absorto en recuperar las migajas que pueda, no
advierte la aparición en lo alto de la escalera de CLARA,
magnifica y exuberante, aún mojada y envuelta en una
gran toalla blanca de baño. Ve a HARI HARE des d e
a r r i b a y c o mie n z a a b a j a r c o n t o n e á n d o s e , c an t a n d o a
lo Shakira. HARI HARE no le h a c e caso y sigue
arrastrándose por el suelo, recolectando. CLARA

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 9

7
cont inúa con e l nu merito hasta llegar donde está él. HARI
abandona su actitud falsamente ind if er ent e y, aull ando
como un l o b o , muerde y no suelta el f aldón de la
toalla, tirando hac ia abajo. A C L A R A s e l e r e s b a l a l a
toalla, quedando la descubierto sus pechos. CLARA
c o n s i g u e a t r a p a r l a t o a l l a a n tes de quedar desnuda del
todo.

HARI HARE: Oh Soma, afluye a satisfacer el deseo querido de


Indra y refuerza su virilidad. Vírgenes lo hacen fluir soplando
cornamusas, y mana el licor por tres veces benefactor.

CLARA: Te va a soplar la cornamusa tu madre la gallega.

HARI HARE: Tampoco te des por aludida, que muy virgen no


eres.

CLARA: Tú sabrás.

HARI HARE: ¿Yo sabré? No me hagas reír. Si hasta sabes latín.


Mira qué bien te mueves por este refugio. No creo que lo
conozcas tanto de venir mucho a la nieve.

CLARA: ¿Qué me estás diciendo?

HARI HARE: No, si yo no me voy a meter con lo que pasaba


entre ese Dioni y tú.

CLARA: Escucha, so castrado, te he advertido muchas veces.


No metas tus narices donde no te importa…
HARI HARE se enfada también. Deja a CLARA y,
sentándose en la posición del loto en el suelo, sigue
preparándose el maltrecho porro

¿Y ahora qué te pasa?

HARI HARE: Tú sabrás.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 10


CLARA: ¿Qué tengo qué saber?

HARI HARE: Lo que hacías con el tío de la estación, por ejemplo.

CLARA: Te lo advierto, para el carro, nene. Lo que yo haga


con mi cuerpo es cosa mía.

HARI HARE: Si está bien claro lo que eres.

CLARA: ¿El qué, gilipollas?

HARI HARE: Mi religión me prohíbe decir ciertas cosas.

CLARA: Mamón de mierda. Bien que te aprovechaste de


poder escapar en el tren, y tan como un señor. Si no es por el
tipo ése, aún estaríamos allí.

HARI HARE: Pero...

CLARA: Sigue pasándote conmigo, y un día de estos te vas a


quedar a solas con tu Karma.

HARI HARE:

(Suplica, medio llorando.)


No, Clara, C l a r i t a . . N o me digas eso. No me dejes.
Mi Clara. Mi bodhisattva, mi yoguita…

HARI HARE parece h i s t é r i c o . CLARA le mira asombrada.


Se reblandece, e intenta c o n s o l a r l e .

CLARA: Tranqui, Hare. Tranqui.

HARI HARE: No me dejes. ¿Verdad que no me vas a dejar, verdad?

CLARA: Anda, que eres un niño, no llores. Así. ¿No estabas


liando un porrete?.Vamos, creo que lo necesitamos.

CLARA le abre la bolsita del cuello y saca e l material

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 11


para e l canuto, que expertamente comienza a preparar. Una
vez hecha la mezcla, HARI le pasa un papel, con el que
ella lo lía. Saca la punta de la lengua para humedecer el
pegamento del papel y la mueve lascivamente, mirando a
HARI HARE, que capta la intencionalidad, se aproxima a
ella y le muerde con los labios la lengua. CLARA, después
del beso, enciende el porro y tras una calada larga, se lo
pasa a HARI HARE junto con el mechero. Los dos se
quedan, en la modorra de la humada, mirando la chimenea.

HARI HARE: Queda poca leña.

CLARA: ¿Has probado a hacer el amor a la luz del fuego?

HARI HARE y CLARA se ríen. HARI HARE toma papeles de


una revista que habla sobre el sofá y los arruga para
encender la chimenea. CLARA va hacia el interruptor de
la luz y deja la habitación a oscuras, sólo iluminada por el
resplandor de las l l a m a s . HARI HARE aviva el fuego.
Comienza a llenarse la habitación de humo. HARI HARE
retrocede, t o s i e n d o . CLARA, riendo, va hacia la chimenea y
abre el tirador, con lo que e l problema se s o l u c i o n a .
HARI HARE aún está tosiendo.

HARI HARE: Casi me ahogo.

CLARA le abraza.

CLARA: Serás inútil.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 12


Lentamente se deslizan al suelo, aún abrazados. La toalla
resbala del cuerpo de CLARA, dejando ver su cuerpo
desnudo a la penumbra del fuego Se besan
apasionadamente, sus cuerpos entrelazados.

Afuera arrecia la tormenta de nieve con nueva furia,


golpeando los cristales. Una sombra cruza por el exterior en
dirección a la puerta. Se oye ruido en la puerta, que deja
intranquilos a HARI HARE y CLARA. Se oye a alguien manipular
la cerradura. HARI HARE está muy nervioso. CLARA,
manteniendo la calma, se tapa con la toalla. La puerta se
abre con violencia. Una nube de viento y nieve inunda la
habitación. Entra un hombre corpulento, con un gran
abrigo, barba, y una maleta de tamaño pequeño en una de
las manos. Es MENDI. Advierta la presencia de los
h i p p i e s en la casa y se refugia, buscando cómo repeler un
posible ataque.

MENDI: ¿Quién anda ahí?

MENDI enciende la luz de la habitación. Ha sacado del interior


del abrigo una pistola que empuña en la derecha, teniendo en la
izquierda aún el maletín. Apunta hacia CLARA, y luego a
HARI HARE.

HARI HARE: No dispare. Me rindo. ¿No ve que no estamos armados?


Seguro que ha habido un error. Ahora mismo nos vamos.

MENDI: Los dos contra la pared.

CLARA, audaz, se aproxima al intruso.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 13


CLARA: ¿Quién eres? ¿Qué quieres de nosotros?

HARI HARE: ¡No te muevas! Podría disparar. No la haga caso.


Mi compañera no quiere hacer nada.

MENDI: Atrás, contra la pared.

HARI HARE: Sí señor, le obedeceremos, pero no dispare.


(A CLARA)

¿Quieres estarte quieta? Ya te dije que nos


seguían.

(A MENDI)

Nosotros no somos terroristas. No somos delincuentes. Lo del pueblo fue


un error. La culpa fue de mi compañera. Es muy joven, y a veces hace
tonterías. Devolveremos lo robado, pero no nos haga nada. No
tenemos nada que ver con el secuestro.

MENDI: ¿Qué estás diciendo?

HARI HARE: Créame, no somos t e r r o r i s t a s . Todo fue una


equivocación. No tenemos nada que ver.

MENDI: ¿Qué pasa aquí? ¿De parte de quién venís?

HARI HARE: Se lo juro, no somos nadie. Nadie de nadie. No tiene que


pensar nada de nosotros. No estamos fichados. No hemos hecho
nada. Somos buenos ciudadanos.

CLARA: Hari, calla.

MENDI: Vamos, fuera de aquí. Por ahora, os dejo ir. Pero si


os veo cerca de aquí, no os esperéis nada bueno.

CLARA reacciona.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 14


CLARA: No.

HARI HARE: ¡Espera!

MENDI: Quietos los dos. He dicho que recojáis y fuera.

CLARA: Y yo he dicho que no.

MENDI: Quieta ahí.

CLARA: Afuera está nevando. No pienso salir y morir


congelada porque tú lo quieras.

HARI HARE: No la haga caso. Seguro que podemos encontrar


algo para nosotros. Ahora le dejamos en paz.

CLARA: Cállate, Hari. Y tú, seas quien seas, no tienes


derecho a entrar a saco en esta casa y amenazarnos con esa
pipa.

MENDI: He dicho que fuera.

(Señala la pistola).

Si no…

HARI HARE:

(A CLARA.)
Es mejor que no le contradigas. Es mejor que no digas nada.

CLARA:

(A MENDI.)

Tenemos todo el derecho del mundo a estar aquí. Podemos


llamar a la policía.

MENDI, abandonando la maleta, se abalanza hacia


CLARA y la golpea con la pistola en la cara.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 15


MENDI: Puta, ¿a quién vas a llamar tú?

CLARA grita de dolor, se cae y se lleva la mano a la cara, para


protegerse.

HARI HARE: ¡Clara!

MENDI: Tú, quieto.

MENDI encañona a HARI HARE. HARI HARE se queda


quieto, impotente. MENDI mira a CLARA, sin dejar de
sostener el arma. MENDI se fija en la muchacha, con el
arma intenta apartarle los brazos. CLARA se revuelve y le
mira, desafiante. MENDI la contempla atónito, incrédulo.

MENDI: ¿Clara?
MENDI baja el arma. HARI HARE aprovecha para ayudar a
CLARA.

HARI HARE: Clara, ¿estás bien?

MENDI baja el arma. Se arrodilla también al lado de


CLARA. HARI HARE, al ver que ha retirado la pistola, se
atreve a reaccionar con cólera.

HARI HARE: ¿Qué quieres hacer ahora con ella? ¿Quieres


matarla?

MENDI: Clara, eres tú. ¿Estás bien? Responde, Clara,¿estás


bien?

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 16


HARI HARE no comprende el comportamiento del intruso.

Respóndeme, Clara.

CLARA le mira. Le reconoce, sin creerse casi lo que ve.

CLARA: Mendi.

MENDI: Sí, soy yo. Perdóname, Clara.

MENDI: Mendi,¿cómo has podido? ¿En qué andas, Mendi?

CLARA siente dolor, y se lleva la mano a la cara.


Afortunadamente, el golpe no ha sido muy fuerte y apenas
le ha quedado señal.

MENDI se derrumba apesadumbrado en el sofá. CLARA se


levanta, ayudada por HARI HARE.

HARI HARE:

(A CLARA)
¿Conoces a este tipo, le conoces?

CLARA: Algo así.

MENDI: Después de tanto tiempo… Tenemos que encontrarnos


aquí.

CLARA: Veo que no me hiciste caso, y te dejaste barba.

MENDI: Tú en cambio estás igual.

CLARA: Parece que no te gusta volver a verme...

MENDI: Siento mucho lo que ha pasado.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 17


HARI HARE: Más lo ha sentido ella.

CLARA: ¿Por qué?

MENDI: Me dejé llevar por los nervios...

CLARA: ¿En que lío te has metido?

HARI HARE: Déjale. Se va a enfadar.

CLARA: Tú no puedes ser policía. Entonces…

MENDI: Lo siento mucho, pero tenéis que iros. Es lo mejor.

CLARA: Con esta tormenta, no iríamos muy lejos. ¿Es eso lo


que quieres?

MENDI: No, claro que no.

CLARA: ¿Qué es lo que pasa, Mendi? ¿Por qué todo esto?


¿Por qué esa pistola?

MENDI mira la pistola. La deja caer, entre sus piernas.


Alza la cabeza, recordando algo y murmurando entre
dientes, asustado. Se levanta del sofá, dejando en su
precipitación la pistola sobre él. Busca la maleta,
encontrándola donde la dejó, cerca de la puesta del
exterior.

CLARA, rápida, coge la pistola y apunta hacia MENDI.

MENDI: ¿Qué haces?

CLARA: Jugar a lo mismo que tú.

HARI HARE: ¡Clara! Deja eso.

CLARA: Tú calla, Hari. Vamos, tú, me tienes que explicar


muchas cosas.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 18


MENDI: Clara, suelta eso. Ya veremos cómo lo hacemos, no
quiero que os pase nada. Ni a ti ni a tu amigo. Suelta la pistola.
Clara, por favor.

CLARA: Hari, la maleta.

HARI HARE: ¿Qué?

CLARA: Cógele la maleta.

MENDI: Ni se te ocurra...

HARI HARE: Clara, déjalo.

CLARA: Cógela, Hari. Tú, dale la jodida maleta, si no quieres que


me ponga nerviosa.

CLARA hace un gesto con la pistola.


HARI HARE se dirige hacia MENDI de mala gana. MENDI
retrocede situándose en actitud defensiva. HARI se detiene,
Pausa.

CLARA v a c í a e l c a r g a d o r d e l a p i s t o l a , y t ir a e l a r ma
a l o s p i e s d e MENDI.

CLARA: ¿Ves qué fácil es cambiar los papeles? Vamos a pasar


aquí juntos la noche, los tres. ¿Entendido? Hagamos un pacto. Nada
de historias extrañas, ni por tu parte, ni por la nuestra.

HARI HARE: Bien, Clara. Dale así. Es todo tuyo.

MENDI permanece en actitud defensiva. La maleta en una


marro, y en la otra la pistola, inutilizada.

CLARA: Vamos, Mendi. ¿Qué es lo que dices?

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 19


MENDI abandona su a c t i t u d , y guarda la pistola.

MENDI: De acuerdo, Clara. Aunque no hacia falta todo esto.

CLARA: Por si acaso recuerda que somos dos contra uno.

MENDI: ¿Dos contra uno?

MENDI mira a HARI HARE irónicamente. HARI HARE mira


al suelo, avergonzado.

CLARA: Ni una broma más, Mendi. Ni una broma más.

CLARA sigue como si nada hubiera pasado.

Al fin y al cabo, siempre es una suerte reencontrarse a un


amigo. Así que vamos a tener la noche en paz.

La situación se distiende totalmente.

¿Qué haces aquí, tan lejos de todo?

MENDI: Eso me pregunto yo de vosotros.

CLARA: Este es el refugio de Dioni, ¿no? Igual que estás


tú, estamos nosotros.

MENDI: S i, claro, pero...

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 20


CLARA: Me harté un día de aburrirme en casa y quise que
me ocurrieran cosas. Quise aventuras, vivir. Y me encontré con
éste. Ahora vamos a Katanó, o Batandú...

HARI HARE: A Katmandú.

MENDI: ¡A Katmandú!

CLARA: Vamos a la tumba de los mil yoghis de oro. Hari dice


que es la hostia.

HARI HARE: Sabes que no está bien hablar así.

MENDI: Katmandú, ¿qué se os ha perdido ahí?

HARI HARE: Todo el mundo debería ir a Katmandú. Allí se


concentran todas l a s fuerzas psíquicas del Universo. El mundo
sería mejor si se mirara en Katmandú.

MENDI: Pero, ¿té que haces con este colgado? ¿Te has
vuelto hippie?

HARI HARE: ¿Qué se puede esperar del que habla con la violencia?

MENDI: Oye, tú. ¿Quieres que te hable en la cara?

CLARA: Tranquilos. Aquí teníamos un pacto, ¿no? Así que no


quiero oíros discutir como dos niños.

Silencio.

CLARA: Vamos, los dos. Acercares a l fuego. Si no os vais a


congelar.

CLARA comienza a subir l a escalera, cogiendo l a mochila.

HARI HARE: ¿A dónde vas?

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 21


CLARA: A ponerme algo.

CLARA sigue subiendo.

No os pasará nada por quedaros solos un momento.

CLARA sale por la puerta de arriba.

HARI HARE y IIENDI se miran, desafiantes. La mirada de


MENDI desciende a las piernas desnudas de HARI HARE.
Éste, con renovada dignidad, toma sus vaqueros raídos y
se los calza con rapidez. Al encajarse la segunda pierna,
se hace un lío, tropieza y se cae con estrépito. CLARA
baja por las escaleras e n t o n c e s , vestida con una falda
corta y, una blusa ligera y de colores v i v o s , y s e
e n c u e n t r a a HARI HARE tendido en el suelo. CLARA
se dirige a MENDI, enfadada.

CLARA: ¿Qué le has hecho ahora?

HARI HARE: Yo, nada. Parece que no necesita ayuda para hacer
cosas así.

CLARA: ¿ E s t á s bien, Hari?

HARI HARE: SI, mi kundalini. Sólo ha sido e l cuerpo. El cuerpo,


que siempre está arrastrando en su caída a la mente.

MENDI: Menudo inútil que es el español.

HARI HARE, ya de pie, se apoya en CLARA.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 22


HARI HARE: Sujétame, que si no...

MENDI: S i , c u i d a d i t o con él, que igual se rompe algo él


solito.

CLARA: Mendi, ya vale. Hari, por favor. Anda, daros la


mano, y haceros amigos.

HARI HARE y MENDI miran a CLARA como si este


estuviera delirando, y luego se miran entre sí, guardando
l a s d i s t a n c i a s . N i n g u n o d e l o s d o s se mueve.
CLARA, harta, los empuja uno contra el otro. Ellos siguen
quietos, enfrentados, más cerca entre si.

CLARA, disgustada, les da sendos palmetazos.

MENDI, lentamente, le tiende la mano, una sonrisa


maliciosa en la cara. HARI HARE la mira, y luego a
CLARA, con ojos de cordero d e g o l l a d o . T í m i d a m e n t e ,
alarga la mano y se la estrecha, temiendo lo peor.

CLARA: B r avo.

CLARA sale por la puerta del lateral, en dirección a la


cocina. HARI HARE, desprotegido, intenta retirar la
mano, pero no puede, MENDI se la aprieta con cada vez
más fuerza. HARI HARE palidece. MENDI disfruta con la
situación, mientras HARI HARE sufre horrores, y está a
punto de caer desmayado por la fuerza d e l apretón. Por
fin, MENDI le suelta la mano. Está completamente
enrojecida, y HARI HARE, que se ha retirado de un salto,
se la sopla con desesperación.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 23


CLARA regresa de la cocina. L l e v a un par de botellas de
vino tinto en una mano y tres vasos en la otra.

CLARA: Hari y yo ponemos la comida, la bebida nos la ha


dejado el bueno de Dioni.

HARI HARE todavía se sopla la mano.

HARI HARE: Lástima que no haya algo para enfriarla.

CLARA: ¿Cómo que no?

CLARA deja las botellas y sale de la casa, por la puerta


del fondo, llevando los vasos. Vuelve con ellos llenos de
nieve.

MENDI ha descorchado una de las b o t e l l a s , y comienza a


llenarlos vasos que le alcanza CLARA. E s t a l e p a s a uno
a HARI HARE, otro a MENDI y se queda por el tercero.

A la salud de Dioni.

MENDI: A la salud de Dioni, por su lucha.

MENDI y CLARA beben. HARI HARE mira el vaso.

HARI HARE: Parece s a n g r e .

CLARA: Sangre sobre l a n i e v e . L a r e i n a s e p i n c h ó e l


dedo y tres gotas de roja sangre cayeron sobre la blanca nieve.
Bonito cuento. Vamos, estoy que me muero de hambre.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 24


C L A R A se sienta frente a la chimenea, sobre la blanca y
mullida alfombra, y distribuye las latas robadas, tomando
una, que comienza a abrir.

Um, cómo nos vamos a poner…

Pero sentaos de una vez, no seáis tan bobos.

HARI HARE se sienta, las piernas cruzadas de forma


yóguica, a un lado de CLARA. MENDI coge su maletín y
se va a sentar a su lado.

CLARA: ¿Es que no puedes separarte de esa dichosa maleta


ni por un momento?

MENDI calla y se sienta. Toma una lata y se abstrae


examinándola. CLARA extrae un espárrago de la que ha
abierto.

Mira, espárragos de Navarra. De verdad, no de Perú. ¿A que


están buenos? Son robados. Como todo lo demás.

MENDI se queda mirándola. Ella lo advierte, y deja de


comer. Le mira con cariño.

¿Te acuerdas lo bien que lo pasamos aquel año en Mundaka?

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 25


MENDI: Claro que me acuerdo. Menudo verano. Dioni, tú y
yo.

CLARA: Eran buenos tiempos.

MENDI: Éramos muy niños. No sabíamos...

CLARA: No sabíamos, ¿el qué?

MENDI: Miles de cosas, que quizá habíamos oído pero no nos


creíamos. Así ya podíamos ser felices.

CLARA: Quizá entonces sea mejor no saber esas cosas. No


saber nada de nada.

MENDI: No, a s í no puede ser. Hay que saber para obrar. Es


nuestra obligación.

CLARA: Si saber es lo que te llevó a hacer lo que hiciste


conmigo...

MENDI, avergonzado.

HARI HARE: El Buda era más sabio. Hay que no saber para no
obrar, así decía. Ni siquiera le hizo falta escribirlo.

MENDI: Sería un buen razonamiento para alguien que no


quiere enterarse de nada.

HARI HARE: O para quien quiera aprender sobre la nada.

MENDI: ¿A dónde se puede llegar así?

HARI HARE: Un hombre no puede dar soluciones a nada. Lo único que


conseguiría es caer e n e l e r r o r . N i s i q u i e r a p u e d e u n
h o m b r e p o d r í a d a r s e s o l u c i o n e s a sí mismo, pues serían
soluciones falsas. Un hombre sólo puede no actuar. Y liberarse
así de su karma. Sólo así podrá ser un hombre.

MENDI: Ser un hombre idiota, sin duda.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 26


CLARA: ¿Ya volvéis a las mismas?

MENDI: Este tipo me saca de quicio.

HARI HARE: ¿Todos tus amigos son así?

CLARA: ¿Por qué lo dices?

HARI HARE: Porque éste también debería estar encerrado.

Silencio tenso.

CLARA: Hari, te has pasado.

MENDI: Si es normal que diga eso. Ya se l e veía el


plumero.

HARI HARE: Quien sólo ve lo externo…

MENDI: Cierra ya el pico.

HARI HARE: ...nunca verá más allá de sus narices.

MENDI: Me basta con poder ver lo que hay a n t e de m i.


Dion i lo s upo ver.

CLARA: Y todo lo que hizo fue atracar un banco.

MENDI: Fue una acción. Como cualquier acción, buena para


el bien del pueblo.

CLARA: ¿Del pueblo?

MENDI: Por mínima que sea, cualquier acción es buena.


Todos debemos seguir la lucha.

HARI HARE: Tu amigo es un etarra. Todos tus amigos lo son.

MENDI: Un g u r i d i .

HARI HARE: P e r o , ¿ l o d i c e s en serio?

MENDI: Es a s í .

HARI HARE: Tu amigo es un terrorista. Esto nos va a meter en

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 27


un lío.

CLARA: ¿Te has metido hasta el fondo? ¿Cómo estás tan


loco?

MENDI: Para mí lo que es una locura es marcharse a la In-


dia con cualquiera.

HARI HARE: Pero qué dice el mataniños éste.

MENDI: Construimos un mundo nuevo para los niños. No


somos asesinos.

CLARA: Espero que nunca hayas estado metido en una


mierda gorda. Vamos, dímelo. ¿Has participado en alguna
acción? Enséñame tus manos, Mendi. Enséñamelas.

MENDI: No, no he estado de forma activa. Sólo recogida de


información, pero ahora... No tengo nada más que contar. Y
menos a alguien como tú.

CLARA: De acuerdo.

HARI HARE se levanta, tapándose los oídos.

HARI HARE: Basta, basta. No puedo soportar tanta hipocresía.


Tanta desvergüenza.

HARI HARE sale en dirección a la cocina.

MENDI: Hace tres años. Aquel verano frente el mar, Dioni,


tú y yo. ¿Te acuerdas? Fuimos a comer a Bilbao. Tú llevabas en
el pelo una cinta roja. Íbamos por el paseo, y al doblar la
esquina, ahí estaba todo.

CLARA: No recuerdo...

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 28


MENDI: La manifestación. La policía, cargando. ¿Quién les habla
provocado? ¿Quién les había agredido? Parecían furias. Al día siguiente, las
noticias hablaban de actos violentos, de provocación, de balas perdidas. No
hablaban de los heridos, de la sangre en la calle, de las víctimas. Lo vimos,
Clara, lo vimos. Dioni se dio cuenta de lo que pasaba. Esa noche, Dioni y yo
hablamos.

CLARA: ¿Qué quieres decirme con todo esto.


MENDI: Me parece increíble que a alguien como tú eso no
le afectara. Yo estaba comido por las dudas. Dioni supo ver lo que
estaba pasando por mi cabeza, por mí, por dentro. Me habló esa
noche, Clara. Y me siguió hablando al día siguiente, y al otro. Me
contó todo, me abrió los ojos. Yo quise hacer algo, no podía estar de
brazos cruzados. Dioni aún me sigue hablando.

CLARA: Comprendo.

Silencio.

MENDI: Cuando entré en la organización, sólo veía una cosa: la


cinta roja que sujetaba tu pelo.

Pausa. CLARA recoge un par de vasos y se levanta. MENDI la


detiene, cogiéndole el brazo. Se miran, CLARA le sonríe. Llena
los vasos y le pasa uno. Vuelve a sentarse a su lado.

CLARA: ¿No te da miedo pensar si te cogen? ¿Qué quizá te maten


en un tiroteo?

MENDI: Yo soy uno, pero l a lucha es de muchos y para


muchos. Por cada soldado que cae, hay cinco más que siguen su
senda.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 29


CLARA: Cuando hablas así, pareces un cura.

MENDI no parece o í r este último comentario. S i l e n c i o .

MENDI: Hubo un tiempo en que soñaba estar a s í , como


ahora, contigo, s o l o s .

CLARA: Debió de ser hace mucho. Aún me duele del golpe de


antes.

MENDI: No sé por qué obré así. Si te hubiera reconocido.


Fueron los nervios, no esperaba encontrar a nadie aquí.
Comprende, siempre veo enemigos por todas partes. Son los
nervios, o tal vez miedo.

CLARA: Te persiguen... La policía, ¿verdad?¿En qué andas


ahora, Mendi?

MENDI: No puedo decirte nada.

CLARA: Pero si llegan hasta aquí, ¿qué nos puede pasar a


Hari y a mí?

MENDI: A m í t a m b i é n me preocupa que estéis conmigo.


Quien sabe lo que puede pasar.

CLARA: La policía estaba rastreando la montaña. Tu lo


sabes bien. Se hablaba algo de un secuestro.

Pausa.

Mendi, ¿qué tienes ver tú con eso?

MENDI: Debéis iros. Lo antes posible. Antes de que


amanezca, debéis salir de aquí.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 30


CLARA: Y esa maleta, ¿qué tiene que ver con todo eso?

MENDI: Os iréis lo antes posible, y antes de que pase nada


ya os habréis alejado.

MENDI baja a un tono mas conciliador y coge de la mano


a clara.

Prométemelo. Prométeme que os iréis cuento antes, y que te


olvidarás de haberme visto.

CLARA: Te lo prometo. Y no saldrá ni una palabra de mí,


y mucho menos de Hari.

Silencio. CLARA acaricia con la otra mano la de NENDI,


que está sobre la suya.

Es bonito ver todo lo que haces por un ideal. Me pregunto qué


es lo que hubieras hecho por mí.

MENDI: Clara, yo...

CLARA: Vamos, dime, ¿a qué llegarías tú por mí?

MENDI: Te estuve esperando durante tanto tiempo… Pero sabía


que yo no tenía ninguna posibilidad. Ahora debe ser tarde. Daría todo
lo que tengo para que aún hubiera tiempo.

CLARA: ¿Todo? ¿Realmente todo?

MENDI recapacita, incómodo.

Silencio tenso.

MENDI retira lentamente su mano de entre las de CLARA.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 31


HARI HARE entra en el salón. Lleva la cabeza mojadaa,
húmeda de haber estado bajo el agua del grifo. Ve a
MENDI y CLARA juntos: su desesperación aumenta. En
silencio, hace una falsa salida a la cocina. Vuelve sobre
sus pasos, ve la escena de nuevo, y sale a la cocina como
una exhalación. Y desde la cocina, llama a CLARA.

HARI HARE: Clara. ¡Clara! Clara, ven.

CLARA no se mueve de donde está. Vuelve a sonar desde


afuera la voz cada vez más encrespada de HARI HARE.

¡Clara!

HARI HARE aparece hecho un basilisco de la cocina, y se


acerca a CLARA.

MENDI: Pero qué le pasa ahora al hombre.

HARI HARE evita mirar a MENDI. Coge de la mano a


CLARA y tira de ella, hacia la cocina.

HARI HARE: Tengo que hablarte. A solas.

CLARA se deja llevar. MENDI se queda sólo, ensimismado


con sus pensamientos, mirando el fuego. Se oyen
atenuadas las voces de HARI HARE y CLARA, en la
cocina.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 32


HARI HARE: Ven conmigo, Clara. Aunque nieve, no importa,
vámonos de aquí.

CLARA: ¿Estás loco? Afuera nos puede pasar de todo.

HARI HARE: Alejémonos de aquí. Algo malo va a ocurrir.

CLARA: No te pongas histérico.

HARI HARE: Escúchame. Lo sé. Por favor. Vuelve conmigo.


Vayámonos.

CLARA: No digas tonterías. Yo no pienso irme ahora.

HARI HARE: ¿Por qué? ¿Qué buscas, qué es lo que quieres?

MENDI, en el salón, va saliendo de su sueño. No presta


sin embargo atención a las voces de la cocina. Advierte,
sobre el suelo, en un rincón, el cargador de la pistola. Lo
recoge y vuelve a cargar el arma, que guarda entre su
ropa.

Las voces fuera de escena de CLARA y HARI HARE


siguen, pero ahora cada vez más bajas y casi inaudibles.

CLARA: Sé muy bien lo que hago…

HARI HARE: No creo que seas así…

CLARA: Si haces lo que yo te diga...

HARI HARE: No resultará, no...

CLARA: Tranquilo, muy tranquilo…

Lo que sigue entre HARI HARE y CLARA, inaudible.

MENDI se apoya en la chimenea, de cara al fuego, que


ilumina su rostro.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 33


Entra CLARA. MENDI la mira, con la tristeza de sentir
como lo deseado se va alejando otra vez más, quizá ya
para siempre.

Tras CLARA asoma HARI HARE, amedrentado.

CLARA: Hari Hare quería decirte algo. Hári, discúlpate.

HARI HARE: Yo... no quise… realmente... no pude...

MENDI: No importa.

HARI HARE: Sin duda no pensaba...

MENDI: Está bien. Aceptadas las disculpas.

CLARA: Quería dejarlo todo zanjado antes de despedirnos.


Nos largamos.

MENDI: Me gustaría decir que no os fuerais, pero creo que


es lo más seguro para todos.

CLARA: Quiero descansar un par de horas antes de irnos.


Mañana haremos un gran trayecto. Acuéstate. Es lo mejor.
Puedes dormir arriba, en el dormitorio. A Hari le basta el salón.

HARI HARE: Y tú, ¿dónde dormirás?

CLARA le fulmina con una sola mirada. MENDI interviene,


intentando quitar importancia al asunto.

MENDI: Si queréis dormir arriba los dos. Por mí no...

CLARA: No. Nosotros nos lo montamos bien aquí.

MENDI se queda en silencio ante la determinación de


CLARA. Coge su abrigo y la maleta. Comienza a subir las

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 34


escaleras. Cuando apenas ha llegado a los primeros
peldaños, se detiene y mira a CLARA.

MENDI: Clara, yo, quería decirte...

CLARA: ¿El qué, Mendi? ¿Qué más quieres decir?

MENDI mira a CLARA y a HARI HARE. Siente el peso de


la maleta. Baja la vista y sube lentamente. Al llegar arriba,
vacila ante la puerta.

CLARA: Adiós, Mendi.

MENDI sale, cerrando la huerta tras de sí.

HARI HARE, que esperaba a que MENDI despareciera, se


lanza a pregunta a CLARA.

HARI HARE: No sé lo que pretendes de este tipo.

CLARA: Tú pareces querer empeñarte en fastidiarlo todo.


Podías meterte la lengua en el culo.

HARI HARE: Por muy budista que sea, no puedo soportar ciertas
cosas.

CLARA: Pero, ¿no te has dado cuenta de nada?

HARI HARE: Me he dado demasiada cuenta de todo. Tanta


mirada, tanto recuerdito, tanto toqueteo... No me gusta
compartirte, ¿comprendes?

CLARA se ríe.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 35


CLARA: Bobo, ¿crees que estoy tan loca? ¿No te has dado
cuenta de nada?

HARI HARE: Pero, ¿qué tendría que haber visto?

CLARA: ¿No viste nada raro en él?

HARI HARE: Lo que no noté es nada normal.

CLARA: Anda, que tú eres el último que podría hablar...

HARI HARE: ¿A que te refieres, entonces? Un tío que aparece


así, pistola en mano, que luego no para de camelarte tras casi
dejarte en el sitio de un mal golpe.

CLARA: Como decía el Buda, no catas lo esencial. La


maleta.

HARI HARE: ¿Qué?

CLARA: Nunca se separaba de ella.

HARI HARE: ¿Y qué?

CLARA: Hari, estate en lo que hay que estar. En esa maleta


hay más pasta de la que podamos gastar en años.

HARI HARE: ¿Vas a creer algo así? Seguro que ese tipo te ha
querido camelar con una mentira. Te habrá contado de todo
para ver si…

CLARA: No le he podido hacer despegar los labios sobre


eso. Está demasiado obsesionado con su cruzada, y nada le
hará cambiar de idea.

HARI HARE: Entonces, me vas a decir que viste su interior. La


abriste en un descuido y...

CLARA: No me ha hecho falta.

HARI HARE: Pues como no te haya iluminado algún mal

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 36


espíritu...

CLARA: Lógica. Une los cabos. Un secuestro. La policía rastrea la


zona tras alguna pista. Aparece un etarra con una maleta de cierto
tamaño, demasiado pequeño para llegar dentro un equipaje y demasía
do grande para llevar unos simples papeles, y no se separa de esa
dichosa maleta ni para mear...

HARI HARE: Lleva el dinero del rescate encima.

CLARA: Eso es. Y todo eso será nuestro.

HARI HARE: No creo que le convenzas para que lo reparta con


nosotros.

CLARA: No quiero repartos. Lo quiero todo. Y si no es por


las buenas, será por las malas.

HARI HARE: ¿Qué dices? Él es el que va armado. Él es el que es


peligroso.

CLARA: ¿Peligroso? Mira lo fácil que me fue antes quitarle la


pistola. Y ahora estará desprevenido. No se espera nada de mí.

HARI HARE: Ya veo cómo quieres quitarle la maleta. Siempre


con lo mismo.

CLARA le pega una bofetada a HARI HARE.

CLARA: ¿Vas a ayudarme, o vas a dejar que lo haga todo yo?

HARI HARE: No necesitamos ese dinero.

CLARA: Tú no lo necesitarás, pero yo sí.

HARI HARE: No quiero que vayas arriba. No lo soportaré.

CLARA: No voy a subir sola. Vamos a ir los dos.

HARI HARE: ¿Pero, para qué?

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 37


CLARA: Para seguir pasándolo bien para siempre. Para ver
la vida siempre desde arriba. Para no tener que sufrir pensando
en el mañana. ¿No es eso lo que tú me dices? Vive la vida. Vive
el presente. Eso es lo que quiero hacer. Vivir sin preocuparme
de nada.

HARI HARE: Eres horrible. Me das miedo.

CLARA se ríe.

CLARA: A ti todo te da miedo. Y yo quizá más que nada.


Pero no te mueves de mi lado. Soy guapa, verdad. Te gusto.
Mira mi cuerpo. ¿Cómo puedes pensar en perderlo? ¿Nunca
más disfrutar de mí? ¿Quién va a aguantar si no a una miseria
como tú? Vamos.

HARI HARE: No. Por favor, no me obligues, por favor.

CLARA: Cobarde.

HARI HARE: Piénsalo bien. No es tan fácil.

CLARA: Yo subiré y dejaré la puerta abierta. Espera a que lo


tenga distraído. y entonces tú entras y...

HARI HARE: ¿Y qué? No querrás que lo mate.

CLARA: Sólo tienes que dejarlo fuera de combate. Piensa en todo


como si fuera un acto de caridad. No puedes dejar que tanto dinero
llegue a manos de cierta gente.

HARI HARE: No creo que a ti eso te afecte mucho.

CLARA: Si no me ayudas, despídete de mí. Lo voy a


conseguir, sea por el medio que sea.

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 38


CLARA sube las escaleras, fría, dura, inaccesible, sin
mirar ni por un momento atrás. HARI HARE la mira
desesperanzado.

HARI HARE: ¡Clara!

CLARA llama a la puerta de la habitación y entra. HARI HARE


se queda abajo, sólo. Prepara, lenta y tristemente, su mochila.
Arriba, fuera de escena, se oyen las voces de MENDI y CLARA,
entre risas. A HARI HARE comienzan a comerle los celos.
Escucha ruidos sospechosos. HARI HARE duda, arroja la
mochila, y sube como una exasperación.

HARI HARE: Dejad eso. ¡Dejadlo ya!

HARI HARE abre de un golpe la puerta e irrumpe en la


habitación. Fuera de escena, ruido de pelea y bronca.

CLARA: La pistola, cuidado.

HARI HARE y MENDI salen de la habitación, enzarzados


en la lucha, y caen rodando por la escalera. MENDI tiene
en su mano derecha la pistola, que HARI HARE inmoviliza
sujetándole el brazo. Un disparo al aire. HARI HARE
parece llevar las de perder. Se oyen en el exterior unos
ladridos de perro, cada vez más cercanos. CLARA
aparece por la puerta, arriba. El forcejeo llega a su clímax.
Suena otro disparo. Los rivales se quedan quietos, hechos
un ovillo. Incertidumbre. Los dos se levantan, agarrados el
uno al otro, lentamente. HARI HARE tiene su pecho y sus

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 39


manos llenos de sangre y se las contempla. Cae la pistola
al suelo, y le sigue, deslizándose suavemente, el cuerpo
de MENDI. HARI HARE no se cree lo que ve. Afuera
comienza a iluminarse todo con potentes haces. HARI
HARE, con la fijación de la sangre en sus manos, aúlla
lastimosamente, y sale huyendo de sí mismo, de la casa,
enceguecido.

Afuera resuenan voces de megáfonos. Disparos.

CLARA observa a MENDI, a sus pies, moribundo, que


parece querer decir le algo. CLARA se agacha para poder
oírle. MENDI agoniza.

MENDI: La cinta de tu pelo. La cinta roja de tu pelo.

MENDI muere en los brazos de CLARA, y ella deja


resbalar el cuerpo al suelo. CLARA se levanta. La casa
está iluminada con los faros del exterior, que se mueven
enloquecidos. Resuenan sirenas, gritos. Las manos de
CLARA están cuajadas de la sangre de MENDI. CLARA
se las mira.

CLARA: Vino sobre la nieve. Brindemos de nuevo. Sangre


sobre la nieve.

fin.-

DE LA SANGRE SOBRE LA NIEVE Raúl Hernández Garrido 40

Das könnte Ihnen auch gefallen