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IGLESIA MI ALTO REFUGIO (ASEPRAC). PASTORA: AZUCENA TORRES.

TRABAJO DE ERVIN RAYO.

COLOSENSES
Colosenses - «la gran carta» escrita a la iglesia de una ciudad sin importancia-, solo conociendo su
trasfondo ideológico se puede comprender su grandeza. «Ninguna otra carta de Pablo presenta una
enseñanza tan elevada de Jesucristo ni insiste tanto en Su plenitud y suficiencia,» -dice Barclay. A unos
ciento cincuenta kilómetros de Éfeso, en el valle del río Lico, cerca de donde se une con el Meandro,
hubo una vez tres ciudades importantes: Laodicea, Hierápolis y Colosas. En su origen habían sido
ciudades frigias, pero en el tiempo que nos ocupa eran parte de la provincia romana de Asia. Casi se
podían ver cada una desde las otras. Hierápolis y Laodicea estaban en orillas opuestas del río Lico que
corría entre ambas, separadas solo unos diez kilómetros, a la vista la una de la otra; Colosas estaba situada
a ambos lados, como una silla de montar, quince kilómetros río arriba. En su origen, las tres ciudades
habían tenido la misma importancia; pero, con el paso de los años, sus caminos se separaron. Laodicea
se convirtió en el centro político del distrito y en el cuartel general financiero de toda aquella área, una
ciudad extraordinariamente próspera. Hierápolis se convirtió en un gran centro comercial y tenía unos
baños famosísimos. En aquella área volcánica había muchas grietas en el terreno por las que se filtraban
vapores y fuentes famosas por sus propiedades medicinales; y la gente iba a millares a Hierápolis a seguir
un tratamiento en los baños y a beber las aguas.
un tiempo en que Colosas era tan grande como las otras dos. A sus espaldas se levantaba la cordillera
de Cadmo, y Colosas controlaba las carreteras que pasaban por sus puertos. Tanto Jerjes como Ciro se
habían detenido allí con sus ejércitos invasores, y Heródoto le había dado el calificativo de cuna gran
ciudad de Frigia.» Pero, por alguna razón, la gloria se ausentó de ella. La grandeza de esa ausencia se
puede ver por el hecho de que Laodicea y Hierápolis se pueden descubrir hasta nuestros días por las
ruinas que quedan de algunos grandes edificios; pero no hay ni una piedra que recuerde dónde estaba
Colosas, y su emplazamiento sigue siendo cuestión de conjeturas. Hasta cuando Pablo escribió esta carta
Colosas era un pueblo pequeño; y dice Lightfoot que era el pueblo menos importante adonde Pablo envió
una carta.
Hecho indudable es que fue en esté pueblo de Colosas donde surgió una herejía que, si se le hubiera
permitido desarrollarse libremente, podría haber llegado a arruinar la fe cristiana. Está claro que la
iglesia de Colosas era gentil en su mayoría. La frase extraños y hostiles de mente (1:21) es la que Pablo
usaba corrientemente para referirse a los que habían estado fuera del pacto de la promesa. En 1:27 habla
de dar a conocer el misterio de Cristo entre los gentiles, refiriéndose claramente a los mismos Colosenses.
En 3:5-7 da una lista de sus pecados antes de hacerse cristianos, que son característicamente pecados
paganos. Podemos concluir con seguridad que la membresía de la iglesia colosense estaba formada en su
mayoría por gentiles.
Pablo nunca visitó Colosas (véase 2:1). Durante sus tres años de ministerio en Éfeso «toda Asia» oyó
el evangelio (Hch_19:10; Hch_19:26). Uno de los convertidos por Pablo en Éfeso fue un hombre llamado
Épafras, cuya residencia estaba en Colosas. Épafras llevó el mensaje del evangelio a su regreso a su hogar
y mediante su ministerio fundó la iglesia (1:4-7; 4:12, 13). Este grupo tal vez se reunía en la casa de
Filemón, el cual vivía en Colosas (Col_4:9; Flm). Pablo estaba ahora preso en Roma. Épafras fue a
visitarle e informarle que una nueva enseñanza estaba invadiendo la iglesia y causando problemas. Esta
herejía hoy se le conoce generalmente como el «gnosticismo», que procede de la palabra griega
gnosis, la cual significa «conocer». Los gnósticos insistían en «el saber», o sea, profesaban tener un
conocimiento superior de las cosas espirituales. Su doctrina era una extraña mezcla de verdad cristiana,
legalismo judío, filosofía griega y misticismo oriental.
IGLESIA MI ALTO REFUGIO (ASEPRAC). PASTORA: AZUCENA TORRES.
TRABAJO DE ERVIN RAYO.
Por un lado, estos herejes enseñaban que toda la materia es mala, incluyendo el cuerpo; y por
consiguiente Dios no podía entrar en contacto con la materia. ¿Cómo, entonces, fue creado el mundo?
Por una serie de «emanaciones» de Dios, aducían. Y, puesto que Cristo tuvo un cuerpo humano, fue sólo
una de estas «emanaciones» y no verdaderamente el Hijo de Dios. Los gnósticos proponían una compleja
serie de «emanaciones» (incluyendo a los ángeles) entre el hombre y Dios, y de este modo negaban la
preeminencia de Cristo.
Pretendían que su sistema le daba al creyente un «conocimiento pleno» especial, que otros no poseían.
A los gnósticos les encantaba usar la palabra «plenitud» y por eso se encuentra que Pablo la usa muchas
veces en esta carta. Su doctrina exigía prácticas legalistas (2:16) y estricta disciplina de la carne
(ascetismo, 2:18-23). «¡No toques, no gustes, no manejes!» Era parte de sus reglas. Enseñaban que
ciertos días eran santos y que ciertos alimentos eran pecaminosos. El sistema gnóstico tenía una
apariencia de espiritualidad, pero sin valor espiritual (véase Col_2:21-23).

CONCLUSION:
Colosenses hace hincapié en la preeminencia de Cristo. Al leerla, note cómo se repiten las
palabras «todo», «plenitud» y «lleno» (véanse 1:9-11, 16-20, 28; 2:2, 3, 9, 10, 13, 19; 3:8, 11, 14,
16, 17, 20, 22; 4:9, 12). El tema de Pablo es «Cristo es todo y en todos» (3:11) y que estamos
«completos en Él» (2:10). Puesto que los creyentes están completos en Cristo, ¡Él es todo lo que
necesitan! El legalismo, las filosofías de cosecha humana, dietas estrictas, observación obligatoria de
días santos, disciplina de la carne, todo esto debe desaparecer cuando se le da a Cristo su lugar de
preeminencia. Colosenses es un ruego por la madurez espiritual (nótese la oración en 1:9-
12). Las prácticas religiosas hechas en la carne pueden aparentar espiritualidad, pero no tienen ningún
valor para la vida interna de la persona. Qué fácil es incluso para los cristianos evangélicos sustituir
reglas de cosecha humana por la verdadera espiritualidad.

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