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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.

BOWIE

ADVERTENCIA

Este libro contiene escenas de carácter

homoerótico y

sexo explícito M/M.

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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

SINOPSIS

Scott no se había fijado en la galería de arte por la que pasaba

cada día, hasta que vio parado al director de la misma en su

entrada. Entonces sí que llamó su atención.

Él mismo admite ser un chico tosco que ni siquiera sabe apreciar

el arte, pero cuando llega con la forma de Michael Taylor,

director de la galería de arte de Laguna Beach, su perspectiva

cambia. Scott invita a Michael a almorzar y no duda en dejarle

saber a su nuevo amigo que le considera una obra de arte

perfecta.

La atracción es mutua y los dos hombres empiezan a verse con

regularidad para almorzar. Pero cuando Michael no está un día

en la galería, Scott descubre que su hombre perfecto puede tener

un pasado imperfecto y si deciden cambiar el almuerzo por la

cena nada mejor que asegurar que aquellos que amenazan a

Michael no están alrededor del postre.

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CAPÍTULO UNO

Una de las cosas entre las mil que me encantan de vivir y trabajar en Laguna Beach es el
tiempo perfecto de todos los días. Claro, está el ocasional día sombrío en que un banco
de nubes en rollos entra desde el Océano Pacífico, pero al mediodía por lo general el sol
quema y la temperatura es, como he dicho, perfecta.

Así que no es ninguna sorpresa que me encante tomar el almuerzo fuera de la oficina,
dando un paseo a través de las calles llenas de galerías de arte, restaurantes y tiendas de
regalos, comprando un sándwich de la panadería y encontrando un lugar tranquilo en la
playa donde puedo ver a los chicos jugando al voleibol, sin camisa, en la arena.

Otra cosa que me encanta de Laguna es el abundante suministro de ―ojos dulces‖. La


mayoría son de algunos de los hombres más bellos del mundo, ya sea que vivan aquí o
que acudan a este pintoresco pueblecito de vacaciones o en fines de semana. Durante el
verano hay el doble de choques de guardabarros que en la mayor parte de EEUU. ¿La
razón? Los ―ojos dulces‖ son una distracción para hombres y mujeres conductores. La
visión celestial de un cuerpo alto, moreno y ágil vestido únicamente con pantalones
cortos, tan holgados y bajos que se puede ver la grieta de un delicioso culo, ha sido la
causa de más de un ―golpe por detrás‖1, ya me entendéis. Afortunadamente, la única
baja resultante es generalmente la cara roja del conductor. Lo sé, me ha pasado a mí, he
hecho eso mismo en un par de ocasiones.

1
Juego de palabras del autor que hace referencia al golpe trasero con el automóvil y a otro tipo de
golpe trasero bastante más agradaaaaaable. NdT.
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De todos modos, allí estaba yo, Scott Stevenson, veintinueve años de edad, soltero y sin
una cita en casi cinco meses, paseando por la calle Forest justo antes de la hora del
mediodía, cuando le vi a él, y ¡Boing!2, me detuve en seco. ¡Babeando!, es la palabra
usada para describir lo que hice en ese momento, me dejó boquiabierto el hombre de
pie, en la puerta de una galería de arte, que hablaba con una pareja mayor. Fue su
sonrisa lo que me llegó primero, radiante e iluminando su rostro. Envuelto en la sonrisa
de alto voltaje, era simplemente impresionante.

Di un paso atrás, fingiendo mirar por la ventana a los objetos de arte que aparecían allí.
Mientras tanto, yo le miraba por el rabillo del ojo, pues tenía el paquete completo:
altura, ancho de hombros, estaba vestido con una camisa azul pálido abierta en el cuello
y pantalones de lino blanco.

¿Cómo era esa vieja canción de bossa nova3? Alto, bronceado, joven y hermoso…Su
cabello castaño oscuro era ligeramente rizado, y yo estaba ahí embobado, tratando de
determinar el color de sus ojos. Se volvió y me miró. Como un bobo, sacudí la cabeza y
casi me golpeo la nariz en el vidrio de la ventana.

Se despidió de la pareja, luego vaciló un instante en la puerta, y al momento estaba de


pie junto a mí.

— ¿Ves algo que te gusta? —preguntó. Su voz iba en armonía con la belleza de
su rostro. Ronca y melodiosa.

Pregunta tonta, pensé dándome la vuelta para mirarlo.

Grises. Sus ojos eran grises, salpicados de azul. Inusuales y totalmente fascinantes. Me
quedé atípicamente mudo, y todavía sorprendido frente al Amor de Dios4.

—Tenemos mucho más en el interior —dijo. Sus dedos tocaron mi brazo. — ¿Te
interesaría ver nuestras últimas adquisiciones?

2
Se deja como en el original. NdT.
3
Bossa Nova, género musical de origen brasileño. En este caso habla de la canción Garota de Ipanema.
4
Amor de Dios, Regalo de Dios, Ángel de Dios…. se deja en la primera acepción. NdT.
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—Sí —me aclaré entonces mi voz ronca en la garganta. Su contacto había sido
electrizante. —Sí, me gustaría.

Le seguí a la galería, con los ojos pegados al mar de fondo redondo de su trasero,
colocado por delante de mí con la gracia de un atleta. Señaló algunos de los objetos
expuestos colgando de las paredes de la galería, citando artistas de los que nunca había
oído hablar y seguro como el infierno que no podía permitirme.

— ¿Eres artista?, —logré decir finalmente. Estaba tan cautivado de pie cerca de
él y de escuchar su sexy voz que casi me había olvidado que no sabía nada sobre arte o
escultura.

—No de la misma clase que algunos de estos —respondió, sonriéndome. Sus


ojos se dirigieron hacia la puerta, ya que entraron algunas personas. ¿Es mi imaginación
o fue un lamento lo que nubló su expresión por un pequeño momento? —Discúlpame
un segundo —murmuro luego, para saludar a los clientes potenciales.

Fingí mirar, pero me deleitaba comprobando como estaba conversando con la gente. En
un momento dado, se volvió y me miró con una sonrisa de disculpa, rápidamente se
acercó a donde yo esperaba.

—Lo siento mucho…. eh…

—Scott —le dije.

—Scott. —La manera de decirlo hizo que me gustase mi nombre. —Me olvidé
que tenía esta cita hoy. Suelo tomar el almuerzo en este momento, pero...

—En realidad, estoy en mi descanso para almorzar, —interrumpí. — Iba a


preguntar si te importaría tomar un sándwich conmigo.

—Me encantaría, pero… —hizo un gesto hacia a la gente que ahora estaba
mirando con avidez las pinturas. — ¿Tal vez mañana, al mediodía?

—Eso sería genial —dije entusiasmado. — Una cosa, ¿por qué no recogemos
algo en el camino y nos dejamos caer en la playa?

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—Suena maravilloso, —me cegó con esa sonrisa asesina de nuevo, y casi tuve
una necesidad imperiosa de plantar un beso en su boca llena y ancha. —Toma, —me
dio su tarjeta. —Llámame en la mañana sólo para asegurarme que puedo escapar. A
veces, estoy a merced de clientes de últimos minutos.

Miré la tarjeta. Michael Taylor.

—Bueno, Michael, te llamo antes de salir de la oficina y tomo tu pedido a


continuación.

—¿Mi pedido?

—Ya sabes, jamón y queso, carne asada con pan de centeno, ese tipo de cosas.

—Oh, sí — se rió y me tendió la mano. — Encantado de conocerte, Scott.

Tomé su mano. Era fuerte y caliente, y la forma en que sus dedos se cerraron alrededor
de los míos me dieron ganas de no dejarle ir. Nuestros ojos se encontraron, y sonreímos,
sentí el inicio de una erección creciendo en mi ropa interior.

—Sí, un placer conocerte, Michael —le dije, mi voz sonaba un poco


entrecortada. —Espero que nos veamos mañana. Ah, aquí tienes mi tarjeta de visita, en
caso de que necesites llamarme acerca de mañana.

La tomó, otra sonrisa revoloteaba en su rostro, y la guardó en el bolsillo de su camisa.


Huí de la galería, el calor de la ingle haciendo arder mi cara, no tanto de vergüenza,
como por la frustración de no poder hacer nada al respecto en ese momento. Caminé
con elegancia a la panadería de la esquina, ordené mi sándwich para a continuación
dirigirme a la playa y el voleibol.

Es curioso, pero en ese día en particular, los chicos curtidos y sin camisa, que por lo
general garantizaban despertar algo más que mi interés, parecían un poco ordinarios.

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No me llamaría a mi mismo esclavo del reloj, pero al día siguiente, miré el de la oficina
y el mío ciento cincuenta veces. Tan duro como lo intenté, no podía hacer que el
maldito tiempo fuera más rápido. Por no mencionar el hecho, que había pensado en él
unas cientos de veces desde la primera vez que lo vi en la galería, incluso soñé con él…

— ¿Qué pasa contigo? —Debbie, nuestra secretaria de la oficina, preguntó


cuando me sorprendió mirando por enésima vez. — ¿Tienes una cita caliente o algo así?

—Algo, —le contesté. Me encanta Debbie. Está rellenita, rubia, divorciada con
dos hijos y con el mayor sentido del humor que cualquier mujer que haya conocido. Y
me conoce.

—Almuerzo con un chico que conocí ayer, —le dije.

— ¿Tienes un condón?

—Debbie, voy a almorzar con él. ¿Por qué necesito un condón?

—Debido a que no has salido en meses, por eso, —dijo riendo.

—Es cierto, pero…

En este momento, me alegré que ella y yo estuviéramos los dos solos en la oficina. El
resto del personal sabe que soy gay, pero no suelo hablar de mi vida sexual con ellos
por lo general. Quiero decir nunca.

—Aquí… —excavó en su bolso y arrojó un envoltorio de aluminio en mi


escritorio. —Compré para la fiesta de promoción de Patrick.

Patrick es su hijo mayor y tiene que ser el más afortunado adolescente hijo de puta que
hay, teniendo a Debbie como madre.

—Está lubricado también, —dijo.

—Debbie… —a veces incluso me deja sin palabras.

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A las once y cincuenta, llamé al número de Michael.

—Art by Design. Soy Michael. ¿Puedo ayudarle?

Mis dedos de los pies se enroscaron al oír esa voz sexy.

—Hola Michael, soy Scott, el chico de ayer.

—Scott. Estaba esperando tu llamada.

— ¿La esperabas?, —por Dios, su voz me está poniendo duro. —Quiero decir,
eso es genial. Uh… me escapo dentro de cinco minutos. ¿Decidiste que es lo que te
gustaría… eh, comer?

— ¿Por qué no vienes hasta aquí primero, y decidimos juntos?

—Oh, está bien —dije.— Hay una panadería muy buena en la esquina.

—Lo sé, tengo su menú aquí en la galería.

—Genial. Nos vemos en un momento, entonces.

—Estoy esperando Scott.

—Yo también—puse el teléfono y Debbie me llamó la atención. Tenía una


sonrisa de oreja a oreja.

— ¿Qué? — la miré levantando una ceja.

—Vas a echar un polvo, —cantó. — Definitivamente tienes todas las cartas.

Me puse de pie, alisando la parte delantera de mi pantalón, presionando hacía abajo la


erección que acababa de conseguir hablando con Michael.

—Tienes una imaginación muy viva, —le dije, sorbiendo.

—Y tú la tienes muy dura, —respondió Debbie, riendo cuando yo enrojecía. —


Quiero conocer todos los detalles cuando regreses de almorzar.

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—Así es. Igual que te voy a decir como le gusta la carne, a cara descubierta o
entre los bollos5.

—Woo hoo! —Su risa me siguió hasta la puerta. —No te preocupes, seré capaz
de decirlo por la manera en que camines cuando estés de nuevo aquí.

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Frase hecha, quiere decir… si le gusta estar arriba o abajo, o mejor dicho si es quien da o quien
recibe…. Bonita frase, muy instructiva.
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CAPÍTULO DOS

A pesar de que Michael había dicho que podíamos elegir el almuerzo juntos, quería
llevarle algo. Puede que no para comer, tal vez solo algo. Había un puesto de flores en
la esquina anterior a la galería de Michael. Me detuve y le compré una sola rosa de tallo
largo, esperando en todo momento que no lo considerase tonto o de alguna manera
demasiado insistente. A mí me parecía bien.

En la puerta de la galería había un letrero que decía: ―HE SALIDO A COMER,


REGRESO EN UNA HORA‖, me sentí golpeado. Llamé, rezando para que no se
hubiera ido realmente a comer sin mí. Unos segundos más tarde y esa sonrisa era visible
detrás de la puerta de vidrio. Abrió.

—Hola —dijo.

—Hola —di un paso y le entregué la rosa. Por un momento dudó, y pensé: “Oh
mierda, demasiado”. A continuación tomó la rosa, cerró la puerta, me agarró por el
brazo y me empujó a la parte posterior de la galería.

—Esto es tan dulce por tu parte, —murmuró, dejando un beso en mis labios. Me
incliné hacia delante con la esperanza de mantener el beso, pero había dado un paso
atrás, rompiendo el contacto. —Vamos a mí oficina, —dijo, encabezando el camino.

Hoy llevaba una camisa blanca que le sentaba muy bien a su dorado bronceado, y un par
de pantalones de color caqui que encajaban perfectamente en toda la curva de su culo.
La tentación de poner mis manos sobre esta parte de su anatomía era casi imposible de
resistir, así que las dejé quietas en mis bolsillos y le di una inocente sonrisa cuando se
volvió y sonrió de nuevo.

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—Voy a buscar algo para poner la rosa, —dijo, abrió un par de puertas antes de
encontrar un vaso largo y estrecho que llenó de agua para poner dentro la flor. — ¿Te
gusta el vino blanco? — preguntó, abriendo un pequeño frigorífico.

—Eh… sí.

—Bien. Tengo una botella de Pinot Grigio6 aquí que un cliente me trajo la
semana pasada. Pensé que podíamos tomar una copa juntos.

Admiré todos sus fluidos movimientos. Aquí estaba un hombre con la clase de
seguridad que envidiaba. No sólo era hermoso a la vista, su actitud decía que estaba
seguro de su lugar en el gran esquema de las cosas. Imaginaba que todos y cada uno de
los días de su vida eran agradables, llenos de la satisfacción de haber hecho un buen
trabajo en la galería, y el conocimiento de que al final del día le esperaban buenos
amigos y una casa muy bonita. No pude evitar preguntarme si había un novio con quien
compartir esa bonita casa.

—Un penique por ellos, —dijo de pronto, mientras servía el vino en dos
carísimas copas de cristal.

— ¿Eh? Oh, lo siento. Estaba soñando despierto.

Pero en verdad, estaba empezando a sentirme fuera de mi elemento. Soy un poco rudo y
listo, un chico de pizza y cerveza con amigos los viernes por la noche, mientras que
Michael era la clase de persona que veía de vez en cuando en uno de los mejores bares
de la ciudad, rodeado de hombres de buen ver, bebiendo Martinis y hablando de
finanzas de alta potencia. Yo trabajaba en una oficina de seguros, ganaba dinero, pero
no lo suficiente para pagar mi propia casa o un coche de lujo como el que podía ver a
través de la ventana, estacionado en el pequeño aparcamiento detrás de la oficina. Un
Jaguar convertible ―caliente”. Yo conduzco un Saturno.

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Pinot Grigio: Pinot Gris variedad italiana XD, el gusto en vino de los americanos deja mucho que
desear, si al menos hubiese sido un Merlot chileno, un Shiraz australiano, o cualquier Pinot gris
alsaciano … en fin que no saben importar vinos.
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Contrólate, me dije. Estás aquí ahora, disfrútalo. No es como si fueras a mantener un


compromiso largo.

Michael me entregó una copa de vino y su cercanía desató dentro de mí una necesidad;
una necesidad física combinada con el deseo de ser más como él. Tener esa capacidad
de seguridad. Chocó su copa con la mía.

—Salud—su sonrisa era tan atractiva, tan caliente que no pude evitar devolverla.

—Salud —repetí, y tomamos simultáneamente sorbos del vino frio. —Mmm—


expresé apreciativamente. —Bueno.

Sus ojos grises me estudiaron por un momento, luego dijo:

— ¿Estás bien, Scott? Pareces un poco al límite.

—Oh no, estoy bien, —murmuré, tomando un trago largo de vino. Se fue
directamente a mi cabeza. —Whoa, mejor tomarlo con calma; —se rió de mí entre
dientes. —Tengo que tener la mente despejada para volver al trabajo.

Sonrió.

—Ayer, me preguntaste si era un artista. Te traje un ejemplo para que lo veas.

— ¿En serio? Eso es muy amable de tu parte.

—Espero que todavía pienses así después de que eches un vistazo —dijo
riéndose.

Se acercó a una esquina de la habitación y se inclinó ligeramente para recoger un


tablero apoyado en la pared. Esa acción me dio una mejor vista de su bonito culo que,
añadido a los rumores que noté con el vino, me hicieron sentir mareado de deseo.

Se volvió y levantó una pintura al óleo de un hombre desnudo plantado contra un fondo
verde de árboles frondosos. Al menos, creo que eran árboles ya que el primer plano de
la pintura era mucho más interesante.

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Representaba a un alto, delgado, pero elegantemente musculoso, joven con sus brazos
extendidos y la cabeza echada hacia atrás, como si adorara a un dios invisible o algo así.

—Wow, es estupenda —murmuré. — Realmente bello, Michael.

—Sí, él lo es, pero ¿qué hay de mi trabajo?, — bromeó.

—Michael, yo no sé nada de arte, me temo. Lo único que sé es que la pintura es


agradable a la vista.

Y así era. Con esa musculatura definida el modelo era, en una palabra, impresionante, y
hasta yo, que era tonto en estas cosas, podía ver que la mano involucrada era de un nivel
excelente.

—Has conseguido que el cuerpo parezca vivo, —añadí, con ganas de tocar la
piel de seda del hombre con los dedos. —Como si su carne fuera real…

—Entonces es un gran cumplido. Gracias, Scott.

— ¿Vas a exponer tu obra en esta galería?

Asintió con la cabeza, colocando a continuación la pintura contra la pared

—Un día de estos…

Sonreí

—Esto merece estar en el escaparate ahora. Se vendería en un flash. A propósito


¿quién es el modelo? ¿Un amigo o alguien que soñaste?

—Mi ex novio, Julian…

—Wow…, —eso respondía a la pregunta novio. Miré otra vez la pintura y tuve
una visión rápida de cómo ellos dos se habrían visto juntos. Michael y Julian,
excepcionales.

—Lo siento, —le dije. —Sobre que él sea tu ex, quiero decir.

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—No sé. Seguimos siendo amigos, aunque hace poco… —se interrumpió y se
aclaró la garganta, claramente sin querer continuar. — ¿Has posado alguna vez? —
preguntó, recogiendo su copa de vino y tomando un pequeño sorbo.

— ¿Yo?, —me reí. — Difícilmente.

—Sin duda tienes suficiente atractivo — dijo Michael con una sonrisa coqueta.
Pasó la mano sobre mi cabello oscuro. —Y por lo que puedo ver, creo que bajo esa
camisa tienes un muy buen cuerpo.

—Gracias. Hago ejercicio de vez en cuando.

—Lo digo en serio, sobre ser modelo. ¿Posarías quizás para mí?

Tragué saliva.

— ¿Quieres decir en un desnudo como él?

Michael se rió entre dientes.

—Scott, tengo toda la intención de verte ―desnudo‖, en cualquier momento.


Ahora.

Tomó mi copa de vino, la puso sobre la mesa y se puso al lado. Me estremecí con
anticipación adivinando cual sería su siguiente movimiento. Se acercó a mí y puso sus
manos en mi cintura. Me agarró los brazos, y nos arrastramos en un beso que hizo girar
mis sentidos.

El tacto, el gusto, el olor de él, me hacía envolver mis brazos alrededor de su duro y
caliente cuerpo, y pulir mi entrepierna contra él en un frenesí de lujuria carnal. Me
alegré que tuviera memoria para tirar de la persiana que había en la ventana cerrada, ya
que en cinco segundos, nos teníamos uno al otro sin camisa, y fue lamiendo mis
pezones mientras que luchábamos con las hebillas de cada cinturón. En poco tiempo,
cayeron los pantalones alrededor de los tobillos, y me puse de rodillas para adorar al
dios Falo.

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¡Y qué falo! Largo y grueso, y elegantemente curvado hecho a la perfecta medida de mi


boca. Gimió cuando recorrí con mi lengua alrededor de la cabeza hinchada, lamiendo el
agradable líquido pre-seminal que rezumaba de la hendidura. Su pelvis se arqueó hacía
adelante, me invitaba a tomar un poco más. Recorrí mis manos por sus mulos, le
acaricié el trasero y tiré de él, bañando la parte inferior de la carne dura con el frente de
la lengua.

—Jesús…

Oí lo que sonaba como un murmullo de satisfacción escapar de sus labios y me


enorgullecí de que estuviese disfrutando de esto tanto como yo. Su polla se deslizó
dentro y fuera de mi boca hasta que la capturé uniendo los labios con firmeza alrededor
de la base, mordisquee suavemente y raspé mis dientes sobre la carne palpitante. Él se
quejaba ahora, sus caderas ondulaban, agitando los dedos a través de mi pelo, su polla
bajando por mi garganta. Toqué la grieta entre las mejillas del culo, burlándome de su
esfínter y presionando suavemente contra el agujero fruncido. Sus gemidos aumentaron
y miré la sólida pared de liso músculo que era su torso, arqueó la espalda y se entregó al
éxtasis.

De repente, se salió y cayó de rodillas delante de mí.

—Eres demasiado bueno, —susurró, encajando la boca en un beso que nos dejó
a ambos jadeando y sin aliento.

Le di un beso, girando mi lengua dentro de él. Nuestros cuerpos aplastados juntos,


abrazados, nuestras pollas deslizándose sobre la piel caliente de nuestros torsos.

Caí hacia atrás, tirando de él, así que terminamos en el suelo, con Michael encima de
mí. Nuestros labios seguían trabajando en el otro. Era un gran “besador”, usaba su
lengua para acariciar suavemente el interior de mi boca, no metiéndose hasta la garganta
como algunos chicos hacen. Solía lamer lento, sensual, sobre el cielo de mi boca, luego
por debajo de mi lengua, pasando un poco por mis encías con la punta de la lengua.

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Era como si estuviera degustándome, y yo esperaba ser la mitad de delicioso de lo que


yo probé.

Mordisqueó mi barbilla, movió sus labios arriba y abajo, a lo largo de la garganta,


chupó mi manzana de Adán, antes de hundirse en el hueco justo debajo, y me estaba
volviendo loco de lujuria.

—Estás tan caliente —susurró, tomando mi pezón izquierdo entre los labios y
tirando de él, haciendo que me retorciese.

¿Yo caliente? Si yo estaba caliente, él era un cohete de millones de vatios. Nuestros


pantalones se engancharon alrededor de los tobillos, apartándolos del camino. Se tomó
un momento para quitárselo, se quitó los zapatos y los calcetines. Me ayudó con el mío,
entonces fue hacia el sur, y mi cuerpo vibraba prácticamente previendo sentir su boca
sobre mi polla. Su lengua patinó sobre mi piel, de repente ultra-sensible, encendiendo
cada terminación nerviosa.

Hundió la punta en mi ombligo, yo gemía, mis caderas se arquearon de necesidad, mi


polla dolía por sentir el húmedo calor de su boca y entonces, oh Dios…. Sí. Sus suaves
labios cerrados sobre la cabeza de mi polla, su lengua lamiendo la raja, y de su garganta
salió un profundo retumbar de agradecimiento. Metió las manos debajo de mí, se
pegaron a mí culo y me acercaron más profundamente a su boca.

—Oh, si…—suspiró largamente.

Me perdí a mi mismo en el erótico calor que me llegó. Sus labios se deslizaron arriba y
abajo de la longitud de mi polla, se movieron lentamente a lo largo, desde la base hasta
mi punta, cerré mis ojos esforzándome en controlar la recolección de orgasmos en mis
bolas. Me aferré a sus hombros.

—Oh, espera, espera…

Después de otro largo lametazo alrededor de la cabeza, metió la polla en su boca y me


sonrió. Cuando se inclinó sobre mí, arrastró su mano hasta mi estómago y mi pecho,
rodeando los pezones suavemente, y luego colocó el dedo índice sobre mi labio inferior.
Lo aspiré dentro de mi boca.
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—Tienes una polla hermosa —murmuró.— Creo que me gustaría tenerla dentro
de mí.

Dejé de chupar el dedo.

—Me gustaría eso también —dije, y agregué tímidamente—traje un condón.

Sonrió.

—Me gusta, un hombre preparado —dijo, entonces bajó su cabeza y tomó mis
labios de nuevo para un profundo y largo beso. Busqué dentro del pantalón y saqué el
condón envuelto.

—Tengo un poco de lubricante en el cajón de mi escritorio —dijo Michael,


incorporándose.

Que conveniente. Estaba de vuelta en un segundo, de pie junto a mí, me sonrió en un


momento, yo estaba contento mirando hacia arriba el cuerpo de Adonis, mis ojos
recorriendo y deteniéndose en cada plano y liso corte muscular de su torso.

Entonces se sentó a horcajadas sobre mis muslos.—Aquí, déjame ponértelo,—susurró,


me cogió el paquete del condón y lo rasgó con los dientes. Sólo ese pequeño acto me
llevó al límite. Este hombre era sexo sobre ruedas. Casi todos los movimientos que
hacía parecían estar llenos de gracia. ¿Había sido bailarín?, me pregunté. Vi fascinado
como se puso el condón entre los labios y luego cayó sobre mí, deslizando el látex por
encima de mi furiosa erección con un largo y fluido movimiento.

Mis caderas se resistieron cuando él me tomó con su boca. Su lengua parecía tener vida
propia, bailando alrededor de la cabeza de mi polla. Levantó la cabeza y me sonrió
mientras untaba lubricante en sus dedos. Luego levantó un poco sus caderas y él mismo
se preparó, avanzando poco a poco, moviendo su trasero sobre mi demasiado listo pene.
Se sentó lentamente en mí, y me quedé quieto, dejándole tomar mi palpitante carne a su
propio ritmo. Pasé mis manos por la suave piel de su torso hasta llegar a sus pezones,
que suavemente retorcí entre mis dedos.

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Se arqueó un poco, bajando más sobre mí, dejó escapar un pequeño suspiro sorprendido
cuando mi polla pasó su resistencia y se deslizó en su interior.

—Síí…, —dio un largo suspiro de satisfacción y se inclinó sobre mí, trayendo su


rostro con el mío.

Frotamos nuestras mejillas, luego sus labios rozaron mi boca, sus bellos ojos brillantes
de placer fijándose en los míos. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, y lo mantuve
allí para un largo beso hambriento, mientras nuestros cuerpos comenzaron a mecerse
juntos. Levanté mis caderas, enterrándome más profundo dentro de él. Gimió, sus labios
revoloteando en los míos antes de tomarlos de nuevo en otro ardiente beso. Ese beso fue
más largo que cualquier otro que pudiera recordar. Nuestros separados labios se movían
a la vez, chupamos nuestras lenguas como si fueran las cosas más dulces que jamás
habíamos probado. Gimió en mi boca cuando el ritmo creado por nuestros cuerpos se
intensificó.

Con cuidado, sin tirarle, le puse boca arriba. Envolvió sus largas piernas alrededor de mi
torso, abrazándome y manteniéndome prisionero cuando le golpeé, follándole duro,
murmurando un sonido de satisfacción a través de sus labios entreabiertos.

—Oh, sí Scott —suspiró. — Justo así. Fóllame… mmm.

Su arrullo me animó a acelerar el ritmo. Sujetándome con una mano, utilice la otra para
coger su erección y bombear al ritmo de nuestros cuerpos. Nuestra respiración se hizo
más dura y trabajada, acercándonos ambos al clímax.

—Michael —me quejé, sintiendo la opresión en el escroto cuando el orgasmo se


construyó en mi interior. —Oh, Jesús… — mi corrida brotó entre grandes espasmos y
todo mi ser parecía temblar en el éxtasis de mi liberación. Un momento después, su
cuerpo se arqueó contra mí, y soltó una lluvia de semen que salpicó sobre mi pecho y
hombros. Me bajé, me extendí sobre él y sus brazos me rodearon, me sostuvieron
fuertemente, presionando sobre él, sus labios tomando los míos en un beso que me robó
el poco aliento que me quedaba.

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Nos tumbamos en el suelo, uno al lado del otro, los brazos y piernas entrelazadas, sus
labios apenas tocando los míos, su aliento cálido en mi boca. Si hubiera sido por mí, me
quedaría así para toda la eternidad o dos, a pesar de la aspereza de la alfombra industrial
bajo nosotros. Todavía estaba duro, y aún dentro de él, y el ocasional apretón que los
músculos de su culo daban a mi polla me dijeron que estaba disfrutando de ello tanto
como yo. Con suavidad me acarició el pelo y me besó en los labios. Estaba a punto de
decir algo cuando se oyó el golpeteo en la puerta de cristal de la parte delantera de la
tienda.

—Maldita sea —murmuró mirando su reloj. —Es la una de la tarde ya. —Me
salí de él y se puso de pie tirando de mí. —Lo siento, Scott. Clientes. Tengo que ir a
atenderles.

—Sí, claro. —Corrí hacia el baño pequeño para deshacerme del condón, se unió
a mí, usando una toalla para limpiar los restos que su semen dejó en nuestros torsos.

Empecé a vestirme a toda prisa junto a él. Me di un rápido vistazo en el espejo, alisé mi
cabello, y me aseguré que los botones de la camisa estaban todos abrochados.

Sonrió y me dio unas palmaditas en el trasero.

— Llámame, —susurró. — Recuerda, todavía tenemos una cita para almorzar.

—¿Mañana? —le pregunté, cruzando los dedos mentalmente.

—Eso sería genial —dijo. Plantó un breve beso en mis labios y luego dio un
paso atrás.

— ¿Estoy presentable?

—Te ves… sensacional, —le dije.

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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

Se rió, a continuación me guiñó un ojo y salió de su oficina para abrir la puerta. Esperé
hasta que oí el sonido de las voces, entonces me deslicé de su oficina y vagué
lentamente a lo largo de la galería, mirando mi camino hacia la puerta. Justo antes de
irme, me volví a mirarlo, sonrió y asintió con la cabeza. Le di una pequeña señal
entonces y prácticamente brinqué a lo largo de la atestada acera de regreso a mi oficina.

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CAPÍTULO 3

Debbie era todo sonrisas mientras yo bailaba en la oficina, con hambre pero feliz.

—¿Y? — me levantó burlonamente una ceja. —¿Cómo estuvo el almuerzo?

—Fantástico, —le dije.

Eché un vistazo rápido a la oficina. Casi todo el mundo estaba ocupado recibiendo
llamadas, así que me incliné sobre el escritorio de Debbie y susurré:

—La mejor hora de comida que he tenido, sin excepción, ¡excepto que me
muero de hambre!

Nos reímos juntos, entonces me entregó un paquete envuelto en papel de aluminio.

—Toma, sabía que estarías muerto de hambre. Es atún con pan de centeno.

—Gracias.

La besé en la mejilla y me retiré a mi escritorio, listo para devorar el sándwich y revivir


ese momento formidable que pasé con Michael.

Creo que lo que más me había impresionado de él, aparte de su matadora presencia y
caliente cuerpo, era su bondad innata. Aquí estaba un hombre que era capaz de
transmitir interés genuino en su vida amorosa y ni por un segundo pensé que había
falsas tonterías en la forma en que había actuado ni reaccionado durante el tiempo que
estuvimos juntos.

¡Qué encuentro!, recordé, sintiendo como se me enroscaban los dedos de los pies
memorizando cómo se había sentido en mis brazos. Estaba duro solo de pensar en él, y
lo que era mejor de todo: había dicho que quería volver a verme.

Esperaba que no llamara y lo cancelara.

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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

Al día siguiente, fui recorriendo feliz el camino hacia la galería de Michael, y me


sorprendí al verle a él de pie fuera. La señal de ―HE SALIDO A ALMORZAR‖,
colocada ya en la puerta.

—Hola, —dijo, pareciendo tan delicioso como recordaba y cegándome con esa
sonrisa de millón de dólares. —Espero que no te importe, pero estoy muy cansado.

Sonreí.

— ¿Quieres decir que en realidad vamos a comer?

—Si no te importa. Hay un pequeño restaurante, Ángelo, a la vuelta de la


esquina.

—Oh sí, lo sé —dije andando a su lado.

Su mano rozó la mía mientras caminábamos.

—Estaba tan ocupado anoche, que me fui a la cama sin cenar, y he tenido una
cita temprano por la mañana, por lo que no he desayunado.

—Debes estar muerto de hambre, —le dije.

Yo tenía hambre también pero de sus besos, ¿bastaría con la pasta? Esperaría hasta que
estuviésemos solos otra vez.

Conseguimos una mesa junto a la ventana con vistas al azul del Pacífico. Almorzar en
Laguna proporciona el mejor escenario, pero no la mejor comida en California. Ángelo
está bien, pero es un poco difícil destruir un plato de pasta. Michael pidió un picatta de
pollo y una ensalada, mientras que yo tomé una porción de pizza y otra ensalada.

— ¿Quieres un vaso de vino?, —preguntó.

No suelo beber en la hora del almuerzo, pero estar con él parecía de fiesta por lo que
dije:—Claro.

Ordenó dos copas de cabernet y café.

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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

— ¿Mala noche? —pregunté, notando leves manchas de sombras bajo los ojos.

—Ocupado, tratando con artistas y agentes y las órdenes finales. Nada fuera de
lo común. Sin embargo me mantuvo despierto hasta tarde.

Algo le molestaba, pero era obvio que no quería hablar de ello, así que lo deje ir. No le
conocía lo suficientemente bien para curiosear.

—Así que Scott, ¿tienes familia en Laguna?

—L.A.7, mis padres viven en Pasadena.

—Bonita ciudad.

Estuvimos charlando un rato, aprendiendo más uno del otro, y parecía que realmente
estaba tan interesado en mí como yo en él. Me dijo que su gente vivía en San Clemente,
y que había vivido por su cuenta desde su ruptura con Julian, el tipo de la pintura.
Nuestra conversación sólo paró mientras comíamos. Me di cuenta que tenía mucha
hambre por la forma en que devoraba su comida, de forma linda, especialmente cuando
un poco de salsa quedó atrapado en su labio superior. Quería inclinarme sobre la mesa y
lamerlo, pero reinó el decoro.

Después del almuerzo, paseamos por el malecón de la playa principal antes de regresar
a su galería.

—Vamos— dijo mirando su reloj. — Tengo que abrir dentro de cinco minutos.

Caminamos de regreso a su oficina y cerró la puerta antes de tirar de mí a sus brazos.


Estudió mi rostro por un momento.

— ¿Qué tengo de malo? —le pregunté tímidamente— ¿Tengo lechuga entre los
dientes?

Soltó una risita.

—No, me gusta mirarte, Scott.

7
Nota para despistados: L.A. quiere decir Los Ángeles, el caso es hablar poco y enseñar mucho. XD
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Wow. Así que se quedó allí. Estuvimos mirándonos uno al otro un largo momento. Me
puse duro en un segundo, pero sólo teníamos un par de minutos, así que me moví para
darle un beso, y ah, fue magnífico. Sus dulces labios sobre los míos, el calor húmedo
dentro de su boca, nuestras lenguas se deslizaban contra sí, sondeándose, acariciando.
Me sentí como si fuese a correrme en los pantalones en cualquier momento. Nos
separamos, respirando caliente y entrecortadamente, de la forma en la que estábamos
aferrados al otro, ninguno de nosotros estaba preparado para decir adiós. Pero teníamos
que despedirnos.

—¿Nos vemos mañana? —le pregunté, — luchando todavía por respirar.

—Mañana —dijo él.

Regresar a la oficina después de almorzar me parecía demasiada realidad, y justo antes


de las cinco, sonó mi teléfono móvil.

—Scott Stevenson —dije de manera profesional.

—Scott, soy Michael… de la galería

—Hola ¿qué tal?

—Bien. Escucha Scott, me olvidé totalmente que mañana tengo una cita para
almorzar con Julian, ¿sabes?, el chico de la pintura.

—Tu ex —dije, tratando de no sonar enojado, lo cual por supuesto estaba.

—Así es. Lo programé hace algún tiempo, y realmente no se puede cancelar.


Tenemos que discutir… hum… algunas cosas personales. Espero que no te importe.

—Oh, en absoluto. —Mentiroso. — En otro momento entonces.

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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

—Bueno sí. Estaba pensando en pasado mañana.

—Está bien…

—No pareces muy seguro —dijo Michael— ¿Tienes otros planes?

—No. Vamos a ver, el jueves ¿verdad?

—Sí, Scott —respondió con humor lleno de paciencia. — Pasado mañana es


jueves.

—Sí…. Parece que estoy libre para el almuerzo.

Su risa profunda vibraba en mi oído, y me ponía la piel de gallina.

—¿Estás loco, verdad?

Me senté con la espalda recta en la silla. No jodas esto, no actúes como una reinecita.

—¡Oh! no, por supuesto que no estoy loco. Espero verte el jueves.

—Bueno… y ¿Scott?

—¿Sí?

—Me lo pasé muy bien hoy.

—Gracias, yo también.

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Ahora aquí es donde hice algo que no debería haber hecho.

Espiar a Michael y a su ex.

No podía contenerme a mí mismo. Sé que suena débil, furtivo y simplemente


equivocado, pero lo hice de todos modos. Pensé que Julian iría a ver a Michael a la
galería. Y tenía razón. Cuando llegué a una puerta al otro lado de la calle, vi a Michael
cerrar la galería y luego a los dos bajando la calle Forest, y yo, siguiéndoles a una
distancia discreta.

Julian era tal y como le vi en la pintura de Michael, alto, delgado, con un hermoso pelo
rubio que le colgaba por los hombros en ondas doradas. En otras palabras: PARA
MORIRSE.

Los dos hacían una pareja maravillosa, y era obvio que mi opinión la compartían la
mayoría de los transeúntes que miraban embobados, tal y como hice la primera vez que
puse los ojos en Michael.

Cruzaron la carretera de la costa en el semáforo, y subieron por la colina hacia el Hotel


Laguna. Parecen ir a almorzar, pensé, retardando el paso. De ninguna manera los voy a
seguir allí.

Por supuesto podía ir dando un paseo por la mesa y decir, ¡Oh, qué casualidad! ¡Es
fantástico verte aquí! , pero no estaba dispuesto a hacer eso. Incluso mi estupidez tiene
sus límites.

Así que, de momento, me sentí tonto. Me compré un bocadillo en la panadería de la


esquina y fui a ver a los postes de madera a los jóvenes jugando al voleibol.

No sirvió de nada, porque cuando me senté, me convencí que las cosas que Michael y
Julian estaban discutiendo, terminarían al darse cuenta lo tontos que eran por romper.

Regresarían a la galería de Michael, tendrían sexo loco y apasionado y el resultado


sería la anulación de mi almuerzo el jueves con Michael.

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Después de deprimirme a fondo, me deshice de medio sándwich, lo tiré a un cubo


cercano de basura y me dirigí lentamente a la oficina.

Por lo menos, Debbie podría decirme lo correcto para aliviar mi dolor.

—Whoa! —Al volver de su hora del almuerzo, Debbie echó un vistazo a mi


desconsolada expresión y se acercó a mi escritorio. —¿Perdiste una comisión, cariño?

—No, —miré su cara consternada y me sentí tonto. —No te preocupes. Estoy


tragándome la píldora.

—¿Por?

—El chico con el que almorcé ayer—dije en voz baja, no quería que nadie más
de la oficina me escuchara. —Lo canceló. Dijo que tenía un compromiso previo con su
ex. Tenían que discutir cosas personales.

—¿Y?, la mayoría de las veces después de una ruptura hay cosas que discutir.

—Sí, lo sé.—Le puse mi cara de cachorro abandonado. —Pero deberías haberlos


visto juntos, Debbie. Era fantástico.

—Pero no uno para el otro, o de lo contrario no habrían roto.

—Es difícil de creer, —suspiré.

Debbie chasqueó la lengua con impaciencia.

—Lo que es difícil de creer es que estés abatido y sentado porque cancele el
almuerzo. Habrá muchas otras oportunidades de almuerzo, lo sabes.

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—Oh sí, lo sé. Me dijo que mañana almuerce con él.

—Bien entonces, por amor de Dios, Scott, ¿qué estas pensando?, contrólate —y
con eso, se marchó a su escritorio en la parte delantera de la oficina, diciendo lo
necesario para aliviarme.

Por supuesto cuando regresó mi cordura, me di cuenta que tenía razón, y yo estaba
siendo un bobo. Michael y Julian habían sido amantes, probablemente durante años, y
aquí estaba yo, tratando de reclamar a Michael después de un solo encuentro sexual. Por
supuesto, el sexo había sido verdaderamente fabuloso, inolvidable, pero solo había sido
sexo. No teníamos una relación cómo había tenido con Julian. Maldito.

Llegó el mediodía del jueves, y era un manojo de nervios. Intenté hacerlo, pero no podía
borrar de mi mente el temor de que Michael y Julian se pudieran haber reunido.

La noche anterior había estado en la cama, pensando en ellos: dos chicos calientes, sus
suaves cuerpos deslizándose uno contra otro mientras susurraban promesas de que
nunca más se separarían. Siendo romántico, que lo soy, siempre me ha gustado ese tipo
de novela, del estilo de E.M. Foster, Maurice.

Solo esperaba estar equivocado acerca del destino de Michael y Julian.

Debbie levantó el pulgar hacia arriba cuando salí de la oficina a las 11:55 a.m. No había
oído a Michael, y no le había llamado deliberadamente. Prefería esperarle solo en la
puerta en lugar de darle la oportunidad de decirme que había cambiado de opinión.
Traté de calmar mis nervios diciéndome que si quería realmente cancelar, todo lo que
tenía que hacer era levantar el teléfono.
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Cuando llegué a la galería, que aún estaba abierta, había una o dos personas en el
interior, mientras que Michael conversaba con un chico mayor.

Cuando me vio entrar, él frunció el ceño.

Oh, oh…

Luego miró disimuladamente su reloj, y le vi levantar una ceja, como si se sorprendiera.


Excusándose se acercó a mí y me estrechó la mano.

—Lo siento, voy un poco tarde, —dijo con una sonrisa de disculpa.— ¿Te
importaría esperarme en la oficina? Va a ser un momento o dos.

—No hay problema —le respondí, con mi mano hormigueando por su tacto. Me
acerqué a la parte de atrás de la galería y me deslicé a través de la puerta de la oficina.
Dejé la puerta abierta para poder ver a Michael cuando terminara su conversación.

¡Qué pedazo de hombre!, pensé, bebiendo cada aspecto de su perfil y la curva deliciosa
de su trasero. Mis ojos se cernían sobre el sutil bulto delantero de sus pantalones. Ahora
sabía exactamente lo que había allí escondido, y cómo despertaba de su reposo con el
toque de mis labios.

Recostado sobre su escritorio, sentí que mi pene se endurecía dentro de mis pantalones.
Sólo la idea de lo que podría pasar la próxima hora o así podía ser suficiente para
hacerme llegar.

Después de unos minutos, escoltó al hombre y a sus dos acompañantes a la puerta, echó
la llave y bajó la persiana.

—Scott, lo siento mucho, —dijo mientras caminaba hacia mí. —Perdí


totalmente la noción del tiempo, —me dio una sonrisa un poco triste, junto con un beso
en la mejilla. A continuación, se echó atrás para cerrar la persiana de la ventana. —Y yo
que había planeado que este fuera un almuerzo especial para nosotros.

—Sólo estar aquí contigo es suficientemente especial para mí —murmuré,


tirando de él a mis brazos.

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Los dos teníamos más o menos la misma altura, me puse a media pulgada de él y
nuestras bocas se alinearon con exactitud. A medida que se unieron en un largo y duro
beso me sentía como si alguien acabara de descargar diez mil voltios.

Creo que también lo sintió. Su cuerpo se sacudió en mis brazos, e hizo un pequeño
sonido de sobresalto dentro de mi boca.

Oh, cariño

La sensación de su duro y magro cuerpo presionando fuertemente contra mí, la forma en


que enterraba su entrepierna en la mía, me puso más duro de lo que nunca estuve.

Era el puro cielo.

Las dudas que había tenido acerca de si estaría encantado de verme se disolvieron
rápidamente con el evidente placer que tuvo al abrazarme y besarme. Y créeme, la
sensación era totalmente mutua.

—¿Tienes hambre? —susurró, con los labios haciéndome cosquillas en el oído y


debilitándome las rodillas.

—Solo de ti —le contesté, apretando mi mano en él.

—No pierdas ese pensamiento. —Sus ojos brillaban cuando suavemente se


liberó de nuestro abrazo. —¿Te gusta el caviar?

—Eh… sí. Está bien. —La verdad es que realmente no me gustaba mucho, pero
no quería estropear el momento.

Sonrió y abrió la nevera, sacó un plato pequeño de caviar junto con una botella de
champán.

—Me encanta el champán y me figuré que haría que el caviar fuera más
aceptable. —Puse mis brazos alrededor de su cintura y le acaricié el cuello mientras
destapaba la botella de champán. Los dos sonriendo satisfechos cuando salió el corcho.
Lo puso en dos vasos, luego se volvió en mis brazos y me besó.

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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

—Toma— murmuró. — Por nuestros almuerzos en Laguna.

—Y muchos más— le dije, aceptando el vaso y en lo que esperaba fuese un sexy


y sensual tono.

—Sí, muchos más —repitió, por lo que mi corazón latió más rápido.

Tomamos un sorbo de champán, nuestros ojos se encontraron el uno con el otro. Metió
el dedo en el plato de caviar y lo acercó a mis labios. Abrí la boca, chupé el dedo,
saboreando el salado sabor del caviar.

—Mmm, bueno…, —me refería a lo que me estaba haciendo.

Su sonrisa era seductora cuando abrió su camisa, metió el dedo en el caviar y se untó
algo en su pezón izquierdo.

No necesitaba invitación, por lo que me sumergí en él, lamiendo el caviar con la punta
de mi lengua. Cerré los labios sobre el pezón caliente y duro y mordisqueé suavemente.
Amé los dulces sonidos de placer que escapaban de sus labios. Nunca me había sabido
tan bien el caviar. Recorrí con mis labios su cuerpo, de la garganta a los labios y le di un
largo, largo beso.

—Eres tan jodidamente sexy, —jadeé mientras me aparté un poco. —Tendrías


que estar patentado, así nadie te robaría.

—¿Te gustaría robarme, Scott? —bromeó con sus labios rozando los míos,
poniéndome más duro que una barra de hierro.

—Joder, si…, —le besé otra vez. —Robarte y ocultarte para que nadie te
encontrara jamás. Serías mío, sólo mío.

Se rió entre dientes.

—Me gusta esa idea. —Me desabrochó la camisa y metió las manos, girando
suavemente mis pezones con los dedos, sin apartar sus ojos de los míos. Una mano se
deslizó por un lateral de mi torso, dejando una estela de hielo y fuego en mi piel. —
¿Tienes algún lugar en la mente?, —murmuró, acariciándome el cuello.

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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

—Uh… en alguna parte…

Sus labios acariciaron mi adormecida piel, hasta el punto que mi mente no podía pensar,
no podía responder preguntas.

—Pensaré algún sitio.

Eso fue lo mejor que pude decir en ese momento, decidí que el viejo axioma, ―Las
acciones hablan más que las palabras‖, era más que apropiado.

Le quité la camisa, revelando todo su precioso pecho de descarados pezones de color


marrón claro, esperando que mis labios probaran de nuevo sus duras protuberancias.
Gimió cuando llevé a cabo esa deliciosa tarea, con las manos ocupadas quitándome la
camisa y bajándome los Dockers8.

Se arrodilló delante de mí, deslizó los pantalones por mis caderas, sus labios acariciando
mi dolorosa erección. Dios, el toque de sus labios sobre la cabeza de mi pene fue
suficiente para casi hacerme llegar allí mismo. Miré al techo y empecé a contar 10
millones hacia atrás.

—Michael, —jadeé. —Oh, Dios mío.

Su lengua me estaba haciendo cosas, garantizándome una explosión. Quería que esta
sensación increíble durara y durara. Llegué hasta la parte posterior de su garganta,
mientras que su lengua se arremolinaba hacia arriba y abajo de la longitud de mi
palpitante carne. Me eché hacía atrás contra su escritorio, arqueé la espalda y me dejé
caer en todas las sensaciones que este hombre me daba.

Sus manos ahuecando mi trasero, me llevaron más profundo. Podía sentir sus músculos
de la garganta apretando sobre mi glande. Pasé los dedos por los rizos oscuros de su
cabeza. Yo gemía y con cada sonido de placer que se me escapaba, chupaba más duro,
llevándome a un orgasmo en una serie de alucinantes espasmos cerebrales que me
llevaron al borde del colapso.

8
Dockers©, pantalones, marca de prendas de vestir (suelen ser de color caqui), de Levi Straus & Co.
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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

A medida que la sala dejó de dar vueltas y finalmente volvió a centrarse, le miré y le
acaricié el rostro con las yemas de mis dedos. Sus ojos brillaban cuando me sonrió,
limpiándose la boca con el dorso de la mano.

—Me encanta tu sabor —dijo en voz baja, poniéndose de pie y besándome


tiernamente la comisura de los labios.

—Déjame cuidar de ti ahora— susurré contra sus labios.

—No es necesario. Llegué a la vez que tú — levantó la palma de la mano que


brillaba con su semen. Tomé su mano y me la llevé a los labios, lamiendo la salinidad
de su dulce esencia.

—Scott—murmuró, y el beso que siguió fue el que más intoxicó de todos.

Mientras que nos mantuvimos unidos y saqueando la boca del otro, degustándonos en
ese beso, mi corazón se elevó con una velocidad que no podía recordar haber
experimentado antes.

Más tarde, cuando nos sentamos amorosamente uno al lado del otro en el pequeño
asiento del sofá, bebiendo nuestro champan y con su cabeza apoyada en mi hombro, le
pregunté: —¿Qué tal el almuerzo con tu ex?

¿Por qué tenía que hacer esa pregunta en particular? No lo sé. Sólo soy un masoquista,
supongo. Se agitó incómodo, y podría haberme pateado a mi mismo en ese momento.

—No es el mejor momento que he pasado recientemente —dijo besando mi


cuello.

—Lo siento —murmuré. — Imagina que no lo pregunté.

—Está bien, es sólo que hemos roto recientemente. Tiene temas familiares y
quiere involucrarme. Para ser sincero, no quiero tener que lidiar con eso. Tiene un
hermano muy dominante, que nunca me ha gustado, y ahora quiere un favor, un gran
favor, y Julian parece pensar que debo ayudarle, —suspiró en voz baja. —No quiero
echar a perder tu hora de comida hablando de ello. Ya es hora de irte a trabajar, estoy
seguro — miró su reloj.
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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

—Ya lo sé —gemí— Es hora de irse. ¿Por qué esta hora pasa más rápida que
cualquier otra?

Me besó en la mejilla.

—Creo que necesitamos una cena— dijo él, parpadeando. —Una cena larga.

—Estoy para eso— me eché a reír.

—Estás para más cosas— bromeó, acercando la mano y apretando mi polla —


¿Almorzamos mañana?

—Ya lo creo.

—Y podemos fijar una fecha para cenar este fin de semana.

—Maravilloso, ¡hasta mañana en el almuerzo! — susurré.

Al salir de la galería unos minutos más tarde, no podía dejar de pensar que el mundo me
parecía mucho más optimista de lo que me parecía unos pocos días antes.

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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

CAPÍTULO 4

Al día siguiente, estaba en la puerta de su galería a las doce del mediodía en punto, pero
al pasar por la ventana derecha de la puerta, tuve una súbita sensación de recelo. No
había luces en el interior de la galería. El cartel de la puerta ponía ―CERRADO‖, no el
alegre ―HE SALIDO A ALMORZAR, VOLVERÉ PRONTO‖ que estaba acostumbrado
a ver. Llamé a la puerta de todos modos, y esperé y esperé.

Mierda. No estaba dentro. Di un paso atrás de la puerta y miré a la izquierda y a la


derecha, preguntando cual debería ser mi próximo paso. Miré su tarjeta: sin número de
móvil.

Maldita sea. ¿Y ahora qué? Me acerqué a la tienda de al lado de su galería. Un joven


estaba apilando velas que olían deliciosamente en una mesa cerca de la puerta.

—Hola — le dije sonriendo al hombre.

—Hola, ¿puedo ayudarle?

—Sí, estoy buscando a Michael… ya sabes… de la galería de al lado.

—Oh, sí, Michael. No, no lo he visto hoy. No vino a abrir su galería.

—Sí, teníamos una cita para almorzar. ¿Tendrías su número de móvil?

El joven negó con la cabeza.

—No, no le puedo ayudar.

—Vaya, espero que no esté enfermo ni nada. Bueno, gracias de todos modos.

Empecé a volverme cuando el tipo dijo:

—Oh, espera un minuto, me dijo que vivía en Loma Camino.

—Ah, ¿sí?
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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

—Sí, dijo que llegaba tarde el otro día, a causa de las obras en la carretera.

—Gracias.

Corrí de nuevo a la oficina, donde tenía estacionado el coche. Loma Camino no estaba
demasiado lejos de allí, y tal vez su Jaguar estaría estacionado fuera, donde vivía. Valía
la pena intentarlo. Estaba preocupado. Michael no me parecía la típica persona que
simplemente no se presentaba a trabajar. Si estaba enfermo, ¿no me hubiese llamado?

¿Por qué diablos no le pedí su número de casa o su móvil? ¿Por qué siempre tengo que
ser tan ―poco echado para delante‖, como mi abuela me acusa de ser? Vaya, después de
todos estos años podría tener algo de confianza con alguien con quien he tenido sexo
caliente y pedirle su número de teléfono.

Salí de la calle Forest hacia Loma Camino, haciendo caso omiso de los límites de
velocidad y ―Ceda el paso‖ que salpicaban la calle. La zona es una mezcla de casas,
condominios y apartamentos, algunos con increíbles vistas del océano, pero con todos
los aparcamientos en la calle. Vi el Jaguar rojo de Michael casi de inmediato, aparcado
fuera de un edificio de tres pisos de estuco blanco. Aparqué detrás de él, salté y corrí
hacia la puerta principal. Exploré las placas del portero electrónico y vi una marcada,
M. Taylor. Pulsé el botón esperé y esperé.

Mierda. Vamos, Michael.

Di un paso hacia atrás y miré hacia el balcón del tercer piso, adivinando que era el suyo.

—¡Michael! —grité.

Nada.

O simplemente no estaba en casa, o había tenido una llamada urgente, demasiado


urgente para llamarme y decírmelo, o sencillamente había tenido el día libre y se fue a
disfrutar de él, de nuevo sin hacérmelo saber. No me gustaba ninguno de estos
escenarios.

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Inevitablemente, sabía que Michael no iría a alguna parte sin llamar para pedir disculpas
en primer lugar. Además, su coche estaba allí.

¿Y ahora qué? Recorrí los botones de nuevo. Ningún encargado. Bueno… el primer
botón. Presioné con firmeza y esperé. El segundo botón…

—¿Sí? —la voz de señora mayor me hizo saltar.

—Uh, estoy intentando localizar a Michael Taylor. Soy amigo suyo, y no vino a
trabajar hoy.

Un zumbido fue mi respuesta, y la puerta se abrió.

—Eso sí, no intente ningún negocio divertido o llamo a la policía —fue la


advertencia que me siguió al interior.

Corrí por las escaleras y golpeé la puerta de Michael. No hubo respuesta.

—Michael— grité. —Soy Scott. ¿Estás bien?, ¿Michael?

Apoyé la oreja en la puerta y me pareció oír un gemido.

—¡Michael! — grité otra vez, poniendo el hombro en la puerta. Por supuesto, no


se movió, así que le di una patada bien fuerte sobre la cerradura.

—¿Qué está pasando ahí arriba? —dijo la anciana mirándome desde abajo.

—Creo que está herido— respondí.

—Ah… ¿debó llamar al 911?

—Déjeme ver si puedo llegar primero —le di una patada a la puerta, y abrí el
marco de madera.

Estaba acurrucado, desnudo, boca abajo en el pasillo.

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—Jesús, Michael… —corrí adentro y me arrodillé junto a él, volviéndolo sobre


su espalda. Me quedé boquiabierto cuando vi los moretones en el lado derecho de su
rostro.

—Yo… me caí—jadeó mirándome a través de los ojos hinchados. —No llames


a nadie. Estaré bien.

Sabía que estaba mintiendo, pero me tomó la mano y le susurré: — Bueno, deja que te
ayude a ir a la cama. —Me dejó levantarlo, luego con él apoyándose en mí, medio lo
cargué a su habitación y lo acosté encima de la cama. Volví corriendo al rellano y me
asomé por las escaleras.

—Está bien, —mentí—. Solo se quedó dormido.

La vieja cotilla me miró decepcionada, pero se encogió de hombros y desapareció.


Volví al apartamento de Michael y tome un poco de hielo del congelador, lo puse en
una bolsa de plástico y me presenté en la habitación.

—Aquí —le dije suavemente, colocando la bolsa en la mejilla. —Esto reducirá


algo la hinchazón.

—Scott…—me miró con los ojos llenos de dolor —¿Cómo sabías que…?

—Soy detective, así como agente de seguros— bromeé. —Mira, no puedes


ocultarte de mí.

—Scott —susurró y me tomó la mano.

—¿Qué pasó en realidad? — le pregunté, levantando la mano a mis labios.

Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras negó con la cabeza.

—No fue su intención…

Sentí un profundo odio quemando dentro de mí.

—¿Julian?

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Asintió con la cabeza

—Pero no fue culpa suya. Me caí… después de…

—¿Y te dejó así?

—No tenía otra opción. Él…

—¿No tenía opción? Le desprecio. Te golpeó y corrió.

—No, no. Julian no lo hizo. Su hermano Mark, me amenazó hace unos días, pero
realmente no creía que llegaría tan lejos

—¿Amenazar?, pero ¿por qué?

—Julian me dijo que Mark se metió en algún tipo de aprieto financiero cuando
las inversiones que había hecho para sus clientes se fueron a pique. Quería que Julian le
financiara, pero el dinero está en una cuenta conjunta que abrimos cuando vivíamos
juntos. Siempre habíamos hablado de dejarlo allí hasta que uno o ambos de nosotros lo
necesitáramos realmente. Es por eso que Julian vino a verme el otro día. Quería que
firmara para que pudiera dar a Mark todo el dinero. Me negué y se presentaron esta
mañana. Les dije que lo dividiríamos, pero Mark dijo que no era suficiente. Necesitaba
todo. No creo que Julian tuviese alguna idea de lo violento que iba a ser Mark.

—Cristo —murmuré. — ¿Te golpearon por el dinero?

Sus labios hinchados se torcieron en una irónica sonrisa.

—La falta de ello hace cosas extrañas a las personas, Scott.

—Y ¿Julian no lo detuvo?

—Lo intentó, pero Mark es un loco cuando está rabioso. Tuvo problemas con la
policía antes, por golpear a su esposa.

—Será hijo de puta, pero todavía no puedo creer que Julian saliese… y te dejase
así.

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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

—Estaba asustado, supongo.

—No era miedo Michael.

La voz detrás de nosotros me hizo saltar de la cama y girarme completamente. El alto


hombre rubio de la puerta me lanzó una mirada hostil.

—Estaba tratando de protegerte —dijo con los ojos moviéndose por el desnudo
cuerpo de Michael.

—Has hecho un pésimo trabajo —solté un bufido.

—¿Quién demonios eres?

—Un amigo de Michael.

—Bueno, puedes irte ahora —agitó una mano desdeñosamente hacia mí


mientras caminaba a la cama. —Yo me encargo de Michael.

—¿Cómo hiciste antes? —di un paso entre él y la cama. —No creo que Michael
pueda manejar más de tu ―cuidado‖.

—¡Fuera de mi vista! — gruñó. —No tienes derecho a estar aquí.

—Si lo tiene, Julian. —Michael tomo mi mano mientras hablaba, — Scott se


preocupó lo suficiente de mí para venir a buscarme, cuando no me presenté en la
galería. Sabe lo que hizo Mark.

—¿Le hablaste de nuestros asuntos personales? —miró Julian sorprendido.

—Tu expresión de horror podría haber sido un poco más oportuna cuando viste
lo que tu hermano le hizo a la cara de Michael —le dije, — y no salir corriendo. Si has
venido aquí para tratar de cambiar la opinión de Michael acerca de que le dé a tu
hermano el dinero, no tienes suerte amigo.

—Métete en tus asuntos—me espetó.

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—Lo estoy haciendo—le dije, apretando la mano de Michael. —¿Y cómo te


crees que va a ser si llamo a la policía y denuncio que atacasteis a Michael en su propio
apartamento? —Tú y tu hermano delincuente tendrían mucho que explicar.

Controló su furia el tiempo suficiente para atraer la atención de Michael.

—Por favor, Michael —se quejó él, — Mark irá a la cárcel si no puede reunir el
capital.

—Donde pertenece, si me preguntan—dije groseramente.

—Lo siento, Julian— Michael se levantó sobre un codo mientras hablaba. — Te


dije lo de darte tu parte, y eso es todo.

—Tómalo o déjalo — murmuré en voz baja.

Juro que si las miradas mataran, me habría tostado en ese momento. Los ojos de Julian
se llenaron de veneno, volviendo a su hermosa cara en una máscara de fealdad. Supongo
que es verdad lo que dicen: la belleza es solo superficial.

—Muy bien—susurró. — Sólo asegúrate que este depositado en mi cuenta


personal para el final del día.

—Oye, ¿tú crees que Michael va a ir a ninguna parte en el estado en que está?,
—exclamé.

—No te preocupes, Scott—dijo Michael a través de sus hinchados labios. —Lo


puedo hacer por internet.

Julian nos miró a los dos por un momento, volvió sobre sus talones y se fue. Le debió
irritar que la puerta de entrada estuviera rota, dio un simple golpe descuidado en vez del
espectacular golpe que probablemente esperaba dar. Me arrodillé junto a la cama y besé
la mejilla de Michael.

—Gracias por estar aquí, — susurró.

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—Y no voy a ninguna parte —le dije. — La puerta necesita reparación y me voy


a asegurar que no estés sólo, en caso de que esos repugnantes vuelvan.

Cayó de nuevo en su almohada, con los ojos llenos de lágrimas.

—Sé que nada de esto es realmente culpa de Julian —dijo en voz baja. — No
creí que sacrificara nuestra amistad por su sórdido hermano.

—Sí, a veces es una lástima que la sangre sea más espesa que el agua.

Abrí mi móvil y golpeé el número de la oficina.

—Oye, Deb —dije cuando ella contestó. — Me tomo el resto de la tarde libre.

—Wow—dijo con aprobación en su voz. — ¡Eso debe haber sido todo un


almuerzo!

—Sí, lo fue. Los detalles más tarde cariño. ¿Me haces un favor?

—Por supuesto.

—Llama a Joe, del personal de mantenimiento, y pídele que venga hasta el 111
de Loma Camino, apartamento 3. Necesita traer un marco nuevo para una puerta y un
cerrojo.

—Está bien. Supongo que no puedo preguntar en este momento.

—Gracias, Deb. Te lo explicaré todo cuando te vea. Ciao.

Michael me miró como si me estuviera viendo por primera vez.

—Eres tan tranquilo y organizado Scott, —dijo suspirando.

—Sacas lo mejor de mí —me eché a reír. — Ahora sólo quédate aquí y


descansa.

Lo cubrí con el edredón. —¿Tienes una aspirina o algo?

—Sí, en el armario del cuarto de baño.

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Le llevé las pastillas con un poco de agua y después de que las tomase, me quité los
zapatos y me senté junto a él, sujetándole suavemente en mis brazos.

—Trata de dormir un poco—murmuré. —Me quedaré el tiempo que quieras.

—Gracias Scott.

Tomó mi brazo y lo apretó contra su pecho. Le besé la nuca y me acurruqué detrás de él.
Me debí de quedar dormido, porque lo siguiente que supe es que el timbre de la puerta
sonaba. Me di la vuelta en la cama y corrí hasta el intercomunicador.

—¿Si?

—Soy Joe, Scott. Debbie dice que tengo que hacer algunas reparaciones aquí.

—Bien, Joe. Sube.

Abrí y esperé en la parte superior de la escalera. Joe era un joven lindo


heterosexual, un amigo de la familia de Debbie y un genio en las reparaciones.
Comprobó el daño de la puerta y silbó.

—¿Tenias prisa por llegar, verdad?

—Puedes decirlo. ¿Lo puedes arreglar hoy?

— Si. Haré un buen trabajo.

—Bien, te dejo con ello.

Cuando volví a la habitación de Michael, estaba sentado en su ordenador, sin duda


haciendo la transferencia de fondos a la cuenta de Julian. Me paré detrás de él y le froté
los hombros. Se había puesto unos pantalones cortos y una camiseta. Me miró y me dio
una sonrisa de medio lado, a continuación hizo una mueca.

—Ay… no podré sonreír en un par de días, supongo.

—Te prometo que no te haré reír —le dije inclinándome para besar su cuello. —
El carpintero esta aquí fijando la puerta. ¿Me quieres por aquí?

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—Sí, si no tienes nada mejor que hacer.

—No tengo que hacer absolutamente nada mejor. ¿Cómo sientes la cara?

—Bien.

—Mentiroso.

—Bueno, me duele de vez en cuando, pero el hielo ayuda.

—¿Cuidas del dinero de Julian? —pregunté sabiendo que no era de mi


incumbencia.

—Sí, ese es el estado de las cuentas —suspiró largo y tendido. — Nunca pensé
que esto iba a terminar así. Incluso después de separarnos quedamos como amigos, pero
ahora… no creo poder estar a solas con él.

—Es difícil —estuve de acuerdo.

A pesar de mis sentimientos de odio hacia Julian, tuve que admitir que lo que había
visto era absolutamente lo peor. Debía tener algo bueno en él, además de su buena
apariencia, si Michael lo había amado.

—En fin… —me miró y tomó la mano. —Una vez más no puedo agradecerte lo
suficiente por estar aquí para mí. Julian obviamente, volvió a tratar de coaccionarme
para que le entregase el dinero. Probablemente pensaba que en mi estado de debilidad,
cedería. Lo último que esperaba era encontrarte aquí, protegiéndome.

—Sí —me reí entre dientes —Scott, el Protector, ese soy yo, está bien.

Caí de rodillas delante de él y deslicé los brazos alrededor de su cintura. Me tomó la


cara entre las manos y se inclinó para besarme suavemente en los labios. Resistí la
tentación de atraerle para un beso duro. Sus labios aún parecían dañados. Sólo tenía que
frenar mi lujuria hasta que mejorara. Me acarició el pelo y me llevó todo lo cerca que
podía para presionar mi cara contra su pecho.

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Me estaba poniendo duro, pero con la condición de Michael y Joe golpeando en el


exterior, pensé en controlarme a mí mismo, por el momento.

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CAPÍTULO 5

Hacia las cinco de la tarde, Joe finalmente anunció que había terminado y me dio dos
llaves para la nueva cerradura.

—Pásate mañana por la oficina, yo me encargo de tu factura— le dije. — Y


gracias Joe, por estar aquí.

—No problemo9—dijo bajando por las escaleras. —Hasta mañana.

Cuando volví a entrar en el apartamento, Michael estaba sentado en el mostrador de la


cocina tomando un Martini que había preparado para él. Puse las llaves delante suyo.

—Nuevas llaves, — le dije sonriendo. —Totalmente garantizadas para mantener


fuera a las personas no invitadas.

Se quedó mirando las llaves por un momento y luego, sin decir una palabra, empujó una
hacia mí. Juro que me sentí como un bebé berreando en ese momento.

—¿De verdad quieres que tenga esto? —grazné.

—Si alguien se merece esta llave, eres tú, —dijo. Sus ojos se encontraron con
los míos, y envolvieron más mi corazón. A pesar de su cara hinchada y amoratada, a
mis ojos era el hombre más bello que había visto nunca. —Sé que todo esto ha sido una
montaña rusa emocional para los dos, —continuó —y tal vez mi cerebro está alborotado
en este momento, pero Scott… realmente creo que estoy enamorado de ti.

Mis ojos debieron aumentar con el shock, porque su mirada se fue de mi sobresaltada
expresión.

—Lo siento, si todo esto es demasiado pronto— murmuró.

9
En original. Frase famosa del Chuarcheneguer en Terminator II. XD.
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—No, no, —le agarré la mano. — No es demasiado pronto. Siento lo mismo por
ti. Sólo que no pensé que… que tú podrías… sabes… que sintieras lo mismo por mí.

Su otra mano acariciaba mi rostro.

—¿Y por qué no?, ¿no has visto lo que me haces siempre?, ¿me besas, me
sostienes?

Me reí débilmente.

—Podría preguntar lo mismo. Sólo pienso en ti y estoy duro.

Nos sonreímos el uno al otro y a continuación nos inclinamos para besarnos. Todavía
tenía cuidado para no presionar mucho, pero cuando se abrió para mí, estaba perdido.

—Necesito que me hagas el amor, —susurró con sus labios sobre los míos.

—¿No te duele?

—Valdrá la pena Scott. Vamos— dijo él, deslizándose de la banqueta. —Voy a


darme una ducha rápida primero, ¿quieres unirte a mí?

No necesitaba una invitación grabada. Estaba desnudo en un instante y después con él


en el cuarto de baño. ¿Qué hay en un cuerpo resbaladizo y enjabonado que añade un
extra JE NE SAIS QUOI10 a la libido de un chico, cuando dicho chico está comiéndole
con los ojos y es perfecto de todas formas, húmedo o seco? Yo estaba embobado de
nuevo cuando la espuma besó su piel dorada, con cada uno de sus movimientos fluidos,
atléticos y con gracia.

Me entregó el jabón, —¿me lavas la espalda?

Con mi lengua si lo quería. Tomé el jabón y lo pasé por sus músculos flexibles, por su
columna vertebral y por la hendidura de sus nalgas. Por supuesto que mis dedos se
quedaron allí, bordeando su agujero, mi dedo medio presionando suavemente hasta que
el nudillo se deslizó en el interior de su calor de seda. Su cabeza cayó hacia atrás sobre
mi hombro mientras suspiraba y le llevaba al éxtasis. Le rodeaba con mi brazo

10
Igual en el original: lo mío no es el francés, vaya, pero sería algo así como: un “no sé qué”…
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izquierdo, mi mano acariciando su pecho, para ir lentamente hacia el sur hasta llegar a
su polla lista y dura.

—Scott…

Mi nombre se deslizó de sus labios en un suspiro entrecortado, se volvió en mi abrazo,


sus brillantes ojos se unieron a los míos por un largo momento antes de que su beso
sacudiese mi mundo. Nos abrazamos bajo la ducha caliente, nuestras bocas unidas,
encajadas juntas, nuestras lenguas buscando los húmedos rincones calientes del otro.

Entonces me susurró al oído: —cama.

—Oh, claro, —musité, pensando que el trauma de la jornada le había alcanzado,


y necesitaba acostarse.

Aunque intenté enmascararla debió notar la decepción en mi voz, porque sonrío cuando
cerró el agua y tomó una toalla. Comenzó a secarme y a acariciarme, me dio un montón
de besos a lo largo de la mandíbula mientras lo hacía.

—No estoy cansado, —dijo. —Solo quiero sentirte entero. La ducha es


demasiado pequeña para eso.

Ahh… no tenía ningún argumento mientras tomaba mi mano y me llevaba al


dormitorio. Retiró la colcha y se acostó de espaldas en las sábanas, sonriéndome y
abriendo los brazos. Dios, pero que adorable era. Incluso con el rostro ligeramente
hecho puré, parecía irresistible.

—Estás dudando, —dijo —¿me veo horrible?

—No, —me incliné sobre él y le besé en los labios suavemente. — Estaba


pensando en lo increíble que te ves. —Le besé la mejilla hinchada. —¿Cómo te sientes?

—Mejor por eso. — Cerró sus brazos sobre mí y me tiró sobre él, sosteniéndome
fuertemente a su desnudez. —Te sientes tan bien, Scott —susurró.

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Sus caderas se movían contra las mías, causando que nuestras erecciones se deslizasen
juntas, gotas de pre-semen se deslizaban sobre el estómago. Pasó las manos por mis
costados y la espalda, los dedos dejando pequeñas descargas eléctricas en mi piel.

¿Cuándo la simple lujuria se vuelve amor?, ¿cuándo la emoción de pasar una hora más o
menos con un hombre hermoso, que conozco hace menos de una semana, se convierte
en un deseo, un anhelo de un compromiso de por vida? En ese momento fascinante,
cuando sus hermosos ojos miraban para arriba con una intensidad que me dejó sin
aliento, quería nada más ser una parte de él, y que él fuese una parte de mí. Si hubiera
podido curiosear en su interior, me hubiera gustado estar viviendo dentro de su piel.

Estaba abrumado por esta emoción inesperada, sentí que se acercaban las lágrimas.
Apreté los brazos de él y mi cara contra su pecho, con la esperanza de ocultar las
lágrimas. Pensé que no sería un bonito espectáculo, pero no pude evitar el ahogado
sollozo en mi garganta.

—Scott…— me acarició el pelo suavemente, —¿qué está mal?

—No pasa nada —gemí. —Estoy un poco… eh emocionado en este momento.

Puso una mano a cada lado de mi cara y la levantó para mirarme.

—Scott— dijo suspirando, —estás llorando.

—No. Bueno si, lo estoy, son lágrimas de felicidad. —Apreté mi rostro en su


lado bueno. —Te amo, —murmuré en su piel caliente.

Exhaló un largo suspiro de satisfacción.

—También te amo, —murmuró. — Sellémoslo con un beso.

Y lo hicimos, sin ser conscientes de como sus pobres labios podían soportar toda esa
presión. Los suaves gemidos que provenían de él eran sonidos de placer y no de dolor,
la dureza de su erección presionando contra la mía era una señal segura de que estaba
disfrutando de todo esto tanto como yo. Me incorporé un poco para poder besar y
lamerle todo –tenía el cuerpo más ―besable‖ que la mayoría de los que jamás había

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visto en ningún hombre– y quería saborear cada centímetro de él. Especialmente las
pulgadas que estaban duras y palpitantes en mi mano.

Bajé la cabeza para tomar la reluciente corona en mi boca, mis labios trabajando sobre
la aterciopelada carne húmeda, hundiendo la punta de la lengua en la ranura para
saborear el sabor salado de su líquido pre-seminal. Acariciaba sus bolas, separándolas y
apretando suavemente cada una, amando sus jadeos de placer y la forma en que su
cuerpo se retorcía bajo mi tacto. Me chupé el dedo medio y a continuación me abrí
camino bajo sus bolas, en la hendidura entre las dulces mejillas de sus nalgas, todavía
húmedas de nuestra ducha reciente. Mi dedo sondeó en círculos su esfínter, a
continuación se abrió camino en sus calientes profundidades. Cuando gimió
placenteramente, tomé toda su polla en mi boca, mis labios se movían arriba y abajo de
su pulsante eje.

Sus manos acariciaban mi cabeza, mis hombros, suaves gemidos y suspiros escapaban
de sus labios cuando se entregó por completo al placer del momento. Su cuerpo tuvo un
espasmo debajo de mí, y sabía que estaba cerca.

—Fóllame, —susurró, pasando sus dedos por mi cabello.

Saqué su polla de mi boca y tras una probada en el ano con mi lengua, lamí todo su
torso hacia arriba, haciendo una pausa atendiendo a cada pezón, antes de tomar su boca
en un beso tierno. Se inclinó hacia atrás y sacó un tubo de lubricante y un condón de la
mesita de noche. Unté mis dedos con el lubricante, inserté uno, luego dos dentro de su
apretado agujero caliente. Se retorcía debajo de mí, los músculos de su culo apretando
alrededor de mis dedos, cuando empezó a retorcer mis pezones entre sus dedos pulgar e
índice. Mi dedo corazón encontró su próstata, y su polla saltó, se filtró líquido pre-
eyaculatorio en el estómago en respuesta a mi suave caricia en su punto dulce.

—Oh, sí… Scott, —murmuró, sus ojos vidriosos por el deseo. —Se siente tan
maravilloso.

Lubricó nuestras palpitantes erecciones, a continuación deslizó el condón en la mía.


Saqué mis dedos de él y levanté sus piernas, envolviéndolas alrededor de mi cintura, me

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posicioné entre sus muslos, mi polla dura presionando en el caliente agujero. Se agarró
a mis hombros y me impulsé, llenándole con un golpe largo y duro.

Me incliné hacia adelante, puse una mano a cada lado de su cabeza y comencé a un
ritmo fuerte y constante. Sus piernas y brazos rodearon mi torso, sosteniéndome y
empujándose a mi ritmo, coincidiendo las embestidas. El calor y la fricción nos llevó al
borde rápidamente, nuestra respiración dura y errática, silbando entre dientes. Un
gemido duro se le escapó cuando le agarré la erección dura como el acero y lo llevé a su
clímax.

Su cuerpo se arqueó, tensándose como un arco, un grito jadeante acompañó a un


verdadero torrente de semen que surgió de él, rociando nuestros torsos con su cremoso
calor. Sus brazos se deslizaron alrededor de mi cuello, y llevó su boca a la mía en un
ardiente y largo beso del alma, cuando exploté en el condón enterrado profundamente
dentro de él. Nuestros cuerpos resistieron y se estremecieron juntos, atrapados en un
éxtasis orgásmico. Me desplomé encima de él, totalmente agotado y gastado, feliz y
sublime.

—Mierda, —murmuré cuando por fin recuperé el control de mis habilidades


vocales. —Eso fue jodidamente increíble.

Se rió y me besó en la mejilla.

—Yo no podría haberlo dicho mejor.

—Sí, podrías, y habrías sido más elocuente.

—Pero lo resumiste de manera muy sucinta, Scott. Fue jodidamente increíble —


me dio un beso. —Además, has convertido lo que comenzó como un día de mierda en
algo maravilloso—me besó de nuevo. —Te quiero, Scott.

Y vaya si no estaba listo para arrojar alguna lágrima más –de felicidad, por supuesto.

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CAPÍTULO 6

Y nuestros almuerzos en Laguna continuaron, así como las cenas y las noches que
pasamos juntos, ya fuesen en su apartamento o en mi más modesta morada. Michael
llegó a decir que prefería la mía a la suya, y yo tenía que estar de acuerdo, teníamos
mucha más privacidad en el agradable patio de la casa donde hacer el amor al aire libre.

Todo fue bien durante un mes. Personalmente, nunca había sido más feliz y estaba
seguro que Michael compartía bastante esta sensación. Pero una noche, vino a mi casa
pareciendo decididamente deprimido.

—¿Qué ocurre?,—le pregunté, después de que me diera un nada superficial


abrazo y me besara, con uno de esos largos besos de ensueño a los que me había
acostumbrado tanto y por los que estaba tan loco.

—Mark, el hermano de Julian, —suspiró pinchándome en la mejilla. —


Simplemente no se rinde acosándome por el dinero. Dice que le debo a Julian el sacarle
de este lío.

—No lo entiendo—dije. — ¿Por qué deberías sacarle del lío? No era tu amante.
Era Julian.

—Dice que si va a la cárcel, eso va a matar a sus padres.

—Así que vas a pagarle la fianza.

—Scott…

Me miró fijamente durante un momento o dos.

—Así que vas a darle tu dinero, tus ahorros, sabiendo que nunca lo tendrás de
vuelta. ¿Por qué?

—Los padres de Julian son gente muy agradable. Durante el tiempo que él y yo
estuvimos juntos, estuve cerca de sus padres. No saben nada acerca de los infames tratos
de Mark y no creo que Julian lo supiese hasta que la mierda le golpeó en la cara.

—Eso no es una razón válida, Michael. Mira yo sé qué lo que haces con tu
dinero no es realmente algo de mi incumbencia, pero estoy seguro como la mierda, que
odio pensar en tirarlo a la basura para ayudar a algunos sórdidos que viven su vida con
tendencias criminales.

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Se rió y me estrechó entre sus brazos.

—Ahora dime que es lo que realmente estas pensando.

Estaba encerrado momentáneamente, mientras sus labios me daban uno de sus largos
besos ensoñadores. Dios, él podía hacerlo como nadie. Estaba duro como una roca, pero
pensé que había que hablar de esto antes de disfrutar de cualquier placer carnal.

—Ok, está bien, —jadeé cuando por fin sus brazos me dejaron ir. —Pero, ¿qué
vas a hacer?

—Tengo que admitir que tengo un conflicto, —dijo mientras que yo mezclaba
en el bar unos muy necesarios Martinis.

—¿De cuánto dinero estamos hablando?

—Cien mil, y no voy a hacerme cargo de todo. Justo lo suficiente para apaciguar
a los inversionistas y para que le den más tiempo.

Casi se me cae la botella de vermut.

—¿Cien mil dólares?, Michael por favor, no puedes estar hablando en serio.
¿Quieres decir que lo que compartiste con Julian, que era demasiado, todavía no es
suficiente?

Asintió con la cabeza tristemente.

—Entonces, ¿qué vas a hacer?, —yo despotricaba. —Dile a esos tontos que
vendan su casa, sólo para mantener su lastimoso culo fuera de la cárcel. ¿Piensas que
van a estar agradecidos por esto y te van a prometer que nunca lo volverán a hacer de
nuevo? El tema empeorará, sobre todo si encuentran a alguien para salir del apuro.

—Lo sé, lo sé—dijo, aceptando su Martini. —Y Mark no es del tipo que


demuestra gratitud y cambia de hábitos.

—Pues no lo hagas Michael. Haz que Julian llame a sus padres y lo comparta
con ellos. Es un asunto de familia, y no serás parte de ella nunca más. —Hice una
pausa y una sombra cruzó su hermoso rostro. —Lo siento, no quise ser tan contundente,
pero debes ver que se están aprovechando de ti. Y lo siento de nuevo, pero Julian no
debe involucrarte en esto tampoco.

Suspiró entonces, tomando un sorbo de su Martini.

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—Tienes razón, por supuesto. Es que odio pensar que van a hacer Robert y
Diane, sus padres, cuando se den cuenta.

—A lo mejor tienen algún tipo de indicio sobre Mark y su doble juego —sugerí.

Negó con la cabeza.

—No es acerca de sus malas inversiones. Sé que apostó a Susan, su esposa. Su


padre estaba furioso por eso, e incluso pagó las tasas de Susan en el divorcio.

—Así que es un cabrón ¿verdad?, esta nueva revelación no podría llegar a


sorprenderme.

Sus ojos brillaban cuando me miró.

—Me alegro de tenerte para hablar de todo esto.

—¿Significa que estamos cambiando de opinión acerca de entregar los ahorros


de toda tu vida a Mark?

Asintió con la cabeza.

—No parece una brillante idea hacerlo.

Me acerqué a él y lo abracé por la cintura. Chocó la copa de Martini con la mía, y me


sonrío a los ojos.

—Dame un beso Martini, —murmuré, rozando su boca con la mía. Su lengua,


refrescada por el vodka con hielo, se deslizó entre mis labios entreabiertos. Su mano
ahuecó la parte de atrás de mi cabeza y me abrazó profundamente, la frescura del
interior de la boca entró vertiginosamente en calor. Nos separamos sólo lo suficiente
para acabar con las copas. A continuación, estábamos uno sobre el otro, Mark y sus
necesidades olvidadas, cuando nuestro propio deseo y nuestras necesidades se hicieron
mucho más importantes.

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Al día siguiente, cuando me puse a pensar en Mark y cómo estaba tratando de estafar a
Michael un montón de dinero, me tenía un poco molesto todo el asunto. Sí, Michael me
había hablado de la entrega de sus ahorros duramente ganados, pero había algo más en
las groseras demandas de Mark por lo que sentía que tenía que hacer algo más acerca de
la situación.

No es asunto tuyo, me decía a mí mismo. Pero ser amante de Michael lo hizo mío, y
estaba seguro como el infierno que odiaba que Mark pusiera a Michael en la situación
de tener que decir que no en primer lugar, y luego a continuación se pusiese violento al
ser rechazado.

Mark Palin Inversiones estaba en las páginas amarillas, junto con el número de teléfono
y una dirección en Santa Ana, pero cuando llamé al número, me dijeron que había sido
desconectado. ¡Vaya sorpresa!, tal vez ya estaba en la cárcel o huyendo de los furiosos
inversores. Tuve una repentina visión de viejecitas que le sujetaban con sus andadores y
le golpeaban con sus bastones. Me reí en voz alta y Debbie, presentó sus uñas en su
escritorio y me dirigió una mirada con la ceja levantada.

—Estás demasiado contento contigo mismo en estos días, Scott Stevenson—dijo


ella, haciendo una pausa con la uña del dedo meñique. —¿Cuándo voy a conocer al
cuerpo que te está volviendo molestosamente feliz?

—Hoy mismo si quieres. Nos vamos a reunir en Angelo, en la carretera de la


costa. Ahora comemos en la hora del almuerzo, en vez de joder hasta que se nos derrite
el cerebro en su galería, mientras que la acción, la dejamos para más tarde…aunque
sabemos que podemos romper esa regla de vez en cuando.

—¡Pégame un tiro! No puedo hoy, —dijo Debbie haciendo un mohín. —Me


voy a encontrar con mi hermana en un centro comercial, quedamos hace semanas.

—No te preocupes —la consolé. —Habrá otras oportunidades. Le he contado


todo de ti, y todavía quiere conocerte.

—Ja, ja, —Debbie me señaló con la lima de uñas. —Eso significa que pagas el
almuerzo, Sr. Molestosamente feliz.

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Debbie no podía tener más razón. Estaba feliz y probablemente fastidioso. Tiendo a ser
un poco inestable con mis emociones, algo de lo que Michael afortunadamente no se
había quejado, hasta ahora. Por supuesto, alrededor de él, no era más que dulce,
templado y feliz.

Así que entramos en el restaurante Angelo. Yo por supuesto, sonriendo feliz. A él lo


sentí rígido a mi lado, pero no con el tipo de rigidez que me gustaba. Dejó escapar un
gemido de temor.

—¿Qué?— le pregunté mirándolo con preocupación.

—Allí, junto a la ventana —siseó, —Mark y Julián.

—¿En serio? —Miré sobre él hacia donde estaban los dos hermanos sentados,
mirándose el uno al otro. Definitivamente no estaban felices —Bien, bien —dije en voz
baja. —¿Vamos a saludarlos?

—No, Mark hará una escena, vamos a ir a otro sitio.

—Pero me gusta aquí, —protesté.

—Scott…

—Oh, está bien.

Pero era demasiado tarde. Julian nos vio, algo le dijo a su espeluznante hermano que se
volvió y nos miró con su cara de piedra.

Se levantó de la mesa y se acercó donde estábamos con expresión amenazante. Uno


podría tener la tentación de llamarlo guapo, en un buen día, pero este no era uno de esos
días. Al igual que Julian, su buena apariencia se derrumbó bajo la presión de su ira.

—Michael —dijo en voz baja, su voz me daba escalofríos. —Me gustaría hablar
contigo, afuera y a solas—añadió, evidentemente para que me enterase.

—No tenemos nada de qué hablar Mark, —dijo Michael de pie en sus trece.

—Creo que tenemos, —murmuró el gilipollas.

—Bueno, creo que todos sabemos a lo que conduce hablar contigo —le dije,
naturalmente poniendo mi granito de arena. —Y todo lo que tengas que decirle a
Michael, lo dices aquí, en este momento —le sonreí, — y frente a testigos.

—¡Que te jodan! —Mark intentó golpearme y lo rechacé. Su rostro moreno, se


giró hacia mí rabioso, pero se perdió por una milla. Su puño se estrelló en una bandeja
repleta de bebidas y alimentos que llevaba una camarera que gritó alto.

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Todo estaba en el aire, duchando a los clientes sentados cerca con bonitas bebidas
pegajosas y alimentos calientes. Oops.

Casi aprovecho el caos para darle un puñetazo en la nariz, pero no me tuve que
preocupar. Una mujer grande y furiosa se levantó de una mesa, chorreando piña colada
del pelo y le pegó un puñetazo en el estómago.

—Idiota — gritó, mientras se doblaba, jadeando de dolor. Entonces ella le dio


una patada en las pelotas.

Una suerte, pero no para Mark.

De un despacho, un hombre joven y una adolescente se apresuraron a restablecer el


orden, pero todo era por Mark. Julian mirando avergonzadamente, y evitando nuestros
ojos como la peste, ayudó a su hermano, gimiendo a sus pies y le sacó fuera del
restaurante. Pensé por un momento que la mujer que le agredió iba a seguirlos fuera y
poner en su sitio a Mark de una vez por todas, pero a medida que los jóvenes
encargados le entregaron unas toallas, y le aseguraron que la comida iba por cuenta de
la casa, se sentó de nuevo, en medio de algunos aplausos.

Actuando como si no tuviera nada que ver con nosotros, Michael y yo nos sentamos en
una mesa junto a la ventana, mirándonos uno al otro sobre nuestros menús y a
continuación nos echamos a reír.

Cuando nuestros almuerzos en Laguna terminaron, este siguió siendo uno de nuestros
recuerdos, pero por diferentes razones.

fin
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ALMUERZOS EN LAGUNA J.P.BOWIE

Créditos

Traducción
Alex

Corrección
Cuq

Edición, portada y formato


Alex y Cuq

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