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TEMA 37. LOS GÉNEROS NARRATIVOS

TEMA 37
LOS GÉNEROS NARRATIVOS

0. INTRODUCCIÓN
1. LA NOVELA
1.1. El idealismo y el realismo como inspiradores de distintos géneros
1.2. Orígenes y evolución de la novela hasta el siglo XVII.
1.3. La novela desde el siglo XVIII
2. EL CUENTO
2.1. Los cuentos populares
3. EL GÉNERO HISTÓRICO Y SUS RAMIFICACIONES
4. LA NOVELA CORTA
5. LA LEYENDA
6. EL PERIODISMO

0. INTRODUCCIÓN

La moderna teoría de los géneros es manifiestamente descriptiva. No se limita


el número de los posibles géneros ni dicta reglas a los autores. Suponen que los
géneros tradicionales pueden mezclarse y producir un nuevo género. Ven que los
géneros pueden construirse sobre la base de la inclusividad, de la complejidad o
riqueza, lo mismo que sobre la de pureza. En vez de recalcar la distinción entre género
y género, les interesa hallar el común denominador de los géneros, los artificios y
propósitos literarios que comparten.

Las formas literarias complejas son desarrollo de unidades más simples. La


historia de la novela aparece como exponente de tal desarrollo; su madurez, ocurrida
en el siglo XVIII, se ha nutrido de formas simples como la carta, el diario, el libro de
viajes, la memoria, el carácter del siglo XVII, el ensayo, la biografía, etc..

Es evidente que le tema del género plantea cuestiones centrales de historia y


crítica literaria y de si recíproca relación. Pone en un contexto específicamente literario
las cuestiones filosóficas referentes a la clase y los individuos que la componen, la
unidad y la pluralidad, la naturaleza de los universales, etc..

En el presente tema estudiaremos los diferentes géneros que se dan en el


discurso narrativo, entre los que destaca, sin lugar a dudas, la novela.
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TEMA 37. LOS GÉNEROS NARRATIVOS

1. LA NOVELA

Con el nombre de novela se designan obras que pertenecen a la literatura de


ficción, pero de carácter muy variado y fines divergentes. Como nota común ofrecen la
de ser relatos no históricos en prosa. Puede haber en la novela elementos históricos,
pero a condición de que se relacionen con una acción imaginada. Como la épica, la
novela tiene acción y personajes. Coinciden también la épica y la novela en ser
esencialmente narrativo-descriptivas; pero en la novela es muy importante la
intervención del diálogo, con la vivez propia del coloquio teatral.

Desde el punto de vista de la génesis popular, en un principio, la novela surgió


como transformación de la épica decadente. Las formas novelescas primitivas se
proponían colocar la imaginación de los lectores en el mundo del acaecer caprichoso y
fortuito, sorprender con lo extraordinario de las aventuras, dar cuerpo a lo imposible y
alimentar la ilusión. Una evolución constante y progresiva ha ido acercando la novela
al mundo de la realidad, hasta convertirla en “espejo a lo largo del camino” (Stendhal),
pintura exacta de lo que existe, con su imperfección e insignificancia también. El
florecimiento de la novela así concebida, coincidente con la ruina de los poemas épicos
y el desarrollo del teatro, es característico de los tiempos modernos, especialmente de
los últimos siglos.

Pero podemos hacer un rastreo más culto: la novela nació después de que la
mirada de Aristóteles dirigiera su capacidad organizadora hacia los géneros literarios,
pero algunas de sus iluminaciones sobre el relato presentes en su Poética, siguen
teniendo plena vigencia, tales como los conceptos de verosimilitud, necesidad, decoro,
historia, discurso, actantes, narrador, tiempo y espacio, etc.. en general los primeros
teóricos de la eficacia expresiva de la narración fueron los retóricos. La retórica, antes
de convertirse en disciplina que estudia el discurso en general se preocupó por la
capacidad de seducción o de persuasión de los oradores en los juicios o en las
asambleas políticas, por lo que se aliaba con la dialéctica. El orador sentía la necesidad
práctica de conmover, persuadir o disuadir a su auditorio, no sólo mediante hechos,
sino mediante argumentos e incluso con la fuerza extraordinaria de las realidades
verosímiles, es decir, aquellas que muestran una forma de objetividad que no se
admite, pero que puede ser verdadera. En algunos momentos era necesario narrar una
historia en apoyo de lo que el orador quería demostrar o conseguir. En la Retórica de
Aristóteles podemos encontrar excelentes ejemplos. La preparación del discurso eficaz
es análoga a la de una narración ficticia.

La preparación del discurso eficaz es análoga a la de una narración ficticia.


Tracemos sus relaciones: existe un movimiento que va desde el mundo externo y
objetivo –res-, hacia el universo del discurso y de las palabras –verba-. Los autores
clásicos, conscientes de ese movimietno, distinguían esencialmente tres fases en los
procesos de producción de discursos eficaces: a) la inventio, que recogía elementos de
la realidad y los trenzaba entorno a temas o motivos; b) la dispositio, que organiza los
elementos anteriores en una todo organizado; c) la elocutio, que convertía todo en una
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materia discursiva, es decir, verbal. Luego vendrían, en el caso de la oratoria, la


actuación y la memorización, pero debemos recalcar la distancia que se produce entre
el mundo real, que no llega siquiera a dominar la inventio, y el universo discursivo. De
igual forma, queda por señalar la operación que cierra el ciclo, lo que podíamos llamar
la captatio por parte del público o del lector, que en las teorías modernas tienen una
gran importancia bajo el nombre de recepción.

1.1. El idealismo y el realismo como inspiradores de distintos géneros

Cabe distinguir, siguiendo a Ortega y Gasset, dos géneros fundamentales, casi


contradictorios, en la novela. Comprende uno las infinitas variedades de relatos
aventureros y narraciones situadas en ambientes fantásticos o idílicos.. a esta, que
podríamos llamar novela ilusionista, pertenecen desde los libros de caballerías que
sacaron el cerebro de D.Quijote y las ficciones pastoriles gratas a las gentes del siglo
XVI, gasta novelas de aventuras, policíacas y folletinescas que sugestionan, en
ocasiones con tintes de realidad, a públicos infantiles o despreocupados del goce
artístico.

El otro género es la novela propiamente realista, que no interesa tanto por las
figuras presentadas y los hechos referidos, muchas veces semejantes a los que nos
ofrece a cada paso la vida cotidiana, como por la manera de pintarlos, por el veraz
estudio de personalidades y ambientes. Sus dos variedades principales son la novela
psicológica, primordialmente atenta al análisis de los caracteres, y la novela de
costumbres, con miras a la fiel descripción de círculos sociales.

El ideal de novela es que el autor proceda con absoluta objetividad, sin dividir a
sus personajes en buenos y malos, sino pintándose con la compleja mezcla de virtudes
y miserias que ofrece la mayor parte de la Humanidad. Pero este sacrificio de lo
subjetivo rara vez se logra plenamente. Hay novelas de tesis, supeditadas a la
demostración de una teoría ideológica, política o moral; en ellas es casi inevitable que
el autor, tomando partido, irradie sus simpatías o repulsión sobre los personajes, como
ocurre en los Episodios Nacionales de Galdós, o en algunas novelas de Alarcón y
Pereda.

En razón del asunto y ambiente reflejados se podrán aplicar a la novela tantos


adjetivos como aspectos hay en la vida y sociedad humanas: caballeresca, pastoril,
cortesana, de viajes, picaresca, burguesa, regional, rural, etc.. Saliéndose del presente,
puede evocar el pasado, como la novela histórica, o imaginar el porvenir, como en la
pintoresca novela seudocientífica de Verne y los vaticinios, serios o humorísticos, de
Wells o Huxley.
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1.2. Orígenes y evolución de la novela hasta el siglo XVII.

La antigüedad grecolatina no conoció la novela sino de modo excepcional e


imperfecto. Hay gérmenes de novela realista en el Satyricón de Petronio; los relatos
satíricos y fantásticos en Luciano y en El asno de oro de Apuleyo; idilio pastoril extenso
en Dafnis y Cloe de Longo, y narraciones de viajes, naufragios, pérdidas y
reconocimientos pertenecientes ya a la época bizantina. Todas estas producciones
influyeron de modo muy secundario en la posterior novela europea.

Mas directa huella dejaron en la literatura medieval elementos novelescos


venidos de las culturas orientales. Aparte de los cuentos breves, tuvo gran desarrollo
la novela filosófico-religiosa, casi siempre con finalidad apologética, al servicio de las
disputas entre cristianos, judíos y musulmanes.

Novela autóctona de Europa, y muy difundida en España, fue la caballeresca,


nacida de la poesía épica. La epopeya medieval de los pueblos germánicos y románicos
no era en un principio novelesca: su contenido pertenecía al acervo de los recuerdos
colectivos, a los que se concedía crédito de historia, y las proezas cantadas eran de
interés común. Los relatos poéticos originaron narraciones en prosa, y así surgieron los
primeros libros de caballerías. En la Península, con una hipotética versión original
portuguesa, apareció el Amadís de Gaula en el siglo XIV. Los libros de caballerías
relataban la vida de fantásticos héroes, sus mocedades, amores, luchas y triunfos
sobre monstruos y gigantes; hadas y encantadores movían los hilos de la trama, balcón
abierto por donde las imaginaciones ingenuas escapaban para alimentar sueños de
amor y heroísmo. A fines del siglo XIV estos productos de la imaginación desbordada
se hallaban ya en decadencia.

Al comenzar el Renacimiento, la atención por lo individual fomentó el


desarrollo de la novela sentimental. El punto de arranque fue la Fiammetta de
Bocaccio, historia de amor desgraciado que termina con el suicidio de la protagonista.
En el siglo XV español lo sentimental aparece frecuentemente asociado con elementos
alegóricos y caballerescos, como en la Cárcel de Amor, de Diego de San Pedro.

El mundo idealizado de la égloga, que tanta sugestión ejercía sobre los espíritus
del Renacimiento, fue tratado por la novela pastoril, que tiene como tema casi
exclusivo el amor: zagales y pastorcitas descubren lacrimosamente sus lacerados
corazones, van entrelazándose historias, y al final suele aparecer la felicidad. Por lo
general son obras en clave, con nombres pastoriles que aluden a personajes
auténticos.

La novela bizantina no había sido totalmente olvidada en la Edad Media: de


ella procede la leyenda de Apolonio de Tiro; el ejemplo fue imitado muchas veces,
destacando el Persiles y Segismunda de Cervantes. Al espíritu de la Contrarreforma
eran gratas estas narraciones de castos amores largamente probados por el infortunio
y satisfechos sólo como coronación de innumerables vicisitudes.
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Hasta fines del siglo XVI predominaba en la novela la dirección idealista. Hay,
sin embargo, excepciones, aparte de La Celestina, situada en un punto intermedio
entre la novela y el drama, se imprime en 1554 un librito de apariencia intrascendente
que llevaba en sí el germen de la novela moderna. Es el Lazarillo de Tormes, cuyo
desconocido autor hace que un pilluelo, servidor de distintos amos, cuente lo que le ha
ocurrido con ellos; la sociedad contemporánea aparece pintada con trazos sobrios e
intencionados, levemente caricaturescos. Era la primera vez que el realismo entraba
claramente en la novela. Hasta cincuenta años después, el Lazarillo no tuvo
imitaciones que recogieran su genial innovación y cuando surgen, es con un espíritu
muy distinto: El Pícaro Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán y El Buscón de
Quevedo, suponiendo las dos grandes novelas picarescas de este segundo momento.
Se llama así a este género por contar las andanzas de un pícaro, mozo sin oficio ni
escrúpulos que sirve a varios amos, hurta y estafa, se codea con hampones, y, sin
honra, pasea su existencia miserable.

El Quijote de Cervantes, remata el ciclo de antigua novela de aventuras e


inaugura definitivamente el de la novela realista moderna. Subsiste el mundo ideal,
pero sólo en la imaginación obsesa de un insensato que vive en un apartado lugar de la
Mancha. El choque entre lo imaginado por don Quijote y la vulgar realidad sitúa al
caballero en el plano de lo ridículo. Pero su empresa de implantar en el mundo el reino
de la justicia es la más noble que puede concebir mente humana, y la ironía de
Cervantes al pintarla fracasada, esconde la amargura del desengaño. La segunda parte
va preparando la derrota de don Quijote y la resigna pérdida de su locura. Sin ella, que
es su razón vivir, sólo queda la muerte para el Alonso Quijano.

1.3. La novela desde el siglo XVIII

La novela típica del siglo XVIII es la novela sentimental, cuyo florecimiento se


inicia en Inglaterra bajo la sociedad burguesa. Sobreexcitada la sensibilidad y
acentuado el patetismo, se va preparando el camino de los románticos. El Werther de
Goethe condensó la hiperestesia, la melancolía y desaliento que había en el ambiente
y fue la primera de una serie de novelas cuyos protagonistas escudriñan sus
sentimientos con detención morbosa y expresan desesperadamente su amarga visión
de la vida.

Otra moda romántica fue la novela histórica. Aunque había algún precedente
español de este género en el siglo XVI, el maestro de los románticos fue el escocés
Walter Scott. En España, esta corriente fue seguida por Larra con El doncel de don
Enrique el Doliente. Avanzado el siglo XIX, cunden las novelas que con apoyo de la
arqueología tratan de reproducir con fidelidad ambientes del mundo antiguo.

Hacia 1830 empieza a dejarse advertir una creciente inclinación al realismo.


Todo el resto del siglo XIX es la gran época de la novela realista y naturalista, cultivada
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con extraordinaria intensidad y ávidamente leída. La narración se hace cada vez más
lenta, mientras la observación gana en minuciosidad y exactitud. El análisis del alma
humana alcanza una insospechada profundidad. Por toda Europa surgen grandes
maestros: en Francia Stendhal, Balzac, Flaubert, Zola; en Inglaterra Dickens; en Rusia
Tolstoi, Dostoyevsky. En España la novela realista es menos honda, y también menos
inquietante: al lado de doctrinarias obras de tesis o de gran crudeza naturalistas,
aparecen otras caracterizadas por la sonrisa bonachona o la comprensión indulgente.
Inicia tímidamente la nueva orientación Cecilia Bölh de Faber (Fernán Caballero), le
siguen Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera y Pereda, y culmina con Pérez galdós y
Clarín). La figura de Galdós sobresale no sólo por su gigantesca producción, sino por su
honda penetración psicológica y su cálida humanidad; auqneu quizás la novela más
destacable es La Regenta de París. Continúan la producción realista Emilia Pardo
Bazán, Blasco Ibáñez.

Los novelistas del siglo XX (Generación del 98 y Realismo de posguerra


fundamentalmente), son menos uniformes en sus novelas, de carácter más
acusadamente personal, o continuadores de tendencias anteriores.

2. EL CUENTO

El cuento es un relato breve acerca de una asunto ficticio. Pueden distinguirse


tres tipos fundamentales de cuento: el fantástico, que es un simple juego de
imaginación, auxiliada muchas veces por leyendas y consejas; el anecdótico, que gira
en torno a un hecho o dicho significativo e ingenioso; el doctrinal o didáctico, con una
moraleja que se deduce del hilo de la narración. Este último constituye la variedad de
fábula o apólogo. Muy aficionada al cuento, sobre todo al didáctico, fue la literatura
hindú. La árabe posee una de las más bellas colecciones de cuentos fantásticos, las Mil
y una noches. En la Francia medieval abundan relatos llenos de gracia y viveza, muchas
veces satíricos. España tiene en la Edad Media dos grandes narradores de cuentos: el
arcipreste de Hita y don Juan Manuel. En el siglo XIX, vuelve la moda de estas
pequeñas narraciones y en ellas sobresalen Fernán Caballero, Alarcón, Clarín, Pardo
Bazán. Actualmente, el cuento breve, y más aún el brevísimo, suponen un campo de
experimentación muy notable, especialmente desde el modernismo, propiciado por la
civilización de la velocidad donde los ritmos televisivos se condensan e interrumpen
cada nueve minutos, donde los vídeos musicales duran tres minutos, la comida es
ultrarrápida: la narración ultracorta es la versión literaria un pinchazo de heroína.
Recordemos, en este sentido, a A.Monterroso.

2.1. Los cuentos populares

Se calcula que más de dos mil cuentos han sido recopilados en nuestro dominio
lingüístico, un corpus múltiple para que antropólogos y filólogos, pero también
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educadores, ejerzan su capacidad analítica y metodológica. Los cuentos presentan un


universo donde las grandes frustraciones que impone la cultura a las tendencias
selváticas del ser humano hablan en el lenguaje de los símbolos, con un discurso que
tiene componentes míticos, esto es, de búsqueda de los orígenes de las cosas
espirituales, sociales y económicas, las tendencias narcisistas e incestuosas, las
rivalidades fraternas, la identificación con el héroe y los complejos que inciden a la
autovaloración, el respeto a normas superiores de cuya rentabilidad inmediata puede
caber duda, el papel del hombre y de la mujer en la sociedad1, son el material temático
de que tratan los cuentos. El niño, en el universo discursivo del cuento, va instalando y
racionalizando sus propias inquietudes y fantasías: desde la nana, pasando por los
trabalenguas, retahílas, adivinanzas, juegos de dedos, cuentos, canciones de placeta,
romances, canciones de trabajo, etc., los aprendizajes fundamentales de la vida están
garantizados.

Los cuentos populares son relatos de tradición oral, cortos, con un desarrollo
argumental en dos partes y que pertenecen al patrimonio colectivo. Todos ellos tienen
elementos que se remontan a un período arcaico de mitos, ritos, tabúes, y
totemismos, que desarrollaron las sociedades que evolucionaron desde el nomadismo
al sedentarismo. Un gran estudioso de las estructuras de los cuentos es el ruso
V.Propp, quien hizo un estudio sistemático de los cuentos europeos destacando una
serie de elementos y funciones comunes en todos ellos. Como todo lo popular se
caracterizan por estar dirigidos a un público heterogéneo, grandes y pequeños, se
cuentan en las tertulias campesinas, en el patio de vecindad o en las reuniones
familiares, son básicamente iguales en todo el país, si bien se incorporan variantes en
cada lugar por parte del narrador, tienen un lenguaje fresco y auténtico.

En una clasificación de los cuentos populares vemos que hay tres tipos:

• Cuentos maravillosos: son pocos en España, aunque los que hay corresponden
a la zona catalana; tienen menos violencia y más verismo que en otros países;
el héroe se ve movido a hacer el bien y su tarea la realiza casi por casualidad;
los objetos mágicos la llegan por casualidad.

• Cuentos de costumbres: reflejan modos de vida social para criticarlos o


mantenerlos. Se incorporan en este grupo los cuentos de miedo, los de tontos,
pícaros, pobres y ricos, los niños en peligro, etc..

• Cuentos de animales: sus protagonistas son animales que hablan y quieren


parecerse a los humanos; sus temas principales son el hambre y la
supervivencia.

1. Aunque los conocedores vulgares de los cuentos crean que estos presentan un afán de dominio machista, existen muchos cuentos de mensaje feminista, y esto no debe extrañar, puesto que la organización de las
funciones sociales ha dependido desde el neolítico de la especialización guerrera o no, y la estructura de los cuentos refiere en muchas ocasiones estudios anteriores a esa especialización guerrera.
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3. EL GÉNERO HISTÓRICO Y SUS RAMIFICACIONES

Historia es la ciencia de los hechos realizados por la Humanidad. Labor suya es


registrar los acontecimientos pasados y descubrir su encadenamiento causal. No sólo
se ocupa de las empresas militares o políticas, sino que profundiza en el conocimiento
de la cultura y del vivir diario de las épocas pretéritas. El campo de la historia es, pues,
tan amplio como el de la actividad humana.

El hecho histórico es siempre singular, sin parangón exacto con otros. Por esto
es más susceptible de interpretaciones personales que los procesos de la Naturaleza o
los teoremas de la Matemática; la tarea del historiador consiste esencialmente en
interpretar datos y sucesos para hallarles un sentido cuya exactitud no puede
comprobarse en muchas ocasiones. Su labor no podrá ser nunca tan objetiva como la
del matemático o la del naturalista. El error más grave que puede cometer el
historiador consiste en falsificar, omitir o tergiversar deliberadamente los hechos a
impulsos partidistas; pero aún procediendo con honradez, es raro que en la
interpretación histórica no influyan en los sentimientos personales del autor, a pesar
suyo. Estas peculiaridades de la historia, si bien constituyen obstáculos en el orden
científico, aumentan su aspecto artístico. El historiador no puede trazar a su mero
arbitrio personajes y hechos, como hacen el dramaturgo y el novelista; pero en su
tarea hay no poco de creación: tiene que infundir vida al pasado. Hay en la historia
ciencia y arte. La parte científica consiste en puntualizar los hechos y sus causas. La
artística comprende la presentación de sucesos, personajes y sociedades con vida y
relieve, en lenguaje atractivo.

La investigación histórica descansa en el acopio y crítica de datos, tarea propia


de la erudición. No hay que despreciar la labor del erudito, sin la cual la historia
carecería de base firme. Las fuentes de información aprovechables son los testimonios
de historiadores y los documentos de la época, así como las reliquias materiales y
culturales que subsistan en ella. El estudio de cada uno de estos aspectos constituye
una ciencia auxiliar de la historia, y un género narrativo diferente, aunque más
acertado sería definirlo como una especie dentro del mismo género. La filología
estudia las manifestaciones lingüísticas; la crítica textual dictamina sobre la
autenticidad de los textos transmitidos; la paleografía se ocupa de las antiguas formas
de escritura; la diplomática de la redacción de los documentos; la arqueología del arte
y objetos materiales; la epigrafía de las inscripciones. Sobre los datos aportados por la
erudición y las ciencias auxiliares, el historiador reconstruye los hechos, valora su
importancia y establece entre ellos relaciones de causa-efecto o de antecedente-
consiguiente. La elaboración artística de los trabajos de la exposición apenas cabe en
los trabajos eruditos, pero es condición deseable en la historia propiamente dicha; ha
habido épocas en las que se le ha dado más importancia que al aspecto científico. La
filosofía de la historia abarca en su conjunto la materia histórica, jalona las grandes
épocas señaladas en el curso de las civilizaciones, precisa las características espirituales
de cada una, y trata de encontrar un sentido de progreso al proceso seguido por la
Humanidad.
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TEMA 37. LOS GÉNEROS NARRATIVOS

El género histórico no apareció como tal hasta el siglo V a.C., cuando el espíritu
griego estaba a punto de alcanzar la madurez. Fue entonces cuando Heródoto de
Halicarnaso, queriendo verazmente relatar las guerras médicas y su origen, recorrió los
territorios del imperio persa en busca de noticias y reunió el fruto de sus indagaciones
en la primera narración propiamente histórica. En Roma, la historia se utiliza para la
apología personal del autor, como en Julio César, Salustio, Tácito, Tito Livio. Domina en
estos escritores la historia narrativa, reducida a una presentación artística de los
hechos. En la Edad Media la forma típica de la historia son las crónicas, relatos de
sucesos dispuestos en orden temporal. Alfonso X el Sabio y sus continuadores, entre
los que destaca Pero López de Ayala reunieron en sus crónicas las noticias de
historiadores anteriores y las leyendas contadas por los juglares. El Renacimiento
volvió los ojos a la historia grecolatina. Se concedió especial atención a la belleza de
estilo y a las reflexiones morales. La mayor novedad de la época estuvo a cargo de los
historiadores de la indias españolas que, interesados por las razas, creencias,
costumbres y modos de vida de los pueblos indígenas, dieron entrada en la historia a
todas estas cuestiones, hasta entonces no tratada por ella. El apogeo de la erudición
no se da, sin embargo, hasta el siglo de la Ilustración. Crece la importancia de la
investigación frente al estilo y aparecen nuevos temas de interés como el comercio, la
economía, las instituciones, etc.. El siglo XIX es la gran época de la historia científica,
con figuras de la talla de Menéndez Pelayo y Menández Pidal. El interés
histórico no alcanza sólo a los grandes hechos de trascendencia colectiva. Los actores
de la historia nos atraen también como simples hombres, en el drama de su existencia
privada. La Biografía es el estudio histórico de a vida de un personaje. Es uno de los
géneros históricos que mejor se prestan a la elaboración literaria, y ya en la
Antigüedad fue cultivado con el fin de presentar paradigmas de grandeza moral. Se
llama autobiografía el relato que un autor hace de su propia vida. Las memorias no
tienen carácter de autobiografía completa, sino que reúnen algunos recuerdos del
autor respecto a sucesos y hombres conocidos. De especial interés psicológico son los
diarios, depósito de inquietudes y emociones de quienes los escribieron como
expansión de su vida interior. Análogo es el interés humano, histórico y psicológico de
los epistolarios o colecciones de cartas particulares, en las que los autores se nos
muestran con la llaneza y relativa sinceridad del trato diario.

4. LA NOVELA CORTA

La novela corta encierra en su brevedad los elementos esenciales de una novela


extensa. Tiene antecedentes en las antiguas colecciones egipcias de hace seis milenios,
e hitos esenciales con Boccaccio o Cervantes, pero hasta el siglo XIX no se teoriza sobre
su potencial expresivo (Poe), en torno a un solo efecto expresivo, utilizando la
selección y la economía de peripecias y de estilo. El carácter geográfico-descriptivo ha
sido elemento esencial y ha gozado de éxito en Nortemérica; el objetivismo
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TEMA 37. LOS GÉNEROS NARRATIVOS

trascendente de Chejov ha influido también en la concepción del subgénero. El


lenguaje económico y cercano al lector, le ha venido de la obligada convivencia con el
lenguaje periodístico. En su origen es un cuento desarrollado en mayor dimensión y
complejidad. Muchas historias del Decamerón, por ejemplo, son novelas cortas. En
España destacaron las admirables Novelas Ejemplares de Cervantes; en el siglo XVII
abundan las que se refieren a lances generalmente amorosos, propios del ambiente
cortesano. En los últimos siglos casi todos los grandes novelistas han cultivado, en
ocasiones como boceto de obras mayores, la novela corta.

5. LA LEYENDA

Conviene distinguir mito de leyenda. El mito es una ficción alegórica inventada


como explicación de los arcanos de la Naturaleza. La leyenda, en cambio, es un relato
cuyo lugar se indica con precisión, cuyos personajes son individuos determinados, los
cuales realizan acciones que parecen históricas. La leyenda se distingue del cuento por
su motivación, pues la ocasión de la leyenda es un caso impresionante, histórico o
físico, que se novela y surge de la admiración. El cuento se considera creación del
ingenio o de la imaginación, mientras que la leyenda se acepta como algo sucedido
aunque haya podido deformarlo la fantasía. La leyenda es el cuento maravilloso
forjado por la mente popular. Es algo más nacional que el cuento, ensancha el valor
espiritual del medio en que vive el niño y le da colores más bellos y poderes más
elevados.

Atendiendo al tema, las leyendas se pueden dividir en históricas, piadosas,


amorosas, etc. Según la forma de expresión, pueden ser populares y literarias. Las
populares son de transmisión oral, más breves, en consecuencia, para que pudieran
ser retenidas en la memoria y comunicadas por el pueblo. La leyenda literaria puede
generarse por invención imaginativa o por aprovechamiento de un tema o una
tradición popular que el autor enriquece con su saber y con sus recursos artísticos.

6. EL PERIODISMO

Aunque la idea de periódico abarca cuantas publicaciones aparecen como


lapsos de tiempo regulares, la aplicación general de la palabra es con sentido de diario,
designándose con el nombre de revistas las publicaciones semanales, quincenales,
mensuales, trimestrales, etc.. Las revistas pueden ser de carácter general o, ciñéndose
a una actividad determinada, artísticas, literarias, políticas, deportivas, etc.. Las
revistas literarias son de particular interés porque reflejan la intensidad de la vida
intelectual y el discurrir de las corrientes estéticas.
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TEMA 37. LOS GÉNEROS NARRATIVOS

El periodismo propiamente dicho, el de los diarios, tiene como fin esencial


informar a los lectores respecto a los acontecimientos de actualidad. Las notas en que
escuetamente se da cuenta de sucesos reciben los nombres de comunicados, sueltos y
gacetillas; las crónicas son más amplias y detalladas, con comentarios sobre la noticia.
Los artículos de fondo y editoriales, colocados por lo general en un lugar preferente, se
ocupan de temas de actualidad, sustentando puntos de vista que responden a la
orientación ideológica del diario.

El periodismo es un importantísimo vehículo de cultura. Si tienen amplia cabida


la brillantez deleznable y la impresión efímera, los grandes periodistas,
sobreponiéndose al asedio de las circunstancias, saben encontrar acentos de validez
duradera (Larra, Clarín, Ortega y Gasset). La influencia social del periódico es
extraordinaria. Su difusión, infinitamente mayor que la de otras publicaciones, alcanza
a todas las esferas sociales, por lo que es arma propagandística de excepcional eficacia.
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TEMA 37. LOS GÉNEROS NARRATIVOS

CONCLUSIÓN
Los géneros narrativos se caracterizan por expresar historias, acciones o hechos reales
o imaginarios en espacios y tiempos también reales o inventados tanto en prosa como
en verso.
A lo largo de la historia de la literatura, la narración ha evolucionado de forma que, si
bien durante la antigüedad los textos narrativos solían ser también poéticos (epopeya)
aun alternando con los escritos históricos, ya desde la Edad Media se adopta la prosa
como vehículo de expresión.
Igualmente, junto con la narración popular (cuento, leyenda), la novela se ha erigido
como el género narrativo por excelencia desde la Edad Moderna hasta nuestros días,
en donde goza de gran prestigio en la sociedad.
No podemos olvidar tampoco el carácter narrativo del fenómeno periodístico, el cual
también se desarrolla plenamente en nuestra época, en la llamada “sociedad de la
información y la comunicación.

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TEMA 37. LOS GÉNEROS NARRATIVOS

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Van Dijk, T. A. La ciencia del texto. Barcelona, Paidós, 1980.

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