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DISERTACIÓN SOBRE FELICIDAD,

BIEN, VIRTUD.

Introducción:

La obra de Ética a Nicómaco empieza explicando que todas las acciones parecen tender a
un bien. Por ello Aristóteles nos define bien como aquello hacia lo que tienden todas las
cosas. Por una parte el fin de todo acto según la Ética debe ser este bien y no solo el bien
propio particular sino el bien común. Lo que es bueno para mí, debe ser bueno para todos.

Aristóteles es realista porque distinguirá la esencia de la apariencia. No estará de acuerdo


con Platón en que los objetos singulares son inteligibles sólo por participar de las formas o
ideas inmutables que existen en sí mismas y fuera de las cosas. Según Aristóteles, las
formas que hacen comprensibles las cosas no pueden existir separadas de ellas.
Consecuentemente, Aristóteles rechaza la concepción platónica según la cual los juicios
morales de la vida diaria presuponen un “bien”, independiente de la experiencia,
personalidad y circunstancias.

Por ello el tema de la Ética a Nicómaco puede plantearse alrededor de la necesidad de un


criterio que nos permita elegir entre unas cosas u otras.

A la hora de elegir que es lo que conviene habrá muchos bienes y fines de muy distinta
naturaleza. Los habrá más o menos deseables que nos pueden provocar placer (por ello
hacernos a nuestro parecer bienes cuando en realidad no lo sean), algunos bienes los
queremos como medios para otros fines. Unos dependen de otros, pero lo que se quiere
tan solo como medio es menos perfecto que lo que se quiere como fin. El Bien supremo y
perfecto es el único que se desea por sí mismo. Tal como lo planteaba Aristóteles: "si existe,
pues algún fin de nuestros actos que queramos por el mismo y los demás por él... es
evidente que ese será lo bueno y lo mejor".
El fin mueve al agente por su razón de bien. El bien, según la definición clásica, es aquello
que todas las cosas apetecen; se muestra como la intención de la acción, aquello a que
tendemos. Por ello el bien y el fin están muy relacionados.
El problema de la Ética a Nicómaco es la búsqueda de un criterio de validez que aúne lo
universal y lo particular y nos sirva para decidir.
Entonces lo que busco es un criterio que me sirva tanto en lo universal como en lo particular.
Y así se debe pasar de felicidad a bien, de felicidad a virtud, y poder elaborar la teoría de
la acción.
Esto provoca la separación entre lo particular de la physis con lo particular de nomos, así
pues universal y particular tienen que ser criterios distintos.
Quiere decir que los hechos no se pueden deliberar mientras que las acciones sí y la virtud
intelectual de deliberar bien es distinta a las demostraciones.
Aristóteles piensa que no es suficiente con explicar, que pensamos solo por ideas, hay que
explicar también que deben incluir la teoría de la acción, que es lo que caracteriza al ser
humano.
Por ello debemos de buscar un criterio de validez que solo incluya la idea de bien del
hombre y no la de lo deseable.

La tesis será que el concepto de felicidad será el único capaz de servir de criterio para el
concepto de saber práctico entendido realistamente.

Para Aristóteles está felicidad será el fin último que perseguimos cada uno con nuestras
acciones y elecciones (toda acción tiende a un fin y el bien es el fin al que todo tiende).
Esta felicidad, por ser la cosa más digna de nuestro deseo, no tiene necesidad de sumarse
con ninguna otra. Ya que al añadirle una cosa cualquiera, es claro que bastaría la adición
más pequeña de bienes para hacerla más deseable aún. Por ello, la felicidad es ciertamente
una cosa definitiva, perfecta, y que se basta a sí misma, puesto que es el fin de todos los
actos posibles del hombre.
Esto quiere decir que deberá de consistir en una actividad que excluya actuar movidos por
placer ya que este no es una actividad sino una sensación o estado que acompaña a ciertas
actividades consideradas como placenteras.

Distinguiremos cuando es deseable lo deseable, cuya respuesta es que será deseable


cuando conduzca a la felicidad. Aristóteles define la felicidad como el punto de vista de la
totalidad a lo largo de un conjunto de valores.
Por ello la felicidad debe de tratarse de una actividad que se busque y consiga por sí misma,
y no como fin para conseguir con ella otra cosa, quedando así excluidos los saberes de tipo
práctico, dado que, estos no se buscan por sí mismos sino en función de la acción misma.

Desarrollo:

Bien, felicidad y virtud

Por la visión que Aristóteles tiene de los conceptos de bien y felicidad podemos decir que
Aristóteles tiene una visión ordenada y finalista (teleológica) del universo.
Para empezar todos los seres naturales tendemos al cumplimiento de un fin natural, en el
caso de los humanos, lo que llamamos bienes no son, ni más ni menos, los fines u objetivos
que perseguimos con nuestras acciones y con nuestros saberes, fines que consideramos
cosas valiosas o deseables.
Por ello para Aristóteles la felicidad es el último fin que perseguimos con cada una de
nuestras acciones y elecciones, además es el único bien perfecto y autosuficiente, porque
se elige exclusivamente por sí mismo y no como un medio para alcanzar otros bienes.

Por tanto la función del ser humano es la capacidad de quien quiere ser y que vida quiere
llevar.
Lo específico de la naturaleza humana no es que somos un ser dotado de ideas es que la
existencia es previa a la esencia. Esto quiere decir que primero existimos después elegimos
y decidimos que vida queremos vivir.
Esto se obtiene mediante los criterios de validez que nos indican cuando algo es deseable
y cuando no lo es. La idea de lo deseable sirve para ver las características de que algo es
bueno, y de entre esas características bueno equivale a deseable. Entonces Aristóteles
piensa un criterio que sirva para elegir algo sin tener en cuenta lo deseable. Es decir,
tenemos tres opciones para hacer, pero de esas tres tengo que elegir una, ya que las todas
son deseables. Pero el único inconveniente es que la opción que escoja la elegiré con el
objetivo de conseguir otro fin gracias a esa acción, que finalmente me conducirá a la
felicidad, y no por el hecho de que sea deseable o nos resulte placentero. Por ello, tengo
que buscar un criterio que me diga cual es la acción correcta, que acción debo realizar.
Por ello decimos que la felicidad es una respuesta última al porque tienden las acciones,
mientras que el bien no, ya que la respuesta es porque quieres ser feliz. Felicidad
representa una totalidad que el concepto de bien no hace.
Como Aristóteles considera que las acciones son buenas o malas en la medida en que nos
aproximan o nos alejan de un determinado fin llamamos a sus teorías teleológicas.
La felicidad para Aristóteles es un tipo de vida basada en la actividad racional del alma
(logos) conforme a la virtud o excelencia. Dicho de otra manera la felicidad consistirá en
ejercer bien y con excelencia el “oficio de humano” y, además no solo algunas veces, sino
a lo largo de una vida entera.

Entonces decimos que las virtudes o excelencias son disposiciones para ejercer con
excelencia la única función específica del alma: la racionalidad.

Nos encontramos con las virtudes éticas o excelencias del carácter, el placer natural que
va ligado el ejercicio de la racionalidad y de la virtud y un mínimo de bienes exteriores como
los son amigos, salud, riqueza, buenas leyes…

El hombre bueno o virtuoso es aquel que ejerce bien la racionalidad y las virtudes éticas.
Para llevar a cabo una vida buena y feliz dentro de la polis se requieren leyes e instituciones
adecuadas que permitan y favorezcan la excelencia humana entre los ciudadanos. El fin de
las leyes justas es lograr el bien común. Este solo podrá lograrse creando un marco legal y
político favorable para que todos y cada uno de los ciudadanos seamos felices y virtuosos.
Por ello si se crearan leyes injustas nos apartarían de este fin natural y solo favorecerán el
bien particular de una minoría

Aristóteles dividirá el alma en dos partes las partes racionales y las no racionales.
La parte racional será la parte del alma dotada de razón. Su función será la búsqueda de
conocimiento, y para ello poseerá de dos facultades:
- La facultad científica: es la facultad mediante la cual el alma humana puede lograr
conocimientos y verdades necesarias, pero solo sobre los ámbitos de la realidad que
se rigen por principios necesarios, como lo que estudia las matemáticas, la física…
- La facultad deliberativa: es la facultad mediante la cual el alma puede lograr
opiniones probables y razonables, pero nunca conocimientos necesarios, porque las
cosas contingentes y variables no se rigen por la ley de necesidad.
La parte irracional: será la parte del alma que carece de razón. Se dividirá también es dos
partes:
- La parte vegetativa: es la responsable de las funciones vitales de los organismos
vivos. No necesita por tanto de la razón para un buen funcionamiento.
- La parte apetitiva o desiderativa: es la parte del alma irracional donde se generan
los deseos y pasiones. En los seres humanos a diferencia de los animales esta parte,
a pesar de ser irracional, puede participar de la razón. Esto quiere decir que es capaz
de escuchar y obedecer a la razón.

La división anterior del alma permitirá a Aristóteles dividir las virtudes en dianoéticas y
éticas. Todas estas excelencias del alma implicarán un buen ejercicio de la razón.
Según Aristóteles, las acciones virtuosas surgen de una elección libre y voluntaria, y toda
elección conlleva una cierta deliberación. Esta deliberación es un tipo de razonamiento
sobre los medios más adecuados para conseguir un determinado fin. Cuando la
deliberación se lleva a cabo sobre las acciones concretas, el fin sobre el que se delibera es
lo bueno y lo más conveniente. Aristóteles llama conocimiento práctico a esta clase de
conocimiento. Cuando esta facultad opina con acierto y excelencia decimos que posee la
virtud de la inteligencia práctica o prudencia.
Por ello el hombre prudente es, el que ha desarrollado esta virtud, por ello siempre suele
deliberar bien y calcula acertadamente en cada situación que acciones son los mejores
medios para logar lo bueno.
También hay que tener en cuenta que para poseer estas virtudes éticas se necesita la
inteligencia práctica, además Aristóteles afirmará que el que posee inteligencia práctica
acaba teniendo todas las virtudes éticas y, por tanto, el al mismo tiempo valiente, justo,
generoso, etc

Por lo tanto nuestra racionalidad aparecerá en dos clases de actividades en el pensamiento,


donde la razón constituye la actividad misma, y en aquellas actividades ajenas al
pensamiento en las que podemos tener éxito o fracasar obedeciendo a la razón. Aristóteles
denomina virtudes intelectuales a las excelencias de la primera clase, y virtudes morales a
las de la segunda. Ejemplos de ellas son la sabiduría, la inteligencia y la prudencia, y de
estás, la liberalidad y la templanza. La virtud intelectual resulta generalmente de la
instrucción explícita, y la virtud moral del hábito. La virtud no es innata, sino una
consecuencia de la educación.
Acción, hábito y carácter

Según Aristóteles, la naturaleza ha dado a algunos individuos ciertas tendencias o dones


naturales, de modo que algunos poseen por nacimiento una mayor tendencia a la justicia,
a la moderación, a la valentía… Estas cualidades naturales definen, en su principio, la
naturaleza individual de cada uno y marcan las diferencias naturales o de temperamento
entre los distintos individuos. Pero estos dones naturales no son las virtudes éticas. Las
virtudes éticas son hábitos o disposiciones para actuar que se adquieren
acostumbrándonos, mediante la repetición de acciones virtuosas, del mismo modo que
desarrollamos fuerza en el gimnasio.
Así, repitiendo acciones valerosas e imitando a los valientes, desarrollamos el hábito y la
virtud de la valentía y nos hacemos valientes. Aunque al principio puede costar esfuerzo,
una vez adquirido el hábito virtuoso, las acciones virtuosas “fluyen” de forma casi
espontánea y sin esfuerzo, e incluso con placer. De la misma manera se adquieren los
vicios, repitiendo acciones malas, inadecuadas para nuestra excelencia y felicidad,
adquirimos hábitos malos.

Según Aristóteles, los vicios y las virtudes definen el carácter o modo de ser de un individuo.
Por eso habla de vicios y virtudes éticas, es decir, de vicios y virtudes. Vicios y virtudes son
hábitos o disposiciones del carácter que nos mueven a actuar y a elegir en una determinada
dirección; bien alejándonos de la felicidad y de la perfección, o bien aproximándonos a ella.
A partir de su análisis sobre la adquisición de las virtudes y los vicios, Aristóteles formula
una idea formidable y sumamente interesante: lo que somos y como somos es obra de uno
mismo. Nuestro carácter es el resultado de la cadena de acciones y elecciones que han
generado en nosotros buenos o malos hábitos, virtudes o vicios. Cada uno es en cierto
modo causante de su propio carácter. Adquiriendo virtudes conformamos un carácter
bueno, y adquiriendo vicios un carácter malo o un carácter corrompido.

Los vicios y virtudes de un individuo se reflejan en una determinada forma de ser y en un


determinado estilo de vivir, así como en sus relaciones consigo mismo y con sus iguales,
sus amigos y conciudadanos de la polis. El carácter es siempre adquirido y puede potenciar
nuestros dones y carencias naturales o llegar a anularlos. De modo que, según Aristóteles,
no nacemos como somos, sino que nos hacemos.
Esto último marca la diferencia entre el hombre y el animal. El animal no puede elegir ni
proponerse fines o intenciones en su conducta, pues le falta capacidad de deliberar. Sin
embargo, sin proponérselo el animal vive como es debido, conforme a su naturaleza. Su
modo de ser está determinado por su naturaleza y es producto en exclusiva de ella. El ser
humano, en cambio, fabrica su modo de ser mediante acciones intencionadas y elecciones
radicales, y se hace a sí mismo a través de sus acciones, adquiriendo virtudes y vicios, que
se integran en su carácter y que pueden perfeccionar o corromper su naturaleza racional.

El hombre virtuoso está dispuesto a las acciones virtuosas, pues brotan de su carácter de
forma espontánea y fácil, como si de una tendencia natural se tratara y además con placer.
Por eso un hombre virtuoso va asociado a un estilo de vida feliz y dichoso. Lo contrario le
ocurre al hombre malo, que sus vicios le hacen incapaz de proponerse fines y propósitos
racionales sanos y buenos para su felicidad.
Una vez alguien ha desarrollado un vicio ya no puede volver atrás, ni siquiera queriendo,
pues se ha corrompido irreversiblemente. Según Aristóteles lo más probable es que el
cobarde ni siquiera desee realizar acciones valerosas, pues los vicios ofuscan la razón y
nos impiden ver los verdaderamente bueno y conveniente para nosotros. El cobarde
cegado por el vicio de la cobardía considerará erróneamente que lo conveniente para él
son las acciones cobardes y no se propondrá como fin acciones valerosas. Esto plantea la
cuestión de la responsabilidad moral de nuestras acciones.
Antes que Aristóteles, Sócrates había abordado este problema. El malo actúa mal porque
desconoce lo realmente bueno y conveniente para él y equivocadamente toma lo malo por
bueno. Si conociera realmente lo bueno para él, lo elegiría necesariamente. El malo es solo
un ignorante que no elige voluntaria ni conscientemente el mal por lo que en vez de ser
castigado, debería ser reeducado en el conocimiento de su verdadero bien.

Aristóteles esta en desacuerdo con el planteamiento de Sócrates. Pues reconoce que el


vicio puede cegar al hombre malo en su percepción del bien y, en consecuencia, hacerle
actuar mal por ignorancia; pero eso no elimina su responsabilidad moral. El malo ha elegido
en cierta forma su carácter, es responsable moral del carácter que se ha fabricado y merece
la desaprobación de los demás. Pues podría haber evitado ser así actuando en el pasado
de otra manera.

La regla del término medio


Se dice que la virtud de la valentía es el justo medio entre dos vicios: el vicio del exceso, es
decir, la temeridad, y el vicio de la deficiencia, es decir, la cobardía.
Para cada pasión o tipo de acción existirá un término medio. Así por ejemplo, en relación a
la pasión de la ira, la virtud será la gentileza, que consiste en el término medio entre la falta
completa de capacidad para enojarse y la irascibilidad, un exceso inoportuno o injustificado
de ira.
Por ello gracias a esta regla se pone orden en el desordenado mundo de las pasiones del
alma irracional y se puede establecer un equilibrio.
También hay que tener en cuenta que el término medio será relativo a nosotros y a la
situación en la que nos encontremos. En la virtud es flexible y relativo. Cada individuo debe
considerar, en cada situación concreta que es lo mejor y más conveniente. Por lo que el
término medio relativo corresponde a la razón, a la facultad calculadora o deliberativa de
alma racional. Por tanto la tarea de la inteligencia práctica es discurrir bien para calcular
bien con acierto el término medio, por lo que el hombre prudente es el que acierta con el
término medio en las pasiones y acciones.

Sin embargo tenemos que tener en cuenta algunas excepciones:


- No siempre hay un término medio virtuoso para todas las pasiones y acciones
- La tarea de determinar el término no siempre es fácil, por lo que a veces es necesario
a la hora de actuar contentarnos con evitar los extremos.
- Otras veces hay que inclinarse más hacia un extremo porque, en determinadas
circunstancias, el término medio está más próximo de un extremo que de otro.
- En algunos casos, el vicio por exceso es preferible al vicio por defecto, y en otros
ocurre al revés. Por poner un ejemplo es preferible actuar con temeridad que con
cobardía.

Conclusión:

Para Aristóteles el bien es aquello hacia lo que tienden todas las cosas. El bien supremo
será la felicidad (fin último que perseguimos cada uno con nuestras acciones y elecciones)
por ello decimos que toda acción tiende a un fin y el bien es el fin al que todo tiende.
El concepto de felicidad será el único capaz de servir de un criterio para el concepto de
saber práctico entendido realistamente. Además es el único bien perfecto y autosuficiente,
porque se elige exclusivamente por sí mismo y no como un medio para alcanzar otros
bienes.
Los vicios y las virtudes definen el carácter o modo de ser de un individuo.
La virtud y la felicidad para Aristóteles no pueden separarse. La virtud, aunque no es la
meta final del hombre, es una parte esencial de la forma de vida que si lo es.
Los vicios y las virtudes definirán el carácter o modo de ser delas personas.
La regla del término medio es la regla de la razón a la que deben ajustarse las pasiones
para estar bien gobernadas.

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